Kipus: Humberto E. Robles
Kipus: Humberto E. Robles
Kipus: Humberto E. Robles
Humberto E. Robles
2. Vale acotar aquí un comentario aclaratorio. En 1958 la Editorial Casa de la Cultura Ecua-
toriana, Quito, publicó en un volumen las Obras completas de José de la Cuadra con re-
copilación, ordenación y notas de Jorge Enrique Adoum y prólogo por Alfredo Pareja
Diezcanseco. Para los estudiosos de la obra del guayaquileño dicha edición es indispen-
sable a pesar de que el título es inexacto. Adoum mismo señaló las limitaciones de la edi-
ción, pues, al referirse a algunos escritos de juventud de De la Cuadra que no figuran en
la recopilación, declara que no los incluye debido a que interesan -más al invesügador, al
historiador de la literatura nacional, al especialista en todo caso, que al público lector a
quién está destinada esta recopilación., p. 4. Tal no sería la razón, sin embargo, por la que
no incluyó varios de los escritos que presentamos a continuación, especialmente el capí-
tulo de la novela inconclusa ·Palo'e Balsa. Vida y de Máximo Gómez, ladrón de
ganado. ya que sí recogió dos capírulos de la misma que, al igual que el que aquí se
reproduce, habían primero aparecido en revistas ecuatorianas de escasa circulación. Se-
gún se indicó, y conforme se detallará después, hay, además, otros escritos que segura-
mente no fueron incorporados a la edición de Obras completas de 1958 porque sencilla-
mente se desconocía su existencia. CA lo largo de este ensayo, dicha obra, y las páginas
correspondientes, aparece identificada con las siglas OC).
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FECHAS IGNORADAS
Y RECTIFICACIÓN HISTORIOGRÁFICA
3. Al caso, a menudo la crítica especula que los primeros esfuerzos literarios de un escritor
contienen una alta carga autobiográfica. El mismo De la Cuadra dijo: ,Gusto yo de escar-
bar un poco en el ancestro, o si no es eso posible, en la infancia del escritor, ciertos de-
terminantes que van ocultos por la obra hecha, donde sólo muestran sus realizaciones».
COC, p. 816). ¿Se trata de eso?
4. Apareció en el No. 1 de la revista Bohemia de Guayaquil, p. 28.
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terior, el debate cultural al que todo ello remite. El primero está más allá de
los límites de este trabajo. Los dos últimos sí vienen al caso.
En otra ocasión ya divulgamos la fecha de publicación del relato en cues-
tión y subrayamos la importancia de ese particular para entender mejor la evo-
lución de la literatura ecuatoriana. 5 En lo que no se ha insistido lo suficiente,
sin embargo, es que dentro del tardío y periférico modernismo ecuatoriano se
libra una suerte de polémica en cuanto a la ruta literaria y cultural a seguir:
¿cosmopolitismo o nativismo?, ¿intereses individuales o intereses colectivos?
Por repercusión, muestra de esa encrucijada sería que todavía en 1924 De la
Cuadra haya dado a la imprenta un poema como «Ruta», después de haber
publicado, más de un año antes, «El desertor», narración que contiene todos
los atributos de contenido y forma identificados con el Grupo de Guayaquil.
Este juicio se perfila aún más, si se tiene presente que en María Jesús (1919),
la «Breve novela camp'esina» de Medardo Ángel Silva, poeta por antonomasia
del tardío modernismo _ecuatoriano, se registra la ambivalencia cultural y lite-
raria de que estamos hablando, ambivalencia que no se va a poner en perspec-
tiva, o a deslindar, volviendo a De la Cuadra y al Grupo de Guayaquil, hasta
casi diez años después. Si de verdad ocurrió ese deslinde ideológico y literario
es debatible. Lo que importa por ahora es que durante los años 20, y De la
Cuadra insistirá en esa ;efe'rencia, es cuando se está gestando la literatura que
prosperará en la Costa ecuatoriana en la siguiente década.
A fin de aclarar precisamente este último punto es lo que, en parte, nos ha
persuadido a reproducir el texto redactado en 1937 que comentamos a con-
tinuación, texto no tanto desconocido, sino más bien ignorado, y esto a pesar
de los pensamientos y juicios críticos que contiene.
DISCERNIMIENTOS CRÍTICOS
7. En una carta del 25 de mayo de 1935, Mata le pregunta a Pedro Jorge Vem lo siguiente:
«¿Y qué es de usted? Del famoso 'Grupo de Guayaquil' no s~ absolutamente nada. He en-
viado oportunamente mi libro [2 corazones atral'esados de distancia, Cuenca, 1934] a to-
dos mis compañeros. Pero ... no me han acusado siquiera un recibo de estilo' ¿Se les ha
subido su gloria a la cabeza? ¿o es que ladean mi pequeñez' Qué sé yo ... En amistades
no se puede forzar, ¿verdad? Dígnese darme noticia:; ue ellos». Ver Pedru Jorge Vera, Los
amigos Ji los años (Correspondencia, 1930-1980), prólogo, selección y notas de: l\aúl Se-
rrano Sánchez, Quito, Casa de la Cultura EcuatofÍana, 2002, p. 155. Por otro lado. De la
Cuadra sugiere en el texto que coment<lmOS que su artículo ...•posiblemente, precederá
a la edición de 'Sanagiiín, novela azuaya'· ¡Posiblemente! El porqué Mata si lo inclu~-ó en
la edición de 1984 invita otras e5peculaciones, entre ellas que en 1()76 el sU:5crito llamó la
atención a la existencia del escrito en cuestión. Se::! como fuere, del fondo uel ensayo de
De la Cuadra, de la carta de Mata, y de resquicios ue otras epístolas parecidas que figu-
ran en el libro que edita Serrano, y que por ahora no vienen al caso, se siente rezumar la
insidiosa presencia de 3ntagoni<;mos, de envidias, de celos y recha70s que parecieran
constituirse en el paradigma ambiental de la generación del 30, paradigma aún poco es-
tudiado en ese sentido, esto quizá .. por la falta de datos y escritos que solo recientemen-
te empIezan a ser accesibies. Véase, al respecto, por ejemplo, Benjamín Carrión, Corres·
pondencia 1. Cartas a Benjamín, prólogo de Jorge Enrique Adoum, Quito, Centro Cultu-
ral Benjamín Carrión, 1995, pp. 124-26.
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compromisos del escritor con los medios de publicidad burgueses; 11. el rit-
mo de la retórica en poesía y el ritmo del pensamiento; 12. G. Humberto Ma-
ta y su identificación con una literatura expositiva, repugnante para muchos,
reflejo de una sociedad enferma, pestilente; 13. la crudeza como un aspecto
negativo de la narrativa ecuatoriana, anterior a 1937, que le chantó el mote
de «feísta»; 14. la importancia de la renovación en literatura; 15. la exigencia
de superar el énfasis en los detalles en favor de la importancia de la caracterís-
tica profunda; 16. la recepción literaria y el prestigio de toda una literatura: el
daño causado por imitadores farsantes, por escritorzuelos que no hicieron
~,otra cosa que forjar la realidad a su antojo para satisfacer, en el fondo, intere-
ses de lucro, con la consecuencia de que en el extranjero se juzgara a aquéllos
como representativos de la prodm.;ción literaria ecuatoriana de 1937 cuando,
en efecto, los mismos no constituyen otra cosa que rezagos de 1925;8 17. la
búsqueda de formas inéditas para expresar la realidad nacional; 18. la perspec-
tiva crítica ante un texto en originales y un texto impreso; 19. la malintencio-
nada acusación de sensiblería «tropical» y el dolor social y el dolor consubs-
tancial de la especie: el dolor social es el único literaturizable, y jamás resulta
sensiblero; 20. hacia un deslinde del prólogo como género: el sentido del mis-
mo, visto en términos tradicionales y recientes; el lector, la obra y el autor
dentro de ese deslinde.
9. Viene al caso, en este sentido, el relato "Barraquera. que De la Cuadra incluyó al comien-
zo de Horno (Guayaquil, 1932).
10. Cfr. .. Los monos enloquecidos en el país de las maravillas: paradigma, zonas de contacto,
zonas de 'macidez' . , Kipus: revista andina de letras, No. Quito, II semestre 1997.
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Por elemental recurso estratégico, en las zonas de contacto accionan ias bri-
gadas de choques de las clases sociales en lucha; y, es obvio que esté en ellas vi-
brante el espíritu clasista, adoptando sus posiciones extremas. Una int1ucP.cia di-
recta de la una en la otra, ret1ejándose en el fenómeno artístico seria imposible: la
influencia se opera, pues, por repercusión, sobre las zonas de macidez. Ahora bien;
la clase social que siente la influencia no la deja prosperar libre y arbitrariamente:
por el contrario, la enruta de manera que sirva a sus propios intereses eu perjuicio
de la clase social que es sujeto activo de la int1uencia.
Así se explica, por ejemplo, el mecanismo de la aparición en el ~trte burgué~
de fórmulas pseudorrevolucionarias, como la literatura psicoan.:.llírica, la tuturista,
el arte general vanguardista, ete., que son de base y finalidad reaccionarias, encu-
biertas tras apariencia de revolucionarismo. Idénticamente, las fórmulas dCf!lagó-
gicas [sic].
14. Para todas las cartas a Carrera Andrade, ver ,'Correspondencia (inédita)>>, en "Jorge Carrera
Andrade Collection·. Special Collections Departmem. Library. State University of New York
ar Stony Brook. Nos limitamos a reproducir aquí a las que hemos tenido acceso.
15. Ese mismo año, la Editoríal Perseo de Buenos Aires una segunda edición de Hor-
no. Prologó la colección Carlos Mastronardi escritor argentino de prestigio (ín-
timo amigo de Borges).
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turos habrían de arrancar de dicho público? La más superficial de las miradas
retrospectivas de hoy ha de reconocer que hondos avatares culturales se han
realizado en el ámbito ecuatoriano y de allende gracias al cambio de mentali-
dad hacia la mujer y, más que nada, en la mujer. La galería de personajes fe-
meninos que recorren la narrativa de De la Cuadra no hacen de él un feminis-
ta, ni mucho menos, mas sí un escritor altamente consciente de la situación
auxiliar de la mujer en el horizonte cultural y socio-económico del Ecuador.
Situación que tanto al nivel individual como al nivel social reclamaba dere-
chos, correcciones y equidad.
En vista de ello, no sorprende que el artículo sobre Falconí haya apareci-
do en Vida Femenina; al contrario. Tampoco llama la atención el hecho de
que De la Cuadra haya contado con la conexión charrúa, especialmente en vis-
ta de su labor en El Telégrafo y de su preocupación por hacer difundir su obra
y su nombre. Tal es aSÍ, y en vista del título de la revista, que ya en pleno apo-
geo de las preocupaciones y alegatos identificados con el Grupo de Guayaquil,
siguió colaborando con la magazine uruguaya. Adelantó en la misma más de
uno de sus relatos; y, en algún caso, antes de que figuraran en colección. Al
respecto, ténganse en cuenta las fechas y otros detalles bibliográficos: en 1930,
No. 142, apareció «El amor que dormía»; en 1931, No. 149, «Aquella car-
ta»; en 1932, No. 151, «Si el pasado volviera»; en 1932, No. 154, «La cruz
en el agua».l6
Por último, el aludido escrito sobre Falconí -no obstante subtitularse
«(Prólogo a un libro )>>- remite, más bien, al interés por la biografia literaria.
En efecto, el texto pareciera ser una suerte de entrenamiento o práctica en tor-
no a la forma de la silueta biográfica. En 1933, De la Cuadra publicó en Se-
mana Gráfica de Guayaquil la mayoría de los ensayos que constituirían 12 si-
luetas (1934). Y bien pudo haber incluido varios más que encajan dentro del
propósito que yace al fondo de la recopilación: cierta esperanza revoluciona-
ria y el aporte de la silueta biográfica en la configuración de una identidad cul-
tural propia. Entre los no incluidos están el comentado sobre Falconí y otro
sobre Gonzalo Escudero. Ello aparte, hay otros perfiles biográficos de diferen-
16. Mi agradecimiento a Alfredo Alzugarat el haberme enviado la información junto con foto-
copias de los textos reproducidos en Vida Femenina. De los relatos apuntados, solo ·La
cruz en el agua- encaja ya dentro de las manifestaciones más recientes que se dan en la
obra de De la Cuadra. Todos corresponden a Repisas, salvo ·EI amor que dormía- que apa-
reció en la colección del mismo nombre, el mismo año que aquél, 1931. Ninguno, ni si-
quiera ·La cruz en el agua·, cabe dentro de lo que podría llamarse literatura de denuncia
y protesta. Este último relato, sin embargo, ahonda en el mundo de la leyenda y del mi-
lagro, del mito y de lo extraordinario, atributos todos que se asociarán con el ethos mon-
tuvio, motivos que han venido aflorando desde 1923 en la narrativa del autor guayaquile-
ño. Véase mi -De San Borondón a Samborondón. Sobre la poética de José de la Cuadra«,
Nuevo texto critico, voL IV, No. 8, especialmente las pp. 176-77.
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te Índole. Los hay sobre figuras extranjeras (como «Blanes, pintor uruguayo»,
«Don Manuel y los animales») y también sobre libros que tratan de entes his-
tóricos (<<La Perricholi», «La novela de un soldado de fortuna», «El caballero
Pigafetta»). Todos recalcan el interés que De la Cuadra tuvo por la biografia
literaria y sus varias implicaciones: prominentemente la consolidación de hábi-
tos respecto a cómo leer el pasado y entender el presente. Lo cierto es que di-
cha modalidad estaba en auge en ese entonces (piénsese en los nombres de
Lytton Strachey, Emil Ludwig, Romain Rolland, José María Salavarría), y el
autor guayaquileño estaba al tanto del fenómeno: «De todas las prensas salen
libros magníficos. Colecciones se establecen sobre la base de vida y milagros
de gentes que fueron históricamente. Aún cierto sector de la novela alude, en
tornatrás, a la biografia desvistiéndose de su ropaje fabuloso para exhibirse co-
mo narración lisa de una existencia humana más o menos singular. Ya en Amé-
rica la moda literaria cunde. Cada país pasa revista a las filas de sus hombres y
plasma biografias» (OC, p. 916).
El título de 12 siluetas, sin embargo, apunta a su vez a un interés clave de
De la Cuadra, interés que de alguna manera empata con su promoción de un
«americanismo literario» y su sentido y búsqueda de una identidad vernácula,
nativa, indígena, regional, autóctona, o como quiera llamársela. Hacia 1923,
AnatolyV. Lunacharsky (1875-1933) publicó en la Unión Soviética la versión
más reconocida de su libro titulado Siluetas revolucionarias en que ponía al
frente perfiles de al menos diez figuras. El libro tuvo, antes y después, varias
ediciones y las siluetas no fueron siempre las mismas. Una de ellas, sin embar-
go, siempre está presente: la de Lenin. Es muy posible que De la Cuadra ha-
ya pensado en esa obra al titular la suya, redactada ésta mayormente en 1933
y publiGada un año después de la muerte de Lunacharsky; es muy posible tam-
bién que el espíritu que anima al libro del guayaquileño sea cierto criterio «re-
volucionario», criterio consonante con un novel espíritu de identidad cultural
que él pretendía para su generación; y, es muy posible asimismo que el con-
cepto de literatura que De la Cuadra manejaba, y que en buena parte se iden-
tifica con el Grupo de Guayaquil, algo le deba a Lunacharsky.1 7 Un estudio
concienzudo de 12 siluetas, yeso por ahora está más allá del presente propó-
sito, revelaría que un criterio de literatura revolucionaria, al menos en el sen-
tido cultural, se constituye en eje del libro; y además, y quizás más importan-
te, que la práctica y recurso del retrato biográfico literario en De la Cuadra res-
ponde a su interés por fomentar un imaginario social que abogue por un sen-
tido de sociedad, de esperanza revolucionaria, en que los intereses colectivos
17. Damos por descontado que De la Cuadra conocía a fondo las ideas estéticas de Marx y
Engels.
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La otra razón tiene que ver con la cuestión de si De la Cuadra logró trans-
formar esa teoría en práctica novelística y si hizo lo propio, a su vez, en sus in-
tentos de narrativa histórica. Vale recordar que el interés del autor guayaqui-
leño por la biografía no fue nada pasajero; testimonio de ello son las lecturas
que van desde las dedicadas a figuras de santos, La leyenda dorada de Jacobo
de Vorágine viene al caso, hasta las investigaciones que dizque realizó en pre-
paración para presuntos proyectos sobre entes históricos, dígase Eloy Alfaro.
Esto último, sin embargo, no pasó de eso: un proyecto. Así, no hay manera
de determinar nada concreto en cuanto a lo arriba propuesto sobre la narrati-
va histórica. En el campo de la novelística sí es otra cosa.
Un repaso de la narrativa de De la Cuadra resalta hasta qué punto sus re-
latos más extensos están organizados en torno a patrones biográficos. Téngan-
se en cuenta, por ejemplo, los siguientes títulos: «Nieta de libertadores», «El
maestro de escuela», «Barraquera», «Banda de pueblo», Los monos enloqueci-
dos, Los Sangurimas, «La Tigra», «Guásinton», «Cubillo, buscador de gana-
do», y «Palo'e Balsa. Vida y milagros de Máximo Gómez, ladrón de ganado».
Si se hace un esquema de esas narraciones, publicadas entre 1923 y1938, se
alcanza a divisar, en un sentido lato, un proceso que traza el anhelo de querer
incorporar cada vez más la voz de las grandes mayorías, de hacerla resonar, con
sus peculíaridades y con su historia, en calidad de protagonista. De la Cuadra
entendía que esa voz había permanecido en silencio, mas no por propia inicia-
tiva. Esto sería otra cosa, y hasta constituiría un acto subversivo. Y ese no es el
caso.
A propósito, en Los monos enloquecidos encontramos el siguiente discurso,
discurso que implícita y paradójicamente propone que hay otra historia que
contar que no es la de las clases privilegiadas. El protagonista, el terrateniente
Gustavo Hernández, le dice a Alicia 10 siguiente:
-No hagas caso, hija. Son mentiras. Nada más. Fantasías. Estos peones estú-
pidos son, en esos respectos, como los demás ecuatorianos. Mis compatriotas vi-
ven enamorados de un pasado que no han tenido, y tratan de forjárselo a toda cos-
ta, a su modo, presentándolo con pinceladas tenebrosas para hacerlo más atracti-
vo; sin darse cuenta de que plagian miserablemente, apoderándose para su uso de
historias de pueblos distintos, que las vivieron de veras, pero en circunstancias dis-
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tintas, también ... No hagas caso, Alicia, te repito .. Ten la seguridad de que no
sólo es «Pampaló» la hacienda que posee esas leyendas. (OC, p. 669)
En el agro montuvio -decÍan- hay dos grandes plagas entre las clases de los
terratenientes: los gamonales de tipo conquistador, o sean los blancos propietarios,
y los gamonales de raigambre campesina auténtica, tanto o más explotadores del
hombre del terrón, del siervo de la gleba, del montuvio proletario -que sólo dis-
pone de su salario cobrado en fichas y en látigo-, que los mismos explotadores
de base ciudadana. Aristocracia rural paisana, que pesa más todavía que la aristo-
cracia importada, a la cual gana en barbarie (OC, pp. 509-10).
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Es otro el caso de Máximo Gómez,18 el protagonista de «Palo'e Balsa».
Nada de aristocracia aquÍ, ni de la importada ni de la paisana. La obra remite
por vía directa a una figura popular, a la vida y milagros de un cuatrero coste-
ño, perseguido por las autoridades, y mitificado por la colectividad, precisa-
mente por sus hazañas en contra del orden civil establecido. Máximo Gómez
es una suerte de Robin Hood, de «rebelde primitivo», de revolucionario en
potencia. 19 Y en ese intento radica lo novedoso de esta obra, y también, ade-
más, porque se trata de un personaje de raigambre popular. Todo ello repre-
senta un paso en la búsqueda de un protagonista colectivo, y en el esfuerzo de
hallar una manera de realizar literariamente ese cometido. El hecho es, sin em-
bargo, que ese problema de técnica narrativa no llega a resolverse satisfacto-
riamente, y ello a pesar de que por momentos el narrador del capítulo aquí re-
producido pareciera ser de procedencia agreste, montuvia, o al menos de ex-
tracción menos culta que la que se deduce, por ejemplo, en Los Sangurimas o
«La Tigra», o, incluso, en los otros dos capítulos de «Palo'e Balsa» que se con-
servan y que fueron recogidos en Obras completas. La perspectiva de ese na-
rrador no se resuelve, sin embargo, en favor de una representación vista des-
de adentro.
Oportunamente retomaremos la cuestión de si se produce o no un prota-
gonista colectivo y ¿por qué? Vienen por ahora al caso ciertos detalles que ilus-
tran y aclaran el capítulo de «Palo'e Balsa» reproducido aquí. En primer lugar,
se trata de un texto posterior a los ya recopilados: posterior en dos sentidos.
1. Los dos que ya se conocen aparecieron por primera vez en la revista Amé-
rica, Quito, No. 60-61 (octubre 1935). Esos son los que reprodujo en la mis-
ma ciudad la revista Futuro, en 1941, si bien con el cambio de Gómez a To-
rres en el apellido del protagonista. Yesos son los mismos que, a su vez, re-
produjo el periódico La Hora de Guayaquil el 6 de agosto de 1948. 2. El tex-
18. En alguna reproducción de los otros dos capítulos que existen de esta obra el nombre del
protagonista figura como Máximo Torres. Ese cambio ocurrió en una impresión póstuma,
en la revista Futuro, No. 34, Quito, mayo 1941. Dudamos ql.!e De la Cuadra haya autori-
zado el cambio de nombre. En todas las otras versiones aparece como Máximo Gómez,
igual que el nombre del célebre cubano de las luchas de independencia de dicho país;
amigo, además, de Eloy Alfa ro. ¿Quiso alguien de la revista evitar comparaciones inapro-
piadas con la figura histórica? Sea como fuere, el capítulo es importante para establecer
cronologías y para reiterar la cuestión estructura y procedimientos narrativos a resolver.
19. Empleamos el concepto "rebelde primitivo» en el sentido que lo emplea E. J. Hobsbawm
en su estudio ·The Social Bandit·, Studíes in Arcbaic Forms qf Social Movement in tbe 19tb
and 20tb Centuries, Manchester, Manchester University Press, 1959, pp. 13-29. -Rebeldes
primitivos» en tanto carecen de conciencia social, yen tanto proponen una suerte de ale-
gato contra el orden establecido. Este tipo de figura, según Hobsbawm, se da en socieda-
des en transición, de orden precapitalista, donde no hay otros medíos más eficaces de pro-
testa social.
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to que se reproduce aquÍ, a pesar de que su autor lo tituló capítulo JI, tendría
que ser subsiguiente a los que se conocen; vendría a ser, pues, el tercero.
y ello porque en las páginas del texto ignorado se hallan referencias a un
protagonista ya mayor (<<Palo'e Balsa a quien los años comenzaban a volver
cauto, evitaba darles frente a los gendarmes». «Mas, antes, en su juventud, no
habría reparado en nada». «Estoy dentrao en años ... »). En los capítulos co-
nocidos, sin embargo, se siente la presencia de un hombre en plena juventud.
En el texto difundido abajo, asimismo, hay referencias al rapto de 50th Jama
(<<Por cierto, aludía al caso de su rival de depredaciones y mortal enemigo Má-
ximo Gómez con la 'niña' del viejo Jama»), incidente que, a la luz del capítu-
lo recuperado, habría ocurrido ya hace algún tiempo en la vida del protago-
nista si se tiene en cuenta la relación de ese acontecer, según figura en el pri-
mero de los dos capítulos recogidos en Obras completas.
A no ser por esa tenue relación entre capítulos. «Palo'e Balsa» consiste en
episodios separados sobre la vida del personaje principal. La corta nota de in-
troducción que acompaña al texto que aquí se divulga así lo indica. Esa r,ot:1,
incluida, cabe conjeturar, con previa autorización del autor, anunci:1 que la
obra «está desarrollada en cuadros virtualmente indepcndientes, formando al-
go así como episodios de la vida de un cuatrero costeño. Su plan es a tono
epopéyico». Episodios que consisten en las hazañas de un cuatrero. Hazañas
«referidas en tono heroico, ... y salpicadas dc prcciosas descripciones~>, en
emulación de la tradición oral narrativa del pueblo, según se informa en El
montuvio ecuatoriano (op. cit., p. 50). Tono, a su vez, que De la Cuadra iden-
tifica en «5anagüín. Novela azuaya» con un «pucblo re:'dde».
Ya hace algún tiempo tuve ocasión de discutir pormenores respecto a prác-
ticas narrativas del conglomerado montuvio que repercuten en la obra de De
la Cuadra: episodios, fragmentación, múltiples planos, tendencia mítica, tradi-
ción oral narrativa, inclinación por lo extraordinario, memoria colectiva, etc. 20
Todo ello es aún válido y sigue vigcnte. La problemática que importa retomar
ahora, a propósito de «Palo'e Balsa» y a la luz de lo dicho en el ensayo «El ar-
te ecuatoriano del futuro inmediato», es si «el papel de protagonistas ha sido
asequible para las masas, para los grupos humanos, y con ello, ha resultado na-
da menos que la transformación fundamental de la novelística», según propo-
nía De la Cuadra. .
La presencia de una voz anónima colectiva, ya se lo dijo, está en más de
uno de los relatos que el autor guayaquileño publicó después de la redacción
de Los monos enloquecidos. ¿Adquirió o no esa voz un papel protagónico? El es-
20. Cfr. ·Génesis y vigencia de Los Sa ngu rimas.> , en Revista Iberoamericana, Nos. 106-107,
enero-junio de 1979, pp. 85-91.
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fuerzo está allí, desde «Banda de pueblo»21 y antes, y de hecho se intensifica
en narraciones como «Guásinton», «Cubillo, buscador de ganado», y «Palo'e
Balsa». La cuestión ahora es de si el paso de un énfasis en personajes de clases
dominantes, hegemónicos, a personajes del pueblo cumple con hacer asequi-
ble para las masas el protagonismo buscado. En cada uno de los tres últimos
relatos aludidos, si bien los personajes provienen del ámbito colectivo, lo que
los sostiene son sus atributos individuales. Al respecto, cabe preguntar si «Pa-
lo'e Balsa» cumple, por ejemplo, con revelar «la característica profunda», de
que habla De la Cuadra en «Sanagüín. Novela azuaya». Característica que va
más allá del detalle y de lo individual, que pisa el ámbito de lo alegórico.
Bien se podría obrar un repaso de «Palo'e Balsa», al menos del capítulo
reproducido aquí, en esos términos, rastreando motivos representativos y ex-
presiones colectivas que apoyen esa lectura interpretativa. Podría argüirse in-
cluso que en todas las narraciones en que figura una voz de inspiración colec-
tiva se dan confrontaciones de poder que remiten más a lo abstracto y carac-
terístico que a lo específico; En «Banda de pueblo» el conflicto es con la muer-
te. El mensaje implícito es la solidaridad. En Los Sangurimas y «La Tigra» las
relaciones de poder enfrentan un orden semifeudal con el Estado. La tradición
con la modernidad, con el progreso. El campo y la ciudad. En «Guásinton» lo
que se sugiere es el exterminio literal y metaf6rico -por parte de fuerzas co-
lectivas, la de los cazadores de lagartos- de un sistema caduco, representado
por el lagarto Guásinton, figura casi totémica: «señor feudal de las aguas mon-
tuvias».
En el caso de Máximo Gómez, el protagonista de «Palo'e Balsa», el cote-
jo de las relaciones de poder se da entre el arquetipo de un cuatrero, rebelde
primitivo, frente a hacendados privilegiados, primero, y, después, y esto es más
significativo, frente al Estado. Este último enfrentamiento, evidente en el ca-
pítulo reproducido aquí, propone una situación de poder en que el Estado y
el espíritu antisocial que el cuatrero Máximo Gómez y su banda representan
cotejan sus fuerzas hasta el filo de la inacción bilateral. ¿Qué hay de sugestivo
en ese enfrentamiento de un grupo potencialmente «subversivo» con el Esta-
do? ¿Hay en esta obra, como más tarde en Polvo y ceniza de Eliécer Cárdenas,
una invitación a contraponer el poder con el poder?22 ¿Estamos apurando in-
terpretaciones alegóricas al sugerir que De la Cuadra pensó en Ñláximo Gó-
mez como en un revolucionario en potencia, por muy descarrilados que ha-
21. El título original de esta magistral narración fue -Banda del pueblo», y así figura en la pri-
mera edición de Horno (932). La eliminación del artículo en ediciones posteriores, em-
pezando con la de 1940, cambió radicalmente el sentido e intención de ese título.
22. Cfr. Mercedes M. Robles, ·To the Rescue of a Concealed History: Eliécer Cárdenas' Polvo y
Ceniza., en Daniel Balderston, ediL, The Historical Novel in Latín America, Gaithersburg,
Hispamérica, 1986, pp. 151-57.
39
yan sido sus actos antisociales? Actos, vale recordar, contra los poderosos. ¿Ha
el lector de deducir que cualquier alteración en el orden socio-económico ha-
brá de realizarse solo si se procede desde una equivalente y armada postura de
poder? ¿Es que solo con la lucha armada acabarán las usurpaciones? ¿Persuade
el personaje, o es que se trata de una tácita «esperanza revolucionaria» del au-
tor/narrador? Se impone la conjetura.
Ni De la Cuadra, ni la sociedad ecuatoriana, ni sus lectores de entonces, y
menos los de ahora, cada vez más sujetos a parámetros urbanos, y cada vez
más interpelados por una sociedad burguesa, global, podrían superar el tener
que atenerse a su realidad histórica circundante y a su sentido de futuro. El
único protagonismo colectivo que parece regir en la actualidad es el patroci-
nado por el consumismo y por patrones de maneras de ser y comportami~nto
que los medios y agencias de comunicación masivos trasmiten sin tregua. Ba-
jo esa premisa -y no descartamos el desencanto que hoy por hoy se da en la
esfera pública hacia los avances del neoliberalismo- «Palo'e Balsa» no esta-
blece una inminente identificación profunda, característica, ni con el lector de
hoy ni con el de entonces, ya ecuatoriano o de otras latitudes. Y ello no obs-
tante el esfuerzo que representa en aras de un protagonismo asequible a las
masas. Ese sendero, luminoso o no, solo queda sugerido. ¿Pudu el autor ha-
berlo propuesto de lleno, manipulando el relato hacia el ámbito de las espe-
ranzas y el partidismo? ¡Claro que sí! Pero De la Cuadra, fiel allcma de la rea-
lidad y nada más que la realidad, no se inclinó hacia el compromiso político
a expensas del compromiso literario. Él sabía que el hacerlo hubiera resultado
en una literatura falsa, si bien plena de moralidad. De la Cuadra seguramente
reconoció, y a estas alturas nosotros aún más, que ni la sociedad 111 la literatu-
ra marchaban, ni parecían ni parecen marchar, hacia el anhelado derrotero del
protagonismo para las masas, conforme él 10 imaginaba en aquel momento
histórico. Al contrario, para bien o para mal, hoy cada vez parece enrumbar
más hacia otras pautas, y no necesariamente las más admiradas en los horizon-
tes intelectuales latinoamericanos. ¡Parece!
La terminología y las acepciones de los años 30 -de manera análoga :l la
metamorfosis semántica que el proceso histórico impone sobre frases cervan-
tinas en «Pierre Menard, autor del Quijote», la ficción de Borges- adquieren
nuevas e imprevisibles transformaciones y significados. El vocablo «masa», por
ejemplo, hoy quizás ya implica otra cosa que lo que entendía De la Cuadra,
nada que ver entonces, quizás, con la amenaza que representa el grotesco con-
sumismo masivo para sociedades mayormente paupérrimas como la ecuatoria-
na. No obstante, y en vista de los cambios soda-económicos, cabe una pre-
gunta: ¿cuenta hoy Máximo Gómez entre los que se van o los que se qlledan?
¿Qué hay de mítico en este personaje que permita que nuevas generaciones de
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A MANERA DE CONCLUSIÓN
23. Vida del ahorcado, Quito, Talleres Nacionales. 1932, pp. 9-10.
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El énfasis en el sujeto individual, en personajes singulares, ha persistido.
La globalización, y todo el sistema económico que ello representa, sigue en
proceso y parece consolidarse cada vez más. En retrospectiva, la producción
de De la Cuadra sería de verla como parte de una lucha frente a ese devenir,
como una suerte de alegato en favor de una identidad propia. Hoy por hoy,
los valores regionales constituyen una línea de resistencia frente a la que pare-
ce ser la imparable e implacable avalancha de intereses económicos multina-
cionales. Se borra el sentido de ser de una comunidad histórica. A 10 local, tan-
to a un nivel colectivo como de zonas de identidad, se lo enarbola como una
manera de afirmar un imaginario social propio. Se reclama así, respectivamen-
te, una parte de los mundos culturales en existencia y el derecho a contribuir
y a ser parte de los mismos. Cabe imaginar que los textos reproducidos a con-
tinuación apoyan esa propuesta y se constituyen, al menos, en un contrapun-
to / contrapunteo dentro de ese horizonte. -:-
Northwestern University