Historia Y Verdad (Adam Schaff) PDF
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Adam Schaff
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grijalbo
Hist oria y verdad
Ensayo sobre la objet ividad del
conocim ient o hist rico
Adam Schaff
9 EDITORIAL GRIJALBO, S. A.
BARCELONA- BUENOS AIRES- MEXICO. D. F.
HISTORIAYVERDAD
Titulo original:
Geschichte und Wahrheit
1971, Europa Verlags-AG
1232 Wien, Altmannsdorfer 154-156
D.R. 1982, sobre la versin espaola por
Editorial Grijalbo, S.A.
Calzada San Bartolo Naucalpan nm. 282
Argentina Poniente 11230
Miguel Hidalgo, Mxico D.F.
DCIMO-PRIMERAEDICIN
Este libro nopuede ser reproducido,
total oparcialmente,
sin autorizacin escritadel editor.
ISBN968-419-222-3
IMPRESOENMXICO
PRINTED INMEXICO
4. TERCERA PARTE.
LA OBJETIVIDAD DE LA VERDAD
HISTRICA
Capt ulo I.
LOS HECHOS HISTRICOS
Y SU ELECCIN.
\
samente de esto y slo un justificado exceso de prudencia nos
obliga a repetir estas tesis). Por consiguiente, nada puede
contradecir el materialismo gnoseolgico en nuestra tesis del
hecho histrico considerado como resultado, como producto
de la teora. En efecto, el historiador, basndose en una
teora definida, realiza la seleccin de los acontecimientos y
de los procesos histricos que l eleva a la dignidad de hechos
histricos. El primer hecho notorio es que los historiadores a
menudo estn en desacuerdo sobre este punto (es decir, la
seleccin de uno de ellos es ms o menos aceptada por
los otros), de donde deriva un segundo no menos notorio que
es lo que en ciertas pocas haba sido omitido por los histo
riadores de una escuela, ya que era considerado como un
acontecimiento carente de significacin histrica, es elevado
al rango de hecho histrico en otras pocas o por los histo
riadores de otra escuela.
Para desarrollar este tema, cedamos la palabra al histo
riador E. H. Carr que tiene el mrito de haber dicho lo que
se deba decir en tal caso, con un sentido del humor muy
britnico.
Cuando se lee un libro de historia, hay que estar atento
a las cojeras. Si no logran descubrir ninguna, o estn ciegos, o
el historiador no anda. Y es que los hechos no se parecen
realmente en nada a los pescados en el mostrador del pesca
dero. Ms bien se asemejan a los peces que nadan en un
ocano anchuroso y an a veces inaccesible; y lo que el his
toriador pesque depender en parte de la suerte, pero sobre
todo de la zona del mar en que decida pescar y del aparejo
que haya elegido, determinados desde luego ambos factores
por la clase de peces que pretenda atrapar. En general puede
decirse que el historiador encontrar la clase de hechos que
busca. Historiar significa interpretar. Claro que si, volviendo
281
a sir George Clark del revs, yo definiese la historia como un
slido ncleo interpretativo rodeado de la pulpa de los hechos
controvertibles, mi frase resultara, a no dudarlo, parcial y
equvoca; pero con todo me atrevo a pensar que no lo sera
ms que la frase original. 22
Lucien Febvre completa y desarrolla en cierto modo las
declaraciones de E. H. Carr.
Ya estamos hartos de or cmo nuestros antepasados repe
tan: El historiador no tiene derecho a escoger los hechos.
Con qu derecho? En nombre de qu principios? Escoger
atentando contra la 'realidad, por tanto, contra la verdad.
Siempre la misma idea; los hechos, pequeos cubos de
mosaico, muy distintos, muy homogneos y muy lisos. Un
terremoto disloca el mosaico; los cubos quedan enterrados;
desenterrmosles y, sobre todo, cuidemos de no perder nin
guno. Reunmoslos todos. No escojamos... Nuestros maestros
decan todo esto, como si por el solo azar que destruy tal
vestigio y protegi a tal otro (ahora no tratamos el hecho del
hombre), toda la historia no fuera una eleccin. Y si no
existieran ms que estos juegos del azar? De hecho, la historia
es una eleccin. Arbitraria, no. Preconcebida, s (... ). Pero
sin teora previa, sin teora preconcebida, no hay trabajo cien
tfico posible. La teora, construccin del espritu que responde
a nuestra necesidad de comprender, es la experiencia de la
ciencia (...). Un historiador que se niega a pensar el hecho
humano, un historiador que profesa la pura y simple sumisin
a los hechos, como si los hechos no fueran producto de su
fabricacin, como si no hubieran sido escogidos por l previa
mente, en la plena acepcin del trmino escogido (y ellos no
22 E. H. Carr, What is History?, ed. cit., p. 18. (Ed. esp. cit.,
pginas 31-32.).
282
pueden no ser escogidos por l) es un auxiliar tcnico. Que
puede ser excelente. Pero no es un historiador." 23
Estas frases merecen ser citadas, puesto que sus autores,
para algunos historiadores calificados, practican la reflexin
metaterica conscientes de sus implicaciones. Quae est mutatio
rerum, uno estara tentado a exclamar en nombre de los
historiadores positivistas. Pero no se puede negar la razn a
los innovadores. Como mximo uno quisiera aadir a sus
palabras algunos toques de atencin ante los posibles riesgos
existentes al sobrepasar ciertos lmites en la direccin que
indican. Pero estono invalida la legitimidad de lo que afirman.
Efectivamente la cuestin se reduce al siguiente dilema
indiscutiblemente objetivo: en el curso de la vida de la huma
nidad surgen acontecimientos y procesos en cantidad infinita
que con sus productos podran constituir otros tantos hechos
histricos; adems, entre ellos se establecen relaciones de inter
dependencia y de interaccin tambin en dimensiones innu
merables. Por qu estos acontecimientos, procesos, productos,
etctera, sloson promovidos en cantidad nfima a la dignidad
de hechos histricos?
La respuesta que se impone espontneamente es que se
trata precisamente de hechos importantes que han desempe
ado un papel determinado en el desarrollo de la sociedad.
De acuerdo. Pero cmo lo sabemos? Despus de todo, estos
hechos no llevan signos distintivos o especiales. Por otra parte,
los historiadores divergen en este punto y sus divergencias a
veces sonconsiderables, en especial cuando pertenecen a pocas
distintas. La elevacin de hechos hasta entonces oscuros
al rango de hechos histricos y el rebajamiento de hechos
considerados anteriormente como importantes al nivel de he
23 L. Febvre, Combats pour lhistoire, ed. cit., pp. 116-117.
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chos ordinarios, desprovistos de valor histrico, refuerza nues
tro escepticismo.
En consecuencia, quin decide pues la importancia hist
rica que se debe atribuir a los hechos? Evidentemente el
hombre que estudia el proceso histrico: el historiador. Pero
este acto nunca es la expresin de la arbitrariedad individual,
del puro subjetivismo y de la buena voluntad del individuo.
Puesto que nuestro historiador es un producto social,24 ha
sido formado tambin en el espritu de una teora de la que
es a la vez su exponente. La seleccin de los hechos est pues
en funcin del contexto histrico del historiador, de la teora
que l aplica que, al mismo tiempo, es un hecho social. Y es
precisamente en este sentido que la teora precede a los hechos.
La interpretacin es, pues, la que eleva los hechos ordi
narios al rango de los hechos histricos o derriba a stos de su
pedestal. Arbitrariamente?, nos preguntamos con Lucien
Febvre. No, evidentemente. En primer lugar, porque los acon
tecimientos, los procesos, etc., tienen un carcter objetivo:
no son el producto del espritu del historiador. En segundo
lugar, porque el historiador mismo tiene las manos atadas por
la teora que profesa: es ms el ejecutor de sus directivas
que su propio dueo. En tercer lugar, por ltimo, porque
est socialmente condicionado por los intereses de su poca,
los de la clase a que pertenece, etc. Sin embargo, a pesar de
este correctivo social importante, el historiador introduce
24 En las diversas crticas que se han hecho a mis trabajos antro
polgicos, se me ha reprochado frecuentemente el empleo del trmino
producto como si se tratara ni ms ni menos de una grosera. Admito
que esta palabra pertenece a la jerga marxista, pero cuadra perfec
tamente con lo que quiero expresar y no consigo hallar otro. Para quien
conoce el marxismo, es evidente que no se trata del empleo vulgarizado
o simplificado de este trmino; por consiguiente, todo el problema es
ficticio.
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indiscutiblemente el factor subjetivo en el conocimiento his
trico. Puesto que estas ideas podran parecer arriesgadas,
repitamos una vez ms que no constituyen en absoluto un
atentado al materialismo ni a la teora del reflejo (evidente
mente, interpretada de modo correcto). En cambio concuer
dan con la teora contempornea del conocimiento y con los
resultados de ciencias particulares tales como la lingstica,
la psicologa, la sociologa del conocimiento, etc., que con sus
investigaciones concretas amplan los horizontes de nuestro
saber sobre el hombre y sobre el proceso del conocimiento.
As, el historiador es quien procede a la seleccin, aunque
este acto no sea arbitrario. Selecciona los materiales que
componen el contenido del hecho que constituye; selecciona
los hechos histricos dentro de la masa de hechos ordinarios
de la vida. Esto es as porque se puede afirmar que no hay
hechos brutos; los llamados hechos brutos tambin son
el producto de una elaboracin terica y adems su promo
cin a la categora de hechos histricos no constituye un
punto de partida, sino un resultado. Incluso cuando nos encon
tramos ante una proposicin tan trivial como sta: la batalla
de Grnwald tuvo lugar en 1410 (lo que es verdadero o
falso en funcin de la adecuacin o no del juicio a la rea
lidad), la aceptacin de este hecho como hecho histrico
resulta de la adopcin de un sistema de referencia definido
(la historia poltica) y de una teora definida. As ocurre
siempre, incluso cuando ciertos hechos (el de la batalla de
Grnwald, por ejemplo) son aceptados como hechos histricos
por todos los sistemas tericos; incluso los hechos histricos ad
quiridos ms simples no son hechos brutos, o sea hechos
histricos en s, sin que una seleccin adecuada haya ope
rado sobre la base de una reflexin terica definida.
Tras todo esto que se acaba de afirmar, podemos concluir
285
este captulo con estas palabras tan elocuentes de E. H. Carr:
El historiador y los hechos de la historia son mutuamente
necesarios. Sin sus hechos, el historiador carece de races y es
estril; y los hechos, sin el historiador, estn muertos y faltos
de sentido. Mi primera contestacin a la pregunta de qu
es la historia, ser pues la siguiente: un proceso continuo de
interaccin entre el historiador y sus hechos, un dilogo sin
fin entre el presente y el pasado. 25
291
ren como lo prueba la experiencia. Inmediatamente se des
cubre la importancia que adquieren las diferencias entre las
distintas escuelas y los diferentes sistemas tericos en la cien
cia de la historia: directa o indirectamente son el origen de
que los historiadores, a pesar de disponer del mismo saber
factual, comprendan, valoren y expliquen los hechos en tr
minos diversos, e incluso contradictorios.
Raymond Aron escribe al respecto:
.". Toda interpretacin es una reconstruccin (...).
Segn el objetivo que busca, el historiador establece entre
los elementos lazos diferentes, emplea otros conceptos: pero,
este objetivo se lo ha asignado l mismo. (...) La pluralidad
de las interpretaciones es evidente cuando se considera el
trabajo del historiador. Ya que surgen tantas interpretaciones
como sistemas existen, es decir, en trminos vagos concep
ciones psicolgicas y lgicas originales. Mucho ms an, se
puede decir que la teora precede a la historia, si por teora
se entiende a la vez la determinacin de cierto sistema y el
valor atribuido a cierto tipo de interpretacin. 4
As, al partir de una suma de hechos generalmente admi
tidos por los historiadores, puesto que estn tomados de fuentes
seguras (el trmino fuente est empleado en sentido am
plio), la manera de captar y de presentar el proceso histrico
difiere segn los historiadores. No slo porque los hechos que
seleccionan y consideran importantes, histricos, difieren de
un historiador a otro, sirio tambin porque los historiadores
establecen entre esos hechos relaciones diferentes y las expli
can cada uno de ellos de modo distinto.
Ya que antes hemos afirmado que la explicacin entra,
ex definitione, en la nocin de la historia (si distinguimos la
4 R. Aron, Introduction la philosophie de lhistoire, ed. cit., p. 111.
292
historia de la crnica), se impone definir mejor lo que enten
demos por explicacin".
Ya hemos precisadoal principio que, por no poderlo hacer,
no queramos entrar en el anlisis detallado de los problemas
de la explicacin y de la valoracin en la historia. Sin em
bargo, hemos de indicar como mnimo el saber que juzgamos
indispensable para abordar el aspecto de la cuestin que nos
interesa.
Los diferentes autores que se interesan por el problema de
la explicacin en la ciencia, lo consideran con relacin a la
ciencia de la historia empezando en general por la tipologa
de los modos existentes de explicacin y por el anlisis de
cada uno de estos modos. R. B. Braithwaithe, a quien yo
considero una autoridad en la materia, distingue la explicacin
causal y la explicacin finalista. Si bien en ambos casos, la
cuestin planteada es idntica: por qu?, las respuestas
respectivas difieren por su forma y por sus contenidos: a
causa de X, en el primer caso, y, a fin de que X, en el
segundo.5
Si, de acuerdo con la intencin de Braithwaithe, conside
ramos que la cuestin de la causa del fenmeno que se ha de
explicar afecta a los acontecimientos anteriores o simultneos
a este fenmeno, y si estos acontecimientos, en condiciones
constantes no especificadas de modo especial, bastan para
determinar (de acuerdo con tal o cual ley de la causalidad)
este fenmeno, en principio debemos estipular la reserva que
el autor hace y que es de gran importancia para el aspecto del
problema que nos ocupa. Veamos esta reserva citada tex
tualmente:
Cuando se plantea la cuestin por qu? no se espera
5 R. B. Braithwaithe, Scientific Explanation, Cambridge, 1953,
pgina 320.
293
una respuesta que contenga la enumeracin detallada de
todos los acontecimientos cuya suma forma la causa total, o
sea el conjunto de acontecimientos que colectivamente deter
mina los acontecimientos explicados; corrientemente, se espera
solamente la causa parcial que ms interesa a quien plantea
la pregunta (probablemente ste desea entender lo que toda
va ignora). Uno de los objetivos de la explicacin integral
sera definir la causa total; en este sentido, al igual que en la
mayor parte de los sentidos de esta expresin, la explicacin
integral' no sera nica, ya que el mismo acontecimiento puede
tener diversas causas totales.6
Volveremos de nuevo a esta formulacin dentro del con
texto de nuestras reflexiones generales sobre el papel del factor
subjetivoen la explicacin histrica. De momento destaquemos
que Braithwaithe introduce el factor subjetivo (el que ms
interesa a quien plantea la cuestin) como elemento orgnico
de su anlisis.
Por otra parte, adems del hecho de que no es integral,
la explicacin causal se complica tanto ms cuanto que la
investigacin puede ser considerada con condiciones suficien
tes (en el sentido ms fuerte) o solamente con las condiciones
necesarias (sentido ms dbil). Aunque frecuentemente la
pregunta por qu? afecta a los dos aspectos del problema:
sobre las condiciones suficientes y sobre la especificacin de
las condiciones necesarias del acontecimiento dado.
El segundo tipo de explicacin (tambin segn Braithwai
the), es la explicacin finalista. En este caso, a la pregunta
por qu?, contestamos indicando el fin con relacin al cual
el acontecimiento que se ha de explicar constituye un medio
de realizacin. Un ejemplo de la explicacin finalista que el
6 Ibid.p.
, 320 (cursivas de A. S.).
294
autor considera enteramente satisfactorio desde el punto de
vista cientfico es la respuesta a la cuestin: Por qu este
verano te quedas en casa? y que indica con qu fin, con
qu objetivo se ha adoptado la decisin de permanecer en
casa: con el fin de terminar un libro que debo enviar a mi
editor a principios de otoo.7
Vamos a citar una ltima formulacin de este autor que
arroja determinada luz sobre nuestro problema.
Esta explicacin consiste en comprobar el objetivo que
se quiere alcanzar: describe una accin como una accin
orientada hacia un fin definido, como una 'accin finali
zada..., el trmino orientada se emplea de modo que
implica la direccin, aunque no quien la confiere.8
En este ltimo caso, el autor desea eliminar de modo
manifiesto el factor subjetivo. Lo consigue? Se puede reco
nocer efectivamente la existencia de una accin finalizada sin
aceptar el sujeto que establece el fin sealado?
Existen, no obstante, otras tipologas. As Hempel, el autor
de un excelente ensayo, modelo en cierto modo por su precisin
en la expresin de pensamiento, solamente acepta un tipo de
explicacin, la explicacin causal que siempre consiste en la
subsuncin de un acontecimiento concreto bajo una ley gene
ral. La definicin clsica de la explicacin segn Hempel es
la siguiente:
La explicacin del acontecimiento particular E, en un
tiempo y lugar definidos, consiste generalmente en indicar las
causas o los factores determinantes de E. La proposicin segn
la cual un conjunto de acontecimientos, digamos C1, C2,...
Cn, ha causado el acontecimiento que se ha de explicar, se
reduce a la tesis que, de acuerdo con ciertas leyes generales,
7 Ibid., pp. 322-323.
8 Ibid., p. 323 (cursivas de A. S.).
295
el conjunto de los acontecimientos C1, C2,... Cn tiene por
consecuente un acontecimiento del tipo E. As, la explicacin
cientfica del acontecimiento en cuestin se compone de:
1) un conjunto de proposiciones que afirman la existen
cia de los acontecimientos C1, C2,... Cn en un lugar y
tiempo definidos;
2) un conjuntode hiptesis universales que implican que:
a) las tesis de ambos grupos estn suficientemente com
probadas por la experiencia,
b) la proposicin que enuncia la existencia del aconte
cimiento E puede deducirse lgicamente de estos dos grupos
de tesis. 9
Este punto de vista y su formulacin no tienen nada de
originales. Ya en la escuela neopositivista a que Hempel per
teneca, Karl Popper (Logik der Forschung) haba presentado
mucho antes que l una frmula anloga de la explicacin
cientfica y, en la misma poca que Hempel, otro terico de
la historia, Patrick Gardiner, escribe en su conclusin un
razonamiento casi idntico: " ... un acontecimiento es expli
cado cuando se le coloca bajo una generalizacin o ley.10
Por otra parte, lo que ms nos interesa, particularmente
en Hempel, tan categrico en su definicin de la explicacin
(que segn l, siempre presupone la existencia de leyes gene
rales) son las conclusiones que saca de su anlisis de la
prctica de la historiografa. Observa en principio que sta
9 C. G. Hempel, The Function of General Laws in History,
en H. Feigl y W. Sellan (ed.), Readings in Philosophical Analysis,
Nueva York, 1949, pp. 459-460.
10 P. Gardiner, The Nature of Historical Explanation, Oxford,
1952, p. 1. (La naturaleza de la explicacin histrica", Mxico, UNAM,
1961, p. 12.)
296
no respeta siempre los rigores de la explicacin, en los casos en
que las leyes generales (las hiptesis) no han sido formuladas
expresamente, porque ataen a la psicologa individual y
parecen triviales, como ocurre en los casos (los ms intere
santes desde nuestro punto de vista) en que las leyes no
pueden ser formuladas con precisin debido a su carcter
estadstico y, por tanto, a su carcter puramente probabilista,
con relacin a los diferentes acontecimientos. Despus Hem
pel concluye:
En la historia gran nmero de explicaciones admiten el
anlisis siguiente: si las explicaciones fueran formuladas nte
gra y explcitamente, estipularan condiciones previas e hip
tesis probabilsticas tales que el acontecimiento explicado sera
muy probable. Sin embargo, aunque las explicaciones en la
historia estn construidas como explicaciones causales o pro-
babilistas sigue siendo cierto que en la mayora de los casos
las condiciones previas y sobre todo las hiptesis universales
implicadas no estn claramente indicadas y no pueden ser
reemplazadas de modo unvoco. 11
De este modo, destaquemos, la imprecisin del punto de
partida (las condiciones previas al igual que las hiptesis
adoptadas) que determina el carcter probabilista de la expli
cacin, no es fortuita ni eliminable. Por tanto, nuevamente se
plantea con toda su amplitud el problema de las diversas
explicaciones posibles y de la eleccin de una de ellas. Por
qu escogemos esta explicacin con preferencia a aqulla?
En qu basamos nuestra eleccin?
Este aspecto del problema lo subraya an ms Ernest
Nagel. Este tambin afirma que la explicacin histrica de
las acciones humanas es probabilista, puesto que las gene-
11 C. G. Hempel, op. cit., p. 465.
297
ralizaciones relativas a las conductas humanas y que forman
parte de los presupuestos de esta explicacin, poseen un carc
ter estadstico.12 Pero E. Nagel, al analizar esta tesis va ms
lejos:
Las dos propiedades que explican en parte el asunto en
que la explicacin en la historia es probabilista, son las pre
misas incompletas, en el caso en que se aplican modelos de
razonamiento deductivo, y la formulacin de las condiciones
ms necesarias que suficientes de los acontecimientos. 13
La probabilidad en la historia, prosigue Nagel, siempre
conlleva un elemento subjetivo imposible de eliminar, puesto
que a partir de los mismos datos previstos y de las mismas
hiptesis, individuos distintos atribuirn grados diversos de
probabilidad a los mismos acontecimientos.
Con el fin de eliminar en las mejores condiciones el ele
mento de subjetividad en la explicacin, Nagel propone una
concepcin corregida de la probabilidad, denominada pro
babilidad personalista.14Lo que zanja la cuestin es la deci
sin del individuo que, partiendo de datos previos definidos,
tiende a atribuir probabilidades mayores o menores a esta o
aquella posibilidad en comparacin con las restantes. De hecho
no se elimina al elemento subjetivo de la explicacin, slo se
modifica la forma del enunciado.
Hempel, por el carcter parcial y, por tanto, probabilista
de la explicacin histrica destacado por la mayor parte de
autores, se ve llevado a afirmar que en realidad no se trata
de una explicacin sensu stricto, sino simplemente de un
esbozo de explicacin (explanation sketch).
Por consiguiente, en la mayor parte de los casos lo que
12 E. Nagel, The Structure of Science, Nueva York, 1961, p. 558.
13 Ibid., p. 561
14 Ibid., p. 561 y ss.
298
proporcionan los anlisis explicativos de los acontecimientos
histricos no es una explicacin en uno de los sentidos tratados
antes, sino algo que se podra llamar un esbozo de explicacin.
Este esbozo equivale a la indicacin ms o menos imprecisa
de las leyes y de las condiciones previas de las que se piensa
que se refieren a la cosa considerada y que exigen ser com
pletadas' para que el esbozo pueda convertirse en una expli
cacin integralmente constituida. 15
Hempel defiende el carcter emprico de estos esbozos
de explicacin (que se pueden comprobar en el proceso de su
concrecin progresiva; de modo opuesto a los sin sentido
concebidos en el espritu del neopositivismo como proposi
ciones desprovistas de sentido emprico) que contienen segn
l, las directrices de su concrecin, aunque con sus proposi
ciones no remedia en absoluto la situacin en la que el sujeto
cognoscente asume su papel activo completando el esquema
de explicacin con los contenidos concretos.
En el origen de todas estas dificultades engendradas por
el factor subjetivo en la explicacin se encuentra, no obstante,
un problema ms general del cual son conscientes numerosos
autores. Este problema, esencialmente filosfico, es muy cono
cidoen el contexto de la reflexin filosfica sobre la causalidad.
Cuando decimos que un acontecimiento es la causa de
otro (por ejemplo, una piedra que se lanza es la causa de un
cristal roto), siempre realizamos la eleccin de un aconteci
miento entre otros que llamamos las condiciones del aconte
cimiento en cuestin. Para que una piedra lanzada rompa un
cristal deben producirse otros numerosos acontecimientos (los
antecedentes) anteriores o simultneos con relacin al acon
tecimiento que denominamos el efecto (el consecuente): es
15 C. H. Hempel. op. cit., p. 465.
299
preciso que la Tierra gire alrededor de su rbita, que exista
un campo determinado de gravedad, que el cristal sea de
cierta consistencia, etc. No negamos la existencia de todos
estos antecedentes, pero los consideramos ms bien las condi
ciones del acontecimiento y no los suponemos tcitamente; en
cambio, lo que nos interesa es el acontecimiento que inme
diatamente ha producido el efecto, o sea la causa real sin la
cual el efectono habra tenidolugar. Se trata, en consecuencia,
de la condicin necesaria del acontecimiento, y no de su
condicin suficiente. Los filsofos saben perfectamente todas
las dificultades y cuestiones que surgen de inmediato: qu
antecedente puede ser considerado como la condicin nece
saria; cmo agotar la condicin suficiente; la relatividad de
la eleccin de la causa del acontecimiento entre el conjunto
de las condiciones, bajo la perspectiva de la importancia de
esta causa, etc. En nuestro contexto, el ms interesante de los
problemas mencionados es el ltimo, que ha incitado a
los adeptos del condicionalismo a renunciar en general al
concepto de causa en favor de las condiciones iguales y
equivalentes del acontecimiento.
Al indicar algunos de los problemas planteados por la
causalidad, no tenemos intencin de abordarlos ni de expo
ner toda su sutil terminologa, ni de zanjar tan antiguo litigio
en el espritu de uno de los numerosos partidos cientficos
contendientes. Pero hay algo que no podramos omitir en este
contexto, a saber: que siempre llevamos a cabo una eleccin
cuando separamos las causas de los acontecimientos estudiados;
la llevamos a cabo debido a cierto sistema de referencia y
fundndonos en un sistema de valores que determina el valor
ms o menos grande de los acontecimientos entre los cuales
escogemos.
Todava hay otra circunstancia que debemos tomar en
300
consideracin. Para ilustrar el problema de la causalidad,
hemos recurrido a un ejemplo sumamente simple: una piedra
lanzada contra un cristal. La historia ignora situaciones tan
triviales o, por lo menos, no se interesa por esta especie de
casos. Cada hecho histrico es una condensacin de corre
laciones yde interacciones presentes y pasadas; en cierto modo
tambin es un conglomerado de acontecimientos en cuya
constitucin el historiador desempea una parte activa.
Incluso el hecho histrico llamado simple es complejo y
tiene gran cantidad de relaciones con el conjunto de la rea
lidad social, actual y pretrita. Para indicar sus causas y sus
leyes, siempre debe realizarse una eleccin, empezando por el
aspecto del problema que se quiere estudiar, por el sistema
de referencia en que se sita el hecho histrico.
La explicacin histrica nunca es ntegra: si bien Hempel
propone un esbozo de explicacin que debe concretarse
indefinidamente, Gibson quiere subsanar la dificultad refi
riendo la explicacin solamente a los factores escogidos entre
todos los factores que constituyen conjuntamente la condicin
suficiente del acontecimiento.16 Pero segn qu principio,
entre la infinidad de acontecimientos y de relaciones anteriores
o contemporneas al acontecimiento estudiado, se escoge a los
factores que se consideran como las causas explicativas de este
acontecimiento? Cul es el criterio de su importancia? Gibson
contesta que este criterio lo constituyen los efectos engen
drados por los factores dados.17 Pero el problema consiste
precisamente en establecer cules son los factores que han
producido los efectos que consideramos particularmente im
portantes. Es intil demostrar que un crculo vicioso invalida
este razonamiento.
16 G. Gibson, The Logic of Social Inquiry, Londres, 1960, p. 187.
17 Ibid., p. 191.
301
Ernest Nagel es mucho ms prudente en este problema;
no propone respuesta alguna, se limita a indicar los diversos
puntos de interrogacin y las dificultades.18 Tras haber dis
tinguido los factores endgenos (que proceden de la compe
tencia del historiador) de los factores exgenos (que no la
suponen), Nagel centra su atencin en los primeros, sin negar
por ello que los factores biolgicos o geogrficos, por ejemplo,
pueden desempear un papel considerable en el curso de los
acontecimientos histricos. Sin embargo, incluso esta limitacin
deliberada del campo de inters no descarta todas las com
plicaciones ni aporta respuesta alguna a la cuestin: qu
significa ser importante respecto a los acontecimientos his
tricos? An cuando se suprima la ambigedad, el problema
no se soluciona.
En la explicacin histrica de A. M. Maciver encontramos
un punto de vista interesante sobre el factor subjetivo. Este
autor sostiene que cada historia generaliza, pero hay diversos
niveles de generalizacin que van desde la descripcin indi
vidual a las interpretaciones muy generales de la historia. La
confusin de estos niveles origina errores en el razonamiento
y ociosas discusiones verbales. Igual sucede con la explicacin
histrica: hay diversos tipos de explicacin histrica, adap
tados a los diversos niveles de generalizacin. Pero precisa
mente por esta razn, aparece el factor subjetivo, a conse
cuencia de la eleccin por parte del historiador del nivel de
generalizacin en que quiere estudiar el fenmeno dado.
En la explicacin histrica en todos sus niveles, excepto
en el nivel puramente individual, se ignora todo cuanto es
insignificante. Esto puede parecer subjetivo, pero de hecho
18 E. Nagel, Relativism and some Problems of Working Historians,
en S. Hook (ed.). Philosophy and History, Nueva York, 1963, pp. 90-91.
302
nada tiene de subjetivo a no ser la subjetividad del motivo
que dicta la eleccin del nivel definido. 19
La explicacin histrica, considerada como una explica
cin causal, tiene todava un aspecto interesante desde nuestro
punto de vista. Deliberadamente hacemos abstraccin del
litigio relativo a las diferencias existentes entre la explicacin
en la historia y la explicacin en las ciencias de la naturaleza;
litigio que est relacionado con el estatuto de estas diferentes
esferas del saber. Por otra parte, aceptamos la tesis que afirma
que la historia estudia los acontecimientos concretos recha
zando categricamente la tesis radical de la escuela de Ranke
sobre la historia limitada a la presentacin de hechos brutos.
Por consiguiente, si la historia tiene como objeto explicar los
acontecimientos histricos (de lo contrario, no sera historia),
debe referirse a las ms diversas leyes que en los variados
mbitos de la realidad establecen las regularidades en la vida
de los individuos y de las sociedades. Con esta nica condicin
puede practicarse la explicacin causal de los acontecimientos
dados recurriendo a los acontecimientos pasados y presentes.
Pero el historiador tambin practica otra forma de reflexin
y de razonamiento emparentada con la explicacin. Si cono
ciendo el estado previo y las leyes que rigen el desarrollo de
un sector dado de la realidad, podemos prever los aconte
cimientos que se van a presentar, tambin podemos proceder
a la inversa: basndonos en este mismo saber y partiendo del
estado actual, podemos deducir lo que ha sido el pasado. La
literatura anglosajona para designar a esta operacin ha
adoptado el trmino de retrodiction (introducido por G. Ryle)
19 A. M. Maciver, The Character of Historical Explanation, en
A. M. Maciver, W. H. Walsh, M. Ginsberg, Aristotelian Society, Lon
dres, 1947, Supplementary volume XXI, p. 42.
303
que constituye el correlativo de prediction (previsin). Vea
mos lo que escribe W. H. Walsh al respecto:
Se ha dicho que aunque ciertamente no es incumbencia
de los historiadores predecir el futuro, s lo es en alto grado
retrodecir el pasado: establecer sobre la base de pruebas
presentes, cmo debi ser el pasado. Y se afirma que la con
ducta del historiador al retrodecir es exactamente paralela
a la del cientfico cuando predice, ya que en cada caso el
razonamiento avanza desde la conjuncin de premisas par
ticulares (que el caso ahora es esto y lo otro) con verdades
generales, en el caso de la ciencia leyes de la naturaleza, en el
de la historia leyes que gobiernan la conducta humana en
situaciones de tal o cual tipo. 20
Se trata, por tanto, en cierto modo de un tipo de razo
namiento por recurrencia que ocupa un lugar de eleccin en
el arsenal cientfico que sirve al historiador para formular sus
hiptesis sobre los acontecimientos estudiados, de una especie
de previsin recurrente proyectada hacia atrs sobre la his
toria: partiendo de hechos conocidos y de ciertas leyes gene
rales, se procede desde los efectos hasta las causas posibles
de los acontecimientos dados. La situacin es anloga a la del
astrnomo cuyos clculos le llevan a concluir que en tal o
cual lugar del espacio debe haber un cuerpo celeste de tal
magnitud; esta indicacin heurstica le permite emprender
investigaciones sistemticas concretas que si dan resultados
comprueban la hiptesis. El historiador igualmente obtiene
gracias a esta retrodiccin o previsin proyectada hacia atrs
(retrodiction), una hiptesis fecunda para su investigacin
sobre los vestigios materiales de las antiguas culturas, institu-
20 W. H. Walsh, An Introduction to Philosophy of History, Lon
dres, 1951, p. 41. (Introduccin a la filosofa de la historia, Ed.
Siglo XXI, Mxico, p. 43.)
304
ciones, fundamentos econmicos de ciertas costumbres, etc.
A ttulo de ilustracin de esta operacin y de su validez,
podramos citar varios ejemplos procedentes de la historia de
la historiografa.
El papel activo del historiador surge una vez ms: en las
formulaciones de las hiptesis relativas al pasado, en las inves
tigaciones, en la verificacin, etc. Es evidente que los resulta
dos dependen en gran medida de la personalidad del histo
riador, de su erudicin, de su formacin terica y filosfica, de
sus convicciones personales determinadas por su situacin per
sonal, etc. Este nuevoelementoequivale a una nueva dificultad
en nuestras investigaciones de los contenidos de la tesis sobre
la objetividad de la verdad histrica.
Antes de concluir esta parte de nuestros anlisis, conviene
indicar que algunos autores no pretenden recurrir a la expli
cacin causal, sino a la explicacin gentica, subrayando que
el problema consiste en explicar los fenmenos por su historia.
Sin embargo, precisan que no se trata de una simple sucesin
de acontecimientos, sino de series de causas y efectos; por
tanto, practican en realidad la explicacin causal, conscientes
de que al separar las condiciones necesarias de los aconteci
mientos, sin sus condiciones suficientes, su explicacin es pro-
babilista (Ernest Nagel, por ejemplo).
En el contexto de la explicacin causal, principal objeto
denuestra exposicin, hemos intentado distinguir nuevos aspec
tos del papel del factor subjetivo con el fin de completar
nuestra reflexin sobre la objetividad del conocimiento hist
rico. Pero, como vamos a demostrar, la explicacin causal
siempre va acompaada en la historia de la explicacin fina
lista, cuyoanlisis dar nuevas perspectivas a nuestro problema.
Volvamos a la tipologa de Braithwaithe que distingue la
explicacin causal de la explicacin finalista o teleolgica.
305
Explicar un acontecimiento equivale a responder a la pre
gunta: por qu este o aquel hecho se ha producido? Se puede
responder a esta pregunta o bien indicando las causas que
han producido o han contribuido a la produccin del acon
tecimiento, de acuerdo con cierta ley, o bien indicando el
objetivo que los hombres se proponan alcanzar por medio de
acciones definidas. En el primer caso, la cuestin por qu?,
equivale pues a por qu razn?, y en el segundo, equivale
a con qu objeto?, con qu fin?
Es evidente que la explicacin finalista y, por consiguiente,
la pregunta con qu fin? son nicamente vlidas cuando
nos encontramos ante una accin consciente y sus efectos, es
decir cuando se trata de explicar las acciones de los individuos
que se plantean intencionalmente objetivos definidos a los que
adaptan los medios para su realizacin. Precisamente por
este motivo el teleologismo considerado como una corriente
filosfica que extiende la explicacin finalista a todos los acon
tecimientos y fenmenos, incluida la naturaleza, debe implicar
la existencia de un ser sobrenatural cuya accin consciente y
finalizada engendra todo cuanto se produce. Admitir esta
posicin representa aceptar sus premisas religiosas y en el
plano filosficoel espiritualismo.
La negacin del teleologismo como principio universal de
explicacin de los acontecimientos de la realidad, negacin que
constituye el hecho prioritario de todas las variantes del mate
rialismo, no significa de ningn modo que en cada caso se
rechace la legitimidad de la explicacin finalista. Por el con
trario, cuando nos encontramos ante acciones finalizadas, orde
nadas a un objetivo, por tanto, propias de seres pensantes que
buscan conscientemente la realizacin de objetivos definidos,
la explicacin finalista no slo es admisible, sino tambin en
306
ciertos casos necesaria si realmente se quiere comprender qu
ha ocurrido.
Tomemos como ejemplo un hecho cuya importancia his
trica es indiscutible e indiscutida: en 1917, Lenin acompa
ado de sus colaboradores, cruza Alemania y regresa a Rusia.
Este hecho no es un hecho ordinario, aunque se haga
abstraccin de los efectos del regreso de Lenin en el encade
namiento histrico que llev a la Revolucin Rusa. Digamos
que el historiador no puede limitarse a comprobar este hecho,
a registrarlo, sino que debe explicarlo, o sea responder a la
cuestin por qu?". Esta pregunta tiene dos explicaciones
posibles, pero la ms viable es la explicacin causal o la
explicacin finalista? En general, el historiador intenta recurrir
a estos dos modos de explicacin, y tiene razn; pero, en
nuestro caso concreto, la explicacin finalista aventaja a la
explicacin causal. La primera no slo es legtima, sino tam
bin necesaria para comprender los acontecimientos. Su efecto
puede damos la demostracin de las relaciones de causa a
efecto, formando un encadenamiento de acontecimientos al
final de los cuales se encuentra el hecho concreto: el regreso
de Lenin a Rusia, si nos explicamos el objetivo que Lenin
pretenda alcanzar de este modo, o sea si conocemos las moti
vaciones de su comportamiento.
Cuando nos enfrentamos a una accin consciente delibe
rada, ordenada a un fin, para explicarla (o sea para responder
a la pregunta por qu?) debemos referirnos a las moti
vaciones de los hombres y a los objetivos que se haban fijado.
Solamente esta referencia permite comprender y valorar las
acciones humanas (lo que es importante para el historiador).
Esta posibilidad y esta necesidad de acudir a la explicacin
finalista, sin incurrir en el peligro de caer en el misticismo y
el espiritualismo (inevitables, por el contrario, si se considera al
307
teleologismo como el modo universal de explicacin aplicable
a todos los acontecimientos de la realidad), originan una de
las principales diferencias entre las ciencias sociales y las cien
cias de la naturaleza. En efecto, dondequiera que nuestros
estudios tengan por objeto el hombre socialmente activo (el
homo sapiens constituye la nica especie biolgica de la que
sabemos que acta conscientemente, es decir que tiende cons
cientemente a la realizacin de los objetivos previamente fija
dos, tanto en la vida individual como en la vida social),
debemos recurrir a la explicacin finalista de sus acciones
pues de otro modo no podramos comprenderlas. La compren-
sin es el efecto evidente de la explicacin finalista, puesto que
reconstituyendo sobre todo los motivos de una accin, permite
comprender la misma accin.21 Digo sobre todo para des
tacar que no descartamos el papel de otros factores, entre ellos
el determinismo causal de las actitudes y de los comporta
mientos; pero, repito, es imposible prescindir de la explicacin
finalista en la historia, mientras que en las ciencias de la
naturaleza (incluidos los estudios sobre el hombre como orga
nismo biolgico) esta explicacin no slo es suprflua, sino
tambin absurda.
Este rasgo especfico de las ciencias sociales (en las que
englobamos a todas las ciencias de la sociedad y del hombre)
tiene, no obstante, nuevas implicaciones. Ciertamente, es im
posible comprender los acontecimientos que responden a accio
nes conscientes yfinalizadas de los hombres sin una explicacin
finalista, pero tambin a la inversa, es imposible aportar una
21 En su ensayo sobre la comprehensin histrica y la comprehensi
bilidad de un acontecimiento histrico, Leszek Kolakowski tambin aborda
este problema, aunque bajo otra perspectiva y, por consiguiente, conci
bindolo en otros trminos. L. Kolakowski, Kultura i fetysze (Cultura
y fetiches), Varsovia, 1967, p. 222.
308
explicacin finalista sin comprender estas acciones (o sea sin
la reconstitucin de las motivaciones y los objetivos de los
agentes). En efecto, cmo podra responderse a la pregunta:
con qu fin tal persona ha actuado de tal manera, si no
se comprendieran los motivos de su accin? Con esta pers
pectiva captamos el pensamiento racional contenido en la
concepcin de la ciencia comprensiva, interpretada, sin
embargo, en trminos diferentes con relacin a la tradicin
legada por Dilthey y Max Weber. Esta concepcin, liberada
efectivamente de toda aadidura y reducida a su parte ms
importante, contribuye a poner de manifiesto la especificidad
de las ciencias sociales en virtud de su objeto: el estudio de
las acciones humanas finalizadas (que, nota bene, siguen
siendo finalizadas y conscientes an cuando la conciencia sea
falsa, aun cuando el agente no sea consciente de las causas
verdaderas y profundas de sus acciones).
Es importante captar el papel de la comprensin, con
cebida de este modo, para la explicacin finalista en la esfera
de las ciencias sociales en general y de la historia en particular.
Existe un mtodo ms objetivo y, por tanto, menos falible
en su intersubjetividad? No se debera preferir que se recu
rriera a las fuentes: a los discursos, a las memorias, a los
trabajos histricos escritos por los polticos directamente com
prometidos en el acontecimiento, que explicaran los motivos
y los propsitos de sus acciones, etc.? Nuestra respuesta es
negativa. El estudio de las fuentes es ciertamente indispensable
en la reflexin histrica, pero no exime al historiador de la
necesidad de comprender, por tanto, de la empatia, de la ten
tativa de reconstituir los motivos y las conductas finalizadas
de los hombres. Por el contrario, el estudio de las fuentes
convierte a la comprensin en una operacin necesaria; incluso
diramos que la implica. En efecto, qu nos dicen las fuentes
309
histricas ms personales? En el mejor de los casos relatan lo
que los autores de estas memorias, cartas, discursos, etc.,
pensaban de s mismos y de los acontecimientos, y en el peor
de los casos, narran lo que deseaban que los otros piensen de
ellos y de los acontecimientos. Siempre se cae, en consecuencia,
en la ideologa en el sentido mannheimiano de este trmino:
desde la idea falsa que se tiene de s mismo hasta la inten
cin deliberada de engaar a los otros.
Marx ha escrito en alguna parte que ni los individuos ni
los grupos sociales deban juzgarse por lo que piensan y dicen
de s mismos. Adems, cada historiador tiene el deber de ser
escptico y de comparar las fuentes biogrficas relativas a un
mismo acontecimiento o a una misma poca y procedentes de
representantes de las diversas partes en presencia. Por regla
general, estas fuentes divergen, o sea se contradicen, no slo
en la valoracin sino tambin en la descripcin de los hechos,
traicionando de este modo el compromiso y el espritu de
partido de las personas que participan en los acontecimientos
controvertidos o viven en pocas conflictivas, incluso cuando
estas personas se proponen ser objetivas. Adems, solamente
cuando se trata de fuentes autobiogrficas de un personaje
histrico importa saber si se est en presencia de mentiras
deliberadas o de una automistificacin. (En el plano psico
lgico este ltimo caso es el ms probable, ya que si los
culpables de estas mistificaciones no estuvieran realmente
convencidos de la legitimidad de las opiniones que expresan,
especialmente por el hecho de que es el bien de la humanidad
o por lo menos de su nacin que exige precisamente tal o
cual conducta, tal o cual accin, serian incapaces de hacer
gala del entusiasmo necesario para arrastrar a grupos enteros
o a las masas, e incluso alcanzar el grado de fanatismo que
permite llevar a cabo los actos francamente criminales.) Aqu
310
el historiador desempea en cierto modo el papel de un
rbitro y en su condicin de metaterico practica la reflexin
crtica sobre las fuentes autobiogrficas y sobre las restantes
fuentes, reflexin que no puede dejar de ser metacrtica puesto
que el propio historiador es vctima" de la parcialidad y del
espritu de partido. Cmo puede proceder entonces?
Las tcnicas de valoracin crtica de las fuentes y de sus
informaciones son mltiples: fijacin de su origen y autenti
cidad, comparacin de las informaciones y su comprobacin
basndose en los datos conocidos y verificados, o de otras afir
maciones de las mismas personas, etc. Sin embargo, todas esas
tcnicas ymanipulaciones profesionales se basan en el principio
generalmente implcito de que el historiador comprende los
acontecimientos estudiados; es decir, que es capaz de recons
tituir las motivaciones y las acciones finalizadas de los indi
viduos o de los grupos sociales que tienen los mismos ideales,
intereses, objetivos, etc., que es capaz de reconstituirlos (y en
consecuencia de hacerlos objeto de una experiencia interior
especfica), sea cual sea la opinin que tenga de estos motivos,
ideales u objetivos.
Lo mejor ser ilustrar la significacin de esta tesis con un
ejemplo sacado de lo que hoy todava no es ms que una
ficcin, pero que maana quiz sea... En resumen, supon
gamos que descubrimos en otros planetas seres pensantes cuya
estructura psicosomtica es totalmente distinta de la nuestra
y que, por consiguiente, han desarrollado una cultura com
pletamente distinta. El historiador terrcola, desprovisto de
la clave que le permite traducir el lenguaje de su cultura
a la nuestra, aunque dispusiera de una montaa de los ms
diversos materiales sobre el pasado de esta cultura, se vera
completamente impotente, pues sera incapaz de comprender
las motivaciones y los fines de las conductas de dichos seres,
311
aun cuando tuviera las pruebas de que stos actan de modo
consciente y adecuado a un fin. Afalta de esta comunidad de
destinos biolgicos que automticamente crea los planos
de contacto, incluso entre las culturas ms lejanas de nuestro
planeta, los lenguajes de eventuales culturas de otros plane
tas y de nuestra cultura estaran cerrados unos a otros, o sea
careceran de algn elemento comn (de acuerdo con la idea
formulada por K. Ajdukiewicz referente a los lenguajes inte
grales y cerrados). Sera imposible comunicarse y, por tanto,
comprenderse, y el historiador terrcola debera renunciar e
inclinarse ante la total ineficacia de sus medios, incluso de los
ms perfeccionados. As, sin comprender las acciones de
los hombres es imposible explicar la historia; en otras pala
bras: la comprensin esuna parte constitutiva de la explicacin
histrica.
Este hecho es irrefutable, pero coloca en una situacin ms
peligrosa todava a la objetividad del conocimiento histrico:
introduce en ella una nueva porcin de subjetividad. En
efecto, la comprensin siempre constituye una relacin subje-
tivo-objetiva que afecta a todo cuanto ya se ha dicho sobre
la relacin cognoscitiva y sobre el papel del factor subjetivo
en esta relacin en particular. Como acto, sin el cual no hay
resultado alguno, la comprensin siempre va ligada a un
sujeto definido para quien ella constituye una experiencia
vivida; en nuestro caso concreto: al historiador. Este sujeto
que intenta explicar y, por tanto, comprender los aconteci
mientos es el historiador. El percibe determinados hechos, los
comprende y explica en funcin de su saber y su talento, de
las determinaciones sociales de la poca en que vive, de su
nacin, de la clase de que forma parte, del grupo profesional
a que se integra, etc. Toda obra histrica lleva el sello de la
individualidad del historiador, de su concepcin de la historia,
312
de su visin del proceso histrico, de su comprensin de los
hombres y de sus actos. Si esta marca es insignificante y
trivial ello se debe a que el historiador es mediocre. Ahora
bien, esto que es inevitable no conduce a la negacin de la
objetividad del conocimiento histrico; implica la conciencia
de los lmites de dicha objetividad y de su superacin en un
proceso de constante perfeccionamiento de nuestro saber.
La participacin de la comprensin en la explicacin his
trica representa un peligro real de deformacin del conoci
miento cuando el factor subjetivo supera esta esfera necesaria
del papel activo del sujeto en la relacin cognoscitiva. Para
explicitar nuestro pensamiento, citemos el error de la moder
nizacin en la explicacin del pasado, o sea la explicacin de
los acontecimientos anticuados, desligados de su contexto par
ticular, como si fueran parte integrante del contexto contem
porneo del historiador (por ejemplo, la comprensin y
explicacin de los acontecimientos de la Edad Media con las
categoras de nacin e ideologa nacional contempornea,
cuando ni una ni otra existan en dicha poca). La arcaizacin
es un error anlogo: as, se mete por la fuerza a la historia
medieval o moderna en el lecho de Procusto construido, por
ejemplo, con las relaciones sociales propias de la Antigedad
y concebido a menudo con un espritu presentista, sub specie
de la poltica contempornea proyectada sobre el pasado.
Estos dos casos constituyen dos deformaciones cognoscitivas
indiscutibles cuyo origen reside en el factor subjetivo. La solu
cin es nica: puesto que es imposible desembarazarse del
factor subjetivo sin liquidar al mismo tiempo el conoci
miento y la comprensin de los hechos, se impone tomar
conciencia de los peligros que representa ese factor y, con
trolando los resultados del conocimiento, intentar evitarlos y
superarlos en el proceso de perfeccionamiento del saber.
313
Nos queda todava por considerar el problema de la valo-
racin en la ciencia de la historia.
Los representantes de la historia llamada objetiva, o sea
de la corriente positivista de la escuela de Ranke, plantean
como un imperativo la eliminacin de los juicios de valor
de la ciencia de la historia. Este postulado, comprobable o
no, es la consecuencia lgica de los presupuestos y del modelo
de ciencia de la historia que propone dicha escuela: si la
historia debe ser puramente descriptiva, presentar nicamente
los hechos wie es eigentlich gewesen, sin ninguna aadidura
de carcter subjetivo, todo juicio de valor esinadmisible puesto
que introduce inevitablemente un elemento subjetivo en la
imagen de la realidad.
Estara fuera de lugar aqu desarrollar nuestros puntos de
vista sobre la teora o la filosofa de los valores, ya que sola
mente nos interesa lo que hace el terico que practica una
reflexin judicativa, y esto desde el punto de vista de las
implicaciones subjetivas de dicho acto. Por tanto, sin entrar
en detalles, en el litigio sobre la esencia de los valores en
particular, debe precisarse que todo hombre que valora los
acontecimientos o las conductas humanas lo hace a partir
del sistema de valores que consciente o espontneamente ha
aceptado y que le procura los modelos y las medidas (los
patrones) necesarios para esta valoracin. Por otra parte, sea
cual sea la gnesis que atribuyamos al sistema de valores social
o individual, su aplicacin concreta siempre es individual, ya
que son individuales la eleccin del sistema dado y todas las
adiciones y variantes que siempre surgen en el acto judicativo.
Precisamente en estas operaciones el factor subjetivo se mani
fiesta con mayor fuerza que en el conocimiento propiamente
dicho. La concepcin de los valores absolutos y, por tanto,
inmutables es un intento de escapar a la influencia del factor
314
subjetivo en el proceso de valoracin y al peligro de rela
tivismo que implica (la estimacin de que una cosa es buena
omala, noble o vil, bella o fea, etc., siempre es el hecho de un
sujeto; punto de vista que yo admito con reservas importantes
relativas sobre todo a los juicios morales). Pero esta concepcin
es inaceptable: primero, porque slo puede desarrollarse total
mente sobre la base de una ontologa en la que los valores
son entes ideales reales (platonismo), de una ontologa neta
mente idealista, es decir francamente mstica; despus, porque
incluso esta concepcin absolutista de la esencia de los
valores no descarta las dificultades engendradas por la apli
cacin individual de los valores. As pues, el problema del
factor subjetivo queda sin solucin. Se comprende, por esta
razn, por qu los historiadores positivistas se pronuncian con
tra toda operacinjudicativa en la ciencia de la historia, contra
los juicios de valor. Pero su postulado es realizable?
Nuestra respuesta negativa a esta cuestin se basa en varios
argumentos.
Al plantear como principio la necesidad de eliminar los
juicios de valor de la ciencia de la historia, los positivistas
omiten un hecho muy importante, a saber, que el historiador
no espera haber reunido sus materiales fcticos brutos,
exentos de toda aadidura subjetiva, para proceder a las
operaciones judicativas; por el contrario, stas subyacen a
los materiales (o sea los hechos histricos) y por un doble
motivo.
De nuestros anlisis anteriores resulta que el hecho hist
rico no es un cubo semejante a la cosa en s, inmutable,
siempre la misma, sea quien sea quien la utilice; es un frag
mento especfico de la realidad y a la vez un conglomerado
de las mltiples relaciones del acontecimiento dado con otros.
Pero cules son las relaciones que entrarn en juego cons
315
tituyendo lo que denominamos un hecho histrico? Esto
depende de la realidad objetiva por una parte y del sujeto
cognoscente que escoge por otra. El hecho histrico, consi
derado por Ranke como el tomo ms sencillo en la construc
cin de la ciencia de la historia, es en realidad una estructura
compleja en la que el factor subjetivo desempea un papel
evidente, principalmente por medio de la valoracin, de la
judicacin. En efecto, cuando el historiador selecciona (evi
dentemente en una sustancia relacional objetiva), cuando
constituye el hecho histrico como producto objetivo-subjetivo,
semejante en eso a cualquier otro producto del proceso del
conocimiento, procede valorando. Solamente los criterios de
valoracin, que proporciona determinado sistema de valores,
permiten proceder conscientemente a una seleccin; pero en
el trabajo del historiador, solamente cuenta una seleccin
consciente y no fortuita. Con ello se revela que la valoracin,
con todo cuanto implica de subjetivo, no es una operacin
practicada por el historiador nicamente sobre la base de los
hechos (aun cuando esto tambin se produzca, como ya
veremos despus): la valoracin ya est contenida en los
hechos mismos. Y si ocurre as, si los hechos son en cierto
modo el producto del historiador, cuando ste se veda a s
mismo apreciar y valorar los acontecimientos y las conductas
humanas, cuando se impone exponer slo los hechos, l no
hace ms que ilusionarse en cuanto a la eficacia de su "auto
defensa.
La valoracin se introduce en el trabajo del historiador
de la mano de un segundo vehculo que tambin evita los
diques levantados sobre el postulado de la descripcin de
los hechos brutos sin ningn aadido. Cules son efecti
vamente los hechos que el historiador relata? Si se identifica,
ex definitione, el hecho histrico con todo acontecimiento
316
pretrito, el nmero de hechos se hace entonces infinito ynadie
est en disposicin de trazar un balance exhaustivo de los
mismos. En cambio, si por hecho histrico entendemos un
acontecimiento particularmente importante desde el punto de
vista de un sistema de referencia definido, y en estos trminos
es como lo conciben los historiadores, entonces identificaremos
el hecho histrico con un acontecimiento seleccionado en
funcin de ciertos criterios. Esto significa que al establecer
los hechos histricos que intervienen en su exposicin del
proceso histrico, el historiador valora los acontecimientos
del pasado con el fin de poder llevar a cabo la seleccin
requerida.
En definitiva, la valoracin (valuation en ingls) a me
nudo es el agente que constituye el hecho histrico solamente
por la comprensin judicativa de este hecho. Eso es lo que
quiere decir W. H. Dray cuando habla de los hechos histricos
value constituted (constituidos por la valoracin, por el acto
judicativo), o sea hechos tales como las persecuciones religiosas
durante la Guerra de los Treinta Aos, las atrocidades come
tidas por los soldados de la poca, y que no se pueden ni
valorar ni juzgar, ya que contienen este juicio de valor en s
mismos, en su misma formulacin. W. H. Dray concluye al
respecto:
Para los objetivistas, los hechos y los valores siempre son
claramente distintos. Pero si debemos denominar hechos a las
persecuciones y a las atrocidades (y los historiadores general
mente tienden a hacerlo) es fcil comprender por qu se
considera que el acto de juzgar (valuation) est contenido
lgicamente en el objeto del historiador. 22
La ltima cuestin que se plantea se refiere al acto de
22 William H. Dray, Philosophy of History, Prentice-Hall, Engle-
wood-Cliffs, 1964, p. 25.
317
juzgar en el trabajo del historiador, considerado como parte
integrante de su narracin del proceso histrico. Esta cuestin
no es tan evidente como en el caso de la explicacin histrica,
que es la condicin necesaria de la ciencia de la historia. Es
decir, a excepcin de la valoracin que, como ya hemos de
mostrado, es inherente a los hechos, puede el historiador
abstenerse de emitir juicios de valor sobre los acontecimientos
histricos?
El historiador al desplegar los esfuerzos y medios precisos,
puede conseguir disimular su actitud valorativa y, por tanto,
su compromiso y su espritu de partido, bajo una mscara de
frmulas aparentemente neutras con relacin a los valores.
Ranke es una prueba de ello. Pero una mscara por ms
perfecta que sea puede arrancarse; y esto es lo que hicieron
los crticos presentistas citados antes con Ranke. En efecto, la
valoracin no se manifiesta necesariamente en forma de pro
posiciones judicativas desarrolladas correctamente, en forma
de juicios de valor explcitos. En la mayora de los casos, la
valoracin es implcita: se realiza a travs de la comprensin
y seleccin de los hechos, a travs sobre todo de los diversos
modos de ilustrar los acontecimientos relatados sin que los
juicios de valor se formulen explcitamente.
En todo caso, podemos afirmar con toda certeza que los
valores ylos juicios invaden la obra del historiador impulsados
por los ms diversos vectores que a menudo escapan al control
del historiador y a su conciencia. Se trata de un hecho inevi
table y necesario del que es preciso darse cuenta para poder
controlar conscientemente sus efectos, evitando as el extre
mismo que conduce a las deformaciones del conocimiento.
Ahora intentemos recapitular brevemente los resultados
de los anlisis de este captulo.
La ciencia de la historia consiste no slo en la descripcin
318
de hechos, sino tambin en su explicacin, comprensin y
valoracin. Las operaciones explicativas yjudicativas, ms que
las descriptivas, sirven de vehculo al factor subjetivo en el
conocimiento histrico. Respecto a la explicacin histrica y
sus dos modos, hemos precisado los puntos siguientes:
En la explicacin causal, nos limitamos a una parte de
los antecedentes de un hecho; nuestra explicacin no es
ntegra, y la eleccin del fragmento de la cadena causal
estudiado est dictada por aquello en que se interesa quien
plantea la pregunta por qu?
Si concebimos la explicacin causal como una subsun-
cin a una ley general, entonces, a causa de la imprecisin
de las premisas de la explicacin histrica (las condiciones
previas y la hiptesis planteadas), posee necesariamente un
carcter probabilista; lo que permite diversas explicaciones de
un nico hecho y nos coloca ante la situacin de elegir una
de ellas.
La explicacin causal siempre es incompleta, por lo
que se la puede considerar como un simple esbozo de expli
cacin que el historiador debe desarrollar, lo que los dis
tintos autores pueden hacer cada uno a su modo.
La explicacin causal puede practicarse a diversos ni
veles de generalizacin; la eleccin de estos niveles es subjetiva
puesto que va ligada a los intereses y a las necesidades de la
investigacin emprendida por el historiador.
La explicacin finalista es necesaria en la ciencia de la
historia, puesto que sta se interesa en las acciones humanas
conscientes y adecuadas a un fin, a un objetivo.
Con el fin de reconstituir los objetivos que han moti
vado las acciones humanas estudiadas, debemos comprender
las motivaciones de los hombres comprometidos en la accin.
La comprensin, relacin subjetivo-objetiva, presupone un
319
papel particularmente activo del sujeto y en consecuencia
conlleva una fuerte dosis de subjetividad.
Por lo que se refiere a la valoracin (la apreciacin, el
enjuiciamiento) en la ciencia de la historia, hemos compro
bado que era imposible eliminarla: los juicios de valor, tanto
si son expresados explcitamente como contenidos implcita
mente, surgen en los hechos mismos cuya constitucin cog
noscitiva exige la seleccin de los materiales que la componen;
en la seleccin de los hechos que el autor considera como
histricamente importantes en el contexto del sistema de refe
rencia dado; en la concepcin y en la ilustracin de los hechos.
Nuestra conclusin principal, y ms general, es que la
explicacin, la comprensin y la valoracin constituyen nuevas
mediaciones por las cuales el factor subjetivo seintroduce en el
conocimiento histrico; factor cuyo papel y grado de inci
dencia se acrecientan a medida que avanzamos en nuestras
reflexiones sobre la objetividad de la verdad histrica, pero
que al mismo tiempo delimitamos cada vez ms, al descubrir
progresivamente sus mltiples facetas.
320
Capt ulo III.
POR QU REESCRIBIMOS
CONTINUAM ENTE LA HISTORIA?
322
manas, ha sido elaborado' por stas, y que no puede, por
tanto, consistir en tomos elementales e impersonales que nada
pueden alterar... La exploracin no parece tener lmites y
hay investigadores impacientes que se refugian en el escep
ticismo, o cuando menos en la doctrina de que, puesto que
todo juicio histrico implica personas y puntos de vista, todos
son igualmente vlidos y no hay verdad histrica objetiva. 2
El cambio de actitud es sorprendente: la fe positivista
en el poder acumulativo del saber histrico que puede acceder
al estatuto de ciencia fundada y acabada de modo definitivo,
cede su sitio a la conviccin de que el conocimiento histrico
es un proceso infinito y de que debido al papel activo que
desempea en l el espritu humano, el trabajo del historiador
debe ser renovado constantemente. Este cambio, cuyas razo
nes y contexto ya hemos determinado antes, viene a esclarecer
un nuevo aspecto del problema aqu estudiado: por qu la
concepcin del proceso histrico cambia continuamente?, por
qu los historiadores reescriben continuamente la historia?
Este hecho es indiscutible y podra ponerse en evidencia
mediante una historia de la historiografa de cualquier acon
tecimiento histrico importante. Aqu hacemos abstraccin de
las diferencias en la visin de la realidad histrica, en la
concepcin y explicacin del proceso histrico, que son el
resultado del condicionamiento social de las ideas del histo
riador. Ms all de estas diferencias sociales, nacionales, etc.
(y a pesar de su existencia) surge efectivamente algo que es
comn a las obras de una poca con relacin a las de otras
pocas; algo que, a pesar de las diferencias, las une en el
marco de determinada visin de la historia, de un estilo de su
2 Citado segn Carr, ibid., p.2.
323
concepcin particular en cada poca. Y esto es precisamente
lo que nos interesa: por qu cada generacin (o casi) posee
(y, segn algunos, debe poseer) su propia visin del proceso
histrico? Cul es la causa de este hecho y a qu se debe?
En el siglo xx este problema ha fascinado a muchos
tericos de la historia que comprendan el hecho indiscutible
de la variabilidad de la visin del proceso histrico en el
contexto ms amplio de las diversas determinaciones del cono
cimiento histrico. Las diferentes opiniones expresadas al
respecto pueden reducirse a dos concepciones tipolgicas que
difieren por la explicacin que dan de este fenmeno:
1) la reinterpretacin de la historia est en funcin de
las necesidades variables del presente;
2) la reinterpretacin de la historia est en funcin
de los efectos de los acontecimientos del pasado que surgen
en el presente.
Como se puede ver, estas dos explicaciones del fenmeno
en cuestin no son exclusivas; por el contrario, a menudo son
propuestas simultneamente como elementos explicativos com
plementarios. Las consideramos por separado, con el fin de
facilitar el anlisis de un fenmeno complejo y de exponer de
modo ms claro los resultados as obtenidos.
La primera explicacin de la reinterpretacin constante
de la historia est en relacin con las posiciones del presentismo
y est argumentada principalmente por los representantes de
esa corriente. Como ya hemos comprobado, el presentismo
a ultranza lleva a la negacin de la verdad histrica objetiva
y, por consiguiente, a la negacin de la historia como ciencia.
Sin embargo, el ncleo racional del presentismo, es decir su
tesis gentico-psicolgica sobre las relaciones entre las actitudes
324
y los juicios del historiador por una parte, y las condiciones
sociales de su poca y las necesidades que engendran por otra,
no es una tesis subjetivista ni origina consecuencias negativas
desde el punto de vista del carcter cientfico de la historia.
Ahora bien, incluso tomando como base esta interpretacin
moderada del presentismo uno se ve inducido a concluir que
es necesario reinterpretar continuamente la historia. Ya que si
las actitudes y las ideas de los historiadores estn en funcin
de las condiciones y las necesidades actuales de la vida social,
un cambio entales condiciones ynecesidades necesariamente va
seguido de un cambio en las actitudes y las opiniones de los
historiadores, por tanto, en los productos de sus actividades
cientficas (en la ciencia de la historia). Si, como afirma meta
fricamente Charles A. Becker, el pasado es una pantalla sobre
la que el presente proyecta su visin del pasado,3la historia
no slo es funcional, sino tambin necesariamente variable.
Entretanto intentemos analizar esta tesis planteando al
gunas cuestiones complementarias. As, en principio veamos
en qu consiste el mecanismo de estaproyeccin de los intereses
del momento presente sobre la pantalla del pasado. Esta
proyeccin se realiza por medio de una seleccin adecuada de
los hechos histricos, o sea de una seleccin variable puesto
que est en funcin de los intereses presentes.
John Dewey, que puede ser considerado al respecto como
un autor particularmente representativo, subraya que toda
construccin histrica es selectiva y que en ella todo depende
de los criterios de seleccin; y concluye afirmando que la
historia se escribe necesariamente a partir de las posiciones
del presente, ya que l es quien decide lo que se considera
3 G. L. Becker, Mr. Wells and the new History, ed. cit., p
ginas 169-170.
325
importante y, por consiguiente, nos proporciona los criterios
de seleccin.4De esto a argumentar la reinterpretacin cons
tante de la historia slo existe un paso fcil de dar:
Para la elaboracin de los principios y las hiptesis no
hay otros materiales accesibles que los que nos procura la
contemporaneidad histrica. Cuando la cultura cambia, tam
bin cambian las concepciones dominantes en la cultura dada.
Entonces surgen necesariamente nuevos puntos de vista que
sirven para la aprehensin; la apreciacin est en la dispo
sicin de los datos. En dicho momento, se reescribe la his
toria. 5
Segn esta concepcin, la historia est en funcin de los
intereses del presente o, como escribe M. N. Pokrovski, es
la poltica actual proyectada sobre el pasado. Citemos una
variante de esta concepcin, o sea la opinin que dice que la
visin del pasado est en funcin de los objetivos que asig
nemos al porvenir,6 lo que no cambia en absoluto el fondo
del problema, puesto que la visin del porvenir, al igual que
la visin del pasado, est en funcin del presente.
Si, como ya hemos planteado, rechazamos el extremismo
del presentismo, nos tenemos que enfrentar con una tesis cuya
legitimidad deberemos aceptar: nosotros reescribimos conti
nuamente la historia, porque los criterios de valoracin de los
acontecimientos pasados varan con el tiempo y, por consi
guiente, la percepcin y seleccin de los hechos histricos
cambian para modificar la misma imagen de la historia. Debe
observarse que sean cuales fueren los trminos en que formule
esta tesis y los argumentos que la funden, es compartida por
4 J. Dewey, Logic, The Theory of Inquiry, ed. cit., p. 235.
5 Ibid., p. 233.
6 E. H. Carr, What is History?, ed. cit., p. 118. (Qu es la histo
ria?, ed. esp. cit., p. 167.)
326
diferentes historiadores y tericos en ningn modo emparen
tados con el presentismo, es decir incluso la aceptan partidarios
de una concepcin del mundo completamente opuesta: as
M. N. Pokrovski, partiendo de la tesis marxista del condi
cionamiento de clase de las ideas sociales, ve en la historia
una proyeccin de la poltica presente; K. R. Popper, aunque
afiliado al neopositivismo, plantea la reinterpretacin de la
historia para cada nueva generacin como una obligacin dic
tada por las nuevas necesidades;7 Witold Kula habla de la
trasposicin del patrimonio del pasado al lenguaje contem
porneo en cada poca; la cultura se enriquece en la medida
en que consigue descifrar nuevas pginas del pasado.8 Los
trminos y los argumentos varan en cada caso, pero la idea
es la misma: la variabilidad de la imagen histrica est en
funcin de la variabilidad de los criterios de seleccin de los
materiales histricos.
La segunda cuestin que se impone en este contexto se
refiere al aspecto psicolgico del proceso de reinterpretacin
de la historia: cundo los historiadores se ven inducidos a
formular nuevosjuicios ya forjar una nueva concepcin de
la historia? La tesis de C. L. Becker parece una respuesta
convincente y sensata: los periodos de estabilidad, propicios
al sentimiento de satisfaccin del presente, tambin favo
recen el consenso social en lo que se refiere a la imagen
tradicional del pasado; en cambio, en los periodos de crisis
y de oposicin, cuando se quiebra dicha estabilidad, los
hombres descontentos del presente tienden tambin a estar
descontentos del pasado; entonces la historia se ve sometida a
7 K. R. Popper, Die offene Gessellschaft und ihre Feinde, Berna,
1958, t. II, p. 332.
8 W. Kula, Rozwazania o historii, ed. cit., pp. 104-105.
327
una reinterpretacin en la perspectiva de los problemas y de
las dificultades del presente.9
Pasemos al segundo modo de explicacin y de argumen
tacin de la reinterpretacin constante de la historia: la visin
de la historia vara a causa del constante surgimiento de efectos
nuevos de los acontecimientos pasados.
El punto de vista de Carlos Marx sobre este problema,
actualmente considerado clsico, se condensa en el aforismo:
la anatoma del hombre es la clave de la anatoma del
mono. Marx desarrolla este punto de vista en el contexto
de su anlisis de las categoras econmicas. Marx arguye:
puesto que la sociedad burguesa es la organizacin histrica
ms desarrollada y ms variada de la produccin, las cate
goras que permiten comprender su estructura permitencom
prender a la vez la estructura de las formas sociales desapa
recidas. Por qu? Porque slo la etapa superior del desarrollo
de un fragmento dado de la realidad, al revelar los efectos de
los acontecimientos pasados, permite comprender y valorar
de modo correcto dichos acontecimientos.10
Para comprender mejor este punto de vista, tomemos un
hecho de la vida cotidiana. Guando nos encontramos en un
valle encajado entre dos montaas o colinas, solamente divi
samos las proximidades ms inmediatas, mientras que los ele
mentos que estn alejados de este lugar y su conjunto en un
todo escapan a nuestra mirada. Basta ascender a la cumbre
de un monte para que el paisaje cambie, revelndonos
aspectos del valle hasta ahora desconocidos e invisibles. Cuanto
ms alta sea la cumbre, ms se ensanchar nuestro horizonte
y mejor captaremos el conjunto.
9 C. L. Becker, op. cit., p. 170.
10 Cf. C. Marx, Contribucin a la critica de la economa poltica,
Introduccin (ed. esp. cit.).
328
Evidentemente esto solamente es una comparacin, pero
ayuda a comprender estos problemas. Basta reemplazar los
parmetros espaciales por parmetros temporales. Cuanto ms
alejados en el tiempo estemos de un acontecimiento dado,
nuestra percepcin de ste se extiende y se profundiza, como
en el caso de un paisaje visto desde una cumbre cada vez ms
elevada. Por qu? Porque en la historia siempre nos enfren
tamos con procesos, con el devenir, y es muy difcil (si es
que no imposible), prever por anticipado no slo los detalles,
sino tambin la orientacin general de los acontecimientos.
El aforismo de Hegel sobre Minerva simbolizando el pensa
miento elevado y su lechuza que levanta el vuelo en el
crepsculo, viene aqu muy a propsito. Cuando emergen los
efectos es cuando pueden valorarse los acontecimientos que
los han causado. Pero esta valoracin no es una operacin
esttica, es un proceso. Mientras un proceso tiene lugar, los
efectos de los acontecimientos aparecen continuamente, sin
fin; y la historia es precisamente un proceso de esta clase. Los
efectos nuevamente surgidos obligan a contemplar de nuevo
a los acontecimientos, a captarlos de otro modo, a situarlos
de modo diferente en el contexto de la totalidad. Muy a
menudo lo que inicialmente se subestima, e incluso se ignora,
se revela histricamente importante, y viceversa. En conse
cuencia, el cuadro de la totalidad ve transformarse su com
posicin". Yesto se debe precisamente a que vemos mejor la
historia con la perspectiva del tiempo, cuando los efectos de
los acontecimientos se han revelado y permiten emitir juicios
ms ntegros yms profundos; y a que loms difcil es escribir
la historia reciente, la historia contempornea en particular:
debido no slo a la dificultad de ser objetivo, o sea de con
siderar los acontecimientos sine ira et studio, aun cuando esto
tenga su importancia, sino tambin a la dificultad de com
329
prender el sentido de los acontecimientos contemporneos. En
efecto, estos acontecimientos todava no han revelado sus efec
tos; los acontecimientos histricos poseen la significacin que
sus efectos les confieren cuando emergen en la realidad.
Este punto de vista, acorde con el principio del histori
cismo, es compartido por los representantes de diversas corrien
tes histricas. Ya conocemos la opinin de Marx al respecto.
Ahora citemos a los autores que formulan las opiniones ms
divergentes sobre la teora de la historia.
Sidney Hook escribe:
".. La historia se reescribe cuando emergen nuevas
perspectivas que nos permiten comprender la significacin
de determinados acontecimientos del pasado que haban es
capado a la atencin de los contemporneos. Estos aconteci
mientos seinsertan en los modelos de continuidad que incluyen
a los acontecimientos que constituan el porvenir para aquellos
que vivan en el pasado... Del mismo modo, nuestros des
cendientes comprendern mejor nuestra poca que nosotros
mismos, ya que ellos estarn en situacin de ver las conse
cuencias de los acontecimientos que ignoramos actualmente y
que constituyen las premisas de importantes tendencias que
llevarn sus frutos cuando ya no existamos. 11
Este punto de vista est formulado dentro del espritu de
la tradicin clsica: solamente los efectos futuros de los acon
tecimientos presentes y la realizacin del porvenir permiten
comprender el pasado; pero los efectos nuevos, el porvenir
nuevo, trazan una nueva imagen del pasado. M. J. Dhont
tiene una concepcin semejante del problema, aunque lo
aborda y formula de modo distinto:
... El historiador nunca ve los hechos como los contem-
11 S. Hook, Objectivity and Reconstruction in History", en S. Hook
(ed.), Philosophy and History, Nueva York, 1963, p. 256.
330
porneos los han visto. Los ve desarrollarse como un profeta
infalible: lo que en efecto separa completamente al historiador
de cualquier categora de contemporneos de los hechos que
relata es que este historiador siempre conoce el porvenir. Ello
le impide totalmente ver los acontecimientos con los ojos de
un contemporneo... De esta observacin se deduce que el
historiador siempre escribe la historia en funcin del punto
final de la evolucin. En consecuencia se ver obligado a
considerar importantes los acontecimientos que constituyen
la trama del desarrollo que lleva al resultado; acontecimientos
que, en la mayora de casos, no afectaron en absoluto a los
contemporneos. 12
Karl Heussi expresa idntica idea en el contexto del sur
gimiento, en el proceso histrico, de relaciones nuevas de los
acontecimientos dados con otros. Como conclusin, escribe:
Las grandezas pasadas que no consideramos quiz como
particularmente importantes, pueden producir, en un tiempo
que para nosotros es el futuro, y en circunstancias definidas,
efectos importantes. En consecuencia, el pasado no es algo
fijo, petrificado, sino algo vivo, que cambia y se desarrolla
incesantemente. 13
Sin embargo, en los trabajos de J. H. Randall es donde
esta idea seencuentra ms desarrollada.14J. H. Randall escoge
los juicios emitidos sobre la primera Guerra Mundial para
ilustrar esta tesis de la variabilidad de la imagen histrica en
relacin con la emergencia de efectos nuevos de los aconte
cimientos pretritos, y llega a esta conclusin:
12 J. Dhont, Histoire et reconstitution du pass, en Ch. Pa-
relman (ed.), Raisonnement et dmarches de l'historien, Bruselas, 1963,
pginas 87-88.
13 K. Heussi, Die Krisis des Historismus, ed. cit., p. 69.
14 Cf. J. H. Randall Jr., On Understanding the History of Philo
sophy, en The Journal of Philosophy, 1939, No 17.
331
Los nuevos efectos de los acontecimientos pasados cam
bian la significacin del pasado, la significacin de lo que
sucedi. Los acontecimientos, que anteriormente fueron igno
rados ya que no parecan constituir antecedentes funda
mentales de cualquier hecho consecutivo, actualmente son
considerados como eminentemente significativos; y otros acon
tecimientos, que parecan constituir antecedentes fundamenta
les, caen en el olvido como simples detalles. En consecuencia,
por la naturaleza de las cosas, el devenir no puede ser
comprendido plenamente por quienes son sus actores. Estos
no pueden comprender la significacin' o los efectos de lo
que hacen, porque no pueden prevenir el porvenir. Nosotros
comprendemos este devenir slo en el momento en que cons
tituye una parte de nuestro propio pasado; y si sigue produ
ciendo sus efectos, nuestros hijos lo captarn en trminos
distintos que nosotros. En consecuencia, el historiador, como
deca Hegel, se asemeja efectivamente a la lechuza de Minerva
que no levanta su vuelo hasta que se presentan las sombras
de la noche... La historia devenida slo se puede com
prender a la luz de todos sus efectos comprobados y aceptados.
La significacin de todo hecho histrico consiste en la sig
nificacin que todava posee, en su accin, en los efectos que
resultan de l. 15
Por tanto, dos factores concurren a la reinterpretacin
constante de la historia: la aparicin en el proceso histrico
de los efectos de los acontecimientos pasados, lo que constituye
la significacin de estos ltimos; el cambio de los criterios
de la seleccin de los hechos histricos a consecuencia de un
15 J. H. Randall Jr. y G. Haines, Controlling Assumptions in the
Practice of American Historians, en Theory and Practice in Historical
Study: A report of the Committee on Historiography, Social Science
Research Council, Bulletin 54, 1946.
332
nuevo condicionamiento de las actitudes y de las opiniones
de los historiadores. Ambos factores van ligados al presente,
que es el futuro en relacin a los acontecimientos pasados.
Tal es el elemento racional de la concepcin del presentismo.
Pero, esta variabilidad de la imagen del pasado (que,
recordando las palabras de Heussi, no se capta como algo
fijo, petrificado, sino como algo vivo y cambiante) no niega
la objetividad del conocimiento histrico, la posibilidad de
alcanzar la verdad objetiva en y por medio de este conoci
miento? En absoluto, si no cometemos el error, que analizamos
posteriormente, que consiste en identificar el carcter objetivo
de la verdad con su carcter absoluto. Las verdades parciales,
fragmentarias, no son falsedades; son verdades objetivas aun
que incompletas. Si la historia, en el sentido de historia rerum
gestarum, nunca est acabada, si est sujeta a constantes
reinterpretaciones, de ello se desprende nicamente que es
un proceso, yno una imagen acabada, definitiva, o una verdad
absoluta. Cuando se comprende el conocimiento histrico
como proceso y superacin, y las verdades histricas como
verdades aditivas, acumulativas, se comprende la razn de
esta constante reinterpretacin de la historia, de la variabilidad
de la imagen histrica; variabilidad que en vez de negar la
objetividad de la verdad histrica, por el contrario la confirma.
333
Capt ulo IV,
LA OBJETIVIDAD DE LA VERDAD
HISTRICA.
343
relativa y absoluta en el Anti-Dhring. El mismo tema se
encuentra en K. R. Popper que tambin subraya la necesidad
de situarse al nivel de lo social para solucionar el problema de
la objetividad del conocimiento: esta objetividad puede ga
rantizarse con la colaboracin de numerosos cientficos (la
objetividad del conocimiento equivale a la intersubjetividad
del mtodo cientfico) y por una crtica cientfica consecuente
que permita el progreso constante del conocimiento.6
As pues, se puede superar la accin deformadora del fac
tor subjetivo en y por el proceso social del progreso de la
ciencia, en y por la acumulacin de verdades parciales. Esto
no significa, sin embargo, que sea imposible superar los lmites
del conocimiento individual: la ontognesis cientfica del
cientfico singular puede tambin ser considerada como un
proceso. Mannheim en su sociologa del conocimiento se ha
interesado precisamente en este problema.
La accin del sujeto sobre el conocimiento es inevitable:
eliminar el sujeto de la relacin cognoscitiva es suprimirla.
A partir de esto la conclusin es evidente: si bien la ten
dencia a la objetividad del conocimiento no puede consistir
en la eliminacin del factor subjetivo, debe ser realizada por
y en la superacin del factor subjetivo, de sus manifestaciones
concretas y de las deformaciones que introduce; superacin
que constituye necesariamente un proceso infinito. De aqu
procede el descontento de quienes desearan un resultado que
tuviera el valor de una verdad absoluta, sin tener en cuenta
que sta slo es accesible bajo la forma de un movimiento
infinito hacia...; de aqu procede, por otra parte, el opti
mismo de quienes, al considerar el progreso del saber humano
como una acumulacin de verdades parciales, ven una nueva
6 K. R. Popper, Die offene Gesellschaft..., ed. cit., t. II, p. 267.
344
etapa de este progreso en cada superacin de uno de los lmites
del conocimiento. El nico medio de dominar la accin defor
madora del factor subjetivo es tomar conciencia de su natu
raleza y de su accin. Cuanto ms conozcamos los contenidos
y las modalidades de la intervencin del sujeto en el cono
cimiento, mejor conoceremos cuantitativa y cualitativamente
las propiedades del objeto. Nuestra situacin es anloga a la
del fsico que, al conocer las interferencias entre el objeto
fsico que se va a medir, y el instrumento de medicin, puede
introducir las correcciones que se imponen, eliminando o
reduciendo los errores al mnimo.
Este es en esencia el fondo de la concepcin de Mannheim
sobre la traduccin y la sntesis de las perspectivas. De la
misma manera que al conocer las reglas de la perspectiva
geomtrica (espacial) se puede colocar la imagen en otra
perspectiva, y contemplar el objeto desde otro punto de vista,
aun cuando acta siempre desde cierta perspectiva y desde
cierto punto de vista, y, al multiplicar esas perspectivas y
esos puntos de vista, se puede obtener una visin ms com
pleta, ms global, del objeto, as tambin podemos hacer pro
gresar nuestro saber en otros dominios. Evidentemente es
indispensable conocer lo que rige las perspectivas y las moda
lidades de su traduccin, del paso de un punto de vista que
nos descubre un aspecto, una visin del objeto, otro punto de
vista desde el cual veremos otro aspecto, etc. Este conocimiento
de las perspectivas, de las frmulas de su traduccin y de
su sntesis, necesariamente objetivo, se basa en nuestro caso
concreto en el conocimiento de las propiedades del sujeto
cognoscente, de las modalidades con que realiza el acto del
conocimiento yde lo que aporta a este acto ya sus operaciones
cognoscitivas; en otras palabras, es indispensable conocer el
instrumento (el agente) del conocimiento, sus parmetros
345
y las modalidades de su accin sobre el objeto estudiado. Si
bien la tarea es relativamente fcil en el caso de un instru
mento utilizado en fsica, es mucho ms complicada y labo
riosa cuando se trata de medir la incidencia del aparato
perceptivo del hombre en la imagen del objeto percibido, en
la perspectiva de la percepcin; es infinitamente ms com
plicada y ms delicada an cuando se trata de dar cuenta
del papel activo del sujeto cognoscente, de la influencia del
factor llamado subjetivo sobre el conocimiento de la realidad
social variable.
Si la tarea es tan difcil y compleja, hasta el punto de
parecer imposible, es ante todo porque la cantidad de par
metros es mucho mayor que en el caso de las medidas fsicas
o en el de la simple percepcin visual; adems, el objeto
estudiado cambia durante el proceso del conocimiento. Esta
es la razn de que sea imposible en este mbito codificar las
reglas para la traduccin y la sntesis de las perspectivas;
es imposible fijar previamente las modalidades de superacin
de las distintas manifestaciones de la deformacin cognoscitiva,
engendradas por la accin del factor subjetivo. En efecto, se
desconoce por anticipado cules sern estos factores y sus
acciones en las condiciones dadas; por tanto, es imposible
preverlos a fin de poder sobrepasarlos. Solamente podemos
formular la tesis general que dice que ante todo hay que
tomar conciencia de la situacin generadora de deformaciones
y descubrir el factor que la determina. A partir de esta tesis
general, es posible construir una doctrina metodolgica correcta
sobre el comportamiento cognoscitivo que se debe adoptar
para poner remedio a estas dificultades. Este es el fin que
quera alcanzar Mannheim con su doctrina de la traduccin
y la sntesis de las perspectivas y con su teora de la intelli
gentsia como grupo vector de una funcin cognoscitiva par-
346
ticular. Estas proposiciones constituyen uno de los principales
mritos tericos de Mannheim, mrito indiscutible a pesar de
las debilidades y de los errores de su sociologa que se descu
bren ulteriormente.
La directriz: Tomad conciencia del factor subjetivo que
introducs en el conocimiento y del peligro de deformacin
cognoscitiva que esto significa puede parecer ingenua; pero
es quizs una mentira piadosa? En efecto, cmo puede per
cibir uno mismo sus propios lmites cognoscitivos y superarlos
a continuacin, ya que a consecuencia de las determinaciones
sociales los puntos de vista elegidos parecen naturales? Sin
embargo, esta ingenuidad slo es aparente, puesto que dicha
directriz, al igual que algunas otras tesis de la sociologa
mannheimiana del conocimiento, poseen un valor gnoseolgico
y epistemolgico apreciable; su realizacin no es una simple
mentira piadosa abocada por adelantado al fracaso, ya que
esta directriz emana del conocimiento de algunas regularidades
del proceso cognoscitivo.
La intervencin de factores deformadores en el conoci
miento, es un hecho del que los filsofos han tomado con
ciencia desde hace largo tiempo: Bacon ya la formul teri
camente en su concepcin de los dolos. El mrito del
marxismo en este mbito consiste principalmente en haber
destacado las implicaciones terico-gnoseolgicas de este pro
blema en su teora de la infraestructura y de la supraestructura
y en su teora de la ideologa. La sociologa contempornea
del conocimiento se sita en este marco de ideas que desarrolla
y concreta. Y precisamente el hecho terico consistente en
aceptar que el condicionamiento social del conocimiento hu
mano y la accin deformadora del factor subjetivo son regu
laridades, y no fenmenos fortuitos, constituye el punto de
partida de las operaciones que constantemente intentan su-
347
perar las formas concretas sucesivas en que se manifiestan
los lmites y las deformaciones del conocimiento.
Aqu el punto de partida no es el aspecto individual, sino,
por el contrario, el aspectosocial del proceso del conocimiento.
La aparente ingenuidad de las directrices de la sociologa del
conocimiento puede convertirse precisamente en una realidad
cuando se sita errneamente este problema a nivel estricta
mente individual. En este caso efectivamente estamos autori
zados a plantear la cuestin: cmo se puede tomar con
ciencia de la accin del factor subjetivo, puesto que esta
accin, contexto del condicionamiento social del conocimiento
individual, es tal que en la experiencia interior es vivida como
un factor objetivo?
El sujeto cognoscente, socialmente condicionado y por
tador del factor subjetivo en el conocimiento, no es un tomo
aislado semejante a la mnada sin ventanas de Leibnitz,
hermtico a toda accin exterior. Por el contrario, est deter
minado por sumedio yla ciencia contempornea en la medida,
evidentemente, en que est suficientemente instruido. Y pre
cisamente por este canal penetran tambin del modo ms
natural en la conciencia del sujeto cognoscente las informa
ciones sobre el factor subjetivo en el conocimiento y su papel
deformador. A esto se debe que digamos que la sociologa del
conocimiento ha realizado una autntica revolucin en el
mbito terico-gnoseolgico.
La suma de conocimientos, merced a la cual el hombre
contemporneo considera como evidentes muchos descubri
mientos e invenciones revolucionarias, es una adquisicin no
individual sinosocial. Esta tesis afecta tambin a la conciencia
cada vez ms generalizada de que nuestro conocimiento est
sometido a los ms diversos determinismos que, si bien no
implican la deformacin absoluta del conocimiento, suponen
348
por lo menos su carcter unilateral, parcial, limitado, y por
tanto el hecho de que las verdades alcanzadas en este cono
cimiento no son totales y definitivas o absolutas (a excepcin
de un sector relativamente restringido del conocimiento en el
que las verdades parciales absolutas son accesibles), sino
limitadas, parciales, relativas (incluyendo las verdades parcia
les absolutas cuando se las considera en un contexto ms
amplio). Los efectos psicolgicos de este metasaber son
considerables: desconfianza ante las pretensiones, sea cual
sea su autor, de alcanzar un conocimiento absoluto pura
mente objetivo; tendencia a analizar este conocimiento para
descubrir sus lmites; mayor tolerancia con las opiniones di
vergentes que no deben identificarse con la voluntad a renun
ciar a la defensa de las posiciones propias, sino con la buena
fe, es decir con la voluntad de aceptar las verdades relativas
contenidas en los puntos de vista del adversario. Todo ello
constituye precisamente el bagaje intelectual del hombre
contemporneo y de la intelligentsia en particular, bagaje
destinado a las operaciones que intentan superar el factor
subjetivo y que permite tener cierto optimismo en cuanto a
los resultados obtenidos. Evidentemente esta superacin nunca
ser absoluta: siempre apunta a una manifestacin concreta
del factor subjetivo, a una limitacin concreta del conoci
miento, y no a la accin en general del factor subjetivo, o al
conjunto de parcialidades y lmites del conocimiento.
Esta superacin de la accin deformadora del factor sub
jetivo es un proceso social, por dos motivos: primero, porque
la toma de conciencia del sujeto cognoscente del carcter
limitado y socialmente condicionado de su conocimiento es
de origen social, ya que la conciencia terica de este estado de
cosas es aportada desde el exterior como saber socialmente
constituido que el sujeto asimila en y por la educacin, la
349
instruccin; segundo, porque el proceso en cuestin, la supe
racin de la accin del factor subjetivo, es social en la medida
en que implica la cooperacin de los cientficos, y de la crtica
cientfica en especial. Este ltimo problema no se limita, sin
embargo, al simple hecho de que alguien (el crtico) perciba
y supere los lmites y las deformaciones de las opiniones de
la persona criticada; an cuando este hecho sea el ms fre
cuente. Pero lo que ms nos interesa aqu es la autocrtica, la
autorreflexin sobre los lmites de su propio conocimiento,
la aptitud a superar por s mismo la accin deformadora del
factor subjetivo. Este problema, particularmente importante
para la bsqueda de la objetividad del conocimiento, cons
tituye el objeto precisamente de la teora de la traduccin
y de la sntesis de las perspectivas, de las directrices respec
tivas de la sociologa mannheimiana del conocimiento.
El sujeto cognoscente, el historiador en nuestro caso, est
pues sometido a las ms diversas determinaciones sociales en
funcin de las cuales introduce en el conocimiento los ms
diversos elementos de subjetividad: prejuicios, compromiso,
predilecciones y fobias, que caracterizan su actitud cognosci
tiva. Pero su conocimiento est en funcin de otros factores
tambin determinados socialmente, tales como: su visin de
la realidad social, ligada a la teora y al sistema de valores
que ha aceptado; su modo de articulacin de la realidad,
articulacin que le induce a construir a partir de fragmentos
los hechos significantes en el sistema de referencia dado; su
tendencia a esta o aquella seleccin de los hechos histricos,
o sea de los hechos considerados importantes desde el punto
de vista del proceso histrico, etc. El sujeto no puede librarse
de esta propiedad objetiva que es el condicionamiento so
cial del conocimiento; no puede evitarla simplemente porque
es un hombre y la personalidad humana solamente puede
350
desarrollarse en sociedad, por diversas mediaciones sociales,
la ms importante de las cuales es la educacin. Pero si bien
no puede librarse de esta propiedad, inherente en cierto modo
a su esencia", el sujeto cognoscente puede tomar conciencia
de ella, comprender que es indisociable de todo conocimiento.
No slo puede hacerlo, sino que en ciertas condiciones, cuando
el saber respectivo ha sido adquirido y generalizado social
mente, debe hacerlo a riesgo de ver descalificado el nivel de
su reflexin cientfica.
El cientfico (el intelectual) puede ser y en general es
permeable a las fobias, a los prejuicios, a los modelos de inter
pretacin y de valoracin de los hechos y de los hombres,
caractersticos de su poca, de su clase, de su grupo social, de
su medio profesional, etc. Todos estos factores modelan esen
cialmente su concepcin del mundo, sus actitudes, sus opiniones
en materia de problemas sociales, lo que impregna, por consi
guiente, su visin del proceso histrico, la manera como
construye y selecciona los hechos histricos, para no hablar
ya de su interpretacin cuando pasa a las sntesis histricas.
Estos son los contenidos concretos que se ocultan bajo la
criptonimia del factor subjetivo en el conocimiento histrico".
Aceptamos pues que la intervencin de este factor en el
conocimiento histrico es ineluctable, aunque sus formas sean
muy variadas. Pero pesa un fatum irremediablemente sobre
el historiador que ha estado condicionado por estas y aquellas
determinaciones sociales? La personalidad del historiador una
vez formada, es necesariamente inmutable, esttica, fija para
siempre? La limitacin de sus opiniones, resultado del factor
subjetivo dado que sufre, puede ser sobrepasado slo por la
crtica cientfica formulada exclusivamente por otros pensa
dores, sobre todo por aquellos que representan puntos de
vista distintos, determinados por otros condicionamientos so-
351
ciales, tales como un cambio de las condiciones generales de la
poca o de los intereses divergentes de clase?
Todas estas cuestiones son retricas, y la respuesta eviden
temente es negativa. Por experiencia sabemos que el hombre
es un ser flexible, apto para transformarse, adaptarse y evolu
cionar conscientemente. Susuperioridad sobre el mundo animal
consiste especialmente en esta capacidad. Por experiencia
sabemos que los puntos de vista tericos son maleables, modi-
ficables, y que los pensadores a menudo son capaces no slo
de aportar retoques ms o menos importantes a sus opinio
nes, lo que es completamente normal (en funcin del saber
yde la experiencia acumulados con la edad), sino tambin de
modificarlos en profundidad, de llevar a cabo una crtica
cientfica que pueda conducirlos a abandonar las opiniones
profesadas anteriormente. Uno de los potentes motores de la
autocrtica cientfica, que debera caracterizar permanente
mente la obra del cientfico y constituir la garanta de su
Vitalidad, es la conciencia del condicionamiento social y de las
limitaciones subjetivas del conocimiento; conciencia que,
siendo en principio sensible bajo su forma terica general,
conduce despus a poner en cuestin su propia obra, a una re
flexin ms sistemtica sobre el condicionamiento social de sus
propias posiciones, sobre los lmites ylas eventuales deformacio
nes de sus propios puntos de vista bajo el efecto del factor sub
jetivo. Evidentemente, esto no es una panacea, y esta con
ciencia terica, este metasaber en el mbito de la sociologa
del conocimiento no garantiza en absoluto que la accin del
factor subjetivo ser superada hasta el final. Sera demasiado
fcil: bastara entonces impartir las enseanzas de la socio
loga del conocimiento entre los cientficos para que reinara
en la ciencia la verdad objetiva pura, que por otra parte
sabemos que es imposible. No se trata pues de hacer milagros,
352
sino de obtener efectos reales en el progreso del saber, lo que
encuentra su expresin en el postulado del progreso de la obje
tividad del conocimiento. Este progreso no es slo posible, sino
que es efectivo en la prctica cientfica, en una prctica
secundada por la autorreflexin metodolgica que estimula y
alimenta la sociologa del conocimiento. En consecuencia con
respecto a los cientficos en general y al historiador en par
ticular, se puede formular el postulado realista de una bs
queda de la objetividad del conocimiento, en el sentido de un
proceso que intenta superar las influencias limitativas, cons
trictivas y deformadoras del factor subjetivo. A este postulado
le damos una doble interpretacin: la primera, ms primi
tiva, consiste en considerar la exigencia de escribir la historia
sine ira et studio como una llamada a hacer caso omiso de
las animosidades y de los intereses extracientficos que contra
rrestan la verdad histrica; la segunda, ms sutil y compleja,
se limita a solicitar al historiador que proceda a una autorre
flexin sobre el condicionamiento social de sus puntos de vista,
como medio para superar las influencias limitativas y defor
madoras del factor subjetivo.
Pero, cmo se puede conciliar esta exigencia de superar
las influencias del factor subjetivo en el proceso social del
conocimiento con el principio de una toma consciente de
posicin de clase en el estudio de los fenmenos sociales?
Esto se simplifica cuando el postulado de la superacin
de la accin del factor subjetivo va acompaada solamente de
la tesis del condicionamiento de clase del conocimiento de los
fenmenos sociales. El condicionamiento de clase del conoci
miento es efectivamente una de las manifestaciones del factor
subjetivo, y precisamente porque se da este condicionamiento
se puede postular la superacin de la accin de dicho factor
en nuestra marcha hacia grados superiores del conocimiento
353
objetivo. La situacin se complica mucho ms cuando al
mismo tiempo se postula la superacin del factor subjetivo
en el proceso infinito de la progresin del saber por una parte,
y se plantea, por otra, el principio de tomar posiciones de
clase en el estudio de los fenmenos sociales, es decir la exi
gencia consciente de dejar al factor subjetivo que se mani
fieste plenamente. En esta posicin terica de los marxistas
(ya que son precisamente ellos quienes reconocen esas dos
necesidades), no existe una contradiccin? En mi opinin, la
contradiccin es slo aparente: procede de la forma insufi
cientemente concreta y precisa del enunciado sobre la nece
sidad de tomar conscientemente posiciones de clase en el
estudio de las realidades sociales.
Es indiscutible que el progreso experimentado en la esfera
del conocimiento, progreso que tambin podemos presentar
como un incremento de la objetividad del conocimiento, est
en funcin de la superacin de los factores que limitan esta
objetividad, originando la unilateralidad o la parcialidad del
conocimiento, e incluso su deformacin. Debe aceptarse que
el conocimiento objetivo slo puede ser una amalgama de lo
que es objetivo y de lo que es subjetivo, dado que el cono
cimiento siempre es el acto de un sujeto; pero tambin se
debe admitir que el progreso en el conocimiento y la evolu
cin del saber adquirido gracias a l solamente son posibles
si se superan las formas concretas, en cada ocasin distintas,
del factor subjetivo. El condicionamiento de clase del cono
cimiento obedece a la misma regla: las formas concretas de
deformacin, de parcialidad y de limitacin del conocimiento
que ese condicionamiento engendra, deben ser superadas en el
proceso de progresin del saber, si no se quiere correr el riesgo
del estancamiento y la petrificacin.
Tal es el punto de partida de nuestros anlisis y tal debe
354
ser si no nos queremos ver forzados a enunciar, cayendo en
contradiccin con los fundamentos de la gnoseologa marxista,
que todo conocimiento, incluido el conocimiento condicionado
por los intereses de clase del proletariado, es un conocimiento
perfecto, es una verdad absoluta. Pero si es as qu significa
el principio de adoptar posiciones de clase en el estudio de los
fenmenos sociales, de mostrar un espritu de partido?; cmo
conciliar este principio con la lucha en favor de la objetividad
del conocimiento?
Subrayemos en primer lugar que nos enfrentamos con un
enunciado elptico, o sea una proposicin que no contiene
todas las definiciones y los parmetros necesarios, originando
eventuales malentendidos debido a su formulacin aparente
mente universal y supratemporal. En efecto, veamos como
est formulada esta directriz: Si desean acceder en sus
estudios a la verdad objetiva, adopten conscientemente posi
ciones de clase y un espritu de partido de acuerdo con los
intereses del proletariado." Qu significa? Qu queremos
decir y qu no queremos decir con ello?
Primero, enunciamos una directriz que no es universal,
ni supratemporal, sino concretamente histrica, aunque estono
se estipule expressis verbis. Nuestro razonamiento es el si
guiente: cada conocimiento est socialmente condicionado;
en una sociedad de clases, el conocimiento se halla sujeto
necesariamente a un condicionamiento de clase. Es ilusorio
esperar evitar el condicionamiento social, ya que el sujeto
cognoscente es un producto social (en una acepcin deter
minada del trmino producto); por consiguiente, en una
sociedad de clases, este sujeto es un producto sometido a
los condicionamientos de clase. En tal situacin, la nica
solucin es la eleccin entre los condicionamientos de clase
posibles, y no la tentativa de evitarlos en general. Desde el
355
punto de vista de la objetividad del conocimiento (en su
nica concepcin real o sea como objetividad relativa y no
absoluta), la solucin ptima es adoptar las posiciones deter
minadas por los intereses de clase del proletariado, de la clase
revolucionaria. El condicionamiento por los intereses de la
clase revolucionaria no conduce a las deformaciones conser
vadoras; subtiende, por el contrario, una actitud abierta al
progreso social y al cambio. Tras este razonamiento reducido
necesariamente a lo esencial, vemos que nuestra directriz est
ligada concretamente a una situacin social histrica, a la
sociedad de clases de tipo capitalista. Se trata, pues, de una
directriz que tiene en cuenta el grado de verdad del cono
cimiento condicionado por las posiciones de una u otra clase;
por tanto, resulta del principio de que la verdad es relativa y
no absoluta.
Segundo, la directriz que recomienda la adopcin de las
posiciones de clase del proletariado, consideradas como posi
ciones cognoscitivamente ptimas en la situacin social dada,
no implica en absoluto que se juzgue al conocimiento as
conseguido como perfecto, ntegro, y la verdad que contiene
como absoluta, pues sabemos que ocurre de otro modo. Aun
que ella constituye el mayor triunfo del espritu humano en
las condiciones dadas (nos referimos al modelo y no a la
realizacin que en general se aleja considerablemente de ello),
el conocimiento sometido al condicionamiento de clase y
evidentemente impregnado por el factor subjetivo slo es una
verdad relativa que, cuando el conocimiento se alza a un nivel
superior, debe ser superada. As, con relacin al conocimiento
condicionado por los intereses de las otras clases, las posi
ciones de clase del proletariado garantizan en cierto modo la
superioridad en el conocimiento emprendido a partir de ellas
y con su perspectiva; pero este conocimiento nunca ser per
356
fecto, ni su verdad ser absoluta. De ah surge la necesidad
de tender continuamente hacia un conocimiento ms ntegro,
ms rico y, en consecuencia, superior.
No existe, pues, contradiccin alguna entre las directrices
mencionadas antes. En este caso, por qu parecan contra
dictorias?, de dnde proviene el malentendido? Procede prin
cipalmente del hecho de que somos inducidos al error por una
formulacin que sita en el mismo plano y asocia directamente
una directriz autnticamente universal ysupratemporal por una
parte, y una directriz concretamente histrica, relativa a
un tipo definido de relaciones sociales por otra. Por una parte,
el postulado de perfeccionar el conocimiento, de avanzar hacia
una objetividad ptima por y en la superacin del factor sub
jetivo, equivale efectivamente a una direccin universal, supra
temporal: el conocimiento es un proceso infinito en el curso
del cual se pueden superar sus lmites concretos, aparecidos
en un momento dado, pero no pueden superarse todos sus
lmites, ya que eso significara el trmino final de algo que
por esencia es infinito. Por otra parte, la recomendacin de
que se adopten las posiciones de clase del proletariado es una
directriz concretamente histrica que va ligada a un sistema
dado de relaciones sociales. La formulacin general de esta
segunda directriz y su asociacin directa con la primera direc
triz universal sobre el condicionamiento fundamental del pro
greso del conocimiento en todas las situaciones sociales; estos
son los motivos que nos dieron la falsa impresin de encon
trarnos ante dos directrices igualmente universales y supra-
temporales, lo que sugiere una contradiccin.
Cuando decimos a un cientfico: Si dentro de las condi
ciones del capitalismo queris acceder al conocimiento objetivo,
cuando estudiis realidades sociales, debis adoptar consciente
mente las posiciones de clase del proletariado, no afirmamos
357
en ningn modo que esta va lleve a la verdad absoluta; slo
pretendemos decir que las posiciones mencionadas constituyen
un mejor punto de partida y una mejor perspectiva en la
bsqueda de la verdad objetiva, relativa pero ptimamente
ntegra, ptimamente completa con relacin a un nivel dado
de desarrollo del saber humano. No concedemos a este cient
fico garanta alguna; slo le indicamos las posibilidades de
xito, le garantizamos que puede acceder as a la verdad no
absoluta sino relativa. Y esto se debe a que no le sugerimos
que considere el conocimiento adquirido como un ideal, como
el conocimiento perfecto; precisamos que se trata nicamente
de un peldao en el desarrollo del saber, peldao tras el cual
deber subirse otro gracias a la conciencia de la necesidad de
hacer este camino de lmite a lmite.
Cuando Lenin, en su polmica con Struve, elogia el esp
ritu de clase y de partido en el conocimiento histrico, pre
cisando que el materialista que adopta las posiciones de una
clasedefinida realiza con ms plenitud el objetivismo del cono
cimiento que el objetivista, en ningn modo est en con
tradiccin con la directriz que busca en la ciencia la verdad
objetiva ya que la superacin de los lmites constituye un
obstculo para esta objetividad cuyos lmites estn en relacin
con el condicionamiento de clase de las perspectivas cognos
citivas. A pesar de las apariencias, Lenin no identifica el
espritu de partido de las posiciones adoptadas (lo que
l recomienda) con la objetividad del conocimiento. Dice
simplemente (como se desprende del contexto) que la posicin
de partido que toma en consideracin la estructura de
clase de la sociedad desemboca en una verdad objetiva
de orden superior (suponiendo que siempre se trata de ver
dades relativas, diferentes desde el punto de vista del grado de
adecuacin de la representacin con relacin a la realidad
358
representada), comparada con la posicin que ignora esta
estructura ysu accin, con lo que aspira por ello a la cualidad
de conocimiento objetivista.
Aqu se entremezclan dos cuestiones que debemos distin
guir. Una es de carcter verbal, terminolgica, y debe ser
explicada para evitar eventuales malentendidos. Por qu
Lenin emplea ante Struve el nombre de objetivista en sen
tido peyorativo mientras que considera la objetividad del
conocimiento como algo positivo, afirmando que los mate
rialistas aplican precisamente el objetivismo mejor que los
otros? El malentendido tiene su origen en que Lenin no utiliza
el trmino objetivista con relacin a aquellos que realizan
realmente el objetivismo cognoscitivo, sino con respecto a
aquellos que aspiran a la objetividad desde el momento en
que rehsan el principio del condicionamiento de clase del
conocimiento. En realidad, al hacer abstraccin de la estruc
tura de clase de la sociedad, estos ltimos introducen el sub
jetivismo en el conocimiento, falsean la objetividad del cono
cimiento. As, el sentido peyorativo en que Lenin emplea el
trmino objetivista, no significa que censure la tendencia
a la objetividad del conocimiento (por el contrario, la aprue
ba); esta sutileza peyorativa significa en realidad que Lenin
condena la tentativa de camuflar el subjetivismo cognoscitivo
de clase tras las frases huecas sobre la verdad objetiva que
se pretende defender excluyendo al factor subjetivo que va
ligado a la estructura objetiva de la sociedad. El malentendido
es tanto ms comprensible cuanto que en el texto de Lenin
los trminos objetivista y objetivismo estn asimilados,
cuando en realidad funcionan con significados muy diferentes,
a pesar de su origen etimolgico comn.
Tras haber precisado el aspecto etimolgico de los enun
ciados de Lenin, pasemos a su sustancia. Lenin, con ocasin
359
de la critica de Struve, establece una distincin entre el
punto de vista del marxista y el punto de vista de un objeti-
vista del tipo de Struve. El objetivista se limita a comprobar
el proceso histrico dado y su necesidad, con el riesgo de
desvirtuarse y caer en una pobre apologa de los hechos com
probados. Como contrapartida, el marxista estudia concreta
mente la formacin dada y las fuerzas sociales en presencia;
no comprueba slo las tendencias histricas invencibles, sino
las clases definidas que determinan el contenido del rgimen.
Y Lenin concluye:
Por otra parte, el materialismo presupone el partidismo,
por decirlo as, imponiendo siempre el deber de defender
franca y abiertamente el punto de vista de un grupo social
concreto siempre que se enjuicie un acontecimiento. 7
As, por una parte, no existe oposicin alguna entre la
directriz del espritu de partido y la directriz de la bsqueda
de la objetividad de la verdad; por otra, slo puede emitirse
un juicio negativo contra los objetivistas, o sea contra
quienes pretenden que la negacin del carcter de clase del
conocimiento contribuye a su objetividad. Ya hemos expuesto
una de las razones de este juicio negativo: tras el camuflaje
de las palabras sobre la objetividad del conocimiento que
se supone sera alterada si se aceptara su condicionamiento de
clase, se disimula en realidad un subjetivismo cognoscitivo
que niega dogmticamente las realidades sociales y deforma el
conocimiento de los fenmenos sociales. En este juicio negativo
hay tambin contenida otra idea que merece ser analizada.
Como ya se sabe, la objetividad del conocimiento se realiza
7 V. I. Lenin, Contenido econmico del populismo y su crtica en
el libro del seor Struve, en Obras completas, tomo I, Editorial Car
tago, Buenos Aires, 1958, p. 420.
360
en el proceso de superacin de sus lmites que van ligados
a la accin del factor subjetivo en sus formas y manifesta
ciones ms diversas. Uno de los medios de esta superacin
es la autorreflexin que permite al investigador tomar con
ciencia de las formas del factor subjetivo que actan en el
caso concreto y posteriormente superar su influencia. En con
secuencia, la diferencia entre el pensador que comprende la
influencia de la estructura de clase de la sociedad sobre
el conocimiento y el objetivista que, negando estas reali
dades, no puede comprender el mecanismo de su funciona
miento, es considerable. El primero es evidentemente ms apto
que el objetivista para tomar conciencia de su situacin
cognoscitiva y superarla. El primero no slo conoce mejor la
realidad social (y, en consecuencia, su objetivismo es ms
profundo y completo), sino que tambin tiene mejores posi
bilidades de proseguir desarrollando su saber.
En definitiva, la teora marxista no slo no implica con
tradicciones entre la directriz del perfeccionamiento de la
objetividad del conocimiento yla directriz a adoptar en las po
siciones de clase, un espritu de partido, sino tambin el mar
xista al fijarse la verdad objetiva como fin, lo realiza a travs
de la superacin de sus lmites cognoscitivos, incluidos los
lmites que estn ligados al punto de vista de clase que adopta.
Por paradjico que pueda parecer a primera vista, la directriz
de adoptar posiciones de clase en sus trabajos, en vez de per
turbarle, le ayuda. En todo caso, para el investigador marxista
la dominante, su objetivofinal, sigue siendo la verdad objetiva,
y el resto slo constituye el medio que sirve para alcanzar este
fin. Como escribe Marx:
El primer deber de quienquiera que busca la verdad no
es cierto que es avanzar directamente hacia la verdad, sin
361
mirar ni a derecha ni a izquierda? Es que quiz olvido
decir la misma cosa cuando debo olvidarme an menos decirla
en las formas deseadas? La verdad es tan poco discreta como
la luz. Adems con quin lo sera? Consigo misma? Verum
index sui et falsi. (La verdad es su propio criterio, y el criterio
de lofalso. Spinoza.) Por tanto, con el error?8
La verdad alcanzada en el conocimiento histrico es una
verdad objetiva. Todo nuestro razonamiento hasta aqu in
tenta, demostrarlo. El subjetivismo especula sobre esta relati
vidad, confundiendo el problema de la verdad objetiva con
el de la verdad absoluta. Ya hemos hablado de ello al prin
cipio de este libro, pero esta cuestin tiene tal importancia
que se impone volver a tratarla en este nuevo contexto.
Empecemos con una tesis general: la concepcin de la
verdad relativa objetiva presentada en nuestra exposicin di
fiere y, en cierto sentido, se opone a la concepcin de la rela
tividad objetiva que defienden los partidarios del presentismo
en la metodologa de la historia. Para ver en qu consiste esta
concepcin de la relatividad objetiva, concedamos la palabra
a J. H. Randall, uno de sus principales partidarios:
El historiador debe llevar a cabo una eleccin. Entre la
infinita variedad de referencias que descubren los aconteci
mientos pasados, debe escoger a las que son importantes o
fundamentales para su historia particular. Si esta eleccin no
debe fundarse nicamente sobre cuanto le parece importante;
si no debe ser subjetiva ni arbitraria, es preciso que tenga
un ncleo objetivo en cualquier tarea, en lo que el histo
riador considera como impuesto a los hombres, como algo que
8 G. Marx, Remarques sur la rcente rglementation de la censure
prusienne, op. cit., pp. 125-126. Citado segn la traduccin corregida
de Molitor en la edicin: C. Marx, Textes (1842-1847), Spartacus, Pars,
1970, p. 10.
362
debe ser realizado. La historia de cuanto es importante y sig
nificativo para esta cosa... ser entonces perfectamente
objetiva", en la medida en que la simple relacin de hechos
escogidos arbitrariamente no habra podido ser objetiva. Este
es el relativismo objetivo caracterstico del saber histrico,
al igual que de todos los tipos de saber. El saber es objetivo
solamente en un contexto definido: siempre es el conocimiento
de la estructura y de las relaciones esenciales dentro de este
contexto. 9
Prosiguiendo este razonamiento, Randall concluye con una
frmula particularmente explcita: La objetividad siempre
significa ser objetivo para algo, al igual que la necesi
dad significa ser necesario para algo. La objetividad no
puede existir sin una relacin con un objetivo cualquiera. . ."10
Analicemos los puntos de vista de Randall con el fin de
separar lo que le distingue de la concepcin de la verdad rela
tiva objetiva. Randall parte de la constatacin del espritu de
partido del historiador que, al proceder a la seleccin de los
materiales histricos y a los juicios respectivos, est condicio
nado por los intereses de su poca, etc. Esto sin embargo, no
ejerce una influencia negativa sobre la objetividad del cono
cimiento, por el contrario, constituye la garanta de esta obje
tividad: ... Solamente adoptando una posicin definida, por
lo menos intelectualmente, podemos esperar comprender o
escribir objetivamente' la historia de lo que sea. "11Por qu
ocurre as? Qu significa, segn Randall, la objetividad" as
obtenida?
El presentismo, cuyos argumentos ya conocemos, responde
9 J. H. Randall Jr., Nature and Historical Experience, op. cit
p. 60. Vase tambin: Understanding the History. . op. cit., p. 472.
10 Ibid., p. 61 (cursivas de A. S.).
11 Ibid., p. 472.
363
a la primera pregunta. El historiador debe seleccionar los ma
teriales histricos; es preciso, por tanto, que valore su impor
tancia. Se supone pues que existe un sistema de referencia con
relacin al cual el criterio dado de la importancia es viable.
Este sistema de referencia es un objetivo determinado, una
tarea que el historiador plantea como un deber social. Cuando
este deber organiza el trabajo del historiador, se elimina el
riesgo de arbitrariedad y subjetivismo en la eleccin de ma
teriales, el trabajo del historiador se convierte en objetivo. Se
trata de un relativismo que garantiza la objetividad de los
estudios histricos refirindolos a un fin de investigacin
escogido; de ah procede su denominacin: el relativismo
objetivo.
Y qu significa, segn Randall, la objetividad?. De
acuerdo con los textos citados, se ve que l atribuye a esta
expresin un sentido particular. Randall interpreta la obje
tividad del conocimiento en el espritu de un relativismo
radical. El conocimiento es objetivo slo para un contexto
determinado, dice Randall. As, todo depende del punto de
vista escogido o del sistema de referencia: el mismo conoci
miento ser objetivo en un caso y no lo ser en otro. La
objetividad no puede existir sin relacin a un objetivo, explica
Randall, empleando un juego de palabras tambin posible
en ingls: la relacin de objetivity a objective. As, la obje
tividad significa la adaptacin a un objetivo determinado.
Despus de aceptar esta acepcin del trmino objetividad,
Randall puede afirmar que slo se puede escribir objetiva
mente la historia con la condicin de adoptar una posicin
parcial, de asumir un espritu de partido. Cuando el sentido
que confiere a los trminos respectivos queda claro, desapa
recen las apariencias paradjicas.
Cules son las convergencias y las diferencias entre esta
364
concepcin del relativismo objetivo y nuestra concepcin
de la verdad relativa objetiva en el conocimiento histrico?
Empecemos por las convergencias. Ambas concepciones abor
dan el problema de la verdad en la historia bajo el aspecto
de su carcter relativo o absoluto; ambas admiten que las
verdades histricas son relativas.
Pero, si bien ambas concepciones aceptan la relatividad
de la verdad histrica, cada una de ellas capta este problema
desde una perspectiva diferente y, por consiguiente, lo des
arrolla de modo distinto.
De acuerdo con nuestra concepcin de la verdad relativa
objetiva, el problema consiste en comparar la verdad hist
rica, considerada como una verdad parcial, incompleta y, en
consecuencia, relativa, con el conocimiento ideal que propor
ciona un saber total, exhaustivo y, por consiguiente, absoluto
sobre el objeto. Al afirmar que el conocimiento histrico siem
pre aporta verdades relativas y slo el proceso infinito del
conocimiento tiende hacia la verdad absoluta como limes, se
adopta como punto de partida la tesis de que la verdad his
trica, an cuando sea relativa, siempre es una verdad objetiva
en la medida en que refleja yrepresenta la realidad objetiva.
La concepcin de la relatividad objetiva comprende el
problema bajo otro aspecto y sin partir de la tesis expuesta
antes. La calificacin de la verdad, es decir el problema de
si nos encontramos ante una verdad parcial o total, exhaus
tiva, no le interesa; intenta establecer si nuestro conocimiento
est referido a un fin u objetivo; si se sita en el marco de
un sistema de referencia, en cuyo caso es relativa, o si es inde
pendiente de todo sistema de referencia, de todo objetivo, en
cuyo caso es absoluta. La cuestin es importante, aunque
en ciertos casos es trivial. As, cuando se plantea por un parti
dario del presentismo o por un partidario de una teora cual
365
quiera del condicionamiento social del conocimiento histrico,
la cuestin es retrica: en este caso, la verdad histrica es
evidentemente relativa, puesto que el conocimiento histrico
depende siempre de ciertos condicionamientos y, por consi
guiente, est en relacin con ciertos objetivos. Randall carga
en esta tesis evidente todo el bagaje del presentismo, pero
ello no modifica la validez de la tesis previa sobre la relati
vidad del conocimiento histrico (en el sentido de su relacin
con.. . ), ni la legitimidad de la conclusin, paradjica en su
formulacin, segn la cual solamente tal conocimiento relativo
puede ser objetivo: en efecto, cuando se ha aceptado un
sistema de referencia y se ha fijado un objetivo de bsqueda,
automticamente se obtiene un criterio de seleccin d los
materiales histricos, seleccin que ya no puede ser arbitraria,
subjetivista, sino que es objetiva debido al sistema de refe
rencia dado. Tal es la idea de Randall cuando, en el pasaje
citado, escribe: la objetividad no puede existir sin estar en
relacin con un objetivo definido. Esto es indiscutiblemente
cierto y se podra deducir a partir de la negacin del carcter
absoluto del conocimiento histrico.
Hasta ahora hemos expuesto, adems de las convergencias,
las diferencias entre la concepcin de la verdad relativa obje
tiva yla concepcin de la relatividad objetiva, y de modo ms
particular en cuanto afecta a la historia. Sin embargo, estas
diferencias resultaban de la diversidad de cuestiones plan
teadas en direccin al problema y no oponan estas dos con
cepciones, permitiendo considerar sus resultados como com
plementarios. Pero entre ambas concepciones existen otras
divergencias que debemos analizar ms concretamente.
Ya hemos dicho que el punto de partida, el principio en
cierto modo de la concepcin de la verdad relativa objetiva
en el conocimiento histrico es la tesis segn la cual la verdad
366
relativa, al igual que la verdad absoluta, es objetiva: el pro
blema de la objetividad de la verdad y el problema del
carcter absoluto de la verdad son dos diferentes, aunque
estn relacionados. Es evidente que este punto de partida tiene
un fundamento filosfico correcto y que l es su consecuencia:
este fundamento es la filosofa materialista, segn la cual el
autntico conocimiento es el reflejo (en una acepcin par
ticular de este trmino) de la realidad objetiva. La teora
de la verdad relativa objetiva posee, pues, claras implicaciones
que proceden de la Weltanschauung y est relacionada con la
posicin materialista en la teora del conocimiento. Qu
ocurre con este punto de vista de la teora de la relatividad
objetiva?
Esta teora silencia esas cuestiones, y no porque las con
sidere evidentes, como lo prueba el contexto, sino porque
defiende las posiciones del idealismo. La teora de la rela
tividad objetiva insiste sobre la argumentacin del relativismo
cognoscitivo; cuando emplea el trmino objetivo se refiere
exclusivamente a la adecuacin de la seleccinde los materiales
histricos desde el punto de vista del fin del estudio; obje
tivo, en este caso, significa adaptado a las necesidades
dadas y, en consecuencia, no arbitrario. El problema de
la relacin del conocimiento con la realidad no ha sido
planteado en absoluto. Y ello no se debe al azar: el presen
tismo, con pleno conocimiento de causa, se refera a Benedetto
Croce y, por consiguiente, estaba bajo la influencia de su
idealismo.
Se pone en evidencia que ambas teoras tienen ciertamente
un punto de contacto, que difieren esencialmente por su con
cepcin respectiva de la objetividad. La teora de la verdad
relativa objetiva concibe la objetividad como la aceptacin de
existencia objetiva de la realidad que el conocimiento refleja;
367
la teora de la relatividad objetiva concibe la objetividad
como una adaptacin a las necesidades dadas, como la
adaptacin al objetivo o fin dado, haciendo abstraccin del
problema de la relacin entre el conocimiento y la realidad.
Cuando hemos comparado estas dos teoras de la relati
vidad del conocimiento histrico, nuestra intencin principal
no era proceder a un estudio comparativo o a un anlisis
semntico de ciertas expresiones, sino exponer un problema
concreto e importante dentro de nuestro contexto: al intro
ducir el factor subjetivo en el anlisis del conocimiento his
trico, al abordar este anlisis concediendo un lugar preemi
nente al factor antropolgico, la obligacin del marxista es
oponerse al subjetivismo tradicionalmente ligado a la especu
lacin sobre el factor subjetivo, y defender inequvocamente
la tesis de la objetividad del conocimiento y de la verdad. Por
obligacin entiendo las consecuencias que resultan de las
posiciones adoptadas en filosofa, o sea las posiciones mate
rialistas; esta obligacin se extiende tambin a la conciencia
de los peligros corridos en la empresa aqu intentada y que
consista en enriquecer la teora de la verdad objetiva
gracias a la comprensin del papel activo del sujeto en el
conocimiento, con ayuda de elementos tales que permiten
comprender mejor el proceso real del conocimiento, matizar
y profundizar esta comprensin. Sin embargo, en ningn caso
nuestro deber es hacer concesiones a nuestros adversarios
idealistas que usan frecuentemente el argumento del papel
activo del sujeto en el conocimiento para negar su objetividad.
Evidentemente, la solucin del litigio depende en ltima ins
tancia de las posiciones filosficas generales que adopta el
investigador dado; en este caso concreto, la teora precede
claramente a la historia. Cuando estas posiciones filosficas
previas son decididamente divergentes en cierto momento
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solamente se puede comprobar las divergencias de opinin;
pero esto tiene tambin su importancia para la conciencia
terica y, como tal, constituye un paso indispensable hacia
un eventual progreso en este mbito.
Para cerrar todos estos razonamientos, replanteemos la
cuestin con que hemos empezado la presente obra: mienten
los historiadores, cuando pese a disponer de los mismos mate
riales histricos accesibles en una poca dada, escriben historias
distintas? Proporcionan la prueba de la no cientificidad de
la historia, cuando, al final de un cambio de condiciones de la
poca, y no slo a continuacin de un enriquecimiento de
los materiales fcticos, reescriben la historia y, por aadi
dura, la hacen reinterpretndola en otros trminos?
Al finalizar nuestros anlisis, la respuesta negativa a estas
dos cuestiones est fundada: la hemos apoyado con todas
nuestras exposiciones dedicadas al condicionamiento social
del conocimiento histrico, al papel asumido en este cono
cimiento por la actividad del sujeto, a los aspectos particulares
de la objetividad del conocimiento que hemos abordado desde
diversas perspectivas. Ahora debemos aadir algunas obser
vaciones de carcter ms general.
El problema, sorprendente en apariencia, de la variabi
lidad de la visin histrica en los historiadores que viven en
la misma poca y, con mayor razn, pertenecientes a pocas
diferentes en realidad es un problema trivial: la apariencia
de complejidad terica ha surgido del falso punto de partida
aceptado en el razonamiento.
El punto de vista general, considerado en realidad como
un axioma, es que el historiador empieza por los hechos y son
precisamente ellos (los hechos histricos) el objeto de su
estudio y de su conocimiento; el trmino hecho designa
aqu un acontecimiento concreto del pasado. Ahora bien, es
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falso que el historiador inicie su empresa cientfica con los
hechos; tambin es falso que los hechos constituyan el objeto
de su empresa, el objeto sobre el cual ejerce su estudio y su
conocimiento. Estos errores son secuelas de la fe positivista
en un modelo de la historia escrita wie es eigentlich gewesen,
a partir de un mosaico de hechos constituidos que el histo
riador se limita a reunir y exponer. En esta falsa premisa se
encuentra la clave que permite descifrar el problema que
estudiamos.
En su trabajo, el historiador no parte de los hechos, sino
de los materiales histricos, de las fuentes, en el ms amplio
sentido del trmino, con cuya ayuda construye lo que deno
minamos los hechos histricos. Los construye en la medida, en
que selecciona los materiales disponibles en funcin de un
determinado criterio de valor y en la medida en que los
articula confirindoles la forma de acontecimientos histricos.
As, a pesar de las apariencias y de las convicciones difun
didas, los hechos no son un punto de partida, sino un punto
culminante, un resultado. Por consiguiente, nada hay de sor
prendente en que los mismos materiales, semejantes en esto
a una materia prima, a una sustancia bruta, sirvan para
construcciones diferentes. Y aqu es donde intervienen toda
la gama de las manifestaciones del factor subjetivo: desde el
factor efectivo del sujeto sobre la sociedad hasta las ms
diversas determinaciones sociales.
La cosa se complica an ms cuando se considera que el
estudio y el conocimiento histrico slo pueden tener por
objeto, no los hechos particulares captados por separado, sino
los procesos histricos captados en su totalidad. Lo que deno
minamos un hecho, en el sentido de acontecimiento his
trico concreto, es el producto de una abstraccin especulati
va: un fragmento de la realidad histrica es aislado, desligado
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de sus mltiples correlaciones e interdependencias con el
proceso histrico. Cuando un historiador afirma que parte de
tales hechos, su afirmacin no es ilusoria; incluso aunque
lo piense subjetivamente, como buen historiador procede de
otro modo. En efecto, el estudio y el conocimiento histrico
siempre tienen por objeto un proceso histrico en su totalidad,
aunque captemos este objeto a travs del estudio de los frag
mentos de esta totalidad. Nuestro caso es una simple ilustracin
de un problema ms amplio, el de la relacin entre la tota
lidad y la parte: la parte puede ser comprendida solamente
en el marco de la totalidad y sta es accesible al conocimiento
slo por medio de sus partes. Cuanto ms competente es un
historiador, mejor puede llevar a cabo esta tarea; cuanto ms
consciente es el historiador de las implicaciones metodolgicas
de la relacin existente entre la totalidad y la parte, ms fcil
es para l la realizacin de esa tarea.
Tal estado de cosas implica, no obstante, importantes
consecuencias en la prctica misma de la historiografa. Si el
objeto del conocimiento histrico efectivo es el proceso hist
rico en su totalidad y si este proceso es el punto de partida
de los estudios del historiador, aunque no siempre sea plena
mente consciente de ello, la variabilidad de la visin histrica
es entonces una necesidad. Con respecto a una totalidad,
variable por aadidura, que slo puede ser comprendida por
y en sus fragmentos, a travs de sus partes, an cuando
seamos conscientes de la necesidad de disponer estos frag
mentos en el cuadro de la totalidad del proceso, el resultado
obtenido siempre ser imperfecto, puesto que siempre es par
cial. El conocimiento toma necesariamente el carcter de un
proceso infinito que, perfeccionando nuestro saber al avanzar,
a partir de diversas aproximaciones a la realidad captada bajo
sus diferentes aspectos y acumulando las verdades parciales,
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desemboca no slo en una simple adicin de conocimiento,
en cambios cuantitativos de nuestro saber, sino tambin en
transformaciones cualitativas de nuestra visin de la historia.
Aunque los historiadores perciban de modo diferente la
imagen de la historia, cuando disponen de materiales y de
fuentes idnticas y aunque esta percepcin se diferencie a
medida que estos materiales se van enriqueciendo y evolu
ciona la aptitud de los historiadores para plantear cuestiones
y descubrir los problemas disimulados tras estos materiales, el
fenmenoes normal ycomprensible si se comprende el proceso
de conocimiento en los trminos adecuados.
Mienten ios historiadores? Esto puede suceder cuando
buscan objetivos extracientficos y ven en la historia un ins
trumento de realizacin de las necesidades prcticas actuales.
Son numerosos los casos en que as ocurre, pero a pesar de su
importancia social y poltica este problema carece de inters.
En cambio, los casos en que la variabilidad de la visin hist
rica va a la par con la honestidad cientfica y con una inves
tigacin competente de la verdad histrica son tericamente
interesantes. En consecuencia, los historiadores no mienten,
aunque pronuncien discursos diferentes, o en ocasiones con
tradictorios. Este fenmeno es simplemente el resultado de la
especificidad del conocimiento que siempre tiende hacia la ver
dad absoluta, pero esta tendencia slo la cumple en y por el
proceso infinito de la acumulacin de verdades relativas.
Es esto quizs una prueba de la inferioridad del conoci
miento histrico con relacin a las matemticas por ejemplo?
Esta cuestin plantea un problema de inmediato que, desde
hace siglos, es objeto de controversia: el valor de las ciencias
sociales y de las ciencias humanas con respecto a las cien
cias de la naturaleza. La respuesta a esta cuestin implica unos
contenidos ms ricos de lo que da a entender su trivial
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formulacin: todo cuanto hemos dicho sobre el conocimiento
histrico y sobre la verdad histrica; todas nuestras conclu
siones llenas de escepticismo slo prueban que nos enfren
tamos a un tipo de conocimiento diferente que en el caso de
las ciencias de la naturaleza. Y todos los intentos de negar el
valor de las ciencias sociales tales como son; todos los intentos
de reformarlas confirindoles la forma de las ciencias deduc
tivas, como prueba la experiencia, estn condenadas al fracaso,
y su nico efecto es causar numerosos daos a las ciencias as
perfeccionadas. En cuanto a las pretensiones de superio
ridad de tal o cual esfera de estudios y de los mtodos
empleados en ella, todo depende del sistema de referencia, de
los objetivos fijados, de los criterios de valoracin aplicados,
etctera. En todo caso, no hay respuestas ni juicios unvocos
al respecto. Al suponer un sistema de referencia, objetivos de
investigacin y criterios definidos, el conocimiento histrico
puede ser superior, puesto que es ms complejo y est
ligado a la vida de la sociedad. Pero no se trata de esto:
querer establecer una especie de emulacin, sera no slo
hacer gala de falta de seriedad, sino tambin confirmar que
las comunidades cientficas en ocasiones sufren complejos. Lo
que importa, por el contrario, es afirmar y reafirmar que el
conocimiento es distinto, especfico; postular sobre todo que
este conocimiento sea adquirido de modo competente, es decir
con entera conciencia de su especificidad.
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