Rese A El Arte de La Vida - Rupnik
Rese A El Arte de La Vida - Rupnik
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RESEÑA DE
Reseñado por
AGEJAS ESTEBAN, José Ángel
www.relectiones.com
RESEÑA
REVIEW
El arte de la vida
Autor / Author
RUPNIK, Marko Ivan
Editorial / Publishing company
Fundación Maior, Madrid, 2013, pp. 226
El reto de educar ha sido siempre una de las tareas que más ha inquietado a toda cultura
y civilización. La paideia occidental, iniciada con la tradición helénica y enriquecida con
la judeocristiana, ha visto cómo se tambaleaban sus cimientos en las últimas décadas.
Una crisis cultural es una crisis educativa de inicio a in. En este apasionante volumen,
el jesuita, artista y teólogo Marko Ivan Rupnik nos ofrece, en forma de unos imaginarios
diálogos, una serie de relexiones sobre cómo hacer frente a la crisis actual.
Son dos los personajes que intercambian sus experiencias y perspectivas en los siete
capítulos del libro: el anciano monje Boguljub y la joven neurocirujana Natasha, sobrina
del padre Vassilij, el más iel discípulo del monje Boguljub. En el capítulo inicial se nos
ofrecen las claves de qué hemos de entender por educar y formar en una sociedad y
un ambiente que parecen rechazar todo lo que eso ha supuesto siempre. Tanto es así,
que Natasha se acerca al monasterio a visitar a su director espiritual, el padre Boguljub
recordando cómo la hija adolescente de unos vecinos, siempre ocupados e inquietos por
destacar en un mundo icticiamente competitivo, ha sufrido un coma durante una de esas
iestas típica de nuestros días, en las que «los jóvenes —más bien los jovencísimos— se
juntan y beben, beben mucho y mezclan de todo» (p. 8).
Lo más interesante de este libro, a nuestro juicio, no es sólo la aportación de autores
de la tradición cristiana occidental y la recuperación de la sabiduría de muchos Santos
Padres de los primeros siglos cristianos, sino sobre todo, el planteamiento: la relación
cultural que el cristiano ha de establecer con el pensamiento dominante, como en los
primeros siglos, no es de conlicto, ni de condena, ni de choque, sino de diálogo creativo
desde la conciencia de la verdadera vida recibida en plenitud.
«Para educar hoy son necesarias la creatividad y la visión. Nuestra mirada no puede
encerrarse en una metodología prestada de alguna ciencia pedagógica y nuestra práctica
de hace 50 años. En otro tiempo la fe inspiró en Europa toda la vida cultural, como
una levadura. Y, todavía más atrás, al inicio del cristianismo, una comunidad cristiana
pequeña, perseguida y extremadamente variada, heterogénea, sin ninguna identidad
histórica y sin pertenecer a ninguna cultura, desplazó al potente sistema de educación
Nº 01
2014
ISSN: 2386-2912
AGEJAS ESTEBAN, José Ángel.
“El arte de la vida”, de RuPNIk, Marko Ivan.
Relectiones. 2014, nº1, pp. 169-172.
clásica… Hoy, en cambio, estamos imitando al mundo en casi todo. (…) La educación es un
detalle. Importante, cierto, pero que debe ser colocado en el conjunto. Y es el conjunto lo que
nosotros hemos traicionado. Ya desde hace varias generaciones el mundo nos ha convencido
para que consideremos cada realidad singular como un todo» (p 14).
Desde el primer capítulo, por tanto, las relexiones del monje van a ir trazando un plan
cultural, esto es, un plan de vida para recuperar la unidad del todo y superar la visión fragmentaria
ideologizante que acabamos de reseñar. El subtítulo del libro, «lo cotidiano en la belleza» nos
da una pista importante de cuál es la propuesta de reforma educativa que Rupnik lanza desde
estas páginas: la comunicación de una «sabiduría que abra el corazón de las personas a una
comprensión verdadera la vida» (p. 26), lo que va íntimamente ligado con la visión que la fe
nos ofrece del hombre y de la realidad a la luz de su destino inal, de la plenitud de vida en
Cristo. Que la vida y su sentido vienen de Dios es algo que sólo podemos descubrir a la luz
de esa sabiduría que las ciencias modernas parecen haber agotado. Porque, dice Rupnik a
través de las certeras relexiones de Boguljub, «la ciencia da la impresión de tener algo que
ver con la vida, porque considera la realidad material y psíquica de la creación. Sin embargo,
por honestidad, declara a priori que su campo es lo que podemos llamar el material de los
seis primeros días de la creación, cuando aún no había soplo; por lo tanto, un material que se
comprende en la clave de la razón humana por sí sola. Pero airma abiertamente que no es de
su competencia ocuparse del soplo de Dios, y por lo tanto, no lo considera» (p. 29). Por lo que
el arte de la vida (lo airma explícitamente en la p. 30), que es el mayor potencial de nuestra
existencia, consiste en «fecundar esta vida con la vida verdadera, la que no tiene ocaso».
No podemos alargarnos mucho más en el análisis de este capítulo inicial, en el que desarrolla
un interesante diagnóstico no sólo de la crisis actual, sino sobre todo, de las razones por las que
los cristianos se encuentran sin capacidad de propuesta alternativa a dicha crisis. Concluiremos
apuntando dos elementos más que constituyen buena parte del fundamento para comprender
el itinerario que sigue en el resto de capítulos del libro.
El primero, que los cristianos podemos ser un obstáculo en la propuesta del camino que ha
de seguir el hombre para la libre adhesión por amor con Dios. ¿La razón? «En los últimos siglos
también nosotros hemos hecho nuestra una especie de humanismo radical, no en el terreno
de los valores, sino en el de los criterios metodológicos, de las formas particulares, de los
itinerarios epistemológicos, que sin embargo nacieron frecuentemente en contradicción abierta
con el universo de la fe. Con este bagaje y obrando de la misma manera en que obra el mundo,
queremos, sin embargo, poner siempre un sello religioso sobre nuestras cosas. El resultado no
puede ser otro que provocar una especie de alergia a lo religioso, porque mediante este modo
de proceder, lo humano no percibe lo divino como liberador, como redentor de la humano, sino
como un formalismo sofocante, como un moralismo cultural, y al inal, como un adorno, por lo
tanto como algo no indispensable, de lo que uno se puede deshacer sin problemas» (p. 37).
El segundo, la propuesta del camino del símbolo como el método de conocimiento
auténticamente integral, aquel que aúna teoría y vida, el que posibilita un nuevo estilo educativo,
que no se realiza sobre modelos externos a nosotros mismos, sino sobre la recuperación de la
vida plena, aquel que le devuelve a la vida del espíritu la primacía sobre la materia. «Mediante
el símbolo, que por su naturaleza es una realidad que es más que ella misma, una cosa que
maniiesta en sí misma lo que ella no es, lo que es más que ella misma y que sin embargo se
revela por medio suyo. El símbolo es, pues, una realidad fenoménica, que pertenece a nuestro
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mundo, pero a través del cual se vislumbra una realidad más profunda que le da signiicado.
Todo lo que vemos, no es sino el relejo, no es sino la sombra de aquello que es invisible a
nuestros ojos. El símbolo es así el relejo de un doble orden de lo real, el del fenómeno, aquello
que se maniiesta en apariencia, y el del noúmeno, es decir, el núcleo incandescente de las
cosas. El símbolo es así la unión de dos mundos, unión no solo pensada, sino fundada en el
amor del Dios Creador y Redentor» (p. 43).
Pasamos así a considerar en el capítulo segundo el papel de la imaginación en la educación,
entendida como la capacidad del hombre de elaborar imágenes en su mundo interior. Hay una
imaginación espiritual, que nos ayuda a huir tanto del materialismo como del intelectualismo
estéril. «Se entiende que para que una imaginación sea real, debe apoyarse en la mirada de
Dios. Mirarse como Dios nos ve. Lo que es en la visión de Dios, es lo que existe realmente y
al mismo tiempo es el horizonte sobre el que ejercitamos nuestra creatividad imaginativa. La
mirada de Dios, el ojo de Dios, no está sujeto a ningún cambio idealista, conceptual, pensado
o demostrado empíricamente con métodos elaborados por nosotros mismos, porque el camino
es Él mismo» (p. 76).
En el capítulo tercero («Una habitación conforme al hombre nuevo»), además de
resonar muchos ecos distintos acerca de qué signiica hacer habitable el mundo del hombre,
contemplados desde la novedad radical del hombre redimido, encontramos una muy interesante
propuesta: la pedagogía de los pequeños pasos.
Serán esas pequeñas sugerencias e indicaciones las que ayuden a entender las propuestas
que se harán en el resto de los capítulos para introducir cambios que ayuden a reavivar el
corazón de las personas y abrirlas a Dios: el hogar, el vestido, el alimento, el fracaso… Las
heridas más profundas son las que dañan el corazón del hombre, y sólo una conversión de
la mente a la vida, como dice el último capítulo, es capaz de hacer palpable en lo cotidiano la
belleza que se desprende de la unidad del amor con y en Dios.
Podíamos señalar muchas intuiciones con las que Rupnik va salpicando esta obra a través
de las relexiones del sabio monje Boguljub. A modo de ejemplo, recogemos sólo alguna.
Como cuando alerta del riesgo de la ideología también en el bien (pp. 116-119), que a su vez
aporta una clave metodológica muy útil para quienes se mueven no sólo en el ámbito de la
moral, sino de la ilosofía en general: «cuando se experimenta que se ha entendido, es en ese
momento cuando tenemos que estar atentos. Se trata de un ejercicio espiritual. Cada vez que
la razón entiende algo, es decir, llega a captar una realidad con mayor evidencia, viendo más
claramente los elementos que la componen, la inteligencia vive una especie de entusiasmo,
una satisfacción que sacia. Esta satisfacción ofrece una especie de sabor a vida y nuestro
asentir es ya una expresión arriesgada, porque la cosa entendida puede ser confundida con
la vida misma, se puede pretender que corresponda simple y llanamente con la vida» (p. 117).
Es algo que retoma casi al inal, por ejemplo, al hablar de la conversión de la mente a la
vida en el último capítulo: «el conocimiento es una cuestión de toda la persona, no sólo de su
inteligencia. (…) La inteligencia fundada en el epicentro espiritual de la persona humana es una
inteligencia abierta a la acción del Espíritu Santo, y por lo tanto se realiza en el ágape y también
actúa por medio de la comunión. Es una inteligencia contemplativa que, mientras descubre lo
que conoce, instaura también una relación de comunión con lo que conoce. (…) Por eso un
conocimiento contemplativo no es un conocimiento oprimente, obligante. No fuerza, sino que
airma; no encadena, no dirige, sino que contempla» (p. 195).
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