Democracia y Derechos Humanos America Latina
Democracia y Derechos Humanos America Latina
Democracia y Derechos Humanos America Latina
Derechos humanos
y democracia en el
pensamiento ilustrado
latinoamericano
Human rights and democracy in the enlightened
Latin-American thought
239
Pablo Guadarrama Gonzlez
E
ste trabajo da continuidad a otros, en los cuales se han valorado,
primero, algunas de las concepciones y prcticas de la democra
cia y de los derechos humanos en los pueblos originarios de
Amrica,1 y segundo, las expresiones de humanismo prctico en
la filosofa poltica de la escolstica iberoamericana durante el conflicto
antropolgico, tico y jurdico que se produjo durante el proceso de con
quista y colonizacin de Amrica.2
Entre sus objetivos se encuentra contribuir al anlisis de los prin
cipales rasgos caractersticos de la perspectiva humanista de la filosofa
poltica latinoamericana, en particular en relacin con la democracia y los
derechos humanos; en este caso, de las ideas de algunos representantes
del pensamiento ilustrado en nuestra Amrica, y enfatizar en su articula
cin con el pensamiento universal, as como sus posibles aportes tericos.
Se fundamenta el trabajo en el examen de fuentes primarias que re
velan sus ideas al respecto, as como en estudios sobre el tema realizados
por filsofos, juristas, historiadores, antroplogos, politlogos, etc., espe
cialmente del mbito latinoamericano, aunque tambin se toman en con
sideracin algunos pensadores de otros contextos mundiales.
Se aspira a fundamentar filosficamente el cuestionamiento del pre
sunto absoluto protagonismo de la cultura europea, en cuanto a la apari
cin y desarrollo de concepciones y prcticas democrticas, as como de
los derechos humanos, al valorar la significacin de algunas de sus mani
festaciones en lo que se denominara posteriormente Amrica Latina.
Este anlisis pretende, tambin, aportar elementos de validacin fi
losfica a la justipreciacin de los aportes del pensamiento ilustrado lati
noamericano como elemento de fragua del pensamiento independentis
ta, articulados a propuestas ms precisas de realizacin de la democracia,
los derechos humanos y la justicia social.
1
Vase Pablo Guadarrama, Democracia y los derechos humanos en los pueblos origi
narios de Amrica, en Cuadernos Americanos, nm. 149, Mxico, unam, 2014, pp.
135-147.
2
Vase Pablo Guadarrama, La escolstica ante los derechos humanos y la democracia
en la colonizacin de Amrica, en Revista de Hispanismo Filosfico, Madrid, Asocia
cin de Hispanismo Filosfico/fce (en edicin).
4
Michel Vovelle, Introduccin, en Michel Vovelle, D. Arase, L. Bergeron et al., El hom-
bre de la Ilustracin, Madrid, Alianza Editorial, 1995, p. 28.
5
El inters de los doctores espaoles era aplicar la doctrina de Toms de Aquino a las
nuevas y cambiantes realidades de la poca. Jos Alpiniano Garca-Muoz, El tomis-
mo desdeado. Una alternativa a la crisis econmica y poltica, Bogot, Universi
dad Catlica de Colombia-Universita degli Studi di Salerno/Planeta, 2012, p. 31.
6
La existencia de ciertas formas de transicin hacia el nuevo pensamiento en el seno
de la cultura colonial parece innegable. El pensamiento ilustrado no surge brusca
mente, en la forma antimetropolitana y librepensadora que adquirir frecuentemente
en vsperas de la independencia. Existen pasos previos, representados por peninsula
res o criollos generalmente feles a las monarquas y a la Iglesia catlica, Jos Carlos
Chiaramonte, Prlogo, en Pensamiento de la Ilustracin. Economa y sociedad
iberoamericanas en el siglo xviii, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1979, p. xvi.
7
Vase Pablo Guadarrama, Razones del positivismo y el antipositivismo sui gneris en
Amrica Latina, en Cuadernos Americanos, ao xxv, vol. 3, nm. 137, Mxico, unam,
2011, pp. 125-149, Positivismo en Amrica Latina, Bogot, Universidad Nacional Abier
ta a Distancia, 2001; Antipositivismo en Amrica Latina, Bogot, Universidad Nacional
Abierta a Distancia, 2001; Positivismo y antipositivismo en Amrica Latina, La Habana,
Editorial Ciencias Sociales, 2004. En http://biblioteca.filosofia.cu/php/ export.php?for
mat=htm&id=231&view=1.
13
Jos Manuel Gallegos Rocafull, El pensamiento mexicano en los siglos xvi y xvii, M
xico, Ediciones del IV Centenario de la Universidad de Mxico, 1951, p. 395.
14
Loc. cit.
15
Por mi parte os recomiendo una cosa, sabio legislador: las mujeres... Por qu dentro
de un gobierno democrtico la mitad de los individuos, las mujeres, no estn directa
o indirectamente representadas, mientras que s estn sujetas a la misma severidad de
las leyes que los hombres hacen a su gusto? Por qu al menos no se las consulta acer
ca de las leyes que conciernen a ellas ms particularmente como son las relacionadas
con matrimonio, divorcio, educacin de las nias, etc.? Le confieso que todas estas
cosas me parecen usurpaciones inauditas y muy dignas de consideracin por parte
de nuestros sabios legisladores[...]. Francisco de Miranda, Amrica espera, Caracas,
Fundacin Biblioteca Ayacucho, 1982, p. 124.
16
Jos Agustn Caballero, Las mujeres, en Escritos varios, La Habana, Editorial de la
Universidad de La Habana, 1956, p. 290.
17
Ibid., p. 291.
18
Jos Agustn Caballero, En defensa del esclavo, en Papel Peridico de La Habana,
5 y 8 de mayo de 1791, en Escritos varios, p. 5.
19
Siendo admitida la esclavitud en nuestro suelo, es decir, habiendo entre nosotros
una clase de hombres que no tienen estado, persona ni propiedad, parece que de
ba esmerarse la legislacin en dar a los hombres libres o seores una educacin
proporcionada a la situacin de tan elevada y superior de estos sobre aquellos; una
educacin que templase el vigor del despotismo que el amo naturalmente propende
a ejercer sobre su esclavo; que le inspirase aquellas virtudes, aquella alta dignidad
propia del hombre que est llamado a poseer un derecho tan peligroso como el de
reconocer dominio y propiedad sobre sus semejantes; que lo ensee desde muy tier
na edad aquellos conocimientos propios de una industria activa e ilustrada. Jos
Agustn Caballero, De la consideracin sobre la esclavitud en este pas, Informe a la
Sociedad Patritica, 24 de noviembre de 1798, en Escritos varios, pp. 150 y 151.
20
En carta de 1783 le escriba al general Juan Manuel Cagigal: La experiencia y cono
cimiento que el hombre adquiere, visitando y examinando personalmente con inteli
gencia prolija en el gran libro del universo; las sociedades ms sabias y virtuosas que
lo componen; sus leyes, gobierno, agricultura, polica, comercio, arte militar, navega
cin, ciencias, artes, etc., es lo que nicamente puede sazonar el fruto y completar en
algn modo la obra magna de formar un hombre slido y de provecho! Francisco de
Miranda, Amrica espera, pp. 60 y 61.
21
Ibid., p. 174.
22
Un gobierno libre mira todos los hombres con igualdad, cuando las leyes gobiernan
las solas distinciones son el mrito y la virtud. Pues que todos somos hijos de un
mismo padre: pues que todos tenemos la misma lengua, las mismas costumbres y
sobre todo la misma religin; pues que todos estamos injuriados del mismo modo,
unmonos todos en la grande obra de nuestra comn libertad. Establezcamos sobre
las ruinas de un gobierno injusto y destructor un gobierno sabio y criador: sobre la
tyrania la libertad, sobre el despotismo la igualdad de derechos, el orden, y las buenas
leyes. Ibid., pp. 261 y 262.
23
Qu ser de m en adelante, o de mi destino? Dios slo lo sabe! Pero Ud. que me
conoci y trat en mi intimidad, puede estar muy seguro de que mi amor a la Libertad
tengan renta anual al menos de 50 pesos, sean hijos de padres y madres libres, no
ejerzan el oficio de sirvientes con sueldo, y no hayan sufrido ninguna pena infamante.
Las autoridades espaolas sern sustituidas por los Cabildos y Ayuntamientos de las
diferentes ciudades, los que agregarn al nmero de sus miembros un tercio escogi
do entre los indios y la gente de color de la Provincia. Miranda, op. cit., p. 285.
28
Ibid., p. 432.
29
El establecimiento de un buen gobierno se funda pues, sobre las leyes de Dios y de la
naturaleza, y depende de los sacrificios que se hacen mutuamente en favor de la mu
tua felicidad. Un mal gobierno es aquel en el cual una clase hace muchos sacrificios,
y otra muy pocos, y en este caso el rico tiraniza al pobre, o el pobre tiraniza al rico; o
bien las gentes de un origen tiranizan a las de otro linaje, como el pueblo de Esparta,
por ejemplo, tiranizaba a los Helotes. La anarqua existe cuando las diferentes clases
de la sociedad contienden por privilegios injustos, y no estn animados de un espritu de
reconciliacin. Ibid., pp. 432 y 433.
30
Los sentimientos que deben animar a los habitantes de Amrica deben ser el desin
ters personal y la docilidad; el desinters personal para que cada clase no desee
para s misma, ms de aquello que sea compatible con el bien de las dems clases; la
docilidad para buscar y seguir la cordura y sabidura necesarias que deben dirigirlos
en esta importante empresa. Ibid., p. 433.
cen las guerras31 y la exigida violencia.32 Tal vez fue esta la razn principal
de que no simpatizara con la consigna de Bolvar de guerra a muerte con
tra los espaoles, postura sta que le traera serios inconvenientes en su
suerte final.
No cabe la menor duda de que en todas las pocas los grandes re
volucionarios han estado imbuidos de un profundo idealismo, no en el
sentido epistemolgico, sino en el tico-poltico. Se han comprometido
activamente y han expuesto sus vidas por las profundas convicciones so
bre el perfeccionamiento humano y el progreso de las sociedades.
Si bien durante la poca anterior en la que haba prevalecido una
ideologa ms conservadora y una filosofa constreida por la teologa,
como la escolstica se haban producido algunos aislados pensadores
31
Si citamos con placer mezclado de admiracin los verdaderos hroes, los que, com
partiendo los peligros de la guerra, gimen sobre los males que inevitablemente les
acompaan, tratando de disminuirlos; con qu execracin debemos or nombrar los
que no encuentran en ella sino el placer brbaro de destruir a sus semejantes, sacri
ficndolos a su ferocidad. Vamos a precisar una infraccin a las reglas del derecho de
gentes, de un atentado, en fin, de un crimen de lesa humanidad, bien reflexionado,
cometido por el nico placer de masacrar hombres. Francisco de Miranda, Affiches
americaines (1883), en op. cit., p. 53.
32
Que nuestras luchas por la emancipacin de este querido Pas no estn manchadas
con ningn acto innecesario de rapia o de violencia; recordemos que estamos lu
chando por la Libertad y que todo hombre libre debe ser valiente, generoso y humani
tario, slo los cobardes son (esclavos), crueles, rapaces y corrompidos. Que aquellos
que se unan a nuestra bandera sean recibidos con los brazos abiertos y participen de
todos los beneficios de la alianza; que aquellos cuya edad o circunstancias particulares
les impiden unirse a nosotros, pero que pese a ello se muestran bien inclinados a
nuestra causa, sean considerados amigos, y se respeten escrupulosamente sus perso
nas y bienes; aquellos que se muestren enemigos de la Libertad de su pas sufrirn el
castigo que dispongan sus leyes ofendidas. Se har una equitativa divisin de las tierras
entre los valientes que den su apoyo en esta gloriosa empresa, las cuales gozarn bajo
leyes benignas y justas fundadas en principios y en estricta justicia y humanidad. Todo
ciudadano tendr participacin en la legislatura. Las leyes se harn por aquellos que
deban obedecerlas y ningn hombre estar por sobre ellas o podr transgredirlas im
punemente; el ms pobre del Estado estar bajo la proteccin de ellas tanto como el
ms rico. El comercio, las industrias y las artes liberales florecern en una tierra donde
la Libertad ha hecho su morada y este pas mantendr tal rango entre las naciones que
lo ostentan y del cual ha sido privado por demasiado tiempo. Francisco de Miranda,
Proclama para Brasil, en op. cit., p. 352.
377.
34
Los miserables indios, en tanto que no tengan, por patrimonio y bienes de fortuna
ms que slo sus brazos, no han de tener nada que perder. Mientras no los traten
mejor; no los paguen con puntualidad, su cortsimo salario, no les aumenten el que
deben llevar por su trabajo; no les introduzcan el gusto de vestir, de comer, y de la
polica en general; no les hagan sentir que son hermanos, nuestros estimables y nobi
lsimos siervos nada han de tener que ganar, y por consiguiente la prdida ha de ser
ninguna. Este es asunto muy grave que ha menester la atencin de V. A. y an el que
V. C. R. P. le mire bajo los infinitos puntos de vista y enlaces que demanda tan ardua
materia. Eugenio de Santa Cruz y Espejo, Defensa de los curas de Riobamba 1786,
en Obras escogidas, Guayaquil, Publicaciones Educativas Ariel [s.f.], p. 73.
35
Que se renan los efectos del calor y del fro, de la presin atmosfrica, de la elec
tricidad, de las montaas, de los vientos, de los ros, de las selvas, de las lluvias y de
los alimentos; que se acumulen sobre los individuos en diferentes proporciones, y
combinados de todos los modos posibles; en fin, que su imperio se perpete y pase
de generacin en generacin. Los productos variarn como las causas: el hombre
adquirir el color negro, blanco aceitunado y todas las tintas; su estatura ir desde
la gigantesca hasta la pigmea; sus facciones, desde la deformidad hasta la belleza; su
moral desde las virtudes hasta los vicios; y en una palabra, el hombre se modificar en
todas sus partes, y ceder a la potencia activa y enrgica del clima. Francisco Jos de
Caldas, Obras completas, Bogot, Universidad Nacional de Colombia, 1966, p. 119.
para dejarse persuadir de los Curas a lo que quieran. Querer suponer a los
indios rsticos, salvajes y divorciados de la comn luz natural, prontos por
eso a hacer fiestas, sin discernimiento, eleccin ni gusto, acerca de ellas, es
el error de gentes que no saben su idioma, sus usos y costumbres, y es un
absurdo poltico, filosfico y an teolgico, el mayor que pueda escogitar
se, y es un oprobio de la humanidad pensar as.36
Espejo saba muy bien que tratar de justificar con razones biolgicas
la deplorable situacin de los pueblos indgenas era condenarlos eterna
mente a ser explotados y gobernados como animales domsticos, al igual
que suceda con los negros esclavos. Por tal razn sorprendi tanto a
muchos creyentes de aquellas seudocientficas teoras, que los procesos
de independencia y de transformaciones sociales contra la esclavitud co
menzaran con la Revolucin de Hait. Y el mismo motivo no deja dormir
tranquilos a los que en la actualidad no pueden entender la abrumadora
mayora de votos de Evo Morales para un tercer mandato de gobierno, en
un pas como Bolivia, de mayora indgena.
Debe destacarse que cuando los ilustrados latinoamericanos argumen
taban la necesidad del reconocimiento de la condicin humana de ind
genas y negros, no lo hacan desde posiciones etnocentristas, sino todo
lo contrario, desde una perspectiva antropolgica mucho ms humanista
que la de aquellos que trataban de demostrar la presunta inferioridad bio
lgica de algunos pueblos o razas. En tal sentido, se articulaban mucho
mejor con la genuina tradicin humanista desde la antigedad del pen
samiento filosfico universal con proyeccin futurista, y de esa forma no
slo preparaban a las nuevas generaciones para tomar conciencia de sus
potencialidades emancipadoras, sino tambin para convivir en un mundo
cada vez ms solidario y transcultural.
Por eso, con razn el filsofo peruano Augusto Salazar Bondy, al anali
zar el valor de las tesis del ilustrado de su pas, Hiplito Unanue, sostena:
Se nos ha hecho patente que la rplica de Unanue a Buffon y De Pauw no
es un acontecimiento aislado dentro de su obra. l halla eco en una valo
Tal juicio pudiera articularse con la idea de Hegel, segn la cual cuando
Europa comenzase su posible declive histrico, Amrica significara tierra
promisoria de futuro.
Hiplito Unanue no se limit a sus intereses cientficos como mdi
co, naturalista y meteorlogo, lo que evidencia la amplitud de su cosmo
visin, sino que desempe una profunda labor poltica en el proceso
independentista, mediante su apoyo a San Martn y Bolvar, y sobre todo
trat de preparar a su pueblo para las nuevas formas de vida republicana
que deba desarrollar con plenitud.
Augusto Salazar Bondy justipreciaba adecuadamente la extraordinaria
labor de Unanue en la transicin del gobierno colonial al independiente,
tanto por su trascendencia poltica como por su premonitoria proyeccin
cultural, sobre el necesario futuro de los pueblos latinoamericanos en sus
luchas por su soberana.38
37
Augusto Salazar Bondy, Aproximacin a Unanue y la ilustracin peruana, Fondo
Editorial unmsm, Per, 2006, p. 174,
38
Sealamos, por ltimo, que la posicin de Unanue no puede concebirse todava como
la expresin de una cabal conciencia de tipo nacionalista o americanista, en el sentido
que lo son los movimientos posteriores que han afirmado la autonoma del des
tino de Amrica y su capacidad creativa de nuevas formas de vida histrica. Representa,
sin embargo, la primera fase de ese impulso hacia la independencia cultural que tan ve
hementemente tom a su cargo el pensamiento hispanoamericano del siglo xix, llevado
casi siempre a juzgar las limitaciones de la existencia en torno como residuos de una
herencia que era preciso cancelar. Ibid., p. 175.
Jos Manuel Gallegos Rocafull, El pensamiento mexicano en los siglos xvi y xvii, M
39
40
Jos Flix de Restrepo, Obras completas, Bogot, Biblioteca Colombiana de Filosofa,
Universidad de Santo Toms, 2002, pp. 457 y 458.
41
Servando Teresa de Mier, Segunda carta de un americano al espaol, en Servando
Teresa de Mier, Ideario poltico, Caracas, Fundacin Biblioteca Ayacucho, 1978, p. 63.
42
Tenemos el de descubridores, pobladores y pacificadores que nuestros reyes sustitu-
yeron al de conquistador. Descubridores! esto es, vosotros ignorabais que exista la
parte mayor del mundo: luego en sabindolo sois sus dueos. Con que si los indios
hubiesen sabido antes que exista Europa, eran ipso facto sus dueos? Quiz discu
rriran mejor los monos orangutanes. La ignorancia es ttulo de vergenza; pero no
de dominio. Servando Teresa de Mier, Historia de la Revolucin de Nueva Espaa.
Libro xiv, en Teresa de Mier, op. cit., p. 140.
43
Ibid., p. 231.
44
Es cierto que haba algunos pases brbaros, como los hay en el antiguo mundo, a la
vista misma de la Europa, y en ella misma. Pero de vuestros historiadores como Cor
ts mismo no consta que haba reinos y repblicas, gobernadas con una extremada
polica, ciudades magnficas a nivel edificadas hasta en medio de las aguas como las
siete ciudades de la laguna Mexicana, templos y palacios de que Corts dice al empe
rador que no haba en Espaa su semejante; una agricultura inmensa que l no cesa de
admirar, como la abundancia y orden de sus mercados, el primor, variedad y delicadeza
de sus tejidos y sus obras de platera, etc., etc.? No haba cortes, consejos supremos
civiles, criminales de guerra y hacienda, cancilleras y audiencias, jueces municipales, es
cribanos, academias, bibliotecas, colegios, etc.? Vuestros mismos reyes habiendo hecho
examinar sus leyes las han calificado de muy justas y convenientes: y no se puede
decir otro tanto de las vuestras, no digo en tiempo de vuestra gentilidad, sino en el
de vuestros fueros municipales, en que no slo se ven vivicomburios, despeamien
tos y otras penas atroces, sino el homicidio franco con slo pagar un real de Amrica
o poco ms de veinte cuartos, y libre el asesino con slo esconderse nueve das:
cuando entre los tezcucanos no escapaba de la muerte ni el historiador que menta.
Cuntos historiadores espaoles de Indias hubieran con esta ley quedado vivos! No
quiero hablar del Per porque sus cosas son ms conocidas: slo dir que un fil
sofo tan grande como Carli despus de haber examinado el gobierno de los incas;
cuyas combinaciones no haban podido comprender los espaoles aun refiriendo
sus partes, concluye que slo se concibe posible un gobierno tan perfecto porque ha
existido. Existe el de esos araucanos u hombres libres que os han obligado a recono
cerlos como potencia soberana de quien recibs embajadores; y Pnkerton despus de
Molina se extasa sobre la perfeccin de su gobierno federal en paz y guerra. Jefferson
asegura que entre los que llamis salvajes de la Amrica del Norte tambin existe un
sistema de federacin perfecto. Teresa de Mier, op. cit., pp. 145 y 146.
45
Dios nos libre de emperadores o reyes. Nada cumplen de lo que prometen, y van
siempre a parar al despotismo. Todos los hombres propenden a imponer su voluntad,
sin que se les replique. Y no hay cosa a que el hombre se acostumbre ms. Si algn
gran Estado prospera con rey, es por lo que tiene mezclado de formas republicanas
en sus cortes o parlamentos que representan la nacin. Edmundo OGorman, Apn
dice, en Teresa de Mier, op. cit., p. xliii.
46
Lo cierto es que Dios le dio a su pueblo predilecto un gobierno republicano; que
no le dio reyes sino en su clera y para su castigo; que no se los dio sino con una
constitucin, y que menosprecindola, todos se hicieron tiranos. Lo cierto es que los
reyes buenos han sido tan raros, que deca un filsofo, se podan grabar todos en un
anillo. Qu es la historia de los reyes, deca un grande obispo, sino el martirologio de
las naciones?. Servando Teresa de Mier, Memoria poltico-instructiva, en Teresa de
Mier, op. cit., p. 210.
47
La naturaleza no ha criado reyes, ni Jesucristo vino a santificar los hombres, plantan
do virtudes practicables en todo gnero de gobiernos. Pero l no estableci ninguno
civil, ni su reino es de este mundo, Regnum meum non est de hoc mundo. Autor del
derecho natural no poda contradecirlo. No es diferente el Dios del Nuevo Testamen
to y el del Testamento Antiguo. Y en ste, sin embargo de que el pueblo de Israel era
suyo, porque lo haba redimido de la esclavitud de Egipto en el brazo de su poder, y
le dio el pas de Canaan donde habitaba bajo un pacto social, cuando el pueblo quiso
variarlo, Dios convino, aunque pesaroso de darle un rey que lo haba de oprimir y
hacer pecar. Era dueo de nombrrselo l mismo; pero para hacernos ver el derecho
natural que tiene cada nacin de elegir su gobierno, mand convocar en Masfa la na
cin hebrea, para que nombrase por sus votos a quien quisiese por rey. Es verdad que
la votacin recay en Sal que Dios tena designado; pero no fue porque la votacin
dejase de ser libre, pues la designacin de Dios haba sido tan secreta, que ni Sal
compareci en la Asamblea; sino porque Dios es el dueo de las voluntades y de las
suertes. Sortes in sinum mittuntur, sed a Domino temperantur. Servando Teresa de
Mier, Memoria poltico-instructiva, en Teresa de Mier, op. cit., pp. 214 y 215.
48
Si por casualidad algn rey es bueno, y bajo l respiran los sbditos, es un cometa
que pasa; y el pueblo, que siempre permanece, necesita para ser feliz principios que
lo gobiernen, no hombres que desaparecen como el agua. Principia, non nomines.
Teresa de Mier, Memoria poltico-instructiva, en op. cit., p. 218.
49
Toda acumulacin excesiva es peligrosa. Toda distribucin justa es til. La aglome
racin en un individuo de autoridades, oprime a los pueblos; la de fuerzas oprime al
dbil; la de riquezas oprime al pobre y aun la de luces, estancadas en una clase o per
sona, puede ser origen de abusos. Que una ley sabia divida las autoridades, equilibre
las fuerzas, distribuya las riquezas, y difunda los conocimientos. Entonces no sern
los pueblos vctimas de una administracin arbitraria; entonces no ser el mximum
sacrificado por el mnimum. Sern las naciones verdadera compaa de ciudadanos
unidos para partir los bienes y los males, para cooperar a la felicidad comn y gozar en
proporcin de su mrito. La nacin mexicana no puede querer que se vuelvan contra
ella los funcionarios que mantiene para que trabajen en su bien general, o que las
autoridades creadas para garantizar sus derechos, sean destructoras de esos mismos
derechos. Quiere ejercer los que tiene por diversas autoridades, y que las atribucio
nes de cada autoridad se combinen de tal manera, que vigilndose unas a otras no
sea ninguna opresora de los pueblos. La nacin mexicana ejercer sus derechos por
medio de los ciudadanos que elijan a los individuos del senado y de los congresos
nacionales provinciales y municipales; de los diputados que dicten las leyes en el con
greso nacional; de los individuos del cuerpo ejecutivo que las hagan cumplir; de los
jueces que las apliquen a los negocios civiles y criminales y de los senadores que se
ocupen en conservarlas. Servando Teresa de Mier, Exposicin de motivos del plan
de la constitucin, en Teresa de Mier, op. cit., p. 266.
50
No clavis los ojos demasiado en la Constitucin de los Estados Unidos, que quiz
subsisten, porque no hay potencia contigua que se aproveche de su interna fermen
tacin: la debilidad que les ocasiona est demostrada en su guerra contra las pose
siones inglesas, al mismo tiempo que sus triunfos en la mar prueban las ventajas de
la unidad del gobierno. Sobre todo, ellos eran ingleses acostumbrados a deliberar
en asambleas coloniales y sin una religin que los dividiese con anatemas; para no
sotros miserables esclavos, que con trabajo vamos sacando el pie de los grillos, todo
el terreno es nuevo, mil esfinges del Averno se nos aparecen a cada paso, y debe
mos pisar con sumo tiento. Me parece que vuestro modelo, en cuanto lo permitan
las circunstancias, debe ser la constitucin de esta nacin dichosa donde escribo, y
donde se baila la verdadera libertad, seguridad y propiedad. Ella ha sido la admiracin
de los sabios, y la experiencia de los siglos demuestra demasiado su solidez, para
que sin considerarla, arriesguemos ensayos del todo nuevos, demasiado sangrientos,
costosos, y tal vez irreparables si se yerran. No la hallaris escrita como comedia por
escenas: stas pertenecen al genio ligero y cmico de los franceses, que han remata
do en ser esclavos de un dspota. Tal suele ser el desenlace de principios metafsicos,
que aunque en teora aparezcan bellos y slidos, son en la prctica revolucionarios,
porque los pueblos, raciocinando siempre a medias, los toman demasiado a la letra
y deducen su ruina. De la igualdad, que absolutamente no puede haber entre los
hombres, sino para ser protegidos por justas leyes sin excepcin, los dbiles y necios
contra los fuertes y entendidos, dedujeron los franceses que se deban degollar para
igualarse en los sepulcros, donde nicamente todos somos iguales. De la soberana
del pueblo, que no quiere decir otra cosa, sino que de l nace la autoridad que ha de
obedecer porque todo l no puede mandar, dedujo Valencia que no deba someterse
al Congreso de Venezuela, sino empuar las armas contra sus hermanos. Los pueblos
nunca se han gobernado sino por usos, prescripciones y leyes. Por eso me he tomado
tanto trabajo en exhibir las nuestras. Por ellas somos independientes de Espaa: por
ellas podemos estar autorizados a serlo enteramente: y no slo las naciones respe
tarn as en nuestra separacin el derecho de gentes, sino que todos los americanos
seguirn unidos, porque los conduce la misma costumbre de obedecer al imperio
del ejemplo antiguo y de las leyes. Servando Teresa de Mier, La Junta Suprema de la
nacin a los americanos, en Teresa de Mier, op. cit., pp. 162 y 163.
51
Pero lo que era una discrepancia de aplicacin, y no doctrinal, se agudiz hasta
alcanzar el grado de contradiccin cuando hubo de precisarse. La cuestin de las
soberanas de las entidades federativas se convirti en el centro de la disputa. Los
federalistas, a imitacin de los Estados Unidos, queran la soberana de los Estados;
los llamados centralistas se oponan a ello. Y es que stos pensaban que la cuestin de
soberana local no era una cuestin de derecho, sino de hecho. Los Estados Unidos
eran en realidad una confederacin, es decir, una unin de entidades con soberana
preexistente al pacto; no era se el caso en Mxico. Conceder soberana a las entida
des mexicanas era, pues, un error en la aplicacin en Mxico de las instituciones nor
teamericanas. En este punto capital era donde, precisamente, no se poda lgicamen
te copiar a los Estados Unidos. Ahora bien, como la cuestin de soberana local era
cuestin de hecho, y como el sistema americano era el modelo, el padre Mier lleg
a una idea que salvaba la contradiccin, en apariencia irreductible. Quera implantar
en Mxico un sistema federal sin conceder de momento la soberana a las entidades.
Quera una repblica centralizada que fuera evolucionando hacia una federacin con
soberanas locales. Yo, dice en una carta al Ayuntamiento de Monterrey, la quiero
(a la repblica) central a lo menos durante diez o doce aos. Es decir, quera que la
soberana local se convirtiera en una realidad de hecho antes de su reconocimiento
legal. As se entiende bien por qu el padre Mier no acept nunca la etiqueta de
centralista; por qu vot a favor de la palabra federal en el texto del artculo 50, y
por qu vot contra la palabra soberanos como adjetivo calificativo de los Estados,
contenida en la redaccin del artculo 60. Pero si todo eso aclara el alcance restringido
que debe concederse al centralismo del padre Mier, lo cierto es que su oposicin
a los federalistas extremosos llammoslos as tiene un sentido que cala mucho
ms hondo de lo que parece indicar el debate parlamentario. En efecto, oponerse a la
adopcin indiscriminada e incondicional de las instituciones polticas norteamerica
nas, era, en el fondo, poner en duda la eficacia y lo que es ms retar la validez de
la creencia en que la implantacin de aquellas instituciones bastaba por s sola para
que Mxico alcanzara, sin ms ni ms, la libertad civil y la prosperidad material de que
gozaban los norteamericanos. El comps de espera que quera Mier implicaba el reco
nocimiento de que entre los pueblos de Iberoamrica y el de Estados Unidos exista
una diferencia que haca ilusoria aquella creencia, y el de que slo la educacin cvica
y tcnica y la adquisicin de los hbitos de trabajo y de respeto a la ley seran capaces
de zanjar. Es as, entonces, que el clebre discurso de las profecas que pronunci el
padre Mier el da en que el Congreso discuti la adopcin del federalismo con sobe
ranas locales, se nos revela como una admonicin contra el peligro de lanzar el curso
de la historia nacional por el tobogn de las falsas promesas de una inmensa mentira.
Lejos de que la felicidad social y la riqueza se dieran como por encanto con slo vestir
el traje constitucional del poderoso vecino, la desilusin que experimentaran a ese
respecto impulsara a los mexicanos a buscar pretextos para rehuir la propia respon
sabilidad y a entregarse a una mitologa de autocomplacencia y autoglorificacin que
los enajenara de la realidad de la historia. Edmundo OGorman, Prlogo, en Teresa
de Mier, op. cit., pp. xxxi-xxxii.
52
Este punto, el ms descuidado en Amrica, es para su bien general el de necesidad
ms absoluta. La educacin es la que da al hombre la forma que debe tener segn
la del gobierno que le rija. Una administracin arbitraria atropella los derechos de la
humanidad, oculta el conocimiento de ellos, embaraza la instruccin que los des
cubre, ensea las facultades de los monarcas, y la obediencia pasiva de los pueblos.
Un gobierno que se funda en los derechos del ciudadano, debe perfeccionar sus
facultades para ponerle en aptitud de conocerlos; extender la ilustracin por todas
las clases para que no exista una sola que por su ignorancia sea vctima de otra; en
sear los principios que sirven de base a la constitucin, y dar la moralidad precisa
para conservarla. Hombres formados por la educacin de los gobiernos despticos,
trabajarn siempre para que no haya instituciones liberales. Ciudadanos instruidos en
sus derechos lucharn eternamente contra el despotismo. Los pueblos que quieran
ser libres es necesario que aprendan a serlo; y estas lecciones slo puede darlas un
sistema nuevo de educacin. Son hermosos, los que han trabajado, los amigos de la
ilustracin general y modificados como exige la diversidad de circunstancias haran el
bien de esta Amrica. Servando Teresa de Mier, Exposicin de motivos del plan de
la constitucin, en Teresa de Mier, op. cit., pp. 271 y 272.
53
La ilustracin es el origen de todo bien individual y social. Para difundirla y adelantar
la, todos los ciudadanos pueden formar establecimientos particulares de educacin.
A ms de los que formen los ciudadanos habr institutos pblicos; uno central en el
lugar que designe el cuerpo legislativo, y otro provincial en cada provincia. Servando
Teresa de Mier, Plan de la constitucin poltica de la nacin mexicana, en Teresa de
Mier, op. cit., p. 279.
54
Simn Rodrguez, Sr. Doctor don Rafael Quevedo, Seor Rector del colegio de San
Vicente, en Latacunga,, en Inventamos o erramos, Caracas, Monte vila Editores
Latinoamericana, 2004, p. 201.
55
6 La codicia de los Europeos destin, hace tiempo, la Amrica ser el lugar en que
se han de reunir las tres razas de hombres conocidas cruzarse y producir una
sola. Mientras se estn fundiendo unas en otras, habr una preferencia de nmero,
y ninguna ser mejor: cualquiera ser la primera, segn se empiece contar hasta
que una merezca la primaca por su saber.
7 Si la ignorancia reduce al hombre la esclavitud, instruyndose el esclavo ser
libre. Simn Rodrguez, El libertador del medio da de Amrica y sus compaeros
de armas, defendidos por un amigo de la causa social (1830), en Rodrguez, op. cit.,
pp. 22 y 23.
56
Rodrguez, op. cit., p. 210.
57
Ibid., pp. 90 y 91.
58
[] la sabidura de la Europa y la prosperidad de los Estados-Unidos son dos ene
migos de la libertad de pensar [] en Amrica []. Nada quieren las nuevas Rep
blicas admitir, que no traiga el pase del Oriente del Norte.Imiten la orijinalidad,
ya que tratan de imitar todo los Estadistas de esas naciones, no consultaron para sus
Instituciones sino la razn; y sta la hallron en su suelo, en la ndole de sus jentes,
en el estado de las costumbres y en el de los conocimientos con que deban contar.
Simn Rodrguez, Luces y virtudes sociales, en Rodrguez, op. cit., p. 65.
64
Las primeras constituciones formales del tipo ilustrado con declaraciones de dere
chos individuales, las promulgaron en el ao 1776 varios de los trece nuevos Estados
en la costa oriental de Norteamrica que se declararon soberanos, especialmente Vir
ginia, Maryland, Delaware y Pennsylvania. Algunos documentos claves, como la Cons
titucin republicana y federal de los Estados Unidos de (anglo-) Amrica de 1787, sus
primeras diez enmiendas de 1791, la Declaracin francesa de los Derechos del Hom
bre en Sociedad de 1789, las tres primeras constituciones revolucionarias francesas
de 1791, 1793 y 1795. Bernd Marquardt, Historia universal del Estado, Medelln, La
Carreta Editores, t. 3, 1966, p. 16.
65
Manfred Mols, La democracia en Amrica Latina, Barcelona, Editorial Alfa, 1987, p. 70.
66
Vase Pablo Guadarrama, Pensamiento independentista latinoamericano, derechos
humanos y justicia social, en Criterio Jurdico Garantista, Revista de la Facultad de
Derecho, Universidad Autnoma de Colombia, ao 2, nm. 2, enero-junio de 2010,
pp. 178-205.
67
La obra ms grande entre todas las obras es la de crear; y la educacin es una especie
de creacin. Educar, es formar un ser que no exista del modo que se ha formado;
es darle los conocimientos tiles y hbitos morales que exige su conservacin y per
feccin. Jos Cecilio del Valle, Memoria sobre la educacin, en Obra escogida,
Caracas, Fundacin Biblioteca Ayacucho, 1982, p. 90.
68
Abundan los elementos de riqueza en este hermoso Estado de Guatemala; y penetra
de gozo la generosidad con que la naturaleza los ha derramado por todas partes.
Multipliquemos las manos que deben desarrollarlos; formemos hombres aptos para
todos los oficios que hacen la prosperidad general. El Estado ms floreciente es el
que resume en sus hijos suma ms grande de aptitudes. El Estado ms feliz es el que
tiene mayores capacidades. Un individuo que no sabe pensar, leer, medir ni contar, es
un ser dependiente de los que tienen estas aptitudes. Y una nacin ignorante estar
tambin en dependencia proporcional a su ignorancia. La verdadera libertad exige
ilustracin; la educacin da la ilustracin que se necesita; y el estudio de las matem
ticas es parte eminente de la educacin. Jos Cecilio del Valle, Las matemticas en
sus relaciones con la prosperidad de los Estados, en Del Valle, op. cit., p. 174.
69
No hay en mi alma preocupacin de color, casta, ni genealogas. Pero hay convenci
miento de la necesidad de la Educacin. Jos Cecilio del Valle: Carta a Manuel Mier
y Tern, 3 de abril de 1830, en ibid., p. xlvi.
70
La ilustracin que eleva a un hombre sobre los dems hombres, eleva a una nacin
sobre las dems naciones. La ilustracin que es la fuerza ms grande de un individuo
es tambin la fuerza ms poderosa de un pueblo. Ilustrad a las naciones; instruid a
los pueblos. Ellos conocern entonces las fuentes de su riqueza, los valores de sus
derechos, los horrores del despotismo, los desastres de la anarqua, y el precio de
un sistema constitucional meditado para su bien. Jos Cecilio del Valle, Redactor
general. Prospecto, en ibid., p. 256.
71
Cada siglo, por ellos, ha ido mejorando o multiplicando las ciencias y las artes; y
cada ciencia y arte ha ido aumentando las riquezas y comodidades. El siglo xv pre
sent el arte de la imprenta; el xvi el Nuevo Mundo, la cochinilla, el ail y el tabaco;
el xvii el telescopio, el barmetro y el termmetro; el xviii una filosofa nueva; y el
xix, la independencia de la Amrica y experiencias importantes de teoras y sistemas.
El xx har otros presentes de inters ms grande. Los que le sigan sern superiores;
y marchando sucesivamente, yo no s hasta dnde llegarn los adelantamientos de
las ciencias, los progresos de la riqueza, la mejora de los pueblos y las perfecciones
de la especie. Las ciencias y las artes son las que ponen la naturaleza entera a los
pies del hombre; las que le dan el cetro del mar y la tierra. No puede haber riqueza,
poder ni prosperidad, sin ilustracin. Las tierras donde no hay luces, son bosques de
lacandones o mosquitos desnudos, pobres y miserables, lagos de aguas estancadas
sin movimiento ni corriente, pantanos cenagosos, poblados de reptiles dainos o
intiles. La ilustracin (vuelvo a repetirlo), es la productora grande de las riquezas.
Conoce todo su precio el que dijo: las ciencias son manufacturas. Era sabio el que
public, que es pobre y miserable el pueblo donde no se sabe extraer la raz cuadrada
de un nmero. Jos Cecilio del Valle, Capitalismo e ilustracin, en ibid., p. 65.
72
Las ciencias son el origen primero de todo bien. No hay en las sociedades polticas
uno solo que no mane de ellas. Lo ms bello; lo ms grande; lo ms sublime es obra
suya. Yo las adorara como divinidades si no existiera la que reclama nuestros cultos.
Jos Cecilio del Valle, Memoria sobre la educacin, en ibid., p. 87.
73
En las sociedades polticas hay diversidad menos numerosa de fenmenos o acaeci
mientos: todos son obra necesaria de leyes igualmente constantes; y el conocimiento
de ellas, elevado a sistema o cuerpo organizado de doctrina, forma la ciencia. No po-
sees la de gobernar, dijo un escritor, si crees que en ella no hay principios ni reglas
fijas. Jos Cecilio del Valle, Memoria sobre la educacin, en ibid., p. 90.
74
La marcha de la luz cientfica es tan precisa y obedece a leyes tan necesarias como el
movimiento de la luz fsica. Arrojado un rayo por el sol, ha de caminar en lnea dere
cha reflectando o quebrndose segn las leyes imperiosas de la reflexin y refraccin.
Publicada una verdad por un Sabio, ha de marchar tambin en movimiento recto
pasando de un punto a otro segn las leyes igualmente necesarias de los sistemas
fsicos y polticos. Quemad todos los libros; destruid todas las imprentas; cerrad to
dos los institutos y academias; formad planes para sofocar las ciencias; trabajad para
llenar el vaco de ellas con lo que placiere a sus proyectos. La mano ms poderosa
no tiene imperio sobre el pensamiento; y mientras haya en el Globo un solo hombre
que piense, las ideas de este hombre se irn dilatando por toda la tierra. Para que
no existan las ciencias es necesario que no haya hombres. Habindolos, ha de haber
quien piense; y existiendo algn pensador, sus pensamientos han de correr por la
superficie de la tierra como las aguas del Tmesis o el Sena, del Tajo o el Maran.
No haba libros en las primeras edades; no era descubierto el arte de la imprenta; no
exista ciencia alguna. Salvajes brbaros poblaban la rea dilatada del Globo. Pero es
tos salvajes eran hombres; los hombres tienen necesidades; las necesidades hicieron
pensar; y el pensamiento cre las ciencias. He aqu un asunto digno de la Sabidura.
Si se ha formado una ciencia dedicada a calcular el movimiento y leyes de la luz, no
podra crearse otra ciencia consagrada a manifestar la marcha y leyes de las ciencias?
Libre de negocios pequeos, pero repetidos sin interrupcin; aislado en el ngulo de
mi estudio; retirado de todos; ocupado slo en pensar, con qu placer me sacrificara
a meditar puntos tan nuevos como importantes! Con qu gozo trabajara para saber
si es posible fijar las leyes del movimiento de las ciencias! Con qu alegra me ocupa
ra en inquirir si pueden someterse al clculo los espacios que caminan en un tiempo
dado segn la naturaleza respectiva de los sistemas fsicos y polticos de los pases
que recorren! Filsofos, ved aqu un problema digno del genio. Conocida la posicin
geogrfica y poltica de la Europa que da luces, y de la Amrica que no las tiene en
igual grado, cunto tiempo ser necesario para que la segunda sea tan ilustrada como
la primera? Jos Cecilio del Valle, Los fines del gobierno. Consenso y bienestar, en
ibid., pp. 82 y 83.
Conclusiones
La perspectiva humanista prctica de la filosofa poltica latinoamericana,
en relacin con la democracia y los derechos humanos se ha puesto de
manifiesto en las ideas de algunos de los principales representantes del
pensamiento ilustrado en nuestra Amrica. Ella ha estado articulada, pri
mero, con las exigencias de las circunstancias polticas y sociales de esa
poca, las cuales comenzaban a demandar no slo independencia pol
tica, sino tambin respeto por los derechos humanos, en especial de los
indgenas y esclavos africanos, y mayor justicia social para campesinos,
artesanos, etc., criollos y otros sectores marginados o discriminados, en
especial, las mujeres, y en tal sentido ha estado orgnicamente imbricada
de algn modo con la filosofa poltica del pensamiento universal.
Los pueblos latinoamericanos, tambin, han contribuido a la cultura
occidental en relacin con la conformacin de las ideologas modernas.
stos, al igual que en otras regiones del orbe, conformaron un creativo
y aportador laboratorio de concepciones y prcticas confluyentes con la
elaboracin de nuevas formas de humanismo prctico, de ejercicio de los
derechos humanos, as como de prcticas y teorizacin de la democracia.
Las ideas ilustradas modernas tuvieron como fuente alimenticia los
valiosos elementos humanistas de la escolstica, en particular de Toms
de Aquino, pero tambin de algunos relevantes pensadores espaoles,
como Vitoria y Surez.78
78
En el Seminario de Catamarca, se hallaron conclusiones del mismo tenor defendidas
por los alumnos del P. Antonio Torquemada, que fue profesor en esta ciudad entre
1708 y 1710. Son siete conclusiones con afirmaciones como: el principado poltico
no viene inmediata sino mediatamente de Dios, Dios solo confiere la potestad su
prema a la comunidad y ella aun cuando haya sido transferida al prncipe, queda
retenida in habitu por el pueblo: pero este no la puede restringir ni abrogar sino
en casos muy graves. Podemos decir entonces que durante el s. xvii y comienzos
del xviii las tesis de Surez eran conocidas, difundidas y defendidas en el Ro de la
Plata, entre los jesuitas, con preferencias a las tesis aristotlicas o tomistas en materia
de filosofa poltica y social. Celina Ana Lertora Mendoza, La difusin de Surez en
las aulas coloniales. Notas para la historia de la escolstica americana, en Roberto
Albares Albares, Antonio Heredia Soriano, Ricardo Piero Moral, Filosofa hispnica
y dilogo intercultural, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2000, p. 174.
Vase Fernando Ortiz, Contrapunteo cubano del tabaco y del azcar, Madrid, Cte
79
dra, 2002.
Fuentes
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cas, Fundacin Biblioteca Ayacucho, 2006.
Belgrano, Manuel, Autobiografa y otras pginas, Buenos Aires, Eudeba,
1966.
Bohrquez, Carmen, Prlogo, en Jos Mara Antepara, Miranda y la
emancipacin suramericana, Caracas, Fundacin Biblioteca Ayacu
cho, 2006.
Bronner, Stephen, Reivindicacin de la Ilustracin, Navarra, Laetoli, 2007.
Caballero, Jos Agustn, Escritos varios, La Habana, Editorial de la Uni
versidad de La Habana, 1956.
Chiaramonte, Jos Carlos, Prlogo, en Pensamiento de la Ilustracin.
Economa y sociedad iberoamericanas en el siglo xviii, Caracas, Bi
blioteca Ayacucho, 1979.