Ensayo Unamuno

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Introducción

Este ensayo trata sobre las dimensiones del hombre y está basado en dos ensayos del filósofo
español Miguel de Unamuno: Intelectualidad y espiritualidad y Mi religión. Siempre me he
sentido atraído hacia la corriente existencialista, aunque confieso que básicamente sólo había
leído literatura y no tratados filosóficos.

Como antecedente tenía el haber leído Niebla de este mismo autor y el recordar el grato sabor
de boca que dejó en mí en aquella época en que lo leí. Por esta razón y por querer conocer
más acerca de su filosofía decidí tomarlo como tema de mi ensayo.

El objetivo de este escrito es ahondar en cuestiones que tratan precisamente sobre las
dimensiones del hombre; decidí centrarme en tres preguntas: ¿Qué tenemos? ¿Qué nos
mueve? y ¿Qué buscamos? Cada apartado se separó en un pequeño capítulo para darle
cuidado y delimitarlo en su temática. Asunto complicado si se toma en cuenta la variedad de
subtemas que Unamuno maneja en sus escritos.

Como apoyo en el desarrollo del tema, se hace referencia a otras obras relacionadas con los
puntos tratados: Hágase tu voluntad, de Paloma Olivares, autora contemporánea; Del
sentimiento trágico de la vida, de Unamuno y Manifiestos del surrealismo, de André Breton.
Obras que por su temática e importancia bien podrían servir por sí solas como base de
ensayos, pero en esta ocasión sólo las empleé para apoyar algunos puntos que quise
desarrollar en este trabajo.
I

“Tropiezo y caigo sin enjugar


neciamente
los ojos ensombrecidos
entrecerrados ardorosos irritados.
[…] ebria de mí enloquezco
mísera y destronada”
(Olivares;2003:12)

¿Qué se tiene?

Nada nos pertenece. Quizá sólo las ideas antes de volverlas palabras. Y qué son éstas que se
escriben, si no ideas que dejan de pertenecerme, que cedo por decisión. Porque lo demás,
incluyendo mis actos, no son exclusivamente míos. (Cfr.Unamuno;1945:515).

Despojados de todo podemos mirarnos como si viéramos a otro ser, algo inconsistente, como
si al quitar máscara tras máscara, como hacían los griegos luego de representar sus obras,
quedáramos expuestos. Abrumador. ¿Hacia dónde hacerse, qué dimensión queda?

Unamuno afirma que el hombre se enfrenta a su circunstancia día a día no con la razón sino
con actitud. Y ésta solo puede ser tal en base a una emoción. La vida sería un transcurrir de
estados: alegría, tristeza… Poco dura nuestro estado de anonadamiento y nos damos cuenta
de que hemos caído en otra abstracción, primero del hombre luego del sentimiento que regiría
todo el existir humano. Un sentimiento de inmortalidad que subyuga al hombre: Se vive en el
recuerdo y por el recuerdo, y nuestra vida espiritual no es, en el fondo, sino el esfuerzo de
nuestro recuerdo por perseverar, por hacerse esperanza, el esfuerzo de nuestro pasado por
hacerse porvenir. (Cfr. Unamuno;1999:53). ¿Acaso las dimensiones del hombre se resumen en
una búsqueda de la permanencia?

¿Pero permanecer en dónde?¿En este mundo?¿Con qué? Con nuestro cuerpo finito y
corruptible obviamente no, ¿con el alma? El autor marca una relación difícil entre ambos: El
mundo contra el alma, tan dispares y tan complementarios, ambos se necesitan y se rechazan,
“nuestra vida es un continuado combate entre nuestro espíritu, que quiere adueñarse del
mundo, hacerlo suyo, hacerlo él, y el mundo, que quiere apoderarse de nuestro espíritu y
hacerlo a la vez suyo […] yo lucho por personalizarlo, y lucha él por despersonalizarme”
(Unamuno;1945:515). Reflexiones que llevan a la desesperanza, y no todos tenemos la
capacidad de sacar esperanza de la desesperación misma como lo hace él.

Pero nos queda un poco de consuelo: todo es metáfora en esta vida. Todo tiene más de un
sentido, y estamos en libertad de elegir ya sean las obviedades y lo fácil o lo trascendente. Con
una recomendación que hace el español: contemplar siempre con el espíritu, como hace el
psíquico cuando pasa junto a él una locomotora y se queda quieto, admirando su majestuosa
marcha. (Cfr.Unamuno;1945:517.520). Y entonces todo se complicó aún más: alma, mundo y
libertad. Ese “regalo” que Dios impuso en nosotros como quien obliga a un niño de cuatro
años a manipular un arma de fuego cargada. (Olivares,2003:48-49)

II

“Dos dudas en qué escoger


tengo y no sé a cual prefiera,
pues vos sentís que no quiera
y yo sintiera querer”.
(De la Cruz; 1951:71)

¿Qué es lo que mueve?

Un ideal, un amor, una fe… pueden ser motores. Unamuno se enfoca en uno, la creencia. La
cual varía según cada espíritu. Aunque hay algunas “doctrinas […] [que] sólo pueden profesar
los espíritus perturbados o desquiciados” (Unamuno; 1945:518).

Hay otros, señala el filósofo, que tienen espíritu perezoso, que tienden al dogmatismo, porque
su flojera los hace rehuir de posiciones críticas o escépticas, que los obligarían a valorar, a
defender. Entonces reciben lo que les dan cómodamente, y se limitan a decir/repetir/hacer lo
que les mandan. (Cfr.Unamuno; 1945:365).

La Sagrada Escritura señala que el Espíritu sólo se derrama en aquellos que Dios quiere, y
Unamuno añade: “El hombre animal no recibe lo del espíritu de Dios, pues es para él locura y
no lo puede entender, porque hay que juzgarlo espiritualmente” (Unamuno;1945:522). No es
que carezcan de espíritu, es que aquél está aletargado, tan somnoliento que es incapaz de
entender; así, puede que su intelecto esté despierto y agudo, pero no es con eso con lo que se
entiende a Dios, ni siquiera con el corazón, es con el espíritu. Y si así al César le damos lo que
es del César, a Dios le correspondería el espíritu.

Jesús fue tajante al ordenar a quienes lo seguían (y siguen) que fueran perfectos como el padre
que está en los cielos es perfecto, “y semejante ideal de perfección es sin duda, inasequible”
(Unamuno;1945:366). Simplemente inalcanzable y por eso mismo motivadora, ya que el reto
es lo que motiva; pero no si somos perezosos, porque cualquier meta carecerá de sentido.

“Una teología es una contradicción íntima […] no sirven raciocinios para llegar a
Dios”(Unamuno;1945:521). El espíritu no sabe de raciocinios, ni siquiera de lógica ¿Será que
Dios es locura?

Mientras desvelamos esa cuestión, Unamuno rotundamente afirma: “Mi religión es buscar la
verdad en la vida y la vida en la verdad, aun a sabiendas de que no he de encontrarla mientras
viva; mi religión es luchar incesante e inalcanzablemente con el misterio; mi religión es luchar
con Dios desde el romper el alba hasta caer la noche” (Unamuno;1945,366) . No una lucha
como la que se dice que Luzbel tiene con su creador, que ni siquiera se podría decir que hay
tal, porque inteligentísimo como es, ese ex ángel rebelde, sabe que no podrá ganar nunca,
cuando mucho pone trabas al plan de salvación. Pero no es una lucha de este tipo a la que se
refiere Unamuno, sino más bien hace alusión a una pelea por el conocimiento, por rozar con
las yemas de los dedos esa toga metafórica del Creador y descubrir un destello que ilumine el
espíritu. “Elogiamos a los que se dejan matar peleando antes que rendirse, en esto es en lo
que creo (Cfr. Unamuno; 1945:367).

Una feroz batalla diaria, que al final de cada día termina igual: al “recordar con infinita
amargura que el destino original era la hermandad, la opción por las risas de los niños, por el
bien, por la felicidad, por la caligrafía de las aves en el cielo, por los abrazos, por las caricias,
por la fragancia de los amores” (Olivares; 2003:61). Esas cosas que entran por el espíritu,
pasan por el corazón y rara, rarísima vez llegan al intelecto.

III
“Una noche, senté a la belleza en mis rodillas.
Y la encontré amarga.
Y la injurié.”
(Rimbaud; 1997:13)

¿Qué se busca?

“Quiero la locura” gritaba André Breton, y se refería a la locura que solemos recluir, al vuelo
de la vitalidad por los cielos de la imaginación; al despliegue de las alas de la irracionalidad
sobre el cuerpo ya entumido del hombre racional. Y es que, si la razón es incapaz ya de dar
algo nuevo al hombre, como no sea una situación más dolorosa que acabe por llevar hasta las
últimas consecuencias dicha actitud, es necesario volver a la reflexión que parte del hombre y
debe llegar al hombre. (Cfr. Breton;2002:16).

Unamuno compartiría algo de esta supuesta locura, “yo he buscado siempre agitar, y, a lo
sumo, sugerir más que instruir […] cuando he tenido ganas de gritar, he gritado. Jamás me ha
detenido el decoro” (Unamuno;1945,369-371).

¿Por qué las diferencias en nuestras reacciones, en los estados de ánimo, en las
percepciones?...“¿No habrá en él [el hombre] más de un sujeto? ¿No llevaría en sí legión de
almas dormidas las unas bajo las otras?[…] Esto es una locura, no más que una locura”
(Unamuno, 1945,514) . La palabra normal, irónicamente, entraría en esta bacanal de locura,
pues el mismo autor explica que se usa en el lenguaje corriente con cierta indiferencia para
expresar “dos cosas que pueden diferir mucho entre sí: conformidad a un patrón, y posición
media entre dos extremos” (Unamuno;1945,523).

Entonces, se trata de no estar en la posición media, la posición de los perezosos, ni estar en


conformidad con un patrón, porque si algo odia este filósofo es que lo clasifiquen, y comparto
con él la idea, aunque no el valor para hacerlo, no quiero ser como esos hipócritas que cuando
desentonan lo hacen entonadamente y sin desacordes tiran a ser armónicos (cfr.
Unamuno;1945:369). Así, como los artistas que expresan sus sentimientos con el alma no con
la razón y buscan dejar el corazón en lo que se hace - no la razón-, es como se debiera vivir el
día, después de todo los espirituales y no los intelectuales han sido los más grandes poetas”.
(Cfr. Unamuno;1945:520).

Retomando a Breton que afirmaba creer en “la pura alegría […] del hombre que, consciente
del fracaso de todos los demás, no se da por vencido, parte de donde quiere y, a lo largo de
cualquier camino que no sea razonable, llega a donde puede.” (Breton;2002:51). La verdad
vuelve a ser una: la dimensión onírica envuelve al hombre y en su brillo, opaca las demás
dimensiones.

Ante todo, Unamuno expresa su preocupación social, por acercar a los hombres a la verdad o
incitarlos a que compartan su lucha cotidiana, después de todo, “Hombre soy, a ningún
hombre estimo extraño”. (Unamuno;1999:47).
Conclusiones.

Aunque las obras centrales del presente trabajo fueron dos ensayos de Miguel de Unamuno,
se manejaron otras obras que tienen cierta relación con el tema principal.

Los dos ensayos leídos tienen estilos muy diferentes, uno más literario (Intelectualidad y
espiritualidad) que el otro (Mi religión), el cual tiene un lenguaje en cierta forma más informal,
debido quizá a que se trata de una supuesta contestación a una carta.

Pese a todo, en ambos el lenguaje es claro y directo, adecuado incluso para los ajenos a la
filosofía.

Me llamó la atención que en cada ensayo despertó diferentes estados de ánimo en mí el


leerlos, el de Intelectualidad y espiritualidad, fue hasta cierto punto desesperante, pero en el
sentido de que realmente se siente uno en la celda, observa las cosas, siente y piensa lo que el
hombre está viviendo en esos momentos, es imposible no identificarse con esas interrogantes
y tener ansias por comentarlas y descubrir que a veces, hasta el lenguaje falta para
expresarlas.

El segundo ensayo, Mi religión, es motivador, mueve a cuestionar el por qué de muchas cosas
que pensamos y hacemos. Pienso que el texto no atenta contra ninguna religión, al contrario
es una invitación a vivir cada quien sus creencias con vitalidad y fortaleza.

En cierta manera fue un tema difícil por la delimitación de la temática, intenté cerrar ejes y
delimitar para formar ideas concisas y evitar el divagar sobre diversas acepciones que se
podrían darse a los mismos textos.

En particular el ensayo de Intelectualidad y espiritualidad fue el que más se me complicó


debido a su estilo más literario, de repente me sentía confundido si lo que estaba leyendo era
una metáfora literaria o filosófica.

Con todo, me agradó mucho el pensamiento y el estilo narrativo de Unamuno, por lo que
superó las expectativas que ya tenía de él.
Referencias

BRETON, André. (2002).Manifiestos del surrealismo. Traductor: Andrés Bosch. España, Visor
libros.

DE LA CRUZ, Sor Juana. (1951). Obras escogidas. México, Colección Austral.

OLIVARES, Paloma. (2003). Hágase tu voluntad. México, Ediciones del manantial.

RIMBAUD, Arthur. (1997). Una temporada en el infierno. México, Ed. Coyoacán.

UNAMUNO, Miguel. (1945). Ensayos Tomo I, Intelectualidad y Espiritualidad. España, Editorial


Aguilar.
─ (1945). Ensayos Tomo II, Mi religión. España, Editorial Aguilar.

─ (1999). Del sentimiento trágico de la vida. España, Editorial Biblioteca Nueva.

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