El Derecho Maya Prehispánico
El Derecho Maya Prehispánico
El Derecho Maya Prehispánico
un acercamiento a su fundamentación
socio-política
Sumario: 1. Los principios generales de la cultura jurídica maya (algunos aspectos) / 2.Su derecho penal
/ 3. Su derecho familiar / 4. El derecho sucesorio / 5. Los contratos / 6. El derecho laboral y agrario
/ 7. El derecho procesal / 8. El derecho de clases / 9. El derecho a la guerra.
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Sección Artículos de Investigación
la valorización de la prue-
ba los jueces empleaban el Su administración de justicia era expe-
sistema de la sana crítica o dita y definitiva. La impartían los batabs,
lógico. Partían del indicio y quienes eran importantes funcionarios,
llegaban a la prueba plena. designados directamente por
La sanción era proporcional el halach uinic o autoridad suprema.
al valor y al resultado de la
prueba. Existía la prueba preconstituida. Ante los jueces no era factible mentir. Las
decisiones judiciales se cumplían inmediata e irremediablemente. Los procesos judi-
ciales no admitían medios de impugnación.
En su estructura jurídica podemos apreciar una fuerte influencia del medio am-
biente.
2. El derecho penal
Los pueblos mayas contaban con leyes que sancionaban los actos ilegítimos que per-
judicaran bienes fundamentales, las aplicaban de manera significativa al adúltero, que
era entregado al ofendido para que le matase soltándole una piedra grande desde lo
alto sobre la cabeza, o lo perdonara si quería; y a las adúlteras, a quienes no daban
otra pena más que la infamia, que entre ellos era cosa muy grave; y al que violaba
a una doncella lo mataban a pedradas; en algunos de sus pueblos sacrificaban a los
adúlteros extrayéndoles las vísceras por el ombligo.
La gente del pueblo construía a su costa las casas de los señores. Ninguna casa
tenía puerta, y si alguien la allanaba para causar daño en las personas o los bienes,
recibía severo castigo, que casi siempre era la muerte antecedida de tortura.1
Los mayas no aplicaban sanciones penales por deudas civiles. Sí por adulterio,
hurto y otros delitos, pero había de ser sorprendiendo al infractor en flagrancia. La
prisión consistía en atar las manos del delincuente a su espalda y ponerle en la gargan-
ta una collera hecha de palos, y cordeles. Todavía en el año 1688 se valían de dicho
medio, especialmente con los que sacaban de los montes, habiendo estado fugitivos.
De aquella forma eran llevados a unas jaulas de madera, que servían de cárcel, y en
ellas eran puestos los condenados a muerte, los esclavos fugitivos y los presos en la
guerra. Esas jaulas, dicen las fuentes, eran pintadas de diversidad de colores. Castiga-
ban los vicios rigurosamente. De las sentencias no había apelación. Merecía pena de
muerte quien seducía a mujer casada o a hija de familia. Son varias y autorizadas las
voces que refieren el caso de un señor de la ciudad de Mayapán, cabeza del señorío,
1 Landa, fray Diego de. Relación de las Cosas de Yucatán. Ed. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
Colección Cien Textos Fundamentales para el Mejor Conocimiento de México. 1a. ed., 1994. pp. 97-113.
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que hizo matar afrentosamente a un hermano suyo, porque corrompió a una doncella.
La misma pena se aplicaba al homicida, y si era menor de edad el asesino, quedaba
hecho esclavo: pero si la muerte había sido casual, y no dolosamente, pagaba un
esclavo por el muerto. El traidor a su señor tenía pena de muerte, y también el incen-
diario. El ladrón quedaba hecho esclavo, hasta que conseguía reparar los daños, y si
no podía hacerlo, quedaba en esclavitud perpetua. Los hijos de los esclavos serían
esclavos hasta que pudieran comprar su libertad o ésta les fuera entregada por su amo,
o hasta que se hicieran tributarios. El que se casaba con alguna esclava, o engendraba
en ella, quedaba hecho esclavo del dueño de la esclava, y la misma suerte corría la
mujer que se casaba con esclavo.
Algunas veces al que no se le probaba el adulterio, o le hallaban a deshora en parte
sospechosa, le prendían, y le tenían atadas las manos atrás por algún día u horas, o le
desnudaban o le cortaban los cabellos (que era acto de gran afrenta) según la grave-
dad de los indicios. No acostumbraban azotar a los delincuentes. Con los castigos
intentaban retribuir el daño en la misma especie, o bien, inhabilitar al delincuente,
matándolo o esclavizándolo.2 Cuando alguien robaba, inmediatamente era juzgado
como antisocial; si el robo era pequeño, podía pagar el importe de lo robado con
trabajo; si volvía a robar, era llevado al mercado de esclavos, porque los mayas no
tenían cárceles.3
Si los ladrones eran señores o gente principal el pueblo se reunía y los aprehendía,
para labrarles el rostro desde la barba hasta la frente, por los dos lados, castigo que
tenían por grande infamia.4
En la obra de Marcos de Chimay (Manuel Rejón García),5 encontramos una de las
formas que para denunciar hechos delictivos tenían los mayas. Los acontecimientos
tuvieron lugar en pleno apogeo de la ciudad de Mayapán, que era capital de la penín-
sula yucateca.
Como era costumbre, las diversiones del mes Tzotz serían de bailes, cantos, reci-
tales y fábulas. Los baldzames o graciosos, debían amenizarlas con sus donaires y
oportunos chistes, principalmente en la parte final en que provistos de grandes care-
tas de madera, se permitían remedar a los sacerdotes del culto y aun dirigir ciertas
bromas que, con el nombre de cilich miatz o inspiración santa, asestaban a los nobles,
quienes soportaban pacientemente las bromas del baldzam. También sabían aprovechar
esta libertad para lanzar inculpaciones y aun denunciar crímenes, resultando terrible esta
parte del programa, para los infractores a las leyes.
Tocó a su fin la diversión, con el cilich miatz o inspiración sagrada.
2 Cruz Barney, Oscar. Historia del Derecho en México. Oxford. 1a. ed. México, 2002. p. 6.
3 Hagen, Victor W. Von. Los Mayas, edit. Joaquín Motriz. 19a. reimp. de la 1a. ed. México, 1987. p. 82.
4 Landa. op. cit. p. 131.
5 Cfr. Chimay Marcos de. Supersticiones y leyendas mayas, en Revista de Mérida, 1905
El hoolpop exclamó: quien quiera que tú seas, el que has tomado lugar entre los
baldzames de Mayapán, puedes referir al pueblo tus cuitas.
El penúltimo de la fila alzó la voz y dijo:
¡Pueblo de Mayapán! Vengo a contarte una historia triste; escúchala y advierte
cómo se cumplen tus leyes!
La liviandad, continuó, ha sido siempre un crimen y la seducción de una joven se
ha castigado con la muerte; pero esto acontece con el pueblo; los grandes del reino
pueden divertirse sin temor a las leyes; pueden abusar de la inocencia impunemente
y menospreciar los derechos del desvalido.
Calla, baldzam, gritó el hoolpop; estás faltando a la verdad y ofendiendo a la justi-
cia; en Mayapán, rigen las leyes con igualdad.
Y luego, dando un gran suspiro, el baldzam se puso la diestra sobre el corazón y
dijo:
Llamó un pobre a las puertas de Yelmal, rogándole que le diese albergue durante
la noche que era lluviosa.
Al día siguiente las pobres mujeres lloraban inconsolables la ofensa más grande
que se las podía inferir.
Al cabo de algunos días volvió el joven a la casa de su amada y sorprendió huyen-
do al traidor.
Yo soy, noble hoolpop,
yo soy, pueblo de Mayapán, ¡Pueblo de Mayapán. Vengo a contarte
el amante de Yelmal muerta una historia triste; escúchala y
a consecuencia de un cri- advierte cómo se cumplen tus leyes!
men que no se ha castigado
por tratarse de un noble de
sangre real.
Calla, baldzam, gritó el hoolpop; muéstranos al traidor y verás si no hay justicia en
Mayapán, y si el rey Xocbitun no hiere por igual al pobre y al poderoso.
Ha huido, dijo; pero buscadle en el palacio real y allí le encontraréis.
¡Zamná nos asista! exclamó el hoolpop. ¿En el palacio real? ¡Calumnia! ¡Traición!
la familia real es incapaz de ese crimen.
¿Incapaz? ¿Incapaz? Interrogó amargamente el baldzam; pues bien, llamad al
príncipe Ozil, preguntadle, y si su aspecto, y si su voz, y su confusión no os denuncian
al traidor, no os persuaden de su crimen, traedlo a mi presencia, y yo, Nolmail, peche-
ro de Mayapán le diré al noble príncipe sois el infame que traicionó a Yelmal. Y si el
poder le ampara, si el rey le protege, y no hay justicia contra él, si por tratarse de un
vástago de sangre real, la ley es letra muerta y una irrisión sus preceptos, aún queda
del veneno que apuró Yelmal; él me librará de presenciar la impunidad.
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El derecho maya prehispánico..., pp. 155-178
3. El derecho de familia
Nacimiento y pubertad
Antes de alcanzar la edad necesaria para el matrimonio, los mayas debían cumplir
tres ceremonias que señalaban otras tantas etapas de su vida, y fijaban su situación
civil ante la sociedad. Esas etapas eran:
11 Durand Alcántara, Carlos Humberto, coordinador; Antonio Salcedo Flores, et. al. El Derecho al Desarrollo
Social. Una Visión desde el Multiculturalismo. El Caso de los Pueblos Indígenas. Un Acercamiento al Uni-
verso Jurídico de los Aztecas. ed. Porrúa. 1a. ed. México, 2008. pp. 221-242.
12 Margadant S., Guillermo Floris. Introducción a la Historia del Derecho Mexicano. ed. Esfinge. 15a. ed.
forme a estudios desarrollados por la filología, se sabe que los mayas elaboraron un silabario iconográfico,
de ahí que establezcamos las codificaciones señaladas.
14 Basauri, Carlos. La Población Indígena de México. Tomo II, ed. Consejo Nacional para la Cultura y las
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El paal. A los cinco días de vida, el recién nacido recibía su nombre o paal kaba.
Recibía también el apellido de la estirpe de su padre, el apellido combinado de
las estirpes de su padre y madre, así como su sobrenombre.
El hetzmek. A los tres meses de edad en el caso de las mujeres y a los cuatro meses
en los hombres, se celebraba el hetzmek, que consistía en llevar a horcajadas
sobre la cadera al niño por primera vez, acto que simbolizaba, en el caso de la
mujer, la cocina maya compuesta de tres piedras, y en el caso del hombre, la
milpa, con sus cuatro esquinas.
El caputzihil. Cuando cumplían los doce años de edad se celebraba de manera
colectiva el rito de la pubertad, que habilitaba a todos los participantes para
contraer matrimonio.
El matrimonio
Los mayas se casaban a la edad de veinte años. Con demasiada facilidad dejaban los
hombres a las mujeres, sin temor de que otro las tomara o después volver a ellas, no
obstante los varones mostraban muchos celos y de ninguna manera toleraban que sus
mujeres les fueran infieles.
Si cuando el varón repudiaba a su mujer los hijos eran niños, dejábanlos a las ma-
dres; si ya eran grandes, los varones quedaban con los padres, y las niñas con las
madres.
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4. El derecho sucesorio
“Los indios mayas no admitían que las hijas heredaran con los hermanos sino por vía
de piedad o voluntad; y entonces dábanles algo del montón y lo demás lo repartían
igualmente los hermanos, salvo que al que más notablemente había ayudado a allegar
la herencia, dábanle su equivalencia; y si eran todas hijas, heredaban los hermanos
del padre o los más indicados; y si eran de edad que no era prudente entregarles la ha-
cienda, dábanla a un tutor, deudo más cercano, el cual asignaba cierta renta a la madre
para criarlos porque no usaban dejar nada en poder de las madres, o quitábanles los
niños, principalmente siendo los tutores hermanos del difunto. Estos tutores daban,
lo que así se les entregaba, a los herederos cuando eran de edad y si tal no hacían era
gran deshonra para ellos, y causa de muchas contiendas. Cuando así lo entregaban
era delante de los señores y principales, quitando lo que habían dado para criarlos;
y no daban de las cosechas de las heredades sino cuando eran colmenares y algunos
árboles de cacao, porque decían que harto era tenerlos en pie. Si cuando el señor se
moría no estaban los hijos en edad de regir y tenía hermanos (el difunto), regía el ma-
yor de los hermanos o el más desenvuelto, y mostraban al heredero sus costumbres y
fiestas para cuando fuera hombre; y estos hermanos, aunque el heredero (tuviese ya
la edad) para regir, mandaban toda su vida; y si no había hermanos, los sacerdotes y
gente principal elegían un hombre suficiente para ello.”20
El cargo de halach uinic o ahau, se heredaba por el hijo mayor.21
“Si moría el señor, aunque le sucediere el hijo mayor, eran siempre los demás hijos
muy obedecidos, ayudados y tenidos por señores.”22
Las mujeres no heredaban derechos, sí obligaciones y esclavitud. Esta es una de
las raras excepciones en que vemos que a la mujer se le da un trato desventajoso en
comparación con el hombre.23
“Las leyes sobre las herencias eran tan precisas que no hacía falta testar. Hereda-
ban primero los hijos y, en su defecto, los parientes más cercanos, pero no las hijas.
Parece que las mismas leyes hereditarias regían para el mando de la Nación, y que
el hijo heredaba el poder real del padre; sabemos que así sucedía con los batabs o
19 Coe, Michael D. Los Mayas, Incógnitas y Realidades. ed. Diana. 3a. impr. México, 1989. pp. 203-204.
20 Landa. op. cit. pp. 120 y 121.
21 Soustelle, Jacques. Los Mayas. ed. Fondo de Cultura Económica. 1a. ed. en español, México, 1988. p. 168,
5. Los contratos
En los mercados trataban todas cuantas cosas había en esa tierra. Fiaban, prestaban y
pagaban cortésmente y sin usura.
En las ventas y contratos, no había escritos que obligasen, ni cartas de pago, que
satisficiesen; pero quedaba el contrato válido, con que bebiesen públicamente delante
de testigos. Nunca el deudor negaba la deuda, aunque no la pudiese pagar tan presto;
pero quedaba asegurada para los acreedores confesando; porque la mujer, hijos y
parientes del deudor, la pagaban después de su muerte.25
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Sección Artículos de Investigación
Cada familia recibía, con intervención de los sacerdotes, una parcela de 20 por 20
pies (alrededor de 37 m2), para su uso personal (parece que, fuera de esta parcela, se
cultivó bajo un sistema colectivo).27
El halach uinic nombraba gobernadores, los batabs, cuya misión era tanto admi-
nistrativa (sobre todo debían velar por la buena ejecución de los trabajos agrícolas
y por el pago del tributo) como judicial y militar. A la gente común se le designaba
mediante el término náhuatl de macehual, aplicado a los trabajadores libres aunque
sujetos al pago del tributo.
Las dimensiones grandiosas y la perfección artística de las pirámides, los templos,
los palacios, las estelas y los altares de las ciudades clásicas, prueban que la jerarquía
social funcionaba, que su autoridad se obedecía, que los especialistas (albañiles, ta-
lladores de piedra, escultores, pintores y cinceladores) ejecutaban sus trabajos y sus
obras según los planos de los dirigentes, y que los campesinos producían excedentes
de subsistencias a la medida de las necesidades.28
Los sacerdotes, después de consultar sus calendarios, talismanes y sortilegios, en-
tregaban a los padres del pequeño, una hoja de amate, plumas y tierras colorantes.
Ello significaba que su hijo estaba destinado a pintar los códices, labor muy preciada
porque de ella dependía registrar la historia y todo el conocimiento.29
Los esclavos. Llamados penta, eran mayas que habían sido capturados en la guerra.
Cuando un guerrero capturaba a un enemigo en la batalla, el aprehendido se convertía
en su propiedad personal. Podía utilizarlo para trabajar o venderlo.31
La nobleza. Estaba integra-
Cuando un guerrero capturaba a un
da por el gobernante halach
enemigo en la batalla, el aprehendido se
uinic y su familia o almehe-
convertía en su propiedad personal.
Podía utilizarlo para trabajar o venderlo. noob. Después del cacique,
existían los batahoob o jefes
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por causa de las guerras, salvo aquellas heredades para sembrar árboles frutales, y
tierras que hubiesen sido compradas por algún respeto de mejoría. También eran co-
munes las salinas, que estaban en las costas del mar, y los moradores más cercanos
a ellas, solían pagar su tributo a los señores de Mayapán, con alguna sal de la que
recogían.35
7. El derecho procesal
Los señores regían el pueblo, concertaban los litigios y ordenaban las cosas de sus
“repúblicas”, todo lo cual hacían por manos de los más principales, que eran muy
obedecidos y estimados, especialmente de la gente rica a quienes visitaban; tenían
palacio en sus casas donde concertaban las cosas y los negocios, principalmente de
noche.
Los agravios que
hacían unos a otros,
mandaba satisfacer el
señor del pueblo del
dañador; y si no, era
ocasión y nutrimento
de más pasiones. Y
si eran de un mismo
pueblo lo comunica-
ban al juez que era
árbitro, Y examina-
do el daño mandaba
la satisfacción; y si
no era suficiente, los
Uxmal en tiempos Postclásico (900 dC a 1521)
amigos y parientes
del dañador ayuda-
ban a pagar.
La sucesión de de-
rechos, el albaceaz-
go, la administración
de los bienes y su ad-
judicación, se llevaba
a cabo con la presen-
Halach uinic, el hombre verdadero, era el más grande de los capitanes.
Fungía como jefe de varias otras ciudades mayas.
“Trascendió el caso de un indio que fue enjuiciado bajo el cargo de tratar de hacer cir-
cular falsas semillas de cacao como si fueran auténticas. Dentro de una de las casas de
piedra labrada, a un lado del mercado, estaba sentado el indio con las manos atadas a
su espalda. Sobre un estrado cubierto con una estera tejida estaba sentado el juez. Escu-
chó a ambas partes en conflicto: al hombre que había recibido el dinero falso y al que
lo había entregado. Si se le encontraba culpable, quien había entregado el dinero sería
36 López Cogolludo, fray Diego. Valiéndose de la Relación de Gaspar Antonio Xiu (Indígena Intérprete por
el Rey en el Juzgado Mayor de Yucatán), y siguiendo a Pedro Sánchez de Aguilar. Libro Cuarto, Capítulo
IV. pp. 180-182.
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Sección Artículos de Investigación
convertido en esclavo. Si lo había hecho circular sin saber que era falso, sólo tendría
que pagar al ofendido.”37
Como observamos en el apartado del derecho penal, los habitantes de Mayapán apro-
vechaban las diversiones del mes tzotz para lanzar inculpaciones y denunciar críme-
nes.38
Todo aspirante a una función importante debía presentar una especie de examen,
respondiendo a preguntas capciosas, llamadas lenguaje de Zuyúa. Entre aquella clase
de dirigentes hereditarios se reclutaban los “Magistrados” y los Jefes Guerreros, pero,
antes que nadie, el primero de todos, el hombre verdadero, el halach uinic. Ese sobe-
rano nombraba gobernadores, los batab, cuya misión era tanto administrativa, como
judicial y militar.39
Con ayuda de un consejo de nobles y Con ayuda de un conse-
sacerdotes, el ahau dirigía la política jo de nobles y sacerdotes,
interior y exterior del Estado; además se el ahau dirigía la política
le otorgaba el poder de nombramiento de interior y exterior del Esta-
los batahoob, administradores y jueces do; además se le otorgaba el
con funciones militares y religiosas, de las poder de nombramiento de
aldeas adscritas a su ciudad-estado. los batahoob, administrado-
res y jueces con funciones
militares y religiosas, de las
aldeas adscritas a su ciudad-estado. En cada aldea había un consejo de ancianos.
La selección de los batahoob se basaba en un examen que implicaba el conoci-
miento de técnicas mágicas ligadas a un lenguaje de Zuyúa, que posiblemente haya
sido el lenguaje de los invasores toltecas del siglo X. Como se trataba de conocimien-
tos secretos, transmitidos de padres a hijos, es posible que en este examen el candi-
dato debía ofrecer una prueba de íntima liga con la tradición de aquellos extranjeros
que, después del Viejo Imperio, se establecieron como clase dominante.
En los procedimientos judiciales mayas, contrariamente al sistema azteca, no exis-
tió el recurso de apelación. El juez local, batab, decidía en forma definitiva y los
tupiles, policías-verdugos, ejecutaban la sentencia inmediatamente, a no ser que el
castigo fuera la lapidación por la comunidad entera. Censurable era la diferenciación
de la pena, según la clase social a la que perteneciera el condenado.40
Las poblaciones secundarias de provincia estaban encabezadas por los batabs,
nombrados por el halach uinic de un patrilinaje noble cercano. Esos jefes menores
gobernaban por intermedio de consejos integrados por hombres ricos y ancianos en-
37 Hagen op. cit. pp. 75-83.
38 Chimay. op. cit. pp. 92-95.
39 Soustelle. op. cit. p. 168.
40 Margadant. op. cit. p. 22.
cabezados por un plebeyo importante, escogido cada año entre los cuatro sectores que
formaban cada asentamiento. Además de sus deberes de administrador y magistrado
(juez), el batab era un jefe guerrero.41
Los batahoob ejercían, en sus respectivos distritos, el poder ejecutivo y el judicial;
el batab, en su carácter de juez, sentenciaba a los criminales y resolvía las causas
civiles. Si estas últimas eran de mucha importancia, consultaba al halach uinic, antes
de dictar sentencia.42
8. El derecho de clases 43
La sociedad maya parece haberse dividido en cuatro clases generales: la nobleza (en
maya almenehoob); el sacerdocio (ah kinoob); los plebeyos (ah chembal uinicoob),
y los esclavos (pentacoob).
La nobleza
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Sección Artículos de Investigación
Cada estado maya poseía su propia dinastía gobernante y un territorio, más o me-
nos definido, bajo su control. En las guerras, los territorios conquistados no siempre
se anexaban al del vencedor, sino que seguían existiendo como estados autónomos,
a diferencia del Centro de México, donde se desarrolló una unidad política hegemó-
nica que centralizaba el poder y controlaba a los estados conquistados. Por ello, la
historia de los mayas debe entenderse como una compleja red de relaciones persona-
les y familiares establecidas entre dinastías residentes en cada ciudad y en continua
competencia. Se conoce la existencia de al menos cincuenta ciudades autónomas con
su propio K’uhua ajaw, las cuales establecieron vínculos que iban desde alianzas po-
líticas y comerciales hasta alianzas por motivos de guerra.
Fue en el período clásico temprano, que se originó la consolidación de la estruc-
tura económica y social, y surgieron las clases sociales y la concentración del poder;
mientras que en el clásico tardío (600-800 d.C.) tuvo lugar el máximo desarrollo
de las artes y las ciencias. La sociedad fue altamente jerarquizada con presencia de
linajes reales. De esta manera encontramos que era necesario pertenecer a una deter-
minada estirpe noble para obtener y ejercer el poder.
En el clásico terminal (800-1000 d.C.), en la zona central, cesaron las actividades
constructivas y de registros cronológicos. La élite gobernante dejó el poder por razo-
nes, hasta hoy, desconocidas.45
Los Sacerdotes
La clase sacerdotal (ah kinoob) de los mayas ha de haber sido de igual, si no de mayor
importancia, que los señores y jefes menores.
La gran masa del pueblo eran los humildes sembradores de maíz, con cuyo trabajo se
sostenían no sólo ellos, sino también el halach uinic, los señores del lugar (batahoob)
y los sacerdotes. Fueron los constructores de todo. Pagaban el tributo al halach uinic
y daban regalos a los señores de la localidad, también hacían a su costa, las casas de
los señores y vivían en los márgenes de las ciudades.
Los esclavos
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Sección Artículos de Investigación
de determinados delitos, por haber sido hecho prisionero en la guerra, por haber que-
dado huérfano, o por haber sido comprado.
9. El Derecho de la guerra
Para las cosas de la guerra tenían siempre dos capitanes: uno perpetuo (cuyo cargo
se heredaba, y otro elegido por tres años. A éste llamaban nacom; durante tres años
no podía tener acceso carnal ni siquiera con su esposa, tampoco podía comer carne;
le tenían mucha reverencia, no se emborrachaba ni trataba mucho con la gente del
pueblo. Pasados los tres años, volvía a vivir como antes. Los dos capitanes trataban la
guerra y ponían sus cosas en orden.
Cada pueblo tenía gente
escogida como soldados, Cada pueblo tenía gente escogida como
que, cuando era necesa- soldados, que, cuando era necesario, acudía
rio, acudía con sus armas; con sus armas; eran llamados holcanes, y
eran llamados holcanes, no bastando éstos, convocaban
y no bastando éstos, con- a todos aquéllos que estuvieran
vocaban a todos aquéllos disponibles.
que estuvieran disponibles.
Guiados por una bandera alta, salían muy silenciosamente del pueblo para ir a arre-
meter a sus enemigos con grandes gritos y crueldades. Después de la victoria quita-
ban a los muertos la quijada, la limpiaban y se la ponían en el brazo. Si cautivaban
a algún hombre principal, le sacrificaban enseguida, por no dejar quien les dañara
después. Los demás cautivos eran esclavos de quien los prendía. A los holcanes si no
era tiempo de guerra, no pagaban soldada, sólo cuando había guerra recibían algunas
monedas, que salían de las bolsas de sus capitanes y del pueblo, éste también les
proporcionaba comida.
La guerra, por sus altos costos, no duraba mucho tiempo; una vez terminada, los
vencedores cometían grandes vejaciones contra los vencidos, de quienes se hacían
servir y regalar; si alguien había matado a algún “capitán” o señor, era muy honrado
y festejado.46
El nacom electo, además de formular los planes estratégicos de la guerra, era una
especie de Jefe del Estado Mayor, mientras que los batahoob, o jefes hereditarios,
dirigían a sus propios contingentes en la batalla.47
Cuando un guerrero capturaba a un enemigo en la batalla, el aprehendido se con-
vertía en su propiedad personal. Podía utilizarlo para trabajar o venderlo.48
46 Landa. op. cit. p. 130.
47 Ruz. op. cit. p. 132.
48 Hagen. op. cit. p. 81.
A los mayas les obsesionaba la guerra, los dieciséis estados de Yucatán comba-
tían incesantemente entre sí por diferencias de fronteras y por honores de linaje. Los
holcanes o valientes, eran los infantes, que se protegían con corazas de algodón. Las
hostilidades típicas comenzaban con una incursión, por sorpresa, de guerrilleros en
territorio enemigo, para tomar cautivos, pero la batalla formal se iniciaba con horrible
estruendo de tambores, silbatos, trompetas de caracol y gritos de guerra. Cuando el
enemigo penetraba en territorio que no le pertenecía se sustituía la guerra formal por
la irregular, con emboscadas y toda suerte de celadas. Los cautivos menores termina-
ban en esclavos, los nobles y los jefes guerreros eran sacrificados.49
El enjuiciamiento y castigo de los prisioneros de guerra se encuentra plasmado,
entre otros vestigios, en las pinturas murales de Bonampak, Chiapas; en las cuales
podemos ver a los soldados vencidos comparecer ante el “capitán” vencedor, hacen
fila en espera del momento de su ejecución. Un prisionero herido, magistralmente
dibujado, se recuesta sobre las gradas, proyectando una perspectiva de tercera dimen-
sión que es única en la pintura precolombina.50
Para la guerra también existían normas: en ningún caso se aniquilaba por completo
a poblaciones ni ciudades, por la pérdida económica que esto representaba para el
vencedor. Sólo ciertos cautivos eran exhibidos de manera humillante, despojándolos
de sus atuendos (lanza dardos, escudo y pectoral de algodón) y sustituyendo sus ore-
jeras de jade por simples papeles, para posteriormente ser torturados y sacrificados
en el juego de pelota, la máxima representación de la guerra mítica. Un complicado
ritual acompañaba a los conflictos bélicos; en él se mezclaban lo divino y lo profano.
El dios representante del planeta Venus era el regente de la guerra, y es posible que en
alusión a ese astro, algunos textos glíficos hablen de una guerra de las estrellas, para
referirse a un enfrentamiento bélico.51
Los yucatecos eran muy esforzados, valientes e industriosos en las guerras, nunca
daban batalla sin hacer primero muchos cumplimientos y ceremonias.52 En este tenor
encontramos el siguiente pasaje que relatan Landa, Chimay y López Cogolludo:
En el pueblo de Mazanahó se preparaban los naturales para resistir y, en caso dado,
agredir a los españoles.
El cacique de Chetumal convocó a sus aliados y amigos, y deseando saber si llega-
rían a tiempo las fuerzas que debían reforzar a las que defendían el pueblo, llamó al
adivino para consultarle. El adivino (h’naat) tomó una pequeña lámina de pedernal un
tanto transparente, la remojó en un líquido fermentado que llaman balché, y después
de varias palabras a media voz que más parecían murmullos que voces articuladas,
exclamó: Veo venir en tu ayuda y defensa ¡oh batab! A nuestros valerosos hermanos;
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Sección Artículos de Investigación
Chakan, el del certero brazo y ojo de águila encabeza a los que vienen de Chablé; veo
un gran número por otras direcciones; a Cocom, de indomable patriotismo, y a Tacú,
el de prudente consejo y esforzado corazón. Ya vienen, ya llegan llenos de cansancio;
apresta el férvido balché y el confortante kah para hacerles reparar sus quebrantadas
fuerzas, pero el sol quiere ocultarse y las sombras de la noche harán que se detengan
en el bosque, y los soldados de Dávila tal vez los sorprendan ¡dioses! ¡qué hecatombe
de guerreros harían los invasores!
¡Detente sol! ¡Para un instante y la patria aproveche tan esforzados combatientes!
Ya veo que llegarán. Llegarán batab, y la defensa con tan aguerridas huestes será
heroica.
Llegaron los aliados a punto de cerrar la noche y fueron colocados en puestos
avanzados con la orden de guardar absoluto silencio y, en caso de presentarse los
invasores, resistir hasta lo último, con el objeto de dar tiempo a que las familias eva-
cuasen la población. Hicieron frente al enemigo, hasta que adquirieron la convicción
de que habían evacuado las familias del pueblo. Entonces se retiraron con orden.
En la lucha hubo un incidente que llamó la atención, y fue que en lo más reñido de
ella, un ballestero español que causaba numerosas bajas entre los naturales, se pro-
puso tirar a un indio que igualmente se distinguía por la precisión con que disparaba
las flechas, ocasionando algún daño entre sus contrarios. Ambos valientes buscábanse
en los combates, como deseando realizar un duelo concertado tácitamente. El indio
permaneció como distraído esperando que se disparase la ballesta para lanzar la fle-
cha; el español, creyó verdaderamente la distracción y disparó la jara; pero con suma
rapidez lanzó el indio la flecha, y a tiempo que se oyó decir al Capitán Dávila: “Guar-
daos, Treviño, que estáis herido”, el indio se arrancaba del pecho la jara castellana
exclamando: “No moriré a tus manos, perro cristiano;” y alejándose algo, se ahorcó
con un bejuco.53
Conclusiones
Penal. Entre los mayas no existió la pena de prisión, sí las de muerte, del Talión y de
esclavitud, que eran trascendentales. Diferenciaron el dolo de la culpa. Neutralizaban
al delincuente matándolo o esclavizándolo.
Civil. Conocían los contratos y su formalización. Celebraban las diversas fases del
desarrollo humano. Conocían el divorcio y el repudio. Aplicaban la ley por igual. Los
derechos de la mujer, en ciertos casos, se restringían. No conocían la usura ni impo-
nían pena por deudas civiles.
Laboral. Los trabajadores eran de tres clases: asalariados, siervos y esclavos.
53 Chimay, op. cit. capítulo I; Landa, op. cit. p. 108, y López Cogolludo, op. cit. libro segundo capítulo VII.
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