Introducción A La Antropología Filosófica J M Ibañez Langlois
Introducción A La Antropología Filosófica J M Ibañez Langlois
Introducción A La Antropología Filosófica J M Ibañez Langlois
DOCUMENTO DE TRABAJO
COLECCIÓN DE TEOLOGÍA
CUESTIONES DE FILOSOFÍA, CIENCIA Y SOCIEDAD
FILOSOFÍA
No. 5
RESUMEN:
El presente texto presenta a modo de inducción la antropología filosófica. Para ello, el autor
ubica la posición de la antropología filosófica en relación con las demás ciencias humanas,
identificando sus límites, alcances y distinciones. A su vez, se plantea las temáticas, el objeto
de estudio y el método de la antropología filosófica. Posteriormente, procede a una breve
historia del estudio y concepción del ser humano desde la filosofía, partiendo por los griegos,
el cristianismo medieval y la modernidad hasta la actualidad. En este recorrido histórico,
identifica la continuidad y novedades del abordaje filosófico de la antropología. Lo que le
permite señalar los problemas actuales y la sugerente vía de resolución.
PALABRAS CLAVE:
FICHA TÉCNICA
Título: Introducción a la antropología filosófica.
Autor: José Miguel Ibáñez Langlois.
Editorial: Ediciones Universidad de Navarra, S.A.
Año: 2007 (sexta edición).
Ciudad: Pamplona.
Primera edición: 1978
Citación APA:
Ibáñez Langlois, J. M. (2007). Introducción a la antropología filosófica (Sexta ed.).
Pamplona: Ediciones Universidad de Navarra.
Citación CHICAGO:
Ibáñez Langlois, José Miguel. Introducción a la antropología filosófica. Sexta. Pamplona:
Ediciones Universidad de Navarra, 2007.
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RUTA DE LECTURA
Dentro del campo de la Teología y las Ciencias Religiosas, la presente propuesta tiene como
objetivo la formulación de aportes al estado del Arte, en cuanto a este campo se refiere.
Asimismo, la creación de estrategias bibliografísticas que permitan un fácil abordaje a estas
ciencias humanas, desde una perspectiva tanto academicista como de interés general, por
parte de religiosos, religiosas y laicos atraídos por estos contenidos temáticos.
c) Ser fuente de consulta para los interesados como para los estudiosos de las
ciencias religiosas y filosóficas.
Querido lector: En ningún instante pierda de vista que este trabajo bibliografístico es,
ante todo, una herramienta facilitadora de procesos que coadyuven a dar luz al estado del
arte, desde una reflexión continua y un diálogo continuado con las fuentes originales, más
no una cantera para que promueva el plagio y la ociosidad.
Agradecemos que esta recopilación bibliografística sea una constante fuente de consulta
y que represente el comienzo de trabajos bibliografísticos futuros.
1. FILOSOFÍA Y ANTROPOLOGÍA
“La antropología se consagra formalmente a esa prodigiosa modalidad del ser que es
el hombre, a esa asombrosa forma de la realidad que es la persona”. Pág. 15
“Todo lo humano le interesa, pero precisamente en cuanto trasluce la consistencia
interna, la universalidad, la substantividad íntima y última del ser hombre, dimensión
que permanece velada y como en suspenso –o bien como oscura e implícitamente
presupuesta– para las ciencias positivas que se ocupan de él”. Pág. 15
“En efecto, ninguna de las ciencias humanas, en cuanto empíricas y particulares,
sabría ocuparse de semejante objeto ni hacerlo con la radicalidad del saber filosófico”.
Pág. 15
“Desde luego, las ciencias particulares –en este caso la biología, la psicología, la
sociología– pueden aportar elementos válidos o aun indispensables a la elaboración
antropológica; pero siempre queda en pie la radical originalidad y autonomía de esta
última, en cuanto las ciencias particulares no pueden exceder su propio límite formal
–el fenómeno–, y en cuanto la filosofía del hombre arranca de más allá y más acá de
las ciencias: del terreno común y previo de la experiencia humana, la misma –en
substancia– que hicieron Sócrates, san Agustín o Pascal, y que puede hacer hoy un
individuo lúcido sin conocimientos especializados”. Págs. 16-17
“Es la antropología filosófica la disciplina que, fundándose en esas experiencias
primordiales, intenta darles forma de episteme –de ciencia–”. Pág. 18
“Lo hará preguntándose, por ejemplo, más allá de las formas y funciones del lenguaje,
por el principio intelectivo y la radical comprensión del ser que constituyen al sujeto
humano como hablante; inquiriendo, tras el mecanismo de la atracción de los sexos,
la naturaleza de ese apetito radical y total que es la voluntad humana, su apertura
infinita, su poder de elección y creación, y el carácter entitativamente inconcluso del
amante; se interrogará, a partir del límite de la muerte, por aquello que en el hombre
no está sujeto a su poder; y, en los fenómenos constantes de la historia de las
religiones, buscará el hilo conductor de una original y fundamental religación del
hombre a la trascendencia”. Págs. 18-19
“La antropología filosófica no puede ser una mera racionalización de ciertos estados
de ánimo o de determinadas opciones éticas”. Pág. 19
“Su base de experiencia, aun trascendiendo el dato empírico inmediato, debe cumplir
exigencias rigurosas de objetividad y universalidad: no se trata de la condición
particular de un individuo, grupo, cultura o época determinada, sino de la naturaleza
humana en su constitución universal”. Págs. 19-20
“La antropología se propone esta explicitación, según los métodos propios del saber
filosófico, que se orientan justamente hacia el grado más alto de la objetividad y de
la universalidad gnoseológica”. Pág. 20
“En otros términos, la antropología es un intento epistemológicamente serio:
trasciende a la vez el particularismo de las ciencias empíricas y el lirismo de las
divagaciones sobre la condición humana, en el sentido más alto de la pregunta
fundamental: qué es el hombre”. Pág. 20
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“La pregunta por el ser del hombre tiene, para el hombre mismo que la formula, una
trascendencia que ninguna apología sabría encarecer bastante”. Pág. 21
“Todas las culturas superiores han visto en ella, de alguna manera, una clave del
universo en cuanto el hombre es un microcosmos: el mundo inferior se ilumina a
partir del hombre, y por él se revela el mundo superior”. Pág. 21
“Si el hombre es el puente entre lo visible y lo invisible –según la hermosa fórmula
medieval– su propio conocimiento debe ser un lugar común o una región privilegiada
en la íntegra estructura del saber humano”. Pág. 21
“El pensamiento contemporáneo enfatiza que solo el hombre se pregunta por sí
mismo: él es el ser que se interroga, él es el contenido de su interrogación, y el
preguntar por sí es precisamente un modo de ser suyo, lo que significa que el hombre
es el ser que está en juego en el universo”. Pág. 21
“Si el hombre puede hacer ciencia, y conocer de algún modo todas las cosas, y
dominar las fuerzas de la naturaleza, es justamente porque emerge sobre esas cosas y
las trasciende, lo que significa que él mismo es –como objeto de conocimiento– una
realidad superior, inaccesible a las ciencias de la materia, y que debe hacer cuestión
de sí mismo en términos originales e irreductibles: metafísicos”. Pág. 23
“La pregunta del hombre por su ser es, entonces, un imperativo ético y a la vez
noético, y debe superar toda distracción inferior, todo ocultamiento en el mundo de
los objetos –todo naturalismo–, para formularse rotundamente como una disciplina
sui iuris, según la palabra del antiguo oráculo: «Conócete a ti mismo», precepto que
impera a la vez sobre la conciencia moral y sobre la inteligencia especulativa del
hombre”. Págs. 23-24
“Una buena parte de la filosofía contemporánea responde a este llamado ético o
tíquico –del destino humano–, más allá de las categorías materialistas de la ciencia
decimonónica”. Pág. 24
“El problema, hoy, ha llegado a tener un signo inverso: la pregunta antropológica se
enfrenta, en términos originales, con una intrépida resolución, pero se termina por
hacer de ella la única pregunta o, al menos, la cuestión central y principal de todo
filosofar, lo que constituye un flaco servicio para la propia antropología”. Pág. 24
“Se la obliga, en efecto, a sustituir la filosofía como totalidad o, al menos, se la
desconecta de todo otro conocimiento, como si la lógica, la ciencia de la naturaleza,
la ética o la teología no tuvieran otra realidad que la de ser prolongaciones particulares
de la autoconciencia humana”. Pág. 24
“Frente a este antropologismo, debe subrayarse que el hombre, no obstante su radical
originalidad ontológica, sigue siendo un ser de la naturaleza; que el conocimiento del
hombre debe recibir un aporte esencial de las ciencias naturales; que la antropología
no es todavía metafísica, ni el centro o coronación de la filosofía; que la totalidad del
ser abarca tanto al hombre como a los demás entes, y que entre uno y otros no cabe
una discontinuidad total”. Págs. 24-25
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“En este punto nos sale al paso otra cuestión crucial de la antropología: la libertad del
hombre, su albedrío o poder de autodeterminación, asunto de enorme trascendencia
como fundamento de toda ética por su implicación definitiva en el problema del
sentido de la existencia humana”. Pág. 36
“El esclarecimiento fenomenológico y metafísico del acto libre y el desarrollo y
análisis de las pruebas del libre albedrío constituyen el contenido de esta vexata
quaestio en la que confluye la íntegra filosofía”. Pág. 36
“A esta cuestión antropológica debe añadirse, completándola desde dentro, la
cuestión ética del sentido de la libertad en relación al amor, al bien y al mal, a la
plenificación integral del hombre, como algo inseparable del propio problema
psicológico de la libertad”. Pág. 36
“La antropología no es aún la ética, sin duda; pero no cabe abrir entre ambas ninguna
discontinuidad puesto que la verdad moral no es una entidad superpuesta a la
naturaleza y al destino de un ser éticamente neutro, sino que es la ley interna del
hombre en cuanto tal”. Pág. 36
“Todavía otro problema donde confluye la íntegra filosofía –y donde se juega con
particular intensidad el ser y el destino del hombre– es la cuestión del alma y el cuerpo
en su mutua distinción y relación; o sea, el problema de la substantividad y la unidad
del ser humano”. Pág. 37
“No renunciar a la realidad y al sentido de la corporeidad humana, o sea, a la evidencia
de su animalidad; no renunciar tampoco a la verdad superior de su espiritualidad,
revelada en la intelección y en el acto libre; y todavía afirmar y hacer inteligible la
unidad substancial del hombre, materia y espíritu, cuerpo y alma, ser unitario y
substantivo, que no se compone de substancias yuxtapuestas ni se disipa en series
paralelas de fenómenos físicos y anímicos: he allí el arduo desafío que enfrenta la
antropología a la hora de pensar aquello que tan sencillamente nos es dado en nuestra
doble y unitaria conciencia de nosotros mismos”. Págs. 37-38
“Con este problema se relaciona otro del que todavía podríamos repetir que contiene
el sentido de nuestra existencia: nuestro haber de morir, como individuos de una
especie animal de ciclo orgánico limitado; necesidad que el hombre no enfrenta con
neutralidad animal, sino con la angustia y esperanza que corresponde a un misterio,
el misterio radical de la condición humana”. Pág. 38
“Al análisis fenomenológico de la experiencia de la muerte debe seguir, entonces, la
pregunta propiamente metafísica de si algo –y qué, y por qué razón– puede subsistir
de nosotros mismos tras la muerte: la inmortalidad del alma espiritual, exigida por la
infinitud objetiva de nuestro querer, así como también por la propia espiritualidad de
la conciencia”. Pág. 38
“Si el hombre aparece hasta aquí en su qué esencial –como naturaleza corpóreo-
espiritual–, la reflexión antropológica debe, sin embargo, abrir capítulo aparte a la
pregunta por el quién humano: la persona –el ser individual trasferible, concluso,
cerrado a la vez que abierto con la peculiar clausura y apertura del espíritu; centro y
mundo a la par, solidario de la totalidad del ente a partir de su mismidad consciente
y libre–”. Págs. 38-39
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“Las ciencias positivas pasan a apoyarse más directamente en la experiencia humana que
la filosofía, tan abstracta de asuntos y métodos como aparece en este esquema”. Pág. 41
“La filosofía del hombre aspira justamente a ese descubrimiento, por eso su experiencia
original de lo humano es más profunda y a la vez concreta que la de ninguna ciencia
positiva”. Pág. 42
“De las ciencias positivas tampoco puede esperarse gran cosa por el momento derivado
en que captan las acciones y relaciones humanas ya cristalizadas para su posterior
ordenación”. Pág. 43
“La filosofía, como quedó dicho, aspira a penetrar, más allá de las rutinas, el surgimiento
original de las propiedades, actos y relaciones del hombre: allí donde lo humano es
materia del asombro más puro”. Págs. 43-44
“El mismo asombro que produce la experiencia original del conocimiento puede
producirlo, en términos análogos, la experiencia de elegir, la de amar, la de contemplar
la belleza, la de hablar, etc”. Pág. 47
“Si la antropología no parte de esta clase de experiencias originarias, cuyo signo es el
asombro, no puede aspirar a ser una ciencia autónoma y original; la particularidad de sus
metas como saber de ultimidades y la de sus métodos propios proceden del carácter
original de sus experiencias de la realidad humana”. Pág. 47
“Para las ciencias positivas, su objeto está previamente dado, acotado, definido:
empíricamente dado”. Pág. 47
“Para estas ciencias –psicología, sociología, etnología, etc.– el hombre debe estar
también dado en su principio”. Pág. 47
“Para la antropología filosófica, en cambio, el ser humano no está dado a la manera de
un dato empírico”. Pág. 47
“El hombre es una totalidad abierta, un movimiento de autotrascendencia, una frontera
siempre móvil, un principio siempre inconcluso y en juego, un proyecto siempre abierto
hacia estas totalidades indefinidas que son el ser, el bien, la verdad, la belleza”. Págs.
47-48
“La naturaleza o esencia humana –que no queda abolida por esta universalidad, como
piensan muchos hoy, sino justamente constituida por ella– debe ser inducida y deducida
como el principio propio de este dinamismo singular y de esta apertura universal”. Pág.
48
“Pero, como naturaleza abierta de suyo a la infinitud objetiva del ser, no puede estar
nunca dada en ningún registro empírico, por la misma razón por la cual el ser o la
totalidad real no está nunca dado en el principio de la metafísica, sino que es su propio
horizonte indefinido”. Pág. 48
“Así, la naturaleza del animal metafísico que es el hombre no está previamente acotada,
definida y dispuesta para las experiencias empíricas, como lo están para las ciencias sus
respectivos objetos”. Pág. 48
“El hombre no es una cosa experimentable, sino el horizonte de una pregunta metafísica:
¿quién es este ente así determinado como apertura al ser, como apetencia del bien en
toda su universalidad?”. Pág. 48
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“Si yo pretendo constituir la ciencia del hombre sobre los métodos convencionales de
las ciencias positivas –v. gr. la sociología o la psicología experimental–, es que ya estoy
prejuzgando al hombre como un sistema dado de propiedades y procesos –psique,
sociedad, etc.–, a la manera de los objetos naturales; determinación, esta, que no solo me
impide cuestionar a fondo la naturaleza profunda de lo psíquico y lo social como modo
del ente humano, sino que me obliga también, en razón del propio método, a dejar fuera
la espiritualidad, la libertad, la trascendencia humana como posibles objetos de estudio”.
Págs. 49-50
“Luego, más que prejuzgar aquí una determinada idea del hombre, estamos haciendo lo
contrario: preservando la necesaria apertura e indefinición de esta idea para no excluir a
priori ninguna dimensión de lo humano, es decir, para no cerrarnos de partida en la
estrechez de una antropología positivista”. Pág. 50
“El método de la antropología filosófica no es, pues, el método genético, causal,
inductivo de las ciencias positivas: con él, solo podríamos codificar los actos y relaciones
humanos en cuanto datos, dejando en la oscuridad su constitución interna y esencial, que
es justamente lo que nos interesa”. Págs. 50-51
“La antropología, por el contrario, induce y deduce, describe e introspecciona, separa y
reconstruye, y todo esto según su peculiar manera”. Pág. 51
“Lo esencial, para ella, no es encontrar las leyes funcionales del comportamiento
humano, ni sus regularidades empíricas, ni las hipótesis que las explican: de todo esto se
hacen cargo ya las ciencias positivas del hombre”. Pág. 51
“La tarea de la filosofía consiste en descubrir la estructura esencial de los actos y
facultades humanas, desde el instinto y la sensibilidad hasta la razón y la libertad, en
términos objetivos, es decir, investigando la índole del objeto propio de estos actos y sus
conexiones esenciales en la jerarquía de los entes”. Pág. 51
“A partir de esta averiguación, se pregunta cómo deben estar constituidas las potencias
humanas y el alma en que radican, y la propia substancia o persona del hombre para que
esos actos, relaciones y propiedades sean posibles”. Pág. 51
“En cuanto a su objeto, el hombre no es nunca, para sí mismo, un tema neutral; que el
hombre sea o no un ente espiritual o libre o inmortal o abierto a Dios por naturaleza, es
cosa que interesa apasionadamente a cada uno de nosotros, con efectos totales sobre
nuestro destino y nuestra responsabilidad moral; esto es obvio”. Pág. 53
“Esto significa que el conocimiento enteramente neutral no existe, porque el hombre no
es una pura razón pensante (lo que equivaldría a un monstruo metafísico), sino que
conoce con su ser entero, y particularmente con el corazón, en el sentido, por ejemplo,
de la máxima evangélica: «Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a
Dios»”. Pág. 53
“En el caso de la antropología, análogamente, tratándose de un objeto que es el sujeto
que somos, y de un saber que compromete nuestro propio ser, y el sentido de nuestra
existencia, no existe conocimiento neutral o indiferente con respecto a las disposiciones
del corazón humano: para conocer objetivamente al hombre, igual como a Dios mismo,
se requiere cierta pureza de corazón”. Págs. 54-55
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“El desarrollo de idea del hombre, desde Grecia hasta la actualidad, suele describirse
hoy con arreglo a dos principios de interpretación”. Pág. 59
“Por una parte, se piensa que esta historia avanza en la dirección de una creciente
autoconciencia humana, desde la indiferenciación primitiva del hombre con la
naturaleza, hasta la exacerbada lucidez y conciencia de sí del hombre
contemporáneo”. Pág. 59
“Por otra parte, este proceso de ascensión de conciencia se describe como una
sucesión contrastante de dos tipos de fases: las de seguridad y las de angustia”. Págs.
59-60
“En las primeras, la antropología está cobijada dentro de la cosmología y de la
metafísica, y se manifiesta en forma de grandes sistemas donde el hombre encuentra
una definición y un lugar preciso en el universo (Aristóteles, santo Tomás, Hegel); en
las épocas de crisis, cuando los sistemas se derrumban, la antropología emerge como
la ciencia –o la duda– rectora, cobrando forma independiente como teoría del hombre
trágico o problemático y como exaltación de la mismidad personal (Sócrates, san
Agustín, Pascal, Kierkegaard)”. Pág. 60
“De allí que la substancia de la antropología como saber filosófico se encuentre más
en los sistemas clásicos que en las problematizaciones que estos padecen en las
épocas de crisis”. Pág. 62
“De allí, también, que los momentos más altos en la historia de la antropología no
tengan por qué coincidir con la enervada conciencia de sí y con la angustia crítica que
caracteriza nuestro presente histórico”. Pág. 62
“Siguiendo, pues, en términos descriptivos y no axiológicos el esquema aludido,
podemos condensar la historia del pensamiento antropológico occidental en tres
grandes ciclos precedidos y prolongados por sus correspondientes crisis”. Pág. 62
“El pensamiento griego brota de la crisis socrática y se despliega en las grandes
construcciones sistemáticas de Platón y Aristóteles, que se continúan en la
antropología estoica, el neoplatonismo y la gnosis helénica”. Pág. 62
“El pensamiento medieval nace del problematismo crítico de san Agustín y se
desarrolla en múltiples corrientes que reinterpretan a Platón y Aristóteles desde la fe
cristiana, confluyendo en la grandiosa síntesis antropológica y metafísica de santo
Tomás de Aquino”. Pág. 62-63
“Con el quiebre de la cultura medieval, la crisis religiosa y la revolución copernicana,
el problematismo de Pascal abre paso a los grandes sistemas del racionalismo
moderno, que culminan en Hegel”. Pág. 63
“El impacto del evolucionismo y la lucidez crítica de un Kierkegaard inician, tras la
superación de Hegel, un período que es todavía el nuestro y del cual difícilmente
podemos hacer historia”. Pág. 63
15
“Sabido es que el hombre primitivo se sintió inmerso, solidario, en suma, casi idéntico
con la naturaleza, y sobre todo con el mundo animal y vegetal de su entorno”. Pág.
63
“Este no es solo un rasgo del hombre primitivo, sino también de momentos muy
elevados de la cultura oriental hasta el día de hoy”. Pág. 64
“Suele decirse que el hombre no se destaca netamente sobre la naturaleza hasta la
culminación de la cultura griega clásica”. Pág. 64
“Con todo, este juicio es válido solo en el ámbito del pensamiento filosófico
propiamente dicho; pues ya mucho antes de la época áurea de la cultura griega, en la
historia original del pueblo judío, existió una experiencia del hombre como ser
personal abierto a la trascendencia que condiciona nuestra idea del hombre y del
mundo hasta el día de hoy; sin embargo, este sentido antropológico permaneció
implícito bajo una expresión religiosa y solo vino a formularse como filosofía en los
siglos cristianos”. Págs. 64-65
“Los comienzos de la antropología griega están envueltos aún en las explicaciones
míticas de la cosmogonía”. Pág. 65
“Pero la autorreflexión encuentra su forma madura en Sócrates, quien hace de ella –
en oposición a los presocráticos o naturalistas– el centro y aun la totalidad del saber”.
Pág. 65
“La reflexión platónica se encargará justamente de formular una teoría expresa de
este atributo superior –la mente–, al hilo de una metafísica de la verdad y del bien”.
Pág. 66
“El análisis de la razón humana, como potencia distinta de los sentidos capaz de
abrirse inmaterialmente a la forma y ser de las cosas tal como son en sí mismas, y de
conocer por conceptos universales, es para Platón y Aristóteles el principio socrático
de toda antropología y también el fundamento de la ciencia, de la ética y de la
teología”. Pág. 66
“La filosofía de Platón proporcionará a la cultura occidental el repertorio ejemplar
de las pruebas de la espiritualidad e inmortalidad del alma humana, de la existencia
de Dios y de la objetividad del bien moral”. Pág. 66
“Aristóteles comparte, en general, los supuestos fundamentales de Platón; pero,
convencido de la debilidad y límites del intelecto humano, y mejor fundado en el rigor
del análisis empírico, recorta los vuelos del optimismo espiritualista de su maestro en
favor de una antropología realista y unitaria”. Pág. 67
“Por de pronto, y a partir de un depurado análisis del proceso cognoscitivo, reconoce
que la inteligencia, aunque de suyo una facultad superior o inmaterial, solo puede
actuar a partir de los sentidos corporales, y por tanto que el alma depende del cuerpo
y está unido a él substancialmente”. Pág. 67
“Digamos, en suma, que de Aristóteles arranca la perdurable noción clásica del
hombre como zoón ekonlogou, el animal rationale, fórmula tan discutida como se
quiera a partir del siglo XIX, pero aún hoy vigente como escueta definición esencial
(por el género próximo y la diferencia específica)”. Pág. 69
16
“En suma, el hombre posee en sí, como principio constitutivo o formal de su realidad,
un elemento agente superior (nous poietikos) que la naturaleza no posee
subjetivamente (en forma de sujeto); ese elemento está ligado ontológicamente al
principio que da forma al mundo y convierte el caos en cosmos; es un agente
absolutamente constante en la historia, pueblos, épocas, clases, etc”. Pág. 70
“El hombre, en el pensamiento griego, se proyecta sobre este grandioso fondo
metafísico”. Pág. 70
“Dos límites, sin embargo, se harán sensibles en esta concepción cuando se encuentre
con el pensamiento cristiano”. Pág. 70
“Por una parte, parece no dar razón suficiente de la presencia del mal en el hombre y
en el mundo –esa terrible herida ontológica en el corazón de lo real–, salvo que se
atribuya a la propia existencia humana –a la propia incorporación del espíritu en este
mundo– el carácter de una caída o culpa radical, de la que solo nos libraremos al
morir, con lo que su optimismo se convierte en el pesimismo más denso; cosa que,
en buena medida, ocurrirá en los siglos finales de la cultura helenística”. Págs. 70-71
“Por otro lado, el hombre, todo lo alto que se quiera en la jerarquía del orden natural,
forma todavía parte de la naturaleza y de sus ciclos eternos; no ha alcanzado aún el
reconocimiento de la condición que los siglos cristianos llamarán persona, y, por lo
tanto, no se ha revelado todavía la profundidad inconmensurable de su destino”. Pág.
71
“La crisis de esta concepción se producirá a partir de una nueva conciencia del destino
humano en su dimensión sobrenatural”. Pág. 71
“La figura clave del enfrentamiento será san Agustín”. Pág. 71
“Con todo, y para evitar simplificaciones, debe observarse que la filosofía cristiana,
a partir de ese nuevo principio, querrá salvar todo lo esencial de la versión platónico-
aristotélica de la naturaleza humana, a saber: que el hombre es tal en virtud de la razón
–logos, fronesis, nous, ratio, mens, intellectus–, el poder de aprehender el qué de
todas las cosas; y que, en virtud de este poder, el hombre, y solo él entre todos los
seres naturales, participa subjetivamente de aquella inteligencia que es el fondo o
fundamento del universo”. Págs. 71-72
17
“Sugerimos ya que la idea griega del hombre –alma espiritual, animal racional– no
se opone necesariamente a la revelación judeocristiana de la creatura hecha a imagen
de Dios, caída y salvada en la existencia histórica; ambas concepciones –que de suyo
pertenecen a dos órdenes de conocimiento, natural y sobrenatural– se enlazan y aun
se integran a lo largo de todo el medioevo y de la propia modernidad”. Pág. 72
“Pero el primer choque de ambos mundos conmovió a la antropología clásica hasta
los cimientos”. Pág. 72
“San Agustín representa este conflicto con claridad ejemplar”. Pág. 72
“Antes de entrar en él, digamos lo que había de portentosamente nuevo y paradójico
en la revelación cristiana”. Págs. 72-73
“Ella, a la vez, exaltaba y abatía al hombre en los abismos del bien y del mal
sobrenatural, de la gracia y del pecado, en una forma enteramente desconocida para
el alma griega”. Pág. 73
“La existencialidad más profunda e irrepetible irrumpía en ese sereno mundo circular
de formas que se repiten”. Pág. 73
“El hombre estaba ahora frente a Dios infinito, personal y providente, Creador del
universo y Señor de la historia, y se percibía a sí mismo como creatura personal de
Dios, como un destino único, como una libertad puesta a prueba dentro de los límites
de la temporalidad y al borde de esos abismos de la salvación o condenación eterna”.
Pág. 73
“A la vez, como humanidad solidaria, se sentía parte de una historia universal de la
salvación, que arrancaba del paraíso original y se cerraría con el fin de los tiempos”.
Pág. 73
“Nació así el sentido de dos realidades que dominan el íntegro horizonte de nuestra
cultura: el sentido de la persona y el sentido de la historia”. Pág.73
“Como persona frente a un Dios vivo y personal –que los griegos propiamente no
conocieron–, el hombre ingresa ahora en otra esfera, que es de suyo sobrenatural –el
pecado y la gracia– pero que ilumina con nueva luz su ser natural”. Pág. 74
“A la consideración del individuo como ejemplar de la especie humana, se sobrepone
ahora su ser personal e histórico, su abismal libertad, su destino único, irrepetible,
puesto en juego peligrosa y esperanzadamente al borde de la eternidad de Dios”. Pág.
74
“La autoconciencia humana, iluminada por la revelación, percibe en sí una hondura
que podría llamarse infinita por su vinculación esencial con el misterio de Dios”. Pág.
75
“Esta imagen del hombre no ha nacido como ciencia antropológica, sino como
experiencia viva a la luz de la revelación cristiana; de allí que haya podido engendrar,
en la historia, una pluralidad de antropologías diversas: san Agustín, san
Buenaventura, santo Tomás, Pascal, Leibniz, Kierkegaard, etc”. Pág. 75
“El interés singular de san Agustín reside en que protagoniza, como ningún otro, el
primer choque conceptual de ambos mundos”. Pág. 75
18
“Pues, con todo, es la razón la que descubre la estructura del universo físico y su
desolada extensión; ella será también el fundamento del nuevo credo”. Págs. 90-91
“Solo que, para hacer posible este abrupto cambio de signo de la cosmología
heliocéntrica, hará falta identificar la razón del microbio pensante con la razón
universal; esa será, justamente, la empresa de la filosofía moderna”. Pág. 91
“La cultura grecocristiana había conseguido llenar el espacio y el tiempo con la
presencia del hombre, es decir, representarse un mundo humano y un hombre unitario,
sólida y positivamente inserto en la materialidad por el cuerpo”. Pág. 93
“Pero ahora ya no puede regir la idea tomista del alma humana como horizonte
fronterizo entre el universo físico y el universo espiritual”. Pág. 93
“Ambos mundos se han escindido”. Pág. 93
“El espíritu se escinde de la materia, de la res extensa que, sometida a la desolación
de lo infinito y al rigor ciego del mecanicismo, ya no es morada habitable para el
hombre”. Pág. 93
“El dualismo platónico conoce así una tercera edición; el espiritualismo moderno
genera el problema de la comunicación de las substancias, espíritu y materia”. Pág.
93
“El lazo causal entre ambas se hace cada vez más débil y, a medida que este lazo se
debilita –ocasionalismo, armonía preestablecida, idealismo–, el espíritu humano se
separa del cuerpo, lo absorbe y se acerca por fin a la identificación con Dios, o sea, a
la deificación de la razón”. Págs. 93-94
“Se trata, en otros términos, de exorcizar la inhumanidad de la nueva cosmología
interpretándola en un sentido favorable a la afirmación racional del hombre; se trata
de mostrar que la inteligibilidad mecánico-matemática del universo es un caso
especial de las leyes generales de la propia razón humana, que se crece así hasta ser
virtualmente infinita”. Pág. 94
“La infinitud del universo, afirmada por la nueva cosmología, se transforma con la
infinitud potencial de la propia mente que, forjando esta cosmología, penetra el
secreto físico-matemático del universo”. Pág. 94
“En un paso ulterior, esa inteligibilidad del mundo se hará provenir de la propia mente
humana, ahora una potencia ordenadora e incluso creadora, es decir, idéntica a la
razón divina”. Págs. 94-95
“Al cabo de este proceso, el terror de los espacios ilimitados se habrá convertido en
la más rotunda autoafirmación del hombre que conozca la historia; la melancolía de
la caña pensante será ahora el optimismo romántico-racionalista del espíritu
hegeliano”. Pág. 95
“Y en este cumplimiento habrán confluido, paradójicamente, todas las aspiraciones
iniciales de la modernidad: la ciencia positiva, que engendró el proceso; el ideal
renacentista y antropocéntrico del hombre infinito, ahora satisfecho; el espíritu
protestante, que en su modalidad secularista o desacralizadora ve extrañamente
cumplido su objetivo; y el agnosticismo moderno, que, como religión de la razón,
cree alcanzar por fin el secreto del hombre y del universo y la técnica de su
redención”. Pág. 95
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“Si la filosofía moderna debió aceptar, desde el siglo XVI, el reto de la físico-
matemática naciente, son en cambio las nuevas ciencias biológicas sociales las que,
desde mediados del XIX, desafían o aún se imponen al pensamiento filosófico,
imprimiendo nuevos rumbos a la antropología”. Pág. 101
“El espíritu, que el racionalismo magnificó hasta el límite de la deificación, se
interpreta ahora, en nombre del realismo científico, como simple función psico-física,
como un caso particular del desarrollo de las formas orgánicas de la naturaleza”. Pág.
101
“Lo que el heliocentrismo fue en los albores de la Edad Moderna, lo representa ahora
el evolucionismo o trasformismo en esta nueva hora crítica del pensamiento
occidental”. Pág. 102
“A la biología, como ciencia piloto de la nueva mentalidad, siguen luego la psicología
y la sociología; las tres tienen en común, sin embargo, el principio de reducción de
las formas superiores a las formas inferiores de la naturaleza; así la sociología nace
como física social, y la psicología como una fisiología superior”. Pág. 102
“A su vez, el trasfondo filosófico o interpretativo de estas ciencias procede de la
tradición materialista, mecanicista, nominalista, empirista que existió, en forma
paralela al racionalismo, desde los albores de la filosofía moderna”. Pág. 102
“La explicación aristotélica –por las causas eficientes y finales, demasiado
metafísicas– fue abandonada en favor de las causas materiales, a las que se hacía
operativas por la mediación del azar y de algún principio mecánico –como la
selección natural y la lucha por la vida– actuando a través de un tiempo virtualmente
infinito”. Pág. 103
“La mente, la libertad, el sentido religioso, moral o estético serían tardíos
epifenómenos, reflejos más complicados de las fuerzas análogas del mundo animal,
sobre todo de los primates antropoides”. Pág. 104
“La inteligencia, en esta hipótesis, se reduce a una facultad de adaptación activa frente
a situaciones atípicas, por encima de la rigidez del mero instinto”. Pág. 104
“Tenemos así tantos sistemas diversos cuantos esquemas abstractos se hayan
construido para insertar en ellos a la fuerza todo lo humano, eliminando lo que no se
ajustaba a su simplificación”. Pág. 106
“Los presupuestos básicos de estas corrientes antropológicas pertenecen, en rigor, al
siglo XIX más que a nuestro tiempo; con todo, alcanzan hasta hoy, desde el punto de
vista social y cultural, cierta difusión popular, al menos cuando se han convertido en
auténticos movimientos de masas: así el positivismo, el psicoanálisis, el marxismo”.
Pág. 107
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