Eucaristia
Eucaristia
Tomen y coman este es mi cuerpo, tomen y beban esta es mi sangre, el amor que
Jesús me tiene es tan grande que me ha regalado este Misterio la Eucaristía, el
me llama a través de este Misterio a amar, amar sin límites, a darme, a hacer pan
partido y repartido para todos
La motivación para acoger este misterio el sentirme tan amada por Jesús, sentir
su amor, su fuerza, la fortaleza, la seguridad, y la alegría que experimento al
recibirlo como sacramento y al contemplarlo en la adoración, cuando estoy con El
me salen del corazón las más bellas palabras que nunca le he dicho a nadie y
recibo de Él gracia sobre gracia
La motivación para acoger este misterio es el poder sentir su gran amor, ese
Jesús que se hace presente en mi vida el que me acompaña, el que se ha hecho
presente en cada acontecimiento de mi vida ha salido en mi camino y ha hecho
que mi corazón arda de amor por El nuevamente, Jesús en el misterio de la
Eucaristía, me regala la gracia de unirme a Él cuándo su cuerpo entra en mi boca,
se queda con migo en mi corazón, me abre los sentidos me invita a reconocerle
en los demás como los discípulos lo reconocieron al partir el pan, yo lo reconozco
en todo el que sufre.
MI EXPERIENCIA PERSONAL
La Eucaristía es un compromiso a:
El
Servir, Jesús me da el mayor ejemplo, olvidándose de Él y entregándose compr
omiso
por amor, entregando su cuerpo para que sea triturado cada vez que lo de la
recibo. Eucari
Que la gracia que Él me da en cada Eucaristía, me lleve a ver y a amar a stía
está
todos por igual
muy
En la Eucaristía Cristo siempre lleva a cabo nuevamente el don de sí pobre
mismo que ha realizado en la cruz. Toda su vida es un acto de total
entrega de sí mismo por amor, su vida entregada me lleva a mí a
entregarle la mía, quiero que sea una donación total y que este
sacramento me lleve siempre a:
Sentir a todos como mis hermanos, sin excluir a nadie, alegrarme, con el
que esta alegre, llorar con el que llora.
Que me impulse a ir hacia fuera donde está el pobre, el enfermo, el
marginado, quiero reconocer en ellos el rostro de Jesús.
Que me lleve a los demás, que al descubrir que Cristo es quien se ofrece
ahí en el altar para todos, me lleve siempre a un verdadero encuentro con
Él, a través de los demás.
La llamada a servir, a darme a los demás, pensar en los otros antes que en mi es
ahora más fuerte, Jesús me llama a través de este Misterio a compartir lo que soy
y lo que tengo con los demás, eso es lo que Jesús quiere que sea Eucaristía con
los demás.
Jesús Eucaristía
Jesús Eucaristía
Jesús Eucaristía
Tú eres el dueño de mi vida, me creaste por amor y estas como alimento por
amor, tú, eres el que llega hasta lo más profundo de mí ser
Jesús Eucaristía
Jesús Eucaristía
Jesús Eucaristía
Jesús Eucaristía
“aquí estoy”
(Autora Mirna Zamora)
La Eucaristía es compartir.
Yo lo descubro en el que sufre por la violencia, el que tiene que salir de su país
por necesidad, en el migrante, en el enfermo, en el niño que no tiene lo necesario
para sobrevivir, en mis hermanas, en mi comunidad, cuando me doy, cuando me
olvido de mí y ayudo al otro.
Cuando, escucho a las personas que se acercan a hablar, cuando amo a todos
por igual, sin excluir a nadie, cuando me acerco a aquel que no me simpatiza,
cuando perdono al que me a hecho sufrir deseándole lo mejor, cuando colaboro a
construirla paz.
Quiero darme y ser pan partido y repartido para los demás y una persona que me
inspira mucho para vivir este Misterio y a la que le tengo mucha devoción, es la
vida de Monseñor Romero, su vida entregada por el pueblo, por el que sufría, por
el oprimido, se entregó hasta dar su vida.
“Pastor bueno, lleno de amor de Dios y cercano a sus hermanos que, viviendo el
dinamismo de las bienaventuranzas, llegó hasta la entrega de su vida de manera
violenta, mientras celebraba la Eucaristía, Sacrificio del amor supremo, sellando
con su propia sangre el Evangelio que anunciaba”, dijo el Papa francisco sobre
monseñor Romero proclamado beato el 23 de mayo de 2015 en El Salvador.
El siguió los pasos de Jesús, imito su vida, con monseñor Romero Jesús paso por
El Salvador, vivió la Eucaristía con el pueblo, su vida fue Eucaristía, yo quiero vivir
la Eucaristía, entregándome, sintiendo con el que sufre, teniendo presente
siempre la vida de monseñor Romero.
Con espíritu de fe
De oración
Perdón
Penitencia
Alegría comunitaria
De preocupación por los necesitados.
La Eucaristía tiene que ver con la Alianza entre Dios y su pueblo. Como se ha
presentado en los evangelios, la Eucaristía es el momento culminante de la
historia de la salvación que se ha ido desarrollando de alianza en alianza en el
Antiguo Testamento. Tiene estricta relación con la Pascua de Israel y el Éxodo.
Juan 6, 48-51: “Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el
desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él
coma, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo y el pan que yo daré
es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo”.
Mateo 26, 26-28: “Y mientras estaban comiendo, tomó Jesús el pan, y lo bendijo,
y lo partió, y dándoselo,a sus discípulos dijo: Tomad, comed; este es mi cuerpo. Y
tomo luego una la copa, y dando las gracias, se las dio, diciendo: Bebed de ella
todos; porque esta es mi sangre de la nueva alianza, que es derramada por
muchos para el perdón de los pecados”.
Lucas 22, 19-20: “Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto
es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual
manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo
pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.
“Yo soy el pan vivo bajado del Cielo. El que coma este pan vivirá para siempre. El
pan que Yo daré es mi carne, y la daré para la vida del mundo”. (Jn. 6, 51)
“El que come mi carne y bebe mi sangre, vive de vida eterna, y Yo lo resucitaré en
el último día”. (Jn. 6, 54)
Institución de la Eucaristía:
“Yo he recibido del Señor lo que a mi vez les he transmitido. El Señor Jesús, la
noche en que fue entregado, tomó pan y, después de dar gracias, lo partió
diciendo: ‘Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes. Hagan esto en
memoria mía’. De igual manera, tomando la copa, después de haber cenado, dijo:
‘Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Todas las veces que la beban
háganlo en memoria mía’” (1 Cor. 11, 23-25).
“Fíjense bien: cada vez que comen de este pan y beben de esta copa están
proclamando la muerte del Señor hasta que venga. Por tanto, el que come el pan
o bebe la copa del Señor indignamente peca contra el cuerpo y la sangre del
Señor. Cada uno, pues, examine su conciencia y luego podrá comer el pan y
beber de la copa” (1 Cor. 11, 26-28)
“Hagan esto en memoria mía” (Lc. 22, 19) y “Cada vez que comen de este pan y
beben de este cáliz están proclamando la muerte del Señor hasta que vuelva” (1
Cor. 11, 26)
“Yo soy el Pan de Vida” (Jn. 6, 35, lo ratifica claramente más adelante: “Mi carne
es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida” (Jn. 6, 55).
Los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35) Lo importante es que estos dos
discípulos no olvidan a Jesús; conversan y discuten sobre él, recuerdan sus
palabras y sus hechos de gran profeta, dejan que aquel desconocido les baya
explicando lo ocurrido. Sus ojos no se abren enseguida, pero su corazón
comienza a arder.
Estas son las dos experiencias claves: sentir que nuestro corazón arde al recordar
su mensaje, su actuación y su vida entera; sentir que al celebrar la Eucaristía, su
persona nos alimenta, nos fortalece y nos consuela. (El camino abierto por
Jesús, José Antonio Pagola Lucas 3, 2ª edición)
San Pablo también hace mención a la institución misma de la Eucaristía: “Yo recibí
esta tradición del Señor que, a mi vez, les he transmitido: Que el Señor Jesús, la
noche en que fue entregado, tomó pan y después de dar gracias lo partió diciendo:
‘Esto es mi cuerpo que es entregado por ustedes; hagan esto en memoria mía” (1
Cor. 11, 23-29).
Hch 20, 7.11: El primer día de la semana, estando nosotros reunidos para la
fracción del pan, Pablo conversaba con ellos. Subió luego, partió el pan y comió
Misterio de la fe
“El señor Jesús, la noche en que fue entregado” (1 Co 11, 23), instituyo el
sacrifico eucarístico de su cuerpo y de su sangre. Las palabras del apóstol Pablo
nos llevan a las circunstancias dramáticas en que nació la Eucaristía. En ella está
inscrito de forma indeleble el acontecimiento de la pasión y muerte del Señor, no
solo lo evoca sino que lo hace sacramentalmente presente, es el sacrificio de la
cruz que se hace presente por los siglos, esta verdad la expresan bien las
palabras con las que, en el rito latino, el pueblo responde a las aclamación del
“ministerio de la fe” que hace el sacerdote: “Anunciamos tu muerte Señor” (Carta
Encíclica: ECCLESIA DE EUCHARISTIA de Juan Pablo II)
La Eucaristía se presenta como el memorial de cómo Cristo vivió, para que por
nuestra participación en ella nosotros vivamos entregándonos a nuestros
hermanos como Él lo hizo. (Carta Encíclica: ECCLESIA DE EUCHARISTIA de
Juan Pablo II)
¿Qué es la Eucaristía?
Cada vez que el sacerdote en la Santa Misa reza las palabras de la Consagración,
se realiza el milagro de la Eucaristía; lo que antes era pan y vino ahora, bajo esa
apariencia, está en Cuerpo y la Sangre de Cristo.
¿Cómo se puede estar convencido de que Dios mismo está presente bajo
las especies del pan y el vino?
La presencia del verdadero Cuerpo de Cristo y de la verdadera Sangre de Cristo
en este sacramento, "no se conoce por los sentidos, sino sólo por la fe , la cual se
apoya en la autoridad de Dios: Es grandemente admirable que Cristo haya querido
hacerse presente en su Iglesia de esta singular manera. Puesto que Cristo iba a
dejar a los suyos bajo su forma visible, quiso darnos su presencia sacramental;
puesto que iba a ofrecerse en la cruz por muestra salvación, quiso que tuviéramos
el memorial del amor con que nos había amado "hasta el fin", como dice San Juan
en el capítulo 13,1 de su Evangelio, hasta el don de su vida. En efecto, en su
presencia eucarística permanece misteriosamente en medio de nosotros como
quien nos amó y se entregó por nosotros, y se queda bajo los signos que
expresan y comunican este amor.
Catecismo de la Iglesia Católica, 1380-1381
El Catecismo de la Iglesia católica reserva una bella disertación al tema del
banquete pascual (nn. 1382-1405). Es, por lo tanto, obligado referirse a algunos
de los puntos doctrinales en cada uno de los argumentos que seguirán 125.
Como ha escrito Juan Pablo II: “El auténtico sentido de la Eucaristía se convierte
por sí en escuela de amor activo hacia el prójimo. La Eucaristía nos educa en este
amor del modo más profundo; ella demuestra, en efecto, el valor que tiene a los
ojos de Dios cada hombre, nuestro hermano y hermana, así se ofrece Cristo a sí
mismo de igual modo a cada uno, bajo las especies del pan y del vino. Si nuestro
culto eucarístico es auténtico, debe hacer crecer en nosotros la conciencia de la
dignidad de cada hombre. La conciencia de esta dignidad se convierte en el
motivo más profundo de nuestra relación con el prójimo” (DominicaeCoenae n. 6 y
4-7).
La Eucaristía en dimensión escatológica
PAN DE VIDA
“Cuando les dio pan y sació su hambre le llamaban profeta y trataban de hacerle
rey; pero cuando los instruía sobre el alimento espiritual, sobre la vida eterna,
cuando los desviaba de las cosas sensibles cuando les hablaba de la resurrección
y levantaba sus ánimos, cuando más que nunca debieran admirarle, entonces
murmuraban y se retiraban de Él”..
“Llámese a sí mismo Pan de vida (Jn 6,48) porque sustenta nuestra vida, tanto la
presente como la futura por lo cual añadió El que coma de este pan vivirá para
siempre. (Y pan llama aquí, o bien a los dogmas saludables y a la fe en Él, o bien
su propio cuerpo. Pues ambas cosas fortalecen al alma.
LA MUESTRA DE AMOR
“Pues bien, para que esto lleguemos a ser no solamente por el amor, sino
también en realidad, mezclémonos con aquella carne; porque esto se lleva a cabo
por medio del manjar que Él nos dio, queriendo darnos una muestra del
vehemente amor que nos tiene. Por eso se mezcló con nosotros y metió cual
fermento en nosotros su propio cuerpo, para que llegáramos a formar un todo,
como el cuerpo unido con su cabeza. Pues ésta es prueba de ardientes
amadores… “Pues por eso hizo lo mismo Cristo, induciéndonos a mayor amistad y
demostrándonos su amor ardentísimo hacia nosotros; ni sólo permitió a quienes le
aman verle, sino también tocarle, y comerle, y clavar los dientes en su carne, y
estrecharse con El, y saciar todas las ansias del amor.
BESO SANTO
EUCARISTÍA: MEMORIA
“Mientras comían, Jesús tomó pan y lo partió (Mt 26, 26). ¿Por qué
celebró el misterio de la Eucaristía en el mismo momento de la Pascua? Fue para
que aprendieras de todas las formas que él es el autor de la Ley antigua y que
ésta contenía la figura de lo que se relacionaba con él. A esta figura él sustituye la
realidad. La circunstancia de que fuese la tarde también tenía una significación:
representaba la plenitud de los tiempos y el remate final de las cosas... Si la
pascua, que era una simple figura, pudo librar a los Hebreos de la esclavitud,
¿cuánto más librará la realidad al universo?...
Tomad y comed, dice Jesús, este es mi cuerpo que se da por vosotros (1 Cor 11,
24). ¿Cómo no se turbaron los discípulos al escuchar estas palabras? Porque
Cristo les había hablado ya mucho sobre esta materia (cf. Jn 6). No insiste sobre
ello, pues estima que les había hablado lo suficiente...
¡Cuántas personas dicen hoy: “Quisiera ver, el rostro de Cristo, sus rasgos, sus
vestidos, sus calzados.”! Pues bien, precisamente lo estás viendo a él, lo tocas, lo
comes. Deseabas ver sus vestidos; y él mismo se te entrega no solamente para
que lo veas, sino también para que lo toques, lo comas, lo recibas en tu corazón.
Que nadie se acerque con indiferencia o con apatía; sino que todos vengan a él
animados de un ardiente amor.” (Homilía 82 sobre san Matero, 4-5)
Considera el gran honor que recibes y la mesa a que estás convidado. Lo que los
ángeles ven temblorosos, lo que no se atreven a mirar sin temor por el resplandor
que irradia, nosotros lo hacemos nuestra comida, lo asimilamos y llegamos a ser
con Cristo un solo cuerpo y una sola carne. ¿Quién dirá las proezas de Yahvé, y
hará oír todas sus alabanzas? (Sal 105, 2).
Ocurre con frecuencia que las madres confían a amas extrañas los hijos que
acaban de dar a luz. Cristo no obra así, él nos alimenta con su propia sangre, nos
une completamente a sí. Pero me dirás, no ha podido hacerlo con todos.
Sí, verdaderamente con todos. Porque si vino a tomar nuestra naturaleza, fue
evidentemente para todos nosotros, y si fue para todos, fue también para cada
uno en particular... Cristo se une a cada uno de los creyentes por medio de los
divinos misterios. A los que dio la vida, los alimenta por sí mismo y no se
desentiende en otro; así termina convenciéndote de que verdaderamente asume
tu propia carne.
No seamos pues indiferentes los que hemos sido favorecidos con tal amor y tan
extraordinario honor ¿No os habéis fijado nunca con que ansias los niños se
apoderan del seno de su madre y con qué avidez aplican a él sus labios?
Acerquémonos nosotros con el mismo ardor a esta mesa santa, a esta fuente de
donde brota una bebida espiritual; con más fuerza todavía que los niños,
atraigamos la gracia del Espíritu. Que nuestra única pena sea vernos privado de
este alimento divino”
“No es obra de poder humano lo que se nos pone delante. El que otrora hizo eso
en la última cena, ese mismo es el que lo sigue haciendo ahora. Nosotros
ocupamos el puesto de ministros suyos, más el que santifica y transforma la
ofrenda es El. Que no asista, pues, ningún Judas, ningún avaro. Si alguno no es
discípulo, retírese. Esta mesa sólo a los discípulos admite. Porque: Con mis
discípulos dice quiero celebrar la pascua. Esta mesa es la misma que aquélla y en
nada le es inferior. Porque no la prepara aquélla Cristo y ésta el hombre. No. Él
mismo prepara ésta y aquélla. Este es aquel cenáculo donde entonces estuvieron;
de aquí salieron al monte de los Olivos. Salgamos también nosotros a las manos
de los pobres. Porque éste es ahora el monte de los Olivos. Los olivos plantados
en la casa de Dios son la muchedumbre de los pobres. Ellos destilan el aceite que
nos ha de ser útil en la otra vida, aquel que tomaron consigo las vírgenes
prudentes y que, por no tomarlo las fatuas, perecieron. Tomémoslo y entremos, a
fin de salir con nuestras lámparas encendidas al encuentro del esposo. Salgamos
de esta vida bien provisto de este aceite. Nadie inhumano se acerque a la
Eucaristía, nadie cruel, nadie inmisericordioso, nadie absolutamente impuro.
(Homilías sobre San Mateo 82, 5)
“Del costado salió sangre y agua” (Jn 19, 34). No quiero, amado oyente, que
pases con indiferencia ante tan grande misterio… He dicho que esta agua y esta
sangre eran símbolo del bautismo y de la eucaristía. Pues bien con estos dos
sacramentos se edifica la Iglesia: con el agua de la regeneración y la Eucaristía,
que han brotado ambos del costado. Del costado de Jesús se formó, pues la
Iglesia, como del costado de Adán fue hecha Eva.
Por esta misma razón afirma San Pablo ‘Somos miembros de su cuerpo, formados
de sus huesos’ (Ef 5, 30), aludiendo con ello al costado de Cristo, pues del mismo
modo que Dios hizo la mujer del costado de Adán, de igual manera Jesucristo nos
dio el agua y la sangre salidas de su costado para edificar la Iglesia. Y de la
misma manera que entonces Dios tomó la costilla de Adán, mientras éste dormía,
así también no dio el agua y la sangre después que Cristo hubo muerto.
“Si ofreces tu ofrenda ante el altar y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo
contra ti, deja tu ofrenda delante del altar y marcha, reconcíliate primero con tu
hermano, y entonces ven y ofrece tu ofrenda (Mt 5, 23-24). ¡Oh bondad, oh amor
que sobrepuja todo razonamiento! El Señor menosprecia su propio honor a
trueque de salvar la cari dad; con lo que nos hace ver de paso que tampoco sus
anteriores amenazas procedían de desamor alguno para con nosotros ni de deseo
de castigo, sino de su mismo inmenso amor. ¿Qué puede, en efecto, darse más
blando que estas palabras? Interrúmpase dice mi propio servicio a fin de que se
salve tu caridad, porque también la reconciliación con tu hermano es un sacrificio»
(Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, 16,9).
“Tu alma dice: me acercaré al altar de mi Dios, al Dios que llena de alegría mi
juventud (Sal 42, 4). Te has despojado de la vejez de los pecados y te has
revestido de la juventud de la gracia. Esto te lo otorgaron los celestes
sacramentos. Escucha otra vez a David, que dice: se renovará tu juventud como la
del águila (Sal 102, 5). Te has convertido en un águila ágil que se lanza hacia el
cielo despreciando lo que es de la tierra. Las buenas águilas rodean el altar:
porque allí donde está el cuerpo, allí se congregan las águilas (Mt 24, 28). El altar
representa el cuerpo, y el cuerpo de Cristo está sobre el altar. Vosotros sois
águilas rejuvenecidas por la limpieza de las faltas.
Te has aproximado al altar, has fijado tu mirada sobre los sacramentos colocados
encima del altar, y te has sorprendido al ver que es cosa creada, y además, cosa
creada común y familiar.
(...) Quizá dices: este pan que me da a mí es un pan ordinario. Y no. Este pan es
pan antes de las palabras sacramentales; mas una vez que recibe la
consagración, de pan se cambia en la carne de Cristo. Vamos a probarlo. ¿Cómo
puede el que es pan ser cuerpo de Cristo? Y la consagración, ¿con qué palabras
se realiza y quién las dijo? Con las palabras que dijo el Señor Jesús. En efecto,
todo lo que se dice antes son palabras del sacerdote: alabanzas a Dios, oraciones
en las que se pide por el pueblo, por los reyes, por los demás hombres; pero en
cuanto llega el momento de confeccionar el sacramento venerable, ya el sacerdote
no habla con sus palabras sino que emplea las de Cristo. Luego es la palabra de
Cristo la que realiza este sacramento.
Observa cada detalle. Se dice: la víspera de su Pasión, tomó el pan en sus santas
manos. Antes de la consagración es pan; mas apenas se añaden las palabras de
Cristo, es el cuerpo de Cristo. Por último, escucha lo que dice: tomad y comed
todos de él, porque esto es mi cuerpo. Y antes de las palabras de Cristo, el cáliz
está lleno de vino y agua; pero en cuanto las palabras de Cristo han obrado, se
hace allí presente la sangre de Cristo, que redimió al pueblo. Ved, pues, de
cuántas maneras la palabra de Cristo es capaz de transformarlo todo. Pues si el
Señor Jesús, en persona, nos da testimonio de que recibimos su cuerpo y su
sangre, ¿acaso debemos dudar de la autoridad de su testimonio?
Luego no sin razón dices: amén, confesando ya en espíritu que recibes el cuerpo
de Cristo. Cuando te presentas a comulgar, el sacerdote te dice: el cuerpo de
Cristo. Y tú respondes: amén, es decir: así es en verdad. Lo que la lengua
confiesa, la convicción lo guarde. (Los sacramentos, IV, 5-9, 14, 21-25)
PREPARACIÓN
“Cada vez que coméis este pan y bebéis el cáliz, anunciáis la muerte del
Señor” (1Co 11, 26). Si (nosotros anunciamos) la muerte, anunciamos el perdón
de los pecados. Si cuantas veces se derrama la sangre se derrama el perdón de
los pecados, debo recibirla siempre, para que siempre perdone mis pecados. Yo
que siempre peco, debo tener siempre la medicina” (De los Sacramentos 4, 28)
“Tomó los cinco panes y los dos pececitos y levantando los ojos al cielo pronunció
la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos. Levanta los ojos al cielo
para enseñarnos a dirigir hacia allí nuestra mirada. Tomó en sus manos los cinco
panes y los dos pececitos, los partió y se los dio a sus discípulos. Cuando el Señor
parte los panes abundan los alimentos. En efecto, si hubieran permanecidos
enteros, si no hubieran sido cortados en trozos ni divididos en cosecha
multiplicada no hubieran podido alimentar a las gentes, los niños, las mujeres, a
una multitud tan grande. Por eso la Ley con los profetas es fraccionada en trozos y
son anunciados los misterios que contiene a fin de que lo que íntegro y en su
primer estado no alimentaba, dividido en partes alimente a la multitud de los
pueblos.” (Comentario sobre el Evangelio de San Mateo 14)
“Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: Siento compasión de esta multitud porque
hace tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero
despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino. Quiere alimentar a
los que sanó. Primero quita las debilidades luego les ofrece alimentos a los que
están sanos… Siento compasión, dice, de esta multitud porque hace tres días que
permanecen conmigo. Tiene compasión de la multitud porque ese número de tres
días era símbolo de su fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo. Y no tienen
qué comer. La multitud siempre tiene hambre y necesita alimentos sino es saciada
por el Señor. No quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el
camino. Tenían hambre después de esas grandes enfermedades y por la
paciencia esperaban los alimentos futuros. Jesús no quiere despedirlos en
ayunas, no sea que desfallezcan en el camino. Por tanto corre peligro el que se
apresura a llegar a la mansión deseada desprovisto del pan celestial. Por eso el
ángel dice a Elías: Levántate y come porque el camino es muy largo para ti (1 R
19,7).” (Comentario sobre el Evangelio de San Mateo Cap15, 32)
…Más aún; como la carne del Señor es verdadera comida y su sangre verdadera
bebida, anagógicamente, lo único bueno en la vida presente es esto, a saber: el
comer su carne y beber su sangre; no sólo en el misterio (Eucaristía), sino también
en la lectura de las Escrituras” (Comentario al Eclesiastés 3, 12)
…Y pensaron que mi yugo ligero era pesado; y bajé a ellos, dejando los reinos de
los cielos, para comer con ellos, habiendo tomado la forma de hombre, o les di la
comida de mi cuerpo; yo mismo, alimento y convidado… (Comentario a Oseas
libro 3, cap., 11, 4)
“La tierra ha dado su fruto” (sal. 66). La tierra, Santa María; de nuestra tierra, de
nuestra semilla, de este barro, de este limo, de Adán. Tierra eres y a la tierra irás
(Gn 3,19) Esta tierra ha dada su fruto: lo que perdió en el paraíso lo encontró en el
Hijo. La tierra ha dado su fruto. Primero dio la flor. Dice el Cantar de los
Cantares: Yo, flor del campo y lirio de los valles (Cant 2, 1). Pues esta flor se ha
hecho fruto para que nosotros lo comiésemos, para que comiésemos sus carnes.
¿Quieres saber qué es este fruto? Virgen de la Virgen, Señor de la esclava, Dios
del hombre, hijo de la Madre, fruto de la tierra. Ve lo que dice el fruto mismo: Si el
grano de trigo no cayere en la tierra y muriere, no puede llevar muchos frutos. La
tierra ha dado su fruto, dio el grano de trigo; el cual grano cayó en la tierra y murió
y por eso siendo uno, resucitó a muchos. Porque cayó el granos de trigo en la
tierra y resucitó una mies abundante. La tierra ha dado su fruto. Por eso ¡oh, Dios!
Alábenle los pueblos; alábenle los pueblos todos; la tierra ha dado su fruto” (Sobre
el salmo 66, 6)
“Después de esto se dice: ‘La paz sea con vosotros’ y los cristiano se dan el santo
ósculo, que es signo de paz. Procurad que lo que dicen los labios exista en los
corazones”
CUERPO DE CRISTO
“Los fieles conocen el cuerpo de Cristo, si no se olvidan que son cuerpo de Cristo.
Háganse cuerpo de Cristo si quieren vivir del espíritu de Cristo. ¡Oh, sacramento
de misericordia! ¡Oh, símbolo de unidad! ¡Oh, vínculo de caridad! Quien quiera
vivir, aquí tiene donde vivir, tiene de donde vivir. Acérquese, cerca, forme parte de
este cuerpo para ser vivificado” (Sobre el Evangelio de San Juan 26, 13)
“El Apóstol dice: ‘Somos muchos, pero somos un solo pan y un solo cuerpo’. Así
explicó el Sacramento de la mesa del Señor; somos muchos, pero somos un solo
pan y un solo cuerpo. En este pan veis como habéis de amar la unidad… Recibid,
pues, de tal modo este sacramento que atendáis siempre a conservar la unidad en
vuestros corazones, a tener siempre levantados vuestros corazones al
cielo” (Sermón 227)
“Si queréis entender lo que es el cuerpo de Cristo, escuchad al apóstol, ved lo que
les dice a los fieles: ‘Vosotros sois el Cuerpo de Cristo y sus miembros’. Si pues,
vosotros sois el cuerpo y los miembros, lo que está sobre la santa mesa es un
símbolo de vosotros mismos y lo que recibís, es vuestro mismo emblema.
Vosotros mismos lo refrendáis así al responder: ‘Amén’. Se os dice: ‘He aquí el
cuerpo de Cristo y vosotros contestáis: ‘Amén, así es’. Sed pues miembros de
Cristo para responder con verdad: ‘amén’. (Sermón 272)
UNION CON CRISTO “El que come mi carne y bebe mi sangre, está en mí y yo
en él”. Esto es comer aquel manjar y beber aquella bebida, permanecer en Cristo
y tenerlo a Él permaneciendo en sí mismo. Y por esto el que no permanece en
Cristo y en quien Cristo no permanece, no come espiritualmente se carne ni bebe
su sangre, aunque material y visiblemente toque con sus diente el cuerpo y la
sangre de Cristo”
“Teniendo, pues vida en Él, formáis un solo cuerpo con El, porque este
sacramento nos recuerda de tal modo el Cuerpo de Cristo, que nos une con El.
Esto es lo que según el apóstol, esta predicho en la Sagrada Escritura: ‘Serán dos
en una sola carne, este misterio es muy grande y yo lo entiendo de Cristo y de la
Iglesia’ (Ef. 5,32). (Sermón sobre los Sacramentos en el día de la Pascua)
TENER LEVANTADO EL CORAZÓN HACIA EL SEÑOR
«En cierto modo hacemos una pregunta y una exhortación al decir: Levantemos el
corazón. No lo tengáis en el suelo, el corazón se pudre al contacto con la tierra;
levantadlo hacia el cielo. Levantemos el corazón; pero ¿hacia dónde? ¿Cómo
respondéis? ¿Hacia dónde levantáis el corazón? Lo tenemos levantado hacia el
Señor. El mismo tener levantado el corazón, a veces es bueno, a veces es malo.
¿Cómo es malo? Es cosa mala en aquellos de quienes se dijo: Los derribaste
cuando se ensalzaron (Sal 72,18). Tener en alto el corazón, si no es hacia el
Señor, en vez de justicia es soberbia; por este motivo, cuando decimos:
Levantemos el corazón, dado que también la soberbia puede mantenerlo elevado,
respondéis: Lo tenemos levantado hacia el Señor. Es, pues, misericordia, no
orgullo. Y si es misericordia el que tengamos el corazón levantado hacia el Señor,
¿lo hemos conseguido nosotros? ¿Es resultado de nuestras fuerzas? De ningún
modo. El lo hizo, él quien tuvo esa bondad, él alargó su mano, él anticipó su
gracia, él elevó lo que estaba caído. En con secuencia, después de haber dicho:
Levantemos el corazón, y de haber respondido: Lo tenemos levantado hacia el
Señor, para que no os atribuyáis el tener en alto el corazón, añade: Demos gracias
al Señor, nuestro Dios» (Sermón, 229A).
“Jesús al dar el pan y el vino a sus discípulos dijo: Esto es mi cuerpo... esto es mi
sangre (Mt 26, 26-28). Fiémonos de aquel en quien hemos creído. La Verdad
desconoce el engaño...
La noche en que fue entregado para ser crucificado, Jesús nos dejó como
herencia de la nueva Alianza la prenda de su presencia. Es el viático de nuestra
peregrinación. Y será para nosotros alimento y fortaleza hasta el día en que
vayamos a él, al abandonar este mundo. Por eso decía el Señor: Si no coméis mi
carne y bebéis mi sangre, no tendréis vida en vosotros (Jn 6, 53). El quiso dejar
entre nosotros el sacramento de su pasión. Y pan ello mandó a sus fieles
discípulos, los primeros sacerdotes que instituyó en su Iglesia, celebrar
continuamente estos misterios de vida eterna; orden que deben cumplir los
sacerdotes de todas las iglesias hasta el día en que venga de nuevo el Señor. De
este modo, todos nosotros, sacerdotes y pueblo fiel, tenemos cada día ante
nuestros ojos el ejemplo de la pasión de Cristo, lo tomamos en la mano y lo
llevamos a la boca y a nuestro pecho. No permitamos que se borre nunca el
recuerdo de nuestra redención y tomemos el dulce antídoto que nos protegerá
perpetuamente de la ponzoña del demonio, según la invitación del Espíritu
Santo: “Gustad y ved qué bueno es el Señor”
El pan está hecho de muchos granos de trigo, transformados en harina amasada
con agua y cocida en el horno. Así se ve en él con razón la figura del cuerpo de
Cristo. Pues sabemos que este cuerpo único está constituido por toda la
muchedumbre del género humano, soldado al fuego del Espíritu Santo… La
sangre de Cristo es un vino prensado en la prensa de la cruz, sacado de muchas
uvas de la viña plantada por el Señor, y fermentado en las ánforas que son los
corazones de los fieles que lo beben.
Recibamos con avidez religiosa este sacrificio pascual del Señor para que nos
libre del dominio del Faraón de Egipto, del demonio. Así, por nuestra fe en su
presencia será santificado lo más íntimo de nuestro ser. Y su inestimable fortaleza
habitará en nosotros por toda la eternidad” (Sermón II).
“Pero sólo el haber recibido los sacramentos de nuestro Redentor no basta para la
verdadera solemnidad del espíritu, a no ser que se unan a ellos también las
buenas obras. Porque ¿qué aprovecha recibir con la boca su cuerpo y sangre y
oponernos a Él con perversas costumbres? Por lo que bien se añade aún para la
comida: “Y panes ázimos con lechuga silvestre” (Ex 12, 8). Come, por cierto,
panes sin levadura el que ejecuta obras rectas sin la corrupción de la vanagloria,
el que pone por obra los mandamientos de la misericordia sin mezcla de pecado,
no sea que con perversidad destroce lo que parece administra con
rectitud.” (Sobre los Evangelios Hom. 22, 8)
“Pero es necesario que cuando hagamos esto (el sacrificio eucarístico) nos
inmolemos a nosotros mismos a Dios en contrición de corazón, porque los que
celebramos los misterio de la pasión del Señor debemos imitar lo que hacemos.
Pues entonces en verdad será para nosotros la oblación hecha a Dios, cuando
nos hiciéremos a nosotros mismos oblación.” (Diálogos Libro IV cap. 59)
“Porque Cristo, que ha vencido el mundo, nos guiará en el combate, y nos armará
con las leyes de los mandamientos y, conforme a estas leyes, con la remoción de
las pasiones; y unirá, mediante el amor, a la naturaleza humana consigo misma.
Y, siendo Él pan de vida, de sabiduría, de conocimiento y de justicia, moverá
nuestro apetito insaciablemente hacia Él y, por la realización de la voluntad del
Padre, nos hará semejantes a los ángeles en su adoración, manifestando por
nuestra conducta, y mediante una buena imitación, la beatitud celeste.
Y de allí nos guiará luego al supremo ascenso a las realidades divinas, al Padre
de las luces, haciéndonos partícipes de la divina naturaleza, por la participación
por gracia del Espíritu Santo, por la cual recibiremos el título de hijos de Dios,
portando íntegramente al autor todo de esta misma gracia e Hijo del Padre por
naturaleza, sin circunscribirlo ni mancharlo; de quien, por quien y en quien
tenemos y tendremos el ser, el movimiento y la vida.
…¡Oh, Madre de Dios! Tu vientre se hizo mesa santa que contiene el pan celeste,
del cual quienquiera que come no muere, como lo dijo el que alimenta a
todo…” (Canon para la fiesta en medio de Pentecostés)
“Así, pues, si la palabra de Dios es viva y eficaz (Hb. 4, 12) y el Señor hizo lo que
quiso (sal 134, 6), dijo: Hágase la luz y la luz se hizo; ‘Hágase el firmamento y el
firmamento fue hecho; si por la palabra del Señor se fundaron lo cielos y por el
espíritu de su boca toda su fuerza de ellos (Sal 32), si el cielo y la tierra, el agua y
el fuego, y el aire y todo el orden de ellos y aún el hombre, ser vivo nobilísimo,
fueron hecho por la palabra de Dios; si el mismo Dios, el Verbo, por su propia
voluntad se hizo hombre y tomó carne de sangre purísima e incontaminada de la
siempre Virgen, sin intervención de varón ¿no podrá hacer al pan cuerpo suyo y al
vino y al agua sangre suya?...Dijo Dios: Este es mi cuerpo y esta es mi sangre y
Haced esto en memoria mía; y en virtud de este mandato suyo omnipotente se
realiza esto hasta que él venga… Y si se emplean pan y vino, es porque Dios
conoce muy bien la debilidad humana que rechaza ordinariamente lo que no le es
familiar por la costumbre, por lo cual, usando de su acostumbrada
condescendencia, realiza las cosas que están sobre la naturaleza por medio de
las ordinarias en la naturaleza… así ya que los hombres suelen comer pan y beber
agua y vino, unió a ellos su Divinidad, e hizo a estas cosas su cuerpo y su sangre
para que por medio de las cosas ordinarias y naturales lleguemos a las que están
sobre la naturaleza.
“No han participado los ángeles ni han sido hechos consortes de la naturaleza
divina, mas los hombres participan y son hechos consortes de la naturaleza divina,
a saber, todos aquellos que reciben el santo cuerpo de Cristo y beben su sangre,
pues que cuerpo y sangre están unidos hipostáticamente a la Divinidad y dos
naturalezas están hipostáticamente unidos, sin separación, en el cuerpo de Cristo
que nosotros recibimos… Ciertamente que nuestra naturaleza es algo inferior a los
ángeles por la muerte y por la mole del cuerpo, más por la benevolencia y por la
unión de Dios se ha hecho superior a los ángeles” (Sermón 3, 26)
Para que permaneciese entre nosotros el continuo recuerdo de tan gran beneficio,
dejó a los creyentes su cuerpo como alimento y su sangre como bebida bajo las
especies de pan y de vino. ¡Admirable y magnífico festín que nos trae la salvación
y contiene la dulzura en plenitud! ¿Es posible encontrar algo más preciado que
esta comida en la que se sirve no carne de terneros ni de machos cabrios, sino a
Cristo verdadero Dios? ¡Sacramento maravilloso donde el pan y el vino se
cambian sustancialmente en el cuerpo y la sangre de Cristo, de tal modo que
Cristo, Dios y hombre perfecto, está contenido bajo las humildes especies del pan
y del vino!
No existe verdaderamente nada más útil para nuestra salvación que este
sacramento en que se purifican los peca dos, aumentan las virtudes y se
encuentra la abundancia de todos los carismas espirituales. Se ofrece en la Iglesia
en provecho de todos, vivos y muertos, porque fue instituido para la salvación de
todos los hombres.
Jesús quiso que la Inmensidad de este amor quedase grabada en lo más profundo
del corazón de los creyentes. Por eso en la última Cena, después de celebrar la
Pascua con sus discípulos, y a punto de pasar de este mundo al Padre, Instituyó
este sacramento como memorial perpetuo de su Pasión, como realización de las
antiguas figuras, como el mayor milagro que había hecho y el mayor consuelo
para aquellos que dejaría tristes con su ausencia.” (Lecciones para la fiesta del
Cuerpo de Cristo
FUNDAMENTACION TEOLOGICA
2.1 Importancia de las comidas de Jesús, comidas con los discípulos, con
pecadores, multiplicación de los panes, la última cena y las comidas del
Resucitado. De ahí se deduce que, como afirma Juan Pablo II, el aspecto más
evidente de las eucaristías es el del banquete. El sentido pleno del simbolismo
eucarístico nace de la idea de comida, de convite, de banquete. No es
simplemente el pan, sino el pan partido, repartido y compartido. No es
simplemente el vino, sino la copa de vino compartida entre los comensales
reunidos en torno a la mesa.
3.1 Iglesia y eucaristía. Una serie de teólogos han resaltado la dimensión eclesial
de la eucaristía, aspecto no tan presente en la tradición del segundo milenio,
cuando la Iglesia es vista como “cuerpo místico” (de Cristo) y la eucaristía como
“cuerpo verdadero de Cristo”, mientras que hasta el comienzo de la edad media
“cuerpo místico” significaba la eucaristía, y la Iglesia era el “verdadero cuerpo de
Cristo”. Otros teólogos han reafirmado que el fin último de la eucaristía es
constituir el cuerpo eclesial de Cristo, de modo que se puede afirmar que
siguiendo la mentalidad patrística “la Iglesia hace la eucaristía, la eucaristía hace
la Iglesia”, afirmación retomada por la encíclica de Juan Pablo II, Ecclesia de
eucharistía (2003)
Reflexión:
Sabiendo Jesús, dice San Juan que había llegado su hora de su tránsito de este
mundo al padre, como hubiese amado a los suyos que tenía en el mundo, los amo
hasta el final. Sabiendo nuestro amantísimo Salvador que se acercaba el tiempo
de su muerte, en el cual había que abandonar este nuestro destierro y habiendo
amado a los hombres con entrañable amor, quiso dejarnos al final de su vida la
mayor prenda de amor que podía. Sentado a la mesa, he inflamado de amor su
corazón, se vuelve a sus discípulos y les dice: con deseo he deseado comer con
ustedes esta pascua.
Dirigiéndose a sus apóstoles y a la vez a todos los hombres, les dijo: “Saben
amados hijos que durante todo el curso de mi vida he estado sus pirando por
celebrar con ustedes esta cena, porque al terminarla voy a sacrificarme por
vuestra salvación.
Mientras estaban cenando tomo Jesús el pan, y lo bendijo y partió y entrego a sus
discípulos diciendo: tomen y coman; este es mi cuerpo. Después del lavatorio de
los pies, acto de tan grande humildad, que Jesucristo recomendó a sus discípulos,
volvió a tomar sus vestidos y sentándose de nuevo a la mesa, quiso dar a los
hombres la última prueba de amor de su corazón: fue la institución del santísimo
sacramento del altar. Tomo el pan, lo consagro y partiéndolo entre sus discípulos,
les, dijo: Tomen y coman, éste es mi cuerpo. Luego les recomendó que cada vez
que comieran aquel pan se acordasen de la muerte que iban a padecer por su
amor, recomendación que interpreta San Pablo diciendo: todas las veces que
comiereis este pan y bebiereis este cáliz, anunciareis la muerte del señor.
Reflexión:
Jesús quiso darnos a todos la última prueba de su amor antes de morir en la cruz:
fue la institución de la eucaristía, tomando el pan y el vino en sus manos, los
bendijo y los repartió a sus discípulos como prueba de su amor, Jesús te has
quedado como alimento para nuestras almas, para llenarnos de fortaleza, en aquel
momento fueron los discípulos los primeros en alimentarse de tu cuerpo, tenían
que estar fuertes para soportar el dolor, el sufrimiento de tu pasión, has pensado
en tus hijos, no nos dejase solos te has quedado con nosotros en la Eucaristía,
cada vez que recibimos tu cuerpo, mi corazón y mi cuerpo se estremecen al saber
que es el momento en el que me uno a ti, transformas mi interior y lo llenas de
amor cada vez que entras en mí.
Él nos ha escogido (Jn 15,16), desde su corazón compadecido por los gritos del
pueblo, como a moisés (Ex 3) o por las densas oscuridades del pueblo del quien
ira por mí del Isaías (Is 6,8).
Los textos que recogen la ultima cena de Jesús son los cuatro evangelios, 1 Cor
11.
Sin embargo, no todos ellos narraron lo mismo; el gesto y las palabras sobre el
pan y el vino solo son testimonios y los sinópticos (Mc 14, 22-25; Mt 26-29; Lc
22,15-20) y por Pablo (1Cor 11, 23-26) por su parte, Juan 13 presenta la última
cena con un gesto central diferente: el lavatorio de los pies, aunque es cierto que
alude al tema del pan-cuerpo de Jesús en un contexto diferente (Jn6)
Un gesto simbólico que Jesús realiza con el pan y el vino en el curso de una cena
de despedida con los suyos.
Jesús, a lo largo de su vida pública, había utilizado el ámbito del banquete para
expresar la ceremonia inclusiva y sentido a su muerte, que dados los
acontecimientos, intuye cercana. Los elementos que le sirven para hacer el gesto
simbólico son en este caso, los habituales en las comidas solemnes: el pan y la
copa de vino y algunas palabras alusivas. El gesto del pan lleva unas palabras
explicativas, toma su sentido del pan y simboliza el cuerpo de Jesús, todo su ser,
su vida que ha sido vivida en servicio del reino de Dios y el ser humano y cuya
muerte se encarna de la misma forma; la copa, por su parte, lleva el dicho
escatológico que explica el sentido del vino dado a beber.
Las palabras sobre la copa en paralelo con las del pan, son una reflexión
pospascual sobre el sentido de la muerte de Jesús hecha desde la fe comunitaria
para la celebración actual.
Según el relato de Juan, una vez más los judíos, incapaces de ir más allá de lo
físico y material, interrumpen a Jesús, escandalizados por el lenguaje agresivo
que emplea: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús no retira su
afirmación sino que da a sus palabras un contenido más profundo.
Comieron todos.
Al narrar la última Cena de Jesús con sus discípulos, las primeras generaciones
cristianas recordaban el deseo expresado de manera solemne por su Maestro:
“Haced esto en memoria mía”. Así lo recogen el evangelista Lucas y Pablo, el
evangelizador de los gentiles.
Desde su origen, la Cena del Señor ha sido celebrada por los cristianos para
hacer memoria de Jesús, actualizar su presencia viva en medio de nosotros y
alimentar nuestra fe en él, en su mensaje y en su vida entregada por nosotros
hasta la muerte.
Jesús quería, además, prepararlos para aquel duro golpe de su ejecución. No han
de hundirse en la tristeza. La muerte no romperá la amistad que los une. La
comunión no quedará rota. Celebrando aquella cena podrán alimentarse de su
recuerdo, su presencia y su espíritu. Celebrar la Eucaristía es alimentar nuestra
adhesión a Jesús, vivir en contacto con él, seguir unidos.
Jesús quiso que los suyos nunca olvidaran lo que había sido su vida: una entrega
total al proyecto de Dios. Se lo dijo mientras les distribuía un trozo de pan a cada
uno: “Esto es mi cuerpo; recordadme así: entregándome por vosotros hasta el final
para haceros llegar la bendición de Dios”. Celebrar la Eucaristía es comulgar con
Jesús para vivir cada día de manera más entregada, trabajando por un mundo
más humano.
Jesús quería que los suyos se sintieran una comunidad. A los discípulos les tuvo
que sorprender lo que Jesús hizo al final de la cena. En vez de beber cada uno de
su copa, como era costumbre, Jesús les invitó a todos a beber de una sola: ¡la
suya! Todos compartirían la “copa de salvación” bendecida por Él. En ella veía
Jesús algo nuevo: “Ésta es la nueva alianza en mi sangre”. Celebrar la Eucaristía
es alimentar el vínculo que nos une entre nosotros y con Jesús.
REFLEXION
Jesús se ha quedado por amor a nosotros en la Eucaristía, para que nuestra alma
encuentre consuelo y fuerza en ella, es una gracia poder alimentarnos de su
cuerpo, él se queda con nosotros fortaleciendo nuestro ser entero, mi carne es
verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida, quien se alimenta de mí se
queda con migo y yo con él, nos lo dice Jesús como no alimentarnos de su cuerpo
si nutre nuestro espíritu, Jesús sabía que sus discípulos necesitarían un alimento
que les diera fuerza, fortaleciera en los momentos difíciles que pasarían después
de su partida, él pensó en todo y nos deja su cuerpo como alimento y nos dice mi
cuerpo es verdadera comida, quien viene a mi vivirá para siempre y lo que la
Eucaristía hace en nosotros es darnos fuerzas, fortaleza para caminar en la senda
de su Reino y como sus discípulos ir por el mundo anunciando su evangelio de
amo a todos los que lo necesitan
El texto repite prácticamente las palabras del Mediator Dei, salvo en la cita de
Trento, la Encíclica Misterio Fidei detalla aún más esta presencia, a la que califica
de ‘’modo más sublime’’ ‘’presencia real por antonomia’’, al tratarse de una
presencia substancial.
SC7 refuerza su afirmación con un’’ sobre todo’’, que equivale de hecho a las
expresiones de la Misterio Fidei. Por tanto y como recuerda esta encíclica, la
presencia Eucarística no solo no excluye los restantes modos de presencia, sino
que es de alguna manera inseparable de ellos.
La presencia Eucarística, desde luego, representa el modo más eminente y es la
cumbre de todos los demás, porque en ella se hace presente Cristo, Dios y
hombre, todo e íntegro.
EUCARISTIA
Homilías, 8 abril 1977, vol I-II, 19 546 Homilías, 11 marzo 1979, vol VI, 199
Sí, ante todo, aquí estamos proclamando la grandeza divina de nuestra eucaristía.
La eucaristía -la misa, el santísimo sacramento- el Concilio la llama ‘’meta y fuente
de toda la vida cristiana’’. Con toda seguridad se dice que la Iglesia se hace en la
eucaristía. La eucaristía, cuando se concelebra como ahora con todos los
sacerdotes, expresa maravillosamente la unidad del único sacrificio que cada misa
representa. No multiplicamos el sacrificio de Cristo cuando celebramos la misa,
sino que lo hacemos presente en las circunstancias en que aquella misa se
celebra. Pero cuando todos los sacerdotes convergen hacia un solo altar, el signo
es elocuente de que la misa no es más que un solo sacrificio, el de Cristo nuestro
Señor. Es la presencia del amor de Dios que en Cristo se hace redención,
misericordia, perdón, fuerza liberadora de los pueblos.
Por eso queremos felicitar y animar a los queridos sacerdotes que ya hacen un
esfuerzo pastoral por darle a la misa su verdadero valor divino. Sabemos que hay
parroquias donde ya se va quitando esa multiplicación de misas por fines
particulares y se va teniendo, por ejemplo, una sola misa por los difuntos de
aquella tarde, por aquel novenario. Porque yo creo, hermanos, que esta
concelebración, al animar esta idea grandiosa del Cristo que nos dejó como un
memorial de su pasión y de su muerte, la eucaristía, para que la veneráramos,
para que pusiéramos en ella toda nuestra confianza, la hemos desprestigiado. Y
una misa única viene a devolverle el valor que tiene la misa.
2. Eucaristía
SIGNIFICADO DE LA EUCARISTÍA
Del libro Teología para Comunidades de José María Castillo.
Este significado se deduce de los textos eucarísticos del Nuevo Testamento, que
coinciden todos ellos en dos cosas:
La eucaristía es un hecho comunitario, es decir, no hay un solo texto en el que la
eucaristía aparezca como un gesto individual, realizado por un individuo y para un
individuo, sino que siempre se trata de algo que es compartido por un grupo.
La eucaristía es una comida, y por cierto una comida compartida; lo que significa
que no es una “cosa” santa y sagrada, sino una “acción” que lógicamente
comporta un determinado simbolismo
”Cuando des un banquete invita a los pobres, a los lisiados, cojos y ciegos; y
dichoso tú entonces porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los
justos”.
PROLOGO:
CASTIDAD NUMERAL 9
La Eucaristía es fuente y signo de unidad por ella se construyen día tras día
la Iglesia y nuestras comunidades. En la celebración diaria de la Eucaristía,
las hermanas proclaman la victoria definitiva del amor sobre la muerte, el
odio y la indiferencia. Este misterio es para ellas fuente de una poderosa
energía apostólica.
El hijo, entregado por todos, les comunica la verdadera comprensión del amor. La
práctica de la caridad en sus vidas es la traducción concreta de esta misteriosa
realidad.
Para María Eugenia y es muy del siglo XIX, la presencia eucarística de Cristo, es
interpretada como una Kenosis, un anonadamiento, y no es falso, pero pienso que
no es la primera intención del misterio de la eucaristía.
Otra vez un vuelta: “Nazaret, de la cual, María con el Santo Niño Jesús en sus
brazos o cuidando de sus necesidades hasta los 30 años”… “la Pasión, en la
Santa Misa primeo Jesús ofreciéndose por nuestros pecados como en el jardín de
los olivos”.
He aquí un volver típico “Creo que, después de haberos dado a mí por vuestra
encarnación y la Santa eucaristía, me habéis justificado por vuestra Cruz y vuestra
sangre” Aquí las insistencias de María Eugenia: Encarnación- Eucaristía-Cruz y
Sangre.
Llego Jesús a la víspera de su pasión. Había venido al mundo para ser redentor y
a pesar de que uno solo de sus actos hubiese sido suficiente para expiar todo y
salvarlo todo, es sobre todo por su pasión y por su cruz que nos ha sido dada la
salvación: per passionem et crucem, como dicen las oraciones de la iglesia. Yo
veía a nuestros Señor preparándose tan humildemente, con un amor tan entero y
tan puro, hacer hecho hostia de expiación y de paz que esta visión me calaba al
alma. Lo que me llamaba la atención y me impresionaba es el don que yo vi que
Jesús hacía de su ser para ser siempre y no solamente en la cruz, hostia ante
Dios para los hombres. Me parecía que hacia el don de su persona absolutamente
para aceptar el derecho de todos y de cada uno, de pertenecerles.
El cumplimiento de este don se encontraba en la Santa Eucaristía, Jesús me
mostro su amor como un océano, me hiso sentir algo del ardor que ponía en
hacerle desbordar y a colocarse más allá de su poder en un estado donde seria
para cada uno como su víctima para expiarle, no para disminuir ni el don ni el
amor.
Tuve visión del amor de Jesús en la Eucaristía y la visión de su corazón tal cuál
era por la mañana del jueves santo. Era todo amor para todos, hasta para la última
de sus criaturas
Me concentraba en el misterio del día con gran recogimiento. Veía a Jesús todo
amor, el amor infinito, eterno de Dios, es su humanidad y en esta fuente eterna
brotara de su corazón, inundando toda la tierra, todos los siglos y cubriendo de
amor cada ser individual, como agua de un océano que se desborda cubriría cada
objeto por donde pasa… y visto de esa manera, el amor de Jesús en la institución
de este misterio tenía algo de tan conmovedor. Era por parte de Él la entrada en
relaciones con cada criatura hasta el fin de los tiempos.
Él se colaba allí por ella, él sabía que ella aria uso de Él y se entregaba a ella con
un amor tan divino sin tomar en cuanta nada de lo que en ella podía detener su
amor: sus pecados, sus miserias, sus ingratitudes. El todo lo veía pero única
mente miraba su necesidad de su pobre criatura y su propio y magnifico amor que
se gozaba en desbordar y hacer una que solo el amor podía nivelar, es toda para
el don.
Nos ha amado pecadores y nuestros males no hicieron sino conmoverle más que
nuestras necesidades... Pero esa marcha de Jesús de amor en amor, con una real
e independiente libertad, como si no encontrare en su camino nada capaz de
detenerle en el momento en que los hombres amontonaba sus crímenes y le
trataban con tal cruel desprecio, una ingratitud tan negra me emocionaba más de
lo que puedo decir. Los hombres iban de odio en odio, Jesús de amor en amor.me
hizo sentir que participaba en Él en ese estado de amor.
Él fue para mí ese amor para ser y hacerme una víctima de amor... era como si
fuera la única cosa que debía Mi corazón era de amor para con todo. Era como si
fuera la única cosa que debía subsistir de todo lo que me hace sufrir.
Jesús dijo: yo soy ese amor en ti, un amor real que camina como Dios: grandiens
in multitudine fortitunis suae. El camina por su propia fuerza y no depende de lo
que encuentra. Siente lastima y dolor si encontraba ingratitud, pero es siempre el
amor:popule meus quid feci tibi aut in quo contristavi te: responde mihi.
LA ÚLTIMA CENA
Vi que el pan una vez que ha sido escogido, se deja ofrecer en el Altar de Dios,
por los ministros de Dios entregándose a todas las consecuencias de su ablación.
LOS SACRAMENTOS
Ahí está misteriosamente, escondido, lleno de gracia y como modelo de todas las
virtudes. Seria largo entrar en detalles; quisiera solamente mostraros el vínculo por
el cual la adoración al santísimo sacramento se relaciona con nuestro espíritu.
Podría decir que en el culto al santísimo sacramento, es donde nuestro espíritu
alcanza su plenitud; puesto que ver a Jesucristo en la Eucaristía es una
consecuencia de la necesidad que tenemos de conocerle, de servirle y de amarle
perfectamente.
¿Dónde pues, tiene que buscarle el alma que le ama, que trata de conocerle y
que quiere servirle? Ya lo han dicho antes que yo