La Guerra de Los 100 Años y La Fabricación de La Europa Moderna
La Guerra de Los 100 Años y La Fabricación de La Europa Moderna
La Guerra de Los 100 Años y La Fabricación de La Europa Moderna
Europa moderna
Por
Félix Casanova
El final de la dinastía de los Capetos en 1328 hizo que las relaciones anglo-
francesas se volvieran aún más frágiles y se creó un nuevo escenario, aún más
incendiario si cabe por el conflicto sobre el trono de Francia. Eduardo III de
Inglaterra reclamó el título a través de su madre, Isabel, hermana del difunto rey,
más una junta de nobles franceses antepuso en su lugar a Felipe, conde de
Valois. Esta disputada sucesión desencadenó la guerra…
Las primeras etapas de la guerra se vieron marcadas por las victorias inglesas
en Crécy(1346) y Poitiers (1356). Sin embargo, las ganancias políticas y
territoriales acumuladas a través de esas victorias fueron completamente
arruinadas en la década de 1370 y 1380, durante un período de agitación interna
durante los reinados de Carlos VI de Francia y Ricardo II de Inglaterra.
Francia se dividía entre los aliados de Borgoña, por un lado, que apoyaban a
Enrique VI, y los partidarios del delfín Carlos (más tarde Carlos VII), que había
sido desheredado por los términos del tratado de Troyes, por el otro. La disputa se
volvió a favor de Carlos tras la intervención de Juana de Arco y el colapso de la
alianza anglo-borgoñesa. Desde mediados de los años 1430 los ingleses fueron
paulatinamente expulsados del norte de Francia y, en 1453, Burdeos, la capital
de Gascuña, cayó en manos de los franceses.
Esto llevó a la Guerra de los Cien Años a su fin, pero en algunos aspectos no era
el final satisfactorio. No hubo tratado de paz; Carlos VII tomó el control de la
Gascuña, pero Enrique no renunció a su derecho al trono francés, una demanda
sostenida por sus sucesores hasta 1802. Incluso entonces, y después de las
batallas de Trafalgar (1805) y Waterloo (1815) , las relaciones entre Inglaterra
y Francia se mantuvieron tensas hasta bien entrado el siglo XX.
El final de la guerra no trajo la paz. En Francia Carlos VII pudo haberse convertido
en Carlos ‘el Victorioso’, pero tuvo que hacer frente a rebeliones dirigidas por su
hijo, Luis, y la creciente amenaza que representaba la Borgoña. El campo francés
había sufrido terriblemente en esas generaciones y le costaría
recuperarse. Afortunadamente, la economía mejoró en la segunda mitad del siglo
XV, lo que llevó a un aumento del comercio.
En Inglaterra, por su parte, las cicatrices de la derrota se percibieron claramente. El
orgullo herido y un sentido amargo de la traición alimentaron las llamas de la guerra
civil.La capitulación tenía que ser explicada, y se debía castigar a los
responsables. La guerra con Francia había unido al país en una misión
nacional. Ahora, al final de esa guerra, muchos de los que habían luchado codo con
codo contra los franceses tomarían las armas contra los suyos en la guerra de las
Dos Rosas.
Uno de los legados de la Guerra de los Cien Años, por lo tanto, fue el
resurgimiento político y económico de Francia y el deterioro de Inglaterra, en la que
sus líderes se enfrentaron entre sí para proteger su poder y orgullo, y para calmar la
vergüenza de la nación.
“Benditan sean esas edades felices que eran extrañas a la terrible furia de estos
instrumentos diabólicos de artillería cuyo inventor estará ahora en el infierno
recibiendo el premio a su maldita invención, que es la causa de que muy a
menudo un cobarde quite la vida del caballero más valiente… una bala que nadie
sabe cómo viene, ni de dónde, en un momento pone fin a la vida de uno que
merecía haber sobrevivido muchos años…”
Propósitos Generales:
Objetivos específicos de la
secuencia didáctica:
Que los alumnos:
Conozcan y comprendan cómo se produjo el
resurgimiento urbano durante la Baja Edad Media.
Elaboren conclusiones propias y comprendan los
ejercicios dados.
Obtengan información relevante de
fuentes históricas.
Utilicen algunos procedimientos de análisis que
emplean los historiadores.
Introducción:
A partir del siglo IX, y durante los siglos X y XI, en las
ciudades europeas se registraron importantes cambios.
Las antiguas ciudades romanas, los burgos y las nuevas
ciudades se fueron transformando en centros de
atracción para grupos cada vez más numerosos de
personas que decidían establecerse en ellas de manera
definitiva.
Esta nueva y floreciente población urbana o burguesa
fue consolidándose y adquiriendo un papel cada vez
más importante en la actividad económica de la
sociedad feudal.
Nápoles
Brujas: En el momento de ingresar a la Liga
Hanseática (1252).
El resurgimiento de las ciudades.
A comienzos del siglo XII se inicia un proceso de crecimiento y expansión económica en los reinos
europeos, el que dará origen a importantes transformaciones sociales y políticas.
Este fenómeno se caracterizará porque la estructura feudal es paulatinamente sustituida por un nuevo
orden social basado en el desarrollo de las ciudades, de la vida urbana, y que tendrá como figuras
centrales a los burgueses, es decir, a comerciantes enriquecidos por la apertura de nuevos e
importantes mercados.
La causa principal del desarrollo de las ciudades son las cruzadas, porque gracias a ellas se conectan
los mercados urbanos de Occidente y de Oriente, permitiendo una gran expansión económica. No
obstante, las verdaderas causas son más profundas, y se relacionan a: el crecimiento demográfico, a
la conquista de nuevas zonas cultivables y al desarrollo técnico (en navegación fundamentalmente).
Características de las ciudades:
1) Organización territorial: las nuevas ciudades estaban constituidas por una plaza donde se
celebraba el comercio semanal, a su costado se encontraban la Iglesia, el palacio de Ayuntamiento y
las casas de los principales gremios y de los patricios. Como el área urbana era reducida, las calles
eren estrechas y las casas angostas y de varios pisos.
2) Organización política: la vida urbana era muy distinta de la del campo, por lo cual, las ciudades
tuvieron que darse sus propias leyes y su propia organización. El gobierno de la ciudad estaba a cargo
del Concejo Municipal, cuyos miembros eran elegidos por los guildas y los gremios. El Concejo estaba
presidido por el Alcalde. El gobierno municipal cuidaba de la defensa de la ciudad y de la seguridad
pública, cobraba los impuestos, administraba el dinero, nombraba a los jueces, administraba las
escuelas y los hospitales y fijaba la política económica.
artesanos.
Con el fin de reglamentar sus actividades comerciales los mercaderes se organizaron en guildas. La
guilda juzgaba los conflictos entre comerciantes, ayudaba a los comerciantes en su vejez y mantenía
casas para los pobres. Por su parte, los artesanos se organizaron en gremios. Para cada actividad
industrial había un gremio: joyeros, armeros, zapateros, panaderos, etc. Para poder ejercer un oficio
había que pertenecer a un gremio. El gremio fijaba los precios y reglamentaba la cantidad y la calidad
de la producción.
Por otro lado, con el desarrollo de la ciudad y de la población urbana apareció un elemento nuevo en
la sociedad europea. El habitante de la ciudad o burgo, el burgués, que a diferencia del noble, estaba
interesado en el comercio, en la industria y en el trabajo, no en la guerra. En fin, en la ciudad no
existía la servidumbre, los vecinos eran hombres libres que se sentían orgullosos de sus derechos, de
su riqueza y de su poder.
El aumento de la producción agrícola, que se desarrolló entre los siglos XI y XII d.C., gracias a las
nuevas técnicas y herramientas aplicadas a la agricultura (como el arado sobre ruedas, los molinos de
viento y agua y el barbecho), produjo un excedente en la producción, que permitió alimentar una
población más grande y con mayores necesidades. Esto impulsó el resurgimiento de las ciudades y
el desarrollo del comercio, ya desde el siglo XI, pero con más fuerza desde el siglo XIII.
Este resurgimiento urbano comenzó a manifestarse cuando los artesanos y mercaderes se
instalaron en las cercanías de un castillo o una monasterio, o bien cerca de un río o del mar. Atraída
por los productos o las posibilidades de intercambio, la población fue aumentando. Las ciudades
medievales eran aglomeraciones pequeñas que muy pocas veces superaban los 10.000 habitantes.
Generalmente se rodeaban de murallas que servían tanto de protección física como de demarcación
de su protección jurídica. Desde tiempos del Imperio romano, las ciudades conservaron cierta
autonomía, que se manifestaba en la generación de sus propias autoridades así como en su capacidad
para administrarse por sí mismas.
En tiempos del feudalismo, por regla general, las ciudades no estaban sujetas a un señorío directo
sino que dependían de señores lejanos, que no controlaban a sus habitantes de la misma forma que
lo hacían en el campo, con los ciervos de la gleba, por ejemplo. Por eso, en estas ciudades se gozaba
de mayores libertades personales y, en términos jurídicos y para el pago de impuestos, se respondía a
reyes o señores territoriales mayores y lejanos. Las nuevas ciudades estaban en constante
crecimiento demográfico pues se transformaron en polos de atracción para los inmigrantes rurales
que, arriesgándose a perder la protección de un señor, buscaban libertad y oportunidades de trabajo
en el comercio y en la artesanía. La migración cualificada (personas que dominaban un oficio), que
podía significar un aporte para el bien común, siempre fue bienvenida en las ciudades. Ellas también
se convirtieron en centros administrativos, políticos, industriales y en mercados donde se traía la
producción agrícola excedente para intercambiarla por productos manufacturados y materias primas.
Estos primeros centros urbanos se llamaron Burgos, y sus habitantes, y los burgueses, basaban su
poder en el dinero y no en la posesión de tierras, como los nobles. Se dedicaron al comercio,
aumentaron sus capitales y poco a poco fueron adquiriendo el control de la economía de las regiones
que habitaban.
La burguesía, que poseía una mentalidad favorable a los cambios, participo activamente en el
reordenamiento social y económico que vivió Europa desde fines del siglo XI. Con una concepción del
mundo más dinámica, este grupo bizco sus propias áreas de participación creando organizaciones que
la representaran: consejos municipales, gremios, sociedades y ligas. Por otra parte, agilizo el proceso
de descomposición de la sociedad feudal y se convirtió en un importante aliadote los reyes, que
combatían a la nobleza feudal en su lucha por dar forma a las poderosas monarquías nacionales. Esta
alianza entre la burguesía y los reyes contra la nobleza feudal se dio en países como Gran Bretaña,
Francia, España y Portugal, donde los monarcas, más pragmáticos, tendieron a consolidar su poder,
iniciando el proceso de conformación de Estados nacionales. El caso de Alemania, Italia y Flandes fue
distinto, por que en ellos las ciudades, ya en el siglo XII y con el objeto de defender sus libertades
(amenazas por las aspiraciones universales del poder imperial) y enfrentar desafíos comunes, se
unieron en ligas-la Liga Hanseática y la Liga Lombarda-lo que anticipa los esfuerzos que deberá
realizar la burguesía contra el poder real, mas tarde, en las otras naciones europeas.
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LA ECONOMÍA FEUDAL
La economía feudal se caracteriza por la ruralización de la producción y la subsistencia. Las
ciudades pierden protagonismo en la vida económica y social. Las pocas urbes que hay están
directamente vinculadas al cultivo del campo y al mercado local.
1. La Agricultura
La agricultura y la gran propiedad fueron las bases de la economía feudal. Mientras la población se
mantuvo en cifras bajas no fue necesario ampliar la superficie de cultivo, pero a partir del siglo XII se
hicieron necesarias nuevas roturaciones. Las técnicas de cultivo continuaron siendo las utilizadas en
la época romana, salvo en el mundo islámico, que desarrolló la técnica del regadío, con nuevos
instrumentos, como la noria. Los campesinos tendían a hacerse sus aperos de labranza. Los
musulmanes introdujeron, lentamente, el cultivo del algodón, la caña de azúcar y la seda. Además, no
hubo integración de agricultura y ganadería, por lo que los abonos eran escasos y las cosechas
exiguas. El ganado era poco y caro, sobre todo el de animales grandes. En España, se reguló la
explotación ganadera, ovina principalmente, con la institución de la Mesta, en el año 1273.
En torno a los pueblos se estableció un sistema de explotación de la tierra, muy parecido en todas
partes. En los alrededores inmediatos del pueblo se encontraban las huertas de frutas y hortalizas, las
mejor regadas y abonadas, que se cultivaban de forma intensiva. Luego se situaban las tierras
dedicadas a las leguminosas y los cultivos de regadío, más lejos estaba el cereal de secano, trigo y
escanda, más allá los pastos y baldíos, y por último el bosque, que proporcionaba leña y caza. Las
órdenes religiosas tendieron a favorecer la roturación de tierras. En general las explotaban
directamente, por medio de campesinos jornaleros. Mientras tanto, los señores feudales tendían a
explotar sus tierras de manera indirecta, por medio de: arrendamientos, prestimonios, enfiteusis o foro,
rabassa morta, aparcería, etc. A partir del siglo XIII se comienza a renovar el utillaje, y empieza a
utilizarse la mula, en lugar del buey, como animal de tiro. Los productos básicos fueron los cereales, la
vid y las hortalizas, pero también, el aceite, la miel, la sal y la pesca. La sal y las especias eran
fundamentales para la conservación de los alimentos. Estas eran las principales mercancías de los
mercados.
2. El Artesanado
El artesano es una figura vital en las comunidades medievales; ya que la mayoría de ellas deben
procurarse sus propios aperos de labranza, paños y los útiles cotidianos. Desde el siglo XI los
artesanos comenzaron a agruparse en cofradías de ayuda mutua. Estas cofradías estaban alentadas
por la Iglesia y consagradas a un santo o virgen. Las cofradías comenzaron a reglamentarse por
estatutos, algunos de ellos privilegiados, y acogían artesanos de distintos oficios. Paralelamente se
crearon los gremios, con artesanos del mismo oficio, o de oficios complementarios, que reglamentaron
la producción y el aprendizaje. Los reglamentos de los gremios regulaban desde cómo y con qué se
debían hacer los productos, hasta los precios. Se intentaba evitar el fraude y la competencia
irresponsable. Cada gremio tenía sus maestros, inspectores y cajeros, elegidos cada uno o dos años.
El aprendizaje del oficio también estaba regulado, y había tres categorías: aprendiz, oficial y maestro.
Las condiciones del aprendiz estaban pactadas. El aprendiz lo era durante un periodo concreto, de
tres a ocho años. Una vez superado el período se convertía en oficial y podía ejercer el oficio por su
cuenta o por cuenta ajena. El oficial podía pasar a ser maestro superando un examen, que consistía
en la presentación una obra maestra que acreditase su dominio del oficio. Los gremios más poderosos
tendieron a controlar el gobierno de la ciudad, y a tener un reglamento privilegiado, con sus propias
leyes y sus jueces.
La mayoría de los ingenios que permitían transformar los productos agrarios para su consumo eran
de propiedad señorial. La industria textil fue una de las más prósperas, de una importancia casi tan
grande como la agricultura. Además, implicaba a numerosos oficios, desde el ganadero hasta el
tintado. Destacaron los paños florentinos y flamencos. Los paños eran, generalmente, de lana o piel;
la seda era un artículo de lujo; pero también sobresalieron los paños de lino y cáñamo. En torno a la
industria textil se desarrollaron los tintes, como el glasto, el alumbre, etc.
De importancia vital fue la minería, sobre todo metálica, que proporcionaba hierro para la labranza.
Los productos principales serán: el hierro, el estaño, el cobre, el mercurio o azogue y el plomo. Las
minas solían ser de propiedad real. Fue de destacar la industria de la construcción, que nos dejó
iglesias, catedrales, monasterios, lonjas, casas gremiales, castillos, puentes, murallas, etc. Las
técnicas de construcción tuvieron una evolución impresionante, desde el arte prerrománico hasta el
gótico. Este será un oficio de especialistas, donde la división del trabajo está más asentada. Es en la
Edad Media cuando comienza a desarrollarse la burguesía, y un incipiente capitalismo, que es
plenamente feudal, como el resto de la sociedad. En cuanto se recuperó el comercio apareció el
interés por acumular dinero, incluso con la patente de corso.
Fecha 1455-1485
Lugar Inglaterra, Gales y Calais
Beligerantes
Comandantes
[mostrar]
Guerra de las Dos Rosas
1455-1487
La guerra de las Dos Rosas fue una guerra civil que enfrentó intermitentemente a los miembros
y partidarios de la Casa de Lancaster contra los de la Casa de York entre 1455 y 1487. Ambas
familias pretendían el trono de Inglaterra, por origen común en la Casa de Plantagenet, como
descendientes del rey Eduardo III. El nombre «guerra de las dos Rosas» o «guerra de las
Rosas», en alusión a los emblemas de ambas casas, la rosa blanca de York y la roja de
Lancaster, fue producto del Romanticismo.
La guerra se dio principalmente entre los miembros de la aristocracia terrateniente y ejércitos de
los señores feudales. El apoyo a cada uno de los bandos dependió en gran medida de
los matrimonios dinásticos entre la nobleza. El patriarca de la casa de Lancaster, Juan de
Gante tuvo como primer título el de conde de Richmond, el mismo que detentaría Enrique VII al
final de la guerra. El líder de la casa de York fue Edmundo de Langley, que ostentaba el Señorío
de Cambridge. Más tarde, durante los reinados de los Tudor y de los Estuardo, Richmondshire
y Cambridgeshire se transformarían en focos principales de recusantes y puritanos,
respectivamente. Cabe destacar que la pelea entre las facciones se prolongó más allá de la
época de Enrique, ya que los monarcas que le siguieron impulsaron la continuidad de los
enfrentamientos.
La guerra de las Dos Rosas provocó la extinción de los Plantagenet y debilitó enormemente las
filas de la nobleza, además de generar gran descontento social. Este período marcó el declive de
la influencia inglesa en el continente europeo, el debilitamiento de los poderes feudales de
los nobles. En contrapartida, el crecimiento en influencia de los comerciantes y de
la monarquía centralizada bajo los Tudor. Esta guerra señala el fin de la Edad Media inglesa y el
comienzo del Renacimiento.
Índice
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1Antecedentes
o 1.1Enrique VI
2Fase inicial (1455-1460)
o 2.1Acta de Acuerdo
o 2.2Contraataque de la Casa de Lancaster
o 2.3Batalla de Townton
3Reinicio de las hostilidades (1469–1471)
o 3.1Ricardo III
o 3.2Enrique Tudor
4En la ficción
5Figuras clave
6Véase también
7Referencias
o 7.1Notas
o 7.2Bibliografía
8Enlaces externos
Antecedentes[editar]
El antagonismo entre ambas casas comenzó con el derrocamiento y asesinato del rey Ricardo II,
en 1399, a manos de su primo Enrique Bolingbroke, duque de Lancaster. Enrique era el cuarto
hijo de Juan de Gante, quien a su vez era el tercer hijo de Eduardo III: sus expectativas de llegar
al trono eran escasas. De acuerdo a la ley de sucesión inglesa y a los precedentes sentados por
la tradición, la corona debía recaer en los descendientes masculinos de Leonel de Amberes,
segundo hijo superviviente de Eduardo III. De hecho, Ricardo II había designado heredero
presunto de la corona al nieto de Leonel, Roger Mortimer. Sin embargo, se toleró la situación
exclusivamente porque el gobierno de Ricardo II había sido extremadamente impopular. Por esta
causa, el Parlamento lo declaró rey de Inglaterra y asumió la corona con el nombre de Enrique
IV.
A la muerte de Bolingbroke, el 20 de marzo de 1413, asumió la corona su hijo Enrique V, cuyos
logros militares contra Franciadurante la Guerra de los cien años le habían granjeado enorme
popularidad, permitiendo afianzar el control de los Lancaster sobre el trono. Durante su corto
reinado, Enrique V debió sofocar una revuelta liderada por el nieto de Eduardo III, Ricardo, conde
de Cambridge. Una vez desarticulado el Complot de Southampton (nombre que designa aquella
revuelta), Ricardo fue ejecutado, el 5 de agosto de 1415, al inicio de la campaña que llevaría a la
victoria en la batalla de Azincourt. No obstante, la esposa de Ricardo, Ana Mortimer, adujo tener
también derechos sobre la corona, ya que era hija de Roger Mortimer y, por tanto, descendiente
de Leonel de Amberes. Enrique V murió en 1422, y Ricardo, duque de York, conde de Cambridge
e hijo de Ana Mortimer, se propuso desafiar al nuevo rey, el débil Enrique VI.
Enrique VI[editar]
Artículo principal: Enrique VI de Inglaterra
Enrique VI.
El rey Enrique VI de Lancaster estaba rodeado de un cúmulo de regentes y consejeros
impopulares. Los más notables de ellos fueron Edmundo de Beaufort, duque de Somerset,
y Guillermo de la Pole, duque de Suffolk, a quienes se acusó de ser incapaces de manejar el
gobierno y de concluir la guerra contra Francia. Durante el gobierno de Enrique VI se perdieron
virtualmente todas las posesiones inglesas en el continente, incluidas las tierras ganadas por
Enrique V. Enrique VI comenzó a ser percibido como un rey débil e inhábil. Para mayores males,
éste sufrió por entonces una serie de episodios embarazosos causados por una enfermedad
mental emergente. Hacia mediados de la década de 1450, muchos consideraban a Enrique
incapaz de gobernar. La legalidad de la corta línea de reyes Lancaster pasó a estar plagada de
dudas, y la Casa de York fortaleció su pretensión sobre la corona. El creciente descontento civil,
sumado a la multiplicación de nobles con ejércitos privados y a la incapacidad y corrupción de la
corte de Enrique VI, formaron el clima político ideal para la guerra civil.
Cuando, en 1453, el rey padeció un primer episodio grave, producto de su enfermedad mental, se
estableció un Consejo de Regencia encabezado por el Lord Protector, el poderoso y
popular Ricardo Plantagenet, duque de York y líder de su Casa. Ricardo empezó de inmediato a
pugnar audazmente por su pretensión al trono, encarcelando a Somerset, y apoyando a sus
aliados Salisbury y Warwick en conflictos menores contra los adherentes a la causa de Enrique,
especialmente los condes de Northumberland. Sin embargo, la recuperación de Enrique,
en 1455, frustró las ambiciones de Ricardo, quien fue despedido rápidamente de la corte por la
esposa del rey, Margarita de Anjou. La incapacidad manifiesta de liderazgo de Enrique se tradujo
en el fortalecimiento de la cada vez más poderosa reina Margarita, quien se convirtió en la
máxima figura de la Casa de Lancaster. Ella conformó una alianza de varios nobles contra
Ricardo, con el fin de reducir su influencia. La creciente frustración de Ricardo y la agresividad de
la reina derivaron finalmente en acciones armadas, dando lugar a la primera batalla de San
Albano.
El Castillo de Ludlow.
Ante tal situación, York decidió regresar a Inglaterra, retomándose las hostilidades el 23 de
septiembre de 1459 en la batalla de Blore Heath en Staffordshire. Esta acción significó el fracaso
del gran ejército de Lancaster en evitar que la fuerza de los York dirigida por lord Salisbury,
proveniente del castillo de Middleham en Yorkshire, se reuniera con las tropas acuarteladas en
el castillo de Ludlow. Sin embargo, la guerra continuó con un triunfo de los Lancaster en la batalla
del Puente de Ludford, que forzó la huida hacia Calais de Eduardo, el hijo mayor de York (y
posterior rey Eduardo IV de Inglaterra), Salisbury y Warwick. Los Lancaster recuperaron el control
total, nombrando a Somerset gobernador de Calais. Sus intentos de derrotar a Warwick fueron
fácilmente truncados. Entre 1459 y 1460, los seguidores de York acosaron, desde Calais,
distintos puntos de la costa inglesa, acrecentando la sensación de caos y desorden.
Para 1460, Warwick y sus seguidores estaban listos para iniciar la invasión de la isla,
estableciéndose en Kent y en Londres, donde encontraron mucho apoyo. Enrique dirigió un
ejército hacia el sur, mientras Margarita se quedó en el norte con el Príncipe Eduardo. El 10 de
julio de 1460, las fuerzas se encontraron en la batalla de Northampton, que probó ser un
completo desastre para los Lancaster. El ejército de York, dirigido por Ricardo Neville, ayudado
por la traición entre los dirigentes Lancaster, logró capturar al rey Enrique VI,
llevándolo prisionero a Londres.
Acta de Acuerdo[editar]
Artículo principal: Acta de Acuerdo
Después de sus logros militares, York, basándose en la ilegitimidad de la línea sucesora de los
Lancaster, se decidió a reclamar el trono. Desembarcó en el norte de Gales, desde donde se
dirigió junto con su esposa Cecilia a Londres, donde ambos fueron recibidos con el ceremonial
reservado a los monarcas. El Parlamento estaba reunido y Ricardo esperaba que se le
concediera directamente la corona, tal como habían hecho en 1399 con Enrique IV. En vez de
ello encontró un silencio sepulcral. Al anunciar su pretensión a la corona, los lores, incluidos
Warwick y Salisbury, estaban asombrados con sus intenciones. No había ánimo entre ellos para
destronar al rey Enrique, sino que se limitaron a sus esfuerzos originales, expulsando a los malos
consejeros.
Al día siguiente, York apoyó su reclamación con detallados esquemas genealógicos, basado en
su descendencia de Leonel de Amberes, siendo comprendido de mejor manera. El Parlamento
accedió a considerar la materia, y finalmente decidió que la reclamación de Ricardo era mejor, al
mismo tiempo que, por una mayoría de cinco, decidía mantener en el trono a Enrique. En octubre
se llegó a un compromiso que se conoció como el Acta de Acuerdo de 1460, que por un lado
reconocía el derecho de los York y por otro lo declaraba sucesor de Enrique, desheredando al
príncipe Eduardo de seis años. York tuvo que aceptar este acuerdo como la mejor oferta que
tenía para elegir, teniendo presente que al mismo tiempo era designado nuevamente Lord
Protector, lo que le permitía gobernar en nombre de Eduardo. En cualquier caso, el acuerdo era
inaceptable para los Lancaster, que se reunieron bajo la égida de la reina Margarita y el Príncipe
Eduardo, formando un gran ejército en el norte del reino.
Contraataque de la Casa de Lancaster[editar]
Parhelio al atardecer.
Mientras esto sucedía en el norte, Eduardo se enfrentaba con el ejército de Jasper Tudor, conde
de Pembroke que llegaba de Gales en la batalla del Cruce de Mortimer en Herefordshire. Inspiró
a sus soldados con una supuesta visión de tres soles al atardecer (fenómeno conocido como
“parhelio”) que representaban a los tres supervivientes de la Casa de York: él y sus hermanos
Jorge y Ricardo. La victoria y esta visión provocaron la adopción del sol en su esplendor como
emblema personal.
En esos momentos, la reina Margarita se trasladó hacia el sur de Inglaterra, causando grandes
estragos en aquella rica región por medio del pillaje hecho por sus tropas. Mientras tanto, en
Londres Warwick utilizaba estos hechos como propaganda para reforzar su posición en el sur,
logrando que ciudades como Coventry se cambiaran de bando, uniéndose a los York. Pese a
esto no logró levantar una gran fuerza, lo que le valió ser sorprendido el 17 de febrero de 1461 en
los alrededores de San Albano. Sin el apoyo del ejército de Eduardo, la segunda batalla de San
Albano significó la más decisiva derrota para las fuerzas de York. Sorprendidos y derrotados,
dejaron abandonado al rey Enrique VI, que fue hallado debajo de un árbol. Enrique armó
caballeros a treinta miembros de las fuerzas de Lancaster al atardecer. Producto de la gran
victoria, y mientras las tropas del rey Enrique se dirigían al sur, un gran pánico y temor se
apoderó de Londres, al llegar rumores de la intención de saquear la ciudad. El pueblo decidió
cerrar las puertas de la ciudad y se negó a entregar provisiones al ejército de la reina, que ya se
encontraba saqueando los condados vecinos de Hertfordshire y Middlesex.
Batalla de Townton[editar]
Eduardo IV.
Eduardo había avanzado por el oeste hasta los alrededores de Londres, donde reunió sus
fuerzas con las de Warwick. Al coincidir con la retirada de la reina Margarita al norte, hacia la
ciudad de Dunstable, Eduardo y Warwick pudieron entrar a Londres con su ejército, donde fueron
aclamados y recibidos con entusiasmo, dinero y provisiones por parte de la más grande
ciudad yorkista. Con su padre y hermano muertos en batalla, la guerra se había convertido a
esas alturas en una pelea por la mismísima corona, ya que Eduardo de York no podía
argumentar que quería separar al rey de sus malos consejeros. La necesidad de autoridad por
Eduardo se vio resuelta cuando el obispo de Londres le preguntó su parecer al pueblo, que
respondió con gritos y hurras al rey Eduardo. El Parlamentó no hizo sino confirmar la opinión
popular, logrando coronarlo en una precipitada ceremonia en la Abadía de Westminster entre
escenas de júbilo.
Así Warwick y York habían capturado la ciudad de Londres, pese a que Eduardo hizo votos de no
tener una coronación formal mientras Enrique y Margarita no hubieran
sido ejecutados o exiliados. También anunció que Enrique había violado el Acta de Acuerdo al
permitir que su esposa levantara ejércitos contra los herederos al trono. Por tanto, el argumento
legal pasó a ser que la victoria de Eduardo no era más que su restauración en sus legítimos
derechos, de manera que Enrique y los Lancaster no habían sino usurpado sus poderes.
Una vez consolidada la situación en la capital, York y Warwick se dirigieron al norte, levantando
un gran ejército. Sus fuerzas se toparon con el también gran ejército de la reina en el pueblo de
Towton. La batalla de Towton se convirtió en la más grande y sangrienta de la guerra de las Dos
Rosas. Ambas partes habían acordado de antemano que todos los problemas se decidirían
finalmente ese día, peleando sin pedir ni dar cuartel. Se estima que entre 40 000 y 80 000
hombres tomaron parte en el enfrentamiento, con una cifra cercana a los 20 000 muertos durante
(y después) del combate: un número extremadamente alto para la época, considerado el máximo
derramamiento de sangre en un solo día en el Reino Unido. El nuevo rey y su ejército ganaron
esta batalla decisiva. Mientras los Lancaster eran diezmados, con la mayoría de sus líderes
muertos, Enrique y Margarita, en compañía de su hijo Eduardo, esperaban en York las noticias
de la batalla. Apenas se enteraron del macabro resultado, decidieron huir al norte. Muchos de los
lores que apoyaban la causa de Lancaster cambiaron de bando ese día, apoyando al rey
Eduardo. Los que no lo hicieron fueron perseguidos hacia el norte, donde se refugiaron en unos
pocos castillos, al igual que en el país de Gales. Eduardo se dirigió hacia la ciudad de York con el
fin de conquistarla, enfrentándose a las cabezas cortadas de su padre, su hermano y Salisbury.
Estas fueron rápidamente remplazadas por las de destacados líderes de la Casa de Lancaster,
entre los que se contaba al famoso lord Clifford de Skimpton-Craven, quien ordenó la ejecución
del hermano de Eduardo, Edmundo, después de la batalla de Wakefield.
Castillo de Harlech.
Enrique y Margarita se refugiaron en Escocia, donde se quedaron en la corte del rey Jacobo III.
Con la promesa renovada de la entrega de Berwick, intentaron cumplir su juramento de invadir
nuevamente Carlisle ese mismo año. Sin financiamiento y con escaso apoyo, fueron fácilmente
derrotados por las tropas de Eduardo, quien aprovechó la incursión para expulsar a los últimos
miembros de la Casa de Lancaster que se refugiaban en el norte.
La coronación oficial de Eduardo IV tuvo lugar en junio de 1461 en Londres, donde recibió el
clamoroso saludo de sus súbditos como monarca de Inglaterra. Eduardo pudo gobernar en
relativa paz por más de diez años.
Pese a su segura posición en el sur, Eduardo no logró consolidar el control de todo el territorio
hasta 1464; más allá de las rebeliones estacionales, algunos castillos permanecieron en poder de
los Lancaster por varios años. Las localidades de Dunstanburgh, Alnwick(asiento de la familia
Percy) y Bamburgh -todas en Northumberland- fueron de las últimas en ser sometidas. La gran
fortaleza del Castillo de Harlech en Gales se rindió en 1468, después de siete largos años de
sitio. El depuesto rey Enrique fue capturado en 1465 y conducido como prisionero en la Torre de
Londres donde, para la época, fue razonablemente bien tratado.
En 1464 se produjeron dos revueltas por la causa de Lancaster. La primera fue reprimida en
la batalla de Hedgeley Moor el 25 de abril, y la segunda en la batalla de Hexham el 15 de mayo.
Ambas fueron reducidas por John Neville, marqués de Montagu, hermano de Warwick.
Castillo de Middleham.
El período que comprenden los años 1467 y 1470 estuvo marcado por el rápido deterioro de la
relación entre el rey Eduardo IV y su antiguo mentor, Ricardo Neville, conde de Warwick el
hacedor de reyes. Aunque fueron varios los motivos que llevaron al quiebre, la primera y principal
razón fue la decisión de Eduardo de casarse en secreto con Isabel Woodville en 1464. El rey
anunció este hecho como un fait accompli, destrozando los planes de Warwick de casarlo con
una princesa francesa, con el fin de mejorar las relaciones con esa nación. Este desaguisado se
convirtió en frustración, una vez que los Woodville remplazaron a los Neville como favoritos de la
corte. De la misma forma, la decisión de apoyarse en Borgoña en vez de Francia, y la reticencia
en aprobar el matrimonio de sus hermanos Jorge, duque de Clarence, y Ricardo, duque de
Gloucester, con las hijas de Warwick contribuyeron al distanciamiento. Fuera de lo anterior, la
popularidad de Eduardo se encontraba en franco retroceso, ya que los aumentos en los
impuestos y los desórdenes y violaciones a la ley continuaban siendo el pan de cada día.
Luis XI de Francia.
Para 1469 Warwick había establecido una alianza con el celoso y traicionero hermano del rey,
Jorge. Ambos levantaron un ejército que derrotó a las fuerzas del rey en la batalla de Edgecote
Moor, logrando capturar a Eduardo, encerrándolo en el castillo de Middleham en Yorkshire.
Warwick jugó sus cartas rápidamente, ordenando la ejecución del suegro del rey, Ricardo
Woodville. Forzó a Eduardo a convocar un parlamento en York, en el que planeaba lograr la
declaración de ilegitimidad de Eduardo, de manera que la corona pasara a su hermano Jorge
como heredero aparente. Sin embargo el reino era un caos, lo que permitió al rey demandar la
lealtad de su hermano Ricardo y de la mayoría de los nobles, de manera que el duque de
Gloucester llegó a la cabeza de un gran ejército, logrando liberar a Eduardo IV.
Los conjurados fueron declarados traidores y forzados a exiliarse en Francia,
donde Jorge contrajo matrimonio en secreto con una de las hijas de Warwick, Isabel Neville, en
1469. Entonces, Warwick y Clarence provocaron la rebelión del noble Robin de Redesdale en
Yorkshire en contra del rey Eduardo, forzando a éste a acudir a sofocarla, situación que fue
aprovechada por Warwick y Clarence para invadir por el sur Inglaterra. El rey fue hecho
prisionero y su suegro (el padre de la reina consorte Isabel Woodville, Ricardo Woodville,
convertido hacía tiempo en tesorero real) y el hijo de éste, Juan Woodville, fueron ejecutados.
Warwick, entonces, liberó al rey Eduardo creyendo volver a tener influencia sobre él, pero éste
aprovechó una rebelión en Lincolnshire para levantarse en armas, acusando a Warwick de
complicidad con dicha rebelión. Warwick huyó con Clarence de nuevo a Francia.
En 1470, Luis XI se encontraba bajo una gran presión por parte de la exiliada reina Margarita de
Anjou, para que lo ayudara a invadir Inglaterra y reconquistar y liberar a su cautivo esposo. Fue el
rey Luis quien sugirió la posibilidad de una alianza entre Warwick y Margarita, una idea que a
ninguno de los antiguos enemigos le gustaba. Pese a sus reticencias, ambos llegaron a darse
cuenta del potencial de tal alianza, pese a los fines que perseguían cada uno. Margarita quería
reclamar su reino y asegurar la sucesión de su hijo, mientras que Warwick esperaba poder
mantener como un títere al rey, fuera Enrique, su hijo o Jorge de Clarence. En cualquier caso se
comprometieron por medio de una alianza matrimonial entre el príncipe de Gales Eduardo de
Westminster y la hija de Warwick, Ana Neville. Con el pacto en vigor, Ricardo Neville (1428-
1471), conde de Warwick, invadió Inglaterra en el otoño de 1470 con la ayuda de Jorge de
Clarence.
Enrique VII.
En la batalla de Bosworth, el 22 de agosto de 1485, las fuerzas de Enrique Tudor derrotaron a los
ejércitos de Ricardo III, que murió durante la batalla, convirtiéndose así en el rey Enrique VII de
Inglaterra. El novel rey fortaleció su posición casándose con la hija de Eduardo IV, Isabel de York,
la mejor reclamante al trono de la Casa de York. Así reunió en su persona a las dos casas reales
que con gran violencia habían combatido por el poder. Juntó la rosa roja de Lancaster con la rosa
blanca de York, creando un nuevo emblema, la Rosa Tudor. Para confirmar su preeminencia,
Enrique ordenó matar a cualquier otro potencial pretendiente que cayera en sus manos, política
que continuó su hijo Enrique VIII.
Muchos historiadores consideran el acceso al trono de Enrique VII como el efectivo punto final del
conflicto. Otros arguyen que la guerra como tal terminó finalmente en la batalla de Storke el 16 de
junio de 1487, cuando fuera de toda lógica se alzó la figura del último pretendiente masculino de
la casa de York, Eduardo, conde de Warwick e hijo de Jorge, duque de Clarence, hermano de
Eduardo IV. Sin embargo, para males de la causa, el joven se encontraba realmente bajo la
custodia de Enrique, por lo que el niño (llamado Lamberto Simmel) demostró no ser más que un
impostor. Sus fuerzas, dirigidas por Juan de la Pole, conde de Lincoln (que había sido designado
heredero presunto por Ricardo III, aunque se había reconciliado con Enrique después de
Bosworth), quien murió en la batalla. El joven Simmel, por su parte, fue perdonado ya que se
consideró que no había sido más que un instrumento de los adultos, y fue enviado a trabajar en
las cocinas reales.
En la ficción[editar]
La Rosa Tudor, creada al término de la guerra civil, uniendo ambos emblemas.
Y aquí profetizo: que esta querella de hoy,
que ha acrecido esta facción hasta el jardín del Temple
enviará, tanto de la Rosa Roja como de la Rosa Blanca,
millares de almas a la muerte y a la noche eterna
De la obra Enrique VI de William Shakespeare.1
Figuras clave[editar]
Este árbol genealógico de las familias nobles de York, Lancaster, Plantagenet y Tudor permite
ubicar los partícipes prominentes de este hecho histórico.
Reyes de Inglaterra
Enrique VI (Lancaster)
Eduardo IV (York)
Eduardo V (York)
Ricardo III (York)
Enrique VII (Tudor)
Véase también[editar]
Cronología de las Guerras de las Rosas
Guerra de los Cien Años
Referencias[editar]
Notas[editar]
1. Volver arriba↑ Shakespeare, William. Obras Completas. Editorial Aguilar, Madrid, 1961
Bibliografía[editar]