La Zona Visuografica en La Escritura de Ninos 0 PDF
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Tesis de Doctorado
2001
UNIVERSIDAD DE VALLADOLID
Facultad de Filosofía y Letras
Departamento de Lengua Española
LA ZONA VISUOGRÁFICA
EN LA ESCRITURA DE NIÑOS
2001
A Roberto
A Pablo
ÍNDICE
Agradecimientos................................................................................................ 7
INTRODUCCIÓN.............................................................................................. 8
3
3.2. En relación con los factores que inciden en el
uso de marca gráfica.................................................................................. 113
3.2.1. Factores relativos al sujeto: edad, es-
colarización, contacto con lengua escrita...................................... 113
3.2.3. Factores contextuales: género discur-
sivo................................................................................................. 119
3.3. En relación con la naturaleza y dirección del
proceso de desarrollo de la marca gráfica.................................................. 130
3.4. En relación con el valor de las convenciones en
la investigación sobre la marca gráfica en el texto
escrito por niños......................................................................................... 135
4. Hacia la formulación de hipótesis de investigación......................................... 139
4
2.1.2. Cartas escritas por niños de la escuela
rural................................................................................................ 215
2.1.3. Resumen............................................................................... 222
2.2. Cuentos............................................................................................... 224
2.2.1. En relación con la completitud y el or-
den del relato.................................................................................. 225
2.2.2. En relación con el discurso referido..................................... 229
2.2.3. Resumen............................................................................... 232
3. Análisis de la distribución de marcas gráficas en los tex-
tos......................................................................................................................... 234
3.1. Marcas gráficas en las partes iniciales y termina-
les del texto................................................................................................ 234
3.1.1. Clases de marcas gráficas en la carta................................... 237
3.1.2. Clases de marcas gráficas en el cuento................................ 244
3.2. Segmentación de enunciados por medio de mar-
cas gráficas en el interior del texto............................................................ 252
3.2.1. Presencia de marcas gráficas en los lí-
mites entre enunciados................................................................... 253
3.2.2. Segmentación interenunciado y cone-
xión................................................................................................ 261
3.2.2.1. Límites entre enunciados:
marca gráfica, Ø, y............................................................. 263
3.2.2.2. Clases de conectores y orga-
nizadores............................................................................ 267
3.2.2.3. Conexión y segmentación..................................... 281
3.2.3. Clases de marca gráfica en los límites
entre enunciados............................................................................ 292
3.2.3.1. Clases de marca gráfica en
la carta................................................................................ 299
3.2.3.2. Clases de marca gráfica en
el cuento............................................................................. 307
3.2.4. Segmentación de enunciados complejos............................. 315
3.2.4.1. Simetrías............................................................... 315
3.2.4.2. Turnos de habla complejos................................... 317
3.3. Segmentación en el interior del enunciado......................................... 321
3.3.1. Seriaciones........................................................................... 321
3.3.2. Vocativos e incisos.............................................................. 327
3.3.3. Comparación de seriaciones, vocati-
vos e incisos.................................................................................. 335
3.3.4. Marca gráfica en el interior de un e-
nunciado: núcleos, prefijos, sufijos............................................... 337
3.3.5. Otros límites internos en el enunciado:
marcas entre valencias de la construcción
verbal o situadas en el interior de un sintagma.............................. 340
4. La marca gráfica y la calificación del enunciado............................................. 347
4.1. Signos de interrogación en enunciados.............................................. 347
4.2. Signos de exclamación en enunciados............................................... 355
4.3. La marca gráfica en el discurso directo.............................................. 363
5
5. Resultados parciales......................................................................................... 375
CONCLUSIONES............................................................................................... 451
1. Regularidades surgidas del análisis de los escritos.......................................... 452
1.1. Respecto de la dirección de la adquisición......................................... 453
1.2. Respecto de la naturaleza del proceso de adqui-
sición: reflexiones acerca de la relación entre la cla-
se de composición del discurso y la marca gráfica
entre enunciados........................................................................................ 460
1.3. Respecto de la relación entre estructura sintác-
tica, dinámica informativa y marca gráfica: segmen-
tación en el interior del enunciado............................................................. 473
1.4. Respecto de la función de calificación y la mar-
ca gráfica.................................................................................................... 475
1.5. Respecto de la relación entre marcas gráficas y
recursos verbales....................................................................................... 477
2. Regularidades surgidas del análisis de las entrevistas:
concepciones infantiles acerca de la marca gráfica............................................. 480
3. Reflexiones finales........................................................................................... 490
BIBLIOGRAFÍA.................................................................................................. 495
ANEXOS.............................................................................................................. 510
Anexo Nº 1: Cuento................................................................................... 511
Anexo Nº 2: Límites entre enunciados: marca gráfi-
ca, Ø, y....................................................................................................... 512
Anexo Nº 3: Índice de cuadros del Capítulo 4.......................................... 514
Anexo Nº 4: Convenciones de transcripción de las
entrevistas.................................................................................................. 517
6
AGRADECIMIENTOS
7
INTRODUCCIÓN
8
setenta una psicolingüística de lo oral, aunque sus unidades de análisis —en
particular la palabra y la oración— fueran en verdad unidades definidas en virtud de
la existencia de la escritura. Observemos, además, que a partir de estas unidades no
se puede dar cuenta de marcas que operan también en el ámbito del texto. Ahora
bien, la psicolingüística de la escritura ha estudiado hasta ahora más la zona
alfabética del sistema. En efecto, actualmente contamos con investigaciones
consistentes acerca de la forma en que el niño alcanza la alfabeticidad, es decir,
cómo llega a establecer la relación fonema-grafema (Ferreiro 1998 [1979], 1991).
Sin embargo, la adquisición de lo no alfabético del sistema de escritura no ha sido
suficientemente investigada, pues sólo contamos con estudios escasos y dispersos
acerca de puntuación en escritos infantiles que no hacen referencia unos a otros.
Estos estudios fueron realizados desde distintos marcos teóricos lingüísticos y
psicolingüísticos en Francia (Jaffré 1988, Fayol 1986, 1989, 1991), Suiza
(Schneuwly 1988), Inglaterra (Kress 1994 [1982]), Estados Unidos (Edelsky 1983,
Cazden, Cordiero & Giacobbe 1985, Cordeiro 1988), Italia (Simone 1991), México
(Ferreiro 1998 [1979], 1991, 1996) y Brasil (Vieira Rocha 1994).
Como hemos dicho, nos propusimos realizar una investigación de carácter
exploratorio destinada a indagar la manera en que el niño construye la zona
visuográfica cuando compone un texto escrito. Puesto que estamos en un dominio en
el que, como dijimos, todavía no hay tradiciones consolidadas, podemos discutir las
entidades que forman parte del dominio de investigación y las normas epistémicas y
metodológicas que orientan el estudio. Nuestro propósito nos exigía iniciar un
proceso de generación de teoría, por eso debimos innovar tanto en la delimitación del
objeto de estudio, que siempre estuvo restringido a las marcas gráficas conocidas
como puntuación, como en la metodología de investigación. En efecto, debimos, por
una parte, imponer variables lingüísticas para dar cuenta de las regularidades de uso
en los textos escritos y, por otra parte, dar lugar a los sujetos para decir acerca de su
propio hacer respecto de las marcas gráficas durante la revisión del texto.
Nos acercamos al campo con hipótesis amplias que se explican en el marco
del interaccionismo, posición que contradice las hipótesis hoy dominantes acerca de
las relaciones entre pensamiento y lenguaje. A diferencia de las posiciones
cognitivistas y constructivistas que se centran sólo en las capacidades cognitivas del
9
sujeto, tal como están predeterminadas biológicamente o tal como se elaboran en una
“pura” relación con el objeto, fuera de toda relación con el lenguaje y con la
sociedad, hemos abordado la investigación acerca de la adquisición de marcas
gráficas centrándonos en la relación sujeto-lenguaje-discurso, seguros además de que
las relaciones entre pensamiento y lenguaje no se pueden disociar de la dimensión
social e histórica.
La pregunta central que guía esta indagación es el modo en que los niños
resuelven su relación con la zona visuográfica. Abordaremos el campo con dos
hipótesis amplias de trabajo:
10
de la escuela interaccionista de Campinas (de Lemos 1999, 2000, Desinano 1997,
1999, 2000), que sostienen que el sujeto establece relaciones variables con el habla
de los otros y con el lenguaje en su estatuto social, tal como está semantizado por los
discursos sociales. Si esta hipótesis es acertada, cada texto es único e irrepetible. Por
esa razón, hemos otorgado prioridad a la descripción de la distribución de la marca
gráfica en los escritos tomando como variables de análisis las funciones de
segmentación y calificación que las mismas cumplen y no hemos intentado
conceptualizar las operaciones psicológicas que subyacen a estos fenómenos
lingüísticos. Eventualmente nuestro estudio de los escritos ha reposado sobre análisis
cuantitativos, pero los resultados se han integrado en las conclusiones en un análisis
cualitativo de regularidades de uso y de saberes de los niños.
La tesis se organiza en cinco capítulos. En el primero, delimitamos la zona
visuográfica en el sistema de escritura. En primer lugar, nos centramos en la clase de
relación entre escritura y lenguaje con el propósito de discutir la concepción de la
escritura que legitimó su exclusión del ámbito de la lingüística, y definimos las bases
teóricas más autonomistas que posibilitan estudiar esta zona (Vachek 1973, 1976 y
Catach 1973, 1980a, 1980b, 1991, 1992, 1994, 1996). En segundo lugar, hemos
incluido una reflexión diacrónica, aunque necesariamente breve e incompleta, porque
era la mejor manera de aproximarnos a las dimensiones históricas y sociales que
dieron lugar a la constitución de la zona visuográfica en la escritura. Finalmente,
justificamos la nominación zona visuográfica, delimitamos sus componentes y
funciones, y reflexionamos sobre su naturaleza.
En el segundo capítulo revisamos los antecedentes de investigación que
existen acerca de la relación que sostiene el niño con la zona visuográfica en la
escritura de textos. Puesto que, como dijimos, la escasa investigación que hay sobre
el tema se ha realizado de manera aislada y dispersa, se impone informar acerca de
las mismas y evaluarlas para poder situar los parámetros en los que se desarrolla
nuestro trabajo. En primer lugar, reseñamos los estudios lingüísticos, que brindan
potentes hipótesis de trabajo para la investigación, aunque sean disímiles tanto en la
delimitación del objeto como en la metodología. En segundo lugar, informamos
acerca de las investigaciones realizadas en el ámbito psicolingüístico, más
precisamente, en el marco del constructivismo psicogenético, el cognitivismo y el
11
interaccionismo sociodiscursivo. Finalmente, discutimos los supuestos
epistemológicos y metodológicos de los antecedentes de investigación para
establecer nuestra posición respecto de la delimitación del objeto de estudio, de los
factores que inciden en el uso de las marcas gráficas, tanto relativos al sujeto como
relativos al género discursivo; de la dirección y naturaleza del proceso de desarrollo
y, finalmente, del lugar que tienen las convenciones en la investigación.
En el tercer capítulo presentamos nuestra estrategia general de investigación y
las técnicas de recoleccción y análisis de la información empírica. Definimos
nuestros objetivos y el campo de observación, es decir, nuestra selección de géneros
discursivos, clases de texto y tipos de tareas propuestos a los niños. Luego acotamos
el universo en el que trabajamos: las características de los niños seleccionados y los
procedimientos de obtención de información. Con el propósito de afrontar el análisis
de los escritos, definimos nuestra unidad de descripción, el enunciado, y las variables
de análisis, las funciones de segmentación y calificación que cumplen las marcas
gráficas. Finalmente, damos cuenta de la metodología cualitativa que utilizamos para
realizar las entrevistas y para dar cuenta de los datos.
En el cuarto capítulo realizamos el análisis de las marcas gráficas que están
presentes en los textos, más precisamente en las primeras versiones de los textos
producidos por los niños. Partimos del supuesto de que no podemos estudiar la
presencia o ausencia de marca gráfica en un escrito sin tener en cuenta las
características discursivas de ese mensaje y su propósito comunicativo, pues estos
factores determinan el tipo y la frecuencia de aparición de marca gráfica. Por esta
razón, nuestro trabajo define primero las características de los textos de los niños y,
en segundo lugar, tomando como referencia las funciones de segmentación y
calificación de la marca gráfica, los entornos verbales que generan las condiciones de
aparición, tanto en las partes iniciales y terminales de los textos como en los núcleos
textuales.
En el quinto capítulo estudiamos lo que dicen los niños sobre las marcas
gráficas que han utilizado durante el proceso de revisión. En el análisis de las
entrevistas hemos procurado interpretar cómo los niños ven el problema de la zona
visuográfica en la escritura. Más exactamente, buscamos formular interpretaciones
plausibles acerca de cómo inciden las restricciones discursivas en el uso infantil de
12
marcas gráficas y acerca de con qué clase de recursos resuelven los problemas de
segmentación y calificación.
Finalmente, en las conclusiones confrontamos nuestros resultados con los
antecedentes de investigación.
Esperamos haber avanzado en la búsqueda de una definición de mayor
complejidad de los problemas involucrados en la forma en que los niños construyen
la zona visuográfica cuando escriben un texto. Para ello hemos ampliado la visión de
esta zona, discutido la base epistemológica de las investigaciones realizadas y
explorado nuevas posibilidades metodológicas. Sin embargo, no nos engañamos:
estamos en un campo en el que queda, todavía, casi todo por hacer.
13
CAPÍTULO 1:
15
considerado ajeno a la lengua, en tanto “real del orden de lo calculable” (Milner
1980). La escritura resultó excluida, así como muchos aspectos de lenguaje. De la
misma manera se estableció también una concepción de escritura que justificaba
dicha exclusión.
Esta operación ha sido realizada por un texto que fue clave en el proceso de
conformación de la lingüística como campo conceptual. Nos referimos al Curso de
Lingüística General de Ferdinand de Saussure1, cuyas condiciones discursivas y
sociales de surgimiento, circulación y recepción lo han convertido, según Verón
(1987), en un texto de fundación. Por una parte, tal libro recupera el concepto de
escritura como tecnología que había sostenido Occidente casi desde su surgimiento
y, al hacerlo, recupera también su crítica. Como sostiene Raúl Dorra,
1
Sabemos que han sido los discípulos de Saussure, Bally y Sachehaye, quienes reprodujeron y
editaron las clases de su maestro. Pero más allá de la paternidad del Curso, lo que interesa es que es
ese texto, tal como está escrito, el que ha producido los efectos a los que nos referimos.
2
De hecho, veremos que toda la argumentación lingüística a favor de la exclusión de la escritura no
dejará de repetir estos temas: rechazo de las restricciones culturales y sociales que impone la escritura
y desvalorización de la técnica ante la naturaleza.
16
De esta manera la noción de escritura como “representación” ha quedado
unida a la primacía de lo oral y ha situado a la escritura en un lugar derivado y, por
tanto, secundario y exterior3. Pero también es cierto que, si bien la escritura fue
expulsada explícitamente, fue nuevamente introducida en puntos decisivos del
desarrollo teórico del Curso. Así, por ejemplo, para explicar una noción tan central
como la de valor, se toma “ese otro sistema de signos que es la escritura”, como
término de comparación a fin de dar cuenta de lo que podríamos llamar el núcleo
duro de la posición saussureana: la arbitrariedad, el valor puramente negativo y
diferencial, la oposición recíproca en el seno de un sistema (de Saussure 1971: 202).
Sin embargo, lo que ha perdurado ha sido el reproche central de Saussure
contra el sistema de escritura comúnmente llamado “fonético”: la discordancia que
existe entre grafía y pronunciación. Cabe aclarar además que el sistema fonético es
privilegiado por de Saussure frente al sistema ideográfico pues sostiene que, “en el
momento en que se establece un alfabeto de esta clase ya refleja la lengua de una
manera bastante racional”. Pero este sistema que, en teoría, “aspira a reproducir la
serie de sonidos que se suceden en la palabra” (de Saussure 1971: 75), no cumple
con esta “obligación” con exactitud. La consecuencia sería que “la escritura vela y
empaña la vida de la lengua: no es un vestido, sino un disfraz” (de Saussure 1971:
79).
De esta manera vemos cómo esta noción de representación, que subordina a
la escritura al estatuto de instrumento de un lenguaje originariamente hablado,
“describe o más bien refleja la estructura de un determinado tipo de escritura: la
escritura fonética” (Derrida, 1984: 41). Por otra parte, como el mismo Derrida aclara:
Sería por otra parte necesario decir modelo en lugar de estructura: no se trata de
un sistema construido y funcionando perfectamente, sino de un ideal que dirige
explícitamente un funcionamiento que de hecho nunca es íntegramente fonético
(1984: 41).
3
Derrida (1984) ha mostrado en relación con este punto la forma en que la tradición metafísica
occidental ha incidido en esta noción de representación que pone en el centro la unidad de phoné,
glossa y logos.
17
lenguaje escrito4. No debería en realidad resultar extraño. El Curso había sentado los
componentes fundamentales que producirían la lingüística moderna, como lo afirma
Benveniste:
Así la noción de la lengua como sistema era admitida desde mucho tiempo atrás
por quienes habían recibido la enseñanza de Saussure (…) Si se agregan los
otros dos principios, igualmente saussureanos de que la lengua es forma, no
sustancia, y de que las unidades de la lengua no pueden definirse sino por sus
relaciones, se habrán indicado los fundamentos de esta doctrina que, algunos
años más tarde, sacaría a la luz la estructura de los sistemas lingüísticos (1979:
93).
The layman’s terms “spoken language” and “written language” suggest that
speech and writing are merely two different manifestations of something
4
Destacamos como excepción el libro de Vendryes (1921), que incluye un capítulo sobre escritura, en
el que trata el origen y el desarrollo de la escritura como una evolución lineal y progresiva. Así, desde
la imagen, “que vuelve sensibles a los ojos la idea de los objetos”, se llegaría a la escritura
ideográfica, que representa ideas por signos, y luego hacia el sistema fonético, primero silábico y
luego alfabético. Por supuesto, como corresponde a las ideas de la época, Vendryes entiende que esta
línea evolutiva es una línea de perfeccionamiento que supone que la “mentalidad racional se ha
enmancipado de la mentalidad mística” (p. 419). Sin embargo, si bien reitera muchos de los
argumentos de Saussure contra la escritura, sostiene muchas de las ideas básicas que luego
desarrollaremos: “no se escribe nunca como se habla, uno escribe (o trata de escribir) como los demás
escriben” (p. 439). A la pregunta “¿está la palabra en el sonido o en la escritura?”, responde que “para
todo hombre civilizado está en uno y otra” (p. 450) y admite que “hoy no concebimos el lenguaje sin
la forma de la escritura” (p. 451).
18
fundamentally the same. Often enough, the layman thinks that writing is
somehow more basic than speech. Almost the reverse is true (Hockett 1965
[1958]: 4).
5
Nótese que no se emplea el término “representación”, utilizado por Saussure, sino el de notación. La
notación tiene la función de garantizar la identificación de la producción a pesar de las diferencias de
realización. Además debe ser un conjunto de símbolos organizados de acuerdo a todos los
requerimientos sintácticos (disyunción y diferenciación finita) y semánticos (relación clara con un
campo semántico determinado, en este caso, el lenguaje) de un sistema. (Tolchinsky, 1993)
19
d’autres termes, au moment où apparait un asservissement du pictural à l’oral”
(Martinet 1992: 11). Sin duda esta definición sienta un concepto más restrictivo de
escritura. Según Martinet, esta servidumbre comenzaría con lo que se conoce como
ideografía, esto es, cuando se dispone de un signo para notar cada monema, es decir,
una unidad significativa mínima, como sucede con caracteres de la escritura china,
aunque la situación también puede evolucionar de otra manera: “par l'établissement
d'un syllabaire où la phonie triomphe complètement aux dépens du sens” (Martinet,
1992: 12). Por este segundo camino se puede realizar un análisis de la fonía que
conduce al alfabeto, “c'est à dire à une listée de caractères correspondant aux
phonèmes d'une langue, groupant aussi bien les voyelles que les consonnes”
(Martinet 1992: 13).
En Alarcos Llorach podemos apreciar con claridad cuál es el lugar que,
asumiendo estos supuestos, la lingüística le puede dar a la escritura: “La linguistique
n’examine les systèmes graphiques de communication que s’ils sont, à différents
degrés, une transposition graphique de ce que le langage manifeste par des signes
vocaux” (1968: 519). Cabe aclarar que este lingüista sí asume el concepto de
escritura como representación en el sentido de Saussure y sostiene el estatuto
derivado de la escritura respecto de la manifestación oral del lenguaje. Así, aunque
admite que en la escritura hay toda una serie de marcas que podrían ser estudiadas
como “unidades gráficas distintivas” en cuanto a su relación con el contenido —los
signos de puntuación, que llama símbolos demarcativos, espacios, mayúsculas u
otros procedimientos gráficos no lineales—, sostiene que, por sus presupuestos
teóricos, “le problème de la structure des systèmes d’un point de vue graphique
immanent” queda fuera del ámbito de la lingüística (1968: 552).
Queda claro que estas herramientas conceptuales no solamente suponen una
restricción en el concepto de escritura respecto de la relación que establece con el
lenguaje, sino que también clasifican las escrituras en función de la clase de unidad
lingüística que la marca gráfica nota. Estos planteamientos no nos permiten avanzar
mucho más en relación con la constitución específica de lo escrito, porque es como si
las herramientas conceptuales elaboradas para estudiar la lengua oral no pudieran
servir para dar cuenta de la escritura considerada en sí misma. En verdad esta
20
consecuencia no sorprende porque las marcas gráficas están consideradas
exclusivamente en una relación de servidumbre con respecto a lo oral.
Por eso interesa avanzar hacia otros planteamientos lingüísticos que, ya en la
primera mitad del siglo XX, formularon en términos diferentes el problema de la
relación entre lenguaje y escritura. En la lingüística americana tenemos el caso de W.
Bolinger, quien, a propósito de la posibilidad de estudiar morfemas visuales en su
propio nivel e independientemente de los morfemas vocales, puso en duda el recorte
de objeto realizado por la escuela descriptivista, todavía dominante a mediados de la
década de los cuarenta. En efecto, concluía su artículo sosteniendo: “In view of the
close integration of the “language organization”, it is probably necessary to revise the
dictum that “language must always be studied without reference to writing” (1946:
340).
En Europa comenzaban a plantearse posiciones teóricas similares. En efecto,
hubo lingüistas, pertenecientes a la Escuela de Copenhague y al Círculo de Praga,
que cambiaron la forma de plantear el problema de la relación entre escritura y
lenguaje. Nos detendremos en estos últimos porque creemos que nos proveen de
muchos conceptos que podemos utilizar en la delimitación de la zona visuográfica
del sistema de escritura.
La teoría que postuló Hjelmslev también a mediados de los cuarenta en los
Prolegómenos a una teoría del lenguaje alteraba la distribución de prioridades
establecida por de Saussure en favor de la lengua hablada, debido a que será ahora la
forma lingüística la que ocupe el lugar central. En efecto, al jerarquizar la noción de
valor, la idea de que “la lengua es una forma y no una sustancia” (de Saussure 1971:
206) adquiere un sentido radical en la teoría glosemática. Es así como no es en la
unión del plano del contenido y de la expresión que se constituye el signo, sino que
“parece más adecuado usar la palabra signo para designar la unidad que consta de
forma de contenido y forma de expresión y que es establecida por la solidaridad que
hemos llamado la función del signo” (Hjelmslev 1980: 87).
Como vemos, el lingüista danés postula una forma propia para cada una de
las dos sustancias, forma del contenido y forma de la expresión, y estipula que la
sustancia sólo existe en cuanto está tomada a cargo por una forma. Así, “la sustancia
no es un supuesto de la forma, pero la forma lingüística sí es un supuesto necesario
21
de la sustancia. La manifestación es una selección en la que la forma lingüística es la
constante y la sustancia la variable” (Hjelmslev 1980: 150)6. Pero si bien en esta
teoría la sustancia “no puede ser un definente de la lengua” (Hjelmslev 1980: 146), la
lingüística parece recuperar la escritura a través de esta noción.
En efecto, un poco más adelante, Hjelmslev asegura en relación con este tema
que se ha supuesto que la sustancia de la expresión expresión de un lenguaje hablado
consta exclusivamente de sonidos, pero que se ha pasado por alto que el habla puede
ir acompañada del gesto (Hjelmslev 1980: 147). Y agrega específicamente en
relación con la escritura:
6
Desde la fonología se ha cuestionado esta decisión (Jakobson, Halle 1959), pues definir la sustancia
fónica como variable supone buscar las invariantes sin referencia a la misma, como de hecho lo
22
que la diferencia entre la lengua hablada y escrita es simplemente una diferencia de
sustancia, como sostenía Uldall, la “tinta” por el “aire”. Pero este mismo lingüista
sostenía que, desde la teoría glosemática, éstas no son las únicas posibilidades, pues
“the system of speech and the system of writing are thus only two realizations out of
an infinite number of possible systems, of which no one can be said to be more
fundamental than any other” (Uldall 1944: 16). Puesto que lo verdaderamente
lingüístico es la forma, y la sustancia no tiene relevancia en esta teoría, este marco no
era suficiente para instaurar la escritura como uno de los objetos de la lingüística.
Por su parte, la Escuela Lingüística de Praga, a través de la noción de
función7 entendida en un sentido comunicativo, define otro lugar para la escritura en
la teoría lingüística. Es así como vemos aparecer por primera vez el término de
lengua escrita8 en un artículo de 1939 escrito por Josef Vachek y titulado “Zum
Problem der geschriebenen Sprache”9. Este lingüista sentaba así las bases sobre la
que desarrollaría, con continuidad, una de las posiciones teóricas que permite abordar
la escritura como problema. En efecto, en primer lugar, nos permite pensar la lengua
escrita y su relación con la hablada no en términos de jerarquías, como había sido
tratado hasta ahora, sino en términos de complementariedad. Además, abre la
reflexión a la especificidad de su problemática. A continuación desarrollaremos con
más cuidado estos puntos, especialmente el último porque es el que nos permitirá
aislar nuestro objeto.
El eje central sobre el que gira el planteamiento de Vachek es la
consideración de la función que cumplen la lengua hablada y escrita en una
comunidad lingüística culturalmente desarrollada. A partir de esta consideración
funcional, otorgará tanto a la lengua hablada como a la lengua escrita un status
proponía Hjelmslev.
7
Si bien la noción de función había sido utilizada por la escuela de Hjelmslev, era una noción muy
cercana a la concepción de función en matemática y la Escuela de Praga ha buscado diferenciar su
propia concepción de función: “Les linguistes de l’École de Prague ont considéré comme trait
essentiel des systèmes de langues la destination fonctionnelle, la mise en valeur pratique de la langue.
On soulignait non seulement l’importance des rapports à l’interieur des systèmes de langues, mais
aussi les rapports des systèmes de langues et des manifestations linguistiques à la réalité extra-
linguistique.” (Thèses collectives présentées par B. Havránek, K. Horálek, V. Skalicka, P. Trost,
Réponses aux questions linguistiques (au IVº Congrès International de Slavistes) en Vachek 1966
[1958]: 34)
8
Traducimos por lengua escrita siguiendo la opción ya realizada por el autor en Vachek, 1966.
9
Vachek, Josef, “Zum problem der geschriebenen Sprache” en Selected Writings in English and
General Linguistics. Paris, Mouton, 1976. (pp. 112-120). Se puede encontrar una reseña de los puntos
centrales de las primeras ideas de Vachek sobre la escritura en Contreras L. (1983, 1985).
23
semejante pues ambas son normas lingüísticas que, en una misma comunidad, tienen
distintas funciones que los usuarios reconocen como tales. Por ello preferirá los
términos de “norma hablada de lenguaje” y “norma escrita de lenguaje” a los
primeros de lengua hablada y lengua escrita. Se puede apreciar con claridad la
diferenciación sincrónica funcional que establece entre ambas normas en sus
definiciones de las mismas:
24
LANGUE
(d.h. eine universale Sprachnorm)
/ \
SPRECHNORM SCHRIFTNORM
| |
SPRECHÄUSSERUNGEN SCHRIFTÄUSSERUNGEN
Figura 1
Relación posible entre norma hablada y escrita
(Tomado de Vachek, 1976 [1939])
Cabe aclarar que Vachek sienta este principio de ausencia de una estructura
común en ambas normas, incluso para las lenguas en cuyos alfabetos funciona un
principio fonológico que permitiría suponerla. No hay estructura común ni siquiera
en aquellas lenguas cuyo alfabeto está más cercano al principio fonológico, como el
finlandés o el serbo-croata. Por supuesto, piensa que aún con menor razón se podría
aducir la existencia de esta estructura en lenguas cuyos alfabetos tuvieran una base
fónica, pero silábica, o aquellos que respondieran a otro principio radicalmente
25
distinto, como el ideográfico10. Pero que no exista una estructura común no significa
que no existan reglas de correspondencia entre una norma y otra. Desarrollaremos
esta cuestión con cuidado porque creemos que, a partir de las premisas de este
lingüista, podemos sentar las bases que nos permitirán abordar ya el problema de la
composición de la norma de lenguaje escrito.
En principio deberíamos aclarar que para Vachek la relación estructural entre
ambas normas no se define en términos de significado sino de correspondencia. Es
decir, que no se puede hablar de la “significación fónica de un grafema” pues esta
idea se basa en un concepto ficticio, “the relation holding between the graphic and
the phonic elements is not reference but correspondence” (Vachek, 1973: 33).
Entiende así que los símbolos escritos no son solamente “símbolos de símbolos”
como sostenía Jakobson. Opina que, ciertamente en un principio la norma escrita de
una lengua establece una conexión con la realidad extralingüística a través de un
desvío, es decir, a través de la lengua hablada. Por consiguiente la escritura se
conforma como una “superestructura” en relación con la lengua oral como opinaba
Jakobson. Pero, sostiene, llega un momento en el que los símbolos escritos o
impresos se convierten en símbolos de primer orden, y siempre se abandona ese
desvío primero en algún grado.
Creemos que se puede cuestionar la idea de esta conexión directa con la
realidad extralingüística, porque en todo caso correspondería hablar de una conexión
directa de la escritura con el sentido sin pasar necesariamente por la lengua oral. Pero
es claro que ya la posición de este lingüista, en relación con la autonomía que puede
alcanzar la escritura con respecto a la lengua oral, comienza a dibujar el camino que
nos permitirá abordar el problema que nos interesa: el de la conformación específica
de la norma escrita.
Así, según Vachek, la norma de lengua escrita establece correspondencia con
la norma de lengua hablada en algún nivel de lenguaje, pero este nivel de lenguaje no
es siempre el de la relación fonema-grafema —una correspondencia absoluta de
ambas unidades es de hecho inexistente en cualquier lengua—. Las normas escritas
de las distintas lenguas que poseen un sistema de escritura alfabética respetan esta
correspondencia hasta algún grado, pero existen correspondencias en niveles más
10
Utilizamos las denominaciones más tradicionales en cuanto a las clases de sistemas de escritura,
26
altos que interfieren con la correspondencia en el nivel básico. Así, por ejemplo,
algunas lenguas preservan la figura gráfica del morfema escrito, tanto la de la base
radical11 como la de los gramaticales12.
Otro de los niveles más altos involucrado en esta correspondencia es el de la
palabra, lo que ha llevado a hablar de un principio logográfico en las escrituras
fonéticas. Es el caso de los homófonos no homográficos que encontramos en
distintas lenguas como en el francés13, el inglés14, el alemán15, el castellano16.
Concluye así que
27
empleamos para producir expresiones escritas aceptables en una determinada
comunidad lingüística incluye también otras clases de marcas:
Such means include not only the graphemes (implemented by letters), but also
the diacritical marks, sharing with their graphemes their segmental places in the
written utterances, as well as the established ways of mutually combining those
graphemes (Vachek, 1973: 9).
17
Utilizo las expresiones que se utilizan como fundamento de las reformas ortográficas en el español,
como en Mosterín, J.(1993) o Martínez de Sousa J. (1991)
28
Es así como, a partir del convencimiento de que la norma escrita posee su
propia estructura, necesariamente diferente de la de la norma hablada, reconoce
también la especificidad de estos recursos y de sus funciones. Estos recursos
permiten, por ejemplo, señalar la organización del texto para el lector o introducir
claridad en expresiones construidas con una sintaxis notoriamente más compleja que
la comúnmente encontrada en la norma hablada. Vachek afirma que cuando el
recurso es propio de una de las normas, la otra, si quiere expresarlo, podrá hacerlo
solamente de una manera secundaria18. Así, ejemplifica, para expresar lo que
señalamos con un punto y aparte en un texto escrito, en la norma hablada debemos
utilizar una expresión como “Con esto hemos terminado el problema A y ahora
abordaremos el problema B”, o, para expresar la función de un doble punto, debemos
utilizar una frase como “esto se produce por que…”.
Habíamos notado ya que, a medida que nos alejábamos de una
correspondencia en el nivel básico de fonema-grafema y la correspondencia se
establecía en niveles más altos de lenguaje, comenzábamos a movernos en el plano
del significado, gramatical o léxico. De los ejemplos de Vachek podemos inferir que,
cuando operamos con recursos no alfabéticos en la cadena escrita, las relaciones se
establecen en niveles aun más altos, como la frase y el texto. Es así como, en el
momento en que parece acentuarse la especificidad estructural de cada una de las dos
normas19, ingresamos en el orden del sentido. A diferencia de Martinet, entonces, no
podríamos sostener que la fonía triunfa totalmente a expensas del sentido ni siquiera
en los sistemas alfabéticos de escritura.
Estas observaciones, formuladas con el fin de demostrar la máxima distancia
que existe entre ambas normas, son las que nos permiten comenzar a delimitar los
18
En estos casos parece conveniente utilizar el término traducción, tal como lo utiliza Haas para
denominar las transposiciones de una a otra norma. En este sentido no compartimos la opinión de
Mosterín, J. (1993), que sostiene — probablemente con ironía— que Haas utiliza este término debido
a la distancia que existe entre la norma hablada y la norma escrita del inglés, idioma en el que escribe
Haas, distancia indudablemente mayor que la que existe en el español. Creemos que justamente el
término traducción puede dar cuenta de la complejidad de la transposición de una norma a otra en
virtud de los recursos específicos que cada una de ellas posee.
19
Que son los recursos de la norma escrita con menor correspondencia en relación con la norma
hablada, esto es, con mayor autonomía, parece demostrarse de manera indirecta por el hecho de que
no se ocupan de ellos los partidarios de las reformas ortográficas en las distintas lenguas,
especialmente aquellos que bregan por la menor cantidad de desviaciones del principio de
correspondencia estricto de fonema-grafema (Cfr. para las reformas propuestas para el español
Mosterín J. (1993) o Martínez de Sousa J. (1991)).
29
recursos que constituyen el objeto de nuestro trabajo: lo que Vachek llamaba hace
más de sesenta años, medios ópticos de la norma escrita (optische Mitteln), que
nosotros hemos denominado zona visuográfica del sistema de escritura.
Uno de los requisitos para considerar la especificidad de los efectos que
produce en la norma escrita la existencia de esta zona, es entender otra de las
consecuencias de la teoría de Vachek: la inexistencia de normas escritas basadas en
solamente un solo principio. Así como las escrituras de base ideográfica poseen
caracteres que notan rasgos fónicos, en las normas escritas de base fonética y además
alfabética, como el español, funcionan principios diferentes a los de la
correspondencia en el nivel básico, como el de fonema-grafema. Vachek atribuye
este hecho a la conexión íntima que existe en las lenguas entre forma y sentido.
Si tuviéramos entonces que destacar aquello que, en vistas a nuestros fines,
nos interesa de este planteamiento teórico, nombraríamos, en primer lugar, la
complementareidad de ambas normas en razón de la función que cumplen en una
comunidad determinada, y, en segundo lugar, la idea de que la norma escrita posee
una estructura específica y, en cierta medida, autónoma en relación con la norma
hablada. Sus componentes y los resultados de sus combinaciones establecen
relaciones con el lenguaje en distintos niveles. Estas correspondencias se pueden
establecer en el nivel más elemental de fonema, pero también se establecen en los
niveles más altos de morfema, palabra, frase y texto. Esta posición nos ha permitido
delimitar ya lo que hemos llamado zona visuográfica en el sistema de escritura y
comenzar a esbozar algunas de sus características.
Interesa ahora ver de qué manera una lingüista contemporánea, Nina Catach,
retoma las posiciones de quienes, en la tradición de la lingüística europea
continental, abordaron el problema de la lengua escrita. Nos referimos tanto a la
escuela glosemática como al Círculo de Praga. Juzgamos necesario detenernos en los
planteamientos teóricos de esta lingüista porque constituyen una de las bases teóricas
más sólidas para delimitar nuestro objeto. En efecto, la continuidad de su trabajo en
el tema la ha conducido al desarrollo de una teoría general de la lengua escrita y de
sus distintos componentes, tanto en sus aspectos históricos como actuales.
Nina Catach desarrolla, con herramientas conceptuales provenientes de la
glosemática, cuestiones que ya Vachek había planteado —complementareidad de
30
ambas normas, carácter mixto de los principios que actúan en las normas escritas,
diferencias entre las normas escritas según el grado de cercanía o lejanía con respecto
a la correspondencia que existe en el nivel lingüístico básico—. Sin embargo,
introdujo variaciones fundamentales en relación con dos cuestiones. La primera es
que, a diferencia de Vachek, admite la existencia de una lengua que subordine las
normas habladas y escrita. La segunda, que se deriva de la resolución positiva de la
primera, refiere a la introducción de una dimensión de significación en el tratamiento
de la correspondencia entre ambas normas. El efecto general de estos
desplazamientos es el de una notoria moderación de la autonomía otorgada por
Vachek a la lengua escrita. Desarrollaremos a continuación los puntos que juzgamos
centrales de esta posición teórica.
Para Nina Catach “las escrituras son conjuntos de signos discretos,
articulados y arbitrarios, que permiten comunicar cualquier mensaje construido sin
pasar necesariamente por la voz natural” (1996: 312), y que mantienen una relación
de complementariedad con el lenguaje oral. Esta definición contiene todos los
elementos que definen al signo y, por consiguiente, sitúa a la escritura como un
objeto que pertenece por derecho propio al ámbito de la lingüística y que merece un
análisis por parte de esta disciplina.
Nos interesa retomar desde un principio su esbozo de tipología de los
sistemas de escritura (1996), porque, si bien ella se ha dedicado especialmente al
francés, creemos que se puede extender buena parte de su análisis también al
español. Considera que la escritura ha adoptado cuatro soluciones fundamentales en
cuanto a sus formas sistémicas. Desarrolla así uno de los caminos esbozados por
Vachek: el de los distintos grados de proximidad que existen entre las normas
escritas y las habladas, pues las cuatro soluciones están ordenadas según este criterio.
La primera solución respondería al principio establecido por Uldall, por
cuanto la diferencia que existe entre el sistema de escritura y la lengua hablada es
solamente de sustancia. Se trata, según Catach, de la solución adoptada, por ejemplo,
por el finlandés o el serbo-croata. La segunda solución es la que establece que lo oral
y lo escrito constituyen dos formas de la expresión que corresponden al mismo
31
contenido20. Sería la solución del alemán o del italiano. Nosotros podríamos sumar el
español. La tercera solución consiste en que los signos de lenguaje fonémico y los
signos de lenguaje grafémico son utilizados en el mismo plano. Así, para Catach hay
una verdadera gramática escrita, sincrónica y funcional, al lado de la gramática de lo
hablado. Esta solución sería la adoptada por el francés y el inglés. Y finalmente, la
cuarta solución agrupa aquellos casos en que hay tanta distancia entre sistema
fonémico y escritura que se pueden considerar como lenguas diferentes. Por ejemplo,
la relación entre el wenyan, o chino literario clásico, en relación con el chino
estándar moderno, el árabe literario del Corán, distinto de los dialectos árabes
hablados actualmente, el latín en el siglo X, etc.
Las escrituras europeas responden en general a la segunda solución pero
también tienen elementos de la tercera. Por ello Catach retoma la propuesta de Haas
(1976), quienes establecen dos opciones básicas en relación con los sistemas de
escritura: la plerémica y la cenémica21. Pero habla en todo caso de escrituras
esencialmente cenémicas o esencialmente plerémicas, pues sostiene que es necesario
Como vemos, Nina Catach coincide con Vachek en relación con que no
existen sistemas de escritura organizados según un único principio, pero formula esta
conclusión en términos de significación, posibilidad entrañada por los términos
glosemáticos de glosema y plerema. Es así como sostendrá que tanto lo escrito como
20
Volveremos sobre este tema cuando nos ocupemos de la organización del plurisistema gráfico del
francés.
21
Esta terminología alude a las unidades mínimas invariantes, los glosemas (gr. glossa= lengua;
sema= signo) , que constituyen el dominio relevante para la lingüística según Hjelmslev. Los cenemas
( del gr. vacío) serían los glosemas de la expresión, y los pleremas (del gr. lleno) serían los glosemas
de contenido. Acompañados por los exponentes, morfemas y prosodemas, son los constituyentes del
plano pleremático y cenemático, respectivamente. Los pleremas se subdividen en centrales (los
elementos radicales) y marginales (elementos de derivación) y los cenemas también centrales
(vocales) y marginales (consonantes). (Hjelmslev, 1992 [1970]: 52, Lázaro Carreter, 1973: 24). Haas
(1976) utiliza estos conceptos para señalar las posibilidades de las escrituras derivadas en su relación
con el habla: en relación con el mensaje, los grafemas de la escritura plerémica están semánticamente
informados, mientras los de la escritura cenémica, no.
32
lo oral presentan un significado y un significante. Esta perspectiva, por una parte,
resguarda la autonomía de lo escrito; pero también la relativiza, al mantener abierta
la correspondencia de la lengua escrita con la lengua oral en uno o en otro plano. Por
otra parte, la selección de la terminología glosemática para dar cuenta de los hechos
de escritura entraña la posibilidad de formularlos en términos de sistema.
Tenemos ya un indicio de esta recuperación de la noción de estructura cuando
retoma la forma trilateral —finalmente desechada—, con la que Vachek se
representaba una de las posibilidades de relación entre norma de lengua hablada y
norma de lengua escrita (Cfr. Figura 1); pero a diferencia del lingüista checo, valida
el lugar que ocupa la lengua, en tanto sistema abstracto, en este esquema:
Lengua
(o norma lingüística universal)
/ \
norma de lenguaje hablado norma de lenguaje escrito
expresiones orales expresiones escritas
Fig. 2
Relación entre lengua- lenguaje oral- lenguaje escrito
( tomada de Catach, 1996)22
Pero esta lengua no es ya solamente una lengua (L), sino una lengua
transformada y enriquecida por la acción de la escritura. Por ello esta lingüista
propone el “modelo de L prima” con la siguiente formalización:
22
Cabe hacer notar que el esquema original (Cfr. Figura 1) decía geschriebene Norm (norma escrita)
y geschprochene Norm (norma hablada). Nina Catach consigna en ese lugar la traducción de
geschriebene Sprache como lenguaje escrito, y geschprochene Sprache como lenguaje hablado.
Nosotros hemos traducido en su momento los mismos términos geschriebene Sprache y gesprochene
Sprache como lengua escrita y lengua hablada, siguiendo le Dictionnaire de Linguistique de l’École
de Prague, dirigido por el mismo Josef Vachek, en donde se realiza la equivalencia geschriebene
Sprache= langue écrite y gesprochene Sprache= langue parlée (1966 [1988]: 88). Como sabemos, en
inglés (language) y en alemán (Sprache) no se hace la diferencia que podemos realizar en francés y en
español entre lengua (langue) y lenguaje (langage). Creemos que el leve desplazamiento del esquema
de Vachek, realizado a través de la traducción de Catach, procura resguardar la especificidad del
término lengua como conjunto abstracto de correspondencias entre los dos lenguajes, el hablado y el
escrito.
33
Todo lenguaje L provisto de un oral A y de un sistema de escritura desarrollado
B se convierte en L’, según la ecuación A x B= L > L’ (Catach, 1996: 326).
signifiant
Oral
signifié
L'
signifiant
Écrit
signifié
Figura 3
El modelo de L prima
(Tomado de Catach 1994: 97)
34
encargado de transcribir los sonidos, lo que otorga al sistema una “étonnante
stabilité”.
Pero también constata la existencia de signos de lo escrito, como aquellos que
23
llama signos morfemas , que deben ser analizados como los morfemas de lo oral
porque están formados por un significante y un significado. Los morfogramas
constituyen la segunda zona constitutiva del sistema gráfico. Componentes
inestables, conforman una zona secundaria, más dispersa, pero relacionada con la
primera.
La tercera categoría gráfica son los logogramas24, que básicamente distinguen
homófonos. Es decir, son pleremas, no cenemas, que tienen un origen histórico,
etimológico, pero que sincrónicamente tienen la función de indicar categorías que no
indica la lengua hablada. Constituyen una zona formada por unidades esencialmente
dispersas.
Estas tres categorías gráficas del francés se completan y se oponen, pero no es
fácil separarlas:
Pourtant, leurs rapports son suffisamment distincts pour qu'il soit déjà difficile
de parler à leur sujet de système, dans le sens que, par exemple, les sciences
physiques ou la linguistique accordent à ce mot. Il s'agit plutôt d'un
plurisystème, ou de plusiers sous-systèmes, l'un central, et relativement stable,
le second, couvrant d'assez larges zones de la chaîne écrite, le troisième enfin,
partiel et marginal (Catach 1973: 31).
Esta base teórica permite distinguir, dentro de los sistemas de escrituras, una
doble organización: la organización en función de los sonidos y la organización en
función de los sentidos. Podemos entonces establecer una zona en nuestro sistema de
escritura, organizado fundamentalmente sobre la base de un principio fonográfico, y
23
Ejemplificaremos con el ejemplo del verbo en francés. Así, propone Catach (1996: 312, 316) en un
sintagma como “les enfants riaient” [los niños reían] hay tres marcas orales [le], [z], [rijε] y dos
marcas escritas: [s], plural de “enfant” y [aient], marcas verbales [terminación de imperfecto, 3º pers.
pl]. Habría así morfogramas gramaticales, cuyo origen es etimológico pero cuya función actual es
indicar por ejemplo, en el caso del verbo, el modo, el tiempo, el aspecto, la persona, y morfogramas
léxicos con vínculos entre radicales y derivados en la alternancia entre consonante escrita y
consonante pronunciada, así tenemos radicales con consonante escrita “teint/teinter [teñido/teñir],
rabot/raboter [cepillo, cepillar] y radicales sin consonante escrita balai/balayer [barrido/barrer];
bain/baigner [baño/bañar]. Ejemplos tomados de Catach 1980b: 312, 316)
24
Por ejemplo los homófonos presentan a menudo variaciones gráficas que diferencian significados:
a/à [tiene/a], ou/où [o/dónde]. En este caso, la variación radica en el acento grave. Ejemplos tomados
de Catach 1996: 319).
35
distinguir aportes que no corresponden a este principio. Catach cuenta entre estos
aportes plerémicos tres clases diferentes: refuerzos semasiográficos, los sistemas
parciales, más o menos integrados al sistema gráfico general: puntuación,
mayúsculas, abreviaturas, siglas, etc. y los aportes plerémicos articulados o
glotográficos” (1996: 322). Nosotros podemos esbozar el siguiente cuadro:
cenemas
morfogramas
articulados
logogramas
Componentes del pleremas
sistema de escritura sistemas parciales:
puntuación,
mayúsculas,
abreviaturas, siglas,
etc.
no articulados
refuerzos
semasiográficos
Figura 4
Las tres zonas del sistema de escritura de las que ya hemos dado cuenta son
aquellas que tienen una relación con las articulaciones del lenguaje. Así, si hacemos
corresponder estas unidades con las descripciones que ha realizado el funcionalismo
de la lengua tendríamos que:
Figura 5
Articulaciones de lo escrito y de lo oral
Tomada de Catach 1980b: 27 y reformulada
36
Quedan, sin embargo, por estudiar los refuerzos plerémicos de los sistemas de
escritura en una zona que es absolutamente extra-alfabética, pues consiste en aportes
plerémicos no articulados. Excluiremos de ella, en función de nuestros objetivos, lo
que Catach llama refuerzos semasiográficos, que aparecen en la señalización
internacional de los aeropuertos, en los códigos viales, etc. No los consideraremos
porque entendemos que, al ser de orden figurativo o simbólico, establecen una
relación directa con el sentido sin realizar ninguna clase de desviación por la lengua
oral.
Nos interesan, en cambio, los sistemas parciales, de los que Nina Catach
asegura que están “más o menos integrados al sistema gráfico general”. Si bien
parece, en principio, un conjunto heterogéneo, tenemos aquí un conjunto de marcas
—puntuación, mayúsculas, espacios, siglas, tipos de letras— unidas por algunas
características comunes: son marcas que tienen un carácter fundamentalmente visual,
pero algunas de ellas todavía establecen una innegable correspondencia con lo oral.
Nina Catach las estudia con el nombre de puntuación, pero distingue un
sentido amplio y un sentido estrecho en esta noción:
Au sens large, la mise en page (MEP) comportera les signes, mais aussi tous les
procédés typographiques de mise en valeur du texte, titres, marges, choix des
espaces et de caractères, et au-delà agencement général des chapitres et
façonnement du livre. Au sens étroit, on lui accorde en général une quinzaine
d'éléments graphiques, étroitement liés au texte alphabetique: essentiellement
séparateurs (virgule, point-virgule, point final, d'exclamation, d'interrogation, de
suspension); et signes de communication ou de “message” (deux points,
guillemets, tirets simples ou doubles, parenthèses, crochets). Il est nécessaire d'y
ajouter l'usage des blancs et des majuscules, piliers, avec le point, les plus
anciens de la ponctuation, plus que jamais indispensables (Catach, 1994: 8).
Para poder esclarecer aún más estas dos definiciones, debemos tener en
cuenta que esta lingüista distingue, además, tres tipos de puntuación, según su ámbito
de funcionamiento:
* la puntuación de palabras,
* la puntuación sintáctica o comunicativa, relativa a la frase, o mejor dicho, a
la proposición,
* la puntuación del texto o puesta en página.
37
La puntuación de texto, para Nina Catach, no solamente está cargo del
escritor sino también de calígrafos, secretarios, tipógrafos, correctores, editores.
Corresponde a lo que llama específicamente “mise en page” y la define así:
38
no son totalmente plerémicas ni totalmente cenémicas. En efecto, la puntuación
constituye el único rasgo material que, en la lengua escrita da cuenta de la entonación
y de las pausas, de lo que Buyssans llamaba “la tercera articulación de lo oral”. En
todo caso, como dice Catach, esta función es derivada de lo oral. Pone de relieve,
entonces, el carácter fuertemente doble de la puntuación:
39
relación con el sentido a través del lenguaje oral, finalmente se impone una relación
directa de la escritura con el sentido. En este apartado nuestro propósito central es
diferenciar estas dos etapas en la historia de la escritura en Occidente: una etapa de
estrecha relación de la escritura con la actuación oral, que coincide con la práctica
inexistencia de la zona visuográfica, y otra en la que comienza el proceso por el que
la escritura alcanza la autonomía que hoy le reconocemos. En esta última etapa se
constituye ya la página legible con los recursos de presentación de la zona
visuográfica desde la misma instancia de producción del texto.
Cabe realizar primero dos aclaraciones: incluiremos solamente reflexiones de
índole general acerca de la historia de la puntuación en tanto forman parte de las
convenciones visuales que orientan la interpretación, convenciones que hemos
llamado zona visuográfica. Sin embargo, no nos interesa hacer aquí su historia, sino
simplemente reflexionar acerca de su naturaleza pragmática a través de la
consideración de sus orígenes. Esta zona es, en efecto, el resultado de la influencia de
la historia de la lectura en la historia de la escritura, por ello muestra la clase de
relación que se establece entre escritor, lector y la página.
La constitución de la página legible tal como la conocemos actualmente es
relativamente tardía pues, aunque es cierto que griegos y romanos conocían el
espacio separador de palabras y los signos de puntuación, su uso fue esporádico e
irregular. En ambas civilizaciones se terminó por imponer la scriptio continua,
primero en Grecia, después en Roma a partir del siglo II de nuestra era. La reducción
de la representación escritural a su expresión mínima, esto es, a la zona alfabética,
hizo de la lectura un arte difícil. Exigía una lectura en voz alta, una verdadera
actuación del texto. Por eso era necesaria la presencia de un especialista25 y un
tiempo de preparación previa del texto antes de su ejecución.
Como señala Desbordes (1995), las ambigüedades se potenciaban con esta
clase de escritura y la gramática preparaba a los lectores para descifrarlas. Este
sistema de ayudas al lector se había iniciado como práctica en la Biblioteca de
Alejandría (Reynolds & Wilson 1995). Los lectores entonces hacían uso de la
posibilidad de incluir signos suplementarios en casos de dificultad, del mismo modo
25
Esta tarea estuvo muchas veces a cargo de esclavos, tanto en el mundo griego como en el romano.
Este hecho señalaría, a juicio de los especialistas, el lugar despreciable que ocupaba el lector en
40
en que se anota una partitura antes de su interpretación. Se incluían así signos
prosódicos —acentos—, signos diacríticos —signos de puntuación— y signos
críticos. Destacamos entonces que la inclusión de marcas de legibilidad no era
responsabilidad del productor del texto, sino del lector. En efecto, era el lector quien
determinaba la interpretación, que no era orientada a través de medios gráficos por el
autor. Se atribuye esta práctica al hecho de que el autor frecuentemente dictaba a los
amanuenses, no escribía por sí mismo:
relación con el escritor: “El esclavo era un instrumento, un instrumento dotado de voz” (Svenbro,
1998: 71)
26
Pérez Juliá cita, como ejemplo, la siguiente definición de período en la Retórica de
Aristóteles: “...Llamo período a la expresión que tiene en sí misma un principio y un fin propios, así
como una extensión abarcable de una mirada”
Asimismo, existe una relación estrecha entre imagen, materialidad de la escritura, espacialidad visual
y memoria, en otros escritos de retórica de la época. Desbordes (1995) relata un método
mnemotécnico griego conocido a través de textos latinos, como la Retórica a Herenio, Cicerón y
Quintiliano. Consiste en representarse “lugares” en los que se colocan las imágenes portadoras de
sentido, de modo de servirse de los lugares como de tablillas de cera y de las imágenes como letras. Es
así como se concibió una estrecha relación entre memoria y escritura. Podemos decir entonces con
Pérez Juliá que ya en la Retórica “se infiere que bajo la distribución de la información subyacen
determinadas pautas visuales” (1988: 616).
41
con la función de estas marcas: “La diastolē de los griegos, la distinctio de los latinos
es la disyunción, la discontinuidad (y al mismo tiempo la articulación de los
elementos en un continuum) que recorta la voz humana en secuencias” (1995: 232).
La misma investigadora indica que la historia de la puntuación de los gramáticos
señala dos tendencias relacionadas: por una parte, multiplicar los espacios de
disyunción susceptibles de representación gráfica y, por otra, señalar regularmente
esas disyunciones.
Otro sistema, tardío entre los griegos y también entre los romanos, supuso la
posibilidad de cumplir dos funciones que no siempre coincidían: analizar la sintaxis
y permitir la respiración. Se trataba de un sistema de tres puntos: el punto alto, el
punto medio y el punto bajo. En efecto, los puntos alto y bajo tenían una función
semántica, el primero indicaba que el enunciado estaba completo y el segundo, un
enunciado incompleto. El punto medio señalaba la necesidad fisiológica de respirar.
De esta manera se podían cubrir las dos finalidades de estas marcas en la época: el
esclarecimiento de las ambigüedades y la declamación expresiva. Así, en la época
antigua la página escrita estuvo en estrecha relación con la voz, pues se situaba entre
dos oralizaciones: el dictado y la lectura expresiva en voz alta27, para sí mismo o para
un auditorio. La escritura se inscribía en un mundo oralizado, cuyo ideal fue la
formación del vir eloquentissimus. Por consiguiente, era solamente el soporte de la
expresividad verbal.
Esta lectura en voz alta, típica de la Antigüedad, sobrevivió en la liturgia
durante la Edad Media, aunque en el siglo VI comienza a concederse más
importancia a la lectura en silencio. Este cambio de actitud hacia la lectura en
silencio tiene que ver con toda una serie de cambios históricos, sociales e incluso con
las condiciones materiales de producción de lo escrito. En efecto, la introducción del
códice inicia un cambio radical al introducir mayor visibilidad, la que supuso mayor
posibilidad de reflexión sobre el contenido. Al brindar mayor comodidad para la
lectura, facilitaba la recuperación e inserción de ideas que ya habían aparecido en el
texto escrito, lo que suponía poner en juego otras formas de almacenar y recuperar la
información en la memoria (Pérez Juliá 1988, Reynold & Wilson 1995).
27
Esto no quiere decir que no se conociera la lectura silenciosa en el mundo clásico. En el mundo
griego existió, aunque con un carácter marginal (Svenbro 1998)
42
Por otra parte, la manera de considerar el texto en el mundo cristiano, la lenta
transformación del latín en una lengua extraña, el encuentro de los textos escritos en
latín con escribas —hablantes de lenguas célticas y germánicas— para los cuales este
idioma fue desde siempre solamente una lengua escrita, fueron factores que
incidieron en la transformación de la página y en la conformación de la zona
visuográfica (Parkes 1992). De este modo, comienza un lento proceso de imposición
de un cambio de actitud hacia la naturaleza de la palabra escrita, que se comienza a
ver como una manifestación independiente de la palabra oral. Éstas son las
condiciones que explican el avance gradual de la lectura silenciosa en la época:
43
oración latina a través de signos de puntuación, el uso de los tipos de letras para
diferenciar los extractos insertos en un texto del propio texto. Con el tiempo, pero
muy lentamente, estos cambios se generalizaron a Occidente. Por ejemplo, la
separación de palabras no se uniformizó hasta el siglo XII.
Este proceso está dominado por una actitud hacia los textos totalmente
diferente de la de la antigüedad. Los textos se habían vuelto importantes porque en
ellos estaba contenida la posibilidad de la salvación. La tradición patrística en la que
se apoyó el proceso de desciframiento e interpetación de los textos tuvo repercusión
en la página escrita: “El aumento del número de lectores, la preocupación por el
significado del texto, que subyace a la interpretación ofrecida al principio por las
estructuras sintácticas, produjo cambios en la manera de aplicar la puntuación”
(Parkes 1998: 154). Así, como sostiene este autor, el uso de los signos de puntuación
llevó a la página el análisis hermenéutico “para que fuera aprehendido por el lector
como parte del propio proceso de la lectura” (Parkes 1998: 155).
No contamos con estudios suficientes como para poder hablar con
especificidad de la conformación de la zona visuográfica en el ámbito hispánico,
pues hay solamente estudios escasos y aislados sobre puntuación. Vamos a
detenernos en los datos que tenemos, aunque no nos extenderemos demasiado sobre
el tema. Sabemos que también en España durante la Edad Media la puntuación
(positurae y más tarde pausationae y punctaturae) adoptó los valores de la
puntuación clásica. Por ello, tanto el aspecto gráfico de las marcas, como las
posiciones que ocupaban, son las que ya conocemos del periodo clásico: el punto en
alto reflejaba la distinctio y se denominaba periodo, el punto medio indicaba la
media distinctio y se llamaba colom y el punto bajo, que señalaba la subdistinctio, se
llamaba comma. Como afirma Blecua, “estos signos duraron mucho más de lo que
pueda pensar el lector, puesto que se encuentran en más de un incunable (...)”. (1984:
122). Los datos que brinda este investigador sobre documentos hispánicos anteriores
al siglo XV confirman, a pesar de la variedad de signos utilizados, este entronque
clásico de la puntuación en la época medieval. Podemos citar otro dato en este
sentido: la explicación de Ramón Santiago (1998) sobre la razón por la cual Antonio
de Nebrija no escribió sobre puntuación castellana y romance. Sostiene que ya lo
44
había hecho en latín, y la puntuación castellana y romance es una adaptación de la
que se hace en latín: según commata y cola.
No hay, al parecer, muchos datos sobre este período, aunque se puede pensar
que España no era ajena a lo que sucedía en Europa. Según Blecua, las referencias
que encontró en España sobre las artes punctandi son muy tardías (son del siglo
XV), pero, afirma que era indudable el conocimiento que se tenía de ellas,
especialmente en las cancillerías y escritorios monacales (1984: 123). De la misma
manera, afirma, con la imprenta se pondrían a la orden del día las artes punctandi
medievales, pues “la imprenta calcó al principio la factura de los manuscritos y por
tanto, y con más razón el uso de los puntos” (Blecua 1984: 128).
Santiago matiza estas afirmaciones pues sostiene que no se puede saber con
certeza con qué criterios se puntuaba en la Edad Media, pero tampoco durante el
Renacimiento:
si falta mucho (o casi todo) acerca de los usos y tradiciones de los escritorios
donde se copiaban los códices, tampoco es demasiado lo que hoy por hoy se
puede asegurar (aunque se puede sospechar bastante) acerca del papel que
corresponde a las imprentas, o a algunos impresores en particular, por lo menos
en el modo de llevar a la práctica aquella doctrina sobre la puntuación (Santiago
1998: 244)
45
época “en el espacio de la página se establece un ritmo de llenos y vacíos que
evidencia cada vez más la espacialización de la escritura. Un texto tipográfico consta
de una sucesión de marcas cero definidas tácitamente por referencia al carácter,
palabra, oración, párrafo y capítulo” (1988: 624). Por eso, como sostiene esta misma
autora, la división paragráfica se produce cuando el uso de la lectura se convierte en
una trayectoria silenciosa y de recorrido personal. También señala que su frecuencia
está estrechamente relacionada con los géneros discursivos, pues será mayor en
textos jurídicos y argumentativos. Las transformaciones de la página, como hemos
visto, siguen estrechamente unidas a las modificaciones cognitivas, sociales y
culturales en las comunidades de lectores. Si a la influencia de la imprenta añadimos
la de la teoría gramatical de la época (a pesar de las frecuentes incongruencias que
había entre la teoría y la propia práctica) tendríamos, según Santiago, los dos factores
que más incidieron en la historia de la puntuación en España.
Para volver a lo que sucedió en España en esta época es necesario destacar la
dirección estandarizadora que sigue el uso de puntuación a partir de la mitad del
siglo XVI. Según Martínez Marín,
46
señalan por dos puntos [:] o punto y coma [;]. A su vez, a las divisiones internas de
los colos le corresponden comas [,]. La tercera conclusión es que, si bien se
abandonaban lentamente los nombres tradicionales, los ortógrafos no habían perdido
de vista la relación entre la puntuación y la preceptiva retórica clásica. De hecho, las
funciones eran muy similares. Este autor cita a López de Velasco como el que mejor
sintetiza la función de la puntuación en ambos siglos:
47
que lo efcrito manifiefte y dé à conocer clara y diftintamente lo que fe propóne y
difcurre” (RAE 1969 [1726], LXI).
La puntuación queda enmarcada en el dominio de la ortografía y referida al
ámbito de funcionamiento de la oración, pues predomina aquí el criterio de análisis
gramatical. El listado de marcas gráficas que se nominan como puntuación se
entiende en este marco, pues son las marcas que funcionan en el nivel de la oración y
de la palabra:
28
Así, antes de iniciar la sección siguiente, se aclara la necesidad de organización textual y, por tanto,
la utilidad de la marca de párrafo: “Para proceder en eftos puntos con la mayor claridad, dividiremos
efte Tratado en Párraphos: porque fiendo como es fu materia fumamente delicada (...) para no
confundir à los que leen, y para explicarlo mejor, fe dividirán con efte orden. (...) En el primero..(...)”
(RAE 1969 [1726]: LXI)
29
La última clasificación de signos (1999) los divide en centrales (punto, coma, punto y coma, dos
puntos, puntos suspensivos, signos de interrogación, signos de exclamación, paréntesis, corchetes,
raya, comillas) y auxiliares (diéresis, guión, barra, apóstrofo, signo de párrafo, asterisco, llave).
48
última versión se pone de relieve la dimensión textual de la marca gráfica31. Merced
a la fuerte influencia que ha desempeñado la Real Academia Española en todo el
ámbito español e hispanoamericano, la puntuación ha sido objeto de un tratamiento
normativo como parte de la ortografía, y su denominación abarca sólo a lo que hoy
conocemos como signos de puntuación.
30
Se ha ido enfatizando, por ejemplo, lo que hemos llamado el criterio de análisis retórico, o sea, la
relación que tiene la marca gráfica con la lengua oral. Si en un momento se sostuvo que determinadas
marcas tenían un valor prosódico —“la coma, el punto y los paréntesis indican las pausas más o
menos cortas que en la lectura sirven para dar a conocer el sentido de las frases” (RAE 1959:30, RAE
1973:146)—, en la última versión se hace una afirmación más radical “la puntuación de los textos
escritos con la que se pretende reproducir la entonación de la lengua oral constituye un capítulo
importante dentro de la ortografía de cualquier idioma” (RAE 1999: 55). Es muy notorio cómo se ha
acentuado la posición: la Ortografía de 1959 en una nota a pie de página decía que la relación pausa-
coma era muy discutible (relación objetada también por Navarro Tomás (1974)) y que en todo caso
había que remitirse para su uso solamente a las reglas convencionales que estipulaba en la sección
correspondiente. Esa nota a pie de página desaparece en el Esbozo de 1973.
31
Vimos que el Diccionario de Autoridades reconocía el valor del párrafo como organizador del texto;
en las siguientes versiones se reconocerá el uso textual de determinadas marcas en los apartados
correspondientes, por ejemplo, del punto y aparte, de la raya de diálogo. Finalmente, en 1999, se dice
explícitamente que “La puntuación organiza el discurso y sus diferentes elementos y permite evitar la
ambigüedad en textos que, sin su empleo, podrían tener interpretaciones diferentes” (p. 55).
49
semantic significance which might otherwise not be conveyed at all, or would at
best be much more difficult for a reader figure out. (Parkes 1992: 1).
Hasta aquí hemos realizado tanto el recorrido teórico que nos autoriza a estudiar
con autonomía la escritura, como el recorrido histórico que nos ha permitido delinear
la constitución histórica de sus recursos más específicos, que hemos llamado aquí
marcas de la zona visuográfica. En este apartado justificaremos esta nominación y
abriremos la discusión acerca de las marcas gráficas que incluye y sus ámbitos de
funcionamiento.
4.1. Nominación
Sin embargo, esta nominación no dice nada en sí misma sobre esta zona,
salvo que las marcas no tienen correspondencia articulatoria. Por otra parte, como
50
admite el mismo Jaffré, esta zona está presente también en escrituras que no están
organizadas según el principio alfabético, como en el caso del chino, o mixtas, como
en el caso del japonés.
Hemos buscado entonces otra denominación en función de los principios en
los que se basan los sistemas de escritura. Al respecto sostiene Honvault:
Les deux grands principes fondateurs des systèmes d’écriture sont donc le
principe à caractérisation pléremique sémiographique, selon lequel les unités
graphiques sont en relation avec les unités du contenu de la langue (morphèmes
et lexèmes) et le principe à caracterisation cénémique phonographique selon
lequel les unités graphiques sont en relation avec des unités de l’expression
orale (phonèmes, syllabes, etc.)” (Honvault 1995: 11).
Queda claro que las escrituras alfabéticas, como es el caso del español, están
organizadas fundamentalmente en torno al principio fonográfico. Pero hemos visto
que a medida que nos alejamos de este principio suceden dos fenómenos
correlacionados: por una parte, ingresamos en otros niveles y dimensiones del
lenguaje y, por otra, el componente visual cobra cada vez mayor peso.
En efecto, en el caso de las marcas que no tienen relación biunívoca con
fonemas, pero que tienen todavía correspondencia articulada, ingresamos en el
dominio del significado, gramatical o léxico. Estamos todavía dentro de niveles de
análisis estrictamente lingüísticos. Por ello se podría entender que estas marcas se
sitúan en una extensión de la zona fonográfica, o sea, en la zona fonográfica
entendida en sentido amplio. Tal extensión ciertamente es producto de un desajuste
en la evolución de la lengua hablada y escrita, pero tiene una función específica en
sincronía: permitir al lector ingresar rápidamente en el orden del significado a través
de la visión.
En el caso de las marcas plerémicas que no tienen ya correspondencia
articulatoria, no nos movemos en el ámbito estricto del significado lingüístico.
Damos un paso más allá e ingresamos de hecho en el dominio del sentido, pues son
marcas reguladoras que intentan “controlar” el efecto que produce lo enunciado en
una situación comunicativa determinada32. Por lo tanto ya no estamos en el campo
32
Utilizamos aquí la palabra sentido como la entienden Benveniste “la idea que expresa la frase y que
implica referencia a la situación del discurso y a la actitud del locutor” (Benveniste 1977: 226) y
Coseriu (1994), como el contenido específico del nivel del texto, en tanto concreción particular del
51
del principio semiográfico del que hablaba Honvault. Lo que nos es comunicado a
través de la vista ya no son unidades de contenido de la lengua, como los morfemas y
lexemas. El ámbito de funcionamiento se extiende hasta el texto.
Por otra parte, queda claro que cuando nos alejamos de la zona estrictamente
fonográfica el carácter visual de la marca tiene cada vez mayor peso. Las marcas
plerémicas articuladas son fundamentalmente visuales, pues no se corresponden
unívocamente con los fonemas. A su vez, las marcas de la zona visuográfica
permiten jerarquizar y organizar visualmente lo escrito al introducir segmentaciones
en lo que de otra manera se presentaría como un continuum. Cabe aclarar que
también entendemos que muchas de ellas tienen una doble función, pues también
introducen la duración y la melodía en el análisis discretizante del habla que realiza
la notación alfabética; pero esta recuperación de la continuidad melódica se hace a
través de marcas que dejan una huella gráfica en el texto, un procedimiento
relativamente nuevo en los sistemas de escritura, como hemos visto. Podríamos
sintetizar lo dicho hasta ahora con el siguiente cuadro:
Figura 6
Zonas del sistema de escritura
contenido de un texto dado en una situación determinada, por el significado, la designación, los
entornos propios del discurso y su contexto.
52
Evidentemente esta visualidad tiene relación con rasgos de la prosodia, pero
al mismo tiempo los transforma imponiendo su propio rasgo constitutivo: la
espacialidad. Hagège sostiene "l'autonomie de l'écrit le consacre comme fin en soi
(...)" (1985: 114). Cita como evidencia de esta autonomía los procedimientos
literarios que son capaces de abolir la linealidad, y combinar todas las direcciones.
Además, considera que los recursos de esta zona ayudan a conformar la autonomía
de la escritura:
Por ello, por analogía con el principio fonográfico, hemos dado en llamar a esta
zona visuográfica. En efecto, si el principio por el cual se constituyó la zona
fonográfica en las escrituras alfabéticas fue el del análisis de los sonidos del habla, el
principio por el cual se constituye esta otra zona en la página escrita es
fundamentalmente visual. Se trataba de volver visible al lector, por medio de marcas
gráficas, las unidades —muchas de las cuales son también unidades melódicas de
distinta duración— en las que se puede segmentar lo escrito a fin de dotarlo de una
organización.
Entendemos que la denominación zona visuográfica en sí no deja de ser, como
todos los términos metalingüísticos, arbitraria, pues está fundada en una redundancia:
lo gráfico supone lo visual. Sin embargo, esta redundancia no deja de ser
significativa pues indica su misma naturaleza: a diferencia de las marcas de la zona
fonográfica que remiten a distintos niveles lingüísticos, estas marcas deben pensarse
ineludiblemente en términos de la misma escritura. Son, por tanto, marcas de
legibilidad que explotan las posibilidades de la sustancia gráfica como agente de la
escritura. Por eso es la zona del sistema más independiente del lenguaje oral.
53
Nos detendremos ahora en la composición de esta zona y en las funciones que
cumplen sus recursos. Hemos visto que hay una coincidencia generalizada en cuanto
a la clase de recursos gráficos que la conforman. Para delimitarlos con mayor
exactitud nos apoyaremos fundamentalmente en la posición de Jacques Anis (1996),
quien adopta una posición con respecto de la lengua escrita mucho más autonomista
que la de Nina Catach y en todo más cercana a la propuesta de Vachek. Este lingüista
formula un modelo del sistema gráfico del francés, que nos servirá para identificar
los elementos que componen la zona visuográfica. Anis distingue tres clases de
unidades: los alfagramas —unidades puramente distintivas—, los logogramas —
grafemas que corresponden a unidades significativas como las cifras, las siglas— y
finalmente los topogramas —marcadores que contribuyen a la producción del
sentido, como los signos de puntuación, espacios en blanco y variantes de
caracteres—.
Analizaremos con más detalle el inventario que este lingüista realiza de los
topogramas porque constituye un antecedente importante de la conformación que
postulamos para la zona visuográfica. Entre los topogramas sitúa en primer lugar los
signos de puntuación: apóstrofo, guión, coma, punto y coma, dos puntos, punto,
signo de interrogación, signo de exclamación, puntos suspensivos, comillas,
paréntesis, corchetes, raya, raya doble. Estos topogramas no se acumulan en la
cadena gráfica y su alcance en la misma varía. Se agregan a este grupo los blancos
entre palabras y entre parágrafos, el subrayado y los topogramas vinculados que
modifican los alfagramas: /minúscula/ vs /mayúscula/; /versalita/, /redonda/ vs.
/bastardilla/; /fina/ vs. /negrita/. Estas últimas distinciones no son posibles en la
escritura manual, que utiliza entonces otros signos, como el subrayado y las comillas.
Anis estipula que se debe dejar de lado la especificidad de los textos y tipos de textos
que configuran otros espacios gráficos. Salvo esta última observación (pues a
nosotros sí nos parece importante incluir el espacio, fundamentalmente el de orden
textual que contribuye a identificar un tipo de texto en particular), el inventario de
recursos que nosotros proponemos de la zona visuográfica coincide con el realizado
por este lingüista.
54
Como vemos, el inventario de los componentes de la zona visuográfica tiene
como característica central la heterogeneidad. Desarrollaremos a continuación los
tres órdenes centrales de elementos que distinguimos, con las funciones y el ámbito
de funcionamiento que les reconocemos.
El primer componente es el espacio, “un blanc, lequel est déjà un signe, le
plus primitif et essentiel de tous, un “signe en négatif”” (Catach 1980a: 18). Como
todos los recursos de esta zona, puede actuar en el nivel del texto, en el nivel de las
frases y en el nivel de las palabras. Con respecto a este componente, nos interesa
destacar particularmente su función en la organización del texto en su conjunto.
Entendemos con Sharples que “the page became a space for both textual and visual
organisation” (1999: 134). Este autor, siguiendo a Kress y van Leeuwen, sostiene que
la composición visual de la página codifica significado dentro de un marco visual:
determina relevancia perceptiva (salience) a través de elementos que llaman la
atención, el valor de la información a través de la ubicación de elementos dentro de
un marco (derecha/izquierda, arriba/abajo, centro/margen) y de una disposición que
conecta o desconecta elementos. En esta composición visual no solamente interviene
el espacio como recurso. Así, en la determinación de relevancia perceptiva
intervienen también otros recursos, como el color y las disposiciones tipográficas.
Por esta razón el espacio, en conjunción con otros recursos, conforma un diseño, una
“silueta” que contribuye a caracterizar perceptivamente los distintos tipos textuales.
De esa manera, leyendo sólo la disposición espacial y tipográfica, podemos distinguir
una noticia, un editorial, una receta, una carta, etc.
Una vez en el interior del texto, el espacio contribuye juntamente con el punto
y la mayúscula a conformar los párrafos. Estas unidades están en estrecha relación
con la distribución de la información que realice el texto, distribución que variará a
su vez según el género discursivo al que éste pertenezca33. Creemos que es necesario
33
Se podría pensar en principio que el párrafo coincide con una unidad temática, pero sabemos que no
siempre sucede así. Según Longacre (1979), el párrafo ortográfico es frecuentemente arbitrario: “The
paragraph indentationts of a given writer are often partially dictated by eye appeal; that is, it may be
deemed inelegant or heavy to go along too far on a page or a series of pages without an indentation or
section break. A writer may, therefore, indent at the beginning of a subparagraph to provide such a
break. Conversely, a writer may put together several paragraph as an indentation unit in order to show
the unity of a comparatively short embedded discourse. Finally, the orthographic rule in English
composition that we must indent for each change of speaker in a dialogue obscures the unity of
dialogue paragraphs (where, e. g., assuredly a question and its answer constitute a unit)” (Longacre
1979: 116).
55
conservar esta unidad de análisis que cubre el lugar que dejó la desaparición del
punto llamado periodus que tomaba la forma de un punto y coma, pero que servía
para señalar una “unidad de pensamiento total” (Catach 1991).
Ahora bien, también las marcas que componen la zona visuográfica pueden
alojarse en el interior de la misma zona alfabética: como el espesor, el tamaño o la
forma de las letras. Como sostiene Védénina (1988), los procedimientos tipográficos
facilitan, en primer lugar, la decodificación de la información, pero hoy suman más
funciones, pues contribuyen a la claridad y al laconismo de la expresión, sin olvidar
las funciones estéticas. Su posibilidad para aislar o destacar un segmento hace que no
sólo tengan un valor expresivo sino también una repercusión importante en la misma
organización del texto:
Les caractères d’imprimerie son classés par familles. Chaque famille comprend des
assortiments variés par le corps (dimension de l’oeil) et la graisse (épaisseur du trait).
La variation des corps et des graisses permet de moduler des valeurs. Les capitales,
grandes et petites, multiplient les possibilités, surtout pour les titres. (...) La typographie
purement expressive est pourtant l’exception. En fait, et contrairement à l’opinion de
certains typographes, le jeu des assortiments sert á des fins dénotatives et non
connotatives: il établit des hiérarchies textuelles (Laufer 1980: 82).
Por ello, al intentar establecer el párrafo como una unidad gramatical situada entre la oración
y el discurso, Longacre recurre a lenguas distintas del inglés en busca de marcadores lingüísticos
formales de comienzo y fin de párrafo. Sin embargo, como sostienen Brown & Levinson: “Lo que
inmediatamente pone de manifiesto el estudio de estos marcadores es que cada género discursivo
posee unos específicos. Hay maneras de indicar el comienzo de un nuevo párrafo en una narración,
por ejemplo, que no se emplean en el discurso argumentativo” (1993: 127).
Evidentemente, si los marcadores discursivos en una narración son fundamentalmente
temporales pues es un discurso organizado desde la temporalidad de los sucesos, en un discurso
organizado en función de parámetros no temporales como, por ejemplo, el discurso argumentativo, los
marcadores discursivos serán “lógicos”. De la misma manera también variarán los parámetros de
constitución de los párrafos. Si en el discurso narrativo los principios de segmentación tienen que ver
con el cambio de “escenario” (tiempo o lugar) o “tema” (la persona o cosa de la que se habla), es
probable que en otras clases de discurso los criterios sean otros.
Ahora bien, ciertamente existe un riesgo prescriptivo en los análisis que estipulan los criterios
desde los cuales se conforman párrafos como unidades estructurales. En ese sentido, coincidimos con
Brown & Levinson en sostener las ventajas de emprender un camino descriptivo de los marcadores de
cambio de tema específicos de cada género y, agregamos nosotros, de la constitución de párrafos. Por
eso en el marco de este trabajo hablaremos de párrafos definidos gráficamente y no de párrafo como
unidad del análisis estructural del discurso escrito, aunque estas unidades no sean tan fácilmente
separables.
56
clase de información que este texto porta. Esto es lo que Gérard Genette llama
paratexto (1987). Etimológicamente, paratexto debería entenderse como lo que
rodea y acompaña al texto, pero en verdad es lo que conforma el escrito como un
texto. Como sostiene Maite Alvarado, es un “dipositivo pragmático, que, por una
parte, predispone — o condiciona— para la lectura y, por otra, acompaña en el
trayecto, cooperando con el lector en su trabajo de construcción — o
reconstrucción— del sentido” (1994: 20).
En tercer lugar contamos con los recursos más acotados y estudiados de la
zona visuográfica: las marcas conocidas como signos de puntuación que operan en
el interior del texto. Sabemos que los lingüistas han señalado distintas clases de
funciones para estos recursos, particularmente para las marcas internas al texto, esto
es, para la puntuación. Nos detendremos a considerar las principales funciones que se
les han adjudicado.
Para Védénina (1980, 1988), la puntuación de la frase entra en un triple
mecanismo, pero los planos lingüísticos que la determinan (gramatical, comunicativo
y semántico) son sensiblemente diferentes. Estos tres mecanismos unen sus esfuerzos
para asegurar el proceso de la creatividad sintáctica. Como signo sintáctico la
puntuación ayuda al orden de las palabras, a las conjunciones y a la elipsis en su
trabajo de formación de la frase. Las conjunciones y la puntuación señalan los límites
de los segmentos, pero las primeras pueden indicar, además, la clase de relación que
hay entre los segmentos que se relacionan. En las frases elípticas, la puntuación
anuncia la ruptura sintáctica.
Si consideramos el plano semántico debemos pensar en la correlación entre
la puntuación y el sentido. Este lingüista ruso distingue entonces los signos de
demarcación de palabra o frase, como el blanco tipográfico, las mayúsculas, las
comas que pueden distribuir el mismo segmento en distintas partes de una frase y los
signos calificadores en los que entran los signos con valor modal como las comillas y
los signos de interrogación y de exclamación.
Finalmente, consideraremos la puntuación como signo comunicativo: el
orden de las palabras y el léxico construyen la enunciación o la “división actual de la
frase” en palabras de la lingüística checa. Creemos que el aporte fundamental de
Védénina es destacar esta función de la puntuación en la actualización de la sintaxis,
57
es decir, en mostrar cómo la puntuación adapta la sintaxis a los imperativos de la
comunicación. La puntuación, según este autor, contribuye a expresar el valor
comunicativo que tienen los distintos segmentos de una frase. Así, la puntuación
puede “rematizar” un elemento, puede señalar la ruptura sintáctica que produce un
elemento inserto al indicar sus límites o puede elevar un elemento a un rango
comunicativo más importante.
Catach (1980a), por su parte, entiende que en la puntuación de frase se
pueden distinguir signos esencialmente separadores, esencialmente pausales y
esencialmente semánticos. Los primeros cumplen una función sintáctica, que debe
entenderse como una función separadora y organizadora. Aquí señala una escala
creciente: coma (o blanco), punto y coma (o dos puntos), puntos (interrogativos,
exclamativos, suspensivos), blanco de párrafo. Catach incluye también en esta
categoría los signos de enunciación, que forman un subsistema separador, pues
señalan una distancia cada vez mayor en los diversos planos del discurso: la
separación se hace entre enunciadores o puntos de vista.
La otra función que señala, a diferencia de otros lingüistas que sostienen una
concepción más autonomista de la lengua escrita, es la suprasegmental, por la que la
puntuación indica las pausas, la entonación, el ritmo y permite actualizar el discurso
topicalizando los segmentos a privilegiar. Así, la puntuación no remitiría sólo a la
melodía como continuum no analizable, sino que constituye macromonemas gráficos
discontinuos, cuyo dominio es encuadrar y otorgar valor a las palabras, o grupos de
palabras de una proposición o un texto. Finalmente, señala también que la
puntuación puede operar también como complemento semántico, esto es, sustituir
unidades verbales.
En síntesis, para Catach, la puntuación es esencialmente de orden sintáctico;
pero no se sigue de esta posición que la puntuación sostenga la sintaxis, pues esta
lingüista comparte con Védénina la idea de que la puntuación constantemente viola
la sintaxis para producir efectos individualizados. No podemos olvidar que para esta
lingüista una unidad sintáctica asocia:
une suite de mots (aspect constructif), un message (aspect actuel), une substance et une
forme intonatives (mélodie expressive et aspect intonatif) et un sens (contenu de
message, résultant de l’ensemble des données précédentes). La ponctuation tient
dignement son rôle à ces différents niveaux de la syntaxe. Elle aide à la construction,
58
exprime les pauses, les sentiments, l’intonation, et participe au sens, de façon associée
et parfois même autonome (Catach 1994: 48).
34
Catach entiende sentido en la acepción que le dio Saussure y que retomó después Hjelmslev, esto
es, como un continnum, como una entidad sin analizar, todavía no articulado, no conformado por una
lengua determinada.
59
en el interior del texto: una función delimitadora, que también podríamos llamar de
segmentación y una función de calificación35.
En relación con la función de delimitación, sabemos que se establece, como
dice Catach, una jerarquía de unidades delimitadas y de fuerza de los signos que se
utilizan para hacerlo. Las unidades delimitadas son las partes iniciales y terminales
del mismo texto y las partes que, en su interior, conllevan una distribución especial
en el espacio: párrafo, frase, proposición, sintagma, palabra. Las marcas disponibles
conforman una escala que conlleva una cierta jerarquía, pero hay que tener en cuenta
que nunca son unívocas. Catach señala que los signos principales (blancos, puntos,
mayúsculas, comas) se encuentran en distintos niveles, con fuerzas y valores
diferentes. Por ello se puede entender que, en muchos casos, aunque estemos ante
dos signos que tienen la misma realización material son signos distintos porque
tienen valores y fuerzas diferentes.
La función de calificación, por su parte, está estrechamente relacionada con la
enunciación que, si se entendiera como “poner a funcionar la lengua por un acto
individual de utilización” (Benveniste 1977: 83), cubriría también la función de
segmentación. En efecto, como señalaba Védénina, la puntuación es un recurso que
coopera en la conversión de la lengua en discurso, y, por tanto, está ineludiblemente
unida a los movimientos y temporalidades del plano de la enunciación. Laufer afirma
al respecto,
35
de la Fuente González (1993), en uno de los escasos estudios que no son sólo normativos sobre
puntuación en castellano, coincide en que éstas son funciones centrales y las llama delimitación y
caracterización. Distingue en la función de delimitación cuatro ámbitos: verbal, sintagmático,
oracional y textual. La función de caracterización es la que señala las modalidades enunciativa,
60
Las marcas gráficas califican los segmentos delimitados contribuyendo a
indicar el juicio o la actitud de un sujeto con respecto a lo que está dicho en un
enunciado. Como sostiene Chevallier,
Dans tout énoncé, il y a au moins une modalité obligatoire qui se manifeste par la forme
déclarative, interrogative, impérative, optative, ou exclamative de la phrase. A ces types
de phrases corresponden respectivement les modalités de l’assertion, de l’interrogation,
de la requête, du désir et de l’expression; c’est ce qu’on appelle les modalités
d’enonciation (1993: 118).
Las marcas que tienen una función demarcativa, pero al mismo tiempo un
valor modal, conforman un paradigma de tres términos que corresponde a la
oposición entre la aserción, y las dos modalidades marcadas: la interrogativa y la
exclamativa. Las modalidades marcadas de interrogación y exclamación se señalan
con los signos del mismo nombre, pues la modalidad no marcada se señala con el
punto. Este valor modal conlleva características suprasegmentales específicas para la
interrogación, la exclamación y la aserción. En cuanto a las propiedades sintácticas,
las oraciones interrogativas y exclamativas comparten algunas, como los operadores,
pero también tienen rasgos formales específicos. Por otra parte, semántica y
pragmáticamente ambas clases de oraciones son también diferentes. Mientras la
exclamativa es un acto de habla expresivo, orientado hacia el hablante, la
interrogativa está orientada hacia el oyente. Semánticamente la oración interrogativa
expresa una incógnita, una variable, de modo que son expresiones abiertas,
incompletas que se pueden completar potencialmente con la respuesta. La
exclamativa expresa una creencia del hablante y sus operadores fijan el valor de la
propiedad a la que afectan, que se entiende como máximamente relevante para el
hablante. Por el contrario, los operadores interrogativos preguntan por la
determinación de la propiedad a la que se aplican36 (Alonso Cortés 1999, Escandell
Vidal 1999).
La segunda forma de calificar el enunciado refiere al señalamiento de la
estructura enunciativa, pues la marca gráfica contribuye a individualizar los cambios
61
de sujetos del discurso en los casos de citas y de discurso directo. Los dos puntos
señalan la toma de distancia entre segmentos mayores, diferentes desde el punto de
vista de la construcción pero relacionados desde el punto de vista del sentido (Catach
1994). De ahí que puedan utilizarse, con o sin cambio de renglón, para señalar un
cambio en el nivel enunciativo, pues otorgan la posibilidad de hablar a otro sujeto en
el discurso, pero al mismo tiempo subordinan ese segmento al discurso del primer
enunciador. La raya de diálogo se utiliza después de los dos puntos para separar el
enunciador principal del segundo enunciador, para separar el discurso directo de lo
que lo precede o lo sucede y para anunciar que los segmentos sucesivos reenvían
directamente a los dos puntos de anuncio y no a la frase precedente (Catach 1994).
Las comillas son las otras marcas del discurso referido y de la puesta en distancia.
Permiten al enunciador tomar distancia de algún segmento no asumido, aislarlo y
destacarlo del resto. Ahora bien, las marcas seleccionadas dependen de la naturaleza
del texto (impresa o manuscrita) y del género discursivo. De la misma manera sucede
con las marcas de expresividad o de énfasis.
En síntesis, y sin olvidar que se trata de una simplificación, podemos señalar
entonces que las funciones centrales de las marcas de la zona visuográfica son la
segmentación y la calificación de unidades en el texto escrito. Sin embargo, la
heterogeneidad del inventario de elementos de esta zona y, al mismo tiempo, la
flexibilidad e inestabilidad de sus funciones, nos exige reflexionar acerca de su
naturaleza y la de las unidades que contribuyen a delimitar.
que para el hablante tienen un alto valor. La oración interrogativa, por el contrario, pregunta por la
clase de libros que lee Pedro, pregunta por la determinación de esa propiedad.
62
Por lo tanto, queda claro que estas marcas permiten la constitución del texto a
través de la segmentación de un todo. Segmentar implica delimitar un conjunto de
otros o una parte de otras, o sea, establecer distinciones. Es conveniente recordar,
además, que distinguir significa tanto discernir una cosa de otra como otorgar valores
diferentes a aquello que se distingue. Por ello también en coincidencia con Anis
(1988) y Halliday (1992) entendemos que las dos funciones centrales que cumplen
las marcas de esta zona es distinguir unidades de distintas jerarquías en lo escrito y
calificarlas indicando su tipo, esto es, su función en el discurso y su pertenencia a las
distintas jerarquías enunciativas.
Sin embargo, también debemos recordar que, a lo largo del tiempo, esta
segmentación tuvo que ver con la constitución de distintos criterios de análisis no
excluyentes cuyo peso ha variado a lo largo de distintas épocas. Entendemos que las
unidades que son el resultado de esta segmentación —tales como las palabras, las
frases, los párrafos, las partes mismas de la silueta de un texto— no son unidades
formales, sino unidades prácticas de la lengua escrita, producto de categorizaciones
prácticas. Seguimos aquí a Berrendonner y Reichler Beguelin (1989), quienes
sostienen que existe una distancia relativamente regular entre las unidades gráficas y
las unidades lingüísticas, pues las primeras son el trazo de estructuraciones prácticas
realizadas por usuarios, mientras las segundas son deudoras de la necesidad científica
de consistencia en relación con una única perspectiva de análisis.
El punto de vista de los usuarios es, a diferencia del de los lingüistas, más
utilitario y diversificado:
Estos criterios con los que operan los usuarios para determinar unidades
gráficas son necesariamente no formales: “[la grammaire implicitement fournie par
les représentations graphiques] en dit long sur leur pratiques métalinguistiques non
formelles” (Berrendonner et Reichler-Béguelin 1989: 99).
63
Estas nociones utilizan al mismo tiempo muchos criterios facultativos, lo que
les permite acomodarse fácilmente a distintas situaciones, frecuentemente inéditas.
Las clases que conforman son, por tanto, de extensión elástica y las unidades son
variables: “c’est alors la relation syntagmatique es constituant de qui se trouve
affectée d’indecibilité: un segment du discours peut être indifféremment rangé
comme constituant soit dans l’une, soit dans l’autre de deux unités consécutives” (p.
108).
Vemos que todas las unidades gráficas —palabras, frases, párrafos— se
encuentran afectadas por este grado de indecidibilidad pues son unidades flexibles
que no se conforman siempre por los mismos criterios. Así como los segmentos que
las marcas de esta zona distinguen no son unidades formales, tampoco lo son las
marcas gráficas. Hablamos de recursos porque no creemos que puedan ser
considerados sólo como signos de un sistema, por cuanto son altamente sensibles a
los contextos de uso. Esto explica que José Polo (1974) cuando se pregunta por el
límite entre error ortográfico y libertad estilística en el uso de la puntuación,
responda de la siguiente manera:
Hay unos cuantos casos de fácil respuesta; pero gran parte de los mismos
tendrán una u otra según la intención del escritor —si es consciente de las
posibilidades del sistema puntuario—, el tema, el enfoque rítmico o reflexivo,
los otros signos de puntuación que anteceden y siguen, etc. (1974: 110)
Si sumamos todos las reflexiones que hemos venido realizando sobre la zona
visuográfica, veremos que reunimos una cantidad de elementos que inclinan la
balanza mucho más hacia el polo de lo pragmático que de lo gramatical: estamos en
el ámbito de la intención, de la convención, de marcas que inscriben distintas
fuerzas ilocucionarias en un texto y que se describen en función de valores continuos
e indeterminados (Leech 1983: 5).
Las marcas de esta zona son signos solamente en el sentido de “cualquier
estímulo condicional (creado artificialmente por el hombre), que sea un vehículo
para el dominio de la conducta ajena o propia” (Vigotsky, 1987: 90). Estamos más
bien ante recursos que remiten a distintas clases de organizaciones en lo escrito.
Tales organizaciones son relativas a la instauración de los enunciadores, a la
modalización de los enunciados, a la jerarquía, estructuración y progresión de la
64
información en los distintos tipos de texto, a la actualización del discurso, a la
organización sintáctica y también a fenómenos de orden prosódico, tales como la
entonación y la pausa.
Sin embargo, y puesto que no toda la zona es homogénea, entendemos que
puede a la vez haber sectores cuyo funcionamiento puede entenderse como si fuera
un sistema. De hecho, muchos lingüistas desde distintas posiciones teóricas
coinciden en intentar abordar la puntuación como sistema. Así, por ejemplo, hemos
visto ya que Nina Catach distingue dentro de la puesta en página (mise en page), los
signos de puntuación, que dependen del autor, son parte del texto y comunes a lo
manuscrito y a lo impreso y que, además, formarían una serie de subsistemas
relativamente coherentes. La unidad mínima sería el puntuema, unidad de forma y
función, cuyo rango varía según la perspectiva de análisis.
Sin embargo, cuando Nina Catach, hace una propuesta de leyes de
puntuación37 vemos que estas leyes no son formales. Constituyen en verdad criterios
de uso que afectan a dimensiones semánticas (fuerza de relación de sentido),
sintácticas (clases de constituyentes de la frase), prosódicas (longitud de las frases),
pragmáticas (inversión de orden, incisos), al sistema en sí mismo, o a la clase de uso
que se debe hacer del sistema, como la ley de sobriedad. Por lo tanto, en verdad lo
que hacen estas leyes es reforzar la opinión de Berrendonner en relación con que las
categorizaciones prácticas de la lengua escrita no se realizan con criterios formales
sino a través de nociones que suponen una multiplicidad de criterios de distinto
orden.
37
Las leyes que enumera Catach (1991, 1994: 121-122) son, reseñadas, las siguientes:
1. Primera ley: todo segmento sintáctico constituye al mismo tiempo un grupo de sentido. La
puntuación no debe separar jamás lo que el sentido une estrechamente
2. Ley de anticipación: se trata de prever en lo oral la respiración y, en lo escrito, un signo, de modo
de no detenerse de modo inoportuno
3. Ley de longitud: el número y la cualidad de los signos están en función de la longitud de las frases
4. Leyes de los accidentes del discurso: los accidentes del discurso, generalmente localizados al
inicio o al final de la frase, llaman a los signos. Por ejemplo, la coma se utiliza en las
yuxtaposiciones, los incisos, las inversiones de grupos.
5. Ley de sobriedad: A. No más signos que cosas a significar, B. No signos en cascada, o sea, una
puntuación de grupo parcial debe borrarse ante una puntuación del mismo rango superior.
6. Ley de exclusión: ciertos signos se excluyen mutuamente.
7. Ley de neutralización: Si en un punto del discurso se deben colocar muchos valores y no se puede
hacerlo sino por la misma marca, ésta no se realiza más que una vez.
8. Ley de absorción: Existen signos que no aparecen uno al lado de otro, aunque no indiquen los
mismos valores. En ese caso, se realiza una única marca que se carga con su valor y con el de la
otra marca.
65
Así, pues, aun en el dominio más restringido de la puntuación no estamos
simplemente ante un sistema. Las marcas gráficas siempre abarcarán distintos
dominios en cuanto a los criterios de uso, en cuanto a las posibilidades de
funcionamiento. Hay marcas en relación con la prosodia y otras que son
específicamente visuales, como dice Polo, “rasgos gráficos traducibles directamente
a la imagen conceptual o significado, a la semántica o sentido del texto” (Polo J.
1974: 106). En cuanto a los criterios de uso en español, sucede lo mismo que hemos
visto en otros idiomas. Cualquier intento de formulación de reglas generales termina
en la combinación de criterios semánticos, sintácticos, prosódicos y discursivos38.
Así, en la puntuación hay también ámbitos en los que se puede dar cuenta en
términos de sistema, de los que la norma solamente realiza algunas posibilidades,
pero estos “sistemas” nunca serán unívocos ni homogéneos.
Existen otras formulaciones que intentan dar cuenta del funcionamiento de la
puntuación como sistema. Por ejemplo, la propuesta de Nunberg (1992) para la
puntuación del inglés, y en particular, para la modalidad americana. Este lingüista
sostiene que la puntuación es, de hecho, un subsistema lingüístico que forma parte de
otros recursos gráficos. Todos funcionan como indicadores de un sistema de
categorías textuales de lenguaje escrito. Pero, a diferencia de Nina Catach quien
nunca deja de lado la relación entre puntuación y entonación, Nunberg señala los
límites de un enfoque “transcripcional” en el ámbito de la puntuación: “What the
transcriptional view of punctuation buys us, in the end, is a theoretically
uninteresting account of what is in any event a not very good correlation” (1992: 15).
Entiende, por consiguiente, la puntuación como un sistema autónomo que admite en
el estudio en sus propios términos.
Lamentablemente, su estudio se restringe solamente a los indicadores
independientes de género utilizados para indicar categorías en el nivel del párrafo o
menores que el párrafo. Presenta así, reglas sintácticas, de presentación (es decir,
grafológicas) y semánticas que determinan el uso de categorías textuales. No
obstante, no podemos entrar en detalles porque la mayoría de las reglas sintácticas y
38
Así, uno de los intentos más acertados de formulaciones sobre uso de puntuación en español
también combina distintos criterios: “el motor de la puntuación española, como cualquier otra en el
fondo, es semántico; que, cuando coincide con la pausa fonética, no hay problema; y, cuando se
“distorsiona” lo semántico por excesiva longitud o hipérbato, se recurre a la puntuación prosódica
como un amortiguador o encauzador, respectivamente” (Polo 1974: 111)
66
semánticas postuladas para las categorías textuales son sólo válidas para el inglés y
operan fundamentalmente en el nivel de lo que denomina oración de texto.
Como ya dijimos, en el presente trabajo nos ocuparemos solamente de las
marcas que funcionan en el nivel de la frase y del texto, excluyendo aquellas que
actúan en el nivel de la palabra39.
39
Volveremos sobre este tema en el Capítulo 3. Podemos adelantar la razón fundamental de esta
exclusión: entendemos que la complejidad lingüística y psicolingüística de la problemática de
segmentación de palabra merece un estudio particular que no nos proponemos realizar aquí.
67
Claude Hagège planteaba con claridad que “l'écriture est une analyse
linguistique à des degrés divers de conscience” (1985: 102). Observaba asimismo
que:
No está aquí solamente la idea más conocida de que la aparición de una clase
determinada de escritura depende de la toma de conciencia de los elementos de una
lengua determinada, distintos según el tipo de lengua de que se trate. Se puede
entender también la idea inversa que es aun más interesante, a saber, que la escritura
provee una forma que permite pensar y analizar el habla en determinados términos.
Por consiguiente, según sea la clase de sistema de escritura en cuestión será el
aspecto del habla que se vuelva consciente.
David Olson, situado ya en el campo de la psicología, define con mayor
claridad este problema al sostener que
Esta idea se puede entender de dos maneras. Por una parte, interpretamos que
en gran parte nuestro conocimiento metalingüístico40 es un producto de la escritura.
En este sentido, investigaciones psicolingüísticas autorizan a sostener que “nuestra
percepción del lenguaje y sin duda nuestro conocimiento metalingüístico son, en
gran medida, producto de lo escrito” (Tolchinsky 1995: 65)41.
40
Se puede sostener en términos generales que el uso el lenguaje es inconsciente y transparente; por
el contrario, para la conciencia metalingüística el lenguaje es opaco, a punto tal que el sujeto puede
llegar a hablar acerca de él. Sin embargo, esta caracterización debe ser tomada con cuidado, pues hay
permanentes fluctuaciones de un extremo a otro (Tolchinsky 1995).
41
A partir de investigaciones realizadas sobre comportamientos de segmentación de niños israelíes y
españoles se puede inferir que la adquisición de un sistema de notación restringe las manipulaciones
de los enunciados a aquellas que son relevantes para el mismo sistema. En una segunda instancia, al
parecer, el interjuego entre sistemas de escritura y las formas de segmentación de cada lengua hacen
que los comportamientos de los sujetos difieran. Por ejemplo, los niños deletrean en castellano y no en
hebreo (Tolchinsky 1995)
68
Se puede entender también que si la misma escritura provee entonces un
modelo de análisis del lenguaje —aunque también del mundo y de la mente—,
incrementando la posibilidad de reflexionar sobre él, se convierte entonces en una
actividad metalingüística. Evidente, si bien son éstas dos maneras de comprender la
relación entre la escritura y la conciencia, no dejamos de estar ante el mismo
proceso:
69
Entonces, restituir la continuidad del habla a través de marcas visuales en la
discontinuidad impuesta por la escritura alfabética significa restituir la continuidad
de un habla, sí, pero de un habla transformada por la escritura. Y viceversa, la marca
gráfica adquiere un valor lingüístico en tanto supone una transformación radical de
las dimensiones organizativas del discurso y sus partes constitutivas. Es la escritura
misma a través de sus transformaciones la que ha creado nuestra idea de las unidades
prácticas de palabra, de frase, de párrafo, de texto. Son unidades fundamentalmente
gráficas producidas por la misma escritura, porque solamente la gente que opera
desde una cultura alfabetizada puede producirlas. Por ejemplo, es sabido que la
sintaxis que produce alguien que entiende la puntuación no es igual que la sintaxis de
alguien que no lo hace. El uso de las marcas de esta zona, en definitiva, supone
agentes de la cultura letrada capaces de producir, desde la lógica que impone la
lengua escrita, unidades que ya son el resultado de un análisis de segundo orden
sobre la escritura. Por eso creemos que con acierto puede pensarse que
(...) tanto la oralidad como la escritura deben ser pensadas no como vehículos
de propagación de la palabra sino como procesos de formación de los mensajes
verbales. (Dorra 1997: 29)
Por ello las marcas gráficas introducen en la página escrita solamente una
suerte de “simulación” de la continuidad del habla, porque se trata en verdad de una
operación transformada por la integración de lo oral en una nueva síntesis
audiovisual, definitivamente diferente. Desde el momento en que determinadas
marcas gráficas portan, potencial y efectivamente, el silencio, el ritmo y la
modulación, hay una síntesis nueva, en la que el componente visual casi siempre
manda. Así, el sentido y la duración del tiempo pueden devenir espacio, y viceversa.
Esta integración crea ineludiblemente nuevos valores semiológicos.
Hemos visto cuán lentamente se han instaurado estas convenciones gráficas,
que condensan en la página escrita la clase de relación que se establece entre escritor
y lector; en definitiva, el valor mismo que la escritura adquiere en nuestra cultura, el
grado de integración que tiene la página escrita en la vida social de una comunidad.
En este sentido es cierto que la escritura más que expresión de un mensaje, es en
70
verdad “textualización de un objeto” (Harris 1993: 370), textualización imposible sin
estos recursos ópticos, cuyo uso supone el dominio de la lógica de la cultura escrita.
71
CAPÍTULO 2:
El problema que nos ocupa en este trabajo, la relación del niño con la zona
visuográfica en la escritura de textos, ha sido escasamente estudiado. Además, la
investigación se ha desarrollado de manera aislada y dispersa, es decir, no sólo
contamos con pocas indagaciones, sino que éstas no hacen referencia a las otras o lo
hacen de un modo muy general.
Por consiguiente, se impone informar con cierto detalle acerca de las
investigaciones realizadas en este campo, y luego evaluarlas para poder situar los
parámetros en los que se desarrollará nuestro trabajo. Ambos objetivos se
corresponden con los dos apartados en los que está organizado este capítulo.
En el primer apartado expondremos los principios teóricos, las decisiones
metodológicas y las conclusiones de las investigaciones realizadas. La modalidad
adoptada para esta exposición conlleva la exigencia de organizar las perspectivas
disciplinarias desde las que los estudios fueron realizados. Hemos considerado dos
grandes campos: el de los estudios cuyo marco teórico y principios de análisis son
fundamentalmente lingüísticos y el de los estudios psicolingüísticos.
En el segundo apartado realizaremos una evaluación global de estos
antecedentes. Para ello hemos seleccionado problemas metodológicos1 que juzgamos
centrales en relación con la naturaleza de la indagación que nos proponemos. De esa
manera podremos discutir las decisiones adoptadas por las distintas líneas de trabajo
en la dimensión epistemológica, en la estrategia general de investigación y en las
técnicas de recolección y análisis de información empírica.
El objetivo de este capítulo es, pues, abrir la discusión sobre las posibilidades
metodológicas que se pueden plantear en una investigación que tiene como objeto la
relación de los niños con las marcas de la zona visuográfica.
1
Es necesario aclarar que no tenemos una visión restringida de metodología, sino que entendemos la
metodología como un proceso que posibilita la confrontación entre un material teórico-conceptual y
un material empírico con el objeto de producir conocimiento (Sirvent 1998). Este proceso se
desenvuelve en tres dimensiones: la epistemológica — decisiones sobre las categorías, conceptos,
finalidad, etc. con los que se construye el material de investigación—, la estrategia general de
73
2. ANTECEDENTES DE INVESTIGACIÓN ACERCA DE LA RELACIÓN
ENTRE LOS NIÑOS Y LA ZONA VISUOGRÁFICA
Así como son escasos los estudios lingüísticos sobre las marcas de la zona
visuográfica, también lo son las investigaciones acerca de la relación que los niños
mantienen con las mismas. Contamos con pocos estudios, la mayoría de los cuales
estudia específicamente la puntuación. Sin embargo, todos toman en cuenta en algún
momento del trabajo, la mayoría de las veces como decisión metodológica, la
estrecha relación que existe entre puntuación y otras marcas de la zona visuográfica,
fundamentalmente el espacio.
Hemos visto ya algunas de las razones que pueden explicar esta carencia,
pero nos extenderemos todavía un poco más sobre este tema señalando las razones
que aducen los mismos investigadores (Passerault 1991, Hall 1996, Ferreiro 1996).
Algunas de estas razones se deben a la naturaleza del objeto que nos ocupa: al ser
marcas específicas de lo escrito, han sido dejadas de lado no solamente por la
lingüística, como hemos visto, sino también por la psicolingüística. La
psicolingüística, como la lingüística, fue también hasta la década de los setenta una
psicolingüística de lo oral, aunque sus unidades de análisis —en particular la palabra
y la oración— fueran en verdad unidades definidas en virtud de la existencia de la
escritura.
Por otra parte, la investigación psicogenética en Latinoamérica, pionera en la
fundación de la psicolingüística de lo escrito, se ha centrado en su primera etapa
(Ferreiro & Teberosky 1988 [1979]), la más consistente y consolidada, en la
construcción por parte del niño de la zona alfabética. Probablemente esto se debe, en
parte, a que aprender a leer y escribir en Occidente ha significado frecuentemente
apropiarse del sistema alfabético. También contamos con numerosas investigaciones
acerca de cómo los niños enfrentan los problemas relativos a la ortografía,
probablemente debido a que la ortografía tiene más relevancia perceptiva que la
puntuación y, por tanto, más impacto social.
A estas dos últimas observaciones podríamos agregar, además, que la
naturaleza del objeto que enfrentan los niños es radicalmente diferente en cada caso.
investigación — decisiones sobre las líneas generales previstas como andamiaje del trabajo— y
finalmente, las técnicas de recolección y análisis de información empírica.
74
La zona alfabética, que hemos llamado aquí zona fonográfica en sentido estricto,
posee una lógica regular de funcionamiento que los niños reconstruyen
paulatinamente a través de un proceso de formulación de hipótesis que serán a su vez
contrastadas con la información que provee el medio (Ferreiro & Teberosky 1988
[1979]). Reconstruir esa zona es en verdad reconstruir sus leyes de composición2. De
hecho, el último período de construcción de la zona consiste en el logro de la
alfabeticidad, esto es, del establecimiento de una correspondencia entre fonema y
grafema3.
Una vez alcanzada la alfabeticidad, los niños deben hacer frente a los
problemas ortográficos, pues como hemos visto, no existe un principio fonográfico
estricto en los sistemas de escritura alfabéticos. El niño se enfrenta así al hecho de
que una identidad de sonido no garantiza identidad de letras, ni una identidad de
letras una identidad de sonidos, o al hecho de que la presencia de una letra no
supone la presencia de un sonido; descubrirá entonces que debe reingresar el
problema del significado en la zona alfabética de la escritura. Sin embargo, aun en
esta zona fonográfica en sentido amplio estamos ante convenciones que imponen
elecciones cerradas: una elección es acertada o desacertada.
No sucede lo mismo en el caso de lo que hemos llamado zona visuográfica,
pues estamos, como hemos visto, ante una situación muy diferente. Ciertamente las
marcas de esta zona están reguladas por convenciones, pero mucho más flexibles;
por lo tanto, hay elecciones involucradas. Los escritores pueden plantearse estas
decisiones cuando escriben y, si lo hacen, deben, por supuesto, resolverlas. Ni
siquiera las marcas internas al texto, conocidas como puntuación, son fácilmente
categorizables. Hemos visto que aun hoy existen desacuerdos respecto de si su
2
Nos referimos aquí a la posición psicogenética que sostiene que “ (...) en la teoría de Piaget, la
comprensión de un objeto de conocimiento aparece estrechamente ligada a la posibilidad del sujeto de
reconstruir ese objeto, por haber comprendido cuáles son sus leyes de composición” (Ferreiro &
Teberosky 1988 [1979]: 35)
3
La investigación psicogenética (Ferreiro 1990) conceptualiza la escritura como sistema de
representación, cuya construcción “involucra un proceso de diferenciación de los elementos y
relaciones reconocidos en el objeto a ser representado y una selección de aquellos elementos y
relaciones que serán retenidos en la representación (pág. 9). Por consiguiente, el aprendizaje de la
lengua escrita consiste en comprender la naturaleza de ese sistema de representación. Su investigación
ha permitido establecer un único proceso evolutivo: “Desde el punto de vista constructivo, las
escrituras infantiles siguen una sorprendentemente regular línea de evolución, a través de diversos
medios culturales, de diversas situaciones educativas y de diversas lenguas. Tres son los grandes
períodos que pueden distinguirse, al interior de los cuales caben múltiples sub-divisiones: la distinción
entre el modo de representación icónico y no-icónico; la construcción de formas de diferenciación
75
comportamiento es gramatical o retórico. No podemos olvidar, además, como hemos
visto al revisar la historia de su constitución, que estamos ante recursos muy
sensibles a los cambios que se producen en las comunidades de lectores, y aun ellos
mismos productores de cambios.
Podemos dar finalmente otra razón para este vacío. Estamos ante marcas
cuyo ámbito de funcionamiento es el texto. Si bien hay marcas que funcionan en el
ámbito de la palabra y en el interior de la frase, hay otras que separan frases, y, por
tanto, son exteriores a la frase. La psicolingüística, durante años, ha sido dominada
por una psicolingüística de la frase, y el estudio de estas marcas gráficas sólo podía
ser realizado desde una psicolingüística del texto.
Todas éstas son razones que explican que estemos en un campo de
investigación en el que no hay tradiciones consolidadas. Por ello, como veremos, no
hay acuerdo todavía en cuáles son las entidades que forman parte del dominio de
investigación o las normas epistémicas y metodológicas que orientan estos estudios.
Se vuelve entonces imprescindible dar cuenta en este capítulo del estado de la
investigación en este campo. No será una tarea fácil, puesto que los estudios con los
que contamos pertenecen a distintas posiciones teóricas y frecuentemente no
establecen conexión entre sí. Las investigaciones a las que nos referimos se
realizaron en distintos idiomas —inglés, francés, italiano, español, portugués—.
Hemos seleccionado, debido a las características de nuestra investigación, solamente
los estudios lingüísticos y psicolingüísticos que se refieren a la marca desde la
perspectiva de la producción de texto en el niño.
En cada investigación hay una coherencia entre su posición epistemológica y
su metodología. Para posibilitar, por una parte, la comprensión de esa coherencia y,
por otra, los alcances y límites de cada planteamiento, reseñaremos las
investigaciones realizadas sin incluir más evaluación que la que suponen los criterios
de relevancia seguidos para elaborar la reseña. Por otra parte, conservaremos el
metalenguaje que cada investigación utiliza.
(control progresivo de las variaciones sobre los ejes cualidativo y cuantitativo); la fonetización de la
escritura (que se inicia con un período silábico y culmina en el período alfabético)” (pág. 14).
76
Abriremos el campo de estudio lingüístico con dos estudios (Kress 1994
[1982], Simone 1991) que, aunque tratan marcas gráficas en particular y no tienen un
amplio respaldo empírico, brindan potentes hipótesis de trabajo para la investigación
acerca de la relación con los niños con las marcas gráficas. Comentaremos después el
único estudio (Jaffré 1988) que se ocupa de toda la zona visuográfica, que es llamada
dominio extra-alfabético (domaine extralfabétique). En tercer lugar, desarrollaremos
las conclusiones más importantes de un conjunto de investigaciones norteamericanas
de lingüística aplicada (Calkins 1980, Edelsky 1983, Cazden, Cordeiro & Giacobbe
1985, Cordeiro 1988). Son estudios en contextos escolares y, por tanto, contemplan
la incidencia de la enseñanza en el uso de puntuación.
77
c) El sistema de puntuación tiene una importante función reveladora de estructura,
pues muestra que los enunciados4 están estructurados (dotados de diversos estratos
jerárquicamente ordenados), lo que contrasta fuertemente con la apariencia lineal que
presentan a primera vista.
A partir de esta base teórica, Simone realiza un análisis de la coma desde tres
perspectivas: estructural, de las relaciones entre unidades y entonacional.
Desde el punto de vista del análisis estructural, este lingüista distingue así dos
clases de comas: una coma que abre y/o cierra (virgola che apre e/o chiude = VAC)
y una serial (virgola seriale=VSE). La coma serial divide unidades de la misma
naturaleza, es decir, unidades con el mismo peso sintáctico. La coma que abre y/o
cierra señala gráficamente el inicio y el fin de unidades que están, desde el punto de
vista sintáctico, insertas en una unidad mayor. Si la unidad marcada se encuentra en
el enunciado en posición inicial o final, desaparece una de las marcas, lo que indica
que entre los signos de puntuación existe una jerarquía de fuerza y que esta clase de
coma está sujeta a neutralizaciones5. En el texto escrito, la coma puede presentar una
forma más compleja, pues diversas parejas de comas se pueden insertar unas en
otras. Se deduce, pues, que esta marca gráfica tiene una sintaxis jerarquizada y
compleja, como la sintaxis de la misma lengua. En efecto, el razonamiento de este
lingüista tiende a homologar este funcionamiento gráfico con los de otros elementos
propios de otros niveles lingüísticos. La coma es una marca de confines pues indica
confines sintagmáticos. Si los sintagmas son unidades jerárquicas que se pueden
insertar unos en otros, entonces puede pasar más de un confín por una misma
posición de la cadena. Es posible, entonces, que en un confín deba haber dos comas,
una para cada uno de los límites que pasan por ese punto. En ese caso, una regla del
sistema gráfico impide la duplicación inmediata del mismo elemento gráfico y se
coloca una sola coma. Estamos, entonces, ante una archicoma, que neutraliza las
otras que deben pasar por ese punto.
Desde el punto de vista de las relaciones semánticas entre unidades, se
plantean distintas posibilidades que Simone resume en un esquema:
4
Respetaremos, como dijimos, el metalenguaje utilizado en los trabajos: los términos enunciado,
frase, oración, proposición dependen del marco teórico desde el que se plantea la investigación.
78
Tipo Relazione segnalata
VAC (a) inquadra un sintagma incassato
(b) indica un’identità di referente
(c) isola il tema
VSE (d) indica un elenco o una serie
(e) indica coordinazione tra elementi dello stesso “peso”
sintattico
Figura Nº 1
La coma: relaciones entre unidades
(Tomado de Simone 1991: 227)
VSE d
VAC c
VAC a
VSE e
VAC b
Figura 2
La coma: jerarquía de accesibilidad6
( Tomado de Simone 1991: 231)
5
La neutralización se produce según la siguiente escala: . > ; > ,
6
Las comas se utilizarían entonces en el siguiente orden: 1) coma serial que indica un enumeración o
una serie, 2) coma doble que aísla un tema, para ponerlo en evidencia ante el rema, 3) coma doble que
79
Como se ve, subyace la idea de que existe una estrecha relación entre la
naturaleza del objeto a construir y la forma en que los niños se relacionan con él.
Aún más, la naturaleza del objeto puede explicar el proceso que seguirá la
adquisición. Si la puntuación es un sistema semiótico cuyas reglas de
funcionamiento, que tienen distinto grado de complejidad estructural, se pueden
abstraer, el orden de la adquisición está en relación con el grado de complejidad de
las reglas. Esta hipótesis fuerte queda clara en las palabras con las que Simone cierra
este artículo:
En esta sección daremos cuenta de una de las investigaciones que, por las
hipótesis que sustenta, constituye uno de los antecedentes más importantes para
nuestra investigación. Nos referimos al trabajo de Kress (1994 [1982]) que, debemos
precisar, no se plantea como objetivo estudiar las marcas gráficas por sí mismas sino
el desarrollo de la noción de oración (sentence) en la escritura de niños. Sin embargo,
esclarece el debate planteando que no se puede entender el modo en que los niños
usan la puntuación si no se toma en cuenta que es un proceso que forma parte de un
proceso mayor: el del aprendizaje de un nuevo modo de lenguaje, el lenguaje escrito.
Los rasgos contextuales típicos de producción de ambas clases de lenguaje son
diferentes, pero lo más importante en este tema es que el lenguaje escrito conlleva
una organización sintáctica y textual muy diferente de la del lenguaje hablado. Esta
posición supone, naturalmente, replantear por completo el alcance y el significado
del proceso de alfabetización. Se entiende entonces que aprender a escribir involucra
encuadra un sintagma inserto, 4) coma serial que indica coordinación de elementos del mismo “peso”
sintáctico, 5) coma doble que indica una identidad de referentes.
80
mucho más que el aprendizaje del mecanismo de la escritura, es decir, involucra
mucho más que el dominio de un sistema notacional:
The assumption that by learning “to write the symbols arranged and spaced
correctly” the child is learning to write, o that creating “the written equivalent
of his spoken language” is what is involved in the learning of writing is a
grotesque misconception(...) Learning to write involves the learning of new
forms of syntactic and textual structure, new genres, new ways of relating to
unknown addressees (1994 [1982]: 62).
Kress sienta así lo que es, a nuestro juicio, una de las bases centrales en la
investigación del uso de la marca gráfica por los niños: su estrecha relación con la
forma en que el niño construye el texto y con su grado de dominio de los géneros
discursivos, que constituyen no sólo las formas convencionales de lo escrito, sino
también un nuevo modo cognitivo de organización del mundo.
Con respecto a la marca gráfica en particular, la primera conclusión
importante que se puede extraer de esta investigación es que la segmentación
realizada por los niños en el texto escrito tiene una motivación textual y no sintáctica.
Kress sostiene que la oración no es una unidad del lenguaje hablado sino del lenguaje
escrito. Por lo tanto, cuando los niños aprenden a escribir tienen que establecer
gradualmente lo que es una oración. En este proceso inciden dos factores: uno tiene
que ver con la estructura interna de la oración y otro con su función como
constituyente de un texto:
The sentence has to meet two kinds of demands: those of its internal
integration, coherence and consistency, and those which arise as the
consequence of its specific place in a larger text, expressing cohesion with other
elements of the text and integration into that text. Both aspects have to be
expressed by the structure of the individual sentence. However, the motivation
for each is distinctly different. (Kress 1994 [1982]: 72).
81
de unidades gráficas, como la línea, por ejemplo. Así, podemos encontrar textos
escritos por niños cuyas oraciones tienen la extensión de una línea, por lo que se
puede pensar que los dos conceptos están copresentes. Esta elección de un criterio
gráfico de segmentación, claramente no convencional, podría indicar que “the child
may be searching for a unit which can express some unified coherent concept which
the child needs to express” (p. 73). Según Kress, el eje unificador de la segmentación
que los niños realizan en la narrativa parece depender y derivar de la noción de
conexión tópica; por consiguiente, no se trata de un experimento sintáctico sino
textual. De hecho, las unidades delimitadas no tienen que ver con las oraciones del
lenguaje adulto, sino más bien con el párrafo. La línea puede ser así un mini-texto
con coherencia, pues presenta elementos tópicamente conectados. Sostiene además
que la línea “visually it suggest the kind of integration, self-containment and
completeness which the child wants” (p. 75).
Apoyado en este análisis, Kress niega que la ausencia de la unidad de oración
en las primeros escritos de niños se deba a problemas de orden sintáctico, pues los
escritos ponen de manifiesto una sintaxis suficientemente compleja. Entonces, la
motivación de esta clase de segmentación no es sintáctica sino textual, pero tiene
efectos sintácticos:
(...) sentences in early writing are primarily textual units, and that the child’s
attempt to work towards a definition of the sentence is a textual rather than a
syntactic process. It is a matter of handling discourse, text rather than isolated
syntactic units (Kress 1994 [1982]: 76).
82
La tercera conclusión es que en el desarrollo hacia una concepción adulta de
oración, hay dos factores que tienen importancia: uno de orden interno al texto y otro
de orden externo pero que se manifiesta por rasgos lingüísticos. Nos referimos
respectivamente a la aparición del párrafo y a la concepción abstracta de destinatario.
Según Kress, el desarrollo de la estructura textual tiene un efecto inmediato sobre la
oración. La aparición del párrafo constituye un avance porque constituye una forma
de codificar segmentos tópicos significativos del texto completo. Así, sostiene:
83
fundamentalmente a partir de variables lingüísticas. De ahí la ubicación del mismo
en esta sección.
Su objetivo central es cuestionar la relación que existe entre actividades de
recepción y actividades de producción con el propósito de evaluar las posibilidades
que ambas ofrecen para que surjan capacidades de análisis de la totalidad de
elementos que componen la escritura. Al respecto sostiene:
Mayúscula de palabra
Guión
Comillas
Puntuación de palabra7 Apóstrofo8
Punto de abreviatura
Blanco de palabra
Mayúscula de frase
Punto
Puntuación de frase9 Coma10
7
“La ponctuation de mot désigne l’ensemble des marques extralphabétiques qui s’appliquent à un
ensemble ordonné, solidaire et significatif de lettres compris entre deux blancs graphiques” (1988:
23).
8
Este signo es, por supuesto, exclusivo del francés y no se extiende al español.
9
La puntuación de frase refiere a un grupo de marcas intermedias: “Elles désignent les limites de
segments inférieurs aux paragraphes mais supérieures aux mots” (1988: 24).
84
Punto y coma
Dominio Dos puntos
Extra-
alfabético
y lingüístico Punto final
Mayúscula inicial
Raya
Dos puntos Diálogo
Puntuación de texto11 Comillas
Punto y aparte
Blancos de texto12
Blancos Blancos de título y
subtítulo
Márgenes,
interlíneas
Blancos de párrafo
(sangría,
interlíneas)
Figura 3
Dominio extra-alfabético y lingüístico
Cuadro elaborado a partir de Jaffré 1988: 23,4
Jaffré trabajó con textos escritos por niños entre cinco y siete años en talleres
escolares de lectura y escritura.
Con respecto a la disposición del texto en el espacio, este investigador
observa la importancia que tiene este factor tanto en la lectura como en la escritura.
Sabemos que estos espacios textuales varían según los géneros de texto considerados
(publicidad, receta, novela, noticia) e incluso según el tipo de soporte (libro,
periódico, afiche). En la lectura esta disposición provee importantes indicios de
reconocimiento de género y permite la anticipación de sentidos en una dirección que
no es forzosamente lineal en los lectores debutantes. Puesto que esta investigación
aborda la escritura de niños muy pequeños, en relación con la producción trata
problemas tales como la linealidad, la direccionalidad y la ubicación en la página.
10
Puesto que aquí se inician los signos que señalan grupos internos a la frase, para el español
deberíamos agregar las rayas y los paréntesis.
11
Se ubican en este ámbito las marcas que “sont bien textuelles dans la mesure où elles indiquent les
limites de segments que seule l’économie du texte justifie” (1988: 24).
12
Jaffré se refiere aquí a los blancos que rodean al texto. Entendemos, como el mismo autor lo aclara
más adelante, que estos blancos están sujetos a convenciones distintas para cada género de texto. Así,
por ejemplo, los blancos que determinan la “silueta” particular de una receta, no son los mismos que
los de una carta, una tarjeta de invitación o una noticia.
85
Señala también el conflicto que surge entre la linealidad de un enunciado y los
límites materiales de una página, pues éstos se imponen siempre ante otros criterios
de segmentación.
En cuanto a la representación gráfica del texto, pone de relieve que los niños
tienen una clara conciencia pragmática del mensaje. En recepción esa conciencia
nace de la forma en que los niños relacionan texto y situación. El reconocimiento
extra-alfabético de un texto representa un papel fundamental en este proceso, pues
permite la elaboración de hipótesis, determina las expectativas de los lectores y
orienta sus actividades de decodificación. Esta conciencia no opera de la misma
manera en producción. Las primeras marcas indicativas de la gestión extra-alfabética
del texto en la escritura de niños de cinco y seis años parecen ser aquellas que
señalan las fronteras del texto. La aparición muy precoz del punto final muestra que
los niños tienen clara conciencia del límite final de un texto13. Incluso cuando
aparecen más puntos en el escrito, señalan la diferencia aumentando el tamaño en el
punto final. La mayúscula inicial es por el contrario menos frecuente. En todo caso la
marca de apertura es el título, en el que se utilizan, además, otros recursos como el
espacio, la línea, el color. Debido a la breve extensión del texto producido por niños
pequeños, no se puede establecer con claridad el estatuto de unidades como el
párrafo. Sin embargo, se pueden apreciar textos que ya poseen la disposición en el
espacio del género de texto que se quiere producir. Se ejemplifica con una carta que
presenta una escritura silábica14, pero cuya disposición de los enunciados se
corresponde con la fecha, el encabezamiento, el mensaje propiamente dicho y la
firma. Al respecto Jaffré observa:
13
Debido a la organización de los talleres escolares de los que provienen los textos analizados, el final
de un texto coincide con el final de la tarea.
14
Las escrituras silábicas en la terminología constructuvista son aquellas producidas por niños que
hacen coincidir las primeras unidades de sonido que perciben, esto es, las sílabas, con una letra o
86
unidades, en la escritura no es una unidad que se constituya con precocidad. Lo que
es en todo caso precoz es la función de segmentación que tiene el blanco en los
enunciados, en los que se establecen claramente partes siguiendo criterios
temáticos15. Así, muchas veces las unidades que podríamos llamar palabras en los
textos asumen en realidad la función de segmentos de texto. De esta manera, en
muchos casos la línea aísla unidades significativas autónomas. La producción del
blanco evoluciona con las competencias del escritor.
Ahora bien, entre la palabra y el texto hay un número importante de grados y
marcas posibles. La noción de frase, por su alto grado de complejidad, es difícil de
manejar para niños de cinco a siete años. Jaffré indica que la puntuación interna de
un texto depende esencialmente de las competencias sintácticas de su autor, a pesar
de que su aparición depende de exigencias externas. En los niños pequeños la
capacidad productiva se limita a algunas palabras, a algo que se parece a una frase.
En los niños de seis o siete años se ve aparecer segmentación intermedia cuando el
texto es más extenso. Por otra parte, a medida que aparecen más signos, las funciones
de la puntuación se diversifican y los niños avanzan desde la conformación de
unidades según criterios formales (fin de línea), hacia usos más conformes a la
estructura sintáctica: se ve un desplazamiento de comas y puntos desde los fines de
línea hacia el interior del texto.
Jaffré concluye que tanto las actividades que se realizan en lectura, como las
que se realizan en escritura, contribuyen a la conformación de capacidades
metagráficas que llevarán progresivamente a los niños a “lire avec l’oeil du scripteur
et à écrire avec l’oeil du lecteur” ( pag. 32)
grafía que está en lugar de la sílaba completa. Así, pueden escribir la palabra “mariposa” como
“AIOA”.
15
Jaffré indica que los niños pueden percibir y señalar con distintos recursos gráficos una oposición
temática en un enunciado. Cita el caso de una niña de cinco años que en un enunciado de una decena
de letras separa con colores diferentes las partes en las que se refiere al padre y en las que se refiere a
la madre.
87
conjunto no es homogéneo, pues no se puede apreciar una línea teórica común
explícita que oriente el desarrollo de las investigaciones. Sin embargo, a pesar de no
todos mantienen relación entre sí, muchos trabajos sobre el uso de las marcas
gráficas (Calkins 1980, Edelsky 1983, Cazden, Cordeiro & Giacobbe 1985, Cordeiro
1988) tienen en común el hecho de que son estudios en salas de clase. Las fuentes
son heterogéneas: escrituras de los niños, registros escritos, notas sobre la enseñanza
o registros de clase, observaciones, entrevistas a niños y a maestros.
Evidentemente, subyace una concepción común de lenguaje que deriva de
marcos interaccionistas. Este hecho se evidencia ya en el diseño y en los supuestos
de las investigaciones, ya en sus objetivos. Así, Edelsky sostiene con claridad:
16
Vygotsky (1995 [1986]) define estos conceptos como aquellos que se aprenden directamente de la
experiencia, no mediados por definiciones o explicaciones.
17
Son aquellos conceptos que, por contraste con los anteriores, comienzan en definiciones verbales y
explicaciones de alguien que tiene un mayor conocimiento. Vigotsky sostiene que “hay dos caminos
diferentes en el desarrollo de dos formas distintas de razonamiento. En el caso del pensamiento
científico, el papel primario lo juega la definición verbal inicial, que, al aplicarse sistemáticamente, se
va reduciendo poco a poco a los fenómenos concretos. El desarrollo de los conceptos espontáneos no
conoce la sistematicidad y se remonta de los fenómenos a las generalizaciones. Los conceptos
científicos se desarrollan en condiciones de cooperación sistemática entre el niño y el maestro” (1995
[1986]: 154)
88
programa bilingüe— sostiene que hay dos criterios de puntuación: el gráfico y el
textual.
Data in this study show that the children made discrete segments (either with
spaces or with periods, capitals, and other marks) based on the lexicon, syntax,
and text (units of language). They also made discrete segments based on lines
and pages (units of paper) (1983: 154).
18
En el estudio que estamos considerando se utiliza la palabra segmentación para señalar solamente la
segmentación de palabra.
89
hypotheses co-exist, and seemingly correct usage in one composition is
followed by errors of both omission and comission in the next (p. 123)
In this study, when the first graders began to place periods in their own
written text, they used them in many creative ways. As they became more
experienced they began to make period placements which were classifiable
syntactically and semantically, and they abandoned those earlier attempts which
interfered with such intact units as clauses, phrases and adverbials. (Cordeiro,
1988: 71)
Según esta investigadora, los errores de los niños “are attempts to express
their implicit awareness of linguistic segmenting, textual division, an meaningful
units” (p. 72). Este hecho pondría en evidencia que los niños, de manera semejante a
los adultos, intentan usar la puntuación como una capacidad abierta para crear
efectos, definir significados y actuar sobre los lectores.
Como hemos visto, todos los estudios coinciden en señalar un claro
movimiento hacia el uso de una puntuación textual. Sin embargo, como sostiene Hall
(1996), a pesar de que muchos de estos estudios se califican a sí mismos de
longitudinales y de hecho recogen datos a lo largo de distintos períodos de tiempo,
90
un mes o un año, no realizan precisamente un informe longitudinal de los datos. Por
eso, tal afirmación no deja de ser demasiado general. Sin embargo, estas
investigaciones también coinciden en que, desde el primero al tercer grado de
escolaridad, hay un movimiento claro desde una puntuación relacionada con criterios
exclusivamente gráficos de orden local hacia la comprensión de la puntuación como
rasgo lingüístico, que señala unidades del orden de lo escrito.
Tenemos que destacar otro aporte importante de estas investigaciones: todas
se preguntan por la influencia del entorno en el desarrollo de la comprensión infantil
de las marcas gráficas. Edelsky señala que “another study must answer of whether
these general trends (...) were related to increased age or increased experience with
literacy” (1983: 150). Sin embargo, ya su trabajo brinda indicios claros de la estrecha
relación entre las experiencias en alfabetización de los niños y el uso de puntuación.
Así, indica que el uso de las marcas gráficas muchas veces varían por factores de
orden contextual, tales como materiales, género discursivo y lenguaje. Por ejemplo,
había más segmentación no convencional en los diarios que en las cartas,
probablemente porque durante la escritura de los primeros los niños se valían por sí
mismos. Por el contrario, las cartas serían enviadas, por lo que interpretamos que
había en realidad una doble instancia de control, los lectores potenciales de la carta, y
la influencia de los maestros, factor que señala Edelsky. El uso de papel con líneas ya
trazadas o sin líneas también puede incidir en el uso de marcas gráficas. Finalmente,
indica, los escritos en inglés presentaban menos errores textuales en cuanto a la
puntuación que en español, probablemente porque los niños —provenientes de
familias campesinas migrantes— habrían recibido la mayor parte de la información
sobre escribir en inglés de textos impresos en inglés, donde el uso de puntuación es
visible.
Es interesante notar que el cambio hacia una puntuación relacionada con
criterios textuales tiene lugar incluso en aquellas salas en las que no hubo ninguna o
escasa enseñanza formal sobre puntuación. Sin embargo, un estudio de Calkins
(1980) permite señalar que la clase de enseñanza puede variar la actitud de los niños
ante la puntuación. En efecto, este investigador trabajó en las salas de clase en las
que se desarrollaron dos aproximaciones distintas al proceso de alfabetización: un
enfoque de proceso de escritura centrado en el significado y otro más centrado en
ejercicios tradicionales. Indica que en las dos hubo también distintos resultados en
91
cuanto al uso y a la posibilidad de manifestar los saberes por parte de los niños. En
efecto, mientras unos niños hablaban de la puntuación como una posibilidad de crear
efectos particulares y, por tanto, como recursos interesantes del sistema de escritura,
los otros sólo recordaban las reglas que les habían sido enseñadas e identificaron
menos clases de puntuación. Sin embargo, a pesar de que estos estudios realizan una
aproximación a la sala de clase, como observa Hall (1996), no se ha investigado
todavía la forma en que ocurre el aprendizaje de la puntuación dentro de la
complejidad de la vida de la clase.
2. 2. Estudios psicolingüísticos
19
Como sostienen las investigadoras, “pedir la escritura de una historia conocida facilita la tarea de
los escritores debutantes, ya que no deben asumir la carga cognitiva de inventar una historia razonable
(...). Los personajes y la trama de la historia ya están dados; el escritor puede concentrarse en las
92
secundario en una investigación centrada fundamentalmente en la construcción de la
zona alfabética, se realizaron sobre niños muy pequeños, de cuatro a seis años. Las
investigaciones ya específicas sobre puntuación se realizaron con niños de segundo a
tercer año de primaria en español, aunque en Italia se incluyó una muestra de niños
de primer año, debido al período de escolarización previa que existe en este país.
Como dijimos, el primer avance sobre la relación de los niños con la
puntuación consistió sólo en una parte de una investigación más amplia, cuyo
objetivo central era explicar “los procesos y las formas mediante los cuales el niño
llega a aprender a leer y escribir” (Ferreiro & Teberosky 1988 [1979]: 13). A partir
de la base de que la teoría de Piaget era una teoría general de los procesos de
adquisición de conocimiento, estas investigadoras pudieron pensar la escritura como
objeto de conocimiento y al sujeto de aprendizaje como sujeto cognoscente. Como ya
dijimos, esta investigación se constituyó en una referencia obligada en los estudios
sobre alfabetización20 tanto en Europa como en América. Según nuestra opinión, y
restringiéndonos a la escritura, permitió entender de qué manera los niños se
apropian de la zona alfabética.
Sin embargo, con respecto a la puntuación, este primer avance tenía sólo un
carácter descriptivo. Los resultados están basados en preguntas sobre puntuación
realizadas a niños de preescolar (entre cuatro y seis años) a propósito de una página
impresa. A partir de esta indagación se determinaron cinco etapas en la relación de
los niños con la puntuación. A lo largo de las cuatro primeras los niños establecen
lentamente una diferenciación entre “letras” y “signos que van con las letras”, pero
que no son letras. En la última los niños no sólo establecen ya una diferencia clara
sino que comienzan a esbozar una nominación y a distinguir una función. Respecto
de la incidencia del factor social, Ferreiro y Teberosky señalaban en este primer
avance que las diferencias sociales involucraban también fuertes diferencias entre los
grupos, en cuanto a conocimientos específicos sobre la lengua escrita en general, y
sobre la puntuación en particular.
Ahora bien, a partir de entonces, podemos observar una progresiva
especificación de las hipótesis que orientan la investigación en este marco. La
elecciones léxicas, sintácticas, ortográficas y de presentación general del texto (“mise en page”)”
(Ferreiro y otros 1996: 20)
93
primera tiene que ver con la pregunta acerca de la existencia o no de un uso
diferencial de puntuación en función de distintos tipos de texto. La elección de un
cuento como Caperucita Roja, que presenta fragmentos de discurso directo
claramente discriminados, se justifica más con esta hipótesis de base. En el primer
informe específico sobre el tema Ferreiro (1991) sostiene que los niños comienzan a
utilizar la puntuación solamente después de haber comprendido la naturaleza
alfabética del sistema de escritura y cuando comienzan a plantearse problemas
ortográficos. Asimismo se conjetura que la posibilidad de comprensión infantil de la
puntuación está relacionada con el grado de cercanía o diferencia entre la lógica de
su funcionamiento y la de la zona alfabética:
20
Aunque se trataba de una investigación psicolingüítica básica, en América Latina tuvo una
repercusión tan importante que supuso un intenso movimiento de reflexión y transformación de las
prácticas en alfabetización.
94
estudio sostiene que esta categoría se considera adecuada para los dos grupos
sociales:
21
Sin embargo, a lo largo de la exposición a Ferreiro le es necesario señalar que muchas veces las
puntuaciones internas de los niños son “desviantes (con respecto a las expectativas adultas)” (pág.
135) o de un uso “pertinente (e incluso refinado)” (pág. 138). Como vemos, la decisión metodológica
95
de cantidad y variedad de puntuación disminuyen según disminuye la cantidad de
episodios importantes de la historia que presentan los textos. Sucede de la misma
manera con textos que poseen puntuación interna pues, especialmente los textos en
español, permitirían anticipar que “a longitud similar, un texto con puntos internos
(al menos uno) tendrá mayor cantidad y variedad de puntuación que otro sin puntos
internos” (pág. 148). Sin embargo, no se pudo establecer la misma relación con los
textos en italiano. Se buscó entonces un tercer criterio relacionado con el discurso
directo. Puesto que la presencia de discurso directo no garantiza por sí misma la
presencia de puntuación, se introduce como variable importante la presencia de
“entrada pospuesta” en el diálogo, o sea, cuando la mención del hablante se ubica
después del discurso directo y no antes. Según la investigadora, la relación entre este
fenómeno con la puntuación reside en que ambos indican “la intención de producir
un texto para ser interpretado, y no meramente de graficar una narrativa oral” (pág.
148).
Sin embargo, Ferreiro afirma también que, si bien las entradas pospuestas son
predictores de puntuación, se trata de un recurso léxico de quienes no dominan aún la
puntuación. Sostiene que estas afirmaciones no son contradictorias, pues sólo se
pueden entender como una contradicción desde una visión aditiva del desarrollo que
sostenga que:
no evita que el parámetro normativo permanezca implícito, lo que se advierte en los juicios de valor
con respecto a los usos de los niños.
96
Consideramos que esta hipótesis que relaciona los recursos léxicos como la
repetición y la puntuación es la más provocativa de este estudio, pues el resto de los
resultados reafirman las conclusiones del estudio anterior. Se sostiene que la
puntuación surge con posterioridad a las escrituras alfabéticas22 y que avanza con
lentitud y dificultad desde las fronteras externas del texto hacia la delimitación de
espacios textuales internos. Ocupa un espacio central la consideración de la presencia
de puntuación en el discurso directo, que se sigue mostrando como un espacio
privilegiado para la aparición de esta marca gráfica. Se comprueba que los niños
colocan puntuación en el inicio y el fin de los enunciados atribuidos a los hablantes y
los cambios de turno, pero se indica también la existencia de una amplia exploración
de recursos que genera un uso no consistente de puntuación.
Ferreiro señala que, al evaluar la puntuación utilizada en un texto particular,
es necesario tener en cuenta, entre otros factores, uno que nos interesa en particular:
la coordinación entre los signos de puntuación, la distribución de los espacios y el
uso de mayúsculas u otros recursos gráficos. En una nota a pie de página agrega:
Volveremos más adelante sobre este punto porque, como sostiene Ferreiro,
este uso indica los valores no convencionales que los niños otorgan a las marcas
gráficas de esta zona, pero al mismo tiempo señala la fuerte posibilidad expresiva
entrañada por estos recursos.
Finalmente, reseñaremos una investigación de carácter exploratorio realizada
en la línea psicogenética en lengua portuguesa. Nos referimos a la tesis de doctorado
de Vieira Rocha (1994) acerca de cómo los niños utilizan la puntuación en textos
narrativos23 y los saberes que manifiestan sobre ella. Se examinó la producción
22
Cuando el niño alcanza la alfabeticidad establece una relación uno a uno entre fonema y grafema.
Excluye, por tanto, la consideración de aspectos ortográficos y, muchas veces, el espacio entre
palabras. La escritura alfabética es una superación de hipótesis prealfabéticas, y luego silábico y
silábico-alfabéticas que son parte del proceso de apropiación de la escritura en el niño (Cfr. Ferreiro &
Teberosky 1988 [1979]).
23
Como en todas las investigaciones de esta línea también se trabajó con renarraciones de Caperucita
Roja en niños de primero a tercer grado
97
escrita de los niños, en la que se contrastaba también distintos actos de escritura
(narración propiamente dicha y diálogo) en el interior del discurso narrativo; pero
también se exploró la revisión de textos en la escritura propiamente dicha y en la
lectura de lo escrito, con el propósito de determinar los criterios para puntuar que
utilizan los niños24.
Las hipótesis de investigación fueron las siguientes: a) el surgimiento y
desarrollo de la puntuación no tendría un carácter aleatorio sino que seguiría una
dirección (de afuera hacia dentro del texto) y que las marcas se diversificarían
siguiendo una secuencia y b) la adquisición de puntuación podría estar asociada con
el dominio de la organización gráfico-espacial del texto (forma)25 y con el contraste
entre actos discursivos distintos (función)26.
Los resultados confirman que la puntuación es una adquisición tardía que
tiene lugar cuando el niño ya comprende la naturaleza alfabética del sistema escrito y
se vuelca hacia los problemas ortográficos. Se observa que la habilidad para puntuar
aumenta a medida que aumenta la escolaridad, aunque se sigue sosteniendo la
posición de Ferreiro (1991) en relación con que el desarrollo de puntuación no puede
ser explicado por factores como edad, nivel socioeconómico o escolaridad.
Se confirman también las hipótesis iniciales. Según esta investigación, la
puntuación se adquiere de afuera hacia dentro, pues los niños señalan primero por
medio de marcas los límites externos del texto (final del texto y de episodios)
guiándose por criterios gráfico-espaciales y en segundo término se concentran en la
dimensión interna (frases y partes de frases) siguiendo criterios funcionales-
discursivos27. Se señala un dato interesante: los niños perciben primero el lugar
donde puntuar y después el signo a utilizar.
24
Se analizaron entrevistas acerca de la revisión de tres fragmentos: dos versiones sin puntuación, una
de ellas con formato gráfico definido, otra sin formato, y una tercera donde solamente había comas
bien y mal colocadas.
25
El dominio de la organización gráfico-espacial del texto abarca aspectos tales como la sensibilidad
para la simetría gráfica, el cuidado en la organización, la disposición de la puntuación en los espacios
de la página, la preocupación para puntuar en el final de las frases y el respeto por la mayúscula.
26
Como hemos visto en las investigaciones de Ferreiro, en este marco se entiende por cambio
discursivo la necesidad de diferenciar el discurso narrado del discurso hablado, o sea, la narración del
discurso referido directo.
27
Se confirman las conclusiones de Ferreiro en relación con que el discurso directo hace que la
puntuación se concentre, así como también los espacios visual o auditivamente notables, como las
listas, las palabras repetidas, las onomatopeyas, la conjunción más verbo declarativo.
98
Por otra parte, se observa una dirección clara en la diversificación de los
signos de puntuación, lo que conduce a formular, a nuestro juicio, una de las
hipótesis más radicales sobre el proceso de adquisición de la marca gráfica:
28
La secuencia de diversificación de signos que se propone (y se señala como afín a la misma
trayectoria histórica de puntuación) es la siguiente:
[.] + x
[.] [,] + x
[.] [,] [-] + x
[.] [,] [-] [:] + x
[.] [,] [-] [:] [?] + x (...)
99
última clase de puntuación puede aparecer incluso en textos sin formato gráfico
definido, aunque en este caso varían las estrategias utilizadas.
Finalmente, se deduce tanto de la puntuación de los textos como de las
intervenciones de los niños en las entrevistas, que los criterios determinantes de la
puntuación fueron los gráfico-espaciales, que orientaron la puntuación externa,
seguidos de los criterios de naturaleza discursiva, o sea, los que permitieron la
delimitación de diálogos en la narración.
Como vemos, en esta línea de trabajo la unidad está dada, probablemente
debido al estado todavía exploratorio de la investigación, fundamentalmente por las
decisiones metodológicas, algunas de las cuales se derivan de su posición
epistemológica, como veremos en el segundo apartado de este capítulo. Por el
momento señalaremos solamente que creemos que las características discursivas y
lingüísticas del cuento de Caperucita Roja — instrumento utilizado en todas las
investigaciones específicas sobre puntuación— pueden explicar la gran coincidencia
de resultados en las investigaciones comparativas realizadas en español, portugués e
italiano.
Por otra parte, tampoco está de más indicar que estas lenguas tienen un
estrecho parentesco, histórico y tipológico. Para entender las implicancias de nuestra
afirmación debemos recordar que las investigadoras de esta línea entienden que
solamente los estudios comparativos en distintas lenguas permiten establecer cuáles
de las hipótesis que los niños realizan durante el proceso de apropiación de la
escritura son universales y cuáles dependen de las restricciones que imponen los
sistemas de escritura de sus idiomas. Así, sostienen que a pesar de la diferencia que
existe en las restricciones ortográficas de los sistemas de escritura del italiano y del
español, los niños manifiestan las mismas exigencias de variedad interna29 durante su
proceso de apropiación de la zona alfabética. Sin embargo, esta línea de
investigación no cuenta con un estudio lingüístico que ponga de manifiesto cuál es el
grado de coincidencia o divergencia que existe en el uso de las marcas de la zona
visuográfica de los sistemas de escritura de los idiomas comparados30. Por ello
29
La exigencia de variedad interna se refiere al rechazo que manifiestan los niños a leer letras
repetidas en posición contigua. Se demostró que, a pesar de que el italiano posee letras duplicadas en
posición contigua, los niños hablantes de italiano mostraban el mismo rechazo que los niños hablantes
de español a leer secuencias que contuvieran en forma contigua letras duplicadas.
30
Hemos visto que el uso de estas marcas era muy similar en las lenguas surgidas del latín y que
estuvo muy determinado por manuales de imprenta generales.
100
entendemos que no se puede discernir con seguridad el grado de pertinencia o el
significado de las similitudes y diferencias que puedan comprobarse en el uso de las
marcas de esta zona por parte de los niños que escriben en italiano, portugués y
español.
101
la puntuación se señala la ruptura de relación entre las proposiciones31 y con los
conectores se indica explícitamente la existencia de una relación. Luego esta matriz
evoluciona de modo tal que el productor pueda:
Las conclusiones de los primeros estudios (Fayol 1986) apuntan a que los
niños deben descubrir condiciones de uso textual de estos recursos. Para reunir estas
condiciones, el texto producido debe estar dotado de una unidad temática y
organizado según los principios canónicos del relato. Mientras esto no sucede, los
conectores y las marcas no pueden aparecer. Existe, pues, una estrecha relación entre
la estructura del texto y el uso de las marcas gráficas y los conectores. Cuando se
generalizan los relatos tipo script33 se observa la aparición de determinados modos
de conexión:
102
Las investigaciones realizadas en este marco siguen estos presupuestos
teóricos y, a través de distintas situaciones experimentales, intentan demostrar que la
marca gráfica constituye una huella del proceso de linealización.
Así, cuando se propone a los niños que la organización de episodios de un
script narrativo y la redacción de un texto a partir del mismo (Fayol 1989), se
concluye que el valor de la puntuación varía en razón directa con la jerarquía de las
relaciones entre proposiciones. Cuando los hechos relatados están fuertemente
relacionados, el valor de la puntuación es débil; por el contrario, cuando los lazos
entre las proposiciones son débiles, la puntuación se vuelve frecuente y de alto nivel.
Así, se confirma que
Por otra parte, hay una relación entre lugar y clase de marca. Cuando los
niños disponen de un solo signo lo reservan para las rupturas más fuertes. La
aparición de nuevos signos permitirá afinar la marcación en superficie. Los valores
de la puntuación varían según los lugares: son altos al comienzo y al final del relato,
disminuye en el medio; además, en el medio del episodio las comas sustituyen a los
puntos.
Los últimos estudios realizados en este marco señalan a la marca gráfica
como un lugar privilegiado de planificación. Se ha comenzado a estudiar así la
relación que existe entre ciertas marcas interproposicionales con la gestión a nivel de
procedimiento del escrito, a través del estudio de la duración de las pausas. En este
modelo la fase anterior a la producción lingüística, esto es, la fase de planificación,
impone la elaboración de planes en distintos niveles. Se imponen así dos
subprocesos, tanto la búsqueda de información en memoria relacionada con el tema,
el destinatario y el contexto, como la organización de estas mismas ideas. La rapidez
de recuperación de información dependerá de la densidad y organización de la red de
relaciones conceptuales. Además, los escritores que posean esquemas de discurso
bien organizados serán, en general, más competentes que otros.
103
La situación experimental consistió en proponer a adultos y a niños de 8 y 10
años la redacción de textos a partir de la escucha de comienzos textuales
correspondientes a dos tipos de contenido textual: cronológico-causal (narraciones),
y estático, es decir, estados asociados a un tema (descripciones). Debían escribir
series de enunciados fáciles de predecir o inesperados, y cadenas de mayor o menor
complejidad sintáctica. Las conclusiones validan las hipótesis realizadas por cuanto,
por una parte, las marcas están menos diversificadas entre los niños que entre los
adultos y, por otra parte, los tiempos de pausa son más largos después de los puntos y
las mayúsculas y antes de los "y" y la mayor parte de los conectores distintos de "y".
Así, parece que los puntos y las mayúsculas se gestionan con la frase que los precede
y los conectores con la que le sigue. Estos estudios ponen en evidencia que
104
- la relación de las marcas con otros sistemas lingüísticos como los conectores. Los
resultados del estudio muestran que la presencia de y supone, cualquiera sea su
ubicación, desde los siete años, la ausencia del punto como marca previa. Por otra
parte, la presencia de los conectores entonces y después conduce a una utilización
menor de los puntos, compensado por un aumento de comas. El comportamiento de
estos dos últimos no aparece antes de los once años.
Esta investigación conduce a tener en cuenta tres cuestiones: la frecuencia de
las marcas, su naturaleza y su posición en el texto.
105
fue útil diferenciar dos tipos de representación: las relativas a las condiciones de uso
de una marca (cuándo es necesario ponerla) y las relativas a las reglas de puesta en
acción propiamente dicha (en qué lugar). De hecho, los niños pueden saber que
determinadas condiciones requieren del uso de una marca, pero no el lugar exacto en
el que debe colocarse. Las conclusiones, válidas por supuesto para estas clases de
signos, sostienen que “les élèves maîtrisent assez rapidement les conditions dans
lesquelles les différentes marques son requises. En revanche, les règles de mise en
oeuvre de ces marques posent des problèmes” (Passerault 1991: 90).
Como vemos, estas investigaciones de carácter metacognitivo difieren de las
anteriores en tanto no se preguntan por la puntuación en el texto, sino sobre el uso de
determinadas marcas fuera de todo contexto o en frases aisladas.
106
2. Gestión textual: Esta segunda instancia ya es lingüística y asegura la gestión
global interna de la producción de texto. Depende de la primera instancia pero ya es
autónoma. Distinguimos dos tipos de operaciones:
a)El proceso de anclaje: sitúa la actividad lingüística en relación con los
parámetros de la situación material de producción. Esto supone la movilización
del enunciador dentro del espacio retórico. Una decisión de carácter binario
parece resumir las operaciones de construcción de coordenadas generales que
organizan el contenido temático movilizado en un texto: o las coordenadas se
presentan como en disjunción de las coordenadas del mundo ordinario de la
acción lingüística o lo hacen en conjunción con ellas. A su vez, dentro de cada
opción el texto se puede a su vez insertar en los mundos que pertenecen al orden
del contar o del exponer34.
b)Planificación: incluye los procedimientos de secuencialización que aseguran la
activación y la organización secuencial de las redes de conocimiento35 y el plan
de texto, que define la estructuración lingüística global, según formas más o
menos convencionales36. Es bastante probable que la relación entre estos dos
procesos de planificación varíe según los distintos tipos de textos y que este
impacto se pueda constatar en el uso de elementos lingüísticos tales como los
organizadores del discurso o la marca gráfica.
34
Los mundos discursivos propuestos son cuatro: a) mundo del exponer implicado (discurso
interactivo), b) mundo del exponer autónomo (discurso teórico), c) mundo del contar implicado (relato
interactivo), d) mundo del contar autónomo (narración) (Bronckart 1996).
35
Este autor distingue con Werlich (1975) cuatro procedimientos de organización: según un modo
espacial (típico de una base descriptiva), según un modo conceptual/analítico (típico de una base
expositiva), según un modo temporal/cronológico (típico de una base narrativa) y un modo
contrastivo/dialéctico (típico de una base argumentativa).
36
Se distinguen aquí, por una parte, planes poligenerados (correspondientes a un anclaje implicado) o
monogenerados (correspondientes a un anclaje autónomo) y, por otra parte, esquematizaciones que
siguen una lógica pregunta/respuesta o afirmación/réplica o superestructuras que obedecen a un
esquema tensión/disminución de la tensión.
107
relación, y el proceso de textualización que guía la construcción de la cadena
local. En la textualización se pueden observar tres procedimientos:
a)La modalización o el modo en que el enunciador se hace cargo del discurso
b)La cohesión u organización de los elementos de la estructura proposicional en
cadenas isotópicas, cuyas huellas principales son la repetición, las anáforas, el
cambio de los tiempos de verbos y los procedimientos de tematización.
c)La conexión/segmentación o encadenamiento de las estructuras
proposicionales, que está asegurada principalmente por los marcadores del
discurso y la puntuación.
Para probar estas hipótesis generales, Schneuwly selecciona dos tipos de texto
situados en el polo discurso teórico, pero que se diferencian según su grado de
“esquematización”: el texto informativo (un instructivo de juego) y el texto
argumentativo (una carta de lectores). El primero tiene una macroestructura más o
menos preestablecida, independientemente de la interacción social, que orientará la
planificación. El segundo no tiene una macroestructura establecida y su contenido es
108
una respuesta a una interacción social. La investigación consistió en el análisis de
textos escritos por niños que asisten a distintos niveles escolares, que se
corresponden aproximadamente con las edades de 10, 12, 14 años, y adultos.
Ahora bien, en este marco teórico la puntuación es, específicamente, una huella
de las operaciones de conexión y segmentación, pues se utiliza para delimitar
unidades textuales como la proposición, la frase y el párrafo. Aparecen interacciones
con otros niveles y tipos de operaciones como la planificación, el anclaje y la
modalización.
Nos parece importante detenernos en las diferencias globales que se encontraron
en relación con las clases de textos propuestos. Podríamos decir que, en general, en
el texto informativo hubo menos puntuación fuerte y más comas y sucedió
exactamente lo contrario en el texto argumentativo. Este hecho se explica por la
diferencia que hubo en las características que asumió la tarea en uno y otro caso:
109
Podríamos decir a modo de conclusión que, en este marco teórico, la frecuencia y
distribución de la puntuación en los textos se explica por el nivel de autonomía que
alcanzan las operaciones de textualización con respecto a la instancia de gestión y, en
particular, respecto de las operaciones de planificación. Según los resultados de la
investigación, en los textos producidos por los niños de diez y doce años no se
aprecia todavía autonomía de la instancia de planificación; por consiguiente, la
presencia de puntuación es el efecto de una planificación paso a paso, o sea, de
enunciado por enunciado. Por eso a los diez años puede aparecer para cada frase o
final de frase un punto o un punto y aparte y para cada subordinada un punto y una
coma. Por supuesto, hay también muchos textos que no están puntuados o sólo tienen
un punto final. A los doce años, se aprecian textos con dos o más enunciados
relacionados entre ellos, separados de otros grupos de enunciados por puntos. Estos
bloques de frases pueden o no estar segmentados por comas. Se entiende así que la
puesta en palabras del pensamiento deja huellas inmediatas en el nivel de las
operaciones de textualización.
A los catorce años y en la adultez se observa la aparición de modelos o planes
lingüísticos más potentes cuyo efecto será una mayor autonomía del proceso de
textualización. Se observa entonces el logro de una estructura global de texto. La
puntuación permite diferenciar la trama principal en relación con el resto del texto:
aparecen los párrafos, las oposiciones punto-punto y coma-coma, la coma
intraproposicional que permite precisar y hacer explícitas relaciones, las comillas y
los paréntesis. En este momento podemos hablar de una mejor adaptación del texto a
las necesidades del lector.
110
Nuestra finalidad ahora no es realizar una crítica exhaustiva de las
investigaciones ya realizadas, sino sentar las bases de nuestra propia investigación
sobre la zona visuográfica. Debemos hacer dos aclaraciones con respecto a la
dinámica que se impone en esta discusión. En primer lugar, es imprescindible
seleccionar temas, lo que siempre conlleva cierto grado de arbitrariedad. Hemos
elegido, sin embargo, las variables más aptas para dar cuenta de las estrategias de
investigación desarrolladas hasta ahora en el campo:
* delimitación del objeto de estudio
* factores que inciden en los usos y saberes de los sujetos sobre la marca gráfica
* naturaleza y dirección del proceso de adquisición de la marca gráfica
* lugar de las convenciones en la investigación.
En segundo lugar, debemos aclarar que la discusión se moverá en distintos
grados de generalidad si es necesario. En efecto, discutir las razones por las que las
investigaciones han tomado distintas posiciones con respecto a estos temas nos
obligará muchas veces a relacionar problemas, datos y marco de referencia. Así,
comentar una decisión en el nivel de una técnica de recolección y análisis de
información empírica nos conducirá a discutir las bases epistemológicas en las que se
basa el conjunto de una investigación.
111
espacio, para definir unidades cuyo valor discursivo no se puede ignorar si se desea
explicar la forma en que el niño organiza y presenta su texto escrito. En efecto,
hemos visto aquí de qué manera los niños pueden conformar unidades lingüísticas en
estricta relación con unidades gráficas, como la línea. Por otra parte, hay un consenso
casi general con respecto a que no se puede estudiar el proceso por el que las
unidades segmentadas por puntuación adquieren pertinencia lingüística, si no se tiene
en cuenta la transformación del valor de las unidades delimitadas por el espacio,
como el párrafo.
Por otra parte, las investigaciones de la línea psicogenética plantean
explícitamente, desde su marco teórico y de manera continua en toda la investigación
(Vieira Rocha 1994) o en sus conclusiones (Ferreiro 1996), la necesidad de tener en
cuenta no solamente lo que se conoce como signos de puntuación sino también las
marcas gráficas de presentación exteriores al texto. Vieira Rocha ha mostrado,
además, la estrecha relación que existe en el surgimiento y evolución del formato
gráfico del texto y el de la puntuación interna. El establecimiento de esta relación ha
sido calificado por ella misma como el hallazgo más importante de su trabajo.
Finalmente, las investigaciones que se han ocupado de las competencias
metagráficas en lectura y en escritura (Jaffré 1988) han señalado la precocidad de la
constitución de la zona visuográfica en los escritos infantiles, mucho antes de las
escrituras alfabéticas propiamente dichas, y la fuerza que tiene el espacio gráfico en
la segmentación que realizan los niños en su texto. Nos referimos en especial al uso
del espacio en la segmentación y configuración de unidades que, si bien pueden ser
inadecuadas sintácticamente, son textualmente adecuadas.
En el capítulo anterior hemos desarrollado las razones de índole teórica e
histórica que nos han conducido a delimitar un objeto de estudio más amplio que el
de la misma puntuación interna al texto, pues este conjunto de marcas forma parte
del conjunto de marcas de presentación del objeto texto. En este capítulo hemos visto
la pertinencia psicolingüística de nuestra delimitación del objeto. En efecto, también
las investigaciones relativas a la escritura infantil nos llevan a sostener que no se
puede abordar un estudio real de las marcas de presentación y organización del texto
escrito por niños sin considerar la totalidad de las mismas y no solamente las
conocidas como “signos de puntuación”.
112
Por eso insistimos en la necesidad de ocuparnos de toda la zona visuográfica,
a pesar de la dificultad que plantea la heterogeneidad, que afecta aun a las marcas
más sistematizables: aquellas conocidas como signos de puntuación. Hemos visto
que estas marcas pueden tener una misma apariencia gráfica pero cumplir distintas
funciones en el interior del texto y operar en niveles semánticos, sintácticos,
suprasegmentales y enunciativos. Otras marcas de esta zona se alojan en el trazado
de las marcas de la zona alfabética: como el espesor que se da a las letras, o su
tamaño o su forma. Las mayúsculas, los tipos de letras que resultan de estas
transformaciones contribuyen a jerarquizar y calificar segmentos textuales. Los
espacios que perfilan el texto, lo organizan en el espacio y lo fragmentan en párrafos,
conforman también elementos de consideración imprescindible.
Nuestro interés se centra en la forma en que todas estas marcas gráficas
contribuyen a la organización del texto escrito por niños. De ahí que recortemos un
objeto de investigación más amplio que el de las marcas conocidas como signos de
puntuación, el objeto del que declaran ocuparse la mayoría de los estudios que
conforman los antecedentes.
3.2. En relación con los factores que inciden en el uso de marca gráfica
113
mantiene con la cultura letrada. Es indudable que esta zona es el resultado de una
tardía y costosa construcción cultural, como lo atestigua el mismo proceso de
constitución histórica de sus recursos, proceso que pone de relieve su naturaleza
pragmática. Sin embargo, llegado el momento de plantear la incidencia posible de
diferencias sociales y culturales en la relación que los niños establecen con estas
marcas gráficas, es evidente que todas las investigaciones son deudoras de sus
supuestos teóricos, especialmente aquellas realizadas desde la psicolingüística. Es
necesario, entonces, revisar estos supuestos para esclarecer el problema.
Comenzaremos con el cognitivismo, siguiendo a quien fue uno de los máximos
representantes de esta corriente: Jerome Bruner. Según este psicólogo, el
cognitivismo, cuyo objetivo inicial como programa de investigación científica había
sido “recuperar la mente” en las ciencias humanas e instaurar el significado como el
concepto fundamental de la psicología, pronto se dejó invadir por la técnica. Se
desplazó el énfasis que se había puesto en la construcción de significado hacia el
procesamiento de información a partir de “la adopción de la computación como
metáfora dominante y de la computabilidad como criterio imprescindible de un buen
modelo teórico” (Bruner 1991: 21). Entre otras consecuencias podemos decir que,
según Bruner, se dejó de lado el significado pues es indiferente a la información37 y
“los procesos cognitivos se equipararon con los programas que podían ejecutarse en
un dispositivo computacional” (p. 23). El cognitivismo equipara “mente” con
“programa computable”; de ese modo, según Bruner, se crea el marco necesario para
dudar de la existencia del agente, de la intencionalidad y de los estados mentales. Si
tenemos claro este desarrollo es fácil comprender la observación de Bronckart con
respecto a que los psicólogos cognitivistas
37
El significado se asigna a los mensajes con antelación, no tiene que ver con el proceso de
computación. La información, por el contrario, tiene que ver con el número de elecciones alternativas
que tiene un mensaje, que será más informativo cuanto menos elecciones plantee. Estas posibilidades
están codificadas y se procesan de acuerdo con la “sintaxis” del sistema.
114
metodológica, ya sea porque entienden que la capacidad de lenguaje está
genéticamente determinada. Si introducen una variación en cuanto a tipo de texto,
como en el caso de Fayol (1996) lo hacen porque la variable tipo de texto representa
grados de organización de la información que está disponible en la memoria del
sujeto antes de la escritura. Por supuesto, después la variación en el uso de marca
gráfica en los distintos tipos de texto se interpreta en estos mismos términos38. Éstas
son las razones por las que el cognitivismo no introduce ninguna clase de variables
sociales en sus investigaciones.
Por otra parte, es sabido que la concepción psicogenética constituye una de las
versiones más moderadas de los construccionismos, posiciones que postulan que en
la adquisición del conocimiento el individuo no es un ente pasivo, sino que construye
el conocimiento activamente a partir de su interacción con el medio. Hablamos de
versión moderada porque acepta la existencia real de un mundo exterior que, en la
teoría piagetiana, constituye uno de los pilares que funda el desarrollo de la
inteligencia. En esta concepción la inteligencia es un producto de la interacción de la
mente con el medio, en un juego permanente que está regido por un mecanismo
biológico tan general como la herencia: la autorregulación. Se entiende al niño, pues,
como un sujeto epistémico, cuyas propiedades perceptuales y cognitivas preceden y
determinan su aproximación al lenguaje.
Desde esta base debemos entender la diferencia que Ferreiro & Teberosky, en su
primer informe sobre el modo en que el niño aprende a leer y escribir (1988 [1979]),
establecen entre conocimientos socialmente trasmitidos al niño y construcciones
espontáneas, producto de una elaboración propia en tanto el niño las deduce en
función de las propiedades del objeto a conocer. El objetivo de estas investigadoras
fue, en aquel momento, dar cuenta fundamentalmente de las construcciones
espontáneas que los niños realizaban durante el proceso de reconstrucción de la zona
alfabética del sistema de escritura. Sin embargo, puesto que trabajaron con niños de
distintos grupos sociales, también señalaron la importancia que tenían las
informaciones dependientes del medio para que los pequeños pudieran avanzar en
sus conceptualizaciones.
En ese entonces, entendieron que hablar de puntuación significaba “ubicarse en
el terreno de los conocimientos socialmente transmitidos, no “deducibles”” (Ferreiro
38
El siguiente apartado trata este tema en detalle.
115
& Teberosky 1979: 71) y señalaron las inmensas diferencias que, en cuanto a la
identificación de las marcas distintas de las letras, introducía el grupo social al que
los niños pertenecían. Sin embargo, aunque el segundo informe específico sobre
puntuación (Ferreiro 1991) incluye una variación social implícita en la selección de
sujetos que asisten a distintas clases de escuela, es claro que se inicia la búsqueda de
conocimientos espontáneos en la investigación sobre la marca gráfica. En efecto, se
afirma, como hemos visto, que no interesan los usos particulares relacionados con los
orígenes sociales de los niños estudiados, sino llegar a una “evolución de la
comprensión de la puntuación”. El tercer informe (Ferreiro 1996) señala, sin
embargo, en el caso de los niños hablantes de español, que la condición social
introduce fuertes variaciones en la escritura. Los niños de clase media completan sus
historias y los niños de clase baja (sic.) no lo hacen. Recordemos que la completud
de la historia es una de las variables relacionadas con la frecuencia de puntuación
interna. Es cierto que no sucede lo mismo con los niños hablantes de italiano; pero
como la propia investigadora aclara no es lo mismo hablar de diferencias sociales en
Italia que en México. Ahora bien, este dato se señala de manera aislada.
En consecuencia, las investigaciones de esta línea no dejan de sostener que
factores como la edad, la escolarización, la procedencia social, no pueden explicar
por sí mismos la comprensión de la puntuación en el niño. Sin embargo, a veces se
matizan estas afirmaciones, al menos en relación con la escolaridad (Vieira Rocha
1994). Es evidente que esta posición solamente puede entenderse porque estamos
ante una investigación que busca establecer, en relación con la puntuación, lo que
logró delimitar desde el punto de vista constructivo en la zona alfabética del sistema
de escritura: una línea regular de evolución a través de diversos medios culturales, de
diversas situaciones educativas y de diversas lenguas.
Es imprescindible comentar, finalmente, la posición del interaccionismo
sociodiscursivo con respecto a la incidencia de las variables sociales en el uso
infantil de la marca gráfica. Esta línea teórica, representada por Bronckart (1996),
constituye una de las que con más continuidad ha trabajado sobre textos escritos
infantiles y las investigaciones de Schneuwly (1988) sobre la puntuación se inscriben
en este marco. Por eso nos detendremos con particular atención en el lugar otorgado
a lo social en la investigación.
116
El interaccionismo sociodiscursivo reduce la validez de la posición piagetiana
solamente a la primera de las dos fases que constituyen las funciones psíquicas
humanas. En efecto, según Bronckart, la psicogénesis puede explicar sólo los
procesos por los cuales el funcionamiento biológico y la acción sobre los objetos da
nacimiento, en todos los organismos vivientes, a un funcionamiento psíquico
elemental o práctico. Sin embargo, le niega la posibilidad de explicar porqué
procesos este funcionamiento psíquico práctico se transforma en el hombre en
pensamiento consciente39. Esta posición es, por supuesto, una continuidad del
pensamiento de Vygotsky y Bruner, como podemos ver en la siguiente afirmación:
39
Bronckart rechaza la aserción de Piaget de que “les opérations de la pensée (...) tiennent aux
coordinations générales de l’action (...) et non pas au langage et aux transmissions sociales
particulières, ces coordinations générales de l’action se fondant elles-mêmes sur les coordinations
nerveuses et organiques qui ne dépendent pas de la société” (Piaget 1970, p.77, cit. por Bronckart
117
Le pensée consciente (...) repose sur les signifiés tels qu’ils son façonnés par
les genres de texte en usage dans les formations sociales où s’inscrivent les
membres de l’entourage humain. Dans son fondement mêmee, la pensée est
donc orientée par cette “semantique du social” que constitue la culture d’un
grupe humain (Bronckart 1996: 60).
Es primordial subrayar que, para esta línea teórica, esta semántica de lo social
actúa a través de la modalización que le imponen los géneros discursivos (para
Bronckart géneros de texto) en una cultura determinada. En efecto, el discurso y las
acciones lingüísticas tienen un papel fundamental en el desarrollo del contenido y de
las operaciones del pensamiento consciente: el de su reestructuración permanente.
Desde estos fundamentos teóricos se puede entender un hecho casi paradójico: la
única línea de trabajo que en lingüística considera la importancia de la dimensión
social no incluye nunca variación social en los sujetos estudiados, pues la
consideración de lo social ingresa solamente en la variable género discursivo.
Creemos que esta decisión deviene de su concepción de sujeto, un sujeto constituido
desde siempre como tal en el lenguaje, consciente, absolutamente homogéneo y, por
tanto, capaz de “gérer les intentions et les motifs de son dire” (Bronckart 1996: 47).
Su concepción de sujeto es la de un agente verbal que, con su acción lingüística, es
instituido como tal por el lenguaje y, a su vez, instituye el lenguaje.
Se trata, además, de un sujeto que dispone, cuando se compromete en una acción
lingüística, de tres clases de conocimiento: un conocimiento personal de los mundos
representados, tanto del social como del subjetivo, movilizados como referentes (o de
contenido temático) de la acción lingüística; un conocimiento relativo al contexto de
la acción lingüística, que incluye representaciones personales que orientan la
selección de los signos de lengua para semantizar un mismo referente y, finalmente,
representaciones de los parámetros objetivos del acto verbal y el conocimiento del
intertexto constituido por los géneros de texto.
Ciertamente este paradigma supone una inflexión respecto de la incidencia de lo
social en la constitución del sujeto, pues es el único que otorga un lugar importante a
este factor. Sin embargo, es una inflexión muy general que, por una parte, no
contempla la especificidad de lo lingüístico (de Lemos 1992, Desinano 2000) y en la
1996, p. 58), pues no tienen en cuenta el conjunto de las propiedades semióticas del lenguaje humano,
así como las condiciones efectivas de su apropiación por el niño.
118
que lo social se expresa sólo en géneros de texto, notablemente homogéneos por lo
demás. Por consiguiente, se observa que si bien hay una recuperación de lo
sociocultural en el nivel epistemológico, no se ve su incidencia en el nivel
interpretativo de la investigación sobre usos de puntuación. Volveremos sobre este
punto en el siguiente apartado.
119
El esquema de género, como vemos, organiza el conocimiento que requiere la
escritura de una clase de texto particular. Uno de los puntos más recuperados de esta
teoría es la idea de que el género tiene una estructura esquemática, es decir, partes de
comienzo, desarrollo y conclusión que se realizan a través de patrones de opciones
léxico-gramaticales (Downing 1998).
No podemos dejar de ver lo estrecho del acercamiento entre las líneas del
interaccionismo sociodiscursivo y la del cognitivismo con respecto a la investigación
en concreto sobre la marca gráfica. Si bien son dos modelos diferentes de
producción, encontramos en común rasgos de una concepción cognitiva modular:
aíslan componentes, establecen que cada uno de ellos recibe un tipo de información,
en este caso conceptual, y lo transforma en otra clase de información, en este caso
lingüística. Cada componente tiene un nivel de representación y una categoría
específica de tratamiento (Fayol 1997). En efecto, en los dos modelos encontramos
una instancia de planificación prelingüística y una instancia de textualización. Son
evidentemente dos modelos cognitivos, claramente orientados por la metáfora
computacional, como vemos en este fragmento en el que Bereiter aclara la forma en
que funciona un esquema bien desarrollado para un escritor:
Below the genre scheme will be a content processor that draw semantic
material from memory and organizes it according to instructions from the genre
scheme. Its output is what we may call a gist —a unit of content not yet formed
into overt language. The gist then goes to a language processor that puts it into
explicit language, according to tuning instructions from the genre scheme.
(Bereiter 1980: 79).
120
posteriores, los lugares en los que aparecen marcas son, además, lugares de control y
revisión de lo que se ha escrito y de planificación de lo que se escribirá a
continuación. Estas actividades son más intensas, a juzgar por la duración de las
pausas, en los emplazamientos de puntuación fuerte que implicarían, además,
rupturas en el nivel de representación.
De la investigación que proviene del interaccionismo sociodiscursivo se
desprende una perspectiva más atenta no sólo a los procesos sino también a la clase
de procesos que se producen durante la escritura. Para esta línea la puntuación está
en relación directa con la clase de planificación que se realiza, con su nivel de
autonomía del proceso de textualización y con el grado de organización previa del
contenido del que se va a dar cuenta por escrito. En efecto, a menor organización,
mayor planificación paso a paso, mayor tiempo de pausa, y, por consiguiente, más
presencia de marcas gráficas en el interior del texto. Por el contrario, mayor
organización implica una planificación previa más potente que puede hacer surgir
mayor cantidad y variedad de puntuación interna, entre las que se destaca la unidad
de párrafo. En este último caso es también claro que las marcas constituyen signos de
estructuración textual para el lector, lo que indica que tienen una función
relacionada con el contexto comunicativo en el que se inscribe la producción. Pero
esta consideración requiere que el productor del texto se represente sus objetivos
comunicativos, sus destinatarios, algo que es difícil de hacer para los niños pequeños,
razón por la cual esta función es tardía.
Esta perspectiva de proceso, de índole psicolingüística, no deja de estar en
consonancia con los planteamientos estrictamente lingüísticos sobre la escritura de
niños que han puesto de relieve la incidencia que tiene el género discursivo en la
clase de segmentación que se realiza en el texto escrito a través de la marca gráfica.
Sin embargo, no podemos dejar de observar que los estudios cognitivos e
interaccionistas que hemos referido para explicar las regularidades de uso de marca
gráfica remiten a procesos psicológicos y obturan la dimensión específicamente
lingüística.
Creemos que es necesario realizar un estudio lingüístico y plantear la
plurifuncionalidad de las marcas gráficas en el mismo tratamiento lingüístico del
texto producido por niños. Esta plurifuncionalidad está dada también por las mismas
características de la zona que, como indicaba Simone para la coma en una
121
observación que podemos extender a todas las marcas gráficas, dispone de un
número limitado de marcas que, sin embargo, se utilizan habitualmente para cubrir
una gran amplitud de funciones40. Sin embargo, es necesario realizar más
precisiones.
Se ha indicado (Kress 1994, Schneuwly 1988) que géneros diferentes dan lugar a
distintas clases de progresión temática en los textos producidos por los pequeños,
fenómeno estrechamente relacionado con la variación de la distribución y de la
función de las marcas gráficas. Por otra parte, también las investigaciones realizadas
desde marcos psicogenéticos relacionan la presencia o ausencia de marcas gráficas
con cambios discursivos en el texto narrativo. Estos cambios discursivos no son otra
cosa que la construcción de las voces de otros sujetos-personajes en el texto en un
proceso que las diferencia de la voz del narrador, delegado directo instalado por el
discurso del enunciador41. Edelsky (1983) señalaba también que la segmentación se
realizaba de distinta manera según las exigencias comunicativas que cada clase de
texto conllevaba. Estos estudios autorizan a afirmar que no se puede estudiar la
marca gráfica sin considerar las características de los textos construidos en cuanto a
función, extensión, marcas enunciativas, progresión temática y cohesión, todas estas
características que experimentan variaciones según los textos se enmarquen en un
género discursivo o en otro.
Creemos por esto que es necesario considerar la constitución de las marcas
gráficas en el texto desde las necesidades que impone el mismo texto que se
construye, sin que esto suponga emitir ningún juicio sobre la validez de constructos
40
Es posible pensar que los niños intenten resolver en sus escritos este desajuste entre forma y
función a través de usos no siempre convencionales. Hemos visto así que las investigaciones indican
que en los textos de los niños algunas marcas aparecen primero y generalmente con determinados
valores, no siempre coincidentes con los que establecen las convenciones. Estos valores se irán
modificando progresivamente al modificarse también el repertorio de marcas utilizadas. Por eso
creemos, es importante señalar cuáles son los valores de las marcas que se constituyen primero en los
textos de los niños, indicar la estabilidad o no de los mismos y cuáles son las variables que inciden en
este uso. Creemos que solamente una investigación lingüística que estudie los textos producidos
puede hacerlo.
41
La instancia de enunciación es una instancia lingüística, "lógicamente presupuesta por la existencia
misma del enunciado, (...) que aparece como la instancia de mediación que asegura la aparición en
enunciado-discurso de las virtualidades de la lengua" (Greimas 1982:144), no es una estructura no
lingüística supuesta por la comunicación. Desde esta concepción quienes sostienen el diálogo directo
en la narración "se distinguen del narrador y del narratario en que no son delegados directos,
instalados por el discurso del enunciador y del enunciatario, sino los actantes de la narración dotados
de competencia lingüística (Greimas 1982: 121).
122
teóricos tales como el esquema de género. En este sentido coincidimos con las
posturas que opinan que:
42
En la conformación de determinadas unidades no deja de intervenir como una unidad, prosodia y
semántica, pues, como sostiene R. Dorra “las inflexiones de la respiración son el aspecto perceptible
de las inflexiones de la significación” (1997: 81)
123
con el propósito de determinar con mayor aproximación las funciones que la marca
gráfica cumple en los textos que se materializan en el marco de esas restricciones
discursivas. Sabemos que los géneros discursivos son, como decía Bajtin, tipos
relativamente estables de enunciados elaborados por los distintos dominios de la
actividad humana que “organizan nuestro discurso casi de la misma manera como lo
organizan las formas gramaticales (sintácticas)” (1998 [1979]: 268).
Los enunciados, para este teórico ruso, están estrechamente relacionados con
las esferas de acción humana, a través de su contenido temático, estilo verbal
(selección de recursos léxicos y gramaticales) y por su composición o estructuración.
Distingue, además, géneros discursivos primarios y secundarios. Los primeros están
constituidos en la comunicación discursiva primaria y los segundos se integran a los
anteriores y surgen en una comunicación cultural más compleja, relativamente
desarrollada y organizada, principalmente escrita43. Concebir un texto supone
moldearlo en el marco de un género, e interpretar un texto exige también el género
como condición de inteligibilidad.
Un escritor conforma un texto en el marco de un género discursivo. Como
sostiene, Raúl Dorra,
43
Esta distinción apunta básicamente a dos formas de comunicación diferentes, la oral y la escrita,
con lo cual puede interpretarse que los géneros discursivos primarios son los que se constituyen desde
la oralidad, como discursos dialógicos. Los géneros discursivos secundarios, propios de la
comunicación escrita, no están socialemente disponibles para todos de manera igualitaria, sino que
deben ser enseñados y aprendidos, sea en la interacción social o en la escuela.
44
Hemos utilizado la palabra registro en el sentido que le otorga Halliday (1982), esto es, como las
variaciones que se producen en el uso del lenguaje en función de la situación en que éste se utiliza.
Halliday establece tres variables contextuales que conforman el registro: campo (tema que se trata en
el texto, determinado por los modos en que una sociedad analiza y organiza el conocimiento), modo
(medio del intercambio comunicativo) y tenor (relación interlocutiva). Podríamos decir que, en
términos muy generales, los antecedentes de investigación señalan la incidencia de las tres variables
en el uso de la marca gráfica.
124
situación45. El resultado es un conjunto de enunciados que posee una determinada
tensión enunciativa, composición, modalización, tematización, conexión, etc., todas
dimensiones vinculadas con la marca gráfica que introducirán variaciones evidentes
en su uso.
Sin embargo, no debemos olvidar que estamos tratando la problemática de la
marca gráfica en textos escritos por niños en proceso de alfabetización, es decir,
niños que están realizando un pasaje desde el lenguaje oral hacia el lenguaje escrito.
Por tanto, probablemente estamos ante un lenguaje escrito que, como estructura y
organización sintáctica y textual, no estará constituido todavía y, por tanto, tampoco
lo estarán los recursos de la zona visuográfica, los más propios y específicos de la
escritura. En efecto, estos recursos permiten la inscripción en la página de la clase de
interlocución que requiere la comunicación escrita. Ello nos lleva a hablar de dos
fenómenos estrechamente vinculados: de la inscripción del sujeto en el texto, pues
las marcas gráficas son una manera de introducir su interpretación en el texto, y de
esa tensión entre oralidad y escritura en los géneros discursivos y en el proceso de
adquisición de la escritura.
Las funciones que cumple la marca gráfica en la comunidad letrada tienen
que ver necesariamente con el proceso mismo de la puesta en palabras que conlleva
la exigencia de funcionamiento de la relación interlocutiva:
45
Esta relación entre género, registro y lenguaje ha sido muy discutida, pero nosotros nos inclinamos
a sostener que no estamos ante una relación determinista entre categorías contextuales y lingüísticas
125
rasgos, el proceso histórico por el cual la marca gráfica se ha constituido en un
recurso por el que el sujeto inscribe su interpretación en el texto con el fin de orientar
la interpretación del lector. Por ello la distribución de marcas gráficas está en
estrecha relación con la conformación total del discurso, con la forma en que este
sujeto se constituye en el mismo, con sus propósitos y con sus estrategias.
Ahora bien, este proceso de adquisición de la marca gráfica es también parte
de un pasaje que están realizando los niños desde la oralidad a la escritura. Salvo
Kress que sitúa adecuadamente la problemática de la marca gráfica en el marco de
este proceso y de observaciones muy acotadas sobre el discurso directo de la línea
psicogenética46, las relaciones entre estas dos modalidades de lenguaje casi no han
sido mencionadas por la investigación sobre la marca gráfica. Consideramos, pues,
que es imprescindible hacer referencia a la incidencia de la tensión y la imbricación
de oralidad y escritura como procesos de formación de los mensajes verbales:
126
se puede constituir un espacio de juego semejante a un continuum de tipos y modos
de comunicación. Es posible determinar así las condiciones comunicativas de las
tradiciones discursivas existentes. Los polos extremos de expresión del continuum
se denominan como “lengua de la proximidad”47 (Sprache der Nähe) y “lengua de la
distancia”48 (Sprache der Distanz). Hacia la derecha y hacia la izquierda se sitúan
manifestaciones según el medio de comunicación, es decir, la diferencia entre la
realización fónica y su manifestación gráfica. La dimensión vertical en el esquema,
da cuenta de la concepción subyacente en un enunciado y al modo que adopta su
verbalización. De esta manera se diferencian dos perspectivas que no se pueden
confundir, pues una realización puede estar próxima a lo hablado como concepción
y, sin embargo, haber adoptado un medio escrito, como la carta familiar. Por
ejemplo,
distancia
acto jurídico
artículo científico
manuscrito de la conferencia
conferencia universitaria
artículo de fondo sermón
entrevista publicada entrevista con un
político
presentación personal
mesa redonda
46
Recordemos que una de las variables relacionadas con la presencia de marca gráfica es la entrada
pospuesta en el discurso directo, que es interpretada como resultado de la voluntad de crear un texto
escrito.
47
El polo de la proximidad en este continuum puede ser descrito de una manera ideal a través de la
combinación de las siguientes variables: privacidad, intimidad con el interlocutor, mayor grado de
emotividad y participación emocional, mayor inserción de la enunciación en el contexto situacional y
de actuación y en el mundo de referencia, interacción cara a cara, construcción dialógica del discurso,
mayor cooperación del interlocutor, mayor grado de espontaneidad, menor grado de fijación y
determinación de tema. Estos tipos de condiciones comunicativas y sus tipos de constelaciones de
habla —con las correspondientes formas de comunicación para la proximidad personal, temporal,
espacial y temática— es lo que estos autores llaman lengua de la proximidad.
48
El polo de la lengua de la distancia en este continuum se define por la combinación de otras
variables: carácter público, desconocimiento de los interlocutores, menor grado de emotividad y
participación emocional, menor inserción de la enunciación en el contexto situacional y de actuación y
en el mundo de referencia, separación espacio-temporal y social del interlocutor, construcción
monológica del discurso, menor cooperación del interlocutor, mayor grado de institucionalización o
formalidad de la comunicación, mayor grado de fijación y determinación de tema. Las posibilidades
de comprensión del receptor deben ser más atentamente previstas por el productor del mensaje, deben
utilizarse recursos lingüísticos para suplir la imposibilidad de usar los recursos de la comunicación no
verbal, los elementos del contexto situacional y cultural deben ser reconstruidos lingüísticamente. Se
hace necesario así una planificación de alto nivel, una referencialización compleja, una predicación
elaborada, explícitas orientaciones deícticas y referencias al contexto, mayor nivel de información
lingüística y objetividad adecuada en la expresión.
127
consulta médica
carta privada conversación
telefónica
conversación entre
amigos
inmediatez
Figura Nº 4
Cuadro tomado de Oesterreicher (1998: 206)
128
puede desprender la reflexión acerca del uso de la marca gráfica de las características
que asume el proceso de escritura del texto y de las características que tiene el mismo
texto producido. Evidentemente, la forma en que se conformará el texto y los
enunciados variará según el grado de cercanía de los géneros a los universos orales o
escritos. Por otra parte, la escritura de niños en proceso de alfabetización tiene
distintos grados de acercamiento a la escritura y al lenguaje escrito, lo que
evidentemente incidirá en el modo en que conforman los enunciados y en la
organización de su texto. Ambos factores incidirán directamente en la función que
los niños adjudiquen a los recursos de la zona visuográfica en la escritura.
Por todo lo que hemos dicho hasta aquí recuperamos la validez de la hipótesis
general que relaciona los géneros discursivos con el uso de la marca gráfica. Sin
embargo, es necesario aclarar que necesitamos hacer una descripción de las clases de
texto consideradas en distintos niveles, que incluyan tanto consideraciones
estrictamente lingüísticas, como situacionales y cognitivas. La descripción debe
operar con tipologías que se elaboran con criterios de distinta índole o de niveles
múltiples que “exhiben mayor flexibilidad y, por ende, mayor poder explicativo en el
análisis de textos concretos” (Ciapuscio 1994: 131).
Sin embargo, no queremos finalizar este apartado sin dejar de señalar la
necesidad de estar atentos a las variaciones que pueden presentarse en un mismo
género discursivo, variaciones que se deben a heterogeneidades socioculturales. Es
probable que en sociedades que presentan profundas diferencias socioculturales en su
interior, como las sociedades latinoamericanas, los sujetos de distintos grupos no
perciban de la misma manera un mismo género discursivo. Si los géneros son
productos socioculturales, los grupos son portadores de géneros y, por tanto,
mantienen con ellos distintos grados de proximidad y de distancia. Puesto que la
escuela es el lugar por excelencia de la lengua escrita, es probable que los niños de
distintos grupos sociales, según sea su grado de pertenencia a la cultura letrada,
mantengan distintos grados de ajenidad con la institución, con sus prácticas en
relación con la lengua escrita, con los géneros discursivos cuyo dominio requiere.
Estas diferencias pueden tener una influencia decisiva en la manera en que se
49
Volveremos sobre esta posición en el tercer capítulo, pero ya en relación con las producciones de
los niños.
129
concibe y se organiza el texto y, por consiguiente, en la manera en que se usa la
marca gráfica como recurso que contribuye a esa organización.
50
Las razones a las que alude Ferreiro son, en síntesis, las siguientes: la puntuación es un sistema con
un funcionamiento distinto del sistema alfabético, es un sistema heterogéneo pues establece relación
con elementos suprasegmentales, delimita fronteras de distintos niveles en el texto, y constituye un
conjunto de instrucciones para el lector.
130
sistematizables. Desde esta perspectiva sería forzoso pensar que la adquisición de la
marca gráfica no se puede plantear desde el punto de vista de la construcción de un
sistema. Es decir, la marca gráfica no se construiría como un sistema lingüístico que,
por lo tanto, no sufre variaciones una vez construido. Esto establecería una
diferencia, por ejemplo, con el proceso de adquisición de la zona alfabética del
sistema de escritura.
Con respecto a la direccionalidad del proceso de adquisición, hemos visto que
hay un consenso con respecto a la existencia de un movimiento desde el exterior
hacia el interior del texto. Las marcas externas al texto parecen ser las primeras en
surgir: hemos visto la precocidad con la que los niños pueden disponer un texto en el
espacio, incluso antes de que su escritura haya alcanzado la alfabeticidad. Las marcas
que determinan los límites externos se constituyen también con rapidez. Sin
embargo, los antecedentes señalan repetidamente que el movimiento hacia el interior
del texto es lento. Ahora bien, no hay aquí siempre coincidencia con respecto a la
naturaleza de este proceso. Mientras unos pocos hablan de conciencia sintáctica, la
mayoría habla de un proceso que tiene una naturaleza fundamentalmente textual. Sin
embargo, es necesario tratar con mayor cuidado este tema.
Todas las investigaciones indican que el uso de las marcas gráficas interiores
de un texto está asociado con las características del texto que se construye. Sin
embargo, hemos visto que muchas veces la presencia de marcas gráficas no siempre
asegura la presencia de un texto continuo, que esa relación entre marca gráfica y
textualidad no se plantea necesariamente de una manera convencional y que el uso de
los niños no es necesariamente consistente a lo largo del mismo texto. Este uso
altamente inestable se explica de distintas maneras: alternancia de hipótesis correctas
e incorrectas (Cazden, Cordeiro, Giacobbe 1985), relación con el modo de
textualización (Schneuwly 1988), búsqueda de una unidad de segmentación textual
(Kress 1994 [1982], olvidos en razón de la dificultad de producción de textos escritos
(Fayol 1997), valores particulares que los niños otorgan a la puntuación al margen de
los estipulados por las convenciones (Ferreiro 1996).
Sin embargo, y a pesar de estos datos, todos parecen coincidir en que el
proceso de adquisición se dirige hacia un incremento de calidad del texto y el
incremento de marcas interiores. Los niños se vuelven más capaces para señalar con
más matices, por medio de marcas, los cambios enunciativos y el grado de relación
131
entre las proposiciones, es decir, las jerarquías textuales. El proceso conlleva también
la posibilidad de segmentar unidades que se pueden definir lingüísticamente y no ya
sólo gráficamente como tales. En síntesis, de una manera u otra, todos afirman que
a mayor posibilidad de organizar el texto, mejor conocimiento y utilización
convencional de las marcas que los pautan.
Ahora bien, no se deja de percibir en la interpretación de este proceso una
ambivalencia que trae a la discusión el problema de la estabilidad del conocimiento
lingüístico. Hemos visto ya que el uso de la marca gráfica puede estar vinculado a las
condiciones y categorías contextuales de producción y a las mismas características
del texto que se construye. Hemos discutido en el apartado anterior este problema, al
ver que las marcas gráficas no parecen constituir un sistema que, una vez adquirido,
funcione siempre con estabilidad, sino que al parecer debe ser formulado cada vez en
cada contexto nuevo de uso que implica un género discursivo.
Juzgamos entonces necesario considerar otra posibilidad de interpretación de
esta discordancia. Esta segunda posibilidad está dada por el marco teórico
interaccionista de Claudia de Lemos (2000). Este interaccionismo sostiene que la
adquisición del lenguaje se puede concebir como un proceso de subjetivización que
se define por cambios de la posición del niño respecto de la relación que establece
entre su habla y la del otro, posiciones que por otra parte no son estables ni
permanentes. Citaremos un fragmento que define su posición respecto de la noción
de desarrollo:
(...) es desde luego imposible concebir a la lengua como un objeto de
conocimiento a ser adquirido por el niño como un sujeto epistémico, cuyas
propiedades perceptuales y cognitivas preceden y determinan su aproximación
al lenguaje. Es el lenguaje, es decir le langage, el que incluye al otro como
sujeto hablante, el que precede y determina la trayectoria del niño desde el
estado del infans al de sujeto hablante. El niño puede ser visto entonces como
capturado por le langage, a través de la parole del otro y gracias a ella es
identificado como sujeto hablante. En otras palabras, a la vez como un igual
(“idéntico”) qua miembro de la comunidad lingüística y cultural, y al mismo
tiempo como un no-igual qua un “otro” al que hay que referirse como una
subjetividad única. En tanto la parole del otro es también una instanciación de
la langue como un funcionamiento sistémico, el pasaje del niño a través de le
langage no puede concebirse ni como dirigido para alcanzar un estado final de
conocimiento lingüístico ni como dirigido a una posición subjetiva que se le
asigna a través de los procesos de identificación activa de la parole del otro.
(de Lemos 2000: 175)
132
Así, nos detendremos en un estudio realizado en este marco sobre la
producción de textos escritos infantiles (Desinano 1997) que permite interpretar de
otra manera la discordancia que varios investigadores señalan entre uso de marca
gráfica y texto construido. Esta investigadora realiza un análisis de escritos de niños
que asisten al tercer curso de primaria en una escuela pública de Argentina. Observa
que textos discontinuos —listados de oraciones que sólo pueden interpretarse como
un todo por su relación con la situación de producción— muestran un uso adecuado
de marcas de puntuación y un conocimiento bastante acertado de los recursos de
organización del texto escrito. Por el contrario, los textos continuos —textos en los
que se reconoce una subjetivización del discurso que lo organiza desde un punto de
vista y en el que, por tanto, los enunciados tienen relaciones internas mejor
establecidas— se presentan como un fluir sin marcas gráficas. Así, la presencia de
marca no sólo no organiza el texto sino que contribuye a volverlo aún más
discontinuo.
En el marco del encuadre teórico interaccionista esta aparente discordancia
entre conocimiento de convenciones y posibilidad de organización del texto se
convierte en un argumento importante para no hablar de dificultad lingüística, sino
para ver los textos discontinuos como “una evidencia de un no funcionamiento
dentro de un texto determinado”. Desde ese punto de vista, resulta notoriamente
sugerente y provechoso poder pensar que:
133
conocimiento lingüístico- construcción de texto sin contar con la forma en que los
sujetos funcionan en el discurso:
(...) los niños que han llegado al continuum textual es probable que sepan lo
mismo —en términos de normatividad aplicada al texto escrito— que lo que
saben los niños que hicieron textos discontinuos; pero estos últimos no están
funcionando en una instancia discursiva y el conocimiento de esa normatividad
aparentemente no los ayuda en ese funcionamiento (Desinano 1997: 65-66)
51
Evidentemente, estamos aquí ante un sujeto no necesariamente consciente de su acción lingüística.
134
determinado puede plantear una diferencia fundamental en el momento de adoptar
una posición enunciativa. Por eso, si bien reconocemos la fuerza interpretativa de
esta posición en la adquisición del lenguaje, también dejamos abierta la posibilidad
de entender que las diferencias culturales constituyen una condición que puede hacer
variar la composición del discurso escrito y el uso de las marcas gráficas. Por lo
tanto, recuperamos tanto la posibilidad de hablar de sujetos no necesariamente
constituidos desde siempre en el lenguaje, como la posibilidad de estudiar la
incidencia de las distancias culturales y sociales en este funcionamiento del sujeto en
el discurso.
52
Se entiende aquí que la lengua, concebida por la ciencia lingüística como un todo homogéneo y
unívoco, comporta también lo no idéntico, el equívoco y todo lo que él promueve (Milner 1998)
135
evidente, además, que en especial hoy en día los recursos de presentación del texto
escrito son los que más se transforman debido a las innovaciones tecnológicas. Por
consiguiente, es una zona que presenta, en conjunto, una gran inestabilidad, aunque
en las marcas del interior del texto puedan señalarse sistemas parciales o
subsistemas. Hay un consenso en el conjunto de trabajos presentados con respecto a
que los niños ya desde muy temprana edad utilizan de manera no convencional estos
recursos, pues pueden apelar al espacio o al color para realizar distinciones
temáticas, o a diferencias de tamaño de letra y grosor del trazo para introducir
valores expresivos. Evidentemente estas posibilidades hacen pensar, en primer lugar,
en que es necesario revisar aquella aserción de Vachek con respecto a que la norma
de lengua escrita expresa los aspectos puramente comunicativos de la reacción del
usuario del lenguaje. En efecto, al parecer, los recursos de esta zona son también
aptos para dar cuenta de los aspectos emocionales.
Por otra parte, el conjunto de las marcas gráficas no es un conjunto cerrado,
sino abierto, pues siempre se pueden agregar más marcas gráficas con criterios de
uso que no son necesariamente incompatibles con los que estipulan las convenciones.
El modo en que la zona se actualiza depende de la clase de texto y del género
discursivo en cuestión. Es necesario, por consiguiente, tener presente que esta zona
admite y legitima las iniciativas de los usuarios, pues es una de las zonas en las que
el sujeto se inscribe en forma privilegiada para orientar al lector en los sentidos del
texto.
Sin embargo, también creemos que no se puede dejar de considerar que
estamos ante usos institucionales por cuanto están inscritos en las convenciones de
la cultura letrada. Se necesita aún más investigación acerca de la manera en que los
niños se aproximan a este funcionamiento convencional, pero no podemos soslayar
el valor y el peso que tienen las convenciones en el uso infantil. La investigación
está, como hemos visto, en sus estados iniciales, y ninguna de las líneas de trabajo
presenta hasta el momento resultados definitivos. Por consiguiente, no deja de ser
arriesgado sostener una investigación acerca de esta clase de marcas gráficas en los
textos escritos que deje de lado los valores que les otorgan las convenciones. En esta
disyuntiva, nos inclinamos, pues, por una descripción que integre estos valores.
Ciertamente, constituyen una posibilidad entre otras, pero finalmente una posibilidad
insoslayable porque se trata de la posibilidad analizada y prescrita por la cultura
136
letrada. La constitución de parámetros descriptivos que consideren las convenciones
que rigen el uso de estas marcas es la única manera de sostener una descripción
lingüística consistente sobre la presencia de la marca gráfica en los textos, aun en los
producidos por niños.
Además, podemos sumar otro factor que tiene que ver con la convención
como probable factor explicativo de la estabilidad que puede alcanzar el uso de una
marca determinada. Las investigaciones señalan que las marcas no se adquieren al
mismo tiempo y dan distintas explicaciones sobre el tema. Pero ahora vamos a
recordar la explicación que dan Cazden, Cordeiro y Giacobbe (1985) con respecto al
hecho de que las marcas que tienen significados consistentes se adquieren con mayor
estabilidad. Se referían así a la diferencia que existe entre el apóstrofo y las comillas,
por una parte, y el punto, por otra. Los investigadores establecen esa relación a partir
de una afirmación general de Slobin para la adquisición de lenguaje: las reglas
basadas en un significado consistente se adquieren más fácilmente que aquellas que
no exhiben una proyección de significado uno a uno sobre la forma de superficie.
Esta disparidad recuerda claramente la diferencia de apariencia gráfica y función de
la que hablaba Simone en relación con la coma en particular. Sin embargo, hay más
factores en juego. Podemos citar, entre los más importantes, la convención y el
ámbito de funcionamiento de la marca. El punto actúa en dimensiones superiores a la
frase pues la delimita e ingresa así en el ámbito del texto; por consiguiente, acumula
más funciones, es una marca más polivalente en el uso y, por tanto, hay más
convenciones que la regulan. Por el contrario, en el caso del apóstrofo estamos en el
dominio de la palabra y en el de las comillas en el ámbito de la frase, dominios
locales en los que es posible establecer reglas unívocas. Es probable así que, cuando
el uso de una marca determinada está regulado por una convención unívoca que
establece con claridad la relación lugar y función, se presente menos inestabilidad.
Es probable también que en ese caso la enseñanza resulte más eficaz. Sucede lo
contrario con las marcas más polivalentes en el uso. Recordemos que todos coinciden
en que una enseñanza basada en reglas no conduce a ningún resultado positivo con
esta clase de marcas. Por todas estas razones, pensamos que dejar de lado el peso que
tienen las convenciones en el uso de los niños nos puede privar de posibilidades
explicativas cuando analizamos textos escritos.
137
Creemos, además, que es necesario sostener la coherencia de nuestra posición
con respecto a la naturaleza pragmática de esta zona también metodológicamente.
Como sostiene Searle:
una psicología sensible a la cultura (...) está y debe estar basada no sólo en lo
que hace la gente, sino también en lo que dicen que hacen, y en lo que dicen que
los llevó a hacer lo que hicieron. (Bruner 1991: 31)
Juzgamos, pues, necesario contar con lo que los mismos sujetos dicen acerca
de las marcas gráficas que efectivamente utilizan. Ahora bien, tenemos que realizar
al respecto otra observación. Hemos visto investigaciones que solicitan a los niños
incluir puntuación en textos que no la poseen, o explicar a otros cuándo y cómo se
utiliza determinada marca gráfica. Creemos que es, sin duda, válido diseñar a priori
situaciones experimentales estables para todos los niños, con el fin de clasificar
respuestas de modo unívoco e, incluso, de realizar análisis cuantitativos de los
138
resultados. Sin embargo, se corre el riesgo de pedir a los niños que realicen algo que
les resulte absolutamente desconocido o innecesario, como utilizar marcas gráficas
en el interior de un texto o hablar sobre una marca de la que apenas si tienen
conciencia o que no conocen en absoluto.
Por eso, si bien consideramos que estas opciones metodológicas constituyen
opciones válidas, preferimos diseñar situaciones más abiertas en la que los niños
tengan la oportunidad de hablar o callar sobre el valor que le otorgan a las marcas
que efectivamente han utilizado y/o piensan utilizar en su texto. Ciertamente con esta
opción no se puede realizar un análisis cuantitativo de los datos, pero creemos con
Bruner (1991) en la validez de las interpretaciones plausibles si nos permiten
comprender cómo los seres humanos interpretan sus mundos y cómo nosotros
interpretamos sus formas de interpretación.
139
estructuración, organización y conexión. Si es así, sólo un análisis lingüístico será
capaz de seguir la forma en que la marca gráfica contribuye a la conformación de
unidades y a su organización en los niveles del texto y de la frase.
Sin embargo, este análisis lingüístico, de carácter descriptivo, no puede
ignorar la naturaleza de esta zona que es también pragmática. Por tanto, la
indagación está obligada a pensar en factores tales como usuario, intenciones,
contexto discursivo en el que se inscribe el texto y en las convenciones que rigen el
uso de la marca. Estos factores pueden incidir en el uso infantil de la marca gráfica.
Hemos visto ya que es difícil separar la naturaleza del objeto de conocimiento del
que el niño tiene que apropiarse de la naturaleza del proceso por el cual lo hace. Si
esta zona es muy sensible a las condiciones contextuales, no se puede suponer que a
lo largo del proceso de adquisición se construya como un sistema, lo que conllevaría
los rasgos de permanencia e inalterabilidad. La hipótesis de que esta zona demanda
una reconstrucción permanente merece la pena ser confirmada con datos empíricos.
Una manera de comprobarlo es contrastar escritos que pertenezcan a distintos
géneros discursivos. Sabemos que los textos son la concreción material de un género
discursivo determinado, que los sitúan de determinada manera en relación con
coordenadas sociales y lingüísticas. Por otra parte, hemos visto que también los
procesos cognitivos de construcción de un texto pueden variar según los géneros.
Estas variaciones cognitivas, sociales y lingüísticas pueden conllevar cambios con
respecto al uso infantil de las marcas de la zona visuográfica. Sin embargo, es
necesario precisar más esta posición.
Asumir una perspectiva discursiva hace inevitable situar en posición
privilegiada no ya el texto como producto, sino el discurso como acto de enunciación
efectuado en situación y produciendo sentido (Landowski 1997). Debemos explorar
la dimensión enunciativa en tanto conforma una subjetividad, una relación
intersubjetiva y un sistema propio de temporalidades que son efectos del discurso
(Dorra 1998). Si esto es así, no podemos desentendernos de las posiciones del
enunciador que, más allá de lo efectivamente dicho, establece una relación con otro.
Esta relación tiene sus tiempos, sus ritmos, sus figuras. Una variación en la clase de
relación intersubjetiva que se establece en el texto incidirá forzosamente en todos los
niveles de la composición del discurso, en especial en el tratamiento de la totalidad y
de las partes, en su segmentación y calificación, tareas en las que la marca gráfica
140
desempeña un papel importante. Este sujeto discursivo casi no está mencionado por
los antecedentes específicos de investigación. Desde nuestra perspectiva, la
concreción visuográfica de esa relación interlocutiva constituye una de las
dimensiones interpretativas de las ocurrencias de la marca en los textos escritos
infantiles.
Sin embargo, esta noción de sujeto es también el límite de un análisis
estrictamente lingüístico. Se ha visto ya la importancia que puede asumir el sujeto de
la escritura entendido como sujeto discursivo. Pero no podemos olvidar que el sujeto
de la escritura remite también a un sujeto psicológico, del que sí hablan todos los
antecedentes de investigación. En efecto, en los estudios cognitivos e interaccionistas
el análisis de la distribución de la marca gráfica en un escrito remite a las
operaciones cognitivas que realiza el sujeto durante el proceso de escritura. No
parece posible que la investigación sobre el tema, aun la lingüística, ignore las
funciones de la marca gráfica en la dimensión psicológica de la construcción de
texto. En efecto, la investigación psicolingüística ha puesto en evidencia que la
presencia o ausencia de marca está relacionada con el mismo proceso de escritura:
con el grado de organización de la información que tiene un sujeto antes de
comenzar a escribir, con las relaciones que mantiene entre sí esa información, con la
potencia y la autonomía de la planificación que el sujeto realiza y su incidencia en la
textualización.
En efecto, es indispensable hablar de sujeto, pero también debemos aclarar las
implicancias de esta noción. Hemos visto ya como, debido a sus presupuestos
epistemológicos, la investigación psicolingüística ha dejado de lado la consideración
de los factores socioculturales en la adquisición de la marca gráfica. El sujeto del que
se ocupan no tiene dimensión social y éste es un factor que debe ser cubierto por la
investigación: si estamos ante una zona fundamentalmente generada desde la lógica
de la cultura letrada, podemos suponer que el grado de pertenencia de los sujetos a la
misma hará variar significativamente los saberes y usos de estos recursos. Parece casi
obvio que un niño que es usuario activo de la lengua escrita tendrá una concepción y
un uso de la marca visuográfica necesariamente diferente de la de un niño alejado de
los intercambios de la cultura letrada. Si los niños son ajenos a la escritura como
modalidad de lenguaje y como forma de comunicación, probablemente serán también
141
ajenos a la forma de segmentación y calificación que se realiza con este recurso tan
específico de la escritura.
Por otra parte, niños de distintos sectores socioculturales también tendrán
distintos grados de familiaridad con distintos géneros discursivos, porque serán más
o menos ajenos a las esferas de comunicación que éstos suponen. Esta situación
tendrá ciertamente implicancias en la construcción del texto, en el papel que juega la
marca de esta zona en la segmentación del escrito y en su organización. Por esa
razón, más allá de los presupuestos epistemológicos que han condicionado la
investigación psicolingüística sobre el tema, es lícito plantearse la incidencia de la
variable sociocultural en la adquisición de la marca gráfica, en especial en la
consideración de la frecuencia del contacto con escritura y lengua escrita. No hay
casi investigación que incluya una consideración positiva de esta variable, salvo las
observaciones aisladas realizadas por Edelsky.
Otra posibilidad de acercamiento a este sujeto es el análisis de sus
verbalizaciones. En efecto, recuperamos la validez del decir de los niños sobre sus
propios usos. Si bien hay antecedentes de investigación basados en encuestas a niños,
por otra parte muy escasos, entendemos que pueden plantearse situaciones de
entrevista no rígidas que permitan realizar una exploración abierta sobre el tema. Se
puede comenzar una reflexión sobre la forma en que piensan los niños esa marca tan
propia de la escritura y de la lengua escrita y, al mismo tiempo, realizar una
exploración de las ideas que los mismos sujetos pueden expresar con respecto a la
forma en que utilizan estos recursos o las razones por las que no los utilizan.
Estas son las líneas centrales que, a nuestro juicio, pueden orientar una
investigación sobre los saberes y usos infantiles de las marcas de la zona
visuográfica.
142
CAPÍTULO 3:
METODOLOGÍA
1. OBJETIVOS
Nuestra investigación tiene como objetivo central estudiar la forma en que los
niños conforman la zona visuográfica cuando componen un texto escrito. Para ello
será necesario establecer tanto las regularidades en el uso de los recursos que
pertenecen a esta zona en los escritos, como indagar las concepciones que los niños
tienen de la marca gráfica. De esta manera, podremos acceder a la problemática de la
adquisición de la marca gráfica a través de un doble acercamiento: el de la
información provista por el análisis del producto escrito y aquella que proveen los
mismos niños durante el proceso de revisión de texto.
En relación con el análisis de la ocurrencia de marca en los textos escritos,
interesa saber si se pueden determinar orientaciones definidas en relación con el uso.
Para ello será necesario tomar como parámetros las funciones de segmentación y
calificación que las mismas cumplen a nivel del texto y de la frase. De esta manera,
se podrá saber si las relaciones que existen entre las marcas gráficas y los distintos
órdenes del texto y del enunciado —enunciativos, secuenciales, sintácticos,
semánticos, informativos— son establecidas por los niños en los mismos tiempos y
de la misma manera. Sostener las funciones como parámetros de análisis permitirá
determinar los lugares en los que los niños consideran que debe ir una marca y
observar la distancia de esa doble selección respecto de las convenciones.
Con respecto al análisis de lo que los niños pueden decir sobre su uso de
marca gráfica, nos aproximaremos a los valores que les otorgan o a las razones por
las cuales no hacen uso de estos recursos cuando escriben. En los casos en que los
pequeños consideren necesario utilizarlos en sus textos escritos estudiaremos la
relación que establecen entre las exigencias de los géneros discursivos y estos
recursos gráficos, así como la relación entre estos últimos y los recursos verbales de
organización del texto.
En segundo lugar, interesa indagar la naturaleza que tiene este proceso de
adquisición de la marca gráfica. Como una orientación para responder esta pregunta
partimos de la diferencia de funcionamiento que existe entre los grafemas de la zona
alfabética y los componentes de la zona visuográfica. Si los primeros funcionan
como un sistema que los sujetos pueden reconstruir estableciendo una
correspondencia con unidades del lenguaje oral, los segundos funcionan como
recursos que permiten organizar el texto escrito en distintos niveles, globales y
locales. Como ya dijimos, estos recursos, heterogéneos y móviles, remiten a
dimensiones comunicativas, sintácticas y enunciativas del texto escrito: establecen
segmentaciones, asignan jerarquías y califican a las unidades delimitadas (Cfr. Cap.
1 § 4.2.). Por eso permiten inscribir la interpretación del escritor en la página, de
modo de orientar la interpretación del lector.
Estas características podrían establecer una diferencia en la adquisición de la
zona alfabética y la zona visuográfica. La investigación psicogenética ha mostrado
que la construcción de la alfabeticidad en el niño es una de las etapas finales de un
largo proceso, en cuyas etapas previas el pequeño debe distinguir entre el modo de
representación icónico y no icónico y construir formas de diferenciación entre las
escrituras. Los sujetos llegan así a la fonetización de la escritura, que se inicia con un
período silábico, en el que la sílaba se convierte en la unidad de emisión oral que se
relaciona con las partes de la escritura y con valores sonoros relativamente estables.
Cuando el niño descubre que puede reanalizar la sílaba ingresa ya en el período
alfabético, el último paso para comprender el sistema de escritura tal como lo
establece la sociedad. Una vez que el niño logra establecer la relación fonema-letra,
conoce las reglas fundamentales de la escritura alfabética y éste es un logro
permanente, aunque le queden todavía por resolver las dificultades ortográficas (Cfr.
Ferreiro (1986 [1982]), 1988). Es decir, una vez que el niño ha logrado establecer la
relación entre fonema y grafema, mantiene la relación estable no importa cuál sea la
clase de texto que escriba.
Sin embargo, es posible que en la zona visuográfica, que afecta al texto en su
conjunto, no se puedan establecer regularidades de adquisición independientes de
diferencias lingüísticas, culturales y sociales. Es posible que la zona visuográfica, a
diferencia de la zona alfabética, demande una reconstrucción permanente, sensible a
distintos contextos de uso que deben entenderse como coordenadas sociales,
discursivas y lingüísticas. Por consiguiente, en esta investigación nos proponemos
establecer la incidencia de dos factores en la resolución infantil de la zona
visuográfica: el género discursivo y el grado de contacto de los sujetos con la lengua
escrita. Nos detendremos en estas hipótesis.
145
Como hemos visto, el uso de marcas gráficas está unido al proceso de
composición del texto y a las características del texto producido. A su vez, ambos
factores están en estrecha dependencia del género discursivo en el que se concibe el
texto. Por eso, es importante estudiar si una variación en la clase de relación que el
escritor establece con el espacio retórico, esto es, si una variación en la forma en la
que el sujeto plantea la relación interlocutiva, sus propósitos y sus estrategias, altera
también la clase de relación que establece con la zona visuográfica. Por ello, se
propondrán dos situaciones comunicativas, dos clases de tarea —un texto de
producción propia y una reproducción— que otorgan distinto grado de participación
al productor del texto, y dos clases de textos, un cuento y una carta, que sitúan
diversamente al escritor en el espacio enunciativo.
Por otra parte, mientras los elementos de la zona alfabética operan como un
modelo de análisis de la cadena hablada, los de la zona visuográfica se constituyen
desde el mismo espacio visual de la escritura. Si estos recursos de segmentación y
calificación son específicos de la escritura y los más independientes del lenguaje
oral, su grado de dominio estará en estrecha relación con el grado de dominio de la
escritura, del lenguaje escrito1 y de construcción de un texto escrito. Por
consiguiente, la clase de relación que los niños establecen con esta zona y, por tanto,
el uso de estos recursos para organizar y segmentar el texto, variará según el grado
de contacto que tienen los niños con la escritura y la lengua escrita.
1
Establecemos una distinción entre escritura, como procedimiento de notación, de lenguaje escrito,
como formas de discurso escrito (Blanche Benveniste 1982, Teberosky & Tolchinsky 1995).
Retomamos así la distinción de Kress y Oesterreicher entre el medio gráfico y la concepción de
lenguaje que caracteriza a las formas de la expresión utilizadas para resolver una situación
comunicativa determinada (Cfr. Cap. 2, § 2.1.2 § 3.2.2).
146
factores que incide en la posición que ocupa un sujeto en relación con su propio
discurso y en relación con el discurso del otro. Por otra parte, la distribución de la
marca de la zona visuográfica es uno de los rasgos lingüísticos de los textos
efectivamente producidos que varían con los géneros discursivos, pues acompaña las
otras dimensiones del texto como la enunciación, la composición y la organización
textual.
En esta investigación hemos seleccionado dos clases de textos2, la carta y el
cuento de tradición oral. Ahora bien, siguiendo a Bronckart (1996), diremos que
estos textos, en tanto formas comunicativas globales y finitas que constituyen
productos concretos de acciones lingüísticas, presentan formas lingüísticas — tipos
de discurso—que traducen la creación de mundos discursivos específicos. Debemos
recordar (Cfr. Cap. 2) que Bronckart considera que se puede delimitar los mundos
discursivos combinando dos tipos de distinciones:
a) La oposición entre el orden del contar y el orden del exponer. Cuando nos
situamos en el orden del contar, el mundo discursivo se plantea como
situado “en otra parte”, cuyas reglas presentan distintos grados de
desviación con respecto a las reglas del mundo corriente. Cuando nos
situamos en el orden del exponer el contenido temático de los mundos
discursivos puede ser interpretado con los criterios de validez del mundo
corriente.
b) La oposición entre implicación y autonomía entre el modo en que se
sitúan las instancias de agentividad (enunciador, enunciatario y su
inscripión espacio-temporales) en acción en el mundo discursivo y los
parámetros físicos de la acción lingüística que se desarrolla en el mundo
ordinario. En el primer caso las representaciones movilizadas se
organizan en referencia más o menos directa a las coordenadas generales
del mundo de la acción lingüística que se está desarrollando, en el
segundo caso se requiere un anclaje espacio-temporal que especifique el
tipo de disjunción que se opera.
2
Utilizamos la expresión clase de texto y no tipo de texto, porque no estamos designando
teóricamente una forma específica de texto en el marco de una tipología textual, sino que simplemente
147
Si cruzamos estas dos distinciones obtenemos entonces cuatro posibilidades
para construir un mundo discursivo:
estamos utilizando las nominaciones que se utilizan en forma corriente para estos textos (Isenberg
1987).
3
Aclararemos el uso que hemos dado a los términos dialógico y monológico. Hacemos referencia sólo
a la forma de construcción del texto: el texto es el resultado de la intervención conjunta de dos o más
interlocutores (una construcción dialógica) o el resultado de la intervención de un sólo interlocutor
(una construcción monologal). La distinción tiene interés psicolingüístico. La carta plantea, por esta
razón, dificultades añadidas a los niños pequeños: “necesidad de descentrarse de la realidad concreta
del aquí y del ahora y situarse en un plano imaginario en el que puede hablar para otro, pero sin contar
con la colaboración de ese interlocutor que no está junto a él. Junto con esta dificultad se da el hecho
de que su cotidianeidad está compuesta por hechos muy simples a los que no siempre es capaz es
capaz de valorar suficientemente como transformarlos en información transmisible” (Desinano 1994:
33,34). Si entendiéramos los términos dialógico y monológico en el sentido de orientación hacia el
otro, deberíamos admitir —como sostiene Bronckart (1996)— que todo texto tiene una dimensión
dialógica por cuanto es el resultado de una decisión interactiva: la decisión de producir una forma
determinada de texto está orientada por la representación que el productor tiene de sus destinatarios y
148
A pesar de que el género epistolar no esté considerado con especificidad,
procuraremos un primer acercamiento a estos géneros contrastando los parámetros de
construcción del mundo establecidos por Bronckart. Los dos géneros discursivos, el
epistolar y el narrativo, tienen distintos anclajes en la situación de producción. En el
discurso epistolar los parámetros de la interacción social coinciden con los del acto
de producción, pues objetivos de acción, lugar social, enunciador y destinatario
implican al productor, al espacio y el tiempo de la interacción. Así, en estas cartas,
los niños hablan, como niños, de sí mismos a otros niños. En la narración, el anclaje
es autónomo, pues supone una disociación: el enunciador debe “borrarse” del
discurso producido para instalar un narrador en tercera persona. Ambos géneros
también difieren en cuanto a las coordenadas generales del mundo que construyen.
En este caso, estamos ante una carta de presentación de sí y, por tanto, pertenece al
orden del exponer. Puesto que se trata de un exponer sobre sí mismo y sobre sucesos
presentes y actuales, se trata de un exponer implicado, que hace presente la situación
de producción. Por el contrario, el mundo narrado del cuento, que hace referencia a
sucesos pasados y ausentes, está disociado de la situación de producción, por lo que
pertenece al mundo del narrar autónomo.
Si sumamos a estas diferencias de anclaje y mundo construido, las diferencias
que impone la clase de tarea solicitada, tendremos como resultado que estas dos
clases de texto requieren una clase de compromiso y de actitud radicalmente
diferente de parte del niño. En efecto, en el caso del cuento, se solicitó la narración
de un relato de tradición oral muy conocido en la zona, previa escucha de una
versión grabada. Por el contrario, la carta era una producción enteramente propia. A
continuación nos detendremos con más detalles en cada una de las clases de texto y
de tareas propuestas.
El relato seleccionado pertenece a la serie de relatos de tradición oral cuyos
protagonistas son el zorro y el quirquincho. Se trata de aquel que refiere la asociación
de estos dos animales para cultivar (ver Anexo 1). En este caso, en el nivel del
contenido, hay una triplicación de los motivos. En efecto, el programa narrativo se
por el propósito de la acción lingüística. Así, es claro que la carta es un texto claramente dialógico en
cuanto consiste en una interpelación al otro, pero el cuento no lo es menos. En efecto, el cuento se
caracteriza por una puesta en intriga, por lo que siempre crea una tensión y ese suspenso sostiene la
atención del destinatario. En este movimiento, la secuencia narrativa superpone a la cronología una
dimensión causal o interpretativa, lo que entraña dialogismo.
149
desarrolla en tres partidas4, es decir, en tres movimientos independientes pero
solidarios, pues cada uno de ellos prepara el siguiente. Así se suceden los intentos de
manipulación que realiza el zorro y sus fracasos, que confirman las competencias
modales de saber y de poder (hacer) del quirquincho.
Podemos tomar como referencia para dar cuenta de la forma en que se
distribuye la organización secuencial del contenido temático de un texto, la propuesta
de Adam (1992) que plantea en realidad una concepción modular más general. Sin
embargo, sólo tomaremos su descripción técnica de secuencias narrativas y
descriptivas, porque nos parece adecuada para sistematizar este nivel de las clases de
textos escogidos. Para este lingüista, lógica y temporalmente, la secuencia narrativa
se conforma por cinco momentos con los que se puede dar cuenta del proceso
narrativo:
Secuencia narrativa
Situación Situación
Inicial Complicación Acción Resolución Final
En este cuento los tres momentos centrales están triplicados, pues de ese
modo se desarrollan los tres motivos en los que se lleva a cabo este desafío. Cada
motivo conlleva los tres momentos: un pacto sobre el reparto de la cosecha, que
introduce la posibilidad de confrontación de competencias de los personajes
(correspondería a la categoría complicación del esquema de Adam), la reacción de
uno de los personajes a través del hacer, es decir, del cultivo que selecciona
(correspondería a la categoría acción) y, finalmente, el reparto de la cosecha
(correspondería a la categoría resolución). Como en otros cuentos tradicionales, todo
4
Utilizamos el término de “partida” en el doble sentido de “división principal de un relato”, una
acepción arcaica, y de “mano de un juego”. Como sostiene Levi-Strauss (1987), en las narraciones
puede haber una “recurrencia no inmediata de las mismas funciones, como acontece en partidas de
naipes sucesivas, en que periódicamente se vuelve a barajar, cortar, repartir, anunciar, jugar, sacar
cartas, es decir, que se repiten las mismas reglas a pesar de manos diferentes”. En este caso hay una
relación funcional entre partidas, por lo que estamos ante un cuento único.
150
se subordina a la acción, por lo que no hay casi descripciones, salvo las que dan
cuenta de las situaciones inicial y final. Este rasgo estructural de triplicación es parte
de un mecanismo más general de formación característico de los cuentos de tradición
oral: la reiteración. Como sostiene Raúl Dorra, “el principio de estas narraciones
suele ser la reiteración: sonoridades y fórmulas recurrentes, paralelismos sintácticos
y semánticos, permutaciones binarias, circularidad de motivos” (1997: 94).
Sin embargo, si bien se trata de un relato de tradición oral en el que se pueden
apreciar reiteraciones estructurales y lingüísticas (simetrías discursivas características
del lenguaje oral de las que nos ocuparemos más adelante), no se sigue que en él se
establezca una máxima proximidad con el lenguaje hablado. Como sostiene Chafe,
refiriéndose a los relatos tradicionales:
Rituals (...) are performed and listened to over and over again. As a result the
contain language that has been formalized and polished, even over many
centuries, constrasting with the spontaneity and roughness of conversation. We
might then expect to find in ritual language something like the integration of
written language, as opposed to the fragmentation of spoken (1993: 50).
Como dijimos, los niños escucharon tres veces una de las versiones de este
cuento que recopiló Berta Vidal de Battini (1980) en el noroeste argentino. La
versión fue grabada para evitar variaciones en la lectura que pudieran afectar la
comprensión. Luego los niños escribieron el cuento para sus compañeros de la otra
escuela. Hemos visto ya que la narración de un relato conocido puede funcionar
como ayuda para los escritores novatos. No sólo supone la capacidad de recuperar la
información del texto fuente y las particularidades discursivas del género, sino la de
dar cuenta de las mismas a través de las formas y recursos lingüísticos propios del
cuento escuchado. De este modo, y a través del texto, se brindan pautas que, en
principio, aportan soluciones a los problemas de selección, organización de
contenidos y expresión lingüística. La tarea del niño en este caso es metatextual, pues
exige el análisis del relato no sólo en el nivel de un contenido ya estructurado de
antemano, sino también de la forma lingüística del mensaje; es decir, debe hacer del
cuento algo opaco para contarlo por escrito.
Puesto que la consigna era contar el cuento para sus compañeros de la otra
escuela, se les solicitaba que ocuparan el lugar de narradores. Sin embargo, quedaba
151
también claro que su participación como escritores se limitaba a dar cuenta de una
historia ya constituida de antemano. En la escritura del cuento predominará entonces
el nivel de lo enunciado: el relato sitúa en el centro de la escena un él, la categoría de
la no persona, pues lo que acontece —las acciones que son llevadas a cabo por los
personajes, acciones ordenadas causalmente alrededor de una peripecia— es lo que
importa. Sin embargo, no dejará de estar presente la voz del narrador (cuya voz en
este caso reitera voces anteriores) que se dirige a un narratario para informarle o
recordarle esta historia. El narrador inicia así un “desembrague” que instala el tiempo
de enunciación, tiempo que involucra también al interlocutor creado por el mismo
hecho de narrar. Como sostiene Raúl Dorra:
152
contarían con la carta de la escuela urbana y estos últimos con su experiencia
familiar y escolar. Sin embargo, puesto que la carta está muy cerca de lo que hemos
visto como lenguaje de la proximidad, no plantea serias dificultades formales pues es
un lenguaje personal y directo.
Por otra parte, mientras el relato es casi puro enunciado, la carta es casi pura
enunciación. En efecto, la carta se constituye como una apelación a otro, con quien
se intenta comenzar una relación. Impone, por tanto, hablar de sí mismo y volverse
hacia el otro para demandar información o atención. El movimiento se instala en el
plano enunciativo, pues el escritor trata de crear, a través de la palabra, una imagen
de sí mismo para el otro ausente y, al mismo tiempo, de construir y hacer presente la
imagen de su interlocutor. El tiempo del escritor es el presente, pero anticipa también
el tiempo de la lectura en el que estará ausente referencialmente y en el que se hará
presente a través de la palabra. La carta se instala así en este vaivén de
temporalidades y de presencia-ausencia.
Por ello la carta requiere un tipo de trabajo distinto sobre el lenguaje que el
del cuento. Si, como hemos visto, la renarración como actividad metalingüística sitúa
el trabajo en el orden de lo inteligible, escribir una carta es una acción que requiere
un trabajo en la dimensión de lo sensible y de lo emocional. Landowski sostiene al
respecto:
153
la organización descriptiva supone, como sostiene Filinich, “un juego de
equivalencias entre una denominación y una expansión” (p. 9).
Para dar cuenta, en este trabajo, de la forma en que se organiza la descripción
tomaremos como base los postulados de Adam (1992). Para este lingüista, la
secuencia prototípica se compone de tres fases. La primera es la fase de anclaje, en la
que el tema de la descripción está señalado por un tema. La fase de aspectualización
conforma el procedimiento base de la descripción, su grado cero, pues consiste en la
exposición de los distintos aspectos de lo que se describe y sus cualidades o
propiedades. Se puede presentar, además, otro procedimiento, que consiste en la
puesta en relación analógica de lo que se describe con otros objetos cercanos, que
puede ser comparativa, metafórica o metonímica. Sin embargo, como la secuencia
descriptiva, a diferencia de la narrativa, no brinda indicación de orden de
operaciones, la conformación final del escrito dependerá de un plan de texto global.
Así, como vemos, la carta y el cuento difieren en cuanto a la clase de
exigencias cognitivas y emocionales que plantean para el escritor, al grado de
organización previa del contenido, al peso que adquiere la enunciación y el
enunciado con sus respectivas temporalidades, en la clase de secuencias
predominantes y en el grado de participación que exigen al productor en la
estructuración del texto. Por eso en la investigación del objeto que nos ocupa es
importante contrastar la escritura de estos géneros, el epistolar y el narrativo, que
hacen que los niños adopten posiciones tan diferentes ante el lenguaje, pues es
probable que estas posiciones afecten el uso de los recursos que provee la modalidad
escrita. Sostenemos esta hipótesis basándonos en las características de la zona
visuográfica que es más flexible que la zona alfabética, pues legitima las
innovaciones de los usuarios y es también apta para expresar lo emocional en el
lenguaje. En la carta recurrir a los recursos de la zona visuográfica puede ser un
auxilio de primera necesidad para expresar lo que no se puede decir utilizando los
grafemas de la zona alfabética. El cuento, por el contrario, puede llegar a percibirse
como constituido y completo desde el mismo lenguaje verbal, pues en su carácter de
relato de tradición oral posee ya una autonomía que no necesita de la escritura e
incluso a la que la escritura le puede resultar ajena. La facilitación que supone narrar
un cuento cuyo contenido está ya estructurado, puede conllevar este efecto.
154
Sin embargo, no se puede definir de antemano la incidencia de la facilitación,
pues también puede operar de manera contraria. Conocer un cuento en su totalidad
antes de escribir resuelve muchos de los problemas de planificación y textualización.
Por ello podríamos pensar que poseer un contenido organizado disminuye costo
cognitivo en la escritura y libera energía y atención para centrarse en la forma del
mensaje, e incluimos aquí también los requerimientos gráficos que demande la zona
alfabética. Por otra parte, no debe olvidarse que en el cuento los recursos de esta
zona están sometidos a convenciones más fuertes que en la carta. La carta tiene un
carácter múltiple, con infinidad de temas y por lo mismo, con complejas y diversas
realizaciones textuales (Haroche-Bouzinac 1995). Estas características pueden hacer
que a los niños les resulte más compleja la escritura de la carta, y que esto incida
también en la zona visuográfica. Por todas estas razones creemos que es importante
contrastar la forma en que los niños plasman la zona visuográfica en la escritura de
cartas y cuentos.
155
indicadores de pobreza del país, cifras que ascienden todavía más en la población
rural. Concretamente, en el departamento de Cafayate, los hogares con necesidades
básicas insatisfechas ascendían a un 35,9 % (CIEES 1999). Mencionamos la
situación social y económica porque, sumada a las características de los contextos
urbano y rural, contribuyen a señalar una diferencia importante entre los dos grupos,
en cuanto a la posibilidad de acceso familiar a la cultura letrada, independientemente
de la que otorga la escuela.
Las tres instituciones seleccionadas poseen un reducido número de alumnos, en
relación con el promedio de la provincia. La escuela urbana posee un promedio
máximo de diez a catorce niños por curso, y las escuelas rurales, de cinco a nueve.
Sin embargo, las razones de esta situación son diferentes. La escuela privada es una
institución de conformación reciente, organizada en función de una propuesta
pedagógica innovadora, que proponía a los niños desde el nivel preescolar
actividades de lectura y escritura con textos de su entorno habitual. La cantidad de
niños de las escuelas rurales depende, por su parte, de la ubicación geográfica, pues
los alumnos provienen de viviendas rurales muy aisladas y alejadas. De hecho estas
escuelas funcionan como un albergue que brinda a los pequeños alojamiento y
comida durante la semana de clase, porque éstos no pueden trasladarse a sus hogares
todos los días.
Las condiciones institucionales de trabajo de los docentes son, por supuesto,
también opuestas. Mientras los primeros cuentan con asesores pedagógicos y
reuniones constantes de perfeccionamiento, los maestros rurales están más solos,
pues no es fácil compartir o comentar sus propuestas de trabajo. Además, deben
atender a niños que asisten a distintos cursos en un solo salón. Por otra parte, sus
propuestas de trabajo seguían el anterior curriculum provincial, esto es, avanzaban
desde lo más sencillo a lo más complejo, de forma secuencial y acumulativa, es
decir, desde la palabra y la frase aislada hacia los textos.
Por otra parte, no sólo hay variaciones en el ambiente que brindan las escuelas a
los niños, sino que, como hemos visto, varía el conjunto de las condiciones de vida.
Los niños de las escuelas rurales no poseen un entorno alfabetizador, pues en sus
casas hay poco o ningún material de lectura, las actividades del campo se realizan sin
necesidad de leer o de escribir y no están rodeados del material escrito e impreso que
156
abunda en las ciudades. Como vemos, estamos cotejando poblaciones escolares que,
entre otras muchas diferencias, presentan variaciones máximas de contacto con
lengua escrita y de experiencias con la misma, tanto dentro como fuera de la escuela.
Se seleccionaron niños con tres y cinco años de escolaridad. Sabemos que los
indicadores de los investigadores en adquisición son la edad y la escolarización; sin
embargo, hemos otorgado prioridad al segundo indicador por dos razones: por una
parte, el nivel de escolaridad ya supone una evaluación del grado de dominio en la
producción de textos; por otra parte, en las escuelas rurales es muy difícil encontrar
niños que tengan la edad correspondiente al curso escolar por los fenómenos de
repetición y deserción. Hemos seleccionado estos cursos en función de la clase de
experiencia de los niños con la escritura de textos. En las escuelas en las que hay
prácticas de alfabetización tradicionales, la escritura está limitada en los primeros
años a palabras y oraciones sin conexión. Es en el tercer curso cuando se inicia la
escritura de textos breves. Se procuró que todos los niños tuvieran ya cierta
familiaridad con la escritura de textos completos, independientemente del entorno
familiar y escolar. Se escogió el quinto curso por dos razones: en primer lugar,
porque nos permite trabajar con niños con mayores posibilidades para expresar sus
concepciones acerca de la marca gráfica; en segundo lugar, permite cotejar, en
términos generales, la incidencia de la escolarización en el uso y la conceptualización
de marca gráfica.
Se seleccionaron catorce niños por cada curso y cada clase de escuela, es decir,
que se trabajó con un total de cincuenta y seis pequeños. El corpus se obtuvo a lo
largo de un proyecto de intercambio epistolar entre estas escuelas, en el que los niños
se enviaban las cartas y los cuentos. No intervinimos las condiciones pedagógicas,
por lo que no hubo ninguna clase de trabajo docente particular sobre el aprendizaje
de la escritura de estos tipos de texto. Sin embargo, se cuidaron condiciones
generales para la escritura de los textos, es decir, que los niños tuvieran algo para
decir, que tuvieran una razón para decir lo que tenían que decir, que tuvieran a quien
decir lo que tenían que decir.
Los niños de la escuela urbana iniciaron el intercambio. Escribieron la carta y el
cuento en días diferentes. Se seleccionó al azar en cada grado un grupo de seis niños
que realizaron con el investigador una entrevista individual de revisión y reescritura
157
de sus textos. Los niños de las escuelas rurales recibieron las cartas, y escribieron la
carta de respuesta y el cuento también en días diferentes. De la misma manera que en
el caso anterior, se seleccionó al azar en cada grado un grupo de seis niños que
realizaron con el investigador una entrevista individual, en el curso de la cual
revisaron y reescribieron cartas y cuentos. Como total, contamos entonces con ciento
doce textos, que pertenecen a los dos géneros discursivos propuestos y cuarenta y
ocho entrevistas con los textos correspondientes revisados. Es necesario aclarar que
no hemos buscado realizar un muestreo estadístico representativo, porque no estamos
operando en el marco de una lógica de investigación cuantitativa. Por el contrario,
buscamos un acceso cualitativo al campo, pues entendemos que ésta es la clase de
investigación que nuestro objeto demanda.
158
4.1.1. Interrelación entre lengua oral y lengua escrita en los escritos infantiles:
problemas en la definición de una unidad de descripción
Como hemos visto ya, las interrelaciones entre oralidad y escritura son
inestables y complejas. Sin embargo, tenemos que volver a considerarlas cuando
estudiamos las características que asume la organización lingüística en los textos
infantiles. Este paso es imprescindible para poder definir una unidad estable de
descripción en este corpus de cartas y cuentos escritos por niños.
En este apartado consideraremos las razones a las que obedece esta
complejidad, que pertenecen a distintos órdenes. Muchas de ellas se derivan de que
estamos ante escritura de niños en proceso de alfabetización. Por consiguiente, los
textos se pueden situar en distintas posiciones en el continuum que se establece entre
lo que Givón (1979) llama los polos extremos del modo comunicativo5: el modo
pragmático y el modo sintáctico. En efecto, distintos factores contribuyen a este
resultado.
Por una parte, se trata de un resultado propio del proceso de desarrollo del
lenguaje en el niño. En efecto, a medida que el niño adquiere experiencias de
lenguaje se eleva lentamente la tensión comunicativa pues comparte cada vez más
lenguaje con los que lo rodean. También adquiere más porciones de un trasfondo
pragmático común, pues aumenta su conocimiento del mundo, de la cultura, de la
5
Givón propone que todo lenguaje tiene dos extremos del modo comunicativo: el modo pragmático y
el modo sintáctico, éste último surge del primero. Estos polos extremos pueden caracterizarse como
tales en función de sus propiedades estructurales. Propone los siguientes parámetros funcionales que
limitan el uso de estos dos modos comunicativos:
Pragmatic Mode Syntactic Mode
(a) topic-comment structure subject-predicate structure
(b) loose conjunction right subordination
(c) slow rate of delivery (under several fast rate of delivery (under a single intonational
intonation contours) contour)
(d) word-order is governed mostly by one world-order is used to signal SEMANTIC case-
PRAGMATIC principle: old information goes functions (though it may also be used to
first, new information follows indicate pragmatic-topicality relations)
(e) roughly one-to-one ratio of verbs-to-nouns in a larger ratio of nouns-over-verbs in discourse,
discourse, with the verbs being semantically with the verbs being semantically complex
simple
(f) no use of grammatical morphology elaborate use of grammatical morphology
(g) prominent intonation-stress marks the focus very much the same, but perhaps not exhibiting
of new information; topic intonation is less as high a functional load, and at least in some
prominent languages totally absent
(Givon 1979: 98)
159
estructura social y de la probable motivación de sus interlocutores. Finalmente, el
alcance de los temas, de las tareas y de las situaciones en los que el niño habla
cambia desde lo inmediato a lo menos inmediato, desde lo obvio a lo menos obvio y
desde lo concreto a lo abstracto. Así, el lenguaje del niño se desarrolla desde el modo
pragmático temprano hacia el modo sintáctico; pero, como el adulto, controla una
escala entera que va desde lo pragmático extremo hacia lo sintáctico extremo, cuya
culminación es el modo escrito formal. Ahora bien, según el modelo que propone
Elinor Ochs (1979), el modo tardío no reemplaza el anterior, sino que todas las
estrategias desarrolladas con anterioridad se retienen y se utilizan bajo determinadas
condiciones contextuales.
Por otra parte, debemos recordar que estamos trabajando con niños que tienen
distinta intensidad de contacto con lengua escrita. Por consiguiente, tendrán distintos
grados de desarrollo de lenguaje más planeado6 si, como sugiere Ochs (1979), los
usos más planeados de lenguaje se fundamentan en el conocimiento trasmitido a
través de la educación formal. Este conocimiento, según esta investigadora, incluye
el uso de estructuras sintácticas complejas (tales como complementos,
construcciones hendidas, cierto tipo de relativas, pasivas) y mecanismos de discurso
más formales, tales como marcadores discursivos y el uso de oraciones tópico para
abrir párrafos en el discurso escrito.
Finalmente, es necesario también considerar que la tensión entre ambos
modos de comunicación —pragmático y sintáctico— se deriva de los mismos
géneros discursivos que hemos considerado. En efecto, tanto la carta personal como
el cuento de tradición oral son textos escritos, pero escritos que, por distintas
razones, nos exigen especificar la relación que establecen con la lengua hablada. Una
carta personal es uno de los géneros en los que podemos reconocer un medio gráfico
escrito, pero que, como hemos visto, están construidos en una concepción más
cercana a la inmediatez comunicativa característica de lo hablado (Oesterreicher
6
Ochs plantea dos definiciones operativas de lenguaje planeado y no planeado que caracterizan
extremos del concepto de planificación:
“UNPLANNED DISCOURSE is discourse that lacks forethought and organizational preparation.
PLANNED DISCOURSE is discourse that has been thought out and organized (designed) prior to its
expression” (Ochs 1979: 55).
Sin embargo, la mayor parte de los discursos no pertenecen nunca en su totalidad a estos extremos,
pues en todo caso son discursos relativamente planeados o no planeados.
160
1996). En efecto, hay una mayor proximidad entre emisor y receptor, la
comunicación tiene un carácter afectivo, se puede observar un grado considerable de
relación entre las estructuras deícticas y el contexto situacional, es una comunicación
privada aunque enmarcada en un ámbito escolar. Si consideramos además estas
cartas escritas por niños desde la perspectiva expuesta de Ochs y Givon, también
podemos decir que se ubican más cerca de registros informales no planeados7 que de
registros formales planeados8. Por otra parte, el relato seleccionado pertenece a la
tradición oral y, de hecho, el texto fuente es una versión oral del mismo. Por esta
razón, como hemos dicho, se organiza según técnicas constructivas que no son
propias de la escritura, particularmente, la de la reiteración, que genera fenómenos de
simetrías, regularidades fónicas, ritmo (Havelock 1996, Dorra 1997).
Todas estas circunstancias —edad de los escritores, intensidad de contacto
con lengua escrita y género de los escritos— incidirán en las características que
asume la organización textual y lingüística de los escritos de nuestro corpus. Por eso
es necesario que los criterios de descripción del corpus permitan delimitar unidades
adecuadas en los textos escritos por los niños. Estas unidades deben abarcar las
diversas formas en que se actualiza el lenguaje en los escritos pues a partir de ellas
definiremos los lugares en los que es posible que aparezcan marcas gráficas.
Evidentemente, definir los lugares en los que es posible que una marca aparezca
7
Givón (1979: 105) señala los siguientes parámetros comunicativos para el uso del discurso informal
no planeado: 1. Tensión comunicativa: la comunicación informal se realiza bajo condiciones relajadas,
sin presión de tiempo, por lo tanto planear no es necesario; 2. Presión de tiempo: el modo más común
y pragmático no parece incluir la presión de tiempo; 3. Grado de planificación: el modo pragmático es
un modo no planificado, esto es, planifica a medida que va produciendo; 4. Monitoreo cara a cara: el
monitoreo constante del interlocutor proporciona al hablante la oportunidad de la reparación
instantánea, la repetición, el retraso, la simplificación y la clarificación, características del discurso
pragmático; 5. Experiencia general pragmática compartida: se encuentra discurso informal entre
familiares que comparten una gran experiencia de sus presuposiciones pragmáticas acerca del
universo y de ellos mismos; pero también se encuentra en encuentros superficiales entre extraños en
los que el tópico, tarea o contexto tiende a ser más inmediatamente obvio: el aquí y el ahora, los
interlocutores mismos.
8
Por el contrario, los parámetros del polo formal planificado, que es el lenguaje de libro escrito, son
los siguientes: 1. Planificación extremadamente cuidadosa, con correcciones, reescritura y
reformulación; 2. Presión de tiempo considerable con mayor tiempo gastado en planificar; 3. Menor
tensión comunicativa; 4. Ausencia de monitoreo cara a cara; 5. Cuerpo relativamente pequeño de
experiencia presuposicional inicial, pues es escritura para extraños; luego esa experiencia se elabora
gradualmente a lo largo del escrito; 6. No hay un contexto obvio inmediato, tópico o tarea, pues se
escribe acerca de otros tiempos, lugares y gente no presente (págs. 105, 106)
161
significa también reconocer las funciones que estas marcas pueden cumplir en los
escritos de los niños, aunque esas marcas no sean las que estipulan las convenciones.
9
En los últimos años se ha señalado ( Cortés 1986; Herrero 1996; Montolío 1996; Narbona 1996,
1991; de Bustos Tovar 1995) con insistencia la necesidad de combinar dos campos de trabajo que
durante muchos años estuvieron separados. Nos referimos a la gramática y el análisis del discurso,
aunque no siempre la finalidad y el criterio en que se combinan los dos campos son iguales. No nos
interesa entrar aquí en una discusión extensa sobre este tema, sino definir las posiciones que, según
nuestro juicio, son relevantes para definir las unidades de descripción de nuestro corpus.
162
b)Una conclusividad específica que asegura la posibilidad de ser contestado.
Este rasgo exige a su vez que el sentido del objeto del enunciado esté
agotado, que el enunciado se determine por la intencionalidad discursiva del
hablante y que el cierre responda a formas genéricas y estables de conclusión
c)La actitud del enunciado hacia el hablante mismo y hacia otros
participantes, pues en tanto eslabón en la cadena de la comunicación
discursiva el enunciado señala una postura activa dentro de una esfera de
objetos y sentidos.
De este modo, para Bajtin, un enunciado puede ser tanto un saludo como una
novela. Una posición similar es la que adopta Escandell Vidal en el campo de la
pragmática, quien sostiene que no puede individualizarse un enunciado utilizando
criterios gramaticales y que los únicos hechos válidos son los de naturaleza
discursiva, esto es, el emisor y su intención comunicativa (1996: 28). Con este
criterio, tanto cada una de las cartas como cada uno de los cuentos que conforman
nuestro campo de análisis constituiría un enunciado. Sin embargo, a pesar de la
claridad con la que esta posición establece la distinción entre unidades del discurso y
unidades gramaticales, como ya dijimos, en este momento de la investigación este
criterio no nos resulta operativo para establecer unidades de segmentación que nos
permitan analizar las ocurrencias de marcas gráficas en el interior de los textos
escritos por los niños.
Para encontrar esta unidad recurriremos a los estudios lingüísticos que se
enfrentaron a corpus hablados, pues son los que se vieron obligados a encontrar una
unidad de segmentación no formal del continuum discursivo coloquial. Así, muchos
de estos lingüistas nominan esta unidad como enunciado10 (Cortés 1986, Herrero
1986, 1990, Payrató 1990).
Payrató sostiene al respecto:
10
Ducrot (1986) ha usado el término enunciado para dar cuenta de una unidad observable, definida
por autonomía relativa, con cohesión e independencia, cuya caracterización semántica se realiza en
términos de sentido, de la representación de la enunciación. En el sentido está implícita la indicación
de los actos de lenguaje que se realizan por medio del enunciado (1995).
163
entre els conceptes d’oració i enunciat, com a unitats de l’estudi de la
competéncia o sistema i de l’actuació o parla, respectivament (Payrató 1990:
92).
164
Payrató, por su parte, también reconoce que su definición de enunciado
como “un producte lingüístic amb sentit complet, limitat per dues pauses, i
normalment estructurable en tópic/ comentari” es “més elegant que segura” (1990:
100), pues la intuición del investigador sigue jugando un papel destacado en la
segmentación. En efecto, como él mismo sostiene, “Determinar què significa sentit
complet en un discurs oral espontani esdevé una feina molt àrdua” (1990: 100).
Sin embargo, también en este trabajo nos vemos obligados, con sentido
práctico, a reconocer en el enunciado una unidad de segmentación, una decisión que
tiene también un valor exclusivamente metodológico. Por lo tanto, adoptaremos esta
denominación para definir una unidad que nos permita dar cuenta de las ocurrencias
de marcas en los textos escritos infantiles. Sin embargo, nos es necesario precisar
criterios gramaticales y discursivos para establecer esta unidad en textos que no
consisten en diálogos orales, construidos por el aporte de los interlocutores, sino que
son textos escritos producidos por una sola persona que, por otra parte, es un niño.
Precisamente hemos visto hasta aquí que la segmentación en la escritura no sólo no
se realiza con los mismos recursos que en la lengua oral, sino que tampoco las
unidades delimitadas son forzosamente semejantes.
Entenderemos así que el enunciado es, por una parte, el resultado del proceso
de enunciación, pero fundamentalmente la mínima unidad comunicativa en los
escritos dotada de relativa autonomía11.
Vamos a adoptar, en principio, la definición de Herrero de enunciado12:
11
Hablamos de relativa autonomía por una razón teórica y por una decisión metodológica. Por una
parte, el enunciado es una unidad de acción lingüística, pero al formar parte de un discurso mayor está
estrechamente relacionado con los enunciados anteriores y posteriores, por lo que entendemos que la
autonomía no siempre es fácil de establecer. Por otra parte, y debido al propósito que persigue nuestra
segmentación de enunciados —facilitar la determinación de lugares en los que puede haber marcas
gráficas—, nuestra delimitación de enunciados priorizará la estructuración de la información por lo
que delimitaremos como enunciados autónomos enunciados que podrían entenderse de otra manera
como coordinados o yuxtapuestos.
12
Herrero señala con posterioridad (1990: 113, 14) tres características que se suman a la
comunicatividad en la definición de enunciado: la posesión de unos rasgos prosódicos determinados
—presencia de un patrón entonativo propio y situación entre dos pausas —, independencia sintáctica
—entendida como inexistencia de relaciones sintagmáticas con elementos exteriores, sin implicar la
posesión de una estructura sintáctica determinada — e independencia o autosuficiencia semántica —
entendida como asignación de un significado veritativo-funcional específico y mínimamente
autónomo—. Sin embargo, preferimos la definición citada que es mucho más general. Dadas las
características de la escritura de los niños, consideramos imprescindible no juzgar a priori la presencia
de los rasgos prosódicos. En efecto, interesa delimitar enunciados sólo en tanto constituye una manera
de definir posibles lugares de aparición de marca gráfica. Por otra parte, preferimos no hablar en
165
Denominamos de este modo a todo elemento lingüístico, sintácticamente
independiente y autónomo desde el punto de vista del significado, que
constituye una mínima unidad de comunicación (...) Es, pues, unidad de
comunicación, pero no posee una estructura definida; cualquier elemento
lingüístico (una interjección —¡caramba! —, una palabra —¡La cartera! —, un
sintagma —¡Lo tonta que es! —, una proposición —¡Lo que me faltaba por oir!
— o finalmente una oración —Estoy en casa—) puede constituirse en
enunciado, con tal de que responda a las características apuntadas anteriormente
(1986: 463).
principio de significado. Ya en este nivel el problema al que nos enfrentamos es más bien el del
sentido, es decir, el producto de la relación entre lo enunciado y la situación de enunciación.
13
Siempre regularizamos la ortografía de los ejemplos para no desviar la atención del lector de los
fenómenos de composición sintáctica y discursiva que nos interesa destacar. En adelante utilizaremos
las siglas EU, para designar escuela urbana y las siglas ER, para escuela rural.
166
si tenés alguna prueba, ¡buena suerte!...Pato (Ana, carta, 5º curso, EU)
En esta categoría ingresan las respuestas a las preguntas interrogativas
parciales que son muy frecuentes en la carta:
¿qué cantante/s te gusta más? a mí los Backstreet Boys (Pablo, carta, 5º
curso, EU)
Sin embargo, también necesitamos un criterio estable para delimitar tanto los
enunciados con verbo en los textos de nuestro corpus como sus constituyentes con el
14
Si traducimos gráficamente la entonación de esta secuencia obtendríamos: ¡Qué pena!, ¿no?
167
fin de establecer los lugares en los que podemos encontrar marcas gráficas. La tarea
no es fácil porque podemos encontrar textos completos sin ninguna clase de marca, o
conectados a través de conjunciones copulativas. Por todo ello necesitamos definir
con claridad criterios de delimitación de enunciados con verbo.
Para delimitar los enunciados con verbo nos apoyaremos en el marco teórico
que provee el GARS (Groupe Aixois de Recherches en Syntaxe)15. Creemos que,
debido a su estudio sintáctico de la lengua hablada y escrita, este equipo provee las
herramientas de descripción que necesitamos para delimitar la mayoría de las
unidades de los textos de nuestro corpus. El GARS sostiene que los modos de
producción de la lengua inciden ciertamente en las características del lenguaje
producido, por eso es necesario reconocer que la lengua hablada tiene propiedades
particulares diferentes de las de la lengua escrita. Sin embargo, también sostienen
que este hecho no significa que la sintaxis de lo escrito sea una sintaxis diferente de
la sintaxis de lo oral. Basados en este principio proponen un análisis de superficie de
grandes fragmentos de textos hablados o escritos, llamado análisis en grille, que
permite dar “una visión de la organización sintáctica general del texto, de las redes
de dependencia y de las regularidades que se encuentran en él” (Bilger 1995a). El
análisis se basa en una teoría de la rección sintáctica y en la utilización de los ejes
sintagmático y paradigmático.
Para el GARS una de las formas de analizar la composición del discurso es a
partir de las construcciones gramaticales fundadas en categorías como el verbo, el
nombre o el adjetivo, en las que el elemento responsable de la construcción se
denomina elemento rector16. Una de las clases de enunciado que consideraremos en
esta tesis, probablemente la más importante cuantitativamente, es la que equivale a
las construcciones verbales, en las que el verbo es el principio organizador. Esta
clase de enunciado se define como el conjunto de posiciones sintagmáticas que se
15
El GARS (Groupe Aixois de Recherches en Syntaxe) está constituido por un grupo de lingüistas del
Departamento de Lingüística Francesa de la Universidad de Provence (Aix en Provence), que estudia
la organización del francés hablado y escrito, producido por adultos y niños en distintas situaciones de
producción. Investiga además el lenguaje de personas de diversa procedencia social, regional,
profesional, nacional (incluidos extranjeros) y de edad) en colaboración con antropólogos
(Universidad de Montreal) y psicolingüistas (Universidad de Ginebra).
16
Se puede ver con claridad la continuidad entre la propuesta del GARS y la de Tesnière L (1959).
168
actualizan en relación con un verbo constructor, sea construidas o regidas por él, sea
asociadas17 a él.
El sintagma máximo se conforma potencialmente por tres clases de
elementos: la construcción verbal en sí misma, esto es, el verbo y sus valencias
(actantes y circunstantes), y dos tipos de complementos: los no obligatorios pero
gobernados y regidos por el verbo constructor y los elementos asociados,
yuxtapuestos a la construcción verbal (Blanche Benveniste 1998). Entenderemos
entonces que las diversas posiciones sintagmáticas actualizadas en relación con un
verbo constructor constituyen enunciados. Cuantas más posiciones sintagmáticas
incluya un enunciado, más complejo resulta. De este modo, el enunciado se
constituye como la unidad máxima definida por la coocurrencia de sintagmas.
La ventaja de este criterio es que podemos establecer unidades en distintas
clases de escritos, situar mejor los fenómenos de coordinación, las repeticiones y los
efectos de precisión. Por otra parte, nos permite establecer como criterio decisivo en
nuestra segmentación de enunciados la información trasmitida en el texto. Nos
interesa ante todo otorgar prioridad a la estructuración de la información, es decir,
que segmentaremos enunciados que posean tópico y comentario, de manera que
cuando hay un avance en esa progresión de información a través de un comentario
entenderemos que hay también un nuevo enunciado. Vamos a ver un ejemplo de
segmentación a partir de un fragmento de la carta de Diego (3º curso, ER).
Presentamos los enunciados según la mencionada transcripción “en grille”. En
sentido vertical, esto es, en el eje paradigmático, se disponen los elementos que se
producen simultáneamente de manera yuxtapuesta, según los modos de producción
“en retazos” que caracteriza esta producción del discurso. Se diferencian así estos
fenómenos de la producción de series sintagmáticas. Hemos numerado a la izquierda
los enunciados que hemos determinado en este fragmento:
17
Los elementos asociados se caracterizan porque no pueden tener ninguna equivalencia con una
forma pronominal ni pueden ser focalizados. Es decir, no pueden ser descritos a partir de las simples
reglas de la rección verbal (Bilger 1995a:23). No aparecen en un orden preestablecido, pueden
ubicarse al inicio, al final o como una frontera entre constituyentes.
169
hasta [la] una
(2) cerca de mi escuela está
una cancha grande y linda
(3) y tiene de todo
cosas linda[s]
y mi dormitorio
y baño
y la dirección
y las aulas
y patio grande
(4) nosotros no
tenemos luz porque se rompió el
motor
(5) y andamos con lámparas
(6) y venimos a bañarse
(7) y vamos al comedor a comer
(8) y a dormir
(9) y a la mañana se lavamos la cara (...)
18
Nos parece importante tomar la noción de núcleo con sus prefijos y sufijos porque permite
considerar situaciones en las que el orden de palabras corresponde a funciones semántico-informativas
más que a la misma estructura sintáctica; pero no adoptaremos un criterio prosódico para definir las
unidades, salvo en el caso en que sea estrictamente necesario e inequívoco. Entendemos que estamos
trabajando con escritos en los que sería riesgoso presuponer entonación a priori para definir todas las
170
bastan para conformar un enunciado mínimo reducido. Desde este punto de vista, el
núcleo es:
a) Cuando hay una repetición que implica no un nuevo enunciado, sino un modo
de resolver la formulación de un mismo enunciado. La repetición, fenómeno
frecuente en la oralidad que permite organizar y volver a organizar un enunciado, se
transfiere como recurso a la escritura, especialmente en los escritos de los niños más
unidades. Por otra parte, a pesar de que los niños realizaron una lectura en voz alta de su trabajo en las
entrevistas, muchas veces esta lectura es extremadamente vacilante. Por tanto, es imposible delimitar
prosódicamente las unidades de descripción basándonos en la lectura.
19
Por ejemplo, en la carta de Diego el enunciado Nº 2 posee un asociado de lugar.
20
En la carta citada como ejemplo los enunciados Nº 1 y 9 poseen un asociado de tiempo.
21
En la carta de Diego el enunciado Nº 2 posee un caso de sufijo causal
171
pequeños de las escuelas rurales22. En los casos de los niños de más edad genera
figuras rítmicas y simetrías por repetición. Veremos a continuación algunos
ejemplos:
el zorro le
dijo al quirquincho este año será todo lo de arriba
y lo de abajo para mí
dijo
el zorro
(Ricardo, cuento, 5º curso, ER)
22
Sabemos que ésta constituye sólo una de las posibles interpretaciones de esta clase de repetición.
Estudiaremos con más detalle la repetición del verbo de decir en el discurso referido en el capítulo
siguiente.
172
elementales. Estas figuras desempeñan una función importante en el ritmo del
discurso y en la coherencia de la comunicación” (1985: 23)23. En nuestro corpus
registramos una presencia elevada de estas configuraciones en las narraciones,
particularmente de la simetría. La narración completa se estructura en función de
simetrías que dan cuenta de los papeles y acciones recíprocas de los dos personajes
del cuento. La simetría supone en estos casos una repetición léxica y un paralelismo
sintáctico. Por ejemplo:
yo seré el socio
y usted será el sembrador
yo me llevaré lo de arriba
y usted se llevará lo de abajo
al zorro
le tocaron los tallos y las hojas
y al quirquincho
le tocaron las papas
al zorro
le tocó la parte del tallo y la hoja
y al quirquincho
le tocó la papa
(Antonella, cuento, 5º curso, EU)
23
Se ha comprobado una presencia importante de estas figuras en el discurso oral de adultos y niños
hablantes de español. Nos referimos a las investigaciones realizadas por Trigo Cutiño en el habla de
los niños de Sevilla (1990) y por el equipo de investigación dirigido por Desinano en el habla de niños
de Rosario, Argentina (1996).
173
En los dos últimos ejemplos se puede ver que la simetría comporta también
una oposición entre lo positivo y lo negativo.
En muchas ocasiones se evita la repetición de elementos léxicos —
frecuentemente el asociado y el verbo constructor— usando elipsis en un enunciado
construido por coordinación, único caso en el que se se puede hablar con certeza de
elipsis:
174
y a la mañana se lavamos la cara
y a formar
y a desayunar
y al grado
cuando cosecharon
el quirquincho se quedó con el trigo
y el zorro con las raíces
175
Como vemos, estas configuraciones conforman verdaderas unidades rítmicas,
que podemos llamar períodos, unidad funcional de la macrosintaxis para
Berrendonner (1993).
Es necesario, sin embargo, introducir todavía más precisiones en relación con
los períodos en las cartas. Es posible encontrar en estos textos, fundamentalmente
descriptivos, otros grupos de enunciados de los que es posible pensar que se agrupan
en configuraciones de factor común, enumeraciones y simetrías. Sin embargo, debido
a que nuestro propósito es que esta segmentación nos permita circunscribir la mayor
cantidad de lugares en los que es posible que se ubique una marca gráfica, hemos
limitado al máximo el número de enunciados complejos tanto en las cartas como en
los cuentos. Lo hemos hecho estableciendo una condición formal y probablemente
arbitraria para estas configuraciones discursivas: la reiteración del mismo verbo o de
un verbo semánticamente equivalente o la elipsis del verbo en la estructura
coordinada. De este modo establecemos un enunciado complejo sólo cuando hay un
cambio de tema y el resto de la estructura permanece (Jiménez Juliá 1993). Por esa
misma razón, hemos tomado la decisión correlativa de considerar, para el resto de los
casos, la presencia de una conjunción copulativa o adversativa como el inicio de un
nuevo enunciado. Así, por ejemplo, segmentaremos el siguiente párrafo en distintos
enunciados a pesar de que compartan el tema, en este caso el sujeto, y de la presencia
de conjunciones copulativas:
176
c) Finalmente, debemos estudiar los problemas que genera en la delimitación de
enunciado la reproducción del discurso de los personajes en la narración. El texto
fuente presenta cuatro espacios de habla: el primero corresponde a la negociación de
los dos personajes para formar una sociedad de agricultores, los otros tres
corresponden a las sucesivas propuestas de reparto de la cosecha que realiza el zorro
y que el quirquincho acepta. Los niños hicieron tres tipos de reformulaciones:
transformaron el discurso referido en narración, utilizaron el discurso directo o el
discurso indirecto. Las tres posibilidades son reformulaciones por cuanto suponen
una reorganización del contenido del texto fuente.
Ahora bien, si consideramos las características lingüísticas del discurso
reproducido, diremos que, en términos generales, tanto el discurso directo como el
indirecto contienen un verbo de decir flexionado; pero en el primer caso, la cita es
directa y en el segundo hay una cita indirecta, cuya marca es la conjunción que,
subordinada al verbo de la expresión introductora. Sin embargo, las formas de
realización del discurso reproducido en los textos de los niños, en especial el
discurso directo, no siempre se ajusta a estas condiciones. Por esta razón se impone
la necesidad de revisar los criterios de segmentación de enunciados en los espacios
de discurso reproducido.
En los casos en los que se utilizó discurso indirecto no hay dudas en relación
con la delimitación de enunciados, porque “el discurso indirecto, al hacer depender
de una expresión introductoria (normalmente de un verbo de lengua) un supuesto
discurso directo correlativo, refuerza automáticamente los lazos sintácticos
contraídos por las oraciones de aquel” (López García 1999: 3512).
Por el contrario, el discurso directo sí plantea dificultades, pues, como
sostiene Maldonado González, “en el DI el verbo rige sintácticamente el enunciado
citado; en el DD, no” (1999: 3570). Por esa razón sostiene que la relación entre la
expresión introductora y la cita directa no es de rección sino de yuxtaposición “que
se entiende como un procedimiento de adyacencia discursiva” (pag. 3571). Sin
embargo, también sostiene que “la expresión introductora y la cita directa son dos
177
estructuras yuxtapuestas que constituyen un solo enunciado” (pág. 3570), pues
pertenecen a un mismo acto de comunicación.
Por su parte, también Blanche Benveniste (1997) sostiene que el DD no
responde al esquema de verbo rector, pues no se puede negar o interrogar el verbo de
citación sin cambiar radicalmente su funcionamiento. Por esa razón, el problema de
la reproducción del discurso va más allá de los límites de la sintaxis y la resolución
del problema se plantea en el dominio macrosintáctico. Las posibilidades de uso del
discurso reproducido son diversas: es muy frecuente la ausencia de verbo
introductor, pero cuando la expresión que lo contiene está presente, puede ocupar
distintas posiciones. En una de ellas el enunciado citado puede ocupar el lugar de
núcleo y la expresión que contiene el verbo de decir el lugar de sufijo24.
En este trabajo, y sólo con el objeto de facilitar el análisis de presencia de
marca entre enunciados, consideraremos que cada turno de habla de un personaje
constituye un enunciado, exista o no una expresión introductoria25. En el relato el
intercambio mínimo prototípico es el que corresponde al par adyacente
petición/aceptación. Las intervenciones de inicio corresponden al zorro, pues es el
que formula las invitaciones y las peticiones, y las intervenciones de reacción al
quirquincho, que es quien responde expresando conformidad.
Ahora bien, en el interior de cada intervención podemos distinguir a la vez
unidades26. Por eso consideraremos que esos enunciados pueden ser, a su vez,
simples o complejos. Estamos ante un enunciado simple cuando la cita directa
conforma un solo acto de habla, entendido como unidad de acción. Cabe aclarar que
estamos siguiendo, en este caso, el criterio de Briz Gómez (1990) para segmentar la
intervención, aunque las denominaciones que hemos seleccionado para estas
modalidades no se correspondan con las suyas. En el siguiente ejemplo, la cita
directa comporta un acto iniciativo, un solo enunciado asertivo de petición que, dada
24
Blanche Benveniste califica esta posición final de la expresión que contiene el verbo de decir con
posposición de sujeto, como una marca de género elevado (1995: 109)
25
Briz Gómez (1990) en el análisis de la conversación distingue intervención y enunciado. Dadas las
características de esta narración y, con el objeto de facilitar el análisis de la segmentación entre
enunciados, conviene considerar la intervención como un enunciado y analizar en una segunda
instancia si ese enunciado es simple o complejo.
26
Estas unidades —entendidas como unidades mínimas de acción y de intención, capaces de
funcionar aisladamente en un mismo contexto discursivo— son las que Antonio Briz Gómez
denomina enunciados.
178
la posición asimétrica de poder de los interlocutores, debe ser entendido, y de hecho
lo es, como un acto directivo:
o simplemente
bueno
27
Los textos de los niños pueden suplir la omisión de la expresión introductora a través de discursos
gráficos (uso de espacio, mayúsculas, rayas de diálogo, coma, punto; todas éstas marcas que pueden o
no coincidir con las que señalan las convenciones) o no. El problema de la forma en que marcan
gráficamente el discurso directo será estudiado por separado en el corpus.
28
El marcador bueno es uno de los marcadores del discurso que posee más polifuncionalidad. Estos
autores diferencian tres posibilidades para bueno:
a) marcador modal deóntico: "(...) reflejan actitudes del hablante relacionadas con la expresión
de la voluntad (o de lo afectivo). Estos marcadores indican si el hablante acepta, admite
(consiente en), etc. —o no— lo que se infiere del fragmento del discurso al que remiten"
(1999: 4161-4162)
b) enfocador de alteridad: "Este tipo de bueno sirve para reforzar la imagen positiva del
hablante y se emplea normalmente al inicio de una intervención reactiva que implica un
cierto desajuste, oposición, disconformidad, desacuerdo, etc., con el interlocutor" (1999:
4176)
c) marcador metadiscursivo: "(...) Sirve para indicar diversas operaciones constructivas en la
conversación: la recepción del mensaje y, secundariamente, el cambio de turno; la ruptura
secuencial (la apertura o la pre-conclusión de la conversación; el cambio de tema —y, a
veces, de turno—) y la acumulación o procesamiento de la información (la continuidad
temática)." (1999: 4193-4)
179
manifiesta, pues, un grado menor de convicción, por parte de quien habla" (Martín
Zorraquino & Portolés Lázaro 1999: 4164). Las expresiones no gramaticalizadas
que pueden aparecer con la misma función son: está bien, como no, como usted
diga.
En otros casos, la cita directa se puede conformar como un enunciado que
reúne a su vez distintos actos de habla, del mismo tipo o no. En el siguiente caso
estamos ante tres actos de habla directivos:
yo me llevaré lo de arriba
y usted se llevará lo de abajo
no va así compadre
180
(Diego, cuento, 3º curso, ER)
181
como lo hemos visto en el capítulo anterior, una unidad de tratamiento en la
producción del texto.
Por todas estas razones, de orden lingüístico, pragmático y cognitivas, tomar
el enunciado como unidad de descripción permitirá dar cuenta de las regularidades
en relación con la presencia de la marca de la zona visuográfica y sus funciones en el
interior de los textos escritos por los niños.
29
Excluiremos de nuestra investigación el estudio de todas aquellas marcas que operan en el ámbito
de la palabra para estudiar con mayor intensidad las marcas que operan en el ámbito del enunciado y
del texto. Por una parte, este recorte del ámbito de funcionamiento se realiza por la complejidad del
estudio que, tanto lingüística como psicolingüísticamente, supone la segmentación de la cadena verbal
en palabras. Por otra parte, nos interesa centrarnos en los valores textuales propios de la zona
visuográfica y ello nos exige considerar sólo las marcas que afectan al enunciado y al texto.
182
En relación con las funciones de segmentación y calificación como variables
de análisis, definiremos las categorías que nos permitirán indicar los lugares que
requieren marcación. Tomaremos también como referencia las marcas que estipulan
las convenciones para esos lugares y la clase de relación que sostienen entre sí.
Ambos datos constituirán parámetros que permitirán describir los posibles lugares de
ocurrencias de marcas en los textos de los niños y las marcas que efectivamente
seleccionan para esos lugares.
30
En semiótica el término desembrague alude a la operación por la cual la instancia de la enunciación
disjunta y proyecta fuera de ella ciertos términos vinculados a su estructura de base (el yo, el aquí y el
ahora) con el fin de constituir los elementos fundadores del enunciado-discurso (Greimas 1982: 113)
183
Por su parte, el cuento exige una disposición distinta en la página, pues
supone una ubicación destacada del título y, a continuación, el desarrollo31. Puesto
que se trata de una escritura en prosa32, no hay más prescripciones espaciales. La
constitución de párrafos dependerá tanto de la naturaleza de los episodios relatados,
como de la marcación del discurso directo, si el relato incluyera esta modalidad de
discurso referido. Sin embargo, estas segmentaciones pertenecen ya al interior del
texto.
La primera variable de análisis del corpus constituye esta categoría de
delimitación externa del texto. Sumamos, además, la delimitación externa que
constituye, en ambos textos, la mayúscula inicial y el punto final, aunque en el caso
de la carta, muchas veces en lugar de la última marca encontramos también el
espacio y la firma.
31
En general, para los niños diseñar la página de un cuento exige incluir al menos una ilustración,
hecho justificado por los libros impresos de cuentos infantiles o incluso los libros escolares.
32
Utilizamos el término prosa, simplemente como forma verbal no marcada en oposición al verso. La
prosa en verdad es una forma específica de la escritura que se impuso hacia el siglo VI a.C para
satisfacer necesidades del discurso lógico, que el verso no podía satisfacer. Se caracteriza por su
trabazón sintáctica. Jean Cohen pensó que la prosa se caracteriza porque las unidades que la integran
presentan una relación constante de sonido-sentido. El verso altera esta relación con la organización
rítmica del enunciado. Desde esta perspectiva, este cuento de tradición oral, con sus paralelismos,
simetrías, suspensos, en verdad ocupa un espacio intermedio entre la prosa y el verso (Dorra 2000).
184
Como sostiene Catach33, el enunciado es el centro de este dispositivo
complejo de segmentación que organiza internamente el escrito desde el párrafo
hasta llegar al enunciado y los sintagmas que lo constituyen. Por eso la segunda
categoría de análisis es la delimitación entre enunciados. Este dispositivo de
segmentación cuenta con una serie de marcas gráficas que podemos denominar con
de la Fuente González (1993) una “escala de sucesión”, que tiene fuerzas y valores
diferentes según la jerarquía de las unidades delimitadas. Podríamos decir,
simplificando, que esta escala se constituye de la siguiente manera: punto y aparte >
punto y seguido > punto y coma > dos puntos > coma.
Sin embargo, debemos contar con otras posibilidades: la ausencia de toda
marca y/o la presencia de conjunción. En efecto, puesto que la conjunción posee no
sólo la función de calificar la relación sino también la posibilidad de señalar el fin de
los enunciados, muchas veces su presencia reemplaza la marca gráfica. Por otra
parte, si bien la parataxis propicia, en la escritura convencional, la aparición de
marcas gráficas, éstas pueden estar omitida en la escritura de los niños.
Por esa razón, en la categoría interenunciado interesa ver la forma en que se
presenta esa relación, esto es, como contigüidad sin marcas gráficas, con
conjunciones o señalada por marcas. Debido a las características que tienen los
escritos de los niños consideraremos en esta categoría de análisis fenómenos
diferentes, como el de la constitución de párrafos, la relación entre enunciados
autónomos y la relación entre enunciados yuxtapuestos o coordinados
equifuncionales que guardan entre sí ciertas relaciones de contenido34 .
En el caso en que la relación entre enunciados estuviera señalada por marcas
corresponde describir la presencia o no de párrafos —definidos fundamentalmente
33
Catach (1994) llama proposición a lo que nosotros llamamos enunciado verbal, pues denomina de
esta manera la unidad conformada por un “verbe conjugué, ou du prédicat quel qu’il soit, et de tout ce
qui s’y rattache” (1994: 50). Nosotros sostendremos la noción de enunciado pues nos permite dar
cuenta de los fenómenos que hemos descrito en el apartado anterior.
34
En gramática se ha discutido ampliamente la compatibilidad semántica entre los miembros
coordinados (Cfr. Hernández Alonso 1984, Camacho 1999, Jiménez Juliá 1995). Nos parece un
elemento digno de ser tomado en cuenta para discriminar situaciones de yuxtaposición o coordinación
de pseudoyuxtaposiciones o pseudocoordinaciones (Cortés 1986: 65) , pues, como hemos dicho, en
los textos infantiles los enunciados están conectados en su totalidad por conjunciones copulativas o no
poseen ninguna marca gráfica. Sin embargo, por el grado de generalización del fenómeno, es
arriesgado discriminar todas situaciones a priori basándonos sólo en el criterio de homogeneidad
semántica. Por prudencia, entonces, estudiaremos todos estos casos dentro de la categoría de análisis
de relación entre enunciados y si hubiera conjunción copulativa la consideraremos como el inicio de
un nuevo enunciado.
185
por el espacio—, pues son los primeros segmentos interiores del escrito que tienen
valor textual. Interesa, como ya adelantamos, realizar una descripción de los párrafos
definidos gráficamente con el fin de determinar si existe relación con la estructura
del discurso en cuestión. En este sentido, creemos que es factible relacionar la
organización secuencial de la textualidad (Adam 1992) con su organización gráfica:
los criterios de constitución de párrafos son probablemente diferentes en el relato, en
el que es clara la presencia de secuencias narrativas, y en la carta, en la que
predominan secuencias descriptivas.
En este nivel realizaremos, además, el análisis de la otra función de las
marcas gráficas: la calificación del enunciado. Así daremos cuenta de la oposición
entre el punto y los signos de interrogación y de exclamación que se utilizan en
enunciados con modalidad marcada. Estas últimas marcas reúnen el valor de pausa
lógica (fin de frase) y un valor modal, que se asocia a rasgos sintácticos y
entonacionales propios de los enunciados interrogativos y exclamativos (Catach
1994). Entre estas marcas se produce una oposición, pues la selección de una de ellos
excluye en principio la presencia de las otras.
Se puede considerar también otra oposición: la que se da entre el punto y los
puntos suspensivos. Mientras el primero indica que la información está completa y la
situación acabada, los segundos señalan exactamente la situación contraria. Los
puntos suspensivos indican explícitamente que una unidad está incompleta porque la
emisión se ha suspendido o interrumpido de manera definitiva o momentánea. Sin
embargo, como ya dijimos, esta oposición no se presenta en los escritos que
analizamos.
186
unidades sucesivas equifuncionales (yuxtaposición y coordinación), unidades
desplazadas (alteraciones de orden), unidades incrustadas (incisos) y unidades
conflictivas (límites ambiguos o de segmentos extensos). En nuestra investigación,
consideraremos:
187
- Otras unidades en el interior del enunciado:
35
Sin embargo, es también posible absorber el discurso del otro y generar una forma alternativa de
introducir sus palabras: el discurso indirecto y el indirecto libre. Estas formas no tienen repercusión
gráfica. El discurso indirecto incluirá el “que” introductor de las palabras citadas y la traslación de
tiempos verbales, personas y expresiones referenciales deícticas que serán seleccionadas desde el
punto de vista de quien cita. “Enunciativamente supone la reformulación por parte del enunciador de
aquello que cita” (Lozano 1986: 151). En efecto, se puede reproducir lo dicho o sintetizar o
parafrasear, etc. Incluso es posible utilizar el discurso indirecto libre, lo que sucede cuando el narrador
utiliza las formas sintácticas del discurso indirecto pero al mismo tiempo reproduce expresiones
propias del personaje citado. Estas formas de discurso referido no incluyen las mismas formas de
marcación del diálogo directo en tanto se trata de una forma de narrativizar el diálogo al transformar
el discurso del locutor “en acciones atribuidas a un agente de las que [el narrador] da cuenta” (Lozano
1986: 154). En los cuentos de los niños no registramos discurso indirecto libre.
188
- Límites sintagmáticos y límites internos del sintagma: Es necesario también
considerar otros lugares en los que es posible la ocurrencia convencional o no
convencional de marca: límites entre las valencias de la construcción verbal o
entre construcción verbal y regidos. Nos referimos a límites sintagmáticos en los
que habitualmente no hay marca, pero en los que su presencia puede contribuir a
volver una expresión menos ambigua o a los casos en que la marca discrimina
lugares con distinta dinámica comunicativa. Considerar estos lugares permitirá
relevar, además, ocurrencias de marcas no previstas por las convenciones.
También relevaremos, si hubiera, ocurrencias de marcas en el interior de los
sintagmas.
Ámbito de Segmentos de base Composición del segmento Clase de relación entre las
funciona- marcas previstas por las
miento convenciones36
Segmen- Califica-
tación ción
Texto Partes del texto Partes del texto (espacio, color, subrayado
tipo de letra)
Párrafo Unidades textuales compuestas de Escala de -
uno o más enunciados sucesión
(punto y
aparte)
Enunciado Enunciado Enunciados simples y complejos Escala de Oposición
sucesión modal
(punto, punto (punto,
y coma, dos signos de
puntos, coma) interroga-
ción y de
exclama-
ción)
36
Evidentemente, los niños pueden utilizar marcas que no están previstas por las convenciones para
estos lugares.
189
Unidades desplazadas (orden Coma, Ø -
alterado por anteposiciones,
interposiciones y posposiciones)
Estipular los lugares en los que es posible que haya una ocurrencia de marca
y registrar su presencia o ausencia, aunque no fueran las convencionalmente
estipuladas para este lugar, permitirá dar cuenta de los distintos grados de
señalamiento de las funciones en los grupos considerados. Con el fin de establecer
comparaciones de uso entre los distintos grupos de escolaridad se dará cuenta de los
datos en porcentajes, salvo en los casos en los que el número de ocurrencias sea muy
pequeño. Utilizaremos estadística puramente descriptiva pues, como dijimos, no
interesa realizar una investigación cuantitativa. Cuantificaremos los datos sólo en la
medida en que nos permita dar cuenta de la cantidad y clase de marcas presentes en
los textos de los niños.
El procedimiento usado en la descripción se definirá, además, según el
entorno alfabético que una función determina y el paradigma de marcas propuesto
por las convenciones. En determinados casos, como la seriación intraenunciado y los
incisos, los entornos se pueden determinar con claridad. Por ello en estas ocasiones
es posible determinar la relación marca-entorno en términos de presencia-ausencia.
Sin embargo, en otras situaciones de segmentación intraenunciado, las convenciones
son débiles y los entornos no son fácilmente definibles37. En estos casos simplemente
se señalarán las ocurrencias especificando la marca seleccionada.
37
Así, por ejemplo, la Ortografía de la lengua española (1999) sitúa las marcas en el campo de lo
permitido y lo facultativo con el uso de las siguientes expresiones: a) será recomendable su empleo en
miembros gramaticalmente equivalentes cuando el período sea especialmente largo (pág. 59), b) no es
fácil establecer con exactitud los casos en que esta anteposición exige el uso de coma (pág. 60), en los
190
De esta manera se puede dar cuenta tanto de los usos convencionales como de
los no convencionales, aunque no será uno de nuestros objetivos. Un uso puede ser
calificado como no convencional debido a que la marca seleccionada (o la
correlación de marcas seleccionadas) para cubrir la función no es la que estipula la
convención o porque el lugar seleccionado para colocar la marca no coincide con los
prescritos por las convenciones. Por ello el análisis de la distribución de marca
permite una segunda instancia de análisis de los distintos grados de acercamiento al
uso convencional. En relación con los usos convencionales, es necesario recordar
que, por una parte, es imposible prescribir todos los usos y que, por otra, la
polivalencia de estos recursos da lugar a un margen importante de decisión. Por
consiguiente, en ocasiones será necesario aclarar el modo en que los usos infantiles
se sitúan con respecto a lo prescrito, lo facultativo, lo permitido y lo no permitido.
Esta dimensión no se tratará por separado, pero entrará inevitablemente en el
análisis.
casos de alteración del orden de palabras c) suele anteponerse una coma en el caso de conjunción o
191
partición que esta teoría opera entre conocimientos declarativos, explícitos y
observables, y conocimientos sobre los procedimientos, implícitos e inaccesibles. Por
supuesto, no podemos dejar de considerar que la capacidad de verbalización está
estrechamente relacionada con el nivel de experiencia de los sujetos y con el grado
de automatización de las actividades, pero también puede suceder que las
verbalizaciones de los niños remitan tanto a la enseñanza más o menos asimilada
como a la reflexión del propio sujeto sobre el funcionamiento de la lengua escrita
(David 1996). Por consiguiente, a través de las entrevistas, podemos acceder a los
problemas de escritura que se plantean, la manera de resolverlos, las elecciones
finalmente tomadas, y el modo en que estas instancias se relacionan con el uso de la
marca gráfica.
Las entrevistas fueron no estructuradas, también llamadas entrevistas en
profundidad, características de la investigación cualitativa (Rodríguez Gómez y otros
1996). En efecto, lo importante fue la adecuación a cada uno de los niños y a la
forma en que concebían y llevaban a cabo su proceso de escritura. Nuestro propósito
era simplemente aproximarnos a la forma en que los pequeños ven el problema de la
zona visuográfica en la construcción de su propio texto. No nos interesaba contrastar
supuestos teóricos predeterminados, sino acercarnos a las ideas, creencias y
supuestos de los niños sobre esta zona del sistema de escritura. Los niños podían, por
consiguiente, no responder, cuestionar la pregunta o formular también las preguntas
y las observaciones que estimaran convenientes. También el entrevistador podía
ofrecer ayuda si ésta se solicitaba, opinar en relación con el texto que se iba
construyendo o no intervenir si veía que la verbalización que los niños realizaban era
suficiente. No hemos buscado tampoco abreviar la conversación que se establecía
sino, por el contrario, estimular al niño para que entre en detalles, salvo que los niños
percibieran la intervención como intrusiva.
Hemos elegido el momento de la revisión del texto para realizar las entrevistas
porque los niños ya habían solucionado una instancia de formulación. De ese modo,
además, no interferíamos en la primera escritura, pues sobre ella se realizaría el
análisis lingüístico. Esta posibilidad de interferencia existía puesto que habíamos
preferido que la verbalización fuera concomitante o simultánea a la escritura del
192
texto. Debido a que nos preocupaba fundamentalmente un problema en particular, es
decir, la relación del niño con la marca gráfica, optamos por solicitar, cuando
creíamos oportuno, una verbalización específica, es decir, solicitábamos justificación
o explicación de comportamientos relacionados con la resolución de la zona
visuográfica.
En esta clase de verbalización las informaciones necesitan una interpretación por
parte del sujeto de sus propios contenidos de pensamiento, por lo que la actividad
puede interferir con la tarea principal. En efecto, mientras sea mayor el número de
procesos intermedios entre el desarrollo de las actividades cognitivas y la
verbalización (recodificación, selección de las informaciones, inferencias) más
aumentan los riesgos de modificación de las actividades cognitivas normalmente
puestas en acción en la ejecución de la tarea (Gufoni 1996). Por otra parte, no todo lo
que es accesible a la conciencia puede ser objeto de una tentativa de verbalización.
Pueden citarse distintas clases de dificultades: dificultades en el pasaje desde los
conocimientos relativos a los procedimientos hacia su descripción verbal,
dificultades de orden conceptual, pues los niños pueden poseer un escaso dominio
sobre el tema; dificultades de orden lingüístico pues los niños pueden no movilizar
espontáneamente una representación verbal de la tarea y, finalmente, dificultades
producidas por la interferencia del experimentador (Gufoni 1996). Por ello
solicitamos una verbalización específica sólo si veíamos que no interferiría al punto
de bloquear el proceso de revisión, pues este procedimiento ya supone una
sobrecarga cognitiva. Si se veía que la interferencia era muy fuerte, seleccionábamos
al máximo los comportamientos sobre los que se solicitaba explicitación y si, ésta no
se producía, no insistíamos.
Por otra parte, también nos hemos adecuado, durante las entrevistas, a las
características que tiene el proceso de revisión de texto. Sabemos que la atención de
los niños está inicialmente centrada en el objeto de decir, es decir, sobre lo que se
dice, más que en el cómo se dice. La revisión resulta entonces ya especialmente
difícil, pero lo es todavía más pues involucra un juicio sobre el proceso de
construcción del texto, lo que implica asumir un punto de vista objetivo sobre los
propios pensamientos y enunciados (de Góes 1993). Por lo tanto, el papel de la
entrevistadora era primordialmente el de funcionar como un representante del lector,
193
es decir, se trataba de lograr que las intervenciones se centraran en el carácter
significativo y comunicativo de lo escrito. Fundamentaremos esta decisión. Los
escritores expertos revisan por dos razones: hacer el texto más apropiado y aceptable
para sus lectores y ganar una nueva compresión para sí mismos, pues pueden ver el
texto tanto desde la perspectiva del escritor como del lector (Sharples 1999). Sin
embargo, nosotros estábamos trabajando con escritores novatos que generalmente no
modifican la estructura de lo escrito, si bien esto no significa que los niños no sean
capaces de realizar un trabajo de revisión en el nivel textual. Tolchinsky (1995) ha
mostrado que aun los niños de cinco años pueden, con la ayuda de un entorno escolar
que permita la reflexión sobre el texto que escribieron, realizar modificaciones por
razones de contenido. Pero sin este entorno tanto los niños como los escritores
novatos se centran más bien en aspectos locales, como la corrección ortográfica y
sintáctica.
Por todas estas razones era muy probable que en el curso de la investigación nos
encontráramos con niños que revisaran sus textos en aspectos muy acotados o
incluso con niños a los que la revisión les resultara un proceso absolutamente
innecesario y/o novedoso. De ahí que era importante que el interlocutor adulto
ocupara durante la entrevista el lugar de representante del lector. Se abriría así un
proceso de negociación de sentido y de estrategias de construcción de texto que haría
que los niños desarrollen acciones reflexivas sobre la escritura. Al sugerir la
explicitación de enunciados con problemas, la modificación de la organización y el
encadenamiento de enunciados, la expansión de segmentos poco desarrollados, el
entrevistador podía conseguir que el niño reflexionara sobre el texto como un todo y,
por tanto, afectara su estructura global. De esta manera se podía observar mejor cuál
era el papel que los niños adjudicaban a la marca gráfica en ese proceso de escritura
del texto y cuánto medían sus efectos en el lector.
El proceso de revisión, ya de por sí lento y difícil, se lentifica aún más con esta
metodología. Por esta razón las entrevistas no se hicieron a la totalidad de los niños
sino a un grupo menor que se seleccionó al azar. En síntesis, siempre hemos
procurado crear un clima para que los niños verbalizaran lo que pudieran o quisieran
sobre su proceso de producción de texto, siempre con el objetivo de que el
194
intercambio con el adulto lo condujera a reflexionar sobre el texto que habían
producido y el efecto que podría producir en su interlocutor.
El análisis e interpretación de las entrevistas será también, como todo el proceso,
fundamentalmente de orden cualitativo. Se analizará las respuestas de los niños a
través del método comparativo constante, trabajado fundamentalmente por Glaser y
Strauss (1967). Seleccionamos esta metodología porque otorga al investigador la
construcción de la forma en que los participantes conciben un objeto determinado38,
en este caso, la zona visuográfica. Se pone énfasis así en la construcción de teoría
pues no sólo se parte directamente de los datos —y no de supuestos teóricos a priori
o de antecedentes de otras investigaciones—, sino que todo el análisis se desarrolla
en estrecha vinculación con los mismos. Creemos que éste es uno de los caminos
más adecuados para estudiar un campo casi nada o nada investigado: los valores que
le adjudican los niños a las marcas de la zona visuográfica en la escritura de textos.
Como sostienen Rodríguez Gómez, Gil Flores y García Jiménez, quienes realizan
una buena síntesis de esta metodología,
38
Puesto que se trata de un método que hunde sus raíces en el interaccionismo simbólico, fue utilizado
fundamentalmente para ver qué significado simbólico tienen los artefactos, gestos y palabras para los
grupos sociales y cómo interactúan unos con otros. Nosotros lo utilizaremos para esclarecer la
relación que establecen los niños de distintos grupos socioculturales con la zona visuográfica en la
escritura de textos.
195
Las variables de análisis se definirán a lo largo del estudio de las producciones
escritas y de las entrevistas. El marco teórico y los antecedentes ayudarán en la
determinación de las preguntas relevantes y en la identificación de categorías y
propiedades. Éstas últimas son conceptos indicados por los datos y varían en grado
de abstracción conceptual. Las categorías de menor nivel emergerán con mayor
rapidez, pero las más integradoras tienden a aparecer más tarde. Sólo entonces
estableceremos similitudes y convergencias con la literatura; de lo contrario se
entorpecería la generación de teoría en relación con el problema investigado. De esa
manera, no nos centraremos en la verificación de la teoría, pues entendemos que
nuestro trabajo sólo constituye un paso en relación con la investigación y la
generación de teoría. El proceso terminará cuando se haya producido una saturación,
es decir, cuando se pueda apreciar el límite empírico de los datos y el grado de
integración y de densidad de la teoría con respecto a la relación que establecen los
niños con la marca gráfica en la escritura de textos.
196
CAPÍTULO 4:
199
2.2.1.) han relacionado las repeticiones léxicas y la puntuación en el discurso directo,
pues consideran que ambos recursos “podrían expresar la misma búsqueda de límites
internos dentro de los episodios o los modos de enunciación de una narrativa
completa” (Ferreiro 1996: 179).
Los recursos verbales, que reemplazan o se superponen a los recursos
gráficos, contribuyen también a la inteligibilidad de lo dicho, pues suponen una
búsqueda de modos de organizar el discurso y de calificarlo. Sin embargo, pueden
cumplir sólo parcialmente la función de los recursos gráficos, pues si se utilizaran
con exclusividad inevitablemente el texto se conformaría con recursos que no son
específicos de la escritura, incapaces de poner ante los ojos la organización
discursiva. En ese sentido sería cierta la afirmación de Vachek respecto de que,
cuando se trata de expresar con recursos verbales los recursos gráficos propios de la
modalidad escrita, aquellos no pueden hacerlo sino sólo de un modo no específico
(Cfr. Cap. 1 § 2). Por ello el texto escrito no alcanza a conformarse como tal, como
disposición o ex-posición del discurso en la página.
Por esta razón, consideramos conveniente diferenciar la relación que el sujeto
establece con el discurso y la relación que el sujeto establece con el texto escrito, en
tanto materialización espacial del discurso (Cfr. Cap. 2 § 3.3). Así, un escrito puede
revelar una apropiación del universo discursivo, de su organización, su sentido y su
propósito; pero al mismo tiempo, pueden estar ausentes los recursos gráficos
específicos de la escritura para analizar la cadena verbal, delimitar unidades de
sentido y calificarlas.
Ahora bien, esta manera de interacción que acabamos de describir entre
recursos gráficos y verbales se aplica en particular a las marcas conocidas como
signos de puntuación, que encontramos en el interior del texto. Se trata de marcas
que analizan la cadena verbal de una manera mediata y que ponen de manifiesto la
manera en que está construido ese objeto verbal. Entendemos que sólo a estas marcas
puede aplicarse la afirmación de Vachek respecto de que los medios gráficos propios
de la escritura sirven más a las necesidades intelectuales que a las emocionales, de
acuerdo con la naturaleza que él adjudica a las expresiones escritas.
A diferencia de estas marcas, hay otras que actúan de manera radicalmente
diversa. Nos referimos a marcas gráficas tales como el tipo y el tamaño de letra, el
200
subrayado, el color, que pueden alojarse en el interior de la zona alfabética y que
cambian de manera radical el enunciado que afectan. Ya no se trata de marcas que
analizan el enunciado verbal con el fin de poner de relieve la forma en que está
construido y organizado, sino que son marcas que enfatizan lo que afectan, dotándolo
de una marcada expresividad. Constituyen así un modo privilegiado de inscripción
del enunciador en lo dicho: su inmediatez remite directamente al enunciador y a la
dimensión emotiva de la comunicación.
Hemos sostenido que en esta investigación no estudiaríamos el nivel de la
palabra, debido a la complejidad que entrañaba su estudio; sin embargo, podemos
ejemplificar el uso de estas marcas en palabras, porque cuando esto sucede se
modifica la totalidad del enunciado:
Yo soy Barbie
(Bárbara, 3º curso, EU)
En ambos casos el color se sitúa en nombres propios que tienen una especial
relevancia afectiva: el nombre propio y el equipo de fútbol predilecto. El nombre
propio, que se brinda aquí con un diminutivo familiar, es un aspecto vital en la
presentación de la niña. Ambos recursos, verbal y gráfico, el diminutivo y el color,
coinciden y expresan una toma de posición afectiva del escritor, en este caso respecto
de sí mismo. En cuanto al nombre del equipo de fútbol, diremos que el compromiso
personal es máximo, aún más en un país en el que este deporte ocupa un lugar
destacado en la vida cotidiana. El color que Miguel selecciona para escribir el
nombre de su equipo de fútbol no es arbitrario, sino motivado: en las letras se
alternan los colores que identifican a Boca, azul y amarillo, así como se alternan en
la camiseta de los jugadores. Podríamos decir, de manera figurada, que la
temperatura afectiva de los dos enunciados sube notoriamente con el uso del color,
efecto que no se hubiera alcanzado sin este recurso visual.
201
A continuación, nos referiremos brevemente a los dibujos, frecuentes en las
cartas y cuentos de los niños. Recordemos que hemos dejado fuera de la zona
visuográfica los refuerzos semasiográficos, de orden figurativo o simbólico, porque
establecen una relación directa con el sentido (Cfr. Cap. 1 § 2). Por la misma razón,
estos dibujos no forman parte de nuestro objeto de investigación, pues conforman
verdaderas pictografías, que poseen una configuración propia. En efecto, articulan
recorridos propios de lectura y de interpretación en itinerarios que no requieren del
lenguaje hablado. Podemos interpretar estos recursos con autonomía; sin embargo,
no dejan de establecer una relación dinámica y cambiante con el texto escrito: lo
acompañan, refuerzan su sentido o lo duplican. Por esta razón, aunque no se trata de
recursos específicamente visuográficos, pues conforman una zona diferente que
acompaña la escritura de otra manera, nos detendremos un momento en ellos.
Veremos a continuación algunos ejemplos.
De modo semejante a las marcas de la zona visuográfica que acabamos de
mencionar, algunos de estos recursos introducen un componente expresivo y afectivo
en la lengua escrita, al tiempo que constituyen refuerzos semánticos de lo dicho.
Hemos visto como Miguel enfatizaba los colores de su equipo favorito usándolos en
la escritura del nombre, veremos a continuación un recurso similar, al que se agrega
el dibujo de un corazón, un símbolo que alude al afecto que el niño siente por el
equipo. El color rojo que identifica al equipo se duplica en la letra inicial del nombre
y en el símbolo que lo acompaña, asociando significados y simbolizando el afecto:
Muchas cartas escritas por escuela urbana se cierran con monigotes que hacen
explícito el sentido amistoso de la comunicación a través de la expresión gestual. De
esta manera, el dibujo opera como un refuerzo semántico del sentido general de la
carta, que se condensa en las fórmulas afectivas de despedida:
202
te mando un beso
Chau!
Guadalupe
(...) También en la escuela juego al diabolo (*) en los recreos ¡soy una masa!
Por tele dan Dragon Ball Z, lo dan en el canal 32 a las 7,30. Los chicos se llaman
Pablo, Lucas, Alfonso Wirch, Gonzalo y yo. Bueno, te dejo. Escribime pronto,
¡Chau!
(*)
Este dibujo se integra a la dimensión verbal de la carta, pues Juan José indica
a través de una marca de la zona visuográfica, un asterisco, el momento de la lectura
en que debe ser tomado en cuenta. Este reenvío al dibujo forma parte de un recurso
complejo, posible sólo dentro del marco de la cultura escrita. Su presencia también
203
indica una operación propia de la comunicación escrita a distancia: el cálculo de la
competencia del lector y la necesidad de reforzarla. El dibujo indica que el escritor
ha previsto que su compañero desconoce este juego, típico de los niños de clase
media urbana. Incluso, como veremos en las entrevistas, también se preocupa por el
posible desconocimiento de una marca de la zona visuográfica que no forma parte
del conocimiento general, como el asterisco (Cfr. Cap. 5 § 4). Estamos, pues, ante un
recurso propio de un niño absolutamente consciente de las demandas de la
comunicación escrita, del modo en que las convenciones permiten la inteligibilidad
de lo escrito y de los distintos grados de distribución social de este conocimiento.
Los dibujos son especialmente frecuentes en los cuentos. Se trata, podríamos
decir, de una imposición del género, debido a la forma en que el cuento impreso para
niños circula en nuestra cultura letrada. En efecto, en el cuento literario infantil, la
ilustración forma parte del texto: lo completa y lo explica. Por lo tanto, es probable
que, para los pequeños, la imagen forme parte de la silueta del cuento. Ahora bien,
podemos distinguir tres maneras diferentes en que el dibujo remite al cuento escrito.
Puede suceder que el dibujo simplemente acompañe el cuento y represente un
personaje y la situación, como en la figura 1. Esta clase de dibujos es muy frecuente
en los escritos del tercer curso de la escuela rural. Otros dibujos tienen una naturaleza
diferente: dan cuenta del desequilibrio que existe entre los dos personajes. Así, la
figura 2 representa la resolución del cuento. Puede advertirse en la distribución de las
partes de las cosechas sucesivas y en los gestos de los personajes la desigualdad en el
reparto de la cosecha entre el zorro y el quirquincho, desigualdad que compensa
momentáneamente la distancia social permanente entre el dueño de la tierra y el
trabajador. Estos dibujos que, esquemáticamente dan cuenta del desequilibrio que
mueve el cuento, alcanzan así una dimensión simbólica, pues ocupan el lugar de la
evaluación final del relato.
Otros dibujos, como el que muestra la figura 3, logran duplicar la estructura
de todo el cuento, pues representan gráficamente la distribución de la cosecha y los
cultivos en una secuencia triple. Cada uno de ellos corresponde a los tres motivos del
cuento. Así, basta leer el dibujo para recuperar la historia. Cada gráfico se acompaña
por una leyenda que sintetiza la resolución de cada uno de los motivos, es decir, la
forma en que se ha repartido la cosecha. El dibujo, en este caso, sintetiza y al mismo
204
tiempo reproduce la sucesividad propia de la escritura. A la manera de las series
pictóricas medievales incorpora un elemento secuencial y sin embargo, no deja de
formular en simultaneidad. Para decirlo con Simone, “los “cuadros” individuales de
la representación entrañan una escansión temporal, un orden, una sucesión; pero en
cada uno de ellos la sucesión está en suspenso en beneficio de una percepción
simultánea o de todos modos una percepción no secuencial” (1991: 187)
Ahora bien, a pesar de la importancia de estos recursos, no los incluiremos
en nuestro estudio, pues éste se circunscribe a las marcas de la zona visuográfica. Sin
embargo, no podíamos dejar de observar la importancia de estos dibujos, que forman
parte de la zona pictográfica y establecen un alto grado de proximidad con el texto
escrito. A veces acompañan o duplican el sentido de una palabra, un enunciado o el
texto completo, los tres niveles en los que también actúan las marcas de la zona
visuográfica.
En este capítulo, nos ocuparemos, por tanto, de la zona visuográfica en la que
distinguimos fundamentalmente dos clases de marcas: las marcas visuográficas
propiamente dichas, como el espacio, el tipo y tamaño de letra, el subrayado, el
color, etc., que conforman el diseño de la página y las conocidas como signos de
puntuación, que operan en el interior de la cadena verbal distinguiendo unidades de
sentido. Ahora bien, como dijimos al iniciar esta introducción, no podemos estudiar
la presencia o ausencia de marca gráfica en un escrito sin tener en cuenta las
características discursivas de ese mensaje y su propósito comunicativo, pues son
estos factores los que determinan el tipo y la frecuencia de aparición de marca
gráfica. Por esta razón, estudiaremos las características que tienen los textos
estudiados (§ 2), la puesta en página de las cartas y de los cuentos (§ 3.1), y las
marcas gráficas que aparecen en el interior del texto en su función de segmentación
(§ 3.2 y 3.3) y calificación (§ 4). Nuestras variables de análisis definen los entornos
verbales que, en los dos géneros, generan las condiciones de aparición de la marca
gráfica (Cfr. Cap. 3 § 4.2). Puesto que en este capítulo predominará el análisis
cuantitativo, el lector puede confrontar en el Anexo Nº 3, el índice de cuadros del
capítulo completo.
205
Figura 1
Figura 2
Figura 3
206
2. CARACTERÍSTICAS DE LOS TEXTOS ESTUDIADOS
207
Con respecto al cuento, recordemos que los niños escribieron una versión que
refería a su vez otra versión, la del cuento escuchado. Para explicar las características
de los escritos haremos referencia a las modificaciones estructurales que los niños
introdujeron en la versión escuchada —tales como la completitud de los motivos
centrales, la inversión en el orden de los episodios, la alteración de los mismos o la
inclusión de discurso directo—, sin que eso signifique que estamos centrando la
investigación en la posibilidad de “reconstruir” la narración disparadora.
Simplemente utilizaremos esos datos como indicios para caracterizar esta puesta en
palabras que será siempre única e irrepetible.
2.1.Cartas
Nosotros plantamos con los chicos de quinto grado palo borracho. Nosotros tenemos
un SUM que salón de uso múltiple. (...) ¿Qué temas usan en su grado? Nosotros
usamos el cuerpo humano, el queso de cabra. ¿Ustedes comen en la escuela?
Nosotros no ¿Son muchos en su escuela? Nosotros no.
1
Para dar cuenta de las características de los textos recurriremos muchas veces a la terminología
utilizada por Heinemann y Viehweger (1991). Estos lingüistas elaboran una tipología textual que nos
interesa por dos razones, la primera de orden general y la segunda de orden particular. En primer
lugar, se trata de una tipología “atenta al funcionamiento comunicativo y que contempla varios niveles
de clasificación” (Ciapuscio 1994); en segundo lugar, es la única que desarrolla, aunque sea sólo
como ejemplo, un análisis completo de la carta. Sin embargo, utilizamos esta teoría sólo como
herramienta descriptiva, no interpretativa, debido a sus fundamentos cognitivos. En efecto, esta teoría
sostiene la concepción de un sujeto-agente que dispone de modelos internos y esquemas de
operaciones para cada acción. Desde esta perspectiva, el texto es un documento de decisiones. Como
hemos visto en el segundo capítulo, nosotros entendemos que hay otras posibilidades para interpretar
la escritura y el sujeto que escribe.
208
(Augusto, 3º curso, EU)
Como ya habíamos dicho, las cartas escritas por los niños de la escuela
urbana tenían como objetivo establecer el primer contacto con sus interlocutores,
presentarse a sí mismos y solicitar a sus compañeros que hicieran otro tanto. Tales
cartas, salvo contadas excepciones, siguen una estructura aproximadamente regular.
Poseen una parte inicial, que reúne los datos de lugar, fecha y el vocativo epistolar.
La mayoría incluye fórmulas de saludo. La parte final consiste en fórmulas de
despedida y en la firma, aunque algunas de las cartas incluyen posdata.
El cuerpo de la carta se conforma a través del diálogo con un interlocutor
ausente, diálogo en el que quien escribe se presenta a sí mismo y expresa su deseo de
saber sobre el otro. Estos dos núcleos textuales se distribuyen de distinta manera en
las cartas, aunque podemos mencionar fundamentalmente dos formas prototípicas.
Hablamos de prototipos porque las cartas responden en mayor o menor medida a
estos modelos.
El primer prototipo de organización agrupa aquellas cartas que están
conformadas en dos partes claramente diferenciadas, situadas una a continuación de
la otra. La primera parte corresponde al primer núcleo textual, esto es, la
presentación de quien escribe, y la segunda corresponde al segundo núcleo textual,
esto es, la petición de información. La mayoría de las veces debemos inferir esta
estructura, pero algunos niños la hacen explícita.
Así, y particularmente en la escuela urbana, encontraramos a veces,
inmediatamente después del saludo inicial y la presentación, un anuncio de la clase
de información que vendrá a continuación:
2
Por supuesto, nos referimos al uso de la segunda persona del plural en el español de América, en el
que se ha perdido la oposición deferencial/ no deferencial y se utiliza exclusivamente el “ustedes”.
209
Hola yo me llamo Clara y te quiero contar como vivo, cómo es mi escuela,
cuántos hermanos tengo, etc.
(Clara, 3º curso, EU)
Soy Maira y nos dijo tu maestra que querían tener amigos en Salta y saber cómo
era, yo te voy a contar de mi vida
(Maira, 3º curso, EU)
3
Seguimos la propuesta de E. Bernárdez (1999) que toma de la semántica cognitiva la concepción de
marco —un dominio conceptual que recoge el conocimiento general sobre un ente, situación, etc.—
para dar cuenta del texto descriptivo.
4
Sabemos que la formulación de progresión temática de Daneš se ha objetado porque no siempre es
fácil determinar el tema y el rema en una frase dada (Lundquist 1980: 57) y porque sólo resulta útil
para dar cuenta de aspectos parciales de la estructura textual (Heinemann y Viehweger 1991: 34). Sin
embargo, justamente por esta última razón nosotros consideramos que es adecuada para describir los
fragmentos descriptivos de las cartas que estamos estudiando.
5
Observemos que en este caso el tema está “tematizado” en todos los enunciados. Brown & Yule
(1993: 169-174) observan, en este sentido, que la entidad temática no siempre aparece formalmente
tematizada en cada oración (es el constituyente situado a la izquierda e incluso el sujeto oracional)
como veremos luego en otras clases de progresiones temáticas, como las de tema elevado. Por esto
Brown & Yule, utilizan el término entidad temática para diferenciar esta clase de tema, que tiene un
210
A veces esta clase de progresión temática se complejiza al sumarse un
hiperrema (ein gespaltetes Rhema, p. 77), cuyos dos componentes constituyen el
punto de origen para dos progresiones parciales independientes. Primero se
desarrolla la primera progresión parcial y luego la segunda. En el siguiente ejemplo
el rema las hermanas se tematiza y da origen a dos progresiones:
Soy alta, flaca, no como mucho, tengo dos hermanas mujeres, soy la mayor. La que
me sigue se llama Agustina es un poco peleadora y caprichosa, tiene ocho años y va
a tercer grado y la más chiquita se llama Aldana, es la más traviesa, va a pre-jardín
(Antonella, 5º curso, EU)
Podríamos decir que la carta completa, en sus segmentos descriptivos, adopta una
clase de progresión temática alrededor de un hipertema que no será solamente el
mismo escritor sino a veces la escuela. Es la clase de progresión temática que Daneš
llamaba progresión con un tema elevado (die Progressión mit abgeleiteten Themen,
p.76):
Te voy a contar cómo es la escuela. Tiene dos pisos, en el patio una bandera
grande, tiene cinco grados. Hay una sala de juegos donde nos divertimos.
En el SUM es para divertirnos y jugar al basquet a la pelota y otras cosas
(Gala, 3º curso, EU)
Tengo un perro pastor llamado Yon también tengo una coneja llamada Boony
(está en inglés), peces y una hamster llamada Sira. Tengo seis primos. Salta es muy
linda tiene un gran shopping. Tengo una empleada llamada Ana. En mi cole hay
muchas cosas.
(Rosario, 3º grado, EU)
alcance discursivo, del tema sintáctico, como constituyente situado más a la izquierda. Nosotros
211
En este fragmento observamos que los enunciados se construyen en estructuras
paralelas S/P, los sujetos y predicados se sustituyen sucesivamente alrededor del
verbo tener, que ha sido calificado como un verbo de “soporte” o “de apoyo”, por su
escaso peso o contenido semántico (Demonte, Masullo 1999: 2509). Sin embargo, el
verbo tener es un verbo liviano desde el punto de vista gramatical; pero es potente
desde el punto de vista discursivo, pues sostiene el yo que se presenta y se constituye
en lo que tiene. De este modo, el tener mascotas, primos, una empleada; vivir en una
ciudad que tiene un shopping, ir a una escuela en la que hay muchas cosas, da cuenta
de una persona y de su status social. La potencia discursiva de la estructura permite
la sustitución en cierto modo arbitraria de contenidos disímiles entre sí, pero
homogéneos desde el punto de vista de la presentación de la persona.
Ahora bien, podríamos asociar esta sustitución sucesiva en una estructura
permanente (como en este caso la estructura SVO, en el que el verbo es el verbo
tener) al paralelismo que ha estudiado Claudia de Lemos, como una de las posiciones
discursivas que se caracteriza por la dominancia de la relación con su propia habla.
Claudia de Lemos opina en relación con este paralelismo que:
utilizaremos también el término entidad temática cuando el tema tenga un alcance discursivo.
212
pertinencia discursiva permite que se repitan en enunciados, cuya única relación se
establece por la fuerza de la situación comunicativa, no porque establezcan otras
relaciones cohesivas entre sí además de la repetición.
Ahora bien, en la organización prototípica que estamos describiendo, después de
este núcleo textual que organiza la autopresentación, se sitúa el segundo núcleo
textual que consiste en la demanda de información al interlocutor sobre sí mismo.
Esta demanda se resuelve en algunos casos a través de peticiones, por ejemplo:
(...) Ahora describite vos, ¿cómo sos?, ¿qué cosas te gustan? ¿cómo se llaman
tus padres? ¿tienes mascotas?, ¿ y hermanos? (...)
(Antonella, 5º curso, EU)
213
de información. El procedimiento consiste en pares pregunta-respuesta, utilizado casi
con exclusividad:
214
(Lucas, 5º curso, EU)6
(¿) conocés el parque del Rey (?) yo soy el guía (¿) querés que te lleve algún día
(?) Allá hay montones de animales hay cóndores, corzuelas, pavas, chuñas, anta,
pecarís, etc.
(Matías, 5º curso, EU)
Nos ocuparemos a continuación de las cartas escritas por los niños de la escuela
rural. Estas cartas presentan también una parte inicial, que reúne los datos de lugar,
fecha y el vocativo epistolar, pero la mayoría de las veces no incluye fórmulas de
saludo. Puesto que estas cartas continuaban un diálogo ya iniciado, es posible que los
niños no consideraran necesario incluir fórmulas de saludo. La existencia de una
fuerza comunicativa se manifiesta en el hecho de que todas las cartas poseen una
parte final que incluye fórmulas de despedida, expresiones de deseo, firma y posdata.
El hecho de que estas cartas continúen el diálogo iniciado por el otro niño tiene
también repercusiones en la organización interna de la misiva. Los núcleos textuales
son, por tanto, los mismos; pero ahora la autopresentación ocupa un lugar
predominante. El deseo de saber sobre el interlocutor se expresa en menor medida,
6
Los niños de la escuela urbana habían recibido una foto del niño de la escuela rural al que le
escribirían.
215
pues el escritor ya posee la información que el otro consideró pertinente dar en su
momento.Encontramos algunas expresiones que hacen explícitos estos objetivos:
quiero decirte
(Jesica, Nelson, 3º curso, ER)
yo me llamo Vilma.
yo ando muy bien, tengo 11 años, mi escuela es más o menos grande, está al lado
de un cerro, tiene hasta 7º grado, etc.
mis compañeros se llaman Miguel, Ricardo, Héctor, Raúl y yo. Mi señorita de
Lengua se llama (...)
(Vilma, 5º curso, ER)
216
Mi escuela es grande tiene tres canchas tiene un salón, comedor, cocina, patio,
baño y un albergue adonde dormimos, yo duermo en la pieza 3 con Marcos, Matías,
Enrique y también tenemos ducha para bañarse. un calefón, y los grados de 1º, 2º,
3º, 4º, 5º, 6º y 7º año. Mi maestro se llama Antonio Pastor González.
(Diego, 3º curso, ER)
7
Los grupos musicales enumerados son de la provincia de Salta, Argentina.
217
descriptiva en relación con las que ya hemos visto en la escuela urbana. Sin embargo,
la mayor parte de las veces no se recurre a la única organización factible, el orden
cronológico:
218
No me quedo a dormir en la escuela de tarde me voy a mi casa? ¿Mi mejor
amiga es la Dolores Cardozo? mis papis se llaman Rubén Sandoval Gertrudis
Condorí Si tengo hermanos se llaman Esteban y la otra Gladis y el otro Nicolás
Sandoval sí tengo abuelos se llaman Amador y yo también tengo mi abuela. y mis
padres
(Vicenta, 3º curso, ER)
Cuadro Nº 1. Contraste de cartas escritas por niños de las escuelas urbana y rural. (I)
219
comprendemos que la presencia de signos de interrogación en enunciados asertivos
señala en realidad su carácter de enunciados-respuesta.
En otros casos los niños de la escuela rural, adoptando un modo de organización
similar al de las cartas que recibieron de la escuela urbana, anuncian que responderán
las preguntas formuladas, separando verbal y gráficamente esta sección de sus cartas.
Como ya hemos visto, esta sección es generalmente la última. La adopción de una
estructura paralela no siempre se limita a una sección sino que también se extiende al
texto completo. Podemos ver un ejemplo en la carta de Jesús, que sigue estrictamente
la organización de la carta recibida. Conviene leer las dos cartas —la de Sabrina, la
niña de la escuela urbana que le escribió, y la respuesta de Jesús— en columnas:
Cuadro Nº 2. Contraste de cartas escritas por niños de la escuela urbana y rural. (II)
220
P/D: me mandas una foto de ti
Voy a la escuela San Agustín
No yo no fui a Salta
Mi maestro se llama Antonio
Mi mejor amigo se llama Alex
No lo tuve
Me gusta mucho
(Sergio, 3º curso, ER)
Imaginamos en los primeros enunciados las preguntas a las que responden,
pero ya es imposible en los dos últimos no lo tuve, me gusta mucho. Necesitamos
entonces conocer las preguntas que había en la carta recibida:
221
mental del productor y la del intérprete del texto, diríamos que podemos observar en
estos casos una pérdida de la coherencia, porque el intérprete no siempre podrá
construir una imagen mental topológicamente equivalente a la imagen mental del
productor.
2.1.3.Resumen
222
el defecto mayor de la descripción reside en el hecho de que no comporta ni
orden, ni límites y parece, por lo tanto sometida a los caprichos de los autores:
no hay principio, ni medio, ni fin, sino sucesión monótona y, por muy
hábilmente dispuesta que esté, esta sucesión no puede componer un todo. (Costa
& Malcuori 1997: 41)
(...) los cambios que caracterizan la trayectoria del niño de infans a sujeto
hablante son cambios de posición en esa estructura, antinómicos respecto de la
noción de desenvolvimiento. Como efecto, no hay superación de ninguna de las
tres posiciones, sino una relación entre esos polos que se manifiesta, en la
primera posición, por la dominancia del habla del otro; en la segunda posición,
por la dominancia de la relación del sujeto con su propia habla. Es realmente en
la tercera posición en la que el niño, en cuanto sujeto hablante, se divide entre
223
aquel que habla y aquel que escucha su propia habla, y es capaz de retomarla,
reformularla y reconocer la diferencia entre su habla y el habla del otro, entre la
instancia subjetiva que habla y la instancia subjetiva que escucha desde un lugar
otro. (de Lemos, 2000: 2)
2.2. Cuentos
224
Cabe aclarar que recurrimos a este procedimiento de comparación con el
cuento escuchado sólo como un recurso que nos permite caracterizar los escritos
infantiles. No buscamos dar cuenta de la capacidad que tienen los niños para
reconstruir el relato, pues consideramos que estamos ante versiones absolutamente
personales e irrepetibles. Por esa razón no dejaremos de lado ningún texto, no
importa cual fuera la magnitud de las transformaciones que presenten del relato
fuente.
Para dar cuenta de la completitud y del orden de los episodios en los escritos
infantiles debemos analizar primero el relato fuente. La historia escuchada por los
niños puede caracterizarse siguiendo las pautas propuestas por Adam (Cfr. Cap. 3, §
2) para la secuencia narrativa. Sin embargo, como dijimos en el capítulo anterior,
debemos realizar algunas modificaciones porque en esta historia el motivo central
está triplicado. De esta manera, si contamos la totalidad de los episodios que
conforman el relato, obtendríamos la siguiente estructura:
Secuencia narrativa
225
espacio de confrontación de competencias entre los dos actantes: el poder del zorro y
el saber del quirquincho. Recordemos que el zorro, que quiere aprovecharse del
trabajo del quirquincho, establece que cuanto produzcan las plantas arriba de la tierra
será para el zorro y cuanto produzcan bajo la tierra será para el quirquincho. La
acción (A1)que realiza el quirquincho es sembrar papas. El resultado (R1) es que a él
le corresponden lo comestible y al zorro lo que no es comestible.
Un nuevo pacto para distribuir la cosecha siguiente introduce la segunda
complicación (C2). El zorro, debido a los resultados de la primera propuesta,
establece que lo que produzcan las plantas arriba de la tierra será para el quirquincho
y que lo que produzcan bajo la tierra será para él. La acción (A2) que realiza el
quirquincho es sembrar trigo. El resultado (R2) es que a él le corresponde
nuevamente la parte comestible y al zorro lo que no es comestible.
Dados los resultados de la propuesta anterior, el zorro impone un nuevo pacto
con condiciones aún más arbitrarias lo que desencadena la tercera y última
complicación (C3). En efecto, establece que lo que las plantas produzcan bajo la
tierra y en la parte alta será para él y para el quirquincho será lo del medio. El
quirquincho actúa plantando maíz (A3). El resultado (R3) es que al quirquincho
nuevamente le corresponde la parte comestible y al zorro lo que no es comestible.
La situación final corresponde a la disolución de la sociedad, que no está
narrada en la versión que los niños escucharon. Tal versión sí incluye la evaluación
final, irónica, acerca de la supuesta picardía del zorro y la victoria del quirquincho.
En el siguiente cuadro damos cuenta de las variaciones que realizaron los
niños a partir del cuento escuchado. Recordemos que estamos trabajando con un total
de catorce cuentos en cada curso. En forma horizontal consignamos los cursos
estudiados y la escuela a la que pertenecen y en forma vertical las dos posibilidades
de alteración del relato original que hemos considerado: omisión de episodios y/o
cambios en los mismos. Establecemos una diferencia cuando el cuento está
incompleto porque faltan episodios seguidos y cuando lo está porque falta un
episodio aislado, aunque este episodio sea el final. No incluimos en este estudio las
dos secuencias finales, resolución y evaluación, pues su ausencia no afecta la
comprensión del relato, sólo enfatizan el resultado final.
226
Respecto de los cambios, establecemos una diferencia entre las alteraciones
del orden en el que los episodios están narrados y entre las alteraciones del
contenido. En este último caso, consideramos que la alteración es parcial cuando
afecta la relación actor-acción en episodios aislados, la alteración es total cuando se
relatan episodios que difieren radicalmente del cuento escuchado o cuando la
omisión de episodios llega a tal grado que afecta la inteligibilidad del cuento.
Como vemos, hay tres textos que omiten episodios seguidos. El cuento de
quinto curso omite dos episodios del primer motivo y el segundo motivo completo,
por esa razón el resultado es incomprensible. Por el contrario, los cuentos de tercer
curso omiten el tercer motivo completo o parte del mismo, probablemente por falta
de tiempo, pero el cuento resulta perfectamente inteligible.
En cuanto a los episodios que se suprimen de manera intercalada, debemos
decir que el 11 % corresponde a los pactos, el 15 % a las reacciones y el 74 % a los
resultados. Las supresiones de los resultados de los movimientos no alteran la
comprensión del relato porque se puede inferir el resultado si se conoce la forma en
que se iba a repartir la cosecha y la clase de cultivo que realiza el quirquincho. Sólo
cuando se omiten complicaciones o acciones el relato se vuelve de difícil
comprensión y esto sucede en dos cuentos del quinto curso de la escuela urbana, en
un cuento del tercer curso de la escuela urbana y en tres cuentos de la escuela rural.
La otra variable que consideramos corresponde al orden de los episodios. En
el texto fuente había una coincidencia entre el orden de la enunciación y el orden de
lo enunciado de modo que el orden en que se dicen los episodios corresponde al
orden en que suceden las acciones (Tolchinsky 1993: 90). En las narraciones de los
niños, en particular de los que asisten a las escuelas rurales, se altera el orden que
227
corresponde al pacto y a la reacción. En estos casos se cuenta primero la reacción del
quirquincho, esto es, el cultivo que éste decide sembrar, y a continuación el pacto, o
sea, la forma en que se distribuirá la cosecha. Este hecho puede producir
desconcierto cuando se lee el cuento, puesto que existe un principio general de
interpretación por el que el orden en el que se dicen los episodios corresponde al
orden en que suceden las acciones. Por lo tanto, sería absurdo que el zorro conociera
de antemano el cultivo que realizará su socio y de todos modos eligiera, contra sus
intereses, la parte de la planta que no es comestible. Se alteraría así la competencia
modal de los actantes que determina el resultado final del relato, esto es, el saber del
quirquincho frente al no saber del zorro. Sólo Carolina (5º curso, EU) altera el orden
porque anticipa el modo en que se establecen las condiciones, de ese modo regula la
interpretación de las otras acciones. En el resto de los casos pensamos que la razón
de la alteración radica en el hecho de que los cultivos funcionan como principios
macro-estructurales que permiten recordar y organizar el contenido de cada uno de
los motivos (Cfr. Cap. 5).
Hemos observado, además, los cambios de contenido que podían afectar la
comprensión del relato. Llamamos cambio parcial a las modificaciones de la relación
agente-acción, esto es, cuando la acción que corresponde a uno de los personajes se
atribuye al otro, a los cambios en la competencia de los actantes o a los cambios de la
clase de cultivo que corresponde al motivo. Como vemos, la mayor parte de estas
modificaciones se sitúan en los textos escritos por los niños de la escuela rural,
particularmente los del tercer curso. El cambio es total cuando la variación es tan
grande, que podemos considerar que el niño ha narrado un relato absolutamente
diferente del relato escuchado. Es el caso de Lucas en quinto año de la escuela
urbana.
En síntesis, podríamos decir que los cuentos escritos por los niños alcanzan
un alto grado de inteligibilidad. Los cuentos escritos por los niños del quinto curso
presentan más cercanía con el texto original, salvo dos casos en el quinto curso de la
escuela urbana. Los niños del tercer curso realizan mayores variaciones en relación
con la versión escuchada, sin embargo estas variaciones sólo alcanzan a afectar la
inteligibilidad del relato en un cuento de la escuela urbana y en cuatro de la escuela
rural.
228
2.2.2. En relación con el discurso referido
229
en espacios de habla episodios narrativos en el texto fuente. Por ejemplo, con
frecuencia, la situación final del cuento, esto es, el acto disentivo por el que el zorro
establece la disolución de la sociedad, que no figuraba en la versión escuchada, se
incluye en forma de discurso directo. Por esa razón el total de los espacios de habla
no es siempre igual a cincuenta y seis sino que asciende a sesenta. Verticalmente
consignamos el total de los espacios de habla y las principales opciones de
reformulación . Horizontalmente, se pueden leer las opciones de cada curso:
230
interrumpe la narración, sino que se asimila a la propia narración. Veremos más
adelante las repercusiones de este hecho en la zona visuográfica (Cfr. § 4.3.)
Por el contrario, los diálogos de los cuentos del tercer curso de la escuela urbana
se dramatizan y adquieren de esa forma una intensidad que no tenían en la versión
escuchada. Sin embargo, esa transformación se realiza con un costo: el de la
transformación de las competencias de los actantes. No resulta creíble que ante un
trato desventajoso el quirquincho responda con énfasis:
¡Me encantaría!
(Ana Luz, 3º curso, EU)
231
logro de la reformulación conlleva un desplazamiento de sentido que debilita la
historia.
Por su parte, los niños del tercer curso de la escuela rural utilizan el discurso
directo o lo narrativizan. Las intervenciones en el discurso directo conservan la
modalidad de los diálogos de la versión escuchada, que no tienen un alto grado de
dramaticidad ni énfasis. Recordemos, además, que tres cuentos omiten uno de los
tratos, el espacio de habla más constante en la narración. Estas omisiones, sumadas a
las alteraciones de orden, señalan también el carácter fragmentario de algunos de
estos relatos.
Cabe observar también que hay niños en los cuatro cursos que producen una
combinación de perspectivas, aunque la mayoría pertenecen al quinto curso de la
escuela urbana. Generalmente utilizan el discurso indirecto en el primer espacio de
habla que corresponde a la situación inicial. Los niños “caracterizan” este discurso
que forma parte del marco de la narración. Por el contrario, en los otros tres espacios,
en los que instauran los pactos injustos, los niños prefieren “re-presentar” el punto de
vista del hablante original (Lucy 1993). Es necesario destacar el grado de flexibilidad
que supone el hecho de que los niños puedan combinar perspectivas en el discurso
referido. Este logro se concentra en el quinto curso de la escuela, pues los otros
cursos no utilizan casi el discurso indirecto.
2.2.3.Resumen
232
Sin embargo, esta heterogeneidad es más notoria en algunos cuentos del quinto
curso de la escuela urbana y del tercer curso de la escuela rural. En estos casos los
niños sólo pueden repetir fragmentos del relato escuchado sin lograr dar cuenta de su
sentido. Estos fragmentos alcanzan distintos grados de cohesión, pero no llegan a
constituir un relato por sí mismos. Así como también sucede en la carta, la repetición
fragmentaria del cuento escuchado indica que los sujetos no alcanzaron a constituirse
en el lenguaje como sujetos enunciadores de su propio discurso. No es casual que
este rasgo, aunque menos pronunciado que en la carta, vuelva a darse en los niños
más pequeños y con menor contacto con lengua escrita. Otra explicación de este
fenómeno radica en la complejidad del proceso de escritura: el costo que representa
el hecho de escribir es tan alto que disminuye la posibilidad de planificar el texto
que se escribe en el nivel global.
Por el contrario, la mayoría de los relatos del quinto curso en las dos clases de
escuela y del tercer curso de la escuela urbana logran formularse como relatos
completos, en los que las discontinuidades son mínimas y no dificultan la
interpretación de los sucesos centrales. Así, a diferencia de lo que veíamos en la
carta, es evidente que los niños de las escuelas rurales asumen sin dificultad su
posición de narradores y que lo mismo sucede con la mayoría de los niños de la
escuela urbana. Probablemente este hecho deriva de la familiaridad con el género
discursivo, la narración, el más extendido de los discursos sociales y el primero que
los niños pueden construir en forma monologal.
Como hemos dicho antes, entendíamos que era necesario dar cuenta de las
características de los textos escritos por los niños. Lo hemos hecho utilizando estos
parámetros que permiten aproximarnos a las distintas maneras en que estos textos
incluyen lo hablado en lo escrito, según su grado de acercamiento a lo concepcional
hablado. Estos rasgos aumentan en las cartas y en los cuentos escritos por los niños
de las escuelas rurales. En efecto, así como sucede con las cartas, también los
cuentos manifiestan distintos grados de inserción de lo hablado en lo escrito; aunque,
como hemos visto en el uso del discurso indirecto en el quinto curso de la escuela
urbana o en lo que hemos llamado diálogo dramatizado en el tercer curso de la
escuela urbana, se observan también transformaciones que procuran acercar la
versión oral escuchada a las características propias de un cuento escrito.
233
3. ANÁLISIS DE LA DISTRIBUCIÓN DE MARCAS GRÁFICAS EN LOS
TEXTOS
En este apartado analizaremos las partes iniciales y terminales de los textos, pero
no consideraremos el núcleo textual que será analizado en los apartados siguientes (§
3.2. en adelante). Creemos que tales partes son las más apropiadas para establecer la
forma en que los niños plasman visualmente el texto en la página, utilizando los
recursos de la zona visuográfica.
En la carta la parte inicial corresponde al encabezamiento, con el lugar, la fecha,
el vocativo epistolar y las fórmulas de encabezamiento. La parte terminal
corresponde al cierre de carta, con las fórmulas de despedida, firma y posdata. En el
cuento la parte inicial corresponde al título y la parte terminal a la evaluación del
cuento, a las fórmulas de cierre o a expresiones que señalan el cierre del cuento y la
firma. Estudiaremos también aquí la delimitación externa del núcleo textual a través
de la mayúscula inicial y el punto final. Como ya se habrá observado, no todas estas
partes tienen el mismo estatuto. Las convenciones de cada uno de los géneros exigen
la presencia de algunas de ellas y en otros casos su presencia es opcional, como el
lugar, la fecha o la posdata en la carta o la evaluación, las fórmulas de cierre y la
firma en el cuento.
En primer lugar, consideraremos cuáles de estas partes están presentes en los
escritos y, en segundo lugar, las clases de marcas de la zona visuográfica que los
niños seleccionan para estas partes. Presentaremos a continuación en un cuadro el
número de cartas que poseen las partes iniciales y finales. Cada una de las partes
consideradas se dispone en columnas. Horizontalmente se leen los cursos y la clase
de escuela:
234
Número de cartas que contienen las partes iniciales y terminales
Curso y Lugar Fecha Vocativo Saludo Despedida Firma Postdata
escuela
5º EU 14 13 14 12 13 11 6
5º ER 10 13 14 8 14 11 5
3º EU 14 14 14 7 12 14 2
3º ER 14 14 14 7 13 12 8
Las partes obligatoriamente establecidas por las convenciones son las que se
encuentran en casi todos los textos o en gran parte de los mismos, como el vocativo o
el saludo de despedida. No siempre se registra la presencia de un saludo inicial cuyo
uso es sólo mayoritario en el quinto grado de la escuela urbana. Hemos dicho ya que
las escuelas rurales respondían una carta recibida y que, por lo tanto, no era necesario
un saludo inicial, pues para los niños la comunicación continuaba. Los niños del
tercer grado de la escuela urbana fueron más sensibles a la inserción institucional de
la comunicación, según podemos inferir de sus opciones enunciativas y de los temas
elegidos. Probablemente entendieron que el acuerdo entre las escuelas eximía del
saludo inicial y que, por esa razón, podían entrar directamente en los núcleos
textuales de autopresentación e indagación de información sobre el otro.
Por otra parte, todos los textos registran despedida, por lo que debemos
entender que la mayoría de los niños dan el contacto interpersonal por existente
desde el principio de la comunicación. Ahora bien, los textos que no tienen
despedida tampoco registran saludo, lo que indica un descenso importante de la
función de contacto y de comunicación. Sin embargo, esta situación sólo se presenta
en cuatro cartas, una en el quinto curso de la escuela urbana, otra en el tercer curso
de la misma escuela y dos en el tercer curso de la escuela rural.
El siguiente cuadro presenta el número de cuentos que poseen las partes iniciales
y finales. Está diseñado de la misma manera que el anterior:
235
3º EU 14 13 8 8 4 8
3º ER 14 10 7 4 2 12
Como vemos en el cuadro, todos los cuentos presentan el título que, como
veremos más adelante, en muchas ocasiones está duplicado o triplicado. Casi todos
los niños señalan el inicio del cuento a través de la mayúscula inicial. El porcentaje
más bajo corresponde al tercer curso de la escuela rural, es decir, a los más pequeños
y con menor escolarización; sin embargo, aun en este curso, el señalamiento es ya
mayoritario, pues alcanza a un 71 %. En el quinto curso de la escuela rural es de un
86 %. En los dos cursos de la escuela urbana se sitúa en un 93 %.
Sin embargo, no sucede lo mismo en el señalamiento del final a través de
marca gráfica. Hay punto final en el 64 % de los cuentos del quinto curso de la
escuela rural, en el 57 % de los textos del tercer curso de la escuela urbana. Esta
marca sólo se presenta en la mitad de los cuentos del quinto curso de la escuela
urbana y en un tercio de los del tercer curso de la escuela rural. Cabe observar,
además, que hay diferentes maneras de señalar el final: el espaciamiento que señala
la evaluación del cuento, espacio presente en la mitad de los cuentos del tercer curso
de la escuela rural; las fórmulas orales de cierre; la palabra fin y oraciones como así
termina esta historia, presentes en muchos textos del quinto curso de la escuela
urbana. Hay sólo cuatro cuentos por curso en los que no se señala el final de ninguna
manera, en el tercer curso de la escuela rural son tres los que no lo hacen. Los cuatro
cuentos del tercer curso de la escuela urbana en los que se da esta situación están
incompletos.
De ambos cuadros se desprende que las partes establecidas
convencionalmente se encuentran presentes tanto en la carta como en el cuento,
exceptuando el punto final en este último caso. Se firma mucho menos el cuento que
la carta, lo que puede indicar que los niños establecen claramente que no son los
escritores del cuento sino que más bien se trata de un cuento que pertenece a otra
voz, de la que ellos son simplemente continuadores. Los más pequeños son los que
más firman los textos, pero mientras la escuela urbana lo hace con lápiz y en lugares
marginales de la página, los niños de la escuela rural enfatizan esa firma a través del
color.
236
3.1. Clases de marcas gráficas en las cartas
8
No hemos considerado necesario considerar el señalamiento de la fecha por separado porque no se
registran marcas en particular, salvo en el quinto curso de la escuela rural en el que se usan las barras
inclinadas ( //) en un 54 % de las cartas.
237
5º curso. EU coma (54%) dos puntos y exclamación
punto y tipo y siglas (100
ø (46 %) espacio interroga-
aparte o tamaño de %)
(79 %) espacio9 (62
ción (58.4 letra (18 %)
espacio %) %) subrayado
(14 %) otros exclamación (18 %)
ø (7 %) (15 %) dos puntos
tipo y (9 %)
tamaño de
letra (15 %)
coma,
mayúscula
(15 %)
subrayado (7
%)
ø (7 %)
5º curso. ER coma (30 %) dos puntos exclamación espacio (71 firma11 u siglas (60
espacio (40 y espacio (37.5 %) %) otro: (36 %) %)
%) (64 %) espacio10 color (29 %) color (36 tipo de letra
color (7 %) espacio (22 (12.5 %) tipo y %) (20 %)
ø (23 %) %) otros tamaño de
dos puntos, letra (14 %)
espacio y subrayado
color (7 %) (7 %)
ø (7%) coma (7 %)
ø (21 %)
3º curso. EU coma (14 %) dos puntos y interroga- espacio (92 firma (14 %) siglas
color (7 %) espacio (86 ción y %) color (14 %) (100%)
ø (79%) %) exclamación tipo y subrayado
dos puntos, (42,8 %) tamaño de (7%)
espacio y color (14.3 letra (36 %) tipo y
color (14%) %) color (25 %) tamaño de
otros exclamación letra (7 %)
(17 %)
3º curso. ER coma (14%) dos puntos y interroga- espacio (92 subrayado siglas o
ø (86%) espacio (86 ción y %) (25 %) palabra (75
%) exclamación tipo y firma (17 %) %)
espacio (14 (14.3 %) tamaño de lápiz (12%)
%) espacio (7 letra (33 %) espacio (25
%) subrayado %)
color (14.3 (33 %)
%) exclamativas
otros (8 %)
Como vemos, las marcas seleccionadas son, en general, las que prevén las
convenciones: coma entre lugar y fecha, dos puntos en los vocativos epistolares,
signos enfáticos en el saludo y en la despedida, variaciones tipográficas en las partes
terminales de la carta.
9
En esta columna nos referimos a la existencia del espacio que separa la despedida del cuerpo de la
carta.
10
En este caso el saludo está incorporado al vocativo epistolar, luego se sitúan los dos puntos y se
continúa escribiendo la carta.
11
Significa que los niños han explicitado antes de la firma la palabra, esto es, firma: o atentamente:
238
Sin embargo, no siempre el lugar en el que se colocan estas marcas es el
previsto por las convenciones. Por ejemplo, en algunos vocativos de la escuela rural
podemos encontrarnos con los dos puntos colocados en lugares arbitrarios12, como:
Espero tu respuesta
12
Como veremos en el capítulo siguiente, no se trata simplemente de que los niños ignoran el lugar en
el que se coloca la marca, sino de una decisión que separa el nombre propio de la calificación de la
relación interpersonal. Esta observación puede extenderse a muchos de los usos no convencionales
infantiles.
239
ambos lugares se establece con más claridad la relación con el otro. Sin embargo,
como hemos visto, esta relación es aún más intensa al finalizar la escritura de la
carta, después del largo ejercicio de hacer presente al otro a través de la escritura.
Recordemos que en las cartas puede faltar el saludo inicial, pero no la despedida.
Podemos ver a continuación no sólo cómo Ana cambia el tipo y el tamaño de letra en
la despedida —una carta escrita con letra cursiva—, sino cómo los signos de
exclamación están dibujados. De este modo, las marcas gráficas duplican el énfasis
en la despedida, que se recorta como un lugar de fuerte intensidad:
240
Hola agustina soy yo Miguel el amigo tuyo que te está escribiendo esta
carta. Me gustaría conocer su escuela (...)
241
de relación que se entabla con él. Como en todas las cartas que estudiamos, esta
relación se define en el orden de la familiaridad y del afecto: el otro es un amigo,
alguien cercano y querido.
Miércoles 11 de Noviembre
242
sí tengo 3 hermana/o son muy cariñosos y son hinchas de River (...)
y esta carta te escribo con un buen cariño a ti. Ana Valentina Sardi.
243
Estas innovaciones se acumulan y se intensifican fundamentalmente en los
lugares en los que se inscribe la relación entre enunciador y enunciatario, esto es, en
los desembragues enunciativos (Cfr. Capítulo 2) que señalan las coordenadas de
persona, lugar y tiempo en las que se escribe la carta. Cabe entonces reflexionar en la
afirmación de Vachek (Cfr. Cap. 1) respecto de la capacidad de la norma de lenguaje
escrito de expresar el aspecto comunicativo de la reacción del usuario de lenguaje,
frente a la capacidad de la norma de lenguaje oral de expresar también el aspecto
emotivo. Probablemente recursos como el espacio, el color, el subrayado remiten
directamente al sujeto de la enunciación y a los aspectos emotivos de la
comunicación, pues se sitúan justamente en los lugares de mayor tensión enunciativa.
Cuadro Nº 8: Clases de marcas gráficas en las partes iniciales y terminales del cuento
244
5º curso. EU subrayado mayúscula punto y punto (100 tipo y -
(21 %) (100 %) aparte (67 %) tamaño de
comillas (21 %) letra,
%) punto (17 color,
dos puntos %) subrayado
(7 %) tipo de letra
paréntesis (7 (17 %)
%) ø0%
ø (29 %)
5º curso. ER color (79 %) mayúscula coma (17 %) punto ( 77.8 tipo y color (16.7
tamaño, (75 %) punto y %) tamaño de %)
tipo, grosor mayúscula aparte (8 %) punto de letra, subrayado
(12 %) de color (17 espacio (17 color (22.2 subrayado (16. 7 %)
comillas (12 %) %) %)
%) guión y punto (8 %)
subrayado (7 mayúscula ø (42%)
%) (8 %)
ø (0 %)
3º curso. EU tipo y mayúscula punto y punto (100 tipo y tipo (12.5
tamaño de (100 %) aparte (37 %) tamaño de %)
letra (50 %) %) letra, lápiz (37.5
color (36 %) espacio (26 subrayado, %)
comillas (36 %) color
%) ø (37 %)
subrayado
(21 %)
ø (14 %)
3º curso. ER color (50 %) mayúscula espacio (86 punto (75 tipo de letra, color (41.6
comillas (12 (70 %) %) %) color, %)
%) mayúscula ø (14 %) punto de tamaño,
subrayado (7 de color (30 color (25 %) subrayado
%) %)
ø (29 %)
245
cognoscitivamente y sintetiza la dirección general de las acciones. Como sostiene
Mink, “Même quand tous les faits sont établis, il reste toujours le problème de leur
compréhensión dans un acte de jugement qui arrive à les tenir ensemble au lieu de les
voir en série” (cit. por Adam, 1992: 56). En este caso, la evaluación convierte a todo
el relato en las premisas de una argumentación, premisas que sostienen la conclusión
final, una conclusión que contradice un topos: la imagen del zorro en la narración de
tradición oral:
(...) y cuando vieron qué le tocaba a quién el zorro se llevó las raíces y las
flores y el quirquincho se llevó las mazorcas.
Esto demuestra que el zorro no es tan astuto
FIN
(Juan José, 5º grado, EU)
246
firma, destacada por un subrayado. Cabe observar que esta expresión de cierre ocupa
todo el renglón y que fragmenta con mayúsculas y espacios los tres segmentos
rítmicos que componen la expresión: colorín/ colorado/ este cuento se ha terminado.
Las mayúsculas de colorín, colorado se sitúan, además, en las sílabas tónicas de las
dos palabras. Esta disposición espacial contrasta con los recursos utilizados en la
narración, que nunca ocupa todo el renglón sino sólamente la mitad. Además,
podemos observar que en el final del relato el cambio de renglón no es gratuito, pues
cada uno está ocupado por un segmento rítmico diferente. Los recursos visuográficos
acompañan así, y definen, una percepción sonora del final del relato:
Otro lugar destacado por los recursos visuográficos es el título del cuento. Su
sola presencia indica ya un compromiso del narrador para con el lector pues, como
sostienen Brown y Yule, constituye un mecanismo de tematización especialmente
poderoso. La tematización crea expectativas, razón por la cual, como sostienen estos
autores, “los elementos tematizados proporcionan no sólo un punto de partida sobre
el cual se organiza lo que le sigue, sino un punto de partida que restringe la
interpretación del resto” (1993: 174). Este hecho explica que en muchos cuentos hay
no sólo un título, sino dos y hasta tres:
247
(Diego, 3º curso, ER)
248
(Wilson, 5º curso, ER)
Los niños de la escuela urbana también seleccionan sólo uno o dos títulos que
tienen marcas gráficas como comillas, subrayados, variaciones tipográficas y
tamaño. Podemos ver a continuación uno de los títulos que adquiere mayor
relevancia perceptiva por el tamaño de la letra, el subrayado y el uso de dos colores.
El título domina la página escrita. Anuncia en grandes caracteres la historia de una
sociedad, pues destaca los papeles temáticos de los participantes definidos por la
reciprocidad de la misma relación: los socios. Su generalidad tiene el valor de la
ironía, pues el relato es, en verdad, un relato acerca de la desigualdad de poder y de
las compensaciones provisorias, conseguidas merced al saber. Sin embargo, es
justamente el establecimiento de la sociedad la que permite que los participantes
confronten sus competencias, por lo que se entiende que Natalia lo destaque:
-¡Me encantaría!-
Se puede apreciar que en la escuela rural algunos niños señalan con recursos
adicionales, verbales o visuográficos, el inicio y el final del cuento. Observaremos a
continuación el cuento de Patricia, en el que el color recorta en la página los espacios
del relato. Sin embargo, podemos enriquecer aún más esta reflexión con una
interpretación más arriesgada: los colores acompañan simbólicamente los tiempos
que constituyen el texto, esto es, los ritmos de palabra y silencio. Intentaremos
sostener este comentario. En una primera mirada distinguimos tres colores: el rojo, el
azul y el amarillo:
249
El zorro y el quirquincho
250
enunciación, constituyendo las tres formas básicas de percepción temporal: futuro,
presente y pasado. Hemos visto como todos los niños —en particular los niños de las
escuelas rurales— utilizan estos recursos de la zona visuográfica —especialmente el
color—, para modular el momento en que el que la voz del enunciador es toda futuro,
el momento en que la voz recorre el diálogo o el relato y el momento en que la voz
va haciéndose pasado, hasta llegar al final, en el que ya todo es memoria (Dorra,
1998: 28).
251
Todos estos recursos, que afectan nuestro sistema visual, se combinan con una
función pragmática: solicitar la atención de su lector hacia estas partes iniciales y
terminales del texto, en las que se establece la relación con el otro, como sucede en la
carta, o en las que se establece la relación del enunciador con lo enunciado, como
sucede en el cuento. Si hacemos caso de Sperber y Wilson (1994), se trata de un
comportamiento ostensible que señala una intención y garantiza relevancia al lector.
La relevancia de estas zonas se puede entender mejor si interpretamos la
presencia de estas marcas en relación con los tiempos de la enunciación y de lo
enunciado (Cfr. Cap. 3 § 2). Lo gráfico (con mayor precisión el espacio y los
colores) se constituye en espacializaciones del tiempo de la enunciación, en
espacializaciones visuales de la alternancia rítmica de palabra y silencio.
Sin embargo, no se trata solamente de una tensión temporal. Estos recursos
modulan el total del recorrido otorgando distintos grados de intensidad afectiva y
subjetiva, a cada paso del establecimiento de la relación entre el enunciador y su
enunciatario, entre el enunciador y el enunciado. Constituyen así el resultado de un
desbordamiento del sujeto, un desbordamiento absolutamente voluntario, una
sobrecarga que indica que el sujeto se ha apropiado de un detalle del texto y ha
decidido mostrarse en él, al tiempo que muestra su actitud hacia lo dicho y hacia el
otro.
252
En este apartado, estudiaremos si existen o no marcas gráficas en los límites
interenunciados (§ 3.2.1.); en segundo lugar, daremos cuenta de la relación que
existe entre segmentación y conexión (§ 3.2.2.) porque, como hemos visto en los
antecedentes de investigación, son dos aspectos estrechamente relacionados. La
presencia y ausencia de marca gráfica depende en gran medida de la clase de
conexión que se establece entre los enunciados. Finalmente (§ 3.2.3), daremos cuenta
de la relación que existe entre organización del texto y clase de marca gráfica
seleccionada.
253
amplitud veinte. Presentamos los resultados a través de gráficos para destacar las
diferencias entre las frecuencias. Para ello hemos realizado histogramas comparando
los géneros en cada curso y cada clase de escuela. El histograma de arriba, de color
lila, corresponde a las frecuencias de la carta y el de abajo, de color crema, a las
frecuencias del cuento. Horizontalmente se consignan los porcentajes de aparición de
marca en los límites interenunciados de 0 % a 100 %, discriminados en intervalos de
20 %. Verticalmente se consigna la cantidad de textos que alcanza estos porcentajes:
carta5EUmg carta5ERmg
6 5
a) b)
4 3
Frecuencia
Frecuencia
2
1
0
1
2
4 3
6 5
0 20 40 60 80 100 0 20 40 60 80 100
cuento5EUmg cuento5ERmg
carta3EUmg carta3ERmg
6 8
c) d)
4 5
Frecuencia
Frecuencia
2
2
0
1
2
4 4
6 7
0 20 40 60 80 100 0 20 40 60 80 100
cuento3EUmg cuento3ERmg
Gráfico Nº 1
254
cantidad de marcas gráficas en los límites entre enunciados.
Como podemos ver en a), los textos escritos por el quinto curso de la escuela
urbana se sitúan mayoritariamente por encima el 40 % de límites interenunciados en
los que hay marca gráfica. Tres cuentos y una carta se sitúan por debajo de este
límite.
En el quinto curso de la escuela rural (Cfr. b)) disminuye la presencia de
marca en relación con sus pares de la escuela urbana y se observa una diferencia
significativa entre los dos géneros. Es notoria la ventaja de la carta en cuanto a la
presencia de marca en el límite entre enunciados. Más de la mitad de los textos se
sitúa por encima del 60 % de límites señalados. Sin embargo, salvo una excepción,
todos los cuentos se sitúan por debajo de ese límite, lo que indica que el cambio de
género ha producido un claro aumento de la subpuntuación.
Los niños que asisten al tercer curso de la escuela urbana son los que más
señalan con marca gráfica los límites entre enunciados en los dos géneros. Superan
incluso a sus compañeros de escuela de más edad y escolarización. Como apreciamos
en c), con la excepción de un cuento, la totalidad de los textos se sitúan por encima
del 40 %. Sin embargo, se puede apreciar que la presencia de marca gráfica
interenunciado es levemente superior en la carta.
Así como sus pares de la escuela urbana son los que señalan con mayor
frecuencia los límites entre enunciados con marca gráfica, los niños del tercer curso
de la escuela rural son los que menos lo hacen. En d) podemos ver que la mayoría de
los textos se ubican por debajo del 40 % de límite interenunciado con marca, lo que
supone un predominio de la subpuntuación en los dos géneros. De todos modos se
puede apreciar nuevamente una leve ventaja de la carta sobre el cuento respecto de la
cantidad de marcas entre enunciados.
De esta primera aproximación concluimos que existe una estrecha relación
entre presencia de marca gráfica en el interior del texto y la variable contacto con
lengua escrita. A mayor contacto con lengua escrita, mayor presencia de marca
gráfica. De esta manera se puede explicar la diferencia entre los textos escritos por
niños que asisten a la escuela urbana y niños que asisten a la escuela rural. Si
pensamos que en cada límite entre enunciados podría ir o debería ir una marca
255
gráfica, es evidente que hay una subpuntuación que existe en casos aislados en los
escritos de la escuela urbana pero que se vuelve general en los de la escuela rural. En
la escuela urbana, como vemos, la escolarización no tiene mayor incidencia en este
fenómeno, pues la presencia de marca es incluso superior en el tercer curso que en el
quinto curso. Sin embargo, no debemos confundirnos y juzgar las implicancias de
este hecho en forma aislada. La diferencia de edad y de escolarización se mostrará en
otras instancias de la construcción de texto, como hemos visto ya en la forma en que
unos y otros manejan el discurso referido. En la escuela rural, por el contrario, la
escolarización es fundamental, pues sólo este factor puede explicar la notable
diferencia que se establece entre el quinto y el tercer curso. Sin embargo, era
esperable que la escolaridad tuviera distinto grado de incidencia en la zona rural y en
la zona urbana. Sólo se puede apreciar con nitidez la fuerza de la escolarización en la
escuela rural, pues ésta constituye la única manera que tienen los niños de establecer
una relación con la escritura. Los niños de la escuela urbana, por el contrario, están
inmersos en la cultura escrita y poseen múltiples maneras de acercamiento, no sólo a
la escritura como notación, sino también a sus funciones y a las modalidades
discursivas que ésta genera.
Por otra parte, también se observa que siempre se registra mayor presencia de
marca gráfica en la carta que en el cuento. Esta tendencia es común a todos los
cursos y clases de escuela, pero es leve en la escuela urbana, en la que el uso es más
estable, y se pronuncia en la escuela rural. Si ya se puede hablar de subpuntuación en
las cartas escritas por los niños que asisten a la escuela rural, la presencia de marca
gráfica en los límites entre enunciados del cuento disminuye o desaparece
absolutamente.
Ahora bien, al resumir los datos en una escala de intervalo, siempre se pierde
algo de información importante. Para poder profundizar el estudio contrastivo por
géneros de la cantidad de límites interenunciados señalados con marca gráfica, será
necesario estudiar los comportamientos de cada uno de los niños en el cambio de
género. Sólo así podremos confirmar la incidencia de esta variable en el aumento o
en la disminución de presencia de marca gráfica interenunciado. Presentamos un
estudio particularizado en los cuatro cursos considerados.
256
Hemos creído conveniente separar los niños que responden a la tendencia
que parece ser general según los histogramas —es decir, los que disminuyen la
cantidad de marcas gráficas cuando escriben el cuento— de los niños que se
comportan de manera opuesta —es decir, los que aumentan la cantidad de marcas
gráficas cuando escriben el cuento—. Los primeros se consignan en la columna de la
izquierda y los segundos en la columna de la derecha. En cada fila se consigna el
nombre del niño que escribió los dos textos que se comparan.
Como vemos, la mayoría de los niños que asiste al quinto curso de la escuela
urbana utiliza menos marcas gráficas en el cuento que en la carta. Sin embargo, se
trata de un descenso que podríamos calificar como escasamente significativo. Sólo
hay una manifiesta variación en dos casos. Lucas señala casi todos los límites
interenunciados en la carta y en el cuento la marca gráfica desciende de una manera
notoria. Por el contrario, Matías utilizó marcas gráficas en el cuento cuando eran
prácticamente inexistentes en la carta13.
13
Para explicar la situación de Matías, que contradice la tendencia general, debemos mencionar un
detalle, que hubiera sido anecdótico de no haber sido por la fuerte incidencia que tuvo en los
resultados que observamos. Matías es el único niño que escribió su carta fuera de la sala de clase
porque estuvo enfermo el día en que todos lo habían hecho. Por el contrario, escribió el cuento con
todos sus compañeros y en presencia de su profesora.
257
Cuadro Nº 10. Comparación porcentual de la cantidad de marcas gráficas en los límites entre
enunciados: cartas y cuentos escritos por niños del quinto curso de la escuela rural
Cuadro Nº 11. Comparación porcentual de la cantidad de marcas gráficas en los límites entre
enunciados: cartas y cuentos escritos por niños del tercer curso de la escuela urbana
258
advertimos un comportamiento bastante estable. Sólo en tres casos la disminución de
marca gráfica en el cuento es muy acentuada.
Cuadro Nº 12. Comparación porcentual de la cantidad de marcas gráficas en los límites entre
enunciados: cartas y cuentos escritos por niños del tercer curso de la escuela rural
259
significativo, como en dos cuentos del quinto curso de la escuela urbana y en dos del
tercer curso de la escuela rural. Seis niños del tercer curso de la escuela urbana
aumentan la cantidad de marcas entre enunciados en el cuento, pero ese aumento es
leve y se produce en textos que tienen ya un alto porcentaje de límites entre
enunciados señalados con marca. No sucede lo mismo en el tercer curso de la escuela
rural en el que el aumento se registra en cartas y cuentos en los que hay un
predominio de subpuntuación. Ahora bien, todos los cuentos que poseen más marcas
gráficas entre enunciados utilizan el discurso directo como una forma privilegiada de
referir el discurso. Sin embargo, necesitamos hacer todavía una precisión más: es lo
que hemos llamado diálogo “dramatizado”, que interrumpe la sintaxis compleja de
los segmentos narrativos.
Ahora bien, no podemos profundizar en las razones por las que un texto
presenta marcas gráficas, o por las que otro no las tiene, si no analizamos con mayor
detalle la forma en que ese texto está construido. En el siguiente apartado
estudiaremos la relación entre segmentación y conexión, dos aspectos estrechamente
relacionados en la organización textual.
Podría sorprender que una investigación como ésta, que se propone estudiar
la forma en que el niño construye la zona visuográfica en un texto, preste tanta
atención a los entornos verbales en los que estas marcas están presentes. Sin
embargo, podemos fundamentar el estudio de la forma en que se organiza la cadena
verbal en tres órdenes de razones. La primera es de orden pragmático. Como hemos
dicho en la introducción, la presencia de marca gráfica es un texto implica que el
escritor está orientando la comunicación con recursos específicos de la escritura. Sin
embargo, es posible que los niños con escaso contacto con lengua escrita, no utilicen
recursos gráficos, sino verbales. Los antecedentes de investigación mencionan este
hecho, aunque lo refieren específicamente al problema de los límites del discurso
directo (Cfr. Cap. 2 § 2.2.1.). Es lícito entonces preguntarnos: si no hay marcas
gráficas en un texto para indicar al lector cómo debe segmentar o calificar lo que se
dice, ¿hay recursos de otro orden que ocupan su lugar?
260
La segunda razón, relacionada estrechamente con la primera, es de orden
psicolingüístico. Hemos visto (Cfr. Cap. 2 § 2.2.2.) que, según la investigación
cognitiva, la conexión y la segmentación son fenómenos estrechamente relacionados
en la producción de un texto escrito. El escritor debe solucionar problemas tales
como el de ayudar a su lector a reconstruir las jerarquías del contenido a partir de una
cadena escrita que se presenta, sin embargo, como lineal. Con este fin debe utilizar
en su producción escrita recursos gráficos, como la puntuación, y lingüístico-
verbales, como los organizadores textuales. Recordemos también que, según estas
investigaciones (Fayol 1986), en una primera etapa, la puntuación señala la ruptura
de relación entre las proposiciones y los conectores indican que existe una relación.
Luego esta matriz evoluciona para señalar los grados de relación entre proposiciones
a través de la jerarquía de marcas gráficas establecida por las convenciones para tal
fin (punto y aparte, punto y seguido, punto y coma, coma y Ø) y para señalar la
naturaleza de las relaciones entre proposiciones a través de la construcción de un
sistema mas amplio de conectores. Esta evolución supone el descubrimiento de
condiciones de uso textual de estos recursos gráficos en un texto ya dotado de una
unidad temática y organizado según los principios que rigen el género. De este modo,
se supone que el requisito del uso de marcas gráficas y de conectores es la
construcción de un buen texto, lo que se lograría ya a los diez años.
Sin embargo, como hemos visto también en el capítulo 2 (Cfr. § 3.3.), es
posible también que un texto continuo, en el que “aparecen todas todas o muchas de
las características gramaticales y textuales que “tejen” la trama del decir” (Desinano
1997: 59) no se organice a través de recursos gráficos. Por otra parte, un texto
discontinuo, en el que hay “un simple desarrollo paradigmático que no se realiza
sintagmáticamente en ninguna instancia o (...) una organización sintagmática de
orden oracional que no propone de ninguna manera la posibilidad de interrelaciones
lingüísticas y textuales —ya sea, por ejemplo, a través de procedimientos anafóricos
o de nexos— entre las oraciones resultantes” (Desinano 1997: 60), puede tener todas
las marcas gráficas que prescriben las convenciones. Por esta razón, creemos que la
relación entre segmentación y conexión merece la pena ser investigada, sin que esto
signifique aceptar a priori los supuestos cognitivos de una representación
prelingüística conformada antes de la puesta en lenguaje.
261
En este apartado nos ocuparemos, por tanto, de la forma en que se presenta
esta relación entre segmentación y conexión en los escritos que estudiamos. De ese
modo podremos aproximarnos mejor al problema de la clase de relación que existe
entre la forma que asume la textualización y el uso de marca visuográfica. Nos
acercaremos así a un problema fundamental: ¿se puede sostener, como lo hacen los
antecedentes de investigación, que el buen uso de la marca visuográfica está
relacionado necesariamente con la continuidad o puede haber un texto continuo que
no utilice marca visuográfica?
Abordaremos el estudio de segmentación y conexión de tres maneras
distintas. En primer lugar, lo haremos en un nivel elemental, es decir, estudiando sólo
si los niños señalan la ruptura de la relación entre enunciados con una marca gráfica,
si indican la existencia de una relación a través de la conjunción copulativa y o si no
colocan ni marca, ni conjunción copulativa (§3.2.2.1). En segunda instancia
estudiaremos la presencia de otros organizadores y conectores con el fin de estudiar
si los niños señalan a través de los mismos la clase de relación que existe entre los
enunciados (§3.2.2.2). En tercera instancia, estudiaremos la relación entre las clases
de conexión y la presencia o no de segmentación (§ 3.2.2.3).
14
Recordamos que hemos considerado a la conjunción como el inicio de un nuevo enunciado, salvo
en el caso en el que formara parte de configuraciones discursivas con el mismo verbo o con el verbo
elidido en coordinaciones.
262
conexión y su presencia establece una relación especial con la marca gráfica, relación
que juzgamos prudente analizar por separado.
Puesto que este estudio complementa el que hemos presentado en el apartado
anterior, se realizó de idéntica manera. Por supuesto, la cantidad de límites de
enunciados de cada texto es la misma, sólo que ahora estudiaremos en ellos no sólo
la presencia de marca gráfica, sino también la de y o de Ø. La cantidad de enunciados
de cada texto constituye el 100%, sobre el que se calcularon las tres posibilidades
que consideramos (Cfr. Anexo Nº 2).
Para presentar los resultados recurriremos a medidas de resumen, de
tendencia central y de dispersión. Presentaremos los resultados de cada género a
través de dos medidas de tendencia central: medias aritméticas y medianas. La media
aritmética es la medida más utilizada y se obtiene al dividir la suma de todas las
observaciones por el número de las mismas. Sin embargo, este hecho la convierte en
una medida muy sensible a valores extremos, algo que puede darse con frecuencia en
nuestros textos, como hemos visto en el apartado anterior. Por eso hemos
considerado prudente también presentar a su lado la mediana, una medida de
posición que se define como el valor que ocupa el lugar central de las observaciones
ordenadas de menor a mayor. Esto es, tenemos el mismo número de valores
superiores e inferiores a la mediana. En el cuadro siguiente daremos cuenta de los
resultados correspondientes a la carta. En la columna de la izquierda presentaremos
la media aritmética de las tres posibilidades que hemos establecido: límites entre
enunciados señalados por marca gráfica, no señalados de ninguna manera (Ø) y
límites en los que el segundo enunciado se inicia con la conjunción “y”. Por ello la
suma horizontal de los tres primeros datos suman el 100 % de los límites entre
enunciados. En la columna de la derecha consignamos las medianas que, como
veremos, presentan leves variaciones en relación con las medias. Cada fila
corresponde a los cursos que estudiamos:
263
clase de Marca Ø “y” Marca Ø “y”
escuela gráfica gráfica
5º EU 71 % 20 % 9% 75 % 12 % 7%
5º ER 56 % 34 % 10 % 65 % 30 % 10 %
3º EU 75 % 16 % 9% 74 % 13 % 7%
3º ER 38 % 36 % 26 % 36 % 33 % 23 %
Como habíamos visto en el estudio anterior, en las cartas escritas por los
niños de la escuela urbana, el porcentaje de presencia de marca gráfica entre
enunciados es alto. Podemos decir que, de diez límites entre enunciados, siete poseen
marca gráfica, dos simplemente se yuxtaponen y un límite presenta conjunción
copulativa en el inicio del segundo enunciado. En el quinto curso de escuela rural la
presencia de marca gráfica disminuye considerablemente, pero esto no supone un
aumento del uso de la conjunción copulativa sino un aumento de enunciados que
simplemente se suceden unos a otros. En el tercer curso de la escuela rural los niños
optan casi en la misma medida por las tres posibilidades que hemos considerado:
marca gráfica, Ø e y, aunque esta última opción es la menos elegida.
A continuación presentamos los resultados correspondientes al cuento. El
cuadro está elaborado de la misma manera que el anterior. En la columna de la
izquierda se consignan los promedios de límites que presentan marca gráfica,
conjunción copulativa o ninguna de estas dos opciones. La suma de estos tres
casilleros suma 100%. En la columna de la derecha se presentan las medianas, que
esta vez presentan variaciones sensibles en relación con las medias aritméticas. Cada
fila corresponde a los cursos que estamos estudiando:
264
variaciones cuando los niños escriben la carta y cuando escriben el cuento. En el
quinto curso se aprecia en el cuento un leve aumento del uso de la conjunción
copulativa como conector entre enunciados respecto de la carta. Ahora bien, sí se
aprecia una variación significativa en las escuelas rurales, en cuyos cuentos la
cantidad de marcas gráficas desciende significativamente y aumenta el uso de
conjunción copulativa, levemente en el quinto curso y de manera pronunciada en el
tercero. Los límites que no tienen ninguna marca alcanzan un porcentaje importante
en el quinto curso de la escuela rural, tanto en la carta como en el cuento, y en el
tercer curso de la escuela rural ocupa un lugar un lugar relevante en la carta, pero no
en el cuento.
Hemos citado hasta ahora los valores representativos respecto de la forma en
que los niños señalan los límites entre enunciados. Sin embargo, para completar esta
descripción parcial, juzgamos necesario citar las desviaciones de los datos respecto
de las medidas de posición central. Citaremos como medida de dispersión una
medida de posición en relación con la mediana, el dato que registra menos incidencia
de los valores extremos. Por ello damos cuenta del rango intercuantílico antes que la
variación estándar. El rango intercuartílico equivale a la diferencia que existe entre el
primer y tercer cuartil, es decir, entre el 25 % y el 75 % de los datos. Recordemos
que la mediana sería equivalente al segundo cuartil. En la columna de la izquierda
consignamos los rangos intercuartílicos correspondientes a las medianas de la carta y
en la de la derecha los que corresponden a las medianas del cuento. Cada fila
corresponde a los cursos y clases de escuela que estamos estudiando:
265
El rango intercuartílico es, en general, siempre más amplio en el quinto curso
de la escuela rural. En nuestro estudio la mayor o menor desviación respecto de la
mediana da cuenta de la heterogeneidad u homogeneidad de comportamiento de un
curso y, por tanto, es una medida de la fuerza de la escolarización. Si ordenamos los
grupos por el grado de homogeneidad de su comportamiento lo haríamos así: el
tercer curso de la escuela urbana, el tercer curso de la escuela rural y el quinto curso
de la escuela urbana. El grupo más heterogéneo es el quinto curso de la escuela rural,
en el que la escolarización tiene mayor incidencia. Recordemos que estos niños
saben acerca de la escritura, lo que han podido aprender en la escuela. La dispersión
de comportamiento señala la desigual incidencia de la enseñanza en los niños. De la
misma manera, se puede decir que, en términos generales, el comportamiento es más
heterogéneo en relación con la marca gráfica que en relación con su ausencia o el uso
de conjunción copulativa. Es decir, el comportamiento es más heterogéneo en
relación con los recursos propios de la escritura que en relación con los recursos
verbales.
Hemos citado las medidas centrales y las medidas de dispersión en relación
con las tres opciones que hemos considerado fundamentales. Sin embargo, hasta
ahora sólo podemos concluir que la importancia de la conexión que realiza la
conjunción copulativa aumenta de manera correlativa a la clase de escuela y al
género discursivo. En efecto, su presencia siempre será más importante cuando los
niños de la escuela rural escriben cuentos. Por otra parte, es necesario aclarar que el
aumento de su presencia supone un descenso correlativo de la presencia de marca
gráfica. Sin embargo, para ponderar el valor de conexión que representa la
conjunción copulativa, necesitamos considerar su presencia juntamente con la de
otros conectores.
266
otros por A. Briz (1998), H. Mederos (1988), C. Fuentes (1998), J. Portolés (1993,
1995), M. A. Martín Zorraquino (1990, 1991, 1992), A. López García (1994), S.
Gutiérrez Ordoñez (1993). Sin embargo, no sólo no existe un acuerdo en relación con
las nominaciones que utilizan para señalar el fenómeno de la conexión (conectores
pragmáticos y metadiscursivos, conectivos, relacionantes supraoracionales,
marcadores del discurso, partículas cohesivas, conectores, enlaces textuales,
conectores formales y semánticos, etc), sino que el mismo concepto es polisémico en
las distintas teorías. Por consiguiente, no le otorgan el mismo alcance en relación con
el nivel lingüístico en el que actúan, no definen con los mismos criterios las unidades
que cumplen esta función, ni hay acuerdo en relación con las categorías que abarcan.
En este trabajo sólo necesitamos definir categorías de conexión en función de los
objetivos que perseguimos y de las características de los textos que enfrentamos.
Nos referiremos a ellas con el nombre genérico de organizadores, pues entendemos
que no solamente conectan los enunciados sino que también dividen el texto,
organizándolo en distintos niveles. Para dar cuenta del fenómeno de la conexión en
estos textos, tendremos en cuenta elementos muy heterogéneos: las conjunciones y y
pero, que pueden funcionar como conectores en el nivel del enunciado o del
discurso, organizadores temporales y elementos estudiados como marcadores del
discurso, el marcador aditivo también15, conectores16 —como los aditivos y
consecutivos—, marcadores conversacionales17 y estructuradores de la
información18, como los digresores y los ordenadores del dicurso. (Portolés J. 1993,
1995, 1999, y Martín Zorraquino M. A. & Portolés J. 2000).
15
También no cumple las características de los conectores según Portolés (1995), pero es un
marcador de inferencias paralelas. Según Mederos (1992), este adverbio de afirmación, que denota
adición y tiene la capacidad de remitir a lo ya dicho, tiene fuerza cohesiva.
16
Según Portolés (2000) el conector es un marcador discursivo que vincula semántica y
pragmáticamente un miembro del discurso con otro miembro anterior. En nuestro corpus sólo hay
conectores consecutivos que conectan un consecuente con su antecedente. Hemos preferido estudiar
por separado la relación entre la segmentación y la conjunción pero, aunque comparte con los
conectores contraargumentativos la posibilidad de eliminar o atenúar alguna de las conclusiones que
pudieran inferirse de un miembro anterior (Portolés 1995), como veremos más adelante.
17
Consideraremos en esta categoría los marcadores metadiscursivos conversacionales que señalan el
cambio de tema de la comunicación y estructuran la conversación. Esta es la función que cumple el
bueno en la carta (Cfr. Cap. 3).
18
Los estructuradores de la información contribuyen a estructurar la información del discurso, que se
especializan en señalar el modo en que distintas partes del discurso “comentan” tópicos determinados.
Los ordenadores indican el lugar que ocupa un miembro del discurso en el conjunto de una secuencia
discursiva ordenada por partes y presentan el conjunto de esta secuencia como un único comentario y
267
Las conjunciones consideradas adquieren muchas veces un valor discursivo en
los escritos de los niños. Siguiendo los trabajos sobre el tema, hemos juzgado
conveniente tratar la y por separado, por cuanto juega un papel completamente
particular en la ontogénesis de la conexión. Tampoco se puede descartar el valor del
pero, conjunción menos frecuente que la y, pero que también decidimos tratar por
separado para estudiar la relación entre su presencia y la presencia de marca gráfica.
Hemos incluido además organizadores temporales, fundamentales en el discurso
narrativo, entre los que contamos todas las unidades que indican tiempo situadas al
inicio de un enunciado: subordinaciones temporales, deícticos temporales, adverbios
y locuciones adverbiales y expresiones nominales que expresan tiempo. Se observará
una notoria ampliación de la categoría de los organizadores, incluso en relación con
los estudios de conexión que la incluyen (Mederos 1988, Fuentes 1998). Para ello
nos basamos en estudios sobre la conexión realizados por Schneuwly B., M.C. Rosat
y J. Dolz (1989) sobre los organizadores textuales en distintos tipos de texto escrito.
A. Carta
cada parte como un subcomentario. Los digresores introducen un comentario lateral en relación con el
tópico principal del discurso.
268
La carta admite una gran variedad de conectores, pero pocos niños los utilizan
y, como veremos, salvo algunas excepciones, su uso es aislado. En efecto,
frecuentemente los textos tienen sólo un conector de cada clase.
Estudiaremos en primer lugar los valores que presenta la conjunción
copulativa en las cartas. Se ha discutido si la descripción semántica de la conjunción
“y” debe incluir junto al rasgo de adición, significados de consecutividad, oposición,
secuencialidad temporal, condicionalidad, o si estos sentidos son acepciones y no
valores semánticos expresados por la coordinación en sí, pues la coordinación
copulativa expresa sólo la asociación entre sus miembros (Jiménez Juliá 1995: 63).
Desde una perspectiva pragmática se ha planteado (Escandell 1993: 185-197) que el
significado codificado en la lengua de la copulativa es el mismo en todas las
ocurrencias: el de unión o suma; las interpretaciones diferentes resultan de la relación
entre este significado y el conocimiento del mundo, el contexto y la situación
comunicativa en que se emite el enunciado. El valor añadido se infiere a partir del
“principio de relevancia”, postulado por D. Sperber y D. Wilson (1996), sin que haya
necesariamente elementos lingüísticos en los que se apoye la inferencia. Creemos
que por ello es necesario analizar con más detalle los segmentos en los que aparece la
conexión con y.
Hemos visto que en la carta los niños no utilizan con gran frecuencia
conjunción copulativa para conectar enunciados. La encontramos en secuencias
descriptivas, en enunciados que se suceden unos a otros, la conjunción está presente
en el inicio del último enunciado. Podemos pensar que estamos ante conjunciones
gramaticales que unen dos unidades lingüísticas en una construcción coordinada
(Jiménez Juliá 1995: 129). Así, “lo normal en español es hacer una pausa asindética
tras cada uno de los miembros, uniendo sindéticamente (con o sin pausa asociada)
los dos últimos” (Jiménez Juliá 1995: 55). La marca gráfica estaría en lugar de esta
pausa, por lo que la estructura debería ser:
269
Estas sucesiones de enunciados conforman progresiones temáticas en las que
el tema se mantiene constante, yo, y los distintos enunciados simplemente agregan
rema o en el que un rema da lugar a nuevas progresiones temáticas. Sin embargo, en
los textos en los que hay una alta frecuencia de presencia de marca gráfica en el
límite entre enunciados, los grupos de enunciados con tema constante excluyen la
presencia de marca gráfica, aunque la conjunción sigue presente en el último
enunciado que cierra la progresión temática. Sucede así incluso en la escuela urbana,
en la que, como hemos visto, el porcentaje de presencia de marca gráfica en el límite
entre enunciados es alto:
Tengo tres hermanos Gabriela, Luciano y Camila son rebuenos y los quiero
mucho
(Victoria, 5º curso, EU)
Mi escuela es muy amplia y linda tiene 8 aulas 2 están sin ocupar y otra está
llena de juegos para jugar y las demás que quedan son grados ocupados.
(Bárbara, 3º curso, EU)
270
ni conjunción copulativa. Sin embargo, como vemos, el realce de esta adición (E.
Serra 1987) introduce un matiz totalmente diferente en las progresiones temáticas,
pues la presencia de conjunción copulativa trae la presencia del hablante y su
ausencia, la ausencia del mismo:
¿Cómo es tu casa? La mía es muy linda tiene dos baños dos cuartos abajo y
uno arriba tiene un patio grande y dos perros
(Agustina, 3º curso, EU)
271
acentuar el valor de sucesión temporal. La conjunción copulativa en estos casos
podría ser interpretada, como lo hace L. Cortés (1991: 38), como un pseudoconector
que no integra los enunciados anteriores y posteriores en otro superior, sino que la
única finalidad de cada enunciado introducido por y es “hacer avanzar la narración de
los hechos”:
Te voy a contar que por ahora sos mi amiga y quiero decirte que tu carta es
linda pero me encanta que seas mi amiga para siempre (...) y te voy a contar que te
voy a mandar una carta
(Jesica, 3º curso, ER)
272
y también quiero saber si cómo se llama tu maestra mi maestro se llama
Antonio Pastor González y espero que te encontrés bien
(Vicenta, 3º curso, ER)
273
Esta carta es la que, en el quinto curso de la escuela urbana, posee más conexión
interna. En este párrafo se utiliza el pero para anular las inferencias posibles que
podamos realizar de los enunciados previos. De odio volver caminando a casa
inferimos “no me gusta el colegio”. El uso del pero a continuación anula esa
inferencia, aunque la anulación se atenúe por el reformulador de distanciamiento
igual. La valoración positiva del colegio parece afianzarse por la yuxtaposición de
este enunciado con el siguiente, yuxtaposición que conlleva una relación de
causalidad: el colegio es bastante bueno (porque) nos enseñan mucho inglés. Sin
embargo, la inferencia se anula nuevamente con el enunciado siguiente pero no me
gusta ni medio, que reafirma la conclusión “no me gusta el colegio” ya implicada por
el primer enunciado que abre el movimiento argumentativo.
La segunda parte de la carta incluye una anécdota de la que se infiere una
contradicción con el enunciado que abre el párrafo:
En este párrafo el uso del primer pero afecta la unión entre el primer enunciado y
todo el resto del párrafo. No se trata, pues, de una conjunción que coordina dos
enunciados. Sólo al finalizar la anécdota completa podemos inferir la segunda parte
que justifica el uso de pero a continuación del primer enunciado mi deporte favorito
es el cross (moto). El razonamiento podría entenderse así: mi deporte favorito es el
cross (moto) pero “mi padre ya no quiere que lo practique”. Como vemos, este
primer pero posee mayor alcance que el segundo, cuyo alcance se reduce a los dos
enunciados que une: (mi hermano) se golpeó la cabeza con el equipo y todo pero
partió el casco.
274
Sin embargo, no es éste el único valor del pero en las cartas. Podemos
ejemplificar otro uso con el siguiente fragmento de una carta del quinto curso de la
escuela rural:
mi escuela está cerca de mi casa, plantamos muchas plantas pero (¡) qué
lastima que en tu escuela terminan hasta quinto grado (!), en mi escuela terminan
hasta séptimo grado, pero yo voy a quinto grado dos compañeros van a séptimo
grado que son Luis y el otro José pero son buenos y enseñan muy bien pero el
maestro me eligió como escolta porque salen dos niños también tenemos taller de
música a mí me gusta mucho la música pero soy hincha de Boca el mejor equipo de
la Argentina (...)
(Carlos, 5º curso, ER)
275
(Ana, 5º curso, EU)
(...) te voy a contar un cuento de mi casa. yo tengo como cien pollos nosotros
algunas veces vendemos y también, tengo unos chanchitos y cabras y también hemos
plantado maíz. y almácigos y muchas plantas más y también voy a la escuela y en la
escuela hay un albergue. que se quedan chicos (...)
(Nelson, 3º curso, ER)
276
Los niños de la escuela urbana utilizan mucho más el bueno como operador
pragmático cuyo valor fundamental es el de indicar que el hablante acepta tomar
parte en la conversación y determinar su transcurso hacia delante (Martín Zorraquino
1990). El bueno contribuye a estructurar el contenido de la carta al modo de una
conversación, como hemos visto en el apartado anterior. Por eso la denominación de
marcador metadiscursivo es la más adecuada (Portolés J. & M. Martín Zorraquino
1999). Este uso no se registra casi en la escuela rural.
Así, por ejemplo, en la carta de Antonella el marcador inicia la conversación
epistolar:
Bueno, creo que ahora ya me conocés bien. Ahora describite vos (...)
(Antonella, 5º curso, EU)
277
presencia del hablante en el hilo de un discurso que se planifica paso a paso. Como
se habrá notado, además, el comportamiento de estos conectores en relación con el
uso de marca gráfica también varía notoriamente: el bueno solicita marca gráfica, los
otros la excluyen. Volveremos sobre este tema en el siguiente apartado.
La presencia de estructuradores de la información, tanto de digresivos como de
ordenadores que aparecen en las posdatas, es siempre aislada:
B. Cuento
278
copulativas, organizadores temporales y, en menor medida, a conectores
consecutivos.
Estudiaremos ahora las diferencias de uso de las categorías en ambos tipos de
texto y en las distintas clases de escuela. En todos los cursos encontramos cuentos en
los que la conjunción copulativa ocupa un lugar considerable como única conexión,
lo que frecuentemente sucede cuando no se registran marcas gráficas, o se registran
muy pocas, en los límites entre enunciados. Sin embargo, esta clase de cuentos se
encuentra preferentemente en las escuelas rurales. Como ya hemos visto en la carta,
en estos casos la conjunción copulativa se presenta en el inicio de los nuevos
enunciados y tiene un valor comunicativo particular: es una manera de hacer avanzar
los hechos, de conservar el hilo discursivo (Serra i Alegre 1996) y de enfatizar la
continuidad de la presencia del hablante en el relato:
Tanto en los cuentos que presentan marcas gráficas en los límites entre
enunciados como en aquellos en que esto no sucede, la conjunción copulativa y la
conjunción adversativa conforman verdaderos períodos rítmicos a través de las
simetrías:
279
al zorro le tocaron las flores y las raíces, pero al quirquincho le tocaron las
mazorcas llenas de maíz,
(Sabrina, 5º curso, EU)
280
la respuesta del quirquincho a las propuestas del zorro que, en principio, le son
siempre desfavorables.
La otra clase de organizadores que alcanza mayor presencia en el cuento que
en la carta es la de los conectores consecutivos, que se emplazan por lo general al
final del relato, para cerrar la acción y abrir la evaluación. Por ejemplo, así el
quirquincho mostró que el zorro no era el más inteligente de los animales.
A. Carta
Cuadro Nº 18. Relación entre presencia de marca gráfica y clase de conexión en la carta
281
Conexión y segmentación en la carta
Curso y Nº Conj. copulativa Conj. Copulativa + Conj. adversativa Conect. y
clase de de organizador organizadores
escuela conecto- Sin Con Sin Con Sin Con Sin Con
res y marca marca marca marca marca marca marca marca
organiz. previa previa previa previa previa previa previa previa
5º EU 46 55 % 4% 0% 0% 9% 2% 4% 26 %
5º ER 57 51 % 9% 7% 0% 17 % 0% 7% 9%
3º EU 56 48 % 9% 2% 0% 10 % 2% 9% 20 %
3º ER 108 54 % 15 % 12 % 6% 2% 1% 5% 5%
282
no está internado, pero donde está la pelotita no se puede operar
(Carolina, 5º curso, EU)
Advertimos, además, que en las cartas escritas por los niños de la escuela
urbana hay una coincidencia marcada de marca gráfica previa y conector, más
pronunciada en el quinto curso de la escuela urbana que en el tercero. Es notorio que
en las cartas del quinto curso se registre mayor presencia de marcadores
metaconversacionales como bueno y que éstos siempre registran marca previa. Se
trata de los organizadores más poderosos, pues pueden estructurarla en su totalidad al
modo de una conversación, como hemos visto ya en el caso de la carta de Antonella.
De hecho, se sitúan en lugares clave de la carta, señalando el inicio de la misma, los
cambios de tema, la despedida. El carácter complementario de recursos gráficos y
verbales indica que los niños son ya capaces de integrar condiciones de uso textual
de segmentación y conexión. Además, estos marcadores metadiscursivos presentan
también marca posterior, en tres cartas de la escuela urbana. En el quinto curso se
utilizan comas y en el tercer curso una mayúscula:
283
y estos recursos no requieren la presencia de marca gráfica, salvo, quizás la del
espacio:
284
Cuadro Nº 19. Relación entre presencia de marca gráfica y clase de conexión en el cuento
(...) Entonces plantó trigo. Y el zorro se quedó con las raíces y el quirquincho
con las espigas (...)
Entonces plantó maíz. Y el zorro se quedó con las flores y la raíz y el
quirquincho con el choclo:
— ¡¡ Basta ya me cansé ya no soy más socio!!
Y así ganó el quirquincho porque supo más que el zorro.
(Solana, 3º curso, EU)
285
Los niños más pequeños de la escuela urbana utilizan marcas gráficas que
introducen una separación fuerte en los límites interenunciados, pero siguen
recurriendo al uso de la conjunción “y” para señalar la continuidad entre los
episodios del cuento y para sostener su enunciación.
En los cuentos escritos por los niños más pequeños de la escuela rural
también se encuentran marcas gráficas antes de enunciados que se inician con una
conjunción copulativa. Sin embargo, estas marcas son espacios o marcas no
convencionales que encierran el discurso directo:
Creemos que es importante señalar que en este curso no sólo encontramos las
repeticiones características de un cuento que pertenece a la tradición oral y que ya
estaban en la versión escuchada. Además, podemos observar en tres comienzos del
cuento un que reportativo, parte del dice que propio de las narraciones tradicionales
orales, que contribuye construir un enunciador en tercera persona. Se trata, pues, de
una posición enunciativa totalmente distinta de la de la carta. Esta construcción se
sitúa en los límites entre enunciados y puede estar acompañada de una conjunción
copulativa:
Había una vez el zorro y el quirquincho que el quirquincho era el compadre del
zorro que quería ser un socio
(Vicenta, 3º curso, ER)
había una vez un zorro y un quirquincho que eran socios y dice que era la tierra del
zorro
(Jesica, 3º curso, ER)
286
había una vez un zorro y el quirquincho que eran compadres. que eran socios. y dice
que era la tierra del zorro (...)
-la parte del zorro era de arriba y la parte del quirquincho era la de abajo
y dice que el quirquincho sembró papas
(Dolores, 3º curso, ER)
287
urbana más de la mitad de los conectores son organizadores temporales o conectores
consecutivos y la mayoría de los enunciados que encabezan presentan marca previa.
Este porcentaje es más alto en el quinto curso que en el tercero.
En los cuentos escritos por los niños del quinto curso de la escuela rural un
tercio de los conectores son organizadores temporales y conectores consecutivos,
pero menos de la mitad tiene marca previa. Los cuentos escritos por el tercer curso
de la escuela rural se conectan casi exclusivamente por medio de la conjunción
copulativa que acompaña a los otros organizadores y conectores, aunque su presencia
es baja.
Confirmamos entonces que los organizadores temporales, ausentes
prácticamente en la carta, hacen su aparición cuando los niños escriben cuentos; pero
lo más interesante es comprobar que existen marcadas diferencias en el uso de los
mismos en ambas clases de escuelas. Podemos sostener que en la escuela urbana los
niños pueden señalar con bastante precisión la clase de relación entre los enunciados
en relación con las marcas gráficas. La escuela urbana utiliza mayor cantidad de
organizadores temporales que la escuela rural y prácticamente todos registran marca
previa. En los cuentos producidos por la escuela urbana, los organizadores
temporales se emplazan en lugares precisos del texto con el fin de señalar, en
conjunción con la marcación gráfica, la estructura del relato. El quinto curso de la
escuela urbana alcanza el grado más alto de co-operación de recursos verbales y
gráficos. Citamos como ejemplo un fragmento del cuento de Pablo:
288
Si bien en los cuentos del tercer curso de la escuela urbana el uso de
organizadores responde también a condiciones de uso textual, encontramos también
organizadores sin marca previa, organizadores con conjunción copulativa previa y
conjunciones copulativas que presentan marca previa. Interpretamos que la
segmentación que introduce el punto se ve moderada por la presencia de la
conjunción copulativa en el inicio del siguiente enunciado. La fuerza de la
segmentación se debilita también cuando no se refuerza con la marca gráfica
correlativa que las convenciones exigen: la mayúscula. Los niños realizan los
“cortes” entre enunciados, pero sienten la necesidad de anudar una frase con otra
para darle cadencia a la narración:
(...) entonces plantó hasta que el zorro dijo esto no es cosecha. entonces dijo
el zorro yo me quedo con la parte de abajo y el quirquincho con la de arriba
entonces plantó trigo y todavía sigue ganando el quirquincho porque sacó y sacó
trigo. en la tercera cosecha dijo el zorro (...)
(Alfredo, 3º curso, EU)
289
excluye el uso de conjunción copulativa. Podemos ejemplificar esta situación con un
fragmento del cuento de Luis Miguel, un niño del quinto curso de la escuela rural, en
el que encontramos un uso constante del adverbio entonces. No creemos que este
conector deba ser entendido en este caso como un ilativo no específico, esto es, como
“un nexo vacío de contenido que momentáneamente interrumpe la linealidad lógico-
sintáctica” (Vigara Tauste 1992: 407). Por el contrario, su presencia contribuye a
afirmar la relación temporal y causal que se establece entre los enunciados:
290
otros organizadores temporales y tener marca gráfica previa. Sin embargo, estas
marcas previas son siempre escasas y, por lo general, no convencionales, pues se
utiliza el espacio:
(...) y dice que el quirquincho sembró papas y el zorro se llevó las raíces y el
quirquincho se llevó la tierra de abajo y el quirquincho la tierra de arriba y sembró
trigo y después el zorro se llevó las raíces y el quirquincho se llevó el trigo (...)
(Dolores, 3º curso, ER)
Desde ese día, el quirquincho venció al zorro y se cree el más vivo de los
animales
(Rita, 5º curso, ER)
291
Por el contrario, encontramos marcas gráficas no previstas por las
convenciones para este lugar —puntos suspensivos y mayúscula— en un cuento
escrito por una niña de tercer curso de la escuela urbana:
entonces...
El quirquincho se quedó con el trigo y el zorro con las raíces
entonces....El quirquincho se quedó con el maíz y el zorro con las hojas y las
raíces
(Ana Luz, 3º curso, EU)
Como hemos visto hasta ahora, las marcas de la zona visuográfica forman
parte de un conjunto más amplio de recursos de organización del texto, como los
conectores y los organizadores. Sólo se puede entender porqué los niños utilizan o no
recursos gráficos si también tenemos en cuenta los recursos verbales de los que
disponen para indicar si existe o no relación entre las unidades de su texto y de qué
clase de relación se trata. Según hemos visto, la clase de discurso y el contacto con
lengua escrita son dos factores que inciden en la clase de recursos que los niños
utilizan.
En este apartado hablaremos exclusivamente de los recursos visuográficos
que los niños utilizan para señalar el grado de relación que existe entre las unidades
de sus textos. Hemos visto que, para la investigación cognitiva, el valor de la
puntuación está en relación directa con la jerarquía de las relaciones entre
proposiciones: a mayor relación entre los hechos, mayor debilidad de la puntuación;
por el contrario, a menor relación entre los hechos, la puntuación es frecuente y de
alto valor. Cuando los niños disponen de un signo, lo reservan para las rupturas más
fuertes y cuando amplían su repertorio pueden afinar el señalamiento de grados de
relación.
292
Estudiaremos, entonces, los grados de fuerza de las marcas que encontramos
en los límites interenunciados, tratando de establecer si esta fuerza tiene que ver con
el grado de relación que existe entre los enunciados. Para ello agruparemos las
marcas según el grado de fuerza y de separación que establezcan. Recordemos que
aquí, según las convenciones, contamos para señalar los límites interenunciados con
un dispositivo de segmentación que de la Fuente González (1993) llamaba una
“escala de sucesión”. Esta escala está conformada por una serie de marcas gráficas
que posee fuerzas y valores diferentes según la jerarquía de las unidades delimitadas.
Podríamos decir, simplificando, que esta escala se constituye de la siguiente manera:
punto y aparte > punto y seguido > punto y coma > dos puntos > coma > Ø.
Sin embargo, en esta investigación sólo podemos tomar esta escala gradual
como una referencia muy general. Puesto que nos enfrentamos a textos escritos por
niños en proceso de alfabetización, nos pareció más conveniente conformar una
escala de sólo tres términos, graduados según la fuerza que establecen en la
segmentación:
• Denominaremos el primer término genéricamente punto y aparte, pero
estudiaremos bajo esta denominación toda forma de segmentación que involucre
el espacio, es decir, el cambio de renglón entre enunciados.
• En adelante nos referiremos al segundo término como punto y seguido, pero
consideraremos en esta categoría toda marca gráfica que establezca una fuerza de
segmentación equivalente: los signos de interrogación y exclamación; punto y
coma (marca que casi no se registra); puntos suspensivos, comillas, rayas o
paréntesis que delimiten enunciados; y, por último, correlaciones no
convencionales como mayúscula sola o el punto no seguido de mayúscula.
• El tercer término está constituído exclusivamente por el uso de la coma, pues no
hay marcas gráficas que tengan una fuerza de segmentación equivalente.
293
entre los valores de cada texto en una clase de curso son extremas. Por ambas
razones, la suma de los porcentajes que consignamos para cada curso y para cada
género no suma 100%, sino que es mucho más bajo. En el siguiente cuadro,
consignamos en la columna de la izquierda las medianas de la carta de los tres grados
de fuerza que hemos considerado: el equivalente al punto y aparte, el equivalente al
punto y seguido y el equivalente a la coma. En la columna de la derecha damos
cuenta de las medianas correspondientes al cuento. Horizontalmente consignamos
cada curso y clase de escuela:
Cuadro Nº 20. Medianas: clases de marcas gráficas en los límites entre enunciados en la
carta y en el cuento
294
los porcentajes de punto y aparte en la carta y en el cuento son los más altos de todos
los cursos, hecho que probablemente incide en la desaparición de una de las
posibilidades de señalar grados de relación entre los enunciados: la coma.
En las cartas escritas por el tercer curso de la escuela rural no se observa casi
diferencia entre el uso del punto y aparte y el punto, pero los porcentajes medios son
mínimos. En los cuentos predomina el uso del espacio, las otras marcas
prácticamente desaparecen. El uso de coma es casi inexistente en ambos géneros.
En síntesis, los niños del quinto curso disponen de los tres grados de fuerza de
la escala para señalar los distintos grados de relación entre enunciados, tanto en la
carta como en el cuento. Sin embargo, hay una diferencia clara entre clase de escuela
y entre género. Los niños de la escuela urbana utilizan más el punto en la carta y más
el punto y aparte en el cuento, mientras que el uso de la coma permanece estable, los
niños de la escuela rural utilizan casi en la misma proporción los tres grados de
fuerza en los dos géneros pero la frecuencia disminuye notoriamente en el cuento.
Los niños del tercer curso disponen de una escala más restringida: utilizan
fundamentalmente el punto y aparte y el punto, pues el uso de la coma en esta
función disminuye notablemente. Las marcas más importantes son el punto y aparte
y el espacio, cuyo uso aumenta en el cuento. La diferencia entre la clase de escuela
no está en las clases de marcas seleccionadas, sino en que en la escuela rural hay un
escaso uso de marca gráfica entre enunciados.
Cuadro Nº 21. Rango intercuartílico: clases de marcas gráficas en los límites entre
enunciados en la carta y en el cuento
295
Como vemos, hay rangos intercuartílicos verdaderamente amplios, lo que
indica que hay una gran heterogeneidad en la selección de marca en cada curso.
Salvo en el tercer curso de la escuela rural, en el que el rango menor corresponde a
medianas muy bajas, en los otros cursos encontramos en los dos géneros rangos
intercuartílicos altos que, por lo general, corresponden a las medianas más altas.
Con el fin de completar la descripción y explicar la razón de las medidas de
posición que hemos citado, medianas y rango intercuartílico, completaremos la
descripción mostrando los resultados porcentuales de los catorce textos de cada curso
en intervalos de frecuencia. Presentamos histogramas de frecuencia de uso de cada
uno de los términos de de la escala: punto y aparte (PA) , punto y seguido (P), coma
(C). Se trata de histogramas comparativos por género: el superior, en lila,
corresponde a la frecuencia de uso de la marca en la carta; el inferior, en amarillo,
corresponde a la frecuencia de uso de la marca en el cuento. Hay tres histogramas
por género para cada curso y clase de escuela, uno para cada clase de marca.
Puesto que muchos textos no utilizan todas las posibilidades de la escala, una
gran cantidad se sitúa en el 0 %. Para registrar en el histograma la cantidad de textos
que no presentan la marca que estudiamos, nos vimos obligados a consignar un
intervalo negativo (-20 a 0 %) que corresponde a la cantidad de textos que se sitúa en
el 0%. Se consignaron cinco columnas en intervalos de veinte, desde un –20 % al 80
% para poder establecer comparaciones. La única marca que superaba este límite era
el punto y aparte en el tercer curso de la escuela urbana. En este caso se optó por
cinco intervalos de veinte desde –10% al 90 %, para no alterar la base comparativa.
Sin embargo, se realizó una excepción con el uso de coma en el tercer curso de
ambas escuelas, pues se trataba de un uso minoritario. En ese caso los intervalos son
de 10 %, desde – 10 % al 40 %.
carta5EUPA carta5EUP
8 8
a) b)
5 5
frecuencia
frecuencia
2 2
1 1
4 4
7 7
-20 0 20 40 60 80 -20 0 20 40 60 80
cuento5EUPA cuento5EUP
296
carta5EUC carta5ERPA
10 8
c) d)
6
frecuencia 4
frecuencia
2
0
2
4
6
10 8
-20 0 20 40 60 80 -20 0 20 40 60 80
cuento5EUC cuento5ERPA
carta5ERP carta5ERC
8 8
e) f)
5 5
frecuencia
frecuencia
2 2
1 1
4 4
7 7
-20 0 20 40 60 80 -20 0 20 40 60 80
cuento5ERP cuento5ERC
carta3EUPA carta3EUP
8 8
g) h)
5
4
frecuencia
frecuencia
2
0
1
4
4
8 7
-10 10 30 50 70 90 -20 0 20 40 60 80
cuento3EUPA cuento3EUP
carta3EUC carta3ERPA
10 10
i) j)
6 6
frecuencia
frecuencia
2 2
2 2
6 6
10 10
-10 0 10 20 30 40 -20 0 20 40 60 80
cuento3EUC cuento3ERPA
carta3ERP carta3ERC
8 13
k) l)
9
4
frecuencia
frecuencia
5
0 1
3
4
7
8 11
-20 0 20 40 60 80 -10 0 10 20 30 40
cuento3ERP cuento3ERC
a) Frecuencia de uso del punto y aparte en cartas y cuentos del quinto curso de la escuela
urbana.
b) Frecuencia de uso del punto en cartas y cuentos del quinto curso de la escuela urbana.
c) Frecuencia de uso de la coma en cartas y cuentos del quinto curso de la escuela urbana.
d) Frecuencia de uso del punto y aparte en cartas y cuentos del quinto curso de la escuela
rural.
e) Frecuencia de uso del punto en cartas y cuentos del quinto curso de la escuela rural.
f) Frecuencia de uso de la coma en cartas y cuentos del quinto curso de la escuela rural.
g) Frecuencia de uso del punto y aparte en cartas y cuentos del tercer curso de la escuela
urbana.
297
h) Frecuencia de uso del punto en cartas y cuentos del tercer curso de la escuela urbana.
i) Frecuencia de uso de la coma en cartas y cuentos del tercer curso de la escuela urbana.
j) Frecuencia de uso del punto y aparte en cartas y cuentos del tercer curso de la escuela
rural.
k) Frecuencia de uso del punto en cartas y cuentos del tercer curso de la escuela rural.
l) Frecuencia de uso de la coma en cartas y cuentos del tercer curso de la escuela rural.
Gráfico Nº 2
Histogramas comparativos de frecuencia en los dos géneros:
Clases de marca gráfica en los límites entre enunciados
298
Según los datos que hemos visto hasta ahora, las marcas que tienen una
fuerza de segmentación equivalente al punto y seguido son las más utilizadas en el
quinto curso de la escuela urbana; pero también se utilizan, en menor medida, el
punto y aparte y la coma. En este curso, las frecuencias de las marcas están
relacionados con la secuencialidad descriptiva predominante y con la distribución de
los núcleos textuales: la presentación de sí mismo y la demanda de información sobre
el interlocutor.
La constitución de párrafos coincide con la distinción de partes iniciales y
terminales de la carta o de núcleos textuales, cuando estos son sucesivos. Esto
significa que tenemos párrafos equilibrados constituidos por varios enunciados.
Cuando en las cartas aumenta el uso de punto y aparte, es porque los enunciados
interrogativos aparecen numerados y distribuidos en columna en la página, o porque
las puntuaciones fuertes separan conjuntos de enunciados que tienen un tema
constante:
La comida que más me gusta es los fideos ¿y a vos? espero que también.
Tengo una sobrina que se llama Jimena es rubia y gordita tiene ojos celestes
y es una bomba, ¿vos tenés hermanitos/as?.
Tenemos una señorita superlinda que nos da muchas pruebas mañana
tenemos una prueba de inglés ¿ustedes tienen inglés?
(Ana, 5º curso, EU)
299
Mi Escuela es bien grande tenemos un sum (Salón Uso Múltiple), dos patios.
Se nota que tienen un patio grande y un lindo paisaje de atrás de su escuela, me
contaron que es muy linda tu escuela.
(Lucas, 5º curso, EU)
300
comportamientos más heterogéneos. Las cartas que poseen más puntuación utilizan
las tres fuerzas de separación y podemos encontrar una regularidad que coincide con
un fenómeno que ya observamos en la escuela urbana: la puntuación aparece con la
variación de los aspectos que dan cuenta del marco temático yo (familia, mascostas,
escuela, aficiones) y su fuerza depende del grado de distancia entre esos aspectos:
Tengo dos hermanos Rodri y José son re buenos y los requiero, mi padres se llaman
René y Gabriela, ellos son muy buenos y felices.
También tengo tres perros Yuji, Pumita y Tobi, ellos son muy compañeros para ir al
trabajo con mi papá.
Mi señorita se llama María Villa es humilde y cariñosa y la requiero un montón.
(Mónica, 5º curso, ER)
301
(...) ya sabés que yo me llamo Rita. mi segundo nombre es Marcela, yo por ahora
bien. Tengo once años y voy a quinto año y tengo seis hermanos, una es nena y los
cinco son varones, mi mamá se llama María y mi papá se llama Juan Carlos. Mi
comida favorita es puré con milanesa y empanadas. Mi uniforme es un pantalón
vaquero rojo y una blusa blanca. Soy fanática de River (...)
(Rita, 5º curso, ER)
En las cartas en las que hay menor cantidad de marcas gráficas entre
enunciados, una coma puede ser una marca de separación fuerte, que también señala
los límites de grupos de enunciados que desarrollan un aspecto distinto de la
presentación de sí:
Las cartas escritas por el tercer curso de la escuela urbana no utilizan las
marcas que corresponden a los tres grados de fuerza como hemos visto hasta ahora
en las cartas del quinto curso. Por lo general utilizan una sola clase de marca de
manera permanente: en algunas cartas es el punto y aparte que muchas veces
coincide con un enunciado y en otras lo es el punto.
302
La coma registra una aparición muy baja en algunos textos o no aparece,
salvo en tres cartas en las que se utiliza con mucha frecuencia. Como hemos visto en
el ejemplo anterior, salvo algunas excepciones, la coma no aparece cuando se
sostiene un mismo tema a lo largo de varios enunciados, sino cuando hay un cambio
de tema. Citamos distintos ejemplos, en donde la coma se utiliza para separar
enunciados con tema constante, y cuando desaparece en una configuración de factor
común que se organiza alrededor de los fines de semana:
mi escuela es grande, tiene cuatro patios y tiene nada más que 1º 2º 3º 4º y 5º.
(Alfredo, 3º curso, EU)
Soy Ana Luz, soy de River, tengo 9 años, voy a la escuela del cerro, hago
natación en Agua Azul y también pintura.
(Ana Luz, 3º curso, EU)
Mi casa es grande y linda, tengo 4 perras que son muy juguetonas y muy
sucias.
Los fines de semana a veces me voy a comer al negocio o nos vamos al
shopping hay veces que me quedo en mi casa.
(Solana, 3º curso, EU)
Esta es una noticia muy importante voy a tener un hermanito varón que se va
a llamar Mauro todavía no nació pero va a nacer en febrero ¿Y vos tenés hermanos?
La escuela es muy grande hay cinco grados, una sala de juegos, un salón,
una cocina, etc.
Nuestra seño es muy divertida y graciosa.
303
(Maira, 3º curso, EU)
En las cartas escritas por los niños que van al tercer curso de la escuela rural
encontramos siempre muy pocas marcas en los límites entre enunciados. La marca
más utilizada para segmentar la carta es el espacio, que se utiliza para separar partes
iniciales y terminales del cuerpo de la carta, para enumerar las respuestas a las
preguntas de la carta recibida o para formular nuevas preguntas. La coma, como ya
dijimos, es un recurso poco utilizado en el límite entre enunciados, pues sólo aparece
en tres textos.
Podemos apreciar en el siguiente fragmento que las marcas gráficas más
fuertes aparecen en los lugares en los que hay un vaivén enunciativo. Es decir, las
observamos en la oscilación de los núcleos textuales que hemos determinado,
autopresentación y demanda de información:
304
(...) también voy a la escuela San Agustín y también tengo los útiles que estan
impecables. Yo voy al taller [de] inglés y computación.
¿y tú a qué taller vas?
Nosotros algunas veces vamos a comer moras y también vamos al río, el otro día
hemos ido a la alameda y se divertimos.
¿a vos qué materia te gusta?
a mí me gusta Plástica.
(...)
(Sergio, 3º curso, ER)
En el apartado anterior hemos visto otro hecho que nos parece importante
destacar en este curso: la ausencia de marcas gráficas o el uso exclusivo del espacio
coincide con la repetición de verbos de decir en primera persona, recurso que no sólo
instala al enunciador en lo enunciado, sino que convierte lo dicho en acto y además
explicita el valor ilocutivo de lo enunciado. Hemos visto ya cómo esta repetición
estructura las cartas de Jesica y Vicenta. Cuando este recurso está presente, pero no
se reitera, aparecen otras marcas. Por ejemplo, en la carta de Dolores, encontramos
enunciados delimitados por puntos o espacios. Por lo general, después de ellos no se
sigue la correlación convencional con mayúscula y muchas veces puede iniciarse un
enunciado con conjunción copulativa:
Te mando esta carta para ver si estás bien. y que linda estaba tu carta que me
mandaste. y yo antes te había mandado una foto mía. y ¿sabés cuando es mi
cumpleaños? mi cumpleaños es el 22 de abril. en abril cumplí ocho años y mi
maestro se llama Antonio Pastor González. mi mamá se llama María y mi papá Juan
y mi abuelo Santos (...) y yo voy a 3º año y tengo 7 hermanos y mi mejor amiga es
Vicenta (...) y también te quiero contar que tengo tres perros uno se llama Lobo, otro
Guardián y otro Moreno. y mi escuela se llama Albergue de San Agustín.
(Dolores, 5º curso, ER)
305
encontramos regularidades semejantes a las que vimos hasta ahora: cuando se
conserva el tema (en este caso la escuela) o se lo retoma a través de un recurso
verbal (y también) desaparece la puntuación y reaparece cuando el tema cambia (yo
duermo en la pieza tres...)
Mi escuela es grande tiene tres canchas tiene un salón, comedor, cocina, patio,
baño, y un albergue adonde dormimos, yo duermo en la pieza tres con Marcos,
Matías, Enrique y también tenemos ducha para bañarse. un calefón, y los grados (...)
(Joaquín, 3º curso, ER)
En esta carta, que registra la frecuencia más alta de marcas entre enunciados
en este curso, advertimos también otro fenómeno recurrente: en los enunciados que
presentan una relación temporal (en este fragmento las actividades están en secuencia
cronológica) el uso de puntuación disminuye:
En otras cartas también podemos notar que, cuando los enunciados mantienen
entre sí una relación temporal (aunque no estén ordenados cronológicamente),
desaparece la puntuación y reaparece cuando se cambia de tema:
306
(Cristina, 3º curso, ER)
Cuando los enunciados que establecen entre sí una relación temporal están
separados por alguna marca gráfica, sea espacio o punto, se señala la continuidad por
medio de y y de una palabra o construcción temporal topicalizada:
Aunque ya dijimos que cada escrito es único e irrepetible, los niños narran
siempre el mismo cuento y este hecho facilita el análisis de la relación entre las
jerarquías que introduce la marca gráfica y las jerarquías informativas.
Nos interesa particularmente establecer si existe un uso de marcas con
distintos grados de fuerza para señalar jerarquías informativas en el cuento. Como
hemos visto al iniciar este capítulo, el cuento presenta una estructura con triplicación
del núcleo textual. Sólo podemos hablar de establecimientos de jerarquías
informativas cuando hay un desnivel entre las marcas que se utilizan y cuando las
marcas que establecen mayor segmentación coinciden con las rupturas de la
narración: el fin de la situación inicial y la resolución de los motivos que conforman
el relato.
No es fácil establecer el fin de la situación inicial porque generalmente se
distingue con claridad la presentación de los personajes, pero en los cuentos que
optan por el discurso directo la negociación de las condiciones de la sociedad se une
al trato del zorro que potencia las acciones del primer motivo. Sin embargo, se puede
decir que en la mayoría de los casos, salvo probablemente en el tercer curso de la
escuela rural, esta presentación de personajes está marcada visuográficamente.
307
Muchos niños del quinto curso de la escuela urbana que delimitan pocos
párrafos en sus cartas, cuando escriben el cuento aumentan significamente el uso de
punto y aparte19. De esa manera, cada secuencia, formulada muchas veces en un solo
enunciado complejo, se delimita con punto y aparte:
19
Nos referimos a Pablo, Juan José, Sofía y Ana.
20
Nos referimos a Alfonso, Lucas, María Victoria, Sabrina, Gonzalo.
308
Había una vez un zorro y un quirquincho, eran compadres y decidieron
trabajar en la tierra.
El quirquincho trabajaba en la tierra. El zorro dijo que todo lo que fuera
para arriba era para él y lo que fuera para abajo iba para el quirquincho, el
quirquincho plantó papa el quirquincho se llenó de papa y el zorro de hojas y tallos.
El zorro dijo que lo que vaya para abajo iba para él y lo que iba para arriba
era para el quirquincho, el quirquincho plantó trigo y el quirquincho se llenó de
trigo y el zorro de raíces.
(Victoria, 5º curso, EU)
309
que registran valores extremos Los puntos y aparte constituyen las marcas más
constantes y que menos variación registran, pero son también los valores más bajos.
El límite más señalado por marcas fuertes es el que separa los motivos de la
situación final y la presentación de personajes:
310
planta maíz y llegó el día de la cosecha y el zorro se quedó con las raíces y las hojas
y el quirquincho se quedó con el maíz y el zorro se marchó
(Raúl, 5º curso, ER)
311
— Comencemos a trabajar un momento yo me voy a quedar con la parte de
arriba y tú con la de abajo.
Entonces el quirquincho pensó que podía plantar. y dijo:
— Ya sé voy a plantar papas.
(...)
(Solana, 3º curso, EU)
Las marcas con menos fuerza —puntos o comas— se sitúan entre los
episodios que no poseen discurso directo, como la reacción del quirquincho ante el
trato del zorro y la resolución. A continuación se sitúa siempre un punto y aparte, una
marca fuerte, que divide los dos motivos. Sin embargo, el inicio de un nuevo motivo
coincide con el trato, que se expresa a través del discurso directo, razón por la cual
no se puede establecer con claridad si se introducen jerarquías a través de la
puntuación o si se se señala de esa manera la diferencia entre narración y discurso
directo. Continuemos leyendo el cuento de Solana:
312
podemos apreciar con nitidez la repercusión de lo que hemos dado en llamar
“diálogo dramatizado” en la zona visuográfica. Si bien en los cuentos del quinto
curso de la escuela rural se utiliza el diálogo directo, ese diálogo no detiene la
narración, sino que más bien se asimila a la continuidad narrativa. Por el contrario,
como vemos en este cuento el diálogo interrumpe esa continuidad y asume una
configuración absolutamente propia. El personaje actúa el diálogo, la distancia
enunciativa deviene proximidad, la narración adquiere intensidad e incluso la
configuración sintáctica cambia: el relato adquiere ritmo con enunciados breves y
enfáticos. Esa transformación impacta también en la zona visuográfica, estableciendo
grandes rupturas entre los enunciados que se señalan con el punto y aparte. Cuando
la narración se restablece, observamos la presencia de punto, una marca gráfica que
establece un grado menor de separación entre los enunciados; pero también vemos
cómo se atenúa esa segmentación con una conjunción copulativa que restablece la
continuidad interrumpida. La fuerza de la segmentación en la zona estrictamente
narrativa se debilita entonces considerablemente con este recurso verbal,
procedimiento que ya hemos visto en otros cuentos.
Ahora bien, en este curso también hay cuentos que usan mayoritariamente el
punto, marca que coincide generalmente con el final de los episodios:
313
(...) y entonces el quirquincho ganó toda la papa y el zorro no ganó nada.
y el zorro le dice al quirquincho ahora yo quiero lo de abajo para mí y lo de arriba
para vos y entonces el quirquincho sembró trigo y entonces al quirquincho le tocó
las espigas con el trigo y al zorro le tocó la raíz.
y el zorro le dice al quirquincho arriba para mí va a ser el de arriba y lo de abajo y
lo del medio para vos y entonces el quirquincho sembró maíz y el zorro quedó con
las flores y el quirquincho le tocó todo el maíz
el quirquincho le ganó al zorro
(Cristina, 3º curso, ER)
De la misma manera que en los cuentos escritos por los niños de quinto curso
de la escuela rural, la resolución y la evaluación final son los episodios más
señalados por el espacio.
3.2.4.1. Simetrías
Recordaremos que la simetría es una figura que se logra por “la repetición de
materiales sintácticos y léxicos dentro del mismo enunciado” (Trigo Cutiño 1990:
89). Es una figura característica de la lengua oral y de la literatura, en las que la
oposición, el ritmo, la rima y la repetición juegan un papel primordial. En este
apartado estudiaremos la relación entre las simetrías y la marca gráfica.
314
En el cuento las simetrías son características de las situaciones de propuesta y
de reparto de la cosecha. En relación con la simetría diremos que en el quinto curso
de la escuela urbana nunca presentan marca gráfica, pero si se registra marca en los
escritos de las otras escuelas. Sin embargo, si tenemos en cuenta que, por cada
cuento, encontramos al menos cuatro simetrías (lo que hace en total más de
doscientas simetrías) las simetrías marcadas son escasas: cuatro en el quinto curso de
la escuela rural, dos en el tercer curso de la escuela urbana y ocho en el tercer curso
de la escuela rural. Como vemos, las marcas son mucho más frecuentes cuanto
menor contacto con lengua escrita tienen los niños. En el quinto curso de la escuela
rural se utiliza la coma y sólo en un caso el punto. En algunos casos estas marcas
coinciden con la conjunción copulativa:
ahora lo de abajo será para mí y lo de arriba también para mí, y lo del medio
para usted
(Catia, 5º curso, ER)
En los dos casos en los que se presenta marca gráfica en esta construcción en
el tercer curso de la escuela urbana, se trata de una coma:
315
(Ana Sol, 3º curso, EU)
Vemos que la presencia de la coma marca que, según las convenciones, sería
más adecuada en este caso, aparece en los niños que tienen más contacto con lengua
escrita. En ningún caso, además, coincide con la conjunción copulativa.
No sucede así en el tercer curso de la escuela urbana y en algunos casos de la
escuela rural. El punto, en coincidencia con otras marcas, es una marca utilizada en
las escuelas rurales, en las que coincide, además, con la conjunción copulativa. Esta
situación es mayoritaria en el tercer curso de la escuela rural. Entendemos que esta
316
marca está estrechamente relacionada con estas “unidades métricas del discurso de la
lengua oral”, como sostiene Blanche Benveniste, pues señala los dos componentes de
una figura fundamentalmente rítmica como la simetría.
317
(Juan José, 5º curso, EU)
Como vemos, en los dos primeros casos, las marcas gráficas separan el acto
disentivo de la propuesta que viene a continuación. En el último caso, la marca
gráfica segmenta la intervención en tres partes. En la primera parte encontramos dos
elementos con función fática-apelativa: un marcador metadiscursivo de control de
contacto como oye (Briz, 1998: 227) acompañado de un vocativo, en este caso,
índice de cortesía positiva pues introduce familiaridad y cercanía. En la segunda
parte encontramos la propuesta “hagamos una sociedad” y en la tercera parte una
especificación de la propuesta.
Como veremos más adelante, esta función de segmentación del enunciado
complejo en dos actos de habla también puede ser desempeñada por la intercalación
del sintagma que contiene el verbo de decir:
Vamos mal, dijo el Zorro, ahora yo cultivaré en el suelo y tú arriba del árbol.
(Matías, 5º curso, EU)
En el quinto curso de la escuela rural los niños utilizan las mismas marcas,
pero se suman la mayúscula y en un caso los puntos suspensivos:
Los niños del tercer curso de la escuela urbana sólo presentan marca en estos
enunciados complejos cuando se trata de una marca enfática o cuando se ha
intercalado el sintagma con el verbo introductor. En un solo caso se registra una
coma:
318
—Como no compadre, tú eliges— le respondió el quirquincho.
—Bueno— dijo el quirquincho. Y yo la parte del medio
(Ana Sol, 3º curso, EU)
319
así no vamos mal la parte de abajo para mí y la parte de arriba para vos
(Javier, 3º curso, ER)
no va así compadre la parte de arriba será mía y la de abajo también será mía y
la del medio para usted
(Diego, 3º curso, ER)
Como vemos, el único enunciado complejo de esta clase que en este curso
presenta marcas gráficas es el de Joaquín. En este caso las marcas señalan los límites
de la cita directa, no los actos de habla que la constituyen.
En conclusión, podemos sostener que los niños del quinto curso tienen mayores
posibilidades de discriminar las partes en el enunciado complejo a través de la marca
gráfica que los niños del tercer curso, independientemente de la clase de escuela.
3.3.1. Seriaciones
320
tienen el mismo “peso sintáctico”. Por esta razón, para este lingüista la coma de
seriación se adquiriría antes que la coma de inciso.
En casi todos los casos que estudiamos la seriación resulta una forma sencilla
de coordinación. Para poder relevar las marcas gráficas que se presentan en la
coordinación necesitamos establecer clases de seriaciones y lo haremos en función de
los recursos nexuales de la coordinación. Para Jiménez Juliá, “pausa y conjunción,
como recursos nexuales en la coordinación, pueden alternarse o ir juntos” (1995: 55).
Las coordinaciones pueden ser asindéticas, cuando se hace una breve pausa entre los
miembros coordinados, y pueden ser sindéticas cuando los miembros coordinados se
unen mediante una conjunción. Lo normal en español, sostiene este lingüista, es
hacer una pausa asindética tras cada uno de los miembros uniendo sindéticamente
(con o sin pausa asociada) los dos últimos. Por los ejemplos, entendemos que
Jiménez Juliá da como un hecho que la pausa se manifiesta por medio de coma.
Nosotros tomaremos estas denominaciones, pero vamos a introducir más
precisiones con el fin de dar cuenta de situaciones que no serán necesariamente
“normales” y en las que las “pausas” no siempre tienen correlato gráfico.
Consideramos seriaciones de dos o más términos en las seriaciones asindéticas y
seriaciones de tres términos en seriaciones sindéticas, es decir, tomamos en cuenta
sólo seriaciones polisindéticas. No nos interesa relevar seriaciones sindéticas de dos
términos porque nuestro problema es el uso de marca gráfica en la seriación.
Consideraremos en otra categoría las seriaciones que alternan pausa y conjunción
final, pero sólo las consideraremos cuando tienen tres términos porque sólo entonces
se puede definir con claridad su pertenencia a esta categoría o a la de seriación
polisindética. En las seriaciones que admiten marca gráfica distinguiremos los casos
en los que están presentes todas las marcas gráficas posibles, en los que hay sólo
algunas, en las que no hay ninguna y cuando coinciden marca gráfica y conjunción.
En el siguiente cuadro presentamos la cantidad de seriaciones de cada clase
que se encuentran en las cartas escritas por los niños de los distintos cursos que
estudiamos. En las columnas se registran las categorías consideradas y en las filas los
cursos y la clase de escuela:
321
Cuadro Nº 23. Cantidad de seriaciones en las cartas
SERIACIONES EN LA CARTA
Curso y Total de Seriacio- Seriaciones asindéticas Seriaciones con conjunción final
clase de seriacio- nes con con sin con con sin marca y
escuela nes polisin- todas las algunas marca todas las algunas marca conjun-
déticas marcas marcas marcas marcas ción
5º EU 12 - 3 - - 4 2 3 -
5º ER 15 - - 2 3 5 - 2 -
3º EU 20 1 8 - - 8 - 3 -
3º ER 27 7 2 1 4 8 - 3 2
SERIACIONES EN EL CUENTO
Curso y Total de Seriacio- Seriaciones asindéticas Seriaciones con conjunción final
clase de seriacio- nes con con sin con con sin marca y
escuela nes polisin- todas las algunas marca todas las algunas marca conjun-
déticas marcas marcas marcas marcas ción
5º EU 2 - 1 - - 1 - - -
5º ER 3 - 2 - - 1 - - -
3º EU 0 - - - - - - - -
3º ER 2 - - - 1 - - 1 -
322
En el cuento hay seriaciones, pero la mayoría se conforma sólo por dos
términos, razón por la cual la conjunción copulativa basta y la marca gráfica es
innecesaria. Puesto que sólo consignamos en el cuadro las que requieren marca
gráfica, en el cuadro se registran pocas. Como en el cuento la presencia de esta figura
no tiene relevancia cuantitativa, consideraremos todas las seriaciones en conjunto
para poder homogeneizar datos y establecer el porcentaje de las que poseen marca
gráfica:
SERIACIONES
Curso y clase de Total de seriaciones Porcentaje de
escuela seriaciones marcadas
5º EU 14 79 %
5º ER 18 72 %
3º EU 20 80 %
3º ER 29 38 %
Mi sueño sería...
1. Volar por los aires y tocar los pájaros.
2. Tener todos los perros del mundo.
3. Ir a las Olimpíadas Matemáticas.
Y muchas cosas más.
(Gala, 3º curso, EU)
323
El encabezamiento convierte este segmento en una unidad y los puntos
suspensivos, el cambio de renglón y los números contribuyen a conformar esta
estructura como una seriación. Veremos en otro ejemplo, como de manera similar, el
encabezamiento engloba una seriación de enunciados con la misma estructura
sintáctica y el mismo verbo. Esta vez los términos se suceden separados por puntos y
mayúsculas de color, pero sin cambio de renglón:
Tiene 3 patios,
1 secretaría,
1 dirección,
etc.
(Guadalupe, 5º curso, EU)
324
guanacos,
pájaros
(Ricardo, 5º curso, EU)
tiene un salón,
comedor,
cocina,
patio,
baño,
y un albergue adonde dormimos
yo duermo en la pieza 3 con Marcos,
Matías,
Enrique
(Joaquín, 3º curso, ER)
325
y yo
también tengo mi abuela.
y mis padres
(Vicenta, 3º curso, ER)
Sabías Felipa que tengo un perro que se llama Sumo y es muy bueno y gracioso
(Gabriela, 3º curso, EU)
326
Oye compadre, hagamos una sociedad
(Juan José, 5º curso, EU)
En los dos primeros ejemplos las aposiciones explican, por medio de una
paráfrasis, las propiedades del antecedente nominal (Suñer Gratacós 1999: 525) o se
cita la primera parte que quedó incompleta en la palabra motocross. En el tercer
ejemplo citamos un sintagma adjetival loco por la moto que se adjunta a hermano
327
como una aposición con “cierto valor cuantitativo” que designa “el punto culminante
de un proceso” (Suñer Gratacós 1999: 537). Este sintagma adjetival presenta,
además, un modificador de tipo adverbial: seguramente.
En el segundo grupo colocamos las aposiciones que presentan series
coordinadas de elementos. Por ejemplo:
tengo hermanos
María José de 18,
Federico de 24
y Joaquín de 4
(Sofía, 5º curso, EU)
328
En el cuarto grupo contamos los incisos que establecen una relación entre
enunciados. Distinguimos dos clases de incisos. En un grupo colocamos aquellos
casos en los que el segundo elemento es un, o más de un, enunciado no verbal que
explicita un enunciado verbal, como en el caso siguiente:
329
Como vemos, los vocativos se utilizan mayoritariamente en las cartas de la
escuela rural, tanto en el quinto como en el tercer curso. Las aposiciones léxicas
aparecen en el quinto curso de la escuela urbana y de la escuela rural. Los incisos
verbales sólo se encuentran en las cartas de las escuelas urbanas. Las aposiciones que
presentan series de elementos aparecen en todos los cursos y se advierte que las
relativas explicativas son más frecuentes en el quinto curso de la escuela rural21. A
continuación presentamos los incisos en el cuento, en un cuadro que está
confeccionado de la misma manera que el anterior:
21
Cabe aclarar, sin embargo, aunque no nos ocupemos aquí de ellas debido a que no requieren marca
gráfica, que las oraciones de relativo especificativas están presentes en los escritos de los cuatro
cursos.
330
gráficas aunque sólo lleve una de las dos marcas, sea la de apertura o la de cierre.
Puesto que la cantidad de incisos que presenta marca gráfica es muy pequeña,
consideramos conveniente presentar un cuadro conjunto para dar estos datos en
forma de porcentaje.
VOCATIVOS E INCISOS
Curso y clase de Total de vocativos e Porcentaje de
escuela incisos vocativos e incisos
marcados
5º EU 38 47 %
5º ER 42 19 %
3º EU 19 16 %
3º ER 27 7%
331
suspensivos (1) (2)
coma (1)
CC (1)
5º ER exclamación (4) - - - - -
punto (2)
espacio (1)
mayúscula (1)
3º EU - paréntesis - - - paréntesis
(1) (2)
3º ER espacio (1) - - punto (1) - -
Cuando se requieren dos comas, los niños colocan una sola, la coma que cierra,
como hemos visto en los ejemplos que hemos tomado de las cartas de Alfonso y de
Matías al iniciar este apartado.
En este curso hemos señalado el uso de comas en incisos, pero debemos aclarar
que se trata de incisos ubicados en seriaciones, por lo que se podría pensar que la
332
coma es tanto coma de seriación como coma de inciso. En el primer caso no queda
muy claro si estamos ante incisos o ante una seriación de enunciados porque la
construcción sintáctica es irregular. Hacemos evidente la seriación a través de la
disposición gráfica, seriación que no se aprecia con tanta facilidad en la escritura
lineal:
En el quinto curso de la escuela rural sólo aparecen señalados con marca gráfica
los vocativos. Estas marcas —como el punto, la mayúscula y el espacio— no son las
señaladas por las convenciones para esta función. Veremos los ejemplos a
continuación:
esta carta te escribo con un buen cariño a ti. Ana Valentina Sardi
(Patricia, 5º curso, ER)
Hola Querido amigo Pablo
(Raúl, 5º curso, ER)
Chau, chau, chau
Matías
(Wilson, 5º curso, ER)
333
Un besote para vos. Ana Luz
(Catia, 5º curso, ER)
334
comparativo en el que las barras azules representan el porcentaje de seriaciones que
presentan marca gráfica y en el que las barras rosas representan el porcentaje de
vocativos e incisos que están delimitados gráficamente. Horizontalmente se
consignan los cursos y las clases de escuela: el quinto curso de la escuela urbana
corresponde al número 1; el quinto curso de la escuela rural, al número 2; el tercer
curso de la escuela urbana, al número tres y el tercer curso de la escuela urbana, al
número 4.
90%
80%
70%
Porcentaje de marcas gráficas
60%
50%
Seriaciones
Vocativos e incisos
40%
30%
20%
10%
0%
1 2 3 4
Gráfico Nº 3
Marcas gráficas en seriaciones, vocativos e incisos
335
seriación disminuye notoriamente sólo en el tercer curso de la escuela rural, en el que
el señalamiento de incisos es mínimo.
Estos datos parecen validar las afirmaciones de Rafaelle Simone, respecto del
orden de la adquisición de las comas en seriaciones e incisos. Recordemos que, para
este lingüista, se adquieren primero las marcas que reflejan una menor cantidad de
estructura y aquellas que comportan menor reelaboración cognitiva (1991: 231). En
la seriación hay una identidad funcional de los términos implicados y se genera un
lazo inmediato entre ellos; en el inciso, en cambio, muchas veces se establece entre
los términos una relación de orden semántico, mediata o anafórica.
Sin embargo, según nuestros resultados, hay una variable que Simone no toma
en cuenta y que incide de manera fundamental en el señalamiento de ambas
estructuras: la frecuencia de contacto de lengua escrita, variable contenida en la clase
de escuela. Si tenemos en cuenta que las construcciones que presentan marca gráfica
en las escuelas rurales son los vocativos, debemos decir que los niños de las escuelas
rurales no señalan con marca gráfica los incisos. Los niños de la escuela urbana son
los únicos que lo hacen. Se podría decir que, al aumentar la edad y el contacto con
lengua escrita aumenta no sólo la construcción lingüística de estos entornos sino
también la posibilidad de su señalamiento. Por lo tanto, el contacto con lengua escrita
parece ser un factor a tener en cuenta cuando se habla del señalamiento de esta
estructura con marca gráfica. No sucede lo mismo con la enumeración, una
estructura que mayoritariamente presenta marca gráfica en los escritos de las dos
clases de escuela, aunque también estos factores —edad, la escolarización, contacto
con lengua escrita— inciden en la frecuencia con que se señala la seriación.
Hemos dicho que para segmentar los enunciados en estos escritos, era
conveniente adoptar una perspectiva macrosintáctica (macro-syntaxe) pues permitía
analizar tanto enunciados de gran extensión como enunciados de menor envergadura
(Cfr. Cap. 3 § 4.1.2). Desde esta posición, las unidades y las relaciones no se recortan
directamente sobre las funciones y categorías gramaticales (Blanche Benveniste
1990: 112), pues “les symétries, emboîtements et équilibres qui font les périodes ne
336
sont entièrement de l’ordre syntaxique et ne peuvent pas se ramener à des relations
de coordinations et subordinations” (Blanche Benveniste 1990: 111).
Con el objeto de sistematizar el estudio de las marcas que se sitúan en el
interior del enunciado, hemos relevado las marcas gráficas que se sitúan entre las
partes del enunciado que Blanche Benveniste (1990) llama prefijos, núcleos y
sufijos, por analogía con la estructura de la palabra (Cfr. Cap. 3 § 4.1.2). Es decir, se
trata de elementos que están situados antes del nudo, que está dotado de una
entonación y una modalidad de manera que puede conformar un enunciado por sí
mismo. Hemos separado todas las construcciones de esta clase que encontramos en
los escritos, sin hacer distinción alguna entre ellas. A continuación hemos observado
que sólo una pequeña cantidad presentaba marca gráfica. Puesto que son pocos, nos
detendremos en los casos marcados gráficamente. En el quinto curso de la escuela
urbana los dos enunciados en los que la estructura está marcada se encuentran en la
misma carta:
aunque todavía no te conozca bien, te pido que me mandes una foto tuya para verte
(Mariana, 5º curso, ER)
337
cuando fueron a cosechar, el quirquincho se quedó con las papas que están abajo y
el zorro se quedó con la parte de arriba o sea todos los tallos y las hojas
(Ana Sol, 3º curso, EU)
y como las papas en vez de salir por arriba salen por abajo. El quirquincho se quedó
y con las papas y el zorro se quedó con las flores
(Ana Luz, 3º curso, EU)
Como vemos, salvo una excepción, las marcas gráficas se ubican en las
construcciones condicionales, concesivas, causales y temporales que se anteponen.
Sin embargo, para poder avanzar más en el análisis, nos vemos obligados a separar
las causales, condicionales y concesivas que aparecen en la carta, de las temporales y
causales que aparecen en el cuento. Las secuencias causales, concesivas y
condicionales de la carta se pueden clasificar como modificadores de modalidad,
como sostiene Gutiérrez Ordoñez (1996, 1997), retomando los trabajos de Kovacci y
Alarcos. En efecto, las secuencias permiten la catálisis de un verbo enunciativo,
cuando éste no está. En otros casos el verbo ya estaba:
Porque me gusta cómo juega y siempre sale campeón, sostengo que soy de River
aunque todavía no te conozca bien, te pido que me mandes una foto tuya para verte
338
Se trata, como sostiene también Blanche Benveniste, de ““compléments de
phrase” (...) [qui] portent plutôt sur l’enunciation que sur le contenu de l’enoncé” (p.
117).
Las construcciones temporales y causales del cuento que presentan marca no
funcionan de la misma manera. En efecto, conforman la primera parte de una
configuración discursiva: el factor común (Cfr. Cap. 3 § 4.1.2). Recordemos que
Blanche Benveniste (1985) sostiene que, en tal configuración, un elemento sintáctico
incide en dos o más sintagmas. En este caso, las construcciones temporales y
causales “subordinan” otra configuración discursiva: la simetría, que se organiza por
repetición léxica y paralelismo sintáctico:
y como las papas en vez de salir por arriba salen por abajo.
El quirquincho se quedó y con las papas
y el zorro se quedó con las flores
339
también hay una diferencia de edad y de escolarización: las marcas en los
modificadores de modalidad aparecen en escritos del quinto curso de escuela urbana
y rural, las marcas en las configuraciones discursivas aparecen también en los
escritos de los niños más pequeños.
El zorro enojado, esta vez le dijo al quirquincho que se iba a quedar con la parte de
abajo
El zorro, esta vez se enojó más
(Antonella, 5º curso, EU)
Verbo-objeto directo
340
y me gusta — escuchar el tema de “Red”
(Miguel, 5º curso, ER)
y le dijo — al zorro que él agarraría la parte de abajo y arriba y usted la del medio
(Verónica, 3º curso, ER)
Verbo- objeto
Organizador temporal que opera como anclaje discursivo- presentación de
personajes
Verbo- predicativo
Verbo-término preposicional
341
el zorro quedó con las hojas y tallos el quirquincho quedó. | 22
con toda la papa
(Alejandro, 5º curso, ER)
el quirquincho quedó. con las papas
(Carlos, 5º curso, ER)
no va así compadre la parte de arriba será mía y la de abajo también será mía y la
del medio.| para usted
(Alejandro, 5º curso, ER)
22
Con este signo “|” indicamos la coincidencia con el final de renglón.
342
comunicativo y semántico (Cfr. Cap.1 § 4.2.1); hemos visto también que para
psicolingüística cognitiva, el enunciado es también una unidad de tratamiento
durante el proceso de producción del texto (Cfr. Cap. 2 § 2.2.2., Cap. 3 § 4.1.).
Creemos que debemos recurrir a ambas perspectivas para interpretar la aparición de
marcas en los lugares que nos ocupan.
En dos ocasiones, la marca gráfica está en lugar del verbo elidido en una
construcción coordinada, pero no se utiliza la marca prescrita para estos casos, la
coma, sino un punto (RAE,1999: 62). Recordemos que para Védénina, la puntuación
es aquí un signo sintáctico pues anuncia la ruptura de la frase y, para Catach, se trata
de un complemento semántico, pues sustituye un verbo (Cfr. Cap.1 § 4.2.1). Es
posible interpretar que la marca cumple estas funciones, aunque no olvidemos que
los niños no utilizan la marca prescrita para estos casos, la coma, sino un punto
(RAE, 1999: 62). Ahora bien, no podemos extender esta explicación a todos los
ejemplos del listado.
En el resto de las situaciones que analizamos, la marca gráfica se sitúa antes o
después del verbo. Recordemos que para Védénina una de las funciones de la marca
gráfica es adaptar la sintaxis a los imperativos de la comunicación. Es posible que la
explicación de esta clase de marca en el interior del enunciado no se encuentre en el
orden de las funciones representativas (formales y semánticas), sino en el orden de
las funciones informativas (Gutiérrez Ordoñez 1997). En efecto, Védénina sostiene
que la puntuación contribuye a expresar el valor comunicativo que tienen los
distintos segmentos de una frase (Cfr. Cap. 1 § 3.2.1).
Para reflexionar sobre esta regularidad, es decir, el hecho de que la marca se
emplace en los alrededores del verbo, debemos reforzar la línea interpretativa de
Védénina acudiendo nuevamente a los desarrollos de la perspectiva funcional de la
oración (functional sentence perspective (FSP)). Para Firbas (1996), los elementos
que no completan el desarrollo de la comunicación son menos dinámicos que
aquellos que lo hacen. Por consiguiente, un verbo sólo opera como el elemento más
dinámico en ausencia de un elemento que expresa un fenómeno a ser presentado o
uno que expresa la especificación de una propiedad. Si observamos enunciados cómo
había una vez — un zorro y un quirquincho o mi papá se llama: Guaymás, queda
claro que la marca gráfica señala estos lugares con distinto dinamismo comunicativo,
343
pues separa el fenómeno que va a ser presentado o especificado del resto del
enunciado.
Un estudio del contexto verbal de cada uno de estos enunciados podría dar
cuenta de que no sólo el orden lineal despliega un ascenso gradual en el dinamismo
comunicativo. También juegan un papel importante el carácter del contenido
semántico del elemento lingüístico, el carácter de las relaciones semánticas
involucradas y la recuperabilidad de la información desde el contexto precedente
inmediatamente relevante. Por ejemplo, podríamos explicar la coma en el zorro, esta
vez se enojó más si tenemos en cuenta que se trata de la segunda vez que el zorro —
personaje ya conocido y mencionado en el relato, y que, por tanto, porta información
recuperable (por eso se utiliza artículo definido)— se enfada. Además, el verbo
mismo porta también información recuperable, a pesar de que condensa aquí mayor
dinamismo comunicativo que el zorro con la ayuda de la especificación más. La
ubicación del enunciado en el cuento da sentido al hecho de que la coma se coloque
antes de la especificación esta vez. En efecto, el elemento esta vez permite introducir
la información nueva, pues diferencia el enunciado el zorro se enojó en el primer
motivo del relato, de el zorro se enojó en el tercer motivo. Sin embargo, no haremos
aquí un análisis en contexto de cada uno de los enunciados en los que hemos
encontrado esta clase de marca gráfica. Creemos que la presencia de marca se puede
explicar en todos los casos desde la perspectiva presentativa y la perspectiva de
propiedad/especificación.
A continuación haremos una distinción respecto de las clases de marcas
seleccionadas para estos lugares, lugares que no están previstos por las convenciones
o en los que está prohibida explícitamente su aparición. Puede suceder que la marca
seleccionada sea absolutamente imprevisible, como en el caso del punto, de la raya o
del espacio. En otras ocasiones, se seleccionan marcas relacionadas con la función de
actualización del enunciado. En efecto, vemos muchas veces que los niños
seleccionan los dos puntos, una marca que tiene justamente un valor presentativo, o
la coma, que es la marca que las convenciones destinan a señalar fenómenos de
orden en el enunciado23. Recordemos que, para Firbas (1996), la modificación lineal
23
La Ortografía de la Lengua Española (1999) sostiene el siguiente uso de la coma “Cuando se
invierte el orden regular de las partes de un enunciado, anteponiendo elementos que suelen ir
pospuestos, se tiende a colocar una coma después del bloque anticipado” (pág. 60)
344
es uno de los factores que aumenta grados de dinamismo comunicativo a condición
de que ningún otro factor, como el semántico o el contextual, lo contrarreste.
Ahora bien, los escritos del quinto curso de la escuela rural son los que
presentan con más frecuencia esta clase de marcas, le siguen los del tercer curso y los
del quinto curso de la escuela urbana. Hacemos esta observación teniendo en cuenta
que un mismo niño puede producir más de un enunciado con esta clase de marca en
su interior. No es casual que, cuando aumenta la edad, la escolarización y el contacto
con lengua escrita, aparezca menos la marca que señala dinamismo comunicativo en
lugares no previstos por las convenciones. Cabe notar, además, que tal marca
tampoco se encuentra con tanta frecuencia en los escritos de los niños de menor
edad, escolarización y contacto con lengua escrita, los niños del tercer curso de la
escuela rural. Aparece en escritos de niños que saben que las marcas gráficas
cumplen una función en la escritura, pero que todavía están explorando la manera en
que la marca opera en el interior del enunciado. Esta interpretación se sostiene en dos
observaciones: la marca aparece en escritos con una alta frecuencia de puntuación
interna y, además, los niños seleccionan marcas convencionalmente relacionadas con
la actualización de la sintaxis: coma y dos puntos.
Sin embargo, en el listado que hemos presentado también encontramos
marcas gráficas en el interior de enunciados, en escritos con baja frecuencia de
puntuación interna; además, estos niños seleccionan otras marcas, como el punto o el
espacio. Juzgamos conveniente en estos casos contemplar otra posibilidad para este
señalamiento: el hecho de que son detenciones en el proceso de escritura.
Sumaremos ahora a la consideración otros lugares en los que también se encuentran
marcas gráficas. Los hemos separado de los anteriores debido a que, en estos casos,
la marca gráfica se sitúa en los alrededores de construcciones complejas que están
regidas por el verbo. Se parecen a los casos que estamos considerando porque, salvo
en el caso de la coma que separa el discurso referido en Antonella, en los otros casos
se utiliza un punto.
345
entonces le propuso al quirquincho, que él se iba a quedar con la parte de arriba
(Antonella, 5º curso, EU)
Como decíamos, es posible que, en estos casos, las marcas simplemente señalen
detenciones en el proceso de escritura, pausas que permiten una planificación de la
unidad que continúa. No es casual tampoco que estas marcas aparezcan
fundamentalmente en el cuento, esto es, en un texto en el que la sintaxis es más
compleja que en la carta. En los últimos ejemplos que hemos presentado las marcas
gráficas se sitúan en el inicio o en los alrededores de subordinadas regidas por el
verbo, generalmente un verbo de decir, aunque también puede estar después de un
nexo causal. Es cierto que se puede interpretar que, así como las anteriores, también
esta marca señala la diferencia entre lugares con distinto dinamismo comunicativo.
Sin embargo, podría tratarse de detenciones en el proceso de escritura, es decir, de
marcas que registran las unidades de planificación de un enunciado cuando éste es
sintácticamente complejo. Recordemos que Fayol (Cfr. Cap. 2) señalaba que a mayor
complejidad sintáctica mayor cantidad de detenciones en el proceso de escritura,
pues estas detenciones permiten la planificación de lo que se escribirá a
continuación.
En este apartado consideraremos la forma en que los niños utilizan los signos
de interrogación (§ 4.1) y de exclamación (§ 4.2) y la relación que existe entre el
discurso directo y la aparición de marca gráfica (§ 4.3).
346
Para estudiar la presencia de marca en los enunciados interrogativos, partiremos
de los estudios de Escandell Vidal (1996) sobre la interrogación en general. La
lingüista parte de la distinción entre la forma gramatical y el uso que realizan los
hablantes de esta forma en distintas situaciones. Tal distinción invalida las
explicaciones semánticas y sintácticas que se dieron sobre la interrogación. Las
primeras buscaron establecer la relación entre las oraciones interrogativas y
declarativas a fin de integrar la descripción de su significado en una semántica
veritativo-condicional, intento que de todas maneras no hace avanzar el análisis
semántico de las interrogaciones. Las segundas, por su parte, producen una colisión
entre los criterios pragmáticos y gramaticales, al postular la existencia de un
predicativo realizativo abstracto que, lógicamente, se multiplica cuando se intenta
dar cuenta con él de los distintos usos que se realizan de esta forma.
Por ello Escandell Vidal retiene, a partir de la lógica de cálculo de predicados,
sólo la forma lógica de la interrogación24: una función proposicional abierta con una
variable sin especificar, sobre la que se pone el énfasis. Este componente es distinto
en las interrogaciones generales y en las parciales. En las primeras, es un signo de
polaridad positivo o negativo y en las segundas uno de los constituyentes de la
oración, a saber:
pos
Interrogativas generales: ?p= ? p
neg
Esta posición nos sirve para diferenciar la estructura interrogativa, que posee
características formales propias, de los valores que un enunciado interrogativo puede
tener (pregunta, petición, sugerencia, afirmación, etc.).
En nuestro estudio distinguimos fundamentalmente tres clases de enunciados:
los enunciados con estructura interrogativa que presentan las marcas
correspondientes, los que no las presentan y los enunciados que no poseen estructura
interrogativa pero presentan marca gráfica.
Estudiaremos, en primer lugar, la relación entre enunciados interrogativos y
la presencia de marca gráfica. Para ello presentaremos la cantidad de enunciados
24
Escandell Vidal reserva el término interrogación para designar la modalidad gramatical, pues con el
de pregunta nombra el acto de petición de información por medio de una oración interrogativa directa.
De este modo, distingue la forma gramatical de su uso característico (Escandell Vidal, 1984: 10).
347
interrogativos que hay en la carta y en el cuento y los que presentan signo de
interrogación. En la primera columna presentamos los datos de la carta y en la
segunda, los del cuento. Horizontalmente se pueden leer los resultados
correspondientes a cada curso.
ENUNCIADOS INTERROGATIVOS
Curso y clase de Total de enunciados Enunciados marcados
escuela interrogativos
348
5º EU 54 83 %
5º ER 19 61 %
3º EU 64 80 %
3º ER 7 35 %
349
3º EU Augusto ¿Cómo es tu escuela? (2) querés que seamos
¿Vivís cerca de la socios
escuela?
¿Cómo se llama tu
señorita?
¿Tenés mascotas? (...)
Maira ¿Y vos tenés hermanos? (3) Compadre porque
no hacemos una
sociedad
Gabriela ¿Cuántos hermanos (4) Sabías Felipa que
tenés? tengo un perro que se
¿Cómo se llama tu llama Sumo y es muy
maestra? bueno y gracioso
¿Cómo se llaman tus
papis?
¿Cuántos años tenés y
cuándo los cumplís?
(...)
Agustina ¿Y cómo se llama tu (5) Quieres trabajar en
mejor amigo? mi huerta
¿Cuántos hermanos
tenés?
¿Cuántos años tenés?
¿Cómo es tu casa? (...)
Rosario ¿cuántos años tenés? qué pena (6) no...
(7) sabés algo (8) sí o
no
que me encanta tener
amigos de tu forma
(9) ey amigo qué tal si
hacemos una sociedad
Gala ¿Querés tener otra (10) Y el quirquincho
amiga? dijo qué voy a plantar
3º ER Javier ¿y tus padres cómo se (11) me mandás una
llaman? foto
Sergio ¿y tú a qué taller vas? (12) me mandas una
¿vos qué materia te foto de ti
gusta?
Creemos que se puede encontrar una explicación pragmática para este uso
inestable de las marcas de interrogación. Los enunciados interrogativos que
presentan marca gráfica tienen el valor de preguntas “reales”, es decir, se trata de
preguntas en las que el grado real de conocimiento del emisor es mínimo y su
suposición sobre el conocimiento del destinatario es máximo. Por el contrario,
cuando estamos ante preguntas orientadas y confirmativas, en las que aumenta el
grado de certeza del emisor y en las que simplemente pretende que el destinatario
confirme su apreciación, desaparece la marca gráfica, como vemos en (4), (6), (7) y
(8). Podríamos entender que (1) forma parte de la misma dinámica, porque es un
enunciado que simplemente precisa con una opción binaria la pregunta anterior, que
350
ya presenta las marcas gráficas. A pesar de su estructura, no podemos interpretar el
enunciado (10) de un cuento como una pregunta real. El quirquincho no pregunta al
zorro qué debe plantar sino que delibera consigo mismo qué puede plantar para
beneficiarse cuando llegue el momento de la cosecha y del reparto de la misma.
También en este caso desaparece la marca gráfica.
Los enunciados interrogativos que dependen de objetivos interaccionales
tampoco presentan marca gráfica. Se trata de estrategias de cortesía negativa que, en
este caso, ayudan a mitigar una imposición del emisor relativa a una actividad.
Encontramos ofrecimientos que aparecen en el cuento en la voz del personaje que
posee mayor poder como vemos en (2), (3), (5) y (9). El zorro ofrece al quirquincho,
el campesino, la conformación de una sociedad supuestamente beneficiosa para los
dos participantes, razón que haría que el riesgo de amenaza para el otro sea mínimo.
En la carta encontramos enunciados que conllevan un riesgo mayor, pues se trata de
peticiones, como en (11) y (12). Sin embargo, el riesgo aquí no era tanto porque los
niños solicitan una acción recíproca. En efecto, los niños de la escuela rural habían
mandado una foto a los niños de la escuela urbana. Estas peticiones tampoco
presentan marca gráfica.
Podemos confirmar, entonces, que existe una regularidad pragmática que
puede explicar el uso inestable de los signos de interrogación. La presencia o la
ausencia de marca gráfica está estrechamente relacionada con el valor pragmático del
enunciado interrogativo y no sólo con su estructura. En efecto, los enunciados
interrogativos que siempre o casi siempre presentan marca gráfica son aquellos que
tienen el valor de preguntas “reales”, mientras que los enunciados interrogativos que
no presentan marca gráfica son aquellos que tienen otros valores pragmáticos —
petición, propuesta— o son preguntas simplemente confirmativas en las que aumenta
el grado de certeza del emisor y disminuye el conocimiento del destinatario.
Nos detendremos ahora en un trabajo que no presenta ningún signo de
interrogación. Creemos que merece un comentario especial porque, si bien es un caso
aislado, constituye un ejemplo de que los niños encuentran maneras de señalar a su
interlocutor cómo debe entender lo que le está diciendo, aunque no utilice la forma
propia de la escritura. En la carta de Vicenta, que transcribimos a continuación, no
351
está la marca gráfica de interrogación, pero en su lugar está el espacio cada vez que
se reitera la estructura de interrogación y respuesta:
ENUNCIADOS NO INTERROGATIVOS
QUE PRESENTAN SIGNOS DE INTERROGACIÓN
352
Curso y escuela CARTA CUENTO
5º EU - -
5º ER 2 -
3º EU - -
3º ER 4 10
Creemos que estas marcas constituyen una manera de señalar que existe una
diferencia entre estos enunciados asertivos y los demás: la diferencia radica en su
carácter de respuesta. Ciertamente, es posible pensar que los niños desconocen el uso
de los signos de interrogación y que simplemente repiten los signos que encontraron
en la carta recibida. Sin embargo, no podemos dar una respuesta categórica a estas
opciones de interpretación. En la carta de Miguel no hay otros enunciados
interrogativos y sí más respuestas que no presentan marcas de interrogación, en la
carta de Vicenta existen estructuras interrogativas pero no presentan marca gráfica.
En la carta de Nelson, sin embargo, encontramos un enunciado interrogativo con las
marcas correspondientes. En este último caso no hay, por tanto, desconocimiento del
353
uso de los signos de interrogación, sino que deberíamos hablar nuevamente de un uso
inestable y podemos optar por nuestra primera interpretación.
Los enunciados señalados con signos de interrogación en el cuento
corresponden siempre a los niños del tercer curso de la escuela rural. En todos los
casos se trata de enunciados de discurso directo:
354
enunciados que, por convención, deberían llevar signos exclamativos y los
enunciados o construcciones que pueden o no llevar signos exclamativos. En la
primera clase consideraremos los enunciados exclamativos –cu y las interjecciones
propias. En la segunda clase consideraremos los actos disentivos, las interjecciones
de saludo y despedida y los enunciados de despedida y los actos de aceptación. A
continuación ejemplificaremos estas categorías con los ejemplos del corpus.
1. Construcciones exclamativas
1.1. Enunciados exclamativos –cu
Según Alonso Cortés, la oración exclamativa admite “una delimitación
“inyuntiva”, es decir, según propiedades (estructurales, semánticas y pragmáticas)
independientes, pero que juntas definen el tipo exclamativo” (1999: 3995). Para este
autor, el elemento central es el pragmático, por lo que define a la oración
exclamativa como “un tipo gramatical de oración que corresponde a la realización de
la fuerza ilocutiva del acto de habla expresivo o fuerza exclamatoria, marcada
gramaticalmente por una clase de palabras exclamativas o palabras-cu (qué, cuál,
cómo, cuánto) que ponderan o intensifican algo que afecta al hablante” (1999: 3995).
Sólo hay dos enunciados de esta clase:
qué pena
(Rosario, 3º curso, EU)
1.2. Interjección
Para Alonso Cortés la interjección “puede entenderse como una
manifestación del acto de habla expresivo, aunque con restricciones” (1999: 4024).
Así, la interjección constituye un signo indicativo de la disposición del hablante, pero
no posee una significación fija y constante sino que su sentido depende del entorno.
Las interjecciones han sido estudiadas por M. A. Martín Zorraquino porque pueden
funcionar como operadores pragmáticos, en tanto “expresan actitudes afectivas del
355
hablante en relación con lo dicho, con lo que se va a decir o con aspectos implícitos
pero deducibles de la situación comunicativa” (Martín Zorraquino, 1991: 270).
También veremos que las interjecciones pueden aparecer en relación con otra
construcción estrechamente relacionada con la función apelativa en el lenguaje: los
vocativos. En las cartas encontramos fundamentalmente dos clases de interjecciones:
interjecciones de saludo y despedida e interjecciones que, por el entorno, adquieren
un valor de estructurador digresivo. Sin embargo, consideramos que sólo estas
últimas forman parte del primer grupo, pues pertenecen al grupo de las interjecciones
propias que, por convención, siempre llevan signos exclamativos. Nos referimos al
uso de ah, que tiene un valor afectivo que en las cartas adquiere el valor de un
estructurador digresivo:
Así, Alfonso que contaba la decisión de su papá de vender su moto, a raíz de un
accidente que tuvo su hermano dice: Ahora me la van a vender a mí y a mi hermano
¡ah! ¿no me la querés comprar?
Raúl, después de describir su escuela, comienza a hablar de las actividades
cotidianas: tenemos plantaciones de zapallo, papa, cebolla, chacra, melón, etc.
Cuando pasa una semana tenemos que regar, terminamos y después vamos a jugar a
la pelota ¡ah! tenemos una cancha.
Mónica recuerda al final de su carta, después de la despedida, que no le hizo a
Victoria una pregunta que considera importante y escribe: ¡Ah! ¿ Qué programa te
gusta más?
Como vemos, en los tres casos introducen un comentario lateral en relación con
lo que se venía contando. En los dos últimos ejemplos, la interjección conlleva
también el sentido de un comentario que fue olvidado en su oportunidad, pero que se
considera oportuno mencionar, aunque ya no sea en el lugar correspondiente. Ese
movimiento se señala por medio de la interjección que resulta en muchas ocasiones
equivalente al estructurador digresivo por cierto.
356
vocativos, actos de habla en el discurso directo del cuento y expresiones que tienen
un valor fático de despedida.
¡Hola!
(Rita, 5º curso, ER)
¡Chau!
(Juan José, 5º curso, ER)
¡¡¡¡¡¡¡Chau amiga!!!!!!!
(Rosario, 3º curso, EU)
¡Hola! Sabrina
(Jesús, 5º curso, ER)
357
(Rita, 5º curso, ER)
358
¡Me encantaría!
(Ana Luz, 3º curso, EU)
359
3º ER 5 2 3 2 2 -
ENUNCIADOS EXCLAMATIVOS
Curso y escuela Total de enunciados Enunciados marcados
exclamativos
5º EU 12 100%
5º ER 14 93 %
3º EU 19 63 %
3º ER 7 57 %
360
contiene ya la intensificación y la ponderación. Por otra parte, la interjección propia
ah constituye en sí misma un acto de habla expresivo.
En cuanto a la forma que presenta la marca gráfica que estamos estudiando,
los signos de exclamación, debemos decir que los niños no siempre colocan los dos
signos, el que abre y el que cierra, sino que a veces colocan uno, generalmente el que
abre.
Notamos también la presencia de signos de exclamación que se reiteran tanto
en el cuento como en la carta:
¡¡¡Hola!!!
(Gala, 3º curso, EU)
¡¡¡¡¡¡¡Chau amiga!!!!!!!
(Rosario, 3º curso, EU)
361
usando el mismo recurso que vio en la carta que le escribió Rosario. Coloca en el
cierre del enunciado la misma forma del signo que abre.
En el cuento podemos apreciar incluso que el uso de este recurso produce el
efecto de una gradación en la fuerza del disenso: en el primer acto disentivo se
emplea un signo de exclamación; en el segundo, dos; en el tercero, tres. Creemos que
estamos ante un uso refinado de las posibilidades gráficas de estas marcas que
aprovecha la capacidad expresiva que ya conlleva esta marca en particular y la pone
al servicio del sentido de las intervenciones de un personaje en el cuento. De ese
modo se intensifican los actos disentivos del zorro que manifiestan el fracaso de sus
sucesivos intentos de manipulación del quirquincho.
362
límite entre el discurso narrativo y la cita directa o entre turnos de habla contiguos.
En este último caso, si no utilizan marca gráfica, se pierde la referencia del
personaje, pues no se sabe cuál de los dos es el que tiene la palabra.
Cuadro Nº 36. Marcas gráficas en turnos de habla sucesivos sin el sintagma que contiene el
verbo de decir
363
Z- bueno yo sacaré todo la parte de arriba de lo que sembraste
Q:- y yo la parte de abajo
(Ana, 5º curso, EU)
el zorro le dijo al quirquincho vamos a hacer una siembra bueno compadre elija
usted yo voy a ser el socio y usted será el sembrador y la parte de abajo será de
usted
(Alejandro, 5º curso, ER)
El zorro dijo —¡He compadre! ¿Le parece que podemos sembrar?— ¡Como no!
dijo el quirquincho — Bueno, usted elija — Lo de arriba va a ser para mí y lo de
abajo para usted.
(Rita, 5º curso, ER)
364
Entonces plantó maíz. Y el zorro se quedó con las flores y la raíz y el
quirquincho con el choclo:
— ¡¡Basta ya me cansé ya no soy más socio!!
Y así ganó el quirquincho porque supo más que el zorro.
(Solana, 3º curso, EU)
Y el quirquincho plantó trigo, cuando el trigo creció el zorro se agarró todas las
raíces y el quirquincho todas las espigas
— Bueno ahora yo lo de arriba y lo de abajo y usted lo del medio
(Maira, 3º curso, EU)
El quirquincho le contestó
Claro si quiero
- Bueno entonces yo me quedo con lo de arriba y vos con lo de abajo
(Agustina, 3º curso, EU)
En el tercer curso de la escuela rural la mayoría de los niños no señala con marca
gráfica los límites entre los distintos turnos de habla de los interlocutores. Sin
embargo, cuando lo hacen, utilizan de manera no convencional los signos de
interrogación para señalar los límites de cada intervención. Sin embargo, cabe aclarar
que ese uso no convencional de los signos de interrogación se extiende a la
delimitación de enunciados o a la delimitación de enunciados con discurso
reproducido. Ejemplificaremos a continuación las tres situaciones:
25
Este signo en el original está construido como un espejo del signo que abre, pero no se puede
simular este signo con el ordenador.
365
— y al zorro le tocó oja seca. y al quirquincho le tocó la raíz-
A continuación estudiaremos los casos en los que la cita directa está acompañada
por un sintagma que contiene el verbo de decir. Este sintagma puede ocupar distintas
posiciones en la cita directa. Haremos primero un análisis global de la cantidad de
límites que presentan marcas gráficas, sin considerar las distintas posiciones que
puede ocupar este sintagma:
Cuadro Nº 37. Marca gráfica entre el sintagma que contiene el verbo de decir y la cita directa
El índice más alto de señalamiento por medio de marcas gráficas del límite entre
ambas partes se registra en las escuelas urbanas. El porcentaje desciende casi a la
mitad en las escuelas rurales.Ahora bien, en este límite se acumula, por lo general,
más de una marca gráfica, razón por la cual podríamos decir que las marcas se
concentran en los espacios que contienen discurso directo, afirmación que coincidiría
con los resultados de la investigación psicogenética.
366
Ahora bien, creemos que es necesario distinguir el requerimiento del lenguaje, la
fuerza de las convenciones y la actuación del niño. Como lo ha reconocido desde el
principio la investigación psicogenética, el discurso directo constituye una situación
privilegiada para que aparezca la puntuación (Cfr. Cap. 2 § 2.2.1). Sin duda, optar
por (re-)presentar el discurso reproducido, supone, como sostiene Lucy (1993),
priorizar la forma específica de la emisión antes que su contenido. Además, como
también sostiene este lingüista, el discurso directo se utiliza cuando se necesita
“enfatizar aquellas formas o funciones del discurso referido que no pueden ser
lexicalizadas, por ejemplo, ciertos elementos expresivos, imperativos, etc.” (Lucy
1993: 95). Entonces, si el discurso directo pone en primer plano las cualidades
expresivas de una expresión (Lucy 1993: 118), y las marcas gráficas permiten
calificar el enunciado indicando no sólo su status enunciativo sino también su fuerza
ilocutoria, la aparición de la marca gráfica es un requerimiento de esta forma de usar
el lenguaje. En efecto, ambas formas, las verbales y las gráficas pertenecen al orden
metapragmático, en tanto le indican al otro la forma en que debe interpretar lo que se
dice.
Sin embargo, así como el surgimiento de las formas verbales para referir el
discurso supone un proceso (Hickman 1993), nuestros datos indican que también
sucede lo mismo con el señalamiento del discurso directo. No todos los niños señalan
el discurso directo por medio de recursos gráficos. El grado de contacto con lengua
escrita produce, además, una diferencia significativa que separa aquellos niños que lo
hacen mayoritariamente de aquellos que no lo hacen. Si consideramos, además, que
las convenciones prescriben el señalamiento gráfico del discurso directo son muy
fuertes, debido a que pueden determinar con claridad el lugar en que se coloca la
marca, sumamos otro factor que puede explicar porqué el discurso directo aparece
indicado gráficamente con más fuerza en los escritos de las escuelas urbanas que en
los de las escuelas rurales.
Distinguiremos, además, entre las marcas que señalan el fin o el comienzo del
sintagma que contiene el verbo de decir —como los dos puntos— y las marcas que
encuadran la cita directa —como las comillas o la raya de diálogo—. Sin embargo,
como hemos visto ya, los niños pueden colocar en estos lugares marcas no previstas
por las convenciones o correlaciones de marcas no convencionales. Nosotros estamos
367
dando cuenta de todas estas posibilidades. Veremos a continuación en un cuadro que
resume estas posibilidades:
Cuadro Nº 38: Marca gráfica en el final del sintagma con verbo de decir y en el inicio de la
cita directa
Los niños señalan con más frecuencia por medio de marca gráfica el inicio de
la cita directa que el final del sintagma con verbo de decir. No contamos en ambas
columnas con los mismos totales pues este sintagma puede duplicarse antes y
después de la cita directa o puede estar intercalado. En el siguiente cuadro
consignamos la cantidad de veces que hemos registrado los distintos órdenes del
sintagma que contiene el verbo de decir (SVD) y de la cita directa (CD). Disponemos
en columnas las distintas posibilidades y en filas se puede leer el curso que escribió
los cuentos en los que se encuentran estas posibilidades:
Cuadro Nº 39. Orden del sintagma que contiene el verbo de decir y la cita directa
Posibilidades de ubicación del sintagma que contiene el verbo de decir respecto de la cita directa
Curso y clase SVD-CD CD-SVD SVD-CD- SVD-CD- CD-SVD-CD CD-SVD-
de escuela SVD SVD-CD CD-SVD
5º EU 11 3 - - 1 -
5º ER 57 6 3 1 1 -
3º EU 33 16 4 1 2 1
3º ER 31 - 1 - - -
Como vemos, el orden más utilizado por los niños es el más convencional,
aquel en el que el sintagma que contiene el verbo de decir introduce la cita directa.
Le sigue, aunque en menor cantidad, la cita directa con entrada pospuesta,
posibilidad no actualizada en los escritos del tercer curso de la escuela rural. Sólo
registramos duplicación del sintagma que tiene el verbo introductor en la escuela
368
rural y en el tercer curso de la escuela urbana. En dos casos se agrega otra cita
directa. La posibilidad de orden menos frecuente es aquella en la que el sintagma que
contiene el verbo de decir está intercalado en la cita directa, posibilidad que se
actualiza sólo en el quinto curso y en el tercer curso de la escuela urbana, en el que
en un caso el sintagma que contiene el verbo de decir está duplicado.
Vamos a estudiar ahora las marcas que los niños seleccionan para señalar el
límite entre sintagma introductor y la cita directa. Ordenaremos estas marcas según la
frecuencia de aparición:
Cuadro Nº 40. Clases de marcas gráficas en el sintagma que contiene el verbo de decir y en
la cita directa.
En la mayor parte de los casos las marcas seleccionadas por los niños son las
que indican las convenciones: dos puntos, comillas, raya de diálogo. El cambio de
renglón es otra de las marcas asociadas al discurso directo en los cuatro cursos. Este
uso de espacio se asocia a otras marcas no previstas por las convenciones, como el
punto en la escuela rural o en el tercer curso de la escuela urbana. En la escuela rural
se utilizan con más frecuencia marcas dobles que encierran la cita directa, sea en
usos convencionales, como las comillas, sea en usos no convencionales, como la raya
369
de diálogo duplicada o los signos de interrogación, en un uso no previsto por las
convenciones que ya hemos comentado en los escritos del tercer curso de la escuela
rural. El hecho de que las marcas gráficas seleccionadas sean en gran medida las que
exigen las convenciones indica que no podemos dejar de lado, en la explicación de su
surgimiento, la fuerza que ejercen las convenciones de la comunidad letrada,
trasmitidas por la escuela, en el señalamiento gráfico del discurso directo.
Estudiaremos a continuación las marcas seleccionadas para señalar el límite
entre la cita directa y el sintagma que contiene el verbo de decir cuando éste está
pospuesto.
Los niños utilizan marcas dobles en la cita directa por lo que sólo en muy
pocos casos no se encuentra marca en el límite entre ésta y el sintagma que contiene
el verbo de decir.
Recordemos que Blanche Benveniste (1995: 109) considera esta posposición
como una marca de género elevado y Ferreiro (1996: 148) la considera un recurso
eminentemente literario que indicaría la intención de producir un texto escrito, y no
simplemente un producto gráfico. Esto explicaría el hecho de que no se registra
posposición en el tercer curso de la escuela rural, pues son los niños que han tenido
menos contacto con la lengua escrita.
Es importante destacar que esta posposición se presenta siempre en textos que
tienen la mitad o más de la mitad de los límites interenunciados señalados con marca
gráfica, salvo una excepción en el quinto curso de la escuela rural. Este dato coincide
parcialmente con los resultados de la investigación de Emilia Ferreiro quien sostiene
370
que los textos con al menos una entrada pospuesta constituyen un grupo con mayor
incidencia de puntuación. Recordemos que, para esta investigadora,
y el zorro le dijo al quirquincho este año será todo lo que dé arriba y lo que dé
abajo para mí dijo el zorro
(Ricardo, 5º curso, ER)
y le decía al quirquincho
371
— Compadre esto no puede seguir así ahora yo elijo la parte de arriba y
abajo— le dijo el zorro
(Ana Sol, 3º curso, EU)
el zorro dijo:
— ¡No, no ahora yo me quedo con lo de abajo!
Dijo el zorro.
(Gala, 3º curso, EU)
372
En el cuento de Gala no sólo este sintagma separa dos actos de habla diferentes:
el acto disentivo y la propuesta, sino también las marcas gráficas.
Vamos mal, dijo el Zorro, ahora yo cultivaré en el suelo y tú arriba del árbol.
(Matías, 5º curso, EU)
Con estos datos podemos continuar contrastando los datos de nuestro corpus con
uno de los resultados de la investigación psicogenética, nos referimos concretamente
a la afirmación de Ferreiro respecto de que las entradas pospuestas y la repetición del
373
sintagma que contiene el verbo de decir26 constituyen recursos léxicos de quienes no
dominan aún la puntuación. Esta situación coincide con los datos de la escuela rural
en los que la repetición léxica nunca está acompañada de puntuación, pero no sucede
lo mismo con los datos de la escuela urbana. Sin embargo, debemos recordar también
que Ferreiro sostenía que era compatible la existencia de puntuación y duplicación
del sintagma que contiene el verbo, pues el desarrollo psicológico no es lineal ni
aditivo. La coincidencia de repeticiones léxicas y de puntuación en la escuela urbana
se explicaría así como una “búsqueda de límites internos dentro de los episodios o
los modos de enunciación de una narrativa completa” (Ferreiro 1996: 178,9). Podría
validar esta interpretación el hecho de que la reiteración sólo se encuentre en los
niños más pequeños de la escuela urbana y en la escuela rural. Sin embargo, nuestros
datos vuelven a reafirmar que el contacto con lengua escrita es uno de los factores
que necesitamos tener en cuenta en la investigación, pues la búsqueda es más precoz
en el contexto urbano que en el contexto rural.
Debemos destacar, además, la coincidencia de dos hechos aparentemente
contradictorios: en el tercer curso de la escuela urbana es muy alta la marcación del
límite entre el sintagma que contiene el verbo de decir, no importa cuál sea su
posición; sin embargo, en este curso también encontramos reiteración del sintagma
que contiene el verbo de decir, recurso propio de los niños que no dominan la
puntuación. Esto podría indicar que los niños pequeños que tienen mucho contacto
con lengua escrita y en los que la escuela ejerce una influencia poderosa ciertamente
utilizan marcas gráficas para calificar los enunciados, pero no consideran suficiente
este señalamiento gráfico. Por ello no renuncian al uso simultáneo de recursos
verbales, tales como la reiteración léxica, para señalar los límites de las dos clases de
enunciación.
5. RESULTADOS PARCIALES
26
Según Ferreiro esta duplicación sólo se registra en textos que contienen al menos una entrada
374
como unidad de descripción y establecer como variables de análisis las funciones de
segmentación y calificación de las marcas gráficas. Hemos tenido en cuenta no sólo
las marcas que se ubican en el núcleo textual sino también las marcas que se sitúan
en las partes iniciales y terminales de los escritos de los niños.
Si bien el análisis ha resultado eventualmente cuantitativo, fue una decisión
tomada sólo con el propósito de hacer una descripción más completa. No repetiremos
aquí los datos cuantitativos. Nos interesa, a partir de estos resultados, desprender
regularidades que nos permitan, por una parte, establecer categorías interpretativas
para el análisis de las entrevistas y, por otra parte, discutir los problemas centrales
que se desprenden del uso de marcas gráficas en el texto escrito: la dirección y
naturaleza del proceso de adquisición de la marca gráfica y la forma en que los niños
resuelven las funciones de segmentación entre enunciados, en el interior del
enunciado y de calificación. Sin embargo, dejaremos la discusión de los problemas
centrales acerca de la adquisición de la marca gráfica y la confrontación con los
antecedentes de investigación para las conclusiones finales. En efecto, en las
conclusiones finales nos referiremos a:
• las clases de marcas que los niños utilizan en las partes iniciales y terminales
de sus escritos y en el interior de los textos con el objeto de establecer
conclusiones en relación con la dirección de la adquisición
• la relación que existe entre clase de composición del discurso y el uso de
marca gráfica entre enunciados con el propósito de establecer conclusiones en
relación con la naturaleza de la adquisición
• las variables que generan la aparición de marcas en el interior del enunciado:
despliegue de paradigmas, jerarquías y dinámicas informativas, relación con
el interlocutor
• la incidencia de la relación entre estructura sintáctica y uso en el uso de las
marcas gráficas que califican a los enunciados
• la relación entre discurso directo y aparición de marcas gráficas
• la relación entre marcas gráficas y recursos verbales
pospuesta. En ningún caso sucede lo mismo en los escritos que estamos trabajando.
375
En este momento sólo estableceremos las regularidades que sean necesarias para
realizar el análisis de las entrevistas de revisión. Mencionaremos dos que
consideramos fundamentales. Por una parte, como hemos realizado un análisis de los
mismos entornos verbales en ambas clases de textos —límites entre enunciados,
segmentaciones en el interior del enunciado, calificación del enunciado en cuanto a
su modalidad y calificación en cuanto a jerarquías enunciativas—podemos establecer
ya que la clase de texto produce variaciones de uso en las marcas gráficas,
especialmente en el nivel de la segmentación entre enunciados, y particularmente en
la escuela rural. En efecto, hemos visto tanto que la cantidad de marcas entre límites
varía notablemente según la clase de texto fundamentalmente en la escuela rural, y
que también varía la clase de marca que los niños seleccionan, variación que también
se registra en la escuela urbana. En las entrevistas estudiaremos, pues, si los niños
relacionan o justifican el uso de marca gráfica con exigencias del orden discursivo.
El otro aspecto que nos parece necesario abordar en el análisis de las entrevistas
es la clase de uso de recursos gráficos y verbales. Hemos visto, como una constante
en todos los entornos verbales que hemos definido para estudiar la aparición de
marcas gráficas, que:
• cuando en dichos entornos encontramos marcas gráficas, observamos que, o
bien tales marcas coinciden con recursos verbales adecuados para
complementar o reforzar dicha función, o bien tales marcas están duplicadas
por recursos verbales que atenúan o duplican dicha función. Mientras el
primer caso corresponde generalmente a los escritos del quinto curso de la
escuela urbana, el segundo lo hace a los escritos del tercer curso de la misma
escuela. Los escritos del quinto curso de la escuela rural se sitúan en una u
otra de estas posibilidades.
• podemos no encontrar marcas gráficas en estos entornos, pero sí recursos
verbales que cumplen la función de orientar la interpretación del lector, sea
que califiquen o segmenten la porción del discurso a la que afectan.
Encontramos esta situación con mayor frecuencia en los escritos de niños de
las escuelas rurales, particularmente en los más pequeños y con menos
escolarización.
376
Si seguimos ambas variables de análisis en las entrevistas de revisión —la forma
en que los niños resuelven, cuando escriben un texto, los problemas que plantea el
universo del discurso y la relación entre marcas gráficas y cadena verbal— podremos
volver a estudiar en las entrevistas si la frecuencia y la clase de interacción con
lengua escrita incide en la forma en que los niños resuelven estos problemas
377
CAPÍTULO 5:
CONCEPCIONES INFANTILES
ACERCA DE LA MARCA GRÁFICA
1. INTRODUCCIÓN
En el capítulo anterior hemos estudiado de qué manera los niños usan los
recursos gráficos en los escritos, es decir, hemos otorgado prioridad al análisis del
producto escrito. En este capítulo nos acercaremos a los comentarios de los niños
sobre las marcas gráficas que utilizaron en la primera versión del texto, versión que
están revisando y reescribiendo. Es decir, nos acercaremos al uso desde la
perspectiva de los sujetos que llevan a cabo el proceso de escritura. El propósito en el
análisis de estas entrevistas, realizadas a los niños durante la revisión de las cartas y
de los cuentos, no es verificar hipótesis predeterminadas de antemano en un campo
que, como dijimos repetidas veces, está en vías de constitución, sino aproximarnos a
la manera en que los niños conciben las marcas gráficas cuando escriben un texto.
Nuestra investigación es de carácter exploratorio y cualitativo y estas
características han determinado también la recolección y el análisis de los datos que
nos proporcionan las entrevistas. Como hemos dicho ya, juzgamos necesario otorgar
prioridad a lo que el niño puede decir en relación con las marcas gráficas que
efectivamente ha utilizado o utilizará en su propio escrito (Cfr. Cap. 2 § 3.4 y Cap. 3
§ 5). Entendemos que estos datos no tienen el mismo grado de homogeneidad que los
que resultan de cuestionarios estándares sobre determinados signos de puntuación
pausales y no pausales (Passerault 1996), de textos con determinadas características
no producidos por los niños que se proponen para revisar (Vieira Rocha 1994) o de
situaciones controladas de producción de relatos, cuyo script es proporcionado por el
investigador (Fayol 1989, 1991) (Cfr. Cap. 2 § 2.2.1., 2.2.2.). No hemos optado por
repetir estas situaciones experimentales, cuyos resultados pueden incluso
cuantificarse, porque pueden plantear a los niños problemas sobre los que no sabrían
responder o sobre los que quizás responderían; sin embargo, estas alternativas
metodológicas no nos permitirían saber si las representaciones que se desprenden de
las respuestas de los niños dan cuenta necesariamente de su propio uso ni
aproximarnos a los factores que inciden en esa representación y en el uso. En ese
sentido coincidimos con Ferreiro cuando sostiene que “si impones a un objeto nuevo
un diseño experimental muy rígido, corres el riesgo de controlar variables que son
irrelevantes y no controlar las relevantes” (1999: 43).
379
Tampoco recurriremos a teorías psicológicas previamente determinadas para
realizar interpretaciones sobre lo que el niño dice, como sucede con las entrevistas
que pauta el método de exploración clínica1 en la psicología genética o de los
protocolos verbales2 de la psicología cognitiva (Cfr. Cap. 2), aunque sin duda ambas
metodologías constituyen antecedentes importantes en relación con la exploración de
las representaciones infantiles y de los procesos cognitivos de los niños en la
escritura de textos. Recordemos, además, que emplear los protocolos verbales con
niños “est difficilement réalisable avec des enfants (...) et provoque un dédoublement
de l’activité langagière qui peut perturber la mise en texte” (David J. y M. Fayol
1996: 5). Nuestro objeto, saber qué ideas tienen los niños sobre las marcas gráficas,
podría parecer más bien compatible con las situaciones de entrevista diseñadas desde
el dispositivo clínico experimental de la psicología genética, pues se trata de
situaciones flexibles propias de una investigación exploratoria. Sin embargo, hemos
decidido no tomar este camino de indagación por dos razones. En primer lugar,
porque no hemos encuadrado nuestra investigación en este marco teórico; pero en
segundo lugar, porque nuestro objeto no funciona como un sistema en el que
podemos aislar reglas de funcionamiento y alterarlas con el objeto de proponer
situaciones a resolver, situaciones en las que se han introducido elementos
potencialmente conflictivos que desencadenen un razonamiento.
Debido a las desventajas de las situaciones experimentales que manejan datos
altamente homogéneos, a los límites de los protocolos verbales y a la imposibilidad
de diseñar las situaciones de entrevista características del método de exploración
clínico, decidimos abrir una nueva posibilidad metodológica que permite explorar un
campo que no tiene todavía tradiciones de investigación consolidadas y por tanto, en
las que todavía se puede discutir el objeto y el método de investigación. De esta
1
El método clínico o método de exploración crítico es propio de la escuela piagetiana y consiste en
interrogatorios a niños a propósito de un objeto de conocimiento. Se proponen situaciones a resolver
en las que se introducen elementos conflictivos. Recordemos que, para Piaget, el sujeto construye el
conocimiento a partir de la interacción con el objeto. En el análisis las respuestas correctas no son las
más importantes sino las respuestas desviantes, porque son las que puede conducir al investigador a
detectar los errores constructivos. Estos errores dan cuenta de la posibilidad que tiene el sujeto para
reconstruir el objeto a partir de sus esquemas de conocimiento. Si el investigador introduce una
perturbación puede tener una oportunidad de conducir al sujeto a una nueva reestructuración, pues el
desequilibrio conduce, en este marco, siempre a una forma superior de equilibrio.
2
Los protocolos verbales consisten en verbalizaciones de los sujetos concomitantes o posteriores a la
ejecución de una tarea de escritura. En cuanto a la modalidad, el sujeto puede expresar en voz alta lo
380
manera, tenemos más posibilidades de realizar un primer acercamiento general al
valor que le otorgan los niños a la marca gráfica en el proceso de escritura de texto.
Como hemos dicho ya (Cfr. Cap. 3 §5), nuestra función como entrevistadores
fue la de ser una ayuda en el proceso de revisión del niño: nos ubicamos como
representantes del lector, lo que nos llevó a priorizar el aspecto significativo y
comunicativo del escrito. Hemos procurado realizar entrevistas que respetaran la
naturaleza de cada niño y sus procesos de escritura, razón por la cual muchas veces
lo que hemos observado en relación con el comportamiento acerca de la marca
gráfica no sólo tiene que ver con algo que dice el niño como respuesta a una pregunta
específica, sino también con lo que hace y con todo aquello que los niños dicen
durante la revisión sin necesidad de que el entrevistador pregunte. Sin embargo,
como ya hemos dicho, muchas veces hemos solicitado verbalizaciones específicas
sobre la marca gráfica (Cfr. Cap. 3 §5). Somos conscientes del alto grado de
intrusión que podía suponer este procedimiento; pero lo hemos hecho sólo cuando lo
considerábamos apropiado y no altamente perturbador. Si los niños no utilizaban
marcas gráficas durante la revisión, los confrontábamos con textos escritos por sus
compañeros que sí las utilizaban, o con la versión anterior de su escrito si éste las
tenía, con el objeto de que expresaran una opinión sobre la pertinencia del uso o de la
ausencia de tales marcas.
En función de los resultados del análisis de los escritos, hemos juzgado
conveniente proponer dos categorías interpretativas en las entrevistas: por una parte,
la forma en que los niños piensan la relación entre género discursivo y marca gráfica
y, por otra parte, la relación entre cadena verbal y marca gráfica. De este modo, el
primer eje de la indagación abordará el problema de la forma en que inciden las
exigencias discursivas en el uso de marca gráfica (§ 3). Como hemos visto ya en el
capítulo anterior, los niños de las escuelas rurales utilizan más marcas gráficas en las
cartas que en los cuentos y, si bien en los escritos de la escuela urbana la cantidad de
marcas es estable, las marcas se adecuan a las exigencias de los dos géneros. Nos
interesa, por tanto indagar si existe una relación entre la manera de pensar la marca
gráfica y las imposiciones del universo del discurso.
que está pensando mientras escribe, o puede tratarse de una verbalización específica, por ejemplo
justificar o explicar un comportamiento.
381
El segundo eje de indagación retoma otra de las regularidades que se
desprenden del análisis de los escritos: la organización del texto a través de recursos
gráficos y de recursos verbales, o de sólo una de estas opciones (§ 4). La ausencia de
recursos gráficos supone un aumento de las dificultades interpretativas del texto
escrito debido a la ausencia de una disposición espacial que ordene el discurso en la
página. Sin embargo, incluso en esos casos podemos encontrarnos con recursos
verbales capaces de orientar la lectura a través de una calificación de los enunciados
o de una puesta en relieve de la organización del discurso, funciones propias de la
marca gráfica. En el estudio de las entrevistas profundizaremos en la forma en que
los niños piensan la relación entre marcas gráficas y recursos verbales.
Cabe aclarar que ejemplificaremos las regularidades que surgen de las
entrevistas con los casos más representativos y como una forma de ilustrar las
categorías a las que nos referimos, pero nuestra base de datos es mucho más amplia
(Cfr Cap. 3 § 3, §5). Recordemos, además, que en este capítulo trabajaremos sólo a
partir de los datos (Cfr. Cap.3 §5). Somos conscientes de que los datos a los que nos
enfrentamos, lo que los sujetos dicen acerca de lo que hacen, no son los más usuales
en la lingüística. No es difícil explicar porqué no ha sido un objeto tradicional de esta
disciplina. Podríamos, por ejemplo, recordar que Milner sostenía que la lingüística
como ciencia se sustenta en la idea de que la realidad de la lengua entra dentro del
orden de lo calculable. Uno de los rodeos por el que se llega a este axioma es “no
retener, en general, del ser hablante sino lo que le convierte en soporte de lo
calculable, considerarlo como un punto sin división ni extensión, sin pasado ni
futuro, sin conciencia ni inconsciente, sin cuerpo –y sin otro deseo que el de
enunciar” (Milner 1998 [1978]: 9).
Sin embargo, este axioma, propio de determinadas tradiciones de
investigación lingüística, como el estructuralismo y las gramáticas formales, no
define ya todo el panorama de la lingüística actual, que también se enfrenta a objetos
heterogéneos y no siempre calculables. Es justamente el ingreso de la lingüística en
el campo de la actuación, campo cubierto entre otras disciplinas por la
sociolingüística, la etnografía del habla, la sociología del lenguaje, lo que ha
permitido preguntarse por la conciencia lingüística de los hablantes. De esto se ocupa
382
hoy toda la línea de investigación sobre actitudes y creencias lingüísticas (García
Marcos 1999).
Por otra parte, dentro de la pragmática, se plantea actualmente una pregunta
muy afín a la de esta investigación: la de la conciencia metapragmática de los
usuarios del lenguaje que está implicada en las elecciones que realizan, seguros de
que language users know more or less what they are doing when using language
(Verschueren, 1999: 187), aunque algunas elecciones sean automáticas y otras
motivadas. Evidentemente, una de las manifestaciones más altas de la conciencia
metapragmática es la posibilidad de controlar sus propios procesos de producción e
interpretación (self-monitoring), pues es indicio de la conciencia de la necesidad de
negociar significado y de superar los obstáculos que se plantean en este proceso. La
duda y la reformulación son sólo algunas de las manifestaciones más visibles de esta
conciencia. No es casual, pues, que estudiemos las concepciones infantiles sobre la
marca gráfica fundamentalmente durante la revisión de textos. Por consiguiente,
debemos concluir que nuestra metodología de trabajo en este capítulo no se enmarca
estrictamente en las tradiciones de investigación psicolingüísticas por las razones
teóricas y metodológicas que ya hemos explicado, pero sólo se explica en el marco
de estas tradiciones y del campo que van definiendo las líneas actuales de
investigación en lingüística.
En síntesis, creemos que merece la pena preguntarse por la forma en que los
niños conciben las marcas gráficas. Somos conscientes de que las verbalizaciones
que obtuvimos no necesariamente remiten a las representaciones de los niños o a
procesos cognitivos determinados, sino también a reflexiones sobre este objeto, a
tópicos de la enseñanza, etc. No hemos clasificado las respuestas de los niños según
la “fiabilidad” de las mismas en función de parámetros teóricos previamente
determinados, sino que hemos buscado regularidades que nos permitan interpretar
cómo los niños ven el problema de la zona visuográfica en la escritura. Repetimos
que, con Bruner (1991), creemos en la validez de las interpretaciones plausibles si
nos permiten comprender cómo los seres humanos interpretan sus mundos y cómo
nosotros interpretamos sus formas de interpretación (Cfr. Cap. 2 § 3.4.). Insistimos,
por consiguiente, en la validez de una investigación que no pretende verificar
383
hipótesis, sino encontrar interpretaciones plausibles acerca cómo los sujetos
interpretan la zona visuográfica cuando escriben.
2. CLASES DE REVISIÓN
3
En el Anexo Nº 4 presentamos las convenciones que hemos seguido para transcribir las entrevistas
384
S: sí/ y de terminar (la niña se refiere a la despedida: “Un beso de parte de Ana
Sol”)
(Ana Sol, 3º curso, EU)
Otros niños, en cambio, realizan una revisión del texto sólo en niveles locales.
Las modificaciones son pensadas y resueltas en unidades sucesivas, pero esas
unidades están aisladas del texto completo. Los niños operan por unidades menores
que las que hemos visto hasta ahora: enunciado por enunciado o palabra por palabra.
Evidentemente, muchos factores tienen que ver con este hecho. Uno de ellos es la
dificultad que para muchos de los niños conlleva la escritura manual, que absorbe
gran parte de su energía cognitiva. Por otra parte, también tiene que ver con el hecho
de que el mismo proceso de revisión les resulta totalmente extraño. Sin embargo, el
factor principal tiene que ver con la imposibilidad por parte del sujeto de reformular
sus propios enunciados. Una de las características de esta clase de revisión es que no
podemos dar cuenta de este proceso a través de una observación concreta del niño
acerca del texto o de la revisión, porque es justamente lo que no hace. Simplemente
veremos, en la pregunta de Cristina, que sólo puede pensar la revisión como una
repetición —idea que conlleva la palabra calcar—, no como una posibilidad de
reformulación:
E: vamos a escribir de nuevo la carta/ pero vamos a ver si hay algo para
cambiar/ o para agregar/ o para sacar
C: vamos a calcar la carta (?)
(Cristina, 3º curso, ER)
385
propios— han sido estudiadas por la psicología cognitiva en escritores novatos y
expertos y por el interaccionismo en las interacciones dialógicas de niños con
adultos, con el objeto de ver de qué modo el sujeto se sitúa ante su propio enunciado,
la palabra del otro y el propio lenguaje.
Hola soy Mónica voy a 5º grado en la escuela albergue San Agustin, tengo 12
años.
Tengo dos hermanos Rodri y José son rebuenos y los requiero, mis padres se
llaman René y Gabriela, ellos son muy buenos y felices.
(Mónica, 5º curso, ER, PV4)
4
En adelante citaremos los fragmentos de los escritos de los niños aclarando si pertenecen a la
primera versión, con las siglas PV, o a la versión final, con las siglas VF. Cuando se cita un fragmento
de entrevista que requiere de los textos sobre los que se reflexionan para ser entendida, citaremos el
fragmento de la primera versión, a continuación, la entrevista, y luego la versión final.
386
E: (al ver que en la versión final va copiando no sólo los mismos enunciados
sino también las mismas marcas gráficas) y por qué punto aparte (?)/ pregunto/
por qué te parece bien un punto aparte (?)
M: porque ya no habla de mí/habla de mis hermanos
(Mónica, 5º curso, ER)
(...) el fruto fue para el quirquincho, y la raíz con el tallo fue para el
compadre le dijo al quirquincho no va bien compadre (...)
(Mónica, 5º curso, ER, PV)
M: (lee lo que acaba de escribir) cuando fueron a cosechar/ el tallo fue para el
zorro
E: y ahora dice/ (lee) le dijo al quirquincho/ no va bien compadre / quién le dijo
no va bien compadre (?)
M: el zorro
E: qué ponemos ahí (?)/ un punto/ una coma/ un punto y coma
M: una coma/// pongo de vuelta el zorro
E: mmmm/ quedaría mejor un punto (?)
M: quedaría mal
E: por qué quedaría mal (?)/ por qué queda mejor la coma (?)
M: porque continúa ahí nomás
387
En el segundo motivo, Mónica vuelve a seleccionar la marca gráfica más
débil de la escala de sucesión, la coma. En este caso el segmento revisado de la
primera versión es el siguiente:
(...) la espiga era del quirquincho y la raíz fue para el compadre bueno le
dijo no va bien don quirquincho (...)
(Mónica, 5º curso, ER, PV)
(...) la espiga fue para el quirquincho y la raíz para el zorro, el zorro le dijo a
don quirquincho no va bien compadre
(Mónica, 5º curso, ER, VF)
388
(...) y el quirquincho era muy pícaro, colorín colorado este cuento ha
terminado
(Mónica, 5º curso, ER, VF)
Hemos visto las decisiones gráficas que Mónica toma cuando está ante límites
de enunciados que señalan también límites de motivos o la finalización del cuento:
en todos los casos opta por la marca más débil en cuanto al grado de separación entre
los enunciados, o sea, por la coma. Veremos ahora que, entre los enunciados que dan
cuenta de un mismo motivo, Mónica opta por no colocar marcas gráficas, sino
conjunción copulativa. La entrevistadora le pregunta, cuando termina de escribir el
tercer motivo, si colocará marcas gráficas entre los enunciados. Para entender la
pregunta debemos considerar la versión final del tercer motivo es la siguiente:
E: y ahora fijate en esta parte/ (lee el tercer motivo completo) el zorro le dijo al
quirquincho no va bien compadre/ y ésa es la última coma que pusiste y a partir
de ahí/ hay coma (?)
M: no
E: cómo queda mejor/ con coma o así como lo hiciste aquí con y (?)
M: con y
(Mónica, 5º curso, ER)
389
habla de mí, habla de mis hermanos, explica Mónica). En el cuento, las entidades
temáticas permanecen iguales (siempre habla del zorro y del quirquincho, opina
Mónica) y, aunque hay un cambio cuando se inicia un motivo y termina otro, las
acciones establecen entre sí una continuidad (el cuento sigue ahí nomás, según
Mónica). Finalmente, podemos hipotetizar que esta continuidad es tan grande en el
interior de un motivo que sólo se justifica el uso de la conjunción copulativa, pues
esta forma es la asegura mejor la existencia de una relación entre esos enunciados.
Esta manera de pensar se repite en los niños del quinto curso de la escuela
rural. Citaremos ahora otro ejemplo. Luis Miguel es otro niño en el que observamos
notorias diferencias en la manera de pensar la marca gráfica en la carta y en el
cuento. Así, en la carta aduce el mismo criterio temático que ya hemos visto en
Mónica, cuando utiliza la marca que introduce el grado más fuerte de separación
entre enunciados: el punto y aparte.
Luis Miguel acababa de escribir en la versión final el siguiente segmento:
390
interrumpió el proceso de textualización al solicitar una lectura. La versión final del
relato se conformaba de la siguiente manera:
Una vez el zorro le dijo al quirquincho, yo voy a ser el socio y tú el sembrador bueno
dijo el quirquincho. Tú vas a comer lo de abajo y yo lo de arriba dijo el zorro
entonces el quirquincho sembró papa cuando llegó la cosecha el zorro se quedó con
las hojas y con los tallos y el quirquincho se quedó con todas las papas
(Luis Miguel, 5º curso, ER, VF)
391
Entonces el zorro se enojó y le dijo lo de abajo y lo de arriba para mí y lo del medio
para vos entonces sembró maíz el quirquincho el maíz creció cuando llegó la
cosecha el zorro se quedó con las raíces y las flores y el quirquincho con los maíces.
(Luis Miguel, 5º curso, ER, VF)
392
los tiempos del enunciado y de la enunciación. Estos son los factores a los que sus
respuestas hacen alusión.
Sin embargo, también en los niños de la escuela urbana encontramos un uso
diferente de marca gráfica en la carta y en el cuento. Por ejemplo, Alfredo utiliza
frecuentemente en su carta la segmentación a través de punto y aparte, mientras en el
cuento no la utiliza nunca. La justificación para este uso tan diferente está en la
manera en que los niños piensan la relación entre aquello de lo que dan cuenta los
enunciados. Por ejemplo, Alfredo, cuando revisa la carta justifica la clase de marca
seleccionada aludiendo al grado de relación que existe entre los enunciados.
Citaremos la última versión de la carta para que sirva de referencia a la entrevista:
E: al lado/ o seguimos abajo/ qué te parece (?) (se refiere al enunciado “mi
escuela es grande”)
A: abajo// ahora/ después de esto/ mayúscula
E: mayúscula mejor
A: (escribe, introduce comas en la enumeración mientras escribe)
E: y quinto/ año (?)
A: también/ uf/ también/ como puedo poner (!)/ ya puse muchas veces también
E: sí/ te parece (?) (lee toda la carta escrita hasta ese momento)
A: mmm/ lo pongo
E: bien/ en otro renglón o aquí siguiendo al lado (?)
A: a ver (mira de nuevo la carta con atención) acá
E: ahí
A: pero pongo punto acá/ punto y seguido (escribe)
E: a ver/ esto que viene ahí/ nosotros tenemos computación/ gimnasia/
música//es mejor seguir al lado/ o en otro renglón
A: mejor al lado
E: por qué te parece que es mejor seguir al lado (?)
A: porque sigo/ diciendo/ este/ sobre la escuela (comienza a escribir) con punto/
sí// no (?)
E: claro
A: (continúa escribiendo)
393
E: ahora viene (lee) y los fines de semana/ me voy a pasear al río/ a la plaza/al
cine/ y a las casas de mis amigos/ y eso (?)
A: abajo
E: por qué (?)
A: porque eso ya no se trata de la escuela/entonces (escribe)
394
inciden en la percepción de unidades que los niños consideran que es necesario
señalar con marca gráfica, la otra se relaciona con la naturaleza que los niños le
adjudican a la marca gráfica en la carta y en el cuento. En el primer caso, nos
enfrentamos al problema de la continuidad y de la discontinuidad textual y su
relación con la marca gráfica. En el segundo caso, nos enfrentamos a la naturaleza
espacial que imprime la carta a la zona visuográfica en contraste con la naturaleza
temporal que le imprime el cuento. Trabajaremos ambas líneas por separado.
395
en la carta y en el cuento. Creemos que vale la pena estudiar las unidades que los
niños delimitan con esta nominación, porque tiene que ver con la forma en que
perciben las unidades que deben segmentar en uno y otro género.
Victoria, en su carta, no siempre coloca marcas gráficas entre los enunciados
que conforman un fragmento con tema constante. Podríamos decir, sólo mirando el
texto como producto, que revela un uso inestable de la coma, no sólo porque los
lugares que requieren esta marca algunas veces las presentan y otras no, sino por el
mismo trazado gráfico de la marca. En efecto, la coma de seriación léxica y la coma
que separa enunciados con temas diferentes están definidas gráficamente como tales;
por el contrario, la coma en enunciados con tema constante es una pequeña marca
alargada, casi imperceptible. La variación estilística puede ser interpretada como una
indecisión respecto de la función. Así, considerando el siguiente segmento, Victoria
opina:
Hola soy Victoria¸5 voy a 5º grado de la Escuela del Cerro tengo 10 años¸
uso lentes¸ soy alta
(Victoria, 5º curso, EU, PV)
Hola soy Victoria¸ voy a 5º grado de la Escuela del Cerro tengo 10 años
(Victoria, 5º curso, EU, VF)
5
En el original se diferencian con nitidez dos trazos gráficos para la coma: una coma definida con
nitidez que se utiliza en seriaciones léxicas, y una minúscula marca alargada del tamaño de un punto
que se sitúa entre estos enunciados.
396
que impone la descripción. Sin embargo, la entrevista muestra que Victoria considera
el resultado de la aspectualización del yo como un todo, una sola oración, demasiado
“llena”, por lo demás. La niña no advierte, en su revisión, las comas ausentes entre
los enunciados, sino que elimina enunciados, justamente los que presentan una
pequeña marca gráfica semejante a la coma, porque la oración está muy llena, es
decir, porque la unidad que aspectualiza el yo es demasiado extensa. En la revisión
de un segmento descriptivo del cuento, hace explícita la idea de que una descripción
excluye la marca gráfica:
397
coma: estás describiéndolos. Victoria excluye la marca gráfica o se pregunta por su
conveniencia sólo cuando observa un alto grado de continuidad entre los enunciados:
segmentos descriptivos que mantienen una progresión temática lineal —es decir, en
la que el rema se vuelve tema como sucede con un zorro y un quirquincho— o una
progresión temática con un tema constante —como sucede con el tema yo en la carta,
al que cada enunciado agrega un rema—. En efecto, las dos versiones de su carta
presentan marca gráfica entre enunciados en segmentos descriptivos. Victoria no
duda ni pregunta sobre estas marcas cuando toma un nuevo aspecto a desarrollar, es
decir, cuando hay un cambio de entidad temática: yo, los hermanos, los padres, las
mascotas, la maestra. Citamos sólo los fragmentos de la versión final de la carta que
confirman esta interpretación:
398
E: bien/ ahora hablemos de eso un poquito//bueno/ yo te cuento (vuelve a contar
esa parte del relato)/ ahora veamos/ en estos dos casos pusiste punto y aparte/
por qué
A: no sé/// porque termina la oración
E: y ahora (?)/ esta parte del quirquincho que le pregunta al zorro/ dónde la
ponemos (?)
A: abajo
E: por qué (?)
A: porque no tiene nada que ver con ésta
(Álvaro, 3º curso, EU)
En este caso, la palabra oración que utiliza el niño coincide con lo que los
adultos alfabetizados (no necesariamente todos los gramáticos) podrían entender por
oración, pero también coincide con la presentación de los personajes y la asignación
de roles temáticos. Álvaro ya no colocará punto y aparte a partir de este momento.
Así, a continuación escribe:
E: vamos ahora con esta parte (lee) “entonce el zorro le dijo/ así no/ ahora yo
me quedo con la parte de abajo”// qué te parece Álvaro (?)/ seguimos al lado o
seguimos abajo (?)
A: abajo/ porque es punto////no/no/no/ es seguido
E: va punto o no (?)
A: podría ir/ digamos/ un punto y coma
E: podría ir un punto y coma/ que es más que una coma y menos que un punto
A: podría ir un punto ahí/ y el zorro le dijo/ tatatatata
E: bien/ por qué iría un punto ahí seguro Álvaro (?)
A: porque termina como la oración de todo esto/ de que/ de que plantó la papa/
y todo eso
E: ah (!)/ bien
A: va punto (?)
(Álvaro, 3º curso, EU)
399
La justificación de Álvaro alude al cierre del primer motivo, utilizando el
término oración para denominar esta unidad: termina la oración de todo esto/ de
que/ de que plantó la papa/ y todo eso. Sin embargo, a pesar de la claridad con la que
Álvaro percibe la existencia de esta unidad, continúa inseguro respecto de la
necesidad de que en ese lugar vaya efectivamente una marca tan fuerte como el
punto.
El término oración, entonces, hace referencia a la clase de unidades que los
niños perciben en el escrito, unidades de naturaleza textual, conformadas por un
enunciado o por un conjunto de enunciados. Estas unidades tienen una naturaleza
textual porque coinciden con la situación inicial y los tres motivos que conforman el
relato. En este sentido, nuestra investigación coincide con la aserción de Kress (1994
[1982]), respecto de la segmentación realizada por los niños en el texto escrito tiene
una motivación textual y no sintáctica (Cfr. Cap. 2 § 2.1.2.). Aunque no todos los
niños nominen las unidades que perciben, sí podemos sostener que las unidades que
los niños perciben primero tienen una naturaleza textual y esa regularidad da cuenta
de gran parte del corpus. En efecto, en los segmentos descriptivos de la carta las
unidades se delimitan por entidades temáticas, en el cuento, por motivos. La forma
en que los niños hablan de las unidades que perciben en la carta y en el cuento
pueden variar y, sin embargo, siempre se refieren a unidades que pueden tener
distinta extensión, pero que están determinadas por los mismos criterios. Veremos
dos ejemplos más de los criterios que acabamos de analizar: el de entidades temáticas
en la carta, aquí denominados como persona, y el de motivos, aquí nominados por
los nombres de los cultivos en cuestión, en el cuento:
Mi nombre es Catia Sazo, soy de Boca tengo 10 años bailo danzas folclóricas este
viernes salgo bailando en la plaza de Cafayate a las 8,30 mi mejor amiga es Ana mi
mamá se llama Isabel mi papá Alfredo Sazo tengo dos mascotas la gata se llama Ani
y el perro Lobo mi abuela se llama y mi abuelo Raúl(...)
(Catia, 5º curso, ER, VF)
E: veamos todo eso que escribiste/ hay una diferencia entre lo / entre esta parte/
esto y esto (señalando la primera versión y la segunda)/ o no (?)/ cuál es la
diferencia (?)
C: faltan muchas comas
400
E: aquí (señalando la primera versión) has puesto muchas comas y / van o no
van (?)
C: (silencio)
E: está bien poner comas o no (?) / qué te parece (?)
C: sí ( dudando)
E: claro que está bien/ por qué está bien (?)
C: porque cuando se está hablando de una persona y después se quiere pasar a la
otra hay que poner coma
(Catia, 5º curso, ER)
Por esa razón, si bien Catia duda en relación con la marca gráfica, el criterio
que hace explícito —el cambio de persona— explica que siempre piense que es más
factible colocar marca gráfica cuando hay un cambio de entidades temáticas y no
cuando hay una descripción con un tema constante. Podemos ver cómo funciona ese
criterio si consideramos el orden en el que Catia coloca por sí misma marcas en el
segmento que acabamos de considerar6. El orden en que se colocó cada marca está
entre paréntesis:
Mi nombre es Catia Sazo, soy de Boca tengo 10 años bailo danzas folclóricas este
viernes salgo bailando en la plaza de Cafayate a las 8,30 mi mejor amiga es Ana
(3º), mi mamá se llama Isabel (2º), mi papá Alfredo Sazo (4º), tengo dos mascotas la
gata se llama Ani y el perro Lobo (1º), mi abuela se llama Ana y mi abuelo Raúl(...)
(Catia, 5º curso, ER, VF)
Ahora bien, en el cuento, tanto en Catia como en los niños más pequeños, los
motivos coinciden siempre con marcas gráficas, incluso muchas veces con las únicas
marcas gráficas que hay en el escrito (a menudo sólo espacios o puntos más espacio,
sin las otras marcas gráficas correlativas que exigen las convenciones):
6
Si la entrevistadora insistía, Catia colocaba más comas en los límites entre enunciados que faltaban;
sin embargo, lo hacía con muchas dudas, pues hacerlo le obligaba a contradecir el criterio de
delimitación gráfica que había explicitado.
401
C: de una persona
E: pero son las mismas personas/ el zorro y el quirquincho/ en la primera parte
de qué se habla (?)
C: del zorro y el quirquincho/ pero también de las papas
E: y en la segunda parte (?)
C: del trigo
E: y en la tercera (?)
C: del maíz
E: y en la cuarta (?)
C: de que el quirquincho se dio cuenta/ de que el zorro se creía el animal más
listo
(Catia, 5º curso, ER)
402
determinados. Un caso prototípico en relación con esta forma de pensar la carta es el
de Sabrina. Esta pequeña asigna al diseño de página la máxima prioridad durante la
revisión. En efecto, casi no revisa el texto aspectos que no sean los gráficos y
subordina a éstos el contenido:
403
S: sí (?)
E: sí
S: listo
S: (lee de la versión orginal) espero que me contestes muy pronto/ eso dónde lo
pongo (?)
E: a ver
S: punto seguido
E: sí/ puede ser/ mejor// si no quedarían muchos puntos apartes/ muchos
espacios
(Sabrina, 5º curso, EU)
404
A: (lee) tenés hermanos (?)/ yo sí/ se llama Sabrina/ y hermana o hermano (?)///
cuáles son tus hermanos (?) éste lo tenemos que sacar
E: por qué (?)
A: está mal/ no se entiende (tacha en la primera versión “¿y hermana o
hermano”)
E: no/// lo ponemos abajo (?)
A: sí
E: por qué (?)
A: a eso (?)/ a la pregunta (?)
E: sí
A: porque si no queda como todo junto
(Álvaro, 3º curso, EU)
405
S: yo pongo aquí punto y seguido porque// casi no escribí nada acá/ muy cortito/
y esto/ acá lo hago punto y seguido
(Solana, 3º curso, EU)
Como vemos, Solana piensa su carta y, por tanto, sus párrafos en términos
gráficos; de hecho, busca aproximadamente la misma longitud en los párrafos que
dan cuenta del núcleo textual de autopresentación. Esa manera de pensar la lleva a
fusionar los párrafos descriptivos cortos de la primera versión en párrafos más largos
que dan cuenta de los ámbitos familiar y escolar. El pasaje a otro núcleo textual, el
de la petición de información al interlocutor sobre sí mismo, está acompañado
también por una transformación gráfica. Podemos ver, además, que esta
transformación está pensada también en términos del interlocutor, pues la niña busca
la máxima visibilidad para los signos de pregunta:
S: a esto// no sé / porque ahora le estoy por hacer unas preguntas// acá le pongo/
ahora te hago unas preguntas
E: sí
S: eso aparte
E: eso aparte/ sí/ no (?)/ mejor
S: acá va punto/ acá se las comienzo a hacer
E: bien
S: acá las hago renglón por medio (?)/ las hago seguidas
E: cómo queda mejor/ seguidas o (?)
S: a mí me gusta más con un renglón por medio
E: se las puede ver mejor (?)
S: sí/ y si no ese signo no se nota/ porque yo lo hago taaan abajo
E: claro
(Solana, 3º curso, EU)
406
en que su decisión remite al ámbito estrictamente personal (a mí me gusta, estuvo
muy lindo, les gusta, a mí me encanta):
CHAU TE MANDO
UN
BESO GRANDE
407
El cuento, por el contrario, no es un texto que los niños piensen en términos
espaciales, al menos de la manera prioritaria que esta dimensión tiene en la carta,
sino que es pensado fundamentalmente como acontecimiento. Creemos que este
factor incide en que también la marca gráfica se piense en términos de tiempo. Esta
afirmación puede resultar paradójica si recordamos niños como Mónica y Luis
Miguel, que se niegan a colocar marcas gráficas en el cuento porque le adjudican el
poder de detener el curso de los acontecimientos, sucesión que no debe ser
interrumpida hasta que no se termina. Sin embargo, esta manera de interpretar la
situación nos remite al tiempo de la enunciación, que solamente se detiene cuando
termina el relato. Pensar el tiempo de la narración en términos de tiempo de la
enunciación elimina toda posibilidad de marca gráfica; ésta sólo será admitida en los
motivos. Entendemos que se admite en este lugar, pues en ellos la narración se
detiene y se reinicia retomando la misma estructura, pero variando los contenidos.
Una prueba de esto es que las versiones orales del relato pueden conformarse con
uno, dos o tres motivos. Recordemos que las versiones europeas del cuento sólo
tienen dos motivos y que el tercero se suma en las versiones latinoamericanas.
Ahora trabajaremos con niños que sí colocan marcas gráficas en el cuento;
pero que justifican su elección asignando a las marcas un valor temporal. Sin
embargo, ya no se trata de ese tiempo de la enunciación que transcurre sin detenerse
hasta el final. Esta vez, las marcas sirven justamente, según los niños, para dar cuenta
del suspenso, de los grados de distancia temporal que separan un hecho de otro.
Algunos de estos usos no están previstos por las convenciones, otros sí. Sin embargo,
las justificaciones de unos y otros aluden al tiempo del enunciado o de la
enunciación.
Ana Sol tiene el conocimiento de que el cuento transcurre. Así, su reflexión
sobre la relación entre los puntos suspensivos y la necesidad de hacer esperar al
cuento, tiene que ver con esta conciencia de transcurso. Transcribimos a
continuación el diálogo que se refiere a los dos usos de puntos suspensivos que había
en su cuento: después del verbo de decir y después del adverbio entonces. Por
ejemplo:
408
-¿Querés ser mi socio?
entonces...El quirquincho se quedó con el maíz y el zorro con las hojas y las
raíces
A: y éste// éste también tendría que ir con dos puntos (se refiere a los puntos
suspensivos que están después de un verbo de decir)
E: por qué (?)/ porque vos volvés a usar los puntos suspensivos aquí/ ves (?)
(señala los puntos suspensivos que están después de “entonces”)/ entonces/
puntos suspensivos// cuándo usamos puntos suspensivos (?)
A: cuando queremos que espere un rato el cuento
(Ana Sol, 3º curso, EU)
Ana Sol también justifica otras marcas gráficas, como la coma, estableciendo
una relación entre la marca gráfica y el tiempo. En efecto, la niña alude al grado de
distancia temporal entre dos hechos, la siembra y la cosecha, del que dan cuenta los
enunciados. El diálogo se suscita a propósito del siguiente fragmento:
409
Como vemos, Ana Sol agrega una marca gráfica entre dos enunciados en
función de la distancia temporal que separa los dos hechos de los que dan cuenta los
enunciados. Cabe señalar, además, que la niña no escribe esa distancia temporal que
expresa oralmente en la entrevista (después de un rato), sino que deja el organizador
temporal que ya estaba, el factor común (cuando fueron a cosechar): sólo será la
presencia de la marca gráfica la que dará cuenta del grado de distancia temporal entre
los acontecimientos. Podemos citar otro ejemplo, el de Alfredo, que también piensa
la marca gráfica en relación con los tiempos del enunciado. Acababa de escribir:
El zorro se enojó mucho hasta que hizo otra propuesta que él se quedaría con la
parte de abajo y el quirquincho con la de arriba. plantó trigo y cuando llegó la hora
de la cosecha el quirquincho se quedó con el trigo
(Alfredo, 3º curso, EU, VF)
E: y nos queda ahora
A: y nos queda ahora la última
E: la última (lee de la primera versión) en la tercera cosecha/ dijo el zorro/ yo
me quedo con la parte de arriba y lo de abajo/ y vos con la parte del medio
A: está bien
E: ahora ponemos un punto o una coma
A: un punto
E: y por qué no una coma (?)
A: la coma más o menos como si estaría siguiendo / lo/ lo que pasó en ese
momento
E: ah (!)/ y ahora no estamos siguiendo lo que pasó en ese momento/
comenzamos con lo que pasó en otro momento/ así es (?)
A: sí
(Alfredo, 3º curso, EU)
Vemos así que Alfredo admite el uso de marcas débiles —la coma— en
enunciados que dan cuenta de hechos que suceden en el mismo momento y marcas
más fuertes —el punto— en enunciados que dan cuenta de hechos que no suceden en
el mismo momento. Así, relaciona las marcas disponibles en la escala de sucesión —
la coma y el punto— y los grados de separación que introducen entre los enunciados,
con el grado de distancia temporal entre los hechos de los que dan cuenta los
enunciados. Utilizando ese criterio, a diferencia de los enunciados unidos por medio
410
de conjunción copulativa de la primera versión7, aparece una marca en cada
enunciado, pues relata un hecho que sucede en un tiempo diferente cada vez. De esa
manera queda:
7
Para apreciar la diferencia podemos citar el mismo fragmento de la primera versión: (...) entonces
plantó trigo y todavía sigue ganando el quirquincho porque sacó y sacó trigo. En la tercera cosecha
411
(Sabrina, 5º curso, EU, PV)
dijo el zorro –yo me quedo con la parte de arriba y lo de abajo y vos con la parte del medio-y justo
habían plantado maíz
412
— ¿Querés ser mi socio?—
— ¡Me encantaría!— (Dijo el quirquincho muy contento).
— Bueno yo soy el socio y vos sos el sembrador —
(Ana Luz, 3º curso, EU, PV)
Como vemos, Ana Luz relaciona cada movimiento del discurso referido con
una o más marcas gráficas. De hecho, el límite entre el sintagma que contiene el
verbo de decir y la cita directa tiene dos marcas: los puntos suspensivos y el cambio
de renglón, la cita directa tiene la marca que abre y cierra la intervención —la raya
de diálogo— y las marcas que califican el enunciado que conforma la cita directa —
los signos de interrogación—. El cambio de renglón señala el cambio de turno
nuevamente acompañado de las rayas de diálogo, el sintagma que contiene el verbo
de decir, que aquí está pospuesto, está entre paréntesis. En el pequeño fragmento de
entrevista observamos que Ana Luz expresa en voz alta cada una de estas decisiones,
pero nunca duda. Ante la pregunta de porqué toma las decisiones gráficas que toma,
remite directamente a la enseñanza que ha normatizado con fuerza la marcación del
discurso directo: así dijeron/ siempre que viene/ un nuevo coso/ tiene que ir abajo.
En los cuentos escritos por el quinto curso de la escuela rural, como hemos
visto en el capítulo anterior, el discurso directo no siempre conlleva marca gráfica y
muy pocas veces cambio de renglón. Sin embargo, los niños pueden colocar marcas
gráficas entre motivos, como ya hemos visto que hacía Luis Miguel, aduciendo el
límite entre dos enunciados, uno estrictamente narrativo y otro que contiene discurso
referido. Vemos otro ejemplo semejante, el de Catia:
413
E: a ver/ una pregunta/ a veces usas punto/ por ejemplo aquí/ aquí (indica los
dos puntos que, en la primera versión, señalaban el límite de la situación inicial
y la evaluación)/ pondrías algún punto en lo que va del cuento (?)
C: --
E: dónde pondrías un punto (?)
C: mmm/ bueno/dijo el quirquincho/// y fueron a cosechar y todas las papas
que crecían debajo de la tierra eran para el quirquincho/ todas las flores y las
hojas eran para el zorro/ ahí pondría el punto
E: y por qué pondrías el punto ahí
C: porque ///aquí está hablando de que el quirquincho siembra papas/ y aquí ya
está hablando el zorro
(Catia, 5º curso, ER)
De ese modo, Catia coloca el primer punto en la versión final del cuento, un
punto que se sitúa entre el fin del primer motivo y el inicio del segundo motivo,
motivo que se inicia con un nuevo trato del zorro, textualizado a través del discurso
directo:
Hemos visto hasta ahora como la organización del discurso narrativo impone,
para muchos niños, una organización gráfica. Sin embargo, también es cierto que en
algunos casos, observamos, aunque atenuada, la misma situación que hemos visto en
la carta: la página impone sus exigencias con tanta fuerza que los niños pueden llegar
a alterar la jerarquía de constituyentes discursivos o a eliminar los constituyentes del
relato si el espacio disponible en la página lo requiere. Esta situación se puede
observar con claridad en la evaluación, pues es un constituyente optativo del relato.
Veremos a continuación, cómo una niña la elimina y cómo un niño altera la
segmentación fuerte de la primera versión por una segmentación débil, con un único
objetivo: no cambiar de página.
Así, Ana Luz decide sacar la evaluación, que cierra el relato. La entrevista
revela que Ana Luz había colocado un espacio que separa la narración (el cuento) de
414
la evaluación (ya no viene la parte del cuento). Cabe observar, además, que la
decisión de no colocar la evaluación está en estrecha relación con el hecho de que la
página como unidad se había acabado. Colocar la evaluación implicaba tener que
comenzar otra página. Probablemente por eso Ana Luz sostiene que colocar la
evaluación no le parece lindo: colocarla “rompería” la coincidencia entre la narración
como unidad y la unidad de la página escrita.
A: yo no quiero poner eso / dice (lee) otra vez más que el zorro se cree el más
listo de todos// pero esta vez le dieron una lección// el quirquincho/ es más
inteligente que el zorro
E: y por qué no lo querés poner Ana (?)/ a mí me parece bien eso
A: no sé
E: no te parece que hace que el cuento sea// por qué no lo querés poner (?)
A: no sé/ no me parece que quede lindo
E: ahí además habías dejado un espacio (refiriéndose al punto aparte que
separaba la evaluación del resto del cuento)
A: porque ya no viene la parte del cuento
(Ana Luz, 3º curso, EU)
415
Entonces el quirquincho sembró papas. Cuando cosecharon el quirquincho se quedó
con las papas y el zorro con las flores.
Entonces el zorro dijo:
— Ahora lo de abajo es mío y lo de arriba es tuyo
(Juan José, 5º curso, EU, VF)
416
Sin embargo, es ineludible dar cuenta de este problema. La dimensión gráfica
constituye, indudablemente, uno de los niveles de la organización del texto; pero no
se puede considerar por sí misma, pues no sólo está acompañada por recursos
verbales que cumplen funciones complementarias, sino que también su presencia
depende de la misma constitución del texto, de la forma en que la cadena verbal está
estructurada. En las entrevistas podemos apreciar las distintas formas en que los
niños piensan la relación entre marcas gráficas y recursos verbales. Organizaremos
este apartado conformando un continuum, en el que colocaremos en los polos los
recursos gráficos y los recursos verbales, según la importancia que le asignen los
niños en orden a la construcción del texto. La relación que define estos polos no es
una oposición categórica, sino tensiva. En efecto, el texto de la escritura de nuestra
época se conforma con ambos recursos, ahora estudiaremos el peso que adquiere uno
y otro en la composición de los escritos, la pertinencia que los niños le otorgan a
unos y a otros.
Para reflexionar sobre esta diferencia, retomaremos aquí una distinción que
Simone (1992: 185) utiliza para referirse a la inteligencia secuencial —cuyo símbolo
es, para este autor, el lenguaje y más aún la escritura— y la inteligencia simultánea
—cuyo símbolo es, para este autor, la imagen, lo visual—. Ahora bien, para Simone,
la inteligencia secuencial, que es una inteligencia analítica, “formula
explícitamente”, mientras la inteligencia simultánea, que no opera en la dimensión
del tiempo o lo hace en escasa medida, es una inteligencia que “formula
implícitamente”.
Sólo tomaremos esta observación en términos generales, pues hemos
distinguido en la zona visuográfica marcas cuyo uso exige un análisis de la cadena
verbal. Sin embargo, es cierto que todas las marcas de la zona que estudiamos tienen
algo en común que las diferencia radicalmente de los recursos verbales: el recurso
verbal “formula explícitamente” y el recurso gráfico “formula implícitamente”,
diferencia que también había puesto de relieve Vachek (1939). Deberíamos precisar
que el recurso gráfico formula merced a convenciones propias de la comunidad
letrada que estipulan cómo debe interpretarse, mientras que la formulación verbal es,
en principio, accesible para todos aquellos que sujetos capaces de leer la cadena
verbal. Por esa razón, a algunos niños les puede resultar más difícil de manejar el
417
recurso gráfico que el recurso verbal, porque aquél comunica en el orden de lo
implícito y merced a convenciones a las que no todos tienen acceso. Sin embargo,
otros niños son claramente conscientes de los requisitos de uso de una marca gráfica
y de la diferencia que las separa de una formulación verbal explícita.
En efecto, volveremos ahora sobre un ejemplo que muestra que los niños
pueden ser conscientes de las demandas de la comunicación escrita, del modo en que
las convenciones permiten la inteligibilidad de lo escrito y de las diferencias en la
distribución social de este conocimiento (Cfr. Cap. 4 §1). Juan José utiliza una de las
marcas menos usuales de la comunicación escrita: el asterisco. Le preocupa el
posible desconocimiento de tal marca por parte de su interlocutor. Por esa razón
pedirá que la entrevistadora aclare al otro niño el significado de la marca en el
momento de la lectura.
J: puse esta marca ahí/ vas a estar cuando él lea esta carta (?)/ le podés explicar
que esto significa que tiene que mirar ahí (?) (se refiere al asterisco que remite
dibujo del diabolo, realizado al pie de la carta)
(...)
J: ay (!)/ acá me olvidé algo/// pongo esta rayita/ que sería una marca/ para que
le des las figus
E: ah (!)/ bien
J: y en el sobre le voy a hacer esa marca
E: ah (!) pero podrías explicarle en la misma carta que le mandás figuras
J: ah (!) claro (escribe)/ Lucas/ Alfonso/ y yo// y ahora pongo/ te mando
figuritas para que sepas/ lo de Dragon Ball Z/ cómo son los personajes/ y
escribime pronto/ chau
(...)
E: no te falta (?)/ aquí tenés dos asteriscos/ asteriscos se llaman las estrellitas/
cómo hace (?)
J: se lo explicás vos
E: pero yo no voy a estar/ por qué no le aclarás debajo de la carta (?)
J: pongo uno/ el primer asterisco sería (escribe) y el segundo sería/ vos le
explicás cuál es el primero y segundo/ y aquí le dibujo el sobre/ es donde están
las figus/ y acá le pongo el asterisco grande/ para que sepa cuál es
(Juan José, 5º curso, EU)
(...) En la escuela juego al diabolo * ¡Soy una masa! Por tele dan Dragon
Ball Z *, lo dan a las 7,30 hs P.M.
Los chicos de la escuela se llaman Pablo, Lucas, Alfonso, Gonzalo y yo.
Entre todos jugamos al basquet, también al tonto y medio, etc... Escribime pronto,
¡AH! te mando figus de dragon ball Z ¡CHAU!
418
1) (*)
2) (*)
Juan José supone que el niño que recibirá la carta no podrá reconstruir la
instrucción que conlleva el asterisco porque tiene pocas posibilidades de conocer las
convenciones a las que este uso obedece; sin embargo, obedeciéndolas, coloca en el
texto escrito sólo la marca gráfica y solicita que la explicación de la misma la realice
alguien que sí las conoce, en este caso, la entrevistadora. Observemos, además, que
Juan José resuelve su propósito comunicativo, informar acerca de sus
entretenimientos, a través de imágenes —el dibujo del diábolo, las figuras con los
personajes de su serie de televisión favorita— y remite a aquéllas sólo a través de
marcas gráficas como el asterisco. Coloca un sistema de remisiones a través de
marcas (asteriscos, números) y solicita que se acompañen de explicaciones orales,
porque supone que su interlocutor no podrá reconstruir el sistema que ha colocado.
Sólo cuando la entrevistadora lo sugiere acepta formular explícitamente una parte de
sus decisiones: te mando figuritas de Dragon Ball Z. Juan José es un niño que
conoce las condiciones que exige el uso de marcas gráficas y que piensa la
comunicación escrita en términos gráficos y visuográficos.
Los niños pueden, por tanto, formular a través de recursos gráficos o
formular explícitamente. Sin embargo, como hemos dicho antes, ambas clases de
formulación pueden coordinarse en un texto. Para dar cuenta de los problemas que
los niños se plantean y las soluciones que encuentran, estableceremos tres formas
prototípicas de hacerlo. Encontramos niños que piensan los recursos gráficos en
419
relación estrecha con las demandas de la cadena verbal y con los recursos verbales
que contribuyen a organizarla. Tienen no sólo la capacidad de reformular sus
enunciados sino de hacerlo, además, teniendo en cuenta la dimensión global del texto
que están construyendo. Estas actitudes y comportamientos son distintos de otros
niños que utilizan recursos gráficos, pero que no siempre pueden relacionar con
claridad las demandas de la cadena verbal y los recursos gráficos que están
utilizando. Finalmente, también daremos cuenta de la forma en que piensan aquellos
niños que no recurren a los recursos gráficos para organizar su texto, sino
fundamentalmente a los recursos verbales. Creemos que es significativo insistir que
no se trata de desconocimiento, como ya hemos visto en el apartado anterior. Muchas
veces los niños saben para qué se utilizan las marcas gráficas, pero no consideran
pertinente utilizarlas en su texto o simplemente no las consideran necesarias.
Como hemos visto hasta ahora, los niños pueden ser conscientes del grado de
relación que existe entre marcas gráficas y recursos verbales. De este modo, perciben
con claridad que una modificación de las decisiones gráficas, para adecuar el formato
a la estructura del cuento, exige modificaciones en la composición del enunciado y
del párrafo. En este caso hay un fuerte sentido del texto como un todo: si se modifica
un componente, se desencadenan modificaciones correlativas en todos los
componentes. Podemos volver a la revisión del cuento de Sabrina para entender esta
relación entre recursos gráficos y verbales:
S: ah (!)/ sí (!)/ habría que cambiar/ a ver/ dónde estamos (?)/ oh (!)/ me perdí
(lee en silencio) tendríamos que poner punto y aparte
420
E: por qué (?)/ por qué tendríamos que poner punto y aparte y no una coma/ a
ver (?)
S: y sacaríamos el pero
E: por qué (?)
S: porque acá hablá de otra/ de otra cosa/ ahora ya no habla de que/ le tocaron o
no le tocaron/ ahora habla de que el zorro quiso cambiar
E: bien
S: entonces ponemos/ punto y aparte/ y sacamos el pero
E: bien// punto y aparte/ y sacamos el pero
S: ahora/ dónde estamos (?) el zorro
E: a ver
S: el zorro/ o podríamos poner inmediatamente
(Sabrina, 5º curso, EU)
421
manifestar de otra manera: en la sustitución de unos por otros. Así, los niños que han
optado en la primera versión fundamentalmente por recursos verbales para conectar
enunciados, en la segunda versión deciden reemplazar los recursos verbales repetidos
por recursos gráficos. Presentamos a continuación un ejemplo de sustitución de unos
por otros durante la revisión. El fragmento que María Victoria estudia es el siguiente:
422
(María Victoria, 5º curso, EU)
423
en que los niños perciben la estrecha relación entre la puntuación y los conectores y
organizadores temporales; recursos que sirven, respectivamente, para segmentar y
conectar los enunciados de un texto.
Ahora nos ocuparemos de otra clase de recursos verbales y de la función de la
marca gráfica en el señalamiento del discurso referido. Hemos visto en el capítulo
anterior que los niños pueden señalar los límites del discurso referido verbalmente, a
través de la repetición del sintagma que contiene el verbo de decir; gráficamente, a
través de marcas gráficas (nos referimos tanto al uso de marcas que abren y cierran
—comillas, rayas de diálogo— como a puntos o cambio de renglón); o con ambas
clases de recursos, verbales y gráficos. Citamos a continuación la revisión de Ana
Sol que, en la lectura inicial de la primera versión del cuento, señala con una marca
( ) la superposición de ambas clases de recursos:
Cabe notar, además, que, para referir el discurso, en todos los otros casos la
niña había optado por el discurso indirecto o por discurso directo con entradas
pospuestas. Por ejemplo:
424
— Bueno — le dijo el quirquincho
(Ana Sol, 3º curso, EU, PV)
E: muy bien/ ahora podemos hablar de la escuela/ cómo le avisamos a Ana que
hasta aquí has hablado de vos y tu familia/ y que ahora vas a hablar de tu
escuela (?)/ le vas a marcar que hay un cambio de tema (?)
C: sí
425
E: cómo le avisarías a Ana que paramos de hablar de eso y pasamos a hablar de
otra cosa (?)
C: ---
E: es para que Ana se dé cuenta/ porque si a lo mejor sigue leyendo/ espera que
sigas hablando de tu familia
C: mmmmm/ pongo/ un punto y coma/ ya para empezar a hablar de otras cosas
(Catia, 5º curso, ER)
(...)las raíces y las ramas y el quirquincho sacó todas las plantaciones de chacras
y así termina esta historia el quirquincho paró las picardías del zorro y todos dicen
que el zorro es el más astuto.
(Ana, 5º curso, EU, PV)
426
(...) y el quirquincho sacó todas las mazorcas de maíz.
Y así termina esta historia, el quirquincho paró las picardías del zorro y todos
dicen que el zorro es el más astuto.
(Ana, 5º curso, EU, PV)
Como vemos en estas entrevistas algunos niños pueden distanciarse del texto
producido y localizar problemas durante la revisión que no habían advertido durante
la primera escritura. Es importante advertir que resuelven, además, los problemas de
interpretación que plantea la cadena verbal, como el de ambigüedad en este caso, a
través de marcas gráficas. Esto señala que los niños establecen una fuerte relación
entre ambos componentes de la escritura, verbal y gráfico, por eso pueden pensar los
dos componentes para cambiar una de las variables si ha cambiado la otra, sustituir o
eliminar una de ellas si están duplicadas o restaurar una variable si no estaba
considerada.
Podemos dar otro ejemplo de esta situación: los niños advierten la necesidad de
realizar una aclaración y piensan el procedimiento verbal a la par que el
procedimiento gráfico. No se plantean, además, una elección entre clases de marcas,
sino que simplemente seleccionan una de las marcas, el paréntesis. Recordemos que,
de la escala de la interrupción, los niños seleccionan el paréntesis como recurso
gráfico para los incisos y reservan la coma para la segmentación entre enunciados o
para las seriaciones léxicas:
427
(Ana Luz, 3º curso, EU)
Hemos visto hasta ahora cómo los niños pueden advertir problemas de
segmentación a nivel global y a nivel local y resolverlos gráficamente. Observaremos
a continuación que también localizan problemas relacionados con la calificación del
enunciado, incluso antes que los problemas de segmentación. Habíamos advertido ya
repetidas veces que los niños perciben como una sola unidad aquellos conjuntos de
enunciados que tienen un tema constante. En los ejemplos que presentamos vemos
que, cuando revisan enunciados que presentan esta clase de organización, los niños
perciben con más facilidad la falta de marcas gráficas en los enunciados que
requieren calificación que las marcas gráficas de segmentación:
Tengo una sobrina que se llama Jimena tiene 4 años es rubia gordita y tiene
ojos celestes y es una bomba ¿vos tenés hermanitos o hermanitas?
(Ana, 5º curso, EU, PV)
Tengo una sobrina que se llama Jimena tiene 4 años es rubia gordita y tiene
ojos celestes y ¡es una bomba! ¿vos tenés hermanitos o hermanitas?
(Ana, 5º curso, EU, PV)
428
de enunciados, Ana reconoce una nueva unidad: el enunciado que, con signos
exclamativos, adquiere una fuerza ilocutiva exclamatoria, aunque no tenga estructura
exclamativa: ¡es una bomba!
Asimismo, Augusto localiza por sí mismo los enunciados que requieren una
marca que los califique. En efecto, inmediatamente después de la primera lectura de
la carta, reconoce la falta de los signos de interrogación. Patricia sólo requiere de una
sugerencia para colocar las únicas marcas gráficas que admite colocar en su carta: los
signos de interrogación. De los ejemplos podemos deducir que los niños perciben
con más claridad la falta de signos cuando necesitan cambiar la fuerza ilocutoria de
los enunciados o hacerla explícita:
E: (después de que Augusto leyó su carta) veamos si hay cosas para cambiar/
qué te parece tu carta para Javier (?)
A: bien
E: bien (?)
A: bien/ pero aquí había una cosa que no tenía signo de pregunta
E: ah (!)/ sí (?)
A: acá/ acá// (lee) vivís cerca de la escuela (?)
(Augusto, 3º curso, EU)
E: bueno/y ahora/ cómo se llaman tus padres/ o / cómo se llaman tus padres(?)
P: una pregunta
E: le avisamos a Ana que estamos preguntando (?)
P: sí
E: muy bien/ cómo le avisamos (?)
P: (coloca los signos de interrogación)
(Patricia, 5º curso, EU)
429
(María Victoria, 5º curso, EU)
El zorro dijo — ¡Eh compadre! ¿Le parece que podemos sembrar? — ¡Como no!
dijo el quirquincho— Bueno, usted elija—Lo de arriba va a ser para mí y lo de abajo
para usted.
(Rita, 5º curso, ER, PV)
E: ah (!)/ le podrías decir dijo el zorro o basta con/ porque vos le hiciste una
raya /// qué significa esa raya (?)
R: que es de pregunta o de admiración
E: la raya/ esa (?)/ la raya (?)
R: sí
E: pero la raya/ sí aquí tenés preguntas o admiración/ pero aquí ya no tenés/
pero está bien usada/ así se usa/ qué indica esa rayita (?)
R: cuando uno dice algo
(Rita, 5º curso, ER)
E: entonces está bien así / punto está bien/// a ver// (lee) había una vez un zorro
que le dijo al compadre que era el quirquincho/ quieres que seamos socios (?)
A: rayita
E: por qué rayita (?)
A: porque// habla
Hasta ahora hemos estudiado casos de niños que pueden pensar tanto la
relación entre recursos gráficos y recursos verbales como entre recursos gráficos y
exigencias de la cadena verbal. Ahora abordaremos otra clase de comportamiento
respecto de la marca gráfica. Trabajaremos con aquellos momentos de la revisión que
muestran un grado de desajuste entre el uso de marca gráfica y el lugar de la cadena
verbal en el que ésta se ubica.
La revisión impone reformulaciones de los enunciados, estas reformulaciones
pueden afectar las decisiones gráficas tomadas por el niño en su momento, como
hemos visto hasta ahora. Una modificación de la cadena verbal exige, por tanto, una
modificación de las elecciones gráficas. Sin embargo, algunos niños pueden percibir
un probable desajuste entre sintaxis y puntuación y a pesar de eso alterar una sola de
430
las variables y dejar intacta la otra. Nos detendremos en la revisión de la carta de
Luis Miguel:
Como vemos, Luis Miguel altera la formulación del enunciado del segundo
párrafo al explicitar con porque la relación causal que une este párrafo con el
anterior; sin embargo no modifica la opción gráfica de punto y aparte. La
reformulación afecta así la relación entre la conformación sintáctica de la cadena
verbal y la marca gráfica seleccionada. A continuación veremos otro caso que indica
la misma imposibilidad de relacionar estas dos variables, verbal y gráfica. Rita, por
431
ejemplo, piensa los recursos gráficos no en relación con la función que cumplen en la
cadena verbal sino en relación con las correlaciones que estipulan las convenciones.
Repite probablemente las indicaciones escolares, pero no puede pensar las
condiciones de uso de las marcas gráficas. El diálogo se produce acerca de las
modificaciones que había realizado durante la revisión:
E: pará/pará/ fijáte en que yo por ahora bien aquí (en la primera versión) habías
puesto un punto y una mayúscula/ pero aquí en el nuevo (en la reescritura) has
puesto una coma y una mayúscula/ qué te parece (?) qué diferencia hay entre
poner un punto y una mayúscula o poner coma/ podrías haber puesto una coma
o no (?)
R: no/ un punto
E: por qué mejor un punto (?)
R: porque empezamos con mayúscula
(...)
E: donde pongo una coma/ puedo poner un punto y es lo mismo (?)
R: no
E: cuál es la diferencia (?)/ hay alguna diferencia (?)
R: sí
E: cuál es la diferencia (?)
R: que para poner la coma tiene que ser con minúscula y para el punto tiene que
ser con mayúscula
(Rita, 5º curso, ER)
432
u otra marca en la cadena verbal. En otros casos los niños simplemente no colocan en
el escrito indicaciones acerca de cómo debe ser interpretado. Cuando lo leen en voz
alta tampoco advierten la necesidad de utilizar un recurso gráfico determinado para
indicar una modalidad determinada porque el niño agrega por sí mismo, como lector,
esa interpretación a la cadena verbal:
(...) tengo tres hermanas son muy cariñosas y somos hinchas de River pero mi
hermano hincha de Boca él tiene nueve años y se ríe de mi cuando pierde River tenés
un equipo favorito (...)
(Patricia, 5º curso, ER, PV)
433
Existe una dificultad similar en relación con la función de calificación del
discurso directo. Los niños saben cuáles son las condiciones de uso de la raya de
diálogo; sin embargo, no siempre localizan el lugar en el que deben colocarla.
Podemos observar cómo Augusto confunde el uso de la raya en el discurso referido,
y en la primera versión la usa tanto en el discurso directo como en el indirecto.
Durante la revisión y, ante una sola sugerencia de la entrevistadora, puede
reflexionar sobre la diferencia y distinguir uno de otro. El fragmento revisado es el
siguiente:
Había una vez un quirquincho que le dijo al compadre que era el zorro
— Quieres que seamos socios —preguntó el quirquincho
— el zorro dijo que sí.
(Augusto, 3º curso, EU, PV)
E: (...)/ a ver// (lee) había una vez un zorro que le dijo al compadre que era el
quirquincho/ quieres que seamos socios (?)
A: rayita
E: por qué rayita (?)
A: porque// habla
E: muy bien
A: (sigue escribiendo)
E: ahora/ le pregunta/ no es cierto (?)
A: sí
E: y ahí/ aparece como si fuera una pregunta (?)
A: ah (!) (coloca los signos de interrogación)
(...)
E: (lee) había una vez un zorro/ que le dijo al compadre/ que era el
quirquincho/ quieres que seamos socios (?)
A: una rayita (coloca una raya de diálogo — El quirquincho dijo que sí)
E: habla directamente (?)/ cómo hacemos (?)/ aquí pusiste/ el quirquincho dijo
que sí/ habla o no habla (?)
A: sí/ porque le dice/// ah (!)/ no/ si hablara// tendría que ser/ el quirquincho/
dijo / dice/ sí
E: claro/ ahí iría la rayita
A: no va
(Augusto, 3º curso, EU)
Había una vez un zorro que le dijo al compadre que era el quirquincho.
—¿Quieres que seamos socios?
El quirquincho dijo que sí
434
(Augusto, 3º curso, EU, VF)
—la parte de arriba es para mí y la parte de abajo para usted dijo el zorro—
(...)
—el quirquincho sembró chacras porque el zorro le había pedido la parte de abajo y
de arriba y el quirquincho lo del medio—
(Jesica, 3º curso, ER, PV)
E: está muy lindo tu cuento/ ay (!)/ qué cansada estás (!)/ sé que estás muy
cansada pero igual te quiero hacer una sola pregunta/ mirá/ me dijiste que la
raya se ponía cuando el zorro hablaba/ por ejemplo aquí/ (lee) la parte de arriba
para mí y la parte de abajo para mí/ dijo el zorro/ está bien esa rayita (?)
J: sí
E: sí/ ahora veamos/ aquí hay otro rayita y dice// (lee) el quirquincho sembró
chacras/ porque el zorro le había pedido la parte de arriba y de abajo/ y el
quirquincho lo del medio
435
J: esto hay que borrarle
E: hay que borrar (?)
J: lo había hecho mal
E: por qué lo habías hecho mal/ Jesica (?)
J: (borra) es que ahí era cuando//cuando decía nomás
(Jesica, 3º curso, ER)
En esta tercera categoría estudiaremos los niños que priorizan los recursos
verbales a los recursos gráficos cuando deben dar soluciones a problemas de
organización del texto, de segmentación de enunciados o de partes de enunciados y
de calificación. Comenzaremos con los problemas que afectan el nivel global del
texto. Cuando Rita debe pensar en cómo orientar al interlocutor en relación con la
organización descriptiva de la carta, opta por recursos verbales y no por recursos
gráficos. Recordemos que esta niña utilizaba en su carta exclusivamente comas y
punto y seguido y justificaba el uso de una u otra marca en términos de las
correlaciones con mayúscula o minúscula que exigen las convenciones y no por el
grado de relación que tenían entre sí los enunciados. Ahora veremos que prefiere los
recursos verbales, que son explícitos, para orientar al lector acerca de los distintas
entidades temáticas que organizan sucesivamente el núcleo de autopresentación de la
carta:
436
R: y ahora te cuento/ de la escuela
E: le dirías directamente/ y ahora te cuento de la escuela
R: sí
E: y si vos pusieras un punto y aparte (?)
R: -
E: qué pasaría si en vez de un punto y seguido como ése/ como ése/ pusieras un
punto y aparte/ le avisarías también que cambiás de tema (?)
R: no
(Rita, 5º curso, ER)
E: le podemos contar algo de todo eso (?) (la entrevistadora había interrumpido
el proceso de copia de la primera versión para hablar de su vida y de la vida en
Cafayate)/ que le podemos contar (?)
J: que estoy en tercer grado/ que tengo ocho años
E: bueno
J: (escribe)
E: que más le contamos Jesica (?)
J: que me gusta vivir en Cafayate y en el Divisadero (escribe) y quiero decirle
que yo tengo unos primos en/ en una de/ en donde está su escuela
(Jesica, 3º curso, ER)
437
de decir que explicitan el acto de decir: te voy a contar, te voy a decir, son
correlativos de una fuerte conciencia comunicativa:
(...) me encanta que seas mi amiga para siempre querida Rosario tú eres mi mejor
amiga y te voy a contar que por eso te escribo esta carta estoy en tercer grado y
tengo ocho años y también te voy a decir que me gusta Cafayate y el Divisadero al
lado del cerro está mi escuela y te voy a decir que tengo unos primos en el lugar
adonde está tu escuela tengo siete primos y son más grandes que yo (...)
(Jesica, 3º curso, ER, VF)
te quiero un montón sos la más linda de todas las chicas ¿seguro que sos la más
bonita de las chicas no?
yo sí soy la chica más bonita y quiero decirte que mi hermana tuvo un bebé y (...)
(Jesica, 3º curso, ER, PV)
438
E: (lee) seguro que sos la más linda de las chicas no(?)///eso es una pregunta o
no es una pregunta (?)
J: sí (escribe la pregunta)
E: ahora le ponemos lo que sigue// yo sí soy la chica más bonita
J: puedo poner así/ dejando un espacio (?)
E: sí/ por qué tenemos que dejarle un espacio (?)
J: para que ella ponga
(Jesica, 3º curso, ER)
439
P: ---
E: se puede indicar dónde es que me paro (?)
P: ----
E: o no (?)
P: sí
E: cómo le indicás a Ana cómo es que tiene que leer de una manera y no de la
otra (?)
P: no
E: no hay manera de indicarle (?)
P: no
(Patricia, 5º curso, ER)
Podríamos pensar que estamos ante niños que desconocen las marcas
gráficas, por eso es importante señalar que no estamos ante un desconocimiento de
las marcas gráficas que se utilizan en el interior de un texto ni de sus condiciones de
uso, como se puede ver en otros segmentos del diálogo con Patricia. Recordemos que
tanto su carta como su cuento presentaban un importante trabajo gráfico en las partes
iniciales y finales: color, mayúsculas, tipos y tamaños de letras. Sin embargo, no hay
marcas gráficas en el interior del escrito, salvo los signos de interrogación, que son
los únicos que admite. Citaremos ahora el largo diálogo que mantiene con la
entrevistadora, después de revisar su cuento. Puesto que durante la revisión Patricia
no había utilizado ninguna marca gráfica, la entrevistadora decide mostrarle el
cuento de otro niño, Joaquín, que había utilizado discurso directo en su cuento:
E: Patricia/ ahora te voy a mostrar este cuento que escribió un compañero tuyo y
me vas a decir la diferencia que hay con el tuyo
P: (lee el cuento en voz alta)
E: es el mismo cuento o es otro cuento (?)
P: es el mismo
E: cuál es la diferencia entre un cuento y otro/ así cuando lo mirás no más
P: ---
E: hay diferencia entre éste y el tuyo (?)
P: sí
E: cuál es la diferencia más importante (?)
P: él lo ha escrito con eso (señala las rayas de diálogo directo que aparecen en
el otro cuento)
E: él lo ha escrito con rayas/ sí/ y para qué sirven esas rayas (?)/ sirven de algo
esas rayas o no (?)
P: sí
E: para qué sirven esas rayas (?)
P: para escribir un texto
E: y cuando se usan esas rayas (?)
P: para terminar una oración
E: pero mirá/ aquí termina una oración y no ha puesto una rayita/ que hay (?)
440
P: un punto
E: y aquí/ por ejemplo/ no hay ni raya ni punto/ qué deja (?)
P: ---
E: pero a vos eso no te parecía bien/ cuál te parece mejor (?)
P: el mío
E: por qué
P: porque yo he escrito todo bien/ él ha escrito aparte
E: qué (?)
P: porque él ha escrito aparte
E: y por qué es mejor escribir los cuentos cómo vos escribiste/ cuando termina
tu cuento// ahí ponés un punto/ no es cierto (?)/ y este chiquito/ hace lo mismo
(?)
P: no/ pone puntos
E: a cada rato/ no (?)
P: sí
E: y eso no está bien (?)
P: no
E: por qué no (?)
P: porque es un cuento y él lo ha escrito mal
E: qué cosas se pueden escribir como él ha escrito (?)
P: una lectura
E: una lectura puede ser como él lo ha escrito (?)
P: sí
E: y una lectura puede ser como vos has escrito (?)
P: no
E: no podría ser así
P: no
E: Patricia/ y dónde leés lecturas (?)
P: en el grado
E: en qué hora lees más lecturas (?)
P: en lengua
E: y qué hacen con las lecturas que leen (?)
P: las copiamos
E: y qué lecturas/ de qué libros leen (?)
P: del Manual Proa
E: bueno/ muy bien/ Patri/ terminamos
(Patricia, 5º curso, ER)
441
distribución de espacios que exige el uso de discurso directo: yo he escrito todo bien,
él ha escrito aparte.
Para comprender esta posición debemos obligatoriamente abordar el tema de las
prácticas escolares con la lengua escrita. Es imposible entender la postura de Patricia
y la de muchos niños de las escuelas rurales, si no nos referimos a la manera en que
los niños interactúan con la escritura en la escuela. Patricia sabe que un escrito como
su cuento, o su carta, no serían admitidos por la escuela, porque el texto escolar
prototípico es una lectura; por la misma razón ella no admite que un cuento, o una
carta, textos con valor comunicativo, se escriban como un texto escolar. Nos
detendremos en este tema un poco más. Una “lectura”, es decir, un texto escrito
según las convenciones de la cultura letrada e impresa pertenece exclusivamente al
ámbito de la escuela, forma parte de un libro de texto, es decir, es un texto escolar.
¿Qué acciones se pueden ejercer sobre tal clase de texto escrito? Sólo cabe la
reproducción, la copia. Desde esta perspectiva, su posición ante las marcas gráficas
es razonable, pues la marca está desprovista de todo valor comunicativo. Una marca
gráfica es algo que está en una “lectura” que se copia, no tiene valor para el escritor
ni indica nada al lector, probablemente porque es propia de un escrito que no
pertenece al orden de la comunicación sino de la repetición mecánica de tareas
escolares.
De este fragmento de entrevista surge con claridad la necesidad de reformular lo
que hasta ahora hemos llamado grado de contacto con lengua escrita por interacción
con lengua escrita, porque da cuenta con más precisión del problema al que nos
enfrentamos. No se trata sólo de estar en contacto con un texto escrito, sino de
interactuar con él y con los demás a propósito de ese texto y a través de ese texto. En
la escuela, ya que no en su entorno, Patricia ha entrado en contacto con lengua
escrita, pero no ha interactuado con ella como usuaria activa de lengua escrita.
Entendemos que ésta es una de las razones por la que las marcas le son ajenas:
forman parte de las exigencias de los libros de texto escolares que se repiten en las
copias.
Otra de las razones es que estamos ante un cuento de tradición oral, esto es, un
cuento que se textualiza cada vez que se dice de manera diferente, pero con recursos
propios de la oralidad: fundamentalmente con recursos verbales, por supuesto,
442
inseparables de los prosódicos. Desde el punto de vista de los niños, particularmente
de los niños que viven en un entorno rural en el que estos cuentos forman parte de la
vida familiar y social, este texto no requiere de los recursos de la escritura para
conformarse como tal. Ciertamente hemos visto que los niños de la escuela rural,
especialmente los más pequeños, tampoco utilizan los recursos gráficos en la carta;
sin embargo, afirman con mayor seguridad que son innecesarios cuando se trata de
justificar su ausencia en el cuento. En efecto, la actitud que hemos visto en Patricia,
conocer los recursos gráficos pero no considerar pertinente su uso en el texto que ha
escrito, se reitera en muchos niños de la escuela rural. Hemos visto que la niña
opinaba que los recursos gráficos son propios de las “lecturas” que se copian, no de
los textos que ella escribe. Veremos a continuación que Diego opina que los recursos
gráficos, que identifica con claridad con los nombres de comas y puntos, pueden ser
utilizados por otros niños, cuando se termina el cuento, la hoja, la letra; pero no por
él en su escrito:
E: a ver/ Diego/ aquí tenemos el cuento de Vilma/ viste que es el mismo cuento
(?)/ pero viste los signos que puso Vilma (?)/ por qué pone Vilma esos signos
D: porque// ahí a ella se le termina// y ahí eso puede ser/ porque sigue
E: porque se le termina/ qué se le termina (?)
D: el cuento// las hojas
E: ah/ la hoja (?)/ pero mirá/ ahí no se le termina la hoja
D: se le termina la letra
E: se le termina la letra (?)
D: sí
E: cuando se le termina la letra pone una (?)
D: coma
E: pone una coma/ y después sigue (?)
D: sí/ ahí nomás sigue
E: y aquí se le vuelve a terminar la letra (?)
D: sí
E: cada vez que se le termina la letra pone coma (?)
D: sí
E: bueno/ sigamos Diego/ (lee el cuento de Vilma) y además de la coma/ mirá
qué deja Vilma (!)
D: punto
E: punto/ y deja espacio/ y por qué deja Vilma punto y espacio (?)
D: será que no le gusta escribir ahí
E: será que qué (?)
D: será que no le gusta escribir al lado
E: será que no le gusta escribir al lado/ y por qué no le gusta escribir al lado (?)/
qué te parece (?)
D: no sé
E: y por qué vos no le ponés al tuyo comas/ puntos/ espacios/ Diego (?)
443
D: nada
E: y a vos te parece que es mejor escribir al lado (?)
D: ---
E: te gusta escribir así (?)
D: porque es lindo escribir
(Diego, 3º curso, ER)
D: en sembrador
E: ahí (?)// por qué iría ahí una coma Diego (?)
D: termina ahí
E: qué termina ahí (?)
D: cuando está eligiendo
E: ah (!) / cuando está eligiendo/ a ver/ sigamos/ dónde iría otra (?)// pondrías
otra (?)
D: aquí
E: en usted/ por qué ahí Diego (?)
D: porque ahí termina de elegir las partes
E: a ver sigamos/ dónde pondrías otra (?)
D: (coloca otra coma en “papa”)
E: por qué ahí Diego (?)
D: porque ahí termina
E: qué termina (?)
D: termina de elegir
(Diego, 3º curso, ER)
444
Citamos nuevamente el fragmento con las comas en los lugares que Diego ha
seleccionado:
E: mmm/ y ahora qué hacemos (?)/ pasamos con tinta las comas que pusimos o
borramos esas comas (?)
D: no sé
E: cómo te gusta más tu cuento (?)
D: así nomás
E: así nomás (?)/ sin comas (?)
D: sin comas
E: las borramos entonces (?)
D: bueno
E: muy bien Diego/ y por qué te gusta más tu cuento sin comas (?)
D: porque es más bien
(Diego, 3º curso, ER)
Como vemos, Diego confirma nuestra idea respecto de que los niños,
particularmente los de las escuelas rurales, muchas veces no utilizan recursos
gráficos en los escritos, no por que no los conozcan, ni puedan formular criterios de
uso, sino porque no consideran pertinente usarlos en su texto. Pensamos así que
445
Diego, como tantos niños de la escuela rural, podrían perfectamente segmentar un
escrito ajeno a través de marcas gráficas si se lo propusiéramos, tal como sucede en
la investigación de Vieira Rocha, o responder acertadamente a un cuestionario acerca
de las condiciones en las que se usa determinado signo de puntuación, tal como
sucede en la investigación de Passerault. Usando esas metodologías probablemente
no hubiéramos podido descubrir que las representaciones de estos niños acerca de la
marca gráfica no están vinculadas con el uso en su propio escrito, porque no
consideran que sean realmente necesarias o, en otros casos, porque sería una
contradicción colocarlas en determinadas clases de textos.
Sin embargo, esta situación no puede generalizarse a todos los niños que no
utilizan marcas gráficas en sus escritos. En efecto, puede suceder que la
comunicación no se organice ni a través de recursos gráficos ni a través de recursos
verbales. Esto sucede particularmente en los niños del tercer curso de la escuela
urbana. Las explicaciones son de distinto orden. Una de ellas tiene que ver con el
esfuerzo mismo por escribir. En este caso escribir es responder a una exigencia
externa, los instala en una situación de esfuerzo por dar cumplimiento a una tarea y
probablemente eso incide en la disminución de la fuerza comunicativa de su escrito.
Puesto que escribir resulta muy costoso a los pequeños, no tienen ninguna
posibilidad de estudiar a priori qué decir o cómo decir, con lo que el resultado es un
discurso que se planifica paso a paso. Esta situación tiene también que ver con la
ajenidad del género discursivo. En efecto, a mayor ajenidad del género discursivo,
menor cantidad de recursos verbales que orienten la comunicación. Podemos
ejemplificar un texto de esta clase con la carta de Felipa, aunque citaremos la versión
revisada en la que se puede apreciar cierto grado de organización:
querida Gabriela:
Quiero contar que nosotros estamos trabajando en la huerta
plantamos lechugas choclos zapallos Hacemos con arcilla ollitas collares y
después comemos y damos gracias nos lavamos los dientes y nos vamos a bañar y a
la tarde tenemos clases con el maestro y la señorita Cuqui y la señorita Rosa y a la
noche la cena (...)
446
soy Hincha de River tengo 5 hermanitos mi mamá me Hace trabajar mucho
Hago los deberes cuido mi hermanito que tiene 2 años le ayudo a mamá a lavar la
ropa
Los recursos gráficos que se utilizan en el texto son escasos. En este caso, sólo
los grandes cambios que afectan a la organización del texto están indicados a través
del espacio. Nos referimos a los cambios enunciativos nosotros (los alumnos de esta
escuela), yo, yo en relación con el tú. Nuevamente es la zona más orientada hacia el
tú, la tercera, la que contiene la mayor cantidad de recursos gráficos, espacio y
tamaño de letra. Los recursos verbales que orientan la comunicación aparecen al
principio quiero contar que y en las construcciones temporales situadas al iniciar los
enunciados y que contribuyen a organizar cronológicamente los acontecimientos
enumerados: y después, y a la tarde, y a la noche. Es notoria la escasez de recursos
verbales y recursos gráficos. Cuando se termina la revisión la entrevistadora compara
la primera versión escrita por Felipa, en la que figuraban puntos muy pequeños, casi
imperceptibles, y la nueva versión en la que no hay ninguno:
E: te iba a preguntar ahora sobre la primera carta/ ves que se ven puntitos
pequeños (?)/ y sirven esos puntos (?)
F:---
E: porque aquí no pusimos ni un punto de éstos/ no (?)
F: no
E: sirven esos puntos/ o no servían (?)
F: no
(...)
E: no los usan en la escuela cuando trabajan (?)
F: sí
E: sí los usan (?)/ y cuando los usan (?)
F: cuando copiamos lecturas
E: cuando copian lecturas (?)/ ah (!)/ ahí usan los puntos/ pero cuando vos
escribís
F: no
E: cuando uno escribe no se usan (?)
447
F: yo no los pongo
E: ah (!)/ vos no los ponés// y hay otros chicos que los ponen o no (?)
F: sí
E: y por qué los ponen los otros chicos (?)/ qué te parece a vos (?)
F:---
E: te sirven (?)
F: no
Durante la revisión, Felipa niega función alguna a las pequeñas marcas que
podíamos haber interpretado como puntos en la primera versión de su carta. Se trata
de puntos apenas esbozados al final de algunos enunciados, después de los cuales la
mayoría se inicia sin la mayúscula correlativa o con conjunción copulativa:
(...) plantamos lechuga choclo zapallo. Hacemos con arcilla hacemos ollitas
collares. y después comemos (...)
y después tomamos el desayuno. y salimos del comedor (...)
(Felipa, 3º curso, ER, PV)
Todas estas marcas son eliminadas durante el proceso de revisión, pues Felipa
no les adjudica ninguna función. Es posible pensar, entonces, que los escasos puntos
presentes al final de cada enunciado se deben a detenciones en el proceso de
planificación. Reconoce que estas marcas gráficas existen en textos que ha leído en
la escuela, que los otros niños de la escuela las utilizan cuando escriben, pero
también sabe que ella las utiliza sólo cuando copia, esto es, como marcas en un texto
no producido por ella misma, con criterios de uso absolutamente desconocidos, que
ella se limita a repetir. Podemos explicarnos, entonces, que en su escrito encontremos
una notoria escasez de marcas gráficas.
5. RESULTADOS PARCIALES
448
universo del discurso y el uso de marca gráfica en los niños y, por otra parte, la
forma en que los niños resuelven las situaciones que requieren el uso de marca
gráfica para segmentar o calificar la cadena verbal. A lo largo del capítulo hemos
otorgado prioridad a los datos surgidos de las entrevistas, aunque siempre hemos
mantenido una interrelación, por una parte, con los parámetros teóricos y
metodológicos que sostienen el conjunto de la investigación y, por otra parte, con los
resultados obtenidos en el análisis del uso de marcas gráficas en los escritos
infantiles.
Nos extenderemos en el análisis de los resultados en las conclusiones finales,
en donde estableceremos las convergencias con las escasas investigaciones que se
han ocupado de estos problemas. Ahora sólo diremos que hemos comprobado las
ventajas de utilizar entrevistas de revisión, porque nos permitió aproximarnos a la
forma en que efectivamente los niños resuelven los problemas que requieren el uso
de marca gráfica cuando escriben textos y a las diferencias que introduce el grado y
la clase de interacción con lengua escrita en la manera en que las usan y las piensan.
Sin embargo, también debemos hacer notar que, durante la revisión, perdimos la
posibilidad de estudiar el comportamiento de los niños en relación con las marcas
como el color, el subrayado y el tipo y tamaño de letra. Estas marcas desaparecen en
las segundas versiones porque, por una parte, la situación de entrevista supone una
ruptura absoluta de la privacidad y convierte la página en un lugar público y, por otra
parte, la revisión les resulta un trabajo extenuante. Visto de esta manera, es natural
que desaparezcan las marcas gráficas más relacionadas con la expresión de la
subjetividad.
Respecto de las variables de análisis establecidas, diremos que existe una
estrecha relación entre la manera de pensar la marca gráfica y las imposiciones del
universo del discurso. Los niños no utilizan la misma cantidad ni la misma clase de
marcas gráficas cuando escriben cartas y cuando escriben cuentos. Hemos estudiado
esta diferencia fundamentalmente en la segmentación entre enunciados y en la
calificación. Si examinamos los parámetros lingüísticos que imponen los discursos
epistolar y narrativo en cuanto a posición enunciativa, tiempos de la enunciación y
del enunciado, progresión temática, permanencia o cambio de entidades temáticas,
organización secuencial, concluimos que tienen una repercusión innegable en la
449
manera en que los niños conciben la función y aun la naturaleza de la marca gráfica
en el interior del texto.
La frecuencia y clase de interacción con lengua escrita es el factor que más
incide en la forma en que los niños resuelven los problemas que plantea el género
durante la textualización. También interviene de manera decisiva en la manera en
que los niños piensan la necesidad y pertinencia de la marca gráfica cuando
componen su texto, independientemente de los saberes que tengan sobre las mismas,
pues hemos visto que el conocimiento lingüístico no siempre es estable, y que, por
otra parte, no está necesariamente vinculado al uso. De la misma manera sólo este
factor puede dar cuenta de la posibilidad que tienen los niños de establecer una
relación entre las exigencias y recursos que provee cadena verbal y el uso de marcas
gráficas, recursos visuales específicos de la escritura.
450
CONCLUSIONES
Presentación
452
segmentación y calificación y, finalmente, la forma en que la marca interactúa con
los recursos verbales en los escritos infantiles.
453
la firma, es decir, en los lugares en que el enunciador inscribe la clase de relación
que establece con su interlocutor, relación que en estas cartas se ubica en el orden de
la proximidad y del afecto. En el cuento se concentran en el título, en la evaluación y
en las fórmulas o palabras de cierre. En todos los casos se trata de lugares en los que
aumenta el compromiso del narrador con lo dicho y con el lector. En efecto, el título
es un mecanismo de tematización poderoso, pues selecciona una forma posible de
expresar el tema discursivo, selección que orientará el conjunto de las
interpretaciones del lector. La inclusión de una evaluación supone un escritor que
orienta a su lector para sacar las conclusiones de aquello que lee, capaz de orientarlo
en un acto de juicio sobre la totalidad de lo dicho. De la misma manera, la presencia
de formas que señalan que el relato ha concluido, no sólo suponen una orientación
metalingüística que se vuelve sobre el propio relato, sino también una orientación
pragmática que le señala al otro esa conclusión.
No es extraño, entonces, que el color, las variaciones de tamaño y tipo de letra, el
subrayado, los recuadros, se concentren en las partes iniciales y terminales de los
textos, las partes en las que el enunciador inscribe su relación con el otro y con lo
dicho. Su presencia es fruto de una decisión absolutamente voluntaria, pues son
lugares que, si bien admiten las innovaciones visuográficas, no las exigen. Por otra
parte, estamos ante marcas que pueden alojarse en la misma zona alfabética —el
grosor, el tamaño, el color— o que pueden rodear o acompañar la cadena verbal —el
subrayado o los recuadros—. Por esta razón constituyen un inventario abierto cuyas
posibilidades combinatorias son múltiples, muchas veces inesperadas. Los efectos de
sentido que produce su presencia se potencian entre sí y adquieren contundencia.
El uso de estas marcas se constata en los escritos de todos los niños, no importa
su edad o su grado de contacto con lengua escrita. Sin embargo, las innovaciones
más marcadas las encontramos en el quinto curso de la escuela rural y en el tercer
curso de la escuela urbana. En el quinto curso de la escuela urbana, estas marcas
están presentes, pero con un grado más alto de adecuación a las convenciones. No
encontramos vocativos epistolares subrayados o en recuadros de color, sino
alteraciones de tipo y tamaño de letra en la despedida y en la firma. En el tercer curso
de la escuela rural estas marcas se utilizan, pero no en gran medida. Hay, sin
embargo, un fuerte trabajo pictográfico en el cuento. Recordemos también que la
454
carta constituye en este curso un género ajeno, que no siempre instalará a los niños
en el nivel de la inmediatez; buscarán, por el contrario, una presentación formal de la
página. Por otra parte, estas marcas suponen un grado tan alto de inscripción de
subjetividad que requieren de determinadas condiciones contextuales para
concretarse, condiciones que se cumplían en mayor medida en el tercer curso de la
escuela urbana y en el quinto curso de la escuela rural. Por esa razón, estas marcas
desaparecen en las revisiones. En efecto, como dijimos en el capítulo cinco, estas
marcas, que pertenecen al orden de la subjetividad, desaparecen casi
automáticamente en las revisiones. La causa es doble: por una parte, se trata de una
tarea exigida por otra persona que, además, está presente por lo que la página queda
expuesta a la mirada de otro y, por otra parte, revisar resulta siempre un trabajo
complejo, difícil y agotador. Estas marcas requieren, pues, de condiciones especiales
de escritura para aparecer: privacidad, libertad y tiempo.
El espacio participa con el tipo y el tamaño de letra, el color y el subrayado del
“montaje” del texto, “una dimensión de la estructura de la prosa que identifica la
importancia relativa otorgada a varios segmentos del discurso en prosa” (Clements,
cit. por Brown y Yule, 1993: 168). También aquí podemos hablar de “montaje”,
dimensión incluida por los analistas del discurso para dar cuenta de la “estrategia
retórica global de presentación del texto que emplea el hablante” (Brown y Yule,
1993: 185).
Hemos visto a lo largo de esta investigación que la zona visuográfica justamente
forma parte de esta retórica: conforma la distribución de ese texto en la página, hace
ostensiva la forma en que está articulado el discurso. El espacio, por lo tanto,
constituye un recurso indispensable en la conformación del marco temático y
enunciativo de los textos. La forma en que la carta y el cuento se recortan en la
página está fuertemente convencionalizada, a tal punto que prácticamente todos los
escritos de este corpus se plasman en la página según estas convenciones. La fuerza
de éstas podría llevarnos a pensar que el espacio es un elemento que se trabaja más
como parte de las exigencias materiales de una página que se debe llenar de una
manera determinada, que como una herramienta de análisis de lo dicho. Incluso
podríamos pensar que los niños distribuyen formas perceptibles en el espacio de la
página con la sola intención de producir un efecto estético. El hecho de que
455
justamente los elementos que recorta este espacio son los que portan color,
subrayado y variaciones tipográficas avalaría esta interpretación. Pero, si bien esa
interpretación es factible, aun así pensamos que el espacio constituye una primera
forma de análisis de los elementos en los que el enunciador establece su relación con
el otro y con lo que dice, elementos que son los primeros que se tematizan.
La puntuación que se distribuye en las partes iniciales y terminales constituye
un paso más en el avance de las marcas visuográficas hacia el interior del texto.
Podemos establecer una diferencia. Hay marcas cuya presencia está prescrita, como
la coma que se sitúa entre lugar y fecha en la carta, los dos puntos del vocativo
epistolar, la mayúscula inicial en el cuento o el punto final. Otras marcas, en cambio,
como las que se sitúan en el saludo inicial y en la despedida, califican al enunciado,
como los signos de interrogación y de exclamación. Especialmente en la despedida,
se superponen al color, al subrayado y a las modificaciones tipográficas para dar
mayor énfasis a lo dicho. Como hemos visto, tanto unas marcas como otras, tienen
un alto grado de presencia en las partes iniciales y finales de todos los escritos.
Ahora bien, el espacio no sólo constituye la primera forma de análisis que
conforma el texto en la página, sino también en su interior. Entendemos que en este
caso estamos ante otra categoría en este continuum. En efecto, este espacio interno
es una forma de fragmentación, la primera que se constituye, incluso antes que el
punto, pues está presente en los textos con menos marcas gráficas en su interior, los
escritos del tercer curso de la escuela rural. El espacio no aparece en las
correlaciones de marcas que estipulan las convenciones (punto, mayúscula), sino que
funciona como única marca para indicar grandes cambios en la conformación del
discurso, es decir, respuestas a las preguntas recibidas, formulación de nuevas
preguntas, grandes cambios de tema, etc. Este espacio también puede constituirse,
asociado a las correlaciones convencionales, en un espacio paragráfico en el interior
de los escritos. Recordemos que ésta es la marca predominante y casi excluyente en
los escritos del tercer curso de la escuela urbana y de algunos del quinto curso de la
misma escuela.
Finalmente, contamos con las marcas que se sitúan en el otro polo del continuum,
pues aparecen en el interior del texto, están establecidas por las convenciones y
suponen un análisis de la cadena verbal, indispensable con el objeto de poder
456
segmentarla y calificarla. Son las marcas que conocemos como puntuación, que se
ubican en los núcleos textuales. Su distribución en los textos presenta notorias
diferencias respecto de la distribución de todas las marcas que conforman las otras
categorías del continuum. En efecto, estas marcas ya no están presentes en los
escritos de todos los niños: así como algunos escritos cuentan con gran cantidad y
variedad de marcas en su interior, en otros escritos la presencia de marcas internas es
discontinua o nula. El factor que puede dar cuenta de esta diferencia de frecuencia de
aparición en el interior del texto es el grado de contacto con lengua escrita: a mayor
contacto e interacción del niño con lengua escrita, mayor presencia en el interior del
escrito, a menor contacto e interacción del niño con lengua escrita, menor presencia.
En efecto, estas marcas tienen una fuerte presencia en la mayor parte de los escritos
de los niños con mayor escolarización y mayor interacción con lengua escrita: los
que asisten a la escuela urbana y al quinto curso de la escuela rural; pero disminuyen
notoriamente en los escritos de los niños más pequeños, con menor interacción con
lengua escrita y con menor escolarización, es decir, los que asisten al tercer curso de
la escuela rural. Las marcas que se sitúan en el interior del texto son más sensibles
también a las diferencias de género discursivo, especialmente, en los escritos de las
escuelas rurales, aunque son más estables en cuanto a cantidad y clase de marca
seleccionada en la escuela urbana. La mayor incidencia del género se registra en el
quinto curso de la escuela rural. En efecto, los niños las emplean en sus cartas, pero
no en sus cuentos. Volveremos luego sobre este tema.
En este momento sólo nos interesa destacar que el orden en que ubicamos las
marcas en este continuum — color, subrayado, tamaño, tipo de letra, espacio de
puesta en página, puntuación en las partes iniciales y finales, espacio interno,
puntuación en los núcleos textuales— coincide también con su posibilidad de ser
utilizadas por los niños. En efecto, las marcas que aparecen aun en escritos con baja
frecuencia de puntuación interna son aquellas que se sitúan en las partes iniciales y
finales de los escritos. Es necesario agregar, sin embargo, que las marcas más
inmediatas, como el color, el subrayado y las modificaciones tipográficas aparecen
en todos los escritos, pero no son utilizadas con la misma intensidad por todos los
niños. En efecto, ni los niños que tienen el mayor grado de escolaridad, más edad y
un intenso contacto con lengua escrita, ni los que están situados en el polo opuesto,
457
es decir, los niños de menos edad, menos escolarización y menor contacto con lengua
escrita, innovan en su uso. Hemos dicho ya que las marcas que son una impronta de
la subjetividad requieren un conjunto de condiciones para aparecer en los escritos: la
apropiación por parte del sujeto de la lengua y del discurso, una comunicación que se
instala fundamentalmente en el orden afectivo, la existencia de una seguridad en la
privacidad de la comunicación e incluso un afianzamiento en el dominio de la lengua
escrita. Cuando las marcas gráficas están prescritas por las convenciones en las
partes iniciales y terminales de una carta, encontramos una presencia categórica,
como sucede con el espacio y con la puntuación que se sitúa en tales partes.
Ahora bien, las marcas que se sitúan en los polos de este continuum —por una
parte, el color, el subrayado, los tamaños y tipos de letra, concentrados en las partes
iniciales y terminales y, por otra parte, la puntuación en el núcleo textual—pueden
establecer entre sí una relación inversa en cuanto a la frecuencia de aparición, o
incluso una relación excluyente. En efecto, especialmente en el quinto curso de la
escuela rural podemos encontrar un fuerte trabajo gráfico en las partes iniciales y
terminales del texto, o incluso en la zona pictográfica, y una ausencia total de marca
gráfica en el interior del texto escrito. También puede suceder al revés, es decir, una
carta que posee una alta frecuencia de marca gráfica en el interior del escrito
posiblemente no utilice color, modificaciones tipográficas o subrayado. Esta
situación se da fundamentalmente en el quinto curso de la escuela urbana. Sin
embargo, también puede no ser así, ya sea porque los niños utilicen ambas clases de
marca, como en el tercer curso de la escuela urbana, ya sea porque no utilicen
ninguna, como en el tercer curso de la escuela rural.
De este hecho se derivan dos conclusiones en relación con la dirección de la
adquisición de marca gráfica, la primera es que las marcas que contribuyen a
conformar el formato gráfico de un texto se adquieren antes que las marcas que se
emplazan en su interior. Esta conclusión confirma los resultados de otros
antecedentes de investigación sobre el tema (Cfr. Jaffré 1988, Vieira Rocha 1994,
Ferreiro 1996).
La segunda conclusión es que no existe necesariamente relación entre las dos
clases de marca, pues la presencia de las marcas de un extremo del continuum no
coincide necesariamente con la presencia de las situadas en el otro extremo. Esta
458
constatación reafirma las conclusiones de Jaffré en el sentido de que, tempranamente,
los niños manifiestan competencias textuales a través de la puesta en página.
Recordemos que este investigador trabaja con niños de preescolar y constata en sus
escritos la presencia de la disposición de página típica de la carta, aun cuando los
niños no dominan todavía la escritura alfabética (Cap. 2 § 2.1.3). Nuestros resultados
confirman que la disposición espacial de la página es un logro precoz y previo a la
aparición de segmentaciones internas en el cuerpo del texto.
En términos generales también podemos sostener con Vieira Rocha (1994), que
“el formato global precede al formato interno del texto, así como la puntuación
externa precede a la puntuación interna” (Cfr. Cap. 2 § 2.2.1). Sin embargo, decimos
que sólo coincidimos en términos generales porque no entendemos exactamente lo
mismo por formato y puntuación. Probablemente la diferencia está en la definición
del objeto, su implicancia en los dominios de estudio y el género discursivo
seleccionado. Esta investigadora, cuando habla de puntuación, excluye la
organización paragráfica, pues la considera dentro del dominio del formato gráfico,
como dominio externo del texto. La decisión probablemente se debe a que, como
toda la línea de investigación psicogenética, estudia la función discursiva de la
puntuación en los cuentos, esto es, la que afecta a la distinción entre narración y
discurso directo. Nosotros estudiamos el conjunto de las marcas de la zona
visuográfica y hemos analizado su distribución en las partes iniciales, finales y
núcleos textuales de cartas y cuentos. La organización paragráfica forma parte del
espacio interno del texto en ambas clases de texto. No pensamos que señalar el límite
de los episodios sea señalar un límite externo en el cuento. Hemos visto cómo las
cartas y los cuentos del tercer curso de la escuela urbana muchas veces están
conformados gráficamente casi en exclusividad por el punto y aparte: en esos casos
no podemos decir que sólo tienen formato externo e interno y no puntuación. En todo
caso, entendemos por formato gráfico la forma en que se plasma el texto en la
página, especialmente en las partes iniciales y finales.
Por esa razón, no podemos afirmar con tanta contundencia que “el desarrollo
de la puntuación se da paralelamente a la definición de un formato gráfico para el
texto” (Vieira Rocha 1994). En efecto, podemos tener formatos gráficos definidos en
textos que no poseen puntuación alguna o que tienen escasa puntuación. Los textos
459
que tienen un formato gráfico muy definido también pueden tener un alto grado de
puntuación interna. A su vez, los pocos textos que no tienen formato gráfico definido
tampoco tienen puntuación interna. Por consiguiente, no advertimos que la
evolución de formato gráfico y puntuación sea paralela. Además, hay otros factores
que debemos tomar en cuenta. La definición de un formato gráfico para el texto y el
desarrollo de puntuación está en estrecha relación, hemos visto, con los géneros
discursivos. Un mismo niño puede escribir un cuento con formato gráfico definido y
sin puntuación en el núcleo textual y una carta con formato gráfico definido y con
puntuación en el núcleo textual, y viceversa (aunque en menos casos). Esa variación
se encuentra fundamentalmente en la escuela rural, pero también se produce en la
escuela urbana. Este tema nos lleva al segundo aspecto que consideraremos en estas
conclusiones: la relación entre composición del discurso y marca gráfica.
460
composición del discurso y su relación con la presencia de marca gráfica entre
enunciados. Por consiguiente, del conjunto de la descripción desprenderemos
constantes que den cuenta de esta relación y que nos permitan establecer categorías
de análisis. Recordemos que se trata de regularidades en relación con las formas en
que se organizan los núcleos textuales, por lo tanto en una carta pueden combinarse
las formas que determinaremos. Por otra parte, no debemos asociar de una manera
definitiva estas categorías con un curso o una clase de escuela determinada. Hemos
visto que, así como en algunos cursos el comportamiento de los niños de un mismo
curso en relación con la marca gráfica es homogéneo, es decir, es un comportamiento
altamente regular respecto de la cantidad y clase de marcas que encontramos en los
escritos; en otros cursos es heterogéneo, es decir, hay grandes variaciones entre los
niños de un mismo curso respecto de la cantidad y clase de marcas que encontramos
en los escritos. Por esa razón, no podemos decir que las categorías son propias de un
curso o de una clase de escuela, sino que más o menos cantidad de textos de un curso
o de una clase de escuela está asociada a determinada categoría.
En la carta podemos establecer tres clases de relación entre la composición
del discurso y su señalamiento gráfico. La primera forma que adopta la composición
del discurso en nuestro corpus tiene que ver con la reiteración de una estructura
paralelística que se mantiene formalmente idéntica, pero en la que se realizan
sustituciones sucesivas. Es importante destacar que siempre estamos ante estructuras
que tienen una fuerte motivación discursiva; por lo tanto, hablamos de un trabajo de
despliegue de un paradigma cuyas unidades pueden no sostener relación entre sí, sino
con los parámetros del mundo discursivo que concretan. Ahora bien, esta forma de
composición del discurso está casi siempre señalada con marcas gráficas en los
escritos de los niños de la escuela urbana y del quinto curso de la escuela rural.
Por ejemplo, la reiteración de la estructura pregunta-respuesta da cuenta del
vaivén enunciativo que constituye la carta como tal, en tanto instauración de la
interlocución que se orienta sucesivamente hacia el otro y hacia uno mismo. Así, la
pregunta solicita al otro una información diferente cada vez y el segundo enunciado
es una respuesta a la misma pregunta que hipotéticamente formularía el interlocutor.
De este modo la respuesta brinda información referida al yo organizándola en
correspondencia con la pregunta que se acaba de hacer:
461
(...)¿Qué deportes prácticas?, yo practico ajedrez ¿Qué materia escolar
preferís? Yo Ciencias Sociales ¿Qué cantantes te gustan más? A mí los Backstreet
Boys (...)
(Pablo, 5º curso, EU)
Ahora bien, los enunciados pueden sucederse unos a otros en los fragmentos
descriptivos con una estructura sintáctica similar. La sucesión de enunciados produce
a menudo el efecto de un listado heterogéneo, en el que no se explicita la relación
que une a un enunciado con otro. Sin embargo, no es necesario explicitar esa relación
lingüísticamente, debido a la fuerza de la motivación discursiva. En el siguiente
ejemplo, el conjunto da cuenta de los distintos aspectos del tema-marco, el yo. De ese
modo, se conforma la autopresentación, uno de los núcleos textuales. La
conformación paralela de enunciados S/P con el verbo tener —el tener que so-porta
el yo que se presenta— del segundo ejemplo conlleva siempre la presencia de marcas
gráficas:
Tengo un perro pastor llamado Yon también tengo una coneja llamada Boony
(está en inglés), peces y una hamster llamada Sira. Tengo seis primos. Salta es muy
462
linda tiene un gran shopping. Tengo una empleada llamada Ana. En mi cole hay
muchas cosas.
(Rosario, 3º curso, EU)
cuando el trigo creció el quirquincho se quedó con las espigas y el zorro con
las raíces
(Sofía, 5º curso, EU)
cuando fueron a cosechar, el quirquincho se quedó con las papas que están abajo y
el zorro se quedó con la parte de arriba
(Ana Sol, 3º curso, EU)
463
pueden dar cuenta de la existencia de una relación entre los enunciados. En todos
estos casos siempre hay una ausencia de marca gráfica o una presencia débil.
Distinguimos con claridad la disminución de marca en estos segmentos de las cartas
porque están situados en textos que presentan una alta frecuencia de marcas gráficas
en el resto de los segmentos que lo componen, segmentos que poseen otra clase de
organización. Presentamos estos fragmentos:
Tengo una sobrina que se llama Jimena es rubia y gordita tiene ojos celestes
y es una bomba, ¿vos tenés hermanitos/as?.
(Ana, 5º curso, EU)
Yo soy hincha de Boca y vos también quiero que seas hincha de Boca porque esta
vez Boca sale campeón y todavía Boca aguanta. River se va a la basura.
Yo también tengo hermanos igual que vos también son buenos y amables uno de mis
hermanos se llama Juan Ariel Ríos.
(Luis Miguel, 5º curso, ER)
Esta es una noticia muy importante voy a tener un hermanito varón que se va
a llamar Mauro todavía no nació pero va a nacer en febrero ¿Y vos tenés hermanos?
(Maira, 3º curso, EU)
464
Finalmente, debemos dar cuenta de una tercera forma de relación entre la marca
gráfica y la composición del discurso. Nos referimos a aquellas cartas que no
recurren a la marca gráfica como una forma de organización. Se trata de textos que
presentan una frecuencia muy baja de aparición de marca o ninguna. En esos casos
generalmente sólo encontramos el espacio, que acompaña grandes cambios de tema o
segmenta las respuestas a las preguntas recibidas, o separa a éstas de la formulación
de nuevas preguntas. Generalmente son textos de los niños más pequeños, con menor
grado de escolarización y con menor contacto con lengua escrita, aunque también
encontramos textos de esta clase en los otros cursos estudiados:
(...)y a la tarde tenemos clase con el maestro y con las señoritas Cuqui y la
señorita Rosa
y después tomamos el desayuno y salimos del comedor y jugamos con mis amigas
me gustaría conocer tu escuela soy hincha de River y a la tarde no tenemos clase ya
jugamos tengo cinco hermanitos y mi mamá me hace trabajar mucho me gusta estar
en la escuela me gusta la zamba y quiero aprender a bailar la zamba.
(Felipa, 3º curso, ER)
465
conectores se emplazan en lugares precisos del texto para dar cuenta de la sucesión
de motivos y de la manera en que estos se organizan:
Un día el zorro decide asociarse con el quirquincho, cada uno tenía que
aportar algo, el quirquincho se ofreció para sembrador y el zorro dio la tierra.
El zorro dijo que tenían que dividir la cosecha entonces le propuso al
quirquincho, que él se iba a quedar con la parte de arriba. Al día siguiente el
quirquincho fue a sembrar papas, creció y los dos fueron a cosecharlas. Al zorro le
tocó la parte del tallo y las hojas y al quirquincho le tocó la papa.
El zorro enojado, esta vez le dijo al quirquincho que se iba a quedar con (...)
(Antonella, 5º curso, EU)
466
— ¿Compadre podemos hacer una sociedad?
— Bueno dijo el quirquincho.
El zorro dijo:
— Yo seré el socio y tú el sembrador.
— Dale dijo el quirquincho.
(Solana, 3º curso, EU)
y después dijo el zorro le dijo no vamos mal y el zorro dijo ahora quiero la parte de
abajo y tú con la parte de arriba y el quirquincho planta trigo y llegó el día de
cosechar y el zorro cosechó las raíces y el quirquincho cosechó todas las espigas de
trigo y volvió a ganar
y el zorro dijo no vamos muy mal y el zorro volvió a elegir y el zorro dijo(...)
(Raúl, 5º curso, ER)
467
(...) y el zorro le contestó.
-la parte de arriba y después el quirquincho sembró papas
y como el quirquincho era tan pícaro y (el) quirquincho le sacó todas
las papas y el zorro se llevó los tallos y las hojas y (el) zorro
-dijo ahora voy a elegir la parte de abajo y (el) zorro se llevó apenas
la raíz y las espigas y después sembró chacra y el zorro le
-dijo ahora voy a elegir las dos partes de arriba y vos
del medio entonces el quirquincho se llevó las espigas llenas de maíz
y el zorro se llevó los tallos las flores
(Vicenta, 3º curso, ER)
468
Sin embargo, esta relación positiva entre presencia de marca gráfica y el logro
de un alto grado de continuidad textual no se puede sostener en todos los casos.
Hemos dado cuenta de una regularidad muy fuerte en las cartas: cuando se alcanza
un alto grado de continuidad textual, desaparece la marca gráfica. Esta continuidad
no sólo se manifiesta en la existencia de un conjunto de elementos cohesivos, tales
como la repetición léxica, los procedimientos anafóricos, las elipsis, la presencia de
conectores, etc., sino también en el hecho de que los enunciados forman parte de una
organización narrativa, argumentativa, temporal o aun descriptiva, aunque en este
último caso nos referimos sólo a enunciados que sostienen una progresión temática
con un tema constante o una progresión temática lineal. Este descubrimiento es
importante porque indica que no siempre existe una relación positiva entre el logro
en la construcción del texto y la aparición de puntuación en su interior.
Hemos hecho la salvedad de que la marca gráfica desaparece en los
segmentos descriptivos que sostienen una progresión temática con un tema constante
o con una progresión lineal, porque la marca gráfica aparece en la carta cuando se
produce el despliegue de un paradigma. Generalmente siempre se trata de la
repetición paralelística de una estructura motivada discursivamente, pero en la que
cada sustitución es autónoma de la siguiente. Decimos “autónoma” en el siguiente
sentido: el contenido de un término no permite prever el contenido del término
siguiente. Es decir, la forma es pertinente en función del marco que provee el
discurso, pero el despliegue del paradigma, generalmente en el marco de una
descripción, es azaroso, en el siguiente sentido: se puede aspectualizar un tema u
otro, pues cualquier aspecto es válido en tanto dé cuenta del tema-marco:
469
Hemos visto que en los cuentos escritos por el quinto curso de la escuela rural
desaparece la marca gráfica. Esta desaparición puede responder a la exigencia de
continuidad causal y temporal que impone el discurso narrativo. La aparición de
segmentaciones fuertes está relacionada con la aparición del discurso directo; sin
embargo, la aparición del discurso directo no supone por sí misma segmentación
gráfica. Sólo surge mayoritariamente en los cuentos escritos por los niños de las
escuelas urbanas y cuando el discurso referido está dramatizado, esto es, cuando el
personaje actúa un discurso enfático.
Como vemos, la ausencia de marca gráfica no sólo está relacionada con la
continuidad, sino también con la discontinuidad textual. En efecto, hemos visto
también su ausencia en cuentos en los que los enunciados no alcanzan a narrar por sí
mismos sino que remiten a fragmentos desordenados del cuento escuchado, en cartas
en las que hay una sujeción a los tópicos marcados por la carta recibida (por lo tanto,
en el texto los enunciados se suceden unos a otros sin establecer necesariamente
relación entre sí porque establecen relación con la palabra del otro) o en las que hay
un discurso no planificado, en el que el escritor busca que cada enunciado sea en sí
mismo pertinente, sin buscar la coherencia del conjunto (Blakemore 1992). En todos
estos casos en los que un enunciado no puede interpretarse en relación con el
enunciado precedente hay un grado marcado de discontinuidad, hecho que coincide
con la ausencia de segmentación gráfica o con una segmentación discontinua.
Esta última situación se presenta fundamentalmente en algunas cartas y
cuentos escritos por niños del tercer curso de la escuela rural. Creemos que podemos
dar una explicación a este fenómeno en el marco de la escuela interaccionista de
Campinas (Desinano 2000). La mayor cercanía o lejanía de los niños respecto de un
género discursivo determinado puede plantear una diferencia fundamental en el
momento de adoptar una posición enunciativa. Por lo tanto, la ajenidad al discurso
epistolar puede llevarlos a operar con fragmentos del habla del otro sin posibilidad de
conformar un discurso propio; por el contrario, la familiaridad con el discurso
narrativo incide en la posibilidad de organizar y resignificar un discurso propio.
Por consiguiente, si bien no podemos negar que la aparición de la marca
gráfica en el interior de los textos está vinculada al logro en la composición del
mismo, debemos atenuar su grado de validez. En efecto, se trata sólo de una de las
470
regularidades que hemos observado. Es preciso notar que incluso en textos con una
presencia continua de marca gráfica entre enunciados se puede apreciar otra
regularidad: la presencia de marca gráfica está relacionada con la forma en que los
niños perciben las unidades que deben señalar y esta percepción está estrechamente
relacionada con el grado de continuidad o discontinuidad de un discurso. La forma
que adopta la composición del discurso y la clase de relaciones que establecen las
unidades que lo componen tiene mucho que ver con las unidades que los niños
perciben. A mayor continuidad discursiva, menor percepción de unidades, menor
presencia de marca gráfica; a mayor discontinuidad, mayor percepción de unidades,
mayor presencia de marca gráfica. Sin embargo, debemos especificar de qué clase de
discontinuidad hablamos. Para que aparezca marca gráfica esa discontinuidad tiene
que estar relacionada con el desarrollo paradigmático de una estructura con
pertinencia discursiva o con el pasaje de narración a discurso directo. Esta clase de
discontinuidad se encuentra fundamentalmente en textos escritos por niños de la
escuela urbana o del quinto curso de la escuela rural. Por consiguiente también
debemos interpretar que tanto la generación de esa clase de discontinuidad como su
marcación gráfica depende del grado de contacto con lengua escrita de los sujetos
que escriben. Esta afirmación es válida fundamentalmente para los textos escritos por
niños de la escuela urbana o del quinto curso de la escuela rural.
Cuando la discontinuidad no se produce por la reiteración de una estructura
con una fuerte pertinencia discursiva, sino que está relacionada con la producción de
un discurso que se estructura en dependencia del discurso del otro o que presenta un
alto grado de no planificación, no aparece marca gráfica o su aparición es irregular.
En estos casos hablamos generalmente de los escritos de los niños más pequeños,
con menos contacto con lengua escrita y con menor grado de escolaridad. Por tanto,
la ausencia de marca gráfica está relacionada con la continuidad discursiva, pero
también con el grado máximo de discontinuidad.
Estos resultados parecen, por tanto, validar las posiciones de quienes
sostienen que la discontinuidad o continuidad en un texto está relacionada con una
“posición del sujeto en relación con el discurso” (Desinano 1997, 1999, 2000, de
Lemos 2000) y con su funcionamiento dentro del mismo. Por consiguiente, la
presencia o la ausencia de marca gráfica no debe ser interpretada en términos de
471
conocimiento o de dificultad lingüística, respectivamente, sino que depende de la
clase de funcionamiento del sujeto en el discurso y de la forma en que responde a
las exigencias de los parámetros discursivos. Se rompen así, dos supuestos potentes
en la investigación sobre la adquisición de la marca gráfica: tanto el supuesto de que
un sujeto puede construir de manera definitiva la zona visuográfica como un sistema,
como el supuesto de que esta construcción está en relación con su posibilidad para
construir un texto logrado. La razón de estas imposibilidades radica en la
inestabilidad del conocimiento lingüístico. La presencia o la ausencia de marca
gráfica en un texto no está sólo en relación con el conocimiento que un sujeto tiene
de las convenciones, así como la construcción de un texto continuo no tiene que ver
sólo con su conocimiento de los recursos que permiten construir un texto continuo.
Recordemos que, para la investigación psicolingüística, los cambios que
experimenta el uso de la marca gráfica a lo largo de la edad y la escolarización
revelan operaciones psicológicas cada vez más potentes que permiten la construcción
de un sistema de segmentación en interrelación con sistemas verbales de conexión.
Para el interaccionsimo sociodiscursivo, los cambios serían un testimonio progresivo
de un sistema de lenguaje complejo que comporta la capacidad de producción de
textos autónomos (Schneuwly 1988). Para el cognitivismo, estos cambios serían
testimonio de una doble constricción: la construcción de los paradigmas de marcas
gráficas y recursos verbales propios de una lengua dada y la evolución de las
capacidades cognitivas de discriminación, debido a la edad y/o el nivel escolar
(Fayol 1997). Uno de los resultados más importantes que se deriva de nuestra
investigación es que la adquisición de las marcas de la zona visuográfica no se puede
formular estrictamente en términos de un aprendizaje pautado por etapas. En efecto,
de las regularidades de uso de nuestro corpus se desprende que es determinante la
clase de relación que el sujeto que establece con el discurso y la lengua cuando
textualiza, de modo que en cada texto se juega esa relación casi como si fuera la
primera vez, incluso en los sujetos de más edad y con mayor nivel de escolarización.
472
Estudiaremos ahora el señalamiento gráfico de unidades en el interior del
enunciado, tanto desde el punto de vista de la conformación estructural del enunciado
como desde el de la dinámica comunicativa que portan los elementos que lo
conforman.
En primer lugar nos ocuparemos de la aparición de marcas gráficas en
estructuras como los vocativos, los incisos y las seriaciones. Entendemos que la
aparición de marca en estas estructuras supone la capacidad para analizar la
conformación de la cadena verbal con el objeto de identificar gráficamente estas
partes en el conjunto del enunciado. Nuestros resultados confirman las hipótesis de
Simone (1991) respecto de que las marcas gráficas que se adquieren primero son
aquellas que se ubican en estructuras más simples y que se adquieren luego aquellas
que se ubican en estructuras más complejas (Cfr. Cap. 2 § 2.1.1). Así, las marcas
gráficas en las seriaciones no sólo aparecen en todos los escritos, sino que también
tienen una altísima frecuencia en la escuela urbana y en el quinto curso de la escuela
rural. Las marcas en los incisos sólo aparecen en las escuelas urbanas, con
frecuencias muchísimo más bajas: en la mitad de los casos en el quinto curso y
apenas registran presencia en el tercer curso. Sin embargo, cuando el segmento que
se aisla en el enunciado tiene una función conativa, como sucede en el caso del
vocativo, aparece marca gráfica también en el quinto curso de las escuelas rurales,
aunque su presencia es débil.
Es importante destacar, además, que los niños seleccionan casi desde el
principio la coma para las seriaciones, sea seriaciones léxicas o segmentaciones entre
enunciados; pero prefieren utilizar otras marcas para los incisos cuando están
señalados. Los paréntesis son las marcas privilegiadas por los niños más pequeños
para los incisos, sólo en el quinto curso se utilizan algunas veces las comas para esta
función. Podríamos decir, entonces, que los niños más pequeños no utilizan las
mismas marcas para señalar dos funciones distintas. Los niños tratan, pues, de evitar
la polivalencia de algunos signos, como la coma, restringiendo su uso sólo a algunas
funciones, especialmente las de seriación tanto léxica como de enunciados y utilizan
signos monovalentes, como el paréntesis, para las funciones de inciso que también
podría cumplir la coma. Veremos que el uso de los signos de interrogación confirma
con claridad que los niños evitan la misma marca para dos funciones distintas.
473
También registramos en el interior del enunciado marcas gráficas que
segmentan elementos con distintos grados de dinamismo comunicativo. Si bien
pueden estar en lugares permitidos por las convenciones, como en el caso de las
marcas que se sitúan entre prefijos y núcleos (Blanche Benveniste 1992), también
pueden situarse en lugares prohibidos por las convenciones, como las marcas entre
sujeto y predicado, o simplemente en lugares no previstos por las mismas. Sin
embargo, en todos los casos, es una marca con pertinencia discursiva pues separa
fenómenos que van a ser presentados o especificados del resto del enunciado.
La marca que no está prevista por las convenciones es menos frecuente en los
escritos de los niños con mayor edad, con mayor escolaridad y con mayor contacto
con lengua escrita. En estos cursos aparecen las marcas que las convenciones
admiten —las comas o los dos puntos—en lugares que éstas preven. Esta marca que
delimita segmentos con distinto dinamismo comunicativo tampoco aparece con
frecuencia en los escritos de los niños más pequeños, con menos escolaridad y con
menor contacto con lengua escrita. Sin embargo, en tales escritos encontramos
marcas no previstas para estas funciones —puntos, rayas, espacios—en lugares que,
si bien pueden interpretarse como lugares con distinto dinamismo comunicativo,
pueden ser también simplemente huellas de detenciones en el proceso de
planificación y textualización. Podemos decir, por consiguiente, que la marca gráfica
que colabora en la actualización del enunciado es propia de los escritos de niños que
están explorando función, lugar y clase de marca en el interior del enunciado: los
niños del tercer curso de la escuela urbana y del quinto curso de la escuela rural.
Si relacionamos estos resultados con los que hemos descrito en el apartado
anterior, confirmamos que los niños van desde la marcación del texto, como
configuración totalizadora, a la marcación de las partes. Así, como hemos visto,
todos los textos presentan las marcas gráficas que segmentan las partes iniciales y
terminales y la mayoría presenta marcas que, en su interior, señalan los movimientos
centrales que organizan el discurso —en la carta, los núcleos textuales de
autopresentación y la solicitud de presentación del interlocutor; en el cuento, los tres
motivos—. Las marcas entre los enunciados disminuyen en los segmentos en los que
se establece mayor grado de continuidad.
474
Ahora bien, en el interior del enunciado, las estructuras más señaladas son las
seriaciones; le siguen aquellas construcciones más independientes, como los
vocativos, que tienen un valor fático y no establecen relación gramatical con el resto
del enunciado; también aparecen marcas que delimitan segmentos con distinto
dinamismo comunicativo y, finalmente, los segmentos menos delimitados con marca
gráfica son los incisos. Podemos establecer, entonces, una regularidad más
abarcadora tanto para la aparición de marca entre enunciados como para la aparición
de marca en el interior de un enunciado: las marcas gráficas aparecen cuando los
segmentos se despliegan en paradigma, cuando establecen una fuerte relación con
el interlocutor y cuando pertenecen a distintas dinámicas informativas.
475
gráfica es porque la utilizan sólo en los enunciados interrogativos que tienen el valor
de preguntas reales, no en aquellos enunciados interrogativos que son preguntas
confirmativas, retóricas, peticiones, propuestas, etc.
Ahora bien, cuando una estructura porta ya en sí la función —como los
enunciados exclamativos –cu, que contienen ya una palabra que pondera o intensifica
algo que afecta al hablante, o las interjecciones, palabras cuyo significado es ya
netamente expresivo— los niños más pequeños no colocan los signos exclamativos,
porque la marca sería redundante. Cuando el enunciado no porta en su estructura la
modalidad exclamativa, los niños utilizan estas marcas gráficas para cambiar la
fuerza ilocutoria del enunciado.
Con respecto a la calificación del enunciado en el discurso referido, cabe decir
que ciertamente el discurso directo, como sostiene la investigación psicogenética,
parece ser un espacio privilegiado para que se concentren las marcas gráficas. Sin
embargo, esta aserción explica mejor lo que sucede en los cuentos de la escuela
urbana que lo que sucede en los cuentos de la escuela rural. Por esa razón, creemos
que es necesario distinguir el requerimiento del lenguaje, la fuerza de las
convenciones y la actuación del niño. Como ya hemos dicho, optar por (re-)presentar
el discurso reproducido, supone, como sostiene Lucy (1993), priorizar la forma
específica de la emisión antes que su contenido. Por consiguiente el discurso directo,
al priorizar las cualidades expresivas de una expresión, potencia la posibilidad de
presencia de marcas gráficas que no sólo indicarán la jerarquía enunciativa en el
enunciado, sino también la fuerza ilocutoria de lo dicho.
Sin embargo, nuestros datos señalan con claridad algo que no se pone de relieve
en la investigación psicogenética (Cfr. Cap. 2 § 2.2.1): la clase de interacción con
lengua escrita es un factor indispensable para explicar la diferencia entre aquellos
que señalan mayoritariamente por medio de marcas gráficas el discurso directo y
aquellos que lo hacen en menor medida. Probablemente también puede explicar
esta diferencia la fuerza de las convenciones que prescriben el señalamiento gráfico
en este lugar. Si tenemos en cuenta este factor, es fácil explicar porqué cuando la
fuerza de la escolaridad es mayor aparece con más frecuencia la marca gráfica en
este lugar y con un alto grado de convencionalización desde su surgimiento.
476
1.5. Respecto de la relación entre marcas gráficas y recursos verbales
Hemos visto que los niños construyen un texto escrito haciendo uso de
recursos gráficos y de recursos verbales. La frecuencia de aparición de ambas clases
de recursos y el modo en que interactúan depende del contacto e interacción del niño
con lengua escrita y del género discursivo. De este modo, podemos observar
fundamentalmente tres situaciones en los escritos.
En la primera situación los recursos gráficos funcionan por sí mismos
como indicadores que facilitan la interpretación del lector, tanto en la
segmentación como en la calificación de unidades del texto escrito. Estos recursos
gráficos interactúan de manera complementaria con los recursos verbales.
Podemos señalar así una coordinación entre las dos clases de recursos en la
construcción del texto. De este modo, por ejemplo, cuando encontramos una marca
gráfica fuerte en una carta o en un cuento, existe una alta posibilidad de que
encontremos un organizador que conecta segmentos textuales indicando, en la carta,
una progresión de la conversación, y en el cuento, la conformación y jerarquización
del relato. El organizador indica la clase de relación que existe entre los segmentos
delimitados. Recursos gráficos y verbales cooperan para conformar un texto que
pone ante los ojos la organización del discurso, una organización que en estos textos
se manifiesta, al mismo tiempo, tanto en la materia verbal como en la materia
gráfica. Estos escritos se encuentran fundamentalmente en el quinto curso de la
escuela urbana y, en menor medida, en las cartas del quinto curso de la escuela rural.
En la segunda situación, los recursos gráficos están presentes en el texto
escrito como recursos necesarios de segmentación y calificación de unidades, pero
no constituyen recursos suficientes para dar cuenta del sentido de la parte a la que
afectan. Entendemos que es así porque su presencia se acompaña de recursos
verbales que atenúan el recurso gráfico o que lo refuerzan. Así, en algunas cartas y
en muchos cuentos, podemos encontrarnos con un enunciado “cerrado” por la
presencia de una marca gráfica fuerte, como un punto. De ese modo se indica al
lector que la unidad ha concluido. Podríamos pensar, entonces, que no hay una
relación estrecha entre este enunciado y el siguiente. Sin embargo, el enunciado
siguiente se inicia con una conjunción copulativa. Este nexo indica la necesidad de
477
establecer una relación con el enunciado anterior (o con los enunciados anteriores),
con el objeto de cumplir con necesidades semánticas, discursivas o incluso rítmicas.
En este caso, dos recursos casi excluyentes —uno gráfico, el punto, y uno verbal, la
conjunción copulativa— se reúnen con el objeto de cumplir con los respectivos
propósitos de segmentación y relación, pero también para atenuarse mutuamente.
Vemos con frecuencia ese fenómeno en los escritos del tercer curso de ambas
escuelas y en los cuentos del quinto curso de la escuela rural.
Podemos observar un fenómeno semejante en los cuentos del tercer curso de la
escuela urbana, particularmente en el discurso directo: el límite entre el sintagma que
contiene el verbo de decir y la cita directa está señalado por marcas gráficas; sin
embargo, se reitera nuevamente el sintagma que contiene el verbo de decir, como una
manera complementaria de expresar el límite entre dos enunciaciones de distinta
jerarquía. En este caso, un recurso verbal, como la repetición léxica, refuerza los
recursos gráficos.
Apreciamos, por tanto, una diferencia notable entre recursos gráficos y recursos
verbales. El recurso gráfico nunca es redundante y tampoco contradice otro recurso
gráfico. Cuando se duplica el mismo signo, como en el caso de los signos de
exclamación, o se acumulan recursos distintos en un segmento (como el color,
subrayado, tamaño y tipo de letra) las marcas gráficas se potencian entre sí y
producen como efecto un aumento de énfasis. En cambio, en ocasiones se produce
una redundancia del recurso verbal en relación con el recurso gráfico. Probablemente
porque los niños perciben que el recurso gráfico no es suficiente por sí mismo para
segmentar o calificar. En efecto, el valor de un recurso gráfico parece más difícil de
asir para los niños que un recurso verbal, porque su valor depende enteramente de
convenciones específicas de la escritura. Encontramos también otras situaciones en
las que un recurso verbal duplica el recurso gráfico: aparece la palabra firma en el
lugar de la firma en la carta o palabras organizadoras propias del texto teatral cuando
en el cuento se da una sucesión de turnos de habla sin el sintagma que contiene el
verbo de decir. En efecto, en este último caso se produce una superposición de
recursos gráficos (rayas de diálogo y cambio de renglón) y recursos verbales (los
nombres de los personajes).
478
Finalmente, podemos distinguir una última situación. Los recursos verbales
“suplen” en muchas ocasiones la presencia de recursos gráficos. En efecto, a
pesar de la ausencia de recursos gráficos que la delimiten o la califiquen,
encontramos en la misma cadena verbal indicaciones acerca de la manera en que
debe ser interpretada. Los recursos verbales cumplen las funciones de la marca
gráfica, tanto las de calificación como las de segmentación. Así, los niños no colocan
signos de interrogación en una pregunta, pero acompañan la pregunta por la
indicación te voy a hacer otra pregunta. No utilizan punto y aparte, pero registramos
en la carta la repetición de expresiones como te voy a contar que, y también te quiero
decir que, te quiero decir que que encabezan cada segmento que trata un tópico
determinado. Las citas directas están “encerradas” por una duplicación del sintagma
que contiene el verbo de decir y no por marcas gráficas. Probablemente, como
interpreta Ferreiro (1996), no hay marcas gráficas porque ya se ha indicado
verbalmente el límite de la intervención del personaje, a través de la duplicación de
este sintagma que abre y cierra el segmento. Hemos visto también que los niños más
pequeños no colocan marca gráfica en el enunciado exclamativo cuando el mismo
enunciado (la interjección) o un elemento verbal del enunciado (las palabras -cu)
indican la modalidad. De la misma manera, en muchos cuentos desaparece la marca
gráfica del límite entre enunciados, pero se encuentra en su lugar un indicador de
conexión, como la conjunción copulativa, que señala la existencia de una relación
entre los sucesos referidos.
De este modo, podríamos decir que los recursos verbales se bastan a sí mismos
para indicar la manera en que el lector debe interpretar lo que lee. Sin embargo, no
deberíamos decir que los recursos verbales “reemplazan” a los recursos gráficos,
porque si bien podemos entender que, desde el punto de vista del sentido, se
reemplaza un recurso gráfico por un recurso verbal, aquél es irreemplazable desde el
punto de vista de la función. En efecto, una marca gráfica agiliza la lectura porque
pone ante los ojos las articulaciones del sentido; una expresión verbal no lo hace,
aunque también se utilice para delimitar o para calificar el enunciado.
Finalmente puntualizaremos que no podemos adscribir categóricamente los
textos escritos por los niños de un curso o una clase de escuela determinada a una de
las tres situaciones que hemos establecido respecto de la clase de relación que
479
establecen los recursos gráficos y los recursos verbales en un texto. En efecto, sólo
podemos establecer esta relación en términos prototípicos, es decir, algunos textos
escritos por niños de un curso determinado son representativos de una u otra
situación; sin embargo, no todos los textos escritos por los niños del mismo curso
son homogéneos, sino que se acercan en mayor o menor medida a las tres situaciones
planteadas. Los textos prototípicos de la primera situación, es decir, aquellos en los
que los recursos gráficos y los recursos verbales actúan de manera complementaria,
están escritos por los niños del quinto curso de la escuela urbana. Los textos
prototípicos de la segunda situación, es decir, aquellos en los que los recursos
gráficos son recursos necesarios pero no suficientes para segmentar y calificar el
discurso, fueron escritos por los niños del tercer curso de la escuela urbana. Los
textos protípicos de la tercera situación, es decir, aquellos en los que los recursos
verbales cumplen por sí mismos las funciones de segmentación y calificación de los
recursos gráficos, fueron escritos por niños del tercer curso de la escuela rural. Los
textos escritos por el quinto curso de la escuela rural pueden ubicarse en las tres
situaciones descritas.
480
Indudablemente el género discursivo opera como un principio de
inteligibilidad que orienta la acción lingüística del sujeto. Recordemos que el
interaccionismo sociodiscursivo sostiene que la realización efectiva de una acción
lingüística en una situación determinada procede de la explotación de las formas
comunicativas que están en uso en la sociedad, es decir, de los géneros discursivos, y
del uso de los recursos que provee una lengua natural. Para esta línea de
investigación, el pensamiento consciente se conforma a través de la práctica
lingüística orientada por la semántica social que conforman los géneros discursivos
(Cfr. Cap. 2 § 2.2.3). Ciertamente es así, pero no deja de ser una afirmación bastante
general. La diferencia de clase de escuela que hemos introducido en la investigación
nos ha permitido confirmar, además, que los grupos sociales son portadores de
género. Por lo tanto, los niños que pertenecen a distintos grupos sociales tienen
distinto grado de experiencia con los géneros discursivos.
Este hecho incide poderosamente en la forma en que los sujetos establecen la
relación con el lenguaje y el género discursivo cuando escriben. Así, por ejemplo, la
escritura de cartas pertenece a una práctica social más restringida. Por lo tanto, a los
niños con menor experiencia con lengua escrita les resultó más difícil apropiarse del
discurso, de su propósito, situarse enunciativamente y organizar su texto. Por el
contrario, el cuento forma parte de una práctica social más extendida, especialmente
en las zonas rurales, en donde la narración de tradición oral todavía es importante.
De ahí que a los niños les haya resultado más fácil instalarse en el mundo del
discurso, en su propósito y en los parámetros de organización. Por esa razón, el
problema radicó más bien en cómo pasar de la circulación de un relato oral a narrar
por escrito.
Daremos cuenta de la forma en que los niños responden, cuando definen
gráficamente un texto mientras textualizan, a las restricciones que les plantea el
universo del discurso en el que conciben su escrito. Recordemos que del análisis de
los textos se desprende que la carta y el cuento escritos por el mismo niño presentan
variaciones en cuanto a cantidad y clase de marca gráfica. Las reflexiones que los
pequeños realizan sobre el uso de las marcas gráficas cuando revisan los textos
aluden a las posibilidades y limitaciones que les plantean los mundos discursivos
específicos en los que tales textos se conciben. Consideraremos a continuación las
481
características de los géneros discursivos a las que aluden los niños para dar cuenta
de su uso de las marcas gráficas.
La carta pertenece al orden de lo escrito en el sentido en que impone un
diseño gráfico. Haroche-Bouzinac sostiene al respecto: “La façon de remplir l’espace
obéit a des règles. La coutume qui consiste à n’utiliser que le recto de la feuille est
une rémanence d’une pratique ancienne” (1995: 40). Todos los niños tratan con
mucho cuidado la manera en que se recorta el texto en el espacio cuando escriben la
carta. En efecto, escribir una carta es disponer en el espacio. Gran parte de sus
reflexiones se orientan pues, al diseño de la página, a conservar las proporciones
gráficas, a la inteligibilidad de lo escrito: casi no escribí nada aquí, muy cortito,
porque si no queda como todo junto, dejo un renglón (...) para que se entienda, dejo
sangría para esto.
Por el contrario, el cuento no pertenece en principio al orden de lo escrito,
pues es un cuento de tradición oral. Se textualiza infinidad de veces sin necesidad de
recursos gráficos y esto se puede apreciar con claridad en las escuelas rurales en
donde nunca está necesariamente asociado a las marcas gráficas, salvo en la
necesidad de la adecuación gráfica a la estructura tripartita del cuento. Sin embargo,
los niños de la escuela urbana, incluso cuando escriben el cuento, se imponen fuertes
exigencias gráficas. Ya no se trata sólo del imperativo de la correlación que los niños
establecen entre la organización del cuento en situación inicial, motivos y evaluación
y la segmentación gráfica. Los niños respetan las reglas de uso del espacio cuando
incluyen discurso directo, desechan partes del cuento que no son imprescindibles
como la evaluación o seleccionan marcas débiles de segmentación para cumplir
también en el cuento con la regla de uso de una sola plana que Haroche Bouzinac
atribuye a la carta (no me parece que quede lindo, sostiene Ana Sol para eliminar la
evaluación del cuento que rompería la unidad de la página; la preocupación de Juan
José al finalizar de escribir el cuento es también conservar la unidad página-cuento:
¿alcanzará? ¡justito!).
La dimensión enunciativa es otro de los factores que debemos tener en cuenta
para explicar la aparición de marcas gráficas. En la carta la distancia enunciativa es
mínima: la relación entre el yo y el tú se establece de manera directa. Como sostiene
Landowsky (1997), en la pequeña frase “aquí, ahora, yo estoy, escribiéndote, a ti” se
482
funda el género epistolar, pues es una verdadera matriz de producción textual. Esta
característica de la relación enunciativa hace que, en la carta, sea mayor la presencia
de enunciados que se orientan hacia el otro, enunciados interrogativos,
particularmente con el valor de preguntas, y de enunciados exclamativos en los que
el hablante expresa el alto grado de una propiedad que atribuye a una entidad. Por
esa razón se potencia la presencia de marcas gráficas que califican enunciados
interrogativos o exclamativos, que, como hemos visto, son aquellas a cuyo valor los
niños son más sensibles. En muchos escritos es la única clase de marca gráfica que
los niños consideran necesario utilizar y de cuya ausencia se percatan: aquí había
una cosa que no tenía signo de interrogación, opina Augusto, un niño del tercer
curso en cuanto termina de leer la primera versión de su carta.
En el cuento, el uso del discurso directo posibilita la introducción de las
marcas que califican al enunciado, ya no sólo las que dan cuenta de la modalidad del
mismo, sino también de aquellas que señalan las jerarquías enunciativas. Sin
embargo, esto sucede fundamentalmente en la escuela urbana, pues en la escuela
rural no siempre la presencia de discurso directo conlleva marca gráfica. Los niños
siempre tienen claras las condiciones de uso de esta clase de marca, debido a la
fuerza de la enseñanza: la raya se usa cuando uno dice algo, porque dice, opinan; el
espacio se usa en cada turno de habla porque así dijeron/ siempre que viene/ un
nuevo coso/ tiene que ir abajo.
En el cuento tanto la temporalidad en el nivel de la enunciación como en el
nivel del enunciado tiene una fuerte incidencia en el uso de marca gráfica. Narrar
supone un todo accional dinámico, en el que las acciones se suceden causal y
cronológicamente. Esta sucesividad en el enunciado narrativo tiene su correlato en la
forma en que los niños, particularmente los niños de la escuela urbana, piensan la
marca gráfica, pues seleccionan una u otra clase de marca según los grados de
distancia temporal que separan los hechos de los que dan cuenta los enunciados o
según la necesidad de suspender o acelerar el tiempo en el relato. Así, Ana Sol
sostiene que los puntos suspensivos se utilizan cuando queremos que espere un rato
el cuento, o que seleccionaría coma si estaría (sic.) siguiendo lo que pasó en ese
momento y punto si no es ese el caso; Alfredo sostiene que utiliza coma entre dos
483
enunciados porque acá dice lo que sembró y allá ya fue después de un rato cuando
va a cosechar.
Ahora bien, si consideramos la temporalidad en el nivel de la enunciación
narrativa, ya no nos enfrentamos a la sucesión, sino al presente continuo: “el sujeto
enunciante inaugura el tiempo presente y se mantiene en un presente continuo, para
dar cuenta, desde ese presente, de la movilidad temporal de los acontecimientos que
son objeto de su discurso. Es decir que, en lo que atañe a la enunciación, no hay
posiciones temporales sucesivas, sino un prolongado y renovado presente” (Filinich
1999: 5). Este presente continuo tiene un efecto contundente en los relatos de los
niños de la escuela rural, en los que apreciamos la ausencia de marca gráfica en todo
el relato o en el interior de los motivos, o la segmentación con marcas débiles. Los
niños realizan segmentaciones con marcas débiles porque el cuento continúa ahí
nomás o no realizan ninguna segmentación porque la narración sigue y sigue
imparable.
La diferencia en la organización secuencial del contenido temático en las dos
clases de texto que estamos considerando tiene también una clara repercusión en las
unidades que los niños segmentan con marcas gráficas. Puesto que uno de los
propósitos de la carta era la autopresentación, se imponía una organización
descriptiva. En esta clase de secuencia se aspectualiza el tema-marco —el yo— y se
sigue una discontinuidad de entidades temáticas que está estrechamente relacionada
con las unidades que los niños segmentan con marcas gráficas. En efecto, los niños
perciben las unidades a segmentar gráficamente en función de la clase de progresión
temática que se establezca entre los enunciados, tal como hemos visto ya (Cfr. Cap. 4
§ 3.2). Cuando estamos ante un conjunto de enunciados con progresión temática
lineal o una progresión con tema constante, los niños no segmentan lo que perciben
como una unidad. Sólo cuando hay un cambio de entidad temática los niños
segmentan con marca gráfica y justifican: ya no habla de mí, habla de mis hermanos.
Seleccionan la clase de marca según estos criterios: punto porque estábamos
hablando de otra cosa o porque sigo diciendo de la escuela, punto y aparte porque
ya no se trata de la escuela. Los niños ordenan sucesivamente los objetos de la
descripción en el espacio material del texto, pero recortan las unidades gráficas en
función de las entidades temáticas que clasifica y organiza.
484
En el cuento, por el contrario, los niños segmentan unidades con marcas
débiles porque siempre están ante las mismas entidades temáticas (habla del zorro y
el quirquincho) o segmentan las unidades que tienen que ver con la estructura
discursiva, esto es, como ya dijimos, con la conformación tripartita del relato. En las
escuelas rurales los motivos son, en bastantes ocasiones, las únicas unidades
segmentadas en el cuento, mientras en las escuelas urbanas son las unidades
segmentadas con las marcas más fuertes. Así, Cristina, como tantos niños, en el
cuento coloca punto al finalizar el último enunciado que da cuenta del primer
motivo, porque ahí termina de la papa, así como sabe que ahora empieza del trigo.
Coloca nuevamente punto cuando termina de relatar el segundo motivo porque ahí
termina del trigo y sabe que debe seguir del maíz (sic.).
En este sentido, coincidimos con la aserción de Kress (1994 [1982]), respecto
de que la segmentación realizada por los niños en el texto escrito tiene una
motivación textual y no sintáctica (Cfr. Cap. 2 § 2.1.2.). En efecto, las unidades que
los niños perciben primero tienen una naturaleza textual: en los segmentos
descriptivos de la carta las unidades se delimitan por entidades temáticas, en el
cuento, por motivos.
A continuación señalaremos en un cuadro las características del género que
inciden en el uso de marca gráfica en los niños:
CARTA CUENTO
Características de la Efectos en los sujetos Características de la Efectos en los sujetos
clase de texto y del que escriben clase de texto y del que escriben
mundo discursivo mundo discursivo
Práctica social más A los sujetos con menor Práctica social más Los sujetos se instalan
restringida interacción con lengua extendida con más facilidad en los
escrita les es más difícil parámetros del mundo
apropiarse del discurso del discurso, porque les
y organizarlo. resulta más familiar.
Orden de lo escrito Hay un diseño escrito a Orden de lo oral No hay diseño escrito a
priori que hace que los priori, lo que hace que
niños otorguen la no sea la dimensión
máxima prioridad a la prioritaria en la
disposición en la revisión. Sin embargo,
página, tanto en las los niños buscan
partes iniciales y finales adecuar la estructura
como en el interior del gráfica a la discursiva.
texto. Los niños de la escuela
urbana incorporan en
mayor medida el
cuidado por la
disposición espacial.
485
La distancia enunciativa La fuerte relación yo-tú La distancia enunciativa El cambio de discurso
es mínima conlleva el cambio de es máxima en el narrativo a discurso
modalidades: asertiva, discurso narrativo, referido constituye una
interrogativa y salvo cuando el cuento ocasión de
exclamativa. Este hecho incluye discurso señalamiento gráfico,
está en estrecha relación directo. tanto en el cambio de
con la aparición de discurso narrativo-
marca gráfica que discurso referido, como
califica los enunciados. en la aparición de
enunciados
modalizados,
particularmente en la
escuela urbana.
Espacialización La percepción de la Temporalización El tiempo de la
manera en que se enunciación no se
recorta el texto en el detiene hasta que no se
espacio puede ser la termina el cuento, por
razón central para que lo tanto excluye la
los niños seleccionen presencia de marca
una u otra marca, gráfica en la escuela
aunque siempre las rural. Ese tiempo se
decisiones gráficas detiene en los motivos,
conservan cierto grado en los que el cuento se
de relación con la reinicia. En ese lugar
jerarquización tanto de frecuentemente se
núcleos textuales como encuentra alguna marca
en el interior de un gráfica o acumulación
núcleo textual. de marcas.
La sucesión temporal
característica en el nivel
del enunciado hace que
los niños de la escuela
urbana asignen valor
temporal a la marca
gráfica que se sitúa
entre los enunciados del
cuento.
Organización Los niños ordenan Organización Las entidades temáticas
secuencial de su sucesivamente los secuencial de su del discurso, que los
contenido temático: objetos de la contenido temático: niños identifican con
descriptivo descripción en el narrativo los personajes,
espacio material del permanecen estables;
texto, pero recortan las por lo tanto, es más
unidades gráficas en difícil percibir los
función de las entidades cambios. No colocan
temáticas que clasifica marcas o seleccionan
y organiza. las marcas más débiles
El cambio de entidades de la escala.
temáticas conlleva la
posibilidad de
percepción de unidades
y de su señalamiento
gráfico;
en los segmentos que
responden a una sola
entidad temática no hay
marca gráfica.
486
Confirmamos así que los dos géneros discursivos, epistolar y narrativo,
imponen una serie de constricciones que hacen que los niños no utilicen ni piensen la
función de la marca gráfica de la misma manera cuando escriben una y otra clase de
texto. En efecto, si bien los principios con los que operan son los mismos —posición
enunciativa, tiempos de la enunciación y del enunciado, progresión temática,
permanencia o cambio de entidades temáticas, organización secuencial— cada clase
de texto hace que estos principios se actualicen de modos diferentes en la
segmentación y calificación de unidades del texto escrito. Ahora bien, las
restricciones discursivas son las mismas para todos los sujetos; sin embargo, la forma
en que los niños responden a tales restricciones no es siempre igual. La intensidad de
interacción con lengua escrita es el factor que más incide en la forma en que los
niños resuelven los problemas que plantea el género durante la textualización.
487
de un organizador en su cuento acá para no poner tanto “entonces” “entonces”
pongo coma). También pueden establecer la relación entre las marcas gráficas que
delimitan el discurso directo y las repeticiones verbales del sintagma que contiene el
verbo de decir. Al mismo tiempo, los niños acuden a la marca gráfica para resolver:
- problemas de ambigüedad (Ana cuando descubre las dificultades de
interpretación que plantea la ausencia de marcas en su escrito resuelve: ahí
coma, ahí punto aparte)
- problemas de segmentación del texto (ante la necesidad de indicar a su
interlocutor un cambio de tema, Catia opina pongo un punto y coma ya para
empezar a hablar de otras cosas)
- problemas de segmentación en el interior del enunciado (Ana Sol diferencia
su padre y su hermano que tienen el mismo nombre mientras escribe y piensa
en voz alta: Marcos/entre paréntesis/ mi hermano)
- problemas de calificación (Augusto cuando termina de leer la primera versión
de su carta opina: bien, pero aquí hay una cosa que no tenía signo de
pregunta)
Podemos sostener así que los niños son capaces de establecer una relación entre
estas dos variables, recursos gráficos y verbales, y pensar los dos componentes
simultáneamente para cambiar una de las variables si ha cambiado la otra, sustituir
una por otra, eliminar una de ellas si están duplicadas o restaurar una variable si no
estaba considerada. Por esa razón, durante la revisión tienden a disminuir la cantidad
de recursos verbales que conectan o califican los enunciados en la primera versión y
otorgar más relevancia a los recursos gráficos.
Podemos conformar un segundo grupo con los niños que no pueden
relacionar estas dos variables, verbal y gráfica, de modo que, o bien una
modificación en un ámbito no desencadena modificaciones en el otro, o bien piensan
sólo en términos de las interrelaciones que se producen en el ámbito gráfico, sin
relacionarlas con los requerimientos y la organización de la cadena verbal. En este
grupo colocamos también los niños que pueden reconocer cuándo es necesario
colocar una marca gráfica, pero no siempre saben exactamente en qué lugar es
necesario colocarla. Confirmamos así los resultados de la investigación de Passerault
(1991), que sostenía que los niños dominaban rápidamente las representaciones
488
relativas a las condiciones de uso de una marca, mientras que les planteaba más
problemas las representaciones relativas a las reglas de puesta en acción propiamente
dicha. En este nivel se sitúan los niños con menos escolarización de la escuela
urbana y los niños con más escolarización de la escuela rural.
Finalmente, en la tercera categoría situamos a los niños que priorizan los
recursos verbales a los recursos gráficos cuando deben solucionar problemas de
organización del texto (Rita resuelve avisar a su interlocutora que ya no hablaría de
su familia sino de la escuela diciendo y ahora te cuento de la escuela, pues en su
opinión una marca gráfica no puede indicar por sí misma el cambio de tema), de
segmentación de enunciados o de partes de enunciados (Patricia opina que no hay
manera de solucionar un problema de ambigüedad en el interior del enunciado,
problema que tiene una posible solución gráfica) y de calificación (Jesica deja un
espacio después de una pregunta para que ella ponga). Siempre se trata de niños que
sólo han entrado en contacto con lengua escrita en la escuela rural, pero que no han
interactuado con ella como usuarios activos, esto es, como lectores y productores de
texto. En estos casos, los niños asocian las marcas gráficas a textos escritos escolares
o a textos escritos por otros: son marcas propias de las “lecturas” que copian en la
escuela y no cumplen función alguna en un escrito con verdadera función
comunicativa (Patricia opina que un cuento con segmentación interna está mal
escrito, así no se escribe un cuento sino una lectura; Diego conoce el uso de comas,
puntos, rayas de diálogo, pero sostiene que él no usa nada porque es lindo escribir,
incluso borra las marcas que coloca (en los lugares correctos) a instancias de la
entrevistadora porque es más bien; Felipa opina que los puntos se usan cuando
copiamos lecturas, pero sostiene con firmeza: yo no los uso). Ciertamente muchos
de ellos sí conocen las marcas más conocidas, saben para qué se usan y aun pueden
colocarlas con acierto en su propio texto si se requiere que lo hagan; pero no
consideran pertinente colocarlas en su texto, que cumple perfectamente sus
propósitos comunicativos sin necesidad de ellas.
En síntesis, de las entrevistas concluimos que la forma en que los sujetos
utilizan las marcas gráficas en su escrito está en estrecha relación con las
respuestas que los niños dan a las restricciones del universo del discurso,
respuestas que dependen, a su vez, del grado y clase de interacción que los sujetos
489
han tenido con el lenguaje escrito. De tal factor depende también la posibilidad
que tienen los niños para establecer una relación entre las dos variables
involucradas en la composición del texto escrito, a saber, los requerimientos de la
cadena verbal y los recursos que ésta provee y los recursos gráficos, los recursos
visuales específicos de la escritura. A mayor interacción con lengua escrita, mayor
posibilidad de establecer una relación entre ambas variables, a menor interacción con
lengua escrita, menor relación entre las mismas e incluso negación de la pertinencia
de la marca gráfica en un texto con valor comunicativo, negación que no supone
desconocimiento lingüístico.
3. Reflexiones finales
490
interno, puntuación en los núcleos textuales y dar cuenta de las interrelaciones que
mantienen entre sí, particularmente en cuanto a las posibilidades de uso de las
mismas por parte de los niños. Por otra parte, al estudiar el uso de las marcas según
sus funciones de segmentación y calificación hemos avanzado con base empírica en
un ámbito poco estudiado, el uso infantil de marcas en el interior del enunciado, y en
otro prácticamente inexplorado: el estudio del uso infantil de las marcas que califican
al enunciado, como los signos de interrogación y exclamación. Entendemos, sin
embargo, que sólo hemos abierto un camino. Queda mucho por investigar en relación
con este tema, particularmente respecto de las marcas menos estudiadas por la
lingüística y la psicolingüística: color, subrayado, tamaño y tipo de letra.
El estudio de la incidencia de los géneros discursivos en el uso de
puntuación resulta otro aporte. En efecto, la mayoría de las investigaciones se ha
realizado con textos narrativos, sea relatos de vida cotidiana, como en el caso del
cognitivismo, sea cuentos tradicionales que incluían discurso directo, como en el
caso del constructivismo psicogenético. La variable género discursivo ha sido
introducida por el interaccionismo sociodiscursivo que contrastó dos tipos de texto
situados en el polo del discurso teórico: texto informativo y texto argumentativo,
concretamente, un instructivo de juegos y una carta de lectores. Estudios lingüísticos
y psicolingüísticos, particularmente el cognitivismo, realizaron también estudios
contrastivos entre secuencialidad descriptiva y narrativa. Los estudios
psicolingüísticos, como ya dijimos, coinciden con respecto al porqué de la incidencia
que tiene la variación de género en el uso de la marca gráfica: la variación real está
dada por el grado de organización de la representación disponible en memoria, según
sea el esquema que funcione en los tipos de texto propuestos (Fayol 1991,
Schneuwly 1988).
A diferencia de estas investigaciones, nosotros hemos realizado un estudio
lingüístico basado en la definición de los mismos entornos verbales en los dos
géneros, entornos que se delimitaron tomando como referencia las funciones de las
marcas gráficas. No hemos intentado conceptualizar las operaciones psicológicas que
subyacen a estos fenómenos lingüísticos de manera de convertirlas en la instancia
interpretativa final. Coincidimos con la investigación lingüística de Kress (1994
491
[1982]), en realidad orientada al estudio del desarrollo de la noción de oración
(sentence) en los niños, en sus tres puntos centrales:
• el modo en que los niños usan la puntuación forma parte del proceso
mayor de aprendizaje de un nuevo modo de lenguaje, el lenguaje escrito;
• la segmentación realizada por los niños en el texto escrito tiene una
motivación textual y no sintáctica,
• los géneros discursivos ejercen demandas cognitivas y lingüísticas
diferentes en la escritura de textos narrativos y no narrativos.
Ahora bien, nosotros, por una parte, hemos ampliado la base empírica del
estudio de Kress y, por otra parte, hemos completado el estudio de las distintas
demandas que ejercen los géneros discursivos en el uso de marca gráfica,
particularmente, las de los géneros epistolar y narrativo.
Finalmente, hemos incluido por primera vez en la investigación sobre marca
gráfica la consideración de la influencia del entorno en el desarrollo de la
comprensión infantil de las marcas gráficas, que sólo había sido señalada por
Edelsky (1983). Su trabajo brinda indicios acerca de la relación entre las experiencias
en alfabetización de los niños y el uso de puntuación. Nosotros hemos incluido por
primera vez un estudio contrastivo entre usos y saberes de niños de escuelas rurales,
con los que muy pocas veces se trabaja en adquisición de lenguaje escrito, y niños de
escuelas urbanas. De esa manera, tuvimos la posibilidad de contrastar dos
condiciones extremas, comparación que puede revelar mejor el grado de incidencia
de la frecuencia y clase de interacción con lengua escrita en los niños. De este modo,
hemos podido ampliar teórica y metodológicamente la sugerencia de Ferreiro (1996)
en cuanto a la relación que los niños pueden establecer entre recursos verbales y
marcas gráficas. En efecto, la afirmación de esta psicóloga se circunscribía sólo a la
búsqueda de modos de señalar límites en el discurso directo. Hemos visto que la
relación entre ambas clases de recursos se extiende también las funciones de
segmentación y de calificación. Demostramos, además, que no se puede dejar de lado
la consideración de la frecuencia y la clase de interacción con lengua escrita que
tiene un niño para dar cuenta de la forma en que resuelve, con recursos verbales y/o
gráficos, las restricciones discursivas y la necesidad de segmentar y calificar lo
dicho.
492
Por otra parte, creemos que nuestros resultados brindan resultados
significativos en cuanto a la dirección del proceso de adquisición, que va desde el
señalamiento del todo hacia el señalamiento de las partes, y en cuanto a la naturaleza
del mismo, pues hemos dado razones para poner en duda que la adquisición de las
marcas gráficas se pueda conceptualizar simplemente como un proceso progresivo de
construcción por etapas. En todo caso parece que el uso de marca gráfica también
depende de la forma en que el sujeto establece la relación con el lenguaje y con el
discurso; relación que en verdad se resuelve cada vez que alguien escribe un texto.
Para terminar, hablaremos de las proyecciones de esta investigación. Los
resultados de nuestro trabajo pueden ser utilizados con provecho en la enseñanza de
la lengua materna, particularmente en la escritura de textos. Ciertamente sabemos
que no se pueden “trasladar” sin más estos resultados a la enseñanza. La didáctica
tiene su propio objeto: la complejidad de la enseñanza en los marcos institucionales y
áulicos. Esta cuestión exige pensar en las relaciones que establecen los sujetos que
enseñan y los sujetos que aprenden cuando interactúan alrededor de objetos
culturales en los contextos instituidos a esos efectos, y en los contextos que se
instituyen a partir de esta relación.
Sin embargo, hemos aportado razones para afrontar el hecho de que enseñar
el uso de las marcas gráficas no se puede disociar del aprendizaje del lenguaje escrito
y de la inserción en el modo de operar de la cultura letrada. Podemos ampliar esta
hipótesis con una aserción de Wittgenstein, “cuando se le muestra a alguien la pieza
del rey en el ajedrez y se dice: “Éste es el rey”, no se le explica con ello el uso de esa
pieza, a no ser que él ya conozca las reglas del juego”. Es decir, no podemos enseñar
a alguien el valor y el uso de una pieza de juego si antes esa persona no conoce el
sentido del juego y sus reglas.
Traslademos esta reflexión a la enseñanza de las marcas gráficas, tan
específicamente escriturales que conllevan toda la relación que el escritor establece
con el lector en nuestras circunstancias culturales. No se puede enseñar a un niño a
utilizar en un texto marcas gráficas para orientar la lectura y la interpretación de lo
dicho, si el pequeño no opera ya en el marco de los criterios y valores propios de la
misma cultura escrita. De lo contrario, quizás se logre que el niño conozca el uso
escolar de las marcas más frecuentes y que resuelva ejercicios aislados de
493
calificación y segmentación del enunciado, pero no las utilizará por sí mismo cuando
escriba textos completos con valor comunicativo. Sólo convirtiendo a los niños,
desde edades muy tempranas, en usuarios activos de la cultura letrada, esto es, en
lectores y productores de textos reales, éstos podrán entender el sentido de estas
marcas y producir unidades que ya son el resultado de un análisis de segundo orden
sobre la escritura.
Sabemos que hemos realizado, simplemente, un aporte a un campo de
investigación que se está conformando. Quedan, como siempre, más preguntas que
respuestas. Por eso creemos necesario cerrar esta tesis con las palabras de Glaser y
Strauss (1963): “la palabra publicada no es más que una pausa en el proceso sin fin
de generación de teoría”.
494
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1
Colocamos entre corchetes el año de la primera edición cuando hemos utilizado reimpresiones. A lo
largo de la tesis sólo hemos dado este dato cuando era necesario que el lector lo tuviera en cuenta para
situar las ideas de un autor en la época en que escribió.
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509
ANEXOS
ANEXO 1
El zorro y el quirquincho eran compadres y resolvieron hacer una sociedad. El zorro era
el dueño de la tierra y el quirquincho, el sembrador. Entonces el zorro decidió hacer una
sociedad con el compadre y le dijo:
—Compadre, ¿podemos hacer una sociedad?
—Cómo no — le dijo el quirquincho — usted elija.
—Bueno —dijo el zorro— yo voy a ser el socio y usted, el sembrador.
Entonces el quirquincho le dijo:
—Elija usted lo que vamos a sembrar
—Lo de abajo va a ser para usted, lo de arriba para mí— le dijo el zorro al quirquincho.
—Muy bien — dijo el quirquincho.
Entonces el quirquincho sembró papas y, cuando fueron a cosechar, el quirquincho sacó
todas las papas de abajo y al zorro le tocaron el tallo y las hojas.
—Bueno —dijo el zorro— compadre, creo que vamos mal así. Tenemos que elegir de otra
manera — le dijo.
—Elija nomás — le dijo el quirquincho
—Bueno, ahora lo de arriba va a ser para usted y lo de abajo para mí — dijo el zorro
El quirquincho decidió sembrar trigo. Cuando el trigo creció y fueron a cosechar, al
quirquincho le tocaron todas las espigas de trigo y al zorro, las raíces. Entonces el zorro le
dijo a su compadre:
—Compadre, no podemos seguir la sociedad. Ahora lo de arriba va a ser para mí, lo de
abajo, para mí también y lo de en medio va a ser para usted.
Entonces el quirquincho decidió sembrar maíz y crecieron las chacras1 y, cuando fueron
a cosecharlo, al zorro le tocaron todas las flores del maizal y las raíces y al quirquincho,
todas las espigas cargadas de maíz.
Y así, una vez más, el quirquincho venció las picardías del zorro, que se cree que es el
más vivo de los animales.
1
Chacra: “planta del maíz”. De uso en el Noroeste.
511
ANEXO 2
LÍMITES ENTRE ENUNCIADOS:
MARCAS GRÁFICAS, Ø , CONJUNCIÓN COPULATIVA
512
TERCER CURSO DE LA ESCUELA URBANA
513
ANEXO Nº 3
Pág.
Cuadro Nº 1: Contraste de cartas escritas por niños de la escuela
urbana y rural. (I)............................................................... .............................. 219
Cuadro Nº 2: Contraste de cartas escritas por niños de la escuela
urbana y rural. (II)............................................................. .............................. 220
Cuadro Nº 3: Transformaciones en la secuencia narrativa del
relato fuente....................................................................... .............................. 227
Cuadro Nº 4: Transformaciones de los espacios de habla del
relato fuente....................................................................... .............................. 230
Cuadro Nº 5: Número de cartas que contienen las partes iniciales
y terminales....................................................................... .............................. 234
Cuadro Nº 6: Número de cuentos que contienen las partes
iniciales y terminales......................................................... .............................. 235
Cuadro Nº 7: Clases de marcas gráficas en las partes iniciales y
terminales de la carta......................................................... .............................. 237
Cuadro Nº 8: Clases de marcas gráficas en las partes iniciales y
terminales del cuento......................................................... .............................. 244
Cuadro Nº 9: Comparación de la cantidad de marcas gráficas en
los límites entre enunciados: cartas y cuentos escritos
por niños del quinto curso de la escuela urbana................ .............................. 257
Cuadro Nº 10: Comparación de la cantidad de marcas gráficas en
los límites entre enunciados: cartas y cuentos escritos
por niños del quinto curso de la escuela rural................... .............................. 258
Cuadro Nº 11: Comparación de la cantidad de marcas gráficas en
los límites entre enunciados: cartas y cuentos escritos
por niños del tercer curso de la escuela urbana................. .............................. 259
Cuadro Nº 12: Comparación de la cantidad de marcas gráficas en
los límites entre enunciados: cartas y cuentos escritos
por niños del tercer curso de la escuela rural.................... .............................. 259
514
Cuadro Nº 13: Medidas de tendencia central en la carta: marcas
gráficas, Ø y conjunción copulativa en los límites entre
enunciados......................................................................... .............................. 264
Cuadro Nº 14: Medidas de tendencia central en el cuento:
marcas gráficas, Ø y conjunción copulativa en los
límites entre enunciados.................................................... .............................. 265
Cuadro Nº 15: Rango intercuartílico de la mediana en la carta y
en el cuento: marcas gráficas, Ø y conjunción copulativa
en los límites entre enunciados.......................................... .............................. 266
Cuadro Nº 16: Clases de conectores y organizadores en las cartas .............................. 269
Cuadro Nº 17: Clases de conectores y organizadores en los
cuentos............................................................................... .............................. 279
Cuadro Nº 18: Relación entre presencia de marca gráfica y clase
de conexión en la carta...................................................... .............................. 282
Cuadro Nº 19: Relación entre presencia de marca gráfica y clase
de conexión en el cuento................................................... .............................. 285
Cuadro Nº 20: Medianas: clases de marcas gráficas en los límites
entre enunciados en la carta y en el cuento....................... .............................. 294
Cuadro Nº 21: Rango intercuartílico: clases de marcas gráficas
en los límites entre enunciados en la carta y en el cuento .............................. 296
Cuadro Nº 22: Delimitación gráfica de enunciados complejos en
el discurso directo.............................................................. .............................. 318
Cuadro Nº 23: Cantidad de seriaciones en las cartas..................... .............................. 322
Cuadro Nº 24: Cantidad de seriaciones en los cuentos.................. .............................. 323
Cuadro Nº 25: Marca gráfica en seriaciones.................................. .............................. 324
Cuadro Nº 26: Cantidad de vocativos e incisos en las cartas........ .............................. 330
Cuadro Nº 27: Cantidad de vocativos e incisos en los cuentos...... .............................. 331
Cuadro Nº 28: Marca gráfica en vocativos e incisos...................... .............................. 331
Cuadro Nº 29: Clases de marca gráfica en vocativos e incisos...... .............................. 332
Cuadro Nº 30: Marca gráfica en enunciados interrogativos: carta
y cuento............................................................................. .............................. 348
Cuadro Nº 31: Marca gráfica en enunciados interrogativos........... .............................. 349
Cuadro Nº 32: Uso inestable de marca gráfica en enunciados
interrogativos. Comparación de enunciados con marca
gráfica y de enunciados sin marca gráfica en escritos de
515
un mismo niño................................................................... .............................. 350
Cuadro Nº 33: Signos de interrogación en enunciados no
interrogativos..................................................................... .............................. 353
Cuadro Nº 34: Signos de exclamación en enunciados: carta y
cuento................................................................................ .............................. 360
Cuadro Nº 35: Signos de exclamación en enunciados................... .............................. 361
Cuadro Nº 36: Marcas gráficas en turnos de habla sucesivos sin
el sintagma que contiene el verbo de decir....................... .............................. 363
Cuadro Nº 37: Marca gráfica entre el sintagma que contiene el
verbo de decir y la cita directa........................................... .............................. 367
Cuadro Nº 38: Marcas gráficas en el final del sintagma con
verbo de decir y en el inicio de la cita directa................... .............................. 368
Cuadro Nº 39: Orden del sintagma que contiene el verbo de
decir y la cita directa......................................................... .............................. 369
Cuadro Nº 40: Clases de marcas gráficas en el sintagma que
contiene el verbo de decir y en la cita directa................... .............................. 369
Cuadro Nº 41: Clases de marcas gráficas en la cita directa y la
entrada pospuesta.............................................................. .............................. 370
516
ANEXO Nº 4
517