El Ideario Filosofico de Justo - Guajardo Bernal, Rosa Idalia

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EL IDEARIO FILOSÓFICO DE

JUSTO SIERRA Y SU
INFLUENCIA EN LA EDUCACIÓN
MEXICANA
Universidad de La Habana. Facultad de Filosofía e
Historia

República de Cuba

Tesis en opción al grado de Doctor en Ciencias Filosóficas


Rosa Idalia Guajardo Bernal (Autor); Rigoberto Pupo Pupo (Tutor) y Jorge
Valmaseda Valmaseda (Tutor)
UNIVERSIDAD DE LA HABANA

FACULTAD DE FILOSOFÍA E HISTORIA

DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA (ESPECIALIDAD)

EL IDEARIO FILOSÓFICO DE JUSTO SIERRA Y SU INFLUENCIA EN LA


EDUCACIÓN MEXICANA

Tesis presentada en opción al grado científico de Doctor en Ciencias Filosóficas

Doctorante: M. Sc. Rosa Idalia Guajardo Bernal

Tutores: Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo

Dr. Jorge Valmaseda Valmaseda

Monterrey, N.L, México, noviembre de 2009

1
Página legal

196-Gua-I
El ideario filosófico de Justo Sierra y su influencia en la educación mexicana / Rosa Idalia
Guajardo Bernal (Autor); Rigoberto Pupo Pupo (Tutor) y Jorge Valmaseda Valmaseda (Tutor).
-- Universidad de La Habana. Facultad de Filosofía e Historia (Tesis en opción al grado de
Doctor en Ciencias Filosóficas). – Ciudad de La Habana : Editorial Universitaria, 2010. -- ISBN
978-959-16-1175-8. -- 142 pág.
1. Guajardo Bernal, Rosa Idalia (Autor)
2. Pupo Pupo, Rigoberto (Tutor)
3. Valmaseda Valmaseda, Jorge (Tutor)
4. Tesis en opción al grado de Doctor en Ciencias Filosóficas

Autor-Editor: Rosa Idalia Guajardo Bernal


Digitalización: Dr. C. Raúl G. Torricella Morales ([email protected])

Universidad de La Habana. Facultad de Filosofía e Historia - Editorial


Universitaria (Cuba), 20.

La Editorial Universitaria (Cuba) publica bajo licencia Creative Commons de tipo


Reconocimiento No Comercial Sin Obra Derivada, se permite su copia y
distribución por cualquier medio siempre que mantenga el reconocimiento de sus
autores, no haga uso comercial de las obras y no realice ninguna modificación de
ellas.
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e-mail: [email protected]
Sitio Web: http://revistas.mes.edu.cu
Dedicatoria

A la memoria de mi Padre

A mi Madre

A mi Esposo
A mis hijas

2
Agradecimientos

A mi tutor, Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo, por sus valiosas orientaciones, sugerencias, en el
desarrollo y culminación de esta tesis.

A mi tutor, Dr. Jorge Valmaseda Valmaseda, por brindarme asesoramiento, apoyo


incondicional, y oportunas sugerencias.

A mi querido esposo Alfredo Tijerina Castorena, por su apoyo incondicional.

De manera muy especial, a la Dra. Marisel Oliva Calvo, por su constante apoyo
incondicional, esmerada atención y aliento espiritual, moral y académico para la realización
de esta tesis.

Y a todos mis colegas y amigos, por su indispensable ayuda bibliográfica y orientaciones


metodológicas.

A todos, mi reconocimiento, y el más profundo respeto y consideración.

3
Justo Sierra Méndez (1848 – 1912)

4
Identidades ideológicas fundantes

“¿Quién no sabe que es Justo Sierra honra de la patria mexicana? Necio fuera aquí ya
todo comentario mío”

José Martí.

“Yo desde mucho antes de la guerra y durante ella y así se (lo) manifesté a mi
infortunado Martí (…) y así me atreví a proclamarlo públicamente en una memorable
ocasión, he creído fatal la absorción de la isla por los Estados Unidos”

Justo Sierra.

“No porque nos atenemos a los hechos, no porque negamos que hay verdades
demostrables, fuera de la que la experiencia interna y externa nos enseña, carecemos
de ideal. Nos preciamos de colocarlo más alto que la escuela revolucionaria. Basta
decir que para nosotros el progreso es una necesidad, es una ley inmutable: que el
conocimiento de esta ley nos permite asegurar que llegará un día en que la coacción de
la ley moral en el espíritu humano reemplazará a todas las leyes positivas (…) La
democracia es también un ideal para nosotros (…) porque es el que proporciona
mayor expansión al desarrollo individual”

Justo Sierra

5
SÍNTESIS
El objeto de estudio de la presente tesis doctoral, se funda en la sistematización de los
aspectos fundamentales del ideario filosófico y las aportaciones esenciales, realizadas en
este campo, por el ilustre Maestro mexicano Justo Sierra Méndez; particularmente, el
sentido ético-humanista, democrático y de justicia social que nos legara. El aporte principal
de esta tesis doctoral es la revelación de las particularidades sui géneris de la filosofía
positivista de Justo Sierra, así como el sentido de actualidad permanente de su obra,
cualidad que le otorga un lugar especial dentro de las bases del sistema educativo
mexicano, no asumida sólo para las bases teóricas de la educación, sino como una filosofía
que fortalece el paradigma emergente tan buscado en la época actual y que es lograble con
la actitud renovadora y contextualizada que propone y por ende con el tránsito de la
ingenuidad a la criticidad, y del simplismo a una visión cultural y compleja de la educación.
Sus aprehensiones filosóficas y educativas se convierten recíprocamente, en perenne
diálogo cultural. El contenido de estos apartados discierne y aprehende la visión serrana de
la educación con sentido cosmovisivo, en tanto formación humana en el desenvolvimiento
integral del hombre, la influencia determinante de la actitud docente, que es la que en la
praxis debe proyectar los valores y principios rectores que nos lleven a la humanización,
proponiendo una estrategia teórico-práctica que conduzca a una visión integradora para
incluirse como parte del campo de formación profesional de los educadores
contemporáneos. Una educación, como metáfora de la vida, que integre en síntesis orgánica
el conocimiento y los valores, y prepare al ser humano, como presagiara Sierra, para la
actividad creadora y la riqueza espiritual de la vida con sentido humano.
La tesis se estructura en tres capítulos y fluye de lo general a lo particular, sin esquivar los
diversos momentos en que se desarrolla como proceso.
El primer capítulo, titulado: “Evolución y desarrollo del pensamiento y la obra de Justo
Sierra”, se divide en tres apartados: Formación inicial; Influencias ideológicas y filosóficas,
Desarrollo del pensamiento filosófico y especificidades de su positivismo evolucionista.
Aquí los aspectos lógicos e históricos interactúan y se complementan en función del
análisis de una rica obra y de un pensador profundo, pues como bien demostraron Hegel y
Marx, no es posible conocer algo en su madurez, al margen de la historia. Es que la lógica
misma es concreción de la historia.
Se hace énfasis en las varias influencias filosóficas e ideológicas recibidas, y su actitud de
sospecha y crítica ante ellas, haciendo hincapié en su actuación en los debates de la cámara
de diputados dónde se orientó sobre todo a luchar por sus ideas educativas, cómo establecer
en nuestra república la educación primaria, entre otras. En su pensamiento crítico existen
varias influencias, pero su espíritu emprendedor y creativo no asume ningún sistema
filosófico acríticamente, sino lo que considera idóneo en correspondencia con sus
búsquedas. No cree en una omnisciencia que dé respuestas a todas las inquietudes humanas.
En su visión del mundo asume creadoramente el positivismo de corte evolucionista, es
decir, de orientación spenceriano, pero matizado por muchas influencias asumidas
electivamente, como era común en A. Latina.
El segundo capítulo, titulado: “Fundamentos filosóficos de su pensar y accionar formativo”,
se divide en tres apartados: Vinculación de la educación con la vida y la sociedad; Sentido
histórico cultural de su discurso; y La esencia de su filosofía ético-humanista. Se presenta

6
un estudio analítico desde la hermenéutica y la heurística, de los aspectos filosóficos que
subyacen en su pensar y accionar formativo: Su teoría del conocimiento, su antropología, la
reflexión sobre la historia y la cultura y su filosofía política, en sus mediaciones varias y
complejas. Se aborda el pensamiento intelectual dirigido al conocimiento del pasado del
México de Justo Sierra y su obra educativa como historia política del pueblo mexicano que
forma parte de la faceta educativa y contribuye a fundar las bases de la educación nacional
que conduzca al cambio.
El Tercer capítulo, titulado: “Vigencia de su pensamiento y acción en la educación
contemporánea mexicana”, se divide en tres apartados también, a saber: Aproximación
conceptual a la filosofía de la educación de Justo Sierra; Su labor organizativa en el sistema
de educación mexicano, y Determinaciones concretas de la cosmovisión filosófica –
educativa de Justo Sierra en la realidad mexicana. Se muestra la trascendencia de una obra
que sembró muchas semillas para el fututo de México. Sin lugar a dudas, Justo Sierra
Méndez constituye un referente obligatorio para asumir la filosofía de la educación en
México, desde una visión cultural y sistémica, por supuesto, sin olvidar el contexto en que
desarrolló su obra creadora, sus aciertos y limitaciones.

7
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN

I. EVOLUCIÓN Y DESARROLLO DEL PENSAMIENTO FILOSÓFICO DE


JUSTO SIERRA
1.- Formación Inicial
2-.Influencias ideológicas y filosóficas
3.- Desarrollo del pensamiento filosófico y especificidades de su positivismo
evolucionista

II. FUNDAMENTOS FILOSÓFICOS DE SU PENSAR Y ACCIONAR


FORMATIVO
1.- Vinculación de la educación con la vida y la sociedad
2.- Sentido histórico cultural de su discurso
3.- Esencia de su filosofía ético-humanista

III. VIGENCIA DE SU PENSAMIENTO Y ACCIÓN EN LA EDUCACIÓN


CONTEMPORÁNEA MEXICANA
1-.Aproximación conceptual a la filosofía de la educación de Justo Sierra

2-. Su labor organizativa en el sistema de educación mexicano

3-.Determinaciones concretas de la cosmovisión filosófico - educativa de Justo


Sierra

Conclusiones

Recomendaciones
Bibliografía
Anexos

8
INTRODUCCIÓN

La figura de Justo Sierra deviene paradigmática, pues constituye uno de los principales
pilares sobre los que se ha erigido la filosofía de la educación nacional mexicana. Su vida y
su obra así lo atestiguan, pues constituyen arsenales de ideas que han servido de bandera no
sólo para sus contemporáneos1, sino para las generaciones futuras.
No existe una investigación específica sistematizada en este sentido, sin embargo, hay
trabajos valiosos que han servido de base a la presente investigación 2. En nuestro medio
cultural y académico, tampoco resulta un tópico sobre el cual se haya escrito mucho; de ahí
la importancia científico-social y su pertinencia sociocultural. Este criterio es resultado de
largos años de investigación, por parte de la autora, de este y otros temas y experiencias
afines, entre los que se encuentran la participación en numerosos eventos nacionales e
internacionales, en algunos de los cuales se han publicado los trabajos presentados.
Para el desarrollo de la investigación se requirió del análisis de variadas fuentes:
bibliográficas, publicísticas, y documentales, en orden de importancia. De las fuentes
bibliográficas se obtuvo la mayor información, las cuales fueron consultadas en los fondos
de las colecciones de libros de la biblioteca Central de la Universidad Autónoma de Nuevo
León, de la Universidad Valle de México y de otras instituciones del país. La fuente
bibliográfica fundamental la constituyó la obra del catedrático del Colegio de Filosofía de
la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México Josu
Landa. Su libro “La idea de Universidad de Justo Sierra”, nos condujo a la consulta de otros
autores, como Enrique José Varona, Agustín Yáñez, Gabriel Ferrer, Antonio Caso, Gloria
Villegas, Leopoldo Zea, Pablo Guadarrama, Daysi Rivero e Iliana Rojas, entre otros.
Entre las fuentes publicísticas destacamos las Revistas mexicanas Azul y Moderna, que han
divulgado problemas sociales fundamentales relacionados con la problemática de la
educación nacional, así como el periódico católico “La Voz de México”. Se consultaron
documentos legales y constitucionales contemporáneos con Justo Sierra, que regularon la
problemática educativa desde sus diferentes contextos de actuación.
Como se puede observar en la bibliografía del trabajo, numerosos fueron los autores y las
obras consultadas que aportaron en mayor o menor medida información válida para nuestra
investigación, pero sólo hemos querido destacar las que consideremos más importantes.
Resulta difícil reflejar en una primera aproximación toda la riqueza que encierra un tema
de esta naturaleza, ya que como se dijo anteriormente muchas de sus aristas y facetas aún
están por investigarse; no obstante, en los últimos años los problemas vinculados al
pensamiento de Justo Sierra atraen, cada vez más, la atención de filósofos, historiadores,
pedagogos, juristas, literatos, etcétera.
Los antecedentes de este tema rebasan los marcos de este siglo y su concepción, en mayor o
menor medida, ha respondido siempre al logro de ciudadanos acordes con los principios
éticos que rigieron cada etapa de desarrollo histórico de la sociedad mexicana, ya que la

1
Recordemos que la juventud ateneísta tuvo en Justo Sierra un apoyo fundamental.
2
En nuestro medio cultural y académico este tema ha sido abordado por diferentes autores: Josu Landa,
Enrique José Varona, Agustín Yáñez, Gabriel Ferrer, Antonio Caso, Gloria Villegas, Leopoldo Zea, y
otros.

9
investigación en torno al pensamiento de Justo Sierra3 constituye acción necesaria e
impostergable.
La actividad política de Justo Sierra fue intensa y diversificada durante el régimen de
Porfirio Díaz. Llegó a ser historiador, maestro, periodista, tribuno, filósofo y poeta.
Abogado desde 1871, había ocupado cargos importantes en el poder judicial, incluso el de
Ministro de la Suprema Corte. Interesado en la educación colaboró con Joaquín Baranda y
Justino Fernández, ambos ministros del entonces Ministerio de Justicia e Instrucción
Pública, del primero de 1882 a 1901, y el segundo de 1901 a 1904, profesó la filosofía
positivista hasta por lo menos 1910. Propició la fundación del Ateneo4 de la Juventud a
principios del siglo XX, proclamó el papel de la ciencia como factor de bienestar de pueblo.
3
”Educador abogado, escritor, historiador, periodista y diplomático, Justo Sierra dejó una vasta obra y
diversa que testifica los cambios de la época en que vivió; que fue definitiva en la conformación de la
cultura nacional. Justo Sierra Méndez nació el 26 de Enero de 1848 en la ciudad de Campeche. Sus
padres: Concepción Méndez Echazarreta y Justo Sierra O’Reilly, notable jurista e historiador, quién inició
el periodismo en la península yucateca, al fundar, en distintas épocas, cuatro periódicos locales, creo la
novela romántica de reconstrucción histórica, y participó activamente en la vida política de la región. En
1842 Justo Sierra O’Reilly contrajo matrimonio con Concepción Méndez, hija de Santiago Méndez Ibarra,
figura prominente en la historia de la península, de este matrimonio nacieron cinco hijos, María
Concepción, (1844), María Jesús (1846), Justo (1848), Santiago (1850), y Manuel José (1852), de los
cuáles, se distinguieron públicamente Justo y Santiago, éste último como escritor y periodista. En 1861, a
los 13 años de edad, habiendo residido en Campeche1 y en Mérida hasta la muerte de su padre, se traslada
a vivir a la Capital, eran tiempos entre la Guerra de Reforma y el pretendido imperio de un príncipe
austriaco. Las aulas de San Ildefonso lo confirman en la fe republicana y lo impulsan a sobresalir entre
adolescentes apasionadamente liberales. La poesía, la novela, el drama, el periodismo fueron el ancho
campo de su juventud. La oratoria y la historia lo indujeron a la madurez. Al morir Ignacio Manuel
Altamirano (1893) nadie le disputó la rectoría de la Inteligencia mexicana. En 1895 hizo un viaje a los
Estados Unidos. En 1900 recorrió España, Francia e Italia, en dónde fue llamado para ocupar la
Subsecretaría de Instrucción Pública. Inició así, la ardua labor de organizar en definitiva el sistema de
educación de esta patria”.
4
“Como parte de la creciente oposición al régimen de Porfirio Díaz, a principios del siglo XX, un grupo de
jóvenes estudiantes y profesionistas se dieron a la tarea de realizar una fuerte crítica a los postulados de la
doctrina positivista, en la cual habían sido educados. Este grupo de jóvenes, a pesar de que nunca fue del
todo homogéneo tuvo una sólida organización bajo el nombre de El Ateneo de la Juventud, y logró
modificar e influir profundamente el panorama cultural e intelectual del momento. El Ateneo de la
Juventud fue todo un acontecimiento pues, para que la etapa armada de la Revolución Mexicana llegara a
tener éxito, no bastaba con los triunfos en el terreno político y militar. Fue necesario socavar las bases
intelectuales y culturales de la clase dominante, a fin presentar al pueblo alternativas viables que lo
condujeran hacia un cambio efectivo destinado a mejorar sus condiciones de vida. El Ateneo llegó a
contar con más de 60 miembros, destacando el grupo de los cuatro grandes: José Vasconcelos, Antonio
Caso, Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes. Un grupo más amplio, aunque sin el renombre del
anterior, fue el de Martín Luis Guzmán, Julio Torri, Ricardo Gómez Robledo, Jesús T. Acevedo, Enrique
González Martínez, Manuel M. Ponce y Diego Rivera.Al principio, la tarea fundamental de El Ateneo fue
propiciar reuniones de pequeños círculos de lectura y reflexión. Después pasaron a dar conferencias
públicas que el grupo aprovechó para atacar a fondo la ideología positivista dominante. .Dichas
conferencias dieron a conocer entre amplios sectores de la juventud intelectual mexicana, a autores cuyas
doctrinas habían sido proscritas anteriormente, como Nietzsche, Bergson, Boutroux, James, Croce, entre
otros.La actividad de El Ateneo de la Juventud fue fundamental para que, desde el terreno de la cultura,
fuera posible cambiar las condiciones sociales en amplios sectores de la población mexicana. Con la
fundación de El Ateneo se cultivaron diversas áreas de las humanidades y de las artes; esta revolución
cultural permitió el desarrollo de una labor educativa entonces inimaginable. Las sesiones públicas se
llevaban a cabo cada 15 días y se convirtieron en una referencia obligada para quienes cultivaban las artes
y la filosofía.Varios de los integrantes de El Ateneo participaron en importantes eventos de la vida

10
Justo Sierra tenía desde sus inicios como funcionario porfiriano la idea de la autonomía en
la administración de la educación pública5.
Lo primero que hay que advertir, a la hora de abordar la figura de Justo Sierra Méndez, es
el lamentable olvido en que la sociedad contemporánea ha correspondido a su amplio y
valioso legado en el terreno de los estudios filosóficos, históricos y del desarrollo educativo
y cultural del país. Fuera de algunos círculos de filósofos e historiadores, el eminente
pensador, escritor, historiador, político y pedagogo campechano es un gran desconocido,
pese a que se trata de una de las principales figuras de nuestro pasado cultural. Así que no
será impertinente tratar de contrarrestar esa ingratitud mostrando sin vacilaciones la valía
de los esfuerzos desplegados por Sierra, en aras de la comprensión de la realidad social de
México, así como de su trascendencia en el terreno educativo.
Un juicio sobre la persona y las actuaciones de Justo Sierra, como sobre las de cualquier
otra personalidad de su talla—exige tener presentes múltiples factores de contexto. No se
puede reducir la multiplicidad y riqueza de sus facetas al simple hecho innegable de que fue
uno de los principales integrantes de gobierno presidido por Porfirio Díaz. Un mínimo
esfuerzo por comprender al eminente campechano permite descubrir que su adhesión al
dictador obedecía a razones ideológicas que, en su tiempo –al menos hasta que empiezan a
hacerse ostensibles los signos de descomposición y el oprobio en que descansa el régimen
porfirista -, se consideraban progresistas.
La fe en la ciencia, la educación, el progreso material y moral de la humanidad, etcétera,
era compartida a su modo, por las teorías sociales más importantes del siglo XIX entre ellas
las socialistas—incluso la marxista--, el positivismo y el evolucionismo social. De acuerdo
con tales teorías un personaje como el militar liberal oaxaqueño actuaba impulsado por
determinaciones históricas ineludibles. En los tiempos de Sierra, los grupos ilustrados
estaban convencidos de la existencia de leyes necesarias de la historia de las que ciertas
personalidades destacadas, como Díaz solo podían ser instrumentos.
No era un crimen que un hombre de la sensibilidad, perspicacia, formación intelectual y
voluntad modernizadora de Sierra viera incluso en ciertas actitudes antidemocráticas de
Díaz un mal necesario y menor, de cara al propósito trascendente de elevar a México a la
categoría de los países modernos y poderosos de su tiempo. Además, es un hecho
comprobado que cuando el dogmatismo positivista se convirtió en un obstáculo para el
verdadero desarrollo cultural y social del país, Sierra fue uno de los primeros y más
perseverantes impugnadores desde el propio gabinete porfiriano.

nacional, como los festejos del centenario de la Independencia mexicana o la fundación de la Universidad
Nacional de México.Al estallar el movimiento armado y la guerra de facciones de la Revolución
Mexicana, algunos de los integrantes de El Ateneo simpatizaron y actuaron en favor de alguno de los
bandos en pugna. José Vasconcelos se afilió al bando obregonista y fue nombrado secretario de Educación
Pública en 1921.Una de las consecuencias de la libertad intelectual promovida por El Ateneo fue la
conquista de la libertad de pensamiento y acción, conforme a las convicciones políticas propias.El Ateneo
de la Juventud se fundó como asociación civil el 28 de octubre de 1909 y para septiembre de 1912 cambió
su nombre por El Ateneo de México, con el mismo propósito de lograr que en el país se arraigara y
floreciera la cultura universal y, por supuesto, la cultura mexicana”. (Barrigán, López, Leticia.
http://www.caso.univ.mx )
5
Prawda, Juan 1988 “Desarrollo del sistema educativo mexicano, pasado, presente y futuro”.p. 59 Curiel,
Martha, et. al. en México, setenta y cinco años de Revolución. T.I. México: F.C.E.

11
De modo, pues, que no es correcto identificar al campechano con los tristemente célebres
“científicos” porfiristas. También es bien conocida la vocación democrática de Sierra,
quién tuvo la arriesgada honestidad de advertirle a tiempo al propio general Díaz cuán
perjudicial sería reincidir en el poder, cuando todavía la revolución mexicana era
inimaginable. Claro está, Justo Sierra no era un revolucionario en toda la dimensión del
término, pero tampoco era un retrógrado indolente, reñido con los ideales esenciales de la
democracia. Tampoco podía ser un vocero de ninguna variante del indigenismo, pero esto
no lo convierte automáticamente en un ser abyecto, que conviene enterrar como perro
muerto en el cementerio de la historia.
Toda época impone sus determinaciones hasta enceguecer incluso a sus hijos más
preclaros. Era poco más que menos imposible que un intelectual criollo, socialmente
acomodado, liberal positivista que deriva en lo que -no sin ligerezas-se dio en llamar
“espiritualismo”, subyugado por las realizaciones de la civilización occidental, en su etapa
científica y técnica, como lo fue Sierra enderezara sus afanes en concebir y construir un
México moderno por el camino de alguna utopía socialista o de un nativismo que refundara
las culturas mesoamericanas prehispánicas. En esto último, por lo demás, Sierra no estaba
solo; le secundaban –a su modo y con notable brío-nada menos que figuras como Marx y
Engels6.
Fiel a sí mismo, y a un ideario que fue modelando a partir del examen critico de las
corrientes filosóficas e ideológicas de su tiempo, Sierra supo encarnar en su persona y
promover en su entorno una escala de valores en la que se combinan sin conflicto el
nacionalismo, el universalismo, el laicisismo, el igualitarismo, la democracia, la libertad y
la excelencia intelectual y moral. Desde luego, como el ser humano que era, también
cometió errores y cayó en contradicciones, entre las que tal vez sobresale la reivindicación
del Estado como factor decisivo de la evolución social de México, al mismo tiempo que
militaba en el liberalismo. Sin embargo, vista en conjunto y con un mínimo de
ecuanimidad, la figura de Sierra resulta bastante avanzada para un país demasiado afectado
por las agresiones imperialistas y los desórdenes generados por el caudillismo y el
caciquismo, además de alejado de los renovados vientos revolucionarios que apenas
empezaban a sentirse en la vieja Europa.
De ese modo, el gran campechano, se nos muestra como alguien que, en definitiva,
contribuyó de manera notable a cimentar el orden cultural y educativo mexicano, no sólo de
una parte del porfiriato, sino prácticamente en todo el siglo XX, en virtud del influjo que
ejerció en el Ateneo de la Juventud. Así, no es exagerado advertir que, entre las raíces de
las todavía poderosas estructuras culturales de México –entre las que debe incluirse sin
duda todo lo que de excelente conserva la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM)-, se cuenta la acción lúcida y perseverante de alguien que como Sierra, supo
conjugar ejemplarmente el trabajo de pensar con criterio propio con la praxis política y la
labor burocrática. No es necesario coincidir con la ideología de Justo Sierra ni aceptar su

6
En fin, las ideas de Marx y Engels secundaban el ideario de Sierra en la medida que era una teoría social
fundada en una visión utópica del futuro, que sometía a crítica la realidad capitalista existente y se
planteaba cambiarla. Esto, por supuesto, lo asume Sierra como base de su teoría para la transformación de
México. Igualmente se podría decir de su filiación con el evolucionismo spenceriano y otras teorías
sociales. No olvidar que en la época, incluso algunos aspectos del positivismo eran identificados con el
marxismo.

12
modo de ser para reconocer que sin sus actuaciones el acervo cultural del México
contemporáneo habría sido mucho más pobre y endeble. Su lugar está, con sus diferencias y
especificidades, entre los creadores de la tradición hispanoamericana: Bello, Sarmiento,
Montalvo, Hostos, Martí, Rodó. En ellos pensar y escribir fue una forma del bien social, y
la belleza, una manera de educación para el pueblo.
Claros barones de acción y de pensamiento a quienes conviene el elogio de Menéndez y
Pelayo: “comparables en algún modo con aquellos patriarcas (…) que el mito clásico nos
presenta a la vez filósofos y poetas, atrayendo a los hombres con el halago de la armonía
para reducirlos a cultura y vida social, al mismo tiempo que levantaban los muros de las
ciudades y escribían en tablas imperecederas los sagrados preceptos de la ley”7. Tales son
los clásicos de América, poetas y pastores de gentes, apóstoles y educadores a un tiempo.
Domadores de la selva y padres del Alfabeto. Avasalladores y serenos, avanzan por los
eriales de América como Nilos benéficos. Gracias a ellos, no nos han reconquistado el
desierto ni la maleza. No los distingue la fuerza de singularidad, sino en cuanto son
excelsos. No se recluyen y ensimisman en las irritables fascinaciones de lo individual y lo
exclusivo. Antes, se fundan en lo general y se confunden con los anhelos de todos.
Parecen gritar con el Fausto: “Yo abro espacios a millones de hombres”. Su voz es la voz
del humano afecto. Pertenecen a todos. En su obra, como en las fuentes públicas, todos
tienen señorío y regalo. Crítico literario un día, su legado es breve, y en esto como en
muchas cosas se manifestó por un solo rasgo perdurable: el prólogo a las poesías de
Gutiérrez Nájera. Allí la explicación del afrancesamiento en la lírica mexicana, la defensa
del modernismo todo lo cual está tratado al margen de las escuelas y por encima de las
capillas. Su estilo, después gana fuerza y en sobriedad renuncia a la sonrisa y a la gracia
turbadora. Va en pos de la cláusula de oro, esculpe sentencias. Es ya el estilo como lo
quería Walter Pate, para seducir al humanista saturado de literatura, reminiscencias, casos y
cosas. Su oratoria, aún en los discursos oficiales está cruzada por todas las preocupaciones
filosóficas y literarias de su tiempo. Es el primero que cita en México a Nietzsche 8, pues era
un hombre muy bien informado de las corrientes de pensamiento de Europa y del mundo.
En sus discursos hay un material filosófico abundante de estudios y meditaciones, y el
mejor comentario acaso sobre sus empeños de educador. En la obra histórica, el estilo, sin
bajar nunca en dignidad, revela por instantes cierto apresuramiento, no repara en
repeticiones cercanas, amontona frases incidentales, a veces confía demasiado el sujeto de
los periódicos a la retentiva del lector. El autor parece entonces espoleado por un vago
presentimiento, por el afán de sacar cuanto antes el saldo de una época cuyo ocaso hubiera
adivinado. Pero si hay momentos en que escribe de prisa, puede decirse que
afortunadamente siempre pensó despacio. Todo lo cual comunica a la obra cierto
indefinible ritmo patético, pero con una visión filosófica profunda del hombre en relación
con el mundo. Es un filósofo que hizo filosofía humana con sentido cultural.

7
Yáñez, Agustín. Don Justo Sierra: su vida, sus ideas y su obra. editorial, UNAM, México, 1950, P. 76
8
Lo cita a favor, defendiendo la subjetividad humana y la creación del hombre, ante el intelectualismo
positivista, así como la visión irracionalista contra el determinismo ramplón del positivismo. Esto lo
expone en sus discursos, y los ateneístas conocen a Nietzsche a través de Justo Sierra. Es que fue
preparando a los discípulos para su lucha antipositivista y les enseñó las corrientes más destacadas de
Europa.

13
El filósofo pedagogo padeció, sin duda, bajo el peso de sus labores en el Ministerio de
Instrucción Pública. Su nombre queda vinculado a la inmensa siembra de la enseñanza
primaria que esparció en todo el país. Continuador de Gabino Barreda-aquel fuerte creador
de la educación laica al triunfo de Benito Juárez, triunfo que vino a dar su organización
definitiva a la República-, Justo Sierra se multiplicó en las escuelas, como si partido en mil
pedazos, hubiera querido a través de ellos darse en comunión a las generaciones futuras.
Hacia el final de sus días, coronó la empresa reduciendo a una nueva armonía universitaria
las facultades liberales dispersas, cuya eficacia hubiera podido debilitarse en la misma falta
de unidad, y complementó con certera visión el cuadro de las humanidades modernas.
Puede decirse que el educador adivinaba las inquietudes nacientes de la juventud y se
adelantaba a darles respuesta. Por eso propició y dio ánimo a los ateneístas.
El positivismo oficial había degenerado en rutina y se marchitaba en los nuevos aires del
mundo9. La generación del centenario desembocaba en la vida con un sentimiento de
angustia. Y he aquí que Justo Sierra nos salía al paso, como lo ha dicho uno de los nuestros
(Pedro Henríquez Ureña) ofreciéndonos la verdad más pura y la más nueva.
“Una vaga figura de implorante - nos decía el Maestro- vaga hace tiempo en derredor de la
calma serena de nuestra enseñanza oficial: la Filosofía; nada más respetable ni más bello.
Desde los fondos de los siglos en que se abren las fuerzas misteriosas de los santuarios de
Oriente, sirve de conductora al pensamiento humano, ciego a veces. Con él reposó en el
estilóbato (escalón superior en que descansa el templo griego) del Partenón que no habría
querido abandonar nunca; lo perdió casi en el tumulto de los tiempos bárbaros y
reuniéndose a él y guiándole de nuevo se detuvo en las puertas de la Universidad de París,
el alma mater de la humanidad pensante en los siglos medios. Esa implorante es la
Filosofía, una imagen trágica que conduce a Edipo, el que ve por los ojos de su hija lo
único que vale la pena de verse en este mundo: lo que no acaba, lo que es eterno”10.
De esta suerte, el propio Ministro de Instrucción Pública se erigía en capitán de las
cruzadas juveniles en busca de la filosofía, haciendo suyo y aliviándolo al paso del
descontento que por entonces había comenzado a perturbar. La Revolución se venía
encima. No era culpa de aquel hombre; el tendía, entre el antiguo y el viejo régimen, la
continuidad del espíritu, lo que importaba salvar a toda costa, en medio del general
derrumbe y de las transformaciones venideras.
El Maestro Justo Sierra, siguiendo su sui géneris doctrina positivista evolucionista
consideraba que la educación moral ayudaría paulatinamente a la formación del carácter
por medio de la obediencia y disciplina, así como por el constante y racional ejercicio de
sentimientos, resoluciones y actos encaminados a producir el respeto a sí mismo y el amor a
la familia, a la escuela, a la patria y a los demás11. La educación física, obtenida por las
medidas de profilaxis indispensable, los ejercicios corporales apropiados y por la
formación de hábitos de higiene. La cultura intelectual, el que se alcanzará por el ejercicio
gradual y metódico de los sentimientos y la atención, el desarrollo del lenguaje, la
disciplina de la imaginación y la progresiva aproximación a la exactitud del juicio. Y, por
último, la educación estética, que se efectuará promoviendo la iniciación del buen gusto y
9
Ver anexo IV.
10
Sierra, J. Obras Completas. Vol. V: 459, 1977, p. 76.
11
Ver anexo IV.

14
proporcionando los educandos nociones de arte adecuadas a su edad12. ¡Cuánta filosofía de
alta estirpe concentra el Maestro!
Justo Sierra Méndez consideraba que era imprescindible que la educación fuera laica,
conforme a la declaración que a continuación se presenta:
“Estamos obligados a no herir esta delicadísima fibra del corazón humano, que se llama el
amor por la fe que se profesa, y que es precisamente la que pulsa la Iglesia para mantener
vivo, sin lograrlo, por fortuna, el odio de la mayoría de la población de la República hacia
nuestras libres instituciones (...) Toca al escritor, al filósofo, el historiador, combatir la
doctrina con la doctrina y denunciar y refutar las ideas que desde la cátedra católica niegan
la legitimidad de cuanto constituye las condiciones de vida de la sociedad actual. Pero esto
no lo puede hacer el Estado, no puede convertirse en sectario, porque representa la totalidad
nacional y de lo contrario rebajaría su papel al nivel de los odios religiosos y su misión de
justicia quedaría fundamentalmente adulterada por esta suerte. En cambio debe no sólo
reprimir, sino prevenir el mal y combatir resueltamente, y para ello es la escuela un
instrumento maravilloso, cuando a transformar a las generaciones venideras en enemigas de
las teorías sobre las que se basan la sociedad y el estado mismo”.13
También reformó a siete los años de escolaridad, es decir, cinco para la educación primaria
elemental y dos años de educación primaria superior. Esto motivado por las diferentes
circunstancias sociales prevalecientes en la época en el país, lo que en muchas ocasiones
originaba que la mitad de la población usuaria únicamente cursara algunos primeros años,
por lo que las materias eran las mismas que las de la primaria elemental sólo que vistas con
mayor amplitud.
Al respecto declaró: “Un niño no educado no puede ser un buen mexicano. La educación de
cuatro a cinco años comprende al niño de seis a catorce años. La educación primaria
elemental para llegar a su completo desarrollo, necesitará cinco años en vez de cuatro”14.
En el artículo 5º de la Ley de 1908 se intenta alejar al niño del campo de lo abstracto,
invirtiendo el principio que sustenta que el pensamiento va de lo concreto a lo abstracto.
“Es necesario que vea los objetos, que palpe las cosas, que conozca las cosas, que conozca
la naturaleza en sus funciones más sensibles, para poder llegar después a la concepción de
las ideas generales, que propiamente se llaman ideas abstractas y que se llaman así porque
abstraen de las cosas las ideas”15. Como parte de las innovaciones que trajo esta reforma
educativa se enlistan a continuación las siguientes: La enseñanza obligatoria de los trabajos
manuales, uso del libro de texto con contenido científico, desarrollo de las escuelas de
adultos, la fundación de las escuelas para niños con deficiencias, el carácter obligatorio de
la enseñanza primaria, entre otras.
Estas reformas evidencian toda una visión cultural profunda de la educación por el Maestro
de América.

12
Bazant, 1993, p. 43.
13
“Sobre el laicismo en la educación “en Debate pedagógico durante el Porfiriato. Antología preparada por
Milda Bazant. México: El Caballito, SEP. 1985b, p. 23.
14
Ibídem.
15
Ibídem, p. 28.

15
En suma, se puede afirmar que el Positivismo, aunque tuvo diferentes enfoques, fue
fundamental en la construcción política mexicana, una vez finalizados los tiempos de
guerra y descontento social, que prevaleció durante tanto tiempo. Contribuyó con fuertes
conceptos y valiosa ideología que permitió cimentar las condiciones de un cambio de vida e
incluso más concreto, en todo el país, principalmente por su interés por la ciencia y su
rechazo a la dogmática religiosa16.
Por otra parte, la reforma educativa tuvo tanto impulso y aprobación que es latente aún en
nuestros días, y con base en ésta, mucha de la gente pobre que vive en el país, ha podido
tener acceso a la escuela, aunque no se sabe, a ciencia cierta si esto sucedió porque se
volvió obligatoria la instrucción, pero lo cierto es que generó una importante disminución
en el analfabetismo entre la población mexicana.
La obra filosófico - educativa de Justo Sierra es una de las más ricas y caudalosas de su
tiempo. Registra las manifestaciones espirituales y culturales más significativas de la época
de grandes cambios que le tocó vivir: narraciones, poesías, discursos, doctrinas políticas,
jurídicas, filosóficas y educativas. Se reúnen con los poetas de la revista Azul y de las
Revistas Modernas e influye en sus discípulos, como Urbina, González Obregón, Urueta, y
otros. Comenzó escribiendo poesía, le sigue el teatro y la prosa narrativa, que son obras de
su juventud; la historia la educación y su ideario socio-filosófico y humanista son obras de
su madurez, así como el periodismo político, la prosa literaria y el ejercicio educativo
constante a lo largo de toda su vida.
Se trata de un filósofo positivista sui géneris, pues tal como señalan Daysi Rivero e Iliana
Rojas: “La apertura del siglo XX sorprendió a Justo Sierra orientando su capacidad y su
energía, sin tornarlas apolíticas, hacia la educación, cuya práctica entendió vía esencial para
formar a una generación nueva capaz de «nacionalizar la ciencia » y «mexicanizar el saber»
y llevar a cabo como portadora del «alma nacional» que debe alentar en el organismo
social, las reformas defendidas por él desde el último tercio del siglo precedente. Esa nueva
generación parece haber sido para él la generación del Ateneo17.
«Sierra dio impulso al Ateneo, quiso formar una generación que lograra realizar las
reformas políticas que él no pudo llevar a cabo. Fue formando (...) el sentido crítico, la
desconfianza en relación con el positivismo de la última época. Reyes, Henríquez Ureña,
Caso, Vasconcelos, criticaron a ese positivismo, siguiendo a Sierra, rindieron homenaje a la
ideología de Barreda.
Distintos autores coinciden en que Sierra acompañó a los firmantes del «Manifiesto de la
Unión Liberal » mientras estos sustentaron la necesidad de una política científica, pero que
una vez convencido de la imposibilidad de llevarla a la práctica, se dedicó definitivamente
a la educativa, en particular desde 1901, año en que le fue concedido el puesto de
Subsecretario de Instrucción Pública, responsabilidad que acepta no sin reservas, puestas de
manifiesto en la carta que dirige a su esposa desde Paris, al tener conocimiento del
nombramiento oficial”18
16
Esto lo argumenta Leopoldo Zea de forma fehaciente en varias obras que tratan el tema del positivismo en
México.
17
Ver anexo 4
18
Rivero, D, Rojas, I. Justo Sierra y la filosofía positivista en México. Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 1986, p. 64.

16
Según Pablo Guadarrama: “A Justo Sierra se le estima como el líder final del positivismo
mexicano. No fue un comtiano, pues aceptó mucho más las ideas de Spencer, y otros
desarrollos del positivismo francés, como el de Karl Ludwig Michelet, Hipolite Tayne y
Joseph Ernest Renan.”19
En fin, Justo Sierra es una figura sui géneris del positivismo, pues no es comtiano, ni sigue
al pie de la letra a Spencer. Su pensamiento se nutre del acervo universal con espíritu
electivista, y en función de una realidad concreta: el contexto mexicano.
Precisamente, de lo anterior se desprende el objeto de estudio de la presente tesis
doctoral: Relación ideario filosófico de Justo Sierra - educación nacional mexicana,
como proceso dialéctico - integrador que asume la educación como formación humana.
La dinámica y el desarrollo del presente objeto de estudio nos hace evidente el siguiente
problema científico, el cual queda redactado en términos de interrogante científica: ¿Cuál
es la esencia del ideario filosófico de Justo Sierra y su impacto en la educación, que lo
cualifica como un fundador de la cultura mexicana con trascendencia y actualidad? Hacia
su solución (respuesta) se encamina la presente tesis, de forma tal que se propone como
campo de acción: la influencia del ideario filosófico de Justo Sierra en la educación
mexicana.
Hipótesis: En la producción teórica y práctica de Justo Sierra existe un sistema de saber
filosófico humanista, teóricamente elaborado, que devela la esencia misma de la educación
como formación humana.
Objetivo general: Determinar los fundamentos filosóficos del pensamiento educativo de
Justo Sierra y sus mediaciones esenciales en la tarea de organizar y sustentar las bases de la
educación nacional mexicana, subrayando sus aportaciones, trascendencia y actualidad.
Objetivos específicos
1. Revelar los momentos esenciales de la evolución del pensamiento y la obra de Justo
Sierra, incluyendo el contexto sociocultural, las influencias filosófico - ideológicas,
su sistematización creadora, así como las particularidades sui géneris de su visión
positivista evolucionista de la realidad.
2. Valorar los fundamentos filosóficos de su pensar y accionar educativos, a través de
su visión de la vinculación de la educación con la vida y la sociedad, el sentido
histórico cultural del discurso y su ideario ético – humanista integrador.
3. Desentrañar la vigencia de su pensamiento y acción en la educación contemporánea
mexicana, mediante el estudio de su filosofía de la educación, la organización del
sistema educativo mexicano y el sentido ético-humanista que le sirvió de guía
espiritual.
Métodos y procedimientos lógicos
Durante el desarrollo de la investigación se hace uso, entre otras, de las siguientes
herramientas metodológicas:

19
Guadarrama, P. Positivismo y antipositivismo en América Latina.. Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 2004, p. 50.

17
• Método histórico-lógico, con predominio del segundo; método hermenéutico, (ya
que el fin de la investigación coincide con el esclarecimiento del sentido del texto,
partiendo de sus bases objetivas y subjetivas; heurístico, entre otros, en
correspondencia con las exigencias del objeto investigado.
• Procedimientos lógicos: analítico-sintético, inductivo-deductivo, la generalización.
Tareas científicas:
a) Estudio de orientación bibliográfica (fuentes pasiva y activa)
b) Elaboración del marco teórico, a partir de su contextualización sociocultural e
histórica.
c) Fundamentación del marco de análisis metodológico.
d) Determinación de conceptos centrales, operativos y sus relaciones.
e) Generalización de los resultados obtenidos, a través de las conclusiones.
f) Elaboración de un conjunto de recomendaciones, con perspectivas de cambios.
Novedad científica
Existen interesantes trabajos sobre la obra educativa de Justo Sierra y de su filosofía en
general, pero aún no se han sistematizado los aspectos fundamentales de su ideario
filosófico y sus aportaciones esenciales, particularmente, el sentido ético-humanista,
democrático y de justicia social de sus aprehensiones filosóficas y educativas, de tal manera
que aún prevalece erróneamente muy poco predominio de su praxis educativa en el
contexto nacional mexicano. No se crean espacios educativos para reconocer realmente la
filosofía serrana y sus concreciones en la educación. Se trata de una figura fundadora y
paradigmática de México.
Esto significa que el Maestro Justo Sierra, como Martí, Enrique José Varona, José
Vasconcelos, y otros de sus contemporáneos tienen aún mucho que decir, enseñar y hacer.
Estructura de la tesis
La tesis se estructura en tres capítulos y fluye de lo general a lo particular, sin esquivar los
diversos momentos en que se desarrolla como proceso.
El primer capítulo, titulado: “Evolución y desarrollo del pensamiento y la obra de Justo
Sierra”, se divide en tres apartados: Formación inicial; Influencias ideológicas y filosóficas;
Desarrollo del su pensamiento filosófico y especificidades de su positivismo evolucionista.
Aquí los aspectos lógicos e históricos interactúan y se complementan en función del
análisis de una rica obra y de un pensador profundo, pues como bien demostraron Hegel y
Marx, no es posible conocer algo en su madurez, al margen de la historia. Es que la lógica
misma es concreción de la historia.
Este capítulo revela la formación y evolución del pensamiento filosófico de Justo Sierra
desde su infancia con la influencia de apertura y diálogo indeleble de sus progenitores, y el
contexto general en que se desarrolla.
Se hace énfasis en las varias influencias filosóficas e ideológicas recibidas, y su actitud de
sospecha y crítica ante ellas, haciendo hincapié en su actuación en los debates de la cámara
de diputados dónde se orientó sobre todo a luchar por sus ideas políticas, educativas,

18
culturales, cómo establecer en nuestra república la educación primaria, entre otras. En su
pensamiento crítico existen varias influencias, pero su espíritu emprendedor y creativo no
asume ningún sistema filosófico acríticamente, sino lo que considera idóneo en
correspondencia con sus búsquedas. No cree en una omnisciencia que dé respuestas a todas
las inquietudes humanas. En su visión del mundo asume creadoramente el positivismo de
corte evolucionista, es decir, de orientación spenceriano.
El segundo capítulo, titulado: “Fundamentos filosóficos de su pensar y accionar formativo”,
se divide en tres apartados: Vinculación de la educación con la vida y la sociedad; Sentido
histórico cultural de su discurso; y La esencia de su filosofía ético-humanista. Se presenta
un estudio analítico desde la hermenéutica y la heurística, de los aspectos filosóficos que
subyacen en su pensar y accionar formativo: Su teoría del conocimiento, su antropología, la
reflexión sobre la historia y la cultura y su filosofía política, en sus mediaciones varias y
complejas. Se aborda el pensamiento intelectual dirigido al conocimiento del pasado del
México de Justo Sierra y su obra educativa como historia política del pueblo mexicano que
forma parte de la faceta educativa y contribuye a fundar las bases de la educación nacional
que conduzca al cambio.
En este capítulo se trabaja su visión cósmica del ser humano, en gran medida, siguiendo el
espíritu filosófico cultural educativo, que tanto apreciaba. En esta misma dirección
aprehensiva se esboza la esencia de su concepción del hombre, la historia, la cultura y sus
mediaciones, para culminar en síntesis, la esencia de su filosofía educativa. Una filosofía de
raíz latinoamericana, pero plena de vocación universal, en coincidencia con su proyecto
educativo, incluyente, electivo, que no despreciaba ningún valor humano, pero inserto en el
fundamento de las bases educativas nacionales del México de su momento histórico.
El Tercer capítulo, titulado: “Vigencia de su pensamiento y acción en la educación
contemporánea mexicana”, se divide en tres apartados también, a saber: Aproximación
conceptual a la filosofía de la educación de Justo Sierra; Su labor organizativa en el
sistema de educación mexicano, y Determinaciones concretas de la cosmovisión filosófica
– educativa de Justo Sierra.
Además de lo planteado anteriormente, el contenido de estos apartados discierne y
aprehende la visión de Justo Sierra de la educación con sentido cosmovisivo, en tanto
formación humana, como desenvolvimiento integral del hombre, sobre la base de su aserto
de la influencia determinante de la educación nacional en el país, que es la educación donde
se deben proyectar los valores y principios rectores que nos conduzcan a la humanización,
proponiendo una serie de estrategias teórica y prácticas, dirigidas a una visión integradora e
incluyente como parte del campo de la educación nacional.
La educación, como metáfora de la vida, que integra en síntesis armónica el conocimiento
y los valores, y prepara al país, como decía Agustín Yáñez, siguiendo el espíritu de Justo
Sierra: “(…) que (…) cuando las universidades se liguen y confederen en la paz y el culto
del ideal, en el progreso, se realizará la aspiración profunda de la historia humana”.20Una
idea con resonancia positivista, pero que en el Maestro Sierra y sus discípulos, tendrá
nuevos cauces

20
Ver, Yáñez, Agustín. Don Justo Sierra: su vida, sus ideas y su obra. Editorial UNAM, México, 1950, p.
134.

19
En fin, Justo Sierra representa una figura esencial de la filosofía y la cultura mexicanas. No
sólo organizó la educación desde una filosofía humanista y práctica, sino que sentó
premisas para el futuro, activando ideas para toda una generación de pensadores que
inauguran el antipositivismo en México y América Latina21.

21
Ver el interesante libro de Guadarrama, P. Positivismo y antipositivismo en América Latina. Editorial de
Ciencias Sociales, La Habana, 2004.

20
CAPÍTULO I
EVOLUCIÓN Y DESARROLLO DEL PENSAMIENTO FILOSÓFICO DE JUSTO
SIERRA
No se intenta seguir un itinerario abarcador de toda la rica vida y obra de Justo Sierra
Méndez. Esto ya ha sido hecho por estudiosos de su obra y acción. Habría contenido, en sí
mismo, para varias tesis doctorales. En el caso específico que nos ocupa, se trata de un
esbozo panorámico que despliega sus mediaciones esenciales en su evolución progresiva.
Literato, historiador y periodista, así como poseedor de un fuerte pensamiento filosófico
que llevó a la práctica educativa, la obra de Justo Sierra constituye una fuente inagotable
para el presente de México y América. Una obra forjada en el fragor de la lucha y que
posee toda una rica historia filosófica cultural en su proceso de formación, desarrollo y
sistematización.
En ella se reúnen artículos de periodismo, ensayos literarios, estudios de historia, así como
páginas donde expone su orientación positivista y las distintas posiciones que adoptó en
relación al pensamiento filosófico de Comte, Spencer y Stuart Mill. Darwinista convencido,
Sierra, terminó en una posición escéptica en relación al cientificismo positivista. Maestro
de los ateneístas, fue promotor y guía de la inquietud innovadora que los caracterizó.
Entre sus obras, principalmente en relación con su pensamiento filosófico, cabe mencionar
su Historia de la antigüedad, texto de historia en la Escuela Nacional Preparatoria, que
recibió severas críticas de parte del periódico católico “La Voz de México”. Su ensayo
México social y político (apuntes para un libro) y Evolución política del pueblo mexicano.
Estos elementos que encauzan el devenir de su formación inicial y otros que lo
complementan con razón suficiente, serán abordados en el epígrafe que encabeza este
primer capítulo.
En estas obras, y otras, la historia, la política, la educación y la cultura en general crean un
horizonte de diálogo abierto, con acuciante espíritu filosófico. Es un discurso que une,
interdisciplina y transdisciplina con sorprendente originalidad.
1.- Formación Inicial
Justo Sierra Méndez, nace el 26 de enero de 1846, en la Ciudad de Campeche, es el tercer
hijo del doctor y escritor Justo Sierra O’Really. Su madre fue Concepción Méndez
Echazarreta. Su padre, hijo del luminar de la Literatura Yucateca, quién tuvo el placer de
conocerlo siete meses después de su nacimiento, año en que regresó de la Unión
norteamericana. El pequeño infante quedó bajo los cuidados de su madre Doña Concepción
Méndez y Echazarreta, todo un modelo de carácter y de abnegación, pues el Dr. Sierra vivía
aprisionado en las redes de la política turbulenta en esos tiempos, pasó los años de su niñez
respirando el ocre olor del quieto mar campechano por un lado, y los raros aromas
tropicales que bajan de las colinas y que abrazan la ciudad, por el rumbo opuesto.
A su tiempo fue enviado al Colegio de San Miguel de Estrada, recibiendo las primeras
letras del preceptor Don Eulogio Perera Moreno. Pudo entonces en las horas libres recorrer
las mansas playas de este barrio acolchadas de algas y sembradas de pequeños astilleros.22

22
Apasionado de los contrastes, desde niño he buscado instintivamente no los sitios verdes y floridos en que
parece que la luz se enferma de fastidio, sino el prado cargado de tintas vigorosas que se apoya en la

21
Pero a esta tierna edad una turbonada política se abatió sobre su hogar. Vio con ojos
espantados que la muchedumbre atropelló la casa aristocrática; destruyó muebles y papeles;
saqueó el despacho de su padre, donde éste, como dentro de un santuario, iba reviviendo los
hechos más notables de nuestros antepasados.
¡Como era posible que a una hombre que había puesto su privilegiada inteligencia al
servicio de su país, así como sus especiales conocimientos en la literatura, en la política, en
las humanidades, en la historia, en muchos ramos del saber, le maltrataran de esa manera!
Nunca antes se vieron tales excesos; por el contrario se manifestaba dando a los peores
enemigos el mejor trato posible; así se concebía la caballerosidad.
Sin embargo, de este amargo recuerdo no resultó intoxicado su espíritu, al contrario, esto
posiblemente contribuyó a que más tarde soportase pacientemente las flaquezas de la
humanidad y se formase en él el manantial de bondad que destiló durante toda su vida
ilustre.
Hubo que trasladarse a Mérida la capital dónde se estableció la familia en casa señorial,
junto a la esquina de la Culebra, hoy número 490 de la calle 58. El panorama cambió. No
eran mejores las residencias, pero sí más grandes, así como los monumentos: la catedral
inmensa con sus robustas columnas toscanas, acogía fría y gratamente en los días calurosos.
En el templo del Jesús eran impresionantes las ceremonias de Semana Santa. La
descalabrada fábrica del que fuera grandioso convento franciscano, aún imponía por el
número de sus construcciones. La iglesia de Guadalupe, frente a la casona de los García
Rejón abría una aconchada faz para observar los largos trenes de carros que se dirigían a las
sierras del Sur.
Correteando por los barrios, otra vez con Sosa, se topaban con el Dr. Sierra, a quien
saludaban con reverencia y permanecían quietos contemplando cómo iba a encerrarse a
dicho convento, aunque joven todavía ya bastante enfermo, a terminar el proyecto del
Código Civil Mexicano que le había encomendado el Gobierno Nacional.
Terminaba sus estudios primarios en el Colegio de San Ildefonso de Mérida, cuando llegó a
Justo la primera tragedia, a los trece años perdió a su padre. Fue sepultado aquel, con los
máximos honores que ha recibido un Yucateco en su tierra: cañonazos y discursos; honores
y visitantes sin ficción; regia pompa; pero que nunca pueden llenar el vacío irreparable.
Una vez más se reveló el templado carácter de la madre, arregló sus modestos intereses,
vendió el menaje de la casa, se despide de amigos y parientes y, contando con el apoyo de
su hermano el Lic. Luis Méndez, sin poder olvidar a quien fuese amoroso y tierno esposo,
partió para la capital de la Nación, donde ya residía su padre.
Establecida la familia Sierra en México, fue internado Justo en el Liceo franco-mexicano de
Mr. Guilbauit, donde permaneció tres o cuatro años. “Ausente de los objetos más caros de
mi niñez, arrojado de improviso en un mundo desconocido, todo lo miraba con
desconfianza, en todo hallaba cierta amargura, y no recuerdo haberme detenido un instante

abrupta montaña y que desborda sobre escalinatas de rocas ásperas y negruzcas en donde el mar de estrella
y labra su nido la gaviota. Por eso en las playas dulces y sin cantiles de mi país era para mi deleitoso cierto
sitio en la amplísima curva de la playa en que se interrumpe súbitamente, por una aglomeración de
peñascos cuajados de cácteas y desde, desde cuya cima, que me parecía la de una montaña y que en
realidad no era más alta que la de los vecinos cocoteros, tomaba el mar a mis ojos de niño un relieve
soberano”. (Justo Sierra M. “Playera”).

22
complacido en algunos de esos sueños queridos, que llamamos jardines los estudiantes, sin
que poco a poco mis ojos se impregnaban las lágrimas.23
Poco tiempo después de su ingreso al mencionado Liceo, “(…) La severidad del aula y la
rigidez de los preceptores disciplinaron por fin aquel rebelde espíritu infantil; desde
entonces; D. Justo Sierra empezó una nueva existencia a solas con el pensamiento. Se hizo
filósofo. La misantropía siguió a la nostalgia, acabó por imponerse trayendo consigo los
pomposos e incontrastables atuendos de la juventud. Decía de Justo, su abuelo D. Santiago
Méndez Ibarra, que era muy aplicado y para su edad sabía mucho de historia y tenía
aprendido el francés.
Luego se inscribió en el Colegio de San Ildefonso en México, donde se destacó como
aplicado estudiante y de libre pensamiento anticlerical, al grado de que llegó a gritar un día,
cuando comenzaba la diaria misa en la capilla del colegio “¡Muera el Papa!” 24 ante el azoro
de condiscípulos y maestros. En este plantel, se dedicó al estudio de las Letras y del
Derecho hasta que fue clausurado en 1867. Pero continúo el aprendizaje de tales ramas del
conocimiento, en los establecimientos que subsistieron en la República recién restaurada,
obteniendo las mejores calificaciones y los mejores premios hasta que en 1871, a la edad de
23 años, obtuvo su grado de Licenciado en Derecho, cumpliendo los mandatos de su
protector y tío el Lic. Luis Méndez Echazarreta.
Tres años antes a principios de 1868 acabando de cumplir los 20 años de edad, el bachiller
Sierra Méndez tuvo la osadía de pedir ser recibido en el cenáculo más afamado de la época
dirigido por el maestro Ignacio Manuel Altamirano, quien había fundado las “veladas
literarias”. En el año de 1871 se recibió de abogado.
Su participación en el Folletín de “El Monitor Republicano” el 5 de Abril de 1868 la serie
que intituló “Conversaciones del Domingo”. El certero ojo del maestro Altamirano supo
comprender la valía del joven Sierra, más tarde le deja como herencia su cátedra de historia
en la Escuela Preparatoria y su pontificado en las letras nacionales.
La condición humana, lo esencialmente humano fue siempre un imperativo en el
pensamiento de Sierra; nos lo confirman, una vez más, las anteriores declaraciones, que se
forman en un determinado contexto, bajo diversas influencias ideológicas y filosóficas, y
que se asumen para incursionar en el siguiente epígrafe de este capítulo.
2. Influencias ideológicas y filosóficas
Al asumir el contexto histórico, político y cultural de México y el devenir ideológico
filosófico25, antes de la inauguración del positivismo es necesario tener en cuenta que,
“como casi en todos los países de América Latina, México, - enfatiza Guadarrama -aún
después de la independencia, no había cambiado mucho su estructura económica y social,
pues no se habían producido en él las aceleraciones necesarias para tales transformaciones.
Si bien la agricultura había tenido algunos adelantos, seguía siendo una economía
cuasifeudal, patriarcal, con un desarrollo muy pobre de su industria y otras formas

23
Folletín del “Monitor Republicano” México, 25 de Abril 1968.
24
G. Urbina 1917
25
Ver de Monal, I. Esbozo de las ideas en América Latina hasta mediados del siglo XX. En Colectivo de
autores. Filosofía en América Latina, Editorial Félix Varela, La Habana, 1998, pp. 1 – 40.

23
productivas, así como mantenía un comercio exterior supeditado a lo que antes eran
metrópolis coloniales y paulatinamente se convertían en neocoloniales e imperialistas.
México sufrió un intento de ser conquistado por los franceses a mediados del siglo pasado,
y concluyó con la caída del Imperio de Maximiliano en 1867. Esa pretensión de
afrancesamiento de la cultura hispanoamericana y de la vida política de la parte no sajona
de América, dio lugar a que se propiciase la utilización del concepto de América Latina.
Los franceses para justificar su dominación, en vez de una América Hispánica introdujeron
el término de América Latina, también con cierto derecho a tener poder hegemónico sobre
lo que en su lugar Martí enfatizaría como nuestra América.
México desarrolla una serie de transformaciones a fines del siglo XIX, con el proceso de la
Reforma que lleva a cabo Benito Juárez, en un intento por acelerar las transformaciones
burguesas nacionales, con la aspiración de lograr un desarrollo capitalista acelerado y una
incorporación plena a la modernidad26.
En medio de ese ambiente de ideas liberales que invocaba el positivismo como proclama
hacia una sociedad más democrática, y hacia una sociedad de mayor participación
económica, civil y política, es que el positivismo toma auge (…) a través de dos figuras
principales: Gabino Barreda y Justo Sierra27. Justo Sierra se afilia principalmente al
positivismo evolucionista28, siguiendo la influencia de H. Spencer29.
La formación ideológica filosófica de Justo Sierra tiene lugar en el devenir mismo de su
actividad, incluyendo el medio familiar, el liberalismo propio del momento histórico, el
positivismo y las ideas ilustradas que actuaban al mismo tiempo, en la comunidad
intelectual en que se desarrolla.
El registro de sus primeras publicaciones lo ubicamos ya en 1867, pero su obra
sistematizada aparece a partir de 1878, con publicaciones tales como: Compendio de
historia general, México, 1878; Compendio de la historia de la antigüedad, México, 1880;
Confesiones de un pianista, México, 1882; Historia general, México, 1891; Cuentos
románticos, México, 1896, 1934, 1946; Juárez. Su obra y tiempo, México, 1905-1906;
Historia de México. La Conquista. La Nueva España, Madrid, 1917; Prosas, México, 1917;
Poemas, México, 1917; Discursos, México, 1919; Poesías, 1842-1912, México, 1937;
Evolución política del pueblo mexicano, México, 1940; Justo Sierra. Prosas, México, 1939;

26
Ver anexo IV.
27
Guadarrama, P. Positivismo y antipositivismo en América Latina. Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 2004, pp. 43 – 44.
28
Ver anexo IV
29
Filósofo evolucionista inglés. Nació en Derby, y siendo hijo de un maestro que quiso ensayar en su hijo
sus teorías pedagógicas, fue autodidacta. Trabajó como ingeniero y como periodista económico, y fue
amigo de T. Huxley, de Francis Galton, del famoso físico James C. Maxwell, del antropólogo James G.
Frazer, y de J. Stuart Mill. A los cuarenta años concibió un vasto sistema filosófico evolucionista, con
anterioridad a Darwin, que desarrolló a lo largo del resto de su vida. Por ello, saludó la aparición del
darwinismo como una corroboración de sus concepciones, e integró el evolucionismo darwiniano en sus
sistema filosófico, en el cual desarrolló la idea de que la evolución, entendida como concepto unificador,
rige toda la realidad fenoménica, desde el sistema solar hasta las especies animales; desde la naturaleza
inorgánica hasta las sociedades, la moral y la vida del espíritu, que en cierta forma se hereda. Ejerció una
gran influencia en la filosofía y en la cultura de finales del siglo pasado, especialmente sobre Bergson.

24
Obras completas, XV vols., México, 1948-1949. Andrés Henestrosa Semblanzas de
Académicos. Ediciones del Centenario de la Academia Mexicana. México, 1975, 313 pp.
No obstante, entre 1868 y 1876, Sierra escribe en diferentes periódicos como El
Renacimiento (1869), El Domingo (1870), El Siglo Diez y Nueve (1870), El Federalista
(1871); su principal producción es de tipo literario, pero en este último título ya presenta
materiales de orientación política y analítica.
En definitiva, es en La Tribuna (1874), donde da muestra de su genio en la percepción de
su realidad y de la orientación política que lo guiará durante su etapa de madurez. Su texto
titulado “Los Problemas Nacionales y el Gobierno” es un primer acercamiento a lo que hoy
podemos llamar sociología política. Es un texto donde explica la coyuntura que vive la
nación en torno al poder; al respecto dice: “Casi todos los escritores (latinos), incurren en el
error de hacer depender la felicidad y el porvenir de un pueblo de la acción de los
gobernantes. Esta es una vieja idea del rancio y gastado socialismo de los pasados tiempos,
que tendía a concentrar todo el poder en un solo hombre. Pero no es racional ni
democrática…” 30
Su evolución social y en las partes que le corresponden del libro “Juárez, su obra y su
tiempo, representan, al decir de don Antonio Caso, la síntesis más clara y cabal que
poseemos, hasta ahora, de la época reformista y de restauración de la República; el
enunciado más real y definitivo de aquel momento dramático, que inició en nuestro suelo la
conquista decisiva de la libertad; es decir el pleno afianzamiento de la patria; lo cual
constituye uno de los episodios esenciales de la historia constitucional de América. Como
poeta su legado es muy breve: unos cuantos poemas originales y la traducción de algunos
de los sonetos de Trofeos de José María Heredia. Como crítico literario su legado es más
breve aún: sólo algunos prólogos, uno de ellos de verdad perdurable: el que escribió para
las Poesías de Manuel Gutiérrez Nájera. Allí están la explicación del afrancesamiento en la
lírica mexicana, la defensa del Modernismo, todo lo cual queda tratado al margen de las
escuelas y por encima de las capillas.
Combatiente por el advenimiento de una literatura nacional, le sale al paso Marcelino
Menéndez y Pelayo que aseguró que nuestra literatura patria aún no aparecía, lo que para el
maestro mexicano no era de buenos parientes ni de buenos críticos. Reconocía que ningún
pueblo, engendrado por otro en la plenitud de su cultura, y a quien se haya transmitido la
herencia forzosa de la lengua, las costumbres y la religión, ha podido crearse a la par de su
personalidad política una personalidad intelectual o literaria. Esto ha sido, cuando ha sido,
obra lenta del tiempo y de las circunstancias. No quería una literatura mexicana a todo
trance, a como diera lugar, paralela a la constitución y a la independencia política, sino a su
tiempo, fatalmente.
La literatura era el medio en que la conciencia de un pueblo toma plena posesión de sí
misma. Proclama la lengua española como el vaso único en que debíamos beber el vino
nuevo. Pensamientos franceses en versos españoles, mientras llega el tiempo de poner en
ellos pensamientos mexicanos -decía- ¿Opina el ilustre académico, que la historia de
nuestra literatura no revela la evolución hacia cierta forma característica y que marque
distintamente al grupo mexicano entre los demás de habla española?

30
Justo Sierra, Obras, p.56).

25
El Licenciado justo Sierra Méndez pronto comprendió que su vocación no tiraba al pleito,
ante los tribunales, había comprendido durante su pasantía de abogado en el despacho de su
tío, el Lic. Méndez Echazarreta, entonces, le encomendó éste que llevase un juicio bajo su
única dirección y responsabilidad, el contrincante, era un tinterillo de dos al cuarto, sin
estudios, pero con mucha malicia, y ganó el negocio. El hecho dolió intensamente al Lic.
Sierra, y en presencia del asombrado tío, hizo pedazos su flamante diploma. Nunca volvió a
litigar.
Prefirió dedicarse a las letras y al magisterio. Así obtuvo una cátedra en el Conservatorio
Nacional de Música y Declamación, y continuó sus actividades en la prensa. Sin embargo,
su amistad con los más prominentes juaristas, le valió su primera admisión a la Cámara de
Diputados, por el Distrito de Chicontepec, Estado de Veracruz, resultaron electos como
propietario Francisco Hernández Hernández y el Lic. Justo Sierra como suplente
El 19 de Diciembre de 1873 fue nombrado Secretario de la Tercera Sala de la Suprema
Corte de Justicia de la Nación para suplir al Lic. Luis Malanco que pidió licencia, el 18 de
Diciembre, tomando posesión de su empleo un día después. Durante el año de 1877 ayudó
a su hermano Santiago a publicar “El Mundo Científico”.
Al decir de Gabriel Ferrer de M. “(…) esta época ha sido una de las más movidas que ha
tenido México. No porque la mayoría del pueblo en ella estuviese interesado, sino porque
las minorías selectas aspirantes a detener el poder, formaban varios grupos antagónicos que
atacaban rudamente, pero dentro del terreno de la prensa y la caballerosidad, existía un
fuerte grupo lerdista que hacía oposición al porfirismo, una de cuyas cabezas era el Lic.
Manuel Romero Rubio, compadre de Lerdo de Tejada pues era padrino de Doña Carmen
Romero Rubio, los rezagados legalistas atacaban a Sebastián y a Díaz; algunos antiguos
juaristas contaban con prestigiados jefes del ejército que lucharon contra los imperialistas y
que aun no se rendían al tuxtepecano: había benitistas y no faltaba uno que otro general con
algunos partidarios que se sintiese capaz de suceder al antirreeleccionista Díaz. Pero todos
los grupos contaban con hombres enteros, cultos, desinteresados y distinguidos en alguna
otra actividad, que honraban la política del país”31.
Santiago Sierra Méndez, inteligente y un torbellino de actividad, menor que Justo, planeó
terciar en la contienda con un periódico de combate y entre los dos prepararon la fundación
de La Libertad, periódico político científico y literario según su lema, pero en realidad
noventa por ciento lo primero, cuyo primer número fue entregado al público el 5 de Enero
de 1878. En este año empezó la publicación de su “Compendio de Historia General” 32. Para
esto, ya tenía acreditada cierta experiencia y conocimientos en el ramo y desde 1874 era
socio de la Benemérita Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. Con el objeto de
atender los trabajos enumerados, solicitó una licencia para separarse de su empleo en la
Corte Suprema, siendo sustituido por el Lic. Manuel Fernández Villarreal33, igual que su
anterior separación.

31
Gabriel Ferrer de M. El Maestro Justo Sierra, Biblioteca Enciclopédica Popular, Secretaría de Educación
Pública, Septiembre 1947.
32
Periódico “La Libertad”, 26 de Enero de 1878
33
Libro de Actas de 17 y 29 de Enero, 15 y 20 de Marzo de 1878 Libro Núm. 93

26
El tono aseverativo de su palabra sobre la relación entre el individuo y el estado, orienta su
pensamiento político hacia el concepto de democracia como proceso de relación entre los
dos elementos sociales reconocidos en la estructura y que son mando y subordinación. Para
Sierra, la simetría debe ser inversa entre los dos elemento y ponderarse al individuo sobre la
administración y gobierno, este es un grave problema que vive la nación como parte de la
Restauración de la vida republicana.
La preocupación pues, se concentra en restablecer el concepto de individuo en la
democracia y en medio de un país convulsionado por la coyuntura política de fin de guerra
civil. Al respecto escribe: “En las democracias, la opinión…de fiarlo todo a la acción
administrativa, es ilógica, absurda. En las democracias el único soberano es el individuo;
sus derechos están fuera de la acción de las mayorías y de la ley misma. La idea del pacto
social, resultando del mutuo sacrificio es errónea. El individuo no puede sacrificar un solo
ápice de su libertad...”34
En abundancia de este pensamiento, sobre el término gobierno, piensa que no es un
conjunto de libertades sacrificadas; pensar de ese modo sólo lleva a arcaísmos políticos,
menciona a ideas arcaicas; el punto está en el ideal democrático que tiene como base
individualismo y libertad. Por eso en este texto considera que uno de los graves problemas
nacionales está situado en el incumplimiento de estos derechos básicos del ciudadano: la
libertad y el individuo.
Al respecto considera que para lograr el arraigo del ideal democrático, el individuo debe
tener conciencia de su libertad como derecho civil básico frente al estado; que éste último
tiene la obligación de garantizarla y mediar ante la libertad de los otros. La mejor forma de
preparar el mundo de convicciones liberales se circunscribe a las garantías individuales que
ofrece la constitución de 1857 y el modo de alcanzarlas está en la instrucción pública.
La instrucción pública es otro de los problemas nacionales, corresponde a los poderes
Ejecutivo y Legislativo impulsar el sistema educativo donde el libro es la fuente del saber.
Es necesario para las zonas lejanas y de base agrícola, que es vasta en diferentes regiones
del país.
De las convicciones de Sierra, la más política es la que gira en torno a la educación, sobre
todo la de carácter público. Ya en 1874 da muestra, se comentó antes, de esta perspicacia
política que será definitiva en su madurez como pensador; sin embargo, se necesita un
pensamiento más sistemático y orientado a sus propios fines en la coyuntura que vive el
país, entre 1867 y 1876, que fue definitiva en la formación del concepto de nación que
desea, son varios los acontecimientos históricos que marcan el período: el fin de la
intervención extranjera, reelección y muerte del presidente Juárez, la revuelta militar y el
advenimiento al gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada y sus intentos de reelección (1876);
hechos que pusieron en crisis el sistema político instaurado por los liberales triunfadores.
Agregamos, también, la revuelta de Porfirio Díaz contra el plan reeleccionista de Lerdo de
Tejada y la toma del poder central por el caudillo Tuxtepecano. El fallido intento de José
María Iglesias de continuar con la restitución del constitucionalismo y su derrota; estos son
hechos que llevan a Sierra y sus allegados a exiliarse en diferentes estados de la República
y finalmente los marcaría respecto de su posición política, siempre dentro del liberalismo.

34
Sierra, Obras, p. 57).

27
Sin embargo, no todo se perdió por su filiación con los constitucionalistas que apoyaron a
José Ma. Iglesias; Sierra Méndez sostiene que la prensa debe mantener su libertad y en su
artículo, en El Federalista, 23 de marzo de 1876, sobre esta materia escribe lo siguiente:
“Mientras se desarrollan acontecimientos más o menos graves en los campos de batalla, la
opinión pública, un tanto desorientada en esta barahunda, comienza a preocuparse de la
actitud de las Cámaras…”35
El tema central consiste en si las Cámaras deberían o no otorgar facultades extraordinarias
al Ejecutivo, a lo que Sierra se opone y considera que es un peligro que ante esta actitud la
prensa quede a criterio del Presidente Lerdo de Tejada; a lo que se opone terminantemente.
Y se opone a que las Cámaras lo hagan porque como todo liberal de viejo y nuevo cuño,
una de las razones de serlo está en mantener la libertad de imprenta. Es así no sólo por
principio democrático, sino que se trata de construir la opinión en el espacio público y
concurrir dentro de la acción política con un instrumento poderoso, como es la formación
de la opinión periodística, de orden político en la vida social e introducir nuevas opiniones
entre los ciudadanos. Pero todo esto posee su historia.
Un hecho destacado en la vida personal de Sierra es que desde niño se debatió entre la
palabra y la acción pública; los primeros diez años de su infancia se desarrollaron entre la
educación y la lucha criminal de campechanos y emeritenses; donde su abuelo y sus padres
fueron actores prominentes en las contiendas. Esto es importante, porque una de las
primeras categorías de pensamiento político que se formaron en el joven Sierra Méndez fue
en torno a la identidad y el consecuente aspecto de nacionalismo, esto es comprobable en
sus escritos, tanto literarios como periodísticos, a lo largo de su vida intelectual y madura.
Desde muy joven, la cercanía con los pensadores liberales de la segunda mitad del siglo le
permitió incorporarse a la vida pública a través del periodismo, así como concluir su carrera
en Derecho. El registro de sus primeras publicaciones se colocan ya en 1867, se hace
necesario recordar que es cuando el Presidente Juárez triunfa ante las fuerzas de la reacción
y la intervención europea. Precisamente, cuando se inicia el período conocido como la
República Restaurada hacia 1869; es el tiempo en el cual, como ya se mencionó
anteriormente, a los veintiún años de edad, se recibe como abogado.
Esta acción marcará el camino a seguir en su fecunda vida, pues como hemos visto, en este
apartado, Sierra Méndez, se inicia con el destino de escribir sobre asuntos varios, pero ya
en 1876 define la coyuntura conceptuada como los problemas nacionales, y su idea de
mantener la libertad de prensa como un principio fundamental. Muchas influencias dejan su
impronta en su pensamiento filosófico, político y social, pero las tendencias y corrientes
ideológicas y filosóficas que más se observan en su accionar teórico y práctico son las ideas
de la Ilustración, el positivismo y el liberalismo, pero todo atravesado por sus convicciones
patrióticas y civilistas.
Todo ello va perfilando el desarrollo y sistematización de su pensamiento filosófico, así
como las particularidades de su positivismo evolucionista de matiz spenceriano, aspecto
que será abordado en el siguiente subcapítulo.

35
Sierra, J. Obras, Vol. IV, p. 82

28
3. Desarrollo del pensamiento filosófico y especificidades de su positivismo
evolucionista.
Justo Sierra no hizo filosofía por regodeo intelectualista ni interés propiamente
academicista, sino apremiado por la contradictoria realidad mexicana en sus varias esferas:
política, educativa, cultural, social, etc. Como liberal humanista siente las necesidades de
México como propias, y a ellas dirige su profundo discurso. En filosofía lo acompañan sus
credos positivistas, pero no de tipo comtiano, sino spenceriano, pues encontró en éste
mayores posibilidades para dar realidad a sus programas políticos, educacionales, y
culturales, en fin36.
Las ideas de la evolución creadora de Spencer no sólo influyen en Bergson, sino en muchos
filósofos e intelectuales del mundo, incluyendo a Justo Sierra. Particularmente impresiona
sus ideas en torno a su programa, al que llama sistema de filosofía sintética. Spencer fue
estudiando las diferentes formas de manifestarse la evolución en la biología, la psicología,
la sociología y la ética. En el terreno de la política y la moral, Spencer, que consideraba que
los principios de la ética tienen una base biológica (tesis que estará en la base de las
concepciones del darwinismo social), defendió una forma extrema de liberalismo , y
sostenía que el ser humano, producto más perfecto de la evolución biológica, cultural y
espiritual, está organizado en sociedades cuya evolución superorgánica conduce
necesariamente al individualismo, que es manifestación de una cualidad moral superior y,
en dicho proceso evolutivo, la intervención del Estado es perturbadora, razón por la cual
aboga por dejar la sociedad a la espontaneidad que rige su evolución, ya que el Estado, en
cuanto que no tiene conciencia propia, no es realmente un producto fiel al proceso
evolutivo. En una sociedad más desarrollada, sustentada en el individualismo, habrá una
perfecta concordancia entre egoísmo y altruismo, ya que la evolución moral hace coincidir,
cada vez más, la satisfacción del individuo con el bienestar de los demás. Las verdades que
consideramos a priori, tales como las leyes matemáticas y lógicas, las nociones de espacio,
tiempo o causalidad, por ejemplo, así como los valores morales, son fruto de una herencia
transmitida por nuestros antepasados, herencia de la especie que va mejorando en el curso
de la evolución37.
Por supuesto, Justo Sierra no asume una teoría evolucionista tan radical, pero la idea de la
evolución moral, de los valores, la herencia como continuidad en desarrollo que conduce al
progreso, le entusiasman y trata de aplicarlo a su programa. Pero se opone a ver la
evolución moral sólo como un proceso biológico, que excluya los momentos
socioculturales.
En su visión del mundo cree como Spencer, y a diferencia del positivismo comtiano, que no
hay contradicción entre ciencia, filosofía y religión, ya que ésta, en última instancia, se
limita a afirmar que la existencia del mundo y todo lo que nos rodea es un misterio que

36
Por supuesto, no se puede perder de vista que “Sierra se identificó inmediatamente con la tesis de
estimular en la individualidad y en la personalidad los fermentos creativos de una nueva sociedad. En esa
búsqueda Justo Sierra intenta encontrar en la filosofía de corte positivista una visión renovadora. Algunas
ideas de Justo Sierra evidenciaban su plena identificación con el positivismo, y la argumentación del por
qué al final de su vida este se retractó del positivismo y se orientó hacia otras posturas filosóficas”.
Guadarrama, P. Positivismo y antipositivismo en América Latina. Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 2004, p. 52.
37
Ver Dicc. de filosofía en CD-ROM. Copyright © 1996-99. Empresa Editorial Herder S.A., Barcelona.

29
siempre necesita ser interpretado (…), su misión es la de manifestar el carácter inescrutable
de lo absoluto. Si la tarea de la ciencia es el conocimiento de los aspectos concretos de las
diversas formas de la evolución (conocimiento parcialmente unificado), la de la filosofía es
el conocimiento sintético de esta evolución.
Como hombre de acción política y proyección filosófica, en esta investigación el
pensamiento de Justo Sierra es analizado desde el prisma filosófico cultural, y se toman
primordialmente como base las obras suyas y algunos de sus escritos periodísticos, se busca
antes que todo, conocer otra de las facetas de este gran pensador de fines del siglo XIX y
constructor de la modernidad en México.
Ante la serie de desaciertos de la vida pública y en particular del gobierno en turno, funda
el periódico El Bien Público (1876), desde donde va a desarrollar sus ideas sobre la vida
pública y la acción del gobierno y las cámaras y en general sobre acontecimientos que van
marcando y perfilando el desarrollo y sistematización de su pensamiento filosófico.
Desde su primer artículo en este diario, lanza sus principios constitucionales que tienden a
combatir la reelección de Lerdo de Tejada y la decisión de las cámaras de otorgarle
facultades extraordinarias; pero lo más interesante viene cuando invoca los principios
liberales para rechazar esta tendencia impuesta desde el Gobierno y en concreto desde el
capricho reeleccionista presidencial. Sierra inicia denunciando ante la opinión ciudadana el
contubernio entre los diputados y el presidente Lerdo; y sostiene que éste debe recordar que
es depositario de los principios constitucionales y que si no se cumplen será un dictador
“dueño de vidas y haciendas” de los ciudadanos.38
El Bien Público, periódico que sirve para generar opinión pública en defensa de la
Constitución de 1857 y contra los desvíos del poder gubernamental, estuvo redactado por
José María Castillo Velasco, Francisco G. Cosmes, Eduardo Garay, Jorge Hammenken
Mexia, Justo y Santiago Sierra y Francisco Sosa. Estos escritores toman el concepto de
opinión pública y lo convierten en el mecanismo necesario para combatir desde la tribuna y
con la palabra, la razón y el texto las injusticias que comete el gobierno o cualquiera de los
poderes establecidos. En este aspecto Sierra y sus colaboradores utilizan estas armas y no
los fusiles o pistolas como hizo la anterior generación de liberales.
Estos liberales son más que nada civilistas y no militares, están contra la violencia armada y
se dedican a disuadir a la opinión pública de la importancia que tienen la Constitución y las
leyes establecidas, la importancia de mantener las instituciones y el gobierno para todos.
En este período es derrocado Sebastián lerdo de Tejada, como se mencionó antes, e intenta
asumir la presidencia José Ma. Iglesias, quien es derrotado y todo se trastoca; huyen todos
los miembros del periódico y Sierra deja de escribir hasta que funda otro medio impreso.
Si bien desde El Federalista y el Bien Público Sierra ya desarrolla con agudeza los asuntos
de coyuntura, que son eminentemente políticos, el año que se retira de la actividad
periodística le permite reflexionar sobre su acción como escritor público.
Emerge con doble presencia, como escritor y como político e incursiona en el ámbito
filosófico como hombre de acción o de toma de decisiones para usar un término acuñado en
la sociología política de Max Weber. Su experiencia personal lo lleva a decidir su acción,
tanto en el diarismo como en su carrera de abogado, y en las instituciones establecidas. Es a
38
Sierra, J, Obras, Vol. V. p.84

30
partir de 1878 que surge con esta doble presencia en el ámbito de la élite política del
período en que Díaz se hace de la actividad directiva del estado por medio de las armas.
Junto a viejos y nuevos amigos funda La Libertad, diario Liberal conservador. Lo
acompañan en esta empresa Francisco G. Cosmes, Eduardo Garay, Telésforo García y
Santiago Sierra. Si en el periódico El Bien Público se dedicó a atacar a la reelección de
Sebastián Lerdo de Tejada y presentó las tesis constitucionales contra el presidente y el
Poder Legislativo que aceptó la propuesta presidencial; tomó la decisión de afiliarse al
partido de Iglesias, y después de que fueron combatidos y derrotados, tras un período de un
año regresó con nuevas ideas, lo cual indica una radicalización se su pensamiento,
fundamentalmente enfilado sobre las cosas públicas.
Es en La Libertad donde descarga paulatinamente durante dos años y en diferentes artículos
sus convicciones civiles y su nueva ideología política, apegada a la doctrina liberal; pero
con ciertos cambios evidentes en sus textos. Se dedica principalmente al análisis de
coyuntura, tanto política como sociofilosófica y económica, aspectos que aparecen en sus
escritos como un nuevo campo de acción pública, que los conduce y ejecuta a través del
periodismo.
En este quehacer político y filosófico, misión y oficio se articulan como procesos
alternativos y recíprocos y en su concepción del mundo y de la vida, la historia es tratada de
diferentes formas. Sus nuevas convicciones están en la esfera del pensamiento científico y
filosófico, porque ha bebido y aplicado con creatividad y renovada agudeza gran parte de la
obra humana que en este campo del conocimiento y el saber le ha antecedido. La
sistematización creadora de su pensamiento filosófico da cuenta de ello. Su obra
refleja coherencia lógica y actitud crítica ante diversas corrientes de pensamiento y
doctrinas.
Podemos mencionar, sin temor a equivocarnos, que con el periodismo, Sierra empieza a
perfilar su pensamiento positivista liberal, pero que no se queda ahí, sino, todo lo contrario,
evoluciona: primero y, sobre todo, en el terreno político y luego hacia la racionalidad
filosófica. Entre sus escritos encontramos varias evidencias de su nueva intención39. Nuevos
conceptos, con matices distintos aparecen en su obra periodística.
Hasta aquí se ha presentado el análisis sobre los motivos que llevan a Sierra a fundar dos
periódicos, de suma importancia para la formación de la opinión entre los miembros de la
sociedad de entonces, pero dirigidos principalmente a lo que conocemos hoy como clase
política y su definición filosófica. Además, el segundo de ellos es de suma importancia en
los inicios del sistema político fundado por Díaz, y donde este actor juega
preponderantemente un papel de escritor, pero más como político.
La Libertad sirve, pues, al grupo de Sierra para presentarse nuevamente ante la opinión
pública con nuevas ideas sobre la esfera pública en México, le interesa sobre todo
recuperar la tendencia liberal y democrática que los movió un año antes a criticar al
régimen de la revolución tuxtepecana. En el primer párrafo del texto inaugural, llamado

39
Hasta lo que llamaría un filósofo mis primeros principios, y que ha obligado a abandonar, hastiado y
fatigado, la vieja envoltura de los sistemas metafísicos, en que se desarrollaban mis ideas’; también se ha
superado… (Obras, p. 63).

31
“Programa” (5 de enero de 1878), expone su credo político y la nueva orientación en sus
ideas que sustentará hasta la muerte.40
La radicalización del pensamiento sociofilosófico y político de Justo Sierra, encuentra
expresión en sus propias palabras: "Hace más de un año que abandonamos la arena
periodística. Entronizada la revolución en el poder (La batalla de Tecoac que dio el triunfo
a Díaz en 1877), rota la barca de la libertad, erigido en sistema el capricho más tiránico, el
periódico fundado entonces (El Bien Público 1876) con el fin de combatir la revuelta
asentada en los escaños del gobierno y en los campos de batalla (refiere a la decisión de los
diputados de aceptar la reelección de Sebastián Lerdo de Tejada y el respectivo alzamiento
de Porfirio Díaz), terminó su nobilísima misión bien quisto de todos los hombres que entre
nosotros aman sinceramente las instituciones democráticas…”41
La lucha, que después siguió en otro terreno, para derrocar casi sin esfuerzo a un poder
perdido indefectiblemente ante la opinión general, puso frente a frente a las dos entidades
que, si un sentimiento común se habían opuesto al reinado de las arbitrariedades. Divergían,
no obstante, respecto a la forma que debiera revestir el poder público. Al respecto declara
“Nuestro campo en tal situación estaba bien determinado: debíamos hallarnos y nos
hallábamos desde luego al lado del hombre, que la Constitución llamaba a la presidencia de
la República (José Ma. Iglesias). “(…) Los sucesos que han venido después (…) nuestro
vencimiento en el terreno de los hechos, la situación que se ha ido creando poco a poco y
que tiene toda la importancia de un acto histórico indeleble, el asentimiento, en fin, de la
nación a lo realizado en la esfera pública desde el 20 de noviembre del año pasado (1877)
hasta hoy ( 5 de enero de 1878), es algo categórico que se nos ha impuesto , en buena parte
contra nuestra voluntad “(…) La derrota no ha podido producirnos ningún despecho,
porque no teníamos por punto de mira el medro personal, y podíamos, como podemos
desde luego, tomar fríamente la actitud, no más conforme con nuestros deseos, sino con los
grandes intereses nacionales que están por encima de todo estrecho propósito”.42
Como podemos apreciar, su resumen de los hechos es más de coyuntura política, que
relatos históricos; lo que aquí nos trae es el método como Sierra introduce su “nueva
orientación política”, dentro de este artículo que estamos reseñando al respecto, el conocido
lema del régimen encabezado por Porfirio Díaz: “Orden y progreso”, es similar al último
párrafo leído, que deja constancia de la nueva militancia de Sierra en la filosofía positivista,
por eso a lo largo de la vida del diario también su lema de “liberal conservador” es similar
en su estructura y sentido.
En este proceso la creación del diario La Libertad, obedece a una estrategia política que
Sierra y su equipo desarrollan para acercarse al público, para formar opinión favorable al
régimen de facto. Invocan los principios de la ciencia y explican “su verdad” como
irrefutable ante los hechos sociales e históricos. Al respecto escribió en uno de los artículos

40
Existe como un hecho innegable, a pesar de toda la liturgia constitucional “(…) Reconocer, pues,
racionalmente este hecho; procurar que sus consecuencias favorezcan nuestro progreso; indicar con ánimo
recto la conducta que deben seguir los hombres que lo encabezan, si no queremos abandonar
cobardemente el porvenir de la nación, es algo más justificable que tomar un fusil y echarse al campo a
extraer y disipar la última gota savia”.
41
Justo Sierra. Obras, “Programa” 5 de enero de 1878.
42
La Libertad, 5 de enero de 1878

32
que conforman el Programa de la Libertad: “(…) fuera de que la carta fundamental ha sido
hasta ahora un verdadero capuz mortuum en manos de todos los gobiernos anteriores; fuera
de que dadas nuestras instituciones democráticas, sitien la legalidad es un principio
incuestionable y necesario, en cambio la legitimidad, tal cual quieren comprenderla algunos
de sus partidarios, es una negación completa de la soberanía nacional, el gobierno nacido de
la revolución iniciada en Tuxtepec, de este suelo, seco por la pólvora que hemos quemado
(…) “Nosotros reconocemos terminantemente este hecho y nos apercibimos a seguir la
conducta enunciada (…) “¿Vamos, no obstante, a poner nuestras ideas y nuestros esfuerzos
al servicio del poder? No: vamos a procurar que la paz se conserve durante los años que nos
faltan para prepararnos, a que salga del sufragio una legalidad sin tacha…43
El Programa, de corte liberal positivista para decirlo en forma sintética, menciona el
principio de la conciliación nacional a partir de la organización de los partidos políticos; de
la elección para puestos públicos de personas aptas y honradas; de superar los males
nacionales como la corrupción y la arbitrariedad. Sin duda alguna su proyecto está
claramente manifiesto en este artículo que viene a presentar un nuevo pensamiento político
liberal de corte civilista, contrario a la vieja guardia de combatientes. El punto final es
extraordinario, veamos su redacción: “(…) nosotros llegamos hoy a poner nuestro humilde
contingente al servicio de la libertad, del orden, del derecho, que son la verdadera base
conservadora de un estado social admitido por la razón…”44
En el mismo diario, reafirmando su credo positivista evolucionista, el 3 de septiembre de
1879, publica lo siguiente: “Es para mí, fuera de duda que la sociedad es un organismo, que
aunque distinto de los demás, por lo que Spencer le llama “superorganismo”, tiene sus
analogías innegables con todos los organismos vivos (…) Lo que ya está fuera de debate
(…) es que la sociedad, como todo organismo, está sujeto a las leyes necesarias de la
evolución (…) Es decir, que en todo cuerpo, que en todo organismo, a medida que se
unifica o se integra más, sus partes más se diferencian, más se especializan, y en este doble
movimiento consiste el perfeccionamiento del organismo, lo que en las sociedades se llama
progreso (…)45 En ese aspecto, Sierra considera al estado como un Leviatán46 que debe
estar dotado de todas las armas para imponer el orden necesario para proteger la libertad de
los individuos.
Los redactores del periódico ponen toda su experiencia en la formación del interés público
y llevan a los lectores, en general, a debatir con ellos sus propuestas que siempre están en
función de legitimar su credo liberal y positivo. Ellos crearon un nuevo concepto de
espacio público en torno a la discusión política de los intereses del régimen, su acción fue
más que literaria política, buscaron, antes que nada, generar sentido positivo a favor de la
tiranía vuelta gobierno, su instrumento principal fue el análisis de coyuntura.

43
Ibídem.
44
Ibídem.
45
Ibídem
46
Sierra conoció la obra de Hobbes y la estudió a profundidad con fines aplicativos a la realidad de México.
Como todos sabemos, Hobbes, partiendo de un análisis casi psicológico y antropológico de la naturaleza
humana, su contenido evoluciona para culminar con un estudio del poder político. En Leviatán, Hobbes
expuso su teoría acerca de la institución del Estado bajo el concepto de contrato social, más tarde criticado
y readaptado por Jean-Jacques Rousseau. Estas ideas son asumidas creadoramente por Sierra, en función
del desarrollo del Estado mexicano.

33
En la coyuntura, fabricada por ellos en sus textos, introducen nuevos elementos para la
concepción de la realidad como lo cotidiano, se busca la formación del presente como un
“hecho natural y asimilado” por los miembros de la sociedad sin buscar más allá del
significado propuesto, se apegan más al plano de la inmediatez, contrario al determinista y
tajante de los hechos históricos; estos últimos, explicados desde la percepción científica de
la sociedad y su régimen de gobierno.
La presentación de los hechos fue algo novedosa, casi noticiosa, sobre la vida del
organismo social, muy influenciado por Spencer, que presentó Sierra y su equipo en las
páginas de La Libertad. Sobre todo buscaron previsión y medición de consecuencias sobre
su acción política, más que periodística. A la acción ejecutada en el pensamiento de Sierra,
le corresponde una decisión introducida en la secuencia de relaciones históricas,
justificadas desde la teoría del valor personal, o bien desde la coyuntura. Por eso su
pensamiento en esta etapa de su vida pública es antes que nada político; su acción sirve
para decantar los nuevos valores del régimen político que ellos ayudaron a construir.
Por eso la insistencia de los redactores de La Libertad en mantener en boca de la sociedad
los conceptos gobierno, bien público, instituciones, legitimidad, legalidad, soberanía y todo
el aparato conceptual que el régimen requería para presentarse ante el pueblo, más que
acción política de gobierno, deviene potencialmente, al decir de Antonio Gramsci,
aprehensión teórico-práctica de la realidad viviente.
Esta actividad de Sierra y sus grupos, es eminentemente político-filosófica; y sin ser un
partido, ni agrupación política, tuvieron la clara conciencia de formar una nueva cultura
política en México desde 1880, hecho que perdura hasta el día de hoy. Por eso, antes de
concluir, junto con uno de sus biógrafos, Agustín Yáñez, podemos afirmar que Sierra traza
“(…) Rumbos nuevos: con la política científica. En la cátedra, en la historia y, sobre todo,
está claro su pensamiento riguroso…”47 Aunque, con el mismo autor, debemos decir que
Justo Sierra y su grupo: “Lléganse al Presidente Díaz, le hablan de sus proyectos y se
comprometen a ayudarlo contra las empresas revolucionarias que, tratando de prorrogar la
endemia de trastornos públicos, impidan el adelanto de México…”48
En su amplia hoja de servicios se destacan hitos importantes, pero de acuerdo a nuestro
objeto de estudio, nos interesa resaltar su elan filosófico, donde no podemos perder de vista
que pronuncia significativas palabras en relación a la filosofía. En ellas puede advertirse,
ya, la evolución de su pensamiento, la lejanía en relación a los postulados ortodoxos
comtianos y la influencia spenceriana: “Una figura de implorante vaga hace tiempo en
derredor de los templa serena de nuestra enseñanza oficial: la filosofía; nada más respetable
ni más bello (...) La verdad es que en el plano de la enseñanza positiva la serie científica
constituye una filosofía fundamental (...) Las lucubraciones metafísicas que responden a un
invencible anhelo del espíritu una suerte de religión en el orden ideal, no pueden ser
materia de ciencia; son supremas síntesis que se ciernen sobre ella y que frecuentemente
pierden con ella el contacto...”49

47
A. Yáñez, 1950 p. 63.
48
A. Yáñez, p. 64.
49
Sierra, J. Obras completas. Vol. V: 459 UNAM. México, 1977.

34
Añade que en la Escuela de Altos Estudios una sección tratará de la filosofía, de la historia,
“empezando por las doctrinas modernas (...) hasta los días de Bergson y William James. Y
dejaremos libre, completamente libre el campo de la metafísica (...) al monismo por manera
igual que el pluralismo (...) mientras perseguimos la visión pura de esas ideas eternas que
aparecen y reaparecen sin cesar en la corriente de la vida mental: un Dios distinto del
universo, un Dios inmanente en el universo, un universo sin Dios”. Sin embargo, afirma
que no se desea que en la Universidad “se adore a una Atenea sin ojos para la humanidad y
sin corazón para el pueblo (...) queremos (...) adorar a Atenea promakos, a la ciencia que
defienda a la patria”.50
Ya desde 1889, en México social y político puede advertirse en Sierra ciertas tonalidades al
interior de su pensamiento. El liberal, que nunca murió en él, resurge a momentos, ¿acaso
no vuelve, a veces, al concepto “abstracto” de justicia y de derechos del hombre? La
influencia de Spencer, S. Mill y del liberalismo tradicional aparecen en su discurso político
en una sabia combinación (…,) discurso, por otra parte, pleno de sinceridad en el que a
momentos se hace patente una angustiosa autoacusación en el plano político. Recordemos
la alocución presentada en la Cámara de Diputados el 12 de diciembre de 1893.
En ella, recordando la frase evangélica afirma: (...) el pueblo mexicano tiene hambre y sed
de justicia (...) todo aquel que tenga el honor de disponer de una pluma, de una tribuna o de
una cátedra, tiene la obligación de consultar la salud de la sociedad en que vive; y yo
cumpliendo con este deber, en esta sociedad que tiene en su base una masa pasiva, que
tiene en su cima un grupo de ambiciosos y de inquietos en el bueno y en el mal sentido de
la palabra, he creído que podría resumirse su mal íntimo en estas palabras tomadas del
predicador de la montaña hambre y sed de justicia (...) la maravillosa máquina preparada
con tantos años de labor y de lágrimas y de sacrificios, si ha podido producir el progreso,
no ha podido producir la felicidad (...) Pertenezco señores, a un grupo que no sabe, que no
puede, que no debe eludir responsabilidades.51
En el prólogo a Peregrinaciones aconseja a Rubén Darío que vuelva a la humanidad, a su
padre, el pueblo. "Los poetas -le dice- deben servirse de su lira para civilizar, para dominar
monstruos, para llevarlos en pos suya hasta la cima de la montaña santa en que se adora el
Ideal.”52 De 1905 a 1911 desempeña la cartera de Instrucción Pública en el gabinete del
general Díaz, a quien sirve sin contradecir su estirpe ideológica seguro de sus metas,
sacrificando lo pasajero a lo permanente. Inaugura la Universidad Nacional en 1910. El
discurso que en esa ocasión pronuncia es el más perfecto de sus discursos, no sólo por el
contenido y por la forma, sino por la emoción humana y patriótica que lo ilumina. La
Universidad ha de investigar, pero no a espaldas del pueblo, ha de crear profesionistas, pero
con sentido humano y con responsabilidad colectiva. Crear el espíritu de sacrificio en favor
de los intereses de la vida social, no sólo producir ciencia, tal es la función de la
Universidad, dijo.
“No se concibe en los tiempos nuestros -agregó- que un organismo creado por una sociedad
que aspira a tomar parte cada vez más activa en el concierto humano, se sienta desprendido
del vínculo que lo uniera a las entrañas maternas para formar parte de una patria ideal de
50
Sierra, J. Obras completas. Vol. V: Ibíd.: 169-170.
51
Sierra, J. Obras completas. Vol. V: Ibíd.: 169-170.
52
Ibídem.

35
almas sin patria; no será la Universidad una persona destinada a no separar los ojos del
telescopio o del microscopio, aunque en torno de ella una nación se desorganice”53.
Su positivismo evolucionista se hace sui géneris y práctico, principalmente por sus ideales
patrióticos y su magisterio humanista. Quiere y lucha incansablemente por el desarrollo de
México y su pueblo. Hay una concepción de la historia, de la ciencia y de la cultura misma,
con espíritu evolucionista, pero desde la praxis y el humanismo. Desde el momento en que
se marca la preponderancia de una fracción de la especie humana sobre las otras, dar a
aquella el primer papel y consagrar a éstas una atención proporcionada a su importancia...
La ciencia de la historia consiste en la investigación de los hechos humanos que se han
sucedido en el curso de los siglos y de las leyes generales que los rigen... La historia es una
de las ciencias sociológicas en vía de formación... para construir el edificio de la ciencia, es
indispensable la investigación constante de las causas de los hechos, es decir, buscar cuáles
sean los hechos generales que comprendan las relaciones de los fenómenos entre sí. Esto es,
llegando a ciertas generalizaciones superiores, lo que se ha llamado filosofía de las
ciencias... En la historia estas generalizaciones superiores pueden reducirse a la ley del
progreso y a la de la evolución”54 .
Nótese con claridad cómo la filosofía de Spencer y Darwin palpitan en la visión del
mundo y el hombre de Justo Sierra, pero con sus diferencias y especificidades, por el
sentido cultural que le impregna. Por eso, la jerarquía católica no estaba de acuerdo
con las ideas y acciones de Sierra.
“El grupo católico mexicano al no aceptar los planteamientos de carácter darwinista y
spenceriano, realizados por Sierra en sus primeros pliegos, ejerció tal presión que Sierra
corrigió y suprimió, al parecer, algunas de sus afirmaciones, aunque siguió en su línea
evolucionista. Sierra propuso siempre el laicismo en la enseñanza, advirtiendo que el
concepto de “laicismo” debía entenderse como “neutralidad” ante cualquier credo religioso.
Su crítica a la enseñanza religiosa-escolástica y al poder de la Iglesia está presente en su
obra:”55.
Por eso afirma: “...ahora la Iglesia reclama lo que se ha perdido; este monopolio que
quisiera para ella, cuando no lo puede obtener por entero, lo quiere partir con el Estado...
los miembros del partido ultramontano... que quiere y lo está consiguiendo, deprimir la
enseñanza científica para levantar sobre ella la enseñanza eclesiástica; en una palabra,
quiere destruir el Estado laico y obtener en la escuela el campo que ha perdido en el mundo
de la acción En el apartado “1. La creación”, se refiere a “Las hipótesis científicas sobre el
origen del universo, que respetables conocedores creen conciliables con el Génesis, se
deben principalmente a Kant, a Herschel y, sobre todo a Laplace”, continúa afirmando,
“Darwin y sus discípulos sostienen que la explicación científica del origen del hombre,
estriba en lo que se llama la transformación de las especies”.”56

53
Ibídem
54
Sierra, J. Compendio de historia de la antigüedad. Vol. X, México, 1977, p. 15
55
Rovira Gaspar, Ma. del Carmen. Justo Sierra ante la condición humana Facultad de Filosofía y
Letras/UNAM, Julio 2006. http.
56
Sierra, 1977; Vol. V: 31.

36
Naturalmente, no se trata de una visión atea, sino de una comprensión donde considera
necesaria la educación laica. Sencillamente: “En el pensamiento de Sierra puede
descubrirse a momentos una inquietud y un cierto romanticismo al relacionar la ciencia con
la religión. En su Discurso “Apología de la ciencia”, pronunciado en la Escuela Nacional
Preparatoria, el 8 de septiembre de 1877, después de realizar un panegírico de la ciencia y
de su tarea precisa, lanza esta acusación57:
“Impíos los que la llamáis irreligiosa (a la ciencia) ¡no la habéis comprendido!. A medida
que avanza, a medida que crece, se ensancha en torno suyo el misterio supremo de la vida,
sustancia íntima de la religión... Allí, incognoscible, pero real lo absoluto, sin el cual lo
relativo sería la nada... si lo llamáis Dios, convenid conmigo en que el cielo narra la gloria
de Dios del salmista hebreo, jamás ha sido más solemne que cuando al salir de los labios de
la ciencia, ha tenido por eco el infinito”58
El positivismo evolucionista se manifiesta con fuerza también en su pensamiento político.
Si ciertamente defiende la filosofía, ahora absolutiza lo relativo en detrimento de lo
absoluto y abstracto. “ ...para mí – enfatiza - no hay nada sino lo esencialmente relativo; yo
declaro que no entiendo lo que quisieron decir los diputados al Congreso Constituyente
cuando en alguno de los artículos de la Constitución dijeron, por ejemplo: ‘Todo hombre es
libre para abrazar la profesión que le acomode’...Yo creo que los derechos de la sociedad y
los derechos del individuo son dos fases de la ley de la necesidad que precede al
desenvolvimiento del organismo social...Yo creo que no es la libertad ese querubín bíblico
que baja de los cielos en medio de los truenos y de los rayos y sobre cuyas alas se para
Jehová por en medio del firmamento estremecido”59
Las ideas generales del positivismo están presentes en el discurso de Justo Sierra,
independientemente de sus especificidades evolucionistas, y su sui géneris aprehensión,
pues el «espíritu positivo» es fiel a unos principios orientativos o reglas, que se mantienen
en todas las filosofías positivas de las diversas épocas: la regla ontológica del
fenomenismo, según el cual la realidad se manifiesta en los fenómenos, obliga a rechazar
cualquier concepción de una esencia oculta más allá de los fenómenos; la regla del
nominalismo, según la cual el saber abstracto no es saber de cosas en sí o universales, sino
de meras cosas individuales generalizadas; la regla que obliga a renunciar a juicios de valor
y a enunciados normativos, en cuanto carentes de sentido cognoscitivo y, finalmente, la
regla de la unidad del método de la ciencia, según la cual cabe pensar en un solo ámbito del
saber, reducible a la observación y a la experiencia. Así con acento spenceriano fuerte,
señala en el “El Programa de La Libertad” en relación al hombre y su evolución en la
sociedad: “Si el hombre no puede tener derechos absolutos, sí tiene que conformarse y de
hecho se conforma, a pesar de todas las declamaciones de los metafísicos, a las necesidades
del medio social en que vive, en cambio, su evolución a través de la historia ha tenido estos
dos caracteres: la tendencia de la sociedad a organizarse mejor, la tendencia del individuo a
ensanchar su actividad: estos dos movimientos coinciden tan íntimamente que son como

57
Rovira Gaspar, Ma. del Carmen. Justo Sierra ante la condición humana Facultad de Filosofía y
Letras/UNAM, Julio 2006.
58
Sierra, 1977; Vol. V: 19.
59
Ibídem, p. 31.

37
dos fases de uno solo. La una fase es lo que llamamos los evolucionistas la integración, la
otra es la diferenciación”60
Otra da cuenta de su visión positivista en general, y evolucionista de corte spenceriano, en
particular: “En 1878, señala que “la Constitución de 57 es una generosa utopía liberal, pero
destinada, por la prodigiosa dosis de lirismo político que encierra, a no poderse realizar sino
lenta y dolorosamente”61 En ella se había actuado a ciegas aceptando “más o menos
conscientemente la absurda teoría del contrato social”. Respondiendo a la acusación de
reaccionarios que El Monitor había lanzado a su grupo, responde con cierta ironía, “si
quiere saber el colega por qué somos reaccionarios, se lo diremos... Porque habiendo el
pueblo mexicano avanzado tanto en el camino de la democracia y de la libertad como la
Constitución de 57 lo indica, nosotros queremos hacerlo retroceder a las ideas de orden.
¡Orden: como si eso no fuera mentar la soga en casa del ahorcado” 62.
Con razón justificada la investigadora María del Carmen Rovira63, especialista en el
Maestro Sierra escribe: “La oposición a la Constitución del 57 y en general al régimen
liberal, la realiza desde una posición spenceriana. “...marcha en el sentido del
individualismo en constante y creciente armonía con la sociedad... Es para mi fuera de duda
que la sociedad es un organismo, que aunque distintos de los demás, por lo que Spencer le
llama un superorganismo, tiene sus analogías innegables con todos los órganos vivos. “Yo
encuentro, señala Sierra, que el sistema de Spencer, que equipara la industria, el comercio y
el gobierno, a los órganos de nutrición, de circulación y de relación con los animales
superiores, es verdadero... Lo que ya está fuera de debate... es que la sociedad, como todo
organismo, está sujeta a las leyes necesarias de la evolución; que éstas en su parte esencial
consisten en un doble movimiento de integración y de diferenciación, en una marcha de lo
homogéneo a lo heterogéneo, de lo incoherente a lo coherente, de lo indefinido a lo
definido. Es decir, que en todo cuerpo, que en todo organismo, a medida que se unifica o se
integra más, sus partes más se diferencian, más se especializan, y en este doble movimiento
consiste el perfeccionamiento del organismo, lo que en las sociedades se llama progreso”64 .
Para lograr “el perfeccionamiento del organismo, lo que en las sociedades se llama
progreso”, según la visión positivista evolucionista de Sierra, se requería un centro fuerte
de dirección que logre la unidad del pueblo mexicano. Esta concepción – búsqueda de la
cohesión social - lo conduce a apoyar a Porfirio Díaz, “porque, concluye Sierra, de lo
contrario la incoherencia se pronunciará cada día más, y el organismo no se integrará, y
esta sociedad será un aborto” (Ibíd.: 239). Este centro de poder, de autoridad,
absolutamente necesario para lograr el desarrollo de lo heterogéneo, de lo individual, no era
otro sino el poder y el gobierno de Porfirio Díaz. Si no se alcanzaba ese centro de poder y
con él la homogeneidad, “estamos expuestos, afirma Sierra, a ser una prueba de la teoría de
Darwin, y en la lucha por la existencia tenemos contra nosotros todas las probabilidades”65 .
60
Sierra, 1977; Vol. IV: 182.
61
Sierra, 1977; Vol. IV: 143).
62
Ibídem, p. 203
63
Ver Rovira Gaspar, Ma. del Carmen. Justo Sierra ante la condición humana Facultad de Filosofía y
Letras/UNAM, Julio 2006.
64
Sierra, 1977; Vol. IV: 238 – 239.
65
Ibídem, p. 240.

38
En su intelección era necesaria la homogeneidad, así como lograr la unión de la libertad y
el orden para ascender al progreso, y a ello se dirige con fuerza persuasiva; “Sin embargo,
no quiere esto decir que Sierra no defendiera los derechos del individuo, sobre todo los de
la individualidad burguesa. Recordemos que en el positivismo comtiano el individuo
quedaba subordinado a los intereses de la sociedad y del Estado; por el contrario Spencer y
Stuart Mill defendían abiertamente y apoyaban el desarrollo económico de la clase
burguesa. Por ello mismo y por el concepto de sociedad como organismo sujeto a la
evolución, Sierra se inclinaba a la línea spenceriana66.
Por otra parte Sierra en su proyecto social le concede al hombre un importante papel. El
hombre es, por excelencia, un animal político y la educación tiene la tarea de orientarlo
para que dé sus mejores frutos. En su obra Evolución política del pueblo mexicano después
de un acertado análisis de la situación mexicana indica la necesidad de que el mexicano sea
capaz de lograr una evolución social y política. “Sierra recurre al modelo de Estados
Unidos, allí si había, según su opinión, una organización, una concentración: el partido
republicano; logrado esto podía darse una evolución, tal como lo señalaba Spencer, dada
esta circunstancia sí era posible67
Por eso enfatiza Justo Sierra: “mermar la intrusión del centro en la esfera de acción de los
individuos... que el Estado pierda todas sus funciones, ajenas a la protección de todos, es
decir a la justicia, y que el orden resulte del consensus de todos; aquí hay ese consensus,
pero es preciso que haya orden”68
En fin, se trata de personificar la doctrina que considera al progreso como la evolución del
orden, es decir, su credo positivista evolucionista como núcleo estructurador para salvar a
México y a los mexicanos. “Preocupado – señala María del Carmen Rovira- por la
situación política y económica mexicana, ante el temor a revueltas, que ya se estaban
dando, alteradoras del orden, defiende la necesidad de un gobierno fuerte y por lo mismo la
continuidad de Díaz en el poder69 (…) Llevado por su intuición en la política se dirigía a los
liberales, “a los hombres de razón que forman parte del partido liberal”, aconsejándoles “la
transformación de la libertad y del derecho verbales en el derecho y la libertad positiva”.
Sin embargo, concluye, “¿seremos oídos? Es seguro que no; nuestras palabras están
completamente desautorizadas para los veteranos del liberalismo, empedernidos en el error,
como pecadores viejos; pero ellos son los que se van; hay otros que vienen”70
Una década después, Sierra somete a crítica al porfiriato en “México social y político”, obra
de profunda madurez política y filosófica. Plantea ciertos lineamientos políticos que más
tarde, en 1892, conformarían el programa político del nuevo partido “Unión Liberal”, al
que más tarde se le llamaría, en un sentido burlón el “partido de los Científicos”. Más tarde
cansado y defraudado con la realidad mexicana, pero sin dejar de luchar por su ideal, aboga
por un partido conservador. En su criterio,… es necesario, si queremos que el gobierno
66
El subrayado es mío. R. I.
67
Rovira Gaspar, Ma. del Carmen. Justo Sierra ante la condición humana Facultad de Filosofía y
Letras/UNAM, Julio 2006. http.
68
Sierra, 1977; Vol. IV: 240.
69
Rovira Gaspar, Ma. del Carmen. Justo Sierra ante la condición humana Facultad de Filosofía y
Letras/UNAM, Julio 2006. http.
70
Sierra, 1977; Vol. IV: 228.

39
parlamentario sea un hecho, aumentar las atribuciones legales del Ejecutivo en la
Constitución, para que no las busque en la práctica, aún fuera de la Constitución. Pero es
preciso pensar en que este gobierno legalmente fuerte no se cambie en tiranía, y en que
encuentre límites infranqueables. Uno de ellos debe ser el Poder Legislativo, si es éste un
producto cada vez más genuino del sufragio... La instrucción obligatoria y el voto
obligatorio son dos necesidades magnas de las democracias hispano-americanas71
En fin, su filosofía, toda una obra humana en pos de la justicia de México y el pueblo
mexicano, estuvo siempre presente en el Maestro de América, como certeramente lo
llamase José Martí.
“...el pueblo mexicano tiene hambre y sed de justicia... todo aquel que tenga el honor de
disponer de una pluma, de una tribuna o de una cátedra, tiene la obligación de consultar la
salud de la sociedad en que vive; y yo cumpliendo con este deber, en esta sociedad que
tiene en su base una masa pasiva, que tiene en su cima un grupo de ambiciosos y de
inquietos en el bueno y en el mal sentido de la palabra, he creído que podría resumirse su
mal íntimo en estas palabras tomadas del predicador de la montaña hambre y sed de
justicia... la maravillosa máquina preparada con tantos años de labor y de lágrimas y de
sacrificios, si ha podido producir el progreso, no ha podido producir la felicidad...
Pertenezco señores, a un grupo que no sabe, que no puede, que no debe eludir
responsabilidades”72
La condición humana, lo esencialmente humano fue siempre un imperativo en el
pensamiento de Sierra; nos lo confirman, una vez más, sus anteriores palabras73. Condición
humana que siempre será el baluarte de su filosofía de la educación.
” Triunfante la Revolución, Madero lo nombra ministro de México en España. Como se
mencionó anteriormente, murió en Madrid, el 13 de septiembre de 1912. Sus restos fueron
traídos a México y se le tributaron los honores correspondientes a su rango. Madero y Pino
Suárez presidieron sus funerales, rubricando de ese modo el esfuerzo del patriota que
persistió en su tarea, no obstante el medio en que hubo de cumplirla.
En síntesis, Justo Sierra Méndez, desempeñó importantes puestos políticos, educativos
y culturales, donde se pone de manifiesto la sistematización creadora de su
pensamiento filosófico y sus determinaciones concretas. Un pensamiento rico en
aristas nuevas, que sin dejar de ser positivista evolucionista, le imprimió su espíritu.
Fue diputado al Congreso de la Unión, Magistrado de la Suprema Corte de Justicia,
Subsecretario de Instrucción Pública y Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes de
1905 a 1911, años claves para la cultura y la filosofía en México, ya que en 1910 participó
en la fundación de la Universidad Nacional. Nombrado Ministro plenipotenciario en

71
Sierra, Evolución política del pueblo mexicano. Vol. IX: 167. En su lucha por la democracia, tal y como él
la entendía, procuró la independencia del Poder Judicial; años después sigue insistiendo en ello, “si
logramos efectivamente que el Poder Judicial sea independiente y que ocupe el lugar majestuoso que le
corresponde. Ese día, señores diputados, nuestra democracia estaría hecha, nuestra democracia tendría una
garantía... no constituiríamos una dictadura togada, constituiríamos la única dictadura normal que la
Constitución quiere, la dictadura de la ley y de la justicia” (Ibíd., Vol. V: 173).
72
Ibídem, pp. 167 – 170.
73
Rovira Gaspar, Ma. del Carmen. Justo Sierra ante la condición humana Facultad de Filosofía y
Letras/UNAM, Julio 2006.

40
España, falleció en Madrid en el año de 191274, pero su pensamiento y accionar formativo,
continúa bregando, porque es de raíz humana y lo humano siempre tiene horizontes
orientadores. Hacia esta arista de su rico pensamiento y acción educativos se dirige el
siguiente capítulo de la tesis.

74
Ver anexo no. 1

41
CAPÍTULO II
FUNDAMENTOS FILOSÓFICOS DE SU PENSAR Y ACCIONAR FORMATIVO
Ya en el primer capítulo se esbozan los fundamentos filosóficos en que se sustenta el
pensamiento y la obra de Justo Sierra, en la medida que se aborda su evolución intelectual y
el lugar del positivismo en su cosmovisión general. En este capítulo se asume otro nivel
interpretativo, sin desechar el anterior, pero más concreto y especifico: Vinculación de la
educación con la vida y la sociedad; sentido histórico cultural de su discurso, y la esencia
de su filosofía ético-humanista.
Justo Sierra fue un innovador por excelencia. Si ciertamente al inicio de su formación
asumió críticamente el positivismo comtiano de Gabino Barreda, no transcurrió mucho
tiempo en superarlo y pasar hacia el positivismo evolucionista spenceriano, pero también
con reservas críticas, sin seguirlo en su cosmovisión general, ni en su espíritu. Más que
todo, sus resonancias se registran en su método general, pero también sin perder su discurso
el sello propio de un Maestro que siente las necesidades de su pueblo como suyas. Con
razón algunos notan heterodoxia positivista en el Maestro de América, que abrió cauces
nuevos a sus discípulos para inaugurar el antipositivismo radical que caracterizó a la
intelectualidad mexicana del siglo XX.
“El sustrato teórico-metodológico de la concepción pedagógica de Sierra se encuentra de
forma esencial en la filosofía positivista, y más exactamente en el método que dicha
corriente de pensamiento propugnaba. El pensador mexicano sostuvo, toda su vida, la
convicción de que era necesario un sistema de enseñanza que en líneas generales se erigiera
sobre el orden científico del positivismo. Pero, al desarrollar sus ideas acerca de la
educación y la instrucción, Sierra introdujo algunas modificaciones a ese orden científico
las cuales rompieron en notable medida la cadena del sistema positivista de raigambre
comtiano introducido por Gabino Barreda en la Escuela Nacional Preparatoria. Entre tales
cambios, pueden citarse como ejemplos, la sustitución de la disciplina sociológica por la
historia en el plan de los estudios secundarios. En su artículo « La enseñanza de la
historia», refutó la idea de subsumir el estudio de la historia en el de la sociología e incluso
llegó a cuestionarse la posibilidad real de mantener la enseñanza de la última- considerada
por él una seudociencia, dado el estado de desarrollo de las investigaciones. Sierra planteó
que confundir estas dos ciencias-la historia y la sociología- era seguir el camino contrario
de la naturaleza en general y del movimiento científico en particular, ya que ha marchado
siempre de lo homogéneo a lo especifico, «y aplicando la admirable ley de la división del
trabajo, encontrada por la economía política y utilizada por las ciencias naturales, ha
hallado el secreto del adelanto de las ciencias de observación en la producción constante de
ramas diversas entre sí,»” De ahí, que sea el de la historia un estudio forzosamente anterior
al sociológico. Sierra llegaba al punto de cuestionarse, incluso, el valor científico de la ley
de los tres estados formulada por Augusto Comte”75.
Además, es capaz de revelar las consecuencias nefastas del positivismo para la educación.
“Crear en derredor del alumno una atmósfera especial, decirle magistralmente que la
metafísica no sirve para nada, es, en último análisis, ejercer una presión despótica sobre los

75
Rivero, D, Rojas, I. Justo Sierra y la Filosofía positivista en México. Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 1987, pp. 71 – 72.

42
cerebros, contra la que se subleva todo lo que hay de independencia y de dignidad en el
alma.
Es este un monopolio que no se aviene ni con la conciencia humana, ni con el espíritu de
nuestras instituciones”76
En su visión del mundo en relación con el ser humano, Sierra otorga un papel importante a
la educación; sin embargo, a pesar de su cosmovisión positivista evolucionista, no cree que
el positivismo a la usanza sirva de base teórico – metodológica y práctica a la formación
humana. Su condición de maestro lo conduce a buscar nuevas vías educativas, pues hay que
defender la independencia y la dignidad en el alma. Sencillamente las teorías objetivistas e
impersonales no se avienen ni con la conciencia humana, ni con el espíritu de nuestras
instituciones. Hay que buscar otros caminos, donde no se separen la escuela, la vida y la
sociedad y se reconozca el valor del pensamiento teórico filosófico y cultural para encauzar
la educación con sentido creador y flexible, y no con “presión despótica sobre los
cerebros”. Estos caminos los perfiló Justo Sierra y los continuaron sus discípulos,
particularmente José Vasconcelos, Antonio Caso y otros.
1. Vinculación de la educación con la vida y la sociedad
En la intelección ilustrada y nacionalista de Justo Sierra la educación está llamada a salvar
a México y a América Latina de la ignorancia, y preparar los cambios necesarios para
integrarse al concierto de las naciones con propia personalidad. Además, para defenderse
del asedio del enemigo vecino: los Estados Unidos.
Al mismo tiempo, no es posible asumir el pensar y accionar formativo del Maestro de
América, sin tener en cuenta que Sierra fue también, por la proyección general de su
pensamiento, con independencia de las contradicciones que emanan de sus mismas ideas,
precisamente el ideólogo de esa facción de la clase burguesa: llamada burguesía nacional
preterida por el régimen, y abocada por ley de la historia a un cambio social estructural
capaz de liquidar de una vez, la envoltura feudal retrasante… Justo Sierra representa quizás
a pesar suyo, el enlace obligado entre dos, épocas: una vencida ya por las propias leyes del
desarrollo social, y la nueva, medularmente burguesa, cuyos objetivos democráticos y
antiimperialistas sólo tomarían cuerpo definitivo en México con el advenimiento al poder,
en el año 1934, del General Lázaro Cárdenas.
En estrecho nexo con lo antes expuesto, es necesario insistir en la distancia que separa a
Justo Sierra del grupo oligárquico que desde la primera década del nuevo siglo dio su
incondicional respaldo práctico y teórico a Porfirio Díaz. Entre los aspectos que validan
esta separación se encuentran no sólo las críticas de Sierra al porfiriato que no por cautas
resultaron menos reveladoras, en el sentido que ellas pusieron de relieve muchas de sus
contradicciones, proyectando a Sierra como figura que no fue, en modo alguno, fuerza de
perfecto ajuste para el régimen; sus posiciones teóricas independientes, calificadas por
muchos autores de “heterodoxia positivista”; su gestión como gran pedagogo e ideólogo de
la política educativa en México, cuyo resultado le valió los honrosos títulos de Maestro en
su patria y de Maestro de América, a solicitud de la Universidad de La Habana al
cumplirse, en 1948, el primer centenario de su nacimiento77; su modesta forma de vida que

76
Sierra, Justo. La educación nacional. Obras, V. VII, p. 14.
77
El subrayado es mío. R. I.

43
contrastó con las fortunas amasadas por los llamados “científicos”, y que le hizo contraer
deudas y abandonar la residencia que ocupaba al ser depuesto del cargo de Ministro; su
posición frente al imperialismo y sobre todo frente al estadounidense; su aguda visión de
los problemas internacionales de su época; su constante preocupación por el destino de los
pueblos latinoamericanos; su obra científica y literaria recorrida de principio a fin, de un
hondo sentimiento patriótico, y su posición ante el racismo, las ideas racistas y ante el
problema indígena.... y la jactancia con que Don Justo declara su origen popular,
plebeyo…”78
Este fragmento, aunque algo extenso resulta imprescindible, pues realmente muestra cómo
Justo Sierra fue un fundador, un Maestro de América, en la medida que echó suerte con su
pueblo, y en medio del tránsito de dos épocas, su obra contribuye eficazmente a insertar a
México, y a su sistema educativo y cultural, a la modernidad latinoamericana con plena
independencia y soberanía existenciales.
Como pedagogo, brilló y sentó pautas para el futuro de México y América. Vio en la
educación un baluarte fuerte para la formación humana, pero una educación vinculada con
la vida y la sociedad.
Para el Maestro Sierra, una educación separada de la vida y la sociedad no fructifica, es
estéril, pues el hombre es un ser individual, pero su esencia, es social. Se forma en el
trabajo, en la vida, en la familia, en la calle, en fin, en todo un entorno histórico cultural que
hace de la persona un ser social. Un ser social, que en su visión positivista evolucionista, se
constituye en el organismo social (sociedad) y responde a sus leyes de funcionamiento
evolutivo.
En función de esto, escribió Compendio de historia de la antigüedad que salió publicada,
como era entonces costumbre generalizada, por “entregas”. Esta obra es un testimonio del
pensamiento histórico, filosófico y educativo de Sierra. La escribe orientado por la
influencia de Spencer y de Darwin, lo cual dio origen a fuertes críticas de parte del grupo
católico mexicano. La obra es un testimonio, muy valioso, del concepto de la historia y del
método histórico-lógico seguido por el Maestro de América.
En el “Preámbulo” señala que: “(...) desde el momento en que se marca la preponderancia
de una fracción de la especie humana sobre las otras, dar a aquella el primer papel y
consagrar a éstas una atención proporcionada a su importancia (...) La ciencia de la historia
consiste en la investigación de los hechos humanos que se han sucedido en el curso de los
siglos y de las leyes generales que los rigen (...) La historia es una de las ciencias
sociológicas en vía de formación (...) para construir el edificio de la ciencia, es
indispensable la investigación constante de las causas de los hechos, es decir, buscar cuáles
sean los hechos generales que comprendan las relaciones de los fenómenos entre sí. Esto es,
llegando a ciertas generalizaciones superiores, lo que se ha llamado filosofía de las ciencias
(...) En la historia estas generalizaciones superiores pueden reducirse a la ley del progreso y
a la de la evolución”.79

78
Rivero, D, Rojas, I. Justo Sierra y la Filosofía positivista en México. Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 1987, pp. 66 – 67.
79
Sierra, 1977; Vol. X: 15).

44
Estas ideas evolucionistas de una forma u otra se reflejan en su obra educativa, pero llenas
de espíritu cultural, en función de la formación humana. Por eso tienen nuevos matices en
su aplicación práctica, en su vinculación con la realidad.
Sin una visión profunda del hombre y su decursar histórico, es imposible comprender la
relación de la educación con la vida y la sociedad.
Desde los enfoques de la complejidad, y según Denise Najmanovich “El hombre no es
meramente un individuo, es decir un átomo social, ni una sumatoria de células que forman
un aparato mecánico, sino que es una “unidad heterogénea” y abierta al intercambio. El
hombre no es una sumatoria de capacidades, propiedades o constituyentes elementales, es
una organización emergente. El hombre sólo adviene como tal en la trama relacional de su
sociedad.”80
Según el Dr. Pupo, siguiendo un enfoque marxista “(…) el ser determina a la conciencia.
La conciencia es reflejo mediado por múltiples determinaciones y condicionamientos del
ser social. La conciencia es el ser consciente. El modo en que el hombre refleja la realidad.
Es decir, que la reproduce a través de imágenes subjetivas. Por tanto, la conciencia no es
otra cosa que el ser consciente y el ser de los hombres, en el decir de Marx, es un producto
de su vida real y práctica. Además agrega que: Hombre es una categoría filosófica que
designa la realidad humana en su expresión genérica. Es una abstracción que refiere a un
ser racional que construye instrumento y anticipa los resultados porque posee conciencia.
Como abstracción de máxima generalización, se correlaciona siempre con el mundo. Esta
relación encuentra concreción en la relación sujeto- objeto y sujeto- sujeto, que es
realmente donde el hombre actúa y hace historia y cultura, en comunión con la
naturaleza”.81
En esta dirección, con todas las diferencias que puedan mediar, el Maestro Justo Sierra82, al
igual que toda una pléyade de filósofos pedagogos del momento histórico que le
correspondió vivir, reconoce la necesidad de revelar el condicionamiento social del
hombre, así como vincular la educación a la vida y a la sociedad.
Esta visión la encauza al mismo tiempo su patriotismo. Él considera que la educación debe
contribuir a través de la historia y la cultura al desarrollo del amor a la patria, pues sin
sentido de identidad patriótica, no hay desarrollo humano. Tanto en su prosa como en su
verso su filosofía educativa, vinculada a la vida y a la sociedad mexicana, está presente
Todo en él – escribe Martí - es hermoso y análogo; su figura es severa y robusta, como son
valientes, altos, bellos y enérgicos sus versos.
Leyó sencillamente; él sabe que la sencillez es la grandeza.

80
Najmanovich Denise (2005) Pensar la subjetividad. Complejidad, vínculos y emergencia Utopía y Praxis
Latinoamericana. Año 6, No. 14 (2001), pp. 106-111.
81
Pupo R. (2006), Prontuario Filosófico cátedra de Filosofía de la Educación.
82
Justo Sierra se encuentra entre los creadores de la tradición hispanoamericana, junto a hombres como
Bello, Sarmiento, Montalvo, Hostos y Martí, para quienes pensar y escribir fue una forma de bien social y
la belleza una manera de educación para el pueblo. Por su gestión como educador y su visión como
historiador, Justo Sierra puede ser considerado como un precursor de la Revolución Mexicana en el
ámbito educativo y cultural.

45
La poesía de Justo tuvo un mérito raro. Era aquélla la fiesta de la razón y del derecho, la
fiesta serena de la inteligencia, no la del vuelo soberbio de la loca y vigorosa imaginación.
Y sus versos, altamente poéticos, fueron, sin embargo, naturales en aquella fiesta tranquila,
en que todo arranque vulgar hubiera contrastado sensiblemente; y toda poesía frívola
hubiera roto aquel conjunto hermoso de serenidad y de razón.
Es que la frente de este hombre se calienta en el sol de la raza virgen; es que justo Sierra
pertenece a la generación nueva de poetas; es que como a los bardos modernos, la fantasía
no le sirve más que para engrandecer y hermosear la razón.
La poesía no es el canto débil de la naturaleza plástica; ésta es la poesía de los pueblos
esclavos y cobardes.
La poesía de las naciones libres, la de los pueblos dueños, la de nuestra tierra americana, es
la que desentraña y ahonda, en el hombre las razones de la vida, en la tierra los gérmenes
del ser.
Lo pequeño adora; lo grande arranca y busca.
¿Quién no sabe que es Justo Sierra honra de la patria mexicana? Necio fuera aquí ya todo
comentario mío”83.
¡Cuántas bellas palabras dice Martí, de Justo Sierra! Pero las palabras exegéticas sobre
Sierra, en la inauguración de las clases orales del colegio de abogados, están precedidas de
unas ideas martianas, coincidentes con el pensamiento educativo de Sierra: “Versos de
Justo Sierra (…) cumplido el acto de progreso; iniciada una vía del saber; alzada cátedra
pública a la enseñanza del derecho y del deber: todo esto unido, y sentido esto en todos,
hubo en la sesión inaugural del hermoso colegio que con la nueva obra entra ahora en
camino de solidez y de bien público. Deben tener los hombres conciencia plena de sí
mismos: como el dominio del monarca necesita el púlpito misterioso del Espíritu Santo - lo
irracional buscando apoyo en lo maravilloso,- el pueblo de hombres libres ha menester que
las cátedras se multipliquen y difundan, y sobre ellos tienda sus alas el Espíritu Santo del
derecho, la paloma blanca de la libertad y la justicia.
Un pueblo no es una masa de criaturas miserables y regidas: no tiene el derecho de ser
respetado hasta que no tenga la conciencia de ser regente: edúquense en los hombres los
conceptos de independencia y propia dignidad: es el organismo humano compendio del
organismo nacional: así no habrá luego menester estímulo para la defensa de la dignidad y
de la independencia de la patria.
Un pueblo no es independiente cuando ha sacudido las cadenas de sus amos; empieza a
serlo cuando se ha arrancado de su ser los vicios de la vencida esclavitud, y para patria y
vivir nuevos, alza e informa conceptos de vida radicalmente opuestos a la costumbre de
servilismo pasado, a las memorias de debilidad y de lisonja que las dominaciones
despóticas usan como elementos de dominio sobre los pueblos esclavos.
Tienden las clases orales a un altísimo fin: las Repúblicas se hacen de hombres: ser hombre
es en la tierra dificilísima y pocas veces lograda carrera”84.

83
Martí, J. Colegio de abogados… México. Obras completas. Tomo 6. Editorial Nacional de Cuba, La
Habana, 1963, p. 211.
84
Ibídem, p. 209.

46
Precisamente la filosofía de la educación de Justo Sierra se centra en la formación del
hombre mexicano, sin distinción de raza y credos. Una educación donde todos tengan
acceso, y puedan desarrollar sus capacidades intelectuales y prácticas. Veía la escuela como
un microcosmos, unida a la vida y dentro de la sociedad y la naturaleza (macrocosmos).
Por eso, en materia educativa “(…) propugnó por la autonomía de los Jardines de Niños, el
progreso del magisterio y a nivel superior, la reorganización de las carreras de Medicina,
Jurisprudencia, Ingeniería, Bellas artes y Música, así como la promoción de la Arqueología,
de un sistema de universidades en provincia, de una universidad para maestros, el
otorgamiento de desayunos escolares y un sistema de becas para los alumnos destacados.
Se esforzó por que el método educativo a aplicar enseñara a pensar y no a memorizar. En su
criterio es la educación la que genera mejores condiciones de justicia, educar evita la
necesidad de castigar"85.
Su tarea esencial se dirigió a la reforma educativa. En ella produce extraordinarios cambios
revolucionarios que Ana Verónica Ávila sintetiza en su ensayo homónimo86. Se trata de
reformas no sólo formales, sino esenciales, pues van a las raíces de los problemas
educacionales y de la cultura en general. Estas reformas, de una forma u otra prepararon
condiciones para la realización de la Revolución mexicana. Además, hacen de la educación
el núcleo central de la nación, pero una educación vinculada a la vida y a la sociedad. He
ahí la esencia de la reforma educativa de Justo Sierra. Incluye los elementos esenciales para
la formación humana, tanto en su aspecto teórico como en el práctico.
”Interesado en la educación – escribe Verónica Ávila - colaboró con Joaquín Baranda y
Justino Fernández, ambos ministros del entonces Ministerio de Justicia e Instrucción
Pública, el primero de 1882 a 1901, y el segundo de 1901 a 1904, profesó la filosofía
positivista hasta por lo menos 1910; propició la fundación del Ateneo de la Juventud a
principios del siglo XX, proclamó el papel de la ciencia como factor de bienestar de pueblo.
Justo Sierra tenía desde sus inicios como funcionario porfiriano la idea de la autonomía en
la administración de la educación pública.
Fue hasta 1905 en que Porfirio Díaz aceptó separar del Ministerio de Justicia el ramo de la
instrucción pública para hacer una nueva Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes,
cuya titularidad estuvo a cargo de Sierra del 1º. de julio de 1905 al 24 de marzo de 1911.
Este cambio significó para Sierra que el presidente Díaz había comprendido que la
educación pública en el país era tan importante como la transformación económica. La
asignación presupuestal fue mayor cada año, pero mínima comparada con lo asignado al
Ministerio de Guerra, que acaparaba la cuarta parte del presupuesto total. En este año, del
total de mexicanos, el 85% de la población era analfabeta”87.

85
¿Que acciones hizo Justo Sierra en beneficio de la educación en México en el siglo XIX? El Positivismo
en México; Leopoldo Zea_archivos\¿Qué acciones hizo Justo Sierra en beneficio de la educación en
México en el siglo XIX - Respuestas.htm
86
Ver Verónica Ávila, Ana. Reforma educativa de Justo Sierra.
http://www.azc.uam.mx/publicaciones/tye/reformaeducativadejustosierra.htm.
87
Verónica Ávila, Ana. Reforma educativa de Justo Sierra.
http://www.azc.uam.mx/publicaciones/tye/reformaeducativadejustosierra.htm

47
Un dato interesante, si queremos conocer el estado educacional en dicho momento
histórico, lo facilita Ávila88, a saber:
“De acuerdo con registros, para 1910, México tenía 15.2 millones de habitantes, el 71 por
ciento vivía en zonas rurales; el 58 por ciento tenía 14 años o menos, y 81.5 por ciento de la
población adulta era analfabeta.
Al hacerse cargo del ministerio, Sierra se propuso realizar dos cosas: la primera, consistía
en transformar la escuela primaria, de simplemente instructiva, en esencialmente educativa
con la participación directa del Estado, en un organismo destinado, no a enseñar a leer,
escribir y contar, como se pretendía antes, sino a pensar, a sentir y a desarrollar en el niño
al hombre. La segunda era la de organizar los estudios superiores.
En la ley de 1908 se promulgó de una manera más concreta y fundamentada su
pensamiento educativo y con ella pretendía alcanzar el primero de sus objetivos: la idea de
que la educación oficial sería esencialmente educativa; la instrucción se consideraría como
medio de educación, y declaraba obligatoria la educación primaria89.
El argumento empleado por Sierra para justificar la transformación a una escuela primaria
educativa con la participación del Estado, fue “...el estado debe encargarse de buscar en el
niño al hombre físico, moral e intelectual, debe procurar el desarrollo armónico de sus
facultades, de estos tres modos de ser, y añadir otro, el modo estético, es decir, educar la
facultad de concebir lo bello y formar el gusto”90. En este programa se buscaba
principalmente desarrollar en los educandos el amor a la patria, a sus instituciones y
contribuir al progreso del país. El perfeccionamiento de sus habitantes sería integral, es
decir, tendería a producir simultáneamente el desenvolvimiento moral, físico, intelectual y
estético de los escolares. Además la educación debería ser laica, absteniéndose de enseñar,
defender, o atacar ninguna de las religiones y, además, sería gratuita91.
La gran obra moral de la escuela laica consiste en inculcar la verdad, infundiendo en la
niñez los hábitos de amor a la verdad que son, la clave de toda educación moral. En el
artículo 4º. de la Ley de 1908 se incluyen preceptos que pueden llamarse de orden
pedagógico.
El maestro Justo Sierra, consideraba que la educación moral ayudaría a la formación del
carácter por medio de la obediencia y disciplina, así como por el constante y racional
ejercicio de sentimientos, resoluciones y actos encaminados a producir el respeto a sí
mismo y el amor a la familia, a la escuela, a la patria y a los demás. La educación física,
obtenida por las medidas de profilaxis indispensable, los ejercicios corporales apropiados y
por la formación de hábitos de higiene. La cultura intelectual, el que se alcanzará por el
ejercicio gradual y metódico de los sentimientos y la atención, el desarrollo del lenguaje, la
disciplina de la imaginación y la progresiva aproximación a la exactitud del juicio. Y por

88
La certeza de estos datos ha sido comprobada, por eso son asumidos.
89
Ver Verónica Ávila, Ana. Reforma educativa de Justo Sierra.
http://www.azc.uam.mx/publicaciones/tye/reformaeducativadejustosierra.htm
90
Sierra, 1985 a:25
91
Ver Prawda, Juan “Desarrollo del sistema educativo mexicano, pasado, presente y futuro”.Curiel, Martha,
et. al. en México, setenta y cinco años de Revolución. T.I. México: F.C.E., 1988, p. 61.

48
último, la educación estética, que se efectuará promoviendo la iniciación del buen gusto y
proporcionando los educandos nociones de arte adecuadas a su edad92.
Se trata de que la escuela proporcione una educación integral, que permita al pueblo tener
acceso a la cultura y así también contribuir al desarrollo social. En su visión de la
educación nunca separa lo individual de lo social.
Justo Sierra consideraba que era imprescindible que la educación fuera laica, conforme su
declaración: “estamos obligados a no herir esta delicadísima fibra del corazón humano, que
se llama el amor por la fe que se profesa, y que es precisamente la que pulsa la Iglesia para
mantener vivo, sin lograrlo, por fortuna, el odio de la mayoría de la población de la
República hacia nuestras libres instituciones... Toca al escritor, al filósofo, el historiador,
combatir la doctrina con la doctrina y denunciar y refutar las ideas que desde la cátedra
católica niegan la legitimidad de cuanto constituye las condiciones de vida de la sociedad
actual. Pero esto no lo puede hacer el Estado, no puede convertirse en sectario, porque
representa la totalidad nacional y de lo contrario rebajaría su papel al nivel de los odios
religiosos y su misión de justicia quedaría fundamentalmente adulterada por esta suerte. En
cambio debe no sólo reprimir, sino prevenir el mal y combatir resueltamente, y para ello es
la escuela un instrumento maravilloso, cuando a transformar a las generaciones venideras
en enemigas de las teorías sobre las que se basan la sociedad y el estado mismo”93.
También reformó a siete los años de escolaridad, es decir, cinco para la educación primaria
elemental y dos años de educación primaria superior. Esto motivado por las diferentes
circunstancias sociales prevalecientes en la época en el país, lo que en muchas ocasiones
originaba que la mitad de la población usuaria únicamente cursara algunos primeros años,
por lo que las materias eran las mismas que las de la primaria elemental sólo que vistas con
mayor amplitud.
Al respecto declaró: “Un niño no educado no puede ser un buen mexicano. La educación de
cuatro a cinco años comprende al niño de seis a catorce años. La educación primaria
elemental para llegar a su completo desarrollo, necesitará cinco años en vez de cuatro”94.
En el artículo 5º. de la Ley de 1908 se intenta alejar al niño del campo de lo abstracto.
Primero por el abstracto y después por el terreno de lo concreto. “Es necesario que vea los
objetos, que palpe las cosas, que conozca las cosas, que conozca la naturaleza en sus
funciones más sensibles, para poder llegar después a la concepción de las ideas generales,
que propiamente se llaman ideas abstractas y que se llaman así porque abstraen de las cosas
las ideas95”. Como parte de las innovaciones que trajo esta reforma educativa se enlistan a
continuación las siguientes:
1. La enseñanza obligatoria de los trabajos manuales. Justo Sierra consideraba que “El
trabajo manual ha sido considerado, como un medio especial de fomentar en el niño

92
Ver Bazant, Milda. Historia de la educación durante el Porfiriato. México: El Colegio de México, 1993, p.
43.
93
Ver Sierra, Justo. “Sobre el laicismo en la educación” en Debate pedagógico durante el Porfiriato.
Antología preparada por Milda Bazant. México: El Caballito, SEP. 1985b, p. 23.
94
Sierra, Justo. “Reformas legales a la educación primaria” en Debate pedagógico durante el Porfiriato.
Antología preparada por Milda Bazant. México: El Caballito, SEP. 1985ª, p. 23.
95
Ibídem, p. 28

49
aptitudes y facultades especiales que, desarrollando su destreza manual, desarrollan
su destreza óptica, y contribuyen también a facilitar la formación de sus ideas,
cultivando en él las aptitudes de invención y creación que constituyen un modo
importantísimo del desarrollo intelectual”96.
2. En cuanto a la economía política, los elementos de teneduría de libros y las
nociones de topografía fueron suprimidas. Además, implantó el uso del libro de
texto basados con la ideología del contenido científico en la educación. Fue autor
del texto “Historia patria” para primaria e “Historia General” para preparatoria97.
3. El impulso a las escuelas de adultos, es decir, de los niños que han pasado ya de la
edad escolar, o de los hombres que forman parte de las clases obreras, y que no han
podido recibir la educación elemental primaria o no han podido completarla.
Aunque ya existían eran necesario transformarlas, porque se quiere la educación del
obrero como se quiere la educación del niño98
4. Fundación de las escuelas para niños deficientes, niños que no pueden llegar al
mismo tiempo de que los otros a un desarrollo suficiente para poder aprovechar de
los elementos educativos. Problema de especial estudio por alemanes y de Estados
Unidos, en el que una vez que el niño ha recibido el trato y enseñanza especial,
deberá ser reintegrado a las escuelas normales99.
5. La obligatoriedad de la instrucción primaria. Quedando como encargada de su
cumplimiento a la autoridad política. Sierra consideraba que la capital del país era la
zona más difícil de hacer cumplir la ley, porque en ella había mayor cantidad de
recursos para eludir la obligación.
Por otra parte, en abril de 1910 se promulga la Ley Constitutiva de la Escuela Nacional de
Altos Estudios, perfeccionando en ella los estudios que se hicieran en las escuelas
nacionales preparatorias y en las escuelas de jurisprudencia, Medicina, Ingenieros y Bellas
Artes, así como desarrollar investigación científica y formar profesores para escuelas
secundarias y profesional. El 22 de septiembre de ese mismo año, se inaugura la
Universidad Nacional de México, proyecto prominente de Sierra, y reclamando su
autonomía, pero no es hasta 1929 que le es concedida.
Sierra pensó que en una universidad de tipo moderno, una agrupación orgánica de
institutos, docentes y de investigación no pretendió exhumar el tipo de universidad colonial,
pero la naciente no podía tener la estructura de la otra.
En suma, se puede afirmar que el Positivismo100, aunque tuvo diferentes enfoques, fue
fundamental en la construcción política mexicana, una vez finalizados los tiempos de
96
Ver Bazant, Milda Historia de la educación durante el Porfiriato. México: El Colegio de México. 1993, p.
45.
97
Ver Bazant, Milda Historia de la educación durante el Porfiriato. México: El Colegio de México. 1993, p.
45.
98
Sierra, Justo. “Reformas legales a la educación primaria” en Debate pedagógico durante el Porfiriato.
Antología preparada por Milda Bazant. México: El Caballito, SEP. 1985ª, p. 43.
99
Ibídem.
100
Por supuesto con el carácter sui géneris que tuvo en México y particularmente los matices que le aporta,
principalmente en su etapa final Justo Sierra.

50
guerra y descontento social, que prevaleció durante tanto tiempo. Contribuyó con fuertes
conceptos y valiosa ideología que permitió cimentar las condiciones de un cambio de vida e
incluso más parcial, en todo el país.
Por otra parte, la reforma educativa tuvo tanto impulso y aprobación que es latente aún en
nuestros días, y con base en ésta, mucha de la gente pobre que vive en el país, ha podido
tener acceso a la escuela, aunque no se sabe, a ciencia cierta si esto sucedió porque se
volvió obligatoria la instrucción, pero lo cierto es que generó una importante disminución
en el analfabetismo entre la población mexicana101.
Naturalmente no todo el programa de Justo Sierra se llevó a la práctica, tal y como él lo
concibió. No todos tienen verdadero acceso a las distintas enseñanzas, particularmente en la
Preparatoria y Universitaria. Pero sentó nuevas ideas y premisas que aún hoy siguen
viviendo y sirven de base de resistencia y de lucha para lograr una educación con acceso
para todos y vinculada a la vida y a la sociedad.
El sentido filosófico – cultural de su discurso educativo con apoyatura utópica y realista, le
aporta a toda su obra cualidad humanista, porque la cultura, tal y como enfatiza el Dr. Pupo,
es producción verdaderamente humana y medida de ascensión102. Hacia este aspecto se
dirige el subcapítulo siguiente.
2.- Sentido filosófico – cultural de su discurso.
Entre los grandes méritos de la obra educativa de Justo Sierra, está el sentido filosófico
cultural de su discurso. Cualidad que le sirve de sustento para concebir la educación como
formación humana, y evadir incluso algunos presupuestos de su filosofía positivista
evolucionista. Es que la humanidad del hombre conduce inexorablemente a aterrizar sus
ideas en la praxis real, y al mismo tiempo poner todas sus fuerzas intelectivas a resolver los
problemas sociales e individuales y cotidianos que sufre el pueblo. Él fue un hombre de
pensamiento, pero también de acción, además caracterizado por una sorprendente
sensibilidad humana. Y su obra, un producto de la actividad, concretado en la cultura. Por
eso sus programas educativos, tienen un fuerte asidero cultural.
Es que la cultura adviene, funciona y se desarrolla como ser esencial humano. La
humanidad, la sensibilidad, son momentos determinantes de ella, y del sentido cultural de
todo discurso humanista y con propósitos constructivos en pos del ser humano, sus
necesidades e intereses103.
Según Ernest Cassirer, “la característica sobresaliente y distintiva del hombre, no es una
naturaleza metafísica o física, sino su obra. Es esta obra, el sistema de las actividades
humanas, lo que define y determina el circulo de su humanidad”.104
Etimológicamente, el término cultura proviene del latín cultus, forma de supino del verbo
colere, que inicialmente significaba cultivar. Así, los términos agricultura, piscicultura, o

101
Verónica Ávila, Ana. Reforma educativa de Justo Sierra.
http://www.azc.uam.mx/publicaciones/tye/reformaeducativadejustosierra.htm
102
Ver Pupo, R. El ensayo como búsqueda y creación. Hacia un discurso de aprehensión compleja. UPCH,
Tabasco, México, 2007.
103
Sobre esto ver de Pupo, R. “La cultura y sus mediaciones. Libro inédito.
104
Cassirer, E. Antropología filosófica, Fondo de Cultura Económica, México, 1994 , p. 108

51
viticultura, por ejemplo, significan cultivo del campo, cultivo de peces o cultivo de la vid.
A su vez, cultus significaba el estado de un campo cultivado. En tanto que el cultivo de un
campo precisa de un constante esfuerzo, el sustantivo cultus adquirió, por una parte, el
significado de cuidado y pasó a significar culto en el sentido religioso (por el cuidado o
«culto» constante de los dioses realizado por los sacerdotes) y, por otra parte, pasó a
considerarse culto todo ser humano que cultivase su espíritu. En este segundo sentido, se
seguía la metáfora, ya existente en la Grecia de la época sofista, consistente en considerar el
espíritu como un campo. El hombre inculto sería, pues, como un campo sin cultivar,
mientras que el hombre culto sería aquél que tendría cuidado de su espíritu. En este sentido,
el término cultura se entiende aplicado al ámbito del individuo, y en este ámbito mantiene
una cierta relación con el término griego paideia.
En los siglos XVII y XVIII el concepto se amplía, entendiéndose por cultura aquello que el
hombre añade a la naturaleza, sea en sí mismo (cultivo de su espíritu), sea en otros objetos,
tales como utensilios, herramientas, procesos técnicos, etc., (de donde surge la idea de
bienes culturales o de cultura material, de manera que la cultura se entiende como la
intervención consciente del hombre frente a la naturaleza. Esta ampliación se efectúa,
especialmente, durante la Ilustración y Kant la define como “la producción en un ser
racional de la capacidad de escoger sus propios fines”105, en el sentido de otorgar fines
superiores a los que puede proporcionar la naturaleza misma.
Por otra parte, en ciertos ámbitos, la noción de «cultura» pasó a ser sinónimo de actividad
propia de las clases sociales adineradas: lectura de libros “cultos”, audiciones musicales,
actividades artísticas, etc.
Finalmente, en Alemania el término Kultur adopta el carácter de acentuación de las
características, particularidades y virtudes de una nación, lo que emparienta esta noción con
la de tradición (que procede del latín tradere, transmisión, y que recalca la necesidad de
transmisión para que pueda existir la cultura), mientras que en Francia y Gran Bretaña se
prefería, en este sentido, el término civilización.
En fin, podemos notar varios momentos en la evolución del concepto de cultura: 1)
inicialmente se entendía como el cultivo del espíritu en un sentido individual; 2)
posteriormente, especialmente a partir del siglo XVII, se confronta la cultura con la natura
(la noción antigua de cultura como cultivo del espíritu no tiene por qué contraponer cultura
a naturaleza) y se añade el aspecto de actividad consciente, con lo que el término cultura se
asocia solamente a la actividad humana; 3) a ello se añade la dimensión social de la cultura,
que cristaliza en la noción de bienes culturales o de cultura material, y que presupone una
acción colectiva, es decir, la colaboración de muchos en la comunidad humana; 4) por
último se asocia, aún de manera elitista, a una situación social privilegiada. Además, se crea
la confrontación con el término civilización y se relaciona con el término tradición.
Según la enciclopedia universal Encarta de donde hemos extraído algunas ideas
relacionadas con el origen y evolución del término cultura, sus diferentes usos, la definición
actual de cultura brindada por la Antropología cultural, sintetiza todos estos momentos, en
tanto, es precisamente, la cultura, su objeto de estudio. En este sentido, cuando desde la
Antropología se trabaja la definición de cultura, esta se refiere al conjunto de los diversos

105
Kant, I. Crítica del juicio, Pág. 83.

52
aspectos de la conducta humana que son aprendidos y que se transmiten a lo largo de la
historia por aprendizaje social.
Evidentemente, con esta definición de cultura podemos estar de acuerdo. Es indudable que
cuando hablamos de cultura, nos referimos a un proceso de asimilación- internalización de
modos de hacer y pensar que son trasmitidos de generación a generación, y aprehendidos
gracias a una socialización.
Sin embargo, esta no es la única definición de cultura. Existe un sinnúmero de definiciones,
no se sabe el número exacto. Lo que sí se sabe, en lo que sí se ponen de acuerdo los
estudiosos del tema, es que esto se debe a la complejidad y dimensión que este fenómeno
abarca, pues está presente en todas las esferas de la vida social. Es por ello, que existen un
conjunto de ciencias, que casi de manera obligada, se ven precisadas a definir qué es
cultura, entre las que más se destacan, están, la Historia, la Sociología, la Antropología, la
Etnografía, la Psicología y, por supuesto, la Filosofía.
Desde la perspectiva filosófica, se destacan dos modos tradicionales de asumir la cultura.
Uno, la define, a partir, de lo que se suele llamar, un enfoque estrecho y, la otra, a partir de
una interpretación amplia de su contenido. La interpretación más usual de cultura, es
precisamente la que se corresponde con la concepción estrecha, ella opera, por regla
general, en el pensamiento común y es la que tiende a identificarla sólo, con la vida
espiritual de una sociedad.
Sin embargo, reducir la cultura sólo a esta esfera de la vida social, es desconocer, una
determinación esencial de la actividad humana, del sujeto como ente creador y
transformador. En éste sentido, podemos hablar entonces, de una cultural no sólo espiritual,
sino también una cultura material. Aquí, estamos de hecho manejando, lo que se conoce en
el ámbito académico, como concepción amplia de cultura.
Para Jacobo Muñoz: “La raíz latina de la palabra cultura, como se mencionó anteriormente,
es colere, expresión que abarca desde el cultivo de la tierra para hacerla fértil a la
protección o salvaguardia de un territorio determinado. En sus Tusculanae Disputationes,
Cicerón hace eco de este significado cuando compara el proceder cultural y filosófico con
la siembra y cultivo de los campos. Este significado de cultura como educación, formación,
desarrollo o perfeccionamiento de las facultades intelectuales y morales del hombre ya
recoge el matiz de la humanización en oposición al mundo natural o animal”.106
Como puede observarse, la palabra cultura hace referencia a aquello que deriva de la acción
del hombre, como lo consideraban los antiguos, ya que se relacionaba estrechamente con
todo aquello que formaba parte de su vida diaria y que hacía referencia a su forma de
pensar, de alimentarse, de convivir, del desarrollo de la comunidad, etc.
Ese significado de cultura como zona educativa (paideia), es de suma importancia,
especialmente a lo largo de los siglos, ya que cada pueblo irá agregando algún elemento
que tenga que ver con su forma de pensar y de actuar, así como aquello que de algún modo
sea característico a su gente o producido por ella.
En la obra de Sierra, si bien el concepto cultura, en tanto tal, no es desarrollado en toda su
magnitud conceptual, sí lo abordó desde el punto de vista de su significación humana. En
esta dirección sigue la herencia griega, es decir, concibe la cultura ante todo como
106
Muñoz, Jacobo. (2003). Diccionario de Filosofía. Editorial Espasa. Madrid. Pág. 299.

53
producción humana que incluye tanto lo material como lo espiritual, es decir, como un
espacio que forma y construye. Algo así como la función de la paideia griega.
Por eso, Justo Sierra nos aclara que el ser no puede ser cerrado en sí mismo. Se requiere de
apertura, tanto en el diálogo como el intercambio de formas de desenvolverse en ese
ambiente en el que cada ser humano se encuentra, y a pesar de la presión que ejerció el
grupo católico mexicano, al no aceptar los planteamientos de carácter darwinista y
spenceriano, realizados en sus primeros pliegos, Sierra corrigió y suprimió, al parecer,
algunas de sus afirmaciones, pero siguió en su línea evolucionista, en pos de la cultura y el
mejoramiento humano.
Es el hombre el que humaniza el entorno, no el animal que no se sabe ahí y que no es capaz
de reflexionar. Por ello es que el ser humano se estimula a través de los problemas que va
viviendo cada día, y del mismo modo corre riesgos en cada una de sus acciones, y sobre
todo va detectando entre las señales observadas, aquello que requiera de la toma de
decisiones que le llevarán a una acción transformadora de su entorno y por lo tanto de su
persona. Por eso, Sierra, advertía en relación al hombre y su evolución en la sociedad:
“Si el hombre no puede tener derechos absolutos, sí tiene que conformarse y de hecho se
conforma, a pesar de todas las declamaciones de los metafísicos, a las necesidades del
medio social en que vive, en cambio, su evolución a través de la historia ha tenido estos dos
caracteres: la tendencia de la sociedad a organizarse mejor, la tendencia del individuo a
ensanchar su actividad: estos dos movimientos coinciden tan íntimamente que son como
dos fases de uno solo. La una fase es lo que llamamos los evolucionistas la integración, la
otra es la diferenciación.107
Ernesto Rocha comenta: “Una breve definición sería: “cultura es la parte del ambiente
creada por el hombre”. En esta definición va implícito el reconocimiento de que la vida del
hombre transcurre en dos escenarios: el natural o (hábitat) y el social o (ambiente social).
La definición implica también que la cultura es más que un fenómeno biológico: abarca
todos los conocimientos que el hombre ha adquirido consciente o inconscientemente”108.
Naturalmente, no sólo conocimiento, sino valores, praxis, comunicación, en sus momentos
material y espiritual, y como siempre enfatiza el Dr. Pupo, es al mismo tiempo, medida de
ascensión humana.
En una idea parecida a la de Justo Sierra, Rocha, nos hace ver que ese ambiente que es
creado por el hombre, es a lo que se llama cultura, y definitivamente el hombre lo va
creando con su acción diaria, acción en la que reflexiona sobre lo que vive, sobre lo que es,
sobre lo que desea alcanzar, sobre lo que merece como ser humano y sobre todo aquello
que desea que le trascienda.
Es necesario que la cultura se entienda como algo diferente al fenómeno biológico y que se
tomen en cuenta todos los conocimientos que el hombre ha adquirido, tanto de manera
consciente como inconsciente, pero lo realmente importante en ello, es que reflexione sobre
esos conocimientos y saberes, y descubra lo que es necesario cambiar para mejorar, y
posteriormente sus ideas las lleve a la praxis para alcanzar sus metas.

107
Ibídem, p. 82.
108
Rocha Ruiz, Ernesto. (1996). Pragmática de la comunicación verbal y no verbal. UANL. Ed. Arbor.
México. Pág. 110.

54
Salvando las distancias, en el espacio y en el tiempo, Justo Sierra, coincide en afirmar que
“la sociedad, que es un organismo, obedece a la ley que da lugar a la integración y a la
diferenciación. La civilización, afirma, (...) marcha en el sentido del individualismo en
constante y creciente armonía con la sociedad (...) Es para mí, fuera de duda, que la
sociedad es un organismo, que aunque distintos de los demás, por lo que Spencer le llama
un superorganismo, tiene sus analogías innegables con todos los órganos vivos. Yo
encuentro (...) que el sistema de Spencer, que equipara la industria, el comercio y el
gobierno, a los órganos de nutrición, de circulación y de relación con los animales
superiores, es verdadero (...) Lo que ya está fuera de debate (...) es que la sociedad, como
todo organismo, está sujeta a las leyes necesarias de la evolución; que éstas en su parte
esencial consisten en un doble movimiento de integración y de diferenciación, en una
marcha de lo homogéneo a lo heterogéneo, de lo incoherente a lo coherente, de lo
indefinido a lo definido. Es decir, que en todo cuerpo, que en todo organismo, a medida que
se unifica o se integra más, sus partes más se diferencian, más se especializan, y en este
doble movimiento consiste el perfeccionamiento del organismo, lo que en las sociedades se
llama progreso”109.
Es entonces que la cultura es ese ambiente que el hombre va creando y transformando de
acuerdo sus necesidades, tanto materiales, espirituales, individuales como grupales, en
donde el ser humano no puede verse como algo aislado, sino en relación con los demás, tal
como dice Sierra, “lo que en las sociedades se llama progreso”. El progreso, en él rebasa
los límites de la cosmovisión positivista evolucionista, pues le impregna sentido cultural, es
decir, humano.
En otras palabras, de Justo Sierra, encontramos unas líneas que fortalecen en gran medida
los anteriores comentarios, ya que en su proyecto social le concede al hombre un
importante papel. “El hombre, afirma, es, por excelencia, un animal político y la educación
tiene la tarea de orientarlo para que dé sus mejores frutos”. 110 En su obra: “Evolución
política del pueblo mexicano”, después de un acertado análisis de la situación mexicana
indica la necesidad de que el mexicano sea capaz de lograr una evolución social y política
con sentido cultural, a través de su propia actividad.
Puesto que los hombres se humanizan en sociedad, en la actividad conjunta, juntos también
van escribiendo su historia y en ese mundo en el que viven van logrando la mediación de
conciencias que se coexisten en torno a la libertad. La libertad que se va alcanzando en la
medida en que cada uno de los hombres puede hacer una reflexión de su entorno y va
pensando en la manera de mejorarlo111.
El ser humano logrará mejorar el mundo en el que se desenvuelve, siempre con la ayuda de
los demás, con el apoyo de otros, en el aporte de las diferentes habilidades y características
del grupo, y es entonces que ese grupo logra una transformación que los hará sentir más
libres.

109
Sierra, j. Obras.: V. p. 238-239.
110
Ibíd.: 240.
111
Ver de Rivas, A. La filosofía de Paulo Freire y su concreción en la educación Tesis doctoral defendida en
la Universidad de La Habana, 2008, donde la autora, apoyándose en el pensamiento del filósofo brasileño
desarrolla momentos esenciales de la formación cultural del hombre.

55
Diez años después en 1889, Sierra, publica México social y político. En este estudio se
advierte su desconfianza y su crítica inteligente, orientadas ambas hacia el régimen
porfirista. Plantea ciertos lineamientos políticos que más tarde, en 1892, conformarían el
programa político del nuevo partido “Unión Liberal”, al que más tarde se le llamaría, en un
sentido burlón el “partido de los Científicos”.112
Esa conciencia del mundo, que Sierra preconiza, enraizada en el pueblo mexicano, no
deviene cuando miramos la realidad como un espectáculo, es decir, cuando el ser humano
se convierte en un espectador y no realiza ni una sola de las acciones que ahí se toman, ni
siquiera participa en las decisiones y por lo tanto no es partícipe de la praxis.
Vinculado a lo anterior, Sierra afirma: “Convertir al terrígena en un valor social (y sólo por
nuestra apatía no lo es), convertirlo en el principal colono de una tierra intensivamente
cultivada; identificar su espíritu y el nuestro por medio de la unidad del idioma, de
aspiraciones, de amores y de odios, de criterio moral; encender ante él el ideal divino de
una patria para todos, de una patria grande y feliz; crear, en suma, el alma nacional, esta es
la meta asignada al esfuerzo del porvenir, ese es el programa de la educación nacional (…),
todo obstáculo que tienda a retardarlo o desvirtuarlo es casi una infidencia, es una obra
mala, es el enemigo”.113
La síntesis cultural no niega las diferencias que existen entre una y otra visión, sino por el
contrario, se sustenta en ellas. Lo que sí niega es la invasión de una por la otra. Lo que
afirma es el aporte indiscutible que da una a la otra. Es indudable la presencia en el
pensador mexicano de una rica visión filosófica y cultural en torno al hombre, la historia, la
cultura y sus mediaciones. En varios momentos, adelantándose a su tiempo, más que
filosófica, la trasciende, para reflejar una visión socio-cultural integradora del hombre, en
su devenir histórico – cultural114.
La condición humana, adquiere un estatus especial en Justo Sierra. Esto se corrobora en sus
propias palabras cuando se aferra a la búsqueda de la felicidad humana: “(...) la maravillosa
máquina preparada con tantos años de labor y de lágrimas y de sacrificios, si ha podido
producir el progreso, no ha podido producir la felicidad (...) Pertenezco señores, a un grupo
que no sabe, que no puede, que no debe eludir responsabilidades”.115
Su discurso, tanto en prosa como en verso, se sustenta en la cultura, y todo lo que analiza,
siempre lo hace desde el hombre y su actividad.

112
El Dr. Leopoldo Zea en su obra (1975: 426)), guía inmejorable de investigación para estudios posteriores,
nos dice en relación a lo expuesto: “Díaz no podía permitir se estableciese frente a él otro poder, tal como
pretendía establecerlo nuestra burguesía independizando el poder judicial, controlando el poder legislativo
y la opinión pública. Estaba dispuesto a concederle todo género de ventajas económicas y materiales...
pero no a dividir el poder... La única libertad que Porfirio Díaz estaba dispuesto a conceder a la burguesía
era... la libertad para el enriquecimiento... Una vez reelegido por tercera vez, Porfirio Díaz se negaría a
realizar el programa propuesto por ‘Unión Liberal’”.
113
Sierra, Justo. Obras. “Evolución política del pueblo mexicano” (Fragmento) 1962.
114
Ver de Rivas, A. La filosofía de Paulo Freire y su concreción en la educación Tesis doctoral defendida en
la Universidad de La Habana, 2008.
115
Ibíd.: 169-170.

56
Lo anteriormente expresado constituye inspiración elocuente y base teórica y metodológica
para desarrollar el último epígrafe del presente capítulo, es decir, la esencia de su filosofía
humanista.
3.- Esencia de su filosofía ético-humanista
A veces, erróneamente, a los pensadores positivistas se les niega el componente humanista
de su filosofía. Por supuesto, hay razones para ello, pues el positivismo es intelectualismo
empirista absoluto. Sin embargo, las generalizaciones no siempre son efectivas. En el caso
de Sierra, su positivismo es sui géneris, e incluso, algunos estudiosos lo consideran
heterodoxo.
¿Qué se entiende por humanismo? Esta pregunta es necesaria para determinar la calidad
humanista de la filosofía de Justo Sierra.
Toda la literatura del humanismo se concentra en exaltar al hombre y reafirmar su dignidad
en oposición a la desvalorización operada por el Medioevo cristiano. No obstante la
diversidad de los temas, todos apuntan a un objetivo común: recobrar la fe en la creatividad
del hombre, en su capacidad de transformar el mundo y construir su propio destino116.
Esto constituía un propósito esencial de la obra filosófica educativa de Justo Sierra. Pero
vayamos a la historia del humanismo como filosofía del hombre y su humanidad.
Del latín, humanitas, humanidad, naturaleza humana (en Cicerón, cultura del espíritu, en un
sentido semejante al de paideia en griego), o bien de humanus, lo que concierne al hombre.
En general, toda doctrina que se interesa básicamente por el sentido y el valor del hombre y
de lo humano, tomándolo como punto de partida de sus planteamientos. El término, no
obstante, se aplica a tres momentos históricos distintos: al fenómeno sociocultural de los
siglos XIV y XV, conocido como «humanismo del Renacimiento», al «nuevo humanismo»
del período del clasicismo y del romanticismo alemán de los siglos XVIII y XIX y a los
«humanismos contemporáneos», basados en sistemas filosóficos más generales y de
orientación fundamentalmente ética.
El primer humanismo se caracteriza no sólo por el renacimiento y el cultivo de los studia
humanitatis o de los studia humaniora, a saber, los estudios de gramática, dialéctica,
retórica, historia, poética y ciencias morales, basados en el cultivo de la filología y el
aprecio del texto clásico, en latín y griego -alejándose así de la tradición Escolástica y la
filosofía árabe-, sino también por un nuevo concepto de «hombre», más acorde con los
nuevos ideales cívico-humanos de la aristocracia comercial en cuyo ambiente nace, alejado
de los modelos eclesiásticos y nobles o caballerescos de «hombre» y del modelo medieval
de mundo, y que pretende inspirarse en la antigüedad clásica. Este humanismo renacentista
recuerda y renueva los antiguos ideales clásicos de cultura de la antigua humanitas romana
o de la paideia griega.
Como humanistas destacan, en Italia, cuna del humanismo, Francesco Petrarca (1304-
1374), considerado el primero de los humanistas, Coluccio Salutati (1331-1406), Leonardo
Bruni (1370/74-1444), Poggio Bracciolini (1380-1459), Leon Battista Alberti (1404-1472),
Lorenzo Valla (1407-1457) y, sobre todo, Marsilio Ficino (1433-1499) y Pico de la
Mirandola (1463-1494). Fuera de Italia, son humanistas notables Nicolás de Cusa (1401-

116
Ver Humanismo histórico. http: //meditaciones. Org.

57
1464), John Colet (ca. 1467 -1519), Thomas More (1486-1535), Erasmo de Rotterdam
(1467-1537), Luis Vives (1492-1540) y Pierre de la Ramée (Ramus, 1515-1572).
La «vuelta a lo clásico», con sus nuevos valores de interés por la naturaleza y el
naturalismo, el individualismo, el rechazo de la autoridad, valoración de la historia, interés
por la cultura y el saber, se repite una segunda vez cuando, tras la Ilustración, y como
reacción a ésta, surge un nuevo humanismo impulsado por el neoclasicismo romántico
alemán del s. XVIII y XIX, y que halla su expresión sobre todo en Johann Winckelmann
(1717-1768), Friedrich Schlegel (1772-1829), Johann Gottfried Herder (1744-1803),
Friedrich Schiller (1759-1805), Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) y Wilhelm von
Humboldt (1767-1835). De esta época es el término «humanismo» acuñado por F.J.
Niethammer hacia 1808. A este nuevo humanismo atribuye H.G. Gadamer la configuración
de los «conceptos básicos del humanismo»: el concepto de formación, el proceso por el
cual se adquiere la cultura del espíritu, en contraposición a la adquisición de la «mera»
ciencia; el sentido común, como opuesto a la sola razón, que es defendido por el
renacentista Vico, quien apela al ideal de sabio de la antigüedad en oposición también al
simplemente erudito, o al saber práctico de Aristóteles en oposición al saber técnico, y que
define como «sentido que funda la comunidad» ; la capacidad de juicio, capacidad de
juzgar, íntimamente relacionada con el sentido común, acerca de juicios morales y estéticos
(ver texto ); y el gusto, concepto más moral que estético (ver texto ). Esta noción integral de
«formación», es el elemento constitutivo esencial del nuevo concepto de «humanidad» que
surge en el s. XVIII y cristaliza en las llamadas ciencias del espíritu del s. XIX.Los
humanismos contemporáneos, a su vez, se inscriben en la línea de las ciencias del espíritu,
pero se apoyan propiamente en el esquema hegeliano de la idea que se constituye a sí
misma a lo largo de la historia. Por eso, la filosofía sobre el hombre se desarrolla ahora
como parte fundamental, o como la totalidad, de un sistema filosófico, cuyo objetivo
principal es destacar el valor y la dignidad del hombre como individuo que construye por sí
mismo su propio sentido. Los principales humanismos contemporáneos son el marxismo, el
existencialismo y el personalismo. Para el marxismo, que afirma ser una «inversión» del
idealismo de Hegel, no es la idea lo que se hace a lo largo de la historia, sino el hombre
que, ligado inicialmente a la naturaleza, se desvincula de ella transformándola y
transformándose con el trabajo y es, por ello, creador de su propia naturaleza que, en la
etapa capitalista, resulta alienada y alienante por el modo de producción; la alienación, el
trabajo enajenado, falsea el propio sentido del hombre y las relaciones con los demás. La
labor desalienante que el hombre ha de emprender consiste en hallar, por la praxis
revolucionaria, nuevas relaciones sociales de producción que no supongan ninguna
explotación del hombre por el hombre; el resultado logrado a nivel social es el nuevo
«hombre total». La noción, y hasta la expresión, de «humanismo marxista» fue criticada
por Althusser, que la considera un «asalto de la ideología burguesa al marxismo». A su
entender, el humanismo es ideología e insiste en afirmar la existencia de un corte
epistemológico entre el Marx de los Manuscritos, de influencia hegeliana, y el Marx de El
capital, y más en concreto de Crítica al programa de Gotha (1875) y de Notas sobre Wagner
(1882), obras en que ya no quedan vestigios de Hegel
Para Sartre, el existencialismo es justamente un humanismo porque hace posible la vida
humana y la fundamenta en la subjetividad del hombre. A su entender, el hombre es lo que
él decide ser libremente, no habiendo esencia alguna humana a la que deba asimilarse: «el
hombre es lo que hace». Más tarde, hacia los años setenta une existencialismo y marxismo

58
-cuando ya «su sombra [del marxismo] oscurece a la historia»-, considerando que éste es,
pese a todo, la filosofía de nuestro tiempo no superada aún por ninguna otra y sosteniendo,
por otro lado, que la interpretación del hombre hecha desde la situación concreta de su clase
es una manera adecuada de llegar a la existencia del hombre individual, visto «en la
materialidad de su condición». En alguna medida los humanismos filosóficos suponen una
metafísica del sujeto, o de la subjetividad; contra tal metafísica humanista replica
Heidegger, en Carta sobre el humanismo (1947), que se trata de una muestra más del olvido
de la verdadera pregunta por el ser.El pensamiento filosófico cristiano, católico y
protestante, por su parte, ha intentado elaborar cierto humanismo de signo cristiano
recurriendo básicamente a la perspectiva existencialista. El Humanismo integral (1936), de
Jacques Maritain, se inspira no obstante en la tradición aristotélico-tomista117.
El humanismo, contrariamente a la posición del postmodernismo, no es un metarrelato
estéril, ilegítimo, carente de autenticidad, sino una visión filosófica cultural que reconoce la
dignidad de la persona humana. En esta orientación se encauza la filosofía educativa del
Maestro de América, de Justo Sierra.
La filosofía de la educación en Sierra, constituye un ideario ético-humanista que trata de
aplicar en proyectos reales y concretos, validados no sólo en México, sino también en otros
contextos. Todos los temas filosóficos vinculados al hombre en relación con el mundo y la
sociedad están presentes en su discurso, pero la esencia de su filosofía se realiza y concreta
en el escenario formativo de un hombre con conocimiento y valores.
Su visión pedagógico-social lo impulsa a planear propuestas tendientes a realizar cambios
en los educadores, entre ellos:
• El concepto de instrucción por el de educación.
• La unificación de la lengua en todo el país
• La autonomía de los jardines de niños
• El reconocimiento del magisterio.
• A nivel superior, la reorganización de las carreras de Medicina, Jurisprudencia,
Ingeniería, Bellas artes y Música.
• La promoción de la arqueología elevada a la categoría de ciencia.
• El establecimiento de un sistema de becas para los alumnos más prometedores del
país.
En la entonces Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, Justo Sierra pone en
práctica hacia 1905, su anhelado proyecto: dar a la educación primaria el carácter de
nacional, integral, laica y gratuita.
Justo Sierra, el que fuera Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes de don Porfirio
Díaz, es el creador de la Universidad Nacional de México (1910), y de magnos proyectos
humanistas para la formación universitaria.

117
Ver Diccionario de filosofía en CD-ROM. Copyright © 1996-99. Empresa Editorial Herder S.A.,
Barcelona. Todos los derechos reservados. ISBN 84-254-1991-3. Autores: Jordi Cortés Morató y Antoni
Martínez Riu.

59
A iniciativa de don Justo Sierra, se crea en 1880, la Rotonda de los Hombres Ilustres, donde
finalmente reposarían sus restos mortales. Durante el primer centenario de su natalicio, la
Universidad lo declara Maestro de América118. La frase célebre: "La Nación tiene hambre y
sed de justicia", fue dicha por él e indiscutiblemente ha encauzado los cambios culturales a
que dio lugar su obra personal y que aún repercuten en el sistema educativo nacional
mexicano
Enmarcadas las ideas en su contexto, se nota que la filosofía ético-humanista, de Justo
Sierra, como pedagogía básica, no se reduce a una transmisión del saber, sino a la práctica
pedagógica que construye el conocimiento desde una concepción donde no predominara la
memorización automática, sino la interpretación y comprensión activas, es decir, lo
importante era aprender a a pensar con cabeza propia.
Pero una realidad contraria a estas ideas encontró Justo sierra en su país, y que de algún
modo era algo generalizado tanto en países latinoamericanos como en otros europeos. Lo
observa con profunda tristeza, pero como una forma de oportunidad para la aplicación de su
teoría, trata de reflexionar sobre su entorno educativo y genera acciones.
El aspecto narrativo, discursivo y disertante, se encontraba, por supuesto, en la persona del
docente, mientras que los alumnos eran seres pasivos, que se dedicaban a observar, acatar,
transcribir, repetir mecánicamente palabras y fórmulas aritméticas, pero sobre todo a
concluir cada contenido, de acuerdo a la opinión del maestro.
Ya desde “el siglo XVII surgen algunas críticas a la forma de enseñanza que se practicaba
en los colegios internados. Éstos estaban a cargo de órdenes religiosas, tenían como
finalidad alejar a la juventud de los problemas propios de la época y de la edad, ofreciendo
una vida metódica en su interior. Se enseñaba los ideales de la antigüedad, la lengua escolar
era el latín, y el dominio de la retórica era la culminación de esta educación. Los jóvenes,
eran considerados propensos a la tentación, débiles y con atracción por el mal, por lo tanto,
se consideraba necesario aislarlos del mundo externo, ya que éste es temido como fuente de
tentaciones. Había que vigilar al alumno para que no sucumbiera a sus deseos y apetencias
naturales”119.
Esa era la forma en que se educó a la niñez y juventud en una Latinoamérica dominada
principalmente por España y Portugal. Se vivió una imposición de forma tal que se trató de
borrar todo lo anterior a la llegada de esos grupos, y se hizo de una manera que había que
entender que todo lo que se practicaba en la cultura propia, era pecado, y había que alejar a
las nuevas generaciones de esa tentación, por lo cual esa educación tan rígida, tomó auge y
fue sufriendo sólo algunas modificaciones, pero en el fondo seguía siendo una educación en
donde el alumno era un objeto que captaba notas para posteriormente repetirlas, aunque no
las entendiera120.

118
José Martí le conoció en México y cultivó su amistad.
119
Ceballos, Ángeles. La escuela Tradicional. http://www.universidadabierta.edu.mx/Biblio/C/Ceballos
%20Angeles-EscTradicional.htm
120
Javier de Rivas, A. La filosofía de Paulo Freire y su concreción en la educación Tesis doctoral defendida
en la Universidad de La Habana, 2008, donde la autora, apoyándose en el pensamiento del filósofo
brasileño desarrolla momentos esenciales de la formación cultural del hombre.

60
Sierra propuso siempre el laicismo en la enseñanza, advirtiendo que el concepto de
“laicismo” debía entenderse como “neutralidad” ante cualquier credo religioso. Su crítica a
la enseñanza religiosa-escolástica y al poder de la Iglesia está presente en su obra:
“(...) ahora la Iglesia reclama lo que se ha perdido; este monopolio que quisiera para ella,
cuando no lo puede obtener por entero, lo quiere partir con el Estado (...) los miembros del
partido ultramontano (...) que quiere y lo está consiguiendo, deprimir la enseñanza
científica para levantar sobre ella la enseñanza eclesiástica; en una palabra, quiere destruir
el Estado laico y obtener en la escuela el campo que ha perdido en el mundo de la acción.121
En el pensamiento de Sierra puede descubrirse a momentos una inquietud cultural y un
cierto romanticismo al relacionar la ciencia con la religión. En su Discurso “Apología de la
ciencia”, pronunciado en la Escuela Nacional Preparatoria, el 8 de septiembre de 1877,
después de realizar un panegírico de la ciencia y de su tarea precisa, se opone a que se
conciba la ciencia como irreligiosa. .122
Al hablar de escuela tradicional, nos remontamos a la época en que Sierra hizo
observaciones y de las cuales llevó a cabo objetivas y serias críticas, que sirvieron para
lanzar propuestas pedagógicas culturales, que se convirtieron en toda una teoría, aunque su
matiz fuese positivista.
Sierra, asegura que: “La creación, se refiere a las hipótesis científicas sobre el origen del
universo, que respetables conocedores creen conciliables con el Génesis, se deben
principalmente a Kant, a Herschel y, sobre todo a Laplace, continúa afirmando, Darwin y
sus discípulos sostienen que la explicación científica del origen del hombre, estriba en lo
que se llama la transformación de las especies”.123
Por otra parte, planteaba una renovación política, pero advertía que dicha renovación no
debía tomar “por punto de partida la añeja preocupación de que la función del gobierno es
hacer la felicidad del pueblo, resto de las antiguas concepciones antropomórficas de la
divinidad, sino de que sólo está llamado a administrar justicia, es decir, en reconocer como
límite de la acción social y de la acción individual el derecho del individuo”.124
Aquí se observa cómo el sentido cultural de su filosofía defiende el lugar de la ética y los
valores inalienables del hombre. El estado, siguiendo su visión del mundo, debe administrar
justicia para lograr la felicidad del hombre.
Francisco Larroyo, en coincidencia con Sierra, opina que: “La pedagogía ético-humanista
es una pedagogía de los valores. El hombre se educa en la medida en que se apropia de los
bienes culturales, en cuanto hace suyos lengua y derecho, ciencia y arte, moralidad y
religión. Pero como todo hombre nace y se desarrolla en una comunidad histórica
determinada, en un ambiente en que los miembros que la constituyen poseen una peculiar
manera de valorar la vida y la existencia, esto es, cierta concepción del mundo, la
educación tiene objetivos concretos en cada lugar y tiempo; el educando ha de ser educado

121
Sierra, 1977; Vol. V: 31.
122
Ibíd.: 19
123
Sierra, 1977; Vol. X, apartado 1: 15.
124
Sierra, 1977; Vol. V: 23.

61
para ser miembro autónomo de las comunidades culturales históricas a las que
pertenezca”.125
Y esa autonomía que el ser humano debe alcanzar, ha de ser considerando su contexto, pues
esa misma realidad hay que transformarla con la praxis, alumbrada por la teoría.
Por tal motivo, las palabras que contiene el “Fragmento de la circular dirigida a los
Directores de Educación”, escritas por don Jaime Torres Bodet, en el cincuentenario de la
muerte del Maestro Justo Sierra, en 1962, resultan muy elocuentes y disciernen con
agudeza el problema, para cerrar este fecundo capítulo: "Los niños, los adolescentes y los
jóvenes deben sentirse alentados en sus tareas por el ejemplo de un hombre para quien la
educación se proyectó siempre como un medio insubstituible de fortificar a la patria, a fin
de que todos los mexicanos puedan participar efectivamente en la responsabilidad
nacional..."126
Su filosofía ético – humanista evidencia cómo toda su cosmovisión y su aplicación a la
educación lo hizo para la formación humana del hombre mexicano y defendiendo su
condición como persona.
Lo anteriormente expuesto, muestra la esencia ético - humanista de la filosofía de Justo
Sierra, así como su trascendencia y actualidad. Tema que se abordará en el último capítulo
de la tesis doctoral

125
Larroyo, Francisco. (1973). La Ciencia de la Educación. Ed. Porrúa. México. P. 64.
126
Fragmento de la circular dirigida a los Directores de Educación por don Jaime Torres Bodet, en el
cincuentenario de la muerte del maestro Justo Sierra, en 1962.

62
CAPÍTULO III
VIGENCIA DE SU PENSAMIENTO Y ACCIÓN EN LA EDUCACIÓN
CONTEMPORÁNEA MEXICANA
El acervo cultural de Justo Sierra es profundo y diverso, pero sus mayores aportaciones, en
mi criterio, las hizo en torno a la educación, tanto desde el punto de vista teórico como en
su accionar práctico. Según el Dr. Pupo, “(…) la búsqueda de los orígenes, de antecedentes,
en fin, de la historia, es una necesidad inmanente a la naturaleza cultural del hombre y a la
sociedad en general. Es una vocación universalizada. Es que para saber qué somos, qué
seremos, la mediación qué fuimos, de dónde venimos siempre aparece como duende
merodeante. La búsqueda dialógica pasado-presente-futuro es constitutiva de todo quehacer
humano.127
En torno a esto se puede estar de acuerdo, discrepar, disentir. Pero la vida misma muestra
todos los días que el devenir humano es un perenne miraje histórico de la cultura que nos
hace hombre, persona humana. “Un constante diálogo entre el presente y el pasado para
acceder al futuro.”128
En esta investigación asumimos el devenir histórico cultural del Maestro mayor de todos
los mexicanos: Justo Sierra Méndez, su contexto e influencia como momentos esenciales
para poder explicar la esencia de su filosofía de la educación y de su mundo espiritual y
práctico, en general. Aspectos que serán abordados en el epígrafe que sigue a continuación.
1-.Aproximación conceptual a la filosofía de la educación en Justo Sierra
“En los marcos de la formación humana y su desarrollo cultural, la educación resulta
imprescindible. Ella constituye el medio por excelencia a través del cual se cultiva el
hombre y se prepara para la vida y la sociedad.
Sin embargo, en las condiciones actuales la educación no prepara para la vida. No está en
condiciones de desarrollar una cultura de la razón y los sentimientos: una cultura del ser. Es
incapaz de vincular estrechamente el mundo de la vida, el mundo de la escuela y el mundo
del trabajo.
Los paradigmas de corte positivista, gnoseologistas, reduccionistas, objetivistas,
intolerantes y autoritaristas, convierten a los educandos en objetos pasivos. No importa que
en la teoría se hable de métodos activos, cuando los docentes presentamos nuestra verdad
como la verdad absoluta. No se crean espacios comunicativos para construir conocimientos
y revelar valores. El trasmisionismo y el inculquismo siguen imperando con fuerza
indetenible.
El sentido cultural y cósmico, propio del pensar complejo brilla por su ausencia”129.

127
Pupo, R. Tradición, historia y cultura. En El ensayo como búsqueda y creación. Universidad Popular de la
Chontalpa, Tabasco, México, 2007, p. 57.
128
Ibídem
129
Pupo, R. Educación y pensamiento complejo. En del propio autor El ensayo como búsqueda y creación.
Hacia un discurso de aprehensión compleja. Universidad Popular de la Chontalpa, Tabasco, México,
2007, pp. 45 – 46.

63
En los momentos actuales una reflexión profunda desde la filosofía de la educación es muy
interesante, pues penetra en el proceso educativo como formación integral del ser humano.
Es que la filosofía de la educación, en mi criterio, tiene como objeto la formación humana,
es decir, prepararlo para la vida.
Precisamente, Justo Sierra, sin penetrar teóricamente en la filosofía de la educación en tanto
tal, fue consecuente con sus propósitos y fines. Comprendió la necesidad de la educación
con sentido cultural y sistémico y criticó las formas tradicionales, dominadas por el
positivismo, donde el educando era un receptor pasivo del conocimiento, separado de los
valores y de la práctica.
Por eso aboga por una educación científica ligada a la vida y a la sociedad.
Interesa en consecuencia considerar los componentes del cuerpo ideológico (como conjunto
de ideas, teorías, etc.) que da sentido a las iniciativas educativas impulsadas por Justo
Sierra. Así, lo que se aviene a los propósitos del presente trabajo no es hacer la “historia
ideológica de este personaje, sino más bien, una caracterización de su ideología, en función
del tratamiento somero de sus “componentes” como unidad más o menos orgánica; esto es
en tanto que sistema en perpetua reconstitución. Este procedimiento no supone que dichos
componentes sean algo estático. Tampoco implica, (en lo que encierra de delimitación
convencional que la trayectoria de Justo Sierra pueda ser disgregada en partes diferentes u
opuestas. Lejos de tal pretensión, se asume aquí al Justo Sierra “total”, básicamente
idéntico a sí mismo en todos los órdenes en su quehacer en la vida, en concordancia con
una estructura ideológica que, a la par que evoluciona, mantiene la esencia de sus rasgos a
lo largo del tiempo. Por tanto, sus razones de índole analítica, las que imponen hacer
sobresalir las facetas de esta totalidad que incumben preferentemente al ámbito educativo.
De acuerdo a lo manifestado anteriormente se podría condensar la ideología de Justo Sierra
en la siguiente relación, más que sumaria de sus componentes primordiales:
Progresismo. Todos los esfuerzos de Justo Sierra en el terreno educativo apuntan
expresamente al logro del progreso material y cultural de México. En plena consonancia
con el espíritu de su época y con una de las ideas-fuerza aceptadas por los principales
sistemas de teoría social del siglo XIX (la idea de progreso). Justo Sierra entiende que la
ruta por la que debe transitar el país es la de una progresión hacia los logros sociales y
culturales que ya para entonces estaban alcanzando los países más poderosos del mundo.
Fiel al espíritu de su tiempo, Justo Sierra, se empeña en concebir el destino de México y de
la América Hispana, dentro de la suerte general de la civilización occidental o como
preferiría decir Abelardo Villegas de la cultura heleno-cristiana. En esto, Justo Sierra no se
apartará en lo fundamental del liberalismo y de la tradición iluminista de la que es
subsidiario. No debe olvidarse que el liberalismo mexicano llegó a posibilitar el
“surgimiento de un Partido del Progreso de cuyo cerebro, en expresión de Eusebio Castro,
sería el Dr. José María Luis Mora”130. Pero de donde se nutrirá más el progresismo de Justo
Sierra será del positivismo, cuyo lema universal incluye el anhelo del progreso, ello resulta
lógico, ya que como advierte Samuel Ramos “la teoría que permitirá la incrustación de una
actitud optimista, en un medio cultural como el de México, cuya historia ha sido tan
azarienta, será el positivismo”131.

130
Castro, Eusebio. Ensayos histórico-filosóficos, México, UNAM, FFL; 1962 p. 183-184.

64
De hecho, el interés del progreso indetenible, del avance hacia lo mejor, en los planos
social, cultural y moral, adquiere en Sierra el carácter de una profesión de fe. Sin embargo,
esto no debe suscitar la idea de que Sierra tuviera una creencia ciega en el progreso. Muy a
tono a su activísimo espíritu de librepensador, con el carácter problemático que adquirían
sus relaciones con todos los asuntos de tipo ideológico y teórico. Sierra logra descubrir, lo
que ningún dogmático del progresismo puede ni siquiera vislumbrar: el hecho de que el
sentido ascendente a quien rinde culto el progresismo acrítico, también tiene su lado
sombrío, su faceta maligna. Desde luego, la conciencia de tal hecho no contradice para que
prefiera los desafíos y problemas que constantemente genera tal dimensión nefasta del
progreso a las calamidades que depara el atraso, el estancamiento social y cultural. Como
muestra de tal visión, por demás lúcida, puede traerse a colación un fragmento de la
respuesta que Sierra da al humorista Junius132, (quién se oponía con sus sátiras, a la
educación musical rigurosa que él favorecía.
Como puede apreciarse, a partir de citas como esta, el progreso, no sólo es entendido por
Sierra, como una tendencia rectilínea, de ascensión cultural en la historia, acorde por otra
parte con una concepción lineal del tiempo, sino como un fatum, como una fuerza histórico
determinista como una potencia, que cobra su precio en víctimas de toda clase; ante el cual,
sin embargo, vale más resignarse.
En el contexto de tal noción de progreso que conviene resaltarlo, implica una teoría de la
historia en conjunción con otras ideas que se irán considerando pronto, la educación
desempeña un papel de primer orden. Pero no sólo eso, también la propia educación como
zona importante del orden cultural, estará sometida a las inexorables leyes del progreso
evolutivo. Así pues, la educación potencia el progreso, al mismo tiempo que progresa o
debe progresar. De esta forma, los modos con que las concreciones educativas impulsadas
por Gabino Barreda coronan una historia de zigzags, avances, retrocesos, vaivenes,
requieren respuestas. Durante buena parte del siglo XIX conforman, a juicio de Sierra, las
condiciones de posibilidad de una escalada ascendente en el campo de la educación. Dicha
escalada, tendrá como corolario fundamental y necesario justamente a la Universidad
Nacional. De ahí también que la Escuela Nacional de Altos Estudios, piedra angular del
nuevo aparato educativo del rango superior que viene tratando de concretar casi todos los
inicios de su vida pública (tenga para Sierra, la misión de) “hacer entrar a México entre los
pueblos que trabajan constantemente por la elaboración del progreso intelectual”133.
La singular utopía progresista que motivó a todas las almas sensatas del siglo XIX no podía
dar cabida a otra idea de la universidad, que no lo asumiera como palanca del progreso, a la
vez que como territorio privilegiado de su despliegue en la historia.

131
Samuel Ramos, “Justo Sierra y la Evolución política de México”, en Obras Completas, México UNAM
1975 t. I, p. 183-184.
132
“Que remedio, querido Junius; el progreso es una inmensa tragedia; cada transformación necesita víctima.
Es la ley de las cosas. El argumento de las aspiraciones no satisfechas, a ser admitido, refutaría toda
civilización. Y como el hecho se nos impone y nos agobia, a él hay que someterse. Justo Sierra, Escuelas
normales y superiores (contestación al Dr. Luis F. Ruiz), en Obras completas, t, VIII, 1ª. Reimpresión
México, UNAM, p. 127.
133
J. Sierra, Escuela de Altos Estudios (reseña de la Sesión del Consejo superior de Educación Pública del 8
de octubre de 1906). En ibíd., t. VIII, p. 1ª. Reimpresión México, UNAM, p. 312

65
No olvidar que en otro momento de la tesis, se destaca cómo el propio concepto de
progreso en Sierra no es sinónimo del desarrollado por el positivismo, pues él le imprime
sentido cultural y humano.
Evolucionismo. Si se restringe el positivismo al coto de las tesis propugnadas por Comte.,
lo que en México se conoció bajo tal denominación no era propiamente positivismo. En los
hechos, el positivismo sufrió un proceso de aclimatación cuando fue adoptado de modo
muy peculiar por el aparato político oficial, (en algunas de sus instancias, en particular en
las educativas) y por algunos de los pensadores mexicanos más a tono con las novedades
teóricas a finales del siglo XIX y principios del XX.
Al respecto Edmundo O´ Gorman destaca “como ni siquiera el máximo representante del
comtismo en México, Gabino Barreda, pudo poner en marcha un plan de estudios
enteramente positivista, en la Escuela Nacional Preparatoria que él creó”.134 William Raat,
por otra parte, destaca como el positivismo apareció a los ojos del pueblo mexicano “como
una ideología extranjerizante ajena a las tradiciones del liberalismo, del patriotismo y del
catolicismo mexicano”135: lo cual, junto con otros factores, permite comprender las razones
de la necesaria adaptación del comtismo a las particularidades culturales y políticas de
México.
A más de ser un hecho por demás conocido, lo que interesa enfatizar es como el referido
proceso de adaptación del positivismo implicó, en el caso de México, la configuración de
cierta composición teórica más o menos ecléctica. De hecho, los cimientos sobre los que
descansará una suerte de “teoría dominante”, desde Gabino Barreda hasta el Ateneo de la
Juventud, constan cuando menos de estos tres puntos de soporte: un liberalismo
redimensionado, un positivismo “impuro”136 que, sin descartar las tesis de Comte, admite
también sus derivaciones ulteriores (verbigracia, Littré) y la teoría social de Spencer.
Esta indicación tiene notable importancia, en el ámbito a que se ajusta el presente estudio;
puesto que como advierte Raat, contraviniendo una creencia muy difundida, el positivismo
(este positivismo muy peculiar al que se le ha aludido en líneas anteriores) “no alcanzó el
rango de filosofía política oficial del régimen (porfiriano); fue ante todo una filosofía de la
educación”.137 Por su parte Abelardo Villegas concuerda con la segunda parte de la última
afirmación de Raat, cuando afirma que las doctrinas de Comte y Spencer “señorearon la
educación durante la larga dictadura porfirista”.138 Y en todo este proceso de asimilación,
adaptación oficialización (y posterior refutación parcial) de este cóctel teórico,
convencionalmente conocido con el término genérico de “positivismo mexicano”, tuvo un
papel destacado Justo Sierra, sobre todo en lo que toca al medio educativo.

134
Edmundo O Gorman, “Justo Sierra y los Orígenes de la Universidad de México (1910), en Seis estudios
históricos del tema mexicano, Xalapa, Ver., Universidad Veracruzana, FFL, 1960. p. 173
135
William Raat, El positivismo durante el porfiriato, Trad. de Andrés Lira. México, SEP, 1975. p.7
136
Son matices discursivos, más que definiciones y caracterizaciones. Liberalismo redimensionado, significa
hiperbolizado, exagerado. Positivismo impuro: Porque no es una copia de la versión Europa, sino con las
especificidades que adquiere en la realidad mexicana
137
Ibíd., p. 7.
138
Abelardo Villegas, La Filosofía en la Historia Política de México, México, Pomarea, 1966 p. 135.

66
No se trata, sin embargo, de poner en claro aquí la trayectoria histórica de la formación
ideológica a que se refieren los párrafos anteriores lo que interesa aquí es que en Sierra
siempre se da una aceptación (siempre crítica) de la teoría comtiana de los tres estados
junto con el evolucionismo social del primero de todos los evolucionistas modernos
(anteriores a Darwin): Herbert Spencer, en otras palabras, el evolucionismo biologista de
Spencer y el progresismo comtiano (además de otros principios teóricos) se dan la mano en
Sierra sin que medie en ello ningún conflicto de consideración. Ahora bien, esto no debe
ser impedimento para tener en cuenta que Justo Sierra (siempre aplicado a su actualización
en cuestiones de teoría social y educativa), demuestra estar al tanto y sentir admiración por
lo que él llama “teoría de la transformación” y “ley grandiosa del transformismo” de
Darwin y Wallace.139
Ambas tesis, y especialmente la que propugna Spencer, a partir de la teoría de la
conservación de la materia y la energía, se mostraran especialmente aptas para legitimar no
solo la dictadura porfirista sino varias comparables a ella en América Latina. Justo Sierra
las acepta tanto para explicar históricamente el porfirismo como para justificar su ideario
educativo, su imagen de la universidad y las ejecutorias que defendió en la educación
oficial porfiriana que él mismo impulsó cuando llegó a ser el máximo funcionario del ramo
durante el régimen en referencia.
En cuanto a la primera de las preocupaciones que se acaban de señalar, basta advertir que
como apunta Dumas una obra tan importante dentro del conjunto de las que escribió Sierra,
como “México, su evolución social (el titulo no puede ser más significativo) “estuvo
destinada a exaltar al régimen porfirista, con apego a presupuestos spencerianos y
positivistas en general”140
Cientismo. En estrecha conexión con los dos principios ideológicos anteriores, el peso de
un fervoroso culto a la ciencia y sus potencialidades sociales y culturales es,
indudablemente grande en la totalidad dinámica que conforma la estructura ideológica de
Justo Sierra. En el discurso de Sierra es palmaria la idea de la ciencia como una de las
palancas fundamentales del progreso cultural, social y moral junto con la educación. Por
otra parte, Sierra entiende a ésta como una educación científica en su desenvolvimiento
general y en los contenidos que reproduce con la mira puesta en la finalidad suprema de la
enseñanza moderna: crear las condiciones de posibilidad de un avance científico, dirigido a
la independencia mexicana en un rubro que hoy pocos vacilan en calificar de estratégico.
En verdad la admiración cuasi-religiosa que Sierra siente por la ciencia (en unos momentos
de su vida, más intensa que en otros) tiene su referencia inmediata en el prestigio social que
gozaba en su tiempo. Etiquetar a algo de científico llegó a significar, en su época la
adquisición de una legitimidad inexpugnable. Así, como advierte Raat, “…a Sierra le toco
vivir un período en el que el ciencismo, la tesis de que todos los objetos pueden
comprenderse científicamente fue una corriente dominante dentro y fuera de la comunidad
académica.”141. No por nada uno de los soportes del régimen porfirista fue el grupo de los
139
J. Sierra, El Espiritismo y el Liceo Hidalgo y la enseñanza de la historia, en Obras Completas, t. VIII, 1ª.
Reimp, México, UNAM, 1978 pp. 29 y 49
140
Dumas, Claude, Justo Sierra y el México de su Tiempo (1848-1912), t. II, Trad. De Carlos Ortega.
México, UNAM, Colegio de Humanidades, 1986 pp.90-91
141
W. Raat, El positivismo durante el porfiriato, Trad. De Andrés Lira, México, SEP, 1975,(Col. Sepsetentas,
228), p. 7

67
llamados “científicos”, con quienes Justo Sierra llego a concordar en algunos momentos de
su trayectoria política.
En éste, como en muchos otros aspectos del corpus ideológico sierrista, se hace patente una
vez más la sombra del liberalismo y del positivismo peculiar con que comulga. Pocas
banderas mas notablemente inherentes al credo liberal que la reivindicación de la ciencia, el
arma con la que el oscurantismo clerical sería barrido de la faz de la orbe. Para Sierra está
claro que “la investigación científica será absolutamente desinteresada, pero haciéndose
constantemente sobre elementos nacionales… (Lo que equivale a afirmar que) “la ciencia
que las universidades elaboran sin poder dejar de ser mundiales, tienen que ser
nacionales”.142 Frases ambas que por su claridad y precisión pueden prescindir de todo
comentario.
Nacionalismo. Ya se ha visto, que para Sierra no tenía sentido exigir la generación de una
ciencia unilateralmente cosmopolita, sin raíces de una cultura de referencia, en concreto la
mexicana. Esta no es una postura aislada. Más bien engarza una sólida concepción
nacionalista.
Si se entiende por “nacionalismo” un ideal sustentado en la reivindicación de los intereses
propios de una nación determinada, hablando en términos sociales, culturales y políticos,
no cabe duda que Justo Sierra era un nacionalista convencido. Ahora bien, esto no significa
que pensara y actuara con apego a un extremo patriotismo, a un chovinismo. Consecuente
con sus convicciones liberales, Sierra veía en la idea de nación, al mismo tiempo un
desiderátum social-cultural (la nación no es un hecho histórico-cultural definitivamente
consumado, sino algo en constante realización, recreación), y la expresión de una
comunidad cultural encauzada en un sentido teleológico claro, que le permitiera participar
en el concierto de las naciones del mundo, con una personalidad cultural bien definida. En
esa dirección dirige sus aprehensiones educativas y los programas en que se aplican.
Lourdes Alvarado comenta que la imagen de la universidad que concibe Justo Sierra se
vincula con una conciencia angustiosa del peligro de un “sometimiento científico y
tecnológico y la subsecuente dependencia económica del país”, con respecto a las grandes
potencias capitalistas de la época.143 Interesa resaltar un último rasgo del ideal nacionalista
de Justo Sierra: “Su referencia a la hispanidad, al ámbito cultural hispanoamericano” 144.
Postura que convive, también conviene asentarlo con una admiración franca por Europa y
Estados Unidos, por no hablar de un eurocentrismo relativo.
Educacionismo. Con este vocablo se designa aquí otra de las creencias y valores
fundamentales de la idea que justifica a Justo Sierra. Se trata de la fe, poco menos que total,
en los poderes y bondades de la educación. Lo que Claude Dumas llama “entusiasmo
sagrado por las virtudes de la educación”145. Una fe en definitiva por completo acoplada a

142
Justo Sierra, Apuntes diversos (Ciencia y Universidad), en Ibíd., t. VIII, p.496-497.
143
Lourdes Alvarado, de la Real y Pontificia Universidad de México a la Universidad Nacional de México,
México, UNAM, CESU, 1986, (Col. Pensamiento Universitario, 65, nueva época) p.29 y de la misma
autora, “Reconsideración Sobre los Orígenes de la Universidad Nacional de México”. En Memoria del II
Encuentro Sobre la Historia de la Universidad, México, UNAM, CESU, 1986. p. 101.
144
C. Dumas, Justo Sierra y el México de su Tiempo, (1848-1912), t. II, Trad. De Carlos Ortega. México,
UNAM, Colegio de Humanidades, 1986. p. 102, 154, 228
145
Ibíd., p. 99

68
los presupuestos del liberalismo y del positivismo y que ha impregnado a las sociedades
contemporáneas, con tal fuerza que hoy mantiene una vigencia casi plena.
Agustín Yañez relativiza la fuerza de este “ismo” de la ideología sierrista, aduciendo que
este hombre “no sucumbe al educacionismo; es decir, no cree que la educación, menos aún
la influencia educativa de la escuela, ofrezcan la panacea para los males de la patria y el
individuo”.146 Desde luego, el propio Sierra se encargará de negar todo lo que permita
pensar que él cree en la educación como panacea, si por tal se entiende (hablando con
propiedad) que curara todos los males culturales, a escala general e individual. Así lo
asienta en 1881, cuando declara que “no soy de los que creen candorosamente en la eficacia
ilimitada de la instrucción para remediar los males sociales” 147. No obstante puede
afirmarse que en su aceptación frecuentemente problemática de la función social de la
educación, y a veces empañada por ciertas dosis de escepticismo, lo que define
fundamentalmente a Sierra en el plano del pensamiento y la acción es una actitud
profundamente optimista frente a las virtualidades de los procesos educativos.
La educación aparece en Sierra en la doble forma de medio y de fin. Es decir, en términos
tales que anula la dicotomía entre instrumentos y logros teleológicos. Esto debe entenderse
en el sentido de que la educación vista como proceso dúplice de difusión de saberes
(instrucción) y de formación de tipos determinados de hombres (lo que propiamente asume
Sierra como “educación”), debe acceder a grados de efectividad y de pertinencia social
apropiados para hacer progresar a la sociedad, al progresar ella misma. De modo, pues, que
es un desiderátum de capital importancia alcanzar, en lo posible el más logrado estadio de
avance en el plano didáctico, organizativo, etcétera, como condición para un acceso más
seguro, rápido y armónico al progreso social y cultural y a una formación social
homogénea.
Estatismo. La carga individualizada que comporta el liberalismo, tomado de manera
genérica, no fue impedimento en el caso de Sierra (ni en el de muchos otros connotados
liberales de cualquier índole) para una estatolatría más o menos fuerte. Tampoco lo fue su
afinidad con los postulados fundamentales del spencerismo. Ni el rechazo anti-
gubernamental ni el liberalismo clásico ni el enfrentamiento raigal que Spencer ve entre
Individuo y Estado son asumidos por Justo Sierra. Al contrario. La idea del estado como
promotor de todos los anhelos en función de los cuales se arma el tinglado-teórico-
ideológico del liberalismo, el positivismo, el evolucionismo social es lo que predominara
evidentemente en Sierra. Para decirlo con palabras de Charles A. Hale, “Sierra
argumentaba insistentemente que el Estado moderno era una fuerza de progreso”148
Por supuesto, con variantes de énfasis, con altibajos, con diferencias de matiz a lo largo de
su vida. El Sierra que piensa siempre con la cabeza verá en el estado moderno un gestor y
un garante del progreso; un celador de la paz y el orden; la clave de la formación de los
grupos sociales que requiere México para adentrarse en los predios de la modernidad; el
motor fundamental de la integración nacional y de la identidad; el soporte fundamental de

146
A. Yañez, “El ideario educativo de Justo Sierra”, en Cuadernos Americanos, núm. 4, México, 1948 p. 193.
147
J. Sierra. La instrucción obligatoria, en Obras Completas, t. VIII. (La educación nacional. Artículos,
actuaciones y documentos), 1ª. reimp. México, UNAM, 1977, p. 101
148
Charles A. Hale, La transformación del liberalismo en México a fines del siglo XIX, México, Vuelta,
1991. p.317.

69
la educación. En definitiva, todos los caminos del complejo e inmenso quehacer cultural y
social, conducen, en Sierra, al Estado.
Esto explica por fin, que consecuentemente con sus ideas al respecto Sierra fuera un
hombre de acción, dedicado en cuerpo y alma a la educación, dentro del aparato de Estado.
Justo Sierra, pudo haber sido, exclusivamente un gran pensador, de la educación y un
promotor de empresas educativas al margen de la institucionalidad política. Su estatismo,
emparentado profundamente con la idea del “Estado educador” con que congruentemente
comulga, lo lleva a ser un ministro de Educación, el principal funcionario educativo de un
gobierno, sin que ello implique una merma en su quehacer como humanista y pensador de
la educación.
Laicismo. Los que se han venido tratando, en este capítulo, son considerados aquí como los
componentes preponderantes del cuerpo ideológico que da sentido al quehacer de Sierra en
el terreno educativo. Sin embargo, si se tiene presente que dichos componentes solo pueden
ser aislados en virtud de un artificio analítico y que no pueden tener una vida independiente
(toda vez que se articulan como elementos constitutivos de un todo), se captará la
importancia de no perder de vista este principio ideológico que, si bien, no siempre alcanza
el relieve de los encaminados hasta ahora, tampoco es prescindible en el desenvolvimiento
de estos. De este modo esta incursión por los territorios de la ideología que define a Sierra,
sería incompleto si no tomara en cuenta aunque fuera solo de esquivo, el laicisismo del
“maestro de América”.
En consonancia con su peculiar militancia liberal y positivista, Sierra fue un laicista
declarado, y en algunos momentos, profundamente anticlerical, también era un
antidogmático en todos los sentidos del término, en virtud de su independencia espiritual
plenamente coherente, por lo demás con todo verdadero laicismo. La educación a juicio de
Sierra, debe ser rigurosamente laica en todos sus grados, lo cual significa que en ella no
tiene cabida nada que rebase los límites de la verdad discutida; es decir de la ciencia. Toda
la obra educativa de Sierra, resuma esta forma de entender la relación educación-religión;
lo que torna ocioso detenerse a insertar aquí, con más profusión, las expresiones concretas
con las que formula tal idea.
Espiritualismo. Este concepto, como el de “espíritu”, es de difícil definición. Si aquí se
pretende presentar uno, es con la idea de facilitar la comunicación sobre uno de los
componentes de la ideología de Sierra, que se refiere a la reivindicación de un orden
relativo a la conciencia individual o social inaccesible, en sus cifras fundamentales a los
poderes de la ciencia positiva. En el caso concreto de Sierra, el espiritualismo parece ser
asumido más bien como un componente negativo, esto es, como algo que no pertenece a lo
lógico, racional, científico; sin que ese algo niegue este otro ámbito y, al contrario busque
en él su complemento. De hecho, como observa Hale, Víctor Cousin echaba mano de la
palabra “espiritualismo” para “designar su sistema filosófico llamado a menudo
“eclecticismo”.149.
En Sierra el espiritualismo implica reconocer una realidad genuinamente humana,
imposible reducir a la visión del hombre que puede proporcionar la razón científica.
Históricamente, este espiritualismo ha pretendido ser el contrapeso humanizante del

149
Ch. A. Hale, La transformación del liberalismo en México a finales del siglo XIX, México, Vuelta, 1991.
p. 293

70
desbocado progresismo suscitado, y será esa la función principal y la razón de ser del
espiritualismo de Sierra, como lo fue, a su modo, en el caso de Bergson150, a quien Sierra
cita en el discurso pronunciado en el acto fundacional de la Universidad Nacional en 1910,
pues su labor de organizador en el sistema educativo mexicano, ya se hacía sentir y era un
hecho, que posteriormente se concretaría al asumir la Secretaría de Instrucción Pública.
Estos aspectos serán abordados a continuación, en otro de los epígrafes que conforman este
tercer capítulo.
2. Su labor de organización en el sistema de educación mexicano
No fue el Maestro Sierra un improvisado como jefe de la educación nacional. Desde 1874
había dicho: “Preciso es que la instrucción pública no forme sino la rama principal de un
vasto sistema de educación. Y había estado publicando artículos periodísticos sobre Planes
de estudio, sobre la Escuela Nacional Preparatoria criticando el positivismo agudo
imperante que se suprimiese el estudio de la filosofía y de la metafísica, en 1881 había
presentado en La Tribuna un proyecto de ley para la creación de la Universidad Nacional,
cuyo artículo 2º., proponía que fuese “una corporación independiente formadas por las
escuelas Preparatoria y Secundaria de Mujeres de Bellas Artes, Comercio y Ciencias
Políticas, Jurisprudencia, Ingenieros, Medicina y Escuela Normal y de Altos Estudios”. El
párrafo V del artículo 5º. Establecía que el profesorado universitario constituye una carrera
facultativa, en la cual se ingresa por oposición, salvo los casos que determine el Estatuto y
la presente Ley, y se asciende por antigüedad y méritos contraídos en la enseñanza. No
podrán ser removidos los profesores sino en virtud de sentencia judicial o de formal decreto
del Cuerpo universitario”. Ideal, que todavía no alcanzamos. El 13 de Septiembre de 1902
ya como Subsecretario inauguró el Consejo Superior de Educación Pública; en la
exposición que hizo el día inicial, después de definir que debía ser obligatoria la educación
primaria y examinar las modalidades de las nuevas leyes de instrucción que había
propuesto, agregaba, además que para dar unidad orgánica y conciencia de sí misma al
cuerpo docente pediremos facultad expresa al poder legislativo para crear la Universidad
Nacional. Al finalizar acababa con las siguientes palabras Por la patria, siempre, por la
Patria todo”151.
Cuando acababa de tomar protesta como Subsecretario de Hacienda Limantour, le preguntó
qué era lo primero que había que hacer con los escolares cuyos destinos se habían confiado
en sus manos a lo que Sierra contestó: “Darles de comer” 152; y logró que el tacaño ministro
autorizara el gasto para instaurar los desayunos escolares.
“El maestro de tres generaciones reconstruyó la obra de la educación nacional a fuerza de
fe, de desvelos sin cuento, haciendo frente al obstáculo irreductible del fanatismo que nutría
en su seno la ignorancia. Recomendó el laicismo; no cesaba de aconsejar a los mentores de
la niñez que cultivaran con amor el sentimiento de la humanidad en los chicos,
SINTIÉNDOLO ELLOS, y sin intentar definirlo; aseguraba que nada tendremos que temer
del porvenir, si la escuela cumple con su deber. Encarecía que la labor del maestro fuese
educativa, diciendo, “nada vale enseñar, nada instruir, sino se educa”. Puso todo su afán en

150
J. Sierra, Discurso pronunciado en la inauguración de la UNM, en Obras Completas, t. XIV, En Boletín de
Instrucción Pública, México, Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, 1910 p. 130
151
Sierra, “Discursos”. Herrero Hnos. 1919México, p. 358.
152
Campos, Rubén M. El maestro Don Justo Sierra. Inédito.

71
multiplicar las escuelas, en mejorar las existentes, en rodear la frente del maestro con una
aureola de veneración, y en darle los medios suficientes para vivir con decoro”153.
El 13 de Septiembre de 1902, trazó públicamente un programa de la construcción de
México abarcando desde la construcción de jardines de niños hasta la Universidad; el
Maestro Sierra es el creador de los Kindergartens; a él se debe la especialización de
maestras como Estefanía Castañeda, como Rosaura Zapata, y los primeros ensayos
integrales en la materia.
Inauguró los cursos de la Academia de Profesores el 10 de septiembre de 1904. Y al
acercarse el centenario del natalicio de Don Benito Juárez, varias corporaciones científicas
y literarias organizaron concursos de acuerdo con su índole. Para honrar la memoria del
Benemérito de las Américas a quién Sierra dedicó el libro llamado Juárez, su obra y su
tiempo.
Sobre la esencial cuestión del normalismo, reconoce la urgencia de fomentar estímulos para
los jóvenes, que rehúyen esa profesión a la que hay que darle realce moral y económico, sin
omitir cuanto para ello sea necesario: aumento del número y cuantía de las pensiones,
escala de remuneraciones crecientes, pagas de retiro y jubilaciones.154
Pasando a los problemas de la enseñanza secundaria, tan discutibles en el mundo entero
afirma “el modo mexicano” que ha llegado a ser tenido en cuenta por Francia. “Este ciclo
debe ser debe ser una escuela preparatoria para la vida y como consecuencia, no con
antecedencia, preparatoria para determinadas profesiones: en ella se forman, no los médicos
ni los abogados futuros, sino los futuros hombres”155.
A esta definición y a la de la Escuela Preparatoria confluyen 30 años de apasionadas
meditaciones y discusiones, de apasionado amor por la cuestión y por el plantel.
Al hablar de la enseñanza profesional se dan en el discurso estos conceptos: “Los títulos no
deben ser máscaras de ignorancia en la comedia social, en donde la suerte, la audacia, el
éxito, son el deus ex machina”156; la escuela de Jurisprudencia “deje de ser una institución
simple y utilitaria (…) destinada solo a crea litigantes y asuma otro carácter superior y
realmente científico, emergiendo los estudios jurídicos en la ambiciencia de las ciencias
sociales e históricas”157; en Medicina “anuncia la inminente conexión con el Hospital
General, y el Instituto Patológico, la modernización de métodos con proyecciones,
laboratorios, anfiteatros, nuevos y bien dotados, la construcción de un local apropiado,
cercano al Hospital, y la conveniencia de reducir los estudios fundamentales y generales a
tres años para distribuir en otros tres los de especialización” 158. En Ingeniería, la ley,
“adelantándose a las necesidades sociales, creó carreras, apenas virtuales, en potencia, lo
que hace pensar en el establecimiento de carreras, breves, eminentemente prácticas159; En

153
Méndez de Cuenca Laura. Justo Sierra. (En Diez Civiles Notables de la Historia Patria). México 1914. p.
180.
154
Justo Sierra, Obras Completas t. VIII, 1ª. reimp. México, UNAM, 1977 p.299.
155
Op. Cit. p. 305
156
Op. Cit. p.307.
157
Op. Cit. p.312.
158
Op. Cit. p.313.
159
Op. Cit. p.313.

72
Arquitectura “debe dominar el elemento estético, no excluyendo al utilitario, porque
entonces la obra sería efímera, pero sí penetrándolo y caracterizándolo” 160; las escuelas de
Bellas Artes: Academia y Conservatorio, requieren la más solicita atención, “el gobierno se
propone hacer por el avance de éstos planteles cuantos sacrificios sean compatibles con sus
condiciones financieras, no solo porque las bellas artes sean una característica de aptitud
para la cultura…sino porque son una característica nuestra”.161
Ligado a lo anterior, aparecen los puntos novedosos del programa “el mecenado artístico en
su forma superior, debe ser aquí ejercido por el Estado, en primer término; va a establecerse
una doble corriente de inmigración de maestros extranjeros suficientemente reputados y
otra, de emigración de nuestros mejores escolares hacia los centros artísticos de Europa162.
En las fronteras del arte y de la historia, esta la arqueología en la que “somos una entidad
de primer orden, que impone la obligación de acometer científica y sistemáticamente las
exploraciones, y de rehabilitar el museo, dividiéndolo en dos, uno antropológico en todas
sus ramas, y otro de historia natural, con cuerpo de profesores, encargados, no solo de
clasificar y ordenar, sino de poner en movimiento el resultado de sus trabajos y
comunicarlos al mundo sabio y a grupos de alumnos bien preparados, en sí, los museos
deben ser una viviente escuela de enseñanza objetiva”163.
La última parte del discurso, después de apuntar soluciones a los problemas de la enseñanza
industrial y agrícola, es un alegato para la construcción de la Universidad Nacional, revive
todo un mundo de ideas y ensueños, “la Universidad no será prolongación colonial, ni
mecanismo a la usanza norteamericana, sino se apegara a la realidad palpitante de México,
gozará de autonomía científica; satisfará las necesidades públicas, de una docencia eficaz,
pero también de modo muy principal, atacará la ingencia de investigación164.
Con esta íntima historia, el recuento de la jornada debe buscarse en los dieciséis tomos del
Boletín de Instrucción Pública, Órgano de la Secretaría del Ramo (1903-1911) que vino a
sustituir con ventaja de toda índole a la Revista de la Instrucción Pública Mexicana. En el
Boletín, se halla ordenado el alud apenas concebible de leyes, circulares, planes y
programas de estudio, listas de textos, dictámenes, proyectos, convocatorias, encuestas,
comunicados de investigaciones, monografías, metodologías, estadísticas, informes,
correspondencia extranjera, panorama de la actualidad mundial en materia de educación,
bibliografías y demás elementos de trabajo. Cientos de páginas, forman cada volumen de la
publicación, cuyas proporciones, proclaman la voluntad gigantesca que anima todo ese
movimiento.
En los dos primeros años de su gestión, como Subsecretario hizo ascender en $ 765, 618.00
el presupuesto de la educación primaria, en 1905, al asumir la Secretaría el aumento
ascendió a $ 928, 109.00, pues el presupuesto total era de $ 1. 927,109.30, desarrollándose
hasta alcanzar la cifra de $2. 060,833.20, que incluye el presupuesto de los jardines de
niños, en 1911, cuando el maestro Sierra salió de la Secretaría.

160
Op. Cit. p.314.
161
Op. Cit. p.314.
162
Op. Cit. p.315.
163
Op. Cit. p.315.
164
Op. Cit. p.318 a 320.

73
Es hasta el 10 de Enero de 1910 Don Justo anuncia con júbilo desbordante el término del
proyecto de la Universidad Nacional, el 17 de Enero, es leído por los consejeros a
estudiarlo, se turna el asunto a una Comisión dictaminadora que lo vuelve al pleno en el
mes de abril, el 3 de mayo es enviada a la Cámara de Diputados la iniciativa de ley y la ley
de promulga el 26 de mayo, el 18 de septiembre de 1910 fue inaugurada la Escuela
Nacional de Altos Estudios y cuatro días después la Universidad165
El discurso epistemológico en las ciencias sociales contemporáneas muestra un nivel de
desarrollo, referido a las ciencias de la educación, de evidentes desigualdades cualitativas y
cuantitativas. Se señalan los rasgos teóricos relevantes en cada una de las corrientes y
teorías, pero no se postula -para potenciar el cambio- que la educación es,
fundamentalmente, un desafío ético - político cultural. Hacia esas conexiones y raíces
profundas que determinan la conformación del todo social, nos encaminamos en los
razonamientos cosmovisivos, ideológico-metodológicos y socioculturales que abordaremos
en el epígrafe que cierra la presente tesis doctoral, es decir, a las determinaciones concretas
de la cosmovisión filosófico - educativa de Justo Sierra, incluidos fundamentalmente los
caminos que deja abierto para la contemporaneidad.
3-.Determinaciones concretas de la cosmovisión filosófico - educativa de Justo Sierra
Generalmente se comprenden las determinaciones concretas como las aplicaciones
prácticas y los proyectos y modelos que emanan de una teoría, pero son eso, y mucho más,
pues si tenemos en cuenta las ideas de Marx, lo concreto es la síntesis de muchas
determinaciones.”166
Es difícil exponer en toda su magnitud y significación las determinaciones concretas de la
cosmovisión filosófico - educativa de Justo Sierra, pues están presentes en todo el
contenido de la tesis. Ahora, en este nivel de la investigación, se trata de un balance
sintético, que más que generalizar teóricamente, pues eso corresponde a las conclusiones,
aborda algunas de las aristas específicas que más se distinguen (determinaciones concretas)
y que son discernibles en función del futuro, porque miran el porvenir, poseen vigencia,
actualidad y su fuerza trascendente es visible.
La obra filosófico - educativa de Justo Sierra, en pleno siglo XXI, es útil, si se asume con
espíritu crítico y no se olvida el contexto. Existen nuevas teorías filosóficas educativas,
pero las ideas profundas, nacidas de ricas realidades concretas y con fuerza de altura por su
racionalidad humana, nunca fenecen. Continúan guiando pensamientos y proyectos.
La educación contemporánea presenta grados de desarrollo que impulsan a investigadores,
docentes y epistemólogos a su conocimiento, comprensión y valoración en condiciones
diferentes a las del pasado reciente. En efecto, hoy es posible apreciar que una teoría
educativa tiene una vigencia relativamente breve. Un ejemplo lo constituye el

165
Op. Cit. p.417).
166
Lo concreto es concreto, porque aúna numerosas definiciones y constituye la unidad de lo múltiple. Por
ello, aparece en el pensamiento como un proceso de unión, como un resultado y no como un punto de
partida, aunque en la realidad si lo es y, debido a ello, también lo es de la contemplación y de la
representación. En el pensamiento teórico la representación completa se desvanece hasta el grado de la
definición abstracta; en la contemplación y la representación, las definiciones abstractas conducen a la
reproducción de lo concreto por medio del pensamiento” (Marx, C. Contribución a la crítica de la
Economía política, Gospolitizdat, 1963, p. 213)

74
perennialismo que tuvo un desarrollo de escasa influencia y no pudo superar la expansión
del progresivismo, igualmente algunas teorías postmodernistas fueron efímeras por su
debilidad epistemológica, metodológica y práctica.
Hubo épocas en que una teoría educativa respondía a los requerimientos sociales y a las
exigencias del desarrollo científico por espacio de casi doscientos años, sin que surgieran
teorías que la confrontaran o negaran. En ese caso se halla el empirismo, proyectado entre
los siglos XVII y XVIII, mucho más allá del campo filosófico en que surgió. Su difusión
está vinculada al desarrollo de la teoría del conocimiento extendida hasta hundir sus raíces
en el positivismo y, en el siglo XX, en el pragmatismo. En esa misma época Europa había
visto surgir la educación pública con la escuela primaria como institución fundamental,
impulsora del Estado docente. Esa condición autónoma del Estado fue gestándose al
impulso de las ideas del liberalismo burgués, enfrentado ideológicamente al fuerte control
que el cristianismo había ejercido sobre la educación. Una situación de mayor
independencia se vivió en la educación superior. La universidad europea en los momentos
en que Durkheim formulaba los fundamentos filosóficos de una teoría positivista del
conocimiento, a comienzos del siglo XX, era ya una institución que cumplía casi mil años
desde que se fundara la primera en Bologna en el siglo XI.
La mayoría de países de nuestro continente empiezan sus procesos de emancipación
política a comienzos de 1810. Es difícil pensar en la aparición y confrontación de teorías
educativas en medio de tanta inestabilidad social y política. Hacia mediados del siglo y,
consolidados los Estados en su organización republicana independiente, la educación
alcanza relevancia con la creación de escuelas religiosas, las primeras escuelas públicas y,
muy significativamente, con la creación de las primeras universidades en Santo Domingo,
Lima, Caracas y Santiago de Chile. Los métodos didácticos, la concepción del rol docente,
la disciplina y otros aspectos del currículo seguían fielmente la tradición de las prácticas
educativas heredadas de las concepciones escolásticas.
Ningún estudio de teoría educativa puede alcanzar plena relevancia y pertinencia, si no se
vincula su pasado con el presente y éste permite vislumbrar las acciones que el hombre
imagina, piensa y crea para enfrentar los desafíos del futuro. La mayor aceptación de una
teoría surge cuando ésta responde al rigor científico y los resultados de su aplicación en la
realidad determinan aportes significativos al bienestar social y espiritual de la humanidad.
Esta visión de la educación constituye un credo en la obra de Justo Sierra, a veces llena de
razón utópica y romántica, pero necesaria para realizar los proyectos educativos que se
planteó.
Al comenzar un nuevo siglo lo afirmado cobra plena vigencia. Los dos informes más
recientes de la UNESCO: La educación encierra un tesoro, estudio coordinado por Jacques
Delors, exministro de educación de Francia en 1998, y el más reciente Informe sobre el
estado de la educación en el mundo, confirman la importancia ineludible de invertir en
investigaciones que permitan detectar el estado actual de la teoría educativa y estimular la
creación de nuevas teorías que consideren el desarrollo de los mass medias y los aportes de
la tecnología de la comunicación. Hacia esa misma dirección deberá sostenerse el esfuerzo
internacional y la solidaridad para una amplia discusión que incentive la imaginación en
una redefinición del humanismo.
En ese contexto es legítimo formularse preguntas que apuntan a las expectativas del
desarrollo teórico, la producción de nuevos conocimientos, la superación cualitativa de los

75
recursos didácticos, una reconceptualización de la función docente, una nueva percepción y
valoración del currículo que centre el éxito del proceso educativo en quien aprende y no en
quien enseña. Esos son, entre otros, los asuntos relevantes que deberá considerar la
discusión sobre teoría educativa en el futuro inmediato y, que de alguna manera, el maestro
mexicano profetizó sobre ellas y aportó ideas de mucho valor.
En una teoría, las observaciones tienen carácter sistemático y predictivo. Una teoría
constituye un sistema estructurado de enunciados que se vinculan entre sí y aun cuando los
objetos de la observación, los de la experimentación, son elementos importantes de la
teoría, no deben confundirse con ella. El mismo autor ha enfatizado los componentes de
una teoría poniendo de relieve cómo en ella se articulan un sistema explicativo, que actúa
como esqueleto, las nociones básicas del sistema de esa teoría, las reglas que conducen a
los resultados empíricos y la interpretación final.
Sin pretender que el discurso sobre la teoría en las ciencias, y en la educación en particular,
asuma el carácter de una síntesis acabada, puede destacarse que una teoría, es una
percepción de un fenómeno en cuyo centro se percibe una anomalía. El fenómeno por sí
solo no dice ni explica nada; es la detección de un problema o de un conjunto de problemas.
Es un modo de interpretar las relaciones entre esos problemas; es una anticipación de lo que
el mundo es en el campo en que existe el problema y que deberá ser confrontado
empíricamente. Esto lo comprendió Justo Sierra en la organización de la ciencia, la
educación y la cultura mexicanas.
De la obra de Justo Sierra, se puede deducir una teoría educativa 167, con sustrato cultural,
como un sistema descriptivo/explicativo que incluye, entre otros, aspectos fundamentales
de la realidad:
• Un concepto del hombre, asunto de las ciencias humanas.
• Una concepción definida de la cultura, es decir, una visión más que filosófica sea
ecosófica, en correspondencia con el contexto actual.
• Una respuesta a la pregunta qué es el conocimiento, que da origen a las
especulaciones gnoseológicas.

167
Por supuesto, en la actualidad existen interesantes comprensiones de la filosofía de la educación, que ya
Martí anunció con fuerza. La filosofía de la educación es un sistema teórico cosmovisivo sobre la
formación humana, fundada en la cultura. Su importancia radica en que aborda la educación en su
analogía con la vida, desde una perspectiva ecosófica, es decir, sin separar al ser humano y su formación,
de la tierra, de su hábitat. Está constituida por un rico sistema de principio, leyes y categorías que guían y
alumbran el proceso enseñanza – aprendizaje, desde un enfoque dialéctico, cultural y complejo, donde los
conocimientos y los valores se conciben en estrecha unidad dialéctica. Creo que Martí nos da la clave,
cuando dice: “Hay un sistema de educación que consiste en convertir a los hombres en mulos, en ovejas,
en descombrarlos, en vez de ahombrarlos más. Una buena educación, ni en corceles siquiera, en cebras ha
de convertirlos. Vale más un rebelde que un manso”. (21: 142). Y continúa Martí con su excelente
filosofía de la educación, en muchos momentos con plena coincidencia con las ideas de Justo Sierra: “La
educación ha de ir donde la vida. Es insensato que la educación ocupe el único tiempo de preparación que
tiene el hombre, en no prepararlo. La educación ha de dar los medios de resolver los problemas que la vida
a de presentar. Los grandes problemas humanos son: La conservación de la existencia, y el logro de los
medios de hacerla grata y pacífica. (22:308). Y esta idea que lo resume todo: “Educar es depositar en cada
hombre toda la obra humana que le ha antecedido: es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente,
hasta el día en que vive: es ponerlo a nivel de su tiempo, para que flote sobre él, y no dejarlo debajo de su
tiempo, con lo que no podrá salir a flote; es prepara al hombre para la vida”. (8: 281).

76
• Una proposición sobre los fines de la educación, tarea filosófica que recoge la
teleología.
• Una respuesta acerca de los valores que dan relevancia a los problemas axiológicos.
• Una respuesta acerca de la conducta del hombre en sociedad, tarea que recae en la
ética, la educación, y la filosofía en general.
• Una declaración de las relaciones entre la ciencia de la educación y sus posibles
desarrollos teóricos, que abra paso a la reflexión epistemológica168.
Hay, finalmente, otros elementos de la teoría educativa serrana que cualifican sus
posibilidades y que en otras ciencias no parecen tener la incidencia que se observa en los
resultados de la actividad educativa, en sí. Esos son los aspectos que suelen calificarse
como curriculares y que merecen consideración. Algunos son: cuestiones prácticas
derivadas de la tradición y la innovación didáctica, la planificación, las técnicas de
planificación, supervisión y evaluación, las exigencias de los espacios físicos en que sucede
el proceso educativo, etc. Estos temas son recurrentes en las preocupaciones pedagógicas
del Maestro Sierra.
Justo Sierra, fue el faro educativo levantado en el centro de la República, con la luz siempre
encendida y derramando destellos, cuya torre creció constantemente aumentando en altura,
siempre hacia arriba, para iluminar más ampliamente el espacio. Su ideario pedagógico,
con visión filosófico – cultural, planteó ideas que aún orientan horizontes. Según Zea, “con
Sierra habían aprendido que el problema de México era un problema de educación. Esta fue
una de sus principales preocupaciones: la de llevar a las clases populares la educación. La
Universidad popular fundada por ellos tuvo esa finalidad; más tarde, uno de sus más
destacados miembros, José Vasconcelos, llevaría la educación a los hasta entonces
despreciados indígenas estableciendo las escuelas rurales. No ofrecieron una nueva
filosofía, ningún nuevo sistema, simplemente abrieron las puertas de la cultura mexicana
para que por ellas penetrasen todas las inquietudes”169.
Su inspiración de poeta170. ¡Cuántos discursos dijo en verso!, su atildada prosa, su elocuente
oratoria. Sus estudios históricos, su siempre avanzado pensamiento filosófico, su suave
ironía, todo esto encerrado en el ánfora de la bondad y de amor que fue el Maestro con
mayúscula. Sierra, también contribuyó a encender otros tantos rayos de la intensa luz con
que iluminó esta Patria Mexicana.
Los materiales que los nuevos descubrimientos científicos, las últimas tendencias
filosóficas, las recientes experiencias de la vida en sociedad, las más avanzadas
exploraciones arqueológicas y las más novedosas lecturas le brindaban; servían para seguir
escalando la altura, con la luz irradiando siempre. La muerte cortó el crecimiento; pero la
torre perdura, así como su ejemplo sigue derramando su claridad sobre los problemas
sociales del pueblo de México.
“Sierra, -señalan las investigadoras cubanas Daysi Rivero e Iliana Rojas- (…) imprimió a
las concepciones positivistas un sello personal de interpretación. Esto puede comprobarse,
168
En la determinación de las bases de la educación mexicana estas ideas y otras le sirvieron de paradigma.
169
Zea, L. Resumen del libro “El positivismo en México” de leopoldo zea. Htm (aparece en el anexo IV de la
presente tesis)
170
Ver anexo II

77
por ejemplo, en sus reflexiones acerca del papel del Estado y su relación con la libertad y
autogestión de los individuos; su negativa a hiperbolizar en la educación superior la
concepción positivista como doctrina filosófica, lo que él llamó “exclusivismo positivista”
en detrimento de otras filosofías; su negativa a coronar el sistema del plan de los estudios
secundarios con la sociología a la manera del sistema comtiano, y su criterio de desplazar a
esa ciencia por la historia, ‘cátedra por excelencia’, que no sólo permite reconocer los hitos
fundamentales del devenir histórico; su aceptación del método del sistema, pero no de su
cuerpo doctrinario y su rescate del conocimiento propiamente filosófico”.171
Finaliza su vida siendo un defensor de la educación popular, de la universidad pública, por
lo que se le considera un ideólogo de la Revolución Mexicana. Su pensamiento fue cada
vez más revolucionario y progresista172.
Un estudio crítico exhaustivo de las tendencias teóricas de la educación contemporánea de
mayor relevancia debería incluir a aquellas corrientes que han dado impulso a reformas
educativas, han impulsado las políticas educacionales de los Estados y han propiciado el
estudio científico y filosófico de la educación. Ese estudio destacaría cómo teorías
antagónicas luchan –en ese espacio de las comunidades científicas de que habla Kuhn– por
permanecer o por abrirse paso como el paradigma que la sociedad siempre está esperando
para incrementar la calidad de la educación. Véase, por ejemplo, sin que el enunciado agote
incluir a todas ellas, lo que ha sucedido con filosofías de la educación como el idealismo,
en sus expresiones históricas platónico-socráticas, hegelianas, kantianas, etc. De pronto, no
parece tratarse de una teoría del pasado cuando se escucha decir que las ideas están en cada
quien y que las condiciones naturales y sociales son irrelevantes. Las influencias del
escolasticismo reaparecen cada tanto tiempo en movimientos neoescolásticos que siempre
parecen tener seguidores dispuestos a desafiar el tiempo... y los avances de la ciencia y la
tecnología.
El progresismo o progresivismo abrió un cauce hacia una renovación que afectó
sensiblemente la educación en los Estados Unidos y de allí se extendió, especialmente, a
América Latina y a México, particularmente. Posibilitó el sólido apoyo de la psicología que
reconoció la necesidad de considerar los intereses del niño y contribuyó de manera
significativa a su éxito. No sucedió lo mismo con movimientos que resistieron la acción del
progresismo pero tuvieron escasa repercusión como el perennialismo, el esencialismo, entre
otros. Mayor entusiasmo despertó el pragmatismo con la sólida aportación de Peirce,
Dewey y William James; el esporádico fulgor del recontruccionismo, y las resistencias del
existencialismo por elaborar un discurso teórico de la educación, tarea que sus principales
filósofos no asumieron a plenitud. En otras tendencias de la educación contemporánea
parecen observarse las raíces del pensamiento de Heidegger o de Sartre.
A partir de la segunda mitad del siglo XX adquieren importancia movimientos de distinta
procedencia y de variada influencia, especialmente en el continente. El materialismo
dialéctico logró extender su discurso desde el centro de operaciones en la Unión Soviética.
El Círculo de Viena, cuyas preocupaciones fundamentales estaban centradas en negar la
validez de la metafísica en toda discusión epistemológica y destacar la importancia de las

171
Caso, A. El concepto de la historia universal y la filosofía de los val ores. Ediciones Botas. México. 1933. p.
33.
172
Ver anexo III

78
ciencias como soporte de la verdad, al tiempo que desplegaba una inusitada defensa del
lenguaje con que deberían expresarse las proposiciones, no consolidó una teoría de la
educación original y por lo mismo, sus resultados prácticos parecen diluirse como se diluyó
el mismo Círculo tras la Segunda Guerra Mundial, a pesar de los esfuerzos especialmente
encomiables de A. J. Ayer.
Desde la década de los sesenta, relevante en la historia reciente de las teorías educativas del
continente, se destaca la aparición de los movimientos llamados “contra la escuela” o
anarquistas, especialmente preocupados por negar la vigencia de la escuela. Para
inconformidad de Iván Illich, Reimer o A.S. Neill, los esfuerzos no fructificaron, a pesar de
sus agudas críticas y los intentos por demostrar la viabilidad de una educación liberadora,
como la impulsada por Neill.
La educación no directiva permite reconocer cómo los esfuerzos teóricos de Maslow y
Rogers se encuentran en una teoría de fundamentos en los avances de la psicología. Sus
empeños no parecen haber caído en el olvido. La experiencia de Paulo Freire, iniciada en
campañas de alfabetización en Brasil y continuadas en Chile, logró extender toda una
estructuración teórica reconocida como educación liberadora. La muerte relativamente
reciente de este educador no significa la obsolescencia de sus ideas, muchas de las cuales
fueron perfiladas o prefigurada por Justo Sierra.
Justo Sierra siempre abogó por la libertad de pensamiento y la actitud filosófica inclusiva y
no exclusivista epistemológica. Le horrorizaba el “exclusivismo positivista” en la filosofía
y la educación, pues como hombre humanista de larga vista, creía en la necesidad del
pluralismo en la ciencia y en la cultura en general. No creía en una ciencia o filosofía
absoluta, capaz de poder explicarlo todo. Para algunos esto es expresión de su filosofía
ecléctica, pero tal suposición, en mi criterio, es errónea, pues más que ecléctico, fue
electivista, dando continuidad a la rica tradición latinoamericana del siglo XIX, que sin
mezclar incoherentemente las influencias europeas, con conciencia ecuménica asumían
todo lo valioso y lo integraban a su propio sistema con legítima identidad y entidad
creativas, porque no obviaban el contexto latinoamericano.
Con razón el ecuatoriano Germán Rodas, señala: “El legado de Sierra (…) está en haber
dejado una huella importante después de que asumiera, -en la teoría y en la práctica-, una
actitud crítica al doctrinarismo, así como en su reclamo patriótico, -cuando concibió la
necesidad de "nacionalizar la ciencia y mexicanizar el saber"-, al haber propuesto una
confrontación esencialmente antimperialista en la perspectiva de favorecer lo que este
talentoso mexicano llamaría "la búsqueda del alma nacional", aquella que hoy debe ser
entendida en "nuestra América" como la construcción del Estado Nacional a partir de
comprender que es inaceptable la sumisión a cualquier interés que rasga la conciencia,
anula la dignidad, lacera la soberanía y ofende a la Patria”173.
Si se tratara de sintetizar las determinaciones concretas de la filosofía de la educación de
Justo Sierra y sus infinitas posibilidades de trascendencia, podrían resumirse en: la
elaboración orgánica de un sistema nacional de educación que incluye todas las enseñanzas
para la formación del hombre mexicano, con visión de futuro. Una visión educativa integral
que vincula estrechamente la filosofía, las ciencias y el arte con la vida de la nación. Tales
concreciones aparecen orgánicamente desarrolladas en el cuerpo de la tesis y dan cuenta del

173
Rodas, Germán. Justo Sierra: un pensador ilustre. [email protected]

79
espíritu cultural y democrático que le es inmanente a su filosofía de la educación. Ideas,
que sin perder el sentido del contexto y el momento histórico en que se desarrollaron, y
fertilizadas por los saberes contemporáneos, pueden aportar bases esenciales para la
elaboración de un modelo educativo flexible y acorde a la realidad mexicana actual. He ahí
la trascendencia y actualidad de las concepciones educativas del Maestro Justo Sierra
Méndez.

80
CONCLUSIONES
Martí, el gran apóstol de Cuba, América y el mundo, y hombre de pensamiento y acción, y
otras figuras paradigmáticas mexicanas y de nuestro continente, aquilataron el valor
trascendente del Maestro de América: Justo Sierra Méndez.
Habría que reflexionar sobre las vicisitudes experimentadas en su constante bregar teórico y
práctico por lograr la virtud en el hombre mexicano y la sociedad en general. Su poesía, la
correspondencia íntima y su obra total manifiestan la lucha constante por la formación
humana y la ascensión de la libertad, la justicia, la equidad y la verdad.
En sus desvelos nocturnos no cesaba de pensar la realidad mexicana: sus problemas
internos, la violencia y lucha por el poder, el egoísmo al margen de los intereses nacionales,
la incultura que cegaba el raciocinio y la civilidad, la carencia de alma nacional, la
discriminación de las grandes masas indígenas marginadas como pasivos objetos parlantes,
el atraso económico y cultural del país y las amenazas del vecino del norte, en perenne
acechanza.
Se trata de un hombre sensible que reacciona ante las calamidades de la gente de su pueblo,
y sufría con ella, pues se siente uno más entre la muchedumbre.
Poseía una riqueza espiritual sin límite, cualidad que le permitió ascender humanamente y
no escatimar esfuerzo alguno en pos de la bondad, la verdad y la belleza. Vio en la
educación una fuerza omnipotente para el logro de la identidad nacional y los objetivos
imprescindibles para el desarrollo de la nación mexicana.
En muchas ocasiones creyó que “araba en el mar”, sintió soledad y desgarrante amargura.
Su entusiasmo patriótico y su verbo hacedor generalmente se desoían o no se quería ver.
Conoció la incomprensión, la envidia, los celos, la desidia, la ingratitud, la deshonestidad,
el dogmatismo, la inmoralidad, y otras malignas realidades que siempre se oponen a la
humanidad del hombre. Pero su fuerza espiritual le servía de soporte a los altos ideales que
lo consagran como hombre fundador de la patria mexicana.
Estas breves ideas de la personalidad de Justo Sierra no se escriben por simple curiosidad
intelectual, sino porque su conocimiento permite comprender por qué hizo tanto en la
filosofía y en la educación, y más que todo: las razones que argumentan su positivismo
evolucionista sui géneris y su consagrado humanismo.
El comportamiento ideológico, de una forma u otra tiene ascendencia en el contexto real
donde se desarrolla la personalidad. Naturalmente, sin perder de vista las individualidades,
la formación en el hogar, el grado de sensibilidad que se posea para captar al propio
contexto y establecer diferencias y matices, pues de lo contrario, todas las personas que
viven en el mismo contexto, actuarían de modo similar.
Justo Sierra constituye la figura cimera del positivismo mexicano. Si al inicio de su
formación hay algunas evidencias del comtismo traído a México por Gabino Barreda, sus
coincidencias son más propias del positivismo en general, que de la versión barrediana, en
particular. Su espíritu humanista, vinculado con la realidad viva mexicana y las
características de su personalidad no congeniaban con la doctrina de Augusto Comte,
particularmente por su apego a los datos (hechos), su aversión a la filosofía, y su
intelectualismo, en general.

81
Su positivismo, muy específico, tanto por su contenido como por su forma, es de
ascendencia spenceriana y sus derivaciones francesas, particularmente de Michelet, Taine y
Renan, pero sin constituir una copia exacta de sus doctrinas.
El evolucionismo spenceriano, matizado con algunas ideas del darwinismo social se nota en
la obra de Justo Sierra, pero con pronunciadas diferencias, tal y como se ha mostrado en el
cuerpo de la tesis. Su visión de la sociedad como organismo social en constante evolución,
así como la aplicación de las leyes naturales a la sociedad aparece en el discurso de Sierra
con gran recurrencia, aunque no con el objetivismo exacerbado, ni con la visión
fenomenalista del conocimiento que reduce la ciencia y la filosofía a lo dado
fenoménicamente, a lo relativo. Tampoco sigue la visión de Spencer sobre la
incognoscibilidad de lo absoluto.
Nótese cierta coincidencia en la identificación de la evolución con el progreso, que concibe
la vida como un ajuste constante entre el entorno externo y el mundo interno de cada
viviente, pero con ciertos matices, en la medida que Justo Sierra, como educador reconoce
el papel activo del sujeto y su individualidad, es decir, no hay fatalismo ni teleologismo
estériles como sucede con el evolucionismo spenceriano. Lo que no significa que en sus
inicios no hayan ecos, pero con sus determinaciones específicas, matizado por su
humanismo pedagógico y las tareas práctica que impone la realidad mexicana.
En la obra de Justo Sierra, no es perceptible la concepción de Spencer sobre la existencia de
un sistema de filosofía sintética, donde la ética tiene una base biológica con resonancia del
socialdarwinismo, cuya evolución superorgánica conduce necesariamente al
individualismo. Todo lo contrario, en su visión filosófico – pedagógica el hombre es un ser
social en su esencia y la educación debe revelar los valores necesarios para la vida en la
propia actividad del hombre.
También hay diferencias sustanciales con relación a Taine, que amalgama el positivismo
evolucionista de Spencer y el fenomenismo de J. S. Mill, e identifica la filosofía con la
psicología, entendida ésta, a su vez, como la expresión compleja de una serie de estados
simples que mediante un proceso dialéctico engendran ideas y conceptos. Igualmente, a
diferencia de Taine, que identifica ontológica y metodológicamente las ciencias morales
con las ciencias naturales y defiende un cierto determinismo histórico que reduce lo
artístico a funciones del ambiente físico y del momento histórico, Justo Sierra ve el arte
como producción humana y como componente del desarrollo espiritual del ser humano, que
se forma mediante la actividad del hombre.
Con toda razón, varios estudiosos profundos del Maestro de América, señalan que el
positivismo de Sierra fue sui géneris, porque fue de método y no de fondo; aunque creo que
habría que cuestionarse también, incluso, si lo fue totalmente de método, pues parece que
su heterodoxia tomó cauces sorprendente al intentar dar respuesta al contexto mexicano.
Es necesario penetrar con más profundidad en el positivismo evolucionista sui géneris de
Justo Sierra. Su sistema filosófico se nutrió de muchas filosofías, ideas y tendencias de
pensamientos, y en mi criterio no se convirtió en un sistema ecléctico como a veces se le
atribuye, si entendemos el eclecticismo como combinación o mezcla incoherente de ideas y
teorías, carente de integralidad sistémica. La obra de Justo Sierra, al igual que muchos
grandes humanistas del siglo XIX latinoamericano, es electivista, es decir, asumía del
pensamiento universal lo que consideraba útil, pero coherentemente desarrollado e

82
integrado a su sistema, y para dar cuenta de su realidad contextual. Esto le aporta a su
discurso legitimidad y autenticidad, pues más que una copia doctrinal, es una aplicación a
la praxis, y toda aplicación, si es racional, enriquece a la teoría, la dota de otras
mediaciones. Es que todo el desarrollo y ascenso del conocimiento se da siguiendo un
proceso de acumulación dialéctica, donde la teoría y la práctica interactúan, y ambas se
enriquecen.
Es necesario tener en cuenta también la época histórica que vive Sierra (segunda mitad del
siglo XIX y primera década del XX), en medio de un momento contradictorio de tránsito,
donde aún no se han desarrollado en toda su plenitud la burguesía nacional y aún pervive el
atraso económico, principalmente en el campo, y donde todavía, a pesar de haber terminado
la dominación de la metrópoli española, aún seguía viviendo en la mente la colonia. Esto,
sin analizar el papel de la iglesia católica y su poder espiritual. Sin embargo, el Maestro de
América aplica su filosofía positivista evolucionista sui géneris a la realidad mexicana,
particularmente a la educación, con resultados satisfactorios, que seguidamente serán
expuestos de manera teóricamente generalizada, para de este modo mostrar que la tesis, sin
pretender agotar un tema tan complejo y controvertido, por su riqueza teórico –
metodológica y práctica, responde a la pregunta científica, prueba la hipótesis y da
cumplimiento a los objetivos planteados, a saber:
1. Los resultados de la tesis muestran con argumentos sólidos la especificidad
cualitativa de la filosofía positivista evolucionista de Justo Sierra, mediante su
sistematización, incluyendo el contexto en que se desarrolla, las influencias más
connotadas y su labor creadora. Se trata de un positivismo evolucionista humanista
comprometido con la realidad concreta mexicana, que sin dejar de ser totalmente
anti spenceriano y anti positivista, en general, lo supera en alcance y propósitos.
2. Su filosofía, si bien asume todo el acervo universal del conocimiento que considera
necesario para su labor intelectual y práctica, no se convierte en un sistema de
naturaleza ecléctica, ya que su obra no es una suma incoherente de “retazos” de
ideas y principios externos, tomados de otros, sino una teoría orgánicamente
estructurada para resolver problemas reales de nuestra nación mexicana, cuya
efectividad lo consagran como uno de los fundadores de la cultura mexicana. Por
eso y mucho más, es un consecuente electivista, no un ecléctico.
3. La tesis muestra que en la producción teórica y práctica de Justo Sierra existe un
sistema de saber filosófico humanista, teóricamente elaborado, que descubre la
esencia misma de la educación, como formación humana.
4. Se explican y describen los fundamentos filosóficos del pensamiento educativo de
Justo Sierra y sus mediaciones esenciales en la tarea de organizar y sustentar las
bases de la educación nacional mexicana, subrayando sus aportaciones,
trascendencia y actualidad, a través del corpus cultural de su obra, haciendo
hincapié:
a) Su visión sobre la vinculación de la educación con la vida y la sociedad.
b) El sentido histórico cultural de su discurso.
c) La esencia ético-humanista de su filosofía.

83
5. Su eterna búsqueda del alma nacional mexicana, es decir, su ser esencial, para estar
en condiciones de contribuir al desarrollo del país.
6. Nacionalización de la ciencia y mexicanización del saber. Una estrecha unión entre
la ciencia, la educación y la cultura mexicanas, además, en relación estrecha con
América y el mundo.
7. Su preocupación por la política yankee ha servido de fundamento a México ante los
asedios del vecino del norte.
8. Logró imprimir un sello personal a la interpretación del positivismo, debido a lo
cual sus reflexiones acerca del papel del Estado y su relación con la libertad y
autogestión de los individuos tuvieron enorme trascendencia político - educativa, así
como su percepción de que no era posible transitar "por el exclusivismo positivista".
9. La vinculación estrecha entre la educación, la vida y la sociedad como prerrequisito
de desarrollo humano. Por eso en el “Discurso en el acto de inauguración de la
Universidad Nacional de México, el 22 de septiembre de 1910”, afirma que, la tarea
de la Universidad no debe consistir, solamente, en producir ciencia sino que debe
atender y estar unida con los problemas que se presenten en su contexto social y en
relación a esto reitera la diferencia entre esta Universidad que se formaba y la
Pontificia de la colonia.
10. Su visión pedagógica-social lo impulsan a planear propuestas tendientes a realizar
cambios en los educadores con relación al concepto de instrucción por el de
educación, también propone la unificación de la lengua en todo el país, la
autonomía de los jardines de niños, el reconocimiento del magisterio y a nivel
superior, la reorganización de las carreras de Medicina, Jurisprudencia, Ingeniería,
Bellas artes y Música, así como la promoción de la arqueología elevada a la
categoría de ciencia y finalmente, se establecería un sistema de becas para los
alumnos más prometedores del país. En la entonces Secretaría de Instrucción
Pública y Bellas Artes, donde fue nombrado titular de ella, Sierra pone en práctica
hacia 1905, su anhelado proyecto: dar a la educación primaria el carácter de
nacional, integral, laica y gratuita. A él se debió el establecimiento del primer
sistema de educación pública en México, y en gran medida la creación de la
Universidad Nacional, (1910).
La organización del sistema nacional mexicano de educación creado por Justo Sierra
constituyó un modelo paradigmático para América Latina.
Y la más destacada y trascendente concreción de su quehacer filosófico educativo: el
sentido cultural y humanista, donde concibe el conocimiento y los valores como estructura
unitaria para formar hombres sensibles, inteligentes y prácticos para bien de la nación
mexicana. Sobre la base de la filosofía de la educación de Justo Sierra pueden construirse
excelentes proyectos pedagógicos para la formación humana, por supuesto, con mirada
dialéctica y contextualizada.
Sus grandes discípulos, formados en el fragor de la lucha de ideas en el Ateneo de la
Juventud, dieron continuidad a su filosofía educativa. José Vasconcelos y Antonio Caso,
entre otros, en un nuevo contexto posrevolucionario, desarrollaron sus ideas. Y hoy, nos

84
corresponde a nosotros, dar continuidad a todo ese rico legado, pero sin obviar el sentido
del tiempo y el momento histórico, pues vivimos en el siglo XXI.

85
RECOMENDACIONES
Decía José Martí que “(…) las ideas esenciales no son nunca muchas…”174, y en
correspondencia con esta sentencia paradigmática se hace una sola recomendación: Que la
Secretaría Nacional de Instrucción Pública divulgue la sistematización de la teoría y la
praxis educativas de Justo Sierra en el contexto mexicano, cuya síntesis aparece recogida en
la presente tesis doctoral, así como crear espacios educativos para valorar la importancia de
su ideario pedagógico en la educación mexicana.

174
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99
ANEXOS
ANEXO NO. I
Fragmento de la circular dirigida a los Directores de Educación

Fragmento de la circular dirigida a los Directores de Educación por don Jaime Torres
Bodet, en el cincuentenario de la muerte del maestro Justo Sierra, en 1962:
"Los niños, los adolescentes y los jóvenes deben sentirse alentados en sus tareas por el
ejemplo de un hombre para quien la educación se proyectó siempre como un medio
insubstituible de fortificar a la patria, a fin de que todos los mexicanos puedan participar
efectivamente en la responsabilidad nacional..."
De la obra poética de don Justo Sierra corresponde el siguiente fragmento:
PLAYERAS

Enlazaremos a las palmeras


la suave hamaca, y en su vaivén
Baje a la playa la dulce niña,
las horas tristes irán ligeras
perlas hermosas le buscaré;
y sueños de oro vendrán también.
deje que el agua durmiendo ciña
con sus cristales su blanco pie. Ya la marea, niña, comienza;
ven, que ya sopla tibio el terral;
ven y careyes tendrá tu trenza,
y tu albo cuello rojo coral.

SABÍAS QUE...
Don Justo Sierra nace en Campeche el 26 de enero de 1848,
cuando esta entidad aún pertenecía política y territorialmente a
Yucatán?
Sus padres fueron: Justo Sierra O’Reilly y Concha Méndez
Echazarreta?
Justo Sierra inicia sus estudios en su natal Campeche, bajo la
tutela del maestro Eulogio Perera Moreno, quien deja profunda
huella en él?
Posteriormente ingresa al colegio Clerical de San Miguel
Estrada para después partir a Mérida donde se inscribe en el
Liceo Científico y Comercial?
La biblioteca de su padre es la que daría mayor solidez a su preparación intelectual?
En su adolescencia y después de haber fallecido su padre, su tío Luis Méndez lo inscribe
en el Liceo Franco Mexicano, de la ciudad de México?
A los trece años, el que sería connotado maestro presenció la entrada de Maximiliano y
Carlota a la capital de la república y al ver el recibimiento del que fueron objeto,
exclamó: "Apenas se puede creer que los mismos mexicanos..?

100
Sus primeras inquietudes políticas llevaron a Sierra Méndez al Congreso y después de
escuchar la vehemencia con que se expresó don Ignacio Manuel Altamirano, salió con la
convicción de que inteligencia, vigor y patriotismo deben marchar juntos?
En el Colegio de San Ildefonso se vincula con los jóvenes liberales y maestros
progresistas que afirmarán el carácter renovador de Sierra?
Siendo apenas un joven publica algunos poemas en el periódico El Globo, en el que
participa también, dentro del Consejo de Redacción?
En dicho periódico nacería una profunda amistad entre Justo Sierra e Ignacio Manuel
Altamirano quien lo pondría en contacto con los intelectuales y poetas del liberalismo?
En 1873 sufre la muerte de su fraternal amigo Manuel Acuña, y en homenaje a él, don
Justo Sierra leyó un poema in memorian durante su entierro?
El periodismo es para Justo Sierra, lo que el agua es al río, permitiéndole colocarse en el
gusto de los lectores que han leído sus escritos publicados en El Monitor Republicano,
El Renacimiento, La Tribuna (los dos últimos, pertenecientes a Manuel Altamirano), El
Federalista, donde su pensamiento jurídico, se va haciendo presente al publicar artículos
de fondo?
Sierra se distinguirá por su interés en materia educativa con un pensamiento político
nacional e internacional?
Desde las páginas de El Federalista, don Justo Sierra defiende al maestro Gabino
Barreda, quien introdujo el positivismo para aplicarlo a la educación?
Don Guillermo Prieto, estaba en desacuerdo con el positivismo, sin embargo, don Justo
hizo explícitos sus puntos de vista con relación a la aplicación de dicha tendencia
educativa?
En 1878 funda el diario liberal-conservador La Libertad, que se convierte en el diario de
cabecera tanto del gobierno como de los intelectuales, por sus propuestas objetivas,
serias y atinadas?
Compendio de historia, es el libro didáctico que escribe para impartir la cátedra de
historia en la Escuela Nacional Preparatoria?
A la muerte de su hermano Santiago, se aleja de sus actividades periodísticas y centra su
vida en el magisterio y la oratoria?
Siendo diputado suplente por un distrito de Sinaloa, lanza un proyecto, que daba a la
primaria el carácter de obligatoria, el cual fue aprobado en 1881?
A partir de entonces, Sierra, con una visión concreta de las carencias educativas del país
y con la firme intención de poner su mejor esfuerzo, se dedicará a mejorar la educación
en México?
En el mismo año fue aprobado el proyecto de don Justo Sierra para fundar la
Universidad Nacional, haciéndose realidad treinta años después, seguida de la
posibilidad de impulsar la enseñanza libre?
Don Justo Sierra fue atacado en el Congreso porque él sostenía que era mejor continuar
con el crédito inglés y no establecer relaciones crediticias con los norteamericanos,

101
considerando que: "Orillar al gobierno a buscar empréstitos con los Estados Unidos,
sería el peligro más serio que nuestra nacionalidad hubiese corrido desde la
independencia"?
Prepara el libro Elementos de historia general para las escuelas primarias, conteniendo
lecciones sencillas que se adaptaban a cualquier nivel?
Funda la Revista Nacional de Letras y Ciencias, en coordinación con Gutiérrez Nájera,
Francisco Sosa y Jesús E. Valenzuela, donde publica La evolución política del pueblo
mexicano?
En 1893, siendo director de la Escuela Nacional Preparatoria, pronuncia un discurso
luctuoso por el fallecimiento de Ignacio Manuel Altamirano?
Su visión pedagógica-social lo impulsan a planear propuestas tendientes a realizar
cambios en los educadores, entre ellos:
• El concepto de instrucción por el de educación.
• La unificación de la lengua en todo el país
• La autonomía de los jardines de niños
• El reconocimiento del magisterio.
• A nivel superior, la reorganización de las carreras de Medicina, Jurisprudencia,
Ingeniería, Bellas artes y Música.
• La promoción de la arqueología elevada a la categoría de ciencia.
• El establecimiento de un sistema de becas para los alumnos más prometedores
del país?
En la entonces Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, Justo Sierra pone en
práctica hacia 1905, su anhelado proyecto: dar a la educación primaria el carácter de
nacional, integral, laica y gratuita?
Justo Sierra, el que fuera Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes de don Porfirio
Díaz, es el creador de la Universidad Nacional de México (1910), y hubo de renunciar al
triunfo de la revolución?
Dos años después, el Presidente Francisco I. Madero lo designa Ministro
Plenipotenciario de México en España, donde muere el 3 de septiembre de 1912 sin
haber podido cumplir con dicha encomienda?
Los restos del ilustre maestro fueron trasladados a la ciudad de México y sepultados en
el Panteón Francés?
A iniciativa de don Justo Sierra, se crea en 1880, la Rotonda de los Hombres Ilustres,
donde finalmente reposarían sus restos mortales?
Durante el primer centenario del natalicio de Justo Sierra, la Universidad lo declara
Maestro de América?
Como parte de la obra literaria de don Justo Sierra podemos citar: tiempo? Playeras, El
beato Calasanz, El canto de las hadas, Conversaciones del domingo, En tierra yanquee,

102
Evolución política del pueblo mexicano, Juárez, su obra y su tiempo?
La frase célebre: "La Nación tiene hambre y sed de justicia", fue dicha por don Justo
Sierra?
DISCUTE:
Los cambios culturales a que dio lugar la obra personal de Justo Sierra y que aún
repercuten en el sistema educativo nacional.

103
Anexo II
Justo Sierra

(1848- 1912)
Justo Sierra nació en la ciudad de Campeche el 26 de enero de 1848. Hijo de Justo Sierra
O'Reilly y doña Concepción Méndez. Del padre le vino el amor a la letra y al espíritu de
la letra.
Comienza sus estudios en Campeche, su ciudad Natal, pero luego de traslada a Mérida a
continuarlos. A la muerte de su padre en 1861 y siendo todavía un adolescente, su tio lo
manda a estudiar en la ciudad de México. De Mérida se llevo entre sus ropas y papeles,
pequeños poemas que más adelante iba a incorporar en sus cuentos. Uno de esos
pequeños poemas era "La playera", con el que se presentó en una de las Veladas
Literarias de Ignacio Manuel Altamirano.
Su niñez y adolescencia coincidieron con el compás más agitado, más febril y peligroso
de las luchas políticas de México. Cuenta él mismo que todavía no cumplidos los catorce
años oyó en la Cámara de Diputados un discurso de Altamirano, aquél que pronunció
contra la amnistía. Otro día, en plenas aulas de San Ildefonso gritó mueras al Papa.
Cuando llegan a la capital Carlota y Maximiliano, en el año de 64, acompañado de un
centenar de sus compañeros, se echa a la calle a gritar vivas a la patria y mueras a los que
habían hecho posible aquel acontecimiento.
Se recibe de abogado en 1871. Poeta, escritor y periodista militante, su fama trasciende
los meros círculos intelectuales y lo acerca a las actividades políticas, a los grandes
cargos administrativos.
Su provincia lo elige diputado y pasa por la Cámara fugazmente para desempeñar
después otros quehaceres dentro de la judicatura y de la enseñanza. A la cabeza del
periódico La Libertad atizó la lumbre de la causa liberal, único ideal político que siguió
hasta su muerte.
Sierra se distinguirá por su interés en materia educativa con un pensamiento político
nacional e internacional. Desde las páginas de el periódico El Federalista, don Justo
Sierra defiende al maestro Gabino Barreda, quien introdujo el positivismo para aplicarlo
a la educación, posición en la que estaba en desacuerdo don Guillermo Prieto, sin
embargo, don Justo también hace explícitos sus puntos de vista con relación al
positivismo.

104
En 1878 funda el diario liberal-conservador La Libertad, que se convierte en el diario de
cabecera tanto del gobierno como de los intelectuales, por sus propuestas objetivas, serias
y atinadas. La muerte de Santiago Sierra, "mi pobre hermano que se llevó a la tumba lo
mejor de mí", hace que Sierra abandone la vida agitada y busque la soledad y la sombra.
Pasan los años y reaparece transformado, engrandecido, sabio. Entonces se dedica a
cumplir una obra, notabilísima, de historiador, sociólogo y maestro.
Fue varias veces diputado al Congreso de la Unión y Ministro de la Suprema Corte de
Justicia en 1894, de la que llegó a ser Presidente y Subsecretario y Ministro de
Instrucción Pública y Bellas Artes, entre los años de 1901 y 1911. Ocupó durante algunos
años la cátedra de Historia en la Escuela Nacional Preparatoria, para la que escribió un
libro de texto bien conocido, "Compendio de Historia". Fue uno de los directores de la
Revista Nacional de Letras y Ciencias (1889-1890) y colaboró en las principales
publicaciones periódicas de su tiempo. Ejerció una influencia muy grande en los medios
intelectuales. Fue director de la Escuela Nacional Preparatoria, y una vez muerto Ignacio
Manuel Altamirano, (1893) fue el maestro que orientó a las nuevas generaciones.
Siendo diputado lanza un proyecto, que daba a la primaria el carácter de obligatoria, en
1881 será aprobado y desde entonces, Sierra, con una visión clara de las carencias
educativas del país, con la firme intención de poner su mejor esfuerzo, se dedicará a
mejorar la educación en México. En el mismo año fue aprobado el proyecto de don Justo
Sierra para fundar la Universidad Nacional, haciéndose realidad treinta años después,
seguida de la posibilidad de impulsar la enseñanza libre.
Don Justo Sierra fue atacado en el Congreso porque el sostenía que era mejor continuar
con el crédito inglés y no establecer relaciones crediticias con los norteamericanos,
considerando que: "Orillar al gobierno a buscar empréstitos con los Estados Unidos, sería
el peligro más serio que nuestra nacionalidad hubiese corrido desde la independencia".
Prepara el libro "Elementos de Historia General" para las escuelas primarias, conteniendo
lecciones sencillas que se adaptaban a cualquier nivel. Funda la Revista Nacional de
Letras y Ciencias, en coordinación con Gutiérrez Nájera, Francisco Sosa y Jesús E.
Valenzuela, donde publica "La evolución política del pueblo mexicano".
Su visión pedagógica-social lo impulsan a planear propuestas tendientes a realizar
cambios en los educadores con relación al concepto de instrucción por el de educación,
también propone la unificación de la lengua en todo el país, la autonomía de los jardines
de niños, el reconocimiento del magisterio y a nivel superior, la reorganización de las
carreras de Medicina, Jurisprudencia, Ingeniería, Bellas artes y Música, así como la
promoción de la arqueología elevada a la categoría de ciencia y finalmente, se
establecería un sistema de becas para los alumnos más prometedores del país.
En la entonces Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, donde fue nombrado
titular de ella, Sierra pone en práctica hacia 1905, su anhelado proyecto: dar a la
educación primaria el carácter de nacional, integral, laica y gratuita. A él se debió el
establecimiento del primer sistema de educación pública en México, y en gran medida la
creación de la Universidad Nacional, (1910). Dirigió la publicación de "México, su
Evolución Social", (1900 -1902) y de la "Antología del Centenario", (1910). Presidió la
Academia Mexicana correspondiente de la Española.

105
Justo Sierra, el que fuera Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes del General
Porfirio Díaz, hubo de renunciar a esa encomienda al triunfo de la revolución, sin
embargo, dos años después, el Presidente Francisco I. Madero lo designo Ministro
Plenipotenciario de México en España. Murió en Madrid el 13 de septiembre de 1912. Su
cadáver fue traído a México y sepultado con grandes honores públicos. En el centenario
de su nacimiento la Universidad Nacional de México, junto con otras Universidades lo
declaró Maestro de América y sus restos fueron trasladados a la Rotonda de los Hombres
Ilustres. (A iniciativa de don Justo Sierra, se crea en 1880, la Rotonda de los Hombres
Ilustres)

106
ANEXO III
SÍNTESIS BIOGRÁFICA DE JUSTO SIERRA (MÉXICO)

JUSTO SIERRA (1848-1912) Justo Sierra Méndez nació en el puerto de Campeche, estado
de Campeche, el 26 de enero de 1848. Fue hijo del abogado yucateco don Justo Sierra
O'Reilly, (1814 - 1861), eminente jurisconsulto, novelista, historiador y escritor, y de doña
Concepción Méndez. Principió sus estudios en la ciudad de Mérida, estado de Yucatán y
los terminó en México a donde se trasladó su familia a lamuerte de su padre, en el Liceo
franco-mexicano, y más tarde en el Colegio de San Ildefonso, donde realizó brillantes
estudios y se reveló su vocación literaria. Se recibió de abogado en 1871. Publicó sus
primeros ensayos literarios a partir de 1868, y poco después entró en la vida pública. Probó
suerte en el drama con su obra "Piedad" y en la novela con "El ángel del porvenir". Fue
varias veces diputado al Congreso de la Unión, y magistrado de la Suprema Corte de
Justicia. Se da a conocer en 1868 con "Playera" y las "Conversaciones del domingo" que
aparecen en El Monitor Republicano. Ocupó durante algunos años la cátedra de Historia en
la Escuela Nacional Preparatoria, parala que escribió un libro de texto bien conocido. Fue
uno d los directores de la Revista Nacional de letras y Ciencias (1889-1890) y colaboró en
las principales publicaciones periódicas de su tiempo. Ejerció una influencia muy grande en
los medios intelectuales y una vez muerto Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893), fue el
maestro que orientó a las nuevas generaciones. En la antigua Secretaría de Justicia e
Instrucción Pública y Bellas Artes (1905) fue nombrado titular de ella, cargo que
desempeñó hasta 1911, cuando fue designado Ministro Plenipotenciario deEspaña. A él se
debió el establecimiento del primer sistema de educación pública en México, y la
reorganización de la Universidad Nacional (1910). Dirigió la publicación de México, su
evolución social (1900 -1902) y de la Antología del Centenario (1910). Presidió la
Academia Mexicana correspondiente de la Española desde 1919. Murió en Madrid el 13 de

107
septiembre de 1912. Su cadáver fue traído a México y sepultado con grandes honores
públicos. En el primer centenario de su nacimiento la Universidad le declaró Maestro de
América y sus restos fueron trasladados a la Rotonda de los Hombres Ilustres.La obra de
Justo Sierra es una de las más ricas y caudalosas de su tiempo. Registra las manifestaciones
espirituales y culturales más significativas de la época de grandes cambios que le tocó vivir.
Narraciones, poesías, discursos, doctrinas políticas y educativas, viajes, ensayos críticos e
historia, forman el valioso material de la obra de Sierra. Se reúne con los poetas de la
Revista Azul y de laRevista Moderna e influye en sus discípulos como Urbina, González
Obregón, Urueta. Comenzó a escribir poesía desde 1868, ésta, el teatro y la prosa narrativa,
son obras de su juventud; la historia y la educación de su madurez; el periodismo político y
la prosa literaria, ejercicio constante a lo largo de toda su vida.
PLAYERA
Baje a la playa la dulce niña,
perlas hermosas buscaré,
deje que el agua durmiendo ciña
con sus cristales su blanco pie. . .

Venga la niña risueña y pura,


el mar su encanto reflejará
y mientras llega la noche oscura
cosas de amores le contará.

Cuando en levante despunte el día


verá las nubes blanco tul
- como los cisnes de la bahía -
rizar serenos el cielo azul.

Enlazaremos a las palmeras


la suave hamaca y en su vaivén
las horas tristes irán ligeras
y sueños de oro vendrán también.

Y si la luna sobre las olas


tiende de plata bello cendal,
oirá la niña mis barcarolas
al son del remo que hiende el mar,

mientras la noche prende en sus velos


broches de perlas y de rubí,
y exhalaciones cruzan los cielos
lágrimas de oro sobre el zafir!

El mar velado con tenue bruma


te dará su hálito arrullador,
que bien merece besos de espuma
la concha nácar, nido de amor.

108
Ya la marea, niña, comienza,
ven que ya sopla tibio terral,
ven y careyes tendrá tu trenza
y tu albo cuello rojo coral.

La dulce niña bajó temblando,


bañó en el agua su blanco pie,
después, cuando ella se fue llorando,
dentro las olas perlas hallé.

Funeral Bucólico

Su esfera de cristal la luna apaga


En la pálida niebla de la aurora
Y la brisa del mar fresca y sonora
Entre los pinos de la costa vaga.

Aquí murió de amor en hora aciaga


Mirtilo, y bala su rebaño; llora
La primavera y le tributa Flora
Rústico incienso cuyo olor embriaga.

Allí la pira está; doliente y grave


Danza emprenden en torno los pastores
Coronados de cipo y de verbena;

La selva plañe con murmurio suave


Y yace, de Mirtilo entre las flores,
Oliendo a mil aún la dulce avena.

II

Mas llegan los pastores en bandadas


Al reír la mañana en el Oriente;
Mezclan su voz al cántico doliente
Y se abren las violas perfumadas.

Ya se tornan guirnaldas animadas


Las danzas; ya las mueve ritmo ardiente
Al que hacen coro en la vecina fuente
Faunos lascivos y risueños driadas.

Vibra Febo su dardo de diamante;


El baile raudo gira, el seno opreso
De las pastoras rompe en delirante

109
Grito de amor que llena el aire en ceso.
Mirtilo, el boquirrubio, en ese instante
Vuelto habría a la vida con un beso.

III

Únese a los sollozos convulsivos


De los abiertos labios, el sonoro
Choque, ya recogen el caliente lloro
Las rojas bocas en los ojos vivos.

¡Homenaje a Mirtilo! ¿Cómo esquivos


podrían ser sus manes a ese coro?
Al soplo del amor y en barca de oro
Su alma huía los cármenes nativos.

Las tazas nuevas en que hierve pura


La leche vierten del redondo seno
A torrentes su nítida blancura.

Sobre el fúnebre altar de aromas lleno


El fuego borda al fin la pira oscura
Y asciende el sol en el zafir sereno.

IV

Crece la hoguera, muerde con enojo


Las ramas cuya esencia bebe el viento
Y el baile muere al exhalar su aliento
La última llama en el postrer abrojo.

En un vaso de arcilla negro y rojo,


Recogen las cenizas al momento
Los pastores y en tosco monumento
Guardan píos el mísero despojo.

Duerme Mirtilo; floresta Umbría


Que en tu sepulcro abandonado vierte
Su inefable y serena poesía,

No olvidará tu dolorosa suerte:


Ni de tu amor la efímera elegía,
Ni tus bodas eternas con la muerte.

110
Tres Cruces

I Leónidas

Murieron, su deber quedó cumplido;


Mas del paso del bárbaro monarca
Guardaron las Termópilas la marca
Clavando en una cruz al gran vencido.

Cadáver que bien pronto ha repartido


A jirones el viento en la comarca
Y en cuyo pecho roto por la Parca
El águila del Etna hace su nido.

La sangre de Leónidas que gotea


En la urna de bronce de la historia,
A todo pueblo en lucho por su idea

Ungirá con el crisma de la gloria,


Como a Esparta en el día de Platea
Al compás del peal de la victoria.

II Espartaco

De los buitres festín los gladiadores


Y harto de sangre el legionario, al frente
De las enseñas tórnese impaciente
A Roma, Craso, en pos de sus lictores.

De la matanza envuelto en los vapores


Yace Espartaco de la cruz pendiente;
Y es su can de combate solamente
Testigo de sus últimos dolores.

Sobre aquella pasión callada y tierna


Lenta cae la noche hora tras hora;
Cuando la sombra por el mar se interna

Y el lampo matinallas cimas dora,


La cruz se yergue oscura, pero eterna
En el vago apoteosis de la aurora.

III Jesús

En la cruz del helénico guerrero


La Patria, santo amor, nos ilumina;

111
La libertad albea matutina
Del tracio esclavo en el suplicio fiero.

Uno hay mayor del Gólgota el madero;


Porque en el ser de paz que allí se inclina
El alma en sus anhelos se adivina
Que está crucificado en el hombre entero.

De esas tres hostias de una gran creencia,


Sólo Jesús resucitó y alcanza
Culto en la cruz, señal de su existencia.

Es que nos ha dejado su enseñanza,


Un mundo de dolor en la conciencia
Y en el cielo una sombra de esperanza.

112
Anexo IV
El Positivismo en México
Leopoldo Zea
El 16 de septiembre de 1867, Gabino Barreda pronunciaba en Guanajuato una oración
cívica. Ese mismo año, era llamado era llamado por Benito Juárez para formar parte de la
comisión encargada de redactar un plan de reorganización educativa. El 2 de diciembre del
mismo año, se publicaba la ley que orientaba y reglamentaba la instrucción en México,
desde la primaria hasta a profesional, incluyendo la preparatoria. Esta ley reglamentaria de
la educación tenía como fondo una doctrina de la que hasta entonces pocos mexicanos
tenían noticia: EL POSITIVISMO.
Juárez adivinó en la doctrina positivista el instrumento que necesitaba para cimentar la obra
de la revolución reformista. En la reforma educativa de Barreda, Juárez vio el instrumento
que era menester para terminar con la era de desorden y la anarquía en que había caído la
nación mexicana.
Uno de los enemigos contra los cuales tuvo que luchar el partido liberal en México fue el
clero católico. El clero se enfrentó al movimiento liberal mexicano, provocando revueltas e
intervenciones extranjeras. Gabino Barreda, mostrará en su discurso de Guanajuato, el
aspecto anticlerical del positivismo. De acuerdo con la tesis de Comte, la iglesia católica no
viene a ser sino uno de los estado que la humanidad ha tomado en su marcha hacia el
progreso, un estado que por haber pasado su tiempo, por haber terminado su misión, ya no
tiene razón de ser.
En este discurso muestra Barreda la historia de México como un camino que conduce a una
plena independencia o emancipación política, espiritual o mental. La emancipación a que
debe llegar la humanidad, según Barreda, es triple: científica, religiosa y política.
En la progresiva emancipación mental de la humanidad, México representa un alto grado de
progreso. En los campos de guerra mexicanos el espíritu positivo logra su plena
emancipación mental. Barreda, ve en el liberalismo mexicano una expresión del espíritu
positivo, el liberalismo de los hombres de la Reforma representa el espíritu positivo en
marcha. No combate al catolicismo porque haya dejado de cumplir su misión y quiera
sustituirlo por otra religión; sino que ve en su expresión social y material, en el clero, un
obstáculo a la marcha del espíritu positivo. El clero se presenta como el espíritu negativo
tratando de estorbar la marcha de la revolución que se presenta como un orden, como una
marcha violenta originada por la oposición que se le ha hecho; pero no deja de tener un fin.
El fin perseguido por la revolución mexicana es la emancipación mental; no solo de
México, sino de la humanidad en general.
El clero, nos dice Barreda, había ido perdiendo su capacidad de fuerza positiva, sus
doctrinas ya no estaban a la altura del progreso, no podían explicar dentro de sus dogmas
multitud de problemas que se iban planteando al hombre. Además de que no comprendió la
ley de la emancipación mental; de haberla comprendido no se hubiese empeñado en
combatirla, hubiese empezado por apagar estas luces en el campo de la física.
Dos formas de orden se enfrentaron en los campos de México: el orden estático, el de las
fuerzas negativas del progreso y el orden dinámico, el de las fuerzas positivas, las del

113
progreso. El orden estático se oponía a todo progreso, se oponía a la emancipación mental
en sus formas científica, religiosa y política. El orden dinámico defendía este progreso en la
emancipación metal. Estos tipos de orden estaban representados, de una parte, por el “clero
y el ejército como restos del pasado régimen, y de otra, por las inteligencias emancipadas e
impacientes por acelerar el porvenir”.
La intervención francesa en México es la intervención del espíritu negativo, que ha logrado
detener el progreso, en el último reducto del espíritu positivo. La lucha contra las tropas de
Napoleón III es la lucha por la independencia de toda la humanidad. El 5 de mayo fue una
victoria que México obtuvo para el rescate del progreso de la humanidad.
El 19 de junio de 1867, era ejecutado en Querétaro, Maximiliano de Austria. Con esta
ejecución se daba fin a uno de los episodios más sangrientos de la historia de México.
Lucha que se había iniciado en 1810 para obtener la independencia política y que al
obtenerse ésta se había transformado en lucha intestina. En esta nueva lucha se seguían
enfrentando dos fuerzas: el clero y la milicia.
El clero que, aunque sin bienes y sin pode político, tenía el poder espiritual, el poder sobre
las conciencias. La milicia, los nuevos caudillos, los hombres que con las armas habían
vencido en los campos de batalla y que, al igual que los caudillos militares a los cuales
habían vencido, no querían reconocer que la misión de las armas había terminado. El clero
hostilizaba al nuevo orden desde los templos y el militarismo desde el campo, provocando
continuas revueltas y deserciones.
La independencia de México sólo lo había sido política y no espiritual. El clero
aprovechaba su fuerza espiritual para defender intereses no espirituales: para defender los
privilegios que había obtenido en la Colonia.
El partido liberal, al constituirse en estado, en gobierno, tuvo que establecer las bases para
un orden social duradero. El orden no podía ser encargado a los grupos que habían sido
desplazados: el clero y el militarismo, ni aun a los nuevos militares, que en el fondo seguían
siendo tan ambiciosos como los vencidos. De aquí que se pensase en un grupo social, en
una clase que ofreciese garantías de orden. Esta clase fue la burguesía mexicana, que era la
única clase capaz de garantizar el orden social; también fue quien dio bandera y principios
al movimiento revolucionario contra la clase conservadora.
De esta clase había que sacar a los dirigentes para el nuevo orden social. Para esto era
menester dar a los miembros de dicha clase una educación especial. Para establecer las
bases de dicha educación se llamó a colaborar al Dr. Gabino Barreda. Por medio de la
educación, se arrancaría las conciencias de los mexicanos de manos del clero. Ahora que e
poder pasaba a manos de la burguesía liberal mexicana, ésta trataría de organizar la
educación en una forma que favoreciese a los suyos.
Uno de los postulados de la burguesía liberal mexicana, era el de libertad de conciencia.
Que Barreda resumía como una fórmula positivista: “emancipación científica,
emancipación religiosa, emancipación política, las que sólo eran posibles mediante una
emancipación mental, es decir, mediante la decadencia de las doctrinas antiguas y su
substitución por otras.
Los liberales vencedores buscan establecer un orden liberal. Gabino Barreda expresó que
este ideal liberal en el mismo discurso de Guanajuato, “Que en lo sucesivo una plena

114
libertad de conciencia, una absoluta libertad de exposición y de discusión, dando espacio a
todas las ideas y campo a todas las inspiraciones, deje esparcir la luz por todas partes y
haga innecesaria e imposible toda conmoción que no sea puramente espiritual, toda
revolución que no sea meramente intelectual. Que el orden material, conservado a todo
trance por los gobernantes y respetado por los gobernados, sea garante cierto y el modo
seguro de caminar siempre por el sendero florido del progreso y de la civilización”. El
positivismo se presentaba como adecuado instrumento para establecer el orden liberal.
Los liberales mexicanos no disputaban al clero el poder espiritual; lo que querían era el
poder material o político, pues se podría garantizar la libertad de conciencia. El positivismo
es adoptado por los liberales mexicanos como un arma política. Se transformó el
positivismo en una doctrina política de orden. Lo que se quería era orden y el positivismo
fue puesto al servicio de este orden. Se transformó en una doctrina neutra, que hablaba del
orden social, pero que al mismo tiempo decía no intervenir ni atacar ninguna idea, lo
mismo fuese ésta católica o liberal. El positivismo se presentó como una doctrina al
servicio del orden material. Pretendió ser una nueva doctrina del orden social y no del
orden individual.
SECCIÓN SEGUNDA: “LOS ORÍGENES”
Uno de los motivos del éxito del positivismo como doctrina nacional, ha sido la situación
caótica en que se encontraba el país. El positivismo tuvo éxito como doctrina al servicio de
la clase vencedora, porque los miembros de ella estaban predispuestos ideológicamente
hacia él.
Mora expone los ideales de su clase en la fase que he llamado combativa. En él podremos
encontrar las razones ideológicas, las de razones de clase que habrían de permitir más tarde
la adopción del positivismo como instrumento de orden. Mora se anticipa a ideas como
introducción a las del positivismo. Él igual que Barreda, interpreta la historia de México
como la lucha entre dos grandes fuerzas: las del progreso y las del retroceso.
En Mora queda identificado el camino del progreso con los ideales del liberalismo
mexicano, y el camino del retroceso con la oposición que a estos ideales le hacían el clero y
la milicia.
Las fuerzas del progreso están formadas por los hombres que ven en el poder público un
instrumento al servicio civil, al servicio de los ciudadanos o civiles. Ésta clase fue la que
Sierra denominó burguesía.
El clero y la milicia son dos grupos que no se interesan por otra cosa que por defender y
aumentar sus privilegios (Mora lo llama intereses de cuerpo) y que se han dividido la tarea
de tiranizar a la sociedad tanto en lo espiritual como en lo material.
Así se enfrentan dos fuerzas: las del retroceso y las del progreso. Las primeras formadas
por los cuerpos llamados clero y milicia, se interesan por satisfacer los privilegios de
determinadas personas. Las segundas están formadas por un grupo de hombres que dice
interesarse por la sociedad en general, por un grupo de hombres que no quiere que el
gobierno siga siendo un instrumento al servicio de unas determinadas clases privilegiadas,
sino de toda la sociedad.
El doctor Mora ataca los privilegios que a sí mismos se han concedido el clero y la milicia;
lo que no acepta Mora es que dichos cuerpos obtengan sus privilegios en perjuicio de otros

115
grupos sociales, de otras clases o cuerpos; él engloba a todos estos grupos sociales con el
nombre genérico de sociedad.
Es menester que la burguesía mexicana sea conciente de sus obligaciones y derechos como
clase social, que sepa de sus ideales y de sus intereses. Mora se anticipa al ideal de una
educación que alcanzará su realización con el positivismo. Los hombres positivos al
triunfar elaboraron un sistema educativo en el que se hicieron patentes los ideales de la
burguesía mexicana. Este sistema fue el creado por Barreda. Mora nos expone como ideal
educativo el de una educación no dogmática, una educación basada en la experiencia. La
vieja educación separa la teoría de la práctica y es una educación útil al retroceso.
El doctor Mora sostiene la tesis, que más tarde habrán de sostener los positivistas
mexicanos, de que el estado no debe dar protección a ninguna doctrina. En la interpretación
de Mora sobre el Estado, expone que no debe ser otra cosa que un guardián del orden, un
instrumento al servicio de todos los ciudadanos, se encuentra también la tesis sostenida por
todos los liberales mexicanos; la que sirvió de bandera al movimiento de las leyes de
Reforma, la tesis de la libertad de conciencia y con ella la separación del Estado y la
iglesia, del pode magistral y del poder espiritual.
Se ha hecho del Estado una especie de mina de la cual se puede sacar todo aquello que se
necesite para un particular bienestar, en esto lo han convertido las facciones dominantes.
La lucha entre las fuerzas del retroceso y las del progreso es la lucha entre dos
concepciones sobre el Estado: una que lo considera como instrumento de los intereses de
determinadas facciones y otra que lo considera como instrumento al servicio de toda la
sociedad. La primera conduce a una situación estática, porque sabe que otro movimiento,
que todo progreso representa el cambio de la situación de privilegio que ocupa; la segunda
tiende al progreso, porque sabe que en el cambio le va el cambio de su propia y no
privilegiada situación.
Cuando el Estado se hace instrumento de una doctrina ideológica en detrimento de otras, el
resultado es que estas otras adquieren un valor insospechado, haciendo que los hombres a
ellas adheridos se enfrenten a la imposición que se les quiere hacer.
La burguesía mexicana quiere un orden; pero no el orden antiguo al que consideran como
fuente de desorden, aunque de desorden frente al orden que ella quiere. Para establecer este
orden, era menester una ideología que justificase el orden que se quería implantar como si
fuese el orden de la sociedad, al servicio de todos los ciudadanos y no como era en realidad:
el orden de una determinada clase social, el orden de la burguesía mexicana.
Esta doctrina de orden será el positivismo que representará lo que llamaba Mora, “un
símbolo o cuerpo de doctrina comprensiva de todas las verdades” y que Barreda llamará
“fondo común de verdades”.
Mora expresa la manera de sentir de la burguesía mexicana. Se anticipa a la ideología del
burgués que era porfiriana. No puede ser confundido con el burgués de la cultura europea,
aunque tenga con el muchas semejanzas. El burgués de Mora pretende, al igual que el
europeo apoyarse en el trabajo industrial.
La gran industria quedó en manos de extranjeros. Fue la burguesía extranjera la que se
apoderó de dicha industria y la fomentó en México. Nuestra burguesía la formaron los

116
terratenientes, los latifundistas, los especuladores que en vez de fomentar la industria
mexicana la entregaban a los capitalistas europeos.
Con el positivismo se intentó realizar la revolución mental. Ésta uniformación de opiniones
de todos los mexicanos, no podrá alcanzarse por la violencia. El instrumento para lograr
deberá ser la persuasión. La educación fue el arma de que se valió la burguesía mexicana
para persuadir a otras clases de su derecho a los privilegios que obtuvo.
Esto lo que hace la burguesía mexicana: identificar sus propios intereses con los intereses
de lo demás, teniendo gran cuidado en no ofender aquellas ideas a aún influían en la masa,
la ideología de la burguesía era una ideología de precaución. No está contra ninguna idea,
contra ninguna doctrina religiosa, quiere que estas ideas o doctrinas permanezcan en el
lugar que les corresponde y no traten de convertirse en doctrinas o ideas únicas.
Los ciudadanos mexicanos pueden tener las ideas que quieran, siempre y cuando estas ideas
no le sirvan de instrumento para mejorar su propia situación material en prejuicio de la de
otros.
Mora quiere establecer una distinción entre derechos personales y derechos sociales. Los
segundos garantizan a los primeros que a condición de que los primeros, no hagan de los
derechos sociales derechos personales. Es menester que cada ciudadano cumpla con su
propia misión social, la cual se puede reducir a la fórmula de Juárez: el respeto al derecho
ajeno es la paz. Los deberes hacia la sociedad son los deberes hacia los demás. La
burguesía mexicana, enemiga de la violencia física hizo violencia espiritual sirviéndose del
positivismo como instrumento.
SECCIÓN TERCERA: “EL DESARROLLO”
La misión de Barreda fue la de establecer una educación que sirviese de base social al
nuevo orden que se trataba de implantar. Un orden que tuviese su base en la conciencia de
los individuos; era menester un orden espiritual.
Para implantar dicho orden, había que enfrentarse el orden espiritual sostenido por el clero
y el grupo militarista que le apoyaba. La reforma traía en sus entrañas un nuevo enemigo
del orden; a los positivistas llamaron genéricamente jacobinismo. Los jacobinos eran
aquellos liberales que no aceptaban el orden sostenido por los positivistas mexicanos.
De acuerdo con la doctrina sostenida por Barreda el orden material anhelado no era un
orden contra la libertad individual. Por el contrario, el orden material era puesto al servicio
de la libertad individual, la servicio de la libertad espiritual.
Los mexicanos quedaban en esta forma más libres, se les libertaba de la carga que
representaba el orden material. Representa lo menos noble, aquello a lo que menos deberían
tender las ambiciones de los mexicanos. Tarea encomendada al Estado. Debería ser el
guardián del orden material, para que así fuese posible una plena libertad espiritual.
Respetando el orden material habría paz, y habiendo paz podría haber libertad de
pensamiento y discusión.
La doctrina positiva es considerada como el mejor instrumento para enseñar a los
ciudadanos mexicanos aguardar y defender el orden social; como un instrumento al servicio
del orden material.

117
El individuo puede pensar lo que quiera, pero debe obrar conforme al interés de la
sociedad. Se puede tener las ideas que se quiera, lo que nos se pude hacer es estorbar con
tales ideas la libre marcha de la sociedad.
La moral concebida por Barreda como el resorte que estimula o detiene los impulsos, las
acciones o los actos buenos o malos que el hombre realiza en la sociedad. , Barreda
considera a la moral dentro del campo de lo social. Las raíces de la moral no cambian como
cambia la religión; estas raíces se encuentran en el hombre mismo y deben ser estimuladas.
El reparto de la riqueza es considerado por Barreda como un ideal que pudo caber en el
periodo teológico de la historia; pero que en ninguna forma cabía en el periodo positivo. La
sociedad, que interviene en la educación, no puede intervenir en la reglamentación de la
propiedad, sino tan sólo utilizar el convencimiento. La riqueza es un instrumento de
progreso social y ésta se halla en manos de un determinado grupo de individuos llamados
ricos; hay que dejarla donde está; lo único que debe interesar a la sociedad es que dicha
riqueza sirva al progreso social. La riqueza debe ser protegida por el Estado.
México, al independizarse de España, no tuvo sino una independencia de carácter político
respecto a la metrópoli, económicamente quedó a merced de los mismos detentadores del
poder económico de la Colonia. Este poder económico tenía un origen agrícola; los dueños
de las grandes extensiones de tierras de la República Mexicana eran los dueños de la
economía mexicana.
Cada mexicano podía pensar lo que quisiera y manejar su riqueza como le viniese en gana;
lo único que no podía hacer era servirse de estas ideas o de esta riqueza para provocar el
desorden social.
En una carta que Barreda envía en 1857 a Mario Riva Palacio, gobernador del Estado de
México, hace una exposición de la reorganización que ha realizado en la Escuela Nacional
Preparatoria. De acuerdo con el plan que ha propuesto, dicha educación deberá abarcar
todas las ciencias de carácter positivo, aunque Barreda tuvo que reformar este plan ante la
presión ejercida tanto por los liberales como por los católicos.
La educación debería abarcar todas las ciencias positivas, empezando por las matemáticas,
las ciencias naturales (cosmografía y física, geografía y química, botánica y zoología) Al
final estaba la lógica, el estudio de los idiomas vivos, como el francés, el inglés y el
alemán. Al latín se debía estudiar en los dos últimos años. Al español se debía estudiar
hasta el tercer año.
La separación entre la teoría y la práctica sólo da lugar al desorden. Son estos hombres de
tipo incompleto, los teóricos y los prácticos, los que están en contra del progreso, para
Barreda, los grupos conservadores como los jacobinos son el resultado de una educación
incompleta.
El desorden social y político tiene sus raíces en el desorden de la conciencia. Si se lograse
ordenar la conciencia, se podría ordenar la sociedad. Es posible evitar la anarquía social,
mediante una uniformación de las conciencias.
El proyecto de Barreda, no podía tener todo el éxito que era menester tuviese si se limitaba
únicamente a la Escuela Nacional Preparatoria. Era menester iniciar esta educación en la
escuela primaria. Todos los mexicanos sin excepción recibirían una misma educación. En
1857 propone Barreda que la educación primaria sea obligatoria para todos los mexicanos.

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La falta de creencias seguras hace que los individuos se refugien en un escepticismo el cual
conduce a la anarquía; o que se refugien ciegamente en dogmas sostenidos en contra de
toda razón y demostración, utilizando para ello la violencia.
La educación basada en la filosofía positiva hará imposible la violencia jacobina y la
conservadora. El método de imposición de ideas ha pasado a la historia; ahora toda creencia
o idea deberá ser demostrada. La escuela hará imposible toda tiranía, con lo cual toda
violencia o desorden tendrán que desaparecer; porque la tiranía no viene a ser otra cosa que
la anarquía impuesta.
La filosofía positiva, es la única que ha sabido reconocer y proclamar los inmensos
servicios prestados a la humanidad por la teología bajo todas sus formas. Si Barreda está
contra las ideas clericales y las jacobinas, es porque sus sostenedores tratan de imponer sus
doctrinas.
El positivismo es útil, siempre y cuando no trate de imponerse a la sociedad como doctrina,
porque estos hacen que las fuerzas enemigas de la burguesía se agrupen y la ataquen. La
defensa que hace Barreda de su propio plan es la de que dicho plan educativo, realiza con el
fin para el cual ha sido propuesto, el orden. La educación, es la que da la mejor base para
establecer un orden social permanente. La verdad es algo que cada individuo debe buscar
por su cuenta, por medio de su propia razón.
Los hombres que atacan la reforma de Barreda son hombres fuera de la realidad, hombres
formados en una educación nada práctica. Educación que ha formado idealistas, hombres
soñadores, pero no hombres prácticos. Pero los hombres educados en las ciencias positivas
son auténticos realistas, hombres prácticos que no se detienen en sueños, que sólo quieren
aquello que los hechos demuestran que puede ser.
El ideal era el que los positivistas formasen el poder espiritual dejando vacante por la
iglesia católica. Los positivistas tienen poder de modelar la conciencia de los mexicanos.
SECCIÓN CUARTA: “EL DESARROLLO: LOS DISCÍPULOS”
El 4 de febrero de 1877, diez años después del triunfo de la Reforma y de la entrada de
Gabino Barreda como colaborador en el gobierno de Juárez, se aprobaban las bases que
habían de reglamentar la Asociación Metodófila “Gabino Barreda”.
En esta sociedad predominaban los estudiantes de la Escuela de Medicina, había dos de
Jurisprudencia, uno de Ingeniería y otro de Farmacia. El ingeniero Agustín Aragón entró al
positivismo debido a la lectura de dos de los trabajos publicados por la Asociación. La
labor de Gabino Barreda en ésta sociedad fue la de un maestro, que cuida de que la
exposición y réplica de los trabajos que presentan sus discípulos no se descarríe del método
que les ha enseñado, el que todos ellos consideraban como el más firme y seguro, el
positivismo.
El método aprendido bajo la dirección del maestro Barreda es considerado por sus
discípulos como el mejor y más perfecto instrumento para reconstruir la casi aniquilada
sociedad. Una orden a toda costa, será lo que persigan los positivistas. El orden, aún en
contra de la propia doctrina positiva, si ésta se transforma en instrumento de desorden. Será
éste el ideal de la burguesía mexicana cuya formación ideológica le fue encomendada a
Barreda.

119
Los discípulos de Barreda, agrupados públicamente en una sociedad, van a demostrar cómo
el método que en su educación han aprendido es susceptible de aplicación a cualquier clase
de problemas y cómo todos se pondrían de acuerdo en las soluciones, siempre y cuando
sean las que se obtengan con todo el rigor de la aplicación del método positivo. Soluciones
que serán irrecusables, pues nada se puede discutir contra lo que la experiencia prueba.
Mediante la rigurosa aplicación del método se obtendrá el fondo común de verdades de que
nos habla Barreda.
La aplicación del método positivo está encaminada hacia este ideal de orden. El rigor del
método no será otra cosa que la aplicación de una metódica desconfianza hacia todo lo que
no se adapte al fondo común de verdades que les ha sido impuesto y que debe ser destruido,
eliminado, porque su existencia es peligrosa y altera el orden que tras tanta dificultad se
quiere lograr.
La filosofía científica se apoya en los hechos reales y en su experimentación. El ideal que
sostiene en adopción la doctrina positiva es el orden; se quiere eliminar todo motivo de
desorden; se quiere que todos los mexicanos puedan llegar a pensar igual.
Entre los trabajos presentados en la Asociación Metodófila está el de Pedro Noriega titulado
Consideraciones sobre la teoría de Darwin. En dicho trabajo interviene Barreda, la
conclusión a la que llega es la de que dicha teoría no tiene apoyo en el método científico.
Considera que en vez de apoyarse en la observación, se apoya en consideraciones a priori.
La nueva moral deberá ser establecida sobre bases de carácter positivo, no puede tener
como origen simpatías o antipatías, sino que deberá ser el resultado de la rigurosa
aplicación del método basado en la evidencia. Esto es lo que pretenden nuestros
positivistas; creen que podrán en esta forma acabar con la anarquía, de la cual consideran
culpable al siglo XVII.
La Asociación Metodófila aplicó también el método positivo a problemas de orden social.
De los ensayos publicados, destaca el de Miguel S. Macedo (quien más tarde será uno de
los directores del partido político de los Científicos), titulado Ensayo sobre los deberes
recíprocos de los superiores y de los inferiores. En él, se expone una tesis sobre las
relaciones entre los superiores y los inferiores; una teoría de carácter social en la que se
establecen obligaciones de unos y otros. Se hace patente la ideología que será peculiar a los
hombres que más tarde habrán de tomar el poder político.
Está la justificación que estos hombres hacen del puesto que en la sociedad tienen, o
quieren llegar a alcanzar. Esta justificación la encuentran sirviéndose de lo que llaman la
aplicación del método positivo a problemas como el de las relaciones entre los superiores y
los inferiores.
De acuerdo con Macedo, en la humanidad todos los hombres tienen un determinado puesto;
la sociedad es un gran campo ordenado en el cual les corresponde a unos hombres dirigir y
a otros obedecer, además se hace patente una forma, propia de la época, sobre las relacione
entre el hombre y la mujer: la mujer como inspiradora de elevadas acciones, y el hombre
como admirador respetuoso de la mujer.
La riqueza tendría que ser justificada moral y socialmente, como también el puesto en que
dicha sociedad llegarían a tener los ricos, Macedo dice que el rico tiene capacidad para

120
hacer el bien social, piensa que quien es superior por la riqueza puede serlo también
moralmente.
La riqueza es, un instrumento que capacita la hombre para hacerlo moral e intelectualmente
superior al pobre. El rico, como poseedor de la riqueza, tiene le ocio; y éste hace posible
que el rico pueda preocuparse por el presente y el futuro de otros. El respeto, la gratitud y la
veneración hacia el rico, son las obligaciones del inferior en dinero, de acuerdo con la idea
de Macedo.
De acuerdo con el método positivo no caben las afirmaciones a priori, las afirmaciones
antes de su demostración. Los positivistas no pueden aceptar como verdad aquello que no
demuestre la experiencia; no pueden aceptar afirmaciones basadas en la simple autoridad
del sabio, que no tiene más autoridad que la que le da el que coincidan sus afirmaciones y
la demostración positiva de las mismas. La superioridad del sabio está en poder demostrar
lo que afirma; pero si otro hombre puede demostrar que lo afirmado es falso, la
superioridad para a este segundo.
En el trabajo presentado por Manuel Ramos, titulado Estudio de las relaciones entre la
sociología y la biología, que plantea la posibilidad de una ciencia social, de la misma forma
que existe una ciencia biológica. Hay en las sociedades dos órdenes de fenómenos: unos
que nos son otra cosa que los hechos consignados en la historia, y que la sociología no
puede prever; otros relativos a su desarrollo, estructura y funciones que suministran los
materiales de la ciencia social.
La sociología puede relacionarse con la biología: primero, los actos de una sociedad
dependen de los actos de los individuos que la componen, como los actos de los individuos
se verifican conforme a las leyes de la vida, el conocimiento de estas leyes que estudia la
biología, es indispensable para comprender las acciones de la sociedad. Segundo, la
sociedad, ofrece fenómenos de crecimiento así como de otras varias funciones que son
análogas a las que se presentan en la vida de los individuos y que estudia la biología.
Ramos dice que en la sociedad deben vivir los más fuertes física o intelectualmente. El
estado no tiene otra misión que la de estimular aptitudes y no atrofiarlas concediendo
facilidades.
La ponencia de Macedo y en la de Ramos, nos encontramos con una ideología que es
propia de la clase que ha ido tomando preeminencia social y que la alcanza en su máximo
grado con el apogeo del Porfirismo.
La burguesía mexicana necesitaba de una filosofía que justificara el orden que quería
establecer; justificación que encontrará en las ciencias positivas, que justificará sus actos y
la forma del orden social que quiere establecer. Ante ella no valen justificaciones que
tengan su origen en lo indemostrable. Toda pretensión debe justificarse con hechos
positivos. La obra educativa de Barreda tuvo resultados de un amplio carácter social, dio las
bases ideológicas sobre las cuales se apoyó la triunfante burguesía mexicana.
En 1892, se publicaba el primer manifiesto de una liga llamada Unión Liberal, firmado por
distinguidos discípulos de Barreda: Miguel S. Macedo, Justo Sierra, Limantour y Casaus.
Este era el primer manifiesto político de un partido que después había de llamarse el de los
científicos. el ideal de este partido era el del orden social como instrumento del progreso.

121
En 1898, con motivo del XVII aniversario de la muerte de Gabino Barreda, los discípulos
de éste pronunciaban varios discursos en los que se hacen patentes las ideas que el maestro
le ha inculcado. Los discípulos de Barreda se consideran miembros de una sociedad en la
que el orden impera, y este orden lo atribuyen a la obra educativa de Gabino Barreda.
El desorden de la sociedad mexicana era el resultado de la desigualdad cultural de los
mexicanos; de que cada grupo tratase de imponer a otros sus ideas, intento que provocaba
la resistencia y con ello la lucha con todas sus consecuencias.
Barreda trató de borrar lo que consideraba las causas de la anarquía nacional, la diversidad
de ideologías. Él quería unir las conciencias por medio de una ideología que o tocase las
ideologías que en lo particular tuviesen los mexicanos.
La filosofía de Barreda no era un filosofía combativa, no era una filosofía de desorden, sino
una filosofía cuyo último fin era el orden. En vez de combatir venía a construir; su único
enemigo era la anarquía.
El desorden material era consecuencia de una falta de uniformidad educativa, los
mexicanos no eran capaces de ponerse de acuerdo. Sin este acuerdo no era posible el orden
social. Gabino Barreda vino a poner el orden al transformar la educación, al hacer que los
estudios se uniformasen y con ello, la conciencia de los mexicanos. El ideal de orden de la
burguesía mexicana: la unión de todos con independencia de la individualidad de los
miembros de ella.
SECCIÓN QUINTA: “LA UTOPÍA”
El positivismo se ha presentado como la doctrina en la que se pueden sintetizar todos los
ideales de la burguesía mexicana, como la doctrina que justifica el ideal de orden de esta
clase, y como tal se le acepta, pero siempre y cuando esta doctrina no altere en alguna
forma dicho orden.
Sin embargo, la realidad estaba demostrando que las pretensiones de esta doctrina no eran
sino supuestos ideales; en vez de haber logrado el acuerdo de todos los mexicanos, había
cundido el desacuerdo. Se acusaba al positivismo de ser una doctrina contraria a la libertad
de conciencia, que sostenía la constitución vigente, la formulada en el año 57.
Surgieron adversarios del positivismo que sostienen ideologías que éste ha dado por
superadas: la católica, llamada por los positivistas teológica, y la liberal que calificaron de
metafísica; estas dos ideologías se oponen a que el positivismo se apodere del poder
espiritual, detrás de estas ideologías, está la burguesía mexicana, que no puede permitir que
se rompa el equilibrio social que ha establecido.
El positivismo está en contra de una de las bases del orden establecido por la burguesía
mexicana: la libertad de conciencia; pero ambos han marchado unidos, pero sólo cuando a
la burguesía le ha convenido así para sus intereses: se separarán en cuanto estos intereses
sean vulnerados.
Uno de los esfuerzos de los positivistas mexicanos fue el de tratar de demostrar que la
reforma educativa realizada por Barreda, siguiendo los principios de la filosofía positiva, no
era anticonstitucional. Horacio Barreda, hijo del maestro mexicano, quiere demostrar la
constitucionalidad de la reforma de su padre, mostrando cómo en la época en que éste fue
llamado a colaborar en la reforma educativa México se encontraba en un verdadero caos.

122
Una sociedad educada en los principios de la ciencia no podía provocar desorden. La
sociedad no debe tener otra doctrina que la que se base en la ciencia. Horacio Barreda ha
querido demostrar cómo la reforma educativa de su padre, tenía como fin el cumplimiento
del estado legal señalado por dicha Constitución, en el que se declaraba la libertad de
conciencia; cumplir con el precepto que establecía la libertad de pensar a que tenían
derecho los mexicanos.
La libertad de conciencia no implica una libertad que pueda oponerse a los intereses de la
sociedad. El individuo como tal, puede pensar lo que quiera, pero no como sujeto social. Lo
que para el individuo parezca bueno no tiene por qué serlo también para la sociedad. La
conciencia no puede tener en materia social la misma libertad que tiene en lo individual. La
sociedad no puede conducirse por principios individuales, válidos tan sólo para individuos,
sino que debe conducirse por principios válidos para todos sus miembros, por principios
demostrables. (los principios de la ciencia)
En el campo individual la conciencia es plenamente libre, pero en el campo social dicha
libertad no es otra cosa que anarquía.
La reforma educativa que pretendían tener su base en este equilibrio del individuo y la
sociedad, fue atacada desde dos campos: los conservadores o clericales y los liberales
extremistas o jacobinos.
Los clericales atacaban a la nueva escuela en nombre de la moral, fueron los hombres de
ciencia los que causaron más mal a la nueva educación, con sus puntos de vista estrechos,
de especialistas. Opinaban que tal educación hacía “maestros de nada y aprendices de
todo”. El espíritu de especialidad de estos hombres causó un gran daño a la nueva
educación pública, haciendo imposibles muchos de sus frutos.
Horacio Barreda sabe que el plan educativo positivista, no podrá lograr el asentimiento de
toda la sociedad, porque ataca principios que ésta sostiene y que sostienen sus miembros. Él
quiere que la instrucción pública sea filosófica, entendiendo por tal cosa algo semejante a lo
que en nuestros días se entiende por ideología, una ideología que persigue determinados
fines, en los cuales, quiere que participe toda la sociedad.
Hay en toda sociedad un conjunto de ideas o creencias, una ideología, que está conforme
con el progreso alcanzado por la sociedad; la cual debe representar el poder espiritual de la
sociedad. En estas palabras se puede ver como el positivismo mexicano aspiró a obtener el
poder espiritual de la sociedad mexicana, una vez que la iglesia católica lo había dejado
vacante.
Persiguiendo fines semejantes a los que correspondían al poder espiritual, fue creada la
Junta Directiva de la Instrucción Pública del Distrito Federal, dotada de un conjunto de
facultades propias de dicho poder como eran las de proponer libros de texto, mejoras
educativas, nombramiento de los miembros de la Junta, tomar acuerdos respecto a
oposición de cátedras, conceder pases profesionales y títulos, examinar y aprobar, otorgar
becas, formar presupuestos, celebrar consultas para la separación de catedráticos por causas
graves y proponer nuevos catedráticos.
Gabino Barreda quiso hacer de dicha Junta el poder espiritual de México. Los fines
perseguidos por el poder material y el poder espiritual eran los mismos, pero sus campos
eran distintos; de aquí la necesidad de su independencia, no de su separación o divorcio. Se

123
quiso establecer un poder independiente del material o político, pero unido a éste en lo que
se refiere al fin principal: servir a la sociedad.
Los positivistas mexicanos están contra el concepto de educación laica como educación
neutral, de una educación que se abstenga de toda intervención ideológica y ésta debe
interpretarse como el enseñar aquellos principios ideológicos que son considerados como
necesarios para establecer el acuerdo social.
El clero y los liberales se unieron en contra de las pretensiones de los positivistas
mexicanos. Ninguna doctrina podía ser impuesta; ningún grupo social tenía derecho a hacer
de sus ideas las ideas de la sociedad. La enseñanza basada en los principios de la filosofía
positiva no era sino una enseñanza sectaria.
Tanto clericales como jacobinos temían a una educación que les arrebatara el dominio
espiritual. Los liberales toman la libertad de conciencia en una forma absoluta, no admiten
límites de ninguna especie, ni tan siquiera los de la ciencia; pero esto es un error, esto
implica estar en contra de la misma realidad.
El clero considera al positivismo en la misma forma que los positivistas consideran las
verdades en que se apoya el clero: como verdades de secta, válidas tan solo para quienes
quieran aceptarlas y no para todos.
El clero puede considerar que sus verdades no atentan a la libertad de conciencia porque
son verdades en las que la conciencia no tiene libertad. Los clericales, dice Barreda, son
hombres que principian por desconocer todo lazo con el mundo, la familia y la patria.
Los espíritus educados en el positivismo se ven conducidos a “coordinar sus sentimientos,
pensamientos y actos, en torno de esos tres objetos que se llaman familia, patria,
humanidad”. No es posible acusar de sectaria a una educación cuya última meta es la
humanidad. A una filosofía puesta al servicio de todos los hombres y no simplemente al
servicio de uno de ellos o de un grupo.
Los dogmas son algo propio de las doctrinas sobrenaturales, lo humano es lo propio de la
filosofía positiva; de aquí la razón por la cual las religiones que se apoyen sobre bases
sobrenaturales no puedan obtener la unión entre los hombres. La religión de la humanidad,
toma sus principios directamente del propio hombre, de la realidad que éste es. Todo los
hombres pueden reconocer en ella algo que les es propio.
El positivismo no puede estar ligado a ningún hombre ni hombre determinado, tal como
sucede en las doctrinas sobrenaturales ésta es la razón por la cual no se puede acusar de
sectario al positivismo. La educación sobre bases positivas es una educación válida para
toda la sociedad; está por encima de todo dogma sobrenatural; si ataca esos dogmas, es por
el bien de la sociedad.
Clericales como liberales están de acuerdo en considerar a la educación como desligada del
estado y quieren abandonarla a la iniciativa privada. Por medio de la educación privada el
clero trata de adueñarse del perdido poder espiritual; la defensa que hace de la libertad de
conciencia le sirve únicamente para apoderarse de las conciencias, eliminando las trabas
puestas por el estado; quiere que el estado le abandone, mediante su neutralidad, la
conciencia de los mexicanos.

124
Nuestros positivistas no estaban conformes con que la educación fuese laica, esto es,
neutral. Lo que querían era una educación positiva, una educación que estuviese conforme
con los principios que profesaban.
Los positivistas aspiraban a ocupar el poder que había dejado la iglesia católica al
divorciarse del estado; los positivistas aspiran a prestar su ayuda al estado, pero guardando
su independencia. Este ideal fue una utopía; la realidad mexicana no ha permitido ni
permitirá la realización de esta idea.
Los positivistas quieren ser los directores del poder espiritual de México. La filosofía
positiva ha sido traída a México para servir los intereses de una clase a la que hemos
denominado burguesía mexicana, cuyos intereses no habrían de permitir el establecimiento
de dicho poder. La sociedad y los poderes que la representan tenían que permanecer
neutrales por lo que se refería la ideas, creencias y opiniones.
SECCIÓN SEXTA: FILOSOFÍA Y POLÍTICA
Gabino Barreda se presentó como el educador de una nueva clase social a la que hemos
llamado burguesía mexicana. Una vez formado ese grupo social, había tratado de aplicar
los principios en los cuales se había formado a los diversos campos de su posible actividad:
la política. Con la aplicación de los principios positivistas a la política iba a quedar
redondeada la obra de Barreda y la aspiración de Benito Juárez: la de formar un grupo
social que, acabando con la anarquía se hiciese cargo de la dirección de la sociedad
mexicana.
Los discípulos de Barreda serían los encargados de formar un partido político que,
basándose en la filosofía positiva, se enfrentase al partido liberal, arrancándole el poder.
Barreda sostenía la tesis de una institución educativa libre de influencias políticas a las que
el estado por naturaleza estaba sometido.
Para los Científicos no expresa el auténtico ideal positivo, el expuesto en la filosofía de
Augusto Comte, sino que es la expresión y utilización de las ideas del positivismo puestas
al servicio de intereses ajenos a ellas y que representa lo que el positivismo fue en México
en su aspecto político. El grupo de científicos representa así uno de los aspectos más
importantes del positivismo en México.
En enero de 1878 un nuevo diario mexicano, La Libertad reunió un grupo de jóvenes que
en su mayoría había salido de las aulas de la escuela que había reformado Barreda; que con
el tiempo serían el alma del grupo político llamado de los científicos.
Este grupo sostenía el ideal del positivismo, el orden. Y como instrumento para establecer
el orden, el de la Ciencia. El orden era urgente y el mejor instrumento para lograrlo era la
ciencia. El saber científico permitirá poner fin a las transformaciones violentas y las
soluciones ofrecidas por la fuerza podrán ser discutibles. Lo que este grupo trata de
defender son los intereses del grupo social al que pertenecen: la burguesía mexicana.
La sociedad es considerada como un organismo que se asemeja mucho a los organismos
naturales. La naturaleza no progresa por saltos. El progreso de la naturaleza se da mediante
un movimiento llamado evolución. Los organismos naturales evolucionan: la sociedad
también. El movimiento natural de la sociedad es la evolución, no la revolución.

125
La revolución no se identifica con el progreso, más bien puede serle opuesta. El progreso
no puede ser producto de la violencia, sino de un cambio organizado cuya esencia está en
pasar de un estado inferior a otro superior.
La revolución no construye nada perdurable. Lo que la revolución construye tiene que ser
destruido cuando la sociedad recupera el orden y trata de reconstruir. Lo destruido por la
revolución tiene que ser reconstruido, mientras que lo que la revolución llega a construir
tiene que destruirse.
Los redactores de La Libertad pugnaban por la creación de un nuevo partido conservador,
cuando apenas hacía diez años que el partido liberal había triunfado sobre el viejo. El nuevo
partido conservador debe tener un plan de realización, el cual faltaba al partido liberal. El
partido del nuevo orden, fue considerado como heredero del partido liberal, pero con
intereses distintos y opuestos. Es un partido liberal y conservador.
Parta tener éxito, el nuevo partido conservador había de apoyarse en un grupo de ideas que
lo hiciesen indiscutible e iba a hacerlo en un conjunto de ideas que justificasen el orden: las
de la ciencia positiva.
El positivismo se va a presentar como un supremo esfuerzo por cambiar la índole de los
mexicanos, porque en ella está el germen de la anarquía y el desorden. La educación
positivista se va a presentar como el intento de formar hombres prácticos en vez de
idealistas que nada saben de la realidad.
La constitución del 57 se ha presentado como primer obstáculo para la idea que se tienen
del orden. Un producto originado en las calenturientas cabezas de los soñadores liberales.
Es obra de mentes metafísicas que nada saben de la ciencia de las sociedades.
La libertad propuesta por los liberales no es más que una utopía irrealizable en el estado en
que se encuentra la sociedad mexicana. El pueblo mexicano no está capacitado para el tipo
de gobierno que tiene, ni para la constitución que lo rige.
En la constitución del 57, se conceden al pueblo los derechos exagerados, para los cuales
no tienen preparación alguna. Lo primero a que debe tender una buena constitución
mexicana es a la realización del adelanto material del país. Las libertades son inútiles en un
país atrasado materialmente. Era menester tener una constitución realista.
La constitución del 57 para Sierra es una utopía y no es otra cosa que una violencia hecha a
la realidad mexicana; pero debe ser reformada y adaptada a la realidad mexicana.
Por un lado se encuentra un conjunto de leyes, ideales estampados, con la pretensión de ser
vigentes, y por otro lado un pueblo atrasado, incapaz de realizarlos. Esto hace según Sierra,
que los pueblos vivan sin instituciones y sean juguetes de las aventuras político-sociales.
El orden de la burguesía mexicana sólo será posible si se establece un gobierno capaz de
hacer respetar los intereses de ésta. Lo que este grupo social desea es hacer imposible todo
cambio violento que amenace sus intereses. La evolución es un cambio lento, nunca a
saltos.
La preocupación del gobierno, si quiere en verdad gobernar, debe ser la de buscar una
fórmula que al mismo tiempo que garantice la acción individual garantice el orden social.
Un gobierno que, de conformidad con el grado de evolución social alcanzado por México,

126
señale los límites a la acción individual de los mexicanos. Más que derechos debe señalar
obligaciones.
Díaz en Oaxaca se dedicó a conspirar contra el gobierno de Benito Juárez. En Noviembre
de 1871, Porfirio Díaz se alzaba contra Juárez, que se había hecho reelegir presidente. La
sublevación fracasó, la muerte de Juárez puso término a la guerra. El nuevo presidente, don
Sebastián Lerdo de Tejada, concedió amnistía a los rebeldes. Díaz se presentó como el
caudillo de la oposición ante la política de Lerdo.
En julio de 1876 se habían de verificar las elecciones, triunfando, oficialmente, Lerdo de
Tejada. Don José María Iglesias, presidente de la Suprema Corte de Justicia, considera que
las elecciones han sido fraudulentas y pide su anulación. Una vez nulificadas, a quien
correspondía la presidencia de acuerdo con los preceptos constitucionales, era al presidente
de la Suprema Corte (al Sr. Iglesias). La lucha entre porfiristas, lerdistas e iglesistas hacía
imposible todo orden y con ello toda posible estabilidad.
El nuevo instrumento del progreso, una vez que el liberalismo ha perdido su utilidad, será
el nuevo partido conservador, el partido liberal-conservador en formación, el que
implantará el orden sobre las bases científicas: el futuro partido de los “científicos”. El
grupo político en formación pretende convertir al partido liberal en un partido conservador,
sin que esto implique reacción. Debe ser conservador, pero sin dejar de ser liberal.
Los hombres que pedían una dictadura sobre bases científicas, una tiranía honrada, habían
puesto los ojos en un caudillo: en Porfirio Díaz, vencedor en la contienda de los liberales.
En los dos primeros años de su gobierno pareció que su política era inadecuada para la
protección de los intereses del grupo social que pedía la tiranía.
Díaz no es el hombre que necesita la burguesía mexicana; ésta, no quiere un dictador que se
preocupe únicamente por salvaguardar los intereses de la facción que represente, dejando al
cuidado de los demás intereses de la sociedad al arbitrio de cada grupo social. Es menester
un dictador que guarde los intereses de la sociedad. La sociedad no es aquí otra cosa que la
burguesía mexicana.
Díaz era la salvación de los intereses conservadores de la sociedad, la salvación de la
propiedad, de la libertad y del orden. Se perfilaba como dictador puesto al servicio del
desorden, al servicio de los intereses de facción, en una época en que luchaban facciones
contra facciones.
Los hombres que anhelaban el orden necesitaban de un hombre capaz de imponerlos con
las mismas armas con que el desorden era provocado: el poder militar.
Terminada la etapa combativa de la burguesía mexicana, era menester iniciar la etapa
constructiva, para la cual debían ser encauzadas por canales constructivos las fuerzas
combativas aún latentes.
Una vez destruidas las fuerzas políticas que obstruían el progreso, era menester apartar a
los mexicanos de las luchas políticas, para que iniciasen: la lucha contra las fuerzas
naturales para hacer de la naturaleza un instrumento para satisfacción del hombre. La
política debía ser objeto de una ciencia, podía ser obra de técnicos de la política, de
científicos.

127
La política es un instrumento para lograr el orden social, el acuerdo y no el desacuerdo de
todos los mexicanos. Éstos pueden unirse en torno al ideal de progreso, que está por encima
de credos religiosos y de posiciones políticas.
Ha llegado la época del a industria, la de los hombres que entienden de máquinas. El
trabajo industrial se presenta como el mejor instrumento para obtener el orden social, para
obtener el acuerdo de todos los mexicanos.
Los ricos del país era una de las fuerzas que más de acuerdo podía estar con el nuevo orden
social basado en la riqueza. No necesitaba ligar a su suerte a una facción política; era
independiente. La clase rica, resulta ser la más poderosa. Si quiere, puede hacer la política
que convenga a sus intereses.
El grupo social del cual es portavoz el periódico La Libertad, no está dispuesto a aceptar
ninguna limitación de sus intereses y menos que ninguno al de la propiedad privada.
Aceptan la existencia del estado y de la iglesia; pero únicamente como instrumentos
puestos al servicio de sus intereses. En el caso de la propiedad privada, la misión del estado
y la iglesia es la de protegerla contra cualquier peligro que la amenace; no pueden
inmiscuirse tratando de reglamentar dicha propiedad, señalando obligaciones que la
vulneren. Cada individuo es libre de manejar sus propiedades como mejor convenga a sus
intereses.
La confusión de los positivistas entre el terreno de la exigencia moral y la exigencia
material. Para ellos todo deber y todo derecho tienen como correlativo la fuerza del estado
que hace cumplir estos deberes y hace que se respeten tales derechos. Las limitaciones
morales contra la propiedad pueden convertirse en limitaciones materiales.
En el nuevo orden sólo se reconocen los derechos del más fuerte; sólo poseen los bienes
aquellos individuos que se han mostrado capaces de obtenerlos; la forma no importa. El
estado no debe preguntarse por la forma en que estos bienes se han obtenido; su misión es
la de protegerlos.
Lo que sostiene nuestra burguesía es una ideología que sólo conviene a sus intereses; los de
otros grupos sociales quedan subordinados a esta ideología mediante doctrinas que la
justifican. El orden social está por encima de la justicia o la injusticia que se cometa
subordinando a los indios. Los defensores de la burguesía ligan los intereses de ésta a lo
que llaman interés nacional: alterar los intereses de la burguesía es alterar los de la nación.
El enemigo es el triunfante liberal que continúa sosteniendo el desorden como ideal, los
ideales del liberalismo son ahora perjudiciales a la sociedad. Cuando aparecen ideas de
orden como las del positivismo, las ideas liberales van derrumbándose. El positivismo es el
instrumento que ahora sirve para destruir el desorden y construir el nuevo orden.
Los liberales insisten en aplicar a las circunstancias mexicanas remedios utópicos, que lo
son por ser inadecuados para ellas. La nueva política debe estar al servicio de la realidad
positiva que está pidiendo el orden por encima de cualquier idea utópica.
Nuestra burguesía tuvo en el positivismo un instrumento ideológico; y en Díaz un
instrumento material. El porfirismo sería el orden de la burguesía mexicana justificado por
la ideas del positivismo.

128
SECCIÓN SÉPTIMA: “POLÉMICA: EL KRAUSISMO"”
Era urgente ponerse a la altura material de los Estado Unidos, pues de otra manera México
estaba en peligro de ser devorado por su debilidad.
Había que hacer de los mexicanos hombres capaces de realizar el mismo tipo de obras que
en el vecino país realizaban los norteamericanos. A pesar de que nuestra burguesía intentó
competir con la norteamericana, no lo logró, porque le faltó capacidad para ello.
Nuestra burguesía ha visto un gran peligro en lo que llama Coloso del Norte, que amenaza
devorar a los países más débiles, a los hispanoamericanos. Para evitar este peligro había
que hacer de México, y de los demás países de más acá del Bravo, pueblos fuertes, capaces
de oponerse al coloso del norte.
El gringo es el yankee, el codiciador de nuestro territorio. Nuestros positivistas han querido
formar hombres de la misma calidad de los hombres en quienes han visto un enemigo, el
yankee o gringo.
El mexicano, en vez de defenderse del peligro que representa el gringo, trata de
transformarse en gringo. De los Estado Unidos ha visto su fuerza material. A esta fuerza es
a la que se teme y es por lo que se quiere lograr en México una fuerza semejante.
El yankee, o el gringo, es un hombre peligroso para México, pues su voracidad es
insaciable, nada puede satisfacerlo; México es el país más predispuesto a servir de pasto a
esta voracidad si no lo evita a tiempo.
La salvación de México está en la nueva generación, puesto que es la que mejor preparada
está para enfrentarse a las nuevas circunstancias; dentro del progreso. La nueva generación
es bastante semejante al peligroso gringo; se han adaptado al espíritu del genio sajón,
pudiendo defender al país del peligro que éste pueda representar.
Por lo que se refiere al ataque contra el positivismo, vendría en forma de un decreto por el
cual la Secretaría de Educación ordenaba fuese retirada de la Escuela Nacional Preparatoria
la lógica de Bain, e impuesta como texto oficial la Lógica de Tiberghein.
Hilario Gabilondo, vio en el positivismo un instrumento al servicio de una nueva tiranía y
por lo mismo contraria al espíritu de los hombres de la Reforma. Afirma en nombre el
Krausismo la existencia de tres absolutos: la idea de Dios, la idea de la Patria y la idea de
Libertad. Estos absolutos, están por encima de todo relativismo.
Telésforo García dice que lo que importa es ver si el sistema krausista es una doctrina
adecuada para ser enseñada a la juventud de México.
La doctrina de Krause es una metafísica que a diferencia de la ciencia trata de invadir el
terreno de lo religioso, del cual tan respetuosa se muestra dicha ciencia. Krause ha
construido “la ciencia de Dios y pretende que la Humanidad le consagre sus trabajos y
vigilias”; y quiere que el hombre conozca a Dios para imitar sus perfecciones y vivir con Él
en la intimidad. Razón que hace del krausismo una doctrina inconveniente para la
educación.
El sistema de Krause descansa en un principio fundamental: la existencia del Ser uno y
absoluto que comprende en sí todos los demás seres; en él la teología aparece como la
ciencia fundamental.

129
Pero Gabilondo está en un error: la ciencia experimental no es ni puede ser un peligro para
la libertad; todo lo contrario, los pueblos más liberales son aquellos en los cuales impera
este tipo e ideología.
El espíritu de desorden de los mexicanos tenía su origen en la raza a la cual pertenecían, la
raza latina, dada al desorden, la fantasía, los idealismos y utopías; despreciaba todo lo que
fuera práctico. Sierra hacía ver cómo México estaba destinado a desaparecer por su falta de
espíritu práctico.
El peligro desaparecería si se lograba que México alcanzase el grado de progreso que era
menester alcanzar. Para esto había que educar a los mexicanos con las cualidades del
hombre práctico; había que formar hombres investigadores, experimentalistas, práctico,
mediante la adopción de métodos y enseñanzas que persiguiesen tales fines; había que
hacer de los mexicanos hombres semejantes a los sajones. La educación positivista tendía a
ello. El positivismo iba a dotar a los mexicanos de las cualidades que les faltaban, si
querían sobrevivir históricamente.
La burguesía consideraba que debía ser rechazado el krausismo: por establecer una especie
de socialismo, por decir que todos los hombres tienen derecho a que se les den los medios
necesarios para su educación espiritual y su vida material.
Todo lo que sea contrario al punto de visa de nuestros positivistas será tachado de
retroceso, de anarquía, de desorden. El progreso y el orden es el predicado por ellos. Lo que
se les oponga tendrá necesariamente que ser lo contrario. No cabe otra ideología que la
positiva.
El objeto de la educación, es el de preparar al individuo para la consecución de cierto fin.
Para lograr esto, todo sistema educativo trata de robustecer ciertas tendencias, la que
conducen hacia la consecución del fin propuesto, al mismo tiempo que se reprimen las que
le son desfavorables.
Según Parra el krausismo pretendió, por un lado, satisfacer a los grupos católicos que
repudiaban el positivismo y, por otro, mantener el carácter liberal de la educación en
México.
El positivista sabe resistir a los halagos del deseo, a quien jamás encomienda la tarea de
formular opiniones, porque el estudio atento de la naturaleza humana le ha convencido de
que “las aspiraciones de nuestra alma no bastan por sí solas para probar que existen medios
proporcionales a su intensidad”.
Estas son ventajas que han hecho del positivismo un sistema preferible a sus rivales. A
estas ventajas se unen otras, propias de nuestra patria, dice Parra. Una de ellas es la de que
se trata de una doctrina adecuada a las instituciones que nos rigen, las cuales han
consagrado definitivamente la separación de la iglesia y el estado. “El positivismo
absteniéndose, por completo de tratar cuestiones religiosas, no impugna ni favorece religión
alguna”.
Resume Parra dos de las principales razones que se han venido aduciendo para defender es
establecimiento del positivismo como método educativo. Se le ha considerado como el
medio más idóneo para el establecimiento del orden social. Tenemos otro tipo de
justificación del positivismo, la de ser un instrumento para corregir los defectos propios de
nuestra raza, los llamados defectos de la raza latina.

130
La lógica, nos dice Parra, tiene un fin práctico, un fin positivo: sirve para enseñar a los
estudiantes a modificar el mundo que les rodea, la naturaleza, como le llaman. Su fin es
dirigir nuestras inferencias, hacernos saber previamente si tenemos razón para esperar se
verifique un hecho. La lógica positiva quiere transformar la actitud del mexicano frente a la
realidad; hace al hombre más capaz para enfrentarse a la realidad.
Los mexicanos son desordenados porque sus mentes han sido formadas por una lógica
hecha para el desorden. La objeción de Parra a la lógica krausista, es la misma objeción
hecha por todos los políticos positivistas al liberalismo: el caos, la anarquía, el desorden.
Una lógica como la krausista sólo es buena para romper con los obstáculos que obstruyan el
progreso, pero no para establecer un nuevo orden.
SECCIÓN OCTAVA: “POLÉMICA: “PARRA-VIGIL””
El punto de partida de la crítica de Vigil fue lo que éste llamó la anarquía positiva, que dice
que los hombres que hablan del orden y sostienen una ideología de orden, se apoyan en una
doctrina cuyos creadores aún no habían podido ponerse de acuerdo. Comte, Mill, Spencer,
reconocidos jefes de la escuela positivista, considera cada uno opuesto a los otros. A pesar
de este acuerdo, nuestros positivistas tratan de establecer un nuevo orden sobre tal doctrina.
Presentan a la filosofía positiva como la doctrina sobre la cual ha de levantarse la nueva
sociedad; dicen tomar de ella los principios de una nueva educación.
Demostrando que los jefes de la filosofía positiva no están de acuerdo, trata de concluir que
cualquier construcción que sobre tal doctrina quiera levantarse tendrá necesariamente que
ser débil, por anárquica. El desacuerdo del los grandes jefes del positivismo está en la
aplicación del método positivo a la sociedad, a lo humano.
Vigil hace otra objeción al positivismo: el positivismo se presenta como una filosofía que
se preocupa únicamente de los hechos, es una ciencia de hechos; pero no acepta todos y se
niega a ver algunos determinados. Dios y el alma son hechos, existen; independientemente
de una existencia material de ellos, se dan en la experiencia del hombre. El hombre habla
de ellos; sin embargo, los positivistas se abstienen de hablar de ellos.
El positivismo en México busca el orden social, y éste no se lograría si se presentase como
otra doctrina más, como una doctrina que viene a negar ciertas ideas o creencias. Es una
ciencia social que viene a establecer el orden. Nada quiere saber de cosas en las cuales los
individuos no están todos de acuerdo. Católicos y liberales están en desacuerdo con esta
actitud; en vez de considerarla como neutral, la consideran como negativa. El hombre no
tiene otro campo que el positivo, esto es, el campo limitado de la experiencia.
La definición que dan ahora del positivismo los mexicanos que lo siguen, viene a sumarse a
las ya múltiples y contradictorias definiciones que sobre el positivismo se han dado. Los
positivistas mexicanos tratan de atenuar las contradicciones que se encuentran entre sus
diversos filósofos, explicando, que tal cosa tiene que suceder así, debido a las múltiples
dificultades con que tropiezan las ciencias en su desarrollo. Las discrepancias son
necesarias, porque mediante ellas se llega a la verdad.
Vigil dice: si nos preguntamos cómo se presenta el positivismo, veremos que éste se
presenta y es definido cómo “un sistema de filosofía que rechaza toda concepción
metafísica y funda la ciencia toda entera en la consideración de los hechos materiales y
palpables. Él ataca al positivismo mexicano en su parte más vulnerable. Nuestros

131
positivistas, por razones políticas, no han tomado del positivismo sino el método,
rechazando la doctrina. Aceptar sólo parte del positivismo y rechazar otra era no ser
positivista, máxime cuando se rechaza la parte más importante, la doctrina.
Porfirio Parra, dice que el positivista es positivista en cuanto aplica el método positivo. Los
verdaderos “positivistas se preocupan más de la cuestión de método que de la cuestión de
doctrina.”
Parra insiste en negar el carácter sensualista del positivismo, diciendo: existen tres tipos de
filosofía; el racionalismo, en él la sensibilidad y la inteligencia son facultades del alma
distintas e independientes; aunque de hecho los sentidos auxilien a la inteligencia en la
adquisición del conocimiento, ella es capaz de adquirirlo por sí sola. El sensualismo lo
forma aquella filosofía en la cual “los sentidos y la inteligencia no son facultades distintas,
la segunda se deriva de las facultades de sentir; analizando bien nuestras ideas se reconoce
que no son más que sensaciones. Y el positivismo que es aquel que considera que “los
sentidos y la inteligencia corresponden a diversas facultades de nuestro espíritu, el análisis
psicológico muestra que es imposible reducir las ideas a sensaciones; el conocimiento es
obra de la inteligencia.
La filosofía positiva no puede servir como instrumento pedagógico, porque forma hombres
que moralmente son todo lo contrario de lo que una nación necesita que sean. Para hombres
así, la nación o la patria no pueden ser otra cosa que instrumentos puestos a su servicio.
Vigil ha demostrado que el positivismo, que se había presentado como una doctrina opuesta
al servicio del orden nacional, no podía engendrar sino el desorden, al formar hombres
preocupados por intereses egoístas, sin capacidad para el sacrificio. Una educación
materialista no podía formar sino individuos cuyos intereses estarían limitados a lo
material; una educación de tal naturaleza no podía sino destruir los vínculos que hacen
posible una sociedad y una nación.
Nuestros positivistas, después de la polémica contra el texto de lógica krausista, vuelven a
la carga pidiendo sea desechado tal texto de la Escuela Nacional Preparatoria. La Lógica de
Tiberheim, dicen, es contraria al espíritu de la Constitución, porque hace propaganda en
torno de un dogma religioso, el “panenteísmo”; al adoptarse tal texto se es contrario al
precepto constitucional que establece que la educación debe ser laica.
Estas son las razones por las cuales la Junta de Profesores de la Escuela Preparatoria ha
desechado el texto krausista, expresando el deseo de que se encuentre “un texto breve y
simple, que exponiendo el verdadero método científico, no contuviese ataque alguno a las
creencias científicas y religiosas de cualquier género que fuesen. Este texto va a ser del Dr.
Luis E. Ruiz, Nociones de Lógica. La Lógica de Ruiz es presentada como un texto de
carácter neutral, esto es, no sostiene ni el espiritualismo si el positivismo. Una lógica de
acuerdo con la Constitución Nacional.
En la primera parte de la Lógica de Ruiz, se habla del espíritu, pero no sabe qué es el
espíritu, si es o no una sustancia distinta del cuerpo. La psicología positivista no se refiere
al alma, porque no puede decir nada de ella. Ruiz no ha venido a resolver la contienda, su
obra “significa pura y simplemente el restablecimiento del positivismo en la enseñanza
oficial".

132
Se siguió insistiendo en el carácter materialista y sensualista del positivismo y en los
perjuicios morales y sociales que tal doctrina causaba. Pero todas estas críticas se
estrellaron y el positivismo siguió subsistiendo en la Escuela Nacional Preparatoria. El
resumen de Mill es adoptado como texto, hasta que en 1903 publica Porfirio Parra su
Nuevo Sistema de Lógica Inductiva y Deductiva.
Parra no pretende haber encontrado nuevos principios lógicos, lo único que intenta, y en
esto consiste su novedad, es realizar un nuevo agrupamiento de la ciencia lógica, y prestar
una mayor atención a ciertos aspectos de la misma como lo es la, metodología; propone
nuevas definiciones sobre ciertos conceptos lógicos, como sucede con la propia definición
de la lógica.
Considera Parra que para llegar al verdadero conocimiento es menester analizar tanto los
fundamentos subjetivos del mismo, el espíritu, como los fundamentos objetivos en los que
se apoya, el mundo de las acciones y reacciones de los mismos. Él se propone estudiar la
naturaleza del lenguaje y sus usos dentro de la lógica.
El contenido de la Lógica de Parra fue puesto como texto en la Escuela Nacional
Preparatoria, sosteniéndose en ella hasta el fin del positivismo en la capital y sigue
sosteniéndose en la actualidad en varias escuelas superiores de los Estados. En esta obra
culmina el saber de los positivistas mexicanos; se hace patente la originalidad que era
posible existiese dentro de un sistema cerrado como el positivista.
SECCIÓN NOVENA: “LOS CIENTÍFICOS”
Justo Sierra, en un ensayo titulado “México Social y Político” publicado en 1889, expone el
problema político que después será adoptado por “Unión Liberal” en 1892. En este
programa resume Sierra muchas de las ideas ya expuestas por él en La Libertad, al criticar
la Constitución del 57.
Sierra vuelve a las ideas que había sostenido al iniciarse el periodo porfirista. Insiste en la
formación de un poder ejecutivo lo suficientemente fuerte para imponer el orden, pero al
mismo tiempo pide un instrumento por el cual se expresen los gobernados, el poder
legislativo, que será al mismo tiempo la barrera que evite al ejecutivo transformase en
tiranía. Para evitar que el legislativo pierda su fuerza debido a la falta de atención de los
ciudadanos, Sierra propone se sancione a los ciudadanos que sabiendo leer y escribir no
voten.
El poder legislativo, exponente de la voluntad del pueblo, debe permanecer como expresión
del mismo, pero limitado; las leyes que este poder dicte deberán concordar con la situación
real en que se encuentra la sociedad mexicana, no estorbando con ellas la misión de orden
del ejecutivo. Con el tiempo, este poder será el encargado de otorgar mayores libertades y
derechos al individuo, haciendo menos necesaria la intervención del gobierno; pero esto se
logrará después que los mexicanos hayan aprendido a disciplinarse.
El nuevo partido, que con la pretensión de realizar el programa de Sierra surgiría cuatro
años después, llevaría el nombre de Unión Liberal, pero se le impondría el mote de “Partido
de los Científicos”. Se presenta un nuevo partido como el heredero de los ideales de
libertad del partido de la Reforma, sólo que se trata de un partido que actúa racionalmente y
sabe que la libertad no es posible si antes no se ha alcanzado el orden; deben conjugarse el
progreso y el orden. El orden hace posible el progreso y éste la libertad pero no la inversa.

133
El nuevo partido propone una serie de libertades y la realización de lo que llama
aspiraciones populares.
La libertad que se desea es la libertad para alcanzar las mejores condiciones económicas del
individuo. La libertad política puede sacrificarse si en su lugar se alcanza la libertad para
aumentar la riqueza de los individuos.
La burguesía se sentía cada vez más ligada a la persona de Porfirio Díaz; la suerte de la una
sería la de la otra.
A la libertad se llega por evolución. La libertad es un bien por alcanzar, no algo que se
encuentre el hombre hecho. Para alcanzar dicha libertad es menester, antes que nada, que el
individuo se forme hábitos de orden y de respeto a la libertad de los demás. Todos los
mexicanos adquirirán la libertad individual cuando hayan adquirido el hábito de respeto a
los intereses de nuestra burguesía.
En el ensayo de Sierra, ya indicado, se hace una interpretación de la historia de México, en
la que se justifica la situación predominante de la burguesía mexicana, presentando a ésta
como agente del progreso y por ende como el grupo social más apto entre los diversos que
forman la familia mexicana. Sierra sigue una distinción racial. La República Mexicana, nos
dice, está formada por diversos grupos raciales, siendo éstos los siguientes: indios, criollos
y mestizos. De estos grupos, el más apto, el agente del progreso en México, lo ha sido el
mestizo, el cual se identifica, como se verá, con la burguesía mexicana. El grupo social
menos apto es el indígena.
La raza latina ha sacrificado la libertad política a cambio de la libertad social, lo cual ha
dado origen a formas de gobierno que van de la dictadura a la anarquía. Lejos de ser la raza
mestiza una raza sin energías, incapaz de cooperar en el progreso de la sociedad a la cual
pertenece, es todo lo contrario. Gracias a esta calumniada raza mestiza, el progreso de
México ha sido una realidad; esta es una raza amante del progreso y como tal inconforme
con las trabas que han tenido a limitar el progreso de México, inconforme con la situación
estática en que quisieron mantener a México los privilegiados de la Colonia. Esta raza, al
alcanzar su pleno desarrollo, vendrá a formar lo que Sierra ha llamado la burguesía
mexicana.
Sierra dice, por lo que se refiere a los criollos ricos, apenas educados intelectualmente salvo
pocas excepciones, criados en el despego del trabajo, encontraron en el servilismo
establecido en las haciendas una satisfacción suficiente para su vida animal, y en las
prédicas del culto católico, el ideal de sus aspiraciones morales. A esta clase se debe que el
indígena se haya mantenido en una especie de servidumbre.
La raza mestiza, se ha opuesto al establecimiento de gobiernos monárquicos en nuestro
país; “propagando las escuelas y la enseñanza obligatoria, fecundó los gérmenes de nuestro
progreso intelectual, ha fundado la ley, y a la vuelta de una generación habrá fundado en los
hechos de la libertad política.”
La primera fase de la lucha por la evolución política y social de México es la que se
establece entre las dos fuerzas: la progresista representada por los mestizos y la
conservadora, representada por los criollos. En esta lucha triunfa la familia mestiza, dando
lugar a la llamada burguesía mexicana.

134
Para vencer a la vieja clase conservadora, fue menester que el grupo progresista mexicano
destruyese el orden por aquella establecido al hacerlo se estableció la libertad social. El
orden social es la única garantía para una efectiva libertad política. Para que los mexicanos
pudieran gozar de libertad política, era menester que ellos limitasen sus derechos a la
libertad absoluta plena, es decir, a la anarquía.
Después de lograr la independencia política de México, siguió un nueva lucha. Se
enfrentaron dos grupos: uno, tratando de imponer una monarquía semejante a las europeas,
cuyo trono se quería ofrecer a un Borbón (borbonistas); otro, pidiendo también un trono,
pero par ofrecerlo a un mexicano (iturbidistas).
Frente a estos grupos surge un tercero, el republicano el cual triunfa, después del efímero
imperio de Iturbide, sumándose a él todos los partidos. Todos los mexicanos se hacen
republicanos, pero vuelven a separarse al sostener principios distintos: unos el de una
república centralista, otros el de una república federal. Surgen así dos partidos: el
conservador y el liberal.
El partido contra el cual se tuvieron que enfrentar los liberales era muy distinto del ideal de
un partido conservador como el que necesitaba el país. En vez de un partido conservador
del orden social, era un partido perturbador de éste, razón por la cual la sociedad tenía que
rechazarlo.
El partido liberal trató de cambiar las condiciones económicas del país, pero esto dio origen
a una coalición de los militares y el clero en defensa de sus amenazados intereses. Estos
grupos se sumaron al que sostenía com ideal político el centralismo. La guerra con los
Estados Unidos hizo que el partido innovador tratase resueltamente de realizar un programa
más amplio. Sólo así se podía formar conciencia nacional, la cual se había encontrado
ausente en la guerra contra el país del norte.
El grupo conservador trato de formar la conciencia nacional de los mexicanos, pero su
método sería distinto del utilizado por los liberales. Los grupos privilegiados creyeron
salvar a la nacionalidad mexicana reforzando en los mexicanos el sentimiento religioso.
Para el mejor logro se propusieron cambiar la república en una monarquía.
El partido de la Reforma se transformó en partido nacional, desapareciendo prácticamente
el partido opositor. El grupo más apto se ha transformado en un partido conservador, para
así proteger a la sociedad amenazada por la anarquía.
Aún falta algo, dice Sierra, la práctica de la verdadera libertad. Los liberales han entendido,
hasta ahora, por libertad algo anárquico; le han dado a esta idea un carácter destructivo.
Esta ha sido la fase en que la libertad es entendida como absoluta. Por el bien del país había
que limitar este absolutismo, que amenazaba con provocar la anarquía más completa. Ahora
cabe la libertad dentro del orden, la auténtica libertad, la política, no la social.
Esta clase de libertad es obra del progreso, la alcanzaron los pueblos que han llegado al
máximo progreso, esta libertad no puede alcanzarse antes de que dichos pueblos hayan
alcanzado tal progreso.

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SECCIÓN DÉCIMA: “OCASO”
Justo Sierra no podía dejar de ver los peligros a los que conducía una política como la
adoptada por los exponentes de la burguesía mexicana, los científicos. En aras del orden se
sacrificaba no sólo la libertad social, sino también la política.
Se había hecho del Estado, y en particular del general Díaz, un guardián de los intereses de
la burguesía mexicana. Pero esto era muy peligroso, porque nadie garantizaba que la
dictadura, puesta al servicio de un grupo social, no se convirtiese en la temida dictadura
personal.
Porfirio Díaz, hombre de poder, no iba a permitir se le considerase como un simple
instrumento. Necesitaba del apoyo de la burguesía mexicana, pero ésta a su vez necesitaba
de él. El primero necesitaba el poder, la segunda el orden; ambos se complementaban. Díaz
cuidaba del orden que convenía a la burguesía, y ésta le cedía el máximo poder político. La
única libertad que Díaz estaba dispuesto a conceder a la burguesía era la libertad para el
enriquecimiento; pero no estaba dispuesto a ceder ningún poder; pero sí a conceder las
ventajas materiales que solicitaba nuestra burguesía.
Nuestra burguesía, se caracteriza por su individualismo, falta de sentido de lo social, pues
lo social sólo es comprendido en función de sus personales intereses. Dentro de su orden no
caben límites que sean obstáculos al crecimiento material, económico, de cada uno de sus
miembros; no se acepta nada que sea obstáculo a la libertad de competencia.
Por fin había sucedido lo que tanto temía nuestra burguesía; se había establecido una
dictadura personal en torno a la cual se encontraba un poderoso grupo que se había
adueñado de las riquezas del país. No sólo un dictadura política, sino también una
económica.
Nuestros Científicos habían hecho de la ciencia una exclusiva para su propio beneficio. No
estaban dispuestos a entregar sus secretos a quien más tarde podían disputarle los pingües
beneficios que recibían.
La burguesía mexicana comprendió que era la hora de enfrentarse al dictador y en forma
especial al grupo que había acaparado la riqueza nacional. El encubrimiento de un grupo de
la burguesía mexicana por encima de los intereses de ésta, había de originar, la caída de
Díaz, el fin del Porfirismo.
El argumento abandonado por nuestra burguesía, la libertad política, iba a ser
nuevamente esgrimido. No más reelecciones, sufragio efectivo. Se va a luchar por la
libertad política, no por la libertad social; se quiere un cambio de gobierno, no un cambio
social. Sin embargo, para triunfar, tuvo nuestra burguesía que apoyarse en otros
elementos sociales, especialmente los campesinos. Es esta clase la que hará una
revolución social. Se alza en armas contra el latifundista que le explotaba, es decir, contra
la burguesía mexicana que se apoyaba en el latifundio. Nuestra burguesía va a pedir
sufragio efectivo y no-reelección, los campesinos van a pedir tierras. Dentro de la
revolución va a surgir la revolución agraria, la revolución política va a da origen a la
revolución social. La revolución no se detiene con la caída de Díaz; la burguesía triunfante
tiene que enfrentarse a las fuerzas que tratan de arrancarle su base principal: el latifundio.

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La filosofía positivista detuvo su marcha. El positivismo dejó de ser la filosofía del
progreso, al considerar que éste estaba realizado.
Al optimismo que sobre el método positivo había sentido la generación educada por Gabino
Barreda, iba a seguir el escepticismo. La ciencia no lo era todo; la ciencia era todo lo
contrario de lo que habían pensado Barreda y sus discípulos. La ciencia, en vez de ofrecer
soluciones definitivas, planteaba problemas. La ciencia no era el orden, todo lo contrario,
era una lucha perpetua. La nueva generación se daba cuentas de la incompatibilidad del
orden con el progreso: lo uno o lo otro. Una ciencia que prefería el orden al progreso era
una ciencia muerta.
El positivismo no pudo así, ser la bandera de paz, no fue sino expresión de un nuevo
temperamento humano, expresión de nuevas pasiones, pendón en nueva lucha, arma de
guerra y no de paz. El positivismo mexicano entraba en crisis: dejaba de ser ciencia
definitiva, apareciendo como una filosofía más, lo que actualmente llamamos una
ideología. No expresaba ya el Orden, sino un orden, no era un instrumento de paz, sino
instrumentos de guerra. Frente a él se alzarían otros pendones, nuevas filosofías y con ellas
nuevos hombres.
Así como la generación positivista no pudo entender a la vieja generación liberal, en la
misma forma la nueva generación no va a poder entender a la generación formada en el
positivismo. La generación formada por Barreda se encuentra con una generación que no
acepta sus postulados filosóficos, una generación que encuentra insoportable al positivismo
y escapa de él por múltiples caminos.
Formados en el positivismo, los representantes de la nueva generación no se conformaron
con un cuerpo de doctrinas hecho para resolver todos los problemas, empezaron a buscar
doctrinas que les satisficieran. El ideal de la nueva generación fue la “restauración de la
filosofía, de su libertad y de sus derechos”.
A diferencia de la generación positivista, el nuevo grupo que despreciaba lo latino,
considerándolo como una desgracia racial, el nuevo grupo trató de reforzar las despreciadas
cualidades de la raza latina. Al ideal de un mundo práctico como el sajón, se opuso el ideal
de un mundo teórico y soñador como Grecia.
La nueva generación no estaba conforme con el mundo que le había tocado en suerte vivir;
querían un mundo en el que tuviesen alguna misión que cumplir, no el mundo positivista en
que todo estaba hecho.
En su lucha contra liberales y católicos, el positivismo había triunfado porque expresaba un
ideal social que todos anhelaban: el orden. La generación formada en la escuela positivista
se enfrentaba a la de sus padres y maestros triunfaba sobre ellos. Expresaba también una
situación social: el descontento que sentía la sociedad mexicana contra un orden que
llevaba ya cerca de medio siglo de duración; orden que iba reduciendo las libertades en
provecho de un grupo cada vez más estrecho.
El positivismo había dejado de ser solución y se había convertido en un obstáculo. Se sentía
la necesidad de una doctrina que fuese capaz de poner en marcha al interés humano.
Con Sierra habían aprendido que el problema de México era un problema de educación.
Esta fue una de sus principales preocupaciones: la de llevar a las clases populares la
educación. La Universidad popular fundada por ellos tuvo esa finalidad; más tarde, uno de

137
sus más destacados miembros, José Vasconcelos, llevaría la educación a los hasta entonces
despreciados indígenas estableciendo las escuelas rurales. No ofrecieron una nueva
filosofía, ningún nuevo sistema, simplemente abrieron las puertas de la cultura mexicana
para que por ellas penetrasen todas las inquietudes.
A la nueva generación ha tocado en suerte otro tipo de época, la que le ha permitido
vislumbrar lo que la vieja generación se negó a ver, entusiasmada por lo obtenido. Los
positivistas actuaron tratando de dominar la naturaleza y al hombre; la nueva generación
busca ahora otros campos en los cuales actuar.
El ideal educativo perseguido justificaba lo limitado de las doctrinas que se había querido
imponer. Era menester acabar con el dogmatismo impuesto por la iglesia católica; pero sólo
otro dogmatismo igualmente poderoso podía acabarlo, un dogmatismo más de acuerdo con
el tiempo.
No todo fue negativo. Gabino Barreda trajo a México ideas fundamentales por lo que se
refiere a la moral, entre las que se encuentra la de la solidaridad, la del altruismo que es la
inclinación social a obran en beneficio de los demás por el provecho que ello nos ocasiona.
El positivismo fue un instrumento que abrió nuevos caminos a la cultura; pero fue un
instrumento ciego para los nuevos ideales que se perfilarían en esos caminos; que sirvió
para poner a prueba el valor de envejecidos ideales, nada sabía de los nuevos. Podía
destruir, pero no podía crear.
La nueva generación buscaría sus ideales fuera del mundo positivista en que habían sido
formados. Había otros métodos fuera del positivismo. Son estos métodos lo que ahora se
ofrecen a la nueva generación. Métodos que servían para conquistar un mundo que el
positivismo había dejado virgen. Esos métodos podían ser los de la religión, la literatura el
arte y la vida.
El positivismo se había únicamente preocupado por el mundo material, porque era el que
más al alcance de su experiencia estaba. Pero había otro mundo también al alcance de la
experiencia humana, mas de un tipo de experiencia ajeno al positivismo: el sentimiento.
El positivismo había descuidado lo espiritual. Había realizado la obra material; pero faltaba
la obra del espíritu. Esta será la que traten de realizar los jóvenes de la nueva generación.
Esa era tarea que le faltaba por realizar.
Las verdades teológicas y las verdades metafísicas carecían de consistencia; lo firme, lo
permanente estaba en las verdades obtenidas por la ciencia positiva, porque se apoyaban en
la realidad. Sobre este tipo de verdades se podía construir, con la seguridad de que tales
construcciones serían permanentes.
A la filosofía materialista del positivismo se va a oponer una filosofía de la vida. Ambas en
movimientos; pero la materia es un movimiento que va su destrucción, mientras que la vida
es un movimiento que va en ascenso, sin límites.
La materia, como algo que se degrada, tiende a desaparecer; mientras el impulso vital, la
vida, que en vez de degradarse se acrecienta, tiende a permanecer cada vez más poderoso.
La moral tal como la entendían los positivistas es distinta de la forma en que la entenderá la
nueva generación. En ella, interviene el concepto de libertad, pero este concepto tiene ahora
un contenido distinto del que le daban nuestros positivistas.

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Grandes cambios se han originado en las conciencias de los mexicanos. Nuevas ideas y
nuevos sentimientos les agitan. El escepticismo los invade, y al lado de éste se perfila la
anarquía y el desorden.
Antonio Caso es bien conciente de los peligros que entraña la nueva filosofía que ha puesto
el acento en lo irracional; detrás de ella ve aparecer la faz de la anarquía, esa anarquía se
adueñaría de México muy poco tiempo después. Caso no cree que la inteligencia haya
definitivamente perdido la partida. El desorden que se avecina puede dominarlo la
inteligencia.
Los extremos del intelectualismo habían provocado el irracionalismo. Había que poner fin a
tales extremos, pero sin caer en ninguno de ellos. La inteligencia tenía su misión, lo malo
era concederle cualidades que no poseía. la misión de la inteligencia era la de ordenar los
datos inmediatos de la conciencia; pero siempre concientes de sus límites. No todo podía
ser sometido a la inteligencia. Ésta era una verdad que debía conocerse. Caso muestra la
incapacidad de la inteligencia para abarcar toda la realidad.
Caso sostiene un ideal de libertad opuesto al sostenido por los positivistas. Una libertad que
tiene su origen en el desinterés; que a su vez da origen a los actos auténticamente morales y
a las más grandes aspiraciones de los hombres.
La moralidad no puede surgir de la naturaleza material, no está sometida a sus leyes. Si el
hombre actuase de acuerdo con estas leyes, no buscaría más que su felicidad material,
felicidad de su cuerpo, el utilitarismo y confort que formó el ideal de la generación positiva.
La moral no pertenece al campo de la ciencia, tal como lo han creído los maestros
positivistas. La misión de la ciencia no es ofrecer teorías morales; uno es el campo de la
ciencia y otro el de la moral.
Henríquez Ureña muestra como es posible hablar de moral utilizando un lenguaje distinto
al científico, cómo es posible filosofar con otra clase de conceptos. El lenguaje científico no
es el apropiado para enfocar problemas morales; éstos hay que enfocarlos con otra clase de
lenguaje, con el que ofrece la experiencia del hombre.
El hombre no puede ser ya el irresponsable que confía en leyes morales que considera
inmutables; las leyes tienen ahora que dárselas a sí mismo, en forma constante. La
naturaleza no puede responder de los actos del hombre; el hombre es el único responsable
de ellos.
La nueva generación había roto los obstáculos impuestos por el positivismo. A la libertad
limitada del positivismo han opuesto una limitada y creadora. Además tiene ya misión que
realizar. Ahora hay labor para todos, para todas las generaciones, las por venir y las
actuales. Lo que se cree en adelante será obra de una libertad creadora ajeno a todo límite
utilitario y finalista. Toda obra podrá siempre ser recreada, rehecha, nadie podrá agotar su
riqueza.
La supervivencia no se encuentra en la obra que se va realizando en el tiempo. Los
herederos del positivismo no tenían otro quehacer que el de repetir lo ya realizado, pero en
la nueva concepción del mundo esta situación ha terminado; ya no es menester repetir
ninguna obra, todas las obras son y serán inconclusas. La obra de los primeros muere con
ellos; la repetición de esta obra es mecánica y muerta; la obra de los segundos se continúa

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sin fin, dándole vida propia a cada generación; ya no hay repetición, sino creación siempre
libre y personal.

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