Textos Escogidos Lenin Acerca Del Revisionismo
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LENIN
1
V. I. LENIN
I. EL REVISIONISMO SACRIFICA
LOS INTERESES CARDINALES
DEL PROLETARIADO PARA
CONFORMARSE CON LAS
NECESIDADES DE LA
BURGUESÍA
3
lucha de clases, etc. Los oportunistas tienen
muchos adeptos entre los parlamentarios
socialistas, entre los diversos funcionarios del
movimiento obrero y los intelectuales
«simpatizantes».
De «Las vicisitudes históricas de la doctrina de Carlos
Marx» (Publicado en Pravda No. 50, 1 de marzo de
1913)
CASTRA EL CONTENIDO
REVOLUCIONARIO DEL MARXISMO,
HACE PASAR A PRIMER PLANO Y
ENSALZA LO QUE ES ACEPTABLE
PARA LA BURGUESÍA
Con la doctrina de Marx ocurre hoy lo que ha
ocurrido en la historia repetidas veces con las
doctrinas de los pensadores revolucionarios y
de los jefes de las clases oprimidas en su lucha
por la liberación. En vida de los grandes
revolucionarios, las clases opresoras les
someten a constantes persecuciones, acogen
sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el
odio más furioso, con la campaña mas
desenfrenada de mentiras y calumnias.
5
Después de su muerte, se intenta convertirlos
en íconos inofensivos, canonizarlos, por
decirlo así, rodear sus nombres de una cierta
aureola de gloria para «consolar» y engañar a
las clases oprimidas, castrando el contenido de
su doctrina revolucionaria, mellando el filo
revolucionario de ésta, envileciéndola. En
semejante «arreglo» del marxismo se dan la
mano actualmente la burguesía y los
oportunistas dentro del movimiento obrero.
Olvidan, relegan a un segundo plano,
tergiversan el aspecto revolucionario de esta
doctrina, su espíritu revolucionario. Hacen
pasar a primer plano, ensalzan lo que es ó
parece ser aceptable para la burguesía. Todos
los socialchovinistas son hoy —¡bromas
aparte!—«marxistas». Y cada vez con mayor
frecuencia los científicos burgueses alemanes,
que todavía ayer eran especialistas en
pulverizar el marxismo, hablan hoy de un
Marx «nacional-alemán» que, según ellos,
educó estas asociaciones obreras tan
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magníficamente organizadas para llevar a
cabo la guerra de rapiña!
De «El estado y la revolución» (Agosto — septiembre
de 1917)
7
VOCIFERA SOBRE LA INSUFICIENCIA
Y CADUCIDAD DE LA DOCTRINA DE
MARX, JUSTIFICA LAS REFORMAS
SOCIALES CON «NUEVOS»
ARGUMENTOS Y CONSIDERACIONES
La socialdemocracia internacional atraviesa en
la actualidad por un período de vacilación
ideológica. Hasta ahora la doctrina de Marx y
Engels era considerada como la base firme de
la teoría revolucionaria; pero en nuestros días
se dejan oír, por todas partes, voces sobre la
insuficiencia y caducidad de esta doctrina. El
que se declara socialdemócrata y tiene la
intención de publicar un periódico
socialdemócrata debe determinar con
exactitud su posición frente a la cuestión que
no apasiona sólo, ni mucho menos, a los
socialdemócratas alemanes.
Nosotros nos basamos íntegramente en la
doctrina de Marx; ella transformó por primera
vez el socialismo, de utopía, en una ciencia,
echó las sólidas bases de esta ciencia y trazó el
camino que había de tomar, desarrollándola y
8
elaborándola en todos sus detalles. La doctrina
de Marx descubrió la esencia de la economía
capitalista contemporánea, explicando cómo el
empleo del obrero, la compra de la fuerza de
trabajo, encubre la esclavización de millones
de desposeídos por un puñado de capitalistas,
dueños de la tierra, de las fábricas, de las
minas, etc. Esta doctrina demostró cómo todo
el desarrollo del capitalismo contemporáneo
se orienta hacia la sustitución de la pequeña
producción por la grande, creando las
condiciones que hacen posible e indispensable
la estructuración socialista de la sociedad. Ella
nos enseñó a ver, bajo el manto de las
costumbres arraigadas, de las intrigas
políticas, de las leyes sabihondas y teorías
hábilmente fraguadas, la lucha de clases, la
lucha que se desarrolla entre las clases
poseedoras de todo género y las masas
desposeídas, el proletariado, quien está a la
cabeza de todos los indigentes. La doctrina de
Marx estableció las verdaderas tareas de un
partido socialista revolucionario: no componer
9
planes de reorganización de la sociedad ni
ocuparse de la prédica a los capitalistas y sus
acólitos de la necesidad de mejorar la
situación de los obreros, ni tampoco urdir
conjuraciones, sino organizar la lucha de
clases del proletariado y dirigir esta lucha,
que tiene por objetivo final la conquista del
poder político por el proletariado y la
organización de la sociedad socialista.
De «Nuestro programa» (Segundo Semestre de 1899)
10
hecho de la miseria creciente, de la
proletarización y de la exacerbación de las
contradicciones capitalistas; ha sido declarado
inconsistente el concepto mismo del «objetivo
final» y rechazada en absoluto la idea de la
dictadura del proletariado; ha sido negada la
oposición de principios entre el liberalismo y
el socialismo; ha sido negada la teoría de la
lucha de clases, pretendiendo que no es
aplicable a una sociedad estrictamente
democrática, gobernada conforme a la
voluntad de la mayoría, etc.
De « ¿Qué hacer? » (Otoño de 1901 — febrero de
1902)
12
Cuando se habla de lucha contra el
oportunismo, no hay que olvidar nunca un
rasgo característico de todo el oportunismo
contemporáneo en todos los terrenos: su
carácter indefinido, difuso, inaprehensible. El
oportunista, por su misma naturaleza, esquiva
siempre plantear los problemas de un modo
preciso y definido, busca la resultante, se
arrastra como una culebra entre puntos de
vista que se excluyen mutuamente,
esforzándose por «estar de acuerdo» con uno y
otro, reduciendo sus discrepancias a pequeñas
enmiendas, a dudas, a buenos deseos
inocentes, etc., etc.
De «Un paso adelante, dos pasos atrás» (Febrero —
mayo de 1904)
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metáforas e hipótesis inútiles, pero ni una sola
respuesta directa. El rasgo distintivo,
característico de la confraternidad bajo
consideración era su amor por lo amorfo, es
decir, el síntoma mismo que, en el momento
preciso en que se dio respuesta directa a las
preguntas malditas, fuera reconocido de la
manera más definida, precisa e inequívoca
como parte integrante del concepto
liquidacionismo. Dejarse arrastrar de manera
amorfa por la corriente, revolcarse en su
propia amorfía, «negar» todo lo que sea
exactamente opuesto a esta amorfía, es uno de
los rasgos básicos del liquidacionismo.
De «Sobre la estructura social del poder, las
perspectivas y el liquidacionismo» (Publicado en la
revista Mysl, No. 4, marzo de 1911)
14
Le diré francamente que estoy más temeroso
que de todo, en estos días, de este
unificacionismo indiscriminado, que, en mi
convicción, es el más peligroso y el más
perjudicial para el proletariado.
Verdaderamente, Kautsky ha ideado ya, en
Neue Zeit, una teoría archi-«unificacionista»
…
De «Carta a A. M. Kollontai» (28 de noviembre — 8 de
diciembre de 1914)
*
Del revisionismo – Red.
15
levantarse contra el estilo del día, escasa
visión política y pusilanimidad. El
oportunismo es el sacrificio de los intereses a
largo plazo y sustanciales del Partido a sus
intereses momentáneos, pasajeros y
secundarios. Una determinada elevación de la
actividad industrial, un relativo florecimiento
del comercio, un ligero aliento de liberalismo
burgués, y el oportunista comienza ya a gritar:
¡No asusten a la burguesía, no la rehúyan,
abandonen la «fraseología» sobre la
revolución social!
De « ¡El radical ruso es fuerte en inteligencia tardía! »
(Publicado en la revista Vestnik Zhizni, No. 12, 18 de
octubre de 1906)
17
II. EL REVISIONISMO ALTERA
ARBITRARIAMENTE LA
FILOSOFÍA, ECONOMÍA
POLÍTICA Y ENSEÑANZAS
SOBRE LA LUCHA DE CLASES
MARXISTAS
EN LA FILOSOFÍA ABJURA DEL
MATERIALISMO DIALÉCTICO Y DEL
MATERIALISMO HISTÓRICO.
SUSTITUYE LA «SUTIL» (Y
REVOLUCIONARIA) DIALÉCTICA POR
LA «SIMPLE» (Y PACÍFICA)
«EVOLUCIÓN»
En el campo de la filosofía, el revisionismo
iba a remolque de la «ciencia» académica
burguesa. Los profesores «retornaban a Kant»,
y el revisionismo se arrastraba tras los
neokantianos; los profesores repetían, por
milésima vez, las vulgaridades de los curas
contra el materialismo filosófico, y los
revisionistas, sonriendo complacidamente,
mascullaban (repitiendo ce por be el último
18
manual) que el materialismo había sido
«refutado» desde hacía mucho tiempo. Los
profesores trataban a Hegel como a un «perro
muerto» y, predicando ellos mismos el
idealismo, sólo que mil veces más mezquino y
trivial que el hegeliano, se encogían
desdeñosamente de hombros ante la
dialéctica) y los revisionistas se hundían tras
ellos en el pantano del envilecimiento
filosófico de la ciencia, sustituyendo la «sutil»
(y revolucionaria) dialéctica por la «simple»
(y pacífica) «evolución».
De «Marxismo y revisionismo» (Antes del 3 de abril de
1908)
20
marxismo. De palabra, subterfugios sin fin,
intentos de eludir la esencia de la cuestión, de
encubrir su apostasía y colocar en el lugar del
materialismo en general a uno cualquiera de
los materialistas, negativa rotunda a hacer un
análisis directo de las innumerables
declaraciones materialistas de Marx y Engels.
Es un verdadero «alzamiento sumiso», según
la justa expresión de un marxista. Es el
revisionismo filosófico típico, pues los
revisionistas son los únicos que han adquirido
un triste renombre por haber abjurado de las
concepciones fundamentales del marxismo y
al mostrarse timoratos o incapaces para, en
forma franca, directa, decidida y clara,
«liquidar cuentas» con los puntos de vista
abandonados.
De «Materialismo y empiriocriticismo». Prólogo a la
primera edición (Septiembre de 1908)
23
«REVISA» LA ECONOMÍA POLÍTICA
MARXISTA, ESPERA UNA NUEVA ERA
PACÍFICA DEL CAPITALISMO
Pasando a la Economía Política hay qué
señalar, ante todo, que en este campo las
«enmiendas» dé los revisionistas eran
muchísimo más multifacéticas y minuciosas;
trataron de sugestionar al público con «nuevos
datos del desarrollo económico». Decían que
en el campo de la economía rural no se opera
de ningún modo la concentración y el
desplazamiento de la pequeña por la gran
producción y que en el comercio y en la
industria se opera con extrema lentitud.
Decían que, ahora, las crisis se han hecho más
raras y más débiles, y que era probable que los
cartels y los trusts diesen al capital la
posibilidad de eliminar por completo las crisis.
Decían que la «teoría de la bancarrota» hacia
la cual marcha el capitalismo, es inconsistente
a causa de la tendencia a suavizar y atenuar las
contradicciones de clase. Decían, finalmente,
que no estaría mal enmendar también la teoría
24
del valor de Marx con arreglo a Böhm-
Bawerk.
La lucha contra los revisionistas, en torno a
estas cuestiones, sirvió para reavivar
fecundamente el pensamiento teórico del
socialismo internacional, al igual que, veinte
años antes, había ocurrido con la polémica de
Engels contra Dühring. Los argumentos de los
revisionistas fueron analizados con hechos y
cifras en la mano. Se demostró que los
revisionistas embellecían sistemáticamente la
pequeña producción actual. El hecho de la
superioridad técnica y comercial de la grande
sobre la pequeña producción, no sólo en la
industria, sino también en la agricultura, está
demostrado con datos irrefutables. Pero, en la
agricultura, la producción de mercancías está
mucho menos desarrollada, y los estadísticos y
economistas actuales no saben, por lo general,
destacar aquellas ramas (y, a veces, incluso las
operaciones especiales de la agricultura, que
expresan cómo ésta se ve englobada,
progresivamente, en el intercambio de la
25
economía mundial. La pequeña producción se
sostiene sobre las ruinas de la economía
natural, gracias al empeoramiento infinito de
la alimentación, al hambre crónica, a la
prolongación de la jornada de trabajo, al
descenso de la calidad del ganado y del
cuidado de éste; en una palabra, gracias a
aquellos mismos medios con que se sostuvo
también la producción artesana contra la
manufactura capitalista. Cada paso de avance
de la ciencia y de la técnica mina, inevitable e
inexorablemente, los cimientos de la pequeña
producción en la sociedad capitalista. Y la
tarea de la Economía socialista consiste en
investigar este proceso en todas sus formas, no
pocas veces complejas e intrincadas, y
demostrar al pequeño productor la
imposibilidad de sostenerse bajo el
capitalismo, la situación desesperada de las
explotaciones campesinas en el régimen
capitalista y la necesidad de que el campesino
acepte el punto de vista del proletario. Ante el
problema de que tratamos, los revisionistas
26
cometieron, en el aspecto científico, el pecado
de incurrir en una generalización superficial
de algunos hechos unilateralmente
desglosados, al margen de su conexión con
todo el régimen del capitalismo, y, en el
sentido político, cometieron el pecado de
llamar o empujar inevitablemente al
campesino, de modo voluntario o involuntario,
al punto de vista del propietario (es decir, al
punto de vista de la burguesía) en vez de
empujarle al punto de vista del proletario
revolucionario.
El revisionismo salió aún peor parado en
cuanto a la teoría de las crisis y a la teoría de
la bancarrota. Sólo durante un tiempo muy
breve y únicamente gentes muy miopes,
podían pensar en modificar las bases de la
doctrina de Marx bajo el influjo de unos
cuantos años de auge y prosperidad industrial.
Muy pronto, la realidad se encargó de
demostrar a los revisionistas que las crisis no
habían fenecido: tras la prosperidad, vino la
crisis. Cambiaron las formas, la sucesión, el
27
cuadro de las distintas crisis, pero éstas
seguían siendo parte integrante, inevitable del
régimen capitalista. Los cartels y los trusts,
unificando la producción, reforzaron al mismo
tiempo, a la vista de todos, la anarquía de la
producción, la inseguridad del proletariado y
la opresión del capital, agudizando de este
modo, en un grado nunca visto, las
contradicciones de clase. Que el capitalismo
marcha hacia la bancarrota —tanto en el
sentido de las crisis políticas y económicas
aisladas, como en el sentido del completo
hundimiento de todo el régimen capitalista—
lo han venido a demostrar, de un modo bien
palpable y en proporciones particularmente
extensas, los modernos y gigantescos trusts.
De «Marxismo y revisionismo» (Antes del 3 de abril de
1908)
28
una «fase del capitalismo» y lo define como
política «preferida» del capital financiero,
como tendencia de los países «industriales» a
anexionarse los países «agrarios». Desde el
punto de vista teórico, esta definición de
Kautsky es completamente falsa. La
peculiaridad del imperialismo no es
precisamente el dominio del capital industrial,
sino el del capital financiero, precisamente la
tendencia a anexionarse no sólo países
agrarios, sino toda clase de países. Kautsky
separa la política del imperialismo de su
economía, separa el monopolismo en política
del monopolismo en economía, para desbrozar
el camino a su vulgar reformismo burgués
como en el caso del «desarme» del
«ultraimperialismo» y demás necedades por el
estilo. El sentido y el objeto de esta falsedad
teórica se reducen exclusivamente a velar las
contradicciones más profundas del
imperialismo y a justificar, de este modo, la
teoría de la «unidad» con sus apologistas: con
29
los oportunistas y socialchovinistas
descarados.
De «El imperialismo y la escisión del socialismo»
(Octubre de 1916)
30
proletaria) durante la época turbulenta actual,
¡a pesar de las solemnes declaraciones hechas
en la resolución de Basilea!
De «La bancarrota de la II Internacional» (Segunda
quincena de mayo — primera quincena de junio de
1915)
33
desde el punto de vista de los principios, que
preparen verdaderamente a las masas obreras
para la participación victoriosa en tales
«disputas». La experiencia de las alianzas, de
los acuerdos, de los bloques con el liberalismo
socialreformista en la Europa occidental y con
el reformismo liberal (demócratas-
constitucionalistas) en la revolución rusa,
muestra de manera convincente que estos
acuerdos no hacen más que embotar la
conciencia de las masas, no reforzando, sino
debilitando la significación real de su lucha,
uniendo a los luchadores con los elementos
menos capaces de luchar, con los elementos
más vacilantes y traidores. El millerandismo
francés —la más grande experiencia de
aplicación de la táctica política revisionista en
una amplia escala, realmente nacional— nos
ha dado una valoración práctica del
revisionismo, que el proletariado del mundo
entero jamás olvidará.
De «Marxismo y revisionismo» (Antes del 3 de abril de
1908)
34
El Estado es producto y manifestación del
carácter irreconciliable de las contradicciones
de clase. El Estado surge en el sitio, en el
momento y en el grado en que las
contradicciones de clase no pueden,
objetivamente, conciliarse. Y viceversa: la
existencia del Estado demuestra que las
contradicciones de clase son irreconciliables.
En este punto importantísimo y cardinal
comienza precisamente la tergiversación del
marxismo, tergiversación, que sigue dos
direcciones fundamentales.
De una parte, los ideólogos burgueses y
especialmente los pequeñoburgueses,
obligados por la presión de hechos históricos
indiscutibles a reconocer que el Estado sólo
existe allí donde existen las contradicciones de
clase y la lucha de clases, «corrigen» a Marx
de tal manera que el Estado resulta ser un
órgano de conciliación de las clases. Según
Marx, el Estado no podría ni surgir ni
35
mantenerse si fuese posible la conciliación de
las clases. Según los profesores y publicistas
mezquinos y filisteos —¡que a cada paso
invocan, benévolos, a Marx!— resulta que el
Estado es precisamente el que concilia las
clases. Según Marx, el Estado es un órgano de
dominación de clase, un órgano de opresión de
una clase por otra, es la creación del «orden»
que legaliza y afianza esta opresión,
amortiguando los choques entre las clases. En
opinión de los políticos pequeñoburgueses el
orden es precisamente la conciliación de las
clases y no la opresión de una clase por otra.
Amortiguar los choques significa para ellos
conciliar y no privar a las clases oprimidas de
ciertos medios y procedimientos de lucha por
el derrocamiento de los opresores.
Por ejemplo, durante la revolución de 1917,
cuando el problema de la significación y del
papel del Estado se planteó precisamente en
toda su magnitud, en el terreno práctico, como
un problema de acción inmediata y, además,
de acción de masas, todos los
36
socialrevolucionarios (eseristas) y todos los
mencheviques cayeron, de pronto y por entero,
en la teoría pequeñoburguesa de la
«conciliación» de las clases «por el Estado».
Innumerables resoluciones y artículos de los
políticos de estos dos partidos están saturados
de esta teoría mezquina y filistea de la
«conciliación». Que el Estado es el órgano de
dominación de una determinada clase, la cual
no puede conciliarse con su antípoda (con la
clase contrapuesta a ella), es algo que la
democracia pequeñoburguesa no podrá jamás
comprender. La actitud ante el Estado es uno
de los síntomas más patentes de que nuestros
eseristas y mencheviques no son en manera
alguna socialistas (lo que nosotros, los
bolcheviques, hemos demostrado siempre),
sino demócratas pequeñoburgueses con una
fraseología casi socialista.
De otra parte, la tergiversación «kautskiana»
del marxismo es bastante más sutil.
«Teóricamente», no se niega ni que el Estado
sea el órgano de dominación de clase, ni que
37
las contradicciones de clase sean
irreconciliables. Pero se pasa por alto o se
oculta lo siguiente: si el Estado es un producto
del carácter irreconciliable de las
contradicciones de clase, si es una fuerza que
está por encima de la sociedad y que «se
divorcian más y más de la sociedad», resulta
evidente que la liberación de la clase oprimida
es imposible, no sólo sin una revolución
violenta, sino también sin la destrucción del
aparato del poder estatal que ha sido creado
por la clase dominante y en el que toma
cuerpo aquel «divorcio». Como veremos más
abajo, Marx llegó a esta conclusión,
teóricamente clara de por sí, con la precisión
más completa, a base del análisis histórico
concreto de las tareas de la revolución. Y esta
conclusión es precisamente —como
expondremos con todo detalle en las páginas
siguientes— la que Kautsky ... ha «olvidado»
y falseado.
De «El estado y la revolución» (Agosto — septiembre
de 1917)
38
Toda lucha de clases es una lucha política. Es
sabido que los oportunistas, esclavizados por
las ideas de liberalismo, han comprendido
equivocadamente estas palabras profundas de
Marx y tratan de interpretarlas
desfiguradamente. Los oportunistas incluían,
por ejemplo, a los «economistas», hermanos
mayores de los liquidadores. Los
«economistas» pensaban que todo choque
entre las clases es una lucha política. Ellos,
por consiguiente, identificaban la lucha por un
alza de 5 kopeks por rublo como una «lucha
de clases», sin desear ver la lucha de clases
más elevada, más desarrollada, a escala
nacional, que es la lucha por la política. Los
«economistas» reconocían de este modo las
luchas de clases rudimentarias y no las
reconocían en su forma desarrollada. En otras
palabras, los «economistas» reconocían en la
lucha de clases sólo aquello que era más
tolerable desde el punto de vista de la
burguesía liberal, rehusando ir más allá que
39
los liberales, negándose a reconocer la lucha
de clases más elevada que es inaceptable para
los liberales. Los «economistas» llegaron a ser
de este modo políticos obreros liberales. En
esta forma renunciaron al concepto marxista
revolucionario de la lucha de clases.
Hay más. No es bastante decir que la lucha de
clases llega a ser verdadera, consistente y
desarrollada sólo cuando abarca la esfera de la
política. También en la política es posible
limitarse a pequeños detalles o penetrar más
profundamente, justo hasta la verdadera
esencia. El marxismo reconoce la lucha de
clases como plenamente desarrollada, «a
escala nacional», únicamente cuando ella no
sólo abarca la política sino cuanto también en
la política toma lo más esencial: la
estructuración del poder del Estado.
A la inversa, cuando el movimiento obrero se
ha fortalecido un poco, el liberalismo no se
atreve más a negar la lucha de clases, pero
trata de reducir, de recortar, de castrar el
concepto de la lucha de clases. El liberalismo
40
está dispuesto a reconocer la lucha de clases
en la esfera de la política con la condición de
que ésta no abarque la estructuración del
poder del Estado. No es difícil comprender
que los intereses de clase de la burguesía dan
origen a esta distorsión liberal del concepto de
la lucha de clases.
De «Sobre la comprensión liberal y marxista de la lucha
de clases» (Publicado en Prosveschenie, No. 5, mayo de
1913)
42
dictadura del proletariado, publicado en
agosto de 1918, es decir, mucho después de
aparecer la primera edición del presente libro,
es un modelo de tergiversación filistea del
marxismo y de ignominiosa abjuración virtual
del mismo, aunque se le acate hipócritamente
de palabra (Véase mi folleto La revolución
proletaria y el renegado Kautsky, Petrogrado
y Moscú, 1918).
El oportunismo de nuestros días, personificado
por su principal representante, el ex-marxista
C. Kautsky, cae de lleno dentro de la
característica de la posición burguesa que
traza Marx y que hemos citado, pues este
oportunismo circunscribe el terreno del
reconocimiento de la lucha de clases al terreno
de las "relaciones burguesas. (¡Y dentro de
este terreno, dentro de este marco, ningún
liberal culto se negaría a reconocer, «en
principio», la lucha de clases!) El oportunismo
no extiende el reconocimiento de la lucha de
clases precisamente a lo más fundamental, al
período de transición del capitalismo al
43
comunismo, al período de derrocamiento de la
burguesía y de completa destrucción de ésta.
En realidad, este período es inevitablemente
un período de lucha de clases de un
encarnizamiento sin precedentes, en que ésta
reviste formas agudas nunca vistas, y, por
consiguiente, el Estado de este período debe
ser inevitablemente un Estado democrático de
manera nueva (para los proletarios y los
desposeídos en general) y dictatorial de
manera nueva (contra la burguesía).
De «El estado y la revolución» (Agosto — septiembre
de 1917)
44
proletariado. Por mucho tiempo los
oportunistas han estado preparando el colapso
de la II Internacional, negando la revolución
socialista y sustituyéndola por su reformismo
burgués, negando la lucha de clases con su
necesaria transformación en ciertos
momentos, en guerra civil, y predicando la
colaboración de clases, abogando por el
chovinismo burgués, so pretexto del
patriotismo y la defensa de la patria e
ignorando o negando la verdad socialista
elemental, subrayada ya en el «Manifiesto
Comunista», de que los obreros no tienen
patria; limitándose en la lucha contra el
militarismo a un punto de vista sentimental-
filisteo, en vez de reconocer la necesidad de
una guerra revolucionaria de los proletarios de
todos los países contra la burguesía de todos
los países; convirtiendo la necesaria
utilización del parlamentarismo burgués y de
la legalidad burguesa en fetichismo de esta
legalidad y olvidando las formas ilegales
45
necesarias de organización y agitación en la
época de crisis.
De «Tesis sobre la guerra» (5 — 6 de septiembre de
1914)
47
SE PROSTERNA SERVILMENTE ANTE
LA DEMOCRACIA BURGUESA,
ABRIGA LA VANA ILUSIÓN DE
CONQUISTAR LA MAYORÍA
MEDIANTE EL SUFRAGIO UNIVERSAL
Y RECIBIR EL PODER ESTATAL
Los señores oportunistas, incluidos los
kautskianos, se burlan de la doctrina de Marx
y «enseñan» al pueblo que el proletariado
debe, primero, conquistar la mayoría mediante
el sufragio universal, recibir, después, el Poder
estatal merced a los votos de esta mayoría y,
finalmente, sobre esta base de la democracia
«consecuente» (otros la llaman «pura»),
organizar el socialismo.
Pero nosotros, que nos basamos en la doctrina
de Marx y en la experiencia de la revolución
rusa, décimos: el proletariado debe derribar
primero a la burguesía y conquistar el Poder
estatal, utilizando después ese Poder estatal, es
decir, la dictadura del proletariado, como
48
instrumento de su clase, a fin de conquistar la
simpatía de la mayoría de los trabajadores.
De «Las elecciones a la Asamblea Constituyente y la
dictadura del proletariado» (16 de diciembre de 1919)
53
todos esos «demócratas». No puede, haber
desarrollo pacífico hacia el socialismo.
De «I Congreso de enseñanza extraescolar de toda
Rusia: Sobre cómo se engaña al pueblo con las
consignas de libertad e igualdad» (19 de mayo de 1919)
54
recurrir a cualquier fraude o crimen, en
masacrar a millones de obreros y campesinos,
con el objeto de salvar la propiedad privada de
los medios de producción. Sólo el
derrocamiento violento de la burguesía, la
confiscación de su propiedad, la destrucción
de todo el aparato estatal burgués, de arriba
abajo: parlamentario, judicial, militar,
burocrático, administrativo, municipal, etc.,
hasta la misma expulsión general o internación
de todos los explotadores más peligrosos y
obstinados —poniéndolos bajo estricta
vigilancia con el objeto de combatir sus
inevitables, intentos por resistir y por restaurar
la esclavitud capitalista—, sólo semejantes
medidas pueden asegurar la subordinación real
de toda la clase de explotadores.
De «Tesis sobre las tareas fundamentales del Segundo
Congreso de la Internacional Comunista» (4 de julio de
1920)
56
cometida contra su doctrina por las corrientes
socialchovinista y kautskiana imperantes hoy
se manifiesta con singular relieve en el olvido
por unos y otros de esta propaganda, de esta
agitación.
De «El estado y la revolución» (Agosto — septiembre
de 1917)
57
El «historiador» Kautsky falsifica la historia
con tal cinismo, que «olvida» lo fundamental:
el capitalismo premonopolista —cuyo apogeo
corresponde precisamente a la década del 70
del siglo pasado— en virtud de sus rasgos
económicos esenciales, que en Inglaterra y en
Norteamérica se manifestaban de un modo
particularmente típico, se distinguía por un
mayor apego a la paz y a la libertad. En
cambio, el imperialismo, es decir, el
capitalismo monopolista, que sólo ha llegado a
una plena madurez en el siglo XX, atendidos
sus rasgos económicos esenciales se distingue
por un apego mínimo a la paz y a la libertad,
por un desarrollo máximo del militarismo en
todas partes. «No advertir» esto, hablando de
lo típico o de lo probable que es una
revolución pacífica o violenta, es rebajarse al
nivel del más adocenado lacayo de la
burguesía.
De «La revolución proletaria y el renegado Kautsky»
(Octubre — noviembre de 1918)
58
Otto Bauer expresó excelentemente la
quintaesencia de los puntos de vista del
oportunismo mundial en una sola frase, por la
cual —si en Viena pudiésemos hacer lo que
quisiéramos— deberíamos levantarle un
monumento mientras se encuentre aún vivo.
La aplicación de la violencia en la lucha de
clases en las democracias modernas —dijo
sentenciosamente Otto Bauer— sería
«violencia contra los factores sociales de la
fuerza».
Probablemente pensaréis que esto suena raro e
ininteligible. Pero es éste un ejemplo del punto
al cual puede rebajarse el marxismo, del grado
de banalidad y defensa de los explotadores al
que puede rebajarse la más revolucionaria
teoría. Se requiere la variedad alemana de
filisteísmo para obtener la «teoría» de que los
«factores sociales de la fuerza» son: cantidad,
estado de organización, lugar en el proceso de
producción y distribución, actividad,
educación. Si un trabajador agrícola en el
59
campo, o un obrero en la ciudad, comete
violencia revolucionaria contra el terrateniente
y el capitalista, no se trata, de ninguna manera,
de la dictadura del proletariado, no se trata de
violencia contra los explotadores y los
opresores del pueblo. ¡Oh, no! Se trata de
«violencia contra los factores sociales de la
fuerza».
Tal vez mi ejemplo parezca algo chistoso.
Pero la naturaleza del oportunismo moderno
es tal, que su lucha contra el bolchevismo
suele transformarse en un chiste. La tarea de
arrastrar a la clase obrera, a todos los
elementos reflexivos de ella a. la lucha entre el
menchevismo internacional (MacDonald, Otto
Bauer y Cía.) y el bolchevismo es muy útil e
imperativa para Europa y América.
De «II Congreso de la Internacional Comunista:
Informe sobre la situación internacional y las tareas
fundamentales de la Internacional Comunista» (19 de
julio de 1920)
60
Al definir la dictadura, Kautsky ha hecho
todos los esfuerzos posibles para ocultar al
lector el rasgo fundamental de este concepto:
la violencia revolucionaria. Y ahora se ha
impuesto la verdad: se trata de la oposición
entre revolución pacífica y revolución
violenta.
Ahí está el quid. Todos los subterfugios, los
sofismas, las viles falsificaciones de que
Kautsky se vale, le hacen falta para rehuir la
revolución violenta, para ocultar que reniega
de ella, que se pasa al lado de la política
obrera liberal, es decir, al lado de la
burguesía. Ahí está el quid.
De «La revolución proletaria y el renegado Kautsky»
(Octubre — noviembre de 1918)
62
directa al socialismo, el paso efectivo al lado
de la burguesía, la negación del derecho del
proletariado a su revolución proletaria, la
defensa del reformismo burgués precisamente
en un momento histórico en que este
reformismo ha fracasado en todo el mundo y
en que la guerra ha creado una situación
revolucionaria.
De «I Congreso de la Internacional Comunista: Tesis e
informe sobre la democracia burguesa y la dictadura
del proletariado» (4 de marzo de 1919)
RETROCEDE DIRECTAMENTE AL
LADO DE LA POLÍTICA BURGUESA,
JUSTIFICA LAS GUERRAS
COLONIALES Y LAS ATROCIDADES
No es la primera vez que se trata la cuestión
colonial en los congresos internacionales.
Hasta ahora, las decisiones de éstos han
consistido siempre en una condenación
categórica de la política colonial burguesa,
como política de rapiña y de violencia. Esta
63
vez, la comisión del Congreso estaba
compuesta de manera tal que han prevalecido
los elementos oportunistas, con el holandés
Van Kohl a la cabeza. En el proyecto de
resolución se había incluido una frase en la
que se decía que el Congreso no condenaba en
principio toda política colonial, que en un
régimen socialista puede desempeñar un papel
civilizador. La minoría de la comisión (el
alemán Ledebour, los socialdemócratas
polacos y rusos y otros muchos) protestó
enérgicamente contra la aceptación de esta
idea. La cuestión fue presentada a examen del
Congreso, y las fuerzas de ambas tendencias
se igualaron hasta el punto que la lucha
adquirió un apasionamiento inusitado.
Los oportunistas se agruparon en torno a Van
Kohl, Bernstein y David, en nombre de la
mayoría de la delegación alemana, se
pronunciaron a favor de reconocer la «política
colonial socialista» y atacaron a los radicales
por la esterilidad de su posición negativa, por
no comprender la importancia de las reformas,
64
por falta de un programa colonial práctico, etc.
Les rebatió, entre otros, Kautsky, que se vio
precisado a pedir al Congreso que se
pronunciara contra la mayoría de la
delegación alemana. Indicó con toda razón
que no se trataba de negar la lucha por las
reformas: de ello se habla con la mayor
precisión en las partes restantes de la
resolución, que no suscitaron ningún debate.
De lo que se trataba era de si debíamos hacer
concesiones al régimen actual de saqueo y
violencia burgueses. La presente política
colonial debía ser examinada por el Congreso,
y esta política se basa en la esclavización
directa de los salvajes: la burguesía implanta
de hecho la esclavitud en las colonias, somete
a los indígenas a inauditas vejaciones y
violencias, «civilizándolos» mediante la
propagación del alcohol y de la sífilis. Ante tal
estado de cosas, ¿pueden los socialistas
emplear frases evasivas sobre la posibilidad de
reconocer en principio la política colonial?
Esto equivaldría a adoptar abiertamente el
65
punto de vista burgués. Equivaldría a dar un
paso decidido hacia la supeditación del
proletariado a la ideología burguesa y al
imperialismo burgués, que ahora levanta
cabeza con particular altanería.
De «El Congreso Socialista Internacional de Stuttgart»
(Fines de agosto — comienzos de septiembre de 1907)
66
EN SU RAZONAMIENTO DESAPARECE
LA LUCHA REVOLUCIONARIA DE
CLASES DEL OBRERO CONTRA EL
CAPITAL, DESAPARECE EL
INTERNACIONALISMO
71
III. EL REVISIONISMO ES UN
REFLEJO DE LA INFLUENCIA
BURGUESA EN EL MOVIMIENTO
OBRERO
EL REVISIONISMO ES PRODUCTO DE
LA ÉPOCA «PACÍFICA» EN EL
DESARROLLO DEL MOVIMIENTO
OBRERO
73
Los actuales acontecimientos han demostrado
exactamente el hecho de que, por un lado, las
condiciones objetivas para una guerra
imperialista (es decir, una guerra que
corresponde a la más alta y última etapa del
capitalismo) están maduras; que, por otro lado,
décadas de una así llamada época pacífica han
dejado un montón de desperdicios oportunistas
y pequeñoburgueses dentro de los partidos
socialistas de todos los países europeos. Hace
unos quince años, desde la famosa
«bernsteiniada» en Alemania —en muchos
países aún antes— el problema de los
elementos oportunistas, extraños, dentro de
los partidos proletarios se puso al orden del
día. Es raro encontrar a un marxista notable
que no haya reconocido muchas veces y en
distintas ocasiones que los oportunistas
constituyen un elemento no proletario
verdaderamente hostil a la revolución
socialista. El desarrollo particularmente rápido
de este elemento social durante los últimos
años es un hecho indudable: los funcionarios
74
de los sindicatos legales de trabajadores, los
parlamentarios y los otros intelectuales que
cómoda y plácidamente se arreglan en los
movimientos de masas legales, algunos grupos
de los obreros, empleados de oficina, mejor
pagados, etc., etc. La guerra ha demostrado
claramente que en una crisis (y la era
imperialista será inevitablemente una era de
diversas crisis) una masa substancial de
oportunistas, apoyados y, a menudo, dirigidos
directamente por la burguesía (¡esto es de
particular importancia!) se pasa al campo de
ésta, traiciona al socialismo, daña la causa de
los obreros, la arruina. En toda crisis, la
burguesía ayuda siempre a los oportunistas,
reprime siempre al sector revolucionario del
proletariado, sin retroceder ante nada,
empleando las medidas militares más ilegales
y crueles. Los oportunistas son enemigos
burgueses de la revolución proletaria. En
épocas pacíficas realizan su trabajo burgués
enmascarados, encontrando refugio dentro de
los partidos obreros; en tiempos de crisis
75
aparecen inmediatamente como abiertos
aliados de toda la burguesía unida, desde su
sector conservador hasta el más radical y
democrático, desde los librepensadores hasta
los sectores religioso y clerical. Aquel que no
haya comprendido esta verdad después de lo
que nos acaba de ocurrir, está
irremediablemente engañándose a sí mismo y
a los obreros. Con eso, las deserciones
personales son inevitables, pero no debe
olvidarse que su significación está
determinada por la existencia de un grupo y
una corriente de oportunistas
pequeñoburgueses. Los socialchovinistas tales
como Hyndman, Vandervelde, Guesde,
Pléjanov, Káutsky, no tendrían importancia
alguna si sus triviales discursos sin carácter en
defensa del patriotismo burgués no fuesen
aplaudidos por toda una capa social de
oportunistas y por huestes de periódicos
burgueses y de políticos burgueses.
78
sido capaces de obtener en forma de ganancias
provenientes del robo a los obreros de sus
propios países.
80
imperialistas. Este es el verdadero «bastión»
social de la II Internacional, de los reformistas
y los «centristas» y, en la actualidad, es casi el
principal bastión social de la burguesía.
81
LOS ZIGZAGS DE LA TÁCTICA
BURGUESA ORIGINAN UN
REFORZAMIENTO DEL
REVISIONISMO EN EL MOVIMIENTO
OBRERO
Finalmente, una causa muy importante de
discrepancias entre los militantes del
movimiento obrero, reside en los cambios de
táctica de las clases dominantes en general y
de la burguesía en particular. Si la táctica de la
burguesía fuese siempre igual, o por lo menos,
del mismo tipo, la clase obrera aprendería
rápidamente a responder a ella con una táctica
también igual y del mismo tipo. Pero, de
hecho, la burguesía en todos los países
establece, inevitablemente, dos sistemas de
gobierno, dos métodos de lucha por sus
intereses y en defensa de su dominio, métodos
que van alternándose o que se entrelazan en
distintas combinaciones. Es, en primer
término, el método de la violencia, el método
que no admite concesión alguna al
movimiento obrero, el método que apoya a
82
todas las instituciones viejas y ya caducas, el
método que rechaza rotundamente las
reformas. Esta es la esencia de la política
conservadora, que, en la Europa Occidental,
deja de ser, cada vez más, la política de las
clases terratenientes para convertirse en una de
las variedades de la política general burguesa.
El segundo método es el del «liberalismo», el
de dar pasos en el sentido del desarrollo de los
derechos políticos, en el sentido de las
reformas, de las concesiones, etc.
Cuando la burguesía pasa al empleo de uno u
otro método, no lo hace obedeciendo a las
alevosas intenciones de personas aisladas, ni
tampoco por mera casualidad, sino en virtud
del carácter profundamente contradictorio de
su propia situación. Una sociedad capitalista
normal no puede desarrollarse con éxito sin un
régimen representativo consolidado, sin
conceder ciertos derechos políticos a la
población, que no puede dejar de distinguirse
por sus exigencias «culturales» relativamente
elevadas. Esta exigencia de un nivel cultural
83
mínimo es originada por las condiciones del
propio modo capitalista de producción, con su
técnica elevada, su complejidad, flexibilidad,
movilidad, rapidez en el desarrollo de la
competencia mundial, etc. Las oscilaciones en
la táctica de la burguesía, su paso del sistema
de la violencia al de las supuestas concesiones
son propias, por lo mismo, de la historia de
todos los países europeos durante estos
últimos cincuenta años, con la particularidad
de que en determinados períodos, los distintos
países acuden con preferencia a uno u otro
método. Por ejemplo, Inglaterra era en las
décadas del 60 y 70 del siglo XIX el país
clásico de la política «liberal» burguesa;
Alemania, en las décadas del 70 y 80, aplicaba
el método de la violencia, etc.
Cuando en Alemania imperaba dicho método,
el eco unilateral de este sistema de gobierno
burgués se manifestó en el incremento del
anarco-sindicalismo, o, como lo llamaban
entonces, del anarquismo en el movimiento
obrero (los «jóvenes» al principio de la década
84
del 90, Johann Most a comienzo de la del 80).
Cuando en 1890 se produjo el viraje hacia las
«concesiones», éste resultó ser, como siempre,
aún más peligroso para el movimiento obrero
engendrando un eco igualmente unilateral de
la política burguesa «de reformas»: el
oportunismo en el movimiento obrero. «La
finalidad positiva, real, que persigue la política
liberal de la burguesía —dice Pannekoek— es
la de desorientar a los obreros, sembrar la
escisión en sus filas, transformar su política en
un apéndice impotente de la impotente, de la
siempre impotente y efímera política de
supuestas reformas».
No son pocas las veces en qué la burguesía
logra sus objetivos, durante cierto tiempo, por
medio de una política «liberal», qué es, como
observa con razón Pannekoek, una política
«más astuta.» Parte de los obreros, parte de
sus representantes, se deja engañar a veces por
las aparentes concesiones. Los revisionistas
declaran «anticuada» la doctrina de la lucha de
clases o comienzan a aplicar una política que,
85
de hecho, significa una renuncia a la lucha de
clases. Los zigzags de la táctica burguesa
originan un reforzamiento del revisionismo en
el movimiento obrero y muchas veces
provocan en el seno de éste discrepancias que
suelen llevar hasta la escisión.
De «Las divergencias en el movimiento obrero
europeo» (Publicado en Zviezdá, No. 1, 16 de
diciembre de 1910)
86
frecuencia, a la defensa de la llamada reforma
social. No se trata ya de liberalismo contra
socialismo, sino de reformismo contra
revolución socialista; ésta es la fórmula de la
burguesía instruida y «avanzada» de nuestros
días. Y cuanto más elevado es el nivel de
desarrollo del capitalismo en un país, cuanto
más refinado es el dominio de la burguesía,
cuanto mayores son las libertades políticas,
tanto más amplio es el terreno para la
aplicación de la «novísima» consigna
burguesa: reformas contra revolución,
remiendos parciales del régimen que sucumbe
a fin de dividir y debilitar a la clase obrera, a
fin de mantener el Poder de la burguesía
contra el derrocamiento revolucionario de este
Poder.
Desde el punto de vista del desarrollo
universal del socialismo no se puede dejar de
percibir un gran paso adelante en dicho viraje.
Al principio, el socialismo luchaba por su
existencia y contra él se hallaba una burguesía
plena de fe en sus fuerzas, que defendía con
87
valor y consecuentemente el liberalismo como
sistema armónico de conceptos económicos y
políticos. El socialismo ha crecido, ha
conquistado en todo el mundo civilizado su
derecho a la existencia y ahora lucha ya por el
Poder, mientras que la burguesía en
descomposición, al ver su inevitable ruina,
pone en tensión todas sus fuerzas a fin de
aplazar su muerte y conservar su Poder
también en las nuevas circunstancias,
valiéndose de concesiones a medias e
hipócritas.
La exacerbación de la lucha del reformismo
contra la socialdemocracia revolucionaria
dentro de las filas del movimiento obrero
constituye el resultado, absolutamente
inevitable, de los mencionados cambios
operados en todas las condiciones económicas
y políticas de todos los países civilizados del
mundo.
De «El reformismo en el seno de la socialdemocracia
rusa» (Publicado en Sotsial-Demokrat, 23, 14 de
septiembre de 1911)
88
EL REVISIONISMO ES PRODUCTO
DIRECTO DE LA CONCEPCIÓN
BURGUESA DEL MUNDO Y DE SU
INFLUENCIA
¿En qué estriba su† carácter inevitable en la
sociedad capitalista? ¿Por qué es más
profundo que las diferencias debidas a las
particularidades nacionales y al grado de
desarrollo del capitalismo? Porque en todo
país capitalista existen siempre, al lado del
proletariado, extensas capas de pequeña
burguesía, de pequeños propietarios. El
capitalismo ha nacido y sigue naciendo,
constantemente, de la pequeña producción. El
capitalismo crea de nuevo, infaliblemente,
toda serie de «capas medias» (apéndice de las
fábricas, trabajo a domicilio, pequeños talleres
diseminados por todo el país, en virtud de las
exigencias de la gran industria, por ejemplo,
de la industria de bicicletas y automóviles,
etc.). Estos nuevos pequeños productores se
†
Del revisionismo – Red.
89
ven nuevamente arrojados también, de modo
no menos inevitable, a las filas del
proletariado. Es perfectamente natural que la
mentalidad pequeñoburguesa irrumpa de
nuevo, una y otra vez, en las filas de los
grandes partidos obreros.
De «Marxismo y revisionismo» (Antes, del 3 de abril
de 1908)
90
durante decenios, a base de esta crítica, no es
de extrañar que la «nueva» tendencia «crítica
en el seno de la socialdemocracia haya surgido
de golpe, completamente acabada, como
Minerva de la cabeza de Júpiter. Por su
contenido, esta tendencia no ha tenido que
desarrollarse ni formarse; ha sido trasplantada
directamente de la literatura burguesa a la
literatura socialista.
De «¿Qué hacer?» (Otoño de 1901 — febrero de 1902)
91
organiza, disciplina a los obreros, pero
también aplasta, oprime, causa la
degeneración, la miseria, etc. El propio
capitalismo crea a su sepulturero, él mismo
crea los elementos del nuevo régimen, pero, al
propio tiempo, sin un «salto», estos elementos
aislados no cambian en nada el estado general
de las cosas, no afectan en nada al dominio del
capital. El marxismo, como doctrina del
materialismo dialéctico, sabe explicar estas
contradicciones de la vida real, de la historia
palpitante del capitalismo y del movimiento
obrero. Ahora bien, es evidente que las masas
no aprenden de los libros, sino de la vida, por
lo que algunas personas o grupos siempre
suelen exagerar y erigir en doctrina unilateral,
en sistema táctico unilateral tal o cual rasgo
del desarrollo capitalista, tal o cual
«enseñanza» derivada de este desarrollo.
Los ideólogos burgueses, los liberales y los
demócratas, que no comprenden el marxismo
ni el movimiento obrero moderno, saltan
constantemente de un extremismo impotente a
92
otro. Ya pretenden explicarlo todo diciendo
que gentes malignas «azuzan» a una clase
contra otra; ya se quieren consolar con la idea
de que el partido obrero es «un partido
pacífico de reformas». Producto directo de
esta concepción burguesa del mundo y de su
influencia son, a la vez el anarco-sindicalismo
y el reformismo que se aferran a uno de los
aspectos del movimiento obrero, que elevan
ese procedimiento unilateral al nivel de
doctrina, declarando incompatibles entre sí las
tendencias o rasgos del movimiento obrero
que forman la peculiaridad específica de tal o
cual período o de unas u otras condiciones en
que actúa la clase obrera. Pero la vida real, la
historia real, abarca a estas distintas
tendencias, del mismo modo que la vida y el
desarrollo de la naturaleza comprenden tanto
la lenta evolución como los saltos bruscos, las
interrupciones en el proceso gradual del
desarrollo.
Los revisionistas consideran como fraseología
todos los razonamientos acerca de los «saltos»
93
y del antagonismo de principio entre el
movimiento obrero y toda la vieja sociedad.
Ellos consideran las reformas como una
realización parcial del socialismo. El
anarcosindicalista rechaza la «labor menuda»
y sobre todo la utilización de la tribuna
parlamentaria. De hecho, esta última táctica se
reduce a la espera de los «grandes días», sin
capacidad para concentrar las fuerzas que
crean los grandes acontecimientos. Unos y
otros frenan la obra principal, la más
apremiante: la agrupación de los obreros en
organizaciones grandes, poderosas, que
funcionen bien y sean capaces de funcionar
bien en todas las circunstancias, en
organizaciones que estén penetradas del
espíritu de la lucha de clases, que tengan una
visión clara de sus objetivos y estén educadas
en una verdadera concepción marxista del
mundo.
De «Las divergencias en el movimiento obrero
europeo» (Publicado en Zviezdá No. 1, 16 de
diciembre de 1910)
94
IV. ES NECESARIO LUCHAR
RESUELTAMENTE CONTRA EL
REVISIONISMO
96
Los socialistas que se pasaron al campo de la
burguesía en el comienzo de la guerra, todos
esos David y Scheidemann en Alemania, los
Plejánov, Potrésov, Gvósdiev y Cía. en Rusia,
vociferaron largamente y a grito pelado contra
las «ilusiones» de los revolucionarios, contra
las «ilusiones» del Manifiesto de Basilea,
contra el «sueño-farsa» de la transformación
de la guerra imperialista en guerra civil.
Ensalzaron en todos los tonos la fuerza, el
vigor, la facultad de adaptación revelada,
según ellos, por el capitalismo: ¡ellos, que han
ayudado a los capitalistas a «adaptar»
domesticar, engañar y dividir a la clase obrera
de los distintos países!
De «Cartas de lejos» (7 de marzo de 1917);
97
del pueblo con estas charlas, que distraigan al
pueblo de la revolución, describiendo con
brillantes colores los encantos y las
posibilidades del camino reformista.
Todos los escritos de los Kautsky, como los de
nuestros mencheviques y
socialrevolucionarios, se reducen a semejantes
pinturas y a lamentos de filisteos cobardes que
temen a la revolución.
De «Sobre las tareas de la III Internacional» (14 de julio
de 1919)
99
enemigo. Debemos abandonar este congreso
con la firme determinación de llevar a cabo
esta lucha en todos nuestros partidos hacia su
verdadero fin. Esta es nuestra tarea principal.
De «II Congreso de la Internacional Comunista:
Informe sobre la situación Internacional y las tareas
fundamentales de la Internacional Comunista» (19 de
julio de 1920)
101
guerras imperialistas y de los armisticios
imperialistas.
La única línea marxista en el movimiento
obrero mundial consiste en explicar a las
masas que la escisión con el oportunismo es
inevitable e imprescindible, en educarlas para
la revolución en una lucha despiadada contra
él, en aprovechar la experiencia de la guerra
para desenmascarar todas las infamias de la
política obrera liberal-nacionalista. Y no para
encubrirlas.
De «El imperialismo y la escisión del socialismo»
(Octubre de 1916)
103
movimiento obrero. La victoria de la
socialdemocracia revolucionaria en escala
mundial es absolutamente ineludible, pero se
produce y se seguirá produciendo, viene y
llegará sólo contra ustedes, será una victoria
sobre ustedes.
De «El imperialismo y la escisión del socialismo»
(Octubre de 1916)
104
hubiese aprendido antes —de 1903 a 1917— a
derrotar y a expulsar implacablemente del
partido de la vanguardia proletaria a los
mencheviques, es decir a los oportunistas, a
los reformistas, a los socialchovinistas.
De «Las elecciones a la Asamblea Constituyente y la
dictadura del proletariado» (16 de diciembre de 1919)
EL REVISIONISMO ES UN FENÓMENO
INTERNACIONAL, ES MENESTER
ELIMINAR ESA PODRE DEL MODO
MÁS RÁPIDO Y CUIDADOSO
El carácter inevitable del revisionismo está
condicionado por sus raíces de clase en la
sociedad actual. El revisionismo es un
fenómeno internacional. Para ningún socialista
un poco enterado y reflexivo puede existir ni
la más pequeña duda de que la relación entre
los ortodoxos y los bernsteinianos en
Alemania, entre los guesdistas y los jauresistas
(ahora, en particular, los brousistas) en
Francia, entre la Federación Socialdemócrata
105
y el Partido Laborista Independiente en
Inglaterra, entre De Brouckére y Vandervelde
en Bélgica, los integralistas y los reformistas
en Italia, los bolcheviques y los mencheviques
en Rusia, es, en todas partes, sustancialmente,
una y la misma, pese a la gigantesca
diversidad de las condiciones nacionales y de
los factores históricos en la situación actual de
todos estos países. La «división» en el seno
del socialismo internacional contemporáneo se
desarrolla ya, ahora, en los diversos países del
mundo, esencialmente en una misma línea, lo
cual muestra el formidable paso adelante que
se ha dado en comparación con lo que ocurría
hace 30 ó 40 años, cuando en los diversos
países luchaban tendencias heterogéneas
dentro del socialismo internacional único. Y
ese «revisionismo de izquierda» que se perfila
hoy en los países latinos con el nombre de
«sindicalismo revolucionario», se adapta
también al marxismo «enmendándolo»:
Labriola en Italia, Lagardelle en Francia,
106
apelan a cada paso del Marx mal
comprendido, al Marx bien comprendido.
No podemos detenernos a examinar aquí el
contenido ideológico de este revisionismo, que
dista mucho de estar tan desarrollado como el
revisionismo oportunista, y que no se ha
internacionalizado, que no ha afrontado ni una
sola batalla práctica importante con el partido
socialista de ningún país. Por eso, nos
limitaremos a ese «revisionismo de derecha»,
que hemos dejado esbozado más arriba,
De «Marxismo y revisionismo» (Antes del 3 de abril de
1908)
109
LOS COMUNISTAS A VECES TAMBIÉN
COMETEN ERRORES, LO MISMO QUE
A VECES LAS ÁGUILAS VUELAN MAS
BAJO QUE LAS GALLINAS, ¡PERO LAS
GALLINAS NUNCA PUEDEN
ELEVARSE A LA ALTURA DE LAS
ÁGUILAS! ¡QUE SE REGOCIJEN LOS
REVISIONISTAS CON LAS DESDICHAS
AJENAS!
Comparada con esta tarea, la rectificación de
los errores de la tendencia «izquierdista» en el
comunismo será una tarea fácil. En una
cantidad de países observamos
antiparlamentarismo, el cual es introducido no
tanto por aquellos que provienen de la
pequeña burguesía como abrigado por ciertos
destacamentos avanzados del proletariado,
debido a su odio por el viejo parlamentarismo,
debido a su legítimo, adecuado y necesario
odio hacia la conducta de los miembros del
parlamento en Inglaterra, Francia, Italia y en
todos los países. Es necesario que la
Internacional Comunista dé instrucciones que
110
guíen, que los camaradas se familiaricen
estrechamente con la experiencia de Rusia,
con la significación de un verdadero partido
político proletario. Nuestro trabajo será
cumplir esta tarea. Y la lucha contra estos
errores del movimiento proletario, contra estos
defectos, será mil veces más fácil que luchar
contra aquellos burgueses que a manera de
reformistas pertenecen a los viejos partidos de
la II Internacional y orientan el total de su
trabajo en un espíritu burgués y no en uno
proletario.
De «II Congreso de la Internacional Comunista:
Informe sobre la situación internacional y las tareas
fundamentales de la Internacional Comunista» (19 de
julio de 1920)
112
contra Van Kohl, cuando negó (junto con
Zinger) el fracaso y la incorrección de la
táctica de la delegación alemana en Stuttgart.
No debemos ocultar esos errores sino mostrar,
por su ejemplo, que los socialdemócratas
rusos deben aprender a evitarlos, deben vivir
en conformidad con las estrictas exigencias
del marxismo revolucionario. Y que los
anarquistas y sindicalistas rusos, los liberales
y los socialrevolucionarios no se regocijen por
nuestra crítica a Bebel. Les diremos a esos
señores: ¡A veces las águilas pueden volar
más bajo que las gallinas, pero las gallinas
nunca pueden elevarse a la altura de las
águilas!
De «Introducción al folleto de Voinoy (A. V.
Lunacharsky) sobre la actitud del Partido ante los
sindicatos» (Noviembre de 1907)
114
obras completas (cuya publicación demoran
desmedidamente los comunistas alemanes, los
que pueden excusarse sólo parcialmente por
las tremendas perdidas en su dura lucha)
servirán como una útil lección en la
preparación de muchas generaciones de
comunistas a través del mundo. «Después del
4 de agosto de 1914, la socialdemocracia
alemana es un cadáver maloliente»: con esta
sentencia, el nombre de Rosa Luxemburgo
entrará en la historia del movimiento obrero
mundial. Y, por supuesto, en el patio trasero
del movimiento obrero, en el estercolero,
gallinas como Paul Levi, Scheidemann,
Kautsky y toda esta confraternidad, se
extasiarán extremadamente por los errores
cometidos por esta gran comunista. Cada uno
a lo suyo.
De «Notas de un publicista» (Fines de febrero de 1922)
115
V. DESARROLLAR EL
MARXISMO EN LA LUCHA
CONTRA EL REVISIONISMO EN
DEFENSA DEL MARXISMO
LA «RENOVACIÓN» DE LOS
REVISIONISTAS NO ES
ABSOLUTAMENTE NADA, ES SOLO UN
RETROCESO, UNA CONCESIÓN A LA
BURGUESÍA
118
particular a Inglaterra, de un modo distinto
que a Francia; a Francia, de un modo distinto
que a Alemania; a Alemania, de un modo
distinto que a Rusia. Por lo mismo, con mucho
gusto daremos cabida en nuestro periódico a
los artículos que traten de cuestiones teóricas e
invitamos a todos los camaradas a tratar
abiertamente los puntos en discusión.
De «Nuestro programa» (Segundo semestre de 1899)
122
depender el porvenir de la socialdemocracia
rusa por años y años.
En segundo lugar, el movimiento
socialdemócrata es, por su propia naturaleza,
internacional. Esto no sólo significa que
debemos combatir el chovinismo nacional.
Esto significa también que el movimiento
incipiente en un país joven, únicamente puede
desarrollarse con éxito a condición de que
lleve a la práctica la experiencia de otros
países. Para ello, no basta conocer
simplemente esta experiencia o copiar
simplemente las últimas resoluciones
adoptadas; para ello es necesario saber asumir
una actitud crítica frente a esta experiencia y
comprobarla por sí mismo. Todo aquel que se
imagine el gigantesco crecimiento y
ramificación del movimiento obrero
contemporáneo comprenderá la reserva de
fuerzas teóricas y de experiencia política (así
como revolucionaria) que es necesaria para
cumplir esta tarea.
123
En tercer lugar, tareas nacionales como las que
tiene planteadas la socialdemocracia rusa no
las ha tenido planteadas aún ningún otro
partido socialista del mundo. Más adelante,
tendremos que hablar de los deberes políticos
y de organización que nos impone esta tarea
de liberar a todo el pueblo del yugo de la
autocracia; por el momento, no queremos más
que indicar que sólo un partido dirigido por
una teoría de vanguardia puede cumplir la
misión de combatiente de vanguardia. Y para
hacerse una idea siquiera sea un poco concreta
de lo que esto significa, que el lector recuerde
a los precursores de la socialdemocracia rusa,
como Hertzen, Belinski, Chernishevski y a la
brillante pléyade de revolucionarios de la
década del 70; que piense en la importancia
universal que la literatura rusa va adquiriendo
ahora; que . . ., ¡pero basta también con lo
indicado!
De «¿Qué hacer?» (Otoño de 1901 — febrero de 1902)
124
No hay nada más importante que la cohesión
de todos los marxistas conscientes de la
profundidad de la crisis y de la necesidad de
combatirla para salvaguardar los fundamentos
teóricos del marxismo y sus tesis básicas,
desfiguradas desde los lados más opuestos al
extenderse la influencia burguesa entre los
diversos «compañeros de viaje» del marxismo.
De «Acerca de algunas particularidades del desarrollo
histórico del marxismo» (Publicado en Zviezdá, No. 2,
23 de diciembre de 1910)
DESARROLLAR EL MARXISMO
REVOLUCIONARIO CONTRA EL
REVISIONISMO
Crisis del marxismo oficial (1895-915). No
resucitar el cadáver, sino desarrollar el
marxismo revolucionario contra el «también
marxismo» oportunista.
De «El Primero de Mayo y la guerra» (Últimos días de
abril de 1915)
125
Solamente la teoría del marxismo
revolucionario puede servir de bandera al
movimiento obrero de clase, y la
socialdemocracia rusa debe velar por el
ulterior desarrollo de esta teoría y su
encarnación en la vida, al tiempo que ha de
preservarla contra las tergiversaciones y
envilecimientos a que son frecuentemente
sometidas las «teorías de moda» (los éxitos de
la socialdemocracia revolucionaria en Rusia
han transformado ya el marxismo en una
teoría «de moda»).
De «Protesta de los socialdemócratas de Rusia»
(Finales de agosto — comienzos de septiembre de
1899)
131