Kolping - Libro SDT - Dig
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Impresión
La Imprenta
Maldonado 1830 - Montevideo
[email protected]
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ISBN 978-9974-8262-2-9
Cuentan que una vez el presidente de una gran empresa recibió
entradas para una presentación de la “Sinfonía Inconclusa” de
Schubert. Como no podía ir, se las pasó a uno de sus
asesores en gestión y administración. A la mañana siguiente,
el presi- dente le preguntó al asesor si le había gustado la
presentación. En vez de algunos comentarios generales y un
“gracias”, recibió prestamente un memorándum que decía:
5
Indice
Manual para estudiantes universitarios
Prólogo 9
Introducción 11
Capítulo I:
El trabajo: su evolución conceptual a través de la historia 17
Capítulo II:
La Sociología del Trabajo como Ciencia 63
Capítulo IIi:
La Sociología del Trabajo y su campo de acción 81
Capítulo IV:
El desarrollo de la sociedad industrial y sus efectos laborales 115
Capítulo V:
De la Sociedad Industrial a la Sociedad Post-industrial:
los nuevos problemas del trabajo 157
Capítulo VI:
Análisis del proceso del trabajo 181
Capítulo VII:
Evolución del pensamiento referido a la organización
empresarial 213
Capítulo VIII:
Taylor-fordismo: desarrollo, crisis y alternativas 275
Capítulo IV:
Nuevo contexto competitivo: nuevas formas de organizar
el trabajo y la producción 291
Capítulo X:
Sociología del empleo 323
Capítulo XI:
Sociología de los actores laborales 381
7
Indice de Textos:
Texto 1: “La legitimación social del trabajo”, P. Morandé. 59
Texto 2: “Qué trabajo, qué sociología”, Juan J. Castillo. 78
Texto 3: “¿Necesita A.L. su propia sociología del trabajo?”,
Dombois y Pries 103
Texto 4: “La economía moral de la multitud”, E.P. Thompson. 148
8
Prólogo
9
Dr. Pablo
Guerra
10
Introducción
1
Nos estamos refiriendo al texto de Jeremy Rifkin. Un análisis sobre algunas
de sus tesis, por cierto no del todo originales dada cierta otra literatura sociológica
europea de los años ochenta,puede verse en el Capítulo XI.
2
Al respecto nos aliamos a la línea, todavía escasamente difundida en el
ám- bito científico social, según la cuál, al decir del sociólogo español Juan José
Castillo, “el trabajo a estudiar por la sociología es mucho más que la ‘relación social de
empleo’”. Véase al respecto el Texto de Apoyo Nro. 3
1
1
Dr. Pablo
Guerra
1
3
Dr. Pablo
Guerra
La Sociología del Trabajo no debe estar ajena a este fenómeno y por eso
comencé el texto con estas líneas. No obstante ello, el libro que aquí
presentamos no pretende penetrar en la discusión sobre el futuro del
trabajo. Ese es tan solo uno de los temas que analizaremos.
3
En los años noventa en Uruguay más de 120.000 personas realizaban tra-
bajo voluntario de algún tipo según datos del Instituto de Comunicación y Desarrollo. Cfr.
“A pura voluntad. El ánimo solidario busca potenciar su esfuerzo”, El Observador, Domingo
9 de noviembre de 1997. Más recientemente el coordinador del Programa de
Voluntariado de las Nacionees Unidas en Uruguay, Antonio Graziano estimaba que entre
un 5 y 7%
del PIB se puede explicar por este tipo singular de trabajo. Cfr http://ww w.espectador.
com/1v4_contenido.php?id=138854&sts=1 (relevado en Enero de 2011). Por su parte,
un 20% de los jóvenes se estima han realizado algún tipo de trabajo voluntario según
la Red de Voluntariado Juvenil de Uruguay. Cfr.
http://ww w.sociedaduruguaya.org/2009/12/ el-20-de-los-jovenes-mayores-de-14-anos-
ha-realizado-una-actividad-voluntaria.html (relevado en Enero de 2011)
14
Sociología del
Trabajo
En ese sentido, esta obra está destinada a ser la base de nuestros cursos
de Sociología del Trabajo. Cuando decimos base, nos estamos refiriendo
a que todo lo que aquí tratamos será mejor analizado en los cursos, a
partir de terceras lecturas, y del necesario intercambio de ideas que solo
puede darse en una relación “cara a cara”. Pero el lector más clarividente
encontrará que esta obra, no pretende ser un mero manual de sociología
del trabajo. Efectivamente, a lo largo de los diferentes capítulos, el lector
encontrará una intención explícita del autor por perfilar la disciplina
hacia logros que podríamos llamar de corte “humanista”. Somos de los
que creemos que las ciencias sociales tienen no solo una función
descriptiva y explicativa, sino además propositiva. Y en el marco del
trabajo humano, las propuestas deben conducir a un mejoramiento de la
calidad de vida de la persona, del trabajador y su familia, de la comunidad
toda.
16
Sociología del
Trabajo
1
7
Dr. Pablo
Guerra
18
Capítulo I
El Trabajo. Su evolución conceptual a través de la historia
El trabajo, según Ives Simón4, es uno de esos términos que vienen pre-
cedidos por hechos de la vida cotidiana del hombre, que se esconden
tras el misterio de lo habitual. Es un término, por tanto, que posee una
riqueza fáctica muy superior a la que pudiera concentrar una definición
cualquiera. San Agustín, refiriéndose al tiempo, señaló que él sabía lo
que era, más si le pedían definirlo no sabría hacerlo (“Si nemo ex me
quaret, scio; si quaerenti explicare velim, nescio”).
4
Cfr. Simón, I.: Trabajo. Sociedad y Cultura, Caracas, Ifedec, 1987.
17
Dr. Pablo
Guerra
5
“Homo Habilis” es el nombre asignado a ciertos homínidos que vivieron en el
oriente del África hace unos dos millones de años. Los descubrimientos arqueológicos y
an- tropológicos de los años sesenta comprobaron en esta especie un mayor desarrollo
cerebral y de sus manos respecto a los australopitecos, lo que les permitió elaborar
ciertas herra- mientas. Justamente los descubrimientos en Tanzania (1959) asocian a esta
especie con los primeros toscos tallados de piedra. Aún así seguramente no conocían el
dominio del fuego y se duda de su capacidad como cazadores. El fuego pasa a ser
utilizado por el homo erectus hace unos 400.000 años aunque el dominio se adquirirá
solamente unos 10.000 años atrás. Respecto al uso del fuego Cfr. Mohedano, J.: “Energía
e Historia: pocos recursos y muchos residuos” en
http://www.redcientifica.com/doc/doc200210070304.htm l (relevado en Enero de 2011).
18
Sociología del
Trabajo
Por su lado, el trabajo es una actividad útil, esto es, conducente a produ-
cir un bien utilizable y deseable por alguien. Finalmente, la racionalidad
es un elemento que distingue el trabajo de los hombres con respecto a
los animales. Esta idea se remonta al menos, con Hume, quien insistió en
que el trabajo distinguía al hombre de los animales. Esa visión también
será desarrollada por Karl Marx. Reproducimos a continuación un
célebre pa- saje del libro 1o. de El Capital:
6
Cfr. Marx, K.: El Capital, Vol. 1, Madrid, Biblioteca del pensamiento
socialista,
15a. Edición, 1984, pág. 216.
7
Llegado a este punto deberíamos señalar que la distinción entre trabajo ma-
nual e intelectual es inapropiada y equivocada. Inapropiada pues tiende a generar espacios
de poder contrapruducentes en las organizaciones (donde los intelectuales suelen
ocupar roles jerárquicos superiores a los trabajadores manuales). Equivocada pues todo
trabajo manual tiene un componente intelectual y viceversa. Solo se explica este
clasificación por la particular historia de desprecio quese tuvo del trabajo en
19
Dr. Pablo
determinadas civilizaciones y el cambio abrupto generado por las modernas sociedades
Guerra
productivistas, situación en la cuál los intelectuales debieron legimitimar sus roles.
20
Sociología del
Trabajo
8
Cfr. Friedmann, G.: “El objeto de la sociología del trabajo”, en Friedmann y
Naville: Tratado de Sociología del Trabajo, México, FCE, 1963 (versión original en francés,
1961), pág. 13.
21
Dr. Pablo
Guerra
9
Cfr. Arendt, Hanna: La condición humana, Barcelona, Paidós, 1993.
22
Sociología del
Trabajo
10
Con respecto a Marx, una posición diferente a la expuesta por Arendt es la
que entrega Noguera, para quien, a diferencia de lo que ocurrió con el régimen soviético,
su obra no pretendía ensalzar al trabajo. Cfr. Noguera, J. “El concepto de trabajo y la
teoría social crítica”, Barcelona, Papers Revista de Sociología 68, Universidad Autónoma
de Barcelona, 2002, p. 150
23
Dr. Pablo
Guerra
11
Cfr. Haya de la Torre, V.: “Moral Revolucionaria”, en Bohemia Azul, Lima, no.
7, 1 de enero de 1924, pp. 24-25.
24
Sociología del
Trabajo
Trabajo en grupos
Sin embargo, sorprende a quienes alguna vez hemos leído los primeros
filósofos griegos, cómo entre tantos rigurosos análisis y “diálogos”, un
elemento tan central en la vida social de los pueblos, como el trabajo
haya tenido tan escasa repercusión. La explicación justamente encuen-
tra sentido al analizar la valoración que estos grandes pensadores tenían
acerca de nuestro objeto de estudio. Si bien al igual que lo expuesto más
arriba, los griegos no tenían una visión unánime acerca del trabajo, no
menos cierto es señalar que para esta civilización el trabajo era conside-
rado como un hecho altamente desvalorizado. El trabajo, para ellos, dada
su vinculación con la dimensión del apremio y las necesidades, limitaba la
libertad de los individuos, condición indispensable para integrar el mundo
de la “polis” en calidad de ciudadano. El hombre libre realizaba
activida- des absolutamente desinteresadas: la actividad intelectual
(que no era considerada trabajo) formaba parte del ocio y la
contemplación.
Veamos cómo se llega a construir esa noción de trabajo como algo servil
(ponos), a lo que se contraponía una visión positiva del ocio y la contem-
plación como actividad netamente humana y liberadora.
12
Cfr. Hopenhayn, M.: El trabajo: itinerario de un concepto, Santiago, Pet,
1988, pág. 23.
26
Sociología del
Trabajo
13
Cfr. Fayt, C.: Historia del pensamiento político. Grecia, Buenos Aires, Omeba,
Col. América en letras, 1966, pág. 27.
14
Cfr. Platón, El Político, XXIX, 289-290, en Mondolfo, R.: op. cit., pág. 267.
27
Dr. Pablo
Guerra
Ese estado ideal que diseñaba Platón en sus enseñanzas, distaba mucho,
por cierto, de la democracia ateniense defendida por Pericles. En cierto
modo, Platón sólo confiaba en una élite en el poder constituida por unos
pocos que no debieran entregarse a las faenas serviles de la producción
y circulación de las riquezas. Para ello, se debía seleccionar desde la
prime- ra infancia a los niños aristócratas, darles una suficiente
educación tanto en filosofía como en las “artes de la guerra”. A los treinta
años, ya estarían aptos para sufrir un examen donde seleccionar a los
“Reyes-filósofos” encargados del gobierno. En los hechos, sin embargo,
sus concepciones de gobierno nunca pudieron ejecutarse en puridad; ya
sea por la acción de la llamada “contrarrevolución aristocrática”, ya sea
por la posterior invasión extranjera.
Esta visión del trabajo que estamos analizando, como bien señala Henry
Arvon, conduce a una sociedad básicamente conservadora y estancada
en lo productivo. La idea de la libertad, el ocio y la contemplación como
los valores superiores, propone un desprecio por el trabajo, que como
vimos, es una actividad netamente transformadora. Hay quienes, a partir
de tal constatación, arriesgan que buena parte del subdesarrollo tecno-
lógico en Grecia se debió justamente a esta cultura tan particular hacia
el trabajo. Por lo demás, si había esclavos, ¿porqué avanzar en conoci-
mientos que facilitaran el trabajo? No nos sorprende en tal sentido, que
una civilización capaz de crear conocimientos tan espectaculares en áreas
particularmente complejas como la geometría (Euclides, Fundamentos
de la Geometría), por otro lado, no supiera –o no quisiera– avanzar en
conocimientos técnicos aplicables al campo económico-laboral.
28
Sociología del
Trabajo
29
Dr. Pablo
Guerra
30
Sociología del
Trabajo
...
Para los Caldeos, como se aprecia, el trabajo supone, desde una posi-
ción diametralmente opuesta a la helénica, una contribución en el orden
económico, pero también en lo espiritual. Trabajar, es no solo “cultivar
el trigo” (dimensión de las necesidades fisiológicas), sino también
“cultivar la pureza”, dimensión ésta, relacionada a la satisfacción de las
necesida- des espirituales.
¿Por qué apreciamos una diferencia tan tajante entre estas culturas?
Probablemente, los diferentes grados de desarrollo de los pueblos lleva-
ron a que ello haya sucedido. Mientras que entre los griegos primaba
una división del trabajo, donde a algunos les tocaba la condición de
“hombres
20
Cfr. Hopenhayn, M.: op. cit., pág. 31.
31
Dr. Pablo
Guerra
21
Cfr. Hopenhayn, M.: Ibídem., pág. 35.
32
Sociología del
Trabajo
Fue el pecado original, lo que llevó a que Yavé les conminara a Adán y
Eva, y por su medio a toda la humanidad, a “ganar el pan con el sudor
de tu frente”: “Por ello lo echó del jardín del Edén, para que trabajara la
tierra de donde había sido formado”. Lo dice el Talmud: “Si el hombre
no halla su alimento como animales y pájaros, sino que debe ganárselos,
es debido al pecado”.
33
Dr. Pablo
Guerra
La vida era difícil para estos trabajadores: en los territorios bajo dominio
romano, Augusto había impuesto un tributo que debían pagar todos los
varones que ejercían algún tipo de trabajo manual, además del impuesto
a la residencia, a las acequias y otros más particulares como el impuesto
a la tenencia de cerdos.
Pero sin duda que los que llevaron la peor parte en tiempos de la Roma
Imperial fueron los esclavos (servi) bajo dominio y propiedad de sus
due- ños (domini). En sus tiempos de auge, la demanda de esclavos en
Roma era de unos 500.000 al año. Si comparamos con los 60.000
esclavos ne- gros traídos a América en los años de mayor tráfico,
tendremos una idea más o menos exacta de la magnitud de este triste
fenómeno24.
Pero a diferencia, como bien señala Roll, de los antiguos profetas he-
breos, no lo haría añorando a las comunidades tribales con su espíritu de
grupo; sino animado por un mensaje más universal y permanente, procla-
mando un cambio más completo e integral en la conducta del hombre en
sociedad, donde los valores de justicia y amor se colocarían en un primer
plano.
35
Dr. Pablo
tud.htm (relevado en Enero de 2011)
Guerra
36
Sociología del
Trabajo
37
Sociología del
Trabajo
Para San Pablo, el trabajo debe ser el medio para ganarse la vida. Él quiso
ser ejemplo y mientras predicaba seguía trabajando, presumiblemente
como tejedor de tiendas. La obligatoriedad moral se aplica en la medida
que la persona esté en condiciones de hacerlo. Para los incapacitados
a hacerlo (ancianos, niños, minusválidos, enfermos, accidentados, etc.)
existía la obligatoriedad del socorro según la máxima del amor (ágape)
al prójimo. Estas sentencias morales tienen hoy en día una importante
cuota de explicación para con las contemporáneas políticas sociales.
La Edad Media, ese período que ocupa desde la caída del Imperio
Romano de Occidente en el siglo V por los Bárbaros, hasta el Siglo XV,
con la caída de Constantinopla, evidentemente muestra un conjunto im-
portante de escuelas de pensamiento y pensadores que marcaron pautas
importantes para discernir el valor del trabajo en las diferentes culturas.
La organización económica más visible en estos mil años, donde operará
el trabajo, consistía en grandes extensiones de latifundios heredados del
Imperio Romano, donde –a falta de esclavos– se recurrió a la mano de
obra campesina para trabajarlos. El sistema, implicaba el arrendamiento
de parte de esas tierras a ex esclavos u hombres libres, a cambio de una
26
Como se puede observar, el espíritu anticlerical de la Constitución
soviética lleva a que no se cite la frase paulista.
35
Dr. Pablo
Guerra
renta en dinero y especies, además del cultivo de las propias tierras seño-
riales. Por cierto, la figura del siervo no distaba mucho de la del esclavo
si tenemos en cuenta las condiciones en las que se operaba el contrato
de trabajo. El comercio también tenía su cabida en el sistema, aunque el
mismo adquirió gran importancia en ciertas regiones o lugares, caso de
Constantinopla. La actividad económica entonces seguía su rumbo en la
historia, y luego de los siglos IX y X, el crecimiento de las fuerzas pro-
ductivas dio lugar a una mayor acumulación por parte de campesinos y
artesanos, y por cierto a una mayor apropiación de excedentes por parte
del Señor feudal. Esta situación fue activante para la constitución de los
primeros burgos o ciudades, donde el comercio y la industria artesanal
tendrían un marco más adecuado para su desarrollo. Esta es la etapa del
nacimiento de los primeros gremios corporativos27 a los que nos referi-
remos en otra parte de este libro. Luego hacia el siglo XII, la estructura
feudal empieza a desmoronarse ya que la producción de determinados
bienes empieza a ser más eficiente en las ciudades y no en el feudo.
El dinero pasa a ganar entonces mayor peso que la tierra, lo que obliga al
Señor feudal a aumentar sus rentas. Esto conduce a un lógico empobreci-
miento del campesinado, lo que no dura demasiado, ya que en la primera
mitad del Siglo XIV, la mayor parte de los siervos alcanzan su libertad.
36
Sociología del
Trabajo
Más allá de esta visión sobre una parte del trabajo, esta vez relacionada
al comercio, la Edad Media tuvo interesantes avances con respecto a su
valoración cultural.
37
Dr. Pablo
Guerra
No quisiera dejar pasar por alto, finalmente, entre los movimientos ori-
ginados en la Edad Media, la contribución que sobre el tema del trabajo
tuvo la orden Franciscana. Esta, contra lo que muchos pueden creer, es
una orden no mendicante en el sentido estricto, sino más bien trabajado-
ra y de pobreza. San Francisco de Asís, sobre fines del Siglo XII, marcaría
como nadie dentro del cristianismo, una vida ascética basada en el trabajo
y la pobreza. Incluye además, un elemento por primera vez descubierto
en la cultura europea: el sentido de la alegría que acompaña al trabajo.
“Esta conciliación del ‘sudor de tu frente’ con ‘la alegría de tu corazón’
otorga al trabajo una connotación distinta”35.
33
Los teólogos de la Edad Media entendían que la servidumbre, servitus, «no fue
impuesta por la naturaleza, sino por la razón natural para utilidad de la vida humana. Y
así no se mudó la ley natural sino por adición» (I-II,94, 5 ad3m). Por eso «la
servidumbre, que pertenece al derecho de gentes, es natural en el segundo sentido, no
en el primero» (II-II,57, 3 ad2m; +S. Buenaventura, S. Antonino de Florencia, Vitoria,
Báñez, Sánchez, Lessio, Suárez, etc.). Cfr. Iraburu: “Hechos de los Apóstoles en
América”, http://www. corazones.org/diccionario/esclavitud.htm (relevado en Enero de
2011).
34
“Ternaria es la casa del Señor y no una: aquí sobre la tierra unos oran,
otros pugnan y otros más trabajan”.
35
Cfr. Hopenhayn, M.: op. cit., pág., 53.
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Dr. Pablo
Guerra
40
Sociología del
en Trabajo
1545 Paré comienza a utilizar la cirugía; etc.
41
Dr. Pablo
Guerra
Esta línea será reforzada luego por Calvino, para quien los negocios son
un buen servicio a Dios, y la riqueza no es más que el fruto de una vida
dedicada al trabajo desde una perspectiva ética que analizaremos con
Weber más adelante, pero que le confiere al trabajo la particularidad de
ser una vía hacia el éxito.
Con el advenimiento de la
modernidad, se va desarro-
llando una valorización distinta a la que predominó en los contextos de
alta división del trabajo en la antigüedad: el trabajo comienza a ser visto
como una actividad virtuosa. Desde este punto de vista, se deslegitima la
vagancia y la pereza. Ya desde la Edad Media se observa una
persecución al mendigo (recordemos que la pereza es uno de los 7
pecados capitales). La diferencia es que mientras en el pasado se hacía
básicamente por ra- zones morales y de administración
(territorialización) con la modernidad se hace por razones estrictamente
económicas: el perezoso desde este
42
Sociología del
Trabajo
43
Dr. Pablo
Guerra
44
Sociología del
187. Trabajo
45
Dr. Pablo
Guerra
Avron, por su lado plantea que el trabajo es “un plan que pide
realización, una previsión que incita al cumplimiento, una intención que
precede al acto, el interior del hombre que se exterioriza, y que
gracias a esa ex- teriorización, se enriquece y se reconoce”39. Si bien
esta descripción puede ser compartible, olvida otras características
que las corrientes idealistas parecen no observar con detenimiento: esa
exteriorización de que nos habla Avron, ¿surge de la nada, o es
producto de la necesidad y de las limitaciones que ofrece el medio?
44
Sociología del
Trabajo
paso del tiempo. Por su lado, cuando se señala que el trabajo a diferencia
del juego presenta obstáculos, ¿está pensando que ningún juego lo hace?
Finalmente, penetra en la dimensión histórica del hombre, y expresa que
el trabajo es auto-realización en “duración y permanencia”. En ese senti-
do, el hombre es esclavo de sus necesidades, las que lo llevan a hacerse
presente en el mundo para transformarlo y consumirlo.
TRABAJO: TRABAJO:
produce satisfacciones intrínsecas produce satisfacciones extrínsecas
40
Cfr. Habermas, J.: “La crisis del Estado de Bienestar y el agotamiento de
las energías utópicas”, Ensayos Políticos, Barcelona, Península, 1984.
45
Dr. Pablo
Guerra
La teología del trabajo, por su lado señala que éste constituye una di-
mensión fundamental de la existencia del hombre en la tierra. La gran
Encíclica “Laborem Excercens” versa sobre el “trabajo humano”, aunque
a juzgar por su contenido, eso es una redundancia, ya que el trabajo es
inherente al hombre. Dice Juan Pablo II: “el trabajo es una de las carac-
terísticas que distinguen al hombre del resto de las criaturas”41. Alguno
pensará entonces, que la concepción cristiana es en definitiva la misma
de Marx. Apurémonos en descartarlo: mientras para Marx el trabajo es
la condición misma del hombre que lo diferencia de los animales; para
el cristianismo es “una de las características que lo distinguen”. Mientras
que Marx construye sus elaboraciones a partir de la noción de un homo
faber (o “animal laborans al decir de Arendt), el cristiano lo hace a partir
del concepto de “persona”, hecha “a imagen y semejanza de Dios”.
Continuando con la Encíclica, define al trabajo como una “actividad tran-
sitiva, es decir, de tal naturaleza, que empezando en el sujeto humano,
está dirigida hacia un objeto externo, supone un dominio específico del
hombre sobre la tierra y a la vez confirma y desarrolla este dominio”.
Por “tierra” entiende el Papa todo el mundo visible, esto es, todo el
Universo. Luego de señalar que el mismo es un concepto universal,
que incluye a todos los humanos, desarrolla el punto en el que quisiera
detenerme: la diferenciación entre trabajo objetivo y subjetivo.
41
Cfr. Juan Pablo II: Laborem Excercens, Santiago, Paulinas, 1987, cap.
introduc- torio.
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Sociología del
Trabajo
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Dr. Pablo
Guerra
42
Cfr. Ilades: Juan Pablo II y el Trabajo, Santiago, Ilades, 1984, pág. 34.
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Sociología del
Trabajo
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Guerra
50
que dedicamos a las actividades productivas. Nótese que las sociedades
ágrafas trabajaban muy pocas horas al día, en tanto en la Edad Media el
gremio de artesanos de París, por ejemplo, tenía solo 194 días hábiles al
año. O sea, el trabajo hoy tiene un lugar central en nuestras vidas como
no ocurría en la antigüedad. Pero a eso debemos sumar una centralidad
conferida más desde los valores culturales.
Bauman cree que estos cambios culturales son los que explican el miedo
a establecer relaciones serias y duraderas así como la crisis de los lazos
solidarios: la esfera comercial parece dominarlo todo en la medida que
nuestras acciones son tamizadas por una lectura de costos – beneficios.
Con esto queremos decir que varió su valoración por parte de las diver-
sas culturas, varió su conceptualización, pero también variaron las
formas sociales que éste ha ido adquiriendo, y eso quizá sea el hecho
más sig- nificativo a la luz de nuestra ciencia. El trabajo, en efecto, tuvo
grandes cambios no solo en materia analítica sino también en términos
objetivos. Lo que antes era considerado parte del ocio, de la
contemplación o inclu- so del juego, hoy podríamos considerarlo
trabajo; y eso es un fenómeno absolutamente sociológico.
Por lo demás, hace algunos años, el juego era considerado como absolu-
tamente alejado del concepto de trabajo. Como vimos, algunos autores
lo señalaban como antagónico al trabajo. Una sociedad como la nuestra
de fuerte contenido mercantilista, sin embargo, ha conducido a que mu-
chos talentosos de variados juegos se transformen en verdaderos “pro-
fesionales”. Así el siglo XX ha introducido en la historia una vinculación
nunca tan clara entre trabajo y juego, o trabajo y deporte.
Otra cosa, sin embargo, y esto debe quedar muy claro, es que eso sea
considerado trabajo para un organismo estatal encargado de políticas so-
ciales, o de algún Instituto de Estadísticas; o incluso de alguna ciencia,
como la nuestra. En efecto, a la hora de aplicar políticas sociales, como
las previsionales, por ejemplo, debemos ser más precisos con las defini-
ciones. Por su lado, organismos encargados de cuantificar la población
activamente laboriosa de un país (o población económicamente activa,
como se define en nuestro país), parten de otras categorías que deben
didas meramente por un salario. Si a ello le pudiéramos agregar la satisfacción de
otras
necesidades, estaríamos dando un paso más hacia una “cultura del trabajo” más
integral.
52
Me refiero a condiciones como: la realización de una actividad,
conducente a la concreción de un bien o servicio, de utilidad para uno o un tercero,
que suponga un mínimo desgaste físico y psíquico.
cumplir dos requisitos: ser fieles a la realidad social que pretenden cuan-
tificar, pero también ser operacionalizables.
Para el caso de nuestra sociología del trabajo, debemos señalar que tra-
dicionalmente apuntó sus baterías a solamente un segmento de lo que
definimos como trabajo. Lo hizo, tomando como objeto el trabajo que se
encontraba inserto en el mercado, ofrecido como factor de producción
en la economía formal53. Los autores de principio de siglo XX le
llamaban a éste, trabajo asalariado. Veamos cómo interpreta Gorz las
limitaciones conceptuales de atribuirle al trabajo la noción de mero
trabajo asalariado:
I
II
Actividades semi-informales
Mundo de la “polis”
III
Actividades informales
IV
Actividades delictivas
Actividades
Actividadesdede intercambio
reciprocidadno
o
V
Trabajo doméstico
tradicional
VIII
“Oikos”
Ejemplos:
I. Cualquier tipo de trabajo asalariado o no asalariado, realizado en
el contexto mercantil, amparado por las leyes.
TRABAJO EN GRUPOS
Sin embargo como ya no existe solo fuerza de trabajo y hay distintas ca-
lificaciones, se produce una diferenciación al interior del trabajo manual.
Otro tanto existe al interior del trabajo intelectual, diferenciándose aque-
llas actividades que están más cerca del proceso productivo de aquellas
puramente contemplativas.
> La sociología es una ciencia que cuenta con sus propios métodos e
instrumentos de análisis
55
Que como dijimos en el capítulo anterior, solo lo tomaba como trabajo
“asala- riado”, aunque lentamente tendrá que ir corrigiendo esa tendencia.
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Sociología del
Trabajo
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66
Sociología del
Trabajo
Esta última consiste en un discurso “para justificar y racionalizar una situación después
de que se haya producido o para legitimarla de antemano”. La filosofía por su lado es una
actividad que produce discursos eludiendo lo empírico y pragmático por lo cuál se
encierra en sí misma dictando su coherencia interna en el respeto de la lógica inducida
por “los primeros principios”. “El discurso filosófico se distingue del ideológico en la
medida en que no intenta persuadir sino hacer evidente, tampoco pretende engendrar la
acción sino la sabiduría que puede ser inacción. Se diferencia del discurso científico al
extraer su subs- tancia de la deducción o de la controversia con otro filósofo, y no de los
hechos producidos por el mundo exterior: éstos no tienen ninguna influencia sobre sus
enunciados”. Cfr. Tripier, P.: Del trabajo al empleo. Ensayo de sociología de la sociología
del trabajo, Madrid, MTSS, Col. Economía y Sociología del Trabajo No. 74, 1995, pág.
38-39.
57
Cfr. Wallace, W.: La lógica de la Ciencia en la sociología, Madrid, Alianza
Universidad, 2ª. Edición, 1980, pág. 15.
58
Cfr. Wallace, W.: Ibídem., pág. 17.
59
Cfr. López Pintor, R.: Sociología Industrial, Madrid, Alianza Ed., 1986, pág.
16 y ss.
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68
Sociología del
Trabajo
El otro ejemplo que queríamos citar tiene que ya no con una afirma-
ción en concreto, sino más bien con toda una “cultura industrializadora”
también muy usual, y que incluso adquiere enorme importancia en los
conceptos manejados por la propia sociología del trabajo. Fruto de esa
cultura a la que hacíamos referencia, tendemos a hacer uso de una innu-
merable cantidad de conceptos, citas, ejemplos, y datos correspondien-
tes a la realidad industrial, lo que seguramente es una “herencia
maldita” del siglo pasado donde indudablemente el trabajo giraba sobre
manera en torno a la Industria61. No es el caso hoy en día, donde las
actividades industriales en los países de ingreso alto representan tan sólo
el 4% de la población activa del mundo. En Uruguay, menos del 20% de
la PEA está ocupada en la Industria Manufacturera, con una tendencia de
crecimiento negativo al menos en términos relativos. Para muchos, este
dato significa que deberíamos dirigir nuestra atención al sector de los
servicios, lo que sería algo bueno si no descuidáramos un pequeño
detalle: resulta de una concienzuda lectura de los números mundiales,
que el sector primario todavía concentra el 60% de la población activa
de los países de ingreso bajo. Y más aún: los trabajadores de
explotaciones agrícolas familiares de ingreso bajo y mediano (entre los
cuáles ubicamos a Uruguay), según datos del Banco Mundial, constituyen
el 40% de la PEA mundial.
Luego de estos ejemplos, donde intentamos mostrar cómo es necesario
un mejor manejo de información científica para contribuir a mejorar el
diagnóstico de muchos problemas, continuaremos nuestra reflexión ini-
cial.
Vayamos a lo específico de la sociología como ciencia. Ya vimos que la
so- ciología parte de un método científico común a todas las ciencias
(obser- vación del objeto de estudio, empirismo, partida de una teoría;
neutrali- dad ética, crítica de la realidad, etc.). Sin embargo, las
discusiones epis- temológicas sobre el carácter científico de la
sociología han dado lugar a una serie de interpretaciones yo creo que
altamente positivos, por las cuáles, se cuestiona la tradición positivista
del saber sociológico que ca-
60
Cfr. Banco Mundial: Informe sobre el Desarrollo Mundial 1995,
Washington
DC, Banco Mundial, 1996, pág. 12.
61
Es sintomático en ese sentido, que las corrientes anglosajonas llamen
69
Dr. Pablo
“Sociología Industrial” a lo que en realidad es Sociología del Trabajo, ya que
Guerra
obviamente no se detienen únicamente en el fenómeno de la industria.
70
Sociología del
Trabajo
Esta visión que exponemos, sin embargo, está lejos de ser asumida por
toda la comunidad científica. De hecho, en el ámbito epistemológico, los
años setenta y ochenta fueron especialmente fermentales en la llamada
“disputa del positivismo”. Veamos rápidamente los rasgos fundamentales
de esta discusión:
62
Cfr. Giner, S.: Sociología, Barcelona, Ed. Península, 1993. En Radl Philipp,
R.: Sociología Crítica: perspectivas actuales, Madrid, 1996, pág. 25.
71
Dr. Pablo
Guerra
Fue sin embargo Durkheim quien selló definitivamente ese carácter posi-
tivista, para quien “los hechos sociales deben ser considerados cosas”.
Su visión inductiva conducirá a postular que lo prioritario es la cuestión
del método. Luego, mediante la inducción, llegamos a la teoría. Por esa
vía, sólo se admite el método empírico como correcto, y el principio de
veri- ficación para la comprobación de los datos, como plenamente
científico.
63
Cfr. Osipova, E., et alt: Historia de la sociología del siglo XIX a comienzos del
72
Sociología del
XX, URSS, Ed. Progreso, 1989, pág. 40. Trabajo
64
Cfr. Radl Philipp, R.: op. cit, pág. 39.
73
Dr. Pablo
Guerra
2. El conocimiento cumple una función para con los sujetos; sirve a estos
para conocer, explicar y predecir el mundo que les rodea y
‘comienza con problemas. No hay conocimiento sin problemas pero
tampoco hay problemas sin conocimiento’.
65
Cfr. Radl Philipp, R.: Ibídem. pág. 41.
74
Sociología del
Trabajo
75
Dr. Pablo
Guerra
Entre las técnicas cualitativas una de las más utilizadas por la sociología en
general, y la sociología del trabajo en particular68 ha sido la observación
participante. Esta consiste, en síntesis, “en la introducción del investiga-
dor en la comunidad objeto de su investigación y, a base de integrarse
como un miembro más de esa sociedad, poder obtener los datos desea-
dos.
66
Cfr. Hakim, C.: Research design: strategies and choices in the design of
social research, London, Routledge, 1994.
67
Cfr. Cea D´ancona, Ma.: Metodología cuantitativa. Estrategias y técnicas
de investigación social, Madrid, Ed. Síntesis, 1996.
68
Al respecto, Cfr. Weil, S.: La condition ouvrière, París, Gallimard, 1951.
76
Sociología del
Trabajo
Todo ello implica la doble necesidad, como indica el nombre de esta téc-
nica, de participar –en la vida comunitaria, se entiende– y observar todo
lo que se produce a su alrededor69.
Otra de las técnicas más usuales, y que en Sociología del Trabajo ha per-
mitido congregar mucha información respecto a la evolución del trabajo
por medio de la mirada de los actores, es la técnica de las historias de
vida. Estas surgen en la década del sesenta, partiendo de una crítica a
los modelos totalizantes de la macrosociología, apuntando a una visión
microsociológica donde la vida cotidiana adquiere mayor relevancia. En
su génesis en el ámbito teórico se pueden encontrar tres fuentes: el in-
teraccionalismo simbólico (Meed y Luhmann), el etnopsicoanálisis de
Devereux, y la crítica a la macrosociología de Bordieu70.
Otras técnicas cualitativas tienen que ver con las entrevistas en profundi-
dad, los estudios de dinámica de grupos, el análisis de contenido (aunque
en este caso, también es considerable el análisis cuantitativo), etc.
69
Cfr. Maestre Alfonso, J.: La investigación en Antropología Social, Madrid, Ariel
Sociología, s/f.
70
Cfr. Guerra, P.: Epistemología del método cualitativo para la
intervención social en OEPs, Santiago, Paper, Programa de Economía del Trabajo,
febrero de 1994.
71
Entre las primeras experiencias en Uruguay quisiera señalar la importancia
que tuvieron los seminarios de metología cualitativa impartidos en los noventa por el Prof.
Marco Supervielle.
77
Dr. Pablo
Guerra
TRABAJO EN GRUPOS
72
En ese sentido Tripier es de la idea que la sociología del trabajo ha
utilizado fundamentalmente dos modelos de explicación. Uno basado en la génesis del
trabajo asalariado y en especial del trabajo operario: “en tal caso el trabajo obrero se
concebiría partiendo del trabajo artesanal, como transformación de éste”. Los autores
más destaca- dos son Smith, Marx, Proudhon, Friedmann, Coriat, Braverman,
Freyssenet, Dadoy, etc. Por otro lado, se partía de situaciones estructurales,
denominadas situaciones de trabajo, que explicarían la relación de trabajo de cada uno
con la dinámica social. Aquí se desta- caron Mayo (fundador de la sociología del
trabajo), Halbwachs, Katz, Walker y Guest, Mallet, Perrow, Crozier, etc. Cfr. Tripier, P.:
op. cit., pág. 13.
79
Dr. Pablo
Guerra
Texto
2:
80
Sociología del
Trabajo
81
Dr. Pablo
Guerra
82
Capítulo III
73
En este sentido, Rolle maneja que “la imprecisión del término mediante el
cuál se designa hoy la disciplina así creada no es pues circunstancial, sino, al
contrario, un aspecto de una ambigüedad necesaria”. Cfr. Rolle, P.: Introducción a la
Sociología del Trabajo, Barcelona, Ed. Planeta, 1974, pág. 11-12.
81
Dr. Pablo
Guerra
83
Dr. Pablo
Guerra
75
Cfr. Zubero, I.: El trabajo en la sociedad. Manual para una sociología del
trabajo, Bilbao, UPV, 1998, p. 3, citando a R. Badham en su obra The sociology of indus-
trial and post-industrial societies. Zubero sin embargo cree que esos valores propios del
industrialismo siguen vigentes (productivismo, evolucionismo, adquisitividad, competencia,
racionalidad instrumental) y por lo tanto seguimos viviendo en una sociedad industrial, lo
84
Sociología del
que deriva en la centralidad de la Sociología del Trabajo Trabajo
85
Dr. Pablo
Guerra
86
Sociología del
Trabajo
El enfoque adaptativo:
Como habíamos expuesto anteriormente, la Sociología del Trabajo
habría nacido en EUA con las investigaciones dirigidas por Elton Mayo en
la plan-
87
Dr. Pablo
Guerra
Por ello se puede decir, que en este marco, la sociología del trabajo surge
como “respuesta a la demanda social generada por los ingenieros”. Esa
respuesta, sin embargo no tendría como referente un discurso crítico
frente a las estructuras sociales que generaban formas y modos de pro-
ducción alienantes; sino por el contrario, un enfoque “adaptativo”, que
intenta mejorar la productividad de las empresas a la par que las condicio-
nes de trabajo de sus integrantes. Desde este punto de vista, la
sociología del trabajo (o más propiamente la psicosociología del trabajo)
tomaba un rango científico que algunos autores llamaron
despectivamente “funcio- nal al sistema”.
88
Sociología del
Trabajo
partiendo desde una visión más bien crítica de la realidad social. Para
éstos, introducirse en una fábrica para adaptar las conductas de los traba-
jadores a los fines de la empresa, se trataba de una acción absolutamente
“funcional al sistema” como habíamos dicho anteriormente. No será sino
hasta la década del ochenta que los sociólogos vuelcan su mirada hacia
las empresas e intentan, desde una orientación más “relacionista”,
vincular sus conocimientos en pro de mejorar la competitividad de las
empresas. Muchos sociólogos entonces, ya sea vinculados a la parte
trabajadora, ya sea vinculados a la parte empleadora, o incluso como
articulador de los dos intereses, regresan a las empresas como habían
hecho los primeros investigadores norteamericanos a principios de
siglo.
El Paradigma de la Modernización:
89
Dr. Pablo
Guerra
80
Cfr. Supervielle, M.: ponencia presentada al II Curso de Postgrado de forma-
ción de sociólogos del Ciesu-Flacso; en Piñeiro, D. (Comp.): Los trabajos de la
90
Sociología del
Sociología, Montevideo, Ciesu y Banda Oriental, 1988, pág. 97. Trabajo
91
Dr. Pablo
Guerra
81
En este sentido, cabe resaltar el estudio sobre la conciencia obrera en dos
empresas mineras chilenas (Huachipato y Lota), de los años 1956-58. En este estudio
participaron Touraine, Reynaud, Brams, Di Tella, y Pécaut, entre otros. Se constituyó en
uno de los primeros trabajos importantes en materia de sociología del trabajo en
nuestro continente, por diversas razones, entre las cuáles el presupuesto disponible, la
temática analizada y las metodología adoptadas.
92
Sociología del
Trabajo
82
Cfr. Montero, C.: “Paradigmas teóricos en los estudios del trabajo”,
ponencia presentada en el Primer Congreso Latinoamericano de Estudios del Trabajo,
San José de Puerto Rico, 15-20 de Mayo de 1994.
83
Cfr. Braverman, H.: Trabajo y capital monopolista, México, Nuestro Tiempo,
1975.
84
Cfr. Burawoy, M.: Manufacturing consent. Changes in the labour process
under monopoly capitalism, Chicago, Chicago University Press, 1979. Estos temas serán
desarro- llados en el Capítulo VI.
93
Dr. Pablo
Guerra
Este pasaje a la fábrica, orientado por posiciones clasistas, será luego de-
sarrollado por Benjamin Coriat, un francés de gran notoriedad por sus
trabajos sobre el taylorismo (El Taller y el Cronómetro), la automati-
zación (el Taller y el Robot), y el toyotismo (Pensar al revés); de gran
difusión en nuestro continente.
85
Cfr. Doeringer, P. y Piore, M: “Internal labour markets and mampower analy-
sis”, Lexington, MA: DC.Healt, 1971; Gordon, D.: “Theories of poverty and umployment”,
Lexington: Lexington Books, 1972; Edwards, R. et alt: “Labour Market segmention”,
Lexington, Lexington MA: DC helath, 1975; etc.
86
Cfr. Abramo, L. Y Montero, C.: op. cit., pág. 80.
92
Sociología del
Trabajo
Por este paradigma, la sociología del trabajo se vuelca sobre todo hacia
una sociología del empleo, echando mano fundamentalmente a una can-
tidad de estudios estadísticos vitales para interpretar la evolución de las
condiciones de empleo en nuestro continente.
En América Latina, los textos de Piore y Sabel han tenido una enorme
repercusión, y no hay Universidad que no los estudie. Muchos
investiga- dores y sociólogos además han adoptado sus esquemas de
análisis para interpretar la crisis en varias empresas manejadas por
sistemas rígidos de orientación taylor-fordista.
93
Dr. Pablo
Guerra
...
94
Sociología del
corte más progresista. Trabajo
88
Cfr., Abramo, L. Y Montero, C.: op. cit., pág.
90.
95
Dr. Pablo
Guerra
Parece claro que los problemas de nuestros países no son los del res-
to del mundo. De hecho, no en vano hay una diferencia en los niveles
de ingreso, entre los países del norte y del sur de nuestro globo, de 56
veces. ¿Eso acaso no repercutirá en las condiciones de trabajo de nues-
tros países? Somos de la idea que efectivamente partimos de realidades
diferentes, y por lo tanto es necesario esforzarse, no por tener diversas
sociologías del trabajo, lo que sería una tontería; pero si por tener cierta
originalidad en la discusión de determinados temas; privilegiando aquellos
que necesitan más urgencia; y posponiendo otros que parecerían no ser
importantes al menos a corto plazo.
96
Sociología del
Trabajo
Los debates sobre el “fin del trabajo”, tan en boga en Europa en los años
ochenta, a influjos de Gorz, Schaft, Robin y tantos otros; y luego
divulga- do –con eficiente política de marketing mediante– por Rifkin,
¿acaso se relacionan con los problemas reales que enfrentan nuestros
países? ¿Es posible admitir que en A.L. puede haber un reparto de las
rentas como proponen algunos de los citados autores, en lugar del
trabajo productivo? Algunas de estas respuestas las encontraremos en el
texto de Dombois y Pries al final de este capítulo.
97
Dr. Pablo
Guerra
98
Sociología del
Trabajo
4. La Fase actual
97
Sociología del
Trabajo
En lo relativo a la enseñanza
terciaria privada, la Universidad
Católica crea primero un
Instituto de Ciencias Sociales;
y luego la Facultad de Ciencias
Sociales, con buena parte del
cuerpo docente del Claeh; y
brindando las mismas carreras
que su similar de la Universidad
de la República, aunque preten-
diendo un perfil más asociado a
las “ciencias sociales aplicadas”.
99
Dr. Pablo
Guerra
100
“sabemos muy poco de cómo trabaja el trabajador uruguayo, qué
relaciones de trabajo se tienen con los capataces y técnicos, qué
modelos de conducta tienen los empresarios con respecto a las
relaciones laborales, a los sindicatos, a la tecnología, etc.
Tenemos también algunos estudios sobre ramas industriales en
períodos determinados e incluso alguna monografía de alguna
firma. Sin embargo, la información que se maneja es de origen
secundario, se trata de balances, informaciones del Banco
Central e incluso a veces de la prensa. Alguna vez se ha
trabajado con entrevistas, sobre todo a empresarios o dirigentes
sindicales, sin embargo no se ha entrado en las fábricas”92.
Por su lado, los últimos años han mostrado una pérdida de centralidad de
las ONGs. como activadoras de investigación; un papel más importante
de la Udelar a partir de la creación de la FCS; un mayor dinamismo de
la oferta privada (consultoras); y ciertas demandas a nivel
Gubernamental, fundamentalmente en el área de las oficinas dependientes
de la OPP, y del MTSS. La creación de la ANII, último de los hitos en
esta corta historia, seguramente potenciará las investigaciones en esta
área. Para 2010 esta- ban registrados en el Sistema Nacional de
Investigadores 13 investigado- res activos con trabajos publicados y
líneas de investigación en sociología del trabajo. Por orden alfabético:
Batthyani, Karina; De Martino, Mónica; De Sierra, Gerónimo; Guerra,
Pablo; Marrero, Adriana; Martínez, Ivonne; Pérez, Leticia; Pucci,
Francisco y Quiñones, Mariela.
TRABAJO EN GRUPOS
Por todos estos motivos, conceptos tales como los de “sector formal” y
“sector informal”, o de “condiciones de empleo atípicas”, resultan poco
fructíferas para analizar el sistema ocupacional en América Latina, pues
reposan implícitamente sobre la base normativa del trabajo asalariado y
de ciertos estándares generales de la actividad laboral dependiente, base
que es válida para los países altamente industrializados y estructura la
realidad de estos mismos países, pero que difícilmente puede tomarse
como punto de referencia dominante para el contexto latinoamericano.
Asimismo, debido a la heterogeneidad de las formas de sustento que allí
prevalece, resulta poco adecuado el que las ciencias sociales hagan del
mercado de trabajo el punto de referencia dominante, si no es que único,
de su análisis del trabajo. /…/
Más aún que en los países del norte, la sociología del trabajo en América
Latina debe por lo tanto “desindustrializarse” y dirigir la mirada, de
acuerdo con la especifica estructura ocupacional de esta región, hacia
otros y nuevos grupos ocupacionales, trátese ya sea de los trabajadores
de la agricultura y de la prestación de servicios, de los trabajadores
inde- pendientes, de los empleados o de los técnicos. En este aspecto, las
apor- taciones al Primer- Congreso Latinoamericano de Sociología de
Trabajo muestran la gran riqueza de estudios existentes, por ejemplo en
el área del trabajo en el campo, pero no raras veces marginalizados
dentro de la misma disciplina de la sociología del trabajo.
En este contexto, cabe mencionar los muchos estudios de caso que des-
criben las interrelaciones complejas entre trabajo formal e informal, tra-
bajo doméstico de reproducción, las relaciones específicas de género y,
por ejemplo, las orientaciones religiosas-místicas los cuales, en su con-
junto, cuestionan fuertemente la importancia del sistema de relaciones
industriales formal para la regulación de las condiciones de trabajo y
em- pleo. De esta manera, la empresa está considerada no solamente
como una unidad técnica-económica-organizativa, sino, en un sentido
más am-
plio, como un “cuerpo social” con su vida cotidiana y formas de domi-
nación y legitimación muy diferenciadas. Seguir en esta línea de estudios
y no solamente enfocar los sistemas de relaciones industriales formales,
nos parece permite entender con más profundidad el mundo de trabajo
en los países latinoamericanos.
Capítulo IV
> El sistema fabril culmina con una serie de cambios (artesanado - put-
ting out system) que en el plano de la organización productiva del
trabajo, fue restándole capacidad de autonomía al trabajador.
115
Dr. Pablo
Guerra
94
Cfr. Sahlins, M.: Economía de la Edad de Piedra, Madrid, Akal, 1983, p. 22.
95
Op. Cit, p. 31.
116
Sociología del
Trabajo
Para Marx esa transición comienza en la baja Edad Media, en tanto los
estudios de Perry Anderson la sitúa en toda la Antigüedad Tardía (S. III
a S. IX). Los estudios más actuales de Bonnassie, mientras tanto ubican
el centro de la esclavitud en el Siglo VII con pervivencias hasta el Siglo
IX.
96
Cfr. Anderson, Perry: “El modo de producción feudal”, en: Transiciones de la
Antigüedad al feudalismo, Siglo XXI Editores, México, 1997, p. 147.
117
Dr. Pablo
Guerra
El primero solo pudo ser posible en la medida que las diversas culturas
fueron adquiriendo los conocimientos necesarios para trabajar la tierra,
dando origen a la agricultura, y criar animales con fines de subsistencia,
dando origen a la ganadería. Este primer gran cambio, no solamente varió
las formas tradicionales del trabajo, sino fundamentalmente todo un esti-
lo de vida de los hombres en sociedad en sus más diversos planos: el
fami- liar, económico, religioso, político, institucional, etc. Nótese al
respecto, el enorme impacto que supuso para la mayoría de las
familias, romper
97
Cfr. Toynbee, A.: The Industrial Revolution, Boston, Beacon Press,
1956.
118
Sociología del
Trabajo
119
Dr. Pablo
Guerra
122
Sociología del
Trabajo
Sobre esto último debemos señalar que influyó sobre manera en el pro-
ceso de proletarización debido a que los trabajadores excedentes se
aglomeraban en los cinturones de las ciudades. Así Manchester pasó de
22.000 habitantes en 1770 a 350.000 en 1840, esto es, dieciséis veces
más en setenta años.
107
Cfr. Pietsch, M.: op. cit., págs. 34-35.
108
Incluso en 1875 habían trabajando en la industria textil de Gran Bretaña,
120.000 niños menores de 13 años.
123
Dr. Pablo
Guerra
La idea de que los niños tienen sus propios derechos y por lo tanto no
deberían trabajar en las mismas condiciones que los adultos, comienza
a establecerse sobre mediados del Siglo XIX. Antes, los denominados
“hijos de los pobres” eran vistos como delincuentes que debían ser adoc-
trinados en el trabajo para convertirse en hombres rectos. Los papeles
cumplidos por parte de las leyes de pobres, de los workhouses y de la
institución del aprendiz, fueron relevante en ese sentido.
125
Dr. Pablo
Guerra
126
Sociología del
Trabajo
Sobre fines del Siglo XVIII surge una nueva tendencia en las ideas: se
debía avanzar hacia un mercado de trabajo libre. Claramente los niños
aprendices no coincidían con el prototipo de libre mercado (el aprendi-
zaje era considerado una intromisión en su libre funcionamiento). Lo
mis- mo ocurría con algunos subtipos de trabajo, como el del
deshollinador, popularizado entre otros por la obra de Charles Dickens.
El argumento
110
Cfr. Cunningham, H.: Trabajo y explotación infantil. Situación en Inglaterra
de
127
Dr. Pablo
Guerra
los siglos XVII al XX, Madrid, MTSS, 1991, p. 37. En este capítulo nos basaremos en
la obra de este autor.
111
http://www.rau.edu.uy/uruguay/cultura/histoweb.ht m (relevado en Enero de
2011).
128
liberal es que dudosamente un niño pueda ser considerado “libre” para
tomar la decisión de trabajar. El otro argumento utilitarista que comienza
a extenderse, es que si se comienza a trabajar desde niño, sobre todo
desde la “tierna edad” el cuerpo se deforma y ya no podrá ser útil como
trabajador adulto.
Recién sobre finales del Siglo XIX es que comienza a observarse un dis-
curso más sentimentalista que peligrosista respecto a los “hijos de los
pobres”. Shaftesbury escribe en 1866:
Spencer, por su lado, establece una doble tipología social: por un lado,
distinguiendo según el grado de complejidad, entre sociedades simples,
compuestas, doblemente compuestas y triplemente compuestas. Por
otro lado, las distingue según el tipo de regulación interna, rescatando
las
116
Cfr. López Pintor, R.: op. cit, pág. 59. Basaremos este sub-capítulo en este
autor que rescata las posiciones de los clásicos ante el fenómeno del industrialismo.
sociedades militares y las industriales. Las primeras se caracterizan por
una regulación en base al control compulsivo y coercitivo; y las segundas
por la cooperación voluntaria y el autocontrol.
118
Cfr. Berg, M.: La era de las Manufacturas, 1700 – 1820, Barcelona, Crítica,
1987.
119
Cfr. Marglin, S.: “Orígenes y funciones de la parcelación de tareas. ¿Para qué
sirven los patronos?; en Gorz, A. (comp.): Crítica de la división del trabajo, Barcelona,
Laia, 1977.
120
La Sociología del Trabajo, implícita o explícitamente se ha preguntado si son
la naturaleza, el nivel y el ritmo del cambio de la tecnología existente en un momento
dado de la sociedad los que determinan el tipo de relaciones sociales de trabajo; o
bien esas relaciones sociales son las que inducen los cambios en la estructura
tecnológica. Somos de la idea que Marglin fue de los primeros autores que rechazó de
una manera categórica el determinismo tecnológico. Para un análisis muy correcto de las
corrientes expuestas en torno a esta discusión, Cfr. Herrera, G.: Cambio Técnico y
Relaciones Sociales de Trabajo: un vínculo complejo, Santiago, Pet, Doc. de Trabajo N° 81,
Febrero de 1991.
Los defensores del capitalismo, sostiene Marglin, están profundamente
convencidos de que la jerarquía es inevitable. El prefiere caminar por
otros rumbos. Las preguntas se suceden: ¿por qué en el transcurso de
la economía capitalista, el productor directo ha perdido el control de la
producción? La hipótesis de Marglin es que no fue por razones de supe-
rioridad técnica que los patronos adoptaron las dos medidas decisivas
que despojaron a los trabajadores de su control sobre el producto y el
proceso de producción:
Tampoco nació con el capitalismo la división del trabajo. Pero por sobre
todas las cosas Marglin se detiene en criticar a Smith, para quien la divi-
sión del trabajo hizo su aparición en virtud de su superioridad
productiva. A ello se niega Marglin, quien parte de la base que un método
nuevo será tecnológicamente superior en la medida en que produzca más
con menor uso de factores, cosa que no ocurre si es necesario
intensificar el trabajo. Más adelante, cuando analicemos a Adam Smith,
volveremos sobre este asunto.
Pero mientras que el putting out system solo hizo desaparecer el control
sobre el producto, el control obrero del proceso de trabajo aún seguía
en manos del trabajador: el obrero en ese sentido era libre de escoger
sus horas de trabajo y de ocio, la intensidad de su trabajo, e incluso la
forma de hacerlo. Esta libertad, no obstante, solo se extendería hasta el
surgimiento de la fábrica.
Pero volviendo al pasaje del putting out al factory system, debemos se-
ñalar que el primero fue propicio para que el trabajador pudiera escapar
de la mirada y vigilancia permanente del empresario. Ello llevó a que en
el manejo con las materias primas, el obrero tratara de sacar ventajas121.
Las leyes, sin embargo, trataron de limitar esas libertades, con normas
tendientes a poner límites en la entrega de los trabajos; e incluso un
Acta de 1777 mediante la cuál se permitía llevar a cabo un registro en el
domi-
121
En el caso de los tejedores, la materia prima (lana) que se entrega al
artesano es controlada mediante el peso. Al momento de la entrega, una estrategia
común entre
los trabajadores es mojarla a los efectos de que pese más, y por ese medio, quedarse
el tejedor/tejedora con una parte de la lana.
cilio del obrero bajo la simple presunción de haberse quedado con mer-
cadería. No es extraño entonces, que muchos empresarios pensaran en
el sistema de talleres y fábricas para combatir las limitaciones del sistema
de trabajo en los hogares.
De tal forma lo anterior que para la mitad del Siglo XIX el putting out
system había prácticamente desaparecido en Gran Bretaña: “cuándo ese
camino se cerró, la libertad del obrero para negarse a ir a la fábrica no era
más que la libertad de morirse de hambre”.
Por lo demás, las elaboraciones de Marglin son muy pertinentes para ana-
lizar la situación de las contemporáneas empresas recuperadas, esto es,
empresas que quebraron en manos de capitalistas y debieron comenzar a
ser gestionadas por los trabajadores. En todos los casos, estas experien-
cias muestran las debilidades de los trabajadores a la hora de gestionar las
empresas, debido en buena medida a las prácticas empresariales de “di-
vidir para reinar”. Es bastante notorio que la clase obrera padeció desde
la caída del artesanado un proceso de pérdida de autonomías respecto a
su participación en el proceso de trabajo.
Evidentemente esta sabia reflexión no fue tenida en cuenta por los eco-
nomistas liberales que pusieron siempre sus miras en las “supuestas vir-
tudes autocurativas del crecimiento inconsciente”. Además de ello, el
pensamiento liberal de la época, pero fundamentalmente del Siglo XIX,
insistió en juzgar los eventos sociales desde el punto de vista económico.
124
“La piratería fue el inicio del comercio marítimo entre los griegos de la
época homérica, al igual que entre los vikingos escandinavos; durante largo tiempo las
dos voca- ciones se desarrollaron en concierto” (Pirenne, “Economic and Social History ”,
pág. 109).
125
“Por ejemplo, resulta imposible la expresión del valor de un anzuelo en
términos de una cantidad de alimentos, ya que tal intercambio no se hace nunca y sería
considerado por los Tikopia como algo fantástico...Cada clase de objeto es apropiado
para una clase particular de situación social” (Firth, “Primitive Economics of the New
Zealand Maori”, 1929).
El Estado en esta lógica de mercado se inhibirá de interferir, de modo que
ninguna política influya en la acción de los mismos.
Lo mismo con la mano de obra: con el sistema gremial las relaciones del
maestro-oficial-aprendiz; y sus salarios, estaban regulados por las cos-
tumbres y leyes del gremio y la ciudad. Ejemplos en el campo jurídico
de salvaguardar a la tierra y el trabajo del circuito mercantil fueron el
Estatuto de Artífices (1563) y la Ley de Pobres (1601), además de las
políticas de anticercamientos de los Tudor y los primeros Estuardo en
Inglaterra.126
Para que las ventajas económicas del mercado pudieran al menos com-
pensar en parte la destrucción del tejido social, tenía que introducir-
se un nuevo tipo de regulación. En esa lógica es que surge la Ley de
Speenhamland. En Inglaterra, la mano de obra no podía movilizarse ya
que por disposiciones legales los trabajadores estaban prácticamente ata-
dos a sus parroquias. Esta Ley, llamada de “asentamientos” fue promul-
gada en 1662, y “aflojada” en 1795. Esta medida habría posibilitado la
creación de un mercado nacional de mano de obra si no fuera por que
ese mismo año se promulgó la Ley de Speenhamland con su “sistema
de subsidios”. Esta ley establecía subsidios en ayuda de los salarios, de
acuerdo a una escala que se establecía a partir del precio del pan, e inde-
pendientemente de los salarios.
Los antecedentes
TRABAJO EN GRUPOS
Es posible detectar en casi toda acción de masas del siglo XVIII alguna
noción legitimizante. Con el concepto de legitimización quiero decir el
que los hombres y las mujeres que constituían el tropel creían estar de-
fendiendo derechos o costumbres tradicionales; y, en general, que es-
taban apoyados por el amplio consenso de la comunidad. En ocasiones
este consenso popular era confirmado por una cierta tolerancia por parte
de las autoridades, pero en la mayoría de los casos, el consenso era tan
marcado y enérgico que anulaba las motivaciones de temor o respeto.
Así como hablamos del nexo del dinero en efectivo surgido de la revo-
lución industrial, existe un sentido en el que podemos hablar del nexo
del pan en el siglo XVIII. El conflicto entre campo y ciudad fue mediati-
zado por el precio del pan. El conflicto entre tradicionalismo y la nueva
economía política pasó a depender de las Leyes Cerealistas. El conflicto
económico de clases en la Inglaterra del siglo XIX encontró su expresión
característica en el problema de los salarios; en la Inglaterra del siglo
XVIII, la gente trabajadora era incitada a la acción más perentoriamente
por el alza de precios.
Era productivo para los panaderos y molineros vender pan blanco o ha-
rinas finas, pues el beneficio que podía obtenerse de estas ventas, era,
en general, mayor. (Irónicamente, esto fue en parte consecuencia de la
protección paternalista al consumidor, pues el Assize of Bread –regula-
ción o «Reglamento sobre el Precio del Pan», de acuerdo con el precio
del grano– intentaba evitar que los panaderos obtuvieran sus ganancias
del pan de los pobres; por lo tanto, iba en interés del panadero el hacer
la menor cantidad posible para «uso doméstico», y esta pequeña
cantidad
127
C. Smith, Three Tracts on the Corn-Trade and Corn-Laws, Londres, 17662, pp.
140, 182-185.
128
Fitzjohn Brand, A Determination of the Average Depression of Wheat in
War below that of the Preceding Peace..., Londres, 1800, pp. 62-63, 96.
129
Para «maslin» (un pan hecho de varios cereales), véase Sir William Ashley, The
Bread of our Forefathers, Oxford, 1928, pp. 16-19.
130
C. Smith, op cit., p. 194 (para. 1765). Pero el alcalde de Newcastle informaba
(4 mayo 1796) que el pan de centeno era «muy usado por los trabajadores empleados en
la Industria del Carbón», y un informador de Hexham Abbey decía que cebada, cebada y
legumbres secas, o alubias «es el único pan de los trabajadores pobres y de los criados de
los agricultores e incluso de muchos agricultores», con centeno o «maslin» en las ciudades:
PRO, PC 1.33.A.88.
hacerla de pésima calidad).131 En las ciudades, que estaban alerta contra
el peligro de la adulteración, el pan negro era sospechoso, pues podía
ocultar fácilmente aditivos tóxicos. En las últimas décadas del siglo mu-
chos molineros adaptaron sus maquinarias y sus tamices en tal forma que,
de hecho no servían para preparar la harina para la hogaza doméstica de
tipo intermedio, produciendo sólo las mejores calidades para el pan blan-
co y los desperdicios, el salvado, para un pan negro que un observador
consideró «tan rancio, repulsivo y pernicioso como para poner en
peligro la constitución física».132 Los intentos realizados por las
autoridades, en épocas de escasez, para imponer la manufactura de
calidades de harina más bastas (o, como en 1795, el uso general de la
hogaza «doméstica»), encontraron muchas dificultades y con frecuencia
resistencia, tanto por parte de los molineros como de los panaderos.133
Los pocos trabajadores que habían probado pan hecho de mezclas, «se
encontraron débiles, afiebrados, e incapaces para trabajar con un cierto
grado de vigor». Cuando, en diciembre de 1800, el gobierno presentó
un decreto (popularmente conocido como el Decreto del Pan Negro o
«Decreto del Veneno») que prohibía a los molineros elaborar otra harina
que no fuera de trigo integral, la respuesta popular fue inmediata. En
Horsham (Sussex),
Cuando los precios eran altos, más de la mitad de los ingresos semanales
de la familia de un trabajador podía muy bien gastarse exclusivamente
en pan.135 ¿Cómo pasaban estos cereales desde la tierra a los hogares
135
Véase especialmente los presupuestos en D. Davies, The Case of Labourers
in Husbandry, Bath, 1795, y en Sir Frederick Eden, The State of the Poor, Londres,
1797.
de los trabajadores? A simple vista parece sencillo. He aquí el grano: es
cosechado, trillado, llevado al mercado, molido en el molino, cocido y
comido. Pero en cada etapa de este proceso hay toda una irradiación de
complejidades de oportunidades para la extorsión, puntos álgidos alrede-
dor de los cuales los motines podían surgir. Y apenas se puede proseguir
sin esbozar, de manera esquemática, el modelo paternalista del proceso
de elaboración y comercialización –el ideal platónico tradicional al que
se apelaba en la ley, el panfleto, o el movimiento de protesta– y contra
el que chocaban las embarazosas realidades del comercio y del
consumo.
/…/ Con el transcurso del siglo no cesaron las quejas, aunque tendieron a
England on the Eve of the Industrial Revolution, Londres, 1925, cap. 3; G.E. Fussell y C.
Goodmen, «Traffic in Farm Produce in Eighteenth Century England», Agricultural
History, XII, n° 2 (1938); Janet Blackman, «The Food Supply of an Industrial Town
(Scheffield)», Business History, V (1963).
137
11 S. y B, Webb, «The Assize of Bread» Economic Jl., XIV (1904).
138
12 J. Aikin, A Description of the Country from thirty to forty Miles round
Manchester, Londres, 1795, p. 286. Uno de los mejores archivos de un bien regulado
mercado señorial del siglo XVIII es el de Manchester. Aquí fueron nombrados durante
todo el siglo vigilantes de mercado para el pescado y la carne, para pesos y medidas de
grano, para carnes blancas, para el Assize of Bread, así como catadores de cerveza y
agentes para impedir «monopolio, acaparamiento y regateo», hasta los años 1750
fueron frecuentes las multas por peso o medida escasos, carnes invendibles, etc.; la
supervisión fue después algo más ligera (aunque continuó), con un resurgimiento de la
vigilancia en los años 1790. Se impusieron multas por vender cargas de grano antes de
que sonara la campana del mercado en 1734, 1737 y 1748 (cuando William Wyat fue
multado en 20
chelines « por vender antes de que sonara la campana y declarar que vendería a cualquier
Hora del Día a pesar del Señor del Feudo o de cualquier otra persona»), y otras vez en
1766. The Court Leet Records of the Manor of Manchester, ed. J.P. Earwaker, Manchester,
1888-1889, vols. VII, VIII, IV, passim. Para la regulación del acaparamiento en
Manchester, véase más adelante nota 46.
trasladarse hacia el Norte y el Oeste. Con ocasión de la escasez de 1756,
el Consejo Privado, además de poner en movimiento las viejas leyes con-
tra el acaparamiento, promulgó una proclama ordenando a «todos los
agricultores, bajo severas penas, traer sus cereales al mercado público,
y no venderlo a muestreo en sus propios lares». Pero a las autoridades
no les agradaba sentirse demasiado presionados en este asunto; en 1766
(otro año de escasez) los magistrados de Surrey inquirieron si comprar
por muestreo era, en efecto, un delito punible, y recibieron una respues-
ta prodigiosamente evasiva: el secretario de Su Majestad no está autori-
zado, en razón de su cargo, para interpretar las leyes.
Dos cartas dan alguna idea del desarrollo de nuevas prácticas en el Oeste.
Un corresponsal que escribía a lord Shelbourne en 1776 acusaba a los
comerciantes y molineros de Chippenham de «complot»:
> Los cambios tecnológicos están a la orden del día y disparan el au-
mento de las productividades en todos los sectores.
Para Daniel Bell140, uno de los autores más emparentados con el análisis
de las sociedades post-industriales, y además responsable por la intro-
ducción del término, éstas toman como carácter central el conocimiento
teórico, en torno al cual se organiza la nueva tecnología, el crecimiento
económico y la estratificación social.
157
Dr. Pablo
Guerra
Pero dijimos “principio axial”. ¿Qué queremos decir con ello? Para
Bell, en la sociedad industrial capitalista, la institución axial ha sido la
propiedad privada. En cambio, en la post-industrial pasa a serlo el
conocimiento. Esto no es nuevo en la tradición sociológica, pues como
vimos, muchos autores clásicos le asignaban al conocimiento un papel
clave en las nuevas estructuras sociales (recordemos el papel de la
ciencia en las conceptua- lizaciones de Saint Simón, Comte, Spencer,
etc.). Nuestro autor, en ese sentido, prefiere distinguir entre las
sociedades pre-industriales, indus- triales y post-industriales, para lo
cual elabora un cuadro muy ilustrativo que exponemos a continuación.
Orientación hacia
Perspectivas Proyectos adaptativos Orientación del fu-
el pasado.
personales ad hoc turo. Prognosis
Respuestas ad hoc
Desarrollo económico: Centralidad y
Tradicionalismo:
Principio control estatal o privada codificación del
Tierra, limitación
axial de las decisiones de conocimiento
de recursos
inversión teórico.
Fuente: Daniel Bell
158
Sociología del
Trabajo
Por eso Bell sostiene que una sociedad post-industrial se basará en los
servicios:
160
Sociología del
Trabajo
141
Cfr. Toffler, A.: La tercera ola, Madrid, Plaza & Janes, 1985, pág. 26.
142
Cfr. Toffler, A.: Ibídem., pág. 187.
162
Sociología del
Trabajo
143
Adviértase, sin embargo, que para Toffler el término de mercado es
diferente al de Polanyi. Acertadamente, a mi juicio, Toffler entiende que mercado hubo
siempre en la humanidad, ya que representa el espacio de encuentro entre productor y
consumidor. De esta manera, lo que cambia es el sentido y contenido de las relaciones
a nivel mer- cantil, primando en la civilización industrial, los valores del beneficio
individual por sobre otros.
144
Cfr. Toffler, A.: op. cit., pág. 263.
163
Dr. Pablo
Guerra
164
Sociología del
Trabajo
165
Dr. Pablo
Guerra
164
Sociología del
Trabajo
165
that que corresponde a las creencias, valores y normas de una sociedad
concreta, podemos señalar la existencia de cuatro grandes estadios tec-
nológicos146:
2. El estadio artesanal
3. El estadio tecnológico-industrial
146
Cfr. Herrera. G.: “Cambio y modernización: cuatro tipos ideales de
estadios tecnológicos”, Santiago, Postgrado PET, 1993.
En este estadio además, tiene lugar una compleja división del trabajo y
una refinada red de mecanismos de integración social.
148
Cfr. Hardt y Negri (2004) citado por Bialakowsky y Antunes: “La distopía
en los laberintos discursivos del capital y la nueva morfología del trabajo” en VVAA:
Trabajo y capitalismo entre siglos en América Latina, México, ALAS,
http://www.scribd.com/
doc/37160860/Introduccion-II-Bialakowsky-Antunes-Libro-UdG-ALAS-2008-1 (recuperado
en Enero de 2011)
149 Cfr. Arnal, M. y Segovia M.: “El uso de las tecnologías de la información
(TICs) para el control de los trabajadores”, en Revista Iberoamericana de Autogestión y
Acción Comunal, 48-49, Madrid, Otoño 2006, p. 37.
167
> Familia de la informática y comunicaciones: las de mayor impacto en
el mundo moderno. Comprende, por ejemplo: informática de buró-
tica, informática industrial y productiva, automatización y robótica,
telemática, etc.
b) Informática científica
168
ii. Informática industrial de control de procesos continuos (lo que su-
pone censores y controles que midan concentración, presión, etc.)
iii. Robótica. En este caso aplicada a la producción discontinua o
en serie150. Aquí, a su vez, conviene distinguir entre los Robots
y manipuladores industriales por un lado, y las máquinas
progra- mables por otro. Los primeros se distinguen por ser un
sistema programable + brazos + 6 grados de libertad (es
decir, que pueda desplazarse y rotar). Las máquinas
programables a su vez, automatizadoras de la producción,
comprende a las MHCN151, máquinas de ensamblaje,
almacenamiento automático, autóma- tas programables, etc.
Decíamos que las nuevas tecnologías habían impactado sobre manera en
las sociedades donde tuvieron cabida. Lo han hecho, por ejemplo, pro-
duciendo y comercializando un número gigantesco de productos (bienes
y servicios tradicionales, y otros nuevos que se han incorporado al mer-
cado) que parecen ir de perillas con una sociedad de consumo, que como
nunca ha visto llenar los hogares con hornos microondas, lavadoras de
todo tipo, teléfonos de todo tamaño, color ¡y forma!; portones que se
abren y cierran automáticamente; celulares que suenan en los lugares
más insólitos, juguetes con costos que ningún padre de familia soñó en
su juventud poder comprar a sus hijos, etc. ¿Hay dinero suficiente para
comprar todo esto –se preguntará el lector–? Si no lo hay, se quita de
los ingresos del futuro, mediante el sistema de crédito, nunca antes tan
extendido. El crédito emerge en las sociedades de consumo como la gran
institución salvadora del poder de compra de los consumidores, al costo
claro está, de gastar más de lo que uno tiene, generando endeudamientos
que quizá nunca va a poder pagar por completo, sino hasta el momento
en que el acreedor embargue sus bienes152.
150
También en materia de robótica, existe la aplicada en otros sectores no
indus- triales (agricultura, medicina, etc.).
151
Máquina Herramienta de Comando Numérico.
152
La masificación de los créditos al consumo además, permitió que muchas
Instituciones Financieras colocaran intereses usureros de alrededor del 600% anual,
como fue denunciado en el seno del Parlamento.
169
Por otro lado, las nuevas tecnologías incrementaron notablemente la
productividad, sobre todo en el sector industrial, y ello explica la caída
importante que ha tenido el empleo en este sector153.
171
La tesis de Gershuny es que la combinación de estos dos elementos (la
doble presión simultánea sobre el sector servicios en expansión y la im-
posibilidad de incrementar directamente la productividad laboral) tiende
a transformar las pautas de consumo en dirección al autoservicio. Este
fenómeno puede hacerse presente de dos formas distintas:
En primer lugar, ocurre un gran cambio cuando el consumidor tiende
a sustituir la adquisición de un servicio ya preparado por la de un pro-
ducto industrial que utiliza para procurarse ese servicio por sí mismo.
Veamos algunos casos muy evidentes en las sociedades de consumo ac-
tuales: la compra de un aparato de gimnasia, para satisfacer necesidades
antes satisfechas en un gimnasio. Gershuny sostiene que los dos casos
más importantes lo constituyen el auto y la TV, verdaderos herederos
de la revolución en el transporte y la recreación. En estos casos, en vez
de comprar un servicio final en la forma de un pasaje en ómnibus, o ir al
cine, los consumidores adquieren automóviles para transportarse ellos
mismos, o televisores para ver el cine en sus propios hogares155.
Por cierto que el esquema éste posee algunas limitaciones, sobre todo
los supuestos que maneja. En el caso de la Ley de Engel, por ejemplo, es
notorio que la elevación de las rentas no explica por sí sola el desarrollo
de ciertos servicios. Con respecto al segundo supuesto, debemos señalar
que los servicios son lo bastante heterogéneos como para universalizar
algunas tendencias. Además, como veremos más adelante, la importancia
de la calidad explica que se use intensivamente el trabajo en los servicios,
más allá de la existencia de máquinas sustitutivas. Eso mismo ocurre en
la industria, cuando observamos la relevancia y valorización que
adquiere en una sociedad post-industrial, el trabajo artesanal. A manera
de ejem-
155
Nótese cómo desde esta perspectiva, el desarrollo de los servicios va atado
con el desarrollo de ciertos bienes industriales, en este caso, bienes que proveen servicios.
Desde este punto de vista surge evidentemente que la Industria Manufacturera nunca
como “neo-
industriales”.
171
desaparecerá en las sociedades post-industriales. De hecho, para Gershuny, desde esta
óptica no tiene sentido hablar de sociedades post-industriales, prefiriéndo otros términos
172
plo, en la salud, el paciente se sentirá más a gusto con un médico que le
dedique media hora revisándolo personalmente, que otro que lo atienda
dos minutos usando una moderna tecnología. Por lo demás, no se explica
sino por esta vía, que a medida que surgen Fast Food en las modernas
ciudades, también lo hacen restaurantes que se apoyan en los métodos
tradicionales de producción y comercialización del servicio.
Mingione agrega que además del autoconsumo hay otra dos tendencias
en la terciarización que adquieren importancia por sí mismas, pero tam-
bién en forma sistémica: a) El otorgamiento de servicios por parte del
Estado a la ciudadanía a “costos políticos” o incluso gratuitamente; y b)
El descenso de los salarios y deterioro de las condiciones de trabajo,
como el aumento de empleos atípicos en el sector156. Pero además, in-
cursionando en el autoconsumo, entiende que el mismo tiene lugar en la
medida que se cumplan tres requisitos: el aumento de la renta para una
parte de las familias, que les permita comprar los bienes de autoservicio;
inversiones públicas que respalden esos autoservicios (carreteras, líneas
de salida para Internet, etc.); y tiempo para hacer uso de esos bienes y
generar los servicios.
173
llamaron “comida chatarra”. Lo interesante del caso es que la misma so-
ciedad crea al mismo tiempo, organizaciones que atienden a ese pedido
de calidad, o “personalización”, atendiendo los requerimientos más ex-
quisitos del cliente, claro que a un precio sensiblemente mayor a las del
primer tipo.
175
tegrando entre otros a: administración pública y defensa, servicios de
saneamiento y similares, servicios sociales y otros servicios comunales
conexos, servicios de diversión y esparcimiento y servicios culturales,
servicios personales y de los hogares, y organizaciones internacionales.
¿La clasificación del CIIU es deficiente? Creemos que no. Lo que sucede
indudablemente es que los conceptos “bienes” y “servicios” son difíci-
les de definir. Si tomamos a la unidad económica, que es la unidad de
análisis del Código, nos enfrentaríamos a preguntas de difícil respuesta.
Comúnmente solemos integrar al sector de servicios a un restaurante.
Evidentemente un restaurante presta el servicio de alimentar a sus clien-
tes, pero ¿acaso esta unidad no elabora productos, o sea, bienes? Claro
que lo hace: en la cocina tiene lugar un complejo proceso productivo que
culmina con una mercancía llamada simplemente, un plato de comida. La
dificultad de distinguir entre esos conceptos, entonces, puede llevarnos
a definiciones como las de The Economist, que en una oportunidad, se
vio tentado a definir los servicios como “cualquier objeto vendido en el
mercado que no podría dejarse caer sobre el pié”.
TRABAJO EN GRUPOS
163
Cfr. Offe, C.: “El crecimiento del sector de servicios”, en Zona Abierta No.
65/66, op. cit., pág. 146.
164
Cfr. Offe, C.: Ibídem., pág. 148.
177
Texto
5:
“Comencemos por lo que es ya una verdad trillada para todos los que se
interesan por el tema, es decir, que el mundo está sufriendo la segunda
revolución industrial. Esa verdad debe repetirse una y otra vez, porque,
dado que se trata de un fenómeno todavía reciente (especialmente por lo
que respecta a la revolución de la microelectrónica que es de importancia
decisiva para la naturaleza y el progreso de la presenta revolución indus-
trial), hay muchas personas que no se dan cuenta de ella aún cuando
vivan entre sus diversos productos y manifestaciones. Más aún, hay
también mucha gente que se niega a reconocer el hecho debido a los
problemas y complicaciones que implica y que se esconden tras el
mecanismo de defensa de una “mente cerrada”. Puesto que ya he
escrito en muchas ocasiones sobre el tema, no repetiré aquí a favor de
esa tesis –que actual- mente goza de mayor aceptación– y me limitaré a
la afirmación de que a lo que tenemos que enfrentarnos es a una
revolución en toda regla, la segunda si consideramos que la primera
empezó a fines del Siglo XVIII. Sólo agregaré que a pesar de su
turbulenta evolución no es más que la etapa inicial: Leontief dice que
para el año 2000 estaremos en una etapa similar de desarrollo a la que
pasó la primera revolución industrial de Europa en 1820, mientras que
el FAST Report vislumbra que los próxi- mos quince años serán tan
turbulentos como los años anteriores de la actual revolución industrial.
¿Qué significa eso para la sociedad especialmente por lo que respecta
al futuro del trabajo, mencionado al comienzo? Sostengo que los efec-
tos producirán cambios revolucionarios en nuestra civilización. Esta tesis
será central en mis futuras argumentaciones, por encima de todo en mi
crítica contra aquellos que desearían echar tierra sobre los problemas
pertinentes y esquivar y descalificar la tesis acudiendo a autoridades,
pero valiéndose de falsos argumentos.
178
de Leontief y Faye Duchin y el Informe FAST denominado Eurofutures.
En consecuencia, presentaré sólo brevemente la tesis que defiendo, es
decir, la tesis sobre la inevitabilidad del desempleo estructural como re-
sultado de la actual revolución industrial.
179
obra sea excesiva en la producción y en los servicios. Así pues, habrá
un cambio en la estructura del proceso social de producción y de los
servicios, con el desempleo resultante llamado estructural o tecnológico.
Cabe discutir sobre las proporciones y la tasa de la intensidad de la
dismi nución de la demanda de mano de obra viva debido a la
automatización y robotización; es discutible la compensación de pérdidas
por la creación de nuevos puestos de trabajo como resultado de
innovaciones tecnológi- cas y la nueva demanda en la esfera de la
producción y los servicios. Pero a la luz de los hechos y predicciones
relativos al desarrollo tecnológico durante la presente revolución
industrial es imposible negar, sin arriesgar- se a que lo acusen a uno de
ignorancia, que las nuevas tecnologías están reduciendo notablemente la
demanda de mano de obra viva, conducien- do a un número cada vez
mayor de campos de demanda nula, es decir, de automatización total y
plena...”.
180
Capítulo VI
165
Cfr. Marx, K.: op. cit., pág. 215-240.
181
Dr. Pablo
Guerra
182
Sociología del
Trabajo
Por ello, Marx entiende pertinente diferenciar entre los “artículos inter-
medios” (materias primas que no se pueden utilizar como consumo final,
caso del algodón, hilado, etc.), y los artículos de uso final.
183
Dr. Pablo
Guerra
Los medios de trabajo y el objeto sobre el que éste recae, componen los
“medios de producción”.
184
Sociología del
Trabajo
186
Sociología del
Trabajo
10 libras de hilado
10 libras de algodón
187
Dr. Pablo
Guerra
188
Sociología del
Trabajo
Si bien somos de la idea que esta teoría se presenta como muy suge-
rente y atractiva desde el punto de vista teórico, es a su vez inútil como
instrumento de medición de los precios reales, y se basa en elementos
concretos no obstante ser un constructo de carácter metafísico.
Para Marx, dos mercancías, a pesar de las diferencias presentan una si-
militud: ser productos del trabajo. Y ¿cómo medir su valor? Pues por la
cantidad de la sustancia creadora de valor, es decir, de trabajo que con-
tiene. “La medida de la cantidad de trabajo –continúa Marx– es el tiempo
de su duración”. Aquí debemos señalar que si bien una gran cantidad de
productos que se intercambian en el mercado tienen en común haber in-
corporado trabajo humano, parecería demasiado cuantitativista manejar
solo la “cantidad” de trabajo como el elemento común, dejando de lado
un elemento constitutivo y esencial en el trabajo, pero además central en
las modernas formas de producción, como lo es la calidad.
189
Dr. Pablo
Guerra
190
Sociología del
Trabajo
191
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Guerra
192
Sociología del
Trabajo
170
Cfr. Touraine, A.: “La organización profesional de la empresa”, en
Friedmann, G. y Naville, P.: op. cit., pág. 385.
193
Dr. Pablo
Guerra
Grandes series/
Tipo de Unitaria/pequeñas
Grandes series Procesos conti-
producción series.
nuos
Categoría obrera
Maestro de oficio o Obrero especia- Obrero de
central
Profesional de fabri- lizado supervisión y
(no siempre
cación. (OE) control.
mayoritaria)
Capacidad
Calificación obrera Rendimiento Papel profesional
profesional
(predominante) (individual) (en ref. al sist.Prod.)
(en ref. al grupo)
194
Sociología del
Trabajo
195
Dr. Pablo
Guerra
Esta fase fue la predominante hasta la Revolución Industrial. Aún así, ac-
tualmente el trabajo artesanal sigue teniendo su importancia en todos los
países. Para el caso de Uruguay se estimaba en unas 3000 las unidades
productivas artesanales para comienzos de siglo173. En nuestra historia, la
labor de Figari ha sido fundamental en cuanto a vincular el trabajo artesa-
nal a la industria. Dice quien fuera consagrado Director de la Escuela de
Artes y Oficios a partir de 1915:
“El fin racional (de una escuela de artes y oficios) no puede ser
el de formar simples operarios, más o menos hábiles /…/ más
racio- nal y más digno del Estado sería formar artesanos en la
verdadera acepción que tiene esta palabra, … es decir obreros
– artistas, obreros competentes, con criterio propio, capaces
de razonar, capaces de intervenir eficazmente en la
producción industrial, de mejorarla con formas
nuevas y más convenientes
o adecuadas, así como de
promover nuevas empresas
industriales, de mayor o
menor entidad”174.
196
Sociología del
Trabajo
173
Cfr. Stolovich, Lescano et alt: La cultura es capital, Montevideo, Fin de Siglo,
2002
174
En Arigón, C.: “Aproximaciones para una historia de la artesanía uruguaya”,
en PAOF: Jornadas Nacionales de Artesanías, memoria, Treinta y Tres, Uruguay, 11 y 12 de
Diciembre de 2003, p. 35.
197
La tercera fase, en curso, podríamos llamarla, junto a Touraine, fase de
la automatización, la cuál abre interrogantes entre los autores, ya que,
como expondremos enseguida, se tejen diferentes hipótesis en cuánto al
impacto que la misma tendría sobre el nivel de cualificaciones de la mano
de obra.
Vanilda Paiva cita también en los años setenta una investigación realizada
por el grupo de sociólogos de Gottingen (Alemania). Esta investigación,
publicada luego bajo el nombre “Calificación y Producción” (1978), tomó
178
Cfr. Burawoy, M.: El consentimiento en la producción. Los cambios del
proceso productivo en el capitalismo monopolista, Madrid, MTSS, Col. Economía del
Trabajo N°
31, 1989, pág. 36 (edición original de 1979).
179
Para una lectura crítica del análisis de Burawoy, Cfr. Littler, C.: “The
Labour Process Debate: a theoretical review 1974-1988”, in Knights, D. and Willmott,
H.: Labour Process Theory, London, The Macmillan Press, 1990, pág. 46-94; y Castro,
N. y
Guimaràes, A.:”Depois de Burawoy: sobre a construção de modelos na análise do trabalho
industrial”, trabajo presentado al Seminario Interdisciplinar “Modelos de Organização
Industrial, Política Industrial e Trabalho”, ABET, São Paulo, Abril de 1991.
como objeto de estudio el sector industrial, y volvió a hacer hincapié en el
método empirista a diferencia de los últimos autores citados. El objetivo
de la investigación efectuada entre 1972 y 1977 era estudiar las relaciones
entre el desarrollo económico y técnico y la estructura de calificaciones
exigidas por el sistema ocupacional. Contribuyen al estudio de las califica-
ciones, utilizando cuatro categorías de exigencias de las mismas, a saber:
> sensomotoras,
> Los que procuran un empleo con alto riesgo en el mercado, y los
desempleados.
Ciertamente Joâo Araújo postula con criterio que una cosa es señalar que
los nuevos empleos creados por empresas de alta tecnología no requie-
ren calificaciones complejas, pero otra cosa es decir que eso provoca una
descualificación. En ese sentido el autor formaría parte de la cuarta tesis,
en el sentido de postular una mayor brecha entre los calificados y no ca-
lificados, que sin embargo, no implica descualificación entre los últimos.
A su vez, tal postura, implica reconocer la existencia de un importante
incremento de calificaciones con la introducción de moderna tecnología,
y su investigación está repleta de ejemplos al respecto.
Por lo general los jóvenes ingresan al mercado de trabajo con una mejor
preparación que algunos grupos de adultos que ya no pueden o no quie-
ren recapacitarse. Desde este punto de vista, los últimos años, que han
sido de enorme variación desde el punto de vista de la tecnología
aplicada a la producción (de bienes y servicios), hace que ya no es
posible pensar en la capacitación para toda la vida: son varios los
momentos de capacita- ción y cualificación por el que deberá pasar el
empleado. Pero además, las exigencias intelectuales son mayores y
distintas que en el pasado:
185
Cfr. Adler, P.: “Automation et qualifications. Nouvelles orientations”,
Sociologie du Travail N° 3, París, 1987; en Frías, P.: op. cit., pág. 50. Otro interesante
estudio don-
de queda en evidencia la importancia de la organización del trabajo sobre la innovación
tecnológica para el caso escandinavo, puede verse en Forslin, J.: “Descualificación y
recua- lificación”, Revista Sociología del Trabajo N° 13, Madrid, Otoño 1991.
206
Factores Antiguos contenidos Nuevos contenidos
Basada en la toma de
Basada en el comportamien-
Responsabilidad iniciativa (asegurar la con-
to (esfuerzo, disciplina).
tinuidad del proceso).
Sistemática (trabajo de
Secuencial (únicamente con
equipo e interdependen-
Interdependencia los puestos precedentes y
cia de las funciones y de
siguientes).
los niveles).
Adquirida de una vez para
Permanente (actualiza-
Formación siempre (inversión inicial
ción frecuente).
solamente).
205
Entre las conclusiones señalan que “los cambios tecnológicos en su con-
junto no han conducido a la reducción del requerimiento de las activi-
dades manuales como podría suponerse” (sic). Hubo, a la inversa, una
extensión de la habilidad y una intensificación de la habilidad.
TRABAJO EN GRUPOS
207
Texto 6:
208
carecer de autoridad sobre los trabajadores, su único recurso estriba en
su capacidad de negociación, basada en sus facultades discrecionales en
relación con la distribución de las tareas y del tiempo de trabajo. Los
trabajadores que ocupan puestos de trabajo estratégicos que requieren,
por ejemplo, una calificación especial, y aquellos a los que se recurre con
frecuencia para que realicen “trabajos urgentes” están en buena posición
para negociar con el programador, quien es perfectamente consciente de
ello y procura no provocar su hostilidad...
209
una fábrica de Chicago. N de R.
210
le gustaba hacerme esperar sin que yo pudiera hacer nada, salvo que es-
tuviera ocupado con un trabajo urgente en cuyo caso el capataz o el pro-
gramador de tareas podía intervenir. En otras circunstancias, quejarme al
capataz sólo me hubiera originado más molestias, puesto que a Morris le
hubiera resultado fácil desquitarse después. Lo mejor era no hacer nada
y esperar. A los conductores de carretillas, como a los trabajadores del
cuarto de herramientas, no les importaba si los maquinistas podían o no
arreglárselas, y al mismo tiempo, eran perfectamente conscientes de su
poder en el taller. Todo lo que querían era perderse de vista para des-
cansar, charlar con sus amigos, encender un cigarrillo o ir a buscar una
taza de café a la máquina, dicho de otra forma, para gozar de los
espacios marginales de libertad de los maquinistas. Como decía uno de
los letreros escritos en la pared del lavabo de hombres: “joded a la
empresa, joded al sindicato, pero sobre todo joded a los conductores
porque ellos nos joden a todos”. Si estaban al tanto, los trabajadores que
se impacientaban podían subir a una carretilla vacía, y traer ellos sus
propias piezas. Pero eso no solía ser demasiado recomendable, porque
otros trabajadores les pedían que trajeran también las suyas.
211
trabajos del taller. Por ejemplo, no conocía apenas alguna de las máquinas
con las que yo trabajaba, por lo que su ayuda no me era demasiado útil.
212
...Una vez que ha conseguido que se dé el visto bueno a su primera
pieza, el maquinista emprende una batalla contra reloj con la máquina. A
no ser que se trate de una tarea con la que esté familiarizado –en cuyo
caso co- noce hasta cierto punto la respuesta– la primera pregunta que
se hace es
¿puedo arreglármelas? Quizá sea necesario idear determinados ángulos,
ciertas simplificaciones, aumentar la velocidad de la máquina, construir
un instrumento especial para realizar la operación, etc. Todo ello
entraña riesgos (por ejemplo, la posibilidad de producir piezas
defectuosas o de romper los instrumentos). Si resulta evidente que es
imposible o suma- mente difícil “arreglárselas”, los operadores aflojan el
ritmo y se la toman con calma. Puesto que tienen garantizada la
retribución básica, carece de sentido matarse si no pueden producir
por encima de la tasa corres- pondiente a esa retribución básica, es
decir, a una tasa superior al 100 por 100. Roy llama a este
comportamiento “escurrir el bulto”. La otra forma de “limitación de la
producción” a la que Roy hace referencia –la adopción de restricciones
cuantitativas– estriba en fijar un tope máximo a las unidades que puede
producir un trabajador, es decir, a la produc- ción que puede figurar en
su ficha. En 1945 el límite era el equivalente a 10 dólares por día, o
1,25 por hora, con ligeras variaciones según el tipo de máquina. En
1975 el tope máximo era una tasa del 140 por 100 para todas las
operaciones en cualquier tipo de máquinas. se suponía que una
producción superior al 140 por 100 abocaría a “reducciones de los
precios” (aumentos de las tasas de producción), suposición, que como
veremos, no era injustificada.
213
Capítulo VII
213
Dr. Pablo
Guerra
214
Sociología del
Trabajo
De esta manera estaba dando origen a una gran discusión teórica que
hacía referencia a una de las características principales del novedoso
proceso manufacturero que seguiría estando presente en las sucesivas
reflexiones entre los intelectuales del mundo del trabajo en pleno
período industrializador: Adam Smith nos introducía al análisis de lo
que luego se conocería como la división técnica del trabajo, es decir, “la
separación de un trabajo en una serie de tareas que pudieran ejecutarse
en forma independiente” 192, o “modo de repartición de actividades en
las organizaciones que tiene por consecuencia parcelar una profesión u
oficio en múltiples especializaciones”193.
215
Dr. Pablo
Guerra
Para Carlos Marx, esta división del trabajo se manifestaba como “un
medio de explotación civilizado y refinado”, y no duda en recoger
fuentes de intelectuales de peso en la época para sustentar la tesis de
que determinadas manufacturas “empleaban para algunas operaciones
sencillas, obreros con preferencia medio idiotas”197; así en sus notas
194
Smith, A.: op. cit. pág. 10.
195
Estos argumentos fueron criticados por Stephen Marglin. Sobre el ahorro del
tiempo señala que “bastará con proseguir una misma actividad el tiempo suficiente
para que el tiempo de puesta en marcha represente una porción insignificante del
tiempo de trabajo total”. Sobre la propensión a inventar señala que “resultaría
sorprendente que la propensión a inventar del trabajador no se hubiera debilitado por la
extrema especializa- ción que caracteriza la división capitalista del trabajo”. Finalmente
sobre el aumento de habilidad, descarta la tesis ya que no se habla de “músicos,
bailarines o cirujanos”, “sino simplemente de la división parcelaria de actividades
industriales banales en diferentes especialidades”. Cfr. Marglin, S: op. cit..
196
Señala A. Smith: “Esta división del trabajo... es consecuencia obligada, aun-
que muy lenta y gradual, de cierta tendencia de la naturaleza humana que no busca
una utilidad de tanto alcance: la tendencia al trueque, a la permuta, al cambio de una
cosa por otra”. Cfr. Smith, A.: Ibídem., pág. 17.
197
Marx, C.: Op. Cit., Libro I, parte IV, París, Ed. Costes, 1927, caps. II, III y
V: “El carácter capitalista de la manufactura”.
216
Sociología del
Trabajo
Este interés por la división del trabajo fue desarrollado por numerosos
teóricos y hombres de acción que intentaron llevar los principios de
la división del trabajo al proceso productivo. Entre ellos, uno de los
antecesores de Frederick Taylor fue el inglés Charles Babbage (1792-
1871), quien además de incursionar en alguna serie de principios,
notablemente parecidos a los de Taylor, pasó a la posteridad con el
análisis de los procesos y costes de fabricación en la manufactura de
alfileres. Su influencia en esta corriente de la división técnica del trabajo
y su contribución al planteo de principios generales quedan evidentes en
afirmaciones como la siguiente: “Cuando a partir de la peculiar naturaleza
del producto de cada fábrica se averigua el número de procesos que
resulta más ventajoso dividir, así como el número de individuos a
emplear, entonces todas las demás fábricas que no empleen un múltiplo
directo de este número producirán el artículo a un coste mayor”.198 En
definitiva, el “principio de Babbage” según el cual el progreso en la
producción puede medirse por el grado en el que las tareas de cada
trabajador se simplifican e integran con la del resto de sus
trabajadores199, haría eclosión sesenta años después con la obra de
Frederick Winslow Taylor.
198
Babbage, Ch.: Causes and consequences of large factories, citado por Urwich,
L. y Brech, F.: La historia del management, Barcelona, Ed. Orbis, Biblioteca de la
Empresa N° 8, 5ta. Ed., 1986, pág. 25.
199
Cfr. Giddens, A: Sociología, Madrid, Alianza Universidad Textos, 1991,
pág.
517.
217
Dr. Pablo
Guerra
218
Sociología del
Trabajo
219
Dr. Pablo
Guerra
220
su responsabilidad todo aquel trabajo para el que está más
capacitado que los obreros, mientras que en el pasado, casi todo
el trabajo y la mayor parte de la responsabilidad se echaban
sobre las espaldas de los trabajadores” 203.
203
Taylor, F.: Ibídem., pág. 51-52.
204
Hopenhayn, M.: op. cit., pág. 134.
221
205
Cfr. Taylor, F.: ob. cit. pág. 24.
220
–Disociación entre el saber de los obreros y la producción, separando la
concepción de la ejecución.
Pero el taylorismo fue aún más allá, y llegó a aplicarse en tareas tan
disímiles a las fabriles, como las que tienen lugar en el hogar. A tal
punto
206 Cfr. Molitor, M.: “Nuevas ofertas de participación”, notas del postgrado
Pet- Uahc en Ciencias Sociales del Trabajo, Santiago, 1992, pág. 5.
207 Cfr. Enciclopedia de Gestión y Administración de Empresas, Barcelona,
221
Grijalbo, 1982, pág. 730.
220
llegó Christine Frederick, quien en 1912 publicó en sum “Ladies´Home
Journal”, acerca de la necesidad de entender el trabajo doméstico como
necesariamente más eficiente y productivo: “Durante años, nunca me
di cuenta de que realmente realizaba 80 movimientos equivocados tan
solo en la operación de lavado, sin contar los que podía producir en
la selección y secado, o al guardar las prendas... ¿no se pierde tiempo
trajinando en cocinas pobremente dotadas y arregladas?..¿No podría el
tren del trabajo doméstico ser despachado de estación en estación, de
tarea en tarea?”208.
222
Estos nuevos elementos confluyeron en algunas características del
sistema:
223
La producción estandarizada que
expande el Fordismo permitió
producir más de dos millones de
automóviles al año en la década del
20, una suma por cierto muy distinta
a la registrada en los talleres
artesanales de Panhard y Levassor
(París), donde se confeccionó el
primer automóvil, hecho a “pedido
del cliente” (Sir Evelyn Henry Ellis),
Imagen 9: Chaplin interpretando a un
donde todas las piezas fueron obrero enajenado por el trabajo en
montadas mano a mano durante cadena, propio del fordismo. “Tiempos
varias semanas, en 1894. Modernos” representa una genial crítica
al modelo industrial imperante en EUA
en plena crisis de los años treinta.
Veamos cómo relata una operaria
manufacturera de nuestro medio, el
trabajo realizado en una fábrica donde impera este tipo de organización:
“Estaba la que llenaba la bolsa, la que la pesaba, la que cerraba la bolsa
con una cerradora eléctrica, la que hacía las puntas, y la que hacía las
planchas, el trabajo era pesado, trabajábamos precariamente, no
teníamos la ropa adecuada... Comíamos ahí mismo: mientras
nosotros trabajábamos pasaba un hombre con bizcochos y café, y
nosotros con las manos llenas
211
Tal división del trabajo llevó a que en la elaboración de un Ford T se
necesita- ran 7.882 operaciones diferentes. En su autobiografía Ford explicó que para
esas opera- ciones necesitaba de: “949 hombres fuertes, de complexión robusta y
condiciones físicas casi perfectas, 3.338 hombres de fuerza física simplemente
ordinaria”; la mayoría de las demás operaciones podían ser realizadas por mujeres o
niños. Incluso afirmaba fríamente que “descubrimos que 670 podían ser realizados por
hombres sin piernas, 2.637 por hom- bres de una sola pierna, dos por hombres sin
brazos, 715 por hombres de un solo brazo, y diez por ciegos”. Tal afirmación muestra la
falta de “integridad” del sujeto en el proceso taylor-fordista. Cfr. Ford, H.: My life and
work, New York, Dobleday, pág. 108-109.
224
de polvo comíamos en turnos, ahí al lado de la línea, para entrar en
calor y seguir...no se podía parar”212.
Servicio en el mostrador
Planilla de Observación del Puesto
Objetivo del puesto: Servir a los clientes en un período con una tasa de
ventas por hora de .... Dar el servicio más rápido posible a cada cliente.
Impresionar al cliente con un servicio rápido, amable y atento siguiendo
los seis pasos.
Dr. Pablo
Guerra
Pasos Información
Antes de empezar
Lavarse las manos y las muñecas con jabón
1. Lavarse las germicida durante 20 segundos por lo menos. Tener
manos buen aspecto y darse prisa en el mostrador.
4. Sonreír y
saludar al cliente
227
Sociología del
Trabajo
Desayuno Almuerzo/Cena
4. Cereal 4. sandwiches
7. papas fritas
8. sundaes/conos
228
Sociología del
Trabajo
229
Dr. Pablo
Guerra
Una tercera diferencia tiene que ver con el campo de estudio, reducido
al análisis del trabajo por parte de Taylor, y enmarcado en el ámbito
organizacional por parte de Weber.
231
Dr. Pablo
Guerra
Frank Bunker Gilbreth fue uno de los manager que más participó junto
a Taylor en la consolidación del “Management científico”. Lo hizo junto
a su esposa, Lilian Gilbreth, a quien muchos consideran la “madre del
management”. El aporte más específico de este autor que se manejó
fundamentalmente en los procesos ligados a la construcción, fue el
desarrollo de la “ciencia de los movimientos”, de la que hizo su campo
de acción más estudiado fundamentalmente a través de su obra
“Bricklaying System” de 1909.
220
Urwick: “Organization as a technical problem”, en Lawrence y Lorsch:
Organización y Ambiente, Santiago, Ed. Labor S.A., 1987, pág. 161.
221
Mooney, J y Reiley: “Onward Industry ”, New York, H&B, 1931, en Lawrence y
Lorsch: op. cit., pág. 161.
232
Sociología del
Trabajo
222
Cfr. Fayol, H.: General and Administrative Management, Pitman, Londres,
1916, en Davis y Donaldson: Management Cooperativista, Bs.As., Granica, 2005, p. 87.
233
Dr. Pablo
Guerra
Otros autores que también escaparon a la lógica más categórica del One
Best Way en la época podrían ser Mary Parker Follet, Luther Gulick, y
Elton Mayo224.
Sobre este último, sin embargo, habría que aclarar que si bien rompió con
la tradición clásica de entender la organización ideal como la altamente
estructurada y verticalmente dirigida, al punto de inaugurar una nuevas
etapa en el management empresarial como veremos más adelante,
termina señalando un “One Best Way ”, esta vez inverso al anterior,
con estructuras que atienden a las lógicas informales y la cultura del
grupo.
223
http://ww w.12manage.com/methods_fayol_14_principles_of_management_
es.html (recuperado en Enero de 2011)
224
Otros autores de la época que merecen mención por su contribución a
las ciencias del management son Georg Siemens (1839-1901) y Eugen Schmalenbach
(1873-1955) en Alemania, y Eiichi Shibusawa en Japón (1840-1931). Sobre este último,
debemos destacar con Drucker, que “la elevación de Japón en este siglo a una posición
de liderazgo económico se apoya, en gran medida en la labor de Shibusawa”. Cfr.
Drucker,
P.: Gestión Dinámica. Lo mejor de Peter Drucker sobre management, Barcelona, Hispano
Europea S.A., 1981, pág. 43.
225
Una de las primeras organizaciones laborales que reaccionaron con fuerza al
“management científico” fue la AFL norteamericana, quien llegó a afirmar que “el
234
Sociología del
sistema inhumano y asqueroso (de Taylor) reduce a los seres humanos al estado de
Trabajo
simples máqui- nas”. Cfr. Serra, A: op. cit. pág. 16.
235
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236
Sociología del
Trabajo
237
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238
Sociología del
Trabajo
Ese cambio que no sabían precisar las obreras estudiadas sería funda-
mental en la concepción futura de la organización del trabajo.
239
Dr. Pablo
Guerra
> Expresiones que dejaban ver la insatisfacción con respecto a los resul-
tados del sistema de pagos de incentivos por producción.
> Liderazgo informal de ciertos obreros que mantenían unidos los gru-
pos y aseguraban el respeto a las reglas de conducta.
230
Cfr. Putnam, M.: “Improving, employee Relations”, artículo que publicara
en 1930. Putnam fue uno de los principales miembros del equipo investigador de
Mayo, que también integraban G. Pennock, H. Wright y W. Dickson,
fundamentalmente. Cfr. Friedmann, G.: Ibídem. pág. 410.
240
Sociología del
Trabajo
Esta fase pone de relieve la importancia que tienen los grupos, por enci-
ma de las individualidades, en el comportamiento de las organizaciones
complejas. Las normas y valores grupales explican una parte importante
de los comportamientos, cosa que la teoría clásica (Taylor) no había
des- cubierto.
241
Dr. Pablo
Guerra
233
Friedmann, G.: Ibídem. pág. 417.
234
Erbes Seguin, S. y Ollier, P: Sociología del trabajo, Madrid, Ed. Pirámide,
1978.
235
Hopenhayn, M.: op. cit. pág. 141.
242
Sociología del
Trabajo
243
Dr. Pablo
Guerra
244
Sociología del
238
Herzberg, F.: “Work and the nature of man”, New York, Mentor, 1973. En
Trabajo
245
Dr. Pablo
Guerra
Así Douglas Mc. Gregor incursiona en esta línea con su famosa teoría X
e Y de la organización. En su obra “The Human Side of Enterprise” de
1960, postula seis principios de comportamiento industrial que compara
con un punto de vista tradicional, clásico o taylorista de la motivación
humana sobre el trabajo.
(1) “La descarga de energía que supone el esfuerzo físico y mental es tan
natural como el juego o descanso. Esta idea se opone al supuesto de la
teoría X, según la cual, el ser humano medio se siente inherentemente
disgustado por el trabajo y lo evitará si puede.
(2) El ser humano es capaz de ejercer la autodirección y el autocontrol
para servir a los objetivos con los que se siente comprometido. Según
la teoría X, la mayor parte de las personas necesitan ser presionadas,
controladas y dirigidas, así como amenazadas con el castigo, si se quiere
que realicen un esfuerzo adecuado para cumplir los objetivos de la
organización.
(3) El compromiso con los objetivos está en función de las recompensas
asociadas con su cumplimiento. La más importante de ellas, es decir, la
satisfacción del ego y de los deseos de realización personal, puede ser un
resultado directo del esfuerzo aplicado al cumplimiento de los objetivos
de la organización.
(4) En condiciones adecuadas, el ser humano aprende no sólo
a aceptar la responsabilidad, sino a buscarla. Según la teoría X,
la persona media prefiere que le dirijan, trata de evitar toda
responsabilidad, tiene relativamente poca ambición y anhela la
seguridad por encima de todo.
246
Sociología del
Trabajo
247
Estados Unidos de América, conducirían a la búsqueda de un modelo de
gestión empresarial más democrático fundamentado en la participación
del personal240. Años más tarde, un profesor de origen japonés pero
de nacionalidad norteamericana, fundó la llamada teoría Z, en obvia
referencia a las elaboraciones de Mc Gregor, donde ponía en manifiesto
una “filosofía” que ponía en primer plano algunos valores fundamentales
como el respeto por la inteligencia del trabajador, la lealtad, el espíritu
de grupo, etc., tendiente a lograr un mayor involucramiento libre de la
fuerza de trabajo en el proceso de producción. Estas elaboraciones, sin
embargo, corresponden a otra etapa en la historia del management241.
Pero estas ideas van a ser mayormente analizadas por otros autores. La
idea de concebir a la organización como fruto de la interdependencia
con el ambiente es de largo aliento. Podemos decir que las corrientes
estructuralistas de los años sesenta van dando forma a diferentes
visiones que se pueden sintetizar en un llamado de atención al “One best
way ” taylorista y fordista imperante en la organización del trabajo. En
ese sentido creemos que el trabajo de Lawrence y Lorsch253 establece
claramente un conjunto de ideas que fueron conformándose hasta dar
origen a una verdadera escuela de pensamiento que conforma una nueva
etapa en nuestra breve historia del management.
251
Chiavenato, I.: Op. Cit. pág. 25.
252
Emery, F. y Trist, E.: “The causal Texture of organizational Environment”,
en Crozier, M. y Friedberg, E. : El actor y el sistema. Las restricciones de la acción
colectiva, México, Alianza Ed., 1990, pág. 125.
253
Cfr. Lawrence, P. y Lorsch, J.: Organization and Environment, EUA,
Harvard
Business School, 1967.
254
Burns, T. y Stalker, G.: op.
cit.
“Parecían existir dos sistemas divergentes de dirigir una empresa...
Uno de ellos, al que dimos el nombre de mecanicista, parecía
adecuarse a empresas que operaban bajo condiciones bastante
estables. El otro sistema `orgánico`, parecía que era necesario
en condiciones de cambio... En los sistemas mecanicistas, los
problemas y objetivos con los que se enfrenta el negocio como
unidad se dividen en especialidades. Cada individuo se
dedica a su tarea como si fuera algo diferente de las tareas
generales del negocio como unidad, como si fuera sujeto de un
contrato. Los de arriba son quienes han de decidir si su
actuación es o no adecuada...
(b) PRODUCTOS
DIMENSIONALES 13 VIII Producción intermitente de
químicos en fábricas de múltiples
12 propósitos.
IX Producción de flujos continuos de
líquidos, gases o substancias cristali-
nas.
Una tercer fuente que recogen Lawrence y Lorsch son los estudios de
Fouraker. Este autor identificó dos tipos de conductas organizacionales
relacionadas con situaciones planteadas por el ambiente.
255
consigo una diferenciación estructural muy grande. De ello derivan dos
consecuencias aparentemente contradictorias: una economía de personal
administrativo en la medida que a mayor homogeneidad hay más facilidad
de control; y un aumento de personal administrativo en la medida en que
a mayor diferenciación más coordinación se requiere264. Estos planteos
también fueron atacados desde su lógica por Argirys y por las tesis de
los autores de “El Actor y el Sistema” que serán abordadas más adelante.
257
han turnado las escuelas en privilegiar sus argumentos, y cuánta
evolución ha habido sobre el concepto de la dirección excelente.
267
Cfr. Hax, A. y Majluf, N.: Gestión de empresa con una visión
estratégica, Santiago, Ed. Dolmen, 1993, pág. 20.
0
> “Los procesos cognitivos de los individuos, en los cuales residen
la comprensión racional del medio ambiente externo y de las
capacidades internas de la firma.
> Los procesos políticos, que tienen que ver con la creación, retención,
y transferencia de poder dentro de la organización”268.
2
Desde la sociología de las organizaciones, quizá quien más contribuyó a
sentar las bases del análisis estratégico en los ochenta fue Crozier quien
junto a Friedberg, escribiera el ya clásico “El Actor y el Sistema”.
El sugerente título que estos autores escogieron para su libro, nos habla
por sí solo del marco teórico que los orienta: “El Actor y el Sistema”.
La teoría clásica en materia organizacional para esta visión, ha
sobrevaluado demasiado la racionalidad del funcionamiento de las
organizaciones. Desde esta crítica se funda un primer concepto
fundamental: el individuo o el conjunto de individuos es un actor
(individual o colectivo) pues aún en las situaciones de mayor represión
y dependencia, hay márgenes de libertad que permiten su accionar.
Por otro lado la teoría más individualista parte del actor para comprender
la organización, ignorando muchas veces la constitución de grupos y los
límites del sistema: “Sucede que por estar metidos en la libertad de los
actores, desconocen la contingencia de sus comportamientos”277. Sobre
esta crítica se funda un segundo concepto de importancia: la gravitación
de las estructuras:
1. “El actor rara vez tiene objetivos claros y menos todavía proyectos
coherentes”, sino que pueden ser múltiples, ambiguos y hasta
contradictorios.
277
Crozier, M.- Friedberg, E.: Ibídem. pág. 45.
278
Cfr. Crozier, M. y Friedberg, E.: Ibídem. pág. 38.
4
2. “Sin embargo su comportamiento es activo”: al límite, la pasividad del
actor es el resultado de una acción electiva.
5
¿Cuáles son las fuentes del poder? Los autores distinguen cuatro:
la experticia (“las que provienen del control de una competencia
particular”); el control de las relaciones con el entorno; la información;
y la utilización de las reglas organizativas. En definitiva, “el razonamiento
estratégico” se puede desglosar de la siguiente manera:
6
fuentes anteriormente manejadas– a un sistema abierto. Claramente el
SAC debe distinguirse tanto del sistema cibernético como del sistema
funcionalista.
285
Cfr. Crozier, M. y Friedberg, E.: op. cit. pág.
195.
7
en vista de una finalidad u objetivo a realizar postulando la existencia de
una autoridad o jerarquía, y de un mínimo de reglas.
El objetivo de la empresa es la producción de bienes o servicios que
se transformen en demandables por parte de los consumidores: “en
términos más económicos diremos que la actividad de la empresa reposa
en un cálculo según el cual un imput se transforma en output”287.
En este sistema productivo señala la existencia de tres factores
intervinientes: hombres, recursos financieros, y medios de producción.
Una de las características de la empresa es la relativa permanencia de su
objeto o razón de ser, o como señala el mismo autor con un claro
ejemplo: “es difícil, en efecto, para una clínica privada, transformar su
actividad terapéutica en una empresa hotelera o una industria
siderúrgica”.
Esta relativa permanencia nos podrá explicar la existencia de ciertos
valores, normas y tipos de comportamientos en la empresa.
Para el autor es posible distinguir dos subsistemas: el económico y el
social, aunque también se podría pensar en otros como el jurídico,
psicológico y moral, para señalar algunos. Ver la empresa desde el
subsistema económico supone hacer mención a un sistema de costos,
donde se buscará optimizar los factores de producción, y en la división
del trabajo a los efectos de obtener una combinación optima de los
recursos fundamentales.
A su vez, como sistema social, implicará pensar en las relaciones de
igualdad-desigualdad, solidaridad, conflicto, etc. que son posibles advertir
en toda obra productiva.
Aquí toma el análisis del sociólogo alemán Ferdinand Tönnies para
distinguir entre comunidad (Gemeinschaft) en oposición a la sociedad
(Gesellschaft). La organización para De Coster tiende más hacia lo
primero, donde la división del trabajo se entiende como básica a la hora
de generar ese “espíritu común” que se antepone a la mera suma de
individuos.
Para este autor, existe la solidaridad entre los dos sistemas: habrá
constante interdependencia entre ellos, a pesar de los conflictos siempre
existentes, que el mismo autor trata en su obra.
Veamos cuáles son las funciones del sistema económico. Propone cinco:
la función de marketing, la función de compras y adquisiciones, la
función de producción, la función financiera y la función managerial.
En tanto, las funciones del sistema social se reducen a la integración como
función por excelencia, aunque no entendida en un sentido “funcionalista
287
Cfr. De Coster, M.: op. cit. pág. 211.
7
y conservador”, a saber: el sistema de valores es necesariamente el
resultado de la relación de fuerzas que contribuyen a crear una cultura
de empresa a la cual cada uno, individual o colectivamente, aporta su
contribución288.
10
y el espíritu de empresa como algo propio. De esta manera, la motivación
de las personas está asegurada porque se sienten implicados con lo que
hacen”299.
Entre las empresas españolas que figuraron como excelentes, se vio una
preocupación real por “integrar y motivar” los recursos humanos, lo
que se realiza mediante “políticas de motivación, promoción interna del
personal, participación en la toma de decisiones, y poniendo un especial
énfasis en la formación de personal”301. Avanzando más profundamente
en la investigación, notamos que hay “participación de alguna forma en
las decisiones de la empresa por parte de los niveles inferiores, a nivel
de consulta y comentario, y participación más directa por parte de los
niveles más superiores...”302.
11
positiva que se destacaron para las cien empresas más innovadoras en
Iberoamérica, la investigación rescata dos grandes núcleos. “El primero
está referido a los Recursos Humanos, con un fuerte énfasis en los
aspectos culturales de las empresas (estilo de liderazgo, motivación para
la innovación, valores y clima organizacional en general). El segundo de
esos núcleos, corresponde a aspectos de calidad (tanto de los productos
como de los procesos)”304, lo que sigue confirmando la importancia que
poseen las técnicas organizacionales, y dentro de ellas las referidas a la
participación de los trabajadores.
13
familiar, donde el trabajador realiza sus labores de forma más creativa,
e incluso trabaja más horas de las normales ya que el trabajo en algo
propio “tiene un gusto diferente” al trabajo que se realiza con la única
motivación económica donde el empleado no tiene implicación alguna307.
Hay sin embargo algunas críticas que se le pueden hacer a estas empresas
que buscan la excelencia y prestan atención a sus recursos humanos.
Algunas de ellas tienen que ver con el paternalismo con que dirigen esas
políticas, pudiendo generar con ello un ambiente donde la conflictividad
sea vista como un mal al que hay que exorcizar, como algo anormal y
afuncional a la organización y el sistema. En este marco, muchas veces
los sindicatos son entendidos como agentes inviables bajo el nuevo
concepto de empresa, como grupos de presión pertenecientes al
pasado, sin ninguna utilidad en una organización moderna. Sobre ello nos
referiremos más adelante.
12
> Fue el primero en demostrar que la estructura deriva y procede de
la estrategia.
13
Otros autores que han desarrollado tesis importantes en el management
contemporáneos, han sido Taichi Ohno, Kenichi Ohmae, Michael Porter,
Warren Bennis, Edward de Bono, Theodore Levitt, etc.
Trabajo en grupos
14
Texto
7:
16
decididos a aplicar los métodos científicos se veía con toda claridad: lo-
grar que las 80.000 toneladas de lingotes fueran cargadas en los vagones
a un ritmo de 47 toneladas por hombre y por día en lugar de 12,5 como
se venía haciendo hasta entonces. Era también nuestra misión conseguir
que este trabajo se hiciese sin provocar huelgas entre los obreros, sin dis-
putas con ellos, y lograr al mismo tiempo que se sintiesen más contentos
y satisfechos cargando lingotes al nuevo ritmo.
–¿Qué si quiero ganar 1 dólar con 85?; ¿era esto ser un trabajador que se
cotiza? Pues sí, lo soy.
17
–¡Oh, me está usted exasperando! Naturalmente que desea ganar 1 dólar
con 85 cada día, ¡cualquiera lo desea! Pero usted sabe perfectamente que
esto no tiene nada que ver con que usted sea un trabajador que se cotiza.
Por el amor de Dios, conteste a mi pregunta y no me haga perder más
tiempo. Venga conmigo. ¿Ve este montón de lingotes?
–Sí
–Sí
–Bueno, ¿me darán 1 dólar con 85 por cargar mañana estos lingotes en
el vagón?
–Claro que sí, y seguirá recibiendo 1 dólar con 85 todos los días del
año por cargar un montón de lingotes como éste. Esto es lo que hace un
trabajador que se cotiza y usted lo sabe tan bien como yo.
18
no discutirá. Un trabajador que se cotiza hace exactamente lo que se
le ordena, sin discutir. ¿Entiende esto? Cuando este hombre le diga que
trabaje, trabajará; cuando le diga que se siente, se sentará, y no discutirá
con él. Nada más; venga mañana aquí a trabajar y antes de la noche
sabré si usted es un trabajador que se cotiza o no”.310
310
Taylor, F: Management Científico, Barcelona, Oikos-tau ediciones,
1970 (versión original en inglés, 1911).
19
Capítulo VIII
Taylor-fordismo: desarrollo, crisis y alternativas
19
Dr. Pablo
Guerra
21
Dr. Pablo
Guerra
313
Cfr. Guerra, P. y Supervielle, M.: op. cit. Caps. I y II.
314
Cfr. Entrevista a Neil Postman, “Lectura de los Domingos”, Montevideo, La
República, Octubre de 1997.
315
Piore, M. y Sabel, G. (1983): op. cit.
316
Hacemos mención a las corrientes “optimistas” de la cuál Piore y Sabel son
parte, y a las corrientes “pesimistas” dentro de la cual podemos ubicar a Aglietta. Para
22
Sociología del
una discusión de estas categorías Cfr. Alonso, O.: “Automatización yTrabajo
Estrategia
Sindical”, Caracas, Ildis-Nueva Sociedad, 1989.
23
Dr. Pablo
Guerra
Esta profunda crisis ha sido relevada por Francois Stankiewicz, para quien
es posible distinguir dos tipos de crisis318: un primer efecto de la crisis
tuvo como eje las reivindicaciones obreras de los años setenta producto
de las disconformidades que el trabajador tenía de un modelo de
organización del trabajo que hacía de éste algo rutinario y cansador.
Las manifestaciones más evidentes de esto fueron el alto ausentismo319,
las fallas de producción, los altos niveles de conflictividad sindical, la
rotación de personal, etc.
26
Sociología del
Trabajo
Sucede que las posibles salidas dependían en buena parte del análisis que
se hacía de la crisis. Si se hacía hincapié en la crisis de la demanda y en
el impacto negativo de las instituciones reguladoras como el salario
mínimo, los derechos laborales, la negociación colectiva por Rama de
Actividad, etc.; entonces el modelo de salida tendría un carácter
neo-fordista, al decir de Leborgne y Lipietz. Esta es la solución que
manejaron los gobiernos conservadores de Margaret Tatcher en Gran
Bretaña y Ronald Reagan en los Estados Unidos, además de ser también
utilizados por los gobiernos Neoliberales que se instauraron en América
Latina durante la década del ochenta. En cambio, si el análisis hacía
mayor referencia a la ineficiencia del taylorismo en cuanto dejaba de
lado la participación de los trabajadores en el mismo puesto del
trabajo, y eliminaba todo involucramiento; entonces las soluciones
tendrían un carácter post- fordista324.
324
Las clásicas categorías neo-fordistas y post-fordistas fueron abordadas por
los autores Leborgne y Lipietz. Cfr. Leborgne, D. y Lipietz, A.: “Ideas falsas y Cuestiones
Abiertas sobre el postfordismo”, en Revista Trabajo N° 8, México, 1992.
325
Cfr. Guerra, P. y Supervielle, M.: op. cit. pág. 48.
27
Dr. Pablo
Guerra
Relaciones entre
Integración vertical Redes horizontales
empresas
28
Sociología del
Trabajo
> Pasaje del trabajo sobre piezas al trabajo sobre signos (trato de
información o instrucciones codificadas).
30
Sociología del
Trabajo
31
Dr. Pablo
Guerra
32
Sociología del
Trabajo
33
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Guerra
34
Sociología del
Trabajo
Trabajo en grupos
35
Dr. Pablo
Guerra
Texto
8:
37
Dr. Pablo
Guerra
38
Capítulo IX
Nuevo contexto competitivo: nuevas formasde organizar el
trabajo y la producción
En ese marco, las regiones, los países, y las empresas han tenido que
recurrir a determinadas estrategias vitales para la vinculación de sus
unidades económicas con el mercado. En tal sentido, distinguiremos las
estrategias de competitividad de las estrategias de productividad.
35
Dr. Pablo
Guerra
36
Sociología del
Trabajo
338
Cfr. Herrera, G.: Cambio tecnológico y relaciones laborales: claves de la
modernización productiva; Documento de Trabajo N° 96, Santiago, PET, 1993, pág.
13.
37
Una de las principales características que presentan los objetivos
estratégicos es que no son excluyentes entre sí; ya que el empresario
puede combinar algunos de ellos. En ese sentido, se ha notado que
algunos objetivos son más coherentes que otros en una estrategia
determinada. Por ejemplo, es más coherente apostar a la calidad y
diversidad entre sí; que a la calidad y reducción de precios de venta.
> Producción
> Producto
> Precio
> Mercado
> Comercialización
> Servicio
Estrategias de producción: debe decidir sobre tipo de producción (ej. en
lote o por pedido); forma de producción (ej. manual o mecanizada); nivel
de producción (ej. masiva o limitada); lugar de producción (ej. clásica u
outsourcing).
En primer lugar el pasaje del Just in Case al Just in Time. Es decir, pasar
de producir “por si acaso”, acumulando grandes stock, a producir lo
deseado en el tiempo pedido y en la cantidad solicitada. Ello se
obtiene por un eficiente sistema de información que determine el
momento específico, el material indicado y la cantidad exacta de
producción. Esta técnica puede entenderse con relación a los clientes
externos (proveedores y consumidores), o bien con relación a las
distintas etapas de producción internas, donde cada trabajador es
considerado un “cliente interno”. En este caso, el flujo de información
es empujado de adelante hacia atrás. Ello es posible llevarlo a la
práctica sólo con variaciones en los flujos de producción e
información, que los japoneses llevaron a la práctica sobre la base del
sistema de Kanban o tarjetas, donde la información va determinando
el tipo de producción a efectuarse. El creador de este sistema, Taiichi
Ohno, resume así la idea:
352
Cfr. Bakwer, D.: “Como enfocar la reingeniería”, en Rev. Gestión, Año XIX, N°
233, Santiago de Chile, 1994.
353
Cfr. Ferreiro, O. “Calidad Total: la ventaja competitiva”, Santiago,
Pontificia Universidad Católica de Chile, Programa de Productividad y Calidad en la
Empresa, IV Congreso de Marketing, Icare, 1991, pág. 14.
3. Termine con la dependencia en inspección (masiva) para lograr
calidad.
6. Establezca entrenamiento.
8. Expulse el miedo.
12. Remueva las barreras que impidan orgullo por el trabajo realizado.
> Una filosofía de empresa, esto es, una “misión” claramente definida
y compartida por los sujetos que trabajan en esa empresa. Entre los
componentes de un proceso de “planificación estratégica” 355, que
por lo general va de las manos de los Programas de Calidad Total,
se parte de desarrollar la misión institucional y formar una visión del
futuro.
> Definiciones de políticas empresariales, y de un sistema de trabajo
coherente con lo anterior, y con el permanente proceso de
búsqueda de la calidad.
> Un sistema eficiente de control de calidad de los procesos.
> La conformación de equipos de trabajo en calidad y productividad,
que permitan una participación activa de los involucrados.
> Elaboración y aplicación de un manual propio de calidad. Este
establecerá normas y pautas de acción muy claras y precisas de
aplicación en la unidad empresarial.
Entre las normas más conocidas están las diseñadas por la “International
Standard Organization” (ISO). Estas siglas son las componentes de las
fa- mosas “Normas ISO 9000”, que tratan los procedimientos que
aseguran la calidad de productos y servicios, definen los requisitos de
la gestión para el logro de la calidad de los procesos de producción y
de sus re- sultados y en suma aseguran, desde el punto de vista de los
clientes, el cumplimiento de ciertas definiciones, requisitos y
procedimientos com- prometidos. Estas Normas van desde la ISO 9000
a la 9004, y brevemen- te, indican lo siguiente:
Englewood, Prentice Hall, 1980. En Ogliastri, P.: op. cit., pág. 32.
377
“Toda empresa comercial debe tratar de organizar un verdadero equipo y re-
fundir los esfuerzos individuales de modo que se conviertan en uno común. Cada
miembro de la empresa contribuye con algo diferente, pero todos deben aportar algo
para alcanzar un objetivo conjunto”. Cfr. Drucker, P.: op. cit. pág. 115.
378
“...Consecuentemente, el management por objetivos es, desde este punto
de vista, una gestión limitada, ya que no afecta más que a los mandos intermedios”.
Cfr. Hermel, P. op. cit. pág. 126.
379
Cfr. Córdoba, M.: El desarrollo y la Participación de los trabajadores en
las decisiones, Bogotá, Ed. Tercer Mundo, 1987, pág. 112.
380
Cfr. De Coster, M.: op. cit. pág. 352.
Muchas máquinas trabajan de forma autónoma en cuanto son co-
nectadas. Sin embargo, la maquinaria actual tiene tal grado de
capacidad de funcionamiento que un pequeño fallo, como que un
pequeño fragmento se introduzca dentro de la máquina, puede,
de algún modo, dañarla. Por ejemplo, pueden romperse los
troqueles o las canillas. Cuando esto ocurre, se fabrican y se
amontonan rápidamente decenas, quizá centenas, de piezas
defectuosas. Con una máquina automatizada de este tipo, la
producción en serie de productos defectuosos no puede
prevenirse. No existe ningún sis- tema incorporado de
comprobación automática que detecte estos accidentes.
De esta manera, Ohno impone una organización del trabajo basada por
un lado, en el principio de la “linealización de la producción”, y por otro,
del principio del “trabajador polivalente”, que rompe definitivamente con
el principio taylor-fordista de “un hombre-un puesto-una tarea”; deses-
pecializando al obrero, dándole ahora un conjunto de tareas a realizar.
317
denominado por algunos “economía socialista de mercado” y por otros
“economía de mercado socialista”. Básicamente consistió en sus inicios
por el abandono de la colectivización agrícola, pasaje de trabajadores es-
tatales a empresas abierta a la inversión extranjera, una política industrial
con mayor participación gerencial así como fomento de pequeñas unida-
des productivas, un sistema de precios que incluía regulación del estado
en algunos casos y regulación del mercado en otros, y la apertura para
la inversión privada. Para los años noventa, el 90% de la industria ligera
ya estaba en manos de capitales privados pertenecientes a empresas
multi- nacionales que participan del modelo a través de los joint
ventures389. Entre los acuerdos empresariales más notorios figuran el
caso de General Motors con Faw, el de AirFrance con China Southern;
Santander con China Construction Bank, etc.
Parte del éxito de estos cambios se debe a las características que asumió
en términos de factores competitivos: una gran cantidad de mano de obra
con alta productividad y bajo costo, uso intensivo de recursos naturales390
y buena dosis de inversión pública en mejoramientos de infraestructura.
En materia de relaciones laborales destaca el hecho que los sindicatos
responden al Partido Comunista, partido único que dirige el Estado. Los
760 millones de trabajadores ganan un salario generalmente no mayor a
150 dólares mensuales, que puede ser duplicado en caso de trabajado-
res con alta capacitación. Estos datos, unido a la inexistencia de huelgas
ha llevado a que numerosos activistas sociales y actores económicos del
resto del mundo hablen de cierta competencia desleal (dumping social)
respecto a países con actores autónomos y vigencia plena de derechos
humanos y laborales.
318
borales. En los últimos años se ha pasado de la lógica de la “consulta
colectiva” (xieshang jiti) al más occidental modelo de la negociación co-
lectiva (jiti tanpan). En la medida que el 25% de la plantilla de trabajado-
res de una empresa quiera conformar un sindicato, entonces la empresa
está obligada a negociar, cosa que sucedió, por ejemplo, con la
mismísima Wall Mart391. Diversos analistas se preguntan si acaso estos
cambios no conducirán a un modelo de sindicalismo más combativo,
como es usual en la mayoría de los países occidentales.
Trabajo en grupos
391
Cfr. “Trouble at Wall Mart: the Rocky Road to Labor Reform on China”,
en http://laborstrategies.blogs.com/global_labor_strategies/china / (relevado en Enero
de
2011)
63
Texto 9:
“En 1982 apareció en los Estados Unidos una obra que obtuvo un éxito
clamorosa (más de un millón y medio de ejemplares vendidos en pocos
meses) y se convirtió en el libro de cabecera de un ejército de hom-
bres de negocios. Se trataba de In search of excellence, de T. Peters y
R. Waterman.
64
nen “alma”, y que ésta, lejos de ser una abstracción metafísica, constituye
la clave de sus éxitos o de sus fracasos, ciertas empresas, deliberadamen-
te se proclaman instrumentos de mediación para el desarrollo individual:
“IBM, el camino más corto entre lo que soy y lo que quiero ser”, procla-
ma la publicidad del gigante de la informática.
65
seguro en un contexto de lucha por la productividad.
Sin embargo, las señas de esa otra cara del éxito aparecen por todas
partes. Desde ese mal inexplicable que ataca a los yuppies –esos cuadros
jóvenes de tanto éxito, con síntomas de abatimiento o fiebres inexpli-
cables–, hasta la muerte repentina de cuadros japoneses por exceso de
trabajo, pasando por el suicidio de un empleado de IBM que pone en tela
de juicio la “mutación de la personalidad” a la que se enfrentan los em-
pleados de la compañía, se comienza a descubrir aquello que los libros
de gestión no mencionan: la sobredosis de la productividad, la cara
oscura de la sociedad de conquista...”.
66
Capítulo X
Sociología del empleo
67
Dr. Pablo
Guerra
La sociología del empleo, por lo tanto, tiene muchos vínculos con los
comportamientos sociales que derivan del denominado “mercado de
trabajo” (que en realidad es un mercado de empleo).
68
Sociología del
Trabajo
CARACTERISTICAS
TIPO de trabajo DE ACUERDO A LA TIPO de trabajador
REMUNERACIÓN
Empleo en relación
Se remunera con salario Asalariado
de dependencia
Autoempleado, em-
Se autoremunera con ga-
Empleo autónomo pleado familiar, cuen-
nancias
tapropista
Se remunera colectivamente
Empleo asociativo Cooperativista
por reparto de utilidades
Tal interés viene dado por una serie de fenómenos que han ocurrido en
los mercados de trabajo nacionales e internacionales desde hace mucho
tiempo, pero que han recrudecido en las últimas décadas, impactando
sobre todo a países desarrollados, que desde la Segunda Guerra
Mundial no tropezaban con tales problemas.
69
Dr. Pablo
Guerra
70
Sociología del
Trabajo
392
Nótese que las estadísticas no consideran el trabajo hogareño, a pesar de
producir bienes y servicios, como población ocupada. Ello, por no estar destinados al
mercado. Pareciera que la matriz machista y mercantilista predominan a la hora de
ubicar a millones de trabajadores domésticos (casi siempre mujeres) hasta el punto de
conside- rarlas ¡población inactiva!
71
Dr. Pablo
Guerra
Esto nos conduce a afirmar que el problema del desempleo es sólo uno
entre los varios que presenta un complejo mercado de trabajo. El mis-
mo puede ser abatido con un mayor nivel de crecimiento económico, el
cual, dado los avances de la productividad, cada vez deberá aumentar
en mayor medida para generar nuevos puestos de trabajo. Pero ¿hasta
qué punto podrá aumentar la producción (y la productividad) mundial?
¿cuáles serán los impactos ecológicos de tales aumentos? ¿los aumentos
de la productividad mundial no traerán consigo nuevas diferencias en
los mercados de trabajo? Tales diferencias, una vez más, seguramente
ten- drán lugar tanto en el ámbito nacional como regional. Pero más
allá del tema empleo y desempleo, otras preguntas tienen que ver con la
crecien- te cantidad de hombres y mujeres desplazados del “sistema”.
Estos son cada vez más con el pasar de los años, lo que muestra la
vulnerabilidad de una economía de mercado orientada muchas veces por
cánones neo- liberales que parecerían estar mostrando enormes
limitaciones.
Las soluciones ante estos fenómenos no son simples, y desde las cien-
cias sociales, han surgido algunas interesantes líneas de acción, que pasan
72
Sociología del
Trabajo
73
Dr. Pablo
Guerra
Es así que muchas veces para hacer mención a malas situaciones de em-
pleo, se suelen utilizar términos como precarización, informalización,
empleos atípicos, etc. En las próximas líneas intentaremos desentrañar
el contenido de cada uno de estos términos, y presentar algunos nuevos
enfoques de análisis de la situación ocupacional.
En primer lugar veamos quienes son los empleados atípicos. Este térmi-
no proviene de la literatura laboralista, y hace mención a aquel tipo de
empleo que “rompe con los moldes tradicionales y típicos definidos por
la relación laboral clásica” 395, de donde se obtienen una serie de carac-
terísticas:
74
Sociología del
Trabajo
396
Caso de los contratos a trato, y el contrato a honorarios.
75
Dr. Pablo
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4. Trabajo a domicilio:
6. Subcontratación:
77
Dr. Pablo
Guerra
78
Sociología del
Trabajo
79
Dr. Pablo
Guerra
contenidos de este término tan plural, al punto que cada parte rescata-
ba los elementos que les convenía. En un artículo con título sugerente,
justamente intentaba, como haré nuevamente en esta ocasión, “hacer
frente a esa discriminación terminológica” 402, que lógicamente nos llevará
a considerar la flexibilidad como lo que realmente es: una gran red de dis-
tintas políticas, algunas tendientes a la precarización, pero otras tendien-
tes a lograr oportunidades importantes para empresarios y trabajadores.
80
Sociología del
Trabajo
81
Dr. Pablo
Guerra
82
Sociología del
Trabajo
83
Dr. Pablo
Guerra
84
Sociología del
409
Cfr. Bronstein, A.: op. cit, pág. 11. Trabajo
85
Dr. Pablo
Guerra
86
Dr. Pablo
Guerra
Todos nos enteramos un día que los Reyes son los padres,
pero a los trabajadores todavía los tienen engañados con
que los conquistadores son los diputados y senadores y los
presidentes y los ministros, cuando en realidad son ellos mismos
que se pagan las conquistas. O con salarios menores, o
soportando parte de ellos la desocupación.
87
Dr. Pablo
Guerra
Por otro lado, están quienes creen que la flexibilización de los mercados
de trabajo no conduce a la creación de nuevos empleos. Esa es la visión
de la OIT, y la podemos sintetizar en el planteo de Julio Godio al
respecto:
90
Sociología del
Trabajo
91
Dr. Pablo
Guerra
92
> Las decisiones y conflictos deben tomarse por consenso (filosofía del
jointness luego promovida por la empresa a todas sus plantas).
90
res de producción. Las relaciones de empleo -en los casos en que
existen- se basan más bien en el empleo ocasional, el parentesco
o las relaciones personales y sociales y no en acuerdos
contractuales que suponen garantías formales»"
91
En los países del tercer mundo entonces, se observa una cantidad impor-
tante de fuerza de trabajo excedente que al no encontrar empleo en un
sector moderno que torna más difícil la generación de empleos, genera
sus propias formas de ocupación. Estas ocupaciones, están caracterizadas
por la «escasa o nula dotación de capital tanto físico como humano» lo
que conduce, según el Prealc, a actividades productivas poco
tecnificadas, de reducido tamaño, sin mayores requerimientos de capital,
con limitada división del trabajo y escasa diferenciación en la propiedad
de los medios de producción. Otras características propias del sector
son el efectuar la actividad fuera de los límites de la institucionalidad, ya
que por razones de posibilidades de funcionamiento resulta imposible
cumplir con ciertos requisitos «formales»; y la también heterogeneidad
que existe al interior del sector.
Sin duda esta lectura del Prealc ha sido la más divulgada en materia de in-
formalidad. Sin embargo tal denominación merece una precisión: no todo
trabajo por fuera de la norma puede ser considerado trabajo informal. El
propio Tokman ha preferido dejar fuera de este concepto a los emplea-
dos en negro de las grandes empresas o a las “empresas” montadas para
negocios delictivos como el contrabando o narcotráfico, por ejemplo. El
informalismo, como “sector” se caracteriza en definitiva –siempre según
los pioneros del Prealc-, por su «incapacidad real de dar cumplimiento a
las normas vigentes aunque se tuviera la voluntad de cumplirlas».
92
evadir sus obligaciones tributarias no privan al Estado de recursos
necesarios para atender a las necesidades sociales y realizar ur-
gentes obras de infraestructura? Hernando De Soto sostiene que
esa manera de encarar el asunto es totalmente errónea. Porque
en países como el Perú el problema no es la economía informal
sino el Estado. Aquélla es más bien, una respuesta popular
espontánea y creativa ante la incapacidad estatal para satisfacer
las aspiracio- nes más elementales de los pobres420.
ii) EIR fluctuante; esto es, la fuerza de trabajo urbana que es expulsada
por motivos diversos de sus lugares de trabajo.
iii) EIR intermitente, o ejército activo: "este grupo ingresa en forma in-
termitente al mercado de trabajo en forma efectiva. Es caracterizado por
Marx, como un grupo que se reproduce a sí mismo, posee salarios por
420
Cfr. Vargas Llosa, M.: prólogo al libro de De Soto, H.: El otro sendero,
ILD, Lima, 1987.
93
debajo del mínimo, jornadas de trabajo de mayor extensión que el pro-
medio e inserción laboral irregular e inestable" 421.
Los dos primeros «tipos» obedecen a lo que Marx había llamado "super-
población relativa», en tanto el tercero, según la tesis de Oddone et alt,
denota «una forma particular de inserción y reproducción de un segmen-
to de esa superpoblación relativa".
94
formal, economía sumergida, economía invisible, etc.; términos que en
todos los casos no describen «por la positiva» las características de sus
sujetos, sino haciendo referencia a lo que «no son», en este caso: forma-
les, emergentes, visibles, etc.
95
tario y que define procesos de desarrollo micro y local.
96
Formas individuales
Formas asociativas
Formas delictuales
Formas beneficencia
Formas familiares
Actividades
Nivel crecimiento
Nivel subsistencia
Nivel sobrevivencia
...
Para el caso uruguayo, el primer antecedente para dar cuenta del em-
pleo de mala calidad, refiere al subempleo, recopilado por las Encuestas
Continuas de Hogares del INE desde los años ochenta. El subempleo
en concreto se refiere a la insuficiencia horaria, comprendiendo a aque-
llos que trabajan menos de 40 horas semanales, queriendo trabajar más.
Las ECH evoluciona luego incorporando desde el año 1991, la llamada
424
Para una reflexión y aplicación de las categorías de Razeto en el caso
urugua- yo, Cfr. Obsur: Presencia cristiana en las experiencias de economía popular,
Montevideo, Obsur, 1990.
97
«población ocupada con restricciones». Esta categoría estuvo al principio
integrada por los trabajadores en microempresas, en el servicio domés-
tico, en empleos precarios, y los sub-empleados. Si bien estas categorías
recogen lo medular de las orientaciones promovidas por la CIET –OIT425,
no cabe duda que generaron polémica al incluir sin más trámite a quie-
nes se encontraban ocupados en microempresas 426. Nótese que desde
esta perspectiva, no se relaciona directamente a la informalidad con la
desprotección social. En 1992, en el contexto de estas críticas, el INE se
ve obligado a rehacer sus elaboraciones, incluyendo solamente a los pre-
carios, sub-empleados y trabajadores del servicio doméstico. Mientras
eso sucede, la CIET-OIT también realiza cambios que recoge su XVII
Conferencia, distinguiendo entre el sector informal y los trabajadores in-
formales en empresas del sector formal.
98
operativa de vincular el empleo precario con la ausencia de cobertura en
salud mutual, margina la categoría de trabajador precario, establece la
categoría de “empleado con restricciones” y se basa para su cálculo en la
ausencia de derechos jubilatorios (trabajadores sin cobertura de seguri-
dad social) junto a los subempleados. Esto significa que a partir de 2002
la ECH presenta un cambio metodológico que altera la comparabilidad en
materia de desprotección social de los trabajadores428.
Actualmente, entonces, el INE para dar cuenta del trabajo en malas con-
diciones, recurre al concepto de “empleo con restricciones”, desagre-
gando a su interior a quienes se encuentran subempleados y a quienes no
están registrados. El trabajador no registrado es aquella persona ocupada
que declara no tener derecho a jubilación en el trabajo que desarrolla. En
el último informe temático del INE en la materia, siguiendo la tendencia
señalada supra, su autor expresa que el análisis refiere al “empleo infor-
mal” y no a la “economía informal” ni el “sector informal”. En ese senti-
do, la Encuesta Nacional de Hogares Ampliada, ofrece resultados sobre
los trabajadores no registrados en la seguridad social en su ocupación
principal o única a partir de la siguiente pregunta: “¿Aporta a una caja de
jubilaciones por este trabajo?”429.
428
Cfr. Buchelli, M.: “Uruguay: La cobertura de la seguridad social en el empleo,
1991-2002”, en Bertranou (comp): Protección social y mercado laboral, Santiago, OIT,
2004.
429
Cfr. INE: “Empleo Informal en el Uruguay ”, Informe Temático – Encuesta
Nacional de Hogares Ampliada 2006, en www.ine.gub.uy/enha2006/Informe%20informa -
lidad.pdf
99
10.5.- Las políticas de empleo
432
Cfr. Freyssinet, J.: El desafío de las políticas de empleo en el siglo XXI. La
experiencia reciente de los países de Europa Occidental, Bs.As., Conicet, 2007, p. 22.
101
Teniendo en cuenta las limitaciones de estas categorías, proponemos par-
tir de las políticas de empleo para distinguir los siguientes subtipos:
Por otro lado están los capacitados para trabajar pero no lo hacen («in-
digente válido»), caso del vagabundo, «extraño», extranjero, que en todo
caso constituían los desafiliados de la sociedad, o lo que nosotros hoy
llamaríamos marginados. El autor francés también llama pobres vergon-
zantes a los primeros y mendigos válidos a los segundos.
103
En esta historia de las políticas de atención social, hace ver que existen
modos de organización colectiva que no recurren a lo social -
asistencial, pues se basan en las regulaciones de la sociabilidad primaria
(tejidos de redes familiares, de vecindad, etc.). Estamos en presencia,
aunque no lo diga así Castel, de las relaciones de reciprocidad, entre
las que pode- mos distinguir las de corte horizontal (la comunidad
horizontal resuelve los casos problemáticos) y las de corte vertical (en
la Edad Media era costumbre que el Señor no cerrara sus graneros a
los miserables). La reciprocidad, también tuvo un muy importante
desarrollo en la América prehispánica, como lo demuestra el Ayllú
andino o la mink´a quechua.
Demos otro paso en nuestro análisis. Veamos qué sucede con respecto
a la valorización que se hacía de la pobreza en el ambiente clerical de la
edad media. Esta sin duda fue polémica, pues muchos consideraban a
los mendicantes como vagos. Además, en todo caso, la pobreza material
involuntaria era duramente cuestionada por la Iglesia.
104
les asistencia, dejando en un segundo plano a los que sobrevivían en la
indigencia sin ser minusválidos.
Pero como dijimos, este criterio de incapacidad física no era el único que
abría las puertas de la asistencia. Se le sumaba el de la pertenencia
comu- nitaria: se impuso en la Edad Media la domicialización. La
«matrícula» (S VI) era la lista de indigentes que debían ser mantenidos por
la Iglesia local, o Parroquia. Lo mismo ocurre en los conventos. La
Iglesia se presenta entonces como la principal institución de gestión de
la asistencia pública.
105
Estas formas, sin embargo, como vimos antes no promovían un mercado
libre de trabajo. A pesar de las grandes transformaciones del incipiente
capitalismo comercial, las relaciones de trabajo contradecían las exigen-
cias de libertad y de circulación. ¿A qué se debió ello? La respuesta del
autor es que en la Edad Media existían dos modalidades principales de
organización del trabajo: el trabajo regulado (gremial) y el forzoso. La
alternativa a la coacción no era la libertad, sino hacer frente a otras
coac- ciones mucho más importantes, o sea trabajos forzados: las
ocupaciones no abarcadas por las regulaciones de los gremios dependían
de la policía de los pobres, o sea, eran obligados a trabajar. El
tratamiento del vaga- bundeo era la forma límite de esta lógica. Donde
más se hizo hincapié en ello fue en Inglaterra. Con el estatuto de las
Artesanos de 1563 se obliga a trabajar a todos los súbditos de entre 12
y 60 años, se los obliga a aprender el oficio durante 7 años, no se les
dejaba mover de su parro- quia sin permiso, etc. Por la Settlement Act
de 1662, la parroquia podía expulsar a cualquier recién llegado que no
mostrase ingresos capaces de garantizar su permanencia, a los efectos
que no sea un lastre. La citada Speenhamland Act de 1795 aporta la
última piedra: los habitantes de la parroquia que se encontraban en
necesidad eran socorridos en el lugar y se les asignaba un
complemento salarial en función de un umbral de ingresos indexado
con el precio del pan. Ese ingreso mínimo tenía como contrapartida una
estricta domicialización y prohibición de movilidad de la mano de obra.
106
obreros agrícolas que se empleaban en explotaciones ajenas; parcele-
ros que se empleaban como artesanos en sus tiempos muertos; obreros
campesinos; proletariado naciente de ciertas concentraciones industria-
les (sobre todo en el S. XVIII).
109
recoge Rosanvallon en su texto citado. De hecho, esta polémica es la
que abre el juego a un segundo período, de connotaciones plenamente
liberales donde -siguiendo la línea de Turgot- el Estado debía perseguir
la liberalización de las trabas, de ninguna manera garantizar directamente
el empleo como esgrimió la Asamblea General en su 4to. Reporte. Se
partía de la base que el mercado lo podría todo, no se pensó nunca en
la posibilidad de que las medidas de liberalización no fueran suficientes;
es más, tal como ocurre actualmente con los contemporáneos neolibe-
rales, se pensó que la seguridad de encontrar trabajo conduciría a que
los trabajadores pusieran demasiadas exigencias para trabajar. El autor
francés que venimos siguiendo en estos asuntos, concluye que el derecho
al trabajo ahora pierde sentido ante la categoría del deber de
implicación del Estado.
Surgen en ese sentido, iniciativas del tipo «políticas sociales sin Estado»,
con fuerte presencia del patronato y de lo filantrópico, y con fuertes re-
gulaciones morales, como es el caso de las Colonias Agrícolas, de singular
éxito en los Países Bajos entre 1830 y 1850.
Las políticas sociales sin estado, dieron lugar a las fórmulas mutuales.
Se desarrollaban de esta manera, políticas más bien paternalistas, donde
el patrón se distanciaba de la figura del amo. Se creó incluso la figura
del
«ingeniero social», esto es, aquel patrón que asociaba la competencia téc-
nica con la preocupación de guiar a los obreros hacia el bien.
Castel es consciente que estas figuras se conservan hasta hoy en día. Aún
así éstas fueron las primeras formas sistemáticas de protección social,
aunque reactivaron formas muy arcaicas de dominación. La mayor toma
de conciencia de la clase obrera llevó a que en su momento despreciaran
a la filantropía tildándola de «verdadera pesadilla» como se reprodujo
en L´Atelier por el año 1840. Cuánto más, cuando descubrieron que la
asociación obrera podría conducir a la abolición de la explotación
salarial.
Durkheim sostendría sobre fines del Siglo XIX que las nuevas sociedades
dejaban de lado sus solidaridades mecánicas, más propias de sociedades
de base rural donde primaban las relaciones primarias y una escasa divi-
sión del trabajo. En sociedades industriales, de base urbana, debían existir
nuevos vínculos sociales, bregando entonces por el robustecimiento de
los mecanismos de solidaridades orgánicas, donde las sociedades inter-
medias pasarían a tener roles muy importantes para evitar la anomia,
pero donde además al Estado le cumplía un rol muy concreto en materia
de políticas públicas, como responsable político del orden social.
Esa responsabilidad dio lugar a una nueva fase donde se desarrolló un
sistema de protección en base a ese gran descubrimiento que significó el
seguro social, sobre fines del siglo XIX. Fue en Alemania, con el Gobierno
de Bismark entre 1883 y 1889, como todos sabemos, que se instala-
ron por primera vez los seguros obligatorios para los obreros. El seguro
como instrumento actualiza un modelo de solidaridad aunque los actores
no estén conscientes de ello, ya que un riesgo individual está cubierto en
el marco de una participación de grupo. De hecho, ese grupo es el que
constituyen los trabajadores asalariados, de manera que las primeras po-
líticas públicas del siglo XX, estuvieron especialmente atadas al vínculo de
los individuos con el mercado de trabajo. Este dato es de particular im-
portancia para comprender el salto que esperamos ocurra un siglo des-
pués en las tendencias de nuestras políticas públicas. Castel expresa que
en este contexto el salario deja de ser una mera retribución, asegurando
diversos derechos, a la vez que permitía una participación ampliada en la
sociedad, aunque en carácter subordinado.
112
El otro modelo entonces es el que surge con el Report Beveridge de
1942, donde las políticas públicas logran distanciarse más de los meca-
nismos de mercado, universalizándose el seguro mutuo a nivel social,
fundado esta vez no en las categorías de asalariados, sino en la noción
de ciudadanía.
En los últimos años del siglo XX, en estas materias se constató un pro-
ceso de privatización de determinados subsistemas, especialmente los
de Invalidez, Vejez y Sobrevivencia, que han desvirtuado algunos de los
principios en los que se asentaban. Las jubilaciones, por ejemplo, cada
vez fueron menos solidarias o redistributivas y cada día más vinculadas
a criterios de intercambio (se otorga en la medida que se aporta). En el
continente, además, cabe precisar que muy pocos países cuentan con
seguros de desempleo obligatorios, lo que muestra claramente el escaso
estado de evolución de nuestros sistemas de bienestar.
114
Los resultados de este planteo dicotómico tan propio de la Guerra Fría
son elocuentes: mientras que los primeros sufrieron las limitaciones pro-
pias del mercado cuando se deja libre a su arbitrio, los segundos
sufrieron las limitaciones propias de un sistema que menosprecia la
capacidad de emprendimiento privado.
La OIT en los años 40, mientras tanto, incorpora la noción del “pleno
empleo” (OIT, 1944). Se le encomienda a los Estados procurar que
todos sus habitantes tengan empleo, garantizando las libertades para
escogerlo. En los años 60 se incorpora la noción de “políticas activas”
(OIT, 1964) para contribuir a ese objetivo.
115
(a) Medidas dirigidas a la reflexión sobre los tiempos de tra-
bajo y su reducción.
Esta reducción adquiere varias posibilidades. Las más usuales han supues-
to leves disminuciones en la carga semanal de trabajo. Otras posturas
más innovadoras son, por ejemplo, la de Pierre Larroututou, partidario
de una semana laboral de cuatro días.
435
Esto básicamente para empresas productoras de bienes transables.
116
En todos los casos, la eventual reducción de la jornada debería gestarse
pensando en una redistribución entre capital y trabajo a los efectos de
evitar “que más y más personas se repartan lo mismo” (Coraggio, 2004:
173).
117
bajo, comunidades, mutuales, empresas recuperadas y asociaciones de
todo tipo, que se han mostrado efectivas en la lucha no solo contra el
desempleo, sino fundamentalmente contra la desintegración social.
Trabajo en grupos
118
Texto
10:
Tal como fue definida por Ghezzi y Mingione (1990), la “economía cri-
minal” o economía ilícita, como prefiero llamarla, aparece conceptual-
mente apenas como un ramo de la economía informal. Pero es bastante
difícil aceptar que el mercado informal y el mercado ilícito presenten
de hecho una estructura tan semejante al punto de poder considerar a
este último, sin muchas restricciones, apenas como un ramo del prime-
ro. Este problema recibió una mayor sistematización con el trabajo de
Castells y Portes (1991) y de Portes (1999: 27). Según estos autores, lo
que realmente cuenta en la distinción entre ilícito e informal es apenas
el estatus del producto final. Si éste es lícito, aun cuando su proceso de
distribución sea ilícito, entonces la actividad económica es informal; por
el contrario, si el producto final es ilícito, entonces la actividad económica
es ilícita. Este razonamiento, al separar la esfera del comercio de la esfera
de producción y consumo, no da cuenta de situaciones en donde ciertos
productos lícitos, como por ejemplo automóviles o armas, son comer-
cializados por bandas del crimen organizado de manera ilícita. ¡El estatus
del producto no parece tan importante en cuanto a la forma en que son
efectuadas las transacciones!
121
conceptual-, es mayor. Los agentes económicos del sistema formal tienen
que lidiar con el monopolio del uso agresivo de la fuerza física por par-
te del Estado, hecho que se considera, por lo menos idealmente, como
legítimo. En el sector ilícito, por el contrario, el uso agresivo de la fuer-
za física (violencia) ilegítima (desde el punto de vista estatal) es la regla,
lo que incluso representa uno de los medios predominantes para hacer
cumplir los contratos entre los agentes del sistema de comercio ilícito.
123
la supuesta legitimidad del Estado. La legitimidad del Estado y su papel
social están también implicados en el propio acto de regular algunas ac-
tividades comerciales y de definir otras como ilegítimas y, por lo tanto,
como prohibidas. Si no existen los enemigos peligrosos, la concentra-
ción de los medios de violencia del Estado pierde parte de su sentido.
124
Capítulo XI
Sociología de los Actores Laborales.
125
Dr. Pablo
Guerra
126
Sociología del
Trabajo
Por cierto que en ello jugaron un papel preponderante los mercados cau-
tivos en los que se encontraba inserto el empresariado nacional; lo que
mostró una tendencia más adaptativa que propiamente transformado-
ra. Podríamos preguntarnos, al respecto, si esto estaría cambiando en el
marco de un mercado más abierto y necesariamente competitivo como
el que hemos descrito en capítulos anteriores.
127
Dr. Pablo
Guerra
440 Cfr. Redfield, R.: Peasant society and culture, The University of Chicago Press,
1956.
441 Cfr. Solari, A. Et alt.: Teoría, Acción Social y Desarrollo en América
Latina, México, Siglo XXI Ed., 1976.
442 Cfr. Tokman, V.: “Dinámica de Mercado de Trabajo urbano: el sector
informal urbano en América Latina”, en Katzman (comp): Fuerza de trabajo y
movimiento laboral en América Latina, México, El Colegio de México, 1979.
128
Sociología del
Trabajo
129
Dr. Pablo
Guerra
Wright, por ejemplo, en sus trabajos de los ochenta, combina dos varia-
bles (propiedad económica y control sobre los medios de producción
y fuerza de trabajo). Es así que distingue las siguientes tres posiciones
centrales en el capitalismo:
130
A estos tres componentes agrega otros tres444:
444
En análisis posteriores, incluirá una nueva batería de clases sociales segpun
el tipo de apropiación que realicen. Las clases de esa manera se amplían a 12. Cfr.
11.2.- Sindicatos y Relaciones Laborales en Uruguay:
446
Cfr. Laski, H.: Los sindicatos en la nueva sociedad, México, FCE, 1951, en
Errandonea y Costábile: Sindicato y Sociedad en el Uruguay, Montevideo, FCU, 1969.
447
Cfr. Touraine, A. y Mottez, B.: “Classe Ouvrière et Société globale”, en
Friedmann,G. y Naville,P.: Op. Cit., Tomo II.
Esta tipología es superada por Errandonea y Costábile en un clásico
trabajo de los sesenta ya reseñado. Estos cruzarán una variable relativa
a las metas sindicales (mediatas o inmediatas), y otra relativa a la
diferenciación y estratificación observable en las agrupaciones
sindicales (dirigencia y base), resultando de tal cruce, tres tipos de
sindicalismos:
448
Dice Touraine que “la orientación actual de las grandes organizaciones sin-
dicales es una politización apolítica, esto es, un sentimiento creciente de los integrantes
políticos y económicos de los problemas sociales, asociado a la voluntad de permanecer
independiente del juego de las fuerzas políticas, de los partidos y de las doctrinas
ideológi- cas”, Cfr. Touraine, A. y Mettez,B.: Ibídem. pág. 263.
Resultante de lo anterior tenemos el siguiente cuadro:
Sindicalismo
Sindicalismo de Sindicalismo
MEDIATAS
oposición dualista
Revolucionario
Sindicalismo Sindicalismo de
POLITICAS Inexistente
Político. transición
Sindicalismo Sindicalismo de
INMEDIATAS Inconsistente
Integrado mercado
450
Nombre comúnmente divulgado entre los anarco-sindicalistas, quienes re-
chazaban las “sociedades de socorros mutuos”, en una discusión de corte internacional
de fines de siglo.
Las características de esta primera etapa de principios de siglo,
correspondía a sindicatos de pequeño volumen que tenían en sus
Asambleas la principal instancia de deliberación donde se reunían los
militantes entonces ampliamente ideologizados451, y donde se destaca
la existencia de Comités Pro-Boicot como organismos inherentes al rol
sindical de la época. Estos sindicatos, mayormente organizados en oficios
y en menor medida por Industria, partían de una concepción
revolucionaria que veía en las organizaciones obreras gérmenes del
futuro comunismo libertario: ello implicaba que la selectividad en el
ingreso haya sido una de las características de la época. Este tipo de
sindicalismo en la época privilegiaba a la huelga como método al cual se
echaba mano para hacer frente al primer obstáculo impuesto por las
patronales, y no pasaban a segundo plano las tácticas de la acción
directa, boicot y piquete. Al decir de Errandonea y Costábile,
Esta etapa del sindicalismo a la que le cae justo el tipo definido como
de “Sindicalismo Revolucionario” dará paso conforme avanzamos en la
historia a nuevas formas que se empiezan a apreciar luego de la crisis
del 29 con la implantación de la Dictadura de Terra que reprimiera
ferozmente a este tipo de sindicalismo, con el mayor auge de las
corrientes comunistas-leninistas, y definitivamente con el desarrollo de
la industrialización a partir de la década del 40.
451
La asistencia a las asambleas eran consideradas obligatorias en este tipo de
organización que definíamos como de carácter revolucionario: la historia sindical uruguaya
señala ejemplos de sindicatos que multaban al afiliado que faltara sin aviso a estas
instan- cias máximas de verdadera deliberación y discusión.
452
Errandonea-Costábile: op. cit.
Trabajadores del Uruguay (CGTU) en 1929453, en los sindicatos que
nacen en los 40, y definitivamente en la UGT fundada en 1942, se
caracterizará en el plano organizativo con un pasaje de Asambleas
deliberativas a otras más informativas, donde primarán otras instancias
como ser los primeros Congresos, Directivas ampliadas, etc. Estos
cambios organizativos ocurren debido al aumento del tamaño de los
sindicatos. Se nota un retroceso del sindicalismo pequeño de oficio (de
71 en 1922 a 13 en 1963), y una mayor concentración y unificación de
los sindicatos organizados por rama o Industria. Esta etapa sindical la
podemos caracterizar como perteneciente al tipo “sindicalismo
dualista” en la medida en que se van configurando metas más
inmediatistas en el accionar sindical aunque manteniéndose un
discurso marcadamente mediatista en una dirigencia que lentamente va
siendo hegemonizada por las concepciones emanadas del Partido
Comunista.
138
En efecto, desde esos años, aunque especialmente agravado por el
Gobierno del Presidente Pacheco, a partir de 1966, el cuadro cambia
sustancialmente: la crisis, inflación, devaluación, congelamiento de
salarios, sumado al clima de efervescencia generado por la revolución
cubana (1959). fomentaron la alta movilización que completaba un cuadro
con las primeras “Medidas Prontas de Seguridad” implantadas por el
Ejecutivo que presidía Pacheco. El año 1966 iba a ser testigo de la
creación de la Convención Nacional de Trabajadores, CNT, desde
entonces central única de trabajadores. A medida que la crisis económica
devenía en crisis política, la CNT empieza a privilegiar no sólo en el
discurso sino también en la práctica, reivindicaciones de tipo político,
donde se cuestionaba la legitimidad misma del sistema. Tenemos por
tanto lo que llamamos pasaje del tipo dualista al tipo de “sindicalismo
político”, del cual la CNT del Pachecato es fiel testigo, así como los
sucesos del febrero amargo. Este tipo iba a predominar hasta el golpe de
Estado, o más exactamente, hasta la histórica huelga declarada por los
presididos por D’Elía, a partir de la cual se empezaba a desarticular toda
manifestación sindical.
140
455
Cfr. Guerra, P., 1997: op. cit.
141
del estrecho vínculo es la importante cantidad de ex dirigentes sindicales
que asumieron tareas de gobierno. El PIT CNT intenta construir cierta
doctrina de “independencia de clase” en miras a un primer gobierno
frenteamplista que vuelve a convocar consejos de salarios y reactiva
en el parlamento la discusión y aprobación de varias leyes laborales. El
segundo gobierno del Frente Amplio parece reflejar una mayor actividad
sindical de carácter corporativo. Como nunca antes desde el retorno
a la democracia el discurso sindical divide aguas entre partidarios del
gobierno (“no nos da lo mismo un gobierno de izquierda que uno de
derecha”) y opositores (“debemos mantener la independencia de clase”
“este sigue siendo un gobierno neoliberal”). Si bien todo indicaba hace
unos años a cierta transición a un tipo sindical clasista de mercado, esto
es, a un PIT CNT representándose como actor nacional relevante en
la defensa de intereses de la clase trabajadora en términos básicamente
inmediatistas 456, los sucesos vividos en 2010 parecerían mostrar una
fuerte disputa en la incidencia que ciertos partidos políticos quieren
tener a la interna del sindicalismo, valiéndose de una táctica que combina
discurso político con intensa movilización corporativa.
458
Cfr. Zapata, F.: “¿Crisis del sindicalismo?”, en Revista Economía &
Trabajo, Año 1, N° 2, Santiago, PET, 1993, pág. 101- 120.
143
En esos años, surgieron varias negociaciones sindicales que bien
podemos llamar “anómalas” o “atípicas”459 para lo que ha sido la norma
típica y clásica de nuestro sistema de relaciones laborales, creo que
basado en demasía en la confrontación, donde sólo es posible negociar y
coincidir en materia salarial entre las partes. Estas nuevas experiencias,
nos muestran “semillas” de posibles nuevos tipos de relacionamientos,
diferentes a los que imperan en el marco de un sistema de relaciones
laborales netamente taylor-fordista, con características muy distintas
a las citadas con anterioridad; y ante las cuáles el sindicalismo parece
querer adaptarse, no sin enfrentar un debate profundo acerca de su rol
y legitimación en un nuevo contexto, por cierto muy disímil al que operó
cuando sentó sus bases organizacionales, políticas e ideológicas.
144
muy valiosos sobre las orientaciones del empresariado, aunque todos
ellos, basados fundamentalmente en un determinado tipo de empresa: la
gran empresa capitalista.
145
En realidad, no todas las empresas se comportan de acuerdo a las defi-
niciones más clásicas. A saber: no todas las empresas tienen grupos in-
feriores y grupos superiores, no todas se estructuran verticalmente, no
todas basan la motivación para colaborar por parte de sus trabajadores
en el salario, no todas generan mercancías, no todas lo hacen con ánimo
de lucro, no todas persiguen la maximización de sus utilidades. Desde un
punto de vista más amplio, ni todas las empresas son meramente produc-
tivas, ni todas las familias son meramente consumidoras.
146
nuevo paso en la elaboración teórica sobre la empresa de capitales
se da con las posturas de Marx y Engels, que al analizar el proceso
de valorización en el Modo Capitalista señalan lo que a su parecer
configura el punto de partida del socialismo científico: el capital al
contratar trabajo para la generación de mercancías produce una
plusvalía, esto es, un valor mayor al valor de cambio que aporta
el trabajo en el proceso productivo, interpretado desde entonces
como explotación del propietario de los medios de producción ha-
cia el vendedor de la fuerza de trabajo. No analizaremos aquí las
debilidades de esta perspectiva461. Solo acotemos que en el mejor
de los casos, describe las características de un tipo de empresa: la
empresa capitalista.
463
Cfr. Razeto, Luis (1988): op. Cit., p. 243 y ss
464
Los kibbutzim por ejemplo nacieron aplicando la fórmula divulgada por
Marx, “de cada quien según su capacidad, a cada quien según su necesidad”.
148
A mi criterio, estas clasificaciones son confusas y para nada fundamenta-
les en la identidad de los distintos sectores de la economía.
Llegado a este punto podemos decir que hay empresas (por lo gene-
ral de grandes capitales) que solo operan en el mercado persiguiendo la
maximización de sus ganancias, incluso sin importarles el rubro o región
149
465
Al respecto Cfr. Razeto, Luis (1988).: Op. Cit, Cap. 2.
150
en la que invierten. El caso más notable en los últimos años ha sido la
irrupción de los llamados private equities. En el otro extremo hay em-
presas solidarias que buscan la eficiencia para perseguir fines sociales,
donde los sujetos “beneficiarios” son externos a estas organizaciones y
los miembros “internos” están fuertemente motivados en la persecución
de esos fines. Más emparentadas a éstas que a las primeras, existen otros
formatos solidarios que buscan utilidades para satisfacer las necesidades
de sus propios miembros sin desatender sus dimensiones comunitarias.
151
Otra forma de clasificar a las empresas, de donde también surgirán
lógicas distintas en materia empresarial es con respecto al tamaño. Por
lo general, los autores que han tratado el tema de los empresarios desde
las ciencias sociales, toman como paradigma a la gran empresa.
Creemos que ese es un aspecto que habría que mejorar desde el plano
académico, pues las grandes empresas sólo ocupan al 31% de la mano
de obra en nuestro continente. En Uruguay, por su lado, las grandes
empresas no representan sino una mínima proporción entre el total.
De acuerdo al Censo Económico de 1988, había en Uruguay 167.670
MYPES, lo que representaba el 96.7% de las empresas del país; con un
total de 416.811 empleados, esto es, el 59.8% de los ocupados del
medio urbano.
No cabe duda que en Uruguay, como en el resto del continente, las lla-
madas empresas modernas, del tipo capitalista de gran tamaño, no llegan
a generar siquiera la mitad de los puestos de trabajo, con el
agravamiento que fruto de la introducción de moderna tecnología, y
otros fenómenos vistos en el capítulo anterior, en los últimos años, lejos
de promover nue- vos empleos los desplazan hacia el creciente segmento
de los Mypes, y de lo que en general preferimos llamar economía
popular.
Cfr. Etzioni, Amitai: La Tercera Vía hacia una buena sociedad. Propuestas desde el
comuni- tarismo, Madrid, Trotta, 2000, p. 88.
152
Hasta hace unos años, los grandes supermercados sólo operaban en ba-
rrios de alto poder adquisitivo. En Uruguay es posible advertirlo cuando
vemos la expansión que éstos han tenido en Carrasco y las salidas hacia
el Este del país. Ahora bien, no conformes con este segmento del mer-
cado, éstos se desplazan hacia otros puntos inadmisibles años atrás: la
zona del mercado modelo, o Sayago, presentan ahora enormes galpo-
nes prolijamente provistos por las grandes cadenas que han afectado a
un sinnúmero de almacenes y pequeños locales insertos en la zona. ¿Es
posible pensar entonces en una solución por la vía de las Mypes tenien-
do en cuenta esos fenómenos? Si pensáramos en una competencia con
esquemas individualistas, creemos que la solución sería quimérica. Más
bien compartimos junto a muchas ONGs., en la necesidad de profundizar
los vínculos solidarios entre las Mypes construyendo verdaderas redes
que permitan una competencia en pié de mayor igualdad con las grandes
empresas.
Servicio Doméstico 7%
Fuente: OIT, 1996.
153
de empresas y lógicas empresariales, contando para ello con datos,
experiencias, e informaciones que analicen a la empresa multinacional,
a la gran empresa nacional, pero también a las Mypes, a las empresas
cooperativas, a las comunidades de trabajo, al gran productor rural, pero
también al pequeño. Sólo así seríamos estrictamente justos, además de
objetivos en el plano estrictamente científico.
154
Así la función directiva incluiría idealmente tres capacidades básicas:
resolver problemas, ejecución e iniciativa470.
156
quien invertía capitales para la producción de mercancías. En todos los
casos observamos que es común al empresario el poner en movimiento
determinados recursos con el fin de obtener un beneficio, pero a su vez,
corriendo el riesgo de no saber a ciencia cierta cuál sería el monto de ese
beneficio, e incluso muchas veces, haciendo una inversión con el riesgo
de no generar beneficios, soportando por tanto el riesgo de cuantiosas
pérdidas de capital.
157
Además, en cuanto a las lógicas empresariales señaladas al principio,
las entidades cooperativas reúnen sus empresas, guiadas por los
principios cooperativos476, en distintas Federaciones de acuerdo al
tipo de cooperativa. En ese sentido, las cooperativas de producción se
nuclean en la Federación de Cooperativas de Producción del Uruguay;
las cooperativas de consumo en su Federación, las de ahorro y crédito
lo mismo, etc. Luego todas las Federaciones se reúnen en la Cudecoop,
Confederación que reúne a todas las cooperativas del país, lo que suma
la importante cantidad de 614.000 socios477.
159
Los programas de Calidad Total, de producción flexible, las
tercerizaciones, la constitución de equipos, la necesidad de repensar y
re-elaborar las relaciones laborales clásicas en las empresas, de flexibilizar
los mecanismos de producción, etc., empiezan a ser tenidos en cuenta
por el empresariado nacional.
Trabajo en grupos
480
Cfr. Interconsult en http://ww w.acde.org.uy/eventos/ElRolEmpresario.htm
(relevado en Enero de 2011)
161
Texto11
:
Distintas personas que forman parte de una empresa, tienen de ella ex-
periencias e ideas que pueden ser muy diferentes. Para unos es un lugar
de trabajo, para otros una oportunidad de inversión, para algunos un cen-
tro de poder, para otros un conjunto de sistemas y procesos técnicos, o
también una institución que tiene derechos y responsabilidades. Estos
distintos puntos de vista, más otros que se podrían agregar, nos muestran
que la empresa -de cualquier tipo que sea- es una realidad compleja En
ella se combinan siempre elementos económicos, técnicos, sociales, ju-
rídicos, políticos y culturales, constituyendo en su conjunto una totalidad
estructurada.
162
HABLAMOS DE LA EMPRESA COMO UNA UNIDAD (UNIDAD SOCIAL,
UNIDAD ECONOMICA, UNIDAD JURIDICA, UNIDAD CULTURAL, UNIDAD
TECNICA, Y UNIDAD DE TODAS ESTAS UNIDADES), COMPUESTA
SIN EMBARGO DE MULTIPLES ELEMENTOS. ES, PUES, UN
MICROMUNDO SOCIAL, QUE SE MANIFIESTA COMO UNA
ORGANIZACIÓN DE PERSONAS Y DE ACTIVIDADES
RACIONALMENTE INTEGRADAS A TRAVES DE RELACIONES
ECONOMICAS, SOCIALES, TECNOLOGICAS, INSTITUCIONALES.
Una de las razones que impiden o dificultan que los trabajadores y sec-
tores populares en general participen en la gestión de las empresas, u
organicen empresas alternativas bajo su conducción, es precisamente el
haber sido tradicionalmente excluidos del conocimiento de aquellas di-
mensiones globales propias de la vida de las empresas. Su capacitación,
su experiencia y su práctica, suelen quedar limitadas a lo necesario para
el ejercicio de sus trabajos y funciones instrumentales al interior de la
em- presa. Los trabajadores están limitados en su acción porque no
conocen en profundidad las estructuras generales de la empresa, no
tienen acceso a gran parte de las fuentes de información, y carecen de
una comprensión adecuada de diversos mecanismos y criterios para la
adopción de decisio- nes empresariales.
163
QUE HAY OTRAS POSIBILIDADES DE ORGANIZACIÓN EMPRESARIAL
EN LAS QUE PUEDEN SER PROTAGONISTAS Y ORGANIZADORES, SIN
RENUNCIAR A SUS IDEALES Y VALORES DE JUSTICIA Y FRATERNIDAD SINO
CONCRETIZANDOLOS EN LAS PROPIAS ACTIVIDADES ECONOMICAS.
Entre otras cosas, permite a los trabajadores llegar a ver con transparen-
cia las complejas relaciones que configuran esos micromundos sociales
donde desenvuelven gran parte de sus vidas, y a partir de ello
proponerse objetivos realistas más elevados y amplios. Al avanzar en
nuestro estudio iremos comprendiendo mejor la centralidad que
adquiere la cultura de la empresa y del trabajo en el desarrollo de un
proceso alternativo y creati- vo de transformación social.
164
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Trabajo: aquella actividad
propiamente humana que
hace uso de nuestras
facultades tanto físicas como
morales e intelectuales,
conducentes a obtener un
bien o servicio necesario
para la satisfacción propia
y/o ajena de algún tipo de
necesidad.
A p o y a