Enciclopedia de Las Curiosidade - Gregorio Doval
Enciclopedia de Las Curiosidade - Gregorio Doval
Enciclopedia de Las Curiosidade - Gregorio Doval
Enciclopedia de
las curiosidades
El libro de los hechos insólitos
ePUB r1.0
syd 09.05.13
Título original: Enciclopedia de las
curiosidades: El libro de los hechos
insólitos
Gregorio Doval, 1994
Diseño de portada: DIGRAF
L a que tradicionalmente se
considera como la guerra más
breve de la historia ocurrió el 27 de
agosto de 1896, enfrentando a Gran
Bretaña y a su por entonces sultanato
dependiente de Zanzíbar (territorio
insular africano hoy integrado en
Tanzania). La guerra fue declarada a las
9.02 de la mañana y finalizó 38 minutos
después, a las 9.40. La flota británica, al
mando del contralmirante Harry
Holdsworth Rawson (1843-1910),
presentó un ultimátum a Said Jalid, que
acababa de derrocar al sultán impuesto
por los británicos, para que se rindiera y
abandonara el palacio. El único barco
de guerra de Zanzíbar, el mercante
transformado Glasgow, al acercase a la
flota británica, fue hundido con dos
certeros cañonazos. Inmediatamente,
esos mismos cañones dirigieron sus
bocas hacia el palacio del sultán, quien,
a la vista del cariz que tomaban los
acontecimientos, se rindió
incondicionalmente. No obstante, los
cañones dispararon y destruyeron el
palacio. Acabada la efímera guerra, los
británicos exigieron que el nuevo
gobierno de Zanzíbar pagara las
municiones utilizadas en la refriega, en
concepto de reparaciones de guerra. Por
su parte, Rawson fue condecorado con
la Estrella Brillante de Zanzíbar, de
primera clase, por el nuevo sultán
Hamud ibn Muhammad.
E n la primavera de 1969, se
disputaron dos partidos de fútbol
entre las selecciones nacionales de
Honduras y El Salvador,
correspondientes a la fase clasificatoria
para la Copa del Mundo de 1970. El
partido de ida acabó con victoria
hondureña por 1-0, siendo un encuentro
apasionado, duro y enconado, pero, para
lo que suele ser este tipo de partidos,
normal. Sin embargo, en el transcurso
del partido de vuelta, jugado en San
Salvador, que finalizó con la victoria
local por 3 goles a 0, se produjeron
graves enfrentamientos entre ambas
hinchadas, que se saldaron con multitud
de heridos. Como por aquel entonces las
eliminatorias se disputaban por el
sistema de puntos, sin tenerse en cuenta
el número de goles, el doble
enfrentamiento quedó igualado y todo
quedó en suspenso hasta la disputa de un
tercer partido en campo neutral. Sin
embargo, mientras se esperaba aquel
tercer partido, el enfrentamiento se
extendió al campo diplomático, con la
expulsión de unos 11 000 ciudadanos
salvadoreños del territorio de Honduras,
y al militar, el 14 de julio, cuando, en
represalia, carros de combate
salvadoreños cruzaron la frontera
hondureña, mientras aviones
bombardeaban también los principales
puertos de Honduras. Esta Guerra del
Fútbol (que nunca fue declarada como
tal) acabó el 18 de julio, tras mediación
de la Organización de Estados
Americanos, con varios millares de
víctimas, entre muertos, heridos y
refugiados. El partido de desempate,
celebrado en el estadio Azteca de
México, acabó con victoria salvadoreña
por 3-2, tras prórroga, y lo que fue más
importante, sin que se registraran
incidentes dignos de mención.
L a madre de Jean-Jacques
Rousseau (1712-1778) murió al
darle a luz y ello provocó que su hijo
recibiese una educación muy
desordenada, que influiría tanto en su
obra como en su vida posteriores,
generándole un carácter y un
temperamento muy inestables.
Desempeñando múltiples oficios,
Rousseau se entregó pronto a multitud de
amoríos y romances. Empleado como
aprendiz de procurador y grabador con
el maestro Ducommun (que le sometió a
un cruel trato), optó por huir cuando
tenía 16 años, recalando en la ciudad de
Confignan, en la Saboya francesa. Allí
encontró asilo en casa de un sacerdote,
al que se ganó con el pretexto de haber
llegado a su puerta para convertirse al
catolicismo. El sacerdote le envió a
casa de la baronesa de Warens, la cual
le hizo ingresar en el convento del
Espíritu Santo de Turín, donde el
muchacho abjuró del protestantismo.
Luego vivió amancebado durante
algunos años con su protectora, de la
que al cabo perdió su favor. Tras una
breve temporada en que ejerció de
preceptor en Lyon, llegó a París en
1741, donde entró en el círculo de los
enciclopedistas, viviendo bajo la
protección de una de ellos, Madame
d'Epinay. Mientras tanto comenzó una
relación amorosa clandestina con una
modesta costurera, Teresa Le Vasseur,
de la que tuvo cinco hijos (enviados
sucesivamente al hospicio tan pronto
como nacieron) y con la que se casaría
finalmente veinticinco años después.
Reingresado en la fe protestante, y tras
publicar algunas obras que alcanzaron
un gran éxito, hubo de huir de Francia al
ser perseguido tras la publicación de
Emilio, condenado por el Parlamento de
París. Fue acogido por el rey Federico II
de Prusia y posteriormente por el
filósofo inglés David Humo. De vuelta a
Francia, empobrecido y malviviendo
como copista de música y autor de
opúsculos, entró en una fase de extrema
hipocondría, que le llevó a cambiar
constantemente de residencia hasta su
muerte.
L os comienzos de la carrera
literaria del gran dramaturgo
noruego Henrik Ibsen (1828-1906) no
fueron nada halagüeños. Su primera
obra publicada, Catilina (1848), supuso
tal fracaso de ventas que los libros,
deshojados, acabaron siendo vendidos a
un tendero como papel de envolver.
Después de tal fracaso, intentó
matricularse en la universidad de Oslo,
pero suspendió el examen de ingreso.
También trató de dedicarse al
periodismo, pero igualmente no tuvo
éxito. Por fin, comenzó a trabajar como
empresario teatral, primero en Bergen y
luego en Cristianía (la actual Oslo),
puestos que le permitieron ir estrenando
obras suyas, ninguna de las cuales
alcanzó el éxito; si acaso, algún sonoro
fracaso. Tras verse obligado a
abandonar sus poco exitosos negocios
teatrales, hubo de pasar cinco años de
extrema pobreza en Roma, en los que se
convirtió en uno de los muchos
bohemios de largos cabellos e ideas
chocantes que por allí pululaban.
Finalmente, se decidió a escribir un
drama sobre el fracaso y envió sin
demasiadas esperanzas una copia a la
editorial noruega Danish, que lo publicó
en 1866 con un buen éxito de ventas.
Tras repetir éxito relativo con un nuevo
drama, Peer Gynt, regresó a su país,
olvidó todo escamo bohemio, aburguesó
su aspecto físico y fue nombrado poeta
nacional noruego.
E l 5 de diciembre de 1664 se
hundió un barco en el estrecho de
Menay, en la costa norte de Gales,
muriendo 82 pasajeros, todos los que
componían el pasaje, salvo un hombre
llamado Hugh Williams. El 5 de
diciembre de 1785, otro barco se
hundió, pereciendo 60 pasajeros y
dejando un único superviviente, llamado
Hugh Williams. El 5 de agosto de 1860,
el hundimiento de un tercer barco
provocaba la muerte de 25 pasajeros y
un único superviviente, llamado —
¿cómo no?— Hugh Williams.
E l constructor de la ciudadela de la
Bastilla, Hugues Aubriot (?
-1382), preboste de París y constructor
también del Châtelet, el puente de Saint
Michel y el primer sistema de cloacas
abovedadas de la capital francesa, fue la
primera persona encerrada en la
Bastilla, cuando ésta pasó a ser cárcel,
acusado de impiedad y herejía, a la
muerte de su protector el rey Carlos V
de Francia. Sin embargo, inaugurando
otra costumbre, el pueblo se amotinó y
lo liberó.
E l 2 de febrero de 1852, el
sacerdote Martín Merino (1789-
1852) —al que no hay que confundir con
el más famoso Cura Merino, notable
héroe de la Guerra de la Independencia
y de las guerras carlistas— intentó
asesinar a la reina española Isabel II
(1830-1904), que salía de una misa de
acción de gracias por su reciente parto.
Pero el cuchillo se enganchó en las
ballenas del corsé de la reina,
desviándose la puñalada y causando
sólo un leve rasguño a su majestad. El
frustrado regicida fue rápidamente
juzgado y ahorcado.
L os norteamericanos, aficionados
como ellos solos a la búsqueda de
coincidencias en las vidas de sus
personajes ilustres han señalado una
numerosa lista de ellas en las
respectivas biografías de los presidentes
Abraham Lincoln (1809-1865) y John
Fitzgerald Kennedy (1917-1963). Para
empezar, ambos fueron elegidos
congresistas en 1847 y 1947,
respectivamente, y designados
presidentes en 1860 y 1960. Los dos
medían 1,83 metros de estatura y sus
apellidos tienen siete letras. Sus
secretarios, apellidados,
respectivamente, Kennedy y Lincoln, les
aconsejaron no ir a los lugares donde
ambos fueron asesinados. Los dos
magnicidios ocurrieron en viernes, y
ambos estadistas recibieron balazos en
la cabeza, disparados desde atrás y en
presencia de sus mujeres (las cuales,
por cierto, perdieron un hijo durante su
estancia en la Casa Blanca). El asesino
de Lincoln, Booth, disparó sobre él en el
teatro Ford y se escondió en un almacén.
El de Kennedy, Oswald, le disparó
cuando viajaba en un automóvil de la
marca Ford (modelo Lincoln) desde un
almacén, ocultándose en un teatro. Los
magnicidas, cuyos nombres completos
tenían 15 letras en cada caso, eran
sureños y habían nacido en 1839 y 1939,
y ambos fueron asesinados a su vez
horas después de cometer los
magnicidios (sin haber confesado su
autoría). Los dos presidentes fueron
sucedidos por los vicepresidentes
Andrew y Lyndon Johnson, que eran
senadores, demócratas sureños y
nacieron respectivamente en 1808 y
1908. ¿Será todo esto puro azar?
H ub Beardsley, presidente de la
empresa farmacológica Doctor
Miles Laboratories, visitó en el
invierno de 1928 las instalaciones de un
periódico de la ciudad de Elkhart, en el
estado norteamericano de Indiana,
coincidiendo con una fuerte epidemia de
gripe. En el curso de la visita, observó
que ninguno de los empleados del
periódico sufría los síntomas de la
enfermedad. Comentando la curiosa
circunstancia con el director de la
publicación, éste le contó que ello era
resultado de que había hecho que todos
tomasen un remedio casero de su
invención, consistente en una mezcla de
aspirinas y bicarbonato a partes iguales.
De vuelta a su empresa, Beardsley
encargó a uno de sus químicos, Maurice
Treneer, la fabricación de una pastilla
con esa combinación. De esta forma tan
casual nació, en 1931, el Alka-Seltzer.
E
hecho
n 1839, se produjo otra de las
muchas casualidades que han
avanzar la investigación
científica. En un descuido, el químico
americano Charles Goodyear (1800-
1860), que trataba de averiguar cómo
eliminar la pegajosidad del caucho, dejó
caer unos trozos de este material
mezclado con azufre sobre una estufa
encendida. Al comenzar a quemarse el
caucho, Goodyear se dio cuenta de su
descuido, pero observó sorprendido que
el caucho no se fundía, sino que sólo se
carbonizaba lentamente, como si fuese
cuero. Inmediatamente clavó el trozo de
caucho medio carbonizado en la parte
exterior de la puerta de la cocina de su
casa para que se enfriara con el intenso
frío que hacía fuera, olvidándose de él
al rato. A la mañana siguiente,
comprobó con sorpresa que el trozo de
caucho carbonizado se había
transformado en un material que
conservaba su flexibilidad y elasticidad
(ésta incluso acentuada), pero que ya no
era pegajoso. La conclusión era obvia:
agregando azufre al caucho, sometiendo
la mezcla a una temperatura mayor que
su punto de fusión (proceso que, en
1842, el inglés Thomas Hancock
llamaría vulcanización) y enfriándola
rápidamente, se producía una
estabilización de las propiedades del
caucho que abría todo un mundo de
nuevas aplicaciones para este producto
que hasta entonces sólo se utilizaba
como goma de borrar. Como pronto se
comprobó, el caucho vulcanizado podía
ser estirado hasta doce veces su tamaño
original, sin romperse ni deformarse
irreversiblemente.
E n la República de Uruguay se
volvieron a autorizar los duelos en
1920, aunque la costumbre los restringió
a asuntos ideológicos, más que de honor.
Precisamente, por una controversia de
índole política se batieron en 1968 el
periodista Jorge Batlle y el senador
Flores Mora.
L as pócimas, ungüentos,
mascarillas y pomadas cosméticas
han variado mucho a lo largo de la
historia; pero en casi todas las épocas se
han utilizado algunas de composición
realmente sorprendente. Veamos algunos
ejemplos. Las mujeres de la nobleza
egipcia de tiempos de Cleopatra
utilizaban todo tipo de desodorantes,
tónicos capilares y corporales,
mascarillas faciales, blanqueadores,
suavizantes, pomadas antiarrugas…,
hechos con sustancias tales como leche
de burra, harina de avena y habas,
levaduras, miel, arcilla, lodo del Nilo,
aceites de palma, cedro y almendras.
Las romanas (y romanos) de los tiempos
de Nerón usaban sustancias como el
albayalde y la tiza para aclarar el rostro;
harina y mantequilla para curar
espinillas y erupciones cutáneas; piedra
pómez, mezclada con orina de niño, para
blanquear los dientes; loción de
amapolas como base para aplicarse
blanco de cerusa sobre el rostro; y
vinagre, arcilla y corteza (le encina
macerada con limón para endurecer los
pechos. Juvenal menciona en uno de sus
escritos el uso del sudor de lana de
oveja como excelente crema de noche.
Este producto puede parecer realmente
extraño, pero ha de decirse que no es ni
más ni menos que el equivalente a la
actual lanolina.
Perdido el gusto cosmético durante
la Edad Media, a partir del
Renacimiento volvió con verdadera
fuerza, surgiendo costumbres
verdaderamente curiosas. Por ejemplo,
la reina escocesa María Estuardo se
bañaba en vino. Isabel de Baviera solía
bañarse en jugo de fresas. Y la profusión
cosmética también afectaba a los
hombres. El rey inglés Enrique VI
popularizó una pomada perfumada
elaborada con manzanas y grasa de
perro joven. El barón Dupuytren se
aplicaba un crecepelo elaborado con
150 gramos de virutas de madera de boj
maceradas durante dos semanas en 300
mililitros de vodka, a lo que se añadía
luego 50 de extracto de romero y 13 de
extracto de nuez moscada; con él se
masajeaba dos veces al día, mañana y
noche. Por aquel tiempo, volvieron
también a ponerse de moda las
mascarillas, fueran sencillas, como un
filete de ternera, o más complicadas,
como la utilizada por la duquesa de
Alba (la que fue retratada por Goya en
1797), quien se trataba las arrugas de su
rostro con una singular mascarilla hecha
con cuatro claras de huevo batidas y
cubiertas con agua de rosas, llevadas a
ebullición y espolvoreadas después con
15 gramos de polvo de alumbre y 7 de
aceite de almendras. María Antonieta,
por su parte, combatía el acné, al que
era muy propensa, con otra elaborada
con una emulsión cocida a fuego lento
de leche, limón natural y brandy.
L a reina francesa Catalina de
Medicis (1519-1589) decretó que,
para ajustarse al canon de belleza, las
damas de su corte debían de tener una
cintura de 35 centímetros.
L a constitución de la República
romana tenía ya previsto hacia el
año 500 a. de C. que, en caso de
producirse una emergencia o un estado
de excepción en que fuera necesaria la
acción rápida, se pusiera en marcha un
mecanismo político por el cual una
especie de rey temporal afrontara la
situación transitoriamente, sin ningún
tipo de traba ni cortapisa senatorial.
Mientras durase su mandato, la palabra
de este temporal rey absoluto sería
considerada ley. Por ello era designado
con la palabra latina equivalente a
nuestra dictador, con el significado de
«[el que] ha dicho». El dictador estaba
dotado de una total e inapelable
capacidad de decisión, salvo en lo que
afectaba a dos cuestiones: el erario
público, del que no podía disponer sin
consentimiento expreso del pueblo, y su
salida de Italia, que le estaba prohibida.
El Senado tenía la prerrogativa de
nombrar al dictador que, de ordinario,
desempeñaba este cargo por un periodo
máximo de seis meses, al final de los
cuales tenía que rendir cuentas a la
propia asamblea.
Por ejemplo, en el año 459 a. de C.,
el general retirado Lucio Quintio
Cincinato (519-438 a. de C.) fue
nombrado dictador para afrontar la
amenaza de un ejército enemigo que
avanzaba hacia el territorio romano.
Marchó Cincinato a la guerra, derrotó al
enemigo, regresó y, cual era norma,
renunció al cargo inmediatamente, a los
16 días de haberlo asumido. En el
transcurso de muy pocos años, tanto Sila
como Julio César se hicieron nombrar
dictadores perpetuos, excepciones que
siempre se consideraron anómalas e
indeseables por los ortodoxos. Tras la
muerte de Julio César, esta institución
política fue abolida por una ley
promulgada el año 40 a. de C. por
Marco Antonio.
L a introducción de conejos en
Australia por los primeros
colonos ingleses a mediados del siglo
XIX casi desertizó por completo el
territorio interior de esta isla-continente.
Sin encontrar casi ningún enemigo
natural —los colonos habían acabado
casi con la población de dingos (perros
salvajes) y otros depredadores
potenciales—, se reprodujeron con gran
rapidez a partir de las siete parejas
llevadas allí en 1859 por el inglés
Thomas Austin, acabando con la reserva
de pastos del interior australiano, que
fue esquilmado de tal forma que su suelo
prácticamente se convirtió en un
desierto de arena sin ninguna defensa
natural y fue barrido por los vientos. En
1950, el virus mortal de la mixomatosis
fue llevado a Australia y consiguió
controlar la plaga de conejos, que por
entonces se llegó a calcular que estaba
formada por no menos de 1000 millones
de ejemplares. Este virus, que
transmiten los mosquitos, fue
descubierto en los roedores de Brasil,
en los que produce una enfermedad
endémica leve. En 1953, un ciudadano
francés inyectó el virus a los conejos
que asolaban su finca, dañando sus
cosechas. De ahí se extendió el virus
por toda Europa, causando grandes
estragos en la población de conejos
europea.
E
años
l estadista inglés Oliver Cromwell
(1599-1658) fue desenterrado dos
después de haber sido
honrosamente inhumado en la Abadía de
Westminster y su cuerpo, tras ser
arrastrado en trineo hasta Tyburn, fue
colgado hasta el ocaso. El verdugo de
aquella ciudad descolgó el cuerpo, lo
arrojó al patíbulo (destrozando por
cierto su embalsamada nariz) y, de ocho
hachazos, le cortó la cabeza. El cuerpo
fue tirado a un foso y la cabeza
empalada en un poste de ocho metros de
altura con punta de hierro, que fue
amarrado al tejado de Westminster Hall.
Allí permaneció veinticuatro años hasta
1685, cuando una tormenta lo arrancó de
su soporte. Un capitán de la guardia
robó los restos y los escondió en la
chimenea de su casa, mientras que se
iniciaba una ardorosa búsqueda de la
reliquia. El capitán mantuvo su secreto
hasta que, en el lecho de muerte, lo
confesó a su única hija. En 1710, la
cabeza apareció en un espectáculo de
curiosidades, siendo finalmente
subastada por sesenta guineas. En 1775,
la reliquia pertenecía al actor Samuel
Russell que la ofreció al Sydney Sussex
College, del que Cromwell había sido
alumno, pero la dirección declinó la
oferta. Poco después, arruinado Samuel
Russell, sobrevivió con las ganancias de
exponer al público la reliquia. En 1787,
Russell la vendió por 118 libras
esterlinas a un joyero llamado James
Fox. Diez años después, Fox la vendió
por 230 libras a tres empresarios que la
exhibieron en la calle Bond de Londres,
con muy poco éxito de público. En
1814, la propiedad, en manos de la hija
de uno de aquellos empresarios, fue
vendida al doctor Wilkinson. En 1960,
finalmente, la familia Wilkinson la
ofreció de nuevo al Sydney Sussex
College, que esta vez la aceptó,
enterrándola discretamente en los
jardines de la institución.
E n 1922 se produjo
descubrimiento arqueológico de la
tumba intacta de Tutankamon, el
el
E l secretario de estado de
Relaciones Exteriores
norteamericano, William Jennings Bryan
(1860-1925), encargado de la
organización de los actos de
inauguración oficial del canal de
Panamá (1920), invitó a todos los países
occidentales a enviar tina representación
de sus respectivas armadas a los actos.
Lo curioso es que llevó a tal extremo su
celo diplomático que llegó a invitar a la
inexistente Armada de Suiza.
E n 1920, el Departamento de
Agricultura de los Estados Unidos
publicó un folleto recomendando a los
agricultores el cultivo de marihuana por
ser extraordinariamente rentable.
E n 1948, en plena guerra entre
judíos y árabes, el embajador
estadounidense ante las Naciones
Unidas, Warren Austin, apeló al buen
sentido de los dirigentes de ambos
bandos, sugiriendo que arreglasen sus
desavenencias por vía pacífica como
buenos cristianos.
E n el curso de su circunnavegación
terrestre, Hernando de Magallanes
(1480-1521) y su tripulación asistieron
a una danza ritual bailada por un
indígena tehuelche en una playa de una
tierra al sur del continente americano.
Observando su gran corpulencia y el
desproporcionado tamaño de sus pies,
decidió llamar a aquellas tierras
Patagonia (es decir, «tierra de los de la
pata grande»). En realidad, los indios no
tenían los pies grandes, sino que los
llevaban forrados de pieles para
defenderse del frío.
Unos meses antes, Magallanes y sus
hombres habían llegado a las costas de
la actual Uruguay, frente a las cuales
Magallanes exclamó «¡Monte video!»
(«¡Monte veo!»). Tiempo después, en
1726, éste fue el nombre que se dio a la
ciudad allí fundada por el español
Bruno Mauricio de Zabala (1682-1736),
y que, con el paso del tiempo, sería la
capital uruguaya, Montevideo.
E n 1905, el escritor estadounidense
Jack London (1876-1923) se
presentó como candidato a la alcaldía
de su ciudad natal, Oakland, en
California, obteniendo un sonoro
fracaso, al recibir menos de 500 votos.
E n el estado norteamericano de
Nueva Jersey, al darse a conocer
el descubrimiento de Wilhelm Conrad
Roentgen (1845-1923) de los rayos X,
se dictó una ley prohibiendo su posible
aplicación en los binoculares de teatro,
bajo la sospecha de que servían para ver
el cuerpo desnudo de las damas a través
de sus ropas; sospecha promovida
subrepticiamente por una oportunista
campaña publicitaria de un fabricante de
binoculares. Mientras tanto, en Londres
se llegó a vender ropa interior a prueba
de rayos X.
E l 27 de agosto de 1883, la
explosión de la montaña de
Krakatoa (que hasta entonces no era un
volcán) hizo desaparecer gran parte de
esta isla deshabitada del estrecho de
Sonda, entre las islas de Java y Sumatra,
en el Pacífico. En las islas vecinas
murieron por efectos de la explosión
más de 36 000 personas. La erupción
volcánica de la isla convirtió una
montaña de entre 400 y 800 metros
sobre el nivel del mar en un pequeño
golfo de 300 metros de profundidad,
mientras que olas gigantescas de entre
15 y 30 metros de altura arrasaban las
costas adyacentes. Se ha calculado que
el material sólido expulsado por el
cráter fue de 18 000 m3 y las cenizas
cubrieron un área de 825 000 km2. El
polvo proyectado por este volcán, y por
los otros 15 que en un breve plazo de
tiempo de aquel mismo año entraron en
erupción en la misma zona del estrecho
de Sonda, formó una colosal nube que
envolvió prácticamente todo el planeta,
alterando circunstancialmente el clima.
U n grupo de exploradores,
conducido por el general Henry
Washburn, descubrió para los
occidentales en 1870 el conocido como
Old Faithful (en inglés, «Viejo
Puntual»), uno de los mayores géiseres
del mundo, que lanza al aire cada hora
una hirviente columna de agua de unos
45 metros durante casi cinco minutos,
con total puntualidad y exactitud
cronométricas desde que fue
descubierto.
E n numerosas
científicas de
publicaciones
solvencia
reconocida se han publicado en diversos
momentos de la historia noticias
referentes a extrañas lluvias de ranas,
sapos, peces, arañas, caracoles,
mejillones, escarabajos, hormigas,
gusanos, tierras de colores, lana e
incluso cruces (como ocurrió en Sicilia
en el año 746). Se supone que todos
estos sucesos se producen al quedar
atrapados estos animales u objetos por
los fuertes remolinos que suelen
acompañar a las tormentas. Entre las
más famosas lluvias extrañas están las
que a continuación se comentan:
Según diversas crónicas antiguas, en
el año 371 se produjo en la región
francesa de Artois una lluvia de lana,
seguida de otra de agua grasienta, tras lo
cual la tierra, hasta entonces estéril, se
convirtió en fértil. Este legendario hecho
dio lugar al culto del Santo Maná que se
sigue en la catedral de Arrás. El 5 de
mayo de 1786, tras una larga sequía,
cayó una gran cantidad de pequeños
huevos negros sobre la capital haitiana
de Puerto Príncipe. Algunos de los
huevos fueron conservados y
empollados, naciendo de ellos unos
seres no identificados que, según las
descripciones, perdieron rápidamente
varias capas de piel y que parecían
renacuajos. En el verano de 1804, en las
cercanías de Toulouse se produjo una
lluvia de sapos. El 14 de marzo de 1813
una lluvia roja, calificada de «gotas de
sangre» cayó sobre una amplia zona de
Italia, en los alrededores de Nápoles.
Tras analizar dichas gotas, se comprobó
que se trataba de agua con un alto
contenido de hierro y cromo. El 30 de
junio de 1838, en pleno corazón de
Londres, los transeúntes se
sorprendieron al ver llover ranas y
renacuajos. El 28 de diciembre de 1857,
durante el transcurso de una fuerte
tormenta, las aceras de la ciudad de
Montreal, en Canadá, se cubrieron con
centenares de pequeños mejillones. El
11 de febrero de 1859, se produjo una
lluvia de peces (concretamente gobios)
en el condado inglés de Glamorganshire.
El 3 de mayo de 1876, cayó sobre el sur
del condado de Bath, en el estado
norteamericano de Kentucky, una lluvia
de minúsculos trozos de carne. El 24 de
febrero de 1884 y el 19 de julio de 1906
cayeron sendas lluvias de hormigas
sobre las ciudades de Nancy (Francia) y
Milán (Italia). Pocos meses después, el
22 de agosto, en Bilbao, según las
crónicas, «llovieron codornices». El 10
de marzo de 1901, en la ciudad siciliana
de Palermo, una nueva lluvia de sangre
cayó sobre los despavoridos habitantes
de la ciudad. Después se comprobó que
se trataba de gotas de lluvia
impregnadas con un finísimo polvo de
color rojo. A finales de 1971, una lluvia
de corpúsculos amarillos cayó en las
inmediaciones de la ciudad de Sidney,
en Australia. La única explicación
oficial dada al caso vino de boca del
ministro australiano de Salud Pública,
Mr. Jago, que aclaró (!?) que se trataba
de «deyecciones de polen no digerido
de abejas que sobrevolaron la zona»
(sic). El 3 de julio de 1977, una gran
nube de heno sobrevoló la localidad
inglesa de Devizes, descargando en
pleno centro del pueblo.
L a cátedra de matemáticas y de
filosofía natural de la universidad
inglesa de Cambridge, conocida como
Cátedra Lucasian por haber sido
fundada en 1663 por el hacendado
Henry Lucas, ha sido ocupada por una
serie extraordinaria de grandes
científicos, comenzando por Isaac
Barrow, que la legó personalmente a
Isaac Newton, al que seguirían Charles
Babbage —poco más de un siglo
después—, el físico Paul Adrien
Maurice Dirac (pionero de la mecánica
cuántica y premio Nobel) y su actual
poseedor, el famoso Stephen Hawking.
E
fue
l astrónomo Nicolás Copérnico
[Niklas Koppernigk] (1473-1543)
canónico de la catedral de
Frauenburgo sin ser sacerdote, pero
también gobernador militar, baile, juez,
recaudador de impuestos, vicario
general y médico. Su gran contribución
científica consistió en remover los
cimientos de la astronomía occidental
con la publicación de su célebre libro
De revolutionibus orbium coelestium
(«La revolución de los mundos
celestes»), de cuyo fenomenal éxito en
los ambientes científicos de toda Europa
no pudo ser testigo, pues murió, según
cuentan las crónicas, el mismo día que
el primer ejemplar se ponía a la venta.
C harles Chaplin tuvo su primera
actuación pública conocida a los
cinco años de edad, cuando su madre,
una artista de variedades, perdió la voz
durante una actuación y tuvo que dejar el
escenario. Entonces salió Charlie y
cantó una canción. A mitad de la
improvisada actuación, una lluvia de
monedas comenzó a caer en el
escenario. Charlie dejó de cantar y dijo
al auditorio que iba a recoger primero el
dinero y después terminaría la canción,
consiguiendo por primera vez hacer reír
a su público. Se trató del primer detalle
genial de alguien de quien el escritor
británico George Bernard Shaw (tal vez,
con una pizca de cinismo) dijo en cierta
ocasión: «Si alguna vez se nos recuerda,
será porque fuimos contemporáneos de
Charles Chaplin».
D el famoso delincuente
estadounidense John Dillinger se
cuenta que siempre estuvo bien armado,
en más de un sentido. En 1934, este
gángster caía acribillado a balazos por
agentes del FBI. Durante la autopsia,
uno de los forenses le cortó el pene y lo
guardó como reliquia, asombrado de su
tamaño. Al parecer, su miembro
alcanzaba increíblemente los 50
centímetros en acción. Sin embargo,
nunca ha vuelto a reaparecer el supuesto
pene de John Dillinger y, por tanto,
nunca se ha podido valorar este extremo
hasta su justa medida.
A
órgano
l parecer, el rey español Fernando
VII (1784-1833) contaba con un
genital de dimensiones
desmesuradas que hizo aconsejable que
la reina María Cristina, su cuarta y
última esposa, tomase medidas
preventivas por prescripción facultativa.
La reina, por consejo médico, interponía
una almohadilla agujereada a la entrada
de su vagina.
L a cortesana griega Mnesarete
(siglo IV a. de C.), más conocida
como Friné (literalmente «sapo», al
parecer por el color de su piel), fue
considerada como una de las más
hermosas mujeres de toda la historia de
la antigua Grecia. Su cuerpo sirvió
como modelo a Praxíteles, uno de sus
muchos amantes, para realizar la estatua
de la diosa Afrodita conocida como
Venus de Cnido. En cierto momento de
su vida, en el curso de un festival, se
soltó los cabellos, se desnudó y se
sumergió en el mar, inspirando al pintor
Apeles su Afrodita Anadiomena. Pues
bien, esta mujer extraordinaria fue una
de las hetairas o cortesanas más
famosas de la Grecia clásica. En cierta
ocasión, tras rechazar repetidamente los
requiebros y las solicitudes de un tal
Eutías, éste la denunció, acusándola de
impiedad (uno de los delitos más graves
de la época) al profanar los misterios
eleusinianos. Compareció ante el
tribunal de los heliastas y estaba a punto
de ser condenada a muerte, cuando tomó
la palabra en su defensa el buen orador
Hipérides. Su bello y encendido alegato
no encontró, sin embargo, respuesta
favorable del jurado. En un último
argumento desesperado, hizo que la
acusada se despojara del peplo y
apareciese desnuda ante el tribunal, al
tiempo que exclamaba: «Olvidad, si os
parece, todos mis anteriores argumentos.
Pero, ved, ¿no lamentaréis condenar a
muerte a la propia diosa Afrodita?
¡Piedad para la belleza!». Tan
convincente e inapelable debió ser este
último argumento que Friné fue absuelta
por el tribunal de todos los cargos y fue
puesta inmediatamente en libertad.
Puede decirse que, por una vez, triunfó
la verdad desnuda. Gracias a su éxito
profesional, Friné amasó una inmensa
fortuna, hasta el punto de que llegó a
financiar la restauración de las murallas
de Tebas y levantó en su casa una estatua
de oro macizo en honor a Zeus, estatua
en la que por cierto se podía leer la
siguiente inscripción: «Gracias a la
intemperancia de los griegos». Sin
embargo, como es natural, los encantos
de la bella Friné se desvanecieron al
llegar a la vejez, a lo que, como es
natural (o, al menos, habitual), Friné no
se resignó, recurriendo a multitud de
afeites y remedios cosméticos. A
propósito de esto, el comediógrafo
Aristófanes llegaría a decir: «Friné ha
convertido su rostro en una botica».
S entimentalmente, como en lo
profesional, la vida del gran
compositor alemán Richard Wagner no
fue nada descansada. Se casó en 1834
con la actriz Minna Planer; después, ya
separado de Minna y tras algunas otras
aventuras pasajeras, vivió apasionados
amores con Jessie Laussot, esposa de un
amigo suyo; con Mathilde Wesendonck,
casada con uno de sus benefactores (aun
cuando simultáneamente se había
reconciliado con Minna); con Judit
Gautier, y con Cósima von Bülow,
esposa del director musical Hans von
Bülow e hija de Franz Liszt, con la que
tuvo dos hijos ilegítimos, antes de
casarse con ella en 1870.
C omparable iniciativa a la
anteriormente mencionada del zar
Pedro I tuvo el emperador de Austria
José II (1741-1790) que era enemigo
declarado de los afeites y maquillajes, y
puso en vigor un impuesto indirecto que
gravaba el precio de venta del colorete
de mejillas, los polvos para el cabello,
los tarros de pomada, el rouge de labios
y demás artificios cosméticos.
E n 1920, el presidente de la
república francesa, Paul Eugene
Deschanel (1856-1922), viajaba camino
de Lyon a bordo del famoso tren Orient
Express cuando se cayó en marcha
vestido únicamente con su pijama y en
circunstancias harto extrañas. Aunque
sobrevivió al accidente, a lo que no
sobrevivió políticamente fue a las burlas
que arreciaron sobre su persona y que,
cuatro meses después, le obligaron a
dimitir.
E l físico-químico estadounidense
Edwin Herbert Land (1909)
acababa de fotografiar a su hija en la
playa cierto día de 1947 cuando ésta le
preguntó que por qué no podía ver ya la
fotografía. Esta pregunta le dio que
pensar y pocos meses después inventaba
la cámara de fotografías instantáneas
Polaroid, tras desarrollar el filtro
polarizador de láminas artificiales. En
1963, este mismo inventor patentaría la
fotografía instantánea en color.
A rt Fry, empleado en el
departamento de desarrollo de
productos de la compañía 3M, cantaba
los sábados en el coro de la Iglesia
Presbiteriana del Norte, en North St.
Paul, Minnesota. Tenía la costumbre, por
lo demás común, de señalar los cantos
más habituales en su libro de cánticos
mediante pedacitos de papel, que
facilitaban su búsqueda rápida. Pero
como también es común, estos pedacitos
de papel se solían caer con demasiada
frecuencia. En 1974, Fry encontró
súbitamente la solución a esta molestia
menor (pero muy cotidiana). En sus
propias palabras: «No sé si fue debido
al pesado sermón o a la inspiración
divina, pero mi mente comenzó a
divagar y repentinamente pensé en un
adhesivo que había sido descubierto
varios años antes por otro científico de
3M, el doctor Spencer Silver».
Efectivamente, Silver había
desarrollado un adhesivo que
rápidamente desechó por no ser
suficientemente potente para desarrollar
su función prevista. Fry dedujo, sencilla
y genialmente, que este adhesivo poco
potente podría servir para colocar
temporalmente sus señales en el libro de
cánticos sin que se pegasen
definitivamente; es decir, se trataría, en
sus propias palabras, de un «adhesivo
provisionalmente permanente». Tras
desarrollar el producto durante cerca de
año y medio, Fry dio finalmente con el
sistema de notas autoadherentes que
todos conocemos hoy en día con su
nombre comercial: post-its, esas
pequeñas notas de quita y pon tan
habituales ya en las oficinas y los
hogares modernos.
E l estetoscopio es un instrumento de
diagnóstico inventado
casualidad por el médico francés René
por
L a escritora estadounidense
Gertrude Stein (1874-1946) es
más conocida hoy en día por ser el
epicentro del genial grupo de artistas, en
su mayoría emigrados, que pobló de
creatividad y aires vanguardistas el
París bohemio de los felices años
veinte, que por su propia obra literaria.
No obstante, ésta no es nada desdeñable,
destacando su libro Autobiografía de
Alice B. Toklas (1933), donde relata la
vida parisina de su secretaria, amiga y
amante del mismo nombre, ofreciendo
un interesante fresco sobre la vida y el
pensamiento de los muchos grandes
artistas que la rodearon en el
efervescente París de aquellas fechas.
Lo significativo de su vanguardista
actividad literaria (que ella misma
calificó de más innovadora y superior a
la del irlandés James Joyce) fue su
aversión a los signos de puntuación, a
excepción del punto y aparte, al que
consideraba «con vida propia». Las
comas («serviles»), los signos de
interrogación y admiración («realmente
repugnantes») y demás artificios
innecesarios de la escritura le parecían
en general despreciables y, por tanto, no
los utilizaba. Su estilo se basaba en la
repetición, como bien queda
representado en su famosa frase: «una
rosa es una rosa es una rosa es una
rosa…».
U n ejemplo extremo
puritanismo exacerbado de la
sociedad británica en tiempos de la
del
E l redactor de la Declaración de
Independencia de los Estados
Unidos y tercer presidente de aquel país,
Thomas Jefferson (1743-1826) fue un
activo inventor, que patentó, entre otros
logros, el sillón giratorio y la cama
empotrable.
A l finalizar la cruenta y destructiva
guerra colonial del Sudán, el
gobernador británico, Lord Kitchener
(1850-1916) planificó la reconstrucción
de la destruida capital de aquel reino
africano, Jartum. Diseñó una ciudad de
nueva planta cuyos planos reproducían,
casi perfectamente, los trazos de la
bandera británica (la conocida como
Union Jack).
E l diseñador
estadounidense
y arquitecto
Buckminster
Fuller (1895-1981) proyectó un edificio
prefabricado, al que bautizó con el
nombre de Dymaxion House, planeado
para facilitar al máximo la vida de sus
potenciales ocupantes y para el óptimo
aprovechamiento de los recursos. El
edificio constaría de un pilar central
sobre el que se sustentarían los
apartamentos simétricos, hexagonales,
suspendidos de cables tensados. El
edificio, autosuficiente en materia
energética, dispondría de paneles de
energía solar, además de un generador
auxiliar, y un sistema de reciclaje de
desperdicios, con duchas y servicios
higiénicos conservadores de agua,
suelos neumáticos silenciosos,
lavavajillas automático, lavandería
centralizada, estacionamiento de coches
y solarium. Podría ser levantado
totalmente en 24 horas sobre cualquier
solar y estaría especialmente diseñado
para soportar incendios, terremotos,
inundaciones y hasta ataques con gases.
En 1946, se montó un prototipo en la
ciudad de Wichita, en Kansas. El precio
calculado entonces para un apartamento
de seis habitaciones fue de 6400
dólares. Sin embargo, este renovador
proyecto no encontró eco entre los
empresarios y Fuller lo abandonó,
dedicándose a otros trabajos de diseño
arquitectónico, inventando, entre otros
avances, la cúpula geodésica.
E l 28 de junio de 1914, el
archiduque austriaco Francisco
Fernando (1863-1914) fue asesinado en
Sarajevo junto a su esposa, la condesa
Sofía Choteck, por el separatista serbio
Gavrilo Princip, hecho que desencadenó
la Primera Guerra Mundial. Pero su
muerte, según algunos historiadores,
tuvo algo más de cruel e innecesaria: al
parecer, murió desangrado al no poder
desabotonarle quienes le atendieron por
llevar siempre el uniforme cosido a su
propia piel para eliminar arrugas.
H
célebre
arry Houdini (1874-1926), el
mago escapista universalmente
por sus extraordinarias
evasiones, murió en 1926 de un modo
insospechado y ciertamente curioso.
Estando en su camerino, tras finalizar
una actuación en la ciudad canadiense
de Montreal, le visitó un admirador
deseoso de comprobar en persona la
fama que precedía a Houdini de que era
capaz de soportar cualquier golpe en el
estómago sin inmutarse siquiera. Para
comprobarlo, golpeó brutalmente dos o
tres veces al mago en la boca del
estómago. Por alguna razón, Houdini no
consiguió aquel día sostener la rigidez
necesaria en sus músculos abdominales
como para aguantar los golpes. Días
después moría de una peritonitis
provocada, según todos los síntomas,
por aquellos golpes.
E
1913),
n 1913, el excéntrico emperador
de Abisinia Menelik II (1844-
encontrándose gravemente
enfermo del corazón, sin que sus
médicos acertasen en los cuidados, se
hizo traer su Biblia particular y, movido
por la fe, fue arrancando una a una todas
las páginas del Libro de los Reyes y se
las fue comiendo. Como era de esperar
tras tan extraña terapia, Menelik II no
sólo no mejoró sino que falleció pocos
días después.
E l guardabosques estadounidense
Roy C. Sullivan fue alcanzado
siete veces en su vida por un rayo. La
primera vez (1942) sólo sufrió la
pérdida de la uña del dedo gordo de un
pie; en la segunda (1969) se le
quemaron las cejas; en la tercera (1970)
sufrió quemaduras en el hombro
izquierdo; en la cuarta (1972) se le
quemó el pelo; en la quinta (1973) de
nuevo se le quemó el pelo y también las
piernas; en la sexta (1976) resultó
herido en un tobillo, y en la séptima y
última (1977) sufrió quemaduras en el
pecho y en el estómago. Tras sobrevivir
a tantos y tan peligrosos accidentes,
Sullivan, se dice que desilusionado por
un desengaño tras una tormentosa
relación amorosa, se suicidó finalmente
en 1 983 disparándose un tiro.
L a cocinera suizo-norteamericana
Mary Mallon (1885-1938),
portadora del virus de la fiebre tifoidea,
causó directamente 53 brotes de tifus en
su periplo laboral por las cocinas de
restaurantes y hospitales de diversas
ciudades de los Estados Unidos entre
1875 a 1915, año en que fue internada
definitivamente en un hospital. En 1907
fue puesta en custodia por primera vez,
pero fue liberada tres años más tarde
con la condición de que cambiase de
profesión para siempre. En 1915, fue
nuevamente encarcelada tras desatarse
una fatal epidemia en el hospital en que
trabajaba incumpliendo la prohibición.
Fue mantenida en cuarentena por las
autoridades sanitarias estadounidenses
durante 23 años, hasta su muerte. Sin
embargo, ella misma nunca llegó a
desarrollar la enfermedad. Con trágica
justicia fue conocida como María
Tifoidea.
E l síndrome de Munchausen es el
nombre científico que los
psicopatólogos dan al irrefrenable deseo
de recibir asistencia médica. El caso
más famoso de un enfermo acuciado por
este síndrome tuvo por protagonista al
inglés William McIlroy (1906-1983)
que se sometió a lo largo de su vida a
400 intervenciones de todo tipo y estuvo
internado en 100 hospitales distintos,
bajo 22 nombres falsos. El mayor
periodo de tiempo que permaneció sin
hospitalizar fue de seis meses. En 1979,
superó súbitamente su síndrome,
afirmando públicamente que «estaba
harto de tanto hospital»… tras lo cual se
recluyó en un asilo geriátrico.
Perversidad,
corrupción y
libertinaje
L a gestión de Francisco de
Sandoval y Rojas, duque de Lerma
(1552-1623), como favorito de Felipe
III, se caracterizó por su notoria
inmoralidad y corrupción,
protagonizando estafas y toda clase de
malversaciones del erario público,
subidas de impuestos fraudulentas,
nepotismos y ventas de cargos públicos,
gracias a todo lo cual amasó una
fabulosa riqueza personal. Cuando fue
destituido y sustituido por su hijo,
Cristóbal de Sandoval y Rojas (?-1624),
duque de Uceda (que tampoco fue, en su
breve dominio, un dechado de
moralidad), consiguió ser nombrado
cardenal por el Papa Pablo V (1552-
1621) para evitar ser procesado. Sin
embargo, lo sería años después, en
tiempos de la privanza del Conde-Duque
de Olivares, ya con Felipe IV en el
trono. Sandoval fue condenado a pagar
al fisco 72 000 ducados anuales, más los
atrasos de veinte años (los que duró su
gobierno), por las rentas y caudales
adquiridos en su ministerio.
E l 3 de diciembre de 1967, el
doctor sudafricano Christian
Neethling Barnard (1922) realizó el
primer trasplante de corazón de cierto
éxito de la historia. Un hombre de 55
años llamado Louis Wanshkansky, que
padecía una enfermedad coronaria
mortal a corto plazo, recibió el corazón
de una mujer, Denise Ann Darvall, de 25
años, fallecida horas antes en un
accidente de automóvil. Wanshkansky
sobrevivió 18 días.
E l 2 de diciembre de 1982, un
equipo encabezado por el doctor
William De Vries implantó un corazón
artificial al dentista jubilado Barney
Clark, de 62 años. El aparato, llamado
Jarvik 7 (en honor de su inventor,
Robert Jarvik), hecho de poliuretano,
dacron y velcro, reemplazó los
ventrículos del enfermo, que sobrevivió
hasta el 23 de marzo de 1983, es decir,
112 días.
E l 17 de diciembre de 1986, la
paciente Davina Thompson
sobrevivió a un triple trasplante de
corazón, pulmón e hígado, efectuado en
el Papworth Hospital de Cambridge, en
Inglaterra. El 31 de octubre de 1987, el
niño de tres años Tabatha Foster fue
sometido con éxito a un trasplante
múltiple de hígado, páncreas, intestino
grueso, intestino delgado y parcial de
estómago, en el Children's Hospital de
Pittsburgh, en los Estados Unidos.
E l 15 de junio de 1975, un
malagueño era mordido por su
propio perro, que estaba enfermo de
rabia. Las mordeduras del animal le
provocaron la muerte el 2 de septiembre
siguiente. Desde que en 1966 se
considerase oficialmente extinguida en
nuestro país, éste es el único caso
registrado de fallecimiento por rabia de
un ser humano.
E n la película Tarzán y su
compañera (1934), primera de las
interpretadas por la pareja habitual
formada por Maureen O'Sullivan y
Johnny Weissmuller, se incluyó
originalmente una escena en que Tarzán,
de pie en una rama de un árbol junto a
Jane, tira ha de la ropa de su compañera,
invitándola a zambullirse en el agua.
Ambos nadaban durante un rato y la
escena finalizaba cuando ambos salían
riendo del agua. Mas, escandalosamente
para la moral de la época, al salir del
agua, a Jane, en un plano muy rápido, se
le veía un pecho. Cuando la película fue
montada incluyendo esta escena y fue
mostrada en los pases previos, surgieron
numerosas críticas por su excesiva carga
erótica, incluida una de la todopoderosa
censura oficial. Ante tales críticas, la
Metro Goldwyn Mayer, compañía
productora de la película, decidió
suprimir estos planos tan indecentes en
el montaje definitivo.
E n 1902, científicos
encontraron a orillas del río
siberiano Beresovka el cadáver
rusos
E l 17 de noviembre de 1874, la
revista norteamericana American
Medical Weekly dio a conocer un
extraordinario e increíble caso de
inseminación involuntaria presentado
por el doctor T. G. Capers. Según el
testimonio de este doctor, durante la
batalla de Raymond, entablada junto al
río Mississippi el 12 de mayo de 1863,
un soldado, amigo personal del doctor
Capers, fue herido por una bala que le
atravesó el escroto, llevándosele el
testículo izquierdo. Al parecer, la misma
bala penetró en el abdomen de una
muchacha de 17 años que estaba
casualmente en el mismo paraje.
Doscientos setenta y ocho días después,
la muchacha dio a luz a un niño de casi
cuatro kilos de peso, sin que en ese
desenlace interviniese, según testimonio
de la joven, más que la providencia. Lo
que vino a corroborar la versión
inocente que daba la muchacha fue que,
tres semanas después, el mismo doctor
Capers operaba al bebé, extrayéndole un
cuerpo extraño, que resultó ser una hala
idéntica a las que había utilizado el
enemigo en la batalla ocurrida en el
lugar nueve meses antes. El broche final
de esta increíble pero al parecer
verídica historia, fue que el escéptico
soldado visitó a la madre de su supuesto
hijo accidental y entre ambos surgió
algo más que una afinidad, que pronto
acabó en matrimonio. La pareja tendría
después otros tres hijos, concebidos, eso
sí, de una manera más voluntaria.
L os mellizos norteamericanos
Dougie y Debbie Sehee nacieron
en 1955 con 48 días de diferencia. Por
su parte, las gemelas ítalo-
estadounidenses Diana y Mónica Berg
nacieron respectivamente el 23 de
diciembre de 1987 y el 30 de enero de
1988, es decir, con 39 días de
diferencia.
E l piloto de carreras
automovilísticas italiano Bandini
murió ahogado en el mar en el
transcurso de un Gran Premio de
Mónaco de Fórmula 1. Este
sorprendente suceso ocurrió al salirse
de la pista su bólido e ir a caer al lago
de la ciudad monegasca.
L a población estadounidense de
Tenino, en el estado de
Washington, emitió dinero de madera en
1932. Había billetes de 25 centavos y
medio dólar, impresos en madera
contrachapada de abeto sitka.
H ay en Edimburgo un monumento
similar dedicado a un perro de
raza skyeterrier llamado Bobby, tan fiel
a su amo —un pastor escocés conocido
como el Viejo Jock— que a su muerte
(ocurrida en 1858) permaneció junto a
su tumba durante catorce años. Quienes
visitaban el cementerio jamás vieron al
animal alejarse de la sepultura más que
unos momentos cada día, para ir al
mismo restaurante que frecuentaba su
amo, donde le daban comida, con la que
rápidamente volvía junto a la sepultura
de su amo. Cuando el fiel animal murió
en 1872, los ciudadanos de Edimburgo
le enterraron junto a su amo.
E l 1 de septiembre de 1992 la
italiana Concetta Dittessa, de 62
años de edad, dio a luz a su primer hijo
en el hospital de la ciudad italiana de
Módena, más de diez años después de su
menopausia. La mujer, estéril a
consecuencia de una tuberculosis, se
sometió a un programa de reproducción
asistida tras conocer que su marido era
padre de dos hijos naturales. Para ello
le fue implantado un óvulo de donante
desconocida fecundado in vitro con el
semen del marido.
Tecnología e
innovaciones
E l primer constructor de un
computador eficaz fue un joven
alemán de 24 años llamado Konrad Zuse
que, en 1934, trabajando en el cuarto de
estar de la modesta residencia de sus
padres, construyó dos versiones
sucesivas (Z1 y Z2) de un prototipo de
computador que contaba ya con un
teclado para introducir los datos y unas
lámparas que indicaban los resultados
expresados en clave binaria. Poco
después, asociado con el ingeniero
Helmut Schreyer, a quien había
conocido cuando ambos compitieron
para obtener el papel de King Kong en
una versión teatral de la famosa película
(que, por cierto, obtuvo Schreyer),
planearon mejorar aquellos modelos con
la introducción de válvulas electrónicas.
Sin embargo, la escasez de sus recursos
y el estallido de la Segunda Guerra
Mundial acabaron con sus
revolucionarios proyectos.
Por su parte, el primer ordenador
personal de la historia, el Apple, fue
construido por Steve Wozniak y Steven
Jobs, dos jóvenes aficionados a la
electrónica, en el garaje de su casa, con
los pocos medios a su disposición y, eso
sí, con mucho entusiasmo.
L os grandes
supermercados,
almacenes,
cadenas de
tiendas y, en general el nuevo concepto
de tiendas generalistas establecidas en
grandes superficies surgieron a
mediados del siglo XIX, extendiéndose
rápidamente por todo el mundo
occidental. El más importante de todos y
el que más novedades fue introduciendo
hasta configurar lo que hoy en día
entendemos por un gran almacén fue el
abierto por el matrimonio Boucicaut en
París en la segunda mitad del siglo
pasado. En este almacén, cuyos dueños
llamaron Le Bou Marché (lo que en
francés viene a significar «barato»),
además de permitir la entrada a todo el
mundo, comprase o no (cosa que ya era
común al resto de almacenes de la
época), se amplió al máximo la variedad
de mercancías, se fijaron y se
anunciaron los precios a partir del 2 de
enero de 1855 (lo que no era realmente
habitual, puesto que en muchas tiendas
todavía se utilizaba los sistemas de
tanteo y regateo), se organizaron saldos
de mercancías excedentes y se implantó
el revolucionario sistema de apoyar la
venta con pequeños regalos o incentivos
a la compra. Siguiendo ese modelo (y
mejorándolo), surgieron rápidamente
muchos de los que aún hoy en día
dominan este mercado. Por ejemplo
Macy's de Nueva York, que se
anunciaba bajo los lemas «artículos para
millonarios al alcance de millones de
personas» y «vendemos más barato que
nadie» —de hecho devolvían el importe
de la compra si alguien encontraba el
mismo artículo que había comprado más
barato en otro establecimiento— y que
contaba con un departamento de
inspector para vigilar el mercado, y
Harrod's de Londres (en el que se hizo
famoso el lema comercial: «se vende
todo: desde un alfiler a un elefante»).
Por su parte, el primer centro comercial
del mundo fue construido en 1896 en el
Roland Park de Baltimore, en los
Estados Unidos.
C uriosamente,
encendedor de
el primer
cigarrillos
práctico fue inventado antes que las
modestas cerillas. En efecto, en 1816, el
químico alemán Johann Wolfgang
Döbereimer (1780-1849), ideó una
forma de encender automáticamente un
chorro controlado de hidrógeno. El
único problema era que requería para
ello una cierta cantidad de polvo de
platino y este material es muy caro.
Incluso, algunos años antes ya se había
inventado el primer encendedor
eléctrico de la historia. En 1780, un tal
Férstenberger inventó en la ciudad suiza
de Basilea un aparato que empleaba
hidrógeno generado en un recipiente
cerrado en el que se hace reaccionar
cinc con ácido sulfúrico diluido. Al
abrir un grifo, las chispas generadas por
un electróforo (un tipo de condensador
eléctrico inventado en 1775 por
Alessandro Volta) hacían que el gas
entrara en ignición. Acto seguido, se
trasladaba la llama a la mecha de una
vela.
Un día de 1826, el farmacéutico
inglés John Walker se encontraba en la
trastienda de su negocio,
experimentando sobre un nuevo
explosivo, cuando, al remover una
mezcla de productos químicos con un
palo, observó que en el extremo de éste
se había adherido una gota de cierto
material. Para eliminarla, Walker frotó
el palo contra el suelo, y entonces, ante
su sorpresa, el palo ardió súbitamente.
En aquel mismo instante había nacido la
cerilla de fricción. Sin embargo, hay que
consignar que se trataba de un
descubrimiento químico que ya había
hecho en 1680 su compatriota Robert
Boyle (1627-1691), aunque sin obtener
ninguna repercusión en las comunidades
científica e industrial. Por su parte,
Walker tampoco se dio cuenta de las
posibilidades comerciales de su
descubrimiento, y ni siquiera lo patentó.
Ambas cosas las haría poco después el
industrial Samuel Jones, que
comercializó las cerillas de fricción con
el nombre comercial de Lucifer.
Casi un siglo más tarde, en 1909, el
barón alemán Carl von Auer von
Welsbach (1858-1929) inventó el
mechero de gasolina, cinco años
después de haber inventado él mismo las
piedras de mechero.
E l científico norteamericano
Kenneth L. Arrow, premio Nobel
de Economía en el año 1972, es
conocido también por su Teorema de la
Imposibilidad, que demuestra
matemáticamente que «no existe y en
principio no puede existir ninguna forma
de gobierno perfecta».
E l astrónomo germano-británico
William Herschel (1738-1822)
hizo avanzar la ciencia astronómica
como pocos al demostrar por primera
vez la teoría de que el Sol no era el
centro inmóvil del Universo. Su teoría
revolucionó el pensamiento científico de
modo similar a como lo había hecho
Copérnico al desbancar más de dos
siglos antesala Tierra como centro
inmóvil del Universo. Además, Herschel
se convirtió en el astrónomo más
importante y respetado de su época al
calcular certeramente una extensión del
Sistema Solar doble a la considerada
hasta ese momento; al catalogar unas
2500 nebulosas (frente a las 100 que se
conocían hasta ese momento), y al
descubrir el planeta Urano y sus
satélites, y la sexta y séptima lunas de
Saturno. Sin embargo, junto a estos
grandes avances, sostuvo teorías
ciertamente curiosas. Por ejemplo, creía
que la Luna y los planetas estaban
habitados; que la luminosidad del Sol
podía estar limitada a su atmósfera (lo
que significaría que bajo el cinturón de
fuego solar existe un cuerpo frío y
sólido que aún podía estar habitado), y
que las manchas solares eran agujeros
en su atmósfera, a través de los que
podía verse la superficie helada que su
teoría preconizaba.
E l astrónomo estadounidense
Percival Lowell (1855-1916)
llegó a afirmar, tras profundos estudios
telescópicos de la superficie del planeta
Marte, realizados desde un observatorio
enclavado en Arizona, que la superficie
de este planeta estaba cubierta por una
red de largos canales (los famosos
Canales de Marte), quinientos de los
cuales llegó a identificar, afirmando
además que era posible pensar que el
planeta estuviera habitado por alguna
forma de vida.
Su colega y compatriota William
Henry Pickering (1855-1938) refutó esta
teoría, pero, a cambio, explicó las
manchas oscuras del cráter lunar
Eratóstenes achacándolas a grandes
concentraciones de insectos lunares
(añadiendo, para rematar la cuestión,
que su aspecto es semejante a lo que un
hipotético astrónomo lunar vería al
observar las praderas norteamericanas
repletas de manadas de búfalos).
E n 1969, el otorrinolaringólogo
norteamericano George Thommen
publicó un libro, con el título
Biorritmos, que se convirtió
rápidamente en un éxito de ventas, y que
estaba inspirado en las curiosas teorías
del berlinés Wilhelm Fliess, íntimo
amigo de Sigmund Freud. Fliess, un
apasionado de la numerología, pretendía
que las cifras 23 y 28 están presentes en
la estructura y organización del
universo. Desarrollando aquella teoría,
Thommen afirmaba en su libro que
desde el momento de nacer estamos
condicionados por tres diferentes
ritmos: uno de orden físico, que se
manifiesta en ciclos de 23 días; otro de
orden emocional, en ciclos de 28 días, y
un tercero de orden intelectual, de 33
días. Es posible combinar las curvas de
estos tres ritmos cíclicos, con lo que
observarán crestas de días favorables y
valles de días negativos. Según esta
teoría, es factible determinar aquellos
días críticos en que cualquier iniciativa
está abocada al fracaso, o los favorables
en que es aconsejable poner en marcha
cualquier proyecto. Sin embargo,
repetidos experimentos y estudios
estadísticos han demostrado que se trata
de una teoría, como dicen los
científicos, «irrelevante» (en el sentido
de que con cualquier otro ritmo cíclico
basado en otras cifras también es
posible establecer una distribución
estadística interpretable de cualquier
forma que se desee).
E l empresario estadounidense
Phineas Taylor Barnum (1810-
1891), hijo de un tabernero, desempeñó
en la primera parte de su vida infinidad
de oficios, entre ellos: mozo de
labranza, abacero, buhonero,
organizador de loterías y periodista,
hasta que dio con el filón comercial de
contratar y mostrar al público (previo
pago) cuantas rarezas fue capaz de
encontrar (o, llegado el caso, fabricar),
según su conocido lema «A la gente le
gusta que la engañen». Barnum, que
vivía modestamente en Nueva York, con
su esposa e hijos, contactó casualmente
un día con un tal Bartram, que le contó
que acababa de conocer a una anciana
negra, Joyce Heth, a la que hacían pasar
por nodriza del primer presidente de los
Estados Unidos, George Washington,
quien había nacido en 1732, es decir,
más de 1 00 años antes (lo cual hacía
que, obviamente, fuese imposible que
aún viviese tal nodriza). Barnum
comprendió instantáneamente que en esa
historia había un filón comercial y
rápidamente partió para Filadelfia,
donde residía la supuesta nodriza, de
quien se contaba que tenía 161 años y a
quien se había enseñado a hablar de
Washington con la familiaridad propia
de quien lo había amamantado.
Convencido Barnum de las
posibilidades comerciales del asunto,
liquidó su pequeño negocio
neoyorquino, reunió mil dólares,
abandonó a la familia y comenzó una
gira por los Estados Unidos, mostrando
públicamente a la Nodriza de
Washington, sin importarle (e, incluso,
avivando artificialmente) la polémica
que su paso levantaba por todo el país.
Aprovechándose de este filón y
aplicando a rajatabla la filosofía
comercial derivada de su citado lema,
Barnum puso en marcha un circo, para el
que contrató a toda clase de artistas,
animales exóticos o extraños, y todo tipo
de fenómenos y monstruos (verdaderos y
falsos). Cuando su colección de
curiosidades tomó un tamaño
considerable, formó con ellos el
American Museum y lo abrió
comercialmente al público. En él era
posible admirar desde una reproducción
a escala de las cataratas del Niágara
hasta hombres de raza negra pero de
color de piel blanco, pasando por la
llamada Sirena de las islas Fidji (una
mujer con cola de pez), el caballo
lanudo y toda clase de fenómenos, y
muy especialmente el enano Tom Pouce
Pulgarcito, verdadera figura estelar del
museo, tan famoso que se paseó incluso
por Europa en loor de multitudes.
Simultáneamente, puso en marcha, junto
a su socio James Bailey, el más famoso
circo de todos los tiempos: el Barnum
& Bailey.
En 1858, Barnum contrató a la
cantante de ópera Jenny Lind, para la
que organizó una gran gira por los
Estados Unidos, en la que Barnum
atesoró una gran fortuna. En 1881
adquirió a Jumbo, un famoso elefante
exhibido en el Royal Zoo de Londres,
considerado por los ingleses como un
símbolo nacional, cuyo embarque para
los Estados Unidos fue un
acontecimiento sin igual, no exento de
graves disturbios protagonizados por los
ultranacionalistas ingleses que veían una
afrenta en el hecho de que un yanqui les
despojase de Jumbo. Otra de sus
aventuras financieras fue el intento de
compra de la casa natal de Shakespeare
(que sobrevivía en pie milagrosamente,
totalmente olvidada y abandonada por
los ingleses), para su traslado a los
Estados Unidos, pero esta vez el rechazo
popular fue tal que el gobierno británico
reaccionó a tiempo y deshizo la
operación.
Sin embargo, en 1887, un incendio
destruyó en pleno éxito su museo, que
Barnum logró reconstruir no sin pocos
esfuerzos, continuando su búsqueda de
rarezas y su carrera de embaucador,
charlatán y, sin duda, imaginativo
empresario, cuyas vicisitudes
conocemos de primera mano gracias a
su libro de memorias personales,
publicado en España con el expresivo y
revelador título de El arte de hacer
millones.
E l médico y químico holandés
Hermann Boerhaave (1668-1738)
legó al morir un libro sellado, con el
título Los secretos más exclusivos y más
profundos del Arte Médico. El libro,
aun sellado, fue vendido en pública
subasta por el precio de 20 000 dólares
en oro. Cuando el nuevo propietario
rompió el sello y abrió sus páginas, se
encontró con un libro totalmente en
blanco, salvo la página del título en la
que se podía leer una nota al pie
manuscrita por el autor que decía:
«Conserve la cabeza fresca, los pies
calientes y hará empobrecer al mejor
médico del mundo».
S egún cuenta Plutarco en su obra
Vidas paralelas, la primera vez
que Julio César llegó a África tuvo la
mala fortuna de tropezar y caer a tierra
nada más desembarcar. Con gran
presencia de ánimo, César se sobrepuso
inmediatamente al accidente y,
levantándose, dijo: «Teneo te, África»
(«Te tengo, África»), dando a entender
así que no había sido una caída casual,
sino más bien un acto voluntario con el
que simbolizaba que había tomado
posesión de aquella tierra.
E n junio de 1503, durante el cuarto
viaje de Cristóbal Colón a
América, en el que exploró buena parte
de la costa centroamericana a la
búsqueda del hipotético estrecho entre
Cuba (todavía considerada tierra firme)
y el llamado por entonces Continente
del Sur, quedó sin víveres frente a las
costas de Jamaica, habitadas por indios
hostiles. Practicando el trueque y
finalmente guerreando contra ellos,
logró que prácticamente toda la
tripulación sobreviviera; pero, como la
situación volviera a hacerse
insostenible, Colón planeó someter a los
indígenas demostrándoles la
superioridad de los españoles. Para
conseguirlo, puso en marcha la argucia
de anunciarlos que el 28 de febrero de
1504 les demostraría el enojo que
habían causado a su Dios. Para aquella
fecha, como bien sabía Colón, estaba
anunciado un eclipse de luna. Llegada la
fecha, los indios, atemorizados por la
repentina desaparición del satélite,
facilitaron por fin comida a los
desfallecidos españoles.
E l 24 de septiembre de 1504, el
médico y quiromántico boloñés
Bartolomé Coclès moría a manos del
hombre al que había vaticinado que
cometería un asesinato en esa misma
fecha.
E l astrónomo estadounidense
William Henry Pickering (1858-
1938) —el mismo que pensaba que la
Luna está habitada por grandes
concentraciones de insectos— no estuvo
muy acertado al afirmar públicamente:
«La mente popular frecuentemente se
imagina gigantescas máquinas voladoras
cruzando a toda velocidad el Atlántico,
transportando innumerables pasajeros.
(…) Parece acertado afirmar que esta
idea es completamente visionaria».
E n 1878, el profesor de la
universidad de Oxford Erasmus
Wilson pronosticó que: «En lo que
respecta a la luz eléctrica, hay mucho
que decir a favor y en contra. Creo
poder afirmar que la luz eléctrica morirá
con el fin de la Exposición Universal de
París. Luego no volveremos a oír hablar
de ella».
E n un documento de la Academia de
París, hecho público en 1826, se
llegaba a afirmar: «El estetoscopio, más
que un aparato médico, parece un
juguete, y el método de auscultación de
la caja torácica es una extravagancia y
una aberración».
E n un artículo publicado en la
revista estadounidense
Quarterly Review en 1825, se podía
The
S e llama mitridación a la
inmunización contra algún veneno
conseguida mediante su administración
en pequeñas dosis progresivas que
permite que el organismo genere sus
propias defensas y se haga inmune a
dicho veneno. La palabra proviene del
personaje histórico del rey Mitrídates VI
Eupator o El Grande (131-65 a. de C.),
que subió al trono del reino del Ponto a
los 13 años, sucediendo a su padre.
Poco después, se retiró a vivir en
soledad para escapar de las
conspiraciones de palacio. En su retiro
acostumbró su cuerpo a soportarlo todo,
incluso los venenos, para lo que ingería
pequeñísimas dosis, que iba aumentando
según se iba haciendo inmune a ellas.
Vuelto a la corte, hizo matar a sus
tutores, a su madre y a su esposa,
temeroso de posibles conjuras. Después
de guerrear incesantemente con Roma,
fue traicionado por su hijo Farneces, que
le despojó del trono. Mitrídates,
entonces, trató de envenenarse, pero fue
incapaz de ello, por lo que ordenó a uno
de sus esclavos galos que lo matase.
Otro de los rasgos distintivos de este rey
fue que, durante mucho tiempo después
de su muerte, su nombre fue sinónimo de
políglota, porque se dice que dominaba
22 lenguas.
E l indomable revolucionario
mexicano Pancho Villa (1887-
1923) fue boxeador en su juventud,
combatiendo dentro de la categoría del
peso mosca.
C on la denominación de El Último
Emperador es conocido Henry Pu
Yi (1906-1967), que fue efectivamente
el último emperador de China con el
nombre de Chuang Tung. Pu Yi fue
depuesto en 1911, cuando aún era un
niño de 5 años, siendo enviado por los
invasores japoneses a este país para que
recibiera una educación conveniente
para los planes nipones de futuro.
Finalizada su formación, Pu Yi fue
impuesto por los japoneses como
presidente del estado títere de
Manchukuo en marzo de 1934,
recibiendo posteriormente el título de
emperador con el nombre de Kang Teh.
Cuando Manchukuo desapareció
desmantelada por Rusia, Pu Yi fue
confinado en Siberia y posteriormente
devuelto a las autoridades comunistas
chinas, que le condenaron a ser
reeducado, terminando sus días
trabajando como humilde jardinero en
Pekín. Su figura y su biografía se
hicieron muy famosas hace unos años
tras el estreno de una película, dirigida
por el italiano Bernardo Bertolucci, y
estrenada precisamente con el nombre
de El Último Emperador.
Bibliografía
Además de numerosos diccionarios
temáticos, enciclopedias y artículos
periodísticos, las principales obras de
las que me he servido en la recopilación
de los hechos y datos consignados en
ésta han sido: