Al Texto Del Juramento
Al Texto Del Juramento
Al Texto Del Juramento
Pues bien, volvamos desde aquí al texto del Juramento. Lo que dice es que en las escuelas
hipocráticas de medicina la enseñanza primera y fundamental era la preceptiva. En
su edición de los escritos hipocráticos, W.H.S. Jones anota el término precepto de esta manera:
«Parece que se trata de las reglas escritas del arte, ejemplos de las cuales se hallan en
varios tratados hipocráticos. Estos libros no fueron publicados en el estricto sentido de la
palabra, pero copias de ellos debieron circular entre los miembros de la 'hermandad médica'».
Lo que los médicos hipocráticos aprendían eran, fundamentalmente, preceptos, es decir,
sentencias breves, fáciles de memorizar, que les decían lo que debían y no debían hacer. De
hecho, las clases comenzaban siempre con la lectura de uno de esos preceptos. Después,
el profesor lo explicaba. Es el segundo tipo de enseñanza a que se refiere el texto del
Juramento, lo que. denomina «instrucción oral». Y, finalmente, está lo que el texto llama
«demás enseñanzas», que probablemente tiene que ver con el entrenamiento práctico, por
tanto con la evaluación de las situaciones concretas y la toma de decisiones particulares.
Si ahora ponemos en relación esto con el contenido del primer aforismo, vemos que ambos
textos se iluminan mutuamente. Porque nos permiten fijar con gran precisión el estatuto de los
preceptos o de la preceptiva. Ese estatuto no es el que Aristóteles llamaba apodíctico sino el
dialéctico. No se trata de verdades absolutas e indiscutibles sino todo lo contrario, de criterios
prudentes de actuación, fruto de la experiencia acumulada de muchos años. Su estatuto, por
tanto, no es el de las «evidencias» sino el de los «tópicos» o «lugares comunes». La diferencia
es notable, como muy bien supo poner Aristóteles de manifiesto. Las evidencias están en el
orden del saber apodíctico, en tanto que los tópicos pertenecen al plano de la dóxa u opinión.
Son tópicos aquellas opiniones que cobran cuerpo, es decir, que son aceptadas como resultado
de la ciencia y de la experiencia de los individuos y los grupos sociales. Las opiniones
comienzan siendo siempre individuales, privadas, subjetivas, pero poco a poco van
objetivándose, entrando a formar parte de lo que Hegel llamaba el «espíritu objetivo». El
tópico se transforma, así, en cultura. La vida humana se halla gobernada por ese depósito de
tópicos que constituyen la cultura de los pueblos. Depósito se dice en griego parádosis y en
latín traditio. Los tópicos conforman tradiciones. Como no son absolutos, ni apodícticos, ni
intocables, hay que estarlos revisando continuamente. Pero nadie puede vivir sin tópicos. Hay
que partir de ellos para poderlos criticar. Y la crítica terminará siempre en la elaboración de un
nuevo tópico.