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Resumen
Este artículo repasa de manera sucinta los debates en los que converge la geografía crítica en las tradiciones
latinoamericanas y anglosajonas, así como las principales líneas de discusión en ecología política; geografía
feminista; geografía poscolonial y decolonial; y geografía de la movilidad y las migraciones, con el afán de
contribuir a delinear una geografía crítica latinoamericana. Además, se indaga en torno a por qué ciertas líneas
investigativas han tenido mayor o menor acogida en la región, con énfasis en la importancia de abrir un diálogo
transnacional que, con base en investigaciones críticas locales, retroalimente, cuestione, proponga nuevas vías
en la producción de conocimiento geográfico desde, en y sobre la región y, en línea con la teoría crítica, se
comprometa con las luchas políticas y territoriales en América Latina.
Descriptores: geografía crítica; geografía feminista; ecología política; geografía de la movilidad y las migraciones;
geografía decolonial.
Abstract
This article attempts to review and synthesise the main debates in critical geography across both the Latin
American and Anglo-Saxon traditions. By reviewing the main theoretical approaches including from polit-
ical ecology, feminist geography, post-colonial and de-colonial approaches and the geography of motilities
and migration, the aim of this article is to delineate a pan-Latin American approach to critical geography.
Sofía Zaragocin Carvajal. PhD en Geografía, Universidad de Cambridge, Reino Unido. Investigadora del Departamento Interdisciplinario
“Espacio y Población” de la Universidad de Cuenca. Grupo de Investigación en Población y Desarrollo Local Sustentable (PYDLOS), Ecuador.
* [email protected]
Melissa Moreano Venegas. PhD en Geografía, King’s College London, Reino Unido. Docente e investigadora de la Universidad Andina Simón
Bolívar Ecuador e integrante del Colectivo de Geografía Crítica del Ecuador.
* [email protected]
Soledad Álvarez Velasco. PhD en Geografía, King’s College London, Reino Unido.
* [email protected]
Íconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 61, Quito, mayo 2018, pp. 11-32
© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.
dossier
We also consider why some approaches and topics have received greater or lesser attention in Latin American
scholarship. Finally, we emphasize the importance of establishing a new transnational dialogue based on re-
gionally situated critical research that questions and proposes new pathways in the production of knowledge
from and about the region. We suggest this approach be nested in critical theory and committed to local
political and territorial struggles.
Keywords: critical geography; feminist geography; political ecology; geography of motilities and migration;
decolonial geography.
Resumo
Este artigo revisa brevemente os debates em que converge a geografia crítica nas tradições latino-americanas
e anglo-saxãs, bem como as principais linhas de discussão na ecologia política; geografia feminista; geografia
pós-colonial e decolonial; e geografia da mobilidade e das migrações, com o objetivo de contribuir para
delinear uma geografia crítica latino-americana. Além disso, se questiona sobre o porquê certas linhas de
pesquisa receberam mais ou menos acolhimento na região, com ênfase na importância de abrir um diálogo
transnacional que, com base em investigações críticas locais, retroalimente, questione e proponha novos ca-
minhos na produção do conhecimento geográfico desde, na e sobre a região e, de acordo com a teoria crítica,
se comprometa com as lutas políticas e territoriais na América Latina.
Descritores: geografia crítica; geografia feminista; ecologia política; geografia da mobilidade e das migrações;
geografia decolonial.
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Introducción
1 Las tres autoras que coordinamos este dossier nos formamos en la tradición intelectual británica de la geografía crítica. Al volver a
Ecuador, nos hemos encontrado con la tarea de reinsertarnos en el mundo académico donde la perspectiva de la geografía crítica no
está institucionalizada como un campo de estudio en las universidades del país. Esta publicación nace en una coyuntura particular de
renovado interés académico y en la cual Ecuador ha sido sede de varias conferencias de geografía crítica durante el año 2017 y será la
sede del Encuentro de Geógrafos de América Latina (EGAL) en 2019.
algún modo las críticas sobre el espacio concebido como territorio autocontenido y
fijo (Agnew 1994). La segunda es que escribir sobre áreas geográficas (como estudios
latinoamericanos, estudios andinos, entre otros) ha sido altamente cuestionado por
su legado colonial (Finn y Hanson 2017), en particular porque Latinoamérica es un
espacio producido discursivamente desde la diferencia y el legado colonial (Mignolo
2005). La tercera tensión surge del flujo y producción de conocimiento desde dife-
rentes tradiciones intelectuales (no homogéneas), en particular entre la diversa tra-
dición geográfica anglosajona, la francesa, la española y las escuelas latinoamericanas
(brasileña, mexicana, colombiana, argentina), con otros lugares donde una tradición
de geografía crítica parecería ausente aun cuando los debates sobre territorio y las
luchas territoriales son prolíficos.
Surgen así algunas interrogantes: ¿cuál enfoque geográfico priorizamos?, ¿desde
qué enfoque de la geografía crítica nos posicionamos?, ¿es posible o deseable hablar
de una geografía crítica en América Latina?, ¿cómo se “traducen”, se reinterpretan,
se cuestionan y resignifican las contribuciones hechas en otras latitudes en América
Latina?
Estas preguntas están inmersas en debates regionales y globales frente al giro deco-
lonial de la geografía crítica anglosajona y el aporte de la geografía crítica latinoame-
ricana (Finn y Hanson 2017). En este marco de reflexión, tres objetivos motivan este 13
dossier: 1) resaltar una pluralidad de voces y argumentaciones teóricas que han estado
ausentes en la geografía crítica latinoamericana; 2) priorizar lugares de producción
académica en los cuales no existe una tradición de geografía crítica de larga trayecto-
ria; y 3) repasar las contribuciones teóricas sobre discusiones geográficas críticas clave
relacionadas con las cuatro líneas de investigación geográficas previamente señaladas
de las cuales no hay mayor producción académica en la región.
Sin el afán de ser exhaustivas, a continuación, hacemos un repaso sucinto de los
debates en los que converge la geografía crítica en las tradiciones latinoamericanas
con la geografía crítica anglosajona, seguida por una revisión de los principales deba-
tes que se dan actualmente en la ecología política, la geografía feminista, la geografía
poscolonial y decolonial, y la geografía de la movilidad y de las migraciones, con el
fin de delinear una geografía crítica latinoamericana.
ejemplo, se han posicionado junto con Brasil como centros prolíficos con el mayor
número de departamentos especializados, investigaciones y publicaciones (Urquijo
Torres y Bocco Verdinelli 2015).2 La escuela brasileña, quizás el más antiguo y con-
solidado polo de producción de pensamiento geográfico en la región, ha tenido su
propio desarrollo con la denominada “nueva” geografía brasileña, influenciada por la
geografía crítica francesa (Melgaço y Prouse 2017). Sus debates, determinados por
la experiencia de la movilización social y las luchas por la tierra, han profundizado
de manera importante en la comprensión del territorio como el producto de las
relaciones de poder expresadas como territorialidades que pretenden imprimirse en
el terreno (Mançano Fernandes 2005; Haesbeaert 2007; 2011), cuestionando así la
hegemonía del Estado nación como único productor de territorio (Santos 1978).
El vuelco hacia la geografía crítica en Latinoamérica se da en consonancia con lo
sucedido en las academias del norte global (Agnew y Duncan 1989; Ramírez Velás-
quez 2011). Es entre las décadas de 1970 y 1980 que ésta se radicaliza, adoptando
un enfoque teórico-metodológico interdisciplinario, nutriéndose de la antropología
y su método etnográfico, de la sociología, los estudios poscoloniales, feministas, en-
tre tantos otros, para revisar y cuestionar tendencias neopositivistas del pensamiento
geográfico tradicional y politizar la comprensión histórica y social del mundo en su
14 contemporaneidad. En la construcción de este campo teórico, la influencia del mar-
xismo y su método investigativo tiene directa injerencia. Para muestra, la influencia
de Henri Lefebvre ha sido determinante para desnaturalizar la concepción del espacio
como un contenedor a priori de relaciones sociales y apelar más bien al proceso de
producción espacial (Lefebvre 1991 [1974]).
El giro crítico de la geografía también ha implicado un cuestionamiento abier-
to al modo en que el espacio históricamente ha sido y es representado. Los mapas
–“instrumento[s] tan apreciado[s] por los geógrafos”, como señala Porto-Gonçalves
(2001, 5)– han creado una única imagen fija del espacio geopolítico. No obstante,
en ese giro crítico, varios geógrafos (Harley 1989; Harvey 2004 [1990]; 2006; Por-
to-Gonçalves 2001) han asumido la tarea de deconstruirlos evidenciando cómo estos
han sido instrumentos de poder que crean una realidad que aparece como natural.
Esta última característica es de suma importancia para América Latina, donde la
geografía fue entendida como la “simple” confección de mapas relacionada con una
apremiante necesidad de planificación y control territorial en estrecha vinculación
con la esfera militar y desde un enfoque reduccionista de gestión territorial (Colecti-
vo de Geografía Crítica 2017).
La crítica a la producción y representación del espacio ha sido la base del giro
geográfico, así como la concepción materialista de la historia. Directamente influidos
por el método analítico propuesto por Marx (2008 [1868]), geógrafos anglosajones
2 Para una revisión minuciosa del estado del arte del pensamiento geográfico en América Latina, ver Urquijo Torres y Bocco Verdinelli
(2015). Para una revisión histórica en torno a la geografía crítica en América Latina, ver Ramírez Velázquez (2011).
críticos –siendo David Harvey uno de sus mayores exponentes– incorporan el “mate-
rialismo histórico-geográfico” (Harvey 2006). Así, se plantea una premisa metodoló-
gica: cualquier aproximación investigativa habría de tener un anclaje histórico y estar
localizada espacialmente para comprender entonces la formación histórica y social de
las problemáticas analizadas, así como la interconexión y articulación entre procesos
locales y globales que son parte del sistema-mundo (Wallerstein 1979).
En esta línea, las profundas diferencias espaciales entre regiones geográficas y al
interior de las mismas, o desarrollo geográfico desigual (Harvey 2006; 2005; Smith
(2008 [1984]), dejan así de comprenderse como “órdenes naturales” y emergen como
producto de relaciones históricas de poder desigual propias del patrón de producción
capitalista, que se acumula y transforma en el tiempo. Esa histórica organización
espacial multiescalar, cuyo sino es la acumulación por desposesión (Harvey 2005),
tiene efectos en las relaciones políticas locales-globales, en la reconfiguración de es-
pacios rurales-urbanos, en la producción social de la naturaleza, en las relaciones de
género e institucionales, y en general en todas las relaciones cotidianas (Smith 2008
[1984]; Harvey 2006; Massey 2005; Brenner 2013).
En sintonía, en América Latina se dio una importante discusión teórica y política
en torno al rol que la región cumple en el sistema-mundo como resultado del de-
sarrollo geográfico desigual (Ramírez Velásquez 2011). Esa prolífica discusión, que 15
se propagó en la región desde finales de la década de 1970, no vino necesariamente
desde la geografía, como es el caso británico o francés, sino desde otras disciplinas
como la sociología o la economía, con los importantes aportes de la teoría de la de-
pendencia latinoamericana, el intercambio desigual, las relaciones centro-periferia,
desarrollo-subdesarrollo y reconfiguración espacial urbana (Quijano 1968; Marini
1973; Velasco 1972).
Cabe señalar que al interior de la disciplina han existido tensiones históricas en-
tre diferentes ramas, por ejemplo, la geografía feminista y la marxista, que llaman
la atención sobre la dominancia de ciertas meganarrativas y discursos dogmáticos
que invisibilizan a otras líneas de pensamiento y conocimientos situados. A su vez,
han surgido las geografías de la negritud y la geografía decolonial que cuestionan la
“blancura insoportable de la geografía” (Derickson 2016).3 El debate se centra en evi-
denciar la co-producción de espacialidades e identidades relacionadas con prácticas
discriminatorias desde el poder patriarcal, racista y capitalista que resulta en desigual-
dades sociales, injusticias espaciales y procesos de muerte lenta (tanto espaciales como
corporales) (McKittrick 2006). En América Latina, la Red GeoRaizAl propone una
geografía crítica propia que busca la descolonización de los orígenes eurocéntricos de
la geografía crítica contemporánea y, al mismo tiempo, que resalte las geografías indí-
genas, campesinas y afros existentes en la región (Ramírez Velásquez 2011). También,
3 En este tema, ver el manifiesto sobre la composición racial y de género en los paneles de la Asociación de Geografía de Estados Unidos
(AAG): http://www.knowledgepolitics.org/2015/09/07/the-unbearable-white-maleness-of-aag/
varios colectivos y organizaciones trabajan junto con movimientos sociales desde una
práctica emancipatoria y contrahegemónica de la geografía, como el Colectivo de
Geografía Crítica en Ecuador, los Geocomunes y las Geobrujas en México, y el Co-
lectivo de Geografía Crítica Gladys Armijo en Chile, que llevan a cabo una práctica
geográfica crítica a la “geografía de los grupos de poder” (Colectivo de Geografía
Crítica del Ecuador 2017, 173).
Creemos que, dado el desarrollo de la teoría de la dependencia en América Latina,
fundada en clave marxista, la geografía marxista ha sido la que mayor recepción ha
tenido. De hecho, parte de la obra de David Harvey ha sido quizá la de mayor acogi-
da, en gran medida también a que varias de sus obras han sido traducidas al español,
permitiendo así una amplia difusión y crítica tanto en la academia latinoamericana
como entre organizaciones sociales, colectivos y redes que han incursionado en ese
debate. A pesar de ello, la producción académica sobre otros temas críticos ha que-
dado más bien relegada.
Así, con el ánimo de estimular un debate situado, pero sin pretender ser exhausti-
vas, a continuación hacemos una revisión sucinta de cuatro líneas investigativas geo-
gráficas bajo las cuales se enmarcan las contribuciones de este dossier y que, creemos,
dan cuenta a la vez de cuatro de las problemáticas histórico-políticas más complejas a
16 nivel regional: 1) ecología política; 2) geografías feministas; 3) geografías poscolonia-
les y decoloniales; y 4) geografía de la movilidad y de las migraciones. La revisión de
cada línea recoge los debates contemporáneos en América Latina y que dialogan, en
mayor o menor grado, con la producción académica anglosajona.
Ecología política
La ecología política dentro de la geografía humana nace como una ciencia crítica que
resalta las relaciones de poder que producen el cambio ambiental y las socionaturalezas
(Biersack y Greenberg 2006; Swyngedouw 2015). En América Latina la ecología po-
lítica se centra en la explicación de los conflictos socioambientales, en diálogo con “las
perspectivas locales de los pueblos indígenas” (Ulloa 2015, 321). Así, ha producido
lecturas ambientalistas de la teoría marxista (Leff 1994; Alimonda 2007); lecturas polí-
ticas de los postulados de la ecología cultural y la ecología humana (Leff 2002; Toledo
1999); análisis de los conflictos socioambientales entendidos como resultado de relacio-
nes de poder poscoloniales (Escobar 1995; 2008; Alimonda 2006), o de la desigualdad
en la distribución de los costos y los beneficios del capitalismo (Martínez-Alier 2002).
Una línea todavía marginalizada es la ecología política feminista, que tensiona los estu-
dios sobre ambiente y género (Rocheleau et al. 1996; Rocheleau 2015).
A diferencia de la ecología política anglosajona, en América Latina la disciplina se
ha desarrollado más cercana a la antropología y la economía ecológica que a la geo-
grafía crítica, y de manera fundamental se nutre del trabajo realizado por académicos
cercanos a los movimientos sociales y por militantes de los movimientos ecologistas
(Moreano et al. 2017). En ese sentido, la convocatoria a este dossier buscó particular-
mente acercar la ecología política latinoamericana a la geografía crítica –latinoameri-
cana y anglosajona–, y, sobre todo, a las prolíficas reflexiones que se están dando en
la región en torno a los conceptos de “territorio” y “naturaleza”.4
La vertiente decolonial de la ecología política, por ejemplo, postula que la natu-
raleza es un espacio subalternizado (Cajigas-Rotundo 2007), u objeto colonial (Ma-
chado 2010), vinculado con una “racionalidad ambiental” propia de los pueblos de
América Latina, que fue subalternizado por la racionalidad moderna hegemónica
(Machado 2009; 2012; Leff 2015). En esta misma línea el territorio es un lugar o
espacio subalternizado (ver por ejemplo Escobar 2001; 2008). Por su lado, la ecología
política latinoamericana que se centra en el análisis de los conflictos socioambientales
como conflictos ecológico-distributivos y de desbalance del metabolismo social (La-
torre et al. 2015; Aliste y Stamm 2016) destaca la defensa de los territorios campesi-
nos e indígenas frente al llamado “neoextractivismo” (Gudynas 2010). Esta línea ha
copado gran parte de la producción académica y activista (ver por ejemplo Alimonda
2011; 2015; Machado 2012; Delgado-Ramos 2013; Bravo et al. 2017). El territorio
es asumido así como el lugar desde donde emergen las alternativas al desarrollo ex- 17
tractivista (Rochelau 2015; Aliste y Stamm 2016; Silveira et al. 2017).
Nuevos aportes más cercanos a la geografía crítica destacan la geografía desigual
de los conflictos socioambientales y problematizan la ubicación de América Latina
como proveedora de recursos naturales para el marcado global (Ulloa 2014a; Wilson
y Bayón 2017); denuncian los impactos interdependientes sobre los cuerpos y sobre
la tierra/territorio de la industria extractiva (Colectivo Miradas Críticas del Territorio
desde el Feminismo 2014); critican a la geografía positivista que llama a “ordenar” los
territorios (Asher y Ojeda 2009), al ambientalismo hegemónico (Ojeda 2012; Bravo
y Moreano 2015), a la analogía mujer/naturaleza y a la producción capitalista de na-
turaleza (Ulloa 2014b), trabajo que converge con las preocupaciones de la geografía
feminista.
La crítica al ambientalismo hegemónico y el debate sobre socionaturalezas es cen-
tral en la geografía crítica y ecología política anglosajonas.5 Sin embargo, en nuestra
región, más allá del aporte del ecologismo popular (Guha y Martínez-Alier 1997;
Martínez-Alier 2002), el debate en torno al ambientalismo es escaso, aun cuando
la región es fecunda en movimientos ecologistas. Asimismo, la discusión acerca del
concepto de naturaleza no llega a cuestionarlo, sino que critica la dicotomía moderna
entre cultura y naturaleza (Escobar 1999; 2007) y la noción hegemónica de pro-
4 Ver el trabajo de López Sandoval et al. (2017), quienes hacen una revisión detallada de los usos que se dan al término territorio en
América Latina desde la geografía que, en ciertos aspectos, se acerca a las discusiones que se están dando desde la ecología política.
5 Sobre la crítica al ambientalismo hegemónico neoliberal, “de mercado”, ver, por ejemplo: Bakker 2015; McAfee 2016. Sobre el debate
acerca de “socionaturalezas”, ver, por ejemplo: Castree 2013; Swyngedouw 2015.
Geografías feministas
6 La geografía de género también está presente en la academia colombiana. Sin embargo, al momento de escribir este artículo no había
una recopilación de la geografía de género en ese país. Astrid Ulloa publicará en 2018 un artículo sobre la situación de la geografía
de género en Colombia en el número conmemorativo por los 25 años de la revista Gender, Place and Culture, coordinado por Sofía
Zaragocin.
7 La Red de Estudios de Geografía, Género y Sexualidades Ibero Latino-Americana (REGGSILA) tiene el objetivo de consolidar la
presencia de temas relacionados con el género y las sexualidades en la formación de la educación superior en geografía.
Al cierre
Coincidimos con Blanca Ramírez Velásquez (2011) cuando afirma que la producción
geográfica que emerja desde América Latina no puede desprenderse de otras corrien-
tes de geografía crítica producidas en otras partes del mundo. Sí puede, sin embargo,
a partir de su propia historia y experiencia localizada, contribuir potencialmente en
una revisión crítica y un análisis interdisciplinario que aporte a la comprensión de la
producción del espacio y de la obscena desigualdad geográfica global. El sentido de la
reflexión crítica no es hacer a un lado a las tradiciones que han influido en la geografía 25
en el continente, sino crear y consolidar sobre esas tradiciones un pensamiento que
nos permita repensarnos críticamente. En ese sentido, reconociendo que queda mu-
cho por preguntarse e investigar para consolidar una rama de pensamiento geográfico
crítico propio, la producción académica por venir habría de localizarse espacial e
históricamente en un continente signado por la desigualdad estructural, con hondos
legados coloniales irresueltos, que cumple un rol dentro de la economía-mundo que
mina considerablemente sus recursos naturales, y en donde procesos sociales propios
como los históricos movimientos migratorios, feministas, ambientalistas e indígenas
resienten el poder en múltiples escalas.
Si bien el sentido de este dossier es revisitar las principales contribuciones de la
geografía crítica, también es abrir un diálogo transnacional que, con base en inves-
tigaciones críticas locales, retroalimente, cuestione, proponga nuevas vías en la pro-
ducción de conocimiento geográfico desde la región y, en línea con la teoría crítica,
se comprometa con las luchas territoriales. Haciendo eco del llamado de Edward Said
(1983), el sentido está entonces en impulsar que ideas, conceptos y teorías geográficas
producidas sobre, desde y en América Latina viajen, se reinterpreten y sean reapro-
piadas en nuestra región.
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Resumen
Este artículo se centra en las “otras” geografías, en las otras experiencias espacio-temporales de los
pueblos indígenas, como expresiones igualmente válidas y subjetivas de la relación humano/no-hu-
mano que deben ser escuchadas y valoradas en un marco de diálogo horizontal. Esto está enmarcado
en el trabajo realizado en conjunto con habitantes de comunidades chatinas de San Juan Lachao
(Oaxaca, México), donde se reflexionó y examinó la relación que, desde lo chatino, existe entre
lo humano y lo no-humano, esto es, los paisajes comprendidos por medio del idioma chatino, su 33
cosmovisión, los saberes locales y la praxis en el territorio. De este encuentro surgió una discusión
teórico-crítica del paisaje para repensarlo y descolonizarlo, trascendiendo sus límites, y actualizarlo
en el ámbito de la discusión epistémica y ontológica de las relaciones entre lo humano y no-humano.
Se esbozan alternativas que confronten las dinámicas dominantes y de desigualdad que persisten en
la generación de conocimiento geográfico crítico.
Abstract
This article focuses on “other” geographies, as understood through the spatial-temporal experiences
of indigenous peoples. We argue that these experiences are equally valid subjective understandings of
human/ non-human relations and should be heard and valued within a framework of horizontal di-
alogue. This argument is based on research that was conducted in conjunction with the inhabitants
of Chatina communities of San Juan Lachao in Oaxaca, Mexico. The research examined relations be-
tween humans, the landscape and other non-humans, that is, landscapes comprehended through the
Chatino language, cosmological worldview, local knowledge and everyday life in Chatino territory.
* Agradezco la colaboración, ayuda, reflexiones, discusiones y encuentros con tantos y tantos habitantes de San Juan Lachao. Especial-
mente agradezco a Gaspar Salinas, Lorenzo Salinas, Juan Diego Ríos Mendoza y Santiago Torres por su tiempo y por compartir su
invaluable conocimiento. Igualmente agradezco la ayuda y comentarios del Aaron Pollack, Narciso Barrera-Bassols, Hilaria Cruz y
César Carrillo Trueba durante el proceso de la investigación. Finalmente, los comentarios y sugerencias de los evaluadores/as anónimos
y de la editora del presente volumen permitieron mejorar este artículo significativamente.
Gerónimo Barrera de la Torre. Magíster en Estudios Regionales por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, México. Estu-
diante de doctorado en la Universidad de Texas en Austin, Estados Unidos.
* [email protected]
Íconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 61, Quito, mayo 2018, pp. 33-50
© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.
dossier
The theoretical and critical discussion we present is based on the study of the Chatino understand-
ing of territory and landscape. Our critical and theoretical analysis draws on this understanding of
landscape and points to the need to rethink and decolonize modernist constructions and make way
for new epistemic and ontological understandings of human and other-than-human relations. We
put forward alternatives that confront the dominant and unequal dynamics that persist in the pro-
duction of knowledge in the field of critical geography.
Resumo
Este artigo centra-se nas “outras” geografias, nas outras experiências espaço-temporais dos povos indí-
genas, como expressões igualmente válidas e subjetivas do relacionamento humano / não humano que
devem ser ouvidas e valorizadas num marco de diálogo horizontal. Isto está enquadrado no trabalho
realizado junto com os habitantes das comunidades chatinas de San Juan Lachao (Oaxaca, México), onde
se considerou e examinou a relação que existe entre o humano e o não-humano, isto é, as paisagens que se
compreendem por meio da língua chatina, sua visão de mundo, os saberes locais e a práxis no território.
A partir deste encontro surgiu uma discussão teórico e crítica da paisagem para repensá-la e descolonizá-
-la, transcendendo seus limites e atualizando-a no âmbito da discussão epistemológica e ontológica das
relações humanas e não humanas. São delineadas alternativas que enfrentam as dinâmicas dominantes e
de desigualdade que persistem na geração do conhecimento geográfico crítico.
Introducción
Como se mencionó, en este artículo se presenta una serie de reflexiones resultado del
trabajo realizado en conjunto con chatinos habitantes de San Juan Lachao, que ha
Suponiendo esta tendencia, nos cuestionamos con el autor “¿cómo resguardar la con-
creción de la forma propia sin defender al mismo tiempo la insostenible pretensión
de universalidad excluyente que es constitutiva? O a la inversa, ¿cómo volver inclu-
yente la universalidad de la forma propia sin diluirla en la abstracción?” (Echeverría
2010, 238). Consideramos que la forma que encontramos para evidenciar la inequi-
dad prevaleciente es articular, en una manera dialógica y horizontal, la apertura de
estos universales.
Sería poco prudente, y sobre todo volver a argumentos esencialistas, considerar que
lo moderno/occidental/eurocéntrico es unívoco y estático. Y que en las “otras” geogra-
1 Remitimos a las ideas de Massé (2004, 10), quien habla sobre la teoría crítica de Adorno: “La teoría crítica se propone como una
exposición sistemática de crítica a otros pensadores y tradiciones filosóficas ya dogmatizadas o tendientes a ello, y su base se fue forta-
leciendo en todo un proceso dialogístico”.
fías encontraremos las respuestas que buscamos en tanto que son no-modernas, como
si su validez dependiera de su vínculo (negativo) con lo moderno (Bessire 2014). Así,
retomando lo que Gandler (2013, 74) certeramente apunta, la reconstrucción occi-
dental y moderna del norte, de la supuesta realidad mundial, no solamente excluye
de la reflexión a territorios, realidades y aportaciones intelectuales que se sitúan geo-
gráficamente fuera de esta circunscripción o los disminuye a meros anexos de segunda
importancia, sino que excluye también a la mayor parte de las realidades de este norte,
las “otras” modernidades alternativas que han sido igualmente invisibilizadas. Además,
como menciona Radcliffe (2017), los diversos encuentros entre variadas y contradicto-
rias perspectivas del norte y sur globales han resultado en marcos críticos y originales.
Si bien se ha resaltado la preeminencia del pensamiento angloamericano en la
geografía latinoamericana (Berg 2004; García-Ramón 2012; 2004; Ramírez 2004),
también se debe resaltar la preponderancia del pensamiento marxista en las geografías
críticas de esta región (Lopes de Souza 2010). En diferentes trabajos (Ramírez 2004;
Ramírez et al. 2013; Moura et al. 2008; y Lopes de Souza 2010), se destaca la diver-
sidad de temas examinados y perspectivas que engloban, aunque se resalta la desarti-
culación y aislamiento relativo en la que se encuentra la práctica geográfico-crítica en
los diferentes países. En estos análisis histórico-geográficos del devenir de la geografía
crítica, se evidencia la primacía y dominio del pensamiento marxista y la invisibilidad 39
y omisión de aquellos que son parte de las “otras” modernidades como el anarquismo
(Lopes de Souza 2010). Sobra decir que las otras realidades espacio-temporales de las
mundovisiones indígenas o campesinas –estos otros pensamientos o mundovisiones–
han quedado al margen en tanto que propuestas válidas en sí.
Este conflicto manifiesta el problema de las universalidades excluyentes (Echeve-
rría 2010). Para abordarlo, consideramos necesario plantear como punto de parti-
da la verdad como negación, siendo que las concepciones (por ejemplo, “naturaleza”,
“medio”, “paisaje”, entre otras) delimitan realidades que se postulan como verdades
en la intelección de las relaciones con lo no-humano. Incluso, siguiendo las reflexio-
nes de Adorno (2005, 38), los conceptos son momentos de la realidad y la experien-
cia del mundo representa una mirada de la realidad en la que también el pensamiento
es un momento. El objetivo de esto no es llegar al relativismo, sino trascender formas
de dominación o proposiciones coercitivas que postulan modelos “adecuados”, “exac-
tos”, “confiables” o “únicos” para comprender el paisaje. Lo negativo de la verdad lo
retomamos de Gustav Landauer, quien en 1903 analizó la obra de Mauther (Con-
tribuciones a la crítica del lenguaje) y expuso: “Verdad es una palabra absolutamente
negativa, la negación en sí, y por eso de hecho tema y meta de toda ciencia, cuyos
resultados duraderos son siempre de naturaleza negativa” (Landauer 2015 [1903],
89). En ese sentido, Alonso González plantea, en el ámbito de la arqueología y su
articulación con la teoría de la complejidad y la filosofía de Deleuze, que “el “conoci-
miento” no es algo que el investigador obtiene gracias a una supuesta distancia obje-
tivadora con lo investigado, una representación más o menos fiel de la realidad […],
sino una producción nueva de valores, verdades y creencias que se añaden al mundo
y operan en él” (2012, 16).
Frente a las exclusividades es que apuntamos nuestra crítica, para que esta(s) geo-
grafía(s) crítica(s) no se conviertan a su vez en la(s) nueva(s) hegemonía(s), en las
nuevas versiones verdaderas del disentir, iluminadas y definidas por una forma de
pensar. Abogamos por geografías abiertas y fluidas, rebeldes en su faceta creativa y de
elaboraciones teóricas sofisticadas. Buscamos la apertura del pensamiento a las posi-
bilidades de nuevos análisis y otras formas de entender y concebir las relaciones entre
lo humano y lo no-humano.
Así, nuestra idea del mundo y la concepción del paisaje son únicamente apro-
ximaciones, son un modo de comprender, pero no implican más que eso. En este
sentido, Landauer igualmente aseguraba que: “En lugar de una explicación del mun-
do única y absoluta, y de los torturantes y vanos intentos de apoderarnos de ella
aparecen imágenes del mundo que en su diversidad pueden acudir una junto a otra
complementariamente, imágenes que sabemos que no son el mundo “en sí”, sino el
mundo para nosotros” (resaltado en el original) (Landauer 2015 [1903], 34). Podría
plantearse, como asegura Echeverría (2010, 124), que “cada quien parece enclaustra-
40 do definitivamente en el cosmos que le abre su propio código”, pero es precisamente
este reflexionar con el “otro” el que permite la emergencia de un momento particular.
Frente a dicho “aislamiento”, la perspectiva relacional enfatizada por las epistemolo-
gías feministas abre la posibilidad del diálogo y al mismo tiempo enfatiza la parciali-
dad de este código. Una crisis de pertenencia al propio código, que nos articula con
otras mundovisiones abiertas en otros códigos, otras perspectivas de mundo. Saberes
y conocimiento que se generan en situaciones particulares en continuo vínculo con
otras epistemologías; como momentos de crisis, como puntos de inflexión que nos
permiten seguir transformándonos y ampliar nuestros límites.
Desde esta perspectiva, la(s) totalidad(es) han demostrado ser simplificaciones
de la compleja realidad y formas de imponer códigos (silenciando otros) definidos
por formas singulares de ver el mundo. Ello resulta evidente en las diferentes for-
mas de tratar de englobar la explicación y el entendimiento de nuestra realidad a
conocimientos y formas de representación que tienen una mundovisión particular.
Consideramos pertinente aceptar la multiplicidad de mundos, la no-universalidad, y
aproximarnos a la idea del pluriverso (Carrillo Trueba 2008). El espacio, el territorio,
los paisajes son entonces únicamente formas de asir y aprehender desde un contexto
singular, desde una cosmovisión. Se debe ampliar los límites de esta concepción para
dialogar, no incorporar, otras formas de ver como igualmente válidas. Estas ideas
parten de la propuesta de que todas las cosmovisiones son incompletas, que no son
capaces de aprehender toda la realidad en su inconmensurable diversidad y comple-
jidad (Santos 2010a; 2010b). Si se parte de esta humilde premisa, es posible ampliar
los propios límites, pues es necesario dialogar y reflexionar con otros desde sus visio-
nes y sus mundos, y con este diálogo superar las ignorancias inherentes de cada una.
Esta lectura crítica no pretende, como se ha mencionado, un relativismo, sino
traspasar las perspectivas totalizantes que buscan dominar y colonizar el entendi-
miento del mundo y la concepción del entorno. Nuevamente Landauer expone lo
anterior de una manera concisa:
Geografías chatinas
En esta segunda sección se hará un sucinto examen del trabajo realizado en San Juan
Lachao (Barrera de la Torre 2017) con la intención de mostrar algunos aspectos del
pensamiento chatino (geográfico, como experiencia con lo terrestre) compartido por
los miembros de las comunidades. Ello debido a que el objetivo de este artículo no es
presentar los detalles de esta “geografía” chatina, sino reflexionar con ella en términos
de un acercamiento crítico al paisaje y a la geografía en América Latina. Una de las
cuestiones que definió la trayectoria de este trabajo fue una contradicción básica,
obvia se podría decir ahora, que continuamente se escapa de las manos, esto es, im-
plementar formas de análisis y explicación que ignoran y desconocen por completo
las formas propias de concepción y conocimiento de los habitantes locales. Explicar,
delimitar, planificar u ordenar los paisajes del “otro” en los términos y lenguajes pro-
pios es subyugar esas “otras” geografías a nuestro exiguo entendimiento, a nuestro
mundo. Estas contradicciones se encuentran en todo momento presentes en el tra-
bajo de investigación, en el diálogo que no escapa a inequidades. Así, no se exime
nuestro acercamiento de ello, pero se procura que reconocer dichos problemas ayude
a generar nuevos cuestionamientos y permita repensar nuestro actuar.
El lenguaje fue uno de los elementos sustanciales para acceder a estas otras reali-
dades geográficas; por medio de las palabras es que logramos acercarnos a los paisajes
desde lo chatino. Nuestro método parte de las aportaciones desde una perspectiva
interdisciplinaria al paisaje, especialmente considerando la manera en que una lengua
usa términos genéricos o nombres propios para conceptualizar e interiorizar las dife-
rentes partes de un paisaje. Así se analizó qué entidades tienen términos lexicalizados
42 y cuáles no (Mark et al. 2011). Se partió de las aportaciones de la etnofisiografía, cuya
idea central es “la investigación de categorías de las entidades del paisaje […] en don-
de se incluye el estudio de los sistemas de conocimiento, de creencias y de costumbres
de los pueblos en relación a las formas del relieve y el paisaje” (Mark et al. 2011,
7). Misma que tiene la premisa de que “pueblos de diferentes grupos lingüísticos o
culturas tienen diferentes formas de conceptualizar el paisaje, como se evidencia por
las diferentes terminologías y formas de hablar sobre y nombrar las características de
un paisaje” (Mark et al. 2011, 9). Claramente, aunque este trabajo buscó priorizar la
visión chatina, ello no escapa de las deformaciones que la traducción y la interpre-
tación del autor generan. Hubo consciencia de ello y, más que perseguir esencias, se
consideró que el trabajo genera nuevas lecturas, pero sobre todo nuevos horizontes
a explorar. Cabe señalar que no nos referimos a una traducción en el sentido de va-
lorizar lo chatino en relación con la ciencia occidental sino como una aproximación
para el diálogo.
Como el pensador zapoteco Jaime Martínez Luna certeramente apunta: “Nues-
tras lenguas originarias, dibujan y explican el mundo real que percibimos, la lengua
invasora, lo niega, y expresa solo lo que sus constructores entienden de este mundo, a
través de sus creencias, sus intereses, sus valores, etc.” (Martínez Luna 2013, 1). Con-
ceptos como naturaleza demuestran este dominio en el plano no solo conceptual,
sino que se concretizan en la práctica y transformación de los paisajes.
Este análisis se amplió para examinar, no las formas de uso o manejo de los ele-
mentos del paisaje, sino lo anterior a ello en su comprensión. Nos centramos enton-
La escuela es el principal lugar donde se enseña que nuestras verdades son falsas, y
nuestros conocimientos son ridículos ante la “Ciencia”, y los niños que aprenden
esto, abandonan y menosprecian nuestros rituales, comportamientos y sabiduría, que
ahora conciben como irracionales, supersticiosos, absurdos, falsos. La verdad es ahora
la verdad occidental, ya no la verdad Chatina aunque esta verdad nuestra nos haya
permitido vivir durante siglos (Cruz Lorenzo 1989, 23-24).
Desde nuestra perspectiva, este sería uno de los compromisos para ampliar las aproxi-
maciones críticas, reconocer las otras espacio-temporalidades así como las jerarquías
que las intersectan en su construcción (clase, raza, género, entre otras). La ciencia
(geográfica) continúa siendo parte de la máquina que perpetúa la desigualdad, mas
en sí misma no es adversa, sino que es capturada por órdenes sociales dominantes.
Como menciona Martínez Luna (2013, 4), “la ciencia, ordenador del pensamiento
hegemónico que nos ha tocado vivir, nos ofrece sus virtudes para que comunalmente
le usemos, y le dotamos nuestra espiritualidad, para dar respuesta y satisfacción a
nuestras necesidades reales”.
Conclusiones
2 Esta idea se tomó de los discursos del subcomandante Marcos y otros miembros del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN)
quienes, desde el inicio del movimiento, enfatizaron entre otras cosas la necesidad de escuchar y ser escuchados en la búsqueda de
sociedades más justas. En particular nos referimos a Subcomandante Marcos y Las Cojolites (2008).
imponer ideologías sobre cómo es y debería ser nuestra relación con el entorno, insis-
te en ejercer la violencia del que mira desde arriba y mide el mundo bajo sus propios
términos. Hemos reflexionado aquí sobre la necesidad de renovar sus significados, de
identificar sus limitantes y advertir las contradicciones presentes en todo momento.
De desestabilizarlo y convertirlo en una (entre muchas) de las alternativas para el
diálogo sobre lo que significa ser en nuestra relación con lo no-humano. Desde esta
aproximación crítica, el paisaje es también cambio: deviene, se despliega, se actualiza
y territorializa en cada encuentro, renovando así los vínculos con lo terrestre.
Como muchas otras culturas, la chatina sufre los embates de la desposesión y el
coloniaje. Pérdida de la lengua, de las historias y los territorios son algunas de las
preocupaciones de los habitantes de San Juan Lachao y a las que se acercó este traba-
jo. Tomás Cruz resalta en relación con la permanencia de lo chatino y de su propia
desarticulación:
Cuando los agentes del desprecio cultural somos los mismos Chatinos, poco pueden
resistir nuestras costumbres y tradiciones […] Tenemos que encontrar la forma de
enfrentar las cosas y eso debe ser producto de una reflexión colectiva que nos lleve a
organizarnos para reconstruirnos como cultura. Tenemos que hacer análisis muy pro-
fundo y pronto (Cruz Lorenzo 1989, 29 y 33). 47
Consideramos que la geografía puede aportar a esta reflexión colectiva desde una apro-
ximación como la que hemos mencionado, donde antes que nada la escucha sea grande.
Partimos entonces de un primer paso que consideramos fundamental: una apro-
ximación como la propuesta es tal, es completa y cabal, si su “escucha para el otro es
grande”. Podría sonar vacío, pero desde nuestra perspectiva y lo que hemos manifestado
en este artículo es que la complejidad del mundo en que vivimos no puede ser entendi-
do por medio de una sola mundovisión. Esta premisa de la ignorancia de las diferentes
cosmogonías que las hace incompletas debe llevarnos hacia el diálogo. Los elementos
que hemos planteado, lo negativo de la verdad, la pluriversalidad, la preponderancia de
lo ontológico y la necesidad de descolonizar nuestro pensamiento y trascender totalida-
des son posibilidades para continuar el esfuerzo por liberar las geografías de su herencia
colonial y la violencia que ejerce su práctica. Lecturas en las que el mundo responde a
un solo modelo, a una teoría, que no escuchan las otras perspectivas son lecturas en las
que la crítica está muerta y son espacios donde solo se reproducen esquemas.
Lo que queda pendiente es ampliar las posibilidades en las propuestas de uso y
manejo de paisajes integrando las diferentes perspectivas desde una mirada horizontal
donde ninguna visión sea idealizada. Ni las verdades chatinas son más válidas que las
verdades científicas ni viceversa. Todas son incompletas y en el diálogo entre éstas
es que se pueden generar nuevas posibilidades para reducir las contradicciones y las
desigualdades.
Bibliografía
Resumen
Mediante los testimonios de cuatro mujeres colombianas que estuvieron tras las rejas en la cárcel de Latacunga,
en Ecuador, este artículo indaga las geografías de la cocaína. Las conversaciones con ellas y la etnografía de la vi- 51
sita a prisión fueron las vías para observar cómo procesos globales, en este caso la economía de la coca y la lucha
por su control, toman cuerpo en vidas concretas. En sus relatos es posible observar dos geografías de la cocaína
diferentes: una que criminaliza los movimientos de los cuerpos “sospechosos”; en ella, la frontera nacional se
rearticula en los muros de la prisión. La segunda geografía, en cambio, se constituye a partir de los trayectos
clandestinos que estas mujeres realizan y que confrontan las barreras que la primera de estas geografías impone.
Abstract
This article examines the geography of cocaine through the testimonies of four Colombian women serving
time in the Latacunga prison located just south of Quito in Ecuador. The conversations with these women
and the ethnography of the visit to the Latacunga prison illustrate how global processes, in this case sur-
rounding the coca economy and the struggle for its control, are embodied in lived experiences. In the testi-
monies of these women two different geographies of cocaine emerged: one that criminalizes the movement
of “suspicious” bodies and rearticulates international borders within the walls of the prison. In contrast, there
is another geography that is constituted through the clandestine journeys these women take and in confront-
ing the barriers that this first geography of illegality imposes.
Ana María Cerón Cáceres. Magíster en Antropología por FLACSO Ecuador. Investigadora, Universidad Externado de Colombia.
* [email protected]
Íconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 61, Quito, mayo 2018, pp. 51-69
© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.
dossier
Resumo
Através dos testemunhos de quatro mulheres colombianas que estiveram atrás das grades na prisão de Latacun-
ga no Equador, este artigo explora as geografias da cocaína. As conversas com elas e a etnografia da visita à prisão
foram as formas para observar como processos globais, neste caso, a economia da coca e a luta pelo seu controle,
tomam corpo em vidas concretas. Nos seus relatos é possível observar duas geografias da cocaína diferentes: uma
que criminaliza os movimentos dos corpos “suspeitos”; nela, a fronteira nacional é rearticulada nos muros da
prisão. A segunda geografia, por outro lado, é constituída pelos trajetos clandestinos que essas mulheres fazem
e que enfrentam as barreiras que a primeira dessas geografias impõe.
Introducción
¿Es posible rastrear los trayectos de las mujeres que transportan cocaína por medio
de sus testimonios? Sus movimientos, que recorren pequeños trechos al interior de
Colombia, de Ecuador y a través de la frontera entre ambos países son clandestinos
porque existe una lucha internacional que los combate. Rastrearlos es etnografiar
las barreras que esa disputa impone y simultáneamente las formas en que la gente
atraviesa esas restricciones. En Ecuador, como país “de paso”, la guerra global por
el control de las drogas ilegales elige como objetos de su persecución, entre otros,
52 a los cuerpos sospechosos de cargar el estupefaciente y los castiga; sin embargo, las
personas se mueven atravesando los límites geopolíticos, impulsadas por razones más
amplias que las de la economía ilícita. ¿Cuál es la geografía que producen a su paso?
El combate a la producción, exportación y comercialización de cocaína que Es-
tados Unidos promueve en suelo ecuatoriano (Coba Mejía 2015, 2) constituye una
empresa global, con implicaciones muy concretas en las personas cuyas vidas están
ubicadas en el marco de esa guerra. Este es un fenómeno que puede ser abordado
desde la geopolítica, como una manera de pensar los vínculos entre poder y territorio:
entonces, al estilo de un tablero de ajedrez, existiría un mundo claramente dividido
en bandos, compuestos por grandes hombres, con armas, en un campo de batalla.
Algunos de ellos montarían una base militar, otros harían estallar un puente; todo
por seguridad, para evitar la guerra o ganarla (Koopman 2011, 275).
Una aproximación desde la geopolítica crítica, en cambio, se preguntaría por los
discursos e imaginarios de esos grandes hombres, que impulsan y justifican sus juga-
das. Tanto en la geopolítica como en la geopolítica crítica se entiende que los jugado-
res definen el destino del campo desde sus posiciones de poder, jugando en función
de los límites nacionales. Pero en el campo de batalla hay cuerpos, de personas más
pequeñas que esos grandes jugadores, que también tienen agencia. La antigeopolítica
reconoce su existencia y presta atención a sus esfuerzos por moverse, en vez de que
otros decidan sus posiciones (Koopman 2011, 275).
La geopolítica feminista hace parte de la antigeopolítica, como una perspectiva de
análisis y también como una práctica (Koopman 2011, 275). La geopolítica feminista
critica la manera en que los estudios sobre la globalización asumen, de forma implíci-
ta, que se trata de un fenómeno masculino y abstracto, y rara vez prestan atención a
los cuerpos concretos que la viven. En vez de este tipo de aproximación, las geógrafas
feministas proponen una mirada atenta a la vida cotidiana y al papel de las mujeres
dentro de procesos que son a la vez globales y locales (Mountz y Hyndman 2006).
De este campo de interés hace parte el objetivo de este artículo, en el que, a par-
tir de los trayectos que cuatro mujeres rememoran desde la prisión, y de mi propia
experiencia yendo a visitarlas, etnografío una parte de las geografías de la economía
de la cocaína en el paso entre Ecuador y Colombia.1 Este objetivo tiene dos fases: la
primera, en la cual exploro la relación entre el traspaso del límite nacional amazónico
Ecuador-Colombia por parte de estas mujeres y su posterior encarcelamiento, que es
analizado como una segunda frontera. En la segunda fase reconstruyo los trayectos que
una de ellas evoca, como movimientos que cuestionan el orden geopolítico imperante
y dan cuenta de geografías más fluidas, capaces de traspasar barreras bastante sólidas.
4 Manera genérica en que Nidia se refiere a los actores ilegales del conflicto armado, generalmente miembros de la antigua guerrilla de
las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
las zonas con yacimientos petrolíferos explotables y, más tarde, también el trayecto
del oleoducto que conduciría el hidrocarburo (CNMH 2015).
La coca con fines ilegales fue introducida al Putumayo a finales de la década de
1970 por los carteles de Cali y Medellín. Desde el inicio, el cultivo y procesamiento
de la pasta base, partes del negocio que no requieren tecnificación ni mayor infraes-
tructura, quedaron en manos de campesinos (Cancimance 2014). Mientras tanto,
narcotraficantes, paramilitares, guerrillas y fuerza pública comenzaron a disputar el
control de los centros poblados y los corredores (incluyendo la frontera con Ecua-
dor), considerados zonas críticas para sacar y comercializar la cocaína, una parte mu-
cho más lucrativa del negocio (CNMH 2015).
La confrontación entre distintos grupos armados implicaba más vulnerabilidad
para la población campesina cultivadora de coca y los pequeños productores de pasta
base de cocaína, que se veían en medio de las disputas y eran estigmatizados por cola-
borar con unos u otros. Las amenazas de los grupos armados no eran lo único que les
afectaba: ante la expansión de las hectáreas de hoja cultivadas, el Gobierno colombia-
no puso en práctica una serie de políticas que buscaban detener el cultivo y la elabo-
ración de cocaína. Estas medidas estaban incentivadas por el afán de cumplir con la
lucha contra el narcotráfico promovida por Estados Unidos, que en los años del Plan
Colombia tuvo quizá su más fuerte expresión en suelo putumayense (CNMH 2015). 57
El Plan Colombia fue un acuerdo bilateral entre los gobiernos de Colombia y
Estados Unidos, concebido en 1999. Este Plan incluía la erradicación de cultivos
ilícitos y el fortalecimiento de las Fuerzas Armadas para el combate de la insurgencia,
financiados por el gobierno estadounidense. El Plan también tuvo efectos del lado sur
del límite nacional, en la provincia ecuatoriana de Sucumbíos; las consecuencias de la
aspersión aérea, que bajo el mandato del presidente Álvaro Uribe se incrementaron,
así como el bombardeo de Angostura,5 fueron uno de sus aspectos más visibles. Le-
jos de contrarrestar el narcotráfico, el Plan Colombia vulneró a los habitantes de la
frontera y a los migrantes que la atravesaban, y agudizó los conflictos en las relaciones
entre los dos países (Rivera et al. 2007).
El Putumayo del que Francisca, Margarita y Nidia salieron era una zona de fron-
tera nacional disputada militarmente por narcotraficantes, FARC, paramilitares y
fuerza pública, junto con otros centros poblados y corredores estratégicos de comer-
cio y circulación de insumos para la producción de hoja de coca y de la pasta base
de cocaína (CNMH 2015). Es también una región habitada por poblaciones cam-
pesinas e indígenas que traspasan el límite nacional con frecuencia, son diestras en el
uso de la moneda de ambos países, tienen vínculos familiares en el departamento del
Putumayo y la provincia de Sucumbíos, y cuya economía muchas veces depende del
carácter fronterizo de la región que habitan.
5 Se trató de un ataque de las Fuerzas Armadas Colombianas en la provincia de Sucumbíos, Ecuador, en marzo de 2008. Como conse-
cuencia de ese bombardeo, murieron varios guerrilleros de las FARC, incluido alias "Raúl Reyes".
6 La salud pública es el objeto contra el que atentan las personas condenadas por tráfico o venta de estupefacientes, y por el que son
condenadas en Ecuador.
Como las autoras señalan, las fronteras delinean y reproducen dicotomías como den-
tro/fuera, legal/ilegal, uno/otro. En su versión territorial, el poder se hace visible en
toda su magnitud, pero en el fondo se trata de un poder cuya capacidad de diferen-
ciación también se reproduce en muchas otras escalas, como la vida cotidiana. La
marcación en el territorio de, por ejemplo, un límite nacional, jamás es natural; como
resultado de la agencia humana es cambiante, inestable e incluso móvil. Pensar las
fronteras como una práctica, más que como una característica natural del territorio,
supone un desplazamiento que abre la pregunta sobre los lugares en los que se crean,
representan y confrontan, es decir, sobre su conflictiva producción y el lugar en el que
ocurre (Brambilla 2014).
El siguiente episodio, que una mujer a la que llamaré Daniela y yo vivimos cuan-
59
do fuimos de visita a la prisión de Latacunga, muestra cómo la frontera es sobre todo
una práctica que se realiza en lugares diferentes y a veces también paradójicos. El vier-
nes 17 de marzo de 2017, mientras estábamos formados/as para el segundo control
de ingreso a la prisión, en el que los documentos de identidad se entregan, por la fila
corrió el rumor de que estaban solicitando las cédulas antes de llegar a la ventanilla.
A los pocos minutos un policía pasó por la fila solicitando las cédulas. De unas 10
personas que estábamos esperando en ese momento, solo yo entregué un documento
colombiano con el que el ingreso a la prisión está autorizado. El policía me preguntó
cómo podía “justificar mi estadía en el país” y luego me hizo salir de las instalaciones
de la cárcel para comprobar si efectivamente tenía visa. Afuera otro policía aguardaba
junto a una mujer, Daniela, que a sus ojos tampoco podía “justificar su estadía en
el país”, a pesar de que ella argumentaba ser madre de dos hijos ecuatorianos, cuyo
padre era un policía de este país. Ambas fuimos conducidas en una patrulla hacia la
ciudad de Latacunga y tuvimos que pasar unas dos horas en la estación de Policía,
hasta que “se comprobara” que nuestra situación migratoria estaba dentro de la nor-
mativa nacional.
El caso de Daniela era complejo: ella afirmaba llevar más de 10 años viviendo en
Ecuador, donde había llegado como solicitante de refugio. Su estatus de refugiada le
fue revocado en 2015 por una orden de deportación por venta de estupefacientes,
que su vez fue luego anulada. Mientras esperábamos en la estación de Policía, me
comentó que, junto con su familia, habían llegado a Ecuador provenientes de Antio-
quia, huyendo de la violencia. Acá se casó con un hombre ecuatoriano, policía, y ac-
tualmente tiene con él dos hijos menores de edad, nacidos en este país. Daniela, tal y
como los policías leían en un computador, hace dos años tuvo un juicio por posesión
de cocaína que terminó en una condena de 20 días de prisión que ella cumplió hace
ya más de un año. Ese día se encontraba visitando a su madre, quien por primera vez
tenía visita. Hacía poco tiempo ella también había sido llevada a la cárcel regional de
Latacunga, con una condena de cuatro años.
Desde que le solicitaron justificar su estadía en Ecuador, mientras estaba formada en
la primera fila de ingreso a la prisión, Daniela había explicado la existencia de su esposo
y sus hijos, que eran “justificación” suficiente para estar en el país. Sin embargo, el argu-
mento no le sirvió ante los policías porque la afirmación de que el padre de sus hijos era
ecuatoriano, y además policía, a los agentes les parecía que era una descarada mentira.
Esta “mentira” vino a sumarse a un segundo elemento: para los agentes, la manera de
actuar de ella era incorrecta y poco respetuosa, al insistir en la legalidad de su estadía
en Ecuador en vez de rogarles comprensión ante su ilegítima situación. Su insistencia,
que iba contra la afirmación de ellos, implicaba que implícitamente ponía en duda su
palabra. ¿Cómo una mujer, colombiana, visitante de la cárcel, se atrevía a decir que
ellos, hombres, policías, ecuatorianos, estaban equivocados? Antes de dejarnos salir de
60 la estación de Policía le dijeron a ella: “Usted tiene que casarse con el padre de sus hijos,
para que la unión sea legítima”, y además tiene que “aprender a hablar”.
La fuerte desconfianza que impulsó el actuar de los dos policías es ilustrativa de
los vínculos entre migración y criminalización. La duda frente a la veracidad del vín-
culo entre esta mujer y el policía ecuatoriano padre de sus hijos ejemplifica el rol de
las mujeres como reproductoras de su colectividad (Yuval-Davis 2004): en este caso,
como colombiana, refugiada y ligada con el crimen, la posibilidad de la mezcla solo es
posible en tanto no se trata de una relación “legítima” porque, ante los ojos de estos dos
agentes, un hombre policía ecuatoriano no podría tener con ella una relación “oficial”.
No obstante, aún antes de que el tema del marido apareciera, la posibilidad de
“justificar nuestra estadía en el país” ya había sido cuestionada. La convicción de los
agentes frente a nuestra incapacidad de hacerlo y frente a la ilegalidad de nuestras
pruebas da cuenta de algo más. En los discursos de frontera, el riesgo y la amenaza
han sido identificados en categorías amplias de elementos “indeseables” que se aso-
cian con el tráfico de armas, de drogas y de personas. Se trata de categorías difusas
que tipifican actores a partir de que supuestamente atentan contra la seguridad, y
entonces hacen indispensable la defensa (Espinosa 2013, 34-35). Este episodio evi-
dencia que ser “colombiana” juega como categoría de lo indeseable y como llamado
de atención de posible peligro. Es claro que no se trata simplemente de la naciona-
lidad otorgada por un Estado, sino de la representación de rasgos como el acento, el
tono de la voz o el aspecto físico, que más allá de la adscripción a un Estado nacional,
operan como poderosos marcadores identitarios.
La política criminal del riesgo busca mantener separados a aquellos que son conside-
rados productores de riesgos de aquellos otros que pueden experimentar las conse-
cuencias de ese riesgo y “pagar” toda la tecnología aseguradora. Así se nutre la lógica
amigo-enemigo a través de la cual se señala, estigmatiza y justifica la expulsión del
otro, pero también desde la que se busca reconstruir la sensación de comunidad en
la medida en la que pretende ubicar el origen de los temores fuera de ésta (Mora y
Montenegro 2009, 9).
Las expulsiones, los muros y las barreras, aún con la forma de xenofobia, son los
aspectos más concretos de la geografía de la lucha por controlar la cocaína de la que
he hablado hasta ahora. Sin embargo, si se piensa en que a pesar de estas restricciones
hay personas como Daniela, que traspasó el límite nacional Ecuador-Colombia, se
quedó a vivir en este país, tuvo hijos en él, negoció aquí con droga, y demás frecuen-
temente emprende el viaje hasta Latacunga –donde está la prisión en la que antes es-
tuvo encerrada– para visitar a su madre interna, es claro que la geografía de la cocaína
es mucho más compleja que estas violentas restricciones al movimiento que la lucha
por el control de la coca impone.
Las maneras en que se bloquea la circulación de los cuerpos marcados como por-
tadores del polvo blanco resultan más fáciles de observar que el propio movimiento
de esos cuerpos. Sin embargo, el recuerdo de una mujer sobre los trayectos por ella
recorridos antes de ser capturada, da pistas sobre la existencia de una geografía de la
cocaína distinta a la de su persecución, aunque imbricada en ésta. Esta otra geografía
es mucho más difícil de percibir porque de la clandestinidad de los trayectos que la
componen depende su efectividad, pero es tan fuerte como la primera, porque a ras
de suelo los engranajes del enorme negocio del narcotráfico son diariamente empu-
jados por mujeres como Nidia.
Tim Ingold (2015, 10) dice que las personas habitamos la tierra como caminan-
tes; una percepción contraria surge de confundir los emplazamientos con los encerra-
mientos. La geografía tiende a asumir un punto de vista estable, pero el movimiento
encarna prácticas que son centrales en la manera en que experimentamos el mundo:
los desplazamientos y las sacudidas crean espacios e historias. Esto no quiere decir
que el movimiento o el espacio que conforma sean homogéneos o universales; es
necesario prestar atención a las particularidades de cada uno, a la historia de las prác-
ticas de movilidad que se hacen cuerpo (Cresswell y Merriman 2011), en este caso en
las trayectorias de Nidia.
Nidia decía que ella toda la vida se había estado moviendo, que se había recorrido
“la Meca y la seca” hasta que la cárcel detuvo sus pasos. Entre los departamentos de
Cauca, Caquetá y Putumayo había vivido la mayor parte del tiempo, aunque tam-
bién había trabajado trayendo mercancías de otras regiones de Colombia para vender
en el costado norte y sur de la frontera con Ecuador.
63
Elaboración propia.
La anterior imagen (figura 1) muestra algunos de los trayectos que Nidia realizó antes
de ser detenida y encerrada en el CRS Latacunga, reconstruidos a partir de los lugares
en que ella mencionaba haber vivido y los desplazamientos que me narraba durante
la visita en la prisión. Cada uno de los puntos marcados en el mapa fue un lugar en
el que ella de manera explícita dijo haber habitado, y las líneas punteadas muestran
las conexiones entre ellos, los trayectos que ella recorrió entre unos y otros. Aunque
aparecen ciudades como Cali, Mocoa o Quito, es preciso aclarar que la mayor parte
de la vida de Nidia transcurrió en el campo o en pequeños caseríos que administrati-
vamente pertenecen a los municipios que están marcados en el mapa.
Los trayectos de Nidia, una parte de los cuales aparecen en la figura, muestran una
vida que ocurre en los lugares que su movimiento delinea, y no en áreas contenidas y
con límites claros (Ingold 2015, 14). Esto es así, aún si en la imagen debo representar
algunos bordes, como el límite nacional entre Ecuador y Colombia, para poder, de
alguna manera, aprehender el espacio que ella ha transitado. Las líneas, aunque in-
trincadas, son solo una representación de los movimientos efectivos, más numerosos,
cuya cronología y frecuencia desconozco.
Si, siguiendo la propuesta de la geopolítica feminista, pensamos que los desplaza-
mientos de Nidia hacen parte de la manera en que en su cuerpo se encarnan procesos
64 más amplios, ¿qué nos dicen esos viajes sobre los vínculos entre la vida cotidiana de
ella y la economía de la cocaína? Jamás los desplazamientos fueron el objeto de nues-
tras conversaciones, los cambios de residencia y los viajes más bien aparecían como
parte de sus descripciones sobre su trabajo, las amenazas de los actores armados, sus
hijos y sus amores. Pero la movilidad de esta mujer, relacionada con distintos aspec-
tos de su vida, también alimentaba la economía de la cocaína, como una forma de
sustento para ella, su familia y muchas otras personas en la región donde habitaba.
La distinción entre los movimientos “lícitos” y los “ilícitos” es una que la lucha
por el control de las drogas no entiende, porque para esta todos los movimientos de
cuerpos como el de Nidia son “sospechosos”. Es cierto que algunos de los trayectos
dibujados ella los recorrió transportando, en su cuerpo o camuflada entre otras mer-
cancías, pasta base o cocaína, pero también hubo muchos otros desplazamientos que
tenían que ver con su gusto por moverse, con la presión de los actores armados y, en
general, con unas condiciones de vida que la impulsaban a hacerlo. Nidia se encon-
traba en un entramado de poder que la obligaba a moverse, pero la geopolítica femi-
nista nos ayuda a ver que también ella se desplazaba porque quería hacerlo, que sus
movimientos lograban atravesar fuertes barreras y constituir una geografía paralela,
pero distinta, a la del narcotráfico y la lucha por su monopolio.
Los trayectos realizados por Nidia cuestionan un orden geopolítico muy poderoso
que marca su cuerpo y su viaje como “sospechosos”, y busca frenarles el paso. Nidia
está presa, con una sentencia por quebrantar la ley antinarcóticos y atentar contra la
“salud pública”: en el esfuerzo internacional por detener los flujos de polvo blanco su
Conclusiones
Este artículo comenzó con la pregunta sobre la posibilidad de rastrear los trayectos
de mujeres como Nidia, Margarita, Francisca o Daniela, y por medio de sus testi-
monios entender algo sobre la economía de la cocaína y la guerra para controlarla.
Este esfuerzo puso de presente que existen dos geografías de la cocaína divergentes.
En la primera, los aspectos más visibles son las barreras, mientras que en la segunda
se evidencia que, a pesar de estas, el movimiento de los cuerpos que transportan co-
caína, que tiene que ver con muchas cosas más que la economía de la coca, de alguna
manera continúa.
Respecto a la primera de estas geografías puede decirse lo siguiente: las trayectorias
de vida de Nidia, Francisca, Margarita e incluso el circunstancial testimonio de Da-
niela dan cuenta de dos tipos de expulsión sufridos por un mismo cuerpo: la violencia 65
armada en territorio colombiano, dentro de la que el control del tráfico de cocaína
tiene un papel importante, expulsó a estas mujeres hacia territorio ecuatoriano; en
este país la lucha contra las drogas las llevó a una segunda expulsión, tras las rejas.
Ambos procesos hacen parte de la lucha internacional por el control de la cocaína,
como un fenómeno global con expresiones muy concretas en los cuerpos de estas
mujeres y los lugares en los que han habitado.
El hecho de que el límite nacional amazónico entre Ecuador y Colombia sea más
bien fluido, y en el paso a través de los muros carcelarios se active un control fronte-
rizo más riguroso, muestra la necesidad de repensar los lugares donde las fronteras se
crean y reproducen, y tal como la geopolítica feminista ha señalado, la necesidad de
centrarse en los cuerpos concretos que soportan y constituyen procesos globales. En
este caso, en los cuerpos de estas mujeres la frontera se inscribe y las señala “otras” e
“ilegales”, pero es verdad que son sus cuerpos los que sostienen el enorme negocio
del narcotráfico.
Si en la primera parte del artículo abordé las relaciones geopolíticas de la lucha
contra las drogas, en la segunda me detuve a observar los trayectos que Nidia evoca
desde la prisión. El esfuerzo por reconstruir sus movimientos mostró cómo, si bien
es cierto que en cuerpos como el de Daniela se depositan poderosos fenómenos que
van mucho más allá de su vida, también es cierto que, a pesar de estos, hay mujeres
que continúan traspasando los límites nacionales, transportando cocaína y visitando
a sus familiares, incluso a quienes están encarceladas. Estas mujeres se desplazan de
Bibliografía
69
Serie Atrio
Comunidad, Estado y subjetivación
La participación de mujeres indígenas
en Ecuador
Violeta Mosquera
FLACSO Ecuador, 2018
338 páginas
Son raras las ocasiones en las que analistas examinan tanto la reproducción
de la desigualdad como los esfuerzos colectivos por combatirla. Aún más
raros son los intentos de hacer este tipo de estudios de manera etnográfica,
involucrándose de cerca con las actoras en tiempo y espacio reales.
Violeta Mosquera ha logrado en este maravilloso texto trascender barreras
analíticas y disciplinarias para iluminar, de manera aguda y contundente,
las dinámicas de desplazamiento, organización, reproducción y resistencia.
Comunidad, Estado y subjetivación. La participación de mujeres indígenas en
Ecuador es una lectura más que necesaria en los tiempos actuales.
Javier Auyero
Universidad de Texas
ISSN: 1390-1249
DOI: http://dx.doi.org/10.17141/iconos.61.2018.3013
Resumen
En este artículo se analizan las formas en que los migrantes centroamericanos que atraviesan México para
llegar a Estados Unidos elaboran mapas orales para orientarse durante sus desplazamientos. Estos migrantes
huyen de la pobreza y la violencia, se internan en territorio mexicano de manera irregular, viajan en trenes de
carga o caminan, y experimentan contextos de intensa vulnerabilidad. Si bien muchos de ellos desconocen 71
los mapas impresos o la forma de leerlos, utilizan los mapas orales que los migrantes han creado mediante
los múltiples intentos por llegar a la frontera norte del país. Son mapas que se narran durante los desplaza-
mientos y sirven para cubrir trayectos específicos. Sin embargo, esos mapas no logran estimar los tiempos
que tardarán entre los distintos puntos del trayecto, por lo que estos sujetos experimentan una temporalidad
dislocada y agrietada.
Abstract
This article analyses the ways in which Central American migrants travelling through Mexico to reach the
United States make oral maps to orient themselves during their journeys. These migrants, often fleeing pov-
erty and violence, travel through Mexico in very irregular ways, such as on cargo trains or on-foot, and find
themselves in a state of high vulnerability. Many of these travelers do not have access to printed or digital
maps and as a result must rely on oral maps that the migrants create through their multiple attempts to cross
the northern border into the United States. These oral maps narrate their journeys and in particular help to
navigate specific parts of their journeys to the northern border. However, these maps do not estimate how
long specific legs of the trip will take and thus the migrants experience a dislocated sense of temporality
during their travels.
Keywords: Central America; displacement; maps; migrants; Mexico; narratives; orality; temporality.
Rodrigo Parrini Roses. Doctor en Antropología por la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, México. Profesor investiga-
dor, Departamento de Educación y Comunicación, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, México.
* [email protected]
Edith Flores Pérez. Doctora en Psicología por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Profesora investigadora, Departamen-
to de Educación y Comunicación, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, México.
* [email protected]
Íconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 61, Quito, mayo 2018, pp. 71-90
© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.
dossier
Resumo
Neste artigo se analisam as formas em que os migrantes centro-americanos que cruzam o México para
chegar aos Estados Unidos elaboram mapas orais para se guiar durante seus deslocamentos. Estes migrantes
fogem da pobreza e da violência, se internam no território mexicano de forma irregular, viajam em trens
de mercadoria ou caminham e experimentam contextos de intensa vulnerabilidade. Embora muitos deles
não conheçam os mapas impressos ou a forma de lê-los, eles usam os mapas orais que os migrantes criaram
através das múltiplas tentativas de alcançar a fronteira norte do país. São mapas que são narrados durante
os deslocamentos e servem para cobrir rotas específicas. No entanto, esses mapas não conseguem estimar o
tempo que eles demorarão entre os diferentes pontos da jornada, por isso, estas pessoas experimentam uma
temporalidade deslocada e quebrada.
Descritores: América Central; deslocamentos; mapas; migrantes; México; narrativas; oralidade; temporalidade.
Introducción
que realizan para aproximarse a la frontera con Estados Unidos. Al contrastar la mag-
nitud del viaje y los conocimientos que tenían los migrantes sobre los trayectos y los
medios técnicos que poseían para realizarlo, nos preguntamos por el punto de vista
que ellos tienen sobre los viajes que realizan, los referentes que los guían y las estrate-
gias que desarrollan para viajar en estas condiciones. Para responder a eso, analizamos
las narrativas del viaje que los migrantes elaboran en torno a su experiencia de des-
plazamiento. Observamos una serie de dislocaciones entre las posibilidades técnicas y
los saberes sociales, entre las formas de viaje que posibilitan los medios de transporte
y las tecnologías de la información, entre las infraestructuras científico-técnicas y los
saberes cotidianos, entre sujetos que viajan guiados por mapas y tecnologías y otros
que solo disponen de referencias orales para moverse. Estas dislocaciones sociales y
subjetivas emergen de la diferencia entre las condiciones estructurales del viaje y los
conocimientos y recursos que los migrantes poseen. No se trata solo de que carezcan
de conocimientos técnicos, porque aunque los tuvieran, su viaje se realiza de manera
irregular, se desplazan por rutas y en medios de transporte no habituales, pueden ser
detenidos en cualquier momento y deportados.
Las narrativas del viaje elaboradas por los migrantes constituyen formas de com-
prensión de su propia experiencia, en su multiplicidad y heterogeneidad. De acuerdo
con Jensen (2013), el estudio de las distintas formas de significar el viaje es relevante 73
porque este conocimiento nos acerca a las problemáticas que caracterizan la experien-
cia migratoria. Analizamos estas narrativas con la idea de conocer sus desplazamien-
tos (Veleda 2001) y los recorridos que ellos hacen por México. En esta perspectiva,
las narraciones de los migrantes son resultado de su experiencia de orientación y
desplazamiento desde que salen de sus países de origen y transitan por el territorio
mexicano hasta la frontera norte. Las narrativas son un constructo que permite orga-
nizar la producción de prácticas espaciales significativas sobre el viaje de los migrantes
mediante lo que llamaremos “mapas orales”, que Bárbara Martínez entiende como
“los intentos por esbozar una cartografía terminan por conducir a la comprensión de
un modo de apropiación del territorio” que se expresa “a través de narraciones que
distinguen hitos en el paisaje” (Martínez 2014, 78).
En este artículo analizaremos los mapas orales que los migrantes construyen como
respuestas colectivas a las exigencias de las dislocaciones señaladas y que cartografían
un territorio no solo desde la perspectiva de sus características físicas, también de sus
singularidades estructurales y permiten distinguir peligros, espacios de ayuda, lugares
de trabajo, entre otras especificidades. Son mapas inexactos porque las condiciones
son cambiantes y los flujos migratorios producen saberes casi inmediatos sobre esas
transformaciones. De alguna forma cada migrante reelabora los mapas orales desde
su singularidad para resolver provisionalmente esas dislocaciones. Los mapas orales
no solo son imágenes de un desplazamiento, también son una organización personal
de los deseos y los afectos, de los riesgos que se pueden tomar y los tiempos de espera.
Algunos de los migrantes que entrevistamos creían que la frontera con Estados Uni-
dos estaba a unas horas de Tenosique; o bien, nunca habían visto un mapa de Mé-
xico, desconocían las distancias entre su país de origen y la frontera norte, así como
el tiempo que tardarían en hacer su recorrido. La diferencia entre las narraciones y
las representaciones y condiciones efectivas de estos viajes nos dieron la pauta para
pensar cómo los migrantes desarrollan estrategias, producen saberes y elaboran ma-
pas orales del viaje, entendidos como artefactos socialmente construidos, efímeros,
transitorios, relacionales, abiertos a la experiencia, a un mapeo continuo basado no
en conocimientos especializados sino en conocimientos locales.
Aunque se ha producido una gran cantidad de investigación sobre el proceso mi-
gratorio de los centroamericanos por México, la dimensión subjetiva del viaje y los
conocimientos involucrados han sido escasamente abordados. Si bien la migración
es un fenómeno social y colectivo, el viaje es una experiencia individual y singular,
y nuestra mirada se centrará en las tensiones que emergen de esas diferencias y las
otras que hemos indicado. Esta postura participa de una línea emergente de estudios
críticos en el campo de la migración (Squire 2015) que cuestiona la noción de migra-
ción en tránsito4 y explora otras configuraciones de esos flujos. Basok y colaboradores
argumentan que pensar la migración centroamericana bajo el paradigma del tránsito
74 desconoce la variabilidad de sus movimientos, trayectorias y sus formas emergentes,
que responden a un contexto de agudización de la crisis social y política en Centro-
américa y la intensificación de los controles y la intervención policial y militar en
México y Estados Unidos (Basok et al. 2015, 19). Los lugares de precariedad condes-
an relaciones sociales y condiciones estructurales que intensifican la vulnerabilidad
que experimentan los migrantes irregulares en sus viajes (Basok et al. 2015, 52). Los
autores destacan que en esos lugares se entrecruzan las determinaciones materiales e
históricas (del espacio) con las experiencias individuales y singulares (del lugar).
Esta dimensión individual del viaje y de la experiencia migratoria podría orientar
nuestro análisis sobre los mapas orales hacia una psicogeografía, que enfatizara un escla-
recimiento “de los efectos exactos del medio geográfico [...] sobre el comportamiento
afectivo de los individuos” (Debord 1996). Sin embargo, considerando las coordenadas
de poder que organizan cualquier espacio o recorrido (Hirst 2005) y las nuevas distri-
buciones del movimiento y la espera, marcadas por la inscripción local de procesos glo-
bales (Sassen 2000), lo más relevante de un mapa oral es su carácter colectivo, disperso
e informal. Aunque leamos un mapa como un texto (Harley 2005), estos mapas son co-
nocimientos compartidos que no tienen autor alguno. Son estrategias aprendidas, quizá
durante generaciones, para realizar desplazamientos en zonas peligrosas u hostiles en
contextos de vulnerabilidad (Ruiz 2001). Por esto, es claro que no existe solo un mapa y
4 Papadopoulou-Kourkoula define migración en tránsito como “la situación entre la emigración y el asentamiento que se caracteriza por
la permanencia indefinida de migrantes, legales o ilegales, que puede o no convertirse en una mayor migración dependiendo de una
serie de factores estructurales e individuales” (Papadopoulou-Kourkoula 2008, 4, traducción propia).
cada individuo producirá uno durante su itinerario; un mapa oral es una representación
del viaje elaborada a partir de los saberes colectivos y las experiencias individuales. El
mapa no existe como un objeto concluido, sino que se produce durante el viaje. Luga-
res como La 72 son puntos de intercambio de información, elaboración de estrategias y
de narraciones diversas sobre el viaje que han emprendido; territorios de espera (Musset
2015) que se transforman en nodos de aprendizajes colectivos para generar estrategias
de desplazamiento y resistencia frente a los peligros, las arbitrariedades, la precariedad
y la violencia. Se trata, entonces, de entender los mapas como productos de formas
heterogéneas y cambiantes de movilidad y contemplar “las políticas de la subjetividad,
la corporalidad y la materialidad” (Brickell y Datta 2011, 4) que están en juego en sus
usos prácticos y modos de apropiación. El mapa debe leerse como un artefacto en que
se entrecruzan los saberes colectivos de los migrantes y sus subjetividades. El resultado
nunca es estándar ni definitivo.
Si bien los mapas son complejos y podríamos analizarlos desde distintas pers-
pectivas, en este artículo nos centraremos en dos que nos parecen particularmente
relevantes: por una parte, los movimientos, las distancias y las estrategias que los
migrantes despliegan en el camino; por otra, las temporalidades heterogéneas que
entran en juego en el ejercicio práctico de esos mapas. Dadas las singularidades de la
representación del espacio y la lectura de las distancias, la experiencia de la tempora- 75
lidad también será específica.
5 Luego de la masiva entrada de menores de edad no acompañados a Estados Unidos desde finales de 2013 y hasta mediados de
2014, el Gobierno mexicano adoptó una serie de medidas para contener el flujo migratorio en esa frontera. El año 2013 marcó una
transformación de los flujos migratorios hacia Estados Unidos: por primera vez “más de un tercio de los migrantes detenidos por la
Patrulla Fronteriza de Estados Unidos no eran mexicanos”; el número de detenciones de migrantes no mexicanos se triplicó en dos
años (WOLA 2014, 4).
6 La primera investigación se realizó entre noviembre de 2013 y diciembre de 2014; la segunda, entre enero de 2015 y octubre de 2016.
En total, se realizaron 121 entrevistas: 58 a migrantes, 10 a habitantes de localidades, 10 a actores clave como funcionarios y activistas,
y 38 a voluntarios de las organizaciones.
7 Por diversos motivos, pudimos entrevistar solo a cuatro mujeres que viajaban por primera vez, y las conversaciones con ellas versaron
sobre temas distintos a los que analizamos en este texto.
Los mapas orales se conforman como sedimentos de las historias singulares y múltiples
que los migrantes escuchan de otros. Un mapa es, así, una herencia de saberes culturales
sobre el viaje. Estos mapas son orales no solo por la forma en que se transmiten, sino
también por los modos en que se forman mediante una acumulación azarosa, pero
sistemática, de historias y relatos que los migrantes comparten como parte de un bagaje
cultural relativamente similar. Los migrantes que entrevistamos habían escuchado his-
torias contadas en voz de los familiares o amigos de aquellos que habían migrado de sus
comunidades y eran recordados por medio de dichas narraciones. Pero también habían
escuchado historias de coterráneos que habían realizado el viaje hacia Estados Unidos
una o más veces, en un despliegue de elementos autobiográficos y experienciales de
sus vivencias en el camino que configuraban referencias orales ordinarias y constituían
formas culturales compartidas de relacionarse con el territorio.
Los migrantes entretejen sus recorridos hilando experiencias, afectos y memorias
que circulan dentro de una red narrativa sostenida en la oralidad, a partir de la cual
se relacionan entre sí. Sus relatos trazan los mapas de los caminos recorridos a la vez
que anticipan el viaje de otros migrantes. Estos mapas se nutren de una memoria
ligada con hechos y lugares específicos, operan como guías y transmiten significados
y sentidos del viaje, por lo que resultan importantes medios de orientación espacial
y social. Cada viaje de los migrantes está condicionado por las vivencias individuales
y colectivas, tanto por las condiciones sociales en las que estos viajes se realizan. En
este caso, los migrantes entrevistados emprendieron el viaje por motivaciones diversas
pero todas relacionadas con la pobreza, la precariedad del empleo y la violencia en sus
comunidades. Los más jóvenes, en particular, huían de la delincuencia, de los carteles 79
y las pandillas. Todos viajaban en busca de oportunidades de trabajo como medio de
acceso a una mejor calidad de vida para ellos y sus familias. Ninguno de los migrantes
deseaba quedarse a vivir en el país del norte, sino regresar a su hogar con dinero para
hacer un patrimonio familiar en su comunidad.
Si bien los migrantes pueden conocer los mapas orales que condensan los saberes
colectivos sobre los trayectos y formas de viajar, durante el viaje deben desplegar
estrategias que les permitan desplazarse en las condiciones que encuentren y con
los medios disponibles. El destino al que se dirigen y el deseo de alcanzarlo parecen
independientes de las dificultades que se presenten; cuando les preguntamos cómo
pensaban viajar o qué ruta seguirían, los migrantes avistaron su llegada más allá de
las referencias a las rutas y las distancias. Uriel, un migrante que viajaba por primera
vez, narraba que desconocía por dónde seguir, no obstante, tenía la convicción de
que llegaría al país del norte por la razón de que muchos otros migrantes como él lo
habían conseguido.
Durante el viaje, los otros migrantes tendrán una importancia fundamental para
aquellos que viajen por primera vez o que no sepan cómo llegar a la frontera norte,
porque los guiarán, orientarán o acompañarán. Al recapitular su primer viaje reali-
zado en 2012, Ángel, un migrante proveniente de Honduras, cuenta que, sin tener
ningún conocimiento de cómo desplazarse en México para ir a Estados Unidos, llegó
gracias a que sus compañeros de viaje lo ayudaron.
Ángel: Sí, revueltos con salvadoreños… Guatemala también… […] Gracias a Dios
80 me aventé con unos amigos de compañeros de Honduras. Ya conocían la ciudad. Ya
habían viajado, yo me arrimé a ellos. Nos bajábamos del tren, ya me decían que había
una casa de migrantes: ¡vamos, a comer!, ¡vamos a dormir!, ¡al siguiente día viajamos!
Así, pues gracias a Dios llegué hasta la frontera, sin ningún problema…
Entrevistador: ¿Tú no sabías por dónde ir?
Ángel: No, para nada (Ángel, 29 años, originario de Honduras).
Algunos migrantes inician sus recorridos solos, otros en familia o en grupo; sin em-
bargo, los compañeros de viaje se encontrarán o se dispersarán ante las circunstan-
cias de cada desplazamiento. Durante la marcha, los migrantes se brindarán apoyo y
compañía o la recibirán de la gente de las localidades. En general, los migrantes más
fuertes, jóvenes y sanos procurarán a los más débiles, enfermos o necesitados. Por
ejemplo, los entrevistados refirieron diversas situaciones en las que otros migrantes les
compartieron comida y agua, y gracias a ello, pudieron continuar. Pero, sobre todo,
narraron cómo otros migrantes les brindaron orientación espacial y saberes sobre el
viaje. Estas formas de organización efímera dotan el viaje de solidaridad y empatía,
y constituyen una de las principales estrategias que los migrantes utilizan para via-
jar. Las relaciones que tejen los migrantes son un elemento clave para lograr sortear
las dificultades que supone el recorrido que hacen. Viajar en grupo, principalmente
guiados por alguien que conoce el camino, es una estrategia para alcanzar su meta y
para protegerse mutuamente e intercambiar ideas y consejos sobre albergues y rutas
(Riediger-Röhm 2013).
Ante condiciones cada vez más difíciles y la intensificación de los controles migra-
torios, los viajeros crean caminos alternativos en sus desplazamientos, preguntando,
por ejemplo, por los nombres de los lugares que tienen como referencia, o bien, por
otras señas que les permitan identificar la dirección del camino referida en los mapas
orales: el tren, los cerros, una vendedora de comida, un centro de salud, un parque
arqueológico, un transporte. Esto hace posible llegar de un lugar a otro. Los nombres
de los lugares y los referentes espaciales se convierten en hitos del trayecto de los mi-
grantes y configuran los mapas orales.
Preguntar a la gente de las localidades, juntarse con quienes conocen la ruta, pedir
ayuda –comida, dinero, medicina–, acudir a los refugios y los templos religiosos,
buscar trabajos temporales para conseguir dinero, principalmente, constituyen es-
trategias ampliamente generalizadas entre los migrantes para viajar hacia la frontera
norte. De este modo, los trayectos, las distancias y el tiempo que tardan de un punto
a otro se configuran mientras los viajes se realizan. Las estrategias que emplean los
migrantes para viajar son saberes compartidos que se reconfiguran en cada tramo del
viaje. A pesar de que los migrantes viajan en condiciones cada vez más adversas, en
la medida en que las estrategias que despliegan, les permiten avanzar en el camino y
alimentan la esperanza de llegar al país del norte.
Entrevistador: ¿Cómo fue cuando ya cruzaron El Ceibo e hicieron este viaje?, ¿cómo
sabían hasta dónde venir, desde El Ceibo hasta acá?
Ulises: Pues vinimos preguntando. Como íbamos por la calle principal, sabíamos que
íbamos a llegar aquí, pero no sabíamos cuánto faltaba ni nada. Veníamos preguntando
a las personas que encontrábamos: “¿Cuánto falta para llegar a Tenosique?”, “sí, que
le falta”. Incluso algunos decían que faltaba poco y otros decían que faltaba más […]
8 El Ceibo es una localidad fronteriza entre México y Guatemala por la que ingresan al país gran parte de los migrantes indocumentados
que siguen la ruta migratoria del este de México.
Tiempos de espera
Un viaje ha sido definido como un proceso de tránsito que es largo, complejo y con
numerosas estaciones (Marroquín y Huezo-Mixco 2006). El viaje en su duración es
indeterminado, depende de varios factores y pone en juego múltiples temporalida-
des. Como hemos visto, el viaje de los migrantes implica etapas que oscilan entre
82 situaciones emergentes y las características de las rutas; sus narrativas evocan esas
etapas y las secuencias de sus experiencias. La narración permite la conexión entre
lugares y tiempos que de otra forma no estarían vinculados o lo estarían de otra ma-
nera (Lindón 2008).
Mediante sus narrativas, los migrantes ordenan lo inesperado, lo desconocido e
indefinido del viaje. Si bien los mapas orales son instrumentos eficaces de orientación
espacial, no necesariamente lo son en cuanto a la dimensión del tiempo.
Desde su inicio, los viajes que emprenden los migrantes hacia la frontera norte de
México no tendrán una duración determinada. Esta dependerá no solo del tipo de
transporte que utilicen para trasladarse; también influirán las situaciones inesperadas
que encuentran en el camino y la disponibilidad de tiempo. La duración del viaje
constituirá una experiencia difusa, un recorrido incierto porque incorpora pausas,
extravíos, virajes, recesos, descansos, peligros, que hacen el viaje más largo o más
corto, pero impredecible. Cada viaje tendrá una duración particular y los migrantes
una experiencia singular del tiempo.
Sabemos que la experiencia del tiempo no es una medida objetiva sino un fenó-
meno cultural complejo y relativo. Diversos autores han argumentado una pluralidad
de formas sociales para organizar el tiempo y de vivirlo (Fabian 2002; Gingrich et al.
2002; Sassen 2000). La migración que estudiamos implica, en alguna medida, tanto
el despliegue de coordenadas temporales culturalmente específicas como la demanda
de producir unas acordes con los desplazamientos y trayectos que obliga. Incorporar
el tiempo como una dimensión del viaje complejiza la comprensión de los despla-
Entrevistador: ¿Qué otra cosa te han dicho sobre el viaje a Estados Unidos?
Williams: […] Lo malo que me han dicho es que el grupo de Zetas y que a veces los
de la migra se llegan a hacer pasar por personas civiles, normales, para llevárselos. Y en
los secuestros, comúnmente, siempre.
Entrevistador: ¿Qué te han dicho de los secuestros?
Williams: Que, bueno, que si viene un chavo y secuestra, me pide el número de un
familiar mío y que si no se lo doy, me golpea hasta que se lo dé y cuando termino de
no dárselo, que me van matando.
Entrevistador: Eso te han dicho.
Williams: Sí, y me da pánico (Williams, 16 años, originario de Humanos).
Otros viajes como el de Ulises, su hermano y dos amigos, quienes partieron de Hon-
duras con la expectativa de llegar a la frontera norte, se reconfiguran ante los mapas
del miedo y los peligros que los migrantes van descubriendo al avanzar en el camino.
Algunos migrantes deciden seguir la espera en el refugio para conocer más sobre el
tránsito hacia la frontera norte y resolver después si continuar o no. Mientras que
otros, al escuchar las dificultades para cruzar la frontera en voz de otros migrantes,
optan por regresar a sus comunidades de origen.
De este modo, el tiempo es una relación compleja entre las características de quien
migra, el estado corporal, las vulnerabilidades, la disponibilidad de recursos y las ex-
periencias vividas durante un trayecto singular. Entre los migrantes que permanecen
en Tenosique buscando estrategias para continuar desplazándose, o bien, migrantes
a quienes abordamos en otros puntos del camino, encontramos dos factores impor-
tantes que facilitan el viaje y lo hacen más seguro. Primero, los albergues y comedores
que reciben a los migrantes centroamericanos, a lo largo de todo México, ayudan
a paliar algunos efectos de sus desplazamientos mediante los servicios que ofrecen,
especialmente el alojamiento y la comida (Olayo-Méndez et al. 2014). Segundo, la
disponibilidad de dinero, que se vinculará estrechamente con la duración y las con-
diciones del viaje.
Según lo narraron los migrantes entrevistados, los viajes realizados acumulan ex-
periencia, afinan los conocimientos y saberes sobre el viaje, aunque reconocen tam-
bién que cada viaje lleva implícita una marca de incertidumbre y vulnerabilidad ante
un camino que se hace mientras se recorre, porque nuevos peligros y obstáculos los
acechan, desde las medidas institucionales cada vez más drásticas, hasta la intensifi-
cación y brutalidad de las violencias de las pandillas en los secuestros, las extorsiones
y los atracos. Por lo cual, aunque la migración es una experiencia colectiva, cada
viaje que emprenden los migrantes es una experiencia singular y representa un gran
esfuerzo subjetivo y corporal del que dependen para sostenerse durante el trayecto.
Este gran esfuerzo no solo es personal, es crucial para alimentar los mapas orales que
se transmitirán a otros.
Conclusiones
Los mapas orales que estudiamos son el resultado de un encuentro estructural, pero
también contingente, entre los saberes que los migrantes centroamericanos han ela-
borado, durante décadas, sobre el viaje hacia Estados Unidos, y las condiciones en
las que se realizan dichos desplazamientos. Un mapa oral no es solo un conjunto de
conocimientos espaciales e incluso cartográficos, de carácter informal, también es
una caja de herramientas que permite a los migrantes crear estrategias para resolver
los obstáculos y las dificultades que enfrentan en su trayecto. 85
Los mapas orales, que son aparatos complejos que intersecan conocimientos,
modos de vinculación, lugares e instituciones, temporalidades e infraestructuras de
un modo no definitivo, sino abierto a los flujos sociales, históricos y culturales que
acompañan los procesos migratorios, también son instrumentos que producen sub-
jetividades migrantes, al menos en el caso que hemos estudiado. El mapa oral no es
solo una representación, es sobre todo una experiencia, una relación íntima, afectiva
y corporal con el espacio y los movimientos, las temporalidades y la imaginación.
Cuando constatamos que muchos migrantes no habían observado mapas gráficos de
México y desconocían las distancias que debían recorrer para alcanzar los destinos
que deseaban, también nos preguntamos por las formas que ellos habían creado para
viajar a pesar de los riesgos y la incertidumbre.
Los mapas orales como saberes cartográficos de tradición oral son un recurso sig-
nificativo para los migrantes. Proporcionan la sensación de orientación y movimien-
to, en la medida en que los migrantes avanzan, hacen del espacio territorio que a su
vez sedimenta la representación cartográfica que compartirán con otros. De ahí que
las descripciones de lugares, señas, nombres, detalles de los recorridos representan la
posibilidad y la esperanza de que el viaje continúe y se realice. Estos mapas establecen
un pacto de confianza anónimo o colectivo (Labraña 2017) de los saberes que entre
los migrantes se transmiten. Como habíamos señalado, si bien la experiencia del
desplazamiento es singular, los mapas orales producen una dimensión colectiva del
viaje de los migrantes.
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Entrevistas
90
Resumen
Este trabajo se enfoca en demostrar que el método de cartografía social puede convertirse en un dispo- 91
sitivo político que permite visualizar epistemológicamente otros saberes territoriales que se materializan
en un mapa, con el fin de reivindicar derechos territoriales indígenas. Para eso, se elaboraron mapas con
la comunidad de Chapiquiña en el norte de Chile, representándose la apropiación sobre su territorio.
En nuestro caso, este método es el acceso hacia las “geo-grafías” mentales invisibilizadas por el Estado
chileno, las cuales nos permiten inferir hipotéticamente que el proceso de migración desde los pueblos
hacia la ciudad de Arica no se trata de una desterritorialización de las comunidades aymara, sino de un
proceso de movilidad que ha permitido la construcción y transformación del territorio aymara contem-
poráneo, tanto en lo urbano como en lo rural.
Abstract
This study attempts to demonstrate how methods of social cartography can serve as a political tool for
the re-vindication of indigenous rights. This study employed methods of social cartography to map
indigenous territorial knowledge in the indigenous community of Chapiquiña in northern Chile as a
process of re-appropriation of ancestral territory. Methods of social cartography serve to make visible
* Este trabajo se realizó para la comunidad aymara de Chapiquiña, como parte del Proyecto Aprendizaje Basados en la Experiencia con
el Convenio de Desempeño de la Universidad de Tarapacá de Arica, 2014. Agradecemos a Pilar Morales, Fabián Poblete, Sebastián
Lucero, Andrea Martínez, Juan Jofré Cañipa, Patricio Arias Huarache y Vanessa Guerra por su participación, así como a los evaluado-
res y evaluadoras anónimos por sus comentarios que permitieron mejorar este artículo.
Joselin Leal Landeros. Antropóloga social por la Universidad de Tarapacá, Chile. Estudiante de Maestría en Historia, CIESAS Peninsular, México.
* [email protected]
Alan Rodríguez Valdivia. Magíster en Gobernanza de Riesgos y Recursos por la Universidad de Heidelberg, Alemania.
* [email protected]
Íconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 61, Quito, mayo 2018, pp. 91-114
© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.
dossier
mental “geo-graphies” which are invisible to the Chilean state. This process led us to infer the hypoth-
esis that the process of rural-urban migration from these Aymara communities to the city of Arica is
not a process of indigenous de-territorialization. Instead we argue that these processes represent the
transformation and construction of contemporary rural-urban Aymara territory.
Resumo
Este trabalho enfoca-se em demonstrar que o método de cartografia social pode se tornar num disposi-
tivo político que permite visualizar epistemologicamente outros saberes territoriais que se materializam
em um mapa, a fim de reivindicar direitos territoriais indígenas. Para isso, foram elaborados mapas com
a comunidade de Chapiquiña no norte do Chile, representando-se a apropriação sob seu território. No
nosso caso, esse método é o acesso às "geografias" mentais tornadas invisíveis pelo Estado chileno, as
quais nos permitem inferir hipoteticamente que o processo de migração desde os povoados à cidade
de Arica não se trata de uma desterritorialização das comunidades aymara, mas de um processo de
mobilidade que permitiu a construção e transformação do território aymara contemporâneo, tanto no
urbano como no rural.
Introducción
92
La geografía política no se detiene en el análisis del Estado como el único poder que
organiza la sociedad, sino que reclama la existencia de otros poderes que se manifies-
tan en las estrategias regionales o locales (Raffestin 2011). El trabajo geográfico debe
reconstruir otras formas de pensamiento y saberes que puedan manipular su pro-
pia información y transgredir los intereses de acumulación por desposesión (Harvey
2005) impuestos por los Estados y el mercado.
Una crítica semejante realiza Porto-Gonçalves (2001; 2002; 2009) al introducir el
concepto de geo-grafías. Se entienden como el devenir que cualquier sociedad inscribe
dentro de un orden de significados, que específicamente encuentran el modo de marcar
94 la tierra, haciendo común un determinado espacio y adueñándose de él, y construyen-
do un sentimiento comunicativo por medio del espacio: geo-grafiar (Porto-Gonçalves
2001; 2009). Por lo tanto, se debe estar atento a otros conocimientos producidos por
otras racionalidades, diferentes al Estado y el mercado, que se encuentran mezcladas
en diferentes escalas, en donde el desafío es geo-grafiar nuestras vidas, nuestro planeta,
para visibilizar nuevas territorialidades (Porto-Gonçalves 2002).
Así las geo-grafías nos llevan a cuestionarnos si los mapas son capaces de repre-
sentar la movilidad. Por un lado, los mapas guardan en sí las reglas de la sociedad,
mantienen un discurso retórico, expresando así una visión social incrustada en mitos
que el Estado trata de propagar y cristalizar en los estatutos legales, los imperativos
territoriales y los valores del ejercicio del poder político pues todos se usan para con-
trolar nuestras vidas de innumerables maneras (Harley 1989; Perkins 2003; Sletto
2012; 2015) y construir una geografía hegemónica de cuidado y responsabilidad
localmente centrada; por otro, las representaciones hechas en los mapas son sobre-
pasadas por el movimiento mediante escalas (Massey 2004), por la experiencia uni-
versal de moverse en una variedad de cosas, incluidos los humanos, las ideas y los
objetos (Cresswell 2010). Los mapas representan una forma de quietud de la movili-
dad (Cresswell 2011) que se encuentra manipulada (Harley 1989). Las movilidades
críticas llevan a cuestionar cómo se mueven las cosas y los significados en los movi-
mientos (Cresswell 2014) algo que supera totalmente a la representación cartográfica.
Es más, para Cresswell (2014) las movilidades futuras descansan en la producción de
movilidades en el pasado, y en el sentido crítico de las movilidades, éstas son pro-
blemáticas para los gobiernos y los medios ya que hay cosas que se mueven que ni
siquiera son humanas; o hay ideas que se mueven y viajan junto con los humanos y
las cosas en todas las escalas, ideas que pueden transformarse cuando llegan a nuevos
destinos y se conectan con nuevos actores y cosas (Cresswell 2014).
De este modo, las movilidades construyen identidades que se forjan por medio de
relaciones corporales que se extienden tanto geográfica como históricamente (Massey
2004). En su extensión geográfica, Massey propone que los lugares no son simple-
mente víctimas de lo global, dado que también son los momentos y agentes mediante
los cuales lo global está constituido, inventado, coordinado y producido. Mientras,
en su extensión histórica, existe una responsabilidad (colectiva) presente por los acon-
tecimientos del pasado que llevamos con nosotros y forman nuestras identidades. Por
consiguiente, geo-grafiar posee una implicancia con formas de mapeo que buscan
criticar el mapa y el mismo proceso de mapeo (Perkins 2003) para hacer visible otras
identidades e ideas complejas del “lugar”.
Un objetivo epistemológico de esta crítica ha sido cuestionar la barrera entre el
“investigador experto” y las “comunidades investigadas”, en cambio propone espacios
de colaboración, negociación y co-construccción del conocimiento (Wynne-Jones et
al. 2015). Esto ha llevado a nuevas formas de mapeo (Perkins 2003; 2006) conocidas
como cartografía social o mapeo participativo, que en su esencia intentan invertir 95
el poder de los mapas y avanzar a proyectos contrahegemónicos o de contramapeo
que puedan representar topónimos indígenas, historias y concepciones de paisajes
borrados por los mapas producidos por actores estatales o corporativos (FIDA 2009;
Sletto 2013 y 2015).
Esta metodología de mapeo la podemos resumir en tres alcances. Teóricamen-
te, permite mayor control de las comunidades en los procesos de mapeo en donde
la gente pueda reflexionar críticamente sobre sus elaboraciones (Wynne-Jones et al.
2015); el mapeo se convierte en un impulsor para la memoria dando así mayor peso
al proceso que al producto cartográfico (Sletto 2013); y desde un punto de vista
posrepresentacional, la cartografía borra otras formas de producción para representar
cosas seguras y estables, en contra de presentarse como un objeto ontológicamen-
te inestable y siempre en proceso (Sletto 2015). En su potencialidad para analizar,
promueve la apertura y fluidez en métodos participativos y critica la posicionalidad
del investigación para reconocerse y confrontarse a sí mismo sobre lo que analiza y
los propósitos que tiene de por medio (Wynne-Jones et al. 2015); busca explorar el
potencial del trabajo de la memoria en contextos de lucha y cambio social, en donde
el proceso de mapeo inspira el discurso de la memoria (Sletto 2013); los elemen-
tos (símbolos, imágenes, textos, dibujos) se comprenden como rastros de espacios
afectivos aún presentes en el diseño del mapa, de emociones que quedan atrás y que
constituyen los lugares (Sletto 2015). Por último, existe una apuesta hacia la praxis en
donde los afectos emocionales y corporales se consideran como ingredientes críticos
Esta investigación fue formulada por estudiantes de las disciplinas de geografía, his-
toria, antropología, arqueología y psicología, con la intención de trabajar desde una
96 perspectiva interdisciplinaria. Así, inicialmente planteamos realizar seis talleres de
cartografía social. El primer taller sería para trabajar un mapa de actores y un mapa
de problema con la comunidad y en el segundo trabajar con “actores clave” (iden-
tificados previamente durante el trabajo de campo), que conocían el territorio con
profundidad, con el fin de discutir los resultados de la primera sesión. Así también,
propusimos contrastar los resultados preliminares antes de la producción de un mapa
“final”. Sin embargo, en la segunda convocatoria nos encontramos con el problema
de la baja participación de la comunidad a pesar de llevar más de seis meses de trabajo
de campo y de vivir en el pueblo. Por esto, trabajamos en talleres separados con la
población que reside en Arica y con quienes viven en el pueblo. Una estrategia que
adoptamos a mitad del trabajo (con el apoyo de los dirigentes), fue convocar a toda la
comunidad para reflexionar sobre los derechos territoriales indígenas y cómo prote-
ger el territorio. Finalmente logramos concluir el trabajo de cartografía social después
de 10 talleres participativos, realizados entre el 24 de julio y el 20 de diciembre de
2014. De esta manera, al momento de cerrar el proceso de cartografiar expusimos los
resultados, instancia en donde la comunidad recalcó que se trató de un avance en la
representación de su territorio y que, como vimos con el concepto de geo-grafías, en
ningún caso era una representación definitiva de éste. Por otro lado, los instrumentos
utilizados fueron imágenes satelitales impresas y croquis, y con esta información,
más lo recopilado en el trabajo de campo, se elaboró un mapa en un Sistema de In-
formación Geográfica (SIG) que posteriormente entregamos a la comunidad con la
intención de aportar en la protección de su territorio.
Toda agrupación de personas pertenecientes a una misma etnia indígena y que se en-
cuentren en una o más de las siguientes situaciones: a) provengan de un mismo tronco
familiar o; b) reconozcan una jefatura tradicional o; c) posean o hayan poseído tierras
indígenas en común, y/o d) provengan de un mismo poblado antiguo (MIDEPLAN
1993, art. 9, título I, párrafo 4).
Lo anterior es relevante porque señala que, con solo una de esas situaciones, un
grupo de personas se puede constituir como Comunidad Indígena con un requisito
mínimo de 10 personas mayores de 18 años de edad. Esto impacta en los derechos de
los pueblos indígenas en Chile ya que, al no reconocer la ocupación colectiva de los
territorios y solo reconocer las tierras indígenas bajo la premisa de la propiedad indi-
vidual (que se implementó una vez anexados los territorios aymaras a la jurisdicción
chilena durante el siglo XX), provocó la desamortización de los territorios indígenas
y la propiedad comunitaria, titulando las tierras a nombre de individuos y gestando
procesos de conflictos al interior de las comunidades andinas (Gundermann y Ver-
gara 2009). Por lo mismo, Pedrero (2006) señaló que la Ley Indígena promueve la
fragmentación de las comunidades históricas. Así, para el año 2015 en la región de
Arica y Parinacota habían 74 Comunidades Indígenas inscritas en la CONADI, de
98
las cuales cuatro pertenecen a Chapiquiña.
En la misma línea el Estado de Chile ha implementado una serie de medidas
gubernamentales que buscan “reconocer” a los pueblos indígenas en el marco de
una política indígena multicultural, lo que Boccara (2007) define como “etnoguber-
namentalidad” creando nuevos espacios sociales y nuevos sujetos étnicos colectivos
e individuales, reconfigurando el espacio sociopolítico indígena. De igual manera,
Boccara y Bolados (2008) plantean un “neoindigenismo” creado desde el Estado a
partir de la dictadura que impulsa la participación indígena sin real representación en
sus dirigentes. En definitiva, se ha impulsado la participación indígena, se han creado
nuevas Asociaciones y Comunidades Indígenas desde 1993 hasta la actualidad, lo
que ha gestado nuevas disputas étnicas al interior de las comunidades históricas y
territoriales en relación con la posesión individual y colectiva sobre los territorios.
Otra arista importante ha sido la creación de la Áreas de Desarrollo Indígena
(ADI) que buscan focalizar los recursos del Estado en políticas indígenas. En la re-
gión de Arica y Parinacota se creó el ADI Alto Andino en el año 2007. La imagen 1
muestra cómo el Estado representa los territorios indígenas, lo que influye en la toma
de decisiones gubernamentales.
En este sentido, lo que proponemos en el siguiente apartado es describir la ocupa-
ción ontológica del territorio indígena a partir de la cartografía social de Chapiquiña.
Es decir, queremos exponer visualmente cómo los chapiquiñenses perciben, sienten
y representan su territorio.
99
Fuente: Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI), Ministerio de Desarrollo Social (2015).
pondió a los Altos de Arica y el sur del Perú y que cumplía funciones sociopolíticas
para las poblaciones locales (Rostworowski 1986). Así también, los antecedentes
etnohistóricos exponen que estas poblaciones y sus ayllus3 identificaban sus hitos o
“mojoneras” en ciertos lugares de cada marka4 como cerros, vertientes, quebradas
o volcanes (Harris 1997). Posteriormente, durante el período colonial, las “mojo-
neras” de cada marka fueron reagrupadas para delimitar las reducciones o pueblos
de indios producto de las reformas del virrey Francisco de Toledo en el siglo XVI
(Molina 2015, 35). En este sentido, varios autores han planteado una continuidad
en las formas de demarcar el territorio propio de los pueblos andinos, sin embargo,
los siglos de dominación sobre los territorios exponen transformaciones impor-
tantes en sus jurisdicciones (Bouysse-Cassagne y Chacama 2012; Sanhueza 2008).
Durante el período colonial, el proceso de deslindar el territorio mediante las mo-
joneras fue una forma de establecer los límites de las jurisdicciones indígenas, lo
cual comprende una administración política sobre el territorio donde hay una au-
toridad que concentra el poder sobre la tierra, el agua y otros recursos naturales
(García Martínez 1992). Con base en lo anterior, podemos plantear que mediante
la cartografía social nos adentramos en la territorialidad indígena de Chapiquiña y
su jurisdicción.
100 La jurisdicción indígena sobre un territorio se manifiesta mediante la apropia-
ción política, histórica, ritual, económica y sociocultural sobre un espacio delimi-
tado. La propiedad o posesión de tierras dentro de ese espacio fue una derivación
de lo anterior (García Martínez 1992, 56). En esta oportunidad nos limitaremos a
comprender la ocupación ontológica del territorio de Chapiquiña. En este sentido,
otro de los elementos significativos en la cartografía social en relación con los lími-
tes territoriales son las apachetas (ver imagen 3), estas representan lugares de culto a
los antepasados, siendo “demarcaciones de una geografía sagrada” (Galdames et al.
2016, 526) que permitieron delimitar el territorio desde períodos precolombinos
y coloniales. En Chapiquiña, las apachetas limitan con el pueblo de Guallatire (a
3.500 msnm), cumpliendo la función de “marcar una transición entre un territorio
y otro” (Harris y Bouysee-Cassagne 1988, 259) y delimitar su jurisdicción en la
actualidad.
3 Los ayllus fueron unidades territoriales y organizaciones sociales vinculadas con un antepasado en común y relaciones de parentesco.
También se asocian con la división de mitades de los pueblos (Molinié-Fioravanti 1985).
4 Una marka es la delimitación de tierras agrícolas y de pastoreo de diversos ayllus (Molina 2015, 35).
101
Olivia Harris (1997) enfatiza que el proceso de delimitar el territorio y construir mapas
muchas veces no logra exponer la multidimensionalidad de este. Por lo mismo, con-
sideramos que la cartografía social, al ser elaborada por los comuneros, permite tener
una aproximación a las dimensiones más profundas del territorio. Siguiendo esta línea,
los chapiquiñenses dotan de protagonismo a los cerros en la cartografía social (igual,
tanto por quienes habitan en la ciudad como por quienes viven en el pueblo) porque
los cerros están cargados de emociones y significaciones propias del mundo andino.
En la cartografía de Chapiquiña (ver imagen 3 y 4) se dibujaron distintos cerros.
Algunos cerros son propiciatorios, asociados directamente con las ceremonias ritua-
les y agrícolas, como por ejemplo P’uñutaya, Rosaspata, Santiago Cielo y Munaypata
“cerro de los enamorados” (Rolando 2014, taller de cartografía)5 que se encuentra al
costado del cementerio de Pachama. Estos son lugares importantes para la agricultura
donde se realizan los rituales agrícolas para carnavales, tal como describe Martínez
(1983) para el caso de Chuani (Bolivia).
También encontramos otros cerros con distintas fuerzas, por ejemplo, el cerro Viz-
cachane cargado de fuerzas sobrenaturales. Platt y Quisbert (2008) plantean la hipótesis
de que habría una fuerte relación entre los cerros sacralizados y la existencia de yaci-
mientos de metal de plata y cobre, lo que coincide con lo que plantea una comunera de
Chapiquiña respecto al cerro Vizcachane cuando señala que “se ponen las cruces […] en
ese cerro, porque en ese cerro […] dice que tienen oro, tienen plata, tienen mal paraje”
(María 2014, entrevista).6 Los lugares de mal paraje son espacios que hay que respetar,
por lo mismo, generalmente tienen una cruz que simboliza la protección para el pueblo
y la comunidad, por ejemplo, el cerro Jarcasire es un lugar “donde te atajan7 [por eso]
ahí hay una cruz” (Rolando 2014, taller de cartografía). Otros lugares de mal paraje son
el cerro Coricollo y el sector de Llajtire, que con el tiempo se transformó en una ruina
donde a mucha gente se les ha aparecido “cosas, monjes, diablo sentados en el fondo del
muro y esas personas han quedado con secuelas, se les ha hinchado la cara, ojos, cabeza,
siempre les ha traído malestares, por eso está prohibido ese lugar” (Rolando 2014, taller
de cartografía). Por ello se dice que, en las mañanas, en tiempos de lluvia no hay que
salir a pastear sin comer, “entonces le echamos tostao [maíz tostado] al bolsillo cuando
vamos al campo vamos comiendo” (María 2014, entrevista).
Rescatando a De La Cadena (2010), entenderemos a los cerros como “seres de la
tierra” que se caracterizan como seres vivientes y que están dotados de fuerzas sobre-
naturales, y tal como ella plantea, la importancia de los cerros ha sido identificada
102 en la documentación colonial. Por ejemplo, Molinié-Fioravanti (1985) propone que
se colocaron cruces en las antiguas huacas con la función de proteger al ayllu, por lo
que era necesario adorar a las huacas para evitar una maldición a su ayllu y su linaje.
Otro ejemplo de esto lo describe Marsilli (2014) para el caso de Gregorio Taco y la
adoración a sus huacas en el siglo XVIII en el obispado de Arequipa al sur del Perú.
Los cerros con cruces identificados en el poblado de Chapiquiña (ver imagen 3) son
los cerros P’uñutaya, Vizcachane, Coricollo, Huanacune, Jarcasire, San Juan Tucuña,
Huallani, Muñane. Alrededor del poblado de Pachama, están presenten las cruces
en los cerros Cielo San Santiago, Vilque, Huanacune, Cielo San Andrés, Rosas Pata y
el Munaipata. Van den Berg (1989) ha descrito que los cerros son los destinatarios
de los ritos, protectores del hogar, ganado y de las chacras de la familia, esos los
observamos en las ceremonias de carnaval entre el mes de febrero o marzo. Así tam-
bién, son destinatarios de malos espíritus a quienes hay que ahuyentar y alejar, pero
también satisfacer porque son parte del mundo de Manka Pacha, que se encuentra
en constante tensión con Aka Pacha y Alax Pacha. Se dice que los cerros “son los más
hambrientos y que “pueden hacer enfermar por su hambre, pero también pueden ser
grandes curanderos” (Harris y Bouysee-Cassagne 1988, 260).
Esta vinculación ritual con los cerros y apachetas genera una “identidad asociada
al territorio, constituyendo el paisaje cultural relacionado con un sistema de paren-
6 Entrevista a María, Chapiquiña, 24 de agosto de 2014. Utilizamos seudónimos en las citas de entrevistas y talleres de cartografía.
7 Quiere decir que le “atajan” (agarran o toman) su ajayu (alma, espíritu, ánima), lo cual puede provocar enfermedades como la “agarra-
dura” (Carrasco 1998, 320).
tesco, ya que las montañas sagradas representarían a los antepasados” (Galdames et al.
2016, 530). En esta misma línea, durante la cartografía surgió la categoría de Alma
Zamaña “quiere decir a dónde descansa el alma”, que se encuentra en un camino
tropero donde se llega hasta Pachama. Así también, en Pachama cruzando el cerro
Ñequeñequene se llega hasta Tongolaca, donde viven los gentilares8 que se describe
como el lugar “donde vivían los antepasados, en los pies donde molían los alimentos”
(Javier 2014, entrevista). Esta vinculación con los antepasados manifiesta que ellos
serían “los dueños del lugar” (Liffman 2009).
En definitiva, el territorio representado se comprende a partir de la apropiación
del mismo, mediante las prácticas socioculturales que le asignan un valor (Sosa 2012,
21). Los cerros están asociados con la dimensión económica y ritual del territorio,
que se entreteje en el ciclo “ritual y agrícola” en donde se destacan ceremonias propi-
ciatorias al agua, la ganadería y la agricultura como “fiesta carnaval”, Cruces de Mayo,
Pachallampi y otros ritos (Choque y Pizarro 2013).
La cartografía también expone los lugares destinados al pastoreo de animales,
principalmente ovejas. Estos espacios son lugares de reproducción de la memoria, por
ejemplo, un comunero describe “todo lo que se ve al fondo en la cordillera, ahí no
hay límites, usted lo puede llevar [los animales] donde quiera, al sector que le guste
a usted, ahí no había privilegios para nadie, el cerro es comunitario” (Javier 2014, 103
entrevista).9 Estos lugares de pastoreo trazaron lo que se conoce como “caminos tro-
peros” que trazan el territorio desde Chapiquiña a Pachama, y desde Pachama a Be-
lén. En el mapa elaborado en Arica se destaca que en Pachama hay una piedra grande
representativa del pueblo que se llama Casircala (ver imagen 4). Estos se conocieron
como Qhapaq’ñan en el período incaico, y luego, para el período colonial, continua-
ron siendo utilizados para el transporte de mercancías como azogue y mineral desde
el puerto de Arica hasta el Potosí (Bolivia) (Choque y Muñoz 2016).
8 Los gentilares generalmente son asociados con sitios arqueológicos. Se describen como lugares cargados de fuerzas sobrenaturales
(Castro y Gallardo 1996) que también pueden ser una fuente de peligro o enfermedad (Aedo 2008, 124).
9 Entrevista a Javier, Chapiquiña, 8 de enero y 19 de febrero de 2014.
104
Mapa elaborado por los habitantes del pueblo de Chapiquiña durante los talleres de cartografía social, 2014.
105
Mapa elaborado por los habitantes de la ciudad de Arica durante los talleres de cartografía social, 2014.
Hasta ahora la cartografía relata cómo los recursos naturales del territorio (agua,
tierra, cerros) se relacionan económica, ritual y políticamente. Los sectores destinados
solo a la agricultura corresponden a los sectores de Queñoapampa, sector Ingenio y
sector Chiquisane, y cerca de la Central Hidroeléctrica de Chapiquiña se encuentran
los sectores de cultivo Pampa Palomar, sector Isla, sector Guanacune. Así mismo, los
cerros dedicados al pastoreo de animales son Chotoroco, Potoscollo, Guaillane, Calatu-
rrine y Luquine (ver imagen 3). De estos cerros, únicamente el Chotoroco es dibujado
en la cartografía de Arica, así también solo se representa el río Jocollane en la imagen
4, cerca del pueblo de Chapiquiña.
El proceso de representar el territorio señala también la forma de historizarlo,
recordarlo y de establecer las fronteras de identidad individual y colectiva de los cha-
piquiñenses. En esta línea, cruzando algunos antecedentes de las entrevistas etnográ-
ficas, los comuneros de Chapiquiña coinciden en que, antes de la formación de po-
blados principales como Pachama y Chapiquiña, existían caseríos donde habitaban
las personas, por ejemplo, el sector de Jancovilque que se dibuja en el mapa de Arica,
o Ancovilque como se dibujó en Chapiquiña. Ambos corresponden al poblado anti-
guo, dicen que corresponden a un momento anterior del pueblo de Pachama (desde
el período prehispánico). También está el caserío de Caillama y el caserío Ocallane,
106 ambos representados solo en el mapa de Chapiquiña. En cambio, en el mapa de Arica
se agregan los caseríos de Chuñave y Pujuni; estos caseríos corresponden a los lugares
de cultivo de las familias Díaz, Quispe, Vicente y Choque.
Cuando se dibujaron los mapas se describieron los asentamientos arqueológicos
que están en Chapiquiña-Pachama argumentando la ocupación prehispánica en el te-
rritorio, ya que generalmente se asocia al pueblo de Pachama como un repartimiento
de indios del Virreinato del Perú, que perteneció a la jurisdicción de la Doctrina de
Codpa hasta 1777 y luego quedó incorporado a la Doctrina de Belén hasta inicios del
siglo XIX (Hidalgo et al. 2004).
De todo lo anterior, contrastando los dos mapas de cartografía social identifica-
mos algunas diferencias en la representación. Por ejemplo, desde el mapa realizado
en Chapiquiña surgieron las apachetas, las cuales son fundamentales para conocer los
límites territoriales, así también surgieron sectores destinados al cultivo y pastoreo
de animales. Lo anterior se comprende porque es en el territorio donde se continúa
realizando las actividades socioculturales cotidianas como el pastoreo, riego andino y
la experiencia de vivir en el territorio.
Por otro lado, nos sorprendimos con el mapa dibujado en la ciudad de Arica
porque surgió valiosa información, centrada en las vertientes de agua, los lugares de
mal paraje, y además, una visión más amplia del territorio. En la imagen 4, se puede
apreciar tanto el pueblo de Chapiquiña, Pachama, Laco-cosapilla y Copaquilla. En
definitiva, Chapiquiña reveló una ocupación ontológica del territorio y expuso sus
“seres de la Tierra” a partir de la representación del mismo.
Conclusiones
10 Según los habitantes de Chapiquiña, alma zamaña es el lugar donde descansa el alma. Se encuentra ubicado en el antiguo cementerio
de Chapiquiña, en un camino tropero que conecta Chapiquiña con Pachama.
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f2ea654132e19e.pdf
Entrevistas
Resumen
Este artículo tiene como objetivo recoger elementos teóricos que permitan discutir las formas por las cua-
les la “naturaleza conservada” es reproducida en el capitalismo contemporáneo, usando como referencia la 115
Amazonía oriental brasileña y las zonas boscosas del sur de Chile. Orientándonos por una lectura crítica
y valiéndonos de datos e informaciones levantados en nuestras investigaciones, cotejamos las diferentes
maneras por las cuales este proceso se ha territorializado en esos lugares, que están cargados de simbologías
y diversidad, y sobre los cuales recae el peso de potentes ideologías geográficas. Se observa que, en el actual
contexto de crisis del capital (distorsionado por muchos como “crisis ambiental”), surge una diversidad
de nuevas mercancías que involucran la protección de los bosques –como la financiación de los “servicios
ambientales” o las reservas privadas de conservación ambiental– cuyo valor se constituye en la contradic-
ción entre escasez y rareza.
Abstract
This paper examines theoretical issues surrounding how conservation efforts are reproduced within
contemporary capitalism drawing on two cases: Brazil’s eastern Amazon and the forested regions of
southern Chile. Drawing on a critical approach to analyze the data from the respective cases, we ana-
lyze the ways in which conservation efforts have been territorialized and loaded with symbolism and
diversity, which express different ideological geographies. We argue that in the contemporary crisis of
Luis Fernando De Matheus. Doctor en Geografía por la Universidade de São Paulo (USP), Brasil. Posdoctorante del Núcleo de Ciencias
Sociales, Universidad de La Frontera, Chile; Centro Internacional de Estudios de la Patagonia (Ciepatagonia); y Programa FONDECYT de
Posdoctorado 2017 (CONICYT), proyecto 3170103.
* [email protected]
Andrei Cornetta. Doctor en Geografía por la Universidade de São Paulo (USP), Brasil. Investigador asociado del Laboratorio de Geografía
Agraria de la USP y profesor adjunto de la Universidade Metropolitana de Santos, Brasil.
* [email protected]
Íconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 61, Quito, mayo 2018, pp. 115-133
© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.
dossier
capitalism (which has been misunderstood by many observers as an environmental crisis), an array
of new commodities have emerged. These processes of commodification have been marked by the
commodification of “environmental services” and the creation of more private nature reserves creating
value in new ways marked by scarcity and unique natural attractions.
Keywords: capitalist accumulation; the production of nature; geographic ideologies; scarcity; rarity; Bra-
zilian Amazon; southern Chile.
Resumo
O presente artigo tem como objetivo levantar elementos teóricos que permitam discutir as formas pelas
quais a natureza conservada vem sendo (re)produzida dentro do capitalismo contemporâneo, usando
como referência a Amazônia oriental brasileira e as zonas florestadas do sul do Chile. Orientados por uma
leitura crítica, e nos valendo de dados e informações levantadas nas nossas respectivas pesquisas, cotejamos
as diferentes formas pelas quais este processo vem se territorializando nestes lugares, que estão carregados
de simbologias e diversidade, e sob os quais recai o peso de potentes ideologias geográficas. Observa-se
que, no atual contexto de crise do capital (distorcido por muitos como “crise ambiental”), surge uma di-
versidade de novas mercadorias relacionadas à proteção das florestas –como a financeirização dos “serviços
ambientais” ou as reservas privadas de conservação ambiental– cujo valor se constitui na contradição entre
escassez e raridade.
Introducción
capital1 (Mészáros 2009)– se vio oscurecida por el fetiche del “capitalismo verde” y
la conservación de la naturaleza fue definitivamente transformada en una mercancía.
Así, en un momento marcado por la creciente creación de rarezas y escaseces (y todo
lo que se anuncia como catastrófico desde ahí), los bosques conservados ganan nue-
vos significados y valores de uso, abriendo nuevas (y muy rentables) posibilidades de
acción del capital.
Nuestras respectivas investigaciones (De Matheus 2017; Cornetta 2017) han dis-
cutido este proceso estudiando las zonas boscosas cordilleranas del sur de Chile y la
porción oriental de la Amazonía brasileña. A pesar de las enormes diferencias his-
tóricas y geográficas entre ambas regiones, la privatización y la espectacularización2
de la conservación ambiental, así como la financiación de los llamados “servicios
ambientales”,3 guardan una serie de elementos en común. A partir de una lectura an-
clada en el pensamiento crítico, exploramos los aspectos ideológicos e instrumentales
vinculados con el proceso de transformación en negocio de la naturaleza conservada,
en esos lugares que están cargados de diversidad y simbología y sobre los cuales recae
el peso de potentes ideologías geográficas que se construyeron y reconstruyeron a lo
largo de la historia.
El grueso de la discusión teórica se realiza en la primera y segunda parte, donde se
coloca en tensión las ideas originales de Karl Marx y Friedrich Engels, con la inter- 117
pretación espacial de su obra realizada por el geógrafo Neil Smith, especialmente su
concepto de “producción de la naturaleza”. Consideramos que la idea de la produc-
ción de la naturaleza, que es transversal a este texto, proporciona herramientas analí-
ticas para hacer un examen particular de las consecuencias económicas y políticas de
la resignificación de los bosques en la actualidad, y las formas en que se relacionan
con el desarrollo geográfico desigual. Asimismo, este debate es alimentado por los
conceptos y teorías desarrollados por otros geógrafos anclados en la tradición del pen-
samiento marxista, como David Harvey y Cindy Katz, además de otros importantes
nombres del pensamiento crítico brasileño y latinoamericano, como Antonio Carlos
Robert de Moraes, Carlos Walter Porto-Gonçalves y Enrique Leff.
Posteriormente presentamos –en líneas generales– algunas de las maneras por las
cuales la naturaleza conservada ha sido convertida en una estrategia de acumulación
capitalista en América del Sur. Hacemos explícito el papel fundamental que tuvieron
los Estados, las políticas ambientales “transnacionales”, los intereses del sector priva-
1 La crisis del capital es multifacética e incorpora diversas aristas tales como agraria, alimentaria, económica, política, urbana, ecológica.
Por este motivo, Mészáros (2009) prefiere el término crisis estructural del capital.
2 La espectacularización de la conservación ambiental tiene que ver con la transformación en mercancía de la naturaleza, generalmente
por medio de los negocios vinculados con el turismo.
3 Existen diversas definiciones de servicios o bienes ambientales. Documentos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico (OCDE), por ejemplo, entienden tales actividades como aquellas cuya finalidad es prevenir, mitigar o corregir los daños
ambientales causados al agua, a la tierra, al aire, incluyendo los problemas relacionados con el desperdicio, la contaminación y el
deterioro de los ecosistemas. Para más detalles, ver OCDE (2000).
Partiendo de este supuesto, es posible afirmar que, bajo el modo de producción ca-
pitalista,6 la forma de relacionarse con la “naturaleza” obtiene un carácter específico,
siendo determinada por la lógica del valor de cambio. En el transcurso de este proce-
so, la naturaleza es cada vez más producida desde adentro, como parte integrante de
la llamada segunda naturaleza.7 Y una vez que la primera naturaleza también pasa a
ser producida (siendo convertida en una unidad dentro del proceso de trabajo, con-
ducida por las necesidades, por la lógica y las idiosincrasias de la segunda naturaleza),
pierde real sentido la distinción entre lo que es o no creación humana.8 “La distin-
6 Siguiendo la interpretación que David Harvey hace de El capital, el modo de producción es entendido aquí como “toda la gama de re-
laciones de producción, intercambio, distribución y consumo, así como todos los arreglos institucionales, jurídicos y administrativos,
a la organización política y al aparato del Estado, a la ideología y a las formas características de reproducción social (de clase)” (Harvey
1990, 36).
7 La segunda naturaleza no engloba solamente las creaciones materiales del trabajo humano, sino también las instituciones, las reglas
jurídicas, económicas y políticas que facilitan y regulan el intercambio. No obstante, es importante mencionar que la idea de una
segunda naturaleza, es decir, la naturaleza producida por la actividad humana, no se limita apenas a la tradición marxista, apareciendo
en diversos filósofos como en Platón, Cicerón, Pascal, Hegel, entre otros.
8 Evidentemente, los fenómenos “naturales” –tales como la gravedad, el ciclo hidrológico, los procesos químicos y mecánicos, así como
los movimientos de grandes proporciones que ocurren en la litosfera terrestre– no son propiamente un “producto social”. No obstante,
tales “fuerzas de la naturaleza” no son solo “dominadas”, “alteradas” o “modeladas” socialmente, sino que pasan a ser dotadas de nuevos
sentidos dentro del proceso de reproducción ampliada del capital.
ción ahora es entre la primera naturaleza, que es concreta y material (la naturaleza
del valor de uso general), y una segunda naturaleza, que es absoluta, y deriva de la
abstracción del valor de uso que es inherente al valor de cambio” (Smith 1991, 55).
La producción de la naturaleza supone así no una separación, sino una unidad
entre sociedad y naturaleza. Como señala Marx, esta unidad es fundada en lo social y
centrada en el proceso productivo. En ese sentido, Smith recuerda los esfuerzos tanto
de Marx como de Engels para elaborar una concepción de naturaleza. La necesidad
de aprender los procesos reales que promueven la unidad sociedad-naturaleza bajo
condiciones de la generalización del valor de cambio los llevó a considerar el trabajo
como el elemento fundamental de la dialéctica sociedad-naturaleza:
Y de tal manera es esa actividad [el trabajo] [...] que, si fuera interrumpida apenas por
un año, Feuerbach no sólo encontraría un enorme cambio en el mundo natural, sino
que en todo el mundo de los hombres [...] de su propia existencia [...]. Esa naturaleza
que precede la historia humana no es la naturaleza en la cual vive Feuerbach: es una
naturaleza que, en los días de hoy, salvo tal vez en determinados lugares [...], no existe
más en ningún lugar (Marx y Engels 2007, 31-32).
Siguiendo este camino y uniendo ciertos puntos aislados contenidos a lo largo del
pensamiento “marx-engelsiano”, Smith afirma que, en la medida en que la apa-
riencia inmediata de la naturaleza es inserta en el contexto histórico, el substratum
material de la vida viene a ser cada vez más un producto social. De este modo, el
9 Traducción libre del original en portugués.
Del manejo de la vida salvaje para la alteración del paisaje por la ocupación humana, el
ambiente material presenta la marca del trabajo humano [...]. Donde quiera que la na-
turaleza sobreviva intacta, esto solo es posible porque aún es inaccesible. Si podemos
dejar de lado esta naturaleza inaccesible manteniendo nuestra noción de naturaleza
como Paraíso, esto representa un ideal de imaginación abstracta de naturaleza, una
noción que nunca conocemos en la realidad. El ser humano ha producido todo lo que
sea natural, tornando las cosas accesibles a él (Smith 1991, 57).10
11 El Club de Roma fue creado en finales de la década 1960 por empresarios y altos ejecutivos de empresas como Xerox, IBM, Remington
Rand, Olivetti, entre otras.
12 Término utilizado para refiere al grupo dominante visible o élite que ostenta el poder o la autoridad en una nación.
13 La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo (CNUMAD), popularmente conocida como Cumbre de
Río o de la Tierra, fue un evento organizado por la Organización de Naciones Unidas (ONU) en Río de Janeiro, Brasil, del 3 al 14 de
junio de 1992.
cursos (liberales) sobre la conservación del bosque amazónico y del bosque templado
húmedo –que sustentan y son sustentados por las políticas públicas– han dado lugar
a nuevas estrategias de acumulación capitalista.
otro, también sirven para mantener las dinámicas capitalistas de acumulación, trans-
formando las actividades ligadas con la resignificación de los bosques en nuevos valo-
res de uso en un contexto de “crisis ambiental”. Se trata, pues, de un proceso contra-
dictorio y multifacético que se desarrolla entre la devastación y la preservación, entre
la innovación y la conservación –una expresión de la modernización conservadora,
en la que el desarrollo se nutre constantemente del atraso–.
Acerca de este aspecto, algunos estudiosos alineados con la perspectiva de la jus-
ticia ambiental han llamado la atención sobre el hecho de que los procesos ecosis-
témicos (o lo mismo los bosques en su totalidad), entendidos por el derecho como
“bienes jurídicos de uso común”, pasan a ser incorporados dentro de las dinámicas de
valoración económica, “subsumiendo a la clasificación de la doctrina civilista de los
bienes jurídicos particulares” dentro del comercio (Packer 2015, 94). De acuerdo con
este autor, en la medida en que se establece jurídicamente el concepto de “servicios
ambientales”, algunos procesos biofísicos (como por ejemplo el secuestro de carbono)
son elegidos para asumir la forma de un bien económico autónomo, pasando a tener
realidad jurídica con fines de circulación. La propia definición de servicios ambien-
tales depende de la forma contractual: el contrato se convierte así en un elemento
indispensable para la mercantilización y la financiación de estos fenómenos. Es por
128 medio de un contrato que los bienes económicos (servicios ambientales) adquieren
la forma de propiedad.
Una de las mayores expresiones de esta perspectiva ambientalista fundada en el
ideario liberal es el Programa Piloto para la Protección de los Bosques Tropicales (co-
nocido como PPG7), un hito crucial que ha redefinido la inserción de la Amazonía
en las dinámicas actuales de la acumulación capitalista. El PPG-7 fue proyectado
dentro de la concepción de que los problemas ambientales podrían ser solucionados
por la vía del mercado, como queda claro en la declaración de los participantes del
encuentro del G7/8 de 1990: “Nosotros reconocemos que las fuertes (y crecientes)
economías orientadas para el mercado entregan los mejores medios para una exitosa
protección del ambiente”21 (G7/8 Summit Meetings 1990). Bajo este argumento, no
causa espanto que la privatización, la mercantilización y la financiación de bosques
sean vistas como las mejores formas para contener la deforestación y el aumento de
la emisión de gases invernaderos.
Por casi dos décadas el PPG7 fue el principal responsable de dictar las políticas
ambientalistas para la Amazonía, en una acción integrada que involucró a los gobier-
nos estatales y federal, agentes financieros internacionales como el Banco Mundial,
la USAID, KFW, entre otras agencias europeas de auxilio al desarrollo y las diversas
ONG que se multiplicaron durante este período (Arnt y Schwartzman 1992). La im-
portancia de este programa residió en el hecho de que logró consolidar la perspectiva
del desarrollo sustentable en las políticas internas amazónicas, aunque el discurso que
21 Traducción libre, del original en inglés.
Consideraciones finales
129
Al analizar el panorama de las políticas y acciones volcadas a la protección de la
Amazonía brasileña y de las zonas boscosas cordilleranas del sur de Chile, verificamos
que, de un modo general, los arreglos institucionales que se tejieron en las últimas
décadas dan la impresión de que el sector público, las empresas, la sociedad civil y las
ONG formarían una junta simétrica en torno a una deseable y necesaria “protección
de la naturaleza”. Así, en un escenario marcado por el aumento de la preocupación
por los problemas ambientales, segmentos e intereses sociales diversos se aglutinarían
en torno a una causa “única y mayor” (que supuestamente es común a todos), lo que
generaría una especie de consenso sobre los nuevos usos sociales de los bosques.
No obstante, lo cierto es que, en un contexto de crisis de sobreacumulación,
el capital ha utilizado el discurso ambientalista para garantizar su reproducción.
Apropiándose del imaginario geográfico creado en torno a determinados lugares,
y también de la imagen de determinados grupos sociales, el capitalismo verde “na-
turaliza” sus acciones. La complejidad de este debate se evidencia en los distintos
posicionamientos que superficialmente parecen opuestos, pero que en verdad son
concordantes entre sí, especialmente en lo que se refiere a las cuestiones centrales
como la privatización, la mercantilización y la financiación como una necesidad
para la protección ambiental. En otras palabras, lo que se muestra como una posi-
bilidad de conciliar dos lados opuestos por medio del desarrollo sostenible consiste
más bien en un proceso intrínseco de ampliación de las posibilidades de acumula-
ción de capital.
Carlos 2001). En los casos aquí analizados, las escaseces y las rarezas se expresan en la
producción de una naturaleza conservada, cuya función compensadora como reserva
se sustenta en un entendimiento hegemónico sobre los nuevos usos de los bosques.
Partiendo del supuesto que todo el proceso de producción engendra una nueva
escasez económica, Smith (2015) recuerda que cualquiera sean las condiciones físi-
cas o ecológicas, el centro del valor de uso de las actividades compensatorias es su
capacidad de generar valor de cambio en función de la escasez generada. En estos
términos, es posible decir que la plusvalía generada por los negocios vinculados con la
conservación ambiental es extraída no solo del trabajo especializado de restaurar y/o
conservar el bosque, sino que también del trabajo pretérito latente en la destrucción
previa de los lugares, además de los trabajos milenarios involucrados en la formación
histórica de los bosques.24
Se trata, por lo tanto, de una relación dialéctica que se conforma entre la destruc-
ción y la conservación de la naturaleza, entre la escasez y la rareza. En nombre de una
aparente resolución de los conflictos entre el modelo de expansión capitalista en la
Amazonía oriental brasileña y en las zonas boscosas cordilleranas del sur de Chile,
y de la protección de sus “riquezas naturales”, surgen nuevas estrategias de apropia-
ción de los bienes comunes –una expresión particular de la producción capitalista
de la naturaleza– dentro de una política tecnócrata que tiene como característica la 131
atribución de valores y derechos de propiedad para aquello que se entiende como
“naturaleza”.
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Serie Savia
La planificación familiar
Discursos sobre la vida y la sexualidad en
Ecuador desde mediados del siglo XX
Johana Agudelo Echeverri
FLACSO Ecuador, 2018
174 páginas
Resumen
Este artículo estudia, desde el marco teórico de la geografía crítica, la producción social del espacio en
Atenquique, un poblado industrial en la región sur del estado de Jalisco en el occidente mexicano. A partir
del caso de estudio, se reflexiona acerca de la transformación del territorio a raíz de la entrada del neoli-
beralismo al país y sobre la precarización laboral profundizada en las últimas décadas. La metodología se 135
sustenta en el trabajo etnográfico durante cuatro meses en el lugar, apoyado en tres metodologías audio-
visuales: recorridos con cámara, historia oral y producción de un documental etnográfico. Los resultados
del caso de estudio muestran las complejas construcciones –materiales y simbólicas– que los ex habitantes
de Atenquique han tejido sobre el territorio, así como el cambio que se le ha dado al mismo. Por último,
las conclusiones vuelven a debates amplios sobre las consecuencias territoriales y sociales de la implemen-
tación del modelo neoliberal en México.
Descriptores: geografía crítica; memoria; México; neoliberalismo; territorio; precarización laboral; produc-
ción social del espacio.
Abstract
This article analyzes the social production of space in Atenquique, an industrial town in the south-
ern region of Jalisco in western Mexico. The theoretical framework draws on insights from critical
geography. Through the case of Atenquique we reflect on the transformation of the area from the
beginning of the neoliberal period in Mexico. Neoliberalism ushered in the growth of precarious
and insecure working conditions, something which has deepened over the past several decades. The
methodology employed is based on ethnographic research undertaken over a period of four months
in Atenquique. During this time period we used three different audiovisual methods to collect in-
formation: photography, oral history and the production of an ethnographic documentary film. The
results of the study show how the ex-inhabitants of Atenquique have knit together complex con-
structions –both material and symbolic– that provide insight on how the changes of the past several
Alejandro Ponce de León Pagaza. Licenciado en Comunicación por la Universidad de Colima, México. Estudiante de Maestría en Antropo-
logía Visual, FLACSO Ecuador.
* [email protected]
Íconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 61, Quito, mayo 2018, pp. 135-152
© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.
dossier
decades have affected the area. In the conclusions, we return to the broader debates on the local and
territorial consequences of the implementation of the neoliberal policies in Mexico.
Keywords: critical geography; memory; Mexico; neoliberalism; territory; precarious work; social produc-
tion of space.
Resumo
Este artigo estuda, a partir do marco teórico da geografia crítica, a produção social do espaço em Aten-
quique, um povoado industrial na região sul do estado de Jalisco, no oeste do México. A partir do estu-
do de caso, refletimos sobre a transformação do território como resultado da entrada do neoliberalismo
no país e sobre a precarização do trabalho aprofundada nas últimas décadas. A metodologia baseia-se
no trabalho etnográfico durante quatro meses no local, apoiado em três metodologias audiovisuais:
percursos com câmera, história oral e produção de um documentário etnográfico. Os resultados do
estudo de caso mostram as complexas construções –materiais e simbólicas– que os ex-habitantes de
Atenquique têm tecido sob o território, bem como a mudança que lhe foi dada ao mesmo. Finalmente,
as conclusões retornam a amplos debates sobre as consequências territoriais e sociais da implementação
do modelo neoliberal no México.
136
Hablar de territorio desde la geografía crítica
Enfoque metodológico
La metodología empleada para cumplir con los objetivos de esta investigación fue un
estudio de caso de Atenquique, basado en un trabajo de campo de cuatro meses en
el lugar –de diciembre de 2016 a marzo de 2017– apoyado en tres distintas metodo-
logías de trabajo audiovisuales, flexibles y complementarias entre ellas: historia oral,
1 El debate sobre el rol del cine en la Antropología, indica Ruby (2007), lleva abierto por décadas y continuará por algún tiempo; Ruby
(2000) pugna por un papel más significativo del cine.
En México, como en buena parte de América Latina, la década de 1940 estuvo ca-
racterizada por el arranque de una política proteccionista sostenida en un modelo de
industrialización por sustitución de importaciones (ISI), con medidas específicas por
parte del Estado mexicano tales como el control directo de importaciones en 1944 y
la elevación de los impuestos a las mismas en 1947. Desde la década de 1940 hasta
1982, el Estado mexicano impulsó de manera enérgica la industria mediante apoyos
directos al sector encabezados por la Nacional Financiera (NAFINSA), que hizo las
funciones de banco de desarrollo industrial, fomentando la inversión, adquiriendo o
creando empresas (López y Rougier 2011) en sectores de infraestructura e industria
básica con inversiones clave para el desarrollo industrial, como el cemento y el papel.2
Una de las más importantes empresas industriales3 a escala nacional fue la fá-
brica de celulosa y papel de Atenquique. La Compañía Industrial de Atenquique
(CIDASA) se fundó en 1941 y fue inaugurada oficialmente en octubre de 1946,
con el objetivo de satisfacer la demanda de papel kraft y promover la ya mencionada
industrialización en México. Ese mismo año, junto con la inauguración de la planta
papelera, fue fundada la Villa de Atenquique en el municipio de Tuxpan, al sur del
estado de Jalisco, a 1.040 metros sobre el nivel del mar, en una barranca cercana a las 139
faldas del volcán de Colima, a 26 kilómetros de Ciudad Guzmán y a 160 kilómetros
de Guadalajara.
Durante las primeras décadas, las condiciones laborales fueron muy favorables
para la clase trabajadora, con salarios altos y prestaciones superiores a las establecidas
en la ley. Las viviendas, las cuales siempre han pertenecido a la empresa, eran –y
siguen siendo– prestadas a los trabajadores sin costo alguno; la misma empresa se
encargaba de cubrir los servicios de agua y luz de las familias, además del manteni-
miento general de sus hogares. También fue instalado un hotel para los trabajadores,
una escuela primaria, una clínica, un pequeño cine, parque con juegos e instalaciones
deportivas como canchas de fútbol, básquetbol, tenis, frontón y dos albercas.
Entre las múltiples prestaciones estipuladas en un contrato colectivo –iniciado en
1956 y renovado cada dos años en acalorados acuerdos entre el sindicato y la empre-
sa–, y puntualizadas en la obra de Medina Enríquez (1988), se encuentran: casa-ha-
bitación para los obreros, incluidos servicios de agua y luz; el derecho a vacaciones
anuales; aguinaldo; compensaciones por separación voluntaria y por antigüedad su-
periores a las establecidas por la ley; despensa mensual y fondo de bienestar familiar
–el primero establecido en el país, en 1949–; seguro social médico y previsión social;
2 Si bien la industria papelera en México había iniciado desde 1822 con la instalación de una fábrica en Puebla, no es hasta la década
de 1940 que el sector entra en la producción a gran escala, con la instalación de Celulosa de Chihuahua, y posteriormente Kimberly
Clark, Cartón y Papel de México, la Fábrica de Papel de Tuxtepec y la Fábrica de Atenquique.
3 Además de la Compañía Industrial de Atenquique en 1941, se destacan Guanos y Fertilizantes (1951); Diesel Nacional (1951); Toyota
de México (1951); Constructora de Ferrocarril (1952); y la Fábrica de Papel de Tuxtepec (1954).
La gente bien vestidita, bien comidita y todo”, detalló Pedro Gutiérrez (entrevista, 7 fe-
brero 2017), un ex trabajador de la planta papelera que continúa viviendo en el pueblo.
Sin embargo, la empresa fue privatizada y con ello cambió la dinámica económi-
ca, cultural, social y demográfica del pueblo. Las condiciones laborales y territoriales,
y por ende, las estrategias sociales, han cambiado radicalmente en las últimas tres
décadas a raíz de la venta de la paraestatal al Grupo Durango. La entrada del neo-
liberalismo en México –durante los sexenios presidenciales de Miguel de la Madrid
de 1982 a 1988 y Carlos Salinas de Gortari de 1988 a 1994– implicó un vuelco en
la estrategia económica, con una redefinición del papel del Estado en la economía y
la privatización de un amplio conjunto de empresas públicas productoras de bienes.
A finales de 1982 había más de un millar de empresas públicas, mientras que para
mediados de 1991 la cifra se redujo a 269 (Lustig et al. 1998).
Entre las empresas más importantes4 enajenadas durante este período, se encuen-
tra el Grupo Atenquique, vendido entre 1987 y 1990 a una compañía privada: el
Grupo Durango. El ganador de la licitación –y a la postre comprador del Grupo
Atenquique, el Grupo Industrial Durango (GIDUSA)– es un consorcio papelero
que se constituyó años atrás, en 1976, como una empresa maderera y de transportes
forestales. Desde su creación, la evolución de este grupo fue relativamente rápida,
convirtiéndose en tan solo dos décadas en una de las 25 compañías más importantes 141
en México y consolidándose como el grupo papelero más grande del país.
El Grupo Durango cambió la dinámica laboral de la compañía y con ello el es-
pacio en el poblado. En 1992 se dio una primera reducción de personal. Pero fue
en 2001 cuando tuvo lugar uno de los principales conflictos laborales desde que la
empresa fue privatizada: el 25 de abril la planta fue cerrada, argumentando como
causa principal la incosteabilidad, es decir, altos costos de producción, sobre todo de
mano de obra (Rivera 2001). Después de cuatro meses, el 29 de agosto, la huelga
terminó dejando como resultado final el despido de 950 trabajadores y la ruptura del
contrato colectivo de trabajo establecido 55 años atrás. Algunos trabajadores fueron
recontratados con un contrato individual que, desde entonces, estipula menos bene-
ficios laborales.
Desde que el Grupo Atenquique dejó de ser propiedad del Estado mexicano, se
presentó un declive y encogimiento del pueblo en términos de población y econo-
mía, así como un deterioro en la infraestructura como escuelas, servicios, tuberías y
las mismas casas fundadas durante la década de 1940 (Noruzi y Vargas 2009; Vargas
2011). El resultado, parte de un diagnóstico global, va de la mano de una marcada
precarización laboral. “Antes era un orgullo trabajar en Atenquique, ahora es una
vergüenza”, me comentó un obrero de la planta. Se rompió el contrato colectivo es-
4 También fueron vendidas “la Renault de México (automotriz) en 1983, la Nacional Hotelera en 1985, Cementos Anáhuac del Golfo
en 1986, Finacril (fibras sintéticas) […] y el Ingenio El Potrero y Tereftalatos Mexicanos (petroquímica) en 1988” (Lustig et al. 1998,
513). Hablando exclusivamente del rubro de papel y cartón, fueron privatizadas las Bolsas de Papel Guadalajara, Bolsas y Artículos de
Papel, Envases y Empaques Nacionales, y Manufacturas Gargo.
resultado de las superestructuras sociales, tales como el Estado y sus instituciones, así
como las empresas.
En su libro La producción del espacio, publicado por primera vez en 1974, Lefebvre
(2013) hace un extenso estudio en el que precisa que el espacio no debe entenderse
como algo vacío o pasivo, sino como un producto que puede ser intercambiado o
consumido, y que a su vez interviene en los procesos de producción mediante la or-
ganización del trabajo, el transporte, redes de distribución, entre otros. Así, sugiere
dejar de considerar el espacio como un concepto geométrico, mental o físico, y com-
prender el espacio social como un producto social contenedor de relaciones sociales,
para lo cual invita a indagar en conocer cuáles son y de dónde vienen esas relaciones.
Un aspecto del pensamiento de Lefebvre (1973; 2013) que resulta rico en esa dis-
cusión es precisamente su explicación sobre la influencia de los capitales y el capitalis-
mo en el espacio: más allá de dar por sentado lo obvio de esta influencia en aspectos
como la división del trabajo y la construcción de inmuebles, complejiza la relación
al indicar que el espacio social interviene en el modo de producción como causa,
efecto y razón. En un análisis similar, el sociólogo español Manuel Castells (1976)
descarta dar por hecho una correspondencia entre un determinado tipo de produc-
ción (actividad industrial); un sistema de valores (el “modernismo”) y una forma de
144 asentamiento espacial (la ciudad); y en su lugar invita a explorar esta reciprocidad
como una hipótesis de investigación a comprobar. Así, en este estudio la geografía
crítica funge como punto de partida e hipótesis a investigar en el caso de Atenquique;
revisar la influencia del capitalismo en el espacio en el caso de un poblado industrial,
auxiliado por las metodologías de la antropología visual para atender precisamente a
las relaciones sociales que conforman y se tejen sobre el espacio.
El análisis espacial de la geografía crítica coincide en gran medida con el mensaje
político que emerge de la ecología política urbana (Heynen 2006), quien plantea
justamente que si las ciudades se producen mediante procesos sociales y ecológicos,
debemos prestar atención a los procesos políticos por medio de los cuales son cons-
truidas; la ecología política se pregunta así sobre “quién produce qué tipo de configu-
raciones socioecológicas para quién” (Heynen 2006, 2, traducción propia). Por ello
resulta oportuno reflexionar acerca de la influencia del capitalismo en el espacio y los
entes que participan en la producción de ciudades: el espacio social cambia de acuer-
do con el modo de producción, pero a su vez interviene en el modo de producción
como causa, efecto y razón.
Atenquique se fundó estratégicamente sobre un territorio específico –debido a
la flora repleta de pinos en la región, la abundancia de agua y la conexión con vías
férreas–, es decir, el espacio fungió como causa y razón del modo de producción.
Pero este último, a su vez, condicionó el desarrollo del espacio: un poblado creado en
respuesta a una época y un modelo estatista, a un tipo de desarrollo prototípico del
México de 1940 que ponderó condiciones laborales estables, y a su vez socioeconó-
nos motivó a emplearte, a poner una tiendita, tenías que sobrevivir. Ya las personas
que regresaron fue con menos salario, con otras condiciones, pues se quedaron, no
hubo de otra más que eso” (entrevista a Ignacio Cárdenas, 21 de enero de 2017).
Nacho puso una pequeña tienda de abarrotes por algunos años y entró a trabajar en
el área de vigilancia de una clínica del Seguro Social de Ciudad Guzmán. Como él,
muchos trabajadores iniciaron pequeños negocios en la cabecera municipal, abando-
nando el pueblo de manera forzada.
Algunos de los trabajadores recontratados en 2001 continúan laborando en la
empresa, con quejas comunes de los salarios. Si se mantienen en la compañía, reco-
nocen con cierto pesar, es debido al agradable ambiente pueblerino de Atenquique:
“No tenemos un sueldo muy alto aquí pero estamos aquí queriendo subsistir, vivir en
Atenquique por la tranquilidad con la que se vive, y con la que vivieron nuestros hijos
o viven nuestros hijos, que es lo más importante” (entrevista a Américo Manríquez,
10 de marzo de 2017).
Por otra parte, el aspecto simbólico de considerarse un “poblado de paso” puede
examinarse de acuerdo con las prácticas y significados que los pobladores y expo-
bladores han tejido sobre el territorio. Para ello, resulta sugerente la propuesta del
geógrafo chino-estadounidense Yi-Fu Tuan (2007), quien invita a no pasar por alto
aspectos cualitativos de la experiencia humana en sus entornos físicos, indagando en 147
la intensidad emocional y los sentimientos respecto al lugar mediante su concepto
de topofilia. A lo largo de su obra (del mismo nombre que el término que acuña), el
geógrafo busca analizar el lazo afectivo entre las personas y el lugar, vínculos afectivos
que difieren en intensidad, sutileza y modo de expresión.
El término de topofilia permite aquí marcar las pautas y diferencias entre las dis-
tintas manifestaciones emocionales de los sujetos en relación con el poblado indus-
trial de Atenquique, en un productivo cruce con las apropiaciones simbólicas que
la geografía crítica no debe perder de vista, debido al rol de los habitantes en la
producción social del espacio. Una frase que marca mucho el vínculo afectivo de los
expobladores de Atenquique la expresó Ana Legarreta, mi casera, una tarde en la que
charlábamos sobre el sentir de las personas que tuvieron que salir, definiendo al lugar
como “el pueblo que muchos amamos y no podemos volver ahí” (entrevista a Ana Le-
garreta, 17 de enero de 2017). Una mezcla de sentimientos encontrados: por un lado,
la fuerte intensidad del lazo afectivo hacia el lugar, y en contraparte, la imposibilidad
de retornar a habitar el sitio en el cual se dejó la mayor parte de la vida.
La afectividad hacia el pueblo también se ve plasmada en las caminatas recurren-
tes de “Los Trotamundos”, dos obreros que salieron de la planta papelera décadas
atrás, Héctor Carrillo y Nacho Cárdenas. Ellos se reúnen casi a diario a las afueras
de Tuxpan desde muy temprana hora para caminar, siendo Atenquique el destino
más frecuente. Para Nacho es, de hecho, su sitio predilecto. Durante tres meses, me
sumé a sus caminatas de manera constante; fue en un recorrido con cámara por los
Parte del querer uno estar y caminar y convivir aquí en el pueblo, es venir y recordar
lo que vivimos nosotros como jóvenes, de niños: el andar por las barrancas, el venir a
jugar con los muchachos, en la parte de las fábricas y el río. Lo bonito y la tranquilidad
del poblado, que existía y existe ahorita, porque no encuentra uno mucho tráfico, mo-
vimiento de camiones. La tranquilidad es lo que me atrae. Aparte de querer yo mucho
al poblado porque pues yo aquí nací también, y las vivencias que tuve con los amigos,
con los compañeros, con la gente grande que vivió aquí, es lo que a mí me atrae. El
estar aquí. Aparte de que parte de mi vida la trabajé en la fábrica. Y pos de aquí viví,
comí y disfruté las cosas buenas cuando la empresa tenía el gobierno del aporte de la
economía aquí (entrevista a Ignacio Cárdenas, 7 de febrero de 2017).
Nacho recuerda con mucho agrado sus años en Atenquique, al tiempo que reconoce
la complejidad de volver, sin renunciar por ello a la posibilidad de intercambiar de
casa con su hermano, quien aún trabaja para la compañía del Grupo Durango.
De esta forma, las prácticas cotidianas de los habitantes y exhabitantes de Aten-
quique reconfiguran el territorio y las casas. Si bien estas últimas siempre han perte-
148 necido a la fábrica, cobran sentido en la medida en que en estas desarrollan relaciones
sociales –familiares, públicas y privadas–, así como apropiaciones de índole simbólica
y material. Las apropiaciones se presentan de forma simbólica en expresiones como
“mi casa”, “sigue siendo mi casa”, frases que escuché en repetidas ocasiones duran-
te los recorridos con cámara. Las personas que han salido del pueblo suelen volver
ocasionalmente a visitarlo y se suelen detener en “su casa”, es decir, la pertenencia, al
menos a nivel simbólico, continúa.
Entender las dinámicas y problemáticas del lugar requiere el análisis de esas prác-
ticas por parte de sus habitantes, la clase trabajadora que ha vivido en el poblado por
más de siete décadas, aunada a la que tuvo que salir tras la liquidación. El estudio del
territorio abandonado –marcado por el deterioro físico de viviendas, escuelas, áreas
deportivas y otros espacios públicos– cobra sentido en la medida en que se revisa des-
de el punto de vista de las personas que habitan el lugar. Cobra mayor sentido para
enmarcar la privatización de la empresa en la expansión global del capitalismo, pero
poniendo en el centro a la clase trabajadora.
Lo anterior no debe, sin embargo, caer en una lectura dualista entre lo global y lo
local, o caer en un romanticismo que victimiza a lo local. Por el contrario, este tipo de
estudios regionales anclados en casos específicos permite ampliar el marco analítico
de la geografía crítica –en ocasiones centrada en discusiones geopolíticas–, atendien-
do a la crítica realizada por Massey (1995) en la que considera seriamente la manera
en que lo local y lo global se constituyen entre sí, advirtiendo que los lugares locales
no son meras víctimas de la globalización.
Así, una lectura marxista permite identificar las condiciones materiales en las que
el espacio es producido. Sin embargo, considero que el trabajo etnográfico comple-
menta esa lectura mediante el análisis de las relaciones sociales y las prácticas cotidia-
nas, en aras de comprender las apropiaciones y disputas del territorio por parte de la
clase trabajadora, además de estudiar, como sugiere Lefebvre (2013), las relaciones
sociales contenidas en el espacio.
De aquí que, desde el estudio del territorio, es posible trazar conclusiones sobre la
influencia del capital en su revalorización, en la manera en que el capital cambia los
paisajes geográficos, relocaliza el capital y, por ende, a las empresas. Después del es-
tudio territorial en Atenquique –con un declive material marcado por momentos de
quiebre identificables, la privatización en 1987 y la liquidación en 2001– se palpa la
relación entre el capital y el paisaje geográfico en este caso de estudio. A su vez, el tra-
bajo etnográfico que permite la antropología visual dio pie a observar en perspectiva
y desde el punto de vista de los protagonistas esas transformaciones del lugar. Si bien
parecieran dos marcos teóricos distintos, las dos vertientes admiten una conclusión
del caso: la clase trabajadora es la menos culpable del declive del poblado industrial.
Como indica David Harvey al referirse a fenómenos similares:
Resulta, sin embargo, demasiado fácil culpar a las víctimas de lo que sucede cuando 149
el capital levanta el campamento y se larga. La explicación dominante es que fueron
los sindicatos codiciosos, los políticos derrochadores, los malos gestores y demás ralea
los que lo ahuyentaron; pero fue el capital, y no la gente, el que abandonó y desindus-
trializó Detroit, Pittsburgh, Sheffield, Manchester, Mumbai y otras tantas ciudades
(2014, 162).
Fue el mismo capital –con la particularidad histórica del advenimiento del neolibe-
ralismo– el que abandonó y desindustrializó Atenquique, con lo que resulta irrisible
culpar al sindicalismo o a lo “ancho” del contrato colectivo, como pretendió hacer el
grupo empresarial Durango al rescindir el contrato colectivo en 2001.
Conclusiones
Este estudio de caso permite reflexionar sobre las transformaciones espaciales a partir
de la entrada del neoliberalismo en México y las consecuencias de las mismas para
la clase trabajadora. El poblado industrial de Atenquique fue un reflejo del desarro-
llo posrevolucionario en México, consolidando la conformación de una clase obrera
sindicalizada. El pueblo funcionó de la mano de la empresa durante varias décadas,
desde su fundación en la década de 1940 hasta su venta en la de 1980, décadas en que
se afianzó un notable nivel de vida, condiciones socioeconómicas superiores al resto
de la región, así como una tranquilidad y seguridad al interior del pueblo.
El pueblo, pues, fue un reflejo del modelo desarrollista en el país. Pero fue preci-
samente el cambio del tipo de modelo el que provocó su declive y encogimiento, con
fenómenos territoriales marcados por la liquidación: la emigración y el desarraigo.
En los procesos territoriales del capitalismo resulta demasiado fácil y engañoso, como
lo plantea Harvey (2014), culpar a los trabajadores de “ahuyentar” al capital; pero
fue el capital, y no la gente, el que abandonó Atenquique, en un proceso con ciertas
similitudes con de Pittsburgh, Detroit o Manchester. Las crisis del capital deben
contextualizarse y entenderse como parte de macroprocesos: “Las profundas crisis
en Indonesia o Argentina son juzgadas por el resto del mundo como casos de “mala
suerte”, ante los que solo cabe encogerse de hombros. El pensamiento está dominado
por explicaciones particulares y no sistémicas de las crisis” (Harvey 2014, 162), pero
nada se dice sobre la huida y relocalización del capital.
Y a la inversa, el análisis de estas dinámicas socioeconómicas globales debe anclar-
se en estudios específicos, locales y, sobre todo, con una marcada carga socioespacial.
Partir de un marco analítico como el sugerido por la geografía crítica permite consi-
derar las superestructuras de la expansión del capitalismo, cuyos efectos aún deben
estudiarse a escalas micro. El futuro de la investigación de la ecología política urbana
marxista, indica Heynen (2006), debe buscar trabajar para encontrar una alternativa a
150 la mezcla contemporánea entre libre mercado e irresponsabilidad política en donde el
neoliberalismo produce cada vez una mayor desigualdad. La relación entre los análisis
macros del sistema capitalista y los estudios etnográficos del territorio puede resultar
compleja, pero un análisis no debe nulificar al otro. Como lo indicó recientemente
Harvey (2016), “tenemos que volver a pensar sobre las dinámicas del capital en la vida
contemporánea. Y reconocer que no podemos hablar sobre los futuros urbanos si no
pensamos en el futuro del capitalismo”. Los lugares locales no están por fuera de las
lógicas globales del capitalismo, y Atenquique es una clara muestra de ello.
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Entrevistas
(1948-2017)
Hernán Ibarra
H
e recibido la partida de Jorge León como muchos que lo conocieron, con el
dolor que causa la ausencia de un amigo.
Mirando en la distancia, vienen a mi mente algunos momentos en
los cuales puedo recordar cuando lo conocí y pude compartir ideas, proyectos y
visiones del mundo. Pero sobre todo aprendí de él a entender mejor la dinámica
de los movimientos sociales y el juego político. En este sentido, lo valoro como un 155
maestro.
A Jorge debo situarlo en su dimensión personal del amigo que establece un con-
tacto basado en el diálogo. Para mencionar los años recientes, era un vínculo que se
traducía en memorables encuentros en su casa donde compartía su talento gastronó-
mico y capacidad de diálogo reuniendo a personas muy distintas.
Deseo hablar de otra dimensión que se relaciona con su trayectoria intelectual que
puedo trazar considerando su contribución al conocimiento de la sociedad. En los ya
remotos años de la década de 1970 cuando Jorge había vuelto al Ecuador, pude cono-
cer sus puntos de vista sobre la sociedad ecuatoriana que eran muy cuestionadores de
las ideas convencionales que la izquierda tenía sobre el mundo popular. Su presencia
en esos años era parte de ese momento de renovación de las ciencias sociales que
ponía el acento en la investigación. Destaco su generosidad para compartir conmigo
importantes fuentes documentales que yo desconocía sobre los orígenes de la izquier-
da. De esos años recuerdo Irán: la crisis de Occidente (1981), un penetrante texto suyo
sobre la revolución iraní y algunas contribuciones que publicó en las revistas Nariz
del Diablo (1980a; 1980b) y Elé (1984a; 1984b).
Hernán Ibarra. Doctor por la Universidad Complutense de Madrid, España. Profesor de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la
Universidad Central del Ecuador e investigador principal del Centro Andino de Acción Popular.
* [email protected]
Íconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 61, Quito, mayo 2018, pp. 155-160
© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.
ensayo
Hernán Ibarra
156
Hernán Ibarra
definidos como una sociología política de Ecuador cuyo núcleo central se encuentra en
la búsqueda de las claves de las relaciones sociales, el cambio social y la historicidad de
la sociedad. Su vida es un testimonio dedicado a pensar el mundo social y étnico, a en-
tender las dimensiones de la protesta social, la discriminación y la dominación étnica.
Si bien su escritura está dentro de un formato académico, privilegia el razonamiento
analítico y evita la sobrecarga de teorías y abstracciones. Nos deja unas orientaciones
interpretativas que ya siendo valoradas en estos días, lo serán aún más en el futuro.
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Hernán Ibarra
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samiento de la CTE. Otavalo: CEDIME.
Cuerpo / territorio*
Body / Territory
Corpo / território
La obra Cuerpo / territorio es una serie que surge de una exploración con el cuerpo
y la materia del mismo entendiéndolo como un lugar y una superficie de vida, lleno
de emociones diversas. Un territorio donde se dibujan puentes, caminos y fronteras
que atraviesan cicatrices, lunares, memorias y las marcas del tiempo. En esta serie
de fotografías realizadas por Martina Avilés y mapas intervenidos por “La Suerte”
(Sofía Acosta), el cuerpo es un espacio de resistencia y un eje de rebeldías. Desde
una mirada personal, se muestran fragmentos de la ciudad de Quito en donde la
artista habita, utilizando mapas que no se ubican en el tiempo ni el espacio, sino 163
que simplemente se ignoran.
Los textos de Galo Pérez junto a las fotografías y mapas confrontan las estruc-
turas sociales y políticas a las que las mujeres se enfrentan al transitar esta ciudad.
Estructuras que atraviesan la piel y las decisiones, estructuras de dominación que
despiertan culpas y estigmas, que se marcan como huellas en el territorio pero a su
vez son estructuras emancipadoras, enfrentadas todas en una permanente y com-
pleja relación dialéctica.
* Las imágenes de este este ensayo visual se realizaron en colaboración con Martina Avilés (fotografías) y Galo Pérez (textos).
Sofía Acosta “La Suerte”. Licenciada en Artes Liberales por la Universidad San Francisco de Quito. Artista, ilustradora y fotógrafa análoga.
* [email protected]
Serie Foro
Migración ecuatoriana, género y desarrollo
Laura Oso y Alicia Torres, coordinadoras
FLACSO Ecuador, 2017
224 páginas
Una obra que ofrece otras miradas sobre el vínculo entre migración, género y
desarrollo, en la que sus autoras recuperan las dimensiones sociales, políticas
y culturales de los procesos migratorios. Las remesas son analizadas desde una
perspectiva social, relacional y emocional.
Se ofrecen también dos estudios de caso sobre el impacto de la migración en
el desarrollo local en Ecuador. Los diferentes capítulos evidencian la necesidad
de aproximarse a este nexo con un enfoque de género, transnacional, social
y relacional, que aborde cómo impactan las remesas en las condiciones
de vida de los hogares, en el ámbito local y en las estrategias familiares
transnacionales.
177
ISSN: 1390-1249
DOI: http://dx.doi.org/10.17141/iconos.61.2018.2778
Resumen
El presente artículo analiza la socialización de habilidades militantes en movimientos populares
emplazados en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), Argentina. Para ello, se propone
un abordaje teórico acerca de las nociones de capital militante y socialización política. Interesa
detenerse en la categoría nativa saber hablar en tanto habilidad integrante del capital militante que
es especialmente valorada en la construcción de trayectorias de militancia. Adicionalmente saber 179
hablar requiere una aproximación basada en una perspectiva de género dado que la apropiación
de esta habilidad representa un mayor desafío subjetivo para las mujeres militantes planteado en
términos de la superación de una imposibilidad de hablar. Las reflexiones desarrolladas aportan
horizontes de problematización y discusión sobre el devenir de la política cotidiana en movimien-
tos populares, dado que la socialización de habilidades como saber hablar contribuye a la subjeti-
vación política tanto como expresa la cristalización de una división social del trabajo contestatario.
Abstract
This article analyzes the socialization and construction of social and political capital in popular
movements in the Metropolitan Area of Buenos Aires, Argentina. To analyze this case, we employ a
theoretical framework which draws on the concepts of activist social capital and political socializa-
tion. These concepts serve to illuminate the native Argentinian concept of “talking the talk”, which
is a key skill that contributes to the construction of one’s social capital as an activist. We argue that
this know how is particularly important in determining one’s trajectory as an activist. However,
María Mercedes Palumbo. Doctora por la Universidad de Buenos Aires (UBA), Área Ciencias de la Educación, Argentina. Becaria posdoctoral
del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con sede en el Instituto de Investigaciones en Ciencias de la
Educación (IICE) de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, Argentina.
* [email protected]
Íconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 61, Quito, mayo 2018, pp. 179-202
© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.
temas
understanding how to employ political discourse requires the adoption of a gender lens
given that the mastery of “talking the talk” represents a greater challenge for female activists
who have to overcome the impossibility of speaking. The reflections developed in this article
problematize the everyday politics and practices of popular social movements given that the
know-how of “talking the talk” contributes to the crystallization of the gendered social division
of labor in social movements.
Keywords: activist capital; political socialization; activist “know how”; political subjectivities; popu-
lar movements; popular classes; Argentina.
Resumo
Este artigo analisa a socialização de habilidades militantes em movimentos populares localizados
na Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), Argentina. Para isso, se propõe uma abordagem
teórica sobre as noções de capital militante e socialização política. É interessante deter-se na categoria
nativa saber falar como uma habilidade integrante do capital militante que é especialmente valo-
rizada na construção de trajetórias de militância. Além disso, saber falar requer uma aproximação
baseada numa perspectiva de gênero, uma vez que a apropriação dessa habilidade representa um
maior desafio subjetivo para as mulheres militantes colocado nos termos da superação da incapaci-
dade de falar. As reflexões desenvolvidas contribuem a horizontes de problematização e discussão do
futuro da política cotidiana nos movimentos populares, uma vez que a socialização de habilidades,
como saber falar, contribui para a subjetivação política, tanto quanto expressa a cristalização de uma
180 divisão social do trabalho contestatório.
Descritores: capital militante; socialização política; habilidades militantes; subjetivação política; mo-
vimentos populares; setores populares; Argentina.
Introducción
1 Este artículo reelabora consideraciones de la tesis doctoral Dinámicas de construcción de subjetividades políticas y epistémicas en dis-
positivos pedagógicos de formación política. Un estudio en movimientos populares multisectoriales del Área Metropolitana de Buenos Aires
(2011-2015) perteneciente al Doctorado de la UBA, Área Ciencias de la Educación.
al que se refiere este artículo está conectado con un modo organizativo particular no
generalizable a todas las organizaciones territoriales. El saber hablar cobró centralidad
en colectivos próximos a aquello que Svampa denomina nueva narrativa autonomis-
ta2 en los cuales se habilita una tematización sobre las relaciones de representación
y participación internas, valorando los procesos participativos. Aunque con resig-
nificaciones significativas en su evolución histórica, la nueva narrativa autonomista
propone –en su estado más puro– un tipo de construcción política independiente
de los partidos políticos, el Estado, los sindicatos y la iglesia. La matriz de la nueva
narrativa autonomista es nombrada aquí como izquierda independiente, en tanto
marco político-ideológico, programático e identitario, acorde a las categorías que es-
tos movimientos han seleccionado para describirse a sí mismos en el recorte temporal
en indagación.3
Estos movimientos de la izquierda independiente asumieron, ya desde su génesis,
la preocupación por la formación como tópico de debate, práctica más o menos sis-
temática y principio de acción en vistas a la consolidación de una democracia interna
frente a la existencia de niveles heterogéneos de politización, ideologización y forma-
ción en la militancia.
183
La perspectiva del capital militante: la adquisición del saber-hacer
militante
2 Vale aclarar que, mientras el MPLD y el MDS se inscriben directamente en esta matriz, el MNCI-Buenos Aires posee una fuerte
herencia histórica en este sentido que persiste aún en su acercamiento a la matriz nacional-popular durante el segundo mandato de
Cristina Fernández de Kirchner (2011-2015).
3 El deslizamiento entre la izquierda autónoma y la izquierda independiente, término utilizado con más fuerza en el recorte temporal
en estudio, connota las reelaboraciones tácticas y estratégicas en curso donde el concepto de autonomía se redefine en relación con el
caudal de debates que la posibilidad de participación en las elecciones municipales y nacionales generó en estos movimientos.
A modo de ejemplos que ilustran esta definición, cabe citar aprendizajes menciona-
dos recurrentemente por los militantes de base en relación con ciertas habilidades
como “saber hablar”, “poner el cuerpo”, “saber defenderse”, “no pisar el palito”,4
“construir y sostener los espacios”, “saber escuchar”, “decidir en colectivo” y “respetar
los acuerdos”.
Al igual que el capital cultural, el capital militante puede existir en estado incor-
porado como conjunto de disposiciones militantes incorporadas –corporales, lingüís-
ticas e intelectuales– para dirigir un grupo o realizar una acción; en estado objetivado
en tanto cultura política cristalizada en recursos materiales (libros, revistas, carteles,
fotos, banderas) y organizacionales para conducir una acción; y, finalmente, en esta-
do institucionalizado bajo la forma de puestos que pueden ocuparse (Poupeau 2007).
En este artículo, se asume una mirada del capital militante en estado incorporado
184 donde se condensa el anudamiento entre política y pedagogía.
Ahora bien, la especificidad del capital militante en relación con el concepto cercano
de capital político alude a dos elementos: a) los campos de adquisición y valorización de
estos capitales; y, b) la centralidad de la dimensión del compromiso colectivo.
En cuanto al primer punto, el capital político remite a los procesos de lucha polí-
tica vinculados con la democracia liberal, sus instituciones y los partidos políticos –es
decir, opera en el campo político-partidario– mientras que el capital militante rebasa
la lógica institucionalizada habilitando otros espacios de disputa política, cuyas mo-
dalidades de incidencia en lo público distan de los canales tradicionales. Siguiendo
la clave de lectura de Gluz (2013), la emergencia del concepto de capital militante es
tributaria del contexto de crisis de representación del sistema político y del sindica-
lismo y, asimismo, del surgimiento de un nuevo tipo de militancia asociada con los
movimientos y organizaciones populares. La noción de capital militante se encuentra
en consonancia, entonces, no solo con las prácticas de los movimientos populares en
estudio sino también con las perspectivas conceptuales que amplían el concepto de
lo político en pos de visibilizar otros espacios políticos, los no lugares de la política al
decir de Tapia Mealla (2011); aunque, cabe aclarar, concebidos como profundamente
políticos. Estos espacios desbordan los lugares estables de la política, extendiendo la
trama de actores, ámbitos y lógicas involucrados frente a la exclusividad de los políti-
cos profesionales y reduciendo el monopolio estatal como único lugar de la política.
4 La expresión “pisar el palito” significa caer en un engaño inducido por otras personas que, en este caso, se representan en las preguntas
de los periodistas y en las discusiones con otros actores barriales y funcionarios.
5 Cabe señalar que, en el caso argentino, la relación entre el campo militante y el político cambia considerablemente en función de la
matriz político-ideológica de los movimientos. No obstante, las vinculaciones con el Estado en términos de demandas y reconocimien-
to implicaron también a los movimientos de la izquierda independiente a lo largo de su derrotero histórico al considerar las variadas
acciones directas realizadas con miras a generar impactos en la estatalidad y el efectivo acceso a ciertas políticas públicas. Si bien los
límites entre el campo militante y el campo político fueron difusos desde los orígenes piqueteros, la participación en elecciones en
centros de estudiantes, comisiones internas de fábricas y cuerpos de delegados de villas hasta la más reciente incursión en elecciones
municipales y nacionales volvieron más lábiles dichos límites para los movimientos de esta matriz político-ideológica.
6 La participación en asambleas, reuniones y emprendimientos productivos, el contacto con otras organizaciones, la burocracia estatal y
asesorías, los órganos de deliberación, las acciones de lucha, las fiestas y celebraciones; y, en general, el involucramiento en la militancia
son formativos.
De los distintos elementos que conforman el capital militante, el saber hablar apa-
rece como una habilidad nodal a ser desplegada en el campo militante. Una serie
de investigaciones antecedentes insisten en la centralidad de la toma de la palabra
como rasgo distintivo de los espacios-momentos formativos en movimientos popula-
res (Gluz 2013; Rubinsztain 2009). En los movimientos donde realizamos el trabajo
de campo, el saber hablar irrumpió con fuerza como categoría nativa. Esta habilidad
se presentó como aspiración compartida, con base en su amplia valoración y como
aprendizaje en curso al cual se asociaban desplazamientos subjetivos que marcaban
un antes y un después en las trayectorias biográficas.
En esta clave, los movimientos populares admiten su interpretación como lugares
de habla donde el saber hablar se practica y refuerza, contribuyendo a la confor-
mación de subjetividades parlantes que alzan una voz legítima. Estas subjetividades
parlantes no solo se construyen mediadas por las palabras, sino en el terreno mismo
de la enunciación (Said y Kriger 2014). Siguiendo los relatos colectados, la apropia-
ción del saber hablar implica ocupar posiciones de habla distintas al ser hablado, el
miedo a hablar y el silencio. Este es el principal aporte que los militantes reconocen
188 en el saber hablar, permitiéndoles asumir nuevos roles e intensidades en lo colectivo
así como percibirse como sujetos posibles de enunciar saberes, ideas y pensamientos
valiosos (Gluz 2013).
Un punto decisivo a este respecto se vincula con la desigual distribución del saber
hablar –y de las habilidades militantes en general– entre los integrantes de los mo-
vimientos. Máxime teniendo en cuenta los diferentes momentos de incorporación
a las organizaciones (militantes nuevos y antiguos) así como las posibilidades dispa-
res de reconvertir capitales acumulados en otros campos. Aún así, la disposición de
habilidades militantes resulta un eje importante de valoración de las trayectorias de
militancia propias y de otros “compañeros”. Esta inferencia surgió de comentarios
informales de militantes de base que comparaban sus trayectorias con las de otros
que entendían habían crecido más rápido en el movimiento porque “sabían hablar”.
A modo de ejemplo, María compara su trayectoria con la de su madre quien ingresó
cinco años después a la organización. Según María, su madre “no tiene problemas
para hablar” y a esta habilidad le atribuye que se haya convertido vertiginosamente
en referente barrial.7
La habilidad política del saber hablar debe ser abordada en su dualidad. Por un
lado, interviene en la potenciación de procesos de subjetivación política en los mi-
litantes, alentando reconfiguraciones en relación con la vinculación con el espacio
público y el conocimiento. Se trata de una operación simbólica de alto poder de
7 María, militante de base del MPLD. Cabe aclarar que los nombres de los interlocutores entrevistados en el trabajo de campo son de
fantasía, con el fin de preservar el compromiso de confidencialidad asumido.
La habilidad del saber hablar fue identificada, por parte de los militantes de base,
en términos de una necesidad –comprendida como falta– de encarar la militancia
cotidiana con más herramientas. El saber hablar se definió alternativamente como
“mayor libertad para poder expresarse”;8 “hablar con más preparación, con más pala-
bras, como para llegar con más formas, con más maneras”;9 “potencial de poder decir,
poder discutir, poder pararse”;10 “facilidad de palabra, de poder explicar”;11 “para que 189
se me entienda”.12 Desde estas definiciones nativas, implica un saber decir que englo-
ba los aspectos discursivos concernientes al contenido enunciado así como las formas
con las que se enuncia en vistas a poder explicar, discutir y pararse frente a los otros
externos e internos a las prácticas cotidianas.
A partir de allí, es posible derivar tres usos del saber hablar en el campo militante
que interpelan a distintos actores y se despliegan en distintos ámbitos: a) “defenderse”
de los otros del movimiento en la política barrial, los diálogos con periodistas y las
negociaciones con funcionarios; b) “dar cuenta” de la militancia a la familia y vecinos
del barrio; c) “dar el debate” en los órganos deliberativos de los movimientos.
Elaboración propia.
* La información obtenida en esta investigación a partir de entrevistas se organiza en escenas. Las respuestas contienen modismos propios
del habla argentina.
** Esta palabra es utilizada de forma despectiva para referirse a una persona que ostenta su riqueza material (o presume tenerla) y cuya forma
de hablar, vestir y actuar se corresponde con el imaginario de un alto estatus socioeconómico.
*** Gabriela, militante de base del MPLD.
13 La distinción entre la “política de ellos” y “nuestra política”, basada en categorías nativas, fue objeto de presentación y debate en Pa-
lumbo (2015).
historia –“nuestra política”– con actores del barrio no directamente identificables con
“la política de ellos”, tales como otras organizaciones sociales y políticas del campo
popular, los vecinos y las propias familias; actores potencialmente aliados o factibles
de ser “sumados” a “nuestra política”. La escena 2 se construye con base en el relato
de un diálogo entre una madre militante y sus hijas a quienes debía “dar cuenta” de
su proyecto militante. Aquí el saber hablar sitúa a los militantes en la factibilidad de
comunicar y compartir por qué se está en el movimiento, qué se quiere y hacia dónde
se apunta.
En la escuelita de formación del MDS, abordan las diferencias entre socialismo, anarquismo
y comunismo. Amalia comenta lo siguiente: “Un día mi nena me preguntó: “¿Vos sos
anarquista, socialista o comunista?” Y yo me quedé. “Supongo que socialista”, le respondí.
Ella me leía mientras tanto las definiciones de anarquistas y socialistas de su manual de
historia. Es muy importante saberlo (saber estas distinciones) porque a veces en la calle nos
hacen esas preguntas”.*
E: “Y contame lo que nos comentaste en la formación de tus hijas que te decían si eras
anarquista, socialista o comunista”.
Amalia: “Sí eso era. “Mamá, te leo las definiciones”. “Mamá ¿qué sos vos? ¿Sos marxista
o socialista?” Y yo me quedé helada. “¿Eh?” No podía hablar. Entonces no, “ma, te leo
las definiciones” y me las leyó así pero no sabía… Por lo que leyó las definiciones le dije:
“Socialistas, sí ponele socialistas” y… ellas sí estudian… y saben mucho más que yo, saben un
montón porque están en séptimo y avanzan... “Mamá no sabe nada”, eso lo tienen claro. Yo
también le digo “no sé hijas, no fui a la escuela”. Y ese día que me salieron con la pregunta de
eso. Y bueno, ellas estaban estudiando”.**
Elaboración propia.
*Registro de observación de la escuelita de formación del MDS.
**Amalia, militante de base del MDS.
pecto al proyecto militante al que se adscribe, convencer para “sumar” a nuevos mi-
litantes y también “contagiar” la vida militante. La toma de la palabra ya no posee
una finalidad defensiva sino más bien ofensiva ante las preguntas –entre curiosas,
escépticas y a veces descalificatorias– de vecinos y familiares. En este sentido, implica
un movimiento de “sacar afuera” el acceso a una nueva interpretación de la realidad,
la historia y el futuro.16
Finalmente, el saber hablar también revierte hacia los propios movimientos po-
pulares, conformando una habilidad clave para la democracia interna en cuanto a la
capacidad de “dar el debate”.
En situación de entrevista, Elsa expresa algunos de los cambios experimentados a partir del
ingreso al movimiento en relación con el saber hablar: “Me ayudó bastante, en todo sentido
me ayudó, porque yo no era así, yo no era de hablar, no, muy poquito hablaba, porque yo
tenía miedo qué sé yo, a equivocarme, o capaz iba a decir mal las cosas y se me iban a reír
decía yo, para eso cierro la boca y no digo nada. Pero el Movimiento me enseñó que no es
así, que tengo que decir lo que pienso y lo que siento. Si está bien bueno, me apoyarán, me
aplaudirán y si está mal… No se van a reír. Si está mal me corregirán, me dirán “mirá, estás
equivocada, no es así o fijate bien lo que estás diciendo”, qué sé yo. Me parece que somos 193
compañeros y que estamos para eso también, para decir está bien o está mal y yo por eso no
me voy a molestar ni me voy a sentir… al contrario, voy a escuchar”.*
Elaboración propia.
*Elsa, militante de base del MPLD.
En esta clave de aproximación, el “dar el debate” en las asambleas y los plenarios in-
terviene en la construcción de una cultura política de uso y apropiación de la palabra
que aliente la participación interna y combata la cristalización de la escisión gober-
nantes-gobernados, contribuyendo a garantizar la participación de todas las voces y
cuerpos militantes en las prácticas políticas y en la toma de decisiones. En efecto, los
movimientos indagados buscan conjurar la cultura política jerárquica-subordinante
en la que se inscriben los detractores de la democratización del saber hablar: el miedo
al error, la vergüenza, la cultura del silencio y la arrogación de la representación de la
voz. En la escena 3, esta cultura se plasma en la virtualidad del temor a “decir mal las
cosas” y que “se me iban a reír”.
No obstante, ¿quiénes determinan la vara de lo que está bien y lo que está mal
discursivamente al interior de un movimiento? ¿Garantizar el poder y el saber ha-
16 Cabe aclarar que saber hablar conlleva un ejercicio que trasciende el hecho de distinguir entre orientaciones político-ideológicas, que
podría derivarse de una lectura aislada de la escena 2, al implicar un acto político de toma de la palabra, tal como se evidencia con
mayor intensidad en la experiencia de las mujeres que se analizará en el próximo apartado. No obstante, desde la perspectiva de los
militantes de base, la afirmación subjetiva en la opción político-ideológica de los movimientos de pertenencia se presentaba como un
momento necesario para “dar cuenta” del proyecto y la opción de vida militante.
blar equivale a que todas las voces posean el mismo valor en el campo militante?
¿Cómo se tramita esta cultura política proclive a la subjetivación política cuando
opera el “estar apretados por tener que tomar decisiones” en los órganos delibera-
tivos? La convivencia de militantes con distintas trayectorias amerita una proble-
matización. Por un lado, tracciona hacia la subjetivación política en la apropiación
–con mediaciones subjetivas– de la línea del movimiento a partir del despliegue
de otras habilidades como saber escuchar, saber debatir y saber defender las po-
siciones asumidas así como en la colaboración en la conformación de acuerdos
que permitan tomar decisiones de manera consensuada. Por otro lado, tracciona
hacia la reproducción de la división social del trabajo contestatario siempre que
ciertos militantes se sitúen como “repetidores” y oyentes de una línea construida
por quienes pueden y saben hablar, una repetición siempre precaria en tanto, como
fue señalado, consideramos a la socialización política como un proceso abierto
y conflictual. Si se parte de la consideración relativa a la apropiación asimétrica
de habilidades militantes, el saber hablar habilita no solo a “dar” sino también a
“ganar” los debates y, tal vez, imponer la vara de lo aceptable y lo no aceptable, lo
posible y lo imposible, lo decible y lo no decible.
Retornando a la caracterización de los movimientos en estudio, la habilidad de
194 saber hablar se imbrica con la valoración de los procesos participativos como atributo
fundante. En efecto, los militantes de base reconocen y estiman los valiosos aprendi-
zajes realizados a instancias de su participación en estos espacios en cuanto al aspecto
subjetivo vinculado con la toma de la palabra. Empero, se puede sostener la existen-
cia de ciertos límites en la distribución en el uso de la palabra. Este límite se anuda
con los modos en los cuales la construcción del capital militante, en el marco de los
procesos de socialización política, lidia con la heterogeneidad interna que abreva en
distancias de clase, políticas, formativas y de género (y sus imbricaciones mutuas).
En los casos estudiados, el saber hablar y sus usos –tanto como la valoración de la
palabra propia por otros militantes– corría por las líneas de la posesión (o no) de ca-
pital escolar/universitario,17 de la exhibición de una carrera de activismo consolidada
(aunque no siempre vinculada con el dominio de conocimientos académicos) y con
la cuestión de género, como se detalla en el próximo apartado. Lejos de marcar una
supuesta contradicción de lo anterior respecto a la apuesta de estos movimientos por
una cultura política de uso y apropiación de la palabra y puesta en juego de todas las
voces militantes, evidenciar los bemoles en los procesos de socialización militante en
17 El capital escolar/universitario poseído genera las condiciones de posibilidad de acumulación del capital militante (Gluz 2013). Un
capital adquirido en un campo distinto al del clima pedagógico del movimiento operaría como condición necesaria –aunque no
suficiente– para la construcción del capital militante. En palabras de Poupeau, “si el capital escolar constituye con frecuencia una
condición esencial del capital militante, no es forzosamente la condición suficiente, y sería erróneo considerar un vínculo mecánico
entre las dos formas del capital” (2007, 10). Este vínculo entre capital escolar y militante reviste interés en movimientos populares
multisectoriales donde conviven sujetos con trayectorias formativas muy diversas que se expresan en distintos grados de escolarización
y en la posesión de distinto capital cultural incorporado e institucionalizado que podrían traducirse en la construcción de trayectorias
militantes también disímiles.
el activismo repara en cierta asociación –percibida o real– entre las credenciales nor-
mativizadas para gobernar y militantes con determinadas habilidades y trayectorias
biográficas que se alejan, aunque cabe aclarar que no en todos los casos, del perfil de
los militantes de base entrevistados.
Una interpretación complementaria del saber hablar reside en las recurrentes mencio-
nes halladas en torno al poder hablar como prerrequisito del saber hablar, remitiendo
a las condiciones de producción y posibilidad subjetiva de la enunciación que rompe
con ciertas configuraciones de los lugares de habla y silencio. La categoría nativa
poder hablar coloca la inquietud por los tránsitos subjetivos recorridos por las voces
militantes y, particularmente, los obstáculos subjetivos que deben ser sorteados –o lo
habían sido– para saber hablar, ahora entendido éste como la expresión manifiesta
y perceptible resultante del proceso más interno de poder hablar. De allí que las alu-
siones a este poder hablar integraran una constelación más amplia de términos que 195
se multiplicaron en las entrevistas, tales como el “miedo a hablar”, el “animarse a
hablar” y el hecho de que “cuesta arrancar” (a hablar).
La intuición respecto a la relevancia del poder hablar, y no meramente el saber
hablar, cobró un sentido más vívido a partir de la expresión “lloro porque hablo”
planteada por Tamara, una militante “compañera de los barrios”, en situación de
entrevista.18 Más allá de las evidentes resonancias y afectaciones en términos de in-
vestigar junto a sujetos que lloran y sufren, Tamara sembró un interrogante acerca de
las implicancias de la expresión “lloro porque hablo” como imposibilidad de hablar,
como un querer saber hablar y un no poder hablar al mismo tiempo. En efecto, la
entrevistada estaba inscribiendo el saber hablar en el plano subjetivo, en un trabajo y
un ejercicio interno, y ya no solo en un registro de demandas y aprendizajes de la for-
mación política. ¿Qué significa poder hablar? ¿Qué movimientos subjetivos convoca?
¿Con quiénes y contra quiénes emerge el poder hablar?
Si bien las dificultades para saber hablar aparecieron como una constante, la sig-
nificación de esta dificultad en términos de poder (o no) hablar y, específicamente,
del “miedo a hablar” fue atribuida casi exclusivamente por militantes mujeres como
Tamara y Helena (escena 4). De lo anterior se desprende la existencia de visibles
condicionamientos de género en el poder hablar que abona a la bibliografía específica
relativa al vínculo entre movimientos populares y género (Espinosa 2013; Cross y
Partenio 2011) y, de modo más específico, al tema de género en la producción y man-
18 Tamara, militante de base del MDS.
En situación de entrevista con Helena, militante de base del MNCI-Buenos Aires, conversamos
sobre los cambios experimentados desde su ingreso en el movimiento: “Y esto también ayuda
mucho porque uno a veces tiene miedo de hablar, y entonces uno cuando va hablando y va
compartiendo así con las compañeras va perdiendo el miedo y eso te ayuda bastante. Y yo,
especialmente yo, tenía ese miedo de hablar. No sé, no me gustaba hablar con otras personas
196 o esperaba que me hablen todavía para poder hablar. Y como que cuando hablamos así todos
y compartimos unos con otros entonces es como que se te va el miedo, te vas como desatando
y eso te ayuda bastante. Yo era una de las que no hablaba. Yo tenía miedo de hablar. Y bueno
para poder hablar… y cuando te dicen que uno tiene que hablar y uno tiene miedo de hablar
y como que uno piensa que siempre te vas a equivocar al hablar y que la otra gente se te va
a reír. Ese es el miedo que uno tiene o, al menos, a mí me pasa eso. Pero esta vez que fui allá
(por una formación en San Martín de los Andes), ¡me hablé todo! *
Elaboración propia.
* Helena, militante de base del MNCI-Buenos Aires.
19 La dificultad identificada en las mujeres, y en particular las “compañeras de los barrios”, para la toma de la palabra no debe leerse como
una naturalización de dicha dificultad sino como el producto del entrecruzamiento de la opresión de género con factores raciales, de
clase, étnicos, sexuales y regionales. Del estado de situación en la que se inscriben los cuerpos, los discursos y las prácticas de estas
mujeres, “pobres” y migrantes, se deriva el mayor desafío subjetivo implicado en la adquisición de la habilidad de saber hablar.
al ámbito privado. El poder y saber hablar con los maridos para “dar cuenta” de la
militancia se asociaba con un “hacerles entender”, un “hacerles cambiar su parecer”
y un “invitarlos a acompañarlas”. Empero, se enfrentaban a reticencias y celos de los
maridos quienes no concordaban con que permanecieran “todo el día fuera de la
casa” para dedicarse a la militancia; o bien, a cuestiones operativas relacionadas con
la división sexual del trabajo que obliga a las mujeres a adecuar la participación en las
prácticas militantes en función del cuidado de los hijos y la realización de las tareas
domésticas asumidas como supuestamente femeninas.
Conclusiones
Desde una perspectiva de los sujetos como parte de un colectivo militante, los mo-
vimientos se emplazan en un espacio paradojal dado que se constituyen como lugares
de habla donde se alientan tránsitos subjetivantes concernientes al poder y al saber ha-
blar y, paralelamente, se constata un diferencial en torno al poder y al saber hablar que
podría generar (nuevas) posiciones de silencio. Esto es, la cristalización de una suerte
de división social del trabajo contestatario demarcada por el saber hablar en tanto habi-
lidad militante ampliamente valorada. Si bien este aspecto podría matizarse adoptando
lecturas que contemplen la variable tiempo, dado que los militantes de base admitían
estar en proceso de aprendizaje de las habilidades que conforman el capital militante,
la heterogeneidad de la composición de los movimientos remite a un diferencial en la
posesión de capitales adquiridos en otros campos con posibilidades disímiles de ser re-
convertidos en el campo militante. Aún cuando estos otros capitales no determinen las
trayectorias militantes de manera suficiente, se presentan como un elemento a conside-
rar para el combate de la reproducción de divisiones del tipo gobernantes-gobernados
acorde a un perfil deseable de militante que definitivamente puede y sabe hablar.
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Entrevistas (seudónimos)
202
Resumen
Este artículo analiza las prácticas políticas de los habitantes de las favelas de Río de Janeiro a partir
de un trabajo de campo etnográfico realizado entre los años 2010 y 2015 en la favela Santa Marta.
La política es comprendida aquí en su sentido más amplio, es decir, como el ámbito donde se ges-
tionan los desacuerdos y se construyen los consensos por los cuales regirse colectivamente. Investigar 203
las prácticas referidas a este espacio implica indagar los mecanismos que subyacen a la construcción
del sentido de lo legítimo y lo posible, así como de los caminos para llevar adelante estas disputas.
Específicamente este trabajo estudia cómo se organizan los habitantes de este territorio para llevar
adelante sus reivindicaciones en un contexto marcado por los proyectos de urbanización de las fave-
las y qué características tiene la relación que entablan estas organizaciones con el Estado.
Abstract
This article analyzes the political practices of the residents of the favelas of Río de Janeiro through ethno-
graphic fieldwork conducted between 2010 and 2015 in the favela of Santa Marta. Politics is understood
here in its broader sense as the way in which disagreements are managed and consensus is reached amongst
the local population. To understand these practices means to uncover and illuminate the mechanisms
that allow for the construction of the sense of what is legitimate and what is possible, as well as the chan-
nels and mechanisms for resolving local disputes. Specifically, this study examines how residents organize
themselves to make demands on the State and how they interface with the State in a contemporary con-
text marked by projects of urban renewal and the regularization of the favelas.
Keywords: political practices; popular organizations; urbanization; urban violence; the State; favela.
Maximiliano Duarte Acquistapace. Doctor en Estudios Sociales y Políticos, Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ), Brasil.
Investigador posdoctoral CONICET/UNGS, Argentina.
* duarte.maximiliano @gmail.com
Íconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 61, Quito, mayo 2018, pp. 203-222
© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.
temas
Resumo
Este artigo analisa as práticas políticas dos habitantes das favelas do Rio de Janeiro a partir de um tra-
balho de campo etnográfico realizado entre os anos 2010 e 2015 na favela de Santa Marta. A política
é entendida aqui no seu sentido mais amplo, isto é, como a esfera em que são geridos os desentendi-
mentos e construídos os consensos por meio dos quais é possível se reger coletivamente. Investigar as
práticas referidas a este espaço implica indagar os mecanismos subjacentes à construção do sentido do
legítimo e do possível, assim como dos caminhos para levar adiante estas disputas. Especificamente,
este trabalho estuda como os habitantes deste território se organizam para levar adiante as suas reivin-
dicações num contexto marcado pelos projetos de urbanização das favelas e quais as características do
relacionamento que essas organizações estabelecem com o Estado.
Descritores: práticas políticas; organizações populares; urbanização; violência urbana; Estado; favela.
Introducción
Brasil es uno de los países más desiguales del mundo. Una de las dimensiones en la
que se sustentan las inequidades es la tendencia a la elitización de la política. Diniz
et al. (1989) sostienen que la transición hacia la democracia no supuso una ruptura
en relación con el estilo autoritario y la histórica distancia entre los dirigentes y sus
204 bases sociales; por el contrario, el accionar estatal se mantuvo como algo cerrado, de
baja visibilidad y transparencia, sumado a una ausencia de mecanismos de rendición
de cuentas (accountability) y vínculos de naturaleza clientelista y de prebendas. La
complejidad social y la pluralización de las identidades que emergieron en la transi-
ción democrática (Domingues 2009) y que impulsaron durante las últimas décadas
el accionar de un amplio conjunto de nuevos movimientos sociales no se tradujo en
una transformación sustantiva de los mecanismos de las cúpulas predominantes en el
funcionamiento del Estado y en la política brasileña. Los gobiernos del Partido de los
Trabajadores (PT), más allá de las profundas transformaciones sociales y la reducción
de ciertas desigualdades económicas, tampoco parecen haber modificado sustantiva-
mente esta lógica y la reciente crisis institucional1 se presenta como la prueba más
fehaciente de ello.
Por otra parte, este funcionamiento de las instituciones públicas debe considerarse
de modo relacional. Las características que asumen los mecanismos existentes para la
toma de decisiones surgen de la lucha social, del conflicto entre los diversos actores
organizados que pugnan por establecer y consensuar los principios normativos por
los cuales regirse. Los derechos políticos y ciudadanos no deben entenderse como un
universo al que se accede, sino como un proceso dinámico que define sus alcances y
dimensiones en la lucha política (Machado da Silva 2004). De este modo, los dere-
chos ciudadanos no son un a priori que se conquista, más bien, son una práctica que
1 Se refiere a la destitución de la presidenta Dilma Roussef, a las causas por corrupción que recaen sobre sobre el actual presidente Michel
Temer, sobre gran parte de sus ministros y más de la mitad de los integrantes del Poder Legislativo, sumado a las reiteradas denuncias
sobre la falta de ecuanimidad del Poder Judicial en el tratamiento de estas y otras situaciones.
2 En la territorialización de la organización de las luchas por el derecho a la vivienda, surgen en el año 1952 las asociaciones de morado-
res (Lima 1989).
políticas de urbanización y los efectos sobre las organizaciones locales; y por último,
se indaga en la organización de los habitantes de estos territorios en relación con los
realojos del área denominada como Pico del morro en un contexto marcado por las
obras para los megaeventos3 donde más de 200 mil personas fueron realojadas.4
En Río de Janeiro, al igual que en la muchas ciudades de América Latina, buena parte
de los debates sobre las prácticas políticas de los sectores populares se han organizado
mayoritariamente en función de dos enclaves: por un lado, las discusiones sobre las no-
ciones de clientelismo y ciudadanía (Machado da Silva 1967; Diniz 1982; Zaluar 1985;
Gay 1996; Alvito 2001; Burgos 2003; Valladares 2005) y, por otro, los movimientos
sociales y el crecimiento del tercer sector (Diniz 1983; Boschi 1987; Diniz et al. 1989;
Machado da Silva y Ziccardi 1983; Machado da Silva y Ribeiro 1985; Zaluar 1998;
Burgos 1998; Machado da Silva 2002; 2004; Domingues 2009; Cortés 2014).
Durante las últimas décadas, el crecimiento exponencial de la violencia urbana
aglutinó las preocupaciones públicas y las discusiones sobre sus consecuencias en
206 la organización social. Las favelas se encuentran en el centro de este debate, en la
medida en que en estos espacios se exponen las escenas más truculentas de las con-
frontaciones armadas y las peores consecuencias de las mismas. Las disputas entre
los narcotraficantes –quienes adoptaron a las favelas como centros logísticos de aco-
pio, fragmentación, distribución y comercialización de cocaína (Machado da Silva
2012)– y la policía militar –guiada por las premisas de la “guerra al crimen” que
implican “eliminar” al enemigo (Misse 2010) y una opinión pública que apoya la
represión violenta (Leite 2000)– en definitiva han alterado profundamente la vida en
estos territorios y su organización política.
En primer lugar, Bourgois (2010) sostiene, con base en su trabajo de campo en
Harlem en 1980, que los procesos de significación social en los contextos signados
por la violencia urbana desarrollan ciertas particularidades. Una de ellas versa sobre
la interiorización de los estereotipos negativos con los que se designa a los ejecutores
de esa violencia, lo que refuerza la búsqueda por diferenciarse de estos estigmas me-
diante la exacerbación de la pertenencia a los valores hegemónicos, lo que Machado
da Silva (2008) definió como limpieza simbólica. Wacquant (2010, 199) incluso va
más allá y señala que una manera de evitar este estigma es pasárselo al otro, es decir,
identificar al de al lado como ese sujeto estereotipado, retroalimentado este mismo
3 Se refiere a los Juegos Panamericanos en 2007, la Copa Confederaciones en 2013, la Copa del Mundo en 2014 y los Juegos Olímpicos
en 2016.
4 Estimación efectuada por el Observatorio de las Metrópolis. Acceso el 10 de enero de 2018.
http://www.observatoriodasmetropoles.net/index.php?option=com_content&view=article&id=1706%3Aentrevista-comunida-
des-cariocas-sofrem-com-o-processo-de-espoliacao-urbana&catid=43%3Anoticias&Itemid=114&lang=pt#
proceso y fortaleciendo este fenómeno que “genera distancia social entre los residen-
tes, crea desconfianza social y socava cualquier forma de solidaridad, así como la po-
sibilidad de acción colectiva, e incluso la capacidad de protestar”. Esto se trasluce en
las favelas cariocas en el uso del gentilicio “favelado” para la categorización de “otros”
habitantes de estos espacios.
Esta noción es utilizada para designar y diferenciarse de los niveles más bajos de
las jerarquías económicas, políticas y educativas, e incluso de la autosustentación
material frente a aquellos que usufructúan de ciertas políticas sociales de transferen-
cias de ingresos. Esta preocupación por distanciarse y exacerbar la pertenencia a los
valores hegemónicos conlleva, por un lado, una fuerte fragmentación interna de las
identidades, lo que dificulta la formación de un “nosotros”, dimensión necesaria para
la edificación de cualquier reclamo colectivo. Por otro lado, la limpieza simbólica
implica una defensa del statu quo y una postura fuertemente acrítica de las acciones
del Estado en estos territorios, más aún sobre aquellas que poseen un fuerte consenso
social, como es el caso de las Unidades de Policía Pacificadora (UPP). Incluso, buena
parte de los reclamos sobre el uso desmedido de la violencia policial versa, solamente,
sobre su falta de selectividad (Machado da Silva 2008).
Por otra parte, en los territorios marcados por la violencia urbana, destaca Bour-
gois (2010, 62), predomina el silencio sobre los aspectos relacionados con la misma, 207
como una medida de precaución que termina diluyendo habilidades sociales, ais-
lando a las personas unas de otras, dificultando las acciones políticas y las organiza-
ciones colectivas. En esta línea, Machado da Silva sostiene que “uno de los efectos y
componentes del orden social violento es la ley del silencio”, el cual “parece ser más
pernicioso de lo que normalmente se imagina: no se trata apenas de cerrarse para los
“de afuera” […], sino de la incomunicación entre sus propios miembros producida
por el miedo y por la desconfianza” (Machado da Silva 2000, 43).
El miedo y la desconfianza hacia los otros y hacia las organizaciones políticas
en el sentido más amplio es una constante en estos espacios urbanos y un tema
discutido en la literatura (Borges 2003; Leite 2008; Birman 2008). Esto, además de
atentar contra la participación de los habitantes en los ámbitos colectivos y manifes-
taciones públicas, vuelve más frágil aún los soportes necesarios para la articulación
de acciones y, principalmente, de manifestaciones públicas, las cuales habitualmente
se terminan por circunscribir al espacio físico de la favela. Por otra parte, cuando las
movilizaciones políticas de los favelados atraviesan las fronteras de estos territorios
hacia los espacios públicos, son usualmente catalogadas en los medios de comuni-
cación y por dirigentes políticos como actos que responden a los intereses de los
narcotraficantes, reforzando el vínculo entre estos territorios y sus moradores con
los agentes designados como responsables de la violencia urbana. De esta manera,
sistemáticamente se coloca un manto de duda sobre las denuncias y reivindicaciones
impulsadas por estas organizaciones, contribuyendo con su descrédito (Leite 2008).
5 Se refiere a un elevador lateral gratuito, que consta de cinco estaciones y que permite alcanzar la cima del morro en aproximadamente
15 minutos.
las ausencias más notables, se encuentra el plano inclinado del otro lateral de la favela.
Más allá de esto, el conjunto de obras es descrito por los habitantes de Santa Marta
como una transformación radicalmente positiva. Además de los beneficios evidentes,
el plano inclinado posibilitó la recolección de residuos en la favela, con todo lo que
esto implica en términos sanitarios, sumado a su uso para transportar materiales de
construcción, electrodomésticos pesados y garrafas de gas. Una habitante de Santa
Marta describe estas transformaciones:
-Yo bajaba embarazada, con mi primera hija fue tranquilo, pero la segunda fue difícil
porque ella fue muy grande, estaba con una barriga gigante y tenía que bajar (desde
la mitad del morro) con esa barriga y mi otra hija en brazos, cargaba con una dentro y
otra afuera, fue muy difícil, mucho trabajo porque mi marido tenía que trabajar para
sustentar la casa, en ese momento la cosa no daba para hacer otra cosa, bajaba para
el prenatal, el control del pediatra, todo… Me emociono solo de recordarlo. Todavía,
los días que llovía mucho, me colocaba una bolsa en los pies, para no llegar llena de
barro, toda sucia; no da para ir al doctor con tierra en los pies. Era más difícil bajar,
con las obras mejoró mucho.
Sin pretender restar importancia a las obras realizadas, resulta evidente que estas no
presentan la misma calidad que las efectuadas en otras partes de la ciudad. Sin ingre-
sar en los detalles estéticos –por mencionar un ejemplo ninguna de estas obras tiene
revestimientos ni terminaciones– además de la ausencia de saneamiento cloacal, los
desagües pluviales tienen varias partes a cielo abierto que funcionan como válvulas
de escape cuando se satura la capacidad de bajada de los caños o se obstruye de al-
gún modo. Esto significa que cuando llueve mucho o se junta mucha basura, dos
situaciones que son habituales, los caños se desbordan e inundan partes de la favela.
Cabe destacar que en estos desagües circulan todos los efluentes no sanitarios de los
hogares, generando además de males olores, focos infecciosos. En este sentido, estas
obras reflejan el doble estándar que tiene el Estado a la hora de realizar intervenciones
urbanas y negociarlas con sus respectivos habitantes. Esto refuerza la condición de
“ciudadanos de segunda” para los cuales se instrumentan las soluciones más econó-
micas y precarias en oposición a las inversiones realizadas en otras partes de la ciudad.
Sin embargo, en la memoria colectiva de los habitantes de Santa Marta aún prima
el recuerdo de lo que era la favela antes de las obras y cómo estas contribuyeron a
mejorar su vida.
Frente al supuesto reinicio de las obras, los referentes políticos locales y otros veci-
nos convocaron a una asamblea para organizarse frente a los realojos de viviendas
del morro:
Tomé la iniciativa de convocar esta reunión, porque desde el fin de la primera parte de
la urbanización en el año 2008, las obras están paradas […] desde nuestro grupo veni-
mos reclamando al Estado la presentación del nuevo proyecto, porque ellos cambiaron
el proyecto original de urbanización […] pero no tenemos la información sobre lo que
ellos cambiaron […]. Oficialmente nosotros no sabemos nada, yo conozco a personas
que trabajan en el gobierno y me dijeron que la intención es trasladar a las personas
de la parte alta para un edificio de aquella región de la piedra, al lado de las UPP. Por
eso es que estamos pidiendo la nueva presentación del proyecto para poder discutir
qué es lo mejor, ellos van a comenzar las obras de nuevo, ya tienen un acuerdo con la
empresa que hizo el muro.7 Esa es la información que yo tengo (transcripción de un
fragmento de la presentación inicial de la asamblea por parte de una referente de los
movimientos sociales de la favela, noviembre de 2011).
213
En esta instancia participaron unas 35 personas aproximadamente, las cuales en su
mayoría eran damnificados por las obras de urbanización de la primera fase o habi-
tantes de la zona a ser hipotéticamente intervenida y que nadie tenía la menor idea
en qué consistía exactamente dicha intervención. Por tal motivo, el citado referente
llamó a la unidad de todos los habitantes, en la medida en que nadie conocía los
cambios en el proyecto y lo que se iniciaba en el Pico no se sabía dónde terminaría:
7 Se refiere al muro construido en el lugar del segundo plano inclinado, que bordea y limita la favela a lo largo del morro.
Hay mucha gente que creyó en el gobierno, salió de la casa y se jodió, ahora no cobran
ni el alquiler social, son ellos mismos que están pagando el alquiler (fragmento de la
exposición de un morador del Pico de Santa Marta, noviembre de 2011).
Otro de los participantes trajo a colación el rol del POUSO, en la medida en que
se necesita la autorización de esta institución para hacer reformas edilicias y, en los
hechos, esto se transformó en una prohibición de las construcciones y del manteni-
miento necesario en las viviendas, incluso de aquellas cercanas a la floresta atlántica y
el desgaste de los materiales que esto supone.
214
Lo que las personas del Pico queremos es tener derecho a quedarnos en el Pico, tener
derecho a hacer las mejoras sin el control del POUSO, que dijeron que estaban para
ayudarnos, arquitectos e ingenieros, pero al final ellos solo están para controlarnos.
Nosotros queremos calles, abastecimiento de agua, iluminación, la Light8 sacó las vie-
jas (lámparas) y no colocó nuevas, estamos en la oscuridad, pagamos la tasa de alum-
brado público […] Ellos tienen que presentar el proyecto con claridad y conversar con
nosotros y considerar nuestra opinión (referente de los vecinos organizados en torno a
la erradicación del Pico del morro, noviembre de 2011).
de los movimientos sociales. Además de repasar las condiciones de vida en esta parte
de la favela y el notorio empeoramiento desde la instalación del POUSO a raíz de la
prohibición de efectuar mejoras en estas viviendas, ambos revindicaron la organiza-
ción política de los habitantes y convocaron a la unión de Santa Marta para luchar
contra las remociones de las viviendas. La falta de atención de los concurrentes a este
evento resultaba llamativa: las personas continuaron tomando cerveza y conversan-
do mientras que unos pocos escuchaban los breves discursos, exponiendo de algún
modo las expectativas depositadas en estas acciones y en la política como mecanismo
de transformación social. En los días siguientes a este hecho, se pintaron carteles,
colocados en las viviendas y en los muros de piedra del Pico, con leyendas contrarias
al desalojo y sintetizadas en la frase: “Favela modelo, de qué? Expulsão branca”.9 Esta
consigna refleja la definición de las autoridades estatales sobre Santa Marta como la
“favela modelo” de las políticas públicas y el incremento en los costos de vida en estos
territorios que simboliza un realojo encubierto.
Este fue el puntapié inicial de un conjunto de actividades de similares caracterís-
ticas que buscaron encolumnar a la población de Santa Marta detrás de esta proble-
mática y, en un sentido más amplio, los movimientos sociales procuraron fortalecer
a los favelados como un actor político, capaz de posicionarse en el espacio público y
desarrollar un diálogo abierto y democrático con las instituciones estatales. En pala- 215
bras de uno de estos referentes:
Luchar por derechos es una cosa que debería ser común, pero aquí en Brasil no lo es.
¿Qué es derecho? ¿Quién debe luchar por derechos? Aquí las personas no son estimu-
ladas para eso […] Hay que ser pacíficos, ¿Qué es ser pacífico? Es pedir, por favor, ¿me
das una casa para vivir? Esperar que alguien lo resuelva por uno… nosotros no somos
estimulados a ser protagonistas, nosotros siempre somos estimulados a esperar que
alguien haga las cosas por nosotros (entrevista a referente de los movimientos sociales
de Santa Marta, noviembre de 2014).
Esta mirada difiere de las posturas políticas que se presentan como “pragmáticas” en
la favela, más centradas en la resolución de las problemáticas cotidianas y articuladas,
en buena medida, a partir de una red de contactos interpersonales, como lo describe
un dirigente de la asociación de moradores:
- Las favelas en la zona norte son muy diferentes a las de la zona sur.
- ¿Por qué?
- Porque allá, la cosa es diferente, allá se tiene un montón de cosas que aquí no hay, 217
como esas personas que agarraron el lunes (se refiere al procesamiento de decenas de
efectivos de la Policía militar que conformaban una asociación ilícita que dirigía el
transporte público clandestino, entre otros ilícitos), hay personas armadas de otra
forma, hay otro sistema, y las personas son formadas en ese sistema. Esa cuestión hace
una diferencia muy grande con las favelas de la zona sur.
- No de ese jeito.10 (Nota de campo, diálogo con un morador de Santa Marta, mayo
de 2014).
11 Un análisis de los realojos y de las organizaciones que surgieron durante este período. Ver Magalhães 2017.
12 Acceso el 23 de abril de 2017.
https://www.youtube.com/watch?v=5YimWfT9rAQ
diseñado por los técnicos estatales, que no incluía el Pico, pero se comprometió a no
expulsarlos por la fuerza, lo que fue celebrado como una victoria por este colectivo.
Por último, cabe destacar que la suerte de aquellos que aceptaron la propuesta de
realojo efectuado por gobierno del Estado no fue mejor. A estos se les ofrecieron tres
opciones para abandonar el lugar: a) un alquiler social por un tiempo extendido; b)
un apartamento en el edificio a ser construido en Santa Marta; c) la compra asistida,
donde se le ofrece un dinero al damnificado para la compra de un inmueble o terreno
que debe ser elegido de común acuerdo entre las partes. Sin embargo, la experiencia
de estos vecinos del Pico también se vio fuertemente marcada por la arbitrariedad de
las diversas agencias e instituciones que intervienen en la implementación de estas
iniciativas. Una de estas personas que aceptó la propuesta de realojo narraba de este
modo su experiencia:
Quiero salir de aquí, mira mi casa, le digo casa para no decir lo que verdaderamente
es. Ellos no dejan hacer ninguna obra y yo no quiero tirar mi dinero por eso acepté la
propuesta de ellos. Después de un tiempo encontré un terreno con una casa pequeña
en la región de las sierras, el dinero de la compra asistida no alcanza para comprar nada
en la ciudad y yo también quiero salir para trabajar la tierra de nuevo. Soy viejo, vivo
solo, mis hijos son grandes, en fin, acepté la propuesta de ellos. Yo le dije eso para una
219
persona de la Prefectura, ahí él me derivó para una secretaría social, ellos me dijeron
que ahí solo era lo del alquiler social, pero yo no quiero eso porque todo el mundo
sabe que es papo furado,13 bien, ya no recuerdo exactamente, pero me derivaron al
gobierno del Estado… En fin, durante dos meses recorrí todas las secretarías de la
Prefectura y el gobierno, a decir verdad en todas partes me trataron muy bien pero no
conseguí resolver nada. La persona vendió el terreno, y abandoné (la búsqueda) (nota
de campo, diálogo con un morador del Pico del morro, mayo 2014).
Consideraciones finales
Las políticas públicas desarrolladas por los sucesivos gobiernos del PT transformaron
la vida en las favelas cariocas, particularmente, mediante el incremento del poder de
compra del salario mínimo, las políticas sociales, de seguridad pública y las obras de
urbanización. Sin embargo, los avances en términos de democratización de la política
han sido muy pocos. La tradición elitista de sus instituciones se mantiene como una
13 Expresión popular que refiere a falsedad o engaño.
constante histórica, raramente perturbada por las diversas coyunturas políticas. Hasta
el presente, gran parte de las luchas de los movimientos de la favela continúan siendo
destinadas a abrir espacios de participación, luchas que consumen buena parte de las
energías de estas organizaciones. Más aún, cuando luego de generar estos ámbitos,
sus reivindicaciones son ignoradas o los acuerdos construidos son desconocidos por
las autoridades, lo que abre nuevos frentes de disputas que dificultan, aún más, las
articulaciones internas.
El Estado, por medio de la producción normativa y de las políticas públicas, (re)
produce nociones y categorías que finalmente se constituyen en las fronteras de lo le-
gítimo, definiendo las acciones que se encuentran por fuera de su racionalidad como
prácticas ilegítimas que, de un modo u otro, amenazan al funcionamiento institu-
cional del orden social que se procura regular. En este sentido, por un lado, la favela
encarna paradigmáticamente esta amenaza, siendo justamente esta condición la que
define en términos predominantes estos territorios. Por otro lado, para los habitantes
de estas zonas, la favela es un enclave identitario a partir del cual se traba un vínculo
con el ámbito político y un tipo de relación con el Estado y sus diversas agencias. Es a
partir de esta identidad que buena parte de esta población ha encontrado la forma de
organizar históricamente sus luchas sociales y políticas. De este modo, la favela repre-
220 senta al mismo tiempo un estigma del cual distanciarse y una plataforma común para
la acción colectiva. En el desarrollo de estas tensiones y ambivalencias, se encuentra
el futuro de estos espacios y de la democracia brasileña.
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micas en la región conduce a una explica- ras sobre cómo se han tratado los problemas
ción concreta en la génesis y misión de la regionales. Empero, la apuesta por la inves-
UNASUR. Los tiempos y movimientos de tigación tiene un esfuerzo adicional en la
finales y comienzos del siglo XX y XXI res- configuración de Brasil en el pulso político y
pectivamente suscitan la aparición de nue- geopolítico en el sur del continente. A saber,
vos actores que reflejan las pugnas y tensio- el autor escogió cuatro actores estatales como
nes en la región. El giro a la izquierda, los unidad de análisis: Colombia, Brasil, Argen-
populismos, el alejamiento de Washington tina y Venezuela. Estos claramente no fueron
y algunos enclaves políticos de la Guerra seleccionados de manera aleatoria, respon-
Fría fueron los ingredientes plausibles para den más bien a lógicas de posicionamiento
el reordenamiento de los puntos cardinales regional e inserción internacional. El autor
en la construcción de la UNASUR. Con reconoce que la UNASUR ha tenido que
base en esto, el documento es enfático en sufrir los personalismos de algunos de sus
dos variables fundamentales. Por un lado, líderes en cuanto a las diferencias políticas,
las cuestiones concernientes a la coopera- ideológicas e incluso personales. Los ante-
ción en la región bajo prismas temáticos en riores aspectos lograron fracturar y tensionar
común e intereses compartidos; y por otro la organización en momentos sensibles que
lado, la configuración de temas en defensa. se exponen de manera impoluta en el libro.
Ambas convergen en la confianza. Sin embargo y pese a los problemas regio-
Dicha confianza se ha logrado traducir en nales, para Sánchez la UNASUR representa
226
que la organización ha fungido como catali- la etapa más avanzada y elevada del proceso
zadora en la solución y resolución de proble- de suramericanización (p. 252), un concepto
mas internos y externos en Sudamérica. Su que ha hecho carrera en los estudios latinoa-
capacidad de respuesta, el diálogo constante, mericanos y que, en efecto, el autor dinamiza
la concertación política y la confianza en diná- y presenta.
micas transfronterizas se han puesto a prueba UNASUR: poder y acción en Suramérica
de manera exitosa en asuntos clave como la es una lectura obligatoria no solo para estu-
crisis secesionista de Bolivia (2008); los inten- diantes de ciencia política y relaciones in-
tos golpistas contra Rafael Correa en 2010; la ternacionales, sino para todo tipo de lector
tensión diplomática entre Quito y Bogotá en interesado en los asuntos latinoamericanos.
2008 por el bombardeo al campamento de Si se quiere entender ¿por qué la región es el
“Raúl Reyes”1 en territorio ecuatoriano; entre resultado de procesos, continuidades y dis-
otros episodios recientes. UNASUR se con- continuidades?, ¿cómo el liderazgo de algu-
virtió en una “bala de oxígeno” para la política nos actores construye iniciativas convertidas
exterior del vecindario, funcionó para otorgar en organizaciones?, o ¿por qué los asuntos
cierto grado de independencia de agenda en domésticos de las naciones influyen en la
las variables diplomáticas del contexto suda- identidad y grado de priorización temáti-
mericano. ca en la región?, es menester abrir el texto
El autor muestra los logros de la organi- y dejarse atrapar por su narrativa. Se trata
zación y claramente cuestiona algunas mane- de un libro escrito con un lenguaje fresco,
actualizado, sencillo pero riguroso, con un
1 Luis Édgar Devia Silva, alias “Raúl Reyes”, fue un integrante de
las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Se amplio aparato científico e informativo que
desempeñó como miembro del secretariado, portavoz y asesor
del bloque del sur de esta organización insurgente.
refleja los esfuerzos del autor. Finalmente es
un análisis sobre un aspecto crucial de las convierte en un referente actual sobre las di-
relaciones internacionales sudamericanas námicas propias de la región en cuestiones
que actualmente ha perdido fuerza o se ha internas, domésticas e intermésticas.
invisibilidado por la ausencia u ocaso de las
figuras políticas que marcaron su creación César Augusto Niño González
y acción. Por tal razón, esta publicación se Universidad Sergio Arboleda, Colombia
227
Reseña. Indígenas de la nación. Etnografía histórica de la alteridad (Milpa Alta, siglos XVII-XXI)
no toma a “los indígenas” como categoría ob- torio (p. 87-88). La población de Milpa Alta
jetiva previa al Estado nación, sino que ubica se relacionó con el Estado mediante conflictos
los procesos estatales y fenómenos nacionales por la tierra y el surgimiento de un movimien-
por medio de los cuales un sector de la pobla- to campesino que promovió la emergencia de
ción se ha autoidentificado como “indígena” y la “comunidad” como una instancia legítima
los cambios históricos que ha entrañado dicha de representación que enarboló los intereses
categoría. campesinos y la categorización de “comuneras
La referencia histórica y etnográfica es la y comuneros” que expresa –entre los líderes–
población de Milpa Alta –actualmente una una coincidencia con los símbolos e ideales
delegación de la Ciudad de México– y su re- revolucionarios.
lación con el Gobierno colonial, la inestabi- “Una nueva historia de fundación”, en el
lidad política del siglo XIX, la consolidación capítulo III, ilustra cómo los relatos de origen
del Estado posrevolucionario y el impacto del explicitan que las “retóricas hegemónicas” se
multiculturalismo. El libro está dividido en han adoptado y recreado localmente por me-
dos partes. La primera “Fundar el territorio, dio de explicar cómo los orígenes de la pobla-
atribuir un origen”, conformada por tres capí- ción, al igual que del territorio, fueron nacio-
tulos, ilustra y analiza el conflicto por la tierra nalizados. De haber constituido para el siglo
y la disputa por el contenido del mito de ori- XVII una legitimidad indígena en el vínculo
gen. La segunda parte, “Nombrar un pueblo”, con el territorio, tres siglos después dicha le-
ilustra la creación de registros de autoridad gitimidad se sostiene con el vínculo a un pa-
233
y categorías de autoidentificación durante la sado prehispánico. El referente empírico son
consolidación del Estado nación posrevolu- las cuatro versiones escritas entre 1930 y 1950
cionario. de la historia fundacional, para plantear una
El primer capítulo, “El pacto colonial”, re- hipótesis en dos niveles: i) la relación entre
cupera la historia agraria de Milpa Alta entre poblaciones indígenas y el pasado prehispáni-
los siglos XVI y XVIII para explicar la cons- co no es externa ni previa al Estado sino una
trucción de los órdenes social y político du- novedad del siglo XX y una estrategia para
rante los 300 años de la dominación española “integrar los sectores marginados socialmente
en el centro de la Nueva España. Al observar situados en los márgenes de la historia”; y ii)
el territorio como resultado de acciones ju- al hacerlo se abrió un espacio simbólico en el
rídicas y el mito de fundación que recrea el cual estas poblaciones reconocidas como “di-
catolicismo, se analiza cómo el derecho y la ferentes” existieron sin dejar de pertenecer a la
religión mediante la apropiación del culto a la nación (p. 115-116).
Virgen de la Asunción moldearon una “indi- La explicación de este cambio de pasado
genidad colonial” que operó hasta la guerra de se encuentra en el análisis a una escala más
independencia cuando la población indígena amplia del tránsito que estas mismas narra-
se volvió problemática para el cumplimiento tivas tuvieron hacia finales de la época de la
de los ideales de la nueva nación mexicana. Colonia, durante la gesta de independencia,
El capítulo II, “El conflicto agrario en Mil- las invasiones estadounidense y francesa, y el
pa Alta en el siglo XX”, reconstruye la disputa ocaso del siglo XIX. Entonces hubo cantidad
por el territorio –entre 1920 y 1980– que ilus- de esfuerzos científicos y artísticos por valorar
tra un “aspecto central del proceso de forma- a la “raza indígena” como autóctona, otorgán-
ción de la nación”: la “formación” de su terri- dole a México un lugar en el mundo civilizado
Reseña. Indígenas de la nación. Etnografía histórica de la alteridad (Milpa Alta, siglos XVII-XXI)
a partir de la exaltación de su pasado prehispá- ridad. Para el caso de Milpa Alta, esta diferen-
nico (p. 133). cia cultural subyace el efecto de alteridad que
Será después de la Revolución mexicana6 distinguirá a la población como autóctona y
cuando se promueva –con la investigación diferente al resto de los mexicanos, marcán-
arqueológica y los intentos de rescate, preser- dolos como exclusivos (al ser herederos de los
vación y defensa del arte popular– el discurso aztecas) y excluidos al ser diferentes de quienes
de la herencia gloriosa que los pueblos indí- no lo son (p. 178).
genas contemporáneos mantenían. Discutido En el capítulo V, “Del derecho a la tierra al
por varios autores durante la última mitad del derecho de sangre (originarios y avecindados
siglo XX, esa narrativa construyó un vínculo en Milpa Alta)”, se indaga en la migración in-
con las civilizaciones prehispánicas que expli- dígena que se ha promovido en la población
ca, en cierta medida, la idea de que lo mexi- milpaltense y la elaboración de una diferen-
cano es resultado de una mezcla entre aztecas ciación entre nativos y extranjeros que toma
y españoles que dio a luz un nuevo pueblo forma en la categoría originario. Con base en
mestizo. El indígena posrevolucionario era un una serie de situaciones y eventos, la autora
sujeto por integrar la nación, pero también la narra que las maneras para expresar, estable-
encarnación de virtudes a mantener. cer y nombrar la diferencia entre milpaltenses
La segunda parte del libro contiene cua- y migrantes buscarán una nueva legitimidad
tro capítulos en los cuales se explica cómo se autóctona. Esto se explicita en el contexto
produce el régimen nacional de alteridad. En de cambios relacionados con la presencia del
234
el capítulo IV, “Los herederos de los aztecas multipartidismo y los procesos electorales de
¿una alteridad nacionalista? (1900-2010)”, se las autoridades de la delegación, y el papel
discute cómo se consolidó un discurso com- clave que juegan los coordinadores de enlace
puesto por la reivindicación de un pasado in- territorial de los pueblos que conforman Mil-
dígena prehispánico, el indígena como “otro” pa Alta.
diferente y la ideología del mestizaje que in- Por lo que, en el capítulo VI, “Los coordi-
cluye al “otro” como constitutivo del nuevo nadores, operadores políticos de la categoría
“nosotros” mexicano. La historia de Milpa originario (2000-2010)”, se identifican las
Alta –previa y posterior a la Revolución mexi- prácticas de estos importantes actores en la
cana– ofrece el referente para elaborar el nexo emergencia de un “nuevo espacio social y geo-
entre la formación del Estado, la instituciona- gráfico de acción política: el pueblo” (p. 221).
lización de la antropología y la creación de la Con detallado material etnográfico, se ilustra
imagen de este pueblo como reducto impolu- cómo sucede la micropolítica en la defensa de
to de la cultura azteca. la autonomía territorial y política que enarbo-
Identificando personajes locales que co- lan los coordinadores con un discurso “tradi-
laboraron con antropólogos, lingüistas y ar- cionalista” que reactualiza el “ideal comunita-
tistas, la autora ilustra la tendencia generali- rio” especialmente –o como consecuencia– de
zada entre la clase media y alta de la época: las disputas entre partidos políticos (p. 254).
conocer a las masas rurales, dotarlas de una Los procesos electorales recientes se pre-
esencia y autenticidad, construirlas como alte- sentan como un espacio para reivindicar el
origen e incluirlo como un criterio indispen-
6 La Revolución mexicana fue un conflicto armado que se inició
en México el 20 de noviembre de 1910. Hoy en día, suele ser sable de participación (p. 233). Encuentros
referido como el acontecimiento político y social más impor-
tante del siglo XX en México.
fallidos, situaciones tensas y disputas por la
1. Álvaro López Lara, Universidad Autónoma Me- 27. María Fernanda López, Facultad Latinoameri-
tropolitana - Iztapalapa, México. cana de Ciencias Sociales, Ecuador.
2. Angélica Damián, Universidad Nacional Autó- 28. Marién González Hidalgo, Universidad Autó-
noma de México. noma de Barcelona, España.
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4. Astrid Ulloa, Universidad Nacional de Plata, Argentina.
Colombia. 30. Martina Caretta, West Virginia University,
5. Blanca R. Ramírez Velázquez, Universidad Au- Estados Unidos.
tónoma Metropolitana - Xochimilco, México. 31. Mercedes Calzado, Universidad de Buenos
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Autónoma de México. 32. Meysis Carmenati, Universidad Central del
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9. Cristina Yépez, McGill University, Canadá. Bolívar, Ecuador.
10. Daniel Rodríguez Velázquez, Universidad 35. Mónica Salomón, Universidad Federal de Santa
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Inglaterra. 44. Sara González, University of Leeds, Reino
20. José G. Vargas Hernández, Universidad de Unido.
Guadalajara, México. 45. Sara Koopman, Kent State University, Estados
21. Juan Carlos Arriaga Rodríguez, Universidad de Unidos.
Quintana Roo, México. 46. Saudia Levoyer, Universidad Andina Simón
22. Julieta Vera, Universidad Católica Argentina. Bolívar, Ecuador.
23. Karen Andrade, Universidad Central del 47. Sergio Caballero, Universidad Deusto, España.
Ecuador. 48. Sergio Toro, Universidad de Concepción,
24. Leticia María Ruiz, Universidad Complutense Chile.
de Madrid, España. 49. Sharlene Mollett, University of Toronto,
25. Lindsay Naylor, Universidad de Delaware, Canadá.
Estados Unidos. 50. Victor Marchezini, Centro Nacional de
26. Lorena Poblete, Universidad Nacional de San Monitoreo e Alerta Temprana de Desastres,
Martín, Argentina. Brasil.
Política editorial
Íconos. Revista de Ciencias Sociales recibe artículos durante todo el año siempre que estos se ajusten a la polí-
tica editorial y a las normas de presentación de originales. Por el carácter especializado de la revista, se espera
que los artículos presentados sean preferentemente resultados o avances de investigación en cualquier área
de las ciencias sociales. También se aceptan ensayos sobre temas históricos o contemporáneos que se apoyen
sólidamente en bibliografía especializada, análisis de coyuntura nacional o internacional que partan de apro-
ximaciones académicas y/o entrevistas de interés para el campo de las ciencias sociales.
Secciones
Debate. Es la sección dedicada a la presentación de lecturas críticas o balances sobre los dossier publicados
en ediciones anteriores.
Dossier. Esta sección compila un conjunto de artículos arbitrados que giran en torno a un tema central, el
que es tratado con profundidad y desde distintos enfoques. Las convocatorias a presentación de artículos para
esta sección tienen fechas de cierre, por lo que se sugiere consultar las distintas convocatorias.
Diálogo. En esta sección se publican entrevistas temáticas y biográficas realizadas a académicas y académicos 237
de las ciencias sociales. Igualmente en esta sección podrán incluirse diálogos entre dos o más académicas o
académicos sobre un tema específico.
Temas. Esta sección incluye artículos arbitrados dedicados a diversos temas de investigación. Recoge análisis
con temática libre, artículos sobre temas de confrontación teórica, así como textos de análisis de coyuntura
nacional e internacional enfocados desde las distintas disciplinas de las ciencias sociales. Los artículos para
esta sección se reciben a lo largo de todo el año.
Reseñas. Es la sección de crítica bibliográfica. Se incluyen tanto comentarios críticos a obras de ciencias so-
ciales como ensayos comparativos entre libros. Se espera que los textos enviados a esta sección no resuman
únicamente el contenido de un libro sino que lo discutan.
Selección de artículos
Los artículos enviados a la revista serán sometidos a un proceso de revisión que se realizará en varias etapas:
1) Los artículos que cumplan con los requerimientos formales especificados en las normas editoriales de la
revista serán dados por recibidos.
2) Los artículos recibidos serán sometidos a una evaluación inicial que valorará la pertinencia temática,
originalidad y calidad del texto. Esta evaluación previa estará a cargo del coordinador o coordinadora del
dossier en el caso de los artículos enviados a dicha sección, o de un miembro del consejo editorial en el
caso de las secciones restantes.
3) Si el artículo ha sido valorado positivamente, entrará en un proceso de arbitraje bajo el sistema de revi-
sión por pares. Este proceso consiste en someter cada artículo al criterio de por lo menos dos revisoras o
revisores académicos y anónimos.
Para cada artículo se seleccionará lectoras y lectores con título doctoral cuyas publicaciones demuestren
un amplio conocimiento de los temas abordados por el texto enviado a revisión. En ocasiones, se se-
leccionará también a investigadores e investigadoras que, sin título doctoral, posean una trayectoria de
investigación reconocida sobre el tema.
Los lectores y lectoras tendrán en cuenta, para su recomendación, la calidad del trabajo en relación
con su originalidad, aporte al tema investigado, solvencia teórica, aparato crítico o argumentativo, me-
todología y manejo de la información, resultados o conclusiones, bibliografía y claridad de expresión.
Con base en lo señalado, los revisores y revisoras determinarán si el artículo es: a) publicable sin
modificaciones; b) un fuerte candidato para publicación si se realizan ciertas revisiones al manuscrito; c)
publicable solo si se realizan revisiones de fondo; d) no publicable.
4) En caso de discrepancias con los resultados, el artículo será enviado a un tercer revisor o revisora cuyo
criterio definirá la publicación del artículo.
5) Los resultados del proceso de arbitraje serán inapelables en todos los casos.
6) El proceso de selección de artículos llevará entre cuatro y seis meses.
Las personas interesadas en publicar artículos en Íconos. Revista de Ciencias Sociales deben leer y cumplir los
requisitos para el envío de artículos enunciados en las Políticas editoriales en esta plataforma; deben estar
de acuerdo con los procedimientos para la selección de artículos adoptados por la revista y sus textos deben
ajustarse a los siguientes lineamientos.
238 El consejo editorial de Íconos. Revista de Ciencias Sociales se reserva el derecho último a decidir sobre la
publicación de los artículos, así como el número y la sección en la que aparecerán. La revista se reserva el
derecho de hacer correcciones de estilo.
Envío de artículos
El envío de artículos debe realizarse dentro de las fechas establecidas por la revista en el caso de convocatorias
abiertas para la sección Dossier. Las contribuciones para las secciones restantes pueden ser enviadas durante
todo el año.
Los envíos deben realizarse en línea, a través de la plataforma de la revista Íconos, para lo que se requiere
seguir los pasos indicados y cargar los metadatos o la información solicitada.
Recepción: los artículos que se ajusten a estas normas serán declarados “recibidos” y serán notificados de su
recepción al autor o autora. Los que no, serán devueltos.
Idiomas: Íconos se publica en idioma español, no obstante se reciben artículos en español, inglés y portugués.
En caso de que un artículo en idioma inglés o portugués sea aceptado para publicación, la traducción al
español corre por parte del autor/a.
Formato del documento: deben estar escritos en formato Word, en letra Times New Roman tamaño 12, con
interlineado de 1,5, paginado, en tamaño de papel A4 y con márgenes de 2,5 cm. Las notas a pie de página
deben estar en Times New Roman 10 y a espacio sencillo.
Extensión de los artículos: varía de acuerdo con las secciones de la revista y se mide con el contador de palabras
de Word. La extensión debe considerar tanto el cuerpo del artículo como sus notas a pie de página y biblio-
grafía, de modo que el número total de palabras sea el siguiente:
Resumen y descriptores: los artículos destinados a la sección Dossier y Temas deben estar precedidos de un re-
sumen de hasta 150 palabras y deben proporcionar entre cinco y ocho descriptores que reflejen el contenido
del artículo. Para los descriptores, se recomienda revisar los términos establecidos en los listados bibliográfi-
cos (Thesaurus) y buscar correspondencia entre títulos, resúmenes y descriptores.
Citas: las citas textuales que sobrepasen los cuatro renglones deben colocarse en formato de cita larga: a espa-
cio sencillo, tamaño de letra 10 y margen reducido a ambos lados.
c) Los gráficos, cuadros o tablas deben incluirse en el texto y además enviarse en formato Excel.
d) Cada imagen, tabla, cuadro o gráfico debe contener fuentes de referencia completa y es responsabilidad
del autor o autora gestionar los permisos correspondientes para la publicación de las imágenes que lo
requieran y hacer llegar dichos permisos a la revista.
Referencias bibliográficas
a) Las referencias bibliográficas que aparezcan en el texto deben ir entre paréntesis indicando el apellido
del autor o autora únicamente con mayúscula inicial, año de publicación y número de página. Ejemplo:
(Habermas 1990, 15). En ningún caso utilizar op. cit., ibid., ibídem.
b) En el caso de varias obras del mismo autor o autora publicadas el mismo año, identificarlas como a, b,
c, etc. Ejemplo: (Romero 1999a), (Romero 1999b).
Romero, Marco. 1999a. “Se profundiza la recesión y la incertidumbre en Ecuador”. Ecuador Debate
47: 45-63.
________. 1999b. “Crisis profunda e inoperancia gubernamental”. Ecuador Debate 46: 56-78.
Pzeworski, Adam. 2003. States and Markets: A Primer in Political Economy. Nueva York: Cambridge Uni-
versity Press.
________. 2000. Democracy and Development: Political Regimes and Material Well-Being in the World, 1950-
1990. Nueva York: Cambridge University Press.
________. 1993. Economic Reforms in New Democracies: A Social-Democratic Approach. Nueva York: Cam-
bridge University Press.
d) La bibliografía consta al final de cada artículo y debe contener todas las referencias utilizadas en el texto,
las cuales se enlistan siguiendo un orden alfabético por apellido de los autores. El nombre de la autora
240 o autor y no solo el apellido debe ser escrito de manera completa, no simplemente con la inicial del
nombre. La bibliografía debe realizarse de acuerdo con el Manual de Estilo de Chicago (Chicago Manual
of Style, CMS). Para ejemplos de las formas de documentación más comunes, se sugiere visitar nuestra
página web www.revistaiconos.ec.
Migraciones internacionales en América
Latina. Miradas críticas a la producción de
un campo de conocimientos
Dossier
Migraciones internacionales en América Latina: miradas críticas
a la producción de un campo de conocimientos
Presentación del dossier Gioconda Herrera y Ninna Nyberg Sørense
De la migración interna a la migración internacional en México.
Apuntes sobre la formación de un campo de estudio
Liliana Rivera Sánchez
Íconos 58 Los estudios de la migración en Ecuador: del desarrollo nacional
mayo de 2017 a las movilidades María Mercedes Eguiguren
Estudios migratorios e investigación académica sobre las políticas
de migraciones internacionales en Argentina Eduardo Domenech
y Andrés Pereira
La construcción del campo de estudio de las migraciones en Chile:
notas de un ejercicio reflexivo y autocrítico Carolina Stefoni y
Fernanda Stang
Las masacres de migrantes en San Fernando y Cadereyta:
dos ejemplos de gubernamentalidad necropolítica
Amarela Varela Huerta
Diálogo
Movimientos migratorios contemporáneos: entre el control fronterizo
y la producción de su ilegalidad. Un diálogo con Nicholas
De Genova Soledad Álvarez Velasco
Ensayo visual
Cuerpos confinados, almas resilientes Ulla D. Berg y Jennifer Castro
Temas
Crimen corporativo y el discurso de la responsabilidad socioambiental:
el bueno, el feo y el perfumado Lionardo D. de Souza, Valdir M. Valadão
Júnior, Cintia R. de O. Medeiros y Esther S. Gallego
¿Existen las generaciones políticas? Reflexiones en torno a una
controversia conceptual Francisco Longa
Contexto contiguo y operaciones de mantenimiento de la paz
en Argentina, Chile y Venezuela: ¿alianzas estratégicas?
María Elena Lorenzini
Reseñas
Cuerpos deseantes y el armario político hetero-homosexual de Margarita
Camacho Zambrano – Marco Navas Alvear
Movimientos sociales y subjetivaciones políticas de Anders Fjeld, Laura
Quintana y Étienne Tassin, compiladores – Rosa María Mantilla Suárez
Migraciones internacionales, crisis y vulnerabilidades.
Perspectivas comparadas de María Eugenia Anguiano Téllez y Rodolfo Cruz
Piñeiro, coordinadores – Rafael Alonso Hernández López
Etnografías experimentales:
repensar el trabajo de campo
Dossier
Los trabajos de campo, lo experimental y el quehacer etnográfico
Presentación del dossier X. Andrade, Ana María Forero y Fiamma Montezemolo
Resituando el diario/bitácora/sketch en la producción de conocimiento
y sentido antropológico Catalina Cortés Severino
Cultura autóctona: curaduría como proceso etnográfico en la escena
del arte cubano actual Celia Irina González
Representación claroscura: una exploración audiovisual y
teórica de la representación del pasado en el cine documental
Íconos 59 Gerrit Stollbrock Trujillo
septiembre de 2017 La dimensión acústica de la protesta social: apuntes desde
una etnografía sonora José Luis Martin y Santiago Fernández Trejo
Ciberactivismo y olas de agitación comunicativa.
Consideraciones etnográficas
Nicolás Aguilar-Forero
Diálogo
Lévi-Strauss, el individualismo jíbaro y el Musée du quai Branly.
Un diálogo con Anne-Christine Taylor
Giovanna Bacchiddu y Marcelo González Gálvez
Ensayo visual
Rótulos, etnografía y curadurías en el Museo Histórico de
la Policía Nacional, Bogotá Daniel Kraus, X. Andrade,
Ana María Forero y Mauricio Salinas
Temas
Transitar por América Latina: redes, trabajo y sexualidad
Lidia Raquel García Díaz
Conocimiento ecológico local y conservación biológica:
la ciencia postnormal como campo de interculturalidad
Jorje Ignacio Zalles
Reseñas
Cuerpos en escena. Materialidad y cuerpo sexuado en
Judith Butler y Paul B. Preciado de Martín De Mauro Rucovsky
– Antonieta Ramírez
El conejillo de Indias profesional. La industria farmacéutica y
el riesgoso mundo de los sujetos de investigación de Roberto Abadie
– Mario Portugal-Ramírez
El sistema es antinosotros. Culturas, movimientos y resistencias juveniles
de José Manuel Valenzuela Arce, coordinador – Isaac Vargas
El audiovisual ampliado de Santiago Marino, coordinador – Nadia
Sabrina Koziner
El trabajo político en América Latina:
actores, recursos y trayectorias
Dossier
Las dimensiones del trabajo político: destrezas, escalas, recursos y trayectorias
Presentación del dossier Edison Hurtado Arroba, Martín Paladino y
Gabriel Vommaro
Trabajo político territorial y (auto)clasificaciones del quehacer político.
Perspectiva desde la trayectoria de un líder barrial en la Ciudad de México
Hélène Combes
El trabajo de los armadores políticos en Argentina: desafíos, instrumentos
y competencias para el detrás de escena Mariana Gené
Íconos 60 Obras, fotos y trabajo político: aportes antropológicos sobre
enero de 2018 su producción social Julieta Gaztañaga
Dinámica sociopolítica de la revolución ciudadana. El arte de servir
como trabajo político que une y separa sociedad y Estado
José Antonio Villarreal Velásquez
Del intercambio al interconocimiento: la etnografía ante los hechos
invisibles del trabajo político Julieta Quirós
La Democracia Cristiana en el área chica de la posdictadura. Prácticas políticas
y relaciones clientelares en una comuna chilena David Luján Verón
y Aníbal Pérez Contreras
Diálogo
Los sistemas de protesta, el Estado y la pasión por la sociología política.
Un diálogo con Marco Estrada Saavedra Edison Hurtado Arroba
Ensayo visual
Politicalidad siempre Hugo Chávez Carvajal
Temas
De salidas y derivas. Anthropological Groove y “la noche”
como espacio etnográfico Gustavo Blázquez y Agustín Liarte Tiloca
Construir la interculturalidad. Políticas educativas, diversidad
cultural y desigualdad en Ecuador Marta Rodríguez Cruz
Reseñas
Pedagogía y colonialidad en la Amazonía ecuatoriana. El caso de la escuela
Cabo Minacho Padilla (1960-1979) de José Alberto Flores Jácome
– Liliam Fiallo Monedero
El tren de Lenin. Los orígenes de la revolución rusa de Catherine Merridale
– Óscar Murillo Ramírez
Foucault, lector de Nietzsche de David Cortez Jiménez – Alejandro Obregón
Hilario
No. 61, Mayo 2018
ISSN 1390-1249
CDD 300.5 / CDU 3 / LC H8 .S8 F53
Vol. 22, Issue 2, May 2018
Quito, Ecuador