La Misión Cristiana Hoy John Stott Reseña
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Capítulo 3: EL DIALOGO
En primer lugar tenemos que entender que el Evangelio de l revelación de Dios no es negociable. Sin
embargo nuestra predicación generalmente es un monologo y no un dialogo y hablando de dialogo
no podemos decir que un dialogo es una discusión.
Nuestra predicación Cristiana debe ser dialogal en el sentido que capta la atención de los oyentes y
les habla con relevancia. Al evangelista se le ha confiado el Evangelio.
El lugar de la “elénctica”
No negamos, por lo tanto, que haya elementos de verdad en los sistemas no cristianos, vestigios de
la revelación general de Dios en la naturaleza. Lo negamos decididamente es que ellos sean
suficientes para la salvación y (con más decisión aún) que la fe cristiana y los credos no cristianos
sean caminos alternativos e igualmente válidos para llegar a Dios.
Técnicamente esta tarea se llama “elénctica”, del verbo griego elenquein, “convencer”, “redargüir” o
“reprender”, y por ende, llamar al arrepentimiento
Primero, el propósito de la elénctica no es el de demostrar lo absurdo que es el paganismo, y menos
aun ridiculizare a otras religiones o a sus adherentes. Se refiere principalmente “a la tarea de
convencer del pecado y de desenmascararlo.
Segundo lugar, luego la justificación de esta tarea es la Biblia misma. En tercer lugar, la elénctica no
constituye una actividad desagradable o negativa.
En cuarto lugar, y finalmente, en última instancia la elénctica es obra del Espíritu Santo. Es el Espíritu
Santo. Es el Espíritu el que “convence” de pecado, de justicia y juicio (Juan 16.8-10)
El cristiano no sería sincero para consigo mismo, ni para con la otra persona que interviene en el
diálogo, si ocultase su creencia en el señorío universal de Jesús o en su deseo de que esa persona
adopte su misma posición de someterse a Jesús como su Señor. Dicha sumisión, con espíritu de
penitencia y fe, es el camino de la “salvación”; y este último es el cuarto vocablo que tenemos que
considerar. ¿Qué significa la palabra “salvación”?
LA CENTRALIDAD DE LA SALVACIÓN
Si los cristianos hemos de seguir empleando el término, éste tiene que ser traducido a un lenguaje
más moderno, con la sola condición de que permanezcamos leales a la revelación bíblica.
Quizá convenga reconocer de inmediato lo vital que resulta esta cuestión, por cuanto no es ninguna
exageración decir que el cristianismo es religión de salvación. El Dios de la Biblia es un Dios que
constantemente viene en busca de su pueblo para rescatarlo, que ha tomado la iniciativa para salvar.
La misión de Jesús fue una misión de rescate. “El Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo” (1
Juan 4:14).
La Biblia es un manual contemporáneo de salvación, además, las buenas nuevas constituyen “el
evangelio de vuestra salvación” (Efesios 1:13), y también “poder de Dios para salvación a todo aquel
que cree” (Romanos 1:16). Esta preeminencia que se le otorga al tema de la salvación en el
cristianismo bíblico nos obliga a indagar qué es lo que Dios obra, lo que Cristo obtiene, lo que la
Escritura revela y lo que el evangelio ofrece.
LA SALVACIÓN Y LA SALUD FISICA Primero, salvación no significa salud psico-física.
El aspecto saliente de la tesis de Phyllis Garlik es el de que la salud física y mental “es de la misma
esencia del evangelio de la gracia de Dios”. Nunca llega a decir que ser sano y tener la salvación es la
misma cosa, pero llega muy cerca. “El poder salvador de la gracia de Dios es para el hombre total”.
“Cristo vino no para preservar la vida sino para desarrollarla al máximo, para que el hombre sea
completo en todo sentido”. Evelyn Frost, en su libro anterior, Christian Healig (1940), se había
referido concretamente a la salud física como un aspecto de la vida eterna ahora. Hablaba de que la
curación cristiana para el cuerpo y la mente, igual que para el espíritu, constituye parte integrante
del evangelio cristiano, dichos conceptos recibieron expresión más completa en el folleto The Healing
Church publicado en Ginebra en 1965.
Todos los cristianos deberían poder afirmar gozosamente con Pablo que la vida de Jesucristo puede
manifestarse en nuestro cuerpo mortal (2 Corintios 4:10,11) y que el poder de Jesús se perfecciona
en nuestra debilidad humana (2 Corintios 12:9,10; 4:7). La nueva vida en Cristo puede con frecuencia
proporcionarnos un nuevo sentido de bienestar físico y emocional. Pero ninguna clase de curación –
natural o sobrenatural– es o está incluida en lo que quiere decir la Biblia por esa salvación que ahora
se ofrece a la humanidad por Cristo y mediante el evangelio.
Solo en la resurrección y la redención del cuerpo habrá una ausencia total de enfermedad y muerte.
Algunos teólogos radicales modernos han intentado reinterpretar la salvación en función de salud
psicológica antes que física. No cabe duda de que mucha gente con la personalidad desintegrada
realmente encuentra una nueva integración mediante la reconciliación con Dios. No debemos,
empero, identificar reconciliación e integración.
Un resultado de la confusión entre salvación y salud es que hay confusión también en cuanto a las
funciones del médico y del pastor. El médico reemplaza al pastor, o el pastor se transforma en un
psiquiatra aficionado. La tarea auténtica de la Iglesia no es ante todo la de devolverle la salud a la
gente... su tarea esencial es la de volver a los hombres a una relación correcta con Dios. Sozo se
emplea para hacer referencia a la liberación de la ceguera (en el caso del ciego Bartimeo, Marcos
10:52), de la lepra (Lucas 17:19) y del flujo de sangre (Marcos 5:34). En cada uno de estos casos Jesús
le dijo al que padecía el mal “ tu fe te ha salvado”, frase que en cada caso la Versión Popular traduce
como “tu fe te ha sanado”.
La salvación por fe en el Cristo crucificado y resucitado tiene sentido moral y no material; es un
rescate del pecado y no de los males, y la razón por la cual Jesús dijo “tu fe te ha salvado”, en ambos
casos, es la de que sus obras de rescate físico (de la enfermedad, de perecer ahogado, de la muerte)
constituían señales intencionales de su salvación, y así fueron entendidas por la iglesia primitiva.
Tenemos que recordar que a los milagros de Jesús se los llamó siempre semeia, señales del reino,
señales de su salvación.
LA SALVACIÓN Y LA LIBERACIÓN POLÍTICA
La segunda reconstrucción importante que se ha intentado sobre la doctrina de la salvación , la
reinterpreta como la liberación de las gentes pobres y desamparadas que padecen hambre, pobreza
y guerra, dominación colonial, tiranías políticas, discriminación racial, explotación económica,
aislamiento en los ghettos, cárceles políticas y la desalmada tecnología del mundo moderno, por ello
la salvación es justicia.
En 1968 en los dos informes sobre “la estructura misionera de la congregación”, el objetivo de la
misión se definía como “humanización”. Se afirmaba que Cristo era “el verdadero hombre, cabeza de
la nueva humanidad”, y por ende, “dondequiera que se logre conducir a hombres y mujeres a la
restauración de las relaciones en el amor al prójimo, en el servicio y el sufrimiento en aras de un
mayor grado de justicia y libertad”, estas cosas han de ser reconocidas como “señales de la plenitud
de la humanidad” que Cristo les está proporcionando. La obligación de la Iglesia era la de hacer
nuestra la agenda del mundo.
Se ha dado preeminencia a palabras claves como “humanización”, “desarrollo”, “integridad”,
“liberación”, y “justicia”; estas cosas, y la liberación de hombres de toda forma de opresión, no son
solamente objetivos deseables, agradables a Dios el Creador, sino que los cristianos debieran estar
activamente comprometidos en la prosecución de dichos fines juntamente con otros hombres
caritativos y de buena voluntad. Porque Dios quiere que los seres humanos vivan juntos, en paz,
libertad, dignidad y justicia. El Dios de la Biblia es un Dios de justicia, así como de justificación, y
detesta la injusticia y la tiranía.
LA TEOLOGIA DE LA LIBERACIÓN
En 1971, apareció en Perú la edición original en castellano de la obra de Gustavo Gutiérrez Teología
de la Liberación, con el subtítulo “perspectivas”; dicha obra constituye el intento más completo y
serio aparecido hasta el presente, de interpretar la salvación bíblica en función de la liberación de los
oprimidos. Gustavo Gutiérrez le asigna a la “praxis” social un lugar prominente, y hace un llamado a
la iglesia a un compromiso más evangélico, más auténtico, más concreto y mas eficaz para la
liberación. Marx dice que “los filósofos se han limitado a interpretar el mundo... la cuestión está, sin
embargo, en cambiarlo”. “La meta no es sólo mejores condiciones de vida, un cambio radical de las
estructuras, una revolución social; es mucho más: la creación continuada, sin fin, de una nueva forma
de ser hombre, una revolución cultural permanente”.
En términos sociológicos y tecnológicos el hombre ha llegado a la mayoría de edad. Ahora posee en
toda su medida ese “dominio” que en el comienzo de la creación Dios le mandó que ejerciera
(Génesis 1:26-28).
Cuando el autor comienza a teorizar, a tratar de presentar la liberación social como si esto fuera lo
que la Escritura entiende por salvación y, de esta manera a descartar la evangelización a favor de la
acción política, entonces tiene uno que apartarse.
Por poco borra completamente la distinción entre iglesia y mundo, cristiano y no-cristiano, a fin de
poder aplicar a todos los hombres la enseñanza bíblica acerca de la obra salvadora de Dios. Además,
sostiene que la construcción de una sociedad justa tiene valor en términos del Reino, o, en términos
más corrientes, participar en el proceso de liberación es ya en cierto sentido una obra salvífica.
La liberación crea un nuevo pueblo elegido, que esta vez incluye a toda la humanidad, dice esta
teología; pero no existe justificativo bíblico alguno para tal aseveración.
LA CUESTION HERMENEUTICA
Llamar “salvación” a la liberación socio-política, y evangelización al activismo social, ya es hacernos
culpables de una torpe confusión teológica. Es mezclar lo que las Escrituras mantienen separado –
Dios Creador y Dios Redentor, el Dios del cosmos y el Dios del pacto, el mundo y la iglesia, la gracia
común y la gracia salvadora, la justicia y la justificación, la reforma de la sociedad y la regeneración
de los hombres. La salvación que se ofrece en el evangelio de Cristo tiene que ver con las personas
más bien que con las estructuras. Es liberación de otro tipo de yugo a la opresión política y
económica.
Gustavo Gutiérrez se apoya fuertemente en una específica interpretación del éxodo. El pueblo de
Israel era esclavo. El punto de partida es la opresión en la forma de explotación económica y
mediante una política de control de la población.
La opresión en cualquier forma le es detestable a Dios. Dios está activo en la historia de todas las
naciones. En el Nuevo Testamento el éxodo se transforma en figura de nuestra redención del pecado
por Cristo, no en una promesa de liberación para todas las minorías políticamente oprimidas.
No podemos objetar el uso de la palabra “salvación” en un sentido político, siempre que quede claro
que no estamos hablando políticamente acerca de la salvación de Dios en y mediante Cristo.
La primera bienaventuranza no puede de ningún modo entenderse en el sentido de que la pobreza
material sea una condición para recibir el reino de Dios, a menos que estemos dispuestos a volver
completamente al revés el evangelio.
La pobreza en lo material, la ceguera física y el cautiverio injusto constituyen condiciones que en
diversos grados deshumanizan a los seres humanos. Tienen que despertar preocupación en los
cristianos y estimularlos a la acción para lograr el alivio de los que sufren de estas formas. Pero la
liberación de estas cosas no constituye la salvación para lograr, la cual ya ha sido obtenida por Cristo,
quien murió y resucitó.
La “salvación” por la cual Cristo murió una vez, y que ahora ofrece a los hombres, no es curación
psicofísica ni liberación sociopolítica. A las aseveraciones negativas se deben oponer tres
afirmaciones positivas. Primero, Dios se interesa grandemente en ambas áreas, es decir en nuestros
cuerpos y en nuestra sociedad. En segundo lugar, algún día tanto el cuerpo como la sociedad serán
redimidos. Tendremos nuevos cuerpos y viviremos en una sociedad nueva. Tercero, el amor nos
impulsa mientras tanto a trabajar en ambas esferas, procurando promover la salud física (por medios
terapéuticos y preventivos) y procurando crear un orden social radicalmente diferente, que ofrezca
al hombre libertad, dignidad, justicia y paz.
LA SALVACIÓN Y LA LIBERTAD INDIVIDUAL
La salvación misma, la salvación que Cristo da a su pueblo, es libertad del pecado en todas sus
horribles manifestaciones, y liberación para iniciar una nueva vida de servicio hasta que finalmente
lleguemos a la “gloriosa libertad de los hijos de Dios”.
El verbo más común para expresar el concepto de salvación en el Antiguo Testamento tiene la idea
básica de amplitud, por oposición a la estrechez de alguna opresión. De este modo indicaba
liberación de alguna prisión o confinamiento mediante la intervención salvadora de un tercero a
favor del oprimido y en oposición al opresor.
Cuando Dios salva a su pueblo, no sólo los rescata del opresor sino que los salva para sí, “salvación “
y “pacto” son conceptos que se corresponden.
A continuación examinaremos la doctrina neotestamentaria de la salvación, en los tres tiempos o
etapas conocidos.
LA LIBERACIÓN DEL JUICIO PARA ADQUIRIR LA CALIDAD DE HIJO
La razón de que el evangelio sea “el poder de Dios para salvación” es la de que en ella “la justicia de
Dios se revela”, y la razón de esta revelación de la justicia de Dios en el evangelio es la revelación de
“la ira de Dios... desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con
injusticia la verdad”.
Todos los que están en Cristo son sesosmenoi (Efesios 2:8,9), es decir, los que han sido salvados,
porque son dikaiothentes (romanos 5:1), es decir, los que han sido justificados. Esta justificación se
ha hecho posible sólo como consecuencia del sacrificio propiciatorio de Cristo (Romanos 3:24-26).
Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús solo porque Dios mandó a su propio Hijo
en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado y condenó al pecado en la carne, es decir, en
la carne en que vino Jesús (Romanos 8:1-3).
Pablo destaca el hecho de que somos salvados de la ira y para ser hechos hijos. Dios mandó a su Hijo
no sólo para redimirnos sino también para adoptarnos como miembros de su familia. El que nos
juzga se transforma en nuestro Padre, y el propio Espíritu Santo nos habilita para exclamar “¡Abba,
Padre!”, ya no somos esclavos, sino hijos (Romanos 8:14-17); (Gálatas 4:4-7).
LIBERACIÓN DE SI MISMO PARA EL SERVICIO
“No soy salvo aún, porque el pecado sigue morando en mí y mi cuerpo no ha sido redimido todavía”,
podría argumentar. Se trata de esa conocida tensión entre el “ahora” y el “todavía no” del Nuevo
Testamento.
Los cristianos son oi sozomenoi (“los que están siendo salvados”). Esto es en parte porque se
reconoce que nuestra salvación aún no ha sido consumada. Oi sozomenoi aparece contrastado con oi
apollumenoi (“los que están pereciendo”). Durante el lapso entre nuestra justificación y la
glorificación viene el proceso denominado de santificación, esa transformación paulatina del
creyente por el Espíritu de Cristo a la imagen de Cristo, “de gloria en gloria” (2 Corintios 3:18), hasta
que finalmente seremos completamente transformados a la imagen del Hijo de Dios (Romanos 8:29;
1 Juan 3:2). Nada humaniza más que la reconciliación con Dios y la comunión con él.
Pero pareciera que el argumento ecuménico se desarrolla de este modo: la salvación según el Nuevo
Testamento hace humanos a los hombres; por lo tanto, todo lo que hace humanos a los hombres es
salvación. Pero este tipo de razonamiento es tan deficiente en lógica como en teología.
En esta salvación presente, también, debemos dar realce al aspecto positivo. Estamos siendo librados
de la esclavitud a nosotros mismos para entrar en la libertad del servicio. Lutero describió al hombre
caído con la expresión homo in se icurvatus, “el hombre curvado o inclinado hacia dentro de sí
mismo”. De esta prisión nos libera Cristo Jesús. Sólo si estamos preparados para perdernos a
nosotros mismos dándonos enteramente al servicio a él y a los demás, nos podremos encontrar
realmente a nosotros mismos (Marcos 8:35). Cuado morimos es cuando recién vivimos; cuando
servimos, recién entonces somos libres.
La salvación y el Reino de Dios son sinónimos (Marcos 10:23-27), y en ese reino la autoridad de Jesús
es absoluta.
LIBERACIÓN DE LA CORRUPCIÓN PARA LA GLORIA VENIDERA
En tercer término, la salvación de Dios, don recibido y proceso continuo, es también el objeto de
nuestra esperanza cristiana. Fuimos salvados con la esperanza de ser salvos, y la “esperanza de
salvación” es el casco o el yelmo que lleva el soldado cristiano (Romanos 8:24; 1 Tesalonicenses 5:8).
Seremos librados de la ira que ha de venir (Romanos 5:9; 1 Tesalonicenses 1:10; 5:9). Más que eso,
estará incluida la “redención de nuestros cuerpos”. Anhelamos morar en nuestros nuevos cuerpos
que estarán libres de las debilidades físicas (naturaleza caída y muerte), y vivir en el nuevo universo
(en el que no habrá opresión alguna sino solamente la justicia).
La salvación nos da libertad para vivir con Dios como nuestro Padre, libertad para entregarnos al
servicio de los demás, y finalmente “libertad gloriosa” cuando, eliminadas todas las limitaciones de
nuestra existencia en carne y hueso, estaremos libres para dedicarnos sin reserva a Dios y unos a
otros.
Nos regocijamos y gemimos; ésta es la experiencia paradójica de los cristianos que han sido salvados
y están siendo salvados, y que al mismo tiempo no están salvados aún.
En el mundo de hoy todavía hay hambre de salvación, las buenas nuevas siguen siendo poder de Dios
para salvación a los que creen, pero todavía es inevitable que nuestro mensaje de salvación caiga en
oídos sordos si no ofrecemos evidencia alguna de que somos salvos, mediante una vida transformada
y un nuevo estilo de vida. Es la gente la que comunica principalmente, no las palabras o las ideas. En
última instancia la autenticidad personal cristiana es una auténtica experiencia de salvación.
CAPITULO V LA CONVERSIÓN
La misión es el servicio de amor que Dios manda que los suyos cumplan en el mundo. La palabra
conversión denota la respuesta del hombre que exigen las buenas nuevas y sin la cual no se puede
recibir la salvación.
EL DESARROLLO CONTEMPORANEO DE LA CONVERSIÓN.
Una razón más que ha hecho que la gente sienta desagrado por la idea de la conversión, se relaciona
con la impresión de arrogante imperialismo que ha producido algunos evangelistas toda vez que
nuestra evangelización baja al nivel de construcción, competencia de pesca, desde luego que
desacreditamos la palabra conversión.
Si hemos de ser verdaderamente bíblicos en nuestro entendimiento de la doctrina, debemos
mantener unidos estos dos conceptos: que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo
mismo y que nosotros tenemos que estar en Cristo si hemos de recibir la reconciliación.
Nuestra obligación consiste en predicar la paz en el sentido de prometer paz con Dios mediante
Jesucristo a los que se arrepienten y creen.
LA CONVERSIÓN Y LA REGENARIÓN
Volverse de los ídolos y el pecado se llama generalmente arrepentimiento y el volverse a Dios y a
Cristo es fe, legamos a la interesante ecuación bíblica de que arrepentimiento más fe es igual a
conversión.
La regeneración es un acto divino, mientras que la conversión es un acto humano. Le regeneración es
un acto divino, un nacimiento de arriba, un nacimiento del espíritu. La conversión por otra parte es lo
que hacemos cuando nos arrepentimos y creemos.
La regeneración y la conversión es que la primera es obra instantánea y completa de Dios, mientras
que el acto de volvernos en arrepentimiento y fe que llamamos conversión es más bien un proceso
que un acontecimiento.
El arrepentimiento debe profundizarse y la fe debe fortalecerse. La conversión es sólo el comienzo.
LA CONVERSIÓN Y EL ARREPENTIMIENTO
Lo que hoy se necesita al predica el arrepentimiento es tanto integridad como realismo.
Además de la integridad, la predicación del arrepentimiento y del señorío de Cristo requiere
realismo.
LA CONVERSIÓN Y LA IGLESIA
La segunda consecuencia de la conversión es la membrecía eclesiástica.
Debemos volver a la Biblia y a su testimonio invariable de que mediante el proceso histórico Dios ha
venido llamando a los hombres a volverse hacia él.
Comunión cristiana es algo diferente en esencia. Tiene origen y naturaleza sobrenaturales, porque
comprende la comunión con Dos al mismo tiempo que con los demás integrantes.
LA CONVERSIÓN Y LA SOCIEDAD
El que se convierte a Jesucristo vive en el mundo tanto como en la iglesia, tiene por lo tanto,
obligaciones para con el mundo así como para con la iglesia.
Cristo estaba comprometido con el pueblo. Así debería ser con nosotros también.
LA CONVERSIÓN Y LA CULTURA
Los cristianos que se deshacen completamente de la sociedad en que fueron criados pueden
terminar sintiéndose sin raíces e inseguros y hasta pueden caer en el libertinaje moral. La cultura
consiste en las costumbres y la gente se siente amenazada cuando las costumbres corren peligro.
La cultura debe siempre ser probada y juzgada por las Escrituras y necesitamos discernimiento para
evaluarla.
LA CONVERSIÓN Y EL ESPÍRITU SANTO
Los apóstoles se apoyan humildemente en el poder del Espíritu Santo. Ellos creían que el hombre
está muerto en delitos y pecados, ciego a las verdades espirituales y que es esclavo del pecado y de
Satanás.
Solamente el Espíritu Santo puede abrirle los ojos, iluminar su oscuridad, liberarlo de su esclavitud,
volverlo a Dios y trasladarlo de la muerte a la vida.
Cuatro aspectos para los cuales se justifica confiar en el Espíritu Santo:
1) Es la falta de preparación adecuada.
2) La confianza en el Espíritu Santo no puede constituir justificativo alguno para un
antiintelestualismo.
3) El confiar en el Espíritu Santo no puede justificar la irrelevancia. Sin el Espíritu Santo toda nuestra
explicación es inútil.
4) El confiar en el Espíritu Santo no justifica la supresión de nuestra personalidad.
10 de julio de 2008, 22:16