La Encrucijada en Pedro Paramo
La Encrucijada en Pedro Paramo
La Encrucijada en Pedro Paramo
RESUMEN
La obra de Juan Rulfo sintetiza la realidad del campo mexicano, captura el contorno de
las identidades individuales y de la estructura de la interacción social del mundo que tanto
le preocupó y del que es intérprete indiscutible, pero también supo convertir en materia
narrativa aquellas atmósferas que rebasan el contexto mexicano y social. En este trabajo
abordaré el tema de la encrucijada en el imaginario simbólico de Pedro Páramo (1955)
como expresión de una reelaboración del mito de Hermes, analizaré cómo la novela de
Juan Rulfo muestra estos ecos herméticos y qué sentido estético y sociocultural tiene esta
resonancia mítica.
ABSTRACT
The work of Juan Rulfo synthesizes the reality of the Mexican countryside, it captures the
contour of individual identities and of the structure of social interaction in the world that so
worried him, and of which he is an undisputed interpreter; but he also knew how to convert
into narrative material those atmospheres that exceed the Mexican and social context. In
this paper I will address the issue of crossroads in the symbolic imaginary of Pedro
Páramo (1955) as an expression of a reworking of the myth of Hermes, I will analyze how
Juan Rulfo´s novel shows these hermetic echoes and the aesthetic and sociocultural
sense that this mythic resonance has.
Introducción
La fuerza del testimonio de Juan Rulfo reside en la claridad de sus ideas acerca de
México pero sobre todo en la potencia estética de su poética. Su obra resulta fundamental
para la comprensión del México más profundo que es el México rural posrevolucionario, y
aunque en varios sentidos se han cumplido cambios socioculturales que han propiciado
avances en diversas dimensiones de la movilidad social, muchas de las preguntas
planteadas en sus textos acerca del escenario social en la primera mitad del siglo XX
siguen siendo vigentes y continúan formando parte de la agenda pendiente.
La obra de Rulfo -El llano en llamas (1953) y Pedro Páramo (1955)- sintetiza la
realidad del campo mexicano: la marginación y la ruina económica generadas por la
postergación del reparto agrario, las huellas de desolación y violencia que dejan la
Revolución Mexicana y la Guerra Cristera, así como la ola de abandonos de la tierra y la
intensificación de los movimientos migratorios, hacia dentro y fuera del país, impulsados
por la búsqueda de alternativas de vida.
El escritor jalisciense captura el contorno de las subjetividades individuales y de la
estructura de la interacción social del mundo que tanto le preocupó y del que es intérprete
indiscutible, pero también supo convertir en materia narrativa aquellas atmósferas
culturales y humanas que rebasan el contexto mexicano y social, de tal modo que, como
bien señaló Carlos Monsiváis, en la obra de Rulfo: “El mundo rural adquiere
diversificaciones existenciales”1. En tal sentido, en este trabajo abordaré el tema de la
encrucijada en el imaginario simbólico de Pedro Páramo (1955) como expresión de una
reelaboración del mito de Hermes. Hermes como referente construye su significado sobre
tres ejes: el viaje o los desplazamientos, la ambigüedad y la vocación de la interpretación,
intentaré mostrar cómo la novela de Juan Rulfo refiere estos ecos herméticos y sugerir
qué sentido estético y social tiene esta resonancia mítica.
1 MONSIVÁIS, C., Escribir, por ejemplo. De los inventores de la tradición, México, FCE-SEP, 2008, p. 263.
2 DURAND, G., De la mitocrítica al mitoanálisis, Barcelona, Anthropos, 1993, p. 18.
veremos con las ideas herméticas del viaje, la ambigüedad y la interpretación de los
signos.
¿Cómo se introduce el símbolo de la encrucijada en la obra? Al principio de la
novela, cuando Juan Preciado, al morir su madre, emprende el viaje en busca del padre
se encuentra con Abundio el arriero que es un personaje fundamental de la diégesis.
Abundio es otro hijo ilegítimo de Pedro Páramo, abre y cierra la historia ya que aparece
en estos primeros diálogos que intercambia con Juan Preciado y porque al final se
presenta como el asesino del cacique. Tiene el papel clave de convertirse en guía inicial
del viaje de Juan Preciado y de informarle de las condiciones esenciales del pueblo y de
la vida y muerte de los otros personajes que componen el mundo de Comala. Me interesa
subrayar que ese encuentro se da justamente en la encrucijada que señalará el
problemático rumbo existencial, histórico, social y narrativo de las identidades
representadas en la novela. Los dos empobrecidos y olvidados hijos de Pedro Páramo se
encuentran justo en la encrucijada:
En la reverberación del sol, la llanura parecía una laguna transparente, deshecha en
vapores por donde se traslucía un horizonte gris. Y más allá, una línea de montañas. Y
todavía más allá, la más remota lejanía.
-¿Y qué trazas tiene su padre, si se puede saber?
-No lo conozco -le dije-. Sólo sé que se llama Pedro Páramo.
-¡Ah!, vaya.
-Sí, así me dijeron que se llamaba.
Oí otra vez el "¡ah!" del arriero.
Me había topado con él en Los Encuentros, donde se cruzaban varios caminos. Me estuve
allí esperando, hasta que al fin apareció este hombre.
-¿A dónde va usted? -le pregunté.
-Voy para abajo, señor.
-¿Conoce un lugar llamado Comala?
-Para allá mismo voy8.
8 RULFO, J., Pedro Páramo, Madrid, Cátedra, 2005, p. 67. A partir de aquí subrayaré las alusiones al
símbolo de la encrucijada en las citas textuales para facilitar la lectura del análisis.
Una bandada de cuervos pasó cruzando el cielo vacío, haciendo cuar, cuar, cuar9.
Un caballo pasó al galope donde se cruza la calle real con el camino de Contla10.
Un pájaro burlón cruzó a ras del suelo y gimió imitando el quejido de un niño; más allá se
le oyó dar un gemido como de cansancio, y todavía más lejos, por donde comenzaba a
abrirse el horizonte, soltó un hipo y luego una risotada, para volver a gemir después11.
Cuando vio los cocuyos cruzando otra vez sus luces, se dio cuenta de que todos los
hombres se habían ido. Quedaba él, solo, como un tronco duro comenzando a desgajarse
por dentro12.
Los personajes transitan en líneas y direcciones que se cruzan una y otra vez
dejando en el lector la imagen de caminos que se intersectan:
Al cruzar una bocacalle vi una señora envuelta en su rebozo que desapareció como si no
existiera. Después volvieron a moverse mis pasos y mis ojos siguieron asomándose al
agujero de las puertas. Hasta que nuevamente la mujer del rebozo se cruzó frente a mí13.
Y las dos mujeres, que salían de la iglesia muy cerca de las once de la noche, se perdieron
bajo los arcos del portal, mirando cómo la sombra de un hombre cruzaba la plaza en
dirección de la Media Luna16.
Las voces narrativas describen minuciosamente gestos en cruz que los personajes
realizan en momentos centrales de la historia, así en el fragmento en el que se cuenta
que el padre de Susana va a avisarle que Florencio ha muerto y ella afirma ya saberlo.
9 Ibídem, p. 67.
10 Ibídem, p. 89.
11 Ibídem, p. 120.
12 Ibídem, p. 163.
13 Ibídem, p. 70.
14 Ibídem, p. 101.
15 Ibídem, p. 103.
16 Ibídem, p. 166.
Susana está acostada, pensando, con su cabeza sobre sus brazos, oye el viento que
golpea su ventana, cuando entra su padre: “Entreabre los ojos. Mira como si cruzara sus
cabellos una sombra sobre el techo, con la cabeza encima de su cara"17.
La inclusión de estos gestos en cruz es también crucial en los pasajes que narran
la muerte de Susana:
Susana San Juan estaba incorporada sobre sus almohadas. Los ojos inquietos, mirando
hacia todos lados. Las manos sobre el vientre, prendidas a su vientre como una concha
protectora. Había ligeros zumbidos que cruzaban como alas por encima de su cabeza. Y el
ruido de las poleas en la noria. El rumor que hace la gente al despertar18.
El padre Rentería repasó con la vista las figuras que estaban alrededor de él, esperando el
último momento. Cerca de la puerta, Pedro Páramo aguardaba con los brazos cruzados;
en seguida, el doctor Valencia, y junto a ellos otros señores. Más allá, en las sombras, un
puño de mujeres a las que se les hacía tarde para comenzar a rezar la oración de
difuntos19.
Este hilo narrativo conduce a una de las imágenes más poderosas tanto textual
como visualmente de la novela. Pedro Páramo, el cacique desolado y lleno de rencor por
la muerte de Susana, con los brazos cruzados se convierte en un ícono de su destino
personal y del destino del pueblo: “Enterraron a Susana San Juan y pocos en Comala se
enteraron. […] Don Pedro no hablaba. No salía de su cuarto. Juró vengarse de Comala: -
Me cruzaré de brazos y Comala se morirá de hambre”20.
En la novela de Juan Rulfo, la encrucijada expresa también en su complejo
simbolismo el sentido del cristianismo en el cual se implican según Juan Eduardo Cirlot
“dos factores esenciales: el de la cruz propiamente dicha y el de la crucifixión o ‘estar
sobre la cruz”21. El mitólogo español explica que la cruz establece una relación simbólica
primaria entre el mundo terrestre y el mundo celeste, que sugiere al mismo tiempo una
conjunción de contrarios. Es interesante observar que el simbolismo gráfico de la cruz
manifiesta su riqueza de significados en la multiplicidad de sus formas que son
sumamente variadas. Según Cirlot, en la tradición cultural, la cruz amplía sus sentidos
simbólicos a nudo mágico, destino y al ser humano mismo con sus dos brazos y su
17 Ibídem, p. 148.
18 Ibídem, p. 164.
19 Ibídem, p. 169.
20 Ibídem, p. 171.
21 CIRLOT, J.E., op. cit., p. 157.
Justina Díaz, cubierta con paraguas, venía por la calle derecha que viene de la Media
Luna, rodeando los chorros que borbotaban sobre las banquetas. Hizo la señal de la cruz y
se persignó al pasar por la puerta de la iglesia mayor. Entró en el portal. Los indios
voltearon a verla 23.
Damiana Cisneros rezaba: "De las asechanzas del enemigo malo, líbranos, Señor." Y le
apuntaba con las manos haciendo la señal de la cruz 24.
Abundio Martínez vio a la mujer de los ojos azorados, poniéndole aquella cruz enfrente, y
se estremeció. Pensó que tal vez el demonio lo había seguido hasta allí, y se dio vuelta,
esperando encontrarse con alguna mala figuración. Al no ver a nadie repitió:
-Vengo por una ayudita para enterrar a mi muerta25.
Por el camino de Comala se movieron unos puntitos negros. De pronto los puntitos se
convirtieron en hombres y luego estuvieron aquí, cerca de él. Damiana Cisneros dejó de
gritar. Deshizo su cruz. Ahora se había caído y abría la boca como si bostezara26.
-‐ No se preocupe por mí -le dije-. Por mí no se preocupe. Estoy acostumbrado. ¿Cómo
se va uno de aquí?
-‐ ¿Para dónde?
-‐ Para donde sea.
-‐ Hay multitud de caminos. Hay uno que va para Contla; otro que viene de allá. Otro más
que enfila derecho a la sierra. Ese que se mira desde aquí, que no sé para donde irá –y
me señaló con sus dedos el hueco del tejado, allí donde el techo estaba roto-. Este otro
de por acá, que pasa por la Media Luna. Y hay otro más, que atraviesa toda la tierra y
es el que va más lejos27.
27 Ibídem, p. 110.
28 ELIADE, M., Aspectos del mito, Barcelona, Paidós, 2000, p. 145.
trabajo de Manuel Durán en el que ha explicado cómo Juan Rulfo al igual que Dante y T.
S. Eliot “hacen uso de mitos”29. Por otra, en 1969, Carlos Fuentes escribió en La nueva
novela hispanoamericana algunas de las notas fundamentales en torno a Pedro Páramo:
primero la considera “la máxima expresión que ha logrado hasta ahora la novela
mexicana”30, más adelante sobre el vínculo novela-mito, cita a Octavio Paz:
Pues, como indica Octavio Paz, “poemas y mitos coinciden en trasmutar el tiempo en una
categoría temporal especial, un pasado siempre futuro y siempre dispuesto a ser presente,
a presentarse”. No es fortuito que estas palabras del poeta mexicano se den en el contexto
de su extraordinario discurso sobre Claude Lévi-Strauss: al inventar o recuperar una
mitología, la novela se acerca cada vez más a la poesía y a la antropología31.
29 DURÁN, M., “La piedra y el laberinto: notas sobre el arte de Juan Rulfo” en POPOVIC, P. y CHÁVEZ, F.
(coords.), Colab. OLEA, R., et al., Juan Rulfo: Perspectivas críticas, México, Siglo XXI- Instituto Tecnológico
de Estudios Superiores, Campus Monterrey, 2007, p. 110.
30 FUENTES, C., La nueva novela hispanoamericana, México, Joaquín Mortiz, 1997, p. 16.
31 Ibídem, p. 20.
32 FUENTES, C., “Juan Rulfo: el tiempo del mito” en CAMPBELL F., Selección y Prólogo, La ficción de la
memoria. Juan Rulfo ante la crítica, México, Era-UNAM, 2003, p. 253.
33 O RT I Z - O S É S , A . , “ E l d i o s H e r m e s , p a t r ó n d e E r a n o s ” . 2 0 1 2 . h t t p : / / s y m b o l o s . c o m /
voces narrativas que van de la primera a la tercera persona y a los diálogos y desde luego
debida también a la incertidumbre entre la vida y la muerte misma, así como a las
interpolaciones de recuerdos, pensamientos y deseos.
La vida misma de Rulfo parece estar marcada por el viaje, por el desplazamiento.
El enorme destino que le esperaba está tatuado desde la niñez por la pérdida y la
necesidad forzada de moverse, de desplazarse, de cambiar de espacio, de casa, de
tierra, también de vivir en el desarraigo afectivo: La muerte de sus padres en la infancia, el
violento ambiente generado por la posrevolución y la Guerra Cristera que le arrebatan
otros seres cercanos y crean la atmósfera de incertidumbre social, económica y
emocional en la que crece. Se convierte así muy pronto en un migrante que va de Apulco,
donde nace, a San Gabriel, y después de Guadalajara –la primera vez al instituto-
orfanato- a México por periodos alternos, recorriendo también gran parte del país por
motivos de los trabajos que ejerció en la Secretaria de Gobernación en la sección de
archivos de Migración y en la empresa automovilística Goodrich como vendedor y
publicista, hasta que se establece definitivamente en la Ciudad de México en 1962
cuando se incorpora al Instituto Nacional Indigenista.
El desplazamiento tan presente en la obra de Rulfo evoca resonancias de este
mítico dios de los viajes, de las búsquedas, guardián de las encrucijadas, a través de la
narración del viaje que Juan Preciado emprende en su búsqueda del padre cuando la
madre muere: “Hasta que ahora pronto comencé a llenarme de sueños, a darle vuelo a
las ilusiones. Y de este modo se me fue formando un mundo alrededor de la esperanza
que era aquel señor llamado Pedro Páramo, el marido de mi madre. Por eso vine a
Comala”37.
El viaje en Pedro Páramo está lleno de contradicciones, de ambigüedades, los
personajes muertos, enterrados en otra dimensión, aparecen y desaparecen, se cruzan,
se confunden; el camino serpentea, se detiene, se bifurca o cambia de dirección según la
perspectiva del viajero: “El camino subía y bajaba: “Sube o baja según se va o se viene.
Para el que va, sube; para el que viene, baja”38.
La narración de un viaje discontinuo, confuso y equivoco es uno de los ecos
herméticos más relevantes en la novela ya que el acervo mítico señala a Hermes como el
señor de los caminos. Según los relatos, los viajeros en la antigua Grecia encontraban
montones de piedras que les indicaban el buen camino y que le dieron nombre al dios:
“La Odisea menciona una ‘colina de Hermes’ […] Los hermas estaban con preferencia
junto a los caminos, en las entradas de las ciudades y las casas…”39. Es por eso que
Hermes tiene por atributo las sandalias aladas “que significan la fuerza de la elevación y
la aptitud para los desplazamientos”40, seduce, miente, simula, se mueve y circula.
El viaje rulfiano evoca a Hermes “dios del desplazamiento y de los imprevistos
[que] desorganiza los viajes que él mismo organiza”41. En Pedro Páramo, el viaje se
desorganiza y el camino parece perderse, la idea de “perderse”, de “estar perdido” se
reitera en el texto: “Hubiera querido decirle: ‘Te equivocaste de domicilio. Me diste una
dirección mal dada. Me mandaste al ‘¿dónde es esto y dónde es aquello?’. A un pueblo
solitario. Buscando a alguien que no existe”42, o puede verse también en el diálogo entre
Donis y su hermana hablando acerca de Juan Preciado:
-‐ ¿Quién será? - preguntaba la mujer.
-‐ Quién sabe - contestaba el hombre.
-‐ ¿Cómo vendría a dar aquí?
-‐ Quién sabe.
-‐ Como que le oí decir algo de su padre.
-‐ Yo también le oí decir eso.
-‐ ¿No andará perdido? Acuérdate cuando cayeron por aquí aquellos que dijeron andar
perdidos. Buscaban un lugar llamado Los Confines y tú les dijiste que no sabías dónde
quedaba eso43.
46 Ibídem, p. 93.
47 Ibídem, p. 108.
48 Ibídem, p. 156.
49 OTTO, W., op. cit., p. 123.
50 RULFO, J., op. cit., p. 72.
51 DURAND, G., Las estructuras antropológicas del imaginario, México, FCE, 2004, p. 209.
52 PAZ, O., Claude Lévi-Strauss o el nuevo festín de Esopo, México, FCE, 1987, p. 39.
53 LIPOVETSKY, G., La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo Contemporáneo, Barcelona,
Anagrama, 1990, p. 49.
54 DURAND, G., De la mitocrítica al mitoanálisis, Barcelona, Anthropos, 1993, pp. 271-340.
55 BAUMAN, Z., La sociedad sitiada, Buenos Aires, FCE, 2004, p. 55.
56 HABERMAS, J., La constelación posnacional: Ensayos políticos, Barcelona, Paidós, 2000, p. 59.
57 BAUMAN, Z., La globalización. Consecuencias humanas, México, FCE, 2003, p. 80.
58 IANNI, O., La era del globalismo, México, Siglo XXI, 1999, p. 112.
59 HOBSBAWM, E., Entrevista sobre el siglo XXI, Barcelona, Crítica, 2000, p. 159.
conductas concretas donde otros sólo han hallado desesperación”60 y percibir a través del
símbolo de la encrucijada, un sentido hermético como constante humana pero también
como atmósfera cultural.
Conclusión
La encrucijada no se resuelve en la novela porque lo que encuentra Juan Preciado
es un pueblo deshabitado poblado de los rumores del silencio, abatido por la sequía y el
recuerdo desdibujado de un padre que se ha derrumbado, pero viajero incansable busca
reencontrar el camino, reencontrarse en su propia búsqueda: "… No sentir otro sabor sino
el del azahar de los naranjos en la tibieza del tiempo”61. García Canclini62 señala que el
arte tiene el poder de cultivar lo irreal, de imaginar la utopía y si bien es cierto que la obra
de Rulfo tiene la melancolía de la desesperanza y la desolación, tiene también el dibujo
del futuro que aunque en encrucijada nos abre la posibilidad de seguir el viaje. Pedro
Páramo sintetiza la sensibilidad social y cultural de Juan Rulfo, su capacidad para
escuchar y narrativizar las voces de su tiempo y la profundidad existencial de su poética.
Como ha dicho el sociólogo francés Alain Touraine63 la modernidad está enferma, la
resonancia ética de la reelaboración del mito de Hermes en la obra de Rulfo apunta a la
posibilidad de reconstituirla, de replantear las realidades íntimas y sociales hacia nuevos
paradigmas más incluyentes y justos.
XXI, 1979.
63 TOURAINE, A., Crítica de la modernidad, México, FCE, 2006.