N.º 67, Vol. XXIV (2do. Cuatrimestre) ISSN 1390-1249 / e-ISSN: 1390-8065 WWW - Revistaiconos.ec
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Contenido/Content
Dossier de investigación/Research dossier
Temas/Topics
Introduction to dossier
Disappearances of people in the globalized world:
Challenges from Latin America
ÍCONOS Revista de Ciencias Sociales • n.º 67 • vol. XXIV (2do. cuatrimestre) • ISSN: 1390-1249 • e-ISSN: 1390-8065
mayo-agosto 2020 • www.revistaiconos.ec
Páginas 7-15
ÍCONOS 67 • 2020
social de exclusión propia de las sociedades liberales que condena a poblaciones en-
teras a la clandestinidad, el borramiento y la inexistencia social. Estos desaparecidos,
eliminados, ocultados y borrados (como los migrantes, los sin tierra o los apátridas)
plantean para la autora el problema de la articulación entre una desaparición política
y social, y su funcionalidad económica.
Esta perspectiva resulta bastante útil para comprender las desapariciones en el
México contemporáneo, lugar desde el cual se gesta este dossier. En nuestra expe-
riencia de investigación durante la última década, hemos visto cómo este crimen se
ha transformado e intensificado en el marco de nuevas conflictividades en las que el
crimen organizado se agrega como actor principal en la guerra por los territorios, la
trata de personas, la migración forzada y la violencia letal contra las mujeres, hacien-
do uso de tecnologías de la crueldad que han circulado desde los ejércitos regulares
y paramilitares. Hemos observado también una profunda relación entre pobreza,
precariedad y desaparición, así como entre las economías extractivas, legales e ilegales
y el uso de la crueldad. Este correlato económico de la desaparición de personas es
también un correlato político, en tanto expresión del poder en el uso instrumental de
los cuerpos, pero también en la activación de dispositivos estatales que actualizan el
uso de la desaparición como técnica de control.
8 En México, que cuenta ya 60 000 personas desaparecidas (Enciso 2020), este
fenómeno dejó de ser una estrategia exclusiva de la violencia política que reitera
con su presencia el monopolio legítimo de la violencia en manos del Estado y ha
ingresado en el repertorio de la violencia criminal en donde los motivos y los ac-
tores asociados con el fenómeno se tornan ambiguos, ocultando la participación
del Estado detrás de la multiplicación de fuerzas paramilitares, que suma nuevas
geografías, víctimas y perpetradores. Estas modificaciones han tenido como efecto
la producción de nuevas representaciones sobre las víctimas, aparatos burocráticos,
saberes y formas de gestionar la problemática (Robledo 2015 y 2016; Irazuzta
2017), para lo cual se hace pertinente enfocar la atención en los perfiles de las víc-
timas, que en su mayoría son jóvenes, hombres precarizados de las ciudades y las
zonas campesinas e indígenas.
Asimismo se hace necesario reconocer a los perpetradores en toda su dimensión,
considerando, como sugiere Reveles (2011), que la desaparición de personas se ha
convertido en un negocio para extorsionar, esclavizar, reclutar o vender a las personas,
y en un mecanismo de castigo, advertencia y limpieza social (Reveles 2011). Aquello
que llamamos crimen organizado no es más que un sistema de redes clientelares de
cooperación entre criminales profesionales y funcionarios públicos, que persiguen
el propósito de obtener ganancias económicas mediante el desarrollo de actividades
ilícitas, apoyadas, en última instancia, por el uso de la violencia (Flores Pérez 2013).
O como diría Mary, madre de cuatro jóvenes desaparecidos en México: “Más que el
crimen organizado, lo que tenemos en México es el crimen autorizado, el crimen ins-
1 María Herrera Magdaleno, madre de cuatro hijos desaparecidos en México entre 2008 y 2010, fundadora de la organización Enlaces
Nacionales. Testimonio ofrecido en el marco del Seminario de Derecho Crítico “Violencias extremas y cotidianas: una mirada inter-
seccional”, realizado en Ciudad de México el 15 de octubre de 2019.
no repetición. Las contribuciones a este dossier desde las geografías del sur permiten
hacer un balance crítico sobre los proyectos sociales en torno a la desaparición de per-
sonas para preguntarnos por sus alcances y sus límites y, sobre todo, imaginar otras
posibilidades para hacer frente a esta “catástrofe social” (Gatti 2008), en condiciones
de impunidad generalizada y conflictividad social exacerbada.
De esta manera buscamos contribuir a la transmisión de reflexiones sur-sur en
torno a la desaparición de personas, convocando posturas críticas que permitan re-
conocer los alcances reales de las estrategias que como sociedad hemos creado para
responder a este fenómeno. Pero también, posturas que permitan anticiparnos a las
formas que adquiere la violencia en el contexto actual latinoamericano, que en países
como México son sumamente expresivas y letales, pero que de igual forma podrían
estar circulando por nuestra geografía regional acoplándose a cada contexto con con-
secuencias devastadoras.
Los artículos aquí reunidos posibilitan comprender la desaparición en el marco de
los regímenes que la han producido, incluyendo aquellos que cometen el crimen en
nombre de la democracia. El dossier se divide en tres bloques temáticos que permi-
ten abordar diferentes aristas del mismo problema. En el primero, contamos con un
par de reflexiones sobre las políticas de los Estados nacionales y supranacionales para
10 atender este crimen y sus consecuencias.
Se inicia esta compilación con el artículo “Desapariciones forzadas por actores
no estatales: la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos”,
que condensa una discusión sociojurídica sobre la “desestatización” de este crimen.
El autor Pietro Sferrazza-Taibi presenta los resultados de un análisis en torno a los
estándares de imputabilidad aplicados por la Corte para declarar la responsabilidad
internacional del Estado por desapariciones forzadas, cuando sus órganos no come-
tieron materialmente el crimen.
Esta lectura sobre los estándares jurídicos tiene un correlato social en las manifes-
taciones más recientes del crimen que sitúan la participación del Estado en condi-
ciones novedosas para la sanción internacional. En este contexto, resulta fundamen-
tal preguntarse por las condiciones de “aquiescencia”, “autorización” y “apoyo” que
constituyen la responsabilidad estatal cuando se trata de un crimen cometido por
particulares. Retomando casos de Colombia, Guatemala y México, el autor refiere
a los alcances y los límites del mecanismo interamericano para hacer frente a estas
mutaciones criminales que evidencian lo insuficiente de los marcos jurídicos actuales.
Después de discutir el marco de la política internacional de justicia para hacer
frente a la desaparición de personas, nos encontramos con una reflexión sobre los
efectos de la política pública en torno a las desapariciones en Chile después de 40
años de su ocurrencia. El artículo “Reparación simbólica, trauma y victimización: la
respuesta del Estado chileno a las violaciones de derechos humanos 1973-1990”, de
Javiera Bustamante-Danilo y Alejandra Carreño-Calderón, sostiene que la política
oficial chilena frente a los derechos humanos se ha expresado en una perspectiva pa-
tológica del abordaje del trauma útil a los propósitos de olvido y clausura del pasado.
Pese a la proliferación de comisiones, programas e instituciones que buscan fa-
vorecer la materialización del paradigma reparatorio bajo el principio de que es una
responsabilidad moral y ética del Estado, las autoras aseveran que se ha instituciona-
lizado un régimen de impunidad. Este posicionamiento crítico resulta fundamental
para preguntarse por los alcances de las políticas que emprenden países latinoameri-
canos importando los paquetes de justicia transicional a sus contextos sin advertir sus
límites y fracasos.
En el segundo bloque se encuentran un par de artículos que permiten reflexionar
el fenómeno de la desaparición desde espacios de tránsito, los sueños y la situación
de personas migrantes desaparecidas. El artículo “La presencia de la ausencia. Hacia
una antropología de la vida póstuma de los desparecidos en el Perú”, de la autora
Dorothée Delacroix, nos introduce en la experiencia onírica de las comunidades an-
dinas de este país para plantear una lectura crítica al dominio de los mecanismos de
justicia transicional orientados a la reconciliación. La autora recupera la narrativa de
los sueños de las comunidades campesinas para comprender cómo gestionan desde
sus propios recursos simbólicos las posibilidades de justicia al margen de los relatos
institucionales. Los sueños de los campesinos que sobreviven la violencia expresan 11
las dificultades de la vida cotidiana y reclaman por las cuentas pendientes del pasado
discrepando de las memorias y los modelos de pacificación oficiales.
Esta mirada a los sueños constituye una crítica radical a los lenguajes estandariza-
dos con los cuales se narran violencias extremas como la desaparición de personas y
se configura la existencia de una víctima pasiva, despolitizada e inocente. Las almas
en pena que recorren los paisajes andinos, con el carácter persecutorio de la mala
muerte, contradicen los intentos de pacificación emanados del centro y permiten
recuperar un “equilibrio precario” frente a condiciones de violencia y desigualdad que
continúan intactas pese a los intentos institucionales de transición. Aproximarse a la
desaparición forzada desde este enfoque de diversidad cultural permite reconocer las
formas de innovación simbólica y ritual que las comunidades elaboran para gestionar
el exceso de este tipo de violencia, frente al cual los intentos estatales y las interven-
ciones expertas resultan insuficientes.
El artículo “Desafíos y tensiones en la búsqueda de migrantes desaparecidos de
Honduras y El Salvador”, de la autora Gabriela Martínez-Castillo, presenta no solo
la dificultad social que rodea al proceso de reconocimiento de una persona migrante
como desaparecida, sino también los obstáculos institucionales que limitan en terri-
torio mexicano las capacidades de búsqueda de una familia extranjera en circunstan-
cias de extrema vulnerabilidad. La mirada de Martínez-Castillo permite complemen-
tar este dossier con una dimensión pocas veces incorporada en la reflexión sobre la
desaparición de personas: la movilidad humana, un proceso que crece en paralelo a
Referencias
15
Serie Atrio
Mujeres en la publicidad del Ecuador:
de las imágenes a los cuerpos
Jenny Pontón Cevallos
Editorial FLACSO Ecuador
290 páginas
de Derechos Humanos
Forced disappearances by non-state actors: The case laws of the Inter-American
Court of Human Rights
Dr. Pietro Sferrazza-Taibi. Profesor de la Facultad de Derecho, Universidad Andrés Bello (UNAB), Chile.
([email protected]) (https://orcid.org/0000-0003-1133-9221)
Resumen
El objetivo del presente trabajo consiste en analizar los estándares de atribución aplicados por la Corte Interamericana de
Derechos Humanos (Corte IDH) para declarar la responsabilidad internacional del Estado por desapariciones forzadas
cometidas por actores no estatales. El artículo se refiere a la clasificación de los autores de la desaparición forzada, para luego
concentrarse en el análisis de las sentencias de la Corte IDH sobre desapariciones forzadas cometidas por actores no estatales
que actuaron con el apoyo, la autorización y la aquiescencia del Estado. Asimismo, se analiza la jurisprudencia sobre los
casos de desapariciones cometidas por actores no estatales sin vínculo con el Estado. De ese modo, se identifican las etapas
jurisprudenciales que la Corte ha superado y se analiza el contenido de los estándares de atribución aplicados. Por lo tanto,
además de brindar una descripción del estado de la cuestión, se esbozan apreciaciones críticas sobre el camino recorrido por
la Corte, con la finalidad de orientar la interpretación de los estándares para casos similares y para hipótesis sobre las que no
ha habido pronunciamiento por parte del tribunal interamericano.
Descriptores: actores no estatales; derechos humanos; desaparición forzada; jurisprudencia; responsabilidad del Estado;
sistema interamericano.
Abstract
The goal of this work is to analyze the attribution standards employed by the Inter-American Court of Human Rights
(IACHR) in order to account for the State’s responsibility in the forced disappearances perpetrated by non-state actors.
This article initially focuses on the classification of perpetrators of disappearances. It then addresses the IACHR sentences
about forced disappearances perpetrated by non-state actors who committed these acts with the support, authorization
and acquiescence of the State. This article also analyzes the laws about disappearances perpetrated by non-state actors
with no connections to the State. In this manner, this work identifies the stages of the law superseded by the IACHR
and analyzes the content of the attribution standards employed. Therefore, besides presenting a description of the state in
question, this research outlines critical contributions of the path the IACHR followed in order to guide the interpretation
of the standards of similar cases and to hypothesize about the cases the IACHR did not address.
Keywords: Non-state actors; human rights; forced disappearance; case law; responsibility of the State; Inter-American system.
ÍCONOS Revista de Ciencias Sociales • n.º 67 • vol. XXIV (2do. cuatrimestre) • ISSN: 1390-1249 • e-ISSN: 1390-8065
mayo-agosto 2020 • www.revistaiconos.ec
https://doi.org/10.17141/iconos.67.2020.4171 • Páginas 17-37
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Pietro Sferrazza-Taibi
1. Introducción
del Estado es el conjunto de obligaciones que un Estado debe cumplir como conse-
cuencia de una acción u omisión ilícita que le es imputable (Stern 2010, 194).
El principal instrumento normativo sobre responsabilidad internacional del Esta-
do es el “Proyecto de artículos sobre responsabilidad del Estado por hechos interna-
cionalmente ilícitos” (PAREHII) elaborado por la Comisión de Derecho Internacio-
nal de la Organización de las Naciones Unidas (CDI-ONU 2001). Este instrumento
no es un tratado internacional, con lo cual su valor normativo ha sido objeto de dis-
cusión en la doctrina. Algunos autores han afirmado que este tipo de documentos de
la CDI son una manifestación del proceso de codificación del derecho internacional
y demuestran la práctica de Estados y organizaciones internacionales (Caron 2002,
867; Crawford 2012, 43-44; Meron 1991, 137). El PAREHII es un instrumento que
sistematiza la práctica internacional sobre la responsabilidad internacional del Esta-
do, conformada por algunos estándares que han alcanzado rango consuetudinario o
que reflejan normas de desarrollo progresivo. Asimismo varios tribunales internacio-
nales han recurrido a este instrumento para fundamentar sus decisiones (Asamblea
General de la ONU, 2019).
Una de las instituciones más relevantes en el paradigma de la responsabilidad
internacional del Estado es el hecho internacionalmente ilícito, esto es, una acción u
omisión imputable al Estado que viola una obligación internacional vigente (CDI- 19
ONU 2001, art. 2). Su configuración requiere la concurrencia de dos elementos: la
ilicitud y la atribución o imputabilidad (CIJ 1980, 56). La ilicitud es la violación
de una obligación internacional que está vigente al momento en que se produce
el comportamiento que la vulnera (CDI-ONU 2001, art. 13, comentario 1). En
cambio, la atribución es una operación jurídica que tiene por objeto determinar si el
comportamiento activo u omisivo de una persona física o jurídica puede considerarse
un acto del Estado (Condorelli y Kress 2010, 221; Mariño Menéndez 2005, 478 y
479; Przetacznik 1983, 71).
De ese modo, la concurrencia de la atribución se comprueba sobre la base de al-
gunos estándares. La regla básica es el principio de unidad del Estado, en cuya virtud
toda acción u omisión de un órgano público cometida en calidad de tal es atribuible
al Estado al que pertenece ese órgano (CDI-ONU 2001, art. 4). Sin embargo, la rea-
lidad presenta casos más complejos en que el hecho ilícito es cometido materialmente
por un actor no estatal, en cuyo caso es necesario determinar si es aplicable alguna
regla de atribución concebida para dichas hipótesis. Uno de dichos estándares es la
regla de control, que tiene por finalidad determinar si un comportamiento realizado
por sujetos particulares puede ser atribuido a un Estado con base en el control ejerci-
do por éste sobre esos sujetos (CDI-ONU 2001, art. 8, comentario 3). En la práctica
internacional, hay dos interpretaciones de este estándar. La Corte Internacional de
Justicia (CIJ) ha exigido un control efectivo (effective control), entendido como la
existencia de un control sobre cada una de las operaciones específicas cometidas por
Pietro Sferrazza-Taibi
un actor no estatal que impliquen una infracción a una determinada obligación inter-
nacional (CIJ 1986, 111 y 115). En cambio, el Tribunal Penal Internacional para la
exYugoslavia (TPIY) ha considerado que se trata de un control global o de conjunto
(overall control), bastando que el Estado coordine o ayude en la planificación general
de las actividades del grupo no estatal (TPIY 1999, 131).
Otro estándar de atribución que puede aplicarse para responsabilizar a un Estado
por las actuaciones de particulares es la diligencia debida. Si bien el PARIEHII no
la codifica, se trata de un criterio frecuentemente aplicado por tribunales interna-
cionales. De conformidad con esta regla, el Estado puede ser responsabilizado por
la actuación de sujetos que no forman parte de su estructura orgánica si se cumplen
dos requisitos: 1) que el Estado conozca un riesgo real e inminente de una infracción
a un deber internacional; y 2) que no adopte las medidas razonables para prevenir la
concreción del riesgo (CIJ 1980, 63-68).
El repaso de estas reglas de atribución es indispensable para enfrentar la pregunta
sobre su eventual aplicabilidad a los casos de desapariciones forzadas y para compren-
der a cabalidad la jurisprudencia de la Corte IDH sobre este problema.
Ahora bien, los instrumentos internacionales específicos sobre desaparición forza-
da aluden a las desapariciones cometidas por sujetos no estatales. Así, las definiciones
20 de desaparición forzada contenidas en el preámbulo de la Declaración sobre la protec-
ción de todas las personas contra las desapariciones forzadas, el art. II de la Convención
interamericana sobre desaparición forzada de personas (CIDFP) y el art. 2 de la Con-
vención internacional para la protección de todas las personas contra las desapariciones
forzadas (CIPPDF), utilizando una terminología similar, establecen que este crimen
puede ser cometido por agentes del Estado o por personas o grupos de personas que
actúan con la autorización, el apoyo o la aquiescencia del Estado. Además, el art. 3 de
la CIPPDF dispone que los Estados deben investigar y procesar a los responsables de
las conductas no comprendidas en la definición de desaparición forzada y que sean
obra de personas o grupos de personas que actúen sin la autorización, el apoyo o la
aquiescencia del Estado. Por ende, los actores no estatales sin vínculo con el Estado
no quedaron absolutamente excluidos de la regulación de este tratado (Sferrazza Taibi
2019, 160-167).
Finalmente, el Estatuto de Roma define en el art. 7 (1) los crímenes de lesa huma-
nidad señalando que se comenten “como parte de un ataque generalizado o sistemáti-
co contra una población civil y con conocimiento de dicho ataque”. A su vez, el art. 7
(2) (a) define el “ataque contra una población civil” como una “línea de conducta que
implique la comisión múltiple de actos […] contra una población civil, de conformi-
dad con la política de un Estado o de una organización de cometer ese ataque o para
promover esa política”. Por ende, la política que impulsa la comisión de los crímenes
puede ser la de un Estado o de una “organización” distinta del Estado. Por otra parte,
el Estatuto de Roma, al definir la desaparición forzada en el art. 7 (2) (i), prescribe
que pueden ser sujetos activos un Estado o una organización política. Sin embargo,
ni en la doctrina ni en la jurisprudencia de la Corte Penal Internacional (CPI) existe
acuerdo sobre las características de la organización. Se han barajado dos posturas: una
amplia, según la cual la característica definitoria de la organización es su capacidad
para llevar a cabo actos que atentan contra valores humanos básicos (verbi gratia, CPI
2010, 90-92; Sadat 2013, 334-377) y otra restringida, que exige una similitud es-
tructural de la organización con el Estado (State-like organization) (verbi gratia, CPI
2010, 51-55, opinión disidente del juez Kaul; Kress 2010, 855-873).
Ahora bien, si se clasifican los autores de la desaparición forzada con un criterio
normativo basado en dichos instrumentos internacionales, se puede diferenciar entre
agentes estatales y actores no estatales, atendiendo a si el autor pertenece o no a la
estructura orgánica del Estado. Además, entre los actores no estatales debe distin-
guirse a quienes tienen alguna vinculación con el Estado en cuanto actúan con su
autorización, apoyo o aquiescencia y quienes no tienen relación alguna con el aparato
estatal. Respecto de estos últimos, se discute si jurídicamente pueden cometer o no
desapariciones forzadas (Sferrazza Taibi 2019, 154-ss.).
Aclaradas estas nociones básicas, se procederá al análisis de la jurisprudencia de la
Corte IDH sobre desapariciones cometidas por actores no estatales.
21
Pietro Sferrazza-Taibi
(Hessbruegge 2005, 53 y 58; Palchetti 2007, 121 y 224-225; Vermeulen 2012, 253-
254), mientras que otros interpretaron que aplicó el estándar de control sin referirse
expresamente a éste (Annoni 2005, 675; Marks y Azizi 2010, 727-728).
Otro es “19 comerciantes vs. Colombia” sobre desapariciones forzadas y ejecucio-
nes extrajudiciales cometidas por la agrupación paramilitar Asociación de Campesi-
nos y Ganaderos del Magdalena Medio (ACDEGAM) en perjuicio de 19 personas
que, supuestamente, comercializaban con la guerrilla (Corte IDH 2004a, 85). La
sentencia consideró demostrado que la legislación sobre los paramilitares vigente al
momento de los hechos tuvo por objeto promover la organización de estos grupos,
a quienes además el Estado proporcionó apoyo logístico y permitió la tenencia de
armas (Corte IDH 2004a, 84.a, 116, 118, 120, 121, 126 y 129-134). Un aspecto
muy relevante de este caso consiste en la referencia a las nociones de “colaboración
y aquiescencia” para identificar la estrecha vinculación que mediaba entre la AC-
DEGAM y las autoridades militares estatales de la zona (Corte IDH 2004a, 86.b,
127, 135 y 138). Sin embargo, cuando la Corte IDH intentó argumentar sobre los
estándares de atribución, se refirió tanto al principio de unidad del Estado, como al
estándar de diligencia debida, este último en relación con la infracción del deber de
prevención (Corte IDH 2004a, 140; Manero Salvador 2012, 123-124). Por ende, la
argumentación no es clara en la identificación de la regla de atribución. 23
Pietro Sferrazza-Taibi
Habiendo definido el marco normativo aplicable al caso, la Corte IDH razonó con
la lógica de la diligencia debida, fundamentándola en las obligaciones de respeto y
garantía. Además, señaló que el carácter erga omnes de dichas obligaciones habilita
la extensión de su ámbito de aplicación a violaciones de derechos humanos come-
tidas por particulares (Corte IDH 2005, 111-112 y voto razonado de Cançado
Trindade, 17-29). La sentencia sostuvo que no se había acreditado que el Estado
hubiese dirigido la masacre ni la existencia de una relación de dependencia entre
éste y los paramilitares. Sin embargo, en opinión de la Corte IDH: “Surge clara-
mente que tanto las conductas de sus propios agentes como las de los miembros de
grupos paramilitares son atribuibles a Colombia en la medida en que éstos actua-
ron de hecho en una situación y en zonas que estaban bajo el control del Estado”,
de modo que si
los actos cometidos por los paramilitares contra las víctimas del presente caso no pue-
den ser caracterizados como meros hechos entre particulares, por estar vinculados con
conductas activas y omisivas de funcionarios estatales, la atribución de responsabilidad
al Estado por dichos actos radica en el incumplimiento de sus obligaciones convencio-
nales erga omnes de asegurar la efectividad de los derechos humanos en dichas relacio-
nes inter-individuales (Corte IDH 2005, 120 y 123).
Esta sentencia es muy relevante para el objetivo del presente trabajo porque abordó 25
con especial atención la cuestión de la atribución desde una perspectiva teórica y téc-
nica. En efecto, consideró que la CADH contempla sus propias reglas de atribución,
derivadas de las obligaciones generales de respeto y garantía, y que tales reglas confi-
guran una lex specialis frente al régimen general de la responsabilidad internacional.
Además, la sentencia parece razonar de acuerdo con el criterio de la diligencia debida,
otorgándole un sustrato normativo en las normas de la CADH. En definitiva, se tra-
ta de una sentencia que definió algunos criterios esenciales que fueron aplicados en
jurisprudencia posterior.
Así ocurrió con la sentencia “Masacre de Pueblo Bello vs. Colombia”, cometida
por la agrupación paramilitar Los Tangueros en perjuicio de los habitantes de Pueblo
Bello, atacados por su presunta colaboración con la guerrilla en el robo de cabezas
de ganado. La masacre se ejecutó mediante una violenta incursión de un comando
de efectivos paramilitares que secuestraron a 43 personas. Las víctimas fueron trans-
portadas en camiones a través de una zona geográfica con considerable presencia de
militares estatales (Corte IDH 2006b, 95.30-95.44, 109).
La Corte IDH concluyó que no había prueba suficiente sobre la participación mate-
rial del Estado en la comisión de la masacre (Corte IDH 2006b, 66.b, 70, 136 y 140).
Una vez más, defendió el carácter de lex specialis de la CADH en materia de respon-
sabilidad internacional (Corte IDH 2006b, 111-118). También en este caso la Corte
IDH recurrió a la diligencia debida para imputar al Estado la responsabilidad por la
infracción del deber de prevención ante actuaciones de particulares, interpretando con
Pietro Sferrazza-Taibi
27
c. La aplicación de la Convención interamericana sobre desaparición
forzada de personas para fundamentar la atribución
En algunos casos sobre desapariciones cometidas por actores no estatales que actúan
en conexión con el Estado, la Corte IDH ha declarado la violación del art. I. a) de la
Convención interamericana sobre desaparición forzada de personas (CIDFP), que obliga
a los Estados parte a “no practicar, no permitir, ni tolerar la desaparición forzada de
personas”. Es necesario hacer presente que la Corte IDH solo puede aplicar este tra-
tado respecto de Estados que lo han ratificado (art. XIII). Dado que la CIDFP está
específicamente destinada a la imposición de deberes internacionales sobre desapari-
ciones, es interesante analizar cómo la Corte IDH la ha utilizado en los casos sobre
actores no estatales.
Al respecto, una sentencia destacable es “Vereda La Esperanza vs. Colombia”,
sobre la desaparición forzada de 12 personas y la ejecución extrajudicial de otra. A
diferencia de las sentencias sobre las masacres, este precedente se pronunció sobre va-
rias desapariciones cometidas en un período de tiempo que se extendió desde el 21 de
junio hasta el 27 de diciembre de 1996. La modalidad de ejecución de los crímenes
fue similar porque las víctimas, tras ser “señaladas” como integrantes o simpatizantes
de la guerrilla, fueron desaparecidas por los paramilitares (Corte IDH 2017a, 77-100
y 154). La Corte IDH analizó el tema de la atribución porque el Estado colombiano,
pese a haber reconocido parcialmente la responsabilidad, alegaba que no se habían
Pietro Sferrazza-Taibi
Un hecho ilícito violatorio de los derechos humanos que inicialmente no resulte im-
putable directamente a un Estado, por ejemplo, por ser obra de un particular o por
no haberse identificado al autor de la trasgresión, puede acarrear la responsabilidad
internacional del Estado, no por ese hecho en sí mismo, sino por falta de la debida
diligencia para prevenir la violación o para tratarla en los términos requeridos por la
Convención (Corte IDH 1988, 172).
Pietro Sferrazza-Taibi
Estas afirmaciones han sido reiteradas como obiter dicta en sentencias posteriores,
pero no en un caso de desaparición forzada cometida por actores no estatales sin
vínculo estatal (verbi gratia, Corte IDH 1989, 175-192; Corte IDH 1998a, 174).
La jurisprudencia que puede arrojar algunas luces sobre el problema que inte-
resa a este apartado es la relativa a algunos casos de violencia contra las mujeres,
especialmente, aquellos en que son privadas de libertad a mano de particulares. En
estas sentencias se ha aplicado la Convención interamericana para prevenir, sancionar y
erradicar la violencia contra la mujer (Convención de Belém do Pará), específicamente
el art. 7. b), que impone al Estado el deber de “actuar con la debida diligencia para
prevenir, investigar y sancionar la violencia contra la mujer”, es decir, un deber de
diligencia específico.
Para determinar si las afectaciones de derechos de las mujeres cometidas por par-
ticulares son imputables al Estado, la Corte IDH ha aplicado la diligencia debida.
De ese modo, ha analizado los hechos dividiéndolos en dos períodos temporales, uno
anterior a la denuncia de las desapariciones presentada ante las autoridades naciona-
les y otro posterior a ese momento. Procediendo de esa manera, con la finalidad de
verificar si el Estado estaba en conocimiento de un riesgo real e inmediato para las
víctimas, la Corte IDH ha analizado si existía un contexto de violencia estructural
30 en perjuicio de las mujeres en que podía insertarse el caso concreto. Comprobando
la existencia de un contexto de ese tipo, la Corte IDH ha concluido que, desde el
momento de la presentación de la denuncia de las desapariciones ante los órganos
nacionales, se activa un deber de diligencia estricto que obliga al Estado a adoptar
medidas razonables para intentar encontrar con vida a las víctimas. La obligación
reforzada de diligencia de la Convención de Belém do Pará (Corte IDH 2009, 258),
además de restringir la posibilidad de alegar el desconocimiento del riesgo, es espe-
cialmente exigente con las medidas que deben adoptarse (Abramovich 2010, 177-
178, 182) y obliga a cumplir las obligaciones de prevención, investigación y sanción
con perspectiva de género (Jiménez García 2011, 47; Villanueva Flores 2013, 265).
Un caso emblemático en esta línea jurisprudencial es “González y otras (“Campo
Algodonero”) vs. México”, sobre la desaparición y muerte de tres mujeres en Ciudad
Juárez. En el proceso, se demostró un contexto generalizado de violencia contra las
mujeres en dicha ciudad a partir de 1993 (Corte IDH 2009, 114-121). Entre sus
causas puede mencionarse el narcotráfico, la trata de personas, el tráfico ilegal de
migrantes y armas, la modificación de los roles familiares a consecuencia de la inser-
ción laboral de las mujeres y la idiosincrasia patriarcal local (Corte IDH 2009, 113,
129). Los hechos de violencia se caracterizaban por patrones comunes de ejecución.
Las mujeres víctimas eran jóvenes, pobres, estudiantes o empleadas en las fábricas
maquiladoras (Corte IDH 2009, 122-123). En la mayoría de los casos, eran privadas
de libertad, torturadas, abusadas sexualmente y luego asesinadas y abandonadas en
zonas despobladas (Corte IDH 2009, 124-136). En concordancia con lo señalado
Pietro Sferrazza-Taibi
4. Conclusiones
Apoyos
Este artículo fue auspiciado por el Proyecto Jorge Millas 2018, DI 34-18-JM, UNAB
y Proyecto CONICYT, FONDECYT de Iniciación n.° 11180047. Se agradece la co-
laboración de los ayudantes de investigación Francisca Cárdenas Madrid, José Meza
Ortiz y Magdalena Gómez Carmona.
Pietro Sferrazza-Taibi
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37
Serie Atrio
Agresión externa y seguridad regional:
perspectivas desde Ecuador y Costa Rica
Marco Vinicio Méndez-Coto
Editorial FLACSO Ecuador
296 páginas
En marzo de 2008, Colombia bombardeó sorpresivamente territorio ecuatoriano
sin consentimiento ni coordinación con Ecuador. Su objetivo militar fueron grupos
armados irregulares colombianos que se hallaban en el país vecino. El ataque
causó un cisma en las relaciones binacionales. Como estrategia de respuesta,
Ecuador, un Estado pequeño con una limitada capacidad militar, logró tornar esta
amenaza en un asunto de seguridad regional.
En octubre de 2010, Nicaragua inició un dragado del río San Juan, ubicado en
una zona fronteriza motivo de antiguas disputas con Costa Rica. Si bien Nicaragua
actuaba, inicialmente, con el aval costarricense, la población de Costa Rica denunció
que en dicha operación, Nicaragua incursionaba en sus localidades para depositar
sedimentos que ocasionaban daños ambientales. El histórico diferendo se reavivó
con fuerza. Costa Rica, un país que no tiene fuerzas armadas, denunció la “agresión
externa” en los foros multilaterales y consiguió una sanción para Nicaragua.
Marco Vinicio Méndez-Coto analiza las opciones de los Estados pequeños para
enfrentar las situaciones de amenaza descritas, tanto a nivel interno como externo;
traza el mapa de los foros regionales, y establece los factores que inclinaron la
balanza en cada caso. Su obra muestra cómo los alineamientos geopolíticos
moldearon la arquitectura de seguridad hemisférica en la historia reciente de
América Latina. Un aporte para comprender, desde la región, las prácticas, actores,
amenazas y estrategias del nuevo momento de la seguridad internacional que
inicia con el cambio de siglo.
Reparación simbólica, trauma y victimización:
la respuesta del Estado chileno a las violaciones
d o ssi e r de i nve sti ga ci ó n
Resumen
Pasados más de 30 años desde el fin de la dictadura cívico-militar, pocas investigaciones han abordado el rol que la categoría
de víctima ha asumido en las estrategias que el Estado chileno puso en marcha desde 1990 en adelante para abordar las
violaciones a derechos humanos acaecidas entre 1973 y 1990. A partir del análisis documental y etnográfico de las políticas
de reparación simbólica y de las normativas asociadas con programas de beneficios sociales y sanitarios, este artículo explora
la forma en que el Estado chileno ha administrado las violaciones a derechos humanos, la tortura y la desaparición, basán-
dose en dos principios: la narrativa de la victimización y la adopción de una perspectiva individualizada en el abordaje del
trauma. A partir de un análisis de material documental y etnográfico, la investigación evidencia cómo este tratamiento ha
marcado la agenda pública en materia de derechos humanos permitiendo soslayar, por una parte, la demanda por el esclare-
cimiento del destino de los cuerpos de los detenidos desaparecidos y, por otra, el reconocimiento del rol que tuvo el Estado
en la perpetración de violencia durante la dictadura cívico-militar. Este análisis demuestra que, si bien la utilización de la
figura de la víctima ha contribuido a aislar a las personas que sufrieron vejaciones y despolitizar su actuar, es necesario aún
problematizar la potencialidad de acción colectiva que posee la victimización y sus posibles diálogos con los movimientos
sociales contemporáneos.
Abstract
More than 30 years have passed since the civil-military dictatorship and few studies have addressed the role the victim
category had in the Chilean State’s strategies implemented since 1990 onward to address the human rights violations
which took place between 1973 and 1990. Through a documental and ethnographic analysis of symbolic reparation
and the norms associated with social and sanitary programs, this article explores how the Chilean State has adminis-
tered human rights violations, torture and disappearances based on two principles: the narrative of victimization and
the adoption of an individualized perspective to address trauma. Through the analysis of documental and ethnographic
material, this research exposes how this treatment has marked the public agenda in terms of human rights. On the one
hand, this has made it possible to ignore the demand for clarity regarding the bodies of those who were detained and
disappeared. And on the other hand, there has been a lack of recognition of the role the State had in the perpetration
of this violence during the civil-military dictatorship. This analysis demonstrates that even though the use of the figure
of victim contributed to isolating people who suffered mistreatments and to depoliticize their actions, it is necessary
to problematize the potential for collective action of victimhood and its possible dialogues with other contemporary
social movements.
Keywords: Human rights; disappearances; reparation for victims; trauma; dictatorship; Chile.
ÍCONOS Revista de Ciencias Sociales • n.º 67 • vol. XXIV (2do. cuatrimestre) • ISSN: 1390-1249 • e-ISSN: 1390-8065
mayo-agosto 2020 • www.revistaiconos.ec
https://doi.org/10.17141/iconos.67.2020.4231 • Páginas 39-59
ÍCONOS 67 • 2020
1. Introducción
Las políticas de reparación simbólica y de salud mental han sido una tarea prioritaria
en los intentos del Estado de Chile por afrontar las consecuencias de la violación sis-
temática a los derechos humanos cometidos durante la última dictadura cívico-militar
chilena (1973-1990). Las Comisiones de Verdad y Reconciliación, por medio de sus
recomendaciones, han impulsado iniciativas conducentes a la subsanación moral y
sanitaria de las víctimas afectadas en sus derechos fundamentales. En este contexto, las
víctimas, en especial las víctimas de desaparición forzada junto al desconocimiento del
paradero de sus cuerpos han ocupado un lugar central en esta agenda de reparación.
Tras examinar las iniciativas de reparación en salud mental y de reparación simbólica,
surgen las interrogantes: ¿en qué medida las narrativas de victimización y la adopción
de una perspectiva individualizada del trauma han despolitizado los crímenes del pa-
sado, enfatizando prioritariamente la figura de la víctima sufriente? ¿Este paradigma
victimario y sus efectos de despolitización han permitido soslayar la demanda por el
reconocimiento del rol del Estado en la violación de los derechos humanos?
En este marco, este artículo pretende analizar las políticas de reparación y reconci-
liación democrática desde el supuesto que el Estado chileno ha afrontado el problema
40 de la desaparición basándose en dos principios: la narrativa de la victimización y la
adopción de una perspectiva individualizada en el abordaje del trauma. A lo largo del
texto y por medio de un análisis situado tanto en las políticas de reparación simbólica
–particularmente mediante la política patrimonial, de memoriales y monumentos–,
como mediante la restitución de derechos de salud, trataremos de evidenciar cómo las
narrativas de la victimización han permitido soslayar la demanda por el esclarecimiento
del destino de los cuerpos de los desaparecidos, despolitizar el proceso reparatorio y evi-
tar el reconocimiento del rol que tuvo el Estado en la perpetración de violencia durante
la dictadura cívico-militar, institucionalizando un régimen de impunidad.
1 Tomamos la noción de política pública de Vinyes (2010), quien la entiende como una combinación de tres elementos: un objetivo,
un programa y un instrumento, donde el objetivo es reconocer la pluralidad de memorias y luchas que han hecho posible la convi-
vencia democrática; el programa son las actuaciones destinadas a preservar, estimular y socializar esas memorias; y el instrumento es la
institución específica que materializa los programas que sostienen las actuaciones. De acuerdo con este modelo, en Chile más bien ha
existido un conjunto de actuaciones en materia de verdad, justicia y reparación, las cuales, dispersas y duplicadas, además de reactivas
y desprovistas de un financiamiento permanente y suficiente, carecen de una organización y planificación progresiva en el tiempo.
2 Decreto Supremo 355 del Ministerio del Interior, 25 abril de 1990.
3 De 3500 casos revisados, la Comisión llegó a la convicción que 2279 personas calificaban como víctimas con resultado de muerte.
tarde, en 2003, se creó la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura4 (Co-
misión Valech), esta vez pensada con el objetivo de reunir información sobre las víc-
timas que sufrieron privación de libertad y tortura por razones políticas5 y, así mismo,
mediante su informe concluyente, recomendar medidas reparatorias “con la mirada
de procurar la reconciliación entre los chilenos” (Ministerio del Interior 2005, 517).
En este caso, las medidas reparatorias se dividieron en individuales (económicas, edu-
cativas y sanitarias) y colectivas (simbólicas), donde estas últimas buscarían fomentar
la conciencia social y garantizar la irrepetibilidad de los hechos.
Las recomendaciones intersectoriales levantadas por ambas comisiones han
orientado la gestión de la memoria del pasado reciente en Chile, dotándola de
una identidad reparatoria donde la reparación simbólica, señalada como medida
colectiva y de carácter público, más bien ha tenido una función individual de res-
titución moral de las víctimas. Uno de los signos más claros de esta búsqueda lo
encontramos en los diseños de los monumentos, memoriales y sitios de memoria,
donde el nombre de las víctimas y el año de desaparición y/o ejecución constitu-
yen, especialmente en las primeras obras, una condición inalienable. Ejemplo de
ello es el renombrado Memorial en Homenaje a los Detenidos Desaparecidos y
Ejecutados Políticos del Cementerio General, inaugurado en 1994, a solo tres años
42 del término de la dictadura. Esta iniciativa precursora, de una u otra forma, a la lar-
ga instalaría la idea de reconocimiento individual efectuado por medio de las obras
de reparación simbólica. Si bien hoy los grupos sociales y de derechos humanos
negocian imaginarios globales alternativos (Hite 2013) que buscan instalar nuevas
formas de homenajear y conmemorar tanto en los espacios públicos y privados, la
comprensión de la reparación simbólica ha estado principalmente marcada por el
homenaje a las víctimas, a aquellas personas afectadas que merecen ser reconocidas
y subsanadas del dolor que padecieron. En este contexto, durante los últimos 30
años, las organizaciones de defensa de los derechos humanos, las agrupaciones de
familiares de detenidos desaparecidos y de ejecutados políticos, los sitios de me-
moria y grupos de la sociedad civil han demandado al Estado, de forma general, la
consolidación de políticas públicas de subsanación a la integridad de las víctimas
y, de manera particular, han exigido la construcción de memoriales, monumentos
y espacios conmemorativos junto con la patrimonialización de sitios de memoria
donde el testimonio de los acontecimientos asociados a la experiencia de tortura,
muerte y desaparición ha adoptado un lugar primordial.
En este escenario, de forma paralela, las políticas de reparación en materia de sa-
lud también han ocupado un lugar prioritario. Una de las medidas más emblemá-
ticas asumidas por los gobiernos de la posdictadura fue la creación de un servicio
de atención integral de salud dirigido especialmente a víctimas sobrevivientes y fa-
4 Decreto 1040 del Ministerio del Interior, 26 septiembre de 2003.
5 Del universo de casos revisados, se consignó un total de 27 153 víctimas sin resultado de muerte.
6 Además de este Programa, la Comisión recomendó la creación de la Oficina Nacional de Retorno (ONR), la Corporación Nacional
de Reparación y Reconciliación, el Programa de Exonerados Políticos y el Programa de Educación de Derechos Humanos, varios de
los cuales perdieron vigencia y/o fueron cerrados ya a inicios del siglo XX (Brinkmann 1999).
Los estudios sobre derechos humanos y la dictadura en Chile han tendido a centrarse
en el análisis de los procesos de reparación y reconciliación entendiéndolos en rela-
ción con los desafíos globales que existen en términos de la construcción de memo-
rias colectivas frente a las reiteradas situaciones de violencia política ejercida por el
Estado que se extienden en todo el mundo (López 2006; Bustamante 2016). En este
marco, pocas veces se han observado en el mismo plano los procesos de reparación
que se han llevado a cabo en el ámbito de la construcción de memoria colectiva a par-
tir de la creación de sitios de memoria, museos y memoriales, junto con los procesos
que se han articulado bajo la lógica de la entrega de beneficios en materia de derechos
sociales, como el Programa PRAIS.
Respecto a los primeros, se destaca un reconocimiento del enorme contraste exis-
tente entre el tratamiento que se ha hecho de las víctimas, individualizándolas como
sujetos e identificando los aspectos más íntimos de las vejaciones que sufrieron, en
detrimento del lenguaje generalizado y pulido que se extiende sobre los perpetrado-
res, quienes son difícilmente individualizados personalmente, utilizando una serie de
estrategias lingüísticas que están presentes tanto en la conformación de los informes 45
Rettig y Valech, como en los medios de comunicación masiva que utilizan esporádi-
camente dichas fuentes (De Cock y Michaud Maturana 2017). Los estudios realiza-
dos en este vértice son los más copiosos y, si bien han realizado una extensa discusión
respecto a los usos de la memoria y a las políticas públicas que están detrás de los pro-
cesos de patrimonialización o eliminación de los lugares en que se realizaron violacio-
nes de derechos humanos y desapariciones forzadas, varios coinciden en destacar que
el teatro de la memoria, la escenificación que se pone en acto mediante los símbolos
y materialidades apostados en estos lugares, tiende a organizar composiciones cuyo
objetivo es enfatizar la condición de la víctima por sobre el lugar de los perpetradores
o el contexto histórico o ideológico que llevó a la concreción de los actos de tortura
y desaparición en Chile. Esto significa que los lugares de memoria, como espacios
de teatralización de una experiencia histórica, promueven principalmente entre sus
visitantes una empatía con la condición de víctima por medio de la generación de
imágenes y afectos que acercan al público hacia la experiencia sensorial de la tortura
y la muerte (Bianchini 2014; Maceira 2009; Piper-Shafir et al. 2018, entre otros).
Por su parte, las políticas de atención de salud como parte de las medidas reparato-
rias para víctimas han sido prevalentemente abordadas por expertos del mundo “psi”
(psicólogos, psiquiatras, psicoterapeutas) que han establecido un ejercicio compro-
metido de su profesión, atendiendo a personas directamente implicadas en tortura y
desaparición, ya sea por experiencia propia o de sus familiares (Castillo y Díaz Cordal
2014). Este ámbito nace en torno al trabajo del Instituto Latinoamericano de Salud
Mental y Derechos Humanos (ILAS) creado en 1988, que proveyó ayuda terapéutica
a un cuantioso número de personas durante la dictadura y en los años posteriores.
De sus trabajos, habitualmente realizados por terapeutas que vivieron en carne propia
situaciones de violencia y tortura, surge la extendida sensación de un Estado que ha
sido incapaz de abordar seriamente los desafíos de la reparación y la construcción de
una memoria colectiva, sembrando también las condiciones para una transmisión
intergeneracional del trauma cuyas repercusiones se viven hasta nuestros días entre
hijos y nietos de personas torturadas y desaparecidas (Cabrera et al. 2017; Castillo y
Díaz Cordal 2014). Ya en 1983 los psiquiatras Cienfuegos y Monelli (1983) destaca-
ban cómo el golpe militar creó una ruptura sistemática y extensiva de las relaciones
familiares, laborales, amicales, vecinales y de los propios partidos políticos a partir del
uso de la tortura, el encarcelamiento y la desaparición como política de Estado. El
efecto devastador que la violencia tiene sobre la percepción del sujeto y sus relaciones
de confianza llevó a los psicoterapeutas a un lugar de parálisis total en cuanto los
tratamientos tradicionales desarrollados hasta la fecha para el abordaje del trauma re-
sultaban a menudo inadecuados para responder a los síntomas emotivos y cognitivos
tanto de quienes sufrieron tortura directamente como de quienes fueron testigos de
la desaparición de sus familiares más cercanos. El desarrollo de una forma de atención
46 clínica especialmente dedicada a este tipo de pacientes ha puesto énfasis en los efectos
individuales y familiares que la violencia política genera, orientando a los terapeutas
al reconocimiento del concepto de pérdida ambigua (Boss 2001) y ansiedad traumá-
tica especialmente presentes en estos grupos (Roizblatt et al. 2014).
A pesar de la fuerza que asume la categoría del trauma a nivel global, ya sea utiliza-
da como diagnóstico trastorno postraumático de estrés (Young 1997) o en diagnósti-
cos asociados (traumatización extrema, duelo patológico, trauma, etc.), poca atención
se ha puesto en Chile especialmente de parte de las ciencias sociales a la importancia
que asume la condición de víctima en las políticas reparatorias de la posdictadura. Por
el contrario, tanto en Europa como en América Latina, especialmente en países que
vivieron procesos similares al chileno (Brasil, Argentina, Uruguay, España), el surgi-
miento del paradigma de la victimización (Hartog 2012) ha suscitado especial interés
en la medida en que el fin de las dictaduras de la década de 1980 parece inaugurar la
proliferación de la idea de la víctima, que no es más un sustantivo utilizado solo para
quienes han sufrido violencias trascendentes –perseguidos políticos, torturados, fami-
liares de desaparecidos–, sino también para quienes han sufrido los efectos de eventos
tan variados como la violencia doméstica, la negligencia médica o una catástrofe natu-
ral (Gatti 2016). Del mismo modo, la noción de trauma ha ido asumiendo protago-
nismo desde la década de 1980, cuando el Diagnostic and Statistical Manual of Mental
Disorders (DSM) abandonó la centralidad del trauma psíquico en detrimento de la
incorporación del trastorno por estrés postraumático, entendido como un desorden
producto de un acontecimiento estresante, “fuera del rango de la experiencia humana,
previsible y normal” (APA 1994, 435). Frente a este cuadro, Gatti (2016) identifica
dos posturas teóricas que a su haber habrían prevalecido para interpretar la fuerza ad-
quirida por paradigma de la victimización y la consonante hegemonía asumida por el
diagnóstico de estrés postraumático. Por una parte, la tradición francesa representada,
entre otros, por Fassin y Rechtman (2007), sostiene que “el imperio del trauma” o la
proliferación de la necesidad de exposición del propio sufrimiento por medio de los
dispositivos de la psiquiatría son parte de un mecanismo que reemplaza la figura del
ciudadano por la figura de la víctima, transformando los derechos sociales en bene-
ficios humanitarios. Por otra parte, la que Gatti (2016) considera una tradición más
anglosajona, declina del análisis del poder en la construcción de la idea de víctima
para poner atención en la capacidad de esta categoría de crear comunidad y sentido
(Ortega 2008). En el intersticio entre ambas posiciones se han articulado también las
discusiones teóricas latinoamericanas, entre las cuales se destacan las de la antropología
brasileña y argentina (Sarti 2011; Aydos y Figueiredo 2013; Zenobi 2017), centradas
ya no solo en las experiencias traumáticas de desaparición, tortura y muerte, sino
en eventos disímiles que confluyen en el uso de la categoría de víctima para acceder
a reparación, beneficios o reconocimiento social (Gatti 2016). En este contexto, la
posición de entender la victimización como puro mecanismo de individualización de
la experiencia traumática es contestada interrogando las demandas y exigencias que 47
se legitiman, obteniendo también reconocimiento social a partir de la exposición de
una narración sufriente (Sarti 2011). Desde el análisis de las políticas de reparación
de la memoria mediante el patrimonio y los programas de salud mental, se discutirá a
continuación el efecto que este paradigma tiene sobre la gestión de las violaciones de
derechos humanos por parte del Estado en Chile.
Es innegable que los informes Rettig y Valech, con sus especificidades históricas
y políticas, constituyeron un hito fundamental en la agenda gubernamental de
derechos humanos del Chile posdictatorial, especialmente en lo que concierne al
conocimiento de la verdad y a las medidas de reparación creadas para las víctimas
de la dictadura de Augusto Pinochet. Particularmente, el informe Rettig publicado
en 1996 señaló muy claramente en un fragmento de su exordio que la verdad era
requisito indispensable no tan solo para una efectiva reconciliación nacional, sino
también para “rehabilitar en el concepto público la dignidad de las víctimas, facili-
tar a sus familiares y deudos la posibilidad de honrarlas debidamente y permitir re-
parar, en alguna medida, el daño causado” (Ministerio del Interior 1996, XIV). Los
testimonios de los informes –que proveyeron al país de una verdad hasta entonces
archivada institucionalmente en la Vicaría de la Solidaridad y privadamente por
7 A partir de entonces, una serie de Obras de Reparación Simbólica (ORS) han sido levantadas a lo largo y ancho del país. Entre 1997 y
2016, los hitos de memorialización gubernamentales estuvieron en manos del Programa de Derechos Humanos del Ministerio del Inte-
rior, para ser absorbidos en 2016 por la Subsecretaría de Derechos Humanos del renombrado Ministerio de Justicia y Derechos Humanos.
Una de las más sentidas aspiraciones de reparación personal y social y que se ha hecho
parte de nosotros, es que ‘Nido 20’, este ex centro de detención, tortura, muerte y
desaparición, se convierta en un símbolo nacional, un testimonio de lo que nunca más
deberá ocurrir […]. Así pensamos que el sufrimiento y el dolor, vivido por nuestros
compatriotas, en Nido 20, que la sangre derramada ahí, se convierta en esperanza de
vida (Consejo de Monumentos Nacionales 2005).
del Estado (MINSAL 2002 y 2004). De esta manera, el sector salud debería posi-
cionarse como un ente articulador de la “reparación bio-psicosocial que requieren las
personas afectadas por este tipo de violencia, en cooperación con otros sectores del
Estado” (MINSAL 2004, 7).
Uno de los primeros problemas de la implementación del Programa en los servicios
de salud del país consiste en que éste depende de una norma técnica (Resolución Exenta
729) y no de una Ley de la República, lo que tiene consecuencias a nivel presupuestario
y de financiamiento de los programas, que son irregulares e inconstantes, emergiendo
una importante divergencia entre lo que “el PRAIS hace en los documentos oficiales
y lo que los equipos hacen en la práctica” (Hails 2009, 15). Por otra parte, a pesar del
enfoque integral que asume discursivamente la reparación en la política, los programas
han sido adheridos a unidades de salud mental en el nivel secundario de atención lo
que, en opinión de Alejandro Guajardo –terapeuta ocupacional, históricamente impli-
cado en el trabajo con derechos humanos– representa el favorecimiento de una pers-
pectiva reduccionista respecto al carácter del trauma y de las estrategias de reparación
(Guajardo 2002). De esta manera, los beneficios de atención de salud de PRAIS se
han limitado a la acción de equipos de salud mental que, en lugar de interactuar con
el resto de la red sanitaria, han ido aislándose, avanzando en una dirección contraria a
la vinculación comunitaria del trabajo reparativo que propugna la norma técnica sobre 53
atención reparatoria (Madariaga 2006). A juicio de trabajadores emblemáticos del ám-
bito de la salud mental y derechos humanos como Alejandro Guajardo (2002) y Carlos
Madariaga (2006), el desafío reparatorio del programa PRAIS no ha sido alcanzado en
la medida en que el Estado chileno no ha asumido seriamente su compromiso con el
Programa, aislándolo respecto del resto del sistema sanitario y poniendo a equipos y
usuarios en una condición de precariedad que se suma a la impunidad institucionaliza-
da mediante el cierre de las comisiones Rettig y Valech antes mencionadas.
Un segundo ámbito de la política reparatoria del PRAIS se relaciona estrictamen-
te con lo que éste hace y ha hecho en sus casi 30 años de funcionamiento. Como se
enunció, las investigaciones que se han dedicado al tema en Chile provienen de las
disciplinas de la salud mental (Hails 2009; Aravena y Acuña 2013), relevando el rol que
el Programa ha adquirido al ofrecer una atención de especialidad para el tratamiento
de las secuelas en salud mental, entregada por equipos especialmente capacitados en la
materia (Aravena y Acuña 2013). De hecho, la acreditación de la calidad del afectado
directo por medio de las instancias por las que se crea vínculo terapéutico es una de
las tareas fundamentales que ha realizado el Programa levantando una caracterización
de la población usuaria en la que, como previsible, predominan los “síntomas psicoso-
máticos, con conflictos interpersonales y secuelas caracteriológicas” (MINSAL 2004,
47). Este trabajo terapéutico es enfrentado por equipos que, según la norma técnica,
deberían poseer competencias específicas en manejo del trauma, pero que, en la prác-
tica, muchas veces carecen de dicha formación y reducen su actuar a una intervención
diferencia de lo que sucede en otros contextos, si bien en Chile se está frente a una
negativa generalizada por parte del Estado de propiciar un diálogo abierto en la so-
ciedad sobre los conflictos políticos y de clase que subyacieron a la crisis política de
1973, junto con una tendencia a la institucionalización de la impunidad, también
es posible observar la articulación de esa victimización con otras reivindicaciones
contemporáneas que se mueven en el ámbito de la organización social y que, dados
los eventos del reciente octubre de 2019, parecen no actuar aisladamente. El estudio
de los usos de la victimización y su relación con el posicionamiento del Estado frente
a las violaciones a derechos humanos –de ayer y de hoy– son aún materia pendiente.
6. Conclusiones
En este recorrido se ha querido analizar, desde diversos lentes y dimensiones, las po-
líticas públicas de reparación y reconciliación democrática con que el Estado chileno
contemporáneo ha abordado la muerte, desaparición y tortura de miles de ciudada-
nos opositores al régimen de Pinochet. Asumiendo que este tipo de análisis tiende a
abordar separadamente aspectos como la conmemoración, la formación de memoria
colectiva y el tratamiento de las víctimas, se quiso aunar estas diversas perspectivas 55
convencidas de que mantienen un denominador común: la institucionalización de
la impunidad mediante una narrativa centrada en la víctima, su traumatización y las
estrategias de reparación por medio de una lógica de beneficios individuales que des-
pojan al conflicto de su condición colectiva y al Estado de su responsabilidad como
perpetrador de violencia. Este ejercicio lo hemos realizado revisando las políticas de
reparación en dos ámbitos: aquellas suministradas por el Estado en la administración
del espacio público, de los memoriales y del trabajo con las asociaciones de familiares
de detenidos desaparecidos, así como aquellas referidas a la gestión de los beneficios
sociales que hoy se traducen en un programa integral de atención de salud. Nuestra
propuesta pretende subrayar cómo el proceso de victimización ha eclipsado la im-
portancia de esclarecer el paradero de los cuerpos de los detenidos desaparecidos,
la posibilidad de reivindicar el sustrato militante de las víctimas y de reivindicar
justicia en torno a los múltiples casos de tortura y muerte durante la dictadura. En
este proceso, la victimización sustrae agencia política a quienes fueron actores clave
de un proceso político aún inconcluso, en la medida en que sus verdades no han sido
esclarecidas ni sus cuerpos sepultados. Desde esta perspectiva, la victimización es
parte de una racionalidad gubernamental globalizada que tiende a privatizar el dolor
y sofocar el conflicto político a partir de la negación de su existencia. Sin embargo,
la organización política y colectiva que puede nacer a partir de la condición de vícti-
ma ha sido escasamente visibilizada en este caso y puede configurar un desafío para
investigaciones futuras.
Referencias
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timización: la respuesta del Estado chileno a las violaciones de derechos humanos (1973-1990)”.
Íconos. Revista de Ciencias Sociales 67: 39-59. https://doi.org/10.17141/iconos.67.2020.4231
59
Serie Atrio
Movilidades y poder en el sur del Ecuador,
1950-1990
María Mercedes Eguiguren
Editorial FLACSO Ecuador
290 páginas
¿Cómo llegó la Sierra sur del Ecuador a constituirse en la región de mayor
emigración internacional del país en el siglo XXI? ¿Cómo se relaciona la movilidad de
las personas con la construcción de los Estados? ¿Existe una subjetividad migrante?
De la mano de una perspectiva analítica compleja –que combina tiempo, espacio
y movimiento– la autora ensaya algunas respuestas a esas tres preguntas. Sostiene
que los procesos migratorios de la población de Loja y Cañar, entre los años 1950 y
1990, están conectados con la construcción de estas dos provincias como regiones
periféricas, por parte del Estado. Al tiempo que comprendemos las dinámicas
políticas de proyectos estatales periféricos, nos adentramos en la experiencia de
tres generaciones de migrantes que han ensayado formas de movilidad social, de
inclusión y de conexión con el espacio global fuera del Ecuador. Lectoras y lectores
de este libro encontrarán un análisis riguroso y minucioso de uno de los fenómenos
que ha marcado el devenir de muchas familias en el sur del país.
Gioconda Herrera
Profesora investigadora de FLACSO Ecuador
La presencia de la ausencia. Hacia una antropología de
la vida póstuma de los desparecidos en el Perú
d o ssi e r de i nve sti ga ci ó n
Dra. Dorothée Delacroix. Profesora investigadora del Instituto de Altos Estudios de América Latina.
Université Sorbonne Nouvelle (Francia). ([email protected])
(https://orcid.org/ 0000-0003-1377-0648)
Resumen
La desaparición de personas en el Perú, producto de reclutamientos y enfrentamientos armados entre guerrillas,
fuerzas del orden y paramilitares durante las décadas de 1980 y 1990, genera una ruptura de sentido en los habitantes
de los Andes rurales, el cual se recupera mediante una continuidad de modos de presencia del ausente que se expresa
en una particular concepción de la vida póstuma, más allá de la muerte del desaparecido. Mediante investigación de
campo y entrevistas en profundidad, este artículo recupera las historias de quienes viven en lugares donde la muerte
no fue pacífica ni correctamente ritualizada, es decir, donde la muerte no fue domesticada. Para entender la ambiva-
lencia ontológica de la figura del desaparecido, ni muerto ni vivo, y las múltiples consecuencias de su liminalidad, en
este artículo se muestra, por un lado, cómo las representaciones religiosas tradicionales son movilizadas y, por otro,
el tipo de repertorio ritual al que se da una continuidad. Entendidas patológicamente como producto del folklor, las
almas en pena no han sido consideradas como categorías interpretativas de la experiencia de la violencia. Por ello, en
esta investigación se abordan los significados sociales de estos relatos como un aporte para comprender el impacto de
la desaparición forzada y las formas de buscar y relacionarse con las víctimas, para reconstruir un sentido que pueda
llenar, en parte, el vacío dejado por la desaparición de un ser querido, prolongando y reactivando su existencia social.
Descriptores: almas; cristianismo andino; desaparición forzada; Perú; rituales funerarios; sueños.
Abstract
The disappearance of people in Peru generates a sense of rupture in the rural Andes. It is a product of recruit-
ment and armed conflicts between guerrilla groups and law enforcement agencies and paramilitary groups
during the decades of 1980 and1990. This sense of rupture is regained through the continual presence of the
absent, expressed in a particular concept of posthumous life which extends beyond the death of the person who
has disappeared. Through field work and in-depth interviews, this article recovers the stories of those who live
in places where death was not peaceful or properly ritualized, meaning, where death was not domesticated. In
order to understand the ontological ambivalence of the figure of the disappeared, who is neither dead or alive,
and the consequences of its liminality, this article exposes the religious traditional representations created and
the repertory of rites maintained in Peru. Tormented souls, known pathologically as a product of folklore, have
not been considered interpretative categories for understanding the experience of violence. Therefore, this re-
search addresses the social meanings of these accounts as a contribution for understanding the impact of forced
disappearances and the approaches of searching for victims and relating to them. This task is undertaken in
order to reconstruct a sense that may fill to some extent the emptiness left by the disappearance of a loved one,
prolonging and reactivating their social existence.
ÍCONOS Revista de Ciencias Sociales • n.º 67 • vol. XXIV (2do. cuatrimestre) • ISSN: 1390-1249 • e-ISSN: 1390-8065
mayo-agosto 2020 • www.revistaiconos.ec
https://doi.org/10.17141/iconos.67.2020.4141 • Páginas 61-74
ÍCONOS 67 • 2020
Dorothée Delacroix
1. Introducción
3 Durante los decenios de 1980 y 1990, el Perú y en particular los Andes rurales, fueron el escenario de enfrentamientos armados entre
las guerrillas, las fuerzas del orden y los paramilitares. El Partido Comunista Peruano-Sendero Luminoso (PCP-SL) era la principal
fuerza insurgente dirigida a una revolución maoísta, mientras que el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA), minori-
tario y mucho menos mortífero entre los civiles, seguía una línea ideológica inspirada del Movimiento de Izquierda Revolucionaria
(MIR) chileno. A finales de 1982, el estado de emergencia y la militarización de las zonas rurales del país marcaron el comienzo de la
“guerra sucia”, el período más mortífero del conflicto. Éste se caracterizó por la provisión de armamento para las rondas campesinas
(o “comités de autodefensa”) para derrocar a las bases de apoyo de Sendero Luminoso en las comunidades campesinas (ver Manrique
2002; Degregori 2011). Esta estrategia fue el punto de inflexión hacia un conflicto de carácter profundamente fratricida a nivel inter
e intracomunitario. Las redes de sociabilidades que unían a los protagonistas de la guerra a una escala local, y que siguen uniéndolos,
también explican los silencios sociales que hoy en día enmarcan la verbalización de los recuerdos de la guerra, las evasiones sobre los
perpetuadores de violencia y acallan las zonas grises que no pueden presentarse públicamente.
4 Este texto resulta de dos trabajos previos (Delacroix 2018a y 2018b) donde se empezó y se sistematizó el análisis de los diferentes tipos
de almas cuya la gente habla en el Perú posconflicto. Este texto se enfoca en dos de ellos (el mal aire y las almas convocadas) para con-
siderar el caso de los desaparecidos con más detalle. Los comentarios de los evaluadores anónimos de Íconos. Revista de Ciencias Sociales
también han permitido llegar a nuevas propuestas e ideas en esta versión, por lo cual, expreso mi agradecimiento. En este trabajo se
anonimizan los interlocutores y los pueblos donde se trabajó.
Dorothée Delacroix
Las personas que han sido enterradas así, con sus cosas, rápidamente, expulsan más
viento. Pero las personas que han sido enterradas sin nada, [de manera] normal, poco
solamente es lo que expulsan (entrevista a Gustavo, Chalhuanca, 22 mayo de 2012).
Al no haber sido correctamente separados del mundo de los vivos y de “sus cosas”,
las víctimas de la violencia no pueden acceder al más allá. Se encuentran atrapadas en
una etapa intermedia que se prolonga y aumenta su carácter patógeno. Como lugares
nocivos que podrían potencialmente “contaminar” a los vivos, las exhumaciones de
8 En general, estos relatos son burlados por parte de los empleados de las ONG y los proveedores de ayuda humanitaria. Sus chistes
refuerzan la superioridad intelectual que se les presta: graduados universitarios ocupan puestos como coordinadores de proyectos y a
menudo hablan inglés además de español y a veces quechua. A pesar de sus esfuerzos por establecer una relación de confianza con los
habitantes de los pueblos andinos, estos últimos los consideran sobre todo como misti, una categorización en la que se clasifica a los
individuos que viven en ciudades y que tienen un poder económico y simbólico mayor que el suyo.
Dorothée Delacroix
las fosas comunes están rodeadas de ciertas precauciones9 y pueden ser una fuente de
gran ansiedad para las familias y los miembros de la comunidad campesina (Dela-
croix 2017; Robin Azevedo 2015).
Los relatos que rodean estos lugares tabúes, al estar vinculados con la parte oscura
de las memorias de los comuneros, atestiguan sobre todo la dificultad que esta marca
macabra del territorio representa en el día a día.10 Cabe señalar que a los campesinos
que fueron temporalmente desaparecidos, torturados y prisioneros también les hace
falta palabras para calificar su experiencia. Más allá de la reapropiación del vocabu-
lario utilizado por el Estado y las ONG, se puede señalar el uso novedoso que se ha
hecho de las categorías locales. Los detenidos con quienes se trabajó se saludan entre
ellos: “¡Hola Alma!” porque se consideran como alguien que ya está medio vivo y
medio muerto, o incluso como alguien que ha retornado de la muerte. La expresión
“¡hola Alma!” denota una relación simétrica y exclusiva entre exprisioneros, pero so-
bre todo revela una concepción particular de sí mismos. En dos palabras, su forma de
estar en el mundo y sus sufrimientos son expresados mejor que en un discurso. No
se definen como sobrevivientes, pues a sus ojos no escaparon de la muerte, sino que
murieron en prisión, o al menos una parte de ellos fue destruida (Delacroix 2016b).
Más allá del trastorno orgánico, el mal viento de los lugares de entierro clandes-
66 tino se inserta dentro de un sistema de representaciones de la desgracia relativo a las
diversas consecuencias del conflicto armado. El hecho de no haber podido rendir
un homenaje adecuado al difunto constituye un gran motivo de angustia para los
parientes de las víctimas, que se atribuyen responsabilidad de su destino miserable, al
tiempo que es problemático para la sociedad en su conjunto, en la medida en la que
las emanaciones nocivas atribuidas a los muertos “contaminan” a los vivos.
Echar agua bendita en un supuesto lugar de entierro clandestino después de haber so-
ñado con un esposo diciendo que “se le quemaba y que tenía mucho calor” (entrevista
a Soledad, Tacana, 23 de mayo de 2012) o depositar allí rosas blancas han sido, entre
otros ejemplos, prácticas que narradas por las señoras cuyos esposos desaparecieron.
Por medio de tales relatos, se busca reajustar las relaciones íntimas con el marido
ausente que supuestamente sufre y ayudarlo, en la medida de lo posible, a acceder al
9 Por ejemplo, se mantiene a los niños alejados del lugar exhumado para proteger a su potencia vital (animu), susceptibles de ser cap-
turados por los muertos que están siendo desenterrados. También cuando los comuneros son solicitados por los forenses para ayudar
a excavar –lo que es común–, los que aceptan (por lo menos en las comunidades donde se llevó a cabo mi investigación) son los
curanderos, o sea la gente que sabe “protegerse” de las emanaciones nocivas de los muertos, entre las cuales está el mal viento.
10 Mientras los ideales transnacionales de la justicia transicional tienden a mantener una ruptura franca y nítida con el pasado de vio-
lencia y a promover las exhumaciones como una manera de “dignificar” a los muertos, localmente los rencores siguen estructurando
el cotidiano y los involucramientos políticos o accionar difíciles de asumir mantienen silenciados ciertos eventos dramáticos y ciertos
lugares, tales como las fosas comunes.
Hemos pedido a Martín A. que se le reza. Él reza en quechua. Y luego, semanas des-
pués hemos hecho misa en Abancay. Con eso ya dejó de asustarnos de noche (entre-
vista a Yuli, Tacana, 11 de junio de 2012).
Al igual que las figuras comunes de mala muerte, se dice de las víctimas del conflicto
armado que murieron repentinamente que estas no tuvieron tiempo de arrepentirse.
Con sus conflictos no resueltos, posiblemente sus deudas y sus actos no perdonados,
constituyen por excelencia la antinomia de la figura de la buena muerte, pacificada,
domesticada y correctamente ritualizada. En el caso de Yuli, ella explicó que, después
del asesinato su padre, él solía aparecer de noche en la cocina de la casa o jalar a su
hermano menor fuera de la cama “porque no quería irse solo”. “Para tranquilizarlo”,
la familia decidió organizar una misa en la ciudad más cercana, lo que representa
también un costo económico importante para esta familia de nueve hijos que vivía,
en ese entonces, de su producción agropecuaria. 67
Si bien los recursos cognitivos se hicieron precarios por el contexto de sospecha
generalizada durante la guerra y dado que el peligro de decir demasiado era omni-
presente, la gente recurrió a prácticas adivinatorias para averiguar sobre los lugares de
entierro clandestino. Durante la investigación, la gente comentó cómo, leyendo en
las hojas de coca, una madre encontró el cuerpo de su hijo asesinado por los miliares
en la comunidad donde vivía en 1987:
[Los militares] lo habían cambiado de sepultura, lo habían llevado a otro sitio y los fa-
miliares ya no lo encontraron. Y su mamá, un poquito sabia, que sabía mirar en maíz,
en hoja de coca. Entonces, mirando en coca, [dijo]: “A ver, ¿en qué lado? ¿en dónde lo
habrán llevado a mi hijo ¿Adónde? ¿A qué sitio? ¿A qué sitio?” Botaba, dice, las hojitas.
“¡Ahora díganme hojitas!” Cómo leerá pues, ¿no? Pero estas hojitas le avisan: “En tal
sitio está”. “¡Aquí está mi hijo, aquí está! Señoras, señores, búscamelo en tal sitio, allí
está mi hijo”. ¡Y total, allí lo habían encontrado pue’! Habían hecho otro hueco y lo
habían tapado dicen con piedras todavía para que no se den cuenta (entrevista a José,
Tacana, 13 mayo de 2012).
Dorothée Delacroix
para buscar los cuerpos de los desaparecidos. La lectura de esas hojas, que consiste en
interpretar su disposición después de arrojarlas al suelo, es una práctica adivinatoria
muy extendida en los Andes. En el contexto del conflicto armado, se adaptó a las
preocupaciones de la gente atrapada en las acciones deletéreas y en los secretos que
las rodean. Al sortear los silencios y las prohibiciones que circundaban las sepulturas
clandestinas, esta práctica permitió poner palabras a las cuestiones viscerales y, en
el mejor de los casos, superar la crucial falta de informaciones característica de este
período, reconstruyendo sentido.
También, la adaptación de la lectura ritual de las hojas de coca representó, para los
familiares de los desaparecidos, una forma de derogar el orden, pronunciado por los
actores armados, de no buscar a los desaparecidos. En ese sentido, puede ser interpre-
tado como un acto subversivo realizado a escondidas. Sin embargo, pedir la ayuda del
adivino que sabe leer la coca (llamado kukaqhawaq en quechua) tiene un costo que
no todos los familiares de desaparecidos no han podido asumir:
Simona conserva intacto el poncho de su marido que fue llevado por Sendero Lumi-
noso el 20 de diciembre de 1990. Lo guarda con la meta de favorecer, si no el regreso
de su marido vivo, por lo menos la visita de su alma durante sus sueños para que le
revele el lugar de entierro de su cuerpo.
Después de la muerte de una persona, en las comunidades campesinas andinas, se
suele lavar su ropa más reciente, para poder luego regalarla y quemar su ropa usada para
neutralizar todo rastro de substancia corporal perteneciente al difunto. En el cristianis-
mo andino, se considera la ropa del muerto impregnada de la esencia de la persona.
Asimismo, la gente lava la ropa el día siguiente al entierro y el agua del lavado es tirada
lejos de toda presencia humana, hacia las tierras baldías, ya que es considerada, además,
peligrosa y capaz de enfermar a los que estuvieran en contacto con ella.
En el caso de los desaparecidos, se comprende fácilmente la dificultad, por parte
de sus parientes, de concebir que han fallecido. Para aceptarlo, necesitaran una prue-
ba, sin la cual el proceso de separación con la persona se hace más difícil. Dentro de
esta perspectiva, Simona conserva el poncho de su marido. El objeto no presenta en
sí mismo un carácter nocivo del cual tendría que deshacerse, precisamente porque a
su propietario no se le considera totalmente muerto ya que no hay cuerpo.
En el contexto andino ordinario, compartir sus sueños entre familiares constituye
una práctica social común. En su análisis del papel social de los sueños en los Andes
rurales, Arianna Cecconi (2012) explica que solamente los sueños que vienen de fuera,
o sea los que implican que el soñador reciba la “visita” nocturna de un alma, la cual está
casi siempre personalizada, son considerados significantes; al contrario de los sueños
interiores, propios a la persona, consecuencia de sus pensamientos y acciones durante
su vida diurna. Los desaparecidos parecen ser particularmente propensos a estas visitas.
Las revelaciones oníricas son consideradas como fuente de conocimiento legítima en
las comunidades andinas. En el contexto del conflicto armado, y todavía hoy en día,
fueron consideradas como una valiosa fuente de información por los familiares de los 69
desaparecidos. Si durante su visita nocturna el alma se expresaba sobre lo que le sucedió
o incita a su familiar a reconstruir su vida y a encontrar serenidad, a menudo de una
manera muy metafórica, el alivio puedo ser grande para los parientes de los desapareci-
dos. “Siempre sueño a mi hijo, una vez me dijo que estaba por unos terrenos y que iba
ser difícil que lo encuentre, me dejó un poco de maíz y se fue”, cuenta por ejemplo una
señora a la Comisión de la Verdad y Reconciliación (en Cecconi 2012, 249).
Para facilitar esta comunicación con la persona ausente, algunos familiares guar-
dan ropa que pertenecía a la persona desaparecida. Se concibe el alma como andando
en búsqueda de sus rastros. Se trata entonces de atraerlo con la ropa para favorecer
su visita durante la noche. Simona se inscribe en esta lógica de “atracción” del alma
de su marido. Esta situación revela una cierta continuidad con las lógicas locales
que organizan las relaciones entre vivos y muertos, pero también la curación de los
enfermos.12 “La ropa ‘llama’ al alma”, explica Theidon (2004, 63). Por ello, el papel
del vestido es central durante el ritual terapéutico del qayapa, que consiste en hacer
regresar, al cuerpo del enfermo, el alma concebida como potencia vital,13 que se es-
capó a consecuencia de un susto importante. En el caso de los desaparecidos, el uso
de su ropa se inscribe en esta perspectiva de asociación, con la diferencia de que, esta
12 Agradezco a los evaluadores anónimos de Íconos. Revista de Ciencias Sociales por su reflexión muy sugerente de considerar a las prácticas
y a los discursos sobre los muertos de la violencia como una actualización de un marco interpretativo preexistente y, por lo tanto, como
una continuidad ritual que se ajusta a los impedimentos e incumplimientos religiosos ordinarios.
13 En los Andes, el principio espiritual de “alma-potencia vital” constituye fundamentalmente la noción de persona y, de hecho, es lo que
se separa del cuerpo al morir (Robin Azevedo 2008).
Dorothée Delacroix
vez, no se trata de curar un enfermo, sino de resolver una incertidumbre de las más
angustiantes, la cual puede ser asimismo origen de enfermedad.
El estatus liminal de los desaparecidos lleva a ajustar el uso ritual ordinario de la
ropa con cierta continuidad intelectual. Dada la imposibilidad de proceder a su co-
rrecta separación con el mundo de los vivientes, ya que la familia no pudo recuperar
los restos u obtener informaciones estimadas como pertinentes, el objetivo consiste
en convocar a los desaparecidos, intentando atraer su alma hasta su hogar. Eso para
lograr, más adelante, disociarlos de este mundo procesando, en la medida de lo posi-
ble, el tratamiento de sus restos, pero considerando, sobre todo, su aparición onírica
como una valiosa fuente de información y un punto de partida para el duelo.
También cabe señalar que el hecho de ya no soñar con el desaparecido se experi-
menta con angustia por los familiares que lo interpretan como la pérdida definitiva
del ser ausente o, en otras palabras, como su segunda muerte. Es así como la madre
de un joven que desapareció después de ser reclutado por Sendero Luminoso, señaló
entre lágrimas que ya ni siquiera soñaba con él. Como si su hijo, mudo e inactivo en
sus sueños, hubiera desaparecido definitivamente, sin que quedara nada que salvar.
Si bien una cruz de madera con el nombre del joven había sido añadida por sus her-
manos y hermanas en el panteón familiar, para la madre, la ausencia durante años de
70 cualquier visita nocturna de su hijo la hacía sentir inconsolable.
La inscripción de los nombres de los desaparecidos en la parcela familiar del ce-
menterio es una práctica de preguerra. En el pueblo donde se realizó la encuesta etno-
gráfica, el nombre de un joven que se ahogó arrastrado por el río también fue inscrito
en una cruz sin que el cuerpo estuviera allí. Otro ejemplo es el caso de dos hermanas
que murieron en un accidente de tránsito en la década de 1970. Por falta de dinero
para repatriar los cuerpos, la familia los hizo enterrar cerca del lugar del accidente,
pero erigió cruces a sus nombres en el cementerio. La peculiaridad del caso del joven
desaparecido durante la guerra es que un silencio colectivo rodea el lugar donde fue
asesinado y enterrado, presumiblemente en una comunidad campesina vecina.14
La ruptura del sentido y el no cumplimiento de los deberes con los muertos bus-
can salidas extrañamente similares fuera del caso peruano. Atraer el alma durante la
noche o recurrir a la videncia para identificar el lugar donde se encuentra el desapa-
recido han sido medios usados por parte de los familiares, tanto en Perú como en
Argentina durante la dictadura, como en Inglaterra después de la Segunda Guerra
Mundial (Panizo 2012; Winter 1995).
14 Las razones de este silencio son múltiples: cohabitación con antiguos victimarios; intento de mantener una apariencia de unidad en
el seno de este distrito de aproximadamente 1000 habitantes para presentar públicamente una memoria centrada en las víctimas;
miedo a las represalias, en particular bajo la forma de brujería, entre otras. Sin embargo, la familia del mencionado joven desaparecido
emprendió discretamente su propia investigación para averiguar el lugar exacto del entierro, pero no tuvo éxito. Pese a esto, la cruz
con su nombre en el cementerio mira hacia la comunidad en el horizonte donde se supone que está enterrado. Así, a pesar de la no
recuperación del cuerpo, los parientes muestran que saben (en parte) lo que pasó y que no se dejan engañar. Sobre todo, al reunirse en
este lugar de recogimiento, pueden dirigir sus oraciones y pensamientos directamente al probable lugar de entierro clandestino, alejado
a tan solo a unos 10 kilómetros en línea recta.
Experimentado como una verdadera materialidad del pasado en el presente, las mani-
festaciones fantasmales actualizan la magnitud de las pérdidas humanas relacionadas
con la guerra y el desasosiego de las familias, pero contribuyen también a prolongar
y reactivar la existencia social de las víctimas y a despedirse de ellas. El análisis de las
relaciones ordinarias entre los vivos y los desaparecidos muestra que las líneas límite
entre la vida y la muerte se hicieron extremadamente borrosas y porosas. Producto de
este “entre dos” (entre-deux), la figura paroxística del alma en pena implica prácticas
rituales domésticas para fijarla en una condición estable. Después de 20 años de gue-
rra y casi 20 años de política de reparación a las víctimas, la persistencia de estas figuras
intermedias apunta a la precariedad de la situación ontológica de los desaparecidos y
la relación problemática con una muerte prematura e incontrolada. Una muerte que
asaltó territorios donde no tenía que instalarse, fuera de los cementerios. También
Dorothée Delacroix
estas figuras aportan una nueva luz sobre los bricolajes rituales que han tratado, y a
veces logrado, de enmarcar a esta muerte descontrolada y de hacer habitable el vacío.
Los protagonistas del conflicto armado peruano procesan el pasado mediante toda
una metafísica del destino póstumo de los desaparecidos y de los asesinados. Desde
las visitas nocturnas de almas hasta los espectros amarrados a lugares específicos,
pasando por las almas convocadas, son verdaderas “carreras post mortem” (Despret
2014) de las víctimas de la guerra que deben ser consideradas si se quiere entender las
experiencias concretas de los sobrevivientes más allá de la idea de que el regreso de los
muertos en la vida cotidiana de los vivos es solo un “trauma de la guerra”.
Las diversas experiencias de encuentro con las almas de las víctimas de la gue-
rra se arraigan en las representaciones tradicionales de la (mala) muerte y generan
prácticas rituales recompuestas. En su naturaleza, no discrepan fundamentalmente
del trato reservado a las almas del purgatorio (Cuchet 2014), pero sus modalida-
des prácticas han sufrido readaptaciones a consecuencia de la muerte masiva que
generó la guerra.
Los relatos producidos por los sobrevivientes sobre las representaciones de su
existencia, las desgracias que les afectan y el papel desempeñado en este conjunto
de relaciones por los difuntos sin entierros también informan sobre las subjetivi-
72 dades en juego en el contexto inmediato de la posguerra. Los habitantes de las co-
munidades campesinas andinas, aparentemente mantenidos en la impotencia y el
silencio, logran así describir la guerra, sus protagonistas y la forma en que continúa
en su vida cotidiana mucho más allá de la desmilitarización del país. En ese sentido,
se postula aquí que corresponde a los vivos determinar los modos de presencia y
disposición de las almas. La presente investigación muestra que son los vivos los
que hacen que estos seres invisibles existan en formas cada vez diferentes, que son
ellos los que los perciben y los hacen actuar. Por lo tanto, este enfoque va en contra
de lo trabajos que tratan de los fantasmas con una realidad inmaterial autónoma
(Carr 2018).
Los relatos de las almas en pena se utilizan para comunicar el dolor, incluso el
resentimiento, pero también para restaurar un sentido, un orden y unas certezas. Al
mismo tiempo que se testimonia el desgarramiento de la familia y la brutalidad de
la separación, permite trasponer este sufrimiento a un marco narrativo compartido
y legitimado socialmente, que sirve de marco de referencia común. En este sentido,
estas narrativas constituyen una categoría experiencial del impacto de la violencia
y una forma de canalizarla. De hecho, si el difunto errante puede convertirse en
un generador de enfermedades, también aparece como un reparador de relaciones
descuidadas y limitadas, o incluso, como una figura protectora del destino de sus
parientes. También permite dar continuidad a la vida comunitaria constreñida por
las relaciones de animosidad. En otras palabras, el alma existe como una posibilidad
de discurso, de remedio y de convivencia social.
Referencias
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Resumen
Los nuevos usos y sentidos de la desaparición y el fortalecimiento de las políticas migratorias restrictivas configu-
ran al corredor Centroamérica-México-Estados Unidos como el único en el continente donde los y las migrantes
desaparecen sistemáticamente. De este contexto, emergen tensiones entre Estado y sociedad civil, así como dentro
de los actores solidarios y de las familias que buscan a sus migrantes desaparecidos. Este texto aborda dos tensiones
concretas: a) los debates sobre las formas en que los conceptos de derechos humanos y las herramientas jurídicas
para la búsqueda y el acceso a la justicia están siendo usados, ampliados y adaptados; y b) la confrontación entre los
abordajes que priorizan la búsqueda/enfoque humanitario y aquellos que priorizan los procesos de judicialización.
A lo largo del texto, se describen las consecuencias que tiene la implementación de las diferentes perspectivas en
los comités de familiares de migrantes desaparecidos, y las alternativas que ellos y ellas llevan a cabo para paliar los
efectos negativos. La información presentada se construyó junto con familias de migrantes desaparecidos que militan
en comités de El Salvador y Honduras; especialmente los salvadoreños se asumieron como interlocutores del proceso
de investigación. Entre 2017 y 2020, se desarrolló una serie de talleres y encuentros de reflexión colectiva sobre sus
propios saberes; este artículo se desprende de ese intercambio de aprendizajes.
Descriptores: búsqueda transnacional; enfoque humanitario; familiares organizados; judicialización; migrantes desa-
parecidos; violencias.
Abstract
The new uses and meanings of disappearances and the strengthening of restrictive migration policies set the
stage for the Central America-Mexico-United States area as the only place in the continent where systematic
disappearances of immigrants takes place. Tensions between the State and civil society, as well as with supportive
actors and families searching for the disappeared migrants, emerge in this context. This text addresses two specific
tensions: a) The debates about how concepts about human rights and legal tools in the search for justice are being
used, amplified, and adapted; and b) the conflict between approaches centered on the humanitarian search for jus-
tice and those that prioritize judicial processes. The consequences of the implementation of different perspectives
on the family committees of disappeared migrants are described throughout the text, as well as the alternatives
these families offer to diminish any consequences. This research was constructed with families of disappeared mi-
grants who are activists in committees in El Salvador and Honduras. Salvadorans especially were key interlocutors
of this study. A series of workshops and meetings centered on collective reflection about the informants’ own
knowledge took place between 2017 and 2020. This article is based on this exchange of knowledge.
Keywords: Transnational search; humanitarian approach; organized families; judicial process; disappeared migrants;
violence.
ÍCONOS Revista de Ciencias Sociales • n.º 67 • vol. XXIV (2do. cuatrimestre) • ISSN: 1390-1249 • e-ISSN: 1390-8065
mayo-agosto 2020 • www.revistaiconos.ec
https://doi.org/10.17141/iconos.67.2020.4199 • Páginas 75-93
ÍCONOS 67 • 2020
Gabriela Martínez-Castillo
1. Introducción
Este artículo reflexiona sobre las relaciones de poder que configuran los modelos de
búsqueda y exigencia de justicia emprendidos por comités de familiares de migrantes
desaparecidos de Honduras y El Salvador. A lo largo del mismo, se presentan algunos
desafíos que se arrastran desde las desapariciones históricas del siglo pasado, otros
propios del contexto de violencia política actual en México y la región, así como
aquellos exclusivos de la desaparición de migrantes, en especial del corredor Centro-
américa-México-Estados Unidos. Después, se mencionan algunas consecuencias de
estos desafíos como las tensiones entre actores que intervienen en la búsqueda, con
especial atención en aquellas que se dan entre actores solidarios/aliados como or-
ganizaciones no gubernamentales (ONG), organismos humanitarios, financiadoras,
iglesias, académicos, periodistas, entre otros.
Los análisis presentados han sido construidos mediante dos procesos. El primero
desde la experiencia de trabajo de la autora en el Servicio Jesuita a Migrantes-México
(SJM-MEX), espacio que entre 2008 y 2014 permitió conocer los aprendizajes de ex-
pertas en el tema, como Ellen Calmus, directora del Rincón de Malinalco, la primera
ONG que empezó a hacer búsqueda de migrantes mexicanos desaparecidos en Méxi-
76 co; Nancy García, directora de Caminos AC, la primera organización que sistematizó
y compartió sus modelos de búsqueda de migrantes oaxaqueños desaparecidos y sus
prácticas de acompañamiento psicosocial a familias;1 y Leslie Poblano, coordinadora
del equipo de atención y búsqueda de desaparecidos del SJM-MEX.
El segundo es la investigación doctoral en antropología (2016-2020) de la autora,
donde se colaboró directamente con los grupos de familiares de migrantes desapareci-
dos de Honduras y El Salvador. Especialmente el Comité de Familiares de Migrantes
Fallecidos y Desaparecidos de El Salvador (COFAMIDE) ha sido pieza angular para
abordar esta problemática desde otras perspectivas, ya que fueron ellas y ellos quienes
plantearon/demandaron integrar sus preguntas a esta investigación y responderlas en
una serie de talleres de reflexión colectiva llevados a cabo entre 2017 y 2019. Du-
rante este proceso, las y los salvadoreños dejaron de ser informantes de un quehacer
antropológico tradicional y se asumieron como interlocutores en la teorización de los
conceptos y narrativas (Rappaport 2008). A partir del cambio de roles, se construyó
un conjunto de vehículos conceptuales que contribuyeran tanto a revitalizar la pro-
ducción académica como a abonar pistas para fortalecer su lucha organizada por la
verdad, la justicia y la reparación del daño. Esta metodología se detalla en la ponencia
“Investigar junto con familias de migrantes hondureños y salvadoreños desaparecidos
en tránsito: reflexiones metodológicas” (Martínez Castillo 2018).
Si bien únicamente familiares de COFAMIDE se sumaron al proceso como co-in-
vestigadores, no se puede dejar de mencionar la importante contribución de las y los
1 Para conocer el valioso material producido por Nancy García, consultar: García et al. 2014.
Gabriela Martínez-Castillo
Desaparición
cuando menos desde los años noventa, fue reutilizada por el crimen organizado; no
desapareció del arsenal represivo del Estado, pues siguió siendo usada en la guerra
silenciosa contra los zapatistas, en las batallas rurales o en los conflictos poselectorales,
pero fue procesada por los cárteles, las bandas de secuestradores, las industrias delicti-
vas y las concertaciones propias de la impunidad (González 2012, 91).
Incluso algunas personas sin ningún tipo de vinculación criminal también han utili-
zado la desaparición, especialmente en los feminidicios (ONU Mujeres 2018). Tam-
poco hay un perfil único de desaparecido/a,
desafíos acarreados desde las desapariciones históricas sucedidas durante las dictaduras
del Cono Sur y de Honduras, de la Guerra Civil en El Salvador y de la Guerra Sucia en
México, así como sus particularidades. Como en el pasado, el número de desapareci-
dos es mayor al número de casos documentados4 y el número de desaparecidos repor-
tados es mucho mayor al número de personas encontradas (Baraybar et al. 2020). Las
nuevas desapariciones también están siendo reconocidas como un problema político
gracias a la lucha organizada de familiares. Los colectivos de familias –que en Hon-
duras, Nicaragua, Guatemala y El Salvador se autodenominan comités– son también
espacios construidos principalmente por mujeres, hermanas, esposas, sobrinas, hijas,
pero sobre todo madres, quienes echan mano de los recursos simbólicos que da di-
cha identidad para construir la presencia de sus ausentes por medio de la exigencia
de verdad, memoria, justicia y reparación; incluyen también familiares hombres que
encuentran en la identidad de “madres” un concepto lo suficientemente amplio para
sentirse representados.
Las desapariciones actuales –tanto de nacionales como de migrantes– se diferen-
cian de los aprendizajes, acciones y marcos teóricos desarrollados para aprehender
las desapariciones históricas sobre todo porque: a) las violencias actuales dificultan
documentar los vínculos entre las desapariciones y agentes del Estado, complicando
aún más la exigencia de justicia, pues los casos no encajan fácilmente en las leyes que 79
definen a la desaparición forzada como tal por la comisión, omisión o aquiescencia
del Estado; b) las familias, comités y actores solidarios centroamericanos y mexicanos
viven, buscan y denuncian en unos de los países más peligrosos del mundo, quedan-
do expuestos a extorsión, amenazas, agresiones, desplazamiento forzado e incluso hay
casos de familiares que han sido asesinados mientras hacían las búsquedas de sus desa-
parecidos;5 y c) a diferencia de los desaparecidos políticos, cada vez hay más evidencia
de que desaparecidos/as actuales están siendo reclutados/as para la explotación sexual
y laboral6 (Aluna2015, 8; Guillén y Petersen 2019), y que, en las cárceles y centros
de detención migratorios, mexicanos y estadounidenses, no se respeta el derecho al
debido proceso de los migrantes, les restringen la comunicación y no se informa a los
consulados sobre sus detenciones (González 2014). Surge entonces la necesidad de
ampliar las tradicionales estrategias de búsqueda, no solo recurrir a las forenses sino
también a las que encuentren a las y los desaparecidos que están con vida.
4 Por ejemplo, la masacre de indígenas salvadoreños cuyos cuerpos fueron desaparecidos en 1932 o la de campesinos mexicanos de
Durango, Sinaloa y Chihuahua que fueron víctimas de la Operación Cóndor-Primera Guerra contra las drogas durante la década de
1970; en ambos casos se tiene escasa información sobre las identidades de las personas desaparecidas.
5 Revisar historias de María Herrera (Sididh 2018) y Zenaida Pulido (Castellanos 2019).
6 La organización mexicana Aluna presenta un mapeo general para entender las nuevas formas de desaparición en la región:
En las zonas donde operan las redes de trata de personas y tráfico de órganos desaparecen mayoritariamente mujeres, niños y
niñas. En regiones con alta presencia de cárteles del narcotráfico, los hombres jóvenes son desaparecidos por motivos de recluta-
miento, sicariato o limpieza social. Los migrantes, por su parte, son desaparecidos y obligados a trabajos forzados, siendo Tamau-
lipas el estado con mayor riesgo. Hay otras zonas del país donde desaparecen a los profesionistas para obligarlos a colaborar con
grupos criminales. Destaquemos, finalmente, que también se registran desparecidos en las filas de las propias fuerzas de seguridad
del Estado (Aluna 2015, 9).
Gabriela Martínez-Castillo
hubiera deseado. Como bien lo explica la señora Zoyla: “Ante tanta cosa que le pasa
a una, mi hermano [desaparecido] se quedó bien lejos” (entrevista a Zoyla, 23 de
octubre de 2017). El proceso familiar para determinar la desaparición es también
complicado porque no todos los integrantes reaccionan de la misma manera ante
iguales circunstancias; cada miembro construye la ausencia a su forma y además esta
postura puede cambiar a lo largo del tiempo.
Otros aspectos que han puesto a algunas familias en condiciones donde hacer una
búsqueda es prácticamente imposible son la precariedad y la indiferencia de los go-
biernos para asumir responsabilidades ante sus migrantes. Sobre todo en Honduras,
hay familias que no cuentan con posibilidades ni para transportarse a la capital para
interponer la denuncia en Cancillería o en Fiscalía. Los comités cobran aquí especial
relevancia, pues hay familias que determinaron que la pérdida de contacto de su
migrante podía ser una desaparición en el momento en que entraron en contacto
con alguno de estos colectivos, a los que consideran espacios cercanos geográfica y
afectivamente (entrevista a Lidia Souza, 3 de octubre de 2017).
La complejidad para determinar si la pérdida de contacto de un migrante indica
o no que está desaparecido da como resultado que haya migrantes que cumplan con
las condiciones de desaparecidos pero que no sean considerados como tales. Por lo
tanto, el universo total de migrantes desaparecidos es mayor al número de casos a 81
los que podemos tener acceso, ya que solo conocemos y trabajamos sobre aquellos
considerados como desaparecidos por un tercero (Baraybar et al. 2020). Nuestras
reflexiones se construyen únicamente sobre un fragmento bastante pequeño de esta
problemática, a diferencia de los desaparecidos nacionales cuya ausencia es más fá-
cilmente identificada, aunque no se lleven a cabo búsquedas o denuncias hay quien
sabe que el otro o la otra faltan.
Gabriela Martínez-Castillo
a) Debates sobre las formas en que los conceptos de derechos humanos que tipifican la
desaparición y las herramientas jurídicas para la búsqueda y acceso a la justicia están
siendo usados, ampliados y adaptados.
el Estado creó la práctica en una situación particular, luego la generalizó en los enfren-
tamientos políticos y a través de ligas con sectores y personajes de las fuerzas armadas,
el narco la retomó, el crimen organizado la generalizó y, según se observa en la primera
década del siglo XXI, ya se encuentra disponible para todos (González 2012, 132).
7 En 1950, la ONU reconoció el delito de desaparición forzada. En 1978, declaró que la desaparición forzada es una violación a los
derechos humanos y que los Estados tienen la obligación de buscar a los desaparecidos. En 1980, creó el Grupo de Trabajo de Desa-
pariciones Forzadas e Involuntarias como herramienta para evaluar a los Estados, emitir recomendaciones e incluso intervenir en los
procesos nacionales si así es requerido. En 1992, emitió la Declaración sobre la protección de todas las personas contra las desapariciones
forzadas. Y en 1994, se aprobó la Convención interamericana sobre desaparición forzada de personas, primer instrumento jurídico que
permitió emitir sentencias obligatorias contra los Estados parte.
Los Estados Partes tomarán las medidas apropiadas para investigar sobre las conductas
definidas en el artículo 2 que sean obra de personas o grupos de personas que actúen
sin la autorización, el apoyo o la aquiescencia del Estado, y para procesar a los respon-
sables (ACNUDH 2006).
Gabriela Martínez-Castillo
Mientras que los actores solidarios prácticamente han consensuado sus críticas a la
participación gubernamental, hay desacuerdos sobre la forma en que dichos mecanis-
mos deberían ser usados por las familias y los comités. Especialmente sobre el MAE
hay posturas desde las ONG que plantean que, dada la limitada capacidad de inves-
tigación y disposición que muestra el Gobierno mexicano, deben presentarse casos
Gabriela Martínez-Castillo
que tengan información precisa para la ubicación del desaparecido y expedientes que
ya cuenten con una documentación extensa que pruebe su desaparición en México,
privilegiando aquellos que tengan más posibilidades de ser desaparecidos forzados
o desaparecidos por particulares. Otras consideran que lo más conveniente es pre-
sentar todos los casos posibles al MAE, ya que el Estado es el responsable de buscar
independientemente de las pistas que las familias presenten, y determinar mediante
investigaciones serias cuándo tiene las competencias para resolver qué casos y cuándo
no. Además, consideran que esta acción contribuye a generar estadísticas oficiales
para visibilizar la problemática de desaparición de migrantes.
Más allá de que el MAE fue concebido como un mecanismo para garantizar la
búsqueda, justicia y reparación del daño, en la práctica todavía no alcanza todo su
potencial –por decirlo de alguna manera– pues únicamente funciona como una he-
rramienta de acceso a la justicia para las familias que pueden considerarse como
víctimas según lo establecido por la Ley general de víctimas de México; es decir, aque-
llos casos en los que se pruebe/sospeche que los migrantes son/fueron desaparecidos
forzados o desaparecidos por particulares en masacres.
Que la Comisión Forense y el MAE estén diseñados para abarcar solo cierto tipo
de casos, en la práctica se traduce en que únicamente un grupo reducido de familias
86 vinculadas con los comités reciben extenso acompañamiento y asesoría por parte de
las ONG que impulsan los mecanismos, y que solamente un número aún menor
puede acceder a la reparación establecida en la Ley general de víctimas. Aunque nin-
guna ONG tiene obligación –ni posibilidad– de atender todos los casos, es preciso
mencionar que, dentro de las organizaciones de base en El Salvador y Honduras con
quienes se trabajó para este artículo, el litigio emblemático/estratégico genera la sen-
sación de que hay casos de primera y de segunda, como pasa entre los colectivos de
familias de desaparecidos mexicanos.8
Ante esta situación, lejos de plantear que no se recurra a estas herramientas jurídi-
cas, las familias recomiendan que las ONG, organismos humanitarios y financiadoras
comuniquen claramente desde el inicio de la relación cuáles son sus alcances y limi-
taciones, sus apuestas políticas y los medios con los cuales implementan sus acciones,
que comuniquen a todas las familias que tienen casos en los comités, mediante las
asambleas generales, que son las ONG y no los directivos de los colectivos quienes
eligen qué casos pueden acompañar, y que aclaren por qué esos fueron seleccionados
y no otros.
Si bien es cierto que las redes transnacionales solidarias impulsadas por los acto-
res aliados han sido fundamentales para visibilizar la problemática de los migrantes
desaparecidos y para potenciar la voz de sus familiares, COFAMIDE y la abogada
de la FJEDD de El Salvador recuerdan que, para evitar conflictos entre aliados, es
importante reconocer que, aunque no sea la intención, asumir solo algunos casos y
8 Revisar historia de Guadalupe Aguilar (López 2019).
Gabriela Martínez-Castillo
Los debates mencionados sobre los límites de los conceptos de derechos humanos y
las herramientas jurídicas para la búsqueda y acceso a la justicia muestran, entre otras
cosas, lo difícil que es para la sociedad civil perfilar rutas que permitan conciliar el
enfoque humanitario del jurídico en cuanto a la desaparición de personas se refiere.
El enfoque humanitario, anclado en el Sistema Humanitario Internacional, es
entendido como aquellas estrategias orientadas a reducir o aliviar el sufrimiento pro-
ducido por la desaparición de sus seres queridos a los familiares (López López 2019,
36). Mientras que el enfoque de judicialización es “el marco de investigaciones que
están dirigidas por un fiscal y organizadas en función de la sanción a los responsa-
bles de los crímenes cometidos” (Barrantes 2016, 15). Su principal diferencia radica
en que, en el primero, buscar y encontrar al desaparecido es el eje que determina
el diseño e implementación de las estrategias, los esfuerzos jurídicos sirven si están
encaminados a buscar, de otra manera están fallando; el castigo a los culpables y la
reparación del daño son ejes paralelos importantes, pero no centrales.
En el enfoque de judicialización, sustentado en el Sistema Internacional de Dere-
88 chos Humanos, encontrar al desaparecido es importante pero no central, los desapa-
recidos forman parte de un conjunto de pistas y elementos asociados con el proceso
para sancionar a los responsables. Por la necesidad de conocimientos especializados,
los protagonistas de la judicialización no son en su mayoría familiares, sino expertos
intermediarios, aunque muchos familiares han aprendido sobre la marcha para poder
presionar a las autoridades correspondientes, la mayoría utiliza sus conocimientos
para exigir la búsqueda por sobre el castigo a los culpables, pues “las familias espe-
ran respuestas primero y claramente esperan algún tipo de justicia luego” (Baraybar
2016, 5).
Un camino para superar la dicotomía es lo planteado por las familias con las que
se trabajó; para ellas, las acciones de judicialización son un modelo de búsqueda más.
Toda vez que sus migrantes siguen desaparecidos, interponer denuncias, dar segui-
miento, ir a reuniones con funcionarios, entre otras, son acciones de búsqueda y no
están centradas en castigar a los culpables, puede que esté incluido, pero es periférico.
Las familias consideran que las particularidades de cada enfoque o modelo de bús-
queda no los hacen excluyentes, incluso aunque tengan objetivos y procedimientos
que pudieran parecer/ser contradictorios.
Entre los actores solidarios hay quienes comparten la postura de las familias; otros
que reconocen que las diferencias no los hacen incompatibles, pero sí exigen que el
enfoque de judicialización sea la médula espinal de las estrategias impulsadas para
buscar a los desaparecidos, e incluso condicionan su apoyo y asesoría a que las fa-
milias emprendan dichos procesos; y hay otros que sostienen que las diferencias sí
4. Conclusiones
Hasta este punto parece claro que la sociedad civil en la región experimenta un reaco-
modo a partir de que las personas que han vivido las violencias directamente se con-
figuran como protagonistas de sus propios procesos de exigencia de verdad y justicia,
y más aún, cuando ellas y ellos deciden generar formas para construir dicha verdad y
justicia que no tienen al Estado como actor principal, y aún así están funcionando.
En este reacomodo resulta también oportuno que los actores solidarios como ONG,
activistas, intelectuales, movimientos estudiantiles mestizos y urbanos, periodistas,
abogados, académicos cuestionemos nuestras presencias a partir de lo que Chandra
Mohanty llama “violencia epistémica, que se ejerce cuando una forma de ver el mun-
Gabriela Martínez-Castillo
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Gabriela Martínez-Castillo
Entrevistas
93
Serie Foro
Resistencias noviolentas en América Latina.
Experiencias en Brasil, Colombia y México
Esperanza Hernández Delgado y Cécile Mouly,
coordinadoras
Editorial FLACSO Ecuador
248 páginas
Los aportes que presenta este libro confirman la presencia y el carácter
recurrente de la resistencia civil, mecanismo de oposición noviolenta de grupos
sociales excluidos, dominados y amenazados en esta parte del continente.
Las experiencias de pueblos indígenas en México, grupos sociales y
políticos en Brasil y poblaciones en localidades periféricas de Colombia
ofrecen elementos teóricos y prácticos relacionados con los significados,
modalidades, métodos, características y alcances de dicha oposición.
Enseñan que estas luchas no son perfectas, solo perfectibles, y que no
son lineales, sino procesuales, pues prosperan en medio de altibajos,
retos y desafíos. Muchas veces quienes resisten no logran todas las
metas propuestas; sus alcances pueden incluso ser limitados. Se requiere
un conjunto de condiciones para tener éxito, porque no es suficiente
organizarse para ejercer la resistencia civil.
Sin embargo, los casos estudiados muestran que esta representa una
alternativa valiosa, muchas veces la única o la más idónea, para hacer
frente, contener, disminuir o transformar diversas violencias y así reducir los
desequilibrios de poder.
Desaparición de mujeres y niñas en México:
aportes desde los feminismos para
d o ssi e r de i nve sti ga ci ó n
Mgtr. María de Lourdes Velasco-Domínguez. Candidata a doctora en Ciencias Sociales, FLACSO México.
([email protected]) (https://orcid.org/0000-0002-2301-4136)
Mgtr. Salomé Castañeda-Xochitl. Analista especializada, Fiscalía General de Justicia del Estado de México.
([email protected]) (https://orcid.org/0000-0003-1941-9402)
Resumen
En México, a partir de 2007, se observa una tendencia al alza en los índices de desaparición de personas según datos del
Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED) de 2019, con una mayor prevalencia de
desapariciones de hombres que de mujeres. Sin embargo, en el grupo de personas menores de edad ocurre una tendencia
inversa, ya que las cifras de niñas desaparecidas son significativamente mayores a las de niños. El presente artículo propone
algunas hipótesis para tratar de entender por qué ha aumentado la desaparición de niñas en México. Se presenta una discu-
sión con algunas teorías feministas que han buscado comprender el aumento de la violencia para las mujeres jóvenes en el
marco de las políticas neoliberales. Se argumenta que el aumento en la desaparición de niñas está asociado con dos factores
centrales: la existencia de una economía de desposesión de vidas humanas para la acumulación de capital que produce
formas específicas de violencia contra mujeres y niñas, y la violencia sistemática contra las mujeres ejercida por agentes de
instituciones estatales de seguridad y justicia.
Descriptores: América Latina; desaparición; México, mujeres y niñas, procesos macrosociales; teorías feministas.
Abstract
According to the 2019 information from the National Registry of People Missing or Disappeared, beginning in 2007
the number of disappearances in the country has increased with more men missing than women. However, the opposite
tendency is true with minors because more girls than boys have gone missing. This article proposes some hypotheses
to understand this increase in girls who have disappeared in Mexico. A discussion of feminist theories, which seek to
understand the increased violence towards young women in the context of neoliberal policies, is presented. This re-
search argues that the increase in disappeared girls is associated with two main factors: an economy of dispossession of
human lives for the accumulation of capital, which produces specific forms of violence against women and girls, and a
systematic violence against women exercised by agents from state security and legal institutions.
Keywords: Latin America; disappearance; Mexico; women and girls; macrosocial processes; feminist theories.
ÍCONOS Revista de Ciencias Sociales • n.º 67 • vol. XXIV (2do. cuatrimestre) • ISSN: 1390-1249 • e-ISSN: 1390-8065
mayo-agosto 2020 • www.revistaiconos.ec
https://doi.org/10.17141/iconos.67.2020.4196 • Páginas 95-117
ÍCONOS 67 • 2020
1. Introducción
Desde hace más de una década, México y América Latina mostraron un repunte en
los índices de violencia homicida y criminalidad, por lo que comenzaron a desarro-
llarse investigaciones desde las ciencias sociales para tratar de explicar este fenómeno
y entender sus implicaciones. Un primer conjunto de estudios asocia la violencia letal
sistemática con la formación del Estado y su reproducción en su versión neoliberal,
con la competencia entre organizaciones criminales, la competencia político-electoral
y la apropiación de recursos y territorios. Las teorías feministas sobre la violencia aña-
den a estas primeras explicaciones una perspectiva interseccional de las desigualdades
sociales.
los problemas creados por estas políticas. Para el caso de México, se ha afirmado que
la “violencia pública” de parte de actores estatales y no estatales ha participado en la
conformación del Estado durante el siglo XX y hasta la actualidad, ya que la violen-
cia represiva del Estado contra activistas y disidentes políticos ha sido una constante
hasta nuestros días, a pesar de los procesos de democratización; pero además, en los
últimos años, a la violencia entre fuerzas de seguridad y grupos delincuenciales se
han sumado la violencia económica con fines de apropiación de territorios y explota-
ción de recursos naturales por parte de grandes empresas nacionales y transnacionales
(Pansters 2012).
Trejo y Ley (2018) han mostrado que el aumento acelerado en los niveles de vio-
lencia en ciertas regiones de México desde las décadas de 1980 y 1990 está asociado
con la disputa entre carteles de la droga en México que se disparó en las entidades
federativas a raíz de que nuevos partidos políticos asumieron los gobiernos estatales,
desplazando al partido hegemónico, el Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Esto implicó una ruptura de las redes de protección de las élites gobernantes priistas
hacia ciertos grupos criminales, por lo cual estos últimos se vieron en la necesidad
de conformar sus propias milicias privadas para proveerse de protección y disputar el
control de nuevos territorios a otros carteles.
98 Los mismos autores han expuesto que en México, durante la primera década
del siglo XXI, fueron perpetrados diversos homicidios contra políticos, presidentes
municipales, altos funcionarios de gobiernos estatales y contra candidatos a este
tipo de puestos. Estos homicidios fueron perpetrados en delimitaciones políticas,
gobernadas por partidos políticos diferentes al dominante a nivel federal (el Par-
tido Acción Nacional, PAN), debido a que estos gobiernos estatales recibieron
menos recursos para seguridad pública por parte de instancias federales, lo cual
los condujo a encontrarse más débiles en términos de fuerza armada respecto a las
milicias de los grupos delincuenciales. Por lo tanto, estos últimos aprovecharon la
coyuntura de competencia política para acceder al control del poder político en
estas entidades y municipios, a fin de no solo facilitar el desarrollo de sus activi-
dades delictivas, sino, además, incidir en las decisiones públicas que afectan a la
ciudadanía (Trejo y Ley 2018).
De igual forma otra serie de estudios (Anaya 2014; Atuesta y Ponce 2016 y Silva
Forné et al. 2017) han puesto de manifiesto la relación entre las políticas de segu-
ridad a nivel federal implementadas en 2007 por el presidente Felipe Calderón y el
acelerado crecimiento de la tasa de homicidios que comienza a dispararse justo en ese
año. Debido a que la estrategia política de militarización del país se ha enfocado en
perseguir a las cabezas de las organizaciones criminales, cuando estas son capturadas o
asesinadas generan disputas por el nuevo liderazgo en el grupo criminal, lo cual lleva
a su fragmentación y a una competencia violenta por los liderazgos. Por otra parte,
estos grupos criminales han aumentado su nivel de defensa armada contra las fuerzas
de seguridad estatales, mientras que estas últimas han sido acusadas de perpetrar
sistemáticamente violaciones graves a derechos humanos tales como torturas, tortura
sexual, desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales.
Estas investigaciones abordan de manera muy periférica el problema de la crecien-
te desaparición de personas en el país, y su perspectiva macrosocial ha dejado relega-
da la explicitación de quiénes son las víctimas directas, las víctimas indirectas y los
victimarios, y qué ejes de desigualdad social (género, clase social, pertenencia étnica,
racialización) y relaciones de dominación se juegan en la producción de la violencia
letal. En el campo de las investigaciones feministas y transfeministas, han emergido
teorías que intentan comprender la violencia desde la significación social otorgada a
los cuerpos violentados y los cuerpos ejecutores de la violencia, y a su vez enfatizan en
los procesos económicos y políticos involucrados en su producción.
En esta sección se discutirá con algunas investigaciones que buscan explicar los femi-
nicidios o la violencia feminicida (categorías en las que incluyen la desaparición de
mujeres) en América Latina y especialmente en México, a partir de sus vinculaciones 99
con el poder económico y criminal por una parte, y el político y coercitivo del Esta-
do, por otra.
Las investigaciones feministas sobre la violencia contra las mujeres que se presen-
tan a continuación pueden clasificarse como: primero, las que acentúan los vínculos
entre violencia contra las mujeres y economía neoliberal, y segundo, las investiga-
ciones centradas en los procesos políticos e institucionales asociados con la violencia
contra las mujeres.
Desde una perspectiva que acentúa los vínculos entre la economía y la violencia
contra las mujeres, Jules Falquet (2011) considera que la globalización económica
neoliberal implica una reorganización de las formas de violencia contra las mujeres a
partir de los legados de las dictaduras militares.
Según la autora, las reformas estructurales impuestas por los organismos interna-
cionales en los países periféricos a cambio del financiamiento de sus deudas externas,
implicaron medidas que incluyeron la reducción del gasto público, la entrega de
concesiones de empresas y recursos públicos a empresas privadas, la apertura de fron-
teras al comercio y la precarización de los espacios laborales. Estas medidas afectaron
particularmente a las mujeres precarizando sus condiciones laborales, aumentando
su trabajo doméstico no remunerado (ya que suplen algunas funciones sociales que
antes realizaba el Estado en materia de salud, educación y provisión de servicios) y
aumentando su competencia laboral con los varones. Por lo tanto, con las reformas
neoliberales, “la articulación de flexibilidad, desregulación y movilidad de las inver-
siones, que son las pautas que troquelan las ‘reformas laborales’ en el mundo, tiene
su mejor insumo en el sector social de las mujeres” (Gutiérrez Castañeda 2018, 178).
En este contexto, en ciudades altamente globalizadas como en la frontera norte
de México, las mujeres con mayores desigualdades acumuladas por su edad, clase
social y pertenencia étnica son las más expuestas a la violencia extrema. Los feminici-
dios y desapariciones de mujeres y niñas en ciudades mexicanas como Ciudad Juárez
representan para la autora no solo una vía de comunicación del control territorial
entre grupos de hombres, sino, sobre todo, una forma de comunicación dirigida a
las mujeres para indicarles que, en caso de que salgan fuera del modelo de feminidad
tradicional e intenten desafiar el poder de los hombres sobre ellas, ya sea compitiendo
con los hombres en el ámbito laboral o decidiendo respecto de su cuerpo y sexuali-
dad, serán severamente castigadas.
En este contexto, tanto Falquet (2011) como Valencia (2010) coinciden en consi-
derar que los procesos de globalización neoliberal están basados no solo en la acumu-
100 lación de capital a partir de la apropiación de recursos públicos (recursos naturales,
fuerza laboral, los ahorros de los trabajadores por el capital financiero, los derechos
sociales como salud, educación, entre otros), sino que además la acumulación de
capital neoliberal se basa en diversas formas de violencia contra las mujeres que in-
cluyen la explotación de su fuerza laboral, la apropiación de su trabajo doméstico, su
explotación sexual y la obtención de una plusvalía a partir del control de su muerte.
Todas estas formas de violencia sistemáticas son el caldo de cultivo para las desapa-
riciones de mujeres y feminicidios. A su vez son productoras de subjetividades mas-
culinas hiperviolentas que Valencia (2010) denomina como “hombres endriagos”.
Por lo tanto, en las economías neoliberales de los países periféricos, un elemento
constitutivo es la explotación violenta de las mujeres a partir del “complejo conyu-
gal”, es decir, que el conjunto de trabajos y servicios que anteriormente las mujeres
prestaban a sus cónyuges y familias, tales como el trabajo doméstico y de cuidados
no remunerados y los servicios sexuales, ahora son explotados de manera colectiva
por empresas legales (por medio del sector de los servicios) o ilegales (mediante el
trabajo informal y por grupos delincuenciales) y por instancias estatales (con políticas
como las transferencias monetarias estatales condicionadas al trabajo gratuito de las
mujeres) (Falquet 2011). El sometimiento de las mujeres a este orden se logra a partir
del ejercicio de violencia contra ellas que, en sus formas más letales, ha heredado doc-
trinas de guerra de las dictaduras militares pasadas que incluyeron la violencia contra
las mujeres como arma de guerra junto con un repertorio de técnicas para la tortura,
la mutilación y explotación sexual del cuerpo de las mujeres.
En esta misma línea, Wright (2011) agrega que la violencia feminicida y juvenicida
en Ciudad Juárez Chihuahua, de manera similar a como ocurrió en Medellín Colom-
bia, está fuertemente relacionada con los procesos de gentrificación de la ciudad, que
buscan el desplazamiento y exterminio de las clases pobres para dar paso al desarrollo
de una moderna ciudad turística. Bajo esta lógica, los discursos políticos justifican la
muerte de las personas pobres de la ciudad por considerarlas criminales o tacharlas de
prostitutas, propiciando que las instituciones de seguridad operen como tecnologías
violentas para la imposición del proyecto neoliberal de ciertas clases sociales.
El sistema capitalista y patriarcal recurre a diferentes mecanismos para llevar a
cabo el control de las mujeres, se refuerza la cosificación del cuerpo y su mercantiliza-
ción convirtiéndolo en objeto sexual de consumo o insumo primario en la industria
de belleza, lo que recrudeció la embestida del capitalismo patriarcal que no podría
dejar de estar encabezado por el fundamentalismo (Solís de Alba 2019).
Respecto a la otra guerra, es una en la que “la víctima de la guerra contra el narco
también es potencialmente victimario [hombres violentos y precarizados], porque lo
que está en juego no es el territorio ni el poder, ni control sobre el mercado de drogas
ilícitas, sino la desposesión de los cuerpos de las mujeres para dominarlos y lucrar con
ellos sexualmente” (Estévez 2017, 81).
Los dos conjuntos de teorías feministas permiten derivar hipótesis para tratar de
entender, desde una perspectiva macrosocial, las desapariciones de niñas y adoles-
centes en México y específicamente en el estado de México. Por lo tanto, nuestro
argumento es que la creciente incidencia de violencia feminicida y en particular de
desapariciones de mujeres y niñas en el contexto mexicano neoliberal es resultado la
103
reorganización de las formas de desposesión del cuerpo de las mujeres en contextos
de paz y de guerra por medio de la violencia, perpetradas por actores tradicionales
como parejas, familias y las instituciones estatales de seguridad y justicia, y por nue-
vos actores como empresas y grupos de delincuencia organizada nacionales y tras-
nacionales, con la finalidad de afianzar tanto las formas de acumulación del capital,
como el control social y el dominio político sobre los grupos sociales más vulnerables.
3. Metodología de análisis
distintos a los de la investigación académica y, por ello, no están en sintonía con los
debates teóricos en la materia. Sin embargo, el empleo de un conjunto de fuentes
secundarias diverso permite la triangulación de algunos datos con el fin de poder dar
mayor certeza y soporte a las fuentes.
Entre las fuentes primarias empleadas, se encuentran el Registro Nacional de Da-
tos de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED) que incluye únicamente a las
personas que fueron reportadas a las oficinas de procuración de justicia, omite a las
personas reportadas ante otras instancias estatales o cuya desaparición no se denun-
cia; de igual forma, la metodología de captación de datos excluye a las personas que
han sido encontradas a lo largo del período.
Además, se emplea información de la Encuesta nacional sobre la dinámica de las
relaciones en los hogares (ENDIREH) (INEGI 2016) y una serie de informes de orga-
nizaciones civiles. Para facilitar la contrastación de nuestro argumento, se propone su
organización en dos hipótesis generales:
4000
3500
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2500
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0 105
1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017
Hombres Mujeres
A lo largo del período, se observa que en 2007 hay una acelerada tendencia al alza,
con una mayor incidencia de hombres desaparecidos representando el 74,3% de los
casos (26 938 hombres), mientras que las mujeres representan el restante 25,7%
(9327 mujeres desaparecidas). El gráfico 1 muestra la incidencia de personas desapa-
recidas por sexo de 1999 a 2017. Vale destacar que las siguientes entidades federati-
vas poseen una mayor incidencia de mujeres desaparecidas que de hombres: Puebla,
Oaxaca, Tabasco y Quintana Roo. Otro grupo de entidades tienen un porcentaje de
mujeres desaparecidas de entre el 40% y el 49%: estado de México, Aguascalientes,
Tlaxcala, Baja California y Ciudad de México.
Respecto a los grupos de edad, la mayor prevalencia de hombres respecto a las
mujeres desaparecidas se invierte en el caso de los adolescentes (grupo de 12 a 17 años
de edad), ya que se registran 3419 mujeres adolescentes desaparecidas (60,1%) frente
a 2211 hombres (39,3%) (ver gráfico 2).
Se destaca que las entidades con mayor incidencia en desaparición de mujeres
adolescentes corresponden en primer lugar a las que ocupan el centro del país (estado
de México, Puebla y Ciudad de México); en segundo lugar, se ubican las entidades
1000
900
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700
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Edad
Hombres Mujeres
de la frontera norte del país (Sonora, Tamaulipas, Baja California, Nuevo León y
Chihuahua); y en tercer lugar, los estados del pacífico (Sinaloa, Jalisco, Guerrero y
Colima) (ver gráfico 3).
106 Respecto las características victimológicas de las mujeres desaparecidas, el RNPD
permite acceder a algunas de sus características físicas. Respecto a la estatura, en 30%
de los casos se desconoce; en otro 30,6% va de 1,50 a 1,59 metros; y en 17,8%, de
1,60 a 1,69 metros, por lo tanto, de acuerdo con datos de la Cámara de Comercio
900
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Pu o
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Es
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Co
Mujeres Hombres
del Vestido (en Jasso 2019), se puede observar que las mujeres desaparecidas tienden
a tener una estatura mayor al de la media de las mexicanas (Jasso 2019).
En cuanto a su complexión, en 30% no se reportan datos; en 38% la complexión
es delgada; en 15% media; en otro 15% robusta; y en 0,5% obesa. Por lo tanto,
predominan mujeres delgadas y de complexión media (Jasso 2019). Se destaca que
las tres características que muestran los datos de las mujeres desaparecidas coinciden
con los modelos occidentales contemporáneos de belleza femenina asociada con la
juventud, delgadez y altura.
personas. Esta situación señala, entre otras prácticas de abuso y violencia contra las mu-
jeres como la esclavitud sexual y prostitución infantil, someterlas a trabajo forzado y uti-
lización como informantes […]. Pueden ser también objeto de intercambio entre grupos
criminales usándolas para ‘establecer pagos o cuotas entre sí’ (I(dh)eas 2018, 23-24).
Las cifras oficiales coinciden en que el estado de México y Puebla no solo ocupan
los primeros lugares en desaparición de mujeres y adolescentes, sino también en
trata de personas. Durante el período de 2008 a 2017, se contabilizaron 4230
mujeres víctimas de trata de acuerdo con registros de acceso a la información so-
licitados a las Procuradurías y Fiscalías del país (REDTDT 2018). Los estados
con mayor incidencia de este delito fueron: Ciudad de México (1416); Puebla
(435); Baja California (246); y estado de México (179). Las mismas instituciones
informaron que no todos los casos están siendo investigados, únicamente se han
iniciado 1156 procesos penales y se han logrado 484 sentencias condenatorias en
todo el país (REDTDT 2018).
Algunos periodistas e investigaciones han mostrado la evolución de organizacio-
nes criminales en el estado de México dedicadas a la trata de menores juntos con otras
actividades delictivas:
108
La disputa del territorio por los carteles de la droga se intensificó en el estado de Méxi-
co en los últimos siete años, mientras que en el 2009 solo operaban 2 estructuras con
límites determinados, el cartel de los Beltrán Leyva y la Familia Michoacana, en los
años siguientes ambas estructuras se han fragmentado y los grupos independientes que
se formaron en el estado además de pelear el territorio se han dedicado a otras activi-
dades ilícitas como el secuestro, la extorsión, el narcomenudeo, la trata de personas, el
cobro del derecho de piso, entre otros (I(dh)eas 2018, 22).
Respecto a la trata con fines de explotación de menores de edad por parte de organi-
zaciones criminales, las organizaciones civiles han apuntado que:
Ya a partir de los 9-10 años, los niños y las niñas se involucran en delitos, sobre todo
en la trata de personas. Los niños más pequeños son utilizados como vigías o informa-
dores, o se les utiliza para abordar los trenes, monitoreando la cantidad de migrantes
que llegan cada día. A partir de los 12 años, se les utiliza para cuidar las casas de seguri-
dad y controlar que nadie se escape. Los más grandes, a partir de los 16 años, trabajan
en ejercicios más violentos, como los secuestros, los asesinatos, y todos portan armas.
En lo que se refiere al narcotráfico, los niños están involucrados en toda la línea de
la industria. Los más pequeños trabajan como vigilantes, los más grandes se ocupan
del traslado de la droga y a partir de los 16 empiezan a ser contratados como sicarios.
Las niñas están involucradas sobre todo en el empaquetamiento de la droga (REDIM
2011, 37, en CIDH 2015, 71).
En este tipo de redes de trata, las niñas juegan los papeles más subordinados
asociados a las representaciones tradicionales de lo femenino, por lo tanto, son em-
pleadas en trabajos domésticos forzados, en la distribución de drogas, son objeto de
esclavitud sexual y son usadas para la explotación sexual comercial (CIDH 2015).
De acuerdo con la Encuesta nacional sobre dinámicas de las relaciones en los hogares
(INEGI 2016) de 2006, el 61% de las mujeres casadas o unidas en el estado de
México reportó que había sufrido uno o más tipos de violencia de pareja, cifra muy
superior al promedio nacional, que se ubica en 46,7%. Cinco años después, según
la ENDIREH 2011 (INEGI 2016) disminuyó en 3,8 puntos el porcentaje de las
mujeres en esta condición representando el 56,7% (a nivel nacional, 44,9% de las
mujeres casadas o unidas reportó haber sufrido violencia por parte de su pareja). En
ambas encuestas, el estado de México ocupó el primer lugar en este tipo de violencia
a escala nacional.
Las desapariciones de mujeres jóvenes pueden estar relacionadas con trayectorias
de violencia de género (continuum de violencia) vividas por las mujeres en diferen- 109
tes ámbitos: familiar, de la pareja íntima, violencia comunitaria o una combinación
de estas (incluido el acoso sexual), que desembocan en feminicidios cometidos por
personas conocidas o desconocidas por la víctima y que buscan ocultarlos del conoci-
miento público. Esta posible relación se observa también a nivel de cifras estadísticas.
En cuanto a las complejidades socioculturales y económicas del estado de México,
ejemplos de continuum de violencia que termina en feminicidio se han documentado
mediante testimonios en diferentes regiones del estado de México: Lucero decide re-
gresar a casa y al bajar por un inevitable lote baldío nota que un hombre alto, delgado
y blanco sale de las sobras: el Kiko… La viola en el mismo lugar. Luego de esperar dos
horas una mujer que se identifica como Agente del Ministerio Público pide a sus pa-
dres que se acerquen… Exige la cantidad de dos mil pesos para ordenar a sus policías
que salgan a detener al violador. Un mes después, Lucero sale para ver a su novio, ella
no regresa y su novio no sabe nada; a la mañana siguiente, sus padres se enteran que
en poblado próximo hallaron sin vida el cuerpo de una mujer; durante la búsqueda
se encontraron a los amigos de Lucero (el Salitre y el Maseca), les preguntaron si esa
mujer era su hija, lo negaron. Cuando llegaron al Ministerio Público les mostraron
fotografías de la mujer hallada sin vida, los padres la identificaron como Lucero, la
misma médica legista que le realizó la exploración cuando fue violada recibió el cuer-
po sin vida, pero nadie avisó a la familia. Luego de las investigaciones se determinó
que no fue Kiko, fueron sus amigos el Salitre y el Maseca, ambos la violaron antes de
asesinarla y le robaron sus pertenencias (en Padgett y Loza 2014, 299-309).
Por su parte, las organizaciones de la sociedad civil hacen notar que en el estado
de México la situación de violencia generalizada y sistemática que se vive persiste
pese a la alerta de género emitida para 11 municipios en 2016. Por ejemplo, en 2018
se solicitó a la Secretaría de Gobernación la declaratoria de “alerta de violencia de
género” por los alarmantes niveles de desaparición de mujeres en siete municipios de
la entidad. Lo que se debe resaltar es que estos siete municipios también presentan
los mayores índices de feminicidios. En el diagnóstico de solicitud, se puntualiza que
el estado de México es la entidad con el mayor número de casos de mujeres, adoles-
centes y niñas desaparecidas del país con un total de 1790 casos oficialmente regis-
trados. Dicho diagnóstico mostró, entre otras cosas, cómo la violencia comunitaria y
la violencia institucional contra las mujeres están presentes en el estado de México e
indicó un contexto de impunidad y permisibilidad social y estatal.
aumento de estos (Silva Forné et al. 2017). Esta tendencia de crecimiento en el uso
de Fuerzas Armadas en labores de seguridad pública está asociada temporal y espa-
cialmente con la desaparición de personas y específicamente con la desaparición de
mujeres y niñas. En este último caso, la relación puede darse por tres vías: mediante
ejecuciones extrajudiciales encubiertas, detenciones arbitrarias acompañadas de tor-
tura sexual sistemática y por medio del comercio sexual de mujeres jóvenes en rela-
ción con organizaciones criminales.
Un indicador de la violencia letal probablemente constitutiva de ejecuciones ex-
trajudiciales e ilegítimas es la relación entre civiles muertos y fuerzas federales de
seguridad muertas en enfrentamientos. En el caso de la Policía Federal, las cifras
oficiales muestran un aumento progresivo desde 2007, llegando al punto más alto
en 2012 con 10,4 civiles muertos por cada policía muerto. Sin embargo, la prensa
confirma esta tendencia con cifras más graves: para 2012, la proporción fue de 16,2
y para 2014, de 17 (Silva Forné et al. 2017).
Respecto al Ejército, las cifras oficiales revelan que el punto más álgido ocurrió
en 2011 con 32,4 civiles muertos por cada militar muerto. Pero de acuerdo con la
prensa, el primer punto más alto estuvo en 2012 con 42,1; en 2013 bajó a 18,8 y
en 2014 aumentó hasta 53 civiles muertos por cada militar muerto. Las entidades
que presentaron un mayor índice de letalidad en 2013 y 2014 (número de civiles 111
muertos por cada civil herido) fueron Tamaulipas, Guerrero, Zacateca, Veracruz,
Coahuila y estado de México (Silva Forné et al. 2017). Un ejemplo de la violencia
letal y arbitraria con la que ha actuado el Ejército contra civiles en el estado de Mé-
xico es el caso de Tlatlaya, lugar donde fueron ejecutadas de manera “extrajudicial”
22 personas, entre las que se destaca una joven de 15 años y dos hombres menores
de edad.
Otra forma de violencia perpetrada por las fuerzas policíacas de distintos niveles
de gobierno y por las Fuerzas Armadas es la tortura. Organismos de Naciones Uni-
das han expresado al respecto que la tortura es una práctica sistemática perpetrada
por agentes de seguridad en todo el territorio mexicano. En el caso de las mujeres y
adolescentes, tiene repercusiones especiales, debido a que organizaciones civiles han
documentado que las detenciones arbitrarias por parte de este tipo de agentes han
desembocado de manera sistemática en violencias como: tortura sexual, violaciones
sexuales, violencia psicológica o mutilaciones (Centro PRODH 2018).
Estas violencias pueden dar lugar a desapariciones forzadas de mujeres e incluso a
ejecuciones extrajudiciales. Un caso ejemplar ocurrido en el estado de México fue la
represión de parte de policías federales y de la entidad contra organizaciones y pobla-
dores del municipio de San Salvador Atenco, quienes se oponían a la construcción de
un nuevo aeropuerto para la Ciudad de México; en este caso por lo menos 27 mujeres
fueron abusadas sexualmente, hubo alrededor de 200 detenidos y algunos muertos
(CNDH 2006).
Uno de los mecanismos macrosociales que opera como gran incentivo a la repro-
ducción de violencias feminicidas incluyendo la desaparición de mujeres y niñas es
la protección y alianza por parte de grupos criminales y agentes estatales de distinto
rango.
Trejo y Ley (2018) han mostrado que, en la etapa de hegemonía priista en las
entidades federativas previo a las alternancias, se mantenía operando una suerte de
alianza y protección por parte de los gobiernos estatales hacia ciertas organizaciones
criminales. Sin embargo, con las alternancias, las protecciones se rompen y comienza
a operar una reorganización en la forma de vinculación de las organizaciones crimi-
nales y las élites gobernantes.
El estado de México es un caso excepcional, ya que es una de las entidades
sin alternancia partidista en el gobierno, pero con procesos de incremento en su
incidencia criminal y de desaparición de personas en aumento desde 2007. Esto
parece indicar que las alianzas político-criminales se encuentran en reorganización
7. Reflexiones finales
Referencias
Serie Atrio
La supervivencia del pueblo cofán en los campos
petroleros de la Amazonía ecuatoriana
Michael L. Cepek
Editorial FLACSO Ecuador
312 páginas
Escasas son las obras sobre la destrucción petrolera que a la par despiertan
en quien lee sentimientos de conmoción y admiración. Con este libro,
originalmente publicado como LIFE IN OIL por University of Texas Press,
Michael L. Cepek lo logra.
Este estudio etnográfico conmueve porque el autor evidencia el asalto
del petróleo a las vidas del pueblo cofán. A la vez que documenta las
actividades de la corporación Texaco y el problema legal con Chevron,
muestra las relaciones de este pueblo con el Estado ecuatoriano, las ONG
y las agencias de desarrollo, entre otros actores. Se vale de las fotografías
tomadas por Roberto “Bear” Guerra para ilustrar tanto el desastre ecológico
en el territorio cofán como las transformaciones socioculturales derivadas de
la producción del crudo en la Amazonía ecuatoriana.
La obra también despierta admiración hacia la gente de Dureno porque Cepek
no solo presenta la confrontación con la industria petrolera, sino que narra
su adaptación a los desafíos globales y demuestra que el chamanismo, la
cosmovisión y las costumbres siguen siendo fuerzas clave en su cotidianidad.
Aun frente a estas circunstancias el pueblo cofán insiste en preservar su lengua
–el a’ingae–, su cultura y ese territorio “que llaman hogar”.
“¡Tu madre está en la lucha!” La dimensión de género
en la búsqueda de desaparecidos en Nuevo León, México
do ssi e r de i nve sti ga ci ó n
“Your mother is in the struggle!” The gender dimension of the search for
the disappeared in Nuevo Leon, Mexico
Resumen
Las Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos(as) en Nuevo León (FUNDENL) son un grupo de madres y es-
posas de personas desaparecidas que desde 2012 se organizan de forma autónoma para encontrar a sus familiares,
continuando el legado de otras mujeres que históricamente se movilizaron contra la desaparición, como las Madres
de la Plaza de Mayo durante la dictadura en Argentina o las madres del Comité Eureka durante la llamada “guerra
sucia” en México. ¿Por qué son las mujeres quienes, en la mayoría de los casos, deciden buscar a sus seres queridos? El
objetivo de la presente reflexión es analizar las representaciones de la dimensión de género en la identidad colectiva
y activismo de las integrantes del grupo de mujeres buscadoras a partir de sus procesos de resistencia y empodera-
miento desde una mirada feminista. Se argumenta que prácticas presentes en su lucha política, como el bordado por
la paz, están relacionadas con sus propias experiencias como mujeres y madres. Este artículo se aproxima a dicha
experiencia vivida mediante la técnica de historias de vida y trabajo de campo cualitativo. Gracias al uso político de
prácticas tradicionalmente femeninas como el bordado, las madres y esposas de FUNDENL resignifican la mater-
nidad y el amor en la lucha por las y los desaparecidos para construir nuevas referencias del papel de las mujeres en
la movilización social.
Abstract
The United Forces for Our Disappeared in Nuevo Leon (FUNDENL) is a group of mothers and wives of people
who disappeared. FUNDENL organizes autonomously to find their family members. This group is maintaining
the legacy of women who have historically mobilized against disappearances, such as the Mothers of the Plaza de
Mayo during the dictatorship in Argentina or the mothers of the Eureka Committee during the “dirty war” in
Mexico. Why are women the ones who, in most cases, decide to search for their loved ones? The goal of this text
is to analyze the gender dimension in the representations of collective identity and activism of the members of
FUNDENL by observing their processes of resistance and empowerment through a feminist lens. The article ar-
gues the practices in their struggle, such as the embroidery for peace, are linked to their own experiences as women
and mothers. Life histories and qualitative field work are used to understand this issue. With traditionally feminine
practices, such as embroidery, the mothers and wives of FUNDENL resignify motherhood and love in the struggle
for the disappeared, constructing new references about the role of women in social mobilization.
ÍCONOS Revista de Ciencias Sociales • n.º 67 • vol. XXIV (2do. cuatrimestre) • ISSN: 1390-1249 • e-ISSN: 1390-8065
mayo-agosto 2020 • www.revistaiconos.ec
https://doi.org/10.17141/iconos.67.2020.4172 • Páginas 119-136
ÍCONOS 67 • 2020
Nadejda Iliná
Nadejda Iliná
sensitivos (Jasper 2011, 298), como pañuelos, murales o relatos, entrelazada con la
dimensión emocional del movimiento, es una respuesta activa contra la estigmati-
zación de sus seres queridos ausentes e interpela la indiferencia de la sociedad a esta
problemática que ha alcanzado a cerca de 3000 familias en la entidad entre 2006
y 2018, según cifras de los casos denunciados en el Registro Nacional de Datos de
Personas Extraviadas o Desaparecidas (SEGOB 2018), que suelen ser la minoría. En
protestas, universidades y medios de comunicación, las madres y esposas de FUN-
DENL se volvieron referentes de la lucha de las mujeres por los derechos humanos
en Nuevo León, así como portavoces de un poderoso mensaje de esperanza y respon-
sabilidad compartida que toca corazones y busca sensibilizar a la sociedad sobre esta
problemática común: las y los desaparecidos nos faltan a todos.
El estigma no solo alcanza a las y los desaparecidos por las acciones delictivas que
se les atribuyen de manera infundada, sino que se extiende a sus madres, por la res-
ponsabilidad simbólica que se les imputa en la formación moral en nuestra sociedad.
Como afirma De Vecchi (2018, 148), el discurso criminalizante que culpa a las vícti-
mas para justificar la negativa del gobierno para investigar estos crímenes obliga a las
y los familiares no únicamente a buscar a su pariente ausente y a los responsables de
su desaparición, sino a “probar”, de alguna manera, la inocencia de sus seres queridos.
122 Las mujeres aprendieron a canalizar su dolor para convertirlo en un problema
público haciendo uso del lenguaje de los derechos humanos (Hincapié Jiménez 2017,
99). Mediante la acción social y la capacitación, FUNDENL ha logrado extender
su agencia y alcance como grupo; sus integrantes, madres de familia y trabajadoras,
han desarrollado conocimientos técnicos en temas jurídicos, periciales y políticos al
tiempo que han fortalecido sus capacidades críticas para interpelar a las autoridades y
a la sociedad, oratoria, relaciones públicas y de acción social; incluso han diseñado y
puesto en práctica, con ayuda de expertos, su propia metodología para llevar a cabo
búsquedas ciudadanas de restos humanos en campo con el fin de adelantarse al go-
bierno, que solo simula investigar desde sus escritorios.
Las estrategias de organización, agendas, acciones y resultados de estos procesos
colectivos en la búsqueda de verdad y justicia liderados por mujeres han extendido
su alcance durante la década de la guerra contra las drogas en México, y se han posi-
cionado como parte importante de la sociedad civil mexicana. Desde una perspectiva
feminista, en el presente trabajo sostenemos que, aunque estas mujeres se movilizan
en primera instancia por un factor precipitante relacionado con su rol como madres
y esposas, una atención cercana a su proceso de conformación como sujetas políticas
y colectivos permitirá entrever que, si bien retoma las experiencias de vida de estas
mujeres, con los mandatos y tensiones de género que de ellas se derivan, el activismo
de las familiares de víctimas hace uso estratégico de los roles de la maternidad para
incorporarlos a su identidad colectiva, discurso y prácticas; de esta forma interpelan
política y emotivamente desde la plaza pública. Este proceso resignifica el quehacer
Nadejda Iliná
abril de 2011; Maricela Alvarado, cuyo hijo César Guadalupe Carmona Alvarado fue
desaparecido el 21 de julio de 2011; Leticia Hidalgo, madre de Roy Rivera, desapare-
cido el 11 de enero de 2011; Juana Solís, madre de Brenda Damaris González Solís,
desaparecida el 31 de julio de 2011 y posteriormente identificada como víctima de
feminicidio; y Luisa Castellanos, cuyo esposo y cuñado, Nicolás Flores Reséndiz y
Reyes Flores, respectivamente, fueron desaparecidos el 28 de marzo de 2011.1 Estas
experiencias fueron relatadas en entrevistas a profundidad mediante la técnica de
historias de vida entre julio de 2018 y enero de 2019; así como la observación parti-
cipante que compartimos en la Séptima y Octava Marcha de la Dignidad Nacional
(2018-2019), reuniones de trabajo con autoridades y acompañamiento a otras acti-
vidades del grupo en Monterrey, Nuevo León.
La teórica feminista Joan Scott definió el género con base en las diferencias percibi-
das entre los sexos, pero también como una estrategia de significación diferenciada
del poder; un vector que ha regido las relaciones sociales entre hombres y mujeres, y
124 cuyo reconocimiento trae implicaciones a la interpretación de la historia (Scott 1996,
266). Se puede intuir que esta función significante y jerarquizante del género ha
estado presente e influido en las biografías de las integrantes de FUNDENL al crear
significados diferenciados del papel que como mujeres habían de jugar en la casa,
familia, sociedad y la política, en contraste con aquellos mandatos destinados a lo
masculino. Esta diferenciación sexual a la que se somete a todas las mujeres mantiene
la estructura del orden de género, que perpetúa la subordinación de lo femenino y las
relaciones de poder desiguales ante los varones.
Antes de convertirse en las madres en lucha de personas desaparecidas, las in-
tegrantes de FUNDENL vivieron su vida cotidiana como mujeres, madres y espo-
sas; papeles en los que reconocen la experiencia derivada de mandatos sociales del
género como dispositivo de poder, que se entiende como la red de prácticas que
producen roles diferenciados para mujeres y hombres en las estructuras sociales de
acuerdo con el orden sexo-género (Piedra Guillén 2004, 133). Al igual que en el
caso del Comité Eureka documentado por Maier (1990, 72), previo a la desapa-
rición, la vida e identidad individual de muchas de ellas giró en torno al mandato
femenino del matrimonio y la maternidad: “Cuando me casé dejé de ser también
quien era; entonces luego, luego me convertí en la esposa de…, y luego en la mamá
de…”, comparte una de las madres de Nuevo León. Con base en una relación
de poder que se finca en el dispositivo de género para organizar a la sociedad en
1 Todas las participantes decidieron que sus nombres reales y los de sus hijos fueran plasmados en la investigación bajo un consentimien-
to libre e informado, argumentando que para ellas era importante dejar testimonios de su búsqueda por escrito.
identidades inteligibles (Butler 2007, 89), estas mujeres pasaron por un proceso
de identificación (Jenkins 2014, 15) con los recursos culturales disponibles que su
entorno ofrece (Giménez 2016, 54).
El género como dispositivo de poder, desde la perspectiva de Amigot y Pujal
(2009, 116), consiste en dos operaciones interrelacionadas de producción de la pro-
pia dicotomía del sexo y de sus subjetividades y, al mismo tiempo, la regulación
de relaciones de poder entre mujeres y hombres. De acuerdo con Michel Foucault
(1979, 171), todo poder genera a su vez una resistencia. Por ello, gracias a su capaci-
dad de agencia, las mujeres resisten contra esta jerarquización derivada del dispositivo
de género, rechazan o resignifican roles asignados como herramientas para alcanzar
sus propios objetivos. Edkins (2011, 159) afirma que la agencia se manifiesta en cir-
cunstancias que las orillaron a actuar, pues sus hijos les fueron arrebatados de forma
tan violenta que llevan el peso de proteger sus recuerdos, documentando historias,
nombres, trabajos, hogares, hijos y amigos, como una forma de responder al trauma.
Conforme las mujeres que se encuentran en situaciones de violencia, debido a su
condición de género (Lagarde 1996, 3), despliegan más estrategias de resistencia y
aumentan su alcance, se puede decir también que expanden su capacidad de agencia
mediante procesos de empoderamiento. Tena Guerrero y López Guerrero plantean
el empoderamiento como “un proceso que se manifiesta en el ejercicio de derechos 125
y capacidades tanto en el ámbito familiar, social, como en el laboral” (2017, 380). A
esta reflexión, se puede añadir una dimensión política del ejercicio de los derechos y
capacidades, así:
los procesos de empoderamiento son posibles una vez que las mujeres han desarro-
llado conciencia de género y, de forma más amplia, una conciencia política, lo que
favorece el ejercicio de las propias capacidades, el control de recursos de todo tipo, la
definición de la propia agenda, la definición de una identidad emancipada y emanci-
padora, a la vez, que avances en términos de autonomía, poder de decisión y ausencia
de violencia (Tena Guerrero y López Guerrero 2017, 381).
Nadejda Iliná
emocional que desarrollan por la socialización de género, la cual les exige una mayor
labor emocional en contraste con sus pares masculinos. Los valores y roles asignados
a lo femenino en el ámbito privado se traducen en prácticas de labor emocional que,
mediante sus procesos de politización, se extienden a la esfera pública en el activismo
que desarrollan y les permiten echar mano de mecanismos emotivos para lograr sus
objetivos, enmarcándose o transgrediendo las normas del sentir.
Entendemos la identidad colectiva como un elemento que se construye a la luz de
un sistema complejo de negociaciones, intercambios y decisiones, definiendo cómo
puede ocurrir la acción social como resultado de determinaciones sistémicas y de
orientaciones individuales y grupales (Melucci 1985, 793). Las identidades definen
cómo puede ocurrir la acción social y generan manifestaciones retóricas para reclutar
nuevos miembros, así como para interpelar a otros actores y a la sociedad en general.
Las manifestaciones retóricas y emocionales están fuertemente ligadas con la identi-
dad del grupo, que sirve como un marco de referencia social y cultural para orientar
sus prácticas; es decir, para desplegarse efectivamente, el paquete retórico de un grupo
deberá tomar en cuenta las normas de sentir asociadas con dicha identidad, ya sea
para explotarlas o transgredirlas.
126
3. Madres y mujeres en lucha, identidad colectiva
Es que ya no somos las típicas mamás que llegábamos al principio llore y llore, casi
suplicándoles porque nos buscaran a nuestros hijos, y que si tú ves miles de entrevistas
que nos hicieron en su momento en las redes nos ves completamente diferentes. Ahora
les hablamos con huevos. Les decimos “ustedes tienen que hacer esto” (entrevista a
Lourdes Huerta, 16 de julio de 2018).
Nadejda Iliná
humanos, legitimadas por las normas del sentir social (Hochschild 1983, 157) que
dictan la responsabilidad de una mujer-madre de preocuparse por su familia. Aunque
parten de una norma comprendida por la sociedad, transgreden convenciones socia-
les o emocionales que victimizan: la pasividad que tradicionalmente se ha asociado
con lo femenino. Su quehacer político, tan vinculado con la dimensión emocional,
nos sensibiliza como sociedad y contribuye a modificar, poco a poco, el rol político
de la maternidad en nuestra cultura. Reconocen la norma social, el amor maternal,
pero en su praxis dan una carga movilizadora y lo reflejan en sus actividades como
colectivo (Jasper 2011, 296):
Es el corazón de todas juntas. Ahí se concentran todos los sentimientos. O sea, es nor-
mal, somos un grupo y todas tenemos diferente forma de pensar y de hacer las cosas.
Por eso cada quien maneja sus expedientes por su cuenta, cada quien trabaja con sus
cosas, y captas así de “ah, lo de ella puede ir también en el mío” eso es lo que nos ayuda
a intercambiar, a interpretar información, ese tipo de cosas. Pero tienes esa libertad de
hacerlo. No estás sometido a lo de otras organizaciones. A veces uno dice “espérame”,
porque agarran de aquí, y agarran de allá, y pues tranqui. […] Yo te diría que el punto
Nadejda Iliná
principal son los muchachos, es encontrarlos. Pero sí, hay como una conexión entre
todas, muchas similitudes de vida, de vivencias, experiencias, como le quieras llamar,
de procesos, de cómo hemos vivido los procesos después de la desaparición. De cómo
son los hijos, de cómo son las familias, y creo que es eso lo que nos ha llevado a pro-
tegernos entre nosotras. Por eso te digo, somos un solo corazón, todas nos unimos. Es
algo muy impresionante porque son esos abrazos. Las ves, las abrazas y la calidez es
increíble. Es como: “Ahí te va tu inyección, para que le sigas chingando” (entrevista a
Lourdes Huerta, 16 de julio de 2018).
Al referirse a las Madres de la Plaza de Mayo, Thornton (2000, 286) encuentra que
uno de los factores cruciales para el éxito de su consolidación como un colectivo
político es que, en el fondo, se trató de un grupo de mujeres que se reunieron con
un objetivo inicial anclado a un proceso de exigencia de verdad y justicia, pero que
comenzaron a compartir sus vidas, logros, retos y su compañía, de este modo, crea-
ron incentivos emocionales como satisfacción por su labor y activismo; un proceso
similar al que constituyó y dotó de fuerza colectiva a FUNDENL.
Nosotros nos empezamos a reunir y todavía no se nos ocurría decir que somos Fuerzas
Unidas ¿sí? Para eso tuvimos que pasar un tiempo juntas, bordando por la paz, que es
una actividad que descubro al haber salido del ostracismo en el que nos tenían, en el
Internet. O sea, me voy dando cuenta que hay otra gente que sí le interesamos, tanto
la gente, todos los miles y miles que ya se contaban en ese tiempo de asesinados, como 131
de desaparecidos, donde ellas están invitando a bordar por la paz. Cuando nosotros
teníamos ya dos o tres reuniones, ¿cómo se dice? O sea, no formales, sino que nos
estábamos reuniendo, las invito, o sea yo llevo pañuelos, llevo agujas, llevo lo que ellas
decían que deberíamos de tener y con qué fin, y les digo, porque yo no sabía si la gente
iba a querer ir a bordar, si les parecía una buena idea o no. Entonces, yo compro todas
estas telas, hilazas y todo lo que se necesitaba y les digo, y sorpresivamente para mí,
todas aceptan. O sea, a todas les pareció una idea, como muy sublime, como delicada,
en la cual podíamos nosotros llegar a donde queríamos llegar a una sociedad que se
atemorizaba cuando nosotros estábamos reunidas solamente con fotografías, con ve-
las. Cuando traíamos, creo que traíamos volantes, que les decíamos: es que nuestros
hijos están desaparecidos. Entonces la gente se asustaba más; entonces a través de los
bordados, era una actividad como más ligera, para la sociedad a la que queríamos
llegar y nos fuimos dando cuenta que así era, no sabíamos, nadie sabíamos que así po-
díamos hacer. Cuando empezamos nosotros a tender nuestros pañuelos, con un relato
de lo que había sucedido con nuestros hijos, fue una manera muy sublime, muy no
sé cómo llamarlo, de poder hacer que las personas se enteraran sin tanto miedo ¿no?
Sin tanto, o sea, ya ellas mismas se acercaban a ver qué decía ese pañuelo (entrevista a
Leticia Hidalgo, 13 de enero de 2019).
Con base en un código de colores, bordaban para devolver sus identidades e historias
a las personas desaparecidas, migrantes y víctimas para “traerlas de regreso” al espa-
cio público. Los bordados representan instrumentos sensitivos (Jasper 2011, 289)
Nadejda Iliná
mediante los cuales las madres y esposas comunican su mensaje. Así, FUNDENL
hace uso de los roles de género aceptados por la sociedad y la cultura en un punto
de encuentro simbólico con otras luchas por los desaparecidos; por ejemplo, la de las
Madres de la Plaza de Mayo (Thornton 2000, 279) o las “Doñas” del Comité Eureka
(Maier 1997, 12). Si bien el bordado por la paz llegó a ellas por la comunicación con
otros grupos como Fuentes Rojas, de la Ciudad de México, cuya iniciativa replicaron
(Rizzo 2015), el sentido de esta actividad “sublime y delicada”, tradicionalmente
femenina, fue una estrategia para llegar a su audiencia ciudadana y coherente con las
identidades individuales de las madres (Giménez 2016, 69), quienes la aceptaron, se
organizaron y, por medio de la práctica, la hicieron parte de la identidad colectiva de
FUNDENL por su estratégica visibilidad y capacidad para romper el miedo a hablar
de la problemática de la desaparición y, en cambio, generar empatía. El bordado,
estrategia política, refleja su dimensión de género, socializada y leída por medio de
labores tradicionalmente femeninas, al tiempo que el ritual y efervescencia colectiva
que genera esta actividad se constituye como una táctica de gestión emocional para el
grupo, la cual, a su vez, se traduce en acción política (Jasper 2011, 296).
Otra batalla de género que ellas mantienen es por la producción de significados
en la dimensión del lenguaje. En el Primer Encuentro de Mujeres que Luchan del
132 Noreste, en marzo de 2019, las representantes de FUNDENL informaron sobre los
“campos de exterminio” localizados en las búsquedas y enfatizaron la importancia de
llamar a las cosas por su nombre. Esto se debe a que a tales sitios se los llama, colo-
quialmente, “cocinas”. Con ello se hace referencia a prácticas como la incineración
o disolución de restos humanos para desaparecer sus identidades. Las integrantes del
grupo rechazan de manera tajante esta expresión, ya que “‘campos de exterminio’ es
donde encuentras balazos, ropa, sangre y restos humanos; la ‘cocina’ es donde noso-
tras nos juntamos, cocinamos, platicamos y comemos”, sentenció Leticia Hidalgo,
madre de Roy Rivera (entrevista, 13 de enero de 2019). Basadas en sus experiencias
de género, asocian la cocina como un espacio femenino en donde ellas desarrollan
actividades de cuidado e interacción emocional. La cocina es un lugar donde se desa-
rrolla la vida, por lo que las madres resisten la violencia en su esfera simbólica.
5. Conclusiones
“¡Porque vivos se los llevaron, vivos los queremos!”, gritan al unísono decenas de
madres, esposas, hermanas, abuelas y otros familiares en búsqueda de todo el país
durante la VIII Marcha de la Dignidad Nacional el 10 de mayo de 2019. Esta con-
signa trasciende tiempo y espacio, pues evoca por igual nuestro presente inmediato
de familiares que buscan a sus desaparecidos a consecuencia de la guerra contra el
narcotráfico en México y a las Madres de la Plaza de los Desaparecidos en Monterrey,
Nadejda Iliná
neutralizan las críticas misóginas y las conectan con su poder. Como señala Edkins
(2011, 168), las madres en búsqueda han exigido que su voz política se escuche como
iguales, rompiendo silencios. Desde la perspectiva feminista, al extrapolar los roles
de la maternidad a la esfera pública, como lo hacen al proteger y cuidar la vida, las
integrantes de FUNDENL resignifican su papel de “madres y mujeres en lucha” por
todas y todos los desaparecidos y ayudan a construir nuevas representaciones y refe-
rentes de protesta de las mujeres en nuestra sociedad; a su vez, cuestionan estereotipos
que limitan la acción política por motivos de género y las impulsan a seguir “hasta
encontrarles”.
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Resumen
Este trabajo analiza cómo los medios de comunicación construyen realidad social mediante el lenguaje. La
realidad social es revisada como un constructo discursivo fundamentado en el principio antrópico de la in-
formación y en el axioma watzlawickiano de que “es imposible no comunicar”. Se tiene como objetivo prin-
cipal analizar cómo el concepto de “opinión pública” ha evolucionado con el desarrollo de las Tecnologías de
Información y Comunicación (TIC). Para ello, se ha realizado una revisión crítica de la literatura científica,
realizando un mapeo por las bases de datos WoS y Scopus, para luego determinar a partir de un estado de la
cuestión cómo se forman las nuevas definiciones de opinión pública, entendiendo así el ecosistema mediático
y las interacciones de los individuos en el plano de la comunicación digital. Como conclusión principal se des-
taca que la opinión pública ya no es solo creada unidireccional y monopólicamente a través de los medios de
comunicación convencionales, sino también con la interacción y participación de la “audiencia prosumidora”
en el seno de las redes sociales. Sin embargo, esto no es indicativo de que se ha perdido por completo el rol de
los medios de comunicación en el control social a través de estrategias como el framing (encuadre) y priming
(priorización) e incluso han surgido, a partir de esta construcción interactiva de las realidades, nuevos vicios
informativos como las fake news (noticias falsas).
Descriptores: lenguaje; medios de comunicación; opinión pública; realidad social; redes sociales; TIC.
Abstract
This article analyzes how the media constructs social reality through language. Social reality is revised as a
discursive construct based on the anthropic principle of information and on Watzlawick's axiom that, “it
is impossible not to communicate”. The main objective is to analyze how the concept of “public opinion”
has evolved with the development of Information and Communications Technologies (ICT). To this end,
a critical review of scientific literature has been carried out, mapping the WoS and Scopus databases, and
determining, through a literature review, how the new definitions of public opinion are formed. This
increases the understanding of the media ecosystem and the interactions of individuals at the digital
communication level. The main conclusion of this study highlights how public opinion is no longer created
unidirectionally and monopolistically through conventional media, but with the interaction and participa-
tion of the “prosumer audience” within social networks. However, this does not mean the role of the media
in social control has been completely lost through strategies such as framing and priming. Indeed, new
informative vices, such as fake news, have emerged from this interactive construction of realities.
Keywords: Language; media; public opinion; social reality; social media; ICT.
ÍCONOS Revista de Ciencias Sociales • n.º 67 • vol. XXIV (2do. cuatrimestre) • ISSN: 1390-1249 • e-ISSN: 1390-8065
mayo-agosto 2020 • www.revistaiconos.ec
https://doi.org/10.17141/iconos.67.2020.3942 • Páginas 139-157
ÍCONOS 67 • 2020
1. Introducción
Science (WoS) y Scopus, bajo los criterios de búsqueda (booleanos) “opinión pública”
y “nuevos medios”. Una vez obtenido el listado primario (nSUM = 12 921), se limitó
la búsqueda solo a revistas de ciencias sociales, emergiendo un total de 5387 docu-
mentos, entre las dos bases de datos, desde 2016 a 2019. Con ello, se llevó a cabo una
revisión de la literatura y de teoría fundamentada con las que se correlacionarían las
mismas formas epistemológicas, ontológicas y teóricas.
10 000
9300
9000
8000
7000
6000
5000
3621
4000
2649 2738
3000
2000
1000
0
Scopus WoS
Elaboración de los autores con base en los resultados emergentes en WoS y Scopus.
tipo de documento artículo; y tipo de fuente revistas. Antes de la primera criba emer-
gieron 9300 documentos, que después del refinado se convirtieron en 2649. Por su
parte, en el caso de WoS se realizaron los mismos criterios de búsqueda, apareciendo
en el primer filtrado 3621 documentos. Para el refinado de búsqueda, se seleccionó
el período 2016-2019 solo en el ámbito temático de la comunicación (communica-
tion), tipo de documento artículo, obteniéndose de esta criba 2738 documentos.
Para evitar duplicidades, se eliminó uno de los registros duplicados por cada base de
datos, entendiendo que hay revistas que coinciden en ambas. El resultado de la criba
efectuada puede evidenciarse en el gráfico 1. Con ello, se llevó a cabo una revisión de
la literatura (mapping) y de teoría fundamentada con las que se correlacionarían las
mismas formas epistemológicas, ontológicas y teóricas.
3. Resultados
Desde que el filósofo John Austin –dirigente en Oxford de la llamada filosofía del
lenguaje ordinario– mostró que el lenguaje no solo sirve para describir el mundo,
sino también para hacer cosas en el mundo, la filosofía del lenguaje se convirtió en
un tema de estudio no solo para filósofos, sino también para sociólogos, lingüistas,
Los medios de comunicación son una fuente importante de más o menos conoci-
miento válido sobre hechos y procesos más allá del alcance de la experiencia personal
inmediata. En esta misma línea, Nöelle-Neuman (1977, 190) destacaba que:
Los medios de comunicación abren ventanas hacia ese extenso mundo que queda
más allá de nuestra experiencia directa y que determina los mapas cognitivos que nos
hacemos de ese mundo. Asimismo, construyen los entornos de las cosas que no vivi-
mos directamente, lo que Lippmann (1965) refiere como “pseudoentorno”, el cual
no es más que nuestras percepciones privadas del mundo que nos rodea y son genera-
das por los medios informativos (McCombs 1996). Lippmann (1965) demostró que
144
los medios “graban” los estereotipos mediante innumerables repeticiones y que estos
sirven de ladrillos del mundo intermedio, de la “pseudorealidad” que surge entre la
gente y el mundo objetivo exterior.
Los mensajes son elaborados por un grupo de individuos y transmitidos a otros
que se encuentran, por lo general, ubicados bastante lejos del contexto original. Por
ello, los receptores de los mensajes mediáticos no actúan como participantes en un
proceso recíproco de intercambio comunicativo, sino más bien como participantes
en un proceso simbólico de transmisión estructurada (Pareja y Echevarría 2014).
Esto sucede incluso con el auge y popularidad que toman en estos tiempos los medios
digitales y las redes sociales.
Los medios de comunicación designan una forma de pensamiento social, es decir,
elaboran “representaciones sociales”. La representación social es una modalidad par-
ticular del conocimiento cuya función es la elaboración de los comportamientos y la
comunicación entre individuos. En palabras de Moscovici (1979, 17-18):
nificativos por aquellos que tienen el control de los medios de comunicación (Mora
2002). Así, las representaciones sociales tienen una función doble: por un lado, esta-
blecer un orden que permita a los individuos orientarse en su mundo material-social
y dominarlo; y por el otro, posibilitar la comunicación entre los miembros de una
comunidad, proporcionándoles un código para el intercambio social y un código
para nombrar y clasificar sin ambigüedades “los diversos aspectos de su mundo y de
su historia individual y grupal” (Farr 1983, 655).
Los medios de comunicación masivos son tradicionalmente conocidos como arti-
culadores centrales de los procesos de opinión pública (Thompson 1998). De hecho,
desde los albores del siglo XVIII, el periodismo y los medios de comunicación han
sido los instrumentos más importantes de la configuración de la opinión pública –de
la opinión publicada– y de la imagen colectiva que la sociedad tiene de las cuestiones
sociales (García 2010).
La comercialización de la comunicación –las informaciones como mercancía–
despolitizó la información convirtiéndola en sensacionalista a fin de obtener más
ventas, distribuciones y atención pública, dirigiéndose a sus audiencias más en
calidad de consumidores que de ciudadanía (Habermas 1994). Esta evolución
hacia la prensa-negocio permite la entrada de intereses ajenos al seno del diario y
coarta la libre redacción del medio, lo que afecta, indudablemente, al libre ejerci- 145
cio de la discusión pública, es decir, a la opinión pública. Los medios se ven fuer-
temente influidos por las cúpulas directivas y por los consejos de administración
de sus empresas propietarias, lo que coarta el libre ejercicio de la profesión perio-
dística y afecta inevitablemente al proceso de formación de la opinión pública.
En resumen, se asiste a una “privatización de lo público” y una “politización de
lo privado” (Sopena 2008).
Los medios de comunicación siguen desempeñando en las sociedades avanzadas
un rol hegemónico en la construcción social de la realidad, por encima de institucio-
nes como la escuela o la familia (Gómez-Mompart 2009), hegemonía consolidada
desde los años de desarrollo de la sociedad de masas hasta la actualidad y, sobre todo,
“a partir de entonces se ha venido reiterando la idea de que quien controle a los me-
dios controlará la sociedad” (Monzón 2001, 24).
Por su parte, de acuerdo con Price (1988), el proceso por el cual los individuos se
deciden por una opinión colectiva concreta consiste en:
• En primer lugar, por la experiencia directa de la relación personal con las personas
migrantes.
• En segundo lugar, a través de las imágenes que se transmiten en los medios de
comunicación, en especial en la televisión y los periódicos de ámbito estatal.
Sin embargo, según Habermas (1998, 444-445): “Las opiniones públicas pueden
manipularse –generalmente bajo ejercicios de tergiversación informativa–, pero ni
pueden comprarse públicamente ni tampoco arrancárselas al público mediante un
evidente ejercicio de presión pública”.
Esta nueva cultura ha convertido la noticia en un relato que adquiere una pos-
terior dimensión a partir del propio uso social que se hace de ella, por lo cual, el
periodista no solo debe informar, sino que ha de asumir una responsabilidad más
directa sobre los efectos que dichas informaciones causen sobre la ciudadanía (Suárez
Villegas 2017).
Anstead y O’Loughlin (2015) afirman que con la aparición de los social media se
obliga a reinterpretar el significado de la opinión pública, más allá de la definición
tradicional y hoy más aceptada, según la cual la opinión pública es fundamentalmen-
te el conjunto de preferencias acumuladas de ciudadanos individuales, preferencias
detectadas por sondeos de opinión, de acuerdo con la perspectiva sociológica y epis-
temológica clásica de Gallup (1939) y Allport (1937).
Sin embargo, según Miyata et al. (2015, 1139), la expansión masiva de informa-
ción a través de estos nuevos medios y, sobre todo, de opiniones en torno a la infor-
mación, “amplifica los efectos de la espiral del silencio”. Otros autores han indagado
en la relación entre el clima de opinión percibido y la expresión de las opiniones pro-
pias en internet (verbi gratia, Price et al. 2006; Woong Yun y Park 2011), de modo
que el clima de opinión despierta una predisposición a hablar o a callar en la red,
siguiendo las directrices del modelo de Nöelle-Neumann (1977).
El actual ecosistema comunicativo y los hábitos de consumo, producción y di- 149
fusión de informaciones no han hecho más que aumentar el espectro, incidencia
y eficacia de la desinformación en forma de mainstreams, es decir, de corrientes de
pensamiento que transcurren por los canales digitales, convirtiéndose con meridiana
facilidad en matrices de opinión efectiva (Romero 2012; Tandoc et al. 2017).
Los movimientos de opinión mediante las redes sociales también obedecen a otro
modelo teórico tan interesante como preocupante: el modelo de los “nichos digita-
les” o “cámaras de eco” formulado por Sunstein (2009). Este modelo sostiene que
escuchamos lo que previa y selectivamente queremos escuchar, lo cual no hace sino
reforzar un sesgo cognitivo muy presente en los razonamientos cotidianos: el “sesgo
de autoconfirmación” (Baron 1998). En este sesgo cada cual se escucha a sí mismo a
través del reflejo de quienes piensan, sienten y opinan igual o de modo muy similar
en la red (Barberá et al. 2015), un efecto muy similar al ruido psicológico de la di-
sonancia cognitiva estudiada por León Festinger a mediados de la década de 1950 y
que algunos autores han advertido como una profundización de la “homofilia” y la
“asortatividad” digital (verbi gratia Valera Ordaz et al. 2018).
Hay informes que alertan que la experiencia pública ofrecida por las redes sociales
se asienta en la circulación de tópicos con un fuerte componente emocional acerca
de algún tema, aunque no son una representación fiable u opinión pública (Pew
Research Center 2013; Samuel-Azran y Hayat 2019). De acuerdo con esto, Bakir y
McStay (2017) señalan que la “economía de las emociones” expone la propagación
de las fake news, pues la capacidad de comprender mejor los sentimientos, estados de
ánimos y emociones por parte de los creadores de contenidos aumenta de forma con-
siderable mediante los procesos de machine learning (aprendizaje mecánico o auto-
mático de los algoritmos). Esto ocurre especialmente con motivo de sucesos concre-
tos que intensifican las comunicaciones –ya se trate de un atentado, un referéndum o
un debate televisado– lo que deja ver con claridad las consecuencias más aparentes de
la digitalización de la esfera pública: en paralelo al suceso tiene lugar un debate por
medio de las redes sociales cuyos rasgos dominantes son la polarización ideológica y
la afectividad expresiva (Arias Maldonado 2016; Salcudean y Muresan 2017).
De acuerdo con García (2010), las TIC crean una sociedad “globalizada” donde se
tiende a generar igualmente una opinión “globalizada”. Pero no siempre es así, pues
“globalización” es un término utilizado actualmente en casi todos los ámbitos sociales
para indicar los procesos de integración acelerada del mundo contemporáneo (Vizcarra
2005), mientras que los grandes conglomerados mediáticos siguen controlando la ma-
yor parte de los flujos de comunicación internacional por medio de las agencias de in-
formación, por lo que siguen ejerciendo una gran influencia sobre la mentalidad social,
sirviendo de paraguas ideológico y conceptual de una opinión pública cada vez más
globalizada, al menos en relación con aquellos temas que no desean verse cuestionados.
Pero también bajo ese paraguas sobreviven diferentes niveles. En muchas ocasio-
150 nes, se producen resistencias nacionales frente a la uniformidad de la información
global, dando lugar, con el objetivo de no ser absorbido por ella, a una protección
informativa sobre todo cuando los hechos afectan la credibilidad de una nación y/o
Estado. Tampoco se puede olvidar, dentro de este complejo ecosistema, la estrategia
del encuadre (framing) que permite moldear y diseñar percepciones y opiniones para
posicionarlas en el debate real y en la opinión pública (Parenti 2001).
La aceleración del intercambio comunicativo, la explosión y banalización de los
mensajes, el consumismo acérrimo y la instrumentalización de las relaciones son, sin
duda, factores de riesgo que en un entorno digital pueden hacer perder la sensibilidad
hacia los demás y sumirnos por ello en una especie de ceguera moral virtualmente
potenciada (Bauman y Donskis 2015). Por ello, actualmente uno de los mayores re-
tos educativos de nuestra sociedad tecnológica es formar una opinión pública plural,
socialmente responsable y moralmente autónoma, capaz entre otras cosas de interve-
nir críticamente ante la propagación de bulos, manipulaciones o informaciones falsas
que enturbian la deliberación racional propia de la democracia (Bauman 2006).
En contraposición con los pensamientos de Bauman y Donski (2015), Zizi Papa-
charissi (2015, 4) explica que los nuevos medios inducen a interpretar las situaciones
“sintiéndonos como aquellos que las experimentan, incluso aunque en la mayoría
de los casos no podamos pensar como ellos”. De allí que, a su juicio, las estructuras
digitales reticulares que nos permiten expresarnos y conectarnos se caractericen por
su afectividad, dando lugar por ello a “públicos afectivos”: formaciones públicas en
red que son movilizadas mediante expresiones sentimentales.
4. Conclusiones y discusiones
De acuerdo con García (2010), en los últimos lustros se aprecia una cierta ruptura
de esa hegemonía de los medios de comunicación convencionales en la conformidad
de la opinión pública pues, con los avances de las TIC, la opinión pública no se cons-
truye solo a través de lo que dicen los medios, sino también mediante la participación
e interacción de la ciudadanía prosumidora. Así, conforme a Bauman (2006), vale
la pena apostar por una opinión pública interactiva y formada, una opinión pública
como institución social y política fundamental en la democracia, que requiere de la
formación y compromiso de los participantes, los cuales no habrían de conformarse
con el mero intercambio vertiginoso de opiniones.
Es en este punto cuando empiezan a surgir los “nuevos medios”, cuestión que se
ha pretendido resolver en la revisión teórica realizada ut supra, ¿hay un cambio en
la opinión pública como consecuencia de los nuevos medios digitales? Tras la revi-
sión de autores relevantes en el área de investigación (verbi gratia Rizo 2015; Vian y
McStay 2017; Anstead y O’Loughlin 2015), se puede afirmar que existe un cambio
epistemológico debido a dos factores: primeramente, a que hay mucha más informa-
ción y medios en los que se exponen los hechos noticiables y, en segundo lugar, a que
las personas pueden expresar su opinión y lograr ser visibles para multiplicidad de
usuarios (audiencia).
152 Teniendo esto en cuenta, se pueden defender dos teorías: por un lado, que la
opinión pública se globaliza y por lo tanto se intensifica “la espiral del silencio” y,
por otro lado, que gracias a los nuevos medios se rompe con la homogeneidad de la
opinión pública y se da lugar a nuevas formas de pensamiento. Por lo tanto, indiscu-
tiblemente hay un cambio en cómo se forma la opinión pública y en sus formas de
interacción con el discurso y el podio social.
Internet empezó como “tecnología de la libertad” (Castells 2003), como esperan-
za de un nuevo tipo de comunicación más horizontal, participativa, crítica con los
poderes establecidos, multidireccional, etc. La red inició su andadura como medio
para una nueva socialización intensificada, complemento de la tradicional, y enrique-
cedora de los vínculos de humanidad compartida; y sin duda es un nuevo cauce para
la praxis política y la movilización social. Pero tras dejar de ser una novedad y estar
instaurada por completo en la sociedad, han empezado a surgir fenómenos y vicios
como las fake news, la sobresaturación informativa y la infoxicación.1 En este sentido,
en los tiempos presentes en los que la producción de contenidos es tan alta, dispersa
y divergente, no se permite a la ciudadanía reflexionar sobre lo que se escribe, quién
lo hace o dónde se originó la idea principal (Marcos et al. 2017).
Por ello, muchos autores hablan de la importancia de la educación en los nuevos
medios de comunicación. Se debe enseñar a las nuevas generaciones a degustar aque-
llos valores radicalmente democráticos que son perfectamente deseables y aplicables
en el entorno-en-red o entorno digital: las libertades desde la responsabilidad cívica,
1 Infoxicación es un término que se utiliza para hacer referencia al daño que provoca el exceso de información.
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Francy Cifuentes
Planned Parenthood Global
Comunicación, patrimonio e identidad:
discurso de la prensa respecto a la Fiesta Nacional
del Cemento en Olavarría, Argentina
Communication, heritage, and identity: The media’s discourse about
the national party of cement in Olavarria, Argentina
Dra. María Vanesa Giacomasso. Becaria posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas (INCUAPA UE-CONICET) y docente interina de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia
de Buenos Aires (Argentina). ([email protected]) (https://orcid.org/0000-0003-1754-877X)
Dra. Griselda Lemiez. Becaria posdoctoral de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica y
Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (Argentina). ([email protected])
(https://orcid.org/0000-0002-2384-878X)
Dra. María Eugenia Conforti. Investigadora adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas (INCUAPA UE-CONICET) y docente ordinaria de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia
de Buenos Aires (Argentina). ([email protected]) (https://orcid.org/0000-0003-4261-0272)
te m a s
Resumen
El objetivo central del presente trabajo consiste en relevar los sentidos de identidad construidos en torno del territorio que
comprende el partido de Olavarría (provincia de Buenos Aires, Argentina), a partir de un análisis histórico que recupera el
discurso de los medios de comunicación como agentes fundamentales en la socialización y consolidación de imaginarios
sociales en la población. Para ello, se analiza la cobertura gráfica del Suplemento Especial del diario Tribuna que se publicó
con motivo de la realización de la II Fiesta Nacional del Cemento en Olavarría (1974). Se recurrió a una metodología de
análisis del discurso con el objetivo de identificar, en el relato periodístico, la manera en que se representan y se construyen
significados en relación con la identidad y el patrimonio cultural local. Los principales resultados del análisis realizado
demuestran el poder simbólico del relato mediático para construir, reforzar y reproducir una marca de identidad minera
vinculada con la industria del cemento en el partido de Olavarría, transformándose en una parte constituyente del patrimo-
nio histórico y cultural de la ciudad que se ha proyectado en el tiempo y que perdura hasta la actualidad. Se espera con este
trabajo contribuir a las discusiones acerca del rol protagónico que ha cumplido la prensa gráfica en diferentes momentos
históricos y su influencia en la identidad local.
Descriptores: análisis del discurso; diario Tribuna; Fiesta del Cemento; identidad; Olavarría; patrimonio cultural.
Abstract
The main objective of this work is to unveil the senses of identity built around the territory that comprises the Olavar-
ria party (Buenos Aires province, Argentina), based on a historical analysis which recovers the discourse of the media
as a fundamental agent in the socialization and consolidation of social imaginaries of the population. To accomplish
this task, the graphic coverage of the Special Supplement of the newspaper Tribuna, which was published for the II
National Cement Festival in Olavarria (1974), is analyzed. A methodology of discourse analysis was used to identify,
in the journalistic narrative, the way in which meanings are represented and constructed in relation to identity and
local cultural heritage. The main results of the analysis highlight the symbolic power of storytelling in the media to
build, reinforce and reproduce a mining identity brand linked to the cement industry in the Olavarria party, which has
become a constituent aspect of the historical and cultural heritage of the city, and has been projected over time and
remains alive today. This work is expected to contribute to the discussions about the leading role the graphic press has
played in different historical moments and its influence on the local identity.
Keywords: Speech analysis; daily Tribune; Cement Festival; identity; Olavarria; cultural heritage.
ÍCONOS Revista de Ciencias Sociales • n.º 67 • vol. XXIV (2do. cuatrimestre) • ISSN: 1390-1249 • e-ISSN: 1390-8065
mayo-agosto 2020 • www.revistaiconos.ec
https://doi.org/10.17141/iconos.67.2020.3944 • Páginas 159-174
ÍCONOS 67 • 2020
1. Introducción
3 Este modelo no es un caso aislado, sino que se diseñó endiversas empresas industriales, en diferentes lugares del mundo, donde se llevó
a la práctica compartiendo características similares (Sierra Álvarez 1990).
4 El mencionado Suplemento Especial del diario Tribuna se encuentra disponible, solo para lectura, en:
https://issuu.com/jarabito/docs/suple2dafiestacemento1974
5 Recientemente el diario Tribuna fue digitalizado en alta calidad a partir del trabajo realizado en el marco de un proyecto de extensión
universitaria de la Facultad de Ciencias Sociales de Olavarría (Universidad Nacional del Centro de la Provincia de la Buenos Aires),
titulado “Procesos de memoria y olvido: relatos del periodismo gráfico en dictadura”.
Uno de los primeros aspectos a analizar remite al contenido general del Suplemen-
to y su vinculación con el evento. Si bien se imprime con motivo de la realización
de la II Fiesta Nacional del Cemento, es utilizado como un documento que resume
la historia de Olavarría vinculada con la industria del cemento; su auge a escala
provincial, nacional e internacional; los recursos naturales de la zona y las caracte-
rísticas de la productividad; entre otros aspectos directamente relacionados con la
actividad minera.
Loma Negra ha puesto especial empeño en el aspecto social del hombre que está a su
servicio y contribuye a proveer riqueza al país. Así, nada se ha dejado librado al azar
y forma parte de una planificación que en los rubros vivienda, educación espiritual,
deportes y bienestar general ha contribuido al engrandecimiento de una comunidad
laboriosa (diario Tribuna, 2 de febrero de1974, 10).7
164
Del mismo modo se hace referencia a la compañía argentina de Cemento Portland
que “sirve al país como fuente de trabajo y bienestar social” (diario Tribuna, 2 de
febrero de1974, 6).8 Solo por medio de esa necesaria relación entre empresa-sociedad
se alude implícitamente al obrero, como parte de una “comunidad”, que los empresa-
rios se encargan de proteger en relación con sus intereses económicos de producción.
En otro orden, se analiza la construcción de un relato que posiciona a Olavarría
como la capital del cemento. En este sentido, se destaca que el Suplemento se inicia
con un título cuyo mensaje plantea la magnitud y el impacto de la producción ce-
mentera local y su repercusión a escala nacional: “Dadnos cemento y levantaremos
un mundo”. De ahí en adelante se expresa permanentemente la necesidad de justifi-
car a la ciudad de Olavarría como el lugar indicado para ser “la capital nacional del
cemento” y, por lo tanto, la ciudad ideal para que en ella se despliegue en 1974 la
Fiesta Nacional del Cemento.
Para su justificación, se construye el relato desde los inicios de la historia del
hombre y la relación que establece con los recursos naturales, para contarnos cómo
“la naturaleza fue abriéndose generosa a los deseos del hombre; la tierra, la piedra, los
vegetales”. En este punto, se recupera, por un lado, un discurso que remite a la dispo-
nibilidad de la piedra en Olavarríacomo recurso natural necesario para la producción
de cemento. Por el otro, “la habilidad del hombre” para aprovechar ese recurso dis-
ponible y así conformar con perspectiva histórica “una comunidad que de la piedra
sacó un imperio de potencia económica que pocos parangones tiene en la República,
dado su avance y su prosperidad”. Se destaca la labor de
miles de hombres, anónimos los más y conocidos, que han contribuido a que la obra
sea hoy maravillosa realidad. Los cuatro ciclos de la actividad económica, se han dado
idealmente en Olavarría: la naturaleza (pródiga por don de Dios), el trabajo (fecundo,
tesonero) y el capital (robusto, ascendente) y, vinculándolo todo, la empresa visionaria
(diario Tribuna, 2 de febrero de1974, 1).9
Desde sus lagunas a cuyas orillas hace miles de años los primitivos pobladores indíge-
nas tallaban sus armas y herramientas en piedras cuarcita, sus llanuras en las que hace
ciento cincuenta años correteaban los ñandúes y manadas de ciervos y guanacos, hasta
sus sierras refugio de tribus aucas y actualmente generadoras del magnífico presente
económico (diario Tribuna1974, 1).
La población de la provincia de Buenos Aires apenas llegaba la Río Salado con sus
escasos 10 000 pobladores, incluyendo la ciudad de Buenos Aires. Fue en esa época,
en 1741, que Cristóbal Cabral expedicionó hasta las tierras del actual partido de Ola-
varría donde los indios tenían sus guaridas y hasta donde nunca habían llegado por la
distancia y los tratados de paz firmados con los indios serranos (diario Tribuna, 2 de
febrero de1974, 2).10
turismo local, regional y nacional. De hecho, casi 50 años después, Olavarría sigue
teniendo un principalreconocimiento fuera de la ciudad a partir de estas industrias
del cemento.
En el análisis también se identifica una serie de adjetivos que utiliza el medio a tra-
vés de los cuales se pueden visualizar las valoraciones que subyacen en las notas infor-
mativas. En las teorías de la enunciación, esta subjetividad del lenguaje se denomina
subjetivema (Kerbrat-Orecchioni 1997; Balmayor 2001), y su identificación permite
dar cuenta de las interpretaciones y simbolizaciones que, en el relato periodístico, se
otorga a determinadas acciones, espacios, sucesos y/o fenómenos de la realidad. En
este caso, al respecto del proceso de industrialización en la ciudad de Olavarría, la
industria del cemento es valorada como símbolo de “prosperidad”, “porvenir”, “gran-
deza”. En esta década, la misma se referencia como una empresa “maravillosa”, “visio-
naria” y capaz de construir una “comunidad rica y próspera en su visión de futuro”. El
fuerte hincapié en el crecimiento de la industria a través del tiempo es una constante
que, además, aparece directamente relacionada con el concepto de desarrollo local.
Olavarría se describe como una “ciudad empresaria y pujante”, con “espíritu de pro-
greso” que en su “ascendente camino” se va convirtiendo en “polo de desarrollo” y
“exponente de potencia y calidad”. El desarrollo de la ciudad, en este sentido, depen-
de del avance de la industria como “fuente de trabajo y bienestar social”. Cabe desta- 167
car la mención al “genio empresario”, en alusión a Alfredo Fortabat como conductor
de dicha industria, lo que evidencia la primacía dada a este actor social en particular,
en desmedro del resto de los involucrados en este proceso, como los trabajadores,
reforzando la idea paternalista anteriormente mencionada. Esto también se vuelve
visible en los testimonios que utiliza el diario en los que únicamente se recupera la
voz de estos empresarios, así como también de especialistas, historiadores locales que
refieren al recorrido histórico de la empresa cementera.
Por otra parte, es clara la relación discursiva que se presenta entre la industria local
y la “grandeza” y “riqueza” nacional mediante el eslogan “industria grande, nación
próspera”. En este punto, la ciudad de Olavarría aparece como epicentro de dicha
“prosperidad”.
Estos conceptos no solo se instalan a partir de la publicación especial sobre la fiesta
del cemento, sino que vienen reproduciéndose en el discurso del medio desde tiempo
atrás (décadas de 1960-1970), con la utilización de los mismos o similares adjetivos
que refieren al “mago” y “visionario Fortabat”, a la “enorme y potente”, “maravillosa”,
“grandiosa” y “pujante industria”, así como también a la “progresista” y “ciudad indus-
trial” con que se identifica a la localidad de Olavarría (Lemiez et al. 2019).
Otro de los ejes planteados intenta analizar cómo se relaciona a la “producción de
cemento” con otros elementos que marcan la identidad de Olavarría. Para ello, cabe
mencionar que, por un lado, se intenta establecer una vinculación con diversos as-
pectos que han significado, en épocas pretéritas, importantes hitos para el desarrollo
11 Las “voladuras” son explosiones que se realizan a cielo abierto sobre las sierras para la extracción de materia prima (piedra), constitu-
yéndose así un pozo profundo denominado cantera.
primando desde lo visual un recorte de elementos que interesa visibilizar ligados con,
por un lado, la fábrica y la producción y, por otro, con personalidades entrevistadas
que ocupan cargos de gobierno (vinculados con la organización de la fiesta) y/o a
materialidades que evocan a héroes de la historia, sin incluirse a obreros y vecinos
también partícipes en estos procesos.
Por otro lado, en las imágenes también se incluye un plano del recorrido que debe-
rán hacer los pilotos del Turismo Nacional el día de la carrera automovilística. Sobre
este punto cabe destacar que en esta época no existía autódromo profesional en la zona
y las competencias se realizaban en circuitos por las calles de la ciudad. En este último
caso, la imagen se considera como la más representativa del conjunto ya que es la única
que complementa y amplía la información de la nota (figura 2), a diferencia del resto
que son meramente ilustrativas y que marcan otro de los elementos identitarios de la
ciudad, asociados con este deporte y con sus referentes, los hermanos Emiliozzi.
Por otra parte, sobre las publicidades que incluye el Suplemento, se destaca que se
trata de adhesiones a la fiesta de diferentes referentes locales y nacionales. Del orden
local, se sumaron comercios y empresas de diversos rubros (figura 3), la Municipa-
lidad de Olavarría y otros sectores subsidiarios de la industria. Del orden nacional,
Figura 2. Plano del recorrido automovilístico a realizar por los pilotos 169
del Turismo Nacional el día de la carrera
170
4. Conclusiones 171
En relación con el análisis histórico sobre los elementos que construyeron la identi-
dad en la ciudad de Olavarría, a través del discurso de los medios de comunicación
se puede afirmar que en este proceso el diario Tribuna cumplió un rol fundamental
como agente facilitador para la consolidación, en la población de Olavarría, de dife-
rentes imaginarios sociales vinculados fuertemente con la industria. En el Suplemen-
to Especial de 1974, correspondiente a la II Fiesta Nacional del Cemento, el evento
se presenta como un símbolo necesario para reforzar una identidad local asociada
directamente con la actividad económica minera y cementera.
En este sentido, se pudo observar que en el relato se destaca la justificación de
la realización de la fiesta en la ciudad por considerar a “Olavarría la capital del ce-
mento”, ya que se proyecta como “el referente” a escala nacional. Esta construcción
se basó, a lo largo de la historia, en el potencial recurso natural de la piedra, pero
principalmente en la capacidad de explotación de dicho recurso que tuvieron tanto
los primeros habitantes indígenas, como los inmigrantes que llegaron en tiempos
posteriores al territorio.
En este marco, el motivo del Suplemento cobra relevancia como la expresión
máxima festiva de la ciudad en relación directa con el sector industrial, para la cual
diferentes actores de la comunidadtrabajaron en forma “mancomunada”. En este sen-
tido, se pudo identificar en la construcción del relato del diario cierta pretensión de
visibilizar en el discurso una idea de “comunidad” como “unidad común”, es decir,
en términos armónicos. Este discurso no se estaría adscribiendo a una noción que su-
pera esa idea limitada y entiende a las comunidades en tanto redes de personas cuyo
sentido de identidad o vinculación surge de una relación histórica compartida, arrai-
gada en la práctica y en la transmisión de su patrimonio, o en su compromiso por el
mismo (Waterton y Watson 2011). No se trata de entidades uniformes, sino que es
intrínseco a su conformación la heterogeneidad, diversidad y el no ser una unidad co-
mún (“común unidad”), homogénea, estática y carente de conflicto (Crooke 2010).
Así, se podría relacionar el relato “sin conflictos” del diario Tribuna con el contexto
socioeconómico de la época, ya que a la hora de analizar la voz y participación de
los diferentes actores sociales en el Suplemento se observa una mayor visibilización y
protagonismo de los dueños, directivos y jerárquicos de las fábricas, en relación con
los obreros y sus familias, los cuales no ocupan un espacio en esta publicación, sino
que su rol es invisibilizado y/o despersonalizado, ocupando una mera mención al in-
terior del concepto de “comunidad”. Esto daría cuenta de una mirada verticalista que
se condice con el modo de producción y el modelo social de tipo paternalista vigente
en ese contexto (Lemiez 2012).
En suma, queda comprobado en el análisis realizado el poder simbólico del re-
lato mediático para construir, reforzar y reproducir una marca de identidad minera
172 vinculada a la industria del cemento en Olavarría, transformándose en una parte
constituyente del patrimonio histórico y cultural de la ciudad, que se ha proyectado
en el tiempo y que perdura hasta la actualidad.
Apoyos
Referencias
Ballart, Josep y Jordi Tresseras. 2001. Gestión del patrimonio cultural. Barcelona: Ariel.
Balmayor, Eduardo. 2001. “La enunciación del discurso”. En Recorridos semiológicos,
editado por Roberto Marafioti, 153-180. Buenos Aires: Eudeba.
Bartolomé, Miguel. 2003. “Los pobladores del ‘desierto’. Genocidio, etnocidio y
etnogénesis en la Argentina”. Cuadernos de Antropología Social 17: 163-189.
https://doi.org/10.34096/cas.i17.4604
Giacomasso, María Vanesa, Griselda Lemiez y María Eugenia Conforti. 2020. “Comu-
nicación, patrimonio e identidad: discurso de la prensa respecto a la Fiesta Nacional del
Cemento en Olavarría, Argentina”. Íconos. Revista de Ciencias Sociales 67: 159-174.
https://doi.org/10.17141/iconos.67.2020.3944
Resumen
En 2006, formalmente la Policía Nacional de Uruguay obtuvo el derecho a sindicalizarse. Este derecho tuvo
como precedente un intenso proceso de intervención de la Policía en la arena pública. Teniendo en cuenta el
contexto regional, el objetivo de este artículo es analizar las dimensiones vinculadas con la sindicalización de
la Policía uruguaya, atendiendo especialmente a las herramientas políticas desarrolladas y a las diversas ads-
cripciones gremiales que este proceso contiene. Entre los principales resultados, esta investigación evidencia
que el modelo sindical habilitado desde las esferas políticas –que dista de ser el del sindicato “único y por
rama”– posibilita la fragmentación y diversificación de organizaciones que conviven, se asocian o se disputan
el poder de acuerdo con las circunstancias y el posicionamiento político frente al Gobierno de turno. Este
trabajo se realizó con una metodología cualitativa y exploratoria, esto último como derivación de la ausencia
de investigaciones anteriores sobre el tema. Se realizaron entrevistas en profundidad con informantes clave
y se reveló información de dos diarios (período 2015-2018) que permitieron reconstruir hechos y dar voz a
actores significativos. Finalmente se registraron sitios web institucionales de los sindicatos, complementando
esta información con leyes y decretos relacionados con temas surgidos del análisis del corpus.
Abstract
The National Police of Uruguay obtained the right to unionize in 2006. This right was obtained after an
intense intervention process of the Police in the public arena. With the regional context considered, this
article seeks to analyze the unionization dimensions of the Uruguayan Police, paying close attention to
the political tools developed and the diverse union affiliation in this process. Among its key results, this
research highlights how the union model, which has been created by political sectors and is very different
from the “trade union”, makes the fragmentation and diversification of organizations possible. These
organizations coexist, associate with each other, and contest power according to the circumstances and
the political opportunities present with the incumbent government. This research was conducted with
a qualitative and exploratory methodology due to the lack of previous studies on this topic. In-depth
interviews with key informants were conducted, and the information from two newspapers (2015-2018
period) made it possible to reconstruct facts and to give voices to important actors. Finally, institutional
websites from unions were registered, which were complimented with information about laws and decrees
related to the themes of analysis of the corpus.
ÍCONOS Revista de Ciencias Sociales • n.º 67 • vol. XXIV (2do. cuatrimestre) • ISSN: 1390-1249 • e-ISSN: 1390-8065
mayo-agosto 2020 • www.revistaiconos.ec
https://doi.org/10.17141/iconos.67.2020.3963 • Páginas 175-194
ÍCONOS 67 • 2020
1. Introducción
La República Oriental del Uruguay cuenta con la Policía Nacional de Uruguay, una
fuerza de seguridad compuesta por alrededor de 30 000 funcionarios y funcionarias
abocados a diversas tareas operativas y administrativas. De ellos, menos de 20 000
tienen estado policial. La fuerza se encuentra organizada en Jefaturas de Policía ubi-
cadas en cada uno de los 19 departamentos en los que se divide el país. La Policía
Nacional de Uruguay tiene a su cargo mantener el orden público, prevenir delitos y
ser auxiliar de la justicia. El personal policial, conforme a la Ley Orgánica vigente,1
se distribuye en dos escalas: una de oficiales, que incluye cadetes, oficiales subal-
ternos, oficiales jefes y oficiales superiores, y una escala básica, que incluye al resto
del personal policial. En la actualidad, siguiendo los datos aportados por Paternain
(2014), Uruguay posee una de las tasas de cantidad de policía por habitantes más
altas del mundo: un efectivo cada 144 habitantes. De los 30 000 funcionarios, cerca
de 22 000 se dedican a labores estrictamente policiales, es decir, un efectivo cada 155
habitantes, una tasa más alta que el promedio europeo y latinoamericano.
Según el trabajo realizado por Vila (2012), la Policía uruguaya atravesó tres fases
fundamentales. La primera se remonta a sus orígenes, caracterizada por una fuer-
176 te impronta clientelar con puestos directivos ocupados por figuras partidarias y una
estructura organizativa de carácter feudal. La segunda fase combinó los impulsos de
profesionalización con el autoritarismo reinante en el país, incluyendo la época de la
dictadura cívico-militar. Entonces se estableció un sistema de carrera y un reglamento
de disciplina. Según el autor, salvo pequeñas modificaciones, las jurisdicciones policia-
les y la organización funcional de la Policía Nacional de Uruguay instauradas con la
dictadura perduran en la actualidad. La tercera fase abarca el período que se abrió con
la recuperación democrática en 1985. En estos años, según la perspectiva del autor, la
Policía navegó bajo la bandera de la “resistencia corporativa”. Durante esta época, se
transfirieron responsabilidades de seguridad y vigilancia al sector privado, se dificultó la
renovación generacional, se empobrecieron los salarios y se retrocedió en los niveles de
formación, pero también se realizaron esfuerzos para revertir estas tendencias.
La Policía Nacional de Uruguay depende del Ministerio del Interior, órgano de
conducción política de la seguridad. Este organismo concentra diversas funciones: la
prevención, el control e investigación de delitos e incendios, la vigilancia de las rutas
nacionales y la custodia y tratamiento de adultos/as privados de la libertad. En 2008,
durante una de las gestiones del Frente Amplio, se formalizó el Esquema Integral de
Seguridad Ciudadana con la participación de cuatro ministerios y dos oficinas de la
Presidencia encargadas de la coordinación de acciones.2 Posteriormente, en 2011,
1 Ley 19 315. Acceso en abril de 2019. http://www.impo.com.uy/bases/leyes/19315-2015
2 El Frente Amplio es una fuerza política fundada en 1971 como fruto de la coalición de diversos partidos políticos de izquierda. Tabaré
Vázquez, primer presidente del Frente Amplio, gobernó entre 2005 y 2010, y también lo hace en la actualidad, con mandato entre
2015 y 2020. José Mujica, también del Frente Amplio, gobernó entre 2010 y 2015.
se creó el Gabinete de Seguridad que nucleó ministerios del Interior, Defensa, Re-
laciones Exteriores y Presidencia de la República. Dos años más tarde se modificó la
integración del Gabinete con la incorporación de carteras “sociales”, momento que
se caracterizó por un documento de diagnóstico sobre la violencia denominado “Es-
trategia por la vida y la convivencia”.3
En relación con la pregunta que guía nuestra investigación sobre las dimensio-
nes del proceso de sindicalización policial, es importante situar al caso de la Policía
Nacional de Uruguay en el contexto regional. En Argentina, país vecino con una
historia política en muchos aspectos compartida, la libertad sindical policial es obsta-
culizada por el poder político aduciendo la matriz militarizada de las policías, por el
temor a la partidización y por considerar la seguridad como un servicio público esen-
cial (Rodríguez Alzueta 2014). La negación del derecho colectivo a la sindicalización,
además, fue avalada por la Corte Suprema de Justicia en un reciente fallo judicial.4 En
Brasil, aunque restringidos en lo concerniente al derecho a huelga, los/as agentes de
la Policía Civil disponen de derechos sindicales en tanto es reconocida su condición
de trabajadores estatales. Los miembros de la Policía Militar de Brasil, en cambio, tie-
nen prohibido sindicalizarse y participar de protestas, cuestión que no ha impedido
la conformación de organizaciones y la convocatoria a movimientos huelguísticos,
como han documentado Rabelo de Almeida (2011) y Cardoso Alves (2013). Carabi- 177
neros de Chile, finalmente, constituye una fuerza militarizada que, con base en este
argumento, tiene prohibida la sindicalización. Canadá, Estados Unidos, Inglaterra y
los países de la Unión Europea cuentan con sindicatos policiales. También Uruguay,
el único en América Latina, pues Brasil solo reconoce a la Policía Federal. Ninguno
cuenta con derecho a huelga.
El objetivo del presente artículo, teniendo en cuenta este contexto regional,
es analizar dimensiones vinculadas con la sindicalización de la Policía uruguaya,
atendiendo especialmente a las herramientas políticas desarrolladas y a las diversas
adscripciones gremiales. En este marco, concretamente nos preguntamos por las
formas y alcances que adquirió el proceso de sindicalización de la Policía uruguaya,
así como por las características de esta fuerza de seguridad que este proceso permite
visualizar.
En términos teóricos, consideramos que las dinámicas que han desarrollado los
sujetos que son parte de la Policía –en relación con el Estado y con otros sujetos de la
sociedad– en el establecimiento de conocimientos, habilidades y relaciones que defi-
nen la acción de la Policía son propias del proceso de profesionalización. Siguiendo
3 “Estrategia por la vida y la convivencia”. Acceso en abril de 2019.
https://medios.presidencia.gub.uy/jm_portal/2012/noticias/NO_E582/Estrategia.pdf
4 El fallo validó la Ley 13 982 que dispone que los/as agentes de la Policía de la Provincia de Buenos Aires no pueden “desarrollar
actividades lucrativas o de cualquier otro tipo incompatibles con el desempeño de las funciones policiales”. Además, mencionó la
introducción realizada en 2013 a la Ley Orgánica de la Policía Federal Argentina (21 965) que prohíbe cualquier actividad gremial
de sus miembros. Acceso en 2019. https://bit.ly/2KsqwQb Para un análisis de la audiencia pública previa a este fallo, ver: Rodríguez
Games (2016).
5 Sandra Dodera, entonces esposa de un policía que formó parte de la movilización y fue luego despedido de la fuerza, publicó en 1992
un libro sobre estos eventos titulado La huelga policial.
6 La garantía jurídica devino de la aprobación, en enero de 2006, de la Ley 19 740 (“Protección y promoción de la libertad sindical”) y,
en junio de 2009, de la Ley 18 508 (“Relaciones laborales en el sector público”). Al respecto, ver: Zapirain (2017).
7 Prácticamente la totalidad de los sindicatos en Uruguay están afiliados al PIT-CNT. Actualmente la central agrupa a más de 400 000
trabajadores/as afiliados/as.
180 En Uruguay coexisten dos grandes colectivos sindicales policiales. Por un lado, el Sin-
dicato de Funcionarios Policiales de Montevideo (SIPFOM), integrante de la USIP,
organización con mayor fuerza política de las que integran la central sindical de traba-
jadores de Uruguay. Este gremio tiene una central nacional, ubicada en Montevideo,
así como delegados/as y asociados/as en los diferentes departamentos administrativos
del país. El SIPFOM asocia a policías con cargos subalternos y superiores, aunque
estos últimos no acceden a la conducción del sindicato. Patricia Rodríguez, dirigente
de ese sindicato, nos explicó por qué se generaron esas diferencias entre escalafones
al afirmar: “Acá el subalterno por muchos años fue muy doblegado por el personal
superior, fue tratado como número, se le vulneraban todos los derechos” (entrevista
a Patricia, diciembre de 2017). Por otro lado, por fuera de este armado nacional, se
encuentra el Sindicato Único de Policías del Uruguay (SUPU), una organización
con fuerte visibilidad pública conformada por policías en actividad y retirados/as,
personal de bomberos, seguridad privada, guardias de tránsito y penitenciarios/as.
Según lo expresado en las entrevistas que realizamos, es destacable en el SUPU el
componente de policías de la escala superior jubilados.
En relación con la cantidad de afiliados/as, según los datos con los que cuenta la
secretaría del SUPU, cerca del 35% de policías se encuentra sindicalizado. Los entre-
8 El sindicalismo policial francés no surgió de un proceso ordenado, sino que es el resultado de una larga historia marcada por un
contexto conflictivo. En un primer momento, la asociación policial fue la consecuencia directa de las disputas y de los reclamos
emergentes de la época que, desde finales del siglo XIX, permitieron que fueran organizándose colectivamente en torno a demandas
salariales y horas laborales con el fin de exigir una mejora de sus condiciones de vida y trabajo. Sin embargo, en sus comienzos, estas
primeras expresiones de sindicalismo policial solo concernían al Corps Commissarial (cuerpo de comisarios) bajo el Syndicat National
des Commissaires de Pólice creado en 1927. (Sobre este tema, consultar: Cindric 2001; Pabion 2016 e Urteaga 2010).
vistados han desarrollado algunas teorías que explican este porcentaje de afiliación,
considerado de acuerdo con sus expectativas. Para ellos, los agentes policiales no
definen a su actividad como un trabajo, desalentando cualquier tipo de organización
de cara a la disputa por el cumplimiento de los derechos laborales. Los discursos insti-
tucionales, la reglamentación y algunos de los elementos que hacen a la organización
de las fuerzas de seguridad contribuyen a esa idea de una profesión permanente –una
misión, servicio o estado– que trasciende su vida pública para pautar también sus
vidas privadas. Estas instituciones intentan crear condiciones de socialización restrin-
gidas a la dimensión profesional borrando la diversidad y heterogeneidad de los indi-
viduos que la componen. Pero esto, según han documentado diversas investigaciones
empíricas (Garriga 2014; Galvani 2016; Lorenz 2017), no resulta posible en tanto el
mundo social de los policías desborda el laboral.
Uno de los referentes del SUPU identificó un momento de quiebre que marcó
diferencias entre las distintas organizaciones que nuclean a los/as funcionarios/as po-
liciales. El SUPU fue parte del PIT-CNT hasta 2010, cuando desde la central sindical
se firmó un acuerdo con el Ministerio del Interior para modificar el régimen de san-
ciones. El acuerdo establecía un descuento del 50% del día laboral por cada jornada
de sanción al policía, además de la imposibilidad de concurrir al lugar de trabajo. Más
tarde, de manera unilateral según la lectura del referente del SUPU, el Ministerio del 181
Interior dejó sin efecto ese convenio e impuso la llamada “Orden 12”. Esta Orden
establece el descuento del 100% del día de sanción, así como la obligación de asistir
al trabajo. Para Ricardo,9 el referente con quien conversamos, esta situación puso fin
a la colaboración con la central de trabajadores:
Ahí nosotros pusimos el grito en el cielo. ¿Un Gobierno que se jacta de ser progresista,
una fuerza política que peleó por los derechos de los trabajadores, un Gobierno de
izquierda, nada más ni nada menos, les impone el trabajo forzoso a los trabajadores
policiales? En 1940, el Uruguay lo había abolido. Ahora tenés que ir a trabajar y no te
pagan […] Agarramos nuestras cosas y nos fuimos para casa. Estamos por fuera de la
central de trabajadores (entrevista a Ricardo, diciembre de 2017).
Este evento, relatado por sus actuales integrantes en términos de una traición, consti-
tuyó el inicio de la independencia del SUPU. Para ellos, el suyo es un sindicato atípico
porque no tiene limitaciones en términos de jerarquías para el ingreso. Para distanciarse
de los ordenamientos jerárquicos, utilizan la categoría de “trabajadores policiales” y,
sobre ella, edifican la noción más romántica de “la familia policial”, una metáfora que
busca asociar las relaciones de parentesco con las que se construyen dentro de una
fuerza de seguridad.10 Pero, principalmente, se trata de un sindicato que, a diferencia
9 Los nombres de los afiliados a los sindicatos son ficticios con el fin de resguardar sus identidades y evitar comprometerlos, no obstante,
los nombres de dirigentes son reales ya que su visibilidad pública es parte importante para comprender el rol que ocupan en la disputa
política analizada.
10 Sobre la idea y usos de la “familia policial”, ver: Calandrón (2013).
del SIPFOM, mantiene una autonomía del poder político que le permitiría representar
mejor los intereses de sus afiliados/as. De todos modos, Rodríguez, dirigente de SIP-
FOM, asegura: “No nos casamos con ninguna fuerza política y es la idea del sindicato:
no casarse con ninguna fuerza política porque eso te limita después la defensa del tra-
bajador” (entrevista a Patricia Rodríguez, diciembre de 2017).
La cuestión de la partidización, en relación con el Frente Amplio en el Gobierno y
como actor político que favoreció la regulación de los sindicatos policiales, es estruc-
turante del campo que aquí nos ocupa. Por un lado, que la central sindical sea afín al
oficialismo genera tensiones en el SIPFOM tanto a la hora de reclamar al Estado como
al momento de posicionarse de cara a sus afiliados/as sobre las falencias estatales. Una
fórmula para equilibrar estas tensiones es hablar de las falencias, pero en continuo diá-
logo con las autoridades y reconociendo los avances producidos en los últimos años. La
presidenta del sindicato, por ejemplo, se reunió en 2015 con el ministro del Interior
para reclamar porque “el salario es insuficiente y hace que el funcionario policial tenga
multiempleo” y por “las condiciones de trabajo, sobre todo para los compañeros de
cárceles, es insalubre” (El País 2015, 23 de marzo). Frente a este esquema, el SUPU
se muestra como independiente y autónomo del Gobierno, al tiempo que denuncia
la complicidad del SIPFOM por permitir que se perpetúen las malas condiciones de
182 trabajo. Por ejemplo, desde el SUPU se suele calificar como “humo”, como “hechos
políticos”, los resultados de reuniones entre los sindicatos que definen como “afines al
Gobierno” y el Ministerio del Interior (El País 2017b, 13 de julio).
Por otro lado, Roberto Cardozo, referente del SUPU, menciona a la “ideología”
como un motivo de discordia que provocó la fragmentación entre las entidades y ase-
gura que “la Policía se está tomando como una Policía del partido, se está haciendo
énfasis en ser gente del partido político y no hay ningún respaldo hacia el trabajador”
(Semanario Voces 2015, 2 de octubre). En un comienzo, como se señaló, el SUPU
estuvo dentro de la central sindical pero, según el referente, primó su pertenencia a la
Policía antes que al colectivo de trabajadores: “Entendimos que dentro o fuera de la
central íbamos a ser milicos”. Cabe recuperar, en este punto, primero, las resistencias
que la central obrera sostuvo al comienzo del proceso en torno a la incorporación de
policías, figuras asociadas con el ejercicio represivo, incluso al pasado dictatorial. Se-
gún Rodríguez, del SIPFOM, estas resistencias originales en la actualidad se encuen-
tran desandadas, al punto que en la actualidad el sindicato policial forma parte de
la conducción de la central obrera. Según la dirigente, fue determinante el volumen
de afiliados/as que el colectivo de policías atrajo a la central: “Entonces hoy, quieras
o no, somos uno de los sindicatos grandes dentro del PIT-CNT, cosa que también
influye en las elecciones internas de la central de trabajadores” (entrevista a Patricia
Rodríguez, diciembre de 2017).
Además, es importante destacar cierta resistencia de los actores vinculados con
la profesión policial para el ejercicio de la práctica sindical: el acompañamiento, en
Una actividad destacada en el ámbito sindical policial, subrayada por los principales
sindicatos, es la asesoría legal para sus miembros. Como las organizaciones de perfil
sindical argentinas (Galar 2018), los gremios uruguayos disponen para sus miembros
de asesoramiento y patrocinio legal gratuito en el ámbito laboral, penal y administrati-
vo. Estas representaciones legales trabajan generalmente en la recusación de sanciones
recibidas por agentes policiales, aunque también realizan defensas de carácter penal.
La centralidad adquirida por este servicio es producto, según los funcionarios,
de la falta de protección ofrecida por el Ministerio del Interior. En este sentido,
según un informe del diario El País (2016, 19 de noviembre), desde enero de 2010
hasta octubre de 2016 fueron procesados 576 policías, el 2,4% del total de la fuerza
efectiva.11 Alaniz, un referente sindical, afirmó ante la prensa que los abogados de la
cartera ministerial “no tienen la vocación” de defender a los/as policías, por lo que
los/as agentes “prefieren abogados de sindicatos”. Luego se refirió en duros términos
a las autoridades ministeriales: “Al Ministerio no le cambia dar de baja a un oficial
11 Según este informe, en el 57% de los casos la Justicia determinó el procesamiento con la pena de prisión. Frente a esta cifra, los 38
uniformados encarcelados por homicidios son, ciertamente, una minoría, aunque la legítima defensa y el cumplimiento de la ley
también ingresan en los casos de lesiones graves. Por su lado, la corrupción, la violencia doméstica, el atentado violento al pudor, los
falsos testimonios y el desacato siguen siendo la mayoría de delitos.
porque hay 50 haciendo cola para entrar en su lugar” (El País 2016, 19 de noviem-
bre). Con estas palabras, el referente señalaba un desprecio por la labor policial por
parte de la jefatura operativa y organizacional, en contraste con el valor personal que
para el sindicato significa cada uno/a de sus colegas. La tarea de los sindicatos en los
asuntos de asesoría legal responde a la fuerte desprotección que los/as uniformados/
as consideran que sufren por parte de las autoridades políticas.
De esta manera, los actores señalan la existencia de una institución que solo se
defiende a sí misma a expensas de expulsar injustamente a sus trabajadores/as. En
esta misma línea, en el cruce entre cuestiones operativas con las legales y los derechos
laborales, los sindicatos se consideran interlocutores con la Dirección de Asuntos
Internos de la Policía. Este sector de la institución se encarga de recibir e investigar
las causas que involucran a su personal. Desde la mirada de los referentes gremiales,
Asuntos Internos aplica de forma discrecional la ley y las sanciones. Una evaluación
que resultó interesante es aquella que encuentra mayor flexibilidad de esta oficina a la
hora de investigar a personal con cargos de jerarquía y menos con los/as subalternos/
as. Otro eje del trabajo de los sindicatos es el acompañamiento emocional o de con-
tención al personal (y su familia) luego de intervenciones de tintes traumáticos. La
presidenta del SIFPOM, Patricia Rodríguez, en declaraciones a un programa televisi-
184 vo, se refirió a su participación en las pompas fúnebres de un integrante de la fuerza,
acompañando a su familia. En esa oportunidad expresó: “El dolor de las víctimas
lo vivimos nosotros, que fuimos los únicos que estuvimos anoche en el velatorio” al
tiempo que enfatizó que la familia “estuvo muy sola”.
Otras actividades encaradas por estos colectivos se vinculan con la asistencia so-
cial, como la entrega de comida y medicamentos para los/as compañeros/as que están
“más sumergidos”, es decir, para quienes se enfrentan a mayores dificultades econó-
micas. La distribución de canastas de alimentos, actividad realizada particularmente
desde el SIFPOM, se basa en la evaluación acerca de las adversidades del contexto
económico y los magros salarios del trabajo policial. Si bien la cuestión salarial no
constituye una queja concreta, desde los sindicatos se evalúa al de los policías como
un salario bajo comparado con otros ingresos de la administración estatal y en rela-
ción con las horas de trabajo que demanda la tarea. En una línea similar, los sindica-
tos ofrecen ayuda con la atención médica y la adquisición de equipamiento para el
tratamiento de enfermedades.
Asimismo, en vinculación con esta evaluación acerca de las dificultades econó-
micas que enfrenta el personal policial, los sindicatos ofrecen servicios financieros.
Entre estos servicios se destaca el acceso a tarjetas de crédito y a descuentos en dife-
rentes comercios, principalmente de Montevideo. Como ayuda para quienes no son
propietarios/as, también ofrecen la garantía para el alquiler. Como dimos cuenta
en otros trabajos referidos a la Policía de la provincia de Buenos Aires (Calandrón y
Galar 2017), la apelación al dinero potencial en forma de créditos y deudas parece
12 Acerca del análisis y definiciones del sindicalismo desde la sociología, consultar: Sánchez Díaz (2014).
nifestación con armas o uniformes, o la ocupación de los lugares de trabajo, así como
impedir el libre acceso a los mismos y la obstaculización del normal desarrollo de las
actividades (artículo 35, inciso M, Ley Orgánica Policial 19 315).13
Entre las prohibiciones que nombra la Ley se destaca la imposibilidad de realizar re-
clamos en el espacio público, una práctica central en las negociaciones que entablan
las organizaciones sindicales. Los policías vinculados con los sindicatos manifiestan
la observancia de esta Ley: antes que letra muerta es una norma que citan y refieren
recurrentemente.
En nuestro trabajo de campo se manifiestan referencias sobre el modo particular
en que los actores piensan y promueven sus reclamos. Revisemos algunas de estas
valoraciones. Las organizaciones sindicales uruguayas, aunque no convocan a huelgas
o paros, realizan manifestaciones públicas de las que participan sus afiliados/as. En
la convocatoria a la acción colectiva, suelen solicitar que los/as afiliados/as asistan
sin armas ni uniformes. A este pedido se suma uno extra: que estén “de franco de
servicio”. Se busca, de esta manera, legitimar la acción colectiva de estos actores de
cara al resto del conjunto social en tanto no estarían afectando la prestación de un
servicio esencial como la seguridad. Antes de la concentración, los sindicatos envían
186 comunicados a la prensa con el objetivo de obtener cobertura mediática. Cuando es-
tas manifestaciones entran en tensión con lo prohibido por la Ley, las organizaciones
sindicales optan por no exponer a sus afiliados/as.
Los sindicatos que visitamos expresaron desacuerdo ante la imposibilidad de la huel-
ga, pero, al mismo, tiempo mostraron acatamiento a esta normativa. Si bien los princi-
pales gremios no llamaron en ninguna circunstancia a tomar una medida de este tipo,14
Patricia Rodríguez, del SIPFOM –que como se mencionó integra la central sindical
afín al oficialismo–, sostuvo que “el policía como trabajador debería tener el derecho
de huelga si lo ejerce de una manera que no pone en peligro la seguridad pública” (El
País s/f). Para mostrar los contrastes, en países donde la Policía no está sindicalizada,
la huelga policial es un modo de incidir en la política y hacer visible sus reclamos. En
Argentina, en diciembre de 2013, las policías de prácticamente la totalidad de las pro-
vincias, en tensión con la normativa que regula la actividad, demandaron públicamente
mejores condiciones salariales y laborales.15 En Brasil, por su parte, en el estado de Es-
píritu Santo, la Policía Militar realizó en febrero de 2017 una “huelga encubierta” con
las esposas de los agentes bloqueando las salidas de vehículos de cuarteles y comisarías.
Demandaban aumento de salarios, pagos extra en concepto de peligrosidad y mejoras
en las condiciones laborales. Simultáneamente, en Río de Janeiro, según la prensa local,
Los delegados destacan el endeudamiento como una arista del problema salarial
que, según hemos documentado en otros trabajos (Calandrón y Galar 2017), tam-
bién se manifiesta entre el personal de policías en Argentina. “Los policías se endeu-
dan desde el día uno”, reflexionaba Cardozo, señalando que la administración de los
salarios, aunque individual, constituye un problema generalizado. En principio, la
compra de una parte del uniforme corre por cuenta de cada policía. Para amortiguar
este gasto, existen dos cooperativas policiales a las que acude el personal, una da prés-
tamos para la compra de accesorios y armas, y la otra presta dinero en efectivo, ambas
están manejadas por policías retirados.
Otro reclamo frecuente por parte de las organizaciones sindicales son las condi-
ciones laborales que se conectan, para sus referentes, con los elementos de trabajo con
los que cuentan los/as policías. Para Roberto Cardozo, miembro del SUPU, hubo
mejoras durante los últimos años en los elementos de trabajo provistos por el Estado,
pero de algún modo este cambio positivo perdió fuerza. “Lo que no nos dieron es
ropa para invierno, eso no dieron nada. El milico no tiene ni capa para la lluvia”,
contaba acerca del equipamiento de trabajo. Acerca de los automóviles, señaló algo
similar: “Mejoró la cantidad pero no la calidad, compraron todo tipo de porquerías”
(Semanario Voces 2015, 2 de octubre).
188 En otro orden de cosas, los sindicatos tienen en agenda el reclamo por la concre-
ción de los planes de vivienda para el personal prometidos por el Gobierno. En 2010,
se presentó por parte de los sindicatos un proyecto para hacer viviendas en terrenos
del Ministerio. Si bien la recepción fue buena al principio, al realizar el pedido formal
de cesión de los terrenos, recibieron una respuesta negativa. Según datos estimativos
del SUPU, cerca de 8000 trabajadores policiales viven en condiciones críticas y en
asentamientos. Por este motivo, según los entrevistados, el SUPU inició cooperativas
de viviendas mixtas, mitad trabajadores/as policiales y mitad civiles. En la actualidad,
estas cooperativas fueron autorizadas para empezar a edificar.
Otra cuestión que abre discusiones y pujas con el Gobierno del Frente Amplio es
el reclamo por el pago por nocturnidad. El Parlamento aprobó recientemente el pago
de un extra del 20% sobre el salario por el cumplimiento de tareas laborales después
de las 10 de la noche y hasta las seis de la mañana. Hasta el momento, el Ministerio
del Interior excluye a los/as policías de ese pago sin dar, desde la mirada de policías y
sindicalistas, demasiada explicación al respecto.
Las consideraciones sobre la insuficiencia salarial, como es de esperar en una dis-
puta gremial, se combinan con otros reclamos orientados a recomponer el salario
policial. El denominado “servicio 222”, con el que se refiere a la realización de horas
extra, es un elemento que hace al debate sobre el ingreso. Este nombre informal
deriva del artículo 222 de la Ley 13 318 que establece el servicio. En los albores del
Gobierno de José Mujica, en 2010, el Ministerio tenía identificados a 11 000 policías
que lo realizaban. El 45% tenía más de 120 horas mensuales asignadas, además de las
ocho diarias que cumplían en funciones públicas. En ese entonces, la cartera también
detectó que parte del horario en que los agentes hacían “222” coincidía con el que
debían estar patrullando o de guardia en alguna comisaría.17 Por estos motivos, con-
siderando que la situación afectaba el desempeño y la salud de los/as agentes, quienes
tenían muy pocas horas de descanso, el Gobierno impuso un techo de 50 horas extra
mensuales como máximo. La cartera defendió esta política argumentando que la re-
ducción de horas se compensaría con un incremento salarial. Un/a agente de segunda
que en 2010 ganaba $ 12 000 pesos uruguayos cobraba cerca de $ 25 000 pesos uru-
guayos hacia el final del quinquenio.18 Sin embargo, más allá de estos argumentos,
para los gremios el aumento salarial no alcanzó a compensar las pérdidas producidas
por la limitación del “servicio 222”. Al apoyarse en este tipo de situaciones concretas,
la demanda salarial, que es continua, adquiere renovados contornos tanto en el espa-
cio profesional como en la disputa pública de la cual participan los gremios.
Sin dudas, el tope para la realización del “servicio 222” potenció otro conflicto en
el mundo policial alrededor del denominado “servicio 223”, como se denomina al
trabajo de seguridad ilegal provisto generalmente en comercios. En pocas palabras,
frente al tope establecido por las autoridades ministeriales, los/as agentes policiales
continuaron haciendo horas extra, pero ilegalmente. Mientras esta práctica se exten-
día, la ocurrencia de una muerte avivó el debate sobre el “servicio 223”. En 2017, el 189
policía Wilson Coronel murió en un intento de asalto mientras realizaba “223” en
una pizzería de Pocitos, en Montevideo. Frente al hecho, los/as comerciantes sostu-
vieron la imposibilidad de afrontar los costos de la seguridad privada, así como sus
limitaciones en tanto los/as vigiladores/as no pueden utilizar armas de fuego. Los
sindicatos, por su parte, afirmaron que los policías no cobran una exclusividad y que
necesitan el “servicio 223”, aunque sea ilegal, para poder sustentarse (El Observador
2017, 5 de julio de 2017).
La presidenta del SIFPOM, Patricia Rodríguez, explicó en declaraciones televisi-
vas que desde el sindicato “se armó una propuesta que tiene que ver con regularizar y
no limitar el derecho al trabajo”. Advirtió además que, sin las modificaciones necesa-
rias, “los comerciantes van a seguir poniendo policías en otros rubros”: “Si vas a una
estación capaz que el pistero es policía. Es pistero pero si pasa algo va a ser policía, es
hacerse trampas al solitario que la ley quede así y que no se haga nada” (El País 2017c,
11 de julio). “Fijate que si yo hago solo 222, como puedo trabajar solo 50 horas, gano
$ 9000 pesos uruguayos; en cambio, por hacer 223, me llevó $ 50 000”, advirtió a
la prensa un policía en relación con este tema (El País 2017a, 16 de julio). Como
respuesta, las autoridades respondieron con el peso de la ley: “Cada vez de que nos
enteremos que hay un servicio 223 lo vamos a denunciar penalmente. Está prohibido
17 Paternain elabora un dato curioso: en 2009, 14 000 de los 22 000 funcionarios/as policiales ejecutivos cumplían horas “222”. En
promedio, cada uno/a realizaba 104 horas mensuales, es decir, unas tres horas y media por día en promedio, aunque casi 3600 policías
realizaban más de 150 horas mensuales. Ver: Paternain (2014).
18 Unos 730 dólares estadounidenses a la cotización de 2019.
por ley”, dijo Jorge Vázquez, subsecretario del Ministerio del Interior (El País 2017b,
13 de julio). Por el momento, el procedimiento administrativo para los/as policías
sorprendidos/as ofreciendo “223” implica la apertura de sumarios que pueden termi-
nar en destitución. Según los sindicatos, sin embargo, se trata de un procedimiento
atípico en tanto desde 2011, cuando se puso el límite a las horas “222”, se abrieron
solamente tres sumarios.
Finalmente, un reclamo de la esfera punitiva es la aplicación de penas “más fir-
mes” a quienes matan policías y el otorgamiento de mayores posibilidades de uso de
la fuerza para los/as funcionarios/as que actúan en la calle. Estas demandas orientadas
al pedido de leyes más duras son sostenidas como si, de ejercerse, pudieran traducirse
inmediatamente en mejores condiciones para el trabajo policial. Esta condena a lo
ilegal, por cierto, se matiza en el discurso público a la hora de analizar la realización
del servicio “223”, que se busca justificar como medio para equilibrar las desventajas
económicas de los/as uniformados/as.
7. Reflexiones finales
Referencias
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rentesco en trayectorias y prácticas profesionales cotidianas”. En De armas llevar:
estudios socioantropológicos sobre los quehaceres de policías y de las fuerzas de seguri-
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Renoldi. La Plata: Ediciones de Periodismo y Comunicación.
Entrevistas
Calandrón, Sabrina, Santiago Galar y Mariana Da Silva Lorenz. “El proceso de sindicaliza-
ción de los gremios policiales en Uruguay”. Íconos. Revista de Ciencias Sociales 67: 175-194.
https://doi.org/10.17141/iconos.67.2020.3963
Dra. María Carla Rodríguez. Profesora de la Universidad de Buenos Aires (UBA) e investigadora del Conse-
jo Nacional de Investigaciones Científicas (Argentina). ([email protected])
(https://orcid.org/0000-0002-0124-5312)
Dra. María Cecilia Zapata. Profesora de la UBA e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas (Argentina). ([email protected]) (https://orcid.org/0000-0003-0580-6938)
te m a s
Resumen
Este artículo analiza las características y efectos de la ejecución del Programa de Autogestión de la Vivienda (Ley 341/00)
de la Ciudad de Buenos Aires desde principio de siglo hasta la actualidad y, por medio de esta política, el derrotero his-
toriográfico de la disputa por la centralidad de los sectores populares. Para ello, el artículo problematiza la relación entre
autogestión y el derecho a la ciudad a partir de la identificación de marcos de oportunidad y limitaciones que se presentaron
en un contexto del neoliberalismo realmente existente. Se recurrió a una metodológica multi-método (cuali-cuantitativa) a
partir de la recuperación de resultados de las tesis doctorales de las autoras y fuentes primarias, mediante la aplicación de una
encuesta a 120 cooperativistas del Programa, ejecutada durante 2018. A partir de una muestra construida para tal efecto,
se logró una cobertura del 60% del total de familias involucradas en conjuntos habitados de la Ley 341 en ese momento.
Con la investigación, se verificó que la autogestión se configuró como un habilitante del habitar dignamente la centralidad
urbana por parte de los sectores populares y, a la vez, un campo en disputa por sus implicaciones y aperturas en términos de
horizonte de reorganización de las relaciones fundantes del orden social capitalista.
Abstract
This article analyzes the characteristics and effects of the execution of the Housing Self-Management Program (Law No.
341/00) in the City of Buenos Aires from the beginning of the century to the present and the historiographic course
of the dispute for the centrality of the popular sectors in this policy. To accomplish this task, the article problematizes
the relationship between self-management and the right to the city based on the identification of opportunity and
limitation frames present in a neoliberal context. Mixed methods were used in this research and primary sources and
the results of the doctoral theses of the authors, which involved a survey of 120 cooperative members of the Program
executed in 2018, were recovered. A sample created for this study covered 60% of the total families inhabiting the
areas were the Law 341 was applied. Through this research, it was apparent that self-management was configured as an
enabler of popular sectors seeking to inhabit urban central spaces. Self-management was simultaneously disputed due
to its implications and openness in terms of reorganization prospects for the founding relationships of the capitalist
social order.
ÍCONOS Revista de Ciencias Sociales • n.º 67 • vol. XXIV (2do. cuatrimestre) • ISSN: 1390-1249 • e-ISSN: 1390-8065
mayo-agosto 2020 • www.revistaiconos.ec
https://doi.org/10.17141/iconos.67.2020.3964 • Páginas 195-216
ÍCONOS 67 • 2020
1. Introducción
1 No se desconocen y en otras publicaciones hemos trabajado el derrotero del concepto y sus apropiaciones y usos posteriores, pero aquí
nos interesa retomar elementos filosóficos y políticos planteados tempranamente por Lefebvre.
2 En el marco del Proyecto “Alternative models of housing development programs in Buenos Aires, Argentina”, financiado por la
Universidad Johns Hopkins (dirigido por Valeria Procupez y María Carla Rodríguez) con el Área de Estudios Urbanos del IIGG y
Asociación Civil MOI, acordado con el Colectivo de Organizaciones por el Hábitat Popular.
Movimiento
Monteagudo Territorial Liberación
592 326
Cooperativa
EMETELE
198
Movimiento de
Ocupantes e
- Pasaje
Inquilinos
Icalma 2007
- Pasaje
Cooperativas: 176
Icalma 2015
- La Fábrica
- Solís 1978
- Yatay
- Perú 770
- El Molino
- Perú
Organización Social y
Política Los Pibes
Lamadrid 208 35
Cooperativa
COVILPI
Cuadro 1. (Continuación)
Federación de
Cooperativas Todos
Av. San
Juntos
Martín 2847
Cooperativa Manos
a la Obra Nueva
Imagen
Cooperativa
Garay 324 26
Independencia
Elaboración propia.
Durante las últimas cuatro décadas, el despliegue del desarrollo capitalista en su fase
neoliberal (Harvey 2007) ha producido una profunda transformación sobre las formas
de organización del territorio y de la población, redefiniendo las fronteras y áreas en que
se estructuran los nuevos centros de dinamismo del capital a escala planetaria (Bren-
ner 2004). En la actualidad, se asiste a un nuevo proceso de “acumulación primitiva”
(Federici 2010 [2004]), donde la reiniciada oleada de privatización de la tierra y otros
recursos comunales, el masivo empobrecimiento, el saqueo y el fomento de la división
de comunidades antes cohesionadas vuelven a formar parte de la agenda mundial, acen-
tuando formas de dominación más abstractas y lejanas a nuestro control, que expropian
los activos y los saberes populares, y que arrebatan o cancelan la capacidad productiva
autónoma de grandes sectores sociales. La lógica del sistema lo conduce a crecer a costa
de la depredación de la naturaleza y la explotación, la desposesión y la exclusión de gran-
des mayorías. “Para evitar su alzamiento y su protesta, se desarticulan los colectivos y se
individualizan los problemas y las soluciones. Se debilitan los Estados y se da un papel
protagónico a las ciudades, que compiten entre sí para captar los favores de los inver-
sionistas sin patria, subsidiándolos con los dineros del pueblo” (Ortiz Flores 2003, 1).
200 No obstante, el Estado continúa siendo el dispositivo fundamental tras la loca-
lización y relocalización de las personas, recursos, actividades e instituciones en la
ciudad; organizando activamente procesos de desposesión de familias trabajadoras de
bajos ingresos e implementando una potente estrategia discursiva para reinterpretar
su acción (Davidson 2008; Rousseau 2009; Herzer 2010; Díaz Orueta 2013). Mien-
tras unas pocas grandes ciudades se consolidan como los ejes de la nueva geografía
planetaria, se multiplica la “miseria” de manera inédita: incertidumbres, inestabili-
dad, nuevas formas de violencia e inseguridad, profundización de múltiples modali-
dades de segregación bajo la lógica de la exclusión, expansión excesiva de las periferias
y nueva pobreza intersticial en los centros urbanos (tomas de inmuebles, costosos
alquileres y subalquileres informales de piezas en tugurios, villas, entre otras).
Entre los escombros de esta geografía urbana neoliberal, han surgido procesos or-
ganizativos y de resistencia en numerosas ciudades, adoptando diversas modalidades
y formatos (Newman y Wyly 2006; De la Garza 2014; Casgrain y Janoschka 2013;
Delgadillo 2009; Rodríguez y Di Virgilio 2016). Entre ellas, emergió el cooperativis-
mo autogestionario de producción del hábitat (Rodríguez 2009).
En este contexto, la autogestión caracteriza el ensayo de formas de organización
asociativas basadas en relaciones sociales sin explotación donde trabajo manual e inte-
lectual, en principio, no se encuentran escindidos como premisa organizativa porque
el control y la direccionalidad del proceso de producción está en manos directas de los
trabajadores asociados, tras el objetivo de satisfacer determinadas necesidades sociales.
De este modo, la producción autogestionaria del hábitat pone en marcha procesos co-
3 En Cuba, fue motivo de intensas controversias y solo en las últimas décadas fue caracterizado como herramienta coherente con su
organización socioeconómica. En Venezuela, el Gobierno de Hugo Chávez lo definió como una de las formas para garantizar la demo-
cratización económica planteada en la Constitución Bolivariana.
4 Barrios en las comunas: 1 (Retiro, San Nicolás, Monserrat, Constitución, San Telmo y Puerto Madero); 4 (Barracas, Nueva Pompeya,
La Boca y Parque Patricios); y 8 (Villa Lugano, Villa Soldati y Villa Riachuelo)
5 Cerca de medio millón de personas habitan en villas, ocupaciones de edificios y hoteles pensión. Para su caracterización, ver: CEyS
(2013).
6 No tiene restricciones por nivel de ingresos familiar y reconoce como hogar al listado de personas convivientes declaradas por cada
socio/a titular, incluyendo unifamiliares.
dades definidas por dicha localización (vivienda, trabajo, educación, salud, recreación,
entre otras) (Rodríguez 2005).
En esta configuración social y urbana, se gestaron las primeras cooperativas auto-
gestionarias de vivienda de la ciudad orientadas a su regularización dominial y rehabili-
tación edilicia, impulsadas por el Movimiento de Ocupantes e Inquilinos (MOI) (una
organización social constituida en este contexto sociopolítico “tolerante”, que expresaba
en su propia composición una confluencia de necesidades de la población ocupante con
militancia que aportaba conocimiento profesional especializado e intención de desarro-
llar una práctica política). Entre 1991 y 1998, unas 500 familias organizadas en estas
cooperativas MOI impulsaron procesos de regularización dominial ante el Gobierno
nacional, el Legislativo de la ciudad y compras de inmuebles en el mercado. Unas 200
familias, con aciertos y errores, concretaron ese objetivo –cooperativas Perú, La Unión,
Yatay, Fortaleza, Nueva Vida I y II, y Consorcio Eleodoro Lobos– en los céntricos ba-
rrios de San Telmo, San Cristóbal, Barracas y Caballito. Los militantes del MOI llega-
ban a esos edificios ocupados mediante contactos que establecían algunas familias. Im-
pulsaban tres ejes de trabajo: organización interna, gestión con el Estado y desarrollo de
contenidos específicos del proyecto. El proceso se sustentaba en reuniones asamblearias
sistemáticas y una intensa interacción cotidiana entre familias y militantes. Entre 1997
y 1999, también se ejecutó el primer reciclaje por autogestión en la Ciudad de Buenos 203
Aires, en San Telmo, límite con el barrio Puerto Madero (uno de los más suntuosos de
la ciudad). Se trataba de una antigua fábrica de hidrófugos, que Cooperativa La Unión
transformó en un conjunto de 20 viviendas cáscara, con financiamiento de un progra-
ma nacional piloto (Programa 17) a un costo un 50% inferior a los programas locales
por licitación empresarial del período. La superficie de las viviendas osciló entre los 50
y 100 metros cuadrados (Pucci 1998; Dirección Nacional de Políticas Habitacionales
2001). Ese aprendizaje “caso a caso” permitió acumular experiencia para transitar a una
práctica orientada a la generalización.
La Ley 341 fue alimentada por la propuesta del sistema de usuarios de la Federación
Uruguaya de Cooperativas de Viviendas por Ayuda Mutua (FUCVAM) y la partici-
pación e interacción con la Secretaría Latinoamericana de la Vivienda y el Hábitat
Popular (SELVIHP), formada en 1991 e integrada por organizaciones y movimien-
tos de diversos países que comparten la perspectiva autogestionaria de producción
del hábitat. Esta red alimentó de manera sostenida las agendas de impulso y sostén
de estas experiencias de políticas en distintos países de América Latina7 mediante su
7 Existen marcos de políticas de producción autogestionaria en Uruguay, Argentina, Chile, Brasil, Ecuador, Venezuela, Panamá, Nica-
ragua, Guatemala, El Salvador y Costa Rica.
8 La escuela arquitectura-ciudad formada en la Universidad de La Plata en la década de 1960, con su mayor referencia en el arquitecto
Marcos Winograd, quien cursó varios seminarios con Henry Lefebvre, propuso una renovación de la definición del campo y sus re-
laciones. El Equipo Profesional Interdisciplinario (EPI) del MOI recreó esa perspectiva, en la cual también se formó el EPI Dolmen,
otro actor significativo (Rodríguez 2009).
9 Con base en la definición clásica de Yujnovsky (1984), entendemos al hábitat como todos los bienes y servicios habitacionales que
definen un medio que permita una integración individual, familiar y colectiva plena a la ciudad.
10 La Ley 324/99 que estimuló la intervención estatal en el conflicto producido por la no construcción de la Autopista 3 y la Ley 148/99
que impulsa el marco normativo necesario para la urbanización de las villas de la ciudad son leyes del período.
11 Esta crisis se expresó en el estallido social, político y económico de diciembre de 2001, la movilización social de la población y la
renuncia del entonces presidente de la nación, Fernando De La Rúa.
Mapa 1. Cooperativas autogestionarias del hábitat con obras finalizadas. CABA, 2017
207
Elaboración propia.
208
Con base en una encuesta en cooperativas habitadas, citada anteriormente, las nueve
obras involucradas en el análisis cuantitativo ejecutaron 37 269 metros cuadrados
de obra en 599 viviendas, con un promedio de 71 metros cuadrados de superficie
por unidad habitacional (muy por arriba de los 45-50 metros cuadrados promedio
establecidos para la vivienda social). El mayor tamaño de las viviendas cooperativas
se explica en gran parte por tratarse de población activa que fue parte de la gestación
de los proyectos (incluso, en algunos casos, con altos niveles de participación en pro-
cesos de diseño participativo). El control social directo de la producción redundó en
una priorización del uso de las viviendas por sobre la posibilidad de maximización de
ganancia.14 En cuanto a las formas de producción, casi el 51% fueron producidas por
contratos con cooperativas de trabajo, 31% mediante ejecución directa (es decir, el
presidente y/o el consejo de la cooperativa realizó de manera directa la coordinación
de contrataciones de los diversos rubros) y un 17,5% eligió firmar contrato con pe-
queñas empresas constructoras familiares o contratistas. Casi la mitad de los coopera-
tivistas encuestados (el 46%) señaló que en sus organizaciones incorporaron activida-
des de ayuda mutua en los planes de obra o jornadas solidarias con el fin de abaratar 209
costos y maximizar la utilización del crédito recibido por el PAV en una mejora de las
30,8 %
51,7 %
17,5 %
En forma directa
Mediana/pequeña empresa/empresa familiar/contratistas
Cooperativa de trabajo
Elaboración propia.
14 En una vivienda social, el Estado maximiza ganancia mediante la reducción al mínimo de los tamaños de las viviendas para maximizar
la cantidad de unidades habitacionales a ofrecer como solución habitacional, esto a costa de incrementar el hacinamiento y reducir
calidades constructivas.
18,3 %
35,8 %
5%
40,8 %
Cooperativista Ns/Nc
Elaboración propia.
El 67% de los encuestados se integró a las cooperativas entre 2003 y 2006, con-
tando con una experiencia organizativa sostenida entre 15 y 12 años. La población
cooperativista involucra trabajadores empobrecidos: solo el 7% encuestado percibía
un ingreso familiar por encima de la línea de pobreza. El 44% son empleados, el 46%
cuentapropistas y un 6% cooperativistas. Los tipos de trabajo más frecuentes son
empleada doméstica, enfermera, acompañante terapéutico, albañil, mantenimien-
to, maestranza, seguridad y vendedores ambulantes. La mayoría trabaja en el sector
privado (81,5%) y muy pocos en el sector público (el 14% a escala nacional y el 2%
municipal). Un 53% sufre situaciones de informalidad o precarización (sin obra so-
cial ni jubilaciones).
La operatoria ha generado gastos soportables, con un costo promedio que no
supera el 22% de los ingresos familiares, incluyendo la cuota del crédito, fondo man-
tenimiento y los servicios. Casi la mitad señala que la participación en la cooperativa
les abrió puertas o les generó facilidades en lo laboral a partir del acceso a una red
de contactos (40%), sirvió de inspiración para aprender un oficio laboral (40%) o lo
habilitó para conseguir trabajo en una cooperativa de trabajo (23%).
El artículo reflexiona sobre los efectos de políticas de autogestión del hábitat gestadas
e implementadas en el contexto del neoliberalismo urbano en la Ciudad de Buenos
Aires, Argentina. La experiencia de ejecución de la Ley 341 y el Programa de Auto-
gestión de la Vivienda (PAV) mostró el potencial de la autogestión para producir há-
bitat popular adecuado y bello sin necesidad de la lógica de la ganancia. A partir del
activismo de movimientos sociales urbanos, recreado en el contexto de la recupera-
ción democrática a finales de la década de 1980 y sus posteriores modulaciones, con
eje en su población trabajadora de bajos ingresos con problemáticas habitacionales,
se logró impulsar normativa y programas, captar suelo y ejecutar conjuntos habita-
cionales localizados en barrios dotados de las oportunidades que ofrece la centralidad.
La pertenencia a redes y organizaciones de base se configuró como un activo insusti-
tuible para el acceso al hábitat y a la ciudad, pero también para palear los procesos de
empobrecimiento y precarización ligados con las medidas de ajuste estructural pro-
pio de la ciudad neoliberal, y concomitantemente, abrir oportunidades para afrontar
distintas necesidades bajo esquemas poco asistenciales.
El desarrollo de una producción autogestionaria orientada por la satisfacción de
la necesidad y sin existencia de lucro (o con su mínima expresión y muy controla-
da) se tradujo en que el total de la inversión administrada de manera directa por las
cooperativas de vivienda en el marco de la Ley 341 se orientó a elecciones de locali-
zación que aseguran mayores oportunidades para la integración y mejorar la calidad
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1. Aída Hernández, Centro de Investigaciones 20. Ibán Díaz-Parra, Universidad de Sevilla, Es-
y Estudios Superiores en Antropología Social paña.
(CIESAS), México. 21. Ignacio Irazuzta, Instituto Tecnológico y de Es-
2. Alberto Romero, Centro de Investigaciones tudios Superiores de Monterrey, México.
y Estudios Superiores en Antropología Social 22. Jaime Alberto Sandoval, Universidad Santo To-
(CIESAS), México. más, Colombia.
3. Allan Ortega Muñoz, Centro INAH Quintana 23. Juan Antonio García Galindo, Universidad de
Roo, México. Málaga, España.
4. Amarela Varela Huerta, Universidad Autóno- 24. Juan Luis Modolell, Universidad Alberto Hur-
ma de la Ciudad de México. tado, Chile.
5. Ana Milena Horta, Universidade Federal do 25. Julia Sanabria, Consejo Nacional de Investiga-
Rio Grande do Sul, Brasil. ciones Científicas y Técnicas, Argentina.
6. Andrés Pereira, Universidad Nacional de Cór- 26. Julieta Lampasona, Consejo Nacional de In-
doba, Argentina. vestigaciones Científicas y Técnicas, Argentina.
7. Ariadna Estévez, Universidad Nacional Autó- 27. Laura Marina Panizo, Universidad Nacional de
noma de México. General San Martín, Argentina.
8. Bruno Boti, Universidade de São Paulo, Brasil. 28. Liliana López, Centro de Investigaciones In-
9. Carlos Flores, Centro de Investigaciones y Es- terdisciplinarias en Ciencias y Humanidades
tudios Superiores en Antropología Social (CIE- UNAM, México.
SAS), México. 29. Luis Alberto Salinas Arreortua, Universidad
10. Carlos Oliva Marañón, Universidad Rey Juan Nacional Autónoma de México.
Carlos, España. 30. Marcos Supervielle, Universidad de la Repúbli-
11. Carolina Benavente Morales, Universidad Ca- ca, Uruguay.
tólica Silva Henríquez, Chile. 31. María Luz Endere, Universidad del Centro de
12. Cristina Bastidas, Universidad de Ámsterdam, la Provincia de Buenos Aires, Argentina.
Países Bajos. 32. María Mercedes Eguiguren, Universidad Cen-
13. Daniel Pontón, Instituto de Altos Estudios Na- tral del Ecuador.
cionales, Ecuador. 33. Mercedes Mariano, Universidad del Centro de
14. Diego Zenobi, Universidad de Buenos Aires, la Provincia de Buenos Aires, Argentina.
Argentina. 34. Mónica Elivier Sánchez, Universidad de Gua-
15. Dolores Figueroa, Consejo Nacional de Cien- najuato, México.
cia y Tecnología, México. 35. Nancy Postero, Universidad de California San
16. Elisenda Calvet Martínez, Universitat de Bar- Diego, Estados Unidos.
celona, España. 36. Natalia Verónica Bermúdez, Universidad Na-
17. Fábio Alves Araújo, Instituto Federal do Rio de cional de Córdoba, Argentina.
Janeiro, Brasil. 37. Paola Díaz Lizé, Centro de Estudios de Con-
18. Héctor Zapirain, Universidad de la República, flicto y Cohesión Social, Chile.
Uruguay. 38. Scherezada López Marroquín, Escuela Nacio-
19. Hiroko Asakura, Centro de Investigaciones y nal de Antropología e Historia, México.
Estudios Superiores en Antropología Social 39. Virginia Vecchioli, Universidade Federal de
(CIESAS), México. Santa Maria, Brasil.
Política editorial
Íconos. Revista de Ciencias Sociales recibe artículos durante todo el año siempre que estos se ajusten a la polí-
tica editorial y a las normas de presentación de originales. Por el carácter especializado de la revista, se espera
que los artículos presentados sean preferentemente resultados o avances de investigación en cualquier área
de las ciencias sociales. También se aceptan ensayos sobre temas históricos o contemporáneos que se apoyen
sólidamente en bibliografía especializada, análisis de coyuntura nacional o internacional que partan de apro-
ximaciones académicas y/o entrevistas de interés para el campo de las ciencias sociales.
Secciones
Dossier. Esta sección compila un conjunto de artículos arbitrados que giran en torno a un tema central, el
que es tratado con profundidad y desde distintos enfoques. Las convocatorias a presentación de artículos para
esta sección tienen fechas de cierre, por lo que se sugiere consultar las distintas convocatorias.
Temas. Esta sección incluye artículos arbitrados dedicados a diversos temas de investigación. Recoge análisis
con temática libre, artículos sobre temas de confrontación teórica, así como textos de análisis de coyuntura
nacional e internacional enfocados desde las distintas disciplinas de las ciencias sociales. Los artículos para
esta sección se reciben a lo largo de todo el año.
Selección de artículos
Los artículos enviados a la revista serán sometidos a un proceso de revisión que se realizará en varias etapas:
1) Los artículos que cumplan con los requerimientos formales especificados en las normas editoriales de la
revista serán dados por recibidos.
2) Los artículos recibidos serán sometidos a una evaluación inicial que valorará la pertinencia temática,
originalidad y calidad del texto. Esta evaluación previa estará a cargo de los editores del dossier en el caso
de los artículos enviados a dicha sección, o de un miembro del consejo editorial en el caso de las secciones
restantes.
3) Si el artículo ha sido valorado positivamente, entrará en un proceso de arbitraje bajo el sistema de revi-
sión por pares. Este proceso consiste en someter cada artículo al criterio de por lo menos dos revisores
académicos y anónimos.
Para cada artículo se seleccionará lectores con título doctoral cuyas publicaciones demuestren un
amplio conocimiento de los temas abordados por el texto enviado a revisión. En ocasiones, se selecciona-
rá también a investigadores que, sin título doctoral, posean una trayectoria de investigación reconocida
sobre el tema.
Los lectores y lectoras tendrán en cuenta, para su recomendación, la calidad del trabajo en rela-
ción con su originalidad, aporte al tema investigado, solvencia teórica, aparato crítico o argumentativo,
metodología y manejo de la información, resultados, conclusiones, bibliografía y claridad de expresión.
Con base en lo señalado, los revisores determinarán si el artículo es: a) publicable sin modificacio-
nes; b) un fuerte candidato para publicación si se realizan ciertas revisiones al manuscrito; c) publicable
solo si se realizan revisiones de fondo; d) no publicable.
4) En caso de discrepancias con los resultados, el artículo será enviado a un tercer revisor cuyo criterio
definirá la publicación del artículo.
5) Los resultados del proceso de arbitraje serán inapelables en todos los casos.
6) El proceso de selección de artículos llevará entre tres y cuatro.
Las personas interesadas en publicar artículos en Íconos. Revista de Ciencias Sociales deben leer y cumplir los
requisitos para el envío de artículos enunciados en las Políticas editoriales en esta plataforma; deben estar
de acuerdo con los procedimientos para la selección de artículos adoptados por la revista y sus textos deben
ajustarse a los siguientes lineamientos.
El consejo editorial de Íconos. Revista de Ciencias Sociales se reserva el derecho último a decidir sobre la
publicación de los artículos, así como el número y la sección en la que aparecerán. La revista se reserva el
derecho de hacer correcciones de estilo.
Envío de artículos
El envío de artículos debe realizarse dentro de las fechas establecidas por la revista en el caso de convocatorias
abiertas para la sección Dossier. Las contribuciones para las secciones restantes pueden ser enviadas durante
todo el año.
Los envíos deben realizarse en línea, a través de la plataforma de la revista Íconos, para lo que se requiere
seguir los pasos indicados y cargar los metadatos o la información solicitada.
Recepción: los artículos que se ajusten a estas normas serán declarados “recibidos” y serán notificados de su
recepción al autor o autora. Los que no, serán devueltos.
Idiomas: Íconos se publica en idioma español, no obstante se reciben artículos en español, inglés y portugués.
En caso de que un artículo en idioma inglés o portugués sea aceptado para publicación, la traducción al
español corre por parte del autor/a.
Formato del documento: deben estar escritos en formato Word, en letra Times New Roman tamaño 12, con
interlineado de 1,5, paginado, en tamaño de papel A4 y con márgenes de 2,5 cm. Las notas a pie de página
deben estar en Times New Roman 10 y a espacio sencillo.
Extensión de los artículos: varía de acuerdo con las secciones de la revista y se mide con el contador de palabras
de Word. La extensión debe considerar tanto el cuerpo del artículo como sus notas a pie de página y biblio-
grafía, de modo que el número total de palabras sea el siguiente:
Resumen y descriptores: los artículos destinados a la sección Dossier y Temas deben estar precedidos de un resu-
men de hasta 220 palabras y deben proporcionar seis descriptores que reflejen el contenido del artículo. Para los
descriptores, se recomienda revisar los términos establecidos en los listados bibliográficos (Thesaurus) y buscar
correspondencia entre títulos, resúmenes y descriptores.
Reglas generales de edición
Siglas: la primera vez que aparezcan siglas debe escribirse su significado completo, luego las siglas. Por ejem-
plo: Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
Citas: las citas textuales que sobrepasen los cuatro renglones deben colocarse en formato de cita larga: a espa-
cio sencillo, tamaño de letra 10 y margen reducido a ambos lados.
c) Los gráficos, cuadros o tablas deben incluirse en el texto y además enviarse en formato Excel.
d) Cada imagen, tabla, cuadro o gráfico debe contener fuentes de referencia completa y es responsabilidad
del autor o autora gestionar los permisos correspondientes para la publicación de las imágenes que lo
requieran y hacer llegar dichos permisos a la revista.
Referencias bibliográficas
a) Las referencias bibliográficas que aparezcan en el texto deben ir entre paréntesis indicando el apellido
del autor o autora únicamente con mayúscula inicial, año de publicación y número de página. Ejemplo:
(Habermas 1990, 15). En ningún caso utilizar op. cit., ibid., ibídem.
b) En el caso de varias obras del mismo autor o autora publicadas el mismo año, identificarlas como a, b,
c, etc. Ejemplo: (Romero 1999a), (Romero 1999b).
Romero, Marco. 1999a. “Se profundiza la recesión y la incertidumbre en Ecuador”. Ecuador Debate
47: 45-63.
________. 1999b. “Crisis profunda e inoperancia gubernamental”. Ecuador Debate 46: 56-78.
Pzeworski, Adam. 2003. States and Markets: A Primer in Political Economy. Nueva York: Cambridge Uni-
versity Press.
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1990. Nueva York: Cambridge University Press.
________. 1993. Economic Reforms in New Democracies: A Social-Democratic Approach. Nueva York:
Cambridge University Press.
d) La bibliografía consta al final de cada artículo y debe contener todas las referencias utilizadas en el texto,
las cuales se enlistan siguiendo un orden alfabético por apellido de los autores. El nombre de la autora
o autor y no solo el apellido debe ser escrito de manera completa, no simplemente con la inicial del
nombre. La bibliografía debe realizarse de acuerdo con el Manual de Estilo de Chicago (Chicago Manual
of Style, CMS). Para ejemplos de las formas de documentación más comunes, se sugiere visitar nuestra
página web www.revistaiconos.ec.
Despojo(s), segregación social del espacio y
territorios en resistencia en América Latina
Dossier
01. Despojo(s), segregación social del espacio y territorios
de resistencia en América Latina
Presentación del dossier Ivette Vallejo, Giannina Zamora y William Sacher
02. De los frentes de expansión a los grandes proyectos de desarrollo:
emergencia en las comunidades de los sertões de Itacuruba Poliana de
Sousa Nascimento
03. Turismo y acumulación de capital: una mirada a la Reserva
de la Biosfera Sian Ka’an Alejandra Rojas Correa y Alejandro Palafox-Muñoz
Íconos 64 04. Mujeres me’phaa, resistencia y sentido del lugar ante los despojos
mayo-agosto del extractivismo y el narcotráfico Erika Sebastián Aguilar
2019 05. Racismo ambiental: muerte lenta y despojo de territorio ancestral
afroecuatoriano en Esmeraldas María Moreno Parra
06. Geografías violentadas y experiencias de reexistencia.
El caso de Buenaventura, Colombia, 2005-2015 Jefferson Jaramillo Marín,
Érika Parrado Pardo y Wooldy Edson Louidor
Temas
07. Ser diferente en un mundo de semejanzas: ensayo sobre la dimensión
simbólica de la vulnerabilidad Ducange Médor Bertho
08. Tercerización laboral en la siderurgia argentina: empresas de
ex trabajadores en Acindar Villa Constitución y Siderar Ensenada
María Alejandra Esponda y Julia Strada
09. “Disparen contra las olas”: securitización y militarización de
desastres naturales y ayuda humanitaria en América Latina
Alejandro Frenkel
10. Políticas indigenistas en la Argentina kirchnerista
Sofía Soria
Ensayo visual
Escribir las relaciones y el territorio Luis Campos Medina
y Víctor Suazo Pereda
Reseñas
El Taller Tzotzil 1985-2002. Un proyecto colaborativo de investigación
y publicación en Los Altos de Chiapas – Carolina Pecker Madeo
Sistema mundial, intercambio desigual y renta de la tierra
de Jaime Osorio – Héctor Martínez Álvarez
Para qué sirve la epistemología a un investigador y a un profesor
de Pablo Guadarrama – Ricardo Rizo Cruz
Controles democráticos y cambio
institucional en América Latina
Dossier de investigación
01. Controles democráticos y cambio institucional en América Latina.
Presentación del dossier Guillaume Fontaine y Adrián Gurza-Lavalle
02. Soberanía de los recursos naturales y rendición de cuentas.
El caso de la política hidrocarburífera boliviana, 2006-2018
César Augusto Camacho-Soliz
03. Innovación institucional para la rendición de cuentas:
el Sistema Nacional Anticorrupción en México
Alejandro Monsivais-Carrillo
Íconos 65 04. Democratizando la revocatoria para alcaldes en Ecuador y Colombia:
la gobernanza local en la encrucijada
septiembre-diciembre
Luis Carlos Erazo y Lorena Chamorro
2019 05. La transparencia como control democrático en los consejos ciudadanos:
el caso del municipio de León, Guanajuato, 2009-2012
José de Jesús Godínez-Terrones
06. Fiscalizando la autonomía. Estado, pueblos indígenas y rendición
de cuentas Víctor Leonel Juan-Martínez
Temas
07. Desde abajo: experiencia laboral de jóvenes en hogares
de bajos ingresos Margarita Estrada, Julieta Sierra y Lourdes Salazar
08. Tejedoras, bordadoras y armadoras en Yucatán: nuevas y antiguas
clases trabajo en casa Jimena Méndez-Navarro y María de Jesús
Ávila-Sánchez
09. Nociones de persona, lo político y las relacionalidades:
paradigmas de la antropología de la naturaleza
Geviller Marín, Francisco Neira, María Elena Ramírez, Diana Soto,
Javier Vásconez e Ivette Vallejo
10. Élites empresariales y proceso de democratización en Paraguay
Luis Ortiz-Sandoval y Guillermo Rojas
Diálogo
Teoría de la regulación en América Latina. Un diálogo con
Robert Boyer Julieta A. Almada y Emilia Ormaechea
Reseñas
Tramas de la desigualdad. Las políticas y el bienestar en disputa
de Estela Grassi y Susana Hintze, coordinadoras – Analía Minteguiaga
El Estado. Pasado, presente, futuro de Bob Jessop – Danilo Ricardo Rosero
Historia al margen. Historia del AH Canto Chico. Una comunidad
en el distrito de San Juan de Lurigancho de José Carlos Ernesto
Arenales Solís y Wilmer Mejía Carrión – Rafael Mora-Ramírez
Comunidad, vulnerabilidad y reproducción
en condiciones de desastre. Abordajes
desde América Latina y el Caribe
Dossier de investigación
01. Comunidad, vulnerabilidad y reproducción en condiciones
de desastre. Abordajes desde América Latina y el Caribe
Presentación del dossier Ana Gabriela Fernández, Johannes Waldmüller
y Cristina Vega
02. Desde la amenaza natural al desastre: una construcción histórica
del terremoto y tsunami de 1960 en Saavedra
Cristián Inostroza-Matus, Francisco Molina-Camacho y Hugo Romero-Toledo
Íconos 66 03. Habitando “no lugares”: subjetividad y capacidades familiares
enero-abril ante un desastre socionatural en Chile
2020 Luisa Rojas-Páez y José Sebastián Sandoval-Díaz
04. Reubicación y procesos de territorialización en la Ciudad Rural
Sustentable Nuevo Juan del Grijalva
Martha Liliana Arévalo-Peña
05. Afrodescendientes e indígenas vulnerables al cambio climático:
desacuerdos frente a medidas preventivas estatales ecuatorianas
Victoria Salinas, William Cevallos y Karen Levy
06. Procesos de recuperación posdesastre en contextos biopolíticos
neoliberales: los casos de Chile 2010 y Brasil 2011
Juan Saavedra y Victor Marchenzini
Temas
07. La indiferencia hacia la democracia en América Latina
Alejandro Monsivais-Carrillo
08. “La época de los esclavos se acabó”: género y condiciones de trabajo
en las empresas de limpieza en Argentina Lorena Capogrossi
09. La vitivinicultura en Mendoza desde 1990: entre la globalización
y el desarrollo regional Pehuén Barzola-Elizagaray y
Anabella Engelman
10. La independencia del banco central y su papel en el dominio
del capital financiero sobre el Estado
Matari Pierre Manigat
n.º 67, vol. XXIV (2do. cuatrimestre)
ISSN 1390-1249 / e-ISSN: 1390-8065
www.revistaiconos.ec