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1

Stefano Massini

Mujer no reeducable
Memorandum teatral sobre Anna Politkóvskaya

Traducción de Miguel Acebes Tosti


2

Prólogo
La emboscada
Chechenia
Paquete humano
Grozny’s clock (el reloj de Grozny)
Hospital n° 9
Curriculum vitae
Fosas de Kotuni
Puñetazo en la cara
Cartas abiertas
Culebrón
La sangre y la nieve
Carne quemada
Musical
Una hoja de papel
Yo he matado
Despertar
Los inteligentes
Estoy cansada
Una como yo
Epílogo
3

1.
Prólogo

Esta historia podría empezar de muchas maneras.


Por ejemplo con un nombre.
Vladislav Surkov.
Este señor es miembro de la oficina de la Presidencia Rusa.
En el Kremlin confían en él.
Le escuchan.

En el 2005
Surkov escribe en una circular interna que
textualmente:
“Los enemigos del Estado se dividen en dos categorías:
los enemigos a los que se les puede hacer entrar en razón y los incorregibles.
Con estos últimos no es posible dialogar
y esto les convierte en no-reeducables.
Es necesario que el Estado adopte todas las fuerzas
para limpiar el territorio de estos personajes no reeducables”

2.
La emboscada

Es el 5 de agosto por la mañana.


Crónica de una jornada cualquiera en Kurchaloj, Chechenia.

Polvo en el aire.
La plaza es pequeña.
Llena de gente , sobre todo mujeres.
En el centro un montón de tierra y arena.

Las casas son grises, no claras.


Te podrías esperar que las casas aquí fueran blancas,
quizás de color arena:
se cree que las casas en Asia son siempre de color arena.
Sin embargo aquí están:
cemento gris. Sucio. Casi negro.
No parece Asia.
Y sin embargo es Asia.
Asia del Tercer Milenio.

Paso por ahí por casualidad.


Una plaza como otras.
Un lugar como otros: son todos iguales, aquí.
El cielo blanco. Polvo en el aire.
4

Y luego...
Como un gigante de hierro y acero
el gasoducto.
Cruza todo el pueblo.
O mejor: casi casi es el pueblo el que rodea el gasoducto:
le ha crecido alrededor
como aquellos hongos rojizos que aquí a veces
se adhieren a los troncos por la noche.
Todo alrededor: arraigados,
como si quisieran robar ese espacio.
El gasoducto cruza toda Chechenia, de arriba a abajo.
Enorme. Majestuoso. Mayúsculo.
No sabes dónde empieza ni dónde termina.
Parece que se vaya a caer de un momento a otro y sin embargo...
sin embargo está en pie. Todavía. Ahí está.
A pesar de los roces, a pesar de los derrumbes, a pesar de la carga.
Y bueno, el gasoducto atraviesa toda la plaza de Kurchaloj.

La plaza está llena de gente, esperando.


No me da tiempo a preguntarme el qué
cuando con una nube de polvo
se materializa
un camión.

Bajan los dos ocupantes.

La gente se encoge.
También yo me acerco, entre las mujeres:
llevo un pañuelo alrededor de la cara
para mezclarme con las demás.

Del camión sacan


un barreño.

Y del barreño sacan algo parecido a una pelota de trapo.


Una pelota roja.

La sacuden para escurrirla.

Es una cabeza.

Una cabeza humana.


Enganchada en un arpón.

La cuelgan ahí arriba, al tubo del gasoducto.


Colgada al hierro, inmóvil.
Como aquellos botijos colgados en algunas bodegas,
de exposición: a lucir.
Una cabeza, ahí.
Se la suda que el gasoducto
detrás de ella
5

se vaya – rápido – hacia el Este: ella se queda inmóvil.


Todavía gotea.
Lentamente.
Con precisión.
Gotea.
Gotea.
Gotea.

En el suelo, sobre el polvo,


hay casi un lago.
Un lago rojo.
Y la cabeza sigue derramando en el lago
sus gotas rojas:
Una tras otra.
Lentamente.
Con precisión.
Lentamente.
Con precisión.

Dos policías montan guardia,


de pie, delante de ella.
La gente pasa y mira.
Y la cabeza colgada: gotea...
Lentamente. Con precisión.

¿De quién es esa cabeza? ¿Qué ha pasado?

Que algunos días antes,


– la noche entre el 27 y 28 de julio –
dos guerrilleros chechenos han caído en una emboscada.
La policía que depende de Moscú les ha tendido una trampa
a las afueras del pueblo.
Uno de ellos ha sido capturado, el otro asesinado.
Para dar ejemplo a todo el pueblo
los de la policía le cortan la cabeza
y la cuelgan
a escurrir
encima del gasoducto en el centro del pueblo, en la plaza.
Mientras tanto los otros policías preparan las actas.

Ocurre a menudo:
la policía decapita a los guerrilleros
y usa la cabeza
como trofeo.

Tras medio día la descolgarán


la recoserán con alambre al cuerpo:
como la ley manda.

En ese momento habrá dejado de gotear.


6

3.
Chechenia

Hay quién dice que los lugares del mundo son como sus ríos.
Que el alma de la gente, la historia de los pueblos,
fluye como el agua de sus ríos.

El río Terek es un río inquieto.


Todo rocas, cascadas, violencia.
Las aguas heladas: nace en el hielo
Fluye por 600 kilómetros,
al principio hacia el Norte, hacia Rusia, después al Este.
Y corre, baja, hasta hacer un pantano gigantesco
antes de precipitarse en el Mar Caspio.

El río Terek: una serpiente de agua


estrecho y encajado entre las montañas del Cáucaso
y dos mares:
el Mar Caspio a la derecha,
el Mar Negro a la izquierda.

Como una franja de arena, árida,


tirada entre dos charcos de agua.
Y la gente está en guerra, desde hace siglos,
por el poder sobre esa franja:
tantos estados que pierdes la cuenta:

Osetia, Ingusetia, Daguestán,


Balkaria, Circasia, Adiguesia,
Georgia, Armenia, Azerbaiyán
Ahí en el fondo, además, Turquía,
y - justo en el medio de la franja -
encajada,
sin salida,
ahogándose,
pequeñísima:
Chechenia.

Agarrada ahí: a las orillas del Terek.


Tierra inquieta, Chechenia: como su río.
Tierra rebelde. No desde ahora, desde hace siglos.
No acepta dueños, no acepta autoridades.
No desde ahora, desde hace siglos.

Tierra orgullosa, hostil,


como aquellos caballos que en estas tierras no se dejan cabalgar.

Tierra insolente, Chechenia.


Desobediente, peligrosa.
No desde ahora, desde hace siglos.
7

El saludo que se dan por la calle,


-aún hoy-
no es buenos días, buenas tardes o que Dios te bendiga
sino te deseo libertad.
Libertad: la que nunca han tenido.

Desde el siglo XVIII hasta hoy


Rusia guerrea contra Chechenia
para demostrarse que es dueña del imperio.

Desde el siglo XVIII hasta hoy


Chechenia no pide autonomia: la exige.
Con las revueltas. Las revoluciones. Las bombas. Los atentados.

Esto es Chechenia para los rusos:


una tierra de rebeldes.
Que hay que domar.
Inundándola de sangre.

Esto es Rusia para los chechenos:


una tierra de dueños.
Que hay que echar.
Con la sangre.

El zar Nicolás I los persiguió durante 40 años.


Stalin los desterró en masa.
El pueblo checheno entero deportado en 3 días a Kazakistán.
Planificación territorial soviética.

Redistribución étnica.
Hombres, mujeres, mayores, niños:
vuelven 17 años más tarde: 1957.

En los últimos diez años – hasta el día de hoy – guerra sin interrupción.
Guerra para salvar a Rusia de los árabes del sur.
En Rusia a los pueblos del sur les llaman “los negros”.
La llaman la gran guerra contra los negros.

Las únicas voces contrarias son las de las madres de los soldados.
Protestan, marchan por las calles, no quieren que los hijos vayan al frente.
Solución: desde mañana se recluta sólo a soldados huérfanos.
Por lo menos nadie protesta.

Rusia envía a Chechenia tropas de mercenarios.


En alta. Yo te pago, tú combates:
Se presentan ex-presidiarios, criminales,
bandas de desempleados
y ultranacionalistas del tipo
-textual - gozo cuando mato a un negro.

Se llaman Unidad de limpieza de los bosques chechenos.


Y de hecho limpian, y cómo.
8

Mejor: expurgan.
Que es diferente.

4.
Paquete humano

Convenzo a un chico de las tropas rusas para hablar conmigo.


Nos encontramos en un cuartel medio vacío, a las afueras de Grozny.
Aquí se han quedado pocos, de guardia.
Los demás se han ido a los montes.
El uniforme es más grande que él.
Le hincha los hombros. No se lo digo pero me da un poco de risa...
-¿Cómo te llamas?
-Sascha.
-Bien: Sascha.
-Sascha Gribdaev. Pero no lo escriba.
-¿Puedo preguntarte cuantos años tienes?
-19
-¿Y hace cuánto que estás en Chechenia?
-7 meses
-¿Lo has elegido o te han enviado?
-Yo lo he elegido, nadie me ha obligado.
-Entonces puedes decirme porque un chico de 19 años decide ir a Chechenia.
-Me pagan.
-¿Sólo por esto?
-He pasado hambre durante un año y medio. No había trabajo.
-Y te has alistado.
-En esos días resultó que el ejército buscaba huérfanos a los que pagaba muy bien, si iban
a Chechenia. Si volviera atrás lo haría de nuevo. Enseguida.
-Sascha, ¿a cuanta gente has matado desde que estás aquí?
-Estoy al día
-¿Qué quiere decir estar al día?
-Con los números
-Qué números.
-Cada uno de nosotros tiene que matar a unos 3 o 4 al día.
-Al día.
-Por lo menos 3 o 4.
-¿Lo conseguís?
-Hay técnicas.
-¿Por ejemplo?
-El paquete humano.
-¿Qué es?
-Se entra en un pueblo. Se coge a 10 personas. Se atan. Fuerte. Con una cuerda. Se pone una granada en
medio. Y se hace estallar. Bum. ¿Tiene un cigarrillo?
-¿Tú ya lo has hecho?
-¿Qué?
-Este paquete humano. Bum.
-3 veces.
9

-¿Y estás orgulloso?


-Ellos lo harían con nosotros, nosotros lo hacemos antes. Y además...
-¿Además?
-Es decir: no es que sean hombres, al fin y al cabo son chechenos. Bueno: ¿tiene un cigarrillo?

Miro a este chaval, delante de mi.


En el fondo podría ser mi hijo.
La pregunta que me sale es:
¿Cuál es la causa? La razón?
Luego pienso que en su vida,
-en sus 19 años-
se resume todo el ciclo ruso.
Mi historia, nuestra historia.
En cinco etapas:

1986
el chaval nació en 1986.
Osea cuando Gorbachov habla de libertad, transparencia.
1986: Perestroika, Glasnost, vida nueva.
Se habla en voz alta, se piensa: todo está cambiando.
En los periódicos empiezan a preguntarse cuanta porquería
esconde el KGB.

1991
1991: el chaval tiene 5 años, va a la escuela.
Ve el final de la Unión Soviética.
Escucha muchos discursos: el Occidente, la Democracia.
Deseos, sueños, esperanzas: mirar al futuro.
Si quieres ofender a alguien le dices
“Cara de KGB”
Que quiere decir cara de mierda.

1996
1996: ahora tiene 10 años.
La gran decepción: en Rusia no se come.
Tiendas cerradas. Ladrones en todas partes. Precios enloquecidos.
Por las calles de Moscú millonarios en Rolls Royce y una multitud de desdichados.
El presidente de Rusia es Boris Eltsin. Borracho perdido.
En los funerales de Estado – en directo – se ríe y silba.
Inversión de marcha: alguien dice
“En el fondo el KGB funcionaba: imponía el orden”
El orden que ahora no existe.

2001
2001: el chaval tiene quince años.
Rusia es peor que el Far West.
Te matan por la calle para robarte un rublo.
Nadie trabaja. Bandas de mafiosos.
Atentados. Bombas. Vuelan edificios. El metro.
La plazas llenas de manifestaciones:
neo-nazis
neo-leninistas
10

neo-estalinistas
neo-zaristas
híper-ultra-extra-nacionalistas agitan banderas gritando
“¡Ojalá estuviera aún el KGB!”
Y de hecho...
Se coge a un ex-coronel de los Servicios Secretos y se le hace Presidente.
Se declara la guerra patriótica a Chechenia,
Se dice que es un triunfo.
Viva el Presidente.
Viva Rusia.
De nuevo somos grandes.

2005: hoy.
El chaval tiene diecinueve años.
Se dedica a los paquetes humanos. Y está contento.
Pero si le pregunto:

-¿Qué quieres hacer en la vida?


-Ahora estoy haciendo la guerra.
-¿Y cuando se acabe?
-Espero que no se acabe.

5.
Grozny’s clock (el reloj de Grozny)

“¿No tienes miedo de estar en Grozny, donde la gente se mata?”

Todos creen que el problema de estar en Grozny es el miedo.


El miedo a la muerte.
Volar por los aires, que te maten.
Verse con una bala en el cerebro.
Realmente esto es lo de menos.
Puedes acostumbrarte a la idea de morir.
Después de un poco...ni lo piensas.
Lo tienes en cuenta, vaya:
sabes que puede pasar.
Pero te olvidas.
Se te mete en la cabeza un pensamiento extraño:
que estás jugando con la muerte,
la estás desafiando, la pasas al lado, la rozas.
Sabes que está ahí. Rondando. Pero pasas de largo.
Es decir: está tan presente que ni te das cuenta.
El problema –verdadero- de mis meses en Grozny es otro.
El problema es que aquí todo es un problema.
Y lo es siempre.
Desde que te despiertas por la mañana hasta que cierras los ojos por la noche.

He aquí la jornada tipo de una periodista en Grozny.


He aquí el listado de problemas de una periodista en Grozny...
11

Las 7:00 de la mañana.


El despertar.
Primer problema: lavarse.
El acueducto ha volado por los aires.
No hay agua. Abres el grifo y... nada.
Las botellas cuestan caras.
Y de todas formas no las encuentras, ni pagando.
La única agua de Grozny la tienen los militares:
se la traen desde Rusia con las cisternas.
Efectivamente fuera de sus campamentos hay una cola, larguísima:
Cobran – en negro – por 3 minutos
exactos de ducha.

Las 9:00
Desayuno.
Segundo problema: no tienes nada de comer.
Pero tienes que comer algo
porque 8 meses al año hace un frío bestial
y si no comes te desmayas.
Por cierto: me ha pasado también esto.
Entonces resuelves el problema
buscando provisiones.
Cuidado: no lo que te guste, que sería un lujo.
No: quiero decir lo mínimo comestible.
Media lata de carne.
Leche en polvo.
Anchoas.
Galletas de salvado... Sì: las de las dietas.
Los calambres en el estómago son cosa chunga, garantizado.
O si no, si quieres comer,
la única comida de Grozny la tienen los militares.
Se la traen desde Rusia con las furgonetas.
Efectivamente fuera de sus campamentos hay una cola, larguísima:
cobran – en negro – por una ración individual con una sola rebanada de pan.
A veces – lo juro – he ido yo también.

Las 10.00
Empiezas a hacer tu trabajo: tendrías que escribir un artículo.
Tercer problema: no hay energía eléctrica.
O mejor dicho: viene y va.
Hay atentados contra las centrales, la red falla.
Entonces escribes a mano, en cuadernos y hojas.
Después dictas por teléfono:
desde una cabina, claro está, porque el móvil no tiene cobertura.
Han quedado en pie sólo una decena de cabinas
en todo el centro de la ciudad.
Los únicos teléfonos de Grozny los tienen los militares,
y si pagas, a lo mejor...
Pero nunca lo he intentado.

Las 13.00
12

Empiezas a dar vueltas para entrevistar y lo demás.


Cuarto problema: moverse.
Las carreteras están poco practicables
hay cráteres, abismos, fosos:
puedes moverte sólo con los todoterreno.
Los tienen los militares, pero sólo para ellos.
Entonces empieza la caza del vehículo.
Agudizo el oído:
“¿Has dicho que sales de la ciudad? ¿Me puedo sumar?”
Así logras el viaje de ida.
¿La vuelta? Fantasía

Las 15:00, 16:00, 17:00


Te ves con la gente, tomas nota, observas.
Quinto problema: los puestos de control.
Básicamente he entendido esto:
para los militares rusos la gente de Grozny no tendría que salir nunca.
Según ellos la ciudad tendría que vivir cerrada, tapada, bloqueada.
Si sales a la calle te equivocas.
Te paran entre 5 y 10 veces al día.
Te piden la documentación.
Te la controlan.
Ironía, chistes malos, dobles sentidos: aguanto.
Después la pregunta
“¿Tenía que salir?”
Lo que quiere decir, claro está, que salir es un medio crimen.
Me pone los nervios de punta. No lo puedo soportar.
A veces consigo callarme. Digo que sí. Simulo dolor de cabeza.
Otras veces – desgraciadamente – no lo consigo y contesto:
“Y vosotros teníais que respirar?”
De paso: he calculado que se van 2 horas al día
de los puestos de control.

Las 18.00
Empieza a anochecer.
Sexto problema: el toque de queda.
De ahora en adelante los problemas se triplican.
No sólo por los puestos de control.
No sólo porque tienes que volver – quién sabe cómo –
No sólo porque te empieza a entrar hambre.
Hay más problemas, con el anochecer, en Grozny.
Bandas de bandidos chechenos.
Se esconden en las esquinas oscuras – de cada 10 farolas funciona 1 –
y te quitan todo lo que tengas. Hasta los botones de la camisa.
Si no te topas con los bandidos,
puedes siempre esperar a los borrachos
– que compran el vodka a los militares –
y a los drogadictos
– que compran el opio a los chechenos –
pero sobre todo existe la magnífica incógnita
de manadas de perros vagabundos
que aquí en la ciudad devoran a unas cuantas decenas de personas al mes.
13

Las 22:00
Hora de ir a dormir.
Séptimo problema: pues eso, dormir.
Las explosiones son 4,5,6... cada noche.
En cada explosión te despiertas y te preguntas:
“¿Es mi casa la que se está cayendo?”
Miras al techo, ves que no se cae.
Tocas el suelo, notas que no se hunde.
Te dices ya pasó.
Y otra vez te duermes.
O por lo menos lo intentas.
Hasta la siguiente.

Voilá.
Fin del día.
Fin de los problemas.

El año pasado me invitaron a un congreso en el extranjero.


Después de tres meses seguidos en Grozny me fui a Francia.
Llego por la noche.
Voy al hotel.
Me despierto la mañana siguiente con una sensación muy extraña:
He dormido sin despertarme, sin explosiones.
Me levanto,
voy al baño,
miro fijamente al grifo con temor,
lo giro de golpe
e increíblemente
un chorro de agua
además: ¡caliente!
La dejo correr,
la miro,
y me entra risa,
pero no poca: mucha, muchísima,
no sé ni siquiera
si es risa o llanto,
sé que me quedo ahí, mirando el agua,
escuchando el agua,
contemplándola...
Como una tonta.

6.
Hospital n.9

-¿Ha visto usted? Hay más moscas aquí que en una pocilga.

Hospital número 9 de la capital, Grozny.


Estoy aquí para entrevistar a un jefe de servicio.
14

Es joven. Se llama Sulthan Khajev.


Tiene una pierna rígida, paralizada.
Le pregunto que le ha pasado.

-Perdí la pierna, sí. Pero me ha ido bien: estoy vivo de milagro.


- ¿Es el recuerdo de una mina?
- No, qué va. Estaba en el coche, en un cruce. Una tanqueta rusa se me echó encima de repente.
Rapidísimo, en plena ciudad. El coche destrozado, yo despedido fuera.
Lo conducía un militar ruso, 20 años. Borracho.
- Ha habido una investigación?
- Le han dado un premio.
- Claro... ¿Este es el único hospital?
- El único en pie.
- A duras penas...
- Pero aún sigue en pie. Si se da una vuelta por los departamentos verá que de vez en cuando falta una
pared:
se ve el exterior. Es el regalo de algún golpe de mortero.
- ¿Del ejército?
- De cualquiera. Ya no se sabe quien dispara en Grozny. Se sabe que se dispara. Y ya está.
- Hay catres por todas partes.
- A estas alturas aquí cogen un banco, le ponen encima un mantel... y es una cama. En Urgencias operamos
a la gente sobre tablas de madera.
- Doctor Khajev, cuántos heridos llegan a este departamento?
- En los últimos meses casi 300.
- Llega gente sin parar.
- Llegan unos sin un brazo, otros con la cara medio abierta. Recuerdo de alguna mina.
- Veo sobre todo a mujeres.
- La mayoría son mujeres. Llegan desde los pueblos, desde las aldeas. Hay bandas mixtas de militares rusos
y guerrilleros chechenos: juegan a ver quien viola más mujeres en una noche.
- Y la policía no les detiene?
- Aquí la violación es legal. Si violas a una mujer nadie te hace nada.
- Al regimiento acorazado del coronel Budanov cada noche llevan un camión lleno de chicas.
- A la mañana siguiente las traen aquí. Si antes no se divierten en doblarlas a palos.
- ¿Y antes o después vuelven a casa?
- No. Por la tradición chechena cuando una mujer es violada ya no es digna ni de su marido.
- Las abandonan.
- Las familias también, sí. Se vuelven impuras.
- ¿Cómo acaban?
- No acaban.
- ¿Se quedan así? ¿Sin más?
- En Chechenia todo está así: suspendido. La gente no existe: somos cuerpos sin nada dentro.
Somos nadie
- ¿Una tierra de nadie?
- Una tierra de nadie.

7.
Curriculum vitae
15

A veces pienso que para entender lo que es Chechenia, basta poco.


Basta con fijarse en quien manda.
Nombre: Ramzan Kadyrov.
Edad: 30 años.
Hoy es el primer ministro de Chechenia.
Su cara está en todos los carteles en todas las paredes en todas las calles de Grozny.

Os preguntaréis:
¿Cómo es posible que un chico de 30 años sea primer ministro?
En el fondo su historia es sencilla.

A ver.
El padre de Ramzan era Akhmad Kadyrov, presidente de Chechenia.
Con poco más de 20 años,
se nombra a Ramzan
Jefe del Servicio de Seguridad del Presidente Checheno.
En 3 años colecciona infinitas acusaciones por estupro, violencia, homicidio.

Bueno.
Adelante.
A los 25 Ramzan Kadyrov funda un ejército.
Pues sí.
También esto es posible en Chechenia:
el hijo del Presidente funda su ejército.
Ejército personal.
Pagado con dinero del Estado y apoyado por Rusia.
El ejército de Kadyrov junior consta de 3000 hombres.
Toma el nombre de su jefe:
las tropas se llaman Kadyrovtsy.
El Observatorio de derechos humanos afirma que
el 70% de las torturas en Chechenia
se pueden actualmente atribuir al ejército personal de Ramzan Kadyrov.

Bueno.
Adelante.
Ramzan Kadyrov sigue siendo Jefe de Seguridad
hasta el 9 de mayo de 2004.
En esa fecha se celebra en el Estadio de Grozny un desfile
para conmemorar la victoria de los Rusos en la Segunda Guerra Mundial.
El Presidente, padre de Ramzan, está en el palco de honor.
Golpe de efecto.
Una fuerte carga de explosivo
vuela todo el comité presidencial.
El joven Ramzan no estaba presente y sobrevive.
Cuando se dice la suerte.

Como señal de solidaridad los Rusos dan a Ramzan


el segundo cargo del Estado:
Vice Primer Ministro.

Nada mal:
Ramzan tiene tan sólo 28 años y ya es Viceprimer Ministro.
16

Pero le queda corto.


Lo dice públicamente, más de una vez:
Querría estar en el lugar del Primer Ministro Sergej Abramov.
Y el sueño se convierte en realidad.
Porque Abramov muere
en un accidente de coche en diciembre de 2005.
Nadie aún puede explicar las causas del accidente, que tuvo lugar en Moscú.

La cosa es que Ramzan se convierte


automáticamente
en Primer Ministro.

Bueno.
Adelante.
Ramzan Kadyrov hoy gobierna en Chechenia con el apoyo de los Rusos.
El suyo es un gobierno del terror fundado en tropas paramilitares.
En 10 años un cuarto de la población originaria ha sido exterminada.

Ana Politkóvskaya entrevista para su periódico


a Ramzan Kadyrov
poco después de su nombramiento como Primer Ministro.
Se publican las respuestas
tal y como las dio Kadyrov,
sin cambiar una coma.
Normalmente los políticos se quejan
cuando las entrevistas
no
son lo que han dicho.
Pero en este caso es al revés.
La reacción de Ramzan Kadyrov al día siguiente de la publicación:

“Me parece inaceptable el comportamiento de esta periodista.


¿No sabe que la función de quien entrevista
es hacer quedar bien al entrevistado?
¿Con qué derecho ha publicado mis respuestas
tal cual las he dado?
Es evidente que esta mujer no quiere ser de los nuestros.”

8.
Fosas de Kotuni

Me dice que entre.


Se está casi a oscuras dentro del tanque.
Fuera llueve a cántaros desde esta mañana.
Escucho golpear la lluvia mezclada con granizo
sobre la chapa verde del blindado.

Es la primera vez
17

que un alto cargo del ejército ruso en Chechenia


acepta verme.
Se llama Alexei.
El apellido prohibido decirlo. Coronel.
Al mando de toda una Unidad Aérotransportada.

Estamos en Kotuni, un sitio fantasma lleno de vertederos.


Alrededor cuento decenas de fosas.
Son socavones excavados en la tierra.
Profundos. Medio repletos de desperdicios.
Donde vacían los cubos de la basura.
Aquí no hay otra cosa para la porquería: se queda así, tirada.
La lluvia mezclada con la basura ha hecho charcos de cieno.
Fuera hay un tufo tremendo. Te agarra por la garganta.
Por lo menos dentro del tanque se respira.

El coronel está sentado entre las palancas y los mandos.


Pelo blanco. Arrugas profundas, excavadas.
En el pecho una medalla al valor.
Se la ajusta contínuamente.
Gafas oscuras, de sol. No sé porque las lleva, pero así es.
Me mira fijamente.
Como si fuera una sorpresa.
Silencio embarazoso.
Después lo entiendo todo:

-Pensé que sería un hombre.


-¿Una mujer no está bien?
- Para mí está muy bien, faltaría más. Lo digo por usted.
- ¿En qué sentido?
- ¿Que hace aquí abajo una periodista con faldas?
- Echo un vistazo.
- ¿Y su marido le deja?
- Si no le importa hago yo las preguntas.
- Antes escriba que para estar aquí en Chechenia nos tienen que pagar más.
- ¿En qué sentido?
- Tengo 40 años de servicio. Si ahora estoy aquí en esta mierda por lo menos quiero sacar dinero.
- Es verdad que los militares rusos saquean los pueblos junto a bandas de chechenos?
- No lo creo.
- Pero no lo excluye.
- Si nos pagaran más no pasaría.
- Confirma también que sus soldados se emborrachan, se drogan...
- Casos individuales.
- ¿Y usted los castiga?
- Si hay mal humor ¿Qué tienen que hacer? Sería suficiente con pagarles más, se lo he dicho.
- ¿Y las violencias, los estupros? ¿Los confirma?
- Esas son exageraciones de los periódicos.
- Explíqueme.
- Nuestros chicos son jóvenes, están lejos de casa. De vez en cuando se divierten un poco.
- ¿Sólo eso?
- Mire que la gente aquí es infame. Las mujeres al principio se dejan, y luego van diciendo por ahí que las
han violado. Raza chechena. Mentirosa por naturaleza. Son así.
18

- Hay documentos.
- Inventados. Los periodistas como usted escriben trolas.
- ¿Qué tendría que escribir?
- Que luchamos por la patria.
Contra los enemigos del pueblo y los traidores.
- Escribiré que sois héroes.
- Escriba lo que quiera. Yo sé que aquí es duro. Y todo está sobre nuestras espaldas.
- Póngame un ejemplo.
- Ha visto los vertederos ahí fuera? Junto a la basura tenemos que tirar ahí a los chechenos.
- Qué quiere decir?
- No tenemos campos para los prisioneros. Entonces los tiramos ahí.
- ¿Dentro de las fosas? ¿Con la basura?
- Caben decenas. Encajados.
- ¿Pero por qué me dice esto?
- Porque si también tengo que hacer de barrendero tienen que pagarme más. Escríbalo.

9.
El puñetazo en la cara

Una radio encendida.


Cancioncitas.
La habitación de al lado.
Quizás la otra.
No sé.
De todas formas: está encendida.

Yo sentada.
¿Qué es? ¿Una silla?
No le he prestado atención.
Quizás una caja.
¿De madera? No parece: es de cartón.
¿Qué hay dentro? Ni idea.

Las gotas de sudor son tan grandes que... podría contarlas.


Sí: podría contarlas.
Sobre el cuello.
Detrás de la oreja.
Por los pelos:
una... dos... tres...
veinte... treinta... cincuenta...

Todos ellos alrededor.


¿Cuantos serán? Tres ¿Cuatro?
Pero también hay otro. Entra y sale.
El cañon del fusil
apunta contra mi nuca
a esta altura ¿desde hace cuánto?
Una hora, quizás más.
19

O quizás menos, pero parece un siglo.

“Entonces, periodista, no quieres decirnos con quién has hablado.”


La radio no baja de volumen.
Oigo un ruido, a mi derecha,
de golpe me doy la vuelta
una mano me agarra por el pelo
y tira hacia arriba
mientras un puñetazo me parte la nariz
me caigo
arrastro la cara por el suelo
me dan una patada
contra el pecho
y entre dos por las axilas
me arrastran fuera, al patio,
- desde aquí no se oye la radio –
me atan a algo
noto el hierro frío en la espalda
Un mortero, creo.

Se me pone con la cara delante:


“Ahora hacemos bum y te encuentran a pedacitos:
periodista ¿qué haces? ¿No hablas?”

No hablo, de hecho.
No me sale un sonido.
No una palabra.
No una lágrima.
No un gemido.
No un grito.
Ya no soy yo.
No muevo ni un dedo, no me pertenezco...

Las cancioncitas ahora vuelven a sonar: las escucho...


Se abre la puerta.
Entra uno, corriendo.
Le dice algo al oído al otro.
Me indica, me miran fijo.
Después...
“Periodista, el Ministerio te ha salvado el culo”
No reacciono.
No me atañe.
Me desatan.
Adelante.

Hay un helicóptero que está a punto de despegar.


No muevo las piernas: me tiran adentro.
Me quedo ahí: tumbada, durante todo el vuelo.
Los pilotos se ríen.
Chistes sucios.

Al lado mío otro cuerpo.


20

Exploro con los dedos.


No se mueve.
Vuelvo la cara. Y me cuesta mucho.
Es un cadáver.
Todavía caliente.

10.
Cartas abiertas

- Carta abierta publicada en el periódico de Sakhalin


por los militares del 68° Cuerpo de la Armada Rusa en Chechenia.

- Carta de respuesta publicada en el periódico de Sakhalin


por Ana Politkóvskaya.
- 23 marzo 2001
A la muy poco estimable periodista Ana Politkóvskaya.

- 13 abril 2001
A los anónimos Oficiales del Estado Mayor
del 68° Cuerpo de la Armada Rusa.

- Amable señora,
usted no es la primera ni será la última
que ofenda a las fuerzas armadas rusas.
Hemos sentido la necesidad de escribirle,
no obstante el desprecio,
no para contestar el fango que nos echa encima
sino porque nos irrita
que usted esté considerada por muchos como una gran cronista.

- Amables señores
sabéis quién soy,
nombre y apellido,
porque no me escondo detrás del anonimato
y no voy por Chechenia
con el pasamontañas negro siempre en la cara
como hacen las tropas rusas por un motivo que desconocemos.

- Usted nos acusa duramente por haberla arrestado


en un puesto de control el febrero pasado.
Bien. Es posible que la hayan tratado con severidad.
Quizás con violencia.

- Escribís que os echo fango.


Yo me limito a contar.
Si veo que los impuestos públicos financian violencias y torturas,
tengo el deber de escribirlo.
21

- Si quería que la trataran con guantes de seda


no tendría que haber venido a Chechenia.
Si de verdad es una gran periodista
tendría que saber que la guerra tiene sus reglas.
Y quien las rompe que no vaya llorando
como hace usted en sus artículos.
No tenía que venir aquí a difamar
a quien arriesga la vida
para evitar que su casita en Moscú vuele por los aires.

- Escribís que arriesgáis la vida por Rusia.


He pedido a los militares que me hicieran de escolta en zonas de peligro
y ninguno de vosotros se ha movido jamás.
Sin embargo he visto a vuestros militares saquear las oficinas de correos
y enviar el dinero a Moscú dentro de los ataudes de los soldados muertos.

- Si nos acusa, usted se pone en contra de nosotros.


Por lo tanto usted es un enemigo, querida señora.
Sepa que aquí no tenemos piedad hacia los enemigos.
Y nunca la tendremos, por deber hacia la patria.

- Escribís también que supuestamente soy una enemiga.


Y por esto me amenazáis, incluso desde las páginas de un periódico.
Contesto que soy una enemiga, es verdad.
Enemiga de un ejército de criminales
recogidos entre las cárceles y la delincuencia de Moscú.
Enemiga de quien viola, saquea y roba.

- Aunque no queramos firmar personalmente,


sepa de todas formas que somos
un grupo de Oficiales del Estado Mayor.

-Luego, si de verdad estáis orgullosos de lo que hacéis,


si estáis convencidos de que estáis en lo cierto,
entonces muy bien:
quitaros el pasamontañas, basta de anonimato,
miradme a los ojos y decidme que estoy equivocada.
Con devoción,
Ana Politkóvskaya

11.
Culebrón

Sofá de casa.
No en Chechenia, no: mi casa, en Moscú.
Mando.
Paso por los canales.
Con distracción.
22

Anuncios, noticias, juegos, deporte...


Nada me llama la atención.
Paso por los canales.
Con distracción.
Después...

Me paro.

Primer canal de la emisora pública.


Televisión de Estado. Televisión Rusa.
Las 8, grupo de audiencia máxima.
Es decir en aquel momento
en toda Rusia y más allá
millones de pantallas
en millones de casas:
sintonizados.

Se retransmite el nuevo culebrón.


Título: La guerra justa.
Está ambientado hoy en día. En Chechenia.
No cambio canal: me interesa.

Protagonistas: un grupo de soldados rusos.


Son jóvenes y guapos.
A cada uno le llega una carta: saldrás hacia Chechenia.
Pero a nadie le pesa: todo lo contrario, están felices.
Hacen discursos como
“Lo dejaría todo para defender la patria”
Hay un padre que saluda al hijo que se va al frente.
Le dice “En mis tiempos yo combatí contra Hitler, ahora te toca a tí”.
Lágrimas.
Emoción.

Me doy cuenta de que


cada vez
que enfocan las tropas rusas
sube desde el fondo una música de violines.
No beben, hablan bien, son honestos, leales.
Entre ellos se llaman amigos, se ayudan, se sacrifican.
Escriben cartas a casa mientras les tiemblan los dientes por el frío.
Cuando uno de los chicos es herido por una mina
se escucha un coro de voces blancas: la caída del héroe.

Por el otro lado están los malos.


Que serían los Chechenos.
Han escogido a actores feos, marcados, con cicatrices, bendas.
A uno le falta un ojo, a otro los dientes.
Otro, el jefe, tiene un turbante con una serpiente:
cojea, le llaman el cojo.
Me doy cuenta de que todos los personajes rusos tienen bonitos nombres.
Los chechenos no tienen nombres en absoluto, solo apodos.
Apodos como la bestia, el rapaz, ojo de rata.
23

No hay ni una secuencia en la que los chechenos no digan obscenidades.


Roban, se drogan, se traicionan mutuamente.
Uno mata a la mujer. Otro vende a los hijos.
Planean atentados en Moscú. Y encima se ríen
Dicen cosas como Nos cargaremos a todos los sucios rusos.
Cuando matan a cualquiera de ellos,
el cielo se abre y sale un rayo de sol.

En una escena del primer capítulo


se ve una mezquita de Grozny:
se parece a la guarida de los ogros de los cuentos rusos,
es un lugar oscuro, húmedo,
donde todos entran armados con puñales.

Pero el personaje mejor


es una chica. Chechena.
Curiosamente tiene un nombre: Rukia.

Esta chica está con un checheno feo y malo


que la pega todos los días.
Pero justo se enamora de Sascha, un soldado ruso.
Él la salva, la lleva al cuartel ruso
donde todos los oficiales le dicen “Aquí estás a salvo”.
Ella entonces dice llorando “Que Allah os bendiga”.
En los créditos se queda un buen rato un escrito,
tan grande como toda la pantalla:
HABÉIS VISTO UNA HISTORIA VERDADERA

En aquel momento
en Rusia entera y más allá
millones de pantallas
en millones de casas:
HABÉIS VISTO UNA HISTORIA VERDADERA

12.
La sangre y la nieve

La ciudad es blanca.
El cielo es blanco.
Desde hace meses nieva sobre Grozny.
Sin parar.
Nunca ha habido un invierno así.
Hielo. Nieve. Un asedio.

Las ruinas recubiertas de nieve.


Los edificios destripados, abiertos. Desiertos.
Esqueletos de hierro, hormigón, cristales.
24

15 grados bajo cero:


ruinas en la nevera.
Se puede ver incluso esto, en Grozny.

Sobre alguna pared


– en el blanco general –
destaca un escrito
– rojo –
de pintura fresca:
“Rusos rendíos: estáis rodeados”
Se puede ver incluso esto, en Grozny.

Es una tarde como muchas otras.


De un invierno helado.
Cuatro días para el año nuevo.
Aún no sé que esta fecha será famosa.
El atentado más grande en los últimos 10 años.

Chechenos que vuelan por los aires a otros chechenos.


Entre ellos.
A veces se dice: como las bestias.
Pero las bestias no se matan así, entre ellas.

Un camión repleto de explosivo.


Un kamikaze lo lanza contra la pared.
La pared del Palacio del Gobierno.
Número de muertos: sin cuantificar.

Quien no ha visto con sus ojos


un atentado
que no hable
porque no sabe nada.

Quien cree que la sangre en el suelo es roja


que no hable porque no sabe que es marrón,
casi negra.

Quien cree que un cadáver es impresionante


que no hable porque no sabe lo que es uno que se arrastra, vivo, hecho pedazos...

La explosión hace temblar las paredes.


No es la bomba habitual, o un golpe de mortero.
No: esta vez es otra cosa.
Lo pienso y lo leo en los ojos de quien está al lado.

Se ha parado el tiempo: stop.


Silencio.
Antes la detonación, atronadora.
Ahora silencio.
Se ha parado el tiempo.
Por un instante.
Después se reanuda.
25

El humo ocupa las calles.


Pero no después de un rato: no, enseguida.

Y
-Como de la nada-
como un eco,
un sonido que no sabes lo que es
- no sé lo que es-
pastoso, animal, profundo:
después entiendes que son los gritos,
de quien está ahí.

Me echo a correr: quiero ver.


doblo la esquina: corro

La muchedumbre sin embargo huye.


corro
gritando, chillando: huye.
corro
en sentido contrario: huye.
corro
las caras sucias, grises, llenas de polvo: huyen.
corro
se golpean, se chocan, ni siquiera te ven
corro
el humo en el aire te agarra por la garganta
corro
y el corazón en el pecho que va, va, va, va, va a 3000
corro
me falta el aliento, no respiro,
corro
tampoco los ojos resisten el humo: me escuecen
corro
escuecen de locura
corro
veo ahora las llamas: altísimas
corro
detrás de mi las sirenas están llegando
corro
resbalo, me reincorporo: la nieve está fresca,
corro
parece que hay niebla
corro
no es niebla: es humo, cenizas, polvo
corro
casi he llegado:
corro
levanto los ojos,
corro
me paro:
26

la sangre
la nieve
la sangre
la nieve
la sangre
la nieve
hay fuego por todas partes
delante de mi, en el hielo:
furgonetas quemadas
coches de lado
hojas
mochilas
ropa hecha trizas
uniformes
faldas
gorros de lana
bufandas
trapos
guantes
neumáticos
capós
trozos de pared
yeso
cristales
astillas
hierros
pedazos de madera
1 cabeza humana
baldosas
manillas
un volante
un asiento
una radio
una pierna
las puertas de un taxi
trozos de un letrero
un brazo
una mano
banderas con su asta
bolsas de plástico
vómito
mierda
diesel
gasolina
carteles indicadores
fotos
2 perros muertos
carretillas
botellas
cajones
1 niño
faros delanteros
27

tubos partidos
hilos eléctricos
extintores
pelos
tizones
la sangre
la nieve
la sangre
la nieve
la sangre
la nieve
la sangre
la nieve
la sangre
la nieve
la sangre
la nieve
la sangre
la nieve
la sangre
la nieve
la sangre
la nieve
la sangre
la nieve
la sangre
la nieve
la sangre
la nieve
Se puede ver incluso esto, en Grozny.

13.
Carne quemada

No sé cuántos años tenía.


Quizás 5.
O 6.
Mi infancia soviética.

Las tiendas
eran locales con estanterías vacías.
Una frasco de vez en cuando, olvidado.
Una lata de legumbre.
Una botella.
¿La tienda? Nada más.
Mi hermana y yo pasábamos el día con una tía, Vera.
Y de vez en cuando la tía Vera hacía que nuestros ojos brillaran:
hoy haremos un caldo de pollo
28

Pero las tiendas estaban vacías.


No había pollos listos para cocinar.
Si aparecía un pollo en la cocina
de milagro
era porque alguien – un campesino –
te lo había regalado
para desempeñarse de quien sabe qué.

Entonces la tía Vera cogía el pollo


lo desplumaba
y para limpiarlo lo pasaba sobre las llamas del gas
para que la carne empezara a cocinarse, un poco.

Eso.
Ese olor del pollo sobre el fuego.
La carne quemada del pollo, en la cocina de la tía Vera.

Olí ahí ese olor.


Y aquí está: idéntico.
Ahora.
Con 40 años de distancia:
carne quemada.

Cuerpos volados, quemados,


con explosivo, con gasolina.
Ahí está lo que queda.

Mientras me quedo ahí, paralizada, mirando


me doy cuenta de que Chechenia hoy es también esto:
gente quemada
como los pollos de la tía Vera.

14.
Musical

Luces amarillas. Naranjas. Verdes. Azules.


Sobre el suelo blanco reflejos dorados.
Guías rojas en toda la entrada.
Sofás para el público.
Colgados en el tablero los carteles del musical Nord-Ost.
Acribillados de balas.

Estamos uno delante de la otra.


El jefe de los terroristas y yo.
Sé que detrás de esa puerta, en el patio de butacas,
hay centenares de personas.
Su destino depende también de mí.
La metralleta siempre sobre las rodillas.
29

Nunca se la quita de encima.


Hablamos así, sentados.
En la entrada del teatro Dubrovka.
En el suelo una alfombra de cristales rotos.
Helado derretido, color frambuesa.
Se te pega a los zapatos...

- Me llamo Bakar. Abu Bakar.


- Yo soy Anna Politkóvskaya.
- ¿Por qué ha aceptado venir?
- No sé: he aceptado, ahora estoy aquí. No perdamos el tiempo.
- Perder el tiempo ¿para qué?
- Para la negociación.
- ¿Cree que está aquí por eso?
- ¿Hay otro motivo?
- Quiero que quede claro: en este teatro tenemos a 800 rehenes. Somos 41 secuestradores. Estamos todos
preparados para morir, lo tenemos en cuenta.
- Por eso: decirme lo que queréis.
- Quizás no queremos nada, ¿lo ha pensado? Sólo manifestar nuestra existencia. Que Chechenia existe.
- De acuerdo. Pero en la sala hay niños. Liberarlos, por lo menos a ellos.
- ¿Por qué? ¿Usted cree que los soldados rusos no se meten también con los nuestros? Ahora nos
quedamos con los vuestros. Así aprenderéis.
- Dejar que entre comida: hay mujeres embarazadas. Estáis encerrados aquí desde hace días.
- Ya ves. En Chechenia la gente se muere de hambre.
- Así no obtendréis nada.
- Es posible. Pero en este momento en todo el mundo sale por la tele el teatro Dubrovka con 800 rehenes.
Todo el mundo pasa de nosotros. Nos están matando, tiene que acabar.
- Pero para organizar un secuestro así, ¿Quienes sóis?
- Un batallón de combatientes. Por Chechenia.
- ¿Guerrilleros?
- ¿Qué se cree, que somos unos desgraciados? Yo estoy licenciado. Mi mujer es médico. Ahí, con el
pasamontañas, hay profesores, ingenieros.
- ¿Y estáis todos aquí?
- Sólo los mejores. Hemos hecho una selección. Todo esto lo preparamos desde hace un año.
- ¿Cuántos años tenéis?
- Entre 20 y 30.
- Admitamos que obtenga una tregua...
- ¿Por qué? En serio se lo cree? ¿Se cree que la escucharían? Hemos pedido hablar con usted porque
sabemos lo que escribe. Pero mire que ni siquiera usted llegará lejos, Politkóvskaya. Rusia necesita nuestra
sangre. Su negociación es una gilipollez. Nos atacarán. Aunque liberemos a los rehenes, nos atacarán.
- ¿Y entonces? ¿Qué haréis?
- Estamos repletos de explosivo: volaremos por los aires.

Mientras dice esto se abre la chaqueta de camuflaje.


Tiene un cinturón ancho y grueso.
Lleno de hilos eléctricos.
Listo para volar.
30

15.
Una hoja de papel

El viejo Shomsu con su gorro de lana


busca a su nieto Umar.
Se dirige a un oficial.
Toca a la puerta de su despacho:
“Quizás usted pueda ayudarme.”
“Toma viejo: hay que rellenar un módulo.
Hay una hoja de papel por cada desaparecido.”

El viejo Shomsu no sabe escribir.


“¿No hay otra manera?”
El otro le mira.
Después dice que sí, que podrían llegar a un acuerdo.
Pero antes...

“Pero antes, hay un bonito traje


que venden en el mercado por la calle.
¿Comprarías un bonito traje para recuperar a tu nieto?
¿No es un buen canje?”

El viejo Shomsu sale corriendo,


junta el dinero,
en media hora el traje está sobre la percha en la oficina.
“¿Dónde está mi nieto?”
El otro dice que sí, que podrían llegar a un acuerdo.
Pero antes...

“Pero antes, aquí hace mucho calor.


De buenas ganas me daría un buen baño fresco.
Pagarías un buen baño fresco para recuperar a tu nieto?
No es un buen canje?”

El viejo Shomsu sale corriendo,


empeña lo que tiene,
consigue un baño fresco que aquí en Grozny es una suerte.
“¿Dónde está mi nieto?”
El otro dice que sí, que podrían llegar a un acuerdo.
Pero antes...

“Pero antes, yo tengo una hija en Moscú.


Le gustaría mucho un sombrero de seda.
Conseguirías un sombrero de seda para recuperar a tu nieto?
No es un buen canje?”

El viejo Shomsu pide prestado a medio pueblo:


el sombrero de seda ya está empaquetado, con un lazo.

“Ven mañana por la mañana, a esta oficina.


Encontrarás a tu nieto”.
31

La noche se pasa en seguida.


El viejo Shomsu se presenta pronto: quiere ser el primero.
Sube las escaleras. Al final del pasillo.
Llama a la puerta. Nadie contesta.
Llama otra vez. La manilla hace click:
El despacho está vacío.

“¿A quién buscas ahí dentro, viejo?


Ya no hay nadie: han vuelto todos a Moscú.
Ayer era el último día, para el traslado.
Mira, toma: hay que rellenar un módulo.
Hay una hoja de papel por cada desaparecido.”

16.
Yo he matado

Yo también he matado.
Yo: Anna.
En el fondo yo también estoy manchada de sangre.
Aquí en Chechenia no hay nadie que no lo esté.
Pienso en ello, a menudo:
a cuanta gente tengo sobre la conciencia?

Era el año 2001.


Llego a la puesta del sol en una aldea de montaña, Tovzeni.
Busco informaciones
sobre los saqueos que sufren todos los pueblos.
Hago preguntas. Busco.
Pero nadie habla conmigo. Me esquivan.
De repente viene hacia mí un montañés.
Alto. Macizo.
La cara dura: parece tallado con el hacha.
Se llama Vakha Kossuiev.
Me cuenta que una vez era profesor de primaria.
Me conduce hacia una chabola.
Parece un pajar, o un establo de cabras:
sin embargo es su casa.
Nos sentamos,
me pone una bebida caliente.
Después me mira y me cuenta.

Otra que acepta hablar conmigo


es una mujer de mediana edad.
Se llama Markha.
Lleva su hijo por la mano.
Entramos en un gallinero: hablaremos ahí.
“Se han cargado a una familia porque no había cerveza en la nevera”.
32

Saludo al profesor de montaña en la puerta de la chabola.


Y mantengo lo prometido: lo publico todo.

Dos días después del artículo,


un carro ruso se para delante de la chabola.
“¿Eres tú Vakha Kossuiev? ¿El que ha hablado con la periodista?”
Ni siquiera contesta.
No le da tiempo.
Una ráfaga.
Y ya.

“Eres tu Markha, la que ha hablado con la periodista?”


Ni siquiera contesta.
No le da tiempo.
Una ráfaga.
Tiesos, en el suelo: su hijo y ella.

Muertos a causa mía.


Por mi culpa.
Quien me rodea dice
“No tiene sentido, Anna: los han matado los rusos, no tú.”

Claro.
Pero no estarían muertos si no hubieran hablado conmigo.

17.
Despertar

Dónde estoy.
Dónde me encuentro.
Niebla.

Oigo voces a mi alrededor.


Pero no nítidas: ruido de voces.
No muchas: una, dos.
Hablan.

Sería suficiente con abrir los ojos.


Y de hecho lo intento.
Nada: no lo consigo.
Me quedo inmóvil. Quieta.
Seguramente tumbada.
Con la punta de los dedos exploro el espacio:
es blando, fresco: diría una cama.

¿Qué hago sobre una cama?


¿Y quién habla aquí al lado?
33

Oigo mi nombre: sea quien sea lo repite.


Pero sin gritar, no: con voz amable.
“Anna... ¿Me oye?... Anna...”

Sería suficiente con abrir los ojos:


en el fondo ¿qué me cuesta?
Me decido: lo intento de nuevo.
Con esfuerzo enorme...
Me empeño:
los entreabro, durante un instante...
Después: un muro.

En aquel instante
veo que cada cosa es blanca.
Un techo blanco.
Una sábana blanca.
Y quienquiera que sea, aquí al lado, es una mancha blanca.

Respiro a duras penas.


Noto que mi pecho que se mueve al ritmo del corazón:
arriba y abajo
arriba y abajo
arriba y abajo
en algunos momentos hace una pausa, mínima,
después empieza de nuevo, sin parones:
arriba y abajo
arriba y abajo
arriba y abajo.

Intento esforzarme
Preguntarme qué recuerdo.
La última cosa, el último claro.
Me miro adentro, entre los recuerdos.
Cajones confusos.
Todavía: niebla.

Sólo una imagen, sí: un lugar estrecho.


Todos sentados. En fila.
¿Qué es? ¿Un tren? ¿Un autobús?
No, no, no: las ventanillas son redondas: un avión.
Y ahora, lentamente...
Como cuando se revela una foto,
que se deja en el ácido
y toma vida, borrosa, desde la nada:
se compone el cuadro...
Estoy yo que corro para no perder el vuelo.
Y cuatro hombres que me agarran un brazo:
“Señora Politkóvskaya, ¿a dónde va?”
“¿Vosotros quienes sóis”
“Seguridad”
“¿Qué queréis de mí?”
“¿A dónde va?”
34

“Osetia: Beslan. En la escuela donde está el secuestro”


“Bien: síganos. Su vuelo es este otro”...
Subo.
Me siento: estoy fatigada.
Pienso: querría dormir.
Tengo sed.
Pido un té.
Me acuerdo de la bandeja: de plástico duro.
Quema un poco, tengo que soplar.
Bebo.
Un trago, después otro, mirando afuera.
Moscú bajo nosotros desaparece.
Bebo.
Las casas, las carreteras, los campos.
Bebo.
Después niebla.
¿Me duermo?
¿Qué me pasa?
Y aquí, ahora ¿dónde estoy?

Recojo las fuerzas,


las reúno todas en un puño,
me grito “¡Adelante! ¡Abre los ojos! ¡Déjame ver!”
El pecho me late, muy fuerte ahora.
Arrugo la frente: una punzada en la cabeza
casi cedo, después... los abro de golpe.

Lo blanco es una habitación.


Pasillo de hospital.
Las voces de antes son dos enfermeras.
Una delgada, la otra rubia con dos graciosas trenzas.
Sonríen.
Una me toma el pulso.
“Ahora cálmese: todo va bien.”
“Descanse y recuperará.”
“¿Abro las cortinas? ¿Quiere un poco de luz?”

Esbozo un sí bajando la barbilla.


Después el cansancio me agarra por debajo,
como una ola.
Antes de cerrar los ojos,
mientras todo se empaña,
consigo preguntar con un hilo de voz:
“Estaba en el avión, ¿Qué ha pasado?”
Y la respuesta, con una sonrisa:
“La han envenenado”.

18.
Los inteligentes
35

“Allí, en aquella escuela, en Osetia, en Beslan ¿Estuvo ahí?”


“Díganos: en su opinión ¿Quién tiene razón, señora Politkóvskaya?”
“Tomar posición es inteligente, ¿No le parece?”
“¿Quién está equivocado, señora Politkóvskaya?”
“¿Los rusos? ¿O los chechenos?”
“¿El ejército? ¿O los terroristas?”
“En lo de Beslan ¿Con quién está usted, señora Politkóvskaya?”
“¿A quién apoya? ¿A quién condena?”
“¿Quién está equivocado, señora Politkóvskaya?”
“¿Quién tenía razón en Beslan? Tendrá una opinión a respecto.”
“De los dos, en fin, ¿A quién salvaría?”
“Tomar posición es inteligente.”

Sí.
Estuve en Beslan.
Algo después.
Y he lo tocado con mis manos.
He visto un pueblo de tumbas, ataudes, fosas.
He visto una escuela que es sólo cristales.
Los lápices en el suelo, con la punta recién sacada.
Los dibujos con el escrito primer día de escuela.
Las decoraciones arrancadas.
Los nombres de las clases.
Cuadernos a rayas. Cuadriculados.
He visto los aseos donde los chorros de sangre
todavía están
en todas partes.
Y el rastro de los cadáveres apilados contra las paredes.
Yo sé que he caminado, en Beslan.
Entre las fosas.
Las hay individuales, dobles, triples, cuádruples, quíntuples, séxtuples.
Los nombres están tallados en la madera, con la punta de un destornillador.
O sobre un cartón, con el rotulador.
Tú caminas en medio. Y lees.
Por un lado y por otro.
A la derecha y a la izquierda.
Caminas y lees.

Aleksandr Balandina, 9 años


Marina Totrova, 11 años
Khassam Rubaev, 14 años
Alina Tetova, 11 años
Ira Tetova, 12 años
Dzera Tetova 10 años
Lana Tavasieva 9 años
Cermen Dulaiev 14 años
Madina Pukhaeva 12 años
Marzin Rushov 9 años
Alina Khubazeva 11 años
Tamerlan Sharapov 13 años
36

Lana Khazinova, 14 años


Olga Zadoieva 13 años
Anna Zadoieva 11 años
Larissa Zadoieva 10 años
Madina Susanova 7 años
Inga Susanova 9 años
Boris Susanova 14 años

Tendría que tomar posición.


Porque tomar posición es inteligente.
Entonces: a ver.
Bueno: ¿afirmaré que los terroristas llenos de heroína y de marihuana
han cogido a 1127 rehenes en un gimnasio el primer día de escuela?
O bien... afirmaré que el ejército ha usado lanzallamas
contra niños de diez años?
Me gustaría preguntarle a los inteligentes:
¿En las tumbas se escribe alguna vez MATADO POR LOS RUSOS
o MATADO POR LOS CHECHENOS?
¿Está escrito MATADO POR EL EJÉRCITO?
¿O MATADO POR LOS TERRORISTAS?

Empiezo a caminar otra vez.


Pasillo 2.
Sector profesores, bedeles, padres

Irina Adyrkhaieva, 39 años


Kazbek Konzev, 66 años
Timur Tzavlagov, 34 años
Zarema Zusmalovskaia, 34 años
muerta por cubrir a su hija con su cuerpo...

Me entran arcadas.
¿Qué hago?
¿Continúo adelante o me escapo?
¿Sigo o cierro los ojos?
Tomar posición es inteligente.

19.
Estoy cansada

Nunca escribo comentarios, ni pareceres, ni opiniones.


Siempre he creído
- y lo sigo creyendo-
que no nos corresponde a nosotros dar juicios.
Soy una periodista, no una jueza ni una magistrada.
Me limito a contar los hechos.
Los hechos: tal y como son.
Parece la cosa más fácil, sin embargo aquí es la más complicada.
37

Y tiene un precio altísimo.


¿Qué precio?
Que ya no estás desarrollando una profesión, estás combatiendo en una guerra.
Luchas.
Te sientes en lucha.
Y a los 47 estoy cansada.
No con miedo, no desanimada: cansada.
Cansada de leer
cada día
en los periódicos políticos que estoy loca.
“Politkóvskaya la esquizofrénica”
“Politkóvskaya la paranoica”
Cansada de explicar a mis hijos
porque quien dice la verdad está loco
y quien dice la mentira hace carrera.
Cansada de recibir
entre 10 y 15 amenazas de muerte por semana.
Aparecen. En mi ordenador. A veces por teléfono.
Cansada de sentirme como una criminal.

Cada 6 días, cuando sale un artículo,


me llaman de la fiscalía.
Entre los ladrones, los criminales.
Hay quien está ahí por atraco, quien por robo, quien por estupro.
Yo por periodismo.
Me conozco los pasillos, las salas de espera, los escritorios de los despachos.
Entro. Tomo asiento. La primera pregunta siempre es la misma:
¿Por qué ha escrito falsedades?
Y quién le ha pasado las informaciones.
Sigue el interrogatorio.
2, 3 horas. ¿Por qué no? También 4.
A veces me han retenido,
A veces arrestado.
Estoy cansada de explicar a mis hijos
porque me paso noches en la cárcel.
Cansada de pensar que la libre información aquí no existe.
El 90% de los periodistas en Rusia tiene carnet político.
Cuando tienes carnet político no eres un periodista,
eres un portavoz.

Funciona así:
la prensa se divide entre quien está con Rusia
y quien no está con Rusia.
Si estás con Rusia después de 5 o 6 años te eligen diputado.
Si no estás con Rusia no tienes que hacer periodismo. Punto.
Lo tuyo es propaganda contra el Estado. Punto.
La propaganda contra el Estado se castiga.
Con la muerte.
Punto.
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20.
Una como yo

Mi hijo tiene una voz rara.


Intenta esconderla, por teléfono.
Si le pregunto “¿Qué te ha pasado?”
me contesta dos o tres veces
“Te he dicho que nada: tranquila.”

Cuando estoy en el extranjero,


lejos de Moscú,
me dicen siempre “tranquila”.
O también “cuando vuelvas te cuento”.

Esta vez es distinto.


Me es suficiente con insistir, un poco más de lo normal.

“Han matado a una mujer, esta mañana.


Ha habido un disparo.
Justo aquí, a la puerta de casa.
Estaba entrando en nuestro portal,
iba a ver a una amiga, en el primer piso.
Era rubia. Igual de alta que tú.
Tenía tu edad, más o menos.
Era justo una como tú.
Dicen que ha sido un atraco, pero...”

La voz de mi hijo se interrumpe en este “pero”.

Y yo que estoy aquí, en Europa,


en una habitación de hotel en Viena,
me pregunto lo que quiere decir.

Me cuesta un poco, para entenderlo.


Para conectar.

La voz de mi hijo que balbucea.


Han matado, en el portal de mi casa,
a una como yo.

Una como yo.


Esta frase me rebota en el cerebro.
Pienso en ello.
Una como yo...

Matada por error.


Porque se me parecía .
Porque entraba en mi portal:
rubia como yo, alta como yo:
una como yo.

Me tocaba a mí.
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Pero le ha tocado a ella.


He denunciado, he señalado, he preguntado, he pretendido...
Pero en el fondo, ¿Para qué?
Quien se ha equivocado antes o después le pondrá remedio.
Ya lo sé.
Quizás mañana.
Quizás dentro de un mes.
Quizás dentro de... ¿Cuánto? Quien sabe.
Digamos: antes o después.

Antes o después.
Antes o después.

21.
Epílogo

Anna Politkóvskaya ha sido hallada muerta el 7 de octubre de 2006


en el ascensor de su casa de Moscú.

Volvía a casa después de la compra.


Las bolsas pesaban mucho.
Las estaba subiendo en dos viajes.
El primero, hecho.
El segundo se quedó a medio hacer.
Las bolsas están tiradas en el suelo, en la sangre.

La han matado 4 disparos,


de los cuales uno en la cabeza.

Al lado del cadáver dejan


una pistola Makarov PM
y 4 casquillos.
Es la típica arma de los homicidios por encargo.

La policía confisca el ordenador de la periodista


y todo el material de su última encuesta
sobre las torturas en Chechenia.
La encuesta estaba lista para ser publicada
en el número siguiente.
Después de meses aún está confiscada:
no es publicable hasta fecha indefinida.

Los funerales tienen lugar el 10 de octubre


en el cementerio Troyekurovsky de Moscú.
Más de 1000 personas participan en la ceremonia.
Entre ellos ningún representante del gobierno ruso,
nadie de los partidos del gobierno,
nadie de sus periódicos.
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Uno de los más importantes hombres de las instituciones


a la pregunta:
“¿Cómo comenta la muerte de Anna Politkóvskaya?”
ha contestado:
“lo siento: no sé quien es Anna Politkóvskaya.”

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