María Discípula y
María Discípula y
María Discípula y
Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros (Jn 1,14). Jesucristo no es simplemente
85. Por su Hijo Jesús, el Padre hace presente todo su poder vivificante y liberador, de
ser humano había dilapidado con su pecado. Restituye una vida humana capaz de acoger la
misma vida de Dios, fuente de nuevas relaciones con los otros en justicia y amor, y con todo lo
creado. Su persona, sus palabras y sus acciones inauguraron en medio de nosotros el Reino de
vida del Padre, que alcanzará su plenitud allí donde no habrá más “muerte, ni llanto, ni dolor,
Su vida, palabras y acciones marcan nuestra historia y determinan una nueva realidad; nadie
puede quedar igual ante Él, quien cuestiona radicalmente a todo ser humano, porque le hace
entrar en la presencia de Dios, realizar, hacer realidad, la presencia del Dios Viviente, y por lo
89. En la vida histórica de Jesús, sus palabras y acciones están íntimamente entrelazadas, de
forma que las palabras explican las acciones y éstas confirman las palabras. Esta radical
coherencia del Hijo del hombre que “pasó haciendo el bien” (Hch 10, 38), suscitaba la
identidad y su misión.
Jesucristo es por esencia el Enviado del Padre, no solamente por aprendizaje, sino por
naturaleza; Él y el Padre son una misma cosa: Yo y el Padre somos uno (Jn 10,30). Y por lo
mismo su misión consiste en traer el Padre, mostrar al Padre, invitar a la gente para que
90. La proclamación y la instauración del Reino de Dios son el objeto de la misión de Jesucristo
(cf. Lc 4,43). Al Reino se accede por el encuentro con aquel que con sus palabras y sus acciones,
mostraba que “el Reino” de Dios incluía a sencillos y marginados. Comía y bebía con pecadores
(Mc 2, 16), sin importarle que lo tildaran de comilón y borracho (cf. Mt 11, 19); tocaba leprosos
(cf. Lc 5, 13) y dejaba que una mujer prostituta le ungiera y besara los pies (cf. 7, 37-38);
92. El Reino de Dios, la soberanía del Padre en el mundo, es de inicio oculto, casi invisible. No
aparece de forma espectacular, pero “ya está entre ustedes” (Lc 17, 21). Es Reino “de Dios” por
lo que, sea que el hombre duerma o vele, el Reino brota y crece. Pero sí necesita de la tierra
buena del corazón convertido (cf. Mc 4, 20). Es Reino de Dios, el Padre, por lo que tiende a
la fraternidad y, por lo mismo, del amor solidario, del perdón y del servicio mutuo.
la fuerza salvadora de su Padre que hace todo nuevo. Los signos de este acontecimiento son el
perdón de los pecados, la expulsión de los demonios, las comidas con impuros y pecadores que
no eran considerados dignos, la cercanía de Jesús con todos… La vida que Jesús compartía y
ofrecía en Palestina dignificaba a las personas y generaba la comunión con Dios y con los
hermanos.
Jesús estuvo siempre con el Padre y acopló su voluntad humana con la del Padre, como vemos
en el Huerto de Getsemaní, cuando dice: «¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí
esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú.» (Mc 14,36). En este sentido
Jesús fue el discípulo del Padre por excelencia, quien cumplió la voluntad del Padre a la
perfección y llevó hasta el extremo la obediencia, dando plenitud a la obra del Padre.
La Misión que Jesús llevó a cabo fue la Misión de Dios por excelencia; Él cumplió lo que el Padre
quería, llegar hasta el fondo del problema en que estábamos sumergidos los seres humanos;
envueltos en el pecado; ir hasta la raíz, amarnos hasta el extremo y morir en la Cruz para
liberarnos del poder del mal y hacernos entrar en el Reino del Padre.
Jesús actuó el Reino de Dios; lo realizó. Su vida y obra transfiguró la historia humana en una
nueva realidad, la cual nos permite acceder a Dios; recuperar la presencia de Dios; salir del
poder del mal, de las garras del pecado. El Espíritu Santo es enviado por el Padre y el Hijo, y
tiene la Misión de Santificar, limpiar, regenerar, sanar, dar vida: Así dice el Señor Yahveh a
estos huesos: He aquí que yo voy a hacer entrar el espíritu en vosotros, y viviréis (Ez 37,5); el
Espíritu Santo cumple la voluntad del Padre y transforma efectivamente la realidad humana;
sigue presente y redimiendo nuestras personas por medio de los sacramentos, en la acción
propia de la Iglesia.
LA IGLESIA tiene así dos aspecto en su misión propia, una es la de anunciar las cosas de Dios;
seguir a Jesús en sus pasos y sus enseñanzas, imitarlo en su vida y acciones, predicar. El otro
a través del tiempo; la intervención de Dios quien afecta la realidad de los seres humanos
mediante los sacramentos, primeramente el Bautismo, que nos abre a ser hijos de Dios, nos
infunde la Vida de Gracia en nuestro ser, la Eucaristía, que nos da al mismo Cristo para
perdonarnos y a limpiarnos del pecado; nos permite volver el rostro a Dios y recuperar su
presencia y su gracia.
De esta manera la Iglesia no solamente predica sino que actúa y transforma; transfigura la
como enviada sino que su acción hace realmente presente y activa la acción de Cristo. La misión
de la Iglesia no es solamente recordarle Cristo a la gente sino colaborar para que Cristo siga
actuando en la gente, sobre todo en los sacramentos, gracias a la acción y el poder del Espíritu
MARÍA EN LA IGLESIA
Para poder predicar, llevar a Dios a los demás, es necesario primero llenarse de Él, y María es la
persona de la Iglesia que más se ha llenado de Dios. Cuando el ángel Gabriel le anuncia que
será la madre del Verbo de Dios, la llama Llena de gracia, Kejaritomene en griego. Alégrate,
llena de gracia, el Señor está contigo (Cf. Lc 1,28). Lo cual significa que María estaba llena de la
gracia de Dios, colmada por Dios de su amor y santidad, María es la que más puede darnos a
Jesús, es la persona de la Iglesia que mejor nos puede transmitir a Jesús, por eso ella es la más
Cuando Maria nos habla de Jesús es que de verdad tiene cómo hacerlo. El relato de Lucas nos
indica claramente las etapas del discipulado y misión de María; después de haber quedado
embarazada con el Verbo de Dios en seno virginal, ella inmediatamente se dirige a visitar su
pariente Isabel, la cual recibe la revelación del Verbo encarnado, y reacciona ante ese
el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? (Lc 1,42-43). Y
recibido la revelación de Dios la creyó de corazón y la propagó sin basilar. ¡Feliz la que ha creído
que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor! (Lc 1,45).
Lucas nos narra la actitud de María en los acontecimientos de la vida de Jesús y resalta una de
las cualidades esenciales del discipulado; el poner cuidado en las cosas que ocurren o son dichas
como una semilla que luego va dando los frutos de vida eterna. Después que nace Jesús y los
pastores lo visitan y encuentra al lado de María y José, ella es testigo de esas cosas admirables y
al final Lucas nos dice: María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su
Esta actitud de María es la que debe tener todo discípulo del Señor; recibir constantemente su
gracia y acogerla, encarnarla en su ser, para ser fecundados por ella y luego dar frutos. Entre los
frutos de ese intercambio admirable entre la Divinidad y la humanidad, está el ser misionero,
llevar la revelación de lo Divino a los demás, pero ante todo dejar que Dios sea misionero dentro
del discípulo, y llenándose siempre de Él, proclamarlo hacia fuera, dando lo que sobreabunda del
María en su vida continúa constantemente dejándose llenar por Dios, alimentándose de su fe, y
acogiendo voluntaria y activamente esa gracia de Dios en su vida; al mismo tiempo, desde el
primer instante de esa fecundación de la gracia divina, María es reveladora y transmisora del
a) Mujer de fe
189. Acoge y hace suyo el proyecto del Padre. Con su “sí” invita a abrir el corazón a la confianza
paternal. Madre de Jesús, nos muestra el “fruto bendito de su vientre”, “Camino, Verdad y Vida”,
del cual queremos ser discípulos, y llena del Espíritu Santo nos enseña a transformar los
inculturado y ha sido adoptada por millones de creyentes como una verdadera madre espiritual,
en cada lugar con diversas características pero siempre la misma madre de Jesús el crucificado y
resucitado.
187. En la vida de la Iglesia se destaca la figura de la Virgen María, venerada como Madre de
comunidades que han encontrado en ella la inspiración más cercana para aprender cómo ser
discípulos y misioneros de Jesús. Con gozo constatamos que se ha hecho parte del caminar de
los rasgos más nobles y significativos de su gente. Las diversas advocaciones y los santuarios
gente y, al mismo tiempo, manifiestan la fe y la confianza que los devotos sienten por ella. Ella
les pertenece y ellos la sienten como madre y hermana. La historia de la mayoría de los
santuarios marianos del Continente, desde Guadalupe hasta Aparecida, testimonian el cariño
especial de María por los pequeños e insignificantes de este mundo. La devoción mariana
presente en el Continente, con su multitud de expresiones culturales, nos dice que el Evangelio
se ha inculturado en las facciones indias, criollas, negras y mestizas con las que se presenta a la
En Venezuela hemos tenido la visita de María para revelarnos la realidad Divina. A una familia de
aborígenes en la zona llanera y montañosa, que más tarde sería Portuguesa y Lara, alrededor
del año 1652. Ella vino a revelar una realidad desconocida para nuestros antepasados, aunque
como indígenas tenían sus propias creencias e intuiciones espirituales, sin embargo no habían
recibido la revelación del Dios Vivo y Verdadero, el Dios de Abraham, de Moisés, el Dios de
Israel, que se ha revelado a la humanidad para llamar a todos los pueblos, creación de Él
Esta revelación de Dios por parte de María ocurrió antes de que fuésemos todavía una nación
eclesial en Venezuela cuenta con un cierto número de misioneros martirizados por los indígenas.
En esa época era peligroso viajar desde Caracas hacia Acarigua o Barquisimeto debido a que en
la zona de Nirgua habían tribus que podían atacar a los viajeros. La historia coromotana nos
narra cómo el indígena rechazó e incluso atacó a la Virgen con una flecha porque no quería
perder su situación en la cual era jefe y cacique. El ser evangelizado implicaba que había un Jefe
Supremo, Dios, el cual es Señor de la historia y llama a los pueblos a conocerlo y amarlo, para
De esta manera el hombre se libera del yugo del pecado; al conocer y amar al verdadero Dios
entra en una nueva relación que lo hace libre desde lo profundo de su ser, la verdadera libertad
espiritual, basada en el Espíritu de Dios, y que llena de verdadera esperanza al ser humano,
al indio Coromoto, que al final de su vida, después de ser mordido por la serpiente, buscó a Dios
y le hizo caso a la Virgen que lo había evangelizado, bautizándose y abriéndose a la gracia divina
para entregar su espíritu al Creador y Padre. La Virgen María, cumpliendo el mandato que Jesús
le dejó en la cruz, se interesa en la gente, quiere que se encuentren de verdad con Dios,
mediante Jesús, su Hijo, el Mediador y Redentor, y por este motivo se aparece en Guanare y
evangelización más profunda que pudo ocurrir, porque es la persona que procede directamente
desde el ámbito divino, desde el Reino de Dios, y habla de cosas que conoce y vive en persona,
no simplemente de algo que ha escuchado sino de algo que experimenta por estar glorificada
con Cristo.
La evangelización de María en Venezuela, en las apariciones a las familias de los cospes, son el
evento evangelizador más radical y excelente, y se puede decir que la motivación más profunda
y genuina para la evangelización de aquella época, por lo cual muchos indígenas aceptaron
entrar en la fe cristiana, y también para la nueva evangelización de nuestros días, que se hace
cada vez más necesaria, puesto que hay cada vez más personas que se cierran a Dios, o
actitudes cada vez más profundamente cerradas, que hacen del pueblo un retroceso espiritual y
En María, como en todo discípulo, se va llegando a una plena maduración de su ser discípulo y
misionero. Ella también pasó por pruebas y dificultades y se fue comprometiendo cada vez más
profundamente con la obra de Dios. Lucas narra la escena cuando José y María presentan al niño
en el templo y donde el anciano Simeón profetiza: Éste está puesto para caída y elevación de
muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el
alma! – a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones. (Lc 2,34-35).
El evangelista Lucas nos está indicando que en María existió un proceso de profundización,
donde el discipulado implicó un dolor, un sufrimiento; el ser misionera implicó que ella también
arriesgó y dio la vida por la obra de su Hijo. Las intenciones de los corazones están ocultas,
porque el pecado no se ve, y quiere permanecer dentro del hombre para siempre, pero la obra
de Cristo ilumina el alma y permite que aflore la realidad profunda de la persona, sus
gran signo de contradicción que es la cruz de Cristo, para que salga a la luz lo que está oculto y
el ser humano tenga la oportunidad de escoger entre el bien y el mal, entre la gracia y el
pecado. El drama que vive el ser humano y la humanidad entera a lo largo de su historia
irracional del hombre, que quiere matar al Amor, pero que al final queda vencido por ese Amor,
El discípulo sigue la suerte del maestro, El siervo no es más que su señor. Si a mí me han
perseguido, también los perseguirán a ustedes; si han guardado mi Palabra, también guardarán
la vuestra. (Jn 15,20). Y María también fue perseguida por causa del Maestro; sufrió la ofensa
de ver a su Hijo colgado de la cruz, y se mantuvo fiel hasta el extremo, sin jamás pecar. Al final
Jesús le pidió ser la madre del discípulo amado (Cf. Jn 19,25ss) y ella asumió ese nuevo y
definitivo rol; se comprometió en la plenitud de su vocación: ser la madre de todos los hombres,
de todos los pueblos, tal y como lo demuestran las apariciones coromotanas a un pueblo aún no
de gracia ahora vive plenamente su misión para siempre, ser la madre de la Iglesia y acompañar
El documento de Aparecida nos muestra a María como el modelo por excelencia del discípulo y
misionero; ella no solamente habla de lo que ha escuchado sino que habla del Verbo que se ha
encarnado en su seno.
362. María, madre de los discípulos misioneros, también camina con nosotros. Ella lo hace como
discípula, porque ha creído firmemente que lo anunciado por el Señor se cumplirá. Lo hace como
misionera, porque –a diferencia de los apóstoles que proclaman la Palabra– da a luz a Jesús,
Palabra de Dios, contenido de la proclamación apostólica. Camina con nosotros como mujer
solidaria, porque ofrece su ser, su intercesión y sus santuarios para atender nuestras
necesidades. Camina como nueva Arca de la alianza, habitada por la Palabra viva de Dios, y
como sierva del Señor, que por su escucha y obediencia tiene la experiencia de grandes cosas
que el Poderoso hace en ella y con ella. Ella es por sobre todo modelo del discípulo misionero
transfigurar el mundo con la caridad de Dios; cada discípulo se involucra en forma más profunda
dones en la siembra del Reino de Dios sino también ofreciendo su propio sufrimiento, uniendo su
vida a la de Cristo, sufriendo con Él, acompañando el dolor de la gente; siendo fieles a Dios y al
hombre, tal como lo fue y es Jesucristo, que lo llevó hasta la cruz; tal como lo fue y es María,
que participó del dolor de la cruz de su Hijo y participa como madre espiritual de todos los
188. Juan Pablo II la llamó “Madre y Evangelizadora de América” (EiA, 11) e invitó a implorar de
ella “la fuerza para anunciar con valentía la Palabra en la tarea de la nueva evangelización, para
corroborar la esperanza en el mundo” (EiA, 76). Hoy también, con el ejemplo y el auxilio de la
Queda en pie el llamado de Jesús, vayan por todo el mundo a hacer discípulos y bautícenlos en
el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enséñenles a guardar todo lo que yo les he
mandato de Jesús. Que la santísima Virgen María nos acompañe en la gran misión
evangelizadora latinoamericana a la que nos invita la reunión del CELAM en Aparecida, sea
nuestro modelo y mayor estímulo, y podamos cumplir el mandato del Señor, ser sus auténticos
discípulos y misioneros.