Aborto. Entrevista A Andrea Pérez Por Leonor Silvestri

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Aborto cuándo y cómo se me da

la gana. Las trampas de la


legalidad
Entrevista a Andrea Pérez, médica generalista territorial

Por Leonor Silvestri

Para Natividad Frías, Belén, Pilar y todas aquellas entregadas


por la corporación médica a las fuerzas represivas.

“Aborto legal en el hospital” suele ser el lema barco-insignia


del posicionamiento hegemónico de aquel feminismo que
ingenuamente nos hacen creer quienes afirman que las
violencias se terminan donde empiezan las legalidades, como
estamos acostumbradas a oír y acatar acríticamente quienes
militamos en torno al aborto. El caso “Belén” junto con el
nuevo caso de la joven de Pilar, todas las violencias
acometidas contra pacientes mujeres usuarias de servicios
médicos -especialmente en lo que tiene que ver con violencia
obstétrica- y no solamente; los nuevos campos de concentración
y exterminio de personas migrantes recientemente inaugurados
en CABA; la mera mención de las causales entre las cuales se
encuentra “gravísima malformación” sin especificar si se trata
de gestaciones inviables; la mención a “feto” en vez de
embrión; entre otros fenómenos deberían hacernos pensar más
profundamente acerca de cuáles podrían ser a largo y corto
plazo las implicancias de la legalización del aborto -tal cual
el proyecto de ley consensuado se presenta y tal como se
acepta sin cuestionar y objetar el poder médico- para todas
aquellas cuerpas singulares que deseemos interrumpir procesos
biológicos no deseados pero que no entramos dentro de los
cánones de las buenas abortantes ni los buenos abortos en
tanto y en cuanto la disciplina médica como orden hegemónico
junto con el aparato psi, las fuerzas represivas y comités de
ética hospitalarios forman parte de una genealogía de
violencias institucionales en particular contra las mujeres y
otras cuerpas con útero y sin él no Cis y de desarrollos
eugenistas anti-diversidad funcional. Para eso, munidas de
Foucault, fuimos a consultar a Andrea Pérez, médica
generalista socorrista territorial que realiza su labor de
acompañamiento en el barrio Esperanza de José León Suárez, ex
barrio Corea (llamado así porque las balas silbaban como en la
guerra) para continuar la saga de aborto no medicalizado,
entre otros acompañamientos posibles, ya comenzada con la
entrevista a Clara Soria y Juano Burgos.

Quiero comenzar con un hecho simple pero contundente con


respecto a este reclamo extendido como panácea que viene
a resolver todos los males en torno a la interrupción
voluntaria del embarazo en el hospital. A tales efectos
me gustaría que nos contaras un poco de tu trayectoria y
dónde recibiste información sobre estos procesos.

Soy médica generalista, coordinadora del programa salud sexual


de San Martín, perteneciente a la red de profesionales por el
derecho a decidir y egresada de la UBA. Sin embargo, yo hoy me
presento como una médica devenida socorrista, y el devenir es
siempre menor y minoritario, anti-institucional. Me gradué de
médica en la UBA en 2009, no obstante, no fue en el ámbito
universitario donde aprendí acerca del aborto. La UBA me habló
de aborto solamente en medicina legal, me comentó los
pormenores legales del asunto, y encima me lo transmitió mal.
Seguramente yo no supe encontrar los espacios extra-académicos
donde esta información ya circulaba. Seguramente para quien
supo buscar en los márgenes de la UBA la pudo encontrar. Pero
yo fui a todos los espacios obligatorios y a muchos de los
alternativos que la UBA me propuso, y me lo perdí. Nadie me lo
exigió para darme el título. Tener un conocimiento feminista o
acompañante sobre el aborto no parece ser necesario para
graduarse de médica.

Hay buena parte de la población que está a favor del


aborto y milita para que sea medicalizado, cree y afirma
que es en el hospital y con el estamento médico donde
mejor se resolverá esta cuestión. ¿Por qué todos los
procesos biológicos están medicalizados? ¿Por qué se
tienen hijos en el hospital? ¿Por qué abortar en el
hospital?

Quizás el aborto no debería ser medicalizado, como otros


muchos procesos biológicos. No por lo menos con la mirada
biologicista y patologizadora de la medicina hoy. Como dice
Foucault, en una época determinada y en una sociedad concreta,
la enfermedad es todo aquello que se encuentra práctica o
teóricamente medicalizado. La medicina enferma lo que toca.
Antes de pedir que cualquier proceso deba realizarse en el
hospital, necesitaríamos hablar de la violencia
institucional, de la crudeza de la violencia obstétrica hoy,
debemos sincerarnos y pensar ¿quienes creen hoy que los
hospitales son lugares donde puede propiciarse salud de alguna
manera? Alguien que haya estado en ellxs?

Ahora, con esto no digo que lxs medicxs no deben saber de


aborto, ¿cómo se van a parar lxs medicxs graduados de la UBA
cuando estén frente a un aborto en un hospital?

Las mujeres no vamos a tolerar más que cada medicx haga lo que
le dicte su ¨buena conciencia¨ desde el desconocimiento más
absoluto y una institución que no nos formó.

El acompañamiento de los procesos biológicos debe ser


realizado por personas que tengan información válida y estén
dispuestas a compartir la misma, además de otorgar plena
autonomía de decisión, que hoy por hoy lamentablemente no es
el caso de lxs medicxs.

¿Cuándo caíste en la cuenta de que pese a tus méritos


académicos ignorabas todo lo concerniente a este tema?
Cuando empecé a trabajar en un barrio. En mi realidad de clase
media laburante ex-católica, universitaria, no me fue fácil
empaparme de muchas cuestiones hasta que no empecé a trabajar
a Villa Corea, en José León Suárez. Ahí enseñaron mis
compañeras que ya eran socorristas y las vecinas del barrio.
Ellas sabían mucho más. Lo que el aborto significaba para las
personas del barrio.

¿Por qué no hablás solo de mujeres?

No digo mujeres para que se entienda hablo de cualquier cuerpo


con capacidad de gestar, que no son solo las mujeres cis,
aunque el proyecto de ley no contemple la totalidad de los
úteros. Hablo de todas las personas de este barrio obligadas a
procrear, obligadas a tener sexo compulsivamente con quienes
proveen el salario; negadas sistemáticamente a tener una
autonomía sobre su propia fertilidad, negadas en su propia
anticoncepción; posteriormente penalizadas por abortar,
especialmente por los ̈
profesionales de la salud mucho más que
por los jueces.

Es decir, al hospital llegan mujeres que saben


perfectamente cómo abortar sin ayuda de nadie, que
tienen sus propias prácticas. ¿Pensás que todo eso se va
a ver obturado con la legalización? Por ejemplo, estoy
pensando en las trampas de la buena conciencia que en
pos de “ayudar a las mujeres” y proveerles un marco
legal vamos a terminar haciéndole el trabajo fino a la
judicialización de migrantas de países limítrofes que
con sus saberes atacan de algún modo el poder médico
civilizatorio. Recordemos que están a punto de ponerse
de moda los campos de exterminio y concentración para
migrantes llamados “campos de detención” como los que ya
hay en Europa.

Esta mirada médica institucional les niega a esas mujeres que


vos nombrás su sabiduría ancestral. Primero, ya las han hecho
dudar, las han asustado. ¡Porque las personas graduadas como
médicxs aprendemos de plantas medicinales solo en la materia
de Toxicología! Tampoco sabemos nada al respecto y cuando no
sabemos, lxs medicxs castigamos, atemorizamos con nuestra
ignorancia. El sistema médico aleccionando a las brujas que
el catolicismo no pudo quemar. Ahí descubrí que el sistema les
había sustraído todo poder sobre sus cuerpos. Y decidir
abortar era, y tal vez siga siempre siendo, para ese sistema
médico hegemónico, y para todo el sistema en general una
desobediencia muy grande a la subjetividad creada de lo que es
SER MUJER. ¿Cómo el poder médico cree que el ejercicio de la
medicina legal es mejor que estas prácticas, que son
comunitarias, que son ancestrales, que son identitarias, que
son colectivas, que se cubren entre ellas, que saben cómo
hacerlo? En última instancia lo debemos estar ahí para lo que
haga falta, un examen físico, una escucha, un suero si el
sangrado fue abundante. Por eso creo que es ciertamente
peligroso que la UBA nos instruya al respecto como un mero
problema legal sin ninguna herramienta para acompañar a nadie
en este proceso.

A mi me gusta plantear el aborto como una desobediencia


sexual grande de la subjetividad de mujer incluso como
un método anticonceptivo de emergencia, como fue en
otros períodos donde no se contaba con una
anticoncepción tipo DIU o vía hormonas, un momento en el
cual las mujeres tenían mayor control sobre sus cuerpos,
tal la tesis de Federici, porque ahí no se metían los
hombres, ni se metían los médicos. Me gusta también
plantear que el aborto no es un accidente. Forma parte
de una práctica donde hay líquidos seminales, y estas
prácticas a veces son prácticas heterosexuales y a veces
no. Porque ya a esta altura de las identidades trans y
la teoría queer ya no podemos hablar exclusivamente de
heterosexualidad. Yo podría tener una relación sexual
con una chica trans y quedarme embarazada y no estoy
dentro de una relación heterosexual sino dentro de una
relación lésbica. Entonces hay que complejizar un poco
esa cuestión. En mi opinión hay que salirse del aborto
como accidente. Sin embargo, casi sin preparación
usualmente son los médicos y los profesionales graduados
quienes creen que la legalidad, es decir, la
punitivisación viene a resolver todo fenómeno social.

Debemos tener cuidado con pensar que la legalidad resuelve


totalmente el problema. Lxs medicxs (mal)formados en el aborto
como problema legal son lxs que van a formar parte de los
comité de “ética” en los hospitales, de los consultorios de la
“mujer” o lxs que van a atenderte en la guardia. No debería
sorprendernos el cartelito que incita a denunciar sospechas de
aborto en un centro de salud de Morón. Esxs somos lxs
“profesionales” que la UBA hoy gradúa con honores. Lxs mismos
que niegan el relato de violación de una mujer porque estaba
borracha (caso real que tuvimos que acompañar). No nos
olvidemos que las legalidades también abren negocios
económicos enormes, se encuentra altamente estudiada la
relación ley- mercado… que están aguardando su momento para
emerger. Todo lo que aprendí en la UBA no me sirve para
afrontar las situaciones de aborto de los barrios. Por eso hay
que continuar empoderando y bancando a las socorristas. Los
conocimientos autóctonos de ciertas mujeres que no los
perdieron y que esos conocimientos son pre-civilización,
cuando éramos brujas. Un aborto, la anticoncepción, un parto,
era lo que sabía hacer cualquier mujer promedio de la edad
media, y eso la Inquisición lo arrasó.

Entonces hay que tener más recelo a la hora de crear


otra cacería de las nuevas brujas a través de esas
legalidades mecánicas. De hecho, podemos hablar de las
industrias montadas alrededor de las ilegalidades y las
legalidades. Por ejemplo, hay toda una industria del
rescate montada a su alrededor del trabajo sexual, ahora
va a estar la industria de las que abortan. Las
legalidades producen nuevas exclusiones e industrias que
después permiten que personas graduadas cobren sueldazos
para salvar a las “víctimas” que van a seguir cobrando
una mierda. No empodera. Cuando Federici denuncia en
Calibán y la bruja que la santa inquisición fue la
encargada de producir la subjetividad que tenemos hasta
el día de hoy de considerar que las mujeres “valen
menos” y además que el buchoneo puede venir de cualquier
lado. ¿Qué rescatas del socorrismo?

Las socorristas nos enseñaron a las médicas como yo lo que la


UBA no nos enseñó, crearon redes amplias de apoyo en muchos
sentidos, no solo en el aborto, y permitieron que todas
recuperemos un poco el control sobre nuestros cuerpos.

¿Qué suponés va a pasar con todas esas prácticas de


interrupción del embarazo no realizadas por
profesionales graduados como médicos?

Pienso que se corre el riesgo que dentro del marco de la


legalidad tal cual está redactado el proyecto de ley
continuarán ellas siendo ilegales, criminales, o como las
médicas medievales tendrán su lugar de segunda al lado de la
nueva figura del médico solo como “ayudantes”, tal como nos
enseña Federici en Calibán y la Bruja. O las mujeres que han
podido conservar la sabiduría ancestral y saben abortar con
ruda (no como nosotras, ellas saben de verdad, conocen las
plantas, las cuidan, pide permiso para arrancar una hoja). Ya
hoy son maltratadas por colegas muy amigas del Misoprostol. O
las menores que no quieran acatar el mandato paterno/materno
de abortar o NO abortar: ¿quedaran ellas en manos de la ley,
para que decida el juez o sus progenitores o tutores por sus
propios cuerpos?

En ese contexto, ¿cómo van a operar las causales dentro


del marco del proyecto de ley presentado por la Campaña?

Entiendo que hablar de causales siempre es una trampa. Siempre


son unas pocas decidiendo por todas. ¿Quiénes y cómo se
imponen esos criterios? ¿Quién va a decidir por nosotras
cuáles son las causas por las que debemos/podemos abortar?
¿Quién más que yo puede estar y concebir un hijx con qué
características singulares? ¿Quien va a definir que significa
malformación como causal, sin rozar el terreno de la
eugenesia? Debemos poder pensar las formas de no obstaculizar,
no vigilar, nunca castigar, ni dictaminar cómo, dónde, cuándo,
quién, por qué.

Cada mujer definiendo sus propias causales.

SALIR DE LA MORAL, SALIR DE LA CAUSAL, SALIR DEL BIEN Y


DEL MAL. Entonces, ¿cuál es el rol que deberían asumir
los médicos en este entuerto?

Personalmente creo que debemos estar ahí acompañando al


socorrismo que ya existe, y no al revés, aportando nuestros
saberes cuando algo se complejiza, se complica, falla, para la
urgencia, para un peligro, aportando los recursos que hagan
falta, la ecografía, la receta, la medicación, el DIU,
acompañando las decisiones de las personas. Tenemos que saber
hacerlo sin ser jueces acerca de qué es lo sano y qué es lo
enfermo. Cada disciplina tiene que saber cómo acompañar los
procesos corriéndose de la moral propia, ya no individual,
sino de la genealogía que dio a luz esa disciplina.

Invito a aprender en los márgenes, porque sé lo que hay en los


hospitales y centros de salud, sé lo que hacen mis colegas en
los hospitales del conurbano cuando sos inmigrante, o trans, o
trabajadora sexual, o si tuviste muchos hijos, o si es tu
segundo aborto… Hay que animarse a aprender de las otras que
vienen decidiendo sobre sus cuerpos y bien sin ninguna
necesidad del saber médico y su poder.

El hospital está lleno de fascistas y de psicópatas


sublimados, ésa es la historia del hospital como es la
historia de las cárceles. Parece que nos hemos olvidado
de Foucault, o no lo hemos entendido bien. Como bien
contabas en el caso real el hospital municipal ha
rebotado a una mujer porque consideraron que no había
sido violada porque estaba drogada. El comité de aborto
no punible dictaminó eso, su aborto era ya legal, tal
cual está ahora la ley, y no obstante responden que no
fue una violación porque ella estaba drogada. ¿Cómo
hacés para capacitar a miles y miles de médicos no solo
desinformados sino sin empatía?

Me encantaría saberlo. Me parece casi una utopía. Para empezar


reestructurando la carrera de Medicina y toda su currícula,
independizándola de las grandes farmacéuticas e incorporando
saberes ancestrales. Reestructurando también en profundidad
los espacios de formación posbásica (hoy residencias médicas),
lugares de supuesto aprendizaje donde se reproduce el régimen
militar, donde se enseña el desprecio por las personas, a base
de precarización laboral, obediencia debida y burn out.

De todas maneras creo que la única transformación verdadera no


surgirá nunca del sistema médico, sino de las poblaciones
recuperando el control sobre sus cuerpos, arrebatándole ese
poder que les sustrajo la hegemonía médica.

Vos tomás clases de filosofía y feminismo para dotar tu


formación médica de otro corpus teórico. ¿Cómo utilizás
esas herramientas en el debate y la coyuntura que les
toca vivir hoy en la salita número 10?
La salita número 10 ha desafiado históricamente la autoridad
municipal, en un sano ejercicio de siempre cuestionar lo
impuesto. El vínculo entre muchxs de lxs trabajadorxs de la
salita y la gente que llega al lugar para atenderse es muy
próximo y de mutuo compromiso, eso siempre nos posiciona más
cercanos y afines a la gente del barrio que a la personas con
cargos de poder. El estudio de la filosofía me ha permitido
desprenderme de determinadas lógicas de control, tanto sobre
las subjetividades ajenas como de las propias. Reconocerse
como “soldado de adoctrinamiento” del sistema médico
hegemónico capitalista te permite comenzar a transformar cada
acto médico. Involucrarse, devenir, ir al fondo del pozo con
la otra persona y buscar juntxs una vida más vivible.
Compartir esas experiencias con otrxs, mostrar que son más
interesantes y gratificantes que ser reproductores del
paradigma “médico”, animarse a romper la estructura rígida que
nos propone la facultad, el hospital, el protocolo… adquirir
la flexibilidad de ser con el otro, de no imponer o
“aconsejar”. Correrse sin miedo del lugar de poder, y
encontrar que es un lugar más vivible. Perder el miedo al
poder delx otrx.

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