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Págs. 157-174, ISSN: 0034-8341
PERFIL ETNODEMOGRÁFICO DE LA
AUDIENCIA DE GUATEMALA
POR
W. GEORGE LOVELL
Queen’s University, Kingston, Ontario, Canadá
CHRISTOPHER H. LUTZ
Plumsock Mesoamerican Studies, South Woodstock, Vermont, EUA
en el siglo XX, incluyendo una evaluación de su asociación intelectual con Sherburne F. Cook,
véase W. George LOVELL, «Woodrow W. Borah, 1912-1999», Mesoamérica, núm. 40, diciembre
de 2000, pp. 253-259.
dres, University of California Press, 1950, contiene gran cantidad de datos valiosos relacionados
con la Audiencia de Guatemala, al igual que su Studies in the Administration of the Indians in New
Spain, III, The Repartimiento System of Forced Native Labor in New Spain and Guatemala, Ibero-
Americana, 13, Berkeley y Los Ángeles, University of California Press, 1938, y su Studies in the
Administration of the Indians in New Spain, IV, The Emancipation of the Indian Slaves and the
Resettlement of the Freedmen, 1548-1553, Ibero-Americana, 16, Berkeley y Los Ángeles, Univer-
sity of California Press, 1940.
5 Para una crítica amplia de las fuentes que sirven como base de datos para nuestro síntesis,
véase W. George LOVELL y Christopher H. LUTZ, Demography and Empire: A Guide to the Popu-
lation History of Spanish Central America, 1500-1821, Boulder, San Francisco y Oxford, West-
view Press, 1995, también disponible en una versión revisada en español bajo el título Demografía
e imperio: guía para la historia de la población de la América Central española, Guatemala y
South Woodstock, Vermont, Universidad de San Carlos y Plumsock Mesoamerican Studies, 2000.
6 Véanse, entre muchos ejemplos, Woodrow BORAH y Sherburne F. COOK, The Aboriginal
Population of Central Mexico on the Eve of the Spanish Conquest, Ibero-Americana, 45, Berkeley
y Los Ángeles, University of California Press, 1963, y Sherburne F. COOK y Woodrow BORAH,
«The Aboriginal Population of Hispaniola», Essays in Population History, I, pp. 376-410. Para una
crítica de esta última, véase David HENIGE, «On the Contact Population of Hispaniola: History as
Higher Mathematics», Hispanic American Historical Review, 58, 2,1978, pp. 217-237.
7 Véanse, de nuevo entre muchos ejemplos, Sherburne F. COOK y Woodrow BORAH, The In-
dian Population of Central Mexico, 1531-1610, Ibero-Americana, 44, Berkeley y Los Ángeles,
del mestizaje, apenas considerado por Cook y Borah, pero que recibe una aten-
ción cada vez mayor en los actuales estudios sobre la Centroamérica española.
Finalmente, examinamos la distribución de la población y de los grupos étnicos
en vísperas de la Independencia.
Press, 1966, Murdo J. MACLEOD, Spanish Central America, A Socio-Economic History, 1520-1721,
Berkeley y Los Ángeles: y University of California Press, 1973, p. 38.
10 W. George LOVELL, Enfermedad y despoblación en Guatemala, 1519-1632, Noble David
COOK y W. George LOVELL, editores, Juicios secretos de Dios: epidemias y despoblación indígena
en Hispanoamérica colonial, Quito, Ediciones Abya-Yala, 2000, pp. 98-105.
11 Karl SAPPER, «Die Zahl und die Volksdichte der Indianischen Bevölkerung in Amerika vor
der Conquista und in der Gegenwart», Proceedings of the Twenty-First International Congress of
Americanists, 1924, pp. 95-104; y Carl O. SAUER, The Aboriginal Population of Northwestern
Mexico, bero-Americana, 10, Berkeley y Los Ángeles, University of California Press, 1935.
12 William M. DENEVAN, «Carl Sauer and Native American Population Size», The Geograp-
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BOLTON acerca de los estudios, sugirió que conociera a Carl SAUER, quien, después de una breve
evaluación, decidió admitirme en su seminario. Me quedé en ese seminario mientras fui estudiante
y uno o dos años después. El seminario proporcionaba un gran estímulo. BOLTON tenía un semina-
rio enorme que trataba del sudoeste y Latinoamérica. Los estudiantes probablemente eran de la
misma calidad que los de SAUER, pero BOLTON los trataba con mucha delicadeza y no los retaba ni
los hacía trabajar duro como SAUER, SAUER tenía una mente muy amplia que planteaba preguntas
nuevas y estimulantes —eran revelaciones— y obligaba a los estudiantes a pensar en ellas. Bolton
era mucho más tradicional; me dejaba usar la cabeza y hacer lo que quisiera, como dejaba a otros,
por lo general, pero no había el mismo entusiasmo y estímulo que uno experimentaba en el semina-
rio de Sauer».
14 William M. DENEVAN, editor, The Native Population of the Americas in 1492, Second Edi-
Los cálculos de Sapper, Denevan y los nuestros, entre otros, alcanzan su ple-
no significado por las trágicas y perdurables consecuencias demográficas de la
Conquista. La Conquista sobrevino de modo más brusco en las tierras altas y en
el litoral pacífico con poblaciones indígenas más avanzadas, en la tradición cultu-
ral de Mesoamérica. En las tierras bajas y cuencas del Atlántico, con poblaciones
menos sedentarias y bajo el influjo de las culturas suramericanas, la Conquista
tardó más en imponerse. Los indígenas sobrevivieron en las primera regiones por
razones también de medio ambiente y por el tipo de explotación introducido por
los españoles. Newson explica este fenómeno de la siguiente manera: «La super-
vivencia indígena fue posible en aquellas sociedades complejas y productivas en
las cuales existían pocos recursos que atrajeran a los conquistadores; en las so-
ciedades menos desarrolladas, donde había recursos naturales en abundancia, la
supervivencia indígena fue más difícil»22. Por más que esta correlación no valga
para toda la población indígena del período colonial, es útil tenerla en mente.
La población indígena disminuyó drásticamente durante el siglo y medio pos-
terior a la Conquista, en algunas regiones hasta más de un 90%, mientras que en
otras desapareció por completo. ¿Qué provocó tamaña despoblación?. Las en-
fermedades traídas del Viejo Mundo por los españoles y sus esclavos africanos
explican la envergadura y rapidez del proceso. No habiendo sido expuestos los
sistemas inmunológicos de los indígenas a enfermedades, entre otras, como la
viruela y el sarampión, los pueblos nativos sucumbieron a una sucesión de brotes.
Los españoles y sus esclavos africanos enfermaron y murieron igual que perecie-
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18 Peter GERHARD, The Southeast Frontier of New Spain, Princeton, Princeton University Pre-
ss, 1979.
19 W. George LOVELL y Christopher H. LUTZ, «Conquest and Population: Maya Demography
in Historical Perspective», Latin American Research Review, 29, 2, 1994, pp. 133–140.
20 William R. FOWLER, Jr., «La población nativa de El Salvador al momento de la conquista
española», Mesoamérica, 15, junio de 1980, pp. 79–116.
21 Linda A. NEWSON, The Cost of Conquest: Indian Decline in Honduras Under Spanish Rule,
Boulder, Westview Press, 1986, e Indian Survival in Colonial Nicaragua, Norman, University of
Oklahoma Press, 1987.
22 NEWSON, [21], 1986, p. 336.
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23 LOVELL, [10], p. 91. El énfasis en el factor epidemiológico en el proceso de despoblación es
argumento fundamental en la obra de Woodrow BORAH. Véase, entre muchos ejemplos, su «Ame-
rica as Model: The Demographic Impact of European Expansion Upon the Non-European World»,
Actas y Memorias del XXXV Congreso Internacional de Americanistas, tomo 3, México, 1964, pp.
379–387.
24 Un avance de esta cuestión en Juan Carlos SOLÓRZANO, «Las comunidades indígenas en
Guatemala, El Salvador y Chiapas durante el siglo XVIII: los mecanismos de la explotación eco-
nómica», Anuario de Estudios Centroamericanos, 11, 2, 1985, pp. 93-130.
25 David R. RADELL, «The Indian Slave Trade and Population of Nicaragua during the Six-
Solano, pero habida cuenta de la base espacial de sus cálculos, se alinea más bien
con Sanders y Murdy, y hasta con Denevan y nosotros.
El Cuadro 5 proporciona un panorama regional más claro. Siguen habiendo
lagunas, pero da lugar a la comparación (véase Figura 2). En el sentido más am-
plio, y en términos relativos, el noroeste parece haber sufrido un menor descenso
demográfico que la Verapaz, el nordeste, el suroeste, Totonicapán o Atitlán. La
despoblación parece más marcada en el noreste y en Atitlán: la primera es una
región de tierras bajas, la segunda un territorio que se extiende a lo largo de la
orilla sur del lago de Atitlán y gran parte del Pacífico, situado a altitudes inter-
medias por debajo del lago. La región de Atitlán experimentó al máximo la con-
quista militar y luego la explotación económica, con el sometimiento a esclavitud
de la población, la introducción de la encomienda y el repartimiento y las conse-
cuencias destructivas del auge del cacao32. Por otra parte, los contactos directos con
el régimen español fueron menores en el remoto noreste, con la excepción de la
expedición de Hernán Cortés a Honduras, mediados los años de 152033. Resulta
difícil, en el contexto guatemalteco, imaginar dos regiones más distintas físicamen-
te, dos encuentros coloniales más diferentes. Ambas sufrieron no obstante un rápi-
do descenso demográfico. La experiencia de los indígenas en el noroeste fue, tal
vez, consecuencia del aislamiento físico de la Sierra de los Cuchumatanes y su
pobreza en recursos naturales, factores que desalentarían a los invasores, a pesar de
notables excepciones que no aconsejan generalizar34. A pesar de los problemas, el
mosaico demográfico que recoge el Cuadro 5 sugiere la cifra de población menos
aventurada. De ella se desprende un comportamiento regional variado.
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32 Sandra L. ORELLANA, The Tzutujil Mayas: Continuity and Change, 1250-1630, Norman,
University of Oklahoma Press, 1984, pp. 137-166.
33 Wendy KRAMER, Encomienda Politics in Early Colonial Guatemala, 1524-1544. Dividing
the Spoils Boulder, Westview Press, 1994, pp. 36-46.
34 Para una discusión amplia de esta región, véase W. George LOVELL, Conquista y cambio
Gracias a que las leyes coloniales exigían que los naturales pagaran tributo a
los encomenderos o a la Corona, disponemos hoy de datos demográficos sobre
ellos. Otro tanto ocurre con los esclavos, de los que los asentistas debieron pagar
un impuesto por cada uno de los que introdujeron en las colonias, aunque los
hubo que entraron ilegalmente. Robinson Herrera ha documentado un comercio
de por lo menos 249 esclavos en Santiago de Guatemala entre 1544 y 158735.
Philip Curtin estima que unos 21.000 esclavos africanos ingresaron a Centroamé-
rica entre 1520 y 1820, cifra que incluye tanto a los legales como a los de contra-
bando36. Enriqueta Vila Vilar, por otro lado, nos ofrece una estimación de 27.000
esclavos (tanto negros como mulatos) en Centroamérica hacia 164037. Las cifras
globales ocultan que pocos esclavos africanos llegaron a la Audiencia de Guate-
mala durante los años de la depresión económica del siglo XVII. Las importacio-
nes mayores se sitúan pues en los siglos XVI y XVIII.
La presencia de esclavos africanos fue mayor en el sur y en el este que en el
norte y el oeste, salvo en la ciudades y determinados lugares aptos para la pro-
ducción de azúcar u otros cultivos de exportación. Mientras que en Honduras y
en Costa Rica la población negra constituyó una parte importante de la mano de
obra, en Chiapas y en Guatemala los indígenas siguieron proveyendo la fuerza
laboral mayor38. En su estudio sobre el impacto de la población africana en Costa
Rica, Rina Cáceres nota que de todas las transacciones de esclavos registradas en
Cartago «alrededor de 75% de las ventas se realizaron en las últimas tres décadas
del siglo [XVII]»39. Este aumento notable respondió al crecimiento entonces de
la producción y venta de cacao a la par de una rápida disminución de la pobla-
ción indígena.
Una de las razones del alto índice de mestizaje en las provincias del sur y el
este es que más de dos terceras partes de los esclavos africanos venían formadas
por hombres, que buscaron compañera entre los indígenas y las castas. Tras el
mestizaje, el desequilibrio entre hombres y mujeres disminuyó. Por ejemplo, en
Costa Rica durante el siglo XVII, 40% de los esclavos fueron mujeres, 36%
hombres y 24% de género no identificado. Esto se explica porque, en Costa Rica,
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35 Robinson HERRERA, «The African Slave Trade in Early Santiago», Urban History Work-
shop Review, núm. 4, 1998, pp. 6-12.
36 Philip D. CURTIN, The Atlantic Slave Trade: A Census, Madison, University of Wisconsin
Press, 1969.
37 Enriqueta VILA VILAR, Hispanoamérica y el comercio de esclavos, Sevilla, Escuela de Es-
sólo 11% de los esclavos había nacido en África y el 87,5% eran criollos venidos
de otras partes de América40.
LOS ESPAÑOLES
Irónicamente, la historia del indígena y del esclavo africano nos es mejor cono-
cida que la del colono español, a excepción de la de individuos notables como Pe-
dro de Alvarado, Bernal Díaz del Castillo, el obispo Francisco Marroquín, Alonso
de Zorita y, más recientemente, Juan Fermín de Aycinena41. El colono español, al
igual que el esclavo africano, en su mayoría pertenecía al sexo masculino. La in-
formación más detallada sobre estos inmigrantes peninsulares proviene de estudios
que pertenecen al cabildo de Santiago de Guatemala y sus miembros en los siglos
XVII y XVIII. Jóvenes inmigrantes españoles, solteros y ambiciosos, llegaron co-
nectados por lazos y redes familiares bien desarrolladas y solían casarse con alguna
de las hijas de las familias criollas locales. Estos matrimonios no sólo representa-
ban la unión de sangre española y criolla sino también la unión de sus intereses
económicos y políticos. Esta absorción continua de peninsulares dentro de la élite
local resultaba en una regeneración constante del grupo criollo dominante42.
Existen documentos de archivo que muestran la cantidad de españoles que re-
sidían en los centros urbanos, especialmente durante los dos primeros siglos de la
colonia. Hacia 1570 había, en cifras redondas, unos 2.000 vecinos españoles o
cabezas de familia en la Audiencia de Guatemala, cifra que llegó a 2.800 hacia
1620. En el siglo XVI casi todos mantenían una casa en uno de los principales
centros urbanos —14 o 15 de las llamadas «ciudades» en la década de 1570. Sin
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40 Ibidem, p. 70. Hasta ahora no existen otros estudios de la esclavitud africana que nos puedan
proveer detalles de género lo suficientemente exactos como para compararlos con los de Costa Rica.
41 Para Pedro DE ALVARADO, véase Adrián RECINOS, Pedro de Alvarado, conquistador de
México y Guatemala, México, Fondo de Cultura Económica, 1952; para Bernal DÍAZ, véase su
Historia verdadera de la conquista de Nueva España, México, Editorial Porrúa, 1970; para el
obispo Francisco MARROQUÍN, véase Carmelo SÁENZ DE SANTA MARÍA, El licenciado don Francis-
co Marroquín: primer obispo de Guatemala,1499-1563, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica,
1964; para Alonso de ZORITA, véase Ralph H. VIRGIL, Alonso de Zorita: Royal Judge and Christian
Humanist, Norman, University of Oklahoma Press, 1987; y para Juan Fermín DE AYCINENA, véase
Richmond F. BROWN, Juan Fermín de Aycinena: Central American Colonial Entrepreneur, 1729–
1796, Norman, University of Oklahoma Press, 1997.
42 Los estudios fundamentales son Stephen A. WEBRE, The Social and Economic Bases of
Cabildo Membership in Seventeenth-Century Santiago de Guatemala, Tesis de doctorado en histo-
ria, Tulane University, 1980; José Manuel SANTOS PÉREZ, Elites, poder local y régimen colonial: el
cabildo y los regidores de Santiago de Guatemala, 1700-1787, Cádiz, Servicio de Publicaciones de
la Universidad de Cádiz, 2000; Gustavo PALMA MURGA, «Núcleos de poder local y relaciones
familiares en la Ciudad de Guatemala a finales del siglo XVIII», Mesoamérica, 12, diciembre de
1986, pp. 241-308; y Marta Elena CASAUS ARRZÚ, Guatemala: linaje y racismo, San José, Costa
Rica, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, 1992.
embargo, MacLeod señala que durante la depresión del siglo XVII un creciente
número de ellos se trasladó a sus labores y estancias del campo43.
A medida que emigraban a zonas bastante rurales, distantes de las institucio-
nes urbanas de la cultura hispana y de las presiones sociales ejercidas por los
vecinos y por la Iglesia, la definición de lo que era un español se volvió cada vez
más imprecisa. El «blanqueamiento» de Centroamérica comenzó, tal vez, con las
hazañas de Gonzalo Guerrero a principios del siglo XVI44. En términos de feno-
tipo y de situación económica, el proceso implicaba el paso de gente de ascen-
dencia mixta a los niveles más bajos del grupo español, fenómeno producido en
el transcurso de los siglos XVII y XVIII45. Los españoles se agruparon en algu-
nas ciudades (Santiago de Guatemala, San Salvador, Tegucigalpa, León, Granada
y Cartago) situadas en alturas templadas. La hipótesis a comprobar es que, entre
los españoles, los peninsulares poblaron en general el norte y el oeste los criollos,
algunos con bastante mezcla, el sur y el este.
LAS CASTAS
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43 MACLEOD, [9], pp. 217-220.
44 Inga CLENDINNEN, Ambivalent Conquests: Spaniard and Maya in Yucatán, 1517-1570,
New York, Cambridge University Press, 1987.
45 Christopher H. LUTZ, Historia sociodemográfica de Santiago de Guatemala, 1541-1773, La
Antigua Guatemala, CIRMA, 1982; y Lowell GUDMUNDSON, «Mecanismos de movilidad social para
la población de procedencia africana en Costa Rica colonial, manumisión y mestizaje», Estudios
Políticos 3, 1978, pp. 17-78.
46 LUTZ, [45], Carolyn HALL, Costa Rica: una interpretación geográfica con perspectiva
histórica, San José, Editorial Costa Rica, 1984; y Héctor PÉREZ BRIGNOLI, La población de Costa
Rica según el obispo Thiel, San José, Universidad de Costa Rica, 1988.
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47 Severo MARTÍNEZ PELAÉZ, La patria del criollo: ensayo de interpretación de la realidad
Igual ocurrió con las indígenas que fueron absorbidas por las poblaciones mula-
tas a fines del siglo XVII, lo que explica que, por ejemplo, la población negra-
mulata fue casi siempre en Santiago de Guatemala más numerosa que la mestiza.
Con los estudios sobre el crecimiento, distribución geográfica e interrelación
de los diversos componentes de la población, han comenzado a estudiarse últi-
mamente la vida cotidiana y el papel de la mujer en ella50.
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50 Véanse Eugenia RODRÍGUEZ SÁENZ, Hijas, novias y esposas: familia, matrimonio y violen-
cia doméstica en el Valle Central de Costa Rica, 1750–1850, San José, Editorial Universidad Na-
cional, 2000; y Martha FEW, Women Who Lead Evil Lives: Gender, Religion, and the Politics of
Power in Colonial Guatemala, 1650-1750, Austin, University of Texas Press, 2002.
51 Julio César PINTO SORIA, Estructura agraria y asentamiento en la Capitanía General de
This is a short history of the population evolution in the «Audiencia de Guatemala» from the
years previous to the Conquest through the early 19th Century. As a consequence of historical
research conducted in the latest decades, the authors focus on topics such as the Indigenous popu-
lation following a span that covers the years before the Conquest and the decline of their numbers
up to their slow recovery in the North and West of Central America. Other topics discussed are the
voluntary migration of Spaniards and the forced migration of Africans, as well as interrelations
between these groups and the Natives, in particular the impact of metissage and the genesis of the
castes, including the «ladinos». It is particularly interesting the surprising impact, both socioeco-
nomical and demographical, of the groups of African origins in the «Audiencia de Guatemala».
KEY WORDS: Indigenous population, empidemiae, slavery, Blackness, mettisage, migration, castes.
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55 Christopher H. LUTZ y W. George LOVELL, «Core and Periphery in Colonial Guatemala»,
Carol A. SMITH, editora, Guatemalan Indians and the State, 1540–1988, Austin, University of
Texas Press, 1990, pp. 35-51.