Mariano Picón Salas PDF
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Consejo Asesor
Ramn J. Velsquez
Eugenio Montejo ()
Carlos Hernndez Delfino
Edgardo Mondolfi Gudat
Simn Alberto Consalvi
Diego Arroyo Gil
Gregory Zambrano
Arte y virtud
Tengo por ese viejo pariente mo, a quien no conoc sino por su leyenda, una admira-
cin casi romntica. No fue precisamente de los parientes prsperos de la familia, por-
que tuvo una extraordinaria fantasa de poeta unida a una singular inventiva manual
que aplic a las cosas ms heterclitas que poda emprender un merideo del siglo XIX
() Soador, creador de cultura, cuando otros iban en caballos briosos arrasando a
Venezuela (Picn Salas, 1962: 293).
Por ese mismo lado paterno tuvo a don Gonzalo Picn Febres, a
quien slo vi a distancia reverencial, sin acercrmele en dos ocasio-
nes, dir de l muchos aos despus al prologar su novela El Sargen-
Mi abuelo que vio llegar a nuestra pequea ciudad montaesa, perdida y olvidada en la
geografa de la Amrica del Sur, grandes inventos como la luz elctrica, el fongrafo y el
cine, profetizaba la volcnica confusin que produciran en las gentes estos extraos artilu-
gios () Los tiempos que nacan haban perdido la medida, el orden y calma que Dios quiso
imprimir a las cosas del Universo. Vamos a tener ms bienes e inventos pero los recibiremos
con espritu ms enfermizo e intranquilo, era su moraleja (Picn Salas, 1962: 1331).
man las cayenas del patio, y por ello hubo tantos merideos que nacieron en 1911 signa-
dos de un interplanetario destino (Picn Salas, 1962: 69).
La biblioteca del abuelo fue una verdadera mina donde encontr los
ms variados tesoros para satisfacer su curiosidad. Para comprobar
cmo era ese otro mundo construido por la imaginacin y los deseos,
a donde un da quera llegar, se dej tentar por la literatura: Como
haba bastantes libros en la casa las fbulas, los sueos, los prejuicios
o la norma moral de los antecesores y como ya me impregnaban los
ms variados espectculos del mundo, me dieron ganas de ser escri-
tor (Picn Salas, 1962: 1347).
En abril de 1916 se public el que se considera su primer texto litera-
rio, Mozas campesinas, en el nmero 15 del peridico merideo Des-
de la sierra, dirigido por Emilio Menotti Spsito.
Como marcada manifestacin de la alta estima que los pueblos de Occidente guardan
para la austera personalidad de Ud., hoy hemos inaugurado en esta ciudad un Centro
de cultura, llevando el nombre de XIX de Diciembre, para el cual fue designado Ud. su
Presidente Honorario. Participacin que tenemos el alto honor de llevar a su conocimiento.
() un recorte del diario El Universal, donde traza un boceto biogrfico del escritor
merideo Felipe Tejera. Y Mariano, ofendido, comenta con su ilustre corresponsal: En el
encabezamiento que le pusieron a esa crtica ma, me dijeron nio de quince aos y para
la poca yo ya haba cumplido diecisis. Le anexa tambin otro recorte de su texto
Bolvar socilogo, publicado en una revista ecuatoriana que no identifica. Eran los
primeros fuegos de la vocacin (Miliani, 2006: 285).
Estacin Caracas
No estaba dispuesto, con mis ganas de cultivar mi espritu, de escribir libros, de parti-
cipar en la viva sociedad de las gentes, a ir a caer en los presidios de Gmez. Es lgico que
uno a los veinte aos se considere del linaje de los mejores; y hasta cundo sta era
otra pregunta los mejores perecen en nuestro pas para que triunfen los ms torpes y
desmandados? No; no hara la ofrenda de mi cuerpo ni de mi alma a ese Saturno goyes-
co que devora a los idealistas suicidas. Quera mi cuerpo veinteaero que me llevaba
briosamente por los caminos del mundo; quera mis ojos y mi mente dispuestos a disfru-
tar de los libros y las obras de arte, y defender mi libertad inalienable (que mora a solas
conmigo y contradice prejuicios y convenciones que todos repiten) y de la que no me
despojara ningn gendarme de los que arrastran a culatazos a los estudiantes. Era,
acaso, preciso huir, como quien abandona una tierra invadida por ratas pestferas (Pi-
cn Salas, 1962: 1379).
Cuentan unos que Po Nono sirvi de fiador a un banquero doloso, quien lo llev a la
ruina. Cuentan otros que se march con los dineros del patrimonio familiar tras las
enaguas de una coupletista de zarzuela, integrante quizs de uno de esos grupos que
recorrieron los teatros venezolanos de provincia para dejarlos llenos de suspiros prodi-
gados por romnticos galanes. Otra historia filial precisa que haba ocurrido un segun-
do matrimonio con su prima Elena Ruiz Fonseca, de quien tuvo tres hijos. Y la familia de
la primera esposa no lo perdon, como tampoco los tabes del incesto que en las tierras
de Los Andes no son simple ficcin garciamarquiana (Miliani, 2006: 289).
Santiago a lo lejos
Nunca he ledo ms que en aquellos aos en que fui empleado de la Biblioteca Nacio-
nal de Chile y pasaban por mis manos para clasificarlas obras de la ms varia catego-
ra () Y con esa capacidad proteica de los veintitantos aos, el gusto de devorar libros
no se contradeca con el mpetu con que asistamos a los mtines polticos y forjbamos
ya nuestro cerrado dogma en apariencia muy coherente para resolver los problemas
humanos (Picn Salas, 1962: XI-XII).
Que el Seor Don Mariano Picn Salas ha cursado en forma brillante sus estudios en el
Instituto Pedaggico, desempeando despus de haber obtenido su ttulo los cargos de
Ayudante, Jefe de Seminario y profesor Auxiliar de Historia y Geografa en este Departa-
mento. En todos estos cargos el Seor Picn Salas ha revelado gran competencia, dedica-
cin al estudio, espritu de trabajo. Por su preparacin histrica, por sus conocimientos
de bibliografa general y especialmente americana, por sus prendas de carcter y eficien-
cia creemos que el Seor Mariano Picn Salas, est en situacin de desempearse con
acierto en la enseanza universitaria o dirigiendo cualquiera de las reparticiones de
una gran Biblioteca (Zambrano, 2007: 42).
Mi esquema actual: Lo que se tiene y lo que se desea. Estado civil: casado. Profesor de
Estado. 12 horas semanales. Bibliotecario 3 Biblioteca Nacional. Profesin inconfesable:
Rebelde de apariencia tranquila. Director de la revista ndice. Escritor. Lo inmediato:
Emancipacin pedaggica? Resultar la Editorial? Paz para escribir. No quiero que
los pedagogos digan de m: este escritor! Y los escritores: este pedagogo! Pero en Amri-
ca hay que ser siempre maestro de escuela (Sucre, 1983: 642).
Lo sensible es que corren tiempos malos. La Meteorologa chilena est en este mo-
mento hecha de tormenta. La crisis econmica que se desboca por instantes y que no
puede ya ser mayor, deviene naturalmente crisis espiritual. Los hombres jvenes esta-
mos viendo, seguiremos viendo cosas horrorosas. La Cultura es en nuestras tierras
bien tan efmero, que se descascara como un estuco al primer manotn brbaro. Vea
Ud. lo que ahora me ocurre a m. Hace 9 aos, casi adolescente an, sal de Venezuela
y me vine a Chile. Hua de la barbarie. Luchando un poco con la vida, segu estudios
todo lo disciplinados y serios que aqu puedan hacerse. Creamos entonces en la efica-
cia que tendran estas cosas Historia, Filosofa, Humanidades Superiores en este
catico medio hispano-americano. Hacamos manifiestos de estudiantes; sostenamos
aun a costa de nuestro sueo y nuestra fatiga, Universidades populares. Yo sal de la
Universidad, por lo menos, con abundantes certificados. Anclo en Chile, me dije; Chile,
buena tierra y alta costa, para los temporales democrticos. El paisaje de Chile est
hecho de quebradas y valles cordilleranos. En uno de esos valles de contemplacin, de
olvido, pasaron largos aos, luchadores americanos como Bello y Sarmiento; en rela-
cin con la Venezuela que yo haba dejado, poda compararme con ellos; y he aqu, mi
querido maestro, que ni en Chile, en la templada tierra chilena de los hombres pru-
dentes, en lo que fue democracia tranquila, encuntranse ahora valles. Vivimos en un
pauperismo intelectual que en el curso de este ao hse tornado irremediable. Yo, que
ya no tengo cmo ganarme la miserable vida material en Chile, estoy en camino de
emprender una nueva aventura Podra Ud. darme un consejo? Quisiera irme a un
pas como Espaa. Se me ocurre que en las empresas editoriales americanistas de
nuestro amigo Sainz Rodrguez podra hallar algn acomodo. Adjunto, le incluyo un
Certificado de identidad funcionaria, que acredita sirvo para algunas cosas. Este Cer-
tificado en copias volanderas y otros que consiga, voy a ponerlos ahora en circulacin
como los pasaportes de un Odiseo sin reposo. Rugole me diga si con mi ttulo chileno
de profesor de Enseanza Secundaria y Normal en las asignaturas de Historia, Litera-
tura y Filosofa, podra hallar cualquier gnero de trabajo en Mxico. Si este servicio
pudiera Ud. hacerlo dentro de sus funciones de Embajador, le quedara muy agradeci-
do He echado una angustiosa carta al destino. En la Vida como en el Arte, lo Pattico
me parece un elemento inferior. Disculpe Ud. si sta es una carta pattica; ya vendrn
ms sosegados das de dilogo (Zambrano, 2007: 40-41).
() intento recoger una visin de conjunto de los das patticos vividos en aquella
tierra y explicarlos con la mayor objetividad posible () Hay en ese libro, principalmente
la tragedia de la vieja gente urbana que form el pas, destruida por las masas rurales
que han retrogradado la poltica venezolana a una etapa de primaria organizacin
pastoril (Zambrano, 2007: 36-37).
Soy un viejo que no espera ya la aurora de mejores tiempos como lo soaba en otros
aos, pero como necesidad vital poseo la creencia ciega de que todos estos criminales que
agarrotan a nuestros pueblos bajo su brutal poder, estn poniendo inconscientemente
toda su maldad al servicio de una gran causa y ayudando al alumbramiento de una
humanidad que sin duda ser mejor (Azuela, 1940: 8).
Hay que vencer cierto comunismo criollo, fantico y sin anlisis, con una decidida
poltica econmica que capte o interese en su esfuerzo a todos los hombres inteligentes. El
hecho es que la sociedad capitalista no nos produce el menor crdito y el menor entusias-
mo. Pero el materialismo comunista, el abstracto racionalismo marxista, no parece tam-
poco una solucin para estas gentes intuitivas, en el fondo espiritualistas, de nuestra
raza (Zambrano, 2007: 44).
Corran los meses y los aos: 1920, 1921, 1922. En el resto del mundo en la China o en
Rusia ocurran grandes sucesos, pero aqu la vida continuaba su cascado ritmo irreme-
diable. Los mismos polticos en el escenario, el mismo mito nacional del boxeador que
gana a las bofetadas, del diputado que pronuncia los ms adjetivados discursos de la
estacin parlamentaria. Todo es aburrido, sin generosidad, invencin o aventura (Pi-
cn Salas, 1934: 125-126).
La pasin venezolana
Por enero de 1936 los viejos parques de Caracas y hasta los dos circos taurinos (el Metro-
politano y el Nuevo Circo) se convirtieron en foros ideolgicos. Los emigrados que vol-
van de los ms antpodas sitios del mundo, que vieron la Plaza Roja, los mtines pari-
sienses del Vel dHiver o la huelga de los mineros asturianos abrieron ante los ojos de la
vida multitud su caja de sorpresas polticas. Se arengaba y se discuta; haba liberales,
socialdemcratas, socialistas de la II Internacional, comunistas, trotskistas y aun numero-
sos inconformes que aspiraban a establecer su propia teora sobre el Estado y la Sociedad.
El lenguaje criollo que se estancara en la simpleza aldeana y la continua represin exigida
por la dictadura o en las formas ya convencionales de los discursos de orden y del seudo-
clasicismo acadmico, reciba un continuo aporte de barbarismos o de nuevas nomenclatu-
ras para revestir las cosas. Surgieron palabras pedantes y difciles como culturizacin,
conglomerado, estructuracin social. Una manifestacin como la que en febrero de
1936 fue a pedir al General Lpez Contreras que ampliara el radio de las libertades pbli-
cas (para hablar en el lenguaje de aquellos das) se llamaba un desfile masivo. Pero a
travs de nuevas palabras, y aun contra el rechazo de los acadmicos, penetraba en la vida
venezolana mayor emocin social y sentido de justicia (Picn Salas, 1962: 242-243).
A todos los que regresan desde el glorioso ejemplo de Miranda hasta el mnimo de los
viajeros de 1936 se les cobra un obligado peazgo sentimental. Es la desconfianza del
sedentario contra el nmade; el explicable temor de que los usos, mtodos y hbitos
mentales que pudimos adquirir en nuestra peregrinacin choque contra el sistema de
defensas y rutinas de los que se quedaron. Aun el compatriota que vuelve, parece dema-
siado intruso. Traemos excesiva presuncin o estamos seguros de que nuestras frmulas
tienen mayor validez que las que practicaron, sin modificacin, en su humillado comba-
te con la vida, las gentes que permanecieron (Picn Salas, 1962: 1428).
() cuando uno por cualquier azar o circunstancia debe desempear un papel pblico
como el que me correspondi a m en Caracas () est expuesto a sufrir toda una red de
intrigas y propsitos oscuros (). Una interesante correspondencia que recibo ahora de
Caracas logra aclararme muchas cosas y explicarme la finalidad turbia de aquellos
intrigantes (). Deseo que mis actos sean moralmente lo ms limpios posibles. Ningn
disentimiento o diferencia ideolgica es bastante para romper los vnculos de gentes que
se conocen desde antiguo, y pueden tratarse y considerarse con la ms amplia caballero-
sidad (Muoz Arteaga, 2001: 24).
Meditar en Europa
Con nuestro gusto escriba Picn Salas un poco retrico de la anttesis, se propala
por aqu que Amrica no necesita de Europa, porque tiene la conciencia de ser distinta.
Lo americano no se basa, entonces, en la afirmacin concreta, sino en la negacin infe-
cunda. Considero que Europa nos es profundamente til si tratamos de penetrar y apro-
vechar para nuestras propias creaciones, los probados mtodos de su vieja civilizacin.
Europa ha sido un continente creador de formas, y el problema de la Cultura es esencial-
mente un problema de forma. Sobre lo particular y lo nacional que interesa a tantos
romnticos existe lo Universal humano. Y una cultura es verdaderamente grande cuando,
remontndose sobre las imgenes particulares, llega como los griegos, los franceses, los
italianos del Renacimiento, la edad de oro de la Filosofa alemana, a descubrir las nor-
mas universales (Picn Salas, 1937: 13).
Ninguna poca como la nuestra, y a pesar de su nfasis populista, tuvo mayor despre-
cio por el hombre. Hemos vivido das de dispora, de nuevas cautividades de Babilonia,
de campos de concentracin, de caceras de hombres en las fronteras; de crmenes polti-
cos (Picn Salas, 1947: 20).
() estudi las estadsticas de exportacin del caf, el cacao, los cueros secos y el olvida-
do dividive, y an llev varios libros sobre plantas tiles de Venezuela por si los qumicos
de Europa se decidan a extraer de ellas prodigiosos blsamos o vitaminas de inextin-
guible salud (Picn Salas, 1962: 1448).
No soy agitador sino un escritor y un hombre de estudio, y si para pensar voy a estar
fuera de la Repblica yo no descender jams a ese combate de injurias y maledicencia
personal que entre nosotros, por desgracia, se ha confundido con la lucha poltica, ello
no significa que para la gran lucha la de hacer una Nacin y vencer el atraso y la
injusticia que soportamos tantos aos, est siempre presente (Picn, 2004: 337).
Aqu estamos, desde las pginas de esta revista en emocionada contemplacin y bs-
queda de Venezuela () Porque es una labor que aspira al servicio comn; porque trata
de reunir lo que est disperso, porque pide ante el hombre, el tema, la expresin venezo-
lana, el ms atento y entusiasta examen, quisiramos cumplirla con virtud de modestia.
Slo con disciplina, con un puado de verdades sencillas bien clarificadas, se puede
hacer poltica de masas. Yo me ofrezco para dentro del plan de Uds. presentar un esque-
ma educacional, integrado al ideario social comn. Y por si se ofreciera un inesperado
retorno a la tierra preparara todo un ciclo de conferencias sobre estos problemas con los
que podra recorrer el pas moviendo opinin. A los argumentos y sentimientos persona-
les que van a esgrimir el da en que vuelvan otros expatriados, nosotros debemos contes-
tar presentando soluciones (Siso Martnez y Oropesa, 1977: 178-179).
() el hombre siempre anhela aunque slo sea para que lo escuchen y lo comprendan
generaciones venideras signar el testimonio de su paso. Antes de que nos llegara aque-
lla muerte, aquel temor que rubricaba tristemente nuestra despedida en Times Square,
haba que salvar nuestro testimonio.
Para liberarme un poco del absorbente trabajo burocrtico venezolano que por el
momento me abruma y no quiero decir que me estupidiza, estoy a punto de aceptar una
invitacin que se me formula desde los Estados Unidos para pasar seis meses all en
turismo universitario, hablando de letras latino-americanas.
colonial siglo XVIII. Esto lo confieso siempre produjo en mi espritu conflicto entre
mis ideas y mis emociones, porque si la inteligencia aspiraba a ser librrima, el corazn
permaneca atado a esa como aoranza de un paraso perdido. Escrib un librito, Viaje
al amanecer, como para librarme de esa obstinada carga de fantasmas y seguir ligero
de equipaje como en el verso de Antonio Machado mi peregrinacin por el mundo
(Picn Salas, 1962: IX).
Sin pasado vivo no hay presente. El presente es la ltima explicacin del pasado. La
tradicin es un fenmeno vital, histrico, se dira mejor. La tradicin es la expresin no
del pasado sino de aquellas esencias que, por vitales, por esenciales perduran y atravie-
san el tiempo y el espacio y se nos dan con la lucidez de su gracia o de su fuerza. La
tradicin es como el cordn umbilical que ata lo que el tiempo rompe y el espacio ordena
(Abreu Gmez, 1943: 10).
El tiempo para el que nace en Mrida es como un tiempo denso y estratificado (tan
diverso de ese tiempo nervioso y olvidadizo que se vive en lugares ms modernos); el
pasado se confunda con el presente y personajes que vivieron hace tres siglos o no vivie-
ron sino en la medrosa fantasa de algunos merideos, eran los testigos obstinados de
nuestra existencia cotidiana (Picn Salas, 1943: 23).
Creo que el mrito de la obra que me ha ocupado completamente en los dos ltimos
aos es suscitar el inters para el estudio de problemas mal conocidos o mal definidos de
nuestro proceso histrico, y dar los elementos de juicio y documentacin para afirmar la
unidad de la cultura hispano-americana. Quizs por haber vivido en varios pases de
Amrica y sentirme buen ciudadano de nuestro continente indo-espaol, he tratado de
superar todo prejuicio nacionalista y lograr, hasta donde ello es posible, una perspectiva
americana. Creo que por esto y porque mi libro es ante todo obra de sntesis tendr
utilidad. Me he permitido dedicar la obra a Ud. como testimonio de la antigua admira-
cin que le tengo, y porque ya le dije alguna vez que Ud. personificaba lo que para m
debera ser la cultura hispano-americana: claridad conseguida con disciplina; acata-
miento a la forma contra la otra tendencia de entregarse a los frenticos y ciegos nme-
nes del desorden (Zambrano, 2007: 81).
Contra el inmediatismo:
conciencia histrica
T sabes que he sido judo errante a pesar mo. En ningn sitio como en mi pas me
gustara estar y debera estar, pero tambin recuerdo con un poco de amargura aquellos
meses en que esperando la gracia que vena de Palacio, llegu a tener la sensacin terri-
ble de que era intil o que las cosas para las que yo serva, no eran las que interesaban en
una tierra tan impresionante y verstil como la nuestra. Y por eso paseo por el mundo
una especie de Venezuela ideal que es de la que siempre hablo y de la que siempre me
preocupo (Muoz Arteaga, 2001: 95-96).
La dolencia de la poca como todos ustedes lo saben es haber hecho de la vida una
maratn hacia el dinero, un pragmatismo esterilizador de otras formas ms altas de
existencia, que acaso explique por qu hay en este mundo tanto residuo de angustia,
tanta nostalgia de felicidad y de tanta neurosis. El hombre mira todo, menos el aseo y
armona de su alma. Sofrosine y Eutimia, dos maravillosas virtudes griegas, huyeron de
este estrpito sin finalidad, de este no saber a dnde se marcha que es el terrible signo de
la civilizacin contempornea (Picn Salas, 1997: 30).
() Mxico le debe una importante obra editorial. Fund con Alfonso Reyes y Daniel
Coso Villegas la coleccin Tierra Firme y ayud y asesor la articulacin de la Biblioteca
Americana del Fondo de Cultura Econmica. Colabor activamente con Jess Silva Her-
zog en la primera poca de Cuadernos Americanos. Adems de esa obra editorial, con-
viene tener presente su obra universitaria. Mariano Picn Salas fue uno de los maestros
que, junto con Jos Gaos, Jos Miranda y Daniel Coso Villegas, fundaron el Centro de
Estudios Histricos de El Colegio de Mxico (Castan, 2000: 481-482).
Comprender a Venezuela
Este libro, que fue muy bien recibido por la crtica. Se acompaa de
un prlogo que ha sido visto como un manifiesto autocrtico, de un
rico valor autobiogrfico: Pequea confesin a la sordina, que es, al
mismo tiempo, una sntesis precisa de su pensamiento esttico.
Ese ao le trae tambin otros logros editoriales: el Instituto Paname-
ricano de Geografa e Historia, con sede en Mxico, publica en la edi-
torial Fournier el ttulo Suramrica: perodo colonial y en Caracas cir-
cula su biografa de Simn Rodrguez.
A finales de ese ao aparece Los das de Cipriano (Historia venezola-
na del 900), que tuvo una excelente acogida por la crtica y vendi la
aquel prspero comerciante venido a menos, que una vez parti de-
jando tras de s rumores, chismes y maledicencias como la comidilla
de las rancias familias merideas. Hasta hoy queda algo oscuro de aque-
llos das. Y no falta alguien que sin procurar la verdad o abrigar la
mnima duda o discrecin, todava le quiera cobrar al hijo las deudas
del padre, como habra reprobado Mart.
En 1954 comparte con Arturo Uslar Pietri el Premio Nacional de Li-
teratura, en prosa. Viaja a Nueva York para asistir al coloquio sobre El
arte y la libertad de creacin, que ha convocado la Universidad de
Columbia. La secretara general de la X Conferencia Interamericana
publica su libro Perspectiva de la pintura venezolana, en Caracas. Tra-
baja sin cesar, como lo ha venido haciendo en sus aos de exilio, en
Venezuela y en tantos otros pases que ha recorrido. Siente la fatiga
propia del esfuerzo sostenido, muestra los signos de su cansancio, como
se lo coment a Alfonso Reyes:
() trabajo en mil cosas para ganarme la vida en esta ciudad tan cara y exigente, eso
como es natural me afecta la salud, se me revuelve el hgado y me sube la presin
arterial por tantas cosas incmodas. En verdad es que en esta poca del confort yan-
qui, vivimos con el alma completamente inconfortable.
Picn Salas capta con breves trazos la poca, y ya sabemos que su persistente nostalgia
del pasado (individual) es una constante en su ficcin. Est personalmente tan atado a
sus tradiciones y a las costumbres y tiene una sensibilidad tan aguda y una conciencia
tan incesante que no hay lugar de la novela donde el pasado no sea asunto de venera-
cin o de descripcin erudita, como si la cultura del narrador fuera parte de la estructu-
ra de la novela o de ese mundo (por dentro) que es la novela (Consalvi, 1996: 438).
Con Castro y con Prez Jimnez, especialmente, los venezolanos aprendimos para siem-
pre qu cosa tan peligrosa es el caudillo armado que no se satisfaga con contar sus
vacas, sus presos y sus acciones en el banco, porque pretende hacernos partcipes de sus
ideales (Picn Salas, 1962b: 16).
En ese pas que est tratando de simular una vida normal subyace el
acecho de una distorsionada idea de lo nacional y el abuso de un
falso nacionalismo. Picn Salas prosigue su labor literaria y educati-
va. En julio la Universidad Central de Venezuela le otorga el ttulo de
Doctor Honoris Causa en Filosofa y Letras.
Se conciliaba as en el suelo patrio un reconocimiento cnsono con
sus pasiones: escribir y ensear, como una forma de compartir la com-
paa humana. Como l mismo aspiraba, era necesario vencer la sole-
dad y el desaliento, para seguir buscando en los libros y las ideas aque-
llos arquetipos que nos remontan de la pasin y el accidental frenes a
ms serena zona de justicia y belleza; sin duda, las humanidades y
las letras le depararon la ms sosegada y consoladora felicidad.
El milagro de la sencillez
Mejor es comprender. Si hay algo de dramtico en la misin del escritor en estos pue-
blos que, ms que las bellas frases, parecen demandar las mquinas del ingeniero o las
grandes botas del pioneer, es que, como ellos, tambin estamos descubriendo, trazan-
do, explorando; tratamos de crear un Universo moral, una conciencia de perduracin
que nos eleve del estado de Naturaleza al estado de Cultura (Picn Salas, 1935: 13).
Picn Salas tuvo siempre un sentido muy claro de nuestra historicidad, que no confun-
di con el historicismo imperioso. No somos seres adnicos ni prepotentes o nuevos de-
miurgos que van a abolir la Historia; seres relativos y frgiles, pertenecemos a una
poca y a una civilizacin que tambin son mortales o, a lo sumo, no son ms que la
continuidad de otras. Pero nunca accedi a reconocerle a la Historia una prepotencia
sobre el individuo; mucho menos en los pases latinoamericanos, donde la individuali-
dad todava no ha logrado encontrar la verdadera fuerza con que la conciencia se opone
a los arbitrios infamantes del Poder; no es lo que prueba el creciente renacimiento de
nuestros militarismos? Por ello libr siempre su combate contra todo determinismo en la
Historia, contra toda forma de opresin de la conciencia. Contra los viejos y los nuevos
inquisidores (Sucre, 1983: XXX).
Hacer la patria para los venezolanos de hoy es, por eso, recogerla en su dispersin;
crear entre tantas generaciones beligerantes una posibilidad de acuerdo. () Al escribir
una Historia literaria, el autor no puede olvidarse de los reclamos y la pasin de su
tiempo () A otros, el sueo difcil y acadmico de una historia objetiva, tan fra y tan
fiel que parezca una entelequia (Picn Salas, 1940: 11-12).
() el escritor deba penetrar ms all del pellejo de las gentes, morderles las entraas
y desasosegarlas como el buitre de Prometeo, palparles hasta sus evasiones y sus silencios,
para acercarse al mensaje que slo la literatura puede ofrecer (Picn Salas, 1962: 1349).
Medido con la tabla de ciertos valores de figurar y poseer muy vigentes en mi pas
quiz fui un hombre sin xito. No llegu a ministro, Presidente de la Repblica ni accio-
nista de minas, barcos y aviones. Cuando tuve algn dinero en el banco se nutra del
pequeo trabajo cotidiano de dar clases a un grupo de muchachos, o de escribir en los
peridicos sencillas reflexiones sobre el arte, la vida y los libros. Era trabajador entusias-
ta y nunca me faltaban algunas metforas o algunas ideas. Si hubiera sido rencoroso
quizs alegara que otros con ideas oscuras y menor diligencia alcanzaron situaciones y
premios ms altos (Picn Salas, 1962: 1446).
Al final de la travesa
El legado intelectual
An me queda el escrpulo de que cuando era joven pareca abrumarlos con mi docu-
mentacin y, quizs, con mi pedantera. Les resultaba incmodo y preferan aislarme
con helada compostura. Pagu siempre caro mi menosprecio de la rutina, el gusto de
decir una paradoja o torcer el conocimiento vulgar y refranesco en que se asienta la
conducta de muy orondas y poderosas gentes (Picn Salas, 1962: 1447).
Directa
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Arte y virtud
9
Estacin Caracas
27
Santiago a lo lejos
37
La pasin venezolana
53
Meditar en Europa
61
Comprender a Venezuela
99
El milagro de la sencillez
107
Al final de la travesa
125
El legado intelectual
133
Bibliografa
139
Ttulos publicados
Primera etapa / 2005-2006
11. Joaqun Crespo / Ramn J. Velsquez / Tomo I y Tomo II
12. Jos Gregorio Hernndez / Mara Matilde Surez
13. Aquiles Nazoa / Ildemaro Torres
14. Ral Leoni / Rafael Arriz Lucca
15. Isaas Medina Angarita / Antonio Garca Ponce
16. Jos Toms Boves / Edgardo Mondolfi Gudat
17. El Cardenal Quintero / Miguel ngel Burelli Rivas
18. Andrs Eloy Blanco / Alfonso Ramrez
19. Renny Ottolina / Carlos Alarico Gmez
10. Juan Pablo Rojas Pal / Edgar C. Otlvora
11. Simn Rodrguez / Rafael Fernndez Heres
12. Manuel Antonio Carreo / Mirla Alcibades
13. Rmulo Betancourt / Mara Teresa Romero
14. Esteban Gil Borges / Elsa Cardozo
15. Rafael de Nogales Mndez / Mirela Quero de Trinca
16. Juan Pablo Prez Alfonzo / Eduardo Mayobre
17. Teresa Carreo / Violeta Rojo
18. Eleazar Lpez Contreras / Clemy Machado de Acedo
19. Antonio Jos de Sucre / Alberto Silva Aristeguieta
20. Ramn Ignacio Mndez / Manuel Dons Ros
21. Leoncio Martnez / Juan Carlos Palenzuela
22. Ignacio Andrade / David Ruiz Chataing
23. Teresa de la Parra / Mara Fernanda Palacios
24. Cecilio Acosta / Rafael Cartay
25. Francisco de Miranda / Ins Quintero