El Incidente Excepcional de Nulidad de Actuaciones
El Incidente Excepcional de Nulidad de Actuaciones
El Incidente Excepcional de Nulidad de Actuaciones
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Nº 2 – 2012
Resumen.
Este artículo, que se divide en dos partes, analiza, como su propio nombre indica, el incidente
excepcional de nulidad de actuaciones —regulado en el art. 228 LEC tras su modificación por la
Ley 6/2007— en el ámbito del proceso civil.
La primera parte aborda un análisis más bien teórico de la institución, examinando su historia,
regulación y, por supuesto sus requisitos.
La segunda parte tiene una vocación práctica, y su objetivo es exponer los supuestos en que
más frecuentemente cabrá plantear un incidente excepcional de nulidad de actuaciones en el
proceso civil, analizando sus posibilidades de éxito en función de la Jurisprudencia existente en
la materia.
∗ Esta publicación se enmarca en el Proyecto de Investigación financiado por la Consejería de Educación de la Junta de Castilla y León, bajo el
título “LA PROTECCIÓN DEL CRÉDITO EMPRESARIAL A TRAVÉS DE LOS PROCESOS JUDICIALES. DIEZ AÑOS DE VIGENCIA DE LA LEY
DE ENJUICIAMIENTO CIVIL.
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Finalmente se exponen las conclusiones a las que se llega tras la investigación realizada,
analizando los problemas que a juicio de la autora plantea esta regulación del incidente
excepcional de nulidad de actuaciones, y tratando de aportar posibles soluciones.
Abstract.
This article, which is divided into two parts, examines, as its name suggests, the exceptional
incident of nullity of actions —performances void in Art. 228 LEC after its modification by Law
6/2007— in the field of civil procedure.
The first part approaches mostly a theoretical analysis of the institution, examining its history,
regulation and, of course requirements.
The second part has a practical vocation, and aims to expose the assumptions on which more
often it will be necessary to raise an exceptional incident of nullity of procedural steps in the civil
process, analyzing the possibilities of success depending on the existing Jurisprudence in the
matter.
Finally, we report the conclusions reached after the investigation, examining problems that in the
opinion of the author raises this regulation of the exceptional incident of nullity of proceedings,
and trying to contribute possible solutions.
Sumario
LISTA DE ABREVIATURAS
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5. LEGITIMACIÓN ACTIVA.
6. PLAZO PARA EL EJERCICIO.
7. SOLICITUD Y DOCUMENTACIÓN.
8. TRÁMITE DE ADMISIÓN.
9. POSIBILIDAD DE EFECTO SUSPENSIVO DE LA ADMISIÓN A TRÁMITE.
10.PRUEBA.
11. RESOLUCIÓN. PRONUNCIAMIENTOS POSIBLES.
11.1. RESOLUCIÓN ESTIMATORIA.
11.2. RESOLUCIÓN DESESTIMATORIA. COSTAS. IMPOSICIÓN DE MULTAS EN
CASO DE TEMERIDAD.
12. RECURSOS.
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3. VULNERACIONES DEL DERECHO A UTLIZAR LOS MEDIOS DE PRUEBA
PERTINENTES.
4. INCONGRUENCIA.
5. VULNERACIONES DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES CONSAGRADOS
EN EL 53.2 CE ACAECIDOS EN LA MOTIVACIÓN DE LA RESOLUCIÓN QUE
PONE FIN AL PROCEDIMIENTO.
6. ERRORES EN LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA.
7. VICIOS EN LOS ACTOS DE COMUNICACIÓN PROCESAL.
CONCLUSIONES
Palabras clave
Keywords
LISTA DE ABREVIATURAS
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STS: Sentencia del Tribunal Supremo
TC: Tribunal Constitucional
TEDH: Tribunal Europeo de Derechos Humanos
TS: Tribunal Supremo
Los hitos normativos fundamentales del incidente son cuatro, situados cronológicamente en
1984, 1997, 1999 y 2007. Se comienza, así, por la Ley de Reforma Urgente de la Ley de
Enjuiciamiento Civil, Ley 34/1984, que eliminaba el incidente de nulidad de actuaciones de la Ley
de Enjuiciamiento Civil de 1881, debido a su uso poco moderado y a la finalidad dilatoria de la
que fue objeto. La suspensión de este incidente fue asimismo confirmada por la Ley Orgánica
6/1985 del Poder Judicial. Así, a partir de ese momento, los vicios susceptibles de ser
declarados nulos podían ser impugnados por las partes a través de los recursos previstos en las
correspondientes leyes procesales y por el Juez, de oficio, según el trámite del art. 240 LOPJ,
salvo que resultara posible su subsanación, previa audiencia de las partes y siempre y cuando
no hubiese recaído sentencia definitiva 1.
En este sentido, hasta el año 1997 la regulación de las nulidades no contemplaba una actuación
encaminada a su declaración si se hubiese dictado sentencia firme, por lo que, en bastantes
circunstancias, podían presentarse supuestos de indefensión. La situación, en este punto, y
como afirma Gimeno Sendra 2, era que, finalizado el proceso por sentencia firme y, puesto que
ya no existía otro medio para declarar la indefensión, ante la imposibilidad de invocar la nulidad
de actuaciones ante los órganos jurisdiccionales ordinarios, el único cauce al que acudir era el
recurso de amparo por vulneración del art. 24. CE, con el fin de lograr la ineficacia de las
actuaciones producidas y la celebración de un nuevo proceso a partir del acto viciado. En este
1 DOIG DÍAZ, Yolanda, “Análisis del nuevo incidente de nulidad de actuaciones en la Ley Orgánica 6/2007 de reforma del art. 241 LOPJ”, Diario
LA LEY, Nº 6889, Sección Doctrina, 22 Febrero 2008.
2 GIMENO SENDRA, Vicente y DÍAZ MARTÍNEZ, Manuel, Introducción al Derecho Procesal, 2ª Edición, Colex, Madrid, 2004.
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mismo sentido Yélamos Bayarri, 3, describe esta situación indicando que «el recurso de amparo
se convierte así en la vía ordinaria para la protección de los derechos fundamentales. El amparo,
que debía ser subsidiario, suple las vías judiciales ordinarias».
Ante esta situación, y los numerosos pronunciamientos del Tribunal Constitucional estimando
recursos de amparo que tenían su origen en supuestos de nulidad de actuaciones y, pese a no
considerar el Tribunal Constitucional inconstitucional la laguna normativa provocada por la
desaparición del incidente de nulidad de actuaciones, este Alto Tribunal se decantó por fijar una
línea de interpretación que acentuaba la necesidad de articular un incidente de nulidad de
actuaciones.
De este modo se llega a la Ley Orgánica 5/1997, de Reforma de la Ley Orgánica del Poder
Judicial, que instaura de nuevo el incidente de nulidad de actuaciones en el 240 LOPJ, dedicado
originalmente a la regulación de la nulidad de actos por defectos de forma. Así pues, se modifica
claramente la situación expuesta en los párrafos precedentes, ya que al instaurar de nuevo el
legislador el incidente de nulidad de actuaciones, articula el cauce para declarar la nulidad por
vicios de naturaleza procesal tras recaer la sentencia definitiva, solucionándose así la citada
situación que, tal como afirma el preámbulo de dicha ley, resulta muy grave para el justiciable e
inconveniente para el Tribunal Constitucional 4.
Por su parte, la Ley Orgánica 13/1999 introduce retoques al recién reinstaurado incidente de
nulidad de actuaciones, consistentes en la corrección de la incongruencia del precepto como
posibilidad de instar el incidente, precisando su ámbito subjetivo — se reconoce legitimidad para
instar el incidente no sólo a quien hubiera sido parte en el procedimiento inicial, sino igualmente
a quien hubiera podido serlo— y, por último, imponiendo un régimen de recursos —se niega la
posibilidad de interponer recurso alguno contra las resoluciones citadas en el incidente, tanto de
inadmisión como de desestimación del fondo—. Asimismo, a través de esta reforma se aclara el
carácter excepcional del incidente, mediante la precisión de la regla general de no admisión del
incidente de nulidad de actuaciones, constituyendo su incoación un caso excepcional previsto
para casos tasados.
Cabe citar igualmente, la LO 19/2003, por la que se modifica la LOPJ y se adapta el régimen de
nulidad de actuaciones previsto en la LOPJ al que recogía la LEC 2000; asimismo varía la
3 YÉLAMOS BAYARRI, Estela, Nulidad Procesal y comunicaciones judiciales fallidas, Atelier Editorial, cit., pág. 106.
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ubicación de su regulación en la LOPJ, pasando del artículo 240, que se destina al tratamiento
de la nulidad por defectos de forma, al 241 LOPJ.
De este modo, el legislador atendió por fin la preocupación generalizada en cuanto a la gran
carga de trabajo soportada por el TC. Tal finalidad queda expresamente plasmada en la
Exposición de Motivos de esta LO, en la que se establece que:
«Así, respecto al mayor desarrollo de la función de garantía de los derechos fundamentales en
relación con las demás funciones del Tribunal Constitucional, la Ley procede a establecer una
nueva regulación de la admisión del recurso de amparo, al tiempo que otorga a los tribunales
ordinarios más posibilidades para revisar las violaciones de derechos fundamentales a través de
una nueva regulación de la nulidad de los actos procesales ex artículo 241.1 de la Ley Orgánica
6/1985, de 1 de julio, del Poder Judicial. Se trata de medidas encaminadas a lograr que la tutela
y defensa de los derechos fundamentales por parte del Tribunal Constitucional sea realmente
subsidiaria de una adecuada protección prestada por los órganos de la jurisdicción ordinaria.
(…)
La protección y garantía de los derechos fundamentales no es una tarea única del Tribunal
Constitucional, sino que los tribunales ordinarios desempeñan un papel esencial y crucial en ella.
Por ello, y con la intención de aumentar las facultades de la jurisdicción ordinaria para la tutela
de los derechos fundamentales se modifica el incidente de nulidad de actuaciones del artículo
241.1 de la Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio. De este modo se introduce una configuración del
incidente de nulidad de actuaciones mucho más amplia, porque se permite su solicitud con base
en cualquier vulneración de alguno de los derechos fundamentales referidos en el artículo 53.2
de la Constitución en lugar de la alegación de indefensión o incongruencia prevista hasta el
5 ORTELLS RAMOS, Manuel, Derecho Procesal Civil, 9ª Edición, Aranzadi, Madrid, 2009, pág.583.
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momento. Esta ampliación del incidente de nulidad de actuaciones previo al amparo busca
otorgar a los tribunales ordinarios el papel de primeros garantes de los derechos fundamentales
en nuestro ordenamiento jurídico. »
Sobre este nuevo incidente excepcional de nulidad de actuaciones se pronuncia el TS, por lo
general, en los Autos 6 que resuelven aquellos incidentes que frente al mismo se incoan, del
siguiente modo:
«El art. 241.1 LOPJ , en la vigente redacción dada por la L.O. 6/2007, de 24 de mayo , prevé con
carácter excepcional el incidente de nulidad de actuaciones fundado en cualquier vulneración de
un derecho fundamental de los referidos en el art. 53.2 de la Constitución, siempre que no haya
podido denunciarse antes de recaer resolución que ponga fin al proceso y siempre que dicha
resolución no sea susceptible de recurso ordinario ni extraordinario, estableciéndose
expresamente la inadmisión a trámite del incidente en el que se pretenda suscitar otras
cuestiones, sin que la resolución denegatoria de la admisión a trámite sea susceptible de recurso
alguno, disponiéndose también que la desestimación de la solicitud de nulidad llevara consigo la
condena en costas al solicitante.
La mencionada excepcionalidad con que se configura el incidente de nulidad de actuaciones
regulado en la Ley Orgánica del Poder Judicial pese a la ampliación de los motivos para fundar
su solicitud, conlleva un riguroso examen de los presupuestos a los que el referido precepto
condiciona su admisibilidad e impone la perfecta delimitación de su ámbito, en evitación de que
se articule una vía de impugnación alternativa al margen de los recursos ordinarios que
procedan, o que se habilite un nuevo cauce impugnatorio, cuando, como es el caso, no está
legalmente previsto ninguno. »
Así, tras esta breve introducción, es conveniente apuntar los principales caracteres del incidente
excepcional de nulidad de actuaciones, en los que iremos profundizando a lo largo del presente
trabajo, siendo así sus primordiales características, las siguientes:
6 AATS 3 de noviembre de 2009 (JUR\2009\467294); 3 de noviembre de 2009 (JUR\2009\474819); 12 de mayo de 2009 (JUR\2009\255379); 13
de abril de 2010 (JUR\2010\143003); 25 de mayo de 2010 (JUR\2010\192190); entre otros.
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asimismo se pone de relieve esta excepcionalidad en que, para alegar tal motivo, el mismo no ha
podido ser denunciado con anterioridad a la resolución que ponga fin al proceso;
la resolución referida, que pone fin al proceso, y antes de la cual no ha sido posible la denuncia
de la vulneración del derecho fundamental en cuestión, no puede ser recurrible, ni por medios
ordinarios ni extraordinarios.
La legitimación activa para la interposición del incidente corresponde tanto a quienes fueron
parte en el procedimiento, como a quienes hubieran debido serlo.
Frente a la resolución que deniegue la admisión a trámite del incidente —serán inadmitidos
todos aquellos incidentes que planteen cuestiones diferentes a las previstas— no cabe recurso
alguno.
La desestimación de la solicitud de nulidad conlleva la condena en costas a la parte recurrente.
Contra la resolución que resuelva el incidente, tampoco cabrá recurso alguno.
7 GARNICA MARTÍN, Juan F., Comentarios a la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil, ( Coords. FERNÁNDEZ-BALLESTEROS, RIFA SOLER y
VALLS GOMBAU)., Vol. I. Iurgium Editores, Barcelona, 2000.
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podido denunciarse antes de recaer resolución que ponga fin al proceso y siempre que dicha
resolución no sea susceptible de recurso ordinario ni extraordinario».»
Por tanto, expuesto su concepto, y en cuanto a su naturaleza jurídica, se deduce con claridad
que el incidente excepcional de nulidad de actuaciones no es un recurso más, sino que se
configura como un medio impugnativo de resoluciones firmes cuando en las mismas, o bien en el
procedimiento del que traen causa, se estime vulnerado alguno de los derechos fundamentales
referidos en el artículo 53.2 CE.
En este sentido, debemos resaltar su carácter excepcional, que se desprende claramente del
tenor de su regulación, en la que ya desde el principio de establece que “no se admitirán con
carácter general incidentes de nulidad de actuaciones”, e incluso de su propia denominación en
la que ya se incluye el término “excepcional”. Supeditando tal admisión a requisitos tasados e
ineludibles, como son la necesidad de que contra la resolución que se interponga no quepa ya
ningún otro recurso ni ordinario ni extraordinario, que la vulneración que se alegue como motivo
no haya podido ser denunciada previamente, así como sus motivos en sí, esto es, una
vulneración de los derechos fundamentales contemplados en el artículo 53.2 CE.
“1. No se admitirán con carácter general incidentes de nulidad de actuaciones. Sin embargo,
excepcionalmente, quienes sean parte legítima o hubieran debido serlo podrán pedir por escrito
que se declare la nulidad de actuaciones fundada en cualquier vulneración de un derecho
fundamental de los referidos en el artículo 53.2 de la Constitución, siempre que no haya podido
denunciarse antes de recaer resolución que ponga fin al proceso y siempre que dicha resolución
no sea susceptible de recurso ordinario ni extraordinario.
Será competente para conocer de este incidente el mismo Tribunal que dictó la resolución que
hubiere adquirido firmeza. El plazo para pedir la nulidad será de veinte días, desde la notificación
de la resolución o, en todo caso, desde que se tuvo conocimiento del defecto causante de
indefensión, sin que, en este último caso, pueda solicitarse la nulidad de actuaciones después de
transcurridos cinco años desde la notificación de la resolución.
El Tribunal inadmitirá a trámite, mediante providencia sucintamente motivada, cualquier incidente
en el que se pretenda suscitar otras cuestiones. Contra la resolución por la que se inadmita a
trámite el incidente no cabrá recurso alguno.
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2. Admitido a trámite el escrito en que se pida la nulidad fundada en los vicios a que se refiere el
apartado anterior de este artículo, no quedará en suspenso la ejecución y eficacia de la
sentencia o resolución irrecurribles, salvo que se acuerde de forma expresa la suspensión para
evitar que el incidente pudiera perder su finalidad, por el Secretario judicial se dará traslado de
dicho escrito, junto con copia de los documentos que se acompañasen, en su caso, para
acreditar el vicio o defecto en que la petición se funde, a las demás partes, que en el plazo
común de cinco días podrán formular por escrito sus alegaciones, a las que acompañarán los
documentos que se estimen pertinentes.
Si se estimara la nulidad, se repondrán las actuaciones al estado inmediatamente anterior al
defecto que la haya originado y se seguirá el procedimiento legalmente establecido. Si se
desestimara la solicitud de nulidad, se condenará, por medio de auto, al solicitante en todas las
costas del incidente y, en caso de que el Tribunal entienda que se promovió con temeridad, le
impondrá, además, una multa de noventa a seiscientos euros.
Contra la resolución que resuelva el incidente no cabrá recurso alguno.”
Por lo que respecta a las Resoluciones judiciales frente a las que cabe interponer el Incidente
excepcional de Nulidad de Actuaciones, la nota esencial de las mismas es su firmeza 8.
Éstas podrán ser tanto sentencias como autos, pero no providencias. Es así en cuanto se
requiere que ya hubiere recaído resolución poniendo fin al proceso, y frente a la que no proceda
ya la interposición de ningún recurso ordinario o extraordinario.
Sin embargo, la Ley no aclara si el incidente se debe interponer frente a la resolución en la que
se hubiere producido la infracción o bien frente a la que puso fin al proceso, que asumiría, de
algún modo, las consecuencias de la infracción producida. 9
En este sentido, en opinión de Richard González, que compartimos, la resolución que deberá
impugnarse será siempre aquella que pone fin al proceso, haciendo, eso sí, la debida referencia
8 Al respecto, DAMIAN MORENO, Juan, en su estudio sobre la cosa juzgada en La nueva Ley de Enjuiciamiento Civil. Los procesos ordinarios.
Las medidas cautelares, TomoII, (coord. CORTÉS DOMÍNGUEZ y MORENO CATENA) Madrid, 2000, pags. 119 y ss
9 En este sentido RICHARD GONZÁLEZ, Manuel, Tratamiento Procesal de la Nulidad de Actuaciones, Thomson Aranzadi, Pamplona, 2008, pág
217.
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a la resolución en la que se puso de relieve la infracción, con las consideraciones necesarias a la
imposibilidad de solicitar su nulidad en el momento en que se produjo el defecto causante de
indefensión. En ese sentido, para el citado autor, la razón de esta conclusión es que será la
resolución que pone fin al proceso la que producirá el perjuicio que se intenta combatir con el
incidente, así como que esa será la resolución que deberá anularse en primer lugar, además de
aquellas posteriores a la infracción que no pudieron subsanarse.
3. MOTIVOS DE IMPUGNACIÓN.
Este motivo fue introducido por la LO 6/2007, siendo su principal novedad. Así, la primordial
diferencia entre lo regulado con anterioridad y la redacción actual es que la anterior limitaba el
incidente a una clase concreta de nulidad procesal. Sin embargo, en la práctica, la realidad es
que parece ser que el único derecho fundamental susceptible de fundar en sí el incidente
excepcional de nulidad de actuaciones, es la vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva
consagrado el en artículo 24 CE.
Ahora bien, lo cierto es que el derecho a la tutela judicial efectiva, autónomamente o bien puesto
en relación con otros de los derechos fundamentales protegidos en el 53.2 CE, puede vulnerarse
a lo largo de todo el proceso civil, en cada una de sus fases, pudiendo darse la circunstancia de
que, en determinados casos, tal vulneración no pueda ser denunciada con anterioridad a la
resolución irrecurrible que ponga fin al procedimiento, únicos casos en los que será procedente
la interposición del incidente excepcional de nulidad de actuaciones.
Así, en el presente apartado del artículo no se va a ahondar más en la cuestión de los motivos
que dan lugar a la impugnación de las resoluciones firmes e irrecurribles mediante el incidente
de nulidad excepcional de actuaciones, pues su estudio pormenorizado y ejemplificado se
desarrollará en la segunda parte del mismo.
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4. JURISDICCIÓN Y COMPETENCIA.
Esta determinación competencial tiene su justificación en cuanto que el vicio de nulidad no debe
haberse podido denunciar durante el proceso, así, es lógico que la competencia la ostente el
mismo tribunal que conoció del proceso originario con la finalidad de que pueda valorar la
infracción que se denuncia.
Sin embargo, son numerosos los autores que dudan de la efectividad del incidente excepcional
de nulidad de actuaciones precisamente por lo que respecta a que sea el mismo órgano que
conoció del asunto del que trae causa la resolución firme que le pone fin, el que asimismo
resuelva el incidente. En este sentido, coincidimos plenamente con la opinión de Marc Carrillo,
que afirma, en relación con el refuerzo del amparo judicial que el incidente supone, que «sin
embargo, la incógnita que se cierne sobre la bondad de esta medida es la respuesta que den a
su aplicación los órganos judiciales a los que va destinada y a los que se imputa la nulidad de
sus actuaciones por un acto de especial trascendencia cuál es la lesión de un derecho
fundamental. (…). El eventual éxito de esta medida se cifra en la asunción por jueces y
tribunales de una nueva cultura jurisdiccional, en la que se asuma como propia la nulidad de los
actos jurisdiccionales. Ciertamente, con la cultura jurisdiccional dominante no es nada sencillo
que ello vaya a aplicarse con fluidez, por quienes son los autores de tal decisión.» En la misma
línea se pronuncia Díez-Picazo, quien asimismo recalca que la experiencia enseña que es muy
complicado que el mismo órgano jurisdiccional estime que vulneró los derechos fundamentales,
o no reparó en la vulneración perpetrada por otro. De este modo, compartiendo las opiniones y
reparos de los autores referidos, al respecto de la competencia para conocer del incidente
excepcional de nulidad de actuaciones, concluimos, al igual que Díez-Picazo, que encomendar la
misma al órgano que dictó la resolución que pone fin al asunto concreto, supone limitar esta
reforma del amparo a la capacidad de autocrítica de los tribunales, lo que puede quizá no ser
demasiado realista 10.
10 “Encuesta sobre la reforma de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional”, Teoría y Realidad Constitucional, segundo semestre 2006, nº 18,
págs. 28-30.
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5. LEGITIMACIÓN ACTIVA.
De este modo, la legitimación de los que fueron parte es directa, constituyendo una extensión de
la que ya ostentaban en el proceso originario donde se produjo la infracción. La de los terceros
es en cambio sobrevenida, y resulta del perjuicio que les produzca la resolución que se impugna.
Esta posibilidad de que terceros con interés legítimo puedan denunciar las infracciones es
correcta y oportuna, puesto que son precisamente tales sujetos a los que les afecte la resolución
final del proceso, los que puedan resultar indefensos por la falta de contradicción.
En todo caso, según Richard González, en quien interponga el incidente de nulidad, haya sido
parte en el procedimiento originario, o sea tercero que debiera haberlo sido, debe concurrir un
perjuicio efectivo constatado en una situación de indefensión.
Ahora bien, visto lo expuesto, debemos plantearnos una pregunta fundamental, ¿es necesario
para hacer uso del incidente haber sido perjudicado por la resolución contra la que se interpone?
A este respecto surge la duda de si la parte no perjudicada por la infracción producida podría
interponer el incidente. En opinión de Díez Picazo si estará legitimado aquel que fue parte y a
quien no perjudique la infracción; sin embrago, en opinión de Richard González, el fundamento
de la posibilidad de impugnación de una sentencia firme no es de manera directa la protección
del orden público, en tanto se denuncia una infracción procesal que produce la nulidad de pleno
derecho, sino el amparo del ciudadano que considera que se han vulnerado sus derechos
fundamentales y se le ha causado indefensión 11.
En nuestra opinión, cabría preguntarse en qué supuesto la parte beneficiada por una resolución
firme, o no perjudicada, decidiría instar su nulidad al percatarse de una infracción de las
contempladas para solicitar la misma. En este sentido, Díez Picazo afirma, en aras de su teoría,
que esa parte que no ha sido perjudicada por la eventual infracción, pudiera preferir que se
declare la nulidad antes que permanecer en la duda de si alguna persona legitimada la instará
durante el largo tiempo previsto en la ley —asunto que será tratado más adelante, aunque se
11 En este sentido RICHARD GONZÁLEZ, Manuel, Tratamiento Procesal de la Nulidad de Actuaciones, Thomson Aranzadi, Pamplona, 2008,
pág 224.
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adelanta que el plazo es de hasta 5 años—, situación en la que sería perfectamente entendible
que la parte no perjudicada por la resolución se planteara la interposición de un incidente de
nulidad ante la incertidumbre de no saber si en los próximos 5 años alguien pudiera instarlo y
declarar nula una sentencia que podría haber ya sido ejecutada, con los perjuicios que ello
conllevaría.
Por lo que respecta al plazo para la interposición del incidente, como con claridad se expone en
su regulación, el mismo deberá interponerse en el plazo de veinte días desde la notificación de la
resolución que ponga fin al proceso. Se establece asimismo que, además del dies a quo citado,
podrá computarse el referido plazo de veinte días, desde que se tuvo conocimiento del defecto
causante de la indefensión, eso sí, sin que pueda instarse el incidente después de transcurridos
cinco años desde la notificación de la resolución 12.
Así pues, el plazo de 20 días para la interposición del incidente se computará bien desde el día
de la notificación de la resolución, bien desde que se tuviera efectivo conocimiento del defecto
procesal causante de indefensión.
De este modo, parece que el plazo no plantea mayores problemas. En este sentido cabe señalar
una excepción a esta cuestión que parece sencilla, y que se produce en los casos en que no
exista comunicación efectiva de la resolución que pone fin al proceso y, por extensión, se
desconozca el dies a quo establecido como tal por la Ley.
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Este problema se planteó frecuentemente en la vía de amparo ante el Tribunal Constitucional,
hasta la reforma de la LO 6/2007. En dichos casos el TC vino declarando que se debe computar
el plazo desde que la parte recurrente tuvo conocimiento suficiente y fehaciente de la resolución,
dándose por informada de su alcance material13, como establece en su Sentencia 248/2006 de
24 de julio, cuando fija que:
«La singularidad de este tipo de demandas de amparo suscita una dificultad, como ya
apuntamos en la STC 72/1990, de 23 de abril ( RTC 1990, 72) , F. 2, consistente en la
necesidad de precisar el plazo en el que la solicitud de amparo debe ser formulada ante este
Tribunal Constitucional, por cuanto quien no es parte en el proceso judicial previo y no tiene, por
tanto, intervención en el mismo, no es objeto de notificación alguna que le proporcione noticia de
la Sentencia dictada, con lo que, en principio, no puede ser de directa aplicación, dada su propia
literalidad, la regla fijada en el art. 44.2 LOTC, en virtud de la cual el plazo de veinte días para
interponer el recurso de amparo se contará «a partir de la notificación de la resolución recaída en
el proceso judicial.
Pues bien, como indicamos en la propia STC 72/1990, de 23 de abril, F. 2, antes citada,
«conviene recordar que la cuestión fue ya resuelta por este Tribunal Constitucional en su ATC
421/1983 ( RTC 1983, 421 AUTO) , manteniendo desde ese momento, en reiterada doctrina
(por todos, ATC 642/1984 [ RTC 1984, 642 AUTO] y STC 92/1984 [ RTC 1984, 92] ), que para
suplir el vacío legal debe ser aplicado analógicamente lo dispuesto en el referido art. 44.2 LOTC,
si bien "computando el plazo desde que la parte recurrente en amparo tuvo conocimiento
suficiente y fehaciente de la Sentencia dictada por el órgano judicial, dándose por informada de
su alcance material, puesto que esta noticia es equivalente por su contenido a la proveniente de
la notificación procesal, debiendo por ello entablar recurso de amparo dentro del plazo de veinte
días, y sin poder extender sus límites temporales más allá de su alcance, dejando a su arbitrio la
extensión, con ilimitado ejercicio del derecho a iniciar el proceso constitucional" (ATC 642/1984,
F. 2)».
De este modo, habrá que determinar si los solicitantes de amparo tuvieron conocimiento material
de la Sentencia dictada en el proceso al que no fueron emplazados en un momento anterior al
que formalmente reconocieron como tal, porque, si así fuese, la demanda de amparo
necesariamente incurriría en extemporaneidad y, por tanto, habría de ser rechazada. »
En este sentido, ha de aclararse asimismo que será el actor del incidente de nulidad el que
deberá acreditar el momento en que tuvo conocimiento de la resolución que pretende impugnar.
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Así, será el tribunal el que deberá resolver esta cuestión, en atención a las alegaciones
presentadas, motivando en todo caso la inadmisión del incidente de nulidad cuando considere
que se ha interpuesto fuera de plazo.
7. SOLICITUD Y DOCUMENTACIÓN.
En atención a la falta de concreción sobre requisitos formales de esta solicitud, pues la Ley no
indica más que “…podrán pedir por escrito que se declare la nulidad de actuaciones fundada
en…”, entiende la doctrina que el escrito deberá observar los requisitos generales de los
recursos, además de los requisitos específicos para su admisión previstos en el 241 LOPJ:
cumplimiento de plazo de interposición, legitimación, imposibilidad de denuncia previa,
vulneración de un derecho fundamental, etc.
Del mismo modo, es pacífico, a pesar de que ni la LOPJ ni la LEC indiquen nada al respecto,
que será necesaria la comparecencia con procurador y asistencia letrada, en tanto la ley no
excluye expresamente su intervención, como fija en los artículos 23.2 y 31.2 LEC. Sin embargo,
Richard González, opina que esta regla lo es a salvo de que el incidente de nulidad se plantee
en alguno de los procesos para los que expresamente se prevea la no necesidad de comparecer
por medio de procurador y asistido de abogado. En este sentido, opinamos que la respuesta
correcta es la primera y para todos los casos. En apoyo de nuestra posición cabe decir que,
como es sabido, el incidente excepcional de nulidad de actuaciones no es una fase más de un
procedimiento, es este caso de un procedimiento en el que se prevea que no es necesaria la
asistencia de procurador ni de letrado, así, no es un recurso, conforma una pieza aparte.
Asimismo, en apoyo de nuestra opinión, se encuentra el hecho de que los casos en que no es
necesario ni procurador ni letrado se encuentran previstos expresamente en la LEC,
recientemente reformados a mayor abundamiento, y en ningún caso se ha contemplado que el
incidente excepcional de nulidad de actuaciones pueda ser planteado en ausencia de procurador
y de letrado, sin obviar la complejidad del mismo y de sus fundamentos, que harían altamente
inviable su planteamiento en ausencia de procurador y letrado.
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8. TRÁMITE DE ADMISIÓN.
De este modo, es claro que el Tribunal está revestido de amplios poderes para inadmitir a limine
litis la tramitación de la solicitud de nulidad por esta vía, que por definición es excepcional. En
este sentido, parece que la regla general es la inadmisión, salvo, claro está, que se cumplan
estrictamente los requisitos legales exigidos, como expresamente prevé igualmente la Ley:
“Sin embargo, excepcionalmente, quienes sean parte legítima o hubieran debido serlo podrán
pedir por escrito que se declare la nulidad de actuaciones fundada en cualquier vulneración de
un derecho fundamental de los referidos en el artículo 53.2 de la Constitución, siempre que no
haya podido denunciarse antes de recaer resolución que ponga fin al proceso y siempre que
dicha resolución no sea susceptible de recurso ordinario ni extraordinario”
De este modo, se colige del tenor literal de la ley, que los requisitos para la admisión a trámite
del incidente excepcional de nulidad de actuaciones son:
1º. Legitimación ad procesum.
2º. Que la nulidad de actuaciones se funde en la vulneración de un derecho fundamental de los
consagrados en el artículo 53.2 CE.
Así pues, si el fundamento de la pretensión de nulidad se basa en algún motivo que no se
enmarque en la vulneración de derechos fundamentales de los consagrados en el 53.2 CE, el
incidente será inadmitido a trámite.
3º. Imposibilidad de denuncia del vicio durante la sustanciación del procedimiento en que se
produjo.
Este requisito se funda en el respeto al principio en materia de denuncia de la nulidad que
establece que debe denunciarse tan pronto como se conozca, sin que se pueda reservar su
alegación para un momento posterior. Así pues, cualquier vulneración de derechos
fundamentales de los consagrados en el 53.2 CE habrá de denunciarse durante el proceso en
que se dé, conforme a lo previsto en 227 LEC.
4º. Que la resolución que se impugne no sea susceptible de recurso ordinario o extraordinario.
Este requisito es claramente consecuencia del carácter excepcional y subsidiario del incidente
excepcional de nulidad, que conlleva que sólo proceda su admisión cuando no exista ningún otro
recurso ordinario o extraordinario. En opinión de Richard González, con la que coincidimos
plenamente, entre los recursos citados no deben incluirse los demás medios de impugnación
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frente a sentencias firmes, sin perjuicio de que se puedan utilizar de modo preferente. Así, no
parece que sea exigible acudir por ejemplo a la revisión de sentencias, por causa de su
especificidad en materia de competencia 14 y la similitud de alguno de los motivos del recurso de
revisión con los que pueden fundar el incidente de nulidad 15.
Sin embargo, además de estos requisitos expresamente requeridos por la ley en la regulación
del incidente excepcional de nulidad de actuaciones, la lógica hace pensar que el tribunal podrá
y deberá controlar la concurrencia de otros presupuestos, que aunque no aparecen tan
claramente delimitados en la ley, han de ser igualmente objeto de examen. En este sentido, el
órgano jurisdiccional inadmitirá a trámite el incidente cuando, por ejemplo, en el escrito de
solicitud se efectúe una petición distinta a la declaración de nulidad, o bien cuando se haya
interpuesto el mismo de manera extemporánea, así como, cuando se interponga dentro del plazo
de 5 años previsto en la Ley no se justifique debidamente por quien lo interponga el momento de
conocimiento del vicio que provoca la vulneración de los derechos fundamentales consagrados
en el 53.2 CE y que fundamente la interposición del incidente. Por el contrario, en opinión de
Lourido Rico 16 en el supuesto de que aprecie que no es competente para el conocimiento del
incidente, lo procedente sería el envío al órgano jurisdiccional que si fuera competente, y no su
inadmisión 17.
14 Art. 509 LEC: “La revisión de sentencias firmes se solicitará a la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo o a las Salas de lo Civil y Penal de los
Tribunales Superiores de Justicia, conforme a lo dispuesto en la Ley Orgánica del Poder Judicial”.
16 LOURIDO RICO, Ana María, La nulidad de actuaciones: una perspectiva procesal, Comares, Granada, 2004, pág.282.
17 La petición de nulidad resuelta por el TS mediante Auto de 28 de mayo de 1998, fue interpuesta ante la Audiencia Provincial que había dictado
la sentencia en apelación, pese a que el órgano competente era el Tribunal Supremo, que había dictado la resolución firme. La Audiencia
Provincial en este caso acordó tener por interpuesto el incidente y remitir las actuaciones al Tribunal Supremo para su examen; dicho acuerdo fue
adoptado por unanimidad.
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inadmisión del incidente en casos en que verdaderamente es procedente, con la consiguiente
lesión del derecho a no sufrir indefensión 18.
Finalmente, nos parece ilustrativo, en lo que respecta a los requisitos para la admisión a trámite
del incidente excepcional de nulidad de actuaciones —si bien el Auto al que se hará mención es
de desestimación y no de inadmisión—, y sobre todo en lo referente a la imposibilidad de
denuncia del vicio durante la sustanciación del procedimiento en que se produjo y a que la
resolución que se impugne no sea susceptible de recurso ordinario o extraordinario, citar el Auto
de la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife 163/2010 de 28 de junio. De este modo, en
dicho Auto se establece que, habiéndose interpuesto incidente excepcional de nulidad de
actuaciones contra la Sentencia dictada en Apelación por el referido Tribunal, la desestimación
del incidente planteado puesto que la nulidad pretendida debió haberse planteado en el propio
Recurso de Apelación, pudiéndose además interponer Recurso de Casación aún, así:
« Pero claro está por evidente que los motivos de nulidad, en los restrictivos términos que le
corresponden, en este caso van referidos a la resolución dictada por el órgano judicial de la
primera instancia, no a la dictada por el tribunal ante el que se insta el incidente, justamente
porque el promotor del incidente alega motivos originados en la primera instancia. Y sucede que
el promotor del incidente, en tanto que recurrente, en absoluto hizo objeto del recurso de
apelación cuestión de nulidad alguna. Es obvio, en consecuencia que el incidente es
extemporáneo 19, porque está incurso en la proscripción establecida en el mismo art. 241.1 de la
Ley Orgánica del Poder Judicial -y en los mismos términos, el art. 228.1 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil -, al disponer que se podrá promover el incidente "siempre que no haya
podido denunciarse antes de recaer resolución que ponga fin al proceso y siempre que dicha
resolución no sea susceptible de recurso ordinario ni extraordinario", lo que ha de referirse en el
supuesto presente, evidentemente, a la sentencia recurrida, porque el art. 227.1 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil dispone que la nulidad de pleno derecho, en todo caso, y los defectos de
forma en los actos procesales que impliquen ausencia de los requisitos indispensables para
alcanzar su fin o determinen efectiva indefensión, se harán valer por medio de los recursos
18 En este sentido LOURIDO RICO, Ana María, La nulidad de actuaciones… pág. 283. ob.cit.
19 Más que extemporáneo, lo calificaríamos de improcedente, puesto que la noción de extemporaneidad lleva aparejada que el mismo sí era
procedente, pero se planteó fuera de plazo, por ejemplo más allá de los 20 días en que el incidente excepcional de nulidad de actuaciones puede
interponerse. Sin embargo, en el presente caso, se interpuso habiendo podido denunciarse el vicio causante de nulidad con anterioridad —en el
recurso de apelación— lo que ya de por sí lo haría incumplir los requisitos para el planteamiento de este incidente excepcional previstos en la
LOPJ y la LEC, y además no se trataba de una sentencia irrecurrible, sino que contra la misma cabía aún Recurso de Casación, lo que supondría
otro motivo más de la improcedencia de su planteamiento.
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establecidos en la ley contra la resolución de que se trate; de tal modo que, en primer lugar, la
cuestión de nulidad debió hacerse objeto del recurso de apelación, y además, en segundo lugar,
respecto de la sentencia de apelación es posible la interposición de recurso extraordinario por
infracción procesal y recurso de casación por interés casacional.
Cabe decir en primer lugar, siguiendo el tenor literal de lo dispuesto en la ley, que la interposición
del incidente no implica la suspensión de la eficacia de la sentencia o resolución impugnada. Sin
embargo, la suspensión puede acordarse si en caso de no adoptarse tal determinación, el
incidente perdiera su legítima finalidad. En este sentido, prevé el 228.2 LEC que:
“Admitido a trámite el escrito en que se pida la nulidad fundada en los vicios a que se refiere el
apartado anterior de este artículo, no quedará en suspenso la ejecución y eficacia de la
sentencia o resolución irrecurribles, salvo que se acuerde de forma expresa la suspensión para
evitar que el incidente pudiera perder su finalidad, por el Secretario judicial se dará traslado de
dicho escrito, junto con copia de los documentos que se acompañasen, en su caso, para
acreditar el vicio o defecto en que la petición se funde, a las demás partes, que en el plazo
común de cinco días podrán formular por escrito sus alegaciones, a las que acompañarán los
documentos que se estimen pertinentes.”
Así, lo cierto es que en la mayoría de ocasiones el incidente se interpondrá ante la evidencia del
perjuicio ocasionado por unas actuaciones que se fundamentan en una resolución judicial
dictada con infracción procesal y que produce una efectiva indefensión. En este sentido, es
evidente que en tales casos no puede permitirse que tal perjuicio se consume, para lo cuál la
única posibilidad es la de que se decrete la suspensión de la ejecutividad de la resolución
recurrida, mientras se tramita el expediente. Sin embargo, no puede negarse que al mismo
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tiempo, esta posibilidad de suspensión, si se trata con una excesiva amplitud, puede llegar a
convertirse en un instrumento dilatorio de la ejecución de las sentencias, en perjuicio de la parte
que fue beneficiada por la misma 20. Es por lo expuesto que la regla general es, como se
desprende de la transcripción de la norma aquí efectuada, la no suspensión de la resolución
recurrida con la mera admisión a trámite del incidente, siendo necesario para ello que la
suspensión sea absolutamente necesaria para evitar que el incidente pierda su legítima finalidad.
De este modo, el incidente excepcional de nulidad de actuaciones sigue la regla general de los
demás medios de impugnación se sentencias firmes 21. Asimismo, a este respecto cabe decir que
la doctrina del TC determina que en los procesos de impugnación de resoluciones judiciales
firmes la norma general es efectivamente la no suspensión, salvo si en caso de ejecutarse la
resolución impugnada pudiera producirse un perjuicio irreparable. En este sentido, el TC toma en
cuenta que frente a la petición de tutela judicial efectiva del solicitante de la nulidad, se encuentra
el derecho de quien obtuvo una sentencia favorable susceptible de ser ejecutada, lo que también
atañe al derecho a la tutela judicial efectiva.
21 504 LEC para la rescisión de sentencias firmes dictadas en rebeldía, y 515 LEC para revisión de sentencias firmes.
22 Asimismo como ejemplos de otros órdenes, el ATC 201/2007, dictado en el seno de un Recurso de Amparo en materia Penal, el TC determina
que:
«En aplicación concreta de dicha doctrina general este Tribunal tiene declarado que la ejecución de las Sentencias cuyos efectos son
fundamentalmente patrimoniales o de contenido económico, ni causan un perjuicio irreparable al obligado al pago por la Sentencia condenatoria,
ni el amparo puede perder su finalidad, ya que admiten la restitución íntegra de lo ejecutado (AATC 573/1985, 574/1985 y 275/1990 por todos).
Esta doctrina es igualmente aplicable a la condena en costas procesales, pues al entrañar un pago en dinero su ejecución no provoca ningún
perjuicio que pueda hacer inútil el recurso de amparo (AATC 244/1991, 267/1995 y 44/2001, entre otros muchos).»
Asimismo, cabe mencionar el ATC 85/2000, citado en el seno de un Recurso de Amparo en materia Contencioso-Administrativa:
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de un Recurso de Amparo en materia civil, en el que se aducía vulneración del derecho a la
tutela judicial efectiva sosteniendo el recurrente que no había sido correctamente emplazado, y
habiendo instado previamente un incidente de nulidad de actuaciones, dispone que:
«Es conocida, por reiterada, la doctrina de este Tribunal conforme a la cual no procede, como criterio general, la suspensión de la ejecución de
aquellos fallos judiciales que admiten la restitución íntegra de lo ejecutado (como ocurre, aunque no sin excepciones, en las condenas de
contenido patrimonial, pues, por más que puedan producir efectos desfavorables a quien demanda el amparo, su reparación posterior, en caso
de estimarse éste, es meramente económica y por ello no dificultosa (AATC 573/1985, 574/1985, 275/1990 y 287/1997).»
Igualmente, puede mencionarse, pues muestra un aspecto más amplio de la citada doctrina, contemplando excepciones a la regla general, el
ATC 84/2000, en el que se fija que:
«Otro ha sido nuestro criterio en los casos en que, por afectar a bienes o derechos del recurrente en amparo de imposible o muy difícil restitución
a su estado anterior, hemos estimado procedente acordarla, por ejemplo, cuando por la ejecución de lo acordado se posibilita o produce la
transmisión irrecuperable del dominio sobre un bien determinado (AATC 565/1986 y 52/1989, entre otros), o el lanzamiento del recurrente de la
vivienda o local que ocupa, supuesto éste en que hemos acordado la suspensión, generalmente condicionada a la prestación de fianza (AATC
618/1983, 269/1984, 646/1984, 464/1985, 577/1985, 314/1994, 98/1995, 171/1995, 234/1995, 235/1996, 47/1997, 156/1997, 205/1997, 287/1997,
99/1998, 137/1998 y 203/1999, entre los más recientes).»
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Tribunal resolverá a la vista de las circunstancias del concreto caso y, especialmente atendiendo
al criterio de la producción de perjuicio irreparable, determinante de que en el caso de que
finalmente se acordara la nulidad, el incidente hubiera perdido su finalidad. Asimismo, esta
decisión deberá ser motivada, fundándose en un criterio razonado del juez, valorando los
derechos que resulten afectados en el caso concreto.
10. PRUEBA.
Resulta llamativo, a este respecto, que la redacción inicial del proyecto de LO 5/1997, preveía
que se admitiese prueba sin ninguna restricción. Sin embargo, esta regulación se modificó a
consecuencia de la enmienda número 39 fundada en el informe del CGPJ que consideraba que
la amplitud de la prueba en este incidente podía dilatar la tramitación y convertirlo en un cauce
declarativo más 23.
23 En este sentido RICHARD GONZÁLEZ, Manuel, Tratamiento Procesal de la Nulidad… pág. 242. ob.cit
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11. RESOLUCIÓN. PRONUNCIAMIENTOS POSIBLES.
Llegados a este punto, se entiende que se ha superado ya la fase de admisión del incidente, por
tanto no se hará referencia a la posibilidad de resolución de inadmisión, ya tratada en su
correspondiente apartado.
Así pues, una vez admitido a trámite el incidente, presentadas las alegaciones correspondientes
por la otra u otras partes del procedimiento, a las que se les habrá dado traslado del mismo, el
juez o tribunal resolverá sobre lo solicitado.
De este modo, prevé el artículo 228.2, segundo párrafo LEC que:
Por lo que respecta a los requisitos internos de esta resolución, la misma deberá ser motivada,
dando respuesta a todas las pretensiones de nulidad contenidas en el recurso. Así, los litigantes
podrán conocer las razones que fundamentan la decisión y valorar la posibilidad de, en su caso,
recurrir en Amparo. En este sentido se ha pronunciado el TC, que ha declarado reiteradamente
que la obligación de dictar una resolución fundada en Derecho no puede entenderse cumplida
con una mera declaración genérica admitiendo o denegando la tutela solicitada.
24 En este sentido RICHARD GONZÁLEZ, Manuel, Tratamiento Procesal de la Nulidad…pág. 245. ob.cit
25 A este respecto cabría añadir que el propio 228.2 LEC prevé que en caso desestimatorio se condenará mediante auto al solicitante en todas
las costas.
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11.1. RESOLUCIÓN ESTIMATORIA
Como se extrae de la simple lectura del artículo 228.2 segundo párrafo de la LEC, es
consecuencia directa de la desestimación del incidente de nulidad, la condena en las costas del
incidente al solicitante del mismo. Asimismo, adicionalmente, en el caso de que el tribunal
entendiese que la nulidad se promovió con temeridad, le impondrá una multa de 90 a 600 €,
como se prevé en el ya citado 228.2 segundo párrafo LEC.
27 En este sentido RICHARD GONZÁLEZ, Manuel, Tratamiento Procesal de la Nulidad… pág. 245. ob.cit
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Sin embargo, en nuestro parecer, tal opinión resulta matizable. Así, poniendo en conjunción las
dos consecuencias de la desestimación del incidente, la primera inevitable según la redacción de
la ley y la segunda en caso de apreciarse temeridad, hemos llegado a la conclusión que a
continuación se expone.
En este sentido, consideramos esencial relacionar la finalidad de este incidente con el Recurso
de Amparo ante el Tribunal Constitucional. Así, y como se expuso en los primeros apartados de
este artículo, la propia exposición de motivos de la LO 6/2007 presenta la nueva regulación del
incidente excepcional de nulidad de actuaciones como un trámite previo y preceptivo a la
interposición de un recurso de amparo —siempre claro que se den los requisitos para ello—
como se aprecia cuando fija que:
«Esta ampliación del incidente de nulidad de actuaciones previo al amparo busca otorgar a los
tribunales ordinarios el papel de primeros garantes de los derechos fundamentales en nuestro
ordenamiento jurídico.»
28 Vulneración de derechos fundamentales de los protegidos en el 53.2 CE, imposibilidad de denuncia previa, etc.
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A mayor abundamiento, y enlazando con la opinión de otros autores expuesta en párrafos
precedentes, ni para justificar la imposición de las costas, ni la posibilidad de imposición de una
multa en caso de temeridad, puede alegarse que se verían perjudicados los derechos legítimos
de las partes a la ejecución de las resoluciones judiciales en los términos en que fueron dictadas,
en tanto ello solo tendría lugar cuando se procediera a la suspensión de la resolución
impugnada, lo que sólo sucede en circunstancias excepcionales, cuando se den los requisitos
para ello, y lo que tendría solución exigiendo la prestación de una caución al solicitante de la
suspensión, como en cualquier otra medida cautelar.
31 Lo que ha sido modificado por la reciente Ley 37/2011 de Medidas de Agilización Procesal que ha instaurado en este orden el criterio del
vencimiento
32 Artículo 95 LOTC.
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A mayor abundamiento, se ha de dejar constancia de que la propia LEC prevé otros supuestos
específicos para imposición de multas con los que se da cobertura a circunstancias concretas en
que se litigue de manera contraria a la buena fe procesal cuyo respeto se prevé en el 247 LEC.
Así pues, en la LEC se prevé la posibilidad de imposición de multas a los litigantes, abogados,
peritos y testigos, cuando se aprecie, en unos casos temeridad, como sucede en el 320 LEC33 y
344 LEC34; o bien mala fe o ánimo dilatorio, como en recusaciones realizadas con mala fe,
112LEC, retrasos o dilaciones indebidas de las vistas, 183 LEC, presentación de documentos en
momento no inicial del proceso con mala fe o ánimo dilatorio, 270 LEC, así como en el caso de
alegaciones de hechos nuevos o de nueva noticia 286 LEC; asimismo sucede en casos de falta
de la debida colaboración con el órgano jurisdiccional, como en el caso de retrasos injustificados
en los exhortos, 176 LEC, entre otros supuestos. Así, dichas multas por actuar temerariamente,
con mala fe, o ánimo dilatorio entendemos, que se podrán imponer igualmente a las partes del
incidente excepcional de nulidad de actuaciones si concurren las circunstancias necesarias para
ello previstas en la LEC.
12. RECURSOS.
Sin embargo, a pesar de ser el tenor de la Ley suficientemente claro, lo cierto es que son
numerosos los casos en que se recurren las resoluciones que ponen fin al incidente excepcional
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de nulidad de actuaciones. En este sentido cabe citar, entre otros 35 el Auto de la Audiencia
Provincial de Santa Cruz de Tenerife 169/2010 de 12 de julio, en el que se establece que:
« La Ley Orgánica del Poder Judicial, en su art. 240, y la L.E.C ., en el art 227 , regula para todo
tipo de procedimientos judiciales las posibles vías de declaración de nulidad de actuaciones: a
través de los recursos ordinarios, de oficio o a instancia de parte, en el curso de las actuaciones,
cuando no haya recaído Resolución definitiva y el llamado "incidente de nulidad de actuaciones",
siempre excepcional (prohibido con carácter general), para cuando ya ha recaído Resolución
definitiva sólo para cuando no haya sido posible denunciar la causa de nulidad con anterioridad;
en todos los casos se requiere infracción de norma esencial de procedimiento con "efectiva"
causación de indefensión (o incongruencia para el "incidente de nulidad").
Sobre la posibilidad de recurrir la resolución que decida la nulidad planteada, sólo en el caso del
"incidente de nulidad" (art. 240-3 y 4 ) se prevé expresamente la prohibición de todo ulterior
recurso (con toda lógica, pues se trata ya de nulidad frente a Resolución ya definitiva).
En consecuencia procede rechazar el recurso de apelación de conformidad con el citado artículo
241 la Ley Orgánica del Poder Judicial, y 228.2 de la L.E.C. pues la resolución de dicho incidente
de nulidad de actuaciones que regulan las citadas normas no es susceptible de recurso alguno,
tesis que se sigue mayoritariamente. Dicho lo que precede, se reitera que el presente recurso no
debió ser admitido a trámite conforme a la L.E.C., operando en el momento actual la referida
causa de inadmisión de la apelación como causa de desestimación. »
Eso sí, por supuesto, y como se desprende de lo expuesto a lo largo del presente trabajo, sin
perjuicio de interponer recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional conforme a lo previsto
en el artículo 44 LOTC, lo que ha sido expresamente confirmado el propio Tribunal
Constitucional36.
35 Auto de la AP de Barcelona 123/2007 de 18 de septiembre; Auto de la AP de Valencia 109/2009, de 22 de mayo; Auto de la AP de Las
Palmas 20/2009 de 10 de febrero.
36 No debe olvidarse que, precisamente, el planteamiento del incidente excepcional de nulidad de actuaciones se ha convertido en un requisito
sine qua non para acceder al Recurso de Amparo en caso de que se dieran los requisitos para su planteamiento.
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SEGUNDA PARTE: EL INCIDENTE DE NULIDAD DE ACTUACIONES EN EL DESARROLLO
DEL PROCESO CIVIL.
1. INTRODUCCIÓN.
Como ya anticipamos en la primera parte de este artículo, el motivo establecido en la ley para
fundar la interposición de un incidente excepcional de nulidad de actuaciones consiste en
cualquier vulneración de un derecho fundamental de los citados en el 53.2 CE.
En este sentido, y como también se puso de manifiesto en el referido punto, la diferencia entre
lo regulado con anterioridad a la LO 6/2007 y la redacción actual, es que la anterior limitaba el
incidente a una clase concreta de nulidad procesal, habiéndose abierto ahora a toda infracción
de algún derecho fundamental de los contemplados en el 53.2 CE. Sin embargo, en la práctica,
la realidad es que el único derecho fundamental susceptible de fundar en sí el incidente
excepcional de nulidad de actuaciones, es la vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva
consagrado en el artículo 24 CE —lo que se podrá comprobar en el análisis de la casuística de
estos motivos derivada de la Jurisprudencia—.
Así, lo cierto es que los derechos fundamentales que se contienen en el 53.2 CE, son los
contemplados en los artículos 14 a 29 CE, es decir, el derecho a la igualdad, a la libertad de
expresión, a la libertad de reunión, al honor, a la huelga, a la tutela judicial efectiva, etc., y de
conformidad con el 241 LOPJ, cualquier vulneración de los mismos puede fundar un incidente
excepcional de nulidad de actuaciones. Sin embargo, es obvio, como hemos puesto de
manifiesto, que aquí el legislador cometió un exceso, posiblemente fruto de una falta de reflexión
—sobre los requisitos que exigía para el planteamiento del incidente y su amplio objeto— que,
ante el problema de la enorme carga de trabajo, entendió que podía utilizar el incidente —que se
considera por el TC como recurso previo que agota la vía jurisdiccional ordinaria— como cauce
procesal para garantizar la tutela de cualquier derecho fundamental de los previstos en el artículo
53.2 CE, lo que se deduce directamente de la Exposición de Motivos de la LO 6/2007 37.
37 En este sentido, RICHARD GONZÁLEZ, Manuel, Tratamiento Procesal de la Nulidad… pág. 226. ob.cit
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De este modo, el problema se encuentra en la imposibilidad de convertir un procedimiento en
aquello que no es, pues la ampliación del legislador del ámbito del incidente, designándolo como
el cauce procesal que debe utilizarse para que los tribunales ordinarios sean garantes de los
derechos fundamentales, no provoca que tales normas por sí solas modifiquen la configuración
legal del incidente de nulidad, que está configurado para solicitar la nulidad por infracción
procesal que produzca una vulneración en el derecho a la tutela judicial efectiva (artículo 24
CE) 38. Eso sí, dentro del derecho a la tutela judicial efectiva se encuentra un amplio número de
derechos fundamentales así consagrados por la Jurisprudencia del TC 39. Pero, tanto la lógica
como la práctica nos indican que el incidente excepcional de nulidad de actuaciones no sirve de
procedimiento de garantía de los derechos fundamentales contenidos en los artículos del 14 al
29 CE, y aún menos para denunciar cualquier vulneración de los mismos 40.
Es esencial del mismo modo, dejar constancia de que parece que, en todo caso, la vulneración
de que se trate ha de causar indefensión, como se desprende del propio tenor del 241 LOPJ,
cuando establece que:
“Será competente para conocer de este incidente el mismo juzgado o tribunal que dictó la
resolución que hubiere adquirido firmeza. El plazo para pedir la nulidad será de 20 días, desde la
notificación de la resolución o, en todo caso, desde que se tuvo conocimiento del defecto
causante de indefensión…”
Así pues, y como bien establece Richard González 41 en su obra Tratamiento Procesal de la
Nulidad de Actuaciones:
“…el incidente de nulidad se dirige a solicitar la nulidad de una sentencia firme (…) que habrá
recaído en un procedimiento previo. De modo que lo que puede plantearse en el incidente tiene
por objeto el proceso ya sustanciado, se trate de lo que se trate. De modo que ampliar el
catálogo de infracciones por las que se procede interponer el incidente de nulidad de nada sirve,
puesto que los vicios que pueden fundarlo van a ser los que son, de infracción procesal,
incluyendo la incongruencia absoluta, en cualquier caso con efectiva indefensión. Vicios
determinantes de nulidad que no habían podido denunciar durante el proceso, ya que en ese
caso no procedería interponer el incidente en razón de su carácter excepcional y subsidiario.”
40 En este sentido, RICHARD GONZÁLEZ, Manuel, Tratamiento Procesal de la Nulidad… pág. 227. ob.cit
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2. RÉGIMEN DE NULIDADES PREVISTAS EN EL ORDENAMIENTO PROCESAL CIVIL.
En este sentido, una aproximación a los preceptos de la LOPJ y de la LEC revela la existencia
de un conjunto heterogéneo de normas que contienen referencias explícitas a la nulidad de actos
procesales 42.
Así, en opinión de Andrés Ciurana, a primera vista los preceptos que regulan la nulidad de los
actos procesales no parecen ofrecer mucho, pero un examen detenido de los mismos permite
descubrir las bases de un sistema —posiblemente incompleto— para la valoración de las
irregularidades procesales. En este sentido, tales bases consisten en:
De este modo, tomando como pie tales bases, el sistema puede estructurarse de la manera que
sigue, partiendo de la distinción que ha sido empleada por Díez-Picazo 43, entre “nulidades
específicas” y “nulidades genéricas” 44:
42 En este sentido ANDRÉS CIURANA, Baldomero, La invalidez de las actuaciones en el proceso civil, Tirant Lo Blanch, Valencia, 2005, Pág.
160.
43 “El artículo 24 de la Constitución y la aplicación del Derecho Procesal: breve reflexión sobre algunas cuestiones pendientes en la
interpretación de un precepto capital”, Tribunales de Justicia, núm 2, 1998, pág. 625, según cita extraída de ANDRÉS CIURANA, Baldomero, La
invalidez de las actuaciones…, Pág. 161, ob.cit.
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1. Nulidades específicas: son supuestos de nulidad específica aquellos en que la ley describe
una infracción para la que se prevé expresa o implícitamente la sanción de invalidez. Así pues,
en este conjunto se incluyen no sólo las nulidades expresas sino también las implícitas. En este
sentido, lo que caracteriza tales nulidades no es el modo en que se disponga la sanción, sino el
hecho de que la ley contemple la concreta infracción de forma específica. Así, como ejemplo,
cabe citar el artículo 238.1º LOPJ, el cual dispone tanto la sanción de nulidad como una precisa
descripción de la infracción que se sanciona, esto es, realizar el acto por o ante un tribunal con
falta de jurisdicción o de competencia objetiva o funcional 45. Asimismo, cabe citar como ejemplo
de esta clase de nulidades, el 424.2 LEC, en tanto establece que «en caso de no formularse
aclaraciones y precisiones, el tribunal sólo decretará el sobreseimiento del pleito si no fuese en
absoluto posible determinar en qué consisten las pretensiones del actor, o, en su caso, del
demandado en la reconvención, o frente a qué sujetos jurídicos se formulan las pretensiones»,
de este modo, para la infracción descrita el propio precepto reserva implícitamente la sanción de
invalidez, así, el juez ordenará el sobreseimiento del proceso, es decir, dejará sin efecto lo
actuado 46.
2. Nulidades genéricas: son aquellas, según establece Andrés Ciurana en su Manual, que el
legislador determina recurriendo a criterios generales de valoración de las irregularidades que
pueden darse en el proceso. Así, tanto en la LOPJ como en la LEC, se establecen, según el
citado autor, dos reglas generales de valoración que actúan como cláusulas residuales del
sistema:
a. Artículos 238.3 LOPJ y 225.3 LEC. De este modo, conforme a los preceptos citados deben
considerarse nulos los actos realizados con infracción de normas esenciales del procedimiento,
siempre que la infracción hubiere podido producir indefensión.
45 En este mismo sentido cabe contemplar los puntos 2, 4 y 5 del 238 LOPJ, en los que se dispone que:
«Los actos procesales serán nulos de pleno derecho en los casos siguientes:
4. Cuando se realicen sin intervención de abogado, en los casos en que la ley la establezca como preceptiva.
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b. Artículos 240.1 LOPJ y 227.1 LEC 47, en ellos se dispone la valoración general de los vicios
formales. Según dichos preceptos, deben considerarse nulos los actos viciados por defectos de
forma que impliquen la falta de requisitos indispensables para que el acto alcance su fin 48.
En este sentido, consideramos que esta segunda regla, según se desprende del tenor literal de
los artículos citados, fija la posible nulidad de los actos en que concurran vicios formales,
diferenciándolos de las nulidades de pleno derecho, pues habla de unos y otros diferenciando
ambos por medio de un nexo copulativo, “y”, en lugar de uno disyuntivo, “o”, que habría
implicado la identidad de ambos conceptos. Así, consideramos que la finalidad principal de estos
dos preceptos señalados por Andrés Ciurana en segundo lugar dentro de las nulidades
genéricas, constituye la regulación del cauce procesal adecuado para hacer valer tanto las
nulidades de pleno derecho, como los defectos en los actos procesales que impliquen ausencia
de los requisitos indispensables para alcanzar su fin o determinen efectiva indefensión.
Así, y por lo que respecta al incidente excepcional de nulidad de actuaciones en relación con la
clasificación de las nulidades que como tales se contemplan tanto en la LOPJ como en la LEC,
ya sea de manera expresa, implícita o bien genérica, cabe decir que, como regla general, los
supuestos que se enmarcarían en las categorías de nulidades mencionadas, se podrán
denunciar con anterioridad a la finalización del procedimiento en que hayan tenido lugar. Así, ello
tendrá como consecuencia, bien que ya hubieran sido declarados nulos, bien que si no hubieran
sido denunciados cuando se tuvo oportunidad, el incidente excepcional de nulidad de
actuaciones que eventualmente fuera planteado sería inadmitido a trámite, pues no se cumpliría
con uno de los requisitos esenciales para su planteamiento de conformidad con lo previsto en el
artículo 228.1 LEC que establece que “…siempre que no haya podido denunciarse antes de
recaer resolución que ponga fin al proceso…”.
“1. La nulidad de pleno derecho, en todo caso, y los defectos de forma en los actos procesales que impliquen ausencia de los requisitos
indispensables para alcanzar su fin o determinen efectiva indefensión, se harán valer por medio de los recursos legalmente establecidos contra la
resolución de que se trate, o por los demás medios que establezcan las leyes procesales.”
“1. La nulidad de pleno derecho, en todo caso, y los defectos de forma en los actos procesales que impliquen ausencia de los requisitos
indispensables para alcanzar su fin o determinen efectiva indefensión, se harán valer por medio de los recursos establecidos en la ley contra la
resolución de que se trate.”
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3. SINOPSIS DEL CONTENIDO DEL ARTÍCULO 24 CE EN RELACIÓN CON EL PROCESO
CIVIL.
Como ya se hemos puesto de manifiesto a lo largo de este artículo, a pesar de que la nueva
redacción del artículo 241 LOPJ amplíe el ámbito de los motivos que pueden dar lugar a la
interposición de un incidente excepcional de nulidad de actuaciones, fijando que podrá constituir
tal motivo cualquier vulneración de los derechos contemplados en el artículo 53.2 CE, lo cierto es
que en la práctica, el único derecho fundamental susceptible de fundar en sí el incidente
excepcional de nulidad de actuaciones, es la vulneración de los derechos consagrados en el
artículo 24 CE. De este modo, esto es así en tanto el incidente de nulidad se dirige a solicitar la
nulidad de una sentencia firme que habrá recaído en un procedimiento previo, y por una eventual
vulneración de un derecho fundamental cuya denuncia no se hubiera podido plantear con
anterioridad, de forma que ampliar el catálogo de infracciones por las que procede interponer el
incidente de nulidad a, por ejemplo, la vulneración del derecho de reunión, de libertad religiosa,
de petición o de sindicación, de poco sirve, puesto que los vicios que pueden fundarlo van a ser
los que son, como establece Richard González.
En este sentido, consideramos de gran utilidad realizar una sinopsis de los derechos que se
contienen en el artículo 24 CE —de relevancia en el proceso civil—, tanto de los que se
desprenden de su tenor literal, como de aquellos intrínsecos a los mismos y que la
Jurisprudencia Constitucional ha ido consagrando.
Así pues, se desprenden del tenor literal del citado precepto los siguientes derechos:
1. Derecho a la tutela judicial efectiva.
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2. Derecho a no sufrir indefensión.
3. Derecho a un proceso sin dilaciones indebidas.
4. Derecho a utilizar los medios de prueba pertinentes.
5. Derecho al juez predeterminado por la ley49.
6. Derecho a la defensa y asistencia de letrado.
Por lo que respecta a los derechos que se derivan de este precepto, o más bien de los concretos
derechos fijados en el mismo, cabe citar, como manifestación del derecho a la tutela judicial
efectiva, los siguientes:
- El derecho al libre acceso a los Tribunales, derecho de acceso a la Justicia, o derecho de
acción.
- El derecho a la obtención de una sentencia fundada en Derecho que ponga fin al proceso.
- El derecho a la ejecución de la sentencia, o derecho a la ejecución de la sentencia en sus
propios términos.
- El derecho a los recursos.
En este sentido, por lo que respecta al derecho de acceso a la Justicia, el TC ha señalado [STC
223/2001] que: "desde la STC 37/1995, de 7 de febrero, este Tribunal ha venido reiterando que
el núcleo del derecho fundamental a la tutela judicial proclamado por el artículo 24.1 CE consiste
en el acceso a la jurisdicción". De este modo, podemos definir el derecho de acción o de acceso,
como el derecho fundamental que asiste a todo sujeto de Derecho, a acceder libremente al
poder judicial, a través de un proceso con todas las garantías y a todas sus instancias, deducir
en él una pretensión u oponerse a ella y obtener de los Tribunales una resolución definitiva,
motivada y razonada, fundada en Derecho, congruente y, a ser posible, de fondo, que ponga
irrevocablemente término al conflicto, así como a obtener su ejecución 50; así pues, para Gimeno
Sendra, autor de la citada definición, que asumimos plenamente, tanto el derecho a obtener una
49 Por lo que respecta al derecho al juez predeterminado por la Ley, el mismo hace referencia a la prohibición de jueces excepcionales, tal y
como establece la jurisprudencia constitucional (SSTC 199/1987 y 62/1990) y del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (caso Bulut, STEDH,
de 22 de febrero de 1996), así como a evitar posible manipulación del litigio al sustraer éste del conocimiento del Juez natural (STC 47/1983) [En
este sentido ORTEGA GUTIÉRREZ, David, “Sinopsis del artículo 24”, http://www.congreso.es/consti/constitucion/indice/imprimir/sinopsis,
Diciembre de 2003.]
50 GIMENO SENDRA Vicente, Los Derechos Fundamentales y su Protección Jurisdiccional (junto con Antonio Torres del Moral, Pablo Morenilla
Allard y Manuel Díaz Martínez), Colex, Madrid 2007, Pág. 523.
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sentencia como a su ejecución, y en los que ahondaremos a continuación, se incluyen asimismo
en el Derecho de acceso a la Justicia.
De este modo, en cuanto al derecho a la obtención de una sentencia sobre el fondo, el derecho a
la tutela judicial efectiva exige que se obtenga una Sentencia de fondo —tras haberse deducido
las pretensiones correspondientes, los actos de alegación y la prueba— que ha de resultar
motivada en la prueba, fundada en Derecho y ser racional y congruente con las pretensiones de
las partes. Así pues, el artículo 24 CE exige a los Tribunales que siempre que sea posible
otorguen una respuesta jurídico material al conflicto que se les plantea, sin que puedan acudir a
las temidas “sentencias absolutorias en la instancia” salvo que exista un impedimento legal y
razonable que imposibilite ese pronunciamiento sobre el fondo 51.
Continuando con los derechos referidos en este apartado, por lo que respecta al derecho a la
ejecución de las sentencias, hemos de decir que la función jurisdiccional, como se desprende de
la propia Constitución 52, de la Ley Orgánica del Poder Judicial y de la Ley de Enjuiciamiento
Civil, no se limita a un mero conocer y juzgar las causas, sino que se extiende a la ejecución de
lo juzgado, y por ello el derecho a la ejecución forma parte del derecho a la tutela judicial efectiva
que consagra el articulo 24 CE. En este sentido, el TC ha declarado [STC 119/1988] que:
«el obligado cumplimiento de lo acordado por los Jueces y Tribunales en el ejercicio de la
potestad jurisdiccional es una de las más importantes garantías para el funcionamiento y
desarrollo del estado de Derecho»
51 GIMENO SENDRA Vicente, Los Derechos Fundamentales… (junto con Antonio Torres del Moral, Pablo Morenilla Allard y Manuel Díaz
Martínez), ob. Cit. Pág. 526 y 527.
“El ejercicio de la potestad jurisdiccional en todo tipo de procesos, juzgando y haciendo ejecutar lo juzgado, corresponde exclusivamente a los
Juzgados y Tribunales determinados por las Leyes, según las normas de competencia y procedimiento que las mismas establezcan.”
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Concluyendo que la inmodificabilidad de las sentencias firmes «no es un fin en sí mismo sino un
instrumento para garantizar la efectividad de la tutela judicial» 53.
Sin embargo, hemos de matizar lo expuesto fijando que el derecho a la ejecución de la sentencia
en sus propios términos no supone la inconstitucionalidad de la ejecución de las mismas a través
del equivalente pecuniario (18.2 LOPJ). En este sentido, el TC ha establecido que el derecho a la
tutela judicial efectiva «no alcanza a cubrir las diferentes modalidades que pueda revestir la
ejecución de una sentencia, pues tan constitucional es una ejecución en la que se cumple el
principio de la identidad total entre lo ejecutado y lo estatuido en el fallo como una ejecución en
la que, por razones atendibles, la condena es sustituida por su equivalente pecuniario o por otro
tipo de prestación» [STC 322/1994].
En otro orden, ya fuera de las concretas manifestaciones del derecho a la tutela judicial efectiva,
en lo referente a la proscripción de indefensión, configurada expresamente en el texto del
artículo 24 CE, constituye realmente una cláusula de cierre, pues "la idea de indefensión
engloba, entendida en un sentido amplio, a todas las demás violaciones de derechos
constitucionales que puedan colocarse en el marco del artículo 24 CE" (STC 48/1984). De este
modo, siguiendo la abundante Jurisprudencia Constitucional, se produce indefensión cuando de
forma ilegítima se priva o limita los medios de defensa producida en el seno de un proceso,
produciendo en una de las partes, sin que le sea imputable, un perjuicio definitivo en sus
derechos e intereses sustantivos 54. Se daría pues indefensión, cuando se infringe una norma
procesal, se priva a una parte o se la limita en sus medios de defensa o ante la falta
imputabilidad al justiciable. En este sentido se manifiesta el Tribunal Constitucional al indicar que
"viene declarando reiteradamente que, en el contexto del artículo 24.1 CE, la indefensión es una
noción material que se caracteriza por suponer una privación o minoración sustancial del
derecho de defensa; un menoscabo sensible de los principios de contradicción y de igualdad de
las partes que impide o dificulta gravemente a una de ellas la posibilidad de alegar y acreditar en
el proceso su propio derecho, o de replicar dialécticamente la posición contraria en igualdad de
condiciones con las demás partes procesales. Por otro lado, para que la indefensión alcance la
dimensión constitucional que le atribuye el artículo 24 CE se requiere [...], que la indefensión sea
causada por la incorrecta actuación del órgano jurisdiccional" (STC 40/2002).
53 SENÉS MOTILLA, Carmen, Disposiciones Generales sobre la Ejecución Forzosa, La Ley, Madrid, 2000, Pág. 18.
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Derecho a un proceso sin dilaciones indebidas
En cuanto al derecho a un proceso sin dilaciones indebidas, tal derecho hace referencia a un
concepto jurídico indeterminado que la Jurisprudencia ha ido delimitando. Así, el TC ha fijado los
criterios específicos que en cada caso concreto han de aplicarse para determinar si ha habido o
no dilación indebida, siendo éstos: 1. Las circunstancias del proceso; 2. La complejidad objetiva
del mismo; 3. La duración de otros procesos similares; 4. La actitud procesal del recurrente; 5. El
interés que en el litigio arriesga éste; 6. La actitud de los órganos judiciales; y 7. Los medios de
que disponen éstos 55.
Finalmente, en este análisis —que hemos tratado fuera breve— de los derechos contenidos en
el artículo 24 CE con incidencia en el proceso civil, hemos de hacer referencia al derecho a
utilizar los medios de prueba pertinentes. En este sentido, cabe decir que el juez o Tribunal tiene
que velar por el buen desarrollo de la fase de prueba, de forma que las pruebas sean, como no
puede ser de otra manera, obtenidas legalmente, pertinentes, esto es, relacionadas con el litigio,
por un lado, y útiles al mismo. Por tanto, tienen que estar destinadas a esclarecer los hechos
objeto del litigio. Nuevamente, el incumplimiento o vulneración de este derecho provocaría la
indefensión de la parte afectada. Es por tanto preciso fundamentar la inadmisión de medios
probatorios que puedan incidir en la sentencia 56 (SSTC 30/1986 y 45/1990). Asimismo, y citando
más Jurisprudencia Constitucional, "la lesión del derecho invocado sólo se habrá producido si,
en primer término, la falta de práctica de la prueba es imputable al órgano judicial y, en segundo
término, si esa falta generó indefensión material a los recurrentes en el sentido de que este
Tribunal aprecie, en los términos alegados en la demanda de amparo, la relación de la práctica
de la prueba con los hechos que se quisieron probar y no se probaron y la trascendencia de la
misma en orden a posibilitar una modificación del sentido del fallo" (STC 73/2001).
55 En este sentido se pronuncia el TC en sus Sentencias, entre otras, 36/1984, 5/1985, 152/1987, 223/1988, 28/1989, 50/1989, 81/1989,
224/1991, 215/1992, 69/1993, 179/1993, 197/1993, 313/1993,8/1994, 35/1994, 324/1994, 144/1995, 10/1997.
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II. CASUÍSTICA DE LOS MOTIVOS DE IMPUGNACIÓN DESDE LA ÓPTICA DEL PROCESO
CIVIL.
Como es lógico, debido al poco tiempo transcurrido desde la nueva regulación del incidente que
estamos analizando, la Jurisprudencia sobre la materia no es abundante, sin embargo, y como
se desprende de lo expuesto en los puntos precedentes, a pesar de que el presente estudio se
centre sobre el nuevo incidente excepcional de nulidad de actuaciones, hay abundante
Jurisprudencia recaída sobre la normativa anterior, cuando los motivos de impugnación se
reducían a los defectos de forma causantes de indefensión y la incongruencia, que sigue siendo
útil para el estudio de la casuística del incidente.
Así, del estudio de la Jurisprudencia, tanto la más reciente, como otra anterior pero relevante, se
colige que son por lo general identificables las causas que dan lugar al incidente excepcional de
nulidad de actuaciones en la mayoría de los casos. De este modo, haciendo un estudio del
proceso civil a partir de la LEC de 2000 en conjunto con la Jurisprudencia, son los temas que a
continuación trataremos los que con más frecuencia derivan en el incidente.
Así pues, en este apartado se tratará la declaración de nulidad de actuaciones que puede derivar
de la falta de intervención en el proceso civil de Abogado y Procurador, así como se abordará la
posibilidad de una eventual nulidad de actuaciones a causa ausencia de actuación del Ministerio
Fiscal, en aquellos casos en que la LEC lo establece como preceptivo.
En este sentido, antes de personarse ante los Tribunales, el ciudadano que pretende demandar
justicia, ha de nombrar Abogado y dar poder a un Procurador que le represente ante la Justicia,
salvo en determinados casos, poco numerosos 58 —y recientemente reformados 59—, así:
58 MARTÍNEZ FAGUNDEZ, César, Nulidad de Actuaciones en el Proceso Civil y Penal, Thompson Civitas, Pamplona, 2008, Pág. 104.
59 Los artículos 23 y 31 LEC han sido recientemente reformados por la Ley 4/2011, de 24 de marzo, de modificación de la Ley 1/2000, de 7 de
enero, de Enjuiciamiento Civil, para facilitar la aplicación en España de los procesos europeos monitorio y de escasa cuantía.
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2. En los juicios universales, cuando se limite la comparecencia a la presentación de títulos de
crédito o derechos, o para concurrir a Juntas.
3. En los incidentes relativos a impugnación de resoluciones en materia de asistencia jurídica
gratuita y cuando se soliciten medidas urgentes con anterioridad al juicio.
- Asimismo prevé el artículo 31 LEC que no será necesaria la asistencia de Abogado:
1. En los juicios verbales cuya cuantía no exceda de 2.000 euros y la petición inicial de los
procedimientos monitorios.
2. Para los escritos que tengan por objeto personarse en juicio, solicitar medidas urgentes con
anterioridad al juicio o pedir la suspensión urgente de vistas o actuaciones. Cuando la
suspensión de vistas o actuaciones que se pretenda se funde en causas que se refieran
especialmente al abogado también deberá éste firmar el escrito, si fuera posible.
De este modo, fuera de los casos citados, la Ley, en interés de los litigantes, les obliga a
comparecer por medio de Procurador y asistidos de Abogado 60. Así pues, toda persona tiene
que estar asistida cuando se dirige a los Tribunales, en aras a cumplir la ley y a evitar
situaciones de indefensión.
Por lo que respecta al Ministerio Fiscal, si bien es cierto que su actuación se restringe más al
ámbito del proceso penal, hay casos en los que su presencia es preceptiva en el proceso civil,
como en los de reconstrucción de actuaciones, según determina el artículo 232 LEC, y en
especial en los procesos sobre capacidad, filiación, matrimonio y menores, de conformidad con
lo dispuesto en el artículo 749 LEC 61.
En este sentido, y a tenor de la finalidad del presente estudio, consideramos esencial destacar
que en los casos en que obligatoriamente tiene que intervenir el Ministerio Fiscal, la falta de su
intervención en primera instancia queda subsanada con su intervención en la segunda o en
casación, según la doctrina del Tribunal Supremo declarada en la STS de 3 de marzo de 1988
[RJ 1988, 1574], 12 de febrero de 2001 [RJ 2001, 851], de 26 de julio de 2001 [RJ 2001, 7063],
así como en el Auto de 23 de septiembre de 1997 [RJ 1997, 9390] 62, entre otras resoluciones.
Así pues, a tenor de lo expuesto, es claro que mientras la falta de de intervención del Ministerio
60 En este sentido, GONZÁLEZ GRANDA, Piedad, “Sujetos y actuaciones del proceso. Las costas procesales” en La Nueva Ley de
Enjuiciamiento Civil, Tomo I, (coords. CORTÉS DOMÍNGUEZ y MORENO CATENA), Tecnos, Madrid, 2000. Pág. 89 y siguientes.
“1. En los procesos sobre incapacitación, en los de nulidad matrimonial y en los de determinación e impugnación de la filiación será siempre parte
el Ministerio Fiscal, aunque no haya sido promotor de los mismos ni deba, conforme a la Ley, asumir la defensa de alguna de las partes.
2. En los demás procesos a que se refiere este título será preceptiva la intervención del Ministerio Fiscal, siempre que alguno de los interesados
en el procedimiento sea menor, incapacitado o esté en situación de ausencia legal.”
62 MARTÍNEZ FAGUNDEZ, César, Nulidad de Actuaciones en el Proceso… Pág. 169, ob. Cit.
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Fiscal se haya subsanado en instancias posteriores, no será en principio estimado un incidente
excepcional de nulidad de actuaciones con base en dicho motivo, aunque siempre habrá de
estarse al caso concreto y al supuesto en que era exigida la presencia del Ministerio Fiscal.
Así, por lo que respecta a la casuística acontecida en casos en los que la representación por
medio de Procurador y/o la asistencia de Abogado han dado lugar al planteamiento de incidentes
excepcionales de nulidad de actuaciones, destacamos las Sentencias que a continuación
comentamos 63. En este sentido, podemos enumerar a grosso modo una serie de supuestos en
que es posible que se declare la nulidad de las actuaciones por falta de intervención de Abogado
o Procurador. De este modo, por lo que respecta al Procurador, el caso más representativo es la
renuncia voluntaria; y en cuanto al Abogado, las situaciones más típicas al respecto son aquellas
en que falta su firma o en las que el Abogado ha sido privado del ejercicio de su profesión; así
como, comunes a ambos, son los casos en que alguno de los dos o ambos no asisten a la vista.
En aras a clarificar lo que se expondrá en el presente apartado, en relación con los defectos en
la postulación de las partes, creemos esencial hacer referencia a los efectos generales de la falta
de postulación. Así, en la actualidad, la falta de postulación, como toda irregularidad procesal,
constituye un defecto subsanable, por lo que, cuando un tribunal advierta algún defecto de esta
clase habrá de conferir a las partes un plazo para subsanar la carencia. En este sentido, sólo
cuando concluso el trámite para subsanar la subsanación no se haya producido, procederá
declarar dicha falta de postulación, cuyos efectos varían en función de cuando se produzca la
misma.
Así, si el defecto de postulación afectase al demandado y este no la subsana, entonces, por
aplicación del 418.3 LEC, se le declarará en rebeldía, sin que de las actuaciones que hubiese
llevado a cabo quede constancia en autos. Sin embargo, si el defecto de postulación afectase al
demandante, tratándose como se trata de la carencia de un presupuesto procesal, el tribunal
procederá bien a inadmitir la demanda o bien decretará el sobreseimiento del proceso en el
estado en que se encuentre o bien dictará sentencia absolutoria en instancia si el vicio se
advierte cuando ya no reste sino dictar resolución definitiva 64.
Sin embargo, en lo que afecta al presente estudio, las faltas de postulación a que se hará
referencia serán en situaciones en las que el procedimiento habrá llegado a su fin, pues de otro
modo no cabe pensar en el incidente excepcional de nulidad de actuaciones. En este sentido, es
63 Aún si bien varios de los ejemplos no se refieren a incidentes excepcionales de nulidad de actuaciones, en tanto no es abundante la
Jurisprudencia al respecto, si son útiles para intuir la Doctrina que sería aplicable a tales casos.
64 GARBERÍ LLOBREGAT, José, Capacidad, Postulación y Legitimación de las partes en el proceso civil, Bosch, Barcelona, 2009, Pág. 63.
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obvio que en la mayoría de los casos el efecto sería la inadmisión a trámite del mismo, en tanto
se entiende que en todo caso estos defectos podrán haberse denunciado con anterioridad a la
finalización del procedimiento, por lo que no procedería el planteamiento del incidente. De todos
modos, se procede a continuación a hacer un examen de aquellos casos más representativos en
que un defecto en la postulación pueda llevar a alguna de las partes a plantear un incidente
excepcional de nulidad de actuaciones.
En atención al orden de motivos más comunes expuesto, comenzaremos analizando los casos
de renuncia voluntaria del Procurador, y en lo que nos es relevante en el presente estudio, los
efectos de la misma sobre el proceso y una eventual declaración de nulidad de actuaciones en
caso de que se entienda que uno de los litigantes ha intervenido sin Procurador.
En este sentido, la renuncia voluntaria es una de las causas de cesación del Procurador en su
cargo. Es esencial, por lo que a los efectos de esta renuncia respecta, tener en cuenta que la ley
exige una serie de trámites que se deben observar de manera escrupulosa para que la renuncia
tenga efecto 65 —de lo contrario se entenderá que la representación del Procurador sigue
vigente—. A este respecto, dispone el artículo 30.1.2 LEC 66, que la renuncia voluntaria, para
que se entienda efectivamente realizada, debe ser puesta en conocimiento tanto de su
poderdante como del Tribunal, con anticipación y de modo fehaciente, así como es necesario
que dicha renuncia conste en los Autos y se le tenga expresamente por renunciante
En este sentido, cabe citar una Sentencia en la que se aplicaron dichos requisitos —aunque en
su versión de la LEC\1881 67.—, y en virtud de cuyo incumplimiento se desestimó un recurso de
2. Por renuncia voluntaria o por cesar en la profesión o ser sancionado con la suspensión en su ejercicio. En los dos primeros casos, estará el
procurador obligado a poner el hecho, con anticipación y de modo fehaciente, en conocimiento de su poderdante y del Tribunal. En caso de
suspensión, el Colegio de Procuradores correspondiente lo hará saber al Tribunal.
Mientras no acredite en los autos la renuncia o la cesación y se le tenga por renunciante o cesante, no podrá el procurador abandonar la
representación de su poderdante, en la que habrá de continuar hasta que éste provea a la designación de otro dentro del plazo de diez días.
Transcurridos éstos sin que se haya designado nuevo procurador, el Secretario judicial dictará resolución en la que tendrá a aquél por
definitivamente apartado de la representación que venía ostentando.”
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casación —bien pudiera haber sido un incidente excepcional de nulidad de actuaciones 68 si la
renuncia del Procurador se hubiera producido en la propia casación y no en las instancias
previas— en el que se solicitaba que se casara la sentencia de apelación por incumplimiento del
artículo 3 LEC\1881 69.
Así, la Sentencia a la que nos referimos es la STS de 1 de febrero de 1984 [RJ 1984, 568], en la
que se había interpuesto una demanda de juicio ejecutivo, ante un Juzgado de Primera Instancia
por una Sociedad contra un particular, y ante la que éste último se opuso. En este sentido, el
Juzgado estimó la demanda, sentencia estimatoria frente a la que el particular interpuso recurso
de apelación. Lo relevante de asunto, en lo que respecta al tema que estamos tratando, es que
durante la sustanciación del recurso de apelación, el Procurador del apelante presentó un escrito
desistiendo de la representación “por razones de delicadeza”, dictando finalmente la Audiencia
sentencia estimatoria de la apelación por la que se revocaba la del Juzgado. En atención a lo
expuesto, la Sociedad, interpuso recurso de casación por quebrantamiento de forma, alegando la
infracción del artículo 3 LEC\1881, según el cuál “la comparecencia en juicio será por medio de
procurador”. Así, consideraba la Sociedad que el particular carecía de Procurador, al haber
renunciado el mismo durante la sustanciación del recurso de apelación. El Tribunal Supremo
desestimó el recurso, confirmando la sentencia de la audiencia, siendo las razones de tal
decisión que el Procurador no había cumplido con la obligación que le imponía el artículo 9.2
LEC\1881, y que hoy impone el artículo 30 LEC, de comunicar la renuncia a su poderdante, lo
que tenía como consecuencia que continua en su representación, y por tanto no se había
vulnerado la exigencia de comparecer en juicio por medio de Procurador70.
“Por el desistimiento voluntario del Procurador o por cesar en su oficio, estando obligado a poner con anticipación uno y otro caso en
conocimiento de sus poderdantes, judicialmente o por medio de acta notarial.
Mientras no se acredite el desistimiento en los autos por uno de estos dos medios, y se le tenga por desistido, no podrá el Procurador abandonar
la representación que tuviere.”
68 Si en aquel momento hubiera estado regulado como en la actualidad, pero esta doctrina sirve para hacerse una idea de la eventual respuesta
de un órgano judicial ante un planteamiento similar.
69 Artículo 3 LEC\1881:
“La comparecencia en juicio será por medio de Procurador legalmente habilitado para funcionar en el Juzgado o Tribunal que conozca de los
autos, y con poder declarado bastante por un Letrado.”
70 En este sentido, MARTÍNEZ FAGUNDEZ, César, Nulidad de Actuaciones en el Proceso… Pág. 124, ob.cit.
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En este sentido, cabe entender que el eventual planteamiento de un incidente excepcional de
actuaciones por ausencia del Procurador que hubiera renunciado durante la tramitación del
procedimiento, sólo sería estimado si aquella renuncia hubiera cumplido con todas las
previsiones legales ya referidas, en caso contrario se entendería que el Procurador continuaba
en su representación y que no había vulneración de derecho alguno 71. Del mismo modo, habría
que estarse a su admisibilidad en tanto debería prestarse atención a si dicha carencia pudiera
haberse denunciado con anterioridad a la resolución que pusiera fin al procedimiento, lo que
parece que reduce los casos a aquellos en que se desconociera tal renuncia, que consideramos
prácticamente imposibles. Asimismo, al pensar en la vulneración de alguno de los derechos
fundamentales consagrados en el 53.2 CE, en este caso, nos surge la cuestión de qué derecho
se vulneraría, estimando que en todo caso sería el de defensa, lo que nos lleva a la siguiente
pregunta, ¿quién estaría legitimado para alegar dicha vulneración?. Así, lo cierto es que el
ejemplo Jurisprudencial expuesto parte de que quién recurre la sentencia, siendo el perjudicado
por la misma, no es quién finalizó el procedimiento sin Procurador. Así pues, en la casación
expuesta, se alegaba quebrantamiento de la forma del procedimiento, sin embargo, lo que
debería alegarse en un incidente excepcional de nulidad de actuaciones sería en todo caso la
vulneración del artículo 24 CE, encontrándonos entonces con el problema de la legitimación. En
este sentido, entendemos que sólo estaría legitimado para alegar la vulneración del derecho de
defensa aquella parte cuyo Procurador hubiera renunciado a su representación, y por causas no
imputables a él mismo 72. Así, conforme a lo expuesto, lo cierto es que el planteamiento de un
incidente excepcional de nulidad de actuaciones con base en la renuncia voluntaria del
procurador se hace impensable.
71 Esta Doctrina Jurisprudencial en cuanto a cuándo entender la renuncia voluntaria del Procurador como efectiva, sigue vigente en la actualidad
con la LEC\2000, habiendo cambiado tan sólo la forma de efectuarse la comunicación al cliente por parte del Procurador de sur enuncia. En este
sentido, la misma ya no puede hacerse por vía judicial, a través del Tribunal, sino que es el propio Procurador quien debe comunicarla a su
representado de modo fehaciente, esto es, por medio de acta notarial o en documento privado en el que figure la firma de aquél. (MARTÍNEZ
FAGUNDEZ, César, Nulidad de Actuaciones en el Proceso… Pág. 126, ob.cit.).
72 En este sentido, como asunto en el que quien recurrió la decisión judicial fue la parte que perdió a su Procurador, cabe citar la STS de 24 de
mayo de 1984 [RJ 1984, 2502], en la que se deja muestra de la Doctrina por la que se entiende que para entender renunciado en su
representación a un Procurador existe la obligación de los tribunales de declarar el cese o renuncia del mismo, que se encontraba en el artículo
9.2 LEC\1881 y que perdura hoy en el 30.2 de la actual LEC. No obstante es cierto que la actual LEC obliga al litigante a nombrar nuevo
Procurador en el plazo de diez días, y que en caso de no hacerlo se tendrá por apartado al anterior. Sin embargo opinamos que esta afirmación
de necesidad de nombramiento en el plazo de diez días de nuevo Procurador, no anula la obligación impuesta a los Tribunales de tener al
Procurador por renunciante.
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Continuando con los temas más relevantes a efectos de causar una eventual interposición de un
incidente excepcional de actuaciones, relacionado con la postulación, citamos en los párrafos
anteriores la falta de firma del Abogado.
El artículo 31.1 de la LEC establece la obligación que tienen los litigantes de ser dirigidos por
Abogados habilitados para ejercer su profesión en el tribunal que conozca del asunto, añadiendo
que no podrá proveerse ninguna solicitud que no lleve firma de Abogado. Así, dispone el referido
artículo que:
“Los litigantes serán dirigidos por abogados habilitados para ejercer su profesión en el tribunal
que conozca del asunto. No podrá proveerse a ninguna solicitud que no lleve la firma de
abogado.”
Asimismo, el artículo 225.4 LEC determina que serán nulos de pleno derecho los actos
procesales:
“Cuando se realicen sin intervención de abogado, en los casos en que la Ley la establezca como
obligatoria.”
En este caso hay que hacer referencia al cambio de Doctrina Jurisprudencial que produjo la
aprobación de la LOPJ. Así, con anterioridad a 1985, y en aplicación entonces del artículo 10
LEC\1881 73, la Doctrina determinaba la nulidad de actuaciones a causa de documentos carentes
de firma de Abogado, afirmando incluso que se trataba de un requisito de ineludible
cumplimiento, no de mera forma, no subsanable, no siendo posible tampoco su convalidación, y
que en él no cabía el consentimiento de la parte adversa. Asimismo, otras Sentencias lo
consideraban un vicio esencial del procedimiento, generador de absoluta y radical nulidad, que
provocaba la nulidad de todas las demás actuaciones que del mismo trajeran causa, que debía
ser declarada ex officio 74. Cabe citar en este sentido las SSAT de Barcelona Sala 1ª de 12 de
marzo de 1971, de 30 de octubre de 1971, y de 13 de febrero de 1978; así como la SAT de las
Palmas de Gran Canaria de 15 de abril de 1978. Del mismo modo se pronunció el TS en su
Sentencia de 3 de julio de 1980, Sala de lo Social, en la que se afirma que la falta de firma de
73 Art. 10 LEC\1881:
“Los litigantes serán dirigidos por Abogado habilitado legalmente para ejercer su profesión en el Juzgado o Tribunal que conozca del proceso. No
podrá proveerse a ninguna solicitud que no lleve la firma del Abogado.”
74 En este sentido, MARTÍNEZ FAGUNDEZ, César, Nulidad de Actuaciones en el Proceso… Pág. 133, ob.cit
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Letrado constituye un vicio o defecto que acarrea la nulidad absoluta del acto, debiendo ser
declarada de oficio por los Tribunales 75:
Así, la STC 3/1987 declara, en relación con la falta de firma de Letrado en un recurso de
apelación, que se trata de una irregularidad procesal constitutiva de una omisión subsanable:
« 2. Numerosas Sentencias de este Tribunal 77 (…) constituyen un cuerpo de doctrina, según el
cual el derecho de acceso a los recursos legalmente establecidos, integrado en la tutela judicial
efectiva, impone a los Jueces y Tribunales que en el control de los requisitos formales que
“El Tribunal y el Secretario judicial cuidarán de que puedan ser subsanados los defectos en que incurran los actos procesales de las partes.”
77 «entre ellas las 19/1983, de 14 de marzo ( RTC 1983\19 ), 61/1983, de 21 de julio ( RTC 1983\61 ), 57/1984, de 8 de mayo ( RTC 1984\57 ),
70/1984, de 11 de junio ( RTC 1984\70 ), 60/1985, de 6 de mayo ( RTC 1985\60 ), 36/1986, de 12 de marzo ( RTC 1986\36 ), 87/1986, de 27 de
junio ( RTC 1986\87 ) y 117/1986, de 13 de octubre ( RTC 1986\117 )»
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condicionan la válida interposición de los mismos utilicen criterios interpretativos que sean
favorables a dicho acceso, evitando incurrir en el rigor formalista de limitarse a una aplicación
automática y literal de los preceptos legales, que conduzca a negar el recurso por una
irregularidad formal subsanable, sin dar oportunidad al interesado de la posibilidad de proceder a
su subsanación.
Sin embargo tal precepto ha de aplicarse en estrecha relación con el art. 24.1 de la Constitución,
que exige, según reiterada doctrina de este Tribunal, que no se imponga una sanción
desproporcionada a una irregularidad procesal constitutiva de omisión subsanable, lo que en la
actualidad se encuentra legalmente establecido en el art. 11.3 de la Ley Orgánica del Poder
Judicial, de 1 de julio de 1985 (RCL 1978\1578 , 2635 y ApNDL 8375), que de conformidad con
el principio de tutela efectiva consagrado en dicho art. 24 de la Constitución, sólo permite
desestimar o rechazar por motivos formales las pretensiones de las partes cuando el defecto
fuese insubsanable o no se subsane por el procedimiento establecido en las Leyes procesales y,
como hemos dicho en la Sentencia de 17 de diciembre de 1986 ( RTC 1986\1620 ), el citado
precepto de la Ley Orgánica del Poder Judicial debe entenderse aplicable no sólo a los defectos
que en sentido estricto puedan considerarse formales, sino también a todos aquellos defectos u
omisiones que permitan subsanación o integración, aunque sean portadores de un significado
que pueda exceder del puramente formal.»
En conclusión, los documentos que no lleven firma de Abogado, en los casos en que la Ley lo
exige, deben ser rechazados por los Tribunales y ello por imperativo del art. 30 de la LEC; ahora,
si hubieran sido admitidos, se debe promover la subsanación del defecto.
En este sentido, y en atención al objeto del presente trabajo, podríamos encontrarnos con casos
en los que no cabiendo recursos ordinarios —requisito para el planteamiento del incidente
excepcional de nulidad de actuaciones— el escrito de demanda, o bien el recurso de apelación o
de casación, según el caso, se hubieran interpuesto sin firma del correspondiente Letrado. Así,
alguna de las partes podría plantearse interponer el incidente por tal motivo. A este respecto
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cabría afirmar que el mismo sería en todo caso inadmitido, y ello basándonos en dos motivos. En
primer lugar, porque se trataría de un vicio que con seguridad podría haber sido denunciado
antes del final del procedimiento —en tanto aquí ni tan siquiera cabe hacer referencia al
desconocimiento del defecto por las partes—, pues nada impide que en cuanto se advierta la
existencia del defecto, la parte demandada pueda denunciar ante el tribunal los posibles defectos
de postulación en que haya podido incurrir la actora, y viceversa 78, y en segundo lugar, por la
dudosa legitimación de la parte que lo planteara, en tanto es complicado imaginar de qué
manera y qué derecho fundamental de los contenidos en el artículo 53.2 CE se vería afectado
por tal vicio. Debemos aclarar que nos estamos refiriendo a en qué modo se vería vulnerado
alguno de los derechos fundamentales —protegidos por el incidente— si la demanda o el recurso
se presentara sin firma de Abogado, constituyendo más bien una irregularidad procesal —según
el TC—, que además de ser denunciable y subsanable antes de la resolución que ponga fin al
procedimiento, constituye en sí un supuesto de nulidad de pleno derecho declarado por el 225.3
LEC, cuya declaración podrá instarse de conformidad con lo dispuesto en el artículo 227 LEC 79.
Abogados privados del ejercicio de su profesión
Respecto a este supuesto de falta de postulación, del que puede derivar la interposición de un
incidente excepcional de nulidad de actuaciones, debemos decir que en aquellos casos en que
un Abogado, suspendido por motivo disciplinario del Colegio, intervenga en un juicio, el Tribunal
que conozca del mismo deberá declarar la nulidad de las actuaciones, salvo que la Jurisdicción
ante la que actúe el Letrado no tuviera conocimiento de tal suspensión, en cuyo caso la
actuación del mismo se mantiene 80, en este sentido se pronunció el TS en su Sentencia de 13
de octubre de 1970 [RJ 1970, 4225].
“1. La nulidad de pleno derecho, en todo caso, y los defectos de forma en los actos procesales que impliquen ausencia de los requisitos
indispensables para alcanzar su fin o determinen efectiva indefensión, se harán valer por medio de los recursos establecidos en la ley contra la
resolución de que se trate.
2. Sin perjuicio de ello, el tribunal podrá, de oficio o a instancia de parte, antes de que hubiere recaído resolución que ponga fin al proceso, y
siempre que no proceda la subsanación, declarar, previa audiencia de las partes, la nulidad de todas las actuaciones o de alguna en particular.
En ningún caso podrá el tribunal, con ocasión de un recurso, decretar de oficio una nulidad de las actuaciones que no haya sido solicitada en
dicho recurso, salvo que apreciare falta de jurisdicción o de competencia objetiva o funcional o se hubiese producido violencia o intimidación que
afectare a ese tribunal.”
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Sin embargo, en relación con el planteamiento de un incidente excepcional de nulidad de
actuaciones, y como veremos a continuación, nos encontramos en este supuesto de nuevo con
un problema que ya se nos ha presentado al estudiar este apartado, el de la legitimación para su
interposición. Así, el eventual planteamiento de un incidente excepcional de actuaciones con
base en un vicio consistente en que el abogado hubiera sido privado del ejercicio de su
profesión, quedaría restringido a la parte cuyo letrado fuera el referido, pero nunca a la otra parte
cuyo abogado si estuviera perfectamente legitimado para el ejercicio de su profesión, de suerte
que en caso de una sentencia estimatoria para la parte cuyo abogado estuviera privado del
ejercicio de su profesión, no cabría el planteamiento de un incidente excepcional de actuaciones.
Por el contrario, podemos pensar que en caso de enterarse a posteriori la parte perjudicada por
la sentencia —si lo hubiera sabido con anterioridad debería haberlo denunciado— sí podría
plantearlo, pero nos encontraríamos entonces con el problema de si existió o no indefensión,
pues como viene consagrando la Jurisprudencia, la misma es necesaria para el planteamiento
del incidente.
Como útil ejemplo de lo expuesto, nos encontramos con el Auto de la Audiencia Provincial de
Valencia 46/2011 de 30 de marzo, por el que se desestima un incidente excepcional de nulidad
de actuaciones en el que se alegaba la falta de colegiación del abogado que había actuado
como defensor de la parte beneficiada por la sentencia —que había sido recurrida en Apelación
y confirmada por la referida Audiencia Provincial— en la Audiencia Previa y en el acto del Juicio
en primera instancia. En este sentido, ha de dejarse constancia como antecedentes de hecho
para comprender el fallo del Auto lo ya expuesto, así como que el letrado en cuestión había sido
cesado por su Colegio por incumplimiento de sus obligaciones corporativas con anterioridad a la
Audiencia Previa, pero sin embargo no había constancia de que la notificación le hubiera sido
entregada en la debida forma, así como que posteriormente al acto del Juicio él mismo se dio de
baja y se reincorporó al Colegio Profesional de manera efectiva un mes después. De este modo,
expuestos los referidos antecedentes, consideramos de relevancia citar las conclusiones del
referido Auto:
«que el letrado Sr. Pons Gilabert en la fechas en que intervino en el presente procedimiento de
juicio ordinario 740/2007, audiencia previa en fecha 25-9-2008 y acto de juicio oral en fecha 22-
1-2009, y que desde fecha 26-11-2007 se daba la circunstancia de que la Junta de Gobierno
había acordado su baja colegial por incumplimiento de sus obligaciones corporativas, resulta que
no consta que el mismo conociese dicha decisión y que la misma fuese firme y definitiva. Y si
bien es cierto que tanto las normas de la LEC como de la LOPJ son claras respecto a los
requisitos para la asistencia y defensa de los intereses de los ciudadanos ante los juzgados y
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tribunales, la existencia de una posible infracción de normas de carácter administrativo e interno,
referidas al Estatuto de la Abogacía, cuando no consta cual sea la concreta infracción, su
alcance y efectos, además de si es o no firme la resolución que los valora, no puede conllevar
necesariamente la nulidad de las actuaciones.
El tercero y decisivo es que la intervención del Sr. Pons Gilabert en el procedimiento no pudo
nunca causar indefensión a la parte instante de la nulidad, ya que no era su abogado, sino el de
la parte contraria, a la que además defendió con éxito al estimarse la demandada tanto en la
primera como en la segunda instancia, de modo que en el presente caso la parte solicitante de la
nulidad no se encuentra legitimada para argumentar la nulidad.
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2. DE LA PLURALIDAD DE PARTES. EL LITISCONSORCIO 81.
Como se desprende del título del presente apartado, el mismo se centrará sobre la nulidad de
actuaciones con causa en la figura del litisconsorcio y, en concreto, en el litisconsorcio necesario,
que es aquél que puede dar lugar a la misma.
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Del mismo modo, establecido el origen y el concepto jurisprudencial de la figura del
litisconsorcio, debemos dejar constancia de sus clases, esto es, el litisconsorcio necesario —
sobre el que profundizaremos en el presente trabajo, en tanto es el que puede dar origen a la
declaración de nulidad— y el voluntario o facultativo. En este sentido, como establece González
Granda en su obra El litisconsorcio necesario en el proceso civil, el TS, implícita o
explícitamente ha reconocido las especies de litisconsorcio necesario y facultativo, y en lugar de
necesario, alguna vez habló de solidaridad procesal y solidaridad jurídica 83.
“Podrán comparecer en juicio varias personas, como demandantes o como demandados, cuando
las acciones que se ejerciten provengan de un mismo título o causa de pedir.”
“Cuando por razón de lo que sea objeto del juicio la tutela jurisdiccional solicitada sólo pueda
hacerse efectiva frente a varios sujetos conjuntamente considerados, todos ellos habrán de ser
demandados, como litisconsortes, salvo que la ley disponga expresamente otra cosa.”
83 GONZÁLEZ GRANDA, Piedad, El Litisconsorcio Necesario en el Proceso Civil, Comares, Granada, 1996, Pág. 53.
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“Podrán acumularse y ejercitarse simultáneamente las acciones que uno tenga contra varios
individuos, o varios contra uno, siempre que nazcan de un mismo título o se funden en una
misma causa de pedir. 84”
Centrándonos ya en el litisconsorcio necesario, pues a pesar de que mucho hay que decir sobre
el voluntario, como ya hemos puesto de manifiesto el mismo no es objeto de nuestro estudio
puesto que no tiene relación en sí con una eventual declaración de nulidad de actuaciones,
podemos decir lo siguiente. Así, debemos destacar cómo en la LEC se formula únicamente la
noción de litisconsorcio pasivo necesario —nada se dice de un eventual litisconsorcio activo
necesario—, así como que no se relacionan los supuestos en que tal situación acontece, pues
esto es algo que vendrá impuesto por las correspondientes normas sustantivas. En este sentido,
sólo en unos pocos casos el litisconsorcio pasivo necesario viene exigido de forma explícita en la
norma correspondiente, lo que por ejemplo ocurre en el caso de las obligaciones indivisibles85 o
en el de la demanda de tercería de dominio 86. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones ha
sido la Jurisprudencia la que ha ido determinando los supuestos en que existe una legitimación
pasiva necesariamente conjunta 87. Como ejemplo de litisconsorcio pasivo necesario consagrado
jurisprudencialmente podemos resaltar aquellos asuntos cuyo objeto son derechos reales
pertenecientes a un matrimonio cuyo régimen matrimonial es el de sociedad de gananciales, en
cuyo caso «las acciones reales han de ejercitarse frente a ambos cónyuges, en situación de
litisconsorcio pasivo necesario (en tanto que) las personales sólo contra el que intervino en la
relación contractual» [SAP Las Palmas, 63/1999m de 27 de febrero] 88.
Asimismo, como hemos puesto de relieve en el párrafo anterior, la LEC en su artículo 12.2 regula
el litisconsorcio necesario, pero tan sólo el pasivo, en este sentido ¿existe el activo? A esta
85 1139 CC:
“Si la división fuere imposible, sólo perjudicarán al derecho de los acreedores los actos colectivos de éstos, y sólo podrá hacerse efectiva la
deuda procediendo contra todos los deudores. Si alguno de éstos resultare insolvente, no estarán los demás obligados a suplir su falta.”
“La demanda de tercería se interpondrá frente al acreedor ejecutante y también frente al ejecutado cuando el bien al que se refiera haya sido por
él designado.”
87 En este sentido, SAMANES ARA, Carmen, Las partes en el proceso civil, La Ley, Madrid, 2000, Pág. 124.
88 En este mismo sentido: SSTS 161/1998 de 27 febrero [RJ 1998\968]; de 11 noviembre 1997 [RJ 1997\7872]; 189/1997 de 12 marzo [RJ
1997\2490]; de 22 julio 1991[RJ 1991\5408]; de 25 enero 1990 [RJ 1990\24 ], entre otras.
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pregunta da respuesta González Granda en su obra ya citada, estableciendo que aunque
excepcionalmente se encuentra alguna STS que parece admitir en el plano teórico la existencia
del litisconsorcio activo necesario 89, la tendencia es constante a la hora de su negación. Para
resumir la situación, la citada autora hace alusión a la STS de 13 de julio de 1995 que manifiesta
el rechazo a la figura del litisconsorcio activo «por cuanto no puede equipararse al litisconsorcio
pasivo necesario, dado que nadie puede ser obligado a litigar, si solo ni unido con otro, de tal
forma que para el TS la consideración de que la disponibilidad del sujeto demandante sobre el
objeto de la demanda no puede ejercitarse sino en forma conjunta o mancomunada con otro
sujeto se traducirá en una falta de legitimación activa, que, como tal carecería de un presupuesto
preliminar a la consideración del fondo, pero basado en razones jurídico-materiales, lo que debe
conducir a un sentencia desestimatoria, más nunca a la inexistente, legal y jurisprudencialmente
excepción de litisconsorcio activo necesario»; a lo que añadiríamos la eventual vulneración del
derecho a la tutela judicial efectiva que dicha figura podría suponer, en tanto no sólo supondría la
obligación a otro de litigar, como afirma el Supremo, sino que vetaría a quien quisiera hacerlo en
caso de no poder acceder a la Justicia si la otra parte —que necesariamente debiera litigar— no
quiere hacerlo.
Por lo que respecta ya en sí a la nulidad de actuaciones en relación con falta del debido
litisconsorcio pasivo necesario, podemos afirmar que la misma dependerá de la Doctrina sobre si
se entiende que existe o no esa necesidad de litisconsorcio pasivo, Doctrina que no podemos
exponer en su totalidad en el presente trabajo y que bien dependerá de si se trata de acciones
reales, contratos u otras acciones, estándose al caso concreto. Sin embargo, en lo referente a
los requisitos del propio incidente excepcional de nulidad de actuaciones, nos encontraríamos
con el problema de la imposibilidad de denuncia previa de la vulneración, puesto que en la
mayoría de los casos, y así se pone de manifiesto en las resoluciones que deciden sobre la
existencia o no de litisconsorcio pasivo necesario —las mismas se dan consecuencia de
Recursos de Apelación, así como de Casación— lo que evidencia la normalidad de la posibilidad
de denuncia previa. No obstante, podríamos encontrarnos con Sentencias no recurribles, o bien
con que la necesidad de ese litisconsorcio se conociera con posterioridad, lo que enlazaría con
la legitimación y motivación del incidente. En este sentido, lo cierto es que aquél perjudicado por
la resolución firme que entiende que debió haberse demandado a alguien más, no vería
vulnerado para sí ningún derecho fundamental, sino que aquel que vería lesionados sus
derechos, y en concreto el de defensa, sería aquél que debiera haber sido parte del litigio y no lo
fue. Así, llegamos a que en este supuesto pueda darse con claridad el caso de que sea un
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tercero interesado y no personado inicialmente en la causa el que inste la nulidad de
actuaciones, así como puede darse la excepción en el plazo para el mismo, esto es, los veinte
días para su interposición contarían a partir de que tuviera conocimiento de la misma.
“Asimismo, todos tienen derecho al Juez ordinario predeterminado por la Ley, a la defensa y a la
asistencia de letrado, a ser informados de la acusación formulada contra ellos, a un proceso
público sin dilaciones indebidas y con todas las garantías, a utilizar los medios de prueba
pertinentes para su defensa, a no declarar contra sí mismos, a no confesarse culpables y a la
presunción de inocencia”
Esto es, el derecho a utilizar los medios de prueba pertinentes para la defensa se configura
como un derecho fundamental. En este sentido, como tiene declarado la Jurisprudencia 90, es un
derecho fundamental inseparable del derecho mismo a la defensa, y que consiste en que las
pruebas pertinentes propuestas sean admitidas y practicadas por el Juez o Tribunal, y al haber
sido constitucionalizado impone unas nuevas perspectivas y una sensibilidad mayor en relación
con las normas procesales atinentes a ello, de suerte que los Tribunales de Instancia deben
proveer a la satisfacción de tal derecho, sin desconocerlo ni obstaculizarlo, siendo preferible en
tal materia incurrir en un posible exceso en la admisión de pruebas que en su denegación. Lo
que no implica desapoderar al juzgador a quo de su potestad para pronunciarse sobre la
pertinencia de las pruebas que las partes propongan, sino acoger, con el espíritu que informa el
artículo 24.2 CE, las peticiones de admisión a prueba en cuando no sea manifiesta la ausencia
de adecuación entre las que se proponen y la cuestión debatida, habiéndose asimismo
declarado que el derecho del litigante a la utilización de las pruebas debe enmarcarse dentro de
la legalidad y de las facultades del Juez para estimar, en principio, su pertinencia, es decir, su
relación efectiva con el verdadero tema que en el pleito se discute, sin que esté el órgano
judicial, por tanto, sometido al mecanismo ciego de su aceptación. Por lo mismo, y como derecho
potestativo del litigante, concedido en su beneficio, habrá que añadir que es la parte a quien
90 Entre otras, STS de 27 de junio de 1991, y SSTC de 20 de febrero de 1986 y 27 de febrero de 1988.
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compete la reclamación o exigencia de efectividad, así como su activa colaboración para que la
prueba se practique, una vez admitida por el Tribunal91.
En este sentido, la ausencia de actividad probatoria, o la deficiencia en su práctica, provocarán la
nulidad de las actuaciones, si concurren, de conformidad con lo establecido por el TS 92 cuando:
a) La prueba solicitada tenga una influencia decisiva en la resolución del pleito, esto es, que la
resolución final del proceso hubiera podido ser distinta, si se hubiera practicado.
b) Debe producir indefensión.
c) La denegación de la prueba por el Tribunal debe ser infundada por falta de motivación o
porque la misma se base en una interpretación de la legalidad manifiestamente arbitraria o
irracional.
d) En caso de no practica de la prueba, que no pueda ser imputable al proponente.
e) La prueba ha de ser pertinente, relacionada con los hechos que quisieron probarse y que se
haya solicitado en la forma y momento legalmente establecidos por la LEC.
Asimismo, en opinión de Martínez Fagúndez —aunque él en relación con el recurso
extraordinario por infracción procesal— que compartimos, para invocar esta causa como motivo
del incidente excepcional de nulidad de actuaciones, la parte debe haber presentado recurso de
reposición contra la resolución denegatoria de la prueba y de formular protesta, pues como ya
hemos establecido, no puede caber contra la vulneración que se alegue recurso alguno.
Así pues, de conformidad con la doctrina expuesta, no toda denegación de prueba supone una
vulneración del derecho consagrado en el artículo 24.2 CE sino que deberán darse los requisitos
jurisprudenciales anteriormente plasmados.
En este sentido, como ejemplos para ilustrar la casuística del incidente excepcional de nulidad
de actuaciones con base en este motivo, podemos citar el Auto de la Audiencia Provincial de
León 62/2008 de 4 de septiembre, en el que se desestima el incidente interpuesto con base en
que la indefensión sufrida por la inadmisión de una prueba ya había sido contestada en el
Recurso de Apelación contra el que el incidente de planteaba —por lo que ya en u primer
momento debería haber sido inadmitido, con base en los requisitos del propio incidente— fijando
que el desacuerdo de la recurrente con tal motivación no puede dar lugar al planteamiento de un
incidente excepcional de nulidad de actuaciones.
91 En este sentido, MARTÍNEZ FAGUNDEZ, César, Nulidad de Actuaciones en el Proceso… Pág. 624, ob.cit.
92 SSTS de 14 de noviembre de 2002 [RJ 2002, 9922], 10 de mayo de 2004 [RJ 2004, 2751], 13 de julio de 2004 [RJ 2004, 4296], entre otras.
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Del mismo modo, como otro ejemplo, podemos citar el Auto de la Audiencia Provincial de Madrid
307/2010 de 24 de noviembre en el que se fija que a través del incidente que en ese caso se
planteó se pretendía una revisión de la prueba:
«pretende una revisión de la prueba, inviable a través del incidente de nulidad de actuaciones,
siendo, además, que la prueba que la instante del incidente de nulidad dice no valorada, si lo
está pero en relación con la demás, pretendiendo ahora una prevalencia de su prueba frente a la
tenida en cuenta en valoración conjunta, pero descontextualizada del contenido de la resolución»
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4. INCONGRUENCIA.
Debemos comenzar este apartado haciendo referencia expresa al artículo 218 LEC, en el que se
establecen la exhaustividad y congruencia de las sentencias, así, reza el referido precepto en su
primer apartado que:
“1. Las sentencias deben ser claras, precisas y congruentes con las demandas y con las demás
pretensiones de las partes, deducidas oportunamente en el pleito. Harán las declaraciones que
aquéllas exijan, condenando o absolviendo al demandado y decidiendo todos los puntos
litigiosos que hayan sido objeto del debate.
El tribunal, sin apartarse de la causa de pedir acudiendo a fundamentos de hecho o de Derecho
distintos de los que las partes hayan querido hacer valer, resolverá conforme a las normas
aplicables al caso, aunque no hayan sido acertadamente citadas o alegadas por los litigantes.”
Del mismo modo, consideramos esencial dejar aquí constancia de lo que la Jurisprudencia
entiende por “incongruencia”, y qué es necesario para que esta tenga relevancia constitucional.
En este sentido, hemos elegido la STS 850/1998 de 23 de septiembre, que en su fundamento de
derecho segundo hace un completo análisis tanto de lo que este Alto Tribunal entiende por
incongruencia, como deja constancia de la doctrina del Tribunal Constitucional sobre los
requisitos para que la misma tenga relevancia constitucional. Así, dispone que:
«La incongruencia, como vicio interno de la sentencia, es la falta de correlación entre el suplico
de la demanda y el fallo de la sentencia ; así lo han expuesto con detalle las Sentencias del
Tribunal Supremo, entre otras muchas de 27 noviembre 1995 ( RJ 1995\8719 ) y 12 mayo 1998
( RJ 1998\3575 ) que dicen: Es doctrina reiterada de esta Sala respecto al alcance que
corresponde dar a la exigencia procesal de la congruencia afirmando que no puede tener otra
extensión que la derivada de la necesaria conformidad que ha de existir entre la sentencia y las
pretensiones que constituyen el objeto del proceso, existiendo allí donde esos dos términos, fallo
y pretensión procesal, no está sustancialmente alterada; entendiéndose por pretensiones
procesales las deducidas en los suplicos de los escritos rectores del proceso, y no en los
razonamientos o argumentaciones que se hagan en las mismas .
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silencio judicial no puede razonablemente interpretarse como desestimación tácita . Se exige
para ello un proceso comparativo entre el suplico integrado en el escrito de demanda y, en su
caso, de contestación y la parte resolutiva de las sentencias que deciden el pleito. También
puede apreciarse vicio de incongruencia en aquellas sentencias que prescinden de la causa de
pedir y fallan conforme a otra distinta, al causar indudable indefensión, que no ampara el
principio «iura novit curia». Y añade la Sentencia 9/1998, de 13 enero ( RTC 1998\9 ) del
Tribunal Constitucional: Desde la perspectiva constitucional, este Tribunal ha venido declarando
reiteradamente que para que la incongruencia por exceso adquiera relevancia constitucional y
pueda ser constitutiva de una lesión del derecho a la tutela judicial efectiva del artículo 24.1 de la
Constitución Española, se requiere que la desviación o el desajuste entre el fallo judicial y los
términos en que las partes hayan formulado sus pretensiones, por conceder más de lo pedido
(«ultra petitum») o algo distinto de lo pedido («extra petitum»), «suponga una modificación
sustancial del objeto procesal, con la consiguiente indefensión y sustracción a las partes del
verdadero debate contradictorio, produciéndose un fallo extraño o las respectivas pretensiones
de las partes»»
En este sentido, lo cierto es que la incongruencia del fallo de la Sentencia sigue pudiendo
motivar la interposición de un incidente excepcional de nulidad de actuaciones, aunque no se
halle expresamente citado ya como motivo del mismo. Así, el motivo de incongruencia se
estableció en la LOPJ desde la versión del incidente de nulidad introducida por la LO 5/1997,
hasta la versión que se aprobó por medio de la LO 19/2003. No obstante, la regulación de este
motivo fue objeto de modificación en la LO 13/1999 y también en la LO 19/2003 que suprimió el
requisito de la existencia de indefensión para poder fundar un incidente por este motivo. Así,
como se ha anunciado, ha sido finalmente la LO 6/2007, la que ha eliminado este motivo.
Sin embargo, lo cierto es que, como hemos establecido, la incongruencia sigue siendo uno de
los motivos más probables que podrá fundar un incidente de nulidad, y ello se deduce
93 DAMIÁN MORENO, Juan, El Derecho y su garantía jurisdiccional (Estudios y comentarios de Derecho Procesal), Reus, Madrid, 2009, pág. 81
y ss.
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precisamente de la nueva redacción del art. 241.1 LOPJ que dispone que el incidente de nulidad
podrá fundarse en la vulneración de cualquier derecho fundamental, es decir, la tutela judicial
efectiva se violará cuando exista un desajuste entre el fallo judicial y los términos en que las
partes formularon sus pretensiones, de conformidad con la definición de incongruencia que ya
hemos fijado. La incongruencia atañe a la tutela judicial efectiva, pues la incongruencia supone,
en definitiva, una falta de la debida respuesta judicial, además de una infracción del principio de
motivación de las sentencias reconocido en el art. 120 CE 94.
De este modo, y por lo que respecta a los requisitos para que el incidente excepcional de nulidad
de actuaciones sea admitido, las partes deberán hacer valer este motivo de impugnación
mediante los recursos ordinarios previstos para tal fin. Concretamente el recurso de apelación y
el extraordinario por infracción procesal. Además, no podemos olvidar que tanto las partes, como
el tribunal de oficio, podrán utilizar el incidente de complemento de resoluciones judiciales como
un medio procesal para completar las resoluciones judiciales en las que se hubieren omitido
manifiestamente pronunciamientos relativos a pretensiones oportunamente dedicadas en el
proceso 95. Así pues, no podrá alegarse para el planteamiento de un incidente excepcional de
nulidad de actuaciones el motivo de incongruencia omisiva que pudiera haberse resuelto
94 En este sentido, RICHARD GONZÁLEZ, Manuel, Tratamiento Procesal de la Nulidad… pág. 230. ob.cit.
“1. Las omisiones o defectos de que pudieren adolecer sentencias y autos y que fuere necesario remediar para llevar plenamente a efecto dichas
resoluciones podrán ser subsanadas, mediante auto, en los mismos plazos y por el mismo procedimiento establecidos en el artículo anterior.
2. Si se tratase de sentencias o autos que hubieren omitido manifiestamente pronunciamientos relativos a pretensiones oportunamente
deducidas y sustanciadas en el proceso, el Tribunal, a solicitud escrita de parte en el plazo de cinco días a contar desde la notificación de la
resolución, previo traslado por el Secretario judicial de dicha solicitud a las demás partes, para alegaciones escritas por otros cinco días, dictará
auto por el que resolverá completar la resolución con el pronunciamiento omitido o no haber lugar a completarla.
3. Si el tribunal advirtiese en sentencias o autos que dictara las omisiones a que se refiere el apartado anterior, podrá, en el plazo de cinco días a
contar desde la fecha en que se dicta, proceder de oficio, mediante auto, a completar su resolución, pero sin modificar ni rectificar lo que hubiere
acordado.
4. Del mismo modo al establecido en los apartados anteriores se procederá por el Secretario judicial cuando se precise subsanar o completar los
decretos que hubiere dictado.
5. No cabrá recurso alguno contra los autos o decretos en que se completen o se deniegue completar las resoluciones a que se refieren los
anteriores apartados de este artículo, sin perjuicio de los recursos que procedan, en su caso, contra la sentencia, auto o decreto a que se refiriera
la solicitud o la actuación de oficio del Tribunal o Secretario judicial. Los plazos para estos recursos, si fueren procedentes, se interrumpirán
desde que se solicite su aclaración, rectificación, subsanación o complemento, continuando el cómputo desde el día siguiente a la notificación de
la resolución que reconociera o negara la omisión de pronunciamiento y acordara o denegara remediarla.”
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mediante el complemento de la sentencia, de modo que, ciertamente será improbable que la
incongruencia omisiva pueda fundamentar un incidente de nulidad contra resolución firme, ya
que las partes habrán tenido oportunidad de denunciarla.
Sin embargo, no podemos olvidar, como se extrae la STS 850/1998 citada al inicio de este
apartado, que la incongruencia no es sólo omisiva, sino que puede ser también “extra petita” o
“ultra petita”, es decir, por exceso de la respuesta judicial, o bien por pronunciarse el órgano
judicial sobre cosa distinta de la solicitada en el proceso. Así pues, y en virtud de la Doctrina
Constitucional ya citada, no todo vicio de incongruencia afecta al derecho a la tutela judicial
efectiva, sino que la infracción del principio de congruencia procesal sólo alcanzará relevancia
constitucional cuando la incongruencia haya supuesto la ausencia de una efectiva contradicción
entre las partes.
Así, como ejemplo de casuística acontecida en relación con incidentes excepcionales de nulidad
de actuaciones, cuyo motivo sea la incongruencia, consideramos interesante citar, como ejemplo
de desestimación, el Auto del Tribunal Superior de Justicia de Galicia de 28 de febrero de
2007 96, en el que la parte que lo interpuso adujo como causa de la nulidad la incongruencia de la
Sentencia puesto que estimaba que el fallo no se ajustaba a las pretensiones de las partes. De
este modo fija el referido Auto que:
« Como se deduce del escrito promotor del incidente la recurrente interesa la nulidad de lo
actuado por entender que el recurso de casación interpuesto debería haber sido inadmitido por
su defectuosa interposición. En realidad esa cuestión ya la planteó en su escrito de oposición al
recurso y fue examinada y resuelta inicialmente en la sentencia cuya nulidad ahora se impetra.
(…) concluyéndose en interpretación no rígidamente formalista, como ha sido criterio general de
esta Sala en todos los recursos de casación en aras del principio de tutela judicial efectiva del
artículo 24 de la Constitución ( RCL 1978, 2836) , que el recurso era viable por razón de la
96 Que resuelve un incidente excepcional de actuaciones planteado frente a una Sentencia dictada por el TSJ de Galicia en resolución de un
Recurso de Casación interpuesto frente al mismo en virtud del artículo 478 LEC:
“1. El conocimiento del recurso de casación, en materia civil, corresponde a la Sala Primera del Tribunal Supremo.
No obstante, corresponderá a las Salas de lo Civil y Penal de los Tribunales Superiores de Justicia conocer de los recursos de casación que
procedan contra las resoluciones de los tribunales civiles con sede en la Comunidad Autónoma, siempre que el recurso se funde, exclusivamente
o junto a otros motivos, en infracción de las normas del Derecho civil, foral o especial propio de la Comunidad, y cuando el correspondiente
Estatuto de Autonomía haya previsto esta atribución.”
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cuantía pese a la cita de interés casacional que la parte recurrente mencionaba en su primer
motivo en imprecisa formulación como en tantos otros casos de que conoció este Tribunal que
restó importancia a esa cuestión cuando con toda evidencia el recurso en procedimiento seguido
por razón de la cuantía era viable (…)Tal criterio es evidente que no lo comparte la recurrente
ahora en nulidad, pero eso no es suficiente para que se estime tal pretensión por las razones de
incongruencia e indefensión»
Asimismo, son interesantes otras Sentencias, si bien no responden a la vigente regulación del
incidente excepcional de actuaciones, puesto que como nos ha ocurrido en otros casos debido a
su reciente establecimiento aún no hay una variada casuística, sí dejan constancia de claros
ejemplos que son útiles para el presente estudio.
Así, en primer lugar, podemos hacer referencia a la STS de 2 de septiembre de 1991 [RJ 1991,
6042], en la que se declaró la existencia de incongruencia en una Sentencia de la Audiencia
Provincial de Barcelona debido a que en el suplico de la demanda se había pedido la mitad del
producto que se obtuviera con la venta de una vivienda, llevada a cabo en pública subasta,
mientras que la referida sentencia concedió una determinada cantidad con base en la prueba
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pericial realizada sobre el valor de la vivienda. Es este pues un claro ejemplo de incongruencia
ultra petita, pues se concede algo distinto de lo solicitado.
Como ejemplo de incongruencia extra petitta, podemos citar la STS de 2 de diciembre de 1992
[RJ 1992, 10687] que enjuicia un supuesto en el que se concedió más cantidad de dinero del que
se había solicitado. Tal resolución evidencia sin duda un exceso en lo concedido respecto a lo
pedido determinante —según la sentencia— de la falta de congruencia que se denuncia y que
obliga la casación 97.
Sin embargo, no puede dejar de mencionarse este supuesto de eventuales vulneraciones de los
derechos fundamentales, en tanto consideramos es en el que se evidencia la novedad de la
actual regulación del incidente excepcional de nulidad de actuaciones, esto es, la ampliación de
su objeto a la vulneración de cualquier derecho fundamental de los consagrados en el artículo
53.2 CE, y no ya sólo referido a defectos procesales o bien a la incongruencia.
97 En este sentido, MARTÍNEZ FAGUNDEZ, César, Nulidad de Actuaciones en el Proceso… Pág. 802, ob.cit
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Así, lo cierto es que no hemos encontrado Jurisprudencia ilustrativa sobre este supuesto, debido
consideramos sobre todo a su novedad, la cual ha podido provocar bien la inexistencia de
asuntos en la que acontezcan tales vulneraciones, bien el desconocimiento por parte de los
profesionales de la ampliación del objeto de este incidente y que podría haberles llevado a
plantear directamente un Recurso de Amparo, que con seguridad habría sido desestimado por
no agotamiento de las vías de recurso previas.
De este modo, como ejemplo de lo que queremos mostrar, tan sólo disponemos de un Auto,
correspondiente a la Jurisdicción Contencioso-Administrativa, que desestima un incidente
excepcional de nulidad de actuaciones que si bien invocaba la vulneración del artículo 24 CE, iba
algo más allá al comprender dentro del mismo la vulneración cometida por el órgano
jurisdiccional en su resolución al exceder el carácter revisor de la jurisdicción referida, y sobre
todo en relación con un procedimiento sancionador. En este sentido, el asunto tenía su base en
la imposición a un funcionario de carrera de una suspensión de empleo y sueldo por parte de la
Administración en la que presta servicios por causas de incompatibilidad. Así, alegado por su
defensa que tal sanción vulneraba el principio de tipicidad puesto que no le era imponible a un
funcionario de carrera, quien no tiene ni empleo ni sueldo, sino funciones, correspondiéndole en
todo caso la sanción de suspensión de funciones, debía anularse la sanción impuesta. Sin
embargo, el órgano jurisdiccional respondió en su sentencia estimando que ciertamente tal
sanción no le era imponible, por lo que la anulaba, pero el problema devino de que se excedió al
determinar que en su lugar imponía otra de suspensión de funciones, vulnerando por tanto la
prohibición de reformatio in peius —el funcionario antes tenía una sanción nula y ahora no— así
como se excedió claramente del carácter revisor de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa,
la cuál, y sobre todo en lo que al procedimiento sancionador se refiere, tan sólo puede revisar los
actos de la Administración, pero no erigirse en órgano administrativo y sancionador. Así, tiene en
este sentido declarado el Tribunal Constitucional [STC 35/2006, de 13 de febrero] que:
«(…)el posterior proceso contencioso-administrativo no puede servir nunca para remediar las
posibles lesiones de garantías constitucionales causadas por la Administración en el ejercicio de
su potestad sancionadora. (…) no existe un proceso contencioso-administrativo sancionador, en
donde haya de actuarse el ius puniendi del Estado, sino un proceso contencioso-administrativo
cuyo objeto lo constituye la revisión de un acto administrativo de imposición de una sanción. En
consecuencia, (…) nunca podrá concluirse que sean los Tribunales contencioso-administrativos
los que, a modo de lo que sucede en el orden jurisdiccional penal, “condenen” al administrado.
Muy al contrario, la sanción administrativa la impone siempre la Administración Pública en el
ejercicio de la potestad que le reconoce la Constitución (…)»
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Sin embargo, el Auto 80/2011 de 13 de abril de 2011 del Juzgado de lo Contencioso-
Administrativo nº 2 de León resolvió desestimando el incidente excepcional de nulidad de
actuaciones planteado, con el razonamiento que a continuación exponemos y con el que no
estamos de acuerdo, en tanto es palmario que va en contra de la Doctrina Constitucional
expuesta, y que consideramos un claro ejemplo de las dudas que ofrecen varios autores en
cuanto a la competencia para conocer de los incidentes excepcionales de nulidad de
actuaciones. Así, dispuso el citado Auto que:
«el recurrente considera que la determinación en Sentencia de que la sanción procedente es la
de suspensión de funciones —y no la de empleo y sueldo— supone una vulneración del carácter
revisor de la Jurisdicción contencioso-administrativa, con incidencia directa en el derecho a un
proceso con todas las garantías y vulneración del principio de congruencia y de prohibición de la
reformatio in peius. No puede compartirse una aplicación tan rigorista de los principios citados,
pues con la correcta determinación de la sanción no se hace otra cosa que cumplir el principio de
legalidad sancionadora, haciendo corresponder unos hechos tipificados de una determinada
manera con la sanción prevista en le Ley»
Debemos afirmar que, uno de los supuestos para los que más claramente es de utilidad el
incidente excepcional de nulidad de actuaciones, son aquellos casos en que la vulneración del
derecho fundamental viene provocada por un error en la Administración de Justicia, que tiene
como efecto la vulneración de la tutela judicial efectiva —sobre todo en casos en que se
deniegue el acceso a la misma, ya sea en primera instancia o en la segunda— teniendo en
muchos casos relación con defectos en los emplazamientos y citaciones, vicios que
estudiaremos más adelante en un apartado concreto, pero sin embargo, caben multitud de
posibilidades distintas.
Como muestra, nos encontramos con un curioso supuesto, del que se deja constancia por medio
del Auto de 25 de mayo de 2010 del Tribunal Supremo [JUR\2010\192190] en el que interpuesto
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un recurso de casación, el mismo se declaró a continuación desierto por falta de personación del
recurrente. Con base en tal resolución, el mismo recurrente formuló incidente excepcional de
nulidad de actuaciones adjuntando con el mismo copia del escrito de personación presentado
ante la Sala, indicando la fecha del mismo, siendo esta en plazo, por lo que consideraba que no
debía haberse declarado desierto.
En este sentido, acordó la Sala librar oficio al Secretario del Gabinete Técnico del Tribunal
Supremo para que informara al respecto del escrito de personación que decía haber presentado
la parte recurrente. Así, señala el hecho cuarto del referido Auto que:
«(…) por el Sr. Secretario del Gabinete Técnico de este Tribunal se informó que tras la gestiones
realizadas, no existe constancia de la presentación del escrito al que se hace referencia,
constando únicamente registrado otro escrito con la misma fecha de 16 de diciembre de 2008 y
presentado por el mismo Procurador (…) pero que fue "enganchado" al correspondiente recurso
CIP 1557/08, significando que el sello de entrada que figura en la copia que se adjunta, coincide
con el sello utilizado y de uso diario de este Registro General acreditativo de la fecha y hora de
presentación de los diversos escritos.»
De este modo, señala finalmente el Tribunal Supremo que ante la coincidencia del sello de
entrada que consta en el escrito de personación que acompañó a la interposición del incidente
excepcional de nulidad de actuaciones98, con el sello utilizado por el Registro General del
Tribunal Supremo, se entiende acreditada la personación de la parte para mantener el recurso y:
«(…) en aras al derecho a la tutela judicial efectiva, declarar la nulidad del Auto dictado por esta
Sala en fecha 17 de noviembre de 2009 declarando desierto el recurso, dejando sin efecto tal
declaración y procediendo a realizar un nuevo examen de admisibilidad.»
Por lo que respecta a este apartado, en el mismo se configuran otros de los supuestos para los
que resulta de mayor utilidad el incidente excepcional de nulidad de actuaciones. En este
sentido, lo cierto es que los actos de comunicación procesal que generalmente dan lugar al
planteamiento de un incidente excepcional de actuaciones —y que en su mayoría son estimados
como veremos a continuación— son los emplazamientos.
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Así, la propia LEC regula los actos de comunicación procesal en el Capítulo V “De los actos de
comunicación procesal” de su Título V “De las actuaciones judiciales” (artículos 149 y siguientes
LEC) 99. Así, en su artículo 149 LEC diferencia los tipos de actos procesales de comunicación
existentes estableciendo que:
“Los actos procesales de comunicación serán:
Notificaciones, cuando tengan por objeto dar noticia de una resolución o actuación.
Emplazamientos, para personarse y para actuar dentro de un plazo.
Citaciones, cuando determinen lugar, fecha y hora para comparecer y actuar.
Requerimientos para ordenar, conforme a la Ley, una conducta o inactividad.
Mandamientos, para ordenar el libramiento de certificaciones o testimonios y la práctica de
cualquier actuación cuya ejecución corresponda a los Registradores de la Propiedad,
Mercantiles, de Buques, de ventas a plazos de bienes muebles, notarios, o funcionarios al
servicio de la Administración de Justicia.
Oficios, para las comunicaciones con autoridades no judiciales y funcionarios distintos de los
mencionados en el número anterior.”
Así pues, como hemos avanzado, la generalidad de incidentes excepcionales de nulidad de
actuaciones cuya causa provenga de un vicio en una comunicación procesal, tendrá por objeto
un emplazamiento defectuoso, esto es, un acto procesal para personarse y para actuar dentro de
un plazo que no se haya realizado en la debida forma. En este sentido, puede avanzarse ya que
es una consecuencia lógica de que son tales actos los que en caso de ser defectuosos
provocarán en la partes la pérdida de actuaciones que sean esenciales en el procedimiento,
causándoles casi con seguridad indefensión. Asimismo, a este respecto, anticipamos ya que en
este sentido la casuística acontece prácticamente en su totalidad en los emplazamientos para
efectuar la personación en la segunda instancia.
99 En este sentido, GONZÁLEZ GRANDA, Piedad, “Sujetos y actuaciones del proceso. Las costas procesales” en La Nueva Ley de
Enjuiciamiento Civil… ob.cit. Pág. 266 y siguientes.
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Se tendrán por válidamente realizados estos actos de comunicación cuando quede constancia
suficiente de haber sido practicados en la persona o en el domicilio del destinatario.
A estos efectos, el procurador acreditará, bajo su responsabilidad, la identidad y condición del
receptor del acto de comunicación, cuidando de que en la copia quede constancia de su firma y
de la fecha en que se realice.
2. Los actos de comunicación se efectuarán en alguna de las formas siguientes, según disponga
esta Ley:
A través de procurador, tratándose de comunicaciones a quienes estén personados en el
proceso con representación de aquél.
Remisión de lo que haya de comunicarse mediante correo, telegrama o cualquier otro medio
técnico que permita dejar en los autos constancia fehaciente de la recepción, de su fecha y del
contenido de lo comunicado.
Entrega al destinatario de copia literal de la resolución que se le haya de notificar, del
requerimiento que el Tribunal o el Secretario judicial le dirija, o de la cédula de citación o
emplazamiento.
3. La cédula expresará el Tribunal o Secretario judicial que hubiese dictado la resolución, y el
asunto en que haya recaído, el nombre y apellidos de la persona a quien se haga la citación o
emplazamiento, el objeto de éstos y el lugar, día y hora en que deba comparecer el citado, o el
plazo dentro del cual deba realizarse la actuación a que se refiera el emplazamiento, con la
prevención de los efectos que, en cada caso, la Ley establezca.
4. (…).”
En este sentido, son de especial interés los casos de entrega personal al destinatario del
emplazamiento, en concreto aquellos supuestos en que el mismo no sea localizado, todo ello en
atención a la forma en que se debe actuar para garantizar por todos los medios el conocimiento
por el mismo de la existencia del concreto emplazamiento o citación. De este modo, si el
destinatario no se encontrase en su domicilio podrá efectuarse la entrega a cualquier empleado o
familiar, mayor de 14 años, que se encuentre allí, o al conserje de la finca, si lo tuviere,
advirtiendo al receptor que está obligado a entregar la copia de la resolución o la célula al
destinatario de ésta, o a darle aviso si conociera su paradero. Asimismo, en caso de que el acto
de comunicación se dirigiera al lugar de trabajo no ocasional del destinatario, y el mismo no se
encontrase allí, la entrega se efectuaría a la persona que manifieste conocerlo o, si existiese
dependencia encargada de recibir documentos, a quien estuviera a cargo de ella 100.
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Finalmente, en caso de haber tratado por todos los medios previstos legalmente hacer entrega
del acto de comunicación procesal a su destinatario, y no haberlo conseguido, la LEC establece
un sistema de notificación edictal. Así, el artículo 164 LEC prevé que si practicadas, en su caso,
las averiguaciones a que se refiere el artículo 156 101, no pudiere conocerse el domicilio del
destinatario de la comunicación, o cuando no pudiere hallársele ni efectuarse la comunicación
con todos sus efectos, o cuando así se acuerde en el caso a que se refiere el apartado 2 del
artículo 157 102, el Secretario judicial, consignadas estas circunstancias, mandará que se haga la
comunicación fijando la copia de la resolución o la cédula en el tablón de anuncios de la Oficina
judicial, salvaguardando en todo caso los derechos e intereses de menores, así como otros
derechos y libertades que pudieran verse afectados por la publicidad de los mismos.
De este modo, es claro que la legislación hace todos los esfuerzos imaginables para que el
destinatario de los actos de comunicación procesal la conozca. Ello es lo justo, pues afecta
directamente al derecho de defensa y de acceso de la justicia de los ciudadanos.
“1. En los casos en que el demandante manifestare que le es imposible designar un domicilio o residencia del demandado, a efectos de su
personación, se utilizarán por el Secretario judicial los medios oportunos para averiguar esas circunstancias, pudiendo dirigirse, en su caso, a los
Registros, organismos, Colegios profesionales, entidades y empresas a que se refiere el apartado 3 del artículo 155.
Al recibir estas comunicaciones, los Registros y organismos públicos procederán conforme a las disposiciones que regulen su actividad.
2. En ningún caso se considerará imposible la designación de domicilio a efectos de actos de comunicación si dicho domicilio constara en
archivos o registros públicos, a los que pudiere tenerse acceso.
3. Si de las averiguaciones a que se refiere el apartado 1 resultare el conocimiento de un domicilio o lugar de residencia, se practicará la
comunicación de la segunda forma establecida en el apartado 2 del artículo 152, siendo de aplicación, en su caso, lo previsto en el artículo 158.
4. Si estas averiguaciones resultaren infructuosas, el Secretario judicial ordenará que la comunicación se lleve a cabo mediante edictos.”
“Cualquier Secretario judicial que deba averiguar el domicilio de un demandado podrá dirigirse al Registro Central de Rebeldes Civiles para
comprobar si el demandado consta en dicho registro y si los datos que en él aparecen son los mismos de que dispone. En tal caso, mediante
diligencia de ordenación, podrá acordar directamente la comunicación edictal del demandado.”
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alguno de los derechos fundamentales consagrados en el artículo 53.2 CE, y que, con base en
ello, pueda plantearse un incidente excepcional de nulidad de actuaciones.
Así pues, sentada la Doctrina jurisprudencial del Tribunal Constitucional, haremos referencia a
continuación a concretos casos en los que se ha planteado un incidente excepcional de nulidad
de actuaciones a raíz de la defectuosa realización de un acto de comunicación procesal.
103 En este sentido, MARTÍNEZ FAGUNDEZ, César, Nulidad de Actuaciones en el Proceso… Pág. 504, ob.cit
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«En el caso que nos ocupa, a la vista de las actuaciones, debe ser estimado el incidente de
nulidad planteado, por cuanto que en la diligencia que se dice de notificación y emplazamiento (
folio 124 del Rollo de la Audiencia Provincial ) únicamente consta que lo que se notifica es la
diligencia de ordenación de fecha 28 de julio de 2010 en la que no se recoge emplazamiento
alguno y sin que el diligencia de notificación se haga constar que se hace entrega de cédula de
emplazamiento, ni que quede enterado del emplazamiento. Por todo ello, en aras del derecho a
la tutela judicial efectiva, procede declarar la nulidad del Auto dictado por esta Sala en fecha 16
de noviembre de 2010 declarando desierto el recurso, dejando sin efecto tal declaración y
procediendo a realizar un nuevo examen de admisibilidad.»
105 Es de especial interés en tanto por medio de este Auto se produce un cambio del criterio de la referida Audiencia Provincial a raíz de la STC
195/2007, como se deja constancia en su razonamiento jurídico primero:
« La doctrina del máximo intérprete de la Constitución ( RCL 1978, 2836) provoca un cambio de criterio de este Tribunal de segundo grado, que
hasta ahora venía entendiendo que la comunicación del contenido de la providencia de remisión, dictada al amparo del art. 463.1 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil ( RCL 2000, 34 y 962 y RCL 2001, 1892) , constituía un acto procesal unitario y complejo que englobaba tanto la notificación
del trámite procedimental como el emplazamiento ante el órgano superior, de manera que la falta de personación en los 30 días siguientes
provocaba la desersión del recurso de apelación, especialmente si mediaba apercibimiento expreso sobre tal consecuencia procesal, y que a
partir de ahora habrá de entender que, para declarar desierto un recurso de apelación por falta de la oportuna personación, no basta con la
notificación de la providencia de remisión, sino que será preciso además, como acto procesal independiente y previo a la remisión material de los
autos, el emplazamiento formal de las partes ante el órgano judicial de segunda instancia por treinta días.»
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Audiencia Provincial, en orden a la resolución de recurso de apelación, no sustituye la necesidad
de emplazar en tiempo y forma a las partes para ante dicho órgano judicial», haciendo expresa
mención a la STC 195/2007, de 11 de septiembre.
En este sentido, consideramos interesante citar algún extracto de la referida STC 195/2007, en
los que se desarrolla la doctrina citada. Así, en su fundamento jurídico tercero, establece el
máximo intérprete constitucional que:
« debe comenzarse por recordar que el derecho a la tutela judicial efectiva sin indefensión que
se reconoce en el art. 24.1 CE ( RCL 1978, 2836) garantiza el derecho a acceder al proceso y a
los recursos legalmente establecidos en condiciones de poder ser oído y ejercer la defensa de
los derechos e intereses legítimos en un procedimiento en el que se respeten los principios de
bilateralidad, contradicción e igualdad de armas procesales ( SSTC 77/1997, de 21 de abril [
RTC 1997, 77] , F. 2, y 216/2002, de 25 de noviembre [ RTC 2002, 216] , F. 2). Ello exige una
correcta y escrupulosa constitución de la relación jurídica procesal, a cuyo efecto es un
instrumento capital el régimen procesal de emplazamientos, citaciones y notificaciones a las
partes de los distintos actos procesales que tienen lugar en el seno de un procedimiento judicial,
pues tienen la finalidad material de llevar al conocimiento de los afectados las resoluciones
judiciales con objeto de que puedan adoptar la postura que estimen pertinente para la defensa
de sus intereses, evitando que se produzcan situaciones de indefensión.»
Y más al tenor del caso concreto, establece en su fundamento jurídico cuarto que:
« (…) aunque la interpretación de la legalidad procesal efectuada por el Tribunal de apelación no
sea la más favorable al acceso al recurso 106, considerar que la comunicación del contenido
íntegro de la providencia dictada al amparo del art. 463.1 LECiv hace referencia a un acto
procesal unitario que lleva en sí misma contemplados tanto la notificación del trámite como el
« (…) este Tribunal ha venido reiterando que el núcleo del derecho fundamental a la tutela judicial proclamado por el art. 24.1 CE consiste en el
acceso a la jurisdicción, en tanto que el sistema de recursos se incorpora a dicha tutela judicial en la específica configuración que le otorga cada
una de las Leyes reguladoras de los diversos órdenes jurisdiccionales (por todas, STC 221/1999, de 29 de noviembre [RTC 1999, 221], F. 2). De
esta distinta naturaleza deriva como consecuencia lógica la de que el principio hermenéutico pro actione únicamente despliega su plena
potencialidad cuando lo que está en juego es la obtención de una primera respuesta de los órganos judiciales a la pretensión deducida por quien
acude a ellos en demanda de justicia, pero no cuando lo que se solicita es la revisión de dicha respuesta, supuesto en el cual no es
constitucionalmente exigible la interpretación legal más favorable para la admisión del recurso (entre otras muchas, SSTC 37/1995 [ RTC 1995,
37] , F. 5; 76/1997, de 21 de abril [ RTC 1997, 76] , F. 2; 236/1998, de 14 de diciembre [ RTC 1998, 236] , F. 2; 184/2000, de 10 de julio [ RTC
2000, 184] , F. 4; 239/2000, de 16 de octubre [ RTC 2000, 239] , F. 5; 260/2000, de 30 de octubre [ RTC 2000, 260] , F. 2; 293/2000, de 11 de
diciembre [ RTC 2000, 293] , F. 2; 295/2000, de 11 de diciembre [ RTC 2000, 295] , F. 2, y 3/2001, de 15 de enero [ RTC 2001, 3] , F. 5). »
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emplazamiento, constituye una interpretación del referido precepto que se ajusta al canon de
constitucionalidad ya expuesto, imperante en esta vertiente del derecho a la tutela judicial
efectiva, en cuanto no puede tildarse de arbitraria, notoriamente infundada o incursa en error
patente.
107 « Si el órgano judicial ofreció indicaciones precisas sobre los trámites procesales que seguiría, era lógico y natural que la entidad interesada,
aun estando asistida por expertos en la materia, entendiera que tales indicaciones, más allá de ser ciertas y correctas, fijaban con precisión los
pasos o trámites que el propio Juzgado seguiría, y obrara en consecuencia.»
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De todo ello resulta que se ha vulnerado el art. 24.1 CE ( RCL 1978, 2836) y se ha colocado en
situación de indefensión efectiva a la recurrente, al haberla dado por desistida del recurso de
apelación por no haberse personado ante la Audiencia Provincial, cuando nunca fue emplazada
en tiempo y forma para ante dicho órgano, habida cuenta que el órgano de instancia
expresamente acordó que tal emplazamiento se produciría antes de la remisión de las
actuaciones al órgano superior.»
El siguiente caso que consideramos interesante mencionar es, al igual que el anterior, un
supuesto en que la vulneración del derecho a la tutela efectiva acontece a raíz de una
vulneración que entrelaza las reglas de los actos de comunicación y de la sustanciación de la
apelación, acercándose quizá más en este caso a una vulneración de las últimas reglas
referidas. El Auto objeto de estudio es el Auto de la Audiencia Provincial de Barcelona 88/2007
de 26 de abril. Así, el mismo trae causa de una Sentencia del referido órgano judicial, por medio
de la que se revocaba la Sentencia de primera instancia. En este sentido, el incidente
excepcional de nulidad de actuaciones se interpuso por uno de los codemandados quien
solicitaba la nulidad de lo actuado y la retroacción de las actuaciones al momento procesal
inmediatamente posterior a la notificación de la Sentencia de Primera Instancia y en
consecuencia se le notificara el escrito de preparación del recurso de apelación otorgándole la
posibilidad de oponerse al recurso y realizar las alegaciones en defensa de su derecho.
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Supone una clara vulneración de las normas esenciales del procedimiento, causando la
indefensión del litigante al que no se le comunicó la interposición del Recurso de Apelación 108.
CONCLUSIONES.
En primer lugar, para concluir, debemos recalcar de nuevo que el incidente estudiado no es un
recurso más, sino que constituye un medio excepcional de revisión de resoluciones firmes, y con
unos motivos claramente tasados, notablemente ampliados por la referida LO 6/2007, que es la
vulneración, a lo largo de un determinado procedimiento, de cualquiera de los derechos
fundamentales amparados por el artículo 53.2 CE.
Asimismo, en cuanto a la LO 6/2007, debemos destacar que parece ser el objetivo fundamental
de la reforma, y por tanto del incidente regulado en la actualidad, la liberación de parte de la gran
carga de trabajo que sufre el Tribunal Constitucional, tratando por medio del incidente estudiado
que muchos de los asuntos que antes llegaban a la vía del Amparo Constitucional, se solucionen
en los Tribunales ordinarios, como expresamente determina la Exposición de Motivos de la LO
6/2007:
« Así pues, en el caso enjuiciado se ha prescindido de normas esenciales del procedimiento, lo que fue causa de indefensión para Vila Electrollar
a la que se impidió de esa manera la presentación de un escrito de alegaciones que refutase la tesis de carencia de seguro postulada por el
asegurador Lagun Aro o incluso de un escrito de impugnación de la sentencia de primera instancia.
El restablecimiento del codemandado Vila Electrollar en la plenitud de sus facultades procesales obliga a anular cuantas actuaciones procesales
se han desarrollado a partir de la providencia del Juzgado de fecha 22 de febrero de 2006 , cuyo tercer apartado deberá rectificarse a los efectos
de comprender en él a todas las partes litigantes.»
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De este modo, queda claro el objeto y la finalidad del incidente excepcional de actuaciones,
debiendo decir que, pese a haber ampliado su objeto, no se ha modificado su regulación
procesal, que venía enfocada para sanar los vicios de incongruencia y defectos procesales
causantes de indefensión. En este sentido, puede que de aquí devengan varios de los problemas
que, en relación con su finalidad, lograr que la tutela de los derechos fundamentales por parte
del Tribunal Constitucional sea verdaderamente subsidiaria, se nos plantean.
La competencia para conocer del incidente se atribuye al mismo órgano que dictó la resolución
firme que pone fin al procedimiento de que se trate. ¿Es lo más conveniente?
Ha sido nuestra opinión desde el principio de este estudio, que el hecho de que la competencia
para conocer del incidente recayera en aquél órgano jurisdiccional que había dictado la
resolución que ponía fin al procedimiento, restaba indudablemente eficacia a este instrumento
procesal de revisión de resoluciones firmes. Pero es que, tras estudiar el asunto, hemos
comprobado que no son pocos los autores que manifiestan sus reparos ante este aspecto. Así,
de tal circunstancia se deja plena constancia en el nº 18 de la publicación Teoría y Realidad
Constitucional, en cuya encuesta se formula una pregunta, la segunda, referente al incidente
objeto de estudio. De este modo, lo cierto es que la práctica totalidad de los encuestados al
responder, entre los inconvenientes que pueden encontrar en la regulación del incidente, señalan
el de la competencia.
Son especialmente reseñables las opiniones de Marc Carrillo y Luis María Díaz-Picazo que ya
citamos en el punto correspondiente del presente artículo. Señala el primero que duda de la
respuesta que puedan dar a los incidentes planteados los órganos a los que se dirige, y que son
los mismos a los que, en la mayoría de casos, se les imputa la nulidad de sus actuaciones,
concluyendo que, como nosotros igualmente compartimos, el éxito de esta medida se cifra en la
asunción por jueces y tribunales de una nueva cultura jurisdiccional, en la que se asuma como
propia la nulidad de los actos jurisdiccionales y que, con la cultura jurisdiccional dominante no es
nada sencillo que ello vaya a aplicarse con fluidez, por quienes son los autores de tal decisión.
Así pues, lo que se desprende de este razonamiento que asumimos, es que en todo caso debe
transcurrir tiempo para que esa nueva cultura jurisdiccional se llegue a implantar, lo que es
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complicado, siendo cierto que la mayoría de incidentes, como hemos podido comprobar del
estudio de multitud de jurisprudencia al respecto, no toda citada en el presente artículo, se
inadmiten o se desestiman, siendo muchos los casos en los que, en unos casos a nuestro juicio,
y en otros —por haberse planteado Recurso de Amparo posteriormente— según el propio
Tribunal Constitucional, sí debieron haberse admitido y estimado. Referencia a esta experiencia
práctica la hace el segundo de los autores citados, Díez-Picazo, quien señala que ciertamente es
muy complicado que el mismo órgano que vulneró los derechos fundamentales o no reparó en la
vulneración perpetrada por otro declare la nulidad pretendida.
Esta misma opinión es compartida por Cristina Izquierdo Sans 109, quien llega a afirmar que éste
es el talón de Aquiles del incidente. Así, la referida autora afirma que la idea bienintencionada es
que el juez que ya ha conocido del caso, repare posibles vulneraciones de derechos
fundamentales sin tener que partir de cero, pero a su vez, lo cierto es que ello dificulta
sobremanera el reconocimiento de una vulneración de un derecho fundamental, pues a su vez el
órgano judicial encargado de resolver deberá reconocer y asumir la autoría de tal lesión. En este
sentido, comparte con los autores anteriormente citados, y con la que es nuestra opinión, que
pretender que un órgano judicial declare que se produjo indefensión o vulneró el principio de
igualdad por causa que le fuera imputable, es complicado.
De este modo, desarrollado el problema señalado, lo cierto es que no tenemos una respuesta
clara que dé la solución al mismo. Sin embargo, si podemos apuntar que la solución puede
pasar, bien por determinar que la competencia para conocer del incidente corresponda al órgano
superior, de conformidad con las normas que rigen la competencia, o bien constituir en órgano
competente para la resolución del incidente excepcional de nulidad de actuaciones al Tribunal
Supremo, como ocurre en el caso de la revisión de sentencias, siendo necesario que, para los
casos en que sea este Alto Tribunal el que hubiera dictado la resolución firme contra que pone
fin al procedimiento, frente a la que se interpone el incidente, se forme una sección especial para
resolver el mismo, en la que no intervengan los mismos Magistrados que adoptaron la resolución
que se impugna. Aunque si bien, esta segunda posible solución, significaría traspasar la carga
de trabajo al Tribunal Supremo, quien tampoco se encuentra precisamente libre de ocupaciones.
Las costas se imponen siempre a la parte que lo inste en caso de ser desestimado. ¿Funciona
como un elemento disuasorio, e incluso inconstitucional?
109 Izquierdo Sans, Cristina, “La inesperada relevancia del incidente excepcional de nulidad de actuaciones”, Otrosí, nº 8/ Octubre-Diciembre de
2011/5ª Época.
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Al respecto de esta cuestión, creemos que es esencial poner en relación este incidente con la
finalidad para la que se ha regulado y ampliado su objeto, esto es, para liberar de trabajo al
Tribunal Constitucional, promoviendo una mayor tutela de los derechos fundamentales
susceptibles de Amparo por los órganos judiciales ordinarios, y en su caso como vía previa
ineludible al Recurso de Amparo, en caso de darse los requisitos para su planteamiento, so pena
de ser inadmitido el Recurso constitucional con base en el no agotamiento de las vías de recurso
ordinarias previas.
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derechos fundamentales, lo que no podría excusarse en ningún caso en la finalidad de liberar de
trabajo al Tribunal Constitucional, vulnerándose de este modo incluso el derecho a la tutela
judicial efectiva consagrado en el artículo 24 CE.
Por lo que respecta a una posible solución a este problema, debemos apuntar que consideramos
la más adecuada la gratuidad del mismo, a imagen y semejanza del Recurso de Amparo,
procediendo en su caso la imposición de costas tan sólo en el caso de considerar de manera
fundada y motivada, que ha existido temeridad o mala fe en su planteamiento, y no siendo estos
criterios las bases para fijar multas adicionales a las costas obligatoriamente impuestas por ley,
mecanismo semejante al fijado hasta hace poco para las costas en primera instancia en la
Jurisdicción Contencioso-Administrativa 110.
Los motivos por los que procede su planteamiento se concretan en la vulneración de los
derechos consagrados en el artículo 53.2 CE. ¿Realmente se pueden tutelar todos los derechos
contemplados en el referido precepto por medio del incidente excepcional de nulidad de
actuaciones?
Así, lo cierto es que como se desprende de la casuística expuesta en este trabajo, los motivos
fácticos que dan lugar a la interposición de los incidentes de nulidad de actuaciones se
enmarcan en vulneraciones del artículo 24 CE, siendo lo cierto que no hemos encontrado por el
momento incidente alguno que haya sido estimado invocando otro de los derechos
fundamentales del 53.2 CE. De este modo, como ya hemos expuesto en el presente trabajo, el
problema aquí está en la imposibilidad de convertir un procedimiento en aquello que no es, pues
la ampliación del legislador del ámbito del incidente, designándolo como el cauce procesal que
debe utilizarse para que los tribunales ordinarios sean garantes de los derechos fundamentales,
no provoca que tales normas por sí solas modifiquen la configuración legal del incidente de
110 Decimos hasta hace poco tiempo pues tal regulación ha sido modificada por la Ley 37/2011 de medidas de agilización procesal, que entró
en vigor el pasado 1 de noviembre.
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nulidad, que está configurado para solicitar la nulidad por infracción procesal que produzca una
vulneración en el derecho a la tutela judicial efectiva (artículo 24 CE) .
Eso sí, dentro del artículo 24 CE y dentro del propio derecho a la tutela judicial efectiva, se
encuentra un amplio número de derechos fundamentales, derechos fundamentales a los que sí
ha afectado la ampliación de los motivos por los que se puede interponer el incidente
excepcional de nulidad de actuaciones, como el derecho a utilizar los medios de prueba
pertinentes, el derecho de acceso a la Justicia, o el derecho de acceso a los recursos. Pero, en
principio, tanto la lógica como la práctica nos indican que el incidente excepcional de nulidad de
actuaciones no sirve de procedimiento de garantía de los derechos fundamentales contenidos en
los artículos del 14 al 29 CE, y aún menos para denunciar cualquier vulneración de los mismos.
Sin embargo, mostramos nuestra cautela al respecto, pues aunque no hayamos encontrado por
el momento ningún Auto que estime un incidente excepcional de nulidad de actuaciones con
base en la vulneración de algún otro de los derechos del 53.2 CE, pues es obvio que existe entre
otras la gran barrera de la imposibilidad de denuncia previa, siendo que nos es sumamente
complicado imaginar como puede ser vulnerado el derecho a la libertad de expresión, el derecho
a la libertad religiosa, el derecho de reunión, etc., dentro de un procedimiento, al menos civil, lo
cierto es que es una regulación muy joven, tan solo cinco años —que son pocos en este caso—
y puede que se dé algún caso que no nos hayamos imaginado. De hecho, quién sabe si una
sentencia firme, contra la que no quepa por tanto recurso alguno, contenga algún
pronunciamiento manifiestamente contrario a alguno de los derecho fundamentales referidos,
posibilidad que hemos querido dejar abierta en el apartado de la casuística dedicado a
vulneraciones de los derechos fundamentales acaecidos en la motivación de la resolución que
pone fin al procedimiento.
Si bien, debemos concluir que lo cierto es que la mayoría de los casos tendrán como base el
artículo 24 CE, por tanto lo cierto es que este no es un remedio eficaz para consagrar al Recurso
de Amparo como una vía realmente subsidiaria para la tutela de estos derechos, reforzando por
medio del incidente estudiado la tutela ordinaria.
Finalmente, para terminar, tanto con el último y más relevante de los problemas señalados, como
con el propio estudio del incidente excepcional de nulidad de actuaciones aquí realizado,
debemos concluir que este medio de impugnación de resoluciones firmes no es el idóneo para la
finalidad perseguida por la LO 6/2007. Así, la realidad es que tampoco nosotros tenemos una
respuesta concreta que solucione el dilema al que trataba de dar remedio la referida Ley
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Orgánica, pudiendo tan sólo apuntar que con seguridad el mismo pasa por el refuerzo de los
procedimientos dedicados a la tutela de los derechos fundamentales ante los Tribunales
ordinarios. De este modo, como afirma Luis María Díez-Picazo, si de verdad se quiere que la
jurisdicción ordinaria libere al Tribunal Constitucional de gran parte del peso que supone la tutela
de los derechos fundamentales, deberían de buscarse soluciones alternativas al Recurso de
Amparo Constitucional, y no endurecer la vía judicial previa al mismo, lo que por otro lado
enlazaría con el problema sobre las costas que hemos apuntado.
Es nuestra opinión que la solución para liberar de trabajo al Tribunal Constitucional, pasa por el
perfeccionamiento de recursos en la vía ordinaria, ya sea dentro de la regulación específica, ya
sea creando o mejorando procedimientos especiales ya existentes. En este sentido, y
desgraciadamente, de lo expuesto a lo largo del presente trabajo podemos colegir que, pese a
que este incidente sí sirve para dar soluciones a multitud de vulneraciones del artículo 24 CE,
algunas de las cuales ya se incluían en las regulaciones anteriores, lo cierto es que, más que
para reforzar la tutela de los derechos fundamentales amparados en el artículo 53.2 CE, por el
momento, sirve para dar un motivo al Tribunal Constitucional para motivar inadmisibilidades,
pues lo cierto es que es un medio de impugnación de resoluciones firmes, y un requisito en
muchos casos para acudir al Amparo Constitucional, poco conocido por el momento, y no
demasiado estudiado, lo que da lugar a casos en que debiendo plantearse no se plantea, a que
se plantee mal, o a que se plantee y no sea admitido y, enlazado con esto, a que transcurra el
plazo para la interposición ante el Tribunal Constitucional.
Sin embargo, queremos ser optimistas y terminar con un razonamiento matizado de Izquierdo
Sans 111, en el sentido de que lo cierto es que el éxito o fracaso de un instrumento procesal
depende en gran parte del uso que del mismo hagan los jueces, abogados y justiciables.
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