Pasos para El Crecimiento Espiritual - Ascesis
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Pasos para El Crecimiento Espiritual - Ascesis
- Crear inquietudes sanas: ¿Te sientes satisfecha de tu vida? ¿Qué estás haciendo
por Dios y por los demás? ¿Crees que Dios te pide algo más? ¿Eres plenamente feliz?
¿Estás invirtiendo bien los talentos que El te ha dado? ¿A dónde quiere llevarte Dios?
¿Tienes claras tus metas en la vida? ¿Cuál es tu actitud habitual respecto a la
voluntad de Dios? ¿Miedo de escucharlo? ¿Indiferencia? ¿Aceptación gozosa? ¿Alguna
vez te has planteado seriamente la posibilidad de una mayor entrega a Dios? «Yo te
invitaría a abrir horizontes», «Creo que tienes muchas cualidades», Creo que podrás
influir mucho entre las hermanas, en la vida de comunidad, si te lo propones. Influir
en el sentido de hacer crecer el amor a Jesucristo, a la Iglesia, a la Congregación, a
las almas rescatadas por Él a tan caro precio. ¿Te das cuenta de cuánto te ha amado
Dios? ¿Podrías ayudar a encontrar cómo solucionar esta necesidad de la Iglesia? ¿Qué
te gustaría haber realizado a la hora de tu encuentro con Cristo?, etc.
Muchas veces deberás confrontarla con su situación actual para que la reconozca, y
deberás llevarla a sentir el atractivo de la superación. Básate en sus motivaciones de
fondo, provócale el deseo de tomar las medidas necesarias para crecer. A este
respecto se presenta muy aleccionador el testimonio del Santo Padre Juan Pablo II en
sus encuentros con los jóvenes. ( Cf. Discursos de Juan Pablo II en sus encuentros con
los jóvenes en diversos países).
oportunidad excepcional para definir los programas de vida que luego irán
retocándose durante el año.
a) La lucha ascética:
En los tratados de vida espiritual suele hablarse de lucha ascética para explicar el
esfuerzo que el hombre tiene que realizar si quiere progresar en su vida espiritual. La
gracia de Dios es un don gratuito, pero corresponde al hombre cooperar para que ese
germen de vida sobrenatural que lleva en su alma crezca y alcance su plenitud. Con
este fin luchará contra las barreras obstructoras del desarrollo de la gracia: la
soberbia, la pereza, el egoísmo, la sensualidad, y otras pasiones de las cuales todos
tenemos experiencia en primera persona.
Únicamente Dios puede santificar a un alma. Porque nos ama, ha querido hacernos
partícipes de su vida divina, al injertarnos en Cristo y darnos su Espíritu mediante la
gracia santificante y las gracias actuales; sin embargo, la gracia no suple la naturaleza
ni disminuye la libertad del hombre. Por eso, siempre será necesaria la libre respuesta
y cooperación humana.
El sacrificio y la abnegación implicados en los detalles de todos los días se harán más
amables cuando se vivan como muestra de amor: responsabilizarse de los deberes de
la vocación, dedicar el tiempo necesario a la oración y en los horarios que marca el
reglamento, ayudar a quien lo necesita, practicar la justicia y la caridad, etc.
La lucha ascética no podemos entenderla como una guerra aislada, sino como una
serie de batallas que debemos librar todos y cada uno de nuestros días para obtener
la victoria final.
Dejando a un lado estos términos clásicos y la explicación detallada de estas vías, por
no ser este un curso de vida espiritual, tomaremos algunas ideas de las diversas
etapas que nos sirvan para llevar a las almas por el camino del crecimiento espiritual:
Esta etapa presupone instaurar los medios necesarios para mover la voluntad a no
caer más en pecado mortal, si ha tenido ya la desgracia de haber caído, y lograr así
vivir habitualmente en gracia, desterrando el hábito del pecado y todo aquello que a él
conduzca. Cuando un sembrador quiere echar la simiente en el campo, primero debe
prepararlo. Sucede exactamente igual en el campo de la dirección espiritual; primero
se limpiará la tierra personal de todos los hierbajos antes de poder sembrar. Un alma
nunca alcanzará un estado de crecimiento espiritual mientras haya pecados mortales
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Importa recordar a la hora de discernir si hubo pecado grave, que para que éste
exista se necesita no sólo la gravedad de la materia, sino también pleno conocimiento
y consentimiento. Podría darse el caso de una verdadera angustia por creer que se ha
cometido un pecado mortal, cuando en realidad o no hubo conocimiento de su
gravedad, o no fue pleno el consentimiento, o no fue materia en sí grave. Pero
también pueden presentarse dirigidas que justifican toda su actuación sobre premisas
falsas. A unas y a otras hay que ayudarles a formar una conciencia recta, cierta y
delicada. Esta lucha contra el pecado mortal es imprescindible. Si no se logra erradicar
el pecado mortal, ¿cómo se puede pensar en superar el pecado venial y las faltas
deliberadas?.
Hay frases que hacen mella en la vida. En momentos de hacer elecciones difíciles,
estas influyen positivamente; por eso, los sabios formadores de grandes santos las
inculcan a sus almas: «Antes morir que pecar», «¿De qué le sirve al hombre ganar
todo en la vida si pierde su alma?», «Si tu ojo te escandaliza, sácatelo», «La mayor
tristeza: pecar»...
Los pecados veniales, las faltas deliberadas y las imperfecciones se dan por el
incumplimiento de los deberes diarios, desde las grandes responsabilidades hasta las
más pequeñas, cuando falta la delicadeza y el esfuerzo por observar la ley de la
caridad en relación con Dios, con una misma y con los demás.
La purificación supone también una lucha contra los criterios del mundo que pueden
apartarnos de Dios y de las enseñanzas evangélicas. Implica, así mismo, estar atentas
para descubrir las tentaciones que el demonio, enemigo principal de nuestras almas,
nos querrá presentar. Supone, en fin, luchar contra lo que San Pablo llama la ley de la
carne, y mortificar todo aquello que no vaya de acuerdo con la ley de Dios.
Todo cristiano, cuánto más una mujer consagrada ha de buscar ardientemente vivir en
gracia. Pues la vida de gracia es el medio por el que la mujer consagrada (y todo
cristiano) se une a Cristo como el sarmiento a la vid y por el que la vida de Cristo se
manifiesta en su cuerpo mortal. Cultivarla con cuidado y vivirla como una especial
relación de amistad con Jesucristo. Procurar apreciarla, valorarla y agradecerla
sinceramente. El esfuerzo por desarrollarla para que dé frutos de vida cristiana y de
buenas obras, nunca será de más. Defenderla como el tesoro más preciado y acudir
pronta y contritamente al sacramento de la reconciliación para recobrarla, si alguna
vez se tiene la desgracia de perderla.
No podemos pretender que la dirigida aprenda a orar en una sola dirección espiritual;
a la orientadora no deberá importarle pasar varias direcciones espirituales enseñando
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la forma práctica de hacer los diversos compromisos de vida espiritual marcados por
las Constituciones. Ayudarle para que vaya aprendiendo a hacer el silencio interior y
logre y cultive la unión y relación personal con Dios y a lo largo de todo el año, la
dirigida revisará este tema tan esencial en la vida de toda mujer consagrada.
- El plan de vida, del que hablaremos más adelante, se considera como un medio
indispensable de progreso del alma, dado que el área espiritual, como cualquier otro
aspecto de la vida humana, no podrá desarrollarse sin un cierto orden y estrategia.
Un autor, citado con frecuencia, comenta: “Porque en la caridad para con el prójimo
faltan con harta frecuencia aún las mismas personas devotas, ha de insistirse mucho
en ella en los exámenes de conciencia, y en las confesiones” (Ad. Tanquerey, o.c., n.
543., p. 292.)
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Sabemos bien que la caridad es la virtud reina del cristianismo y el distintivo de los
cristianos cuánto más de aquéllas que hemos profesado seguir radicalmente al
Maestro. Nos compete forjarla en sus diversas expresiones como son la benedicencia,
el pensar bien de los demás, el evitar la crítica y odiar la murmuración, el cultivar un
corazón magnánimo y servicial. ¿Avanzan nuestras dirigidas en la práctica de la
caridad? ¿Han desterrado de sus vidas la crítica? ¿Les hemos enseñado a ver a las
personas desde el punto de vista de sus cualidades? ¿Saben excusar los defectos de
las hermanas? ¿Se gozan con los triunfos de sus hermanas? ¿Se suman a las
iniciativas de las demás? ¿Están aprendiendo el arte de trabajar en equipo y de vivir
en comunidad? ¿Se interesan por hacer el bien de manera desinteresada? Los
programas de vida, propósitos de la dirección espiritual y de especiales épocas
litúrgicas como el Adviento y la Cuaresma, nos ofrecen ocasiones propicias para
trabajar de forma sistemática en el cultivo de la caridad.
Por otro lado, debemos ser conscientes del tipo de sociedad en que vivimos. La
educación impartida en culturas hedonistas como las nuestras, tampoco favorece la
comprensión y la aceptación de los sacrificios que conlleva el amor. Y muchas de las
jóvenes recién llegadas a la congregación están impregnadas, o al menos, salpicadas
por este estilo de vida. Se piensa que si el amor «duele», ya no es amor. Se cree,
erróneamente, que amar es «sentir bonito» o «sentirse bien». Se rehuye el sacrificio y
se trata de obtener el máximo de placer con el menor esfuerzo. Por eso los maestros
de vida espiritual hacen la siguiente recomendación: “La purificación del alma, por la
práctica de la penitencia y de la mortificación, no ha de dejarse jamás por entero y ha
de insistirse sobre ella con los dirigidos, habida cuenta con el estado de su alma para
variar los ejercicios de dichas virtudes”. (Ad. Tanquerey, o.c., n. 543-2, p. 292).
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Otras pueden tender a irse a los extremos. Se proponen un plan de vida tan exigente
y tan fuera de su realidad, que prácticamente les será imposible cumplirlo y caerán en
el desánimo. Por ello,< "Una sabia, firme y es menor esta necesidad salvo en los
períodos críticos que sobrevienen o cuando se ha de tomar alguna decisión importante
paternal dirección es particularmente necesaria en la formación de los principiantes;
más tarde ". (Garrigou Lagrange, Las Tres Edades de la Vida Interior, Ed. Palabra,
Madrid, 1988, pag.297).
Si queremos tener una visión del progreso real alcanzado, conviene tener presente el
marco general de la vida de la dirigida. No se deben ver aisladamente cada una de las
áreas. Por ejemplo, no se puede valorar la autenticidad de la oración sin ver la vida
entera de la persona. Si al salir de Misa critica a las hermanas o a otras personas ¿de
qué le ha servido la Eucaristía? Si obedece a regañadientes o simplemente no obedece
¿de qué le sirvió la Eucaristía? Y si es una religiosa muy activa, muy “cumplida” pero
no vive la caridad ¿no habrá algo que falla?.
RECUERDA:
CUESTIONARIO PERSONAL:
Repasa las preguntas que se ofrecen para ayudar al conocimiento de las personas a
quienes diriges analizando el conocimiento concreto que tienes de cada una.
Medita delante de Jesucristo el objetivo principal que buscas con cada una, de cara a
lo que Dios les pide.
REFLEXIÓN DE FE
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