La Ley de Comuna Autonoma en La Historiografia
La Ley de Comuna Autonoma en La Historiografia
La Ley de Comuna Autonoma en La Historiografia
Abstract;
A MODO DE INTRODUCCION.
El año 1891 luego de un largo debate se dictó la Ley de Comuna Autónoma, cuyo
objetivo según sus promotores, era autonomizar los municipios del poder central y
dotarlo de recursos para su funcionamiento. El marco político en que nace este
proyecto es el establecimiento a sangre y fuego del régimen político parlamentarista,
producto de la guerra civil que ese mismo año termina con el gobierno liberal de
presidente Balmaceda.
1
construcción de sujetos sociales en torno a la aplicación de esta Ley 1; y en segundo
lugar, la importancia que ha adquirido en las ciencias sociales el estudio de los
fenómenos de desarrollo local.
Hoy día, sin embargo, se escriben fuertes críticas a ese mitoma del orden, postulando la
fragilidad del mismo. Asimismo, se comienza a reestudiar el proyecto comunal en Chile,
en tanto “otra” de las columnas vertebrales de la construcción republicana. El estudio
del ideario comunalista se ha visto estimulado por el actual desperfilamiento del Estado
Benefactor en el mundo contemporáneo, el cual constituyó una peculiar y determinada
forma de Estado del siglo XX 2.
Reducir el análisis histórico y político al circulo cerrado que une la genialidad del
<<estadista>> a la durabilidad de su ‘obra’ es ignorar por completo la presencia o
ausencia de un gran convidado de piedra, tercer gran actor involucrado en ese círculo
de poder: la sociedad civil y la soberanía ciudadana. Pues es con relación a ésta, y
sólo con ella, que cabe platear, medir y juzgar la eficiencia o eficacia de cualquier orden
político, duradero o no.5
Guiándonos por esta perspectiva hemos querido enfrentar este trabajo como lo
haríamos con un proyecto de tesis. Comenzando por una revisión sobre lo que la
historiografía nacional ha señalado sobre la experiencia de la Comuna Autónoma,
como primera aproximación a un posible futuro trabajo de investigación más profundo
sobre el tema.
5
G.Salazar, 2006, pág. 17
3
LA HISTORIA OFICIAL Y LA COMUNA AUTONOMA.
Por otra parte, la ley de Comuna Autónoma promulgada en 1891 independizó a los
municipios con respecto al poder central, lo que impidió la manipulación de los
resultados electorales por parte del ejecutivo, pero fomentó el caciquismo local y la
falsificación de los registros electorales y de los escrutinios por parte de los partidos
políticos que controlaban los municipios.
Esta situación sólo se remedió a partir de 1915, año en que se le quitó la administración
del padrón electoral a los municipios y se confeccionó uno de carácter permanente. Sin
embargo, la utilización de las policías locales como mecanismo de intervención
electoral, el cohecho y todo tipo de irregularidades en el proceso eleccionario,
continuaron siendo la tónica hasta pasada la década de 19306.
6
www.memoriachilena.cl
7
Illanes, María Angelica; 2004, pág. 463.
4
Esto a pesar que mientras se discutió el proyecto de ley, el partido conservador vio con
muy buenos ojos estas asambleas.
Gonzalo Vial realiza como es su costumbre un importante relato sobre el orígen y las
características de esta institución legal en su monumental Historia de Chile 1891-1973.
En un particular tono irónico describe los objetivos que según el historiador, se habría
propuesto el senador Irarrázaval. Veamos lo que señala Vial;
Los efectos políticos resultarían aún más prodigiosos. Las élites municipales crecerían
en experiencia, eficacia y fervor cívico, al manejar sus propios asuntos. Corolario
inevitable: los municipios devendrían bastiones de las libertades públicas. La
centralización, la intervención abusiva del Ejecutivo, les serían aborrecibles. Por eso
Irarrázaval había querido darles el poder electoral junto con la autonomía, y en el hecho
se los había dado antes que ésta, con la nueva Ley de Elecciones (1890), igualmente
idea suya 8.
8
Vial, Gonzalo, 1981, volumen II pág, 93
5
La ley, por disponerlo así su articulado, entró en vigor paulatinamente. Sus efectos,
pues, no se sintieron todos de inmediato. No serían tampoco los esperados. El número
de comunas era excesivo; los territorios, arbitrarios; los recursos concedidos,
insuficientes; las élites administradoras, inexistentes (al menos en la cantidad requerida)
o incapacitadas. Golpe decisivo fue la asignación de responsabilidades electorales a los
municipios. Ello los convertiría —desaparecida la antigua manipulación eleccionaria del
Ejecutivo— en piezas claves para cualquier comicio, parlamentario o presidencial. De
esta manen, el controlar las municipalidades sería necesidad y primerísimo objetivo de
los partidos políticos. Por ahí se desvirtuarían ellas en sus funciones y se corromperían
escandalosamente 9.
Por otra parte el historiador Mario Góngora en su citado trabajo sobre la noción de
Estado en Chile, recoge también este balance negativo de la experiencia de la comuna
autónoma, aunque fiel a su estilo es aún mucho más contundente a la hora de emitir su
opinión, y no señala;
9
Vial, Gonzalo, Ibid. pág. 94
10
Vial, Gonzalo; Ibid. pág. 117
11
Vial, Gonzalo, Ibid. pág. 591
6
Los órganos del poder electoral eran las municipalidades, en virtud de la legislación de
la Comuna Autónoma, y allí se solían cometer todos los ardides imaginables:
suplantación de personas en registros no renovados desde hacía tiempo, las
falsificaciones de actas y escrutinios, las diversas maniobras en las listas de mayores
contribuyentes de la comuna, de donde salían los componentes de las Juntas de
inscripción, de recepción de votos y escrutinio. La corrupción del poder municipal es
uno de los lugares comunes más denunciados en la época. Esto fue en Chile la
Comuna Autónoma y la libertad electoral 12.
Góngora, lapidario como siempre, no deja espacio para debate. No reconoce méritos
en algo que a él le parece contradictorio con lo que es su tesis sobre la formación del
estado chileno, como producto del centralismo y de la guerra. Y en este proceso no
hay espacio alguno para la sociedad civil.
Con el régimen de gobierno local ocurrió lo mismo. En 1891, cumpliendo una promesa
hecha a los conservadores, la revolución triunfante dictó la ley llamada de la “Comuna
autónoma”, que ampliaba extraordinariamente las facultades de las corporaciones
municipales, independizándolas en absoluto del gobierno. Por causas de diverso orden,
esta novedad resultó un lamentable fracaso: las comunas no disponían de recursos
financieros suficientes; faltaba experiencia, moralidad y espíritu público en la mayoría
de las localidades; muchos Municipios cayeron en poder de agentes electorales
subalternos o de politiqueros de segundo orden y, como resultado de todo ello, los
progresos edilicios de Chile, esta “República modelo” de la América Latina, quedaron
muy luego distanciados por los de pueblos mucho menos ricos y de organización más
rudimentaria. Sin embargo, la ley de comuna autónoma continuó inalterable hasta la
caída del régimen. Tocarla habría sido suscitar problemas y discusiones, es decir, lo que
más se temía entonces 13.
congresos, “para llenar las más premiosas necesidades locales que los Municipios no
querían o no podían satisfacer, dictaban sin orden ni método algunas disposiciones de
carácter enteramente transitorio y fragmentario, ya para proveer de caminos y policía a
los campos, o de agua potable y alcantarillas a los pueblos, ya con otros fines análogos.
Todo ello resultaba por necesidad, incompleto, mal organizado y dispendioso; pero no
12
Góngora, Mario, 2003,pág, 117.
13
Edwards, Alberto, 2005, pág. 204
7
14
era posible tocar el fondo del régimen; así estaba y así quedaría .
Sin embargo, lo más notable del análisis de Edwards, no es la sentencia del fracaso de
la comuna autónoma, sino la opinión que le merece su autor, Manuel José Irarrázaval,
al cual considera:
Un ilustre aristócrata, don Manuel José Irarrázaval,. pensador especulativo más que
hombre de Estado, tan versado en los libros como poco conocedor de su país, era el
principal conductor ‘de las huestes conservadoras por aquel nuevo camino. El estable-
cimiento completo del voto acumulativo, la entrega del poder electoral a las
Municipalidades y la absoluta independencia del poder local eran las máximas
pregonadas entre hombres que, irritados por el ostracismo y víctimas eternas ~
perdurables de los abusos del poder, se hallaban admirablemente dispuestos a aceptar
con entusiasmo toda idea de libertad y que no retrocedían por tanto ante la anarquía, en
su guerra implacable y rencorosa con el despotismo. Las más peligrosas utopías que el
liberalismo introdujera en 1849 y pregonara en 1870, eran ya la suprema aspiración de
los que se decían a4n los herederos de los pelucones 15.
14
Edwards, Alberto, Ibid. pág. 204
15
Edwards, Alberto, 1976, pág. 125
8
LA COMUNA AUTONOMA Y LA HISTORIA SOCIAL POPULAR.
Este municipio republicano no era el cabildo colonial, es decir, no constituía la sede del
poder civil ostentado por los notables de las localidades. El heredero del cabildo podría
ser —salvando las diferencias— la Asamblea Provincial, la que, incluyendo los
instrumentos ceremonial-religiosos, expresó la voluntad de poder de los territorios cuya
identidad propia se había logrado construir en el marco del concierto colonial imperial
preexistente.
Este municipio republicano corresponde más bien a una entidad meramente admi-
nistrativa, accionadora de las políticas implementadas por el poder civil de las
Asambleas! o los notables! o la localidad. El municipio juega el rol de su dependiente,
su servicio doméstico, su ama de llaves, su dama de compañía, su manager: que tiene
que ver con el arreglo, entretención y seguridad de su cuerpo y la limpieza de sus
partes sucias, las excreciones, las basuras, los reos, los enfermos miserables 16.
A partir de una pregunta cuestiona toda la mirada de la época señalar que si bien el
proyecto Irarrázaval tiene una clara intención democratizadora, es levantado por un
sector tradicionalista, con escasa raigambre democrática, cual era el partido
conservador chileno. ¿Cómo se explica esta paradoja?, se pregunta la historiadora.
He aquí, a nuestro juicio, una de las preguntas claves para entender el período y la
misma guerra civil deI 91. La libertad electoral —señalada por sus propios actor como la
bomba de la guerra civil—, no se vislumbraba como un mero procedimiento, sino como
un revolucionario proyecto de transformación del régimen político en Chile, tendiente a
restituir a la clase detentadora del poder social/real, el poder político: recuperar el
carácter civil de este poder. Y, en este sentido, el proyecto Irarrázaval no se separaba
del proyecto portaliano: éste había otorgado el Estado a la clase que detentaba el poder
social/real; justamente para consolidarlo y modernizarlo le había otorgado el Estado. Si
éste Estado ya no constituía claramente un instrumento de poder civil de clase, debía
ser desechado y el poder de la aristocracia habría de ejercerse autónomamente, en su
propia casa, en su comuna. El Estado debía volver a sus orígenes; debía disolverse en
la comuna autónoma 19.
Sin embargo, hasta aquí la autora nada nos dice sobre cual es la importancia que
puede tener para las clases populares que comienzan a ponerse en movimiento por
esos años. Quizás un primer acercamiento se presenta cuando nos señala;
Este asalto al poder debía hacerse bajo la bandera del poder civil, que enfrentaría al
“estado autoritario balmacedista”. Así a manos de conservadores, paradojalmente, la
idea de la libertad, recuperó su particular dialéctica: quien la pide para sí esta obligada
a pedirla para todos. Y por ese sendero siempre irrumpe el pueblo llano.
18
Illanes, Angélica, ibid. pág.401
19
Illanes, Angélica, ibid. pág 402
20
Illanes, Angélica, ibid. pág 464
10
comuna autónoma, los pasos que imperceptiblemente comienza el bajo pueblo a dar;
Por su parte, los artesanos y obreros, en el marco de esta ley de “comuna autónoma”,
se prepararon para ejercer su poder comunal. Para esto fundaron un prensa ad-hoc y
reeditaron un organismo partidario propio -el Partido Demócrata, creado en 1887 y
desarticulado a raíz de la guerra civil-, debutando su discurso de clase y su programa
de desarrollo local amplio, en la contienda política local. Otros saberes, otros discursos,
extraños a la elite tradicional, llegaban a revisar el saber acerca de lo real existente y a
sacarlo a luz en tanto un nuevo conocimiento y presencia de lo real 21.
Para María Angélica Illanes, fue la “asamblea de electores” que encarnaba el “poder
comunal popular” la que permitió la irrupción popular. El poder del pueblo organizado
en asamblea, que produciría una profundización democrática del régimen político:
“fenómeno sin precedentes en la historia de la república”. 23.
Para María Angélica Illanes, el proceso que se vive por ejemplo en Valparaíso, son
parte de una lucha más global por la democratización de la sociedad, fenómeno en el
cual se ven envueltos en forma particular los sectores populares;
21
Illanes, Angélica, ibid. pág 465
22
Illanes, Angélica, ibid. pág. 466
23
Illanes, Angélica, ibid. pág 474.
11
de los “nombrados”, los cuales entonces no vieron más allá de sus conocidos equipos
de competencia y de su propia imagen en el espejo24.
Finalmente, no es posible terminar este trabajo sin incluir algunas ideas que el
historiador Gabriel Salazar ha planteado frente al tema de la comuna autónoma y en
general el proceso en que se vieron envueltos los sujetos populares en el cambio de
siglo.
Si bien, Salazar comparte con Illanes la relevancia que ésta le da por ejemplo al
movimiento social que se desarrolla en Valparaíso, su mirada es más critica, no sólo
con el rol que juega la oligarquía conservadora, o la clase política civil, sino también
sectores políticos populares que se “encandilan” con la posibilidad de desarrollar un
poder comunal propio, perdiendo fuerza, según Salazar en la batalla por constituirse en
sujetos populares autónomos, en esta medida la comuna autónoma habría actuado
como una trampa sobre estos.
Todos los datos existentes sugieren que, efectivamente, los Artículos 86 a 90 (de la Ley
de comuna autónoma) formaron parte de un ‘gesto’ romántico. Pues no era la
participación ciudadana lo que realmente motivaba a los congresistas, sino su propia
autonomía electoral, que se ligaba a la autonomía municipal. A poco andar, tanto los
congresistas como el propio Ejecutivo actuaron de modo que las “rentas municipales”
aprobadas no se recaudaran ni en el modo ni en la tasa que se había estipulado. Las
campañas electorales pasaron luego como tromba por el Municipio, debilitando
rápidamente el prestigio, no de los partidos y la clase política que pasaban sobre él,
sino de la misma Comuna Autónoma que se debilitaba bajo ellos. Y lo que es aún más
sintomático, cuando las comunidades locales y algunos sectores populares comenzaron
a organizarse para hacer buen uso de la oportunidad que los Artículos señalados les
ofrecían, los congresistas se apresuraron a modificar la Ley para eliminar las
democráticas Asambleas de Electores y reponer las oligárquicas asambleas o comités
de Mayores Contribuyentes 25.
Y sobre el rol jugado por los movimientos sociales, en especial algunos lideres
populares de la época como es Recabarren señala.
24
Illanes, Angélica, ibid. pág 493
25
Salazar, Gabriel, 1989 pag. 281
12
Irarrázaval no lo pagó el propio senador, sino el movimiento popular, que perdió su
confianza en el partido que lo había representado y, lo que fue peor, en la vía
municipalista al socialismo, que hasta allí parecía la más recta desde la democracia
republicana practicada por sus organizaciones de base. Lo que, además, dejó a su
mejor líder –Recabarren-, en mal pie ante el curso que siguieron los acontecimientos26.
26
Salazar, Gabriel, Ibid. pág.284
13
A MODO DE CONCLUSION
14
BIBLIOGRAFIA CITADA
15