El título del presente artículo se nos puede antojar provocador. Pero no hace sino plantear en forma de pregunta un hecho constatable: si examinamos desapasionadamente los logros de los dos últimos siglos en progreso y bienestar –de hecho y/o de derecho— de la humanidad, hemos de reconocer que es más lo que se debe a la osadía de los
llamados incrédulos que a la acción –a veces tibia y poco valiente— de los que se llaman creyentes. A propósito del fenómeno de la globalización, J. Müller reclamaba en el artículo publicado en el número anterior de ST (153, 3-10) una Iglesia que sea comunidad discente, capaz de aprender. Añadamos aquí: capaz de aprender de todos, incluso de los ateos
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llamados incrédulos que a la acción –a veces tibia y poco valiente— de los que se llaman creyentes. A propósito del fenómeno de la globalización, J. Müller reclamaba en el artículo publicado en el número anterior de ST (153, 3-10) una Iglesia que sea comunidad discente, capaz de aprender. Añadamos aquí: capaz de aprender de todos, incluso de los ateos
El título del presente artículo se nos puede antojar provocador. Pero no hace sino plantear en forma de pregunta un hecho constatable: si examinamos desapasionadamente los logros de los dos últimos siglos en progreso y bienestar –de hecho y/o de derecho— de la humanidad, hemos de reconocer que es más lo que se debe a la osadía de los
llamados incrédulos que a la acción –a veces tibia y poco valiente— de los que se llaman creyentes. A propósito del fenómeno de la globalización, J. Müller reclamaba en el artículo publicado en el número anterior de ST (153, 3-10) una Iglesia que sea comunidad discente, capaz de aprender. Añadamos aquí: capaz de aprender de todos, incluso de los ateos
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llamados incrédulos que a la acción –a veces tibia y poco valiente— de los que se llaman creyentes. A propósito del fenómeno de la globalización, J. Müller reclamaba en el artículo publicado en el número anterior de ST (153, 3-10) una Iglesia que sea comunidad discente, capaz de aprender. Añadamos aquí: capaz de aprender de todos, incluso de los ateos
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JUAN A.
ESTRADA
¿ELOGIO DEL ATEÍSMO Y CRÍTICA
DEL CRISTIANISMO? El título del presente artículo se nos puede antojar provocador. Pero no hace sino plantear en forma de pregunta un hecho constatable: si examinamos desapasionadamente los logros de los dos últimos siglos en progreso y bienestar –de hecho y/o de derecho—de la humani- dad, hemos de reconocer que es más lo que se debe a la osadía de los llamados incrédulos que a la acción –a veces tibia y poco valiente— de los que se llaman creyentes. A propósito del fenómeno de la globa- lización, J. Müller reclamaba en el artículo publicado en el número anterior de ST (153, 3-10) una Iglesia que sea comunidad discente, capaz de aprender. Añadamos aquí: capaz de aprender de todos, incluso de los ateos.
¿Elogio del ateísmo y crítica del cristianismo? Razón y fe, 237 (1998) 251-263.
Es normal contraponer teís- al avance de la humanidad y a la
mo y ateísmo, como si constitu- superación de situaciones de yesen dos compartimentos estan- opresión del hombre. cos que no tuviesen nada que ver Pero incluso desde el punto de entre sí. En realidad, tienen mucho vista teológico, el ateísmo puede que ver, tanto desde una perspec- ser valorado como una corriente tiva puramente humana que inte- que ha contribuido y puede con- resa a creyentes y ateos, como tribuir decisivamente a la religión, desde una perspectiva teológica. a su crítica y a su transformación. Sin ocultar que reflexionamos En especial respecto al teísmo desde una postura teísta y cris- cristiano, el ateísmo posee un tiana, pretendemos abordar el valor admonitorio, crítico y alter- ateísmo como una corriente au- nativo que le convierte en punto tónoma de pensamiento que ha de referencia insustituible para la aportado valores, enfoques y religión en Occidente. críticas, las cuales han contribuido
DEL ESCEPTICISMO RELIGIOSO AL ATEÍSMO HUMANISTA
Aunque el ateísmo hunde sus la unidad confesional de Europa, raíces en la cultura de la Grecia contribuyeron a que, a partir del clásica, es en la modernidad cuan- siglo XVI, el cristianismo se con- do adquiere un profundo arraigo virtiese en un factor de distorsión, y se convierte en una corriente en una fuente de legitimación del de pensamiento. Fueron las gue- absolutismo estatal y de sus sis- rras religiosas las que, al romper temas de control más o menos 101 inquisitoriales. porque la presencia del Espíritu En cualquiera de sus versiones de Dios permite la crítica interna (Spinoza, Locke, Voltaire, etc.) la y, con ella, su transformación y propuesta atea representará los purificación. valores del humanismo contra la Esa crítica de la religión cons- intolerancia religiosa. El ateísmo tituye todavía una función insus- denuncia la identificación entre tituible ante las nostalgias de las Dios y su representación, impug- situaciones privilegiadas de anta- na la «verdad» religiosa como ins- ño, cuando los Estados eran con- trumento teocrático de poder y fesionales, y ante la falta de valen- rechaza un sistema religioso que tía en asumir, con todas sus con- se impuso sobre la conciencia secuencias, el carácter secular de personal (cuius regio, eius religio: la la sociedad y la laicidad del Estado. religión de una región es la del que El auge de los fundamentalismos la gobierna) a costa de los dere- e integrismos revela la persisten- chos humanos. La función política cia de esta «tentación» eclesial, de la religión ha sido siempre una ante la que el ateísmo permanece referencia constante para la crí- alerta. Sería un grave error ver ahí tica de la religión. Las tentaciones una amenaza al cristianismo y no del cristianismo, representado abrirse ante una autocrítica que por la autoridad jerárquica, son nos haga comprender por qué prácticamente las mismas con amplios sectores de la sociedad que, según los evangelistas Mateo son anticlericales y por qué crece (4,1-11) y Lucas (4,1-13), habría el número de los que pasan de la sido tentado Jesús en el desierto: crítica a la Iglesia al rechazo del utilizar la relación privilegiada con teísmo cristiano. Dios para obtener poder, presti- El segundo aporte de la crítica gio y dinero. La Ilustración vio en atea a la religión procede de las la crítica a la religión el principio confrontaciones del siglo XIX. El de la emancipación política y eslogan marxista «la religión es el cultural en Occidente. opio del pueblo» responde a la La crítica a la religión política función legitimadora del poder es la primera de las aportaciones estatal y denuncia el supranatu- positivas del ateísmo y converge ralismo que lleva a la pasividad, al con algunas críticas intracristia- conformismo en el «más acá» nas a la mundanización de la Igle- como condición para alcanzar la sia. Justamente la denominación salvación en el «más allá». La de «casta ramera» (Casta meretrix: doctrina social de la Iglesia entra- título del magistral estudio de Urs rá en liza a finales siglo XIX con von Balthasar en su obra Sponsa casi un siglo de retraso. Verbi) fue empleada en la antigua En realidad, el cristianismo Iglesia para expresar un doble está determinado por una fuerte hecho: la Iglesia se prostituye cuan- tensión entre la trascendencia y do se mundaniza y busca poder, la inmanencia de Dios. Recoge la prestigio y dinero, pero, al mismo aportación judía que, al realzar la tiempo, no deja de ser casta, trascendencia, rechaza toda abso-
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lutización de una realidad intra- haciendo de cada persona un mundana como última y definitiva. cocreador con Dios en la perfec- En este sentido, el cristianismo es ción del mundo y un corredentor una religión que desacraliza, pro- con Cristo en la lucha contra el faniza las realidades cósmicas e mal. históricas, desde la naturaleza y el De ahí surge una espiritualidad ser humano hasta las ideologías del trabajo, de la cultura, de la e utopías que proponen el paraíso política, de la economía, así como en la tierra. La trascendencia corrientes actuales como la teo- implica, pues una relativización logía de la liberación o la teología radical de todas las utopías, una política que, contra todo supra- desacralización del poder y del naturalismo, recuerda que lo Estado. único que Dios sacraliza en la Esta perspectiva podría ser historia es el rostro vulnerable del blanco de la crítica marxista a un ser humano (el pobre, el enfermo, sobrenaturalismo que se desen- el pecador, el marginado: Mt 25, tiende de lo terreno. Pero se 31-46). equilibra justamente por el inma- Sigue, de hecho, pesando to- nentismo resultante del Dios davía demasiado en la religión encarnado y del Espíritu presente cristiana la aceptación sumisa del en la historia humana. La procla- sufrimiento (el «peso de la cruz») mación del Reino de Dios no sólo más que la lucha contra la injus- apunta a la intervención definitiva ticia y el compromiso con los de Dios en la historia, sino tam- derechos y la dignidad del ser bién y principalmente al hecho de humano, que es lo que debería que el Reino se construye en el llevar a asumir la cruz. La resig- aquí y ahora. El reinado de Dios nación ante la injusticia, so capa es la respuesta divina al esfuerzo de aceptación de la voluntad de humano por realizar el plan de Dios, no es cristiana. La denuncia salvación. Se trata de un don, pero atea es aquí válida. Históricamen- también de una tarea. Por eso, el te hay que reconocer lo mucho cristiano vive de la conciencia de que ha aportado el marxismo a un Dios, que no desplaza al ser la toma de conciencia sobre el humano como agente histórico, problema social y las funciones de sino que lo potencia, lo inspira, la religión. DEL MORALISMO CRISTIANO A UNA MÍSTICA PROFÉTICA Nietzsche critica la corriente genera la sumisión de los fieles y platonizante que subyace al cris- el dominio sacerdotal sobre las tianismo y le lleva no sólo a de- conciencias. monizar el cuerpo, sino también Para Nietzsche, el sacerdote a incrementar el peso de la ley y tiene el paradigma del poder: la las prohibiciones. Como conjunto capacidad de definir el bien y el de prescripciones, presuntamen- mal en nombre de Dios. Además te legitimadas por Dios, la religión anuncia la dinámica vigente en el
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siglo XX: represión externa del la búsqueda y la nostalgia de Dios- ser humano desde las tradiciona- es esencial para el cristiano. En les fuerzas represivas -ejército, torno a ella cobran significado la policía, leyes- y presión de la oración, los sacramentos y las opinión pública y de la propagan- prácticas orientadas a entrar en da de los mass media. Interiorizan- comunicación con Dios. Esta do la opresión producida por la necesidad es hoy más acuciante presión y la represión, el ser que nunca. Pues acaso el declive humano se aliena, con lo que deja en la práctica de los sacramentos, de ser libre. Nietzsche hace una en especial del de la confesión, llamada al ser humano a liberarse haya que atribuirlo tanto a la de las cadenas de esa esclavitud pérdida del sentido de Dios, como impuesta por la sumisión a las a su celebración clericalizante y autoridades y tradiciones exter- a sus consecuencias moralizantes. nas impositivas. Si en los años sesenta y setenta Toda moral -afirma Nietzsche- la gran preocupación era la de un es heterónoma: es fruto de la cristianismo sin Iglesia -«Jesús sí, relación de los esclavos contra los Iglesia no»- hoy la gran amenaza señores.Al determinar lo que está es la de una religión sin Dios. Pese prohibido y permitido, el sacerdo- al descenso en la práctica de los te domina sobre las almas. Nietz- sacramentos, la religión goza de sche rechaza lo que llama «moral buena salud. Proliferan las proce- de esclavo», basada en la compa- siones, las romerías y demás sión con el débil. Proclama que prácticas de la religiosidad popu- «Dios muere» en la conciencia de lar, frecuentemente de carácter Occidente. Con él se pierde el más laical y comunitario que sa- referente del sentido: se deja vacía cerdotal e institucional. Se man- la respuesta esencial a la pregunta tiene el influjo de la Iglesia en la del ser humano por el sentido de sociedad en cuanto referente la vida y de la muerte.Ya no existe moral, especialmente en la doc- un Dios al que preguntar por el trina social, y se siguen valorando sentido del mal -sufrimiento, in- sus funciones asistenciales, sus justicia y muerte-. En adelante asociaciones y su contribución al habrá de ser el ser humano el humanismo de la cultura. que dé por sí mismo un sentido En cambio, languidece el dis- -fragmentario y limitado- a la his- curso sobre Dios, también en la toria. Iglesia. Cada vez resulta más difícil También aquí la crítica atea ha encontrar maestros espirituales tenido efectos positivos y sus que hablen de un Dios experi- repercusiones han llegado a los mentado, sobre todo entre los umbrales del tercer milenio. El dirigentes -ministros, religiosos, cristianismo no es una moral ni teólogos-. la moral es lo más determinante El discurso de la teología y de de la religión. El cristianismo la jerarquía se centra más en las hunde sus raíces en la experiencia necesidades e intereses de la de Dios. La mística -experimentar Iglesia, y en las obligaciones
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morales que en el silencio de Dios Occidente se habrá realizado. y en su aparente ausencia de la A esto se añade la permanen- sociedad. Parece que alarma me- cia en el cristianismo actual de un nos la creciente indiferencia re- moralismo platonizante que no ligiosa que la crítica a la Iglesia responde al avance de las ciencias jerárquica. Dios resulta cada vez del hombre y a una concepción más innecesario en la sociedad y más plena de lo que es la corpo- las mil miniofertas de la sociedad reidad y la sexualidad. Muchos de consumo desplazan la pregun- creyentes, incluso «practicantes», ta por Dios, que es también la del no siguen hoy los dictados oficia- sentido radical de la vida. Parece les de la moral eclesial, porque les que Nietzsche acertó al predecir aparece desfasada y lejana de las la muerte de Dios en la conciencia situaciones reales de la gente. A cultural de Occidente, aunque se la contestación de los años sesen- equivocara respecto a las posibi- ta y setenta ha seguido una lidades de supervivencia de la emigración silenciosa y la desau- religión en cuanto institución torización tácita de un magisterio social con funciones irreemplaza- ordinario al que, a menudo se bles. escucha pero no se obedece. La diferencia estriba en que la Buena parte de la crisis de la Iglesia no favorece la creatividad Iglesia responde a la crítica atea y la búsqueda personal de Dios, a esta moralización del cristianis- y promueve a los puestos de mo. mayor responsabilidad a personas Pero la crítica atea ha produ- sumisas y conformistas respecto cido también aquí resultados a la autoridad. Como en tiempos positivos. Poco a poco se ha de Jesús, la institución sacerdotal pasado de una moral heterónoma recluta funcionarios y margina a a otra autónoma, de la sumisión los creadores, a los místicos y a a la autoridad al discernimiento los profetas. De ahí la atonía de personal, que valora la misma las Iglesias en el Primer mundo. objeción de conciencia. Se va El cristianismo del siglo XXI abriendo la posibilidad de una necesita más a gente que busque opinión pública en la Iglesia, de y experimente a Dios por nuevos una valoración de la cooperación caminos, que hagan posible el laical. La eclesiología de comunión diálogo con los no creyentes, que lleva a una concepción de la a teóricos que hablen de un Dios comunidad, inspirada por el Espí- «estudiado» y que administren ritu, en la que todos participan los servicios eclesiales. Si la época con una pluralidad de carismas y de renovación generada por el ministerios. Se trata de abrirse a Vaticano II se da por acabada, no una Iglesia, pueblo de Dios, en la ha de sorprender que se adueñe que no hay comunidad sin auto- de la situación el inmovilismo ridad, pero en la que ésta está al eclesial. Si esta dinámica continúa, servicio del pueblo. Sin embargo, la afirmación de Nietzsche sobre crece el distanciamiento de una el declive del Dios cristiano en teología que avanza según este
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modelo y una Iglesia «oficial» que humano crecer y vivir- más allá de permanece anclada en el modelo una concepción individualista y eclesiológico anterior. La transi- privatizante. No se trata, pues, de ción de un modelo eclesial a otro una versión moralista del pecado, marca muchas tensiones del ca- como antaño cuando se centraba tolicismo en los albores del tercer el pecado en el sexto mandamien- milenio. to, sino de un humanismo que Además, a diferencia de la actualiza el viejo eslogan latino: época de Nietzsche, hoy se cons- «todo lo auténticamente humano tata en el cristianismo una deci- es nuestro». Así como nada inhu- dida opción por los pobres y los mano puede sernos indiferente. El marginados. Y no se trata de una bien y el mal se refieren a la religión de compasión, sino de un dignidad del hombre y tienen a humanismo cristiano contrapues- Dios como garante. El Dios tras- to al aristocrático e individualista cendente es el garante de los de Nietzsche. Ya lo había procla- caídos en las duras y competitivas mado San Ireneo de Lyon: la gloria sociedades darwinistas de Occi- de Dios es que el hombre crezca dente. Aquí el cristianismo se y viva. Ésta es la clave hermeneú- mantiene en las antípodas del tica para determinar lo que es ateísmo de Nietzsche. pecado -todo lo que impide al ser
DEL INFANTILISMO CRISTIANOA UNA RELIGIÓN SIN PADRES
Freud -uno de los más radica- dejar paso a la era de la ciencia les representantes del ateísmo y a una ética racional superadora contemporáneo- critica a la reli- de la religión. gión como una ilusión, fruto del El cristianismo es definido deseo y de la carencia. Para él, el como una neurosis colectiva que, cristianismo constituye el estado paradójicamente, sirve para miti- infantil de la humanidad, que gar las patologías de cada indivi- mantiene la necesidad de un Dios duo. El precio es la minoría de padre, que nos proteja de las in- edad, a la que se añade el malestar clemencias de la vida. Él propugna permanente ante el deseo parri- una adultez humana que renuncie cida -y deicida-, que hace que la a la dependencia de padres y religión oscile entre la alabanza y maestros. Cuando E. Bloch pro- la blasfemia, el amor y el temor, clama «el ateísmo en el cristianis- la fascinación y la aversión. Se mo» y ensalza al héroe rojo, que busca una moral sin culpa, una se sacrifica por las generaciones ética sin religión y un humanismo futuras sin el consuelo de la otra sin Dios. vida, sigue las huellas de este hu- El infantilismo religioso es una manismo ateo de la adultez y de dimensión de la inmadurez huma- la mayoría de edad. El cristianismo na. También aquí el ateísmo ha aparece así como residuo de una puesto el dedo en la llaga, obli- época mitológica, que tiene que gando al cristianismo a replan-
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tearse sus propias estructuras y El crecimiento en libertad es concepciones de la realidad. Asis- la marca de un cristianismo adulto. timos hoy a un redescubrimiento Dios no es tanto el que garantiza de la relacionalidad humana. No seguridades cuanto el que inter- hay un yo sin un tú. Somos relación pela. No es el referente utilitarista y crecemos en la intersubjetividad. al que «se piden favores», mante- Partimos del niño, que es hijo de niendo la relación de dependencia alguien, que se individualiza a infantil, sino el que nos demanda partir de un proceso de sociali- el don de la vida. Más que darle zación y que tiene que compaginar lo que tenemos, hay que ofrecerle su propia biografía con su capa- lo que somos en función de los cidad de opción para llegar a la demás, como hizo Jesús. La racio- adultez cognitiva y moral. Desde nalidad no contradice la libertad ahí redescubrimos a Dios como y la opción por Dios no tiene por el tú que nos interpela, como el qué ser signo de inmadurez. A que llama a Abraham, prototipo menudo brota de un compromiso del cristiano, a salir de la propia con la vida que lleva a luchar instalación para seguirle desde contra la resignación y la deses- una promesa de futuro. Dios no peranza que surgen de los fraca- ata a la seguridad del pasado, sino sos históricos. El héroe rojo de que irrumpe desestabilizando, lla- Bloch, que sacrifica su presente mando a las opciones personales por las generaciones futuras, no de seguimiento. está tan lejos del cristiano que La tradición no es algo que colabora en la construcción del bloquea al ser humano, como reinado de Dios en el mundo y pretenden los fundamentalismos. que acepta su previsible fracaso Es la plataforma de identidad que histórico, desde la confianza en un posibilita la creatividad, la búsque- Dios al que ve como principio y da. Por eso, en la Gaudium et Spes, término de la vida humana. la Iglesia se define como la que Por eso, la religión está tan participa en las esperanzas, gozos íntimamente vinculada a la ética. y tristezas humanas, indagando en Y de ahí que necesitemos tanto los signos de los tiempos y bus- de la religión como de la ética en cando en ellos a Dios. En las una época, como la nuestra, con épocas de crisis vacilan las con- un enorme potencial transforma- vicciones. De ahí la tentación de dor, que se puede utilizar para un Dios que nos fije al pasado y hacer del mundo un infierno o un de una tradición que nos ancle, hogar digno del ser humano. aunque nos aprisione y cierre la El problema se agrava en una puerta a la creatividad. En buena época postmoderna. No es la parte es lo que ha sucedido en sustitución de la ética por la sectores de la Iglesia que hicieron estética, de lo bueno por lo bello, su «perestroika» (reforma de de la justicia por el éxito, lo que estructuras) con el Vaticano II, lleva a la mayoría de edad del pero que luego se asustaron de hombre. La ausencia de culpa, sus implicaciones. como la tolerancia y la permisi-
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vidad, no es necesariamente signo sufrimiento y sinsentido, seguirá de salud mental. Al contrario, a planteándose la pregunta por veces expresa la indiferencia cíni- Dios. El ser humano religioso ca ante el sufrimiento. La permi- apuesta desde una razón que no sividad que no se basa en la dig- tiene por qué ser ilusoria. Confía nidad de la persona genera la en el sentido de la vida humana, irresponsabilidad del científico o en la búsqueda de inmortalidad, de la corrupción del político. La absolutez y de infinitud, que es mayoría de edad propuesta por el inherente al ser humano. El ateís- humanismo freudiano no viene mo, por el contrario, opta por la tanto de una época sin religión, finitud, la relatividad de los deseos cuanto de una superación de la y la absolutización de las carencias religión antihumanista (E. Fromm). humanas. No acepta más sentido La adultez humana es irrealizable que el que el ser humano puede si equivale a la ausencia de pato- dar a la historia y rechaza cual- logías y de inconsecuencias. Ésta quier apelación a Dios, como es, quizás, una «ilusión» freudiana escapatoria o residuo mitológico. al criticar a la religión como mero Sin embargo, tampoco el ateo está fruto del deseo y la carencia. Al exento de ambigüedad y mantiene contrario, muchas veces la adultez una fe en el progreso, en las uto- implica capacidad para vivir las pías intrahistóricas y en la misma propias inconsecuencias y contra- racionalidad, especialmente la cien- dicciones sin desesperanza ni tífico-técnica. También desde la amargura. pretensión del ateísmo ilustrado Al servicio de esto hay que puede darse la deshumanización, la poner una religión que interioriza indiferencia ante el dolor o la au- el pecado en cada ser humano tosuficiencia individualista. La reli- para proclamar simultáneamente gión no tiene el monopolio de las que Dios no es el referente de un patologías, y las ideologías del siglo superyo legalista y tiránico, sino XX han mostrado que las cosmo- buena noticia para los pecadores, visiones ateas pueden ser tan alie- que somos todos. Desde ahí, es nantes o más que las religiones posible la aceptación del pecado totalitarias. Por eso, religión y ateís- sin angustia, la moral sin escrúpu- mo están llamados a entenderse - los, la entrega a los demás sin la en lo que respecta a los proyectos mala conciencia. El compartir no humanitarios- a vigilarse y criticarse es necesariamente el fruto del -ante la gama de sus patologías escrúpulo y de la angustia por la respectivas- y a interrogarse e conciencia pecaminosa, cuanto el impugnarse mutuamente, para que don que se comunica tras expe- ambas no pierdan de vista la dimen- rimentarlo en relación con Dios sión opcional inherente a cada cos- y con los demás. movisión y se abran a la duda desde En tanto en cuanto exista el la alteridad del otro -del creyente mal en la forma de injusticia, y del increyente-. Condensó: MÀRIUS SALA