Bartolome. en Defensa de La Etnografia
Bartolome. en Defensa de La Etnografia
Bartolome. en Defensa de La Etnografia
' Hace algunos aiios propuse el concept0 de transfiguracidn cultural para designar el proce-
so a travCs del cual las sociedades nativas cambian para poder seguir siendo ellas mismas,
modificando las configuraciones culturales que constituyen sus referentes identitarios (Ba-
rabas, A. Y M. BartolomC 1996). Este proceso demuestra la irrelevancia del paradigma de
la aculturaci6n, considerado como una necesaria absorcion de las sociedades nativas en el
marco de las formaciones estatales-nacionales hegemonicas. Como lo han hecho siernpre
las culturas carnbian, aunque las identidades quegeneran tambien cambian pero mantenien-
do la alteridad Ctnica de sus portadores.
En defensa de la etnografia. Aspectos conternporaneos de la investigacion intercultural
Quizh sea oportuno interrogarnos entonces, una vez mas, sobre el papel que
las investigaciones etnogrificas pueden jugar en sociedades plurales como la
mexicana, tradicionalmente sometida a recurrentes crisis politicas y economi-
cas. Mas de una perspectiva inmediatista tiende a considerar a este tipo de
produccion de conocimientos como un lujo casi innecesario que solo es facti-
ble cuando existe algun excedente presupuestario. Sin embargo, la tarea de
investigacion pura y sin un aparente fin inmediato, ha acompaiiado y contri-
buido dialkcticamente a todas las grandes transformaciones de la humanidad.
En forrna concomitante con 10s cambios economicos y politicos, 10s cambios
de 10s marcos ideol6gicos requieren de un intensa y propositiva reflexion ana-
litica. No son imaginables las transformaciones estructurales que nuestra Cpo-
ca reclama, guiados solo por opticas instrumentalistas o visiones coyunturales
de corto alcance. Constituye un reto a la imaginacion utopica -y recordemos
que la utopia es una dimension de lo posible- asumir que nos encontramos
en un momento en el que lo que se requiere es no solo entender y criticar 10s
acontecimientos actuales sino, tambitn, contribuir a imaginar el fbturo repen-
sando el presente y haciendo ver -a partir del cuestionamiento de esa cons-
truccion arbitraria que llamamos realidad- la pluralidad de realidades po-
sibles. Y una de esas alternativas esta representada por la configuracion de
formaciones estatales culturalmente plurales, en las que las poblaciones in-
digenas tengan acceso a 10s recursos econ6micos, politicos y culturales que
posibiliten su reproduccion y su fbturo.
Para contribuir a1 increment0 de la visibilidad politica de 10s grupos ktni-
cosyuno de 10s tantos retos que enfrenta la 'Antropologia contemporanea es que
sus actividades accedan a un public0 mas amplio que el conformado por las
restringidas comunidades acadkmicas. Entiendo este desafio como un intento
de que las tareas antropologicas trasciendan el ambito de las universidades y
lleguen a la comunidad social de la cual las mismas universidades forman
parte. Hay que reconocer que, en estos momentos, la investigacion y la refle-
xi6n antropologicas se encuentran un tanto mediatizadas por las demandas de
un medio acadkmico que, quiza en busqueda de una mayor legitimacibn profe-
sional y de una anhelada excelencia cientifica, tiende a hacerse un tanto elitis-
ta a1 expresarse en un lenguaje excesivamente tkcnico resewado solo a1 grupo
de 10s iniciados, que lo aisla de la misma colectividad que nutre tanto la inves-
tigacion como la reflexion. No es necesario abdicar del rigor cientifico para
asumir que, tras 10s lenguajes generalmente esotkricos de las ciencias sociales,
se pueden reconocer muchas veces lugares comunes del conocimiento y el
Miguel Alberfo Barfolome
saber populares. Esta propuesta es tan simple que por su misma sencillez no
produce gran repercusion en un medio academic0 demasiado amante de 10s
malabarismos del lenguaje y orientado a elegir siempre la mas compleja entre
dos altemativas expositivas posibles.
En razon de lo anterior, pretend0 revalorizar el papel de 10s estudios si-
tuacionales o de diagnostic0 en etnografia, tarea que ha sido tradicionalmente
confundida con las a veces precarias descripciones sociologicas o con reportes
institucionales de naturaleza burocratica. Tanto en el pasado inmediato como
en el presente, 10s diagnosticos sobre la situation de un grupo nativo han sido
minusvalorados por la tradicion etnologica, que 10s percibe como una especie
de tarea casi periodistica que podria ser eventualmente cumplida por cualquier
fbncionario no especializado. Sin embargo, constituyen un aporte decisivo a1
conocimiento del context0 contemporaneo en el cual se sitban 10s pueblos in-
digenas, saber que no esta necesariamente orientado por algunas de las estrate-
gias de manipulacion social sino por la voluntad de que 10s protagonistas de
10s contextos interetnicos se reconozcan a si mismos como miembros de un
sistema articulatorio interde~endiente.~ El apostol de la antropologia interpre-
tativa, Clifford Geertz, proponia que (([.. .] El lugar de estudio no es el objeto
de estudio. Los antropologos no estudian aldeas (tribus, pueblos, vecindarios
[...I); estudian en aldeas [...IN (1987: 33). Sin embargo, el estudio de las al-
deas, asi como de otras unidades sociales, es ahora una tarea fundamental para
una Antropologia consciente de su responsabilidad academica y politics, aun-
que ello no excluya la produccion teorica. Y es que el desconocimiento que la
sociedad estatal exhibe sobre las culturas nativas resulta a veces francamente
sorprendente. Los estereotipos denigradores conviven con un imaginario co-
lectivo construido en base al prejuicio y la ignorancia. En el pasado, la misma
humanidad de 10s indigenas h e cuestionada, per0 ahora son depositaries de
muchas de las fantasias que la supuesta homogeneidad cultural nacional suele
Dentro de ese espiritu se inscribe la reciente obra colectiva en tres tomos que coordinfira-
rnos sobre Oaxaca, Mexico, la misma que busca proporcionar un panorama mas coherente
de la multiculturalidad local, en la que frecuentemente 10s grupos etnolingiiisticos son con-
fundidos con grupos Ctnicos organizacionales (Barabas, A. y M. Bartolome 1999). La opti-
ca etnologica en 10s diagn6sticos supone, por ejemplo, que la informacion sobre la tenencia
de la tierra en un imbito indigena, debe estar tambiCn acompafiada por una exposicion
sobre la percepcibn cultural del temtorio nativo, ya que la tierra no es solo un medio de
produccibn sino un crucial referente simbolico e identitario.
En defensa de la etnografia. Aspectos wntemporaneos de la investigation intercultural
proyectar sobre 10s otros? Quiza 10s antropologos no hemos logrado propor-
cionar a la parte no india del pais una imagen mas realista de las etnias nati-
vas, per0 ahora la sociedad en su conjunto y, especialmente, la clase politica
estan obligadas a tener mayor informaci6n respecto a estas sociedades altemas
a la propia, las mismas que no pueden seguir siendo imaginadas sino que
deben ser conocidas para poder ser entendidas. No puede haber un dialog0
igualitario construido como monologo y en el cual uno de 10s interlocutores
pretende imaginar al otro de acuerdo con su propia 16gica o fantasia.
Todo trabajo etnografico tiene entonces un potencial contenido y una even-
tual utilizacibn politica que no siempre estan o estuvieron presentes en la
mente de su autor. Quiza un ilustrativo ejemplo al respecto sea la cklebre obra
de Maurice Leenhardt Do Kamo, prolija y as6ptica etnografia hermenkutica,
cuyo autor jamas pudo sospechar que seria utilizada por las actuales organiza-
ciones etnopoliticas nativas como argument0 anticolonial sobre la base de su
analisis etnologico de la relacion mitica de 10s melanesios con la tierra (Re-
casens 1997: 15). Sin necesidad de multiplicar 10s ejemplos, se puede convenir
que la distincion entre el trabajo considerado netamente acadkmico y la pro-
ducci6n escrita de una antropologia politicamente comprometida manifiesta
ahora limites ambiguos que responden no solo a 10s intereses de sus autores
sino, tambikn, a 10s de sus lectores. Las etnohistorias regionales, las historias
etnicas, las etnografias descriptivas, las interpretaciones etnologicas o las refle-
xiones antropologicas tienen en 10s pueblos nativos un pbblico consumidor
cuya vocaci6n no es necesariamente acadkmica sin0 frecuentemente reivindica-
tiva y que tienden a instrumentalizarlas de acuerdo con sus propios fines. Por
otra parte, esa misma produccion puede ser y es de hecho utilizada por Or-
ganizaciones no gubernamentales, grupos politicos o instituciones estatales, en
raz6n de intereses coyunturales que pueden estar tanto orientados a reivindicar
como a negar la legitimidad de 10s derechos indigenas, tal como ha ocurrido
- - -
En febrero de 1998, en uno de 10s debates respecto a las autonomias indigenas que tuvieron
lugar en la Camara de diputados de MCxico, un representante expuso que no se podian res-
petar todas las normas culturales de 10s pueblos indios, porque ello supondria tener que
ccaceptar aberraciones tales como la poligamia que practican 10s triquis de Oaxaca)). Estas
palabras aparecieron en 10s peribdicos y aparentemente nadie se sintib obligado a contrade-
cirlas; sin embargo, 10s triquis solo son poligamos en las fantasias masculinas urbanas, que
proyectan sobre las sociedades que desconocen sus propios anhelos de innumerables casas
chicas. Tambitn me ha tocado escuchar a un muy distinguido jurista que goza de gran pres-
tigio referirse a la cuestibn Ctnica y mencionar a gmpos extinguidos como si fueran 10s
actuales pobladores indios de Mexico, ademhs de adjudicar la realizaci6n de sacrificios
humanos a las sociedades nativas contemporaneas.
Mjguel Albedo Bartolome
Todo escrito es un mensaje en una botella que alguien eventualmente encontrarP y hara
suyo. Hace pocos aiios conoci a la hija de un antiguo amigo chatino de Oaxaca que h e r a
asesinado d e b i d o a su comprorniso y militancia etnopolitica- cuando ella era una niiia.
La familia se habia visto obligada a migrar, y grande h e mi sorpresa a1 enterarme de que la
joven me conocia, ya que habia accedido a1 conocimiento de la mitologia de su pueblo a
traves de una de mis publicaciones.
En defensa de la etnografia. Aspectos contemporaneos de la investigacion intercultural
En un interesante ensayo nuestro colega brasilefio Gustavo Lins Ribeiro (1989) propone
que precisamente el act0 de descotidianizar la regularidad de la vida diaria es el que tipi-
ficaria la tarea antropol6gica en sociedades diferentes a la propia. Y, a la inversa, debe
recurrir a1 extraiiamiento como mttodo para convertir lo familiar en exotico, si estudia su
propia cultura.
En defensa de la etnografia. Aspectos contemporaneos de la investigacion intercultural
como un exota, como aquel ccque siente todo el sabor de lo diverso)). Sin em-
bargo -y aun aceptando la formulacibn de Segalen-, creo oportuno seiialar
que el mayor enemigo del exotismo es la convivencia, la que nos hace habi-
tuarnos a lo desconocido o reconocernos en 10s otros por diferentes que Sean a
nosotros. Y precisamente la tarea antropologica es la experiencia antiexotica
por excelencia, en la medida en que no supone una vision fugaz y estetica de
10s otros, sino una convivencia que compromete nuestra cotidianidad y nos
involucra en redes personales, politicas, simbolicas, afectivas y culturales que
ya nunca mas nos podran ser ajenas. Ello no supone renunciar a la fascinacion
de lo diverso, a1 placer de la diferencia, sino ubicarlo en un sitio mas proximo
a la vida diaria, no resewarlo para las vacaciones. Como lo ha destacado la
antropologa brasilefia Alcida Ramos (1994), ni el exotismo ni la alteridad son
invenciones de la Antropologia, aunque haya algunos autores que lo piensen:
Alcida Ramos propone que en este sentido el exotismo seria como el coleste-
rol: hay uno malo y uno bueno; uno trivializa la diferencia a1 advertir solo su
aspect0 exterior, otro intenta comprender a 10s otros a partir del reconocimien-
to de esa diferencia. La tarea etnografica puede entonces contribuir a ese reco-
nocimiento igualitario de la diferencia.
Como suele suceder, desputs de haber escrito estas piginas lei un texto casi conternporineo
de mi respetado colega y amigo R. Cardoso de Oliveira (1998), en el que tarnbitn plantea
la necesidad de carnbiar a informantes por interlocutores, buscando un dialog0 intercultural
que supere las relaciones de poder involucradas. Le reconozco entonces la primacia tempo-
ral en acuiiar el concept0 y me congratulo de la optica cornpartida con un autor fundamen-
' tal de la Antropologia latinoamericana.
Recordemos que la informacidn transrnitida en estas interrogaciones resulta fundamental
para que el antropologo realice su propia construcci6n del rnundo social con el cual se rela-
ciona. Ello llevo a proponer a C. Lis6n Tolosana, que no se trata solo de informantes, sino
de formantes, en la medida en que son productores de universos mentales que posibilitan al
investigador el desarrollo de un sentido interpretative posible respecto a sus sociedades
(2000: 25).
En defensa de la etnografia. Aspectos contemporaneos de la investigacion intercultural
Por supuesto que ello no significa que sea la unica reflexion, per0 si la que mas debates ha
producido. Es imposible citar aqui la cantidad de textos que genera la polemica a1 respecto,
pero algunas visiones pueden encontrarse en 10s nurneros especiales de Current Anthropo-
lea, Ethnographic Authority and Cultural Explanation 36. 1 (del aiio1995) y Ethnography:
Engagement, 41. 2 (del aiio 2000). Sin embargo, mucho mas reflexiva y menos reiterativa
es la obra espaiiola coordinada por Carmelo Lison Tolosana (2000). Se puede proponer
asimismo que el mejor analisis critic0 en lengua castellana lo constituye el libro compilado
por el argentino Carlos Reynoso (1 99 1).
En defensa de la etnografia. Aspectos contemporaneos de la investigacion intercultural
Asi tambitn lo advertia Marc Augt cuando seiialaba (([...I que si le creemos a James
Clifford, 10s nuer nos ensefiaran mas sobre Evans Pritchard que kste sobre aquellos [...] tra-
tindose de etnologia y de literatura etnologica, la hermentutica de poco alcance come el
riesgo de la trivialidad [...I))(Augt 1995: 42).
'O
QuizQ cada autor sea solo comprensible en su context0 y en su tiempo, y aunque Frobenius
escribia sobre Africa en las primeras dtcadas del siglo XX, de manera casi contemporhea
a autores como R. Redfield (1945) --que lo hacia sobre Mtxic*, en este 61timo no apa-
recen reflexiones autocriticas comparables a las que registra la obra del etnologo aleman.
~ O de la tradition etnogrifica a uno de 10s primeros autores del siglo XX que
~ C O excluir
respeta a 10s llamados primitivos? A uno que es capaz de proponer que (([...I la historia, la
historia arcaica y la historia primitiva tienen su punto de partida en el sentimiento del yo,
solo la etnologia nos permite comprender el hi en la esencia del proceso civilizador [...I
para poder comprender la esencia humana en si misma, para poder entender 10s fenomenos
culturales sin dejarse engafiar por el egocentrismo, es necesario que la vida misma nos pro-
vea de un hi absoluto (la diferencia) [...]))(Frobenius 1940: 73).
Miguel Albedo Baddome
"
Algunos postmodernos, como Paul Rabinow (op. cit.: 27), prefieren recurrir a esta misma
operacion cognitiva per0 invirtiendo 10s ttrminos. Es asi que dicho autor, siguiendo a Paul
Ricoeur, propone que la hermentutica seria d a comprension del yo dando el rodeo por la
comprension del otro)). Rabinow se refiere al yo cultural, del cual el otro acttia como un
espejo; per0 si bien la Antropologia es capaz de producir una reflexion critica de la propia
cultura a partir de las culturas altemas, reducir su actividad a esa sola altemativa es tan et-
nockntrico como egochtrico.
'' De JosC Maria Arguedas, antropologo quechua peruano, son especialmente recordables Los
riosprofurldos (1958) o Todas Ins sangres (1964), textos que no ocultan sus referentes bio-
graficos como nativo. Darcy Ribeiro sup0 combinar el imaginario brasileiio sobre 10s indi-
genas con la information etnologica en su novela Maira o la aguda critica social a ese ima-
ginario en Utopia salvaje (1990). Pero Darcy Ribeiro es tambitn autor de una monumental
obra autobiografica Diarios Indios: os Urubu-Kaapor (aparecida poco antes de su muerte).
Miclue1 Alberto Bartolome
El resultado de la tarea etnografica supone quiza similar lectura que la que nos
proporciona la imagen de un espejo: refleja la realidad per0 no es la realidad;
lo que vemos frente a1 espejo no es un nosotros sino una apariencia de noso-
tros. La logica de la construccion especular resulta entonces quiza inevitable,
por profunda que sea la entrega intelectual y emocional del etnografo. Tal vez,
solo podamos ofrecer 10s reflejos que recogemos en las casi siempre turbias
aguas de la Antropologia, per0 nuestra ansiedad e incertidumbre nos inducen a
otorgarles el caracter de una vision legitimada. Tal vez uno de 10s caminos
posibles para superar esa logica de la proyeccion especular sea recurrir a un
procedimiento similar a1 que nos propusiera Lewis Carrol, a partir de las aven-
turas de Alicia a t r a v b del espejo. Precisamente la arriesgada empresa de
Alicia supuso trascender las fronteras refractivas del espejo y penetrar en el
mundo que este contenia. Sus peripecias en ese aparentemente caotico univer-
so la obligaron constantemente a aceptar o moverse dentro de las distintas
logicas que le proponian 10s diferentes personajes que encontraba en su cami-
no. A pesar de que dichas logicas se manifestaban siempre como irreductibles
a la suya, se veia obligada a aceptarlas a partir de que reconocia su propia ig-
norancia del mundo de 10s otros y la indudable legitimidad de la diferencia.
Por otra parte, ella sabia (o intuia) que todos 10s acontecimientos aparentemen-
te ca6ticos dependian de una definida estructura subyacente representada por
las reglas del ajedrez. Pero reconocer la presencia de ese tablero de ajedrez
subyacente a toda cultura no equivale a la necesaria busqueda de una reduc-
cion estructural. Si bien las sociedades se mueven dentro de reglas predetermi-
nadas que necesitamos conocer -a1 igual que en el ajedrez-, las posibilida-
des de combination de esas reglas son infinitas, y lo que realmente importa es
la configuraci6n resultante que exhibe la especial logica combinatoria de cada
cultura. En algunas oportunidades, reducir, por ejemplo, un complejo sistema
social a la vigencia de un principio dualista universal pudiera ser equivalente a
destacar que un gran maestro gano una dificil partida porque el alfil se mueve
en diagonal. Los factores estructurales subyacentes no bastan entonces para
explicar la complejidad de las configuraciones culturales, aunque estas respon-
dan a su 16gica. No podemos reducir las culturas alternas a las logicas (gene-
ralmente nuestras) que podamos identificar en ellas: a quien busca comprender
sentidos no le basta con coleccionar reglas.
Cuando nos encontramos frente a una cultura alterna a la nuestra, partimos
de la premisa de que esta integrada por seres humanos iguales a nosotros,
Miguel Albedo Baddome
cuyas conductas pueden estar condicionadas por multiples variables, sean estas
ambientales, tecnologicas, politicas o de cualquier otra naturaleza. Sin embar-
go, la compleja red de mediaciones simbolicas que constituye la estructura de
sentido de esa sociedad no puede ser reducida a sus principios condicionantes
sin que su sentido pierda sentido. Asi, aun en las sociedades m b articuladas a1
medio ambiente, 10s universos simbolicos que expresan esta intima relacion
entre las personas y el mundo exhiben una variedad extraordinaria que no per-
mite reducirlos solo a sus determinantes ecologicos. Por ello, la etnologa
Alicia se sentia obligada a profundizar en las motivaciones de 10s extraiios per-
sonajes que habitaban atras de 10s espejos sin pretender reducir sus aparente-
mente incomprensibles conductas a la locura o a1 desvario, es decir, calificarlas
como desviadas de un posible modelo universal. A pesar de su rigida y condi-
cionante educacion formal victoriana, Alicia sabia que ((no era correcton pen-
sar que todas las conductas que se alejaban de su modelo familiar heran nece-
sariamente absurdas y, por ello, intentaba ejercer sus, quiza, limitadas pero
generosas posibilidades de comprension ante cada uno de sus desconcertantes
interlocutores.
Tal vez pueda sorprender que recurra a la obra de Lewis Carroll, autor a1
que dificilmente se le pueda adjudicar una vocacion etnografica. Sin embargo,
la llamada lcigica del absurdo o, mejor dicho, una logica que se va inventando
a si misma en la medida en que tropieza con nuevos objetos de conocimiento,
se demuestra a veces mas competente para dar cuenta de una realidad alterna
que la apelacion a una rigida logica derivada de la propia filiacion cultural. Al
igual que el desorientado pero inquisitive personaje de Carroll, quien interroga
a1 otro pretende pasar a travks del espejo: trascender aquel reflejo construido
por la proyeccion de nuestra propia imagen y buscar mas alla de esa proyec-
cion aquello que hace a1 otro ser lo que es sin necesidad de intentar traducirlo
en terminos que casi siempre le son ajenos.
Quiza pueda parecer que estoy proponiendo una apologia del eclecticismo
pero, aunque no sea exactamente una apologia, si es por lo menos una llamada
de atencion en contra de 10s prejuicios a1 respecto. En sus origenes filosoficos,
el eclecticismo aludia a la tendencia a asumir distintas tesis de diferentes filo-
sofos sin reparar demasiado en la coherencia que dichas tesis mantuvieran
entre si. Asi, el eclecticismo pas6 a ser entendido como una especie de incohe-
rencia ante el conocimiento que se plasmaba en construcciones intemamente
contradictorias. Sin embargo, ello no se puede aplicar de manera estricta al
desarrollo de la investigation y el conocimiento etnograficos. No hace falta
identificarse con las escuelas teoricas de 10s distintos autores para valorar y
utilizar el conocimiento que produjeron, aunque por lo general este se encuen-
En defensa de la etnografia. Aspectos contemporaneos de la investigaci6n intercultural
Una antigua metafora utilizada en la sociologia del conocimiento refiere que si arrojamos al
mar una red con una abertura de malla de veinte centimetros de diametro, a1 recoger la
pesca nos sentiriamos inducidos a proponer que en ese mar solo existen peces mayores de
veinte centimetros, puesto que 10s otros se nos habrian escapado. En otras palabras, nuestra
visi6n de la realidad dependera del instrumento de medicion utilizado para captarla, lo que
tambitn se aplica a las perspectivas teoricas exclusivistas. Sin embargo, por parcial que sea
nuestra optica o instrumento --en este caso la red-, 10s peces mayores de veinte centime-
tros tarnbiCn forman parte de ese mar, por lo que de todas maneras pudimos captar una
parte de la realidad.
ron comprender a otras culturas, sino que tambien nos proporcionan un testi-
monio historic0 de realidades dinamicas y cambiantes.
l6
En lo que ataiie a la relaci6n de las acciones verbales (discurso) y las acciones no verbales
(hechos), hay un buen ensayo de una antrop6loga e s p ~ o l aque aborda analiticarnente las
referencias a d o que se dice)), d o que se dice que se hate)), d o que se dice y no se hate))
y d o que se dice que se ha hechon (Jociles Rubio 1999).
Miguel Alberta tortdome
la experiencia propias. Y es que no solo nos relacionamos con 10s otros a tra-
ves d e la razon sino, tambien, a traves d e la afectividad. L a propuesta etnogra-
fica es, a d e m i s de una legitima busqueda cientifica, una compleja experiencia
afectiva en la que el analisis conceptual no excluye la vivencia personal. Para
intentar llevarla a cab0 es necesario tratar de hacer coincidir 10s dictados de la
razon analitica con la intensidad analogica d e la emocion creadora.
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