Concordancia Del Espiritismo Con La Ciencia

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CONCORDANCIA

DEL

ESPIRITISMO CON LA CIENCIA

POR

FELIPE * SENILLOSA

Miembro honorario de la Sociedad Científica de Estudios Psicológicos

De París.

TOMO SEGUNDO

(SEGUNDA EDICION)

SAN MARTIN DE PROVENSALS


TIPOGRAFIA DE JUAN TORRENTS Y CORAL

Triunfo, número 4
1894
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Digitalizado por la Federación Espírita Española


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EL ESPIRITISMO CIENTIFICO,

Su filosofía y su moral
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INDICE DEL SEGUNDO TOMO

PRIMERA PARTE

Fenómenos espíritas.- Pruebas irrecusables de la


supervivencia del alma

Capítulo I.- Historia del Espiritismo.


Capítulo II.- Explicación de las fuerzas desplegadas por los
espíritus.
Capítulo III.- Mediumnidades y mediums.
Capítulo IV.- Fenómenos espontáneos y de origen ultra-
terrestre.
Capítulo V.- Fenómenos físicos que se producen con
intervención de los mediums y que acusan la presencia de
inteligencias invisibles.
Capítulo VI.- De las manifestaciones visuales o apariciones
en diversos grados de visibilidad hasta la materialización.
Capítulo VII.- Apariciones espontáneas momentos después
de la muerte.
Capítulo VIII.- Fenómenos de aportes.
Capítulo IX.- Fotografía espírita.
Capítulo X.- Escritura directa.
Capítulo XI.- Mediums escribientes y dibujantes.
Capítulo XII.- Mediums curanderos.
Capítulo XIII.- Mediums parlantes o de posesión. Naturaleza
de las comunicaciones y consejos generales a los espiritistas
noveles.
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SEGUNDA PARTE

Doctrina y filosofía espírita

Capítulo I.- Del periespíritu.


Capítulo II.-Reencarnación.-Conservación del yo pensante en
toda su integridad, a pesar del aparente olvido del pasado.-
Libre albedrío.
Capítulo III.-Solidaridad humana.- Influencia recíproca entre el
mundo corporal y el espiritual.
Capítulo IV.- Percepciones y sensaciones de los espíritus.-
cuadros de ultratumba.
Capítulo V.-Solución de la cuestión de si los animales tienen
alma.-Conversión de los instintos en inteligencia.
Capítulo VI.-El verdadero transformismo.-Involución del
espíritu.
Capítulo VII.-Dios y su acción sobre las cosas, los seres y el
alma.
Capítulo VIII.-Problema de la justicia divina.- La fe y las ideas
innatas.-El bien y el mal.- La providencia tal cual en general
se entiende, no existe.- Ángeles guardianes.-Distribución de
los bienes del mundo.
Conclusión.
-Apéndice.- Es o no cierto que el espiritismo conduce y
predispone a la locura y al suicidio.
-Los materialistas sostienen que no pudiendo existir los
espíritus, los presuntos fenómenos, no son sino meras
alucinaciones. Veamos.
-Una objeción atendible.
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--declaración del sabio Lombroso en pro de la realidad de los


fenómenos espíritas.
-Problema científico resuelto por un espíritu.
-Discurso de ultratumba.
-Predicción de Cazotte, referida por Laharpe.
-Pruebas de la verdad cefalométrica.
-Ventajas que pueden obtenerse del estudio y aplicación de la
cefalometría.
-Magnetismo espiritual.
-Palabras de Flammarion.
-Experiencias del sabio Reichembach sobre el fluido odico-
magnético.
-Mariano Perdriel, médium curandero en Buenos Aires.
-Consejos a los espiritistas y a los que quieran experimentar
en espiritismo.

♦♦♦
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CONCORDANCIA DEL ESPIRITISMO CON LA CIENCIA

(LIBRO SEGUNDO)

PRIMERA PARTE

Fenómenos espíritas―Pruebas irrecusables de la


Supervivencia del alma.

CAPITULO PRIMERO
Historia del Espiritismo

“Si la verdad y lo bello son una


realidad, como así lo creemos, es
indudable que el que la haya buscado y
amado más, habrá sido el mejor
inspirado.”

ERNESTO RENÁN
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El magnetismo y la fascinación son conocidos en la India


desde muchos siglos. Relacionándolos con el Espiritismo, han
dado por resultado el ocultismo ó teosofismo, conservado aún
en toda su integridad por los yoghis e iniciados, mediante una
larga preparación y pruebas que se establecen por grados, no
pudiendo llegar al completo conocimiento de la doctrina y a
sus más elevadas prácticas, sino paulatinamente y en virtud
del grado alcanzado, sin duda con el fin de mantener el
secreto. Del teosofismo que proclama la inmortalidad y la
existencia de un solo Dios, DINAMA la masonería (1), que, de
degeneración en degeneración, ha llegado a ser una sociedad
fantasmagórica, cuyos propósitos se esterilizan en una mímica
ridícula.
“Acuérdate, hijo mío, decían los brahmanes indios al neófito
(2), que no hay más que un Dios, soberano y principio de
todas las cosas, y que todo brahman debe adorar en secreto.
Pero debes saber también que es un misterio que no debe
revelarse jamás al estúpido vulgo. Si lo hicieres te acaecerían
grandes desgracias.”
Hay mucha verdad en la causa manifestada del secreto, pero
ha existido siempre una más real: conservar un dominio
prestigioso por prácticas, misterios y fenómenos
monopolizados.
El sacerdocio de Egipto poseía el teosofismo, y por
excepcion, algunos fueron iniciados en él, siendo uno de ellos
Moisés. Este, al sacar de Egipto al pueblo judío, creyó
conveniente transmitir algunos de sus conocimientos a los
jefes de tribu, sin duda con el fin de mantener una segura
superioridad sobre un pueblo tan ignorante; pero los jefes no
supieron guardar el secreto, y la evocación de los espíritus
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cundió en la masa, dando los más desastrosos resutados;


razón por la cual Moisés se vio forzado a prohibirla bajo las
más severas penas―como consta en los libros llamados
sagrados.
El teosofismo conviene en sí al Espiritismo, pero éste, no
solo rechaza las creencias absurdas en cuanto al génesis y el
fin de las almas, que envuelve un panteísmo que nada justifica
(3), sino que lejos de querer mantener el ocultismo, hace la
más lata propaganda de las verdades y doctrina que en los
fenómenos espíritas se fundan, porque se consideran
necesarias al progreso moral de la humanidad, si no del todo
(1)Delaage, Science du erai.
(2)Louis Jacolliot, Le Spiritisme dans le monde, 1879, pág. 13
(3)He desarrollado debidamente en varios artículos en la Revista Constancia
esta cuestión.

preparada ya para comprenderlas y seguirlas sin peligro, en la


posibilidad de estudiarlas y relacionarlas poco a poco con las
de las ciencias conocidas.
“El Espiritismo es un hecho de todos los tiempos, dice el
Vizconde de Torres Solanot (¡), no observado ni explicado
racionalmente hasta hoy, y una ciencia que se está formando
en la actualidad y cuyas aplicaciones encarnan directamente
en la esfera de la filosofía, de la religión y de la sociología, e
indirectamente en la esfera de las ciencias físico-naturales.
Ese hecho es el origen de todas las revoluciones; ese hecho
es el llamamiento constante que en virtud de leyes naturales
(explicadas unas y presentidas ya otras por el Espiritismo
moderno) hubo que hacer al espíritu humano para que el
sentimiento espiritual no se desvaneciese con los goces
naturales; ese hecho, en fin, está consignado en todas las
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páginas de la historia y llegará a estar atestiguado en todos


los capítulos de la ciencia.
El primitivo focus del pensamiento humano que domina al
mundo, ha dicho un célebe orientalista, está en los Vedas, los
libros sagrados de la India, primer monumento que nos ha
llegado de la revelación escrita; pues bien, esos libros
contienen también el primer testimonio de los hechos
espiritistas, y aquel pueblo que asoma en la aurora de las
civilizaciones, deja consignadas las raíces de donde parte el
espiritualismo, y algunos de los principios que hoy hace
resplandecer el Espiritismo. Los yoguis o inspirados de la
India, hombres especiales que se suponía comunicaban con
los dioses o recibían las inspiraciones de Brahama, completan
los libros sagrados, y hay que reconocer en ellos una
superioridad de ideas que sería inconcebible, si no
supiéramos que para recibirlas caían en éxtasis, esto es,
ejercían la mediumnidad, o sea la facultad de comunicar con
los espíritus desencarnados o almas. A ellos debió la antigua
India su desarrollo intelectual y material, y si se inició luego
en ese primitivo pueblo el quietismo, fue debido al
predominio de la casta sacerdotal, contra cuyo absolutismo no
pudo la racional reforma de Budha. Ese Espiritismo
rudimentario o empírico que todavía se conserva hoy en la
India, fue el primer testimonio de la relación que existe entre
las almas, independientes de la envoltura corporal.
Si de la India pasamos a Persia, en lo poco que hoy puede
traducirse de sus Naskas, libros atribuidos a Zoroastro,
veremos también consignada la antigüedad del Espiritismo, y
el desarrollo religioso y social de aquel pueblo, íntimamente
ligado a los fenómenos que se producían por sus médiums, o
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sea inspirados y oráculos. La historia de Dario, la de Ciro, la


de Varennes, la de Cobades y otros reyes persas, está
sembrada de esos hechos, así como la del misionero y santo
católico Francisco Javier, poderoso médium cuyos esfuerzos
en Persia a favor del cristianismo fueron al fin estériles, pues a
sus doctrinas oponían las del Zend-Avesta y a sus hechos los
de los inspirados persas.
Otra confirmación tenemos en Egipto. El templo de Serapis
fue lugar donde se verificaron muchísimos fenómenos
espiritistas; los historiadores antiguos refieren multitud de
hechos; y los libros sagrados del Catolicismo contienen la
relación de los prodigios operados por los magos, ya como
magnetizadores, ya como médiums, hechos y prodigios que
aún hoy se repiten, según aseveran modernos, instruidos e
imparciales visitadores del país de los Faraones.
(1) Septiembre de 1888.―Barcelona.―Primer Congreso
Internacional Espiritista.―Prohemio, pág. 9.

En Grecia fue conocido el hecho de la comunicación con los


seres invisibles y es general esta creencia, reflejada en su
religión. Los oráculos o médiums, son allí consultados por los
legisladores para llevar sus inspiraciones a los códigos, por
los guerreros para acometer sus empresas, por los reyes para
guiarse en la administración de los pueblos, y por éstos para
sus decisiones importantes. Bien conocido es el papel que
hizo el oráculo de Delfos en los tiempos de la Grecia, y
conoc9idas son también las opiniones que respecto a la
comunicación manifestaron Sócrates (que tenía su demonio o
espíritu inspirador), Platón, Hipócrates y otros sabios no
ideologistas, Jámblico, Sófocles, Xenofonte, Plutarco y tantas
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otras humbreras griegas, siquiera no puedan en aquel tiempo


explicar satisfactoriamente la teoría, admiten el hecho, y hasta
lo admite Aristóteles, al mismo tiempo que niega la existencia
de los espíritus.
Como las Pitonisas en Grecia, las Sibilas en Romas pagana
acreditan los fenómenos del Espiritismo, y los penates, y los
augures y los libros sibilinos comprueban su práctica, común
a los pueblos del Norte, que no habían de relacionarse hasta
mas adelante con los del Mediodía para elaborar los gérmenes
de la civilización moderna en el crisol de la Edad Media.
Virgilio y la poesía latina, Tácito, Suetonio, Josefa y demás
grandes historiadores, acreditan los hechos, y por un hecho
espiritista, la aparición del lábaro a Constantino, la doctrina de
Jesús penetra en el corazón del paganismo. Y si los tiempos
antiguos recuerdan al oráculo Fauno, a la maga Angitis, a la
ninfa Egeria y el culto de los Genios, los tiempos nuevos traen
el recuerdo de los profetas y la nueva fe que se extiende
maravillosamente, gracias a los hechos provocados por los
discípulos de Jesús.
Las apariciones de los recién muertos a sus deudos o
amigos ausentes, es un hecho de todos los tiempos. Citaré
uno, El Conde de Rochefort dice lo siguiente en sus memorias
publicadas en 1696 en la Haya. Que el marqués de
Rambouillet y el de Preci, después de haber hablado de
cuestiones de ultra-tumba, habían convenido para salir de la
duda sobre si se podrían comunicar los que hubieren dejado
la materia con los vivos, que el primero que muriera, debía
venir a ver al que quedara. Pasaron unos meses; el marqués
de Rambouillet, había ido al ejército de Flandes. El de Preci no
había podido acompañarle por estar enfermo.
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Aun en cama, un día sintió que se movían las cortinas y vió


con sorpresa que aparecía el marqués de Rambouillet en
uniforme. Quiso abrazarle, pero el marqués le dijo que las
caricias no eran del caso, que no venía sino para cumplir lo
prometido, que había sido muerto la víspera en un combate,
que todo lo que habían hablado sobre las cosas de ultratumba
era cierto, y que le aconsejaba vivir de mejor manera que lo
había hecho hasta entonces, pues que iba a morir muy pronto.
Dicho esto desapareció.
Contó el marqués el hecho; pero todos lo atribuían a la
alucinación, hasta que se recibieron noticias del ejército y se
supo que efectivamente el marqués había muerto el día
indicado por la visión.
Pero lo que más causó admiración, fue que habiendo
empezado la guerra civil en Francia, el marqués de Preci murió
en el combate de la puerta de San Antonio en París, y según
esas memorias, esto produjo mucha impresión.
Fenómenos en que la mediumnidad estaba manifiesta, no
han faltado tampoco.
El fanatismo vio en ellos actos de brujería o de poseídos del
demonio, cayendo así algunos inocentes médiums en las
garras de la Inquisición.
No hablaré, sin embargo, de las poseídas del Delfinado; sólo
deseo referir algún hecho de los que han sido observados por
la ciencia, si bien atribuyéndolos a simples fuerzas
inconscientes.
El célebre Kerner, dicen los Doctores Bourro y Burot en su
obra sobre la acción a distancia de las substancias tóxicas, ha
referido la vida de la profetisa de Prévorts (1),. En 1807 nació
en Prevorts, pueblecito de las montañas de Wurtemberg, en el
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que casi todos sus habitantes presentan accidentes nerviosos


semejantes al baile de San Vito, una niña que se hizo célebre
en los anales del magnetismo. Era sensible a la acción de los
diferentes rayos del espectro, del cristal de roca, del laurel,
del imán y de casi todos los metales. Su cuerpo desprendía
chispas durante las tempestades. Se hundía con mucha
dificultad en el agua y sus miembros parecía adquirían en el
baño las propiedades insumergibles del corcho (2). En
Bergzabern, cerca de Wissembourg, en el Palanatinado, se vió
presentarse en un mismo individuo todos los fenómenos ya
citados: ruido de conmoción en la habitación, mudanza de
muebles, objetos lanzados a lo lejos por una mano invisible,
visiones y apariciones, sonambulismo y éxtasis, catalepsia,
atracción eléctrica, gritos y ruidos eléctricos, instrumentos
que tocan sin contacto, comunicaciones inteligentes, etc.
Estos hechos se presentaron durante cerca de dos años y
fueron observados por muchos testigos.
Se puede consultar también la historia del presbítero de
Cideville (Sena Inferior) (3); la de la pequeña española, de doce
años, en Bayswater (4); la de la criada de Saint-Quintin (5); la
de Adolfina Benoit (de Gillonville, de catorce años de edad y
observada por M. Larcher, médico de Sancheville (1); la de la
criada de Clairefontaine, cerca de Rambouillet (2).
Estos hechos, hay quienes les consideran aún como simples
fenómenos debidos a la electricidad preponderante en algunas
personas, lo que es del todo punto insostenible, cuando se
producen gritos aéreos, se oyen instrumentos que tocan sin
contacto y se reciben comunicaciones inteligentes.
El estudio de estos fenómenos sólo ha podido tener lugar
después de vencido por la ciencia el fanatismo que hubiera
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imposibilitado el curso del Espiritismo. Queda por vencer la


indiferencia y la ignorancia general, y el error de la ciencia,
que, en su victoria, cree que no hay más allá de lo que ella a
conquistado.
El espiritualismo moderno data de 1846, siendo esta la
época en que, por primera vez, se tuvieron comunicaciones
inteligentes con la causa ignorada de los golpes y sonidos,
semejantes a los que habían perturbado a las familias
Mompersson y Wesley en los siglos XVII y XVlll.
Golpes, cuya causa nadie pudo adivinar, se dejaron oír por
primera vez en 1846 en casa de un tal Veckman, que vivía en
una ciudad llamada Hydesville, no lejos de Arcadia, en el
estado de Nueva York.
Todo se intentó para descubrir el autor de estos misteriosos
ruidos, más nada se pudo encontrar.

(1) Kerner, La voyante de Prevorst, Revue des Deux Mondes, Julio, 1842.-
Revue britannique, Febrero 1848.-Goupy, Les Tables Parlantes, 1855.
(2) Se sabe, añade M. de Rochas, que los hechiceros pasaban otras veces por
insumergibles y sufrían la prueba por el agua.
(3) De Mirville, 1851.
(4) Junglas Ferrold, 26 Marzo, 1847.
(5) Gazette des Tribunaux, 20 Diciembre 1849.

Una noche despertaron a la familia los gritos de la más joven


de las hijas, de edad de ocho años, que aseguró haber sentido
algo así como una mano que había recorrido su lecho y
pasado finalmente por su rostro, cosa que ha tenido lugar en
muchos sitios donde se han oído esos golpes.
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Desde este momento, durante seis meses no hubo


manifestación alguna; la familia abandonó la casa, que fue
entonces habitada por un metodista, M. John Foxz y su
familia, compuesta de su mujer y dos hijas. Durante tres
meses todo permaneció tranquilo; después los golpes
comenzaron con más fuerza.
Al principio se oían ruidos muy ligeros, como si alguno
golpease sobre el pavimento de uno de los cuartos de dormir
produciéndose una vibración en el entarimado; se le percibía
aun estando acostado, y personas que la han experimentado
la comparan a la acción producida por la descarga de una
batería eléctrica. Los golpes se hacían oír sin discontinuidad;
no había medio de dormir en la casa; toda la noche esos
ruidos vibrantes sonaban secamente y sin descanso. Fatigada,
inquieta, siempre en acecho, la familia se decidió por fin a
llamar a los vecinos para que la ayudasen a encontrar la clave
del enigma; desde este momento los golpes misteriosos
atrajeron la atención de todo el país.
Grupos de seis u ocho individuos vigilaban la casa, o bien
salían todos fuera, y todo el mundo escuchaba al agente
invisible que seguía siempre golpeando. El 31 de Marzo de
1847, la señora Fox y sus hijas, no habiendo podido dormir la
noche precedente, y rendidas de fatiga, se acostaron
temprano, en el mismo cuarto esperando escapar así a las
manifestaciones que ordinariamente se producían a media
noche, M. fox estaba ausente. Bien pronto comenzaron los
golpes y las dos jóvenes, despertadas por el alboroto, se
pusieron a imitarlos haciendo castañetear los dedos. Con gran
asombro suyo los golpes responden a cada castañeteo;
entonces la más joven, Kate, quiere comprobar este hecho
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sorprendente; produce un chasquido, dos, tres, etc., y siempre


el invisible ser da el mismo número de golpes. Su hermana
dice chaceándose: “Ahora haced como yo, contad uno, dos,
tres, cuatro, etc., dando cada vez palmadas según el número
indicado. Los golpes se suceden con la misma precisión; pero
ese signo de inteligencia alarma a la joven, y la experiencia
cesa.
La Señora Fox dijo entonces “contad diez,”, y en el acto se
dejaron oír diez golpes; entonces añadió: ¿Quereis decirme la
edad de mi hija Catalina (Kate)?” ―Y los golpes indicaron
precisamente el número de años que tenía esta niña. La
Señora Fox preguntó entonces si era un ser humano el autor
de esos golpes; no hubo respuesta. Luego dijo: “Si sois un
espíritu, os suplico que deis dos golpes”. Inmediatamente se
dejaron oir. Ella añadió; “Si sois un espíritu, a quien se ha
hecho mal, respondedme del mismo modo.” Y los golpes se
oyeron otra vez. Tal fue la primera conversación que tuvo
lugar en los tiempos modernos, que ha sido atestiguada, entre
los seres del otro mundo y los de éste. De esta manera la
Señora Fox llegó a saber que el espíritu que le respondía, era
el de un hombre que había sido asesinado en aquella casa
muchos años antes, que se llamaba Carlos Ryan, que era
buhonero y de treinta y un años de edad, cuando la persona
en cuya casa se alojaba lo mató para robarle.
La Señora Fox dijo entonces a su invisible interlocutor: ¿Si
hacemos venir a los vecinos, continuarán respondiendo los
golpes?. En señal de afirmación se oyó un golpe. Llamados los
vecinos no tardaron en venir, creyendo reírse a expensas de la
familia Fox; pero la exactitud de una infinidad de detalles
dados por golpes en respuesta a las preguntas dirigidas al ser
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invisible sobre asuntos íntimos, convencieron a los más


incrédulos. El eco de estos sucesos se extendió a lo lejos, y
bien pronto llegaron de todas partes sacerdotes., jueces,
médicos, y gran número de ciudadanos.
Poco después la familia Fox, que los autores de los golpes
perseguían de casa encasa, fue a establecerse en Rochester,
ciudad importante del estado de Nueva Cork, donde millares
de personas fueron a visitarla y trataron vanamente de
descubrir si había alguna impostora en este asunto.
El fanatismo religioso se impresionó con estas
manifestaciones de ultratumba, y la familia Fox se vio
atormentada. La Señora Hardinge, que se ha hecho la
defensora del Espiritismo en América, cuenta que en las
sesiones públicas dadas por las hijas de la Señora Fox,
corrieron los mayores peligros. Tres veces se nombraron
comisiones para examinar el fenómeno, y tres veces afirmaron
que la causa de esos ruidos le era desconocida. La última
sesión pública fue la más borrascosa, y sin el auxilio de un
cuáquero, las pobres niñas hubieran muerto, víctimas de su
fe, destrozadas por un pueblo delirante.
Triste es pensar que en el siglo XIX se puedan encontrar
hombres bastante atrasados para renovar las bárbaras
persecuciones de la Edad Media.
La noticia de este descubrimiento se divulgó rápidamente, y
en todas partes tuvieron lugar manifestaciones espiritistas. Un
tal Isaac Post tuvo la idea de recitar en voz alta el alfabeto,
invitando al espíritu a indicar por golpes, en el momento en
que se pronunciasen las letras que debían componer las
palabras que quería dictar. De este día data de la telegrafía
espiritual (1).
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Bien pronto se cansaron de procedimiento tan incómodo, y


los mismos golpeadores indicaron un nuevo modo de
comunicación. Bastaba simplemente reunirse alrededor de una
mesa, poner encima las manos, y levantándose, la mesa daría
un golpe, mientras se recitaba el alfabeto, al pronunciar las
letras que el espíritu quería dar. Este procedimiento, aunque
muy lento, produjo excelentes resultados, y así se llegó a las
mesas giratorias o parlantes.
Hay que decir que la mesa no se limitaba a levantarse sobre
un solo pie para responder a las preguntas que se le habían,
se movía en todos sentidos, giraba bajo los dedos de los
experimentadores, alguna vez se levantaba en el aire, sin que
se pudiera ver qué fuerzas la tenían suspendida. Estos
extraños hechos atrajeron la atención general, y en seguida la
moda de las mesas giratorias invadió toda la América.
Al lado de personas ligeras que pasaban su tiempo en
interrogar a los espíritus sobre la persona más enamorada de
la sociedad, o sobre un objeto perdido, espíritus graves,
sabios, pensadores, atraídos por el ruido que producían estos
fenómenos, resolvieron estudiarlos científicamente, para
poner en guardia a sus conciudadanos contra lo que llamaban
locura contagiosa.
En 1856, el juez Edmonds, jurisconsulto eminente que goza
de una autoridad indiscutible en el Nuevo Mundo, publicó un
libro donde afirmaba la realidad de esas sorprendentes
manifestaciones.

(1) Por este medio, el espíritu pudo indicar que su cadáver había sido
enterrado en el sótano, lo cual resultó exacto; se cavó y se
encontró un esqueleto.
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El profesor Mapes, que enseñaba química en la Academia


Nacional de los Estados Unidos, se entregó a una investigación
rigurosa que terminó, como la precedente, por una
comprobación razonada, según la cual los fenómenos eran
debidos claramente a la intervención de los espíritus.
Pero lo que produjo el efecto mayor, fue la conversión a las
nuevas ideas del célebre Roberto Hare, profesor de la
Universidad de Pensylvania, que experimentó científicamente
el movimiento de las mesas, y consignó sus investigaciones,
en 1856, en un volumen titulado: Experimental investigations
of the espirit manifestations.
Desde entonces, la batalla entre los incrédulos y los
creyentes tomó mayores proporciones. Escritores, sabios,
oradores, eclesiásticos se arrojaron a la lucha, y para dar una
idea del desarrollo alcanzado por la polémica basta recordar
que ya en 1854, una petición firmada por 15.000 ciudadanos
había sido presentada al Congreso, suplicándole nombrase
una comisión encargada de estudiar el nuevo Espiritualismo
(éste es el nombre que se da al Espiritismo en América).
Es petición fue rechazada por la asamblea, pero el impulso
estaba dado y se vieron surgir sociedades que fundaron
periódicos, donde se continuó la guerra contra los incrédulos.
Mientras se producían en el Nuevo Mundo estos
acontecimientos, la vieja Europa no permaneció inactiva. Las
mesas giratorias se convirtieron en una actualidad llena de
interés, y durante los años 1852 y1853, se ocuparon mucho
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en Francia en hacerlas girar. No se hablaba en todas las clases


sociales más que de esta novedad; no se abordaba a nadie sin
la pregunta sacramental: “Y bien, ¿hacen ustedes girar las
mesas?” Luego, como todo lo que es moda, después de un
momento de favor, las mesas cesaron de ocupar la atención,
que se dirigió a otros objetos.
Esta manía de hacer girar las mesas, produjo, sin embargo,
un resultado importante, y fue el de hacer reflexionar a
muchas personas en la posibilidad de establecer relaciones
entre los muertos y los vivos. Leyendo, se descubrió que lo
que se llamaba creencia en lo sobrenatural, es tan antigua
como el mundo, (1).
Muchos son los hombres de reconocida ciencia que se han
ocupado de Espiritismo, en sus escritos, desde 1850 en que
apareció la primera obra en Nueva Cork.―Explamation and
history of the mysterious comunión with Spirits.―Escribieron
luego W. Bryant, B. K. Bliss, W. Edwards y David A. Wells,
profesores de la Universidad de Harwards; M. Robert Hare,
doctor en medicina y profesor de química en la Universidad de
Pensylvania; Doctor R. Richmont, Mr. John Edmonds,
magistrado del Tribunal supremo de Nueva Cork y ex
presidente del senado; mister Talinadge, gobernador de
Visconsin; Dr. Dexter, afamado cirujano de Nueva York; y
otros.
En 1853 cundió la noticia del Espiritismo por Europa. La
frivolidad general la convirtió en una diversión social: las
mesas giratorias, dieron la vuelta al mundo. Mientras tanto,
notables inteligencias lo estudiaron y confirmaron la verdad
de los fenómenos, si bien intentaron explicarlos por teorías
más o menos ingeniosas, más o menos absurdas como dice el
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Vizconde de Torres-Solanot, pero que cayeron por sí mismas


porque ninguna ha podido explicar satisfactoriamente el
hecho en todas sus manifestaciones. Sobre todo, esas teorías
se limitaban a los fenómenos iniciales del Espiritismo;
actualmente aquellos hombres no se atreverían a presentar
sus teorías tan absurdas aparecen ante los progresos
alcanzados en la comunicación entre el mundo de la idea y el
mundo material.
Mr. F. de Saulcy, miembro del Instituto de Francia, sabio
arqueólogo, célebre viajero y experto físico, dice Solanot, no
se limitó a una observación superficial de los hechos y a
imaginar una deleznable teoría como sus compañeros de
Academia. Si bien recibió con incredulidad y burla la noticia de
los fenómenos de las mesas giratorias y parlantes, decidiose a
experimentar por sí mismo, cediendo por fin su orgullo de
físico y de matemático ante la realidad de los hechos que
comprobó a toda conciencia, y tuvo la lealtad y el valor de
manifestar sus opiniones abiertamente opuestas a las de los
muñidores de teorías.
Aquel sabio dirigió una notable carta al marqués de Mirville,
quien la publicó al frente de su memoria dirigida a la
academia. Termina así dicha carta:
En resumen. Creo en la existencia de hechos que
generalmente mi voluntad no sabría producir, y sobre los
cuales, sin embargo, declaro que esa voluntad tiene a veces
una acción palpable. Creo en la intervención de una
inteligencia diferente a la nuestra, y que pone en juego
medios casi ridículos.
Por encargo de Mr. De Sauley, su hijo, que le había
acompañado en sus experiencias, comunicó al marqués de
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Mirville interesantes detalles, notables hechos científicamente


comprobados, que destruían por completo las teorías
inventadas por sus compañeros del Instituto de Francia.
En cuanto a los fenómenos en sí, casi la totalidad de los
sabios que los han estudiado, han aceptado, por lo menos, la
realidad de los fenómenos, como el conde Agmar de
Gaspardin, el Dr. Coze, distinguido médico en la Facultad
Academia Real de Saboya, Mrs. Seguin y de Montgolfier,
ingenieros distinguidos.
Entretanto, Allan-Kardec escribió sus obras, en que lo más
es dictado por los espíritus, como “El Libro de los Espíritus”,
que es la base fundamental de la doctrina espírita y la primera
enseñanza de lo antes desconocido: el mundo de los espíritus.
Al mismo tiempo el Conde de Mirville declaraba, que, a su
juicio (fundado en la observación y el estudio más acabado),
los fenómenos debían ser producidos por inteligencias
servidas por fluidos.
La Sociedad Dialéctica de Londres, en vista del incremento
que iba tomando la nueva superstición y deseosa de evitar
que se propagase a la masa del pueblo esa alucinación que
acabaría con la razón de muchos, nombró una comisión de 33
miembros, entre los cuales se contaba Alfredo R. Wallace.
En ese comité, dice este sabio (1) , no había al principio
sino ocho que aceptaron como reales los fenómenos y solo
cuatro admitían la teoría espiritualista. Durante el curso de la
investigación, doce de los más escépticos se convencieron de
la realidad de muchos fenómenos, habiendo concurrido a los
subcomités de experimentación, donde fueron producidos por
miembros del mismo comité, que resultaron con
mediumnidad. Tres de los comisionados que eran
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consumados escépticos, prosiguieron sus investigaciones


fuera de las sesiones del comité, y acabaron por ser
convencidos espiritualistas.
Mi propia observación como miembro del comité y del
subcomité más numeroso y activo, me pone en actitud de
asegurar que el grado de convicción producido en la mente de
esos varios miembros, atendidas notables diferencias de
carácter, estaba en proporción aproximada al tiempo y al
cuidado empleados en la investigación. Este hecho, es el
resultado de todos los fenómenos naturales. El examen de
una impostura o de una alucinación, tiene, invariablemente,
resultados contrarios, siendo engañados los que tienen escasa
experiencia, mientras los que continúan con perseverancia la
indagación, inevitablemente descubren el origen del engaño o
de la ilusión. Si no fuera así, tan imposible sería descubrir la
verdad como el error.
El conocido astrónomo Mr. Camilo Flammarión envió al
comité una comunicación que merece una consideración
especial. Además de declarar que acepta la realidad objetiva
de los fenómenos después de una investigación de diez años,
hace la aseveración siguiente:
“Mi sabio maestro y amigo Mr. Rabinet, del Instituto, que se
ha esforzado con Mr. Liais (después director del observatorio
astronómico del Brasil) y varios otros colegas de París, en
buscar las causas y naturaleza de los fenómenos, no están
enteramente convencidos de que se produzcan con
intervención de los espíritus; aunque esta hipótesis, única que
puede explicar cierta clase de estos hechos, ha sido adoptada
por muchos de nuestros más estimados sabios, entre otros,
por el Dr. Hoeftle, erudito autos de la Historia de la química y
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la Enciclopédica general;” y por el laborioso investigador del


campo de los descubrimientos astronómicos, cuya muerte
hemos tenido que deplorar recientemente, Mr. Herman
Goldschmidt, descubridor de 14 planetas.
“El ingeniero Mr. Gerard de Codemberg, miembro de varias
academias, redactor de revistas científicas, del periódico
L’Assemblée Nacionel, hombre positivista por educación, muy
versado en la física mecánica, un sabio, en una palabra, decía
en aquel periódico en 1855: “Los fenómenos del movimiento
de las mesas, y especialmente aquellos que Mr. De Gasparin
ha estudiado con cierto aparato científico, no pueden hallar su
explicación mas que en una potencia sobrenatural inteligente,
animada…que se manifiesta fuera de los operadores aunque
sujeta en cierta medida a la influencia de sus deseos y de sus
voluntades.”
Poco después Mr. Henri Carrión, Director de un periódico de
Cambray, escribió un libro: Letras sur l’evocation des Spirits,
reconociendo la acción indirecta e inteligente de los espíritus
en el fenomenalismo.
Entre los escritores más recientes, citaré: al ingeniero G. H.
Love, distinguido sabio francés, que en su notable obra Le
spiritualisme racional demostró científicamente que la
comunicación con los espíritus, no solo es posible, sino que
debe tener lugar diariamente durante el sueño; y al profesor
A. de Morgan, presidente de la Sociedad matemática de
Londres, secretario de la Sociedad real de Astronomía, que
publicó su obra: From matter to spirit.
En el mismo año 63, dice Solanot, de quien tomo los más de
estos datos, Mr. Herrensneider se ocupó en un importante
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trabajo, de la necesidad de la alianza entre la filosofía y el


Espiritismo.
Mr. Henri Delaage, en 1864, publicó su precioso libro:
L’Eternité devoilée ou vie future des âmes apres la mort.
El año 1865, dice Solanot, Andrés Pesan, abogado de la
corte imperial de Lyon, autor de la obra “Los principios
superiores de Moral,” laureada por la Academia francesa de
Ciencias Morales y Políticas, y de varios tratados de filosofía,
dio a luz su notable obra La Pluralidad de las existencias del
alma, que es una monografía de uno de los principios
fundamentales del Espiritismo, y en que se desarrolla
magistralmente aquella cuestión a la luz de la historia y de la
filosofía.
Suprimiento, en fin, las numerosas obras de menor
importancia, citaré: las de Los cuatro evangelios por el doctor
J. B. Roustain; Les Nouveaux principes de philosophie
medicale por el Dr. Chauvet; Recherches sur le espiritualismo,
del sabio Croques; La Defensa del Espiritualismo moderno,
por el sabio naturalista Alfredo R. Vallace; obras del
astrónomo alemán Zöllner; y por último las del distinguido
médico francés Dr. Paul Gibier: Spiritisme ou fakirisme
occidental y Analyse des choses.
El mayor número de los que observan los fenómenos, no
pueden, pues, poner en duda su realidad. Son raros los casos
negativos, o, mejor dicho, en que los investigadores queden
en la duda. Esto depende, a veces, de falta de ocasión o de
haber dado con alguna sociedad compuesta de gentes
ignorantes, en que generalmente los procedimientos son mal
dirigidos, presentándose a menudo chocantes
manifestaciones operadas por los invisibles, y algunas veces
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por los mismos espiritistas en el afán de convencer. Es


necesario decirlo, por vergonzoso que sea: no faltan médiums
que no contentos con los fenómenos que naturalmente
producen, simulan otros, que tarde o temprano, se descubren,
dando sobrada razón a la desconfianza y a la duda en cuanto
a la verdad de la comunicación.
Pero, a pesar de esto, la verdad se abre rápidamente paso, y
puede decirse que la realidad de los fenómenos no la niega
nadie, salvo en los casos de insuficiente observación o de
haber caído en los centros retrógrados del Espiritismo. Así
pues, creo que no debo abundar en las citas de los fenómenos
de efectos puramente físicos o que demuestran una fuerza
que pudiera atribuirse a una acción psíquica inconsciente de
los médiums, como así lo creyó al principio el sabio CORDES.
Recargaré más las transcripciones, sobre los que prueban la
intervención de una causa inteligente que los dirige, a fin de
contribuir, en lo que pueda llevar al ánimo de los lectores mi
convicción de que el alma no muere, y que los espíritus de los
que fueron en el mundo, se manifiestan al hombre por medio
de la acción de fluidos que están sometidos a su voluntad.

♦♦♦
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CAPITULO SEGUNDO

Explicación de las fuerzas desplegadas por los espíritus.

El contenido del primer tomo ha debido darle al lector los


conocimientos requeridos para poder comprender la
explicación que tenemos que dar sobre las fuerzas que los
espíritus ponen a su servicio para producir los fenómenos.
Para esto, como se verá más adelante, es necesaria la
presencia de personas que presten consciente o
inconscientemente su fuerza vital, por cuyo motivo las
llamamos médiums.
Suponiendo que la inmortalidad sea concedida, lo que no
deja de ser bastante general, aun sin tener las pruebas que el
Espiritismo proporciona, queda por comprender, lo que es
siempre difícil, que los espíritus puedan producir tales
fenómenos; y esta dificultad, conduce a las personas
pensadoras a la creencia de que se trata de fuerzas psíquicas
que no pueden dejar de atribuirse a los médiums, no obstante
los actos en que parece que actúa una inteligencia
exterior.―Voy, en consecuencia, a tratar de llevar a la mente
del lector, la convicción, antes de presentarle hechos, de que
las fuerzas espirituales existen.
He sostenido, apoyándome en la fisiología y en los
fenómenos del magnetismo animal, que el pensamiento es un
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acto dinámico, que la voluntad es una fuerza del alma que


tiene acción sobre los músculos de la vida de relación,
mediante una sucesión de transformaciones a través de los
fluidos de que está saturado el organismo, y que, cuando se
exteriorizan esos fluidos, quedan siempre sujetos a la
voluntad. Si, pues, pudiésemos probar que el espíritu arrastra
consigo parte de esos fluidos, formando con ellos su cuerpo
astral o periespíritu, tendríamos mucho adelantado. Seríanos
fácil comprender que pudieran operar como los
magnetizadores sobre personas que fuesen sensibles a sus
fluidos, produciendo lo que llamamos los espiritistas la
posesión, en virtud del dominio que mediante los fluidos
ejerce el espíritu sobre el médium, obligándole a decir, en
estado más o menos consciente, lo que desea manifestar por
su intermedio.
Los espíritus que se comunican, como ya lo he dicho,
explican los medios de que se valen, asegurando que la idea
del periespíritu es exacta; pero cuando se duda de que sean
ellos los que producen los fenómenos, esta afirmación es de
poca importancia. Es necesario, pues, recurrir a otras pruebas.
Entre las diversas mediumnidades, existe la de la videncia,
es decir, personas que ven los espíritus. La cuestión es dar
con médiums que nos merezcan perfecta fe. Por mi parte he
podido hacer la experiencia de una manera convincente: mi
señora es vidente (1). En una habitación oscura y provocando
el fenómeno, se le cierran los ojos y ve a los espíritus bajo la
forma de una nubecilla blanca, o más o menos luminosa,
teniendo al centro un punto más brillante.
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(1) La vista del vidente es idéntica a la del sonámbulo, lo cual ya


sido explicado. El sentido de la vista no puede percibirlos porque
no reflejan la luz, porque su transparencia es mayor que la del
aire y que la del más fino cristal. Ellos no pueden ocupar un
espacio cualquiera, es decir, con relación a la atmósfera, por
cuanto compenetran todos los cuerpos y fluidos menos el éter,
por el cual son compenetrados.

Esa nubecilla que rodea al espíritu; ¿no sería el periespíritu?.


Desde luego debo decir que los fluidos que se escapan de los
magnetizadores, tienen el mismo aspecto para los videntes, y
que personalidades como el Dr. Gilbier, han podido
comprobarlo por sí mismos.
Cuando se encuentra uno; dice (1), en la oscuridad, cerca de
una persona cuya fuerza anímica se abmaterialice en
abundancia, se la ve flotar sobre los vestidos del individuo de
que emana, y principalmente al nivel de la región epigástrica o
de los troncos arteriales, bajo forma de materia vaporosa o
luminosa. Se dará el lector una idea de esa vislumbre por la
ilusión que ella me produjo una vez. Había ido a ver a uno de
mis clientes, enfermo, al regreso de un viaje, en una casa de la
calle Maubeuge, en París. Este hombre era médium de
profesión, y a consecuencia de repetidas experiencias que
otras personas habían hecho con él, estaba en un estado de
gran postración nerviosa. No podía soportar la luz ni el ruido y
permanecía acostado quejándose como un niño. Cuando entré
en su cuarto, reinaba una oscuridad casi completa. De
repente, mientras le interrogaba, vi muy distintamente una
claridad en uno de sus brazos. Pensé en el primer momento
que sería un rayo de la luna que penetraría en la habitación a
través de alguna rendija de la persiana mal cerrada, y me
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coloqué levantándome (estaba sentado) entre la vislumbre en


cuestión y la ventana. Mi movimiento no produjo ningún
cambio en la débil luz. Me aseguré además que no había luz
lunar ni ninguna luz proveniente de la ventana. Otros puntos
luminosos se dejaron ver en distintos puntos del cuerpo del
paciente que parecía del todo inconsciente en cuanto al
fenómeno; ensayé tocarlos: no sentía nada de anormal,
solamente noté que desaparecían al contacto de mi mano.
Acerqué la cara donde más vislumbre se presentaba, y no
sentí ningún olor de fósforo. Por lo demás, el aspecto de esta
especie de nubecillas luminosas no se asemejaban de ninguna
manera a los humos blanquizcos y ondulantes producidos por
el fósforo cuando se le frota con los objetos en la oscuridad.
He tenido después muchas ocasiones de ver, en los sujetos
bien dotados, desprendimientos de esta fuerza y su
condensación en pleno día, bajo una u otra forma.
El fluido que emana del cuerpo de ciertas personas, se
asemeja mucho a los fluidos que ven los videntes. Si se duda
de ellos, existen medios de comprobación. A pesar de la
debida fe que debía inspirarme mi señora, temiendo una
alucinación, pensé que uno de aquellos seres para mi
invisibles, se me aproximase. Apenas había formulado el
pensamiento, mi señora exclamó: Ahí viene uno, se coloca
sobre tu pecho.
Si estas experiencias no bastasen para darnos la convicción
de que el alma no solo no es una abstracción en sí, sino que
posee un cuerpo fluídico que no ocupa espacio, es verdad,
como los cuerpos que el hombre puede estudiar directamente,
pero que por su fluidez compenetra todos los cuerpos, dentro
de los cuales ocupa siempre un espacio; si no bastan, digo,
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estas experiencias, las únicas que podemos hacer por


observación propia sobre el cuerpo fluidito espiritual,
recurriremos a la prueba indirecta, es decir, comprobaremos
la producción de fenómenos en que es imposible negar la
acción de los espíritus, ni achacarla a los médiums, y entonces
tendremos necesariamente que atribuirles las fuerzas que
para producirlos se requieren, y por analogía, tendremos que
equipararlas a las que poseía el alma cuando encarnada se
hallaba, y por medio de las cuales podía obrar sobre sus
semejantes.
(1) Dr. Paul Gibier―Analyse des Choses, pág 157.
Detallaré enseguida y por el momento uno solo de esos
fenómenos.
Al año, poco más o menos, de mis investigaciones en
Espiritismo, más de una vez la duda venía a perturbar mi
espíritu. Esto se explica: no había ni intentado aun poner de
acuerdo los conocimientos adquiridos por las ciencias con los
que pueden dar explicación de los fenómenos espíritas, y, por
momentos, cuando en mi mente dominaban aquéllos, llegaba
hasta la negación de los fenómenos más auténticos o les
buscaba una explicación puramente material. Pues bien,
aprovechando la ocasión de encontrarme perplejo en cuanto a
una decisión que debía de tener, según ella fuese, gran
repercusión en pro o en contra de mi destino, ocurrioseme
dirigir desde mi estancia la Capital (184 kilómetros de
distancia) una carta a una médium de gran reputación, no solo
por su mediumnidad en sí, sino por la seguridad de que no ha
sido nunca mistificada, pidiendo consejo en mi tribulación con
las siguientes textuales palabras:
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“Señora Juana de Navajas: Le ruego evoque y consulte. Se


trata de un asunto de gran trascendencia para mí primero en
cuanto al fondo de la cuestión, y segundo para arrancarme a
las dudas que me persiguen aún en cuanto a la posibilidad de
la inmortalidad, a la conservación de la integridad de la
inteligencia, que según la ciencia, parece ser imposible según
el funcionamiento de los órganos cerebrales, y sobre todo,
que, aun conservándola, puedan comunicarse con los
encarnados por medio de una sugestión mental inequívoca. Si
los espíritus guías de la Constancia me dan un buen consejo y
por este hecho me arrancaran la duda, prometo ser un
defensor franco del Espiritismo.
El contenido de la comunicación, le ruego sea del todo
reservado. Nadie en el mundo conoce las causas de mi
tribulación, que es de un carácter del todo íntimo.―El
Venado.” Noviembre 10 de 1883.
La contestación no se hizo esperar: constaba de seis
grandes páginas en que se me daba el consejo solicitado,
designando las personas por iniciales y diciendo las cosas de
una manera encubierta para aquel que no estuviese en
antecedentes, de manera que la médium misma no podía
saber de qué se trataba. Cuánta fuerza de inteligencia se
revela en esa comunicación. El consejo fue seguido y he
tenido que felicitarme de ello.
Ahora, ¿no sería un absurdo ridículo atribuir esa
contestación a la inteligencia de la médium? Y si otra
inteligencia la dictó, sólo la de un espíritu libre pudo ser,
porque ni el asunto ni los detalles, y aun menos mis dudas en
cuanto a la decisión a tomar, podían ser conocidas de nadie.
Siendo esto así, nos encontramos con una sugestión de
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pensamiento de lo más completo de parte de una inteligencia


extraterrena para con la médium,. Y ya se ha visto en el
capítulo VIII, libro 1º, parte 2ª, que para ello es necesario la
vibración de fluidos. Esta experiencia, como muchas otras,
prueba que el espíritu conserva su integridad intelectual y los
fluidos periespiritales que le personalizan.
Hemos visto ya que la transmisión del pensamiento, aunque
de un modo imperfecto y limitado, es posible entre
encarnados; luego más fácil debe ser, como además lo
prueban los hechos, entre un espíritu y un encarnado, y más
aún entre espíritus en libertad. Pero en el caso aludido, no
solo se han transmitido las ideas, sino las palabras lo que
exige la mediumnidad oyente en cierto grado de desarrollo.
Cuando se trata de otro orden de fenómenos, como la
escritura llamada mecánica, en que el médium escribe sin que
su voluntad tome parte y sin recibir inspiración, se exige ya
una acción más fuerte de parte del médium. La acción mutua
se complica aún más en los fenómenos en que se producen
efectos físicos hasta el más complicado y difícil de concebir; la
materialización, es decir, la aparición personal y visible de los
espíritus con ayuda de los fluidos que toman del médium y del
ambiente.
En estos últimos fenómenos, las fuerzas vivas que se
requieren son tan poderosas, que para obtenerlas los espíritus
deben someter al médium, por medios análogos a los del
magnetismo, al estado cataléptico o letárgico, disponiendo así
desde ese momento de sus fluidos animalizados que quedan
bajo la acción de su voluntad.
Como prueba de lo dicho solo puedo citar una experiencia
de Mr. Pelletier. Según se asegura en la Revue Spírite de Marzo
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del año 1890, magnetiza a tres personas, las hace sentar


alrededor de una mesa, donde a designio se han colocado
algunos objetos de poco peso, los cuales se ponen en
movimiento, sin contacto, obedeciendo las órdenes que les da
el operador.
No diré más, por ahora, sobre este punto, debiendo
ampliarlo más adelante al tratar del “periespíritu”. Solo tengo
que agregar para que puedan apreciarse los fenómenos
espíritas que relato en esta parte, que el periespíritu es más o
menos eterizado, diré así, según el grado de adelanto del
espíritu; cuanto más atrasado éste, cuanto más empecinado
en el mal, más fluidos pesados o animalizados arrastra el
periespíritu.

♦♦♦
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CAPITULO III

Mediumnidades y Médiums.

Según Allan Kardec, los médiums, por sus aptitudes, pueden


dividirse en dos grandes categorías una de efectos físicos y
otra de efectos intelectuales. La primera comprendería todos
aquellos por cuyo intermedio se producen los efectos
materiales o manifestaciones ostensibles, y la segunda
abarcaría tan solo a los que reciben y transmiten las
comunicaciones que acusan una inteligencia ultraterrestre.
Esta clasificación es muy oportuna, pero teniendo siempre
presente que no puede aplicarse en absoluto, puesto que por
intermedio de los médiums de efectos físicos, pueden también
los espíritus, en más de una ocasión, manifestar que son seres
inteligentes.
Pueden entrar en la categoría de los médiums de efectos
físicos los siguientes:
Médiums tiptólogos; producción de ruidos y golpes;
variedad muy común, voluntaria o involuntariamente.
Médiums motores; producción de movimiento, traslación y
suspensión de los cuerpos en el espacio; elevación, en
algunos casos, de la propia persona.
Médiums de materialización; producción de apariciones
fluídicas y tangibles.
Médiums de aportes; que sirven de auxiliares con sus
fluidos al raro fenómeno de llevar de un punto a otro, al
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parecer al través de los muros, ciertos objetos reales, como


flores y confites.
Médiums neumatógrafos, por medio de los cuales se
produce la escritura directa, fenómeno poco común.
Médiums curanderos; son los que tienen el poder de curar o
aliviar por la imposición de las manos.
Creo, con Allan Kardec, que esta facultad no es
esencialmente medianímica, sino que pertenece a todas las
personas creyentes, sean médiums o no, pudiendo ser la
consecuencia de la exaltación de la potencia magnética.

◆◆◆◆

Mediums especiales para los efectos intelectuales

Pueden considerarse los siguientes:

Médiums auditivos, son los que oyen a los espíritus:


mediumnidad poco útil, porque no se puede probar la
veracidad y puede confundirse con la alucinación.
Médiums parlantes o de posesión, son los que hablan bajo
la influencia de los espíritus. Son muy comunes, hablan por
influencia o inspiración sugestiva y en un estado parecido al
del sonámbulo, pero que no puede confundirse con él, puesto
que llegan a pronunciar discursos que merecen ser
reproducidos, cuando, las más de las veces, los mediums son
ignorantes o incapaces de ello. Esta clase de médiums son
más o menos conscientes; es decir que, aunque no recuerden
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lo que han hecho o dicho mientras el fenómeno tiene lugar,


influencian o entorpecen un tanto la manifestación y sus
términos, según así lo aseguraban los mismos espíritus. Sin
embargo, los hay del todo inconscientes en que el espíritu del
médium está momentáneamente impedido de toda acción
sobre su propio organismo.―De estos médiums se sirven, con
preferencia, para la dirección.
Médiums videntes, que son los que en estado de vigilia ven
a los espíritus. Es mediumnidad sospechosa, como la auditiva,
sin embargo, existe y puede aprovecharse en los Centros que
tienen una elevada dirección espiritual.
Médiums de inspiración, son los que reciben inspiración
cuando evocan, o sea los que se disponen a escribir
pasivamente lo que les comunican los espíritus, pudiendo,
cuando ya están desarrollados, tener la seguridad de que no
mezclan sus propias ideas.
Médiums dibujantes, son los que pintan o dibujan bajo la
influencia de los espíritus con más o menos perfección, pero
con rapidez y casi mecánicamente, como en la escritura. Los
hay extraordinarios como Mr. Fabre, herrero, que ha obtenido
dibujos de verdadero mérito.
Médiums musicales, ejecutan, componen o escriben mùsica
bajo la influencia de los espíritus. Hay médiums músicos
mecánicos, dice Allan Kardec, semimecánicos, intuitivos e
inspirados como para las composiciones literarias.
El ejercicio de estas mediumnidades no está exento de
peligro, y , desde luego, aconsejo a los que se sientan con
alguna facultad, a rechacen formalmente toda clase de
manifestación; si no están dispuestos a prestar sus servicios a
la causa del Espiritismo; y si lo están, deben formar parte de
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las sociedades mejor constituidas para el estado y la


propaganda, en cuyo seno se aleja casi por completo el riesgo
de caer en la obsesión, en la fascinación o la subyugación (1)
(1)Al terminar la obra hablaré más extensamente de esto.

Hecha esta clasificación de las diversas mediumnidades,


ocurre preguntarse qué particularidad puede ser causa de la
medianidad. ¿Es una disposición especial del organismo, del
sistema nervioso, o bien del espíritu o de los fluidos? Es lo que
estudiaremos enseguida, dándonos a la vez cuenta del modo
como se operan los fenómenos.
Muchos confunden la idea de Espiritismo con la de
mediumnidad. Sin embargo, bueno es decirlo, desde luego,
entre los espiritistas no hay más médiums que entre los que
no lo son: es cuestión de ocasión. ¡Cuántos de los que en su
ignorancia ríen de la posibilidad de los fenómenos, podrían
producirlos ellos mismos, si ensayaran con un poco de
constancia! ¡Cuántos de los que se vanaglorian de escribir con
facilidad y elegancia, reciben la inspiración de algún espíritu
amigo!
Los médiums no presentan ninguna particularidad
fisiológica ni patológica apreciable. Las mismas
mediumnidades, en toda su diversidad, pueden encontrarse
en hombres como en mujeres, en viejas como en niños. La
edad ni el sexo no tienen importancia en cuanto a la
mediumnidades, en toda su diversidad, pueden encontrarse
en hombres como en mujeres, en viejas como en niños. La
edad ni el sexo no tienen importancia en cuanto a la
mediumnidad. El Doctor Gibier cree ver en ellos algo de
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desequilibrio, en el sentido moderno que se da a la palabra,


sin dar las causas de su creencia. Por mi parte puedo decir,
fundándome en observaciones hechas en ocho médiums que
he estudiado muy de cerca, que no son histéricos o
desequilibrados, y que solo tres de ellos son sensibles al
hipnóscopo, lo que da próximamente la proporción de las
personas magnetizables, según el Doctor Ochorowictz.
El Dr. Charles Richet cree que no es el histerismo el que
facilita la hipnotización, sino que los sensibles a la
hipnotización, son propensos al histerismo; y se funda en que
la sensibilidad es conservada toda la vida, y la enfermedad es
cuestión sólo aparece en una época de la existencia.
Para que los médiums a que me he referido no puedan ser
considerados del uno ni del otro modo, diré que son seis
mujeres y dos hombres, siendo los más sensibles al
hipnóscopo éstos dos y una sola mujer.
Sin embargo, no se puede negar que existe alguna analogía,
bajo otro punto de vista, entre los médiums y los sujetos
magnetizables, y entre los medios empleados por los
magnetizadores y por los espíritus.
Si tiempo necesita el magnetizador para preparar un buen
sujeto que pueda luego adormecer con facilidad y manejar
como pasivo instrumento, llegando así, por grados, hasta la
magnetización contra la voluntad del sujeto y a distancia;
tiempo también se necesita para que un espíritu pueda
dominar a un médium hasta producir la obsesión, cuando de
un mal intencionado espíritu se trata (1).
Si los hipnotizables son en extremo sensibles y conocen por
los fluidos a las personas que se les acercan, los médiums, en
general, son sensibles a los fluidos periespirituales. Durante
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nueve años de estudio práctico del Espiritismo, he notado


siempre que todos los médiums conocen por la sensibilidad
fluídica cuál es el espíritu que está más cerca de ellos, o sea
para tomar la posesión, como así mismo cuando es uno malo,
o cuando en el salón de sesiones los fluidos son, como ellos
dicen, pesados, o los sienten buenos, lo que, en este caso,
augura una sesión tranquila en que los espíritus elevados
vienen a darnos sus consejos y enseñanza directa.
¿Cuál puede ser la causa de estas analogías y disimilitudes?
Hay analogía porque se trata de una acción fluídica guiada
por una voluntad extraña; y disimilitud porque los fluidos son
distintos y obran de diverso modo.
En el caso del magnetismo, el fluido se apodera de toda la
persona; de ahí, a veces, la catalepsia o la letargia, que nunca
producen los espíritus en la posesión. En el caso del espíritu
como operador, el fluido ataca directamente al cerebro,
porque sus fluidos periespirituales son de la misma
naturaleza, y por consiguiente, afines con el periespíritu del
médium. De ahí que el magnetizador haga mover al sujeto en
tal o cual sentido, le atraiga, le rechace o le haga caminar,
pudiendo transmitirle el pensamiento con más o menos
dificultad; mientras que el espíritu que opera, se posesiona de
los órganos que dan el impulso al organismo y proceden (en
el caso de posesión) sustituyéndose del todo a la acción del
espíritu del médium sobre el organismo.

¿Qué se hace o donde se halla, en tal caso, el espíritu del


médium? Según la revelación espírita, envuelto en fluidos en
que no puede actuar porque están bajo la dependencia de la
voluntad del espíritu que opera.
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La sugestión mental se explica fácilmente, puesto que el


periespíritu del médium está entrelazado con el del espírtu, y
entonces el médium recibe la inspiración directa del
pensamiento, de tal manera, que casi ignora si es o no propia
la idea que percibe, y sólo cuando se trata de médiums que
sienten interiormente la vibración que corresponde a la
palabra articulada, conocen claramente que obedecen a un
espíritu desencarnado, pero pudiendo, las ás de las veces,
rechazarle si así les conviene.

Las mediumnidades de efectos físicos exigen que el espíritu


pueda disponer de fluidos animalizados; si no los tiene en sí,
no debemos olvidar que la acción de su voluntad, habiendo
sido extensiva a tales fluidos cuando encarnado se hallaba, no
hay una razón para que no pueda disponer de los que se
desprenden de ciertos médiums y de los que constantemente
esparce la humanidad en el ambiente; esto es aplicable a la
levitación de objetos, a la tiptología y a la materialización.
La especialización que el Dr. Gibier ha podido notar en los
médiums de efectos físicos y de materialización, consiste,
según él, en que los fluidos que en abundancia exhalan, están
en un estado pasivo que llama de materialización (1), mientras
que las personas que no tienen esa mediumnidad, conservan
más sus fluidos, los mantienen en estado conmaterial (cum-
materia). La gran mayoría, dice, de los seres humanos, para no
hablar sino de éstos, son conmateriales. Pero existen
individuos que, naturalmente o a consecuencia del régimen
dietético que he mencionado, poseen la facultad, el poder de
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exteriorizar, es decir, de proyectar, de extender su fuerza


anímica a una distancia más o menos alejada de su persona.
Acepto gustoso esta explicación, si bien no sigo al doctor
Gibier en la idea que parece desprenderse de la conclusión de
su párrafo; es decir, que con esa fuerza producen los
médiums los fenómenos físicos. Se ve que confunde a los
médiums, que no se preparan por ningún régimen dietético,
con los yoghis, que han adquirido ciertos conocimientos sobre
los fluidos por los cuales les someten a la acción de la
voluntad, para producir fenómenos extraordinarios en que
han de ser también ayudados por los invisibles. Los médiums,
en general, son ignorantes; nada leen y nunca se preocupan
de establecerse regimenes que desconocen, son simples
instrumentos al servicio de los espíritus, sirviendo así a la
gran causa del Espiritismo; no son ellos los que producen los
efectos, sino espíritus que se apoderan, por la fuerza de su
voluntad, de los fluidos que escapan del médium en
abundancia, y que son, por una causa fisiológica cualquiera, o
por una apatía espiritual, como bien lo dice el mismo Gibier,
pasivos, o sea, nos sujetos a la propia voluntad. De ahí que
estén a la merced de otra voluntad, es decir, de un espíritu,
que por el hecho de estar libre de los lazos de la materia,
tiene mayor acción sobre los fluidos y más libertad para actuar
sobre ellos.
La materia, cuanto más sólida, más inerte, como ya lo he
dicho: más pasiva y obediente a las fuerzas. Estas, como he
tratado de probarlo, se manifiestan exclusivamente por medio
de los fluidos que llamamos imponderables, y la
transformación de su vibración o movimiento es lo que les da
efectividad; no es, pues tan difícil comprender que los
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espíritus, disponiendo de los fluidos, despleguen tanta fuerza


bajo la primera impulsión de la voluntad y el pensamiento,
que es un acto dinámico, como lo dice también el Dr. Gibier.
Siendo esto en realidad, así como lo demuestran los hechos,
sería necesario aceptarlos, aunque, por no conocer todas las
leyes de la naturaleza, nos pareciese que va en contra de leyes
conocidas. Sin embargo, podemos recordar que el movimiento
inicial de la nebulosa, proviene directamente del Creador; que
el calor es una fuerza secundaria; y que, si no puede haber en
el mundo ninguna fuerza que no emane de otra, la fuerza
activa y secundaria del alma es la conversión y atesoramiento
de muchas fuerzas combinadas en una elaboración que ha
durado centenares de años.
Pero estas fuerzas, para manifestarse, exigen, en general, la
presencia de médiums, y éstos, si bien son virtualmente
numerosos, son pocos los que llegan en realidad a serlo, pues
sus facultades, con rarísimas excepciones, exigen un
desarrollo previo más o menos largo.
Desarrollados los médiums, si su estado de salud es
satisfactoria, la menor o mayor amplitud de los fenómenos
dependerá tan solo de los fluidos afines o contrarios que
predominen entre los presentes.
Además, debe tenerse bien en cuenta que para obtener una
comunicación sincera y moral, se requiere que los que la
buscan estén deseosos de instrucción y de progreso espírita,
o poseídos del sentimiento del bien.
No es, como dice Delanne, haciendo Espiritismo de
sobremesa como se encuentran las condiciones requeridas. Es
exponerse a las mistificaciones y a las bromas, a veces
pesadas, de los espíritus adocenados, atraídos por acto tan
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poco circunspecto. Los espíritus elevados, o por lo menos


sinceros e inteligentes, no se prestan a tales evocaciones,
como no se prestarían los hombres de cierta importancia a
servir de blanco a fútiles preguntas, ni a costear la diversión.
No te diré más de las mediumnidades en general. Los
detalles de cada especialidad serán comentados cuando
tratemos de los fenómenos correspondientes.

♦♦♦
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CAPITULO IV

Fenómenos espontáneos y de origen ultra-terrestre.

Empezaremos por el estudio de los fenómenos espontáneos,


así llamados en razón de no haber sido provocados ni
conocerse, las más de las veces, los médiums de quienes se
hayan podido valer los espíritus para esa clase de
manifestaciones.
Las manifestaciones espontáneas no se limitan a la simple
tiptología, sino que se producen con una fuerza de que
carecen las obtenidas en las sociedades espíritas; los muebles
caen y se arrastran, se abren las puertas y se reciben
proyectiles, todo ello con tal vigor, que las gentes, sin el
conocimiento que el Espiritismo proporciona, no pueden
atribuirlo sino a personas mal intencionadas, a pesar de que
no dan con ellas, ni aún por medio de la intervención de la
policía.
No existe probablemente, una ciudad, ni una aldea en que
alguna vez no se hayan sentido ni observado tales fenómenos.
En la Revue Spírite de París encontramos la descripción de
varios casos perfectamente comprobados. En los números de
Mayo a Agosto (inclusive) de 1858, se refieren los fenómenos
de este género observados en Bergzabern y en Dibbelsdorf;
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durante ocho años en la aldea de Grandes Ventes, cerca de


Dieppe (mes de marzo de 1866), en París (Agosto del mismo
año), en San Petersburgo (Abril del mismo año), y muchos
otros.
Aquí mismo, en Buenos Aires, han sido varias las casas en
que se han producido estos fenómenos, pero se puede citar
uno bien comprobado, me refiero a una casa de la calle de
Perú, cerca de la de Chile. Allí se sentían ruidos
extraordinarios y otros fenómenos que aterrorizaban a los
habitantes, de tal modo, que las pocas veces que durante 15
años fue ocupada por familias, éstas tuvieron que retirarse en
seguida. Sólo fue aprovechada algún tiempo por las tropas en
las épocas de guerra civil. Los ruidos han cesado desde la
muerte del propietario, y la casa está actualmente habitada.
De las averiguaciones llevadas a efecto por las varias
sociedades existentes en el mundo, ya evocando y
consiguiendo las explicaciones de los mismos espíritus que
han originado tales fenómenos, o de protectores de esas
sociedades, resulta que son producidos por espíritus muy
atrasados o materializados, pero bajo permiso o siguiendo la
ley del libre albedrío que permite la venganza, aunque ella por
sí importe un crimen.
Para producir tales fenómenos válense los espíritus de algún
médium, como los que un guía de Allan Kardec clasificaba de
médiums de disposición física especial, cuya mediumnidad
anuncia, a menudo, una tendencia material en el espíritu,
puesto que sabido es ya, por la enseñanza y la experiencia
espírita, que la ley de afinidades tiene gran aplicación en lo
espiritual, cada cual atrae hacia sí los espíritus que están a su
altura y participan de sus gustos y pasiones.
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Los médiums, en tales casos, no se dan ninguna cuenta de


que ellos prestan los principales elementos para la producción
de los fenómenos y no pocas veces son ellos los mas
asustados. En tal caso, son las víctimas de la venganza, si bien
a veces parecería que el espíritu encarnado en ellos, se presta
a lo que se ejecuta en otras personas.
Por lo dicho no debe creerse que no haya más que venganza
en estos hechos, lo que se evidencia cuando es una familia o
un individuo el perseguido, sino que también tienen lugar
para dar más y más pruebas de la presencia y acción de los
espíritus.
Esto da razón a las supersticiones de todas las épocas,
sobre todo en las campiñas y aldeas, donde no existe el
bullicio continuo que hace pasar desapercibidos todos los
ruidos. Esa superstición está indudablemente basada en
hechos, si bien reales, desfigurados o agigantados en el relato
por la imaginación y el miedo. De ahí que las gentes sencillas
estén siempre dispuestas a atribuir a os sobrenatural el crujir
de las maderas, los efectos del viento en las noches
silenciosas y las fosforescencias luminosas en los cementerios
o en las orejas de sudados caballos durante las cálidas y
sombrías noches.
Muchos casos de manifestaciones espontáneas podría citar,
pero sólo referiré uno de los más notables por su carácter
público, y otro del todo personal, cuya veracidad no podrá ser
puesta en duda, a lo menos por las muchas personas que me
conocen.
La historia del fanatismo católico llena está de horribles
crímenes cometidos en nombre de las doctrinas de caridad y
tolerancia predicadas por Jesús.
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Entre estos horrores, hay uno que reviste una barbarie sin
igual. Me refiero a la degollación en masa de los protestantes
que habitaban la Francia en la noche del 24 de Agosto de
1572. Más de 50.000 (1) personas de ambos sexos y de todas
las edades fueron alevosamente asesinadas, por encontrarse
empeñadas en la regeneración de la religión transformada y
explotada por el clero, que daba una prueba evidente de su
culpa hostigando a Catalina y al imbécil Carlos IX a dar la
orden de tan horrendo crimen.
Pues bien: en las tres noches siguientes, sintiéronse voces
que repetían como ecos las producidas en los momentos
aciagos de la matanza, como si ella sólo hubiera tenido lugar
concentrada en las calles que rodean el palacio de Louvre.
Este hecho, presenciado por muchas personas y por los
oficiales de la guardia, a pesar de las prohibiciones de
publicidad, ha quedado comprobado de una manera
inequívoca.
Me he fijado expresamente en ese fenómeno, que no es
único en su género, para tener el derecho de decir, que no
está aún probado que en todo fenómeno espiritual sea
necesaria la presencia de un médium. Pueden existir
excepciones en que, permitiéndolo Dios, no haya menester tal
vez de ellos, como en el hecho recordado, que por su
temeridad, bien merecía esa manifestación directa del mundo
espiritual para demostrar su indignación.
Voy a citar otro hecho que parece providencial.
Encontrándome con la familia en mi propiedad “El Venado”,
enfermose, al parecer gravemente, mi niña, ya tan delicada
por la enfermedad que le ha durado siete años (1). Justamente
alarmado, la hice poner en cama, y creyendo que reposaba, la
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madre pasó al cuarto próximo y yo bajé a hacer un telegrama


consultando al inteligente cuanto bondadoso y humilde
hermano espiritual, que sólo podía contestarme en 48 horas
por hallarse su médium en esta capital.

(1)Algunos disminuyen mucho esta cifra; pero que fuesen 10.000 o


100.000, la ferocidad y el crimen es idéntico.
(1) Debe la vida a los espíritus de la Constancia, que después de haber
sido desahuciada por los médicos, se encargaron de su medicación.

Tal vez la contestación no iba a llegar a tiempo, tal vez mi


cuidado excepcional hacia mi desgraciada hija me hacía
merecedor a la conservación de su vida; no lo sé―lo cierto es
que sintiendo que lloraba, subí rápidamente y supe que a más
de su sufrimiento, se lo ocasionaba el miedo, porque sentía
fuertes golpes en su cama. Al momento la tranquilicé
diciéndole que era su médico que venía a dictar los remedios
de esa manera, siendo de advertir que cesaron los ruidos
mientras así me expresaba; y preguntando luego si había
acertado, la contestación por un golpe fuerte no se hizo
esperar. Los golpes continuaron dictándome lo que debía
hacer inmediatamente a la enferma. Pregunté luego si
convenía enviar el telegrama, y dos golpes indicaron la
negación. Todo se hizo como había sido indicado, y al día
siguiente se pronunció la más franca mejoría.
Ahora bien: ¿Cómo se puede explicar este hecho? ¿Era la
niña el propio médium, o era mi señora? Esta tiene la
mediumnidad tiptológica, pero no con la fuerza que en aquel
momento sentí. Por lo demás, el fenómeno requiere la
imposición de las manos, y allí los golpes principiaron estando
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ella lejos de la cama donde tenían lugar los golpes. Puedo


suponer que los protectores espirituales, en vista de la
urgencia, apuraron los fluidos de la enferma a riesgo de
producirle un desequilibrio pasajero para salvarla del mayor
peligro; y puedo también pensar en una manifestación de
espíritus de gran elevación, que, tal vez puedan actuar en
casos dados directamente sobre los fluidos o fuerzas libres
del espacio sin recurrir al fluido animalizado de los médiums.
Cuanto menos material el espíritu parece que menos facilidad
tiene para la producción de los fenómenos físicos por
intermedio de las personas; pero un estudio más avanzado de
los hechos del Espiritismo, nos demuestra que a medida que
el espíritu se perfecciona, pasando cierto límite, ensancha el
poder de su voluntad, lo que es lógico; mayor dominio debe
tener que un espíritu atrasado sobre los fluidos y fuerzas
generales, por cuanto se acerca a la fuente de todo poder y
fuerza.―a DIOS.
◆◆◆◆◆◆

Existe otra clase de fenómenos del género llamado


espontáneo.
Muchas veces se sienten los movimientos de los muebles;
parece que caen, se rompen o se arrastran, y sin embargo,
cuando se entra en el cuarto en que ello tiene lugar, todo está
en su sitio.
Tales ruidos simulando un hecho semejante, dudo que
hayan sido obtenidos por más de unos cuatro o cinco
mediums notables de los que hasta el presente conoce el
Espiritismo.
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Sin embargo, se ha observado a menudo el fenómeno, en


todas las épocas y en diversos puntos de la tierra; sólo citaré
dos casos.
Como Presidente del Centro de Propaganda, recibí, no ha
mucho, una carta de un caballero residente en San Juan, de la
cual tomaré lo siguiente: Tengo 33 años, dice, y desde niño he
oído ruidos extraños, a que no encontraba explicación alguna,
hasta que he empezado, ha poco, a conocer el Espiritismo.
Hallándome en Chile, contaba yo apenas 14 años cuando
murió una tía mía a algunas leguas de nuestra residencia. El
mismo día del fallecimiento, en las primeras horas de la
noche, estando reunida toda la familia y algunos amigos, en
momentos de religioso silencio, porque mi padre, ya anciano,
después de pronunciar algunas palabras de cariño para su
hermana, había dejado correr sus lágrimas, oyese que la llave
de la puerta que daba al zaguán exterior, giraba y se corrían
los pasadores por un poder invisible, abriéndose la puerta de
par en par.
Miráronse todos con inquietud, y un momento después las
visitas se retiraron asustadas.
Cuando nos hubimos acostado, yo y mis hermanos sentimos
el ruido de pasos cortos y el roce de un vestido sobre el tripe
de la habitación. Estos pasos iban y venían hasta la puerta del
dormitorio donde se hallaban mis padres. En ese dormitorio
había luz y los pasos deteníanse ante aquella puerta, como si
hubiera vacilación en penetrar allí.
En nuestro gran dormitorio había dos mesas llenas de
adornos. Los pasos se detuvieron, y sentimos movimientos de
las mesas y contenido; luego pareció que una de ellas era
destrozada, y que sus pedazos caían esparcidos por toda la
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habitación, conjuntamente con ruido de las porcelanas que se


rompían. En seguida los pasos se dirigieron a la otra mesa,
sucediendo igual cosa.
Mi hermano mayor exclamó entonces: ¿Qué demonio! ¿Hasta
cuándo nos fastidiará la tía!. Cesaron entonces los ruidos en
nuestra habitación; pero oímos los gritos angustiosos de mi
hermana. “Mamá, mamá, decía: ¿no siente que mi tía viene a
mi cama? La siento, se detiene junto a mí, Mi madre
contestaba;―Hija yo no siento nada; es ilusión tuya; tenemos
luz y nada se ve; pero si tienes miedo, será por la disputa que
ha pocos días tuviste con la tía. Entonces mi hermana hizo el
propósito de perdonarla, cesando después toda
manifestación.
Al día siguiente supimos que mi madre nada había sentido
del estrépito movido en nuestro cuarto, y vimos con extrañeza
las mesas y su contenido en perfecto estado.
En este caso; parece que el médium fuese la misma persona
que nos ha escrito, puesto que desde niño ha sentido
manifestaciones. Pero, seguros estamos de que, en caso de
pertenecer a una sociedad espírita seria, no darían sus fluidos
para tanto; es probable que los buenos espíritus evitarían el
movimiento excesivo de ellos antes de obtener el desarrollo
paulatino de la mediumnidad. Para ser ésta ejercida
continuamente, exige que el ser recupere con facilidad los
fluidos que proporciona; siendo de advertir que tienen que
sufrir una transformación en el organismo, lo cual exige más
o menos tiempo, según el grado de desarrollo medianímico.
Len cuanto a mí, puedo decir que no me han faltado hechos
que observar; entre ellos, citaré el que tuvo lugar durante
algunos meses en la casa paterna, después del fallecimiento
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de un miembro de la familia. Parecía que todos los muebles se


rompían, había verdadero estrépito y sin embargo, nada se
movía en realidad.
Como se ve, abundan estos fenómenos, que son, sin
embargo, de difícil producción en las sociedades espiritistas,
lo que a primera vista no encuentra explicación. A la verdad,
parece lógico suponer que lo contrario debiera tener lugar.
¿Cómo se explica esta aparente contradicción? La
mediumnidad exige un desarrollo paulatino y prudente, a fin
de mantener el equilibrio de los fluidos en el médium, que
para serlo definitivamente de materializaciones, o tan solo de
efectos físicos (1), debe convertirse en una especie de
acumulador del fluido vital, o sea de su concentración y
expansión continua.
En definitiva se comprende, pues, que si en las sociedades
espíritas no se obtienen con facilidad fenómenos
extraordinarios de efectos físicos, es porque los buenos guías
de ellas atienden ante todo a la conservación de la salud de
los médiums, y proceden con la prudencia que cada caso
exige.
Sin embargo, hay excepciones, como en el extraordinario
caso inserto en el Globe, de Boston (1), a fines de octubre de
1883.
Una casa en Sándwich (Massachussets), ha sido el teatro
donde se ha observado uno de los más sorprendentes
fenómenos de que tengamos memoria.
Ocupaban la casa la Sra. Carlota Sampson, de cerca de
sesenta años, la señora Elisa Connors de veinticuatro años, y
el Sr. Swift, hermano de la señora Sampson.
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Ambas señoras profesaban la religión cuácara. La señora


Connors era sumamente afable con su simpático e ingenuo
modo, y evidentemente una de esas naturalezas que ningún
pensamiento es capaz de perturbar y solo se dedicaba a
seguir sin hipocresía los puros dictámenes de su fe.
Era admirable la paciencia y resignación con que soportaba
las molestias de su larga enfermedad, en medio de su difícil
posición.
Según el despacho dirigido al reportero del Globe, la señora
Connors había conocido que inválida e impotente por largo
tiempo, su caso era considerado como perdido por los
diversos médicos llamados para aliviarla.
Según su propio testimonio, hacía ya mucho tiempo que no
abandonaba el lecho y estaba inhábil para hacerse el más
pequeño servicio.
La primera señal que le dio a conocer la intervención de una
potencia oculta, acaeció del modo siguiente:
La señora Sampson colocó un día en el aposento de la
enferma las sábanas o lencería que necesitaba para mudarse,
puesto todo sobre una silla, y habiéndosele olvidado alguna
cosa, volvió a la pieza contigua.
Un minuto después fue alarmada por un angustioso grito
que salía del aposento ocupado por la enferma.
Corrió precipitadamente, y encontró la pieza en un
pintoresco desorden y la tullida en un estado extraordinario
de excitación nerviosa. Una sola mirada le bastó para
convencerse que la lencería estaba colocada como había
tenido la intención de hacerlo, que las ropas usadas estaban
esparcidas por el suelo y la enferma se encontraba provista de
las limpias.
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La enferma no supo dar ninguna razón, asegurando que el


cambio se había operado instantáneamente, y sólo recordaba
que había sentido su cuerpo como ascendido hacia el techo.
Al principio, este método especial para cambiar la ropa de la
enferma impresionó bastante, tanto a la enferma como a la
señora sana; esto no obstante, pronto se acostumbraron y
llegó a serles natural. Bastaba colocar la ropa cerca del lecho y
el cambio se operaba sin necesidad de ayuda material.
Esta manifestación fue seguida de otras de diferente
carácter. De tiempo en tiempo se encontraban cartas escritas
en la casa, ya en pequeños pedazos de papel, ya en sobres
viejos, etc. También se hallaron en el pavimento sobre una
silla, junto a las puertas, pedazos de paño asegurados con
alfileres u otras cosas diversas.
La mayor parte de estas manifestaciones figuraban venir de
un médico francés que se firmaba De Fulkner, y resultaba de
ellas mismas que el citado Doctor tenía la enferma bajo su
protección, avisándola siempre por medio de escritos, que si
hubiera seguido sus instrucciones respecto de los remedios,
se habría puesto pronto en estado de abandonar el lecho.
Durante un largo período de tiempo, a intervalos regulares, un
poder invisible desconocido le administraba la medicina
poniéndosela en su boca.―No habría podido, dice, aun
queriendo, negarse a recibirla.
Era así que curaba a la enferma en presencia del Dr. Hobart,
de esta ciudad.
Un día encontró un papel escrito que decía: “La señora sufre
un abceso; tal día a malhora llegará ese abceso a un grado de
supuración necesaria y saldrá afuera, esto será su salvación;
téngase pronto para ese momento un vaso de agua, un huevo
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y un pedazo de limón, cuando el agua tome un color perla,


será el momento de dársela a la enferma.
En dicho día se encontraban presentes las dos señoras y el
Dr. Hobart; todos estaban mirando atentamente los objetos
presentes colocados sobre una pequeña mesa cerca del lecho
de la enferma, y en un momento dado, más pronto que lo que
los ojos podían seguir, desapareció el huevo y el limón, y el
agua tomó el indicado color perla.
Esto es lo sucedido y tres testigos están prontos a afirmarlo,
si no es bastante la prueba de que la señora Connors ha
abandonado el lecho y se encuentra completamente sana.
Hechos como el que acabo de relatar, aunque no frecuentes,
no dejan de producirse de tanto en tanto. Ellos dan testimonio
irrecusable de las fuerzas de que disponen los espíritus,
fuerzas que actúan bajo la acción de la voluntad, como se ha
explicado en el capítulo anterior.
Decir que estos fenómenos no son posibles porque van
contra leyes conocidas de la materia, es un absurdo porque el
hombre está lejos de conocer todas las leyes de la naturaleza.
Lo que una fuerza promueve otra puede destruirlo. Así vemos
que la impulsión dada a la bala por la fuerza expansiva de la
pólvora, al cambiar de estado, vence la resistencia del aire y la
atracción de la tierra en el primer momento del movimiento,
siguiendo luego la resultante de las tres fuerzas. Si una fuerza
se manifiesta en la materia que produce lo que llamamos la
pesantez, y esa fuerza nos es desconocida ¿qué dificultad
puede oponerse a que otra fuerza igualmente desconocida la
anule o contrarie momentáneamente, como en el caso de la
bala? Por lo demás, el fenómeno obedece necesariamente a
fuerzas que pueden llamarse desconocidas, si se quiere, pero
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que no anulan en manera alguna la prueba decisiva del hecho


consumado.
Las mayores fuerzas desplegadas por los espíritus con
relación de la materia, son producidas, según lo afirman los
espíritus que acusan un alto grado de adelanto, por espíritus
rudimentarios, groseros, que al desencarnar, arrastran por
afinidad todos los fluidos que animaban al organismo, o bien
por las ideas materialistas que los dominan. Por afinidad
también atraen hacia sí los fluidos animalizados de que la
atmósfera está cargada. Así, bajo la acción del pensamiento,
algunos de esos espíritus toman formas que los videntes
podrían distinguir. Y llega a tanto, a veces, su ignorancia, que
encontrándose así revestidos de poder, creen que lanzan las
piedras con sus miembros fluídicos o que con ellos golpean,
cuando en realidad todo se ejecuta por la voluntad, a la cual
están sujetos los fluidos.

♦♦♦
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CAPITULO V

-Fenómenos físicos que se producen con intervención de los


médiums y que acusan la presencia de inteligencias invisibles-

La tiptología fue al principio del Espiritismo el único medio


de comunicación practicado por los espiritistas. Pero la
observación demostró que muchas personas obtenían el
movimiento de las mesas, mientras la tiptología se producía
con menos frecuencia. De ahí que se conviniese en que los
movimientos de la mesa indicarían, al par de los golpes, por
su número, las letras del alfabeto, obteniendo así, aunque
lentamente, frases y aún discursos.
Posteriormente se adoptó un alfabeto en forma de triángulo
sobre los trípodes, dando a las letras más usuales una
colocación preferente, para evitar muchos movimientos o
golpes. Con esta innovación, las comunicaciones fueron
menos lentas. Mr. Eugenio Nus y sus amigos, obtuvieron así
una serie interesante de comunicaciones, que pueden leerse
en su obra Choses de l’ autre monde.
Este medio de comunicación no puede naturalmente
compararse en rapidez con el que se obtiene por los médiums
de posesión; pero tiene en su favor el ser menos sospechoso.
Verdad es que se ha supuesto que los mismos médiums
movían las mesas y se ha creído que podían simular la
tiptología, pero cierto es también que estas dudas se acentúan
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cuando se oye hablar al médium en posesión o escribir lo que


recibe por la intuición, mientras que con la tiptología no cabe
poner en duda la existencia de una inteligencia que no es la
del médium, puesto que les es fácil a los espíritus en breves
palabras contestar al pensamiento de los presentes, dar un
número de golpes mentalmente fijados por éstos y comunicar
en idiomas desconocidos del médium.
No contentos aun con esto, y deseando asegurar mejor la
independencia del médium, los primeros espiritistas
imaginaron diversos medios de comunicación, basados
siempre en la mediumnidad de efectos físicos, sin que hasta el
presente se haya obtenido un resultado realmente
satisfactorio.
En los Estados Unidos se usó durante algún tiempo una
aguja, que puesta en movimiento por medio de un hilo y de
una polea, designaba las letras marcadas en la mesa. Con esto
se aceleró el trabajo, pero se acrecentó la duda y fue
necesario abandonarlo.
Madame de Girardín obtuvo numerosas comunicaciones
valiéndose de un velador, de treinta a cuarenta centímetros de
diámetro, girando sobre su eje a manera de ruleta. Sobre la
circunferencia estaban trazadas como sobre un cuadrante, las
letras, los números y las palabras sí y no, y en el centro se
había adaptado una aguja fija. El médium colocaba sus manos
sobre el borde de la superficie movible, y bajo la influencia del
espíritu, hacía girar el velador, que se detenía cuando la letra
deseada estaba debajo de la aguja.
Pero como las manos tienen que seguir el movimiento de la
mesa, si la tiptología puede ser sospechosa, más aun puede
serlo este método. Si se obtuviese un movimiento
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independiente, sería el fenómeno más concluyente de que


dispondría el Espiritismo; y esto sería posible, nos parece, si
varios médiums cuyos fluidos estuviesen harmonizados,
emprendiesen la tarea con la requerida constancia.
En la esperanza de conseguirlo, en la Sociedad “Constancia”
propuse, y fue aceptado, otro mecanismo muy sencillo que
deja la movilidad tan solo a la aguja, a fin de suprimir el
demasiado roce y facilitar el movimiento independiente.
Consultados los guías (1), aconsejaron que se ensayase y
designaron cinco médiums, que reunidos alrededor de la
mesa, debían operar durante cinco minutos en cada sesión.
Esto tuvo lugar durante algunas sesiones hasta obtener el
movimiento; pero ha faltado constancia, y este procedimiento,
que, según el guía, si hubiera tenido éxito, sería de gran
provecho para la causa, ha quedado en los preliminares del
ensayo.
Efectivamente, por este medio se habría demostrado que los
médiums sólo tienen en los fenómenos espíritas una parte
puramente automática o de fuerza, y que las inteligencias
dotadas de voluntad y poder que obrarían sobre la aguja, sería
necesario buscarlas fuera del mundo material. Su fuerza
probativa sólo podría, pues, ser comparada con la de la
escritura directa, y aún le sería superior, porque se produciría
en presencia de todos.
Estábamos solos el médium y yo; él tenía sus dos manos
sobre el trípode y yo mi izquierda; apoyaba mi derecha en otra
mesita en que había papel y lápiz. Empezó la tiptología con
mucha rapidez. Para que no dudase de la identidad del
espíritu, me dio su nombre, y el de mi padre, y la fecha de la
muerte de la materia. Esto puede leerlo; pero cuando empezó
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la comunicación y quise hacer otro tanto, un repiqueteo de


golpes se sintió en la mesa. Pregunté al médium lo que
aquello podía significar; su contestación fue, que al parecer,
se deseaba que no leyese. Me propuse obedecer la indicación
pensando al momento que de esa manera quedaría yo más
penetrado de la verdad de la comunicación ultraterrestre de
que todavía no estaba del todo convencido. Pero aún en el
caso de que hubiera intentado leer, no me hubiera sido
posible sin perder las indicaciones tiptológicas, pues apenas
colocaba una letra, ya continuaban los golpes que debía
atender y contar, siguiendo las letras con la vista para darme
cuenta de la indicada. De esta forma de operar resultó que las
letras seguían en el papel sin interrupción, es decir, sin
separación de palabras, lo que dificultó un poco la lectura, en
razón de que, tal vez ex profeso, en las primeras había dos o
tres letras que no correspondían.
¿Quién dictaba aquellas palabras cariñosas? Una inteligencia
estaba allí presente, aunque invisible. No me era posible
entonces formarme una idea de los medios de que podían
valerse los espíritus para producir los fenómenos, pero
forzoso era pensar en otra inteligencia que la del médium o la
mía, puesto que aquél no me conocía ni tampoco poseía el
idioma en que tenía lugar la comunicación; y en cuanto a mi,
ya lo he dicho, no sabía lo que escribía.
Con otra médium, Mlle. Hué, puede presenciar la levitación
de una mesa de salón, de poco más de un metro de largo y de
pesado pie. Estaban presente Mme. De Poblain, Mr. Delacroix
(médium vidente) y otro caballero cuyo nombre no recuerdo.
Era la primera visita que yo hacía en la casa, recomendado por
Mr. Leymarie. Poco después de sentarnos alrededor de la
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mesa, Mr. Delacroix dijo que el espíritu de Delaage que hacía


algunos meses había fallecido, estaba presente. Entonces la
médium exclamó: ¡Ah! Él, que tanto gustaba de la levitación
de las mesas…a ver ahora: Enrique, si podeis levantarla…
Levantose entonces muy pausadamente el mueble hasta unos
sesenta centímetros, obligándonos a ponernos de pie para
seguirlo. Yo observaba con atención: veía bien claramente que
las manos estaban por completo sobre la mesa y pude
agacharme lo bastante para asegurarme de que no había nada
sospechoso por debajo. “A ver, a ver, otra vez, dijo
animosamente la médium, y se repitió así el mismo
movimiento por tres veces consecutivas. Luego el espíritu
dictó algo por medio de la tiptología que daba explicación
sobre las impresiones que había recibido al entrar en el
mundo espiritual.
Por último, fui a casa de otra señora, médium de tiptología,
siempre recomendado por Mr. Leymarie, y obtuvo una
comunicación del mismo espíritu de Delaage en quien
pensaba. Me dio, como lo deseaba, una explicación de un
punto de su obra Science du Vrai, que yo no comprendía.

◆◆◆◆

Aparte de los movimientos de las mesas y la tiptología,


destinados puramente a la comunicación, se producen otros
fenómenos más extraordinarios, por las fuerzas desplegadas,
en que las más de las veces no se demuestra, la existencia de
inteligencias desencarnadas; otras se producen a petición ya
oral o mental de los experimentadores lo cual les asigna un
lugar en este capítulo.
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Mr. Le Dr. Gibier (1) dice que con el médium Slade,


consiguió que una silla, a petición suya, fuese lanzada como
movida por un resorte a un metro y medio de altura, lo cual se
ha repetido, pudiendo garantir que tales proyecciones no
podían en manera alguna atribuirse a mecanismos ocultos,
dadas las precauciones previamente tomadas.

(1) Le Spiritisme (Faquirisme Occidental) año 1887, pág. 328


(2) Tomado de la Constancia, revista espiritista de esta capital, año
1874 pág. 729.

En el New Zeland Times (2) encontramos lo siguiente:

Hará solamente dieciocho meses desde que la propaganda


empezó. En Marzo de 1883, notaron que con colocar la niña
Berta un dedo sobre una silla o una mesa, se ponían estos
objetos en movimiento y recorrían el aposento. La familia no
tenía el menor conocimiento de Espiritismo, y no podía darse
cuenta del poder extraordinario que la niña poseía. No pasó
mucho tiempo sin que Mr. Nation descubriera que los
movimientos se producían bajo la dirección de una fuerza
inteligente independiente de la mente y de la voluntad de
Berta ni de ninguno de los allí presentes. Conociendo esto
interrogó a la inteligencia que operaba y obtuvo resultados
muy satisfactorios.
Una noche, dice Mr. Nation, la mesa elevose del suelo con
nuestras manos sobre ella dándose vuelta sobre otra. Esa
misma noche dije yo: “Si me esconde en la oscuridad, podrá la
mesa encontrarme?. Afirmó que sí por tres golpes, y salirme
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en silencio del comedor a la sala, en donde me acurruqué


detrás de un sillón, en un rincón. Habiendo esperado,
supongo unos cinco minutos, Berta dijo: Busca a papá.
Inmediatamente la mesa se puso en movimiento; atravesando
el comedor cruzó el vestíbulo y entró a la sala, yendo en
derechura al sillón, colocando los tres pies sobre el espaldar
del sillón, como si quisiera decir; “estás detrás del sillón”. Este
incidente intrigó mucho a todos los de la casa. Habiendo
descubierto una inteligencia, seguimos haciéndole muchas
preguntas, y a menudo nos admiraron las
contestaciones―muchas de las cuales se referían a
acontecimientos sucedidos hacía muchos años. Temiendo
hubiese por nuestra parte alguna ilusión o influjo malévolo
extraño, cesamos estas averiguaciones.
Sin embargo, un día, mientras los niños estaban sentados
alrededor de una mesa redonda preparando sus lecciones, el
costado en donde Berta estaba sentada de repente se levantó,
y los demás le dijeron a ella que no lo hiciera. No soy yo,
contestó Berta. Yo no lo puedo impedir. Comprendí cual era la
causa, y dije: Pon tu barba sobre la mesa. Así lo hizo;
inmediatamente la mesa se levantó como antes. Entonces nos
decidimos a investigar en todos sus detalles los fenómenos, y
Beta, teniendo una pluma en la mano, escribió una noche la
palabra “Amy”. Enseguida obtuvo una comunicación
interesante. Las demás criaturas empezaron a dar pruebas de
mediumnidad escribiente, y las sometí a algunas pruebas
difíciles.
Una noche vendé los ojos a Berta para averiguar si
inconscientemente guiaba su pluma, pero aun así escribió las
líneas perfectamente paralelas unas con otras, tan bien como
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teniendo la vista libre. Notando que alguna que otra i carecía


de punto, y lo mismo de cruz alguna t, llamé la atención hacia
este defectillo, y la mano de Berta instantáneamente fue
llevada a corregir estos defectos. También estando vendada
copió algunas líneas de un libro cuyas hojas yo acababa de
dar vuelta, y que ni aun con sus ojos descubiertos hubiera
podido ver. Esto nos asombró todavía más; pero desde
entonces, vendados los ojos, ha hecho descripción de
pinturas, escrito números en la pizarra y hecho las sumas, y
jugado a O y X tan bien como cualquiera de la familia. Esto lo
han visto muchos visitantes. Si preguntamos cuál es el poder
que influye en Berta para que haga esto, la contestación es:
“Amy”, y el Amy éste dice ser su espíritu guía.
Mr. Nation concluye su relato diciendo:
Hay testigos de todos los fenómenos que acabo de
describir, y desafío a cualquiera a que me pruebe lo contrario.
Mr. Home, el más célebre médium, más de una vez fue
levantado sin apoyo visible hasta el techo de las habitaciones,
y dejaba allí una prueba del hecho por medio de un escrito
cualquiera ejecutado a lápiz. Por lo demás, estas levitaciones
han sido presenciadas por personas que merecen toda fe,
pertenecientes a las altas clases sociales.
El médium Eglinton ha sido también elevado algunas veces.
Según la revista Constancia (1) , en el número 13 del Banner
of Light de 21 de diciembre de 1878, se dice lo siguiente:
“El Sr Eglinton ha sido elevado delante de siete testigos. Se
hallaba en éxtasis y se levantó perpendicularmente hasta el
cielo raso; bajó y volvió a elevarse, tomando una posición
horizontal, y se acercó hasta siete pulgadas del gas que
estaba a media luz, poniendo las palmas de sus manos ante
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sus ojos como para guarecerlos de su acción. Todos pudimos


verle claramente, y notamos que se hallaba en estado
sonambúlico. El dice que esta es la vez primera que ha sido
visto flotar a la luz, y yo considero este hecho un gran triunfo
obtenido contra los escépticos.
En siete u ocho ocasiones nos ha comprobado que flotaba
por el aire hasta la altura del cielo raso, pero como esto
siempre sucedía en la oscuridad, esa circunstancia militaba
contra nosotros, aun cuando nos hallásemos en una posición
de poder lógicamente argüir que el hecho era positivo.
Cuando se elevaba en la oscuridad, por lo regular se hallaba
despierto y nos hablaba; los que sentados estaban a uno y
otro lado, cuando el médium ascendía, tenían que subir a las
sillas, y por último sobre la mesa; algunas veces tuvieron que
soltarle las manos. Golpeaba el cielo raso con las manos y con
los botines, y una o dos veces escribió una palabra, o hizo una
señal que yo le indiqué y que se me ocurrió en aquel
momento; las palabras están todavía en mi cielo raso. Hemos
sentido el contacto de su calzado con nuestras cabezas
mientras recorría el círculo que formábamos, pero con
suavidad, mientras que mister Eglinton seguía hablándonos.
Un señor Hugo Fisher (un médium particular) ha sido elevado
en el aire varias veces del mismo modo, y ha escrito su
nombre en mi cielo raso.
Mr. Eglinton ha sido elevado en otra casa particular, y la
señora en cuyo aposento se hizo la sesión fue elevada al
mismo tiempo, siendo ella también médium. Como en la
oscuridad no tenemos más sentido que el del do y el tacto, las
gentes creen que nos hemos dejado engañar; pero la escritura
permanece todavía en el cielo raso, y la elevación a la luz, con
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siete personas por testigos, nos dan la mejor parte del


argumento.
La levitación es una prueba más de lo que he sostenido en el
capítulo I de la primera parte; que la atracción o la pesantez
no es grande sino con relación a nuestra fuerzas.
Mr. Croques, como es sabido, experimentó algunos años
con el médium Home, y comprobó lo que llamó fuerza
psíquica, considerándola durante algún tiempo como la única
causa inconsciente de los fenómenos. Convenciese, empero,
alfil, de que esas fuerzas eran dirigidas por otra inteligencia
que la del médium.
Mientras tanto, sus experimentos le demostraron “la
existencia de una fuerza asociada de una manera aún
inexplicada al organismo humano, fuerza por la cual un
aumento de peso puede agregarse a cuerpo sólidos sin
contacto efectivo. En el caso de Mr. Home, este poder varía
enormemente, sino también de una hora a otra; en algunas
ocasiones esta fuerza no puede revelarse por mis aparatos,
durante una hora o más aún, y después, de pronto, reaparece
con una gran energía. Ella es capaz de obrar a una cierta
distancia de M. Home (no es raro que esta sea hasta de dos y
tres pies), pero siempre es más poderosa cerca de el.
En la firme convicción en que me encontraba en que un
género de fuerza no podía manifestarse sin el gasto
correspondiente de otro género de fuerza, he buscado
inútilmente durante mucho tiempo la naturaleza de la fuerza o
del poder empleado para producir esos resultados.
Pero ahora que he podido observar por más tiempo a M.
Home, creo descubrir lo que esta fuerza física emplea para
desarrollarse. Sirviéndome de los términos, fuerza vital,
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energía nerviosa, sé que empleo palabras que, para muchos


investigadores, se prestan a diferentes significaciones; pero
después de haber sido testigo del penoso estado de
abatimiento nervioso en el cual algunas de estas experiencias
han dejado a M. Home, después de haberlo visto en un
desfallecimiento casi completo, tendido sobre el pavimento,
pálido y sin voz, apenas puedo dudar que la emisión de la
fuerza psíquica no esté acompañada de un agotamiento
correspondiente de la fuerza vital.
Esta es la fuerza de que se valen los espíritus, aumentándola
con los fluidos afines que se encuentran en estado libre en el
espacio.
Siendo esto así; ¿por qué, se dirá, los más de los médiums
de materialización, exigen la oscuridad o por lo menos una
media luz? La contestación está implícita en las siguientes
palabras de Mr. Croques:
Debe comprenderse, pues, que así como las experiencias
científicas, estas indagaciones exigen un perfecto acuerdo con
las condiciones en que las fuerzas se desarrollan.
Así como en las experiencias con las electricidad por
frotación, es una condición indispensable que la atmósfera no
esté muy cargada de humedad y que ningún cuerpo conductor
toque al instrumento mientras la fuerza se engendra, así
también la producción de la fuerza psíquica exige ciertas
condiciones sin las cuales el éxito es muy dudoso. Llamo
especialmente la atención de los observadores sobre este
punto, porque algunas veces se han hecho objeciones a la
verdad de la existencia de la fuerza psíquica por el hecho de
no desarrollarse bajo condiciones arbitrariamente impuestas.
Mientras tanto, los mismos que tan exigentes se muestran, no
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aceptarían las que pudieran imponérseles para la producción


de ciertos experimentos científicos.
Pero puedo agregar que las condiciones requeridas son
poco numerosas, y que de ningún modo imposibilitan la más
perfecta observación dentro del método más exacto y
riguroso.
No ha muchos años que el Chicago Times, diario político,
insertaba en sus columnas que durante algunas semanas, el
célebre médium Jesse Shepard había dado sesiones en casa de
Mr. Bromwell, Pert, Randolphe Street núm. 464, en presencia
de personas instruidas.
Más de un lector espiritista sospechará ya de qué clase de
fenómenos se trata, pues el referido médium es muy
conocido. Las sesiones que con su auxilio tuvieron lugar ante
la Corte-Imperial en S. Petersburgo, en 1869, en presencia de
Napoleón y personajes de la casa del Emperador, y poco
después, en Alemania, donde fue muy apreciado por la
nobleza, le han conquistado un nombre entre los médiums
más notables.
Una de las sesiones, dice el Chicago Times, fue
sobresaliente. Puede decirse que la concurrencia presenciaba
un concierto de música del mundo espiritual. Asimismo se
produjeron muchas manifestaciones físicas, y aunque la sala
estaba llena de gente, todas las partes del programa fueron
coronadas por el más completo éxito.
La música no se parecía en nada a la que se oye
ordinariamente en los conciertos, aun del orden más elevado;
en ciertos momentos los sonidos son de una gran delicadeza y
se afinan tanto que llega un momento en que no son más que
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la sombra de una vibración musical, para emplear un término


expresivo.
Pero el canto maravilloso de Sontag, y de Lablache, el
célebre bajo, fueron lo que muy bien puede llamarse la parte
más culminante y atrayente de la soireé. El acompañamiento
en el piano de esta magnífica producción, tuvo lugar por el
espíritu de Meyerveer; los efluvios musicales que se
escapaban del piano, hacían tanto efecto que parecía una gran
orquesta.
Cuando Piatt, el más severo de todos los críticos, oyó estos
cantos en su propia casa en Washington, declaró en la mañana
del día siguiente en el diario la Capital, que el bajo así como la
soprano eran sobrenaturales.
Cuando se ha escuchado una semejante vocalización
saliendo de la garganta de un solo individuo, debe decirse que
el juicio de los críticos del Este no es exagerado. En cuanto a
la célebre Sontag, se ha podido notar ciertos efectos
absolutamente originales, entre otros, el siguiente: algunas
veces, cuando se esperaba ver al médium detenerse al llegar a
su mayor fuerza de voz, de pronto, y sin esfuerzo de
respiración, el re agudo era acometido y sostenido
plenamente durante cuarenta segundos, que la más célebre
prima donna no ha podido jamás igualar. Después como para
provocar los efectos producidos por la fatiga, las maravillosas
notas bajas de Lablache volvían a tomar el aire en la menor,
manteniendo esta nota más de medio minuto con una fuerza
que hacía vibrar la sala; las conmovedoras entonaciones no
fueron sobrepasadas por el mismo eminente bajo, cuando él
vivía, y su voz incomparable llenaba el inmenso teatro de san
Carlos.
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Otro rasgo curioso del canto de la Sontag son los trinos o


gorjeos. Estos los hace, la mayor parte del tiempo, por
cadencia cromáticas de A en el registro medio hasta la altura
de G (de la á ut agudo); la entonación y la expresión
mantienen encantados a los asistentes.
Mr. Shepard es, sin contradicción, la persona mejor dotada;
conocida del público cada uno de sus facultades, sería muy
suficiente para hacer su nombre célebre en el mundo entero.
No solo las voces de los espíritus nombrados se oyen en las
sesiones conciertos de Shepard, sino diversas voces que
parecen salir de diferentes puntos del salón.
Últimamente el Rdo. Dr. Kallo,, se dice en la revista
Constancia, pastor del Metropolitan Temple, habló en los
siguientes términos de Mr. Shepard:
Los que han oído la espléndida ejecución vocal e
instrumental de la noche del lunes, bajo el patrocinio de esta
congregación, están acordes en decir, que es el más gran
fenómeno musical de este siglo.
Shepard ha cantado en presencia de muchas testas
coronadas de Europa, ha sido sometido a la crítica de los
artistas musicales de mayor renombre, y éstos reconocen
unánimemente que es un prodigio, una maravilla, un
fenómeno hasta aquí desconocido. Shepard ha sabido cautivar
la atención de los senadores y de los miembros del Congreso
de Washington, ha puesto a diarios como el New York Herald,
el Times, la Tribune, en el caso forzoso de que confesaran la
grandeza y variedad de sus fenómenos. Si algunos son
escépticos todavía, que vayan al templo el martes a la tarde
para oir y juzgar por sí mismos.
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Aún más, según lo declara el diario La Lumiere: Mister


Shepard no solo reproduce las obras que los espíritus que le
influencian han dejado escritas, sino también producciones
absolutamente nuevas. Palabras y música, todo se crea al
mismo tiempo, y se desgrana como perlas sonoras bajo los
dedos del médium, o corre como olas rítmicas en
pensamientos profundos.

◆◆◆◆◆◆◆

Estos fenómenos que más o menos acentuados pueden ser


presenciados por todos, puesto que no faltan médiums en
ninguna nación, en ninguna ciudad ni villorrio, bastan para
convencer de la existencia de inteligencias de ultratumba;
pero la curiosidad humana no se satisface con ello y desea
saber cómo se producen. La ciencia materialista suele
rehusarles el crédito, por cuanto se dice chocan con las leyes
naturales a que están sujetos los fenómenos físicos. No debe
extrañarse esto, por lo menos no lo extraño yo, pues me ha
costado mucho aceptar la presencia de espíritus capaces de
actuar de tal manera desplegando semejantes fuerzas. ¿Cómo
pueden hacer vibrar el aire para producir la tiptología, ¿cómo
pueden levantar pesos en que el hombre más robusto se
encontraría en dificultad? ¿cómo, en fin, hacer cantar a una
persona y tocar el piano a la vez con precisión admirable?...
Esto es lo que difícilmente se puede concebir si sólo nos
atenemos a los conocimientos corrientes; pero que se
vislumbra ya, después de haber recorrido el primer libro de
esta obra.
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Es necesario convencernos de que estamos en el A. B. C. de


la ciencia; que no conocemos más que las leyes más visibles
de la naturaleza, como lo comprueba la misma realidad de
estos fenómenos, aún cuando no se les reconozca su origen
espiritual. Es necesario estudiar mejor las fuerzas y considerar
a la materia en su verdadero valor para comprender que no
son tan grandes los conocimientos conquistados como lo
supone la vanidad humana. Es necesario arrancar de nuestra
mente la idea fija que se arraiga con el estudio de la ciencia
actual en cuanto a la materialidad de todos los fenómenos,
para libertar nuestro espíritu de la preocupación y penetrar
más allá en busca de la verdad.
Desgraciadamente, no podemos en el leguaje humano,
transmitir el conjunto de las ideas que se relacionan para
comprender un hecho de carácter complejo en cuanto a sus
causas determinantes. Es necesario, como en los diversos
ramos de las ciencias, ir paulatinamente de lo sencillo a lo
complejo; pero en los conocimientos que abarca esta obra, es
imposible hacerlo así. Al abordar la parte filosófica podremos
ocuparnos en descubrir la primera fuerza que las origina
todas, de la cual todo dimana y depende. Entonces podremos
comprender algo de cómo los espíritus pueden desplegar
tales fuerzas, sirviéndonos al mismo tiempo los hechos por
ellos producidos, a la par de todos los conocimientos
acumulados en esta obra, para encontrar esa primera fuerza.
Si la voluntad divina es la fuerza única, la fuerza primera, la
voluntad de nuestro propio espíritu, creado a su imagen,
aunque infinitamente pequeño y sólo perfectible sin poder
llegar jamás a la perfección de Dios,―la voluntad que nos es
concedida, tiene que ser una fuerza capaz de actuar sobre
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ciertos fluidos con más o menos poder, según el adelanto


espiritual alcanzado, para producir en ellos las vibraciones y
movimientos que son los que en definitiva les constituye en lo
que llamamos fuerzas.
Ya he demostrado cómo opera la voluntad, expresión
genuina del espíritu en los actos del hombre, he explicado, al
hablar del magnetismo, cómo opera esa fuerza sobre otras
personas; ahora, aplicando esos conocimientos a los
fenómenos espíritas, podrán ser comprendidos hasta cierto
punto. Es siempre la misma teoría, la misma explicación. El
espíritu, al querer producir algo, pone en acción al periespíritu
y atrae hasta sí los fluidos animalizados del médium, fluidos
idénticos a los que manejaba cuando en la vida material se
encontraba, con la gran ventaja de que en el estado actual los
maneja con entera libertad; con ellos compenetra las mesas
en que se experimenta, y les impone luego el movimiento que
desea, venciendo con mayor facilidad la pesantez, o sea la
atracción, que cuando hombre era; porque en este caso, tenía
que valerse de órganos materiales cuyo movimiento gasta
gran parte de la fuerza fluidica desplegada por la voluntad en
el organismo.
No os asombreis, recorred con paciencia, si no lo habeis
hecho, la primera parte del primer libro, y os convencereis que
la inercia de los cuerpos, que la pesantez ni la cohesión son
tan grandes como las suponemos; y, en fin, que las fuerzas se
manifiestan en los fluidos imponderables.
La tiptología la producen los espíritus, según su propia
declaración, de la manera siguiente: estando la mesa
compenetrada de fluidos obedientes a la voluntad del espíritu,
fácil les es hacer vibrar la madera en el punto en que dirigen
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un choque fluídico por un simple acto de la voluntad. Pero lo


que no pueden explicarnos, es la diversidad de fluidos
medianímicos, los unos aptos para este fenómeno, otros para
el movimiento y levitación de objetos, otros para producir
acción sobre el propio médium, dependiendo esto de su
organización, de su pasado, y de las afinidades con los
espíritus que le asistan, como en el caso de Shepard.
Preguntando Allan Kardec a uno de los espíritus que le
ayudaron en su tarea, cómo hacían los espíritus para levantar
una mesa o un peso cualquiera, obtuvo esta respuesta.
Cuando una mesa se mueve bajo vuestras manos, el espíritu
evocado va a tomar en el fluido universal lo que necesite para
animarla de una vida ficticia. Preparada, la influencia de su
propio fluido desprendido por su voluntad. Cuando la mesa
que quiere poner en movimiento es demasiado pesada para él,
llama en su ayuda a los espíritus que se encuentran en sus
mismas condiciones. En razón de su naturaleza etérea, el
espíritu propiamente dicho no puede obrar sobre la materia
grosera sin intermediario, esto es, sin el lazo que le une a la
materia; este lazo, que constituye lo que vosotros llamais el
periespíritu, os da la clave de todos los fenómenos espiritistas
materiales.
Los espíritus no pueden hacerse sentir sino indirectamente
por el juego de los fluidos que ellos ven y manipulan o dirigen
en tal o cual sentido mediante la voluntad; son, en una
palabra, fuerzas puestas a disposición del espíritu cuando
desencarnado se halla.
Sin embargo, en contra de esa idea existe la declaración de
muchos médiums videntes. Dicen éstos que ven a los espíritus
haciendo, entre varios, esfuerzos directos para levantar los
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objetos, y que cuando por la mediumnidad se consigue poner


en juego un instrumento musical, un espíritu medianamente
materializado, por lo menos en sus brazos, toca el teclado con
los dedos.
Veamos cómo explicaba esta contradicción uno de los
espíritus que guiaron la pluma de Allan Kardec. En primer
lugar, recuerda que los efectos físicos son casi exclusivamente
producidos por espíritus poco elevados, relativamente
materializados aún, lo cual se concibe fácilmente: un espíritu
elevado no se ocupará ni siquiera cuando en el mundo
material se halle, de futilezas tales; y si en espíritu lo
intentase, no lo podría, porque sus fluidos cuanto menos
materializados, menos efectos directos pueden producir sobre
la materia grosera. Son, pues, los espíritus adocenados los
que ejecutan tales trabajos. En otras palabras: son espíritus
que en su mayoría créense aún en la materia o bien que no
han podido todavía olvidar sus hábitos o actos materiales. De
ahí que muchas veces produzcan, sin darse cuenta del cómo ,
los más extraños fenómenos, puesto que basta la voluntad
para obtenerlos, y ellos piensa que lo hacen directamente con
las fuerzas que en sí sienten, puesto que con ellas operan; de
ahí que pongan en juego sus miembros fluiditos el
periespíritu, que en esta clase de espíritus, conserva casi
siempre la forma humana, no tan solo porque es
relativamente materializado, como ya lo he dicho, sino porque
esa forma responde al pensamiento del espíritu.

♦♦♦
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CAPITULO VI

De las manifestaciones visuales o apariciones en diversos grados de


visibilidad hasta la materialización.

Es indudable que los espíritus pueden hacerse visibles. Tal


es la persuasión de los espiritistas que ya cuentan por años el
tiempo de la observación y del trabajo en Espiritismo.
Antes de intentar la explicación de estos hechos, creo
conviene darnos cuenta del por qué no se ven los espíritus. No
se ven como no se ve la electricidad, porque los fluidos no se
oponen al paso de la luz como no se opone el cristal. Nótese
bien que me refiero a la vibración, pues, por lo demás, todo
cuerpo está compenetrado por el éter, que como se ha dicho,
es uno e indivisible; pero los cuerpos que podemos ver,
descomponen las vibraciones del haz de luz absorbiendo
parte de ellas y reflejando otras, de lo cual resulta su visión y
color en nuestra retina.
Uno de los guías espirituales de la Sociedad “Constancia”,
que ha dado pruebas de gran elevación e inteligencia, nos
decía que “ni el alma humana, en su fluido periespiritual, por
depurado que sea, deja de ser compenetrado por el éter, lo
cual, agregaré, es atestiguado por el hecho mismo de la
invisibilidad.
Los antiespiritualistas lo son porque no quieren darse el
trabajo del estudio por medio del cual hemos llegado los
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espiritistas a asegurarnos de que en todos los fenómenos


antes llamados sobrenaturales, toma parte la materia en su
estado fluidito imponderable, las leyes que la rigen y una
voluntad que opera dentro de ellas, como opera el hombre en
la materia tangible mediante el conocimiento de las leyes
dichas naturales a que está sometida.
Hasta los más noveles espiritistas saben que la
inmortalidad es un hecho probado por la comunicación
revelada mediante el fenomenalismo espírita; y deben, en
consecuencia, comprender que la voluntad, facultad directa
del espíritu, conserva el poder de actuar sobre su cuerpo
fluidito o periespiritu con más libertad que cuando constituía
con el cuerpo la dualidad humana.
Las manifestaciones de los espíritus, sea cual sea su forma,
exigen la intervención del periespíritu; pero así como por
medio de él puede el encarnado obrar sobre los nervios, por
éstos sobre los músculos y en último término sobre los
objetos que le rodean manipulándolos y utilizándolos de tan
diversos modos; así también el espíritu en libertad obra sobre
los fluidos de los encarnados, y en último término sobre los
elementos substanciales de la materia, y combinándolos
produce en su periespíritu, en el caso de que nos ocupamos,
una disposición particular que no tiene analogía para nosotros
y que le hace perceptible.
La mayor o menos perceptibilidad del espíritu que quiere
hacerse visible, depende entonces de la habilidad y de la
fuerza que desplega en el manejo de los fluidos, como
asimismo depende de la afinidad que encuentra en los fluidos
del médium. Tal es la causa de los diferentes grados de
visibilidad, desde la que solo permite la percepción al médium
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hasta la que está al alcance de todos los presentes en la


oscuridad, y la que constituye la materialización que todos
pueden ver a la luz del día.
Si varios son los grados de visibilidad que pueden afectar
los espíritus, varias son también las aptitudes de los
encarnados para verlos, sea por causas permanentes de las
relaciones existentes entre el organismo y el periespiritu, sea
por otras pasajeras y con sujeción a estados patológicos
especiales o de excitación moral que pueden producir un
desprendimiento más o menos parcial del periespíritu.
Las causas permanentes constituyen la videncia
medianímica. Algunos videntes no ven sino en la oscuridad y
conservando los ojos cerrados. Estos ven, pues, como los
sonámbulos, por el periespíritu, o sea, adquieren
momentáneamente la vista directa del alma. Otros ven con los
ojos abiertos. Esta facultad, según algunos espíritus, consiste
en que dichos médiums poseen un aparato visual susceptible
de ser sensibilizado por medio de los fluidos. El ojo del
médium es entonces una cámara oscura que adquiere una
potencia considerable, marcándose en ella tenues vibraciones
que pasan desapercibidas para la generalidad.
Los moribundos, en los casos de una debilitación gradual,
suelen ver a los espíritus que rodean el lecho y que ya obran
sobre él con sus fluidos benéficos y simpáticos, con el fin de
ayudarles en el penoso trabajo del desprendimiento del
cuerpo material. En tal estado reconocen a dichos espíritus y
los nombran cuando ya por la vista material no distinguen a
los seres queridos que son aún de este mundo. Los médicos y
la preocupación materialista atribuyen el fenómeno al delirio o
a la alucinación, sin fijarse que aquel exige un estado febril
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con ataque de sangre al cerebro, cuando todo lo contrario es


lo que se presenta en el físico, y que ésta, la alucinación, solo
puede tener lugar por la excitación del sistema nervioso en un
grado excepcional de vitalidad.
Así pues el alma es en definitiva la que ve, pudiendo
hacerlo a la luz del día como en la oscuridad, porque la luz
que ilumina al espíritu es otra; es la luz del alma. Las
sociedades espíritas reciben a menudo pruebas de ello
proporcionadas por los espíritus materializados en la
oscuridad; por el movimiento de objetos que se elevan en el
espacio de la habitación y se deslizan por entre los
concurrentes sin herir a nadie; y también por las posesiones,
puesto que los médiums manteniendo los ojos cerrados,
ejecutan actos que les sería imposible ejecutar en estado
normal.
Siendo esto así se comprende que algunas personas, cuando
evocan o se concentran, caigan en una especie de éxtasis y
vean a los espíritus que a ello se prestan por un simple acto
de voluntad.
Cuando el éxtasis es muy acentuado el alma algo adelantada
se eleva a grandes alturas, quedando unida al cuerpo tan solo
por un lazo fluídico periespiritual; pero este fenómeno exige
que el organismo sea de una extrema sensibilidad y
delicadeza: de ahí que participe de las sensaciones del
espíritu, presentando el aspecto de la contemplación y de la
beatitud, algo que da una idea de lo que en esos momentos
percibe el espíritu.
Personas tan bien dotadas, pueden recordar lo que durante
el sueño fisiológico ha visto y oído el espíritu.
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Como debe suponerse, no me refiero a los ensueños


vulgares, generalmente ridículos o sin hilación, que son, por el
contrario, fruto del atraso del ser o de excitaciones nerviosas
que no permiten que la materia repose profundamente.
Sin embargo, el espíritu también se aleja, más o menos, en
esas como en todas las personas durante el sueño; pero no
conservan el recuerdo, guardando tan solo la resultante de la
velada espiritual. Por eso es que despierta uno con el ánimo
mejor dispuesto para continuar la dura prueba o con el alma
satisfecha, gozosa, aunque no haya motivos del orden
puramente humano.
Recuerdo que mi madre dio más de una vez pruebas de que
su espíritu recorría buenas distancias durante el sueño. Varias
veces al despertar contaba lo que había visto en tal o cual
punto, y resultaba luego ser cierto.
Una noche, entre otras, despertó muy conmovida diciendo
que su hermana Eustaquia había muerto, y quedó por ello
profundamente apesadumbrada, a pesar de las reflexiones
que se le hicieron. Entonces no había telégrafos ni cruzaban
los vapores con tanta regularidad nuestros ríos. De ahí que
pasaron algunos días hasta que se confirmó el triste anuncio
que debía llegar de Paysandú.
Algunas personas tienen el don que llaman de doble vista.
Swedemborg dio pruebas evidentes de que poseía esta
facultad en alto grado. No debe creerse, sin embargo, que el
espíritu pueda trasladarse, estando la persona en estado de
vigilia, al punto de ver lo que pasa a grandes distancias. Lo
que buenamente tiene lugar, es que al vidente le presentan los
espíritus un cuadro fluídico, siguiendo en esto las causas y
efecto que se observan en el magnetismo con las sugestiones.
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Una hermana mía tuvo algunas veces pruebas de que poseía


la doble vista. Cuando veía lo que pasaba a distancia, quedaba
inmóvil y con los ojos fijos. Una vez, recuerdo que se paseaba
por una alameda en la estancuela que poseía entonces en
Motón, y de pronto se detuvo y exclamó: Ay! Dios mío, se
quema, se quema el cuarto de P…. casi se ha quemado…ya se
apaga…” Siguió así expresando todas las peripecias del caso.
Cuando concluyó, los presentes la interrogaron
diciendo:―¿Qué puedes haber visto? Es una ilusión; eso no
puede ser. “Yo no sé, contestó, no comprendo lo que me
sucede en estos casos; parece que estoy viendo todo lo que
he dicho, y tengo temor de que sea cierto, porque como
sabeis, no pocas veces he adivinado así lo que sucedía lejos
de mí.
Pasaron algunos días y se supo que efectivamente había
habido fuego y que cuanto viera mi hermana era exacto.
Esto en cuanto a la visibilidad de los espíritus sin la
presencia de médiums de materialización, y a la facultad de
ver espiritualmente qué poseen algunas personas. Pero
cuando la visibilidad es buscada por los espíritus, disponiendo
de un médium ad hoe, se hacen visibles para todas las
personas presentes.
Estos sorprendentes fenómenos, donde tienen lugar con
más frecuencia, es en los Estados Unidos (A. del N.) Sin
embargo, han aparecido, de tanto en tanto, algunos médiums
de materialización en Inglaterra y en Francia. Esos médiums
recorren en el mundo. Sus sesiones se pagan porque esa clase
de médiums pierden después de cada sesión mucho de su
vitalidad, quedando por más de veinticuatro horas inhábiles
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para soportar el trabajo. Ciertamente que los fluidos que les


extraen los espíritus los recuperan, pero lentamente.
Llenos están los periódicos espiritistas de los Estados
Unidos de relatos de sesiones maravillosas en que se
presentan uno tras otros decenas de espíritus, siendo los más
de ellos reconocidos por alguno de los presentes, y
ejecutándose todo a una media luz suficiente para ver hasta
las facciones. En general, los médiums quedan solos en un
cuarto oscuro del cual salen los espíritus; pero con algunos
médiums la materialización se ejecuta a la vista de la
concurrencia. Se ve entonces como una especie de vapor
blanquizco se desprende del médium y va poco a poco
tomando forma. Otras veces, si bien salen materializados de la
oscuridad se, desmaterializan a la vista de todos.
Yo he tenido el gusto de presenciar la materialización en
Inglaterra y en Francia. En parías era producida por la médium
Mme. Babelin. En cada sesión hice, para memoria, la
descripción de lo que vi con todos sus detalles y mencionando
los nombres de las personas presentes. Podría, pues, publicar
las más interesantes, pero eso sería largo y se encontrarían
repeticiones innecesarias. Es preferible dar una noticia de los
principales fenómenos observados, suprimiendo nombres
propios, desconocidos aquí.
Para obtener una entrada en el salón de Mme. Babelin, era
necesario solicitarla con anterioridad a los días señalados,
pues eran muchas las personas que lo deseaban y solo se
admitían catorce a la vez, por haberlo así dispuesto el guía de
la médium. Allí ví varias veces al doctor Chazarín, a señoras y
caballeros de las clases acomodadas e ilustradas de la
sociedad, entre éstos un periodista que, según me dijo,
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formaba entonces parte de la redacción del Fígaro y venía allí


por la primera vez, deseoso de verdad que él consideraba
opuesta a la existencia de los espíritus. Sin embargo, su
impresión fue contraria a su deseo, cómo me lo manifestó
después de algunas sesiones.
Antes de dar principio a las sesiones, las señoras eran
invitadas a revisar el traje de la médium, lo que se ejecutaba
en un cuarto inmediato, mientras los caballeros
inspeccionaban la habitación. Hecho esto, dos personas
elegidas entre los más incrédulos ataban a la médium en su
silla, quedando así cerca de una mesa y rodeada por los
visitantes, que hacían la cadena tomándose de las manos.
Como se ve, Mme. Babelín, no podía producir efectos sino
en la oscuridad, pero de tanto en tanto, el espíritu guía, en
posesión de ella, pedía luz para que se comprobara que la
médium seguía atada a la silla y que nadie ajeno a aquella
reunión había penetrado en el recinto.
Cuando los espíritus se proponían producir alguna
materialización importante o algo que exigiera una gran
acumulación de fluidos, pedían por medio de golpes en la
mesa que los circunstantes cantaran a media voz. Se elegían
los cantos más sencillo o populares, que producían un efecto
simpático al corazón y a veces al oído.
Sobre la mesa se habían colocado dos cajas de música, una
campanilla, algunos abanicos, papel y lápiz.
Generalmente se sentía que las cajas de música se elevaban
alternativamente en el espacio, mientras manos invisibles les
daban cuerda, y siguiendo sus tocatas, pasaban sobre las
cabezas de los presentes o rozando suavemente las rodillas,
según el deseo mental de cada uno, sin hacer jamás mal por
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medio del choque, lo que no deja de ser notable, puesto que


reinaba la más completa oscuridad. Los abanicos hacían su
juego echando viento; la campanilla recorría también la
habitación sonando y chocando con el techo. Algunas veces,
sin que hubiera flores, aparecían éstas, cayendo cantidad en
las faldas de las señoras, o siendo colocadas graciosamente
en sus cabellos y en los ojales de la levita de los hombres.
Las materializaciones más generales son de manos, visibles
por la luz azulada que arrojan de la punta de los dedos. Se
presentan a veces materializaciones del busto. He visto varias,
entre otras la de un espíritu que saludaba a todos, moviendo
los dos brazos a la vez, lo que, mediante la luz ya indicada,
hacía percibir el todo del busto. Deseando yo verlo mejor, le
rogué que hiciese lo posible para que pudiera distinguir bien
su fisonomía. Entonces se me acercó mucho y alumbrándose
con sus dedos luminosos, me hizo ver distintamente la cara
de un joven turco, con un turbante blanco. Por segunda vez,
antes de desaparecer, vino a mí, y haciendo igual cosa, pude
verlo más descolorido, sin brillo en los ojos y con el bigote al
parecer blanco: ya se iba desmaterializando.
En otra ocasión, cuando se hizo luz, vimos al periodista
antes mencionado sin sus anteojos, y a una señora que aquél
no conocía con ellos puestos. Supimos entonces que había
pedido mentalmente se los quitasen y los pasaran a cualquiera
de los presentes, sintiendo en seguida que se los sacaban.
Recuerdo también que al decir uno de los presentes que le
sustraían la cartera, yo sentí que me abrían una mano y me
depositaban en ella un objeto, que era el indicado.
Tanto y tanto, no podía dejar de contribuir a afirmar mis
recientes creencias. Sin embargo, quise probar si estando solo
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en el hotel, tenía algún espíritu cerca de mí, rogando que sí


era así, me diera una prueba en la primera reunión;
consistiendo esta en colocar una siempreviva en el ojal de mi
levita, lo que tuvo efectivamente lugar.
El último trabajo que presencié que me dio la prueba de lo
que pueden los espíritus por medio de los agentes fluídicos de
que disponen en estas ocasiones, fue el siguiente:
He dicho que había una mesa, y que la médium estaba atada
en una silla. Pues bien, después de haber cantado un buen
rato a solicitud de los espíritus, sentimos que todos los
objetos que estaban sobre la mesa eran esparcidos sobre las
rodillas de los presentes. Poco después, sin haberse sentido
ruido, la médium aún dormida, pidió luz, y grande fue
entonces nuestra sorpresa: sobre la mesa estaba madame
Babelin sentada en su silla y perfectamente atada, siendo de
notar que la señora es muy gruesa, y por tanto de mucho
peso. Para producir, sin ruido, aquel cambio de posición,
hubiera sido necesaria la fuerza de cuatro hombres, y no digo
ese número, sino ni uno solo podía pasar entre la mesa y los
que formábamos la cadena.
Como lo he dicho, también en Inglaterra he tenido ocasión
de observar estos mismos fenómenos. Cerca de Londres, en
Strafford, residía un médium, Mr. Herne. Este señor recibía
dos veces por semana a las personas que le eran
recomendadas, pero como no era rico y tenía que perder su
tiempo, se hacía pagar cinco chelines. La primera vez que
asistí, sólo estaban presentes tres caballeros, dos señoras que
no conocía y Mr. Burns, a quien estaba recomendado.
Primeramente pusimos las manos en la mesa y se apagaron
las luces, oyéndose poco después varias voces de personas
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que tuviesen la posibilidad de moverse en el espacio. El


médium se quedó muy luego en un estado que solo se puede
comparar al letárgico. Entonces pasamos al cuarto contiguo,
separado por una cortina de aquel en que quedaba el médium.
Encendiese una vela, que fue colocada dentro de un sencillo
aparato de madera muy fina, que además de ser transparente,
tenía una abertura que dejaba escapar directamente la luz
sobre un piano. Uno de los presentes tocó hasta que
empezaron las apariciones, lo que tuvo lugar a los 15 o 20
minutos.
Se presentó primero una forma de mujer, que tanto por la
voz como por su aspecto, me recordó al punto una joven que
ha conocido que ha más de 23 años falleció. Sin poderlo
remediar me sentí atraído hacia aquella hermosa visión; pero
así que avancé hacia ella, desapareció tras de la cortina.
Mientas tanto se oían voces de los dos espíritus familiares al
médium, John King y otro cuyo nombre no recuerdo. Nos
dirigían algunas palabras a veces chistosas que nos hacían
hasta reír, siendo de notar no solo la diversidad de las voces,
sino también de carácter.
La segunda vez que presencié estos experimentos, aunque
la voz no hubiese cambiado, hubiera ya reconocido, cuál de
los dos espíritus se dirigía a nosotros.
El que toma el nombre de John King se ha materializado
varias veces en diversos países y por distintos médiums; su
retrato existe en algunos centros espiritistas. El otro espíritu
dice haber sido payaso en su última encarnación. Aunque bien
intencionados, puesto que están al servicio activo de la idea
de traernos las creencias salvadoras, para evitar la caída de la
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humanidad en la embrutecedora senda del materialismo, no


son espíritus elevados.
Con este motivo me permito recordar aquí que, los espíritus
superiores, no se prestan a la producción de los efectos
materiales, como movimiento de cuerpos pesados, golpes y
materializaciones. Para obtener su presencia, es necesario
disponer de un buen médium; reunidas varias personas con el
deseo de instruirse y progresar moralmente.
Siguiendo mi interrumpida narración, diré que aparecieron
luego dos formas de mujer, y por último John King, con su
aspecto original y traje especialísimo (1) del tiempo en que
vivió, ha unos tres siglos. Debió ser de formas atléticas,
siendo su voz y su presencia imponentes. La luz, ya lo he
dicho, era bastante para distinguir los menores detalles de las
formas que aparecían.
Así terminó la reunión, no quedando yo aún satisfecho, lo
que no es de extrañar, pues he sido durante más de diez años
materialista consciente (lo que de paso sea dicho, no es muy
general) y entonces estaba tratando de instruirme en la nueva
doctrina espiritualista, y dándome cuenta de la verdad de las
manifestaciones materiales, necesarias actualmente para que
la humanidad, tantas veces burlada y engañada, pueda al fin
creer de una manera definitiva.
Un pensamiento me perseguía. El cuarto donde estaba el
médium tenía una puerta y una ventana. ¿No era posible que
personas vestidas como lo requerían las circunstancias,
viniesen por aquellas aberturas? Los cinco chelines podían dar
para todo esto. Manifesté estas dudas a Mir. Burns, redactor
del Spiritualista, y le rogué preguntase a mister Herne si en
otra ocasión me permitiría revisar todo el contenido del cuarto
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y aun algo su persona, poniendo en seguida un sello en la


ventana y puerta. Contestóseme afirmativamente. Fui a la
reunión, llevando dos tiras de papel con mi nombre y la goma
para pegarlas debidamente al través de las aberturas.
Las formas aparecieron igualmente, viniendo hasta mí, casi
tocándome una forma de hombre que reconocí perfectamente.
Con su mirada y su ademán, me detuvo en mi asiento y quedé
tan impresionado, que no me fue posible articular palabra. Era
él, X, tal cual le conocía antes de su muerte en la guerra del
Paraguay. Ya no podía quedarme la más pequeña duda de que
aquellos fenómenos eran reales. Todo engaño, toda ficción
era imposible. Pero ¡Ay!... cuando el descreimiento o ciertas
ideas se han arraigado en nuestra mente, es muy difícil
libertarse de ellas. Yo salí persuadido y confuso. Esto me duró
unos días, y después todo me pareció un sueño, volviendo a
asaltarme la duda. Resuelto, sin embargo, a creer firmemente
o desechar por completo todo, escribí a Mir. Herne diciéndole
que deseaba creer, pero que para ello, sería necesario que
produjese los mismos fenómenos en una casa de Londres que
yo designaría. No opuso dificultad.
En el salón de Mir. Burns establecimos un cortinaje en uno
de los rincones sin entrada ni salida, ni más espacio que el
estrictamente necesario. Cuando llegó Mir. Herne fue casi
desnudado por mí para asegurarme de que no traía nada con
que aparentar una forma.
Apagase el gas y dejamos una lámpara de kerosene, muy
baja y con una pantalla. A esa media luz, pero suficiente para
reconocer de cerca de una persona y hasta distinguir el color
del cabello y de los ojos, apareció una forma que tardó
bastante en presentarse. Mas ¡Qué agradable sorpresa la mía!
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La cortina se abrió en la parte alta, como a dos metros,


apareciendo el busto de una joven que pude perfectamente
reconocer, tenía delante de mí una sobrina mía que yo quería
como a una hija y que murió a los 18 años de edad. No se
presentó ningún otro espíritu; pero eso era bastante; veía
delante de mí a aquella joven que había creído perdida para
siempre, y por la cortina entreabierta, percibía parte de la
pierna del médium y oía sus ronquidos.
En esta capital (Buenos Aires) se ha tenido al médium de
materialización Mr. Camile Bredif. Por su intermedio muchas
personas bien colocadas de esta Sociedad, han podido
observar esta clase de fenómenos. Se dice con mucha
generalidad que en una de las sesiones que tuvieron lugar en
casa de un señor Frane, se presentó la señora de éste
caballero, siendo perfectamente reconocida por todos los
presentes. La descripción detallada de una de esas sesiones se
encuentra en la Revista Constancia del año 1877, pág. 78.
Tomaré tan solo lo siguiente: “El médium se colocó en un
rincón de la pieza detrás de una cortina oscura en un sillón,
dejando una luz que imitaba la de la luna. A los pocos
minutos vimos abrirse la cortina y aparecer la cara de una
mujer de delicadas facciones, tapada su cabeza con un manto
blanco; entró y volvió nuevamente a salir mostrando hasta la
cintura, entró nuevamente dando fuertes golpes en una
puerta; se acercó entonces el dueño de casa, y tomándole la
mano, el espíritu le dijo en voz baja que quería menos luz. Se
hizo así, y en el acto volvió a aparecer en la forma completa,
se apoyó en el brazo del dueño de casa y salió a caminar por
la pieza, dando la mano a varios de los circunstantes.
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Su traje era una especie de batón blanco, su mano suave,


blanca y pequeña como la de una niña.
Después de entrar tras de la cortina, donde permanecía el
médium Sr Bredif en un estado sonambúlico, dijo que quería
dar la mano a todos los presentes, los que se acercaron y
oprimieron aquella mano tan distinta de la del médium por su
forma, blancura y tacto suave y delicado.
Estaban presentes los sirvientes de la casa, a invitación del
mismo espíritu, para que presenciaran la materialización. A
todos les dio la mano, a algunos les tocó la cabeza, a otros la
cara, y al dueño de casa le tomó la mano, la llevó a su cara y
se la hizo tocar, besándole después.
Luego dijo que se iba y que se aumentara la luz para
despertar al médium.
Colocándonos nuevamente con éste en la mesa, uno de los
presentes preguntó si no habría inconveniente en tocar al
médium mientras el espíritu se hallaba materializado fuera de
la cortina: la mesa contestó que podía hacerlo: tu feras bien.
La sesión de materialización duró desde las 8 y 35 hasta las
9 y 10; en todo 35 minutos, quedando todos lo más
satisfechos; nadie esperaba que delante de trece personas se
obtuviera tan completa, pues generalmente suele acontecer lo
contrario, por lo difícil que es armonizar las voluntades y los
fluidos de muchos individuos. Con este mismo médium
obtuvo el señor Ingeniero Encina varias pruebas de la
materialización y habiéndose empeñado con el Dr. Miguel
Cané para que presenciara uno de esos hechos, consintió éste
en ello, según lo dijo en el diario El Nacional, bajo la condición
de que se le permitiría meter al médium en una bolsa con
jareta, que él se encargaría de sellar. En la creencia de que de
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esta manera nada se produciría, dejaron los dos amigos a


Bredif en un cuarto oscuro y pasaron al contiguo, donde se
preparaban a tomar una taza de té, cuando salió del gabinete
la forma perfecta de una joven indiana a quien el Dr. Cané
dirigió la palabra, preguntándole si podría alcanzarle una de
las tazas. Contestó afirmativamente y se la pasó.
Concluida la sesión, el Dr. Cané encontró a Bredif siempre
en el saco e intacto el sello que le había puesto, lo que no le
impidió terminar su relato con la palabra: taumaturgo.
Para que no todos puedan decir esto de los médiums, el 15
de Marzo del 76, ya declaraban varias personas que según el
Banner of Ligth, con la médium Mrs. Stewart, su espíritu
protector tenía por costumbre desmaterializarse ante la vista
de todos. Posteriormente las pruebas de este género han sido
más frecuentes, no dejando ya lugar a ninguna duda. Con
algunos médiums se llega en la actualidad, en los Estados
Unidos, a obtener varias materializaciones a la vez, estando a
la vista del médium.
Lo que ha dado lugar a dudas es el haber sorprendido
algunas veces al médium bajo el aspecto de otra persona;
como así sucedió con el médium Bastien ante el príncipe
heredero de la corona de Austria y el archiduque Juan. Este
hecho suele producirse cuando el espíritu que se materializa
no encuentra fluidos materializados, que lo transforman por
completo. En el caso indicado, que dio mucho que hablar y
que se denominó la trampa de los espíritus, los que relataron
el hecho, no pudieron dejar de hacer constar que al tomar a la
forma, se habían encontrado con algo que se desvanecía ante
la vista, quedando luego la personalidad del médium.―El
sabio Alfred Wallace, ha tenido ocasión en sus numerosas
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observaciones de comprobar el hecho, sin que se pueda,


según él, inculpar por ello al médium, que se halla en estos
casos como siempre en estado inconsciente.
Ahora bien ¿cómo se producen estos hechos? Imposible
contestar de una manera categórica; pero el lector que haya
seguido los capítulos del primer libro, podrá desechar con
menos dificultad la idea de imposibilidad que ante ellos asalta
a la mente. Sabemos ya lo que son las fuerzas, sabemos que
los fluidos que llamamos vitales, están sujetos a la voluntad
del ser espiritual, y que la materia no es más que una forma
transitoria del fluido universal o substancial. Estos hechos,
pues, por sorprendentes que sean, vienen a apoyarse en esos
conocimientos, y al mismo tiempo a demostrarlos en la
práctica. Seguramente que las formas que toman los espíritus
no corresponden a la materia que ha necesitado para ser lo
que es el trabajo secular y evolutivo de la sustancia universal;
posee su apariencia y atributos principales de densidad y
peso, sin tener su persistencia.
Por ahora, he ahí el hecho que se relaciona con otros del
orden de la comunicación espírita. No es posible aún dar
explicaciones de cómo proceden los espíritus, en razón de
que según ellos, no hay palabras con que explicarlo, ni
aunque las hubiese, no podríamos comprenderlo dado
nuestro pequeño grado de adelanto en la materia.
Por otra parte, es necesario no olvidar que el Espiritismo no
viene a darnos la ciencia hecha, ni aun en lo concerniente al
mundo espiritual, porque la ley exige que nuestro adelanto
particular sea conquistado por el propio esfuerzo para
merecer, y que el progreso resulte del conjunto de esos
esfuerzos.
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Los espíritus elevados que podrían darnos luz sobre muchos


puntos, se limitan a acompañarnos en nuestros trabajos; es
que para que los progresos sean duraderos, necesario es que
se conquisten palmo a palmo. Los profesores en las escuelas
hacen para con los niños lo que los
Espíritus guías hacen con nosotros. Ni los unos ni los otros
pueden empezar por el fin.
Llegaremos paulatinamente a explicarnos todos los
fenómenos; solo es necesario estudio y tiempo. Los yoghis de
la India conocen, probablemente, cómo deben prepararse en
sí mismos y cómo deben disponer las cosas para tener alguna
acción voluntaria sobre los fluidos, si hemos de juzgar por lo
que directamente operan. No creo, sin embargo, que sea
gracias a adelantos en las ciencias, por cuyo desarrollo hemos
de llegar al mismo resultado, sino restos prácticos obtenidos
por tradición y emanados de una extinguida civilización.
Aun cuando no podamos todavía darnos cuenta del cómo de
los fenómenos, su realidad nos da luz bastante para
desvanecer nuestro error en aferrarnos a las pocas leyes y
fuerzas que apreciar puede la ciencia como último límite de lo
que se produce en la naturaleza. Esos hechos demuestran que
existen muchas leyes y muchos conocimientos esenciales por
conocer y conquistar; y que lo sobrenatural no existe, a no ser
en el sentido de que los fenómenos se efectúan con el
concurso de seres de ultratumba.
El estudio de los fluidos se facilita ya al hombre por el
Magnetismo y el Espiritismo; y cuando llegue a conocer más
su importancia capital sobre las cosas y los seres, las ciencias
habrán dado un gran paso. Será entonces la ciencia de que
hemos hablado en la introducción; será la ciencia de las
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ciencias, éstas, si no son completas, están en germen unas y


algo adelantadas otras, pero la ciencia, no existe aún: El
Espiritismo era necesario para que fuese iniciada, porque sin
la prueba irrecusable de la supervivencia del alma y de la
justicia divina, ningún conjunto científico, es decir, de verdad,
podrá abarcar la mente humana.

♦♦♦
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CAPITULO VII

Apariciones espontáneas momentos después de la muerte y


fenómenos de bicorporeidad.

Las apariciones de seres queridos que mueren lejos de


nosotros, son muy comunes. Voy a citar solo dos hechos,
pues mi objeto es tener ocasión de teorizar sobre esto,
haciendo una comparación con la bicorporeidad, que, aunque
no tan común, no puede ya ponerse en duda.
El cuerpo astral (tercer período, según los teósofos), dice
Mr. Camile Chaigneau, que está unido al cuerpo propiamente
dicho durante la vida terrestre, está lejos de haber perdido
toda conexión con el mundo material. Sucede más de una vez
que ese cuerpo astral, aún sin el concurso aparente de ningún
médium, reconstituye momentáneamente el cuerpo material
en una aparición tangible, sobre todo poco después de la
muerte. “L’humanité Posthume, del positivista Mr. D’Assier,
relata numerosos casos de ese género, que, al parecer, han
sido perfectamente comprobados”.
En el libro últimamente publicado en Inglaterra bajo los
auspicios de la sociedad For psychycal researches (1) se
encuentra el relato de muchos casos de apariciones, ya
tangibles, ya de simple impresión subjetiva.
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(1) Esta sociedad de personas altamente versadas en las ciencias,


tiene por objeto reunir relatos sobre estos fenómenos y publicar
aquellos que resulten perfectamente comprobados.

A esta última categoría pertenece la siguiente, que copio del


referido libro:
“El 23 de Diciembre de 1574, la reina (Catalina de Médicis)
se puso en cama más temprano que de costumbre, teniendo a
su cabecera, entre otras personas de distinción, al rey de
Navarra, al arzobispo de Lyon y a las damas de Retz, de
Lignerolles y de Sannes, dos de las cuales han confirmado la
narración.
Catalina, que tenía prisa de dar las buenas noches, se arrojó
repentinamente sobre las almohadas, cubriose el rostro con
las manos y con gritos violentos llamó a su socorro a los que
la rodeaban, queriendo mostrarles al pie de su cama al
Cardenal de Lorena que le tendía la mano.―Varias veces
exclamó: Señor Cardenal, nada tengo que hacer con Ud. El rey
de Navarra envió inmediatamente a uno de sus gentiles
hombres a casa del Cardenal, y el enviado volvió diciendo
cómo el Cardenal había espirado en el mismo momento.
Una joven cuñada mía estaba en un colegio en Nancy. Mi
suegro vivía con la familia en St. Dié. Tenía ya sesenta años,
pero nada hacía presumir su muerte., Murió a consecuencia de
una pulmonía doble, en pocas horas. Serían las 4 p.m. cuando
el hecho tuvo lugar, y minutos después D… se despertaba y
veía a su padre que le decía su último adiós. Dio un grito y se
desmayó. Acudieron, y cuando volvió en sí, pidió con tal
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insistencia que la vistiesen de negro y la enviasen a su casa,


que la directora tuvo que concedérselo.
En las Memorias de Alejandro Dumas, según el periódico
L’Espiritisme, de París, en el capítulo XX se encuentra el relato
de la aparición de su padre minutos después de su
fallecimiento.
“Me habían llevado a casa de mi tío, y puesto al cuidado de
mi prima Mariana, en o que yo no sufría contrariedad, porque
jugaba con otro muchacho llamado Picard, que me hacía
fuegos artificiales con limaduras de hierro y me refería
cuentos muy interesantes. Un día, después de estos
pasatiempos, y hacia las ocho de la noche, mi prima Mariana
me acostó en una pequeña cama frente a la suya, y me dormí,
con ese buen sueño que Dios da a los niños como el rocío a la
primavera.
A medianoche me desperté, o mejor dicho, nos despertaron
a mi prima y a mi, por un gran golpe que dieron a la puerta.
Sobre la mesa de noche ardía una lámpara, y al resplandor de
ésta ví a mi prima que se levantaba muy asustada, pero sin
hablar nada.
Nadie podía llamar a esta puerta, puesto que las otras
exteriores se hallaban cerradas.
Pero yo, que al escribir estas líneas siento escalofríos, no
experimenté en aquel momento miedo alguno, y me bajé de la
cama dirigiéndome hacia la puerta.
¿Dónde vas, Alejandro?―me gritó mi prima―¿dónde
vas?―Ya lo ves, respondí yo tranquilamente, voy a abrir a
papá, que viene a decirnos adiós.
Mi prima se tiró de la cama asustada, me cogió por debajo
de los brazos y me obligó a estar en mi camita. Pero yo me
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agitaba, queriendo desprenderme de ella y gritando con todas


mis fuerzas: ¡Adiós papá! Adiós papá!
Alguna cosa semejante a un aliento espiritual pasó por mi
rostro y me calmó.
Sin embargo, volví a dormirme con los ojos llenos de
lágrimas y suspiros ahogados en mi garganta.
A la mañana siguiente nos despertaron cuando era de día.
Mi padre había muerto aquella noche a la misma hora en
que oímos llamar a la puerta mi prima y yo. Entonces yo
escuché estas palabras, que no sabía lo que significaban.
Pobre hijo mío! Tu papá que te amaba tanto ha muerto.
¿Qué boca pronunciaba en mi oído estas palabras que no
comprendía yo, huérfano a los tres años y medio? Me era
imposible darme razón de esto. ¿Por qué me anunciaba la
mayor desgracia de mi vida? Lo ignoro.
Mi papá ha muerto?―repliqué yo a aquella boca invisible
que me hablaba.―¿Qué quiere decir esto?
―”Esto quiere decir que no lo verás ya.”
En estos hechos se cumple una última voluntad del espíritu.
Mas, ¿cómo se puede concebir el fenómeno sin la presencia
de un médium? ¿Cómo , cuando según declaración de todos
los espíritus algo adelantados que a la humanidad se
comunican, el espíritu queda por lo menos tres días en la más
completa turbación? Veamos.
Estas apariciones, que son el resultado de la última voluntad
o deseo del agonizante, han sido observadas por los millares
de personas de todas las creencias, y aun por los más
endurecidos materialistas (1)
Siendo esto así, a primera vista parece lógico suponer que
esas personas estuvieran dispuestas más que cualquiera otra,
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a entrar en el Espiritismo; es decir, en el estudio que de estos


hechos y sus análogos es posible hacer. No es, sin embargo,
así la generalidad las atribuye a una ilusión casual o a un acto
providencia, milagroso, en razón de que, como luego se sabe,
las apariciones de este género, tienen lugar siempre
momentos después de la muerte.

(1) Véase la citada obra: For psychycal researches.

Tales fenómenos no han sido aún explicados por los espíritus.


¿Será necesaria la intervención de una mediumnidad? Si así
fuese, se exigiría nada menos que un médium de
materialización, capaz de dar fluidos bastantes para que el
espíritu que opere pueda concentrarlos en el periespíritu del
fallecido y hacerle así visible, sin que por eso se encuentre allí
materia tal cual la entendemos, o bien que el que tiene la
visión sea médium vidente y obren sobre él para hacerle ver lo
que en el mismo momento otra persona presente no vería.
A mi juicio, es muy posible que alguna vez pueda ser
vidente la persona que percibe la aparición, pero me inclino a
creer que en los más de los casos, otros deben ser los medios
para la ejecución del fenómeno. Tal vez en el momento de la
muerte existe un desprendimiento grande de fluido vital
proveniente de la vida orgánica, que el espíritu podría
aprovechar para materializarse.
La turbación a que todos los espíritus están sujetos no
puede ser instantánea, sobre todo en los casos de muerte
rápida o en las que el conocimiento se guarda hasta el último
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momento. En tales casos el espíritu ha de ver su personalidad


material y comprender su estado. No así cuando se pierde
paulatinamente el conocimiento, porque entonces ya ha dado
principio el acto de la turbación.
Así como el espíritu se turba al encarnar, porque entra en
los elementos de otra existencia, en un medio distinto, así al
desencarnar debe suceder otro tanto.
Pero en el primer momento de la muerte, si el espíritu no va
ya turbado, encuentra a su servicio todos los fluidos que
manejó cuando se hallaba en la materia, y com ellos obedecen
a la voluntad, la materialización es posible en el punto preciso
en que se ha puesto el pensamiento. Por lo demás, estos actos
no han de ser ejecutados sin el concurso de los protectores
que cada espíritu tiene.
Tales apariciones no pueden continuar, porque debiendo
quedar el espíritu con su periespíritu solamente, condición
esencial a la plenitud de la vida espiritual de que ha menester
en el espacio, los fluidos animalizados deben desprenderse y
desde que este movimiento se inicie, principiará la turbación,
más o menos larga, según el adelanto alcanzado.
En suma, la turbación resulta del hecho de la transición
entre dos extremos: la vida material o dual del hombre y la
vida espiritual pura, y esa transición no puede operarse
instantáneamente.
Existe otra clase de fenómeno.―la bicorporeidad o sea la
dualidad aparente de una misma persona. Estos hechos,
aunque raros, han sido perfectamente comprobados y como
pueden explicarse del mismo modo que las apariciones
espontáneas de que acabo de ocuparme, encuentran su lugar
en este capítulo.
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Todos los fenómenos espíritas se relacionan, todos


obedecen a la misma causa, las diferencias, consisten en la
mayor o menor acentuación que permiten las circunstancias.
Así, para darnos cuenta del cómo de tan extraordinarios
fenómenos, debemos empezar por observar que está
perfectamente averiguado que el espíritu ya un poco
desmaterializado por su grado de adelante moral alcanzado,
se separa del cuerpo durante el sueño, quedando unido a él
por un lazo fluídico de que no podemos formarnos idea
mientras estamos en la materia. En esos casos, como ya lo he
dicho y lo demuestran los hechos del sonambulismo, no se
guarda memoria, simplemente porque no ha tomado parte en
ello el cerebro.
Debo consignar aquí, que esta verdad del desprendimiento
nocturno del alma, a pesar de tener en su apoyo los hechos,
como en el caso citado de mi madre, en que al despertar se
recuerda por excepción lo que se ha visto en lejanos parajes,
fue de los que más difícilmente he podido aceptar. Sin
embargo, he tenido que ceder ante la evidencia.
Un día desperté, hace ya 4 o 5 años, con una alegría íntima
y con el sentimiento del que viene de un largo viaje. Lo
manifesté así a mi esposa, y el resto del día experimenté una
satisfacción inexplicable. Pasó el tiempo, dos meses creo, y
una noche, hallándome en la sociedad “Fraternidad”, un
espíritu en posesión hablaba de los ensueños y de la
separación aludida. Yo le hice la contra con los razonamientos
que me vinieron a la mente. El, por toda contestación, me
dijo.―”Recuerdas que el día…(señaló la fecha, que yo he ya
olvidado), te despertaste diciendo que si bien nada habías
soñado, te parecía que venías de un largo y agradable viaje?
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―Sí, lo recuerdo, ―le contesté.


―Pues bien, el viaje lo hiciste en compañía de un protector
que está en este momento presente, y con él fuiste por
primera vez donde tu padre”. En la “Fraternidad”, nadie
conocía a mi señora y ésta olvidó en seguida lo que le dije al
despertar, porque no había puesto atención en ello. En
consecuencia, puede decirse que solo yo podía haber revelado
el hecho.
Algún tiempo después, un amigo que posee la mediumnidad
vidente, me vio una noche, hallándose él en Buenos Aires y yo
a cuarenta leguas en la provincia, habiendo, según me dijo,
mantenido una conversación espiritual conmigo, pues es
también oyente.
Un poco más de elevación mora, mayor cantidad de fluidos
disponibles, y la bicorporeidad tendría lugar, visible para
todas las personas. Acentuad más ambas perfecciones y
podreis explicaros los hechos que relata Allan Kardec, que no
repetiré por ser muy conocidos.
Citaré tan solo uno de los muchos casos que encuentro en la
hermosa obra de Mr. Dalanne L’Espiritisme devant la science,
porque es de los más comprobados.
Sir Robert Dale Owen estaba de ministro de la República de
los Estados Unidos en Nápoles. En 1845, dice este
diplomático, existía en Livonia el colegio de Neuwelke, a doce
leguas de Riga y a media de Wolmar.
En ese colegio había cuarenta y dos pensionistas, la mayor
parte de ellas pertenecientes a familias nobles, y entre las
preceptoras figuraba Emilia Sagée, de treinta y dos años, con
buena salud y de conducta irreprochable. Pocas semanas
después de su ingreso, se apercibieron que cuando algunas
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discípulas decían haberla visto en un sitio, otras aseguraban


haberla visto en un lugar diferente. Un día las niñas, de
pronto, vieron dos Emilia Sagée completamente iguales y
haciendo los mismos movimientos, una, sin embargo, tenía en
su mano un lápiz de tiza y la otra nada.
Poco tiempo después, mientras Antonieta de Wrangel, hacía
su toilette, Emilia pusose a prenderle el vestido por detrás de
la niña, al darse vuelta, vió en un espejo dos. Emilia
prendiendo su vestido y del susto se desmayó. Otras veces,
cuando estaban a la mesa, la doble personalidad de la
preceptora aparecía de pié detrás de la silla de Emilia,
imitando todos los movimientos que ésta hacía para comer;
pero las manos no tenían ni cuchillo ni tenedor. Sin embargo,
esta segunda Emilia no parecía imitar más que
accidentalmente a su persona real, y algunas veces, cuando
ésta se levantaba de la silla, su doble ser parecía tomar el
asiento. En ocasión de hallarse en cama y enferma, la señorita
de Wrangel le leía algo. De pronto la preceptora palideció, y
casi se desmaya. La joven preguntole si se encontraba mal, a
lo que contestó negativamente con voz débil. Momentos
después, la señorita de Wrangel, vió muy distintamente a la
doble Emilia pasearse por la habitación.
He aquí el más extraordinario ejemplo de bicorporeidad
observado en la referida preceptora. Un día, las cuarenta y dos
alumnas bordaban en un mismo salón del piso bajo, cuyas
ventanas daban sobre un jardín. Así pudieron ver que Emilia,
que estaba cortando algunas flores, apareció
instantáneamente sentada en un sillón. Las pensionistas
dirigieron inmediatamente su avista al jardín, y vieron siempre
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a Emilia, si bien aparentando sufrir y moviéndose muy


lentamente; estaba como adormecida y exhausta.
Dos de las más atrevidas se aproximaron a aquella visión
para tocarla, y sintieron una ligera resistencia, que según
ellas, podía compararse con la que produce un objeto de
muselina o de crespón. Una de ellas pasó al través de una
parte de la visión; y después de haber pasado, mantúvose en
toda su integridad por algunos instantes, desapareciendo
luego gradualmente,…… Este fenómeno se reprodujo de
diferentes maneras mientras Emilia guardó su empleo, es
decir, de 1845 a1846; pero hubo intermitencias de una o más
semanas. Se observó que cuanto más material se presentaba
la doble persona, más decaída y en sufrimiento se encontraba
la señorita Emilia.
Lo más extraño de todo esto era que la paciente nada
sospechaba, nada veía y solo sabía lo que sucedía por lo que
la contaban. Semejantes fenómenos inquietaron a algunos
padres, que sacaron sus niñas del colegio, que fue así, poco a
poco, perdiendo hasta cerrarse.
Un hecho resalta de esta narración, dice Mr. Delanne, y es la
íntima conexión que existe entre el estado del cuerpo y el del
doble. Cuando el periespíritu aparece menos vaporoso, más
sólido, el cuerpo se debilita y toma un aspecto de
decaimiento; por el contrario, cuando el periespíritu se
fluidifica, el organismo material recupera sus fuerzas. Esto
indica que existe un lazo entre el cuerpo y su doble. Allan
Kardec nos ha dicho que el alma se aparta del cuerpo durante
el sueño, pero que está siempre retenida a él por un cordón
fluídico, que, de llegar a cortarse, la muerte sería instantánea.
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Quien así puede mostrarse en dos puntos a la vez, tiene, por


el momento, dos cuerpos, el uno real y el otro aparente; el
primero dotado de la vida orgánica y el segundo de la vida del
alma.
Sabemos ya que dada la ley que constituye la dualidad
humana, un cuerpo de la especie no puede vivir sin alma
propiamente dicha, como lo puede la planta; pero sabemos
también que cuando el sueño tiene lugar, el alma no actúa
directamente sobre el organismo, cuando es profundo,
mientras que la vida vegetativa y puramente animal continúa
en todo su vigor; luego podemos comprender que baste la
unión por un lazo fluídico, para que la dualidad subsista. Así
debemos apreciar hasta la separación del alma, en la noche, a
más o menos distancia, según el adelanto moral. Pero no así
cuando se trata de bicorporeidad. Para el caso, la persona
debe estar dotada de una gran facilidad de asimilación de
fluidos y ser dirigida en estos actos por espíritus
desencarnados, es decir, ser un médium especial para la
producción del fenómeno.
La bicorporeidad, en la vigilia es rarísima; los casos más
frecuentes tienen lugar en las horas en que el cuerpo real está
en reposo.
E espíritu gobierna los fluidos, decía en su comunicación un
espíritu, los conoce en su esencia, en su causa, en sus efectos.
El los condensa, los rarifica, los dispersa. Les transmite el
movimiento, la elevación, y a su gusto, los hace ser activos o
inmóviles; su potencia sobre ellos está en razón de su
sabiduría y de su inteligencia.
La potencia que actúa es la voluntad del espíritu, con tanto
más éxito cuanto mayor sea su adelanto. Este es el hecho; por
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su voluntad se traslada el espíritu de un punto a otro en el


espacio, sin darse cuenta del cómo de su traslación. Tenemos
los hechos; tenemos lo fundamental de la ciencia espírita;
saber explicar los detalles, es cuestión de tiempo y de
perseverancia.
Ved lo que puede la voluntad en los trabajos y en los
progresos humanos; ved lo que puede en el propio
organismo, al cual le impone obediencia; ved lo que puede
sobre otro ser por medio del magnetismo, y calculad después
lo que podrá sobre los fluidos generales una voluntad
adelantada.
La voluntad es el atributo esencial del espíritu, sea cual
fuere el estado en que se encuentre, ya encarnado o
desencarnado; pero su potencia depende siempre del grado
intelectual o moral que alcance en el derrotero de su progreso
indefinido.
Así, cuando un espíritu muy adelantado encuentra en su
organización o en sus fluidos de la materia los elementos
necesarios, podrá, como San Antonio de Padua y San Francisco
Javier, hallarse en dos puntos a la vez y producir actos
materiales en ambos. De igual modo, el espíritu algo
adelantado que conserve su lucidez hasta el último momento
de la muerte, podrá aparecer en seguida materializado en sus
propios fluidos y en los que para cada caso de éstos se atraen
instantáneamente del espacio.

♦♦♦
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CAPITULO VIII

Fenómenos de Aportes

El fenómeno de los aportes es poco común, pero en la


actualidad, puede considerarse plenamente probado.
Yo he presenciado el hecho en las sesiones que daba en
París la médium Mme. Babelín.―Se había revisado el cuarto, y,
por lo demás, no eran necesarios los aportes para dar nombre
a la médium, que conseguía ya tan variados e importantes
fenómenos; pero yo no pude comprobarlo de una manera
satisfactoria. Durante una sesión caían confites, que algunos
concurrentes, siendo yo del número, pudimos comer, en la
oscuridad, porque manos invisibles nos los llevaban a la boca.
Hablando de la Señorita Nechol, Mir. Alfred Wallace, dice:
“Cuando esa joven estaba en el desarrollo de la mediumnidad,
la primera vez que obtuvo el aporte de flores y frutas fue en
mi propia casa. Todos los presentes eran amigos míos. Siendo
pleno invierno, la señorita Nichol había venido temprano al té,
y había estado con nosotros en una habitación muy abrigada y
alumbrada a gas, cuatro horas antes de la aparición de las
flores. El hecho esencial es que sobre una mesa desnuda, en
un cuartito cerrado y oscuro (el cuarto inmediato y el pasadizo
estaban bien iluminados) apareció una cantidad de flores, que
no estaban allí pocos minutos antes, cuando habíamos
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apagado el gas. Eran anémonas, tulipanes, chrisantemus,


rosas chinas, etc. Todas estaban perfectamente frescas, como
si acabasen de ser cortadas en un invernáculo. Estaban
cubiertas de un rocío frío y menudo. Ni un solo pétalo
quebrado o ajado, ni estaba fuera de lugar el más delicado
estambre ni la más fina fibra. Las sequé y conservé todas, y
les he adjuntado la declaración de todos los presentes, de no
haber tenido participación alguna voluntaria en traer esas
flores a la habitación. Creía entonces, y creo todavía, que era
absolutamente imposible para la Señorita Nichol el haberlas
ocultado tanto tiempo, haberlas presentado enteramente
cubiertas por una bellísima capa de rocío, precisamente igual
a la que se forma en un día muy caluroso en las paredes
exteriores de un vaso de agua muy fría.
Fenómenos semejantes han sucedido después centenares de
veces en muchas casas y bajo varias condiciones. Algunas
veces, las flores han sido en grandes cantidades amontonadas
sobre una mesa. A menudo han aparecido las flores o frutas
que se pedían. Uno de mis amigos pidió una “flor de sol”, y
cayó sobre la mesa una cuyas raíces estaban aún con tierra.
Una de las más sorprendentes pruebas tuvo lugar en
Florencia con el señor T. Adolfo Trollope, la señorita Trollope,
la señorita Blahden y el coronel Arvey. El cuarto fue registrado
por los caballeros: la señorita Guppy (médium) fue registrada
por las señoras hasta en las ropas internas. El señor y la
señora Guppy fueron sólidamente atados, mientras estaban
junto a la mesa. A los diez minutos de evocación, todos
dijeron que sentían olor de flores, y encendiendo una bugía,
se encontró que los brazos de la señora Guppy y los del señor
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Trollope estaban cubiertos de junquillo que llenaban el cuarto


con su perfume.
Tanto el señor Guppy como el señor Trollope refieren esto
casi en los mismos términos (Informe de la Sociedad Dialéctica
sobre Espiritualismo, pág. 277 y 372).
En el Banner of Light del 25 de setiembre de 1880,
refiriéndose a las materializaciones obtenidas por la médium
Mrs. Esperance, se dá cuenta de que un espíritu materializado
pidió una botella con agua y un poco de arena, la colocó en el
centro de la sala y haciéndole algunos pases circulares, la
cubrió con una tela blanca de la que surge instantáneamente a
la vista de los espectadores. Hecho esto, el espíritu se retiró
colocándose a unos tres pies de la botella. Inmediatamente
viose algo que se iba elevando y extendiéndose hasta alcanzar
la altura de catorce pulgadas. Entonces la forma se adelantó y
descubrió la botella, dejando ver una planta con bastantes
hojas que acababa de crecer en ella. Luego fue apareciendo en
la misma planta una flor de color escarlata dorado. La planta
no era un simple capricho, era una Ixora Craeata. El hecho fue
comprobado por varias personas y se ha repetido en otras
sesiones.
Como se ve, no solo pueden obtenerse aportes, sino el
crecimiento de plantas a la vista de los espectadores. Pero en
el citado caso, la planta estaba oculta. Los fakires de la India
obtienen este prodigio en condiciones más extraordinarias.
Mr. Jacolliot, distinguido escritor, ha presenciado el hecho,
poniendo él todos los materiales, hasta la semilla, y ha visto el
desarrollo paulatino del crecimiento completo. Por otra parte,
si los médiums son pasivos en estos casos, los fakires obran
por su propia voluntad. Ambos procederes estriban en el
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manejo de los fluidos, que, en espíritu, todos estaremos en el


caso de conocer o a lo menos de manejar por simple voluntad,
y, en la materia, como los fakirs, mediante conocimientos
especiales de ocultismo.
Del fenómeno de los aportes, ¿qué explicación podemos
darnos? ¿Habrá de considerarse como el producto de una
fluidificación previa del objeto, a fin de pasarlo en ese estado
al través de los muros? En tal caso, tendríamos un triple
fenómeno, y todos tres de ficícil aceptación, fluidificación,
paso a través de la materia y reconstitución del objeto. ¿Podría
tener lugar esto? El astrónomo Zoëllner, experimentando con
Salde, ha pasado en una cuerda grandes anillos de madera sin
solución de continuidad, sellando luego los extremos de la
cuerda, y, sin embargo, los anillos han sido sacados de ella.
Esto se ha repetido varias veces en la oscuridad, pero en
condiciones de prueba que impedían todo fraude. El sabio
Croques ha visto pasar un tallo de hierba de la China a través
de una tabla. El hecho merece relatarse en todos sus detalles:
El segundo caso (1) que voy a referir, tuvo lugar en plena
luz, un domingo por la tarde, estando presentes el médium
Mir. Home y algunos individuos de mi familia. Mi mujer y yo
habíamos pasado algunos días en el campo y habíamos traído
flores frescas. Al llegar a casa, las entregamos a una sirvienta
para que las pusiese en agua. Poco después llegó Mir. Home, y
juntos pasamos al comedor. Cuando nos hubimos entado, la
sirvienta trajo las flores que había colocado en un florero. Yo
las puse en el centro de la mesa, que estaba sin mantel. Era la
primera vez que Mir. Home veía aquellas flores.
Después de haber obtenido varias manifestaciones, vino a
caer la conversación sobre ciertos hechos que parecían no
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poder explicarse sino admitiendo que la materia podía


realmente pasar al través de una sustancia sólida. A este
propósito se nos dio el siguiente mensaje alfabético: Es
imposible a la materia pasar al través de la materia; pero
vamos a mostraros lo que podemos hacer.
Aguardamos en silencio y no tardamos en divisar una
aparición luminosa que se cernía por encima del ramo de
flores, después, a la vista de todos, un tallo de hierba de
China, de 15 pulgadas de longitud, que formaba el ardor no
del centro del ramo, ascendió lentamente desprendiéndose de
las demás flores, y luego descendió hasta encima de la mesa,
frente al florero, entre este florero y Mir. Home. Llegado
encima de la mesa, aquel tallo no se detuvo, sino que la
atravesó sin torcerse, viéndolo todos perfectamente hasta que
la hubo atravesado enteramente.
Inmediatamente después de la desaparición del tallo, mi
mujer; que estaba sentada al lado de Mir. Home, vio entre ella
y él una mano que venía de debajo de la mesa y que sostenía
el tallo, con el que la tocó dos o tres veces en el hombro,
produciéndose un ruido que todos oímos, dejó después el
tallo en el suelo y desapareció. No hubo más que dos
personas que viesen la mano, pero todos los concurrentes
distinguieron el movimiento del tallo. Mientras esto pasaba,
todos podían ver las manos de Mir. Home tranquilamente
apoyadas en la mesa delante de él. El sitio por donde
desapareció el tallo distaba 18 pulgadas del sitio donde
estaban las manos. La mesa era de comedor con correderas,
abriéndose con tornillos, no era de las que se estiran, y la
reunión de las dos partes de ella formaba una estrecha
hendidura en el centro. A través de esta hendidura fue por
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donde el tallo pasó sin quebrarse; y sin embargo, todos


nosotros lo habíamos visto pasar sin dificultad, suavemente, y
cuando después lo examinamos, vimos que no ofrecía ni la
más ligera señal de presión ni de erosión.
Si hemos de prestar crédito a lo dicho por Croques, la hierba
de la China, no ha sido fluidificada, sino ablandada y
deformada hasta el extremo de pasarla por una rendija
formada por la unión de las tablas de la mesa. Esto es más
posible que la fluidificación y el paso a través de la materia.
En la ciencia solo encuentro los experimentos de monsiur
Shitzemberger que pueden tener alguna analogía con el
fenómeno de los aportes, considerándolo bajo el punto de
vista del paso de la materia a través de la materia.
El sabio químico condensaba bajo la influencia del efluvio
eléctrico, diferentes gases, y en particular, óxido de carbono,
en tubos de vidrio cerrados. Hecho esto, se apercibió que la
electricidad transportaba a través del vidrio, de afuera hacia
adentro agua y oxígeno, y de adentro hacia fuera, carbono.
Sin embargo de esto, la explicación más satisfactoria del
fenómeno de los aportes, es, para mí, la que dio un espíritu a
Allan Kardec.
Lo primero que se exige, según dicho espíritu, es tener un
buen sensitivo, es decir, una persona dotada en el más alto
grado de facultades medianímicas de expansión y de
penetrabilidad. Esta clase de médiums se proyectan alrededor
de ellos, con profusión, el fluido animalizado.
Las naturalezas impresionables, las personas cuyos nervios
vibran al menor sentimiento, a la más pequeña sensación, a
quienes sensibiliza la influencia moral o física, interna o
externa, son sujetos muy aptos para ser excelentes médiums
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de efectos físicos, de tangibilidad y de aportes; pero se


requiere que las demás facultades y la voluntad del espíritu no
sean hostiles a la medianimización. Con tales médiums es
fácil obtener toda clase de tiptología, los movimientos de
objetos pesados y aun su suspensión en el espacio. Cuántos
más mediums haya, más seguridad de éxito.
No así en los aportes, para éstos se requiere un trabajo más
completo de parte del espíritu, y que no haya más que un solo
médium, pues siendo dos o más, sería imposible la ejecución,
por la dificultad de hacer concurrir simultáneamente los
fluidos al objeto que se busca. Hasta la presencia de personas
antipáticas al espíritu que opera, suele estorbar radicalmente
el fenómeno.
Así, pues, los aportes tienen que producirse muy raramente,
puesto que tantas dificultades presenta su práctica, a lo cual
hay que agregar que pocos son los espíritus que pueden
producirlos, aún en las mejores condiciones.
El espíritu que opera se ve forzado a impregnar sus propios
fluidos con el fluido vital que no puede darlo sino el
encarnado.
Entonces es cuando puede, por medio de ciertas
propiedades del centro ambiente, desconocidas del hombre,
aislar y hacer invisibles ciertos objetos.
No me es posible, dice el espíritu, por no serme permitido
por el momento, descorrer el velo de estas leyes particulares
que rigen los gases que os rodean; pero puedo deciros que no
pasarán muchos años sin que os sean revelados. Veranse
entonces surgir y producirse una nueva variedad de mediums.
Los espiritistas estudiosos comprenderán fácilmente lo
dicho sobre la expansión y concentración de fluidos,
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especiales que se requiere para producir la locomoción de la


materia inerte, o creerán en ello como en los fenómenos del
magnetismo, con los cuales los medianímicos presentan tanta
analogía.
En cuanto a los incrédulos y a los sabios peores que los
incrédulos y a los sabios peores que los incrédulos, no pienso,
decía el espíritu, en convencerlos, pues no me ocupo de ellos;
lo serán un día por la fuerza de la evidencia, porque será
preciso que se inclinen ante el testimonio unánime de los
hechos espiritistas, como se han visto forzados a hacerlo ante
tantos otros hechos que habían rechazado en un principio.
Estos, como casi todos los fenómenos espiritas, exigen
ciertas condiciones que irritan a los intolerantes. Olvidan así,
que los mismos fenómenos del laboratorio, exigen sus
condiciones especiales de luz y otras. Por otra parte no es
permitido a los espíritus convertir en espectáculos para
divertir al público curioso, el Espiritismo que tiene un objeto
serio y en el cual solo se puede progresar por la asiduidad del
estudio y la observación, para que todo sea el producto del
propio esfuerzo, y, por lo tanto, merecido.
Concluiré transcribiendo la contestación del espíritu a la
pregunta de si los espíritus podían introducir un objeto
cualquiera en un aposento cerrado.
Esta cuestión es compleja, dijo: el espíritu puede hacer
invisibles los objetos, pero no puede romper la agregación de
la materia, lo que sería la destrucción del objeto. Invisibilizado
el objeto, puede traerlo en el momento que lo desea y no
desprenderse de él hasta el momento conveniente para
hacerlo aparecer. En cuanto a los objetos que nosotros
componemos es otra cosa; como no introducimos sino
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elementos de la materia, siendo estos fluiditos e


imponderables, podemos decir en rigor que esos elementos
los introducimos con nosotros mismos, que penetramos y
atravesamos los más condensados cuerpos, con tanta
facilidad como los rayos solares atraviesan el cristal.
Ninguna explicación satisfactoria tenemos ni podemos dar
de estos fenómenos. Tan solo nos es dado hacer
suposiciones. Si los espíritus disponen de los fluidos, tal vez,
puedan combinarlos de una manera capaz de impedir que los
objetos así rodeados reflejen la luz, sin lo cual no hay visión.
Si así no fuese, tendrían que operar sobre los órganos visuales
de los presentes de una manera aún más incomprensible. La
posibilidad de tal modo de operar, podemos deducirla de lo
que algunos yoghis de la India ejecutan. A creer lo aseverado
por escritores serio, mirando aquellos firmemente a los ojos
de las personas que les rodean, en un momento dado,
desaparecen de su vista, dejan de ser vistos.
Esto en lo referente a los aportes, en cuanto al crecimiento
inusitado de las plantas, sólo podemos decir que el hecho
prueba que la fuerza vital es necesaria a los seres y a la
vegetación, y que sin ella, nada podrían la humedad y el calor.
En apoyo de esta idea, tenemos el hecho de que las plantas
que bajo la sombra viven, crecen raquíticas e incoloras. El
calor no les ha faltado, sino la acción directa de la luz, para
que el movimiento de la savia se acelere, el calor propio se
desarrolle y el todo alcance un crecimiento mayor. Pues bien,
todo el fluido vital que de esa manera tiene que fijar en sí la
planta, puede tomarlo directamente de los fluidos que sobre
ella concentra el espíritu o el fakir.
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CAPITULO IX

Fotografía Espirita

La fotografía de los espíritus que se materializan, sería la


mejor prueba de que no sois unos alucinados, ―decían los
materialistas empedernidos. Pues bien; no solo Croques pudo
fotografiar la forma de Katy King, sino que posteriormente se
han hecho muchas fotografías de los espíritus, con la
particularidad de no estar éstos en estado de visibilidad sino
para los médiums videntes.
La luz fuerte contraría la materialización, y esto se concibe
tenga lugar sobre fluidos concretados transitoriamente; la
acción de las vibraciones etéreas que desarrollando el calor
llegan hasta licuar la materia, no pueden dejar de producir un
efecto disolvente sobre la materia aparente que llamamos
materialización. Tal debe ser la razón por la cual no se ha
podido continuar el método de Croques; pero han aumentado
rápidamente las fotografías de seres invisibles al ojo humano.
Esto parece imposible si se tienen bien presentes los
fenómenos ópticos, pero no así cuando se recuerda que las
visiones que ya no afectan la retina, afectan placas
fotográficas ultrasensibles. No ha mucho se han hecho
experimentos, tomando fotografías en la oscuridad, poco
después de haber estado al sol los objetos que servían al
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experimento. Ha bastado, pues, al efecto, la tenue reflexión


que aún producen los objetos. Las fotografías de los espíritus
son blancas y transparentes; bastaría entonces una concreción
fluídica muy tenue para que el fenómeno se produzca. Por eso
los médiums videntes que han presenciado los hechos, han
podido descubrir, antes de la ejecución, los espíritus que
luego se han reconocido en el negativo.
Ya hemos visto cómo es que los espíritus que quieren ser
vistos de los videntes (1) lo consiguen; según ellos,
sensibilizan el aparato visual. Pues bien, esto mismo podría
aplicarse tratándose de la placa, cuya preparación puede ser
sensibilizada al extremo de marcar las radiaciones ultra
violetas, que el ojo ordinariamente es incapaz de percibir.
Sería, pues, gracias a esas vibraciones, las más veloces del haz
de luz, que se obtendrían las imágenes de seres que no
podemos ver, porque no tenemos conciencia de las
vibraciones que sobrepasan a las que determinan el violeta y
el rojo, y que sin embargo, existen, como lo prueban las
observaciones adelantadas de la ciencia.
¿Se producen en realidad así las fotografías espíritas? No es
posible resolver en sentido afirmativo; pero es uno de los
medios de que, sin temeridad, podemos decir podrían muy
bien servirse los espíritus para estampar en la placa sus
vaporosas y transparentes imágenes, producidas, bien
entendido sea, por los fluidos del médium, cuya presencia
requieren.
El señor Thomás Slater, óptico, establecido desde mucho
tiempo en Euston road, fotógrafo por afición, llevó consigo
donde el señor Hudson una cámara nueva hecha por él mismo
y lentes suyos propios; vio todo lo que se hacía, y obtuvo un
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retrato en que había una segunda figura. Principió entonces a


hacer experimentos en su propia casa, y en el último verano
obtuvo resultados notables. El primero de éstos fue el retrato
de su hermana, al lado del cual se veían dos cabezas. De esta,
una es indudablemente la del último lord Brougham, y la otra,
mucho menos distinta, es reconocida por el señor Slater como
la de Rober Owen, con quien tuvo íntima relación hasta su
muerte. Desde entonces ha obtenido varias excelente
fotografías de la misma clase.
Una, particularmente, muestra una mujer en su ropaje largo
y flotante, blanco y negro, que está en pie al lado del señor
Slater. En la otra, aparecen la cabeza y el busto reclinándose
sobre su hombro. En estas dos son muy parecidos los rostros;
y otros miembros de la familia los han reconocido como
retratos de la madre del señor Slater, muerta cuando él era
infante. En otra, se ve una bonita figura infantil, vestida
también, que está de pie junto al niñito del señor Slater. Ahora
bien que estas figuras sean correctamente idénticas o no, no
es el punto esencial. El hecho de que cualquiera figura, tan
clara e inequívocamente humana, aparezca en planchas
tomadas por un experto óptico y aficionado fotógrafo en su
estudio privado, con instrumentos fabricados por él mismo, y
sin que nadie esté presente sino los miembros de su propia
familia; he ahí la verdadera maravilla. En una ocasión apareció
una segunda figura junto con él, cuando estaba
absolutamente solo, por el sencillo medio de sentarse en la
silla después de quitar la cubierta al objetivo de la cámara.
Siendo médiums él y su familia, no requieren ayuda extraña, y
esta es quizás la razón por qué ha tenido tan buen éxito. Una
de las más extraordinarias fotografías obtenidas por el señor
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Slater, es un retrato de cuerpo entero de su hermana, en el


cual no hay segunda figura, pero aquella aparece cubierta
completamente por una especie de cortina transparente de
encaje, que, examinada con atención, deja ver que está
formada de círculos sombreados de diferentes tamaños,
enteramente diferentes de todo tejido material que yo haya
visto o del cual tenga noticia alguna.
El mismo señor Slater me ha mostrado todas estas
fotografías y me ha explicado las circunstancias en que fueron
producidas. Que no son imposturas, es indudable, y son de
inapreciable valor como las primeras confirmaciones
independientes que corroboran lo que antes sólo se había
obtenido por medio de fotógrafos de profesión.
Llegamos ahora a los valiosos y decisivos experimentos del
señor Juan Beathé, de Clifton, fotógrafo retirado que tiene 20
años de experiencia, y del cual el mencionado editor dice:
“Quien quiera que conozca al señor Beathé, no podrá menos
que reconocer en él un fotógrafo reflexivo, diestro e
inteligente, uno de los hombres más incapaces de ser
fácilmente engañado, al menos en lo que se relaciona con las
fotografías, y uno de los más completamente incapaces de
engañar a otros.
El señor Beathé ha sido ayudado en sus investigaciones por
el Dr. Thompsom, médico de Edimburgo, que ha tenido, como
aficionado a la fotografía, una práctica de 25 años. Hicieron
sus experimentos en el estudio de un amigo que no era
espiritualista (pero que durante los experimentos llegó a ser
médium) y contaban con los servicios de un industrial, a quien
conocían bien, como médium vidente. Todo el trabajo
fotográfico era hecho por los señores Beathé y Thompson,
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permaneciendo los otros dos sentados cerca de una pequeña


mesa. Las vistas o pruebas negativas se tomaban en series de
tres, con pocos segundos de intervalo entre una y la otra, y en
cada sesión se tomaban varias de estas series.
Las primeras fotografías solo presentaron manchas
blanquecinas. Estas, cada vez se hicieron más notables,
tomando formas más definidas. Sin embargo, continuaron los
experimentadores sin desmayar por la falta de éxito. En una
de las sesiones, el médium vidente dijo que veía una densa
bruma delante de las personas. La placa quedó toda
blanquecina, sin huella alguna de los que debían haber
quedado retratados en ella. Otra vez, describió una bruma
igual, pero con una forma humana ante ella; resultando ésta
en la placa en medio de una especie de nube. (1)
Algún tiempo continuaron así los experimentos. Hay varios
curiosos desarrollos, dice Wallace, cuya naturaleza queda ya
suficientemente indicada; pero se debe mencionar una sola
fotografía muy sorprendente. Durante la operación, un
médium vio en el fondo una figura blanca. Ambas aparecen en
la pintura, la figura blanca muy tenuemente y la negra mucho
más distinta, de tamaño gigantesco, con un rostro macizo, de
facciones toscas y de cabellos largos. (Repertorio Espiritual,
Enero y Agosto de 1873. Noticias Fotográficas), Junio 18,
1872)”
El señor Beathé ha tenido la bondad de enviarme para
examinarlas una serie completa de estas muy extraordinarias
fotografías, en número de treinta y dos, y me ha suministrado
muchos pormenores que deseaba conocer. Los he descrito
con cuanta exactitud me ha sido posible; y el señor Thomson
me ha autorizado a usar su nombre en confirmación de los
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asertos del señor Beathé acerca de las condiciones en que


esas pinturas aparecieron. No se han hecho estos
experimentos sin trabajo y perseverancia. Algunas veces no se
obtenía cosa alguna fuera de lo usual en veinte ensayos
sucesivos. De los centenares que se han hecho, no ha habido
éxito alguno en más de la mitad. Pero el que se obtuvo en los
otros valía muy bien la pena. Ellos demostraron el hecho de
que lo que ve un médium o un vidente (aún cuando ninguna

(1) Este modo de evitar que la visión de las personas pudiese


transmitirse al aparato, nos hace ver cómo proceden los
espíritus para ocultar los objetos en los fenómenos de aportes.

Otra persona vea nada), puede a menudo tener una existencia


objetiva. Ellos nos enseñan que quizás el librero Nicholai, de
Berlín, cuyo caso ha sido citado hasta la saciedad como tipo
de la ilusión espectral, vio efectivamente seres reales, y que a
haber sido entonces descubierta la fotografía y debidamente
aplicada, podríamos haber tenido ahora los retratos de los
hombres y mujeres invisibles que llenaban su cuarto. Nos
hacen al mismo tiempo indicaciones del procedimiento por el
cual las figuras vistas en las sesiones pueden tener que
formarse y desarrollarse gradualmente, y nos ponen en
aptitud de entender mejor las afirmaciones hechas a menudo
por las inteligencias que se comunican, de ser muy difícil
producir formas definidas, visibles y tangibles, y que sólo se
puede hacer mediante una rara combinación de circunstancias
favorables.
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La fotografía espírita puede ser simulada. En París hubo un


fotógrafo, Mr. Buguet, que las produjo auténticas durante
algún tiempo, bajo su propia mediumnidad, pero como ésta
desapareciera y eran muchos los clientes descontentos, hizo
de modo a satisfacerlos. He tenido a la vista algunas de las
primeras y podido comparar con las últimas. La diferencia es
chocante, y sólo el nombre ya adquirido por el fotógrafo pudo
hacerlas pasar por auténticas durante algún tiempo, hasta que
se le procesó y se descubrieron los medios de que se valía.
Pero de que pueda hacerse fraude en esto, no se deduce que
no exista la realidad. Aquí mismo, en Buenos Aires, algún
fotógrafo dio en hacer fotografías espiritistas; pero
habiéndose personado a él unos cuantos espiritistas de la
sociedad Constancia para obtenerlas bajo un severo examen,
dijo que no las hacía ya por no tener a su disposición el
médium de que se había valido. De estas fotografías poseo
una, que es a todas luces falsa.
Como lo he dicho, las primeras fotografías conseguidas por
el médium, fotógrafo Mr. Buguet, eran auténticas. Durante el
proceso abundaron las declaraciones en ese sentido. Ciento
cuarenta personas juraron haber reconocido a sus parientes o
amigos fallecidos, entre ellos pueden citarse el químico Mr.
Royard, la condesa de Caithess, el conde de Pomar, el príncipe
de Wittgenstein, el duque de Leuchtemberg, el conde de
Bullet, el coronel Devolluet y M. O. Sullivan, ministro de los
Estados Unidos.
En Londres sucedió como en París, y Mr. Wallace dice al
respecto lo siguiente:
La fama de estas fotografías se extendió rápidamente. Gran
número de personas quisieron obtener resultados análogos;
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hasta que pasado algún tiempo, surgió el rumor de impostura,


y muchos creen ahora, por apariencias sospechosas, que se ha
producido un gran número de falsificaciones. Si así fuese, no
sería cosa de admirar. El fotógrafo en cuestión no era
espiritualista, y se encontró desorientado ante las fotografías
obtenidas, vio que veintenas de personas acudían a él y se
retiraban satisfechas o descontentas, según obtenían o no una
segunda figura junto con ellas, y es posible que haya hechos
arreglos a favor de los cuales pudiera satisfacer a todos.
Sea de esto lo que quiera, lo cierto es que toda persona
prevenida, puede bien darse cuenta de la autenticidad de una
fotografía en que se trata de espíritus, siguiendo las
indicaciones que hace Mr. Wallace en las páginas 69 y 70
(versión castellana) de su citada obra.

♦♦♦
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CAPITULO X

Escritura Directa

La escritura directa, como todos los fenómenos espiritas,


ha sido obtenida de tanto en tanto en los pasados tiempos,
pero no se tuvo jamás idea de la influencia que las personas
ejercen en su manifestación o la necesidad de la proximidad
de los entonces desconocidos médiums. Todo se atribuía al
milagro, si se relacionaba con la religión, y al demonio en los
demás casos.
El primero que parece haber estudiado la escritura directa y
hechola conocer en Francia, fue el barón de Guldenstubbe,
que publicó sobre ella una obra muy interesante, ilustrada con
gran número de facsímiles de las escrituras que obtuvo. La
posición social del señor Guldenstubbe, dice Kardec, su
independencia y la consideración de que goza en la sociedad
más elevada, incontestablemente apartan toda sospecha de
fraude voluntario. Todo lo más que podría suponerse es que
él mismo fuese juguete de una ilusión; pero a esto responde
perentoriamente el hecho de la obtención del referido
fenómeno por muchas personas que han tomado también las
precauciones necesarias para evitar toda superchería y toda
causa que pudiera inducir en error.
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El fenómeno de la escritura directa es uno de los más


convincentes, pero también de los más raros, porque son
pocos los médiums cuyos fluidos se prestan para que los
espíritus puedan producirlo.
Al principio se usaba de un papel y un pedazo de lápiz, que
se creyó luego innecesario, teniendo en cuenta el fenómeno
de los aportes, pero sin fijarse que de esta manera se
complicaba más el trabajo a ejecutar por el espíritu y se exigía
del médium mayor cantidad de fluidos. Por otra parte, las
comunicaciones resultaron así más sospechosas, pues
aparecieron escritas con substancias rojas y otros colores, y se
tuvo la idea que pudieran serlo con anterioridad por medio de
tintas simpáticas.
Aparecieron después algunos médiums, que inspirados por
sus guías, indicaron las pizarras como más a propósito para el
caso. Los principales son Eglinton y Slade, que han recorrido
el mundo prestándose a producir el fenómeno en presencia de
incrédulos. Cuéntense, entre éstos, a muchos hombres de
ciencia y prestidigitadores de nota, que han hecho constar que
en las condiciones en que se presenta el hecho, no podría ser
imitado por ellos.
El astrónomo Zoellner, el Dr. Gibier y otros, han
experimentado con Salade, cuando este médium conservaba
sus facultades medianímicas en toda su integridad.
Bandas de cuero selladas en ambas extremidades, han
aparecido llenas de nudos. Argollas sin solución de
continuidad, han salido de una cuerda igualmente sellada,
como ya lo he dicho en el capítulo sobre los aportes.
Pero el fenómeno particular a la mediumnidad de Salde, es
la escritura directa, y a él vamos a concretarnos.
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“Habiéndome invitado Mr. Slade a trazar, dice el ingeniero


Mr. Tremeschini, en una pizarra que él me presentó, una
pregunta cualquiera, escribí estas palabras: El nombre de la
persona en quien pienso en este momento. Mister Slade tomó
la pizarra, la colocó al borde de la mesa que estaba de mi lado
y la retiró a los tres segundos. Comprobé con la persona que
asistía conmigo a la sesión, que la palabra Vechy estaba
claramente escrita en la pizarra, exactamente bajo mi
pregunta. Aquel nombre en realidad era el del amigo en quien
pensaba.
El Dr. Gibier, según dice, no fue tan afortunado; no obtuvo
satisfacción a una pregunta mental, pero consiguió que la
escritura operase en pizarras llevadas por él, de las que no se
separó ni un instante y que no fueron tocadas por el médium
ni al operarse el fenómeno.
Hemos conocido aquí a Slade, desgraciadamente ya enfermo,
con su poder medianímico debilitado, abandonado, a veces
por sus guías primitivos y tomado por otros espíritus
empeñados en perderlo por la mistificación. Su Su
intemperancia ya habitual es la causa de que no solo vaya en
decadencia su mediumnidad, sino que se atraiga, por la ley de
afinidades, a espíritus empeñados en la obra del mal,
contraria al triunfo del Espiritismo, porque el entraña un
progreso moral y social para la humanidad.
Sin embargo, mientras la comisión que le hizo venir pudo
vigilar sus pasos y evitar sus desórdenes, los fenómenos que
produjo fueron sorprendentes e intachables, y cuando cayó en
sus excesos y enfermó, aconsejados por nuestros guías
espirituales, no se le presentó más al público, a fin de evitar el
mal que podría haber resultado.
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Narraré uno que otro de los fenómenos que he presenciado,


concretándome siempre a la escritura directa.
Slade tomó dos pizarras de entre las varias que nosotros
mismos le habíamos entregado, las mostró, y luego, poniendo
un pedacito de lápiz en una, la cubrió con la otra, pidiendo al
Dr. Carvajal (uno de los presentes) que la tuviese por un
extremo, mientras él la tenía por el otro, aproximó así las
pizarras al oido del referido caballero, y si todos pudimos oir
el roce del lápiz al trazar las frases, el doctor Carvajal quedó
aún más sorprendido, pues pudo seguir todos los sonidos
correspondientes al movimiento de la escritura.
En otra sesión operó sobre pizarras traídas por uno de los
visitantes, y apareció una de ellas completamente escrita en
cuatro idiomas y con diversos caracteres de letra.
En mi propia casa y en presencia de pocas personas, dile al
médium dos pizarras y un lápiz, del cual tomó un pedacito
que colocó entre ambas, poniéndolas sobre la mesa, y sin
tenerlas él, hizo la cadena con nosotros, teniéndonos de las
manos. Sólo mi brazo tocaba las pizarras, y den ellas se sintió
bien pronto correr el lápiz. Yo mismo las tomé luego y
encontré en ellas, en español, que no conocía el médium, una
frase de una madre a un hijo, y que bien pudiera ser la mía,
pues en el momento en que esto escribo, vuelvo a mirar esas
palabras, y encuentro, como encontré el primer día, que la
letra es muy parecida a la que tenía mi madre en su última
existencia terrenal.
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He aquí el facsímil.

Como se ve, el espíritu que escribió primero, no pudo


terminar una frase empezada. Cambia luego la letra, y en
inglés, dice, que aquél, por ser la primera vez que escribe en
esa forma, no ha podido hacerlo bien.
La escritura directa, por sobrenatural que parezca cuando
no se conocen las leyes que rigen estos fenómenos y no se
han profundizado los estudios que el Espiritismo abarca, es de
gran utilidad, como prueba material indiscutible de la
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presencia de una o varias fuerzas desconocidas a la ciencia y


de inteligencias que las ponen en juego, por invisibles que
sean.
Pero, como lo hace notar Kardec, no se puede esperar por
este medio comunicaciones extensas, sino apenas frases o
simples palabras significativas, en diversos idiomas,
desconocidos del médium: “se han obtenido, dice, en griego,
en latín, en siríaco, en caracteres jeroglíficos, etc.”

♦♦♦
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CAPITULO XI

Mediums escribientes y dibujantes.

Los mediums que escriben por inspiración consciente pero


obedeciendo a otras ideas que las propias, y los que escriben
inconscientemente, sintiendo que la mano es conducida por
una voluntad extraña, son mediums escribientes.
Estas dos formas de mediumnidad suelen hallarse reunidas
en una misma persona, pero regularmente no se posee más
de una. Entre los de inspiración, unos reciben únicamente las
ideas substanciales de lo que se les quiere hacer escribir;
otros reciben ya la ilación del discurso a que van dando forma
con arreglo al propio adelanto y preparación; y algunos; que
son auditivos, sienten algo parecido a la palabra pronunciada
dentro del cerebro. Los que llamamos mecánicos pueden
escribir mientras conversan con las personas presentes,
reciben comunicaciones en idiomas que no conocen; en suma,
ninguna parte parece tomar el cerebro ni las aptitudes
intelectuales del propio espíritu. Esta mediumnidad es poco
común, no porque no se encuentre generalizada la aptitud
personal al efecto, en más o menos grado, sino porque su
desarrollo exige mucho tiempo. He conocido varios que
empezaban a dar forma a las letras, otros que hacían como
palotes, y que han dejado por falta de tiempo diario de que
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disponer o por inconstancia. Lo mismo sucede con los


mediums dibujantes, que son una variedad de los mecánicos
escribientes. En todas estas mediumnidades, son diversos los
grados de facilidad, dependiendo la lucidez relativa del
conjunto de circunstancias que actúan en su producción:
aptitud personal en los fluidos, preparación anterior (otras
encarnaciones) del espíritu, ilustración actual y elevación de
los espíritus que se comunican.
Algunos discursos han sido pronunciados en la Sociedad
Constancia, por espíritus en posesión de un médium, y han
sido, días después, dictados e inspirados, casi textualmente, a
algunos de los mediums escribientes. En el Apéndice se
encontrará uno de esos discursos, tomado de esa manera. Por
lo demás, existen obras completamente escritas bajo el
dictado de los espíritus.
Dibujos medianímicos existen también muchos, pero los
más perfectos son, hasta el presente, los producidos por Mr.
Fabre. Son verdaderas obras de arte, que han sido
fotografiados en cantidad. Este médium era un simple herrero,
sin nociones de dibujo. Una noche, en un momento de
desesperación, iba a tirarse al Sena; un caballero espiritista
que casualmente se hallaba cerca del punto en que aquel
hecho tenía lugar, pudo impedir su terminación,
convenciéndole de que no debía atentar contra sus días, le
hizo entrar en el Espiritismo y resultó ser gran médium
dibujante.
Mr. Victoreen Sardou, el conocido autor dramático, es un
excelente médium dibujante. Conocidos son los grabados que
se han hecho de sus dibujos, entre ellos el tan celebrado de la
originalísima como elegante morada que según el espíritu que
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le dirigía la mano, es habitada por el espíritu del que fue


Mozart entre nosotros, ya en otro mundo mejor. Pero, sea de
esto lo que quiera, lo cierto es que Mr. Sardou no podía
inventar ese trabajo, que los litógrafos consultados no
quisieron encargarse de reproducir ―no existían entonces en
este ramo los adelantos actuales― y además, era aquello un
maregmagnum de curvas y ángulos que al fin venían a
rematar el dibujo, capaces de hacer retroceder a cualquiera.
Entonces Sardou decidió emprender nuevamente su fácil tarea,
dibujando en una piedra litográfica en que la ejecución fue
más rápida que la primera vez.
La médium O’Neill, pintó, según lo afirma Alfred Wallace, un
cuadro de seis pies de altura por cuatro de ancho, en cinco
horas de tiempo y en presencia de un número de personas
reunidas para atestiguar el hecho.―La rapidez es lo que
distingue entre los dibujantes a los que son mediums.
Ahora bien: ¿cómo se producen estos fenómenos? En los
casos de inspiración, la cosa es muy comprensible. No hay
más que aplicar lo que se ha dicho a propósito de la
transmisión del pensamiento en las páginas 255 a 257 del
tomo primero. Por medio del periespíritu, el espíritu puede
operar en ese sentido con más facilidad que un encarnado
sobre otro. En esto no puede ya caber duda. Lo que aún no
podemos explicarnos de una manera del todo satisfactoria, es
el modo como los espíritus operan en la mediumnidad
mecánica. He buscado en la obra del Mr. Delanne, que es, a mi
juicio, la más científica en espiritismo, y no me satisface en
manera alguna su teoría del movimiento reflejo, por más que
se le considere inconsciente. Los mediums videntes que he
consultado al respecto, dicen que han visto cerca de los que
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están en el desarrollo de esta mediumnidad, a espíritus que


trabajan, si puede adoptarse esta palabra, para determinar
una acción ejercida por medio de fluidos sobre el brazo. Yo
creo que los conocimientos que ya poseemos, autorizan la
hipótesis de que la corriente o comunicación natural fluídica
correspondiente al brazo derecho, puede ser cortada por
medio de otra más poderosa del espíritu, quedando así los
nervios de ese brazo bajo la acción directa de su voluntad.
Concluiré este capítulo transcribiendo del parágrafo 225 del
Libro de los Mediums, parte de lo que los espíritus dictaron
con respecto a esas mediumnidades.
Cualquiera que sea la naturaleza de los mediums
escribientes, bien sean mecánicos, semimecánicos o
simplemente intuitivos, nuestros procedimientos de
comunicación no varían de una manera sensible. En efecto,
nos comunicamos con los espíritus encarnados, como con los
espíritus propiamente dichos por medio de la radiación de
nuestro pensamiento.
Nuestras ideas no necesitan del vestuario de la palabra para
que sean comprendidas por los espíritus; todos ellos perciben
y conciben el pensamiento que queremos comunicarles, por el
solo hecho de dirigirlo hacia ellos, pero el grado de
comprensión está en razón directa del adelanto intelectual
conquistado; es decir, que nuestro pensamiento puede ser
comprendido por los unos, mientras otros no lo
comprenderán, porque ese pensamiento no despierta ningún
recuerdo, ningún conocimiento adquirido.
En este caso el espíritu encarnado que nos sirve de médium,
es más apropiado para transmitir nuestro pensamiento a los
otros encarnados, aunque no lo comprenda; pues un espíritu
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desencarnado de poco adelanto no podría hacerlo, si


estuviéramos forzados a recurrir a él como intermediario;
pues el ser terrestre pone su cuerpo a nuestra disposición
como instrumento, lo que el espíritu errante no puede hacer.
Así cuando encontramos en el médium el cerebro
enriquecido con conocimientos adquiridos en su vida actual y
su espíritu con vastos conocimientos anteriores latentes
propios para facilitar nuestras comunicaciones, nos servimos
de ellos con preferencia, porque entonces el fenómeno de la
comunicación es mucho más fácil que con un médium de
inteligencia limitada y cuyos anteriores conocimientos fueran
insuficientes.
Con un médium cuya actual o anterior inteligencia se
encuentre desarrollada, nuestro pensamiento se transmite
instantáneamente de espíritu a espíritu, por una facultad
propia al mismo espíritu. En este caso encontramos en el
cerebro del médium los elementos necesarios para dar a
nuestro pensamiento la forma de la palabra, siendo esto tan
aplicable a los mediums mecánicos como a los semi
mecánicos o intuitivos. Por eso es que, sean cuales sean los
espíritus que se comunican por un médium, los dictados
obtenidos por el, aun procediendo de diversos espíritus, se
resienten del estilo especial del médium. (Es lo que, nosotros
explicamos por la acción refleja de la fuerza espiritual)
Aunque el pensamiento le sea del todo ajeno, aunque lo que
queremos decir no proviene de él, no por eso deja de
influenciar con la forma, con las calidades intelectuales y
morales propias de su individualidad.
Mal puede un músico ejecutar bien en un pésimo
instrumento; necesitaría por lo menos uno regular; y siempre
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lo hará mejor en un piano, en una flauta o en un violín que en


un pito; pero la composición será siempre esencialmente la
misma. Pues bien, es esto exactamente lo que nos sucede; las
ideas son las mismas, pero las palabras o la forma, dependen
las más de las veces del médium.
Si nos vemos forzados a servirnos de mediums poco
desarrollados, nuestro trabajo es muy penoso, porque
tenemos que recurrir a formas incompletas. Esto es una
complicación para nosotros, pues nos vemos forzados a
descomponer nuestros pensamientos y a proceder palabra por
palabra, letra por letra, lo que es enojoso e impide la rapidez y
el desenvolvimiento de nuestras manifestaciones.
Cuando queremos proceder por dictados espontáneos,
obramos sobre el cerebro o registros del médium y juntamos
nuestros materiales con los elementos que el nos proporciona,
y esto sin que él lo sepa, o sea en un estado inconsciente; es
como si tomásemos de su bolsillo las sumas que pudiese
poseer y que luego amontonáramos las diferentes monedas
siguiendo el orden que nos pareciere más útil. Pero cuando el
médium, al escribir, quiere interrogarnos, es bueno que
reflexione seriamente antes, a fin de que sus preguntas sean
metódicas, facilitando así nuestras respuestas; pues, como ya
os lo he dicho en otra ocasión, vuestro cerebro está a menudo
en un desorden inextricable y nos es tan difícil como penoso
actuar por nuestra parte dentro del dédalo de vuestros
pensamientos.
Cuado las preguntas sean hechas por terceros, es bueno, es
útil, que la serie de las preguntas sea comunicada con
anterioridad al médium, para que este se identifique con los
deseos del evocador, lo cual facilita mucho nuestra tarea, por
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la afinidad que se establece, o sea un cierto acuerdo entre el


estado de nuestro periespíritu y el del médium que nos sirve
de intérprete.
Ciertamente que podemos hablar de matemáticas, por
ejemplo, por medio de un médium que de ellas nada sepa,
porque, a menudo el espíritu de las personas posee
conocimientos en estado latente, es decir, personales al ser
fluídico y no al ser humano, porque su cerebro actual es un
instrumento rebelde a tal o cual conocimiento. Lo mismo
podemos decir de la astronomía, de la poesía, de la medicina
y de los idiomas, así como de todos los demás conocimientos
humanos…
Como lo hemos dicho, los espíritus no necesitamos revestir
nuestro pensamiento: percibimos y nos comunicamos el
pensamiento por el hecho de existir ya en nosotros. Los seres
corporales, al contrario, no pueden percibir el pensamiento
sino revestido. Mientras que la palabra, el sustantivo, el verbo,
la frase, os son necesarios para pensar, hasta mentalmente,
ninguna forma tangible es necesaria para entendernos entre
nosotros.

♦♦♦
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CAPITULO XII

Mediums curanderos

Esta mediumnidad es en realidad de las más escasas,


aunque no falten personas que por ser mediums se atribuyen
tan preciosa facultad.
Los hechos de la mediumnidad curativa se asemejan mucho
a los del magnetismo aplicado al alivio de los enfermos. Los
medios empleados son análogos: la imposición de las manos y
los pases, el elemento que se emplea, es el mismo más o
menos bien dirigido por la voluntad del magnetizador, en su
caso, y por los espíritus, en aquellos a que me refiero.
Según algunas comunicaciones de ultratumba, no hay buen
magnetizador sin que esté ayudado por los espíritus en mayor
o menor número, y con más o menos acierto. Pero sea de ello
lo que quiera, lo cierto es que si en realidad se trata de
mediumnidad en algunos casos, las curas serán más
extraordinarias, por cuanto los fluidos que da el magnetizador
son dirigidos por inteligencias que pueden apreciar las
enfermedades y aplicarles el movimiento saludable que
convenga por medio de tan eficaces fuerzas.
Pero así como el magnetismo produce efectos más o menos
simpáticos, más o menos benéficos, cuando se produce la
emisión del fluido por la sola voluntad personal así también si
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el médium asimila mucho fluido y lo transforma en fluido


magnético, bajo la acción de un organismo sano y el poder
moderador de un espíritu moral y caritativo, los efectos de sus
fluidos serán capaces de producir curas maravillosas.
Yo he conocido en Paris un médium curandero, monsieur
Hippolyte, y en Inglaterra otro cuyo nombre no recuerdo; pero
como los efectos producidos son similares, describiré
solamente los que por intermedio del primero he tenido el
gusto de presenciar, porque son más poderosos y abarcan
cuanto pueda hacerse en este ramo de mediumnidad.
Monsieur Hippolyte era un hombre de unos 45 años de edad
cuando lo conocí, de constitución fuerte y musculosa, con los
colores de un hombre sano, de mirada amable y semblante
tranquilo y simpático. Posee una relojería y su posición es
independiente, sin ser rico. Dedica tres horas diarias a la cura
de todo aquel que se presente, sin cobrar nada, y cumple con
la mayor benevolencia el deber que se ha impuesto.
Es tal es prestigio que tiene ya por sus curas maravillosas,
que gentes de todas las clases sociales, espiritistas y no
espiritistas, van a el en busca de salud, habiéndose visto en la
necesidad de no admitir más que un cierto número al día, por
medio de boletas de orden. Para conseguirlas, se agolpan los
enfermos a su puerta todas las mañanas.
Durante quince días he tenido el gusto de presenciar y
observar su modo de operar, recibiendo explicaciones.
Entra un paralítico apoyado en sus muletas; le hace sentar,
colocándole las piernas horizontalmente sobre otra silla; le
hace algunos pases, sin violencia, sin aparente preocupación,
y en seguida, pronuncia estas palabras: Allons amis, travailles
moi ces jambes. (1) Estas, bajo la dirección de una fuerza
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desconocida, se mueven a despecho del paciente, que sufre


visiblemente. Llamé sobre esto la atención de Mr. Hyppolyte,
que mientras se producía aquel fenómeno, hablaba con otra
persona. Se acercó entonces, se informó del punto doloroso, y
aplicando en él su mano, dijo: Amigos, insensibilizad, os lo
ruego,. Poco después el dolor cesó, sin dejar de moverse las
piernas. Un cuarto de hora dura este trabajo, diariamente,
siendo ejecutado, al parecer, independientemente del
médium. Luego el hombre se levanta y sale visiblemente
mejorado, pero necesita aún veinte días de trabajo para sanar
radicalmente.
Llamó también mi atención una mujer, que tenía el vientre
elevado y gran palidez. Era mi segundo día y el primero para
ella, así que me fue posible observar durante catorce días las
manipulaciones de que fue objeto, y su rápida mejoría.
¿Qué es lo que V. siente?. le preguntó Hippolyte.
Un dolor interno en esta región del vientre.contestó.
En seguida aplicó aquel el oído en el punto indicado,
haciendo un reconocimiento de todo el vientre.
¿Qué le han dicho a V. los médicos?
Nada, señor, me han recetado y me he encontrado cada vez
peor.
Creo que tiene V. un tumor; veamos.
Dicho esto, magnetizó con suma facilidad a la enferma,
invitándola a ver ella misma su mal y describirlo. Hízolo así,
diciendo que efectivamente tenía un tumor del tamaño de una
nuez.
Vuelta al estado normal, Mr. Hippolyte procedió, aplicando
sus manos en el punto indicado, durante unos diez minutos.
Al retirarlas dijo: vamos a proceder a la cauterización.
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Se produjo entonces un fenómeno notable. El médium hacía


el movimiento propio de quien lanza algo sobre un punto
determinado, y a cada acción, el vientre tomaba allí, sin
tocarle, la forma cóncava, coincidiendo esto con una
expresión dolorosa en el semblante de la paciente.
¿Qué siente usted?
Como si me quemaran interiormente, contestó.
Está bien; eso es lo que tratamos de hacer.
Este proceso fue el mismo en los catorce días siguientes; y
algunas veces, magnetizada la mujer, indicaba la disminución
del tumor y los días que eran necesarios para la desaparición
completa.
Lo que por mi parte puedo asegurar, es que, a mi salida de
parís el vientre se le había bajado notablemente, el aspecto
general era mejor y el apetito había vuelto, desapareciendo
poco a poco los dolores.
Si no temiera prolongar demasiado el relato de estos
fenómenos, podría citar otros casos de curas sorprendentes,
pero basta lo dicho para comprender la verdad de la
existencia de los mediums curanderos.
Según Hippolyte, a la hora señalada para las curas se siente
cargado de fluido, al extremo de que no podría encontrarse
bien si no aplicase las manos. Es, pues, ya en él una necesidad
que se ha creado por la constancia en las primeras
aplicaciones que, como siempre, han debido ser imperfectas.
Además, parece que es un hombre extremadamente moral y
virtuoso. Pretende estar dirigido para las curas mediante el
magnetismo propio y fluidos desconocidos, por cinco
espíritus que han sido otros tantos médicos, en la última
encarnación.
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Aquí podría terminar este capitulo pero en la creencia de


que no fastidiaré al lector, agregaré dos hechos originales.
Desde el primer día, vi sentada cerca de una mesa a una
mujer que apoyaba el codo derecho sobre ella, y cuyo brazo
se movía de una manera extraña e inusitada.
Curioso observador, no dejé de preguntar la causa de
aquello. Mr. Hippolyte me hizo saber que aquel brazo que así
se agitaba, estaba casi paralizado, y que, sin su auxilio, lo
hubiera estado pronto del todo.
Pero,¿cómo es, le dije, que puede V. producir ese efecto
mientras aplica sus manos y su atención a otras personas?
La contestación, como siempre, demostrando la sinceridad y
la humildad, fue que el mismo no se lo explicaba; que él nada
podría sin el auxilio de sus amigos en espíritu.
¿Quiere V. ver algo más extraño aún?, dijo; y levantándose
aplicó la mano a mi frente y luego a la frente de la enferma.
Ahora, agregó puede Ud. Obtener por el pensamiento, que el
brazo se agite, que permanezca en quietud, que se levante en
tal o cual dirección, según sea su voluntad.
Efectivamente el fenómeno se produjo con toda precisión.
Ve Ud. Aquella señora, me dijo en otra ocasión; sufre de
dispepsia flatulenta, pues bien, como un prueba del poder que
discutimos, voy a producirle desde aquí un movimiento
violento de escape de gases de estómago.
Fijó la vista en ella un instante (dos segundos), diciendo:
allez, allez, amis. (1).
Poco después se notaba en la señora una inquietud extraña,
quien, sin embargo, debió permanecer enteramente ajena a lo
que se trataba. El hecho se produjo tan continuado, que le
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impedía la respiración: Basta, amigos, dijo entonces Hippolyte,


y todo aquello fue cesando rápidamente.
Los ignorantes dirían: milagro; los clericales del tiempo de la
Santa Inquisición habrían dicho: brujería; y los actuales, poco
menos: obras del demonio.
Nada de eso, todo es natural, porque lo sobrenatural no
existe, por más que lo que traspase nuestros conocimientos,
haya sido designado como milagro.
Tales fenómenos son el producto simple de la combinación
de fuerzas fluídicas existentes, aunque desconocidas para
nosotros.

(1) Vamos, vamos amigos.


No pueden, mientras tanto, parecer ya tan sorprendentes
estos hechos, ahora que de nuevo está en auge el
magnetismo, cuyos fenómenos tanto se asemejan a los que he
relatado.
Por lo demás, los que me conocen no dudarán de mi
veracidad. A los que no se encuentren en este caso, les diré
que tanto ésta como las anteriores relaciones, serán leídas por
las personas a quienes me he referido; y que son hechos que
siguen produciéndose y siendo atestiguados por otras
personas.

♦♦♦
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CAPITULO XIII

Mediums parlantes o de posesiónNaturaleza de las


comunicaciones y consejos generales a los espiritistas
noveles.

Llamamos mediums de posesión a los que hablan bajo la


acción coercitiva de un espíritu.
Esta mediumnidad ha sido ya explicada en el capítulo
primero de esta parte. Sólo debo agregar que los mediums
mantienen los ojos cerrados y son más o menos
inconscientes. Los hay que mientras están en posesión dicen y
se mueven bajo la acción de la voluntad del espíritu, sin
poderlo contrariar, y comprendiendo el papel que se les hace
representar; pero al volver en sí, recuerdan menos claramente
lo que han hablado o hecho. Otros son menos conscientes, y
así de grado en grado hasta llegar a los que son sometidos a
la inconsciencia hasta donde ello sea posible. Probablemente
es a los que se encuentran en este caso a los que el espíritu
puede hacer hablar en idiomas que le son desconocidos, como
uno citado por Wallace, que cuando él escribía, había hablado
ya en diez idiomas.
Todas las comunicaciones obtenidas por este medio se
resisten de cierta influencia del médium, si es muy consciente,
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y de su modo de decir en casi todos los casos, aun en algunos


inconscientes cuyo cerebro esté poco preparado por la
instrucción o el trabajo intelectual.
Cuando un espíritu inteligente se manifiesta en un buen
médium, bien desarrollado, con un cerebro bien compuesto,
se producen preciosos discursos como el que damos en el
Apéndice y otros que admiran, no solo por el fondo la frase,
sino por la música y las modulaciones de la voz.
En la sociedad Constancia, tenemos al señor Castilla,
médium excelente para la posesión, pero algo consciente.
Para evitar esto y poner al espíritu que ha de hablar por medio
de su mecanismo tan independiente como sea posible, otro
espíritu toma posesión de la médium, señora de Razetti, y
magnetiza al Sr. Castilla. Es de advertir que dicha señora no es
en manera alguna capaz de magnetizar careciendo de todo
estudio al respecto. Se trata, pues, de magnetismo espiritual.
Envuelto así el espíritu del médium en fluidos poderosos, el
organismo cerebral queda libre de toda influencia proveniente
de aquel. El espíritu que de esta manera se presenta, es una
inteligencia que pide a los visitantes de la Constancia, un tema
científico, filosófico o de interés general para desarrollarlo, lo
que hace sin vacilación, hablando a veces durante media hora,
o más, y haciendo gala de la más atrayente oratoria.
En uno de los mediums más inconscientes que tenemos en
la Constancia, viene un espíritu que, una noche por semana,
receta de palabra a cada uno de los hermanos que lo
consultan por sus dolencias. Nada pregunta: a todos les habla
en seguida y les dice lo que tienen que hacer. Los
medicamentos ordenados son generalmente sencillos, parece
que sólo sirviesen de vehículos para mejor actuar por medio
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de los fluidos de que los impregnan. Los que conozcan los


efectos producidos por el agua magnetizada, no dudarán
mucho de esto, máxime si recuerdan el hecho de la enferma
directamente asistida por un invisible y que ha sido relatado
en el capítulo IV de esta primera parte. Lo cierto es que las
curas operadas por este medio han sido extraordinarias.
Cuando el caso lo exige, receta también la magnetización
espiritual por medio de la citada médium. Así se han salvado
hasta enfermos desahuciados por la ciencia médica.
Los mediums de posesión son de gran utilidad en las
sociedades bien constituidas. En ellos hacen venir los guías a
espíritus en sufrimiento y se producen así lo que llamamos
cuadros de ultratumba. Efectivamente merecen ese nombre,
como se comprenderá describiendo alguno.
Se presenta, por ejemplo, un asesino que ve el cuadro
fluídico de sus víctimas. Esta en la oscuridad espiritual y no ve
más que sus crímenes, como sucede al criminal que encerrado
en un calabozo, se ve obligado, por el hecho, a pensar en sus
acciones. A veces es efectivamente perseguido por espíritus
que se vengan en él o que han sido pervertidos en su
compañía y por su culpa.
Estos cuadros enseñan a los espiritistas de una manera clara
lo que pasa en el mundo espiritual, cómo, siendo la conciencia
nuestro único juez, los sufrimientos para el que delinque son
terribles hasta que llega el arrepentimiento sincero y el deseo
de progreso, cómo, los dramas que se inician en la tierra, se
prosiguen en el espacio y se resuelven por la justicia y la
equidad en reencarnaciones sucesivas. Además, la palabra
autorizada por el estudio de estos mismos hechos y las
doctrinas del Espiritismo, se les dirige a esos seres en
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sufrimiento. De este modo se les hace la caridad, pues como


lo dicen los guías, es tal el estado de materialización relativa
en que se encuentran tales espíritus, que no les llega bien el
pensamiento de sus ángeles guardianes o protectores; se
encuentran en la incapacidad de concebir las ideas que les
transmiten, porque en ese estado no comprenden aún sino
por la forma o la palabra, como si aun estuvieran en la
materia.

♦♦♦

La mayor parte de las comunicaciones se reciben por los


mediums de posesión y por los escribientes. Es llegado, pues,
el caso de que tratemos de la naturaleza de las
comunicaciones.
El mundo espiritual es un trasunto del mundo material . Allí
como aquí, los unos empujan el carro del progreso o allanan
su camino, mientras que los otros tratan de detenerlo
voluntaria o involuntariamente, oponiendo el obstáculo de la
maldad, de la falsía, o la rémora de la ignorancia y la desidia;
allí, como aquí, están en lucha las ideas y las más encontradas
pasiones.
De esto se deduce que tenemos que proceder con prudencia
en nuestras relaciones de ultratumba; pesar bien los
conceptos y no exponernos a caer en el fanatismo, aceptando
ciegamente cuanto nos llega del espacio. Si el hombre puede
engañar y perder al hombre, el espíritu lo puede más
fácilmente, porque no le vamos ni conocemos sus
antecedentes o procederes.
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Siendo esto así, con más razón debemos sospechar de los


remedios que un médium en posesión pudiera ofrecernos.
Sólo en las sociedades serias y donde ya los guías hayan dado
pruebas evidentes de su competencia y buena voluntad,
donde, en fin, toda mistificación sea imposible, sólo en tales
sociedades puede uno confiar y tomar los remedios recetados.
Si los espíritus ejercen ya una acción directa sobre la
humanidad por medio de los fluidos, y producen la intuición y
la sugestión, con éxito más o menos eficaz, según sea mayor
o menor la sensibilidad del encarnado; si la naturaleza de esa
influencia puede ser en bien o en mal, según sea el
merecimiento del que la recibe; ¿qué puede esperarse de las
comunicaciones llamadas espíritas?. La contestación es lógica:
que por medio de ella se venguen los ofendidos en anteriores
encarnaciones o se manifiesten las gratitudes o que nos
hayamos hecho acreedores, pero si esto es innegable, también
puede suceder que sin tener ningún lazo establecido por el
pasado, traten de inducirnos en error, de darnos falsas
noticias espirituales y aun inmiscuirse en asuntos privados, a
fin de gozarse en los trastornos que producen, o con el
propósito de conquistarnos a la idea o a la creencia que
defienden.
Así, pues, las personas que sin experiencia propia o sin
seguir los consejos de la ajena, se entretienen con la
comunicación espírita, se exponen a la mistificación y a ser
inducidos en errores de funestas consecuencias.
No ha muchos años que un caballero francés, establecido
con Barraca de Frutos en esta capital, tuvo noticias del
Espiritismo, y se puso en seguida a ensayar la mediumnidad
en su familia. Uno de sus hijos resultó ser un médium de
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posesión, obteniendo así pruebas evidentes de la existencia


de los espíritus y de su acción, sin apercibirse de que uno de
ellos iba tomando ascendiente en su ánimo.
Cuando el espíritu comprendió que poseía bastante dominio
sobre el imprudente espiritista, dio su último golpe para
completarlo, diciéndole que si ordenaba a su hijo que eligiese
un número de la lotería, obtendría el premio. Este consejo fue
seguido y lo prometido se cumplió. Alentado por este
resultado, es espíritu le insinuó que allí, en el patio de su
Barraca, existía un entierro de oro del tiempo de los
españoles. El inexperto creyente hizo perforar el suelo en
distintas direcciones sin encontrar nada. No perdió por esto
su fe. ¿Hallábase ya obsesado completamente por el espíritu?
No es posible afirmarlo ni negarlo, pero lo cierto es que fue
inducido a realizar sus negocios, a tomar una concesión de
tierras en los límites Australes de la patagonia y a crear allí
una fábrica de aceite de pescado, con lo cual debía, según el
espíritu, labrarse una inmensa fortuna. El desgraciado vio
morir allí a su esposa, enloquecer a su hijo y por último tuvo
que abandonar todo y volver a ésta arruinado y sin familia.
Lejos está, sin embargo, de ser exacto que el Espiritismo
enloquezca a tantos como sus enemigos pretenden,
confundiendo lo que es el resultado lógico de la acción de los
espíritus sobre la mente del desgraciado en que una venganza
espiritual se ejecuta, con el estudio del Espiritismo que esos
infelices no han conocido y que tal vez pudo salvarles, como
ha salvado a los que así perseguidos han llegado casualmente
a las sociedades espíritas, en donde han conocido las causas
reales de lo que atribuían en idea fija, enloquecedora, a las
propias aberraciones del cerebro, adquiriendo además el
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conocimiento de los medios que existen para rechazar las


malas influencias (1)
Si Hay quienes caen en la obsesión quienes ejecutan actos
inconvenientes, creyendo en comunicaciones interesadas o
ligeras; si, en fin, algunos llegan a la locura, gracias relaciones
que establecen con los espíritus, culpa es de su ignorancia en
Espiritismo o de la pertinacia en querer ocuparse por sí, sin
guías y sin preparación, en experimentar esa comunicación,
exponiéndose, como se expondrían a inopinados percances, el
lego en química que pretendiese experimentar sólo en un
laboratorio.
Las personas a quienes llega el conocimiento de la
existencia del Espiritismo, no debieran jamás ensayar la
comunicación en sus casas sin antes haber leído a Kardec;
pero si realmente se encuentran deseosas de obtener la
verdad que en ello existe y quieren proceder sin peligro,
deben entrar en alguna sociedad seria, y en ella se
convencerán, y una vez convencidos, si su celo es tal que se
encuentren dispuestos a ser los pioneer´s de la nueva era
moral que el Espiritismo inaugura, coadyuvarán a su progreso
con la mediumnidad propia o con la propaganda de la filosofía
espírita.
Los viejos espiritistas que no se satisfacen con los
fenómenos modestos que se obtienen en las sociedades de
estudios serios, es necesario decirlo, están poseídos de una
curiosidad fútil y peligrosa. Tales hermanos se preocupan más
de los hechos que halagan los sentidos que de los que, a la
par que bastan como pruebas, están dirigidos tan solo en el
sentido de la enseñanza de ultratumba, enseñanza de que los
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espiritistas necesitamos en las investigaciones, que se


relacionan con la actualidad y el futuro del espíritu humano.
Tales espiritistas hacen más mal a la causa que el clero y el
jesuitismo, sus declarados enemigos. Ellos se exponen a la
mistificación, y, poseídos por ella, llevan visitantes a sus
centros, donde en realidad se producen fenómenos de
potencia y de prueba, pero donde a lo mejor aparece el
fraude, hecho ejecutar por los espíritus a pesar de la voluntad
en contrario de los mediums.
Los que así proceden, suelen decir que todos los centros se
han formado de esa manera y que ninguno puede tener el
privilegio de ser bien asistido. Cierto es que todos han tenido
un principio; pero cierto es también que según los móviles en
que se han inspirado los promotores, así han sido los
resultados; y esto no pueden ponerlo en duda los que se
hayan dado buena cuenta de esta verdad a cada uno según
sus obras, verdad demostrada tantas veces por los hechos,
predicada por Jesús y por los guías del Espiritismo.
Varias son las leyes divinas que concurren a ese fin, siendo la
principal la de afinidades fluídicas, intelectuales y morales.
De ahí que, si un cierto número de personas (tres pueden
bastar según la palabra de Jesús) se reúnen, penetradas del
amor a Dios, deseosas de bien moral para sí y para sus
semejantes y dispuestas al sacrificio para cooperar en algo a
la grande obra del Espiritismo, serán bien asistidas y aunque
lucha tengan, que sin ella no hay progreso, triunfarán al fin y
llegarán a ser los fundadores de una sociedad seria; porque en
virtud de su perseverancia en el bien atraerán por afinidad a
los buenos, y de entre ellos, se destacará un guía capaz de
continuar la obra.
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Pero si un vana curiosidad es lo que guía a los encarnados;


si no existe una aspiración grande o noble, la reunión atraerá
espíritus dispuestos en igual sentido, que no tendrá
inconveniente en concluir con la salud de los mediums,
haciéndoles producir fenómenos poderosos en que se gasta
inútilmente el fluido vital. Sus discursos o comunicaciones
estarán, al principio, de acuerdo con las ideas de los que las
reciben y halagarán su amor propio, atrayéndose de esta
manera sus simpatías.
Los del grupo darán así entrada fácil a las mistificaciones
más groseras, y por último a la obsesión, hasta que llega el
término obligado de la existencia efímera del mal y se
disuelven esas sociedades, después de haber hecho mucho
daño a la causa con una propaganda del todo
contraproducente.
Sin embargo, los que tales reuniones patrocinan suelen
decir: En nuestra sociedad no existen los inconvenientes que
se notan en las sociedades que se titulan serias; los malos no
vienen a imposibilitar los fenómenos, y los que se presentan,
demuestran, por su intranquilidad, que son espíritus del bien.
La lucha de las sociedades como la Constancia, mantienen;
esa acción pertinaz de los malos que vienen a ellas
empeñados en desquiciarlas, en introducir la desconfianza, en
perturbar sus sesiones y dañar a los mediums; esas luchas
que los guías aceptan, dejando a los contrarios hacer uso de
sus fuerzas, porque así tienen ocasión de mostrarles que
estas sociedades están bien fundadas desde su origen y
encontrarán siempre encarnados de nobles sentimientos
capaces de darles una duración indefinida; esa lucha
demuestra la importancia de las sociedades que la
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experimentan, en esa lucha, la constancia, ha visto aparecer


empeñados en el mal a los guías de sociedades del género de
las que critico, tranquilos, en éstas y furiosos en la nuestra,
gracias a esa lucha, vanse anulando muchos malos elementos
del espacio, que se convierten al bien; esa lucha, en fin,
implica que sociedades como la Constancia, tienen que ser
combatidas por el mal, porque son de las que llevan en alto la
bandera del Espiritismo, enseñando con seriedad los
fenómenos al neófito, dando a los espiritistas una dirección
moral y ayudándoles en sus investigaciones, porque en ellas
ven un peligro los clericales y los jesuitas del espacio, aun
empeñados en su obra; y porque de ellas parte la palabra de
orden en la propaganda y son las columnas fuertes del edificio
espírita, cuyos cimientos se encuentran en los libros que
hacen conocer y seguir en la formación de grupos y desarrollo
de mediums.
Las sociedades raquíticas en sus fines, frívolas y
contraproducentes, no llaman a la lucha, sino que estando
poseídas de malos elementos espirituales, alejan a los buenos,
porque tal es la ley y tal la verdad del libre albedrío que se
realiza en el tiempo, con arreglo en su acierto y poder, al
grado de adelanto obtenido.
Allí, se dice, tranquilos los espíritus están, y sin
contrariedades. ¡Y cómo no han de estarlo, cuando llevan a
cabo su obra sin dificultad y satisfechos! Pero algunos de esos
tranquilos se presentan furiosos en las sociedades serias,
donde encuentran resistencia a sus maquinaciones.
Creo que basta con lo dicho para que los que hayan caído
en el error, se retiren de él y entreguen su tiempo y el
contingente de sus luces a los centros espíritas en que los
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guías hayan dado suficientes pruebas de ser en realidad


espíritus elevados o del bien.
En los centros seriamente constituidos, no cabe dudar de las
comunicaciones en cuanto a su objeto, cuando han pasado
los años y el tiempo ha demostrado que no solo no se
permiten las mistificaciones bajo nombres respetables, sino
que los espíritus guías se han propuesto conducir o ayudar a
los buenos trabajadores en la investigación científica y
doctrinaria del Espiritismo.
Pero, cuando las sociedades principian, no están exentas
nunca de la mistificación, y sólo se triunfa de ella con la
perseverancia en los buenos propósitos y las advertencias
oportunas de los guías, que en estos actos dan a conocer sus
sanas tendencias.
Por lo demás, el primer objeto de análisis de lo que viene
del espacio, se encuentra en el recinto mismo de las sesiones.
Si los allí reunidos están convencidos de que todos o el mayor
número se encuentran animados de buena voluntad y están
dispuestos a defender la causa del Espiritismo, moralizándose
primero para dar ejemplo a los de fuera, y estudiando para
poder hacer una propaganda juiciosa y prudente, puedese
asegurar que atraerán los buenos elementos espirituales
correspondientes al grado del deseo, de la virtud y de la
inteligencia que desplieguen. Así, si bien la adopción de las
opiniones de los espíritus, deben sujetarse, al principio, al
criterio de la propia razón, a fin de adquirir conscientemente
la confianza en ellos y desecharlos con motivo; pueden, lo
repito, estar seguros de su triunfo definitivo y de que llegarán
a fundar una sociedad en que podrán entrar confiadamente
los que deseen investigar y formar luego parte de la
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generación que inaugura con el Espiritismo la era del progreso


mora, progreso tan necesario hasta para los pueblos más
civilizados, puesto que su abandono es la causa de que la
verdadera felicidad no sea el resultado de tanto esfuerzo y de
tanto adelanto material e intelectual.
Sin embargo, conviene que los espiritistas que se retiran de
las sociedades, ya sea por la edad, ya por las exigencias de la
existencia que les alejan del punto de reunión, como
asimismo los que estudian y están por ello obligados a leer lo
mucho que se escribe y se apoya en opiniones del espacio, y
hasta libros íntegramente dictados por los espíritus, estén
prevenidos para que puedan apreciar debidamente las
revelaciones de ultratumba.
Si no podemos dudar de que el mundo de los espíritus es un
reflejo de la humanidad; si el progreso es atribuido con
verdad al espíritu; si la solidaridad esta bien establecida por
medio de la reencarnación; no cabe dudar que en el espacio
existen pretenciosos, falsos sabios, y ciegos de espíritu, en
medio de la luz divina, que no les llega, por que no la
merecen.
El espacio es el mundo de la idea, y por lo mismo, en él
persisten, por mucho tiempo, las creencias que de aquí
llevamos; el hecho de la disgregación del cuerpo material, no
da un átomo de adelanto al espíritu, a no ser que ya lo haya
conquistado en anteriores encarnaciones. Al entrar en la
nueva vida, pasado ya el tiempo de la turbación a todos
aplicable, el espíritu tiene el grado que corresponde a su
pasado, cuya memoria paulatinamente recobra.
Así, pues, el que jesuita fue, jesuita sigue siendo por un
tiempo indeterminado, si es que ha de cambiar y progresar en
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espíritu, y si no, volverá al mundo con su mónita, su


encubierta maldad, su falsía y propósito egoísta; el
materialista lo será también; el católico fanático, seguirá en su
error y se considerará en el purgatorio; y los que gustan
hablar de todo lo que no entienden y reirse de todos los que
toman en serio las cosas de la vida, seguirán haciéndolo y
mistificándolo si pueden.
De ahí, que las mismas desconfianzas debemos tener de lo
que nos venga del mundo de los espíritus que de los que de
encarnados viene, y aplicarles el mismo criterio que el grado
de nuestra razón nos permita.
Si, como lo enseña el espiritismo, el progreso debe ser el
resultado del esfuerzo individual y general, a fin de merecer la
eternidad de felicidad que a la humanidad le espera; si una
condición de ese progreso es la lucha entre el bien y el mal,
entre la inteligencia que avanza y la inercia de la ignorancia,
entre el libre pensamiento que investiga y el fanatismo que se
estaciona, lo que dejamos dicho es lógico, justo, necesario, y
prueba que la revelación propiamente dicha, como la
comprenden algunos o a lo menos pretenden comprenderla,
no existe, ni ha existido jamás.
Lo único que es permitido a los guías espirituales
encargados de la dirección del progreso intelectual y moral de
nuestro mundo, es bajar de tiempo en tiempo en misión para
encaminar los buenos elementos, dándoles el ejemplo de las
virtudes y propagando máximas salvadoras que, por el
ascendiente de los que las predican, se graban en los
corazones; y tanto mayor será el resultado benéfico para la
humanidad, cuando más grande sea el sentimiento de caridad
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determinante y más penosa la prueba aceptada por el espíritu


en misión.
De todo esto resulta que las comunicaciones demasiado
pretenciosas o dogmáticas, aquellas en que se desprecian las
verdades conquistadas por las ciencias, las que defienden la
iglesia católica con sus grandes errores y las que son
demasiado materialistas, deben ser miradas con desconfianza.
Del mismo modo ha de ser tratadas las que vienen
escudándose bajo nombres conocidos y las que se relacionan
con asuntos privados, de familia o de comercio, porque los
buenos sienten en su conciencia que no les es dado
inmiscuirse en ellas; las pruebas que cada ser ha buscado al
encarnar, deben realizarse; y necesario es respetar el libre
albedrío, dejando que la lucha enseñe.

♦♦♦

En el Libro de los Médiums, Allan Kardec, clasifica las


comunicaciones en groseras, frívolas, formales e instructivas.
A mi juicio, los espíritus deben considerarse bajo dos fases
la moral y la intelectual. Bajo la primera se nos presentan en
una escala ascendente, que partiendo de la vileza y de la
abyección, llegan al más noble y elevado sentimentalismo,
bajo la segunda, si se encuentran las más triviales
inteligencias, también se descubren sublimes eminencias que
difícilmente pueden tener su igual en la tierra.
De ahí que la más lógica clasificación de las
comunicaciones, es la siguiente:
Obscenas, apasionadas, sentimentales o frívolas;
instructivas y sublimes.
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Las comunicaciones apasionadas son las que, a pesar de un


lenguaje elegido, dejan entrever el odio, la venganza de que
son capaces los que las dictan, o bien cuando directamente
incitan las pasiones de los que las reciben.
Las comunicaciones sentimentales, para ser consideradas en
su verdadero mérito y objeto, deben sujetarse al tamiz de la
razón, porque suelen fingirse los más hermosos y simpáticos
sentimientos para inducir a la larga en el error y aún llegar a la
obsesión. Es necesario desconfiar, por lo menos, de las que se
refieren a la familia o a la amistad y son tanto más atendibles
cuanto más se separen de las cosas y acontecimientos
humanos, remontándose a lo que interesa al espíritu en su
progreso inmortal.
Las comunicaciones frívolas o triviales, dice Kardec, emanan
de espíritus ligeros, burlones o traviesos, más maliciosos que
malvados, que no dan importancia a lo que dicen. Como no
tienen nada de indecentes, gustan a ciertas personas, que
encuentran placer en esos entretenimientos fútiles en que se
habla mucho para no decir nada. Estos espíritus dicen también
de vez en cuando agudezas satíricas, y en medio de sus
chistes, duras verdades que tocan casi siempre en el blanco.
Solo tengo que agregar que tales comunicaciones aunque no
emanen de malvados, producen mucho mal, si encuentran
personas incapaces de apreciarlas en lo que merecen, y que,
alucinados con su falso brillo, tengan la debilidad de darles
publicidad.
¿Cómo evitar este inconveniente?
No veo sino un medio, y es que los espiritistas se convenzan
de que la propaganda no deben emprenderla sino los
hermanos que al par del estudio profundo del Espiritismo en
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sí, tengan una instrucción general que les permita juzgar


acertadamente de las más de las comunicaciones.
De lo contrario, se exponen a dar publicidad a falsedades
históricas, a falsas declaraciones en cuanto a la vida pasada en
la tierra por hombres que su patria ya ha juzgado y cuyos
nombres se abrogan esos frívolos o mal intencionados del
espacio, como no ha mucho ha sucedido publicándose con tan
inadecuadas comunicaciones un libro que es y será
contraproducente para el Espiritismo, cuya seriedad y verdad
queda comprometida por una propaganda pretenciosa,
aunque de buena fe.
Si esos espíritus, que bien poco se preocupan de la verdad
ni del mal que puede ocasionar su proceder, encuentran
crédulos ignorantes, dictarán, por ejemplo, revelaciones sobre
los habitantes del sol o de la luna, con cuanto absurdo
científico se les ocurra; y tal vez, desgraciadamente,
aparezcan esas patrañas el día menos pensado en letras de
molde.
Las comunicaciones instructivas son las que tienen por
objeto alguna enseñanza sobre ciencias, filosofía o moral. Son
mas o menos profundas, según el grado de elevación del
espíritu, pero no serán dogmáticas; lejos de eso, siempre el
espíritu adelantado se presenta humilde y manifiesta su
opinión, no solo porque así con el ejemplo enseña, sino
porque siente ya muy de veras que no hay más que un
absoluto y una suprema ciencia—Dios—y que los seres en
progreso indefinido, van tan solo despojándose de errores a
medida que penetran en las regiones más puras de la luz
divina. Por otra parte, como hace poco lo decía, no hay que
esperar de esos luminosos espíritus más que lo que
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consideren a nuestro alcance; y cuando más, que levanten una


punta del velo que encubre los conocimientos futuros. Así
proceden los verdaderos guías del Espiritismo, así procedió
Jesús, y así se da lugar para que se cumpla la ley: EL ESPIRITU
HUMANO TIENE QUE SER HIJO DE SUS PROPIAS OBRAS.
“Por la regularidad y frecuencia de esas comunicaciones,
dice Kardec, es como se puede apreciar el valor moral e
intelectual de los espíritus con los cuales se comunica, y el
grado de confianza que merecen. Si la experiencia es
necesaria para juzgar a los hombres, más lo es para juzgar a
los espíritus.” Si provienen de falsos sabios, no tardarán en
descubrirse como tales, cayendo en chocantes contradicciones
y si se proponen extraviar a los oyentes, éstos descubrirán la
urdida trama, siempre que tengan bien presente los consejos
contenidos en el Libro de los Mediums.
Las comunicaciones sublimes. Son pocos, relativamente, los
espiritistas que tienen ocasión de oírlas, y menos aún,
desgraciadamente, los que son capaces de sentirlas y
comprenderlas, a pesar de la sencillez del lenguaje, pero sin
exclusión, todos los que tienen un corazón sensible, se
sienten dulcemente conmovidos como cuando se escucha un
raudal de armonías.
Para comprenderlas en todo su alcance, es necesario sentir
la comunicación directa con el alma, es necesario leer entre
renglones, como cuando encontramos en el evangelio las
frases que realmente pertenecen a Jesús. Una sola de ellas,
cualquiera, demostrará la verdad de mi aserto, ésta, por
ejemplo: Lo digo para los que tengan oídos y quieran oír, para
los que tienen ojos y quieran
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ver. Es decir, para los que ya adelantados, podían


comprenderle y le comprendieron y sintieron como
sus doce apóstoles, espíritus elevados que con él
vinieron de acuerdo para la gran obra realizada
por el cristianismo, obra que aun da y seguirá
dando sus más hermosos frutos.

♦♦♦
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S E G U N D A P A R T E
DOCTRINA Y FILOSOFIA ESPIRITA

CAPITULO PRIMERO
DEL PERIESPIRITU

En el capítulo II, parte primera, de este tomo, he explicado


ya algo sobre las fuerzas desplegadas por los espíritus,
mencionando de paso al periespíritu. Dilucidaré en seguida
más detenidamente lo que con el periespíritu o cuerpo astral
se relaciona, emprendiendo la tarea con algún temor, no
obstante mi preparación al respecto, porque conozco que se
trata de una cuestión trascendental para el Espiritismo, y que,
en consecuencia, es de suma importancia que su resolución
sea acertada.
Los fenómenos del Espiritismo atestiguan a favor de la idea
de que el alma tiene a su inmediato servicio un fluido propio,
que le sirve para actuar sobre los fluidos animalizados de los
mediums, y con ellos sobre la materia.
Sin ese intermediario no es posible concebir la acción del
alma sobre el organismo, y por eso, los filósofos
espiritualistas se han visto obligados a idear algo al respecto,
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o a salvar la dificultad con suposiciones mas o menos


inverosímiles.
Para Leibnitz, aunque haciendo vida separada el alma y el
cuerpo, están regulados en sus funciones, de manera que las
modificaciones que se operan en el uno, repercuten o se
reproducen en el otro, como las agujas de dos relojes bien
arreglados marcan la misma hora. Esta armonía según
Leibnitz, ha sido impuesta por el Creador, por cuyo motivo la
llamó preestablecida.
Para Descartes, cada sustancia es la causa, no la ocasión de
los fenómenos que se manifiestan en la otra. De ahí que su
teoría haya sido llamada hipótesis de las causas ocasionales.
Así, el alma y el cuerpo, obedeciendo al sabio designio del
Creador, siguen en el curso de la vida dos líneas paralelas,
permaneciendo sin embargo, extraños el uno de la otra.
No debemos sorprendernos de estas divagaciones en
inteligencias tan poderosas. A la mayor inteligencia humana
del pasado, no le era posible formarse una idea, ni remota, del
verdadero origen del alma. ¿Cómo habían de suponer que un
mismo origen corresponda al cuerpo y al alma? ¿Cómo habían
de formarse una idea correcta de lo que son las fuerzas, para
comprender entonces, y aún después, como en el presente, la
acción del alma? Sin embargo, algunos tenían la intuición de la
verdad, como Cudworth, filósofo y teólogo, que imaginó un
intermediario que llamó el mediador plástico, que según él,
debía participar de la naturaleza del cuerpo y del alma.
Cudworth ha bebido el fundamento de esta hipótesis en la
Biblia. En el libro de Job, capítulo XXVII, versículos 2 y 3 se
habla del cuerpo glorioso del espíritu. De ahí también que
entre los hebreos fuese corriente la idea de dicho cuerpo,
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designándolo bajo el hombre de Neptesch etérea, que San


Juan y San Pablo nos hablen del cuerpo espiritual.
Sin embargo, los más de los filósofos espiritualistas han
desechado la hipótesis de Cudworth, porque de aceptarla, en
algo se aproxima el alma a lo material. Solo Charles Bonnet y
Cyrano de Bergerac, que son posteriores a Cudworth,
aceptaron la idea del cuerpo espiritual y la tuvieron antes
Paracelso y Van Helmont.

♦♦♦

La primera revelación de los espíritus respecto al


periespíritu, fue vaga o sin precisión, como tenía
necesariamente que ser, en razón de que aún no se habían
hecho estudios que permitieran comprender mayores
esclarecimientos al respecto. Contentáronse con decir lo
siguiente: El espíritu está envuelto en una sustancia, que
aunque invisible para vosotros, es aún muy grosera para
nosotros.
La falta de estudio de esta cuestión y lo vago de la
revelación, han hecho caer a muchas personas en el error de
suponer que el periespíritu es el fluido vital que anima al
organismo, cayendo así, en cierto modo, en el animismo
simple que ya he combatido y que no puede ser sostenido sin
ponerse en contradicción con los hechos y las doctrinas
fundamentales del Espiritismo.-----Veamos.
Citando un espiritista adelantado, Mr. Papus (1) que hace
una conferencia a propósito del periespíritu y bajo los
auspicios de Mr. Leymarie, creo que bastará para que se
juzgue hasta qué punto divergimos de la generalidad. Nos
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servirá también, lo poco que vamos a transcribir, para


combatir las ideas corrientes sobre el periespíritu y afianzar
las nuestras.
Seguiré al conferenciante en lo esencial, descartando toda la
hojarasca de estilo y de forma.
El periespíritu, para Mr. Papus , es, como para todos los
espíritas, el encargado de asegurar las relaciones entre el
cuerpo y el alma. Luego se ocupa del sentido en que podrán
tomar esas palabras los fisiólogos contemporáneos y cree
necesario definir lo que es el cuerpo, el periespíritu y el alma,
pero agrega, que en cuanto al cuerpo no es necesario decir
nada, ya que, felizmente, los sabios no niegan su existencia
en cuanto al alma, sería largo tratar de probarla y carece de
tiempo para ello, limitándose a decir que es el principio
inteligente que se manifiesta por medio de la conciencia y un
ternario: memoria-inteligencia-voluntad.
Habla después de la vida, y dice que vida y periespíritu son
dos palabras idénticas que designan una misma cosa, y sin
tomarse el trabajo de probarlo, supone que esa vida está en
gran parte en la sangre. “Existe una reserva de vida en una
serie de ganglios nerviosos enlazados entre sí y extendidos
por todo el organismo’’. (se refiere al gran simpático) Trae a la
memoria los hechos maravillosos de los fakires, y los atribuye
a la vida o periespíritu que es proyectado hacia fuera por la
voluntad, y en consecuencia, si bajo su acción, como ha
sucedido más de una vez (2), nace y crece una planta hasta
alcanzar su completo desarrollo en dos horas, es debido al
periespíritu del fakir. Así un médium es como una máquina
desprendedora de periespíritu. En el caso de las
materializaciones, el periespíritu sale del médium y en tal
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momento, las fuerzas invisibles allí presentes pueden obrar y


manifestarse.

(1) Director de L’Iniciation, París. En esta cita hay un error que debemos subsanar. El
Dr. Encausé (Papus), no es espiritista ocultista, y su revista L’Ïniciation , propaga las
doctrinas de grupo de estudios esotéricos del mismo nombre.
(2) Vease la obra de Jacolliot “Le Espiritismo dans le monde »

El Doctor Anastasio García López, en sus conferencias sobre


Cosmología (1889), establece también que el periespíritu es el
principio vital del organismo, Sin se él el que realice los
hechos químicos y fisiológicos, éstos no pueden tener lugar
sino bajo la dirección y la impulsión de dicha fuerza.
Si en realidad el periespíritu no solo hubiera de ser el
intermediario entre el alma y el cuerpo, sino también la vida
de éste, tendríamos que conceder lo que sostiene Mr. Papus
que los médiums son máquinas emprendedoras de
periespíritu. Es decir, que tendrían en sí una exuberancia de
vida extraordinaria, y serían en consecuencia las personas
más sanas, o por lo menos las poseedoras de mayor vitalidad,
lo que está en contradicción con algunos casos de gran
mediumnidad, como la de Home, por ejemplo, que era de
débil constitución y delicado de salud. Por otra parte, la
revelación espírita nos hace saber que el alma, durante el
sueno fisiológico, se separa más o menos del organismo.
¿Cómo explicarse en tal caso la vitalidad del organismo, que
continúa en sus funciones verdaderamente vitales?. El espíritu
no puede separarse del periespíritu, y en tal caso, según dicen
los espíritus, fórmase con parte de él, un lazo fluídico que
sirve siempre de unión para con el cuerpo. Si el periespíritu
fuera la vitalidad del ser, de él daría el magnetizador cuando
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cura por medio de los fluidos. Y de todo ello resultaría el


absurdo de que el cuerpo fluídico del espíritu, a lo menos en
la existencia terrena, estaría en un continuo cambio de
sustancia, puesto que si da de sí, debe recuperarlo de una
fuente común que existiría en la naturaleza. Esto está en
contra de las doctrinas fundamentales del Espiritismo. Según
ellas, el periespíritu no puede desprenderse del espíritu, sino
purificarse a medida que el espíritu se moraliza, hasta que, en
un término más o menos largo, el periespíritu no se diferencia
del espíritu, siendo ya espíritu puro.
No es pues, posible que los espiritista dirigentes continuen
sosteniendo que el periespíritu y la vida es la misma cosa.
Creo que los conocimientos conquistados desde Allan Kardec
a la fecha, nos ponen en el caso de reaccionar. Así deben
haberlo comprendido los elevados Guías de la Constancia,
puesto que en las últimas sesiones en que nos ocupaba la
discusión de puntos avanzados de doctrina, uno de los
espíritus que más se ha distinguido en nuestra sociedad por
las dotes intelectuales, nos dijo que la vida no era el
periespíritu, que la fuerza vital quedaba en la materia,
actuando en su descomposición y recomposiciones ulteriores.

♦♦♦

El transformismo es aceptado por los espíritus que dirigen


el movimiento que se denomina Espiritismo; lo aceptan en lo
fundamental todos, y algunos con ciertas reservas. El alma,
pues, ha debido tener, sea cual sea el origen que se le asigne,
un principio muy humilde. Para mí, como para todos los que
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sostienen el evolucionismo sustancial, es idéntico al de la


materia, idéntico al de todo lo que existe. Así como lo he
sostenido ya, la división fundamental operada por el
evolucionismo sustancial, consiste en la creación de la materia,
o sea la resistencia pasiva, base de lo tangible, y los fluidos
representan en su incesante movimiento la acción, la fuerza y
la vitalidad. Evidente es, entonces, que el origen inmediato del
alma debemos buscarlo en eso fluidos, que como lo he
demostrado, van diversificándose a través de la serie animal y
siendo atraídos por afinidad a animar la parte vegetativa de los
seres; la parte que se resuelve en el conjunto por el
funcionamiento orgánico y el movimiento de los plasmas; y la
parte cerebral en que se realizan los instintos y la inteligencia
relativa, formando así el alma ocasional del animal y el
periespíritu o envoltura directa del espíritu en el hombre.
Este último fluido, el más sutil, el más espiritualizado que
actúa en los animales que en su importancia siguen
inmediatamente al hombre en la escala descendente, forma
entonces su alma ocasional. ¿Persistirían estos embriones de
espíritus en el espacio sin disolverse, formando los elementos
que al aparecer el hombre sobre la tierra, le servirían para
formar su alma autónoma y cuyo perfeccionamiento se opera a
través de las encarnaciones sucesivas que el Espiritismo nos
revela? O bien, esos fluidos, siguiendo la ley de todas las cosas
y la fuerzas, buscarán al disgregarse de los cuerpos muertos,
su reunión afín? Tan posible es lo uno como lo otro, pero yo
prefiero creer que esos fluidos ya espiritualizados por el trabajo
secular de la vida animal, como los compuestos del organismo,
los líquidos, los gases, las materias terrosas y la electricidad,
que vuelven a sus fuentes.
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No diré más, por ahora, porque me propongo tratar aún por


tercera vez de la formación del alma en otro capítulo. Mientras
tanto, los desarrollos ya dados a la cuestión, dan a comprender
que el periespíritu propiamente dicho, no forma la vitalidad
total del hombre, y que desde el momento en que se llega a la
conciencia del bien y del mal, se conquista la autonomía
espiritual integrada con el cuerpo astral o periespíritu, que es
ya uno o indivisible.
No es el periespíritu el que prestan los mediums para las
manifestaciones espíritas: no son emanaciones periespirituales
las que salen de los presentes en las sesiones, ya ayudando, ya
contrariando los fenómenos, como lo piensan Mr. Papus y el Dr.
García López. Lo que los médiums pueden prestar, porque se
puede reponer, si no hay abuso, es el fluido vital que he
llamado de conjunto, y que en un organismo sano, se asimila y
desasimila más o menos rápidamente. Son estos fluidos lo que
sirven a los magnetizadores, son ellos los que curan, si
provienen de una naturaleza sana de cuerpo y alma, porque los
fluidos, menos los de la vida vegetativa, están sujetos a la
voluntad, lo que equivale a decir, al espíritu y éste, en su
progreso, atrae buenos fluidos o los transforma en tales por los
actos emanados del pensamiento y de los sentimientos
elevados.
De lo dicho no ha de inferirse que sostengo una separación
del todo definida entre los mencionados fluidos. Su separación
y mutua acción puede compararse con la que existe entre las
aguas del mar y las pluviales, éstas emanan de aquel, y al
volver a el en forma de ríos, resulta una ancha faja de una
mezcla indefinida.
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Como ya lo he dicho en el capítulo III, segunda parte, tomo


primero, no existe nada ni nadie independiente en la
naturaleza, hablando en absoluto; pero dentro de esa
dependencia mutua, existen las cosas y los seres en una
independencia relativa.
Siendo esto así; ¿qué debe suceder cuando un espíritu
desencarna? He aquí mi humilde opinión, basada en la
observación y el estudio. Si se trata de un espíritu en los
albores de su independencia, o bien un espíritu materializado
por sus pasiones y sus vicios, atraerá por afinidad con su
periespíritu propiamente dicho, una parte más o menos
importante de los fluidos animalizados. Pero cuando el que
desencarna es un espíritu ya ennoblecido por la inteligencia y
por los sentimientos, arrastrará menos fluido materiales, hasta
que en ese movimiento ascendente, sólo llevará consigo el
periespíritu, cuya completa depuración le conducirá, según la
revelación, a la región de la luz do habitan los espíritus puros.
Esta es, sin duda, la causa de que los mediums sientan gran
diferencia en los fluidos de los espíritus, que según ellos dicen,
les son más o menos agradables. La observación atenta de los
fenómenos de posesión, demuestra también que los malos
dejan siempre parte de sus pesados fluidos en los mediums,
llegando esto a producirles, al dejar la posesión, náuseas,
sofocaciones, y siempre malestar, que los espíritus protectores,
tomando posesión en seguida, alivian de una manera notable
desechando esos mismos fluidos.

♦♦♦
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Siendo esto así ¿cómo podrían verificarse los fenómenos que


estudiamos? ¿Cómo podrían los espíritus operar sobre los
mediums? A mi juicio, no hay más que recordar lo que pueden
cuando en la materia se encuentran, para comprender, en lo
posible, las misteriosas fuerzas que desplegan desde el
espacio.
Del espíritu, como lo he dicho, parte la primera fuerza
voluntaria que pone en juego los diversos órganos del cuerpo.
Como toda fuerza, debe ser un movimiento o vibración inicial
que al llegar al fluido de la vida animal, se transforma en otra
fuerza más sencilla o material, y corriendo por los nervios,
afecta los músculos tales o cuales, con arreglo al deseo del
espíritu. Si el espíritu encarnado quiere magnetizar a otro
encarnado, obliga por su voluntad al fluido magnético o de la
vida animal a proyectarse hacia fuera, quedando siempre bajo
la acción de la misma voluntad, y pudiendo así dominar por
completo a otra persona haciéndole hacer, pensar y decir lo
que se le ocurra.
Pues bien, ese poder del espíritu no debe perderse con la
muerte, puesto que quiere y piensa. En consecuencia, dada la
naturaleza sensible de los mediums, podrá, envolviendo en sus
fluidos periespiritales al espíritu encarnado, forzarle a hacer o
decir lo que quiera, y hasta tomar posesión momentánea de los
órganos cerebrales, que deben ser afectados en primer
término, para producir los movimientos de los miembros o de
los músculos vocales, quedando el médium en estado más o
menos inconsciente.
En cuanto a las fuerzas que desplegan en la producción de
los fenómenos físicos, podemos explicárnoslas teniendo
igualmente presente que n el estado libre, el espíritu podrá
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actuar fácilmente por acto de simple voluntad sobre los fluidos


que se materializan de los mediums y de las demás personas
presentes, como asimismo de los fluidos de que está
impregnado el ambiente.
Esto es todo lo que, por ahora, podemos decir del periespíritu
y de la acción de los espíritus sobre los mediums.

♦♦♦
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C A P I T U L O II

Reencarnación-Conservación del yo pensante en toda su


integridad, a pesar del aparente olvido del pasado-Libre
albedrío.

El hecho de la existencia del mundo espiritual y de su


comunicación con el mundo material ya no puede ponerse en
duda. Pero ¿puede quedar el alma satisfecha con ese estado de
cosas? ¿Puede conformarse la humanidad con las desigualdades
que en la existencia notamos, y que, al parecer, continúan en el
espacio? De ninguna manera ello acusaría una marcada
injusticia de parte del Creador, o una obra inacabada. Mayor
resultaría aún el vacío de justicia, si hubiéramos de creer que
las almas han sido creadas al nacer el hombre, más o menos
perfectas, siguiendo la caprichosa teoría de la gracia.
Para que tan chocantes aberraciones no puedan ser
atribuidas al Ser por excelencia, a Dios, era necesario que
viniese el Esiritismo a dar forma y vida a las palabras de Jesús,
que reveló la clave del misterio, sosteniendo que todos somos
iguales ante el Padre, que todos somos hermanos provenientes
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de un mismo origen e hijos de nuestras propias obras, que es


necesario nacer y renacer, (como le dijo a Nicodemo), para
entrar en el reino del Padre, reino que tiene muchas moradas.
Reencarnación! Salvadora idea en verdad, se dirá, pero que
desgraciadamente no puede probarse, estando en abierta
oposición con los hechos. ¿Dónde está el recuerdo de esas
vidas sucesivas? ¿Dónde el libre albedrío, necesario para que
pueda nuestro progreso indefinido, si es que existe, atribuirse
a nuestro propio trabajo? ¿Tendríamos que creer nuevamente
por el hecho simple de una revelación de Jesús? El espiritismo
pretendería también imponernos la fe? ...
Ciertamente que no, el Espiritismo, no impone la fe; pero
posee conocimientos que pueden dar la convicción de que la
reencarnación es un hecho, que explican la continuación del yo,
aún en el aparente olvido del pasado y que demuestran que el
libre albedrío lo tenemos, si bien en el grado que corresponde
a nuestro progreso espiritual.
Esa convicción no puede obtenerse completa por la sola
lectura, exige una observación o estudio paciente de las
comunicaciones y de los cuadros de ultratumba. Mientras tanto,
como se verá enseguida, por simple deducción lógica de los
conocimientos que ya posee el lector, se puede llegar a la
prueba racional, o, por lo menos, a la convicción de que el
Espiritismo, en esto como en todo, no nos enseñar nada de
absurdo o contrario a la razón más exigente.

♦♦♦
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Sin dar principio progresivo al espíritu, no se explicarían las


diferencias chocantes que notamos sin esfuerzo en la
humanidad.
Sin la reencarnación, no se explicaría la justicia de Dios. Sin la
continuación del yo y el libre albedrío, no se explicarían los
genio o las inteligencias prematuras, que parecen recordar o
traer ya hecho en su mente tal o cual ramo del saber, como
Mozart, que a los nueve anos dirigía una orquesta, Miguel
Ángel, que a los doce era ya un artista, Goethe que a esa edad,,
escribía en varios idiomas, y Pascal que a los trece era un gran
pensador.
De ahí sin duda, que algunos hombres notables por su genio
y su saber, hayan pensado en la reencarnación, no bajo el
aspecto grotesco de la metempsicosis, sino en diversidad de
existencias hechas por el alma en el hombre siempre, ya en
este mismo mundo, ya en otros.
Leibnitz, ese gran genio, presentía ya las reencarnaciones,
“Puede ser, decía, que haya en alguna parte un cierto número
de animales parecidos al hombre, que sean más perfectos que
nosotros”, Carlos Bonnet, inspirándose en Leibnitz, establece
más claramente la idea de que el espíritu del hombre pueda en
su progreso habitar mundos más perfectos. Juan Reynaud
piensa también en la posibilidad de que el hombre
transformado pueda pasar “de vida en vida, de mundo en
mundo, despareciendo del uno para reaparecer en el otro,
siempre llevado por las virtudes atractivas”.
Los citados filósofos sólo presentían la verdad; no tenían la
más mínima prueba en apoyo de sus ideas; y, sin embargo, las
sostenían sin temor. Actualmente, teniendo esa prueba por la
presencia de los espíritus entre nosotros y sus aseveraciones,
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son pocos los que se atreven a afrontar el ridículo para


sostener sus convicciones. Se va aún más lejos: F. Boluillier,
siendo un moralista de primer orden, habla con desprecio y
derrama el ridículo sobre aquellos, diciendo: “no sabemos
hasta qué punto hay que tomar en serio las visiones análogas
de Flammarión, Louis Figuier, Pesan y otros, sobre los mundos
habitados, los hombres planetarios, los seres sobrehumanos y
las reencarnaciones. En cuanto a Pierre Leroux, hagámosle la
justicia de que no participa de las ideas de su correligionario
Jean Reynaud acerca de las transmigraciones de planeta en
planeta: es sin duda partidario de las reencarnaciones, pero
solamente en este mundo”…
Si el alma persiste más allá de la tumba, y, como queda
probado, conserva la inteligencia y el poder de la voluntad
sobre el fluido que forma el cuerpo astral o periespíritu, la
posibilidad de la reencarnación, es indudable. A ese fin, el
espíritu no tendría más que hacer que sustituirse en el feto, en
cierto momento de su desarrollo, al fluido que por afinidad
atraería el cerebro en formación (1). Pero, si esto se concibe
con respecto al espíritu ya adelantado, no puede aplicarse a los
espíritus embrionarios, del primer momento de la autonomía
relativa del alma. Consultados los espíritus al respecto, ellos
nos dicen que, no sólo entonces, sino aún en el presente, hay
espíritus que es necesario hacer encarnar en las razas o
pueblos que por su atraso les corresponden, si bien son
atraídos hacia ellos por la gran ley de afinidades que rige en lo
espiritual con más fuerza que n lo material.
Comprendida así la posibilidad del hecho de la
reencarnación, tenemos una razón que aducir para probar que
se trata de una ley ineludible.
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Siendo el alma el producto de la elaboración secular de la


creación, siendo elaborada, diré así, en el crisol de la materia
viva, claro es que en ella tiene que encontrar los medios de
perfección.
(1) Según lo declaran los mismos espíritus, la reencarnación es debida
a un acto de decisión que cuesta tanto o más, en ciertos casos , que el
morir, pues se viene a una nueva prueba y se separa uno de los seres que
quiere en el espacio. El modo de la reencarnación consiste en ligarse al
feto por un lazo fluídico. Cuando este ha adquirido una vida ya
adelantada, viene turbándose el espíritu, hasta el momento del nacimiento
en que queda del todo ligado a la materia.

Por otra parte, la reencarnación es el corolario de las diversas


leyes que rigen la vida, la necesidad de sufrimientos para
aquilatar la virtud, la necesidad de lucha en que nos coloca
cada existencia, para que del empeño que en ella ponemos,
resulte el progreso por nuestro propio esfuerzo, para que
seamos hijos de nuestras propias obras.
Atestiguan la reencarnación millares de espíritus que
aseguran recordarlas. La identidad de los espíritus es muy
difícil obtenerla; pero todos los que se comunican, todos los
que han conquistado un cierto grado de adelanto, todos
aseveran que la reencarnación es un hecho.
Siendo esto así, ocurre preguntarse: qué leyes rigen la
reencarnación con el acierto necesario, para que cada uno
tenga lo que merece o lo que necesita para su progreso? La
contestación nos exige recordar algo de lo demostrado en el
primer libro, y ciertos desarrollos previos.

♦♦♦
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La vida del ser viene en el germen, y basta la ley de herencia


para su desarrollo, modificándose su influencia tan solo por las
circunstancias y el medio en que tiene lugar, si se trata de
animales cuyo espíritu embrionario, instintual e inconsciente
para el bien y el mal, no es dueño de sus actos, ni responsable.
Pero si se trata del hombre, no sólo obra la fuerza de herencia,
sino también la del espíritu ya dueño de sus actos, o sea con el
grado de libre albedrío (1) correspondiente a su adelanto. De
ahí tanto parecido en aquellos y tanta variedad en éstos, aun
dentro de la misma familia.
El alma de un animal no proviene de una reencarnación: es
espíritu en germen o en formación, bajo la acción de la vida y
de las necesidades que ella impone, y es ocasional,
inconsciente e irresponsable: no existe aún como
individualidad, y al morir la materia, vuelve al fluido de su
origen.
(1) Ruego al lector que acepte, momentáneamente, el libre albedrío,
pues prometo probar acabadamente su verdad

El espíritu, desde que se individualiza, posee un cuerpo


fluídico (periespíritu), mediante el cual se pone en contacto con
el germen al principiar el desarrollo cerebral, pasando por una
turbación que crece a medida que se desarrolla el ser material
de que va formando parte integrante, sustituyéndose así al
fluido libre que toda materia actúa.
Pierde el espíritu, de este modo, la memoria de su pasado,
pero no la resultante, diremos así, de sus anteriores
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encarnaciones, y obra, desde luego, como una fuerza que


modifica la ley de herencia, en el sentido de su adelanto
intelectual o moral, sobre el físico en general y especialmente
sobre el cerebro.
Así, si bien este órgano y la constitución animal tiene una
acción sobre el espíritu, éste, a su vez, cuanto más adelantado
sea, más y mejor influirá sobre el desarrollo de las diversas
partes del mecanismo cerebral que correspondan a las
facultades adquiridas.
Sabido es que el cerebro se desarrolla o modifica sus formas
externas hasta los 40 anos, como lo ha probado el Doctor
Brocca y otros antropólogos distinguidos. Y si esto tiene lugar
de una manera visible, de suponer es, que serán mayores las
alteraciones producidas en el interior, vitalizándose las partes
que el espíritu pone en ejercicio y atrofiándose y hasta
osificándose las que deja en desuso.
Falta la memoria del pasado, es cierto, y en ello se revela la
divina inteligencia que domina en el conjunto y en los más
mínimos detalles de la creación: si el hombre tuviese esa
memoria, procedería en consecuencia, por el temor o por el
cálculo, desvirtuando así uno de los objetos esenciales de la
encarnación, que es probar la consistencia de los propósitos de
bien y de progreso o de enmienda, concebidos en la vida libre
del espíritu, en la cual se recobra por completo la memoria del
pasado. Pero no por carecer de esa memoria, deja de existir la
continuación del yo, porque el espíritu conserva en absoluto el
substractum de su pasado, o sea el adelanto o elevación
adquirida. No puede trasmitir esa memoria al órgano material
destinado a formar el archivo de cuanto el hombre estudia y
opera en su existencia; pero actúa libremente por sus ideas y
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por su voluntad, en tal o cual sentido; procediendo así con


arreglo a la inteligencia y experiencia adquiridas. De ahí que el
espíritu es tanto más responsable de sus actos en la materia,
cuanto más dominio tiene sobre ésta y más adelantado está (1).

El órgano de la memoria, he dicho, destinado a formar el archivo de


cuanto el hombre estudia y opera en su existencia. Tengo en contra, no lo
desconozco a la ciencia y al espiritualismo. Extraña coincidencia! Yo no
estoy, desgraciadamente, como en muchas otras cosas, no con los unos ni
con los otros-paciencia- Diré lo que pienso.
El órgano de la memoria, si existe como todo el organismo, dicen los
espiritualistas, se renueva en poco tiempo; luego no pueden los
materialistas sostener que la memoria no es esencialmente espiritual: la
materia cambia y la memoria subsiste.
La memoria resulta, dicen los materialistas, como todas las demás
facultades del hombre, de la organización cerebral y sus funciones: de las
impresiones que dejan las palabras y los hechos relatados o vistos, resulta
la memoria.
Veamos.
Para que los espiritualistas estuviesen en lo cierto, sería necesario que el
cambio de materiales fuese completo en el organismo brutal, por decirlo
así. Pero no hay tal cosa: la renovación lenta y las células vivas conservan
su virtualidad siempre; desasimilan y asimilan, pero no pierden su yo
vegetativo, su función especial en compañía de millares de otras células
en cada órgano de la estructura humana.
Los materialistas, ¿para qué decirlo? En general lo son porque sí-pues
tampoco hacen la salvedad que acabo de hacer en cuanto a lo virtual de
los órganos, manteniendo la integridad de sus funciones no sólo
orgánicas y vitales, sino también intelectuales, que así pueden llamarse or
haber sido el centro del desarrollo paulatino del alma y luego los
instrumentos que sirven al espíritu para conocer o percibir del mundo
externo y para manifestarse.
Como se ha visto al estudiar el fenomenismo magnético, se manifiestan
siempre dos memorias: la del espíritu y la humana. El alma no puede
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transmitir al órgano los actos de su pasado, porque así está constituido


ex profeso el organismo; sólo puede actuar en cuanto a su pasado por las
ideas que llamamos innatas y por la facilidad de comprender, de ver, de
juzgar y aprender, valiéndose del cúmulo de hechos, de actos, etc., que se
van registrando en el órgano de la memoria, mediante el estudio, la
observación y la experiencia de cada existencia.
Por otra parte, la memoria espiritual a que me refiero, es la que puede
resultar de sus alejamientos nocturnos, puesto que en la turbación que es
efecto del acto de reencarnar, se pierde la memoria del pasado.

Si el espíritu en su infancia se desarrolla y modifica


paralelamente al desarrollo y modificación del cerebro y el
sistema nervioso, sometido así a una ley sabia como todas las
del Hacedor Supremo; cuando en su progreso adquiere un
grado dado de libre albedrío, domina con eficacia a la materia,
llegando al extremo de producir grandezas intelectuales y
heroísmos con un cerebro a veces deficiente y en un organismo
pobre; el genio musical arrancan de un instrumento mediano
acentos y melodías que el músico adocenado no consigue en
un instrumento de primer orden.
“El genio, dice Flammarion (1) no es solo una resultante de
las condiciones materiales y menos una enfermedad nerviosa,
sino que por el contrario, se ostenta firme como una fuerza
superior a sus propias condiciones, que con frecuencia ha
sojuzgado, vencido y gobernado. Lejos de consentir en
considerar al hombre como un ser inerte cuyas obras no
habrían de ser más que el efecto del instinto, de los hábitos, de
las necesidades, de los deseos, de las predisposiciones
orgánicas, proclamamos con la autoridad irreprochable del
hecho, que la inteligencia gobierna a la materia, y que el mérito
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del hombre consiste precisamente en esa elevación, en esa


soberanía de su inteligencia sobre su cuerpo.
Gran número de los que más se distinguieron en la ciencia,
vieron la luz primera en posiciones sociales en que no podía
esperarse encontrar celebridad científica. En vez de las
combinaciones químicas del fósforo y del hidrógeno, en lugar
de los efectos de la electricidad nerviosa, presentamos a la
veneración universal los grandes caracteres que desde el fondo
más oscuro de la sociedad, se elevaron a la conquista de la
ciencia.
Recorriendo luego las páginas del libro de Samuel Smiles
(Self-Help) recuerda los nombres de los grandes hombres que
se han distinguido en todos los ramos del saber humano, y
encuentra que todo lo debieron a una voluntad decidida, a
pesar de la absoluta carencia de dinero, de la humilde posición
en la juventud, y , en algunos, como en Bufón, no obstante la
malísima salud o debilidad física. ¿Por qué cantidades, se
pregunta Flammarion, entraron el azoe o el fósforo en la
secreción de la voluntad de esos sabios ilustres, y de qué
manera se condujo el carbono para conducirlos al pináculo de
la inteligencia? A pesar de las circunstancias desfavorables
contra las cuales tuvieron que hachar desde los primeros pasos
en la vida, se crearon estos hombres eminentes, por el solo
ejercicio de sus facultades intelectuales, una reputación tan
durable como sólida, superior a todas las riquezas del mundo.
La voluntad, como lo he dicho, es atributo esencial del
espíritu. La salud, la buena configuración del cráneo, brindan al
espíritu facilidades de que se carece cuando por el contrario
esos preciosos elementos materiales faltan, haciendo deficiente
al mecanismo por medio del cual está obligado el espíritu a
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percibir y a manifestar sus ideas y sus sentimientos; más, si el


espíritu encarnado es indolente y no busca afanoso su
progreso, en vano tendrá aquellos dones: los dejará perder en
la inacción, mientras que, si se trata de un espíritu que ya haya
alcanzado un poderoso desarrollo intelectual, en el primer
caso, será un Cuvier, un Napoleón, en el segundo una Mme.
Stael, un Bufón, un Godin.
El poder de la voluntad y del pensamiento sobre los órganos
cerebrales, es grande: y lo es también, en ciertos casos, sobre
las funciones orgánicas. Flammarión cita al escritor Walter, que
consiguió, por medio de una voluntad sostenida y sin seguir
medicación alguna, recobrar la salud perdida. Yo mismo he
conocido un joven que, tísico, después de haber vomitado en
cantidad la sangre, con las piernas y los pies hinchados, oye
desde su cama el fallo por el cual los médicos le condenaban a
una cercana muerte: incontinente toma una resolución tenaz-
vivir-a pesar de los médicos y de todo: pide le compren un
calzado cualquiera en que poder meter sus hinchados pies, lo
obtiene por la fuerza de su carácter, y se viste y sale y lucha, y
hace ya un ano de esto, habiendo mejorado su salud, o por lo
menos, alejado la época de su fin.
Si esto es así, también la materia ejerce su influencia pasiva,
pero terrible. Descompuesto el organismo cerebral,
desequilibrado el sistema nervioso, o por lo menos los fluidos
que por ellos circulan, toda voluntad llega a ser impotente.

♦♦♦
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Flammarion describe los trabajos desesperados de Palissy


para fundir esmalte y convertir sus cacharros de arcilla en
porcelana. Palissy, después de concluir con todos sus recursos,
faltándole leña en su último experimento, aquel en que alcanzó
su objeto, echó al fuego sus muebles y hasta el entarimado del
cuarto en que habitaba con su empobrecida familia. Al fin, al
cabo de años de trabajos incesantes, durante los cuales hubo
de aprenderlo todo por sí solo, recogió el fruto de sus
esfuerzos y sacrificios.
Ante este elocuente ejemplo de valor y perseverancia, dice
Flammarion, no de valor excitado por el enardecimiento del
sistema nervioso y por la cólera, por el recelo de un peligro,
por el olor de la pólvora o por la música militar; pues en estos
casos espontáneos, podrían nuestros adversarios los
materialistas invocar la sensación, sino de una energía que
supo sostenerse dieciséis años consecutivos sin desmayar ante
los contratiempos, de una voluntad que se sobrepuso a todos
los obstáculos, y dominó la materia, como había dominado el
cuerpo mismo de Palissy y todas sus afecciones de corazón;
ante estos ejemplos, decimos, ante tantas glorias de la familia
pensadora, ante tantos luminares que se consumieron para
guiar a las generaciones, ante tan altos testimonios de la
conciencia humana, ¿quién osará acusar a la voluntad de ser
una pura ilusión y a la fuerza moral de ser esclava? ¿Con qué
derecho podrá negarse la energía independiente y el carácter
dominador de esas almas tan bien templadas?
La muerte de Giordano Bruno, en la hoguera por no
someterse a la retractación que le exigía la inquisición; la de
Capanella, que sufrió siete veces la tortura, siete veces derramó
sangre y sucumbió corporalmente a la fuerza del dolor, y siete
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veces volvió a repetir sus amargas sátiras contra los


inquisidores, sirven, con otros ejemplos, a Flammarion, para
demostrar el poder de la voluntad, la elevación espiritual sobre
la materia.
El mundo pertenece a la energía, decía Alejo de Tocqueville,
jamás se presenta en la vida una época de completo reposo, los
esfuerzos fuera de sí mismo, son tan necesarios y más aún en
la vejez que en la juventud. Yo comparo al hombre de este
mundo, con un viajero que anda sin cesar hacia una región
cada vez más fría, y que se ve obligado a agitarse más y más a
medida que se va internando. La grande enfermedad del alma
es el frío, para combatir ese mal terrible, conviene, no sólo
conservar vivo el movimiento del espíritu por medio del trabajo,
sino también acrecentarlo con el contacto de sus semejantes y
con los negocios del mundo.
Estas palabras se confirman de un modo convincente por el
ejemplo personal de su autor. En medio de sus grandes
trabajos perdió la vista, luego la salud, pero nunca el amor al
estudio y la verdad. Cuando se vio reducido a tal extremo de
debilidad era preciso que una enfermera le llevase en brazos de
una pieza a otra pieza, como a un niño delicado, no por eso
disminuyó su indomable energía, y ciego e impotente como
era, para término y remate de su carrera literaria dejó escritas
estas notables palabras, dignas de figurar frente a frente de la
hipótesis materialista.
Si, como me complazco en creer, el interés de la ciencia se
cuenta entre los grandes intereses nacionales, yo he dado a mi
país lo que le da el soldado mutilado sobre el campo de batalla.
Cualquiera que sea el destino de mis trabajos, este ejemplo, así
lo espero, no será perdido. Quisiera que sirviese al menos para
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combatir la especie de debilidad moral que constituye la


enfermedad de la nueva generación; que pudiese atraer el
camino recto de la vida a alguna de esas almas enervadas que
se lamentan de no tener fe, que no saben donde encontrarla, y
que van buscando por todas partes, sin encontrarlo en
ninguna, un objeto de culto y de afección.
No puede ponerse en duda, pues, que el espíritu obra sobre
la materia, y que cuando llega a un alto grado de progreso,
tiene una acción poderosa sobre ella.
La niñez resulta de la turbación en que cae el espíritu al
encarnar y de la deficiencia de los órganos. A medida que éstos
se desarrollan, va el espíritu recobrando su autonomía o
integración intelectual y moral que le corresponde; pero ya en
la niñez se demuestran por actos que no pasan desapercibidos
para las personas observadoras, cuáles podrán ser las
aptitudes, los gustos, las pasiones y defectos a que estará
sujeto el hombre, salvo el caso de contrariedades que tuerzan
lo que al parecer era su destino.
En la edad provecta, el hombre, con sus cansados órganos,
oxigena poco la sangre, porque la respiración que corresponde
a las contracciones del pulmón y del corazón, es más lenta,
resultando de ahí la disminución de la sangre arterial, la
consiguiente palidez, el frío y el entorpecimiento general del
mecanismo, disminución del apetito, de la digestión y en
consecuencia de la asimilación. En este estado, las funciones
cerebrales se dificultan por la falta de fluido vital en el
organismo; de ahí que la memoria cerebral se debilite, que la
ideología no encuentre facilidades, no se conciba con lucidez.
Siguiendo este decaimiento, puede llegar la chochez, de la cual
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no se salvan, a veces, los mejores talentos, como Newton y


otros.
Este es uno de los hechos en que los materialistas apoyan sus
ideas; pero podemos dar una explicación satisfactoria.
¿Cómo ha de poder actuar el espíritu, manejar su organismo,
hacerlo mover con la misma facilidad que cuando todos los
órganos, más vitalizados, sentían con rapidez la acción
nerviosa, a su vez, más obediente a las vibraciones
periespiritales originadas por la volición del espíritu?
Pretenderlo, sería lo mismo que exigir que un artista tocase con
igual ejecución y arrancase las mismas armonías de un piano
flamante que de otro desvencijado y de oxidadas cuerdas. Si el
decaimiento físico continúa, si unos órganos se atrofian, si
otros se vitalizan por intervalos, si las sensaciones se
pervierten, el espíritu es afectado y cae en una turbación que
sólo desaparecerá al dejar la envoltura corpórea; y, aún así,
como nos lo demuestran los cuadros de ultra-tumba,
paulatinamente y después de cierto tiempo. Excusado es decir
que ello, como todo lo que al espíritu le acontece, tiene su
causa en sí mismo, en su pasado o en su propio presente.
Nótese que no hago argumentos para probar la dualidad
humana, puesto que sé que esa dualidad probada está por el
fenomenismo espírita, y que todo aquel que lo desee puede
convencerse de ello por la observación. Lo que hago es,
simplemente, tratar de explicar los fenómenos de la vida del
hombre partiendo de una base cierta y probada: la existencia y
supervivencia del alma.
Así, cuando una enfermedad ataca momentáneamente al
cerebro, el espíritu no puede manifestarse: y si de una fiebre se
trata, sobreviene, a veces el delirio, que no es otra cosa que la
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exaltación anormal de los órganos de la visión, de la


imaginación, de la audición y de la memoria: exaltación de la
sangre atacando con preferencia al cerebro, de lo cual resulta la
necesidad de la función anormal de sus órganos para consumir
los elementos que la sangre conduce allí, y sin lo cual la muerte
sería rápida. El espíritu está engañado, no tiene conciencia de
su estado, hay un olvido inmediato y vive en la alucinación:
entonces se producen esas conversaciones sin fin y sin ilación,
esos monólogos inacabables, en medio de los cuales, un atento
observador encontrará una mezcla de recuerdos del presente y
del pasado del espíritu.
La locura, si es producida por idénticas causas, produce los
mismos efectos: si el órgano correspondiente a una pasión es
el que está excitado y la comunicación de los órganos
cerebrales entre sí está interrumpida, el espíritu no podrá darse
cuenta de su estado y cometerá toda clase de actos
desordenados en el sentido de su pasión. Si la imaginación es
la más afectada, la persona estará sujeta a las alucinaciones y
verá y hablará a personajes, que aunque no existan, ve el
espíritu, como sucede en los ensueños.
Apartando estos estados de la existencia y las excepciones
constituidas por un pasado reprochable del espíritu, éste, en
general, se encuentra en una materia que corresponde a su
adelanto.

♦♦♦

Pero, por demostrado que esté que el espíritu es inmortal y


reencarna hasta alcanzar un grado X de progreso, no resulta
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por eso, se dirá, con la facultad propia de elegir su camino,


sino que por el contrario, aparece sujeto a un hado, a un
destino más o menos fatal para cada uno, puesto que, en
suma, lo más depende del medio en que cada vida se
desarrolla, del mecanismo humano que le corresponda, de mil
circunstancias fortuitas y del grado de educación recibida.
Existe, sin embargo, el libre albedrío, y por difícil que
comprenderlo sea, queda ello al fin evidenciado para aquel que
investiga o estudia seriamente el Espiritismo.
No podré, en consecuencia, llevar al ánimo del lector la
convicción que le espera después de algunos anos de
Espiritismo: pero diré dos palabras que han de facilitarle, creo,
la conquista de ese punto doctrinario, de cuyo conocimiento
depende el juicio recto que ha de hacerse de Dios y de su
justicia.
Efectivamente, sin libre albedrío no habría ni pena ni premio
merecido. La teoría de la gracia con que el clero católico
pretende explicar las desigualdades humanas, a ser cierta,
daría la seguridad de que Dios, a semejanza de los dioses
mitológicos, sería susceptible de todas las veleidades humanas,
de la ira, del mal humor, y, en raros momentos, de la suma
bondad, creando almas y dándoles todas las ventajas posibles
dentro de este valle de lágrimas.
Por lo que se ha dicho en el parágrafo sobre la reencarnación,
se concibe fácilmente que si el espíritu en la turbación que
resulta del acto de la encarnación, obra como una fuerza
inconsciente sobre el mayor o menor desarrollo de tales o
cuales órganos cerebrales, a medida que recobra sus facultades
o que se reconoce, va adquiriendo mayor dominio sobre los
instintos o pasiones naturales, y, en consecuencia, modelando
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rápidamente su instrumento en el sentido que corresponde a


su peculiaridad intelectual o moral. La continuación del yo
resulta de ese hecho. Más, ¿cómo se ha conquistado el estado
actual de cada ser espiritual? – volverá a preguntarse el lector.
Veamos.
Una vez conseguido el equilibrio, es decir, colocado el
espíritu en su nueva materia, exactamente como se encontraba
en su anterior encarnación, con las mismas aptitudes,
facultades y pasiones, podrá progresar en el bien y en la
inteligencia o estacionarse; pero esto dependerá en gran parte
de las circunstancias apuntadas al principio de este parágrafo,
y que parecen ser fatales.
No hay tal fatalidad, sin embargo,, en el sentido que se da
generalmente a la palabra, como algo que sucede contra
nuestra voluntad, irremediablemente, sin razón justiciera o
merecimiento de nuestra parte; la hay, sí, como algo que tiene
que suceder en su conjunto, en una vida humana, no así en los
detalles que pueden ser modificados por la conducta del
espíritu encarnado, o sea por la voluntad, como cualquiera lo
comprenderá.
¿Y qué es la voluntad? Ya lo he dicho: es el atributo esencial y
libre del espíritu; es una fuerza por cuyo medio puede el
espíritu poner en movimiento al organismo cansado, contrariar
su sueno, dominar los instintos, las pasiones egoístas, la
sensualidad, o bien entregarse a ellas con tanto mayor grado
de poder cuanto más adelantado esté, perfeccionándose así
siempre o persistiendo en el mal.
He aquí ya encontrado un elemento del problema a resolver;
tiene o no el espíritu el libre albedrío.
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Si la parte fatal de su existencia fuese elegida por él al


encarnar; consciente y libremente, tendríamos ya la resolución
que buscamos. Pues bien; eso es, justamente, lo que tiene
lugar. Los relatos que los mismos espíritus nos hacen y el
estudio que los espiritistas pueden hacer en lo que llamamos
cuadros de ultra-tumba, no dejan la menor duda al respecto.
Ya he dicho que el espíritu tiene por juez a su propia
conciencia, pues bien, al llegar el momento del
arrepentimiento, la ley divina le permite darse cuenta del
estado de su progreso y de lo que puede convenirle para seguir
el derrotero que conduce a la felicidad, que no es de este
mundo, y cuyas encarnaciones, por largas que parezcan, no se
cuentan para la vida eterna del espíritu.
Es entonces que elige la prueba, y por consiguiente, el medio
en que ha de realizarla. Ay! De aquel que la elija demasiado
difícil para sus propias fuerzas, porque sucumbirá o le faltará la
resignación y la constancia; ay! De los que empecinados,
desoyen el consejo de su conciencia o de los espíritus más
adelantados y se lanzan en busca de los placeres de la vida,
desconociendo el verdadero camino de la felicidad.
Al decir esto,, me refiero a los espíritus que por la
inteligencia y libre albedrío conquistado, pueden elegir su
prueba o encarnación; los demás reencarnan obedeciendo a la
ley de afinidad, o sea atraídos como por una fuerza hacia las
personas que aún se encuentran atrasadas como ellos.
En sociedad, los que se parecen se juntan o se buscan; pues
bien: en espíritu sucede lo mismo. La relación de los espíritus
entre sí y con los hombres, responde con más razón a esa ley,
porque despareciendo las conveniencias y exigencias
mundanas, sólo queda el atractivo que resulta del mismo grado
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de progreso, de propósito, de creencias, de sentimientos, de


elevación o de bajeza. De ahí que los espíritus que rodean o
siguen a una persona, estén casi siempre en armonía espiritual
con ella; los atrasados seguirán gustosos, atraídos por la fuerza
de la afinidad, a los seres depravados; los morales ayudarán
complacidos a los que hacen esfuerzos por progresar
moralmente, practicando la caridad y aspirando a la realización
de las nobles pasiones; los que están poseídos por la idea
orgullosa de que todo se debe a la inteligencia del hombre y
que nada tiene que ver aquí abajo, por lo menos, la acción
divina, frecuentarán la compañía de los hombres que estén en
el mismo orden de ideas.
Comprendiendo bien esto, se concibe que el espíritu debe
encarnar en el medio que corresponde a su adelanto, entre los
seres que le son afines, hasta que llegando al grado de
progreso a que me he referido, pueda elegir la prueba
prescindiendo de esa ley y en virtud del libre albedrío así
adquirido.
Citaré algunos casos, efectivos o posibles, que darán más
claridad a esta asunto que cuanto pudiera agregar al respecto.
Un poderoso, un déspota criminal, al separarse de la materia,
cae en la oscuridad, como corresponde a su maldad, y
permanece así durante anos. De su estado de entonces sólo
puede darnos una idea el reo encerrado en oscuro calabozo, a
solas con su pasado y con el recuerdo de su crimen que
ninguna distracción perturba. Su espíritu, a fuerza de pensar en
el crimen, se lo representará en la imaginación con todos sus
atroces detalles, y esta visión constante le atormentará y le
hará caer en el arrepentimiento.
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Es espíritu en la oscuridad huirá en vano del recuerdo


ominoso de su pasado, y ha de sentir, de tanto en tanto, la voz
de su contristado ángel guardián (1).
Cuando la reacción se opere, irán paulatinamente
desapareciendo las tinieblas que le envolvían, tendrá lugar en él
la aplicación de la ley misteriosa que vuelve a la luz espiritual a
todo aquel que reconoce a Dios y afanoso busca el camino del
progreso.
Pero al volver a la luz, ve el espíritu con más claridad su
horroroso pasado, comprende cuán difíciles son las pruebas
que le esperan para purificarse y satisfacer su conciencia.
Algunos retroceden desanimados, desconocen aún la justicia
de Dios y vuelven a caer en la oscuridad maldicientes. Otros,
por el contrario, piden valerosamente, porque tienen más
arrepentimiento sincero, piden, digo, encarnaciones donde
apurar los sufrimientos y sentir la humillación.
Una vez, ante nosotros, un elevado espíritu decía: Cuántas
veces el hombre contempla con pena y sin poder darse cuenta
de la justicia divina, a criaturas que desde que nacen llevan en
sus formas deficientes o contrahechas el sello de la fatalidad, y
cuya suerte es efectivamente siempre contraria. , hasta que
descienden a la mendicidad, llenos de males que les consumen
sin aniquilarles, como para prolongar su suplicio!
Pues bien, esos suelen ser los poderosos del pasado, que
están por su voluntad en sufrimiento.
Si no parece, pues, posible, que se prevean todos los
acontecimientos de la vida en una encarnación, por lo menos,
parece que abarca el conjunto o se prevé por el punto de
partida, lo que elegimos o nos eligen con arreglo al grado de
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fuerza espiritual que desplegamos, grado que debe estar en


proporción con la dificultad de la prueba.
En el idiota, por ejemplo, puede estar (es lo más general) (1)
un espíritu de gran desarrollo intelectual, que en muchas
encarnaciones habrá abusado de sus facultades haciéndolas
servir al mal; y que, no pudiendo operar la reacción en el
sentido moral, pide una encarnación apropiada para detenerse
en la fatal pendiente. En ese caso, el espíritu sufre una
modificación que le prepara al progreso de la moral y del bien:
otra encarnación mas, y todo se habrá remediado.
No faltará quien recuerde que los idiotas y los sordomudos,
en general, son productos de la consanguinidad.
Esa es la verdad, sin que nadie pueda negar las numerosas
excepciones; pero esto mismo hace posible o facilita la referida
prueba. La misma contestación puede darse a los que
recuerden el buen número de enfermedades hereditarias.
Esto en cuanto a la posibilidad de elegir las pruebas en
cuanto al merecido de ellas, recordaré que los que las eligen, lo
hacen buscando siempre la satisfacción de la conciencia,
reconociéndose causante, por el desenfreno de sus pasiones y
sus vicios del pasado, del primer germen de esas enfermedades
en las familias, según así lo declaran algunos espíritus en sus
comunicaciones.

(1) Si el mecanismo cerebral es deficiente, el idiotismo es


ineludible.

Si la inmortalidad es un hecho, si existe, se dirá la


continuación del yo sin pérdida del acopio de progreso
intelectual y moral conquistado, si tiene el espíritu en las
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reencarnaciones sucesivas el tiempo para realizar, más o


menos pronto, según sean sus hechos voluntarios, una suma
dada de perfección, ¿qué será de él cuando la alcance? ¿Existe
un cielo donde se encuentra la merecida felicidad y un infierno
para el incorregible? No, decimos en nombre de los
conocimientos espíritas, si se trata de limitar esos parajes; sí,
en el sentido de que en todas partes y en todas las épocas de
su progreso, el espíritu tiene su merecido.
Entraremos en algunas explicaciones al respecto.
De acuerdo con los avanzados conocimientos adquiridos por
la astronomía y por la razón adelantada del siglo, podemos
decir, que este mundo es apenas un grano de arena en el
universo sideral, y que aún en el sistema de nuestro sol, no
puede compararse con los grandes planetas y su relativa
perfección; de lo cual resulta, que este mundo tan
insignificante, no ha de ser el único favorecido con la
animación y la vida.
¿Y qué nos enseña la historia evolutiva de nuestro mundo?
Hasta donde alcanza la ciencia y la observación, tenemos, que a
medida que se ha ido perfeccionando el planeta, se han
perfeccionado por transformación las especies, según la teoría
Darviniana, o han aparecido seres más perfectos, hasta llegar al
hombre, como lo demuestran los datos más fidedignos de la
geología.
Basándonos en esto, podemos decir, entonces, que en
mundos más perfectos que el nuestro, han de existir seres más
perfectos que nosotros; y esto que la razón nos indica, lo
afirman los más elevados espíritus que se comunican con la
humanidad. Ellos aseguran, que no solo el espíritu reencarna
aquí hasta lograr la perfección que corresponde a este mundo
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de expiación y de prueba, sino que luego pasa a encarnar en


los mundos superiores que corresponden a su adelanto
conquistado, mediante la ley de afinidades que para todo y
para todos rige.
Así, pues, en todas partes se aplica la justicia, en todas tiene
el espíritu lo que merece o lo que necesita para su progreso. El
cielo y el infierno están en todas partes para el espíritu, hasta
que el progreso le conduce a una perfección dada, que hace
innecesaria la reencarnación. Entra entonces en la categoría de
espíritu puro, y, según lo aseveran las más bellas
comunicaciones de origen espiritual, el espíritu siente, en ese
estado, la acción directa de Dios y coopera a la realización de
las leyes divinas en todo lo que se relaciona con los destinos de
las diversas humanidades.

• ♦♦♦

Resumiendo, la reencarnación es una verdad que el espiritista


estudioso no puede dejar de aceptar por la uniformidad de la
revelación de los espíritus que la recuerdan. Por otra parte, la
razón y la idea que de la equidad y de la justicia nos ha sido
concedida por el Creador, no podrían ser satisfechas si la
reencarnación no existiese; con ella se completa el cuadro de la
solidaridad y armonía universal.
La memoria del pasado se pierde al encarnar, cumpliendo así
alguna ley cuyo modo de actuar nos es desconocido, pero el
hecho existe y nos revela una vez más la grandeza sublime de
las leyes divinas. En espíritu, esa memoria se recupera. En vista
del pasado, es espíritu puede entonces entrar nuevamente en el
camino recto, y no reencarna hasta que ha hecho propósito de
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enmienda. Por eso cada existencia es considerada por los


espíritus como una prueba, porque perdido el recuerdo, solo
nos queda la resultante del progreso alcanzado en la materia y
el propósito reparador del espíritu, cuya consistencia es
sometida a prueba cada vez que aparecemos sobre la tierra.
Mientras que el espíritu se encuentra encarnado,
constituyendo, por el momento, una unión casi perfecta con la
materia, y pasada la época embrionaria del espíritu, y fuera de
los casos en que sufre una prueba especial y pedida, los
órganos cerebrales están en un desarrollo que se armoniza con
las facultades y grado de adelanto ya adquirido. Hay que hacer,
sin embargo, una excepción con el órgano especial de la
memoria. El espíritu puede estar muy adelantado en
inteligencia y en moral y tener poca memoria, y viceversa. Es
que el espíritu no puede transmitir a ese órgano sus recuerdos
propios, como se ha visto en el estado lúcido de sonambulismo
natural o revocado, cuando el alma se manifiesta con alguna
independencia de la materia; lo que el espíritu puede transmitir
a la materia como fruto de su adelanto, son las ideas innatas,
ideas que nacen como espontáneamente en nuestro cerebro, y
la facilidad de aprender, de aprovechar los estudios que están
de acuerdo con los que ya se han poseído en otras
encarnaciones, en una palabra lo que el espíritu trae consigo y
demuestra en la materia, desde los primeros pasos en la vida,
son los grados de inteligencia y de moral que ha conquistado.
El libre albedrío resulta de ese grado de inteligencia y de
moralidad reunidos, pero con especialidad de la elevación
moral. En otras palabras el desarrollo del libre albedrío
depende del adelanto intelectual y moral; y como la conciencia
es, a su vez, el susbractum o la síntesis de ese adelanto, es
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claro que su susceptibilidad será proporcionada al grado de


libre albedrío, y viceversa. Cuanto más atrasado es el espíritu,
más sujeto a los instintos ya las pasiones bestiales, menos libre
albedrío y menos conciencia, como sucede en el estado salvaje,
pero en la lucha por la existencia, va conquistando el espíritu
en su progreso mayor dominio sobre esos impulsos materiales,
hasta convertirlos en nobles anhelos y pasiones. Vencidas así
las groseras tendencias materiales, el espíritu puede aún
conscientemente proceder mal: he aquí su libertad, pero
también su mayor responsabilidad. Las faltas cometidas en
esas condiciones, afectarán más o menos tarde las
susceptibilidades de la conciencia.
Entiéndase bien que estas no son palabras más o menos
inspiradas, el espiritista tiene ocasión de saberlo por los
cuadros de ultratumba, en las sociedades serias como lo es la
Constancia.
Por lo dicho se comprenderá en que sentido tomamos la
palabra libre albedrío. No es la posibilidad de hacer con lo que
nos rodea y con nosotros mismos lo que se nos antoje, no es la
licencia, no; es la libertad con que el espíritu procede con
relación a su organismo, pero siempre con sujeción a las leyes
de orden puramente espiritual, que, si no obran de una manera
fatal o absoluta como las que rigen los movimientos de la
materia, actúan como tendencias que conducen al fin al espíritu
a las regiones de la luz divina y de la felicidad.
El hombre, en su libre albedrío relativo, puede obrar mal o
bien; pero será juzgado más o menos duramente por su propia
conciencia, con arreglo al grado de libertad con que haya
procedido.
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♦♦♦

C A P I T U L O III
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Solidaridad humana— Influencia recíproca entre el mundo


corporal y el espiritual

En el Libro de los Mediums se encuentra un capitulo que trata


de la predilección que algunos espíritus manifiestan por tal o
cual paraje o cosa, en la que radican su acción durante años,
como se ha comprobado a menudo por la investigación
espìrita.
Allan Kardec transcribe sus preguntas al respecto a uno de
sus guías espirituales, y las contestaciones de éste.
Diré lo que, en suma, se desprende de la enseñanza dada de
esa manera por el espíritu.
No puede ponerse en duda que ese hecho se produce
siempre como resultado del atraso de los espíritus, ya sea
voluntaria o involuntariamente, en el primer caso, para ejercer
una venganza o por simple gusto; en el segundo, por haber
cometido allí algún crimen, sufriendo en consecuencia el horror
de la presencia constante del hecho, hasta que hondamente
penetra en el alma el arrepentimiento y se busca el perdón
divino.
El mayor número de espíritus se encuentra entre los
hombres, en donde pueden continuar sus gustos y satisfacer
sus deseos de adelanto intelectual, o gozarse en los vicios y
pasiones que aún conservan.
La idea de que en las soledades sombrías de los bosques y de
las antiguas ruinas de los castillos feudales se encuentren con
preferencia los espíritus, proviene de la preocupación de las
leyendas fantásticas a que esos parajes se prestan y del terror
que se apodera de los que los visitan, cuya imaginación se
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exalta, creyendo luego ver en aparición luminosa de un


espíritu, o sombras que se deslizan por doquier gimiendo,
cuando lo que en realidad gime es el viento al pasar por entre
el ramaje o por las rendijas de las piedras amontonadas.
Conforme con lo dicho por el elevado guía de Allan Kardec,
repetiré, pues, que los espíritus que tales lugares frecuentan,
son misántropos y constituyen la excepción, mientras que la
generalidad pululan por las ciudades mezclados en todos los
trabajos, acciones y distracciones humanas.
El mundo espiritual desencarnado, toma así mayor parte de la
que pudiera creerse en los acontecimientos, en los
descubrimientos, en las luchas y en las pasiones humanas. Esto
es lo que nos enseña el estudio atento en algunos años de
Espiritismo. Los espíritus acuden allí donde las afinidades
fluiditas les atraen, lo que equivale a decir que los que se
parecen,, se buscan; que cada uno de ellos, como los hombres,
trata de rodearse de los que están en el mismo grado de
adelanto.
Los unos se acercan a los estudiosos y con ellos también
estudian, formando las más de las veces una dualidad en que el
esfuerzo es mutuo y en que un espíritu inspira al otro. Sin
saber de Espiritismo, los poetas y los oradores buscan la
inspiración, y a veces la sienten bien directamente y sin
sospechar la verdadera causa: los atribuyen a los resortes
mentales de la propia inteligencia. Otros vengativos, guardando
el recuerdo de que fueron víctimas del encarnado, le contrarían
en sus trabajos, le impiden el progreso o le inspiran el mal.
Atraídos muchos de ellos por los vicios y pasiones degradantes,
frecuentan los antros de la prostitución. Otros impulsan a sus
ambiciosos protegidos que se proponen escalar las posiciones
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políticas sin fijarse en los medios, sacrificando el bien general


de la patria, que es el único móvil noble de las aspiraciones, en
pro de una satisfacción efímera y raquítica, en un mando
execrado por el pueblo. A los espíritus verdaderamente
elevados, debemos considerarlos, como lo indica la palabra, en
las altas regiones de la inteligencia, de la moral y de la luz
divina, teniendo los hilos conductores de la tan enmarañada
madeja, viendo con claridad el derrotero y coadyuvando al
cumplimiento de la ley ineludible del progreso, que se ejecuta a
pesar de muchos y a favor de todos.
La solidaridad humana es una verdad! Las luchas que el
hombre tiene sobre la Tierra, son la continuación de su pasado
y el reflejo de las que se realizan en el espacio entre los
espíritus.
Si los espíritus obran sobre los encarnados, éstos en su
conjunto influencian al mundo espiritual. La humanidad emana
constantemente fluidos. Estos fluidos, según la expresión de un
adelantado espíritu, para ellos, que pueden apreciarlos, van
paulatinamente purificándose a medida que el hombre avanza
en su progreso, se civiliza y se moraliza. Ese conjunto, esa
mezcla, tiene lugar a cierta distancia de la superficie de la
tierra, cerca de ella, las emanaciones son aún diversas: las hay
buenas y malas, como tenemos aires y gases perjudiciales y
benéficos, mientras que en las capas superiores de la
atmósfera, no se conoce diversidad, porque es la resultante de
todos esos factores resumidos.
Estos fluidos suben de la tierra hasta los confines de la
atmósfera, causan tempestades y promueven entre los espíritus
de la erraticidad, guerras, odios, cuyo germen traen y que los
espíritus se asimilan según sus tendencias.
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Nada es comparable a la violencia de los fluidos emitidos por


seres vengativos o rencorosos. La discordia causada en la
tierra, continúa en la región de los espíritus; allá llega como el
eco o repercusión de los desordenes del mundo moral.
No puede ponerse en duda, pues, la solidaridad existente
entre ambos mundos. El espiritista estudioso la considera como
un hecho perfectamente probado en si mismo la siente.
Los espiritistas son los que más rodeados de espíritus se
encuentran. Las sociedades espíritas son actualmente los
centros en que la lucha espiritual tiene lugar con todo el
encono que resulta de arraigadas creencias. Los malvados que
se han encenegado en el mal, instintivamente temerosos del
bien, del arrepentimiento, de los sufrimientos y de los heroicos
esfuerzos que tienen que hacer para recuperar todo lo perdido
y colocarse en la vía luminosa del progreso moral, caen sobre
los mediums, vienen a nuestros hogares y los perturban si
pueden. (1) Los jesuitas, los fanáticos que presienten que la
buena nueva que trae el Espiritismo ha de regenerar el
cristianismo y dar en tierra con todas las instituciones
diabólicas del oscurantismo romano, que ha sumido a la
España en el atraso y en todas partes la rémora del libre
albedrío, del pensamiento humano y de la verdad religiosa, nos
asaltan por doquier, vienen a nuestras sociedades y tomando
posesión suave y tranquilamente de los mejores mediums,
dejando luego, como es su costumbre en las sociedades
humanas, la ponzoña de su oculta e interesada maldad. Pero,
no importa!, si la lucha es necesaria, cuanto mayor sea ella,
más progreso y mayor prueba de la importancia de nuestra
causa, que así pone en revolución al mundo espiritual. En
medio de toda esta lucha, a veces, algunos hermanos se dan
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bien cuenta de que el mejor medio de alejar a los malos, es


atraer a los buenos por medio del propio buen proceder,
siguiendo con decisión el camino recto de la virtud y del bien.
Así alejarán esos hermanos la lucha de sus hogares y llevarán
a las sociedades el contingente de las buenas influencias y
benéficos fluidos.
Todos tenemos, en grados diversos, alguna médiumnidad, la
más común es la de percibir las ideas de los desencarnados, sin
siquiera sospecharlo. Esto no puede extrañarse, si se recuerda
que se ha probado ya la posibilidad y el hecho de transmisión
del pensamiento entre encarnados. Algunos reciben inspiración
y aún frases como las que oía Sócrates del espíritu que le ayudó
en su gran misión.
Dichosos los que en su pasado (encarnaciones anteriores), no
se han concitado por sus hechos punibles la enemistad y el
odio dichosos, porque no tendrán que luchar con las malas
inspiraciones y con las trabas que oponen los vengativos por
medio de su acción invisible, pero terrible a veces. Ellos
tendrán tan solo a su alrededor los fluidos benéficos de los
amigos, y más de una vez las ideas salvadoras. Los que
arrastran un pasado tenebroso, son mortificados y hasta
conducidos a los manicomios bajo la presión de la obsesión
debida a la venganza satisfecha, son los que sufren, aún en
medio de las riquezas y de los placeres sensuales.

(1) Estos son hechos que demuestra el Espiritismo cuando se estudia


seriamente y en sociedades bien dirigidas.

♦♦♦
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C A P I T U L O IV

Percepciones y sensaciones de los espíritus.-Cuadros de ultra-


tumba.
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Influencia recíproca del mundo corporal y del espiritual! Esta


exclamación habrá escapado de los labios de más de un lector,
en signo de duda, al recorrer las páginas del anterior capítulo.
Y esa duda se basará sobre todo en la imposibilidad de
comprender el modo de percibir y de sentir de los espíritus, sin
lo cual no se concibe tampoco su acción sobre la humanidad.
Es necesario pues, destruir esta duda, que viene, tal vez, a
comprometer las ideas que en pro de la verdad haya podido
engendrar lo que va de esta obra.

Algunos espiritistas piensan que el periespíritu afecta


siempre la forma humana con sus órganos internos. Apoyan
sus ideas en opiniones del mundo del espacio y en las
materializaciones en que se siente la respiración y el latido del
corazón. Se cita el caso de la materialización de Katie-King por
la médium Ms. Cook ante el sabio Croques en una de las
sesiones, el Dr. Gully pudo comprobarlo así y tomar el pulso,
encontrando algunas diferencias entre el estudio fisiológico de
Katie y de Ms. Cook en estado normal.
Por mi parte, en compañía de los más de los espritistas y
apoyándome también en autorizadas opiniones de origen
espiritual, pienso que la forma humana, la externa por lo
menos, sólo la poseen por mucho tiempo los espíritus
atrasados, y, momentáneamente, los más en los primeros
tiempos de la vida espiritual y en cada desencarnación.
Esto tiene su explicación. Obedeciendo los fluidos
periespirituales al pensamiento, basta que el espíritu no se
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aparte del mundo material, que no pueda concebir la vida sin el


cuerpo, y que, por su atraso, no vea más que a los hombres y a
los que en su propio caso se encuentran, para que su
periespíritu se mantenga en la forma que tuvo en el mundo
corpóreo, esto tanto más fácilmente, cuanto que, como lo he
dicho en el capítulo primero de esta parte, el espíritu aún muy
material, arrastra consigo, al desencarnar, parte de los fluidos
animalizados.
Más, cuando el espíritu progresa lo bastante, se aleja de todo
sentimiento material y en verdad se espiritualiza, y el
periespíritu toma la forma globular, sin que ella sea fija, puesto
que obedece siempre al pensamiento.
Los materializaciones en que se fundan los que difieren de
nuestra opinión, pueden muy bien ser transfiguraciones del
mismo médium. Estos fenómenos han sido presenciados por
Wallace y otros observadores. Las que yo he tenido el gusto de
presenciar y algunas de las cuales me han permitido
estrecharles las manos, eran seguramente formas tangibles,
pero el médium no estaba en ellas, como se ha podido juzgar
por la descripción de los hechos que se encuentran en el
capítulo correspondiente.
La sensación que experimenté al contacto de la mano, fue la
de un calor tibio especial, que no es idéntico al de una persona
real, y en cuanto a la resistencia, era como la que presenta una
materia pastosa. Sí, como lo creo, en el caso de Katie-King,, se
trataba tan solo de una transfiguración, las diferencias notadas
por el Dr. Gully se explicarían por el estado normal y por la
acción voluntaria del espíritu que operaba y podía con facilidad
producir en el médium una alteración de la circulación (1)
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Adoptando la idea que combatimos, el periespíritu vendría a


ser un verdadero mediador plástico, una forma que regiría al
desarrollo material orgánico. Esto nos alejaría de la aseveración
unánime de los espíritus en cuanto a los sexos. Pero lo que es
peor y lo que nos interesa por el momento, podría creerse que
los espíritus perciben y sienten del mismo modo que cuando en
la materia se encuentran, es decir; por medio de órganos
especiales.
Desde luego tenemos que oponer lo siguiente: los espíritus
todos están contestes en que la luz o el medio que les permite
la visión, no es nuestra misma luz, y nadie que sepa pensar;
puede pretender que, si los espíritus tuviesen la forma de un
oído fluídico, percibirían, por él los sonidos, porque sería
admitir que el gas aire en sus vibraciones puede hacer vibrar a
fluidos que compenetran toda materia. Además, los espíritus se
separan de la atmósfera terrestre apenas alcanzan un cierto
progreso, lo que les privaría de oír. ¿Se dirá que el medio puede
ser otro, que puede ser el éter? Esto, aun dándolo por hecho,
no bastaría en manera alguna para decidirse por ese modo de
percepción en el espacio. Veamos.
Lo primero que viene a mi memoria, es que los espíritus
elevados o guías, traen a las sociedades de estudio a espíritus
atrasados o en sufrimiento, a fin de que por medio de nuestra
palabra articulada, se les convenza del error en que viven y de
la necesidad de enmienda. Se dirá, tal vez: ¿por qué no pueden
llevarles ellos mismos esas luces y esas convicciones? Por la
sencilla razón, contestan los guías, de que los espíritus en ese
estado, no perciben las ideas espiritualmente a causa de su
propio atraso. Como no han conquistado el adelanto suficiente,
mal pueden repercutir en ellos nuestras ideas. En posesión de
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un médium parlante, los espíritus perciben del mismo modo


que nosotros: oyen por el aparato auricular del médium.
Detengámonos un momento en esto, y analicemos lo que nos
dicen los guías. Que los atrasados o materializados, no poseen
el adelanto suficiente que les permita comprender directamente
la idea…Luego la forma no es necesaria para que se entiendan
los espíritus adelantados. Ellos se transmiten el pensamiento a
distancia, teniendo esto lugar, a mi juicio, de igual modo que
entre los encarnados, como en los casos especiales ya
explicados en las páginas 255, 256 y 270 del primer tomo, es
decir, sin que tome parte el sentido del oído. Cuando se hallan
cerca sucede igual cosa entre los espíritus, sienten el
pensamiento o las ideas sin la forma, que ya no es necesaria.
Cuando nosotros los encarnados, les dirigimos la palabra, no
nos entenderían si recitásemos algo de memoria, mientras
nuestro pensamiento estuviese fijo en otras ideas…. Mejor
dicho, éstas serían las que en realidad les llegarían. De ahí que
los rezos que salen del labio tan solo, nada significan, y ni
siquiera son escuchados por los amigos del espacio.
También recibir[a el encarnado las ideas de un espíritu que
con él se ponga en comunicación, siempre que la inteligencia
de aquél haya llegado a un grado algo elevado, que el
organismo cerebral funcione con regularidad y los fluidos sean
afines, sin que el caso exija precisamente lo que llamamos
mediumnidad. Esas ideas que nos llegan confundidas con las
ideas innatas propias, nosotros podemos aceptarlas o
rechazarlas. Si las aceptamos, sólo nos resta darles forma, si se
trata de transmitirlas a otros por la palabra hablada o escrita.
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En apoyo de lo que vengo sosteniendo, transcribiré algunas


contestaciones dadas a Allan Kardec por los espíritus que le
dictaron el libro llamado tan propiamente de los Espíritus:
237 “’vuelta al mundo de los espíritus. ¿Conserva el alma las
percepciones que tenía durante la encarnación?.
—Sí, y otras que poseía; porque su cuerpo era como un velo que
se las ocultaba. La inteligencia es un atributo del espíritu; pero se
manifiesta más libremente cuando no tiene trabas.
246 “Los espíritus necesitan claridad para ver? —Ven por sí
mismos y no necesitan la claridad exterior. Las tinieblas no existen
para ellos, fuera del caso de estar sumidos en ellas por expiación.
247 “Tienen necesidad los espíritus de trasladarse de un lugar a
otro para ver lo que pasa en dos puntos distintos? ¿Pueden, por
ejemplo, percibir lo que ocurre en los dos hemisferios del globo?—
Como el espíritu se traslada con la rapidez del pensamiento, pede
decirse que ve a la vez lo que sucede en todas partes. Su
pensamiento puede irradiar y fijarse al mismo tiempo en muchos
puntos diferentes; pero esta facultad depende de su pureza, de
modo que mientras menos puro es, más limitada tiene la vista, y
sólo los espíritus superiores pueden abarcar el conjunto.
250 “Siendo las percepciones atributos del espíritu, ¿le es posible
sustraerse a ellas?—El espíritu ve y oye lo que únicamente quiere.
Esto debe entenderse en general y sobre todo de los espíritus
elevados; porque los imperfectos, ven y oyen a menudo, y a pesar
suyo, lo que puede ser útil a su mejoramiento.
251 ¿Son sensible los espíritus a la música? —Queréis hablar de
vuestra música? ¿Qué significa vuestra música comparada con la
celeste, con esa armonía de que nada de lo de la tierra puede daros
una idea? La una es a la otra lo que el canto del salvaje a las suaves
melodías. Los espíritus vulgares, pueden, no obstante, experimentar
cierto placer oyendo vuestra música; porque no le es dado aún
comprender o sentir otra más sublime. La música tiene para los
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espíritus infinitos encantos, en razón de estar sus cualidades


sensitivas más desarrolladas; entiendo hablar de las armonías
celestiales, que es lo que la imaginación espiritual puede conseguir
de más bello y más suave.
Siendo esto así, hay quien se pregunta aún cuál puede ser la
existencia tan deseada de la pureza espiritual; cuál su
ocupación: cuál su felicidad. Difícil, a la verdad, formarnos un
juicio cualquiera. Sin embargo, es necesario que nos demos
aunque sea una pálida idea de ello.
En medio del torbellino de las ciudades, en los teatros, en los
bailes, en todas las diversiones mundanas, encuentra nuestro
ser dual una satisfacción que se impone para mantener la salud
y la actividad material. Esas distracciones conmueven las fibras
del corazón y del cerebro, contribuyendo así a vitalizar los
órganos cuyo desarrollo facilita nuestro progreso espiritual.
Esto no admite duda; pero notad la escala ascendente de los
gustos en su refinación; el rústico paisano no gozará en una
ópera y será momentáneamente feliz en un teatro de títeres o
en la ruidosa feria; el que goza oyendo la música de
Offrembach malamente interpretada por adocenados cantantes,
tal vez no sienta atractivos ante la música de Verdi
perfectamente ejecutada en los mejores teatros; y los que al oír
la música italiana, apasionada, ligera y sencilla, sienten latir con
celeridad el corazón, tal vez no se emocionen oyendo una
ópera de Wagner, y en general, la música clásica, que exige
más delicadeza de oído y más preparación en el que escucha.
No proseguiré, cada uno puede recordar la escala de las
satisfacciones y los gustos en la pintura, en la escultura, en la
literatura, en las diversiones, en la amistad y en el amor,
dependiendo todo ello de la diferencia de elevación adquirida,
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o sea del momento evolutivo en que se encuentra el espíritu.


Juzgad, pues, que este refinamiento de los gustos no puede
detenerse: acompaña al progreso mismo del esp{irita, y siendo
ese progreso indefinido, espiritualmente considerado el gusto,
tiene que llegar a ser de una delicadeza tal, que ni imaginar
podemos. Las satisfacciones del alma van en aumento a medida
que se ennoblecen nuestros actos y sentimientos, como cada
uno de nosotros ha debido experimentarlo. Cuando el espíritu
ya algo adelantado se siente arrobado, alejado de la tierra por
los propios pensamientos, cuando en medio de esos fugaces
momentos de perfecta armonía que presenta la naturaleza en
los días o las noches primaverales, se sublima el pensamiento,
cuando en medio de esos fugaces momentos de perfecta
armonía que presenta la naturaleza en los días o las noches
primaverales, se sublima el pensamiento y se sueña despierto,
solo o en dulce plática con la compañera de nuestra existencia,
o con el amigo cuyo corazón late al unísono con el nuestro y
cuyo pensamiento sigue los gritos que en su vuelo el nuestro
alcanza, oh! Qué felicidad se experimenta! Qué íntima
satisfacción! Solo podemos darnos una idea de su intensidad
por el cambio que se siento cuando volvemos a la realidad en
esta vida de prueba, en que la lucha trabaja a nuestro espíritu
como el artista al diamante, para que se torne luminoso e
irradie su esplendor en todas direcciones.
Cuanto más se eleva el espíritu, más espacio abarca su
mirada, mejor comprende la grandeza divina y percibe las
armonías de la Creación, que, en nuestra miopía material,
desconocemos, porque no sentimos su íntimo enlace ni sus
fines. Cuanto más se eleva el espíritu, más poder tiene sobre
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los fluidos, bastándoles la voluntad para darles forma visible o


hacerlos vibrar en sublimes armonías.
Según nos lo dicen los espíritus y lo comprendemos en virtud
de la ley de afinidades, y de la elevación relativa que los seres
van conquistando, el mundo espiritual está dividido en zonas
en que se encuentran los que han llegado a un progreso dado,
pero ahí tampoco es perfecta la identidad de pensamiento. De
ello resulta la división en grandes familias espirituales, y
siempre—la acción, la actividad y la distracción que el choque
simpático de esas diferencias producen, en un mundo fluídico,
con forma adecuada a los deseos y adelantos conquistados.
Así es como comprendemos la solidaridad. Soy de los que
piensan que los espíritus no pasan a otros mundos mejores
sino en épocas preestablecidas que dependen de ciclos de
evolución planetaria y humana. Llegado el momento una gran
parte de la población espiritual pasará a mundos
correspondientes a su adelanto y merecimiento, que dando los
retardatorios para seguir de nuevo otro período o ciclo de
evolución.
No olvidemos que el mundo que habitamos es de creación de
espíritus nuevos; que en él la humanidad apenas sale de la
animalidad.
♦♦♦

Si estas ideas pueden aplicarse a los espíritus elevados,


podríamos saber algo respecto a los atrasados y a los que están
en sufrimiento? Indudablemente. Si en algo nos trae el
Espiritismo una revelación, es con la presentación e los cuadros
de ultra-tumba, mediante los cuales, observando con
constancia, podemos llegar a darnos una idea muy aproximada
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de lo que sufren y hacen los espíritus en ese grado de su


evolución o de sus penas.
Son generalmente varios los médiums de posesión en las
sociedades espíritas. En la Constancia el número varía entre
ocho y diez. Estos médiums reciben a la vez diversos espíritus
que son atraídos a nuestro centro por los guías espirituales, y,
a veces, es tal la turbación en que se encuentran, que les hacen
tomar la posesión sin que ellos tengan conciencia del hecho ni
encuentren diferencia alguna, pues siguen percibiendo y
sintiendo del mismo modo, sin ver el cuerpo material en que
actúan, sino el cuerpo astral propio. Esos espíritus forman el
cuadro de ultratumba, se hallan ligados a causa de los actos de
su pasado. Los unos persiguen una idea de venganza; los otros
se sienten atraídos por una fuerza superior, al parecer, en
razón de que juntos cometieron las faltas y juntos tienen que
compurgarlas y progresar; otros perseguidos por las visiones
de sus hechos criminales que la imaginación espiritual les
presenta con la mayor vivacidad, otros en una completa
oscuridad, como pena merecida; algunos demostrando con los
conceptos que vierten que aún no reconocen a Dios ni su
justicia y persisten en continuar sus maldades; y todos
dándonos a conocer que están poseídos de las pasiones, de los
errores y de la perversión moral que tuvieron en el mundo.
Ante todo haré presente al lector no convencido, que los
médiums vienen de diversas direcciones de la gran ciudad, y
que, en general, no están muy de acuerdo entre ellos,
combatidos como son por los espíritus que contrarían la
marcha del Espiritismo y que en consecuencia, no es posible
que los actos que van a tener lugar sean el resultado de un
complot. Por lo demás, el observador se convence pronto de la
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importancia de los cuadros y de su verdad, en vista del estado


lastimoso en que por algunos momentos quedan los médiums
al dejarlos como espíritus.
No hay cómico en el mundo capaz de representar papeles tan
diversos del propio carácter como los que notamos en esos tan
variados cuadros.
Los dramas que se inician en la tierra prosiguen en el
espacio, y algunos sólo encuentran su solución en las
encarnaciones sucesivas.
Los espíritus, pues, antes de llegar a una perfección relativa
en lo moral, sufren aún más que en la Tierra, si en realidad han
errado su camino y siguen persistiendo en el mal, lo que los
aleja del bien, que es la luz y la felicidad. Los simplemente
atrasados o noveles, no sufren, y los ángeles guardianes los
hacen encarnar en oportunidad.

♦♦♦

CAPITULOV
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Solución de la cuestión de sí los animales tienen alma.-


Conversión de los instintos en inteligencia.

Al Espiritismo se le debe la certidumbre de la inmortalidad,


por la prueba irrecusable de la comunicación medianímica.
Grandioso progreso, a la verdad; base adquirida para una
filosofía espiritualista positiva que viene a dar en parte el
triunfo a los grandes filósofos que apoyándose tan solo en la
razón pura, sostuvieron la existencia de Dios y del alma,
mediante trabajos que hacen honor a la inteligencia humana.
Más si esto es así, el Espiritismo no viene con los elevados
espíritus que guían este movimiento, este paso difícil en el
camino del progreso, a descubrirnos el origen del alma, que tal
vez los más no conocen, si bien pueden avanzar opiniones al
respecto; tampoco vienen a darnos hecha la filosofía que la
comunicación con el mundo espiritual entraña; este adelanto,
como todos los habidos y los que se conquistarán, tienen que
ser el resultado del propio esfuerzo, si bien ayudados por la
inspiración de los invisibles, que también buscan llegar al
mismo fin que anhelamos.
En el primer tomo he buscado el origen del alma tan
científicamente como me ha sido posible. Entraré ahora en otro
orden de ideas, en busca de apoyo a lo ya dicho. Al efecto
tengo que hablar nuevamente de los primero principios, y no
será aún la última vez. De esta manera se magnifica el
problema, pero pudiendo abarcarle en su conjunto, debemos
emprender su resolución, porque solo así, pudiendo comparar
los resultados que nos dé cada teoría o hipótesis que
avancemos con las verdades ya conquistadas por las ciencias,
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podremos tener algo en que comprobar su acierto. Esto es


justamente lo hecho en esta obra, y creo que ya va
reconociéndose que la idea del evolucionismo substancial es la
más acertada, puesto que con ella todo se explica
satisfactoriamente, sin contradecir los progresos reales
adquiridos por las ciencias en el estudio de las cosas y los
seres.
La cuestión de los primeros principios que Spencer, esa gran
inteligencia, ha abordado y tratado con un talento envidiable,
sin poderla resolver, legando, sin embargo, en sus obras un
testimonio grandioso de lo que alcanzar puede el hombre sin
poseer bases ciertas de donde arrancar sus deducciones más o
menos acertadas; esa cuestión, decía, puede ser tratada por el
espiritista estudioso con probabilidad de acierto, porque dados
los conocimientos avanzados que el Espiritismo proporciona, la
existencia de una causa dirigente, de un alma universal, no
puede ponerse en duda. La dificultad queda subsistente tan
solo en cuanto a si los fluidos imponderables son el segundo
elemento que complementa al primero, o si tenemos que
considerar en la materia un tercer principio increado.
En el primer libro he tratado este punto, y aunque
someramente, creo haber demostrado que la materia no es más
que una forma, un estado del fluido universal, lo cual es para
mí, y debe serlo para todo espiritista estudioso, una verdad
fundamental de nuestras doctrinas.
Si la materia existiese por sí, sus leyes, su movimiento, su
vida la corresponderían; y como no podemos dudar que el alma
está en el cuerpo humano y se inmortaliza, tendríamos que
aceptar como posible el acuerdo entre dos potencias, entre dos
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Dioses-la materia y la inteligencia.-para producir esa misma


alma.
Siendo, por el contrario, la materia una simple transformación
del fluido universal, las leyes que rigen su evolución sideral y
en detalle, son el resultado de la voluntad suprema, que
fácilmente se concibe y le constituye en una dualidad, alma y
fluido substancial, sin el cual Dios sería una abstracción.
Así, pues, una sola causa reconoce el Espiritismo-Dios- pero
en él distingue el alma o perfección suprema y el fluido
substancial transformable y base de la creación tangible.
He demostrado también que la fuerza, que no es más, en
suma, que el movimiento o la vitalidad, es tanto más intensa,
durable y activa, cuanto más fluídica es la materia en que se
manifiesta.
Ahora bien, el espíritu humano proviene del espíritu universal
o del fluido universal, si del primero directamente viniese, sería
la chispa de que habla el catolicismo, chispa desprendida del
Espíritu Divino, absoluta sabiduría y perfección.

—¿Cómo, entonces, la parte pudiera ser tan imperfecta en su


principio? ¿Qué dice a la razón una creación semejante? Dios creando
de sí mismo criaturas tan solo perfectibles, para aplicarles penas y
glorias inmerecidas! Dios subdividiéndose eternamente! Absurdo
inaceptable.
Algunos espiritistas suponen la existencia de tres principios en el
Universo: Dios, la sustancia o éter, y la vida o inteligencia, De esa
inteligencia, que, desde luego no se fijan que sería un segundo Dios,
provendría el alma human. ¿Debemos ocuparnos seriamente de esta
teoría? Creo que todo el contenido de esta obra demuestra el error de
semejante suposición. Sólo recordaré a sus sostenedores, que, de
aceptar esa idea, tendríamos que declararnos panteístas: si de un
principio por sí mismo inteligente proviene nuestra alma, a él tenemos
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necesariamente que volver, y entonces no se concibe la creación, ni


se justifica el objeto de tantos sufrimientos que pasa el ser para
volver al fin al punto de partida.
Razonablemente, pues, tenemos que aceptar que el alma humana
reconoce como origen el fluido universal, como antes lo he
demostrado científicamente, en cuanto lo permiten los escasos
conocimientos humanos.
Siendo ese el origen del espíritu, éste puede perfeccionarse
indefinidamente sin llegar jamás a la perfección, que es Dios.

♦♦♦

Averiguado ya el origen del alma, y habiendo aceptado el


Espiritismo el transformismo, para darnos cuenta de la
elaboración que sufre el fluido inicial hasta llegar a formar el
alma consciente del hombre, tenemos que estudiar la
involución de ese fluido en toda la serie animal.
Hemos dicho que la voluntad es la expresión genuina del
espíritu, sin embargo, voluntad también manifiestan los
animales inferiores al hombre. Ellos obran, es cierto, más
instintualmente que nosotros. Sin estudio previo, construyen
sus habitaciones en tiempo oportuno para depositar sus
huevos y sus crías, instintualmente buscan los elementos que
les convienen y huyen de los peligros; luchan, se ocultan,
acechan, guardan memoria y demuestran en muchos actos una
voluntad embrionaria, aunque no sea más que en los
movimientos que ejecutan en el ejercicio de su vida; luego
tenemos que concederles un alma.
Esta dificultad invencible para la filosofía de razón pura, ha
hecho que pocos filósofos la hayan mencionado. Descartes la
eliminó, diciendo que no tenían alma, lo que es fácil de decir
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pero imposible de probar, puesto que, como lo estamos viendo


siempre, demuestran voluntad, inteligencia y sentimiento, a lo
menos en las más nobles especies, como el perro, el elefante y
el caballo.
El Espiritismo tiene en estudio esa cuestión, no en cuanto a sí
tienen o no alma, lo que está ya resuelto en sentido afirmativo,
sino si esas almas están en desarrollo y reencarnan y pasan por
las diversas especies hasta llegar al hombre salvaje, y de ahí,
por grados, al civilizado, y entre éstos, a los más elevados en
inteligencia y moral, o bien si el alma de los animales no es
más que la esencia del fluido vital animalizado, que careciendo
aún de la individualización suficiente, vuelve al gran todo,
cuando la materia se disgrega.
La opinión está muy repartida al respecto. Por mi parte,
pienso que los animales tienen un alma ocasional, que no se
puede contar sino como fluido en preparación de progreso,
como así sucede con la materia misma, que en su incesante
transformación, da lugar a la aparición de seres más perfectos.
Así piensan los más distinguidos espiritistas y los guías de la
sociedad Constancia. En una discusión surgida en el seno de
dicha sociedad, uno de los más elevados espíritus dijo, no que
tuviesen alma reencarnable, sino gérmenes que no podían
perderse, puesto que nada se produce sin objeto en la
naturaleza. Si la reencarnación existe para los espíritus
inconscientes de los llamados irracionales, ¿cuándo tendría
término la suposición? Los zoófitos también tendrían un alma
reencarnable? Y las plantas también? Nos parece que esto
repugna a la razón. Sería necesario, para que tal fuese la
verdad, en primer lugar, que el creador hubiese dispuesto un
fluido especial, un no sé qué, para formar los primeros
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espíritus de las plantas, de manera que ellos fuesen ya


susceptibles de progresar por sí a través de tan innumerables
existencias? A la verdad, parece imposible que haya espiritistas
ilustrados que caigan en tamaño error.
Si se dijese que, tal vez, los animales más adelantados o
próximos al hombre, poseen ya un espíritu que reencarna, la
cosa tendría más probabilidades en su favor; pero tendríamos
siempre en contra la inconsciencia, y por tanto, la falta de
autonomía moral.
Luego, forzosamente tenemos que conceder que si no toda la
serie vegetal y animal hasta llegar al hombre, por lo menos en
su mayor parte, no posee sino la vida, alma ocasional que
vuelve al gran todo- la vitalidad del planeta.
Hemos visto que tenemos que admitir un fluido vital, como
condición, sine qua non, de la vida que pone en juego todos los
elementos de la naturaleza, y si no podemos encontrar
razonablemente un alma espiritual, consciente y responsable,
en cada uno de los individuos de la escala descendente de los
seres, forzoso nos es suponer que el fluido vital, debe ser el
alma ocasional de los animales, bajo la influencia de leyes,
como la de herencia, de los instintos y de las necesidades de
cada especie.
Pero qué son los instintos? Son, acaso, como lo suponen
algunos espiritistas y muchos materialistas, una inteligencia
sedimentaria?
El acto instintivo es el que resulta de la acción involuntaria,
sin previo examen, y que reviste cierto carácter imperativo para
el ser que lo ejecuta. Si, se dice; pero no es sino simple
suposición la idea de que tal acto tiene lugar, puesto que nada
prueba que no sea el efecto de una inteligencia en desarrollo.
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Fácil nos será convencernos, sin embargo, de que, con


rarísimas excepciones o destellos de reflexión, el instinto no se
equivoca nunca y no exige ni aprendizaje ni imitación. El perro
ratonero, sabe buscar, y, guiado por su delicado olfato, no se
equivoca; mas si hago de modo que concluyo por enseñar al
perro a que busque a mi niña escondida al efecto, lo haría, y
faltando a la razón, irá siempre olfateando en los parajes más
pequeños donde el volumen de la escondida no le permitirá la
entrada, como en realidad lo hizo mi perro, buscándola hasta
dentro de mi sombrero.
Por instinto irresistible, hereditario, son enemigos
irreconciliables la venenosa y pequeña serpiente amarilla de las
Guayanas y un pájaro, cuyo nombre no recuerdo. La picadura
del reptil produce la muerte en menos de tres minutos. El
pájaro lucha con sus garras y su pico, pero más de una vez es
mordido. Entonces se dirige rápidamente a un arbusto, come
de su corteza y vuelve al combate, quedando casi siempre
victorioso. Así conoció el pueblo el medio infalible de salvarse
de la muerte, comiendo, como lo enseñó el pájaro de aquel
eficaz contraveneno. Los perros y gatos, como es sabido, se
purgan comiendo ciertas gramíneas.
La inteligencia cae a menudo en el error y tiene diversos
grados en cada individuo humano; la razón del uno no es
siempre la razón del otro, porque ello depende del progreso
alcanzado por el espíritu, que obra en consecuencia, con más o
menos acierto, más o menos libremente.
Dios dirige los instintos, decía Voltaire, y el hombre la razón.
El instinto es infalible, deriva de la herencia y pasa intacto a
través de millones de generaciones y el progreso, si existe, es
el resultado de la selección natural y sexual, como se nota bien
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distintamente, en el perfeccionamiento de las razas domésticas


bajo la dirección del hombre.
Notemos de paso cuán grande es en estos casos la
importancia de la materia, de su constitución y de su forma, a
favor del predominio de tal o cual instinto o su refinamiento.
En el hombre se encuentran aún algunos instintos que le son
absolutamente necesarios, sobre todo en la infancia. En los
animales se encuentran principios de inteligencia rudimentaria,
es decir, de memoria, de razonamiento directo. La reflexión y el
juicio que hacemos de las cosas, son facultades exclusivas del
hombre.
Los instintos son indudablemente más desarrollados en los
vertebrados que en los invertebrados. Esto consiste en que la
médula y el cerebro son los centros del sistema nervioso, por el
cual se trasmiten sensaciones y la acción, ya instintual, ya
voluntaria, de los animales; y en los invertebrados, dicho
sistema es tan rudimentario como poco desarrollado el cerebro.
Por idénticas causas, Cuvier coloca en la parte inferior de la
escala de los mamíferos, a los roedores, viniendo luego por su
orden los rumiantes, los paquidermos, y entre éstos, como los
más adelantados, el caballo y el elefante; y subiendo siempre
en desarrollo instintual, presenta a los carnívoros, entre los
cuales descuella el perro, que posee ya una inteligencia y
sentimientos que sólo son tal vez sobrepasados por los
cuadrumanos.
Esta escala nos demuestra que a medida que se perfecciona
el cerebro, los instintos son, no más certeros, más refinados,
diré así, hasta llegar a los animales superiores, a los cuales es
imposible negarles cierto grado de inteligencia.
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Lo más arreglado a razón, pues, dados los conocimientos que


tenemos en Espiritismo, es que no pudiendo encontrar el
origen del alma sino en el fluido vital, éste tiene que llegar a un
cierto grado de espiritualización que le permita formar el
núcleo elemental del espíritu del hombre, ya independenciado y
consciente.
Y esta evolución del fluido vital, tendría lugar, según lo que
hemos estudiado, mediante el trabajo secular operado en la
naturaleza, siendo el supremo fin de la vida de las especies y
del perfeccionamiento de cada una de ellas, la creación
definitiva de espíritus, capaces de progreso propio, que lleguen
a reconocer a Dios y gozar de la felicidad que les reserva y de
que apenas dan una pálida idea las revelaciones de los más
elevados espíritus que comunican con la humanidad.
Seguiremos dilucidando este punto, que nos ha de conducir
necesariamente al verdadero transformismo.

♦♦♦

Los animales todos, sin excepción del hombre, tienen en sí lo


que puede llamarse la vida vegetativa o esencial,
cuyos movimientos automáticos obedecen a leyes que le son
propias. Tales movimientos tienen por objeto la asimilación de
materias, superando primero y compensando después las
pérdidas que sufre el organismo, en el juego mismo de las
funciones vitales que le sostienen apto a los fines de la especie.
Todos los seres están compuestos de las mismas
substancias y sometidos en su organismo a un plan uniforme
en sus bases, y por tanto, sujetos a idénticas enfermedades y al
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mismo modo de reproducción, con la intervención bien


comprobada de la vida infusoria del espermatozoide.
El cerebro animal está formado de los mismos elementos que
el del hombre, iguales subdivisiones externas e internas, con la
sola diferencia del volumen real, del relativo al resto del
organismo, del reparto interno y al número de
circunvoluciones.
Del cerebro le nacen al animal instintivamente sus impulsos,
bajo la acción hereditaria y del principio vital, alma ocasional de
todo organismo, cuya imperfección no permite la autonomía
que exige un grado mayor de adelanto material y espiritual.
Así vemos que, cuanto más perfecto el cerebro, más nobles
son las especies, y hasta podemos reconocerles la memoria, la
facultad de aprender y ciertos sentimientos.
Si algunas de ellas poseyeran la palabra que les daría la
facultad de recibir la instrucción, no es dudoso que
manifestaran tanta inteligencia como el hombre en su estado
salvaje, y aún más que algunos seres de la actualidad.
Examinando los cráneos de tales especies y comparándolos
con los de las especies atrasadas, vemos que se alejan ya de su
división que tiende a complicarse, aproximándose así al
cerebro del hombre.
Estos hechos parecen probar, a primera vista, que el cerebro
es el laboratorio de la idea, como lo suponen los materialistas.
Pero mayores conocimientos nos habilitan para decir, con más
verdad, que si el cerebro es el órgano en que se graban los
instintos y la inteligencia hereditaria de los animales, y aun, en
gran parte, en el hombre primitivo, si es, en fin, el crisol donde
se animaliza y espiritualiza el fluido vital en cuyo seno
debemos buscar el origen del alma, llega para ésta la
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individualización en el momento que alcanza conciencia de sí


misma y la apreciación embrionaria del bien y del mal, o sea el
discernimiento.
Desde ese momento el espíritu es una fuerza y debe
progresar por sí, adquiriendo paulatinamente mayor libre
albedrío, mayor dominio sobre la materia y sus instintos
bestiales, que son la causa de las bajas pasiones, hasta que
domina por completo, reduciendo al cerebro a condición de un
instrumento pasivo sujeto a su voluntad, pero necesario en la
vida material para adquirir el conocimiento del mundo externo,
manifestarse y progresar.
El principio vital o fluido vital del planeta en combinación con
la materia orgánica, es la vida, bajo la voluntad de Dios. Por el
hecho queda individualizado mientras existe el animal, pero
siendo ocasional su alma, carece de autonomía propia, y obra,
en consecuencia, como simple actividad, que favorece la
manifestación de los instintos transmitidos por la ley de
herencia, del desarrollo de los órganos que se usan por las
necesidades creadas a cada especie y el transformismo que
resulta por las leyes de selección. Así queda asegurado el
porvenir y los fines con que fueron creadas las especies en su
especialidad material, y en general, para el progreso mismo del
principio vital, que, alguna vez, después de millares de siglos
de la operación de la vida en el planeta, será el alma autónoma,
libre y responsable del hombre.

Explicado así el desarrollo cerebral, se comprenderá con más


facilidad lo dicho anteriormente: que el alma no tenga al nacer
el ser humano actual más que instintos, y que desarrolle sus
facultades tan lentamente como sea necesario al complemento
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del cerebro, que por su acción eficiente, resulta ser su propia


obra, con arreglo al adelanto adquirido.

La facultad de cada individuo de una especie animal para


formar su cueva o su nido, el valor que desplega, la astucia, la
previsión, el amor sexual y el apego a los hijos, mientras existe
la necesidad de alimentarlos, son solamente movimientos
instintuales, porque para nada ha intervenido la razón, la
reflexión ni la libre voluntad, por medio de cuyas facultades se
pueda variar de sistema o no seguir ninguno, como en su libre
albedrío puede hacerlo el hombre cuando llega a su mayor
grado de adelanto espiritual.
El hombre prehistórico aparece, como las demás especies,
sujeto a las mismas necesidades y procediendo
instintualmente, con el sólo privilegio de la palabra, un cerebro
mejor formado y el admirable instrumento de la mano y del pie
primitivo, que, a juzgar por el actual, tenía dedos más largos y
le permitían trepar a o más alto de los árboles para salvarse de
sus enemigos. Su vida instintual, ha debido durar muchos
cientos de años a juzgar por los restos que ha dejado en toda
la edad terciaria y de su única arma de guerra y de trabajo-la
piedra afilada. Pero la posibilidad de entenderse por la palabra
y las ventajas derivadas de su organismo, le facilitaron el
progreso, de lo cual resulta, según la demostración anterior,
que los instintos hayan ido modificándose y convirtiéndose en
facultades sujetas a la razón y la voluntad.
Es ese el momento psicológico de la individualización del
alma en la forma que ya he indicado, y el principio de su
progreso individual, mediante las reencarnaciones sucesivas.
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Tal es la obra lenta, pero maravillosa, de la creación: de un


fluido imponderable, formar seres perfectibles al infinito,
capaces de comprender a Dios, de conquistar un noble puesto
en la armonías de la creación, de gozar la suprema felicidad en
Dios y para Dios.
He ahí la involución del espíritu y las razones por las cuales el
Espiritismo pudiera haberse llamado espiritualismo positivo.

♦♦♦

C A P I T U L O VI

El verdadero transformismo-Involución del espíritu


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Hemos encontrado el fluido vital, y en él, el origen del alma


humana, mediante una preparación secular, producida por su
involución en los innumerables seres del pasado.
Vamos ahora a ocuparnos de la transformación que se va
operando en el cráneo del hombre desde los más remotos
tiempos, tratando así de darnos cuenta de su paulatino
ennoblecimiento. Cumpliré de este modo lo prometido en
cuanto a la complementación de los estudios antropológicos, y
proseguiré los referentes a la involución del espíritu.

Estúdiese cada uno, y encontrará que, antes de tomar una


resolución buena o mala, noble o indigna, caritativa o criminal,
experimentará una lucha más o menos larga o cruenta.
Esa lucha demuestra que en el cerebro y en el espíritu existen
tendencias más o menos fuertes en diversos sentidos, y que el
libre albedrío, como ya se ha dicho, depende del adelanto
alcanzado, o sea el dominio adquirido por la razón, por la
fuerza progresiva del espíritu sobre los instintos. Esa lucha nos
demuestra que el ser humano está dotado de todas las
facultades buenas y malas, y que tiene un juicio para
apreciarlas, usando las que prefiere o tienen en él una
preponderancia adquirida en el pasado por el propio trabajo.
Así, pues, si existiesen en realidad órganos determinados
para la prosecución de cada facultad y de cada pasión, no se
podría fallar teniendo tan sólo en cuenta el desarrollo excesivo
de uno sólo de esos órganos, sino del conjunto del cerebro,
donde pueden actuar otros órganos capaces de mantener el
equilibrio intelectual y moral.
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Estas o parecidas reflexiones han de haber pesado en la


mente de Harembert, cuando se decidió a dedicar su fortuna y
su tiempo al estudio de los cráneos de personas cuya
existencia y antecedentes fuesen conocidos. Cuando le ví en
París, llevaba ya veinte años de trabajos y daba al público el
resultado de ellos.
Asistí a sus conferencias, leí sus obras, y desde entonces
(1870), si bien no puedo decir, como el autor de la
Cefalometría, que esos 20 años han sido dedicados a su
estudio, puedo, sí, decir con verdad, que no he perdido
ninguna oportunidad de las que se me han presentado, sin
buscarlas, para hacer aplicaciones y cerciorarme del grado de
acierto que esos conocimientos proporcionan para fallar, por el
examen externo de la cabeza, en cuanto a las pasiones
dominantes en cada persona, sus aptitudes e inteligencia.
El resultado de esas observaciones, de las cuales relato
algunas en el apéndice, es favorable a la Cefalometría, si bien
ésta no puede llegar a ser una ciencia exacta, como no lo será
ningún conocimiento que tienda a buscar en la forma externa
de la cabeza, de la faz y del resto del organismo, el valor
intelectual y moral de las personas, porque existen factores
internos que no pueden apreciarse, y, sobre todo, porque el
hombre, como se sabe ya, es espíritu y materia. Si en general,
los conocimientos de la Cefalometría aciertan en su aplicación,
debido es a que, también en general, la materia es modelada
por el espíritu con arreglo a sus tendencias y grado de
adelanto.
Harembert no ha hecho escuela por las razones que se dan
en el apéndice, lo que nada dice a nuestro criterio a favor ni en
contra de los sistemas. Basta tener un mediano conocimiento
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del pasado para asegurarse de que más de un innovador


afortunado para encontrar un progreso, para conquistar una
verdad, ha caído en el olvido, tomando luego la cosa el nombre
del que supo formar escuela; y lo contrario también ha
sucedido muchas veces: las escuelas más autorizadas en
medicina y en ciencias naturales, han desaparecido al fin ante
la verdad de otras surgidas después.

♦♦♦

He aquí ante nuestra vista una lámina que da una idea del
sistema de organografía de la Cefalometría, de Harembert.
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Facultades
primitivas que, como los primeros colores, obrando en conjunto y en 'proporciones diferentes, producen las innumerables medias
tintas.
INSTINTOS RAZÓN.
Bajo el frontal ó hueso de la razón.
Bajo los temporales ó hueso instinto del amor de la vida.
A. Alimentimdnd: alimentarse. I.- INTELIGENCIA
B. Defensividad: defenderse y atacar.
H. Configuración: sentido y memoria de las
Bajo el occipital ó hueso del instinto del amor de los otros formas, base de la observación.

C. Amor: generación. _ 1. Memoria de los sonidos: palabras y ruidos.


D. Simpatía: vinculación á las personas.
J. Harmonía', facultad de asociar, para
completarlas, las ideas, los productos de todas
Bajo los parietales, ó hueso del instinto del amor de sí las sensaciones. (El oido, el tacto, la vista, el
mismo. olfato y el gusto tienen sus órganos bajo el
esfenoides O, ó hueso de las sensaciones.+
E. Circunspección: temor que impele á la prudencia, á
huir ó á ocultarse. II.-ESPIRITU

F. Fiereza o altivez: emulación, ambición. K. Penetración: comparación.


L. Imaginación: suposición, ficción,
G. Perseverancia: fuerza de carácter.- indagación de las causas.
M. Equidad: sentido de lo justo y de lo
injusto.
N. Respeto; amor de lo bello, de lo verdadero,
de lo justo.

Hagamos un ligero examen. En la base del cráneo


encontramos los instintos de la conservación y de la
propagación de la especie. Son los órganos más cercanos a la
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médula espinal, es decir, los que han de haber aparecido


primero, los que se observan en los cráneos de las especies
desde las más atrasadas hasta las más adelantadas. El
desarrollo paulatino, ha debido operarse de la parte posterior
hacia la parte frontal.
Ahora bien; lo último que aparece en la parte frontal como
perfeccionamiento correspondiente a las razas más adelantadas
de la especie humana, es a más de su forma y volumen, su
parte culminante, donde, según la Cefalometría, residen las
facultades más nobles. Lo que equivale a decir, para nosotros,
que ese desarrollo cerebral y la altura que le acompaña en el
total del cráneo, acusan la presencia de órganos que sólo
pueden estar al servicio de espíritus de inteligencia
desarrollada y capaces de propósitos y actos nobles.
Los conocimientos antropológicos dan por resultado,
confesado por los antropólogos, que el desarrollo frontal es un
signo de superioridad y de ennoblecimiento del espíritu, y la
preponderancia de la parte posterior de la cabeza, de
inferioridad y bajeza.
Las observaciones de Lombroso establecen también que una
frente aplastada hacia atrás, acusa poca retención moral o
escaso respeto por las costumbres y por los demás hombres.
Como lo habrá notado todo aquel que se haya dado cuenta
de lo que gráficamente explica la figura 8, en la cefalometría,
no se trata ya de fijar caprichosamente un órgano para cada
facultad o instinto, obrando aisladamente, sino, como lo
demuestra la realidad, bajo una acción conjunta. La división
principal en facultades e instintos responde a la natural del
cráneo; las subdivisiones a las correspondientes
circunvoluciones; y si dentro de ellas se establecen algunas
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localizaciones, responden a la observación y son las bases


fundamentales del juego completo de las facultades
intelectuales, morales e instinctuales.
Pero todos estos dones y tendencias se modifican, se
entrelazan, y dan en definitiva el yo en su mayor o menos valía.
Las sensaciones y los instintos son los mismos en todos los
animales dotados de un cerebro. Las diferencias consisten tan
solo en la intensidad relativa. Tienen también los órganos
esenciales de la inteligencia; pero únicamente el hombre posee
las circunvoluciones que responden a la facultad de comparar,
de juzgar, de aceptar o rechazar los productos de la
inteligencia y de los instintos.
El hombre tiene en perfecto desarrollo bajo el frontal en la
parte media superior del lóbulo anterior, sobre los órganos de
la inteligencia, los de las facultades del espíritu, que son la
penetración, la imaginación, la equidad y el respeto.
Los animales demuestran en sus actos que tienen una
voluntad embrionaria, casi siempre sujeta a la fuerza del
instinto, de cuya acción resulta la mayor o menor tenacidad que
demuestran en la realización de sus instintos de conservación,
de reproducción y de asimilación. (1)
Esa energía potencial, que en el hombre se convierte en
perseverancia, tiene su asiento, según las innumerables
observaciones a que ha dado lugar la Frenología y la
Cefalometría, en la parte culminante del cerebro.
Esta verdad cefalométrica le valió a Harembert, siento
decidido espiritualista, un duro reproche de parte de otros
espiritualistas demasiado exagerados o escrupulosos, que no
se conforman sino con la idea de que el espíritu humano es
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único y creado ex profeso, sin ninguna analogía con los


animales, que, según ellos, carecen de alma.
Ya he dicho que para el Espiritismo, que acepta toda verdad
probada, por contraria que parezca a su verdad igualmente
probada de la supervivencia del alma humana, los animales
tienen alma. Mas, en atención a los conocimientos de que se ha
dado idea en los capítulos anteriores, y a la declaración de
espíritus como los guías de la Constancia, puede decirse que
no son espíritus reencarnables o conscientes, sino gérmenes
que no se pierden, y que así como las innumerables partículas
de la materia, en su estado llamado orgánico, ha formado parte
de innumerables animales antes de formar al hombre, así los
gérmenes espirituales (fluido vital espiritualizado) que
animaron a esos seres, son en el hombre el alma propiamente
dicha, libre y responsable, autónoma y progresiva.
El hombre no se diferencia del animal por tener solo él, una
voluntad, sino por el hecho de que esa voluntad es el fruto de
los dones del espíritu necesarios a su libre albedrío, es decir,
de la razón, de la comparación, del juicio, en suma de la
conciencia de que carece el bruto.
(1) Estos instintos los llama Harembert: del amor de la vida, el amor de
los otros, y el amor de sí mismo.

Puede también, como lo he dicho, que la sustancia gris sea


la materia en que directamente opero primero la voluntad
resultante de aquellas facultades del espíritu, pasando luego al
órgano encargado de fijarla en tal o cual sentido, como en el
órgano de la memoria se fijan las ideas y las causas que
motivaron el acto voluntario; quedando así libre el espíritu para
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seguir su trabajo de examen y de voliciones en su no


interrumpida acción.
De ahí que, mientras el hombre ejecuta con perseverancia
los actos que ha resuelto el espíritu, previo estudio del pro y
del contra, del bien y del mal que puede de ellos originarse,
puede reflexionar y preparar otros.
En el animal, por el contrario, como fácilmente lo concebirá
un espíritu observador, si alguna parte toman sus embrionarias
facultades intelectuales, pronto resuelve e instintualmente
ejecuta de una manera atropellada, del todo bestial, sin que le
sea posible, mientras tanto, combinar otra volición.
Así, pues, el libre albedrío del hombre consiste en el grado
de dominio que haya adquirido por su propio trabajo sobre los
instintos, hasta que consiga convertirlos en pasiones nobles,
como se comprenderá en la prosecución de estos estudios.

Los instintos tal cual obran por sí en los animales, son:

Alimentividad
Amor de la vida o instinto de conservación……………………
Defensividad

Generación

Amor a los otros o instinto de reproducción………………….

Simpatía-afección
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Perseverancia o energía
potencial para la satisfacción
de instintos.

Circunspección o cuidadoso
tenor instintual para el mejor
logro del resultado.

Amor de si mismo o instinto …………..


de asimilación ……………

Fiereza, que constituye el valor


en la defensa o el ataque en la
prosecución de los impulsos de
la conservación o de la
reproducción.

La inteligencia se descompone así:

Configuración.....................Memoria de las formas.


Memoria.............................De los sonidos, los cantos y las palabras.
Armonía……………………………Facultad de asociar los productos de la
inteligencia.
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Los instintos más nobles faltan en muchas especies y en


otras sólo existen en estado rudimentario, de lo que resulta
que los primeros presenten los lóbulos ópticos descubiertos y
que OWEN designa con el nombre de liencéfalos, los que tienen
el cerebro liso pero con los lóbulos ópticos cubiertos y son los
lisencéfalos, los que tienen las circunvoluciones poco
abundantes o desarrolladas y son los girencéfalos.
Para apreciar exteriormente las sensaciones, no tenemos
más que la parte visible del esferoide.
Se poseen también actualmente conocimientos que resultan
de las disecciones cerebrales en los hospitales y de la
vivisección. Por ejemplo, el órgano cerebral de la palabra està
localizado en el ángulo que termina hacia atrás la tercera
circunvolución frontal izquierda, que es curva en el hombre y
rectilínea en los más de los animales.
Los instintos innatos, que resultan de la transmisión
hereditaria y que son dotes concedidos por el Creador de una
manera para el hombre inexplicable, completan las especies
animales; tales son, por ejemplo, el de purgarse con ciertas
hierbas, el formar el nido o la cueva en el momento oportuno, y
otros que las preparan para el fin que deben desempeñar en la
armonía de la creación, armonía que comprenderemos cuando
estudiemos la existencia del bien y del mal.
En el hombre existen los mismos órganos que responden a
los instintos animales; pero con un desarrollo mayor de las
facultades de la inteligencia, y, sobre todo, los de la
penetración, la comparación y la imaginación, apareciendo en
él el respeto o amor de lo bello, de lo verdadero y de lo justo,
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la equidad o conciencia y benevolencia, de cuyo conjunto


resulta la razón.
De la combinación de los siete instintos e igual número de
facultades en que la cefalometría ha dividido el cerebro, nacen
todas las aptitudes, los grados de inteligencia, de moral, de
pasiones y de virtudes del hombre. No son necesarias otras
bases, ni caben más en el cerebro, dadas sus divisiones y las
naturales circunvoluciones.
Bajo la acción de las facultades de comparar, de explicar, de
juzgar y de respetar o rechazar los productos de la inteligencia,
combinados con los instintos, modifica éstos, ennobleciéndolos,
hasta convertirlos en virtudes.
La penetración es la facultad de comparar, ligada a la
imaginación y a la armonía, hace nacer la causalidad, demuestra las
relaciones entre las causas y los efectos, crea la inducción y las
ciencias. Y con la equidad, la simpatía y el respeto obtiene el
hombre su mérito social, y es más o menos benévolo y religioso. Es
ingenioso y práctico con la configuración y la armonía, y elocuente
con la memoria de las palabras. Pero cuando ésta es más fuerte
que la penetración y falta la instrucción, puede dar lugar a una vana
charlatanería.
Sin la equidad, que, obrando con la simpatía, crea la bondad, la
benevolencia, el hombre inteligente es caústico y celoso, porque
entonces, la dignidad (FUERZA EN EL INSTINTO ANIMAL) degenera
en orgullo. Sin la circunspección será superficial y poco medido en
sus actos. Con mucha circunspección, rara vez es estrepitoso. La
risa del sabio se ve y no se oye.
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El equilibrio desparece a veces, los instintos demasiados


potentes o una mala educación, hacen del espíritu un esclavo y
no se escucha ya la voz debilitada de la conciencia.
La Imaginación es la facultad de crear suposiciones, ficciones,
imágenes, para llegar al conocimiento de la causa, de las diferencias
y de las analogías reconocidas por la comparación. Se le debe, por
sus combinaciones con las otras facultades, la esperanza, la poesía,
y el entusiasmo.
La equidad, es el sentido de lo justo y de lo injusto, la conciencia.
Se le debe, como lo explicaré más adelante, la sensibilidad, la
benevolencia, la abnegación, la caridad.
El órgano de la equidad, que, tal cual lo concibe Harembert y yo
lo acepto, es la facultad de darse cuenta del bien y del mal, de medir
la importancia que en tal o cual sentido pueden tener nuestros actos,
y nos convierte, por consiguiente, en seres responsables, no existe
en los animales.
La inteligencia de éstos, decía con razón Cuvier, no se considera
ella misma, no se vé, no se conoce. Los animales no tienen la
reflexión, esa facultad suprema del espíritu del hombre para
replegarse sobre sí mismo.
El respeto, dice Harembert, es el coronamiento del espíritu, el
amor y la admiración de lo bello, de lo verdadero, de lo justo, que la
penetración, la imaginación y la equidad, armonizadas on la
inteligencia, nos hacen conocer.
Sin embargo, tan nobles facultades en el espíritu del hombre
suelen no estar equilibradas entre sí, y en tal caso, degenerar en
excesos.
Con sobrada imaginación y respeto se cae a veces en la
superstición, el misticismo o el fanatismo, que se pone fuera de la
razón, desconociendo la misma equidad y conveniencias.
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Del conocimiento de lo bello, de lo verdadero, de lo justo, del


mundo moral, debe nacer la acción poderosa y armónica de todas
las facultades del espíritu unidas a una inteligencia completa.
Bajo la influencia de la razón, la circunspección es la prudencia,
una virtuosa timidez, una juiciosa indecisión. Sin ese guía, dispone a
la astucia, a la mentira, al robo.
La perseverancia es: la constancia, la fuerza de carácter u
obstinación, contumacia y despotismo, cuando ella se combina con
la fuerza igualmente viciada.
La fuerza es : la dignidad, el honor, el amor propio., una noble
ambición, o el orgullo, la envidia, la soberbia, la fatuidad, una
coquetería exagerada.
La simpatía es: la amistad, la sociabilidad, o la disposición a
dejarse influenciar de las malas compañías, o adquirir malas
costumbres y manías.
El amor (generación), es el pudor, la castidad el matrimonio; o el
libertinaje, el cinismo.
La alimentividad, instinto de beber y de comer para vivir, es: la
templanza, la frugalidad indispensables a la salud, o la glotonería, la
embriaguez.
La defensividad, es: el coraje, la susceptibilidad, o la brutalidad,
la crueldad. No agrego: y el crimen, porque el asesinato es a veces la
venganza del cobarde, o el resultado de la instigación de otras
pasiones.
Las faltas o depresiones de los instintos dan lugar a
inconvenientes en el desarrollo fructífero de cada vida humana. Daré
algunos ejemplos.
Sin la circunspección: aturdimiento, indiscreción. Una larga
experiencia puede dar una circunspección ficticia, que falta a
menudo cuando obra otro órgano predominante.
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Sin fiereza: humildad, modestia, abnegación. Cuando la fiereza


falta con la equidad y el respeto: bajeza, envilecimiento.
Sin simpatía: aislamiento, egoismo, algunas veces avaricia cuando
el órgano de la simpatía, faltando con el de la equidad, es
reemplazado con la circunspección; pues la amistad, la vanidad y la
coquetería pueden preservar de esta enfermedad moral.
Sin defensividad, por la razón y la fiereza, (firmeza), a menudo se
ha inspirado un valor bien meritorio. Si todas estas facultades faltan
al mismo tiempo, pereza y cobardía que no deben confundirse con la
poltronería, a menudo de debida a un exceso de imaginación.

♦♦♦

El hombre prehistórico, tenía un desarrollo físico mayor que en


la actualidad, tal vez más largos los brazos y más determinados
los dedos de los pies, dependiendo necesariamente todo ello
de los trabajos demasiado toscos que ejecutaba y de la
necesidad de trepar por los árboles para huir de las fieras o
buscar un abrigo en el espeso follaje de las selvas primitivas,
pero lo que nos interesa es el estudio de su cerebro típico,
porque, como se ha visto, es ese el órgano que representa el
grado de adelanto espiritual alcanzado.
Uno de los cráneos más antiguos que se conocen es el de
Neandertal.
La paleontología humana comienza apenas en la época
postpliocena o del mammut. Mr. De Quatrefages y monsierur
Hamy, examinando los cráneos de Eguisheim, de Brux, de
Constadt, de Dense y de Neandertal, como asimismo los de
origen femenino de cliché y de Straengenaes, les han
encontrado algunos caracteres comunes, la dolicocefalía, la
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poca elevación de la bóveda, la gran inclinación de la frente y


un desarrollo de los arcos sobreorbitales. Entre esos cráneos,
que son de los más antiguos, el que más llama la atención es el
de Neandertal.

Vista lateral del molde lateral de una porción del cráneo humano
encontrado en la Caverna de Neandertal.

He aquí otro cráneo célebre y que pertenece a una época


menos lejana.

Cráneo del viejo de Cro-Magnon Ey zies (época del rengífero).


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El de Neandertal, que es tal vez de la época del mamut, es


de una gran tenacidad como corresponde a la edad primitiva.
Los órganos que denotan la pasión sexual están aún más
desarrollados, como así mismo de los instintos de conservación
o amor de la vida. La inteligencia es escasa y la depresión de la
parte moral acusa el estado de barbarie en que debía hallarse,
no siendo otro su destino, por el momento, que la lucha por la
existencia, primer incentivo del progreso.
El de Cro-Magnon, contemporáneo del rengífero fósil, es ya
una cabeza mucho menos imperfecta y probablemente
perteneciente a una de las razas más adelantadas de su tiempo.
Exteriormente podría confundirse con los de la actualidad; mas
estudiado con detenimiento, le encontramos un espesor mucho
mayor de los huesos, sobre todo en las partes más nobles, con
el detrimiento correspondiente del cerebro. Lo que prepondera
en ese cráneo son los instintos del amor de la vida y del amor
generación.
El primer cráneo, por su forma, podía confundirse con el de
un antropoide, si no se hubiese calculado su capacidad por lo
menos en 1200 gramos. Es, pues, indudablemente un fósil
humano, constituyendo una prueba en contra de la fábula de
Adán y Eva, o de los ángeles caídos.
El progreso se ha efectuado, puesto que podemos decir con
certeza que ningún ser humano podría encontrarse en la
actualidad con formas craneanas tan bestiales.
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Cráneo de los aluviones de Austria


Museo de la Historia natural, sala de Cuvier, según el dibujo de Boitard.

Perfil del cráneo de un chimpancé adulto, del de Neandertal y del de un


europeo traídos al mismo diámetro absoluto para hacer resaltar sus
diferencias relativas de elevación. La región de las cejas del cráneo de
Neandertal parece menos prominente que en la fig. 9 porque los
contornos se suponen tomados sobre la línea media, en que la
prominencia de las órbitas de ese cráneo es menos prominente.
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Más, cómo se opera ese progreso? Si no se acepta la


existencia de un fluido vital que compenetrando todo en el
planeta, forme el alma ocasional o accidental de los seres, cuya
existencia hasta los materialistas tienen que reconocer, no se
podría explicar la acción que determina que todo órgano que
se pone en uso de se desarrolle, atrofiándose aquellos cuya
necesidad ha desaparecido. El fluido vital, por los necesidades
que el ser experimenta, se repliega con energía sobre el órgano
material o resorte adecuado a la satisfacción requerida,
atrayendo hacia él, como vulgarmente se dice, toda la vitalidad.
De ahí que forzando mucho en la niñez las tareas del
cerebro, se determina su desarrollo, con detrimento del resto
del organismo, de ahí también la costumbre salvadora en los
colegios del presente, de acompañar los trabajos del espíritu
con los ejercicios corporales, para restablecer o mantener el
equilibrio.
He demostrado ya que en los cráneos animales existen,
aunque en pequeño desarrollo, los órganos de la inteligencia, y
en germen, los de la razón. El hombre primitivo ha debido estar
en iguales condiciones o poco mejores.
Pero, cómo, se dirá, pueden desarrollarse la inteligencia y
las facultades morales, si no se ejercen, si sólo se trata de
llenar las necesidades animales? Es lo que vamos a ver
enseguida.

♦♦♦

La lucha por la existencia desarrolla la inteligencia de los


animales, por las exigencias de la defensa o el ataque, que para
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evitar los peligros, cazar la presa necesaria al sustento o buscar


los alimentos vegetales. Igual cosa sucede necesariamente al
hombre primitivo, pero como no ha sido dotado de armas ni de
abrigo natural, tiene que seguir el instinto de asociación, lo
cual desarrolla afecciones más durables y le fuerza a recurrir al
arte para labrarse, útiles de trabajo y vestidos de cueros, lo que
contribuye al desenvolvimiento de sus órganos intelectuales, ya
de sí mas potentes o perfectos que los de las especies
inferiores. A medida que proesa y trasmite ese progreso por
herencia, nuevas necesidades y gustos aparecen, el lenguaje se
hace más inteligible y las generaciones que vienen, empiezan a
recibir el lote de artes y de conocimientos acumulado por las
generaciones que pasan.
Así va perfeccionándose el instrumento maravilloso del
cerebro, paralelamente con la espiritualización del fluido vital.
Este es la energía, la acción vital que encerrada en la materia,
formando la dualidad animal, realiza el progreso dentro de la
esfera que le corresponde, y lleva en sí el fruto de él, puesto
que las moléculas materiales se disgregan y diseminan. No
tiene aún autonomía propia, pero se individualiza mientras
anima una existencia, y como se ha dicho, es así preparado
para crear el alma humana, cuando en el conjunto armónico del
progreso del planeta llegue el momento de la aparición del
hombre.
Cuando este hecho se produce, y el hombre llega a tener un
alma autónoma y reencarnable, ella lleva en sí la inteligencia, la
memoria y las demás facultades y pasiones que le
corresponden, y actúa, ya lo he dicho, en razón de su grado de
adelanto, como una fuerza en oposición a la hereditaria, sobre
el físico, y en particular, sobre el desarrollo del cerebro.
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Para comprender, si posible es, esa acción del alma, es


necesario tener bien presente lo que en esta obra he
demostrado en cuanto a las fuerzas que tan formidables nos
parecen, porque las juzgamos por sus efectos y con relación a
las nuestras. La materia, o sea el fluido universal en estado
tangible, está reducida a ser pasiva esclava de las fuerzas. Un
ejemplo recordará y hará más comprensible la teoría.
Si suponemos al mundo separado de toda influencia
exterior y detenido en un punto del espacio, en tales
condiciones, permanecería inmóvil, puesto que careciendo de
voluntad y no siendo solicitado por ninguna fuerza, no existe
motivo alguno para que tome una dirección cualquiera. Si a
esto agregamos el hecho de que el éter no opone resistencia a
la marcha de los cuerpos siderales, comprenderemos que si
pudiésemos disponer de un punto de apoyo, con nuestro
propio esfuerzo podríamos imprimirle al mundo una velocidad
dada y constante, capaz de chocar con otro mundo colocado a
su paso, inmóvil también y sin acción atractiva, sufriendo
ambos, en consecuencia, graves trastornos internos, para
seguir luego juntos la carrera con una velocidad reducida a la
mitad de la inicial si los volúmenes estuviesen equilibrados.
Mientras tanto, bastaría una fuerza de atracción igual o tan
pequeña como la que dio lugar al movimiento, para que la
traslación fuese disminuyendo hasta detenerse por completo,
como lo comprenderá cualquiera que tenga algunas nociones
de física.
De los dicho podemos deducir que la atracción que
determina la marcha de los mundos y el peso de los objetos en
su superficie, no es formidable sino con relación a nuestras
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fuerzas, y que bien podemos considerarla pequeña y obrando


soberana, porque ninguna otra se le opone.
Apliquemos esto a la ley o fuerza por la cual se transmiten
las formas hereditarias, fuerza que se encarga de mantener la
integridad de las especies y de los perfeccionamientos que en
sus individuos se van operando, por la acción de la selección
sexual y del uso o no uso de tal o cual parte del organismo. Esa
fuerza modeladora domina más de parte del macho, y sabemos
que basta un espermatozoide microscópico del licor
espermático de éste, para transmitir esa fuerza que debe ser
mínima, pero obedecida por la materia viva en su desarrollo,
con la sola variante que sabemos pueden producir el medio en
que se nace y vive y las enfermedades a que los seres están
expuestos.
Reina, pues, esa fuerza casi en absoluto, a pesar de su
insignificancia potencial, porque ninguna otra se le opone, y la
materia, como tal materia tangible, no tiene voluntad y debe
obedecer a una fuerza cualquiera. Pero cuando el espíritu
reencarna, trae consigo su adelanto, tiene su cuerpo astral
activo, porque es fluídico o etéreo, representa entonces una
fuerza que obra a la vez que la hereditaria, y ya las cosas
cambian, siendo la influencia del espíritu tanto mayor cuanto
más adelantado sea.

♦♦♦

Esta influencia no puede operar instantáneamente sobre los


órganos cerebrales del niño, pero, a la larga, los modifica o
modela, hasta que, en general, llegan a estar en armonía con el
grado de inteligencia y de moral que ha conquistado el espíritu.
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Si este viene a la vida material bien dispuesto para el bien, o


sea la moral, y no flaquea en su proposito, influirá
notablemente en el perfeccionamiento de los órganos
correspondientes, adquiriendo así su mérito y llevando luego a
la vida espiritual el resultado de su victoria sobre los instintos,
lo cual se traduce por una eterización mayor del periespíritu, o
sea la purificación que le permite elevarse más, alejarse más de
la Tierra, y por consiguiente, acercarse a las regiones de la luz
divina, desde donde puede presentir los inefables goces que le
esperan cuando a la pureza llegue.
Si, por el contrario, la voluntad en ese sentido, como
resultante de los propósitos hechos en el espacio, no alcanza a
evitar la atracción de los goces groseros de la materia,
descuidará no solo el progreso moral, sino también el
intelectual; y el resultado de ese olvido será la pérdida de los
órganos que a ese fin responden.
Los espíritus que no se han corregido lo bastante de su
maldad, de su pereza, de su hipocresía o de su fanatismo, que
en el espacio se reconocen contraproducentes, son los que
caen en las reincidencias.
Citaré un hecho, que sirviendo de comprobación, dará al
mismo tiempo una idea de cómo se atrofian los órganos
cerebrales que no se usan.
El dibujo que sigue representa dos cráneos de la colección
Harembert; el primero es el de una monja que permaneció
mucho tiempo en el claustro, y el segundo es el de una actriz.
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La monja no necesitando el ejercicio de las partes


intelectuales, ni aún de las morales, puesto que su vida se
esteriliza en rezos maquinales y en la satisfacción de las
necesidades vitales, dejó en desuso los órganos
correspondientes que se atrofiaron y osificaron presentando el
sinus correspondiente.
Necesitando la actriz de sus facultades para el lleno de su
rol en el mundo, aunque en su origen, como se ve por la
comparación de ambas frentes, no fue mejor dotada que la
monja, cuyo espíritu, más adelantado, debió sin duda, caer en
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la pereza, en el egoísmo, presenta los órganos de la


inteligencia en plena función, mientras que en los de la moral,
más descuidados que en la monja, principia la osificación.
He dicho que la pereza espiritual, ha podido hacer caer a la
persona de la monja en la idea de vivir en un claustro, haciendo
consistir la felicidad en la tranquilidad de la mente, en la
desaparición de toda lucha. Agregaré que la forma de su cráneo
demuestra que esa tendencia venía acentuándose desde otras
encarnaciones, o por lo menos, del espacio, puesto que se nota
en el cráneo el signo correspondiente, la depresión del órgano
de perseverancia o energía.

Las líneas—— representan el cráneo de la monja y los------ el


de la actriz.

Así va operándose el progreso de los espíritus, más o


menos lentamente, en mil diversas direcciones matices, de lo
que resulta el propio mérito.
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Las acciones buenas purifican el periespíritu y las malas le


manchan; de ello resulta la elevación que puede alcanzarse en
el espacio.
La conciencia es el juez de esas acciones y dispone al
arrepentimiento.

♦♦♦♦

Ya que de conciencia hablo, aprovechemos la ocasión para


darnos cuenta de lo que es en sí misma.
Para Harembert, ella reside en la equidad, lo cual puede
aceptarse sin comprometer la doctrina que venimos
estudiando.
El órgano de la equidad es el que más tarde entra en
desarrollo; no se ve en los cráneos fósiles más antiguos y
apenas principia en las razas atrasadas de nuestra época, cuya
frente generalmente es aplastada.
Sin embargo, la equidad debió existir desde la creación del
hombre, en germen, en su cerebro, o por lo menos su aparición
como tal ha de haber marcado el momento psicológico de la
individualización del espíritu reencarnable y en progreso
propio, pues sólo cuando el ser está dotado de la facultad de
apreciar el bien y el mal, puede, en justicia, adquirir un libre
albedrío relativo y progresivo que impone al ser un grado de
responsabilidad también relativo.
De ahí que podamos decir que la conciencia es el
substractum del propio adelanto; que es nuestro juez en la vida
espiritual, tanto más severo cuanto mayor sea el grado de
elevación adquirido.
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La conciencia es la que determina el arrepentimiento, e


indirectamente nos indica la prueba que necesitamos.
Pero a más de la voz de la conciencia, como consta a todo
espiritista observador, existen par los espíritus, leyes que
obran como tendencias para llamarles al camino recto, tales
son la oscuridad, las obsesiones y las visiones ilusorias del
espíritu que en su remordimiento las provoca y tiene ante sí un
cuadro constante que le representa su pasado.

♦♦♦

Así, pues, los instintos debe convertirse en virtudes o


ennoblecerse de tal modo, que sea imposible reconocerlos.
El grosero amor del animal que solo tiene por objeto la
satisfacción de una necesidad material, es convertido en amor
espiritual o amistad, que persiste más allá de la tumba.
El amor instintual a los hijuelos, que deja de actuar cuando
éstos no han menester de los padres, es el sentimiento puro de
la maternidad humana.
El amor, acompañado de otras facultades igualmente
modificadas, llega al amor de dios y a la caridad.
El instinto de conservación, tan prominente en los animales,
y que solo se extiende a los hijuelos, es sacrificado en el
hombre por el amor a la patria o a sus semejantes.
El valor del animal, consiste en la defensa y el ataque bajo la
influencia de la necesidad. El hombre, cuando ejerce su valor,
lo sujeta a la razón.
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Todo esto tiene lugar en el hombre de espíritu ya


adelantado, en condiciones normales de salud y en la edad en
que los órganos funcionan regularmente.
Al encarnar, como ya lo he dicho, el espíritu pierde la
memoria del pasado y tiene, por consiguiente, que volver a
conquistar el saber, y no pudiendo recibir las impresiones del
mundo exterior sino por los sentidos, ni manifestarse sino
mediante el juego material de los órganos cerebrales y de la
palabra, necesariamente, por adelantado que sea, dependerá
de la acción de la materia su preparación seguirá los instintos
necesarios en esa época de la vida y tendrá los gustos
igualmente instintuales de la edad, hasta que llega
paulatinamente la de la razón en que el espíritu se sobrepone,
teniendo sus órganos aleccionados, y puede principiar su
acción sobre ellos.
Con el estado de niñez puedese comparar el de vejez o
extrema debilidad.
Lo dicho hasta aquí no solo basta para dar una acabada idea
de la involución del espíritu sino para demostrar que las
verdades, por opuestas que a primera vista parezcan, pueden
ponerse de acuerdo, porque la verdad, como la ciencia, es en
definitiva única; las aparentes contradicciones y las diferentes
apreciaciones, dependen de la pequeñez del cerebro humano,
de su poco adelanto para abarcar, en conjunto armónico, todos
los conocimientos y descubrir sus relaciones.

♦♦♦
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C A P I T U L O VII

Dios y su acción sobre las cosas, los seres y el alma

Hasta aquí me he referido respetuosamente a Dios, sin dar


de su existencia más prueba que la que resulta para todos, de
la contemplación de la Creación, cuya sublime grandeza acusa
una inteligencia suprema.
Esa inteligencia solo la niegan los hombre cegados por su
orgullo en una ciencia deficiente, atribuyéndolo todo a la
materia y sus leyes, cuando bastaría el reconocimiento de
nuestra propia inteligencia, de nuestra propia idea de justicia y
de amor a lo bello y a lo bueno, para que se reconozca un
principio, cuyos atributos tienen necesariamente que ser la
inteligencia, la justicia y el amor.
Estas eran las únicas pruebas que la humanidad tenía para
creer en dios, si la fe no le bastaba. Desde la aparición del
Espiritismo, nueva ciencia que abre grandiosos horizontes a la
investigación, se poseen otras pruebas que más y más afirman
la creencia. Esa ciencia hace imposible la negación de la
inmortalidad y ese solo hecho, nos acerca ya a la idea de la
existencia de Dios.
Vemos que el espíritu, disponiendo de un cuerpo fluídico
relativamente insignificante, produce efectos sorprendentes
que no ha mucho se habrían clasificado de milagros.
Comprendamos, entonces, que, si realmente existe una
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inteligencia suprema, ella lo podrá todo, disponiendo del fluido


universal, cuyas vibraciones son el origen de la fuerza que las
genera todas.
Los espíritus no solo producen esos efectos voluntaria y
conscientemente, sino que se comunican, y todos, todos los
que han alcanzado cierto grado de adelanto, declaran sentir a
dios en la consciencia.
Los hechos de orden espiritual que el Espiritismo nos
permite estudiar, nos traen la convicción de que la justicia
divina existe y se realiza por medio de leyes que a todos
alcanzan y a todos dan su merecido.
El espiritismo da, pues, testimonio de dios, pero no
bastando esto a los propósitos que esta obra persigue, es
necesario que busquemos, hasta donde sea posible, el acuerdo
con los conocimiento corriente y la explicación de la acción
divina sobre el universo.

Hervert Spencer, en vista de la imposibilidad en que hasta


el presente se ha encontrado la ciencia para darse una idea de
dios, la materia en sí, la creación, el tiempo y la fuerza inicial,
declara que todo ello es incongnoscible; es decir, que escapa
absolutamente a toda comprobación positiva.
Incongnocible? A pesar de la enseñanza del pasado, aún hay
quien se atreva a hablar de lo incognoscible o de lo imposible?
Cuántas veces se ha encontrado la humanidad con lo que le
pareció incognoscible y ha conocido después? Se olvida de
esto? Se pretende, por una parte, fijar límites a la investigación,
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mientras, por otra, se confía en el progreso, sin recurrir a más


leyes que las de la materia.?
Si todos los hombres de algún valer hubiéranse
encaprichado en sostener que la pretensión de medir las
distancias siderales, conocer la composición de los soles,
formar el mapa del planeta Marte, etc, era querer alcanzar lo
incognoscible para el hombre, la astronomía estaría aún bien
atrasada.
Desechemos la idea de lo imposible, pongamos al servicio
de la resolución de tan gran problema todos los conocimientos,
todas las aptitudes, toda la inteligencia de que seamos capaces,
busquemos a Dios, porque mientras lo busquemos, mientras
nos formemos una idea cualquiera de su existencia, no
podemos caer en su negación, como sucede cuando le
consideramos lo incognoscible. En tal caso nos
acostumbramos a la idea de que no necesita la creación de su
poder, ni los hombres en su desenvolvimiento sucesivo,
necesitan de su noción para fundar la justicia, la solidaridad, la
moral.
Qué es lo que se opone en la mente de algunos hombres
para que no les sea dable comprender la existencia de dios?
Los más dicen con Buchner, que nadie puede comprender cómo
una razón eterna que gobierna, ha de avenirse con leyes
inmutables. O son las leyes de la naturaleza las que gobiernan,
o es la Razón eterna, las unas al lado de la otra estarían a cada
momento en colisión. Si la razón eterna gobernase, las leyes de
la naturaleza serían superfinas; si por el contrario, gobiernan
las leyes inmutables de la naturaleza, ellas excluyen toda
intervención divina. Si una personalidad gobierna la materia
con un fin, dice Moleschott, la ley de la necesidad desaparece
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de la naturaleza. Cada fenómeno será objeto de un juego de


azar y de un arbitrarismo sin freno. (1)
Hay que convenir, dice Flammarion contestando esas ideas,
en que esta objeción es bastante singular. Este extraño
raciocinio vacila por su propia base.
Parécenos, al contrario, que la inteligencia que se revela en
las leyes de la naturaleza, demuestra, por lo menos, la
inteligencia de la causa a que son debidas estas leyes, y que
son precisamente la expresión inmutable de esta inteligencia
eterna. (Erted, es sabio escrutador del mundo físico, ha
expresado cuerdamente las relaciones de dios con la
naturaleza, diciendo que el mundo esta gobernado por una
razón eterna que nos manifiesta sus efectos en las leyes
inmutables de la naturaleza. No es algo ridículo pretender que
esta causa debe dejar de existir por la razón de que está
íntimamente acorde con estas mismas leyes? Véase, por
ejemplo, a un excelente arpista, de habilidad tan perfecta, que
los acordes que saca de las cuerdas vibrantes parecen
identificados con la poesía de su alma. Se dirá, por eso, que el
arpista no existe, porque para admitir su existencia, sería
preciso que se pusiese a veces arbitrariamente en desacuerdo
con las leyes de la armonía? Este modo de raciocinar es tan
evidentemente falso, que los mismos que lo emplean lo
reconocen implícitamente. Así, refiriendo Buchner, a propósito
de los milagros el hecho de que el clero inglés había pedido al
gobierno que ordenase un día general de ayuno y de oración
para alejar el cólera, alaba a lord Palmerstón por haber
respondido que la propagación del cólera dependía de
condiciones naturales conocidas en parte, y podría mejor
detenerse con medidas sanitarias que con oraciones. Muy bien!
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Todavía añade más el autor. Esta respuesta, dice, le acarreó la


acusación de ateísmo, y el clero declaró que era un pecado
mortal no querer creer que la Providencia puede en todo
tiempo contrariar las leyes de la naturaleza. Qué singular idea
se forman estas gentes del Dios que se han creado! Un
legislador supremo capaz de dejarse ablandar por súplicas y
sollozos para trastornar el orden inmutable que ha creado,
violar sus propias leyes y destruir con su mano la acción de las
fuerzas de la naturaleza. Todo milagro, dice también Catta, si
los hubiera, probaría que la creación no merece la veneración
que por ella sentimos, y el místico debería necesariamente
deducir de la creación, la imperfección del Creador.
Véase, pues, a nuestros adversarios, en contradicción
consigo mismos, puesto que por una parte no quieren admitir
que una razón eterna puede estar acorde con leyes inmutables,
y por otro piensan con nosotros que la idea de inmutabilidad, o
cuando menos de regularidad conviene mucho mejor con la
perfección ideal del ser desconocido que llamamos Dios, que la
idea de mudanza o de arbitrariedad que ciertas creencias
pretenden imponerle.
Leyes eternas, suponen necesariamente para la razón
humana, la perfección del principio de que emanan, puesto que
todo en la naturaleza reperfecciona en un transformismo y
evolución que obedece a un plan, y ese plan concuerda con un
fin grandioso: la creación definitiva de los espíritus.
Esas leyes no solo son eternas, invariables, infalibles, sino
fatales para todo lo que tiene por teatro la materia, las fuerzas
y la vida, hasta llegar al hombre.
Pero, cuando principia la autonomía, la reencarnación y la
continuación del yo, las leyes divinas sólo obran como
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tendencias, que, a pesar del libre albedrío de los espíritus, que


les permite retardar o acelerar su propio adelanto, encaminan
el conjunto hacia el ideal prefijado, pasando por todos los
grados de la civilización y del progreso, dejando a cada ser el
puesto que le corresponde o que merece.
Mas los espíritus llegan alguna vez al pináculo de su
perfección y gozan entonces de la plenitud del libre albedrío,
que, gracias a su prolongada evolución o preparación sufrida,
nunca podrá ser empleada sino en pro del bien, en el
conocimiento y acatamiento de las leyes, y en las misiones de
orden espiritual, para que se cumplan los grandes propósitos
del Creador.
Una providencia caprichosa sujeta a los vaivenes a que
pudiese sujetarla la preferencia por tal o cual secta religiosa,
por tal o cual pueblo, por tal o cual individuo, como excepción,
no existe; pero si la tenemos siempre, a favor del bien y del
progreso, por medio de leyes inmutables que en su armonía lo
determinan.
Y siendo esto así, ocurre preguntarse cual sería la causa, el
Creador más digno de adoración, más sublime el que
eternamente tuviera que variar sus leyes, perfeccionar aquí,
rehacer, allí, conceder algo a los unos, negarlo a los otros; o el
que no se rectifica jamás? Todos los que estudien a fondo el
Espiritismo; todos los que lleguen a formarse una idea, por
pálida que sea, de la armonía suprema de las leyes que en el
universo actúan, no podrán vacilar en su juicio; verán que si no
hay rectificación en ningún caso, es porque todo está bien
establecido y todo marcha hacia la realización del progreso,
dentro de un plan preconcebido; verán que si nada se concede
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milagrosamente a nadie, es por que todo es necesidad, razón,


merecimiento, justicia.
A veces, cuando sentimos los sufrimientos, cuando luchamos
con las contrariedades, cuando somos víctimas de la maldad,
desesperamos de la justicia. Error, todo ello es nada
comparado con la eternidad que nos aguarda, todo ello, si lo
sufrimos con paciencia con resignación y esperanza, aquilata
nuestra virtud contribuye a nuestro progreso, nos acerca al fin
deseado, a la felicidad, y nos asegura que no caeremos de los
elevados puestos que iremos conquistando, que, como lo
acabo de decir, es el fruto de la larga evolución o preparación
sufrida.
El orden universal reina en la naturaleza, dice Flammarion; la
inteligencia revelada en la constitución de cada ser, la sabiduría
esparcida sobre todo el conjunto como la luz de la aurora, y
sobre todo la unidad del plan general, regida por la ley
armoniosa de la incesante perfectibilidad, nos representan, en
adelante, la omnipotencia divina, como el sostén invisible de la
naturaleza, como su ley organizadora, como la fuerza esencial
de la cual derivan todas las fuerzas físicas, y de la cual son
éstas otras tantas manifestaciones particulares. Puédese, pues,
considerar a Dios como un pensamiento inmanente, residiendo
incontrastable en la esencia misma de las cosas, sosteniendo y
organizando Él mismo, tanto las criaturas más humildes como
los más vastos sistemas solares; porque las leyes de la
naturaleza ya no estarían fuera de este pensamiento: no serían
sino su expresión eterna.
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Los conocimientos actuales, bien interpretados y con la


cooperación del Espiritismo, dan ya una idea no despreciable
de lo que son las fuerzas, la materia, el fuego y la vida.
Tenemos ya la seguridad de la supervivencia del espíritu, y
por esto, y por los nuevos conocimientos que por todas partes
surgen desde que se ha realizado el gran descubrimiento de los
medios de comunicación con el mundo espiritual, podemos
hablar ya de los primeros principios, desechando la idea de lo
incognoscible.
Mas antes de hacerlo, tenemos que rectificar un error de la
ciencia actual, rectificación autorizada por los conocimientos
que el Espiritismo proporciona y que me han servido para
establecer el encadenamiento lógico de causas y efectos,
partiendo de una sola causa y de una sola substancia universal.
Los gases, según la ciencia, son un modo de ser de la
materia, en que los átomos físicos están más distanciados entre
sí que en el estado líquido y en éste más que en el de solidez.
Si así fuese, ¿Cómo guardarían los átomos esas distancias,
oponiéndose, sin embargo, los gases a la presión. Si los átomos
se atraen, ¿qué fuerza puede mantenerles alejados? ¿el calor?
No, el calor no presenta en sí mismo resistencias de ningún
género; lo que hace, lo que únicamente puede hacer, es
mantener la dilatación de los átomos, que es lo que ya he
demostrado al tratar del calor. Sin esa dilatación, todos los
fenómenos físicos se tornan inexplicables. Pero la ciencia
actual, persistiendo en su error, supone al éter formado de
átomos enormemente distanciados, mientras que los
fenómenos de la luz le están demostrando a la evidencia de lo
contrario. El éter no puede considerarse constituido por átomos
físicos, por pequeños que se les suponga, ni aun por la
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dilatación de ellos, por cuanto el átomo físico es la primera


creación fundamental del universo visible, teniendo por base
una enorme concentración de fluido sustancial para formarle. El
éter no puede ser en manera alguna comparado con ninguna
materia de las que apreciar puede el hombre. Pero en
consecuencia de todos los conocimientos acumulados en esta
obra, debe considerarse al éter como verdaderamente
sustancial y sin intersticios interatómicos.
De ese fluido universal se ha formado el universo tangible, y
los seres que lo habitan, y los fluidos que les dan vida, y el
alma pensante y voluntaria del hombre, pero ese fluido no es la
inteligencia, no es la voluntad, no es Dios transformándose,
para pasar mil peripecias y trastornos con el solo fin de crear
los espíritus, y lo que es más absurdo, aplicarles a esas
infinitas partes de sí mismo, tantos dolores y penas, a través de
encarnaciones sucesivas, para darse luego satisfacciones
incomprensibles!
Es, pues, necesario buscar el principio voluntario, la acción
inteligente, la sublime justicia de que el Espiritismo da
testimonio, y ese principio no puede ser otro que el alma
universal que reside en el éter, como el espíritu reside en el
periespíritu.
Dios es uno solo y único principio increado, eterno, el ser por
excelencia, realizándose en el fluido universal; es la primera
fuerza, el principio motor y ordenador, que del fluido sustancial
creó el mundo material transitorio, en una transformación
regida por sabias leyes para un fin supremo: la formación de
los espíritus, que con un cierto grado de libre albedrío, llegarán
todos a ser sus verdaderos hijos, comprendiéndole, amándole y
cooperando en la obra grandiosa y eterna. Aunque no le
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puedan contemplar jamás, porque es el Ser infinito, y el ser


concreto y perfectible sólo puede ver lo concreto, le sentirán en
la conciencia.

♦♦♦

Citaré, en apoyo de mis ideas, la opinión autorizada de uno


de los más elevados guías de la Constancia, en un discurso
pronunciado por él en posesión de un médium, con motivo de
algunas conferencias científicas que dí en esa sociedad.
……”La fuerza primera, decía el espíritu, o sea el principio de
la fuerza a que he aludido, debía existir antes de la
aglomeración de partículas y moléculas que dan forma a lo
existente o tangible de la creación, como asimismo a lo
invisible para vosotros los encarnados e inapreciable a vuestra
ciencia.”
“Esos elementos, entonces, ¿de qué fueron formados? ¿cómo
aparecieron esas moléculas al tomar la forma de tales? Si bien
ellas forman las grandes porciones, en su pequeñez, también,
para existir, han necesitado que haya algo que las forme.”
Si para formar algo, siempre es necesario que haya algo,
este algo, ¿de dónde nació para formar ese primer algo?
La voluntad primera es la fuerza que impera, domina y
ejecuta. En ella no podemos reconocer límite, es el centro de
todo, es la vía de circunvalación que arranca desde su principio
en sí y en sí misma finaliza, se llama Dios.

Es fuerza, ¿cómo está representada en el espacio infinito, en


el Universo? Qué es?
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Tiene la forma bruta de la materia palpable que la ciencia


analiza descubriendo sus combinaciones?_No.
Es acaso esa fuerza primera, el calor que vivifica, que da
movimiento y vida? No.
Pues, qué es entonces?
Si arrancando de los hechos que el hombre apreciar puede,
llega al convencimiento de que la materia es la base primera de
la creación, la inteligencia sería un efecto de la evolución en el
tiempo sin medida, confundiéndose, pues, la inteligencia en la
fuerza primera, siendo la fuerza el modus de la materia.
Si el ser inteligente se arranca de un principio material más o
menos liviano, más o menos fluídico, ha desaparecido la
importancia primera de la ejecución de la voluntad en sus
primeros síntomas, en su manifestación primera, mientras que
esa manifestación es visible desde el principio de la creación: la
fuerza existía ya, como lo demuestran las leyes que rigen los
desenvolvimientos sucesivos.
La impulsión primera de la nebulosa no puede nacer de la
materia, puesto que ella no existía aún en la forma posterior
que el hombre estudia, y cuyas manifestaciones secundarias
considera erróneamente como si lo fueran propias o exclusivas
de ella misma.
El calor que alimenta la vida material, no es tampoco la
fuerza motriz primera, no es la base donde se apoya esa vida
que se quiere arrancar de la frotación de los cuerpos, para
comprobar que el calor puede animar constante y eternamente
el universo entero.
Si el calor es la base principal en las manifestaciones de la
vida humana, no quiere decir que éste exista en su base
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primera, no es más que una producción de movimiento, que al


mismo tiempo da vida a sus manifestaciones.
La fuerza primera no reconoce en sus elementos constitutivos
a la materia tal como vosotros las palpais.
El calor primero de la vida, de la existencia, de todo, no está
sujeto a las manifestaciones de roces materiales.
La vida primera, en su manifestación primera, no necesitó de
esas partículas, de esas moléculas que constituyen la vida ya
continuada y material.
Hay algo mas sublime que la idea que los materialistas
conciben.
Olvidan éstos que la manifestación del calor es posterior a la
materia, o sea, que para que fuese sensible su acción ha sido
necesaria una fuerza creatriz de la materia. Y si esa primera
fuerza no puede basarse en el calor, debe atribuirse
lógicamente a otro principio con voluntad inteligente de crear
la materia, el calor y sus manifestaciones sucesivas.
…………………………………………………………………………………
………………..

Si ese calórico tiene la importancia que quiere dársele, si es


verdad que sus manifestaciones son sensibles y que la
humanidad o el universo entero es partícipe y bebe en esa
fuente el alimento de su propia existencia, no por eso debe
considerársele como una fuerza dominante, propia o
completamente desligada de la creación.
Todo lo existente y toda la materia que existe está en
movimiento; por su movimiento mantiene la vida; por su propia
vida produce el calor; luego la fuerza que arranca del calor,
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proviene de la potencia que evoluciona dentro de su mismo


cuerpo (de lo existente) y le da movimiento.
Y ese movimiento no es nada más ni nada menos que el
producto de la fuerza central que en sí misma existe: su vida
produce las manifestaciones de la vida que estudiamos; es la
fuerza que pone en movimiento todo lo existente, lanzado al
espacio en estado fluídico y solidificado luego; es la que
produce la atracción y repulsión de todos los elementos, de
todos los componentes, que ella une y separa en la continuidad
del tiempo sin medida.
Aclaremos aún más estas palabras del espíritu.
Si la materia en su diversidad no puede proceder sino de una
sola materia, sustancia primera y eterna, la acción inteligente
que las leyes de la evolución y el transformismo demuestran,
no puede dimanar sino de una inteligencia superior e increada.
Las fuerzas primeras deben partir de algo que no es el calor,
puesto que el calor sólo aparece en cierto estado de la
formación de la materia. El impulso viene necesariamente de
más lejos, y si aplicamos la verdad conquistada ya, de que
cuanto más fluida la materia, más acción y más vida o más
fuerza activa, debemos suponer que existe algo aún más puro,
más tenue que el éter mismo, en que resida la primera fuerza, y
a esa no podemos llamarla de otra manera que la voluntad
suprema, a la cual todo obedece, constituyendo así el alma
universal.
En el derrotero de su progreso evolutivo, desarrolla el
hombre la inteligencia y se hace capaz de perfeccionar sus
instintos hasta convertirlos en pasiones nobles, en
sentimientos ideales, y en la noción de la justicia; pero esa
inteligencia, esas nobles pasiones, ese ideal, esa sed de
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justicia, tienen seguramente un origen cualquiera, que tenemos


necesariamente que encontrar en la fuerza primera.
Luego en esa fuerza, llámesele como se quiera, Dios o alma
universal, reside la inteligencia y la justicia suprema, puesto
que la humanidad, recibiendo tan solo un germen capaz de
desarrollo, en el transcurso de su larga involución, con sujeción
a las leyes que a ese fin conducen, y gracias a los elementos
que preparados encuentra para su realización, llega a la idea de
justicia y al sentimiento del amor universal.
Por otra parte, el conocimiento profundo del Espiritismo, el
estudio de las leyes que rigen en el mundo espiritual,
demuestra a la evidencia la acción directa de un principio
inteligente como causante o artífice exclusivo de la inteligencia
perfectible del ser creado.
Reconocemos un solo principio, un solo Ser increado; pero
ese Ser es una dualidad eterna, alma y sustancia o fluido
universal.
El materialista mismo que medite, que se aparte un tanto de
su idea fija de la materia tosca y se pregunte el por qué de su
evolución, de la creación, de la vida, de los sentidos, de los
instintos y de la inteligencia, de la armonía sideral, de las
fuerzas, del calor y de la luz, se contestará, sin duda, que la
naturaleza es muy sabio. Y bien; esa sabiduría que reside en
todas partes, esa sabiduría atribuida a la naturaleza, es su
principio espiritual, eterno, sublime, omnisapiente, de cuya
acción consciente, emana todo lo que las rige.
Nada más diré sobre esto, considerando que la mejor prueba
de la existencia de Dios, resulta del conjunto de los
conocimientos acumulados en esta obra.
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♦♦♦

Veamos ahora cómo podemos explicarnos la acción de Dios


sobre el universo.
Toda materia, como lo sabe la ciencia, es porosa, es decir,
tiene espacios intermoleculares e interatómicos, por cuya causa
son más o menos compenetrables por los líquidos, éstos por
los gases y todos por la electricidad; y siendo así, no cabe duda
que lo son por el éter.
El Espiritismo nos proporciona el más perfecto conocimiento
de la compenetrabilidad de la materia con el fenómeno
sorprendente del paso de los espíritus a través de todos los
cuerpos, por cuya razón, como lo afirman todos, la materia no
les opone ninguna resistencia.
Pero hay más; si los fluidos de que dispone el hombre, como
en el magnetismo, tampoco encuentran valla en la materia,
según se ha visto en el capítulo correspondiente, y si los
espíritus se encuentran en el mismo caso; ellos a su vez y
todos los fluidos son compenetrados por el éter, según la
afirmación de los más elevados espíritus. (1)
Ahora bien, vemos que la materia se disgrega por el calor,
que ya podemos decir, creo, que no es el resultado del
movimiento de los átomos físicos constituyentes de la materia
en su estado ponderable, sino que, del calor (movimiento
fluídico), resulta el movimiento atómico, vemos que los
espíritus que a voluntad manejan ciertos fluidos más o menos
groseros, según su adelanto, pueden transportar la materia de

(1) Me refiero especialmente al espíritu cuyo discurso ha transcrito en


parte.
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un punto a otro y ablandarla, como en el caso citado en las


páginas 101 y102, lo que nos da una nueva prueba de que la
materia es una forma transitoria, y que los fluidos son las
energías vitales o de acción sobre ella, mediante una fuerza
primera, que en este caso es la voluntad insignificante del
espíritu humano, ¿Qué no podrá, entonces, sobre el todo del
universo, la voluntad creadora sobre el fluido substancial
etéreo?
Si en los fluidos se encuentran las primeras fuerzas que
podemos apreciar por sus efectos; si desechando la
preocupación materialista, encontramos que los fluidos
imponderables son los que sostienen la vitalidad; si cuanto más
tenue es el fluido, más fuerza activa se reconoce en su acción,
si mediante la intervención de los fluidos vitales de que el alma
dispone para mover la máquina animal, se desarrollan las
fuerzas del hombre; si actuando sobre esos mismos fluidos
puede el hombre someter por su dominio magnético a sus
semejantes; si los espíritus pueden producir por los mismos
medios los fenómenos de fuerza que tanto nos admiran; y si el
alma, siendo la esencia del fluido de su origen, es también
compenetrada por el éter, ¿qué fuerza, que no sea la universal,
puede atribuirse a Dios, mediante el fluido substancial etéreo?
Imposible la duda: la fuerza primera, la impulsión que lleva
en sí la ley suprema de la formación de la materia, y por
consiguiente las fuerzas, la acción y la vida que de ellas
resultan, provienen de Dios.
Si el espíritu abarca en un solo sentimiento todo el
organismo; si mediante el periespíritu percibe y actúa-Dios
debe percibir, sentir y actuar con omnipotente voluntad sobre
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el fluido universal en que es o se realiza; y siendo la parte


tangible del Universo engendrado sobre la base de ese mismo
fluido y compenetrado por él, no puede escapar de ninguna
manera a la acción divina.
Esto es todo lo que en nuestra limitada inteligencia podemos
alcanzar o suponer al respecto. Tal vez jamás podrá el hombre
pasar de ahí y ni ambicionarlo debe. Bástenos, baste a la
humanidad, tener el consuelo de comprender, al fin, que Dios
existe, que su acción alcanza a todos los ámbitos del Universo,
a todas las cosas y a los seres todos, y que esa acción es amor
y justicia.

♦♦♦

Concluiré este capítulo con dos palabras sobre la eternidad


y el tiempo.
La eternidad no la comprende el hombre, porque está
acostumbrado a ver en todo lo que puede apreciar, y en sí
mismo, un principio y un fin. En realidad sólo se trata de
transformaciones sucesivas, es decir, cambios de forma, pues
la materia no se aniquila, ni puede salir de la nada un solo
átomo más. Todo viene, en la gran transformación general, del
éter; y vuelve a él en la forma evolutiva que ha sido descrita en
los primeros capítulos de esta obra. Si principio diéramos a
Dios, al universo en su total conjunto, tendríamos que suponer
otro poder creador anterior, y así consecutivamente, perdernos
en un infinito de creaciones sucesivas, si no queremos sostener
el absurdo de que de la nada ha surgido la inmensidad de lo
existente. Si no hay principio ni fin en el gran todo, no existe
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para él el tiempo; sólo puede actuar para lo que partiendo de


un punto llegará necesariamente a otro. Así, los astros, si bien
eternos en su substancia, tienen su tiempo contado en cuanto a
la forma. El tiempo sólo se mide y cuenta para lo que está en
transformación.
Siendo esto así, ¿cómo puede el Espiritismo sostener que el
alma humana es inmortal y eterna? Sencillamente porque ella
no se ha transformado jamás; no es materia en el sentido de
algo que toma forma tangible y está sujeto a la disgregación;
es fluido substancial en su origen, diversificado por la acción
primera de los elementos materiales de los astros en su
período solar; pero siempre sin forma determinada, siempre
incorruptible, involuciona, se perfecciona y purifica en el crisol
cerebral, mediante el trabajo y la lucha por la existencia al
través de la sucesión de la vida, hasta que se personaliza por el
hecho moral del conocimiento del bien y del mal y la conciencia
de su existencia.
Por eso los espíritus llegados a cierto grado de adelanto, nos
dicen que no cuentan el tiempo, porque nada vía en ellos ni
sienten jamás el cansancio.

♦♦♦
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CAPITULO VIII

Problema de la Justicia Divina.- La fe y las ideas innatas.- El


bien y el mal.- La Providencia, tal cual en general se entiende,
no existe.- Ángeles guardianes.- Distribución de los goces en
el mundo.-

Si en virtud del poco adelanto, la conciencia y el libre albedrío


son limitados, la justicia exige la posesión de instintos e ideas
innatas que sirvan de guías, y que la responsabilidad de los
actos sea proporcional a ese grado de atraso.
Siendo esto así, ¿quién se encargará de esa estricta justicia?
De estar fuera de nosotros, exigiría un conocimiento imposible
de los resortes ocultos de nuestra alma; pero estando en
nuestro propio ser, siendo la propia conciencia, ese juez estará
siempre bien informado y será tanto más severo cuanto más
clara sea la concepción del deber y el conocimiento del bien y
del mal.
¿Bastará esto para dar una idea de la justicia divina, cuando
tenemos tanto mal en la materia, tanta lucha tanta dificultad
que vencer? Cierto es que de esa manera la justicia será
arreglada al grado de responsabilidad; pero ¿por qué la
creación del mal, por qué las enfermedades, por qué la dura
obligación del trabajo; por qué la vida material, por qué, en fin,
olvidar lo que hemos aprendido en cada encarnación?
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Mientras no se dé contestación satisfactoria a esas preguntas,


no se puede decir, sino por la fe y la esperanza que Dios debe
ser magnánimo y justo.
Vamos a estudiar esta cuestión en detalle, pero antes,
grabemos bien en nuestra mente que el origen imprescindible
del alma, hace necesaria la creación de la materia y de la vida
en ella; que si hemos de obtener una felicidad eterna, justo es
que la merezcamos, y que, a ese fin, debe existir el bien y el
mal; que para que la conciencia sea nuestro propio juez,
necesario es que seamos hijos de nuestras propias obras; que,
en suma, si hemos de gozar del libre albedrío, en nuestro
organismo debemos llevar el germen del bien y del mal, para
que tengamos mérito en la victoria, que se traduce en progreso
propio y en bien para nuestros semejantes, o bien, optando por
las satisfacciones intelectuales del mal, descendamos al fango
de los vicios, entorpeciendo nuestros fluidos, obscureciendo el
alma y sembrando en nuestro derredor la iniquidad-el mal.

♦♦♦

La Fe y las ideas innatas.- Los diferentes grados de la creencia


en la inmortalidad del alma, en Dios y en su justicia, dependen
de los diferentes grados del adelanto del espíritu.
Los pueblos sencillos o primitivos tienen una creencia innata,
una fe que les es necesaria para su progreso, fe que aplican, en
lo relativo a Dios, de una manera grotesca, adorando la
naturaleza, el sol y la luna, o creando, según su fantasía,
ídolos, dioses que bastan a su embrionario adelanto espiritual.
La idea innata de la inmortalidad es igualmente traducida de
una manera grosera. De ahí que algunos pueblos primitivos
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pongan cerca del cuerpo de los muertos un cántaro de agua y


pescado ahumado para que puedan hacer el viaje de
ultratumba, y que todos esos pueblos estén llenos de
supersticiosas creencias, en espíritus buenos y espíritus malos,
que, sin embargo, ninguna manifestación real y razonable
pueden hacer entre ellos.
Pero a medida que progresan, como lo demuestra la historia,
van modificando el culto, cuya base es siempre la misma: las
ideas de Dios y de la inmortalidad. Todos tienen una religión a
la altura de su merecimiento o adelanto.
La más sublime en ese sentido, ha sido la religión que se
desprende de la predicación de Jesús. Pero la humanidad no
podía concebir aún en absoluto a Dios, y el Cristianismo se
paganizó y se convirtió en idolatría, bajo formas más bellas y
atrayentes.
Los desgraciados trabajadores, los que por su rudo destino,
por sus penas, debían estar más dispuestos a negar a Dios o a
renegar de su misericordia y de su justicia, son los más
entregados a la fe y a la esperanza-salvo raras excepciones.
Incapaces del libre pensamiento, adoran a Dios en la forma
rutinaria que en la niñez les enseñaron y que la costumbre
consagra, por absurda que sea.
¿Por qué esa fe? ¿Sería acaso, porque la fe y la ignorancia son
una misma y única cosa? No tal; que la historia y el presente
nos demuestran que hombres de alta inteligencia y de grandes
virtudes abrigan la fe dentro del pecho, y son los valientes
defensores del culto.
Expliquemos esto. La condición de los espíritus que aún
pueden considerarse en el primer periodo de su
desenvolvimiento, necesitan esa fe para su progreso, y Dios, en
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su suprema bondad, ha dispuesto las leyes de manera que no


pueda faltarles. Las grandes inteligencias (nos referimos a las
que creen en verdad y acompañan su fe con la virtud), son
espíritus que han conquistado ya, en su tercer período (diremos
así para más facilidad de entendernos), una elevación que les
permite sentir a Dios en sí mismos y tener la visión clara del
grandioso porvenir que les espera en la inmortalidad. Son esos
los hombres de ciencia, que a pesar de las pruebas
contraproducentes de su saber, insisten en su fe, apartándose
de las formas y de los errores vulgares de la religión popular;
son esos los filósofos espiritualistas que han agotado su
ingenio para demostrar por la razón pura lo que
desgraciadamente no es demostrable; son esos los hombres
que bajo la inspiración de las ideas que en su pasado han
conquistado, han hablado a la humanidad de reencarnaciones y
de los mundos habitados. Existen otras grandes inteligencias,
que, o no tienen esa fe arraigada, o carecen de ella por
completo. Son numerosos desgraciadamente. Son los espíritus
que vienen haciendo un progreso defectuoso, dando todo a la
inteligencia y descuidando por completo la moral. Entre una y
otra encarnación quedan en la oscuridad, y a fuerza de sufrir,
buscan y obtienen una nueva prueba, en que general reinciden.
(1)
Esos son, a la larga, los espíritus que más sufren, por que
desligados de los lazos morales, hacen servir su talento y la
(1) Estos conceptos se basan en el estudio atento, durante algunos
años, de los cuadros de ultratumba.
instrucción que siempre buscan con afán, para escalar
posiciones políticas, en las cuales ningún bien hacen, y
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conseguir la fortuna, que aplican con egoísmo a la propia


satisfacción.
Existen otros muchos que pasan por el momento de más
difícil prueba, el que llamaremos el segundo período. La fe
ciega, innata, va desapareciendo a medida que el espíritu
adelanta, y, por el hecho, debe de adquirirla por sí mismo en
las sucesivas existencias, pero si esas encarnaciones son
negativas, si en alguna de ellas se deja arrastrar por las malas
pasiones o por las falsas ideas reinantes, poco o nada
adelantan en espíritu, y puede entonces asegurarse pues en
nada creerán más que en el testimonio de sus sentidos, y
supondrán suprema a la efímera y pretenciosa ciencia humana.
Esas ideas corrientes que tanto mal hacen a la muchedumbre,
son el resultado de un progreso necesario al advenimiento de
la época de la luz y de verdad: la caída de las creencias
absurdas.
Los factores inconscientes de ese progreso, son los
descreídos adelantados en inteligencia solamente, que se
aplican con afán a arrancar conjuntamente, con los errores, las
nobilísimas ideas de la existencia de Dios, de la justicia divina u
de la inmortalidad, destruyendo así las bases fundamentales de
la virtud, de los afectos y de la esperanza.
Es para ellos, y para sustentar la fe de los que están en el
primer período, que viene el Espiritismo a demostrar por el
hecho, por el fenómeno material, que el alma existe y tiene lo
que necesita o merece en cada etapa de su progreso infinito.
He ahí explicado en pocas y sencillas palabras, por qué los
unos tienen la fe y los otros no la tienen.- Todo es justicia.-
Todo es previsto y merecido.- Tal es la grandeza sublime del
Ordenador Supremo!!
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Al que no trae el conocimiento de la existencia del alma y de


su inmortalidad bien grabado en su conciencia, y que, por lo
mismo, tiene que adquirir aquí abajo la convicción de esa
verdad, harto difícil tiene que serle en realidad. Para el espíritu
que en ese caso se encuentra, la unión con la materia es tal,
que no puede tener una idea innata a ese respecto, teniendo
que adquirirlas, con más o menos facilidad, en cada
encarnación. Y como mientras se vive en la materia, no vemos
más que materia inerte, materia vegetativa y materia animada e
inteligente, mal pueden ellos concebir al espíritu en estado
libre, con un cuerpo fluídico invisible y conservando todo el
poder de la voluntad, las pasiones morales, la inteligencia y los
conocimientos adquiridos en las diversas encarnaciones.
Al que desgraciadamente se halle en ese caso, ese hecho le
ha de parecer maravilloso, mientras que tan natural aparece
ante los convencidos ya desde la vida espiritual.
En cuanto a los espíritus nuevos, en su primer período,
tienen, como lo exige la justicia, la fe innata y la resignación
inconsciente en su estado de grosera prueba.

♦♦♦
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Existe una ley que llamaré del trabajo o de lucha por la


existencia, ley que se justifica con los conocimientos del
espiritismo.
Dios, en su grandeza, no está ni estuvo inactivo, si no que
eternamente ha creado, o sea, transformado el fluido universal,
para dar lugar a la aparición de los mundos y de la vida. Así,
pues, la acción, el movimiento, es la vida divina, y, en
consecuencia, debe de ser la ley del ser creado. La inacción
sería la muerte del espíritu, como es causa de que se atrofien
los órganos que no se ejercitan. Ni concebir podemos la vida
sin acción; es, pues, una condición ineludible de ella. El hastío
se apodera del hombre que se entrega a la haraganería.
Todo en el universo está en movimiento, giran sin cesar los
soles y los mundos, y la vibración de los fluidos invisibles
constituye la energía, la luz y la vida, en el conjunto universal.
Las especies se perfeccionan en la lucha por la existencia,
desempeñando el papel que en la armonía universal les
corresponde.
Por el trabajo conquista el hombre sus comodidades y
embellece su morada planetaria, acumulando así bienes de que
ha de gozar sin tasa en sus sucesivas encarnaciones. Si en una
de sus existencias solo le toca laborar, en otra encontrará el
fruto del propio trabajo y del de las generaciones que pasaron,
estableciéndose así la solidaridad humana y realizándose la
justicia distributiva del merecimiento.
El hombre que a nada dedica sus esfuerzos o sus facultades,
no cumple con la ley general y no tiene derecho a los bienes
que proporciona el trabajo.
La forma de éste depende del adelanto alcanzado, y la lucha
por la vida reviste así todo el carácter de justicia que buscamos.
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El trabajo excesivo y mal remunerado, depende del atraso


moral de la sociedad y exige una reacción.

♦♦♦♦♦♦♦♦

El bien y el mal.- Si no existiera lo que llamamos mal, no


comprenderíamos ni apreciaríamos el bien, la vida se
esterilizaría y las inefables dichas que esperan al espíritu,
cuando puede desde el espacio contribuir al bien o realizarlo,
no podrían tener lugar, quedando reducido a la contemplación
pasiva y estúpida del Dios del catolicismo.
El mal es al bien como la oscuridad es a la luz; no es mal,
sino negación de la creación positiva del bien, como la
oscuridad no es en sí sino una carencia de la luz.
El que está en el mal, se aleja del amor de Dios, el que está
en el mal, prefiere las sombras a la luz, prefiere los goces
efímeros que el mundo proporciona a los espirituales que nos
acercan a la suprema felicidad que está en Dios.
Los goces materiales constituyen un bien relativo que hay
que tomar con medida, como por vía de distracción o en
cumplimiento de una necesidad de nuestra existencia material,
mas no como el punto fijo que debe determinar el derrotero de
nuestra existencia espiritual.
Las pasiones innobles responden siempre a un sentimiento
de sórdido egoísmo que contraría el progreso o el bien social,
por las desconfianzas que engendran y los males reales que
producen; pero al fin, la satisfacción que sus autores
experimentan se convierte en propio mal, ya destruyendo el
equilibrio de la vitalidad corporal, ya preparándoles un sombrío
vacío para cuando llegan a la vida espiritual.
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Este vacío fácilmente se concibe, puesto que en la vida


espiritual no pueden saciarse los apetitos de esas pasiones. El
hastío es consiguiente, y guiándose por él, se desconoce la
justicia divina, se cae en la maldad por el mal mismo, y se
tortura a la humanidad, sobre la cual tanta influencia tiene el
mundo espiritual, sin que por eso deje de realizarse la justicia.
Todo ser tiene lo que merece; el que es bueno, en virtud de la
ley de afinidades, atrae hacia sí los espíritus del bien y nada
pueden sobre él los malos; mas pueden, si, sobre aquel que se
entregue a los vicios o se deje arrastrar por las malas pasiones.
Si la ambición de mando de quien no busca en ello sino la
satisfacción personal, se realiza, hará él un mal gobierno,
productor de males mediatos o inmediatos para el pueblo, que
aparecerá víctima inocente; pero si indagásemos las causas, el
estado de las costumbres, es probable que pensásemos de muy
distinto modo. Por lo demás, basta echar una mirada
retrospectiva, para convencernos de que los pueblos tuvieron
siempre el gobierno que les correspondía con arreglo a su
atraso, a su depravación o a sus virtudes y grado de cultura.
En cuanto a los déspotas, en ellos se reconcentran al fin las
consecuencias de sus hechos, produciéndoles el hastío, el
temor, el desencanto, el furor, en presencia de la más mínima
contrariedad; condenados están a ver desaparecer las
satisfacciones que se prometieron en el abuso de placeres y
caprichos, y, como los entes vulgares, encontraranse luego en
el espacio sin saber que hacer, que giro dar a la vida espiritual;
veranse en la oscuridad, como es justo, pues no debe llegar la
radiación divina a los que así la desconocen, pretendiendo
detener el progreso o amoldar la vida a sus desenfrenados
deseos.
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Así el mal resulta, pues, necesario para estimular el


desarrollo intelectual y moral, realizándose siempre la justicia.
Pero, se dirá el inocente puede ser víctima de la pasión
innoble o de la brutalidad criminal. Es exacto e inevitable, si ha
de existir el libre albedrío, pero lo saben todos los espiritistas,
que, sin contentarse con el fenómeno simple, estudian en las
manifestaciones de los espíritus y en los cuadros de ultra-
tumba, teniendo a la vez en cuenta que la vida en la materia, es
la transición, la prueba, y que la vida espiritual, es la
imperecedera o normal (1).
Otro concepto se impone: la existencia del ángel guardián,
espíritu adelantado que se obliga a velar por un espíritu que se
encarna. Al efecto, queda ligado por lazos fluídicos, que le
permiten la transmisión de su pensamiento al corazón de su
protegido, como un aviso del peligro de lanzarse en tal o cual
acto indigno, dejando luego, en cumplimiento del deber y de la
ley, que el libre albedrío se realice.
De ahí que, si el ser se atrasa o se estaciona, si pierde su
prueba, justo es; si produce mal, las leyes divinas han previsto
la compensación para los ofendidos, y en cuanto a él, atraerá
por afinidad a los espíritus que estén en igualdad de
condiciones, siéndole así cada vez más difícil y penosa la
reacción, lo que también es justicia.
En los pueblos oprimidos puede haber, y hay
indudablemente,
(1)No es posible en esta obrita dar a esta cuestión todo el desarrollo
que merece; me limito a plantearla de una manera clara para facilitar su
resolución a los que hayan de continuar la investigación.
muchos seres que no merecen el mal gobierno, lo cual les
brinda ocasión brillante para realizar su progreso; ellos deben
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resistir la revolución del derecho, con desinterés; por


patriotismo y por amor a sus semejantes; deben formar el
núcleo sagrado sobre el cual se ha de operar al fin la reacción;
deben dar el ejemplo de virtud en medio de la corrupción de las
costumbres, y haciendo así el bien, obtendrán, al volver al
espacio, la merecida recompensa.
Más ¿cómo ocurre preguntar, puede realizarse la aplicación
del premio merecido, cuando sólo tenemos por juez a la
conciencia?
De esta manera. Cuanto más progresa el espíritu, más se
eleva, porque su cuerpo fluídico se purifica, lo cual le permite
alejarse gradualmente de la tierra, (lugar de tinieblas para el
espíritu) y acercarse a las regiones de la luz divina, que como
nos lo prueba el espiritismo, no es seguramente la luz que
hiere los ojos de los mortales.
Conocimientos más profundos en la ciencia espírita, enseñan
cómo se purifica el periespíritu. Sólo diré aquí, que los actos
malos atraen los fluidos pesados o materiales, y los actos y
pensamientos nobles, producen una modificación esencial en el
periespíritu, porque él está íntimamente ligado a la voluntad,
que es la manifestación genuina del espíritu.
Tratándose del bien y del mal, no podemos dejar de recordar
las epidemias, las catástrofes, las guerras y las enfermedades.
Largo sería ocuparse detalladamente de estas diversas
manifestaciones del mal, tenemos, pues, que considerarlas en
conjunto.
Todo mal conduce al bien; los dolores físicos y morales
ponen a prueba la resignación y la paciencia, contrarios al
orgullo, que es el mayor enemigo de nuestro progreso; y ya se
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ha visto que si alguna vez se sufre sin causa necesaria o


merecida, la compensación no se hace esperar.
En caso de guerra, hay quienes de ella son culpables y otros
que son las víctimas. Para aquellos habrá el sufrimiento en
espíritu y en la sucesiva existencia corporal, para éstos justa
reparación, si han obedecido a la necesidad, si mueren,
reencarnarán pronto; mejorando en situación y en medios de
progreso.
Las víctimas de los cataclismos, de los naufragios y
accidentes, ¿encontrándose en el mismo caso? De suponer es
que así sea; pero, según algunos espíritus, los más de esos
acontecimientos están previstos. Si así no fuese, por lo menos,
lo estarán los acontecimientos que dependiendo de la mandad,
van marcando su progreso. Esto se explica, por cuanto el
pasado determina el presente, y éste será el pasado del futuro.
La elevación de miras, la inteligencia en la apreciación y el
conocimiento de los hilos de la trama, bastan al efecto; y los
hilos son las pruebas pedidas por los espíritus que forman en
el mundo la clase dirigente, de cuya lucha va a depender el
porvenir.
Existen algunas pruebas a favor de esa aserción. En el
apéndice se encontrará una que, como hecho, no puede
ponerse en duda: es atestiguado por personajes de la gran
revolución del 99. La revolución fue profetizada por Cazotte en
un momento de inspiración directa, de que, en más de una
ocasión, se mostró digno. Dijo la suerte que cabría a las
principales personas que le escuchaban, y llegó hasta predecir
la decapitación del rey, y esto en una época en que la persona
real se consideraba sagrada.
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De ahí que, en diversa acción, en las pruebas pedidas están


maravillosamente combinados el merecimiento, el libre albedrío
de cada uno y la justicia y el progreso para todos.
Las enfermedades y la muerte prematura, como se
comprenderá, pueden preverse con más facilidad por los
ángeles guardianes y aún por el espíritu mismo, si es ya
adelantado, pues conociendo los antecedentes de familia y a
los padres, se puede prever la constitución que tendrá el
organismo, las enfermedades hereditarias a que estará sujeto y
la mayor o menor propensión a contraer tal o cual mal
contagioso.
En el primer caso, el ángel guardián busca lo que a su
protegido conviene, no bajo el punto de vista de la felicidad
mundana, sino del éxito final-del progreso espiritual; en el
segundo caso, el espíritu elige por sí con arreglo a los dictados
de su conciencia (1)
Los más de los matrimonios están previstos, lo cual es fácil
de concebir después de lo que queda dicho. De ello pueden
todos darse cuenta, recordando cómo se encuentran
inopinadamente los que estaban destinados a unirse.
Los dramas que se inician en la tierra, ya lo he dicho,
continúan en el espacio. El que siendo más adelantado
pervierte a alguno que está en un grado más bajo de desarrollo
intelectual y moral, tiene necesariamente que ser perseguido
por éste en busca de reparación. Tal es la ley, como lo prueba
la observación de los cuadros de ultratumba. Tiene que sufrir el
que hace sufrir; tiene que llorar el que hace llorar. El que ha
desviado del camino recto
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(1)La conciencia es el juez, y en espíritu, se aprecia la vida bajo muy


distinto criterio que en la materia; en espíritu, cuando el arrepentimiento
llega, se desea con vehemencia el progreso a cualquier costa, mientras
que en la materia luchamos con el instinto de conservación y las
aspiraciones mundanas.

a un amigo, a una persona cualquiera, por el ascendiente de su


mayor cultura o posición social, tiene ineludiblemente, que
restablecer las cosas a su punto de partida, tiene que volver a
la materia y encargarse de levantar al que hizo caer, siendo en
tal caso, tal vez su esposa o su hijo. (2)
De ahí que podamos decir con verdad que los dolores, las
penas y contrariedades que los hombres experimentan en cada
existencia, son buscados o merecidos. El pasado decide del
presente y el presente del futuro.
(2) Algunas de mis aserciones si no se basan en los propios
conocimientos, tienen su fundamento en los dictados de ultratumba
hechos a Allan Kardec.
♦♦♦♦♦♦♦

La providencia.- Tal cual la generalidad la entiende, no existe;


todas son leyes que se entrelazan y dan por resultado la
armonía del conjunto, llevando las cosas y los seres a un fin
dado, brillando siempre, como esplendente luz, la justicia
divina.
El mal y el bien están en lucha dentro de esas leyes, pero el
bien es poder positivo y el mal negativo; el primero es una
fuerza constante y progresiva; el segundo una resistencia que
mengua.
El mal tiene más eficacia en el mundo material, el bien la
tiene mayor en el espiritual; los triunfos efímeros de aquél,
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elevan a los seres que de ellos son víctimas por no plegarse a


los opresores; el mal tiene sus medios y el bien los tiene
también; si el malvado puede producir la violación y el crimen,
no sería justo que el bien no tuviese a su alcance, no diré la
venganza, que si es permitida, es siempre una prueba de
atraso, sino los medios de hacer el bien física y moralmente: de
ahí que Dios haya concedido al ser ya saturado de amor y
caridad, que su sentida plegaria alivie a los que sufren aquí o
en el espacio, que pueda, imponiendo las manos con fe,
transmitir por ellas su fluido purificado, su fluido vital, al
hermano enfermo y producirle mejoría obrando sólo, si no es
médium, y ayudado por los espíritus si lo es. (1)
La Providencia no se ocupará de detener una lluvia, de evitar
un cataclismo, puesto que todo ello está dentro del plan divino
y sometido a leyes fijas, que fomentan el progreso definitivo.
El progreso del planeta es correlativo y paralelo con la
humanidad que recibe de ese progreso y coadyuva a él; el
hombre saneará los lugares mal sanos, establecerá la higiene
en todas partes, destruirá las causas de producción de
microbios, transformará por el fuego, evitando la putrefacción,
hasta su propio cuerpo; aprovechará los residuos orgánicos en
abonos encalados e inocuos; y destruyendo así, en parte, las
causas de las epidemias, encontrará también los medios de
combatirlas con eficacia, cuando en su adelanto llegue al
dominio voluntario de los fluidos.
Ese y muchos otros progresos realizará el hombre por su
inteligencia; preverá los cambios del tiempo, contribuirá a la
normalización de las lluvias, perfeccionará todos sus medios de
locomoción; pero mientras no tenga lugar el progreso moral,
mientras la idea de la solidaridad no domine por completo,
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mientras la igualdad no sea un hecho, mientras las costumbres


no se purifiquen, la felicidad no será de este mundo.
(1)Tales son los mediums curanderos, rarísimos, porque se exige
desprendimiento, abnegación y ser bien asistidos.

La clase social dirigente no verá colmados sus deseos mientras


no se eleve al sentimiento espontáneo de fraternidad y de
caridad que le aconsejará remunerar mejor el trabajo del pobre
y evitar su excesiva fatiga. Cuando este hecho tenga lugar, la
mayoría de los humanos podrá entregarse a los afectos que
ennoblecen, verá la higiene en su hogar y garantido el honor de
las jóvenes.
No hay duda que, en el presente, de la morada antihigiénica
del proletariado, salen las pestes que invaden luego los
palacios; de la corrupción originada por el rico en la pobreza,
brota el germen de la lepra corruptora de las costumbres.
De lo dicho se desprende que la Providencia no obra
directamente en cada caso, sino en el conjunto armónico del
progreso, dejando que dentro de él, cada hombre conquiste
por sí mismo la felicidad y el puesto culminante que ocupará
alguna vez en la escala de los seres.
Lo único que puede considerarse como actos providenciales
directos, es la encarnación de los espíritus altamente colocados
por su pureza, que obtienen el permiso de venir, o son
enviados en misión especial para revelar a la humanidad lo que
no puede alcanzar por sí misma, o a sacarla del error.
Tales misiones serán tanto más eficientes cuanto mayor sea
el sacrificio que el espíritu se imponga, como la de Jesús, que
puede considerarse la piedra angular de la civilización
moderna.
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♦♦♦

Distribución de los bienes del mundo.- La generalidad


encuentra en ello un argumento decisivo en contra de la
equidad justiciera de Dios; de ahí que, aún cuando de lo dicho
de la elección de las pruebas y de las penas que cada uno se
impone y merece, resulta el error de esa apreciación, necesario
es que estudiemos detenidamente el por qué de la desigualdad
en el reparto de los bienes.
Si el planeta tierra es un mundo de creación y prueba, es
evidente, como así lo atestiguan los más de los espíritus
encargados de dirigir el Espiritismo, que aquí se crean espíritus
nuevos, entendiendo esta creación como el acto psicológico de
la individualización del fluido vital en un ser humano, en que ya
existan los órganos de la moral en desarrollo.
Esos espíritus pueden aparecer en los pueblos atrasados
(fueguinos, australianos y otros), que reciben también
misioneros, o espíritus de las razas civilizadas, que ya
adelantados, descienden entre ellos para impulsar el progreso.
Pues bien; esos espíritus embrionarios, cuando les toca
encarnar en los pueblos adelantados, no pueden en manera
alguna tener otro objeto que el que pueden desempeñar, el que
necesitan para ejercer sus facultades nacientes. Tales son los
mas de los trabajadores sencillos de las campañas, sin que esto
quiera decir que entre ellos no existan espíritus altamente
inteligentes, que están allí en busca del progreso moral que se
inicia con la resignación, la paciencia, y sobre todo, con la
humildad, o bien, para tomar allí naturalezas vigorosas,
capaces de resistir luego, por completo, a las tareas
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intelectuales, que son las más exigentes o consumidoras de la


energías y de fluido nervioso.
En todas las clases sociales, en todos los estados de la vida,
progresa el espíritu si realiza su prueba, es decir, lo que se ha
creído capaz de hacer y ha decidido antes de su encarnación.
En su camino de progreso, el espíritu tiene que recorrer toda
la escala y ha de retroceder más de una vez para corregir
errores, faltas, culpas, que debe subsanar, so pena de
estacionamiento. De ese movimiento, a que se ve reducido el
espíritu que realmente desea su progreso, y de la aparición de
los espíritus nuevos, depende la organización social, la
diversidad de clases, de aptitudes, y la diferencia en la
repartición de los dones mundanos. Esto es, pues, al par que
justo, grande y sublime de inteligencia de parte del Creador, así
existen igualmente los medios del progreso general, del
progreso humano, que exige la división del trabajo y de
aptitudes, así encuentran los espíritus todos los grados de
prueba que requiere su adelanto; así se realiza esta verdad: a
cada uno según sus medios y según sus méritos en el mundo.
Al que traiga se le dará y al que no traiga se le quitará, decía
Jesús.
Esto, que a primera vista parece un absurdo, una iniquidad
caprichosa, es, por el contrario, de estricta justicia, y los
espiritistas saben ya de una manera inequívoca, por la historia
de muchos espíritus que hablando de sí, establecen la filiación
de sus diversas encarnaciones, que las palabras de Jesús son
una traducción fiel de la verdad.
Nada más justo que hacer responsable al ser de sus actos con
arreglo al grado de su libre albedrío y de las circunstancias que
le permitieron o no, los medios de obrar más o menos bien.
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Así, pues, aquel que poseyendo salud, posición social progreso


intelectual, fortuna o mando, no aprovecha estos dones,
merecidos o no, para hacer el bien, dar ejemplo de fraternidad
y enseñar el camino recto, nada traerá al mundo espiritual que
le haga merecedor de que algo allí se le dé; antes por el
contrario, con justicia se le quitará, sometiéndolo a encarnar en
bajas esferas sociales, o poniéndole en situación de desear dar
curso a la inteligencia que siente en su mente, sin poder
encontrar los medios.
Con razón decía Jesús, en sentido figurado, que era tan difícil
que un rico entrase en el reino del Padre, como que un camello
pasase por el ojo de una aguja. Es que la prueba del poder y las
riquezas, es la más difícil; en ella se pierden casi todos por el
orgullo, por el abuso, por el egoísmo, y tienen que volver a
recorrer de nuevo la escala, aunque, en general, rápidamente,
para merecer una vez más esa tremenda prueba. Para salir de
este mundo, es necesario que el adelanto sea tan grande en las
virtudes morales, que aseguren el éxito en otro superior y que
no quedemos expuestos a descender nuevamente.
La distribución de los dones del mundo, es, pues, equitativa y
regida por la necesidad. Dentro del concierto universal que
conduce las cosas y los seres por transformismo, por leyes
sabias, por la involución del fluido vital, a la suprema
realización de los fines del Creador, a la creación de los
espíritus y a la felicidad verdadera, todos pueden hacer su
gusto, realizar sus aspiraciones; los que cifren la felicidad en
los placeres sensuales, en la avaricia o riquezas mundanas, en
el juego, en la ambición de mando inmerecido, pueden realizar
sus deseos; y mientras se apartan así del camino recto en
perjuicio propio, son instrumentos inconscientes del progreso
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material y moral de las sociedades. Tan cierto es, que el mal es


necesario al bien. Este no puede brillar ni aquilatarse sino en
medio de las dificultades y las tentaciones.
Otro rasgo de la justicia divina que le es dado al hombre
apreciar; es el grado de felicidad relativa (la absoluta no es de
este mundo) que cada ser alcanza en una existencia.
No dan las riquezas en sí solas la felicidad, si el ser que las
posee no la merece, en cuyo caso estará dotado de una
organización defectuosa y enfermiza; el poder, cuando no se
realiza en el bien, aleja la satisfacción, la tranquilidad y las
simpatías; la belleza, al par que es una prueba tan difícil como
la de la riqueza intelectual o material, no es una felicidad si
está acompañada de defectos de carácter.
La felicidad es absolutamente subjetiva.
El pobre que no lo sea en exceso, que no tenga por pena la
pobreza, que tenga salud y sea un espíritu en primeros pasos,
sin pasado ominoso, se sentirá feliz, colmando con facilidad
sus aspiraciones sencillas; y el rico, hastiado y siempre
contrariado, en medio de sus pasiones y distracciones
forzadas, le verá con envidia comer con gusto y apetito un
mendrugo de pan, le oirá cantar, mientras realiza su tarea que
nos parece atroz, y que para él es tan fácil, porque posee una
poderosa organización. Las más insignificantes distracciones,
le producirán más íntima y franca alegría o goce, que la que los
más de los ricos pueden experimentar oyendo una ópera o en
los fastuosos bailes y banquetes.
No quiere esto decir que el rico sea siempre infeliz- no. Lo
que quiere significar es que la felicidad es puramente subjetiva,
que depende de la inocencia primitiva del ser o de su progreso
moral realizado.
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♦♦♦

Del somero estudio que acabamos de hacer de las relaciones


del mal y del bien, resulta evidenciado que el mal no es más
que el incentivo al progreso para llegar al bien, a la verdadera
felicidad subjetiva en el estado de perfección espiritual.
Grande es la justicia de Dios; si no podemos comprenderla en
algunos casos, debido es a nuestra pequeñez, para tener fe en
ello, debiera bastarnos el sentir en nuestra alma el deseo de
justicia, comprendiéndola y aplicándola, pues el ser creado no
puede ser más justo que su creador.
Dios ha establecido, dice Kardec, leyes llenas de sabiduría
que tienen por objeto el bien. El hombre tiene en sí mismo
cuanto necesita para seguirlas; su camino está trazado por su
conciencia; la ley divina está grabada en su corazón, y además
de esto, Dios las recuerda sin cesar por medio de todos los
espíritus encarnados que han recibido la misión de ilustrarle,
moralizarle y mejorarle, y por fin, en estos últimos tiempos, por
los numerosos espíritus desencarnados que se manifiestan por
todas partes.

♦♦♦
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CONCLUSION

La humanidad conquista con el espiritismo la consoladora


certidumbre de que los seres amados no concluyen en la
tumba, y que, si bien todos sufrimos al través de las diversas
encarnaciones, al fin llegamos a la felicidad las diversas
encarnaciones, al fin llegamos a la felicidad eterna. Así, la
certidumbre reemplazará a las creencias; todos podrán darse
cuenta de que Dios es inteligencia en el hecho de la creación
del alma, es justicia en su desarrollo ye s amor en el infinito
que nos aguarda.
Se ha cumplido la profecía del genio: la ciencia es la religión;
y esa religión nos demuestra la conveniencia del trabajo, de la
lucha y de la constancia para conquistar las aptitudes primero,
la concepción y aplicación de la equidad en la fraternidad
después, y, por último, la moralidad en la fraternidad después,
y, por último, la moralidad coronada por la humilde caridad; es
decir, inteligencia primero, justicia después y por último amor,
para seguir el impulso así marcado por la acción de Dios y
llegar a El, que en definitiva es amor.
Nuestro origen espiritual se pierde en la noche de los
tiempos, nace oscuro, instintual y sencillo; desarróllase poco a
poco, cae en el mal, sufre, lucha, y en su sufrimiento y en su
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lucha encuentra el progreso y conoce el bien. Y por medio del


bien llega a la luz, en los inefables goces de la caridad y el
amor.
En el transcurso de esta lenta evolución, el hombre ha tenido
siempre por guía las creencias religiosas; pero su culto ha
estado siempre al nivel de su progreso intelectual y de sus
necesidades morales. Ahora conquista, por fin, la verdad, que
en su elevada misión predicó Jesús-el espiritismo es el
cristianismo puro atestiguado por los hechos; es la suprema
conquista de la humanidad, conquista que corona el progreso
intelectual e inicia la era del progreso moral.

♦♦♦

No quiero significar que haya existido ni que exista una


división radical entre ambos progresos - no. En todo tiempo ha
habido algún progreso moral, en todo tiempo han descollado
algunos hombres por la elevación moral; pero tomada en
conjunto, la humanidad ha sido siempre inmoral. Actualmente
sucede lo mismo: el bajo pueblo es inmoral por su propio
atraso, la inteligencia; las clases dirigentes, si bien coadyuvan
al progreso intelectual y saben guardar las apariencias, en el
fondo son las más refinadamente inmorales, son los traficantes
en política, son los que dando el mal ejemplo, pervierten las
costumbres, comprometiendo el porvenir del estado.
Individualmente, lo primero que el hombre tiene son los
instintos; conquista luego la inteligencia y por último la moral.
En esta evolución, le acompaña, como se ha visto, la forma del
cráneo. Pero ese último desarrollo no se ha terminado aún: es
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necesario que sea complementado para que el hombre alcance


sobre la tierra toda su perfección, y con ella la felicidad posible.
A ese fin, es necesario empeñar las potencias del alma, hacer
que la voluntad actúe en ese sentido para conquistar, al par
que la virtualidad moral, los órganos en que la dualidad
humana se realiza. Y dónde encontrará el hombre el incentivo
que ha de inclinarle a proceder así? En las promesas de una
vida futura que la religión es incapaz de demostrar...ó en el
materialismo que sólo presenta por término de la vida, de la
acción de una existencia efímera, un descarnado esqueleto?
No, seguramente! Han llegado los tiempos en que el hombre
necesita, para estímulo del progreso moral, saber que el alma
sobrevive a la materia, que hay justicia y que nos aguarda un
porvenir venturoso, dependiendo tan solo de nuestra voluntad,
de nuestros procederes, que se acorte o alargue el término.

Es ley impuesta a todas las cosas marchar por distinta vía,


según sus funciones, pero hacia un mismo y grandioso fin.
Detenerse es fácil, difícil detenerse mucho, dejar de marchar
es imposible.
La humanidad ha venido subiendo trabajosamente por la
vertiente de los tiempos: Moisés, con la ley en la mano, la
condujo a la falda de la gran montaña sobre la cual se extiende
la bóveda de lo desconocido; Jesús, con su moral
inquebrantable, le hizo entrever el camino que conduce al cielo.
(1)
Es espiritismo, estudiando los medios y las leyes de la
comunicación con los espíritus, ha llegado a poner al habla a la
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humanidad del presente con la humanidad del pasado; esta


comunicación permite que sepamos que Jesús dijo verdad; que
sólo el cumplimiento de su moral puede conducirnos hacia
Dios; y esta demostración es tan evidente, que el hombre no
podrá ya dudar, ni detenerse en su progreso moral.
Seguramente que este progreso será lento, más lento que el
progreso intelectual porque éste es estimulado por la
necesidad o por las conveniencias sociales de una manera
evidente o inmediata, mientras que el progreso moral tiene que
realizarse al impulso de aspiraciones mediatas en el ideal del
porvenir y por la satisfacción de la conciencia.
Si perdidas, pues, las creencias, con fruto del adelanto
intelectual, no hubiera la humanidad conquistado el
espiritismo, ese progreso moral no podría tener lugar. El
ateísmo materialista, que mata la esperanza y destruye el ideal
de justicia, imposibilitaría la moralización, y un movimiento de
anarquía y de retroceso social no tardaría en iniciarse.

♦♦♦

(1) Comunicación de ultratumba.

Pero el retroceso efectivo (me refiero a la humanidad) nunca


tuvo lugar en el pasado, y menos puede tenerlo en el presente
ni en el futuro; lo que parece retroceso son caídas
momentáneas de algunos pueblos, para que se cumpla la ley
del merecimiento, y que de la lucha y del malestar surja la
reacción y el adelanto; son lecciones que depara el destino en
sus leyes previsoras, cada vez que se desconoce el camino
recto del progreso. El adelanto, el perfeccionamiento, la
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espiritualización, está en el pensamiento divino; y aunque


tengamos libre albedrío, es un don relativo incapaz de coartar
ese pensamiento, pensamiento que conducirá al planeta y sus
habitantes al sumun de la perfección posible en él, y a las
almas a la felicidad de los justos. Por eso, providencialmente, el
hombre encuentra siempre algo que le guía; hasta aquí tuvo las
religiones; en adelante tendrá la ciencia y la conciencia.
No miramos con fanatismo los bienes que el espiritismo
puede producir; le apreciamos en lo que realmente es: una
conquista a la altura de nuestro progreso, que servirá de faro a
la humanidad en su tortuoso derrotero, sin que pueda, sin
embargo, ser bastante poderoso su atractivo, para que cada
ser, ni las sociedades, ni los pueblos, se tornen
instantáneamente morales y caritativos, haciendo reinar desde
luego la democracia, la fraternidad y la equidad.
Hacia ese ideal se dirige la humanidad sin sospecharlo,
llevada por el perfeccionamiento espiritual de cada ser en la
sucesión de sus encarnaciones, de cuyo perfeccionamiento y de
los trabajos que van operando las generaciones que pasan,
resulta el progreso general. Pero esa marcha del progreso, aún
no del todo reconocida, es más o menos lenta, más o menos
salpicada por retrocesos parciales, dependiente de errores
(falta de adelanto intelectual) y de culpas (falta de adelanto
moral), sin que ello pueda impedir la realización de los destinos
humanos sino retardarlos.

♦♦♦

Es espiritismo no nos revela una caprichosa Providencia, no


nos pone de manifiesto un Dios que directa y constantemente
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vele por cada ser, ni por sus agrupaciones, ni por la humanidad


misma; lo que nos enseña es que dentro de ciertas leyes que
obran como tendencias, los seres y las colectividades humanas
tienen un libre albedrío relativo, dependiendo así su marcha,
más o menos difícil, más o menos larga hacia el fin que el
Creador nos ha deparado, del esfuerzo particular y general que
el hombre hace para alcanzarlo, mediante su perfeccionamiento
intelectual y moral; y que siendo la solidaridad humana una
verdad, los que más se adelantan, enseñan y dirigen a los más
atrasados, en la tierra y desde el espacio, donde de escalón en
escalón se llega al ser más elevado de cada mundo, que es el
encargado de su correspondiente desenvolvimiento espiritual.
El espiritismo nos enseña que las fuerzas, que las acciones
físicas, conducen a un fin preconcebido, puesto que vemos que
en su sucesiva realización, trasforma la nebulosa en sistema
sideral, por medio de una evolución dada, conducen a cada
planeta hacia el fin que le corresponde, consistiendo las
variantes de su estado tan solo en las masas relativas, y dando
así lugar a que pueda nacer en algunas la vegetación y los
seres, mientras las otras alimentan esa vida con su calor y su
luz, por la aplicación de las leyes de la herencia, de la selección
natural y sexual, se desarrollan las especies, perfeccionándose
las unas y desapareciendo las que ya no tienen razón de ser;
por leyes igualmente inevitables, formase el elemento espiritual
hasta que alcanza en el hombre la noción del bien y del mal,
conquistando así el derecho de autonomía que se traduce, en
primer término, por el hecho de la reencarnación.
El espiritismo nos demuestra que desde ese momento, al par
que el espíritu conquista facultades por la transformación de
los instintos en inteligencia y las pasiones materiales en
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pasiones nobles, las leyes divinas dejan de ser fatales; obrando


tan sólo como tendencias. Cada espíritu tiene así el organismo
que corresponde a su estado de adelanto, lo que necesita o lo
que merece en las circunstancias que rodean cada una de sus
encarnaciones, nos demuestra también que el ser puede
detenerse o prolongar su camino, pero que, gracias a esas
tendencias, al fin llega, por su propio esfuerzo, a la suma de
perfección y de felicidad posible en el mundo.
Y si esto sucede a cada uno de los seres humanos que la
Tierra habitan, ¿no tendrá ello una repercusión necesaria sobre
las sociedades y los pueblos? Seguramente que sí. Llegará un
momento en que no aparecerán espíritus nuevos en el planeta,
en que todos estarán en perfeccionamiento y tendiendo a la
igualdad. Si no han llegado esos tiempos, no pueden estar
lejanos, puesto que ya van desapareciendo las razas y los
pueblos atrasados.
Este movimiento tendrá que acentuarse a medida que los
espíritus se perfeccionen, hasta que lleguen a ser moralmente
tan adelantados, que ese mismo adelanto haga innecesarias las
leyes coercitivas, porque habrán desaparecido las causas de los
rencores, del odio y de la guerra, y, en consecuencia, la
fraternidad y la igualdad serán un hecho consumado. Entonces
la humanidad habrá dominado por completo a la materia, y con
los conocimientos que haya alcanzado en el manejo de los
fluidos o fuerzas, como en parte ya los tienen los espíritus
desencarnados, podrá disminuir las causas de las
enfermedades y epidemias, que nos aquejan en razón de
nuestra ignorancia relativa y del atraso moral que nos
constituye en víctimas de nuestros vicios e intemperancias.
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Esto es lo que nos enseña y los que nos hace esperar el


espiritismo. Sin embargo, aún hay quien duda del progreso, y
algunos hasta desesperan del porvenir. Hay quien cree en una
Providencia que maneja directamente los acontecimientos y
distribuye caprichosamente su gracia, mientras otros,
negándola, van hasta suponer que todo se realiza por Su
Magestad el azar. Los religiosos sólo ven la salvación en sus
creencias, pero éstas desaparecen irremisiblemente ante la
civilización. Confian algunos en el progreso intelectual,
mientras niegan el progreso moral. Hay quien se atreve a decir
que éste sería contrario al progreso real, o por lo menos inútil;
mientras que otros sostenemos que donde la moral y las
costumbres se pervierten, el estado está perdido.
No basta, pues, lo dicho y enseñado hasta aquí en esta obra.
Es necesario probar que el progreso se realiza a pesar de las
caídas y retrocesos de algunos pueblos. Es necesario que
indaguemos las causas de esos retrocesos, cuales son las que
estimulan al progreso, y, por último, qué influencia tendrán los
conocimientos y la moral del espiritismo end la dilucidación de
los actuales problemas sociales, de cuya resolución depende en
gran parte el porvenir.
Estas cuestiones serán tratadas en otra obra que preparo, y a
la que espero dar cima, a pesar del poco tiempo que me dejan
mis múltiples ocupaciones y mi mala salud. La voluntad es una
fuerza que sólo puede ser anonadada en este mundo por la
muerte: algunos autores han terminado sus obras hasta
después de haber perdido la vista.
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APENDICE

Es o no cierto que el espiritismo conduce o predispone a la


locura y al suicidio?

Algunos alienistas empecinados en la preocupación


materialista, rechazan toda indagación que pueda desviarles ni
un instante de su idea fija, procediendo así como los sectarios
fanáticos que evitan la discusión de sus arraigadas creencias.
Por eso, sin estudio previo de los fenómenos espíritas,
formulan su juicio con arreglo a los limitados conocimientos
psicológicos que se poseen. De ahí que cuando un pobre loco
pasa los umbrales de ciertos manicomios, los encargados de
clasificar la enfermedad, acusan al espiritismo como causa,
cada vez que encuentran en el paciente la manía de las
persecuciones, o las alucinaciones, olvidando que estos casos
han existido en todos los tiempos, antes de que existiese el
espiritismo.
Con el mismo propósito, el Dr. Forbes Winslow se atrevió a
decir que los asilos de Estados Unidos contenían como diez mil
víctimas del espiritismo. Tamaña inexactitud llamó la atención
del distinguido Dr. Eugenio Crowell, quien después de serias
investigaciones, publicó y rebatió la aserción con los siguientes
irrecusables datos, en el Spiritualia de Nueva York del 2 y 9 de
marzo de 1877:
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El número de las casas de alienados en los Estados Unidos, el


1° de julio de 1876, según el American Journal of Insanity, era:
instituciones sostenidas por el estado, 58; por villas y
condados, 10; por sociedades de caridad, 10; por privadas, 9;
total 87 y otras ocho que estaban en construcción. El número
de alienados en estas 87 instituciones, en dicha fecha era
estimado por la misma autoridad en 29.558.
En el mes de diciembre último, 1876, dirigí las preguntas
siguientes a cada uno de los Directores de los asilos de
dementes en los Estados Unidos:
---El número de alienados admitidos o en tratamiento en
vuestra institución, durante el año pasado; o si este número
aún no se ha fijado, el del año precedente.
---En qué proporción entraban los alienados por la exaltación
religiosa.
---En qué proporción los alienados por el espiritismo.

He recibido la respuesta de 66 directores, pero sólo 58


contienen todos los datos necesarios.
Estos datos los damos en seguida, en forma de tabla,
exactamente como los he recibido.
(Aquí sigue la tabla, conteniendo el nombre de las casas de
los alienados, el punto en que se encuentran, el número de
dementes inscritos durante el período mencionado, el número
de enajenaciones mentales debidas a la exaltación religiosa y al
espiritismo) Sigue ahora Mr. Crowell.
Según esta tabla, observamos que sobre los 23.328 locos que
están en estos 58 institutos, 412 casos son atribuidos a la
exaltación religiosa, y cincuenta y nueve al espiritismo.
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Considerando que en el mes de diciembre último, había


30.000 alienados en las diversas instituciones de los Estados
Unidos, que 530 casos fueron atribuidos a la exaltación
religiosa y 76 al espiritismo, vemos que según el número total,
sea de la tabla transcrita o de todos los establecimientos del
país, hay siete casos de locura proveniente de exaltación
religiosa para un caso atribuido al espiritismo. Observemos
también que los 87 asilos no encierran en sus muros sino 76
espiritistas (menos de uno para cada asilo).
La tabla siguiente presenta las estadísticas de un cierto
número de años, hecha a este respecto en trece instituciones.
(Sigue el cuadro).
Aquí tenemos un número de 58.885 casos; sobre este
número, 1994 son atribuidos a la exaltación religiosa y 229 al
espiritismo. Según estas cifras observamos:
En 30000casos, durante los años precedentes, 1.016 por la
religión, 117 por el espiritismo.
Este año, 530 por la religión, 76 por el espiritismo.
Es importante notar que el conocimiento del espiritismo se ha
extendido mucho, que el número de sus adheridos ha
aumentado considerablemente y que los casos de enagenación
atribuidos al espiritismo presentan un número absolutamente
menos grande.
66 alienados sobre un total de 30.000, representan una
fracción de 1 por 395 o de una cuarta parte de 1 por 100, en
lugar de 33 por 100, como lo afirma el Dr. Forbes Winslow.
42 de las referencias de que hemos hablado, nos demuestran
que sobre 32.313 hombres locos, 215 pertenecen al clero,
mientras que sólo son espiritistas 45. Lo que nos da un clérigo
por cada 150 alienados y 1 espírita por cada 711.
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Si estimamos el número de los espíritas de los Estados


Unidos en 2.000.000 (número bien lejos del verdadero)
deberíamos tener 1.333 alienados en nuestros asilos, mientras
que no tenemos sino 76. Estamos, pues, obligados a contribuir
al sostenimiento de estas instituciones sin gran provecho para
nosotros; pero, como nuestra religión nos enseña la caridad
para con todos los hombres, somos felices de poder ejercerla
con los sacerdotes y los miembros de las congregaciones, pues
sus necesidades son más grandes que las nuestras.
El Dr. Reanney, directos del Iowa Hospital, me dice, en la
carta que me dirige, que sobre más de cincuenta locos que han
sido tratados en su casa durante el año 1874 y 1875 no había
ningún espiritualista.
Según el informe del Worcester State lunatic Hospital,
Massachussetts, en el cual 829 alienados han sido cuidados en
1876, un solo espiritualista ha sido admitido durante estos tres
últimos años.
El Dr. John Curwen, director del State lunatic asylum at
Harrisburg, Pensylvania, me dice: Desde hace mucho tiempo
que no tenemos un solo caso causado por el espiritualismo.
En el Stale lunatic asylum at Utica, New Yord, 11.831
alienados fueron admitidos en el período de 32 años; 32 casos
han sido atribuidos al espiritismo en el período de cinco años
después de 1849; en aquella época el espiritualismo recién
nacía, y por lo tanto, era poco comprendido. Después de 1853,
es decir, después de veintitres años, ni un solo caso se ha
presentado.
El Dr. B. A. Wright, director de North Western Hospital, at
Toledo Ohio, me escribe: ocho casos de enajenación este año
(1876) han sido atribuidos a la exaltación religiosa. Hay otros
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locos que parece que su exaltación religiosa sea la causa de su


locura, pero nada se dice en las listas de las estadísticas.
El Dr. J. B. Crooker, en una carta al Rev. Dr. Watson de
Memphis, dice: Yo he sido encargado de la dirección del
Hospital de locos de New Orleans durante siete años, y en este
período, un gran número de alienados han sido admitidos y
curados; yo no he tenido un solo caso de enajenación
producida por el espiritismo, pero sí muchos provenientes de
otras religiones.
Lo que sigue es un extracto de una carta del doctor C. H.
Nichols; directos del Government Hospital, at Washigton, en el
cual fueron tratados en 1876, 931 locos.
He visto un párrafo escrito por el Dr. Winslow, en el que
afirma que el espiritismo ha causado 10.000 casos de
enajenación mental en los Estados Unidos. Mis observaciones
me inducen a declarar que en esta aserción no hay ni 1 por 100
de verdad.
La estimación del doctor está muy lejos de ser justa. En lugar
de 1 por 100, es la 314 de 1 por 100 (o sea 1 por 133).
El Dr. J. W. Ward, director de New jersey lunatic asylum, at
Trentor, escribe: Tenemos ocho casos de resultas del
espiritismo (conforme a lo que se nos ha referido) Es bien difícil
saber si el espiritismo es la causa o el resultado de la locura,
porque las alucinaciones de las enfermedades en el estado de
enajenación, son frecuentemente tomadas, sin razón por causa
de la enfermedad misma.
El Dr. D. R. Burrel, director del Brigham Hall asylum, at
Canandaigma, New York, dice: Las estadísticas ofrecen,
mientras tanto, pocos casos atribuidos a la exaltación religiosa
o al espiritismo. Los parientes o amigos de la persona atacada
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de enajenación, los presentan frecuentemente, como causa de


la locura, lo que es simplemente el resultado; lo que es fácil ver
después de algunos días de observación. En muchos casos de
los llamados casos religiosos, los alienados no pensaron en la
religión o no se hicieron religiosos sino después de haber sido
atacados de locura. ¿No podría sacarse la misma conclusión
respecto al espiritismo como causa?
El Dr. N. R. Stites, superior del State Homeopathie asylum, at
Middetown, N. Y, escribe: Tenemos en nosotros mismos una
idea que nos inclina hacia lo natural. Es sorprendente que en el
momento en que el espíritu y el cuerpo enfermos, han
abandonado la brida a todos los errores de una imaginación en
delirio, el espíritu confuso, olvidando, por decirlo así, sus
relaciones con el mundo exterior, viendo y oyendo cosas que le
parecen extrañas, vuelva con ahínco sus ojos al sentimiento de
lo sobrenatural? Entonces se acuerda de lo que ha oído sobre
espiritismo y lo hace el sujeto de sus temores y
sobrecogimientos. El enfermo asediado, grita, divaga y atribuye
su enfermedad al espiritismo. Conviene notar que estas
circunstancias, generalmente no suceden sino después que la
locura ha sido declarada, lo que me induce a descargar a la
religión y al espiritismo de un gran número de caos que se le
atribuyen.
El DR. B. D. Estman, directos del State lunatich asylum, at
Worcester, en su informe de 1873, dice que las tablas dirigidas
seg{un los informes de los parientes de los alienados, son con
frecuencia muy poco satisfactorias; los parientes tienen
frecuentemente interés en ocultar la verdadera causa del mal, o
lo atribuyen a tal o cual síntoma insignificante.
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Todas estas observaciones son verdaderamente de una gran


importancia para todas las personas interesadas en el
espiritismo. La impopularidad de nuestras doctrinas y la idea
que muchas gentes tienen de lo que ellas pueden influenciar en
el espíritu, hace que fácil y naturalmente se atribuya al
espiritismo su aberración mental, más bien que a otra causa. Es
sin duda, en virtud de esto, que una gran parte del pequeño
número de enajenaciones inscritas como provenientes del
espiritismo, son falsas.
El doctor John P. Gray, editor del American Journal of Insanity,
dice en su informe: Cada gran movimiento religioso ha sido
siempre acompañado de un cierto numero de casos de locura;
esto prueba simplemente que en todo momento dado, una
cierta cantidad de espìritus, sea constitucional o
accidentalmente, estando predispuestos a la locura, se hallan
atraídos por la exaltación religiosa, que es una de las
principales causas morales.
Estas observaciones pueden muy bien aplicarse al
espiritismo, aunque en una pequeña esfera.
El Dr. J. Ray, eminente autoridad en jurisprudencia medical y
que ha hecho de la locura un estudio particular, dice en el
American Journal of Insanity, en octubre de 1867: Es muy
censurable que se tenga una tendencia a dejar pasar ignorados
los hechos del espiritismo y no se le haga el sujeto de una
investigación científica. Sorprende que los médicos no quieran
profundizar los casos bien conocidos de catalepsia,
sonambulismo, éxtasis, doble vista, y que arriben a esta
conclusión que todos los hechos del espiritismo y del
magnetismo animal, son del todo imposibles. Comparad este
párrafo de uno de los más grandes especialistas de nuestro
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país con las aseveraciones desmentidas y la ciega


generalización del Dr. Forbes Winslow y del Rev. Dr. Talmage.
Transcribo lo anterior del folleto del Sr. Cosme Mariño, del
año 82 El espiritismo ante la ciencia.
No ha mucho que el Dr. Rodríguez de la Torre se propuso
probar en un libro publicado aquí (El espiritismo y la locura)
que el espiritismo es causa poderosa de enajenación mental.
Leí con detenimiento y encontré que, a pesar de hablar del gran
número de desgraciados conducidos a la convalecencia, por las
prácticas espíritas, sólo puede mencionar cuatro casos en que
puede atribuirse como factor predisponerte de la lectura de
obras espiritistas., siendo de notar que leyeron cuando ya
habían dado a sospechar respecto a su estado menta, como
resulta de la imparcial descripción del Dr. De la Torre. Esos
infelices solo tuvieron conocimiento del espiritismo cuando ya
eran perseguidos por las alucinaciones, y, en uno de ellos,
cuando estaba abismado bajo la acción de una profunda pasión
de ánimo por la pérdida de un ser querido.
Para acusar al espiritismo de los casos de locura que se hacen
figurar en las estadísticas, sería necesario inquirir, si se quiere
proceder de buena fe, si el estudio del espiritismo fue o no la
verdadera causa. Seguramente que se encontrarían casos, pero
los más, causados por la tenacidad de experimentar sin
bastante estudio, y sin conocer siquiera el Libro de los
mediums. Lo que será difícil encontrar en un caso de locura
producido en las sociedades espíritas de investigación seria y
debidamente constituidas. Lejos de ocasionarse en ellas la
locura, podría citar varios casos en que infelices perseguidos
por los espíritus, ya casi obsesados, fueron salvados del
manicomio en la Constancia, recobrando la tranquilidad
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perdida y entrando de nuevo en sus ocupaciones normales;


mas no lo haré porque no debo dar nombres propios, y tendría
que entrar en largas explicaciones que sólo pueden ser
comprendidas por los que ya han observado y estudiado mucho
el espiritismo.
Los mediums no los inventa el espiritismo. Este es sólo la
ocasión de que se manifiesten las facultades medianímicas,
como no forma el estudio al artista, sino que pone en juego sus
aptitudes. De ahí que, si el pasado del espíritu encarnado en
una persona, le ha granjeado enemigos en el espacio, ellos
encontrarán, en su mediumnidad inconsciente, la facilidad de
vengarse. Estos son los desgraciados que se anotan como
locos, víctimas del espiritismo que ignoran, y que por el hecho
de ser mediums, más les hubiera valido conocerlo, lo que
hubiera aumentado en mucho las probabilidades a favor de la
conservación de la salud. Son esos los que van en número a los
manicomios y los que en tiempos más bárbaros y fanáticos
fueron quemados por brujos, hechiceros o poseídos, cuando
aún no existía el espiritismo que viene a dar la razón de esos
hechos, a encarrilarlos, estudiarlos y evitar que los mediums
inconscientes caigan en la locura.
Pero, no solo se acusa al espiritismo de producir la locura,
sino de propender también al desarrollo de las ideas de
suicidio.
El suicidio causado por el espiritismo!. Es imposible, lo
primero que se lee en Allan Kardec, es que el suicidio es uno de
los mayores crímenes, por ser la consecuencia de la rebeldía
del espíritu, que no quiere someterse a la prueba que le
corresponde por su pasado. En las sociedades espíritas los
guías espirituales ratifican esta verdad, y los cuadros de
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ultratumba revelan los atroces sufrimientos a que está sujeto el


espíritu del suicida. Siéntese éste con vida y no puede
separarse del cuerpo en descomposición. Este tormento dura
todo el tiempo requerido para que se produzca la reacción y se
torne imposible la reincidencia en la siguiente encarnación, que
tendrá que ser como la anterior en sufrimientos, pues la prueba
tiene que realizarse para que se opere el progreso.

♦♦♦

Los materialistas sostienen que no pudiendo existir los


espíritus, los presuntos fenómenos, no son sino meras
alucinaciones. Veamos.

Según algunos médicos, como el Dr. Rodríguez de la Torre,


son débiles de la mente los espiritistas, porque son cerebros
que han evolucionado incompletamente por razón de herencia
mórbida probablemente, o por otras que le escapan!!! (1)
Débiles de la mente Flammarión, Croques, Goldsmik, Zöllner,
débiles de la mente, si no locos, habrían sido Jesús, Sócrates,
Platón; desequilibrados el Dr. Gibier, Wallace, Varley y muchos
otros sabios, astrónomos e inteligencias como Sardou, Jacolliot,
Victor Hugo y Madame de Girardin. Cuerdos o de mente
poderosa solo serían los Rodríguez de la Torre, Ramos Mejía y
todos los de la escuela de Lombroso, que, sin embargo, acaba
de reconocer la realidad de los fenómenos espíritas, ante el
profesor Cilfi, lo que le pone en el caso de ser borrado de la
lista de los privilegiados de recta razón de cerebro fuerte.
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A pesar de entrar en el número de la gran familia


neuropática, en compañía de aquellos hombres distinguidos,
me atrevo a hacer un llamamiento a la razón de los que piensan
con el Dr. Rodríguez de la Torre para que estudiemos lo que es
la alucinación e indaguemos luego formalmente si las prácticas
espíritas no son sino productos de la alucinación o
predisponentes en ese sentido.
El estado alucinatorio exige una excitación cerebral del todo
anormal, como en los casos de delirio. Esa excitación puede ser
producida por diversas causas. Conocidos son los efectos del
alcohol, el opio, el hachis, la belladona o su alcaloide, la
atropina, el cloral, etc. La extrema debilidad física, puede
también producir las alucinaciones. Toda causa, determinante
de alteración de la circulación y del funcionamiento regular del
cerebro, puede repercutir en los elementos nerviosos
exagerando su actividad y dando lugar alas alucinaciones del
oído o de la vista. Estas alucinaciones son pasajeras,
desapareciendo con las causas predisponentes, si no se repiten
demasiado. Las alucinaciones de carácter permanente, acusan
una lesión orgánica, una perturbación funcional profunda o una
obsesión.
En cuanto a las causas de orden moral que pueden llegar a
producir la alucinación en personas de excesiva imaginación,
encontramos el fanatismo religioso y el excesivo trabajo mental
alrededor de una sola idea o estudio, que traen aparejados el
excesivo ayuno y las vigilias prolongadas.
Esto es todo lo que se puede decir con verdad de las
alucinaciones y sus causas, pudiendo tan solo agregar, que
están más dispuestas a ellas las personas de temperamento
nervioso y delicado, que las de embotado sensualismo y de
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corta inteligencia. Por eso puede citarse a Rouseau, que tenía


ratos de alucinación, y a otros que llegaron a obtener la visión
perfecta de un objeto cualquiera en que reconcentraban el
pensamiento.
Algunos autores sostienen la posibilidad de las alucinaciones
contagiosas. Despine, citado por el Dr. De la Torre, dice: las
alucinaciones son contagiosas en los exaltados, los
apasionados y los fanáticos. En las reuniones de personas
absorbidas por la misma idea, las alucinaciones se propagan y
se hacen fácilmente generales. No pretendo ponerlo en duda,
pero a condición de que existan las causas de la excitación
cerebral, es decir algo que pueda impresionar vivamente la
imaginación,- lo que no es el caso del fenomenismo espírita,
que el autor quiere explicar de esa manera. Al efecto inventa el
medio de que se valen los espiritistas para ver a los espíritus,
de una manera completamente inexacta. Demuestran así los
que suponen que sólo se trata de alucinaciones contagiosas,
que no han asistido a ninguna sesión espírita.
Uno de los presentes, según Despine, el más exaltado, afirma
que ve el objeto de los pensamiento y de las aspiraciones de
los miembros reunidos, o que oye tales palabras que halagan
su pasión religiosa y los asistentes, colocados en el mismo
diapasón moral y vivamente impresionados por las
afirmaciones del alucinado, acaban, a su vez, por ver y oír por
medio de las alucinaciones, lo que el primero ha visto y oído de
la misma manera…en resumen, contagio moral y acción
poderosa de lo moral sobre lo físico; tales son las dos causas
que propagan las alucinaciones de los exaltados en asamblea.
Así se explican los fenómenos que han sido relatados en esta
obra! Sin embargo, todo aquel que haya seguido su lectura,
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verá que nunca ha sido necesario recurrir a medios que


pudieran dar a sospechar que la ilusión o la alucinación
intervengan en lo más mínimo. Basta presenciar una sola sesión
espiritista en la Constancia, por ejemplo, para persuadirse de la
verdad que sostengo. Nueve años van transcurridos desde que
empecé la investigación de los fenómenos espíritas, y puedo
asegurar que jamás he presenciado una sesión en que las cosas
hayan pasado en la forma que indica el Dr. Despine.
En las sesiones de materialización que he presenciado en
Londres, mientras el médium quedaba en el gabinete oscuro,
los concurrentes hablaban alegremente o bien escuchaban los
acordes del piano, hasta que abriéndose la cortina, daba paso a
un espíritu materializado en su periespíritu. En estos casos
todos observan, nadie habla, a no ser que el espíritu dirija la
palabra a alguno de los presentes. Mientras tanto, nadie
manifiesta sus impresiones, ni son ellas de importancia, a no
ser entre los visoños que se dan cuenta de tan maravillosos
hechos. Terminadas esas sesiones, se levanta generalmente un
acta o memoria en que queda nota de lo que se ha
presenciado. El acuerdo es completo; todos han visto y oído la
misma cosa, sin que haya sido necesario que uno haya
expresado en alta voz lo que ve.

En las sesiones generales de las sociedades espíritas, los


fenómenos que pueden presentarse, si bien variados en su
significación intelectual o moral, no lo son en la forma material
de su producción. De ahí que sean esperados con entera
indiferencia. Los asociados conversan en grupo sobre política o
comercio los hombres, y sobre modas, paseos y quehaceres
domésticos, las señoras. Cinco minutos de silencio bastan para
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que se produzcan los fenómenos, tiempo requerido para que


los fluidos de los mediums afecten las mesas, dándoles así a
los espíritus el medio de ponerlas en movimiento, como
asimismo a la toma de posesión que exige la aquiesciencia de
los mediums, que, como creo haberlo dicho antes, pueden
rechazar por acto voluntario la acción directa de los espíritus
sobre ellos.
Repito, pues, que basta presenciar una sesión para
convencerse del error en que por falta de observación de los
trabajos espíritas, caen los que suponen a la alucinación
causante de los fenómenos, que de esa manera no tendrían
más objetividad que los personajes fantásticos con quienes
conversan los locos.
Sabiendo que los espiritistas sostenemos que hay
mediumnidades videntes y oyentes, han encontrado la
explicación de ello en la alucinación. Si hubieran observado a
esos mediums sujetándoles a una experimentación seria, como
yo lo he hecho algunas veces, no dudarían de la realidad
objetiva del fenómeno.
En Francia conocí un vidente y oyente a la vez. No me
conocía, y la primera vez que le consulté, me dijo tenía a mi
lado un oficial y describió su uniforme y su fisonomía, de tal
modo como si hubiera estado viendo el retrato de mi abuelo
paterno, coronel en la marina española. Dirigí entonces
mentalmente algunas frases al indicado espíritu y las
contestaciones que dio el médium repitiendo lo que oía de
aquél fueron del todo acordes y satisfactorias.
Debo de prevenir que el referido médium, una joven inglesa,
no había sido jamás magnetizada, y que yo no estaba en
contacto con ella, para que el hecho pudiera atribuirse a la
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sugestión o transmisión del pensamiento. Por lo demás, puedo


asegurar que no solo no pensaba en mi abuelo, sino que traía
en mi corazón el deseo de obtener por aquel medio una
conversación con mi padre.
Pero sea de esto lo que quiera, en las sociedades espiritistas
no se hace uso de la mediumnidad vidente ni oyente. En la
Constancia, tenemos un médium excelente en esa facultad, y
puedo asegurar que nunca se le pregunta nada ni dice lo que
pudiere oír. Pero ha sido aprovechado más de una vez para
obtener un discurso pronunciado por alguno de los espíritus
guías de la sociedad. Esto lo hace en los subsiguientes días y
en su propia casa, recibiendo entonces el dictado completo del
discurso que se desea publicar.

◆◆

Una objeción atendible

Una de las objeciones más atendibles contra el orden de


equidad y justicia que el Espiritismo declara existir en todo lo
concerniente a la humanidad, es la muerte prematura, cuando
los espíritus no hacen más que aparecer y desaparecer en el
mundo.
¿Cómo justificareis, se nos dice, ese hecho? ¿Qué han venido
a hacer esos espíritus a la Tierra? Por otra parte, sabido es que
esa mortalidad sigue una proporción dada, según las edades.
Difícil es, en verdad, dar una contestación que pueda
satisfacer a los materialistas, ni aún a los espiritualista que no
tengan conocimientos, no solo teóricos, sino prácticos en
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espiritismo. Los espiritistas fácilmente comprenderán la


explicación.
Dentro de esas leyes que rigen la mortalidad, están también
las que dirigen el movimiento progresivo de los espíritus. Si así
no fuese, fallaría la grandeza de dios y su inteligencia suprema.
La evolución de lo espiritual ha seguido y sigue paralelamente
a la evolución de la materia.
A medida que los pueblos se civilizan, progresan los
espíritus, y en consecuencia, poseen más medios de evitar las
enfermedades y de combatir las causas de la mortalidad
infantil.
En la misma proporción del progreso espiritual, está, pues, el
progreso en lo material. Cuando la humanidad llegue a su
apogeo, es muy posible que la muerte no ataque sino en el
término preestablecido. Algunos espíritus han hecho
revelaciones sobre la vida en planetas que ya han llegado a la
meta, y dicen que allí la existencia es casi igual para todos, y
cuando el término de ella llega, se extingue sin dificultad ni
dolores y conociendo de una manera evidente que sólo se trata
de una separación por un tiempo más o menos largo.
En nuestro estado actual, aquí abajo, los espíritus tienen
muchas culpas que expiar. Una de esas expiaciones es la
encarnación y desencarnación casi inmediata, prevista por el
espíritu. Existe número de espíritus proporcional a la
mortalidad infantil, a quienes conviene esa triste expiación –
que sirve también, a la vez, para ejercitar y avivar la virtud, la
paciencia y la resignación de los padres.
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Declaración del sabio Lombroso en pro de la realidad de los


fenómenos espíritas

Hace pocos meses que el Ch. Richet, profesor de fisiología de


la escuela de medicina de París, escribió todo un libro en el que
se declara partidario del fenómeno espiritista, increpa a las
academias, reta a los sabios que desechan con desdén el
estudio de una nueva verdad, y asegura que los hechos que
ofrece a observación el espiritismo, son una realidad tan
positiva como cualquiera otro hecho científico.
Hoy se nos presenta Lombroso, cuya fama es universal, y
confiesa lo mismo; baja su cabeza ante el poder de la
evidencia, se rinde a discreción ante la irresistible demostración
experimental, se avergüenza de haber combatido la verdad
creyéndola un error, y siente en su alma el pesar de haber
estado ciego tanto tiempo sin comprenderla.
Nada exageramos. Véase esa declaración.
Lombroso le dirigió una carta al investigador Sr. Ernesto
Ciolfi, y esta carta fue publicada en la Tribuna Giudiziaria de
Nápoles, en su número del 5 de julio del año 1891.
De ella transcribe Il Vesillo el siguiente párrafo, que damos
traducido:
“Estoy avergonzado y condolido de haber combatido con
tanta tenacidad la posibilidad de este hecho llamado espiritista;
digo del hecho, porque de la teoría soy todavía contrario. Más
los hechos existen y de los hechos yo me envanezco de ser
esclavo.
C. LOMBROSO
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Problema científico resuelto por un espíritu.

Explicación del movimiento retrógrado aparente de los satélites


de Urano, y descubrimiento de los satélites de Marte.

El mayor general A. W. Drayson, ha dirigido al periódico La


Luz, de Londres, la carta siguiente en respuesta a una consulta
que le hizo M. Georges Stock; es decir, si el Mayor podía citar
un solo caso de solución dada inmediatamente por un espíritu
o por la fuerza inteligente que así se llama, a uno de los
problemas científicos que hace un siglo ocupan
constantemente y confunden a los sabios de Europa.
Contestando a vuestra consulta, me es grato comunicaros la
siguiente relación, como resultado de mi experiencia personal.
Fue durante el año 1781 cuando Sir William Herschell
descubrió el planeta Urano y sus satélites, y se sorprendió en
extremo al observar que el movimiento de estos últimos
presentaba un fenómeno inesperado y sin ejemplo, en
oposición a la ley universal conocida de la armonía del sistema
planetario; pues en los planos de sus órbitas alrededor de
Urano hacen su rotación de oriente a occidente, es decir, a la
inversa y en una dirección diametralmente opuesta a la de los
otros satélites.
Cuando el célebre Laplace, astrónomo francés, descubrió que
el sol, como todos los planetas, estaba formado de la
condensación de la materia de las nebulosas, el movimiento
excepcional de estos satélites le pareció un enigma
indescifrable.
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En todos los manuales de astronomía publicados hasta 1860,


se confirma este hecho relativo al movimiento inverso de los
satélites de Urano. Y yo mismo, admitiendo todo, no pude
explicármelo de ninguna manera; era un misterio tanto para mí
como para todos los astrónomos.
En 1858 recibíamos en nuestra familia una joven dotada de la
mediumnidad, y obteníamos manifestaciones diariamente. Una
noche me dijo que veía cerca de mí un espíritu que le
aseguraba haber sido astrónomo cuando vivía en nuestro
planeta. Le pregunté si en estado de espíritu comprendía mejor
la astronomía que cuando existía en la tierra. Me respondió que
mucho más. Traté de poner a prueba a este jactancioso espíritu
astrónomo, y le dirigí la pregunta siguiente. ¿Podréis decirme o
enseñarme por qué los satélites de Urano hacen su rotación de
oriente a poniente en vez de hacerla de poniente a oriente? La
respuesta no se hizo esperar. Hela aquí: No es del todo cierto
que los satélites de Urano hagan su rotación alrededor de este
astro de oriente a occidente, sino que, precisamente lo mismo
que la luna alrededor de la tierra, la hacen de occidente a
oriente. El error de que se trata reconoce por causa la
circunstancia que al descubrirse Urano, su polo austral estaba
en dirección hacia la tierra, de tal suerte, que así como el Sol
observado desde el hemisferio austral, parece hacer su carrera
diaria de derecha a izquierda, y no de izquierda a derecha, del
mismo modo que los satélites de Urano parecía que giraban de
izquierda a derecha, cuando en realidad su movimiento
verdadero alrededor de su planeta, era de derecha a izquierda.
A la pregunta que enseguida hice, me dio la siguiente
respuesta, explicativa: durante el largo tiempo que el polo
austral de Urano estaba en dirección hacia la tierra, los satélites
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parecían girar de izquierda a derecha. Esta posición dura cerca


de 42 años, pero cuando Urano dirige o cambia hacia la tierra
su polo boreal, se ven entonces los satélites moverse de
occidente a oriente. Habiendo luego preguntado como podía
ser que 42 años después del descubrimiento de Sir Herschell,
no se hubiese apercibido el error, se me contestó que:
Comúnmente se copia a la ligera y sin un examen concienzudo
lo que afirman estos sabios, que son tenidos en gran
estimación y gozan de gran autoridad científica.
He escrito sobre esta materia una disertación que se publicó
en 1859 en el periódico La Institución de la Artillería Real. Más
tarde, en 1862, en uno de mis trabajos de astronomía he
repetido esta misma sencilla solución del problema, pero la
influencia de las autoridades en la materia es tan grande, que
apenas en nuestros días los astrónomos comienzan a decir, sin
asegurarlo, que el misterio de los satélites de Urano debe
probablemente atribuirse a la posición de su eje.
Durante la primavera de 1859, tuve nuevamente ocasión de
comunicarme, por la joven médium, con un espíritu que afirmó
ser el mismo astrónomo. Me hizo saber que el planeta Marte
tenía dos satélites que nadie había aún descubierto, pero que
sin embargo, podían distinguirse en condiciones favorables.
Confié parte de esta comunicación a tres o cuatro amigos que
tenían conocimiento de mis estudios espíritas. Resolvimos no
hablar nada de esto, puesto que por el momento no poseíamos
prueba alguna científica de la verdad anunciada. Confié
también este mismo hecho, antes de mi viaje a las Indias, a Sir
Sinnet, mas no recuerdo la fecha exacta. Dieciocho años
después, es decir, en 1877, esos satélites fueron descubiertos
por un astrónomo de Washigton.
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Traducido de Le Messager, de Liege, (Bélgica) 15 de agosto de 1889

♦♦♦♦♦♦

Discurso de ultra-tumba

Discurso pronunciado por el espíritu Hilario, guía y protector


de la sociedad Constancia, en posesión de médium parlante C.
S., desarrollando el siguiente tema propuesto por un hermano:

TEMA

Como se explica, a la luz del Cristianismo, la aparente


contradicción que resulta para nuestra sagrada doctrina, de la
prohibición de Moisés que se registra en el Deuteronomio, cap.,
XVIII, vers. Del 9 al 11, en que dice: -No evocarás a los
muertos-

Plegaria del espíritu Hilario

¡Señor! Lanza, Oh padre amoroso, un rayo de tu pura y


brillante luz sobre tu hijo. Permite que tus mensajeros vengan a
depositar su inspirado aliento en su mente, para que pueda
explicar con lucidez y sellar con el sello de la verdad el
desarrollo del tema propuesto!.
Ecos de las montañas, susurro de los valles, murmullo de
cristalinos arroyuelos, trino de tórtola amada venid! Venid a mí.
Unid vuestros ecos melodiosos, con la armonía del universo, y
así unidos, formad un foco de inspiración, de luz y de verdad,
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donde puedan mis pensamientos reflejarse en su luz y mis


labios pronunciar palabras de verdad! ¡Venid; este hijo del
Señor os espera……Venid….. ¡Gracias!

Desarrollo

Moisés fue el iniciador de una gran reforma, de un código


que sirvió de base para que la humanidad pudiera cosechar
todas las ventajas que le esperaban en el porvenir.
Moisés vino sobre la tierra en tiempos primitivos, en épocas
de atraso, de extravío y perversión de todo sentimiento moral y
religioso; vino a vivir en medio de una sociedad
intelectualmente bárbara. El pueblo hebreo era la encarnación
de la barbarie primitiva; como que en ella había vivido
sumergido por espacio de muchos siglos. Pueblo idólatra en
que se adoraban hombres llenos de vicios e imperfecciones, en
que los metales, los animales feroces y aún los más horrorosos
reptiles eran objeto de adoración y culto religioso.
Por consiguiente, la reforma que venía destinado a introducir,
debía ser radical, y enérgicos los medios que habían de
emplearse. Precisaba de una legislación firme y que sus leyes
fueran impuestas por la fuerza a un pueblo incapaz de acatar
por el convencimiento reformas tan fundamentales, que
chocaban abiertamente con sus prácticas, usos, costumbres y
creencias religiosas.
¿Qué hubiera sido de ese pueblo bárbaro y supersticioso,
ignorante y fanático, creyendo, como creía, en falsos ídolos, en
encantamientos, y en adivinaciones con la evocación de los
muertos?
Hubiera sido el juguete de los espíritus falsos.
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Se hubiera apartado de dios para entregarse en brazos de la


idolatría.
Hubiera desechado la luz de la verdad para vivir en las demás
nieblas del engaño.
Examinad la Biblia con detención, y vereis que está plagada
de estas aparente contradicciones; y sin embargo,
contradicción no hay sino para el que quiere a todo trance
extinguir las verdaderas fases de luz, para iluminar los espíritus
con los fuegos fatuos de su ignorancia.
Examinad con detención, y vereis que Moisés dijo también a
su pueblo, como ley divina:
Ojo por ojo. Diente por diente.
Y esta ley ha regido por siglos, hasta que vino el hijo de un
humilde carpintero, nacido en una humilde aldea de Judea, a
decirnos:
Cuando recibais una bofetada en la mejilla izquierda,
presentad la derecha.
Tras de la ley de la fuerza, de la venganza, de la retribución
de las injurias, vino la ley del perdón, la ley del olvido de las
ofensas, la ley de la fraternidad, del amor, del perdón de las
deudas para que se nos perdonen las nuestras.
Comparad los tiempos de una y otra legislación.
Comparad el estado moral, intelectual y social de aquellos
pueblos que se apartaban de dios para dirigir sus horrendos
sacrificios a las bestias feroces, a los becerros de oro, a las
sierpes venenosas.
Comparad, y comprendereis la razón filosófica, científica, de
semejantes prescripciones, comprendereis que lo que hoy nos
parece absurdo, en aquel tiempo todo fue necesario.
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Lo que hoy no tiene razón de ser, era en aquel tiempo tan


indispensable, que no pudiera marchar a su objeto la
humanidad sin ello.
Ojo por ojo, diente por diente. Dijo Moisés.
Y aquel hijo de Nazareth; aquel que fue encarnecido, azotado
y coronado de espinas; aquel que recorrió el Calvario llevando
sobre sus hombros el pesado madero; aquel que espiró en la
cumbre del Gólgota, después de regar el pié de la cruz sobre la
que fue clavado con gotas de su propia sangre; Jesús, en fin,
derogó esa ley cuando Pedro en el huerto desenvainó la espada
contra Malco, y le contuvo con estas palabras:
Pedro, envaina tu acero; que el que a hierro matare, a hierro
morirá.
Derrogada fue la ley de la venganza y destruida la ley de
represalias, y reemplazadas por la ley de amor y de perdón…
No evocarás a los muertos; dijo Moisés; porque como queda
explicado aquel pueblo que ya conocía la comunicación con el
mundo espiritual, carecía de la necesaria instrucción, y sobre
todo, de la firmeza de fe en su Dios para conservarse dentro de
sus mandatos y no dar en su corazón mayor acceso al mal que
al bien; lo que, como veis, hubiera sido la perdición de la
humanidad!
Sabia y consoladora fue la disposición que consultais; cuando
vino a demoler el edificio de la idolatría para dejar libre el
camino a la verdadera religión que se dirige a Dios.
Cuando vino a ahogar en su seno el fanatismo naciente, que
se ha defendido y defiende aún sus posiciones, después de
3.000 años de lucha, en el corazón de la humanidad.
Pero después de Moisés vino el divino Maestro, y lo que
encontró innecesario lo abolió; lo que consideró necesario, lo
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afirmó; y lo que no abolió ni confirmó, dejolo libre para que la


humanidad en su marcha de progreso, lo reformase, aboliese o
confirmase, pues era ya depositaria de secretos científicos que
la elevaban muy arriba del pueblo de Moisés.
Ella tenía el pleno goce del libre albedrío con su facultad
intelectual de distinguir el bien del mal, y Jesús predijo el uso
que esa humanidad haría de esta facultad, y su predicción se
cumple!
El dijo a sus apóstoles:
Bajará sobre vosotros la luz de la verdad y el espíritu santo
estará con vosotros; y con vosotros estaré yo en espíritu
cuando me hubiereis menester.
Ahora yo os pregunto:
¿Qué entendeis por luz de verdad, si no es la revelación
espiritual?
¿Qué entendeis por el espíritu Santo, si no es la comunicación
que Dios envía por medio de sus puros mensajeros?
¿qué entendeis por la presencia de Jesús en espíritu, si no es
la comunicación directa con sus discípulos para mantener en
sus corazones puro el código de las leyes eternas; puro el
sentimiento de su doctrina; inalterable y pura la verdad de sus
santísimas máximas, únicas que podrán conducir a la
humanidad al puerto seguro de salvación?
Esto es lo que viene a relevar a la humanidad del siglo
presente de aquella prohibición tan salvadora y justa para la
humanidad de 3000 años atrás.
Pero no basta que haya sido relevada de cumplir aquella ley;
es bueno averiguar si el espiritismo ha sido dejado como piedra
de toque, como prueba para que podamos seguir por el buen
sendero o separarnos del malo.
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Es bueno saber si el que reformó la legislación mosaica no


manifestó algo que nos arroje un rayo de luz sobre materia de
tan fundamental importancia!
Recorred, recorred las páginas de ese libro precioso, y en
ellas encontrareis cuanto os fuere necesario para alumbrar
vuestro camino.
¡No evocarás a los muertos!
¿Qué son los manes de los antiguos poetas!
¿Qué las musas de los modernos, sino espíritus de los que
han muerto?
¿Cómo se comprenden las visiones de Jacob, los sueños de
José, sino por la comunicación con el mundo invisible?
¿Qué significa en fin la predicción de Jesús?
Llegará el día que vuestros jóvenes verán visiones y vuestros
ancianos tendrán ensueños.
¿Qué significa todo ello, sino una predicción que hoy se
cumple por medio del espiritismo?
¡Oh, grande, inmenso poder y sabiduría de Dios!...
¡Cómo os ostentais a cada instante más grande, más
inmenso, más profundo, cuanto más se os pretende penetrar!
¿Cómo habeis tenido poder para esto, que es tan claro, haya
pasado impreso diez y ocho siglos ante la vista del hombre, sin
que nadie haya penetrado su evidente contenido?
Inclinemos humildes nuestras frentes, elevemos nuestros
corazones a ese Dios que en las cosas, al parecer, más sencillas
y triviales, sabe darnos pruebas patentes de su grandeza, para
fortificarnos en el fervor de nuestra fe religiosa, y de su amor
infinito!
Démosle profundas y sentidas gracias por los tiempos que
alcanzamos!
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¡El espíritu de verdad vendrá sobre vosotros, dijo Jesús.


Y cuando este espíritu de verdad viene con tan claras y
evidentes manifestaciones, aún quereis rechazarlo y os llamais
apóstoles de Jesucristo!
Vendrá el espíritu de verdad sobre vosotros, vendrá!
Y cuando veis que ese espíritu de verdad viene al mundo y se
extiende y se difunde, y penetra por todas partes, y se desliza
en el corazón de los humildes, de los ciegos, de los que llamais
ignorantes; y recorre todas las escalas sociales, y penetra en la
cabaña, y derrama sus luces en el palacio, y surge en los
grandes centros sociales al mismo tiempo que se manifiesta en
las casi desiertas selvas y montañas, entonces decías: ¡Este no
es el espíritu de verdad!
No es, no puede ser, cada uno de vosotros repite; porque
siendo yo el apóstol de Jesucristo, debo ser también el
depositario de sus arcanos y el propagador de sus verdades!
Mi alma se halla a oscuras; luego esta luz no es luz de
verdad, yo la rechazo!
Desgraciados!…………¿No veis que el demonio del orgullo
invade vuestros sentidos, ciega vuestros ojos, oscurece vuestra
razón y anubla vuestro entendimiento?
Rechazais la luz porque quisierais ser siempre los
dispensadores de la verdad y de la gracia!
Ministros de las religiones positivas, no podeis conformaros
con que la sociedad pueda prescindir de vosotros!
Comprenderíais al espíritu de verdad cayendo directamente
sobre aquellos que llevan un manto bordado con los emblemas
de vuestros rituales!
Comprenderíais al espíritu de verdad sirviendo al
engrandecimiento, a la prosperidad, a la vanagloria de esas
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religiones positivas que conquistaron su preponderancia por


medio del oro que seduce y pervierte las conciencias, por
medio del puñal que desgarra el corazón del hermano; por la
gota de veneno que se infiltra en las venas del padre, de la
madre, del hijo; por medio, en fin, de lo que destruye lo por
Dios creado y levantado, que contra El conspira!
Pero la verdad de Dios necesita más anchos espacios que los
que ofrecerle pueden corazones limitados por el orgullo, la
vanidad y el egoísmo.
Verdad que no se encierra en límites estrechos; verdad que se
esparce por el mundo como la luz del sol; verdad que ilumina
todos los entendimientos en una intensidad igual; esa es
verdad de Dios; es ley de justicia, de igualdad; de equidad, de
caridad y de amor.
Verdad que se concreta a reducido número de privilegiados,
que se encierra en muros inaccesibles a los profanos, que
aparta a unos su luz para prodigarla a otros; esa es verdad
oscura, falta de prueba, inevidente, falsa!
¿Cómo pudiera permitir ese Dios de amor, de caridad, de
justicia, de misericordia y de bondad, que uno de sus hijos,
invocando una facultad que ellos mismos se han arrojado, tome
su nombre, su santo nombre, para elevarse sobre los demás y
humillar a sus hermanos?
¿Cómo puede consentir que sea infringida su ley de igualdad,
dispensando a una clase social beneficios que no se acuerdan a
las otras?
La equidad, la justicia, la fraternidad fueran entonces
palabras vanas y no leyes divinas!
Y Dios no puede, digo, no quiere derogar sus divinas leyes en
provecho de clases, castas ni jerarquías.
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A la luz falsa de una mal entendida doctrina, pretenden


estudiar las leyes de Dios armonizándolas con sus intereses
mundanos.
A sus falsos resplandores han estado viendo la tierra, por
espacio de muchos siglos, sirviendo de centro a toda la
inmensidad del universo, sin que fueran bastante a persuadirles
de que el sol no se ha detenido a la voz de Josué, todos los
argumentos que las ciencias exactas traían, apoyados en
evidentes experiencias.
Y ha sido menester que la ciencia rompa todos los obstáculos
después de una encarnizada lucha de siglos, para que
comprendiesen que este Edén, este mundo único, estable,
inconmovibles, está sujeto y obedece, como todos los demás
astros, a la ley universal de gravedad, atracción y repulsión.
A favor de los progresos de la ciencia, se vio, que lo que
hasta entonces era un dogma de fe, había solo sido una falsa,
interpretación del texto bíblico.
Y se vio al planeta tierra gravitar y hacer su revolución en el
espacio como los demás; y comparándolo con ellos, éste, que
había sido considerado como el todo de la creación de Dios,
resultó ser un pequeño infusorio comparado con un elefante,
un átomo, la parte indivisible por su pequeñez, comparado con
el infinito, la lágrima de un niño confundida con la inmensidad
de las aguas del océano, la nada, en fin, comparada con el
todo.
Los dogmas de fe han desaparecido ante la ciencia.
Día llegará en que marchen juntas, abrazadas, estrechadas,
ciencia y religión, esto es: filosofía y moral.
La ciencia, encaminando a la humanidad hacia sus altos
destinos de perfeccionamiento y progreso; la religión,
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condiciéndola al foco de donde salió; y ambas unidas con


fuertes lazos, dirigiéndose hacia Dios, fuente de toda ciencia,
fuente de toda religión: Creador de todo lo existente.
Si; día llegará en que el velo del oscurantismo con que
ofuscar quieren los sacerdotes de las religiones positivas a sus
hermanos, se rasgue por completo.
Día llegará, y no está muy lejano, de que la fe razonada
sustituya a la fe ciega; de que las nieblas de la ignorancia se
desvanezcan por completo por los claros rayos de la luz de la
ciencia.
Y entonces vosotros, ministros del altar, comprendereis estas
palabras de Jesús:
Confesaos los unos a los otros.
Y no dareis la torcida y violenta interpretación que habeis
dado a sus mandatos para hacerlos servir a vuestros mundanos
propósitos.
Los que han torcido la doctrina del divino Maestro para
mantener en el mundo el imperio de su poder temporal, no
comprendieron, o más bien dicho, no quisieron comprender,
que Jesús quiso decir.
Confesamos nuestras faltas para pedir perdón al que hemos
ofendido.
Porque aquel que ofende a uno, ofende a todos sus
hermanos, y ofendiendo a todos sus hermanos, a Dios ofende;
porque Dios ha dicho por boca de su mensajero:
Ama a tu prójimo como a ti mismo., y no ama al prójimo
quien le ofende, y después de haberle ofendido, no confiesa su
falta, no se arrepiente y no solicita humildemente el perdón del
agravio inferido.
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Pero de esto a la confesión que inventaron los que tan mal


han interpretado las palabras de Jesús: Confesaos los unos a
los otros, media la inmensa distancia que existe entre el bien y
el mal; la verdad y la mentira; la luz y la oscuridad.
Esos que veis al frente y que se llaman ministros de las
doctrinas positivas, estudiadlos, comparándolos con las
doctrinas del cristianismo, y vereis que no son cristianos,
porque no se apoyan en la doctrina de Cristo.
No son mosaicos, porque no practican la doctrina de Moisés.
Ni cristianos, ni mosaicos; son sacerdotes!!!......
Queridos hermanos; tened presente que todo aquel que se
apoya en las leyes de Dios, ese está en la verdad y todo aquel
que de ellas se aparte, ese incurrirá en el error.
Además, grabad en vuestra mente estas palabras.
Tened por templo al Universo, por altar vuestros corazones,
por imagen a Dios y por sacerdotes vuestra conciencia.
Trabajad, estudiad con desinterés, con abnegación, con
verdadero empeño de intruiros y no con el de engrandeceros; y
vereis vuestro entendimiento iluminarse y vuestra fe justificarse
con los elementos de la verdad.
Y las falsas interpretaciones dejarán paso franco a la
evidencia de los hechos.
Bien; temiendo abusar del médium, en primer lugar, y
urgiendo mi presencia en otra parte, en segundo, voy a
retirarme siempre que de mi presencia no preciseis.
Dios esté con vosotros.

♦♦♦♦♦♦♦
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Predicción de Cazotte, referida por Laharpe

(Obras escogidas y póstimas: 4 vol. En 8.º París 1806; t.1, pág. 62)

Todavía me parece que era ayer, y no obstante, era a


principios de 1788.
Nos hallábamos a la mesa en casa de uno de nuestros
cofrades de la Academia, gran señor y hombre de agudo
ingenio. El acompañamiento era numeroso, y en él estaban
representados todos los estados; gente de corte, de toga,
literatos, académicos, etc. La comida había sido espléndida
como de costumbres: a los postres, los vinos de Malvasía y de
Constanza añadieron a la alegría propia de tales reuniones, esa
especie de libertad, ajena, por otra parte, al buen tono,
estábamos en aquellas circunstancias en que todo está
permitido con tal que excite la risa.
Chamfort acababa de leernos uno de sus cuentos impíos y
libertinos, y las nobles damas que nos acompañaban a la mesa,
lo habían escuchado sin recurrir una sola vez siquiera al
abanico. De ahí un diluvio de bromas sobre la religión. Uno
recitaba estrofas de la Pucelle (1); otro recordaba estos versos
filosóficos de Diderot¨
“Y con las tripas del último cura.
Ahorcad al último rey…

Y todo el mundo aplaudía.


Un tercero se levanta, y agitando un vaso lleno, exclama:
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-Sí, señores, tan seguro estoy de que no hay Dios, como de


que Homero era una bestia. Y en efecto, tan seguro estaba de
lo uno como de lo otro.
La conversación fue haciéndose más seria; se habló con
admiración de la revolución que acababa de hacer Voltaire, y se
convino que éste era el primer título de su gloria.
-Ha dado el tono a su siglo: lo mismo es leído en la
antecámara que en el salón.
Uno de los convidados nos refirió, ahogándose de risa, que
su peluquero le había dicho mientras le espolvoreaba;
-Vea Ud., caballero, aunque no soy más que un pobre diablo,
no por eso tengo más religión que otro.
La conclusión que de todo esto se sacó, fue, que la revolución
no tardaría en consumarse y que era de todo punto necesario
que la superstición y el fanatismo cedieran su plaza a la
filosofía y todo el mundo se dio a calcular la probabilidad de la
época en que sucedería, y quiénes serían los que lograrían ver
el reinado de la razón. Los más ancianos se dolían de no poder
llegar a verlo, los jóvenes se alegraban de tener una esperanza
verosímil, y sobre todo, se felicitó a la Academia de haber
preparado la grande obra y de haber establecido la jefatura, el
centro, el móvil de la libertad del pensamiento.
Uno solo de los convidados no había tomado parte alguna en
toda aquella alegre conversación, dejando caer solamente
algunas bromas discretas sobre nuestro gran entusiasmo. Era
Cazotte; hombre amable y original, pero desgraciadamente
infatuado con los desvaríos de los iluminados. Tomó entonces
la palabra, y dijo con el tono más formal:
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_Señores, podeis estar satisfechos, todos vereis esa grande y


sublime revolución que tanto deseais. Sabeis que soy algo
profeta; pues bien, os repito que la vereis.
Le contestamos con el conocido refrán: No es preciso ser un
gran brujo para eso.
-Convenido, pero tal vez es necesario serlo algo más para lo
que me resta deciros. ¿Sabeis lo que sucederá con esa
revolución, y lo que os sucederá a vosotros todos, a tantos
como estais aquí, lo que de ello se seguirá, el efecto bien
probado, la consecuencia bien reconocida?
Ah! Veamos, -dijo Condorcet con su aire socarrón y burlona
sonrisa –nunca le viene mal a un filósofo encontrarse con un
profeta.
-Vos, señor de Condorcet, expirareis tendido sobre el suelo
de un calabozo, y morireis del veneno que habreis tomado para
libraros del verdugo; del veneno que la felicidad de aquel
tiempo os obligará a llevar siempre encima.
,Gran asombro al principio; pero luego se recordó que el
buen Cazotte, acostumbraba a soñar despierto y se tomó la
cosa a broma. –Señor Cazotte, -le dijo uno, -ese cuento no es
tan gracioso como vuestro Diablo enamorado (2).
Pero quien os ha metido en la cabeza ese calabozo y ese
veneno y ese verdugo? ¿Qué tiene todo eso de común con la
filosofía y el reinado de la razón?

(1) Poema de Voltaire.


(2) Le Diable amoureux, novela de Cazotte.
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-Es precisamente eso lo que os digo, es en nombre de la


filosofía, de la humanidad, de la libertad, es bajo el reinado de
la razón que os sucederá el terminar vuestra vida según acabo
de deciros, y será bien el reinado de la razón, pues ésta
entonces tendrá sus templos, y más aún, en aquel tiempo no
habrá en toda la Francia otros templos que los de la razón.
-A fe mía-dijo Chamfort con risa sarcástica-que no sereis vos
uno de los sacerdotes de esos templos.
-Y espero no serlo: pero vos, señor de Chamfort, que sereis
uno de ellos, y muy digno por cierto de serlo, os cortareis vos
mismo las venas dándoos veintidós cuchilladas con una navaja
de afeitar; y sin embargo, no morireis hasta algunos meses
después.
Todos se miraron y las risas continuaron.
-Vos, señor Vieg d´Azir, no os abrireis las venas vos mismo,
pero os las mandareis abrir por seis veces en un solo día y en
un acceso de gota, para estar bien seguro de salir con vuestro
intento; y morireis a la noche siguiente, Vos, señor de Nicolai,
morireis sobre el cadalso: vos, señor de Baily, sobre el cadalso:
vos señor de Malesherbes, sobre el cadalso…
-Ah! Bendito sea Dios-interrumpió Rocher, -parece que el
caballero no la da más que contra la academia; acaba de hacer
en ella una terrible ejecución; yo, que gracias al cielo…
_Vos, morireis también en el patíbulo.
-Oh! Es una apuesta, dijeron de todas partes; ha jurado
exterminarlo todo.
_No, no soy yo quien lo he jurado.
-Pero, ¿es que vamos a ser subyugados por los Turcos o los
Tartaros? Aun…
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-Nada de eso, ya os lo he dicho sereis entonces gobernados


por la sola razón. Y los que así os tratarán, todos serán
filósofos y pronunciarán a todas horas las mismas frases que
empleais desde hace una hora, repetirán vuestras máximas y
citarán como vosotros los versos de Diderot y de la Pucelle.
Oyendo esto, se decían los concurrentes unos a otros al oido.
–Ya lo veis, está loco, lo dice tan serio como si el mismo lo
creyera: es que está bromeando y todos sabeis que en sus
bromas mezcla algo de maravilloso.-Sí, -respondió Chamfort-
pero su maravilloso es muy poco divertido; es demasiado
patibulario. ¿Y cuándo sucederá todo esto?
No pasarán seis años sin que todo cuanto acabo de deciros
no se haya cumplido.
-he aquí verdaderos milagros (y ahora era yo mismo quien
hablaba); pero observo que no me mezclais en ello para nada.
-Vos estareis también allí por un milagro no menos
extraordinario: entonces, sereis cristiano.
Grandes exclamaciones.
-Ah! Replicó Chamfort, ya estoy tranquilo…si no debemos
perecer más que cuando Laharpe sea cristiano…. Señores,
somos inmortales.
-Pero a todo esto-dijo la Duquesa de Grammot,- somos
dichosas nosotras las mujeres de no meternos para nada en las
revoluciones; y aún cuando digo para nada, esto no quiere
decir que no nos metamos siempre un poco en ello; más nadie
nos dice nada y nuestro sexo…..
-Vuestro sexo, señoras, no os librará esta vez; y aún cuando
ninguna parte tomareis, sereis tratadas del mismo modo que
los hombres, sin diferencia ninguna.
-Pero ¿qué es lo que estais diciendo, señor Cazotte?
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Es el fin del mundo, ni más ni menos, lo que estais ahí


predicando.
-No sé si será eso; pero lo que si sé, es que vos, señora
duquesa, sereis conducida al cadalso; vos y muchas otras
damas que os harán compañía, en la carreta del verdugo y con
las manos atadas a la espalda.
-Ah! Espero que en ese caso tendré por lo menos una carroza
enlutada.
-No, señora; puesto que damas de más alta alcurnia, irán
como vos en carreta y con las manos atadas.
-Señoras de mayor alcurnia! Pues qué! Las princesas de la
sangre…
-Más alto aún.
Hubo aquí un estremecimiento muy marcado en todos los
circunstantes, y el dueño de la casa palideció: la broma
comenzaba a parecer demasiado pesada.
La Duquesa de Grammont, con objeto de disipar el nublado,
no insistió sobre aquella contestación, limitándose a decir con
ligero tono.
-No, señora; no lo tendreis, ni vos, ni nadie. El último
sentenciado que le tendrá por especial gracia, será….
Y se detuvo un momento.
-Y bien! ¿quién será el dichoso mortal que tendrá esta
prerrogativa?
-Será la única que le quede: ese será el rey de Francia.
El dueño de la casa se levantó bruscamente y todo el mundo
le imitó. Dirigiose aquel hacia adonde estaba Cazotte yu con
sentida vos le dijo:
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-Mi querido Cazotte, bastante ha durado esta lúgubre broma.


La habeis llevado demasiado lejos, y podeis comprometer la
reunión de la cual vos mismo formais parte.
Cazotte no contestó y se disponía a retirarse, cuando la
señora de Grammont, que a toda costa quería evitar se tomara
en serio y deseaba renaciera la alegría, avanzó hacia él.
-Señor profeta, -le dijo- vos que nos habeis dicho a todos la
buena ventura, nada nos habeis manifestado de lo que
sucederá a vos mismo.
Cazotte permaneció silencioso algunos momentos y con los
ojos bajos. Luego replicó:
-Señora duquesa ¿habeis leído el sitio de Jerusalem por
Josefa?
_Oh! Sin duda ninguna ¿quién no ha leído eso? Pero haced
como si no lo hubiera leido.
-Pues bien, señora, durante aquel sitio, hubo un hombre que
por site días consecutivos anduvo recorriendo las murallas, y
sin ocultarse de los sitiados ni de los sitiadores, gritaba
incesantemente y con voz tonante: Ay de ti, Jerusalem! Y el
séptimo día exclamó: Ay de ti Jerusalem! Y ay de mí!..... y el
terminar estas palabras, una piedra enorme lanzada por las
máquinas enemigas, le hizo pedazos.
Dicho esto, Cazotte saludí y salió (1).

(1) M. J. P. Deleuze, de quien tomamos la anterior cita por no tener a mano


las obras de Laharpe, añade algunas comprobaciones que atestiguan la
veracidad del relato y que creemos no estará de más el reproducir, puesto
que se trata de un hecho nada común. Habiéndole asegurado el conde de
Montesquieu a M. Deleuze que la condesa de Genlis le había hablado
varias veces de esa predicción, suplicó a dicho señor pidiera a la condesa
más amplios detalles. He aquí lo que le contestó: -Noviembre de 1805-
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Creo haber hecho mención de ese hecho de M. Cazotte en mis memorias,


si bien no estoy completamente segura de ello. Se lo he oido referir más
de cien veces a Laharpe antes de la revolución y siempre exactamente
según lo he visto impreso distintas veces y tal como él mismo lo imprimió.
Esto es lo que puedo decir, certificar y firmar.-Condesa de Genlis- El hijo
de M. Cazotte, confirmó además a M. Deleuze que su padre estaba dotado
en alto grado de la facultad de previsión, de la cual dio diferentes
pruebas. Una de ellas que le refirió, es la que dio al volver a su casa el día
en que su hija consiguió arrancarle de las manos de la turba que se había
apoderado de él y le conducía al suplicio; en vez de participar de la alegría
de la familia, anunció que dentro tres días sería nuevamente arrestado, y
que esta vez se cumpliría irremisiblemente su destino. En efecto; sucedió
tal como lo predijo, pereciendo en el cadalso el 25 de setiembre de 1792
a la edad de 72 años. Añadiremos que el célebre médico y anatómico Vieg
d´Azir refirió también a varios amigos suyos la profecía de Cazotte mucho
antes de la revolución, la cual parece que le preocupaba algo. Por último,
he aquí otra carta que también comprueba la realidad de la predicción,
Carta, dirigida a M. Miale por el varón de La Mothe-Langon- Paría 18
diciembre de 1833. Mi querido amigo: me pregunta Ud. Lo que puedo
saber respecto a la famosa predicción de Cazotte, mencionada por
Laharpe. No puedo decirle más sobre esto, que atestiguar bajo mi palabra
de honor, que he oido repetir diferentes veces a la señora condesa de
Beauharnais, que ella había asistido a ese singular hecho histórico. Ella lo
contaba siempre de la misma manera y con el acento de la verdad. Su
testimonio corrobora el de Laharpe. De ello hablaba delante de todos sus
amigos; muchos viven aún y pueden atestiguarlo lo mismo que yo. –Puede
Ud. Hacer de este escrito el uso que estime conveniente.- Adios, mi
antiguo y buen amigo; es siempre vuestro affmo. –El Barón de Lamothe-
Langon-
Creemos que basta con esto. Añadir más sería un lujo que no debemos
permitirnos.

Creemos inútil añadir que la predicción de Cazotte, se


efectuó al pie da la letra aún en lo que añadió respecto de sí
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propio. Fue, pues, una predicción, una profecía en toda regla la


que hizo.

♦♦♦♦♦♦♦

Pruebas de la verdad cefalométrica

Elijo enseguida entre muchas, sólo tres observaciones que


denotan que la cefalometría, sin ser una ciencia exacta,
demuestra que, en general, las cualidades y el estado de
progreso del espíritu forman un conjunto armónico con el
mecanismo cerebral que ha de servir al desenvolvimiento
gradual correspondiente a cada encarnación.
Estando en ST. Dié (Francia) fui invitado a comer por la
familia de Mr. Pasquín, relacionada con la de mi esposa. La
señora que tenía al lado me fue presentada (Madame Bordeu),
sin que supiese yo que era hija del anciano que presidía la
mesa. A los postres, la conversación, por uno de esos giros
inexplicables, recayó sobre la fisiognomía, y, de ahí, en algo
alusivo a la frenología. Tomé parte en ella y no tardó en
hacerse general. Hablé sobre la cefalometría dando al asunto
algo de seriedad, lo que detuvo un tanto el tono alegre y ligero
que hasta aquel momento revestía la conversación. Dirigiendo
luego mi vista a Mme. Bordeu, podemos, dije, hacer un
experimento muy fácil, si la señora lo permite. Qué pretende
Ud, examinarme la cabeza? No, señora, contesté, para el caso
me basta con lo que veo. Y que ve Ud. En mí ? , exclamó la
señora con extrañeza. Veo, señora, que si la cefalometría tiene
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algo de verdad, usted es poeta de nacimiento. No sé si ha


hecho Ud. Estudios literarios ni si ha escrito versos siquiera,
pero si la ocasión ha faltado, Ud. Ha de haber poetizado
aunque sea en prosa, pero casi me atrevo a decir que ha de
haber sido afecta a la versificación. Sin dar tiempo a una
contestación de su parte, Mr. Basquin dijo apresuradamente: Sí,
eso es exacto. Desde la edad de doce años escribía versos, sin
haberse dedicado a la literatura. Esto diciendo, el buen anciano
quiso dar de ello una prueba, y como había terminado la
comida, se levantó, y un momento después, volvía con un rollo
de papeles y un cuaderno que atestiguaban la verdad de mi
aserción. Excusado decir que esto dio lugar a que siguiera la
conversación algunos momentos sobre el mismo tema, y se me
pidiese opinión sobre otras personas. Contesté que no
pudiendo hacer un prolijo examen que exigía tomar las
dimensiones relativas de las cabezas, sólo podía decir algo en
los casos en que era muy visible el desarrollo en tal o cual
sentido predominante. Agregué entonces, refiriéndome a un
caballero que atribuía mi fallo a la casualidad, que podía decirle
que el desarrollo excesivo de la imaginación en él era tal, que
no siendo moderada esa facultad imaginativa por la memoria
de los hechos (me guardé de indicar por la falta, que también
notaba, de tonicidad de carácter), a veces debía llegar a ser
hasta visionario, o a tomar por realidad las fantasías que
asaltaban a su mente.
Antes de que yo pudiera disculpar mi atrevimiento por tener
que poner a prueba conocimientos que consideraba de alguna
importancia, la señora de aquel caballero exclamó con acento
que demostraba la convicción. Exacto, exacto, no ves? Es lo que
siempre te digo.
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♦♦♦

Hallándome en Vichy, veía a la mesa del hotel, frente a mí, a


una familia de ricos fabricantes de sederias de Lión. Me llamaba
la atención una de las jóvenes, como de 16 ó 17 años, por el
gran desarrollo de los órganos correspondientes a la memoria
de las palabras y de los sonidos. Estaba deseoso de saber si las
aptitudes correspondían al signo cefalométrico. Una noche que
llovía, se quedaron muchas personas en el gran salón del hotel.
Aproveché la ocasión de entablar conversación con la madre de
la joven, y supe por ella que no me había equivocado. La niña
tenía una memoria de privilegio, conocía tres idiomas tan bien
como el propio. Tocaba el piano, y según me dijo la señora,
unas piezas que había llegado a saber, no la olvidaba jamás.
Para darme de ello una prueba, llamó a su hija y le fijo que
deseaba tocase tal pieza (no recuerdo el nombre). La niña se
excusaba, diciendo que hacía tanto tiempo que no la había
tocado, que creía no le sería posible, pero que tocaría otra. No,
replicó la mamá –quiero que toques la que te indico- deseo que
la oiga este caballero. Y como en Francia las jóvenes están
acostumbradas de muy diverso modo que las de nuestro país,
la niña se dirigió al piano, vaciló un rato, y por último encontró
el principio y tocó una larga y brillante pieza.
♦♦♦

Una de las observaciones más concluyentes que yo he podido


hacer en cefalometría, me la proporcionó la casualidad en mi
Establecimiento de Campo. Para dar una idea clara de ese
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hecho, debo transcribir algunos párrafos de la obra: Code


natural de la morale social, por Armand Harembert.
Durante mi permanencia en París en 1855, para visitar la
exposición, dice (página 12, edición de 1862), encontré
algunos partidarios de mi doctrina, entre ellos, Mr. Guy,
anatómico de la Escuela de Medicina, poseedor de un gran
número de modelos de cabezas en yeso, representando con
exactitud las de otras tantas personas célebres, de los cuales
hice algunas compras para aumentar mi colección.
Mi presencia como autor de la Nueva organografía del cráneo
humano, fue bien recibida, porque en aquel momento se
discutía sobre el cráneo de una persona que, según se decía,
hacía mentir a la frenología, no presentando el órgano de una
facultad a la cual había debido una cierta celebridad. La prueba
a que me sometieron me pareció fácil, pues aquel cráneo tenía
una forma excepcional, y es en esos casos, sobre todo, que se
reconocen con seguridad las particularidades más salientes de
un carácter.
Este cráneo, dije, bajo y prolongado, es el de una mujer
privada de toda elevación de pensamiento, que tenía bastante
configuración (sentido de las formas y de la armonía) para
adorar los atavíos y la moda; poca penetración, imaginación,
equidad y respeto, para que la razón, que es la resultante de la
acción armónica de las facultades de la inteligencia y del
espíritu, haya podido dirigir los instintos muy desarrollados,
con excepción de la perseverancia, casi nula, y del amor
generación, que es muy débil. En ella la circunspección ha
debido convertirse en astucia, en mentira y tal vez en robo. La
altivez, que es enorme, sin la razón, no ha podido producir sino
la vanidad, la coquetería, los celos; la simpatía, demasiado
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desarrollada, careciendo de la perseverancia, ha podido


conducir a esta mujer hasta la prostitución, aunque el órgano
del amor sea pequeño, pues éste por sí solo no es siempre la
causa del vicio; es a la razón y a la perseverancia que se debe el
valor en el trabajo para vivir honradamente, lo que debe
tenerse presente en este caso, pues sin ellas, una mujer en
tales condiciones, fácilmente se entrega al primero que le
ofrece un fácil porvenir.
Entonces, en medio de la admiración que mis palabras
produjeron, se me hizo leer la inscripción que hasta aquel
momento se había tenido el cuidado de ocultarme, y que decía
así: Una de las más decididas prostitutas de París.
He aquí el facsímil de ese cráneo con el perfil atractivo de
aquella mujer.
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Esta misma forma dominaba en el cráneo de una joven


sobrina de otra de unos 18 años de edad, hija de una familia
inglesa, vecina nuestra. Había venido a pasar un mes de campo.
Así que la vi, llamó mi atención, y así que me fue posible, hice
caer la conversación sobre la cefalometría. No tardé en obtener
un prolijo examen de la cabeza de aquella joven. Preguntome
enseguida lo que encontraba en ella. Contesté evasivamente y
sonriendo que nada malo; que para formar un juicio, deseaba
consultar una obra. Comprendió, al fin, que no quería decirle la
verdad, y cuantas veces la vi después, lo que yo procuré ex
profeso, porque deseaba darme cuenta, de alguna manera, si
estaba o no equivocado en mi fallo, volvía sobre la cuestión. Al
fin, cediendo gustoso a su empeño en que la dijese la verdad,
deseo que yo había sabido engendrar en su ánimo, consentí en
ello, pero buscando una ocasión en que me hallaba solo con
ella. Le dije lo que indicaba su cráneo, pero, naturalmente, de
una manera medida y apropiada para no ofenderla, y le rogué
me dijese la verdad al respecto, pues para el caso de no
equivocarme, yo le daría un consejo que le serviría mucho. Bajó
los ojos y quedó un momento como dudosa en lo que debía
contestar. Volví a insistir sobre la idea científica que me
preocupaba, y le rogué me dijese la verdad, que fuese cual
fuese, jamás saldría de mis labios de una manera que pudiera
comprometerla; levantó entonces sus expresivos ojos, y
fijándolos en mí, con coquetería, confesó que no había error en
o que aquella ciencia me indicaba. Dile el consejo prometido y
me separé de ella, sin que haya tenido después ocasión de
verla.
A la que vi unos días después de su partida, fue a la primita,
notando en ella cierta pérdida de color, grandes ojeras y mirada
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velada, indicios todos de que había participado de los impulsos


apasionados de su huéspeda, pues debo decir que aunque no
tenía los defectos de bajeza de Catalina Llegado, cuya
fisonomía y forma craneal es la de la figura, en cambio tenía
más desarrollado el amor generación.
Después supe que la joven había sufrido un percance, y que
el fruto desgraciado había ostensiblemente desaparecido para
el mundo. No he sabido nada más, pues mis vecinos realizaron
sus ganados, y habiendo comprado un campo en Entre Ríos, se
fueron a poblarlo, interrumpiéndose la correspondencia entre
mí y elos por una de aquellas causas futiles que sólo pueden,
sin embargo, ser removidas verbalmente.

♦♦♦

Ventajas que pueden obtenerse del estudio y aplicación de la


cefalometría.

En los niños se notan ya las inclinaciones del espíritu; pero


tan mezclados con los actos inocentes de la edad, que no sería
posible fallar acerca de su porvenir. A la edad de 10 ó 12 años
es cuando principia a caracterizarse el ser. A esa edad ya se
dibujan con claridad los lineamientos y proporciones de la
cabeza. Sería el momento de estudiarla a la luz de los
conocimientos que proporciona la cefalometría, a fin de
formarse una idea, que si nunca puede ser definitiva, podría
servir mucho para adoptar un plan de enseñanza y de
educación para cada caso. Partiendo de esta verdad: -Tod
órgano que se ejercita se desarrolla, podría darse a los jóvenes
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la ocasión de desarrollar los correspondientes a las facultades e


instintos más nobles, evitándoles todo lo que fuese capaz de
excitar la vitalidad de los que denotan malas o viciosas
tendencias, que provienen del pasado. Si por este medio se
pudiese propender a las reacción que el espíritu encarnado
debe operar, esto probaría más y más la existencia de la ley de
solidaridad humana. Los padres están obligados a dar buen
ejemplo y educación a los hijos, corrigiendo sus errores en la
medida de su propio adelanto y posibles –tal es la ley natural; -
y con el auxilio de la cefalometría, el grado de lo posible
resultaría engrandecido.
Con el carácter observador que me distingue, he estudiado el
desenvolvimiento moral de las personas que he conocido desde
la juventud. He notado en algunos que no obstante sus malas
inclinaciones que se dejaban conocer en la intimidad, poco a
poco han sabido dominarlas; y si bien aún sienten impulsos de
venganza, son, en el hecho, buenas personas, una de ellas, es
casi un modelo en procederes correctos y elevados. Su juventud
fue la del calavera: era peleador, atropellado y mordaz, hoy es
el tipo de la firmeza de carácter, de la honradez y del caballero.
En él ha podido mucho el ejemplo del medio en que pasó
muchos años (desde los 17 a los 30) y la dignidad que se nota
dominante en las formas de su cabeza, ha querido ser
respetado, y con su clara inteligencia, ha optado por el único
camino que puede conducir a la obtención del respeto y de la
consideración sincera. Así ha logrado, por la práctica de las
buenas facultades, dominar de tal modo, que el hombre que
decía sentir placer en hacer sufrir a otro y que no podía dejar
impune la más leve ofensa, es hoy, en su edad avanzada,
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caritativo, servicial y sensible al menor sufrimiento o penalidad


que en otro nota.
En cuanto a los dones de la inteligencia, conviene, a mi juicio,
cultivarlos todos, pero dejando que los jóvenes sigan la carrera
para la cual estén mejor dotados, lo cual solo la cefalometría
puede determinar a priori. Recuerdo que una hermana de mi
señora, que tenía nueve años cuando la conocí, en tiempo en
que con calor me ocupaba de cefalometría, estaba en una
escuela en Mancy y yo pedí que se le enseñase el piano, porque
noté en ella un gran desarrollo en los órganos necesarios para
la música. La intrucción que recibías era general, así que poco
pudo dedicarse al piano, pero aprendió con extrema rapidez.,
llegando a interpretar a primera vista piezas difíciles, que podía
tocar inmediatamente ante extraños.
Por este medio se evitaría la pérdida de una vocación y tal vez
la oportunidad de una carrera brillante y benéfica a la
humanidad. Sólo el estado de salud podría y debería modificar
el indicio cefalométrico. En algunos casos, toda carrera que
exija mucho estudio y concentración, puede producir una
muerte prematura.
El progreso espiritual, no exige que el espíritu llegue a
conocer todos los ramos del saber humano. Es evidente que en
el espacio no se hará contabilidad, ni matemáticas, ni geología,
geografía, etc.; lo que importa al espíritu es el grado de
inteligencia y de razón que se adquiere por medio del estudio
en las encarnaciones sucesivas. Y más que todo ello, lo que se
necesita es llegar a un alto grado de moral.

♦♦♦
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Dos palabras más sobre la


Cefalometría

Los conocimientos adquiridos por Armand Harembert


lograron llamar la atención en Francia, y algunos médicos se
interesaron en su estudio, pero este movimiento duró poco.
¿Por qué duró poco? Por qué no ha tenido la Cefalometría ni
siquiera la boga efímera que tuvo su progenitora la frenología?
Es lo que deseo explicar enseguida.
Harembert tuvo que tropezar con la mayor de las
desventajas; no tenía un nombre científico. Además, rara vez
un conocimiento nuevo llega a ser perfectamente admitido
desde el primer momento de su aparición. Así ha sucedido con
el transformismo, con el hipnotismo, con la aplicación del
vapor y con los más de los descubrimientos.
Por otra parte, la caída sufrida, en cierto modo, por la
frenología (conocimiento incompleto), tenía necesariamente
que ser un obstáculo a la cefalometría, que viene a completarla.
Sin embargo de todo esto, si Harembert hubiese desplegado en
la propaganda de sus ideas el mismo afán, la misma vocación
que tuvo durante veinte años en la reunión de modelos de
cabezas y hasta los mismos cráneos de personas que llamaron
la atención por diversos conceptos, si hubiera escrito a medida
que aplicaba sus conocimientos para asegurarse de su verdad,
seguramente que habría hecho escuela; y entonces, la
cefalometría hubiera ido poco a poco conquistando el lugar que
le corresponde entre las ciencias, porque muchos se habrían
convencido por si mismos, como yo, de su verdad y
conveniencia.
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Para hacer escuela, aún en el caso de conocimientos


embrionarios y destinados al olvido en tiempo más o menos
largos, es necesario que el que está poseido de las nuevas
ideas, escriba mucho, a fin de llamar de algún modo la atención
general. Harembert ha escrito poco y debió dedicar un folleto a
cada cráneo de los que estudió. Lo hizo así con el del célebre
asesino Dumollard, y tenía como haber hecho otro tanto con
muchos.
Para que el transformismo cundiese, fue necesario que
Darwin, con un tesón digno de admiración, escribiese sus
voluminosas obras, en que acumuló con las propias
observaciones las de muchos, llegando a la nimiedad en los
detalles, en que demuestra cien veces lo mismo por
aplicaciones a diversas especies.
Pero no siempre es signo de verdad conquistada la fama que
tal o cual teoría alcanza. Las observaciones de Lombroso no
solo han hecho camino, sino que han infatuado a algunos, o
mejor dicho, dado pávulo a la fatuidad, cuando ni el mismo
autor ha dejado de decir más de una vez en sus obras, que se
trata únicamente de observaciones dignas de continuación,
dejando ver por su mismos datos que por ahora no puede
fundarse nada definitivo en ellos (1)
Por mi parte, estoy convencido que tanto los que creen que
todo es materia como los que buscan la existencia del alma,
deben estudiar el cerebro interna y externamente, porque de él
parten los instintos, de él la inteligencia, la voluntad, la
memoria y las pasiones, ya sea como foco espontáneo, ya como
instrumento al servicio del espíritu. La cefalometría tiene
mucho de verdad y debiera relacionarse con la antropología.
Esto es tan razonable, tan lógico, que es de esperar no pase
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mucho tiempo sin que a la disección cerebral, a las medidas


angulares, a algunas (pocas) observaciones sobre la fisionomía,
se agreguen las medidas cefalométricas, hasta que se logre
implantar una psicología verdaderamente científica.

(1) Para darse cuenta de la ligereza y poco valor científico de algunas de


las observaciones de Lombroso, es bueno leer La biología aplicada a la
sociología por el sabio médico Eug. Wasserzug (padre) –Buenos Aires.
♦♦♦

Magnetismo espiritual

En la página 133 del tomo segundo me he referido al hecho


de la magnetización de un médium por otro, que, en estado
normal, es incapaz de magnetizar a nadie, y he clasificado este
fenómeno de magnetismo espiritual.
Ahora bien; como en las páginas 151 y 158 inclusive he
tratado de demostrar que el espíritu no arrastra consigo el
fluido vital que anima al organismo, podría creerse, a primera
vista, que existe una contradicción, y no siendo tal, conviene la
presente aclaración.
En cuanto a que el magnetismo no se opera del mismo modo
que la posesión, queda demostrado por el hecho mismo de que
el que magnetiza no es el espíritu que toma la posesión,
viéndose en este caso dos actos del todo diversos; pero puede
objetárseme que si necesario es el fluido vital para la
magnetización, los espíritus disponen de él, en ciertos casos
puesto que magnetizan.
Para magnetizar tienen que valerse de un medium, es el
espíritu que está en posesión el que en realidad dirige los
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fluidos para magnetizar a otra persona, pero encuentra los


fluidos vitales en el médium.
En tal caso, se me dirá, cómo explicar que ese médium no
sea magnetizador en su estado normal, pues que en él
encuentra el espíritu el fluido requerido? La contestación es
fácil y ajustada a la verdad y el hecho. El fluido eléctrico
transformado en su paso por el organismo humano, es el
fluido magnético o vital de las personas. De ahí que estando el
espíritu que ha de operar en posesión de un médium,
establécese una corriente fluídica tomada del ambiente por un
número dado de espíritus que forman la cadena, y el fluido así
asimilado por el médium es rápidamente transformado por el
organismo, modificado, como dicen los espíritus que han
explicado el fenómeno.
Debo decir también que no cualquier espíritu puede hacer lo
que en la Constancia presenciamos. El espíritu que opera el
magnetismo, es de un poder excepcional en ese sentido.
Ningún otro de los que dirigen nuestro centro es capaz de
hacer otro tanto, aun siendo ayudado por los otros en la forma
indicada.

♦♦♦

Palabras de Flammarión

El nombre de materialistas que aún se dan algunos hombre


que no ven más que las apariencias vulgares de las cosas, no
debiera ser ya considerado por los pensadores sino como una
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expresión sin significado. El Universo visible no es lo que


aparece a nuestros sentido, es el Universo invisible el que
constituye la esencia y sostén de la creación. En efecto, este
Universo visible se compone de átomos invisibles y las fuerzas
que los rigen son también inmateriales e invisibles. Buscad la
materia y no la encontrareis; es un miraje que se aleja a medida
que se adelanta; espectro que se desvanece cuando creemos
que vamos a tocarlo. No sucede lo mismo con la fuerza, con el
elemento dinámico, es la fuerza invisible e imponderable lo que
encontramos en último análisis, y es ella lo que presenta la
base, el sostén y la esencia misma del Universo…..
Habeis aproximado alguna vez un pedazo de hierro a una
aguja imantada, libremente suspendida? Qué maravilloso
espectáculo el de su movilidad, sus palpitaciones, bajo la
influencia de un objeto en apariencia inerte y que obra sobre
ella a distancia! Observemos una brújula colocada en un sótano
bien cerrado: un regimiento pasa, y la brújula se agita
influenciada a distancia por las bayonetas de acero. Una aurora
boreal tiene lugar en Suecia? La brújula la siente en París. Qué
digo! Las fluctuaciones de la aguja imantada están en relación
con las manchas y las erupciones solares. La física moderna es
la proclamación del Universo invisible.

♦♦◆
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Experiencias del sabio Reichenbach sobre el fluido ódico-


magnético

1ª Carta

En el transcurso de vuestra vida, ¿no habeis encontrado cierto


número de personas que tenían la peculiaridad rara de serles
antipático cuanto era amarillo? Sin embargo un limón, el oro
brillante, o una hermosa naranja presentan un aspecto
agradable. ¿Qué podrán tener de repulsivo? Preguntad a esas
personas qué color les agrada, y todas de común acuerdo os
dirán: el azul. El azul de los profundos cielos es de un aspecto
benéfico, pero si por la noche este azul se halla rodeado como
de un marco de oro, lo bello se une a lo más bello – lo
magnífico se nos aparece. Si se me dejase libre para escoger
para mi vivienda entre un aposento tapizado o pintado de
amarillo y otro de color celeste claro, es muy probable que yo
daría la preferencia al amarillo: todos los enemigos del amarillo
a quienes hablaba de este modo, se burlaban de mí y lástima
tenían de mi gusto. Doy vuelta a la pregunta: deseo saber si
habeis alguna vez hallado un hombre que os haya dicho que
detestaba el azul? Por cierto que no; ni uno sólo ha tenido
horror del color azul. De donde proviene esta conformidad
entre varios hombres para disgustarles el amarillo y preferir el
azul? Sabemos por los estudios hechos de los colores, que el
amarillo y el azul se hallan en ciertas correlaciones; son colores
complementarios que forman una especie de antítesis polar.
¿Habría, por casualidad, algo más que pudiera quedarnos
oculto, por fuera de la simple actividad óptica producida sobre
nuestra visual?
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¿Sería una diferencia desconocida más profunda que la


sencilla diferencia óptica de los diferentes colores que todos
conocemos? Y ¿habría también para las percepciones de
semejante diferencia, una diferencia entre los hombres, de
modo que unos estarían en estado de percibir lo que otros no
podrían reconocer? Y ¿habría hombres dotados; por así decir,
de dobles sentidos? Sería una cosa bastante singular; tratemos
se seguirla un poco más de cerca.
Una jovencita le echa de buena gana una mirada al espejo. No
deja tampoco de haber hombres que ven con cierto placer
reproducirse sus facciones. Más, ¿sería posible que hubiese
jovencitas, mujeres y hombres a quienes el espejo repugna,
que de él se alejan y que no pueden soportar el reflejo de su
propia imagen? Y en verdad sea dicho, existen semejantes
seres. Hay hombres y no escasean, a quienes el espejo produce
un sentimiento de inquietud, como si un soplo tibio,
desagradable, llegase a ellos y fuese la causa que no les
permitiese permanecer un minuto delante de un espejo. El
espejo no tan solo les envía su imagen, pero además les
proyecta una impresión indecible y dolorosa: a unos con más
fuerza, a otros con menos, a algunos tan poco sensible, que la
repulsión es dudosa.
¿De dónde proviene esto, y qué podrá ser? ¿Por qué algunas
personas solamente son las que sienten esta contrariedad, y no
todas?
Habeis viajado mucho, y es imposible que en los carruajes
públicos, ómnibus, o ferro-carriles, hallais dejado de
encontraros con hombres que exigían con insistencia y
constancia que estuviesen las ventanillas de los vehículos
abiertas, aunque el aire o el frío fuesen intensos, sin
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miramiento alguno por los compañeros de viaje arromadizos,


reumáticos, etc; estos hombres, según vuestro juicio ¿eran
insoportables? A eso llamabais una falta de educación, más
contened un poco vuestro juicio, os lo ruego, a lo menos hasta
que algunas de mis cartas hayan pasado ante vuestra vista; tal
vez adquirais entonces la convicción de que en el recinto de
una sociedad muy compacta suceden cosas desconocidas,
bastante poderosas para que lleguen a hacerse insoportables
para algunos, mientras que otros, ni aún de ellas se aperciben.
¿No conoceríais entre vuestros amigos alguno caprichoso,
que, en la mesa, en el teatro, en sociedad, en la iglesia, no
quiere sentarse en las filas entre los demás, y que
constantemente tiene la pretensión de ocupar un rincón?
¡Observad a este ser, es nuestro hombre: pronto trabaremos
con él un conocimiento más íntimo.
¿Sin duda habreis notado mujeres que gozando de buena
salud, sin embargo, enferman hasta la sincope en la iglesia?
Muchas personas hay que no pueden conciliar el sueño sobre
el lado izquierdo, y que se adormecen en cuanto se acuestan
sobre el lado derecho. Otros lo mismo duermen bien del lado
derecho como del izquierdo. Hay hombres que al comer con
cuchara de metal o de plata de la China, sienten la mayor
repugnancia, mientras que otros no hacen caso ninguno. A
muchos les repugnan los alimentos calientes o muy cocidos, las
gorduras, los dulces; prefieren las comidas sencillas un poco
ácidas. Muchos tienen una predilección por la ensalada, y
repiten que darían de buena gana los demás manjares por un
poco de ensalada. Otros no pueden comprender este capricho
extravagante y anormal. Hay para quienes es insoportable que
alguien se coloque detrás de ellos; éstos huyen de las
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muchedumbres, de las reuniones numerosas de hombres y de


los mercados.
Algunos se disgustan cuando se les ofrece la mano; no
pueden sufrir que se retenga un rato la de ellos; se sueltan y se
van. Cuantos hay que no pueden soportar el calor de una estufa
de hirro, y muy bien el de un horno de porcelana. Hay
centenares de hechos de esta especie que no se pueden atribuir
ni a la imaginación, ni a la educación, ni a la costumbre. Estos
fenómenos jamás se hallan asilados, sino por el contrario,
asociados entre sí. El enemigo de lo amarillo teme al espejo.
Aquel que quiere sentarse en un rincón, exige que se abran las
ventanillas del carruaje. El que bien duerme del lado derecho se
enferma en la iglesia. Los que temen comer con los metales ya
citados, prefieren los manjares fríos y sencillos, rechazan los
dulces y las gorduras, y prefieren la ensalada. Existe una
solidaridad de estas singularidades especiales entre los que las
poseen. La experiencia nos prueba que el que conoce a los
unos, conoce a los otros.
De esto resulta claramente, que se hallan entre sí en una
relación evidente, que su lazo de unión tiene un origen común
desconocido.
Más si este origen se halla en algunos hombres y no en los
demás, claro es que desde este punto de vista hay
efectivamente dos clases de hombres, los ordinarios que no
poseen ninguna de estas irritabilidades, y en particular los
irritables, quienes, por el más pequeño motivo, se excitan en el
sentido ya expresado. A estos se les puede llamar sensitivos,
pues, a menudo, son más irritables que la planta llamada
sensitiva (mimosa púdica); lo son por su naturaleza, que no
pueden desechar o vencer aún cuando lo quisieran. Su número
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no es pequeño: pronto veremos hasta qué profundidad llegan


estas cosas en la sociedad humana, de las cuales no he querido
aquí daros sino una pincelada superficial.

2ª Carta

EL OD, LOS CRISTALES Y LA CAMARA OSCURA.

Según las indicaciones que os he dado, habeis conseguido


hallar entre vuestras relaciones alguno que pertenezca a los
que yo llamo sensitivos. No es muy difícil hallarlos; en todas
partes abundan; y si no os es dado encontrarlos que gocen de
perfecta salud, informaos de aquellos que tienen el sueño
penoso, que arrojan las cobijas, hablan durante el sueño y
hasta solevantan, padecen cortas jaquecas, y a menudo dolores
de estómago que rápidos desaparecen, que se quejan de
disonancias nerviosas, no gustan de la alta sociedad, se ciñen
con preferencia a algunos amigos, o buscan la soledad. Con
cortísimas excepciones, todos estos individuos son más o
menos de una naturaleza sensitiva. Pero todo esto no es sino el
lado trivial del asunto acerca del cual me consutais; bajo el
punto de vista de la piedra de toque científica, aparecen cosas
de una mayor importancia. Haceos de un cristal de roca natural
tan grande como posible sea, un espato gipsoso, como de dos
palmos de largo, por ejemplo, o un tungstiro, o un cristal de
roca del monte gotardo, de un pie de largo, colocadlo
horizontalmente sobre la esquina de una mesa o de una silla,
de tal modo que ambas extremidades sobresalgan libremente.
Colocad enseguida delante del cristal a una persona sensitiva,
pidiéndole que presente la palma de la mano izquierda a las
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extremidades de dicho cristal, a tres, cuatro o cinco pulgadas


de distancia; no pasará medio minuto sin que el sensitivo os
diga que, de la extremidad de la punta superior del cristal, le
viene un soplo fino y fresco contra la mano, y que, por el fondo
sobre el cual el cristal ha hecho su crecimiento, le viene algo de
tibio hacia su mano. Hallará que el soplo fresco es agradable y
refrescante, y el tibio desagradable y acompañado de una
sensación contrariante y que hasta cierto modo repugna, y que,
si durase por algún tiempo más, se apoderaría de todo el brazo
produciéndole una impresión de cansancio. Cuando hice por
primera vez este experimento, era tan nuevo como enigmático
para mí; nadie quiso creerlo. Entre tanto lo he repetido en
Viena con centenares de sensitivos, se ha comprobado en
Inglaterra, en Escocia, en Francia, y cada cual puede hacer la
prueba, pues en todas partes hay sensitivos. Poned vuestra
mano izquierda próxima a otros puntos del cristal, por
ejemplo, contra sus aristas laterales; sentireis igualmente ya
algo de tibio, ya una sensación de frescura, pero siempre y por
comparación más débil que a las dos extremidades que se
hallan en oposición polar. Como estas sensaciones opuestas se
producen sin que se toque a los cristales, hallándose a la
distancia de varias pulgadas, se hace evidente que algo sale de
estas así llamadas piedras semi organizadas, que de ellas fluye
e irradia, lo que la física no conoce aún y que anuncia su
presencia con impresiones materiales, aún cuando no
poseamos la facultad de verlo. Pero, como los sensitivos, por su
impresionabilidad, son notablemente más aptos para percibir
que otros hombres, se me ocurrió la idea de averiguar si no
podrían también sernos superiores bajo ciertos puntos, por el
sentido visual, si tal vez no se hallasen en estado de apercibir
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algo de esas emanaciones de los cristales en una profunda


oscuridad.
Para obtener de ello una prueba, llevé en una noche sombría
(mayo 1874), un grande y poderoso cristal de roca a casa de
una señorita, diña angélica Sturman, sensitiva en alto grado.
Quiso la casualidad que su médico, el profesor Lippioh, de gran
reputación entre los patólogos, se hallase presente.
Establecimos una perfecta oscuridad en dos piezas, en una de
las cuales puse el cristal. No necesitó mucho tiempo para que
me dignase el paraje en que yo lo había depositado. Me dijo
ella que todo el cuerpo del cristal estaba penetrado de parte a
parte de una luz tenue, y que sobre la punta se eleva una llama
azul del tamaño de una mano, que tenía un movimiento
ondulatorio y constante, a veces centelleante, forma de tulipán,
y que por lo alto se disolvía en un vapor fino. Cuando di vuelta
al cristal, ella vio elevarse del lado obtuso un humo húmedo,
colorado-amarillo. Ya podeis imaginaros el placer que esta
declaración me causó. Esta fue mi primera observación. Entre
miles que he hecho después sobre los cristales con
innumerables variaciones, y por las cuales el hecho quedo bien
establecido por un número considerable de sensitivos que, las
percepciones sensuales, que llegan por los cristales, vienen
acompañadas de apariciones luminosas que se siguen unas a
otras poco a poco, siendo azules, rojas o coloradas, los colores
están polarmente opuestos unos a otros, y no pueden ser
vistos sino por personas sensitivas. Si quereis repetir esos
ensayos, preciso será que os diga que tan sólo en una
oscuridad absoluta podreis obtener resultados favorables. La
luz del cristal, por lo general es tan fina y tan débil, que si el
indicio de otra luz se percibiese en la cámara oscura, bastaría
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para deslumbrar al observador, es decir, para amortiguar


momentáneamente su aptitud sensitiva para percibir una luz
tan débil. A más, pocas son las personas tan fuertemente
sensitivas como la señorita ya citada. Los sensitivos medianos
necesitan por lo general permanecer una o dos horas en la
oscuridad, hasta que el ojo quede bastante libre de la
excitación de la luz del día o de la lámpara, y bastante
preparado por lo tanto para poder reconocer la luz del crista.
Sí! En muchas circunstancias me ha sucedido con sensitivos
débiles, que a la tercera hora no habían visto nada, y que sin
embargo a la cuarta han llegado a ver claramente lucir los
cristales y se convencieron de la realidad de la proyección
luminosa de los mismos. Ahora estareis impacientes por saber
qué significado se debe dar a esto, y qué lugar deben de
ocupar estas apariciones entre los fenómenos de la física y de
la fisiología. Según su consistencia subjetiva y objetiva, ellas no
son calor (calórico) aún cuando produzcan sensaciones que se
asemejan al tibio y al fresco; porque en esto no se puede
imaginar un foco de calórico, y si hubiese uno, no tan solo
sentirían su presencia los sensitivos, lo mismo que los no
sensitivos, y mejor todavía un termóscopo fino. Estas
apariciones no provienen de electricidad, pues les falta la
excitación al efluvio eterno que de ello emana. El electroscopo
nada siente, y un derivado según las leyes eléctricas permanece
sin movimiento. No puede ser ni magnetismo ni día-
magnetismo, desde que los cristales no son magnéticos, y que
el día magnetismo no obra en el mismo sentido en todos los
cristales, pero si en sentido muy diverso y opuesto; lo que no
sucede en este caso por manera alguna. Tampoco puede ser la
luz ordinaria que conocemos, pues, aún cuando esta luz
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apareciese aquí, esta luz no produce en ningunas parte


sensaciones tibias y frescas. En resumen, ¿qué son estas
apariciones descritas? Si absolutamente deseais saberlo, me
obligais a confesaros que yo mismo lo ignoro. Tengo a la vista
las manifestaciones de una dinámica que no puedo asentar
entre aquellas ya conocidas. Si no me equivoco en mis juicios
acerca de los hechos adquiridos, esto se colocará entre el
magnetismo, la electricidad y el calórico; pero ello no puede
identificarse con ninguno de los tres, y en esta perplejidad, lo
he, entretanto, designado dándole el nombre de OD, cuya
etimología dejaremos para más adelante.

3ª Carta

EL SOL, LA LUNA Y EL IRIS

Conoceis los sensitivos así como el elemento en el cual se


manifiestas, es decir el dinámido a que he dado el nombre de
Od; pero con esto no hemos tocado sino un ángulo de la cenefa
de la gran vestimenta con la cual se ha envuelto toda la
naturaleza con él. Esta fuerza maravillosa no tan solo fluye de
los polvos de los cristales, brota además de muchos
manantiales diversos del universo con una fuerza igual si no
superior. Para empezar voy a conduciros, por lo pronto, delante
de los astros, del sol. Colocad a una persona sensitiva a la
sombra, poned en su mano un tubo vacío de barómetro o
cualquiera otro tubo, aunque sea un bastón, haced que ponga
ese tubo en los rayos del sol mientras que el cuerpo y la mano
permanecen en la sombra. Pronto oireis algo de este sencillo
experimento que os asombrará. Esperais tal vez que la persona
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que practica este experimento ha de sentir el calor! Ella os dirá


precisamente lo contrario. La mano sensitiva percibirá
impresiones diversas, pero el resultado será el frescor. Cuando
coloque el tubo a la sombra el frescor desaparecerá, y sentirá
que el tubo se calienta. Si lo vuelve a poner en el rayo del sol,
sentirá otra vez volver la frescura; así podrá ella misma verificar
alternativamente la exactitud de su propia sensación.
Existen pues circunstancias muy sencillas que hasta ahora no
se habían observado, en las cuales el rayo de sol inmediato no
tan solo comunica calor, pero a la vez frío del modo más
inesperado y singular. Los sensitivos os dirán que este frescor
es análogo en su modo de obrar al que poseía la punta del
cristal de roca. Si pues este frescor es de la naturaleza del Od,
preciso es que de un modo o de otro él se deje expresar como
aparición luminosa en la oscuridad, y lo conseguiréis si quereis
repetir el siguiente ensayo. Llevé de una pieza alumbrada un
alambre de cobre a las tinieblas de la cámara oscura; después
coloqué la extremidad opuesta de este alambre en los rayos
solares. No bien lo hube colocado de este modo, cuando la
parte del alambre que estaba en la pieza empezó a hacerse
luminosa, y que a su extremidad se elevó una especie de
pequeña llama del tamaño de un dedo. De este modo, el rayo
solar derramó Od en el alambre de cobre, que los sensitivos
vieron fluir en la oscuridad bajo la forma de luz. Pasad un poco
más adelante: haced caer el rayo solar sobre un buen prisma de
cristal y lanzad los colores del iris contra el muro más cercano;
haced que pruebe estos colores una persona sensitiva teniendo
el tubo de vidrio con su mano izquierda. Si lo coloca de modo
que tan solo reciba en el aire el color azul o el violeta, la
sensación será la del frescor de un modo muy agradable y más
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frescamente que lo que sentía con el rayo del sol en toda su


integridad.
Si por lo contrario ella coloca el tubo en el rayo colorado,
entonces desaparecerá de repente la frescura bienhechora, para
dar lugar al calor; una tibieza y un malestar pronto se
apoderarán del brazo. En vez del tubo podreis también hacer
que el sensitivo meta el dedo desnudo en los colores, el
resultado será el mismo. He dado la preferencia al tubo para
neutralizar la cooperación de los verdaderos rayos del calórico
sobre la mano por un mal conductor del calórico. Los
productos descompuestos de la luz del sol fueron exactamente
semejantes a los de los polos de los cristales. Resulta de ahí
od, en ambos modos de operar, en los rayos solares; fluye a
cada momento en una cantidad inconmensurable de nuestro
astro del día con la luz y con el calórico, y forma un nuevo y
poderoso agente en él, cuyo alcance no nos es dado todavía
entrever. Permitidme que ahora eche una mirada retrospectiva
sobre los enemigos del amarillo y los amigos del azul de que se
trata mi primera carta. ¿no hemos visto que el polo del cristal
que ha exhalado un fresco agradable ha dado una luz azul, y
no volveis a hallar aquí por otro camino diferente, que la luz
solar con su rayo azul, da un fresco agradable? Del mismo
modo el rayo amarillo y colorado, ¿no ha producido
sensaciones dolorosas con un soplo tibio y contrario para el
sensitivo? Veis que en ambos casos, tan infinitamente distintos
uno de otro, al azul acompañan siempre sensaciones
agradables, y al rojo-amarillo sensaciones contrarias. Por lo
tanto obteneis un primer indicio que os pondrá en guardia
contra un juicio precipitado acerca de los caprichos así
llamados de las personas sensitivas. Notad que con efecto algo
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más debe existir oculto en el amarillo y el azul de nuestros


colores que la sencilla acción óptica sobre el tejido de nuestro
ojo, y que en esto un profundo instinto guía el juicio de
nuestros sensitivos para este algo sutil y desconocido; esto
merece todos los esfuerzos de nuestra atención. Pero haciendo
abstracción de los colores, quiero presentaros otro ensayo fácil
que hice a menudo para averiguar cuánto Od contenían los
rayos solares. Polarizad éstos del modo usual, y dejadlos caer
bajo 35 grados sobre un conjunto de una docena de láminas de
vidrio; dejad que el sensitivo sumerja el tubo, que tomará con
la mano izquierda, unas veces en la luz rechazada, otras en la
que ha pasado; le oireis siempre decir que la primera da un
fresco ódico y la última un tibio desagradable. Si os sentís de
buen humor, podreis con lo siguiente embromar un poco a los
químicos. Tomad dos vasos de agua iguales; colocad uno de
ellos en la luz solar rechazada y el otro en aquella que ha
pasado. Transcurridos 6 ó 7 minutos, haced que un sensitivo
paladee el agua. En el acto os dirá que el agua que ha estado
en la luz rechazada está fresca y es un tanto ácida, y que la de
la luz pasada es tibia y ligeramente amarga.
Haced otra cosa todavía: colocad una pequeña vasija de vidrio
llena de agua en la luz azul del iris, y otra en el rojo amarillo, o
colocad uno a la extremidad de la punta de un gran cristal de
roca y otro debajo del lado obtuso, podeis estar seguro que en
ambos casos el sensitivo hallará siempre el agua que sale da la
luz azul agradable, delicada, acidulada, y la que sale del rojo
amarillo repugnante, un poco amarga y acerba. Beberá la
primera con placer, si se lo permitís; pero si pretendeis
obligarle a beber la otra, os sucederá tal vez lo que a mí, que al
rato el sensitivo la arrojará del estómago con grandes bascas.
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Entregad ahora esas aguas a los señores analizadores químicos


y que os extraigan el amarrum y el acidum.
Haced lo mismo con la luz de la luna como lo hicisteis con la
del sol; obtendréis resultados análogos, pero en parte
polarmente inversos. Un tubo en la mano izquierda de un
sensitivo sumergido en la pura y plena luz de la luna no le
producirá frescor; le parecerá tibio. Un vaso de agua que habrá
permanecido a la luz de la luna le parecerá mas tibia y de peor
gusto que aquella que, por igual espacio de tiempo, habrá
permanecido a la sombra. Todos saben la gran influencia que la
luna ejerce sobre una cantidad de hombres; las personas todas
que se hallan bajo su presión son sin excepción sensitivas y por
lo general bastante delicados. Como está probado que la luna
emite productos ódicos, y que su influjo sobre los lunáticos
concuerda perfectamente con los que se puede obtener de
otras fuentes ódicas, este astro se nos presenta ahora revestido
de un gran significado como emanando el Od. Así que la luz del
sol y la de la luna nos irradian tan pródigamente la fuerza
ódica, que podemos recoger fácilmente y conservarla con los
sencillo experimentos que os he descrito. Pronto recibireis
pruebas de su inconmensurable influjo sobre el género
humano, y por lo tanto, sobre el reino animal y vegetal. El Od
se halla en todo como dinámico cósmico: irradia de estrella a
estrella, y, así como la luz y el calórico, abarca el universo
entero…………………………………………………………………………
…………………………………………………………………………………

Estas cartas por su número e importancia podrían formar un


volumen. He transcrito lo esencial y terminaré con un párrafo
tomado de la novena carta.
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Tenía conmigo al mecánico M. Enter, un sensitivo medio, en


la cámara oscura (octubre 1851), y quería averiguar si existía
alguna relación entre el sonido y el Od. Traje la campana de
una máquina neumática, tomela por el botón y con cuidado la
golpeé con una llave. En cuanto se produjo el sonido se hizo
luminosa y visible. Cuanto más fuerte era el golpe tanto más
intensa se hacía la luz. Una campana de metal de un sonido
incisivo golpeada durante un tiempo se hizo tan reluciente que
una luz clara se esparció por toda la pieza, lo que fue visto por
todos los sensitivos. Una barra de metal, un imán, una
herradura de caballo, golpeadas para que produjeran un
sonido, aumentaban de resplandor. Después de haber hecho
sonar con el arco las cuerdas de un violín, no tan solo las
cuerdas, pero la misma tabla de armonía se hicieron
relucientes. Los cuerpos sonantes se pusieron en estado igneo
ódico, más esparcieron también su derredor una claridad
luciente, parecía que los rodeaba como una aureola de santo.
Cualquier vaso que se tocase con un cuchillo, como se
acostumbra para llamar aun criado, adquiría una atmósfera
luminosa, y tanto más clara cuanto más fuerte era el sonido
que el instrumento producía.

♦♦♦

Mariano Perdriel, médium curandero en Buenos Aires

Al terminar esta obra, he sabido por los diarios de la capital


que tenemos entre nosotros un gran médium curandero.
Mariano Perdriel aplica las manos con éxito hace más de doce
años; aunque alguna vez llegó la noticia a la clase ilustrada de
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la sociedad, no se paró en ello la atención, suponiendo, en vista


de la clase de gente que relataba sus milagros, que se trataba
de algún charlatán embaucador de ignorantes. Se pensó, tal
vez, que les hacía creer que estaban atacados de enfermedades
graves para explotarles y crear fama. Pero, hace poco tiempo,
alguna persona conocida se dejó aplicar las manos, tratándose
de una enfermedad que habiendo resistido a los recursos de la
medicina, fue curada por Pedriel. Le siguieron otras, hasta que
se generalizó la noticia de su poder. Un caballero que ha sido
redactor de un diario político, hizo públicas las curas
extraordinarias que efectuaba aquél, y desde ese momento
fueron a llamar a la puerta del curandero, enfermos cuya
categoría podía juzgarse por el lujo de los coches que allí
estacionaban. Llegadas las cosas a este punto, el consejo de
higiene creyó de su deber llamar ante sí a Perdriel. Presentose
éste patrocinado por personas de alta posición social, que no
solo le defendieron de viva voz, sino también por la prensa,
haciéndose aún más públicas las maravillosas curas de tan
modesta persona, por medios que la ciencia rechaza.
Al terminar la sesión del Consejo, el secretario díjole a
Perdriel: Tengo un terrible dolor de cabeza: -si Ud. Tiene, el
poder de que hace gala, podía Ud. Dar pruebas de ello
quitándomelo con la facilidad que estos caballeros aseguran
que usted lo hace. Perdriel contestó afirmativamente y colocó
sus manos sobre la cabeza del paciente. A los pocos minutos,
declaró éste que el dolor había desaparecido por completo. Uno
de los médicos que presenciaban el hecho, díjole entonces. Veo
que es ud, una medicina. A lo que contestó aquél con
desenvoltura: Pues en tal caso, Ud. Debiera recetarme.
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Excusado decir que Perdriel ha podido seguir ejerciendo su


benéfica facultad y curando hasta personas desahuciadas por
los médicos.
Muchos hechos de curas sorprendentes corren de boca en
boca. Lo cierto es que se han relatado en la prensa, por
personas bien reputadas, algunas que no son de menos
importancia que las ejecutadas por Hippolyte y otros grandes
mediums.
Perdriel carece de instrucción, y según me ha asegurado un
amigo, no parece conocer el espiritismo, si bien los
diagnósticos que hace, la elección instintiva del punto en que
ha de colocar las manos y los pronósticos en cuanto al tiempo
en que se alcanzará la mejoría o el completo restablecimiento,
demuestran que recibe inspiración y está bien asistido.
Aunque nada al respecto haya declarado Perdriel, se le ha
oido decir que él necesita algunas horas de reflexión en el día,
para saber a qué atenerse en cuanto a los enfermos. Su poder,
dice con sobrada razón, le viene de dios, que todo lo puede. En
consecuencia, nada cobra, si bien, como no tiene fortuna,
recibe lo que buenamente quieren darle; nunca pide ni insinúa
la cuestión de dinero, atendiendo con igual solicitud y
sentimiento caritativo tanto al rico como al pobre.
La mediumnidad de Perdriel, como la de Teresa Urrea en
México, viene a probar lo que he sostenido en esta obra. El
fluido eléctrico del ambiente se acumula y se transforma, con la
sola diferencia en cuanto a la intensidad, en todas las personas,
produciéndose así lo que llamamos magnetismo animal. Las
mejor dotadas en esto, pueden magnetizar, y como lo he
demostrado con hechos irrecusables, curarán algunas
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enfermedades por la transmisión de ese fluido vital a los


pacientes.
Ahora bien, si en lugar de la instrucción que aquellas
aplicaciones requieren, se tiene la mediumnidad, estaremos en
presencia de mediums curanderos, que, guiados por los
espíritus, acentuarán el fenómeno de la acumulación, siendo el
fluido dirigido por ellos en la forma más adecuada, pudiendo, a
la vez, manejar al instrumento (médium) por la inspiración o
por la audición. Las curas son de este modo más rápidas y más
extraordinarias que las que pueden operar los magnetizadores.
La mayor o menor eficacia de los fluidos de un médium, no
depende tan solo de la cantidad de fluido en movimiento, sino
también del grado de elevación alcanzado por el espíritu
encarnado, de su moralidad en la presente encarnación y de la
elevación de los espíritus que le guían.
Perdriel puede ser ignorante en esta existencia, por las
circunstancias de su prueba; pero puede ser un espíritu
preparado intelectual y moralmente.
Humanidad!.... menos orgullo en la efímera ciencia
conquistada… más humildad…. Más aprecio y estudio de los
fenómenos de origen espiritual que por todas partes se
presentan, si quieres llegar más pronto a la posesión de la
verdad, del bien y de la felicidad.

♦♦♦
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Consejos a los espiritistas y a los que quieran experimentar en


espiritismo

Sucede muy a menudo que personas de buena fe, pero de


poca preparación intelectual, se entregan a las prácticas
espiritistas, sin saber de lo que se trata y sin otro objeto que la
satisfacción de una curiosidad.
La curiosidad es muy justa y muy recomendable en este caso,
pero siempre que ella esté dispuesta, una vez satisfecha, a
ceder el lugar a móviles más serios.
No sucede así, las más de las veces, sino que, o se abandona
la experimentación porque ha dejado de ser una novedad, o se
la convierte en juego de salón, evocando a los espíritus para
que nos adivinen cuántos centavos tenemos en el bolsillo,
quien es la persona amada, si seremos afortunados en los
negocios o si viviremos mucho tiempo.
Es muy deplorable lo que sucede en el primer caso, pero peor
es lo del segundo, que puede llegar a ser un juego peligroso de
muy serias consecuencias, justo castigo de tan mal empleo
hecho de los medios que Dios nos proporciona para nuestro
propio progreso y el de nuestros hermanos, con quien estamos
en la obligación de compartir el convencimiento adquirido
respecto de la inmortalidad del alma y el conocimiento de la
vida espiritual.
La seguridad obsoluta que nos trae el espiritismo respecto a
la existencia de la vida ultra-terrena, de la cual nuestras almas
están destinadas a formar parte, la enseñanza práctica que nos
proporciona respecto al modo para conseguir una existencia
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dichosa en ese mundo eterno de los espíritus, el conocimiento


de nuestro origen y de nuestro fin, de la justicia divina, del
progreso indefinido a que estamos destinados, etc.; el
conocimiento, decimos, de todo esto y de cuanto nos trae la
revelación de los espíritus, está destinado, como no puede
dudarse, a transformar el mundo en el sentido del bien y de la
felicidad.
Rasgado el velo que por tantos siglos nos ocultó toda esa
vida grandiosa, inmensa, infinita, que le está destinada al ser,
desaparece delante de ella la insignificancia de nuestra vida
actual de hombres. Contemplamos a la verdad cara a cara y
leemos con seguridad en el libro abierto de nuestro porvenir.
Esto se llama la vista del alma. Pues bien, ¿podrá haber necedad
mayor que la de relegar al olvido, como cosa sin importancia,
los medios que nos la proporcionan, y podrá haber crimen más
grande que el de perder el tiempo en jugar con el instrumento
que nos ha dado la vista, mientras que con él podemos darla
también fácilmente a tanto hermano nuestro que gime en la
oscuridad del alma?...No, por cierto, y solo la ignorancia puede
hacer disculpable necedad y crimen tan grandes.
Pero hay más, y ya lo hemos señalado. El entregarse de lleno
a las prácticas espiritistas sin un fin serio y sin conocimiento
alguno respecto de lo que se lleva a cabo, puede acarrear
consecuencias muy desagradables, cual sería, por ejemplo, la
de la obsesión (1)

(1) Llámase así el dominio que en ciertos casos llega a ejercer un


espíritu malo sobre el ser encarnado, y la cual toma todas las
apariencias de la locura, cuando no llega a manifestarse ésta de un
modo claro..
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El espiritismo trae un fin muy grandioso. El, representa el


movimiento de mayor trascendencia, en el sentido de las
ideas, que se haya visto jamás en la humanidad. Por eso los
espíritus encargados del desarrollo y progreso del espiritismo,
son seres de gran talla, sobre todo en lo mora, y no es posible
que su presencia acompañe a las personas que se divierten en
evocar a los muertos por mera curiosidad o para pasatiempo en
las largas noches de invierno. En estas reuniones no faltarán
espíritus que nos acompañen y contesten con prontitud a todas
nuestras preguntas, pero su sinceridad será siempre dudosa y
su valor estará de acuerdo con la poca seriedad de los
experimentadores.
Lo malo abunda más que lo bueno entre los espíritus cerca
rodean al hombre; pues bien, es en brazos de los malos que se
entregan los que hacen del espiritismo un juguete.
A los que solo buscan en el espiritismo satisfacer una mera
curiosidad, un pasatiempo o algún provecho personal, solo nos
queda aconsejarles, a nombre de la experiencia adquirida, que
dejen a un lado toda práctica medianímica. La evocación es un
arma de doble filo, ¡pobre de quien mal la maneja!... El
espiritismo no ha nacido para esta clase de personas.

Guía para la formación y sostenimiento de grupos y sociedades


espiritistas, por Ovidio Rebaudi y Cosme Mariño

Sociedad Constancia
Andes, 444
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A tan oportunos consejos, agregaré dos palabras


directamente dirigidas a los espiritistas en general.
En verdad les digo: que no es el ateísmo, que no es la
indiferencia, que no es el descreimiento, ni aun el catolicismo,
ni el ridículo efímero, los que pueden entorpecer la marcha del
espiritismo-no; todo ello, es más bien el incentivo de la lucha
para los espiritistas convencidos y que con ánimo levantado
han emprendido una cruzada sin tregua, en pro de la buena
nueva que traen a la humanidad para levantarla de su
postración moral y producir el bien. No es tampoco la ciencia
materialista la que puede dañar nuestra causa, o sea el
progreso de nuestra doctrina-no; por el contrario, es ella la
que, destruyendo el error y combatiendo el fanatismo, ha
preparado el terreno social hoy propicio al espiritismo.
Lo que es de temer, es que el espiritismo se populariza
demasiado pronto; y que por el hecho se encuentre con
elementos poco preparados y capaces de impedir su desarrollo
normal; lo que es de temer, es que los ignorantes, una vez en
posesión de la verdad espírita, se crean con la capacidad
suficiente para despreciar a los materialistas y a los religiosos,
mientras ellos se entregan con fanatismo a la dirección poco
garantida de cualquier espíritu; lo que es de temer, son los
grupos formados sin una dirección competente de una o más
personas que sean capaces, por su inteligencia e instrucción,
de comprender y rechazar la mistificación y las falsas doctrinas
que sostienen algunos espíritus que, aunque en el espacio, son
aún retardatarios o persisten en los errores que sostuvieron en
el mundo; lo que es de temer, sobre todo, es el empeño con
que algunas personas se meten a propagandistas, careciendo
de la elevación moral y de la requerida preparación intelectual.
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En verdad puede decirse, pues, que los enemigos del


espiritismo, los que en realidad pueden dañarle y hasta
ocasionar su caída, alejando así por más o menos tiempo la
realización de sus sanos propósitos que tienden a la
moralización y a la felicidad humana, son los espiritistas
pretenciosos, que envanecidos por haber presenciado algunos
fenómenos de comunicación, se lanzan impremeditadamente a
propagandistas o dan publicidad a dictados que desfiguran o
desvirtúan las verdades que el espiritismo entraña, o que, por
lo menos, comprometen su seriedad.
Conozco grupos en que se llaman visitantes para que
presencien fenómenos de tiptología y otros a todas luces
simulados. No se crea por esto que se trata de embaucadores
de oficio, ni que lleven un fin de lucro, ni egoísta en ningún
sentido-no; lo que les lleva a tamaña torpeza, es el deseo de
aumentar los socios para seguir luego con seriedad y verdad
los trabajos!!! Pero esto es lo menos malo; en otros grupos se
levanta un médium, que da un ronquido entre cada palabra que
pronuncia, y por él se manifiestan los grandes hombres que
fueron en el mundo. Esos discursos son admirados por los
desgraciados ignorantes que forman el grupo; pero esto no es
lo peor, sino que se publican luego sandeces, bajo nombres tan
conocidos como los de San Martín, Belgrano, Rivadavia, etc.
Más prudencia, pues, y menos afán de propaganda.

♦♦♦
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ADVERTENCIA

Al tener el alto honor de ofrecer al mercado una obra de tanta


trascendencia científico filosófica como la presente, satisfago
en parte uno de los más vehementes deseos de mi vida, que es
ir presentando al espiritismo en su más elevado aspecto.
No terminan con ella mis afanes ni queda agotado el
repertorio de lo bueno que en idéntico sentido está por editar,
sino que, muy al contrario, ésta es la primera de la serie de
obras que tengo en preparación, con las cuales confío poder
satisfacer el anhelo de los hombres estudiosos que en el
renacimiento psíquico de nuestros días, buscan con avidez
donde poder calmar sus ansias de saber respecto a los
múltiples problemas que el Hipnotismo, el magnetismo, las
ciencias ocultas, la teosofía, etc., han puesto sobre el tapete.
De las condiciones materiales nada me resta decir después
del fehaciente testimonio que pongo a la vista.
Solo espero que el favor del público no defraude mis
esperanzas y de este modo en breve contará la psicología
contemporánea con una selecta cuanto riquísima biblioteca.

El Editor.

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