Francesca Woodman PDF

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 52

Francesca Woodman 1958-1981

Francesca Woodman
Francesca Woodman aparece y desaparece
en sus fotografas casi con la misma
fugacidad con que apareci y
desapareci en su propia vida, tan breve
que ya es un espejismo, ms an por todo
lo que ha cambiado el mundo desde su
desaparicin definitiva. Francesca
Woodman hizo su primera exposicin
cuando tena dieciocho aos, en 1976, y
se suicid en 1981, meses antes de
cumplir veintitrs. La muerte tan
temprana la dej congelada en un
tiempo ms alejado de nosotros por la
tecnologa que por la cronologa, porque
el principio de los aos ochenta es esa
poca borrosa en la que no exista nada
de lo que ahora damos por supuesto, en
el que las fotos se revelaban
qumicamente y las cmaras llevaban
pelcula, cuando las cartas se escriban
sobre papel y se mandaban por correo y
los telfonos solo servan para hablar y
estaban anclados a una pared con un
cable.
Francesca Woodman, tan joven, haca
fotos de s misma que parecan a veces
de una poca mucho ms antigua,
imgenes victorianas de mujeres
medio diluidas en sombras o de
fantasmas de mujeres, convocados
tramposamente por alguna mdium con
pretensiones de rigor fotogrfico. Y los
lugares en los que prefera retratarse
eran habitaciones vacas en casas
abandonadas en las que podra haber
aparecido y desaparecido uno de los
fantasmas esquivos de los cuentos de
Henry James.

Francesca Woodman tena los rasgos


delicados y la melena larga y lisa de
una herona de pintura prerrafaelita,
pero su talento era demasiado grande
como para dejarla caer en la tentacin
del pastiche. En el descaro de retratar
tantas veces su propio cuerpo desnudo
haba ms de solitaria introspeccin
que de narcisismo.
Apareca y desapareca, se mostraba y
se ocultaba. En algunas fotos se
tarda en saber dnde est, qu hace.
Se ve un armario con diversos
estantes en los que hay animales
disecados y en uno de los huecos se
esconde a medias una figura
encogida, ella misma, la cabeza
asomando por una puerta de cristal
entreabierta, la melena derramada
sobre la tarima del suelo. Los
espacios en los que se fotografa son
ya lugares de ausencias, casas que
fueron habitadas tal vez durante
generaciones y en las que desde hace
mucho tiempo no vive nadie, salones
con chimeneas en las que no se
enciende el fuego, con paredes que
se han ido desconchando y techos en
los que se ha filtrado la humedad,
con alacenas vacas en las que solo
habr olor a rancio y tal vez a
excrementos de ratones, con espejos
escarchados en los que se reflej
gente olvidada.
En esos lugares del pasado instalaba
su cmara Francesca Woodman, que
no tena ms de veinte aos, y que en
la escuela de artes a la que asisti en
Providence aprendi tambin a
manejar la tecnologa ms moderna
de entonces, el vdeo, el vdeo en
blanco y negro. Se la ve entrar en una
habitacin despojada en la que solo
hay una silla y junto a ella una jarra
de latn. Se quita el vestido delante
de la cmara inmvil, se quita las
zapatillas, los calcetines altos. Se
queda desnuda y se pone en pie. Se
echa por la cabeza el lquido blanco
que hay en la jarra. Se tiende en el
suelo. Se recuesta de lado, sobre las
tablas desnudas. Se levanta luego y en
el suelo queda el contorno vago de
su cuerpo, casi como esas sombras de
muertos que quedaban en los suelos y
en las paredes de las casas de
Hiroshima, o como el contorno de un
cadver que dibujan los forenses en
la escena de un crimen.
El vdeo es muy rudimentario, la cmara
fija, el sonido rasposo. Pero su misma
tosquedad le da un poder de sugestin
del que suelen carecer ese tipo de
simulacros. No es una artista haciendo
cosas de artista, sino una mujer sola en
una casa desierta, una mujer muy joven,
frgil en su desnudez y tambin firme y
decidida, apareciendo y desapareciendo,
despojndose de la ropa y quedndose
inerme delante de una cmara,
ofrecindose a ella pero tambin
eludindola.

Tantos aos despus el efecto de las


imgenes es todava ms melanclico. Yo
las vi por primera vez en un documental
de Scott Willis sobre Francesca Woodman
y sus padres, The Woodmans, uno de esos
documentales que no duran ms que una
o dos semanas en un cine recndito, que
desaparecen casi cuando estn todava
recin aparecidos. El padre de Francesca
Woodman es pintor, la madre ceramista.
A diferencia de su hija, detenida para siempre en
esa primera juventud que ha fortalecido
inevitablemente su leyenda, ellos se han hecho
viejos; tambin a diferencia de Francesca,
ninguno de los dos ha obtenido mucho
reconocimiento. Al duelo sin alivio por la muerte
de una hija de veintids aos se mezcla lo que
Henry James llam the madness or art: la locura
del arte, la sinrazn de dedicarse obsesivamente
a l, de concederle un valor tan desmedido que
acaba daando la propia vida, las vidas
cercanas. Con ms de ochenta aos Betty
Woodman sigue haciendo murales de cermica en
colores chillones que decoran patios de
embajadas, fachadas de centros culturales; ms
viejo, tal vez ms daado por el recuerdo de la
hija, George Woodman pinta laboriosamente
cuadros abstractos que probablemente no va a
comprarle nadie, porque al cabo de tantos aos
de sacrificarlo todo a la pintura no ha logrado
casi nada. La locura del arte es tambin la
injusticia del arte: ni Betty Woodman ni George
Woodman tendrn nunca una retrospectiva en el
Guggenheim.
De ninguno de los dos habramos
odo hablar si no fuera por esa hija
que con veintids aos se tir
desde la terraza de un edificio de
Nueva York. El relmpago de
originalidad que hay en las
fotografas que Francesca Woodman
hizo a lo largo de unos pocos aos,
entre la adolescencia y la primera
juventud, siempre ha estado ausente
del trabajo de sus padres. Ella
perdura en la insolencia de un
cuerpo que se ofrece y se escapa,
unas veces velado por la penumbra,
otras impdico y frontal, en una
cara tan joven que no ha perdido
todava las redondeces de la
barbilla y de los pmulos: Betty y
George Woodman continan
trabajando con un fanatismo de
ancianos que se resisten a la
jubilacin a pesar de que ya andan
encorvados y tienen las manos
nudosas de artritis.
Pero es preciso dejar a un lado en lo posible
la leyenda pstuma de Francesca Woodman
para mirar esas fotografas: sin ver en ellas un
anticipo de la muerte tan prxima, sin
sucumbir a la mitologa del artista joven que
no habra necesitado vivir ms porque lo dio
todo en un borbotn de genialidad que fue
tambin un acto de sacrificio. En un museo
tan poco propicio habitualmente a la sutileza
como el Guggenheim, tan marcado por la
espectacularidad de su arquitectura y por la
tendencia al efectismo de sus exposiciones, las
fotos de Francesca Woodman entreabren un
espacio de misterio y silencio que alude a la
mdula misma de ese arte tan raro al que ella
eligi dedicarse. Visto y no visto. Aparicin y
desaparicin. Lo que revela como ningn otro
medio la fotografa, es nuestra condicin de
fantasmas.

www.elpais.es

Antonio Muoz Molina,


31 de marzo de 2012
58 - 19 81
m an 19
a Wo o d
r ance sc
F
Mi vida en este punto es como un sedimento
muy viejo en una taza de caf y preferira
morir joven dejando varias realizaciones en
vez de ir borrando atropelladamente todas
estas cosas delicadas.
El 19 de enero de 1981 Francesca Woodman se
suicid saltando por una ventana del Lower East
Side de Manhattan

Pau Rodrigo 2012

También podría gustarte