Martín y Larsimont - Agua, Poder y Desigualdad Social
Martín y Larsimont - Agua, Poder y Desigualdad Social
Martín y Larsimont - Agua, Poder y Desigualdad Social
Un nuevo ciclo hidrosocial en Mendoza, Argentina (1990‐2015)
Facundo Martín
Robin Larsimont
Introducción
En la provincia de Mendoza, la manipulación histórica del agua que fluye por los ríos descendentes de la
cordillera de los Andes ha configurado una fuerte fragmentación territorial. El patrón resultante exhibe
la presencia de oasis artificiales de riego, una suerte de islas verdes en medio de vastos espacios
desérticos no irrigados y relativamente despoblados, que han sido califcados como “espacios invisibles”
(Montaña, 2012). Los oasis irrigados, caracterizados por una densa red de distribución superfi cial de
agua, concentran la gran mayoría de la población provincial, repartida en los principales centros urbanos
y zonas agroindustriales de la provincia.
Sin embargo, en estas dos últimas décadas se viene conformando un nuevo esquema de circulación
del agua (Swyngedouw, 2004) en relación a las estrategias de territorialización del capital a partir de la
ampliación de los oasis, más allá de esa histórica red hídrica superficial. 1 De aquí resultó, por una parte,
la producción de territorios irrigados, relativamente autónomos y –como veremos– amenazadores de la
característica y centenaria organización social y política del riego en Mendoza. Por otra parte, implicó en
cierta medida una actualización de confi guraciones espaciales desiguales de larga data en torno del
manejo del agua.
Aunque este proceso se ha desplegado en la periferia de todos los oasis irrigados provinciales, viene
cobrando particular relevancia en el caso del oasis del río Tunuyán superior o Valle de Uco (véase Mapa
1) debido a la conjunción de sus factores bioclimáticos y a la globalización del sistema agroalimentario.
Este oasis abarca los departamentos de San Carlos, Tunuyán y Tupungato, y está alimentado
fundamentalmente por el río Tunuyán a lo largo del tramo superior de su cuenca. Por lo tanto, en
adelante lo referiremos como oasis del río Tunuyán superior.
El objetivo de este trabajo radica, entonces, en dar cuenta de la emergencia de un nuevo ciclo
hidrosocial (Swyngedouw, 2004; Linton y Budds, 2013) en la provincia de Mendoza, a partir del análisis
de su expresión paradigmática en el tramo superior del río Tunuyán.
Sostenemos que estamos frente a un nuevo ciclo hidrosocial, contrastante con aquel otro ciclo
centenario basado en el acceso al recurso hídrico a través de derechos de agua superfi cial. Este nuevo
ciclo, emergente desde mediados de los años noventa, está claramente caracterizado por la gobernanza
de la extracción de agua subterránea en zonas altas de la cuenca del río Tunuyán superior, lo que implica
1
Destacamos cuatro principales oasis: (1) el oasis Norte, alimentado por los ríos Mendoza y
Tunuyán inferior, que abarca el Área Metropolitana de Mendoza (AMM), principal centro urbano
e industrial de la provincia; (2) el oasis Centro, alimentado por el río Tunuyán superior
(también conocido como Valle de Uco); (3) el oasis Sur, conformado por los ríos Diamante y
Atuel, y (4) el oasis de Malargüe, de menor importancia, que se ubica al extremo sur de la
provincia y está alimentado por el río homónimo. Estos enclaves agro‐urbano‐industriales
concentran el 98,5% de la población –de un total de 1.741.610 habitantes– sobre apenas un
3% de la superficie provincial (INDEC, 2010). Una nota periodística del diario Los Andes
(02/09/2013) menciona un estudio realizado por la Secretaría de Ambiente y Desarrollo
Sustentable que señala un aumento de este porcentaje oficial, de 3% a 4,8%.
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el surgimiento de nuevos actores así como una reorganización, a la vez que una ruptura de las
geometrías de poder en relación al acceso y control del suelo irrigado.
Mapa 1. Cuenca del río Tunuyán Superior, provincia de Mendoza
Fuente: Elaboración propia.
Qué entendemos por ciclo hidrosocial
En estas últimas décadas, la cuestión del agua se ha convertido en uno de los principales temas
ambientales de debate a escala mundial. Paralelamente, en el ámbito académico se multiplicaron las
perspectivas críticas en torno al abordaje conceptual y teórico de las diversas problemáticas que
involucran al agua, de su papel en la compleja relación sociedad‐naturaleza y de las relaciones de poder
que atraviesan su gestión (Larsimont y Grosso, 2014). Consideramos, por lo tanto, que el análisis de las
transformaciones socioambientales en torno a la producción y reproducción de los oasis de riego de las
tierras secas de Mendoza ganaría en complejidad si fuera articulado con nuevos enfoques críticos sobre
la relación agua‐sociedad.
En este sentido destacamos, dentro del amplio abanico de los water studies, la contribución de la
ecología política, por hacer especial hincapié en considerar el papel del agua en la producción y
reproducción del poder (Loftus, 2009). La originalidad de este abordaje reside en el intento de visibilizar
los múltiples y heterogéneos actores y las escalas de análisis que involucran los procesos de acceso al
agua y su control. En esta línea, Erik Swyngedouw (2004 y 2009) 2 fue pionero en reconsiderar
teóricamente las dimensiones materiales, simbólicas y discursivas de la circulación del agua. Según este
autor, dicha circulación es un proceso híbrido, socio‐natural, que encarna aspectos políticos,
económicos, sociales y ecológicos a diferentes escalas, y su estudio refleja cómo los flujos de agua, de
capital y de poder están materialmente unidos (Swyngedouw, 2004). Analizar esta circulación del agua
en Mendoza nos invita, por un lado, a cuestionar los intereses, ideologías, narrativas y ciencias que
justificaron las sucesivas “misiones hidráulicas” 3 (Turton y Messnier, 2002), así como también a poner
2
Discípulo de David Harvey, el autor combina el materialismo histórico‐geográfi co,
particularmente el pensamiento dialéctico relacional marxista, con la historia ambiental y la
Teoría del Actor‐Red (ANT).
Es decir, la lógica dominante que subyace el deseo de los estados de establecer condiciones
3
que conducen a la estabilidad socioeconómica y política a través del manejo del agua (Turton y
Meissner, 2002). En Mendoza, la misión hidráulica se puede ubicar entre fi nes del siglo XIX y
2 de 17
en evidencia las consecuencias socioespaciales de la manipulación del llamado “ciclo hidrológico”
(Horton, 1931).
En el marco de constatación de que los flujos de agua entre el subsuelo y la superficie terrestre se
encuentran cada vez más afectados por la actividad humana, surge la propuesta de considerar a esta
circulación a través de un ciclo “hidrosocial” (Swyngedouw, 2004 y 2009; Linton, 2010; Budds, 2012).
Este concepto ha sido introducido al campo de los water studies en oposición al uso convencional del
ciclo hidrológico (Horton, 1931) que “prosigue eternamente con o sin actividad humana” (Maidment,
1993, cit. en Linton, 2010). El ciclo hidrosocial, entonces, se entiende como un proceso socionatural a lo
largo del cual el agua y la sociedad se co‐constituyen una a otra a través del tiempo y el espacio (Linton y
Budds, 2013).
En este sentido, además de examinar cómo el agua fl uye dentro del ambiente físico (atmósfera,
superfi cie, subsuelo, biomasa), la noción de ciclo hidrosocial también considera cómo los fl ujos de agua
son manipulados por determinadas geometrías de poder (Massey, 1993; Swyngedouw, 2004). Estas
geometrías (re) producen relaciones de poder a través de determinados ensamblajes socionaturales de
actores (humanos, no humanos, híbridos), lo cual da como resultado confi guraciones espaciales
desiguales (Swyngedouw, 2004 y 2009; Budds e Hinojosa, 2012; Molle, 2012).
En definitiva, comprendemos al ciclo hidrosocial como un proceso continuo y dinámico de
ensamblaje entre actores heterogéneos. En este estudio haremos especial énfasis en el análisis de las
relaciones entre actores humanos (productores, profesionales, técnicos), no humanos (acuíferos,
glaciares, suelos) e híbridos técnico‐institucionales (instituciones, leyes, infraestructura de riego,
perforaciones, etc.).
Cuando “el agua corre hacia arriba, hacia el dinero” 4 :
Nueva vitivinicultura y conquista de los piedemontes
Para comprender la circulación del agua en Mendoza es imprescindible revisar la relación histórica entre
su manejo y la consolidación de un complejo agroindustrial con eje en la especialización vitivinícola. Este
último se constituyó principalmente desde fi nes del siglo XIX, bajo el paradigma de la dominación de la
naturaleza y de los ríos cordilleranos, para rescatar las tierras semiáridas mediante el regadío a gran
escala 5 . La especialización regional vitivinícola (Richard‐Jorba, 2000) y la misión hidráulica que implicó,
supusieron una apropiación gubernamentalizada del agua y la tierra, es decir, la rápida y rígida
estructuración social a través del gobierno del agua por parte de las clases dominantes locales (Martín,
2010). En este contexto, el oasis del Tunuyán superior, si bien comenzó a consolidarse después de la
Campaña del Desierto alrededor de ciertos fortines construidos en la época colonial, se expandió con la
llegada de trabajadores emigrantes europeos en las primeras décadas del siglo XX y particularmente a
partir de la construcción del dique del Valle de Uco en 1941 (Marzo e Inchauspe, 1967; Saldi y Petz,
2015). Además, en contraste con los otros valles agrícolas de la provincia, principalmente vitivinícolas,
aquel se caracterizó históricamente por su producción de frutales de pepita (peras y manzanas) y
hortícolas.
principios de XX y estuvo protagonizada por un conjunto de hidrólogos, militares y políticos
(Martín, 2010).
4
“Water fl ows uphill toward money” es un dicho famoso en cuanto a la cuestión del agua en
el oeste de Estados Unidos (Reisner, 1993: 12).
5
Es importante destacar que en la provincia de Mendoza la tierra sin “derecho de riego” no
tiene valor económico, ya que las lluvias no alcanzan a cubrir el requerimiento de ningún
cultivo. Esta limitante natural ha hecho que las relaciones de propiedad de la tierra estén
subordinadas económica y políticamente al derecho de aguas.
3 de 17
Sí bien el llamado “modelo centenario vitivinícola” (Mateu, 2007) permitió una cierta independencia
frente al modelo pampeano, el complejo agroindustrial mendocino empezó a mostrar francos signos de
agotamiento a partir de 1980. En esta década, y particularmente en la siguiente, a nivel global se daría el
proceso de emergencia del tercer régimen agroalimentario mundial, con su carácter corporativo y
flexible, que reorganizaría la agricultura a escala global (Friedman y McMichael, 1989). En este contexto,
mientras el sector agropecuario nacional emergía como uno de los más desregulados del mundo
(Giarracca y Teubal, 2008), el complejo agroindustrial mendocino inició una profunda reestructuración
productiva, que de ningún modo iba resultar homogénea socioespacialmente (Collado y Altschuler,
2013). De hecho, en el contexto de apertura de la economía nacional y de las medidas de desregulación,
el proceso de reconversión hacia un modelo más diversifi cado y orientado a las exportaciones se
presentó como una “solución espacial” (spatial fi x) (Harvey, 2007) selectiva, al implicar una creciente
concentración y centralización territorial del capital. La emergencia a nivel nacional e internacional de
nuevas tendencias dualistas de producción y consumo, propias del mencionado régimen alimentario fl
exible, generó en el oasis del Tunuyán superior un espacio particularmente atractivo para el capital
corporativo y su estrategia de penetración en el mercado de alta calidad y alimentos especializados.
En el sector de la vitivinicultura, mientras sólo las grandes bodegas tradicionales más capitalizadas
pudieron enfrentar esta reconversión (Tulet y Bustos, 2005), muchas otras desaparecieron, por quiebra
o cierre, o debido a que fueron compradas por inversores no locales. En este contexto, el oasis del
Tunuyán superior, que –como mencionamos– hasta ese momento conformaba un oasis esencialmente
frutihortícola, pasó a consolidarse como un centro importante de la nueva vitivinicultura, incluso a nivel
global. Este nuevo modelo, fruto de una “creciente competencia internacional y globalización del
consumo estandarizado del vino” (Harvey, 2007: 424) se caracteriza por la producción de vinos de alta
calidad y alto precio destinados a mercados internacionales (Montaña, 2012). A su vez, estas
transformaciones impulsaron importantes cambios técnicos y organizacionales en la producción, con la
introducción del riego por goteo, 6 la incorporación de nuevas variedades vitícolas, la utilización de malla
antigranizo, cambios en las tareas culturales (poda, raleo, estrés hídrico), la realización de la cosecha
mecánica y el cambio de sistemas de conducción (de parral a espaldero). Por otro lado, a medida que se
generaba una creciente extranjerización de la actividad, se observaba también un desplazamiento de la
frontera agrícola en base al uso de aguas subterráneas hacia las tierras altas de la cuenca. Esta
expansión fue posible, desde el punto de vista técnico, gracias tanto a la implementación de sistemas de
riego localizado, como a la presencia de acuíferos subterráneos; y permitió a actores empresariales
fuertemente capitalizados llegar a zonas agroclimáticas y edáficas muy valoradas para el cultivo de la
vid, donde la producción era imposible poco tiempo atrás.
El análisis de la evolución de las superficies irrigadas, según los Censos Nacionales Agropecuarios
(CNA) de 1988 y 2002 y el Registro del Uso de la Tierra (RUT) de 2014, indican claramente que el tramo
superior del río Tunuyán ha sido el que más se ha expandido en superficie cultivada (véase Cuadro 1).
Cuadro 1. Hectáreas cultivadas distribuidas por cuenca, para los CNA de 1988 y 2002
Oasis RUT Diferencia Diferencia Diferencia Diferencia Diferencia
CNA CNA
2014 1988‐ 1988‐ 2002‐ 2002‐ 1988‐
1988 2002
(ha) (ha) 2002 2002 2014 2014 2014
(ha) (%) (ha) (%) (%)
Mendoza‐
Tunuyán
167.980,5 152.412,5 188.451 ‐15.568 9,26 36.038,5 23,64 12,18
inferior
6
La importancia de esta innovación radica en que permite, además de instalarse por fuera del
oasis irrigado superfi cialmente, hacer más efi ciente el uso del agua e incorporar fertilizantes
líquidos en el sistema de riego (o fertirriego), disminuyendo a su vez la mano de obra
necesaria para el mantenimiento del riego, que en los métodos de riego superfi cial es un
factor de peso en los “costos operativos”.
4 de 17
Tunuyán
45.501,9 49.083,6 57.045 3.581,7 7,87 7.961,4 16,22 25,36
superior
AtuelDiamante‐
81.868,9 70.232,7 71.513 ‐11.636,2 ‐14,21 1.280,3 1,82 ‐12,65
Malargüe
Fuente: Elaboración propia, en base a DEIE‐INDEC, Censo Nacional Agropecuario (CNA) 1988 y 2002 y Registro de Uso de
la Tierra (RUT)* 2014.
*
Consiste en un registro provincial creado por la ley 4438. Es de carácter obligatorio para todos los establecimientos
agropecuarios existentes en el territorio provincial y releva número de productores, establecimientos y uso del suelo
según cultivo agrícola en hectáreas.
Por otra parte, según los últimos relevamientos, de las 57.000 ha bajo riego, la vid ocupa poco menos
de un 40%, la fruticultura otro tanto y la horticultura un 19%. 7
Aunque la descripción del perfil socioeconómico de los nuevos emprendimientos instalados en zonas
piedemontanas merecería matices (Neiman y Bocco, 2005), cabe resaltar algunas características
predominantes. En primer lugar, se destaca la presencia de grandes grupos agroindustriales o
industriales y hasta inmobiliarios, tanto nacionales como extranjeros, a veces vinculados con fondos fi
nancieros. Por otra parte, empresarios, tanto provenientes del sector vitivinícola como, en otros casos,
con capitales generados en otros sectores económicos (inmobiliario, automotriz, etc.), han encontrado
también en el oasis del Tunuyán superior y en la vitivinicultura globalizada un ámbito propicio para
diversifi car sus inversiones. Cabe precisar también que, a pesar del creciente aumento del precio de la
tierra, esta zona tiene costos muy ventajosos respecto de otras zonas vitivinícolas del mundo. 8 En
relación con estas nuevas dinámicas territoriales, en esta zona piedemontana tenemos que mencionar,
también, la proliferación de complejos agroturísticos e inmobiliarios (con golf, spa, etc.) como nuevos
ejes complementarios de acumulación de la nueva vitivinicultura. Esto implica, lógicamente, nuevos
usos del agua en la zona, ya no sólo para el ámbito agrícola exclusivo.
Finalmente, cabe señalar que si bien la producción de estos nuevos espacios abastecidos por agua
subterránea fue protagonizada principalmente por empresas vinculadas al agronegocio vitivinícola,
también se incorporó parte de la fruticultura y de la horticultura de exportación.
A través de estas dinámicas territoriales surgieron nuevas vinculaciones de actores ajustados por
determinadas geometrías de poder. A continuación veremos cómo se desplegó este nuevo ensamblaje
de actores, centrándonos primero en la dimensión jurídica del acceso al agua subterránea.
De la hidrología a la ley
“Mi oponente profesa el fetichismo del Código Civil. Y lo juzga tabú, intocable. Se explica,
porque él es ingeniero y el problema es jurídico. Y con criterio de físico, él sostiene una
interpretación del Código Civil que parte del hecho físico de la unidad de las aguas, arguyendo que
todas, físicamente, son iguales, porque todas integran un solo ciclo: el que cumplen al evaporarse.
7
Datos proporcionados por el INTA y el Departamento General de Irrigación de Mendoza.
8
Para dar una estimación, en un informe de la agencia pública de promoción de inversiones
Mendoza Invest podemos leer que, según Andrés Ostropolsky, representante de Sothesby’s
International Realty, mientras que para 2014 en el Napa Valley (California) el precio de la tierra
ronda los 350.000 US$/ha, en el Tunuyán superior sólo alcanzaba los 37.000 US$/ha, es decir,
casi diez veces más económico.
5 de 17
Yo no niego esa verdad física, pero sí que ella sirva para inspirar leyes humanas, que no rigen
relaciones de los
elementos de la naturaleza, sino de los hombres.”
Guillermo Cano (1943)
Este epígrafe de Guillermo Cano, a quien podemos considerar uno de los últimos “domadores del agua” 9
de Mendoza, da cuenta de uno los principales nudos del concepto de ciclo hidrosocial: el de la dualidad
H2O ‐ ley o, en otras palabras, la de la naturaleza de las leyes y las leyes de la naturaleza.
En este apartado nos centramos sobre la emergencia de actores híbridos asociados a los recientes
conflictos jurídico‐ambientales surgidos por la presión del capital sobre el agua. Estos nuevos actores
técnico‐institucionales operan como dispositivos legales para impedir y habilitar nuevas expansiones de
la frontera agrícola en base a la utilización de agua subterránea. Este proceso se fue agudizando a lo
largo del siglo XX en toda la provincia de Mendoza, pero se ha manifestado con total intensidad en los
últimos veinte años. Esto abona nuestra tesis de que estamos frente a un nuevo ciclo hidrosocial, al que
analizaremos en detalle en el siguiente apartado.
Tabla 1. Tipología de confl ictos por el agua
Tipo de confl
icto Descripción Ejemplos/casos de Valle de Uco
Emprendimientos mineros que demandan
Ocurre cuando el recurso no
nuevos derechos de agua y amenazas de
satisface los distintos destinos
contaminación del recurso, como en el caso
Entre usos del agua de una cuenca. Esto
del Proyecto de Anglo American (oro y
incluye usos actuales, nuevos o
cobre) en las cercanías de la Laguna del
futuros.
Diamante, San Carlos.
Conflictos entre regantes de distintos tramos
Se centra en las características
de la cuenca. Los que están ubicados más
de los distintos usuarios del
Entre usuarios arriba toman más agua de la que les
recurso y sus intereses en
corresponde, secando las zonas de recarga
competencia.
del acuífero.
(Continúa en página siguiente)
Intervenciones sobre cuencas no vinculadas
Se producen frente a terceros, al uso del agua directamente, como las
Entre usuarios y
por razones diversas a la inundaciones por desmonte para
no usuarios
competencia entre usos. implantación de nuevos viñedos en las zonas
altas de Tunuyán.
9
Llamamos “domadores del agua” a un conjunto de militares, funcionarios y políticos que
protagonizaron la “conquista del agua” en Mendoza (Martín, Saldi y Rojas, 2010). Entre las
tantas actividades que desarrolló durante su extensa trayectoria, Guillermo Cano (1913‐2003)
fue el único argentino y uno de los contados latinoamericanos que asistió a la Conferencia de
las Naciones Unidas sobre el Ambiente Humano realizada en Estocolmo en 1972, reunión que
es el emblema del nacimiento a nivel internacional de las preocupación y la gobernanza
moderna sobre el ambiente. Disponible en <www.farn.org.ar/homenaje.html>.
6 de 17
Aprovechamiento de un río por parte de
Refleja la tensión entre distintas unidades administrativas, como
Entre objetivos y competencias de ocurre en el caso del Tunuyán superior
jurisdicciones las diferentes divisiones de la vs.Tunuyán inferior. Son en la práctica una
administración política. sola cuenca pero se administra como dos
cuencas diferentes.
Surgen de la tensión entre las
necesidades y preferencias de Conflictos por impactos de la explotación
Entre las generaciones actuales y la minera en zonas glaciares y periglaciares,
generaciones preservación del recurso como en el caso de las inversiones mineras en
como derechos de las el Valle de Uco.
generaciones futuras.
Ponen de manifiesto las Falta de coordinación entre autoridades del
disputas entre actores agua y áreas encargadas de obras de
Entre públicos y privados cuyos infraestructura, medio ambiente y energía.
instituciones ámbitos de gestión impactan Por ejemplo, la contaminación de acuíferos
en el uso y aprovechamiento por parte de empresas petroleras en
del recurso. Tupungato, Mendoza.
Fuente: Elaboración propia, en base a Martín y Justo (2015).
En la Tabla 1 se presenta una tipología genérica de conflictos por el agua. La misma, sin ser
exhaustiva, evidencia la complejidad y diversidad de tipos de conflictos y actores intervinientes. A su
vez, cada uno de estos tipos de conflicto se puede enmarcar dentro de paradigmas o lenguajes de
valoración desiguales, dando lugar a ensamblajes diferenciados. En nuestro análisis prestaremos mayor
atención a los conflictos entre usos y entre usuarios, por ser los de mayor presencia en la zona de
estudio.
El Departamento General de Irrigación 10 (en adelante, DGI) ha centrado históricamente su atención en
el manejo del agua superficial, relegando conocimiento, legislación y gestión sobre la subterránea. Esto
es fácilmente comprobable a partir de la fecha de sanción de las leyes 4035 y 4036, que datan del año
1974 y que reemplazaron el articulado que establecía las condiciones de uso, aprovechamiento y
manejo del agua subterránea en la Ley de Aguas de 1884.
Es en esta década de 1970 que el Estado provincial aprobó una serie de políticas de promoción del
desarrollo agrícola que consistían en la eximición de impuestos a las empresas que se instalaran por
fuera del oasis de riego tradicionalmente abastecido por aguas superficiales. 11 Esto implicó una
extensión del oasis hacia las zonas bajas de la cuenca del río Tunuyán y una sobreexplotación de sus
acuíferos. En contraste, y como ya adelantamos, en los últimos veinte años, las inversiones y
perforaciones se han realizado mayoritariamente “aguas arriba” del oasis tradicional, en las zonas altas
del río Tunuyán.
Esta nueva presión sobre los acuíferos llevó a que el DGI declarara en 2011, con la votación unánime
de los veinte inspectores de cauce 12 de la cuenca, la restricción para entregar nuevas licencias de
perforación. En el registro oficial existen 2400 perforaciones con concesión definitiva para toda la zona
10
El Departamento General de Irrigación es la autoridad de aplicación de la Ley de Aguas,
vigente desde 1884 y con rango constitucional desde 1916. Constituye un organismo
extrapoder, con autonomía política y autarquía.
11
Producto de esta y anteriores políticas se realizaron más de veinte mil perforaciones.
Los inspectores de cauce son las autoridades de las unidades mínimas de manejo del agua
12
superfi cial a nivel local. Son elegidas por los regantes de cada inspección por votación directa,
pero ponderada por la cantidad de hectáreas que cada regante tiene empadronadas.
7 de 17
del Tunuyán superior. Además, hasta 2010 se entregaban entre cincuenta y sesenta permisos por año.
En la actualidad, desde la declaración de restricción, existen alrededor de doscientos expedientes de
nuevos pedidos de perforación que se encuentran suspendidos. Los titulares de dichos pedidos ejercen
grandes presiones para que se autoricen, en función de sus expectativas de negocios. De estas
solicitudes, un 80% correspondería a nuevos y grandes emprendimientos, aunque también hay pedidos
de los agricultores locales que, ante la “crisis hídrica” que se registra desde 2010, buscan alternativas
para satisfacer su demanda de agua. 13
En el año 2012, una nueva conducción asume el DGI y resuelve la realización del balance hídrico 14 de
las cuencas de toda la provincia. Este balance equivaldría al antiguo aforo de los ríos que está
consignado en el artículo 194 de la Constitución Provincial de 1916. Dicho aforo es, según la
Constitución, condición necesaria para la entrega de nuevos derechos. Nunca en la historia de la
provincia se realizó un balance de este tipo, que acabara siendo efectivamente aprobado por la
Legislatura y habilitara la entrega de nuevos derechos y/o la caducidad de los ya existentes, como lo
establece la Constitución Provincial.
La Tabla 2 resume los principales instrumentos legales que han venido acompañando la
transformación del ciclo hidrosocial en Mendoza, especialmente en la cuenca superior del río Tunuyán.
Concentrándonos en el último período, se evidencia claramente que existe una gran presión sobre el
recurso subterráneo y que ésta ha tenido su expresión a través de un complejo y contradictorio cuerpo
de resoluciones que se solapan y anulan unas a otras.
A modo de ejemplo, destacamos que en 2013, el DGI emitió otra resolución (164/2013) que establecía
la posibilidad de “acceder a un nuevo permiso de perforación en reemplazo de otra existente en la
misma cuenca y/o acuífero”. Como hemos podido observar en el trabajo de campo, varias empresas
situadas aguas arriba consiguieron nuevos permisos de perforación ofreciendo en remplazo pozos
comprados a productores aguas abajo. Esta modalidad de remplazo suscitó varias denuncias, tanto en la
prensa como a través de solicitudes de nulidad de dicha resolución. 15 Efectivamente, muchos vieron en
esta resolución, que contorna el principio de inherencia del agua a la tierra, 16 una amenaza para la
gestión por la potencial consolidación de un mercado de derechos de riego en base al uso de aguas
subterráneas (Erice, 2013).
Tabla 2. Instrumentos legales vinculados a la gestión del agua en el río Tunuyán superior
Instrumento legal Fecha/Alcance Descripción
13
Informaciones relevadas durante el trabajo de campo. Junio de 2014.
14
Según la resolución 575/2012, el Balance Hídrico “no implica sólo tener en cuenta la oferta
hídrica y la medición de caudales, sino también la demanda, que incluye la cantidad de agua
requerida según la calidad de las tierras y la naturaleza de los cultivos, como así mismo los
requerimientos de los otros usos especiales distintos del agrícola, sobre bases científi cas
ciertas”.
15
Destacamos la nota “Irrigación, mercado que fl uye”, en el diario Los Andes (26/04/14). Por
otra parte, la entonces senadora nacional y actual vicegobernadora, Laura Montero, solicitó al
DGI la nulidad de la resolución 548/12.
Este principio, que inicialmente se había postulado para evitar la especulación y otorgar
16
certidumbre en la propiedad del recurso por parte de los empresarios agrícolas (Martin, 2010),
establece que la concesión del agua para riego es inseparable de la propiedad del terreno
cultivado (arts. 14, 16, 24 y 25 de la Ley de Aguas y art. 186 de la Constitución Provincial de
1916).
8 de 17
Establece los principios generales de la gestión del
agua (dominio público, inherencia a la tierra, tipos de
Ley de Aguas 1884/Provincial
derechos, etc.).
Constitución Otorga estatus constitucional a la gestión del agua en
Provincial (artículo 1916/Provincial la provincia. Ordena al DGI la realización del aforo de
194) los ríos.
Leyes de aguas
Establece los procedimientos y prioridades para la
subterráneas (4035 1974/Provincial
entrega de permisos de perforación.
y 4036)
Resolución de
restricción a nuevas 2011/Valle de Uco Prohíbe la entrega de nuevos permisos de
perforaciones (Tunuyán superior) perforación por sobre explotación de acuífero.
(722/2011)
Establece la realización de estudios para considerar
Resolución de la relación entre oferta y demanda de agua en las
balance hídrico 2012/Provincial distintas cuencas. Permitiría habilitar nuevos
(575/2012) derechos o limitar la explotación del recurso a partir
de bases científi cas.
Resolución de Reglamenta un procedimiento de permisos de
permisos de perforación y uso especial de aguas subterráneas.
2012/Provincial
perforación Están excluidos de esta resolución los pozos que se
(548/2012) construyan como reemplazo de uno anterior.
Reglamenta el procedimiento de reemplazo de
Resolución de perforaciones dentro de la misma cuenca y/o
reemplazo de acuífero. Se argumenta que busca promover la
2013/Provincial
perforaciones sustentabilidad del recurso a través del cegado de
(164/2013) pozos en desuso que estarían contaminando los
acuíferos.
Fuente: Elaboración propia.
Por otra parte, dentro del procedimiento establecido por este cuerpo legal se consigna que es deber
del DGI “inventariar y evaluar en forma permanente los recursos hídricos subterráneos, tanto
cuantitativamente como cualitativamente, y practicar anualmente el balance hidrológico de las cuencas
superfi ciales y subterráneas” (art. 3, inc. a, ley 4036). En función de esto se realizarían los informes
oficiales, “que darían sustento a los trámites de permisos de perforación y concesión de uso especial de
aguas subterráneas, tendientes a establecer esencialmente que el caudal factible de ser extraído no
compromete con perjuicio de terceros la calidad, capacidad o disponibilidad de la fuente o acuífero, que
tampoco disminuirá o agotará el caudal medio requerido para satisfacer las explotaciones anteriores o
prioritarias, ni causará perjuicio sensible a las mismas, respondiendo a un plan de utilización racional”
(art. 12, incs. a, b y c, ley 4035).
Complementariamente introduce el principio precautorio para la entrega de nuevas concesiones. El
mismo “exige la adopción de medidas tendientes a evitar daños ambientales graves e irreversibles a los
acuíferos, debido a que se trata de un recurso fi nito que debe estar en equilibrio. […] Que para asignar
el volumen hídrico que se determine como factible de ser extraído sin riesgos ambientales ni perjuicio
de terceros, se debe garantizar la aplicación del régimen de prioridades de la ley 4035” (ibíd.).
Cabe destacar también que existe un régimen de prioridades previsto en las convocatorias públicas
para la obtención de un permiso de perforación. Éste se presenta como una ventana esclarecedora, en
9 de 17
tanto relaciona al recurso agua con las personas físicas y/o jurídicas benefi ciarias a través de criterios
particulares y especifi ca histórica y políticamente unas formas de relación.
El artículo 7 de la ley 4035 establece el régimen con el orden siguiente:
- personas jurídicas públicas, comprendidas las inspecciones de cauces;
- consorcios, asociaciones o cooperativas de usuarios;
- personas físicas o jurídicas de naturaleza privada, cuyas propiedades o establecimientos gocen de
una concesión para uso de aguas públicas superficiales y el aprovechamiento requerido sea para
completar la superficie o volumen concedido o para mantener los cultivos existentes, y
- personas físicas o jurídicas de naturaleza privada para el cultivo de tierras sin derecho de aguas
superficiales o para cualquier otro uso. En igualdad de condiciones se preferirá la que primero haya
sido presentada.
Este régimen, que evidencia una preocupación formal por el dominio y aprovechamiento público y
social del agua, acaba siendo una expresión de corrección política frente a artilugios jurídicos que lo
relativizan y que, junto a la presión del capital, lo terminan por invalidar completamente. Así, si bien el
mencionado orden de prioridades contiene preferencias según el uso al que se destinará el recurso
(arts. 4 y 6, ley 4035), al sujeto solicitante y al tiempo de la presentación (art. 7, ley 4035), lo cierto es
que se trata de un régimen de prioridades semiflexible, que puede ser alterado cuando se acredite
fehacientemente que el beneficio socioeconómico es notoriamente superior al de la solicitud preferente
competitiva (art. 8, ley 4035).
Nótese que de acuerdo a este régimen de prioridades, una gran empresa extranjera que busca
invertir en el agronegocio vitivinícola en la zona del Tunuyán superior se encuentra literalmente en el
último orden de prioridad. Sin embargo, como ya analizamos, este territorio ha sido transformado en los
últimos años por la instalación casi exclusiva de este tipo de empresas. Esto demuestra que hay una
efectiva inversión del orden de prioridades, junto con una concepción estrechamente instrumental del
beneficio socioeconómico.
Pero además, se prevé que este beneficio debe ser evaluado a través de convocatorias públicas,
donde el volumen factible de ser extraído –determinado por los informes técnicos– se distribuye entre
los solicitantes. El punto aquí es que el DGI tiene una histórica y clara concepción ingenieril de la gestión
del agua, lo que ha sido fuente de prestigio provincial e incluso nacional. Pero por esa misma razón,
tiene escasa pertinencia para evaluar el beneficio socioeconómico de las solicitudes de nuevas
perforaciones. Especialmente cuando la propia legislación establece que serán considerados como
criterios: “el monto de la inversión, el efecto multiplicador en la producción, la mano de obra local, las
condiciones ambientales, la efi ciencia en el uso del agua y las fi guras asociativas de productores” (art.
2, res. 548/12). Estos criterios, nuevamente de gran relevancia, quedan relegados efectivamente frente
a los de carácter científico‐hidrológico, también consignados en la legislación y valorados históricamente
por el cuerpo técnico del DGI. Estos últimos se presentan en la ley 4035 con el orden siguiente:
- que el caudal factible de ser extraído no compromete con perjuicio de terceros la calidad, capacidad
o disponibilidad de la fuente o acuífero;
- que tampoco disminuirá o agotará el caudal medio requerido para satisfacer las explotaciones
anteriores o prioritarias, ni causará perjuicio sensible a las mismas por estar previsto un régimen de
regulación adecuado;
- que en el proyecto de la obra se haya previsto la aplicación de dispositivos adecuados que permitan
la medición del caudal a erogarse, y
10 de 17
- que el volumen estimado resulte sufi ciente para satisfacer las necesidades del uso a que se destine
y que responda a un plan de utilización racional.
Estas consideraciones son relevantes para nuestro argumento sobre la emergencia de un nuevo ciclo
hidrosocial por tres puntos fundamentales. El primero es que existe una evidencia de que las fuentes del
recurso están en proceso de agotamiento y por eso ya no se trataría de buscar nuevas fuentes (supply
model o gestión de la oferta) sino de hacer un uso “eficiente” de las existentes, a través de la promoción
de la política de reemplazos. En segundo lugar, la política de reemplazos, lejos de contribuir a controlar
la presión sobre el acuífero, muestra un desplazamiento de la presión por perforar hacia las zonas altas,
al mismo tiempo que una mercantilización del acceso al recurso. En tercer lugar, el nuevo ciclo
hidrosocial se hace presente en el tratamiento que se da al régimen de prioridades establecido para
conseguir el permiso de perforación en convocatorias públicas.
Es claro, entonces, que la relación agua‐sociedad ha cambiado a lo largo de este siglo en Mendoza.
Tanto la legislación como la pretendida gestión científi ca del recurso han sido permeadas –y hasta
tergiversadas– por las presiones del capital sobre el agua.
Este conjunto de nuevas disposiciones legales, así como las maniobras desplegadas para
contornarlas, constituyen un renovado actor híbrido técnico‐institucional que contribuye a la
emergencia de un nuevo ciclo hidrosocial. Este actor, al mismo tiempo que acusa recibo formal de la
necesidad de regular apelando a la sustentabilidad y a la eficiencia, habilita la consolidación de
geometrías de poder que reproducen la desigualdad socioespacial. Nuevos ensamblajes hidrosociales
en el oasis del río Tunuyán superior
En base a los anteriores planteos y siguiendo a Jamie Linton (2010) en su intento de operacionalizar
espaciotemporalmente el concepto de ciclo hidrosocial, enfatizamos la relación dialéctica entre
sociedad y agua con la noción de hidroléctica (hydrolectics). De esa manera, se entiende que una
determinada transformación del ciclo hidrosocial se refleja en la sociedad y viceversa. Por otra parte,
esta perspectiva insiste en que el agua –en un determinado ciclo hidrosocial– no es una sola cosa ni
dada (H2 O), sino que al contrario, cada tipo de agua encarna los procesos socionaturales a través de los
cuales está producida (Linton y Budds, 2013). Dicho de otra manera, se entiende que determinados
ensamblajes socionaturales de actores (humanos, no humanos e híbridos), con las geometrías de poder
que implican, producen diferentes aguas (Linton y Budds, 2013). En lo que sigue buscamos mapear los
ensamblajes de actores que configuran los ciclos y su transformación.
En este sentido, entendemos que antes del desplazamiento de la frontera agrícola iniciado en la
década de 1990, en el Tunuyán superior se configuraba un ciclo hidrosocial centenario (véase Tabla 3).
Bajo el lema de la misión hidráulica, las aguas del río Tunuyán, como las de otras cuencas secundarias,
fueron desviadas y canalizadas a través de una amplia red de distribución superficial que terminaba en
las fincas individuales. A la vez, se consolidó una estructura de derechos de acceso al agua diferenciados,
que modulaba la circulación del recurso y le otorgaba estabilidad y legalidad a su distribución Esquema
1. Redes de actores y ciclo hidrosocial en el Río Tunuyán Superior.
11 de 17
y control social a través de las organizaciones de usuarios (inspecciones de cauce). El ensamblaje de
actores políticos, económicos, tecnológicos e ingenieriles para llevar a cabo este complejo sistema de
gestión tradicional de distribución superfi cial de agua (complementada en ciertas fincas con pozos
privados) establecía una determinada geometría de poder. En este contexto, a pesar de la distribución
desigual entre regantes, debido a los derechos diferenciales, consideramos que este ciclo hidrosocial
reflejaba en cierta medida un sistema de gestión colectivo.
Tabla 3. Ensamblajes socionaturales y nuevo ciclo hidrosocial en Mendoza
Ciclo hidrosocial Nuevo ciclo
Tipo de actores Actores
centenario hidrosocial
Glaciares y acumulación
Acuíferos.
No humanos nival.
Llanuras. Piedemontes.
Ley de Agua, ley
4035 y 4036.
Ley de Agua (1884), ley
Marco Legal Resoluciones
4035 y 4036.
772/2011, 575/2012,
548/2012 y 164/2013.
Departamento General de DGI y Dirección de Agua
Instituciones Irrigación (DGI). Subterránea.
Red de distribución
superfi cial (canal
Pozos exclusivos,
Híbridos Infraestructuras matriz, hijuelas…),
reservorios ytuberías.
(técnicoinstitucionales) dique ypozos
complementarios.
Espaldera (calidad).
Parral (cantidad).
Nuevos varietales.
Varietales tradicionales.
Individualismo
Prácticas Colectivismo entre empresarial.
agroculturales regantes.
Multifuncionalidad del
Unifuncionalidad del espacio rural
espacio rural. (agroturismo, gentrifi
cación rural).
Pequeños y medianos Empresarios locales,
Productores productores, empresarios nacionales y extranjeros
locales. integrados.
Humanos
Tomeros, inspectores de Hidrogeólogos,
Técnicos cauces, regantes. ingenieros agrónomos.
Fuente: Elaboración propia, en base a Linton y Budds (2013).
12 de 17
A partir de la década de 1990, el desplazamiento de la frontera agrícola aguas arriba de los oasis
mediante la creciente territorialización del capital y el uso intensivo de los acuíferos implicó cambios y
rupturas en el ciclo hidrosocial anterior. Así, destacamos una clara transición cuando, frente al sistema
colectivo de distribución superficial de agua abastecido por los ríos cordilleranos (cuyos caudales están
regulados por los glaciares y la acumulación nival), se consolida un sistema de acceso individual, basado
en la extracción de los acuíferos mediante pozos electrificados y su aplicación al cultivo por goteo o
aspersión (pivot central). Destacamos que mientras en el ciclo centenario existía –a pesar de la
regulación ingenieril en base a diques y presas– una estrecha dependencia a las fluctuaciones
hidroclimáticas, los nuevos empresarios lograron desacoplarse de esta restricción socionatural al poder
decidir individualmente encender la bomba para regar cuando les conviene. Vemos entonces una
transición entre actores no humanos desde el protagonismo de los glaciares y las nevadas hacia el
acuífero subterráeneo. En un sentido similar de recambio en el protagonismo de actores humanos se
presenta el ocaso del papel tradicional del tomero 17 y el regante frente al surgimiento de las
intervenciones de profesionales como hidrogeólogos o ingenieros agrónomos.
Cabe destacar que la producción de un nuevo ciclo hidrosocial en Mendoza también se da en el
plano discursivo, en torno principalmente a los debates sobre el desarrollo sostenible y la gestión
integrada del recurso hídrico. 18 En este contexto, a medida que se refuerza el paradigma de la
modernización de los regadíos como nueva panacea para superar la escasez y como hito imprescindible
para pasar a una “gestión de la demanda”, subrayamos dos observaciones. Primero, la adopción de
técnicas de riego “eficientes” (por goteo o aspersión) parece responder más a criterios dictados por los
estándares de producciones (para producir estrés hídrico o aplicar fertilizantes líquidos) que por
conciencia ambiental. Además, estos sistemas de riego presurizados gozan de legitimidad al ser
considerados y publicitados como eficientes en tanto modernos. 19 Segundo, las prácticas de riego de los
pequeños productores protagonistas del ciclo centenario, que tienen que esperar su “turno de riego”,
suelen ser soslayadas como inefi cientes en tanto antiguas (ibíd.).
Conclusiones
En este trabajo nos propusimos analizar las transformaciones socioambientales vinculadas a la
circulación del agua desde la perspectiva de la ecología política. En este sentido, tomamos en cuenta el
concepto de ciclo hidrosocial para evidenciar de qué manera los flujos de agua, poder y capital se
encuentran entrelazados y cómo determinados ensamblajes de actores humanos, no humanos e
híbridos producen configuraciones socioespaciales desiguales.
Teniendo como telón de fondo el proceso socionatural a lo largo del cual el agua y la sociedad
mendocina se co‐constituyen una a otra a través del tiempo y el espacio (Linton y Budds, 2013), nos
enfocamos sobre determinadas transformaciones ocurridas durante las dos últimas décadas en el oasis
del río Tunuyán superior. Allí se ha producido un claro reensamblaje de actores asociado al proceso de
17
El tomero es la persona responsable de hacer efectivo el derecho de agua superfi cial que
corresponde a cada propiedad. Esta persona es la encargada de abrir y cerrar la compuerta
(véase Tabla 3) para que el agua ingrese a una u otra propiedad de acuerdo al cronograma de
turnos de asignación correspondiente. El turno son las horas durante las que ingresa agua a
una propiedad.
18
La Gestión Integrada del Recurso Hídrico, según Carl J. Bauer (2004: 25), “pretende ser un
enfoque completo e interdisciplinario que reconoce y trata los muchos aspectos sociales,
económicos, políticos, técnicos y ambientales de los temas relativos al agua”.
19
Entrevista personal a un hidrogeólogo del DGI. Noviembre de 2014.
13 de 17
territorialización del capital agropecuario en las zonas altas de este oasis, lo que da como resultado la
priorización de ciertos usos y usuarios, al tiempo que se invisibilizan y excluyen a otros.
Destacamos que la creciente apertura hacia mercados agroalimentarios globales cada vez más
estandarizados y la territorialización del capital agropecuario en los márgenes de los oasis de Mendoza –
en general– y en el oasis del Tunuyán superior –en particular– reorganizaron las relaciones de poder en
torno a la circulación del agua. En este sentido, se pudo analizar que, lejos de haberse dado un proceso
completo y homogéneo en el conjunto del territorio, se estimuló una creciente desigualdad espacial,
profundizando la coexistencia de diversas y mutuamente confl ictivas agencias sobre el agua. Hemos
destacado particularmente la nueva vitivinicultura, orientada a la producción de uvas y vinos de calidad
destinados a la exportación y resultado de una fuerte inversión de capital extranjero. Ésta se presentó
como la principal respuesta a la crisis estructural de la década de 1980, consolidándose en realidad
como una solución espacial selectiva que jerarquizó y revalorizó determinados territorios vitivinícolas en
detrimento de otros.
Así, advertimos que estamos frente a una transición del ciclo hidrosocial. Si durante el siglo XX había
predominado un sistema de apropiación y distribución superfi cial del agua, que implicaba una gestión
colectiva –aunque desigual– del recurso; desde fi nes de ese siglo comenzó a emerger un nuevo ciclo,
donde prevalece un acceso más autónomo a la fuente de agua, principalmente subterránea, que es a la
vez apropiada por actores productivos fuertemente capitalizados. En este proceso, entonces,
emergieron nuevos actores pero también nuevos tipos de conflictos, fundamentalmente entre usos y
entre usuarios.
Mencionamos además que los nuevos actores que manifiestan este cambio de ciclo están
particularmente vinculados al campo jurídico como actores híbridos técnico‐institucionales. Así, en este
proceso surgieron, de manera contradictoria, tanto evidencias de iniciativas institucionales para
“mejorar el conocimiento sobre la disponibilidad y el estado de los recursos hídricos subterráneos”
como, al mismo tiempo, dispositivos legales para contornarlos. Estos nuevos actores híbridos
demuestran la transformación del ciclo hidrosocial por tres elementos contundentes: el agotamiento del
acuífero, el desplazamiento de la “presión extractiva” hacia las partes altas de la cuenca y la inversión
fáctica de las prioridades en el régimen de asignación de permisos de perforación, asociada a la
mercantilización del recurso hídrico subterráneo.
Por otra parte, mientras que los nuevos ensamblajes liderados por actores productivos fuertemente
capitalizados parecen adecuarse en el plano discursivo a los debates sobre el desarrollo sostenible y la
gestión integrada del recurso hídrico, nuestro análisis del cambio de ciclo apunta más bien a corroborar
una gestión del agua cada vez más desintegrada social, ambiental y políticamente.
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