El Mito de Psyquis

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PRESENTED TO

THE LIBRARY
BY

PROFESSOR MILTON A. BUCHANAX


OF THE

DEPARTMENT OF ITALIAX AND SPAXISH


1906-1946

i
Biblioteca de Escritores Contemporáneos

ADOLFO BONILLA Y SAN MARTÍN


CvTBDRÍTlCO DE LA UMVERSIDVD CE.NTRVL
MIEMBRO DE L\ «iHlSPANIC SOCIETV OF VMERIC.V». &., &.

EL MITO DE PSVQÜIS
(Un cuento de niños,
una tradición simbólica y un estudio sobre el problema
fundamental de la filosofía)

4"f
.V

PRESERVATION
SERVICES^,,,.

DATE.
BAKCKLONA — 1908
Imimíenta 1)K ITrniucii y C* — Editokks
Ciille (lo Córcega, 31M
ITALIA-ESPAÑA

EX-LIBRIS
M. A. BUCHANAN
EL MITO DE PSYQUIS
Biblioteca de Escritores Contemporáneos

ADOLFO BOLILLA Y SAX 3IAPtTÍN


CATEDRÁTICO DE LV LMVERíIDAD CENTKIL
MIEMBRO DE L\ KHlíl'AMC SOCIETl OE VMERIC\>). &., &.

EL MITO DE PSYQÜIS
(Un cuento de niños,
una tradición simbólica y un estudio sobre el problema
fundamental de la filosofía)

485432^

BARCELONA — 190S
Imprenta de Henrich y C^ — Editores
Calle ue Córcega, 34Í3
Phl

Es PROPIEDAD
D. R. FouLCHÉ - Delbosc
Director de la Revue Hispan ique

y campeón infatigable de los estudios de erudición espa-


-
ñola, su buen amigo,

06. Wo~i^iQJLo^ oL ^a^iA^ ÍKo^nJiii^.


<vUnd webt (alies) in ewigem Geheimnis
Unsichtbar sichtbar neben dir.»

(Gothes Faust; Erster Teil; Marthens Garten).

«Y se agita (todo) en eterno Misterio


Invisible, visible junto á ti.»

(Goethe: Fausto; Primera parte; Jardín de Marta).


PRIMERA PARTE

EL MITO
I

Cuento (le niños (^)

« Había en cierta aldea una pastorcita de extraoi*-


dinaiña belleza, celebrada en toda la comarca. Llamá-
base Flor de Amores, pero nada tenía de enamorada
ni aun de amorosa, porque, á pesar de ser continua-
mente objeto de los requiebros de muchos gallardos
mancebos, á ninguno quiso jamás, ni pudo nadie ufa-
narse nunca de haber obtenido señal de agradeci-
miento por sus obsequios.
En otro país, muy distante de aquel en que Flor de
Amores vivía, reinaba un monarca poderosísimo, cuyo
hijo, famoso por su apostura 3^ por sus virtudes, era
nombrado Brillante.
Un día, Brillante salió de caza, ejercicio que le
placía mucho, y siTcedió que. persiguiendo á un jabalí,
alejóse demasiado de sus amigos y monteros, extra-
viándose en intrincado bosque. Anduvo errante algu-
nas horas, sin hallar camino, hasta que guiado por
cierta luzque distinguió á lo lejos, llegó á un hato
de pastores, que estaban calentándose junto á un
gran fuego. Acogido amablemente. Brillante, sin

(1) Expuesto tal como lo hornos oitlo reíerir t>ii nuestra inf'iiin'in.
12 A. ItONII.Í.A Y SA.\ MAUTÍN

darse á conocer, participó á los pastores que había


perdido el camino, y ellos se ofrecieron á mostrár-
selo al día siguiente, invitándole á pasar la noflio en
el hato.
Echóse Brillfinfe junto á la hoguera, é hizo como
que dormía. Los pastores prosiguieron entonces la
conversación que la llegada del príncipe había in-
terrumpido, y hablaron con el mayor elogio de la

belleza maravillosa de Flor de Amores, censurando


el inexplicable desdén con que, solía tratar á sus
amantes.
Brillante, á quien el relato impresionó, pensó en
ver por sí mismo si la hermosura de Flor de Amores
era tan grande como decían, y ansiaba que el sol sa-
liese para realizar un proyecto que había formado.
Cuando amaneció, Brillai'de despidióse de sus hués-
pedes, no sin que le indicaran éstos el camino que
había de seguir para llegar á la capital, ni sin infor-
marse bien de los lugares que Flor de Amores fre-
cuentaba con su rebaño. Además, Brillante compró en
el hato un traje completo de mayoral, con sus panta-
lones de cuero, sus abarcas, su cayado, su honda y
su zurrón.
Después, en vez de ir á casa del rey su padre. Bri-
llante tomó el camino que derechamente conducía á la
aldea de Flor de Amores, y, antes de llegar, disfra-
zóse de pastor con la mayor propiedad. A la caída de
la tarde, estando ya cerca de la aldea, vio un rebaño,

y junto á él una joven pastora, á quien, por las


señales que le habían dado, diputó desde luego por
Flor de Amores. No hizo sino contemplar su sem-
blante, cuando se sintió abrasado de amor. Y no fué
menos profunda la impresión que Brillante hizo en
Flor de Amores, la cual, desde el primer momento,
sintió hacia el príncipe una inclinación apasionada.
EL MITO DE rSVQUIS l'Ó

sin que se le ocurriese tratarle con el despego qu.e


tanto enojaba á sus otros adoradores.
En resolución, Brillante y Flor de Amores se ha-
blaron, se acompañaron y se quisieron, y desde aquel
día no sabían separarse uno de otro. Brillante olvidó
á su padre y á la Corte, y Flor de Amores no pensaba
en nada sino en el hermoso pastorcito forastero.
Antes de unirse. Brillante exigió de Flor de Amo-
res esta solemne promesa que nunca indagaría quién
:

era él, ni quiénes sus antecesores, ni de dónde venía,


ni qué guardaba en su zurrón, porque, de lo contra-
rio, se hallaría obligado á ausentarse, y Flor de Amo-
res no le vería más. Ofreciólo así Flor de Amores, que
no anhelaba otra cosa sino gozar de su querido pastor.

Pasado algún tiempo, ^Flor de Amores sintióse do-


minada por intensa curiosidad. Deseaba vivamente
saber quién era y de dónde había venido aquel pastor,
cuyo lenguaje y cuyas maneras se distinguían tanto
de los de sus rústicos compañeros.
Cierta noche, de tal modo le preocupaba ese pensa-
miento, que no podía dormir. Levantóse con precau-
ción, para no despertar á Brillante, y comenzó á pa-
sear por el campo, meditando siempre en el misterio
que á su amor rodeaba. «Quién será —
decía para sus
adentros — este pastor tan lindo, tan galante y tan
bien hablado? ¿De qué tierras habrá venido?... No es
posible sino que se haya criado á lo señor, porque en
nada, salvo en el vestido, se parece á los demás pas- •

tores del lugar. ¿Por qué me habrá prohibido pre-


guntarle nada acerca de su origen? ¿Por qué no
qiierrá que registre su zurrón? Sin duda es porque, si
lo escudriño, averiguaré lo que él no quiere que sepa
14 A. ItOXII-LA V SAN JIAKTÍN

yo. 8i me atreviese!... quizá él no se entere!... y en


todo caso, queriéndome tanto como me quiere, me
habría de perdonar » !

No pudiendo resistir á la curiosidad, entró de nuevo


en la cabana y se dirigió temblorosa al sitio donde
Brillante colocaba su zurrón. Abrió éste con cautela,
y, lo que encontró, llenóla de asombro. Vio allí una
corona magníñca, de oro macizo y purísimo, ador-
nada con soberbios brillantes y piedras preciosas:
zafiros, rubíes, esmeraldas, topacios, etc., etc.
Tal fué la sorpresa de Flor de Amores cuando con-
templó tamaña riqueza, que dejó caer de las manos el
zurrón y se desmayó. Al ruido despertó Brillante^
quien, al comprender que Flor de Amores había fal-
tado á su solemne promesa, levantóse airado y salió
de la cabana, jurando no volver jamás allí.
En efecto, Flor de Amores no volvió á ver á su
amante, y murió muy pronto de melancolía. »
II

La tradición del cuento precedente


en la literatura española

Dos formas principales reviste la precedente fábula


en la historia literaria caballeresca española: el Libro
del Conde Partinuph's, y la leyenda del Caballero del
Cisne.
El Libro del Conde Partinuplés, que aún perdura
en pliegos de cordel (i)', haciendo las delicias del
vulgo, ha tenido numerosas ediciones en España (2)
desde principios del siglo xvi. No es leyenda genui-
namente española, sino que procede del Parténopeiis
de Blois, texto francés del siglo xii, y no llegó á la

(1) Tengo á la vista el intitiilado: Historia del muy noble y esfor-


zado caballero Conde Partinoples, el cual de un modo raro llegrí á ser
emperador de Constanünopla. Reformada y compendiada de la que
compuso Gaspar Aldana. — Uu folleto de 32 páginas en 4.". Sin 1. ni a.
(2) Mr. Milton A. Buchanan, on su interesante articulo: Parti-
iiuplí'S de Bb's ( An episode in Tirso's Amar por Señas. Lope's La
viuda valenciana ), inserto en Modern Language Notes de Enero, 1906,
distribuye asi las ediciones:
A) Edición castellana primera:
a) Alcalá de Henares, 15113 (por Arnao Guillen de Bro-
car). Probalilemente perdida.
b) ídem 1515 y).
(

c) Toledo, 1626. Es el texto más antiguo que hoy puede


leerse. Se conserva ejemplar en la Biblioteca Mazarina.
d) Burgos, 1547. Keproducida por mi en el tomo II' de
mis Libros de Caballerías (.en la Xueca liiblioteca de autores
espafíoles).
IG A. UU.NII.LA Y SAN MARTÍN

Península hasta fines del siglo xv ó principios


del XVI (').

e) Sevilla, 1548.
f) Sevilla, 1558 (? ).

g) Sevilla. 1560 ( ? ).

h) Valladolid. 1623.
ch) Sevilla, 1643.
i) Sevilla, 169:!.
B) Edición castellana segunda, abreviada por Gaspar Aldann:
a) Madrid. 1705 ( ? ).

b) ídem, 1739.
c ) ídem, 1756.
d) Valencia, 17'6.
e) Córdoba, 1800 (? ).
C ; Edición castellana tercera, resumen del compendio anterior, en
forma de libro de cordel:
a) Madrid. 1856.
b; ídem, 1878.
c) Madrid. Barcelona, 1880 (?). Tengo á la vista otra edi-
ción posterior, de Madrid, sin indicación de año ni de lugar.
D ) Ediciones extravagantes
a) Barcelona ó Valladolid, 1700. Citada por Salva, en el
Repertorio Americano.
b) Barcelona, 1842. Es la única que contiene el texto cas-
tellano, traducido del catalán.
E
Edición catalana
)

a) Tarragona. 1588.
b) ídem, 1700 (?).
c) Gerona. 1700 (? ).
d) Barcelona, 1700 (?).
e ) Vich, 1720.
f ) Barcelona, 1814. A las cuales agregaremos otra, de la
que poseemos ejemplar:
g) Figueras. por F. Oliveras y Colomer, 1844.
Está en prensa, en Barcelona, una edición de bibliófilo de la an-
tigua versión catalana del Partinoplés en la colección de Histories
d'altre femps que publica el Sr. Miquel y Planas.
Véase A. Trampe - Bódtker: Partáiopeus de Blois. Elude compa-
rative des versions islandaise et danoise; Christiania, 1904; 55 pp. en
4.» m. (Videnskabs- Selskabets Skrifter. II. Hist. -Filos. Kl. 1904.
No. 3). Vid. pp. 4 á6.
(1) Partonopeus de Blois, publié pour la premiére fois d'aprés
le ms. de la Bibliotliéque de TArsenal. avec 3 facsímiles, par G. Cra-
pelet. Paris, 1834. Dos vols. Reproduce el ms. 2986.
Cf. Pfeiffer: i'bcr die Handschriften des altfranz. Partonopeus, 'M.a.r-
.

burg, 1884 Ausg. tind Abh.,


, ). XXV
fué quizá recogida en Coustantinoplapor algún cru-
La leyenda
zado francés.
EL M.TO DE rSVQUIS 17

Según la tradición más antigua i • ). Melior, empe-


ratriz de Coi'.stantinopla, deseando contraer matri-
monio con el hombre más digno, por sus prendas fí-
sicas y morales, de ser su esposo, envía mensajeros
por todo el mundo, los cuales le dan noticia de un
conde, señor del castillo de Bles y sobrino del rey de
Francia, que reúne todas las condiciones apetecibles.
La emperatriz, que es peritísima en las artes mágicas,
se traslada por encantamiento al lugar donde el conde
j-eside y se convence por sus propios ojos de la vera-
cidad de los emisarios, después de lo cual, inspira á
Partinuplés vehementísimo deseo de recrearse en la
caza 3^ hace que, en una expedición de este género, el
conde se extravíe y vaya á parar al castillo de Cabe-
zadoire, donde ella le encanta y le torna invisible, sin
que él pueda tampoco ver á persona viviente. Parti-
nuplés está servido de todo cuanto ha menester, pero
no ve á ninguno de los servidores. Llegada la noche,
acuéstase con gran temor en un magnífico lecho, al
que le guía una antorcha encendida. La emperatriz
viene á él á obscuras y refiere al conde toda su histo-
ria, manifestándole que es emperatriz y señora de
siete reyes, «e si vos queredes dice —
ser señor de —
mi e dellos, e si vos guardaredes lo que vos mandare,
lo qual es esto: que vos no enredes, ni fagades, ni
busquedes por do me descubrades mi cuerpo por me
lo ver hasta que passen dos anos.» El se lo promete,

y, burla burlando, aquella noche hicieron en tal ma-


nera, «que ambos a dos ouieron de perder las virgi-
nidades. »

Así viven con gran placer el conde y la emperatriz


en el castillo de Cabezadoire, hasta qv;e el primero se

(1) ilij refiero á la edición «lo Burgos, por .luán de .Junta, ilel
año 1517, rei)rodncida en el tomo II de mis Libros de Caftallerias
( de la Xui-fd ¡iihliolcca de autores (-spaiiolfit }.
IS A. KOMI. A
I, \ SA\ MAUriN

ve obligado á ausentarse, con licencia de su amada,


para ayudar al rey de Francia en la guerra que coutra
el rey Sornaguer mantiene y en que está á punto de

ser vencido. Gracias al auxilio de Partinuplés, el rey


de Francia obtiene completa victoria, pero, cuandc
piensa en regresar junto á la emperatriz para reanu-
dar el placer interrumpido, su madre y su tío, valién-
dose de engaños y trastornando su razón, le hacen
contraer matrimonio con la sobrina del Papa. Luego
que Partinuplés recobra el sentido, rechaza violenta-
mente á su esposa y huye en busca de la emperatriz.
Sin embargo, habiendo tenido que separarse nueva-
mente de ella, para despedirse de los espaixoles que
le habían ayudado en la guerra, un taimado obispo
procura introducir en su ánimo la duda y la descon-
rianza, diciéndole que Melior, aunque parezca mujer,
no es sino un diablo que quiere perder su alma, y
para que se convenza de ello, le da una linterna en-
cantada, á fin de que la esconda bajo la cabecera de
la cama, cuando vuelva al castillo, y la saque cuandci
Melior esté dormida, y así, si es realmente mujer, la
verá, pero si es «pecado» (i), nada podrá ver. Parti-
nuplés conviene en ello y, tomando la linterna, re-
gresa á Cabezadoire, «e después que fue la tarde e la
noche fue llegada, vido ante si dos hachas según que
lo hauia acostuubrado, e fuesse para el palacio donde

( 1 I Pecado, en muchos textos medievales, es sinónimo de diablo:


«Qaerie la su semiente el peccado sambrar».
(Libro de Alexand re, ed. .Tañer, c. 403;.
«Querries cercar los mares, conquerir los peccados».
(ídem id., c. 1758).
«E comenzóse a santiguar mucho, pensando que eran pecados
que le querían engañar».
(La Gran Conquista de Ultramar: ed. Gaj-angos, lib. I., cap. LVI).
Este sentido se relaciona estrechamente con la teoría acerca del
origen del mal, que constituye el nvicleo de la tesis maniquea y que
tiene consecuencias en el admirable tratado: De divisione Xaturoe
de Escoto Eriúgena.
KL MITO DE PsYQUIS 10

era la cama de emperatriz, e assentose en el estrado


la
que era en par de la cama, e no se quiso desnudar
por la lanterna, que no sabia donde la poner; e miro
adonde estarla bien, e púsola a la cabecera de la
cama: e después oyó los passos de la emperatriz, e
desque fae llegada a la cama, desnudóse los paños e
lancose en la cama, que el ya estaua hechado. E alle-
góse al conde, y el conde la tomo en sus brazos e co-
mencola de besar e de hauer plazer con ella, en tal
manera que la canso e después qite la vido bien can-
;

sada, durmióse la emperatriz, de tal guisa que avn-


que la trauaran de la oreja no recordara. E desque
vido que estaua bien adormida, saco la lanterna que
tenia a la cabecera de la cama mtiy sotilmente que no
era osado dezir, e saco la candela que estaua en la
dicha lanterna, e descubríale los pechos muy quedo,
de tal gttisa que ella no lo sintió.
Atanto miraua su hermosura, que no se hartaua de
la ver, y estandola mirando, cayóle vna gota de la
cera en los pechos ardiendo, de tal manera que la
despertó; e desque la emperatriz se vido descubierta,
dio un grito muy grande, diziendo «¡Valasme Dios
:

e Sancta Maria, como soy muerta!», de gitisa que se


ouo de amortecer; e desque el conde vido que ella lo
hauia visto, dio con la lanterna en el suelo de tal
forma qtie la quebró, e comenco de llorar el conde
Partinuples y maldezirse a si mismo, e a su madre, y
al rey de Francia su tio, e al obispo, e a quantos ha-
uian seydo en el consejo. A poco de rato recordó la
señora emperatriz, e comen9o de llorar e dezir assi
«¡Don traydor! En mal punto hezistes lo que haueys
hecho, que vos haré matar e hazer piezas en quanto
el dia sea; que vos hauedes muerto a mi, deshonrado,
que no era esto lo que vos auia rogado que por este
recelo vos no cnrasedes de descobrir a mi. Agora ve-
•21) líDMI.l.A Y SAN MAKIIN

redes vos a mi, e a qiuintos ay en )ni ymperio sa-


brán de mi deshonra.
Partinuplés logra escapar del castillo gracias á
Urracla, hermana de la emperatriz, y, lleno de dolor,
hace vida de penitente en una floresta, donde resuelve
acabar sus días. Por fortuna, Urracla encuentra al
conde y le comunica el perdón de la emperatriz, per-
suadiéndole á que vaya á tomar parte en el torneo
que ha de celebrarse en Cabezadoire y en el cual el
premio del vencedor ha de consistir en la mano de
Melior. Después de varios incidentes (entre los que
figura como principal la prisión de Partintiplés en
Damasco), el conde interviene en el torneo y sale
vencedor, casándose por último con Melior y llegando
á ser así emperador de Constantinopla.
Con ligeras variantes, esta leyenda subsiste en
pliegos de cordel que siguen reimprimiéndose en
nuestros días. Es de notar, sin embargo, que eu estos
pliegos no es un obispo, sino un mágico, el que in-
duce á Partinuplés á faltar á la palabra que dio á
Melior de no indagar cviál fuese su hermosura física.
La famosa poetisa granadina doña Ana Caro de
Mallén, décivia musa andaluza, que floreció en la
primera mitad del siglo xvii, compuso una celebrada
comedia: El Conde de Partinuplés, sobre el argu-
mento de la leyenda precedente. ("•) Según A. Tram-
pe-Bodtker, esta comedia fué representada en Fran-
cia, ante Luis XIV, por una compañía italiana. La
obra de doña Ana Caro, notable por la facilidad de

fl) Hay un manuscrito de esta comedia, de letra del siglo XVII.


en la Biblioteca Nacional de Madrid (X x-lo9i. La obra fué impresa
en la qiiayta parte del Laurel de Comedias de diferentes autores (Ma-
drid, Imprenta Real, 1653), 5' reproducida en la llihlioteca de Autores
Españoles: tomo XLIX, págs. 125-1B8.
Acerca de D.» Ana Caro, véanse las páginas 177 á 216 del tomo I
de los Apuntes para una Biblioteca de Escritoras Españolas, desde el
año 1401 al 1S33, por Manuel Serrano y Sanz (Madrid, 1903J.
EL MITO DK PSYQUIS 21

versificaciónque revela y por la amenidad de su


de harto mejor traza que la insulsa comedia
estilo, es
calderoniana de que luego hablaremos. Sigue la tra-
dición de la novela caballeresca española, llamando
Rosaura á Psyquis y atribuyendo el conocimiento de
las artesmágicas á su hermana Aldorá. El conde des-
cubre á Rosaura, ayudado por el gracioso Gaulín,
cuando ella se queda adormecida, oyendo la relación
de las proezas bélicas de aquél. Lo que no consta en
la obra de doña Ana Caro es la maquinación del
traidor obispo, sin duda para no ofender los senti-
mientos de los que por entonces gobernaban á España.
El distinguido erudito norteamericano Milton A.
Buchanan.'ha demostrado que, tanto Tirso de Molina
en Amar por sañas (cuyo primer acto fué imitado por
Calderón en la segunda jornada de El encanto sin
encanto), como Lope de Vega en La viuda valen-
ciana, tuvieron presente el Partinuplés, aunqtie
quizá en Lope no dejase de influir también Apu-
leyo (').

*
i *

La historia del Caballero del Cisne, representación


española de la leyenda de Lohengrin, está contenida
en los capítttlos 47 á 188 del libro I de la Gran Con-
quista de Ultramar, obra tradticida del francés al
castellano á ttltimos del siglo xiii ó principios del
XIV (2), si no es que el compilador español tuvo
además á la vista varios poemas franceses del ciclo

(1) Vid. el citado articulo de Milton A. Buchanan. Acerca de


las obras dramáticas basadas en la fábula de Apuleyo, véase
á F. W. V. Schmidt: Dic Schaitspiele Cdlderon's (Elberf'eld, 1857).
(2) Hay dos ediciones: una de Salamanca, 1503, y otra de Ma-
drid, 18.58 (tomo XLIV de la lUblioti'ca de Autores EspnTiob's. publi-
cado por D. Pascual do (Tayaugos); y tros códices: uuo de la Biblio-
teca particular de S. M. y dos de la Nacional.
¿.í A. BONILLA V SAN MAIMIN

(le las Cruzadas, que engarzó en su libro. El argu-


mento es como sigue:
La
infanta Isouberta, hija del rey Pojjleo y de la
reina Gisanca, no queriendo acceder al deseo de sus
padres, que la apremiaban para que contrajese matri-
monio, huye de ellos, y entrando en una barca que
halla desamparada, navega varios días, hasta ai-ribar
á un desierto, donde desembarca y donde está á pun-
to de ser devorada por unos perros de caza, de los
que la liberta el Conde Eustacio, cuya es aqiiella
tierra. El Conde se enamora de la Infanta }- se casa
con ella contra la voluntad de su madre, la cual,
aprovechando la ausencia de su hijo, llamado por el
rey Licouberte el Bravo para que le a3aide en cierta
guerra, hácele creer, cuando la Infanta da á luz, que
ha parido siete podencos de una vez, siendo así que
eran siete hermosos niños, á quienes, conforme cada
lino nacía, venía un ángel y le ponía un collar de oro
al cuello. El Conde escribe que guarden los podencos
hasta que él regrese, pero la pérfida madre falsifica
también su carta y hace otra en que se ordena matar
á Isonberta con los siete infantes que de ella han
nacido, de conformidad con una ley del reino, según
la cual, si alguna mujer daba á luz en un parto más
de un hijo, era acusada de adu.lterio y condenada á
muerte. El caballero en cuya guarda estaban Ison-
berta y los siete infantes, siente piedad por aquélla y
no cumple la orden de la suegra, abandonando luego
á los infantes en un desierto, á fin de no ser él, sino
la voluntad de Dios, la que los mate. Una cierva
acude y da de mamar á los infantes, á quienes recoge
un ermitaño, que los cría y educa.
Cuando el ermitaño vio que los niños andaban 3-
podían acompañarle, dejando á uno en casa, salió á
pedir limosna con los otros seis. Llegó á oídos de la
EL MITO DE rSYQUIá 2i3

Condesa, madre del Conde Enstacio. la extraña nue-


va del ermitaño que mendigaba con los seis hermosos
niños, y, sospechando algo, mandó llamarle, adqui-
riendo pronto la convicción de que se trataba de sus
nietos, por lo ciial hizo de modo que se quedó con
ellos, bajo pretexto de darles educación. Un día, es-
tando en su cámara, llamó á dos escuderos, j te-
niendo ante sí á los seis niños, ordenó á aquéllos que
les quitasen los collares de oro y los degollasen. Los
esciideros, haciendo lo que se les mandaba, comen-
zaron por quitarles los collares, pero, apenas lo hu-
bieron hecho, cuando los infantes se convirtieron en
cisnes y se les escaparon volando, saliendo por una
ventana de la habitación. La Condesa dispuso que un
platero deshiciera los collares, por si en ellos se en-
cerraba alguna virtud misteriosa, y que fabricase con
los mismos una copa para su mesa. Asi. que el pla-
tero fundió un collar, el'oro comenzó á crecer, y tuvo
materia bastante para fabricar con él solo la copa,
guardándose los otros cinco, sin qi;e la Condesa lo
supiera.
Después de diez y seis años de ausencia, el Conde
Eustacio volvió á su tierra y se enteró de todo lo
ocurrido; pero fué forzoso, para cumplir las lej^es del
país, que su mujer fuese condenada por adúltera, á
causa de haber dado á luz más de un hijo, si no había
caballero que la defendiera y venciera en batalla al
acusador. Dios inspira entonces al ermitaño, para
que envíe al infante que le queda, á fin de que lidie
|)or su madre. El infante vence al caballero de la
acusación, y es reconocido como hijo del Conde, el
cual manda emparedar á la pérfida suegra, y hace
luego traer á los seis cisnes, cuya existencia era co-
nocida del ermitaño. Pónenseles los collares á los
cisnes, y á medida que los van recibiendo, vanse
A. II()Ni:,t,A V SAN MAUII.N

tünuiiidü en hombres, pero como uno de los collares


había sido fundido, el cisne á quien corresponde
queda en naturaleza de tal, aunque su entendimiento
sea racional, y se vea que, como los otros, es hijo
del Conde. El mozo que por su madre recibe de
lidió
Dios la gracia de vencer en todas las batallas que sc
hagan contra dueña Inocente, y aquél su hermano
que permaneció cisne, la de guiarle á todos los luga-
res donde tales batallas habían de tener efecto. Vov
eso el mozo toma desde entonces el nombre de Caba-
llero del Cisne. .

El Duque Rainer de Sajonia tenía ocupadas á la


sazón las tierras de la Duquesa de Bullón, y nadie
osaba demandárselas, porque era tan denodado en ar-
mas, que ninguno quería contender con él. Pero en
ocasión en que el Emperador Otto celebraba cortes
en Nimeya, se presentó ante él la Duquesa, quere-
llándose de Rainer por la fuerza que le hacía. Remi-
tióse la cuestión al juicio de Dios, y, cuando todos
pensaban que no habría nadie tan osado que se atre-
viese á lidiar con el Duque, llega el hijo de Eustacio
de la parte de ()riente, en un batel tirado por el cisne,
lucha con Rainer y le vence, casándose luego con
Beatriz, la hija de la Duquesa. Celebrado el matri-
monio, y antes de ninguna otra cosa, el Caballero
hace prometer á Beatriz que nunca le preguntará
quién es, ni de qué tierra, ni cómo ha nombre, porqué-
desde el momento en que lo hiciera, de allí á nueve
días partiría para siempre, y no le vería más.
Lo restante del episodio trata de las guerras del
Caballero del Cisne con los de Sajonia, á los cuales
vence, apoderándose de sus tierras. Últimamente,
impresionada la duquesa Beatriz por las proezas de
su marido, no puede resistir al deseo de averiguar su
nombre y patria, 3- iina noche le interroga. «Cuan-
KU MITO DíJ PSVQUIS 25

do el Caballero del Cisne oye aquella pregunta que


su mujer le liobo fecha, hobo tan gran pesar, que
perdió toda la color; así que, de muy blanco que era.
toda la cara se le tornó negra, e dijo asi, con gran
saña e mal talante que liabia: «Dueña, agora fallece
vuestra amistad para siempre e viene vuestro aparta-
miento, e de manera me partiré de vos, que no fin-
caria aqui mas por todas las cosas que son en el
mundo, ni me veredes jamas de los ojos.»
En efecto, á pesar de los ruegos de su mujer y
amigos, el Caballero del Cisne, á la mañana siguien-
te^ mandó disponer sus armas y caballo, y se despi-
dió del Emperador, encomendándole su mujer y su
liija Ida y dejando á aquélla en recuerdo el cuerno

de marfil que traía cuando llegó por primera vez á


lucliar con Kainer. Todos rogaban al Caballero que
no les dejase, y cuando ellos esto decían, el cisne,
que ya era llegado por 'el río con el batel, dio una
voz «muy grande e mu}"- fiera. como en manera
que estaba sañudo. E luego el duque de Bullón fue
corriendo a la pu^erta del palacio, donde tenia su ca-
ballo ensillado, e cabalgó en el, e mando al escudero
que tenia las armas que se fuese en pos del cuanto
pudiese. E el dejóse entonce ir al rio cuanto el caba-
llo lo podia levar, e el Emperador e cuantos ahi es-
taban cabalgaron en pos del por ver lo que faria.
Mas el Caballero del Cisne, luego que llego al rio del
Rin, descendió del caballo e tomo su espada e ciñóla,
e después tomo su lanza e su escudo, el que trajiera
primeramente, que ya era muy viejo e muy destecho,
de los muchos golpes e muy grandes que le dieran,
6 metiólo en el batel al cabo do el habia de ir: e des-
pués salió fuera, e desciño la espada, e desnudo los
paños que traia, e vestio otros tales como los que
trujiera primero, que los fallo dentro en qI batel que
2>'} A. BONILLA V SAN MAUTIN

lo trajiera alii el Cisne. E descifio la espada e santi

guose tres veces, e luego despidióse del Emperador e


de cuantos ahi estaban, e encomendólos a Dios, o
entro en sn batel, e comenzó el cisne a nadar con el
e a irse muy alegremente; asi que, en poco de rato lo
perdieron de vista, que nunca jamas del pudieron
saber parte.» «
La leyenda del Caballero del Cisne, tal como se
narra en La gran Conquista de Ultramar, es segura-
mente de los más poéticos textos de la literatura es-
jDañola. Muy pocos le igualan en belleza de dicción y
en grandeza de pensamiento. En el capítulo siguiente
veremos la prolongada tradición de esa leyenda en
las literaturas extranjeras.

Las dos leyendas precedentes forman grupo aparte


en la evolución del mito europeo que les sirve de pri-
mera base: ese mito, como veremos en el capítulo
inmediato, es el cuento de Psyquis y el Amor, conte-
nido en El Asno de ovo de Apuleyo.
Tradición más en harmonía con la representada por
el mito primitivo es la que se revela en otras produc-
ciones literarias de que inmediatamente vamos á hacer-
nos cargo, partiendo siempre de lo más moderno (!).

(1) Para determinar esta tradición, nos fijamos principalmente


en lo para nosotros constituye el núcleo de la lej'enda, que no
qiie
es otro, á, nuestro .luicio, sino el tema de la curiosidad del amante

por conocer á su amado y en el tema de 1n desgracia que dicha cu-


riosidad engendra al ser satisfecha. En otros respectos cabría en-
contrar analogías entre el mito de Psj'quis y otras leyendas; así lo
ha hecho, por ejemplo, J. Reinhold, en su hermoso libro: Floire et
Blancheftor (Etiide de litti'rature comparée: Paris, 1906), donde halla
semejanzas entre la historia de Flores y Blancaflor y el cuento de
Lucio Apuleyo (Vid. págs. 149 á 157). La interesante revista Sophin,
(Enero de 1907) publica una versión popular española del cuento de
Flores !J Blancaflor, por D. Mario Soso de Luna.
EL MITO DK rSYQUIS 27

Con el título de El Amor enamorado publicó clon


Juan Eugenio Hartzenbusch (1806-1880j eja 1864, en-
tre la colección de opúsculos y artículos que tituló
Obras de encargo, una zarzuela mitológico-burlesca,
(^tres actos, en verso y prosa) que refundió más tarde

con el titulo de Heliodora ó El Amor Enamorado ().


y qiTe se representó con regular éxito en el Teatro de
Apolo de Madrid el 28 de Septiembre de 1880. con
música del insigne maestro don Emilio Arrieta (2).
El argumento de la obra, que no pasa de mediana, es
como sigue
El pueblo cretense, instigado por el honrado la-
brador Aristeo, quiere colocar en el trono de Venus
á la princesa Heliodora, harto más bella 3' pura, á sii
juicio, que la diosa del Amor. Telefrón (3), custodio
purificador del templo de Venus, parte á comunicar
el atentado á la diosa, á tiempo que ésta discute con

su hijo Cupido, que desea amar á alguien, y le pre-


dice que, si ama, padecerá en el espíritu el tormento
'horrible del desengaño, y en el cuerpo un dolor agu-
dísimo, de que sólo tienen idea los hombres, un dolor
de muerte que dure 3' no mate. Venus se irrita al
saber la noticia que le trae Telefrón, y resuelve la
muerte de Heliodora. Cupido baja á la tierra, ve á la
princesa y se enamora de ella, haciendo que los céfi-
ros la arrebaten y la lleven á su palacio. Venus
quiere descubrir la morada de Heliodora, y acude á
Pintón en demanda de la lámpara de la muerte, para
cuya luz no hay nada escondido y cuj^a quemadura

(1) Madrid, — Un folleto de 6« págs. en 8.»


18S0.
Vid. Obríts Encnruo, Colección ¡¡ne coni ¡n'cnde ah/iinas de D. .Juan
(le
K. Ilart-enbrisch. Madrid, Impronta y ICstereotipia de M. Rivadc-
iieyra, 1864. Págs. 81-187. Al final de la zar/.uola se lee: «Panticosa-
IJiarritz-Madrid. 1S57 »
(2) Poseo la partitura original.
(i!) El nombre de Telef'rini, personaje ridicnlo. consta en id li-
bro II del Asno di' Orii do Apiiloyo. i
2tí A. HONII.I.A ^ SAN MAIlli.N

lodestruye todo. Entrega la lámpara á Telefróii, con


encardo de. que, mediante ella, averigüe dónde está
la princesa.
Cupido advierte á Heliodora (^ue, desde el momento
en que pretenda ver su semblante, correrá peligro su
vida, pero Heliodora, habiendo hablado con Telefrón,
y enterada de las mágicas propiedades de la lámpara,
resuelve averiguar, mediante ella, si su querido es-
poso es un monstruo ó un portento de belleza. Apro-
vechandí^ por la noche, un momento en que Cupido
está entregado al sueño, saca la lámpara y le descu-
bre, quedando admirada de su hermosura, pero, en
aquel instante, una gota de aceite cae sobre el pecho
de Cupido, quien se despierta herido por el dolor.
Los espectros se llevan á Heliodora, esclava de Ve-
nus desde entonces, y los genios á Cupido.
Venus amenaza á la princesa con quitarle la vida
si no consiente en casarse con quien aquélla indique

(que ha de ser el feísimo Telefrón), pero Cupido,


aun no curado, viene en auxilio de su amada, á quien
proporciona la fuga. Heliodora ha de perder la vida
si no se enlaza con im hombre, y por eso Cupido se
la cede á Aristeo, pero la princesa llega á saber que
los padecimientos de Cupido sólo cesarán haciendo
ella el sacrificio de su vida, y voluntariamente se
presenta á Venus, que ordena su muerte. Por for-
tuna, un dios llena de néctar la copa envenenada que
á Heliodora se ha de ofrecer, y la princesa adqiiiere
la inmortalidad, uniéndose libremente con Cupido,
sano 3^a, después de un beso de la nueva diosa.
La escena en que Heliodora descubre á su amante,
merced á la lámpara, es la 19.'^ del acto II y dice así:
EL MITO DE PSYQUIS 29

«Heliodora cojí la lámpara, ij Cupido dormido.

Heliod. Gruta distante dijo:


ésta indicó, de fijo.
¡Cuál me palpita el pecho!
¡Allí descubro un lecho!
¿Qué es lo que voy á ver? (Acercándose).
¡Monstruo divino es ese!
¡
y él resistió que viese
rostro que tanto hechiza?
Dará, si martiriza,
tormento de placer.
Arco hay aquí y aljaba.
Ciega de asombro estaba.
Ojos, con ansia errantes,
¿cómo no visteis antes
las alas del amor?
¡Yo de Cupido anaada?
¡Yo por su esposa dada,
cuando, la peña abriendo,
vaticinó tremendo
Saturno destructor?
Del Dios al torpe bruto
cobra el amor tributo
aman ciprés y yedra;
la diamantina piedra
siente el amor en sí.

i
Y que del mundo es alma,
él,
pone á mis pies la palma
que ambicionaran diosas!
¿Cuál de las más dichosas
puede igualarse á mí?
Pronta, mi bien, me tienes
á reparar desdenes;
pero en dudar insisto
que por haberte visto
grave pesar te dé.
.Amante cortesano
besásteme la mano
por disipar mi susto;
yo, con respeto justo,
la tuya adoraré.

(Al besarle la mano, ricrtr la. lámpara sobre d j>cc/i(>


de Cui'iüo).
;l(t A. IIOXII.I.A ^ SAN MAKTÍX

Cltido. ¡Ay Cielos! (Iiirorj>i/rf'ni(/os('.).


me mata!
¿(¿u¡('-M
¡
Qué bárbaro dolor!
Heliod. La lámpara he vertido,
su í'ueiío le abrasó.
Cri'iDO. r.Qiit' lias hecho, desdichada?
f
Cii/ñdo rae sobre Ui almohada).
Heliod. ¡Perdóname! ¡Perdón!»

No
exenta de idealidad ni de buena versificación,
la obra de Hartzenbusch tiene, sin embargo, graves
defectos. «Como la vena cómica dice el señor Me- —
néndez y Pelayo (^ —
no, era la principal entre las
)

excelentes dotes del autor de Los Amantes de 'Teruel.


no es maravilla que resultasen fríos é insulsos la
mayor parte de los chistes de Telefrón, cuya inopor-
tuna presencia en las situaciones más críticas, des-
figura la obra con un tinte de candidez piieril. Algu-
nos recursos, también, como el primer encuentro de
Psiquis con el Amor disfrazado de pastora anciana,
se quiebran de puro ingeniosos y rebuscados, y con-
trastan con la sencillez humana, y por lo mismo tras-
cendental y eterna, del cuento primitivo. Tampoco
los datos de éste fueron respetados por Hartzenbusch
más que en lo esencial. Suprime las hermanas de Psi-
quis, sustituyéndolas pobremente con el insufrible
Telefrón: suprime todas las pruebas y purificaciones
de la heroína... Hay, además, algunos rasgos de sen-
timentalismo moderno, que son inoportunos en tal
argumento. Una reproducción poéticamente hecha del
episodio de Apuleyo, conservándole con franqueza su
prístino carácter de cuento de viejas, hubiera produ-
cido una zarzuela ti ópera de grande espectáculo,
mucho más animada é interesante que este conjunto

(1) En su monumental Bibliografía Hispano- Latina clásica (pá-


gina í 17), publicada en la Biblioteca de la Bevista de Archivos, Biblio-
. tecas y Museos.
EL MITO UK PSVQUIS 31

de sutiles embrollos, de púdicas reticencias, y de se-


gundas intenciones.

En Septiembrede 17U3 se estrenó en 3Iadrid un


«drama heroico en un acto, con música», del abomi-
nable D. Luciano Francisco Comella, con el título de
Psiquis y Cupido. Hizo el papel de Psiquis la famosa
Tirana (María del Rosario Fernández). La obra, que
sigue la tradición de Apulej'o, es verdaderamente
detestable, como podía esperarse del mustio ingenio
de su autor. Los versos son de lo más prosaico y vul-
gar que imaginarse puede, y, en conjunto, la produc-
ción es indigna de recuerdo. Con razón la califica el
iSr. Menéndez }• Pelayo {}) de «esperpento dramático,

en que no hay poesía, ni sintaxis, ni sentido común. »


Mayor importancia tiene una «gran comedia» de
D. Antonio de Solís y Rivadeneyra (1610-1686) que,
con el título de: Triunfos de Amor y Fortuna, se
estrenó en el coliseo del Buen Retiro, ante los Rej-es
de España, un miércoles 27 de Febrero de 1658. La
obra va precedida de una Loa y seguida de dos entre-
meses (El niño caballero y El salfa-en-hanco) y un
saínete (sin título) que se representaron con ella. Don
Antonio de León Piuelo, en su inédita Historia de
Madrid, celebra la extraordinaria pompa con que se
])USO en escena la comedia, y las mudanzas muchas
y admirables del teatro ('-).

(1) — La obra do Cornelia se imprimió


Olira citada, pág. 116.
suelta, y además en el tomo VII de la Colección de las mejores come-
dias nwvas que se van representando en los teatros de esta corte (Ma-
drid, en la Imprenta de Ramón Ruiz).
(2) Fué impresa esta comedia eu las Partes trese (16(54) y<¿r<j-
renta ¡j siete (1(381) de Comedias nuevas escogidas, y reimpresa además
en las ediciones de las Comedias de Solis de 1681 (poseo ejemplar i

y 1710.
;52 A. IHJMI.I.A Y SAX MAItli.N

Los Triunfos de Amor y Fortuna vienen á ser lo


que hoy llamaríamos una zarzuela de gran espec-
táculo. Solís enlaza la fábula de Psiquis con la de
Endimión, siguiendo en la primera la tradición de
Apuleyo é imitando en parte á Calderón, Su obra es
mediana no encontramos en ella un solo rasgo sobre-
;

saliente, ni una sola escena de relevante mérito. Solís


supone que Venus entrega Psiquis y Endimión á la
Fortuna, celosa de la primera porque el pueblo de
Paí'os la prefiere á ella, é irritada con el segundo por-
que á su vez ha preferido las bellezas de Psiquis, y
sobre todo de Diana, á la suya. En la Selva de Diana,
Endimión es herido casualmente por una de las flechas
de Cupido que ha caído en poder de la diosa y que
ésta dispara contra una fiera. Psiquis naufraga luego
en una abrupta roca, que por arte de Cupido (enamo-
rado de la doncella) se convierte en un suntuoso Pala-
cio, donde Psiquis es servida y obsequiada con soli-
citud, sin que ver pueda á persona viviente. Por la
noche. Cupido aparece y le declara" su amor, al que
Psiquis corresponde, pero aquél la prohibe que le
vea. Morfeo hace creer á Psiquis que su esposo es un
monstruo, y le da un farol y un puñal para que le
«lescubra y le mate. Al descubrirle, Cupido desapa-
rece. Psiquis le busca en vano por distintos lugares,
consulta á la diosa Ceres y por último se entrega á
las iras de Venus, quien la sujeta á varias crueles
pruebas, al cabo de las cuales Psiquis, bebiendo el
néctar divino, se hace inmortal y se une definitiva-
mente á Cupido, á la vez que Endimión logra su feli-
cidad en un profundo sueño q\\Q Morfeo le infunde.
Hemos de recordar también el poema en octavas
reales, dividido en ocho cantos, que, con el título de:
Amor Enamorado, Fábula de Psiques y Cupido, pu-
blicó en 1G55 (Zaragoza, por Diego Dormer) Fabio
EL MITO DE P3VQUI3 33

L'lymente (seudónimo de D. Francisco Jacinto Funes


y Villalpando, Marqués de Osera). «El procer arago-
nés — escribe el señor Menéndez y Pelayo ("•) se —
ajusta con bastante fidelidad á la fábula de Apuleyo,
y muestra dotes de ingenioso versificador, pero la
dicción poética es afectada y culterana. »
Sigue, en efecto, con bastante fidelidad la trama de
Apuleyo, y no carece en ciertos momentos de inspi-
ración poética, aunque abunden en él los versos duros.
He aquí el argumento respectivo de cada uno de los
ocho cantos:

T. Culto ofrecen a Psiques por divina


y nueva Venus victimas alcanza
;

Venus se ofende: airada, determina


que en ella el hijo logre su venganca
el Dios en la obediencia se destina
al riesgo de su propia confiauca,
y al mirar lince lo que admira ciego,
experimenta ardores de su fuego.
II. Casadas ya Dolinda y Policrea,
oráculo de Apolo el liei consulta,
y respondiendo en él, la luz Febea
misterios grandes en assombro oculta.
Con pompa funeral manda que sea
Psiques luego llenada á parte inculta:
en un monte la dexan de horror lleno
el Zefiro la pasa á un Prado ameno.
III. Admira Psiques el Palacio, donde
consigue el Dios de Amor dulces empleos,
3' recatado siempre se le esconde,

aun quando mas se ofrece a los deseos:


a sus ruegos forcado corresponde,
permitiendo <iuc el Zefiro en rodeos

(1) Obra citada; págs. 104 y 105.


Amor enamorado,
I 1/ C'vpido / poi- / Fnbio Cly-
/ fabvla / de Psiqves
mente. / Dedícala / al excelentissimo / Señor Don (íasiKXr do Haro y
(ruz-Zman, Conde do Morente, Marques de/Heliche, (íentilhonibro
de la Cama- / ra de su Magostad, y su Mon-/tero mayor, &c. / Con
licencia, / En ZaragO(,'a: Por Diego Dormer. 1655.
8." — 125 X 77 mm. — 26S ps. ns. -|- 8 sin n. de prels.

;j
31 IIOMI.I.A \ SAX MAUri.N

a sus Hermanas traiga; y le prev'iene


autes los riosgos ([ue en hablarlas tiene.
I
\'. Introduce en Dolinda y Policrea
la íiera embidia su passion tirana,
causando en Psiques, que engañada rrea
a la hermosa Deidad sierpe inhumana.
Matarla solicita, y (juando emjilea
la vista en iterfeccion tan soberana,
de Minerva el licor vierte encendido,
y, llagado el Amor, buela ofendido.
V. Llorando Psiques su iní'elice suerte,
de un monte al precipicio se destina,
que en sus Hermanas con razón convierte,
y después anegarse determina:
sobre las ondas suspendida, advierte
que a la ribera opuesta se avecina,
donde Divino Sátiro el violento
origen le narró de su instrumejito.
VI. Venus del Hijo sabe la dolencia,
y contra Psiques su rigor ^.repara;
Mercurio, con suprema inteligencia,
enemiga del Cielo la declara:
ella, que en vano implora la clemencia
de Ceres y de luno, con fe rara,
espera, en sus temores animosa,
hallar piedad en la enojada Diosa.
VII. Piedad en vano a Venus Psiques pide,
y, obedeziendo quanto ordena airada,
diversos granos de un montón divide,
de provida República ayudada:
lana de oro le trae, y no le inapide
orror estigio el Agua venerada,
mas quando triunfa de mayor empeño,
donde juzga belleza, encuentra siieuo.
VIII. Despierta a Psiques con arj^on luziente
el Dios amante, que, con fino anelo,
declara á love lo que dulze siente,
y alcanca quanto pide su desvelo:
aplacada de Venus la ira ardiente,
sube Mercurio nueva luz al Cielo,
en la Esposa de Amor, de quien, sin i^eua,
nace el deleyte que sus glorias llena.

En su (ruirnalda de Venes casta, colección de ver-


sos y prosa, publicada en Barcelona, por layme Gen-
EL MITO DE PSYQUIS OJ

clrat, elaño 1603. el caballero Jerónimo de Heredia


(á qtiienUgo de María confunde con Jacinto de Villal-
pando), dio á luz una novela mitológica, en prosa y
verso, que viene á ser traducción de la obra del ita-
liano Antonio Minturno, de que luego hablaremos.
Jerónimo de Heredia había colaborado en la famosa:
Relación de Jas fiestas qve el Argohispo y Cabildo de
Valencia hizieron en la translación de la lieliquia
del glorioso S. Yincente Ferrer a este santo Templo,
publicada por el Canónigo Tárrega en Valencia, el
año 1600; y también en la Belacion de las grandes
fiestas qce en esta Ciudad de Barcelona se lian echo,
a la Canonización de su hijo San Famon de Peuafort,
impresa en Barcelona, el año 1601 y escrita por Jaime
Rebullosa (i).

Don Pedro Calderón áh la Barca (1600-1681), entre


sus Autos Sacramentales, dejó dos alegóricos, titula-
dos ambos Psiquis y Cupido, escritos respectiva-
:

mente, con sus correspondientes loas, para las ciuda-


des de Madrid y Toledo. Los dos autos responden á
la tradición á que obedece la zarzuela de Hartzen-
busch, y están llenos del discreteo teológico y de la
metafísica escolástica barata que caracterizan las
producciones de aquel dramaturgo.
En el de Madrid (compuesto en 1640), supone Cal-
derón que el Mundo tiene tres hijas, representativas
de otras tantas Edades: la Edad l.'"^, casada con el
Gentilismo; la Edad 2.*'^, casada con el Hebraísmo, y
la Edad 3."- ó Ley de Gracia (Psiquis), enamorada de
un Dios hecho Hombre para salvar á los niortales. El
Mundo propone á la Edad 3.'^ que se embarquen en un
(1) Véase ol Cdldlogo de hi lUhlioteca de Salva (Valencia, 1372).
t. I, págs. 151 y 169; t. li, p;'ig. 151.
A. ItONII-I.A V HAN .MAKTI.N

bíijcl })ara ir á cierto escollo con objeto de edificar en


él un altar al Dios ignoto á qnien su hija adora. Así
lo hacen, acompañándoles la Malicia y la Sencillez,
pero una tormenta les obliga á aproximarse á la tierra,
donde todos bajan. Hácense luego á la mar, pero
dejan solas, en la desierta tierra donde arribaron, á
laEdad 3.*^ y á la Sencillez. A este tiempo surge allí
un maravilloso alcázar, donde el Amor alberga á la
Edad 3.'^ y se casa con ella. La Edad 3.*^ pide á su
Esposo que invite á sus dos hermanas para que pre-
sencien su bienestar.. El Amor accede á ello y las
Edades 1.* y 2."' llegan con sus esposos respectivos.
El Odio iíispira al Mundo, al Gentilismo y al Hebraís-
mo, para que hablen á la Edad 3,* (Psj^quis) y la
persuadan de que debe informarse de quién sea su
Esposo, al cual no ha visto corporalmente hasta en-
tonces. Aprovechando el sueño del Esposo, y alum-
brada por la Malicia, la Edad 3.^ descubre el rostro
del Amor, y en aquel momento desaparece el Palacio
con sus maravillas, y el escollo recobra el aterrador
aspecto que ofrecía en un principio. La Edad 3.''' se
arrepiente por fin de haber dudado, y el Amor la per-
dona, dando con ella á su Iglesia la Ley de Clracia.
He aquí la escena culminante
« (Duérmese Amor).
Edad 3.'^ Cuando ¿qué miro?
yo... pero,
Parece que al sueño entrega
los sentidos.
Amor. (Aparte.) Aunque yo
duermo, mi corazón vela.
Edad 3.* Buena ocasión se me ofrece
á que sin velo le vea.
¿Sencillez?
(Sale la JMalicia con el hacha encendida).
Mal. ¿ Qué mandas ?
Edad 3.^ Dame
la luz.
EL MITO DE rSYQCIS 37

Mal. Aquí está.


Edad 3.* ¿Con ella
vienes tú?
Mal. Sí, porque está
en profundo sueño envuelta
la Sencillez, j^ porque
no te haga falta, con ella
vengo yo.
Edad 3.^ ¡Mucho me dice
ver en ocasión como ésta
á la Sencillez dormida
y á la Malicia despierta!
MÚ.SICA. ¡Ay mísera de ti, Naturaleza!
Edad 3.* ¡Pero nada me acobarde!
¡Corra el velo!...
(Descúbrele el rostro).
¡Qué belleza!
Música. ¡Ay mísera de ti, si á dudar llegas!
Edad 3.* ¡Qu.é hermosura! el Dios -de Amor
fué sin duda el que en la esfera
de otro jardín, antes de ahora,
me adornó de flores bellas.
¡Feliz yo! Llegue á tocarle,
por si acaso es de mi idea
ilusión...
Amor. ¡Mujer! ¿Qué has hecho?
(Desjñerta. Hay gran terremoto, desapareciendo palo-
cios, jarcli nes,mesas y aparadores).
Edad 3.^ ¡Temblar el cielo y la tierra!
Música. ¡Ay mísera de ti. Naturaleza!
Amor. ¡Ay mísera de ti, que á dudar llegas!
En íin, ¿has querido...
Edad 3.* ¡Qué ansia!
Amor. no creyéndome...
Edad 3.^ ¡Qué pena!
Amor. creer á tus ojos...
Edad 3.* ¡Qué angustia!
Amor. más que á mi voz'
Edad 3.'"^
¡Qué violencia!
Amor. Que, volviéndote al primero
estado de tus miserias,
desaparecieran cuantos
biene.s, pompas y riquezas
jíudiste esperar de mí,
oyendo sólo entre ollas: (Terremoto).
38 liONILI-A Y SAN MAKIIX

Mus. Y El. ¡Ay mísera do ti, Naturaleza!


¡ay mísera de ti, si ú dudar Degas!
(Vase el Amor; sale el Odio y cmc la Naturaleza en sits
brazos).
Edad 3.* ¡Oye! ¡espera! mas ¡a3% triste!
¡que el corazón desalienta!
¿dónde á dar voj'V
OiJio. En mis brazos.
Edad .S.* ¿Qué miro? di con la fiera
también de esotro jardín.
¿Quién eres?
Odio. ¿Quién quieres que sea,
habiéndose ido el Amor,
sino el Odio?
Edad P>.^ ¿Tan apriesa
pasa del Amor al Odio
el miserable que peca?
Odio. Sí, que no se da más tiempo
entre la gloria y la pena.
qvie el instante de un pecado.
Edad 3.* Luego por la razón mesma,
el instante de un pequé
(pues no ha de darse más fuerza
al vicio que á la virtud)
podrá hacer que á mi ser vuelva.
Odio. Sí; pero tarde será,
cuando contra ti se alteran
montes y mai-es.
(Terremoto, y salen 2)or diversas partes, todos con asom-
bro).
Dentro. (Todos.) ¡Qué asombro!
Hi:braí.síio. ¡Qué confusión!
Edad 2.* ¡Qué violencia!
Gentilidad. ¡Qué prodigio!
Edad I.''*' ¡Qué portento!
Malicia. ¡Qué desdicha!
Mundo. ¡Q^ié tragedia!
ToDO.s. ¿Qné ha sido esto?
Edad 3.* Haber perdido
mis dichas.
Hebr. ¡Mira si eran
fingidas!
Edad 2.''^ ¿Adonde están
tus palacios y grandezas?
Edad 1.^ ¿Qué se hicieron tus jardines?
KL MITO DK PSYQUIS 39

Gent. ^;Dónde Fe fueron tus raesas?


Hebr. ^;Adonde están tus adornos?
Tonos. r'Q^i^é 6s de todas tus riquezas?
Edad 3.'^ Todas se las llevó el viento
de una incredulidad necia
de mi Sencillez dormida
y mi Malicia despierta;
l^ero no me desconfían,
pues puedo volver á ella.
Todos. ¿Cómo?
Edad Q."- Pidiendo perdón
de mi culpa, con protesta
de que crea lo que oiga
y no lo que mire crea.
(Vuelven d verse palacios y jardines, aparadores y me-
sas, y en ella el Amor con cáliz y hostia). »

El auto escrito para Toledo tiene un argumento


análogo, aunque mayor aparato teológico. En él apa-
rece también el Mundo con sus tres hijas: Idolatría,
casada con la Gentilidad; Sinagoga, casada con el
Judaismo; y Fe, á quien persigue la Apostasía, pero
cuyo verdadero amante es Cupido, al cual, sin em-
bargo, no ha visto nunca aquélla corporalmente. Eno-
jado el Mundo por el atrevimiento de la Fe, resuelve
relegarla al más áspero desierto, y para ello la em-
barca en una nave, y hace que los tripiilantes aban-
donen á la Fe en tierra extraña, no dejándola otro
servidor que el Albedrío. Cupido hace surgir en aquel
desierto un maravilloso palacio, y en él recibe á la
Fe, á quien declara su amor, sin hacerse visible. Por
acaso vuelven allá el Mundo y sus otras hijas, y que-
dan sorprendidos y llenos de envidia al contemplar el
l'cliz estado de la Fe, á quien creían muerta. La Fe

les cuenta su buen suceso, y ellos, dominados por la


(uividia, la estimulan á que procure ver á su esposo,
cuyo afán de ocultarse les parece muy extraño. La
Fe lo hace así, valiéndose de la luz con que le alum-
bra el Albedrío y aprovechando un momento en que
40 IlONIhl.A V SAN MAUTI.N

Cupido parece entregado al sueño; pero el esposo


despierta enojado y se origina un cataclismo, vol-
viendo la tierra á su primer estado inculto y ásper^ .

La Apostasía cree entonces que hará nuya. la Fe, pero


ésta pide perdón de su falta y Cupido se lo otorga.
La escena del descubrimiento de Cujjido es como
sigue:

« Fe. ¿Quieres que canten, en tanto


que entre mis brazos descansas?
Cutido. Sí, hermosa Psiquis, y más
si es canción en tu alabanza.
Música. Pájaros, fuentes y tíores,
todos al Dios de Amor decid amores.
Voz l.'^ Aves, su luz saludad.
Todos. ¡Volad, volad!
Voz 2.* Cristales, su espejo sed.
Todos. ¡Corred, corred!
Voz 3.* Flores, de alfombras servid.
Todos. ¡Lucid, lucid!
y en dulce suave lid
aclamando su deidad,
lucid, corred y volad.
Fe. Parece que se ha dormido.
Cupido (Aparte.) Dice bien; verdad es clara,
pues que sólo lo parece.
(Levántase Ja Fi .

Fe. Esta es la ocasión que agviarda


mi deseo... ¡qué temor
por mis venas se dilata!...
¡Pero amar sin ver á quién,
desaire es de la ignorancia!
¡Albedrío!
(Sale el Albedrío con una linterna; ábrela y enciende
una bujía, y la toma ella).

AL,BEDPáo. ¿Qué me quieres?


Fe. ¿y la luz?
Albedrío. Aquí te aguarda
cubierta.
Fe. Dámela, pues.
Cupido. (Aparte.) Ya no es Fe, ya á serlo falta.
pues su Albedrío la enciende
la luz que mi voz la apaga.
EL MITO DE PSYQUIS 41

Fe. ¿Quién creerá que es con la luz


mi ceguedad más extraña?
Cupido. (Aparte.) Claro está que la Fe sola
está con luz menos clara.
(Llega á él).

Fe. Blanco velo: á quién encubres


saber tengo, y qué substancia
debajo de las especies
se comprehende.
Cupido. ¡Espera, aguarda,
mujer! ¡no sin fe me toques,
que mis misterios profanas,
perdiendo así cuantos dotes
te comunicó mi Gracia!
(Desaparece, y suena gran terremoto)
Fe. ¡Ay de mí! perdí la fe;
perdí el Esposo que amaba;
perdí las felicidades,
sacrilegamente osada,
(Cúbrese el palacio y vuelve el monte).
Ya contra mí todo el cielo
irritado me -amenaza,
pues con prodigios me asombra
y con portentos me espanta.
Alkedrío. Huyó el hermoso palacio,
y, en la desierta campaña
primera, vuelves á verte
de tus contrarios cercada.
(Van saliendo todos como asombrados).
Mundo. ¡Qué notable terremoto!
Gentilidad. ¡Qué confusión tan extraña!
Idolatría. ¡Ue sus polos desquiciado,
el cielo se desencaja!
Judaísmo. ¡La máquina de los orbes,
confusa en sus ejes anda!
Apostasía. La grande Naturaleza
al caos vuelve.
Sinagoga. Las entrañas
de los montes son volcanes
que liumo escupen, fuego exlialan.
Mundo. ¿Qué se nos ha hecho el Sol?
Apostasía. Desierto es el que era alcázar.
Todos, Fe, ¿dónde están tus [lalacios?
¿dónde tus tesoros guardas?
42 A. IIONII.I.A Y «A.\ .^ÍAlt•JÍ^

Fk. ¡Dudé, faltando á ser Fe.


con que todo el l»ien me falta!
La tierra ginje, oprimida
con el peso de mis llantas;j

los montes sobr»; mis hombros


caducan las cumbres altas;
el sol me esconde sus rayos;
la luna sus luces guarda;
todo, en fin, se me revela,
porque quise tocar cuantas
maravillas Dios contiene
debajo una Forma blanca.
Tú, Sinagoga cruel;
tú. Idolatría tirana:
tú, bárbara Apostasía,
ocasionasteis mis ansias.
Yo mesma metí, yo mesma,
mis enemigos en casa,
qice éste es el riesf/o que tiene
el católico que ampara,
ni habla, ni oye, ni ve
ritos ni leyes contrarias;
¡perdí, en fin, todos los bienes,
que eran dotes de la Gracia!» (').

Al mismo Calderón se debe una comedia Xi Amor :

se libra de amor, inspirada en la leyenda de Psy-

(1) El auto de Madrid puede verse en el tomo I de los Autos sa-


cramentales, alegóricos y historiales, del insigne poeta español Don
Pedro Calderón de la Barca obras póstlmmas qve del Archivo de la
villa de Madrid saca originales á luz Don Pedro de Pando y Mier (Ma-
drid, en la Imprenta de Manuel Euiz de Murga, año de 1717; pági-
nas 272-306).
Deeste auto haj' tres manuscritos del siglo xviii en la Bibl. Xae.
do Madrid.
E! auto de Toledo consta en el tomo II de la misma colección
(págs. 40-70). De este aiito hay otros tres manuscritos del siglo xviii
en la Bibl. Xac. de Madrid.
Existe otra edición de los Autos sacramentales, alegóricos y histo-
riales de Calderón, hecha por Juan Fernández de Apontes ó impresa
en 1759-1760, en cuyos tomos I y II pueden verse los autos de Toledo
y Madrid respectivamente.
EL MITO DE PSYQCIS 43

i|uis. (•)Xo se conoce la fecha de esta obra. Don Juan


Eugenio Hartzenbuscli cree que fué escrita antes de
164:0, fecha del auto sacramental de Madrid, y desde
luego ha de ser posterior á 1635, fecha de la represen-
tación de El Galán Fantasma, citado en la comedia.
A juzgar por los últimos versos de la pieza, Cal-
derón hubo de titularla: El Amor Enamorado. Pro-
bablemente también tomó por modelo la comedia de
Lope que versaba sobre el mismo asunto, de la propia
suerte que imitó El Alcalde de Zalamea de Lope en
el suyo, y la Venganza de Tamar de Tirso en Los

cabellos de Ahsalón.
«Se reconoce en toda la comedia —
escribe Antonio
de Latour, que ha traducido la obra al francés el —
talento de ejecución, la habilidad técnica, el instinto
dramático del autor de tantas comedias vivas, ani-
madas é ingeniosas.»
He aquí el argumento : <

Atamas, rey de Gnido, tiene una hija (Psiquis),


cuya hermosura da lugar á que el pueblo abandone el
culto de Venus y destruya sus altares, á fin de adorar
sólo á la infanta. Para desagraviar á Venus, Júpiter
dispone que se le haga el sacrificio de Psiquis, deján-
dola abandonada en una isla desierta. Atamas cumple,
contra su voluntad, el mandato, y Psiquis es llevada

il) Se conserva un manuscrito, do letra de fines del siglo xvii,


jirocedente de la Biblioteca Osuna, en la Nacional de Madrid.
(Vid. Catálogo de las piezas de teatro que se conservan en el depar-
f'' mentó de manuscritos de la Biblioteca Nacional; Madrid, 1899; p:i-

írina 354).
La primera edición de la comedia: Ni Amor se libra de amor, es la
incluida en la Tercera parte de comedias de Don Pedro Calderón di:
ln /.''D-ca, publicada en Madrid, en KífiA, por D. Sebastián Ventuia
de Vorgara Salcedo. En la edición do D. .luán de Vera Tassis y Vi-
llarroel, forma parto del tomo III (Madrid, 1682).
Se ha reimpreso laego en todas las colecciones de las obras df
i'alderón, y en el tomo XII de la Biblioteca de Autores Espanolt-;
l'p. 657-670 1.
•Í4 A. )10XII-I,A V SAK MAKTÍX

á la isla, donde la alberga Cupido (que antes habí"'-

con ella en el jardín de Atamas y fué herido por uns


de sus propias flechas, que Psiquis le arrojó, sin
conocer su verdadera forma). El dios del Amor rodea
á Psiquis de todo género de comodidades y riquezas,
pero la ve siempre de noche, sin consentir que ella
le contemple á la luz. A instancias de su amada, Cu-
pido consiente que hable con sus hermanas (Telenisa
y Antrea), las cuales arriban á la isla en compañía de
Atamas y de sus maridos, y se sienten dominadas por
la envidia, al observar la felicidad de Psiquis. Hacen
creer á ésta que su invisible esposo es un monstruo.
y que debe descubrirle y darle muerte. Convencida
Psiquis, previene una luz y un puñal, y, cuando llega
la noche y Cupido se presenta, espera á que esté dur-
miendo para descubrirle, quedando maravillada de su
soberana belleza cuando aproxima la luz. Pero una
gota de cera cae sobre la mano del dios, y éste des-
pierta y huye, después de hacer desaparecer los pala-
cios en qiie Psiquis moraba, porque Júpiter no le ha
consentido permanecer junto á ella, á hurto de Venus,
mas que mientras sea invisible. Psiquis, desesperada,
quiere matarse, y Cupido se muestra de nuevo, impi-
diéndoselo, y diciéndole que Venus se ablandó por fin
y consiente en su matrimonio.
La comedia de Calderón es sumamente endeble. Xo
hay en ella \\n solo rasgo de verdadera inspiración,
ni una sola escena que sobresalga de la vulgaridad
insigne que se observa en toda la obra. En la ocasión
más crítica (escena 16 de la jornada tercera), Cupido
anuncia un silogismo para probar que es el Amor, y
no faltan los conceptos alambicados, las comparacio-
nes ridiculas y los vocablos cursis que tanto abundan
en el repertorio calderoniano. En general sigue la
tradición de Apuleyo, aunque introduciendo en ella
EL MITO DE rSYQUIS 45

iiumerosaá moditicaciones de pormenor. Moliere apro-


vechó probablemente la idea de los dos príncipes Li-
doro yArsidas, para sus dos cortesanos adoradores.
Entre los Doze autos sacramentales y dos comedias
divinas, que el Maestro José de Valdivielso (1570 ?-
1638) publicó en Toledo (por Juan Ruiz) el año de
1622, figura un auto rotulado Psiques y Cupido. Val-
divielso fué grande amigo de Calderón (cuyas Primera
y Segi'nda Partes de comedias aprobó en 1635 y 1637),
como también de Lope de Vega y de Cervantes, y
quizá su auto inspirase al creador de El mágico pro-
digioso la idea de escribir los dos cuyo contenido aca-
bamos de indicar. El amor de Cristo á su Iglesia, el
Misterio de la Transubstanciación, eran bases ríitiy
adecuadas para relacionar el mito pagano de Psyquis
con la creencia católica: el simbolismo ad usum Del-
¡ihiJii resultaba de facilísimo encuentro. Pero tanto la
interpretación de Valdivielso como las de Calderón,
son alegorías eruditas, que se apartan por completo
del cauce inconsciente de la lej^enda popular.
Schack hace del auto de Valdivielso el siguiente
resumen
«Psiquis es el Alma humana, la hija del Cielo, y el

Amor El Mundo, el Deleite y Lucifer son


es Cristo.
i;-alanes que pretenden la mano de Psiquis y se ven
rechazados de ella, porque en sueños ha visto al
Amor, á quien sólo desea pertenecer. Este se presenta
como amante suyo, y se desposa con ella; el himeneo
se celebra primero en su casa, en donde descubrirá su
rostro, velado hasta entonces; para acompañar á la
desposada hasta ella, la entrega á la Verdad y á la
llazón. Las hermanas de Psiquis, que se llaman Iras-
lible y Concupiscible, envidian la diclm de la despo-
sada y stí conjuran con los tres amantes desdeñados
para destruirla. El plan se realiza. Déjase Psi(iuis
3') A. nOXILI.A V SAN MAIfTIN

seducir de sus enemigos, anticipándose á la eternidad


y temiendo en vez de creer. En la ocasión primera en
que intenta levantar el velo del Amor es retirada por
la Fe; en la segunda huye de sus brazos el divino
amante, y ella se precipita en un insondable abismo.
La Razón queda ciega de repente, y vaga lamentán-
dose; aparécese la Verdad para buscar á la perdida: y
mientras se conduelen ambas de lo ocurrido, se ve á
Lucifer cabalgando en una serpiente, y teniendo en
sus brazos á la desolada Psiquis, manchada de sangre
y con negras vestiduras. El Amor, sin embargo, acce-
de al fin á celebrar de nuevo su himeneo, movido por
el arrepentimiento del Alma; la santa Virgen trae í\

Psiquis en sus brazos, él estrecha entre los suyos á la


recién hallada, y en este instante la adornan blancos
paños; ábrense sus ojos á la razón; huj^en el Mundo,
el Deleite y Lucifer; se ve al Cielo, padre de Psiquis,
que ofrece á su hija una corona y una palma, y uu
coro solemniza con sus cánticos las bodas del Alma y
de Cristo.» (i)
Valdivielso era buen poeta, y prueba de ello es su
JiOmancero espiritual, pero los versos de este auto no
son cosa mayor, exceptuando quizás aquella relación
que Psiques hace de su caída:

«Yo me yua, ¡ay!, liernianas,


a Ciu.dad Eeale
errara yo el camino
en fuerte lugare, &.''^»,

(,1) Conde de Sohack: Historia de la literatura -y del arte dramá-


tico en España. Trad. por Eduardo de Mier. Madrid, 1SS7. T. III, pá-
ginas 319-320.
Doze actos fsic) sacramentales, y dos comedias divinas por el
Maestro loseph de Valdiuiolso. Año 1622 En Toledo, por luán
— —
Kuyz. En i." El acto: Psiques y C'vpido, Christo y el Alma, ocupa
los fols. 58 á 69.— En el texto, Valdivielso habla de Jlurta la piadosa:
la comedia de Tirso de Molina, que lleva ese título, se escribió pro-
bablemente hacia 1614.
ICL MITO DE rSYQCIS 47

que es iDastante linda. Pero el fanatismo teológico


estropea el enredo, sacando á relucir aquella servi-
dumbre de la Razón respecto á la Fe, que establece
una antítesis absurda entre dos aspectos de una
misma función psicológica.
Consta que Lope Félix de Vega Carpió (1562-1635)
escribió una comedia con el título de Psiques y Cu- :

jJÍdo, que cita en la primera lista incluida en El Pere-


grino en su patria, y que, por consiguiente, es ante-
rior á 1604; pero dicha comedia, si es que se conserva
en alguna biblioteca, no se ha publicado (i). Proba-
blemente, como advierte el Sr. Menéndez 3' Pelayo.
Calderón se inspiraría en ella.

A poema Psyche, en doce


otro orden pertenece el
cantos, escrito por el sevillano Juan de Mal-Lara
(1527-1571), esclarecido humanista y autor dramá-
tico (-). Su inspiración directa fué sin duda El Asno
de oro de Apuleyo, bellamente traducido del latín al
castellano en 1513 por Diego López de Cortegana,

(1) Vid. Cajetano Alberto de la Barrera y Leirado: Catálogo bi-


bliográfico y biográfico del teatro antiguo español; Madrid, 1860. Pá-
gina 431.— Hiigo Albert Rennert: The Life of Lope de Vega (Glasgow,
Oowans & ' rray, 1904). PAg. 528. Consérvase una comedia de Lope,
con el titulo de: El amor enamorado, uno de cuyos personajes es
Capido. pero no se reñere al mito de Psyquis.
(2) I^a Psgche de Mal-I^ara i)ermanece aún inédita. Consta en
el manuscrito M-16G (hoj- Ms. 3949j de la Bililioteca Nacional de Ma-
drid (en 4.» 159 X 8? mm. 18 lis. de prels. y 332 numeradas). Va dedi-
cada «a la muy Alta y muy Poderosa Señora Doña Joana, Infant.a
de las Espaüas y Princesa de Portugal.»
M. Antoiiie de Latour. en su interesante libro: Psgché en Espagne
(Paris, Charpentier, 1S76). hace vin análisis de este poema, del cual
le facilitó copia D. José Maria Asensio. También lo analiza exten-
samente el Sr. JIonéndez y Pelayo, á las páginas 85 á 104 de su Jti-
bUografila hisiiano-hitina clásica.
El manuscrito, do muy linda letra del siglo svii, lleva el siguien-
te titulo: l-a I Psijchc de J. de Mallara. Di / rígida a la muí/ alta ii iiiini
48 A. IJüNILLA Y SAN MAIÍTÍN

Arcediano de Sevilla y fervoroso erasmista (•). El


verso suelto, con poca destreza manejado, en que está
escrito todo el poema, hace sumamente enojosa su lec-
tura, pero no faltan en él trozos de muy alta poesía,
y pensamientos de sublime grandeza moral. La estruc-
tura de la obra se comprenderá, teniendo presentes
los siguientes argumentos de cada uno de sus doce
libros:
I. Un rey de Calcedonia tiene tres hijas. Las dos
mayores casaron con los reyes de Galacia y Pafla-

pndernsa señora / Doüa Joana, ynfanta de las españas y / Princesa de


Portugal. Está encuadernado.
E. : El divino furor del alma Psyohe,
aquel punto, desden y fantasía
A.: Con este fructo fue bien remediado
el divino furor del alma Psyche.
Contiene: Portada (con dibujos á pluma). — Versos latinos de Mal-
Lara en honor de Doña Juana. — Canción castellana que declara
— —
estos versos latinos. Versos latinos de Fernando de Herrera. Tra-
ducción de los anteriores en versos castellanos. —
Soneto de loan
— —
Sánchez C'umeta. Otro soneto del mismo. Soneto de Cliristoual
de las Casas. — Detlicatoria en prosa á Doña Juana.— A los lectores.
— Argumento del primer libro. — Moralidad. — Texto del poema, divi-
dido en doce libros, cada uno de los cuales va precedido de su argu-
mento y de su correspondiente moralidad. —Translación de la
Psychi' de Fracastorio por Fernando de Herrera.
El poema es pesadísimo, pero, á x^esar de todos sus defectos, me-
recería ser inapreso. Se publicaron en aquella época cosas mucho
peores.
(1) Citanse las siguientes ediciones de la versión de López de
Cortegana:
Sevilla, 1513 (?) (Hay ejemplar en la Bíbl. Nac. de Madrid).
Zamora, 1536 (Cítanla Brunet y Escudero y Perosso).
Zamora, 1539 (Cítanla los mismos).
Medina del Campo, 1543 (Biblioteca Nacional).
Auvers, 1551 fCítala Pelliccr).
Alcalá de Henares, 1581 (Cítala Gallardo).
Madrid, 1(301 ("Cítala el mismo).
Valladolid, 1601 (Cítala el mismo).
Otra, sin lugar ni año, posterior á la de 15St (Cítala Pellicer).
Madrid, 1890. (Tomo CXLIII de la Biblioteca clásica; el pudibun-
do editor trae en latín parte del capitulo 4.° del libro X,por razo-
nes de moralidad).
Acerca de la persona y obras de López de Cortegana, véase nues-
tro libro: Erasmo en España (Episodio de la historia del Renaci-
miento), de próxima publicación en la Revue Hispanique.

i
EL MITO DE PSYQUIS 49

gonia. La menor, Psyque, es adorada como diosa por


su gran hermosura, y Venus, enojada, llama á Cupido
para que la haga casar con la más vil criatura del
mundo. Enamorado de ella Cupido, da orden que la
entierren viva, lo cual, sabido por sus padres, vié-
nenlo á poner por obra y la dejan sobre unas peñas,
donde mandó Apolo.
II. Queda sola Psj^que, y, llevada por los céfiros,
baja á las casas maravillosas de Cupido. Allí la ve su
esposo, pero enojada de la soledad, le pide que
ella,
le deje ver alguna cosahumana. Él, contra su vo-
luntad, consiente que reciba á sus hermanas. Envidia
de éstas, traición que traman y consejo que dan y
hacen creer á Psyque.
III. Psyque apareja el cuchillo y el candil, y,
queriendo degollar á lo que pensaba ser dragón, ve al
hermoso Cupido durmiendo. Una gota de aceite, que
cae, quema el hombro del niño, el cual despierta
viéndose descubierto y huye. Psyque, desesperada,
quiere ahogarse en un río y sé lo estorba el Dios Pan.
Caso de la ninfa Syringa. Comienzan los trabajos de
Psyque. La hermana se despeña, pensando casarse
'on Cupido.
IV. Psyque llega al reino de Paflagonia. El Rey
enamórase de ella, y la Reina, por vengarse de su ma-
rido, se fué á casar con Cupido y despeñóse. Psyque
desaparece, y el Rey marcha en su busca, enviando
antes, con el mismo fin, á cinco caballeros. Venus
y se enoja contra su hijo.
tiene noticia de lo ocurrido
Aventuras de Psyque con los caballeros que la siguen,
con el jayán Brandonio, y con el ventero y su mujer.
V. Psyque visita los templos de Ceres y de Juno.
Venus pide favor á Júpiter y que Mercurio publiíiue
la huida de Psyque, para que parezca delante de ella.
VI. Resuelve Psyque ir á casa de Venus. Esta
50 A. KONILLA Y SAN MARTÍN

prueba á Psyque en los montes de diversas semillas,


en la lana de oro, en el agua de los dragones, y. por
último, en ir al infierno para pedir el vaso de la Her-
mosura.
VII. Los criados de Venus se amotinan contra su
señora, para levantar por Reina á Psyque. Viaje de
Psj^que en la barca de Venus. Entrevista de Psyque
con la Nereida en la isla del Sol.
VIII. Los padres de Psyque, con Brandonio,
Agrifontes y los otros caballeros, parten tras ella.
Continúa el viaje de Psyque. Descripción del templo
de Neptuno, donde estaba la boca del Infierno. Pin-
tura de éste. Psyque llega ante Proserpina y le pide
el vaso de la Hermosura.
IX. Descripción de las casas de Proserpina.
Psyque sale con el vaso, quiere probar lo que llevaba,
y cae muerta. Cupido la resucita y encierra el sueño
letal en el vaso. Otros sucesos.
X. Aventuras de Psyque llevando el vaso. Cupido
sube al cielo, para pedir favor á Júpiter. Psyque da
el vaso á Venus, la cual le encomienda el cargo de
su casa. Lleva Mercurio á Psyque á la casa de Areta.
para que se purifique.
XI. Prueba de Psyque, en casa de Areta. Llega
Cupido y conduce á Chipre á su nueva esposa.
XII. Venus, Cupido y Ps3^que navegan en la nave
imperial de España, ofrecida por Proteo. Visita á los
dioses de Hodas, Creta, Naxos, Délos, Lemnos y
Tracia. El hermano del padre de Psyque se levanta
con el Reino. Psyque socorre á su padre. Bodas de
Psyque y Cupido.
Para que se forme idea de la versificación y del es-
tilo del poema, copiaremos un fragmento del libro III
(fol. 61 á 64), referente al momento en que Psyque

descubre á Cupido durmiente:


EL MITO DE PSVQÜIS 51

«Viene el marido luego con la noche,


y a su tiempo se aniega en largo sueño,
sin pensar en el mal que le aguardaua.
Psyche, si en algún tiempo auia temido,
entonces era el miedo incomportable;
sin fuercas en su alma y cuerpo estaua;
guiandole sus hados brauamente,
toma un poco de esfuer9o y sale, passo,
de la cama que ascuras va tentando,
y, con menudos passos, poco a poco,
se ua do esta su lampara escondida
que por su mal guardaua aquella lumbre
prolixa, que duraua tan dañosa,
que no uuo ayve allí que la matasse,
sino que todo estaua presto a punto.
La luz descu.bre Psycbe muy sin miedo,
por uer a quien mirando no veria,
según se lo auia dicho su marido,
y toma en la otra mano su cuchillo,
con aquel feminil atreuimiento,
que para todo yua aparejada.
Mas ¿quien os contará la marauilla,
'
lo que en ver aquel monstruo acaesciera
y que findio la sierpe poncoñosa?
Musa de amor, que en esto bien me guias,
cuéntalo, pues lo sabes, que la simjíle
Psj^che se armó cruel, siendo hermosa,
aunque la hermosura no es muy mansa:
Assi como tendió la lumbre rayos,
y en los brocados dio por todo el lecho,
que de seda y de oro era labrado,
con finissimas piedras en los lazos.
con figuras y historias recamadas,
assi como se uio aquel gran secreto,
quando Psyche los ojos bien abria,
con el temor de uer la braua sierpe
que en despertar o no tenia su vida,
quando mas el cuchillo estaua a punto,
vio la fiera mas braua de las fieras,
vna sierpe domestica del pecho,
vn monstruo deleytable a tocPo el mundo,
vn animal terrible del ausencia,
la culebra que se entra por las almas,
lo que es amargo, brauo y enemigo,
lo que es mas dulce, manso y amoroso,
lo que en su uista da a todos amores,
52 A. BONILLA Y SAN MAKTÍN

loque en ojos ¡mienta encantamentos,


cuyo dulce y amargo a los mas prueua;
aquel qu.e todos llaman Dios, Cupido,
hermosamente viera recostado,
en cuya uista da el fuego vislumbres,
y doblaua su luz con alegría,
aleando ciertas llamas, que paresce
vn calor dar a otro fauor uueuo
y leuantar centellas de improuiso.
Jí.eberueraua assi mismo esta lumbre,
en el agudo corte dando bueltas.
Como los que, encerrados en prisiones
de gran escuridad biuen gran tiempo,
ni cieñen sol, ni luna, ni ijor arte
gozan de alguna luz, que quando salen
de tinieblas a do el sol esta claro,
alumbrados con rayos repentinos,
<[uedan con un temor grande en los ojos,
no pudiendo sufrir esto los cierran,
porque la luz es grande y los deslumbra,
auiendo estado tanto en las tinieblas,
assi, quando miro Psyclie tal uista,
de tanta magestad y tan suaue,
espantada, temblando se repara;
faltauale la fuer9a que tenia,
y el esfuerco de que antes se vistiera,
dexa lo ageno y toma lo que es suyo,
qiTe era temor, y ponesse amarilla;
hu3^ó el color, cayóse la cara;
no pudiendo en sus pies ella tenerse,
de rodillas se pone, y, con temblores,
busca donde esconder el hierro agudo,
y dudó muchas vezes si le fuesse
bueno ponerlo dentro de su pecho,
pues que lo merescia por traydora,
y ciertamente creo lo hiziera,
si por entre los dedos no colara,
cayéndose en la cama aquel cuchillo;
ya falta de salud, ya desmayada,
se esta mirando assi primeramente
si es ella la que quiso obrar tal cosa,
si dio su confianza a otras orejas,
y sí querría dar muerte a aquella vida.
Buelue con grande priessa a nev tal cosa,
mirando aquel su sol, ya recreada
en uer que no auia hecho mas de uerlo:
EL MITO DE PSVQUIS 53

mira el crespo cabello, hecho anillos,


de la cabera roxa mas que el oro,
de la imniortal ambrosia rociada:
las ceruizes y cuello eu blanco eran
a una leche o nieue comparadas,
las mexillas, en purjiura teñidas,
lustres de rosas daua su mixtura;
de los cabellos largos salen ondas
de hermosas crisnejas rociadas,
vnas a las espaldas, y a los lados
otras dan en la frente muy sin borden,
acabando las puntas en sortijas,
que no ay oro de Tibar que les llegue,
ni aun osara llegar por ser indigno,
no tanto por quien es el dueño dellos,
quanto por la fineza que tenian,
porque cada cabello daua un lustre,
que conapetia con otro de los mismos;
y Psyche se miro también los suyos,
y todos de vn metal ser parescian,
aunque los della eran mas tendidos,
mas largos y que amor diera uentaja
en cabellos, a dar en^ellos voto,
aunque Psyche dixera que los otros
eran los mas hermosos; entretanto,
la lumbrezilla que daua la lampara
de plata en cierta forma muy bien hecha
y con olio clarissinio alumbraua,
haziendo cierta buelta en los cabellos,
no puede sosegar, porque la llama
se yua hazia ellos relumbrando,
y ellos dan la materia, como espejo
en que haze mil rayos con sus ondas
y cercase de estrellas la cabe9a;
pues uer las alas bellas, que en los hombros
de quel Cupido yuan blanqueando,
de tan uarias colores matizadas,
que ni el arco del cielo, bella Iris,
muestra tantos, ni tales como estos,
ni las colas redondas de los panos,
que luno hizo de estrellados ojos
de aquella guarda Argos, ijue ^Lercurio
mató por que bien lil)re lo quedasse,
ni el cuello de paloma ni de sierpe,
que aunque las plumas largas y mayores
con un sossiego blando reposauan,
54 liONILLA Y riAN MARTIN

las i^lumicas que andavian por de fuera,


las tei'nezicas y mas delicadas,
sin reposo se mueuen rebol ando;
el ayre las lleuaua do quería,
y no se desniandaua, )iorque luego
a su lugar cada vna se boluia.
Lo damas de aquel cuerj)0 era hermoso,
al ygual de una obra tan perfecta;
liso, blanco por todo res[)landesce,
y tal que a Venus no pesa que sea suyo,
ni le peso a sus pechos darle leche.»

En resumen: el poema de Mal-Lara, los autos de


Valdivielso y Calderón, la comedia del mismo Calde-
rón, el poema de Funes, las obras de Solís y de Co-
malia, El Ainor enamorado de Hartzenbusch.'y pro-
bablemente la comedia inédita de Lope de Vega,
proceden de un modo directo del Asno de Oro de
Apuleyo, traducido al castellano en 1513 por Diego
López de Cortegana; los episodios del Libro del Con-
de PartiniLplés y de la Historia del Caballero del
Cisne, vinieron á España por conducto francés, y
quizá proceden, como veremos, de leyendas remota-
mente inspiradas en la misma novela de Apuleyo ('•).

(1) Según Milá y Duran, la fábula de Psyquis existe en el


Cataluña y Andalucía. «Yo mismo — dice el señor Me-
folk-lore de
néndez y Pelayo — recuerdo haberla oído contar (en la 3Iontaña de
Santander) siendo muy niño.» (Bibliografía hispano-latina clásica,
publicada en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos; pág. 1.50).
El mismo señor Menéndez y Pelayo hace notar (pág. 148) la imita-
ción hecha por Baltasar Gracián en su Criticón (1650; Crisi décima],
al describir el palacio de Virtelia. del pasaje en que Apuleyo pinta
el palacio encantado á que fué transportada Psyque.
A la propia tradición legendaria corresponden los cuentos de:
El Principe encantado, recogido por D. Alejandro Guichot y Sierra
en Andalucía, y de: La lavandera, recogido en Extremadura por el
Sr. Hernández de Soto (tomo X, pág. 217 de la Biblioteca de tradi-
ciones poxmlares españolas).
Duran (Romancero General; Madrid, 1859, I, XXII) advierto que
el cuento del negro Oafiías de la Luz, ov\ya amada, perseguida por
sus padres j' sometida á trabajos imposibles, llamaba á las aves'
que con siis lágrimas lavaban y con sus picos planchaban la ropa
que la joven debía preparar, parece imitación del episodio de Psy-
quis y Cupido.
III

La tradición del cuento precedente en la literatura


extranjera

La leyenda contenida en el Libro del Conde Parti-


nuplés procede sin duda del Parténopeus de Blois,
novela francesa del siglo xii, inspirada en algún
cuento oriental, de los muchos que, después de las
Cruzadas, pasaron á la literatura francesa, merced á
la' comunicación de los francos con los Griegos.
Nada de particu.lar tendría, sin embargo, que el

autor del ParténopeiLs hubiese tenido también en


cuenta el relato del Asno de Oro de Apuleyo, que más
adelante extractaremos. El nombre de Parténopeus
parece tomado del Ponían de T/iébes, poema francés
del siglo XII, atribuido sin gran fundamento á Benito
de Santa Mora é inspirado en la Tebaida de Esta-
cio ('!). La leyenda en sí misma, es conocida en Ita-
lia,Alemania, Inglaterra. Holanda, Dinamarca, No-
ruega é Islandia.
Conviene hacer notar, sin embargo, que, tanto la

Milton A. Buchanan: PartinupUs de liles. Jn >']h-


Kl. 1904, N." 3). Cf.
Kode ¿n Tirso's Amarpor señas. Lupe's La viuda valenciana (En
Modern Lanijiinge Notes, January, 1906).
Vid. también E. Kiilbing: Ileitrürje, zar vergleiclie.tulen Gesrliichte
der romantisrhen Poesie und Prosa des Mittelalters (Breslaxi, 1876).
56 A. ItUNILI.A V SAN MARTIN

versión española, como la islandesa y la danesa, y


cierto fragmento inglés, publicado por el Roxburghe
Club en 1873, se apartan bastante más del original
francés que las versiones alemana (de Conrado de
Würzburgo), italiana (de A. Pucci) y holandesa.
En cuanto á la Historia del Caballero del Cisne,
figura, como hemos dicho, en la Gran Conquista de
Ultramar, obra traducida del francés al castellano á
principios del siglo xiv. El fundamento principal de
la Gran Conquista es la Historia de la tierra de Ul-
tramar de Guillermo de Tiro (m. 1184), obra escrita
en latín y traducida poco después en lengua francesa;
pero la leyenda del Caballero del Cisne no consta en
el original latino (i). El autor español aprovechó
además otras fu'entes francesas, referentes al ciclo
de la primera cruzada.
Este ciclo consta principalmente de cinco ramas:
la Chanson d'Antioclie, la Chanson de Jórusalem,
Les Chetifs (Los Cautivos), Helias (el Caballero del
Cisne) y Les Enfanees de Godefroi. La canción de
Helias fué compuesta después de las tres primeras.
De la Chanson d''Antioclie se conserva un largo frag-
mento, que algunos han atribuido á Gregorio Bocha-
da, poeta provenzal del siglo xii, y que indudable-
mente fué conocido por el redactor castellano de la
Gran Conquista de Ultramar.
Con respecto á la Historia del Caballero del Cisne,
es dudoso que el arreglador castellano iitilizase in-
mediatamente los poemas del ciclo de la primera
cruzada. Más verosímil es, como pensaba Milá y Fon-
tanals, que tuviera en cuenta alguna compilación en
prosa francesa, y á ello inclinan las semejanzas entre
la redacción española y el texto de los manuscri-

(1) Cointe de Puymaigre: Les vieiix auteurs castillans : 2" Serie


(París, 1890); pág. 117 y ss.
EL MITO DE PSYQÜIS 57

tos 781 y 12558 del fondo francés de la Biblioteca


Nacional de Pai'ís, citados por el Conde de Puymaigre.
En la versión del ms. 12558, el Conde Eustacio es
Lotario, rey de nn país situado cerca de Hungría,
é Isonberta es Elioxa; los detalles varían, pero los epi-
sodios son esencialmente los mismos que en la ver-
sión castellana.
Por lo que hace á la leyenda en sí misma, sus orí-
genes permanecen aún bastante oscuros. Una tradi-
ción del Brabante, consignada por Jehan Le Maire en
su Tiers Livre des Illustrations de France oriéntale
et occidenfale (París, 1548), afirma que el Caballero
del Cisne es Salvio Brabon ó Brabo, lugarteniente de
Julio César. Paseándose cierto día por las orillas del
Rhin, Brabo ve una barquilla y junto á ella un cisne.
Sube á la barca, y el cisne le lleva por el río hasta un
castillo, donde encuentra á la reina Grermania, lla-

mada por sobrenombre Swane (Cisne), que había sido


robada por el rey Inaco. Brabo reconcilia á Germa-
nia con su hermano Julio César, y en premio obtiene
la mano de la hija del rey Inaco, llegando á ser así
el primer príncipe de Brabante.
Según otra versión, localizada en la tierra de Cléves,
el Caballero se llama Hélie ó Helias. Es un enviado
del cielo que, á fines del siglo viii, salva á la princesa
Beatriz, «de la ilustre familia de los Ursinos, patri-
cios romanos ».

Mauricio Kufferath ("i), fundándose en que el nom-


bre de Elias (Helias ó Hélie) Grailus (GraUuí< ó
Gra'il) es el generalmente aplicado al Caballero del
Cisne en la tradición medieval, y recordando un Elias
ó Elius Gracüis, legado romano en Bélgica en la épo-
ca de Nerón (años 57-58 d. de C), citado por Tácito

(1) Lolieni/rin, 4" ód. Paris, Fischbaclier, 1895. Págs. 15 y 16.


58 A. BONILLA V SAN MAIi I ix

en sus A¡iale.s (XIII, 53), supone que nuestro caba-


llero pudo muy bien ser algún oficial aventurero que
fué á esa región formando parte de alguna expedición
militar romana y que permaneció en el país de Cléves,
después de haber contraído matrimonio con cierta mti-
jer de su misma patria, viuda de algún jefe germano.
La hipótesis del filólogo alemán Goerres, según la
cual la fábula del Caballero Elias no es otra que la
del mismo Ulysses, parécenos más acertada. Desde
luego es un hecho que Tácito, en el capítulo III de su
precioso opúsculo sobre los germanos, escribe: «Pien-
san algunos que Ulysses, en su larga y fabulosa na-
vegación, en que anduvo vagando, llegó á este Océano,
y que entró en Germania, y que fundó en ella á Asci-
burgio, lugar asentado á la ribera del Rhin y habitado
hoy día; y que en tiempos pasados se halló allí un
altar consagrado á Ulysses, en que también estaba
escrito el nombre de Laertes su padre; y que en los
confines de Germania y Retia se ven hoy día letras
griegas en monumentos y sepulcros.» Si la hipótesis
tuviese fundamento, sería un dato interesantísimo
para afirmar el origen oriental de la leyenda.
El caso es qtie la fábula de que tratamos se encuen-
tra considerablemente propagada durante la Edad
Media. Vémosla en Islandia, donde una saga supone
á nuestro héroe hijo de Julio César (i); la hallamos
también en Irlanda y en Inglaterra, donde una tradi-
ción anglo-sajona de las referentes á Beowulf, habla
de cierto personaje llamado Sceáf, Scuf 6 ScujJ, ante-
cesor de Wotan (Woden ú Odino), que, en su juven-
tud, llega en un barco sin velas á la isla de Escania y
es proclamado rey; es popularísima en Alemania y en
Francia, y todavía se imprime en Flandes en libros de

(1) M. Menéndez yPelayo: Orirjenes déla Novela. Madrid, 1905.


Pág. CLVIII.
EL MITO DE PSYQUIS 59

cordel, con el título de:Schooue Historie van den Rid-


(ler Ifelias, genaamd den Ridder met de Zicaan (•).

Creada por los poetas la leyenda del Santo Grial,


á imitación de la orden de los caballeros Templarios,
introdúcese á fines del siglo xii un nuevo elemento en
la historia crítica del Caballero del Cisne. Esta intro-
ducción se manifiesta por primera vez literariamente
en el Parzival, del minnesinger alemán Wolfram de
Esclienbacli. Al final de su poema, compuesto en 1205,
Wolfram de Esclienbach trae la historia del Caballero
del Cisne, á quien hace hijo del rey del Graal, llamán-
dole Lolierangrein (después Lohengrin) (2). Las fuen-
tes de este minoiesinger fueron, con Chrétien de Tro-
yes, algunos poemas provenzales hoy desconocidos.
Además del nuevo elemento mencionado, en el si-
glo XIII se aprovecha la leyenda para otros fines. Los
poemas franceses del ciclo de la 1.^ cruzada, á los que
responde nuestra Gran Conquista de Ultramar^ apli-
can la leyenda á los orígenes de la casa de Godofredo
de Bullón, haciendo á éste hijo de Ida y del conde
Eustacio de Boloña, y nieto por tanto del Caballero
del Cisne. Del gran poema épico: Le Clievalier au
Cygne, coi'respondiente á este ciclo y escrito en el

siglo XIV, se conservan dos textos ligeramente distin-


tos, uno de ellos representado por varios maniiscritos
de París y publicado por C. Hippeau en 1874 (París);
otro, representado por cierto manuscrito belga, dado

(1) En la literatura popular do Dinamarca figura, con el ncni-


bre de Gerhart Swa)i, un personaje cuyas hazañas son muy seme-
jantes á las del Caballero del Cisne. Se habla también de una fabu-
losa orden de la caballería del Cisne, creada en 1290 por el Empe-
rador Kodolfo de Habsburgo y restaurada, para fines de caridad,
en IH15, por ol Rey do Prusia.
(2) Do Luheran, en francés J^oherain ó Lorrain = lorenés (de la
Lorena, pais donde se localizó la leyenda); y gi-ein ó grin. que Ivul-
forath suijone ser corrupción do O mil. derivado de grailus ó ¡/raci-
lis. Según la hipótesis de Kutl'erath, Lohei'an-Greil seria la trans-

cripción alemana ile Grail le Lulierain.


GO A. BONILLA Y SAN MARTÍN

á luz por el Barón de Reiffenberg en 1846. En ambos,


el caballero se llama Helias^ y en ambos aparece el
tipo de la odiosa suegra, que recuerda las madrastras
del Dolojyafhos francés (s. xiii), del Libro de los en-
gaños asai/amientos de las mugeres, mandado
e los
traducir del árabe al castellano por el Infante Don
Fadrique en 1253 (i), de los romances españoles de
Doña Arbola y de muchos cuentos populares.
Según el la duquesa de Bullón
manuscrito de París,
se llama Beatriz, y el caballero sajón que le disputa
sus tierras es el duque Regnier. En el manuscrito
belga, la princesa de Bullón se llama Clarisa y su
enemigo es el Conde de Blanqueburgo. En el primero,
lo que estimula á Beatriz á interrogar á su esposo
acerca de su nombre y patria es la curiosidad; en el
segundo, el diablo mismo es el que incita á la mujer
para que baga esas preguntas. He aquí el texto del
ms. de París, referente á este extremo:

«Une nuit jut (estaba acostada) la dame; oyez qu'elle pensa.


Que ce dont et pourquoi son sire lui vea (le hizo pro7neterJ
que ne fút tant hardie que lui demandát já
dont est et de quel terre, et comme fait nom il a.
Elle ne put dormir, mais toute nuit veilla.
Quoi qu'en doie advenir tont lui demandera...
Quand li ber l'entendit, s'a la couleur noircie:
«Dame — ce dit le duc — ci faut la druerie (aquí acaba la amistad);
demain departirá nótre compaignie. »
la
La dame cuida bien que ce fut gaberie (-) (burla).
«Beau sire, oü irez-vous?» ce lui dit sa maisnie.
«Seigneur, je m'en irai, si Dieu me benéie (bendiga).
Ne 13UÍS plus arréter, ma foi en est plevie (comprometida),
car le cygne revient á toute la galie... »
Et la france ducoise en plore et se larmie;
as pieds lui est chéue, par Dieu merci lui crie,
mais toute sa priére ne lui vaut une alie. »

(1) Véase nuestra edición en la Bibliotheca Hispánica (Barce-


lona-Madrid, 1904).
(2) Todavía en lengua catalana 96 dice: gabador, por engaña-
dor, embustero.
EL MITO DE PSYQUIS 61

En e] poema de Wolfram de Eschenbacli, la Du-


quesa de Brabante aparece solicitada por muchos pre-
tendientes, pero ella no quiere entregarse sino al que
Dios le envíe. Un día aparece Loherangrin, procedente
de Montsalvato (el templo de la orden del Graal,
situado en los confines de España^ donde se guarda
la copa en que José de Arimatea recogió la sangre de
Cristo crucificado). El Caballero declara su amor á
la Duquesa y se casa con ella, pero exigiéndola que
nunca le pregunte quién es. Ella accede, pero la cu-
riosidad, al cabo de varios años, hace que la Duquesa
falte á lo prometido, y Loherangrin sé ve obligado á
partir, en la barca llevada por el cisne, dejando como
recuerdo á su esposa, la espada, el cuerno y el anillo.
Después del poema de Wolfram de Eschenbach,
otros poetas alemanes trataron el mismo asunto. Entre
ellos merecen mencionarse Conrado de Würzburgo,
autor del poema: Der SclucanriUer (El Caballero del
Cisne), y un anónimo del siglo xiii, á quien se debe el
Lohengrin conocido con el título de Lohengrin bávaro.
El poema de Conrado de Würzburgo fué publicado
en 1816 por los hermanos Grimm (i). En él figura un
Emperador llamado Carlos (probablemente Carlomag-
no), y en él también el Caballero del Cisne contrae
matrimonio con la hija de Grodofredo de Bullón, du-
quesa de Bullón y del Brabante.* La pregunta que
origina la desgracia de la duquesa no nace de la mera
curiosidad, sino del deseo de que sus hijos puedan
i*esponder cuando se les interrogue acerca de la con-
dición de su padre.
El Lohengrin bávaro, publicado por Goerres en
1813, nos muestra la leyenda bajo un aspecto quo ho}',
gracias á Wagner, nos es más familiar. El autor alude

(') Vóase la edición dol Dr. Franz Rotb (Der SchiiunirUter;


Fraukí'urt am Main; 1861; 52 pAgs. en 8." m.).
(>2 A. ItONILLA V SAX MAUTÍ.N

al fabuloso 2'orneo de cantores que se supone cele-


brado en 1206 en la corte del Laudgrave Hermann de
Thuringia, y al cual se dice asistieron, entre otros,
Wolfram von Eschenbach, Tannhaeuser, Walther von
der Vogelweide y poeta-brujo Klingsor, natural
el
de Hungría. Pone en boca de Wolfram de
el relato
Eschenbach, y convierte al Emperador en Enrique el
Pajarero, duque de Sajonia (876-936), al sajón, ene-
migo de la Duquesa, en Federico de Telramunt, y á
Lohengrin en hijo de Parsifal. La Duquesa de Bra-
bante recibe aquí el nombre de Elsa (Els, Elsani ó
Elsanj^). La causa de la pregunta que origina la par-
tida de Lohengrin, es aquí el haberse lamentado la
Duquesa de Cléves, delante de Elsa, de la ignorancia
en que se hallan acerca del abolengo de un Caballero
tan valeroso como el del Cisne, lo cual incita á Elsa
á quebrantar su promesa.
De todas estas fuentes, pero principalmente del
Lohengrin bávaro. se valió el portentoso genio de
Ricardo Wagner (1813-1883) para componer una de
las maravillas artísticas más sublimes su ópera en :

tres actos Lohengrin, escrita ya en 1847, pero no


:

representada hasta el 28 de Agosto de 1850 (i).


Wagner coloca la acción de su ópera en Amberes,
á mediados del siglo x. Supone que, ante Enrique, rey
de Alemania, Federico de Telramundo, conde braban-
zón, á quien el príncipe de Brabante, al morir, había
encomendado sus hijos Elsa y Godofredo, acusa á
la primera de haber matado á su hermano
y pide la
propiedad de su territorio. El Rey remite el pleito
al juicio de Dios. Lohengrin viene por el Escalda, en
una barquilla conducida por un cisne, y acepta el
combate por Elsa contra Federico. Elsa le promete fe

(1) Vid. M. Kufferatla: Lohengrin. 4? éd. Paris, Fisclibaclier.


1895. Págs. 91 y 95.
EL MITO DE PSYQÜI3 63

y jura ser su esposa si vence á Federico, pero Lohen-


grin exige, como condición de su amor, que ella no ha
de intentar nunca saber cuáles son su patria, su raza,
ni su ley. El tema de esta condición es de singular y
misteriosa grandeza:
«Nunca debes tú preguntarme, ni cuidarte de saber,
de dónde vengo en mi viaje, ni cuáles son mi nombre
ni mi clase.

tra-g-eii, wo - her ich Kam der FaJirt, noch Wie mein Nam und Art'

Aceptada la exigencia por Elsa, tiene lugar el com


bate, y Lohengrin vence á Federico.
Ortrudis, mujer de Federico, convence á éste de
que el encanto que protege á Lohengrin perderá su
fuerza si Elsa se atreve á descubrir el secreto de

su ser. Después, ante el pueblo, Ortrudis pretende


humillar á Elsa, echándola en cara que ignora quién
es su esposo y de dónde viene.
Impresionada Elsa por este suceso, la misma noche
de las bodas pide á Lohengrin que le declare su
nombre, patria y ser, porque teme que algún hechizo
le arrebate á su amante. En aquel momento entran en
la cámara nupcial Federico y cuatro vasallos, para
dar muerte á Lohengrin, pero éste mata a su enemigo,
y dice luego á Elsa que delante del Ee}' le dirá lo que
desea saber. En efecto, ante el Monarca, los nobles 3^
64 A. BONILLA Y SAN MARTÍN

los vasallos, Loliengiún declara venir de Montsalvat,


y ser de Parsifal, rey del Grial, después de lo
liijo

cual anuncia su partida, abandonando á Elsa por


haber faltado á su juramento y dejándola en recuerdo
su trompa, su espada y su anillo. Antes de partir
hace oración, y el cisne de la barquilla se trueca en
Grodofredo (el hermano de Elsa), ocupando su lugar
la paloma del Grial, que arrastra la barquilla en que
Lohengrin vuelve al lugar de donde vino primero.
La escena en que Lohengrin descubre públicamente
su secreto, es de una solemnidad grandiosa:

Lohengrin (con acento severo). —¿Recordáis que juró


no preguntarme quién soy? Pues bien, ha dado cré-
dito á los insidiosos consejos de un espíritu pérfido y
astuto. Ya que la duda se infiltró en su pecho, no he
de callar más. Nada me digné decir al enemigo, mas
á vosotros voy á declarar mi nombre, mi abolengo!
No he de ocultarme, no; ante el rey, ante el mundo
entero, lealmente desvaneceré el misterio. (Altiva-
mente). ¿Quién de vosotros es más grande que yo?
Todos. — ¿Qué dirá? ¿cuál será ese misterio? Si corre
algún peligro ¿por qué lo declara?
Lohengrin.^ Hay en lontananza iin mundo inaccesible,
un lugar sagrado llamado Montsalvat. Allí se eleva
un templo indestructible, cu3'o brillo no tiene igiial
en la tierra. En siis muros, como el Santo de los San-
tos, consérvase con misterio un vaso augusto que los
ángeles entregaron á la piadosa guarda de los hom-
bres más puros. Una i^aloma, cruzando el espacio,
acude cada año á renovar su esplendor. Es el Santo
¡

Gria] El infunde en sus caballeros inextinguible ar-


!

dor; quien obtiene la gloria de servirle, queda inves-


tido de poder sobrehumano, y, seguro de la victoria,
tiene en su potente mano la suerte de los malos; aun
cuando haya de trasladarse á lejanas comarcas para
proteger el derecho y la virtud, su poder subsiste y
su fuerza es sagrada, mientras su título es ignorado
de todo el -inundo. Mas tan sublime y maravilloso viis-
terio no debe ofrecerse á la mirada de los mortales;
ninguno de los nuestros elude la ley severa, y, al des-
cubrirse su incógnito, ha de partir. Pues bien! deseo-
EL JUTO DK PSYQUIS 65

rrido el denso velo, he de seguir la ley del Santo


Grial? Pai'sifal es mi padre; suya es la corona; yo
soy Lohengrin ! (')

« El interés de Lohengrin —
escribe Wagner en su
famosa carta de 1860 á Federico Yillot —
reposa ente-
ramente sobre una peripecia que se efectúa en el cora-
zón de Elsa y que toca á todos los misterios del alma.
La duración de un hechizo que esparce su felicidad
maravillosa é infunde en todo la más plena seguridad,
depende de una sola condición, á saber: que jamás se
profiera esta pregunta: ¿de dónde vienes f Pero una
profunda ó implacable angustia arranca violenta-
mente de un corazón de mujer esta pregunta, como
un grito, y el hechizo se desvanece. »
No nos compete analizar aquí esta obra maestra del
arte musical, pero sí hemos de decir que, desde el
punto de vista estético, ésta es la expresión más her-
mosa que el mito de Ps/quis ha encontrado. Quizá
sea mayor en otras obras de Wagner el interés meta-
físico (tal ocurre, por ejemplo, con Tristán j con
Parsif(d); quizá en otras sea más refinado el elemento
mítico (como acontece en El (niiUo del Nihehonjo),
pero en ninguna es tan humano el ambiente, ni tan
ingenua y delicada la poesía. Compréndese por ello
fácilmente que sea la más popular de las produccio-
nes de su insigne autor.

Volvamos ahora á las obras directamente inspira-


das en la narración de Apuleyo, al cual grupo perte-
necen en España, como hemos dicho, el poema de
Mal-Lara y las producciones dramáticas de Valdi-
vielso. Calderón y Hartzenbusch.

(1) Vid. Dramas musicales de )Vagner. Barcolona, Biblioteca


<Ai-te y Letras», 18S5. Tomo I. Págs. 181 y 182.
A. liOXIM-A y SAN MARTIN

Son numerosísimos los ti-abajos de este género (jiic


podríamos señalar en el Extranjero. Conócense, con
el titulo de P.^tjché, las siguientes obras lírico-dramá-
ticas, enti'e otras,que citaremos luego:
A) Una ópera cómica en tres actos, letra de Julio
Barbier y Miguel Carré, música de Ambrosio Thomas.
representada en la Opera Cómica de París el 26 de-
Enero de 1857
B) Un drama lírico en cinco actos ( Amor y Fxij-
quis), escrito en danés por Paludan-MüUer, y tradii-
cido al alemán por Friedricli Bresemann en Trier, el
•año 1848;
C) Una ópera, con música de "Winter. represen-
tada en Munich en 1793;
D) Una ópera alemana, con música de Wessely,
representada en el Teatro Nacional de Postdam en
1789;
E) Una ópera alemana, con música de Juan Fede-
rico Agrícola, representada en Berlín en 175G;
F) Una ópera en tres actos, con música de Juan
José Fux, representada en Viena en 1719;
G) Una ópera alemana, con música de Iveiser,
representada en Hamburgo en 1702
H) Una tragedia lírica en cinco actos y un pró-
logo, letra de Fontenelle y Thomas Corneille y música
de Ltilli, representada en la Academia Real de Música
el 19 de Abril de 1678
I) Una ópera en cinco actos, traducida de Qui-
nault por Shadwell y puesta en música por Lock. en
colaboración con Draghi, representada en Londres
hacia 1674;
J) Una tragi-comédie-hallet en cinco actos y un
prólogo, letra de Moliere, Quinault y Pedro Corneille,
y música de Lulli, representada en el teatro del Pala-
cio de las Tullerias el 17 de Enero de 1671
EL MITO DE PSVgUIS

K) Una ópera italiana, con música de Striggio,


representada en Florencia en 1565, con motivo de las
bodas de Francisco de Médicis y la Archiduquesa
Juana de Austria ("i).

En Portugal, la fábula de Psyquis tiene una repre-


sentación brillantísima en la Cancao de Encanta-
manto, compuesta por el insigne jDoeta Francisco de
Sá de Miranda (1495-1558). Sá de Miranda se inspiró
principalmente en Apuleyo, aunque quizá aprovechó
también las tradiciones del folk-lore portugués, rela-
tivas á esa fábula.«Son versos —
dice el Sr. Menén-
dez y Pelaj^o —
de vago y misterioso hechizo, á des-
pecho de las terminaciones agudas que no disonaban
al oídode Sá de Miranda, como tampoco al de Boscán,
con quien tiene tantos puntos de semejanza. Y aun
me atrevería á decir que erf esta fábula más bien favo-
recen que perjudican al efecto, dándola cierto tono
penetrante y quejumbroso.» (2) El texto es como sigue:

«Eni tenijio antigo, longe, em térra estranha,


lium Rei & huma üainha
ouneráo fillias: a primeira veo
de beldade tamanha,
que alguma igual nao tinha,
somente a que desiiois foi a do meo:

(1) Vid. F. Clámont ot P. Larousse: Dictionnuií-e h/ri<pic en


Histoire dos Opi'ras. Paris, Laronsse, sin a. Pilgs. 555 y 556.
La tragicomedia de Moliere tuvo un éxito excepcional. Robinet,
(ivio la vio en 20 de Noviembre de 1672, decía que el espectáculo

« Surpasse toiis los Opera


Qu'on void, et, je crois, qu'on verra.»
Cf. la pAg. 287 del excelente libro de Cli. Xuitter et Er. Tboinan:
J.fís origines de l'Opi'ra franraisr (Paris, 1886).

(2 )La primera edición de las Ol)ras de Si'i de Miranda es del


aüo 1595. Hay otra de Lisboa, 1611, do la cual son reproducción las
de y 1781. Otra de 1801 es reproducción del texto do
1632, 1651, 1677
Pero la mejor, sin disputa, es la de Carolina !Miclia«'lis
la de 1595.
de Vusconcellos {Poesías de ¡'nuicisco de Sd de Miranda; Halle. Mn\
68 A. Bonilla v san mariín

mas logo sobrevieo


inda outra, qix'estas fez como as estrellas
faz o So] claro tanto que aparesce.
Fallauáo caualleiros ¿t donzellas,
como ñas cousas raras acontesce,
a gente se Ihe otf"resce
como a Deosa immortal,
té do bem o sobejo sempre he mal.
Nao Amor altiuo
sofí'reo tal oífensa
que as Deosas feita,
fo.-5se
seu arco encorda, os tiros apurou,
de chumbo &
d'ouro viuo,
voando, a o ar se deita,

Xiemeyer, 18S5). El colector del Parnaso Lusitano (París, 1S27; III.


l.o.ój reimpiime también la Cancao.

No teniendo á mano la edición Michaélis, C'to por la siguiente:


As obras do celebrado Ivsitano o doutor Francisco de Sá de Miranda,
coUegidas por 3Ianoel de Lyra. (Lisboa), 159.5.
La Cancam do Encantamento ocupa los IF. 132 á 136.
La Sra. Michaélis cita una variante de los cuentos del folk-lore
portugués relativos á Psyquis, recogida por Adolfo Coelho. Z. Con-
siglieri Fedroso, en sus Estudos de 3I;jthor/rapJiia Portiigueza {O Posi-
tivismo, II, 453) afirma haber recogido siete:
«Do cj'clo de Amor e Psj/che figuram no presente voltime sete
variantes, reproduziudo t\ma d' ellas mais propriameute a forma
da lenda Pururavus- Urvaci (Cf. para este cyclo F. Liebrecht-Zu?"
Volkskunde, Amor uud Psyche). A lenda pela primeira vez apresen-
tada por Apuleo, e que provavelmente nao é da sua inven? o nem i

exclusivamente romana, mas sim indoeuropeia (Cf. Liebrecht,


loe. cit.j acha-se modificada pela seguinte forma nos contos popula-
res portiiguezes: urna esposa humana tem secretas relacOes com
um ente sobrenatural, que Ihe dá todas as riquezas, mas que ella
nüo pode ver, por isso que só de noite se eucontram. Contando á
mili ou ás irmus o seu enlace mysterioso, estas induzem-na a accen-
der urna luz durante a noite (o feixe de luz, que os Gandharvas
dirigem para o corpo nú de Purñravas) para ver as feicOes do es-
poso desconhecido, que jaz adormecido a seu lado. Cedeudo a uma
fatal curiosidade, ella assim o faz, mas apenas accende a luz, se-
gundo urnas versoes, ou segundo otitras, por ter deixado cair um
pingo de cera no rosto do amante, e aiuda por Ihe ter queimado a
pelle que elle todas as noites despe, o ente sobrenatural desappa-
rece, devendo ella para o tornar a encontrar passar grande numero
de difiicultades em que de ordinario tem de romper um par de bo-
tas de ferro e percorrer siiccessivamente os reinos do sol, da lúa e
do vento. A's vezes é a simples indiscripcao em revelar o nome do
ente desconhecido (Cf. O principe de cabega de cavallo). Outras vezes.
como ácima dissémos, é a esposa a entidade sobrenatural (Vrvaci)
e o esposo o personagem humano. Apesar da modificacao, os lacos
que preudem o contó ao mytho oriental e á lenda claisica sao bem
EL MITO DE PSVQUIS 69

ii'hummomento tudo atrauessou:


mas multo se enganou,
que quando aquella Ifí'ante ante si vio,
fugiolhe o cora^áo, a frecha cae,
e no pe que diante hia o ferio.
Chora o mimoso, & grita polla naáy,
com tal conselho sae,
faz hum parque encantado,
liigeme, alli suspira magoado.
Ja dautes disto aquella acesa fama
da fermosa Princesa,
a grande Venus toda receosa,
os seus Archeiros cliama,

visiveis. Em todos tres se d;i a ligacio de dois entes de naturaleza


ditferente, e é a revela?ao da natureza do esposo sobrenatural a
causa da perda temporaria da felicidade, que sómente sereadquire
depois de urna serie de difficeis provacoes.» (Págs. 453 y 454, del
tomo II de la revista portuguesa: O Positivismo; Porto, 1880; Estíl-
elos de MijthO!jra))hia Portuguesa, por Consiglieri Pedroso).
Para el folk-lore italiano, véase el Archic. delle tradiz. popal.
Vol. XIII, fase. 3, pág. 441.—En cuanto al inglés, véase la copiosí-
sima colección de 345 versiones del mito: Cinderetla. Three Hundred
and fortii-fiue variants of CindereUa, Catskin, and Cap o'Ruüíes, ahs-
tracted and tahulated, v:ith a discussion mediaeval analogues, and
notes, by Marian Koalfe Cox. Witb an introduction by Andrew Lang,
M. A. London, Folk-Lore Society, David Xutt. 1893.
Véanse también, tocante á Portugal, el cuento de El viejo Que-
recas (págs. 4, t. I y 177, t. II, de los Cotitos frad. do pavo port de
Braga; Porto, 1S83; Braga cita otros modelos toscanos, suecos, no-
ruegos y japoneses); respecto á Italia, los do El rey de Amuri y El
rey de cristal ( págs. 174 del tomo I y 207 del tomo IV de los Eiabe,
novelle e racconfi de Pittré; Palermo, 1875); en cuanto á Francia,
los C'onfes populaires de Lorraine deCosquin; y, respecto al Canadá,
las Traditions indiennes du Canadá Nord-Ouest de E. Petitot; Paris.
18S6 (vol. XXIII de Les lütératures populaires de toutesUs nntions.)
D. Alejandro Guichot, en su notable Ciencia de la Mitologia (Madrid,
Suárez, 1903; pág. 323), cita la obra de Friedlaender: Z>a?'a<e/7íín<7eR
aus der Siftenrieschichte lioms (Leipzig, 1885).
Entre los esquimales del Canadá, según el citado Petitot, se con-
serva la siguiente les'enda, que tiene relación con la de Psyquis:
Tatkrem Innok (el hombre Luna) y Maligna (la mujer Sol) eran
hermanos y estaban casados, pero Maligna no sabia quién era su
esposo, porqito solamente lo veía de noche y sin luz en su choza.
Una noche. Maligna ennegreció sus manos con el hollín de la lám-
para y manchó el rostro de su esposo cuando lo abrazaba, sin que
lanok lo notara. Llegado el día y descubierto el secreto,' Maligna,
temerosa, huyó al cielo como Sol brillante; el esposo Luna, l'rio y
manchado, enemigo de las mujeres, la persigue siempre, poro nunca
la alcanza.
<0 A. UONILLA Y SAN MAUTÍN

em secreta defesa,
as mostras sao poi-em de andar ociosa,
quando ]iolla amorosa
e delicada prava rnmor corre
incerto assi do jiovio
que o poderoso amor de amores morre:
mas outra & outra vez torna dé nouo,
a má}^ com tal reuouo
poem atrás tndo, & cena
a moca de alto sonó, & ao Parque leua
Cae a noite do ceo, mas he de lumes
vencida, & l'azem dia,
alli acordada vé viuas pinturas,
ardem ricos perfumes,
os cantares que ouuia
eráo pera abrandar as pedras duras:
poemse a mesa: figuras
correm, de vasos sem pre^o & sem contó
mansamente ordenado & sem peleja,
tudo se faz alli prestes n'hum ponto:
qiie banquete queréis que o d'Amor seja?
Ñáo acha alli a enueja
que possa desdenhar,
nem apitetitos que mais desejar.
Mas eu porque me vou ora detendo
jjor causas que o sentido
deixa pior lium tamauho espaco atrás?
Eespeito ao sol auendo,
direi d'hum so partido
que amor logo tirou, mas duro assaz,
disse: Nao me verás,
conténtete o que vés: a sorte esquerda
tudo acomete, va tal jsensamento
em pedacos ao vento, cuida a perda
de se esuaecer tudo em lium momento,
lia mister soffriniento
o mal, & he o bem,
pouco estimado daquelle que o tem.
Promete do por vir ousadamente,
fazense comprimentos
em abastanza, temse despois mal,.
deseja ver sua gente
para assoalhar seus ventos,
querlhe mostrar andando o tal & o tal,
cousa que tanto val,
eos nossos coracoszinhos pequ.enos:

M
KL MITO DE PSYQUIS . 71

ora indo assi crecendo estes desejos;


a fermosura cada vez he menos,
quanto dos mimos niais, mais dos entejos,
em fim (diz) be.-i sobejos
sem as minlias irmás,
nao sois riquezas, nao, mas visees vas.
Ouuio & estremeceo Amor, com tudo
ouue de dar licenca,
e diz no cabo: Pois ella assi quer
(por lium pedaco mudo
esteue) & porem veuca
(tornou) vsada assi sempre a vencer:
Vena as irmás ver,
mas vendo hi tanto de que auer.enueja,
mais tristes que antes (dizera) mal fadadas,
co que se perde aqui, co que sobeja,
t'oramos todas bemauenturadas:
nadas, menos que nadas
nossas fracas riquezas,
como chamará tudo pobrezas?
esta as
A moca amostra cá, & amóstrala,
do que nao vem Ihes conta,
andana á face toda,' ellas d'enues,
nao soíFrem ver mais ja,
nao podem coa affronta
com tudo: & cedo irao dar a traues,
o solanda de pés,
e juntamente prazeres desandao;
tambem as que fingiao suspirauáo,
quem sabe os coracoes alheos que andáo
fazendo? se queréis, inda chorauáo,
mas, donde se entornauáo
aquelles vasos de agoaV
jiarescia irniandade, ella era magoa.
Xáo se pode mais ter hu.ma: E em tal vida
que gosto podes ter
(disse) nossa irmá triste assi engañada?
chorárnoste perdida,
vinhamoste ora a ver,
tornárnoste a chorar por mal adiada.
E i'eita mais ousada
tomoulhe a máo cssoutra, e quem seria
(disse) que cuidasse al, se te ama tanto? ,

E se tal l'osse, elle s'amostraria;


respondes que nao quer, disso m'cspanto,
ora eu nao to aleuanto,
72 A. BONILLA Y SAN MARTÍN

mas dizem neste lago


que as sonoute.s se vé voando lium drago.
Nao disse mais: os olhos nao seis inais
e os geitos, que disseráo,
fazendo casos: a ino^a enfraquesce,
vao suores mortais:
todas nisto vieráo,
que quando ha tempo, o dilatar empece:
eis a barca aparece
em que se liáa d'ir. deixaolhe hum lume aceso,
ordeiiáo o que fac;a antes que váose,
vejase em todo caso o táo defeso
esposo, & táo gabado, entáo descanse;
outra vez as máos dao^e,
soltáo ao vento a velia,
fogein ellas co barco, coa prava ella.
Ora ja noite, cliega amor cansado,
lanzase no seu leito,
laucase á boa fe, & dorme quedo:
da Iffante o delicado
singello & brando peito,
veme^e, ora de amor, ora de medo:
descobrese o segredo
d'Amor (causa diuina): olhos humanos
como ter se podiáo ao resplandor?
Malina inueja, que causou taes dannosl
Deixao dormir, dormisse sempre Amor:
a simple com temor
os passos desconcerta,
caelhe no pieito o fogo, elle desperta.
Quautos & que sospiros hi de nono,
que gritos ameuda!
O jardim deleitoso em hum momento
em brejo escuro ¿t coixo
(Quem o crerá?) se muda;
que se fez de táo rico apartamento?
Cousas sem fundamento
assi se tornáo em nada a desora
as mas irmás, mas furias infernáis,
com' bichas assanhadas, lancáo fora,
de si mesmas paga ajao as tais:
a moca ensinou mais
simpreza santa, & jouue,
e chorado em térra hum tempo, perdáo ouue. »

-m
EL MITO UE PSYQUIS I

Por
lo que á Italia respecta, posee traducciones
muy estimadas de la obra de Apulej'o. La de Matteo
Maria Boiardo fl430 ?-1494). impresa en Venecia, el
año 1516, y reimpresa en 1518, 1519, 1523, 1537, 1544
y 1549, es más bien un compendio que una versión
literal. Mayor mérito tiene vina paráfrasis inédita,
contenida en el códice número 26 de la Biblioteca Tri-
vulziana, y de la que reproduce parte Ugo de Maria.
Desconócese el autor, pero es lo cierto, como afirma
el docto escritor últimamente citado, que «l'anonimo
seppe aggiungere al Testo con tanto accoi-gimento e
cercó di infondere nella sua opera tanta grazia, tanta
vivezza di colori e tanta armonía, da trarne una prosa
fresca, giovane e di lettura piacevolissima.
Desde el punto de vista de la exactitud, es inapre-
ciable la versión de Firenzuola, impresa en Venecia,
el' año 1550 (y reprodiicidg, en 15G7, 1598, 1603, 1781
y 1848). Daniel Tassoni (m. en 1610?) refundió con
poco arte la obra de Firenzuola en su versión, todavía
inédita, que se dice traducida del francés en 1585 }'
que figura en uno de los manuscritos del Marqués
Campori en Módena.
No posee, ni mucho menos, el raérito del trabajo de
Firenzuola, la Farola di Psiche e di Cupido de Pom-
peo Vizani (1540-1607), publicada en Bolonia, el ano
1607, y reimpresa en 1612, 1616, 1639, 1644, 1662.
1665, 1670, 1675, 1703, 1715 y 1890. A^izani es un
simbolista exagerado, y ni por los primores de estilo,
ni por la fidelidad de la versión, puede compararse su
obra con la de Firenzuola.
En 1609 (Venecia) vio la luz L'AiimrK innamuntti),
de Antonio Minturno, imitado en España por Jeró-
nimo de Heredia (i). La obra de Mintiirno, ec^crita

(l) Gvirnalda/de Venvs/casta, y anaor / enamorado, Prosas


/

y Versos. / Do Hieronymo de Horedia Cauallero. Dirigidas á lii E.\-


/
< J A. BOXILI.A Y SAN >IAKi l.V

en prosa y verso, no es ni siquiera paráfrasis: es una


imitación, no del todo infeliz, de la fábula de Apu-
leyo.
Citaremos, por último, una traducción, probable-
mente perdida, que se atribuye al veronés Francesco
Pona (1594-1652 ?), y una Farola di Paiclie e Cupido,
redactada en italiano por J. F. Blanvillain é impresa
en París, el año 1798.
Entre las obras originales de la musa épica italiana,
inspiradas en el episodio de Apuleyo, hemos de men-
cionar: la Psiche de Niccoló da Correggio, bello
poema de 178 octavas, compuesto en la primera mitad
del año 1491, é impreso en 1507, 1510, 1513, 1515,
1518 y 1521, donde el Amor mismo refiere su aven-
tura con Psyquis; la de Francesco Coppetta de'Bec-
cuti Perugino, poeta del siglo xvi, que. comenzó á,
narrar la fábula en 29 octavas de iin poema que dejó
sin terminar; la Alcina Prigioniera, de Gabriello
Chiabrera (2.^ mitad del siglo xvi), donde se cantan
algunos pasos del episodio la Psiche de Ercole Udine,
;

mantuano, impresa en Venecia el año 1599, donde, á


vueltas de datos genealógicos de la casa Gonzaga, de
imitaciones de la Aminta del Tasso, y de alegorías al
modo de Planciades, se sigue pedestremente el texto
de Apuleyo en un poema dividido en ocho cantos de
octava rima (hay reimpresiones de 1601, 1616 y 1626);

celen / cia de la Duquesa de Monteleon, Condesa de Santangelo,


/

señora de la Cherinola y de su casa/ doña Catlialina Caraclioli {sic)


y Mendoca/ Virreyna de Cathaluña. / (Esciido) / En Barcelona en
la Emprenta áo layme / Cendrat. Año 1603.
h.° — 118 X 72 mm. — 144 fols. ns. -|- 8 sin n. de prels. El Amor
Eiiatiiorado, novóla en prosa, ocupa los ff. 67 á 144.
De la Dedicatoria del Aiiior
«El Amor enamorado, que tan ricamente vistió Antonio Min-
turno al vso Toscano, ofresoo á. V. Excelencia en habito Esi)añol.>
Los personajes principales son Amor y Eroina.
El tortosano Heredia es un poeta no despreciable, y El Amor
Enamorado está traducido en prosa bastante correcta y abundante.
EL MITO DE PSYQUIS

la Psiche de Francesco Bracciolini DairApi, publi-


cada recientemente por Mario Mengbini, y que, sin
ser nu poema de excepcional mérito, posee, quizá,
maj'or originalidad que los de Correggio, Coppetta y
Udine; el canto cuarto del Adone del Marino, donde
se narra, con encantador estilo, la fábula de Psyquis;
las Epistole Ilewiche, de Antonio Bruni (Roma, 1627),
qiiien. como Lorenzo Lippi en II Malmantüe racqui.s-
tato (Firenze, 1670) y Niccoló Forteguerri en II Ric-
riardetto (Venezia, 1738), trata con muy poca reve-
rencia el clásico mito Psiche e Atnore, poema en
:

cinco cantos de un anónimo (E. N. P. A.), impreso


en Bolonia el año 1777, y La Psiche de F. Conté
Lovatelli (Faenza, 1825), obras de escaso mérito.
Por lo que atañe á la literatura dramática, la pri-
mera obra, inspirada en nuestro mito, que registra la
cronología italiana, es la .tragicomedia de Psiche, en
cinco partes, escrita á últimos del siglo xv por Ga-
leotto del Carretto, Marqués de Finale. Peca de larga.
y sus personajes carecen de relieve, pero es preciso
reconocer que inició y promovió una dilatada serie de
producciones del mismo género.
Citaremos entre ellas una comrnedia de Psiche,
:

representada en Constantinopoli, por una compañía


de trece venecianos, durante el Carnaval del año 1524:
seis Intermezzi, cuyo argumento era la fábula de Psy-
quis, representados en 1565, con motivo de las bodas
de Francisco de Médicis con Juana de Austria; cuatro
Intermezzi del judío León De Somnii, representados
en Mantua, hacia el año 1573, y que se conservan en
el códice IV, 58, de la Biblioteca Nacional de Turín;
la Psiche, tragicomedia de Cristóforo Mercadanti
iViterbo, 1019), imitador del Carretto 3^ de Udíne, y
no exento de mérito, pero lánguido y desmayado; un
melodrama del siglo xvir, que se conserva manuscrito,
76 A. UONIl LA V SAN JtAUTÍN

bajo el número 1889, en la Biblioteca Universitaria de

Bolonia, y que, no sin buen resultado, hace entrar la


fábula de Psyquis en el género pastoril que tan á la
moda habían puesto el Tasso y el Guarini; un Acto
schenico, anónimo y de buena factura, que existe en
la Biblioteca Nacional de Florencia y que ha sido
publicado en 1882, entre las comedias de los Rozzi di
Siena; el Amore innaviorato, melodrama de Gr. B. Fns-
coni, música de Francesco Cavalli, representado en
Venecia el año 1642, y que viene á ser una parodia
de lo clásico, donde el autor asegura que lo ha escrito
con «tutte le buone rególe insegnáte da'maestri»; La
Psiche, de Francesco di Poggio, música de Tommaso
Breni, en cinco actos, representada en Lucca el año
1645, obra de no escaso mérito artístico otra Psiche;

de Diamante Cxabrielli, tragicomedia en cinco actos,


impresa en Mantua, el año 1649, y de más valor aún
que la precedente; la Psiche disingannata, drama
trágico-moral «per música», del conde Luigi Manzini,
representado el año 1660 en Bolonia, donde también
se cantó, en 1." de Marzo de 1668, la Psiche deificata
del arcediano Savaro di Mileto, con música del maes-
tro de capilla Maurizio Cazzati; y el Amore inncnno-
raio (Venecia, 1686) de Matteo Noris, en tres actos,
inspirado en el de Fuscoui, y que tiene todo el aspec-
to, como advierte Ugo de María, de una moderna ope-
reta de Offembach. Recordaremos, finalmente, un
Intreccio musicale, á cinco voces, compuesto en el
siglo xviii por el veneciano Vincenzo Cassani, con
miisica de Benedetto Marcello, una Psiche, entera-
mente fantástica, de Francesco Pazzagli di Baccon-
trada (Pesaro, 1758), y tres poemas dramáticos repre-
sentados en la corte de Viena, en 1707, 1720 y 1767
respectivamente, debidos á Pietro Antonio Bernar-
doni da Vignola, Apostólo Zeno y Marco Coltellini
KL MITO DE PSYQUIS 77

(imitador infeliz de Zeno), que seguían las huellas de


Metastasio. Dos bailes, uno de Giuseppe Fabiani
(1778), y otro de Onorato Vigano (1792), representan
las últimas manifestaciones del mito en la dramática
italiana.
En cuanto á la primer ejemplo que de ella
lírica, el
encontramos en por lo que liace al mito de Psy-
Italia,
quis, son los treinta exámetros latinos de Gerónimo
Fracastoro (1483-1553), titulados Psyclie, é incluidos
en su diálogo De Anima. Nuestro Fernando de Herre-
ra los tradujo en bellísimos tercetos, que no resisti-
mos al deseo de transcribir (>), porque constituyen,
aparte de su mérito intrínseco, una rareza bibliográ-
fica tan grande ó más que el poema de Bracciolini
dell'Api (2):

«Ven, dulce Amor, ó ven, dulce Cupido,


á Hermoso Amor, Psyche hermosa
tí.
te busca, ardiendo en fuego no vencido.
Y á tí te pide Dios, ella Diosa,
á tí niño, ella niña, blandamente,
con voluntad suaue y amorosa.
O si te ama y te dessea presente
tan semejante á tí, di ^por ventura,
Am.or, no l'amarás ardientemente?
Cupido, su belleza y su hermosura
no la cobdiciarás? ambos tenemos
vna i^atria, vna origen de l'altvira.
De Júpiter entrambos procedemos,
entrambos juntamente en tierra estamos,
juntamente en el cielo ambos nos vemos.
Y los dones mesclados empleamos '

(1) La versión de Herrera consta al final del poema do Juan


de Malara, en el ms. M-166de la Biblioteca Nacional. Ha sido pn-
lilicada por los Bibliófilos Andaluces ea la Controversia de Herrera
con el Prete-Iacopin (Sevilla), 1870; pAgs. 243 á 245.
(2) Cf. el excelente libro de Ugo do Maria: La favola di: A moro
e Psichc nella Ictteralura nnll'arh- italiana (liologna, Zanicbelli.
<•

18;)9). —
La Psíc/tfi do Bracciolini fuó publicada por Menghini, con
una docta introducción, en la CoUczione di opere inedite o rare
(Bolonia).
78 A. BONILLA V SAN .MAUTÍN

entraml)OS juntamente ea los mortales,


y nuestros beneñcios dilatamos.
El bien y hermosura celestiales,
con modos ])ongo yo marauillosos
tiernamente en los pechos terrenales.
Tú, hieres corazones amorosos,
y traes fuegos escondí damente,
V en nu.euo amor enciendes presurosos.
De donde se concibe y juntamente
cresce, juntando en dulce casamiento
de animales el género excellente.
Ay me, mísera, sufro yo tormento
vsando de mis artes con mi daño,
y padesco esta pena y sentimiento.
Ay, muy tierna y muy apta al crudo engaño,
para de tí, hermoso, ser mouida
al fuego que en mi blando pecho estraño.
^;Cómo te vi, a y cuitada, ay me, perdida?
f.;Cómo te conoscí, ó el niás hermoso
de qnantos en el mundo tienen vida?
Ardí luego en tu fuego presuroso,
y en amor de tu amor, y esto me agrada
si en ygual fuego tú ardes amoroso.
Quita, niño, las vendas de la amada
vista, y buelue los ojos y luz pura
á mí, que en amor tuyo esto inflamada,
porque amarás. Amor, mi hermosura,
cobdiciarás. Cupido, mi belleza,
y no te apartarás de mi figura.
Yo te labro con arte y subtileza
vna delgada venda, entretexida
con blanda seda y oro con ¡íureza,
con que ciñas la frente, do torcida
la pintura se muestra con mil flores
V rosas, y hacinthos esparzida.
Aquí te finjo yo, con los amores
que te siruen y van acompañando
con la dorada aljaua y passadores.
Las anchas tierras todas traspassando
V los altos nublados con el buelo,
y el mar mojado y húmedo cortando.
A las aues pintadas del gran cielo,
á los monstruos del mar, los animales,
á quanto cria el abundoso suelo,
subjectando con fuerzas desiguales
á tu sublime imperio y consagrado,
EL MITO DE PSyQUIS 79

y no perdonas á los celestiales.


En carro de oro Júpiter llenado
se muestra por tu fuerza poderosa,
los pies y manos con el hierro atado.
Entre los quales vá tu Psj^clie hermosa,
también triste y atada con cadena,
y sigue tus triumphos dolorosa,
padesciendo captiua larga pena. »

Un soneto del modenés Giuliano Cassiani, la pre-

ciosa oda Amore conde Ludovico Savioli,


e Psiclie del
de Bolonia, numerosas poesías inspiradas por la
Psiche Mangüliana de Antonio Canoya, varios infa-
mes sonetos del abate Francesco Monti. un himno de
Cesare Arici (Poesie; Pirenze, 1874), una delicada
elegía de Giacomo Zanella, y algunos versos de
P. E. Castegnola (1873) y de Giovanni Prati (1876),
son las principales muestras de la influencia del mito
en la lírica italiana. Entre todas ellas, es, sin dis-
puta, la más notable, la citada oda de Savioli, de la
cual dice Carducci que es « 1' única poesía per avven-
tura del secólo xviii che spiri greca delicatezza ». He
aquí un fragmento :

« Irrequieta Diva,
Che nelle gioje altvui t'augi e rattristi,
Tn dair inferna riva
L'aura a infettar del lieto albergo uscisti;
La giovinetta intanto
Gli avidi orecchi a tue menzogne apriva:
Né vide piú nell'amator celato
Che spoglie anguine ad omicida artiglio,
Fin che il terror ]ioteo nel cor turbato
Strano eccitar d'atrocita consiglio.
E giá un placido sonno
Gli occhi d'Amor chiudea,
Quando alie quete coltri
Perversa il pie volgea.
Apparía nel la manca
La lucerna vietata;
Era r infidae mal secura destra
D'iugiusto ferro armata.
80 A. BONILLA Y SAN MARTÍN

Primi s'offriro ai desíosi sguardi


Sovra r estreñía sponda,
Amor, gli aurei tuoi dardi;
Psiche íi tocca a|pj»ena, e n'é ferita,
Scorge la cliioma blonda,
II volto e l'ali, Amor conosce, ed ama;
E cade 11 ferro, e la lucerna incauta
Coir árdante liquor 1' omero impiaga.
Fugglva 11 sonuo; a leí vergogna e duolo
L'alma pungean. Tu rápido movevi
Per l'aure lievi a voló.
Te ritenne Citera. Ivi t'accolse
La rosata di Psiclie emula antica,
E medicava la pietosa mano
L'ofí"ese della tua dolce nimica,
Mentre la sconsolata
Te richiamava lagrimando invano:
Parló a lungo 11 dolore.
Poseía 11 furor non tacque,
E invocó morte, e si lanció nel fiunie:
Cara un teiiipo ad Aniore
La rispettaron l'acque. »

En Francia, existe una novela de La Fontaine, en


prosa y verso, titulada: Les ainours de Psyclié et de,
Cupidon, en dos libros (París, 1669), obra inspirada
por completo en el episodio de Apuleyo. Sin disputa
tiene mayor mérito literario la tragi-com('die-baUef
antes citada. El Prólogo, el primer acto, la 1.^ escena
del 2.°y son de Moliere; los intermedios
la l.^ del 3.°,
son de Quinault, excepto el 1.*^, cuya letra es del mis-
mo Lulli; lo restante es del ilustre Pedro Corneille ('').

Explicaremos en pocas palabras el argumento.

(1) Cf. A. ReÍYn.a,nn: Des Apitleiiis lliirchen V071 Amor tind PsycJie
in der franzoíiischen Literatur de^ XVII Jahrhunderts. Wohlau, 188o.
— H. Ertlmann: Sloliére's Psyclié (Konigsberg, 1892) (Trabajo de
escaso mérito).
Vid. Oeuvres completes de Moli&re, avec des notes de divers commen-
fiffeurs. París, Furne et C<=, 1837. Psiché ocupa las pAgs. 585 4 611.
M. Antoine de Latoiar (Psijché en Espagne; París, 1876), sospecha
(£116 Moliere haya tenido presente la comedia de Calderón.
EL MITO DE PSYQUIS 81

Venus se lamenta de que el mundo adore con más


fervor á Psyquis que á ella, y encarga al Amor, su
hijo, que la vengue, inspirando á Psyquis vehemente
pasión por el más vil de los mortales. Psyquis, en
en extremo admirada por los hombres, pero
efecto, es
á ninguno quiere otorgar su mano. Un oráculo pres-
cribe que se deje abandonada á Psyquis en la cima
de un monte, donde será pasto de la voracidad de un
monstruo. El Rey, padre de Psyquis, cumple con do-
lor el oráculo, pero en vez de un monstruo, tal como
la princesa lo esperaba, es el Amor quien se presenta,
trasladándola á un suntuoso palacio y declarándola
su pasión, á la que Psyquis corresponde. El Amor
exige de la princesa que no le pregunte quién es, ni
qué tierra es aquella dónde se encuentra. Psyquis, en
cambio, solicita de su esposo que haga venir á sus
dos hermanas, Aglaura y.Cydippa, á fin de que pre-
sencien su bienestar. Llegadas las hermanas, y envi-
diosas de la felicidad de la princesa, á quien creían
miierta, insidiosamente la estimulan á que pregunte
á su esposo su nombre y calidad. Psyquis lo hace así,
é inmediatamente desaparece el palacio con todos sus
esplendores, encontrándose la princesa en tierra sal-
vaje, á orillas de un gran río donde intenta precipi-
tarse. Venus se apodera de la princesa, y la envía á
Proserpina, encargándola de llevar una caja que Vsy-
(juis abre, impiilsada por la curiosidad. De la caja

abierta se desp)renden mefíticos vapores que producen


la muerte á qTiien los respira. La princesa cae desva-
necida, y el Amor se presenta en su auxilio, supli-
cando á Venus que la perdone. Venus no accede, pero
interviene Júpiter, que hace inmortal á Psyquis, por
lo cual Venus consiente ya en que la princesa se una
con el Amor, acabando el conflicto felizmente.
La obra está muy delicadamente escrita, y hay es-
82 A. HOXILLA Y SAN MAIITÍX

cenas, como la 3/' del 4." acto, entre el Amor y Psy-


quis, con sumo arte dialogadas, pero nada iguala á la
sencilla y poética declaración de amor que Psyquis
hace á su esposo en la 3.* escena del acto 3.", obra de
Corneille:

« Qu'un nionstre tcl que vous inspire peu de crainte!


Et que, s'il a quelque poison,
une ílme aurait peu de raison
de hasarder la nioindre plainte
centre une favorable atteinte
dont tout le coeur craindrait la guérison
A peine je vous vois, que mes fraj'eurs cessées
laissent évanouir l'image du trepas,
et que je sens cou.ler dans mes veines glacóes
un je nt; sais q^^el feu que je ne connais jjas.
J'ai senti de l'estime et de la complaisance,
de l'amitié, de la reconnaissance;
de la compassion les chagriiis iunocents
m'en ont fait sentir la puissance:
mais je n'ai point encor senti ce que je sens.
Je ne sais ce que e'est; mais je sais qu'il me charme,
que je n'en concois point d'alarme.
Plus j'ai les yeux sur vous, plus je m'en sens cliarmer.
Tout ce que j'ai senti n'agissait point de méme:
et je dirais que je vous aime,
seigneur, si je savais ce que c'est que d'aimer.
Ne les détournez point, ees yeux qui m'empoisonneut,
ees yeux tendres, ees yeux percants, mais amoureux,
qui sembleut partager le trouble qu'ils me donnent.
Helas! plus lis sont dangereux,
plus je me piáis a m'attacher sur eux.
Par quel ordre du ciel, que je ne puis comprendre,
vous dis-je plus que je ne dois,
moi de qui la piideur devrait du moins attendre
que vous m'expliquassiez le trouble oü je vous vois?
Vous soupirez, seigneur, ainsi que je soupire:
vos sens, comme miens, paraissent interdits;
les
c'est á moi de m'en taire, a vous de me le diré;
et cependant c'est moi qui vous le dis. »

La inspiración directa de Moliere es Apuleyo. Ya


veremos, al exponer el argumento de la obra de este
último, cómo Psyclié le sigue paso á paso.
EL MITO DE PSYQUIS 83

La Fontaine saca á escena, al principio de sn novela^


cuatro personajes: Polifilo (el mismo La Fontaine),
Aristo (Moliere), Acanto (Racine) y Clelasto (Boi-
leau). El primero ha traducido al francés el cuento
de Apuleyo, y,deseoso de darlo á conocer á sus ami-
gos, les invita á pasar un día en Versalles. Van, en
efecto, á esta localidad, j, después de visitar sus
monumentos, se retiran á una fresca gruta, donde
Polifilo lee á los otros tres su trabajo, interrumpido
frecuentemente por las observaciones de los oyentes,
casi siempre humqrísticas.
El abate J. L. Aubert, en su poema Psyché, divi-
dido en ocho cantos (París, 1765); Ch. A. Demous-
tier, en sus Lettres á Emilie sur la Mythologie (Pa-
rís, 1806; II Part. IS^lett.); Ecouchard-Lebrun, en

Le IV chanf des Veülóes dii Parnasse (París, 1811);


Lamartine, en cierto delicioso pasaje de La Mort de
Socrate; y el académico Víctor de Laprade (1841), en
un inspirado poema simbólico, han expuesto igual-
mente la fábiila de Psyquis, con todos los encantos
de la fantasía poética.
En la esfera de la literatura dramática, además de
la citada obra de Moliere, podemos mencionar, en
Francia, la fable moróle en cinco actos y en verso,
con coros y prólogo, de Louvan-Geliot, de Dijon,
titulada Psyché^ impreso en Agen, el año 1599, donde
Psyquis, desposada con el Delfín, desempeña un pa-
pel harto vulgar; un gran baile de Benserade, repre-
sentado en 1656, y en el que tomó parte el mismo
Luis XIV; la referida tragedia lírica, refundición de
la de Moliere, atribuida á Fonteuelle (1657-1757) y á
Thomás Corneille, música de Lulli, representada en
1678; UEmpire de VAmoiir de Moncrif et du Cheva-
lierde Brassac (1733); Ullistoire des amours de Cii-
pidon et de Psyché, spectacle a machines en cinq

káhLi
84 A. BONILLA Y SAN MAUTÍN

actes, par Bazin ingénieur, musique de Blaise (1751);


Psyché, ou la curiosité des femmes, vaudevüle en un
acto, por Théaulon et Dartois (1814); Psyché, ballet
pantomime, ^OT Gardel (1831); L'Amour et Psyché^
Voisenon; Psyché, ballet de 'Noverre: Ammir
ballet de
et Psyché (1 acto), por Moline et Cubiéres; Giralda,

ou la nouvelle Psyché, ópera cómica en tres actos;


Psyché, comedia en dos actos, por F. Mallefille, y,
por último, la Psyché de Thomas (1857), de que antes
hemos hablado.
Francia cuenta, además, con numerosas versiones
del texto latino de Apuleyo, entre las que citaremos
las de: Guillermo Michel (París, 1518, reimpresa
en 1522); Jorge de la Bouthiére (Lyon, 1553, reim-
presa en 1556); Juan Louveau (Lyon, 1553 ó 1559,
reimpresa en París, 1570 y 1584, Lyon, 1580, y París
1586;; J. de Montlyard (París, 1616, 1623 y 1631);
Abate Compain de Saint-Martín (París, 1707 y 1745);
Breugiére de Barante (París, 1802); L.-M. Feuillet
(París, 1809); J.-A. Maury (París, 1822 y 1834) Víc-
;

tor Bétolaud (París, 1835-1836, Colección Panckoucke;


reimpresa en 1861) Aulard et Savalete (Colección
;

Nisard) y Antonio de Latour. Uamour de Cupido et


de Psichó, mere de Volupté, prise des cinq et sixiéme
livres de Lucius Ajndeus, et nouvellement historiée et
exposée tant en vers italiens que francois, por Jean
Maugin, dit le Petit Angevin (París, 1546 y 1557),
más que una traducción, es un arreglo del original de
Apuleyo. Por cierto que la edición de esta obra, pu-
blicada en 1546 (París, Jeane de Marnef, veuve de
Denis Janot), contiene preciosas viñetas, que repro-
ducen los 32 grabados de Marco Antonio, inspirados,
según se cree, en los dibujos atribuidos á Rafael.
EL MITO I)E l'SYQUIS 85

En la poesía germánica, la fábula de Psyquis


ostenta igualmente selecta representación, desde los
Bruchstücke ron Psyche del insigne Wieland (1733-
1813), hasta el Eros und Psyche de Hans George Me.-
yer (Berlín,' 1899), pasando por Ernst Schulze (Psy-
che. Ein griechisch.es Marchen in sieben Bücliernj
Leipzig, 1819) y por Johann Cliristian Elster (cuya
refundición Die Fabel van Amor 2ind Psyche nach
:

Áppuleius, salió á luz en Leipzig, el año 1851). Pero


la obra más divulgada y conocida es el Amor und
Psyche (Eine Dichtung von sechs Gesdngen) de E,o-
bert Hameriing, piiblicada en Leipzig, el año 1882,
con ilustraciones de Thumann..A ella pertenecen
estos hermosos versos:

« Mitternaclit Avar's. Sternlein karg durcbbliukten


Fliegendes Gewolk, gejagt vom Winde,
Und vom Kveuzweg beilte fern die Meute
Hekates. Den Eingang überschwebte
Düstrer Taxus, Immergriln und Epheu,
Auch Gestrüpp von Lovbeer und Zypressen.
Kracheud klaffte mannesbreit der Felsspalt,
Ais das Madclien an den stavren Felsen
Klo])fte mit deni Todesblumenstengel.
« Fahre Avohl, du heilges Liclit, und lass mich
Wiedersehen deine goldnen Strahlen » !

Also flüstert einnial noch ihr Antlitz


Rückwürts Avendend Psyche, tritt beherzt dann
In die schwarze Nacht des HoUeneingangs.
Schmal erstreckt in lockrem, feuchtem Erdreich
Dieser sich, von stygschen Tropfen triefen
Rings die Wíinde, schlüpfriges Gewürm kriecht
Hin am Boden; nach Verwe.sung duftet's,
Dumpf nacli Moder. Hin so tappt im Finstern
Endlos Psyche sich, oh Stvmden, Tago
Lang, sic weiss es nicht, denn ungemessen
Schleicht die Zeit hin in des Hados Reichen. »

H. Blümner, en sii notable artículo acerca de la fá-


bula de Psyquis en la poesía alemana, publicado en
los Xeue Jahrbücher für das klassische Altertum,
8*3 A. BONILLA Y SAN MAUTJN

GeschicMe und d<mfsche Literafiir und f'dr Pcida-


¡jogík (1903), cita y analiza también algunas traduc-
ciones en verso alemán del episodio de Apuleyo, men-
cionando entre ellas la de Joli. Jac. Freiherrn ven
Liucker (Jena, 1804), la de Joseph Kehrein (Giessen,
1834), la de C. M. Winterling (Berlín, 183G) y la de
Otto Siebert (Cassel, 1889). Más antiguas son las
versiones de Nic. de Wyle (Strassburgo, 1499), de
Joliann Sieder (Augsburgo, 1538), de A. Rodé (Des-
sau, 1783), de Bintz. de Jackmann y de Pressel.

Por lo que respecta á la literatura inglesa, el cono-


cimiento del mito se generalizó mediante la famosa
traducción de William Adlington: The XI Bookes of
the Golden Asse... loith an excellent narrative of tlie
marriage of Cupide and Psyches (Londres, 156G),
reimpresa en 1571 y 1582 y últimamente en la esplén-
dida serie de Tudor Translations, editada por el gran
poeta Guillermo Ernesto Henley (m. 1903).
Bien pronto, el mito trascendió al teatro. Shacker-
ley Marmion (1603-1639), amigo -de Ben Jonson y
escritor de escaso mérito, compuso A Morall Poem
intituled the Legend of Cupid and Psyche, que se
representó ante el Príncipe Elector en 1637.
Poco después, Joseph Beaumont (1616-1699) publi-
có Psyche, or Láveos Mystery iii 24 cantos, displaying
the intercourse betioeen Christ and the Sotd (Cam-
bridge, 1648). Es un poema á lo divino, donde el
autor no muestra muy subida inspiración, á pesar de
lo cual fué reimpreso en 1702.
Psyche, a Tragedy in Rhyme, de Tliomas Shadwell
(1642-1692), bien conocido por sus disputas con Dry-
den, se i-mprimió en 1675 y de nuevo en 1690, pero es
EL MITO DE PSYQUIS 87

obra de poco valor, como igualmente Psyche Debau-


ched, A Comedy (London, 1678), de Thomas DuíFett,
quien escribió parodias de Dryden y de Shakespere.
Durante el siglo xvill, la tradición literaria del mito
se conservó en The Loves of Cujnd and Payche, tra-
ducidos de Apuleyo por Lockman en 1744, por Tho-
mas Taylor en 1795, y por un anónimo en 1799 (ver-
sión reimpresa en 1801).
Pero la verdadera eflorescencia poética del mito, se
determina en el siglo xix. Después de la Psyche^ or,
The Legend of Love (London, 1805) de Mary Tighe
(1772-1810), obra que no merece especial recordación,
escribió el insigne John Keats (1795-1821) su Ode to
Psyche. Keats es sin disputa uno de los poetas más
grandes del mundo, y desde luego el más notable de
cuantos figuran en la literatura inglesa del siglo xix,
aunque entren en cuenta^ Slielley y Byron. La Ode
mencionada, escrita en 1819, filigrana de estilo y de
inspiración, dice así:

«O Goddess! hear these tuneless numbers. wrung


By sAveet enforcement and remembrance dear,
And pardon tbat tby secrets should be sting
Even inte thine ovrn soft-conched ear:
Surely Idreamt to-day, or did I see
The winged Psyche with awaken'd eyes?
IAvander'd in a forest thouvhtlessly,
And, on the sudden, faintiug Avith sv-irpri^^e,
Saw tAvo fair croatuves, couchcd side by si de
In deepest grass, beneath the whisji'ring roof
Of leaves and tremlded blossoms, where there ran
A brooklet, scarce espied:
>M¡d liush'd, (;ool-rooted flowers, fragrant-eyed,
Blue, silver-wbite, and budded Tyrian,
They lay cahn-breathiug, on the bedded grass;
Thcir arnis eud)raced, and their pinions too;
Tlieir lips touch'd not, but liad not hade adieu,
As if disjoined b}' soft-handed slumbcr,
Anil i'cady still past kisses to outuundier
A. IIÜMLI.A V SAN JIAIIXIX

At-tender eye-dawu of aui*orean love :

The wingcd boy I knew ;

But Avho M'ast thou, O happy, happy dovo?


His Psyche true!

O born and loveliest visión far


latest
Of Olympus' faded hierarchy!
all
Fairer than Phoebe's sapphire-region'd star,
Or Vesper, amorous glow-worm of the skj'
Fairer than these, though temple thou hast none,
Ñor altar heap'd with flowers;
Ñor virgin-choir to make delicius moau
Upon the midnight hours;
No voice, no lute, no pipe, no incensé sweet
From chain-SAVung censer teeming;
No shrine, no grove, no oracle, no heat
Of pale-mouth"d prophet dreaming.

brightest! though too late for antique vows,


Too, too late for the fond believing lyre,
When holy "were the haunted forest boughs,
Holy the air, the water, and the fire;
Yet even in these days so far retir'd
From happy pieties, thy lucent fans,
Fluttering among the faint Ohaupians,
1 see, and sing, by niy own eyes inspir'd.
So let me be thy choir, and make a moan
Upon the midnight hours;
Thy voice, thy lute, thy pipe, thy incensé sweet
From swinged censer teeming;
Thy shrine, thy grove, thy oracle, thy heat
Of pale-mouth'd prophet dreaming.

Yes, I Avill be thy priest, and build a fane


In some untrodden región of my mind,
Wherebranchedthoughts,newgrownwithpleasantpaiu,
Instead of pines shall murmur in the wind:
Far, far around shall those dark-cluster'd trees
Fledge the wild-ridged mountains steep by steep;
And there by zephyrs, streams, and birds, and bees,
The moss-lain Dryads shall be lull'd to sleep;
And in the niidst of this wide quietness
A rosy sanctuary will I dress
With the wreath'd trellis of a working brain,
With bude, and belis, and stars without a ñame,
With all the gardener Fancy e'er could feign,
EL MITO DE PSYQUIS 89

Who breeding floAvers, will never breed the same


And tliere sLall be for thee all soft delight
That shadowy thought can Avin,
A bright torch, and a casemeut ope at night,
To let the warm Love in! (')

Ciqñd and Psijche (1840) de Thomas Moore Psyche, ;

Paraphrase of Apuleius (obra postuma, 1862) de la


ilustre Elizabeth Barrett Browning; The Storij of
Ciqñd and Psyche, de William Morris (1834-1896), en
la primera parte de The EarthJij Parad ise (1870); y
The Unknoicn Eros (1877) de Coventry Kersey Digh-
ton Patmore (vid. especialmente el niim. XXXII:
Eros and Psyche), son otras tantas pruebas de lo
mucho que á los poetas ingleses les ha preocupado el
mito apuleyano. Walter Horatio Pater (1839-1894),
que quizá sea el mejor prosista inglés del pasado
siglo, ha tratado también del mito en el capítulo V,
parte I, de su Mariiis the Epicurean (1885) {-).
Mencionaremos, por último, entre los traductores in-
gleses de la fábula de Apulej^o, además de Adlington,
á Monde, á Thomas Taylor (London, 1822), y áHead.
En Dinamarca, Andersen y Nutzhorn han puesto en
lengua vulgar el cuento latino. Rusia, desde 1743.
posee ana bella paráfrasis de Bugdanovick.

El mito de Psyquis ha tenido su transcendencia en


la esfera de las artes plásticas. Desde el quinto siglo
de la fundación de Roma, hasta el cuarto de la Era
cristiana, se extiende una serie de obras de arte que,

(1) The complete ^Korks of John Keats.QáiiQáh); H. Bnxton For-


man. Gowans & Gray, Glasgow. 1901. Vol. II, pp. 106-108. Cf. el vol. V.
pp. 57-58.
(2) Debo estas indicaciones A la buena amistad del Sr. D. Jaime
Fitzinaurice- Kelly, á. (juieu bago presente el testimonio do n\i gra-
titud.
90 A. líOXIM.A Y SAN MAItTÍN

ile una mari-


ora representan á Psyquis bajo la forma
posa, con aspecto humano, pero con alas del
ora
mismo insecto, ora sin alas, pero con la mariposa
como símbolo. En otras representaciones, Psyquis
aparece atormentada por Eros y prosternada á sus
pies, ó bien uniéndose á él con estrecho abrazo (grupo
del Museo Capitolino). Siempre Psyquis se muestra
como im símbolo moral, que aj^rovecharon también
los primeros cristianos en sus pinturas y en sus se-
pulcros (1).

Mas, la representación artística por excelencia del


mito, es la que se realizó en la época gloriosa del
Renacimiento. En la fábula de Psyquis se inspiró el

(1) T. E. Mionnet, en svi Descripiion de médailles antiques, r/recque»


fít romaines (París, 1806-1837), cita las siguientes, altisivas á nuestro
mito
— Cupido y Psyquis, besándose. Moneda de Sérdica (Thracia), de
la época de Caracalla. (T. I, pág. 421;.
— Cupido de pie. con una mariposa. Moneda autónoma de Pér-
gamo (Mysia). (T. II, pág. .ó92).
— El amor huyendo, y Psyquis prosternada ante él. Moneda de Ni-
comedia (Bithynia), de la época de Máximo. (Snppl. T. V, pág. 21-3).
D. Antonio Delgado, en su Kuevo método de clasificación de las
medallas autónomas de España (Sevilla, 1871; t. I, págs. 125-123) men-
ciona tres ejemplares de una moneda autónoma de Córdoba, cuya
descripción es como sigue.
A. Cabeza de Venus mirando á la derecha. Delante C Jv. Iuli.
L. F. Q.
E. Niño desnudo y alado, de pie, vuelto hacia la izquierda; en la
mano derecha lleva un objeto, al parecer antorcha, y en el brazo iz-
quierdo el cuerno de la abu. ti dancia. Detrás, Cordvba, y delante
(quadrans).
Consérvanse ejemplares de esta moneda en el Museo Arqueoló-
gico Nacional, y uno de ellos es el que reproduzco.
La más antigua representación del alma por una mariposa, es
sobre un leoytho de figuras negras. En manto á la representación
del grupo de Psyquis y Eros, la más antigua es una aplicación de
bronce, del siglo ni antes de Cristo. Ningún monumento es anterior
al Fidro platónico. Psyquis ha tomado sus alas de los eidola ó figu-
rillas aladas que representan el alma humana en gran número de
vasos antiguos. Nótese que el cuento de Apuleyo «no ha ejercido
influencia alguna sobre el arte antiguo.» (Daremberg et Saglio:
Ditttonnaire des antiquités grecques et romaines T. IV, 1." Parte; :

Paris, Hachette et C'"; Psyché.)


EL MITO DE PSYQCIS 1)1

inmortal Rafael para decorar en 1514 el palacio que


el banquero CUiigi se hizo construir en Roma; y, des-

pués de él, el flamenco Miguel Coxie (1497-1592), en


diversos dibujos; Ferino del Vaga en los frescos del
Castillo de Saut' Angelo ; Julio Romano, en el palacio
del Te de Mantua; Tiziano, en sus Amoví clegli Dei
Timoteo Viti de Urbino Antonio Allegri (el Coreg-
;

gio), Polidoro Caldara (el Caravaggio), que pintó á


Psyquis recibida en el Olimpo, Luca Cambiase (Psy-
quis ante el Consejo de los Dioses, en el palacio impe-

rial de Genova), Bernardo Castelli (Bodas de Psyqíds


y Cupido, en el mismo lugar). CTüido, Cangiasi (Cu-
pido en sueños), Domenico Riccio (Brusasorzi),
(Bodas de Psyquis y Cupido, en el palacio Murari de
Verona), Francesco Salviati (casa de Clrimani, en
Venecia), Taddeo Zucclieri (en el castillo de Braccia-
no), Griovanni Manozzi (Psyquis abandonada), Be-
llucci Antonio da Soligo (Psyquis descubriendo á Cu-
pido), Polidoro Caldara (Psyquis recibida en el Olim-
po, cuadro existente en el Louvre); Antonio Molinari
(ídem), Fompeo Baitoni de Lucca, Francesco Fozzi,
Giuseppe Errante, Agrícola, Serangeli, Appiani. Bar-
tolomeo Finelli (en su Mitologia ilhcstvata)- y, en di-
versas obras escultóricas, Antonio Canova (Psiche
MauyilHana, 1793; Amore e Psiclie, 1793) (i), Fietro

(1) De A. Canova es también un grupo i\vte figura en la Villa


Carlofcta (orilla occidental del Lago de Como), y del quo poseo una
l)er[ueña reproducción en barro.
Tomando x^or base la fábula de Apuloyo, Kafaol Santi hizo 32
composiciones, grabadas primero por Marco Antonio y, en parte,
jior Agustín Veneciano, y reproducidas después por Androuer. du
Cerccuu, Léonard Gaultier, Franz Hogenberg y otros, y hasta en
esmaltes y obras de vidrio por Penioaud y Palissy. Las 32 composi-
cionos do Santi y el grupo de A. Canova, han sido primorosamente
reproducidas por D. llamón Miquel y Planas en su hermo.so libro:
A¡>iil.fíi. Amor y i'á/'/ií/s. Tniducció rulalana y Pr<Jl¿¡/.(Barcolonii,
Edioió particular del traductor. MCMV. —
Un vol. de XXTV -|- ISü
páginas en 8.°, impreso on jjapol do hilo. Poseo el ejemplar n." 112
92 A. UOXILLA V SAN MAUTÍS

Tenerani (Paiche abhandonata da Amore, 1817), Ulis-


se Cambi (Psirhe, 1?<36), Cincinnato Bai'uzzi (1845;.
Giovanni María Benzoni (Amore e Psichc), Salvatore
Albano, Francesco Barzaghi, Serafino Ramazzotti.
Giulio Branca, Lot Torelli, Alessandro Macdonald. y
otros varios, han continuado la vida de Psyquis en el
Arte.
En Francia, después que, en el siglo xvi, NicoL'i
dell'Abate pintó el fresco: Venus, Amor y Psyqui><,
en el castillo de Fontainebleau, y el Rosso dibujó en
vidrio las aventuras de la doncella, hay también una
larga serie de obras artísticas, inspiradas en el mito.
Citaremos los frescos de ^atoire en el Hotel de Sov-
bise (1738). y los cuadros de F. Gérard (Psyquis recí-
hiendo el primer beso de Amor), L. David (PsyquÍ!<
abandonada por el Amor), Picot (el mismo asunto j,
Prud'hon (Psyquis arrebatada por los Céfiros, en el
Louvre; Psyquis despertándose), Rouget (Amor im-
plorando á Venus), Baudry (Mercurio conduciendo
á Psyquis al Olimpo, en el castillo de Chantilly;
Banquete de las bodas de Amor y Psyquis, para
el palacio Vanderbilt, en Norte América), Briard
(Psyquis abandonada por el Amor; 1765), Ant. Coy-
pel (Cupido socorriendo á Psyquis), Chaudet, Lagre-
née (Psyquis contemplando al Amor dormido), Jules
Lefebvre (Psycpiis; 1883); y, en escultura, las esta-
tuas de Psj^quis por Milhomme, Oudiné, Montagny.
Pajou 3^ Mme. Léon Bertaux Carrier, y los grupos de
Ottin, Dame, Pradier y Delvaux.
En Inglaterra, Barne- Jones ilustró en 1865. con la

de esta beilisima muestra de la tipografía catalana contempo-


ránea).
En la excelente Galerie des Arts et de l'histoire, publicada en Pa-
rís en 1836. al tomo II. págs. 143-184, se reproducen los 32 dibujos de
fíafael, y otras copias de cuatro frescos de la Farnesina j- de los
cuadros de Prud'liou. Tiziano, Gérard, Picot, Rouget y Caravaggio.
BODAS DE PSYQUIS Y CUPIDO
(Escuela flamenca del siglo XVI. — Museo del Prado.
N.o 1882 — /").
CUPIDO DURMIENDO
(Escuela de Eubeiis. — Museo del Prado. Ts." lGá6.
EL MITO DE rSYQUIS 93

leyenda de Psyquis, el Earthly Para.dise de William


Morris, y decoró igualmente con el mismo asunto el
comedor del Conde de Carlisle en Palace Green (J^).
Dignos son también de recuerdo, por haber tratado
idéntico tema, los escultores ingleses Westmacott y
Gibson.
Pero no termina el recuento con los mencionados:
podríamos citar á Rubens, á Van Dyck, al gran
Tliorwaldsen, cityo prodigioso grupo Amor soco- :

rriendo á Psyquis, puede admirarse sobre el lago de


Como..., á Kiesel, á un sin fin más, porque no hay
asunto que de un modo tan extraordinario se haya
prestado como éste á la representación simbolista. No
cabe duda, sin embargo, de que. desde el punto de
vista artístico, con Rafael y con Can ova, Italia va á
la cabeza, de la misma suerte que Inglaterra obtiene,
coíi Keats, el lauro de la piusa lírica.

(1) Vid. Malcolm Bell: S¿í' Edicard Burne-Jones: 'London, Geor-


ge Bell & Sons, 1902. (En Bell' 8 Miniature Series of Painters). Pá-
ginas 17-18.
En nuestro Museo del Prado se conservan tres cuadros qae pue-
den hacer relación al mito en que nos ocupanaos: uno, del genovés
Lucca Cangiasi ó Cambiasi (1527-1585), que representa á Cupido dur-
miendo, y qiie está catalogado con el n." 74 por D. Pedro de Madrazo
(Oitdlogo de los cuadros del Museo del Prado de Madrid; Madrid,
1878); otro, de la escuela de Rubens, que ofrece la misma represen-
tación, y lleva el n.° 1646 en el Catálogo referido; y otro, de la escuela
flamenca del siglo xvi, que se refiere á las bodas de Psj quis y Cupido,
y tiene el u.° 1882- f. El n." 1640 es una bellísima obra.
En la sección de Escultura del mismo Museo se conserva una
estatuita que representa á Cupido. Hay también ejemplar de ella
en el Museo de Reproducciones.
Recordaremos que Demoustior compuso un poema sobre nues-
tro mito que Lebrun ha consagrado á la alegoría de Psyquis
;

el cuarto canto de sus Veillées du Parnasse: que Víctor de Laprade,


el poeta iiaturalista, de la Academia francesa, escribió un poema
titulado Psyché, <iue Lamartine calificaba de «obra maestra de la
poosia metafísica en Francia»; y que Ernost de Calonne, en 1842,
publicó un poema: L'Amour et Ps¡/ché, inspirado igualmente en esta
fábula.
Cf. Louis Ménard: Kros; Elude sur la symholique du di}sir. ( Exce-
lente trabajo, publicado en la Gazette des neavx-Arts: 2" per. vol. VI,
pAgs. 265 y 42(3).
iV

La primera forma del mito en la tradición literaria


europea

Si la lej^enda del Conde Partinuplés fué recogida


en Constantinopla por algunos cruzados franceses, y
si la del Caballero Helias arranca de la tradición de

las aventuras de Ulysses, el origen griego del mito


queda por esta parte determinado. En cuanto á las
otras derivaciones, ya hemos apuntado la idea de que
tienen su fundamento en el Asno de Oro de Apule^'o.
'
Nació Apuleyo en Madaura (África), el año 114 de
Cristo. Estudió en Cartago y viajó luego por Oriente.
Grecia é Italia, desde los quince hasta los veinticinco
años. Casó en Oea con Pudentilla, madre de un su
amigo, cuya familia, enemistada con Apuleyo, enta-
bló contra él un proceso, acusándole, entre otros crí-
menes, del de magia. Salió vencedor Apiilej'o y se
estableció en Cartago, donde vivió hasta su muerte,
acaecida por los años de 185 á 190, consagrado al es-
tudio y á la oratoria, en la cual llegó á adquirir fama
extraordinaria. Consta que tradujo al latín el Phedou
de Platón, pero esta y otras muchas obras suj^as se
han perdido, habiendo llegado á nosotros solamente
los once libros de las Metamorfosis (ó JEIl Asno de
Oro), los cuatro de las Floridas, el opúsculo Del Dios
de Sócrates, los tres libros De la doctrina de Platón,
KL MITO DE PSVQUIS 95

el tratado Del Mundo y la Apologia ante Claudio


Máximo.
Los Padres de la Iglesia le consideran, por boca
de Lactancio. de Marcelino y de San Agustín, como
un taumaturgo, como un mágico y como un defensor
del paganismo, en nombre del cual le atribuyen mila-
gros, que los gentiles oponían á los de Cristo. A esta
fama pueden haber contribuido, tanto la acusación de
la familia de Pudentilla, como los viajes de Apulej^o
á' Oriente y su innegable afición á los misterios. Para
nosotros, en el terreno de la filosofía, Apuleyo es un
neoplatónico, no sin ciertos visos de originalidad ('').

En los tres libros De expone


la doctrina de Platón,
con amor en punto á filo-
las ideas del filósofo griego
sofía natural, moral y racional, y, en el opúsculo Del
Dios de Sócrates, dice de Platón « coelesti facundia
;

praeditiis, aequiparabilia diis immortalibus disse-


rens». De su afición á las interpretaciones simbólicas
dan fe, no sólo la leyenda en que inmediatamente nos
ocuparemos, sino otros libros suyos, por ejemplo el
citado opúsculo: Del Dios de Sócrates, donde estima
que el culto de demonios como aquél que al pensador
griego acompañaba, no es otra cosa que el ejercicio
de la filosofía, y donde juzga que Homero, al hacer
de Minerva la compañera inseparable de Ulj'sses, no
quiere decir otra cosa sino qxxe le da^ por amiga la
Priidencia, «quaní poético ritu Minervam vuncu-
2)avit».
La obra de Apuleyo qiie á nosotros por ahora nos
interesa, son las Metamorfosis ó El Asno de Oro, es-

(1) Es muy digna de notarse, por ejemplo, su opinión acerca de


la inmortalidad del alma liumana, expuesta en el opúsculo acerca
de A7 Dion de Sócrates. Entionde (luo los hoinbres son mortales ais-
ladamente considerados, pero inmortales si se les considera en la
especie, que sucesivamente se reproduce {singiUatiin ntorttdi'S, ciiiic-
tim tamen universo genere perpelui).
9H A. BONILLA Y SAN MAIÍTÍ.V

evito por el año 184, seis después de la muerte de


LiTciano de Samósata.
Las Metamorfosis no son obra enteramente original,
sino que están inspiradas en el opúsculo Lucio ó El :

Asno, atribuido á Luciano, el cual á su vez reprodujo,


según Focio, las Metamorfosis de Lucio de Patras (si
es que éste es anterior á Luciano), obra hoy perdida.
Apuleyo amplifica esos modelos, escribiendo un libro
de mero entretenimiento, donde combina varias fábu-
las milesias para formar el argumento. Fulgencio
Planciades, gramático del siglo YI, dice que un cierto
Aristofonte «Athenaeus, in libris qui Dysarestia
nuncupantur», expuso la historia de Psyche «enormi
verborum circuitu», antes que Apuleyo, pero la ver-
dad es que ninguna otra noticia tenemos del tal Aris-
tofonte. Lo probable es que Apuleyo recogiese en su
libro varios cuentos populares de aquellos que Ovidio
(Tristes, II, 413) califica de crimina Milesia, y que
tanto deleitaban á los romanos de la decadencia.
Unode los episodios de la obra de Apuleyo es la
historia de Psyche, que una vieja, ama de gobierno de
cierta cuadrilla de ladrones (incidente imitado en el
Gil Blas de Santillana), refiere á una joven, de quien
se han apoderado, para distraerla. «Mezcla abigai'rada
de cuentos milesios, casos trágicos, historias de he-
chicerías y mitos filosóficos. El Asno de oro, que como
novela de aventuras está llena de interés y de gracia,
es, sin duda, el tipo más completo de la novela anti-
gua, y nos deleitaría hoy tanto como á los lectores del
siglo II, si estuviese escrita con más llaneza de estilo
y no en aquella manera decadente, violenta y afectada,
llena de intolerables arcaísmos y grecismos, de frases
simil i-cadentes de palabras compuestas ó torcidas de
¡

su natural sentido, de metáforas y catacreses mons-


truosas, de diminutivos pueriles y de todo género de
EL MITO DE PSYQUIS 97

aliños indecorosos á la grave majestad de la lengua


latina. » (i)

La fábula de Psiquis uo consta en


el Lucio de Lu-
ciano. Apuleyo es el único escritor de la antigüedad
clásica que nos la transmite. ¿Quiere decir esto que sea
obra original suya? Algunos lo han creído así. Nos-
otros pensamos, por el contrario, que se trata de al-
guno de esos mitos filosóficos á que tan aficionados
eran los platónicos (recuérdese el de Er el Armenio en
el último libro de la República de Platón) y que Apu-
leyo pudo recoger en sus viajes por Oriente y por
Grecia. Expongamos el argumento (2).
Había en una ciudad un rey y tina reina que tenían
tres hijas las dos mayores eran muy hermosas y bien
:

apuestas; pero la más pequeña, era tanta su hermo-


sura, que no bastan palabras humanas para poderlo
decir. La fama corría por todas las ciudades y tierras
cercanas, que esta era la diosa Venus, y nadie quería
ir á ver á la diosa misma, cuyos templos estaban de-

siertos. Esta honra que se daba á esa doncella encendió


mucho en ira á Venus, la cual llamó á su hijo Cupido
y le rogó que la vengase, inspirando á la doncella, que
se llamaba Psj/qiiisj un muy ardiente amor por el más
bajo y vil hombre que en todo el mundo se hallase.
Entretanto, las dos hermanas mayores, como eran
medianamente hermosas, habían sido casadas con dos
reyes que las pidieron. A Psyquis, todos la miraban
y alababan, pero ningún rey, ni otro alguno, la ])e(lía

(1) M. Menóndoz yPelayo: Ori¡ienes de la Novehi. Madrid, Bsii-


lly-Baillióie, 1905. Pág. XIV.
(2) Cito por la versión castellana da Diogo López de Cortegana,
abrovituidola. —
Debo consultarse la edición de: Oeuores co»i¡>l&fes
li'ApuU'C, traduites en fraudáis par Víctor Bótolaud. (Dos tomos; en
Xa,BUdiothítqne Intine-franfuise do Garnior). La mejor edición del
toxto latino os la do K. Helni (Leipzig; en publicación).
La iVibnla de Psyquis ocupa parte del libro IV, todo el V, j' parto
del VI de las Metamorfosis.
93 A. noNILLA V SAM MAim'.N

por mujer. Maravillábause do ver su divina hermosura.


])ero era como quien ve una estatua de una dicsa, puli-
damente fabricada. El padre de Psyquis, sospechando
que los dioses tuviesen alguna ira contra su desven-
turada hija, consultó al oráculo del dios Apolo, que es-
taba en la ciudad de Milesia, el cual respondió en esta
manera: Pondrás esta moza, adornada, del aparato
delante, en el más alto peñasco que hallares, y déjala
alli. No esperes yerno que sea nacido de linaje moj-tal,

m.as espéralo fiero y cruel y venenoso como serénente,


el cual, volando, fatiga con sus saetas á todos.
Mucho lloraron el rey y la reina, pero al fin hubo de
cumplirse el oráculo, y la doncella fué puesta sobre un
risco muy alto colocado en la cima de un monte, y alli
abandonada. Estando Psyquis temerosa en aquella
peña, vino uu manso viento, y muy quietamente la
puso en un delicioso prado. Mirando á todas partes,
vio una floresta con muy grande ai'boleda, y una
fuente muy clara y apacible, y alli junto estaba una
casa real, la cual no parecia edificada por mano de
hombres, sino por los dioses. Convidada por la her-
mosura del lugar, entró Psyquis en el palacio, mara-
villándose de lo que veia, y cuando andaba con gran
placer mirando aquellos aposentos llenos de oro' 5^ ri-
quezas, oyó una voz que le decía: « Tuyo es todo esto
que aqui ves; por tanto, pide cuanto quisieres, que
nosotras, cuyas voces oyes, somos tus siervas, y ha-
remos lo que mandares. »
Entendió Psyquis que aquello era ordejiado por
algún dios, y dejóse servir sin ver á nadie. Llegada la
noche, vino el marido no conocido y se confirmó y
consumó el matrimonio, pasando así algún tiempo, sin
que ella pudiese verle nunca.
El marido dijo un día á Psyquis: «Tus hermanas,
turbadas pensando que tú eres muerta, han de venir
EL MITO DK PSVQCIS 99

á aquel risco de donde tú aqiií viniste; si, por ventura,


oyeres sus voces y llantos, no les respondas en ningún
modo, porque si lo haces, darásme gran dolor y para
ti causarás un grandísimo mal que te será casi la

muerte. » ('')

Prometió ella hacer todo lo que el marido le man-


dase, pero, luego que se vio sola, comenzó á llorar y
á lamentarse, diciendo que estaba en una hermosa
cárcel, y que no podía ver á sus hermanas, ni aun res-
ponderlas. Vino después marido, y, acostándose
el con
ella, la comenzó á reprender; pero Psyquis, con
muchos ruegos, le hizo conceder que ella hable á sus
hermanas y les dé todas las piezas de oro y joyas que
quisiere, así como que mande al viento que traiga allí

á sus hermanas, del misma modo que á ella había


traído.
Todo se cumplió de esta suerte el día que las her-
manas fueron al risco, y el cierzo las transportó man-
samente al lugar donde estaba Psyquis, abrazándose
y besándose unas á otras con grandísimo contenta-
miento. Psyquis las mostró la casa y las grandes
riquezas de ella, y la mucha familia de los que la ser-
vían, oyéndolos solamente. Tanta abundancia de bie-
nes crió envidia en sus corazones contra ella, y
decidieron no decir nada á los desconsolados padres
de la hermosa Psyquis, tomando consejo entresí para

acabar con la orgullosa felicidad de ésta.


Cupido, viendo los engaños y maldades que las
hermanas ordenaban, amonestó á Psyquis para que no
les diese oídos á lo que le hablasen acerca de él,
« porque haciéndolo de esta manera, acrecentaremos

(1) «Sororos iam tuao mortis opinione turbatue, tnumque ves-


tigium reciuirentes, scopulum istum protiniis aderiint. (Juaruní si
quas forte lamontationes accepei-is, ñeque respondeas, ¡mmo noc
prospicias omnino. Caetrriim, mihi qiddem f/ravissiviiini dolorem, tibi
vero summum creabis exitium.»
100 A. BONILLA Y SAN SIAK'ri.\

nuestro linaje, que este tu vientre un niño trae ya, y


si tú encubres y guardas lo que te digo, ese nifio que

parieres será inmortal; haciéndolo de otra manera, yo


te digo que será mortal.» Prometióle Psyquis cumplir
sus advertencias, pero insistió en ver y hablar de nue-
vo á las hermanas, á lo cual hubo de acceder Cupido.
Llegaron otra vez las hermanas, é indagaron nue-
vamente quién era el marido de Psj'quis, sin que ésta
lespudiese dar respuesta satisfactoria. Poríin, en otro
viaje, las malvadas hermanas le dijeron que habían
hallado por verdad que ese su marido era una ser-
piente grande y venenosa, y que sólo buscaba engor-
darla con los regalos y manjares que le daba, habién-
dosela de tragar cuando su preñez estuviese más
crecida. Psyquis, muchacha y de noble condición,
creyó lo que le dijeron, y les confesó que jamás había
podido ver la cara de su marido. Ellas entonces, le
recomendaron qae escondiese secretamente en el lecho
una navaja bien aguda, y pusiera un candil lleno de
aceite, encendido, debajo de alguna cobertura al canto
de la cámara, y con este aparejo, disimuladamente,
cuando aquella serpiente llegase á acostarse, como
solía,en durmiendo, Psyquis sacaría el candil, y,
navaja en mano, daría en la cerviz á aquella serpiente
venenosa, y le cortaría la cabeza.
La incauta joven cayó en el lazo. Llegada la noche, y
luego que el marido se durmió, Psyquis se levantó de
la cama, y sacado el candil debajo de donde estaba,
tomó la navaja en la mano, y como alumbrase con el
candil y descubriese todo el secreto de la cama, vio
una bestia la más mansa y dulce de todas las fieras, es
á saber el dios del Amor, que se llama Cupido, el cual
estaba acostado muy hermosamente, y alegrándose con
su vista, la lumbre del candil creció, y la aguda y sa-
crilega navaja resplandeció.
EL MITO DE PSYQUIS 101

Cuando Psyquis vio tal cosa, espantada y fuera de


sí, se corto y cayó sobre las rodillas, y la navaja se
le cayó de las manos. --.
.-„::^
Estando así fatigada y
desfallecida, cuanto más ;

miraba la cara divina


de Cupido, tanto más se --..^^ _ .

recreaba con su hermo- (Moneda autónoma de Córdoba)

como hebras de oro, llenos


sura. Ella le vio los cabellos
de olor divino; el cuello blanco como la leche; la cara
blanca y roja, como rosas coloradas, y los cabellos de
oro colgando por todas partes, que resplandecían como
el sol y vencían la lumbre del candil. Tenía en los hom-
bros péñolas de color de rosas y flores, j todo lo demás
del cuerpo era hermoso, como convenía á hijo de la
diosa Yenus. Estando en este placer herida del amor
(porque, sacando del carcaj una saeta y estándola ten-
tando con el dedo, se hizo sangre), el candil echó de sí
una gota de aceite hirviendo, y cayó sobre el hombro
derecho de Cupido. Este, quemado, saltó de la cama,
y, conociendo que sti secreto era descttbierto, huj^ó de
los ojos de Psj^quis.
Las dos hermanas llevaron el castigo de su mala
acción y perecieron miserablemente; pero, entretanto,
Psyquis andaba muy congojosa en busca de su marido
Cupido por todos los pueblos y ciudades. Después de
visitar á Ceres y á Juno, determinó presentarse ante
Venus, demandando perdón. Venus hizo que dos
criadas suyas (la Inquietud y la Tristeza) azotasen
cruelmente á Psyquis, y después la impuso los si-
guientes trabajos:
1." Tomó}• cebada, mijo y centeno, garbanzos
trigo
y mezclado y hecho un gran montón, y
lentejas, todo
exigió de Psyquis qite apartase unas simientes de
otras antes de llegar la noche. Psj'quis realizó el tra-
102 A. BONILLA Y SAN MAKTÍN

bajo con ayiida de infinitas hormigas que vinieron en


su auxilio, teniendo compasión de ella.
2.° Traerle la flor del vellocino de unas ovejas res-
plandecientes y de color de oro, que pacían en cierta
floresta y cuyos dientes ponzoñosos, agudos cuernos
y frentes de piedra solían matar á muchos hombres.
Psyquis llevó á cabo el encargo, gracias á las instruc-
ciones que le dio cierta caña verde, que crecía á orillas
del río.
S° Llevarle un vaso de cierta agua muy negra, que
nacía en una fuente situada en la cima de un monte,
sobre altísimos riscos. Guardando el agua había dra-
gones espantables, con los cuellos alzados y los ojos
abiertos. Psyquis cumplió el encargo, gracias á un
águila.
4.° Darle una caja á Proserpina, en ios palacios del
Infierno, á fin de que la diosa pusiera en ella un poco
de su hermosura, y traérsela á Venus, que tenía nece-
sidad de acicalarse para entrar en la fiesta de los dio-
ses. Desesperada Psyquis por el encargo, fué á tirarse
de una torre abajo, pero la misma torre le habió y le
dio instrucciones para verificar tan peligroso viaje,
recomendándole sobre todo que no abriese nunca la
caja, ni mirase su contenido. De vuelta ya de la expe-
dición, Psyquis tuvo una temeraria curiosidad: quiso
tomar para sí un poquito de la divina hermosura que
en la caja traía, deseando placer á su enamorado, pero
así como abrió la caja, que nada contenía, una niebla
de sueño grueso se apoderó de Psyquis, y no hubiera
despertado á no ser por la llegada de Cupido, que
metió otra vez el sueño en la caja y ordenó á Psyquis
que la llevase á Venus.
Después, el mismo Cupido pidió ayuda á Júpiter,
quien se la otorgó convocando á los dioses, refirién-
doles el suceso, haciendo inmortal á Psyquis (dándole
EL MITO DE PSYQUIS 103

á beber el licor de los dioses) y uniéndola para siempre


con Cupido. «De esta manera — termina Apnleyo —
vino Psyquis en poder de su marido Cupido, y estando
ya Psj'quis en el tiempo del parir, nacióles una bija-,
la cual llamamos Placer ( Voluptas) y>

Esta es la fábula, cuyo texto literal reproducimos


en el Apéndice. ¿Se trata de una invención original
de Apuleyo, ó de algún cuento que él recogió en sus
viajes de boca del pueblo?
La idea fundamental no es de Apuleyo. Como vere-
mos en siguiente capítulo, la fábula tiene prece-
el
dentes capitalísimos en ]a literatura sanskrita. Pero
si bien la idea madre no es original del pensador afri-
cano, hay multitud de detalles en la narración que
indudablemente fueron añadidos por él, y desde luego
deben de ser adiciones suyas los personajes simbólicos
Cnnsitetudo, Sollicitudo, Tiristities,. Voluptas, que in-
troduce en el episodio. El carácter simbólico de la
fábula no se les ocultó á los antiguos mitógrafos, y
como obra simbólica la interpretaron.
tal
Lo que la narración no figura en ninguno
cierto es
de los libros canónicos de la mitología clásica, griega
ni latina. No consta en las Metamorfosis de Ovidio;
no existe la menor alusión á ella en la Tlwogonía de
Hesiodo; no aparece, directa ni indirectamente refe-
rida, en las obras de ningxin autor pagano que no sea
Apiileyo de Madaura.
Lo que Hesiodo nos cuenta acerca de la madre de
Cupido es esto
El Amor no es propiamente hijo de Venus, según la
Teogonia. El Amor (Eros) «el más bello de los in-
mortales», vino al mundo después del Tártaro, de
Gea (la Tierra) y del Caos, primero de los dioses. Gea
engendró á Uranos (el Cielo). De Gea y L^ranos pro-
cede Cronos (el Tiempo). Incitado por Gea, Cronos
104 A. liOMI.T./V Y SAN MARTÍN

mutiló á su padre Ui'anos; el miembro mutilado cayó


al mar, flotó algún tiempo sobro las aguas, y en torno
suyo comenzó á formarse una blanca espuma, de donde
nació una joven diosa, llamada Afrodita (de ¿'fpót: =
espuma) porque surgió del mar, Cytherea, porque se
aproximó á C3'theres, y Cypris,. porque apareció por
vez primera en las riberas de Cliipre. A su lado van
siempre, según Hesiodo, el Amor (Eros) y el bello Li-
meros (X"í¡j.r;póq =: hambriento). Limeros es probable-
mente la correspondencia más exacta del Cupido la-
tino, así como Afrodita corresponde á Venus.
Homero [Iliada, V, 370) da otra genealogía. Según
él, Afrodita es hija de Zeus y de Dione. Pero en el

segundo himno homérico á Afrodita, supone que nace


en el mar, de donde la toman las Horas

«-f^^i o£ yp'jc7áfjLT'j/.£(; ~Qpa!


oi;avT:' aj— XTÍüJt;, Tispi o' a¡j.|3poxx z'i]j.%~.i é'jo-av. »

Ni Homero ni Hesiodo, sin embargo, se reñeren á


la tradición de Psyquis.
Volvamos á Psyquis. ^'^/r^, en griego, es el alma,
el principio de vida. Los latinos tomaron otra radical
para determinar el mismo concepto dijeron anima, ;

del griego avcixcq^ viento, soplo. W-y/r, tuvo quizá,


originariamente el mismo significado, relacionado con
la representación fisiológica del acto de soplar (psu;
de donde (Ljyá^o)^ refrescarse, enfriarse). W-y/r] sig-
nifica también mariposa, símbolo del alma en algunas
tradiciones antiguas.
En Homero, el cuerpo (c7to|j.a) (') y el alma no son
realidades de diferente naturaleza. Psyqiie es corpo-

(1) Véase J. Eleizalde y Breñosa: La idea del espíritu en la Iliada


y en la Odisea (en el fascículo II de nuestro Archivo de Historia de
la Filosofía).
EL MITO DE PSYQUIS 105

ral también, pero de una materia más sutil; á veces


es visible y tangible. Psyque viene á ser la sombra,
el doble del cuerpo. Homero la compara en ocasiones
con el humo. No se compone de carne y huesos, como
el cuerpo, y no está tampoco sujeta á la muerte. En
el canto XXIII de la litada, cuando Patroclo, muerto
por Héctor, se le presenta á Aquiles, éste quiere abra-
zarle, pero «el alma se escapa como un humo, y se
sumerge bajo la tierra con un ruido agudo » :

«O'jo' ll'jLof 'i'y/r^ os xa-i yOovoq r/jzz xa-voq

Entonces Aquiles, asombrado, exclama: «Oh dio-


ses! sí, ciertamente, se es alma é imagen aun en la

mansión de Pintón, pero los espíritus (cip¿vE(; =^ las


fuerzas vitales) no están allí por completo. Porque el
alma del desdichado Patroclo ha sido sobre mí toda
la noche, gimiendo y lamentándose, y me recomen-
daba cosas, y se parecía maravillosamente á él; »

«"il — ó-o!, /; px -[c, l'j-.'. /,%'. th Aíoao oó¡j.0!7'.v

'¿•j'/r, xcti eloajAciV olz'xo '-ppsvsq oux iv; -rráa-av.

riavvjyí-/; yáp ¡i.o'. Yly~po/./Sr/j(; os'.XoTo

j'/Tj £'iSTTr//.£t ycioto-a zz ¡jL'jpojxsvy) xs.

xaí aoL ÉV.oíj-:' i—ízzAAi'/' iX/.ziti oí BItxíAov tjz to. »

Homero corresponde probablemente al siglo vii


antes de Cristo. Al V pertenece Anaxágoras, y su
Nü'j'; ó Inteligencia, que dirige todo lo que tiene alma,

es un principio corporal, pues que de él arrancan el

aire y el éter (i). En el mismo Aristóteles (siglo iv


a. de C.) el alma no es otra cosa que la forma del

(1) Albort Rivaud: Le probUme dii devenir et la notion de la iita-


tiére dans la 'philosophie qrecque, depuis les origines jusqu'á Théo-
phraale, París, F. Alean, 1906. l'i'ig. 198.
Erwin Rolide: Psyche. Seeleiikiilt iind l'iisferblichkeitsglauhe der
100 A. 11 o NI I. LA Y SAN .MAIITÍN

cuerpo, j está sujeta, como él, al devenir y al camljio.


La distinción radical entre un espíritu inmortal, invi-
sible, imperceptible por los sentidos corporales, y un
cuerpo mortal y mudable, es obra de los neoplatóni-
cos de Alejandría. En su escuela estudió Apuleyo,
como hemos indicado, y la fábula que se aprovechó
con intención simbólica, fué introducida por él en su
novela como materia de puro entretenimiento.
Ya Platón, en el Feclro, se había representado poé-
ticamente las almas como provistas de alas. Mientras

Griechen. (2" ed. 1898). —


Cbaignet: Histoire de la Psychologie diez
lesGrecs (1^7). —
Consúltense igualmente:
Thorlac: Fábula de Psyche et Cupidine, disquisitio mythologica.
Copenliaghen, 180!.
Baiimgarten-Crusius: De PsycJte faínda platónica. Meissen, 1835.
Charpentier: De mystica Apitlei doctrina. París, 1839.
Schoemann: De Cupidine cosmogónico; 1832.
Gouniy: De Apule.io fabularum scriptore et rhetore. París. 18-59.
Helmuth Jenning: De Metamorphosihus L. Apulei, tum de Apulei
episodiis, tum de iis locis qui e Lucio Putrensi videntur translati esse.
Lipsiae, 1867.
Jalm Otto: Noveletten aus Apuleius in Grenzboton, 1867.
Prowelt: Apulée philosophe et vomancier (Revue Britamiique, de
Diciembre, 1873).
Máxime Collignon: Mytliologie figurée de la Gr&ce (París, A. Qiian-
tin, 1883;pág 167): y Essai sur les monuments urecs et romaius relatifs
au Myth", de Psyché. París, 1877. (Excelente trabajo).
Paul Monceaux: Apulée, román et magie. París, 1888.
S. Mole: Apuleio e l'Asino d'Oro. Torino, 1891.
L. Friedlander: Dissertatio qua fábula Apuleiana de Psyche et
Cupidine cum fabulis cognatis comparatur. Eegimonti (Koenigs-
berg), 1860.
Edmann: De Apuleii elocutione. Stendal, 1863.
H. Koziol: D. Stil d. L. Apuleius. Wien, 1872.
M. Meufndez y Pelayo: La novela entre los latinos (Tesis doctoral).
Santander. 187o.
Henri Blaze de Bary: Apulée et son temps. L'Amour et Psyché
(Revue des deux inondes; 1.5 Julio 1878).
K. Becker: Studia Apuleiana. Berolini, 1879.
Ploix: Les ruythes de Erónos et de Psyché (Paris, 1^6).
E. Caetani-Lovatelli Amore e Psiche. Roma, Tip. della B. Acca-
:

demia dei Lincei, 1889.


L. Ménard: Eros, étnie sur la symbolique du Désir (Gazette des
Beaux Arts; 2" per. vol. VI, p. 265 y 426).
C. Weymann: Studien zu Apuleius u. s. Xacharmern. Müncli., 1893.
Véase también la monografía del Dr. Adolf Zinzow: Psyche tind
EL MITO DE PSVQÜIS 107

esas almas son puras y perfectas, viajan por las re-


giones etéreas y gobiernan al Universo. Pero cuando
no pueden seguir á los dioses ni contemplar las esen-
cias, entorpeciéndose, y alimentándose del vicio y
del olvido, pierden sus alas y caen á tierra, dando
lugar al nacimiento de un animal de naturaleza mor-
tal. Así, cuando el hombre ve la belleza terrestre y se

acuerda de la belleza verdadera, toma alas y desea


volar hacia ella, pero, no pudiendo alcanzarla, mira
hacia lo alto, como nn pájaro, y descuida las cosas
de la tierra. Sólo el alma del filósofo tiene alas, por-
que, iniciado en los verdaderos misterios, llega á ser
verdaderamente perfecto.
Pero ¿es que los neoplatónicos de Alejandría (')

Eros. Eine müesisches Marchen^ in der Darstelhtng und Aiiffassunr/


des ApiUejus beleuchtet und auf seinen mythologischen Zusammenhang,
Gehalt und Ursprmuj zurückgeführt (Halle, 18S1, -|- 332 páginas XXX
en 4."). Sg refiere princijíalmente al análisis de la fábula de Apu-
leyo, en sus relaciones con la mitología griega, y, desde este punto
de vista, es el estudio más completo, aunque algo fantástico.
Citaremos, por último:
G. Meyer: Amor und Psyche. Zur vergleichenden Mdrchenkunde;
Berlín, 1883.
Ad. Lasson: Eros und Psyche {Deutsche Rundschau, Berlín, 1900).
jSTo me ha sido posible consultar este artículo, que, según mis
noticias, es de verdadero interés.
Hugo Blümnor Das Marchen von Amor und Psyche
: in der deuts-
chen DichtkuHst Págs. 618-673, del año 1903, en los Neue Jahrbiicher
(

fiir rías klassische Altertum, Geschichte und deutsche Literatur und


ficr Pddugogik, de los Doctores Ilberg y Gerth).
.J.-W. Beck: Aj^ulei fábula de Psyche et C'upidine. Gron. 1902.
Norden ^íiíO)' cí Psyche. 1903.
:

.lahn-Micbaelis: Apnlei Psyche et Cupido. 1905.


Debo la indicación de algunos de estos estudios á la amabilidad
de mi amigo el Doctor Arturo Farinelli.
La primera edición de Apulej'o es de Roma, per Conradum
SweynhL'ym et Arnoldum Pannartz, 1469 (177 ff.)

(1) Plotino (siglo iii) dedica al estudio del Amor "(flsp^ ípcoToO
todo el libro quinto de la Enneada III. En el lib. 9.° cap. 9.", de la
Enneada VI, dice que toda alma es Afrodita (xxl '¿(JZ'. raTa '^-t'/'r,
\\'ipoO'.~v¡ ), porque naturalmente ama á Dios, y desea unirse á
ól, como una hermosa doncella que experimenta tin casto amor
(w3--íp -apOívot; xaAo'j 7:po<; y.a/ov zoio-.a).
108 A. UONILLA Y SAN MAUtÍX

110 al idear la fábula de Psyquis,


tuvieron en cuenta,
alguna tradición anterior, fácil de conocer en aquella
insigne ciudad, que llegó á ser foco de civilización y
de cultura durante la decadencia del mundo antiguo?
Sí. Varaos á comprobarlo inmediatamente (•).

(1) Se li<a querido hallar coincidencias entre el viajo de Psyqiiis


al reino de Proserpina y el texto asirlo sobre el descenso de la diosa
Istar (la Astarté de los Caldeos) al país de los muertos, para ver k
su hijo Turzi, detenido en el Infierno (véase la traducción en el
folleto de Jules Oppert: LHmmortalité de l'úme chez les chaldéens:
París, Maisonneuve, 1875); pero la verdad es que el parecido es muj-
superficial.
Istar, hija de Sin (el Dios-luna) baja al Infierno, y amenaza al
portero para que le deje entrar:
«Gruardián de esta casa, abre tu puerta!
Abre tu puerta, para que yo entre.
Si tú no abres tu puerta, y yo no entro;
derribaré la puerta, romperé los cerrojos,
demoleré el umbral, franquearé las puertas;
haré escapar á los muertos bajo la forma de hombres-lobos vivos:
y al número de los vivos se unirán los muertos (asi reanimados ).<-

El portero consiüta á su señora Allat, diosa del Infierno y her-


mana de Istar. Allat accede á que Istar entre, pero exige que pene-
tre desnuda «como quieren los usos antiguos». Así lo hace Istar,
y, sucesivamente, al pasar por cada una de las siete puertas infer-
nales, le van despojando de sus vestidos y adornos, hasta quedar
por completo desnuda. Entonces Allat se ríe de ella, é Istar la
maltrata; Allat invoca al dios del destino (Xamtar), é Istar queda
encerrada en el santuario eterno.
Pero, desde el momento de la prisión de Istar, el amor desapa-
rece de la tierra: «El toro no iba ya hacia la vaca, y el asno no
quería ya burra; — la esposa no quería ya al esposo, — el guerrero
resistía las órdenes de su señor, — y la esposa resistía en brazos de
su marido.» Entonces, á ruegos de Samas (e\ Sol), Sin (la Luna), su
padre, notifica lo que ocurre al dios de las Ondas, el cual creó á
Udchisnamir (renovación de la luz) y le envió á la mansión de Allat
para comunicarle que, por orden de los grandes dioses, debe liber-
tar á Istar «después de darla A beber el agua de la vida>. Así lo
hace Allat, muy contra su voluntad, ó Istar vuelve á la luz, recupe-
rando sucesivamente sus vestidos y adornos, pero sin salvar al hijo.
V

El origen literario del mito

Una de las más bellas producciones de la, literatura


sanskrita es sin duda el drama en cinco actos, titu-

líido: Vikramorvasi, escrito por el poeta Kalidasa


(siglo de C.) {'^). Nos interesa recordarlo porqiie
I a.

es una de las más poéticas representaciones de la


lej'enda de Purüravas y Urvasi. precedente á su vez
de la fábula de Psyquis y Cupido.
ün Dánava, ó enemigo de los dioses, roba á la ninfa
Urvasi. El rey Purñravas acude en su auxilio y la
rescata, matando al robador, pero quedando herido
por las flechas del dios Amor, ante la hermosura de
Urvasi. Esta, por su parte, se siente también atraída
hacia el rey. Ambos se declaran su mutua pasión, pero
Urvasi, llamada por orden divina, se separa del re}^,
á fin de representar en la morada celeste una obra
dramática del maestro Bharata. Purüravas está tan
prendado de la ninfa, que olvida á su propia esposa
legítima. Urvasi, á su vez, tiene tan presente al mo-
narca, que, desempeñando el papel que le correspon-

(1) Vid. Vikramorvnsi, drama del poeta indio Kalidasa, en cinco


actos. Versión directa del saiiskrit, por D. Frauciscu CUircía Ayuso.
Madrid, 1874.
lio A. ÜONILLA Y SAN MAKJÍN

día en la pieza, en vez de decir: FurusJiottama, como


debía, se distrae y dice: Pur Araras, por lo cual Bha-
rata la condena á perder la ciencia divina que posee,
pero el poderoso Indra dice á Urvasi que, en recom-
pensa de los servicios que el rey le ha prestado, la
consiente que viva junto al ser que ama «hasta que
de él reciba descendencia. » La reina, viendo la pasión
de su esposo por otra mujer, promete no poner impe-
dimento á su amor. Urvasi y Purüravas se unen
entonces y se entregan á las delicias del amor en los
jardines del Kailása, Pero un día el rey se detiene un
momento á la orilla del río Mandakini, para mirar á
una encantadora joven, apsara ó ninfa celeste, que
jugaba sobre unos montecillos de arena; la ira se
apodera de Urvasi, y, trastornada, quebranta la
prohibición divina, que veda á toda mujer la entrada
en los jardines de Kartikéj'a; penetra en ellos, y, á
los pocos pasos, queda convertida su bellísima figura
en una liana. Purüravas, desolado, busca por todas
partes á su amada esposa, y pregunta por ella, en
jDoéticas invocaciones, á los plátanos, al pavo real, al
ruiseñor, al cisne (^), al ánade, á un tallo de Lotos,
al elefante, al cima perfumada y al antí-
monte de Ja
lope. Estos lamentos de Purüravas, que ocupan todo
el acto IV de la obra, escrito en sanskrito y prakrito.
son de lo más hermoso que ha producido la literatura
india. He aquí un fragmento

« Rey. ...Las fuerzas me abandonan... Aquí descansaré


breves instantes, aspirando la fresca brisa que
viene del torrente... Al contemplar la impetuosa

(1) En el drama (acto IV), Purüravas es comparado_con el


cisne. «El cisne alado — dice Z'itraleka, la amiga de Urvasi des- —
lizándose en medio de las aguas, llama á la compañera en tono
triste, con lágrimas ardientes en los ojos.» Este recuerdo del cisne
lo hallaremos también más adelante en un himno védico.
EL MITO DE PSYQUIS 111

marcha de las olas, entvirbiadas con las nuevas


aguas de la lluvia, siento placer inefable.
¿Cómo podría serme este risueño arroyo indife-
rente? Estas olas me recuerdan sus cejas, gra-
ciosamente arqueadas sobre la noble frente:
esta loca turba de aves es semejante á la banda
que ciñe su lindo talle; la espuma que arrastra
impetuosa, es como su vestido, suelto flojamente
por el enojo de su pecho; su marcha, tortuosa,
se encuentra á cada paso entorpecida por la
presencia de rocas majestuosas, que azota con
despiadada furia... No hay duda: es mi amada,
transformada por sus celos en este plácido arro-
yo. ¡Confusión! ¿Y qué haré en trance seme-
jante? Buscar sin demora su perdón, si está
agraviada. (¡Se acerca al río.)
Cese tu enojo, hermosa ninfa, si te ocultas
graciosa en este río de los dioses, venerable
como el Ganges, en cuyas riberas saltan y ju-
guetean rebaños de antílopes y aves plañideras;
lindas y esbeltas gacelas pisan el florido vergel
que ciñe tus costados; familias numerosas de
abejas zumban diligentes á tu lado al hacer sus
provisiones. ¡Oh! ¡Es mi amada! Su brazo,
hechura de un Dios, es la onda entumecida,
agitada por el viento del Oriente su andar es
;

firme, y marcha en busca de su. el Océano


señor
inmenso; cisnes, ánades, conchas y corales
adornan su gracioso cuerpo, dando lustre á su
esplendor y gloria; monstruos marinos, cetá-
ceos y lotos son su escudo y su coraza; \)Ox los
costados de las olas muestra las anchurosas
]ialmas de las manos, y las extiende en forma de
nubes á los cielos. »

Por fin, Purüravas encuentra en una roca la pre-


ciosa joya que llevó en sus pies la divina Gauri
(esposa de Siva), y que Urvasi dejó abandonada. El
que la posee logra seguramente, y en breve tiempo,
unirse con el ser amado. Merced á ella, Purüravas
encuentra á Urvasi, tornada á su primer estado, y
vuelven juntos al palacio de Pratishtana. Años des-
pués, al tiempo de celebrarse una fiesta cortesana, un
112 A. ÜOMLLA Y f^AN MAKTÍ.N

buitre roba la joya de la recuperación (i). Ayus, el


hijo de Purúravas y de Urvasi, á quien su madre ha
tenido secretamente educándose en la ermita del santo
Z'yavana, mata al buitre y rescata la joya, que trae
á su padre, quien le ve entonces por primera vez.
Pero, habiendo visto el rey á su hijo, Urvasi, para
cumplir el mandato de Indra, ha de volver á presen-
cia de éste. Cuando la ninfa se dispone á separarse de
su amado esposo, llega una orden de Indra, el ciial
necesita el auxilio de Purúravas en una guerra que va
á estallar entre los Asuras y los Devas, y, á cambio
del servicio, le otorga á la hermosa Urvasi por esposa
durante los días de su vida.
Kalidasa modificó bastante la leyenda primitiva,
que aprovecharon igualmente los autores del Mahá-
bliárata, de la Brhad-devatd, del Kathásaritságara
del Visnu-Puranu, del Harivamsa y del Káthakn
como también Sadgurusisya, en su comentario á la
Sarvánukramant del Rig-Veda. Pero, según los sans-
kritistas, la versión más antigua de la leyenda es la
contenida en el Satapatha-Bráhmana (XI. 5. 1).
Sobre la interpretación de este último texto se han
formulado varias teorías contradictorias. Mientras
para unos, como H. Oldenberg, ciertos himnos del
Rig-Veda, relacionados con los Bráhmanas corres-
pondientes, y en especial el himno X, 95. suponen
partes en prosa, hoy perdidas, que enlazaban entre sí
los versos de aquellos himnos, para otros, como Geld-
ner, en sus Yedisclie Studien, esos mismos versos, en
lugar de haber determinado el desarrollo de partes
explicativas en prosa, son restos de narraciones com-
puestas primitivamente de prosa y verso, y para

(1) Esta clase de robo es lugar común en muchos cuentos me-


Figura en las Mil ;/ una noches, en la historia del Príncipe
dievales.
Caniaralzaman y de la Princesa Badura.
EL MITO DE PSTQUIS 113

Otros, por último, como Mr. Pablo Regnaud, el himno


se ha bastado á sí mismo desde un principio, y lia
precedido é inspirado al Brálnnana correspondiente
¡/ todas las narraciones cpie á él se refieren. Para
JÍr. Regnaud, el Bráhmana ha querido explicar un
rito, y demostrar cómo, por medios litúrgicos, un

hombre puede elevarse al rango de Gandharva. El


texto del Bráhmana es unas veces reproducción,
otras centón, y otras un comentario del himno védico,
luego evidentemente es posterior á él.
Xosotros nos inclinamos á esta iiltima teoría, que
nos parece la más racional. Mr. Regnaud, siguiendo
los pasos de Bergaigne, entiende que los himnos
védicos se refieren ante todo al sacrificio litúrgico, y
juzga que narraciones como la presente han llegado
áser tales «merced á una coordinación progresiva de
fórmulas de los himnos litúrgicos, en que las influen-
cias verbales y las interpretaciones superficiales y
arbitrariashan tenido una gran parte. En resumen,
han desarrollado según circunstancias
estos relatos se
en absoluto independientes de la significación y del
uso originales de los materiales con que han sido
construidos. Pueden ser comparados á esos edificios
de la Edad Media en que las piedras talladas han sido
arrancadas de murallas de fortalezas antiguas ó de
templos paganos. Las leyendas así rehechas han con-
servado acá y allá la letra de los antiguos textos,
pero combinada con un espíritu totalmente distinto
dp aquel que imperaba en su primer uso» (•). Es
decir, que, en casos como éste, la ley de persistencia
de las formas ha hecho que, elementos que ]u-imit¡va-

(1) Regnaud: Commenf nni.isetil Jes mi/thes (Les sonrces vód¡-


P.
iiuos Potit Ponoot; La lt''}?f>ndo hindoiie du dóluge; Pururavas et
du
Urvavi). París, F. Alean, 1897. PAgs. ih))-l'A.
114 ItONir.I.A V SiN MAKTIX

mente tuvieron .sólo una significación natural y pro-


pia, devengan rejtrescntativos de otras ideas (^).
La doctrina del eminente sanskritista Mr. Regnaud
concuerda, por otra parte, con lo que tradicionalmente
se sabía acerca de la composición del Rig-Veda y de
los Bráhmanas. Calculando Max Müller en 18G7 que
los himnos del Rig-Veda fueron redacítados entre el
año 1200 y el 1500 antes de Cristo, decía lo siguiente:
1." Que los 1017 himnos del Rig-Veda existían
coleccionados antes que se hubiera compuesto uno
solo de esos minuciosos comentarios teológicos cono-
cidos con el nombre de Bráhmanas, «es decir, antes
del año 800 anterior á Cristo».
2." Que, en muchos casos, los autores de los trata-
dos en prosa llamados Bráhmanas «habían dejado de
entender el texto de los viejos himnos en su sentido
natural y gramatical, y que proponían las explicacio-
nes más absurdas de las diferentes ceremonias litúr-
gicas, que, en su mayor parte, tenían originariamente
(podemos suponerlo así) una significación racional».
Esto es precisamente lo qiie acontece con la leyenda
de Purüravas y Urvasi. Fué forjada por los autores
de los Bráhmanas, interpretando arbitrariamente un
himno del Rig-Veda, que se refiere de un modo natu-
ral y claro al sacrificio litúrgico. Lo que primero tuvo
solamente un valor ritual., se trueca en fábula didác-
tica y al pasar á manos de los griegos, en tradición
^

simbólica^ que los neoplatónicos de Alejandría con-


vierten en mito y que se desarrolla con aspecto Jcijcn-
dario ('-) en la Europa de la Edad Media, combinán-
dose con multitud de elementos extraños.

(1) Vid. nuestra obra: El Arte simbólico (Ensayo de una teoría


de las formas artísticas). Madrid, 1902. Pág. 23.
(2) La diferenciación entre mito, leyenda y fábula no ostá, bien
determinada, y vale la pena de precisarla. Nosotros entendemos
por mito (del griego 'J.'jOüí; — narración fabulosa, aunque en Homero
EL MITO DE PSYQUIS 115

El fenómeno á que nos referimos puede compro-


barse comparando el texto del Brálimana con el del
Rig-Veda, como vamos á hacer, siguiendo la exactí-
sima versión de Mr. Regnaud:

Traducción del texto Traducción del himno X,


DKL Satapatha-Brahmana 95 del Eig-Veda

Urvasi era una Apsaras.


Amó á Purúravas, el hijo de
Ida. Habiéndole encontra-
do, le dijo: — «Golpéame tres
veces por día con la vara,
con el bastón. No me derri-
bes (debajo de tí) sin mi con-
sentimiento. Que no te vea
yo nunca desnudo. (Obrar
de otro modo) no está en los
usos de las mujeres.»

Ella vivió largo tiemi^o


con él. Ella llegó á estar
preñada de él, durante el
largo tiempo que vivió con

tieue sólo nii sentido de: palabra, discurso), ttiiit fábula de carácter
(üenórico; por fábula (del latín fábula = narración, y especialmente
la dramática; derivado de for, faris =hablar; que á su vez pr..cede
del sanskrito bha =hablar), una narración ¡leticia de intención didác-
tica ; y por leyenda (del latin legenda, derivado de lego, is — leer),
ana narración po¡>\ilar, fundada en un hecha real, adornado de circunn-
tanr/ds /ir//cias. Alegoría üs siempre, para nosotros, la expresión de
algo distinto do lo que se signilica. La tradición de Psyqnis, por
ejemplo, es fábula en manos de los autores de los BriXhmanas, es
iiiilo entre los neoplatónicos, y es leyenda en la narración medieval
dol Caballero del Cisne. Véase una indagación muy razonada de las
leyes del mito on Valentín Letelior: La evolución de la Historia
(Santiago do Chile, 1900), pp. 05 y sig. del tomo I.
lltj A. liONILLA Y SAN MAIIIÍN

él. Los Gandharvas (') se di-


jeron unos á otros: «He aquí
que hace mucho tiempo que
esta Urvasi vive entre los
hombres. Es i)reciso imagi-
nar un medio para que vuel-
va (con nosotros).» —
Una
oveja que tenia dos corde-
ros estaba atada á su lecho.
Los (iandharvas se llevaron
á la fuerza uno de los dos
corderos.

3.

Ella dijo: «Ay! Estoy co-


mo si estuviera sin hombre,
sinnadie. Mellevanmihijo!»
Ellos se llevaron el segundo
(cordero), y ella dijo lo
mismo.

Ella tuvo este ¡pensamien-


to: «No habría un hombre,
no habría nadie aquí donde
estoy?» El (Puniravas) se le-
vantó desnudo, (porque) le
habría parecido (demasiado)
largo vestirse su ropa. En-
tonces los Gandharvas pro-
dujeron un relámpago. Ella
(ürvasij le vio desnudo co-
mo en pleno día. Entonces
ella desajDareció, diciendo:
«Vuelvo». El (Purüravas)
persiguió á la desaparecida,
y murmurando á consecuen-
cia de la preocupación, re-
corrió el Kuruksetra. (Allí)
había un estanque de lotos

(1) Esposos de las Apsaras, en la mitología bráhmáhnica,. Los


fnegos sagrados que crepitan unidos á las libaciones, según los
textos védicos. (Kota de Mr. Regnaud.)
EL MITO DE PSYQUI3 117

llamado Anyatahplaksa {^).


Anduvo errante por la ori-
lla. Entonces las Apsaras,
que se habían convertido en
cisnes, vinieron á nadar al
rededor (de élj.

5.

Ella fUrvasiJ, habiéndole


reconocido, dijo: «He ahí al
hombre con el cual he vivi-
do.» Las (Apsaras) la dije-
ron: «Queremos mostrarnos
á él». «Bueno» dijo (UrvasiJ.
Ellas se mostraron á él.

G.

Él f'P«r Tí j'ai-«sj, habiéndola


reconocido, la dijo:
«Ah! mujer mía, enderé- «Ah! mujer mía, enderé-
zate, oh ardiente, con ayuda zate, oh ardiente, con ayuda
del pensamiento (libaciónj. del pensamiento (libación).
Produzcamos voces recípro- Produzcamos voces recípro-
cas (-). Las palabras que no cas (-). Las palabras que no
exjjresáramos, no jDondrían expresáramos, no pondrían
refuerzo en el día (la llama) refuerzo en el día (la llama)
superior (3). superior (3).»
Detente (aquí); hablemos.»
Tales fueron las palabras
que le dirigió.

La otra (Urvasij le respon-


dió en estos términos:
«¿Por qué he hecho estas «¿Por qué he hecho estas
cosas por medio de tu voz? cosas por medio de tu voz?

(1) Representación del agua de la libación. (Nota de Mr. li.)


(2) Mediante nuestras crepitaciones. (N. de Mr. R.) En esta jiri-
mera estrofa del himno vódico, Purííravas ( Agni = el fuego se )

dirige con siis crepitaciones á Urvasi (la libación».


(B) Es decir: la falta de niiestras crepitaciones supondría Calta
de llamas, y por tanto falta do sacrificio. (A', de Mr. R.)
118 A. nONILLA Y SAN MAKTIN

(*).Mg he adelantado como (^).Me he adelantado como


la punta de las auroras la punta de las auroras
(llamas) (-) Oh Purñravas,
. (llavias) (-). Oh Purüravas,
vuelve á tu morada! Soy vuelve á tu morada! Soy
como el viento, difícil de ob- como el viento, difícil de ob-
tener (').» tener (•^).»
No has hecho lo que te
había dicho. Por eso te es
difícil conseguirme. Vuelve
á casa.» Tales fueron las pa-
labras que le dirigió.

(Allí hay) como una flecha


(la del fuego) i^ara el brillo
del carcaj ("*); (allí hay) la
que corre (la libación infla-
mada), semejante á un dar-
do que adquiere vacas (leche
confortante), cien vacas. Ha
habido como un relámpago
en el constructor privado
de macho (S); las crepitacio-
nes (de la llama), semejan-
tes á una oveja, han encen-
dido uai balido (''•).

(1) Urvasi, respondiendo, quiere decir que, con ayuda del fuego
crepitante, la libación desarrolla la manifestación del sacrificio.
(JV". de Mr. R.)

(2) Al inflamarse, la libación se separa de su punto de partida,


y las puntas de sus llamas se parecen á las de los fuegos de la
aurora. {N. de Mr. R.)
CÁ) Aumentando en forma de llama, la libación se escapa en
cierto modo del lu.gar en que se ha unido al fuego sagrado. Este ha
de esforzarse para alcanzarla. {N. de Mr. R.)
(4) Lo que se supone qvie contiene el fuego es comparado con
una flecha, la libación. {N. de Mr. R.)
(5) El Soma constructor ó prodiictor ( kratu ) del fuego sagrado,
pero considerado como inactivo, y en este supiiejto, i)rivado de su
energía especifica personificada por el macho (vira). (-iV. de Mr. R.)
El Soma es el licor del gran sacrificio védico. Se extrae de una
planta asi llamada. Es la bebida que da fuerzas á Indra para reali-
zar sus empresas.
(6) El Soma -oveja bala, es decir, crepita al inflamarse. (X. de
Mr. R.)
EL MITO DE PSYQUIS 119

4.

Ella (la libación encendi-


da),habiendo establecido al
bueno (al Soma) por su sue-
gro (el padre de su esposo, el
Soma) ('), si desea el confor-
tativo de la aurora ("^), pro-
cedente de la casa que hace
frente á la suya (3), ha en-
contrado una mansión en la
que ha gustado el placer,
(aunqu.e) herida por la fle-
cha (''), (como) la noche (la
libación obscura) por el día
(el fuego sagrado) ('')•

«Por un lado {'>), me has


herido tres veces con la fie-
cha (ó vara) del día (fuego
sagrado) (') por otro lado,
;

has gozado en mí, á iDesa,r


de mi resistencia. Oh Puru-
ravas, me abandono á tu
deseo!; oh macho, tú has
sido el rey de mi cuerpo (de
vii desarrollo) {^). »

(1) El Soma se alimenta de Soma. {N. de Mr. R.)


(2) La aurora -llama sagrada posee el confortativo (Soma) que
le da la vida. (X. de Mr. R.)
(3;Desde el momento en qiie se ponen tiniis frente á otras las
<liversas )iersonifioaciones de la libación encendida, cada una ele
ellas pviede ser considerada como habitante de una morada parti-
cular. (iV. lie 31 r. R.)
(4) Doble alusión A la flecha del luego que atraviesa la libación
y A la cópula. (A', de Mr. R.)
(o) El fuego, comparado con el dia, atraviesa la libaci<)n obs-
cura, comparada con la noche. (N. de Mr. h'.)
(6) Paráfrasis del 2." Jiemistiqíiio do la estrofa procodento,
colocada en boca de Urvasi. (X. de Mr. R.)
(7) Nótese c<imo está utilizado este verso en el párrafo 1.° del
Bráhmana.
(8) Es decir, tv'i eres el que promueves mi desarrollo bajo la
forma de tus llamas. (iV. de Mr. R.)
120 A. BOXILI.A Y SAX MARTÍN

Aquellas que son la muy


brillante, la resplandecien-
te, la benévola amiga, (la
semejante á la que tuviese)
un ojo en el mar, la adhe-
rida, la activa ('), aque- —
llas, semejantes á rojos co-
lirios, se han derramado (-):
como vacas qut> amaman-
tan han mugido ¡aara el
,

brillo (3),

Las madres (los líquidos-


nutritivos) han morado en él
(en Ptirñravas -Agni) cuando
ha nacido. Los ríos que se
celebran á sí mismos (crejJt-
tando), le han hecho crecer;
cuando, oh Purñravas, los
dioses te han hecho cre-
cer (^) para el gran goce
(jiara heher el Soma) que des-
tru3'e á los Dasyus (').

8.

Cuando macho gustó


el
de las que no tenían ma-
cho (6), después que hubie-

(1) Epítetos que se enderezan á la personificación de la liba-


ción inflamada. Hradecaksuh, «el ojo -fuego en el liquido (de las
libaciones)». (¿V. de llr. R.)
(2) Los líquidos sagrados corren bajo la forma de llamas rojas.
(N. de Mr. R.)
(3) Recuérdese el 2.° hemistiquio de la estrofa 3." del bimno.
{N. de Mr. R.)
(i) Los dioses, idénticos á Agni, le hacen crecer por su propio
crecimiento. (X. de Mr. R.)
(o) Ouando Agni bebe el Soma, los Dasyus ú obstáculos perso-
nificados en forma demoniaca, son destruidos. (N. de Mr. R.)
(6; Las libaciones antes de su unión con el Soma inflamado,
llamado tan frecuentemente «el inacho». (A", de Mr. R.)
EL MITO DE PSYQUIS 121

ron abandonado su vestido


con ayuda de su compañe-
ro ('), (entoiices) el goza-
dor (-; se ha alejado de mi
como una (mujer) temblo-
rosa; ellas se han agitado
como caballos (que corren)
enganchados al carro (del
fuego sagrado).

!l.

Cuando el mortal, i\nién-


dose á estas inmortales (3j,
se alimenta de ellas como
de aguas productoras (del
fuego sagrado), semejantes
á cisnes , hermosean sus
cuerpos (^); se parecen á ca-
ballos que danzan (y) que
muerden (5).

10.

« Ella (la libación) (es) la


que, semejante á un relám-
pago, ha brillado volando
(inflamándose), trayéndo-
me (6) las cosas agradables
que provienen de las aguas.
Que un (hijo) bien nacido
(Agni), procedente del ma-
cho, nazca de las aguas!

(1) Las libaciones están como vestidas ó veladas antes de raa"


nifestarse en forma ígnea, y esta manifestación tiene Ingar al con-
tacto con el macho Soma, que deviene asi su compañero. (X. de
Mr. H.) De aquí sacó el autor del Brahmana la 2." prohibición del
párrafo 1."'

(2) nombre de Agni- Pururavas. (iV. de Mr. R.)


Bhvijyu, otro
(3) El mortal es Agni, antes de su manifestación ó unión con
las aguas sagradas, consideradas como no- muertas, activas, mani-
lestadas, encendidas. (X. de Mr. lí.)
(4) Se desarrollan bajo forma brillante. (X. de Mr. li.)
(5) Las llamas que devoran A las libaciones. (X. de Mr. It.)
(6; A mi, á Pururavas-Agni, que es quien habla on esta estrofa.
(A; de Mr. K.)
122 A. BONILLA y SAN MAUíÍN
Pueda Urvasi ati-avesar este
largo confortativo (^). »

11.

«Tú nacido para beber


lias
la leche de vaca (la lihación,-
tú has establecido, oh Purñ-
ravas, este confortativo (-)
que viene de mí. Habiéndote
reconocido en este día (fuego
sagrado), te he hablado {'*).
No me has oído? C'). Por qué
te diriges á lo que está siu
alimento? (''j..>

12.

Cuándo busca á su jiadre


el hijorecién nacido? {^). Al
reconocerle, ha hecho vol-
ver una lágrima como una
rueda ('). Quién ha separado

á los dos esposos que tenían


el mismo manag C*), cuando
Agni ha brillado en casa de
sus suegros? {').

13.

Que yo hable ('f')


á aquél

(1) Es decir, salir brillante de las aguas sagradas. (jV. fíe J/''. i?.)
(2) Que se manifiesta en tiy por ti. Ar|ui responde Urvasi.
{N. de 3Ir. R.)
(3) Por medio de mis crepitaciones. (.V. de Mr. R.)
(4) ¿ No has oído mis crepitaciones '?

(5) O: ¿cómo puedes hablar estando sin alimento y siendo sola


yo la que puede ofrecértelo? {N. de Blr. R.)
(6) El hijo (Agni) crepita al nacer y parece llamar á su padre
(Soma). (M-de Mr. R.)
(7) La rueda de llama del carro de Agni, que surge del liquido
sagrado, comparada con una lágrima, por los gritos que da (crepi-
taciones). (N. de Mr. R.)
(8) Agni y la libación tienen de común el Soma -manas. (X. de
Mr. R.) El Tfianas es el entendimiento, el espiritii. Existe en el cora-
zón. Los poetas del Rig- Veda se lo representan como un hombre-
cito, del tamaño del pulgar, alojado en el corazón.
(9) Los Somas, {N. de Mr. R.)
(10) La libación, Urvasi. (A", de Mr. R.)
EL MITO DE PSYQUI3 123

que ha hecho volver una lá-


grima ('). Ha gritado como
una rueda (-) para (obtener)
el buen pensamiento (el So-
ma). Quiero dejarte lo que
tengo para ti (la libación).
Ven á (mi) morada. Porque,
oh torpe!, no me has conse-
guido (^).;>

Id.

Después, él (Purüravas) la
dijo afligido:
« El muy brillante se lan- «El mu3' brillante se lan-
zará hoy para no volver zará hoy para no volver
más, para ir al alejamiento más, jDara ir al alejamiento
suioremo (*); de otro modo, supremo ('^); de otro modo,
quedará yacente en el seno quedará yacente en el seno
de lo Inmóvil, ó los lobos de lo Inmóvil, ó los lobos
raptores le comerán (^).» raptores le comerán (5).»
«El muy brillante se ahor-
cará ó se i^recipitará, de
suerte que los perros ó los
lobos le comerán.» Tales
fueron las palabras que le
dirigió.

15.

La otra (Ui'vasi) le res-


pondió:
«Oh Purüravas! no mue- «Oli Purüravas! no mue-
ras; no te precipites; que los ras;no te precipites; que los
malvados lobos no te devo- malvados lobos no te devo-
ren (''). Las amistades feme- ren ("). Las amistades feme-

(1) Vóaso la estrofa precedente. (A', ele Mr. lí )

(2) La rueda crepitante del carro de Agni. (X. de Mr. li.)


(3) Mientras no te has despertado ó encendido. (iV. de Mr. /?.)
(.4) Alusión al fuego sagrado, que se aleja de la libación, ele-
vándose por los aires (X. de Mr. E.)
(5) No habiendo sacrificio, se supone que ol fuego sagrado yaco
en la Nada ó es presa de monstruos que le detienen y devoran.
(.V. de Mr. 1{.)

(6) Alternativas á que está expuesto el fuego sagrado no en-


cendido, ó Agni non -nato. (A'', de Mr. R.)
124 IlOXILLA Y SAN MARTIN

ninas no son esos corazones ninas no son esos corazones


de bestias feroces (*).» de bestias feroces (').»
« No persistas (en creer)

que no se puede esperar


amistad de las mujeres.
Vuelve á casa.» Tales fueron
las palabras que le dirigió.

10. IG.

«Cuando, bajo una forma «Cuando, bajo una forma


diferente (de aquella que diferente (de aquella que
tenia yo antes), me he reves- tenia yo antes), me he reves-
tido, entre los muertos, de tido, entre los muertos, de
lasnoches (es decir) de los las noches (es decir) de los
cuatro otoños, he comido cuatro otoños, he comido
una vez una gota del glirta una vez una gota del ghrta
del día. Habiéndome sacia- del día. Habiéndome sacia-
do de él, me he puesto en do de él, me he puesto en
movimiento (-)». movimiento (-).

Este diálogo, compuesto


de quince versículos, está
expuesto en la colección de
los versos (Rig-Veda) El .

corazón se le desmayó.»

«(Yo) Vasistha {^), me di-


rijo á Urvasi que avanza en
el antariksa ('^), que desen-

(1) Las libaciones amigas se conducen de otro modo con Pu-


rüravas-Agm, (X de J/r. iZ.)
(2) Urvasi -libación, antes de estar encendida, era de color obs-
curo y residía entre los muertos. Ha llegado á ser brillante y activa
después de haber revestido las aguas obscuras, comparadas con la
noche, pero destinadas á brillar como las cuatro estaciones, com-
puestas de días brillantes, después de haber tomado la f?/; ría -liba-
ción. (-V. de Mr. R.). La (¡lirta es la manteca derretida, y luego en-
friada y solidificada. Es la materia ordinaria de las libaciones ver-
tidas en el fuego. (V. Henry: La Jilar/ie dans l'Inde antique. París,
1904. Pág. 51.
(3) Nombre de Pururavas-Agní. {X. de Mr. R.) (Cf. Rig-Veda,
VII, 33. 11 y sig )
(4) En el cielo brillaute, al cual se parece al inflamarse. {N. de
Mr. R.)
EL MITO DE PSYQUIS 125

vuelve la obscuridad (^).


Que resida en ti el don del
bien — producido! (-). Apro-
xímate mi corazón está
! in-
flamado (3).»

18.

«Con tales palabras te han


llamado los dioses, oh hijo
de Ida (''). Tal como eres,
estás unido á la muerte (=>).
Que tu empuje aumente los
dioses por (medio de) la
oblación! Puedas gustar tú
mismo el Soma en el cielo
(en el seno del fuego sagrado).-»

11.

Ella dijo: «Vendrás dentro


de un año, á partir de la no-
che de lioy; después de este
plazo, descansarás una no-
che conmigo y te nacerá un
hijo.» Volvió dentro de un
año, por la noche. Encontró
palacios de oro. Ellos (los
Gandharvas) le dijeron á él
solo: «Entra ahí.» (Después)
introdujeron (á Urvasi) jun-
to á él.-

12.

Ella dijo: «Los Gandhar-


vas te propondrán esta ma-

(1) La libacióu inüamada desenvuelve la libación obscvu'a.


(N. de :\Ir. h\)
(2) Laoblación ofrecida al fuego sagrado, bien desarrollado
gracias á aquélla. (X. de Mr. R.)
(3) El fuego brilla en el seno de la libación, que es también el
suyo. (X. de Mr. 11.)
(4) Aquí Purüravas-Agni os considerado, no como amanto,
sino como hijo do la libación (Ida). {X. de Mr. R.)
(b) =
La libación inflamada ó viva Agní, procede do la libación
nmerta ú obscura. (A', de Mr. R.)
126 A. BONILLA V SAN MARTÍN
ñaña una elección. Escoge!»
«Escoge por mi», dijo él.
«Di, replicó ella: Pueda yo
llegar á str uno de vosotron!»
Por la mañana, los Gaii-
dharvas le dieron á elegir.
El dijo: «Pueda yo ller/ar á
ser uno de vosotros !»

13.

Ellos dijeron «El cuerjío:

de Agni destinado al sacri-


ficio, con cuando se
el cual,
sacrifica, uno (de ellos) de-
viene uno de nosotros, no
está (todavía) entre los hom-
bres.» Habiendo encendido
fuego en un cacharro, se lo
entregaron, diciendo: «Des-
pués de haber sacrificado
con este (fuego), llegarás á
ser uno de los nuestros.» Él
tomó á su hijo consigo y se
fué. Después de haber colo-
cado el fuego en un bosque,
volvió á la aldea con el niño,
diciendo: «Vuelvo». Vio que
no habia fuego; habíase
trasladado á una higuera, y
el cacharro á una mimosa.
Volvió á los Gandharvas.

14.

Ellos (le) dijeron: «Haz co-


cer durante un año una pa-
pilla de arroz que baste para
cuatro; unta con ghrta tres
astillas de la madera de esa
higuera y acompáñalo con
versos (del Eig-Veda) en que
se encuentren las palabras
combustible (y) ghrta. El fue-
go que de ahí provenga será
el (que hace falta).»
EL MITO DE PSYQUIS 127

15.

Ellos (le) dijeron: «Esto es


en cierto modo obscuro; haz
una arani {^) superior de
madera de higuera y una
arani inferior de madera de
mimosa. El fuego que de ahí
provenga será el (que hace
falta).»

IG.

Ellos (le) dijeron: «Esto es


en cierto modo obscuro; haz
una arani superior de ma-
dera de higuera, y una arani
inferior de madera de higue-
ra. El fuego que de ahí pro-
venga será el (que hacQ
falta).»

17.

Hizo una arani suj^erior


cíemadera de higuera, y una
arani inferior de madera de
higuera. El fuego que de ahí
l^rovino fué el mismo fuego
(que se trataba de obtener).
Sirvióse de él para sacrifi-
car,y devino uno de los
Gandharvas.
Que
se haga jDues una ara-
iiisuperior de madera de hi-
guera, y una arani inferior
de madera de higuera. El
fuego que de ahí proviene es
el verdadero fuego. Sacrifi-
cando con él, se deviene uno
de los Gandharvas.

(1) ^líVfíí/ es uno de los dos pedazos de madera que so utilizan


para engendrar el fuego iior í'rotamiento. {X, de Mr, l>'.)
128 A. BONILLA Y SAN MARTÍN

Comparados los dos textos precedentes, resulta


claro que el himno del Rig-Veda se refiere á la cere-
monia del sacrifiqio, que el autor del Bruhmana no lo
entendió en todas sus partes y que este mismo autor
aprovechó el himno con una finalidad litúrgica deter-
minada.
Max Müller (i) interpreta la personalidad mítica
de Urvasi en el sentido de que representa la Aurora,
así como PurTiravas representa el Sol. Aplicada esta
teoría á la explicación del himno védico, no da resul-
tado satisfactorio. En cambio la de Mr. Regnaud lo
ilustra con claridad casi perfecta, razón por la cual nos
inclinamos á su parecer.
Pero, ¿no pudo acaso el autor del Bráhmana tener
también en cuenta alguna leyenda antiquísima, que
relacionó y enlazó con el himno védico que trataba de
interpretar? No es imposible, y en tal caso tendría
quizá razón H. Oldenberg (-) cuando advierte que la
concepción fundamental del mito es Ja falta de igual-
dad en la pareja que se une. el contraste entre una
diosa y un hombre, no siendo otra cosa Purüravas, en
tal supuesto, bajo su aureola heroica, que un semejante
á los simples mortales que se casan con las Selige
Frílulein, las Skogsnufvar, las ninfas, etc., al modo
también como se unen Sigfredo con Brunequilda, ó

(1) NouveUes études de 2ItiüiologiP. Trad. L. .Tob. París. F. Alean,


1893. —
Pág. 427. Essai de 3Iyihologie comparée. París -Londres. 1859.
Págs. 78-82.
Sobie el cuento popular indio de la Hija del Leñador, qtie se
relaciona intimamente con nuestro mito, véase A. Zinzow: Psyche
und Eros (Halle a. S. 1881 págs. 302-306.
1,

Para otros cuentos modernos, que recuerdan el mito, véase á.


Friedliinder: Dnrstell. aus der Sittcngeschichte Roms, 6, I, 534 y ss.
P?yquis es tambiéa la heroína del cuento ruso de Vassillissa la
Bella i'Revue des Deiix Mondes; Julio, 1906 1.

(2) H. Oldenberg: La Religión du Veda. Trad. V. Henry. Paris.


F. Alean, 1903. Pág. 231.
EL MITO DE PSYQUIS 129

Alimed con la Pari-Banu (en las Mil y una


liada
noches)^ o la liada Melusina con su amante.
Sin embargo, la derivación verbal del mito es tan
patente en éste como en otros casos en que el prece-
:

dente se halla en la mitología védica, que no nos


atrevemos á subscribir la hipótesis de Oldenberg. La
tradición incoada ó secundada por el Bráhmana ha su-
frido después, ciertamente, muchas alteraciones, pres-
tándose á diversas representaciones simbólicas, pero
su origen es desde luego accidental (el error ó la
interpretación arbitraria del Bráhmana), si nos fijamos
en el himno védico. Lo que más tarde ha ocurrido es
que se ha cumplido aquí una de las leyes que rigen la
evolución de los símbolos, es á saber, que el símbolo
que en una civilización primitiva fué peculiar de un
pueblo ó de una raza, respondiendo á sus particulares
condiciones, se ha trocado luego en símbolo humano.
Se ha cumplido asimismo otra ley de dicha evolución:
aquella en virtud de la cual: el origen del símbolo en
las civilizaciones primitivas es, por regla general,
inconsciente, obedeciendo á la inclinación natural del
hombre de dar plasticidad á sus creencias metafísicas,
mientras que en las civilizaciones adelantadas, ese
origen suele ser consciente, mostrándose como una
consecuencia del deseo del artista de suscitar en los
demás las mismas reminiscencias que en él engendra
la contemplación de la forma simbólica (').
El estudio de los distintos temas que el mito com-
prehendc, y el de la historia de su simbólica, aclarará
estas observaciones. Por ahora interesa hacer constar,
como conclusiones de la indagación regresiva que ve-
nimos exponiendo, á partir del primer capítulo

(1) Véase nitostra mencionada obra: El Arte Simbólico (Esbozo


de una teoría de las formas artisticas) ; pág. 14.
130 A. liONII-LA V SAN MARTÍN

1." La forma más antigua, conocida en la historia


literaria, del mito de Psyquis, es la del relato del
Sata patha —
Jiráhmana, efecto de una mala inteligen-
cia ó de una interpretación arbitraria de cierto himno
del Rig-Veda, que se refiere, como todos los de la
colección, al sacrificio sagrado de los indios.
2." En los países europeos, la forma más antigua
conocida (posterior, desde. luego, á la precedente) es
la que se contiene en las Metamorfosis de Apuleyo.
3." De la forma apuleyana proceden la mayor
parte de las tradiciones europeas, exceptuando quizá
la del Caballero del Cisne, que tiene su abolengo en
fuentes más antiguas. El cómo de la transmisión de
esas tradiciones no es difícil de imaginar: «els pele-
gríns, els soldats, els mercaders, els pobres escribe —
Apeles Mestres (i) —
devían ser en las passadas
edats els vehículs que trasmetían el germen de poesía
d'una térra á un'altra. El qüento ó la cansó que
duyan, al passar de boca en boca, anava acomodantse
á la localitat hont acabava de ser trasplantada, cam-
biant els detalls exotichs pels indígenas arrodo- ;

iiintse, en una páranla, com el tros de roca que


Faj-gua arrossega y qu' á forsa de rodar arriba á la
platja convertit en un palet rodó, llis, sense una
aresta. En aquet estat pot rodolarlo el mar dvirant
sigles ysigles sense ferio cambiar de forma; té ya fic-
sada la que li convenía.»

(1) Tradicions. Barcelona. 1S95. Pág. XIII.


VI

Los temas del mito; A) El tema de la prohibi-


ción; B) El tema de la curiosidad; c) El tema
de la desgracia. — Historia de la simbólica del
mito. Avance de nuestra interpretación.

Dejando á un lado circunstancias accesorias, y


fijándonos en lo que esencialmente constituye la trama
del mito de Psyquis, encontramos en él los siguientes
elementos, que podemos calificar de temas:

A) \J no. prohibición;
B) Una
curiosidad que la infringe
C) Unadesgracia originada por la curio-
sidad infractora de la prohibición.

Fijémonos en los mencionados temas

A) El tema de Ja proliihición

Adoi)ta las siguientes y principales formas, en la


evolución del mito de Psyquis (i):

(1) Señalamos conla letra A, la fábula liralimí^nica; con la />',


el drama Ivalidasa; con la (', el cuento de Apiiloyo; con la />, la
ile
leyenda del Conde Partinuiilés; con la A', la del Caballero del Cisne,
y con la /-'el cuento de /•'/'))• de Ainnres.
132 A. BONILLA Y SAN MARTIN

PROHIBICIONES

PuvQravas no lia de mostrarse desnudo ante


Urvasi.
Urvasi no ha de penetrar en los jardines

de Kartikéya.
Psyquis no ha de ver el cuerpo de Cupido.
Partinuplés no ha de desculjrir la hermo-
sura de Melior.
La esposa del Caballero del Cisne no ha
de preguntarle su nombre, abolengo, ni
patria.

Flor de Amores no ha de indagar quién es


Brillante, ni su abolengo, ni su patria,
ni lo que lleva en el zurrón.

Es nn hecho interesante que la mayor parte de las


prescripciones de los códigos antiguos sean de carác-
ter negativo ó prohibitivo. De los diez mandamientos
mosaicos, sólo tres son positivos (el I.*', el 3.*^ y
el 4.°); los siete restantes son de índole negativa, y
aun el 1.° y 3.", tales como se encuentran formulados
en el capítulo XX del Éxodo (No tener dioses ajenos
delante de Jehová, ni lionrar imagen de cosa alguna;
No hacer obra en el día séptimo), son negativos tam-
bién.
Este hecho se explica fácilmente, teniendo en
cuenta que lo que en todas las sociedades ha dado
lugar á la existencia del Estado, según demostraron
plenamente Hobbes y Herbert Spencer, ha sido la
necesidad de defensa contra enemigos interiores y
EL MITO DE PSYQUIS 133

exteriores. Por eso ha existido y existe el Estado, y


por eso ha existido y existe la legislación, que es su
consecuencia. Xada de particular tiene, por lo tanto,
que los primeros actos declarativos de ese Estado,
hayan ofrecido aspecto negativo; no se trataba de
hacer el bien de nadie (para eso se bastaban la Socie-
dad y el Individuo), sino de evitar el mal de todos.
x\sí abundan esas prohibiciones en los tiempos pri-
mitivos, y podríamos citar numerosos ejemplos de
ello, análogos á los que observamos en la evolución
del mito de Psyquis. Jehová prohibe al hombre que
coma del árbol de ciencia del bien y del v%al « porque
el día que de él comiere, morirá». Acteón, hijo de
Cadmo, es convertido en ciervo y destrozado por su
propia jauría, á causa de haber visto desnuda á Diana,
-cuando ésta se bañaba con sus ninfas en la gruta del
valle de Cxargafia

« Qui color infectis adversi solis ab ictu

nubibus esse solet, aut purpureae Aurorae,


is fuit in vuitu visae sine veste Dianae.

(Ovidio: Metamorph. III, 183-185).

Juno, la vengativa esposa de Júpiter, queriendo


destruir á su rival Semele, le habla bajo la figura de
su vieja aya Beroe. y la persuade á que pida á Júpiter
se una á ella con el mismo poder é idéntica majestad
que las que muestra cuando está con la orgullosa
Juno. Así lo solicita Semele, después de haber liecho
jurar solemnemente al hijo de Saturno, por la laguna
Estigia, que le concederá lo que le pida. Júpiter se
ve obligado á acceder; preséntase con todo su esplen-
dor ante Semele, y ésta perece, devorada por las lla-
mas ("ij.

(i) Ovidio: J/t'<'ímú/-j</í. III, 253-315.


134 A. BONILLA Y SAN MAUTÍN

Las prnliibiciones relativas á los nombres son tan


numerosas, que necesitaríamos un libro entero para
exponerlas. En la mitología germano-escandinava,
cuando Wotan recorre la tierra bajo el nombre de
tvelsa ó lobo, está terminantemente prohibido pregun-
tarle acerca de su cualidad. Entre los antiguos egip-
cios, el nombre tenía, una importancia excepcional.
Consideraban al ren ó nombre como parte del yo
inmortal, sin la cual no puede existir. En el Ritual
del culto divino se dirige á Amon-Rá la siguiente
oración
«Imagen del bijo primogénito, heredero de la tierra
delante de tu padre la Tierra (Seb) y de tu madre
Nuit (el Cielo) imagen divina que te has revelado
;

desde «la primera vez», cuando ningún dios existia y


no se conocía el nombre de cosa cdgiina... » (^)
Es decir, que se entendía por los egipcios que las
cosas no existían cuando sus nombres no estaban for-
mados.
Los datos del Folk-lore y de la Antropología vienen
á comprobar esa importancia del nombre en la opinión
de los pueblos. «El hombre bárbaro cree que su nom-
bre es una parte vital de sí mismo, y por consiguiente
que los nombres de los demás hombres ó seres sobre-
humanos son también partes vitales de ellos mismos.
Cree, además, que conocer el nombre equivale á po-
ner al poseedor, divinidad, espíritu ó mortal, en poder
de otro, con riesgo de mal ó de destrucción para el
nombrado» (-). Esto mismo ha ocurrido con la som-
bra, dando lugar á la simbólica leyenda, tan bella-

(1) A. Moret: Lcrituelduciiltedivinjournalieren Egr/pifi. París,


E. Leroux, 1902. Pág. 129.
(2) Edward Clodd: Fiabe e filosofía primitiva (Tom-tit-tot ).

Sagrjio sulla fllosofla seivaggia nelle novelle popolari. Trad. del Dottor
a. iíobili. Torino, F. Bocea, 1906. Pág. 44. '
EL MITO DE PSYQUIS 135

mente narrada por Chamisso, de Pedro Sclilemihl (').


Por idéntica razón, entre los Abidones, era un pe-
cado pronunciar el nombre propio (-). Los salvajes
del Victoria se resisten también mucho á decir su.
nombre, por temor á caer en manos de los hechi-
ceros (3). Esa repugnancia muestran igualmente los
Tasmanios, las tribus de lengua Tshi del África Occi-
dental, los indígenas de la Guyana Inglesa, los de la
Colombia Inglesa, los pueblos de lengua Ewe, los
Abipones de la América Meridional, los indígenas de
las islas Pigi y los Araucanos. De los Abipones
cuenta Dobrizhoííer que, cuando alguno de ellos lla-
maba á su puerta por la noche y él preguntaba quién
era. no recibía respuesta, por el temor que el indí-
gena tenía de decir su nombre propio. Segrin el capi-
tán J. C
Bourke, el nombre de un indio americano es
para él cosa sagrada, que no debe divulgarse sin
grandes motivos, de suerte que si se le pregunta á un
guerrero de cualquiera tribu qué nombre es el suyo, ó
se negará á deciido, ó acudirá al más diplomático ex-
pediente de decir que no comprende lo que se desea

(1) Ailalbert von Chamisso: Pedro Schlemihl ó el hombre sin


sombra. Traducción del alemán por Luis Coniuladay Henrich. Bar-
celona. 1S99.
Los Basutos tienen gran cuidado, cuando pasan junto á la orilla
de un río, ele no dejar que su sombra se proyecte en el agUM, jiorqne
un cocodrilo podría cogerla y causar daño al propietario de la
sombra. (E. Clodd: Obra citada, pág. 64).
(2) Sir .lobn Lubbock: /j7i&)í¡)He ¿//•¿/i2Síoj'¿(¿i<e. París, F. Alean,
18S8; II, 2.-5tt.

(3) Ensu interesantísimo libro: Hampa afro-cubana; Los ne-


bros brujos (Madrid, F. Fó, 1906; pág. 223), el Sr. D. Fernan<lo Ürtiz
da cuenta de un hechizo empleado i>or algunas mujeres cubanas,
para* conseguir amarrar al marido 6 al hombre á (juien aman: el
«hechicero necesita un pedazo de la ro)ia usada yior el hombre-
víctima; después de tenerla en su poder, toma un cordel do cáfiamo
y hace on él siete nudos; á cada nudo pronuncia el nombre del cjuc
debe ser amarrado, une este cordel con el trozo de ropa y los entio-
rr.T, on una maceta on la que crezca una mata de ruda; mientras

la planta viva, la fidelidad del hombre es segura.»


136 A. BONILLA V SAN MAUTIN

do él ('). Los indígenas de las Indias Orientales sue-


len llevar dos nombres: uno, de uso ordinario; otro,
para fines de ceremonia. Creen que si una bruja llega
á saber su verdadero nombre, puede hacer con él sor-
tilegios criminales. De aquí las muchas contracciones
y alteraciones del verdadero nombre, y los numerosos
sobrenombres dados generalmente á los niños {-).
Los habitantes de la zona de Coriseo suelen tener dos
nombres: uno de ellos es determinado, y por él se co-
nocen en el trato ordinario el otro sirve para el sa-
;

ludo. Así, uno que se llamaba Elombuangani, recibía


en el saludo el nombre de Didango- otro, denominado
Imama, el de Dikambi, etc. {'^).
Si, en general, la prohibición ó el empeño de no
declarar el nombre propio, obedece al temor de que el
enemigo, invisible ó visible, se aproveche de él para
perjudicar á la persona, otras veces, cuando la prohi-
bición ó tabú es entre parientes, puede deberse á dis-
tinta causa. En el Estrecho de Bougainville, los
hombres sólo declaran el nombre de sus mujeres en
voz baja, como si no estuviese bien que el marido
hablase de su mujer con el nombre de ésta. Entre los
Barcas del África Oriental, la mujer no profiere jamás
el nombre del marido, lo cual acontece también entre
los Amazulús y entre los Indios Orientales. Pund-jel,
elCreador australiano, tiene una mujer cuyo rustro no
ha visto jamás (''). Tylor enlaza estos hechos con la
circunstancia del lugar donde la mujer ó el marido
residen después del matrimonio: si es la mujer quien
va á la casa del marido, el nombre de aquélla es el

(1) E. Clodd Op. cit. pp. 65 á 69.


:

(2j E. Clod'l: Op. cit p. 76.


.

(3) Manuel Iradier-Bulfy Fragmentos de un


: diario de viajes de
exploración en la zona de Coriseo (en el Éoletin de la Sociedad Gao-
í/rd/ica de Madrid de 1878; tomo IV, pág. 317).
(4) E. Clodd: Op. cit., pp. 93-95.
EL MITO DE PSYQUIS 137

objeto del tabú, porque se la estima como extraña ; si


es el marido quien va á morar con la familia de la
mujer, ocurre á la inversa.
Para evitar los inconvenientes de la revelación del
nombre, cuando puede ofender ó molestar al mal espí-
ritu á quien se aplica, los pueblos bárbaros suelen
emplear eufemismos, algunos de ellos ingeniosísimos.
Otras veces se cambia el nombre de la persona cuando
cae enferma, para engañar al agente productor de la
enfermedad. Esto lo recomendaban los rabinos, cuan-
do se trataba de sujetos que estaban en peligro de
muerte, y esto lo practican también muchos pueblos,
como los de Borneo, los Lapones. los indios Kwapas
y otros. Como prenda de seguridad, en la celebración
de los contratos, acostumbran algunos pueblos que los
contratantes se cambien los nombres, como si esto
equivaliese á establecer cierta participación del uno
en el ser del otro (i).
El tabú se aplica asimismo á los nombres de los
reyes y de los sacerdotes, y sobre todo á los nombres
de los muertos. Para muchos pueblos salvajes, nom-
brar á un difunto sería molestarle y aun hacerle vol-
ver á este mundo. También son objeto de tabú los
nombres de los dioses en casi todas las civilizaciones
antiguas. Cierta preciosa leyenda egipcia, contenida
en un papiro de Turín, refiere que Isis, valiéndose de
astucias, llegó á saber de boca del dios Ra el verda-
dero nombre de éste. Para ello hizo que ixna serpiente
(creada jior la misma Isis, con barro amasado con
babas de Rá) mordiese al dios, el cual enfermó grave-
mente. Isis se comprometió á curarle si le declaraba
su nombre verdadero. Cuando Rá hizo esta declara-
ción, su autoridad perdió vigor, y hasta los hombres

(1) E. Clodd: Op. Cil., pp. 101, 109 y 115.


138 A. BONILLA y gAN MAKTÍN

llegai'on á serle hostiles, rebelándose contra él. Aun


late esta repugnancia á manifestar el nombre divino
en el famoso historiador Heródoto. Al hablar éste de
la vaca sagrada de los Egipcios, escribe: «Todos los
años la sacan fuera de su encierro, y en el tiempo en
que los Egipcios plañen y lamentan la aventura de un
dios á quien con cuidado evitaré el nombrar^ entonces
es cabalmente cuando sale al público la vaca de Mice-
rino» ('). Y más adelante: «En aquella laguna hacen
de noche los Egipcios ciertas representaciones, á las
que llaman tnisterios, de las tristes aventuras de una
persona qué no quiero nombrar, aunque estoy á fondo
enterado de cuanto á esto concierne» (-).
Entre los hebreos, un solo nombre, que se escribe
con las letras yod, hé, vau, lié: mn% indicaba expre-
samente la esencia divina. Maimónides dice que este
nombre «está escrito, pero no se lee según sus le-
tras». El que lo sabia, no lo enseñaba nunca más que
á su hijo y á su discípulo, una vez por semana (3).
En el cuento inglés de Tom-Tit-Tof, asi como en
sus distintas variantes (especialmente la del cuento
del Heredero de Ystrad, en el país de Gales) y en
otras leyendas análogas de Suecia y de Xoruega ('*),
piiede observarse la influencia del conocimiento del
nombre del mal espíritu, para destruir sus manejos y
asechanzas. En el cuento inglés, un rey oj^e decir que
cierta muchacha es capaz de hilar cinco madejas de
lino en un día; admirado, se casa con la joven, po-

(1) Historia. Trad. del P. Bartolomé Pou, S. .J. Lib. II, cap. 1;'2.
(2) Historin. Trad. del P. Bartolomé Pou, S. .7. LiL. II, r ap. 171.
(:-i) MaimAnides: Guia de los descarriados. Parte I, caijs 61 y 62.
(4) Nos remitimos al excelente libro de E. Clodd, antes citado'
— Sobre la influencia del empleo de determinadas palabras para
ahuyentar los malos espíritus, véase: La fascinación en España
(Drujas-Brujerins- Amuletos), por Eafael Salillas: Madrid, 1905;
trabajo hecho con los datos de la Información promovida por la
Sección de Ciencias Morales y Políticas del Ateneo de Madrid.
EL MITO DE PSYQUIS 139

niéndole por condición que último mes del año,


el
después de casada, deberá hilarlas cinco madejas por
día. La joven acepta, imaginando que el rey se olvi-
dará de la condición, pero, al llegar al duodécimo
mes, el esposo la recuerda lo prometido, manifestán-
dola que, de no cumplirlo, le liará cortar la cabeza.
La joven queda porque no es capaz de
afligidísima,
realizar tan enorme y cuando se halla sumida
tarea,
en el mayor dolor, se le presenta un animalito negro,
con una larga cola, 3' le promete hacer el trabajo, á
condición de que la joven ha de averiguar su nombre
antes de acabarse el mes, ó ha de entregarse á ál, si
no lo averigua. Vanos son los esfuerzos de ella por
saber el nombre del raro animal; pero, cuando va á
terminar el mes y la joven está á punto de caer en
poder del diablo, el rey, 3'endo de caza, sorprende
en un bosque al animalito hilando y cantando al
mismo tiempo
Ninimy nimmy not
My name's Tom Tit Tot.

Cuéntale el extraño suceso á la reina, y ésta descu-


bre así lo que desea saber, librándose del poder malé-
fico y pudiendo á la vez cumplir por completo la tarea.
Digno.de notarse es también que, en las lenguas
arj'as, los vocablos nombre y alma están estrecha-
mente unidos. El parentesco entre aiiim := nombre, y
anim = alma, en Irlandés, parece evidente, y no se-
ría difícil hallarlo también en palabras similares de
otros idiomas. En este supuesto, el iiomhre, en la
opinión de los pueblos que hablaron esas lenguas,
debió de ser considerado como parte del alma, si no
como el alma misma. Primitivamente, el lenguaje,
aunque invención humana, no fué algo artificial ni
arbitrario, sino derivado de las mismas cualidades
1-10 A. HOXILLA Y SAN MAKTÍX

materiales de las cosas, con lo cual se relaciona lo


que Fray Luis de León dice en Loh Xomhres di' Cristo
(I), cuando escribe: «Ay dos maneras, o dos diíferen-

cias de nombres: vnos, que están en el alma; y otros,


que suenan en la boca. Los primeros son el ser que
tienen las cosas en el entendimiento del que las en-
tiende; y los otros, el ser que tienen en la boca del
que como las entiende las declara y saca a luz con
palabras. Entre los quales ay esta conformidad: que
los vnos y los otros son imagines, y, como ya digo
muchas vezes, sustitutos de aquellos cayos nombres
son. Y ay también esta desconformidad: que los vnos
son imagines por naturaleza, y los otros por arte».

B) El tema de la curiosidad.

Este tema no aparece en el himno del Eig-Veda ni


en la leyenda bráhmánica, pero sí en el cuento de
Apuleyo, en la leyenda del Conde Partinuplés, en la
del Caballero del Cisne (aquí con caracteres más de-
finidos aún) y en el cuento de Flor de Amores.
En la Biblia tenemos algunos ejemplos de los fatales
resultados de la curiosidad imprudente, y es singular
que los curiosos sean casi siempre mujeres. La curio-
sidad, provocada por la serpiente, hace que Eva coma
de la fruta del árbol del bien y del mal, é incite igual-
mente á su marido (Génesis, cap. III). La curiosidad
hace que la mujer de Lot, mirando hacia Sodoma, se
convierta en estatua de sal (Génesis, cap. XIX); y
la curiosidad es condenada por Jesús, hijo de Sirach,
cuando escribe en El Ecclesiástico (cap. III): «No
busques cosas más altas que tú, y no esciidriñes cosas
más fuertes que tú: mas las que Dios te mandó, pién-
salas siempre, y en muchas de sus obras no seas cu-
rioso. —Porque no tienes necesidad de ver por tus
ojos aquellas cosas que están escondidas».
EL MITO DE rSYQUIS 141

Eu la mencionada lej^enda de Diana y Acteón, como


en de Pandora, en el mito germano-escandinavo de
la
Freya (la diosa del Amor) y Odliur, y en el popular
cuento de Barba-Azul, el tema de la curiosidad apa-
rece también. Vérnoslo asimismo en el cuento del
Brujo y las tres hermanas, que traen los hermanos
Grimm El Brujo prohibe á las tres hermanas que
(^).

entren en una habitación; las tres, impulsadas por la


curiosidad, infringen la prohibición; dos de ellas son
despedazadas por el Brujo, y la otra logra salvarse y
resucitar á sus hermanas. Otro ejemplo tenemos en
las Jlil y una noches, en la historia del S.^r kalenda:
la curiosidad le impulsa á abrir la vedada puerta de
oro, en el alcázar donde ha pasado un año en compa-
ñía de cuarenta hermosísimas damas; monta en el mis-
terioso caballo negro que. allí ve, y es llevado por los
aires hasta la azotea de un palacio, donde el caballo le
abandona, después de dejarle tuerto. En este cuento
de las Mil y una noches^ lo mismo que en la leyenda
del Conde Partinuplés, el sujeto de la curiosidad es
un hombre; lo general, sin embargo, es lo contrario:
que se atribuya á la mujer.
En la leyenda de Orfeo, tan bellamente interpre-
tada -por Gluck (1714-1787) en la estera musical, la
curiosidad desempeña también un importante papel.
El cantor de Thracia baja á los Infiernos 3' consigue
de los dioses del sombrío reino que le devuelvan á su
esposa Eurydice, con la condición de que no ha do
mirarla hasta que haya pasado el valle del Averno.
Pero Orfeo, impaciente por contemplar á su adorada
esposa, infringe la prohibición, cuando ya lo falta
poco para que lícitamente consiga su deseo, y Eury-
dice desaparece

(1) Cuentos escogidos de los hermanos Oriniiii. Madrid, S. Calleja,


sin a. Pág. 286.
142 A. BONILLA Y SAN MAIITÍN

« Nec procul alifuei'ant telluris margine summae.


Hic, ne deficeret, metuens, avidusque videndi,
flexit amans oculos, et protinus illa relapsa est ».

(O vid. Metamorph. X, 55-57J.

En la Odyssea, Eolo regala á Ulysses un odre


donde ha encerrado los vientos que pueden perjiídi-
carle en su viaje. Los compañeros del héroe creen que
el odre está lleno de riquezas; lo abren, y en el acto
la tempestad se desencadena y arrastra las embarca-
ciones:

« ...áXA' a'^'z Oajjov '.owu.sOa ó"-:', cao' ¿a^ív,


«oto-oí; t'.f; yp'jTÓc; -zt y.ol'. ápY'Jpo<; a<jy.u> Ívítiiv».
« "Ot; E'iajcív So'jAv) 0£ xaxT, v!y.r,7sv i-raíptov
áaxov ¡i.iv A'jjav, ¿cvstjLoi o' £x "ávTEt; cípo-JTXv».
(X, 44-47).

C) jE/ íe??irí de, la desgracia

En todos los ejemplos anteriores ha podido obser-


varse el resultado del precepto infringido. Este, como
todo precepto, llevaba consigo una sanción. Quebran-
tada la ley, ha sido aplicada y cumplida la pena.
Urvasi-libación abandonó á Purúravas-Agni cuando
éste se mostró desnudo. Urvasi-Apsara quedó conver-
tida en liana cuando penetró en los jardines de Kar-
tikéya. Cupido huyó de Psyquis cuando ésta logró
verle á la luz del candil. Melior se separó de Partinu-
l^lés cuando éste descubrió su hermosura á la luz de
la linterna. El Caballero del Cisne se apartó para
siempre de su esposa, cuando ésta le preguntó su
nombre, abolengo y patria. Brillante abandonó á
Flor de Amores cuando ésta indagó lo que llevaba
aquél en el zurrón. Hay, en suma, algo que no se dehe
ver, que no se dehe conocer, cuyo nombre no se puede
EL MITO DE PSYQUIS 143

pycgiLidav (i), porque si se ve, si se conoce, si se


pregunta, desaparece. Es algo cuya compañía pro-
duce un bien: placer, satisfacción, alegría, pero cuyo
misterio envolvente no cabe penetrar sino á trueque
del dolor, del malestar, de la pena. Está en nuestro
interés no averiguarlo, si queremos vivir felices, pero
hay al mismo tiempo en nosotros un instinto suicida
(la curiosidad, los celos, la envidia de los Gandhar-
vas y de las hermanas, la mala intención del Obis-
po, etc.) que fatalmente nos lleva á realizar una
acción de la que nos hemos de arrepentir después. Y
esa es la enseñanza furinal del mito el respeto al mis-
:

terio.

-
De cuanto llevamos dicho se desprende que la fábula
de Psyquis, inventada por el autor del Bráhmana, no
se convierte en mito, es decir, no tiene intención ale-
górica hasta caer en manos de los neoplatónicos é in-
cluirla Apuleyo en sus Metamorfosis. Pero Apuleyo
no da explicación alguna del sentido esotérico, y des-
pués las interpretaciones han variado hasta lo increí-
ble (circunstancia inherente á la condición del sím-
bolo, de naturaleza esencialmente equívoca)
Fabio Fulgencio Planciades, gramático latino del
siglo VI y Obispo de Cartago, es el primero que pro-
curó dar una interpretación del mito. Juan de Mal-
Lara, en la Dedicatoria de su Psyche, declara el pen-
samiento de Planciades de este modo: «Su ciudad do
reynaban los dos Reyes era el mundo, el Rey Dios, y
la Reyna la materia de que nacen las cosas. De las
tres hijas, la una es la carne, la otra la libertad del

(1) Nótese qtio viene ser lo mismo no saber el nombre que no


ix,

conocer Id cosa, porque ¡lomen '¡•/'j'XT. en griegro, no ntnn on sanskritot


\

viene de nosco (ant. ¡/nosco), que significa conocer, saber, aprender.


144 A. BONILLA Y SAN MARTIN

arbitrio, la tercera el anima, y, por su nombre griego:


Psijclic Dixose menor, porque viene después del
.

cuerpo; mas hermosa, por ser divina y ynmortal, que,


aunque tiene principio, no tiene fin, y porque es mas
alta y superior a la libertad y mas noble que la carne,
tiene luego della envidia la parte apetitiva del anima.
La sensualidad, que es Venus, pone por medio a Cu-
pido para castigar a la alma, y como la cobdicia y
desseo es assi en lo bueno como en lo malo, enamo-
rasse del anima y desposasse con ella, rogándole que
no le vea el rostro, quiere dezir, [que] no aprenda los
deleytes del apetito, de adonde Adam, aunque esta
desnudo, no se ve bien hasta que come del árbol de la
concupiscencia. Dizele mas, que no se haga del pares-
cer de sus hermanas Carne y Libertad, en la curiosi-
dad, pero en fin, aconsejada mal por ellas, saca la
lumbre que tenia encubierta, que es la llama del des-
seo escondida en el pecho, y ama corporalmente a
Cupido, [y] sale de el mismo fuego con que se queme
el Cupido, porque del desseo salen Ímpetus con que el

alma es llevada a sus concupiscencias y se quema en


ellas: assi, puesta en el peccado, es desamparada de
la parte virtuosa del amor sola con su buen pensa-
;

miento sale a buscar lo que perdió, y hallándolo se-


gún conviene, regido el desseo por Dios, abrazase
con el de manera, que goza de la vida bienaventurada,
sin perdella otra vez» (i).

(1) Civitatem posnerunt [quasi] in modum miindi, in qua re-


«
ceñí et reginam velut deum et materianí posneriint, qiiibus tres
Alias addun*, id est, carne m, ultronietatem, qu.am libértate m arbi-
trii dicimus, et animam: 'i'J'/ v; enim graeoé anima dicitur, qiiam ideo
iuniorem voluerant, qiiod corpori iam facto, postea inditaní esse
animam dioebant. Hanc igitur ideo pulchriorem, quod et a libér-
tate superior, et a carne nobilior huic invidet Venus, quasi libido
ad quam perdendam, Cupidinem mittit. Sed quia cupiditas est boni
et mali, cupiditas animam diligit et [ei] velut in coniunctione mis-
cetur: quam persuadet, ne suam í'aciem. videat, id est, ciipiditatis
EL MITO UE rSYQUIS 145

No hay qiic olvidar, sin embargo, que, ya en el


siglo V, Marciano Capella, en su libro
miptiis De
Mevcurii et Pliilologue, había tratado de la genealo-
gía de Psyquis. dándole por padre al Sol y por madre
á Entelequia. Esta misma opinión sigue el Boccaccio
en su Genealogía Deorum, haciendo al Sol y á Ente-
lequia padres de Psyquis, y entendiendo que las dos
hermanas de ésta representan las potencias vegeta-
tiva y sensitiva del alma. Psyquis, según el Boccac-
cio, obedeciendo á la sensualidad é incurriendo en
desobediencia, pierde el bien de la contemplación y
desata el matrimonio divino; cuando la desgracia le
ha hecho purgar su presunción, logra unirse perpe-
tuamente al Sumo Bien, y engendra el Placer, ó sea
el deleite y agrado sempiternos.

El Bachiller Juan Pérez de Moya, en su Filosofía.


:«'ereta, donde, dehaxo de historias fahvlosas, se con-
tiene mvclia doctrina 2>rouechosa a todos estudios, con
el origen de Jos ídolos o Dioses de la Gentilid((d (Al-

calá de Henares, 1611), explica largamente la signi-


ficación de los atributos de Cupido y de Venus, pero
nada dice de la fábula de Psyquis. «Por Cupido —
escribe — no entendí' ron otra cosa todos los que del
hablaron, salvo vn desseo que en nosotros nace de
gozar do los carnales deleytes con aquellas figuras

lielectamenta discat. Unde et Adam, qiiamvis videat, nudum se non


vidot, donod de coní'upiscontiao arboro comcdif.
Xeve siiis sor<)ri1)ns, id est oarni ct libertati, de siiae formae
curiositato perdisceuda consentiar, sed illarum compulsaniouto
perciía, lucernam desub modio eiecit, id est, desiderii tlammaiii in
pectore al)goonsani dnpalat, visamque taliter dulceiu anaat ai* dili-
(i'it. quain ideo lixceriiHe i'l)ullitiono dicitur inccndisso, quia omiiis

cnpiditas quantum diligitnr, tnntuní ardoscit, et peccatriceni snno


carni coiifigit xnaoulani. Ergo quasi c\ipiditate nndata, et polenti
fortuna privatar et periculis iactatur, et regia domo expoUitur. Sed
nos i|nia lonfnim est, nt dixi. oniiiia perae<|ui tenoreni dedimus sen-
tiendi. Si ([uis vero in Ajmleio ipsam fabulam legerit, nostra expo-
sitionis materia qnae non diximus, ipse roli(jiia cognoscit.»

10
140 A. liONILLA Y SAN MAKTIX

que en nuestro pensamiento hermosas fueron juzga-


das» (').
Para otros, este mito simboliza «el destino del alma
decaída, que, después de muchas pruebas, se une
para siempre al amor divino. » Según otros, las tres
hermanas representan las tres clases de almas admi-
tidas por los antiguos: la irascible, la concupiscible
y la inteligente (Psyque). Venus representa los de-
seos de los sentidos quiere perder al alma, uniéndola
;

con lo más miserable que puede haber, con la natu-


ralezahumana, y encarga de ello al Amor, pero éste
se enamora de Psyquis, lo cual es símbolo de la unión
del alma y de la virtud. El oráculo de Apolo es la
misma voz de Dios la roca, el emblema de las dificul-
;

tades que ofrece el camino de la virtud, cuyos encan-


tos están retratados en el esplendor de los magníficos
jardines donde llevan á Psyquis. Esta cede á las pér-
fidas indicaciones de sus hermanas, es decir, á los
movimientos desordenados de las pasiones. Por eso
queda entregada á Venus, pero, sostenida por su. es-
poso, renace á la vida y se ve colocada en el cielo,
con lo cual el alma vuelve á su principio.
Un erudito alemán, Thorlac. en cierta disertación
latina acerca de nuestro mito (Havniae, 1801), afirma
que Apuleyo se ha propuesto describir los obstáculos
que más frecuentemente se oponen á la fidelidad con-
vugal, « obstáculos que los dioses acaban siempre por
allanar».
No quien opine que en Apuleyo han influido
falta
las tradiciones bíblicas,que el palacio del Amor es el
paraíso terrenal, que el demonio tentador está repre-
sentado por las dos hermanas, que Psyquis es una
segunda Eva, que el árbol de la ciencia está personi-

(1) Lib. II, cap. 27.


EL HITO DE PSYQUIS 147

ücaclo por la linterna, la cual miiestra á Psyquis lo


que no debe contemplar, que los sufrimientos de Ps}*-
quis son la expiación de su falta, y que su arrepenti-
miento la conduce al cielo.
F. Creuzer, en sus ReJigiones de la Antigüedad,
entiende que las ideas fundamentales del mito de Psy-
quis, son las de separación y unión. Dios es la Unidad
por excelencia; el alma, considerada en el mundo ó
en el hombre, representa la separación de la fuente
de toda vida. El Amor es una revelación, una perso-
nificación de Dios. Por eso, mediante el Amor, Dios
atrae hacia sí el alma humana, hasta unirla nueva-
mente con propia esencia.
la
Curiosísima es la interpretación dada por la Mar-
quesa de Lambert á nuestro mito, contenida en la
edición de algunas de sus* obras, impresa en La Haya
en 1748. Según esa escritora. Psyquis es el Alma, y
el Alma está unida al cuerpo para gozar, y no para

conocer. Todo le pertenece, mientras no aspire á otra


cosa que á gozar; todo se aparta de ella, mientras
quiera conocer, porque el Ser de los Seres desea per-
manecer desconocido y se resiste á que se le robe su
secreto. Psyquis llama á sus dos hermanas, que la
conducen á la infelicidad; en efecto, esas dos herma-
nas son la Curiosidad }' la Vanidad, enemigas de
nuestra dicha.
El insigne Giacomo Leopardi, habiendo leído en
1821 la interpretación de la Marquesa de Lambert, la
enctientra bastante acertada. «L'uomo — escribe —
non é fatto per sapero, la cognizione del vero é nemica
(Irlla felicita, la ragione é nemica della natura, ultimo
t'rutto ed ápice della pin moderna e profonda c della
piíi perfetta e perfettibile filosofía que possa mai
essere.»
A. Lang, mitólogo de la escuela antropológica, ve
liB A. BONILLA Y SAN MAUTÍN

en fábula de Psyquis la tradición de un antiquísimo


la
rito nupcial, según el cual una mujer, en determina-
das circunstancias, no debe ver á su marido desnudo.
y corrobora su oi)inión con numerosos datos socio-
lógicos.
M. Kuiferatli entiende que la idea fundamental del
mito es esta: «la felicidad no dura más que lo que
dura la ilusión el deseo constituye por sí solo la be-
;

lleza de las cosas; toda curiosidad es vana y engaña-


dora; el ideal, nuestra necesidad más absoluta, cae
por tierra en cuanto se le toca con un dedo» ("•).
Otros escritores, por último, como Cliarpentier de
Saint-Prest (en su tesis sobre Apuleyo; París, 1830),
Saint-Marc Girardin (en su Cours de littérature dva-
maíique), Goumy (en su tesis: De Apuleio fabularum
scriptore et rhctore; 1859) y Víctor Bétolaud (en las
notas de su versión francesa de Apulej'o), entienden
que Apule^-o no tuvo otro propósito que el de escribir
un cuento entretenido, sin finalidad alegórica alguna.
Esto último no nos parece racional: los nombres
mismos de Psyquis y de Cupido^ los de sus servidores,
la trama de la fábula, todo está indicando un sentido
oculto, uua intención alegórica que la mayor parte
de los críticos, desde Fulgencio Planciades, no ha
podido menos de advertir.
Pero á nosotros no nos satisface por completo nin-
guna de las interpretaciones mencionadas, ni otras
que igualmente liubiéramos podido citar. Aunque
aparentemente el mito se refiera al Alma, nosotros
vemos en él algo más hondo, más transcendental \
más metafísica que lo que observan los intérpretes
susodichos. A nuestro entender, el mito de Psyquis

(l) Lohengrin.
4" éd. Paris-Bruxelles, 1895. Pág. 67.
de Andrew Lang: Jínfhologí/. en la 9." edición de The
Cí. el art.
Encyclopaeüia I>ritannicn (Edinburgh, 1881;.
KL MITO DE PSYQÜIS 14H

simboliza el problema eterno de la Filosofía: el del


conocimiento de la Esencia. Veamos cómo surge este
problema y cómo se ha procurado resolver, para enla-
zar por último su sentido con el del mito. Asi com-
prenderemos por qué escribió Estrabón: «en la infan-
cia del mundo, los hombres, como los niños, debieron
ser adoctrinados con fábvilas » ('), y por qué dijo
también Aristóteles: «El que duda y se admira, reco-
noce que ignora. Por eso el amigo de la ciencia lo es
en cierta manera de los mitos» (2).

(1) I, 2.
8.^
(2) « 'O o' i— opon-/.a'. 6au¡i.á^iov o''.£Tat áyvoílv, A'.o xal ó
O'.Aojí.'jOoí; o'.AÓ70-^óq -wq ettív.» {Metaph. I, 2). Cito á Aristóteles
por la edición Firiniu -Didot.
SEGUNDA PAETE

LA SIMBÓLICA DEL MITO


La curiosidad filosófica y su objeto. — El problema
del conocimiento de la Esencia antes de Kant.

«Todos los hombres — escribe Aristóteles — natu-


ralmente desean saber. Señal de ello es el placer [que
nos producen las percepciones] de los sentidos. Por-
que, prescindiendo de la utilidad, se aman por sí
mismas, y, entre todas, especialmente las que provie-
nen de la vista. No solamente cuando tratamos de
hacer algo, sino aun cuando nada hemos de obrar,
preferimos el ver á todo lo demás. La razón es que
este sentido nos da á conocer lo que hacemos mejor
que los otros, y nos revela muchas diferencias [entre
los objetos]» (1).

En los primeros momentos de la vida racional hu-


mana, la curiosidf'd es lo dominante. El mundo se
muestra ante los ojos del niño, como ante los del
salvaje (que tan íntimo enlace tiene con él, desde

fl) «W-rr.zr a-/Op'o-o'. -roü í'.oívoí'. ópíyovTat íS'jtí'.* t7¡|jl£Tov o'


r, "wv x'.jO/JTídJv áyá—rjT'.í;" /.x: yap '/iop\<; T/^q ypz':xí; áya-or/Ta:
o;' Tjzic,, y.'/.'. ¡jLxX'T-a Ttov ¿Xacov r, o;a twv (j'x[xÍí~o)j. Ü'j yip
¡aóvov Vva —p'/.--iO'Xfj, aAAa xai ¡jLrjOiv ¡/.éXXovTE'; —páiTiiv to ópav
X'.po'j¡j.íOa i'fzX ~Ti~Mv to<; í'.—í'.v ~iírj a).X(>jv. A'.t'.ov o' ot; ¡xiXtJTx
"O'.Ei yvdjpí^í'.v Ti /;¡xa<; aoT/; tcov a'.T0'/¡7£(iJv /.'x: ~o/j,ír 07)Xo\
O'.a-^opá':.» {Metaph. 1, 1).
151 A. nONILLA V SAN MARTÍN

el punto de vista psicológico), ("i) como un espléndido


campo de maravillas, donde todo atrae su atención y
donde cada fenómeno requiere una explicación inme-
diata. Nada tan frecuente como el por qué en labios
del niño. El quiere saberlo todo, él necesita liallar
razón de todo, y él cree que las personas mayores
deben saber darse cuenta de las causas. Por eso da
entero crédito á sus explicaciones y se satisface con
ellas, por absurdas y fuera de lógica que sean. Es tan
ligero para preguntar, como para contentarse con
cualquier respuesta. La ciiestión es que ésta ofrezca
á sus ojos los caracteres de explicación.
Pero cuando el niño llega á la edad de la reflexión
(y téngase en cuenta que muchos hombres son niños
toda la vida), las cosas cambian de aspecto á sus ojos.
Schopenhauer ('-) ha observado este hecho con su
habitual profundidad: «La infancia —
dice -tiene un —
modo de ver puramente objetivo^ y, por consiguiente,
poético, fundado en el hecho de que la Voluntad está
aún muy lejos de manifestarse con toda su energía,
por lo cual el niño se ocupa mucho más en conocer que
en querer (bei Weitem mehr rein erkennend ais
wollend). Ve, como dice Espinosa, todos los objetos
y todas las personas suh specie aeternitatis. De aquí
esa mirada seria, contemplativa de ciertos niños, de
que ha sacado partido tan felizmente Rafael para sus
ángeles, sobre todo en su Madonna Sixtina. Durante
son mucho más conocidos
la infancia, los objetos nos
por por la representación, la obje-
la vista, es decir,
tividad, que por su ser, que es al mismo tiempo el

(1) Sil- .Tohn Lubbock: L'IIomme préhistorique. París, F. Alcaí),


1Í-.88.T. II, pág. 210 y ss.
(2) Aphorismen zur Lebensiveisheit. Kap. VI. Vom Unterschiedr
der Lehensalter. — Cito siempre á Soliopenharier por la ed. de
Eduardo Grisebach (Leipzig, Philipp Reclam jun.).
El, MITO DE PSYQUIS 155

lado de la Voluntad. Como el primero es el lado pla-


centero de las cosas, y su lado subjetivo y terrible
nos es aún desconocido, el joven intelecto toma todas
las imágenes que la realidad y el arte le presentan
por otros tantos seres dichosos; imagina que, cuanto
más hermosos son de ver, lo son más. Así la vida le
aparece como tan Edén: ésta es la Arcadia en que
todos hemos nacido... Pero, particularmente hacia su
término, la vida recuerda el fin de un baile de másca-
ras, cuando éstas se quitan la careta. Se ve en este
momento quiénes eran realmente aquellos con los
cuales se ha estado en contacto durante la vida. En
efecto, los caracteres se han mostrado á la luz. las
acciones han dado sus frutos, las obras han hallado
su justa apreciación, y todas las fantasmagorías se
han desvanecido... El viejo está penetrado de la
máxima del Ecclesiastés: Todo es vanidad, y sabe
bien que todas las nueces están vacías, por doradas
que puedan ser.
Resulta, por consiguiente, que el niño busca la
Verdad, pero no encuentra la sabiduría. Cuando ésta
llega, al cabo de los años, su fondo consiste en una
decepción, y puede aplicarse lo que Salomón dice:
«Y di mi corazón á conocer la sabiduría, también á }'•

entender las locuras y los desvarios; conocí al cabo


que aun esto era aflicción de espíritu. Porque en —
lamucha sabiduría hay mucha molestia; y quien
AÑADE CIENCIA AÑADE DOLOR» (1).

El hombre pensador hubo de dirigirse dos pregun-


tas, así que seriamente se propuso averiguar algo

(1) Eccles¿ii8ti'S, 1, 17-18.


156 A. BONILLA Y SAN MARTÍN

con fundamento; primera es vm problema de Lógica;


la
la. segunda esun problema de Metafísica. El se dijo:
1." ¿Cuándo podré yo afirmar que sé'i^ En otros
términos: ¿En qué consiste la Ciencia? ó: ¿Cuáles son
los caracteres del conocimiento científico?
2." ¿Presupuesto el concepto de la sahiduría, puedo
yo n/irmar que sé algof
A la primera pregunta pudo contestarse pronto,
liespecto á la segunda, á pesar de la aparente variedad
de opiniones, no deja de haber cierto acuerdo sus-
tancial, y en ella estriba el mayor servicio prestado
á la Humanidad por la Filosofía.
En su admirable diálogo Theetetes, el divino Platón
:

(427-347 a. de C.) indaga por primera vez de un modo


sistemático en qué consiste la Ciencia, ó, mejor dicho,
en qué no consiste. La ciencia dice — —
no es la sen-
sación (excitación de un órgano de los sentidos, de la
cual tenemos conciencia), porque, si lo fuese, habi'ía-
mos de confesar verdaderos absurdos. En efecto, es
evidente que, cuando uno se acuerda de lo que ha
aprendido, lo sabe; ahora bien, si la sensación y la
ciencia fuesen lo mismo, resultaría lo siguiente: el
que ve, tiene al mismo tiempo que la sensación, la
ciencia de la cosa vista; pero, si cierra los ojos, deja
de ver la cosa, y sin embargo se acuerda de ella, mas
no tiene la ciencia de la cosa, puesto que ver es idén-
tico á saber^' luego, lo que ha sabido, no lo sabe, ya
que no lo ve, aunque se acuerda de ello, lo cual es
manifiestamente absurdo.
Parece también evidente —
continúa Platón que —
lo que se siente por medio de un órgano, es imposible
sentirlo por medio de otro. Yo no puedo ver con el
oído, ni oir con la vista. El color y el sonido son dos
cosas distintas, pero tienen sus semejanzas y diferen-
cias. El percibir estas semejanzas y diferencias no es
EL MITO DE rsYQurs 157

obra de ninguno de los dos sentidos, aisladamente


considerados, puesto que cada uno no interviene más
que en su esfera de acción. El percibir lo que hay de
común en todas esas distintas sensaciones, es, por lo
tanto, función de un órgano diferente de los órganos
particulares de los sentidos, y á ese órgano llamamos
alma (r, 'i/jy/i i. Este órgano percibe inmediatamente,
por sí mismo, lo que los objetos tienen de común entre
si (a'j-r^ oC a.'j-r^c t, 'Í'j'/v¡ ~a y.oiví [xoi (¿aívíiac 7:£p\ rrávTdr;

i-í'jy.o-trj ) (1). En suma, los hombres y los animales,

desde que nacen, sienten naturalmente las impre-


siones que van hasta el alma por intermedio del
cixerpo ( o'.7. -r/j c-f.j;j.a-:rjr
) ,
pero la reflexión acerca de la
esencia y utilidad de estas sensaciones no
( oO-ía )

viene sino á la larga, con pena, cuidado y estudio por


parte de aquellos en que se forman. El que no llega á
la esencia no alcanza la verdad, y el que ignora la
verdad no posee la ciencia {lT.'.iyrr]ixr^)
A la operación del alma, por la cual considera por
sí misma los objetos, llamarémosla opinión (oó;a).
Pero hay una opinión verdadera y una opinión faina.
Lo que una y otra son, no puede saberse sin conocer
antes la ciencia. Esta no puede consistir en la opinión
verdadera, porque hay personas que tienen opiniones
verdaderas, y^ sin embargo, están desprovistas de
ciencia. Tampoco es ciencia la opinión verdadera
acompañada de razón, por la misma causa, tanto más
cuanto que la razón en este caso no indica otra cosa
.sino la explicación de lo que diferencia un objeto de
los demás, y esta explicación la lleva consigo la opi-
nión verdadera.
La ciencia no consiste, pues, en la sensación, ni en
la opinión verdadera, ni en la opinión verdadera

(1) Cito á Platón por la oiHción do líaiter, Orclli y Wiuckol-


inann (Tiirici. hiipensh Mcijeri A- ZeLleri. iSS'Jj.
158 A. «ONILLA y SAN MAltTI.N

acompañada de razón. ¿En qué consiste, por consi-


guiente?
Platón procura contestar á esta preí^unta en el libro
V de la llcpiíhUca, obra de su ancianidad (ij. Allí
dice que hay unos hombres cuya curiosidad está toda
en y en los oídos, y que se deleitan en oir ex-
los ojos
celentes voces, en ver hermosos colores y bellas figu-
ras, y todas las obras del arte ó de la naturaleza
donde entra algo de hermoso; pero su alma es incapaz
de elevarse hasta la esencia de la misma hermosura,
de conocerla y de llegarse á ella. Los verdaderos filó-
sofos, es decir, los que pueden elevarse á esta con-
templación, son siempre muy pocos. Los conocimien-
tos del filósofo están fundados en una percepción clara
de los objetos, son una verdadera ciencia, mientras que
los conocimientos de las demás personas son inciertos,
y sólo merecen el nombre de opiniones. La ciencia
tiene por objeto conocer lo que es, en cuanto c^ue es. La
opinión, bien tiene por objeto la realidad, no toca á
si

la esencia. El hombre de opinión ve muchas cosas


hermosas, pero no ve lo hermoso por esencia; ve mu-
chas cosas justas, pero no ve la misma justicia.
E-esultan, pues, para Platón, como caracteres del
conocimiento científico
A) La certeza.
B) Tener por objeto la esencia de las cosas (lo que
es, en cuanto que es).
Como se ve, Platón utiliza, en la determinación del
concepto de la ciencia, un elemento cuj'o significado
no explica con claridad, el de oOo-ía, que los Escolás-
ticos, inspirándose en Cicerón y en Séneca, tradujeron
por essentia, y otras veces, en términos menos clá-
sicos, por substantia y por quidditas. ¿Qué es la

(1) Cf. Th. Gomperz: Les penseurs de la Grice. Trad. Rejmond.


París, F. Alean. II, pág. 468 y ss.
EL MITO DE PSYQUIS 159

esencia'^ ¿Es el concepto? ¿Es algo que no se ve, pero


que realmente existe en el interior del objeto, sir-
viendo de soporte de base á todas las cualidades
j
según las cuales se nos manifiesta? Platón no lo dice.
Siguiendo su constante procedimiento, nos deja siem-
pre á media miel. Afila admirablemente el cuchillo,
pero no corta nada con él. El hecho es que oOjía parece
derivarse de w^ participio de s'.a' = ser. Platón pue-
de haber querido indicar, por- consiguiente, que el
conocimiento científico de un objeto es el conocimiento
de lo que á este objeto le da realidad y vida, consti-
tuyéndole en algo distinto de los demás.

Aristóteles (384-322 a. de C.) da un paso más en


esta indagación. De las consideraciones fragmentarias
que acerca de este punto expone en la Moral á Xicó-
onaco y en 1^ Metafísica (escrita con posterioridad
á la Moral), podemos inferir que, en su opinión, el co-
nocimiento científico reúne estos caracteres
1." Es conocimiento de las causas {^).
2.° Es conocimiento que no puede ser de otra
w añera que como es (2).
3." Tiene por objeto lo eterno, lo que existe de
toda necesidad (3).
4.° Es un conocimiento adquirido por medio de la

(1) «TÓTi yáp iioiva; oíójAsOa, oTav ti oC.ziot. Y'.vtopÍJiüaív.»


Metaph. I, 2.

(2) «' lí-:7zr[\ir, \xvi oZv z': EJ-r'.v, svtsüOív cpavapóv rávTEí;
váp j-oXajAoávoaE-y. 6 i-i7TáiJLíOa, ivol'/ETOat aX/we;
¡Jir, £'/£'./.»
Etílica Nici)mnch<:(t, Lib. VI, cap. 3.
(3) «'I']; ává-'x/.í; apa STr; to i-'.3-:y¡-:óv. Wvoiov apa.» ídem
íV?em,VI, 3.
IGO A. líONILLA Y SA\ JIAUTÍN

demost)'fi(ióii, cuyos principios sou dos: la inducción


y el silogismo (*).

5." Es conocimiento de cosas iiniveri<ah:H (-).


Así quedó definitivamente precisado (porque las
escuelas posteriores no añadieron nada sustancial) el
contenido de la Ciencia, gracias á los esfuerzos de
Platón y de su discípulo Aristóteles. Desde entonces,
la Ciencia viene siendo considerada como un conjunto
de conocimientos ciertos é inmutables, adquiridos por
demostración, acerca de las causas iiniversáies y ne-
cesarias de las cosas (ó también; acerca déla esencia
de las cosas). Una escuela filosófica moderna, la de
Krause (17H1-1832), lia insistido en la condición del
sistema como carácter formal de la ciencia, enten-
diendo por sis/enic/..* «un todo compuesto de diversas
partes que están ligadas entre sí ó dependen unas de
otras» (3). Esta es la única adición sustancial que el
pensamiento de los mencionados filósofos griegos ha
tenido (*).

Pero Aristóteles no abandona la palabra esencia


(o'jTÍa) que su maestro empleó, antes bien le da singn-

(1) «'11 [ú't cipa i—íj-y^ar, Í7zri !;'.<; i-oot '.y~'.y.r[.» Idem-id.
Vid., sin embargo, la excepción de las proposiciones inmediatas.
unimos analíticos. I, 3.
(2) «'EksI o' r^ £— ¡cTTr^ij.v) —zp\
tcov xaOóXo'j ett'iv ú—óXr/i;!^
•/.xi "wv Ethica Kicomachea; Yl, 6.
£^ avá-'/.r,;; ov-cov...»
(3) Vid. Gr. Tiberghien: Introducción á la Filosofía y X'repara-
ción a la Metafísica. Trad. de D. Vicente Piño y Yilanova. Madrid,
1875. Pág. 46 y ss. Tiberghien merece siempre ser leído Es de tina
extraordinaria claridad de expresión, cualidad aneja á todo buen
pensador, pero muy extraña en un kraiisista.
Conste, sin embargo, á propósito de lo que decimos en el texto,
que A. Schopenhauer, en su disertación Ueber die cierfache Wiirsel
(les Satzes vom cureichendeH Grunde, publicada en 1813, dice ya:
« Wissenschaft nilmlich bedeutet ein System von Erkenntnissen»
(§.4).
(4) E. Goblot, en su libro: Le Vocahulaire philosopliique (Paris,
A. Colin, 1901), pág. 440, define la Ciencia: «un sistema de verdades
f/enerales», confundiendo lastimosamente lo ítniversal con lo ge-
neixil.
EL MITO DE PSYQUIS 161

lar relieve é importancia. La Sabiduría ó Filosofía,


en cuanto ciencia primera, estudia, á juicio de Aristó-
teles, el ser en tanto que ser, la esencia y las propie-
dades del ser en tanto que ser (i). Tiene por objeto
esa ciencia lo independiente y lo iiiinóvil.
¿Qué es la esencia? Aristóteles emplea varios voca-
blos para expresar esta idea: unas veces dice o'jo-ía,

otras cp'Jo-'.q, y otras to tí v^v slva: [lit. lo que ser siendo).


En el lib. I, cap. 1." De las partes de Jos animales,

hace notar que los antiguos no definieron lo que en-


tendían por ser y sustancia de las cosas, y que Sócra-
tes dedicó sus trabajos al orden de la filosofía moral
más bien que al de la Metafísica.
Aristóteles toma la oüjía en su concepto derivativo
etimológico. Oú^ía no es una idea, no es una noción
subjetiva: es una realidad verdaderamente natural, es
el ser propiamente dicho. Las cosas que no son esen-

cias no son seres (rj^j-a), son cualidades ó movimien-


tos (-). Lo característico de la ouo-ía es no ser atributo
de nada, sino sujeto de otros seres: el fuego, el agua,
la tierra, los animales, los seres divinos que tienen
<-neypo, etc., etc., son oÜTÍa;. Desde otro punto de vista,
toda causa de la existencia es una oÜTÍa: así, el alma es
la o'jTÍa del cuerpo. El carácter jDropio de cada ser, lo
que le distingue de los demás y entra en su definición,
es también oü-ía {^).
Hay ti'es clases de o'JTÍa-. fundamentales: dos de ellas
son sensibles (unas corruptibles, como las plantas, los
animales; otras eternas), y una tercera inmóvil, que es
única, que no experimenta cambio y qiie carece de
materia (en el sentido aristotélico del vocabloi ('').

(1) .yefaph. V. 1.

(2) Metaph. XI, 1.

(:^) Mi'taph. IV, s.


(.4) Metapli. XI, 1 ct s<¡.
1G2 A. BONILLA V SAN ,MAIiTÍX

Toda fjijij'.y. tieue las siguientes propiedades:


l.'*^ No ser atributo de nada, sino sujeto de otros
seres ('');

2.^ No poder existir separadamente de aquello de


que es oü^ía;
3.* Nombrarse sinonímicamente todo lo que de
ella procede;
4.* Designar un objeto real (v. gr. hombre, ca-
haUo);
5.*^ No tener contrarios;
6.*'' No
ser susceptible de más ni de menos;
Recibir los contrarios, sin dejar de ser una
1.''^

sola y misma cosa ('-).


El pensamiento aristotélico puede parecer un tanto
obscuro por lo que respecta al concepto de la esencia,
en vista del gran número de acepciones que da al tér-
mino 0UTÍ7. En el capítulo 13 del libro VI de la Meia-
física, escribe: « AÉyETat o\'ó--£p -zo O-oxeíaívov ou-ía eTvxi,
xal t6 ~'. r^v tlvaí, xal -o i/, to'jxwv, x.xl to xaOÓAo'j.» (Dícese,
pues, que la ouo-ía es como el sujeto, y lo que el ser es,
y lo que de ambos resulta, y lo universal). Pero el
conjunto de las consideraciones que hace Aristóteles,
persuade de que el verdadero concepto de la oJTÍa
(esencia, sustancia, ó como quiera llamársela) es el
indicado. Así advierte que ningún universal puede ser
una oÜTÍa, porque la oÜTÍa de un individuo es aquello
que propio, que no es la oujía de otro, y el univer-
le es
sal, por el contrario, es común á muchos seres. Si el
universal fuese la ou-ía de un individuo, todos los de-

(1) Metaplt. IV, 8.

(2j La declaración es terminante, con respecto á la 2 " propie-


dad: «"Eti oó;ci£v av áoóva~ov )^ojp\(; elvaí t/;v o'jTÍav 7.x\ o'j r,
0'J7''a.» Metapli. XII, 5. Por eso dice, contra Platón, que si las Ideas
faesen O'jj íxi de las cosas (lo cual niega Aristóteles), no podrían
tener existencia separada de ellas, como Platón quiere. Cate- —
gorias. cap. III.
EL m;to de psyquis 163

más serían este individuo, porque la unidad de oOtí-/


supone unidad de ser.
Otra observación en que insiste Aristóteles, es que
ni la definición ni la demostración se aplican á las
esencias ó sustancias sensibles singulares (tiüv o-JTtwv

i-y-rj )j porque la demostración se refiere á lo necesario,

y la definición pertenece á la ciencia, la cual es de lo


que permanece, no de lo que cambia (i).
Como se ve, separa un abismo la doctrina de la
ojjía en Platón y en Aristóteles. La oÜTÍa en Platón es
lo universal, las Ideas, y las cosas, en tanto son, en
cuanto participan de ellas. Para Aristóteles, lo uni-
versal no puede ser oÜTÍa; ésta es únicamente el ser
individual y determinado.
La discusión de la teoría*de las Ideas, en que tanto
insiste Aristóteles en la Metafísica, arroja mucha luz
acerca del asunto en que nos ocupamos. El Estagirita
hace notar (-) que, para los antiguos, la esencia era
lo particular (el fuego, la tierra, no el Cuerpo en ge-
neral)^ mientras que los modernos prefieren considerar
como esencias los universales, porque se colocan —
dice —
en un punto de vista lógico (oii to aoy;/.w(;
Z^r-.tX-i). Y más adelante explica el nacimiento de la
teoría platónica, advirtiendo que Platón aceptó como
verdadero el principio de Heráclito todas l((s cotias :

sensibles están en tm finjo perpetuo (-ávutov -ccov a'.jOr,-


Ttov iz\ psóvTtov); de donde se seguía que, si hay ciencia

y prudencia de alguna cosa, debe haber, aparte de las


naturalezas sensibles, otras naturalezas permanentes,
porque de lo que fluye y pasa no hay ciencia (3).
Ambos sentidos lel platónico 3- el aristotélico) tu-

(l) 3Ietaph.\l,\ó.
i
2 1
XT, 1.
il/(i¿aj>/í.

(A) Metajth.Xll,i.
104 A. no.viLLA y san mautíx

vieron su especial trascendencia en la historia fílosó-


fica, que prevaleció durante casi toda la Edad
pero el

Media y sigue imperando en el Escolasticismo con-


temporáneo, fué el aristotélico. He aquí su expresión
más clara completa, en el Lexicón Peripatdicvm de
3'-

Signoriello (^ )

«Esencia es aquello por lo cual la cosa es consti-


tuida en su especie y se distingue de las demás; y así
es algo primero en la cosa, raíz de todas sus propie-
dades; por ejemplo, animalidad y racionalidad res-
pecto del hombre, porque éste es colocado en su
especie gracias á ellas y distinguido de las demás
cosas, y no hay en él algo primero que la animalidad,
ni que la racionalidad^ de las cuales se derivan todas
sus propiedades, comerla potencia intelectual, la sen-
sitiva, la apetitiva, etc. Suélese llamar también:
concepto de la cosa, porque es aquello sin lo cual la
cosa no puede ser concebida como corresponde defi- ;

nición, porque la esencia es aquello que se significa


por medio de la definición; quiddidad (quidditas),
porque, mediante ella, se responde adecuadamente
cuando se pregunta qué (quid) sea la cosa. El voca-
blo naturaleza fué primeramente instituido para sig-
nificar la generación de los vivientes, ó sea su naci-
miento ; por tal manera se dice que el primogénito, por
naturaleza, es á saber, por el mismo derecho del na-
cimiento, precede á sus hermanos. Y puesto que esta
generación proviene de iin principio intrínseco, por
eso el vocablo naturcdeza se extendió á significar el
jJrincijjio intrínseco de cucdcjnier movimiento, ó sea el
principio intrínseco del cual proceden las operaciones
de la cosa. Además, puesto que este principio es
formal ó material, tanto la materia como la forma se

(I.) ííeapoli, ilDCCCXCIII, pág. 217-218.


EL MITO DE PSVt¿UIS 165

llaman nnfuvaleza, como cuando se dice que á la 7ia-


turdlrza del hombre respectan, ya el alma, ya el
cuerpo. Finalmente, como mediante la forma se per-
fecciona la esencia de cada cosa, por eso la misma
esencia de la cosa se llama nuturaJeza. Así se com-
prende aquello que vulgarmente se enseña, que la
natuvnJaza es la misma esencia de la cosa, en cuanto
se mira como raíz de las propiedades y primer prin-
cipio interno de las operaciones del ente.
A la primera pregunta que la Humanidad reflexiva
se dirigió (¿ Cuándo podré yo afirmar que sé?), pudo,
pues, contestar satisfactoriamente: yo podré afirmar
qiíe sé, cuando posea conocimientos ciertos é inmuta-
bles, adquiridos jJOr demostración (excepción hecha de
los principios, que son indemostrables), acerca de las
causas i( ni versales y necesarias de las cosas.
Pero quedaba la solución de la segunda pregunta
(Presupuesto el concepto de la sabiduría ¿puedo yo
afirmar que sé algo?), singularmente complicada por
la diversidad de opiniones acerca de la oujía, esencia,
sustancia, naturaleza, ser en sí de la cosa. Y éste fué
y sigue siendo el problema capital de la Filosofía, y
en esto estriba todo el valor de sus indagaciones.
¿Hay ciencia de las sustancias? ¿Tenemos conoci-
mientos científicos acerca de lo real? Veamos cómo se
desenvolvieron las contestaciones á estas preguntas en
distintas escuelas filosóficas.

La idea de que la ciencia se alimenta de verdades y


principios universales no fué desconocida de los anti-
guos pensadores indios de la escuela Yédánta. Por
eso entendieron que no cabía ciencia de lo particular,
y empicaron el vocablo Máyñ para indicar la ilusión
de la existencia individual.
16G A. líüNILI.A Y SAN MAUIIN

Máijá, en los tiempos védicos, es un término que de-


signa la ciencia sublime, el poder misterioso de los
Asuras, y especialmente el del grupo Mitra-Varuna.
También se emplea en el sentido de las malignas ase-
chanzas de los enemigos del hombre. En el Rig-Veda,
por ejemplo, se dice que Indra ha despojado á los
Asuras, es decir, á los malos demonios, de su rnúyá
(X, 124, 5) (í).
El Buddha (siglos vi-v a. de C), aunque poco afi-
cionado (como Sócrates) á la metafísica, sigue en este
punto la misma tradición de la escuela Védíinta. En
el texto sagrado: Prajñápáramitá (La perfección de

la ciencia), se halla el siguiente párrafo :

«El Buddha dijo á Qariputra: «Las cosas, oh Qári-


putra, no existen del modo que piensan, en su apego á
ellas, los hombres vulgares é ignorantes, que no han
recibido instrucción acerca de este punto. » Qáriputra
dijo: «¿Cómo, pues, existen. Señor?» El Buddha res-
pondió: «No existen, oh Qariputra, mas que en tanto
que no existen en realidad. Y en tanto que no existen,
se les llama Avidyá, es decir, el no-ser ó el no-saber,
A esto se apegan los hombres vulgares é ignoran-
tes, que no han recibido instrucción acerca de este
punto. Se representan todas las cosas como existentes,
cuando en realidad no existe ninguna» (-).
Este criterio es llevado hasta sus últimas conse-
cuencias en el MalutprajaapáraTniitd Vajracchediká
(El liendeclor.dd diamante, medio de pasar á la otra
orilla por la gran ciencia), tratado metafísico del
buddhismo septentrional, que fué traducido al chino
en el siglo v de nuestra Era con el título de Kin Ic'eng

(1) H. Oldenberg: La Religión du Veda. Trad. T. Henrj-. París,


F. Alean, 1903. Pág. 136-1H7.
(2j H. Oldenberg: Le Boaddha. Sa vie, sa doctrine, sa comtau-
naulé. Trad. A. Fonclier. 2' ¿d. París, F. Alean, 190a. Pág. 237.
EL MITO UE PSYQUIS Ibí

kiiig, y que aun hoy disfruta de gran popularidad


entre los bonzos.
« Toda forma existente — declara el Vajracchcdika
— es vacío é Toda condición de movi-
ilusión. » «
miento es como un sueño, como una visión, como una
burbuja, como una sombra; es como el rocío, como el
relámpago.» «¿Qué piensas de esto, Subuti? — se
dice al fiual del tratado, trasladando el escepticismo á
lo que ha sido objeto de la obra misma. Que no diga —
alguno de tu especie que el Tathágata (el Buddha)
piensa: Debo transportar, salvar á todos Jos seres. No
formes este pensamiento. ¿Por qué? En realidad no
hay un ser que haya sido libertado por el Tathágata.
Si lo hubiese, Subuti, entonces el Tathágata recupe-
raría (habría en él) egoísmo, vida, existencia, perma-
nencia. Ahora bien, la existencia de la egoidad ha
sido declarada por el Tathágata una no -existencia.
La gente vulgar (únicamente) cree esto. Y esta gente
vulgar no es gente vulgar, ha dicho el Tathágata.
Por eso se les llama ininteligentes, vulgares» {}).
Las más antiguas escuelas filosóficas griegas, re-
presentadas por Thales de Mileto, Anaximandro de
Mileto y Anaxímenes de Mileto, son de carácter na-
turalista. Encaminan sus especulaciones á la Física
y toman la sustancia (oüa-ía) como algo real, visible y
tangible. No
preocupa ningún quid ignofiim en el
les
objeto. Los principios del ser son para ellos elemen-
tos positivamente materiales (el agua, el aTr^tpov ó
Infinito -material, el aire).
La dnd(( acerca de nuestro conocimiento de lo real
comienza en Heráclito de Efeso (ft. 500 a. de C),
para quicio todo pasa y nada subsiste (rÁ't-y. '/i'>pi': y.t\

(1) Vajracchedilca, le Fendoir du Biamant: irniff de mvfapIn/siijKe


bouddhiste. Versión mandcboue et tradttclion fran^aisc par C. deHar-
lez. Vieune. 1898.
108 A. liONILLA Y SAN MAKTÍN

o'jo£v [xiwv.). causa de su continuo movimiento (}).


á
De aquí parece inferirse que la Verdad no reside en
las cosas visibles y sensibles, si aquélla es algo per-
manente, y que nuestro conocimiento de lo sensible,
mientras no traspase sus límites, no es científico.
El mismo Heráclito, según Aristóteles (2), pensaba
que el fuego (TrOp) es el primer principio de todas las
cosas. Esta opinión se enlaza maravillosamente con
un curiosísimo párrafo del Cratylo de Platón, en que
este insigne pensador busca la derivación etimológica
del vocablo oüa-ía:

« Sócrates. Pudiera suceder muy bien, mi que-


rido Hermógenes, que aquellos que primero insti-
tuyeron los nombres no fuesen espíritus vulgares,
sino hombres que profundizaban la naturaleza de las
cosas y pensaban con sutileza.
Heemógeiíes. ¿Cómo?
Sócrates. A hombres semejantes, según yo, se
refiere la institución de los nombres; y, si se exami-
nan las palabras extranjeras, no se dejará de hallar
tampoco lo que cada una significa. Por ejemplo, en
la de que se trata, lo que nosotros llamamos ouaía
(esencia), es llamado por ciertos pueblos ¿jía, y por
otros toaía. En primer lugar, podemos suponer que,
según el segundo de estos nombres, la esencia de las
cosas ha sido llamada Hestia ('Ejxía), y qu.e, si lla-
mamos Hestia á lo que participa de la esencia (-rr,^
'j'Ja-iaO? P<^i" 6Sta misma razón el nombre de Hestia

sería propio, porque nosotros también, según parece,


Ihimáhamos antiguamente á la esencia ¿jía. Además,
si se consideran los sacrificios, se verá que ése fué el

pensamiento de los que instituyeron los nombres;


porque era natural que se honrase primeramente á

fl) Vid. Platón: CVrtí!/Zo.


(2) Metaph. I, ó.
KL MITO DE I'SVQUIS ' 169

Hestia, antes de todos los dioses, por aquellos que


han llamado Hestia á la esencia de las cosas. En
cuanto á los que han dicho w^ia, parece que han te-
nido la misma idea que Heráclito: que todo lo que
existe está en movimiento y que nada permanece, y
que siendo lo que empuja (zb ojOovJv) la causa y el
principio de este flujo, era propio llamarlo "ÍÍTÍa» (^).

(1) « — Í2. KivO'jví'jouT'. youv, ¿o''y^6Í ^Epixóysvs;;. oí TrpwTO'.


"á óvó¡i.a-a TíOsaívo', oú oaüXot sTvat, .áA/á ij.;-íojpoXóyo; y.y.\

áoo/Í7ya'. -iv¿c. EPM. Tí ot¡:


^lí. KaTxcpaívíTaí ¡Jiot r, S'ijtt; twv 'jvo\j.y.~i<yi toioÓtojv tívwv
áv.S'ptÓTrtov eTvaf xa\ íáv -tq Ta ^ívtxá óvójxaTa avajxo—^íí, oOy
ry-Tov ávíupÍTX.cTa: o l'xotTTOv !3o'J/ETa'.. oTov 7.a\ áv to'jtw o '/(¡J-íif;
O'jT'.av xotAoüij.Ev. sícTtv o'i STÍav za/oÜTiv. oí o' aü wTÍav. TrpoJTOv
[j.sv oiüv xa-i To sTspov ovo¡j.a ToÓTtov /j -rojv — payijiá'ztov cjaía
'Ea-:ía xa/.s'ÍTS'a'. £'/£'. /.óyov xal ot; ys au 'r¡\}-¿lc, zb xf¡(^ oduíaf;
[j.tzi'/rri 'EjTÍav cíot¡jL¿v, xal xatá toüto op^Mq av xx/oTto
'EjTÍa" ioíxaijiev yáp xa* '/|¡jleT(^ to TraAatov i^íav xaXslv xr^v
o'jTÍav. I-'. 0£ xal xaxá Taq J&jTÍaq ocv -iq svvorjjaq •^y'/;3-aiT0
ovÍto) vo£Ív Taü'ca toüc; x'.^Ejxívo'jt;' xó yáp irpo — ávrtov S'íwv tt,
'E^xía TrpojTT] 7:poS"j£'-v síxoi; ¿xeÍvo'jí; oVx'.vEt; xr^v TrávTCüv o'jjíav
'Ejtíav £— tovóiJiaíTav. oto; o' ai tuo-íav, TyEOÓv tí au o'jto'. xaS''"
'ílpáx/.E'.TOv av r^yoÜvTO "uá ^jvca íÉva; -e TrávTa xai [jlÉveív oüoÉv
To c'Jv xal to áp'/"/;y6v a'jTOJv Elvaí "A wS-oíi'/, o^ev or,
a'.T^O'/
xaAcoí; E'/£'.v auTO 'ííjíav ojvoij.áo-S-a! »
Cito en el texto por la traducción francesa de Schwalbé.
(Paris, 18tó).
En realidad, antes de Platón, se había hablado ya de O'jJ'.a.
Es un concepto pitafjórico, como
de E'.oof; y tantos otros que
el
Platón y Aristóteles aprovecharon. Para Filolao, el entendimiento
humano no puede comprender la esencia, que es eterna 'A ¡J.EV (

ETTco Twv TTpayij.áxojv áío'.oq cJüa xal a'jTV. ¡jlev á cp'jíT'.r Oííav te
xal OL)X avOpcüTTÍvav EvoÉ'/ETat '¡vCúzvi — Frafjmenta philosopliorum
.

í/raeconim. Ed. Mullach. V'ol. II. Parisiis, 1881. Pág. 1.", donde ETTto,
en dialecto dórico, equivale á 0'J7Ía). Arquitas señala como prin-
cipios de las cosas, la forma, la materia (ouT'.a, ((ue identilica con
la esencia ó sustancia) y el principio inteligente que se muevo á si
mismo. La oÜTta ó materia os informe. También habla do la esen-
cia de las cosas particulares (to tÍ evt; Éxa~TOv). (Cf. A. Ed.
Chaignot: l'ijfJiayore et la pliilosophie pi/thaguricienne. Paris, 1S74.
T. I, pp. 260 y 2 6). Jenófanes de Colofón, -el fundador de la escuela
oleática, dijo tam.bién que era imposible conocer, con entera cer-
teza, lo qvTG llamaba naturaleza l'niversal. (Véase, acerca do Jenó-
fanes, la disertación do 1). Leandro González Reviriugo, en el fas-
ciculo II de nuestro Archivo de historia de la /llosofia),

11
170 A. noNir.LA v san mautín

La Hestia griega es la Vesta romana, diosa del


fuego (del sanskrito ^Y^s•=brillar, según Max Müller).
Si el origen que propone Platón fuese exacto (y pa-
rece comprobarlo su afirmación de que en lo antiguo
dijeron los griegos csia á la esencia^, el mito de Pu-
rQravas tendría una filiación cosmogónica, refirién-
dose al Fuego como primer principio. En tal caso,
oucría, como vocablo metafísico, sería la expresión de

una teoría: la del fuego como sustancia universal.


La doctrina de Heráclito produjo un resultado ca-
pital :encaminar la investigación de la sustancia
por otro lado distinto de la mera consideración de
los elementos materiales, corpóreos y visibles. Así los
Pitagóricos hablan del número como esencia de las
cosas (oío xa\ ápiOao'; cTvat Tr,v ouTÍav á-ávTcov — escribe
Aristóteles) ('') ; Hermótimo de Klazomenes y Anaxá-
goras de Ivlazomenes, de la Inteligencia (Noíiq); Par-
ménides de Elea, de la Unidad (2). Esta reacción
idealista, y singularmente la de la escuela eleática,
con su crítica de los conceptos de espacio, pluralidad
y materia, trae aparejado en la historia de la filo-
sofía griega un período de escepticismo, representado
por los sofistas. Los principios de los antiguos siste-
mas naturalistas eran notoriamente insuficientes para
explicar la sustancia de las cosas; los de las nuevas
doctrinas idealistas eran abstracciones lógicas, cuya
influencia en la realidad resultaba á todas luces inex-
plicable. Lo único que, merced á esta diversidad de
tendencias, quedaba manifiesto, era la continua trans-
formación de lo real, el cambio, el movimiento cons-
tante de los cuerpos, y la hipótesis de algo perma-
nente en lo cual pudiera fundarse la Ciencia. Ese
fdgo permanente podía ser un principio inicial inmó-

(1) Mrtaph. I, 5.

(2) Arist. Metapli. I, 3. Véase también el Parménides de Platón.


EL MITO DE rSVQUIS 171

vil, ajDartado por completo de las cosas naturales, ó


un algo latente en todo objeto, que sirviese de base
inmutable á sus alteraciones. Pero ambas sustancias
(la inmóvil fuera del mundo y la oculta en toda cosa)
eran seres reales, no entes de razón; no eran nom-
bres, no eran abstracciones ni vagos conceptos, sino
principios positivos del movimiento.
La reacción idealista extremó su desprecio de lo
sensible. Para Platón, hay una idea (sTío(;) absoluta
de lo justo, de lo bueno, de lo bello, y de cosas seme-
jantes; esas ideas svibsisten como modelos de la natu-
raleza, y la participación de las cosas en las ideas no
consiste sino en la semejanza de aquéllas á éstas.
La solución platónica no podía satisfacer al que
buscase de buena fe y con exactitud la naturaleza de
las sustancias. Afirmar que las Ideas son ejemplares,

y que los demás seres participan de la^s ideas, es,


como advierte Aristóteles, decir vaciedades y hablar
por metáforas poéticas (xsvoXoycív ío-tI y.at ¡jieTaoopiq léyivj
-o:-r¡T:y.ic,) (1). Si las Ideas constituyesen la oC»T(a dalas

cosas, estarían en ellas. La crítica de Aristóteles no


tiene escape: aun cuando hubiese ideas, no habría
producción, si no hay una causa motriz. Un ser cual-
quiera puede hacerse, sin que nada le haya servido
de modelo. «Exista ó no Sócrates, puede nacer un
hombre como Sócrates.»
El punto culminante de la reacción idealista, está
representado por los sofiístas, sucesores aprovechados
de la escuela eleática. La afirmación de Protágoras
de Abdera: cl hombre es la medida di' todas las cosas
(-ávTtov /pTiixizío^t ¡jiÍTpov avS'poj-oq), quiere decir, como ad-
vierte Aristóteles C-^), que todas las cosas son en

(1) Meliipli. XII, 5. En el Mennn, Platón coiisi'lera la virtud


como una o'jTia. Kn el Fedro, la belleza lo es taml)iéu.
{2) Metnph. X, 6.
]7'2 A. noxir.LA v san mautíx

realidad como á cada nno le parecen, de lo cual resul-


taría — dice el propio Estagirita — que la misma cosa
es y no es, que es á la vez buena y mala, y que las
afirmaciones opuestas son igualmente verdaderas. Es-
tos absurdos la misma vida se encarga de destruirlos,
y, si acude al razonamiento, pueden discutirse
se
siempre que se admita algún principio evidente, por-
que sin este princij)io no es posible demostración al-
guna (1).

Pocas obras hay que produzcan una impresión de


grandeza intelectual semejante al libro segundo de
los Últimos AnaUticos de Aristóteles. La profundidad
de los juicios es en él tan intensa, y al mismo tiempo
es tan clara y precisa su expresión, que admiran 3-
encantan al entendimiento.

(1) Aristot. Bletaph. loco citato. —


La oposición entre Sócrates y
los sofistas no nos parece tan definida como suelen creer en gene-
ral los historiadores de la filosofía griega, y como un examen su-
perficial del Euthydemo, de El Sofista y del Protágoras piidiera
hacer pensar. Sócrates discute habilisimamente acerca de todo, y
suele haber singular incertidumbre en sus conclusiones (cuando
las saca). El arte de la disputa y la indecisión son sus dos grandes
armas. 3' eran igualmente las de los sofistas. Claro es que todo esto
respecta al Sócrates platónico. Gomperz (Les penseurs de la Q-rice:
trad. Reymoud; t. II, pág. 67 y ss.) es el único que vislumbra esos
caracteres del método soi-rático, y, sin embargo, no los hace resal-
tar como era debido. Nótese que Aristófanes presenta á Sócrates
en Las Nubei> como cazador de jóvenes ricos y de buenas familias
(no es otra la compañía que suele llevar el Sócrates platónico), que
es lo mismo que Sócrates echa en cara á los sofistas. El poeta sin-
tetiza su pensamiento en aquel verso que encierra toda la manera
de vivir del filósofo :

« o'j jTwij.'jA/.tov y.'jL'y. Tr/; ávopav zp'.oo'/.zy.zpi—i).'' olí ~zp ot vov.»

En de Platón, el interlocutor le dice á Sócrates: «Había


el 2Ienon,
oído decir, oh Sócrates, antes de conversar contigo, que tú no sa-
bias otra cosa sino diidar tú mismo y h.acer dudar á los demás: j-
ahora veo que fascinas mi mente con ttis maleficios y encanta-
mentos, de suerte que estoy por completo lleno de dudas.» Cf. las
sugestivas páginas de Pompeyo Gener: Ji'intellecte grec antic (Bar-
celona, 1903), pp. 97-101.
EL MITO DE PSYQ'JIS 173

Los Últimos Analíticos contienen la teoría de la


demostración. Aristóteles parte del principio de que
todo conocimiento racional, ya sea enseñado, ya sea
adquirido, procede siempre de nociones anteriores,
que son, ó la existencia misma de la cosa ("i), ó el
nombre de ella. En los últimos capítulos de la obra
trata de si es posible ó no la demostración y la defini-
ción de la esencia.
La demostración no se aplica á la oü-ta ó sustancia,
porque la demostración se refiere sólo á la existencia.
Prueba una cosa de otra, es decir, que es ó no es tal
cosa. Por otra parte, la definición no demuestra nada.
Pueden definirse cosas que no existen. El geómetra
admite previamente la definición del triángulo, y de-
muesti'a enseguida que el triángulo existe. Pero ¿qué
demostrará el geómetra cuando defina lo que es el
triángulo? ¿Será el triángulo mismo? Entonces tendría-
mos que podría saberse por la definición lo que es el
triángulo sin saber que existe, lo cual es imposible (-).
¿Cómo, pues, cabrá la demostración de la ou3-(a?
Adviértase que no toda ciencia es demostrativa.
Por lo pronto los principios de la ciencia, causas de
la conclusión, no son demostrables; proceder in infi-
nitum en este orden, valdría tanto como negar la exis-
tencia de los principios, y sin ellos no puede haber
demostración. Estos principios se adquieren por in-
ducción, la cual parte de la sensación. Entre ios ani-
males, hay algunos en que la sensibilidad va aconij^a-
ñada de la persistencia de la sensación; en otros no.

(U Comp. A. Dyroff El Concepto de la Existencia. (Ti-nd. caste-


:

llana de la Biblioteca sociológica internacional), obra donde la con-


fasióu de ideas y la fulta de precisión en el estilo llegan A veces A
extremos monstruosos, pero donde on alguna ocasión so encuen-
tran datos aprovechables. Dyroft'cree nuo la noción de existencia
proviene de la experiencia.
('_') Vlt. Anuí. l\.~i.
17-1 A. IluNlI.LA V SAN MAKIÍN

En aquellos en que hay persistencia de la sensación,


se forma la memoria; do la memoria de una misma
cosa, muchas veces repetida, viene la experiencia, y
de ésta, ó sea de todo lo universal que se ha deposi-
tado en la d/'j-/-/;, viene el principio del arte y de la
ciencia (del arte, si se trata de producir; de la ciencia,
si se trata de conocer) (í).
Hay. pues, en la ciencia una parte no demostrable:
los principios primitivos, que no son innatos, sino
adquiridos por medio de la sensación.
Pero, volviendo á la anterior cuestión: ¿cómo se de-
mostrará la esencia?
Los dos únicos modos de conocer son, según hemos
visto, el silogismo (demostración) y la inducción. La
definición no nos enseña la esencia ni lo que es la
cosa (oujía To TÍ í^zi), porque no parte de principios
-}

cuya verdad ha sido concedida, para hacer ver que,


si tal cosa existe, otra cosa existe (procedimiento de-
mostrativo); ni tampoco se eleva, como la inducción,
de lo particular á lo general. Por otra parte, la de-
mostración sólo sirve para probar que la cosa existe,
cuando esta cosa no es sustancia (e- txr, oü^ía e'i'v)), pero
la existencia (to sTvat) no es sustancia (oujía) de nada,
porque no es género (2); luego la demostración sólo
sirve para probar que algo existe.
¿Qué solución cabe, ante la dificultad de no ser po-
sible conocer la esencia de una cosa, ni por definición,
ni por demostración?

(1)rit. Anal. 1,2; lIAo.


Género, segiinPoiñrio (Introducción á las categorías, cap. II).
(2)
es el atributo esencial aplicable á muchas especies diferentes
(por ej. el atributo animal). Pero el sor no es género, porque sólo se
aplica homonimioamente á los diez géneros primitivos ó catego-
rías, pero no sinonímicamente. El hombre y el caballo, v. gr., son
sinónimos, en cuanto animales, porque tienen una defluición esen-
cialmente igual; por eso animal es su género. Pero el hombre real y
el hombre pintado en el cuadro no son sinónimos, sino homónimos;
es decir, sólo tienen de común el nombre.
EL MITO DE PSYQU13 1(5

La teoría de Aristóteles es ésta:


En rigor, no hay demostración ni silogismo de la
esencia (tuáXoy'-3-¡;.6(; ¡jlsv -zvj tí ¿tt'.v ou yívsTat oOo' áróosi-

í[q) (1). Y como, por otra parte, la esencia no se pue-

de señalar con el dedo, ni mostrarse mediante los


sentidos (oü yap 5r, 0£Í;£i ye t/, aícrO/jJS'. r, ztü oay.rjXw) (2),
resulta que la ouTÍa es ixcogxoscible, y que no puede
haber ciencia de la oucría. Pero en otro sentido, sí —
puede haber demostración y ciencia de la oOjía, por-
que saber lo que es una cosa se confunde con saber la
causa de su existencia. La causa de la cosa es, ó la
cosa misma, ii otra cosa. Si es otra cosa, esta causa
es demostrable ó indemostrable. Si la cosa reconoce
por causa la cosa misma, es una sustancia; si no, un
accidente.
Aquellas cosas, cuya existencia sólo conocemos por
el accidente nos son completamente ignoradas en
,

cuanto á su sustancia. En cuanto á las que co-


nocemos por una parte esencial, la indagación es más
fácil. Así por ejemplo, supongamos que se trata de un
eclipse de luna y designemos el eclipse por A, la luna
por C y la interposición de la tierra por B. Indagar si
la luna se eclipsa, es lo mismo que indagar si B exis-
te; lo cual equivale á indagar si la causa (B) existe;

y, sabido que existe B, sabemos que A existe igual-


mente (3).
Las conclusiones de la teoría de Aristóteles vienen
á ser éstas:
1.*^ El ser toma en dos acepciones: el ser
{-Jj ov) se
por accidente como cuando decimos:
(xaT-i ju¡i6Eo-/;y.ó(;) ,

eljusto es músico (porque puede uno ser justo sin ser


músico), y el ser por sí mismo ó por esencia (-/.aO' aOtó),

(1) Andliit.l'oiít.Tl.H.
(2) Analijt. Post. II, 7.
(;}) AnaUjt. Post. II, 8.
iTtí A. HO.NII.I.A V SAN MAUTIN

como cuando decimos i¡ lioiahrc rs vn (inimal (porque


no puede ser hombre sin ser animalj;
2.* El ser en sí mismo se toma en tantas acepcio-
nes, cuantas son las categorías (sustancia ó esencia,
cantidad, cualidad, relación, lugar, tiempo, nitua-
ción, ijosesión, acción y pasión) ("•);
3."' Sustancia ó esencia es lo que, ni se dice de un
sujeto, ni está en un sujeto (v. gr. Sócrates^ hombre,
caballo) (^);
4.^ Las cosas, ó tienen una causa extraña á ellas
mismas En el primer caso, puede demostrarse
ó no.
sit existencia. En el segundo, es decir, cuando son
sustancias ó esencias, su existencia no puede demos-
trarse,y es preciso admitirla por hipótesis. como Y
sin la existencia no puede conocerse la esencia, si el
conocimiento de la primera es hipotético, el de la se-
gunda no puede ser cierto, y por lo tanto no puede
ser científico, puesto que hemos dicho que la diferen-
cia entre el que sabe una cosa y el que no la sabe, es-
triba en que el primero, á diferencia del segundo,
sabe que la cosa no puede ser de otro modo que corno
la sabe (3).

Ya tenemos frente á frente las dos teorías: la de


Platón y la de Aristóteles. Para el primero la esencia
es \o universal y común, las Ideas; para el segundo,
la esencia es lo individual y concreto (Sócrates, Bu-
céfalo). Para primero es posible una ciencia de la
el
esencia; para el segiindo no cabe sino ciencia de los
accidentes, ó de las causas extrañas al ser mismo de
la sustancia. Estas dos teorías han de estar en contra-

(\) Metapli. IV, 7.


(2) Cafec/or., cap. III.
(8) Anaiíjt. Post. II, 8.
EL MITO DE PSYQL'IS Xlí

dicción perpetua en la historia de la filosofía, y han


de suscitar polémicas sin cuento, dando lugar en to-
das las Edades á diversidad de tendencias.
Demókrito de Abdera (460-420?), según Sexto Em-
pírico (Adcrrsus Mathem. VII, 135-140), negaba la
realidad de lo sensible, afirmando que era pura apa-
riencia, y que sólo existían los átomos }• el vacío.
« No comprendemos verdaderamente, decía de — —
ningún modo, cómo es ó no es cada cosa.» La nega-
ción de realidad á lo sensible, fué también doctrina
general de Porfyrio j de los neoplatónicos.
Losescépticos de la segunda y de la tercera Aca-
demia (Arcesilao y Ivarneades), combinan la parte
negativa de las doctrinas ¡diatónica j aristotélica, para
concluir la imposibilidad absoluta de todo género de
ciencia; aceptan de Platón y de Heráclito la idea de
la mutabilidad de y admiten con Aristó-
lo sensible,
teles la afirmación de que lo universal no es sustancia.
La última representación de esta tendencia es Sexto
Empírico (siglo de Cristo), al cual debemos la más
iii

formidable crítica de las facultades cognoscitivas que


registra la historia filosófica (i), y la más cruel sá-
tira de la ostentación de la sahiduría humana.
El criterio escéptico, según Sexto Empírico, con-
siste en confrontar el fenómeno (oatvórjiEvor lo quo ^
aparece, lo que produce impresión en los sentidos)
con el noúmeno (voó¡x£vo<; =
lo inteligible, lo percepti-
ble por la inteligencia). «Es la facultad escéptica (ob-

(1) Cito á Sexto Empírico por la edición greco-lntina de Ui>-


si(r, Suintu Joh. Friderici Gledifschii B. Filii, Auno MDCCX VIII, do
la cual ])oseo pjomiílar.
Sexto Empírico es uno do los precursores mívs señalados, i>or no
decir el luAs importante, que tiene Kant. Sus doctrinas merecen
iletenido estudio. Es nuestro propósito dar en breve una traduc-
ción castellana, directa del griego, de los tres libros de íliipolupósif
l'i/rrliónicas.
17H a. IIíjNII.I.A V SAN MAlíTÍN

servadora; — dice — ia las cosas que


que conlronta
aparecen con las inteligibles, de cualquier manera (jue
sea; por medio de la cual llegamos, gracias á la pon-
deración entre hechos y razones opviestos, lo primero
á la duda, y después á la tranquilidad» (•). El escép-
tico no pone en cuestión, por ejemplo, (^ue tal manjar
nos parezca dulce, sino si realmente el manjar e*' dul-
ce, como nos parece. No afirma nada el escéptico dog-
máticamente, porque ve que los dogmáticos se contra-
dicen unos á otros; dice tan sólo: todas las cosas son
incomprensibles (Trávxa ¿a-lv áy.a-:áXr¿7rTa). No puede afir-
marse que exista criterio alguno de verdad, porque si
existiese, habría que disponer de otro criterio para
juzgarle, y así procederíamos in infinifurn {-').

Tampoco puede asegurarse que haya demostración


de nada; entre otras razones, porque toda demostra-
ción contiene un dogma, y todo dogma es controver-
tible (3). Por eso no es demostrable que exista Dios,
puesto que no conocemos su esencia (ouTÍa), ni su for-
ma, ni el lugar donde reside: unos dicen que es cor-
póreo, otros que incorpóreo; unos que tiene forma
humana, otros que no; unos que reside en algún lugar,
otros que no lo ocupa. Tampoco podemos afirmar que
exista ninguna causa, porque ésta no se comprende
sin conocer el efecto, ni el efecto se puede comprender
sin conocer antes la causa; no se concibe, por con-
siguiente, cómo podremos comprender la causa en

(1) a^líjzi Oí r¡ Tx ;--'././) o'jva¡j.'.(;, 'x-n'.fit'v/.r^ oaívoixsvtov


TE y.y.\ vou¡x£viov xaO' oíov ijr'iTzoii Tpó~ov ao' '^q £pxó¡J.£6a
Ola xr^v £v toIí; iv-VKzi[t.iwoi(; Trpáyixaj'. /.a\ Xóyo'.j i^oTOávEiav
To jxh) Trptoxov zlr; Í7toyr[^' xb ol ¡j.£-a xoüto zlc áxapotc'-xv. »
Pyrrhon. Hi/potijp. 1, 4.
Sexto Empírico emiilea 'iaivóiJiEv:( como sinónimo de 7.'.~(ir^zi
(loco citato).
(2) Pyrrhon. Hypotyp. II, 4.
(3) Pyrrhon. Ili/potyp. II, 13. Y, para más desarrollo: Adversiis
Lógicos, II, 6.
EL MITO DE PSYQUIS 179

cuanto causa, ni el efecto en cuanto efecto. Además,


la causa, ó produce el efecto cuando existe, ó lo pro-
duce sin existir; si no existe, no es causa, ni nada; si
existe, resulta que existe antes del efecto, pero esto
no puede ser, porque la causa es un relativo, es decir,
hace referencia al efecto, y mientras éste no existe,
aquélla no existe tampoco, Ni cabe decir que coexisten
la causa y el efecto, porque el efecto, en tanto que
efecto, debe venir después de la cau.sa, pues gracias á
ella tiene ser. Luego si la causa, ni coexiste con el
efecto, ni existe antes ni después de él ¿cómo puede
afirmarse que existe? (i)
Asi continúa Sexto Empírico con una serie de argu-
mentos, infantiles unos, sutilísimos otros, cuya con-
secuencia es la destrucción absoluta de todo criterio
de verdad y de ciertcia, y la afirmación de la duda
iini versal.

Los neoplatónicos prosiguen y exageran la dirección


Poco á poco, las Ideas y los universales, no
idealista.
sólo son verdaderas sustancias, sino causas y prin-
cipios de movimiento, seres vivos, en una palabra,
colocados en esfera superior á la humana y creadores
del mundo, merced una concatenación de influencias.
á
Se pregunta Plotino, al comenzar el libro 6.** de la
segunda Emienda, si el ser (to ov) es ó no distinto de
la esencia (oOcria), y afirma que se da el nombre de
esencia al todo, es decir al ser, unido á otras cualida-
des (movimiento, estado, identidad, distinción, etc.),
que vienen á constituir elementos de aquélla. Pero si
estos elementos, aisladamente considei-ados, no son
esencias, ¿cómo puede decirse que la oOt-x, compuesta

(1) Pyrrhon. Hi/poti/p. III, 1, 2 y 3.


180 A. IlONir.LA Y SAN MAIITÍN

(le ellos, lo sea? Las cualidades y


los accidentes
— responde — perfeccionan la esencia, pero no la
-

constituyen verdaderamente. Quizá, al perfeccionarla,


la hacen de naturaleíia inferior, porque la obligan á
degenerar de su simplicidad primera.
En harmonía con estas consideraciones, enseña
Plotino, en el capítulo 9." del libro 3." de la Enncdda
VI, que las especies y los géneros, como más simples,
son anteriores y merecen mejor el nombre de esencias
que los individuos. Sócrates no da al sujeto la esen-
cia de hombre, sino que el hombre es lo que consti-
tuye á Sócrates en oÜ7'!a. El hombre individual es la
especie hombre unida á vxna materia, y todo lo que se
une á la materia, se hace de peor condición que antes
era. En el orden de la naturaleza, lo primero es lo
general; y así la especie es anterior al individuo, y si
Sócrates existe como hombre determinado, es por su
participación del hombre ávOpcó-ou). Esta
(¡j-sTa/.r/i/st

teoría de la participación se halla ampliamente des-


envuelta, con relación á la Unidad, en la Institutio
Tlieologica de Proclo.
El Escolasticismo, filosofía oficial de la religión
católica, adopta con ciertas atenuaciones los dogmas
aristotélicos, aunque de vez en cuando es influido por
corrientes neoplatónicas, como es de ver en Juan
Escoto Eriúgena, merced á la influencia del Falso
Areopagita, y- en algunos pensadores del siglo xiii,
merced al conocimiento de la Theologia Aristotdis y
del anónimo Líber de Causis (i).
El tratado. De divisione Nafurae de Juan Escoto
Eriúgena (800P-873?) (2). ofrece un interés singu-

(1) AV revio la exposición, porqne las doctrinas platónica y


aristotélica son las fundamentales, y quedan precisadas ya en sus
principales términos.
(2) Vid. loannis Scoti Opera qiiot supersunt omnia. Ed. Floss.
(En la Patrología de Migne). París, Migne, 1865.
EL MITO DE PSYQUIS 181

lar para nuestro objeto. Es este tratado una de las


más colosales obras del espíritu humano, y merece
harta más consideración de la que hasta ahora se le
ha dispensado. Sólo Schopenhaiier supo apreciar de-
bidamente su extraordinario mérito.
DioS; en sí mismo no es comprendido
, según —
Eriúgena —por ningún entendimiento; de la misma
suerte, la oüjía ó esencia de la criatura por ¿I hecha y
en él existente., es incomprensible también. Lo que en
toda criatura, ó por el sentido corporal, ó por el en-
tendimiento se considera, no es otra cosa que cierto
accidente incomprensible ijer se, de la esencia de
cada una; así que lo conocido por la cualidad, por la
cantidad, por la forma, por la materia, por la dife-
rencia, por el lugar ó por el tiempo, no es el qué
(quid), sino el por qixe (quia) de la existencia. A —
Dios en sí mismo no le vemos, ni los ángeles tam-
poco; él es —
como dice el Apóstol (I Timot. VI, 16)
quien sólo tiene inmortalidad, que habita en luz inac-
cesible- á quien ninguno de los hombres- ha visto, ni
jniede ver. Sólo contemplamos ciertas theofanías ó
apariciones suyas en nosotros. En él, el ser y el que-
rer se identifican,y nada tiene existencia esencial
fuera de él mismo, porque él es la esencia de todas
las cosas {est enim omnium essentia) {}) Como di- .

cen San Gregorio y Máximo su expositor, la vjrs'.a es


per se incomprensible, no solamente para los senti-

(1) Si estos conceptos no son orlodoxos, como jm jiiirui'eu


serlo A juicio cielos mouguados que excluyen á Escoto Eriúgonii
del Escolíisticismo por su supuesta lirlrrudux/a, dígase otro tanto
de los do San Agustín, cuando afirma:
«Dous. supra queni nibil, extra (luoni niiiil, sino quo nihil est;
Dous, sub quo totuní est, in quo totuní est, cuní quo totum est.»
(>>olUi)quwrHin liber lu-imus, cap. I, p'Ag. 5 de la ed. Pellissier; París.
Haohette, IS.Jüj.
En San Agustín influyeron considorablomento Platón j- Plotino.
A quienes cita {Op. cit. I, 4).
182 A UOMLI.A y SAN MAKTÍN

dos, sino también ])ara el entendimiento. Y siendo la


incomprensible, las otras nueve categorías aris-
oCiT-.a

totélicas, que á ella se refieren ó en ella están, son


incomprensibles también. La o'Jíía no es corpórea;
por eso, mientras el cuerpo es individual, la rj'jiíx es
común á todos los hombres (omnium liominum una
eaclemque oujía est) (^). La esencia no es definible
por si misma; se manifiesta por el lugar y el tiemjxj,
que son categorías incorpóreas, las cuales no están
en las cosas, sino en el entendimiento {^^).
Escoto Eriúgena es, por lo tanto, un caso de har-
monismo, como suelen serlo en general los neoplató-
nicos y los panteístas. Toda esencia es para él, por
sí misma, incognoscible. Dios es toda esencia, y no

tendríamos noticia de él, si no fuese por sus manifes-


taciones ó theofanías locales y temporales, las cuales
no nos revelan su esencia, sino sus estados y sus
acciones.
El problema del conocimiento ¡preocupó extraordina-
riamente á otros Escolásticos, más fieles seguidores de
Aristóteles en mucbos puntos que Escoto Eriúgena.
La mutación de lo singular no es un obstáculo
para su conocimiento, según Santo Tomás de Aquino
(1227-1274), porque todo movimiento supone algo in-
móvil, y como la mutación se hace según la cualidad,

(1) De divisione naturae, lib. I, cap. 3, 8, 12, 25, 33 y 49.


(2) Estas afirmaciones tienen una importancia tan capital Ty
tan ignorada), como precedentes de las doctrinas de Kant y de
Schopenhaner, que vamos á transcribirlas integras:
«Mag. O'jjíav per seipsam definiré, et dicere, quid sit, nemo
liotest. Ex hÍ3 autem, quaí iaseparabiliter ei adhaerent, et sine
quibus esse non potest, ex loco dico et tempore, — oninis enim o'jT.a
de nihilo creata, localis temporalisque est; localis quidem, qaia
aliquo modo est, quoniam infinita non est; teniporalis vero, quo-
niam incboat esse, quod non erat — solummodo definiri potest.
ü'jjía itaque nuUo modo definitur quid est, sed definitur, quia est.»
De divisione Xaturcv, I, 45.
La demostraciónde que el lugar (espacio) non est nisi in animo,
puede verse en los capitalos 28 y 33 del mismo libro I.
EL MITO DE PSYQÜIS 183

permanece la sustancia inmóvil, 3^ cuando cambia la


forma sustancial, permanece también la materia inmó-
vil. Hay hábitos inmóviles (constantesj de cosas mu-
dables; así, Sócrates, aunque no siempre esté sentado,
es exacto invariablemente, sin embargo, que, cuando
está sentado, permanece en un lugar. Nada obsta, por
consiguiente, en opinión del Ángel de las Escuelas,
para que haya ciencia inmóvil de cosas mudables (i).
Pero hemos visto que, en la doctrina aristotélica,
la o'jjía es lo singular, lo concreto y visible. Ahora
bien ¿conocemos nosotros las cosas singulares? La
contestación de Santo Tomás prueba que, en este
punto, seguía la tradición del Estagirita: «Nuestro
entendimiento —
escribe —
no puede conocer directa
y primeramente (flirectd et primo) lo singular (la
o'j7Ía de Aristóteles) en las cosas materiales. La razón

es, que el principia de la singularidad en las cosas


materiales es la materia individual. Pero nuestro en-
tendimiento, como antes hemos dicho, entiende abs-
trayendo la especie inteligible de esta materia. Pero
lo que se abstrae de la materia individual es univer-
sal; luego nuestro entendimiento no es directamente
conocedor sino de las cosas universales.
Ahora, indirectamente y como por cierta reflexión
{indirecté et quasi per qnamdaví reflexionem) puede ,

conocer lo singular. Porque, como antes hemos dicho,


aun después que abstrajo las especies inteligibles, no
puede según ellas entender en acto, sino convirtién-
dose á los fantasmas, en los cuales entiende las espe-
cies inteligibles, como se dice en el tercer libro Jh!
Alma. De esta suerte, pues, entiende directamente lo
universal mediante la especie inteligible, é indirecta-
mente lo singular, que es á lo que corresponden los

(1) Summa Theologica. I.» t{, 89, art. I." tid ."?.
^'^1 A. liUMI.LA V SAN MAUIÍN

fantasmas. Y de este modo forma la .si<^uiente jn-c]'"-


sición: «Sócrates e« hombre» (}).
Al parecer, la doctrina aristotélica sigue en pie
con Príncipe de los Escolásticos; pero la conformi-
el
dad es más aparente que real. El término o'J7Ía, em-
pleado por Platón y por Aristóteles en opuesto sen-
tido, ha sufrido un desdoblamiento que contribuye
poderosamente á extraviar la inteligencia, suponién-
dola capaz de resultados que con sus fuerzas natura-
les no puede obtener. Veamos cómo ha ocurrido este
fenómeno.

La sustancia (oüaía) era para Aristóteles el ente


singular y concreto (Sócrates- Bucéfalo). Lo universal
no era oO^ía, ni tampoco causa, ni principio de movi-
miento. Para Platón, por el contrario, la o-J-ia eran
las Ideas, lo universal y común, lo eterno y necesario.
Pues bien, los Escolásticos traducen la o'j-'.t. categoría
por el vocablo substantia, y la o'JTÍa universal por el
vocablo essentia, entendiendo que las esencias, como
Ideas de la Mente Divina, son eternas, necesarias é
inmutables (2). Definieron la essentia: aquello por
lo que la, cosa es lo que es y se distingue de las demás
(id, per quod res est id, quod est. ac a ceteris rebus

(1) Este importantísimo texto se halla en la Summa Theologica


Cito siempre por la edición de Madrid, 1827.
(I." q. 83, art. 1.", in c).
Que la esencia divina nos es por sí misma desconocida, viene á
decirlo S;into Tomás en la Summa contra gentiles (lih. I, cap. 12i, al
contestar á la objeción según la cnal la existencia de Dios Jio es
demostrable, porgue se confunde con la esencia, á la que no llega-
mos por la vía de la razón: «Neo hoc debet moveré — dice — quod iu
Deo Ídem est essentia et esse, ut prima ratio proponebat. Xam hoc
¿ntelligitur de esse quo Deus in seipso siíbsistif. quod nobis qiiale sit
ignutum est, sicut e/as essentia: non autem intelligitur de esse quod
sígniflcat compositionem intellectus iPág. 14 ed Fretté.)
>

(2j Philosupliiae (Jhristiunae cent antiqvii et nova comjmratae


Caietani Can. Sanseverino Compendivm, opera et stvdio Xvntii Can.
Signoriello. Xeapoli, 1881. Vol. II, pp. 16-17.
EL MITO DE PSYQU13 1S5

discriminatur). y la substantia: (iquelhi cosn á quien


le conviene el ser en si, y no en otro, ó sea que no está

en íin sujeto (res cui convenit esse in se. et non iu


alio, sive non in subiecto).
¿Qué resultaba de todo esto? Que ya podía afirmarse
la posibilidad de una ciencia y de una demostración
de la esencia, yjorque la esencia era lo común, lo ge-
neral, lo necesario, lo eterno y lo inmutable.
Pero, viniendo á cuentas, todo, eso no significaba
otra c^osa que un cambio de nombres. Lo que los Es-
colásticos llamaron y llaman esencias, no son más ni
menos que sustancias segundas, según la mente de
Aristóteles, el cual denomina así á las especies en que
existen las sustancias llamadas primeras. Así por
ejemplo, Sócrates es una sustancia primera; hombre,
animal, son sustancias segundas. Y ¿cuál es la esen-
cia del individuo Sócrates, según los Escolásticos? El
ser un animal racional, porque esto es lo que le co-
loca en la especie. Pero animales racionales son tam-
bién Platón, Aristóteles, Gritón; luego esa esencia no
es lo que distingue á Sócrates como tal Sócrates, sino
lo que distingue á Sócrates como individuo de una
especie. Sócrates como tal Sócrates ha de tener una
oo-ía determinada, porque de otra suerte no se distin-
guiría de Platón más que por accidentes, y es carac-
terístico del accidente poder desaparecer sin llevar
consigo la destrucción del sujeto; de donde se seguiría
que Sócrates como tal Sócrates no existe, que lo indi-
vidual es una ilusión, y que puede haber sustancias
segundas sin que existan sustancifts primeras, lo cual
es absurdo, dentro de la teoría aristotélica (
'
l

(It .^fiádase que no se concibe el accidente sin un sujeto do


iaherencia. .\hora bien: ícuál es el sujeto Sovrtiti's. si su esencia es-
triba 011 la niii))ií¡litliiíl racioniil.-' ¿Kl mismo stijeln l'lalun.'
Siguoriello. en el Conipeiulicín citado, escribe: «categoría siil'S-
IRD A. liO.MI-I.A V SAN MARTÍN

Aliora bien, dejando ú lui lado la cuestión del cono-


cimiento de la esencia, sustancia, particularidad ó
como quiera llamarse al S(';r en ai de cada cosa, ¿cómo
conocemos lo universal? ¿cómo llegamos á formar
ciencia, dentro de la teoría escolástica? Podríamos
preguntar, sarcásticamente ¿cuál es la esencia del
conocimiento?
El pensaniiento de Aristóteles acerca de este punto,
expuesto en el libro III lísp' 'Vj//,<-, es bastante os-
curo. Entiende Aristóteles que la inteligencia es ver-
daderamente tal, no cuando tan pronto piensa como
no piensa, sino cuando está separada y funciona
esencialmente en acto; y que esta inteligencia es la
xinica inmortal y^eterna. Añade que, así como en toda
naturaleza debe distinguirse la materia {'JX-r¡}, ó sea lo
que las cosas son en potencia, de la causa (to a-T'-ov
-/.a\ T.ovr-j.y.ry/)
, ó sea de aquello que obra, así en el alma
debe distinguirse nn intelecto pasivo (voOq -yLOr-.iy.óc)-,
perecedero, de tin intelecto activo y creador (voíji;
comparable á la luz.
-otTjtr/.óc;),

Siirgieron de aquí dos diversas direcciones:


1/ Aquella según la cual el intelecto agente no
es algo del alma, sino sustancia separada y tma para
todos los hombres (Alfarabi; Avicena; Averroes);
2.'^ Aquella según la cual el intelecto agente es

tantiae nno denotat essentitim hominis, sed jnoihnn, quo essentia


hominis in i-erum natura existit » (Pág. 39 del vol. II).
Entonces ¿por qué defino la sustancia como aquello que ?ío está
en u» sujeto? ¿Qué diferencia hay entre ese misterioso modiis y la
colocación de la cosa en su especie, con distinción de las demás, que es
como se ha definido la essentia.'' ¿O es que, como el Estrépsiades
aristofánico, vamos á distinguir la piel de perro de la de perra?
Y si se afirma que hay identidad entre la esencia y la existencia
(actualidad de la esencia), como hace con mucha razón niiestro
graa Suárez (Disputationes niefaplii/sicae ed. Barcinone, 1884;
:

Disput. XXXI, seetio XIIj, entonces podria decirse, dentro de la


teoría, que la esencia del hombre y la de una catedral son idén-
ticas.
EL MITO DE rSYQUIS IB'J'

(^dgo dd alma, y se multiplica según la multiplicación


de los hombres (Santo Tomás de Aquino) (i).

Según la teoría tomista, el llamado entendimiento


(fíjente abstrae de las representaciones sensibles espe-
cies ó ideas que representan los objetos como tiniver-
sales.Después, el llamado entendimiento posible reci-
be esas ideas universales, las analiza y juzga, y acaba
por formar CQUceptos.
Ahora bien: ¿cómo se verifica esa,, abstracción reali-
zada por el entendimiento agente? ¿Cómo y por qué
arte se trueca lo singular en universal, de suerte que
¡jodamos formar ciencia? Los Escolásticos contestan
que mediante la virtud especial de dicho entendimien-
to agente, el cual es una luz producida ijímediata-
MENTEpoí" Dios, wna j)e(>'tic)2J((ción de la luz increada^
del Supremo Intelecto (quíiedíiYa participata similitudo
Luminis Increati)... (2j.

«Opium facit. dormiré, qiiia est in eo virtits dormitiva! í>

En conclusión, el Escolasticismo:
Ha continuado afirmando la imposibilidad del
1/*

conocimiento inmediato de las cosas singulares;


2.*' Ha interpretado la o-jjía platónica por essentia,
(1) En nuestro 2.» curso de
de la filosofía española, expli-
Ifi.ftorín
'•;i(lo en el Ateneo do Madrid desde Noviembre de 1905 ú Abril
do 1906, bemos indicado
las priuciiiales etapas de la evolución do
estas doctrinas, insistiendo en que la interj)rctaci()n de Averroes
se aproxima más A la monte de Aristóteles i|Ue la de los Escolás-
ticos. Vid. la revista Ateneo, de Julio del año 1906. Cf. asimismo:
W. Andrés: Die Lehre des Aristotelts vom vo'je;; Gross-Strohlitz, 1906.
(2) Cf. Zeferino González: Filosofía elemental. 5." ed. Madrid,
1886. T. I, pp. 325 y ss. EL expositor citado se entusiasma como iin
bendito con osta teoría.
La doctrina escolástica sobre ol entendimiento afjonto como
participación de la Luz increada, tiene sus precedentes on San
Agustin. Recuórdeso esto liermoso pasaje de los Svliloiiiiios i,I, S):
dírgo, ([uoniodo in lioc solo tria quaedam licet animadvertere:
quód est, quúd lulgot, quód illuminat; ita in illo socretissimo Doo
qiiem vis intelligore, tria quaedam sunt: ([uód est, quód intelli-
gitur, et quód celera fácil inteliigi.»
188 A. IIOXII.I.A V SAN MAIÍTÍN

y la oJTÍa aristotélica por sitbatanfia, sin perjuicio de


emplear á veces indistintaiuente uno ú otro vocablo;
3." Ha hecho de la formación de la Ciencia un
verdadero milagro, una obra sobrenatural, que re-
c^uiere la intoivoiición inmediata de la Divinidad.

Los Escolásticos de los siglos xiv y XV se dedicaron


preferentemente á la Dialéctica, y, á últimos de la
segunda centuria, esta disciplina llegó á absorber
casi por completo la actividad intelectual en escuelas
y Universidades. La inocente conversión de la ooTÍa
aristotélica en la essentia platónicamente interpreta-
da, trajo consigo la tranquilidad de los espíritus ti-
moratos ó poco sagaces y la consiguiente persuasión
de la posibilidad de conocer la esencia, ya en ésta, 3'a
en otra vida, en la cual habría de contemplarse á Dios
cara á cara, viendo en él todas las cosas. ¡Cómo se
habían olvidado las palabras de Escoto Eriúgena,
que hasta á los ángeles negaba ese conocimiento!
Raimundo Lulio (1235-1315), el Hegel de Mallorca
(con todas las grandezas y todas las monstruosidades
del Hegel de Stuttgart), pinta á su Blanquerna en
enamorada y quieta contemplación de la Divina Esen-
cia, que no parece sino que la estamos viendo nos-
otros, tal es la naturalidad con que la describe. Li^n
día, Blanquerna considera la Paciencia; otro, el Se-
ñorío, «combinando las Virtudes de tres en tres pai'a
usar de distinto modo; 3^ otro día consideraba las
Virtudes de cuatro en cuatro, ó de cinco en cinco, ó
de seis en seis, ó de dos en dos, ó las combinaba todas
con la Grandeza y Eternidad, y así de las demás Vir-
tudes. Y de este modo, cada vez qwe en su contem-
plación mudaba la combinación de una Virtud con
EL MITO DE PSYQÜI3 189

Otra, se le ofrecíannuevas razones y varios modos y


asuntos para contemplar á su Amado. Y porque se-
guía arte en su oración y contemplación, por eso era
Blanquei'na tan fecundo en contemplar su Amado,
que sus ojos no cesaban todos los días de llorar y su
corazón de suspirar, y su alma se derretía en contri-
ción, devoción y amor de su Amado» (ij.

Los hombres del Renacimiento se propusieron, con


ardores juveniles, reliacer la enciclopedia científica, y
someter á crítica las construcciones anteriores de todo
género. Empapáronse de lo antiguo, y vieron que, con
relación á ello, lo que les rodeaba era decadencia y
herrumbre. Por eso px'DCuraron pulirlo y mejorarlo, y
por eso también lo destruyeron cuando observaron
que su interna corrupción lo exigía. «El entendi-
miento humano, aunque abrumado por la ingente
carga de la tradición antigua, parecía haber vuelto á
aquel período de espontaneidad en que floreció la es-
peculación pre-socrática. Junto al idealismo de Elea
renacían la física jónica ó los números de Pitágoras;

(1) B. Railnundo Lulio: Blanquerna, Jíaestro ¿te rerfeccióa


Cristiana. Madrid, 1882. T. II, pág. 257. En el Ubre de Santa Mario.
recicntenieuto publicado (1905) por la Sociedad de Bibliófilos Ca-
talanes, Lulio alirma qno por la filosofía «ha honi coneixcnta do la
entitat dales coses, ede lurs proprintats, enatures.» (Caint. DeViilnrJ.
El místico arábigo-murciano Mohidín .-Vbcnarabí (m. liílO de C.\
en su Fdliiliaf, asegura (lue on la noche 4." del mes de Rebi 2." del
año 627 (de la Hégira) vio en éxtasis la kseniiai.idad ini>ivii>uai. i>k
Dios (altioiria alilaliia) por modo intuitivo, y tlico que: «Su figura
era de luz blanca sobre fondo rojo, también luminoso... y se movía
dulcemente en si misma.» (Cf. M. Asín y Palacios: L<i paicottDjiti (tel
lixtasis en itos ¡/ramles místicos initsulintiiies \Alyacel // Mohiiiin Ahe.-
nariibi) eu la revista Cultura española (Núm. 1).
De aqui ;'ilas Formas creadas por los pensamientos de Annie
Besant, no ha5- má.s que tin paso. El tipo «le estos videntes es el
lirausista Don Cipriano del Zurita do Clarín, que veía la Cuidad
del Ser en si en la Moncloa.
190 A. DOMLI.A Y SAN MAUTIX

enfrente de las explicaciones místicas y teosóficas del


mundo, se ensayaba la explicación naturalista. Roto el
cetro de la avxtoridad, y triunfante la crítica de los
humanistas aplicada ú la interpretación de los textos,
unos seguían al Platón del Farménidcs, otros al
Platón del Timeo, otros al Platón de los Alejandri-
nos, cuáles al Aristóteles de Averroes, cuáles al
Aristóteles de Alejandro de Afrodisia. A deshora se
levantaban del sepulcro los átomos de Leucippo y de
Demócrito, la moral de Zenón y de Crisipo, las teorías
astronómicas de Arquitas y Philolao. Del choque y
conflicto de tanta variedad de opiniones, avivado por
las luchas religiosas de la Reforma, debía nacer en
algunos espíritus el cansancio, la desconfianza, y, fi-
nalmente, la duda, que solía manifestarse en parado-
jas más ó menos impertinentes contra el valor y uti-
lidad de la ciencia; así como en otros espíritus más
reflexivos, graves y severos, tenía que engendrarse,
no esta manera superficial de escepticismo, sino una
verdadera tendencia crítica que, empezando por lla-

mar á juicio la ciencia actual, é interrogarla sobre sus


títulos de suficiencia, había de acabar lógicamente por
hacer el proceso del entendimiento mismo, procu-
rando descubrir en él los gérmenes de la metafísica

futura» (-1).
El representante más eximio de la crítica filosófica
en el Renacimiento, es sin disputa el valenciano Juan
Luis Vives (1492-1540). «Del mismo modo dice éste —
— que los que se hallan en una habitación donde
únicamente hay un postigo, si quieren ver algo del
exterior, sólo pueden contemplar la parte que permite
la abertura, así nosotros nada más vemos en este
mundo de lo que nuestros sentidos nos muestran. Si
(1) M. Menéndez y Pelayo: Eiisai/os de critica filosófica.'Madrid
1892. Págs. 270-271.
EL MITO DE PSYQUIS 191

algo más allá va nuestro entendimiento; es siempre


apoyado en el dato sensorial. Así pues, cuando deci-
mos que una cosa es ó no es, que es de esta ó de la
otra manera, que tiene tales ó cuales propiedades, juz-
gamos según la sentencia de nuestro ánimo, no según
las cosas mismas {non ex r(íbus ipsis),-porciue no es
para nosotros Ja realidad la medida de si misma.,
sino nuestro entendim.iento ; cuando decimos que son
buenas ó malas, útiles ó inútiles las cosas, no las
juzgamos según son en sí, sino según son para nos-
otros {quum dicimus bona, mala, utilia, inutilia, non
re dicimus, sed nobis), siguiendo en ello el testimonio
de los sentidos, aunque á veces resulte contrario al
de la razón.» ('') «Hablamos de la esencia de las
cosas —
añade en otro lugar —
según el parecer de
nuestra inteligencia» (¿idcensuram nostrce intelligen-
tice de essentia cniusque rei loquiynur) (2).

Que las esencias nos son desconocidas, es afirmación


que á cada paso se encuentra en las obras de Vives (3).
Pero esta afirmación no tiene carácter absoluto, por-
que á juicio de Vives, si bien no conocemos la esencia
per se, la conocemos por sus acciones y pasiones. En
el libro J)e explanatione cuiusque essentia', que co-
rresponde por su contenido á los Últimos Analiticos
de Aristóteles, Vives dice: «Essentiam vero cuiusque
rei non per se ipsam cognoscimus, sed per ea quae de
illa sensibus usurpamus, nempe actiones et passiones
cuiusque, nilnl enim agens, ut inquit Cicero, ne cogi-
tari quidem potest quale sit; et in actionibus vel pas-

(1) De prima ¡iltilosophia, sivc de iiitinto naturac opi/icio (t. III


de la ed. do Valencia, pág. 194).
(2) Op. cit. Cf. tatnbión la pág. 293, donde afirma »iue: <í nobis
proprifítates rerinn, ríreK, excellentiae itjnortintiir.»
(3) Vóaso nuestro libro: Lilia Vives y la /llosofia del Renaci-
miento (Matlrid, 19;)3;pág. 356), obra premiada por la líeal Academia
de Ciencias Morales y Políticas.
Iít2 A. IlOXir.LA Y SAN MARTÍN

sionibus, non cas contemplauínr, quao ex constitiitione


sola materiae nascnntur, (guales sunt viri et feminae in
aniínantibus, et qnibusdam plantis, nec temporarias,
et additifcias, sed quao máxime ex intimis veniunt, nbi
est effectio. et essentiae cuiusque fons. » f*)
Así quedaban proclamadas por Vives la iilftiU-
(-) de nuestros conocimientos y al mismo tiempo
(1(1(1

la posibilidad de la intelección indirecta de la esencia.

Con tendencia más superficial, pero más vasta,


Cornelio Agrippa de Nettesbeim (1486-1535), en su
curioso libro: De incertitndine et vanitate oinnivín
sci('ntiarum et artium, quiere demostrar la inanidad
de niiestros esfuerzos en lo que respecta al conoci-
miento de lo sustancial de los fenómenos. En toda
ciencia hay una parte convencional y arbitraria, que
precisamente es aquella que le sirve de fundamento.
Conocemos los accidentes; perola sustancia, el prin-
cipio, lo que se denomina causa general y primera.,
nos es desconocido. Lo cual quiere decir que no hay
ninguna ciencia que realmente merezca este nombre.
El escepticismo como doctrina general tiene un
eximio representante, al comenzar la filosofía mo-
derna, en el insigne médico tudense Francisco Sán-
chez (m. 1632). autor del libro: De midtum nohili,
prima et iinivcrsaU scientia, QroD xihil scitük,
obra escrita en 1576 y publicada en 1581. Xo podemos

(1) Yivis Opera omnid.. Ed. Yalentiae, t. III, pág. 122. Vives
emplea el vocablo ciceroniano effectio. en el mismo sentido que el
acto aristotélico.
(2) Tomo este vocablo en el sentido qne le da Kant (Krifik
(ler reinen Vernunft; Ki-itik des vierten Pai-alogisms der transscen-
dentalen Psychologie): «loh verstelie unter dem transsoendentalen
Idealism aller Erscbeinungen den Lehrbegrifí', nach ^velchem wir
sie insgesammt ais blosse Vorstellungen und nickt a!s Dingc an
sick selbst ansehen.» (Entiendo por Idealismo transcendental de
todos los fenómenos, la doctrina en virtud de la cual los conside-
ramos ú todos, en tanto que son. como i>ura^ r'^presentaciones. y
no como cosas en si).
EL MITO DK PSYQUIS 193

conocer, según Sánchez, la naturaleza de las cosas


(rcnun naturas cognóscera non possumus)^ y no cono-
ciéndola, no cabe demostración alguna. Las pala-
bras ente^ sustancia, cuerpo, r ¡viente, animal, hom-
bre, etc., son vocablos vacíos de sentido. En realidad,
ni siquiera podemos decir que no sabemos; nos hemos
de limitar á conjeturarlo. Nuestros conocimientos
científicos no son más que rapsodias y fragmentos
recogidos de pocas y malas obseryaciones (Eae qnae
habemus vanitafes sunt, rapsodiae, fragvienfa ob-
servationum paucaruin et mole liabitarum). En el
mundo todo es particular, y sólo se perciben indivi-
duos; los géneros y las especies no son más que una
vana imaginación. Nuestra idea de las cosas exterio-
res parece aquel convite de la fábula dado por la
cigüeña á la zorra en* redoma de boca angostísima.
Juzgamos de las cosas por sus imágenes (siimüacra),
es decir, por meras representaciones de accidentes,
que, contra lo que suele afirmarse, en nada tocan á
la esencia (quae ad rei essenti<vvi, ut dicunt, nihil
confentnf). Los dos únicos medios de saber algo, que
deben ir estrechamente unidos, son el experimento y
e\ juicio (experimentuin indiciumque) (i).
Como se ve, Francisco Sánchez extrema la doctrina
de Luis Vives, á quien cita. No sólo no conocemos
las esencias, según aquél, sino que, aun concediendo
que conociéramos los accidentes, éstos nada nos di-
cen de la sustancia. El ((gnosticismo de Sánchez no
puede ser más completo. Niega lo universal, y hasta
la permanencia del Yo (2).

Francisco Bacon (lóGl-KJ-JO) (>s e.iperiiia utaliato

(1) M. Menémlcz y I'olayo: fínsai/on de critico /llusn/lcd. Ma-


Cf.
Irjd. 1892. y ss.
Pi'igr. 29:í

(2) Poseo la edición: Francisci Sánchez, Tnicfaliis jiliitusoitliicí


Roterodami, Kx ott'ioinii Arnoldi Loers, IiiI.xxlix.
lÜl A. HONILI.A V SAN MAKTÍN

coino Vives y como Sánchez, pero dista mucho de su


idealismo transcendental, contra lo que se ha su-
puesto.
En cap. 4." de su obra I)h (liguifofa rf
el libro III,

scicnfidrnm^ Bacon considera la Física y


migmi'iiti.s
la Metafísica como las dos ramas de la ciencia teórica
de la naturaleza. La Metafísica tiene por objeto la
investigación de las causas formales y finales (inqui-
sitio causarum formalium et finalium). Platón ob-
servó con exactitud que las formas eran el verdadero
objeto de la ciencia, pero se extravió al fijarse en
formas inmateriales y no determinadas en la materia
(a materia abstractas, non in materia determinatasi,
siendo así que, si reparamos en la acción y en la uti-

lidad, veremos que no es difícil buscar y conocer las


formas cuyo conocimiento asegurará la felicidad del
género humano. Las formas de las sustancias son
tan complicadas, y están tan mezcladas unas con
otras, que es preciso renunciar, á toda indagación
acerca de ellas, ó dejarla para más tarde. « Buscando
la forma del león, de la encina, del oro, ó aun la del
agua ó la del aire, se perdería el tiempo; pero descu-
brir la forma de cualquiera de las naturalezas que se
expresan con estas palabras: denso, enrarecido, ca-
liente, frío, pesado, ligero, tangible, pneumático,
volátil, fijo, y otros semejantes modos de ser, j-a sean
modificaciones de la materia, ya movimientos... que
no son en tan gran número como pudiera pensarse, //
que no dejan por eso de constituir las esencias y for-
mas de todas las sustancias y de servirlas de base,
á eso tienden todos nuestros esfuerzos » ("). Y en

(1) «Eadem prorsus ratione, fornaam inquirendo leonis. quer-


cus, anri. inio etiam aquae aut aeris, operam quis luserit; formam
vero inquirere densi, rari; calidi, frigidi; gravis, levis; tangibilis,
pneumatici; volatilis, lixi; et similium, taní schematismorum. quarn
EL MITO DE PSYQUIS 195

cuanto á las causas finales, deben investigarse siem-


pre en la esfera de la Metafísica, pero no en la de la
Física, donde están fuera de lugar.
La Metafísica, para Bacon, trata, pues, de los mis-
mos objetos que la Física (la Naturaleza); pero mien*
tras que la Física examina la eficiencia y la materia,
la Metafísica estudia la forma y el fin, resultando
que aquélla trata de lo que las causas tienen de vago,
incierto y variable, y ésta de lo que tienen de perma-
nente. Según eso, gran parte de lo que hoy llamamos
Física, es la Metafísica de Bacon.
En el 2." libro del Xoviim Organum trata más
extensamente Bacon de la naturaleza de las formas.
Estas no son para él las essentiae de los Escolásticos.
Por el contrario, entiende Bacon que el haberse esti-
mado imposible la investigación de las formas, obe-
dece á que se han considerado éstas como esencia de
las cosas. La forma de Bacon es la Ie¡j de una opera-
ción natural, y el descubrimiento de las formas es la
única ciencia verdadera. Las formas, en cuanto á su
ley, eternas é inmutables, constituyen el objeto de la
metafísica. « Licet enim escribe —
in natura nihil —
veré existat praeter corpora individua, edentia actus
puros individuos ex lege; in doctrinis tamen, illa ipsa
lex, eiusque inquisitio, et inventio atque explicatio,
pro fundamento est tam ad sciendum quam ad ope-
randum. Eam autem legem, eiusque paragrapltos,
formarum nomine intelligimus, praesertim quum hoc
vocabulum invaluerit, ct familiariter occiirrat » (i).

moUxum... qiiique... m\moro haad ita niulti sunt, et tamou esseiitias


et formas omiiiiim substuntiaruní conficiuut et sustinont: hoo est,
iiKiiiam, ilhid ¡iisvim quod conamur, (jaoilque oain partem nieta-
physioae de qua nunc inquirimus constituit et ilefinit.» Oeucres
phtloaopliiqaes de liacon, publiées .. par M. N. Bouillet. Paris, Ha-
chette, 1835. Tomo I. p. ISQ-IDX
(1) Oi-itvres ph/losopliiipies de Bacon: od. Houillot. T. II, y. Si.
lito A. DONIM.A V .SAN MAUrÍN

La doctrina de Bacon, qiu; constituye un fenómeno


aislado en la evolución del problema en que nos ocu-
pamos, dejaba intacta la cuestión transcendental de
la esencia, pero garantizaba las indagaciones de la
filosofía natural contra los ataques del escepticismo á
lo Sexto Empírico y á lo Francisco Sánchez. El baco-
niano dice: « cierto que yo no puedo preciarme de
conocer el quid intimitm, la esencia de la cosa, al
modo escolástico, ni quizá tampoco los accidenten de
esa esencia; pero yo sé que para producir calor debo
emplear tal procedimiento que para disolver tal
,

cuerpo debo seguir tal método; conozco las leyes de


esos fenómenos, y sé que los produzco y cómo los
produzco; ahora bien, esas leyes son para mí las úni-
cas esencias^ perfectamente cognoscibles, que pueden
constituir materia de conocimiento científico.»

Que Descartes (1596-1650) sea un notable pensador,


y, sobre todo, un gran matemático, es cosa que no
puede ponerse en duda. Que sea el padn^ de hi filoso-
fid 7nod<n-iia, como fundador (?) del análisis subjeti-
vo, no sólo es algo que dudo, sino que niego termi-
nantemente, porque el afirmarlo equivaldría á olvidar
á Luis Vives (para no mencionar á otros anteriores),
que hizo uso constante de ese análisis, y á Francisco
Sánchez, que estima la duda universal como primer
peldaño de la sabiduría.
Descartes es propiamente un realista, y en él des-
aparece el interés filosófico del problema del conoci-
miento esencial, porque en su sistema lo ideal y lo
real se identifican de un modo bastante sencillo é
ingenuo.
El defecto capital de Descartes (muy natural, sin
EL MITO DK PSYQUIS 197

embargo, en un matemático), es la confusión cons-


tante entre los órdenes del ser y del conocer. El
fundamento de la ciencia es ,á su juicio la idci
,

de Dios, y encuentra treín-aiséc la demostración de sii


existencia. ¿Cómo? Mediante la prueba ontológica,
apuntada por San Anselmo y formalmente desarro-
llada por el filósofo de El Haya. Ahora bien, como
advierte con razón Scliopenliauer, la tal prueba onto-
lógica es una bufonada de las más ridiculas, y estriba
sencillamente en la confusión entre la causa y el
principio de conocimiento (/). Se forma, á gusto del
consumidor, un concepto cualquiera (en este caso el
de Dios); se hace que en ese concepto entre la necesi-
dad de existencia como uno de los atributos esencia-
les, y luego se separa este atributo, el cual puede,
con verdad lógica^ 'predicarse del sujeto de aquel
concepto, y se dice: en el concepto de Dios está con-
tenida la existencia necesaria, luego es verdad decir
que la existencia necesaria está en Dios, ó sea que
Dios existe ('-). El sofisma, la translación del orden
del conocer al orden del ser, no puede estar más
claro.
De la bufonada ontológica surge como una seda la
demostración de la existencia de Dios, y de esta exis-
tencia emana, en el sistema cartesiano, la verdad
real de nuestros juicios. A las ideas distintas, clara-
mente concebidas, corresponden realidades distintas,
porque Dios ¡lo puede eiuioñontos (*); }• nuestras

(1) Véase la disertsción de Schopeiihauer: l'cher die vicrfache


IVurzel des Satzes vom siireichenden Griinde (Sobro la cuádruple raíz
del principio de la razón suíicionte), escrita en 18l:j. (S. 7). Considero
tan fundamental ostii disertación, que me parece imposible que
nadie pueda ilar paso firmo en filosofía sin conocerla á fondo.
(2) La bufonada cartesiana consta en la liéjionsí' nux deiixit*iiies
objections cnntre les Miditafions (Cf. Oeuvrca de Descartes. Ed. .lules
Simón. Paris, Cliarpentier, 18(i0; I. inig. 189.)
(3) Véase la Meditación 6."
liW A. BONILLA V SAN MAUTÍN

ideas ó nociones, siendo cosas reales y que vienen de


Dios en todo lo que tienen de claras y distintas, no
pueden por menos de ser verdaderas f^). Así es que,
siendo cierto que cuanto yo concibo ciara y^distiufa-
nn'iitti es verdad, puedo afirmar sigue Descartes — —
que la esencia del hombre es el pensamiento y la
esencia de la materia la exfenHión (2), toda vez que
así se memuestran.
Si á ello se agrega el cortejo de las ideas innatas,
que siempre surgen en el sistema cartesiano cuando
ocurre alguna dificultad demostrativa, se compren-
derá todo el secreto de la doctrina: Dios demostrado
mediante un sofisma; la verdad, una consecuencia de
ese Dios, que no puede engañarnos; lo que yo concibo
clara y distintamente, verdadero. ¡Y á esto se ha
llamado filosofía!
El panteísmo de Espinosa (1632-1677) es la realiza-
ción de la prueba ontológica de Descartes, sin más que
sustituir el vocablo substantia al vocablo Dios (3).
La confusión entre los órdenes del ser y del conocer
continúa siendo la base del razonamiento. La defini-
ción debe explicar la esencia íntima de la cosa (¡cómo
se olvidaba ya el -o t! ett-.v o'j6 ópi7¡jLw o'Jt' á-c/OEÍ^E; 17-:
-'vwva; de Aristóteles!), y la esencia íntima de la cosa
es sit relación con su causa inmediata. Los seres
reales son las ideas, ó sean las cosas fijas y eternas,
no las cosas particulares y mudables. Estas ideas son

(1) «Cela méme que j'ai tantót pris pour nne regle, á savoir,
que les choses que nous concevons trés-clairement et trés-distinc-
tement sont toutes vraies, n'est assuré qu'á cause que Dieu est ou
existe, et quil est un étre parfait, et que tout ce qui est en nous
vient de lui: d'oü il suit que nos idees ou notions. étant des choses
réelles et qui viennent de Dieu en toi^t ce en quoi elles sont elaires
et distinctes. ne peuvent en cela étre que vraies.» Discours déla
Mi^thode —X'- partie ilh37).

(2) Vid. la Meditación 6.* y los Principios, II. 11.


(3) A. Schopenhauer: Ueber die vierfache Witrsel des Satzes
vom zureichenden Grande: S. 8.
EL MITO UE PSYQMS 199

los géneros de las definiciones, y las causas inmedia-


tas de todos los seres (}). La sustancia es la más
perfecta realidad, y se percibe por la intuición in-
mediata.
Malebranche (^1638-1715), otro cartesiano como
Espinosa, es más idealista que éste y c^ue Descartes.
El objeto de la ciencia son para él las ideas, pero
éstas no son algo físico, como entendía Espinosa, sino
algo espiritual, inmutable, eterno y necesario. La
habitación en que yo estoy, no la veo real y verdade-
ramente, porque el espíritu no ve el objeto, en cuanto
éste no obra sobre él, ni puede aquél representárselo;
el espíritu sólo ve las ideas, y, en cuanto á la habi-
tación, por ejemplo, sólo ve sus dimensiones eternas
é inmutables. Lo que yo veo en mi habitación, sería
visible aunque la habitación misma fuese destruida.
Los cuerpos no afectan ni modifican nuestro espíritu,
sino la idea ó el arquetipo ele los cuerpos; es decir, lo
qtie obra é influye .en nuestro espíritu por su eficacia
omnipotente, es la sustancia inteligible de la Eazón,
que produce en aquél las modificaciones de color, sa-
bor, dolor, etc., por lo que en ella hay que representa
á los cuerpos (2).
Volvemos con esto á los términos de la cuestión
entre platónicos y aristotélicos. Para Descartes, y
sobre todo para Malebranche, sólo hay sustancialidad
en la Idea, que no reside en el mundo contingente y
variable de lo físico. Para Bacon y para Espinosa, la
Idea abstracta carece de realidad, y en el mismo orden
físico cabe hallar lo necesario vio inmutable. Platón,

(1) P. Janet y G. Séailles: llistorin de la Filoso/ ia. Trad. Gntié-


rrez Brito. París-México. 1891. Pág. 532.
(2) P. }ila\ehTai\che: Entretiens stir h( Mita/iln/siijue el sur la lie-
Uíjioii. 2" ed. Rotterdam, Cbez l?ein¡er Leers, 16ÍK). Entretiens I et
V. Sobre la visión en Dios, cf. De la reclurche de la i-ériti^, III, 2,
caps. 5 y 6 (edición Bonillier).
200 A. IIONM.LA V SAN MAKTÍ.X

como se ve, signe teniendo discípulos fieles; pero


Aristóteles ha sido mistificado por completo.
Lcibniz í l()4G-171f) harmoniza las dos tendencias
)

anteriores en su concepto de la mónada como sustan-


cia simple. La mónada es el elemento universal.
Cuando en ellas la ])ercepción distinta va acompañada
de memoria, pueden llamarse almas. El alma racional
(espíritu) conoce las verdades necesarias y eternas;
es una imagen de Divinidad, y tiene capacidad
la
para descubrir las ciencias según las cuales Dios ha
regulado las cosas (^). Con esto andamos ya lejos
del escepticismo de Francisco Sánchez: la ciencia pa-
rece posible, lo universal y lo necesario es asequible
á nuestro entendimiento. Lo que poco á poco se va
borrando, en esta tendencia, es la distinción entro la
materna y el espíritu.

Un
llamamiento á la realidad y al sentido común
es lo que representa Locke (1652-1704), cuyo Essai/
conceniing Incmau uoiderstandíng {-), es uno de los
monumentos más insignes de la historia filosófica.
El gran Locke dedica todo de su obra á la
el libro I
demostración de la no-existencia de aquellas ideas in-
natas (sucesoras de las iuformaf iones de Vives y de
las anticipationes de Bacon), de que tanto abusó la
escuela cartesiana. Y
su demostración es clarísima,
irrefutable, contundente. Aristóteles ha resucitado en
él para combatir de nuevo al maestro Platón. La de-

(1) Véanse la il/o?iaf?o¿íj£rí« y los Principios de la Naturaleza ij

de la Gracia.
(2) No tengo á la vista
original inglés, pero .sí la traducción
el
francesa: Essai philosopliiqíie concernant l'entendeinent humaiu: trad.
par Coste (A Paris. Chez Bossange, Masson et Besson, Au VIT;
4 vols. en 8.").
EL MITO UE PSVQUIS "201

mostración de Locke es tanto más interesante, cuanto


que, como veremos, las ideas innatati de Descartes
reaparecen, aunque bajo distinta forma, en la filosofía
alemana del siglo xix.
Consideremos —
advierte Locke —
algunos de esos
principios que se llaman innatos, por ejemplo, los
siguientes: Todo lo que es, es; Es imposible qvi' nua
<-osa sea y no sea al mismo iiempo. ¿Qué pruebas hay
de que esos principios poseen semejante carácter?
Dícese: hay un consentimiento universal acerca de
los tales. Pero esto es falso: en primer lugar, porque
los niños y los idiotas no tienen idea de ellos, y es
evidente que, estuvieran impresos en el alma del
si

hombre por la Naturaleza, no podrían ignorarlos. Ade-


más, aun cuando el consentimiento fuese universal,
no probaría que esaS' ideas son innatas, si se puede
demostrar por otro camino —
como veré os —
que los
ir.

hombres han podido llegar á esa unanimidad de pare-


ceres.
Dícese luego que los hombres conocen esas verdades
desde el momento en que tienen uso de razón. Pero
esto tampoco es exacto: en efecto, la razón es la fa-
cultad de deducir, de principios ya conocidos, verda-
des desconocidas; si, pues, fuese necesaria la razón
para conocer esos principios, resultaría que el hom-
bre, raciocinando, llegaría á conocer cosas que sabía
ya, puesto que estaban grabadas en su espíritu, ó sea
que conocería y no conocería al mismo tiempo esas
verdades. Además, suponiendo que la razón conozca
esos principios, no se sigue de aquí que sean innatos,
porque entonces ¿por qué habríamos de establecer
diferencia entre los axiomas de los matemáticos y los
teoremas que de ellos deducen? ¿No se llega al cono-
cimiento de unos y de otros por medio de la razón?
Las primeras ideas que llegan al espíritu de un
202 A. nONII-LA Y SAN MAIITÍX

nifio, son las que proceden de la impresión de los ob-


jetos externos. Sólo más tarde se eleva á la formación
de conceptos generales, mediante la abstracción. Un
niño no llega á saber que 3 y 4 sdii igufth's á 7, hasta
que no es capaz de contar 7, de adquirir la idea de lo
que se llama igualdad y de saber qué nombre se da á
esta idea. Cuando ha llegado áesto, desde el instante
en que se le dice que y 4 non iguales ú 7, apenas ha
.'i

comprendido el sentido de estas palabras, cuando


presta su asentimiento á la proposición, no porque
sea una verdad innata, sino porque reconoce la ver-
dad de esta frase: S y 4 son ig^ialea á 7. desde que
tiene en su espíritu las ideas claras y distintas de lo
que tales palabras significan. Un hombre sabe que
18 y 19 son iguales á 37, con la misma evidencia con
que sabe que uno y dos son iguales á tres, pero un
niño no conoce la primera proposición tan pronto
como la segunda, no porque le falte el uso de razón,
sino porque no se forma tan pronto ia idea de lo que
significan las palabras 18, 19 y 37. El niño conoce
perfectamente que su niñera no es el gato con quien
juega, ni el negro de quien tiene miedo; pero ¿quién
se atreverá á sostener que ese su conocimiento tan
seguro existe en virtud del principio: es imposible
que una cosa sea y no sea al mismo tiempo?
Y si de lo especulativo vamos á lo práctico, las
pruebas son aún más claras. Los principios de moral
varían extraordinariamente de unos pueblos á otros,
y, si la virtud es generalmente aprobada, no es por-
que sea innata, sino porque es útil. No existe uno
solo de aquellos principios en que el consentimiento
sea universal.
Demostrada la no-existencia de ideas innatas. Locke
procede á probar que todas nuestras ideas vienen de
la sensación (observación que hacemos sobre los ob-
EL MITO DK PSYQUIS 203

jetos exteriores y sensibles) ó de la reflexión (obser-


vación que hacemos sobre las operaciones internas de
nuestra alma), ó sea que la experiencia es el funda-
mento de todos nuestros conocimientos.
Por eso mismo no tenemos idea de la sustancia ni
de la esencia, á pesar de que empleemos á cada paso
estas palabras. Cuando decimos sustancia, no quere-
mos indicar otra cosa que un cierto sujeto indetermi-
nado que no conocemos, es decir, algo de que no te-
nemos idea particular, clara ni positiva, sino que lo
miramos como sostén de las ideas que conocemos (i).
La constitución real, la esencia de las cosas, nos es
enteramente desconocida. Sólo conocemos cualidades
que coexisten en las sustancias y que impei'fectamente
llegan á nuestra noticia (2).
No seguiremos á Locrke en su admirable proceso de
indagación acerca de cómo se forman, por abstrac-
ción, los términos generales. Todo esto nos llevaría
muy lejos, y además debe leerse en el mismo texto del
Essaij. Sí recordaremos tan sólo algunas reflexiones,
que vienen á sintetizar el pensamiento de Locke:
«Cuando alguna especie particular de sustancias
corporales, como un
una piedra, etc., llega á
caballo,
ser materia de nuestra conversación y de nuestros
pensamientos, aunque la idea que tenemos de una ú
otra de estas cosas no sea más que una combinación
ó colección de diferentes ideas simples de las cualida-
des sensibles que encontramos unidas en lo que lla-
mamos caballo ó piedra, sin embargo, como no po-
dríamos concebir qvxe esas cualidades subsistieran
por sí solas, ó una en otra, suponemos que existen
en algún sujeto común, que es su sostén; y este sos-
tén es lo que designamos con el nombre de sustancia.

(1) f;ssa¿; 1. I, c. 3. §. 18.


(2) ^ssaí; III, 9, 12 y 13.
20-1 A. IIUMI.I.A ^ .SAN maktí.n

aunque en el fondo sea cierto que no tenemos nin-


guna idea clara y distinta de ese algo que suponemos
ser el sostén de las cualidades de tal suerte combi-
nadas.
» Lo mismo acontece con relación á las operaciones
pensamiento, el razonamiento,
del espíritu, á saber, e\
el temor, etc. PorquC; viendo do un lado que no sub-
sisten por sí mismas, y no pudiendo comprender, de
otro, cómo pueden pertenecer al cuerpo ó ser produ-
cidas por el cuerpo, estamos inclinados á pensar que
son acciones de alguna otra sustancia, á la que da-
mos el nombre de espíritti. De donde parece resultar
con la mayor evidencia, (jue. puesto que no tenemos
ninguna idea ó noción de la materia, sino como aly<i
en lo que subsisten varias cualidades sensibles que
hieren nuestros sentidos, lo mismo es suponer un
sujeto en el cual existe el pensamiento, el conoci-
miento, la duda y la facultad de moverse, etc., que
ya tenemos una idea tan clara de la sustancia del
espíritu como de la sustancia del cuerpo; éste es el
supuesto aiihstratum de las ideas simples que nos
vienen de fuera, sin que conozcamos lo qiw es seme-
jante sostén; y aquél es considerado como el siihs-
tratum de las operaciones que encontramos por ex-
periencia en nosotros mismos, y que nos es también
enteramente desconocido. Es, pues, evidente, que la
idea de una sustancia corporal ó materia, está tan
lejos de nuestro concepto, como la de la sustancia
espiritual ó espíritu. Y, por consiguiente, de que no
tenemos noción alguna de la sustancia espiritual, no
estamos autorizados para concluir la no-existencia de
los espíritus, ni para negar, por la misma razón, la
existencia de los cuerpos: porque tan razonable es
afirmar que no hay cuerpo, por el hecho de no tener
nosotros idea de la sustancia material, como decir
EL MITO Dli PSYQUIS 205

que no hay espíritu, por hecho de no tener nos-el

otros idea de la sustancia de un espíritu» (i).


Cuando hablamos, pues, de esencia^ no nos referi-
mos á la esencia real, que nos es por completo desco-
nocida, sino á la esencia nominal, á la idea abstracta,
traducida en el lenguaje mediante un término gene-
ral. La esencia nominal determina la especie; es
decir, no haj^ nada esencial al individuo. 8i se me
pregunta si á mí me es esencial ó no tener razón, res-
ponderé que no; pero si yo debo contarme en esa
especie á que llamamos hombre, diré que la razón me
es esencial, porque la razón forma parte de la idea
compleja representada por la palabra hombre. De
suerte que. lo que se denomina esencial y no-esencial,
se refiere únicamente á nuestras ideas abstractas y
á los nombres qiie se les da (-).
Con estas doctrinas quedaba nuevamente destruida
la tendencia platónica, sostenida por Descartes y por
Malebrauche. La Metafísica, como ciencia de la esen-
cia real, era un mito. La Idea, como sostuvo Aristó-
teles, no era esencia de nada; sólo noiniíi al mente
podía calificarse do sustancia.

La escuela escocesa, representada por Thomas Reid


(1710-1796), sigue fielmente, en este punto, los pasos
de Locke. El V'de los Ensaijos >>ohri' las faeiiltades
intelectuales del hombre, de Reid. una literal re- es
))roducción de la doctrina lockista. Según Reid, lo
único que distintamente podemos concebir de los in-

(l) Kssai: II, 2J, 4 y ñ. Puedo verso li misma iloetrina en un


iliscipulo de Locke, el Abate Ooutlillac {Traite dt<s sfíiisations, i' \\ar-
tio, cap. VI, sjS- 9 y lOj. «Dans le vrai —
«lice éste— les mots t'fre, suhs-
tiincfi, ne sigiiitíent riou do plus, que le mot reía.»

(2i A's.fíi/,- III, (i, 1 y ss.


2(J(¡ A. IlONILLA V SAN MARTÍN

dividuos son los atributos, jjorque el svjefo al cual


los referimos, sobrepuja las fuerzas humanas, y sólo
tenemos de él una noción obscura y relativa. Conce-
bimos la esencia de un triángulo y deducimos de ella
sus propiedades, pero esta esencia no es otra cosa
que un universal y el espíritu humano hubiera po-
dido concebirla, aun cuando no hubiese existido nin-
gún triángulo individual. Es, como dice Locke, una
esencia nominal expresada mediante una definición,
mientras que la esencia de los individuos es real, y,
como no la concebimos, no estamos en condiciones de
deducir sus atributos de esta esencia, como lo hace-
mos con respecto al triángulo.
Observa con acierto Dugald Stewart (^), que la
doctrina de Berkeley (1685-1753) no es otra cosa que
un desarrollo elegante é ingenioso de algunos de los
principios de Malebranche, y una contradicción de los
de Locke. El ser de las cosas, según Berkeley, estriba
en la percepción. Lo que no percibimos, ni por los sen-
tidos ni por el entendimiento, no estamos autorizados
para afirmar que exista. Por eso es un mito la noción
de la materia, noción inconcebible sin cualidades sensi-
bles é inaccesible á toda percepción. Berkeley no niega,
pues, en absoluto, la naturaleza real, sino sólo la mate-
ria abstracta. Mediante nuestros sentidos afirma — —
no conocemos otra cosa que nuestras sensaciones. En
cuanto al espíritu, no es clara la opinión de Berkeley
tocante á la posibilidad del conocimiento de su esencia.
Sí afirma, empero, que la esencia del espíritu no con-
siste en ser percibido, sino en percibir, x que la Vohtn-
tad es la única forma de actividad que conocemos (-).

(1) Histoire abrégée des scievces méfaphi/siques, morales el poli-


tiques, depuis la Renaissance des lettres.Trad. Buchón. Bruxelles.l!s¿9.
T. Il/pág 249.
(2) Harald Hoffding: Tlistoire de la philosophie moderne. Trad.
Bordier. Paris, F. Alean, 1906. T. I, pág. 441 y ss.
EL MITO DE l'SVQUIS 207

Más general y consecuente que el idealismo de


Berkeley es el de David Hume (1711-1776). Como
Berkeley había negado la sustancia material, que
Locke no negaba, pero declaraba incognoscible, así
Hume, por un razonamiento análogo, niega la esencia
y la existencia. Pero la empresa capital de Hume es
la crítica de la idea de causalidad, fundamento tra-
dicional de la ciencia. La experiencia, según Hume,
sólo nos muestra que un hecho sigue á otro, pero no
nos explica la necesidad interna de su enlace, que es
á lo que responde la noción de causalidad. Esa nece-
sidad es un fenómeno de conciencia, ni más ni menos
que el espacio y el tiempo. Llenamos los intervalos
entre nuestras sensaciones imaginando y previendo
algo constante, mas no hay ninguna sensación, ni
ninguna idea, que sea invariable y constante. La
sustancia física, como la sustancia 2)siqirica, son
creaciones de nuestra imaginación.

¡A tal extremo había llegado la variedad de opinio-


nes, entre los filósofos, acerca del problema funda-
mental de la Filosofía! Para unos (Descartes, Male-
branche la esencia era cognoscible y constituía el
)

objeto de la ciencia; para otros (Santo Tomás de


Aquino, Vives) la esencia era incognoscible por sí
misma, pero cognoscible por sus accidentes; para
otros, en fin (Hume), la esencia, no sólo era incognos-
cible, sino que era un vocablo vacío de sentido, una
ficción de nuestra fantasía.
Esta diversidad de criterios (y especialmente los
de Berkeley y Hume) despierta el poderoso sentido
crítico de Manuel Kant (1724-1804), quien somete por
primera vez á minucioso y sistemático examoia nues-
tras facultades cosrnoscitivas.
II

El problema del conocimiento de la Esencia


en Kant '
i;


Es indudable dice Kant al comenzai' la 2*^ edición
de su Kritik dea reinen Vernunft —
que todos nues-
tros conocimientos empiezan con la experiencia. Pero
esto no prueba que todos procedan de ella, porque
podría suceder que hasta nuestro conocimiento expe-
rimental fuese un compuesto de lo que recibimos de
.nuestras impresiones sensibles y de lo que nuestra
propia facultad de conocer produce por sí misma. A
los conocimientos nbsolufamente (schlechterdings)
independientes de toda experiencia (suponiendo que
existan), les llamaremos conocimientos a priovi; y de-
nominaremos conocimientos a postcriín-i los empíricos,
es decir, los que tienen su ñiente en la experiencia.
¿Cuál será el criterio para distinguir los conoci-
mientos a pnofi de los conocimientos a posfcHori ? La
necesidad y la universalidad. En efecto, la experien-
cia nos enseña que tal cosa es de tal ó cual manera,
pero no que no pueda ser de otro modo. Además, la
experiencia no da á sus juicios una verdadera univer-

(1) Al citar á Kant, me sirvo de la edición de la Kritik der


reinen Vernunft publicada por el Dr. Karl Kehrbach (Leipzig, Phi-
lipp Keclam jiin.) Recomiendo la versión francesa de A. Treme-
saygues y B. Pacaud (París, F. Alean. 190.5).
EL MITO DE PSYQL'13 209

salidad, sinouna iiuiversaliclad relativa. La universa-


lidad empírica no es más que una elevación arbitraria
del valor (Die empirische Allgemeinheit ist also nur
eine willkürliclie Steigerung der G-ültigkeit). La ne-
cesidad y la estricta universalidad son los indicios
seguros de un conocimiento a priori.
Ahora bien ¿poseemos nosotros algunos de esos co-
nocimientos a prior i 2 Sí—responde Kant, con dema-
^

siada facilidad; — prueba de ello son todas las pro-


posiciones matemáticas, y otros ejemplos que pueden
presentarse. Así, cuando en el concepto empírico que
tenemos de un objeto, corporal ó incorporal, dejamos
á un lado todas las propiedades que nos enseña la ex-
periencia, queda una, sin embargo, que no podemos
quitarle: la que nos le hace pensar como sustancia
(Substanz) ó como inherente á una sustancia.
Nótese, además, que en todos los juicios en que se
piensa la relación de un predicado con un sujeto, esa
relación es posible de dos modos: ó el predicado B
pertenece al sujeto A como algo que está contenido
implícitamente en A, ó B está enteramente fuera de
A, aunque, en realidad, tenga conexión con él. En el
primer caso, llamamos al juicio ancditico; en el se-
gundo, sintético. Cuando digo: Todos los cuerpos son
extensos, formulo un juicio analítico. Cuando digo:
Todos los cuerpos son pesados^ formulo un juicio sin-
tético. De aquí resulta que los juicios analíticos no
extienden nuestros conocimientos, sino que solamente
desarrollan los que tenemos ya. Por el contrario, los
juicios sintéticos los aumentan, porque en ellos reco-
noce el entendimiento que un predicado que no está
contenido en el concepto, le pertenece sin embargo.
Los juicios empíricos ó a íroste riori no ofrecen difi-
cultad, porque la incógnita es la experiencia misma,
pensada por el concepto A, que forma parte de la
210 A. IIOXIM.A V SAN MAUriX

susodicha experiencia. Pero no sucede lo mismo con


los juicios sintéticos a priovi. Si debo salir del con-
cepto A para conocer el concepto B, relacionado con
él, ¿en qué me apoyaré y qué es lo que hará posible

la síntesis, si carezco de la experiencia para orientar-


me? Aquí reside, según Kant, todo el problema de la
razón pura (independiente de la experiencia), es á
saber, en esta cuestión: ¿Cómo son posibles los juicios
sintéticos aprioHf (Wie sind synthetische Urtheile a
priori moglich ?
Distribuye Kant la materia de los elementos de la
Crítica de la razón pura en dos grandes secciones
Estética transcendental (que estudia los principios de
la sensibilidad a priari) y lógica transcendental (que
estudia los principios del pensamiento puro).
Hay,' según Kant, dos formas puras de la intuición
(modo de referirse inmediatamente el conocimiento al
objeto dado representativamente en la sensibilidad /

sensible, que son principios del conocimiento a priori:


el espacio y el tiempo. Ni el espacio ni el tiempo son
conceptos empíricos para que yo pueda representar-
:

me las cosas como 'situadas en lugares diferentes, es


preciso que la representación del espacio se ponga ya
como fundamento; para que yo me represente que una
cosa existe al mismo tiempo ó en tiempo distinto de
otra, es preciso suponer la representación del tiempo.
El espacio y el tiempo son representaciones necesarias
a priori^ que sirven de fundamento á todas las intui-
ciones exteriores; sobre esta necesidad a priori se
fundan la certidumbre apodíctica de todos los princi-
pios geométricos y la posibilidad de los principios,
apodícticos también, que conciernen á las relaciones
del tiempo. Tanto el espacio como el tiempo, no son
conceptos discursivos, sino intuiciones puras, y á la
vez magnitudes infinitas.
KL MITO DE PSYQUIS 211

¿Cómo puede suceder — pregunta Kant — que exista


en el espíritu una intuición exterior que i:)receda á los
mismos y en la cual el concepto de estos últi-
objetos
mos pueda ser determinado a prioní^ Evidentemente
no puede deberse á otra cosa contesta— —
sino á que
esa intuición tiene su asiento en el sujeto, como la
propiedad formal que éste tiene de ser afectado por los
objetos y de recibir así una representaciúu inmediata
de los objetos, es decir, una intuición, y, por consi-
guiente, como forma del sentido externo en general.
«Queremos decir —
añade al final de la Estética —
que toda nuestra intuición no es más que la represen-
tación del fenómeno; que las cosas que intuicionamos
no son en sí mismas tales como las intuicionamos; que
sus relaciones no están constituidas en sí mismas tales
como se nos aparecen, y que, si hacemos abstracción
de nuestro sujeto, ó sólo de la naturaleza subjetiva de
nuestros sentidos en general, todo el modo de ser y
todas las relaciones de los objetos en el espacio y en
el tiempo, y hasta los mismos espacio y tiempo des-
aparecen, puesto que, en tanto que fenómenos, no
pueden existir en sí, sino solamente en nosotros. En
cuanto á lo que pueda ser la naturaleza de los objetos
en sí mismos y abstracción hecha de toda esta recep-
tividad de nuestra sensibilidad, cosa es que per-
manece TOTALMENTE DESCONOCIDA PARA NOSOTROS.
Nosotros no conocemos más que nuestro modo de per-
cibirlos, modo que nos es particular, pero que muy
bien podría no ser necesario para todos los seres,
aunque lo sea para todos los hombres. A este modo es
únicamente al que nos referimos. El espacio y el
tiempo son sus formas puras; la sensación en general
es su materia » ( ).

(1) «Wir liaben also sagen woUen: dass alio uusere Ans-
chauung niclits ais die Vorstellung von Erscheiiiuag sei: dass die
212 A. ItOXILLA V SAX MAUTÍX

Es decir, que, según Kant. ha}- una radicalísima


diferencia entre lo sensible y lo intelectual. El con-
ri'jHo reside en el entendimiento, y representa una
manera de ser de las acciones que les pertenece en sí
mismas, pero la representación de un cuerjjo en la
intuición no contiene absolutamente nada que pueda
pertenecer al objeto mismo, de donde resulta que
nuestro conocimiento de la naturaleza de las cosas en
sí mismas, no solamente es oscuro, sino nulo, y desde

el momento en que prescindimos de nuestra constitu-

ción subjetiva, el objeto representado con las propie-


dades que le atribuía la intuición sensible, no se
encuentra ni puede encontrarse en parte alguna (das
Ohjcct... überall nirgends anzutreffen ist. noch ange-
frnffcn icerdeii Kann). porque precisamente esta
misma condición subjetiva es la que determina la for-
ma del objeto como fenómeno.
Aclarando su pensamiento, dice luego Kant: «cuan-
do afirmo que, en el espacio y en el tiempo, tanto la
intuición de los objetos exteriores como la intuición
del espíritu por sí mismo, representan cada una su
objeto tal como afecta á nuestros sentidos, es decir,
tal como se nos aparece, no quiero indicar que estos-
objetos sean una simple apariencia (Scliein). En

Dinge, die wir anschauen. nicht das au sich selbst sincl. wofür wir
sie anscliaufin, noch ihre Verhaltiiisse so an sii-li selbst beschatfen
sind, ais sie uns erscbeineu, und dass, wenn -wir unser Subject oder
auch ntir die siibiective BeschafFenheit der Sinne überliaupt auf-
heben, alie die BeschafFenheit. alie Verhaltnisse der Obiecte ira
Rauní und Zeit, ja selbst Ranin und Zeit verschwinden -«urden,
und ais Erscbeinungen nicht an sich selbst. sondern nur in nns
existiren konnen. Was es für eine Bewandtniss mit den Gegens-
tanden an sich und abgesondert von alleí" dieser Receptivitat nn-
serer Sinnlichkeit haben moge, bleibt uns gánzlich unbekannt.
Wir kennen nichts, ais ucsere Art sie -svahrzunehmen. die uns
eigenthümlich ist, die arch nicht nothwendig jedem Wesen. ob
zwar jedem Menschen zukommen muss. Mit dieser haben wir es
lediglich zu thun. Kaum \ind Zeit sind die reine Form derselben.
Emiifindung überhaupt die Materie.» K. d. r. V. pág. 66 de la ed. cit.
EL MITO DE PSYQUIS '213

efecto, eu el fenómeno, los objetos maneras de


y las
como
ser que les atribuímos, son considerados siempre
algo realmente dado; pero, en tanto que esta manera
de ser no "depende más que del modo de intuición del
sujeto, en su relación con el objeto dado, este objeto
es diferente como fenómeno (Ersclieinung) de lo que
es como objeto en sí» (i).
De la misma suerte que el espacio y el tiempo son
condiciones de la intuición para toda experiencia po-
sible, así las categorías lógicas (qiie Kánt deriva de
la cantidad, cualidad, relación y modalidad de los
juicios) son condiciones del pensamiento en esa misma
experiencia, que, a priori, tienen un valor objetivo.
Pero la deducción y estudio de estas formas excede los
límites de nuestro propósito actual; con lo dicho basta
para que se compreruia el pensamiento de Kant acer-
ca de nuestro conocimiento de la i<iistancia (enten-
dida, como ser real, al modo aristotélico). Añadire-
mos, sin embargo, que, á su parecer, la razón de que
los conceptos puros del entendimiento sean posibles a
priori, y aun necesarios con relación á la experiencia,
no es otra sino que nuestro conocimiento no tiene que
ver sino con los fenómenos cuya posibilidad reside en
nosotros mismos, cuyo enlace y cuya unidad (en la re-
presentación de un objeto) se encuentran simplemente

(1) «Wenn ich sage: im líaum und der Zeit steUt die Ans-
chauung, sowol der ilnsseren Objecte, ais auch dio Selbstans-
chauung.des Gemüths, boides vor, so wie es tinsere Siiine aíficirt,
d. i. wie es erschoiiit, so will das nicht sagen, dass diese Gegens-

tiinde ein blosser Schoiu wilren. Deiin in der Erscheinung wordon


.jederzoit die Object(^, ja selbst dio líoschaflonboiton, dio wir ihneii
))eilegen, ais etwas wirklich Gegobonos angcseboví, niir dass. sol'oni
diese líoíiohaft'onheit nur votí der Aiiscliaumig des Subjei-.ts iu der
llelation des gegebénen Qegeastandes zu ibni abliiingt, dieser Ge-
geustaiid ais Erscheinung von ibni selber ais Object au sich iin-
tursebieden wird.» K, d. r. V. pág. 7á do la od. cit.
Véase la introduci-ión A la Dialéctica transcendentali donde
vuelvo Kant sobre esta diferencia entre el fenómeno y la apariencia.
214 A. IlONll.I-A V SAN MAUliX

en nosotros, y, por consiguiente, deben preceder á toda


experiencia, y hacerla posible en cuanto á la forma.
Kant emplea el vocablo sustancia (Substanz) en un
sentido completamente distinto al de los filósofos que
le precedieron. Entiende que todos los fenómenos con-
tienen algo permanente (Beharrliche), la sustancia,
considerada como el objeto mismo, y algo que cambia
( Wandelbare), considerado como una determinación
de este objeto. En efecto, nuestra aprehensión de la
diversidad de los fenómenos es siempre sucesiva,
y, por siempre mudable. No podemos, por
lo tanto,
consiguiente, determinar por la sola aprehensión si
esa diversidad, en cuanto objeto de la experiencia, es
simultánea ó sucesiva, á menos que tenga por fun-
damento algo que permanece siempre, es decir, algo
(hiradero y permanente, del cual todo cambio y toda
simultaneidad no son para lo permanente sino otros
tantos modos de existencia. Sólo en esto permanente
son posibles las relaciones de tiempo, y el tiempo es
lo que representa la permanencia, porque el cambio

concierne, no al tiempo mismo, sino sólo á los fenó-


menos en el tiempo. La sustancia indica pues el sujeto
lógico permanente del pensamiento, y es algo pura-
mente ideal, pero no puede indicar jamás el sujeto real
de Ja inherencia, que es el paralogismo que se comete
cuando se afirma, v. gr., que el alma es una sustancia.
A pesar de este idealismo. Kant es realista en el

sentido de creer demostrable (contra Descartes y Ber-


keley) la existencia de los objetos exteriores en el es-
pacio y fuera del yo. En efecto, dice: «Yo tengo
conciencia de mi existencia como determinada en el
tiempo. Toda determinación de tiempo supone algo
permanente en la percepción. Ahora bien, este algo
permanente no puede ser algo en mí, porque por ese
algo permanente es por lo que precisamente puede
EL MITO DE rSYQUIS 2l5

ser determinada mi existencia en el tiempo. La per-


cepción de esto permanente no es, pues, posible, más
que por medio de una cosa fuera de mí, y no por me-
dio de la simple representacvjii de una cosa exterior
á mí. Luego determinación de mi existencia en el
la
tiempo no es posible más que por la existencia de las
cosas reales que percibo fuera de mí.
En el interesante capítulo: De la distinción de to-
dos los objetos en general en fenómenos y noúmenos
(Von dem Grunde des Unterscheidung aller Gegens-
iande überhaupt in Phaenomena und Xou.mexa),
Kant desenvuelve las consideraciones precedentes.
Tampoco la idea del noúmeno que tiene Kant es la
misma, ni mucho menos, que la de Sexto Empírico,
como vamos á ver inmediatamente.
El uso que el entejidimiento puede hacer de todos
sus principios a priori y aun de todos sus conceptos,
es un uso empírico, y nunca un uso transcendental. El
uso transcendental de un concepto en un principio
cualquiera, consiste en referirlo á las cosas en general
y en sí, mientras que el uso empírico lo aplica mera-
mente á los fenómenos, es decir, á los objetos de una
experiencia posible. Las imágenes sensibles [Erschei-
nungen), en tanto que se las piensa á título de objetos
según la unidad de las categoi'ías, se llaman fenóme-
nos (Phaenomena). Pero si admitimos cosas que sean
simplemente objetos del entendimiento y que, sin em-
bargo, pueden ser dadas, como tales, en una intuición,
sin poder serlo á pesar de ello en la intuición sensible
I por coram intnítn intellectiiali), sería pre-
lo tanto,
ciso llamar á estas cosas noúmenos (intclUgibilia).
Pero no debe confundirse el noúmeno con la cosa en
sí (das IHng an sich). Todas nuestras representacio-
nes son referidas á algún objeto por el entendimiento,
y como los fenómenos no son más que representa-
21<J A. IIOMM.A V .SAN MAIíTÍX

ciones, el eutendimiento los refiere á alguna cosa


tomada como objeto de la intuición sensible; pero
esta cosa no es, bajo tal relación, sino el objeto trans-
cendental, y por éste es preciso entender algoso-, de
no sabemos absolutamente nada y del que nada
lo cual
podemos saber, pero que puede, á título de correlativo
de la unidad de la apercepción, servir para unificar lo
diverso en la intuición sensible. El objeto al que refie-
ro el fenómeno en general es el objeto transcimdental.
es decir, el pensamiento enteramente indeterminado
de algo en general. Este objeto no puede llamarse
noúmeno^ porque yo no sé de él sino que es en sí, y no
tengo de él absolutamente ningún concepto, sino sólo
el del objeto de una intuición sensible en general, el
cual, por consiguiente, es idéntico para todos los fe-
nómenos. Este sería el concepto de un noúmeno ^;oí>2-
tivo^ concepto que implicaría la posibilidad de un
empleo transcendental del entendimiento, aplicable á
un noúmeno como objeto, cosa totalmente imposible.
El noúmeno es la cosa en tanto que no es un objeto de
nuestra intuición sensible; pero si lo tomamos positi-
vamente, es decir, como objeto de una intuición no
sensible, admitimos una intuición intelectiial, que
está absolutamente fuera de nuestra facultad cognos-
citiva, y, aun cuando puede suceder que á los seres
de los sentidos correspondan seres del entendimiento,
á los cuales no se refiera nuestra facultad sensible
de intuición, es un hecho que nuestros conceptos in-
telectuales no son otra cosa que meras formas de pen-
samiento para nuestra intuición sensible, y no pueden
en manera alguna aplicarse á semejantes seres !'"•
:.

(1) El P. Zeferino González, en sii Historia de la Filosofía


(2.' ed. Madrid. 1886: tomo tercero, págs. 459 y 460.i. después de con-
EL MITO DE I'SYQL'IS 217

He ahí ios términos en que Kant lia colocado el


problema que nos viene preocupaudo: todo conoci-
miento es una representación (i), y á todo conoci-
miento precede la experiencia; en cuanto objeto, la
cosa en sí (das Ding an sich) nos es desconocida,
porque no se da en la intuición sensible; pero no debe
dudarse de su existencia, ni de la existencia de la
realidad, porque la presuponen el fenómeno y nuestra
propia existencia individual. Hay formas a priori^ que
no proceden de la experiencia, sino que radican en
nosotros y hacen posibles la intuición sensible y el
pensamiento; esas formas son: para la intuición, el
espacio y el tiempo; para el pensamiento, las cate-
gorías.
No es difícil ver que por este camino, al mismo
tiempo que se opinión tradicional acerca
ratificajía la
de la imposibilidad de conocer la esencia, se abría nue-
vamente paso á la doctrina cartesiana de las ideas
innatas que con tanto ahinco y con tan claras razones

fundir el conocimiento con la intuición sensible, toma como sinó-


nimos liis cosas en si y los noúmenos. Sn exposición de Kant (cuyos
conceptos eran muy superiores á la pobre intelifrencia del vulga-
rísimo y adocenado expositor) os misérrima. Aqui viene bien
aquello de: ¡ Dienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos
es el reino de los cielos! (Mat. V, 'ó).

El mismo grave error comete el Sr. D. Alberto Gómez Izq\iierdo


en su Historia de la filosofía del siíjlo XJX (Zaragoza, 1903; pág. 18),
donde dice además que la critica de Kant es un id".alismo dofimálico
(pág. 19), siendo así que procisamoute tuda 1.a Estética traiisceit-
denfal tiene por objeto combatir ese idealismo (Cf. ol jnirralo:
Widerleí/ung des IdeaUsiniis, en la pág. 208 de la ed. Kehrbach de la
'

K. d. r. r.)
El caso es que 11. Palckenborg, on ol Kilüuterunn der wichtigsten
Ijhilosophischen Kunstausdrñcke (juo trae al linal de su notable Ges-
,

c.hichte der neueren l'hilosopkie con NikiAans von Kaes tus zur Oefjen-
wart (Leipzig, 1905), interpreta Noumenon por JHní/ <in sich. (;...!)
(1) Véanse, acerca de este punto, las i)Aginas 465 y 46(5 do
nuestro libro: Luis Vives y In filosofía del llenaviuñento (Jíadrid.
190'!). Mr. G. Dcsdovises du Dozert h.a hecho un ligero resiinicn do

la doctrina vivista en su amable critica do nuestra obra: I.uis Vires


d'ajires un ouvraj/e récent (Extr.ait do la Jíevue ¡Iispitni<¡>io: \e\v-
Vorlc; Taris, 1905; pág. 89).
218 A. liONlM.A V SAN .MAIíTÍX

procuró refutar Lockc. ¿Cuál es el fundamento para


afirmar que el espacio y el tiempo no son conceptos
que proceden de la experiencia? «Que no puedo refe-
rir una sensación á algo exterior á mí. ni puedo re-
presentarme las cosas unas fuera de otras, sin poner
antes la representación (Vorstdlimcj) del espacio como
base; que no puedo percibir la simultaneidad ni la su-
cesión, sin que á mi percepción sirva de base la repre-
sentación (VorstcUung) del tiempo», responde Kant.
¡Cómo viene á la memoria la doctrina de Locke
sobre la formación de los términos generales por abs-
tracción! ¿Dónde está, ni quién posee esa representa-
ción del espacio? ¿Cómo la hemos conseguido, si no
procede de la intuición sensible? (') El espacio es un
concepto abstracto, con la generalidad consiguiente,
ni más ni menos que el tiempo, la justicia, la Humani-
dad, etc.. etc. Yo no tengo ni puedo tener representa-
ción inmediata del esjjacio, ni del tiempo, como no la
tengo del árbol, ni del hombre, ni del caballo, porque
en la realidad no se dan sino situaciones y duraciones
determinadas, árboles, hombres y caballos concretos.
Lo que haj^ es que he suprimido diferencias indivi-
duales para formar el concepto abstracto, de la misma
suerte que el químico despoja á un cuerpo bruto de
todo lo que no le conviene para su estudio, hasta de-
jarlo reducido á la simple expresión que desea y pue-
de. Todo cuerpo ocvipa un lugar, es decir, se halla á
cierta distancia de otros cuerpos que le rodean; al
mismo tiempo todo cuerpo tiene una cierta magnitud,
es decir, es maj^or ó menor que otros cuerpos si no ;

hubiese más que nn cuerpo, no habría más que un es-

(1) De aqiii la frase del gran "Wundt: «No haj' pensamiento


puro, ni experiencia pura», y el valor especial que el concepto de
experiencia tiene hoy en los sistemas del mismo Wundt, de Bradley
y de Mach, entre otros.
EL MITO DE PSYQUIS 219

pació; si no hubiese niugún cuerpo, no habría espacio


alguno (porqiie el espacio es algo dd cuerpo). Si nada
se moviese, no tendríamos idea del tiempo, porque
éste es una relación comparativa entre un estado que
acaba, con otro, sobre cierta base de permanencia. El
niño comienza por no tener representación de las
magnitudes, de las distancias, ni de las sucesiones;
por eso no forma representación del espacio ni del
tiempo, que después adquiere por (ixperiencia, ni
más ni menos que otros conceptos abstractos.
El argumento de Kant, que aparentemente tiene
gran fuerza, se reduce al absurdo sin extraordinaria
dificultad, aplicándolo á cualqixier cualidad ó modo
de ser de los cuerpos: v. gr. el color, la figura, el
sabor, el olor, etc., y resultarán esas cualidades, for-
mas también a prior i de la intuición sensible, lo cual
es evidentemente arbitrario. «Yo no puedo percibir
que una sustancia es más ó menos dulce que otra, sin
que á mi representación sirva de base la representa-
ción de lo Dulce» «Yo no puedo percibir que un ob-
;

jeto es más ó menos rojo que otro, sin que á mi


representación sirva de base la representación de lo
Rojo»; luego lo Dulce y lo Rojo son formas a prior i,
y no conceptos empíricos ( ) Esa era la teoría
¡ . . .
!

platónica, de la cual sacaba en limpio Aristóteles, con


fina intención, que, al aprender algo, es decir, al co-
nocer lo que ignorábamos, veníamos á conocer ¡o que
sabíamos (i).
Pero todo esto es relativamente accesorio; lo sus-
tancial, y lo que, como con razón advierte Schopen-

(i) Hoy, la teoría nativisla acerca do la intui<'iún del espacio,


está casi universalmeute desechada. (Cf. 1'. Marcoliuo Arnáiz: l'er-
ci'pciÓH visual de til K.rteiisiiin: Madrid, 1905; pi'ig. 20í. En cuauto al
Tiempo, véase el sugestivo trabajo do Guyau: Ginesis de la idea de
Tiempo; trad. do 11. Kubio; Madrid, 1901.
220 A. liON'lLLA V SA.N MAIÍTÍN

hauer (i), constituye el í^ran mérito de Kant, consiste


en liabcv distiiigiiido el fenómeno de la cosa en */, si-
guiendo los pasos de Locke y haciendo ver que entro
las cosas y nosotros media siempre el entendimiento,
el cual impide que las conozcamos tales como son en
sí. Con esto lo Ideal y lo Real quedaban perfecta-
mente distinguidos. Ya veremos lo que hicieron con
la herencia Kantiana los mal Uamados sucesores del
pensador de Koenisberga.

(1) Kritilc der l'antischen riiilosophie, al final del primer voln-


men de Die Welt ais Wille und Vorstell hiui eii la edición GriseVjacb.
III

El problema del conocimiento dé la Eííencia


después de Kant

Esos sucesores no continiiaron en modo alguno la


gran personalidad filos(jfica del difunto. Más bien
pai'ece que se propusieron destruirla.
Los límites entre lo real y lo ideal quedan por com-
pleto borrados en los sistemas de J. T. Eichte (1762-
1814), F. G. Schelling (1775-1854) y. G. Hegel (1770-
1831) (1).

Para Eichte, la única realidad es el sujeto, detrás


de cuyas representaciones nada existe. En su obra
capital: Wissenschaftslehre (Doctrina de la Ciencia),
escrita en 1794, que quiere ser una propedéutica á la
Critica de la razón pura, sienta como principio que
todo lo qne es, más que en cuanto puesto en el
no es
To, y que fuera delYo (de mí) oío hay nada. Con ma-
yor claridad desarrolla este pensamiento en la se-
gunda parte de su elocuente libro: Die Bestiuimttnff
des Menschen (El destino del hombre; 1800), donde
se leen párrafos como los siguientes:
«Yo siento en mí, no en el objeto, porque yo soy Yo

(1) No hablo do Krause (1781-1832), A posar de sn in-


C. C. F.
fluencia en España y
Bélgica, por su insiijiiilicancia respecto al
asunto que a'jui estudiamos. Krauso sigue la tradición sclioUi-
uiana
A. liONILLA Y SAN MAUTIX

(Ich) , no el objeto; lo que yo siento es. por consi-


guiente, Yo (á mí mismo), mi propia manera de ser.
no el objeto ó la manera de ser del objeto.» «Puede
decirse que la esencia, la naturaleza del objeto, es ser
lo que es preciso que sea para producir en mí tal ó
cual impresión.» «Mi conciencia del objeto no es para
mí otra cosa que la conciencia de mi concepto del ob-
jeto por medio del principio de causalidad. Tú sabes . .

también qiie tú no tienes conciencia del objeto en sí


mismo, sino solamente conciencia de un objeto que
pones en el espacio para obedecer á una ley de tu
inteligencia, que quiere que á cada una de tus sensa-
ciones corresponda un objeto exterior.» «Esta subje-
tividad objetiva, esta objetividad subjetiva, esta
identidad del objeto de la ciencia y del que posee la
ciencia, es precisamente lo que entiendo por Yo.»
«Querer conocer una cosa en sí, ó bien querer deter-
minar cómo esta cosa en sí se encuentra en relación
con el Yo en sí, es revelar profunda ignorancia de las
leyes de nuestro pensamiento es olvidar de una ma-
;

nera extraña que no puede encontrarse en nuestro


pensamiento otra cosa que lo que nosotros pensamos.
La cosa entera es un pensamiento, pensamiento
inmenso, magnífico, entregado á todos, sin que
nadie lo pida.» (1)
La confusión entre lo real y lo ideal es absoluta en
Schelling, en quien Griordano Bruno y Espinosa influ-
3'-eron notoriamente. El Yo, para Schelling, es la uni-
dad de lo ideal y de lo real, de lo finito y de lo
infinito. No hay un pensar del ser. porque el pensar y

(1) En Die Bestimmioifi des Meiischen, Fiehte llega á limites de


vercladei-a sublimidad, dentro de su absoluto idealismo.
Hay versiones francesas de la Doctrina y del Destino, jior P.
Orimblot (París, 1813) y por Barohou de Penboeu (París. 1836). res-
peotivamente.
EL MITO DE PSYQUIS 223

el ser son absolutamente iguales en la percepción. La

unidad del conocimiento objetivo y de la idea general


infinita de este mismo conocimiento, es lo que llama-
mos saber. Lo absolutamente uno es la sustancia de
todas las cosas, que denominamos Dios (i). Lo que
en Ficlite era subjetivismo psicológico, en Schelling
llega á ser un panteísmo declarado y harmónico.
Alma y cuerpo, naturaleza y espíritu, son, en el sis-
tema de Schelling, modos de manifestación de un Ser
primario, en quien se da la identidad más completa
entre lo real y lo ideal.
Esa identidad sigue sosteniéndose, en términos que
conducen á verdaderas monstruosidades, en el sistema
de Hegel, á quien con razón califica Schopenhauer de
Caliban intelectual. «Puesto que la verdadera natu-
raleza de las cosas —
dice Hegel —
se manifiesta bajo
la acción de la reflexión, y que el pensamiento reflexi-
vo es mi propia actividad, las cosas pueden ser con-
sideradas, en este x-especto, como el producto de mi
espíritu, en tanto que sujeto pensante» (."^j.
«Leyendo á Hegel —
dice Schopenhauer se pre- —
gunta uno si el tono es el de un pensador que quiere
instruir, ó el de un charlatán que quiere engañar...
Cada página, cada línea, se esfuerza evidentemente
por sorprender y engañar al lector, unas veces des-
concertándole con la imposición de la autoridad, otras
veces aturdiéndole con frases ininteligibles ó total-
mente faltas de sentido, y otras asombrándole con la
impudencia de las afirmaciones; en suma, echándole
tierra á los ojos y mistificándole como puede.»
Véase un ejemplo. He aquí el concepto de la esencia

(1) Cf. F. W. J. lU Scliülling: lirumi o il divino ed il naturalr


principio Trad. di Aldo Valori. 'Porino, Bocea, 1906.
delh'. cose.
(2) Lof/ique: trad. A. Vóra; París, Ladrange, 18ij9; t. I, p. 253.
Cf. el oinisculo de Schopenhauer: Skitzc einer (ícschiclite der Lelire
vom Idealen itnd Realen, ou los Parenja und l'íiraliiwmena.
221 A. HOXir.LA V SAN JIAI'.TÍN

que da Hegel en el §. CXII de su Lógica, al comen-


zar la 2.'*^ parte.de esta disciplina, que titula: Ciencia
de la Esencia (
¡ . . .
!
)

«En la esencia, la noción está solamente ^nirafn.


Las determinaciones de la noción tienen en la esencia
un carácter pui amenté relativo, y no se reflejan toda-
vía completamente sobre sí mismas. Por consiguiente,
la noción no tiene aquí la forma de sér-j)ara-si.
La esencia, como resultado de las determinaciones
negativas del ser, no está en relación consigo misma
sino porque está en relación con un término distinto
de ella misma, y este término no es el ser inmediato,
sino el ser ya puesto con mediación.
El ser no se ha anulado en la esencia, y. en cuanto
ésta no forma más que una relación simple consigo
misma, la esencia es el ser. Pero, de otro lado, las
determinaciones incompletas del ser inmediato han
hecho, por decirlo así, descender á éste hasta un es-
tado de negación; en otros términos, le han hecho
aparecer y la esencia no es otra cosa que el ser que
'j

aparece sin salir de sí mismo.» Añade luego: «/o Ab-


soluto es la esencia.»
En Hegel el idealismo llega hasta sus últimos lími-
tes. El pensamiento es la esencia de las cosas, j* ese
pensamiento es lo Absoluto. En el orden de relación,
la esencia es la razón de ser,, lo que vulgarmente se
ha llamado razón stificiente. Lo propio de la cosa, en
el sistema de Hegel, es reflejarse sobre otro término
distinto de ella. Cuando la cosa se refleja sobre sí

misma, momento en el cual se hace abstracción del


momento opuesto de reflexión de la cosa sobre un tér-
mino distinto de ella, tenemos un principio vacío: la
cosa en si de Kant. La existencia es una manifesta-
ción de la esencia (la esencia en cuanto aparece), y el
mundo de la existencia es el mundo de los fenómenos.
KL MITO DE ríYQUIS '¿'¿O

Por Otra parte, la esencia no se distingue del ser, sino


en cnanto aparece, y el ser hemos visto que es la no-
ción en sí. Identificándose el ser con el no -ser en el
devenir, resulta la existencia. Y el ser. al mismo
tiempo que noción, es Dios.
Así quedaba suprimido uno de los términos de la
relación, y ya era posible una ciencia de la esencia,
pero esta esencia no era el objeto real, la sustancia
primera de Aristóteles, sino una creación de la inte-
ligencia. ,

Y, sin embargo, d mundo sr movía, y las ciencias


naturales adelantaban, en tanto que estos metafísicos
precisaban las cualidades de una Esencia que decla-
raban producto de su ingenio. ¡No había de venir
después de esto el desprecio de la Metafísica

A. Schopenhauer (1788-1H601 es sin duda el filó-

sofo que mejor ha estudiado y entendido á Kant en el

siglo pero se aparta de él en puntos muy graves.


xi.K,

Su doctrina merece ser expuesta con algún deteni-


miento, porque representa el primer esfuerzo (
y titá-
nico, por cierto) que en el terreno de la filosofía se ha
hecho para determinar la naturaleza de la rosa en s¿.
¿Qué es el conocimiento/ se pregunta Schopen-
hauer. «Ante todo y esencialmente —
responde una —
represi'Ufación. Y ¿qué es la representación? Un pro-
ceso fisio1ó(jico muy complejo, que se verifica en el
cerebro de un animal, y á consecuencia del cual nace
en este mismo cerebro la conciencia de una imaf/rn.
Evidentemente esta imagen no puede tener más ijue
un enlace muy mediato con alguna cosa enteramente
distinta del animal, en cuyo cerebro se ha ])rodurido.
Sucede con esta diferencia algo análogo ú lo (pie acón-
22l> A. UOXII.I.A V SAN MAUli.V

tece con el movimiento de la Tierra, del cual no tene-


mos conciencia inmediata. Pero la verdad es que los
datos de nuestra conciencia comprenden una existen-
cia subjetiva y una existencia objetiva, lo que es en
sí y que no es más que desde el punto de vista de
lo
otro, un sentimiento de nuestro propio yo y un senti-
miento de otra cosa. La iniuición se relaciona con la
existencia en sí de lo que es intuitivamente percibido,
y los conceptos, materia inmediata del jx'nsavnciito, se
derivan todos de la intuición de que son abstraídos.
Partiendo del conocimiento olyjctivo, no se llegaría
nunca más allá de la representación, es decir, del
fenómeno, porque aquel conocimiento es j-a una repre-
sentación; siempre estaríamos en el lado externo de
las cosas, sin penetrar su ser íntimo, sin conocer lo
que son en si y para sí. Pero es lo cierto que nos-
otros no somos solamente el si/Jeto que conoce, sino que
pertenecemos también á la categoría de las cosas por
conocer, que somos nosotros mismos la cosa en si, y
que, por consiguiente, si no podemos penetrar desde
afuera hasta el ser intimo y propio de las cosas, qué-
danos expedito un camino que parte del interior, y que
viene á ser una especie de conducto subterráneo, una
comunicación secreta, la cual, como por traición, nos
introducirá de un golpe en la fortaleza.
Quiere decir esto, que la cosa en sí, como tal. no
puede entrar en la conciencia sino de una manera
inmediata, es á saber, en el sentido de que ella tenga
conciencia de si mis)na. Pretender conoce-rla objetiva-
mente, es querer realizar una contradicción, porque
todo cuanto es objetivo es simple representación, sim-
ple fenómeno.
Ahora bien, lo único que no está sujeto á la intui-
ción es la conciencia que cada uno tiene de su propio
querer. Este conocimiento no es a priori, sino a jfos-
KL MITO DE PSVQUIS '22í

ieriori. De
la Voluntad parte pues el único estrecho
camino que puede conducirnos á la verdad. Resulta,
por tanto, que partiendo de nosotros mismos es como
llegaremos á comprender la Natiiraleza, pero no he-
mos de bascar en ésta elconocimiento de nosotros
mismos. La conciencia del yo no es absolutamente
simple, sino que se compone de una parte que conoce,
el intelecto, y de una parte conocida, la voluntad ; el
primero no es conocido, ésta no conoce. Cuando de las
profundidades oscuras de nuestro ser íntimo surge un
acto de voluntad en la conciencia que conoce, se pro-
duce un paso inmediato de la cosa en sí y no -temporal
al fenómeno. El acto de voluntad no es, pues, sin
duda otra cosa que el fenómeno más próximo á la cosa
en sí, y si los otros fenómenos fuesen conocidos de
nosotros tan inmediata, tan íntimamente, sería pre-
ciso estimarlos como lo que la voluntad es en nosotros
mismos. «En este sentido, pues, enseño yo — advierte
Schopenhauer — que la voluntad es la esencia íntima
de cada cosa, y la llamo la cosa en sí. » (In diesum
Sinne cdso lehre ich, dass das innere Wessen eincs
jedan Dinges WüJe isf, nnd nenne den WUlen das Ding
an sich). Con esto la doctrina Kantiana de la incog-
noscibilidad de la cosa en sí se modifica en el sentido
de que la cosa en sí sólo es incognoscible absoluta-
mente, pero está sustituida en nosotros por el más
inmediato de sus fenómenos, que se diferencia radi-
calmente de los demás por este carácter inmediato. De-
bemos, entonces, referir todo el mundo de los fenóme-
nos al fenómeno en el cual la cosa en sí se presenta
con menores velos, y que no permanece siendo fenó-
meno más que porque mi entendimiento, único capaz
de conocer, es siempre distinto del yo como voluntad
y no se encuentra libre de la forma del tiempo, aun
en la percepción ínfima.
22S A. ItONlM.A V SAN MAKl/.V

Si aliora .se nos preguntase qué es la Voluntad eu


sí. abstraceión hecha de su representación como Vo-
luntad, como íeníunono, no ])odríamos dar respuesta
alguna, porque el mero hecho del conocimiento es
contradictorio respecto á la existencia en sí y consti-
tuye un carácter fenoménico ("i). Pero la sola posibi-
lidad de la pregunta nos indica que la cosa en sí, que
conocemos del modo más inmediato posible en la
Voluntad, puede tener, fuera de todo fenómeno posi-
ble, condiciones, cualidades y. modos de ser que nos

son absolutamente incognoscibles, y que precisamente


constituyen la esencia de la cosa en sí.
La Voluntad es en todos los animales el elemento
primario y sustancial, mientras que el Intelecto es un
elemento secundario. Nosotros sabemos que el animal
quiere y hasta sabemos lo que quiere (la vida, la per-

sistencia de la especie, el bienestar), pero, en cuanto


intentamos penetrar en los fenómenos del conocimien-
to animal, nos vemos sumidos en la maj'or incerti-
dumbre. A medida que descendemos en la escala de los
seres animales, vemos que el intelecto es cada vez más
débil y más imperfecto, pero no observamos una de-
gradación correspondiente de la Voluntad. Los niños,

(1) En esta exposición sigo principalmente el libro II de la


obra capital de Schopenhavier: Die Welt ais Wille und Vorstellung
(El Miindo como Voluntad y como Eepresentación), y el capitulo 18
{Von der Erkennbarkeit des Dhiges lUi s/ch) de los Siiplementos.
Que la Voluntad como cosa en si es incognoscible, lo repite
Sobopenhauer á cada paso. Véase este párrafo, del capitulo 41 de
los Suplementos:
«Andererseits jedoch ist bier íestzubalten, dass wir nicbt, mit
Kant, die Erkennbarkeit des Dinges an sich scblecbthin ant'gege-
b«n baben, sondern wissen. dass dasselbe im Willen zu suchen sei.
Zirar ftaben icir eine ahsolute und erschopf'ende Erkenntniss des Dinges
an sicli nie belinuptet, vielmehr sehr nohl eingesehen. dnss, Eticas nach
deni, iL-ns es schlerJithin an und für sich sei. zu erkennen, xinmüglich ist.»
Consúltese también el interesantísimo capítulo IV: Einige Betrach-
fungen iiher den Gegensatz des Dinges an Sicli und de/ Erscheinunri, en
el tomo segundo de Parerga und raralipomena.
EL MITO DI-; rsvyrirf 229

en los i|ue apenas hallamos una ligera chispa de inte-


ligencia, suelen ser extraordinariamente testarudos;
quieren, sin saber lo qué, y se agitan y se desesperan
con rabia y sin motivo, porque desborda en ellos la
necesidad de querer. Toda excitación de la voluntad
perturba y estorba al intelecto, pero éste no constitu-
ye un obstáculo análogo para la Voluntad. El espanto,
la cólera, la pasión, la alegría, el deseo, el temor, nos
ciegan y nos impiden obrar racionalmente; para evitar
esto, se recomiendan la sangre fría y la serenidad de
que no representan otra cosa sino el silencio
espiritiL,
de la Voluntad, á fin de que el Intelecto pueda obrar.
Los latinos, al derivar animus (Voluntad, á dife-
rencia de mews =
Entendimiento) de anima, compren-
dían esa esencialidad de lo voluntario. Los animales
tienen á veces un entendimiento extraordinariamente
débil, al lado deuna voluntad violentísima; las plan-
tas tienen voluntad, sin ningún conocimiento. Este es
el que diferencia las conciencias, mientras que el de-
seo, las aspiraciones, la voluntad, la repugnancia, la
aversión, el no-querer, son propios de toda conciencia
y comunes al hombre y al pólipo. La esencia de todas
las cosas es en el fondouna é idéntica (Weil namlich
das Wesen IHnge im Griinde Eines ist) y esa
aller ,

esencia es la Voluntad (i). Pero esta unidad de la


Voluntad no es al modo de un objeto, al cual llama-
mos uno, por oposición á \o ¡ylnraJ ; es al modo de una
cosa que está fuera del espacio y del tiempo, fuera de]
principio de individuación, es decir, fuera de toda ]io-
sibilidad de pluralidad (-).
Si suprimimos el conocimiento, ó sea el mundo con-
siderado como representación, no nos queda sino hi

(1) l>ie M'elt (tls W'/llf iiml VorsleUinuj: t<u¡)h'm. c-aps. XIX y
XLVIII.
(2) IHe W'elf ais U'tlle &.«, 11, § 23.
230 A. HONILLA y SAN MAUTÍN

mera voluntad, impiilso ciego (blinihir Drang) (^).


La tendencia fundamental en todos los seres es la de
su propia conservación, y las manifestaciones de
esa tendencia pueden reducirse á un esfuerzo para
buscar ó perseguir, y á otro esfuerzo para evitar
ó para huir. Esto se observa hasta en los grados
más ínfimos de objetivación de la voluntad, en los
cuerpos que estudia la Mecánica. Aquí la atracción
aparece bajo la forma de gravitación, y la tendencia á
huir bajo la forma de recepción del movimiento. En
el hombre, la manifestación de la voluntad tiene lugar

mediante un motivo; en la caída de una piedra, rae-


diante una causa de acción mecánica pero el elemento ;

esencial es idéntico {-).


La maicria, en cuanto tal, no es objeto de intuición,
sino sólo de pensamiento. Sólo por abstracción pode-
mos pensar á la materia desprovista de forma y de
cualidad, y la concebimos como la actividad in abs-
tracto. La acción es el único modo de que la materia
sea perceptible para nosotros. La acción es, por con-
materia; donde hay acción,
sigtiiente, la esencia de la
hay materia, y la materia es, en general. Jo qiie obra.
Nunca percibimos la materia en sí misma, sino sus
acciones y las cualidades en que descansan. Resulta,
por tanto, que la materia es el medio que tiene la vo-
luntad, la esencia íntima de las cosas, para ser intui-
tiva y visible. Todo objeto, en cnanto cosa en sí. es
voluntad; en cuanto fenómeno, materia; lo que objeti-
vamente es matei-ia, subjetivamente es voluntad. Por
eso no podemos representarnos la materia sin forma,
aunque sí la forma sin materia, porque la materia,

Die
(1) We.lt ais U'üle &.«, III, Ü 34.
Die
(2) Wdt ais Wille &.« Suplem. cap. XXIII. — Cf. José R.
Carracido: La Psicologia. de los protozoos ante las investigaciones bio-
químicas. (En la revista Labor Nueva, de Barcelona, núm. 4.°; de
15 Noviembre 1905i.
KL MITO DE i'syyuís 231

desprovista de forma, sería la misma voluntad. La


materia es la apariencia visible de la voluntad, y como
toda fuerza á su vez es en si voluntad (jfíde Krcift aber
an sicli ninguna fuerza puede pro-
selbst Wille ist),
ducirse sin siibstrafum material y ningún cuerpo ,

puede existir sin fuerza inherente. Entre fuerza y


sustancia hay, pues, no oposición, sino identidad ab-
soluta (Ztvischen Kraft uncí Stoff besteht also kcin
Giigi'Usaiz:vichnehv sind sie geradczii Eincs) (i j.
Esta es, reducida á su más simple expresión, la
teoría de Schopenhauer. Fijémonos ahora en las dos
direcciones contrarias adoptadas por la filosofía ger-
mánica, á partir de Kant: una, la del idealismo ab-
soluto (Fichte, Schelling, Hegel confunde por )
,

completo las esferas de lo ideal y de lo real, que tanto


había trabajado Kant por distinguir, y construye una
ciencia de la Esencia, fantástica, ficticia y soberana-
mente ridicula; otra, la del idealismo -realista (Scho-
penhauer), distingue cuidadosamente las esferas del
ser y del conocer, y completa la doctrina Kantiana,
demostrando que, si bien das' Ding an sich nos es
desconocida, no es incognoscible su principal manifes-
tación: la Voluntad, cuya vestidura visible es la Mate-
ria =Actividad =
Fuerza. Goethe, que por tantos mo-
tivos comulga en las ideas schopenhauerianas (como
más tarde otro inmenso artista: Ricardo Wagner),
anticipó esta conclusión en su jirinier Fausto (1808):

« Geschrieben steht : « Im Anfaug war das Wovt ! »

Hier stock ich schon ! Wer


mir weiter fort?
hilí't
Ich kann das Wort so hoch unmoglich schatzen,

(1) T)ie Well ais Wille &.» Supleni. cap. XXIV. Ribot. ou su—
libro La ¡ihüosophie (Je Schopenhauer, insiste iiarticularmento en
esto aspecto de la doctrina, considerando al filósofo alemán como
uno de los principales teóricos de la nocii'm de fuerza, noción que
ha influido de un modo especial en las idca.s do R. Avenarius, re-
cientemente fallecido.
232 liMNll.l.A \ SAN .MAItTÍN

[cli iiiuss es anders übersetzeii,


Wenii (reiste reclit erleuchtet l)in.
icli voiii
Geschi-ieben steht: im Anfiínj^ wav der Sinn.
Bedenke wolil die erste Zeile,
Dass deine Feder sich iiicht übereile!
Ist es der Sinn, der alies wirkt und schaffty
Es sollte stehn: im Auí'ang Avar die Kraft!
Doch, anch indeía ich dieses niederschreibe,
Sclion -warnt micb Avas, dass ich dabei nicht bleibe.
Mir hilft der Geist! Auf einmal seh ich Kat,
Und schreibe getvost: im Aniwng avak die TiiatI» (')

En el realismo mitigado de J. F, Herbart 177G- (

1841) se admite, hasta cierto punto, la cognoscibilidad


de la cosa en sí. Por otra parte, el monismo de Scho-
penhauer transciende al de Gr. Y. Fechner (1801 -1887)
para quien espíritu y materia no son sustancias dis-
tintas, sino tan sólo dos aspectos de un mismo ser
fundamental; de F. Paulsen (n. 1846), que ve en
al
los individuos meras accidencias de una unidad fun-
damental, y al de R. H. Lotze (1781-1881), el cual
niega la sustancialidad de las cosas, afirmando que
todas son meras modificaciones de un Ser omnicom-
prensivo: lo Absoluto. En cambio se acercan más á la
doctrina del idealismo absoluto los llamados inma-
nentisfas, como Kauffmann (m. 1896), Schubert-
Soldern (n. 1852) y Rehmke, y los idealistas empiri-

(1) Nuestro cjuerido amigo el delicadísimo poeta Teodoro Lló-


rente, traduce así estos versos:
«Era al principio la Palabra», dice.
¿Dice así'? Ya vacilo, ¿l^uién mi senda
alumbrará? No puedo á la palabra
dar tal sentido. No. De otra manera
lo expresaré, si el cielo me ilumina.
«Era al principio la Razón.» ¡Oh, piensa,
medita bien este renglón primero,
y tú, pluma, no corras tan ligera!
La razón es la que lo ordena todo...
Debe ser; «al principio era la Fuerza».
Empero, al escribir esta palabra,
aún dudosa detiAnese la diestra.
¡Inspírame, oh Verdad! Ya veo claro,
veo claro: «al principio la Acción kra.»
EL MITO ]>1C I'SVVUl? •233

eos, Gomo G. Schuppe (n. 1836) (^ j. Al mismo tiempo,


E. de Hartmann (n. 1842) y G. Wundt (n. 1832) han
alterado extrañamente la noción schopenhaueriana
de la Voluntad: el primero, estimando la idea como
función de lo Inconsci<mte; y el segundo considerando
la apercepción (percepción conscia) como actividad de
la voluntad (¡...!) (^) Hartmann, además, retrocede
al idealismo absoluto, con la teoría de su Espíritu
Universal, del cual son simples funciones la Voluntad
y la Idea, de igual valor una que otra.

Influida evidentemente por la doctrina de Locke, la

escuela escocesa profesa de un modo claro la teoría de


la relatividad del conocimiento, con Guillermo Hamil-
ton (1788-1856). El espíritu dice Hamilton —
no —
puede concebir, y, por consiguiente, conocer, sino lo
limitado, y lo limitado condicionalmente. Lo incondi-
cionalmente ilimitado (Infinito) y lo incondicional-
mente limitado (Absoluto), no pueden verdaderamente
ser concebidos. Del mismo modo que una liebre no
puede saltar su sombra, lo mismo que un águila no
puede volar fuera de la atmósfera que la sostiene, el
espíritu humano no puede salirse de la esfera limitada,
en la cual y por la cual es posible el pensamiento.
La Filosofía es imposible, se quiere ver en elln
si

algo más que la ciencia de condicionado, porque,


lo
partiendo de lo particular, jamás podremos, aun en

(í) Véase una exposición muy atinadamente hecha <lol iilea-


lismo empírico de Schuppe en las páginas 216 á 256 del excelente
libro de I. Petrono: La fase reccntissima della Filosofla del Dritlo tn
Germania. (Pisa, 1895;.
V. la pi^g. IHl dol opúsculo de R. Falckenberg: La Filnsofia
(2)
alemana desde. l\<uil; trad. y adicionado por F. Giner (Madrid, V.
Suárez, 190(5;.
'2'Ai A. HÜNILLA V SAN MARTÍN

nuestras más altas generalizaciones, elevarnos sobre


lo finito. Nuestro conocimiento del espíritu y de la
materia no puede ser más que el conocimienfo de ma-
nifestaciones relativas á una existencia inaccesible
en sí misma á la Filosofía.
Pero lo condicionado es un medio entre dos extre-
mos, dos incondicionados que se excluyen mutua-
mente, de los que ninguno ])uede ser concebido como
posible, pero uno debe ser admifido como necesario,
en virtud de los principios de contradicción y al-

ternativa. Así, desde el momento en que tenemos


conciencia de nuestra incapacidad para concebir lo
absoluto' y lo infinito, una revelación maravillosa nos
inspira la creencia de que existe algo incondicionado
fuera de los límites de la realidad cognoscible.
Henry L. Mansel (1820-1871 ), discípulo de Hamil-
ton, amplía y esclarece las consideraciones de éste
acerca de la relatividad de todo conocimiento. La idea
de conciencia —
dice —
implica distinción entre un
objeto y otro, porque ser conscientes es serlo de algo,
y ese algo no puede ser conocido en lo que es. sino
distinguiéndolo de lo que no Pero distinguir es
es.
lo mismo que limitar, pues para que un objeto se
distinga de otro, es preciso que tenga algún atributo
que no posea ese otro, ó vice- versa. Ahora bien, es
evidente que lo infinito no puede ser distingiiido, como
tal, de lo finito por la falta en aquél de vina cantidad
que lo finito posea, porque semejante ausencia sería
una limitación. Tampoco se puede distinguir por un
atributo que posea el infinito, y no lo finito, porque
no pudiendo ser ningún finito parte integrante de un
todo infinito, los caracteres diferenciales deben ser
infinitos y no tener nada común con lo finito. El con-
cepto de lo infinito implica, necesariamente, contra-
dicción, porque supone que lo que no puede ser dado
EL MITO DE PSYQUIS 235

sino como ilimitado y sin diferencias, debe ser reco-


nocido por su limitación y por sus diferencias.
Además, los actos de pensamiento no son posibles
sino bajo la forma de rdación. Necesítase un sujeto
consciente y un objeto de que el sujeto tenga concien-
cia. En este supuesto, la percepción de lo absoluto im-
plica contradicción, lomismo que la de lo infinito, por-
que para tener conciencia de lo absoluto en cuanto tal,
es preciso llegar á conocer que un objeto, dado en re-
lación con nuestra conciencia, es idéntico á otro objeto
que, por su propia naturaleza, existe sin relación con
la conciencia. Ese conocimiento supondría una compa-
ración entre los dos objetos, y tal comparación es ya
contradictoria consigo misma, porque debería hacerse
entre dos objetos, de los cuales uno nos es conocido
y el otro no, siendo as*í que toda comparación supone
el conocimiento de todos los términos comparados.
Esta doctrina, admirablemente demostrada, como
se ve, por Hamilton y Mansel, inspira el criterio del
positivismo inglés (Stuart Mili ('), Herbert Spencer)
acerca del conocimiento.
H. Spencer, en Los primaroH principios ('-), añade
nuevos razonamientos á los de Hamilton y Mansel,
para llegar al mismo resultado. Todo pensamiento,
dice, además de rdación y de diferencia, implica
semejanza. Para formar esa conciencia bien ordenada
que llamamos inteligencia, es preciso asimilar cada
impresión á otras anteriores, clasificando los estados
sucesivos del espíritu y las relaciones que los unen.
Ahora bien, toda clasificación supone, no sólo que se

(1) 1806-1877. Véanse sus libros: La Filosofía de HamiUon y


Aiif/iisto C'omte y el positivismo. H. Spencer cita 4 Hamilton y iV
Mansel en el cap. IV de Loa primeros principios, y acepta sus do-
mostrariones.
C¿) Véase la traducción castellana de .losé A. Irxiosto. Madrid,
1905, 3.» ed págs. 65 A
; 89.
'2ÍHi A. IKiNII.r.A ^ SAN MARTÍN

.se|jara lo distinto, tiimljit''n que se reúne lo yeiue-


sino
jaiite. Así, pues, causa primaria, lo infinito, lo
la
absoluto, deben ser clasificados, para que puedan ser
conocidos. Pero lo infinito no puede ser incluido en un
mismo grupo con lo finito, puesto que entonces sería
considerado como no infinito. Por otra parte, la hipó-
tesis de que haya más de un infinito se destruye por
sí misma, porque esos infinitos se limitarían mutua-

mente, y por lo tanto serían finitos. Por consiguiente,


lo incondicionado, puesto que no se le puede clasificar
con otro incondicionado, ni con formas de lo condicio-
nado, es inclasificable, y por lo tanto incognoscible.
Nunca conocemos más que cosas simultáneas y cosas
consecutivas; y por consiguiente, aunque prolongue-
mos nuestros conocimientos hasta sus límites, nunca
conoceremos más que coexistencias y sucesiones.
Pero ¿debemos atenernos sólo á los fenómenos?
¿habremos de desechar de nuestra inteligencia todo lo
que no sea relativo? Un raciocinio —
responde Spen-
cer — que asigna cierto sentido á una palabra, y luego
demuestra que esa palabra no tiene sentido, es un ra-
ciocinio vicioso. Es, pues, evidente que la demostra-
ción de la imposibilidad de una representación definida
de lo absoluto, supone ineludiblemente su represen-
tación indefinida. «El impulso del pensamiento nos
lanza ineludiblemente por encima de lo condicionado,
en lo incondicionado. y éste queda en nosotros, para
siempre, como el fondo, ó cuerpo, de un pensamiento
al cual no podemos dar forma. De ahí nuestra firme
creencia en la realidad objetiva, creencia que la crí-
tica metafísica no puede hacer vacilar ni un momento.
Podrá decírsenos que ese pedazo de materia que mi-
ramos como existente fuera de nosotros, no nos puede
ser realmente conocido, que sólo podemos conocer las
impresiones que produce en nosotros; pero nos vemos
KL MITO UE P.SVQUIS '¿Ót

obligados, por la relatividad del pensamiento, á pen-


sar que esas impresiones están en relación con una
causa positiva, y entonces aparece la noción rudimen-
taria de una existencia real que las produce. Si se
prueba qiie toda idea de una existencia real implica
una contradicción radical; que la materia, de cual-
quier modo que la concibamos, no puede ser la ma-
teria, tal cual es realmente, nuestro concepto se
transforma, mas no se destruj^e queda la idea de la
;

realidad, aislada todo lo posible de las formas espe-


ciales, bajo las que aparecía primitivamente en el
pensamiento. Aunque la Filosofía (positivista) con-
dena, unos tras otros, todos los ensayos para concebir
lo absoluto, aunque nos prueba que lo absoluto no es
esto, ni aquello, ni lo otro; aunque por obedecerla ne-
guemos una tras otra todas las ideas, á medida que
van produciéndose; como no podemos despreciar todo
el contenido de la conciencia, queda siempre, en el

fondo, un elemento que pasa por nuevas formas.»


La conclusión de Los primeros pi^incip ios es esta:
Una Potencia cuj^a naturaleza ó esencia íntima nos es
inconcebible, así como lo es el suponerla límites en el
tiempo y en el espacio, produce en nosotros ciertos
efectos. Muchos de éstos tienen mutuas analogías j--

semejanzas, que permiten agruparlos y clasificarlos


bajo los nombres de Materia, Movimiento. Fuerza; y
tienen también relaciones ó conexiones, que permiten
asignarles leyes de una verdad indudable. Pero, no
solamente la conexión enti'e el orden fimonunnl y el
orden ontológico ó real es absoluta y perpetuamente
impenetrable, sino que también lo es la conexión entre
las formas relativas ó condicionadas y la forma incon-
dicionada ó absoluta del Ser. La interpretaciim do
todos los fenómenos en función de Materia. ^lovi-
mieuto. Fuerza, no es más que la reducciini de nuos-
•>}ÍH A. IlONILLA Y SAN MARTÍN

tras ideas simbólicas coiuplejas á símljolos más sim-


ples, dejan de ser tales símbolos, á pesar de
que no-
esa reducción. Materia, Movimiento y Fuerza, no son
sino símbolos de la Realidad üicognoscihít'.
Estas son las principales tendencias que se dibujan
en la historia de la Filosofía, con respecto al pro-
blema del conocimiento de lo íntimo de las cosas {^}.
Fuera de los videntes (á quienes, en todo caso, es
preciso creer bajo su honrada palabra; porque el co-
nocimiento de que hacen gala no es demostrativo;,
y de los ilusos (que sustituyen un nombre oscuro y
falto de sentido á una realidad que pretenden conocer,
ó que confunden, cou evidente soíisma. los órdenes ló-
gico y ontológico), la corriente general hemos visto
que es la de afirmar la imposibilidad del susodicho
conocimiento. En este sentido generalísimo, las es-
cuelas pueden clasificarse del siguiente modo

(1) A la tendencia idealista podemos referir también la doc-


trina de un distinguidísimo pensador español contemporáneo:
Diego Ruiz, en su profunda Genealof/ia de los Símbolos (Barcelona,
Henrich y C", 1905; dos tomos de la Biblioteca sociológica iiUcrna-
cional). Para Diego Ruiz (t. II, pág. 22), la cosa en si no es sino un
resto de las «cualidades ocultas», misteriosamente colocadas en el
centro de las cosas, en uu momento de pesimismo intelectual. La
experiencia es siempre iiua expresión ill, 96), entendiendo por tal,
en el sentido más general, < todas las nociones ?/ todos los objetos >
(I, 3). El acto mental isrimitivo, en virtud del cual el espíritu pro-
duce las expresiones, es la imposición (Idem-ídi. Una expresión si-
tuada en su lugar, es un Símbolo (I, 23), y el Símbolo es lo absoluto
(II, 2¿). «El hombre no puede conocer la parte accidental de las
cosas; vive en el centro de todo lo que hay de esencial; el vo'jasvo!;
le pertenece. La sensación, en lo que parece ofrecernos de más apa-
rente, es numénica.» (II, 122j. la Experiencia es impuesta; es un
a priori II. 86 j' 87 j.
i

Xótese qtie otro pensador español, el Marqués de Seoane, el cual,


en su curiosa Philosophie elliptique du Latent Opérant: Pentanomie
Pantanomique. ou Loi Quintuple universelle (Francfort s. M. — París.
1879-1881), no reconoce más que una ciencia universal, las Matemá-
ticas (I, 19), entiende que toda idea-representación deviene crea-
dora de experiencias (I, 68 y 69) y que asimismo toda representación,
al propio tiempo que descubrimiento de un latente pasado, es la
producción (Opération) de un elíptico por venir. (II, 143 y 77).
EL MITO DE
IV

Nuestro conociiiiiento <lel Mundo es un conocí


miento relativo. Sentido de esta relatividad.
Aplicación al mito de Psyquis. —
Conclusión.

«Ueberhaupt wird der áchte


Philosoph überall Helle und-
Deutlichkeit suchen.
(A. ScHOPENH4ur.n: Ueber die.
' vierf'aclif' Wurzel des Satzes vom
zureichenden Grunde ; § 3).

«El filósofo que se estime


buscará eu todo y sobre todo
la claridad y la precisión. »
( A
S c H o p E X H A u E R Sobre la
. :

ciiádriiple raíz del principio de la


razón suficiente ; § 3 )

Es evidente que nosotros empleamos las palabras


conocer y conocimiento, en las relaciones ordinarias
de la vida. Es evidente también que esos vocablos, en
una ú otra forma de lenguaje, se han empleado desde
tiempos antiquísimos. Hay, pues, cierto consenti-
miento tácito acerca de su significado, porque si no lo
hubiese, no podríamos entendernos al emplear el vo-
cablo en aquellas relaciones ordinarias. Si yo digo
ante un salvaje, que mediante el gramófono he oído
una canción, aunque emplee el vocablo más aproxi-
mado, en el idioma de ese salvaje, para expresar lo
que literalmente quiera decir el término gramófono,
EL MITO DH PSYQUIS 241

es seguro que no me entenderá, porque no tiene idea


del objeto á que me refiero. Por el contrario, si yo
deseo preguntar á ese salvaje si conoce al jefe de una
tribu inmediata á la suya, es seguro que hallaré en
su idioma un verbo que responda al castellano conocer,
y que, empleándolo, me haré entender del salvaje, sin
necesidad de mayor explicación del término.
Ahora bien ¿qué es lo que entendemos, én las rela-
ciones ordinarias de la vida, CTiando decimos conocer,
como acción (verbo), y conocimiento, como resultado
de esa acción (sustantivo)?
Veámoslo. Cuando yo digo: conozco á Fulano de
Tal, no hago otra cosa que significar mi persuasión
de que en ese Fulano de Tal concurre una porción de
cualidades, de propiedades, de modos de ser, que no
se dan en las demás personas y que le distinguen de
ellas en conjunto su estatura, su color, la configura-
;

ción de su cuerpo, su manera de accionar, sus cos-


tumbres, sus inclinaciones, su nombre, el lugar de su
nacimiento y el de su residencia, etc., etc., puede ser
que aisladamente se den en otras personas que no
sean él, pero á mi noticia no ha llegado ninguna en
quien el total de aquellas cualidades concurra. Por eso
afirmo que le conozco. Pero, supongamos que alguno
me escuchaba, y, al oirme, me dice: yo le conozco
mejor que Vd. ¿Qué da á entender con estas palabras?
Que el número de cualidades, de propiedades, de
modos de ser, de Fulano de Tal, que han llegado á su
noticia, es mayor que el de los que yo sé, }' que, por
consiguiente, si, para mí:

Fulano de Tal =z a -[ h -\- c

para él

Fulano de Tal = a -\- h -\- c -\- d -{- e

O, en otros términos, (|ue mi conocimiento es más


10
212 liONII.r.A V KAX MAKílX

imperfecto que el suyo, porque, -ei á mí se me presen-


tase otro individuo: Zaiano <h Cual, que reuniese las
notas a, b y c, yo no sabría distinguirle de Fulano da
Tal, y les conocería como uno solo; mientras que á él,
ante Zutano de Cual, siempre le quedarían las notas
d y e para distinguir de éste á Fulano.
Si hacemos aplicación de este ejemplo á cualquiera
de los demás casos en que usemos la frase: yo conozco
á . el resultado será el mismo
. . siempre tendremos :

que nuestro conocimiento es un saber de dife-


EEXCIAS.
¿Quiere decir esto que no liaya saber de seme-
janzas'^ No. Porque es indudable que nosotros deci-
mos: el hombre y el animal se mueven, con lo cual
indicamos que la facultad de movimiento es algo
común al hombre y al animal que el hombre y el;

animal se parecen en el movimiento. Pero obsérvese


que tales semejanzas, en tanto son conocidas, en
cuanto son funciones de diferencias.
En efecto: ¿como conozco yo el movimiento? Siem-
pre en relación con la quietud. Si todo se moviese
constantemente ante mis sentidos, ó todo estuviese
fijo, yo no conocería el movimiento, ni la quietud,

porque he comprobado que. en tanto digo que conozco


una cosa, en cuanto la separo y distingo de las demás,
y el movimiento, como tal movimiento aislado, no
seria perceptible para mí en un objeto, si otro objeto
no estuviese fijo {}). Luego, al decir que el hombre y
el animal se mueven, no hago sino reunirlos bajo una
noción común (lo que se mueve), la cual conozco,
porque veo otros seres (los minerales, por ejemplo)
que no poseen ese movimiento.

(1) Véase nuestro estudio : La idea de Tiempo en cllrngitfiji', qi\


el n.o II del Archivo de la Historia de la Filosofía ( Madrid, 1907 ).
EL MITO DE PSYQÜIS 243

Llamando, pues, D á las diferencias y Sá las seme-


janzas tendríamos

La donosa actitud de Blefarón, en el Amphitriio


de Planto, puede servir de aclaración de lo que hemos
indicado. Blefarón conoce á su amigo Anfitrión, pero
cuando Júpiter comparece ante los dos bajo la misma
forma de Anfitrión, Blefarón vacila, no sabe cuál de
ellos es su amigo, se cree loco, j acaba por huir:

«Rationes iacent, iudiciuiit sUet, quid again nescio.»


(v. 1034)

Anfitrión, por su parte, comprende que esa completa


identidad es causa de desconocimiento, y se lamenta
de ello

«Qui me Tliebis alter vivit miserior ? quid nunc a^am?


Quem omneis mortaleis ignorant, et ludificant, ut lubet. »

(vv. 1066-1067).

La misma etimología del vocablo castellano conoci-


parece indicar esa idea de relación de una cosa
'íniento
con otra (i). Podemos, pues, concluir:
Todo conocimiento descansa en una percepción de
diferencia ó semejanza entre las cosas.
Ó lo que es lo mismo
Todo conocimiento es relativo.
En tal concepto, son aplicables al conocimiento
todas las propiedades de los relativos, admirable-
mente precisadas por Aristóteles. Admite contrarios
(la ciencia es lo contrario de la ignorancia) i es sus-
ceptible de más y de menos (puede saberse más ó
menos)- se aplica á cosas recíprocas (el conocimiento

(1) Del latín cor/nilio, derivado de cognosco, vocablo que á su


vez so compono do cuní (on griego a'jv, en sanskrito sam) y r/nosco
= aprender, conocer (en griego y. -y^iú- T/.to — conocer on sans-
;

lii'ito gnñ =
conocer, do donde grianata =conocimiento).
244 A. liONILLA V SAN .MARTÍN

es conocimiento de lo nahido, ¡j lo que es .sabido se


sabe por ronocirnienfí)); y, una vez conocido, se co-
el

noce la cosa á que se aplica (conocido el conocimiento,


se conoce el objeto de ese conocimiento). La única
propiedad que no se le aplica, es la de existir simul-
táneamente con su objeto, porque parece que la cosa
sabida es anterior á la ciencia.

De todo lo dicho se desprenden dos consecuencias


importantísimas
1.''^ A medida que el número de diferencias se
reduce, se estrechan también los límites de nuestro
conocimiento; y, por la misma razón, si las diferen-
cias quedan en absoluto suprimidas, nuestro conoci-
miento se anula. —
Lo que sabemos del perro A, es
mucho más de que podemos saber del perro en ge-
lo
neral que del 'perro en general sabemos, es
(1 ) ; lo
mucho más que lo que podemos saber del animal ¡ lo
que sabemos del animal, es mucho más que lo que po-
demos saber del ser. porque el ser es la diferencia más
abstracta que percibir cabe. Si suponemos un sujeto
absolutamente solo, si borramos toda diferencia en
las cosas, no hay conocimiento posible, porque el co-
nocimiento es una acción y toda acción implica por lo
menos dos elementos: el sujeto y el ti'rmino.
(1) Esto se observa especialmente en la evolución de los nom-
bres, expresión formal de las ideas. El nombre común es muy
anterior al nombre j^í'o;)/o, porque el conocimiento de lo general es
más fácil que el de lo particular. «En las sociedades más atrasadas,
tanto las personas como las cosas sólo se distinguen por medio de
nombres comunes:... los nombres propios son frutos del desenvol-
vimiento de las lenguas estimulado principalmente por el cruza-
miento de los pvieblos.» Valentín Letelier: Ensayo de Onomato-
logia ó estuiio de los nombres propios y hereditarios. Madrid, 1906.
Pág. XXXI.
Véanse también, acerca de los nombres, los 2>reciosos: Oriijines
du Droit Franjáis, de J. Michelet (París, C. Lévj',
EL MITO DE PSTQÜIS 245

2.''^ No es posible conocimiento de lo que carece


de relaciones de semejanza y diferencia respecto de
otras cosas. Por eso no cabe conocimiento de la esen-
cia, distinguiéndola de sn actualidad como existencia
determinada, porque la existencia es la líltima dife-
rencia que percibimos. La esencia no la podríamos
conocer sino diferenciándola, y toda diferenciación
es unmodo de existir.
Toda elevación á un concepto general, se nos
muestra como una reducción de diferencias, y se tra-
duce verbalmente en un término que expresa la dife-
rencia de un grupo de objetos respecto á otro grupo.
El niño que ve á su padre con uniforme, llama papas
á cuantos ve con ese uniforme. El hombre que ve res-
pirar á sus semejantes y á otros seres inferiores,
llama animal á todo el'que respira, cuando quiere di-
ferenciarles, como grupo de seres, de los que no res-
piran. Es decir que, si tenemos un ser

A = a -\-b -^- c -{- d -\- n propiedades,


y otros dos seres

B =^ a h h -h e -\-
f + n propiedades;
C= a -h 1^ -h g + íi -h n propiedades.
y además vemos otro ser:

I) = a -\- i +j -{- n propiedades,


y otros dos

jE = rt -f- /v + / -\~ n propiedades;


F =: a -^ II -h VI + 71 propiedades,
inventamos el gvu\)o:

X= « -f- /;

como representativo de .I, By C, en relación dr dife-


rencia respecto al grupo:
Y=a,
240 A. BONILLA Y SAN MARTÍX

representativo do 7J, E y F; y suprimimos mental-


mente n propiedades diferenciales, de las que X é Y
no son otra com. qne funciones. Xé 1' representan en-
tidades reales, no porque existan como tales A' é 1',
sino porque existe « + 6 en ^, en Ji y en C, y jtorque
existe a en D, en E y en F.

A medida que un conocimiento es más universal y


más necesario, es más científico y acrecienta más
nuestro saber.
«¡Pues, qué! —se dirá —
¿no es cierto que el cono-
cimiento de lo particular es más amplio que el de lo
general, porque encierra mayor número de diferen-
cias? ¿No hemos convenido en que sabemos más del
perro que áel anifrial? » Sí; todo esto es cierto, pero
uo obsta para la verdad de la proposición mencionada
lo que hay es que el fantasma de lo Universal ofusca
nuestra inteligencia y nos quiere persuadir de que ese
Universal es de naturaleza distinta de lo particular.
Supongamos que yo observo que un perro cae al
suelo desde una torre y se mata. Mi conocimiento se
limita á ese hecho. Pero otro individuo, B, ve caer á
un gato, y á un mono, y á un hombre, y observa que
se matan también. Su conocimiento es más amplio
que el mío, sin dejar de ser particular. Si suponemos
ahora que otro observador echa de ver que ningún
animal de nuestra especie, ni de las especies mencio-
nadas, se puede mantener naturalmente en el aire,
dirá: todo animal de estas especies que se arroje al
suelo desde la torre, caerá y se matará.
Luego examinaremos el carácter y la legitimidad
de afirmacionescomo la precedente, pero, por lo
pronto, nos interesa hacer constar que lo Universal
EL MITO DE PSYQüIS 247

(U) no es algo distinto de lo Particular (P) como na-


turaleza, sino que representa:

U= P^P-hP+P+P + P^
Si lo Universal no es otra cosa que lo Particular
elevado á una potencia infinita, para conocer lo Uni-
versal se necesitaría una potencia infinita también,
porque el conocimiento es un relativo, como hemos
visto, y una de las propiedades del relativo es apli-
carse á cosas recíprocas.

¿Qué queremos decir al afirmar que algo es necesa-


rio^ (1). Que no puede faltar, que no puede menos

de existir.
Toda afirmación de necesidad viene á ser una pre-
visión de lo futuro. Pero ¿es acaso posible esta
previsión? Volvamos al ejemplo anterior para com-
prenderlo ,

Para que yo afirme con fundamento que todo animal


que se arroje desde la torre, caerá y se matará, es
preciso que 3^0 conozca de tal suerte las propiedades,
las cualidades, los modos de ser del animal, que sepa
que una de ellas es ésa, es decir, que debo poseer un
conocimiento universal del animal, ó sea un conoci-
miento: P (00). Si no poseo, como no es probable, ese
conocimiento, mi afirmación debe reducirse á lo si-
guiente: todo animal que se halle en las mismas con-
diciones de los mencionados, al arrojarse de la torre,
caerá y se matará. Es decir, que podemos reducir las
dos razones á la proporción siguiente, llamando A al

(\) Del latín «f, partlcnlii negativa, y cedo, is -- retirarse,


ceder.
El heres necessaritis no podía rechazar las cargas do una herencia.
248 A. JIOMLLA V SAN MAUTÍX

primer animal, J3 al segundo, y c al suceso de la


caída mortal:'

c ' ' (

y. siqueremos conocer la situación del término medio


B^ tendremos
B= ^, c

ó sea: B =^ A.

De donde resulta que hemos suprimido por com-


pleto las diferencias, y por consiguiente, que nuestro
conocimiento de B quedó anulado, reduciéndose al de
A' lo cual viene á ser lo mismo que si dijésemos: A
se cayó de la torre y se mató. Es decir, que lo futuro
se ha convertido en pasado, y nuestra pomposa pre-
visión no pasa de los límites de una mera tautología.
Una cosa análoga acontece con el decantado prÍTZ-
cipio de causalidad, el cual «se parece á todas las
demás creencias de previsión, en cuanto es el símbolo
verbal de un acto del espíritu puramente automático,
acto que es por completo extra-lógico, y que sería iló-
gico si la experiencia no viniera constantemente á

comprobarlo.» {^)

Hemos hablado del qué y del por qué del conoci-


miento. Tratemos del cómo.
La condición, próxima á la imbecilidad, de los
sordomudos de nacimiento, y otros fenómenos análo-
gos, nos hacen comprender que, á medida que supri-

mí) Hume. Sa vie. Sa pliiloso¡>hie. Par Th. Huxley. Tracl. G.


Compayré. Paris, G. Bailliére et C", 1880. Pág. 171.
EL MITO DE PSVQUIS 249

mimos un órgano de sensaciones, suprime toda una


se
serie de representaciones correspondientes, y que si
llegáramos á suprimirlos todos, la formación de re-
presentaciones quedaría por completo anulada. Aun
los minerales se transforman, merced á ciertas impre-
siones (v. gr. el platino con el agua regia); un
cuerpo que no fuese capaz de experimentar impresión
ni modificación alguna, seria para nosotros algo así
como la nada, de la cual no tenemos idea, porque ya
hemos visto que la existencia es la última diferencia
que percibimos.
Es un hecho, además, que los órganos de los sen-
tidos son susceptibles de educación, y que ésta se
consigue mediante la iteración reflexiva, ó sea me-
diante la experiencia. Un niño, no solamente no tiene
idea de la distancia en general, sino que ni siquiera
se hace cargo de las distancias particulares entre los
objetos. Su órgano receptor de las impresiones vi-
suales viene á ser como la placa de una máquina
fotográfica, donde todos los objetos constan en el
mismo plano.
Discutir, después de esto, el que se ha calificado de
l>rohl<'ma de Ja realidad del mundo
rxierno, parécenos
un solemne contrasentido. O admite el hecho del
se
conocimiento, ó no; si no se admite, no puede afir-
marse que conocemos ó desconocemos el mimdo
externo, porque esa afirmación implicaría 3'a i;n cono-
cimiento^' si se admite, es forzoso reconocer que ¡jo
conozco algo, y por consiguiente que el objeto del co-
nocimiento, en tanto que objeto, es distinto del sujeto
en tanto que sujeto. Decir que el j'o se conoce á sí
mismo, es negar la relación de diferencia, en absoluto,
V, por consiguiente, negar la posibilidad del conoci-
miento, al mismo tiempo que se alirnuv, lo cual os
absurdo. El conocimiento del Yo. como iji> (¡ni- conoce.
250 A. Koxir.r.A y san maiití.n

debe ser siempre un misterio. Un poeta inglés del


tiempo de Isabel lo dijo ya hermosamente:

All tliings wiihoiit which round about we see,


«

AVe seek to know, and liave wherewith to do;


But that whereby we reason, live and be,
Within ourseíves, we strangers are thereto.

Is itbecause mind is like the eye,


Thro' -which it gathers kno-\vledge by degrees;
Whose rays rcflect not but spread out'wardl}'-;
Not seeing itself, when otber tbings it seesV» (')

Nosotros sabemos que de la cara inferior del cerebro


parten doce pares nerviosos, los nervios craneales,
que se dirigen, unos como nervios sensoriales á los
órganos de los sentidos, y otros á otras partes de la
cabeza, desempeñando el papel de nervios motores ó
sensitivos de los órganos ó partes mencionadas. Nos-
otros sabemos que las impresiones de lo de afuera son
recibidas por esos nervios y transmitidas al cerebro,
donde se elaboran los actos intelectuales. ¿Cuál es el
proceso interno de la elaboración? ¿En qué consiste la
naturaleza de ese órgano perceptor de relaciones á
que llamamos conciencia? Eso nadie lo ha podido
saber basta ahora demostrativamente, ni jamás se
llegará á saber; y la razón está indicada: nuestra idea
del Yo se reduce á la idea de algo que conoce, y cuya
esencia es d mismo conocimiento; un conocimiento
del Yo, sería un conocimiento que se conoce á si
mismo, ó sea la negación del conocimiento.

(1) «Todas las cosas que vemos alrededor de nosotros, procu-


ramos conocerlas y nos ocupamos de ellas: mientras qiie somos
extraños á aqiiella que está, dentro de nosotros, y por la cual dis-
currimos, vivimos y somos.
¿Es acaso porque el espíritu es como el ojo, por medio del cual
adquiere gradualmente sus conocimientos, y cuyos rayos no se
reflejan, sino que divergen hacia afuera; que no se ve á si mismo
pero ve á las demás cosas?»
EL MITO DE PSVQÜIS 251

;Y el no-Yo? ¿Lo conocemos acaso?


Para resolver esta cuestión debemos recordar ,

nuestra afirmación primera : todo conocimiento es una


¡percepción de diferenciáis . El hecho del conocimiento
implica la existencia de un no-Yo; pero la naturaleza
del conocimiento implica también la imposibilidad ab-
soluta de conocer lo que en ese Yo hay de común con
lo demás. Yo puedo saber en qué se distingue un ob-
jeto A
de un objeto B^ valiéndome de los datos que
mi percepción me proporciona, pero no puedo averi-
guar' sustancialmente lo que haya de común, porque
mi entendimiento sólo es perceptor de diferencias, y
lo que á veces llamo común en un grupo, no es sino
el carácter diferencial de ese grupo con relación á
otro. Sé, por ejemplo, que
A = F\a +h ^ c~ e)
y que
B = F(a ^-1) ^- c-^ d),

por lo cual digo que A -\- B, en relación con 7),

forman un grupo aparte, siendo


D = F(a^b-r f-\-g),
porque
A^ B = F(a -\- b -i-e ),

mientras que
D = F(a -f h ;.

Sé también que A -\- B^ D forman otro grupo


aparte, en relación con

C=F(a-\-h-ViA-j),
porque
A ^B -{- D= F(a-^ I) ).

mientras que
C = F(a ).
252 A. liONII.LA V SAN M A lll i .\

Pero si so ino pregunta lo ([iio es a, yo sólo podría


decir: lo que no es b, ni c, m d . . .

Hagamos ahora aplicación de estos principios á las


diferentes disciplinas que componen la enciclopedia
científica {^).

Empecemos por la Matemáfica, la ciencia exacta


por excelencia. ConviéViese en afirmar que la Matemá-
tica es la ciencia de la cantidad, ora expresada por
números (Aritmética), ora por símbolos en que se
prescinde de todo valor numérico (Algebra).
Ahora bien ¿qué es la cantidad? Prescindiendo de
otras definiciones (porque los matemáticos, á pesar
de la exactitud de su ciencia, varían notablemente al
definir su objeto), fijémonos en aquella que parece
más propia, y que reproduce el concepto aristotélico
de esa categoría cantidad es todo aquello que se con-
:

cibe como compuesto de partes y divisible en ellas (2),


por ejemplo, el número, el espacio y el tiempo.
Según esta definición, q\ principio de la Matemática
queda de hecho excluido de ella, como indefinible é
incognoscible. En efecto: el principio del número,
como de toda división, es la tinidad, y el concepto

(1) Entrego estas consideraciones (si es que pueden hincarles


el diente) á la reflexión délos filósofos, de Academia ó de secta, los
cuales no me admitirán en su seno, por aquello de abominar yo de
todos los cenáculos y hablar siempre con clara y sincera expresión.
Y la verdad es que me alegro:
(Admis enfin, aurai-je alors,
pour tout esprit, Fesprit de corps?
II rend le bon seus, quoi qix'on dise,
solidaire de la sottise.»
(Béranger- Chansons)
(2) Elementos de Matemáticas, por D. .Joaquín María Fernández
y Cardín. 14.» ed. Madrid, 1884. Aritmética, pág. 1. Es este uno de —
los mejores tratados de Matemáticas elementales que se han es-
crito en España.
EL MITO DE PSYQUIS 253

(¡ue de unidad absoluta tenemos es enteramente


la
vacío, como de carácter negativo: lo que no se com-
pone de partes^ ni es divisible. Si negamos la existen-
cia de la unidad, negamos la existencia del número
(todo número es un compuesto de unidades); pero la
unidad no concebimos positivamente. El matemá-
la
arbitrariamente una supuesta unidad,
tico, al dividir
admite de hecho la unidad indivisible, porque, por

ejemplo, — es una unidad indivisible, con relación

á la mitad de un entero, ya que

—2 1


2
'

deja de ser-^, convirtiéndose en

1 \ 2 _ 1

y J_ • 9
"
- i-
4 * 8 '

y los conceptos de —y de — - son enteramente dis-

tintos del de —
Además, por lo mismo que el matemático se atiene
siempre á una de las relaciones más simples, es decir,
á una sola de las categorías, está constantemente muy
alejado de la realidad. Tomemos, por ejemplo, una
razón:

B
y establezcamos una igualdad con otra razón:
A_ ^ _C_
¡I
~ 1)
'
254 A. liONILI.A V SAN MAUTÍX

de donde el término extremo 1):

D BC
A '

porque

Pero las letras son aquí símbolos de infinitos nú-


meros, y los números á su vez son símbolos de infi-
nitas realidades. Supongamos un caso práctico. Se
nos pregunta: en una expedición hay víveres para
60 días, y se cree que aquella ha de durar hasta
SO días ¿qué jjarte de ración habrá de darse á cada
individuo para que los víveres duren esos 80 días/
Entonces, la proporción:
EL MITO DE PSVQUrS '¿OO

sucumba antes de llegar al término del viaje. De


donde resulta que la igualdad matemática,

B~ D
deja de ser exacta en cuanto sustituimos los símbolos
con realidades, porque de que una ración baste para

60 días, no se infiere que —3 de ración basten para 8U.

Cierto que, en abstracto,

80 1

60 0.75'

pero el 0,75 que con relación á —— viene á repre-

sentar la unidad, puede representar — de unidad

con relaciona——, si la resistencia de a es doble


bO
que la de b.
El matemático que censura la inseguridad del me-
tafísico no debe, por consiguiente, olvidar:
1 °
. Que el principio de su ciencia es tan incom-
prensible como el de la ciencia del segundo;
2.*^ Que, en sus razonamientos, parte siempre de
una Iñpóti'íiis (que A es igual á B) sin que sea total-
,

mente inadmisible, por lo tanto, la afirmación de una


hipótesis contraria (v. gr. A =^ A -^r A B^ como se
dice, con otro sentido ciertamente, en el Algebra de
la Lógica) (i).
Lo mismo puede decirse de la Geometría, ó sea de
la Matemática de la cantidad en el espacio. Se habla
de las propiedades de la recta y de las propiedades de
la curva, pero ¿quién ha visto en la realidad una línea

(1) L. Couturnt: L'.Uíji'brc de la Loghiue. París 1005. Pág. 13.


25G A. IIOJÍILI.A V SAN MAllTÍN'

que con propiedad pueda calificarse de uno ú otro


modo? Cuando se formula el teorema de que por un
punto O de una recta A B, sólo puede pasar una per-
pendicular O P, sólo se trata de abstracciones; ni el

punto O. ni la recta A Ji, ni la perpendicular O P,


son entidades reales se trata de meras Iiij/óté'nis. Del
;

mismo modo que supongo la existencia de una recta


pura A B, puedo suponer la existencia del Humano
capiti de Horacio. 'Ni la recta ni el monstruo me los
ofrece la realidad.

El mismo sentimiento de cierta unidad latente y por


símisma incognoscible, se descubre en la ciencia que
estudia aquellos fenómenos de los cuerpos en los que
éstos no experimentan ninguna modificación, ó sea en
la Física.
Desde los tiempos de Aristóteles hasta nuestros
días, aunque con un sentido muy distinto, se entiende
que el movimiento es el objeto fundamental de la Fí-
sica. A la cansa del movimiento se llama fuerza (^).
El movimiento, á su vez, se considera como una
propiedad de la materia.
Si pedimos á iin físico la explicación clara de esos
términos: materia, movimiento, fuerza, severa suma-
mente perplejo, porque, al emplearlos, penetramos en
la tenebrosa región de las sombras,

« Xoi vegg;iam come quei cli" lia mala luce


ne son lontano:
le cose, disse, clie
cotanto ancor ne splende '1 sommo duce. »

(Dante — Inferno, canto X,).

(1) «On appelle forcé, toiite cause capable de produire ou de


modifier le niouvement » E. Feruet: Cours élémentaire de Physique.
Paris, 18^9. Pág. 27.
El. MITO DK } SV(iUIS 257

Si colgamos del extremo de lan hilo una bala de


plomo y cogemos el otro extremo, el esfuerzo que te-
nemos f[ue hacer para sostener el cuerpo, nos indica
que éste parece hallarse solicitado por algo, á lo cual
damos el nombre de fuerza. Pero ¿qué es en sí misma
la fuerza? Algo totalmente incógnito. Decir que es la
causa del movimiento no es dar explicación satisfac-
toria, puesto que la causa no nos enseña el qtió, sino
el poí* qiié de los fenómenos. Cuando yo pregunto qué
es el vino, no pregunto cuál es la causa de la embria-
guez, sino cuál es la naturaleza de aquella sustancia;
pudiera suceder que uno estuviese embriagado sin
haber bebido vino.
«No sabemos nada ó casi nada escribe Balfour —
Stewart (^) —
de la estructura y de las propieda-
'des elementales de la materia orgánica ó inorgánica.
Hay, sin embargo, ciertos casos en que un gran nvi-
mero de partículas están enlazadas unas con otras, de
modo que obran como una sola individualidad, y nos
es posible entonces predecir su acción; así, obser-
vando el sistema solar, el astrónomo llega á predecir
con una exactitud perfecta la posición de los diversos
planetas ó de la luna. Lo mismo acontece en los ne-
gocios humanos, donde encontramos la acción general
de un gran niimero de individuos cuyo conjunto cons-
tituye una nación, y el hombre de Estado, estudiando
la acción y la reacción recíprocas de las diferentes
naciones, realiza una obra análoga á la del astrónomo.
Pero si pedimos al astrónomo ó al hombre de Estado
que elija una partícula aislada ó iin ser humano aislado
y nos prediga los movimientos que ejecutarán, uno y
otro hallará que su ciencia no le sirve para el caso.»
Segi'in los pi'incipios tradicionales de laFísicn. la

(1) í,a consprration de. l'i'neríiic Par¡«,G. BailliÍTO.lSTr). P¡\gs. 2-ií.

17
258 A. nONII.LA V SAN MAUTJN

rtiateria está continua manfe <;n movimiento. Fuerza y


materia están, pues, estrechamente unidas, y todo
ciwrpo se nos muestra como un conjunto de fuerzas.
Además de la materia común ó ponderable, existe
otra materia iucinihle y no sujeta á la gravedad, lla-
mada rfer ó materia imponderable. El movimiento no
es otra cosa que la existencia sucesiva del cuerpo en
diversos puntos del espacio.
Esa era la teoría que tuvo su más brillante expresión
en La unidad de las fuerzas físicas del P. A. Secchi
(1864). Pero la corriente va hoy por otro camino, más
unitario todavía. Según las nuevas teorías, represen-
tadas por el eminente Gustavo Le Bon y por el Pro-
fesor P. De Heen, teorías en cuya formación ha en-
trado por mucho el estudio de los cuerpos llamados
radio -activos (v. gr. el uranio), la materia, que antes
se suponía indestructible, se desvanece lentamente por
la disociación continua de los átomos ó elementos que
la componen; los productos de la desmaterialización
de los átomos contituj^en sustancias intermediarias,
por sus propiedades, entre los cuerpos ponderables y
el éter imponderable, es decir, entre dos mundos que
se consideraban hasta ahora como profundamente se-
parados la materia, que en otro tiempo se consideró
:

como cosa inerte, que no podía restituir sino la


energía que primero se le había comunicado, es, por
el contrario, un colosal depósito de energía — la
energía intra- atómica — que puede gastar sin pedir
prestado nada al exterior; por iiltimo, de la energía
intra-atómica que se manifiesta durante la disociación
de la materia, resultan la maj'or parte de las fuerzas
del universo, y especialmente la electricidad y el calor
solar. Así debe afií-marse, según estas teorías, que la
materia y la energía no son cosas distintas, sino una
misma cosa bajo aspectos distintos. Toda fenomena-
EL MITO DE PSYQUIS 259

lidad es una transformación de equilibrio : cuando las


transformaciones de equilibrio son rápidas, las lla-

mamos drctricidad. calor, luz. etc.; cuando esas trans-


formaciones son más lentas, les damos el nombre de
materia.
En la catliódica, lo mismo que en la
radiación
radioactividad, materia se transforma evidente-
la
mente en algo que no pitecia ser la materia ordinaria,
puesto que no conserva ninguna de sus propiedades.
Ese algo constituye un mundo intermedio entre la
materia y el éter, considerando á éste como: «la pri-
mera fuente y el último término de las cosas, el
substratum de los mundos y de todos los seres que se
agitan en su superficie. »
Pero ¿qué es el éter? «Sa nature intime escribe —
Le Bon (i) —
demeure \in irritant mystére». Sólo se
puede asegurar qite es imponderable y suponer que ,

tiene una masa, y que de la condensación de esta


masa, efectuada en los orígenes del mundo por un
mecanismo enteramente desconocido, provienen los
átomos, elementos de los cuerpos.
Unificadas la materia y la fuerza, el desconoci-
miento del objeto es mayor, como era de esperar, una
vez reducidas las diferencias. Se llega al éter como
elemento fundamental del Universo, y, al preguntar
qué es, nos encontramos con el misterio. «Una cosa
nos es conocida por sus propiedades itn sujeto está ;

determinado por sus atributos. Ahora bien, la cosa no


es, en realidad, más que el punto de reposo deseado
por nuestro pensamiento. Nosotros no conocemos más
que las propiedades y su reunión en un algo descono-
cido, cuya hipótesis es una ficción de nuestro espíritu.

(1) L'Evoluiion de Itt Matidie. París, E. Flammiirion, liA»5. Pá-


gina 87.
2(j0 A. DONILT.A Y SA\ MAKTÍX

jiero, segi'in -parece, una ficción necesaria é iniporiosa-


mente exigida por nuestra organización.» ('')

En el nmbral de la ciencia que estudia los cambios


de estado de los cuerpos, ó sea la Química, encontra-
mos asimismo una hipótesis: la de la existencia de
ciertas masas elementales, llamadas nwltculas, que
no podrían dividirse sin alterar las propiedades que
antes tenía la materia; otra hipótesis, la de Ampére,
según la cual todos los gases contienen, por unidad
de volumen, en las mismas condiciones de tempera-
tura y de presión, idéntico número de moléculas, hi-
pótesis que sirve de base á la determinación del j^^so
molecular; y dos leyes, la de Gay-Lussac y la de Ma-
riotte,que no son por completo exactas en su aplica-
ción á la realidad (2).
Pero si después nos fijamos en cada iino de los
cuerpos que estudia la Química, veremos que todo lo
que acerca de ellos sabemos, se reduce á circunstan-
cias externas, que nada nos dicen acerca de la indiii-
dualidad de esas sustancias. ¿Qué sabemos, por ej .

del fósforo? Que es un cuerpo sólido, de color amba-


rino y olor especial, flexible y blando, de 1,83 de den-
sidad; que es fusible á 44^,3; y que es insoluble en
el agua, v soluble en ciertas sustancias (alcohol.

(1) F. A. Lange: Histoire ñu Matéñalisme. Trad. Pommerol. Pa-


rís, C. Eeiawald et C¡^ 1879. T. II, pág. 2sO.
«Le...Tnot création poiirrait se traduire par: évolution de l'éner-
c/ie constante et indestructible dans la substance immuable et iternelle.

Ce qu'il nous sera ton.jours impossible de connaitre, c'est la natnre


de cette substance, et c'est lá qiie s'arréte le savoir hiimain.^^ P. De
Heen La :Matiére. Sa naissance, sa vie, sa fin. Bruxelles, 1905. PA^. 1 14.
(2) M. A. Joannis: C'otn's élémentaire de Chimie. Taris. 18Q7. Pá-
gina 13.
EL MITO DE rSVQUIS 2()1

éter, y sobre todo sulfuro de carbono). Es como si


preguntásemos quién es Sócrates y se nos respondiera
que es un ser físico, de color moreno, de olor especial,
blando al tacto, de ?i kilogramos de peso é incapaz de
resistir 7?i° bajo O y Z° sobre O sin que le sobrevenga
la muerte. Nosotros podemos admitir que todos estos
datos convengan á Sócrates, pero lo que deseamos
saber de él es algo mas íntimo, más esencial; no pre-
guntamos cuál es su color, ni su dureza, ni su peso,
ni su olor, ni su resistencia física, sino cuál es el su-
jeto de todas esas cualidades, porque todas, absoluta-
mente todas, pueden cambiar y alterarse, sin que el

sujeto deje de ser Sócrates. Y otro tanto acontece en


la Química: en un óxido de hierro, por ejemplo, debe
haber oxígeno y hierro, pero en él estos elementos
están completamente transformados, sin poseer nin-
guna de las propiedades que antes les caracterizaban
y que se pueden volver á obtener mediante una diso-
ciación. Por eso W. Ostwald, eminente profesor de
química en la Universidad de Leipzig, afirma rotun-
damente que Jos elementos no ijueden subsistir como
tales en las combinaciones químicas. Es una propiedad
fundamental del aluminio no descomponer el agua en
frío y no oxidarse á la temperatura ordinaria; pues
bien, mediante ciertos procedimientos, esa propiedad
puede desaparecer radicalmente, y así lo ha demos-
trado de un modo experimental Gustavo Le Bou (^).
Esto quiere decir que tales propiedades, que de ordi-
nario nos sirven para distinguir unos cuerpos de
otros, no son sustanciales, y que, ó las sxistancias in-
dividuales nos son por completo desconocidas (indi-
ferenciables por esencia), ó que no existen como tales
sustancias individuales, sino como niauifestacionos de

(1,1 L'Évoltitioit de la Matiúre. Pilgs. •25!) y 2(33.


2G2 A. HON'ILI.A Y SAN MARTIX

una sustancia imiversal que nos es también descono-


cida, en razón do su iinidad absoluta.

La Astronomía ó Física celeste es, en sus funda-


mentos, una serie continuada de Jii'pófrsiíi: sobre el
origen de la Tierra, sóbrela constitución solar, sobre
las nebulosas, sobre los cometas, etc., etc. La misma
aplicación de la ley de la gravitación universal á los
cuerpos celestes, considerando la atracción recíproca
como cansa única y eficaz de sus movimientos, no
pasa de ser otra hipótesis ("i). Y el campo de nuestra
ignorancia es tan enorme, que, en general, no conoce-
mos, ni la distribución en el espacio, ni los movi-
mientos, casi imperceptibles, de esos soles disemi-
nados por el cielo, á que llamamos estrellas. Xi
siquiera podemos formar concepto de sus dimensiones.
Toda cuestión de orígenes es una cuestión oscura y
en que hemos de proceder por tanteos. Tal acontece
con el origen de la raza humana en la Historia Natu-
ral del hombre, ó con el principio de la generación en
Fisiología. En esta última ciencia, reduciendo las
diferencias en el análisis, llegamos á encontrar como
substratum de los fenómenos vitales el protoplasma,
de cuya composición elemental sólo sabemos que en
ella entran los catorce cuerpos simples.: C, O, H, X,
S, F, 01, K, Na, Ca, Mg, Fe, Si, Fl. Ahora bien, aca-
bamos de ver cuan ilusorio es nuestro conocimiento
(1) M. Guiraudet: I\^otiOH'i d'Astronomie Descriptive. Paris, 1870.
Pág. i:38.

Acerca de la critica qiie la ciencia moderna hace de la atracción


neictoniaiía de la hipótesis de las fuerzas centrales, del principio de
,

inercia, y, en general, de los fundamentos de la Mecánica, de las


Matemáticas puras y de la Física-Matemática, véase el discurso
de D. .José Echegaraj', leído en la Universidad Central en la so-
lemne inauguración del curso de 1905 á 1906.
EL MITO DE rSYQUIS 263

de cada uno de estos cuerpos. Por otra parte, en el


estado actual de la ciencia es imposible referir todos
los fenómenos vitales á las leyes de la Física y de la
Química ('').

Y de las ciencias teóricas pasamos á las prácticas


si

(propiamente llamadas arfes), la dificultad del cono-


cimiento científico salta á la vista, porque todo es
absolutamente empírico y carece de explicación sus-
tancial. Tal acontece de un modo especial en la Medi-
cina. quinina es un febrífugo? ¿Por qvié
¿Por qué la
el citrato de cobre es adecuado para el tratamiento del

tracoma? Suponiendo que la propiedad sea exacta (y


el averiguarlo constituye el mayor triunfo en Medi-
cina), el hecho permanece inexplicable, es un verda-
dero riústério. Si el saber es, como decía Aristóteles,
conocer la causa, nada *de esto es sabiduría.

En las demás disciplinas, la Historia puede algunas


veces ser asunto de mera curiosidad, porque, cuando
\\n problema está resuelto,lo que interesa es estudiar
la solución consecuencias que de ella se infieren.
y las
Pero, en Filosofía, la Historia es lo que primero y
principalmente interesa conocer, porque el problema
no se ha resuelto. Por eso ha dicho Nietzsche, quizá
con alguna exageración, que, en la actualidad, toda la
filosofía ha caído hajo cJ dominio de Ja historia (-).
Así sucede que si existe algo entregado por com-
pleto á las disputas de los hombres, son los problemas
filosóficos, y que hay disquisiciones de este género,
como las del Idealismo absoluto germánico, que muy

ri) E. Hédon: i'íV'Cí* fie l'hy.nolonie. I'arís, O. Dnin, 18íli>. PAg. "_'.

()i) Vid, nuestro Arcliico de Historia de l<t Filosn/'ia. Miiilriii, HXK").


Pág. 4(».
261 A. HO.MLLA V SAN MAKTÍX

bien podrían incluirse en la bella Literatura, en con-


cepto de novelas más ó menos entretenidas. Una Meta-
física, como ciencia del >Sér Absoluto, es completamente
imposible, porque nosotros no tenemos idea sino de lo

relativo, aunque por eso mismo sosfu-rlirntns la exis-


tencia de lo Absoluto.
Trátase del alma, como principio dei movimiento
en el animal, y, para los unos es un principio espiri-
tual (es decir, un principio inextenso é indivisible),
mientras que para los otros es un principio material
(extenso y divisible), olvidando los primeros que nos-
otros no tenemos idea alguna de una realidad espiri-
tual (por eso la definimos negativamente), y olvidando
los segundos que la materia en sí misma nos es
también por completo desconocida. «Si cada acto
psíquico implica un objeto material, ¿por qué el ana-
tómico no encuentra en el interior del cerebro esos
objetos materiales? Debería vérseles, porqu.e son ma-
teriales, luego son visibles. Debería vérseles con su
aspecto y su color, ó explicársenos por qué no se les
ve. En general, no se nos describen en el cerebro más
que vibraciones moleculares. Pero nosotros no tene-
mos conciencia de ellas. ¿Dónde está, pues, aquello
de que tenemos conciencia?» (';.
Se trata de la naturaleza del conocimiento de la
realidad, y, para los unos, es inmediato y directo,
mientras que para los otros es una representación^' los
primeros olvidan que el objeto se nos da siempre como
sensación, y por consiguiente que el mundo no es
más que un conjunto de sensaciones, pasadas, pre-
sentes y futuras; los segundos, como decía Hamiltou,

(1) A. Binet: L'Ame et ¡e Corps. Paris. E. Flammarion, 1905.


Pág. 221. Recomiendo la lectiira de este admirable libro, que figura
entre lo mejor que ha producido la moderna filosofia francesa.
Véase también: G. Sergi: La l'$ii¡uis en los fenómenos de la vida:
traducción M. Domenge Mir; Barcelona, lt'07.
KL MITO DE PSVQL'IS 265

no caen en la cuenta de qne la modificación mental de


que se supone tenemos conciencia en la percepción
representa la realidad ó no; si no la representa, no la
conocemos; si la representa, ó el espíritu conoce la
realidad de lo que representa, ó no; si la conoce, la
hipótesis queda destruida al desaparecer la razón de
su utilidad; si no la conoce, hay que suponer que el
espíritu está ciegamente determinado á representar
verdaderamenfe la realidad qiceno conoce. Lo que pa-
rece más probable es que «nuestro sistema nervioso,
que nos sirve para entrar en relación con los objetos,
nos impide, por otra parte, conocer su naturaleza. Es
un órgano de comunicación con el mundo externo es ;

también, para nosotros, una causa de aislamiento.


Nosotros no salimos nunca de nosotros mismos. Esta-
mos amurallados » (^1).'
Tres conceptos, de frecuentísimo uso, encontramos
en la Ontología: el Bien, la Verdad y la Belleza. ¿Sa-
bemos lo que so?i.^ La variedad de opiniones acerca de
ellos nos prueba que no. El Escolasticismo nos dirá,
con Aristóteles, que Bien es «lo que todas las cosas
apetecen»; pero, si precisamente lo que deseamos
saber es lo que todaa las cosas apetecen! Además, de
semejante concepto se seguiría la no existencia del
Bien, porque no hay absolutamente nada que todos
unánimemente apetezcan. Xos dirá Santo Tomás de
Aquino que Verdad es «la conformidad entre el enten-
dimiento y la cosa», de lo cual se seguirá que, si la
cosa no nos es conocida sino por el entendimiento, es
imposible conocer la Verdad. Nos dirá San Agustín
que Belleza es «la unidad en la variedad» de lo cual .

habrá de seicuirse que el (lucbrado , .,--,> es la ronre-

(1) A. Binet: O/'/Ví Cí7!i(?(( pAg. 21

tí(.
2(10 A. I¡ONri,LA V SAN MAKTÍX

sentación de la Belleza, lo cual repugna al sentido que


ordinariamente damos á la palabra. Nuestra ignoran-
cia, en suma, respecto á ese y á otros conceptos tras-
cendentales que pudiéramos mencionar, es profunda y
lamentable. Salomón lo dijo hace más de veintinueve
siglos: «He visto acerca de todas las obras de Dios,
que el hombre no puede alcanzar la obra que debajo del
sol se hace, por la cual trabaja el hombre buscándola,

¡j no la hallará; aunque
diga el sabio que la sabe, no
por eso podrá alcanzarla.» (Ecclesiastés, VTII. 17).

Y tal es, á nuestro juicio, el sentido del mito cuj'a


evolución histórica hemos estudiado en la primera
parte de esta obra. Psyquis es la Sabiduría, que todos
los hombres reverencian y aman, pero de la cual nin-
guno toma posesión. Psyquis se enamora del Amor,
porque el Amor enlaza y une, y la unidad parece ser
lo característico de la Esencia. Pero mientras Psj^quis
tiene aspecto humano, no le es dable percibir la
Esencia sin destruir la realidad que quiere disfrutar,
del mismo modo que el niño, cuando rompe el juguete
para ver lo que tiene dentro, se queda sin juguete.
Psyquis, para conseguir su objeto, ha de pasar por
rudas pruebas (las luchas de la Yida), después de
las cuales logrará su unión con la Yerdad. haciéndose
de la misma naturaleza que ella, inmortal y eterna,
merced á la muerte y aniquilamiento de su apariencia
humana. A esta conclusión tendía también la filosofía
índica (y y& sabemos que á la India es preciso re-
currir para encontrar la primera forma del mito),
cuando decía que de la ignorancia avijjá { =
el no-
conocimiento) provienen las formaciones (sankhárá).
y de éstas el conocimiento (viuñána). La Ciencia hu-
EL MITO DE rSYQUIS 267

mana es una verdadera Ignorancia lo qvie más nos


;

importa saber, eso es lo que desconocemos. Pero hay


un consuelo: el que más lucha por salir de la Igno-
rancia, es el que más merece la Verdad, aunque no
penetre jamás en sus dominios. Psyquis buscó á Cu-
pido si no hubiera sufrido por buscarle, no habría lo-
;

grado el Amor y la Inmortalidad.

Cuando de noche, en medio del campo, lejos de toda


liabitación y de todo rumor humanos, contemplamos
el grandioso espectáculo del cielo estrellado, un so-
lemne recogimiento nos embarga. El silencio de la
inmensidad que nos rodea, parécenos la quietud for-
midable de un gigantesco animal que descansa y sobre
el cual inconscientemente hemos venido, sin saber
cuándo llegará el momento de que despierte y nos
aniquile. Los aromas que el aire nos trae, aseméjanse
al hálito de aquella bestia colosal. La titilación de las
i'strellases el parpadeo de sus infinitos ojos, que pi-
carescamente hacen escarnio de nuestra peqiieñez y
lie nuestro asombro ante lo impenetrable del Misterio.

AQUÍ TERMINA LA HISTORIA DEL JÍITO UE l'SVQUIS


1
APÉNDICE
APULEI MADAUPtENSIS
Fabella de Psyche

(Ex liVivis IV, V et VI Metamorplioseon)

(Apulei Tabella) (') (Traducciónde DikgoLói'EZ


DE Cortegana) (-)
Erant in quadaní civitate Eranse en una cibdad un
rex et regina. Hi tres nume- rey é una reina, y teninn
ro filias, forma conspicuas, tres hijas m\iy hermosas, de
habuere. Sed maiores qui- las cuales dos de las mayo-
dem natu, quamvis gratis- res, como quier que eran
sima specie, idonee tamen hermosas é bien disijuestas.
celebrari posse laudibus hu- podian ser alabadas por loo-
manis credebantur; at vero res de hombres, pero la más
puell-ae iunioris, tam príBci- pequeña, era tanta su her-
pua, tam preeclara pulcliri- mosura, que no bastan i^ala-
tudo nec exprimí ac no
, , bras humanas jiara poder
sufñcienter quidem laudari exprimir ni suficientemente
sermonis human i i)enuria alabar su belleza. Muchos
poterat. Multi deniquG ci- de otros reinos é ciudades,
vium ct advena? copiosi,
, á los cuales la fama de su
quos eximii spectaculi ru- hermosiira ayuntaba, espan-
mor studiosa celebritate tados con admiración de su
congregabat, inaccessíc for- tan grande hermosura, don-
monsitatis admiratione stu- do otra doncella no iJodia
pidi, et admoventes oribus llegar, poniendo sus manos
suis dexteram, primore digi- á la boca y los dedos esten-

(1) Sigo, oon ¡ilíjunas variaiitos, la odii-¡i')ii de J. Van der Viiot


(Lipsiae, Teubner: 18!i7).
(2) Según el ejemplar R-3393 do la líihl. Xae. ilo Madrid.
A. ItO.NILLA V SAN" MAltTIN'

tn in Grertnm pollicem vf>si- didos, assi como íi la diosa

dpritc,ntipsam pi'orsusdoain Venns con sus religiosas


VeiiPi-em, relÍKÍosis adora- adoraciones la honrraban (',

tionibns venerabantuv. adoraVian. Yá lafama corria


lamqne próximas civita- por todas las ciudades y re-
tes, et attiguas rRsionos fa- giones cercanas que ésta era
ma porvaserat, deam, quam la diosa Venus, la cual nació
csei'ulumprofundum polaj^i en el profundo piélago de la
spumantium
]5eperit, et ros mar y el roció de sus ondas
ñuctuvim educavit, iam nu- la crió. Yá decian assi mes-
minis sui ])assim tributa ve- mo que otra diosa Venus,
nia, in mediis conversari po- por influición de las estre-
l^uli coetibus: vel certe rnr- llas del cielo, habia nascido
sum novo cselestium stilla- otra vez, no en la jnar pero
rum germine, non maria, en la tierra, conversando
sed térras, Venerem aliam con todas las gentes, ador-
virginal! flore príedltam pul- nada de flor de virginidad.
lulasse. Sic immensum joro- Desta manera su opinión
cedit in dies opinio sic Ín-
: procedía de cada día, que yá
sulas iamproxumas, ét terree la fama desta era derrama-
l^lusculnm, provinciasque da por todas las islas de al-
plurimas fama porrecta per- derredor y en muchas pro-
vagatur. Iam multi morta- vincias de la tierra; muchos
lium longis itineribus,atque de los mortales venian de
altissimis maris meatibus, luengos caminos, assi por la
ad sseculi specimen glorio- mar como por tierra, á ver
sum confluebant. Pai^hon este glorioso spectáculo que
nemo, Cnidon nemo, ac ne habia nascido en el mundo.
ipsa quidem Cythera ad Yá nadie queria navegar á
consDectum deíe Veneris na- ver la diosa Venus, qiie esta-
vigabant. Sacra dite prsete- ba en la cibdad de Pafo, ni
reuntur templa deforman-
; tampoco á la isla de Guión,
tur; pulvinaria spernuntur: ni al monte Citherón, donde
cperimonise negleguntur; in- le solian sacrificar; sus tem-
coronata simulacra, et aree plos eran yá destruidos, sus
viduce frígido ciñere foeda- sacrificios olvidados, sus ce-
tee. Puellfe supplicatur, et in rimonias naenospreciadas,
liumanis vultibus dése tantse sus státuas estaban sin hon-
numina placantur, et in ma- rra ninguna, sus aras j alta-
tutino progressii virginis, res, sucias é cubiertas de ce-
victimis et epulis Veneris niza fría. A esta donzelia
absentis nomen propitiatur, suplicaban todos, y debajo
eamque per plateas comme- de vulto humano adoraban
antem populi frequenter flo- la magestad de tan gran
ribus sertis et solutis adpre- diosa é cuando de mañana
cantur. se levantaban, todos le sa-
EL MITO DE PSVQUIS 273

Hípc honorum cselestium crificaban con sacrificios é


acl puellte mortalis cultum manjares, como sacrificaban
iminodica translatio, verse á la diosa Venus. Pues cuan-
Veneris veheinentei' incen- do iba por la calle ó j^assaba
(lit ánimos: et, inpatiens in- alguna plaza, todo el pue-
dignationis, capite quassan- blo, con flores é guirnaldas
ti fremens altius, sic secuní de rosas, le suplicaban é
disserit : En rerum naturEe honrraban. Esta grande
l^risca parens, en elemento- translación de honrras ce-
rum oi'igo initialis, en orbis lestiales áuna moza mortal,
tntiusalma Venus, quse cum encendió muy reciamente
mortali puellapartiario ma- de ira á la verdadera diosa
iestatis honore tractor et Venus, é con mucho enojo
nomen meumcselo conditum mesciendo la cabeza, é ri-
terrenis sordibiis j^rofana- ñendo entre si, dijo desta
tur! Nimirvim communi nu- manera: «¡Veis aquí yo, que
minis piamento vicarise ve- soy la primera madre de la
nerationis iucertum sustine- natura de todas las cosas;
bo, et imaginein meam cir- yo, que soy principio ó nas-
-cumforet puella moritura. cimiento de todos los ele-
Frustra me pastor ille, cuius mentos; yo, que soy Venus,
iustitiam fidemque magnus criadorade todas las cosas
comprobavit luppiter, ob que hay en el mundo, soy
eximiam speciemtantisprse- tratada en tal manera que
tulit deabus. Sed non adeo en lahonrra denrimagestad
gaudens ista, quaecumque haya de tener parte y ser
est, meos honores usurpave- mi aparcera una moza mor-
rit. lam faxo huius etiam ip- tal, y que mi nombre, for-
saiu inlicita; formonsitatis mado y puesto en el cielo,
pseniteat. se haya de j^rofanar en su-
Et vocat confestim pue- ciedades terrenales. ¿Tongo
rum suum, pinnatum illum, yo de suffrir que tengan á
et satis temerarium: qui ma- cada dubda si tengo yo de
lis huís inoribus contempta ser adorada ó esta donzella,
disciplina publica, flammis y que haya de tener comu
sagittis arinatus, per alie-
lít nidad comigo? ¿Y que una
nas domos nocte discurrons, moza (jue ha de morir, tenga
i't omnium matrimonia co- mi gesto que piensen que so
i'rumpens, im]june commit- yo? Según esto, por demás
tit tanta flagitia, et nihil me juzgó aquel pastor que
lirorsus boni facit. llunc, por mi gran hermosura nio
[uanquam geniiina licentia profirió á talos diosas, cuyo
procacein, verbis quo((Uo iii- juic o ó justicia a]jrobó
i

siiper stiinulatot per d licitad aquél gran Júpiter. Pero


1 lam civitatem, et Psyclien
1 ésta, (]uien quiera t|Uo es,
hor cuim nomine puella que ha robado ó usurpado
271 JiOXII.I-A V SAN MAlíTlX

nunciipabatur) coram os- mi honrra, no habrá placer


teudit. Et tota illa perlata de dello; ¡yo le haré que se
furmonsitatis femulat o n e i arreijienta desto y de su
fábula, ^fimeus ac fremens illicita hermosura!» E luego
indiguatione. Per ego te, in- llamó á Cupido, aquél su
quit, maternse caritatis foe- hijo con alas, que es assáz
dera deprecor, per tuse sa- temerario é osado, el cual,
gittse dulcía vulnera, per con sus malas costumbres,
flammaj istius mellitas ure- menospreciada la auctori-
dines, vindictam tuse paren- dad pública armado con
,

ti, sed plenam trihue: et in saetas é llamas de amor, dis-


2>ulchritudinem contuma- curriendo de noche por las
cem severiter vindica id- ; casas ageuas, corrompe los
que unum et prse ómnibus casamientos de todos, é sin
unicum volens effice. Virgo pena ninguna comete tan-
ista a more flagiantissimo tas maldades, que cosa bue-
teneatur hominis extremi; na no hace. A éste, como
quem et dignitatis et patri- quier que de su propia natu-
monii simul et incolumitatis ra él sea desvergonzado, pe-
ipsius fortuna damnavit, digüeño y destruidor, pero,
tamque infirini,utper totum demás desto, ella le encen-
orbem non inveniat miserise dió más con sus palabras, y
suse comparem. llevólo á aquella ciudad
Sic eífata, et osculis liian- donde estaba esta doncella
tibus filium diu ac pressule que se llamaba Psiche, 3-
saviata ,
próximas oras re- mostrógela, diciéndole con
plantisque
flui litoris petit, mucho enojo, gimiendo é
roséis vibrantium fluctuum cuasi llorando, toda aquella
summo rore calcato,ecce iam historia de la semejanza
profundum maris sudo re- emvidiosa de su hermosura,
sedit vértice, et ipsum quod diciéndole en esta manera:
incii^it velle, statim quasi «Oh hijo, 3'o te ruego, por el
pridem prseceperit, non mo- amor que tienes á tu madre,
ratur marinum obsequium. y por las dulces llagas de
Adsunt Xerei filise, chorum tus saetas, é por los sabro-
canentes. et Portunus cseru- sos fuegos de tus amores,
lis barbis hisi^idus, et gravis que tu des cumplida ven-
piscoso sinu Salacia, et au- ganza á tu madre, }' véngala
riga parvulus delphini Pa- contraía hermosura rebelde
Isemon, iam passim maria ó contumaz desta mujer, é
persuitantes Tritonum ca- sobre todas las otras cosas
tervse. Hic concha sonaci has de haber una, la cual es
leniter bucinat ille sérico
: que esta doncella sea ena-
tegmine flagrantise solis ob- morada de muy ardiente
sistit inimici: alius sub ocu- amor de hombre de poco é
lis dominse speculum proge- bajo estado, al cual la for-
EL MITO DE PSYQUIS

rit ciirru biiuges alii sub-


: tuna no dio dignidad de es-
nataut. Talis ad Oceanum tado, ni patrimonio, ni sa-
pergentem Yenerem comi- lud. Y sea tan bajo, que en
tatur esercitus. todo el mundo no falle otro
Interea Psyche cum sua semejante á su miseria.»
sibi perspicua pulchritudine Después que Yenus liobo
nulluní decoris sui fructum hablado esto, besó é abrazó
percipit. Spectatur ab óm- á su hijo, y fuese á la ribera
nibus, laudatur ab ómnibus: de un rio que estaba cerca,
nec quisciuam, non rex, non donde con sus pies hermosos
regius, nec de plebe saltem, holló el roció de las ondas
cupiens eius nuptiarum i^e- de aquél rio, y dende se fué
titor aocedit. Mirantur qui- á la mar, adonde todas las
dem diviuam speciem, sed ninfas de la mar le vinieron
ut simulacrum fabre poli- á servir é facer lo que ella
tuní mirantur omnes. Olim queria, como si otro dia an-
duEe maiores sórores, qua- tes ge lo hobiesse mandado.
rum temi)eratam formonsi- Allí vinieron las hijas de
tatem nulli diíFamarant po- Nereyo cantando, y el dios
-
puli, procis regibus despón- Fortuno, con su áspera bar-
s£e, iam beatas nuptias ba del agua de la mar, y con
adeptee sed Ps3''che virgo
: su muger Salacia, y Pale-
vidua, donii residens, deflet món, que es guiador del
desertam suam solitudinem, delfín. Pues las compañas
íegra corporis, aniíni saucia; de los Tritones, saltando
et, quamvis gentibus totis por la mar, unos tocan
complacitam, odit in se suam trompetas, otros traian un
formonsitatem. palio de seda, porque el sol
Sic infortunatissiniíe filiie su enemigo no le tocasse.
miserrimus pater, susiiecta- otro pone el espejo dolante
tis cíBlestibus odiis, et irse los ojos de la señora. Desta
ÍSuperum metuens, dei Mile- manera, nadando con sus
sii vetustissimum perconta- carros por la mar, todo este
tur oraculum: et tanto nu- ejército acomijañó á Yenns
m.ine preoibus et victimis hasta el mar océano. Entre-
ingratíe virgini petit nup- tanto, la doncella Psiches.
tias et marituni. Sed Apollo, con su hermosura sola para
quanquam Grsecus et loni- sí, ningún fruto rescebia
propter Milesipe condi-
c'us, della. Todos la miraban y
torem, sic latina sorte res- todos la alababan, pero nin-
pondit: guno que fuesse rey ni do
sangre real, ni aun siquiera
Mantis in excelsl scopulo rex síste puellam del pueblo la llegó á pedir,
Ornatam mundo funerei thalami: diciendo que so quería casar
Nec SDeres generum mortaii stirpe creatum, con ella. Maravillábanse de
Sed ssevum atque ferum , vipereumgue malum ; ver su divina liermosura,
276 A. BONILLA V SAN MAUTI.V
9üi Dinnís valitans super alhera, cúnela fdtlgat, pero maravillábanse como
Flammaque et ferro sinjula debllltat quien vee unastátua polida-
Ouem tremit iDse lovis; guo numina terrifi:antur: mente fabricada. Las dos
Flumina quem harrescunt et stygis tenebrae. liermanas mayores, porque
eran templadamente hermo-
Rex olim hfiatus . afí'atu sas, no eran tanto divulga-
sanctte vaticinationis ac- das por lospueblos, éhabian
cepto, tristisque reti'O
pifíex' sido desposadas con dos re-
domum pergit, suseque con- yes que las pidieron en ca-
ivigi lirsecepta sortis enodat samiento, con los cuales ya
infaustíe. Mseretuí-, fletur, estaban casadas y con buena
lainentatur diebus pluscu- ventura apartadas en su ca-
lis. Sed dirse sortis iam iir- sa. Mas esta doncella Psi-
S'uet taeter eífectus. Iam fe- ches, estaba en casa del pa-
ralium nuptiarum. misérri- dre llorando su soledad, é
ma! virginichoragium strui- siendo virgen, era viuda,
tur. Iam ttedíB lumen atrse 23or la cual causa estaba en-
fuliginis ciñere marcescit ferma en el cuerpo y llaga-
et sonus tibise zygise muta- da en el corazón. Aborres-
tur in querulum lydium mo- cia en si sufermosura.como
dum, cantusque Isetus Hy- quier que á todas las gentes
mensei lugubri finitur ulu- pareciesse bien. El mezquino
latu: et puella nuptura de- padre desta desventurada
terget lacrimas ipso suo bija, sospechando que algu-
flammeo. Sic adfectse domus na ira é odio de los dioses
triste fatum cuneta etiam celestiales hobiesse contra
civitas congemebat, luctu- ella, acordó de consultar el
que publico confestim con- oráculo antiguo del dios
gruens edicitur iustitium. A230I0, que estaba en la cib-
Sedmonitis cíelestibus pa- dad de Milesia, y con sus
rendi necessitas misellam sacrificios y offrendas su-
Psychen ad destinatam poe- plicó á aquel dios que diesse
nam efflagitabat. Perfectis casa y marido á la triste de
igitur feralis thalami cum su hija. Apolo, como quier
summo maeroresollemnibus, que era greco y de nación
tote prosequente populo, yonia, ¡jor razón del que
vivum producitur fumas: et liabia fundado aquella cib-
lacrimosa Psyche comita- dad de Milesia, pero respon-
tur non nuptias, sed exe- dió en latín estas palabras:
quias suas. Ac, dum niíesti «Pornás esta moza, adorna-
parentes, et tanto malo per- da de todo aparato de llanto
citi, nefarium facinus perfi- j luto, como para enterrar-
cere cunctantur, ipsa illa fi- la, en una piedra de una
lia talibus eos adhortatur altamontaña, y déjala allí.
vocibus Quid infelicem se-
: No esperes yerno que sea
nectam fletu diutino crucia- nascido de linaje mortal,
EL .MITO DE PSYQUIS

tis? Quid spirituin vestrum, mas espéralo fiero y cruel,


qui mao'is meus est, ci'ebris y venenoso como serjiiente.
heiulatibus fatigatis? Quid el cual, volando con sus
laci'imis iuefficacibus in alas, fatiga todas las cosas
vestris oculis mea lumina sobre los cielos, y con sus
foedatis? Quid ora mihi ve- saetas y llamas doma y en-
neranda laceratis? Quid ca- flaquece todas las cosas, al
nitiem scinditis? Quid pee- cual el mismo dios Júpiter
tora, quid ubera sancta tun- teme y todos los otros dio-
ditis? Haec erant vobis egre- ses se espantan, los rios y
gise formonsitatis mese prse- lagos del infierno le temen.»
clara prtemia. Invidipe nefa- El rey., que siempre fué
rise letaliplaga percussi, se- ¡próspero y favorescido, co-
ro sentitis. Cum gentes et mo oyó este vaticinio y res-
populi celebrarent nos divi- puesta de su pregunta, triste
nis honoribus, cum novam y de mala gana tornóse para
me Venerem ore consono tras á su casa. El cual dijo
nuncuparent: tune doleré, y manifestó á su mujer el
tune flere, tune me iam qua- mandamiento que el dios
. si peremptam lugere debuis- Apolo habia dado á su des-
tis. Iam sentio, iam vidí;o, dichada suerte, por lo cual
solo me nomine Yeneris pe- lloraron y plantearon algu-
risse.Ducite me. et, cui sors nos dias. En esto yá se lle-
addixit, scopulo sistite. Fes- gaba el tiempo que hablan
tino felices istas nuptias de poner en effecto lo que
obire; festino generosum Apolo mandaba, de manera
illum maritum meum vide- que comenzaron á aparejar
re. Quid diftero? quid de- todo lo que la doncella ha-
trecto venientem, qui totius bia menester jjara sus mor-
orbis exitio natus est? tales bodas. Acendierou la
Sic profata virgo conti- lumbre de las hachas negras
cuit:ingressuque iam valido con hollín y ceniza, é los
pompai populi prosequentis instrumentos músicos de las
sese miscuit. Itur ad consti- bodas se mudaron en lloro é
tutum scopulum montis ar- amargura, los cantares ale-
dui: cuius in summo
cacumi- gres en luto y lloro; é la
ne statutam puellam cuncti doncella que se habia de
deserunt: tíedasque nuptia- casar, se limpia las lagrimas
les, quibus prseluxerant ibi- con el velo de alegría. De
dem lacrimis suis extiuctas manera que el triste hado
relinquentes deiectis capiti- de esta casa hacia llorar á
bus doniuitionein parant, et toda la ciudad. La cual, co-
miseri quidem parentes eius mo se suele hacer en lloro
tanta clade defessi clausíB público, mandó alzar todos
domus abstrusi tenebris per- los oficios, 3" que no hobiesse
petuíe nocti sese dedidere. juicio ni juzgado. El padre.
278 A. nONtLLA Y SAN MAKIIN
Psychen autem paventem por la necessidad que tenia
ac trepidam et in ipso scn- do cumplir lo que Apolo ha-
puli vértice deñentem mitis bla mandado, jjrocuraba de
aura mollitcr spirantis Ze- llevar la mezquina de Pai-
IJhyri, vibratis hinc inde la- ches á la pena que le estaba
ciniis et reflato sinu, sensim profetizada. Assi que, aca-
levatam suo tranquillo spi- bada la solemnidad de aquél
ritu veheens ijaulatim per tristey amargo casamiento,
devexa rupis excelsse, vallis con grandes lloros vino todo
subditee florentis ces^iitis el pueblo á acompañar á
gremio leuiter delapsam re- esta desdichada, que parecía
clin at. que la llevaban viva á ente-
rrar y que éstas no eran sus
bodas, mas sus obsequias.
Los tristes del padre y la
madre, commovidos de tan-
to mal, procuraban cuanto
podian de alargar el nego-
cio é la hija comenzóles á,
decir y amonestar desta
manera: «¿Por qué, señores,
atormentáis vuestra vejez
con tan continuo llorar?
¿Por qué fatigáis vuestro
spiritu, que más es mió que
vuestro, con tantos aulli-
dos? ¿Porqué ensuciáis esas
caras que yo tengo de hon-
rrar, con lágrimas que poco
aprovechan? ¿Por qué rom-
péis en vuestros ojos los
mios? ¿Por qué arrancáis
vuestras canas? ¿Por qué
apuñeáis vuestros sanctos
l^echos? ¡Este será el premio
é galardón claro y egregio
de mi hermosura! Vosotros
estáis heridos mortalmente
de la envidia, y sentís tarde
eldaño. Cuando las gentes
y los pueblos nos honrra-
ban y celebraban con divi-
nos honores, cuando todos
á una voz me llamaban la
nueva diosa Venus, entonces
os habia de doler y llorar,
KL MITO DE rSYQUlS 279

entonces me habiades yá
de tener por muerta. Agora
veo é siento que sólo este
nombre de Venus ha sido
causa de mi muerte. Llevad-
me yá y dejadme yá en
aquél risco donde Apolo
mandó. ¡Yá yo querria ha-
ber acabado estas bodas tan
dichosas! ¡Yá desseo ver á
aquél mi generoso marido!
¿Por qué tengo yo de dete-
ner aquél que es nacido
para destruición de todo el
mundo?» Acabado de hablar
esto, la doncella calló, y
como yá venia todo el pue-
blo para le acompañar, lan-
zóse en medio dellos y fue-
ron su camino á aquél lugar
donde estaba un risco muy
alto, encima de aquél mon-
te, encima del cual pusieron
la doncella é alli la dejaron,
dejando assi naesmo fo}i ella
las hachas de las bodas que
delante della llevaban ar-
diendo', apagadas con sus
lagrimas: ó, abajadas las
cabezas, tornáronse á sus
casas. Los mezquinos de sus
padres, fatigados de tanta
pena, encerráronse en su
casa, y cerradas las venta-
nas, se pusieron en tinie-
blas perpetuas. Estando
Psiches muy temerosa llo-
rando encima de aqiiella
peña, vino un manso viento
de cierzo, y como quien es-
tiende las alas, la tomó en
su regazo; assí, poco á poco,
muj' mansamente la llevó
por aquél valh^ abajo y la
puso en un prado muy verde
y hermoso de ñores ó hier-
28() Ii(>.\ILI,A V HAN MAUTIX

bas, dolido la dejó, que páres-


ela que uo lo había tocado.

Psyohe teneris et herbosis Psiches, estando acostada


locis, in ipso toro- roscidi suavemente en aquél fer-
graminis suave recubans,
, moso prado de flores y ro-
tanta nientis perturbatione sas, alivióse de la pena que
sedata dulce conquievit. en su corazón tenia, é co-
lamque sufficienti recreata menzó dulcemente á dormir.
somno, placido resurgit ani- Después que suficientemente
mo Videt lucum proceris
. hobo descansado, levantóse
et vastis arboribus consi- alegre, é vido allí cerca una
tum: videt fontem A'itreo la- floresta de muy grandes y
tice perlucidum, medio luci fcrmosos arboles, ó vido
meditullio. Prope fontis ad- assimism.o una fuente muj'
lapsum do mus regia est. clara é aplacible. En medio
gpdificata non humanis ma- de aquella floresta, cerca de
nibus, sed divinis artibus. la fuente, estaba una casa
lam scir es ab introitu primo, real, la cual parescia no ser
dei cuiuspiam luculentum edificada por manos de
et aniíjenum videre te diver- hombres, sino por manos
soria. Nam
summa laque- divinas; á la entrada de la
aria citro et ebore curióse casa estaba un palacio tan
cavata subeunt aurete co- rico 3' hermoso, que j^arescia
lumnfe. Parietes omnes ar- ser morada de algún dios,
génteo cselamine contegun- porque el zaquizamí y co-
genus ¡^ecu-
tur, bestiis et id bertura era de madera de
dibus occurrentibus ob os cedro y de un marfil mara-
introeuntium. Mirus pror- villosamente labrado, las
sum homo, immo semideus, columnas eran de oro, y
vel certe deus, qui magnse todas las paredes cubiertas
artis suptilitate tantum ef- de i^lata, en la cual estaban
feravit argentiim. Enimve- esculpidos bestiones y ani-
ro pavimenta ipsa lapide males, que parescia que
laretioso csesim deminuto, in arremetían á los que allí
varia picturse genera discri- entraban. Maravilloso cier-
minantur. Vehementer ite- to hombre fue el que tanta
rum ac ssepius beatos illos, arte sabia, é pienso que
qui super gemmas et moni- fuesse medio dios, e aun
lia calcant lam
ceterge ¡mar-
! creo que fuesse dios el que
tes longe lateque disposita; con tanta sotílidad é arte
domus, sine pretio pretiosa?, hizo de la plata estas bes-
totique parietes solidati tias fieras. Pues el pavi-
massis aureis, splendore mento del palacio, todo era
Er, MITO DE PSYQUIS 281

proprio coruscant; ut diem de piedras preciosas de di-


suLini sibi domus faciat,licet versos colores, labradas
solé nolente: sic cubicula, muy menudamente como
sie porticus, sic ipsse valvse obra musaica. De donde se
ful^arant. Nec setius opes puede decir una vez é mu-
ceterse maiestati domus res- chas, que bienaventurados
pondent ut equidem illud
; son aquellos que huellan so-
recte videatur ad couversa- bre oro é piedras preciosas;
tionem human ain magno ya las otras piezas de la casa
lovi fabricatum cseleste pa- muy grandes é anchas, y
latium. preciosas sin precio. Todas
Invit.ata Psyche talium las paredes estaban enforra-
locorum oblectatione, pro- das en oro, tanto resplande-
pius accessit: et ¡Jaulo fiden- ciente, que ella hacia dia é
tior intra limen sese facit. luz á sí misma, aunque el
Mox, prolectante studio sol no quisiesse. Y desta
pulcheiTÍmfe visionis, rima- manera resplandescian las
tui- sino;ula, et altrinseeus cámaras y los portales é co-
íedium horrea sublimi fabri- rredores, y las puertas de
ca perfecta, magiiisque con- toda la casa. No menos res-
gesta gazis conspicit. Nec pondian á la magestad de la
est quicquam, quod ibi non casa todas las otras cosas
est. Sed preeter ceteram que en ella habia, por donde
tantarum divitiarum admi- se podia muy bien juzgar
rationem, hoc erat praecipue que Júpiter hobiesse funda-
iiiirificuin,quod nullo vincu- do este palacio para la con-
lo, nullo claustro, nullo cus- versación humana. Psiches.
tode totius orbis thensaurus convidada con la hermosura
ille muniebatur. de tal lugar, llegóse acerca,
Hsec ei summa cum volujj- y con una poca de más osa-
tate visenti oífert sese vox día entró por el umbral de
qusedam corporis sui nuda, casa, y como lo agradaba la
et, Quid, inquit, domina, hermosura de aquél edificio,
tantis obstupescis opibus? entró mas adelante, mara-
Tua sunt ha-e omnia. Pro- villándose de lo que via. Y
liinc cubículo te refer, et lec- dentro en la casa vido mu-
tulo lassitudinem refove, et chos palacios 3' salas per-
ex arbitrio lavacrum pete. fectamente labrados, llenos
Nos, (£uarum voces accipis, de grandes riquezas, que
tuse faniulíe, sedulo tibi pra'- ninguna cosa habia en el
ministrabiuius; nec corporis mundo que allí no estaba.
curatte tihi regales epulse Pero soV)re todo, lo (jue más
morabuntur. se podría hombre allí ma-
Sensit J*s3'che divina^ pro- ravillar, (líMiiás do las rique-
videntiu» boatitudineui: mo- zas (|ue liabia, ora la princi-
nitusque .vocis informis an- pal y ui a r a \' 1 osa
i 1 . ijue
282 liOMI.r.A V SAN JIAUTI.N

diens, et prius somno, et ninguna cerradura ni guar-


mox lavacro fati<;ationem da habia allí donde estaba
sui (liluit. Visoque statim el thesoro de todo el mundo.
próximo semirutundo suí?- Andando ella con gran pla-
^estii, propter instrumen- cer viendo estas cosas, oyó
tum cenatorium rata, refec- una voz sin cuerpo que le
tui suo commodum, libens decia: «¿Por quó, señora, tú
accumbit. Et ilico vini iiec- te espantas de tantas rique-
tarei, eduliumque vario- zas? Tuyo es todo esto que
ruin fercula copiosa, millo aqui vees; por ende éntrate
serviente, sed tantum spiri- en la cámara y ponte á des-
tu quodam impulsa, submi- cansar en la cama, é, cuando
nistrantur. Neo quenquam quisieres, demanda
agua
tamen illa videra poterat, para te bañar, que nosotras,
sed verba tantum audiebat cuyas voces oyes, somos tus
excidentia, et solas voces servidoras y te serviremos
fámulas habebat. Post opi- en todo lo que mandares, y
mas dapes quidam introces- no tardará el manjar que te
sit, et cantaA'it invisus ; et está aparejado para esfor-
alius citharam pulsavit, zar tu cuerpo.» Cuando esto
quse videbatur neo ipsa. oyó Psiches, sintió que
Tune modulatse multitudi- aquello era provisión divi-
nis confería vox aures eius na, y descansando de su fa-
affertur ut, quamvis homi-
; tiga, durmió un poco, y des-
num nemo pareret, chorus pués que despertó, levantóse
tamen esse pateret. Finitis é lavóse, é viendo que la
voluptatibus, vespera sua- mesa estaba puesta é apare-
dente concedit Psyche cu- jada para ella, fuesse á sen-
bitum. tar, é luego vino miicha co-
lamque provecta nocte, pia de diversos manjares, é
clemens quidam sonus aures asimismo un vino que se
eiiis accedit. Tune virginita- llama néctar, deque los
ti suse pro tanta solitudine dioses usan, lo cual todo no
metuens, et pavet, et horres- parescia quien lo traia, y
cit; et quovis malo plus ti- solamente parescia que ve-
naet, quod ignorat. lamque nia en el aire, ni tampoco la
aderat ignobilis maritiis, et señora podia ver á nadie,
torum inscenderat, et uxo- mas solamente oia las voces
rem sibi Psychen fecerat, et que hablaban, y á estas so-
ante lucis exortum jiropere las voces tenia por servido-
discesserat: statim voces cu- ras. Después que hobo co-
bículo prsestolatse novam , mido, entró un músico y
nuptam interfectse virgini- comenzó á cantar, y otro á
tatis curant. Hsec diutino tañer con una vihuela, sin
tempere sic agebantur. At- ser vistos. Tras desto co-
que, ut est natura redditum, menzó á sonar un .canto de
EL MITO DE PSTQUIS 283

iiovitas per assiduam con- muchas voces, y como quier


suetudinem delectationem que ningún hombre pare-
se converterat : et s o nus ciesse, bien se manifestaba
voeis incertse solitudinis que era choro de muchos
erat solatium. cantores. Acabado este pla-
Interea parentes eius in- cer,yá que era noche, Psi-
defesso luctu atqvie ingerore ches se fué á dormir, y des-
consenescebant. Latiusque pués de haber passado un
¡correcta fama, sórores illse rato de la noche, comenzó á
maiores cuneta cognorant: dormir, y luego despertó
propereque msestse atque con gran miedo y espanto,
lu.o-ubres, deserto Lare, cer- temiendo, en tanta soledad
tatim ad iDarentum suorum no le contesciesse algún da-
conspectum, adfatumque ño á su virginidad, de lo
perrexerant. Ea nocte ad cual ella tanto mayor mal
suaniPsychen sic iufit mari- temía, cuanto más estaba
tus (namque jirseter osculis, ignorante de lo que alli ha-
et manibus et auribus istius bia, sin ver ni conoscer á
nihil sentiebatur ) Psj'che
: nadie. Estando en esto mie-
d-alcissima,et cara uxor, exi- do, vino el marido no conos-
tiabile tibi periculum mina- cido, y subiendo en la cama,
tur Fortuna stevior, quod hizo su mujer á Psiches, y
observandum pressiore cau- antes que fuesse de dia par-
tela censeo. Sórores iam tuse tióse de allí, é luego aque-
mor ti s opinione turbatse, llas voces vinieron á la cá-
tuumque vestigium requi- mara y comenzaron á curar
rentes, scopulum istum pro- de la novia, que yá era due-
tinus aderuut Quarum si-
. ña. Desta manera passó al-
quas forte lame iitat iones gún tiempo sin ver á su
acceperis; ñeque res pon- marido, ni haber otro co-
deas, immo nec prospicias noscimiento. Y como es cosa
omnino. Ceterum, milii qui- natural, la novedad y estra-
dem gravissiinum dolorem, ñeza que antes tenia, por la
tibi vero summum creabis mucha continuación 3'á se
exitium. Aunuit, et ex arbi- había tornado en placer, y
trio mariti se facturam spo- el sonido de la voz incierta
pondit. Sed eo simul cum yá le era solaz y deleite de
nocte dilapso diem totum ia- aquella soledad. Entretanto
crimis ac plangoribus mise- su padre y madre se enve-
11aconsumit: se nunc máxi- jecian en llanto y luto con-
me prorsus perisse iterans, tinuo. La fama de este ne-
qute beati carceris custodia gocio, como habia passado,
sapta, et humanae conversa- había llegado á donde esta-
tionis colloquio viduata, nec ban las herumnas mayores
sororibus iiuidem suis do so casadas, las cuales, con mu-
niiürentibus opem salutaroin cha tristeza, cargadas do
281 A. UOSILI.A. y SA.\ MAUIIX

feri'e,ac ne videve eas qui- luto, dejaron sus casas é vi-


«lem omnino posset. Nec la- nieron á ver sus padres, para
vacro, nec cibo, nec lilla de- les hablar y consolar. Aque-
ni([ue refectioiie recreata, lla misma noche, el marido
fleus ubertim, decessit ad habló á su mujer Psiches,
somnum. porque como quier que no
Nec mora cum paulo ma-
, lo via, bien lo sentia con los
turius lectum maritus ac- oidos y palpaba con las ma-
cubans , eamque etiamnunc nos, ó dijole desta manera:
lacrimaiitem complexas, sic «Oh señora, dulcissima é
expostulat: HíBcine mihi muy amada muger: la cruel
2Jollicebare , Psyche mea? fortuna te amenaza con un
Quid iam de te tuus maritus peligro de muerte, del cual
expecfco? Quid spero? Et yo querría que te guardas-
perdia, et pernox, nec ínter ses con mucha cautela. Tus
amplexusconiugales desinis hermanas turbadas, pensan-
cruciatum. Age ianí nunc, ut do que tú eres muerta, han
voles, et animo tuo damno- de seguir tus pisadas y venir
sa poscenti pareto: tantum hasta aquél risco de donde
memineris mese series mo- tú aquí veniste, é si tú j)or
nitionis, cum coeperis sero ventura oyeres sus voces 3'
ptenitere. llantos, no les respondas ni
Tune illa precibus, et duní mires allá en manera, nin-
se morituram comnainatur, guna, porque si lo faces, á
extorquet a uiarito, cupitis mí me darás mucho dolor,
adnuat: ut sórores videat, pero para tí causarás un
luctus mulceat, ora confe- grandissimo mal, que te será
rat. Sic ille novse nuptfe pre- cuasi la muerte.» Ella jDro-
cibus veniam tribuit; et in- metió de hacer todo lo que
super, quibuscumque vellet, el marido le mandasse, y
eas auri vel monilium dona- que no haría otra cosa; pero
re concessit. Sed identidem como la noche fué passada
monuit, ac saspe terruit, ne y el marido della partido,
quando sororum pernicioso todo aquél día la mezquina
consilio suasa, de forma ma- consumió en llantos y en
riti quserat: nevé se sacrile- lágrimas, diciendo muchas
ga curiositate de tanto for- veces que agora conoscia que
tunarum suggestu pessum ella era muerta y perdicia,
deiiciat; nec suum postea por estar encerrada y guar-
contingat amplexum. dada en una cárcel honesta,
Gratias egit marito iam- apartada de toda habla y
que Igetior. Sed prius, in- conversación humana, y que
quit, centies moriar, quam aun no podía ayudar y res-
tuo isto dulcissimo conubio ponder siquiera á sus her-
caream. Amo
enira, aeque manas, que por su causa
ut meum spiritum. et efflic- lloraban, ni solamente las
KL MITO DE PSYQUIS 285

tim te, quicumque es, dilig'o, podía ver. Desta manera


nec ipsi Cupidini comparo. aquél dia ni quiso lavarse ni
Sed istud etiam meis pre- comer, ni recrear con cosa
cibus orolargire, et illi tuo alguna, sino llorando con
fámulo Zephj^ro preeoii^e, si- muchas lágrimas se fué á
mili vectura sórores hic mihi dormir. No passó mucho
sistat. Et imprimens oscula tiempo que el marido vino
suasoria, et ingerens verba más temprano que otras no-
mulcentia,et inserens mem- ches, y acostándose en la
bra cohibentia, heec etiam cama, ella, aunque estaba
blanditiis astruit: Mi melli- llorando, y abrazándola,
te, mi marite, tuse Psychae comenz.ó á reprehenderla
dulcis anima. Vi ac potesta- de esta manera: «Oh mi se-
te Veneri susurrus, iiivitus ñora Psiches: ¿esto es lo que
succubuit maritus, et cuneta tu me prometiste? ¿Qué pue-
se facturum spopondit. At- do yo, siendo tu marido, es-
que iam, luce proxumante, perar de ti, cuando el dia y
de manibus uxoris evanuit. toda la noche, y aun agora
At illse sórores percontatse que estás comigo, no dexas
scoiDulum locumque illum, de llorar? Anda yá, haz lo
quo fuerat Psyche deserta, que quieres, y obedesce á tu
festinanter adveniunt: ibi- voluntad que te demanda
que diflebantoculos,etp]an- daño para tí; pero cuando
gebaut ubera quoad cre-
;
tarde te arrepintieres, te
bris earum heiulatibus saxa recordarás de lo quo yo te
cautesque parilem sonum he amonestado.» Entonces
resultarent.lamque nomine ella, con mu ches ruegos,
])roprio sororem miseram diciendo que si no le otor-
ciebaiU: quoad sonó peuetra- gaba lo que queria, que ella
bili vocis ululabilis per pro- se moriria, le sacó ¡jor fuer-
na delapso, amens et trepida za y contra su voluntad que
Psyclio procurrit e domo, et. ficiesse lo que desseaba, que
Quid, inquit, vos miseris la- vea á sus hermanas y las
men tation ib us nequiquam consuele 3^ hable con ellas,
afliigitis? Quam lugetis, ad- y aun que todo lo quo qui-
sum. Lúgubres voces dosi- siere dalles, assi oro como
nito, et diutinis lacrimis joyas y collares, que ge lo
madentes genas siccate tán- dé. Pero muchas veces le
dem: quippo cum iam pos- amonestó y espantó que no
sitis, quam plangebatis, consienta en el mal consejo
ani]ilecti. Tune vocatum de sus hermanas, ni curo de
Zepliyrum praecepti marita- buscar ni saber el gesto ó
lis admonet. Nec mora, figura de su marido, porque
cum ille parens imperio, con esta sacrilega curiosi-
statim elementissimis flati- dad no caj'^a de tanta rique-
bus, innoxia vectura depor- za é bienaventuranza como
280 nOMLLA V SAN MAfiriN

tat illas. lam mutnis aniple- tiene, <iue liaciéndolo de


xibus Gt ÍGstinautibiis saviis otra manera, jamás le veria
sese perfi-uuntur: et illte se- ni tocaria. Ella dio muchas
datse lacrimse postliminio gracias al marido, y estando
redeunt, prolectante gau- ya más alegre dijo: cPor
dio. Sod et tectum, inquit, cierto, señor, tu sabrás que
et larem nostruní Isetse suc- antes moriré que no que ho-
cedite et afflictas animas
, biesse de estar sin tu dulcií<-
cuna Psyche vesti'a recréate. simo casamiento, porque yo.
Sic allocuta, snmmas opes señor, te amo é muy fuerte-
domus aiirese, vociimque mente, é quien quiera que
.servientium populosaiu fa- eres te quiero como á mi
iniliam deinonstrat auribiis ánima, y no pienso que te
earum lavacroque pulche- puedo comparar al dios Cu-
rrimo et inhumanse men- pido. Pero demás desto,
.sselautitiis eas opipare refi- señor, te ruego que mandes
cit; ut, illarum prorsus cse- á tu servidor el viento cier-
lestium divitiarum copiis zo que traiga á mis herma-
affluentibus satiatse, iam nas aquí, assi como ámi me
prsecordiis jaeuitus nutrirent trajo; é diciendo esto, dá-
invidiam. bale muchos besos, y hala-
Denique altera earum sa- gándolo con muchas pala-
tis scrupulose curio se que bras y abrazándolo con ha-
percontari non desinit, quis lagos é charicias, diciendo:
illa runa cselestiuua rerum «¡Mi dulce marido! ¡dulce
dominus, quisve vel qualis ánima de tu Psiches ! » é
ijísius sit maritus. Nec ta- otras palabras por donde el
men Psyche coiiiugale illud marido fué vencido, y pro-
prEeoei^tum ullo pacto teme- metió de hacer todo lo que
rat, vel j^ectoris areanis exi- ella quisiesse. Viniendo yá
gitur: sed ere nata confingit, el alba, él se desapareció de
Gsse iuvenem quendam, et sus manos. Las hermanas
.speciosum, et commodum preguntaron por aquél ris-
lanoso barbitio genas inum- co ó lugar donde habían de-
brantem, jalerumque rures- jado á Psiches, y luego fue-
tribus ac montanis venati- ronse para allá con mucha
bus occupatum. Et, ne qua priessa, de donde comenza-
sermonis procedentis labe ron á llorar é dar grandes
consilium tacitum prodere- voces é aullidos, hiriéndose
tur; auro facto gemmosis- en los pechos, tanto qué á
que monilibus onustas eas, las voces que daban, los
statim vocato Zephyro tra- montes é riscos sonaban lo
dit reportandas. Quo prote- que ellas decían, llamando
nus perpétrate, sórores por su propio nombre á la
egregise domum redeuntes, mezquina de su hermana.
iam que glisceutis invidise Hasta tanto que Psiches,
EL MITO DK PSVQUIS 287

felle flaglantes, multa se- oyendo las voces que sona-


oum sermonibus mutuis ban por aquel valle abajo,
perstrepebant. Sio denique salió de casa temblando
infit altera: En orba et sseva como sin seso, é dijo: «¿Por
et iuiqua fortuna Hocino! qué sin causa os afligís con
tibí complacuit, ut utroque tantas mezquindades é llan-
jiarente prognatse, diversam to? ¿Por qué lloráis, que
sorte m sustinereinus ? Et viva soy? Dejad essos gritos
nos quidem, qufe natu nia- é voces; no curéis más de
iores sumus, maritis advenís llorar, pues que podéis
ancillse deditse, extorres et abrazar y hablar á quien
lare et ipsa i^atria degamus, lloráis.» Entonces llamó al
longe parentum velut exu- viento cierzo, y mandóle
lantes; heec autem'novissi- que ficiese lo que su marido
ma, quam fe tu satiante le habia mandado. El, sin
postremus par tus eífudit, más tardar, obedesciendo
tantis opibus et deo marito su mandamiento, trajo lue-
potita sit, quae nec uti recta go 4 sus hermanas muj-
tanta bonorum copia novit? mansamente, sin fatiga ni
yidisti sóror, quanta in do- peligro, y, como llegaron,
mo iacent, et qualia moni-» comenzáronse á abrazar y
lia: quse prsenitent vestes, besar unas á otras, las cua-
<|U8e splendicant gemmaj, les, con el gran placer y
quantum prseterea i^assim gozo que hobieron, tornaron
calcatur aurum.Quod si ma- de nuevo á llorar. Psiches
ritum Gtiamtam formmisum les dijo que entrassen en su
tenet, ut affirmat, nulla casa alegremente y descan-
nunc iu orbe toto felicior sassen con ella de su pena y
Aávit. Fortassistamen, pro- fatiga. Después que assí les
cedente consuetudine, et ad- hobo fablado, mostróles la
fectione roborata, deam casa y las grandes riquezas
quoque illam deus maritus della, é la mucha familia de
efficiet. Sio est hércules: sic las que le servían oyéndo-
se gerebat, ferebatque. lam- las solamente, y dende las
iam sursum respicit, et deam mandó lavar en un baño
spirat mulier, quse voces an- muy y hermoso, y sen-
rico
cillas liabet, et ventis ipsis tar á la mesa, donde habia
imperitat. At ego misera, muchos manjares abundan-
jiriinum patre meo seniorem temente. En tal manera,
niaritum sortita sum, dein que la hartura ó abundan-
cucúrbita calviorem, et quo- cia de tantas riquezas más
vis puero pusilliorem, cunc- celestiales que humanas,
tam domum seris et catenis criaron envidia en sus co-
obditam custodientem. razones contra ella. Final-
Susci])it Ego vero
alia: mente, que la una dellas co-
niaritum articulari etiam menzó á ijreguntarle curio-
28S A. I!i>NII,I,A V SAN MAUIIN

iiiovbo complicatum, ciirva- sámente é á importunarlo


tiiinque, ac per hoc rarissi- que le dijesse quién era el
ino Venerom meam
renolfiíi- señor de aquellas riquezas
tem sustineo, plerumque de- celestiales, é quién era ó
tortos et fluratos in lapidem qué tal era su marido. Pero
<ligitos fiius pprfricans, fo- con todas estas cosas nunca
mentis olidis, et pannis sor- Psiches quebrantó el man-
didis , e t faetidis catajilas- damiento de su marido, ni
matibus manns tam delica- sacó de su pecho el secreto
tas istas adurens, nec uxoris de lo que sabia, é hablando
officiosaiu íaciem. sed medi- en el negocio, fingió que era
cte labor iosam personam un mancebo hermoso y de
sustinens. Et tu quidem so- buena disposición, que en-
i'or videris, quam patienti, tonces le apuntaban las bar-
vel potius servil i (dicam bas, el cual andaba allá
eniui libere, quod sentio) ocupado en hacienda del
htec perferas animo. Enira- campo y en caza de monte-
vero ego nequeo sustinero ria, é porque en alguna pa-
ulterius tam beatam Fortu- labra de las que hablaba no
nara collatam indignae. Re- se descubriesse el secreto,
cordare enim, quam super- cargólas de oro, joyas é pie-
be, quam adroganter nobis- dras preciosas, é llamado el
cum egerit, et ipsa iactatio- viento, mandóle que las tor-
ue inmodicse ostentationis nasse á llevar de donde las
tumentem suum j^rodiderit habia traido, lo cual hecho,
animum: deqiie tantis divi- las buenas de las hermanas
tiisexigua nobis invita pro- tornáronse á casa. Iban ar-
iecerit, confestimque prse- diendo con la hiél de la en-
sentia nostra g r a v a t a vidia que If s crescia, é una
propelli, et efflari exsibila- á otra hablaba sobre ello
vique nos iusserit. Xec sum muchas cosas, entre las cua-
mulier, nec omnino spiro, les la una dijo esto: «¡Mirad
nisi eam pessum de tantis agora qué cosa es la fortuna
opibus deiecero. Ac si tibí ciega, malvada é cruel! ¿Pa-
etiam, ut par est, inacuit récete á ti bien que seamos
nostra contumelia; consi- todas tres fijas de un padre
lium validum requiramus é una madre, y que tenga-
ambse. lamque ista, quse fe- mos diversos estados? Nos-
rimus, non parentibus nos- otras, que somos mayores
tris, ac nec iilli monstre- que ella, seamos esclavas de
mus alii; immo nec omnino maridos advenedizos, y que
«luicquam de eius salute no- vivamos como desterradas
rimus. Sat est, quod ipsse vi- fuera «te nuestra tierra, é
dimus,quee vidisse paenitet: apartadas muy lejos de la
nedum ut genitoribus et óm- casa é reino de nuestros pa-
nibus pojíulis tam beatum dres; ¿y ésta nuestra her-
El. MITO DE PSYQülS 289

eius (liíFeramiis príeconium. mana, de todas, que


i'iltima
Nec sunt enim beati, quo- nasció después que nviestra
rum divitias neme novit. madre estaba harta de pa-
Sciet, se non ancillas, sed rir, haya de posseer tantas
sórores habere maiores. Et riquezas y tener un dios por
uunc quidem concedamus marido, é aun cierto ella no
ad maritos et lares paupe- sabe bien usar de tanta mu-
res nostros, sed plañe so- chedumbre de riquezas co-
brios revisamus domique
,
mo tiene? ¿No viste tú, her-
fogitationibus pressioribus mana, cuántas cosas están
instructse, adsuperbiam pu- en aquella casa? ¿cuántos
niendam firmiores redea- collares de oro, cuántas
mus. vestiduras resplandescen,
Placet lu'o bono duabus cuántas 2JÍedras preciosas
nialis malum consilium: to- relumbran? Y demás desto
tisque illis tam pretiosis ¿cuánto oro se huella en su
muneribus absconditis, co- casa? Por cierto, si ella
mam trahentes, et, proinde tiene el marido fermoso co-
ut maerebant, ora laceran- mo dijo, ninguna más bien-
tes, simulatos redintegrant aventurada mujer vive hoy
fletus. Ac sic párenles quo* en todo el mundo, y por
que. re dulce rato rursum do- ventura podrá ser que, pro-
lore, raptim deserentes, ve- cediendo la continuación y
sania turgidte, domus suas esforzándose más la affe»
contendunt, dolum sceles- cióu, siendo él dios, tam-
tum, immo vero p arrie i- bién hará á ella diosa. E,
dium, struentes contra soro- por cierto, assi es que yá
reiu insontem. ella presumía y se trataba
Interea Psychen maritus con mucha altivez, que yá
ille , quem nescit , rursum piensa que es diosa, pues
suis illis nocturnis sermoni- que tiene las voces por ser-
bus sic commonet: Videsne, vidoras y manda á los vien-
ijuautum tibi poriculum ve- tos. Yo, mezquina, lo pri-
litatur Fortuna eminus? Ac, mero que puedo decir es
nisi longe firmiter prsoca- que fué casada con un ma-
ves, mox comminus congre- rido más viejo que mi pa-
dietur. Perfidse lupula3 mag- dre, y demás desto más cal-
nis conatibus nefarias insi- vo que una calabaza, y más
dias tibí coraparant: qua- flaco que un niño, guardando
rum summa est, ut te sua- de continuo La casa cerrada
deant meos explorare vul- con herrojos y cadenas.»
tus; quos, ut tibí ssepe praí- Desque hobo dicho esto, co-
dixi, non videbis, si videris. menzó la otra é ilijn: «Pues
Krgo igitur, si postliac pes- 5'osufro otro marido goto-
si 11183 ilbc Lamia? iioxiis ani- so,que tiene los dedos tuer-
111 is arinat'cC vonerint (ve- tos de la gota, y él corco-

19
290 liO.NIl.r.A V SAX MAltri.V

niont autem, scio), unquo bado, por lo cual nunca


oinnino sermonem conferas; tengo placer con él, fregán-
et,si id tolerare progenuiíia dole continuo sus dedos en-
simplicitatG.* proque animi durescidos como piedra, con
tui teneritiidiiie non potue- medicinas hediondas é ]ia-
ris, certe de marito iiil quic- ños sucios y cathaplasmas,
quain vel audias, vel respoii- que ya tengo quemadas es-
deas. Nam et familiam nos- tas mis manos, que solían
trara iam pro]jagabimus, ct ser delicadas, que cierto yo
liic adhuc infantilis ntcrus no represento officio de su
gestat nobis iufantem mujer, mas antes aso de
aliviru: si texeris iiostra se- persona de físico y aun bien
creta siloritio, divinum; si fatigado. Pero tú, hermana,
2Jrnfanaveris, mortalem. parésceme que sufres esto
Tali mintió Psycho Iteta con ánimo paciente, é aun
florebat, et divines subolis mejor podria decir que es de
solacio plaudebat, et futuri sierva,porqueya libremente
pignoris gloria gestiebat, et te quiero decir lo que siento.
materni uominis dignitate Mas yo en ninguna manera
gaudebat. Crescentes dies puedo ya sufrir que tanta
et menses exeiintes anxia bienaventuranza haya caido
numerat, et sarcinse nescise en persona tan indigna. ¿No
rudimento miratur, de brevi te recuerdas cuan soberbia-
punctulo tantum incremen- mente y con cuanta arro-
tulum locupletis uteri. Sed gancia sehobo con nosotras,
iam pestes illte taeterrimse- que las cosas que nos mos-
que Furige anhelantes vipe- tró con aquella alabanza
reum virus, et festinantes, como gran señora, manifes-
impia celeritate naviga- tó bien su corazón hincha-
bant. do, y de tantas riquezas
Tune sic iterum momen- como allí tenía nos alanzó
tarius maritus suam Psy- esto poquito por ahí contra
chen admonet: Dies ultima, su voluntad, y pensándole
et casus extremus, et sexus con nosotras, luego nos
infestus, et sanguis inimicus mandó echar de allí con sus
iam sumpsit arma, et castra silbos del viento? Pues no
commovit, et aciem direxit, me tenga por mujer, ni nun-
et classicum persona vi t. ca yo viva, si no la hago lan-
Iam mucrone destricto iu- zar de tantas riquezas. Fi-
gulum tuum nefarise tuse só- nalmente, que si esta injuria
rores petunt. Heu quantis te toca á tí, como es razón,
urguemur cladibus, Ps\'clie tomemos ambas un buen
dulcissima! Tui nostrique consejo,y estas cosas que
miserere: religiosaque con- llevamos no las mostremos
tinentia domum, maritum, á nuestros padres ni á nadie,
teque et istum parvulum ni digamos cosa alguna de
EL MITO DE PSYQUIS 291

nostrtuTi imminentis rumas su salud; harto nos basta lo


infortunio libera. ííec illas que nosotras vimos, de lo
scelestas feminas, quas tibi cual nos pesa de habello
post internecivum odium, et visto, y no publiquemos á
calcata sanguinis fcBclera nadie tanta felicidad suj'a.
sórores appellare non licet, por que no se pueden ilamai-
vel videas, vel audias; cunr bienaventurados cuyas ri-
in morem Sirenum scopulo quezas ninguno sabe. Al
l>rominentes, funestis voci- menos, sepa ella que noso-
Ijvis saxa personabuut. tras no somos sus esclavas,
Suscipit Psyche, singultu mas sus hermanas mayores,
lacrimoso sermonem incer- y agora dejemos esto y tor-
tans: lamdudum quod sciam, némonos á nuestros maridos
fidei atque parciloquio meo y pobres casas, aunque
perpendisti documenta: neo cierto buenas y honestas, y
eo setius adprobabitur tibi después, instruías, con ma-
nunc etianí firmitas animi yor acuerdo y consejo tor-
mei. Tu modo Zephyro naremos más fuertes para
n ostro rursum prsecipe, fun- punir su soberbia.» Este mal
g;atur obsequio, et in vicem consejo páreselo muy bueno
denegataj sacrosanctse ima- á las dos malas hermanas, y
ginis tuse, redde saltem cons- escondidas las joyas y dones
Ijectum sororum, i)er istos que Psiches les habia dado,
cinnameos et undique pén- tornáronse desgreñadas
dulos crines tuos, per teñe- como que venian llorando 3-
ras et teretis et mei símiles rascándose las caras, fin-
genas, per pectus, nescio gendo de nuevo grandes
quo calore, íervidum. Sic in llantos. En esta manera de-
liücsaltem párvulo cognos- jaron sus padres, refrescán-
cam facicm tuam, supplicis doles su dolor 3' con mucha
anxise piis precibus eroga- ira, turbadas de la envidia,
tus, germani complexus in- tornáronse para sus casas,
dulge fructum, et tibi devo- concertando por el camino
ta? careeque Psychae ani- traición y engaño, y aun
mam gaudio recrea. Neo muerto contra su hermana,
([uicquam amplius in tuo que estaba sin culpa. Entre
vultu requiro. lam nil offi- tanto el marido de Psiches,
ciunt mihi vel ipsaj noctur- el cual ella no couoscia, la
uui tenebraí. Tenoo te, meum tornó amonestar otra vez
lumen. His verbis et ample- con aquellas sus palabras
xibus mollibus decantatus de noche, diciéndole: «¿No
niaritus lacrimasque oius
, vees cuanto peligro te or-
suis crinibus detergens, fac- dena la fortunar'; pues si tu
tiirum sp()i)ondit: et priBver- de lejos, antes que venga,
tit statim lumen nascentis no te apartas y provees,
<liei. olla será contigo de cerca.
2!)2 A. IIONILLA Y SAX .MAK/IN

Iiigum sororium conspon- Aquellas loVjas sin fé, orde-


síe factioiiis, iie parentibus nan cuando pueden contra
f|U¡dem visis. recta de iiavi- tí mu3' malas assechanzas,
bus scopiihim petunt illum, de las cuales la sumeg es
pi'secipiti cu ni velocitate: esta: Elias te quieren per-
uec venti ferentis oppertse suadir que tu veas mi cara,
prseseiitiam, licentiosa cum la cual, como muchas veces
tomei'itatfi prosiliunt in al- te he dicho, tu no la verás
tum.Nec irainemor Zephyrus naás si la vees. Assí que si
quamvis iiivi-
regalis edicti, desjiués desto aquellas ma-
tus, susceptas eas gremio las brujas vinieren armadas
spirantis aurte, solo reddi- con sus malignos corazo-
dit. At illa3 incTinotanter, nes, que bien sé que vernán,
statim conferto vestigio do- no hables con ellas ni te
mum i^enetrant, coiuplexíe- pongas á razones, é si por
que prEedam suam, sórores tu mocedad y por el amor
nomine meiitientes, tliensau- que les tienes, no te pudie-
rumque penitus abdita; frau- res sofrir, al menos de cosa
dis vultu Ifeto tegentes, sic que toque á tu marido ni la
adulant: Psyche, non ita ut oyas ni respondas á ella,
pridem párvula, et ipsa iam porque acrescentaremos
mater es. Quantum jautas nuestro linaje, que aun este
boni nobis in ista geris pe- tu vientre niño otro niño
rula? Quantis gaudiis to- trae ya dentro, é si tu en-
tam domum nostram liila- cubrieres este secreto, yo
rabis? O nos beatas, quas te digo que será divino, é si
infantis aurei nutrimenta lo descubrieres, dende ago-
Isetabunt! Qui, si paren- ra te certifico que será mor-
tuní, ut oportet, pulcLritu- tal. Psiches. cuando esto
dini responderit, prorsus oyó, gozóse mucho, é hobo
Cupido nascetur. Sic adfee- placer con la divina gene-
tione simulata ,
j^aulatim ración. Alegrábase con la
sororis invadunt animum. gloria de lo que habia de
Statimque eas lassitudine jDarir, é gozándose con la
vise sedilibus refotas, et bal- dignidad de ser madre, con
nearum vaporosis fontibus mucha ansia contaba los
curatas, pulcherrime tricli- días y meses cuando entra-
nio, mirisque illis et beatis ban y cuando salian, y como
edulibus atque tuccetis era nueva, en los comienzos
oblectat. Iiibet citbaram lo- de la preñez, maravillábase
qui, psallitur: tibias agere, de un punto y toque tan
sonatur: choros canere. can- sotil crescer en tanta abun-
tatur, QuEecuuctanulloprEe- dancia su vientre. Pero
sente dulcissimis modulis aquellas furias espantables
ánimos audientium remul- y pestíferas, yá desseaban
cebant. Nec tauíen sceles- lanzar el venino de serpien-
EL MITO DE PSYQÜIS 293

tarum feminaruní nequitia tes, y con esta priessa ace-


\el ipsa mellita cantus dul- leraban su camino i^or la
cecline mollita conquievit: mar cuanto podían. En esto
sed ad destinatam fraudium el marido de nuevo tornó
pedicam ser:nonem confe- amonestar á Psiches dosta
rentes, dissimulanter occi- manera: «Yá se te llega el
piunt sciscitari, qualis ei último dia y la caida pos-
maritus, et unde natalium trimera, porque tu linage j-
sectacuia proveniret. Tune la sangre tu enemiga ya ha
illa simplicitate nimia pris- tomado armas contra ti, é
tini sermonis oblita, novum mueve su real y compone
commentum instruit; atqiie sus batallas, é hace tocar
maritiim suum de provincia las trompetas, é, diciendolo
próxima, magnis iJecuiiiis más claro, las malvadas de
negotiantem, iam médium tus hermanas, con el espada
cursum setatis agere, inters- sacada, te quieren degollar.
¡jersum rara cauitie. Xec in ¡Oh cuantas fatigas nos
sermone isto tantillum mo- atormentan por esso! tu,
rata, rursum opiparis mu- muy dulce señora, habe
neribus eas onustas ventoso merced de tí é de mí, y con
vehículo reddidit. grande continencia callan-
Sed duní Zeijhj-ri tran- do lo que te he dicho, libra
quillo spiritu sublimatse do- á tu casa e marido y este
mum redeunt, sic secum al- nuestro hijo de la caida de
tercantes Quid, sóror, di-
: la fortuna que te amenaza,
cimus de tam monstruoso y á estas falsas y engañosas
fatuíe illius mendacio? Tune mujeres, las cuales según el
adulescens, modo florenti odio mortal te tienen y el
lanugine barbam instruens, vinculo de la hermandad yá
nunc eetate media, candenti está quebrantado y roto, j'
canitie lucidus. Quis ille, no te conviene llamar her-
quem temporis modiei spa- manas, ni las veas ni las
tium repentina senecta re- oyas, i^orque ellas vernán á
formavit? Nil aliud reppe- sentarse encima de aquél
ries,mi sóror, quam vel riscocomo las serenas de la
mendacio ista pessimam mar, y harán sonar todos
-feminam confingere, vel estos montes y valles con
formam mariti sui nescire. sus voces y llantos.» Enton-
(¿uorum utrum veruní est, ces Psiches, llorando, le
opibus istis quam primuiu dijo: «Bien sabes tú, señor,
exterminanda est. Quod si que yo no soy parlera, é ya
viri sui faciem ignorat, deo el otro dia me enseñaste hi
profecto dcnupsit; et deum féque había de guardar y
nobis praegnatione ista ge- loque había de callar, assí
rit. Certe si divini puelli, que agora tu no verás que
quod absit, hioc mater au- yo mude la constancia e
291 A. liOXII.I.A V SAN MAinJX

(lierit; statim me laqueo firmeza de mi ánimo; sola-


nexilisuspendam. Er^o in- mente te ruego que mandes
terim ad parentes nostros otra vez al viento que haga
redeamus, et exordio sermo- su officio y que sirva en lo
nis liuius quam concolores que le mandare, y en lugar
fallacias adtexamus. Sic in- de tu vista, pues me la nie-
flammatíB, parentibus fasti- gas, al menos consiente que
dientei- appellatis, et nocte yo goce de la vista de mis
turbatis vigiliis perditse, hermanas; esto, señor, te
matutino scopulum pervo- suplico por estos tus cabe-
lant: et inde sólito venti llos lucidos y olorosos, y
prsesidio vehementer devo- por este tu rostro semejan-
lant; lacrimisquo pressura te al mió, y por el amor que
palpebrarum coactis, hoc te tengo, aunque no te co-
astu puellam appellant. nozco de vista. Assi conozca
Tu quidem felix, et ipsa yo tu cara en este niño que
tanti mali ignorantia beata, traigo en el vientre, que tu,
sedes incuriosa periculi tui: señor concedas á mis rue-
nos autem, quse jDervigili gos, haciendo que yo goce
cura rebus tuis excubamus. de ver y hablar á mis her-
cladibus tuis misere crucia- manas. Y de aquí adelante
mur. Pro vero namque com- no curaré mas de querer
perimus, nec te, socise scili- conoscer tu cara, y no me
cet dolorio casusque tui, ce- curo que las tinieblas de la
lare possumus, immanem noche me quiten tu vista,
colubrum, multinodis v>-lu- 23UGSyo tengo á ti, que eres
minibus serpentem, veneno mi lumbre.» Con estas blan-
noxio colla sanguinantem, das palabras, abrazando á
liiantemqae iugluvie pro- su marido 3^ llorando lim-
,

funda, tecum noctibus la- piaba las lágrimas con sus


tenter adquiescere. Nunc cabellos, tanto que él fué
recordare sortis Pythicse, vencido y prometió de hacer
quae te trucis bestiíe nuptiis todo lo que ella queria, é lue-
destinatam esse clamavit. go ante que amaneciesse se
Et multi coloni, quique cii"- partió della como acostum-
cumsecus venantur, et ac- braba. Las hermanas, con
plurimi viderunt eum
colise su mal propósito, en llegan-
vespera redeuntem e imstu, do, no curaron de ver a sus
liroximique fluminis vadis padres, sino en saliendo de
inuatantem. Nec diu blan- las naos, derechas se fueron
dís alimoniarum obsequiis corriendo cuanto pudieron
tesaginaturum omn&s adfir- á aquel risco, adonde, con
mant: sed, cum primumprise- el ansia que tenian, no es-
gnationem istam tuam ple- peraron que el viento le
nus maturaverit uterus, opi- ayudasse, antes con teme-
miore fructu preeditam de- ridad é audacia se lanzaron
EL MITO DE PSYQUIS 295

voraturum. Ad iam tua


hsec de allí abajo. Pero el viento,
est existimatio, utrum soro- recordándose de lo que su
ribus pro tua cara salute señor le habia mandado, re-
sollicitis adsentiri velis, et cibiólas en sus alas, aunque
declinata morte nobiscum contra su voluntad, y puso
secura periculi vivere, an las muy mansamente en el
sEevissimfe bestise sepeliri suelo . Ellas sin ninguna
,
»

visceribus. Quod si te ruris tardanza, lanzanse luego en.


liuius vocalis solitudo, vel casa y van abrazar á la que
clandestinse Veneris fsetidi querían perder, é mintiendo
periculosiqne conciibitus, et el nombre de hermanas, en-
venenati serpentis ample- cubrieron con sus caras
xus delectaiit; certe pise só- alegres el thesoro de su es-
rores nostrum fecerimus. condido engaño, y comen-
Tune Psj'che misella, ut- záronle á lisongear desta
Ijote simplex, et animi te- manera: «Hermana Psiclies,
uella, rapitur verborum tam yá no eres niña como solia;
tristium formidine: extra yá nos parece que eres ma-
terminum mentís suse posi- dre. ¿Cuanto bien piensas
ta, omnium mariti
prorsus que nos traes en este tu
nionitionum, suarumqiíe vientre? ¿Cuanto gozo jjien-
])romissionum niemoriam sas que darás á toda tu
eífudit, et in profundum ca- casa? ¡Oh, cuan bienaven-
lamitatis sese prgecipitavit turadas somos nosotras que
tremensque, et exangui co- tenemos linaje en tantas ri-
lore lurida, tertiata verba quezas, que si el niño pare-
semihianti voce substre- ciere a sus padres, como es
pens, sic ad illas ait; Vos razón, cierto él será el dios
quidera, carissimse sórores, Cupido que nacerá!» Con
ut par erat, iii offioio vestrse este amor y affición fi^igido,
pietatis permanetis: verum comienzan poco á poco á
et illi qui talia vobis adfir- ganar la voluntad do su
niant, non videntur mihi hermana. Ella las mandó
mendacium finf¡;ere. Nec asentar en sus sillas para
enim unciuam viri niei vidi que descansassen é luego
í'aciem, vel omnino cuiatis las hizo lavar en el baño, y
sit novi ;sed tantum noc- después de lavadas sentá-
turnis subaudiens vocibus, ronse á la mesa, donde les
niaritum incerti status, et fueron dados manjares rea-
lirorsus lucifufíam tolero, les en abundancia, ó luego
l)estiauique aliquam recta vino la música, y comenza-
dicen tibus vobis mérito con- ron á cantar y á tañer nui3'
sentin. Moque magnopere suavemente, lo cual aunque
semper a suis terret aspec- no vian q>iien lo facia, era
tibus, malumquo grande de tan dulce música, que pa-
vultus curiositate prtemina- rescia cosa celestial. Pero
2'J() A. llOMLf.A V SAN MAICIIN

tur. Xunc, si quain saluta- con todo esto no se aman-


rem opem periclitauti so- saba la maldad de las fal-
i'ori vestrae potestisadferre. sas mujeres, ni pudieron
iam nunc subsisfcite. Cete- tomar espacio ni folganza
rum incuria sequeus prioris con todo aquello, antes pro-
providentise beneficia con- curaban de armar su lazo
rumpet. de engaños que traian pen-
Tune nancta?, iam portis sado.Y comenzaron dissi-
patentibus, nudatiuu soro- muladamente á meter i>ala-
ris animum facinerosíe rnu- bras, preguntándole qué tal
lieres, omissis tectaj ma- era su marido y de qué nas-
chinse latibulis, destrictis cion ó ley venia. Psiches,
gladiis fraudiura, simpiicis con su simpleza, habiéndo-
puellse paventes cogitatio- sele aliviado loque su ma-
nes invadunt. Sic denique rido encomendara, co-
le
altera Quoniam nos origi-
: menzó á fingir una nueva
nis nexus pro tua incolumi- razón, diciendo que su ma-
tate periculum quideni nul- rido era de una gran pro-
lum ante oculos habere vincia, y qvie era mercader
compellit: viam, quae sola que trataba grandes mer-
deduL-it iter ad salutem, diu caderías, y que era hom-
diuque cogitatam monstra- bre de más de media edad,
bimus tibi. Novaculam que ya le comenzaban á
prijeacutam, adpulsu etiam nacer canas. No tardó mu-
Ijalmulai lenieutis exaspe- cho en esta habla que luego
ratam, tori qua parte cu- las cargó de jo3'as é -ricos
bare consuesti, latenter abs- dones, y mandó al viento
conde: lucernamque concin- que las llevasse. Después
neni completara oleo, claro que el viento las puso en
lumine prsemicanteni, subde aquel risco, tornáronse á
aliquo claudentis aululse casa altercando entre si
tegmine. Omnique isto ap- desta manera: «¿Qué pode-
paratu tenacissime dissimu- mos decir de una tan gran
lato, postquam sulcatos in- mentira como nos dijo aque-
trahens gressus, cubile soli- lla loca? Una vez nos dijo
tum conscenderit iamque , que era su marido un man-
porrectus, et exordio somni cebo que entonces le ajDun-
prementis implicitus, altura taban las barbas. Agora
soporem fiare cceperit toro : dice que es de más de media
delapsa, nudoque vestigio edad é ya tiene canas.
Ijensilem. gradum pullula- ¿Quién puede ser aquel que
tim minuens, csecse tenebree en tan poco espacio de tiem-
custodia liberata lucerna, i:)0 le vino la vejez? Cierto,
prseclari tui facinoris op- hermana, tu hallarás que, ó
portunitatera de lurainis esta mala heiubra nos mien-
consilio rautuare: et anci- te, ó ella no conosce quien es
EL JirrO DE PSVQUIS 297

piti telo illo audaciter, prius su marido. E cualqviier cosa


dextera sursnni elata, nisu destas que sea nos conviene
'quam valido noxü serpen- que la echemos destas ri-
tis iiodum cerviciset capitis quezas, é si por ventura uo
abscide. Nec nostrum tibi conoce á su marido, cierto
deerit subsidium: sed cum por esso se casó ella y nos
primiim illius raorte salu- trae algún dios en su vien-
tem tibi feceris, anxise prges- tre. E si assi fuesse, lo cual
tolatse advolabimus: cuiic- nunca dios quiera que ésta
tisque istis ocins tecum re- oyesse ser madre de niño
latis, votivis nuptiis liomi- divino, luego me ahorcarla
nem te iungeiuus homini. con una soga! Assi que tor-
Tali vei'boram incendio némonos á nuestros padres
flammata viscera sororis y callémonos esto, encu-
iam prorsus ardentis dese- briéndolo con el mejor co-
rentes ipsse iDrotinns, tanti lor que podremos.» En esta
inali confinium sibi etiam manera inflamadas de la
eximie metuentesjflatus ali- emvidia, tornáronse á casa
tis impulsa sólito provec- é hablaron á sus padres,
tfe superscopulum, ilicoper- aunque de mala gana.
nifi se fuga proripiunt: sta- Aquella noche, sin poder
timque conscensis navibvis dormir sueño, turbadas de
abcnint. la pena y fatiga que tenían,
At Psyclie relicta sola, luego como amáneselo co- ,

nisiiquod infestis Furiis ag'i- rrieron cuanto pudieron


tata. sola non est, eestu pe- hasta el risco, de donde con
lagi simile hserendo fiuc- la ayuda del viento acos-
tuat et, quamvis statuto
: tumbrado volaron hasta
consilio, et obstinato ani- casa de Psiches; y con unas
mo, iam tamen facinori pocas de lágrimas que por
manus admovens; adhuc in- fuerza 3' apretando los ojos
certa consilii titubat, mul- sacaron, comenzaron á ha-
tisque calamitatis sua' dis- blar á su hermana desta
trahitur aft'ectibus. Festi- manera: «Tu piensas que
nat. diftort; audet, trepidat; eres bienaventurada y estás
dií'ñdit, irascitur; et, «luod muy segura é sin cuidado,
est ultimuin. iu eodem cor- no sabiendo cuanto mal y
pore odit bestiam diligit , peligro tienes; pero nos-
maritum. Vespera tamen otras, que con gran cuidado
iam noctem trábente, praí- velamos sobre lo que te
cii)iti festinatione nofarii cumple, iiiucho somos fati-
scoleris iustruit apparatum. gadas con tu daño, porque
Nox aderat. et niaritus has de saber «[ue hemos ha-
aderat, priusque Veneris llado por verdad qiio éste
])rr)pliis velitatus, altum so- tu marido que se echa con-
jjorem descenderat. Tune tigo, es \in serpiente grande
298 A. ItONILLA V SAN MAUTIX

Psyche, et corpoiñs et animi y venenoso, lo cual con el


alioqviin infirma, fati ta- dolor y pena que de tu mal
men sfevitia siibmiiiistran- tenemos, no te podemos en-
te, vii'ibus 7-obc>ratur: et, cubrir; é agora se nos re-
l)rolata lucei'na, et adropta cuerda de lo que el dios
novacula, soxum audacia Apolo respondió cuando le
miitatur. Sed, cum primum consultaron sobre tu casa-
luminis oblatione tori se- miento, diciendo que tú eras
creta claruerunt; videt om- señalada para te casar con
nium ferarum mitissimaní u.na cruel bestia. E muchos
dulcissimamque bestiam, de los vecinos destos luga-
ipsum ilhim Cupidinem for- res que andan á cazar por
monsum deum formonse cu- estas montañas, y otros la-
bantem: cuius aspectu lu- bradores, dicen que han
cernse quoque Kimen hila- visto este dragón cuando á
ratum increbruit, et acumi- la tarde torna de buscar de
nis sacrilegi novaculam pee- comer, que se echa á nadar
nitebat. por este rio para passar acá,
At vero Psyche tanto as- y todos afirman que te quie-
pectu deterrita, et impos re engordar con estos rega-
aniíni, marcido pallore de- los y manjares que te da, y
fecta, tremelisque desedit cuando esta tii preñez estu-
in irnos poijlites; et ferrum viere más crescida é tu. es-
queerit abscondere, sed in tuvieres bien llena, por go-
suo pectore. Quod profecto zar de mas hartura, que te
fecisset, nisi ferrum, timore ha de tragar; assi que en
tanti flag'itii, iiianibus teme- esto está agora tu estima-
rariis delapsum evolasset. ción e juicio. Si por ventura
lamque lassa, salute defec- quieres más, ó creer á tus
ta,dura seepius divini vultus hermanas, que por tu salud
intuetur pulcbritudinem, andan solícitas y que vivas
recreatur aiiimi. con nosotras segura de pe-
Videt capitis aurei genia- ligro, huyendo de la muer-
lem csesariem ambrosia te- te; ó siquieres qiiizá ser en-
mulentam, cervices lácteas, terrada en las entrañas des-
geiíasque pur23ureas jjerer- ta crudelíssima bestia. Por-
rantes criiiiuní globos, de- que si las voces solas que en
coriter impeditos, alios an- este campo oyes, ó el escon-
tependulos, alios retropen- dido placer y peligroso dor-
dulos quorum splendore
: mir juntándote con este
nimio fulgurante, iam et dragón, te deleitan, sea
ipsum lumen lucernsevaccil- como tu quisieres, que nos-
labat. Per humeros volati- otras con esto cumplimos,
lis dei pinnee roscidiB mi- é ya habemos hecho officio
canti flore candicant et ; de buenas hermanas.» En-
quamvis alis quiescentibus, tonces la mezquina de Psi-
EL MITO DE PSYQUIS 299

extimíe plumulBe tenellse, ac clies, como era muchacha


ílelicatse tremule resultan- y de noble condición, creyó
tps, inquieta lasciviunt. lo que le dijeron, é con pa-
Ceterum. cori^us glabellum, labras tan espantables salió
atque luculentum, et quale cuasi fuera de seso, por lo
peperisse Yenerem non pse- cual se le olvidó los amo-
niteret. nestamientos de su marido
Ante lectuli pedes iacebat y de todos los prometimien-
arcus, et jaharetra, et sagit- tos que ella le hizo, é lan-
tge, mag-ni dei propitia tela. zóse en el profundo de su
QuEe dum insatiabili animo desdicha y desventura, y
Psyclie satis et curiosa ri- temblando, la color amari-
matur atque pertrectat, et lla, no 25udiendo cuasi ha-
mariti sui miratur arma: de- blar, cortándosele las pala-
promit unam de pharetra bras, y medio hablando,
sagittam, et puncto poUicis como mejor pudo les dijo
extremam aciem periclita- desta manera :«Vosotras,
bunda, trementis etiam señoras hermanas, hacéis
nunc articnli nisu fortiore officio de piedad é virtiid, co-
pupugit altius; ut per sunt mo es razón; y creo yo muy
mam cutem roraverint par- bien que aquellos que tales
vulte sanguinis rosei gutta3. cosas os dijeron no fingeron
Sic ignara Psyche, sponte mentira, porque yo hasta
in Amoris incidit amorem. hoy nimca pude ver la cara
Tune magis magisque cupi- de mi marido, ni supe de
dine fraglans Cupidinis, pro- dónde se es. Solamente lo
na in eum efflictim inhians, oyó hablar do noche, y con
patulis ac petulantibus sa- esto paso é suíFro marido
viis festinanter ingestis, de incierto y que huye de la
somni mensura mctuebat. luz, ,y desta manera con-
Sed, dum bono tanto per- siento que digáis que tengo
cita, saucia mente fluctuat; una gran bestia por marido,
lucerna illa, sive perfidia y que me espanta diciendo
pessima, sive invidia noxia, que no lo puedo ver, ó siem-
sive quod tale corpus con- pre me amena'za que me
tingere, et quasi basiare et verná gran mal si porfió a
ipsa gestiebat, evomuit de querer ver su cara. Y pues
summa himinis sui stillam que assi es, agora podéis
forventis olei super ume- socorrer al peligro de vues-
rum dei dexterura. Kem au- tra hermana con alguna
dax et temeraria lucerna, et ayuda ó favor saludable,
amoris vile ministerium! ij)- haceldo y socorrodnie, ])or-
sum ignis totius deum adii- qiu> si no lo hacéis, ¡jodró
ris: cum te scilicet amator muy bien decir i\\w la ne-
aliquis, ut diutius ciipitis gligencia siguiente corront-
etiam nocte potiretur, pri- pe el beneficio de la provi-
miis invenerit. dencia ¡lassada.» Cuando
300 JíONII.LA V SAN .MAIíTlN

Sic inustiis exiluit dens, las dos malas mujeres halla-


visaque detrectatse íidei co- ron el corazón é voluntail
lluvie,protiinisex osculis et de Psiches descubierto para
manibus iufelicissimaí con- recebir lo que le dijessen.
iuj^is tacitus avolavit. At dejados los engaños secre-
Psyche statim resüi'gentis tos, comenzaron con las es-
eius crure dextero manibus padas descubiertas pública-
ambabus adi'opto, sublirais mente á combatir el pensa-
evectionis adpendix mise- miento temeroso de la
randa, et per nubilas jjlagas simple mujer, y la una de
penduli comitatus extrema ellas dijo desta manera:
consequia, tándem fessa de- «Porque el vínculo de nues-
labitur solo. Nec deus ama- tra hermandad nos com-
tor humi iaeentem deserens, pelle poi' tu salud á quitarte
inA^olavit proximam cupres- delante los ojos cualquier
sum, deque eius alto cacu- peligro, te mostraremos un
mine sic eam graviter com- camino que dias ha habe-
motus adfátur. rnos pensado, el cual solo
Ego quidem, simplicissi- te sacará á puerto de salud,
ma Psyche, parentis mete y es éste: Tu has de escon-
Yeneris príeceptorum imme- der secretamente, en la
mor, quse te miseri extremi- parte de la cama donde te
que hominis devinctam cu- sueles acostar, una navaja
pidine, Ínfimo matrimonio bien aguda que en la palma
addici iusserat. ipse potius de la mano se aguzó, y por-
amator advolavi tibi. Sed nás un candil lleno de
lioc feci leviter, scio et : aceite bien aparejado y en-
prseclarus ille sagittarius, cendido debajo de alguna
ipse me telo meo i^ercussi, cobertura, al canto de la
teque coniugem meam feci, sala, y con todo este apa-
ut bestia scilicet tibi vide- rejo muy bien dissimulado,
rer, et ferro cai^ut excideres cuando viniere aquél ser-
meum, quod istos amatores piente é subiere en la cama
tuos oculos gerit? Hasc tibi como suele, desque yá tu
semper cavenda censebam, veas que él comienza á dor-
hsec identidem benivole re- mir y con el gran sueño co-
monebam. Sed illse quidem mienza á ressollar, salta de
consiliatrices egregise tuse, la cama, y, descalza, muy
taní perniciosi magisterii passo, saca el candil debajo
dabunt actutum mihi poe- de donde está escondido 3-
iias : te vero tantuní fuga toma de consejo del candil
mea punivero. Et cum ter- oportunidad para la hazaña
mino sermonis, pinnis in al- que quieres hacer, y con
tum se proripuit. aquella navaja, alzada pri-
Psyche vero humi pros- meramente la mano dere-
trata, et quantum visu po- cha, con el mayor esfuerzo
EL MITO DE PSVQU13 ÓOÍ

terat, volatus mariti prose- que pudieres, da en el ñudo


quens, extremis affligebat de la cerviz de aquel ser-
lamentationibus animum. piente venenoso, y córtale
Sed ubi remigio plumee rap- la cabeza, é no pienses que
tum maritum proceritas te faltara nuestra ayuda,
spatii fecerat alienum, per porque luego que tú con su
pioximi fluminis marginem muerte hayas traido vida
jjríeciijitem sese dedit. Sed l)ara tí, estaremos esperan-
mitis fluvius, in honorem dote con mucha ansia, para
dei scilicet, qui et ipsas que llevándote aqui con
,

aquas urere consuevit, me- todos estos tus servidores é


tuens sibi confestim eam
, riquezas que aqui tienes, te
innoxio volumine super ri- casemos como desseamos
pam fíorentem herbis expo- con hombre humano, siendo
suit. tú mujer humana.» Con es-
Tune forte Pan deus rus- tas palabras encendieron
ticus iuxta supercilium am- tanto las entrañas de su
nis sedebat, complextis Echo hermana, que la dejaron
montanam deam, eam- cuasi del todo ardiendo. Y
t[Ue voculas omnimodas ellas, temiendo del mal con-
'
edocens reccinere. Proxime sejo que daban á la otra no
ripaní vago pastu lasciviunt les viniesse algún gran mal
comam fluvii tondentes ca- por ello, se partieron y con
liellise. Hircuosus deus san- el viento acostumbrado se
ciam Psychen, atque defec- fueron hasta encima del ris-
tam, utcumque casus eius co, de donde liuyeron lo
non inscius, elementar ad más presto qiie pudieron y
se voeatam, sic permulcet entráronse en sus naos é
verbis lenientibus : Puella fueronse á sus tierras. Psi-
scitula, sum quidem rusti- ches quedó sola , aunque
canus et upilio. sed senectu- quedando fatigada de aque-
tis prolixso beneficio, multis llas furias no estaba sola,
experimentis instructus. Ve- pero llorando fluctuaba su
runí, si recte coniecto, quod corazón, como la mar cuan-
l>i-ofecto prudentes viri di- do and»!' con tormenta é ,

vinationeni autumant, ab como quier que ella tenia


isto titubante et ssepius va- deliberado con voluntad
ccillante vestigio, deque ni- muy obstinada el consejo
mio palloro cori:)oris, et as- que le habían dado, pensan-
siduo suspiritu , iuimo et do como liabía de hacer
ipsis marcentibus oculis aquel negocio, pero toda-
tuis, amore nimio laboras. vía titubeaba y estaba in-
Hrgo mihi ausculta, neo te cierta del consejo, jiensando
rursus prpecipitio vel ullo en el mal que le podía venir,
mortis accerssito te genere y desta manera, yá lo que-
l)erimas. Luctuní desine, et ría hacer, yá lo quería di-
302 A. liONILLA V SAN MAUTIX

pono mserorem procibus- : latar; agora osaba, ago-


qne potius Cupidinem doo- ra temía ; yá desconfia-
riim máximum percole ot, : ba, yá se eno.iaba. En fin, bi
utpote .adulesccntem delica- que más le fatigaba era qui
tum luxuriosumque, blandís en un mismo cuerpo abf>-
obsequiis promerei'G. rrescia al serpiente é amaba
Sic lociito deo pastore, á s!i marido. Cuando 3-á
nulloque sermone reddito, fué tarde, que la noche se
sed adorato tantum numine venia, ella comenzó apare-
Psyche pergit iré.
salutari, jar con muclia priessa a(iu( 1

Sed cum aliquam multum aparato de su mala hazaña.


vite laboranti vestigio -pe- E seyendo de noche, vino el
rerrasset inscio quodam
, marido á la cama, el qual
tramite iam die labente, ac- desque hobo burlado con
cedit qnandaní civitatem, ella, comenzó á dormir con
in qua regnum maritus gran sueño. Entonces Psi-
unius sororis eius optine- ches, cómo quier que era
bat. Qua re cognita, Ps3'che delicada del cuerpo y del
nvmtiavi prsesentiam suam ánimo, pero ayudándole la
sorori desiderat mox in- : crueldad de su hado, se es-
ducta, mutuis amplexibus forzó, é sacado el candil di -
alternse salutationis exple- bajo de donde estaba, tomó
tis, percontanti causas ad- la navaja en la mano é su
venttis sui, sic incipit. osadia venció é mudó la
Meministi consilium ves- flaqueza de su género. Coum
trum quo milii scilieet, siia- ella alumbrasse con el can-
sistis, ut bestiam, quse ma- dil y paresciesse todo el se-
riti mentito nomine mecum creto de la cama, vido una
quiescebat, priusquam in- bestia la más mansa y dul-
gluvie voraci me misellam cissima de tedas las fieras,
hauriret, ancipiti novacula digo que era aquél hermoso
peremerem. Sed cum. pri- dios del amor que se llama
naum, ut seque- placuerat, Cupido, el cual estaba acos-
conscio lumiue vultus eius tado muy hermosamente, y
aspexi video mirum divi-
, con su vista alegrándose la
numque prorsus siiectacu- lumbre de la candela, cres-
lum; ipsum illum dése Vene- ció, é la sacrilega y aguda
ris filium, ipsum, inquam, navaja resplandesció. Cuan-
Cupidinem leni quieto sopi- do Psiches vido tal vista,
tum. Ac dum tanti boni esi^antada y puesta fuera
spectaculo percita, et nimia de si, desfallescida, con la
voluptatis cojiia turbata, color amarilla, temblando,
frueudí laboraren! inopia, se cortó é cayó sobre las
casu scilieet pessumo lu- , rodillas, é quiso esconderla
cerna fervens oleum rebu- navaja en su seno, é hiciéra-
llivit in eius umerum. Quo lo salvo por el temor de tan
EL MITO DE PSYQUIS 303

dolore statim somno i'ecus- gran mal como qvieria ha-


siis,ubi me ferro et igni cayó la navaja de
cer, se le
conspexit armataní: Tu qui- las manos. Estando assí fa-
dem, inquit, ob istud tam tigada y desfallescida,
dirum facinus, confestim cuanto más miraba la cara
toro meo divorte, tibique divina de Cupido, tanto más
res tuas habeto. Ego vero recreaba con su hermosura.
sororem tuarn, et nomen, Ella le vía los cabellos co-
quo tu censeris, aiebat, iam. mo hebras de oro, llenos de
miliiconfestim confarreatis olor divino, el cuello blanco
nuptiis coniugabo. Et sta- como la leche, la cara blan-
tim Zejjhyro prfecipit, ultra ca y roja, como rosas colo-
términos me domus eius ef- radas, y los cabellos de oro
flaret. #• colgando por todas partes,
Nec dum sermouem Psy- que resplandescian como el
che ñnierat : illa vesanee li- sol y vencian á la lumbre
bidinis et invidite noxite sti- del candil. Tenia assimismo
mulis agitata, e re concin- en los hombros péñolas de
nato mendacio fallens mari- color de rosas y flores, y
tum, quasi de morte paren- como quier que las alas es-
tum al i quid conperisset< taban quedas, pero las otras
statim navem ascendit et : plumas debajo de las alas
ad illum scojjulum protinus tiernas y delicadas, estaban
pergit et
; quamvis alio
,
temblando muy galana-
fiante vento, cseca spe ta- mente, y todo lo otro del
men inhians Accipe me, : cuerpo estaba hermoso é
dicens, Cupido, dignam te sin plumas, como convenia
couiugem: et tu, Zephyre, á hijo de la diosa Venus,
suscipe dominam saltu se : que lo parió sin se arrepen-
máximo prsecipitem dedit. tir i)ov ello. Estaba ante los
Nec tamen ad illum locum., pies de la cama el arco ó las
vel saltem mortua, perve- saetas, que son armas del
nire potuit. Nam per saxa dios de amor, lo cual todo
cat\tium membris iactatis estando mirando Psiches,
atque dissipatis, et, proinde no se hartaba de lo mirar;
ut merebatur, laceratis vis- maravillándose de las ar-
ceribiis suis, alitibus bes- mas de su marido, sacó del
tiisqiie obvium ferens pabu- carcaj una saeta, y estan-
lum, interiit. dola tentando con el dedo,
Nec vindictse sequentis á vor si era aguda como
de-
poena tarda v t. Nam Psyche
i cian, liincósele un poco de
rursus errabundo gradxi la saeta, de manera que le
pervenit ad civitatem comenzaron á salir unas go-
aliam, in (jua jiari nujdo só- tas de sangre do color de
ror morabatur alia. Nec se- rosas. Y desta manera Psi-
tius et ista fallacie germa- ches, no lo sabiendo, cayó
noi A. IKIMLI.A Y SAN MARTIN

nitatis inducta, et in soroi-is y fué presa en amor df^l


sceleratas luiptias lemiila dios de amor. Entonces, con
festiuavit ad scoi)uliiiii in- : mucho mayor ardor de amor
que simile Jiiorlis cxiliuiu se abajó s(jbre él y le co-
cecidit. menzó á besar con tan gran
Iiiterim diiiii Psyche q\\S'- ])lacer, que temia no des-
stioni Ciipidinis intenta, pertasse tan presto. E.stan-
popules cii'cumibat; at ille do ella en este placer herida
vulnere lucernte dolens, in del amor, el candil que tenia
¡pso thalamo matris iacens en la mano, ó por no le ser
ino^emebat. Tune avis pe- fiel,ó de emvidia mortal, ó
ralba illa gavia, quse super que por ventura él también
ñuctns marinos pinnis na- quiso tocar el cuerpo do
tat, demergit sese proi:)ere Cupiido, ó quizá besarlo,
ad Oceani profunduní gre- lanzó de si una gota de
laium. Ibi commoduin Vene- aceite herviendo y cayó
reni lavanteni natantemque sobre el hombro derecho de
propter assistens indicat , Cupido. ¡Oh candil osado y
adustum filium eius gravi temerario, é vil servidor del
vulneris dolore, niarcentem, amor! Tú quemas al dios de
dubium salutis iacere iana- : todo el fuego, porque tú
que per cunctorum ora po- para esto no eras menester,
pulorum runioribus convi- sino que algún enamorado
ciisque variis omnem Vene- te halló ]3rimeramente para
ris familiam niale audire: gozar en la escuridad de la
quod ille quidem montano noche de lo que bien queria!
scortatu, tu vero marino Desta manera el dios Cupi-
uatatu secesseritis; ac per do, quemado, saltó de la ca-
lioe non Voluptas tilla, non ma, y conosciendo que su
Gratia, non Lepos, sed in- secreto era descubierto, ca-
compta, et agrestia, et hór- llando desaparesció é huyó
rida cuneta sint: non nuptÍ93 de los ojos y manos de la
coniugales, non amicitise so- desdichada de su mujer.
ciales, non liberüm carita- Psiches arrebató con ambas
tes,sed enormis conluvies, manos la pierna derecha de
etsqualentium foederum in- Cupido que se levantaba, é
suave fastidium. Haec illa a ssi fue colgando de sus
verbosa et satis curiosa avis pies por las nubes del cielo,
in auribus Veneris fili la- hasta tanto que cansada
cerans existimationeln, gan.- cayó en el suelo. Pero el dios
niebat. del amor no la quiso desam-
At Venus irata solidum, parar caida en tierra, é
exclamat repente: Ergo iam vino volando á sentarse en
ille bonus filius meus habet un ciprés que allí estaba
amicam aliquaní ? Prome cerca, de donde con mucho
agedum, quse sola mihi ser- enojo gravemente la comen-
EL MITO DE PSYQÜIS 805

VIS amanter, iiomen eivis, zo á increpar, diciendo en


'[Uíe puerum ingenuum et esta manera: «Oh Psiches,
iiivestem sollicitavit, sive mujer simple, yo no me re-
illa de Jsymijliai'um populo, cordando de los manda-
seu de Horarum numero, mientos de mi madre Venus,
sen de Musariim choro, vel la cual me habia mandado
de mearum Gratiarura mi- que te hiciesse ser enamo-
nisterio. Nec loquax illa rada de un hombre muy mi-
'onticuit avis; sed, Nescio, serable de bajo linaje, te
Miquit, domina. Puto, pue- quise bien y fué tu enamo-
llain, si Jorobe memini, Psy- rado, jDero esto que hice,
rhes nomine dicitur, efflicte bien sé qiie fué hecho livia-
<;upere. Tune vel máxime namente. E yo mismo, que
indignata Venus exclama- soy ballestero para los
vit:Psychen illam, mese for- otros, me herí con mis sae-
mee succu.bam, mei nominis tas y te tomó por mi muger^
íi'uiulam si veré diligit ni-
, ¿Paresce que lo fice yo por
iiiirum illud incrementum te parescer serpiente, y por-
lenam me putavit, cuius que tu cortasses esta cabe-
inonstratu puellam illam za que trae los ojos que
i-Dgnosceret. bien te quisieron? ¿No sabes
HíBC quiritans proporiter tú cvumtas veces te decia
emorgit e mari, suumquo que te guardasses desto, é
protinus aureum thalamum benignamente te avisaba
[)etit: et reperto, sicut au- porque te apartasses dello?
dierat, asgroto puero, iam Pero aquellas buenas mu-
indo a foribus quam máxime geres tus consejeras, pres-
boans: Honesta, inquit,h8ec, tamente me pagaran el con-
«•t natalibiis nostris bonse- sejo que te dieron, é á ti con
que tu í'rugi congruentia? mi ausencia, huyendo de ti,
Ut primum quidem tuse pa- te castigaré.» Diciendo esto,
rentis, iinmo dominas prse- levantóse con sus alas y
i'opta calcares, nec sordidis voló en alto hacia el cielo.
¡imoribus iiiimicam meam Psiches quedó echada en
(ruciares; verum etiaiu hoc tierra, y cuanto podia con
;i'tatis puer, tuis licentiosis la vista miraba como su
i't immaturis iungeres am- marido iba volando, ó aili-
plexibus; ut ego nurum sci- gia su corazón con muchos
licet tolorarom
inimicam! lloros é angustia. Después
Sed utiiiue prsesuniis nugo, que su marido desapareció
t^t corru]ítor, et inamabilis, volando i)or las alturas del
t solum generosum, nec me
o desesperada, es-
cielo, ella,
iam per tetatem posse con- tando en la ribera de un
lipere. Veliin ergo scias, rio, lanzóse de cabeza den-
multo te moliorem filium tro, pero el rio se tornó
alium genituram, immo, ut manso por honra y servicio
20
306 A. «ONILLA Y SAN MARTIN
contumeliam magis sentías, del dios del amor, cuya mu-
aliquem de raéis adoptatu- jer era ella, el cual suele
ram vei-nulis: eiqvie donatu- inflamar de amor á las mis-
ram istas pinnas, et ílam- mas aguas y á las ninfas
mas, et arcum, et istas sa- dellas. Assí que, temiendo,
gittas, etomnem meam su- de sí mesmo tomóla con las
pelleetilem, quam tibi non ondas sin le hacer mal, ó
ad hos usus dederam. Nec púsola soVjre las flores é
enim de patris tiii bonis ad hierbas de su ribera. Acaso
instructionem istam quic- el dios Pan, que es dios de
quam concessum est. Sed las montañas, estaba assen-
male prima jjueritia induc- tado en un altozano cerca
tus es, et acutas manus ha- del rio, el cual estaba ta-
bes, et maiores tuos irreve- ñendo con una flauta, y en-
renteriDulsasti totiens; et ip- señando á tañer á la ninfa
sam matrem tuam, me, in- Caña. Estaban assimismo al
quam, ijjsam, parricida, de- derredor del una manada de
nudas quotidie et perciis-
, cabras, que andaban pas-
sisti saípius, et quasi viduam ciendo los arboles 3' matas
utique contemnis. Nec vi- que estaban sobre el rio.
tricum tuum , fortissimum Cuando el dios Peloso vido
illum maximumquebellato- á Psiches tan desmayada
rem metuis. Qiiidni cui
, ! é assí herida de dolor, que
ssepius, in angorem meijose- yá él bien sabia su desdi-
licatus, puellas ¡propinare cha y pena, llamóla y co-
consuesti. Sed iam faxo, te menzóla á halagar y con-
lusus huius pseniteat, et solar con blandas pala-
sentias acidas et amaras bras, diciendo desta mane-
istas nnptias. ra: «Doncella sabida y her-
Sed nunc inrisui habita mosa: como quiera que yo
quid agam ? Quo me confe- soy pastor é rústico, pero
ram ? Quibus modis stelio- por ser viejo soy instruido
nem istnni cohibeam ? Pe- de muchos experimentos, de
tamne auxilium ab inimica manera que, si bien coujec-
mea Sobrietate, quam prop- turo aquello que los pru-
ter huius ij^sius luxuriam dentes varones llaman ade-
ofí"endi sfepius? At rustiese vinanza, yo conozco deste
squalentisque feminpe con- tu andar titubando con los
loquiíim prorsus adhiben- pies, y de la color amarilla
dum est? Horresco: nec ta- de tu cara y de tus grandes
men vindictsesolatium unde sospiros y lágrimas de los
unde spernendum est. Illa ojos, bien creo cierto que tu
mihi prorsus adhibenda est, andas fatigada y muerta de
nec ulla alia: qufe castiget gran dolor, jjues que assí es,
asperrime nugonem istum : tú me escucha y no tornes
pharetram explicet, et sa- á lanzarte dentro en el rio.
EL MITO DE PSYQUIS 307

gittas dearmet, arcum eno- ni te mates con ninguno


det, tsedam deflammet, im- otro género de muerte.
mo et ipsum corpus eius Quita de ti el luto y deja de
acrioribus remediis coher- llorar. Antes procura de
ceat. Tune iniuriíe mese li- aplacar con plegarias al
tatum crediderini , cum dios Cuiiido, que es mayor
eius comas quas istis mani- de los dioses, é trabaja por
bus meis subiiide áureo ni- merescer su amor con ser-
tore perstrinxi deraserit , vicios y halagos, j^orque es
pinnas, quas meo gremio raancebo delicado é muy
néctar ei fontis infeci, i^rse- regalado.» Como esto acabó
totonderit. de decir el dios Pastor, Psi-
Sic effata, foras sese i^ro- ches sin le resjionder pala-
ripit infesta, et stomachata bra ninguna, sino solamente
biles Venerias. Sed eam adorando su deidad comen-
protinus Ceres et luno con- zó á andar su camino, y
tinantur visamque vultu
: ante que liobiesse andado
túmido, qxigesiere, cur truci mucho camino, entró por
supercilio tantam venusta- una senda que atravessaba,
'tem micantium oculorum por la cual yendo, llegó á
coherceret? At illa. Opor- una cibdad á donde era el
tuno, inquit, ardeuti pror- reino del marido de una de
sus isto pectori meo violen- aquellas sus dos hermanas.
tiam scilicet perpetraturse E como la reina su hermana
venitis. Sed totis, oro, ves- supo que estaba allí, man-
tris viribus Psychen illam dóla entrar. Y después que
fugitivam, volaticam, mihi se hobieron abrazado am-
requirite. Neo enim vos uti- bas á. dos, preguntóle qué
que domus mese famosa fá- era la causa de su venida.
bula, et non dicendi filii Psiches le respondió: «¿no
mei facta latuerunt. te recuerdas tú, señora her-
Tuncillíe nonignarse, qiise mana, el consejo que me
gesta sunt, palpare Veneris distes ambas á dos que ma-
iraní ssevientem sic adortse: tasse á aquella gran bestia
Quid tale, domina, deliquit que se echaba comigo de
tuus ut animo jJGrvi-
filius, noche en nombre de mi ma-
caci voluptates illius im- rido, ante que me tragasse
pugnes: et, quam ille dili- ó comiese, para lo cual me
git, tu quoque perderé ges- distes una navaja? lo cual
tias ? Quod autoni, oramus, como yo quisiesse facer,
isti crimen, si puelhe lopidai tomó un candil, é luego que
libenter adrisit ? Au igno- miró su gesto o cara, veo
ras, eum masculum et iuve- una cosa divina maravi-
é
nem osso, vol certe iam llosa: al hijode la diosa Ve-
quot sit annorum oVjlita os? nus, digo al dios Cupido, que
An quod netateiu portas es dios del amor, que estaba
m^ A. BONILLA Y SAN MARTJX
bellule, ])iiei' tibí sempeí' hermosamente durmendo.é
videtur ? Mater autem tu, como yo estaba incitada de
et prseterea cordata mulier, tan maravillosa vista, tur-
filii tui lusTis semper explo- bada de tan gran placer, y
rabis curióse, et in eo luxu- no me hartasse de ver aquel
riem culpabis, et amores fermoso gesto, á caso for-
revinces, et tuas artes tuas- tuito é péssimo rehirvió el
que delicias in formonso fi- aceite del candil que tenia
lio reprehendes? Quis autem en la mano, é cayó una gota
te deum, quis liominum pa- hirviendo en su hombro, y
tietur, passim cupidines po- con aquel gran dolor des-
IJulis disseminantcm , cum pertó, é como me vido ar-
tuee domus amores amare mada con hierro é fuego,
coherceas et vitiorum mu- dijome: «E ¿cómo has fecho
liebrium publicara prteclu- tan gran maldad é traición?
das officinam? ¡Toma luego todo lo tiiyo y
Sic illfe metu sagittarum vete de mi casa!» Demás
patrocinio gratioso Cupidi- desto dijo: «Yo tomaré á tu
ni quamvis absenti blandie- hermana en tu lugar y me
bantur. Sed Venus indig- casaré con ella, dándole
nata ridicule tractari suas arras y dote.» Diciendo
iniurias prseversis illis alte esto, mandó al viento cierzo
rursus concito gradu pelago que me aventasse fuera de
viam capessit. los términos de su casa. No
habia acabado Psiches de
hablar estas jj a 1 a b r a s,
ciiando la hermana, stimu-
lada e incitada de mortal
emvidia, comiDuesta una
mentira para engañar á su
marido, diciendo que habia
sabido de la muerte de sus
jDadres, metióse en una nao
y comenzó de andar hasta
que llegó á aquel risco
grande, en el cual subió, é
como quier que otro viento
á la hora ventaba, pero
ella, con aquella ansia ó
con ciega esiieranza, dijo:
«¡Oh Cupido, recíbeme, que
soy digna para ser tti mu-
jer! ¡é tú, viento cierzo,
recibe á tu señora!» Con
estas palabras dio un sal-
to grande del risco abajo.
EL MITO DE PSVQUIS 309

Pero ella ni viva ni muer-


ta pudo llegar al lugar que
desseaba porque por aque-
,

llos riscos é piedras se hizo


pedazos como ella meres-
cia. E assi murió, hacién-
dose manjar de las aves 3'
bestias de aquel monte.
Tras desta, no tardó mucho
la pena y venganza de la
otra su hermana. Porque
yendo Psiches i^or su cami-
no, más adelante llegó á
otra ciudad, en la cual mo-
raba la otra su hermana
según que habemos dicho;
la cual assimismo, con en-
gaño de su hermandad, hizo
ni mas ni menos que la otra,
que queriendo el casamien-
to que no le cunplia, fuesse
cuanto más presto jiudo á
aquel risco, de donde cayó
é murió como hizo la otra.
Entre tanto Psiches, andan-
do muy congojosa en busca
de su marido Cupido, cer-
caba todos los pueblos é
cibdades. Pero él, herido do
la llaga que le hizo la gota
de aceite del candil, estaba
echado enfermo, gimiendo,
en la cámara de su madre.
Entonces una ave blanca
que se llama gaviota, que
anda nadando con sus alas
sf)bre las ondas de la mar,
zabullóse cerca del profun-
do del mar océano, 3' halló
allí á la diosa Venus, que se
estaba lavando 3' nadando
en aquél agua, á la cual se
llegó 3^ le dijo cómo su liijo
Cupido estaba mal de una
grave llaga do fuego que lo
daba mucho dolor, llorando
310 A. UONII-LA Y SAN MARTÍN

y en mucha duda de su sa-


lud, por la cual causa toda
la gente é familia de Venus
era infamada é vituperada
por los pueblos é cibdades
de toda la tierra, diciendo
que él se habia ocupado y
apartado con una mujer se-
rrana y montañesa, «é tú
assímismo te lias apartado
andando en la mar, nadan-
do é á tu placer, y por esto
yá no hay entre las gentes
placer ninguno, ni gracia,
ni hermosura, pero todas las
cosas están rústicas, gros-
seras é sin atavio. Yá nin-
guno se casa, ni nadie tiene
amistad con mujer ni amor
de fijos, sino todo al contra-
rio, sucio y feo, y para
todos enojoso.» Cuando
aquella ave parlera dijo es-
tas cosas a Venus, reprehen-
diendo á su hijo Cupido, Ve-
nus, con mucha ira, excla-
mó fuertemente, diciendo:
«¡Paresce ser que yá aquél
bueno de mi hijo tiene al-
guna amiga! Hazme tanto
placer, tú que me sirves con
más amor que ninguna, que
me sepas el nombre de
aquella que engañó á este
muchacho sin barbas y de
poca edad, agora sea alguna
de las ninfas, ó del numei-o
de las diosas, ó agora sea
del choro de las musas ó del
ministero de mis gracias.»
Aquella ave parlera no ca-
lló lo que sabia, diciendo:
«Por cierto, señora, no sé
bien cómo se llama, más
pienso, si bien me recuerdo,
que tu hijo ama y muere
EL MITO DE PSTQÜIS 311

por una que se llama Psi-


ches.» Entonces Venus, in-
dignada, comenzó á dar vo-
ces, diciendo: «Ciertamente
él debe amar á aquella Psi-
clies que pensaba tener mi
gesto y era envidiosa de mi
nombre. De lo que más ten-
go enojo en este negocio,
es que me hizo á mí su al-
cahueta, porque yo le mos-
tré y enseñé por donde co-
nosciesse aqiiella moza.»
Desta manera riñendo é gri-
tando, prestamente se salió
de la mar y fuesse luego á
su cámara, adonde falló á
su hijo mal, según lo habia
oido. Y dende la puerta co-
menzó á dar voces, diciendo
desta manera: «¡Honesta
cosa es, y que cumple mu-
cho á ntiestra honra y á tu
buena fama, lo que has he-
cho! ¿Parescete buena cosa
menospreciar y tener en po-
co los mandamientos de tu
madre, que más es tu seiio-
ra, dándome pena con los
sucios amores de mi enemi-
ga, la cual en esta tu pe-
queña edad juntaste con-
tigo con tus atrevidos y
temerarios pensamientos?
Piensas tú que tengo yo de
sufí'rir por amor de tí, nuera
que sea mi enemiga? Pero
tú, mentiroso y corrompe-
dor de buenas costumbres,
¿presumes que tú solo eres
engendrado para los amo-
res, y que j'o, por ser ya
muger de edad, no podré
parir otro Cupido? Pues
quiero agora que sepas que
yo podré engendrar otro
312 A. IfONILLA Y SAN MAKliX

liijomucho mejor que tíi, y


aun porque más sientas la
injuria, adoptaré por hijo á
alyuuo de mis esclavos 3'
servidores, y darlo he alas
y llamas de amor, con el
arco y las saetas y todo lo
otro que te di á ti, nó para
estas cosas en que tú andas,
que aun bien sabes tú que
de los bienes de tu padre
ninguna cosa te he dado
para esta negociación. Pero
tú, como dende muchacho
fueste mal criado, é tienes
las manos agudas, muchas
veces, sin reverencia nin-
guna, tocaste á tus mayo-
res é aun á mí, que soy tii
madre. A mí mesma digo,
que como parricida cada
día me descubres, é muchas
veces me has ferido, é
agora menospreciarme
como si fuesse viuda, que
aun no temes á tu padrasto
el dios Mares, muy fuerte y
grande guerreador. ¿Que
jiuedo yo decir en esto, que
tú muchas veces, por me
dar pena, acostumbraste
darle mugeres? Pero yo te
faré que te arrepientas des-
te juego, y que tú sientas
bien estas acedas y amar-
gas bodas que heciste, como
quier que esto que digo es
23or demás, porque este bul-
rrará de mí. Pues ¿qué haré
agora, ó en qué manera cas-
tigaré este bellaco? No sé
si pida favor de mi enemiga
la Tenii^lanza, la cual yo
offendi muchas veces jDor la
lujuria é vicio deste. Como
quier que sea, yo delibero
EL MITO DE PSYQUrS 313

de á hablar con esta due-


ir
ña, aunque sea rústica y se-
vera; pena recibo en ello,
pero no es de desechar el
placer de tanta venganza,
y por esto yo le quiero ha-
blar, que no hay otra nin-
guna que mejor castigue á
este mentiroso, y le quite
las saetas y el arco, y le
desnude de todos sus fuegos
de amores;-y no solamente
hará esto, pero á su persona-
misma resistirá con fuertes
remedios. Entonces pensaré
yo que mi injuria está sa-
tisfecha, cuando le rayere
de la cabeza aquellos cabe-
llos de color de oro qvie
muchas veces le atavié
' con estas mis manos, y
cuando le tresquilare aque-
llas alas q\ie yo en mi halda
le unté con algalia y almiz-
que muchas veces.» Después
que Venus hubo dicho todas
estas palabras, saliosse fue-
ra muy enojada, diciendo
palabras de enojo, pero la
diosa Céres, y Juno, como
la vieron enojada, la fueron
á acompañar, y le i)reguii-
taron qué era la causa por-
que traía el gesto tan tur-
bado y los ojos que resplan-
descian de tanta hermosura
traia tan revueltos, mos-
trando su enojo. Ella res-
pondió: «A buen tiempo ve-
nís para me preguntar la
I causa deste enojo que trai-
go; aunque no por mi vo-
luntad, sino por que otre
me lo ha dado, por ende j'o
lis viM^go que con todas
^•^u>stl•as fuerzas me bus-
814 A. BONILLA y SAN MARTÍN
qufiis á aquella huidora de
Psichcs, do quier que la
hallardes, porque yo bien
sé que vosotras saldéis toda
la historia de lo que lia
acontescido en mi casa des-
te fijo, que no oso decir que
es mío.» Entonces ellas, sa-
biendo bien las cosas que
habían passado, deseando
amansar la ira de Venus,
comenzáronle á hablar des-
ta manera: «¿Qué tan gran
delito pudo hacer tu hijo,
que tú, señora, estés contra
él enojada con tan gran
pertinacia y malenconia, y
que aquella que él mucho
ama tú la dessees destruir?
Porque te rogamos que mi-
res bien si es crimen j^ara
éste que le paresciesse l)ien
una doncella? ¿No sabes tú
que es hombre? ¿Háseto ya
olvidado cuantos años ha tu
hijo? ¿Por que es mancebo
y hermoso, tú i^iensas que
es todavía muchacho? ¿Tu
eres su madre, é muger de
seso, é siemi^re has experi-
mentado los placeres é jue-
gos de tu hijo, y tú culi^as
en él y reprehendes sus ar-
tes é vicios é amores, é
quieres encerrar la tienda
pública de los placeres de
las mujeres?» En esta ma-
nera ellas querían satisfa-
cer al dios Cupido, aimque
estaba ausente, iior miedo
de sus saetas. Mas Venus,
viendo que ellas trataban
su injuria burlándose della,
dejándolas á ellas con la
palabra en la boca, cuanto
más prontamente pudo to-
EL MITO DE PSYQUIS 315

mó su camino para la mar.


de donde habia salido.

Interea Psyche Tariis iac- Entretanto Psiches discu-


tabatur discursibus dies , rría é andaba por diversas
noctesque mariti vestiga- partes y caminos, buscando
tionibus inquieta animo de dia y de noche con mu-
tanto ciipidior, iratum licet, cha ansia y trabajo si jdo-
si non uxoriis blanditiis le- dria fallar rastro de su ma-
nire, certe servilibus preci- rido, y tanto más le crescia
bus propitiare. Et, prosijec- el desseo de lo fallar, cuanto
to templo quodam in ardui era la pena que traia en lo
montis vex'tice, Unde autem, buscar, y deliberaba entre
inquit, scio an istic meus sí que si no lo pudiesse con
degat dominus? Et ilico di- sus falagos, como su muger,
rigit citatum gradurq, quem amansar, que al menos, co-
defectum prorsus adsiduis mo sierva, con sus ruegos
laboribus spes incitabat et y oraciones lo aplacaría.
votum. lamque naviter' Yendo en esto pensando,
emensis celsioribus iugis, vido un templo encima de
pulvinaribus sese proxi- un alto monte, é dijo:
mans intulit. Vidot spicas «¿Dónde se yo agora si por
frumentarias in acervu, et ventura mi señor mora en
alias flexiles in corona, et este templo? y luego ende-
spicas hordei videt. Erant reszó paso hacia allá, el
el
et falces, et operse messorise cual, como quier que yá le
mundús omnis; sed cuneta desfallecía, por los grandes
passim iacentia, et incuria y continuos trabajos, pero
confusa, et, ut solet, sestu la esperanza de hallar á
laborantium manibus pro- su marido lo aliviaba. Assi
iecta. Heec singula Psyche que, habiendo yá subido
curióse dividit, et discretim y passado todos aquellos
semota rite componit: rata montes, llegó al templo y
scilicet, nullius dei fana ac entrosso dentro, donde vido
caerimonias neclegere se de- muchas espigas de trigo y
beré, sed omnium beniVo- cebada, hoces y otros ins-
lam misericordiam corro- trumentos para segar, ]iero
gare. todo estaba por esse suelo
Hsec eam soUicite sedulo- sin ninguna orden, confuso,
qiie curantem, Ceres alma como acostumbran á facer
deprehenait; et longum ex- los segadores cuando con el
clamat protiuus Ain, Psy- : trabajo se les cae de las ma-
che miseranda! totum per nos. Psiches, como vido to-
orbem Venus anxia dis- das estas cosas derramadas,
SilO BONILLA Y SAN MAKTI.N

([uisitiono tuum vestigium comenzó á apartar cada co-


furens animi requirit teque sa por su jjartG y compo-
adextremum supplicium ex- nerlo é ata^íiarlo todo, pen-
petit et totis numinis sui vi- sando, como era razón, que
ribus ultionem flagitat. Tu de ningún dios se deben
vero rerum mearum tute- menospreciar sus cerimo-
lam riunc geris et aliud quic- nias, antes procurar de
quam cogitas nisi de tua sa- siempre tener propicia su
lute? misericordia. Estando Psi-
Tune Psyche pedes eius ches ataviando y compo-
advoluta et uberi fletu ri- niendo estas cosas, entró la
gans dése vestigia hunium- diosa Céres, y como la vido,
que verrens crinibus suis, "comenzó de lejos á dar gran-
liiultiiugis precibus editis, des voces, diciendo: «¡Oh
veniam postulabat: Per ego P si ches desventurada: la
te frugiferam tuam dexte- diosa Venus anda jior todo
raní istam deprecor, per el mundo con grandissima
Isetificas messium ceerimo- ansia buscando rastro de ti.

nias, per tacita secreta cis- y con cuanta furia puede


tarum et per famulorum dessea y busca traerte á la
tuoruta draconum pinnata muerte, y con toda la fuerza
currictila et glebse Siculse de su deidad procura haber
sulcamina et currum rapa- venganza de tí, y tú agora
cem et terram tenaceni et estás aquí teniendo cuidado
inluminarum Proserpinse de mis cosas? ¿Cómo i^uedes
nubtiaruní demeacula et lu- tu pensar otra cosa sino lo
minosarum filise inventio- que cumíale á tu salud?
num remeacula et cetera Entonces Psiches lanzóse á
quse silentio tegit Eleusinis sus pies y comenzólos á re-
Atticee sacrarium, miseran- gar con sus lágrimas, y ba-
dse Psj'ches animse. suppli- rrer la tierra con sus cabe-
cis tuge, subsiste. ínter is- llos, sujalicándole é pidién-
tam spicarum congeriem dole perdón con muchos
patere vel jDauculos dies de- ruegos y i^legarias, dicien-
litescam, quoad dése tantee do: «Kuégote, señora, por
saeviens ira spatio temporis la tu diestra mano sembra-
mitigetur vel certe mese dora de los panes, y por las
vires diutino labore fessse cel'imonias alegres de las
quietis Ínter vallo lenian- sementeras, y por los secre-
tur. tos de las canastas de pan.
Suscipit Ceres: Tuis qui- y por los carros que traen
dem lacrimosis precibus et los dragones tus siervos, y
commoveor et opitulari cu- por las aradas y barbechos
pio, sed cognatse. meíe, cum de Secilia, y por el carro de
qua etiam fcedus antiquum Pintón que arrebató á Pro-
amicitise coló, bonee prgete- serpina, y por el descendi-
EL MITO DE PSYQCIS 31-¡

rea feminíe malam gratiam miento de sus bodas, y i^or


subiré nequeo. Decede ita- la tornada cuando tornó
que de istis fedibus protinus con las hachas ardiendo de
et quod a me retenta custo- buscar á tu hija, y por el
ditaquo non fueris optimi sacrificio de la cibdad Elen-
onsule. sina, y por las otras cosas é-
Contra sijem suam repul- sacrificios que se hacen en
sa Psyche et afflicta duplici silencio, que tu socorras á
maestitia iter retrorsum la triste ánima de tu sierva
povrigens ínter subsitse con- Psiches. é consiénteme que
Tallis sublucidum lucum entre estos montones de es-
prospicit fanum sollerti fa- pigas mo pueda esconder
brica structum nec ullam algunos pocos de días, fasta
vel dubiam spei melioris que la cruel ira de tan gran
viam volens omittere sed diosa como es Venus_ por
adire cu.iuscumque dei ve- espacio de algún tiempo se
niam, sacratis foribus pro- amanse, ó hasta que al me-
ximat. Videt dona pretiosa nos mis fuerzas, cansadas
ft lacinias auro litteratas de tan continuo trabajo,
raniis arborum postibusque con un poco de reposo se
suffixas, qu£e cum gratia» restituyan.» Cores le res-
facti nomen déte cui fuerant pondió: «Ciertamente yo me
dicata testabantur. Tune he conmovido á compassión
genu nixa et manibus aram por ver tus lágrimas y lo
tepentem amplexa detersis que me ruegas, y desséote
ante lacrimis, sic adjireca- ayudar. Pero no quiero
t ur. incurrir en desgracia de
Magni lovis germana et aquella buena mujer de mi
coniuga, sive tu Sami, quse cuñada, con la cual tengo
sola partu vagituque et ali- antigua amistad. Asi que tú
monia tua gloriatur, tenes te parte luego de mi casa, y
vetusta delubra; sive celase rescibe en gracia que no
Carthaginis, quse te virgi- fueste presa por mi ni rete-
nem vectura leonis ese lo nida.» Cuando esto oyó Psi-
commeantem percolit, bea- ches, contra lo que ella pen-
tas sedes frequentas; sive saba, afligida de doblada
prope ripas Inaclii, qui te pena y enojo, tomó su ca-
iam nuptam Tonantis et mino tornando pai-a atrás,
reginam deorum memorat, é vido un templo que estaba
inclitis Argivorum pres- en una selva de árboles muy
tid e s m ce n i b u s — q u a m grandes, en un valle, ol cual
unctus oriens Zj'giam ve- era edificado muy polida-
ueratur et omnis occidens mento, y como ella se tu-
Lucinaní a)Ji/ollat sis meis
: viese por dicho ninguna vin
extremis casibus luno Sos- dudosa ó de mejor espe-
. [lita meque in tantis exau- ranza jamás dejarla do pro-
318 A. HONILI.A Y PAN MAílTIN

clatis laborilíus defessam bar, y que andaba buscando


iimnirientis periculi tu me socorro de cualquier dios
libera. Quod sciaiii soles que liallasse, allegóse á la
2->rfegnatibus periclitanti- puerta del templo, é vid'i
bus ultro subvenire. muy ricos dones de ropas >
Ad istuní modum suppli- vestiduras colgadas de ln~
caiiti statim sese luno cum postes y ramos de los arbo-
totius sui numinis augusta les, con letras de oro qu'
dignitate priesentat et pro- declaraban la causa porque
tinus Quam vellem, inquit,
: eran allí ofrecidas, y f-l
per fidem nutum meum pre- nombre de la diosa á quien
cibustuisaccommodare! sed se daban. Entonces Psicheb.
contra voluntatem Yeneris, las rodillas hincadas, abra-
nurus meae, quain filias sem- zando con sus manos el al-
13er dilexiloco, prsestare me tar, é limpiadas las lágri-
pudor non sinit. Tune etiam mas de sus ojos, comenzó :i
legibus, quse servos alíenos decir desta manera: «Oh tú.
perfugas invitis dominis ve- Juno, mujer y hermana del
tant prohibeor.
susciiji, gran .Júpiter, ó tú estás en
Isto quoque fortunfe nau- el antiguo temiólo dela isla
fragio Psyche perterrita de Samo, la cual se glorifica
nec indipisci iam maritum porque tú naciste allí y te
vulatilem quiens, tota spe criaste, ó estás en las silla.~
salutis deposita, sic ipsa de la alta ciudad de Car-
suás cogitationes consuluit: tago, la cual te adora conm
laní qute possunt alia meis á doncella, que fueste lle-
terumnis temi^tari vel adhi- vada al cielo encima de un
beri subsidia, cui nec dea- león, ó si por ventura está^
rum quideni quanquam vo- en la ribera del rio Inaco.
lentium i^otuerunt prodesse el cual face memoria de ti.
suífragia? Quorsum itaque que eres casada con Júpiter
tantis laqueis inclusa ves- é reina de las diosas, ó tu
tigium porrigam quibusque estas en las cibdades mag-
tectis vel etiam tenebris nificas de los griegos, adon-
abscondita magnse Veneris de todo Oriente te honrra
iuevitabiles oculos eífu- como á diosa de los casa-
giam? Quin igitur mascu- mientos, 3' todo Ocidente
lum tándem sumis animum te llama Lucina; á do quier
et cassse speculíe renuntias que estés, te ruego que so-
fortiter et ultroneam te do- corras á mis extremas nece-
miuce tuse reddis et vel sera ssidades, é á mi, que esto
modestia ssevientes imjíetus fatigada de tantos trabajos
eius mitigas? Qui scias an passados, plégate librarme
etiam, quem diu quferitas, de tan gran peligro como
illic in domo matris reppe- está sobre mí, porque yo
ries? sic ad indubium obse- bien sé que de tu iDrojjia
EL MITO DE PSYQOIS 3iy

quium, immo ad certum exi- gana y voluntad acostum-


tium prseparata principium bras socorrer á las preña-
futui'se secum meditabatur das que están en peligro de
obsecrationis. parir.» Acabado de decir
At Venus terrenis reme- esto, luego le apáreselo la
diis inquisitionis abnueus diosa Juno con toda su ma-
cselTim petit. lubet construí gostad, é dijole: «Por dios,
curz'um, queni ei Vulcanus que yo querría dar mi favor
aurifex subtili fabrica stu- y todo lo que pudiese á tus
diose jjoliverat et ante tha- rogativas, pero contra la
lami rudimentum nuptiale voluntad de Venus mi
munus obtulerat, limae te- nuera, la cual sienpre amé
nuantis detrimento conspi- en lugar de hija, no lo po-
cuum, et ipsius auri damno dría facer, porque la ver-
pretiosum. De niultis, quae güenza me resiste. Demás
circa cubiculum dominse desto, las leyes prohiben
stabulant, i^rocedunt qua- que nadie pueda rescebir á
ttuor candidse columbíe, et los esclavos fugitivos con-
hilaris incessibus picta co- tra voluntad de sus seño-
lla torquentes, iugum ofem- res.» Con este naufragio de
meuin subeunt: susceptaquie la fortuna, espantada Psi-
domina líetse subvolant. clies, viendo assímismo que
Currum prosequentes
déte ya no podia alcanzar á su
gannitu constrepeuti lasci- marido, que andaba volan-
viunt passere^: et ceterse, do, desesperada de toda sa-
qute dulce cantitant, aves, lud, comenzó á aconsejarse
melléis modulis suave reso- con su pensamiento en esta
nantes, adventum defe prse- manera: «¿Qué remedio se
nuntiant. Cedunt nubes, et puede yá buscar ni tentar
cselum j^anditur: et
filia.' para mis penas y trabajos,
summus sether cum gaudio á los cuales el favor é ayuda
suscipit deain. Neo obvias de las diosas, aunque ellas
aquilas, vel accipitres rapa- lo querían, no pudo aprove-
ces ])ertimescit maguíB Ve- char? pues que assi es,
neris canora familia. ¿adonde podría yo huir,
Tune se protinus ad louis estando cercada de tantos
regias arces dirigit, et lazos? ¿En qué casas ó en
petitu superbo Mercuri, dei qué soterraños me podría
vocalis, operie necessariam esconder de los ojos inevi-
usuram postulat. Nec ren- tables de la gran diosa Ve-
nuit lovis cu'rulum superci- nus? Pues que no puedes
lium. Tune ovans ilico, co- liuir, toma corazón d« hom-
mitante etiam Mercurio, bre, y fuertemente resiste á
Venus Cíelo demeat, eique la quebrada y perdida espe-
sollicite serit verba: Frater ranza, y ofrécete de tu pro-
Arcadi, seis nempe sororem pria gana á tu señora, y
320 A. BONILLA Y SAX MAllTlN
tuam Venerem sine Mercii- con esta obediencia, aunque
ri príesentia nil unquamfe- sea tarde, amansarás su ím-
cisse: nec te prteterit utiqíie, petu é saña. ¿Qué. sabes tú
quanto iam tempere, deli- si por ventura fallarás allí
tescentem ancillam nequi- en casa de la madre al que
verirn repperire. Nil ergo muchos di as ha que andas á
superest, qviam tuo prífco- buscar?» Desta manera apa-
nio preemium investigatio- rejada i)ara el dudoso ser-
nis publicitus edicere. Fac vicio é cierto fin, i)ensaba
ergo mandatum matures entre sí el principio de su
meum, et indicia, qui futura suplicación. En este
Ijossit agnosci manifesté
, medio tiempo, Venus, eno-
designes; ne,siquisoceulta- jada de andar á buscar á
tionis illicitse crimen su- Psiches por la tierra, acordó
bierit, ignorantiíe se possit de se subir al cielo, é mandó
excusatione defenderé. Hsec aparejar su carro, el cual
simul dicens, libellum ei Vulcano su marido muy so-
porrigit, ubi Psyches no- til é pondamente habia fa-
men continebatur et ce- , bricado y ge lo habia dado
tera. Quo facto, i^rotinus en arras de su casamiento,
domum. se capessit. hecho las ruedas de manera
Nec Mercurius omisit ob- de la luna, muy rico y ¡pre-
sequium. ííam per omnium cioso, con daño de tanto oro
ora populoriim passim dis- y de muchas otras aves que
currens, sic mandatse pree- estaban cerca. De la cámara
dicationis munus exeque- de Venus salieron cuatro
batur: Si quis a fuga retra- palomas muy blancas, pin-
here, vel occultam demons- tados los cuellos, é pusié-
trare poterit fugitivam re- ronse para llevar el carro,
gis filiam, Veneris ancillam, y rescebida la señora enci-
noniine Psychen, conveniat ma del carro, comenzaron á
retro metas Murtias Mercu- volar alegremente, é tras
rium prsedicatorem, accep- del carro de Venus comen-
turus indicivse nomine ab zaron á volar muchos pája-
ipsa Venere septem savia ros éaves, que cantaban
suavia, et unum blandientis muy dulcemente, haciendo
ad^julsu linguse longe me- saber como Venus venia.
llitum. Ad huno modum Las nubes dieron lugar, los
pronuntiante Mercurio, cielos se abrieron, 5' el más
tanti prsemii cupido certa- alto dellos la rescibió ale-
tim omnium mortalium stu- gremente. Las aves que iban
dium adrexerat. Qu9e res cantando con ella, no te-
nunc vel máxime sustulit mían las águilas y halcones
Psyches omnem cunctatio- que encontraban. En esta
nem. manera Venus llegó al pa-
Iam que fores ei domi— lacio real de Júpiter, é con
EL MITO DE rSVQUIS 321

nse proximanti occurrit una mucha osadía é atrevimien-


de famulitione Veneris, to pidió á .Túiiiter que man-
nomine Consuetudo: sta- dasse al dios Mercurio le
timque, quantum máxime aj'udasse con su voz, que
potuit, exclamat: Tándem, habia menester para cierto
ancilla nequissima, domi- negocio. Júpiter ge lo otor-
nan! habere te scire ccepisti? gó, é mandó que assí se
An i^ro cetera morum tuo- ficiesse. Entonces ella ale-
rum temeritate, istud quo- gremente, acompañándola
que nescire te fiíigis, quan- Mercurio, se partió del cie-
tos labores circa _tuas in- lo, la cual en esta manera
quisitiones sustinuerimus? habló á Mercurio: «hermano
Sed bene, quod meas potis- de Arcadia: tú sabes bien
simum manus incidisti, et que tu hermana Venus nun-
Ínter Orci cancros iam ipsos ca hizo cosa alguna sin tu
obhíesisti; datura scilicet ayuda y presencia; agora tú
actutum tanta? contumacise no ignoras cuánto tiempo
poenas. Et audaciter in ca- há que yo no puedo fallar á
pillos eius immissa manu, aquella mi sierva, que se
trahebat eam, nequáquam? anda escondiendo de mí,
renitentem. assí que yá no tengo otro
Quam ubi primum induc- remedio sino que pública-
tam oblatamque sibi cons- mente tú pregones que le
pexit Venus, Itetissimum será dado gran premio á
cachinnum extollit, sed qua- quien la descubriere. Por
lem solent frequenter irati: ende te ruego que hagas
caputque quatiens et as-, prestamente lo que digo. Y
calpens aurem dexteram, en tu pregón da las señales
Tándem, inquit, dignata es é indicios por donde mani-
socrum tuam salutare? An fiestamente se puede cono-
potius maritum qui tuo
,
cer. Porque si alguno incu-
vulnere periclitatur, inter- rriere en crimen de la encu-
visere venisti? Sed esto se- brir illicitamente, no se ])ue-
<ura. Iam enim excipiamte, da defender con eseusación
ut bonam nurum condecet; de ignorancia»: é diciendo
et, Ubi sunt, inquit, Sollici- esto, le dio un memorial, en
tudo atque Tristities, anci- el cual se contenia el nom-
llíe meic? Quibus introvo- bre de Psiches é las otras
catis torquendam tradidit cosas que habia de prego-
eam. At ilhe sequentes nar, y hecho esto, luego se
i'rilepra3ceptuni, Psychen fué á su casa. No olvidó
uiisellam flagollis afflictam, Mercurio lo que Venus le
rt ceteris tormentis ex- mandó hacer, é luego so fué
'•ruciatam iterum dominíe por todas las cibdades é lu-
innspectui reddunt. gares, pregonautlo desta ma-
Tune rursus sublato risu ñero: Si alguno tomare ó
>

21
3-22 A. UONILLA V SAN MAKTIX

Venus, Et ecce, no-


iiiquit, mostrare donde está Ps¡-
bis turgidi ventris sui leno- ches, hija del rey é sierva
cinio commovet miseratio- de Venus, que anda huida,
nem; unde me prieclara sú- véngase á Mercurio prego-
bale aviam beatam scilicet nero, que está tras el templo
faciat. Félix vero ego, quse de Venus, é allí recebirá por
"iu ip.so setatis mese flore vo- galardón de su indicio, de
cabor avia: et vilis ancillse la misma diosa Venus, siete
Veneris audiet.
filius iiepos besos muy suaves é otro
Quanquam inepta ego frus- muy más dulce. «Desta ma-
tra filium dicam. Impares nera pregonando Mercurio,
enim nuptiíe, et prseterea todos los que lo oian, con
in villa, sine testibus, et codicia de tanto premio, se
patre non consentiente fac- adereszaron para la buscar.
tse legitimse non possunt La cual cosa oida por Psi-
videri: ac per hoc spurius ches, le quitó toda tardanza
iste nascetur; si tamen par- dé se ir á presentar ante
tum omnino perferre te pa- Venus, y llegando ella ante
tiemur. las puertas de su señora,
His editis, involat eam, una doncella de
salió á ella
vestemque plurifariam di- Venus, que habia nombre
loricat: capilloque discisso, Costumbre. La cual, como
et capite conquassato, gra- vido á Psiches, comenzó á
viter affligit, et, accersito dar grandes voces, dicien-
frumento et bordeo et milio do: «Vos, doña mala escla-
et papavere et cicere et va, basta que yá sentis que
lente et faba, commixtisque tenéis señora aun sobre
,

acervatim confusis in toda la maldad de tus malas


unum grumulum, sic ad mañas, finges agora que no
illam : Videris enim mihi sabes cuanto trabajo habe-
tam deformis ancilla nullo mos j)assado buscándote.
alio,sed tantum sedulo mi- Pero bien está; pues que
nisterio,amatores tuos pro- caiste en mis manos, haz
mereri: iam ergo et ipsa cuenta que caiste en la cár-
frugem tuam periclitabor. cel del infierno y donde no
Discerne seminum istorum podrás salir, y que iiresta-
passivam congeriem: singu- mente rescebirás la pena de
lisque granis rite dispositis tu contumacia y rebeldia.»
atque seiugatis, ante istam Diciendo esto, arremetió á
vesperam oi3us expeditum ella, é con gran audacia
approbato mihi. Sic assig- echóle mano de los cabellos
nato tantorum seminum cu- é comenzóla á llevar ante
mulo ipsa cense nubtiali
, Venus, como quier que Psi-
concessit. ches no resistia la ida. La
Nec Psyche manus admo- cual, luego que Venus la
litur inconditse illi et inex- vido, comenzóse de reir
EL MITO DE PSYQUJ; 323

tricabili nioli; sed immani- como suelen facer los que


tate jorsecepti consternata, están con mucha ira. y me-
silens obstupescit. Tune neando la cabeza, rascán-
formicula párvula, at-
illa dose en la oreja, comenzó á
que ruricula, certata dif- decir: «Basta, que ya fueste
íicultatis tantee, laborisque contenta de fablar á tu sue-
iniserta contubernalis mag- gra? e, por cierto, antes
ni dei, socrusque ssevitiam creo yo que lo feciste por
execrata, discurrens na- ver á tu marido, que está á
viter convocat corrogatque la muerte de la llaga de
cunctaní formicarum acco- tus manos. Pero está segu-
larum classem: Miseremini, ra, que yo te rescebiré como
terree omniparentis ágiles conviene á buena nuera»;
alumnee, miseremini. et é como esto dijo, mandó
Amoris uxori, puellse lepi- llamar á sus criadas la Cos-
dse, periclitanti ijrompta tumbre é la Tristeza, á las
velocitate succurrite. Ru- cuales, como vinieron, man-
iint sup erque alise
alise, dó que azotassen á Psiches.
sepedum populorum undse, Ellas, siguiendo el manda-
summoque studio singulee miento de su señora, dieron
granatim totum digerunt tantos de azotes á la mez-
acervum: separatimque dis- quina de Psiches, que la
tributis dissitisque generi- afligeron é atormentaron, %•
bus, e conspectu perniciter assi la tornaron á presentar
abeunt. «Sed initio noctis e otra vez ante su señora.
convivio nuptiali vino ma- Cuando Venus la vido, co-
dens, et fraglans balsama menzóse otra vez á reir, é
totumque revincta corpas dijo: «¿E aun veis como en
rosis micantibus Venus re- el alcahoteria de su vientre
meat, visa que diligentia hinchado nos conmueve á
mil-i laboris: Non tuum, in- misericordia? Piensa facer-
quit, nequissima, nec tua- me abuela bien dichosa con
rum manuum istud opus, lo que saliere desta su pre-
sed cui tuo, immo et
illius, ñez. ¡Dichosa yo, que en la
ipsius malo, placuisti. Et flor de mi juventud me lla-
frusto cibarii pañis ei pro- maran abuela, y el hijo de
iecto, cubitum facessit. una esclava bellaca oirá
Interim Cuiiido solus in- que le llamen nieto de Ve-
terioris domus aurei cubi- nus! Pero nescia soy en esto
culi custodia clausus, coUer- yo, porque por demás puedo
cebatur acriter: partim, no decir que mi liijo es casado,
petulanti luxurie vulnus porque estas bodas no son
gravaret; partim. ne cum entro jiorsonas iguales, y
sua cupita conveniret. Sic demás desto fueron hechas
ergo distentis et sub uno en un monte, sin testigos y
tecto separatis amatoribus, no consintiendo su padre.
324 A. IJUNILLA Y SAX MAHIIN

tetra nox exanclata. Sed por lo fual estas bodas no


Aurora commodum inequi- se pueden decir legitima-
tante, vocatíe Psychse Ve- mente liechas, por esto, si
nus infit talia: Videsne illud yo conssiento que tu hayas
ueinus, quod fluvio prEeter- de parir, al menos nascerá
luenti, ripisque longis at- de ti un bastardo.» E dicien-
tenditur: cuius imi frútices do esto, arremetió con ella
vicinum fontem despiciunt? y remidióle las tocas, tra-
Oves ibi nitentis aurive , bándole de los cabellos y
colore florentes.incustodito dándole de cabezadas que
pastu vagantur. Inde de la afligiógravemente. Lue-
coma pretiosi velleris floc- go tomó trigo y cebada,
cum mihi confestim quoquo mijo, simiente de adormide-
modo quíesitum afferas, ras, garbanzos, lentejas y
censeo. liabas. Lo cual todo mez-
Perrexit Psj'che volenter, clado y hecho un gran mon-
non obsequium quidem illa tón, dijo á Psiches: «Tu me
functura, sed rec]_uiem ma- pareces tan disforme y be-
lorum prgecipitio fluvialis llaca esclava, que con nin-
ruí^ishabitura. Sed inde de guna cosa ajjlaces á tus ena-
fluvio musiese suavis nutri- morados sino con los muchos
cula, leni crcpitu dulcis servicios que les haces. Pues
aurse divinitus inspirata, yo quiero agora experimen-
sic vaticinatur arundo vi- tar tu diligencia. Aparta
ridis:Psyche, tantis Eerum- todos los granos de estas
nis exercita,ñeque tua mi- simientes que están juntas
sérrima morte meas sanctas en este montón, y cada si-
aquas polluas, nec vero miente destas, muy bien dis-
istud horse contra formida- puesta y apartada de por sí,
biles oves feras aditum; me la has de dar ante de la
quoad de solis fraglantia noche»; é dicho esto, ella se
mutuatte calorem, truci ra- fué á cenar á las bodas de sus
cornuque
bie solent eíferri, dioses. Psiches, embarazada
acuto, et fronte sáxea, et con la grandeza de aquel
nonnunquam venenatis mandamiento, estaba ca-
morsibus in exitium ssevire llando como una muerta,
mortalium. Sed dum'meri- que nunca alzó la mano á
dies solis sedaverit vapo- comenzar tan grande obra
rem, et pecuini spiritus flu- para nunca acabar. Enton-
viali serenitate conquie- ces aquella pequeña hormi-
verint, ¡Doteris sub illa pro- ga del camiJO, habiendo
cerissima plátano, quse me- mancilla de tan gran tra-
cum simul \inum fluentum bajo é dificultad como era
bibit, latenter abscon- el de la mujer del gran
dere: et cuní i^rimum mi- dios del amor, maldi-
tigata furia laxaverint ciendo la crueldad de su
EL MITO DE PSYQUIS 325

oves animum, percussis suegra Venus, discurrió


frondibus attigui nemoris, prestamente por esos cam-
lanosuní aurum repperies, pos, é llamó é rogó á todas
qiiod passim stirpibus co- las batallas é muchedum-
nGxis obhserescit. Sic bre de hormigas, diciéndo-
arundo simplex 'et humana les: «¡Oh sotiles hijas é cria-
Psychen segerrimam salu- das de la tierra, madre de
tem suam docebat. Nec aus- todas las cosas! Habed mer-
cultatu impsenitPiído dili- ced y mancilla, y socorred
genter instructa illa cessa- con mucha velocidad á una
vit; sed observatis ómni- moza hermosa, mujer del
bus, furatrina facili, flaven- dios del amor, que está en
tis auri mollitie conges- mucho peligro.» Entonces,
tum gremiuní Yeneri re- como ondas de agua, venían
portat. infinitashormigas cayendo
Nec tamen apud dominara, unas sobre otras, y con mu-
saltem secundi laboris peri- cha diligencia cada una,
culum secundum testimo- grano á grano, apartaron
nium meruit; sed contortis todo el montón. Después de
Superciliis subridens ama- apartados é divisos todos
rum, sic inquit: Nec me los géneros de granos de
l^rseterit huius quoque facti cada .montón sobre sí, pres-
auctor adulterinus. Sed iam tamente se fueron de allí.
nunc ego sedulo loericlita- Luego, al comienzo de la
bor, an oijpido forti animo noche. Venus, tornando de
singularique prudentia sis su fiesta harta de vino é
prsedita. Videsne insisten- muy olorosa, llena toda la
tem celsissimse illi rupi cabeza y cuerpo de rosas
montis ardui verticem, de resplandescientes, vista la
quo fontis atri fascse deflu- diligencia del gran trabajo,
unt undse, proxumseque con- dijo:«¡Oh mala! No es tuya
ceptaculo vallis inclusse ni de tus manos esta obra,
Stygias inrigant paludes, et sino de aquél á quien tú.
rauca Cocyti fluenta nu- por tu mal é por el suj'o,
triunt? Indidem mihi de has aplaeido.» E diciendo
summi fontis penita scatu- esto, echóle un pedazo de
rrigine rorem rigeutem hau- pan jjara que comiesse. é
ritum ista confestim de- fuesse acostar. Entre tanto
fers urnula. Sic aiens, Cupido estaba solo y ence-
crustallo dedolatun^ vascu- rrado en una cámara de las
luiu, insuper ei gravioi'a ji:ás adentro de casa, el cual
commiaata, tradidit. estaba allí encerrado, assi
At illa studiose gradum porque la ferida no se le
oelerans, montis extremum ilañasse si algiin mal desseo
petit cumuluní; certe vel le viniesse, como portiue no
illic inventux-u vitic pessi- hablasse con su amada Psi-
H26 HONII.LA Y SAN MAI'.ll.N

mee finem. Sed cum


pri- ches. Desta manera, dentro
mum prsedicti iugi contér- de una casa y debajo de un
minos locos appulit, videt tejado, apartados los ena-
rei vastseletalem difficul- morados, con mucha fatiga
tatem. Naiuque saxum im- passaron aquella noche ne-
mani magnitudine proce- gra y escura. Después que
rum, et inaccessa salebri- amáneselo, mandó Venus
tate lubricuin, niediis e fau- llamar á Psiches, é dijo
cibus lapidis lontes hórri- desta manera: «¿Vees tú
dos evomebat qui statim
: aquella floresta por donde
proni foraminis lacunis edi- ¡jassa aquél rio que tiene
ti, perqué proclive delapsi, aquellos grandes arboles
et angustí canalis extrito al derredor, debajo del cual
contecti tramite, proxumam está una fuente cerca? ¿Y
conyallem latenter incide- vees aquellas ovejas res-
bant; dextra Isevaque cait- plandescientes y de color
tibus cavatis proserpunt, et de oro, que andan por allí
longa colla porrecti ssevi pasciendo, sin que nadie las
dracones, inconivfe vigilipe guarde? Pues vé allá luego,
luminibus addictis, et in y traeme la flor de su pre-
Ijerpetuam lucem. ¡jupulis cioso vellocino, en cual-
excubantibus. I a ni que et quier manera que lo puedas
ipsEe semet muniebant vo- haber.» Psiches, de muy
cales aquae. lam et, Discede, buena gana, se fiié hacia
et. Quid facis? Vide; et, allá, no con pensamiento
Quid agis? Cave, et Fuge, de hacer lo que Yenus le
et Peribis, sabinde clamant. habia ma^ndado, mas por
Sic impossibilitate ipsa dar fin á sus males ¡lanzán-
mutata in lapidem Psyche, dose de un risco de aquellos
quamvis i:)r£esenti corpore, dentro en el rio. Cuando
sensibus tamen aberat: et, Psiches llegó al rio, una
inextricabilis periculi mole caña verde que es madre de
prorsus obruta, lacruma- la música suave, meneada
rum etiam extremo solacio de un dulce aire, por inspi-
carebat. ííec providentite ración divina fabló desta
bonse graves oculos inuo- manera: «Psiches. tú que
centis aniuipe latuit serum- has sufrido tantas tribula-
na. Nam supremi lovis re- ciones, no quieras ensuciar
galis ales illa, repente, pro- mis sanctas aguas con tu
pansis utrimque pinnis, misérrima muerte, ni tam-
aft\iit rapax aquila: memor- poco llegues á estas espan-
que veteris obsequii, quo tosas ovejas, porqiie to-
ductu Cupidinis lovi pocil- mando calor é ardor del
el
latorem Phrj'gium sustule- sol, suelen ser muy rabio-
rat, oportunam ferens sas,y con los cuernos agu-
oi^em, deique numen in uxo- dos y las frentes de piedra,
EL MITO DE PSYQUIS 327

rislaboribus percolens, alti é aun mordiendo con los


culminis Diales vias deserit. dientes ponzoñosos, matan
Et ob os puellse prsevolans, á muchos hombres. Pero
incipit:At tu sinaplex alio- después que passare el ar-
quin, et expers rerura ta- dor del medio día. y las
lium, quse sperás te sanctis- ovejas se van á reposar á la
simi neo minus truculenti frescura del rio, podrás es-
fontis vel unam stillam conderte debajo de aquel
posse fiirari, vel omnino alto plátano que bebe del
contingere? Diis etiam, ip- agua deste rio que yo bebo.
sique lovi formidabiles Y como tuvieres que las
aquas istas stygias vel ovejas, pospuesta toda su
fando comperisti? quodque ferocidad, comienzan á dor-
vos deieratis per numina mir, sacudirás las ramas y
deorum, déos per Stygis hojas de aquel monte que
maiestatem soleré? Sed está cerca dellas, é allí ha-
cedo istam urnulain. Et llarás las vedijas de oro que
protinus adreptam, comple- se apegan por aquellas ma-
tumque festín a t, libra- tas cuando las ovejas pas-
"
tisque pinnarum ntitantium san.» En esta manera la
inolibus, Ínter genas sse- caña, por su virtud é huma-
vientíum dentium, et tri- nidad, enseñaba á la mez-
sulca víbramina draconum, quina de Psiches cómo se
remigíum dextra Isevaque había de remediar. Ella,
IJorrigens, volantes aquas, cuando esto oyó, no fué ne-
et ut abíret ínnoxius gligente en lo cumplir. Pero
mirantes, excipit: commen- faciendo y guardando todo
tus, ob iussum Veneris pe- lo que ella le dijo, hurtó el
tere, eique se pra?ministra- oro con la lana de aquellos
re. Quare paulo facilior montes, 3- cogido lo trajo y
adeundi fuit copia. echó en el regazo de Venus.
Sic acceptaní cuní gandío Mas con todo esto nunca
pleuaní urnulaní Psyclie meresció cerca de sii señora
Veneri cítata rettulit. Nec galardón su segundo traba-
tamen nutum dése ssevientis jo, antes, torciendo las ce-
vel tune expiare potuit. jas, con una risa falsa dijo
Nam sic eain, niaiora atque en esta manera: «Tampoco
poiora flagitiacommentans, creo 3^0 agora que en esto
appellat renidens exitíabi- qiie tu feciste faltó quien te
le: laui tu quideni maga ví- aj'udasse falsamente. Pero
deris quajdam mihi et alta yo quiero experimentar si
prorsns maléfica, quie tali- por ventura tu lo haces con
bus príeceptis meis obtem- esfuei'zo tuj'o ó prudencia,
perasti naviter. Sed adhuc ó con ayuda de otro. Por
istiiil, mea pnpnla, minis- ende mira bien aquella al-
trare doboliis. Suiíie istam tura de a<|uel monte, adonde
#328 A. liONir.l.A V SAN MAIITÍX

pyxidein (et dedit) proti ñus- están aquellos riscos muj-


que ad Inferos et ipsius altos, de donde sale una
Orci ferales penates te do- fuente de agua muy negra
rige. Tune conferens pyxi- y desciende por aquel valle
dem Proserpinse, Petit de donde hace aquellas lagu-
te Venus, dicito, modicum nas negras é turbias, y de
de tua niittas ei formonsita- alli salen algunos arrojaos
te, vel ad unam saltem die- infernales. De allí, de la
culaní sufficiens. Nam quod altura donde sale aquella
habuit, dum filium curat fuente, me trae este vaso
tegrotum, consumpsit atque lleno del rocío de aquella
contrivit oinne. Sed haud agua.» E diciendo esto, le
immaturius rédito; quia me dio un vaso de cristal, ame-
necesse est indidem deli- nazándola con palabras ás-
tam, theatrum deorum fre- peras si no cumpliesse lo
quentare. que le mandaba. Psiches,
Tune Psyche vel máxime cuando esto oj^ó, acelera-
sensit ultimas fortunas suas: damente se fué hacia aquel
et, velamento reiecto ad, monte, para sobir encima
promptum exitium sese com- del y dende allí echarse
pelli manifesté comperit. IDara dar fin á su amarga
Quidni? quse suis pedibus ni- vida. Pero como llegó al
tro adTartarum Manesque derredor de aquél monte,
commeare cogeretur. Nec vido una mortal y grande
cunctata diutius, pergit ad dificultad jjara llegar á él.
quampiamturrimprtealtam, porque estaba allí un risco
indidem se se datura prse- muy alto que parescia que
cipitem. Sic enim rebatur llegaba al cielo, é tan liso
ad Inferos recta atque que no habia quien por el
pulcherrinie se posse des- pudiesse sobir, de encima
cenderé. Sed furris prorum- del cual salia una fuente de
pit in vocem subitam. Et, agua muy negra y espanta-
Quid te, inquit, prsecipitein, ble, la cual, saliendo, de
o misella, quasris extingue- su nascimiento corria jíor
re ? Quidque iam novissimo aquellos riscos abajo y ve-
periculo, laborique isto te- nía i^or una canal angosta
meré succumbis ? Nam , si cercada de muchos árboles,
spiritus corpore tuo semel la cual venía á un valle
fuerit seiugatus, ibis qui- grande, que estaba cercado
dem profecto ad imum Tar- de una parte y de otra de
tarum, sed inde nullo pacto grandes riscos, adonde mo-
rediré potei'is. Mihi auscul- raban dragones espanta-
ta. Lacedsemo Acliaite no- bles, con los cuellos alzados
bilis civitas non longesita é ios ojos tan abiertos para
est. Huius conterminam, de- velar, que jamás los cerra-
viis abditam locis queere ban ni pestañeaban, en tal
El. MITO i)E PSVQL'IS 329

Tsenarum. Iiaibi spiraoulum manera que perpetuamente


Ditis, et per jiortas hiaiites estaban envela, é como ella
inonsti'atur iter invium llegó allí, las mismas aguas
cui te limine transmeato le hablaron, diciendole mu-
si muí commiseris, iam chas veces: «Psiches, apár-
canale directo perges ad ip- tate de ahí; mira bien lo
sam Orci regiam. Sed non que haces, é guárdate de
hactenus vacua debebis per hacer lo que quieres; huye
illas tenebras incedere, sed luego, si no cata que mori-
oíFas polentse mulso concre- rás.» Cuando Psiches vido
tas ambabus gestare ma- la impossibilidad que habia
ninibus, at in iijso ore de llegar á aquel lugar, fué
duas ferré stipes. lamque tornada como una piedra,
confecta bona iDarte mor- é aunque estaba presente
tiferee vise, continaberis con el cuerpo, estaba ausen-
claudum asinum lignoruní te con el sentido. En tal
gerulum , cum agasone si- manera, que con el gran
mili qui te rogabit de-
: miedo del peligro estaba
cidentis sarcinte fusticulos tan muerta, que carescia
aliquos porrigas ei. Sed tu del último consuelo y solaz
nulla voce depromjJta, táci- de las lágrimas. Pero no
ta lírpeterito.Ñec mora, cum pudo esconderse á los ojos
ad flumen mortuum venias, de la buena providencia
cui prsefectvis Charon proti- tanta fatiga é tribulación
nus expetens portorium, sic de la inocente Psiches, la
ad ripam ulteriorem sutili cual estando en esta fatiga,
cumba deducit commean- aquella ave real de Júpiter
tes. Ergo et inter mortuos que se llama Águila, abier-
avaritia vivit Xec Charon
! tas las alas, vino volando
ille,Ditis et portitor, tantus súpitamente, recordándose
deus, quicquam gratuito fa- del servicio que antigua-
cit; sed moriens pauper via- mente hizo Cupido á Jú-
ticum dobet quterere; et, yes piter cuando por su dili-
si forte prse manu non fue- gencia arrebató á Ganime-
rit, nemo euní expirare pa- des el troyano para su co-
tietur? Huic squalido soni ])ero; queriendo dar ayuda
dabis nauli nomine de sti- ó pagar el beneñcio rece-
pibus, quas feres, alteram: bido en aj'udar á los traba-
sic tamen, ut ipse sua manu jos do Psiches, mujer de Cu-
de tuo sumat ore. Xec se- pido, dejó do volar jjor el
tius tibi pigrum fluentum cielo é vínose á la presencia
transmeanti, quidam super- de Psiches, é dijole en esta
natans senex inortuus, pu- manera: «¿Cómo tú eres tan
tris adtoilens manus, ora- simple y nescia de .a^ tales
bit, ut eum intra uavigium cosas, «lue esperas poder
trallas. Nec tu tanuní inlici- hurtar ni sulanioute tocar
830 A. ItOMLLA Y SAN MAItTIN

ta adflectare pietate. Tran- una sola gota desta fuente


modicvim te pi'O-
sito fluvio, no menos cruel que sanctis-
gressam tüxtrices orabunt sima? ¿Tú nunca oiste al-
anus, telam struentes, ma- guna vez que estas aguas
nus paulisper accommodes. stigias son espantables á
Nec id tamen tibi contin- los dioses, é aun al mismo
gere fas est. Nam
hsec om- Jú)>iter? Demás desto, vos-
nia tibi et multa alia de Ve- otros los mortales juráis
neris insidiis orientur ut , por los dioses, i^ero los dio-
vel unam de manibus omit- ses acostumbran jurar por
tasoíFulam.Necputesfvittile la magestad del lago stigio:
istud 25olentacium damnum Pero dame este vaso que
leve. Altera enim perdita, traes.» El cual ella le dio, y
lux hsec tibi prorsus dene- el águila ge lo arrebató de
gabitur. Canis namque prae- la mano muy presto, y vo-
grandis teriugo et satis am- lando entre las bocas é
pio cajjite jarteditus, imma- dientes crueles y las len-
nis et formidabilis, tonan- guas de tres ordenes de
tibus oblatrans faucibus, aquellos dragones, fué al
mortuos quibus iam nil
,
agua é hinchó el vaso, con-
malí potest faceré, frustra sintiéndolo la misma agua,
territando ante ipsum li-
, é aun amonestándole que
men et atra atria Proser- prestamente se fuesse antes
pinse semper excubans, ser- que los dragones la matas-
vat vacuam Ditis domum. sen, el águila fingendo que
Hunc oifrenatum unius oífu- por mandado de la diosa
Ise ijrseda facile ijrfeteribis: Venus y para su servicio
ad ipsamque protinus Pro- habia venido por aquella
serpiíaam introibis quse te : agua; por la cual causa más
comiter excipiet, ac benig- fácilmente llegó á henchir
ne ut et molliter assidere,
; el vaso é salir libre con ella.
et i:)randium opipare sua- En esta manera tornó con
deat sumare. Sed tu et humi mucho gozo é dio el vaso á
reside, et panem sordidum Psiches lleno de agua, la
l^etitum esto deinde nun-
: cual la llevó luego é la dio
tiato, quid adveneris, sus- á Venus. Pero con todo
ceiDtoque, quod otferetur, esto, nunca jDudo aplacar ni
rursus remeans, canis síevi- amansar la ira cruel de Ve-
tiem oíFula reliqua redime nus, antes ella con su risa
ac deinde avaro navitee da- mortal como solía, le habló,
ta quam reservaveras sti-
,
amenazándola con mayores
pe transitoque eius flu-
,
y más peores tormentos,
vio recolens priora ves-
, diciendo: «Ya tú me pares-
tigia ad istum cselestium
, ces una maga y gran hechi-
siderum redies chorum. Sed cera, porque muy bien has
Ínter omnia hoc observan- obtemperado mis manda-
EL MITO DE PSYQUIS 3B1

dum prsecipue tibi censeo, mientos y hecho lo que yo


ne velis aperire vel inspi- te mandé; mas tú, lumbre
cere illam, quam feres, pyxi- de mis ojos, aun resta otra
dem, vel omnino addictum cosa que has de hacer. To-
curiosius theusaurum. Sic ma esta bujeta, la cual
turris illa prospiciia vati- luego le dio, y vete á los
cinationis munus explicuit. palacios del infierno, é da-
Nec morata Psycbe, per- rás esta bujeta á Proser-
git Tasnarum: suniptisque pina, diciéndole: «Venus te
rite stipibus illis et oíFulis, ruega que le des aquí una
infermam decurrit meatum jjoca de tu fermosura, que
transitoque per silentium baste siquiera para un dia,
asiuario debili, et amnica porque todo lo hermoso que
sti^je vectori data, neglecto ella tenia lo ha perdido y
supernatantis mortui desi- consumido curando á su
derio, et spretis textricuin hijo Cupido, que está mal»;
subdolis precibus, et offulae y torna presto con ella,
ciVjo sopita canis horrenda porque tengo necessidad de
rabie, domum Proserpinse lavarme la cara con esto
penetrat. Nec ofiferentis hos- para entrar en el theatro é
pitse sedile delicatum, *vel fiesta de los dioses.» Enton-
cibum beatum amialexa; sed ces Psiches, abiertamente
ante pedes eius residens sintió su último fin y que
humilis, cibario pane con- era compellida manifiesta-
tenta, Veneriam pertulit mente a la muerte ([ue le
legationem. Statimque se- estaba aparejada. ¿Que ma-
creto repletam conclusam- ravilla que lo pensasse,
que pyxidem suscipit, et pues que era compellida
oífuke sequentis fraude ca- que de su propia gana, por
ninis latratibus obseratis, sus propios pies, entrasse
residuaque navitíe reddita al iniierno, donde estaban
stipe, longe vegetior ab In- los ánimos de los muertos?
feris recurrit. Et repetita Con este pensamiento, no
atque adorata candida ista tardó mucho que se fué á
luce, quanquam festinans una torre muy alta para se
obsequium terminare, men- echar de allí abajo, porque
te capitur temeraria curio- desta manera ella pensaba
sitate. Et ecce, inquit, inep- descendir muy presto y de-
ta ego diviníe formonsitatis rechamente á los infiernos.
gerula, qune nec tantillum Pero la torre le habló desta
quideni indidem milii deli- manera: «¿Por qué, mezqui-
bo, vel sic illi amatori meo na de ti, te quieres matar
formonso placitura. Et cum echándote ile aquí abajo,
dicto reserat pyxidem. Nec 2)ues quo yá éste es el ulti-
qiiicquam ihi reruia , nec mo peligro é trabajo quo
lormonsitas ulla, sed iiií'cr- lias de passar?; por t[uo si
332 liUXILI.A V SAN MAlíTI.V

mis soiunus ac veré stygius: una vez tu alma fuere apar-


<iui statim copei'culo reve- tada de tu cuerpo, bien ]jo-
latus, invadit eain, crassa- drás ir de cierto al infierno,
que soporis nébula cunctis pero créeme que en ninguna
eius membris perfunditur, manera podrás tornar á .sa-
et in ipso vestigio ipsaque lir de allí. No está muy lejos
semita conlapsam possidet. de aquí una noble cibdad
Et iacebat immobilis, et de Achaya que se llama La-
nihil aliud quam dormiens cedernonia. Cerca desta cib-
cadáver. dad busca- un monte que se
Sed Cupido iam cicatrice llama Ténaro, el cual está
solidata revalescens, nec apartado en lugares remo-
diutinam suaBPsyclies absen- tos. En este monte está una
tiam tolerans per altissi-
,
puerta del infierno, y por la
mam cubiculi, quo cohibe- boca de aquella cueva se
batur, elapsus fenestram, muestra un camino sin ca-
refectisque pinnis aliquan- minantes, por donde, si tú
ta quiete, longe velocius entras, en passando el um-
l^rovolans Psychen accur-
, bral de la puerta, por la
rit suam: detersoque somno canal de la cueva derecho
curióse, et rursum in pris- 20odrás ir fasta los palacios
tinam pyxidis sedem recón- del rey Plutón; pero no en-
dito, Psychen innoxio punc- tiendas que has de llevar las
tulo sagittse suse suscitat. manos vacias, ]3or que te
3¿jt ecce. inquit, rursum pe- conviene llevar en cada una
rieras, misella, simili curio- de las manos una sopa de
sitate.Sed interim quidem pan mojada en meloja. y en
tu munus quod tibi matris la boca has de llevar dos
mete prsecepto mandatum monedas, y desque ya hobie-
est, exsequere naviter: ce- res andado buena izarte de
tera egomet videro. His dic- aquél camino de la muerte,
tis, amator levis in pinnas hallarás un asno cojo car-
se dedit. Psyche vero con- gado de leña, y con él un
festim Veneri munus repor- asnero también cojo, el cual
tat Proserpinse. te rogará que le des cieitas
Interea Cupido amore ni- chamizas para echar en la
mio peresus, et segra facie carga que se le cae, pero tú
matris suse repentinam so- pássate callando sin hablar-
brietatem pertimescens, ad le palabra, y después, como
armillum redit: alisque per- llegares al rio muerto donde
nicibus cseli penetrato ver- está Charón, él te pedirá el
tice magno lovi supplicat, portadgo, porque assí passa
suamque causara probat. él en su barca de la otra
Tune Iuppiter,prehensa Cu- parte á los muertos que allí
buccula
l^idinis manuque
, llegan, porque has de saber
ad os suum relata, consa- que fasta allí entre los
EL MITt) DE PSVQÜIS 333

viat, atque sic acl illum. muertos hay avaricia, que


Licet tu, inquit, domine fili, ni Charón, ni aquél gran
nunquam mihi concessu rey Plutón, hacen cosa al-
deuní decretum servaris ho- guna de gracia, é si algún
norem sed istud pectus
: jjobre muere, cúmplele bus-
meum, quo leg;es elemento- car dineros para el camino,
rum et vices siderum dispo- 23orqTie si no los llevare en
nuntur, convulneraris assi- la mano, no le j^assarán de
duis ictibus, crebrisque ter- allí. A este viejo sucio darás
renge libidinis foedaveris ca- en nombre de flete una mo-
sibus, contraque legres, et neda de aquellas que lleva-
ipsam luliam, disciislinam- res, pev.o ha de ser que el
que publicam turpibus adul- mismo la tome con su mano
teriis existimationeni fa- de tu boca. Después que
niamque meam Iseseris . in hobieres passado este rio
serpentes, in ignes, in feras, muerto, fallarás otro viejo
in aves et gregalia pecua muerto é podrido, que anda
serenos vultus mees sordide nadando sobre las aguas de
reformando ; attamen mo- aquél rio, é alzando las ma-
destise mese memor, quod- llos te rogará que lo recibas
que Ínter istas meas manus dentro en la barca; pero tú
creveris, cuneta perficiam no cures de usar piedad, que
dum tamen scias semulos no te conviene. Passado el
tuos cavere: ac, si qua nunc rio, y andando un poco ade-
in terris puella i^rsepollet lante, hallarás unas viejas
pulchritudine, príesentis be- tejederas que están tejendo
neficii vicem per eam mihi una tela, las cuales te roga-
repensare te deberé. rán que les toques la mano,
Sic fatus. iubet Mercu- pero tú no lo hagas, porque
rium déos omnes ad contio- no te conviene tocarles en
nem protinus convocare, ac, manera ninguna. Que has
si qui coetu cselestium de- de saber que todas estas
í'uisset, in poenam decem cosas y otras muchas nas-
millium nummum
conven- cen de las assechanzas de
tum iri pronuntiare. Quo Venus, que querría que te
metu statim completo cse- pudiessen quitar de las ma-
lesti theatro, pro sede su- nos una de aquellas sopas,
blimi sedens prooerus luppi- lo cual te seria muy grave
ter, sic enuutiat: Dei cons- daño, porque si una dellas
cripti Musarum albo, adu- perdiesses, nunca jamás tor-
lescentem istum, quod ma- narlas á esta vida. Demás
nibus meis alumuatiis sim, desto, sepas que está un
profecto scitis omnes: cuius poco adelante un perro muy
l)rimpe iuventutis caloratos grande, que tiene tres cabe-
Ímpetus freno quodam co- zas, el cual es muy espanta-
hercendos existimavi. Sat ble, y ladrando con aque-
est cotidianis eum fabulisob llas bocas abiertas, espanta
334 A. liONILLA Y SAN MAUTiN

adulteria cunctasqno, cor- á los muertos, á los ciiales


i'viptelas infamatiiin. Tol- yá ningún mal puede hacer,
l«nda est omnis occasio, et é siempre está velando ant<-
luxuria puerilis uuptiali- la puerta del escuro palacio
bus pedicis alliganda. Puel- de Proserjiina, guardando
lam elegit, et vii'ginitate la casa vacia de Plutón.
privavit: teneat, possideat, Cuando aquí llegares, con
amplexus Psyclien, senij^er una sopa que le alcances lo
suis amoribus perfi-uatur. ternas enfrenado, é podrás
Et ad Venerem coiilata fa- luego passar fácilmente y
cie Nec tu, inquit, filia,
, entrarás adonde está Pro-
quicquam contristere nec : serpina, la enalte rescebirá
Ijrosapise tantse tuse, statu- benigna é alegremente, y
que de matriuionio inox'tali mandarte ha assentar é dar
metuas. lam faxo niiptias muy bien de comer. Pero tú
non impares, sed legitimas, siéntate en el suelo, y come
et iure civili congruas. Et de aquél jDan negro que te
ilico per Mercurium adrijji dieren, é pide luego de parte
Psychen, et in cselum per- de Venus aquello porque
duci iubet. Porrecto am- eres venida, y recebido lo
brosiíe póculo, Sume, in- qtie te dieren en la bujeta,
quit, Psyche, et immortalis cuando tornares, amansarás
esto: nec unquam digredie- la rabia de aquel perro con
tur a tuo nexu Cupido, sed la otra sopa. Y dende cuan-
istse vobis erunt perpetuse do llegares al barquero ava-
nuptipe. riento, darle has la otra mo-
Nec mora, cuna cena neda que guardaste en la
nuptialis affluens exhibe- boca, y passado aquel rio,
tur.Accumbebat summum tornarás por las mismas pi-
torum maritus Psychen , sadas por donde entraste, é
gremio suo complexus. Sic assi vernás á ver esta clai'i-
et cum sua lunone luppiter, dad celestial. Pero sobre
ac deinde per ordinem toti todas las cosas, te apercibió
dei. Tune poculunr nectaris, que guardes una: que en
quod vinum deorum est, ninguna manera cures de
lovi quidem suus pocilla- abrir ni mirar lo que traes
tor ille rusticus puer, cete- en la bujeta, ni procures de
ris vero Liber ministrabat. ver el thesoro escondido de
Vulcanus cenam coqiiebat: la divina hermosura.» Desta
Horse rosis et ceteris flo- manera aquella torre, ha-
ribus purpurabant omnia : biendo mancilla de Psiches,
Gratise spargebant balsa- le declaró lo que le era me-
ma Musse quoque canora
: nester de adivinar. No tardó
personabant: Apollo canta- Psiches que luego se fué al
bat ad citliaram: Yenus sua- monte Ténaro, y tomados
vi musiese superingressa aquellos dineros é aquellas
formonsa saltavit: s cae na sopas como le mandó la
EL MITO DE PSYQUIS 33.J

sibi sifc concinnata . ut Mu- torre, entróse por aquella


sse quidem chorum cane- boca del infierno, y passado
rent, tibias inflarent, Saty- callando aquel asnero cojo.
rus et Paniscus ad fistulam 3' pagado á Charón su flete

dicereiit. Sic rite Psyche porque le passasse,y menos-


convenit in manuin Cupidi- preciado assi mismo el
nis: et nascitni- illis maturo desseo de aquel viejo muer-
partu filia, quam Yolupta- to que andaba nadando, é
tem noininamus. también no curando de los
engañosos ruegos de las
viejas tejedeías é habiendo
amansado la rabia de aquél
temeroso perro con el man-
jar de aquella sopa, llegó
passado todo esto á los pala-
cios de Proserpina, jjero no
quiso aceptar el assenta-
miento que Proserpina le
mandaba dar, ni quiso co-
mer de aquel manjar que le
oíFrecian, mas humilmente
se sentó ante sus pies, é con-
tenta con un pedazo de pan
bazo, le expuso la embajada
que traia de Venus-, 3' luego
Proserpina le hinchó la bu-
jeta secretamente de lo ijue
pedia, la cual luego se par-
tió, é aplacado el ladrar y la
braveza del perro infernal
con el engaño de la otra
sopa que le quedaba, é ha-
biendo dado la otra moneda
á Charón el barquero por-
que la passasse, tornó del
infierno más esforzada de lo
que entró. Y después de ado-
rada la clara luz del dia que
tornó a ver, como quier quo
en cumplir esto acababa el
servicio que Venus le habia
mandado, vínole al ])ensa-
miento una temeraria curio-
sidad, diciendo: «Hien so vo
necia, travendo conmigo la
divina hermosura, que no
tome dcHa si<|iiit>ra un po-
3í3G A. IlÜNII.r.A V SAN MAuri.N

quito para mi, para que


pueda aplacer á aquél mi
ferní oso e u amerado.» E
como esto dijo, abrió la bu-
jeta, dentro de la cual nin-
guna cosa habia ni hermo-
sura alguna, salvo un sueño
infernal é profundo, el cual
como fue desatapado, cu-
brió a Psiches de una niebla
de sueño gruesso, que todos
sus miembros le tomó e pos-
seyó, y en el mismo camino
por donde venia cayó dur-
miendo como una cosa
muerta. Pero Cupido, ya
que convalescia de su llaga,
no pudiendo tolerar ni su-
ífrir la luenga ausencia
de su amiga, estando ya
bien dispuesto y las alas
restauradas, porque habia
dias que holgaba, salióse
por una ventana j^equeña
de su cámara donde estaba
encerrado, é fué presto á
socorrer á su muger Psi-
ches, é apartado della el
sueño é, lanzado otra vez
dentro en la bujeta, tocó
livianamente á Psiches con
una de siis saetas y desper-
tóla diciéndole: «Aun tú,
mezquina, de tí no escar-
mientas, que poco menos
fueras muerta por seme-
jante curiosidad que lo que
heciste conmigo; j^ero ve
agora con la embajada que
mi madre te mandó, y entre
tanto yo proveeré en lo otro
que fuere menester.» Dicho
esto, levantóse con sus alas
y fuesse volando. Psiches
llevó lo que traia de Pro-
serpina é diólo á Venus.
Entretanto. CuiDÍdo, que
EL MITO DE PSYQUIS

andaba muy fatigado del


gran amor, la cara amai-illa
temiendo la severidad no
acostumbrada de su madre,
tornóse al almario de su pe-
cho, y con sus ligeras alas
voló al cielo é suplicó al
gran Júpiter que le ayu-
dasse, y recontóle toda su
causa. Entonces Júpiter
tomólo por la barba, é tra-
yendole la mano por la cara,
comenzólo á besar, dicién-
dole: «Como quier que tú,
señor hijo, nunca me guar-
daste la honrra que se debe
á los padres por manda-
miento de los dioses, pero
aun este mi pecho, en el
cual se encierran é disponen
todas las leyes de los ele-
mentos, é a las veces de las
estrellas, muchas veces lo
llagaste con continuos gol-
pes del amor é lo ensuciaste
con muchos lazos de terre-
nal lujuria, ó lisiaste mi
honrra é fama con adulte-
rios torpes é sucios contra
las leyes, especialmente
contra la ley Jullia é la pú-
blica disciplina, transfor-
mando mi cara y hermosura
en serpientes, en fuegos, en
bestias fieras, en aves y en
cualquier otro ganado. Pero
con todo esto, recordán-
dome do mi mansedumbre,
y que tu creciste entre es-
tas mis manos, yo haré todo
lo que tu quisieres, ó tú so-
paste guardar de otros que
dessean lo (luo tu desseas.
Esto sea con una condición:
que si tú sabes de alguna
doncella hermosa en la tie-
rra, ipii' por este beneficio
338 A. BOXILLA V SAN MAllTÍN

que de mi rescibes, debes


de pagarme con ella la re-
compensa.» I)es])iiés que
estohobo fablado, mandó á
Mercurio que llamase todos
los dioses á concilio, é si
alguno dellos faltasse, que
pagasse diez mil maravedís
de pena. Por el cual miedo
todos vinieron y fue lleno
el palacio donde estaba Jú-
piter, el cual, assentado en
comenzó á decir
la silla alta
desta manera: «¡Oh dioses
scriptos en el blanco de las
musas! Vosotros todos sa-
béis como á este mancebo
que yo crié en mis inanos,
procuré de refrenar los Ím-
petus é movimientos ar-
dientes de su primera ju-
ventud. Pero harto basta
que él es infamado entre
todos de adulterios y de
otras corrujjtelas, por lo
cual es bien qiie se quite
toda ocasión, é para esto
me i^aresce que su licencia
de juventud se debe de atar
con lazo de matrimonio. El
ha escogido una doncella,
la cual privó de su virgini-
dad; téngala y jjosséala, é
siemiDre use de sus amores;»
é diciendo esto, volvió la
cara á Venus, é dijole: «Tú,
hija; no te entristezcas por
esto, ni temas á tii linaje ni
al estado del matrimonio
mortal, porque yo haré que
estas bodas no sean des-
iguales, mas legítimas é
bien ordenadas, como el de-
recho lo manda.» E luego
mandó á Mercurio que to-
masse á Psiches é la su-
biesse al cielo, á la cual Jú-
EL MITO DE PSYQUIS 339

piter dio á beber del vino


de los dioses, diciéndole:
«Toma, Psiches; bebe esto
y serás inmortal; Cupido
nunca se apartará de tí.
Estas bodas vuestras du-
rarán para siempre.» Dicho
esto, no tardó mucho
cuando vino la cena muy
abundante, como á tales
bodas convenia. Estaba
sentado á la mesa Cujñdo
en el primer lugar, é Psi-
ches en su regazo. De la
otra parte estaba Júpiter
con Juno su mujer, y dende
por orden todos los otros
dioses. El vino de alfajor,
que es vino de los dioses,
ministraba Ganimedes á
Júpiter como copero suyo,
é á los otros el dios Bacho.
Vulcano cocinaba la cena.
Las ninfas henchian de flo-
res y rosas é otros olores la
sala donde cenaban. Las
musas cantaban mu\- dulce-
mente. Apolo cantaba con
su vihuela. Venus entró á
la suave música, é bailó
herniosamente. En esta ma-
nera era el comvite orde-
nado, que el choro de las
musas cantasse, y el sátiro
hinchasse la gaita ,
3" el
dios Pan tañese un tambo-
rino. Desta manera vino
Psiches en manos del dios
Cupido, y estando yá Psi-
ches en el tiempo del ])ar¡r,
nascióles una hija, á la cual
llamamos Placer.
ADICIONES

I. En la revista mensual catalana Enipori, d& Alsril-IOOT.


figura im interesante articiilo de E. Serra y Pagés, ti-
tulado: L' Amor y Psíquis^ y ^ Par'tinohles ^ en la ronda-
<!

lUsiica catalana. Transcribe dos cuentos populares de


Cataluña: Éji Pere i^escador y El Princep y l'Encantada,
que responden á la tradición del mito; y se refiere á
otros análogos, publicados por F. Maspons y Labros
en Lo Rondallayre y por A. María Alcover en sus Bou-
dayes mallorquines.
Cita igualmente, siguiendo á Cosquin {Cantes popu-
laires de Lorraine), el cuento popular indio de Tulisa y
Basnak Dau, recogido en Benarés y publicado en el
Asiatic Journal de 1888, y el siguiente trabajo de Kawc-
zynski: Partenopeus. — Ist Appuleius im Mittelalter he-
Icannl gewesen? (Bausteine zur Romanischen Philologie.
Festgabe für A. Mussafia zum 15-Feb. 1905. Halle, Max
Niemeyer, 1905). Kawczynski opina que Apuleyo in-
fluyó, no sólo en el Partinuplés y en el Caballero del
Cisne, sino también en el Hicon de Bordean.x.
II. Sobre las leyes del mito, consúltese la Parte II {Myl/ius
and Beliyion) de la Vülkerpsychologie. de Wundt (Leip-
zig, 1905-1906).
índice

PAGS.

Dedicatoria.
Lema

Primera parte: EL MITO


I.... Cuento de niños 11
II.. La tradición del cuento precedente en la lite-
ratura esiDañola 15
III. La tradición del cuento precedente en la lite-
ratura extranjera 5"i

IV- La primera fornaa del mito en la tradición lite-


raria europea ÍM
V. . El origen literario del mito lO'J

VI. Los temas del mito A) El tema de la prohibi-


:

ción; B) El tema, de la curiosidad; C) El


tema de la desgracia. —
Historia de la simbó-
lica del mito. Avance de nuestra interpre-
tación 181

Seguiitla parte: LA. SIMBÓLICA UKL MITO

I.... La curiosidadlilosólica y su objeto. —


El problema
del conocimiento de la Esencia antes de Kant. loi?

II.. El problema del conocimiento déla Esencia en


Kant -ias
INDICK

pAos.

III. El problema del conocimiento de la Esencia


después de Kant 221
IV. Nuestro conocimiento del Mundo es un conoci-
miento relativo. Sentido de esta relatividad.
Aplicación al mito de Psyquis. Conclusión 240

APÉNDICE
Apulei Madaurensis Fahella de Psyche 271
Adiciones 341
Biblioteca de Escritores Contemporáneos

OBHAS PUBLICADAS
UuiiANO González Skiuiano. —
La literatura del din. Un volumen en
8." mayof, jxisetus.
;t

Emilio Bohaoilla (Kray Candil). — Al través de )>1í< nervios.


Bafakl ALTAMMtA. — l'sicolofjiu y Literatura.
K. GÓMEZ IJK BAQDiítio. — Letras é ideas.
Kloy Luis Anduk. — El In^trionismo español.
Pablo Uoussrlot.— Aos Místicos Españoles. (2 tomos).
Adolfo A. Bonilla y San Maiítín.— A7 Mito de Psyquis.
KN I'P.ENSA
3. Rizal. —W
Filihustrrisoio. Prólogo, biografía del autor y notas
por Wknckslao jo. Iíktana.
.L —
Betancout (Angkl Guekua), i4ríe de &«í«í/a.
EN PUEPARACIÓN
Bamiro de Maeztu. — Critica militante.
Adolfo Posada. — La filosofía de Leopoldo Alas (Clarinl.
R. D. Peres. — Apuntes y ¡¡areceres.

Biblioteca de Novelistas del Siglo XX


En esta Biblioteca se publicarán sucesivamente novelas de insignes
literatos españoles.
NOVELAS PUBLICADAS
Miguel de Unamuno. — Amor y Pedagogía.
J. Martínez Ruiz. — La Voluntad.
Antonio Zozava. — La Dictadora.
Timotf;o Orbe. — Guzmán el Malo.
Dionisio Pérez. — La Juncalera.
Rafael Alta mi ha. Reposo.—
Pío Baroja. — Kl Mayorazgo de Labrar.
Emilio Bosadilla (Fray Candil). —
A fuego lento.
Pedro Mata.— Gioirtrós el pan... (Primer premio del Concurso).
Mariano Turmo Baselga. — ,Ví.fyi(e/ó)i (2.° premio).
Rafael Pamplona Escudero. — Cuartel de Lirálidos (3."' premio).
Ricardo Carkeuas. — Dofuí Abulia (recomendada en primer lugar
por el Jurado).
Gregorio Martínez Sierra.— //« Humilde Verdad (recomendada en
segundo lugar).
Magdalena Santiago FuF.yiTES. — Emprendamos nueva vida (reco-
mendada en tercer lugar).
J. Menéndez Agustv. — Marín rfe ylí)í'eí/rt (cuarta recomendación).
José Segarra. — l^ocrtCión (recomendada en último término).
Berta de Suttnek. — ¡Abajo las armas! — Novela laureada con el
premio Nobel.
Gracia Deledda. — Cenizas.
M. Martínez Barrionuevo. — Mi infancia.
Mauros Jókai. — Un Hombre de Oro. (2 tomos);
Luis Capuana. — Jacinta.
Enrique A. Butti. — Encantamiento.
EN PRENSA
Luis de Cuero Pita-Pi/.auro.— Corazón de roca.
EN PREPARACIÓN
Octavio Mirbeau.— t/n Calvario.
i. Betancort (ángel Guerra). — Ñailñ.

De venta en las principales libreríasde España y América.


Para los pedidos: Barcelona: Henrich y C", editores.
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