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El origen de la Humanidad

Durante mucho tiempo, las únicas explicaciones que existían sobre el origen del hombre eran los mitos y las
propuestas por las diversas religiones. Entre las explicaciones religiosas, una de las más difundidas a lo largo
del tiempo es el relato contenido en la Biblia que habla del Hombre como una creación de dios. Esta
explicación de la tradición judeo-cristiana convivió con otras explicaciones míticas o religiosas. Pero en el
transcurso del siglo XIX comenzaron a elaborarse teorías científicas que cambiaron la visión que el hombre
tenía de sí mismo.
Charles Darwin y la teoría de la evolución
En la primera mitad del siglo XIX, varios científicos habían postulado teorías para explicar el origen del
hombre. Sin embargo, dejaban muchos puntos sin explicar. En 1859 Charles Darwin(1809-1882), un
naturalista inglés, tomando como referencia sus observaciones y estudios realizados especialmente en las
islas Galápagos, frente a las costas de Ecuador, y las teorías científicas previas, publicó su obra “El origen de
las especies”. En esta obra, de manera muy clara, Darwin propuso su teoría de la evolución según la cual las
especies se modifican a lo largo del tiempo para adaptarse a los cambios que se producen en el medio
ambiente en el que viven. Esta teoría incluyó el concepto de selección natural; así explicaba que los
individuos más aptos, es decir, los que poseían las características que mejor se adaptaban a los cambios en el
ambiente, podrían reproducirse en mayor cantidad y transmitir esas características a las generaciones
futuras. De esta manera, algunas especies se transforman y se adaptan a nuevas condiciones y otras
desaparecen.
Aunque Darwin nunca se refirió específicamente al origen del hombre, su obra permitía deducir que las
características corporales de la especie humana moderna son el resultado de un proceso de evolución y que
los sers humanos podrían descender de animales similares a los monos. Esto no significa que hayamos
evolucionado a partir de los chimpancés y los gorilas, pero sí que, en algún momento del pasado,
compartimos con ellos un antecesor común. Esta deducción generó polémicas e intensos debates en la
sociedad europea del siglo XIX.
Para Darwin, la evolución de los seres vivos era gradual, lenta, progresiva y acumulativa. De acuerdo a esto
cada especie de homínido sería el eslabón de una extensa “cadena evolutiva”. Como nunca se encontró esta
especie “mitad mono y mitad hombre” se la llamó “eslabón perdido”.
El Equilibrio interrumpido
En 1972 Niles Eldredge y Stepehn Gould propusieron una nueva forma de interpretar los datos que
aportaban los restos fósiles hallados hasta entonces. Ellos no niegan la teoría de Darwin en cuanto al
concepto de evolución, pero consideran que esta no se dio de manera gradual y lineal sino de manera
abrupta(violenta). La teoría del “Equilibrio interrumpido” es un reflejo de lo que dicen los fósiles. Lo que
llamamos eslabones perdidos no son más que cortes, interrupciones, etapas en las que un linaje se extendió
y dio un salto para evolucionar bajo otras formas. Esto significa que en un mismo tiempo existieron sobre la
faz de la Tierra especies en distintas etapas de evolución. Es decir, pudieron haber convivido, por ejemplo,
australopithecus con Homo erectus.
Religión y Ciencia
En 1996, el Papa Juan Pablo II opinó ante la Pontificia Academia de Ciencias del Vaticano que la teoría de la
evolución de Darwin “es una doctrina cierta” y agregó que el cuerpo humano tiene origen en la materia
viviente que lo preexiste, en tanto el alma espiritual es creada por Dios. Posteriormente, en 2009, cuando se
conmemoraba el bicentenario del nacimiento de Darwin, la Iglesia Católica expresó que tanto la fe en Dios
creador como las explicaciones científicas pueden convivir.

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