Aguilar y Siskind, Visitas Culturales PDF

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PROGRAMA INTERUNIVERSITARIO de HISTORIA POLITICA VIAJEROS CULTURALES EN LA ARGENTINA (1928-1942) por Gonzalo Aguilar y Mariano Siskind Avatares del viajero Durante el siglo x1x, numerosos viajeros —intelectuales, cientificos y comerciantes—, dejaron testimonio escrito de su estadia en nuestro pais. Sus escritos, mezcla de saberes y experiencias diversas, posibili- tan un ingreso en la historia argentina por sus intersticios y margenes. ¢Pertenecen estos textos a la literatura argentina o deben ser leidos fuera de ella? A principios del siglo xx, los que Ilegaron ala Argenti- na durante los festejos del Centenario, inauguraron nuevas modalida- des de descripcién y de intervencién publica. Visitantes ilustres, estos visjeros expresaron sus opiniones sobre la vida social y registraron modos y practicas, personalidades y acontecimientos, costumbres y configuraciones culturales. Pero nunca Ja Argentina recibié tantos viajeros dispuestos a intervenir en los espacios culturales y politicos como en el periodo que se extiende desde mediados de la década del veinte hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. De sus anteceso- es conservan la curiosidad y el espiritu inquisitivo; sin embargo las huellas de su recorrido en la literatura argentina tienen un caracter es- pecifico, Desde comienzos de la década del veinte, con los movimientos de vanguardia pero también con los traslados que permitian los adelan- tos técnicos, comenzé a fortalecerse —en términos materiales— la po- sibilidad de una comunidad internacional de intelectuales y artistas que se desplazaban por diversas ciudades, dictaban conferencias y es- cribjan sobre las ideas de un presente compartido.' Es el momento de ' Dice José Ortega y Gasset en la conferencia que dict6 en el teatro Odedn de Buenos Aires, el 15 de noviembre de 1916: “Hemos vivido a miles de leguas vosotros 367 una transformacién de las dimensiones espaciales, cuyos simbolos mis visibles son el transatlntico y el aeroplano, y que las vanguardias latinoamericanas se apresuran a usar en funcién de su programa cos- mopolita. En este programa, la Ilegada de un viajero —artista o ime- lectual— desempefiaba un papel estratégico: su presencia era una de- claracién de principios, !a bandera de una facci6n local, Los lugares de encuentro solian ser las conferencias y las exposiciones pero también los banquetes, modalidad vanguardista por la que pasaron el futurista Filippo Marinetti, el miisico Ernst Ansermet, el poeta Jules Supervie- Ie. En estos acontecimientos, los protagonistas fueron las revistas Proa y Martin Fierro, elicaces y dinamicas aunque sus estrategias, de- bido a su precariedad econémica, dependieron de instituciones més sélidas materialmente como las universidades o la Asociacién Amigos del Arte, fundada en 19242 Una vez concluida la experiencia martinfierrista, el viajero de van- guardia desaparece de la escena literaria como lo demuestra la pacifi- ca recepcién que tuvieron las conferencias de Ramén Gémez de la Serna en 1931. Si este itinerario no Hlegé a constituirse como vanguar- dista fue porque en esos afios ya no existia el grupo y la publicacién que pudieran darle un marco de conflicto a esta visita.’ No sdlo cam- bia la actitud de los receptores sino aquello que se exige del visitante cultural: hacia fines de los afios veinte, el viajero vanguardista es sus- tituido por el viajero de la identidad. : Entre 1928 y 1929, tres viajeros satisfacen plenamente esta ansie- dad o demanda simbélica: el filésofo espaiiol José Ortega y Gasset (1883-1955), el aleman Herman von Keyserling (1880-1946) y el es- critor norteamericano Waldo Frank (1889-1967). Los tres asumieron aconciencia el papel asignado: en los escritos que resultaron de sus vi sitas predomin el tono didactico, las definiciones de lo argentino y has profecias sobre el “pueblo joven” o embrionario. Ortega y Gasset, por ejemplo, sostuvo en 1929 que “por falta de auténticos viajeros no se ha ejecutado atin el mas ligero intento de definir el alma argen- de mi y yo de vosotros [...}. Tenemos por lo menos una dimensién comin: la de lt fecha, la de la época, el tiempo en que vivimos. Por nuestras venas corre la sangre de este siglo joven que padece iniciacién tan turbulenta” (“El novecentismo”, en Medi- taciin del pueblo joven y otros ensayos sobre América, Madrid, Alianza, 1995) * La asociacién fue fundada por Adelia Acevedo y su directora fue Elena Sansi- nena de Elizalde quien, asesorada por el eritico y profesor Julio Nog, se encargo de trace a lt mayoria de los conferencistas del perfodo, “Para un anilisis del frustrado viaje de Ramén Gémez de la Serna en 1925 y 80- bore las caracteristicas del viaje vanguardista, ver Gonzalo Aguilar, “El cuerpo y St sombra. Los viajeros culturales en la década del 20”, en Punto de Vista, N° 59 (di- ciembre de 1997). 368 tina”.! El filsofo espafiol ~pero en igual medida Frank y Keyser ling— se propusieron con su palabra y su presencia despertar al ar- gentino de su hechizo narcisista 0, usando las antiguas metiforas socriticas, actuar como parteros y tibanos a un tiempo. El fildsofo- médico Keyserling, el maestro-filésofo Ortega o el narrador-politico Waldo Frank buscaron ese espacio de legitimacidn para que su men- saje se convirtiera en herramienta de un cambio. Ellos tres, sobre todo Frank —quien propuso el proyecto— y Or- tega —quien le puso el nombre—, desempefiaron un papel crucial en fn fundacién de la revista Sur y la figura de su directora, Victoria Ocampo, se recorté como la interlocutora privilegiada de estos visi- tantes. Si para los vanguardistas el viajero funcioné como punta de lanza o barreno, para Sur fue un puente hacia la idea de universalidad. Vietoria Ocampo incerviene aqui polémicamente, al entender que existia, en la cultura argentina, un “innato poder de asimilacidn” * Elestilo discursivo de estos viajeros encontré una amplia recepcién que se confirma en la revista Sur y, principalmente, en Radiografia de la Pampa, de Ezequiel Martinez, Estrada (1895-1964) y en Historia de una pasion argentina, de Eduardo Mallea (1903-1982), quien fue el tra- ductor de las conferencias que Frank dicts en Buenos Aires, Todavia en 1933, la temética de la identidad contintia vigente con la publica- cién de Meditaciones Sudamericanas, del conde de Keyserling, libro escrito luego de su visita y que levanta resistencias y criticas. De todos modos, pese a las protestas que provoca, es notable cémo los viajeros culturales instalan un temario y una modalidad para acercarse a esos problemas. Pero, a partir de 1936, el carécter del viaje cultural cambia nuevamente. Son los tiempos de la guerra civil espafiola y de los ini- cios de la Segunda Guerra Mundial: los debates son otros y el estatuto de los viajeros se modifica. Muchos viajeros son ahora expatriados 0 refugiados que arriban a Buenos Aires sin saber con precisién cudndo van a poder retornar a sus paises de origen. Aun los regresos de dos insignes viajeros de la identidad como Ortega y Frank tendrén un sen- tido totalmente diferente al de sus anteriores visitas. Desde el punto de vista de las preocupaciones intelectuales, los conflictos bélicos produjeron un desplazamiento de Jos discursos de la identidad a los de la crisis general de la cultura: qué deben hacer los intelectuales, los escritores, los poetas cuando el futuro esti en peligro? ", en Meditacién del pucblo jo- * José Ortega y Gasset: “El hombre ala defensi ven y otros ensayos sobre América, op. ct * Victoria Ocampo sostiene esta posicién en “Argentinidad de extranjerizantes”, Testimonios. Sexta serie 1957-1962, Buenos Aires, Sur (1963), donde celebra el “e tranjerismo impenitente y maximo” de autores como Giiiraldes o Borges. 369 La pregunta squiénes somos? cedié ante la urgencia de ia pregunta po- litica por excelencia: squé hacer? (y la crisis del presente suscité una re- convencién sobre el pasado: ¢qzé hicimos?). Lo que estaba en cuestién era la universalidad de los valores de la civilizacién y la necesidad de tomar partido ante el peligro de su eventual derrota o desaparicién. En este contexto, el xIV Congreso del PEN Club fue la manifestacién local de este pasaje de un tipo de viajero a otro y sus debates giraron en torno al papel de los intelectuales frente al nuevo estado de cosas, Este con- greso, que se realizd en Buenos Aires entre el 7 y el 16 de septiembre de 1936, conté con las participaciones de Giuseppe Ungaretti, Stefan Zweig, F. 'T. Marinetti, Jules Romains, Benjamin Crémieux, Alfonso Reyes, Jacques Maritain, Henri Michaux. Y entre los argentinos, Carlos Ibarguren, Victoria Ocampo, Manuel Galvez y Eduardo Mallea. Parale- lamente, se realizaron unas reuniones auspiciadas por el Departamento de Cooperacién Intelectual de la Sociedad de las Naciones, a las que se sumaron —entre los que participaron en Ja del PEN— Pedro Henri- quez Ureiia, Francisco Romero y desde Europa, con una conferencia por escrito, el can de Keyserling.” Aunque para Ja critica slo existe un elenco estable de viajeros (Frank, Ortega, Keyserling) basado en la importancia de sus interven- ciones, hay que tener en cuenta que en ese momento se produce una explosién demogréfica de los visitantes y que junto a estas influyentes figuras, legan otras, a veces mas discretas, a veces con un efecto a més largo plazo. Entre estas tiltimas podemos incluir a Witold Gombrowicz ys entre las primeras, al escritor francés Paul Morand y al poeta ruma- no Benjamin Fondane. La lista, de todos modos, seria interminable y cadtica. Durante sus periédicas visitas a Buenos Aires, por ejemplo, ¢l director Ernest Ansermet caus6 una inmediata y profunda impresién, pero el caracter de su oficio y de sus intervenciones (direccién de con- ciertos, formacién de miisicos) disminuyé —injustamente— su impor tancia histérica.t También en el teatro hubo visitas importantes, entre las que sobresalieron las de Federico Garcia Lorca durante 1933-1934 * Henri Michaux no sintié ninguna simpatia por nuestro pais, pero siguis rela cionado con él por medio de Angélica Ocampo y de Jorge Luis Borges, que tradujo algunos de sus textos. En “Un peuple et un homme” ie recriminaba a nuestro pats sv falta de epicidad, por lo que recibié una icida critica en el diario La Nacién, 7 de mar- zo de 1938. Ver Ewvres completes, I, Paris, Gallimard-de la Pléiade, 1998. * Sobre las repercusiones del Congreso de 1936 ver Celina Manzoni, “Cémo s¢ vieron, La autorrepresentacion de los intelectuales (Buenos Aires, 1936)”, en AAW Sesgos, cesuras y métodos, Buenos Aires, Instituto de Literatura Hispanoamericana (en prensa). * Sobre las estadias de Ansermet en Buenos Aires, ver Doris Meyer, Victorit Ocampo. Contra viento y marea, Buenos Aires, Sudamericana, 1981. 370 y Luigi Pirandello. Y algunas menos ilustres, como la del historiador b tinico Philip Guedalla, autor de Argentine Tango (1932), que se convir- tid en un personaje de “El acercamiento a Almotésim” de Borges. En 1936, lleg6 el poeta y dramaturgo norteamericano Archibald McLeish, como periodista de la importante revista Fortune, para escribir el repor- taje “La Argentina del Rio de la Plata, la Argentina de la Pampa” que incluyé en su libro Los irresponsables.? La enumeracién es arbitraria ¢ incompleta pero sirve como muestra del multitudinario desfile de es- critores que hace del viaje un fenémeno cultural amplio y heterogéneo, y de Buenos Aires, el mayor mercado de conferencias del mundo.” La escena de interpelacion La construccién del escenario en el que se desplegard la perfor- mance del viajero cultural implica la participacién de varios factores: por un lado, una oferta econémica para seducirlo y Ia solidez material de las instituciones que organizan estas visitas y las difunden. Y por otro lado, en una dimensién simbélica, el espacio en el que la palabra del viajero adquiere valor y en el que la interpelacion respecto de la identidad se vuelve productiva. Esta puesta en escena implicaba, entonces, toda un inversién eco- n6mica y cultural que sélo se explica porque determinados grupos ¢ instituciones (sobre todo Amigos del Arte y, a partir de su creacién en 1931, la revista Sur) tuvieron una concepeién programitica del viaje intelectual al que le asignaron una funcién instrumental clave en el de- sarrollo de la cultura. Ante la insistencia de esta empresa en la que se invierten bienes materiales y simbélicos, cabe preguntarse gcudles son has potencialidades y los limites de semejante programa? zPor qué las primeras impresiones surgidas de una “residencia insuficiente”, segtin Ja expresién de Mallea, eran tan apreciadas? ; Qué expectativas se de- Positaba en ese saber? El tépico de la inferioridad cultural resulta de- * El texto de McLeish estd construido en torno al tépico de las dos Argentinas, Sobre su visita y las polémicas alrededor de Los trresponsables, ver Scott Donaldson, Archibald McLeish. An American Life, Boston Houghton Mifflin, 1992. Ver ademis Adrian Gorclik, “Buenos Aires y el pais: figuraciones de una fractura”, en Carlos Al- tamirano ed,, La Argentina en el siglo xx, Buenos Aires, Ariel, 2000. En 1932, segdn Guillermo de Torre, “Buenos Aires es un gran importador de conferenciantes”. Ver “Critica de conferencias. Ramén y Morand”, Sur, N° 4, Bue- nos Aires. Y Gomez de la Serna sostiene: “Sabido es que la Argentina es la primera consumidora de conferencias del mundo”, Ramén Gomez. de a Serna, “Matices de Bue- nos Aires. Conferencias y conferenciantes”, Anales de Buenos Aires, | (enero de 1946). 373 ficiente si se piensa que, en los textos que provocaba cada visita, sear ticulaba una recension y una critica, una manipulaci6n de la mirada del viajero y una polémica con los otros escritores que querian capi- talizar esa visita. La Hegada del Iider futurista Filippo 'T. Marinett, en 1926, fue saludada con un nimero especial de la revista Martin Fierro en ef que no escaseaban las satiras (sobre todo porque Marinetti no habia sabido apreciar a Xul Solar) y las disputas con la revista Noso- tros (que habia dado cuenta de la visita del italiano en términos muy diferentes a los de los martinfierristas). Algo similar sucede con cl re- sistido Herman von Keyserling (criticado incluso en Sr) 0 en los térmi- nos de paridad que Victoria Ocampo plantea en su amistad intelectual con el escritor norteamericano Waldo Frank. La mejor respuesta a estas preguntas es la misma revista Sur y el espacio discursivo que funda. Una encrucijada cosmopolita en el que se superpone la palabra argentina en contraste con otras palabras del mundo. Y la revista asume en esta empresa todos los riesgos: el peli- gro de la reverencia absurda pero también de la traduccién pionera; el del equivoco ridiculo pero también el de la sincronizacién exacta. En esta confianza depositada en el saber de los viajeros hay, de todos mo- dos, una oscilacién entre verdad y actualizacién, entre consideracién de sus discursos como camino hacia lo esencial y uso de ellos como operaciGn estratégica de quienes los recibian, Esta escena de interpelacin tuvo un género privilegiado: la confe- rencia. ¥ lo que este género ponia en juego, ademas de la densidad de un pensamiento, era la capacidad del escritor —con su voz y su cuer- po— para seducir al destinatario. En sus conferencias de 1931, Ramén Gomez de la Serna actiia como un mago: la “Conferencia del 1/2 ser”, por ejemplo, la pronuncia con la mitad del cuerpo pintado de negro entre otros innumerables trucos de prestidigitacién. Pero mientras el cuerpo vanguardista trae aceleracién (siempre se lo vincula, metoni- micamente, con las tecnologias de traslado), el cuerpo del viajero de la identidad trae profundidad, espiritualidad, meditacién. Como se lee en los discursos de Ortega y Gasset, las exclamaciones siempre son invocaciones a una interioridad supuestamente dormida. En Waldo Frank la toma de conciencia de este fendmeno es total, al punto de que ega a hablar de montar en Buenos Aires “una especie de teatro inte- Icctual”: “En Buenos Aires yo era un espectaculo literario, El confe- renciante de éxito siempre tiene alguna semejanza con un actor que confecciona sus propios parlamentos”."" En este sentido, los recorti~ * Ver también: “Es significative comprobar que las reseiias de mis actos en Bue- nos Aires describen mi persona. Yo estaba representando un monodrama”. Waldo Frank, Memorias, Buenos Aires, Sur (1975). 372 dos, los contactos formales ¢ informales, las conferencias, los brindis y ls reuniones sociales, son los diferentes actos (en el sentido teatral) por los que el viajero debe pasar, para lograr sus objetivos. En esta es- cena de interpelacién se entrecruzan, entonces, y no siempre de un modo arménico, un destinatario ideal y un publico concreto, un cuer- po que atrae las miradas y un discurso que intenta legitimar su pro- pia autoridad, un anfitrién que cede un espacio y un género (la confe- rencia de ideas) en el que se invierte una expectativa. La confluencia de todos estos elementos le otorgan sentido a la palabra del viajero cultural. Las percepciones del recién llegado En ese escenario, un acuerdo ticito sirve como corolario de kas conferencias: Jos viajeros entregarin una reflexi6n o un retrato sobre ese objeto definido como la identidad nacional. Dos factores conflu- yen y condicionan estas reflexiones: por un lado, un elemento del orden de las ideas del perfodo que, en un sentido amplio, denomina- temos vitalista. ¥ por el otro, una actividad interpretativa que opera con dos grillas que funcionaron con bastante eficacia: la paisajista y la psicologista. Este vitalismo que adquiere diversas formas puede sintetizarse con el titulo del libro que Keyserling escribid en 1925 y que fue la causa de la pasién de Victoria Ocampo por el escritor alemin: El diario de viaje de un fildsofo (Das Reisetagebuch eines Philosophen). Desde el titulo, los desplazamientos espaciales, el predominio del tiempo y los acontecimientos azarosos de la vida se enhebran entre si para dar lu- gar a la filosofia: “Problemas vitales, no ideas abstractas” fue uno de los lemas de Keyserling.” En las percepciones de Keyserling el vitalismo se justificaba me- diante una prepotencia del “yo”. El fildsofo no sdlo debia escribir tex- tos de investigaci6n y discusién con las tradiciones del pensamientos también tenia que poder acercarse a los fenémenos cotidianos y en apariencia intrascendentes. La escritura de su “yo” filoséfico se co tituye en la encrucijada del pensamiento y de la experiencia del vi Este vitalismo es también una marca en Ortega y Gasset, y de allf su afirmacién que s6lo tiene la apariencia de una autocritica, y que es, en realidad, una legitimacién del viajero como provocador filoséfic Doris Meyer, op. ait. 373 “Hay plena incongruencia en esperar de un extranjero la verdad sobre nosotros mismos [...]. Me atreveria a sostener que la manera de colaborar de un extrafio en el conocimiento de nuestro pais es precisamente por medio de sus errores. [..] Si se quiere una expresién paraddjica, hela aqui: la verdad del viajero es su error”.” La ubicacién del lugar de América en el amanecer de la historia se combinaba con una creencia que estos tres viajeros de la identidad explotaron hasta sus limites: existe un lazo de unin entre identidad na- cional y paisaje. Este presupuesto se convierte en una verdadera matiz interpretativa que se complementaba con otro: la idea de que podia predicarse un saber acerca de la psicologia nacional. Es decir, las nz- ciones tienen un paisajey una psicologia y esto permite ls afirmaciones orteguianas de que “los argentinos son narcisistas”, “la Pampa es una promesa”, o la de Waldo Frank: “El ojo argentino ¢s una esencializa- cién dels pampa: hay algo fétil, misteriosamente blando, misterios mente ilimitado en él”. Para estos viajeros, eso “argentino” que venian a definir ya era una pieza dada que se encontraba reflejado en el pai saje y en cada indicio que la experiencia del viajero pudiera reeoger Ortega y Gasset: una excursion al alma de la pampa Laimportancia y la repercusin de sus visitas a la Argentina—1916, 1928 y la larga estadfa como exiliado entre 1939 y 1942—, los articu- los que escribié intentando definir el caracter de la Argentina y a los argentinos y las polémicas que éstos generaron, hacen de José Ortega y Gasset el viajero de la identidad emblematico. La percepcién de lo Zegentino como espacio de demerars, como promesa imposible de cumplir, como guarangada, que construye Ortega en sus textos, esté intimamente ligada al lugar de autoridad que se le otorgé en el mun- do intelectual y a los modos en que se legitimd como pensador vital de lo argentino: “Yo no he vivido la vida criolla, pero la siento como un mufién”.* ® José Ortega y Gasset, “La Pampa... promesas”, en Meditacién del pueblo joven y otros ensayos sobre América, op. cit. “Waldo Frank, “Foreword”, en Tales from Argentina, New York, Farrar & Ri- chart, 1930. °*“La Pampa... promesas”, en Meditacién del pueblo joven y otros ensayos sobre América, op. cit. 374 Elprimer viaje de Ortega y Gasset a Buenos Aires se produjo ha- cia finales de 1916; acompanado por su padre, el joven profesor de fi- losofia —tenia treinta y tres afios— llegé invitado por la Institucién Cultural Espafiola, una asociacién que organizaba un importante ca- lendario de actividades culturales, a partir del aporte econémico de los estratos medios y altos de la comunidad espaitola de Buenos Aires. En este viaje, Ortega dicté un ciclo de conferencias y un seminario inten- sivo en la Facultad de Filosofia y Letras."* En agosto de 1928, para su segunda visita, Ortega era ya una de las figuras mas destacadas del campo intelectual espaiiol y sus colabora- ciones en varios diarios y revistas argentinos (especialmente en La Nacién) hacian de él una figura muy conocida. En esta oportunidad la invitacién fue hecha por su amiga personal Elena Sansinena de Elizal- de, presidenta de la Asociacién Amigos del Arte, para dar un curso en septiembre y octubre, compuesto por dos series de conferencias, “Qué es nuestra vida” ¢ “Introduccidn al presente”, que servirfan co- mo base para la escritura de La rebelién de las masas. Luego dicté en |: Facultad de Filosofia y Letras un seminario sobre Hegel y la histo- ria, Cada una de sus charlas tuvo una enorme repercusién; y entre los asistentes estuvieron Hipélito Yrigoyen y Marcelo T. de Alvear. Durante esta estadia, Ortega escribié dos ensayos sobre los argenti- nos, “El hombre a la defensiva” y “La Pampa... promesas”, que son sin duda los més citados cuando se habla de su relacién con nuestro pais. En ellos enuncia, como era habitual en él, una situacién paradéjica: Ar- gentina es una promesa que el argentino no esta dispuesto a cumplir. La Pampa, que tras una operacién metonimica reemplaza a la Argentina,” es en su “estructura de paisaje” (expresion que Ortega utiliza a menudo) esta promesa, este paisaje que antecede a la historia: “El ojo busca algo interesante que ver y en la Pampa no hay nada particular, singular que interese. De este modo, la vis- ta, sin llegar a fijarse en nada, es despedida hasta los confines, allé lejos [...] La Pampa se mira comenzando por su fin, por su 6rgano de promesas, vago oleaje de imaginacién donde la in- verosimilitud forma su espumosa rompiente que el primer “En este viaje Ortega conocié a Victoria Ocampo en una cena en la casa de Ele- na Sansinena de Elizalde. Afios después, ella lo visité en Espafia y él escribis el “Epi- logo al libro De Francesca a Beatrice” (el primer libro de Victoria Ocampo, que el propio Ortega publicd, en su editorial, Revista de Occidente) en el que la llama “Gio- conda austral” (ver Obras completas, 1). ; . ” Esta operacién funciona como una de las matrices de anilisis en Radiografia de le Pampa, de Ezequiel Martinez Estrada, que en esta misma obra retoma también el S6pico del guarango. 375 término, tiritando de su propia miseria, de no ser sino atroz y vacia realidad, afanoso absorbe. Acaso lo esencial de Ja vida ar- gentina es eso —ser promesa”."* La percepcién de América como espacio de la novedad y Ia juven- tud —tépico que también aparece, aunque en otro sentido, en el pa- namericanismo de Waldo Frank—, orienta la lectura de Ortega de la pampa como espacio que estimula la construccién imaginaria, como promesas de un destino que no es necesariamente el propio: “Casi na- die esta donde esté, sino por delante de si mismo, muy adelante en el horizonte de si mismo y desde allf gobierna y ejecuta su vida de agut, la real, presente y efectiva”. Es decir, construcciones imaginarias (“ciudades, castillos de placer, sotos, islas a la deriva”) opuestas a “la vida de aqui, Ia real, presente y efectiva”. Si el filésofo, para Ortega, es aquel que puede pensar sus circuns- tancias, el argentino es, entonces, el anti-fildsofo, ese “guarango” osu jeto narcisista, que no sdlo se supone superior respecto de su condi- cién “real, presente y efectiva”, sino que habita ese universo ficcional que es la pampa. “No me atemorizaria afirmar que el narcisismo es una dimensién de toda alma sublime. Pero el argentino es demasiado Narciso, lo es radicalmente [...] Una imagen sdlo tiene una vida ima- ginaria, aparente, ficticia. Esto es lo mas grave de la psicologia del ar- gentino”.” Esta anulacién —consciente— de la historicidad del otro, leva a Ortega a mantener, en su discurso de 1939, esta misma des- cripti6n y a proferir su famosa invocaci6n de “argentinos... jas co- sas! ja las cosas!”. Ortega se coloca a si mismo como el viajero que, con sus palabras, puede Jlevar a la juventud de un narcisismo radical a un voluntarismo no menos profundo. Pero la debilidad de estos tex- tos —mis allé de su eficacia en el puiblico— radica en el desconoci- miento de Ortega de la historia argentina y en el supuesto de este per- sonaje homogéneo (el argentino) del cual podian predicarse todo tipo de cualidades. De todos modos, serfa un error reducir su estadia a es- tos dos articulos y desconocer Ia influencia que pudieran estar ejer- ciendo sobre sus destinatarios concretos las teorias que desemboca- rian en La rebelién de las masas y que lo harian uno de los teéricos mis consecucntes de lo que se conoce como alto modernismo, y tam- bién un referente insoslayable en la reflexi6n sobre el papel de las mi- norias intelectuales en las sociedades modernas. * José Ortega y Gasset: “La Pampa... promesas”, op. cit. El subrayado es del pro~ pio Ortega. " José Ortega y Gasset: El hombre a Ja defensiva”, op. cit. Subrayado nuestro. 376 Keyserling y su “elefantiasis interpretativa” En 1951, Victoria Ocampo escribié El viajero y una de sus som- bras (Keyserling en mis Memorias), una semblanza de sus conflictivas relaciones con el pensador aleman motivada por el capitulo que éste le dedica en sus memorias, por entonces inéditas® Este ensayo es, al mismo tiempo, una reivindicacién del lugar que una mujer debe ocu- par en el debate cultural (Victoria Ocampo se habia negado a llevar su admiracién intelectual al terreno amoroso), y un recorrido por su fas- cinaci6n hacia el escritor alemén. Pero para Victoria Ocampo, lo que se desencadena a partir de su experiencia con Keyserling, es la posibi- lidad de intervenir en la cultura argentina a través de esta idea gené- rica de viaje que implica traer conferencistas pero también traducir, divulgar, actualizar. En este sentido, importa menos la figura de Key- serling que la experiencia de Ocampo como presentadora y agente cultural." EI primer encuentro entre ambos se produce, después de varios meses de correspondencia, en Paris en enero de 1929, con el fin de ul- timar los detalles del viaje a Buenos Aires. Ya en la primera reunion, Victoria Ocampo descubre que el filésofo de Darmstadt es inferior a sus libros y éste descubre que la admiracién intelectual de su lectora no estaria seguida de contactos corporales. Después de sus confe- rencias en Buenos Aires y de una estadia en la que no faltaron los “escdndalos” (segiin los interpreta Mallea en Historia de una pasion argentina), Keyserling regresa en 1933, esta vez con su libro Medita- ctones Sudamericanas. En este libro, Keyserling actiia como un médico: hace un diagnéstico, pretende “indicar los caminos de la curacién”, dice “actuar de partero” y utiliza un esquema orginico-bioldgico: los pueblos sudamericanos son “embrionales”.” En 1951, Victoria Ocam- po comenta: “En 1932 aparecieron las Meditaciones Sudamericanas, ciones de este libro * Buenos Aires, Sudamericana, 1951. Las principales m hay que buscarlas, por supuesto, en el capitulo de las memorias de Keyserling dedi- cadas a Victoria Ocampo. Sin embargo, ereemos que también puede leerse este libro como una respuesta desviada a la novela Adin Buenosayres (1948) de Leopoldo Ma- rechal donde se incluye a Victoria Ocampo en el circulo de los lujuriosos de! infier- no de Cacodelphia. * El otro viajero con el que se relaciona Victoria Ocampo antes de conocer a Keyserling, es Rabindranath Tagore, a quien alberg6 como huésped en San Isidro. Pe- 10 en este caso ella no participa en los preparativos de su viaje. El carter de esta re- lacién, asi como sus vinculos con Keyserling y Le Corbusier y con el género relato de Viajes, es analizado por Beatriz Sarlo en “Victoria Ocampo o el amor de acta” en Lat méquina cultzral, Buenos Aires, Ariel, 1998, ® Meditaciones Sudamericanas, op. ct. 377 trayéndome con sus paginas una nueva oleada de indignacién”. Su reaccién no sélo tiene que ver con el papel que se le asigna en ese i- bro, sino con un fenémeno que ella misma denomina “clefantiasis in- terpretativa” y que se refiere no sélo a las fantasias de Keyserling sino también a la sobrevaloracién que hace de los indicios.® El libro de Keyserling exhibe, sin darse cuenta, el riesgo que acecha a todo visje- ro: interpretar el indicio como una generalidad, y sus propias cons- trucciones como una manifestacién de lo real. Meditaciones Sudamericanas abunda en relaciones entre el paisije y la identidad nacional pero con un frenesi delirante que no se advier- te ni en Frank, ni en Ortega. Es que Keyserling nunca fue —en rela cidn con nuestro pais— mas que un conferenciante, y su pasaje por la Argentina no tuvo el cardcter politico e integrador que tuvieron las es- tadias del espafiol y del norteamericano, quienes superaron la insttu- cién de la conferencia para transformarse en auténticos interlocutores culturales. Waldo Frank: la construccion del didlogo Waldo Frank lleg6 por primera vez a Buenos Aires en septiembre de 1929, apenas unas semanas antes que el arquitecto suizo Le Cor- busier. La llegada de ambos puso en escena un duelo simbélico entre sus muy diferentes visiones culturales que es necesario comprender en la nueva situacién creada por la desaparici6n de uno de los princi- pales interlocutores de los viajeros: la revista de vanguardia Martin Fierro. Sin duda, la visita de Le Corbusier habria encontrado un in- terlocutor ideal en el importante espacio que la revista le dedicabaa la arquitectura con los articulos de Vautier y Prebisch. Para Jorge Fran- cisco Liernur, la superposicién de las conferencias que ambos dictaron implicé una verdadera oposicién de paradigmas: Le Corbusier llama- ba a los argentinos a recuperar el sentido clésico de su pasado euro- peo; Frank presentaba un americanismo mitico en el que se unirian el progresismo del norte y el espiritualismo del sur, como alternativa tuna Europa vieja y cansada, “Uno celebraba el racionalismo y propa- “Las circunstancias quisieron que Keyserling me englobara en su visién de Su- damérica en compaiia de Is puna y la llama. Pero la verdad es que si no lo decepcioné como puna lo decepcioné bastante como llama. Es sabido que estos animales se nie- gana caminar si se les carga con més peso del que pueden llevar. Era mi nico pare- ido con ellos, pobre de mi. ¥ asi me hice acreedora de castigo por desdoblamiento andino”, El visjero y wna de sus sombras (Keyserling en mis Memorias), Buenos Aires, ‘Sudamericana, 1951. 378 gandizaba nada menos que la casa como machine & habiter, y el otro achacaba a la Raz6n la liquidacién de Ja libertad”. Ademés, entre los objetivos de Le Corbusier se encontraba, no sélo dar las conferencias pactadas con las instituciones que pagaron los gastos de su visita, sino también la posibilidad de concretar algiin proyecto en Buenos Aires, con la intermediacion de Victoria Ocampo.” En la contienda imagi- naria que el suizo y el norteamericano desplegaron en Buenos Aires —cn la que Victoria actus como arbitro—, el vencedor seria Frank; después de todo, Frank parece haberla convencido de construir su re- vista —Sur—, mientras Le Corbusier fracas6 en el intento de hacer lo mismo con su casa Las repercusiones de las actividades de los dos viajeros fueron muy diferentes: mientras la breve visita de Le Corbusier pas6 media- namente inadvertida para el gran piiblico, las conferencias que Frank dict6 en la Asociacién Amigos del Arte y en la Facultad de Filosofia y Letras de la Universidad de Buenos Aires tuvieron gran resonan- cia. Muchas de ellas fueron publicadas a toda pagina en La Nacién y en La Prensa y el visitante ilustre fue recibido por el presidente Yri- goyen, quien puso a su disposicidn un avién para que pudiera recorrer el interior del pais.” Sin embargo, la importancia que tuvo el primer viaje de Frank a la Argentina para el campo intelectual argentino no radica en su gran cobertura periodistica, sino en el hecho de haberle Propuesto a Victoria Ocampo —a quien habia conocido pocos dias antes, luego de una conferencia sobre Chaplin en Ja Facultad de Filo- » Jorge Francisco Liernur, “:Cudl Le Corbusier?, Prismas, uNQ, N° (1997). * “Durante su estadia [la de Le Corbusier] —recuerda Victoria Ocampo en 1965— hablamos diariamente de una posible teansformacién de nuestra capital. Co- menzaria por algiin edificio de muestra, algiin rascacielito frente a Palermo. Esto ser- viria para darles a las gentes y a las autoridades (atin escandalizadas por la audacia de ‘a arquitectura moderna) un pregusto de lo que podria realizarse, y tal vez un deseo de seguir adelante (...] El proyecto, como el del rascacilito de Palermo y otros, quedé en la nada”, Victoria Ocampo en “El poeta de Ja arquitectura”, Testimonios vil, Bue~ fos Aires, Sur (1967). * Sobre las repercusiones de su visita, ver “The Success of Waldo Frank in Bue- hos Aizes",en Waldo Frank in América Hispana, Instat dels Espaas, Lancaster, 1930, ¥ Existen numerosos relatos del encuentro de Frank ¢ Yrigoyen en la Casa Ro- sada. Frank Jo cuenta con detalle en sus Memorias y en América hispana (1931) hace ‘vn muy poco sutil retrato del presidente como un anciano pricticamente initil, Vic~ toria Ocampo, por su parte, ironiza sobre esa reunidn, en la que Frank rechazé el ofrecimiento de un tren para recorrer el pais que le hizo el Presidente, argumentando que asi viajaban en Estados Unidos los ricos; en cambio, acept6 que le faclitaran un avién, Victoria comenta condescendiente: “La ingenuidad de Frank consi Percatarse que (sic) un avién particular era mis Iujo que un vagén (aunque lo usaran los magnates)”, Testimonios 1x, Buenos Aires, Sur (1975). faen no 379 soffa y Letras— fundar una revista. “Yo le habria dicho a cualquiera que el resultado mas importante de mi visita a la Argentina fue, con creces, Ja revista que Victoria Ocampo fund6, a mi juicio, inspirada por mi”, escribié Frank en sus Memorias. Asi narra Victoria Ocampo este hecho en la carta que abre el primer ntimero de Sim “Una tarde, hacia octubre de 1929, camindbamos juntos por Palermo. Habia en el aire una pesadez de tormenta y el olor de las rosas y de la tierra era compacto como niebla; pero atravesibamos sin sentirla esa dulzura. Usted me reprochaba con violencia mi inactividad, y yo le reprochaba, no menos violentamente, que me supusicra usted apta para ciertas labo- res. Entonces, por primera vez, el nombre de esta revista —que no tenia nombre— fue pronunciado”. En s# proyecto, Frank pensaba en una revista de carécter cont nental que incluiria a José Carlos Mariétegui y a Samuel Glusberg, el escritor y editor que habia conseguido los fondos para que el nortea~ mericano pudiese llegar a la Argentina El titulo que Frank habia pensado era Nuestra América y su perspectiva cultural podria definirse como la de un panamericanismo progresista (y también algo mesiini- co). En una carta que Frank escribié a Glusberg desde Pend, algunos dias después de haber partido de la Argentina, expresa su deseo de que la revista Nuestra América fuese el resultado de su viaje: “Maridtegui el andino, Victoria la portefia y ti el judio universal, podréis tal vez crear la América Hispana que suefio y que el mundo necesita (...] Si ayudo yo a juntar a vosotros tres en una obra continental, no seré yo sin valor en Ia historia de América hispana”.” Pero el resultado, Sur, estaba bastante lejos de la idea de Frank de crear lazos espirituales entre Ja América hispana y la América anglosajona y nada hacia suponer, en In revista, que Europa era un continente viejo y cansado, tpico spengle- riano que compartian Frank y Ortega. “La cantidad de americanismo * Samuel Glusberg, joven escritor y editor, que en 1921 habia fundado la edito- rial nant, (Biblioteca Argentina de Buenas Ediciones Literarias). Fascinado por !t lectura de Our America (1919), Glusberg le escribi6 a Frank proponiéndole traducit todos sus libros publicados hasta el momento, empezando justamente por ése y, of¢e- cigndole ademis visitar Buenos Aires. Después de cuatro aiios de gestiones buscando pateocinio para ha gira, consigue que la Facultad de Filosofia y Letras aporte USS1.000, mientras que los otros U$S3.000 provendrian del Instituto Cultural Argentino Nor teamericano (ICANA). * Carta enviada desde Lima, el 6 de diciembre de 1929; pertenece al archivo i dito de la familia Glusberg. Ver Horacio Tarcus, “Glusberg, entre Maristegui ¥ Trotsky”, El Rodaballo, N° y 5, Buenos Aires (1996 y 1997) 380 que poseo —dijo en una acasién Victoria Ocampo—no disminuye en nada la pasién que siento hacia Europa, sino que, por el contrario, mi pasidn hacia Europa lo enriquece”» Ademés, en contra de los deseos de Frank, Victoria Ocampo deseché la posibilidad de trabajar a la par de Glusberg y de Maridtegui (quien, por otra parte, murié en 1930): el proyecto de Nuestra América qued6 asi postergado.” En su primer viaje, el escritor norteamericano imagina un interlo- cutor necesario para el desarrollo de su proyecto continental, Ese y no otro fue su objetivo. Durante 1929, Waldo Frank viajé por toda Amé- rica Latina, dictando conferencias cuyo tema era la smnidn continental. Visité México, Argentina, Bolivia, Peri, Cuba, Chile, Colombia, Bra- sil y Uruguay. Toda su obra se propone como un mural ensayistico que combina viaje y discurso y que continia la serie iniciada con Nuestra América de 1919, Espaiia Virgen de 1925 y El redescubri- miento de América, de 1927. Y en los aiios posteriores a su gira lati- noamericana, Primer mensaje a la América Hispana y América Hispa- na, ambos de 1931. De algiin modo, este trayecto textual traza sobre el mapa geografico un recorrido intelectual: Estados Unidos en Nues- tra América, Espaiia en Espaita Virgen, el continente americano en El redescubrimiento de América, y América Latina en Primer mensaje a la América Hispana y América Hispana. Como dice en Ja carta que le Esta intervencién esté tomada de Sur, “Tienen las Américas una historia co- min?” (N° 86) que forma parte de los “Debates sobre temas socioligicas” de los que hos ocuparemos. * John King propone esta interpretacién: “Al continuar las discusiones, dos co- sas fueron cada vez més claras. En primer lugar, Victoria no estaba interesada en tra- bajar con nadie, especialmente con Glusberg, que le parecia ideoldgica y socialmente inaceptable. La idea de una revista debia ser suya y sélo suya. Fue ella la que partid hacia Nueva York a principios de 1930 para visitar Estados Unidos y continuar las discusiones con Frank. Fue su dinero el que financié su revista, y fueron sus gustos los que determinaron su orientacién inicial. Glusberg quedé al margen, lo que le cau- s6 una gran irritacién y amargura. Traté de causar aprietos a Sur a comicnzos de los cinta, y finalmente se fue a Chile en $935” (subrayado nuestro). Horacio Tarcus coincide con el diagnéstico de King: “Esti claro que entre Victoria y Glusberg peso mis el corte de clase que la comtin pertenencia a una comunidad intelectual” (Hora- cio Tarcus, op. cit.) El problema de ambas interpretaciones es que dejan de lado que el proyecto editorial de Glusberg, Babel (editora de Leopoldo Lugones, Horacio Quiroga y Martinez Estrada, entre otros), era muy poco afin, tanto literaria como ideolégicamente, respecto del proyecto editorial que Victoria Ocampo llevaria a ca- bo en la revista. Por otro lado, si se lee la cita de King con atencién, parece derivarse de ella que el viaje de Glusberg a Chile es consecirencia de la existencia de Sur (Jo que convertiria a Glusberg en un paranoico o un intolerant). En fin, mas alli de la perte- nencia de clase, lo central es que la orientacién intelectual de Victoria Ocampo poco tenia que ver con la de Samuel Glusberg y que sélo a alguien como Frank, con una “residencia insuficiente” en nuestro pais, podia ocurrirsele que tal combinacién pu- diera ser posible. 381 envi6 a Glusberg (“no seré yo sin valor en Ia historia de Amética his pana”), Frank se presenta a si mismo como una figura ordenadora y su accion (viajes, conferencias, relaciones politicas, escrituras) apuntan a considerar la construccin de la identidad panamericana como una invencién narvativa. La obra extensa y global que reuniera todos es- tos libros debfa ser leida asi: “Igual que todos mis libros anteriores, publicados bajo la denominacién de Historia, éste de ahora debe ser considerado como una obra de arte [...]. La substancia y hasta la forma no difieren esencialmente de la substancia y la forma de otras obras mias, tales como Rahab o City Block. Sélo el enfoque es diferente: mactoscépico y no microscépico, como en las obras de invencién. Por esto América Hispana debe leerse de la ma- nera en que se leeria un cuento”.” Esta idea de invencién narvativa se basa tanto en su idealismo po- litico como en su concepcién de que América latina era un puro caos y que un intelectual desinteresado podia, desde afuera, dar una imagen més acertada de una realidad que era tan dificil nombrar: “Al revés que en Espaiia y que en los Estados Unidos —sostiene Frank en América Hispana—, la literatura histérica de la América Hispana es un caos to- davia. Ningtin maestro ha surgido atin en este campo para integrar en forma definitiva la plétora de documentos y disertaciones. He tenido que andar casi a tientas mi camino, con cuidado e intuitivamente”. De manera complementaria, los escritores argentinos reconocen ¥ reafirman a Frank en esta funcion de organizador externo que él mis- mo se atribuye. En un banquete de recepcién que organizé la revista Nosotros, Baldomero Fernandez Moreno leyé el poema “Romance a Waldo Frank”: “Ahora que es verano / se podria andar / por esos su- burbios / de nuestra ciudad, / y entre viejas tapias / de ladrillo y cal,/ oro de retamas, / sangre de rosal, / ordenar el caos / del mundo actual, / mientras el crepiisculo / se disuelve en paz”. También, mientras ” Waldo Frank, América bispana, Losada, Buenos Aires, 1950 —primera edicién en inglés y castellano, 1931—. En el “prdlogo a la edicién argentina de Américe hispa nna, explicaba su proyecto de una obra extensa y global sobre América toda (expresin de'su panamericanismo), a la que llamaria El Nuevo Mundo, integrada por Nuestra América, Espaita virgen, El redescubrimiento de América y América hispana”. Para una bibliografia completa de Waldo Frank, ver Memarias, op. cit. » El poema de Baldomero Fernindez. Moreno fue publicado luego del banquete por Nosotros y mas tarde también por Caras y Caretas y Social de La Habana. Para |a version completa, ver Waldo Frank in América Hispana, Instituto de las Espa, Lancaster, 1930. 382 Frank estaba en Buenos Aires, Martinez Estrada publicé en La Vida Literaria (la revista de Glusberg) el poema “A Waldo Frank”, en que este reconocimiento se opera mediante el llamado a los poetas a sumarse a un ¢ército joven que Frank, quien es invocado a través del epiteto whitmaniano, liderara: “Td impartias las érdenes, tii mandabas Ja tropa, / oh, capitan, mi capitén!”." El optimismo con el que este poe- ma describe a América como “la tierra del futuro”, contrasta con el tono amargo y resignado de Radiografia de la Pampa, donde, slo cuatro afios mas tarde, América barbariza y degrada inevitablemente todo lo que se desarrolla en su suelo, y donde Frank es apenas men- cionado al pasar en dos referencias infimas ¢ irrelevantes.” Eduardo Mallea fue, junto con Samuel Glusberg, Victoria Ocam- po y Marfa Rosa Oliver, quien mas cerca estuvo de Frank durante su estadia en la Argentina, Sin embargo, en el capitulo completo que le dedica en Historia de una pasion argentina, va mas alla de la mera exaltacién de Ja figura del visitante. Mallea utiliza la figura del norte- americano para legitimar su propia posicién en el campo intelectual. En este sentido, lo que hace es relatar su experiencia de la visita del Viajero norteamericano: “jCon qué emocién, con qué gratitud recuer- do aquellos dias, aquellas maitanas frescas en la casa transplantada! El uno, ilustre, mayor; el otro, oscuro, mas joven: éramos dos hombres atentos a la causa americana”. Mallea se representa a si mismo como un heredero y una promesa: en Ja mirada del viajero, dibuja su propia silueta. Silas visitas y los textos del viajero de la identidad estan organiza- dos por una interpelaci6n sobre cémo somos los argentinos, en un se- gundo momento, esta misma pregunta se desplaza hacia la produccién literaria de los destinatarios. Asi, en el ensayo del ser nacional y en sus hitos fundacionales mas importantes —E! hombre que estd s6lo y es- pera (1931), Radiografia de la Pampa (1933) ¢ Historia de una pasion A Waldo Frank” fue publicado en La Vida Literaria, en su edicién del 19 de septiembre de 1929. Para la versién completa, ver Waldo Frank in América Hispana, op. cit, » Maria Teresa Gramuglio se ha referido a la presencia de los viajeros en la Agen- tina en “Una década dinamica, Transformaciones, posiciones y debates en la literatura argentina en Jos aiios treinta”, Nueva historia argentina, tomo 7, Buenos Aires, Su- damericana, 2001. ™ Es interesante que inmediatamente a continuacidn del capitulo dedicado a Frank, se encuentra el texto en el que Mallea escribié, solidarizindose con su amiga Victoria, sobre la desagradable estadia de Keyserling en la Argentina. Mallea no s6lo contrapone la importancia de los dos viajeros, sino también, coherentemente con fa autorreferencialidad de Historia de una pasién argentina, el valor que cada uno de ellos tiene para él: uno (Frank) marcd a fuego su pensamiento y al otro (Keyserling) lo consideré “ridfculo y pueril”. 383 argentina (1937)— puede leerse una linea de continuidad respecto del discurso de los visitantes, en los que resuenan la autoafirmacién y la réplica, Los viajeros de la guerra Hacia fines de la década del 30, el viaje cultural adquirié otro sen- tido. Dos acontecimientos, la guerra civil espafiola y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, no slo impusieron nuevos temas sino que la naturaleza misma del viaje se vio afectada. El escritor espaiiol Ra- mén Gomez de la Serna se instalé en nuestro pats en 1937, y perma- necié en él hasta su muerte en 1963. El pocta Rafael Alberti residié en Buenos Aires desde 1936 hasta 1962, y Guillermo de Torre, otro de los exiliados espaiioles, se quedé durante mas de quince afios hasta que, en 1951, comenzé a hacer viajes periddicos a su pais de origen. El escritor francés Roger Caillois, quien Ilegé a nuestro pais en julio de 1939 con el fin de dar unas conferencias, debid quedarse casi seis afios a causa de la invasién nazi a Francia. Un caso mas hetorodoxo fue el del escritor polaco Witold Gombrowicz, quien arribé al puerto de Buenos Aires el 22 de agosto de 1939 y se quedé en nuestro pais has- ta 1963.” El viajero conferencista se transformé en un viajero emigré, en un exiliado, en un refugiado que debié integrarse a la vida social y cultural del pais que lo hospedaba. En este panorama, el grupo més activo fue (otra vez) Sur. Clara- mente compenetrados con los objetivos de los aliados —con excepcién de la Uni6n Soviética—, los integrantes de la revista construyeron una red de favores y solidaridades que giraban alrededor de lograr una vi- sa.0 un pasaporte.” Y, una vez que el refugiado se encontraba aqui, en proporcionarle alojamiento y trabajo. Pero ademas, la revista traté de mantener su estrategia de traer a conferencistas creando un circuito, principalmente, con los refugiados europeos en Estados Unidos como Jo muestra el caso del escritor suizo Denis de Rougemont, quien visi- t6 Buenos Aires en 1941. Entre los viajeros de la guerra, no sdlo hay que contar ensayistas, ‘obre el caso particular de Gombrowicz, ver el volumen xt de esta Historia, La narracién gana la partida, Complementariamente a la ayuda brindada a los emigrados, Victoria Ocampo, encom n con Ia escritora Adrianne Monnier, organizé un Comité de Solidari- dlad con los Escritores Franceses que se encargé de hacerles llegar alimentos durante {a posguerra. 384 novelistas y poetas, sino también profesores e intelectuales (como Paul Bénichou y Rodolfo Mondolfo) o editores. En este tltimo caso, el fe- némeno fue singular porque el “boom editorial” de fines de los afios treinta, que se vincula con la guerra civil espafiola, tuvo entre sus pro- tagonistas a empresarios que Hegaron de Espaiia. Antonio Lépez. Llau- sis que lleg6 a Buenos Aires en 1939 y se convirtié en figura clave de Sudamericana, Santiago Rueda, que creé la editorial que lleva su nom- bre y Mariano Medina del Rio y Alvaro de las Casas que, ese mismo aio, fundaron Emecé. También en 1939 fue creada Losada, aunque su dueio, el espafiol Gonzalo Losada, estaba en el pais desde 1928. Un socidlogo extrario El caso de Roger Caillois permite ver el cruce de este nuevo tipo de viajero en el que se combinan una situaci6n social peculiar, una se- rie de preocupaciones intelectuales y un tipo de participacidn social que excede al de las conferencias. Fugaz integrante del surrealismo (movimiento que abandon6 en 1934), Caillois fue uno de los funda- dores —junto a Georges Bataille y Michel Leiris, otros dos disidentes del surrealismo— del College de Sociologie en marzo de 1937. Este organismo estaba “dedicado exclusivamente —en palabras de Cai llois— al estudio de grupos cerrados” y funcionaba con conferencias que se dictaban en la trastienda de una libreria parisina.” Fue en esos afios que Roger Caillois escribié su libro mds importante o més influ- yente: El mito y el hombre (traducido por Sur en 1939). E113 de diciembre de 1938, Victoria Ocampo acudié a una de las reuniones del College.*" La vitalidad de las discusiones, su cardcter de dlite intelectual y la audacia de las propuestas parecen haber fascinado ala escritora argentina. Pese a Jas diferencias que la apartaban de Cai- ” Roger Caillois: Acercamientos a lo imaginario, México, Fondo de Cultura Eco- némica, 1993, Para ver Ia importancia que tuvo este libro en pensadores como Georges Ba- uille, Jacques Lacan (por su ensayo sobre el mimetismo), Walter Benjamin (por su ensayo sobre Paris) y hasta el mismo Jean-Paul Sartre, puede consultarse “Genealogia del mimetismo: estudios culturales y negatividad” de Ras Antelo, mimeo, 1998. Sobre a experiencia del Colegio de Sociologia ver Denis Hollier, Le Collige de Sociologie 1937-1939, Paris, Gallimard, 1979. ; * Pocos dias después, segiin cuenta Odile Felgine, Victoria Ocampo y Roger Cai- llois fueron presentados en la casa del eseritor franco-uruguayo Jules Superviele. Para toda la historia de la relacién, es fundamental Victoria Ocarmpo-Roger Caillois, Co- nespondencia (1939-1978). 385 llois (sobre todo en lo que hace a su propuesta de un ascetismo de los intelectuales) Victoria Ocampo valoré los aportes de éste y, después de una aventura amorosa, lo invité a dar unas conferencias en Buenos Aires. Pero, como se dijo, el viajero conferencista se transform, a causa de la guerra que estallé en Europa, en un residente en nuesto pais por més de cinco afios. Caillois se vio obligado a combinar trabajos para subsistir (clases de griego y de francés) con sus proyectos intelectuales. Tres empren- dimientos lo ocuparon desde entonces: el Instituto Francés de Estu- dios Superiores, la revista Lettres Prangaises y una “antena” o filial del College de Sociologie en nuestro pais. El Instituto se hizo segain el modelo de la Ecole Libre de Hautes Etudes Frangaises de New York y se llamé, en la Argentina, Instituto Francés de Estudios Superiores de Buenos Aires. Fue fundado en 1942 por Caillois y Robert Weibel- Richard y fue uno de los centros més activos de difusién de Ja cul- tura francesa en los afios de la guerra. La revista, en cambio, fue un proyecto mas ambicioso ya que se proponfa ser, como dice Dennis Hollier, “el rgano de una literatura francesa desterritorializada”, de una Francia libre que luchaba contra el nazismo. En un principio, se pensé en publicarla como un suplemento de Sur, en francés, con el lo- gotipo de la revista y el subtitulo “Cahiers trimestriels edités par la re- vue Sur” pero, por fin, la revista salié independientemente y por sus- cripcién, aunque su directora nominal fue Victoria Ocampo, ya que una ley no permitia que extranjeros dirigieran publicaciones periédi- cas. Escribieron en ella, entre otros, Henri Michaux, André Gide, Paul Valéry, Saint-John Perse y Jules Supervielle. El tercer proyecto de Caillois fue fundar una filial argentina del Collége de Sociologie. Esta tentativa rompe tanto con la conferencia (y propone, en su lugar, el debate) como con la distancia propia del Viajero cultural. El programa consistia, bésicamente, en polémicas alte- dedor de un tema y en su publicacién posterior en la revista Sur con el titulo de “Debates sobre temas sociolégicos”. Cuatro de estas reunio- nes, realizadas entre 1941 y 1942, fueron reproducidas por la revista. Es curioso notar que entre fos participantes, alrededor de la mitad eran extranjeros que estaban viviendo en nuestro pais o que estaban de paso (entre éstos, puede mencionarse a: Francisco Ayala, Pedro Henriquez Urefia, German Arciniegas, Lorenzo Luzuriaga, Lewis Hanke, Robert Weibel-Richard, Maria de Maeztu y Margarita Sarfatti, entre otros). Las polémicas que surgen en estas reuniones proveen un cuadro bastante exacto de los problemas que habian desencadenado los con- * Denis Hollier Les dépossédes (Bataille, Caillois, Letris, Malraux, Sartre), Patis, Les éditions de Minuit, 1993. 386 flictos bélicos: cuales eran las responsabilidades del intelectual, qué sistemas politicos eran los mas adecuados para salir de la crisis, qué nuevos lazos sociales y qué nuevas formas de legitimidad politica de- bian instituirse y, finalmente, la inflexién americana del problema: c5- mo debia redefinirse, ante el nuevo conflicto, la relacién entre pana- mericanismo y europeismo. Los “debates sobre temas sociolégicos” tuvieron la efectividad de poner en practica la idea de una elite de intelectuales, que tantas veces expresara Victoria Ocampo, anteponiendo el debate plural frente aun género, como el de la conferencia, que propicia la distancia y, a veces, hh actitud reverencial. Pero justamente lo que estas reuniones ponen de relieve son los limites comunicativos y la dificultad de buscar un contexto de discusién comiin. A medida que las discusiones avanzan, los participantes descubren que los rasgos que los convierten en inte- lectuales son menos poderosos que las tradiciones y las pertenencias nacionales y que Jas sujeciones a una formacién. A su regreso a Francia, Caillois se propuso conseguir un trabajo en el que pudiera retribuir de alguna manera su deuda con la Argentina. En una carta a Victoria Ocampo, le comenta que “Gaston Gallimard me ha pedido que forme parte del comité de lectura de la editorial. Acepté como te imaginas”. Es el origen de la coleccién “La Croix du Sud” que dirigié el mismo Caillois y que se inauguré con los libros Maitres et esclaves de Gilberto Freyre y Labyrinthes de Jorge Luis Borges. Durante los aiios cincuenta y sesenta, Caillois se transformé en un im- portante difusor de la literatura latinoamericana en Francia por lo que no serfa exagerado decir que es uno de los factores que propiciaron el fendmeno del boom de literatura latinoamericana de los afios sesenta, Los regresos Durante el perfodo que denominamos del viajero refugiado 0 del exilio, hubo dos retornos que marcan, en sus vicisitudes, todo lo que habja cambiado entre los tiltimos afios de una década y otra. Ortega y Gasset Hega al pais en agosto de 1939 y permanece durante casi tres afios, hasta que en febrero de 1942 viaja a Lisboa, para regresar defi- nitivamente a Madrid sobre el final de la Segunda Guerra. La posicién de Ortega y Gasset durante la guerra civil espafiola habia sido, por lo menos, ambigua.” En un principio, se traslada a Lisboa, segin algu- ° Gregorio Morin Suarez, El maestro en el Erial. Ortega y Gasset y la cultura del Sranguismo, Barcelona, Tusquets, 1998. 387 nos, esperando ser llamado por los franquistas para convertirse en una suerte de fildsofo oficial. Durante este tercer viaje, dicta conferencias y cursos en la Asociacién Amigos del Arte y en la Facultad de Fi- losoffa y Letras. También ofrece charlas radiales sobre las cualidades de la mujer criolla (vehemencia, espontaneidad, gracia y molicie) y pronuncia dos discursos: uno ante la Institucién Cultural Espaiiola de Buenos Aires y el otro, “Meditacién de un pueblo joven”, en La Plata. El primero, pronunciado ante el presidente de la Nacién, fue pre- cedido por otro del profranguista Carlos Ibarguren, a quien Ortega cita elogiosamente, aunque no por ello deja de referirse en términos atin més celebratorios al fundador de la Institucién, Avelino Gutiérrez, socialista y republicano.” En este discurso, el fildsofo espafiol habla del “tenaz mito del extranjero” y defiende la sociedad nacional como “la sociedad més intensa que existe”. También, es verdad, y a eso pa- rece apuntar el tramo final, que Ortega no cae jamds en la idea de un “panhispanismo” de signo cat6lico que promovian otros intelectuales espafioles. En el discurso que pronuncio pocos dias después en La Plata, “Meditacién del pueblo joven”, Ortega habla de las “explora- ciones insospechadas del puro pensamiento intacto de politica” y, en un giro bastante extraiio, de la “impenetrabilidad de las naciones” en referencia a la necesidad de conocer los presupuestos y circunstancias de una comunidad nacional para entender las polémicas politicas (y, elusivamente, las objeciones que se le hacian a Ortega desde el bando republicano). Sin duda, los tiempos habjan cambiado. En 1942 Waldo Frank lleg6 por tercera vez a Buenos Aires (una segunda e irrelevante visita tuvo lugar en 1934). A diferencia de la re- percusién que su primer viaje habia tenido, su tercer viaje, que se pro- dujo inmediatamente después del ingreso de Estados Unidos a la gue- rra, resulté un fracaso para sus objetivos, no ya panamericanos sino aliados. El gobierno de Castillo, conservador y partidario del je, lo declara persona non grata y el periddico nazi El pampero escribe un articulo agraviante sobre él. Esta escalada de violencia termina con ¢l ataque, por parte de un comando nacionalista, a la salida de una de sus conferencias. Luego de ser hospitalizado, viaja a Chile, desde donde le escribe a Victoria Ocampo: “Que no haya sido muerto es un acto de Dios. Estoy convencido de que esos bandidos tenfan intenciones de li- quidarme con el primer golpe [...]. Mi coraz6n se lena de amargura cuando pienso en la pobreza de espfritu de su pais: en estos momen- “Los viajes de Ortega ala Argentina y la Institucién Cultural Espaiola” de Marta Campomar en José Luis Molinuevo, Ortega y la Argentina, Madrid, Fondo de Cultura Econdmica, 1997. 388 tos en que, como lideres de S.A., hubieran debido surgir a una nueva claridad, han permanecido confusos e impuros. Temo por el futuro de la Argentina, como temia por Francia, en el peligroso mundo de ma- jana”. En la expulsion de Frank puede leerse —ademés de la expli- cita violencia fascista del gobierno y sus partidarios— la evidente im- posibilidad de interpelar a los viajeros sobre la identidad nacional, en el contexto de la configuracién sociohistérica que dara origen al pe- ronismo, donde los interpelados y los modos de esa interpelacién ya no serén los mismos. © Carta fechada el 2 de agosto de 1942 en Santiago de Chile, publicada en Victo- ia Ocampo, Autobiografia VI. Sur y Cite, Buenos Aires, Sur (1984). 389 Bibliografia Obras de autores citados AAW, Waldo Frank in America Hispana, Instituto de las Espaias, Lancas- ter, 1930. Odile Felgine (Ed.), Victoria Ocampo-Roger Caillois. Correspondencia (1939-1978), Buenos Aires, Sudamericana, 1999. Waldo Frank, América Hispana, Buenos Aires, Losada, 1950. Waldo Frank, Memorias, Buenos Aires, Sur, 1975. 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