Venezuela Violenta Orlando Araujo LR-000
Venezuela Violenta Orlando Araujo LR-000
Venezuela Violenta Orlando Araujo LR-000
Venezuela
violenta
Coordinador de la Colección
Carlos Mendoza Pottellá
Producción editorial
Gerencia de Comunicaciones Institucionales, BCV
Departamento de Publicaciones
Avenida Urdaneta, esquina de Las Carmelitas
Torre Financiera, piso 14, ala sur
Caracas 1010, Venezuela
Teléfonos: 801.5514 / 8380
Fax: 536.9357
[email protected]
www.bcv.org.ve
RIF: G-20000110-0
Diseño gráfico
José Gregorio Salazar Pinto
Diagramación
José Vicente Leal Ostos
Corrección de textos
Xoralys Alva
Impresión
Editorial Arte
Nota editorial..........................................................................................7
Criterio de esta edición..........................................................................9
Presentación.........................................................................................11
Este ensayo.......................................................................................17
CAPÍTULO I
Una impresión caótica................................................................19
CAPÍTULO II
Lo primero es la tierra ...................................................... 25
La violencia original del latifundio......................................................27
Una revolución frustrada......................................................................29
Entre la esclavitud y la servidumbre....................................................32
Otra revolución frustrada.....................................................................33
Del suelo al subsuelo............................................................................36
La colonización agrícola fracasa..........................................................41
A cien años de Ezequiel Zamora..........................................................43
Conclusión............................................................................................47
CAPÍTULO III
SUCURSAL VENEZUELA....................................................................51
La miseria es nuestra, la riqueza es ajena.............................................53
De artesano a manufacturero................................................................56
Una industrialización neocolonial........................................................60
Conclusión............................................................................................75
CAPÍTULO IV
UN PUENTE MADE IN USA.................................................................77
Manufactura y violencia.......................................................................77
Se comprueba la desintegración...........................................................80
Contra desintegración, integración.......................................................81
Integración hacia adentro.....................................................................84
Conclusión............................................................................................88
CAPÍTULO V
NUESTRO SEÑOR EL PETRÓLEO...................................................91
La gran riqueza ajena...........................................................................91
Nuestro señor el petróleo......................................................................93
CAPÍTULO VI
SITUACIÓN DE LA BURGUESÍA.....................................................101
La burguesía estéril............................................................................101
La burguesía productora.....................................................................104
CAPÍTULO VII
CONTEXTOS POLÍTICOS DE LA VIOLENCIA.............................. 111
El país violento................................................................................... 111
Testimonio rojo..................................................................................115
CAPÍTULO VIII
PARA QUÉ LA VIOLENCIA................................................................127
Sin embargo, desde mediados de los años ochenta del siglo pasado, por la imposi-
ción de los dogmas del libre mercado y la aceptación acrítica de la globalización
impulsada por el Consenso de Washington, el estudio de la política, legislación,
sociología y economía de los hidrocarburos fue minimizado y, en algunos casos,
extirpado de los respectivos programas de cada una de esas carreras en casi todas
las universidades del país. El enfoque de estos temas se redujo a lo estrictamen-
te administrativo-técnico y a la información corporativa orientada a la justifica-
ción de las políticas de privatización y apertura incondicional al capital petrolero
internacional.
Por ello, se puede afirmar, sin duda, que la mayoría de los profesionales de las
ciencias sociales egresados en los últimos 30 años de las universidades venezola-
nas han recibido una muy reducida información sobre la historia y fundamentos de
las políticas públicas en materia de hidrocarburos.
Nota Editorial 7
8 Venezuela violenta
CRITERIO DE ESTA EDICIÓN
Introducción 9
10 Venezuela violenta
PRESENTACIÓN
Pero antes que nada es necesario recordar, sobre todo para las nuevas generacio-
nes, que el autor cuya obra rescatamos hoy en este volumen, fue un intelectual
integral que destacó en todos los campos en los que incursionó, tal como lo
refieren los esbozos biográficos que lo retratan como “escritor, economista, poe-
ta, profesor universitario, periodista y guionista de cine y televisión”. Su obra
narrativa y poética, que hunde sus raíces en el piedemonte andino, es intensa y
diversa. Mereció numerosos reconocimientos nacionales, entre ellos el Premio
Nacional de Literatura de 1975.
Hacer un listado de los principales títulos del recorrido vital de Orlando Araujo
es la mejor muestra de esa diversidad y universalidad:
En efecto, en este texto, hilvana su discurso a partir del análisis de las relaciones
de propiedad de la tierra y los consecuentes vínculos de producción que en ella
se establecen. Así, Orlando Araujo nos conduce a lo largo de más de 300 años
de luchas y frustraciones del pueblo venezolano, desde la colonia hasta nuestros
días, lapso en el cual sufre, sucesivamente, desde la violencia colonial española
hasta la violencia feudal de la oligarquía conservadora, beneficiaria principal
Presentación 11
de la Guerra de Independencia, manteniéndose inmodificada esa circunstancia
después del “triunfo” de la Guerra Federal, por la traición liberal a la revolución
campesina de Ezequiel Zamora, hasta llegar a la instauración de la violencia
imperialista, con la inserción de las grandes inversiones del capital petrolero
internacional.
Justamente por ello, Venezuela violenta es una obra pionera en el análisis del
contexto y las consecuencias del establecimiento de una industria extractiva de
petróleo en nuestro país, lo cual la califica plenamente para ser incluida en esta
Colección Venezuela y su Petróleo.
A finales del siglo xix Venezuela era un territorio devastado por dos guerras
salvajes y fratricidas, y el único país de América donde la población disminuyó
entre 1810 y 1860, asolado además por el paludismo y el analfabetismo. En
ese contexto, cuya caracterización económica y social hace Orlando Araujo con
maestría, se descubre un lago de asfalto, en Guanoco, que da inicio a las relacio-
nes del capital petrolero internacional con nuestro país. Allí se van a prefigurar
todas las características de lo que será, posteriormente, la incursión masiva de
ese capital en nuestro país, después de la “danza de las concesiones” y los suce-
sivos ajustes de cuenta que Araujo resume como “violencia imperialista”.
12 Venezuela violenta
y discutir abiertamente sobre el destino de una sociedad en la cual la violen-
cia puede ser sostenida como solución, es tan importante y tan necesario como
pensar y discutir sobre política petrolera en una sociedad tan aceitada como la
nuestra.”
Presentación 13
14 Venezuela violenta
Orlando Araujo
Venezuela violenta
Presentación 15
16 Venezuela violenta
ESTE ENSAYO
Hemos castigado una y otra vez el lenguaje para evitar dos calamidades: la del
lenguaje críptico que, en nombre más de la pedantería que de la ciencia verdadera,
solo se comunica con iniciados; y la del lenguaje de los epítetos hirientes, efectivo
a veces en la polémica verbal, pero inútil y hasta negativo allí donde el análisis y la
demostración objetiva son armas más poderosas y de efecto más perdurable que el
odio o la mala intención. En todo caso, cuando la pasión hace saltar un calificativo
feroz, yo he procurado que sea como conclusión y no como premisa de un juicio.
Presentación 17
dedicamos buena parte del ensayo: dentro de nuestro análisis, y puesta en su pers-
pectiva histórica, el auge o depresión de la lucha armada es un fenómeno coyuntu-
ral dentro de la realidad estructural de la liberación. Por todo ello, no le sorprenda
a nadie que para buscar a fondo el sentido de la violencia nosotros hagamos con
toda seriedad un estudio del problema agrario, industrial y petrolero, así como un
análisis de la situación de la burguesía venezolana.
18 Venezuela violenta
Capítulo I
UNA IMPRESIÓN CAÓTICA
El crecimiento demográfico, que oscila entre 3,5% y 4% anual, es uno de los más
altos comparado con cualquier país del mundo. Más del 75% de la población está
situada en edades por debajo de los 25 años. Existen, según se ha dicho, grandes
masas ajenas al proceso de producción y consumo. Todo lo cual permite com-
prender que la industria manufacturera trabaje a un 50% de su capacidad instalada
y que el mercado no permita el desarrollo de producciones en gran escala. Sin
embargo, Venezuela se distingue por sus altos niveles de importación de bienes
de consumo, tanto básicos como suntuarios, a tal punto que el comercio de estos
bienes sigue siendo uno de los sectores de mayor acumulación de capital.
Si de las páginas informativas, nuestro testigo pasa a las de opinión observará que
la mayoría de los articulistas, por no decir la totalidad, insisten en el tema de la
pacificación, reflejando así una preocupación fundamental del país. Las organiza-
ciones empresariales, la Iglesia, los partidos políticos –aun los de gobierno– y las
organizaciones clandestinas comprometidas en la lucha armada han expresado y
expresan continuamente la necesidad de hacer la paz y de evitar al país mayores
sacrificios. Coinciden unos y otros en que esa pacificación no debe ser una ope-
ración de borrón y cuenta nueva, pero difieren profundamente acerca de qué es lo
que no se debe borrar y cuál es la cuenta vieja a cobrar. Para las clases altas y para
el gobierno, se trata de una entrega de las armas por parte de los grupos rebeldes
y una distribución de misericordia oficial entre los arrepentidos cuyos jefes, sin
embargo, tendrían que ser juzgados para no sentar malos precedentes. Para los
20 Venezuela violenta
guerrilleros lo que no se puede borrar es el sacrificio y la muerte de sus compañe-
ros y la cuenta vieja no es otra que la de un cambio del sistema económico y del
régimen político. Entre estas dos maneras extremas de ver y de sentir, se mueve
toda una escala de matices, cada uno con su fórmula para resolver el problema
que, sin embargo, se torna cada vez más complejo y se convierte en una situación
explosiva observada muy de cerca por las grandes potencias mundiales y sentida
por los demás países de América Latina como una experiencia decisiva que com-
promete su destino histórico.
1 El caso de Uslar Pietri es apenas un ejemplo y cuenta para su defensa con la rectificación política
de su retiro del gobierno. Pero allí están los dirigentes de Acción Democrática y del partido de Jóvito
Villalba ofreciendo a la juventud el deprimente espectáculo de una generación que fue rebelde y
antiimperialista y que ahora, sin poder engañarse a sí mismos, están sirviendo a conciencia los in-
tereses del capital extranjero y de la oligarquía interna. El triste epílogo de la vida de estos hombres
es la primera traición de la burguesía nacional en el arduo proceso de la liberación del país.
22 Venezuela violenta
¿Cuáles son los factores determinantes de este acontecer de apariencia caótica que
así eleva como destruye prestigios cimentados en largos años de labor intelectual y
política? ¿Cuáles son las causas de esa profunda crisis cuyo fermento ha recogido
nuestro viajero en su libreta de notas? ¿Quién o quiénes son los culpables de la vio-
lencia que ha abrasado con su fuego los cuatro costados del país? ¿Por qué surgieron
guerrillas en Venezuela? ¿A qué se debe que un gobierno cuyo fundamento filosófi-
co y cuya razón de ser se basa en el mantenimiento y función de la democracia repre-
sentativa, esté gobernando con los métodos característicos de la dictadura y hunda
en las cárceles a parlamentarios, a periodistas, a estudiantes, a profesores y a cientos
de ciudadanos a quienes no se les sigue juicio o se les inventan cargos burdamente,
con violación de las libertades consagradas en la Constitución?
Intentar responder estas preguntas con la objetividad que exige el juicio histórico
es muy difícil para quien se encuentra participando en el drama; pero es ahora,
precisamente ahora, cuando tenemos más necesidad y urgencia de plantearlas y de
ensayar respuestas que nos permitan descubrir la coherencia dinámica por debajo
de la apariencia caótica y que nos permitan, asimismo, ofrecer al mundo una ver-
sión del drama, una interpretación de la violencia, una imagen de nuestro país más
cercana a nuestra realidad histórica que las que están ofreciendo las agencias de
prensa al servicio del imperialismo.
Muchos de estos hombres ingresaron al gobierno con la ilusión de hacer cambios –los
cambios que ellos saben que hay que hacer– pero sin correr riesgos. Deseaban hacer
una política nacionalista en petróleo, pero sin tener problemas con las petroleras; de-
seaban hacer una reforma agraria pero sin chocar con los latifundistas ni con la gran
burguesía agraria; proyectaban una reforma impositiva, pero sin entrar en conflicto con
los sectores del capital; concibieron una ley para rescatar la soberanía estatal de la edu-
cación, hoy penetrada por grupos religiosos y sectores privados, pero dispuestos a evi-
tarse líos con la Iglesia y sus aliados. Puestos en la alternativa de avanzar por el camino
de las reformas a fondo, entrando en el inevitable conflicto con los grupos de poder
pero fortaleciéndose en el apoyo popular, o la de mantener el apoyo de estos grupos al
precio de conservar las viejas estructuras y garantizar los privilegios, aquellos hom-
bres escogieron este último camino, creyéndolo el más fácil y el que les daría mayor
estabilidad en el poder; pero la realidad les está demostrando lo contrario: escogieron
el camino más difícil y más tortuoso, se volvieron contra sí mismos, traicionaron al
pueblo que los había hecho fuertes y ahora caminan contra la historia, luchan contra la
juventud de una nación que es toda joven y, como aquellos personajes de Dostoievski
que un día dejaron de creer en Dios, van cayendo en todos los excesos y crímenes que
su fe de antes les tenía prohibidos. Por su lucidez, por su conciencia, por su cultura,
por su responsabilidad y por su compromiso, por todo ello la culpa de estos hombres
es mayor que la de Juan Vicente Gómez y que la de Marcos Pérez Jiménez. Frente al
caudillo y frente al militar, ellos representaban al universitario, al hombre nuevo de la
gran esperanza, en ellos había puesto su confianza un pueblo que la había retirado de
militares y caudillos y ellos defraudaron nuevamente esa esperanza. Por eso es por lo
que la Universidad los odia y los desprecia como no despreció ni odió a Pérez Jimé-
nez y a Gómez. Estos venían de afuera, eran sus enemigos naturales, los explicaba la
barbarie, pero aquellos surgieron del seno de la universidad, bebieron su leche nutricia
y ahora gobiernan contra la universidad y contra el pueblo, apoyados en los mismos
símbolos en que aquellos se apoyaron: el Tío Sam y la espada envilecida que le sirve.
24 Venezuela violenta
Capítulo II
LO PRIMERO ES LA TIERRA
2 Acompañaban a Betancourt, y tomaron la palabra en el acto, Raúl Leoni (presidente, entonces, del
Congreso y hoy de la República), Rafael Caldera, jefe máximo del socialcristianismo en el país;
Jóvito Villalba, el otro líder de la coalición gubernamental; Ramón Quijada, presidente de la Fede-
ración Campesina de entonces y Víctor Giménez Landínez, ministro (socialcristiano) de Agricultura
y el teórico por excelencia de la Ley Agraria que se estaba firmando.
Lo primero es la tierra 25
Se escogió con acierto el sitio para promulgar, de acuerdo con pautas constitucionales,
la Ley de Reforma Agraria. Este Campo de Carabobo es más cal de huesos de libertadores
que propia tierra. Aquí dieron su sangre y su vida mantuanos y Negros Primeros para
que Venezuela alcanzara su estatura de nación libre y soberana. Hoy venimos, en esta
hora saturada de inocultable emoción venezolanista, a estampar el “ejecútese” a una
legislación elaborada por el Soberano Congreso de la República que complementa y
remata lo que con las armas en la mano conquistaron los abuelos próceres en la batalla
del segundo Carabobo.
Sin resolverse el problema de una vasta porción del país económicamente marginal y
una minoría en disfrute y posesión de la tierra, advino la era del petróleo.
Crecieron las ciudades a costa del campo, y un abismo cada vez más hondo se abrió
entre una Venezuela urbana beneficiándose de las regalías e impuestos y una vastísima
masa depauperada, vegetando más que viviendo del precario producto del conuco.
Hoy, en esta Venezuela donde según los fríos cálculos de los economistas existe el
mayor ingreso per cápita en América Latina, 350.000 familias, casi la tercera parte de la
población total del país, habita en ranchos, tiene un ingreso familiar bajísimo y produce
apenas lo necesario para una precaria subsistencia.
Veamos qué dicen los propios actores de aquella memorable escena del Campo de
Carabobo. Cuando el señor Betancourt deja la presidencia de Venezuela, habían
26 Venezuela violenta
sido asentadas –según datos de su propio Gobierno3– 57.093 familias, lo cual da
un promedio de 11.400 familias por año. Como quiera que el crecimiento de la
población es aproximadamente el 4% anual y debemos asignar entre un 30% y
35% de este incremento al sector rural, nos hallamos con que, a razón de cuatro
personas por familia, cada año se incorporarían al campo unas 24.000 familias. Si
solo la mitad de ellas pudieran ser, en promedio anual, objeto de reforma agraria,
debemos concluir que el señor Betancourt y sus asociados en el Gobierno comen-
zaron con 350.000 familias bajo el límite de subsistencia y terminaron dejando en
el mismo estado a más de 400.000 familias. Por su parte, el socialcristianismo,
una vez fuera del poder manifestó en el Congreso –con muy buen conocimiento
de causa– que la reforma agraria había sido un fracaso. Y el gobierno del doctor
Leoni, en aceptación de este hecho, designó una comisión –integrada por la alta
burguesía agraria– para analizar las razones del estancamiento y sugerir medidas
para impulsar la reforma. De este modo en el Campo de Carabobo, donde los
libertadores aseguraron con su propia sangre la emancipación de un pueblo, el
señor Betancourt y su comitiva protagonizaron el fraude de la reforma agraria y
una traición a las masas campesinas.
Lo primero es la tierra 27
la tierra y someter al indio mediante el uso de la fuerza. La ley viene después,
como una cobertura formal e ineficaz. “La realidad social –dice Federico Brito
Figueroa– se impuso sobre el espíritu de la Legislación de Indias, especialmente
en las provincias venezolanas; el 20 de noviembre de 1578 la Corona ordena que
las tierras baldías que se posean sin justos y verdaderos títulos debían restituirse
al patrimonio de las ciudades, pero la intensidad del problema y los intereses eco-
nómicos en juego obligan al Estado metropolitano a rectificar y a recurrir al expe-
diente de las composiciones como vía para legalizar la ocupación fraudulenta... la
propiedad agraria individual se incrementó a expensas de las tierras baldías y de
las comunidades indígenas, mediante la ocupación y despojo”4.
Todas las reclamaciones son inútiles y los alegatos de los indios despojados se
enredan en trámites interminables que duran muchas veces un siglo y que siempre
concluyen en contra suya. De este modo, y como aconteció en las otras regiones
de la América hispana, los conquistadores y sus descendientes se constituyen en
grandes propietarios que, a lo largo de los siglos xvii y xviii, van a consolidar su
poder económico sobre el oligopolio de la tierra. Una clase de grandes señores de
la tierra impone su voluntad y explota a su antojo a una vasta masa de desposeídos
integrada por indios, mestizos y negros esclavos: las plantaciones coloniales de
cacao, tabaco, caña de azúcar, algodón y, más adelante, café, componen el cuadro
productivo de una explotación extensiva de la tierra e intensiva del hombre. El
proceso es demasiado conocido y en nuestro país contamos ya con estudios gene-
rales que nos evitan entrar en detalles y episodios de aquella historia de despojos
y servidumbre. Ya no hay lugar para la contienda idealista entre leyendas negras y
doradas: objetivamente un imperio conquistó a un continente e impuso sobre él las
formas de explotación vigentes para la época. Sobre el sistema primitivo de la eco-
nomía se yuxtapuso el sistema feudal de los conquistadores y sobre los escombros
de la sociedad indígena, enredándose y mezclándose con ella, se fue organizando
una sociedad con dos clases antagónicas, la una formada por los usurpadores de
la tierra, la otra formada por los excluidos de la tierra: la una explotadora, la otra
servil. El período colonial, de aparente faz franciscana, es el tiempo necesario para
que la clase dominante fortalezca y consolide su poder económico y para que las
masas desposeídas y explotadas vayan incubando su necesidad y su capacidad de
subversión. El poder lejano de la metrópoli va a intervenir y a subsistir hasta el
momento en que aquellas fuerzas contrapuestas estén maduras para protagonizar
una historia cuya dialéctica les pertenece.
28 Venezuela violenta
que el historiador suele dejar de lado, hasta acontecimientos de estirpe continental
como fue la rebelión de los comuneros.
En Venezuela, las rebeliones del Negro Miguel, la de los negros de Coro capita-
neada por José Leonardo Chirinos, con consignas semejantes a las de los comu-
neros (“abajo los impuestos y muera el mal gobierno”); y la conspiración de Gual
y España, con su inquietante canción: “Viva nuestro pueblo, viva la igualdad...”
constituyeron episodios de aquel conflicto engendrado por la concentración de la
riqueza y profundizado por los antagonismos clasistas y raciales.
5 Liévano Aguirre, Indalecio (s/f). Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia.
Ediciones Nueva Prensa. Bogotá, Vol. I, p. 43.
6 Véase Brito Figueroa, Federico. Ob. cit., pp. 198-200.
Lo primero es la tierra 29
Por su parte, las masas rurales paupérrimas y los desheredados que medran con-
templando desde lejos la abundancia de los poderosos han dado ya pruebas de su
combatividad, de su situación explosiva, de su oscura e imprecisa búsqueda de un
cambio.
No creemos en esa imagen de Boves como reformador agrario que cierto afán
“modernista” trata de ofrecernos, pero es, sin duda minar el país8. Páez intuye,
como buen caudillo, cuál es el señuelo tras el cual sus hombres lo seguirán hasta
la muerte: ese señuelo es la tierra y los bienes materiales que su posesión signifi-
ca. Un pueblo desposeído de bienes materiales está dispuesto a lanzarse a la más
desigual de las luchas para obtenerlos. Quien no es propietario quiere serlo, quien
7 Germán Carrera Damas, en su revisión de frases hechas y “clisés” interpretativos rechaza esta
ligereza de empatar alegremente dos hechos históricos tan diferentes como son la Revolución fran-
cesa y los movimientos emancipantes de Hispanoamérica. Nuestro propósito, aceptando aquella
crítica, es solo el de señalar la utilización de un vocabulario importado y de un barniz ideológico
que presta sus servicios (llena un vacío) hasta tanto los acontecimientos mismos vayan creando su
propio estilo.
8 Para una visión esclarecedora de este problema y para una penetración a fondo en la materia, véa-
se: Carrera Damas, Germán (1964). Sobre el significado socioeconómico de la acción histórica de
Boves. Imprenta Universitaria. Caracas.
30 Venezuela violenta
carece de tierra quiere poseerla, arrebatándosela a quienes la han disfrutado para
sustituirlos en ese disfrute. La violencia de los desposeídos y explotados tiene un
fin concreto: liberarse de su condición de explotados y desposeídos y asegurar con
su violencia el derecho a vivir mejor.
Así lo entiende José Antonio Páez, quien viene de los de abajo y los acau-
dilla. Así lo entiende Simón Bolívar, un miembro de la clase explotadora y un
heredero de las antiguas usurpaciones, que ha renunciado a sus intereses de clase
para entregarse con toda autenticidad a la revolución. De esta conciencia acerca
del problema de la riqueza social como factor determinante de la adhesión de las
masas surge el compromiso y la promesa de distribuir entre los soldados libertado-
res los bienes materiales confiscados a los enemigos y a sus colaboradores.
Los hombres que hicieron la Constitución de 1830 eran los mismos dueños de la
tierra que habían convocado al pueblo para la conquista del poder político, eran
los descendientes directos e indirectos de aquellos conquistadores y colonos que
desde el siglo xvi venían pasándose la tierra de siglo en siglo cada vez con mayor
número de fanegadas y menor número de dueños. En vano Bolívar mantiene fide-
lidad a la promesa hecha al Ejército patriota y se esfuerza en conservar el espíritu
del Decreto de Confiscaciones emitido en Guayana La Vieja en 1817. En vano
ratifica su sentido para animar a los héroes anónimos de Carabobo: los señores
Mijares, Machado, de la Madriz, Ibarra y demás representantes de la oligarquía
terrateniente van a hacer las leyes de la nueva república y las van a hacer, co-
mo es lógico, para el mejor servicio de sus intereses económicos. Circunstancias
muy conocidas favorecen generosamente el predominio de esa oligarquía: Bolívar
muere eliminándoles así un obstáculo y Páez, el gran caudillo de los desposeídos
a cuyas lanzas él debe su grandeza y Venezuela su emancipación, el indomable
Páez, se hace propietario y su sable vencedor en cien batallas impondrá ahora la
paz productiva de los terratenientes. Bajo su protección, la Constitución de 1830
enfatiza el derecho de propiedad y concede el ejercicio de los derechos políticos
conquistados solo al círculo de quienes posean la tierra o perciban una renta. El
derecho de propiedad es incompatible con las confiscaciones, y por ello se de-
rogan las disposiciones del Decreto de Bolívar en 1817 y se dejan sin efecto las
medidas posteriores de 1821 y 1824. “Los señores del año 30 –dice Luis Troconis
Lo primero es la tierra 31
Guerrero– vincularon la República a sus patrimonios. Esta fue su victoria sobre
los ideales del Libertador”9.
Los señores de la tierra y del comercio reciben un país en estado de postración eco-
nómica. Cualquier manual de historia de Venezuela trae el recuento de una pobla-
ción diezmada por la guerra, una ganadería en ruinas, una agricultura abandonada.
Estimulados por la libertad de comercio y favorecidos por los precios del mercado
internacional, los gobernantes de la República Conservadora van a aplicar sus in-
negables dotes de organización, austeridad y espíritu de trabajo y van a lograr, en
quince años, elevar los indicadores de aquella economía agrícola y comercialista.
Pero esos indicadores favorecían a una sola clase, la clase dominante:
Sus modos de enriquecimiento eran otros (distintos de los del peculado) concebidos
dentro de los cánones de la moral absolutamente burguesa. Ellos no se apropian de los
caudales del Estado, pero consideraban natural y, por consiguiente, necesario, que el
Estado se mantuviese al margen de la actividad económica privada10.
9 Troconis Guerrero, Luis (1962). La cuestión agraria en la Historia Nacional. Biblioteca de autores
y temas tachirenses. Nº 29, Caracas, p. 73.
10 Troconis Guerrero, Luis. Ob. cit., p. 75.
32 Venezuela violenta
–dice Carlos Irazábal– no una democracia, sino una aristocracia esclavista al estilo
de las de la antigüedad. Y ese régimen, naturalmente, era la expresión política de
concretas relaciones de producción”11. El decreto de libertad para los esclavos,
bajo el tiempo de los Monagas, es aparentemente un cambio en las relaciones de
producción, pero en provecho de los dueños de la tierra para quienes resulta más
ventajoso desprenderse de la familia esclava y utilizar solo los servicios de la ma-
no de obra activa sujetándola a las relaciones típicas de la servidumbre feudal. La
letra del decreto hace libres a los esclavos, pero la realidad social los hace siervos.
Los señores reciben del Estado una compensación en metálico en proporción al
número de esclavos que tengan, aptos o no para el trabajo; y como los nuevos
“hombres libres” carecen de tierra, los mismos hacendados los van a emplear,
previa selección y de acuerdo a las necesidades de producción, como medianeros,
aparceros, peones de ocasión a quienes se les fija sin regateos ni garantías un sa-
lario mísero o se les suministra un pedazo de improductiva tierra y se les cobra en
trabajo o en especie el derecho a subsistir.
El bandolerismo que recorre los caminos del llano, del oriente y del centro es la
expresión de un pueblo hambriento y despojado, sin guía, sin organización, sin
esperanza. El robo de los ganados y el asalto en despoblado son formas ciegas de
una violencia popular en busca de cauce. Ese cauce será la Guerra Federal.
11 Irazábal, Carlos (s/f). Hacia la democracia. 2ª edición, Caracas: Editorial Pensamiento Vivo, p. 119.
Lo primero es la tierra 33
comerciales y financieras. Por su parte, la Guerra Federal no varió este esquema
porque si bien es cierto que permitió e impulsó el ascenso de la burguesía comer-
cial, el sistema principal va a continuar siendo el determinado por las relaciones
de producción feudales y semifeudales en un medio rural que todavía al finalizar el
siglo, contenía las dos terceras partes de la población económicamente activa.
Es cierto que no podemos medir un hecho histórico con la vara de nuestros deseos
y tiene razón Germán Carrera Damas cuando señala como un lugar común que se
presta a equívocos y ambigüedades eso de la “frustración” de la Guerra Federal:
bien claro demuestra este autor que la tesis de la frustración sirve a las “derechas”
como argumento acerca de la inutilidad de la violencia y sirve a las “izquierdas”
como argumento acerca de la necesidad de completar la obra dejada trunca por
aquel sacrificio12.
No existía un programa que expresara una política agraria campesina tal como la
concebimos hoy, pero existía la miseria, el hambre y la concentración de la tierra
en manos de unos cuantos privilegiados. Contra esto peleaba el pueblo. No se
decía en las proclamas, pero Ezequiel Zamora en Venezuela, como más tarde
Zapata en México, surgía de aquel fondo de miseria y frustración impulsado por
una fuerza telúrica poderosa: la fuerza de los desposeídos y humillados que se
habían decidido a humillar y a poseer.
En aquella paz de disfrute económico turbada solamente por la pugna de grupos por
el poder político, irrumpió la Guerra Federal, que fue, sobre todo, una lucha por la
liberación de las fuerzas del trabajo en el campo y por la conquista de la tierra por los
campesinos. La Guerra Federal es sin duda el fenómeno histórico más importante, des-
pués de la Guerra de Independencia. Sin embargo, ese acontecimiento que costó tanta
sangre, tantas víctimas, tantos sacrificios, tampoco trajo consigo la ansiada Reforma
Agraria a que aspiraban los hombres del campo. Muerto el General Ezequiel Zamora,
los principales Jefes Liberales hicieron causa común con el enemigo, y en un acuerdo
de conciliación capitularon ante los hombres del bando contrario, sacrificando una vez
más, los anhelos de los campesinos. Llegados al gobierno, los liberales sustituyeron la
oligarquía conservadora por la suya propia. Muy afrancesada, muy moderna para la
12 Véase: Carrera Damas, Germán (1960). “Significado político-social del centenario de la Guerra
Federal”, en: Crítica histórica. Caracas, Universidad Central de Venezuela, pp. 71-110.
34 Venezuela violenta
época, y en ciertos aspectos progresistas, la oligarquía liberal dejó intacto el latifundio y
los campesinos regresaron decepcionados a sus míseros conucos, a continuar su misma
vida de opresión y atraso. Las luchas de ‘caciques’ se sucedieron durante toda la segun-
da mitad del siglo xix, y los campesinos siguieron aportando su generosa corriente de
sangre, pero a la hora de los arreglos entre los contendientes, era el campesino el único
perdedor, pues este nada recibía como retribución de sus sacrificios.
Así concluyen cien años de vida republicana: de vida “independiente” dicen los
manuales al uso y los historiadores de la oligarquía, cien años de explotación y de
Lo primero es la tierra 35
servidumbre dice la realidad social de las masas campesinas dos veces conducidas
al matadero en provecho de las clases dominantes.
Entre fines del siglo xix y comienzos del xx, el carácter extensivo de la agricultu-
ra latifundista, el absentismo y la técnica atrasada con que se explotaba la tierra
se mostraban insuficientes para atender las necesidades de una población cuyo
estancamiento era ya un signo crítico y se mostraban también inadecuados para
suministrar los recursos necesarios al desarrollo económico. A raíz de la Guerra
Federal y concretamente en la época de Guzmán Blanco se desarrolla en el país
un proceso urbanístico caracterizado por el fortalecimiento de una burguesía co-
mercial que prosperaba a expensas de una agricultura cuyos excedentes absorbía.
Capitales ingleses y alemanes establecen casas de importación que monopolizan
el financiamiento y la compra de productos agrícolas de exportación y traen, com-
pletando el ciclo intermediario, los artículos manufacturados de Europa. Toda la
literatura venezolana del “modernismo” refleja el conflicto entre burguesía y feu-
dalismo o entre civilización y barbarie como suelen decir los textos literarios. No
se manifiesta como un conflicto explosivo sino como un forcejeo de dos sistemas
que han venido conviviendo dentro de una situación en la cual uno de ellos se va
fortaleciendo a expensas del otro hasta la supremacía. Los señores de la tierra se
van haciendo comerciantes, se asocian con el capital foráneo o simplemente se van
a Europa a disfrutar de una renta decreciente.
15 Al morir Gómez se hace del conocimiento público la extensión y cuantía de sus propiedades:
extensos latifundios poseía en Aragua, Carabobo, Táchira, Guárico, Distrito Federal, Miranda,
Apure, Bolívar, Cojedes, Monagas, Sucre, Yaracuy, Zulia y en la República de Colombia en valo-
res que excedían los 120 millones de bolívares.
36 Venezuela violenta
caudillista. En él se resumen los vicios y virtudes de un tipo humano cuyo último
representante es él.
¿Por qué, sin embargo, no se realizó aquel progresismo de las élites económicas
que con tanta euforia apoyaron el golpe de Gómez contra Castro? ¿Por qué a
los veinte años de haber asumido Gómez el poder constituye en Venezuela una
audacia hablar del ferrocarril de los llanos y de la necesidad de cercar el llano y
modernizar la explotación agrícola? ¿Por qué estos aspectos que corresponden
a las fases más moderadas del capitalismo y que, en rigor, se ofrecían como una
alternativa evolucionista para resolver la crisis de productividad del sistema,
eran considerados como revolucionarios y tan peligrosos que hicieron de Doña
Bárbara, en 1929, una novela heroica? Y finalmente ¿Por qué si el gobierno de
Gómez tenía forzosamente que confrontar la crisis de un sistema caduco, pudo
evadir esa confrontación y, sin embargo, conservar el poder político?
Lo primero es la tierra 37
productividad y de ingreso que en términos críticos había planteado una agricul-
tura precapitalista.
La clave para comprender el proceso económico posterior así como sus compleji-
dades sociales y políticas está en ver con claridad y no olvidar que aquellos proble-
mas no se resolvieron mediante la sustitución de una estructura económica atrasa-
da por otra avanzada, es decir que el modo de producción latifundista (entiéndase
feudal) no fue sustituido por el capitalista, que le seguía en el orden histórico de la
evolución social. No hubo, pues, un cambio de la estructura sino una adherencia
capitalista que se superponía sobre las aristas de una economía latifundista, arte-
sanal y pequeño-mercantil, y convivía con ella. Esa adherencia venía de afuera,
procedía de un mundo más avanzado y poderoso, los ingenieros petroleros traían
consigo la fascinación de los buscadores de oro y muy pronto darían al país una
fisonomía y hasta una psicología de campamento minero.
1910: Contrato con el Dr. Rafael Max Valladares –gestor de The Bermúdez
Company– para exploración y explotación de las zonas reservadas den-
tro del contrato con Tregelles;
1912: Segundo contrato con Max Valladares –en representación– de The Ca-
ribbean Petroleum Company (filial del grupo Shell) por derecho ex-
clusivo sobre 27 millones de hectáreas. La British Controlled Co. (go-
bierno inglés) obtiene 3.000 millas cuadradas en Falcón y el delta del
Orinoco;
16 Datos tomados del libro de Luis Troconis Guerrero (ya citado), pp. 130-137.
38 Venezuela violenta
en que el capital americano debe aprovechar la gratuidad que se le pre-
sentará para el desarrollo industrial de los países latinoamericanos”.
Como se ve, el petróleo era no solo un asunto de Estado sino una cuestión de
amistad, de familia y de prebenda. Julio F. Méndez, López Rodríguez y Adolfo
Bueno se cuentan entre aquellos favorecidos que reciben concesiones para que las
traspasen y saquen buen partido de su gestión de intermediarios. Es una combina-
ción latifundista y mercantil.
Los ingresos fiscales, a pesar de la baja carga impositiva con que se desenvuelve
la explotación petrolera, van a permitir duplicar y triplicar en menos de diez años
el presupuesto de gastos públicos. Estos, unidos a los sueldos y salarios y a otras
inversiones internas de las compañías petroleras van originando e incrementando
una demanda de bienes de consumo que el país artesanal y agrícola no está en
condiciones de producir: ha llegado la edad de oro de aquella burguesía comercial
que, después de la Guerra Federal, viene tratando de imponerse sobre los demás
sectores económicos y que ante la coyuntura de esta demanda adicional, se va a
constituir en la gran compradora de todo género de bienes en el mercado interna-
cional. De este modo, la incrustación del petróleo dentro del esquema de una eco-
nomía atrasada provoca el surgimiento de nuevas relaciones económicas y altera
el desenvolvimiento crítico de aquel atraso. Mas lo importante, y lo que necesita-
mos ver con claridad, es que no resuelve la crisis sino que la margina y la pospone.
En efecto, si de algo nos sirve el brevísimo recuento histórico que hicimos es para
tomar conciencia de que la economía agrícola tradicional (latifundismo, artesanía,
pequeño comercio) había entrado en decadencia y resultaba inadecuada para aten-
der a las necesidades del desarrollo económico y social del país. En el orden histó-
rico de la sociedad se acentuaba el vacío de un proceso evolutivo o revolucionario
que sustituyera las relaciones feudales por otras más avanzadas en el campo y que
sustituyera el esquema de una economía pequeño-mercantil y artesanal por una
economía de desarrollo manufacturero y de moderna organización comercial y
Lo primero es la tierra 39
financiera. Es precisamente cuando la necesidad del cambio se hace más notoria y
en cierto modo va creando las condiciones para que ese cambio se realice teniendo
como eje a la burguesía comercial, cuando el esquema se complica con el aterri-
zaje de un sector capitalista de alta productividad, que viene de afuera como pro-
yección de economías extranjeras más avanzadas y el cual se posa, sin integrarse,
sobre una estructura atrasada, precapitalista, cuyas relaciones no desaparecen ni
son sustituidas, sino marginadas a una periferia desde la cual seguirán enviando al
centro los frutos sociales y políticos de su estancamiento y regresión.
El petróleo inyecta un ingreso por doble vía: a través de impuestos y mediante in-
versiones directas. En el primer caso se originan gastos públicos crecientes y en el
segundo, sueldos y salarios para un determinado número de personas. Aumentan
los servicios públicos y se va formando un núcleo obrero moderno. Los receptores
de estos ingresos demandan mejores alimentos, mejores vestidos y artículos de
lujo. La industria en estado artesanal no los provee. Un comercio de importación
cada vez más fuerte va transfiriendo al exterior los excedentes del ingreso petro-
lero. La burguesía comercial prospera, alcanza la supremacía y se convierte, por
ello mismo, en celosa guardiana de esta economía de campamento. Para el capi-
tal extranjero, esta situación de atraso regida por una dictadura resulta el clima
ideal para la seguridad y la ausencia de controles de su explotación. Por ello pone
en juego sus recursos económicos y políticos a fin de estabilizar el régimen
de Gómez. Los terratenientes ausentistas gastan sus rentas en consumo de lujo,
abrigan la secreta esperanza de que haya petróleo bajo su tierra, muchos de ellos
transfieren sus rentas hacia el comercio importador y el gobierno les funda un ban-
co, el Banco Agrícola y Pecuario, gracias al cual consiguen créditos que invierten
en operaciones comerciales y obtienen hipotecas que superan el valor real de sus
improductivas tierras.
Juan Vicente Gómez no siente presión ninguna por parte de estos sectores y se
convierte en el gran policía, en el gran cuidador, en el tranquilo “guachimán” del
orden petrolero.
40 Venezuela violenta
La colonización agrícola fracasa
Las jornadas de 1936 amenazaron los fundamentos del orden garantizado por la
dictadura, los campesinos sintieron nuevamente el llamado de su gran revancha
histórica y la violencia popular abrió una vez más la posibilidad del cambio ra-
dical, pero una vez más el esfuerzo concluiría en reformismo y componenda: las
organizaciones políticas y sindicales exigieron que se reintegraran a la nación los
bienes del dictador fallecido y los acumulados por familiares y favoritos mediante
el peculado. Pero las masas no fueron conducidas hasta la conquista del poder po-
lítico: sus dirigentes más connotados en aquel momento –Jóvito Villalba y Rómulo
Betancourt– negociaron la paz a un costo muy bajo para el gobierno (algunos cam-
bios institucionales) y muy alto para el pueblo (la continuidad del poder político
en manos de las clases dominantes. Su símbolo fue la conservación del Congreso
de Gómez). La Constitución de 1936, garantizando los privilegios tradicionales de
la oligarquía terrateniente y de la burguesía comercial y remachando sobre el país
el dominio capitalista extranjero, fue el fruto de una dirección débil y bisoña cuya
juventud es apenas una excusa para no calificarla de traidora.
La experiencia “colonizadora” es una de las más negativas con que cuenta el trata-
miento del problema agrario en el país. En primer lugar, cada colonia suponía una
inversión cuantiosa en relación con el número de “colonos” que se asentarían, en
segundo lugar suponía la movilización de esas familias hacia climas y ambientes
diferentes lo cual llevaba a errores tan pintorescos y costosos como el del traslado
de familias danesas a una colonia en Chirgua, para cuyo alojamiento hubo que
Lo primero es la tierra 41
expulsar varias familias campesinas venezolanas con el resultado de que, al año,
el gobierno debió atender los gastos de regreso de los daneses a su país de ori-
gen, acumulándose dichos gastos a los ya considerables egresos de asentamiento
y mantenimiento.
17 Para esta fecha, las compañías petroleras poseían 4 millones de hectáreas con fines de investiga-
ción y explotación del subsuelo. En 1947, Rockefeller firma un convenio con el Gobierno nacional
y crea la Corporación Venezolana de Economía Básica (Bs. 100 millones) para fundación de em-
presas agrícolas de capital mixto. Hoy esa empresa, sin participación de capital nacional, es una
de las monopolistas de la industria láctea en el país al tiempo que controla la ganadería lechera de
Perijá en el Zulia (Véase: Chávez, L. F. (1963). Geografía agraria de Venezuela. Caracas, Univer-
sidad Central de Venezuela, p. 175).
42 Venezuela violenta
vidad para resolver el problema agrario y la demagogia con que se trata de ocultar
su carácter de medida complaciente con la clase latifundista.
18 Ver: Diagnóstico de la economía venezolana, Colegio de Economistas (1964), editado por Univer-
sidad Central de Venezuela, Caracas, p. 25-40.
Lo primero es la tierra 43
Distribución de tierras cultivables
(según propiedad y formas de tendencia)
Los datos relativos al censo de 1950 indican que en ese año había en el país 97.598
unidades de explotación que disponían de 18,4 millones de hectáreas en forma de pro-
piedad; dicho en términos relativos, un 41,6% de los propietarios controlaban un 83,2%
de la superficie total cultivable. El monopolio de la tierra queda demostrado cuando se
distribuyen las unidades según su tamaño. En efecto, los datos del mismo censo indican
que de los propietarios había un 97,1% con unidades menores de mil hectáreas, que
disponían solamente de un 17,4% de su superficie, en tanto que el resto, 2,9% de las
unidades superiores a mil hectáreas, controlaban nada menos que el 82,6% de las hectá-
reas en propiedad privada. La situación del monopolio de la tierra muy pocos cambios
experimentó en el transcurso del período 1950-1961. Las cifras del censo realizado en
el último año revelan que los propietarios (unidades) se elevaron a 142.229 (incluían
15.894 unidades otorgadas a título provisorio), pero también la superficie en propiedad
pasa de 18,4 millones en 1950 a 22,1 millones en 196119.
19 Orta, Celio S.: “La agricultura y el desarrollo económico del país”, en: Perfiles de la economía
venezolana (varios autores), Boletín Bibliográfico de la Facultad de Economía (edición especial),
Universidad Central de Venezuela, Caracas, julio-septiembre 1963, pp. 109-127 (texto citado, p. 122).
La situación de los no propietarios (arrendatarios, aparceros, ocupantes) es como sigue: “Los datos
del censo de 1950 arrojan un total de 137.132 unidades bajo estas formas de tenencia, las cuales
disponían para el cultivo de 3,7 millones de hectáreas. Para 1961 el número de unidades no pro-
pietarias se eleva a 177.865 con 4,1 millones de hectáreas...” (pp. 122-123).
44 Venezuela violenta
propiamente dicho, todo lo cual da una idea del margen de ociosidad absoluta pro-
pia del sistema latifundista. En los linderos de estas tierras habidas, como hemos
visto, mediante usurpación, hipotecas y peculado (es decir, mediante la violencia)
una población campesina paupérrima sin vivienda, sin vestido y sin educación,
se mantiene alejada de la circulación de bienes y servicios, presente solo en la
contabilidad electoral de los partidos social demócratas que han obtenido cuotas
de poder político con sus votos solo para servir desde allí los intereses de los te-
rratenientes. La frase más altisonante y el calificativo más violento se justifican al
descubrir tan cruda realidad. Pero en función de esa realidad nos limitamos a decir
que adjetivos y frases no conmueven el escepticismo estoico sembrado por cuatro-
cientos años de servidumbre y ciento cincuenta de frustración republicana.
Cuando el 23 de enero de 1958 cae, con sacrificio de vidas humildes, una dicta-
dura militar, las viejas esperanzas se renuevan y como en los tiempos del catire
Páez, y como en los tiempos del malogrado Zamora, y como en los tiempos de los
líderes estudiantiles Villalba y Betancourt, las masas campesinas se movilizan y
la violencia popular de nuevo asedia la paz de los oligarcas. Esas masas vuelven a
confiar en sus conductores del año 1936, refrenan la espontaneidad de sus ímpetus
y aceptan el camino de las urnas electorales para conquistar pacíficamente su irre-
nunciable objetivo histórico. Rómulo Betancourt y Jóvito Villalba, representando
a una burguesía nacional de pronunciamientos antioligárquicos, reciben una vez
más la confianza de los campesinos. El poder político llega a sus manos, que ya
no tienen la excusa de la inmadurez como en 1936, y ¿qué sucede? Ambos pactan
con la democracia cristiana y entregan a un ministro de la clase terrateniente la
dirección de la cuestión agraria.
Lo primero es la tierra 45
nato de la oligarquía y adalid del sagrado derecho de los propietarios terratenientes
marcha también sonriendo. Hemos visto cómo Betancourt ofrece la independencia
económica bajo el sol de Carabobo, Villalba invocará la figura del Negro Primero
quien lo contempla con sorna desde su bronce oscuro, mientras Caldera y su mi-
nistro se limitan a invocar las encíclicas papales sobre el respeto a la propiedad
privada.
En esa Ley de Reforma Agraria que allí se firma y con la cual estos señores consi-
deran saldada su cuenta con las masas campesinas, no se proscribe el latifundio y
en su artículo 2º se “garantiza y regula el derecho de propiedad privada de la tierra,
conforme al principio de la función social que la misma debe cumplir”. Y ¿cuál
es esta “función social”? Dejemos que responda el ministro social cristiano que la
impuso. Así dice en la exposición de motivos:
Parte esta teoría de que todos los hombres tienen derecho a la propiedad privada de la
tierra, pero que ese derecho genérico de todos a la propiedad de la misma, al hacerse
efectivo por cada uno de los hombres que la trabajan, no es antinatural ni se contradice,
sino todo lo contrario, se afirma con evidencia plena. En consecuencia, puede y debe
reconocerse el derecho de propiedad privada de la tierra por cuanto él no destruye el
principio general de que la tierra es para todos los hombres.
En buen cristiano esto quiere decir que la gran propiedad puede y debe convivir
con la pequeña propiedad con que se dote al campesino. En el caso venezolano,
hemos visto cómo las mejores tierras tienen propietarios que las vienen concen-
trando en un círculo privilegiado desde el siglo xvi. La nueva ley reconoce y de-
fiende este derecho (que viene de la violencia por usurpación, peculado y extor-
sión), pero como al mismo tiempo establece que quienes trabajen la tierra tienen
derecho a ser propietarios, se vale de este recurso de la “función social” para
engañar a los campesinos: se repartirán con títulos provisionales, aquellas tierras
que no cumplan con su “función social”. En primer lugar, las tierras que no sean
de propiedad privada, es decir, las tierras del Estado21. Como las mejores tienen ya
su dueño particular, se comprende que las tierras públicas, bien por su esterilidad,
por su lejanía y ausencia de servicios o por su condición de tierras vírgenes, cons-
tituyen un recurso oneroso e incapaz de resolver el problema económico y social
del campesinado. En otras palabras, constituyen una salida por la tangente al sus-
tituir la reforma agraria con la colonización cuya experiencia nefasta revisamos.
En segundo lugar, pueden repartirse aquellas tierras de propiedad privada que no
cumplan función social, previa adquisición del o de los fondos de que se trate. Y
aquí entra el capricho de quienes apliquen la ley: una tierra cumple función social
cuando en su explotación se combinen racionalmente los factores de producción.
Esto señala, por exclusión y en primer término, a las tierras menos productivas e
21 Y, aun en este caso se daría prioridad a las tierras del Estado que no cumplan su “función social”,
es decir, a las improductivas por naturaleza o por situación.
46 Venezuela violenta
inaccesibles, a las cuales se daría prioridad para asentamientos campesinos. Es de-
cir, el Estado adquiere de los latifundistas las tierras que no les producen rentas y
las reparte entre los campesinos que deben trabajarlas y en ciertos casos pagar por
ellas ¿Es ésta una reforma agraria para los campesinos o para los latifundistas?
La Ley Agraria de 1960 es, en primer término, una ley para la burguesía agraria; en
segundo término, una ley para revalorizar las tierras ociosas de propietarios absen-
tistas y, en último término, una ley con algunas disposiciones reformistas en favor
de los campesinos, disposiciones que no predominan sobre los otros dos aspectos
y que no alcanzan a dar a dicha ley un carácter revolucionario.
Conclusión
Lo primero es la tierra 47
adecuada. La ley, como hemos señalado y como se desprende del más sucinto aná-
lisis, no es una Ley de Reforma Agraria sino una ley de reforma agrícola y de co-
lonización que admite, marginalmente, ciertos aspectos de reforma agraria. Es, en
esencia, una ley que paga a precio de oro la liquidación del latifundio en función,
principalmente, de la burguesía agraria: de allí que, paradójicamente, latifundistas
y terratenientes sean los más entusiasmados con ella22.
Reforma agrícola, tal vez. Reforma agraria, no. Durante los cinco años del período
Betancourt, y según los datos del propio Gobierno, fue objeto de reforma agraria
con superficie aproximada de un millón y medio de hectáreas distribuidas entre
56.000 familias. Esto significa, como lo vimos al comienzo, un promedio de 12
mil familias por año (no contando el fenómeno corriente de abandono del asenta-
miento por ausencia de condiciones y recursos que permita el trabajo). Con este
ritmo, y habida cuenta de la alta tasa de crecimiento vegetativo de la población,
debemos concluir en que tal promedio solo alcanza a asentar el 50% del incremen-
to anual de la población campesina. Este panorama se torna desolador si recorda-
mos la cifra acumulada de 350 mil familias al comienzo del período, y le restamos
las 56 mil que fueron objeto de reforma agraria para comprobar que las 294.000
restantes deberán esperar 25 años para su total ubicación, solo que entonces el
margen acumulativo conservaría intacto aquel ejército de reserva de la miseria.
22 Basta una ojeada a la lista de integrantes de la comisión que elaboró el anteproyecto de esa ley
para ver que dicha clase estaba mayoritariamente representada allí. Y es curioso comprobar cómo,
legislando sobre reforma agraria, se hallaban allí varios descendientes de aquellos conquistadores
y colonos que recibían “mercedes” y usurpaban tierras de indígenas.
48 Venezuela violenta
Las vicisitudes de impresión de este libro en busca de editor han causado una de-
mora que nos permite confirmar nuestras aseveraciones con la experiencia poste-
rior a 1964. Aunque las cifras suelen variar según la fuente que las da (IAN, MAC,
Banco Central, Cordiplan y declaraciones oficiales), utilizando las más exageradas
encontramos que, al final del período de Leoni (1968) se habrá asentado, desde
1960, un total de aproximadamente 150.000 grupos familiares. Ya vimos que ha-
bía 350.000 grupos sin tierra en 1960 y conocemos la tasa anual de incremento
de la población (4%), asimismo conocemos la proporción entre población rural y
urbana (34% y 66%, respectivamente). Nos encontramos con que, en 1968, que-
dan todavía 200.000 de aquellos 350.000 grupos familiares sin tierra que encontró
Betancourt en 1960. A esa acumulación de los desposeídos hay que añadir otras
200.000 familias que, en cifras muy prudentes, han incrementado la población
rural durante ocho años para hacer un total de 400.000 familias acumuladas sin
tierra, después de una inversión que sobrepasa los 3.000 millones de bolívares.
Todo esto en el mejor de los casos, pues tomamos como ciertas las cifras oficiales
infladas por la propaganda política y no restamos, por carecer del dato, los grupos
familiares que al poco tiempo de la ceremonia oficial, abandonan los asentamien-
tos por carencia de crédito, asistencia y demás elementos que, según la ley, deben
complementar la reforma agraria integral. Baste saber que el ritmo entre asenta-
mientos y títulos de propiedad es de aproximadamente un 13% de estos en relación
con aquellos, lo cual da una idea acerca de la inestabilidad del sector minoritario
favorecido por la reforma.
La condición jurídica del campesino pobre es hoy más precaria que antes de pro-
mulgarse la ley pues en esta se establece que, a los dos años de su vigencia (1962)
quedan prohibidos los contratos de arrendamiento sobre parcelas de subsistencia.
Tal disposición entró en vigor según Aviso Oficial publicado al término del lapso.
El problema es, sin embargo, que la gran mayoría de los campesinos a quienes se
dirige la disposición, no han sido todavía dotados con parcelas propias. De modo
que la ley, al eliminar la relación feudal que los ataba al latifundio y no sustituir
esta relación con la nueva de propiedad, los libera de la coyunda feudal y les
otorga la más precaria de las libertades: la libertad de quien nada posee ni siquiera
el derecho a esclavizarse. Todos sabemos la conclusión de esta clase de medidas
cuando no las acompaña un cambio revolucionario de estructuras: sigue el feu-
dalismo como antes, sigue el siervo de la gleba atado a ella, sigue el medianero
andino atado de por vida y descendencia al dueño absentista y sigue el campesino
ajeno a los derechos más elementales del hombre civilizado.
La ley queda para el relleno de los discursos oficiales, para el solaz de los latifun-
distas que se autoinvaden a fin de vender a buen precio malas tierras y para que, en
las efemérides de la Alianza para el Progreso, en las reuniones de la OEA y en las
declaraciones políticas de la Casa Blanca, la “reforma agraria venezolana” sirva
a las demás colonias económicas de Estados Unidos como ejemplo y modelo de
Lo primero es la tierra 49
una “revolución sin sangre” a gusto del imperialismo. Queda, también, el proble-
ma básico de cientos de miles de campesinos sin tierra que cada día tienen mayor
conciencia de su derecho a poseerla y quienes, entre la alternativa de la paz latifun-
dista y de la violencia revolucionaria, están constatando la experiencia deprimente
de un reformismo que ha fracasado al pretender hacer una reforma agraria que sea
alegremente aceptada por los latifundistas y por la gran burguesía agraria. El resul-
tado es un paño tibio que no resuelve la crisis latifundista, no resuelve el problema
económico y social del campesino, ni satisface tampoco las exigencias de una
burguesía agraria que pide asistencia técnica, créditos, servicios de distribución
(conservación y mercadeo) y garantías de precios mínimos23. De este modo, el re-
formismo provoca la oposición de la oligarquía que presiona porque sea mayor el
ya delicioso disfrute de sus privilegios, de los empresarios medios del campo que
presionan para que no se distraigan hacia el crédito campesino partidas que ellos
necesitan para la ganadería y los cultivos tecnificados y, finalmente, el malestar de
los campesinos impacientes por hacer valer su derecho a la tierra y a participar en
una riqueza hasta hoy concentrada por las minorías dominantes.
Sobre este potro de torturas, los partidos y los hombres que encarnan la llamada
“democracia representativa” se debaten neutralizados por las fuerzas en tensión y,
en su obsesión por conservar el poder político, solo atinan a plegarse, cada día con
menor dignidad, a los intereses de las clases más poderosas vinculadas al interés
político-económico del sistema capitalista extranjero incrustado en el país.
23 Basta una revisión de los informes, documentos y declaraciones públicas de los organismos de la
agricultura (Fedeagro, asociaciones y uniones de cultivadores y ganaderos) para medir el grado
creciente de sus problemas económicos y técnicos y de sus quejas frente a un gobierno incapaz de
resolverlos.
50 Venezuela violenta
Capítulo III
SUCURSAL VENEZUELA
D. F. Maza Zavala
Problemas del desarrollo
económico de Venezuela.
Venezuela tiene una población de 8.627.982 habitantes. Si tomamos en cuenta la
extensión de su territorio –unos 90 millones de hectáreas– y los recursos naturales
que posee, esa población resulta muy por debajo de la que este país puede albergar
con holgura. En Venezuela, sin embargo, hay un desempleo acumulado que se
aproxima al medio millón de personas, y lo que ha sido una conquista de la lucha
contra las enfermedades tropicales y contra la mortalidad infantil, como es la alta
tasa de crecimiento demográfico, se ha convertido, para quienes gobiernan, en
un indicador que va marcando el crescendo de una crisis social que se les echa
encima. Se han cerrado las puertas a la inmigración, pero eso no ha bastado. Se
aumenta la burocracia, se invierte una alta proporción del Presupuesto en obras
públicas, se conceden créditos industriales y agropecuarios, se pide dinero presta-
do al exterior, se forman comités, seminarios, mesas redondas, pero la ola de des-
ocupación sigue creciendo y amenazando la inestable paz del reformismo. ¿Qué
es lo que sucede en realidad? ¿Cuál es la raíz del mal y por qué los gobiernos del
tipo y condición del que actualmente tiene Venezuela no aciertan en su devaneo
por liberarse de tan mortal amenaza?
Tomemos nuevamente el hilo de nuestro ensayo para tratar de ordenar una res-
puesta adecuada a estas preguntas, respuesta que, con variadas motivaciones, ha
sido muchas veces expresada y otras tantas marginada por quienes, gobernando
para el provecho de las clases dominantes, no pueden retroceder en el destino de
marionetas políticas que eligieron a conciencia.
Sucursal Venezuela 51
la paradoja de un país extenso y con grandes recursos cuya subpoblación ofrece,
sin embargo, fenómenos típicos de sobrepoblación.
Para medir bien el alcance de estas consideraciones es necesario advertir que ese
44,5% no figura en el medio millón de venezolanos abiertamente desempleados,
sino que pasa disimuladamente en las estadísticas de empleo como gente ocupada
cuando la verdad es que se trata de una vasta energía humana vegetando en los co-
nucos y latifundios, subempleada y subestimada por las minorías que concentran
la riqueza y defienden el mantenimiento de semejante sistema. La población rural
crece y va encontrando ya saturado el medio y negada aún hasta la posibilidad del
subempleo. Entonces emigra a los centros urbanos, viene en demanda de trabajo y
24 Nos referimos al año 1964 y utilizamos los datos del Informe económico del Banco Central corres-
pondiente a dicho año. Este documento es el más serio a nuestro alcance y, como es oficial, tiene
la ventaja de ser insospechable de parcialización extremista.
52 Venezuela violenta
de una vida mejor. Alrededor de esos centros se va formando el conocido cinturón
de la miseria. Allí se va a encontrar con una industria que no emplea y con unos
servicios sobrecargados de ocupación, y como se trata de una población joven
naturalmente ansiosa de una vida menos infeliz, la frustración se va convirtiendo
en el caldo de cultivo de un estallido que ni Caracas, ni Maracaibo, ni Valencia han
sentido en su violenta plenitud todavía, pero cuyos anuncios tienen ya sobresalta-
das a aquellas minorías ociosas acostumbradas a disfrutar en paz sus privilegios.
Aquella agricultura feudal apenas mezclada con un precario capitalismo solo for-
ma el 7% del producto territorial, que ya ha sobrepasado los 30.000 millones de
bolívares. Coexistiendo con ella, la explotación petrolera, altamente tecnificada,
alcanza a producir, anualmente, el 28% de ese producto. Hemos visto que la agri-
cultura, en 1964, mantiene aparentemente ocupadas a 900.423 personas mientras
que, por contraste, el sector petrolero ocupa solo a 32.28025. En síntesis: el sector
más atrasado carga con el 35% de la población activa y el más adelantado, solo
con el 1,2% de esa población. Sin mencionar todavía la pertenencia u origen de los
capitales invertidos en uno y otro sector, veamos las consecuencias más salientes
del contraste así señalado.
25 Esta cifra ha venido disminuyendo hasta situarse, tres años más tarde, en 28.000, lo cual rebaja
aquel 1,2% de población activa ocupada en el sector al 1%, demostrando, de paso, la dinámica del
desempleo tecnológico.
Sucursal Venezuela 53
Es aquí donde interviene el otro factor, el del origen de los capitales: el sector
agrícola es fundamentalmente nacional en cuanto a los dueños de los factores de
producción26. Mientras que el sector petrolero, por contraste, es exclusivamente
extranjero, lo cual quiere decir que la miseria es propia y la riqueza es ajena, sien-
do lo más doloroso de este asunto el hecho objetivo de que no es una simple frase
lo que estamos haciendo sino la síntesis de un drama nacional.
26 El capital extranjero es escaso en la agricultura venezolana: las tierras en manos de las compañías
petroleras no lo están en función agrícola y en cuanto a las inversiones de Rockefeller corres-
ponden más al sector industrial que al agropecuario propiamente. Cuanto a las posesiones de la
United Fruit en el Zulia, constituye solo un capítulo anecdótico dentro del monopolio de la tierra
en Venezuela.
27 Informe económico del Banco Central, ya citado. La desocupación petrolera es seguida de cerca
por la desocupación en la minería. Ambas son tecnológicas y han continuado en los años poste-
riores a la conclusión de este ensayo, hasta 1967 cuando se añade esta nota (véase los Informes
Económicos del Banco Central correspondientes a 1965 y 1966).
54 Venezuela violenta
frente a los incrementos absolutos en la agricultura disminuciones absolutas en el
sector petrolero. Tomemos, por ejemplo, los últimos cuatro años:
Como quiera que en este ensayo nos proponemos rehuir las series estadísticas has-
ta donde la objetividad nos lo permita en beneficio del lector, solo diremos que el
signo positivo para la agricultura y el negativo para el petróleo cuando hablamos
de empleo, se torna, al revés, negativo para la agricultura y positivo para petróleo,
cuando hablamos de producto; de tal manera, que, en los últimos quince años, la
industria petrolera ha venido generando un desempleo continuo28 a medida que
aumenta sus niveles de producción, como fruto de los avances tecnológicos en
dicha industria. Esto ha determinado que el volumen de producción entre 1948
y 1950 obtenido con un empleo aproximado de 45 a 50.000 trabajadores, hoy se
haya triplicado con un empleo de solo 32.000 trabajadores. En otras palabras, un
incremento bruto de dos millones de barriles diarios se está explotando con las
dos terceras partes del personal de hace quince años. En cambio, ya hemos visto
cómo en el sector agrícola el trabajo que deberían hacer 501.760 personas, lo están
haciendo 900.423.
La dinámica del proceso es evidente ahora: el sector más productivo no solo no ab-
sorbe mano de obra, sino que en virtud de su avance tecnológico, va desempleando
la que todavía utiliza; y, en el sector más atrasado, la población crece y se acumula
sobresaturándolo. Si este último sector es nacional y el otro extranjero, es claro
que en el país quedan los frutos de la improductividad mientras que al exterior se
van los de la productividad. Como a Estados Unidos corresponden las dos terceras
partes del capital petrolero estamos autorizados para decir que la miseria es nues-
tra y la riqueza es yanqui.
Sucursal Venezuela 55
utilizamos para el problema agrario: primero en su perspectiva histórica, que en
este caso es muy corta, y luego en su caracterización actual. Veremos reflejarse en
este sector la deformación básica de la estructura económica del país, estudiare-
mos cómo se proyecta en su interior el dominio del capital extranjero y comproba-
remos objetivamente que una industrialización penetrada por dicho capital, lejos
de conducir a la independencia económica conduce a la formación de una variada
sucursal interna del centro de gravitación capitalista que la mediatiza y domina.
De artesano a manufacturero
De 1917 –fecha un tanto convencional del ingreso del petróleo a nuestra econo-
mía– hasta 1936, en que un cambio político divide dos etapas, nada significativo
sucede en el campo manufacturero. Se registra solo una lenta evolución de aquella
artesanía hacia formas de pequeña y mediana industria, tan escasas sin embargo,
que no nos permiten señalarla como un cambio estructural. Caracas, Maracay,
Valencia y Maracaibo se van perfilando como los centros donde esta actividad
muestra mayor dinamismo. La industria textil cuenta ya con diez telares, distribui-
dos en dichos centros, lo cual representa una inversión de dos millones de dólares
y un 50% de la tela de algodón consumida en el país. Tres fábricas de puros, tres
cervecerías y unas pequeñas plantas para la fabricación de cemento, mantequilla,
chocolate, mecates y papel, completan uno de los cuadros industriales más pobres
de América Latina para aquel momento.
56 Venezuela violenta
petróleo y bajo el orden de un gobierno rentista, que gasta su renta en obras públi-
cas, la agricultura pasa a ser la cenicienta de una economía, que es ahora minera
y comercialista.
Las estadísticas suelen engañar a los incautos. Así encontramos, en 1936 unos
ocho mil establecimientos llamados industriales que no son otra cosa, en el fon-
do, que aquellos pequeños talleres de artesanía y pequeña industria en los cuales
entretienen su tiempo improductivo unos cincuenta mil venezolanos dedicados
en su mayor parte a producir papelón, melaza, queso y aguardiente, además de
los renglones mencionados con anterioridad. Es, como puede verse, una industria
pegada a las ubres de una agricultura ya sin vida: ambas van perfilando una
Venezuela marginal en forzada coexistencia con una Venezuela alegre y ricachona
que se viste y se abastece de los mejores bazares y despensas de Estados Unidos
y de Europa.
Sucursal Venezuela 57
Venezuela. Así señala a los posibles industriales, los siguientes campos de inver-
sión: artículos de algodón (se importaban quince millones de bolívares para 1935),
los artículos de cuero, productos químicos, pinturas, juguetes, leche condensada,
aceites vegetales, cemento y otros. Veinticinco años después, se va a organizar en
el país una institución, la Asociación Pro-Venezuela, para realizar la misma labor
y despertar la misma conciencia industrialista que está contenida en aquel folletico
del ingeniero G. R. Pérez. Lo grave del asunto es que, al hacer idéntico recuento,
en 1958, y aún en 1964, muchos de los renglones de importación a sustituirse, son
los mismos que, en su humilde folleto, enumeraba allá por 1937 este ignorado
doctor Pérez.
La primera causa de tal retraso es una causa estructural: los desajustes provocados
por el sistema capitalista extranjero en los sectores indígenas de la economía, así
como la orientación del gasto público; la segunda, es una causa institucional que
resalta sobre otras: el Tratado de Reciprocidad Comercial con los Estados Unidos.
Antes, sin embargo, de entrar en el análisis de estas causas que, en rigor, consti-
tuyen capítulo aparte, continuemos nuestro método de la caracterización histórica
del problema.
El impulso financiero parte del Estado: en 1944 se crea la Junta para el Fomento
de la Producción Nacional, con sesenta millones de bolívares para el otorgamiento
de créditos a las tres ramas de producción interna no petrolera: agricultura, gana-
dería e industria. Tanto en las normas como en las prioridades para la concesión
58 Venezuela violenta
de los créditos se atiende a los factores señalados con anterioridad: en el caso de
la agricultura, se da preferencia a la producción de materias primas con destino a
la industria nacional. Así se dice textualmente en las disposiciones: “Se determina
con carácter preferencial aunque no taxativo los cultivos de maíz, caraota, soya,
algodón, ajonjolí, coco, maní, tubérculos, cebolla, ajo, tomate, plátano, frutas en
general, y los cultivos que aporten materia prima para la fabricación de alimentos
concentrados para animales”29.
¿Cómo se va a desenvolver este proceso una vez concluida la guerra y una vez
que las industrias de los países avanzados reconvierten su producción de guerra en
producción normal de paz y vuelven a la recuperación de sus mercados? ¿Cómo
29 Normas para orientar la concesión de créditos, de acuerdo con el Decreto del Ejecutivo Federal y
el Programa para fomentar la producción nacional, en folleto de 14 páginas publicado sin fecha y
sin referencia editorial (contiene Decreto, Reglamento y Programa de la Junta). Los miembros in-
tegrantes de esta junta –Eugenio Mendoza, Luis G. Marturet y otros– son los mismos empresarios
que por aquella época fundan la Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción
(Fedecámaras) que llegará a ser la institución máxima del capitalismo en Venezuela.
30 En 1947, la creación de empresas mixtas por asociación entre la CVF y un grupo norteamericano
representado por Nelson Rockefeller, rompe, a pesar de las precauciones del convenio, el sentido
genuinamente nacional del proceso.
Sucursal Venezuela 59
va a resistir nuestra industria naciente el regreso a la normalidad comercial de
anteguerra y qué desajustes van a ser provocados? ¿Qué elementos estructurales e
institucionales van a ser determinantes en el desarrollo de la década 1950-1960?
Tal es, precisamente, el objeto del capítulo que sigue.
Esto lo sienten ya los industriales en 1950, cuando presionan la revisión del Tra-
tado, logrando apenas la exclusión de unos cuantos renglones tales como calzado,
sardinas, algunos textiles, cemento, etcétera, pero dejando intactos casi doscien-
tos numerales arancelarios compuestos por bienes de consumo, productos inter-
medios y materias primas, susceptibles, en su gran mayoría, de ser producidos
dentro del país. El gobierno no definió, durante el período, una política industrial
proteccionista quedando esta sujeta a la voluntad, compresión o capricho de los
funcionarios de Fomento y Hacienda. Todo lo cual explica la heterogénea e irre-
gular fisonomía de nuestro proceso manufacturero en dicho lapso. Sin embargo, y
habida cuenta de los factores mencionados, podemos establecer las características
más sobresalientes.
60 Venezuela violenta
Crecimiento paradójico
Estas magnitudes, sin embargo, adquieren su real sentido cuando las estudiamos a
la luz de la economía en su conjunto, y así hallamos que, con todo y ser rápido el
proceso, su importancia como participante en el Producto Territorial Bruto apenas
se mueve dos y medio puntos, al pasar de 9,3% en 1950 a 11,55 en 1959. Esta
participación es realmente baja, si se la considera en relación con otros países del
área (Argentina, 23,4; Brasil, 20,6; Colombia, 20,7; Chile, 17,45; México, 20,42;
Perú, 17,31, etcétera); y si se le considera en relación con los restantes sectores de
la economía nacional, tendríamos al final del período (1959), tres sectores que la
superan con las siguientes magnitudes: petróleo, 29%; comercio, 15,36% y servi-
cios, 13,94%; todo ello con el agravante de que el sector agrícola ha venido dis-
minuyendo su participación, desde 7,97% en 1950 hasta 6,3% en 1959, de manera
que lo incrementado en industria apenas compensa lo deficitario en agricultura
y, juntos los dos (17,85), apenas si alcanzan las dos terceras partes del peso con-
junto del comercio y los servicios (29,30) mientras que, dentro de la estructura
económica general, sigue dominando por su alto margen el petróleo, como sector
fundamental generador de bienes físicos.
Sucursal Venezuela 61
Industrialización importadora
Los jugos no van a ser de frutas criollas, sino de frutas importadas en forma de
papilla; se importa el tabaco rubio para los pocos cigarrillos que se fabrican en el
país; se importa la madera para los muebles, el cuero para el calzado, las fibras
para los textiles y la melaza y el mosto para los licores. En este sentido, la industria
se acomodó no solo a un desajuste estructural, sino al marco institucional comer-
cialista, puesto que aprovecha las ventajas que, para tales importaciones, le ofrece
la lista Nº 1 del Convenio Comercial con los Estados Unidos. Se trata así de una
industria artificial, importadora, desligada de todo nexo con los recursos naturales
disponibles, verdadera flor de invernadero, propia de una economía rentista.
62 Venezuela violenta
Desligada de aquel orden natural de prioridades señalado por la disponibilidad de los
recursos naturales, la industria importadora podrá diversificar sus renglones de acuer-
do con la naturaleza y variedad de la demanda, con la única limitación de su mercado
marginal; y como el generador de esa demanda es, fundamentalmente, el gasto públi-
co, la industria importadora va a seguir, por toda orientación, la política que siga este
factor dinámico. Por ello, cuando en el lapso 1955-1957, el gasto público se vuelca en
vastos programas de obras públicas, varía también la distribución del capital dentro de
la industria manufacturera en favor de los sectores directamente ligados a la construc-
ción (productos metálicos, construcción de materiales de transporte, química, caucho,
etcétera), con detrimento relativo de los sectores de mayor peso tradicional (alimentos,
bebidas, tabaco y textiles, que en 1950 aportaban el 42% del producto industrial bruto
pasaron al 32% en 1959); al mismo tiempo, los productos metálicos, maquinarias y
equipos de transporte, que representaban el 5% del producto industrial bruto en 1950,
alcanzaron el 9% en 1959.
Se trata de un proceso desligado de raíces que lo afirmen sobre los recursos na-
turales del país (durante la década, se importan 10.254 millones de bolívares en
materias primas e insumos), en donde las industrias importadoras del 45, del 50
y en ciertos casos del 80% de sus insumos, son como jardines colgantes de una
economía que, allá en su base, sigue siendo latifundista y petrolera.
Sucursal Venezuela 63
Mucho capital y poco empleo
Se va organizando así, para las etapas finales de la producción –que son las que,
en rigor, cubre la industria manufacturera descrita– un complejo de alta mecani-
zación y automatización que solo exige, para su operación y control, unos cuantos
ingenieros –generalmente extranjeros– y unos cuantos obreros para la vigilancia.
De este modo, el empresario inversionista resuelve dos problemas a la vez: el de la
disparidad entre productividad y salario y el de los problemas sociales en potencia
que todo agrupamiento obrero puede generar.
31 Los salarios monetarios del sector petrolero y del sector público determinan el módulo de las
remuneraciones en la construcción privada y en la industria manufacturera.
Esto hace que dichos salarios, en el último campo, sean altos en relación con la productividad de
mano de obra sin entrenamiento ni tradición técnica (véase Celso Furtado. El desarrollo reciente
de la economía venezolana, mimeografiado).
64 Venezuela violenta
un capital de Bs. 54.874 millones. La relación entre el producto y el capital es,
durante dicho lapso, de 0,48 en promedio, solo que dicha relación no expresa las
grandes disparidades entre los diversos sectores, fruto de los desajustes de pro-
ductividad entre los mismos, así: mientras el sector agropecuario mantiene una
relación producto-capital que oscila entre 0,21 para 1950 y 0,22 para 1959, la
industria manufacturera pasa de 0,51 a 0,82 en el mismo lapso; y el conjunto de
manufacturas, minería, petróleo y construcción englobados bajo la denominación
de “Sectores de producción dinámicos”, arrojan un promedio superior a 1,10. El
capital existente en manufacturas, más que se duplica al pasar de Bs. 1.536 mi-
llones en 1950 a Bs. 3.692 en 1959 (del 5,8 al 6,7% del total en el período); pero
mientras que en agricultura, el capital existente por persona activa se mantiene
estancado en una cifra baja (de Bs. 7.003 en 1950 a 8.819 en 1959), en la industria
manufacturera dicha relación se duplica al pasar de una intensidad de Bs. 7.270 a
Bs. 14.145 por persona activa en igual período.
Tocamos, de este modo, uno de los aspectos más interesantes de nuestro estudio:
la relación de ese gran esfuerzo capitalizador descrito, con el empleo de la fuerza
de trabajo disponible. Los sectores más productivos –petróleo, manufactura, cons-
trucción y minería– lo son, precisamente, por la alta intensidad de capital existente
por persona empleada; en 1950, estos sectores en conjunto representaban el 17,5%
del capital existente y empleaban el 20% de la población activa total; la agricultura
representaba el 18,6% y empleaba el 41% de esa población; al tiempo que los ser-
vicios mantenían dicha relación en 5,4% del capital y 20% del empleo.
32 Las estadísticas son del Banco Central: “Cuentas Nacionales” (separata de la Memoria de 1959),
“Formación de capital”, pp. 29-69.
Sucursal Venezuela 65
En 1959, el contraste entre productividad y empleo es mucho más definido, como
se desprende al establecer la misma secuencia anterior: petróleo, minería, ma-
nufactura y construcción, en conjunto representan el 23,8% (un aumento de 5,3)
para un empleo del 20,9% (apenas un punto de diferencia en la década); mientras
que la agricultura baja en su participación relativa dentro del capital hasta situarse
en 13,4% (5,2 que es, prácticamente, el incremento de los sectores dinámicos en
conjunto) para un empleo del 33%; los servicios ofrecen una relación de 7,4% del
capital y 20,9% del empleo. La tendencia es bien clara ahora: por un lado, los sec-
tores de mayor capitalización muestran una condición estacionaria, en cuanto a la
absorción de mano de obra (condición que se va tornando regresiva en la medida
del avance tecnológico, como es el caso del petróleo que, de 55.170 trabajadores
en 1948, para una producción de 78 millones de m3, pasa a 43.056 trabajadores en
1959 para una producción de 161 millones de m3, es decir, con 12.000 trabajadores
menos se producen 83 millones de metros cúbicos adicionales de petróleo), y por
otro, los sectores de más baja productividad (que se mantienen estacionarios y aun
regresivos en cuanto a su participación relativa en el capital existente) continúan
absorbiendo la mayor cantidad de mano de obra, aunque, en términos relativos,
también disminuye su papel de empleadores33.
33 El comercio que, en los datos de arriba, está excluido de los servicios, es un sector sobresaturado
de empleo: mantiene invariable su relación con el capital existente (7,4%) en los diez años del aná-
lisis, en cambio la población activa dentro del sector aumenta de 149.678 personas en 1950 (8,8%)
a 249.135 (10%) en 1959. Esto explica, en parte, la proliferación de establecimientos comerciales
y la superabundancia de intermediarios, con la consecuente desorganización que se aprecia en
dicho sector.
66 Venezuela violenta
absolutos se conservan y aumentan (de 704.704 en 1950 a 833.287 en 1959), a
pesar de la ininterrumpida corriente migratoria del campo a la ciudad, lo cual
determina en el sector rural una situación de desempleo oculto o subempleo, cuya
estimación prácticamente duplicaría la cifra del desempleo descubierto y cuyo
crecimiento, acoplado al vertiginoso crecimiento de la población total, ahonda,
años tras año, un problema social, rural y urbano, para cuya solución se muestran
incapaces las fuerzas y relaciones de productividad cuya heterogeneidad, entra-
bamiento y divergencias, conforman el complejo panorama de nuestra estructura
económica actual.
El capital extranjero
34 Banco Central. Hemos dado a esta fuente la mayor confianza, pero tenemos razones para dudar de
sus informaciones sobre el verdadero monto de la inversión extranjera en el sector, debido, funda-
mentalmente, a la dificultad en la consecución de datos fidedignos. Habrá que esperar la aparición
del trabajo de Armando Córdova sobre el tema general de la inversión extranjera en el país para
disponer de datos más precisos y de una interpretación a fondo.
Sucursal Venezuela 67
inversión es calculada a precios de cada año y con arreglo a informes que suministran
las empresas, mientras que las cifras de inversión fija parecen ser el fruto de cál-
culos en base a una mayor disponibilidad de información, de evaluaciones propias
del instituto investigador y con relación a los precios de un año determinado. Por
ello, la cifra de Bs. 209 millones de inversión extranjera en 1951, no puede ser
analizada como integrante o en relación directa con la de Bs. 253 millones que,
para dicho año, es la inversión bruta fija en el sector manufacturero; con todas las
reservas hechas, basta, sin embargo, una simple ojeada a estas cifras para tener
una idea vaga, pero significativa, de las proporciones que, dentro del sector, tiene
ya en 1951 la inversión extranjera. Aquellas mismas cifras son, para 1959, de Bs.
650 y 853 millones, respectivamente, de donde se desprende que, a pesar de no
ser el sector manufacturero durante la década 1950-1959, un sector relativamente
muy atractivo para el capital foráneo, la inversión acumulada de este, ocupa, sin
embargo, una proporción decisivamente alta.
68 Venezuela violenta
sobre la economía nacional la característica de dependencia y mediatización a que
la somete la hegemonía absoluta del capital extranjero en la explotación de los
hidrocarburos y de la minería.
Esta tesis, con ser cierta en su enunciado general, encierra un gran peligro y puede
crear (en realidad ha creado) ilusiones acerca de una fórmula sencilla y automá-
tica, que consistiría en una política de industrialización basada en una serie de
estímulos institucionales para la sustitución de importaciones, en cuya realización
se pone toda la fe de un nacionalismo ingenuo. Estamos convencidos de que la
política proteccionista que se inicia en 1958, bajo la presión de la burguesía pro-
gresista industrial y agropecuaria, se inspira en la convicción mecanicista de que
basta aumentar el número de plantas industriales distintas de las de hierro y petró-
leo para alcanzar la independencia económica. Si examinamos los documentos del
Ministerio de Fomento nos encontramos con este criterio en el fondo de las decla-
raciones de política industrial, en los lineamentos de una escala de prioridades y
en las medidas concretas de fomento a la producción.
Sucursal Venezuela 69
existentes como partes y factores de un contexto mucho más amplio que garantice
la dirección nacionalista real del proceso. De lo contrario, sucederá lo que hasta
hoy ha venido sucediendo: que aquella presión de los sectores de la burguesía pro-
ductora y la política proteccionista resultante han estimulado, paradójicamente, el
crecimiento y diversificación de la inversión extranjera en el país.
El capital extranjero está guiado por una experiencia centenaria y por una inteli-
gencia muy bien organizada: un nacionalismo ingenuo es el mejor caldo de cultivo
para sus operaciones. Nos bastaría un ejemplo para ilustrar el caso: aprovechando
el entusiasmo industrialista generado por aquella política, una compañía petro-
lera, la Creole, ofreció como una contribución desinteresada para el desarrollo
industrial, la constitución de una empresa financiera para desarrollar proyectos
industriales, en cuya inversión, aquella compañía participaría con determinada
cantidad del capital. Las acciones derivadas de esta inversión serían posteriormen-
te ofrecidas a inversionistas venezolanos. De este modo, se daría gran movilidad
al capital de la financiadora, se cumpliría su función de promover el desarrollo
y se demostraría su desinterés. Así nació la Creole Investment Corporation, con
diez millones de dólares de capital, realizando su primera operación lucrativa al
cambiar estos dólares, no al cambio oficial del dólar petrolero, sino al cambio para
inversiones corrientes, lo cual daba un saldo de más de diez millones de bolívares
en favor de la compañía petrolera inversionista. Pero el problema no se detiene
allí: la Creole Investment Corporation ha invertido y está invirtiendo su capital en
empresas industriales agropecuarias de alta productividad, que le permiten, aparte
de alcanzar una ganancia, influir en estos sectores y fortalecer la mediatización de
los mismos en provecho de los intereses mayores de la gran compañía. En cuanto
al ofrecimiento de venta posterior de las acciones, se trata de un recurso tan gasta-
do de la política de penetración del capital extranjero, que no vale la pena detener-
se en su consideración. Basta citar el caso de las inversiones de Rockefeller en la
industria y el comercio en Venezuela para demostrar que aquel tipo de mecanismo
no funciona en la práctica, porque si funcionara, hace más de cinco años que tales
inversiones estarían en manos de capital privado venezolano. Ha sucedido, por
una de esas ironías muy corrientes en el destino de los países neocoloniales, que
muchas inversiones venezolanas han sido y siguen siendo absorbidas por el capital
Rockefeller. Igual sucederá con las inversiones no petroleras de la Creole y, de
ese modo, quedará demostrado que es errónea la tesis de la diversificación por la
diversificación misma, a pesar de las buenas intenciones. No debemos olvidar que
de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno.
70 Venezuela violenta
invertido y empleo generado, y se mantienen vigentes los factores que permiten e
impulsan la invasión incontrolada del capital extranjero en la manufactura.
Se desarrolla, sin embargo, una nueva política que acelera ciertos mecanismos de
protección industrial, que intenta definir y crear una conciencia de industrializa-
ción no existente en las grandes mayorías del país y que mueve, por ello, impor-
tantes sectores de la opinión nacional. De igual manera surge, y se institucionaliza,
la idea de orientar el proceso, de planearlo y de preverlo en relación con la econo-
mía en su conjunto, fijándose ciertas metas para períodos prudenciales de cuatro
años. Es muy reciente el proceso, muy breve la experiencia y muy conflictiva la
vida política del país durante este período como para expresar un juicio tajante
sobre el valor de la política industrial iniciada a partir de 1958. Nos limitaremos,
por ello, a comprobar que no han variado, en esencia, aquellas características fun-
damentales y que sus variaciones y tendencias siguen el esquema de las ideas hasta
ahora esbozadas por nosotros.
El crecimiento interanual del sector, a pesar del descalabro sufrido en 1960 y 1961
(consecuencia obligada del colapso de la construcción) recupera hacia 1962 y 1963
su ritmo de crecimiento rápido en sí, pero con un peso en el Producto Territorial
Bruto (11,4% y 11,7% para 1962 y 1963) que aún no supera los niveles de la déca-
da anterior y que, en todo caso, sigue siendo una participación muy pobre frente a
otros sectores de la economía. Continúa pues, la paradoja del crecimiento35.
Este fenómeno podría tomarse, superficialmente, como una refutación de las ideas
expuestas contra la forma desintegrada de nuestra industrialización, puesto que
estaría expresando una tendencia de menos capital y más empleo dentro del mis-
mo esquema de producción caracterizado por nosotros en sentido contrario. La
verdad, sin embargo, es que este fenómeno viene precisamente a reforzar nuestras
35 Tanto para estos, como para los subsiguientes cálculos, salvo excepciones que iremos anotando en
cada oportunidad, utilizamos las cifras de los informes del Banco Central correspondientes a 1962
y 1963. Preferimos pasar de la Memoria de 1959 a la de estos años, para soslayar las contradiccio-
nes de ciertos datos de las Memorias de 1960 y 1961 corregidos posteriormente.
Sucursal Venezuela 71
argumentaciones: en primer término, es muy baja la variación si se relaciona con
el volumen del proceso sustitutivo; en segundo término es bien probable que la
disminución del capital existente por persona se deba a una mayor utilización de la
capacidad ociosa, como efecto del crecimiento de la demanda interna, y, en tercer
lugar, es obvio que la sustitución de importaciones, especialmente en el campo
de las industrias que procesan materias primas agropecuarias, ha creado un cierto
grado de integración entre el sector agrícola y el industrial. La pequeña variación
anotada puede ser consecuencia de uno de estos dos últimos factores, o de los
dos conjuntamente, con lo cual se demuestra algo por lo demás ya comprobado
históricamente en otros países subdesarrollados, o sea, que un proceso de desarro-
llo autosostenido no puede partir de una estructura cuyos desajustes mantengan
separados a los diversos sectores de la economía. El Banco Central, en su informe
correspondiente a 1963 interpreta acertadamente la cuestión cuando expresa que
la incidencia del fenómeno descrito, registrado durante los dos últimos años y favoreci-
do por circunstancias específicas, hubiera sido mayor de no existir dos hechos que han
caracterizado el desarrollo de nuestra producción industrial: uno, la falta de integración
del proceso productivo; y otro, el uso de técnicas e instrumentos correspondientes a
países de etapas más avanzadas de industrialización36.
El segundo de los factores mencionados por el Banco Central –el del “efecto de-
mostración” en la técnica, equipos y maquinarias– nos sitúa ante un dilema: ¿con-
viene desechar los avances tecnológicos alcanzados en los países más adelantados
en función de una política de empleo y adoptar, para nuestra industrialización, una
técnica que corresponda a la etapa histórica de nuestro desarrollo? ¿Cuáles son,
y cómo determinar, tanto la técnica como los instrumentos que corresponderían a
la etapa actual de nuestro desarrollo? El planteamiento formulado de este modo,
parece absurdo: se ha dicho que una de las ventajas del subdesarrollo es que, sin
los problemas de sustituir equipos y métodos, puede aprovechar los adelantos ya
obtenidos por países cuya industrialización cuenta con una tradición técnica. No
se concibe el planteamiento de un desarrollo de segunda o de tercera mano, como
72 Venezuela violenta
no sea forzado por la escasez de capital, o, en el caso de los países coloniales, por-
que su dirección esté en manos de la metrópoli. Ni el primero ni el segundo caso
se dan de modo absoluto en Venezuela, aun cuando sean reales ciertos aspectos
de escasez financiera para algunas actividades de la producción así como la exis-
tencia de un centro de gravitación capitalista que mediatiza nuestra economía y
nuestra política.
No damos, por tanto, al segundo factor el peso del primero y aún vamos más allá:
nos parece que el segundo problema no existe como tal si se resuelve el primero.
En otras palabras, si se logra la integración de los sectores, mediante la elimina-
ción de los desajustes de estructura, el aprovechamiento de la más avanzada tec-
nología se impone necesariamente. Por ello mismo es bien cierto que, mientras tal
integración no se realice, los beneficios de la técnica se distribuirán con la misma
desigualdad y desajuste que los de la riqueza. Este razonamiento haciéndolo ex-
tensivo a todos los niveles de la técnica, nos lleva, todavía en el caso del empleo,
a una conclusión más general: dentro de una estructura económica que ofrezca
los desajustes de la nuestra, la técnica más avanzada y el equipo más moderno
provocan desempleo (piénsese, por ejemplo, en la evolución de la industria petro-
lera en los últimos quince años), mientras que el estancamiento de la técnica o su
primitivismo, crean el empleo disfrazado o subempleo (nuestra agricultura es el
mejor ejemplo).
Sucursal Venezuela 73
Si en el primer caso el capital fundamental es extranjero y, en el segundo, es na-
cional, se hace evidente el hecho de que la dinámica del desajuste opera progresi-
vamente en favor de la inversión extranjera y en detrimento del interés nacional.
Si esa inversión extranjera como en el caso nuestro, viene predominantemente de
Norteamérica, es evidente que la economía venezolana es una rica factoría de los
Estados Unidos: ¿No somos, pues, una colonia?
37 No se trata aquí de negar las ventajas de una política de fomento a la artesanía y pequeña indus-
tria, que puede ser en sí positiva, pero sostenemos que una tal política aislada, realizada sin el
acompañamiento de una política clara y firme en cuanto a la inversión extranjera en las esferas
más productivas del sector industrial, cae de nuevo en el reformismo propio de las economías
mediatizadas y contribuye al agrietamiento de las estructuras, no resuelve sino que disfraza el pro-
blema del desempleo, y al entretenerse en un nacionalismo de miniatura, permite y hasta impulsa
la enajenación económica. Aquí, por ganar una batalla, puede perderse una guerra.
74 Venezuela violenta
aumentáramos las instalaciones de envasamiento y de ensamblaje. Todo el progre-
so obtenido durante el período más reciente, solo nos permite afirmar que tenemos
una industrialización mitad nuestra y mitad ajena.
Conclusión
38 Véase: Raymond Barre (1962). El desarrollo económico. FCE, México; Armando Córdova:
“Consideraciones acerca del tipo de desarrollo alcanzado por la economía venezolana”, en: Eco-
nomía y Ciencias Sociales. Facultad de Economía de la Universidad Central de Venezuela, Año V,
Nº 2, Caracas, 1963; D. F. Maza Zavala (1964). Venezuela, una economía dependiente, Instituto de
Investigaciones, Facultad de Economía, Universidad Central de Venezuela, Caracas.
39 Véase Banco Central: Informe Económico, 1964.
Sucursal Venezuela 75
nacional. Hay quienes añaden la construcción (4,6%) para lograr la igualdad. Vi-
mos, sin embargo, que un 3% atribuido al sector manufacturero corresponde, en
rigor, al petrolero. Pero hay algo más y es que la inversión extranjera en el sector
(Bs. 766 millones en 1964) corresponde el 70% a capital norteamericano y que
la etapa desarrollada hasta hoy es la de sustitución de importaciones de bienes
de consumo mediante la importación (1964) de 1.835 millones de bolívares en
materias primas y productos intermedios, además de 935 millones de bolívares en
maquinaria y equipo.
Añádase a lo anterior el hecho de que los productos que hoy se ensamblan o en-
vasan en el país, importando sus ingredientes y partes, son elaborados por las
mismas firmas que antes los mandaban del exterior y las cuales después de las
medidas proteccionistas han instalado casas subsidiarias en el país; y aún no con-
cluye aquí la penetración imperialista en la industria, porque algo más monstruoso
sucede todavía y es que tales subsidiarias se instalan en el país sin que realicen
egreso monetario alguno: el procedimiento aplicado es el de acudir, con la garantía
de su firma, a los bancos comerciales y a las instituciones de crédito público de
Venezuela.
76 Venezuela violenta
Capítulo IV
UN PUENTE MADE IN USA
Life en español40
Manufactura y violencia
Ya dijimos que estas gentes, arrojadas de su medio por un sistema estancado, bus-
can una salida en otros sectores de la economía y por ello buscan carretera hacia
los centros urbanos e industriales. Dijimos, también, que históricamente los países
han resuelto este problema mediante el desarrollo de sus industrias y fuimos a ver
cómo estaba respondiendo la industria venezolana al grave problema de un éxodo
campesino que, unido al propio crecimiento demográfico de las zonas urbanas,
78 Venezuela violenta
generaba una demanda de trabajo cada año mayor y la cual alcanzó y superó a
partir de 1960 los 100.000 trabajadores adicionales por año.
Esto significa que por las distorsiones señaladas, agricultura y manufactura (los
dos polos de la producción interna) se lanzan una a otra la carga del desempleo
sin que puedan absorberla y liquidarla ni la una ni la otra; y como es una carga
explosiva que aumenta de peso año tras año, alimentada precisamente por la
improductividad de un sector y por la deformación y mediatización del otro, es por
Se comprueba la desintegración
La política del gobierno venezolano, en los documentos donde hace análisis (Cor-
diplan) ha reconocido las distorsiones internas de la economía que se reflejan en
el proceso manufacturero, así como las de este que se reflejan en el ingreso y por
tanto en la demanda. Se ha hablado de un desequilibrio entre los sectores de la eco-
nomía, desequilibrio que nosotros acabamos de revisar en los capítulos anteriores
y que los informes económicos del Banco Central expresan con elocuencia en las
cifras y con mucho cuidado en los análisis.
80 Venezuela violenta
Esta triple corriente viene pesando cada año más sobre la balanza de pagos y ya
vimos que, por importaciones del sector manufacturero solamente, esa corriente
extrajo del país, en la década 1950-1959, la suma de 10.250 millones de bolívares.
En 1960 la transferencia alcanzó a 1.188 millones de bolívares y en 1964 a 1.835
millones42. La agricultura mantiene un ritmo entre 40 y 45 millones de bolíva-
res de bienes intermedios entre 1960 y 1964. Si complementariamente buscamos
la relación de pagos al exterior por concepto de remuneración de factores de la
producción externos, es decir, pagos al capital y al trabajo (servicios) de no resi-
dentes, nos encontramos con que, además de los 2.819 millones de bolívares que
en 1965 correspondieron al exterior por el sector petrolero y los 194 por el sector
minero, la economía no petrolera ni minera del país pagó al exterior 475 millones
de bolívares en los cuales 135 millones corresponden a pagos hechos por el sector
manufacturero. Este es el verdadero sentido del costo de la industrialización en
términos de ingreso transferido por desajuste interno y, así mismo, en términos
de malestar social por transferencia al exterior de oportunidades de trabajo en el
considerable margen inducible de una inversión de 17.580 millones de bolívares
en quince años. Si el país hubiera industrializado la mitad siquiera de esas transfe-
rencias, hubiera roto la barrera del subdesarrollo; mas, para hacerlo, habría tenido
que romper primero la del latifundio, eliminar el Convenio Comercial con Estados
Unidos y subordinar al interés del desarrollo interno el interés de los inversionistas
extranjeros y eso, eso equivale a una revolución.
42 Banco Central, Informe Económico 1964, cuadro 25-60 (p. 512). La suma del período 1960-1965
nos da 7.330 millones que sumados a 10.250 totalizan 17.580 millones de bolívares, transferidos
por importación de materias primas y bienes intermedios en 15 años (la cifra de 1965, en Informe,
1965. Cuadro A 10-21).
El papel de las industrias básicas, como es fácil comprender, pasa a ser un papel
estratégico en el esquema del desarrollo autónomo de la economía venezolana:
por un lado se propone integrar el sector manufacturero a las fuentes internas de
abastecimiento en el campo complejo de la demanda intermedia y, por el otro, se
propone fortalecer el comercio exterior del país aumentando y diversificando las
exportaciones, a fin de proporcionar al desarrollo interno un financiamiento más
sostenido y menos susceptible de estrangulamientos.
Por ello es por lo que el control de aquella plataforma básica debe estar en manos
de la nación venezolana. No puede estar en manos del capital privado del país
porque a este no puede exigírsele inversiones cuantiosas en obras de infraestruc-
tura y porque su capacidad financiera es menor que la requerida por industrias
cuyo costo total monta a varios miles de millones de dólares. Es el Estado, con la
tremenda potencia financiera derivada de la renta petrolera, el que debe realizar
las inversiones y controlar las industrias básicas, pues de lo contrario estas caerían
bajo el dominio del capital extranjero y entonces, lejos de romper aquella corriente
transferidora de riqueza al exterior, estaríamos consolidándola al entregar la ex-
plotación de los recursos al mismo capital que antes nos vendía los bienes inter-
medios: en otras palabras, cambiaríamos de cadenas, pero no de dueño. Y eso es,
precisamente, lo que ha pasado en Venezuela, con el agravante de que la entrega
se hace cuando ya el Estado ha realizado las obras más costosas, como son las de
infraestructura. El capital extranjero, en nombre de una tecnología supuestamente
intransferible y de un mercado supuestamente cautivo, viene al aprovechamiento
de la etapa menos arriesgada y más productiva de las industrias básicas43.
De este modo nos hallamos con la casa invadida y con todas sus salidas toma-
das por el enemigo: este tiene en sus manos, desde hace medio siglo, la indus-
tria fundamental (el petróleo), ha penetrado y domina las etapas y renglones más
lucrativos del sector manufacturero y, ahora mismo y adelante de nosotros, está
tomando posesión de la petroquímica, ya tomó el aluminio y asedia sin tregua a la
43 Este aspecto, en lo que atañe a petroquímica –con abundancia de pruebas–, en lo que concierne al
aluminio como hecho cumplido y a la siderúrgica como riesgo constante, ha sido desarrollado en
mi ensayo Operación Puerto Rico sobre Venezuela, Ediciones PRIN, Caracas, 1967. El lector in-
teresado hallará en este trabajo los detalles que no puedo ofrecer aquí debido al esquema diferente
de este capítulo.
82 Venezuela violenta
siderúrgica. A esto es a lo que hemos denunciado como una monstruosa operación
de puertorriqueñización de nuestra economía.
Hemos dicho que contra la desintegración se impone una política de integración in-
terna y autónoma. Desafortunadamente la política oficial lo ha entendido –forzada
por los intereses que la determinan y sostienen– como una integración hacia afuera
y a base de empresas “mixtas” con predominio de capital y de administración
foráneas. Así se logra escurrir el bulto ante el problema de las desigualdades en la
distribución interna del ingreso, marginar y posponer las soluciones internas y de
fondo de los desajustes estructurales y ofrecer a la quebrantada esperanza de un
pueblo ya saturado de engaños, una ilusión más: la de que todos sus problemas se
resolverán uniendo la debilidad y los desajustes de la economía venezolana con la
debilidad de las economías vecinas, cuando la verdad es que sobre tales bases, solo
puede construirse una vasta colonia sin problemas aduaneros para que los empre-
sarios norteamericanos aumenten su productividad aprovechando las economías
de escala que le proporcionará una integración de satélites subdesarrollados.
44 Autores Adolf Berle Jr. y Chester Boules. Véase Operación Puerto Rico (citado), p. 80.
45 Fuente: Informe sobre el sistema fiscal venezolano. Ministerio de Hacienda, Caracas, 1960.
84 Venezuela violenta
bajo porque el poder productivo del país es reducido; y el poder productivo es
reducido porque el mercado es pequeño”.
Es claro para nosotros que aquellos desajustes en la distribución del ingreso nacio-
nal determinan, para el sector manufacturero, la existencia de un mercado efectivo
estrecho, muy por debajo de las posibilidades que ofrece la magnitud del ingreso,
si su distribución obedeciera a una política de desarrollo equilibrado. El módulo
actual de distribución determina, asimismo, la existencia de grandes capas de la
población sin capacidad adquisitiva, cuyo consumo descansa sobre el ingreso pre-
cario de perceptores marginales en áreas rurales y urbanas.
Muy por el contrario, la tesis del estrangulamiento y las razones de “mercado es-
trecho” han servido solo para motivar y argumentar la necesidad de ingresar a la
Asociación Latinoamericana de Libre Comercio. Una vieja consigna, con la dema-
gogia típica de las consignas, que decía: “Venezuela se industrializa o se muere”
parece sustituida por otra que sería: “Venezuela exporta o se muere”. Es cierto que
Venezuela necesita, como premisa fundamental de su desarrollo aumentar su pro-
ducción interna, fortalecer los sectores dinámicos internos hasta convertirlos en
factores esenciales del crecimiento equilibrado. Es verdad, también, que para ello
se requiere transformar la actual subutilización de los recursos básicos en indus-
trias básicas con plena efectividad productiva y de mercado y que esto último –en
el caso de la siderúrgica y de la petroquímica– impone a nuestra industrialización
exigencias de operación en gran escala que nos obliga a formular y a realizar en
la práctica, una vasta y audaz política de exportaciones. Es, asimismo, cierto que
la organización comercial de grandes áreas en bloques de comercio de defensa
común e intereses recíprocos entre entidades nacionales constituyentes obedece
a una modalidad histórica contemporánea que no puede ser ignorada por los paí-
ses latinoamericanos. Todo ello es cierto y plantea a nuestro país la necesidad de
86 Venezuela violenta
tomar una decisión al respecto y de planear su desarrollo atendiendo a las proyec-
ciones futuras de la nueva modalidad del comercio internacional.
Por ello, una política económica que busque soluciones definitivas, no puede ba-
sarse en la teoría de las posibilidades del mercado externo como una fórmula para
evitar el reto que plantean las deformaciones internas de nuestra economía porque
ello sería como diagnosticar la existencia de células cancerosas dentro de un orga-
nismo enfermo y luego intentar la curación mediante un cambio de clima o, lo que
es todavía más dramático e inefectivo en el caso de América Latina, mediante la
transfusión de sangre entre varios enfermos del mismo mal.
Sin predicar la doctrina del aislamiento, sin ignorar con soberbia ni mucho menos
desentendernos del proceso de integración económica latinoamericana, sino, al
contrario, estando alertas ante él, tomando parte en el debate, intentando las modi-
ficaciones que la autonomía del desarrollo independiente hace inevitables dentro
del texto de los acuerdos y en la praxis del intercambio, la política económica de
Venezuela debe dar prioridad a los cambios estructurales internos a los cuales ya
nos hemos referido. Sacar todo el partido que aún es posible de las potencialida-
des de su mercado interno, asegurar la autonomía y el control de su crecimiento,
completar el desarrollo trunco de sus industrias básicas en el más corto plazo y
lanzarse al mercado exterior partiendo de un desarrollo equilibrado que evite al
país una integración para retroceder y lo prepare a una integración para avanzar,
tal es el marco general de política económica que se desprende como conclusión
de nuestro análisis.
En pocas palabras, una política económica equivocada nos condena a seguir car-
gando con los males internos del subdesarrollo; y al buscar afuera el remedio
para esos males, y al hacerlo sin una conciencia lúcida acerca de las exigencias y
principios del desarrollo independiente, aquella errada política está contribuyendo
a ahondar más en el conflicto fundamental de nuestro desarrollo y de nuestro des-
tino histórico el cual no es otro que el de la contradicción entre los intereses de la
nación, por un lado, y los intereses del gran capital norteamericanos por el otro.
Conclusión
88 Venezuela violenta
El hecho de que no hay tierra ocupada por el ejército del más poderoso, sino ca-
pitales y gerentes respaldados desde lejos por aquel ejército, hace más humillante
y explosiva la situación porque el deseo natural de liberarse que provoca todo
género de explotación se añade, en el caso del neocolonialismo, la conciencia de
que los amos son de afuera. Y esta conciencia adquiere extremos irritantes cuando
los servidores internos de esos amos tratan de cubrir la vergüenza de su entrega
con un lenguaje falso en el cual la evocación de los héroes y el uso de las palabras
libertad, derecho, democracia y soberanía son tan solo un miserable aspecto del
escarnio social y humano en que metieron sus vidas.
Caupolicán Ovalles
“Duerme usted, señor Presidente”.
La gran riqueza ajena
Inversión proveniente
Sectores Inversión bruta total % de Estados Unidos Utilidad
Inversión bruta %
Petróleo 18.020,55 86,86 11.898,39 66,0 3.149
Minería 963 4,64 946,44 98,3 125
Industria 766,16 3,69 529,87 69,2 87
Comercio 569,98 2,75 443,94 77,9 46
Bancos 190,66 0,92 87,28 45,8 7
Servicios 135,91 0,65 116,77 85,9 9
Seguros 59,82 0,29 17,13 29,8 5
Construcción 40,85 0,20 31,54 77,2 -
Hay, sin embargo, mucha gente en Venezuela que aún no está satisfecha con esa si-
tuación y desea que la parte “made in USA” aumente su proporción. Son los agen-
tes de la inversión extranjera en el país. Tienen partida de nacimiento en Caracas
o en los Andes, en el llano o en los estados orientales y occidentales, pero están al
servicio de un país imperialista y cobran muy altos emolumentos por su gestión de
intermediarios en la entrega de las riquezas nacionales. Son los representantes de
aquella burguesía comercialista que encontramos a comienzos de siglo, la misma
que traspasó las concesiones petroleras a los grandes consorcios internacionales,
la misma que salida del latifundio y anudada con él, se hizo poderosa en el co-
mercio importador y en los negocios financieros, a la sombra de la explotación
petrolera y gracias a la mediatización del poder político. Es la burguesía parásita
y estéril que se organiza y domina en Fedecámaras, en la Cámara de Comercio y
en organizaciones ambiguas como la llamada AVI (Asociación Venezolana Inde-
pendiente) y como la Asociación de Ejecutivos que ni son gremios ni son partidos,
pero llenan a cabalidad su papel de grupos de presión.
Ello explica por qué, cada vez que se olfatea alguna iniciativa reformista que roce
los intereses de esta oligarquía intermedia o los del capital extranjero del cual de-
pende, observamos en la gran prensa la inmediata y amenazante reacción de una
campaña nutrida por declaraciones, rumores, notas, artículos y conferencias que
hablan de “pánico”, de “incertidumbre” y de “huida” del capital extranjero. Gene-
ralmente esta campaña se complementa con anuncios de las compañías petroleras
sobre disminución de inversiones y baja de precios del petróleo. Estas mismas
empresas acentúan el ritmo de desempleo, y desde Washington parte la amenaza de
92 Venezuela violenta
“restricciones” a la compra de petróleo venezolano. El gobierno se asusta, des-
miente rumores, archiva los tímidos proyectos de reformas y todo continúa inque-
brantable en este paraíso de la inversión extranjera.
En Venezuela, los partidos políticos –aún los del centro izquierda– reflejan esta
dependencia. La reflejan, asimismo, las instituciones oficiales y burguesas de la
cultura. Hay una pintura, una literatura, una arquitectura mediatizadas. Hay una
capa de intelectuales directa e indirectamente al servicio de aquella estructura
neocolonial en cuya cúspide social una legión de burócratas, de comerciantes im-
portadores, de clérigos y de militares se afanan por asegurar una paz imperialista
mientras van acumulando sus mendrugos.
94 Venezuela violenta
fueron convenientemente relegadas al olvido una vez en el poder. Juan Pablo
Pérez Alfonzo es otro de estos pioneros: llegó a construirse un prestigio nacio-
nalista por su tenacidad en el ataque a la explotación imperialista del petróleo,
haciendo gala de una radicalismo nacionalista que subrayó su actuación cuando,
en el Congreso de Isaías Medina Angarita, elaboró una prolija demostración de
que las ventajas de la Ley de Hidrocarburos de 1943 eran secundarias frente al
dominio todavía mayor que se aseguraba a los capitales explotadores. Cuando este
hombre tiene ocasión –y la ha tenido dos veces– de poner en práctica sus ideas
nacionalistas desde el poder, atempera entonces aquel radicalismo: de 1945 a 1948
no se toca la ley que fuera refutada en el Congreso, limitándose, por toda política,
a no otorgar concesiones petroleras cosa que, por lo demás, no estaban solicitando
las compañías, ni lo necesitaban en un período en que acababan de reconvertir las
ya obtenidas mediante una fórmula de borrón y cuenta nueva. Y de 1959 en ade-
lante, cuando nuevamente regresa Pérez Alfonzo a participar en el poder público,
reconoce que el petróleo sigue siendo el problema clave del país y que continúa
en pie la necesidad de su control nacional “pero –nos dice en 196147– la economía
venezolana tiene por base el petróleo y de él depende. Una disminución sensible
de las entradas que recibe el país por la explotación de este producto, provocaría
una cadena de reacciones capaces de suscitar una crisis económica y social”. Es
necesario, por tanto, que la acción nacionalista no pierda de vista este hecho. Se
impone, pues, la moderación y la prudencia. Prudencia y moderación que, en po-
lítica petrolera, significan conservación esencial del statu quo y reformismo hasta
donde no se rompa la paciencia de quienes dominan los asuntos de nuestro señor
el petróleo.
Pero basta que las empresas extranjeras, en una maniobra descarada, disminuyan
sus inversiones internas, manipulen con los precios controlados por ellas mismas
en el mercado internacional y presionen a través de la oligarquía comercial y fi-
nanciera por ellas alimentada y enriquecida, para que el inestable gobierno de la
47 Pérez Alfonzo, Juan Pablo (1961). Petróleo, jugo de la tierra. Caracas, Editorial Arte.
El petróleo, que así determina diversas formas del ser social, subyace también en
el muñón de todas las ideologías cuya escala parte de los servidores incondicio-
nales del capitalismo extranjero hasta el extremo opuesto de los partidarios de la
nacionalización violenta de la industria petrolera. Héctor Malavé Mata, un inves-
tigador universitario que ha penetrado algunos secretos del laberinto petrolero ha
dedicado un ensayo al análisis del drama de las contradicciones internas generadas
48 Uno de estos “jefes” ha elogiado públicamente a la Corporación Venezolana del Petróleo como
empresa de un nacionalismo “sano” que no obstaculiza los fueros de la libre empresa.
96 Venezuela violenta
por la incrustación del capitalismo extranjero en nuestra economía. Personajes de
ese drama son
Sobre esta contradicción fundamental se afirma el ramaje de una crisis que, siendo
estructural en su base, se acentúa o se aleja, según las circunstancias de la coyun-
tura económica, pero sin desaparecer porque, en su raíz, se mantienen activos los
factores de la deformación estructural que la ha engendrado.
49 Malavé Mata Héctor (1962). Petróleo y desarrollo económico de Venezuela. Caracas, Imprenta
Universitaria (introducción).
50 Sobre este punto, véase: Colegio de Economistas de Venezuela (1964), Diagnóstico de la
economía venezolana, Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, Cara-
cas, pp. 47-82.
Juan Pablo Pérez Alfonzo sigue de asesor: su moderación y prudencia se han limi-
tado a pedir que los expendios de productos refinados en el país sean administra-
dos por la empresa nacional de petróleo en un porcentaje moderado. El gobierno
lo decretó así, pero ni esto conceden de buena manera las compañías petroleras,
al parecer no dispuestas a que la Corporación Venezolana del Petróleo prospere ni
siquiera como una simple distribuidora de productos.
51 Pedro Esteban Mejías ha demostrado la naturaleza monopolística de la industria petrolera y del
mecanismo de los precios en su ensayo Monopolio y precios del petróleo, (Edición especial del
Boletín Bibliográfico, Instituto de Investigaciones de la Facultad de Economía, Universidad
Central de Venezuela, Caracas, 1963).
98 Venezuela violenta
compañías se incluyen generosas partidas para colegios, universidades e institu-
ciones culturales, así como para el financiamiento de investigaciones, becas para
cursar estudios en institutos norteamericanos, filmación de documentales de in-
terés científico o turístico, fundaciones culturales y científicas, mesas redondas,
seminarios, conferencias, ediciones, programas radiales y televisados, formas que
sirven todas a un objetivo preciso: penetrar en las escuelas, en los colegios, en las
universidades, en las instituciones de la cultura, en los hogares, en la conciencia
y en la mente de los venezolanos sobre los cuales, día y noche, se ejerce el influjo
de las más sutiles técnicas que la propaganda psicológica ha logrado crear para
convencer, adormecer o neutralizar a una sociedad colonizada.
Veamos, ligeramente, algunos datos que fueron tomados del plan del Ser-
vicio de Información de los Estados Unidos (USIS) para 1964 y publicados
por Federico Álvarez en la edición del 7 de marzo de 1964 en el Semanario Qué
pasa en Venezuela:
Los programas radiales del USIS se transmiten gratuitamente por 80 de las 90 esta-
ciones de Venezuela, un promedio de 2 horas y media al día en cada estación (200
horas al día); 50 noticieros y documentales del USIS son televisados cada mes en la
TV venezolana; se publica material periodístico anónimo en cada diario importante;
las películas de USIS utilizadas por la mayor cadena de cine alcanzan una audiencia
estimada en 250.000 personas.
Y por si todo fuera poco, las propias redacciones de los periódicos han sido invadi-
das por profesionales del periodismo que perciben regalos y remuneraciones fijas
de los departamentos de relaciones públicas de las compañías y del gobierno.
El petróleo, como Dios, está en todas partes al mismo tiempo, aun cuando, a veces,
no se le pueda ver o adquiera como Proteo, mil formas diferentes para descon-
certar y aniquilar a quienes osen atravesarse en su camino. Venezuela vive bajo
la tiranía de ese dios cuyos sacerdotes mascan chicle, fuman pipa y distribuyen
premios y castigos entre los nativos que se sometan a su culto o que se atrevan a
desafiarlo. Venezuela es el paraíso de la inversión extranjera, la tierra de nuestro
señor petróleo. Venezuela es una colonia yanqui.
Franz Fanon
Los condenados de la tierra.
La burguesía estéril
Aquella burguesía comercial que surge y convive con el sector latifundista a lo lar-
go del siglo xix, que se eleva en importancia y se asocia con el capital europeo bajo
el régimen autocrático y civilizador de Guzmán Blanco y que entra en conflicto
con el feudalismo improductivo hacia fines del siglo xix y comienzos del siglo xx,
según lo hemos visto en el capítulo I de este ensayo, va a recibir del sector petro-
lero un impulso decisivo y, en menos de dos décadas, se va a transformar de una
clase sujeta a la suerte de las exportaciones de café, cacao y cueros en un poderoso
sector comercial y financiero, el cual va a servir de intermediario entre los grandes
exportadores de manufacturas de los países avanzados y los receptores internos
del ingreso petrolero. A través de ellos se escapan al exterior los residuos que bajo
forma de impuestos y de gastos directos va dejando en el país la explotación de
los hidrocarburos: lo que no se va como ganancia (transferencia directa) de las
compañías hacia sus casas matrices, se va por el desaguadero de un comercio que
importa desde los consumos más imprescindibles (alimentos, medicinas, vestidos)
hasta los más superfluos y lujosos (bebidas, joyas, perfumes, automóviles). El
mecanismo es sencillo como corresponde a una economía colonial: las empresas
La burguesía estéril tiene una institución que la representa con toda ortodoxia ideo-
lógica: se trata de la Cámara de Comercio de Caracas, fundada hace cien años y
organizada hoy con asesores experimentados e inteligentes que defienden y tratan
de imponer con agresividad su peculiar concepción del liberalismo económico y
del papel del Estado frente a la empresa privada. Hacer la historia de la Cámara de
Comercio de Caracas es hacer la historia de la burguesía estéril, una historia llena
de oscuros pasadizos, de tortuosos caminos y de hábiles maniobras, con su parte
jugada en los episodios decisivos de un siglo de historia económica y política.
Pero esta verdad tiene que ser negada por quienes deben su ser social precisa-
mente a la existencia, conservación y prosperidad de aquellas desigualdades. Es
a esta clase y al sector del capital extranjero monopolista a quienes interesa que
aumente la riqueza sin que se mejore una distribución que ha sido adaptada a sus
intereses.
Esto explica la oposición cerrada frente al control público de las industrias básicas,
las presiones ejercidas sobre los poderes públicos para evitar reformas impositi-
vas, regulaciones de alquileres, de precios, de inversiones extranjeras, de impor-
taciones, etcétera, etcétera. Igualmente, ello explica las presiones ejercidas para
que el gobierno consulte con los organismos de la burguesía cualquier proyecto de
ley o reforma económica antes de ponerla en vigencia52. Por intermedio de estos
organismos gremiales, las empresas extranjeras intervienen en la formulación de
la política económica, y como tales empresas dominan el panorama económico del
país, no es exagerado concluir en que el capital extranjero conduce la política eco-
nómica oficial. Tal es, objetiva y crudamente hablando, la lucrativa y despreciable
misión que en Venezuela cumple la burguesía comercialista y financiera, una clase
estéril y traidora.
La burguesía productora
El pueblo se muestra, con razón, escéptico ante la tesis de una “burguesía mala”
y una “burguesía buena”. Tal escepticismo es producto de siglo y medio de frus-
traciones, acentuadas en los últimos cuarenta años de formación de una oligarquía
del dinero, madrinera del capital extranjero y apadrinadora de una “democracia
formal” cortada a la medida de sus intereses. La intuición popular cubre con la
denominación de “ricos” a toda esa vasta fauna del poder económico, desde el
terrateniente tradicional hasta el comerciante importador, conjuntamente con el
52 Esta burguesía intermediaria considera que tiene derecho –y en la práctica lo ejerce– de vetar
disposiciones de política económica que no armonicen con sus negocios. Últimamente ese veto
ha sido ejercido con resultados prácticos en lo que atañe a la política petrolera sustitutiva de con-
cesiones, a la reforma tributaria, al aumento del precio de la leche, la eliminación de medidas de
protección industrial para favorecer los intereses del comercio importador, y así sucesivamente.
Hay, sin embargo, una burguesía llamada con cierto optimismo “burguesía nacio-
nalista” constituida por un grupo cada día más numeroso de empresarios nuevos
que, dentro de la agricultura y de la industria, están dedicados a la producción
interna de bienes nacionales. Son los agricultores capitalistas y los industriales
manufactureros. Su aparición es de reciente data y solo puede estudiarse como un
fenómeno de posguerra, aún en plena evolución y sin una fisonomía definitiva y
precisa.
El esquema no es tan sencillo como a primera vista parece pues no existen fron-
teras precisas entre una y otra capa de la burguesía. Es más, en el linde de una y
otra, se ha venido formando una especie de empresario híbrido que participa por
igual de la condición de importador y de productor y cuya conducta social y polí-
tica refleja la incertidumbre de su ambivalencia. A esto debe añadirse que aún los
empresarios netamente productores, lo son forzosamente a medias, sobre todo en
el campo industrial, debido a que para la elaboración de sus manufacturas deben
emplear, en promedio, un 50% de materias primas e insumos importados53.
53 “Podemos decir –señala el profesor Armando Córdova– que hasta ahora el desarrollo industrial
venezolano es, en buena parte, una prolongación subsidiaria de la industria extranjera, poco inte-
grada al resto de la economía nacional. En este sentido, la industria guarda algunas de las carac-
terísticas del comercio importador y en ciertos casos se confunde con él”. (Córdova, Armando:
“Consideraciones acerca del tipo de desarrollo alcanzado por la economía venezolana”, en: revista
de Economía y Ciencias Sociales, abril-junio de 1963, pp. 5-46, página citada: 39).
Hasta 1958, Fedecámaras estuvo dirigida por hombres del gran comercio y de la
banca, cuya vasta experiencia buscaba la armonía entre el mundo de los negocios
y los intereses de la dictadura, todo ello con suma discreción apenas rota por la
imprudencia de algún acto espectacular, como aquel de la cena pública con el dic-
tador Marcos Pérez Jiménez. En 1958, ante la explosión y el auge de la concien-
cia revolucionaria del pueblo, Fedecámaras no tuvo otra alternativa que vestir un
atuendo progresista: fue entonces cuando Alejandro Hernández y Reinaldo Cervini,
dos representantes de la burguesía productora, vencieron en las elecciones de la
asamblea anual e imprimieron a la institución un vuelco nacionalista. Los altos
jerarcas del poder económico, esos que no asisten a las asambleas pero envían
emisarios y recados a los asambleístas, tuvieron que soportar, para salvarse, la
presencia de Ramón Quijada –dirigente campesino– quien, metralleta al hombro,
se paseaba del brazo de un don Feliciano Pacanis, presidente de la Cámara de Co-
mercio y oligarca viejo, en procura de un fusil para defender la democracia.
Luego llegó al poder Rómulo Betancourt y ya no tuvo por qué ser nacionalista
Fedecámaras: volvieron las viejas fuerzas de la banca, de la construcción y del
comercio a tomar la batuta, y la presidencia de la junta se puso en manos de un
antiguo comerciante importador. El nacionalismo, sin embargo, no había cruzado
en vano por la dirección de Fedecámaras: industriales y agricultores capitalistas,
más seguros de su fuerza, han venido conquistando posiciones y condicionando
con una influencia creciente la conducción de la política empresarial hasta el pun-
to de que hoy se logra mantener un equilibrio precario gracias al “justo medio”
de aquellos empresarios híbridos, mitad comerciantes y un tanto banqueros cuya
función directiva es la de mantener el fiel de la balanza.
Solo si vemos esto con claridad podemos entender la naturaleza del conflicto de
Fedecámaras. Así, cuando uno de estos señores de la Cámara de Comercio, por
ejemplo, habla de la “libre empresa”, debemos entender que habla contra aque-
llas intervenciones del Estado que, de una manera u otra, limitan los privilegios
particulares del grupo. Cuando alguien que tiene dineros invertidos en Avensa o
en Viasa (dos líneas aéreas privadas) cita a Wilheim Röpke para afirmar que el
gobierno es un mal administrador, debemos entender que aspira al monopolio de
las rutas nacionales e internacionales y que desea y presiona la eliminación de la
empresa aérea estatal. Aquellas ideas sirven, pues, a estos fines y ello explica por
qué unos señores que tienen tan claro el sentido de la productividad económica se
gastan cien mil bolívares para que se les ensamble la “Carta económica de Méri-
da” (comentada en páginas anteriores) y doscientos cincuenta mil bolívares para
que se les prepare una ponencia sobre “Planificación democrática”.
La Federación de Cámaras está integrada, como ya hemos dicho, por estos dos
sectores y ha logrado mantenerlos en convivencia desde su fundación (1943)
hasta hoy. No está planteado, tampoco, el rompimiento inmediato y brusco en
la actualidad: su tolerancia recíproca o su choque abierto reflejan y dependen de
variables tanto en la estructura económica como en la superficie política. En efec-
to, mientras el proceso industrial no adquirió un desarrollo que lo acercara a las
magnitudes relativas del comercio y mientras la agricultura capitalista no adquirió
personalidad técnica, el comercio y la banca dominaron a su antojo y disfrutaron
paradisíacamente de un mercado de cuatro esquinas: petróleo, presupuesto, cons-
trucción e importación.
Aunque menos poderosa y en algunos aspectos bastante infiltrada por intereses forá-
neos, la burguesía productora tiene de su lado fuerzas históricas determinantes. No
tiene ni la claridad de objetivos, ni la magnitud de los capitales ni el ejercicio del
poder económico que caracterizan a su rival, pero las condiciones están dadas para
que continúe el ascenso y asegure la supremacía. De sus dirigentes depende que se
atrase, se desvíe o se adelante el papel que están llamados a jugar en el proceso de
independencia económica. Si en este sector hubiese una mayor conciencia de ese
papel, comprenderían sus integrantes que la lucha por sus intereses coincide con los
objetivos inmediatos de la liberación económica de Venezuela y que mientras más
se acerquen y estrechen lazos con los sectores nacionalistas empeñados en esa lucha,
mayor será su fuerza para vencer en un conflicto que trasciende los límites gremiales
de Fedecámaras y se constituye en parte de un proceso nacional cuya dinámica se
proyecta hacia etapas más avanzadas de nuestra evolución social.
Frente a la estructura neocolonial que hemos descrito no hay otra alternativa que
no sea la liberación económica, social, política y cultural del país. Estas fuer-
zas tienen, conjuntamente, el mandato histórico, la responsabilidad, el compro-
miso de luchar por ella hasta conquistarla. No hay evasión ni escapatoria que no
sea una traición. Este es el sentido de la lucha fundamental que se desarrolla hoy en
Venezuela y que el mundo entero observa. La libertad del hombre venezolano ac-
tual consiste, precisa y objetivamente, en el compromiso revolucionario, en la toma
de conciencia y en la acción consecuente para transformar un país colonizado en
un país realmente libre. Los primeros en dar su contribución han sido los obreros,
los estudiantes y los campesinos. Se han venido sumando a ella los intelectuales
de vanguardia. Es necesario ahora sumar, aglutinar, incorporar nuevos efectivos a
una lucha que es irreversible como la historia. Es el tiempo de avanzar.
Aimé Césaire
“El rebelde”.
El país violento
Mariano Picón Salas despachaba todo esto de la violencia diciendo que nuestro
pueblo es “levantisco”. Sin embargo, hemos comprobado en las páginas anteriores
que este pueblo, lejos de ser levantisco es paciente hasta extremos imponderables:
la Emancipación fue el banquete de los “mantuanos”, la Federación hizo a los
generales más ricos y a los campesinos más pobres. Guzmán fue un demagogo,
Cipriano Castro un libidinoso y Gómez un terrateniente cruel. Se descubrió el pe-
tróleo, llegaron la Standard y la Shell, la burguesía comercial y los terratenientes
les sirvieron de mampara, y el imperialismo hizo las delicias de los Valladares,
los Gómez, los Boulton y tantos otros apellidos intermediarios entre los nuevos
colonizadores y la riqueza nacional. El pueblo, al decir campechano del general
Gómez, “estaba callado”.
La violencia, sin embargo, estaba latente porque no se había resuelto para los
venezolanos, el problema fundamental de ser independiente. Mucho hizo Bolívar,
bastante hicieron Zamora y Falcón, pero seguía en pie la razón de la violencia: una
sociedad compuesta por explotadores y explotados no había alcanzado la autono-
mía para decidir su vida, su fortuna y su destino.
Pero no nos engañamos, los errores de Betancourt y los disparos de los policías,
fueron solo el detonante de un explosivo cuya carga viene alimentándose con todas
las frustraciones de nuestra historia. El drama por él desatado no era un episodio
circunstancial sino un episodio decisivo en el destino histórico de Venezuela. Un
proceso envolvente, que en los primeros años afectaba directamente a dos organi-
zaciones políticas (Partido Comunista, Movimiento de Izquierda Revolucionaria)
y al Gobierno que las combatía, hoy afecta y conmueve a la sociedad entera, com-
prometida inevitablemente en la alternativa de la violencia y de la pacificación.
55 Sobre este punto, véase: Díaz Rangel, Eleazar. Reportajes (ya citado), p. 61 y siguientes.
Testimonio rojo
Las convulsiones intestinas han dado sacrificios, pero no mejoras, lágrimas pero no
cosechas. Han sido siempre un extravío para volver al mismo punto, con un desengaño
de más, con un tesoro de menos56.
Y cuando penetra en las causas del malestar de nuestra América señala, como una
de las principales, a la revuelta armada:
...para todo, como remedio único, el conciliábulo, el plan secreto, el fusil faccioso y,
tras esto la llama de la guerra civil que a poco se extiende y azota. Las sociedades,
como los líquidos que, descansando, es que logran precipitar y echar al fondo sus heces,
han menester también de paz para descartarse de vicios y resabios y, hasta de malos
hombres que solo medran al favor de condiciones turbias, y dejar así limpio y sano el
cuerpo...
Como muchos de estos pueblos, por razón de no tener todavía grandes premios, gran
riqueza creada ni grandes industrias... son pueblos pletóricos, es decir, en que todo el
poder de la vitalidad reside en la cabeza o en el gobierno que rige, echado este abajo
por una revuelta, los elementos de reconstrucción que quedan no son bastante eficaces
para el objeto, y de resultas, de en medio de esa debilidad y anarquía, que por lo mismo
que lo es, produce fuerzas dispersas, lo que se ve salir es caciques lugareños, héroes de
machete y campeones de matanza...57.
56 Acosta, Cecilio (1909). “Cosas sabidas y cosas por saberse”, en: Obras. Edit. El Cojo, Caracas,
Vol. III, p. 267.
57 Acosta, Cecilio: “El general Julián Trujillo y consideraciones sobre política general y de actuali-
dad”, en: Obras (ya citada), pp. 299-300.
58 López Méndez, Luis (1961). “Los partidos políticos” (Mosaico de política y literatura), en: Doc-
trina positivista. Edición del Sesquicentenario de la Independencia. Caracas, T. II, p. 244.
Si tenemos clara la distinción histórica entre las dos situaciones de violencia com-
prenderemos, entonces, el anacronismo y la contradicción que entrañaría aplicar
al sentido de la violencia actual los conceptos de aquellos ideólogos positivistas
cuyas ideas se movían dentro de un marco caudillista. En otras palabras, quien se
proponga reflexionar seriamente sobre el problema actual, no puede confundir los
contextos históricos de la violencia ni identificar social, política o militarmente a
las modernas guerrillas llamadas de liberación nacional con las guerrillas tradicio-
nales que llenan el anecdotario político del siglo xix y primeras décadas del siglo
xx en Venezuela y en otros países latinoamericanos.
Esta observación tan obvia parece necesaria, sin embargo, ante el manejo que al-
gunos intelectuales y políticos hacen de la falacia mencionada. En efecto, recorda-
mos que Mariano Picón Salas –para no mencionar a Juan Liscano– se apoyaba con
59 Zumeta, César: “El costo de nuestra política”, en: Doctrina positivista (ya citado), p. 244.
Ahora, de que Pocaterra conocía las fuerzas internacionales en juego no cabe duda
cuando leemos el siguiente texto:
Se dice que Preston Mac Goodwin, el ministro de los Estados Unidos de América en
Caracas, el hombre que ponía las notas “fuertes” en los días postreros de la guerra eu-
ropea y que hizo quitar del Ministerio del Exterior al doctor Bernardino Mosquera para
poner a Gil Borges, quien podía “tratar mejor sus asuntos”, ha sido delator y atizador de
las denuncias contra lo del “golpe de Estado” y “la manifestación...60.
Las manifestaciones estudiantiles de 1910 a 1918 tienen, sin duda, un signo an-
tiimperialista, pero entonces se trata de un reflejo sentimental del arielismo, lanza-
do por Rodó y estimulado por la intromisión militar de Estados Unidos en América
Latina. Es entre 1919 y 1929, o sea, entre el abortado golpe contra Gómez (1918-
1919) delatado por un oficial y la toma de Curazao (1929) y subsiguiente invasión
de Venezuela, cuando se opera un cambio esencial en la concepción revolucionaria
de las vanguardias políticas de Venezuela61.
60 Pocaterra, José Rafael (1956). Memorias de un venezolano de la decadencia, en: Obras selectas.
Madrid-Caracas, Edime, p. 1302.
61 Dos revolucionarios venezolanos –Gustavo Machado y Salvador de la Plaza– compañeros de lu-
chas y de exilio durante esta década, se ponen en contacto con el pensamiento y las organizaciones
marxistas de Europa y de América Latina y comienzan a dilucidar científicamente aquel cambio.
Corresponde a Salvador de la Plaza el haber enjuiciado en la primera edición del periódico Liber-
tad, por él dirigido, (México, 1928) el sentido anticaudillista del movimiento cívico-militar de
1918-1919 y el haber señalado, a renglón seguido, el nuevo contexto antiimperialista de la lucha.
Entre los universitarios, solamente los cursantes de Ciencias Políticas y Sociales tienen
conocimiento, y muy relativo, del comunismo, lo discuten dentro del cuadro discipli-
nario de algunas materias... y solo como doctrina, desde un punto de vista nuevamente
docente. Algunos no se encuadran dentro de esa limitación de conocimientos y por
propia cuenta se leen a Marx, a dos o tres de su exegetas, al Ideario y algún libro de
Trostki. Y a eso se reduce el arsenal intelectual del más erudito “bolchevique” de la
Universidad64.
Era muy poco, teóricamente, pero era bastante para ir definiendo y canalizando la
violencia de una juventud ya encendida por la fe revolucionaria de Sacka Yegulev,
ya atacada por la campaña “anticomunista” del ministro Arcaya y ya consciente
del papel de los grandes monopolios norteamericanos en el suelo de América. En
el amanecer de la conciencia y de la lucha antiimperialista hay mucha confusión
todavía, y ello explica por qué, en la obra que comentamos, surge como argumento
para atacar a Gómez el de que, bajo su tiranía, “la propiedad privada perdió su
sentido de cosa sagrada”65, inconsecuencia que se justifica, tanto por la validez de
un ataque contra el saqueo y el despojo gomecista como por la necesidad táctica
de ganar para la lucha a sectores de la burguesía afectados por la rapacidad del
régimen, solo que se les fue la mano (el texto pertenece a Betancourt) en lo de
62 Véase de Gustavo Machado: El asalto de Curazao (prólogo de Miguel Otero Silva), Imprenta
Myria, Barcelona, España (sin fecha); y de Carlos Flores: El terror y el trabajo forzado en Venezuela,
2ª edición, Edit. Novedades, Managua, 1938. (La 1ª edición, Colombia, 1933).
63 Se trata de En las huellas de la pezuña (prólogo de José Rafael Pocaterra), Editado en Santo
Domingo, 1929.
64 Obra citada, p. 15.
65 Obra citada, p. 19.
los llamados a destrozar esa tramoya donde se esbozan todas las fuerzas enemigas de la
tranquilidad y de la integridad de América son los universitarios unidos en frente único
con el proletariado66.
El Libro rojo (1936) publicado bajo el gobierno del general López Contreras para
denunciar las actividades comunistas en Venezuela67 es un documento imprescin-
dible para seguir la marcha de aquel cambio de conciencia revolucionaria entre el
caudillismo (degeneración de la violencia feudal y antifeudal) y la violencia impe-
rialista y antiimperialista bajo cuyo signo predominante vivimos todavía.
66 Ibídem, p. 21.
67 Estados Unidos de Venezuela, Servicio Secreto de Investigación: La verdad de las actividades
comunistas en Venezuela, Caracas, 1936. En la portada, la siguiente leyenda: “Relación y parte de
la numerosa documentación que posee el Servicio Secreto de Investigaciones acerca de la realidad
de la propaganda comunista en el país”.
Mejor que el documento escueto, por el interés universal que despierta el hecho
humano tratado con sensibilidad y con capacidad creadora, es el testimonio ro-
jo en obras literarias trabajadas con lealtad realista. En este sentido, la violencia
imperialista y su reflejo en este rincón del mundo que se llama Venezuela, cuenta
con tres fundamentales testimonios: Se llamaba S. N., una novela de José Vicente
Abreu (testigo y víctima de las torturas en el campo de concentración de Guasina
durante el régimen de Pérez Jiménez) en la cual, con serena grandeza admirable
en quien fue vejado, se entrega, para que el mundo nunca olvide, la trágica odisea
de un grupo de hombres, el autor casi adolescente entre ellos, sometidos al más
feroz aniquilamiento por el delito de poner sus vidas al servicio de la liberación
de su país.
68 Venezuela bajo el signo del terror, 1948-1952. Edit. Centauro, México, 1952.
Las circunstancias que rodean la muerte de Lovera –dice José Vicente Rangel–; el
ensañamiento contra el detenido, la tortura, la brutal y fría decisión que movió a los
victimarios, es decir, todo ese clima espeso, mefítico, propicio a la consumación de
este crimen político sin antecedentes en Venezuela, no podrá ser descifrado por quienes
busquen una respuesta en la superficie de los métodos policiales. La clave de todo
lo ocurrido está en la esencia de una política que circula a través de sutiles canales,
integrada verticalmente, autorizada unas veces, otras con tácito respaldo, pero en todo
momento oculta tras los pliegues de ciertas apariencias democráticas70.
A nosotros nos correspondió, por generosa distinción del autor, escribir un prólogo
para Expediente negro. De lo que allí decimos tomamos lo siguiente para cerrar
este capítulo incompleto sobre un expediente de violencia que no se ha cerrado
todavía:
El caso Lovera, como se le conocerá en la historia, ha servido para poner en claro las
fuerzas antagónicas que hoy se manifiestan y disputan la conducción de Venezuela.
Hemos hablado de los ejecutores directos de esa muerte. Queremos ahora decir que
ellos constituyen la parte final de una pirámide sangrienta cuya base está formada por
69 Habría que añadir en el plano literario, otras obras como Ficción 67 que recoge relatos de Héctor
Malavé Mata, Gustavo Luis Carrera, Adriano González León, Enrique Izaguirre y Héctor Mujica,
unidos por el tema de la violencia. Debemos advertir, sin embargo, que no nos hemos propuesto
una revisión completa de los contextos literarios de la violencia lo cual exige, por sí solo, un ensa-
yo aparte que tome en cuenta la diversidad de tratamiento ideológico y estético del tema. Hemos
buscado contextos políticos testimoniales dentro de la literatura y los hemos encontrado, para la
época de Pérez Jiménez, Betancourt-Caldera y Leoni-Villalba, en las novelas de Abreu, Otero
Silva y González León.
70 Rangel, José Vicente (1967). Expediente negro. Edit. La Muralla, Caracas.
Así como hay un engranaje internacional poderoso para impedir y silenciar los
expedientes negros que denuncian la corrupción y los crímenes de las clases do-
minantes, hay también un engranaje internacional dinámico para la solidaridad
con los ofendidos, humillados y explotados: Expediente negro ha desenmascarado
a un sistema fariseo que esconde crímenes horrendos con un velo formal de leyes
prostituidas y que perdió el respeto por el derecho elemental de la vida.
Y queda ante nuestro país y ante el mundo el expediente abierto de una causa que
habrá de cerrarla una justicia revolucionaria por la cual murió Alberto Lovera y
por la cual han sido perseguidos, torturados, asesinados y “desaparecidos” tantos
hombres y mujeres sobre la violenta geografía de Venezuela. Ellos enlazan sus
vértebras y juntan los ríos de su sangre con la sangre y las vértebras de los caídos
por la liberación de otros pueblos sobre la faz de un mundo donde los oprimidos
aprendieron y aprenderán, con dura lección, que la violencia de los explotadores
solo puede ser vencida por la violencia de los oprimidos.
¿Qué sentido tiene que, para hablar de la violencia en Venezuela, hayamos acudido
a la historia del problema agrario, al análisis del sector industrial, a la síntesis de
la colonización económica del país mediante las inversiones de capital extranjero
y, finalmente, a la disección de la burguesía venezolana, y a la caracterización de
sus dos capas? Tales incursiones nos han llevado a fortalecer conclusiones muy
precisas cuyo valor no reside en su novedad –casi todas enriquecen la cantera del
combate diario– sino en su comprobación histórica y científica. Recordaremos,
brevemente, las siguientes:
Por su parte, el análisis del sector industrial nos muestra, objetivamente, a una
industrialización importadora, aislada y mediatizada por el capital extranjero, des-
ligada del sector agrícola e incapaz de absorber más del diez por ciento de la
población activa del país. Una industrialización así conducida no resuelve el pro-
blema de la injusticia económica comprobada en el sector rural ya que deja afuera
los excedentes con que toca a sus puertas la migración rural-urbana.
La otra conclusión que se desprende de nuestro estudio, con una evidencia plena y
con la fuerza de los acontecimientos en trance de parto es la necesidad, la urgen-
cia, la inevitabilidad de ese cambio de la estructura, expresión que recupera toda
su frescura vital cuando lo seguimos, como hemos hecho en este ensayo, desde sus
raíces hasta sus floraciones.
¿Cuáles son las fuerzas que están emplazadas por el compromiso de realizar el
cambio? Hemos visto que las fuerzas comprometidas a conservar la deformación
estructural son las del capitalismo extranjero, las de la burguesía asociada a ese
capitalismo y el gobierno que refleja los intereses de una y otra. Frente a ellas, es-
tán las clases directamente explotadas y víctimas de ese orden institucionalmente
remachado. Son los campesinos y los obreros en primer término, son los sectores
pauperizados de la pequeña burguesía, marginados por una riqueza concentrada
en las alturas, son los estudiantes que constituyen vanguardia de la juventud vene-
zolana y el símbolo histórico de la pureza, la gallardía y el coraje revolucionario,
son los intelectuales y los artistas revolucionarios cuyo papel no se ha definido
con claridad en Venezuela y cuyas fluctuaciones presentes tienen que dar paso a
la conciencia lúcida, al compromiso y a la combatividad, y son también, dentro
de sus limitaciones y de sus escorias fronterizas, los hombres de esa burguesía
nacionalista que aún no se atreven a romper la cáscara de su enajenación, pero
Nadie que ame de este modo la vida y el mundo hasta el punto de querer trans-
formarlo en algo mejor para todos puede ser un maniático, un asesino o un cultor
de la violencia por la violencia misma. Muy al contrario, cuando se desea entra-
ñablemente y se lucha por una realidad nueva se quiere conservar la vida para ver
fructificar esa nueva realidad. Lo que no debemos olvidar, porque es una verdad
sencilla como todas las grandes verdades, es que a tal punto se identifica en el ser
revolucionario la voluntad y la decisión de transformar el mundo, que esa decisión
y voluntad llenan su vida, se confunden con ella, le dan su primordial sentido y
ya son indesligables hasta el punto de que el verdadero revolucionario prefiere
sin vacilaciones correr el riesgo de la muerte que aceptar la pérdida o admitir la
renuncia de su condición de revolucionario.
Y eso, precisamente eso, es lo que ha pasado allí donde el conflicto entre explo-
tadores y explotados ha originado movimientos de liberación cuando las fuerzas
dominantes se han opuesto desde sus posiciones de poder económico y de poder
político al avance de las fuerzas renovadoras y han decretado su aniquilamiento
lanzando sobre ellas todo el peso de sus instituciones y de sus armas, cerrándoles
el paso con todos los medios que les permite su poderío y reduciéndolas a la úni-
ca alternativa válida en este caso, la alternativa violenta, el derecho a la rebelión
siempre subyacente en la base misma de la soberanía popular y en la condición y
dignidad del oprimido.
Este es el factor estimulante de la violencia por la vertiente del poder político. Por
la vertiente de las masas están obrando los estímulos históricos, las raíces de la
violencia en Venezuela, y obra, también, un factor exógeno importante: el ejemplo
triunfante de la revolución cubana, una demostración cercana, concreta, convin-
cente y duradera de que en América Latina es posible liberarse del yugo imperia-
lista y de las coyundas de una oligarquía asociada con gobiernos militaristas para
la empresa de explotar a un pueblo. Es tan arrollador el ejemplo, tan estimulante
la lección y tan imbatible el poder surgido de la entera identificación de un pueblo
con su revolución, que su experiencia actúa sobre la conciencia de las masas po-
pulares de América Latina con mayor eficacia que todas las explicaciones, todos
los discursos y todas las teorías.
En Venezuela hay que romper el tabú que impide el debate sobre el significado de
la lucha armada y de las guerrillas que han venido desarrollando una experiencia
de guerra en las montañas de Falcón, de Lara, de Trujillo, de Miranda, de Monagas, en
los llanos de Barinas y en otras regiones del país. El mismo celo, el tono amena-
zante y las vías penales que el Gobierno y Ejército adoptan frente a quien se atreva
a penetrar en el análisis de la violencia y de la represión con un lenguaje que sea
el permitido por la propaganda oficial es ya un indicador de que algo podrido anda
en Venezuela.
Y este algo podrido es la estructura monstruosa cuyo velo hemos descorrido para
hacerla aparecer con toda la repugnancia de su cáncer avanzado. Las fuerzas que,
gracias a esa estructura, succionan y concentran la riqueza no están dispuestas a
ceder sus privilegios, y si aceptan el juego democrático es solo en la medida y
hasta el límite en que no sean afectadas sus prerrogativas de dominio económico
y político. La penetración de sindicatos y ligas campesinas, la división impues-
ta desde arriba, la ilegalización de las organizaciones políticas más radicales, la
violación del fuero parlamentario, la utilización caprichosa de las leyes, la pros-
titución de la justicia, el cierre de periódicos, la prisión de obreros, campesinos,
intelectuales y estudiantes, la apertura de campos de concentración más atroces a
la Guasina de Pérez Jiménez, las torturas, los fusilamientos y las “desapariciones”
de dirigentes de izquierda, constituyen las pruebas más contundentes de que la paz
que las clases dominantes quieren imponer en Venezuela corresponde al género
de paz inaceptable para el ser revolucionario de los venezolanos porque es la paz
humillante de la explotación colonialista, de la injusticia económica y de la ena-
jenación. No nos engañemos sobre esto ni cometamos la ingenuidad de creer que
podemos engañar a las clases dominantes.
En Venezuela no están cerrados los caminos de la paz. Hay caminos abiertos, pero
a condición de que entendamos la verdadera lección de la violencia que, como
todas las enseñanzas profundas, es bien sencilla y consiste en comprender, ahora
mismo y por parte de quienes deben comprenderlo, que no se realizan transfor-
maciones fundamentales, ni se cambian las estructuras deformadas de un país, ni
se gobierna a un pueblo impaciente por una vida mejor solo mediante la utiliza-
ción de policías y militares. Y esto es, precisamente, lo que hizo el gobierno de
Rómulo Betancourt y de Rafael Caldera y está haciendo ahora el de Raúl Leoni y
Jóvito Villalba71: gobernar con la Constitución en la boca y la ametralladora en las
manos; gobernar sin principios, de espaldas a las masas populares; gobernar sin
ideales, sin juventud y sin poder, porque el poder lo ejercen, en esencia, el capital
monopolista extranjero y la oligarquía asociada a ese capital. Gobernar, en fin, por
el placer senil de gobernar.
En el momento en que escribo, esa imprescindible unidad no existe. Aún hay dis-
persiones, aún hay aristas que rozan y resquebrajaduras abiertas, pero la historia
las está juntando con su dialéctica implacable. La juventud de ideas avanzadas,
que por errada ubicación milita todavía en los partidos tradicionales, no tardará
en desprenderse, se está desprendiendo ya, de la matriz podrida para acercarse y
engrosar la cepa nueva. Crece el ejército de los desempleados y de los desconten-
tos. Crece también la conciencia de liberación, y en la medida en que esta con-
ciencia se imponga veremos que aquella aparente base sindical y campesina que
Betancourt obsequió traidora y servilmente a las derechas de este país, valiéndose
para ello de conductores corrompidos y a sueldo, encontrará nuevamente el cauce
legítimo de su lucha en el seno de su clase.
Este movimiento no quiere la guerra por la guerra misma, ni tiene una vocación
morbosa de violencia. Tiene la tranquilidad, la fuerza y el dinamismo de las de-
terminaciones históricas. Todos los que en él estamos queremos vivir para realizar
71 Al entrar en prensas este libro, ya el Dr. Villalba se había separado de su coalición gubernamental
con Acción Democrática a fin de realizar una campaña electoral fuera del gobierno, y hasta en la
oposición. Sin discutir el fondo ético de estas decisiones, ni las razones políticas que los partidos
tienen para estos movimientos, nosotros registramos el hecho de su prolongada asociación con
Leoni porque ello entraña una responsabilidad histórica para el Dr. Villalba y para su partido.
Las causas de este fenómeno son bien conocidas: Venezuela se lanza al desarrollo
industrial moderno sin obreros especializados, sin gerentes y sin experiencia. Si
algo responde en esa etapa es, precisamente, la voluntad de industrializar a toda
costa: la escasez de mano de obra entrenada y relativamente barata estimula la
72 Trabajamos con cifras de Cordiplan: El desarrollo industrial de Venezuela. Caracas, 1968, cuadro Nº 1.
73 En todo nuestro enfoque, los valores absolutos y relativos los daremos siempre con exclusión de
los productos de refinerías porque consideramos a esta rama como parte integrante de la industria
petrolera y no como rama del sector manufacturero.
Se va organizando así, para las etapas finales de la producción –que son las que,
en rigor, cubre la industria manufacturera descrita– un complejo de alta tecnología
que solo exige, para su operación y control, unos cuantos ingenieros especializa-
dos –casi siempre extranjeros– y unos cuantos obreros para la vigilancia. De este
modo el inversionista resuelve dos problemas a la vez: el de la disparidad entre
productividad y salario y el de los problemas sociales en potencia que todo agru-
pamiento obrero puede generar.
Este aspecto tiene gran importancia cuando hagamos referencia a la cuestión tec-
nológica, punto que trataremos más adelante. Por ahora basta con señalar como
advertencia para el lector, que debido a la tendencia anotada, la industria manu-
facturera venezolana llega a 1960 con una capacidad instalada que sobrepasa en
un 50% la demanda efectiva, es decir, que el subsector fabril de la industria manu-
facturera, como consecuencia de una importación tecnológica inadecuada, estaba
trabajando a media capacidad.
Estadísticamente, estas relaciones simples nos estarían indicando que por lo me-
nos durante la década de los cincuenta, el proceso de sustitución de importaciones
dinamizó más la producción de bienes de capital y de intermedios que la produc-
ción de bienes de consumo final, lo cual estaría en contradicción histórica con las
tendencias del mismo proceso en el mundo subdesarrollado. La explicación nos
¿Qué relación podemos establecer en aquellos diez años entre el crecimiento in-
dustrial sustitutivo y el crecimiento de la economía en su conjunto?
A pesar del crecimiento acelerado, el producto bruto industrial apenas sube dos y
medio puntos en su participación dentro del producto territorial bruto al pasar de
9,03% en 1950 a 11,55% en 195975. Esta participación es realmente baja si se le
considera en relación con otros países del área (Argentina 23,4%; Brasil 20,6%;
Colombia 20,7%; Chile 17,45%; México 20,42%; Perú 17,31%). Y si la conside-
ramos en relación con los restantes sectores de la economía nacional, tendríamos,
al final del período, tres sectores que la superan en las siguientes magnitudes:
petróleo 29%; comercio 15,36%; y servicios 13,94%. Todo ello con el agravante
de que el sector agrícola venía disminuyendo su participación desde 7,97% hasta
6,3% en 1959, de manera que lo incrementado en industria en cierto modo com-
pensó lo deficitario en agricultura y, juntos los dos (17,85%) apenas alcanzaron las
dos terceras partes del peso conjunto de comercio y servicios (29,30%) mientras
que, dentro de la estructura económica general, seguía dominando el petróleo co-
mo sector fundamental.
75 Aquí utilizamos cifras del Banco Central (Informe Económico), cuyos cálculos excluyen la refina-
ción. Esto explica las diferencias con los cálculos de Cordiplan.
En primer lugar, la etapa inicial del proceso aludido se concretó esencialmente a una
diversificación “horizontal” de la producción, es decir, a la elaboración de un número
mayor de artículos para sustituir a los que antes se importaban. Ya virtualmente supera-
da la etapa fácil de sustitución y con un mercado nacional estrecho como el nuestro, el
impulso que ello implicaba tiende a ceder. En segundo término, la lentitud característica
de otro estadio del proceso –la diversificación “vertical” o en profundidad–, la cual se
ha iniciado76.
El producto generado por la actividad industrial durante el año 1969, expresado a pre-
cios de 1957, alcanzó la cifra de Bs. 5.018 millones, magnitud que supera en 5,2% el
nivel del año precedente. Este crecimiento calculado para el período 1960-1969 (7,5%),
pero superior al experimentado por el PTB total, con lo cual aumenta ligeramente la
participación del primero en el segundo, al pasar de 11,0% en 1968 a 11,2% en 196977.
Como puede verse, no solo disminuye el crecimiento relativo por menos dinamis-
mo del proceso, sino que continúa estancada la participación del producto indus-
trial en el producto global, en niveles relativos similares a los del final de la década
anterior. Aquí conviene, de nuevo y para orientación del lector, diferenciar las ci-
fras del Banco Central de las de Cordiplan: el primero basa sus cálculos en el sec-
tor fabril interno, es decir, excluye artesanía y refinación; mientras que el segundo,
incluye ambas magnitudes en las tasas de crecimiento y el valor de la producción
pero especificándolas por estratos en este último caso, lo cual explica que mientras
el Banco Central da una participación entre el 11% y el 12% en el PTB, Cordiplan
da una entre el 17% y el 18%. Diferencia tan acentuada corresponde al valor de
los productos refinados del petróleo que nosotros consideramos como una etapa
o parte del sector petrolero (véase nota 73). En cuanto a la artesanía, su dinámica
es precaria pues el valor de su producción (379 millones de bolívares en 1950) se
mantiene en niveles casi inmóviles (Bs. 413 millones en 1959 y Bs. 477 en 1964)
si se les relaciona con el resto de la producción manufacturera.
Para medir la intensidad del proceso, bastan las siguientes cifras y relaciones: en
1950, el capital existente para el conjunto de la economía, alcanza a Bs. 26.523
millones, el cual más que se duplica al final de la década alcanzando un capital
fijo existente de Bs. 55.162 millones. La relación es durante dicho lapso de 0,48
en promedio, solo que dicha relación no expresa las grandes disparidades entre los
diversos sectores, fruto de los desajustes de productividad entre los mismos, así:
mientras el sector agropecuario mantiene una relación producto-capital que oscila
entre 0,21 (1950) y 0,22 (1959), la industria manufacturera pasa de 0,51 a 0,82 en
el mismo lapso; y el conjunto de manufactura, minería, petróleo y construcción,
englobados bajo la denominación de “sectores de producción dinámicos”, arrojan
un promedio superior a 1,10.
Es obvio que la expansión posterior a 1960, estimulada por una política más cohe-
rente de sustitución de importaciones, se va a realizar en base al margen de aquella
capacidad ociosa. Ello explica por qué, aunque sigue aumentando la inversión bru-
ta fija del sector fabril, su intensidad disminuye comparada con aquella que vimos
78 Aún habría que ir más allá y despejar, dentro de la inversión bruta fija, qué proporción corresponde
a reposición por desgaste y cuál a inversión neta. Estamos utilizando datos del Banco Central,
Informe Económico de 1969, cuadros A-VIII-1 y A-VIII-3.
La inversión extranjera
Si penetramos más en este análisis desagregado, nos encontramos con que, ade-
más las industrias donde la inversión extranjera es mayor son, significativamente,
aquellas que mayor cantidad de insumos importan del exterior: las industrias me-
tálicas, las químicas y la de materiales de transportes constituyen el 40% (unos Bs.
4.000 millones) de los insumos totales importados durante el periodo reseñado.
Las industrias se establecen para la elaboración de las etapas finales e importan de
proveedores extranjeros –generalmente de las propias casas matrices–, los produc-
tos semielaborados con lo cual entran a gozar de privilegios no reservados al ca-
pital criollo: ventajas de suministros, de créditos y de precios, las cuales, añadidos
a la protección industrial del Estado (crédito público, exoneraciones arancelarias
e impositivas, etcétera), crean las condiciones propias para la formación y conso-
lidación de monopolios y duopolios, ya que la relativa estrechez del mercado en
relación con la capacidad y mecanización de aquellas industrias, rara vez permite
una competencia más diversificada.
Y, sin embargo, esta tesis engañosa, pero de aparente bondad, o al menos cómoda,
sustentó y sustenta todavía en algunos casos, los programas y tesis de política
económica de partidos políticos de origen revolucionario. Desde finales de la dé-
cada de los años treinta, y con mayor énfasis a partir de la posguerra, ese ilusorio
nacionalismo estimuló e impuso la política de sustitución de importaciones como
la panacea de la independencia económica a la cual, unos más y otros menos,
todos hemos rendido un cierto tributo en cuyo optimismo enredábamos industria-
lización nacional, democracia representativa, burguesía nacional, progresismo e
independencia económica. Hoy estamos convencidos de que la política industrial
proteccionista que se inicia en 1958, bajo la presión de la burguesía industrial y
agropecuaria, se inspira en la concepción mecanicista de que basta aumentar el
número de plantas industriales fuera del área petrolera para alcanzar la autonomía
del desarrollo.
A fin de apreciar las cifras absolutas y su variación en los extremos, léase el si-
guiente cuadro, que sintetiza el cuadro A-X19 (más comprensivo y desagregado)
del Banco Central (Informe Económico, 1969) sobre inversiones brutas extranje-
ras por sectores económicos (totales y acumulados en millones de bolívares):
Pero hay otras anotaciones que debemos hacer dentro del mismo tópico. A partir
de 1964, se advierte un debilitamiento gradual en las tasas de exportación de pe-
tróleo y, por consiguiente, un debilitamiento del coeficiente de importación, pre-
cisamente cuando el país, habiendo llenado la etapa fácil de sustitución de impor-
taciones, exigía una mayor capacidad importadora, para atender al abastecimiento
de insumos y de equipos pesados con destino a las industrias intermedias y bási-
cas. Al mismo tiempo, los gobiernos de la última década han venido operando con
presupuestos crecientes de alta proporción infraestructural, de gran despilfarro y
de altos gastos represivos, todo lo cual ha conducido a un endeudamiento externo
que para el 31-12-1969 era, ceñido a términos efectivos, de 2.356 millones de
bolívares, a un interés del 8,13% y cuyo servicio significó la transferencia de 200
millones de bolívares para dicho año.
En este sentido podemos afirmar que Venezuela, a treinta años de haber comenza-
do el proceso de sustitución de importaciones y a diez años de venirlo planteando,
presenta la sintomatología que históricamente ha venido caracterizando a aquellos
países del área que comenzaron con anterioridad dicha política: se trata de un
crecimiento rápido en la etapa de sustitución de bienes de consumo (industrias
tradicionales), seguido a mediano plazo de un debilitamiento del sector externo, de
una baja del coeficiente de importaciones y, por consiguiente, de una pérdida del
impulso dinámico inicial; lo cual conduce, como parece ser la perspectiva del caso
venezolano actual, a una disyuntiva entre la confrontación de estrangulamiento del
sector industrial a medio camino o la provisión extraordinaria y por vías extraor-
dinarias de los recursos materiales que los debilitamientos dichos ya no proveen.
Este ultimo camino es el del endeudamiento externo galopante, el de una mayor
Con frecuencia se trae al país maquinaria y equipo que ya ha cumplido gran parte
de su ciclo depreciable, y se trae facturada como nueva, con el fin de revalorar
activos cuyo valor inflado entra en combinación con capital interno o sirve pa-
ra respaldar como (falsa) garantía real aquellos créditos a que venimos haciendo
referencia.
81 Cálculos con base en datos del Banco Central: Cuentas Nacionales 1959 e Informe Económico 1969.
La cuestión social
82 Seguimos trabajando con cifras del Banco Central, cuyas series conocidas llegan a 1969. Aunque
las cifras de Cordiplan son diferentes, esa diferencia no anula las tendencias que vamos a observar;
al contrario, en su debida oportunidad, acudiremos a Cordiplan para ratificarlas y complementar
la observación con el detalle por estratos. La preferencia aquí se debe a una simple necesidad de
uniformidad estadística, pues por ambos caminos llegamos a las mismas conclusiones.
Como es harto visible, el sector terciario (comercio y servicios) absorbe los ex-
cedentes que no absorbió la industria; y aquí se hace necesario discriminar este
sector, a fin de advertir que las dos terceras partes de esa absorción van específica-
mente a los servicios dentro de los cuales, el de los públicos es el de mayor peso.
Década 1960-1969. Conocidas ya las relaciones para 1960, nos resta establecerlas
para el final de la serie (1969):
Personas %
Población activa total: 3.081.000 100
Industria manufacturera 496.000 16,0
Petróleo 24.000 0,8
Agricultura 706.000 21,0
Comercio 521.000 18,0
Servicios (públicos y privados) 732.000 24,0
Desempleados 204.000 7,0
Síntesis y conclusiones
Queremos con esto significar que nunca un análisis es completo y que siempre
habrá un vacío que llenar o una nueva relación que establecer. A pesar de ello, y
por contraste, nos hacemos la crítica de habernos extendido demasiado si recor-
damos que nuestro propósito es, simplemente, el de ilustrar con el análisis de una
84 Llamamos comercio marginal a esa multiplicada forma de bodegas y pulperías que, en el interior,
equivalen a las no menos multiplicadas formas de buhonerismo en Caracas y otras capitales.
Como quiera que las conclusiones han quedado un tanto dispersas en el desarrollo
de los distintos subtítulos, nos parece conveniente, y para guardar un mayor rigor
metodológico, presentarlas en conjunto y, en esta forma, finalizar nuestro análisis
sobre la política sustitutiva de importaciones en Venezuela.