Locos de Filosofia

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Marsilio Ficino (1433-1499)

Careggi, con los años, sobre todo después del arribo al poder de Lorenzo de Medici (1469), acabó
por convertirse en el escenario privilegiado del sueño fiorentino, el de resucitar la Academia de
Atenas en Florencia. Además de Ficino, fueron miembros de la Academia platónica Angelo Poliziano,
el mismo Lorenzo, Giovanni Pico della Mirandola y Luigi Pulci. Ficino recordaría muchos años
después el sentido de aquella aventura de la siguiente manera: "Il grande Cosimo, per pubblico
decreto padre della patria, al tempo del Concilio di Firenze fra Greci e Latini, sotto il pontificato di
Eugenio [IV], ascoltò spesso le discussioni sui misteri platonici di un filosofo greco di nome Gemisto,
detto Pletone quasi un secondo Platone. La sua parola fervida lo accese e lo ispirò a tal segno da
fargli concepire nell'alta sua mente il disegno di un'Accademia, da realizzarsi appena se ne desse
l'opportunità. Quindi per attuare in qualche modo sì gran concetto, quel gran Medici destinò a tanta
opera me ancora bambino, figlio di Ficino, medico suo egregio. Per questo scopo mi venne di giorno
in giorno formando, e si adoperò poi perché avessi nell'originale greco tutti i libri, non solo di Platone,
ma anche di Plotino. Poi, nel 1463, quando ero trentenne, mi incaricò di tradurre prima Ermete e poi
Platone». Rimane così sospesa la questione di Plotino, che verrà poi riaperta, molti anni dopo la
morte di Cosimo, da tutt'altro personaggio".

En 1473, Ficino se ordenó sacerdote y Angelo Poliziano se hizo secretario de Lorenzo de Medici y
preceptor de su hijo.

No hay duda de que el objetivo principal de Marcilio Ficino era conectar la filosofía griega con la
revelación cristiana, pues consideraba que la verdad se revelaba en ambas y que era precisamente
su escisión la responsable de la degradación que ambas habían sufrido con el paso de los
siglos. Para él era evidente que existía una continuidad de fondo entre el pensamiento platónico y el
cristianismo, ya que creía que había existido una progresiva revelación de Dios a través del "logos".
Se empeñó en la conciliación entre las dos corrientes con la intención de superar el aristotelismo en
la escolástica dominante. Trató de sistematizar sus esfuerzos en su Theologia platonica de
immortalitate animorum (1482) y en una serie de tratados como De voluptate (1457), De
christiana religione (1474); De vita coelitus comparanda (1487). En su obra polemizo contra el
naturalismo de cuño aristotélico y contra los poetas incapaces de ir más allá de la vieja interpretación
pasiva de la naturaleza y de la materia, e incapaces de comprender la verdad que se esconde dentro
la "favole" de los antiguos. Su influencia sobre la cultura de su época y las sucesivas ha sido enorme
y muy profunda, especialmente sobre la tratadística del amor platonico y sobre las nuevas formas
de lírica amorosa. De hecho, sus ideas fueron decisivas para el desarrollo del Renacimiento poético,
pues varios poetas de su tiempo recurrieron a sus teorías sobre el amor.

Giovanni Pico della Mirandola (1463-1494)


Humanista y filósofo italiano, nacido en el Castello della Mirandola, actual Italia, en 1463. Hijo de
Gian Francesco I y Giulia Boiardo. En 1477 estudió derecho canónico en la Universidad de
Bolonia y en los más importantes centros de Italia y Francia. En pleno auge del
Renacimiento, publicó en Roma sus célebres Conclusiones philosophicae, cabalisticae et
theologicae (1486). En ellas manifestó la intención de demostrar la verdadera naturaleza del
cristianismo, considerándolo como el punto de confluencia de todas las tradiciones filosóficas
anteriores, incluidas la filosofía griega, la astrología, la cábala y la magia. Sus teorías fueron
combatidas duramente por la curia romana y siete de sus tesis fueron condenadas por los
teólogos de la época, motivo por el cual fue perseguido por hereje y pasó tres meses
encerrado en la torre de Vincennes. Tras ese período, se encomendó a la protección de
Lorenzo el Magnífico, en Florencia. En 1489 publicó el Heptaplus, comentario cabalístico
sobre el libro del Génesis dedicado a Lorenzo de Medici,
y en 1492 De ente et uno, una crítica al platonismo de Ficino. Falleció en 1494,
en Florencia, tras ser envenenado por su secretario.

Pietro Pomponazzi
(Mantua, actual Italia, 1462 - Bolonia, id., 1525) Filósofo italiano. Neoaristotélico de la
escuela de Mantua, Pietro Pomponazzi enseñó filosofía en esa misma ciudad, así como
en Ferrara y Bolonia.

Pietro Pomponazzi
Pomponazzi teorizó la separación entre la reflexión filosófica y los dogmas de la fe,
inspirándose en la doctrina de la «doble verdad» de Averroes. Fue autor de
un Tractatus de immortalitate animae (1516), en el que cuestionó la posibilidad de
demostrar racionalmente la inmortalidad del alma y afirmó la necesidad de aceptarla
como un dogma de fe. Su doctrina fue atacada, aunque nunca oficialmente condenada,
por Roma, que le autorizó a publicar, en defensa de su posición, Apologia (1518)
y Defensorium(1519).
El pensamiento de Pomponazzi, típicamente humanista, vincula la dignidad del hombre
a su virtud moral. También son reseñables su obra De incantationibus (1556), en la que
sostuvo que los milagros son producto de la imaginación humana, y De fato (1567), que
versa sobre los conceptos antagónicos de predestinación y libre albedrío.

Martín Lutero
La forja de un pensamiento
Por aquel tiempo, un viejo fraile agustino le recomendó la consoladora lectura de San
Pablo, en cuyo estudio se enfrascó ávidamente para deducir de él las primeras
simientes de su dramática disidencia con la ortodoxia religiosa. En la Epístola a los
romanos de San Pablo halló respuesta a sus angustias sobre la salvación, entendiendo
que el hombre encuentra su justificación en la gracia de Dios, generosamente otorgada
por el Creador con independencia de sus propias obras. Paradójicamente, fue en esa
poco tranquilizadora idea de que solamente la fe y no los méritos salvan, doctrina
individualista que condena al hombre, en cierto modo, a una soledad abismada, donde
Martín Lutero encontró una cierta paz y certidumbre espiritual que lo movería a una
irreductible diatriba contra el Vaticano, a templar su turbulento carácter en una batalla
perenne y a fundar la nueva doctrina protestante. Sus enseñanzas llamaron bien pronto
la atención. Comenzó también a predicar; su elocuencia arrastraba multitudes y le
valdría la consideración de ser el primer predicador de la época. «No daba grandes
voces -diría uno de sus oyentes-, pero su voz era fina y pura tanto en el canto como en
la palabra.»
En 1510, Lutero realizó un viaje a Roma en compañía de otro agustino para presentar
al general de su orden ciertas quejas sobre la estricta observancia de la regla
monástica. El resultado y las impresiones del viaje no pudieron ser más nefastas para
el alma inquieta y rebelde de Lutero. La consecuencia inmediata fue la de crear en él
una definitiva aversión a Roma, al ambiente de corrupción y relajación del clero romano,
a la decadencia en la que había caído todo el Vaticano y al exceso de boato y riqueza
que ostentaba la Santa Sede, con prelados y papas más pendientes de los aspectos
materiales que de los espirituales. Contrariado por el espectáculo, Lutero se tornó
ácidamente crítico respecto al espectáculo de degradación que reinaba en la ciudad de
los papas y menos afecto a las obligaciones anejas a su estado.
De regreso a Wittenberg, se doctoró en teología el 18 de octubre de 1512, aunque en
su obra demuestra el enorme desapego que sintió por la filosofía y la teología
escolástica imperante en su época. Apenas se interesó por los grandes pensadores del
siglo XIII (Tomás de Aquino, San Buenaventura o Juan Duns Escoto), aunque exploró
con apasionada intensidad la Biblia y algunos escritos de San Agustín de Hipona.
Nombrado también, muy a pesar suyo, subprior del convento de Wittenberg, Lutero
comenzó a impartir clases en la universidad en las que interpretaba y estudiaba las
Sagradas Escrituras, con especial interés la obra paulina. En esa época acabó de
conformar y pulir la que sería su piedra angular teológica, la justificación por la fe, según
la cual el cristiano se podía salvar no por sus propios esfuerzos o méritos, sino por el
don de la gracia de Dios, aceptada tan sólo por la fe en Jesucristo el Salvador.

Santo Tomás Moro


(Sir Thomas More; Londres, 1478 - id., 1535)

En 1509 fue nombrado miembro del Parlamento, y ese mismo año contrajo matrimonio
con Jane Colet, a cuya muerte, dos años más tarde, se casaría en segundas nupcias
con Alice Middleton. Entró al servicio de Enrique VIII de Inglaterra en 1518, y ese mismo
año escribió Historia del rey Ricardo III.
Dos años antes había publicado su célebre Utopía, en la que proponía una organización
racional de la sociedad, de base comunal, que situaba en una isla imaginaria del mismo
nombre que el título. Tras establecer las normas que regirían esta sociedad ideal, entre
las que se hallaban la enseñanza universal, la libertad religiosa y la subordinación de
todo interés individual al beneficio común, pasaba a criticar las estructuras todavía
feudalizantes de la Inglaterra de su época. La obra, convertida en un clásico del
humanismo, ejercería una duradera influencia, desde Francis Bacon hasta la literatura
distópica de Aldous Huxley, George Orwell o Ray Bradbury.
Todavía al servicio del rey, Moro defendió públicamente la libertad de culto y de palabra.
En 1521 fue nombrado vicetesorero del reino y recibió el título de caballero. En 1523
escribió Responsio ad Lutherum, obra en la que se enfrentaba a Lutero, iniciador de
la Reforma protestante, y tres años después empezó el conflicto con el rey que habría
de costarle la vida: Enrique VIII, casado con Catalina de Aragón, quería el divorcio para
poder asegurarse descendencia masculina. Tomás Moro se opuso tajantemente a este
divorcio, y en 1532 renunció a la cancillería del reino, cargo al cual había accedido en
1529.
Tras haberse negado a asistir a la coronación de la nueva reina, Ana Bolena, fue
acusado de corrupción, juzgado y condenado a la pena capital. En 1935 fue canonizado
por la Iglesia Católica.
Nicolás Maquiavelo
(Florencia, 1469-1527)

Su actividad diplomática desempeñó un papel decisivo en la formación de su


pensamiento político, centrado en el funcionamiento del Estado y en la psicología de
sus gobernantes. Su principal objetivo político fue preservar la soberanía de Florencia,
siempre amenazada por las grandes potencias europeas, y para conseguirlo creó la
milicia nacional en 1505. Intentó sin éxito propiciar el acercamiento de posiciones entre
Luis XII de Francia y el papa Julio II, cuyo enfrentamiento terminó con la derrota de los
franceses y el regreso de los Médicis a Florencia (1512).
Como consecuencia de este giro político, Maquiavelo cayó en desgracia, fue acusado
de traición, encarcelado y levemente torturado (1513). Tras recuperar la libertad se
retiró a una casa de su propiedad en las afueras de Florencia, donde emprendió la
redacción de sus obras, entre ellas su obra maestra, El príncipe (Il principe), que
Maquiavelo terminó en 1513 y dedicó a Lorenzo de Médicis (a pesar de ello, sólo sería
publicada después de su muerte).
En 1520, el cardenal Julio de Médicis le confió varias misiones y, cuando se convirtió
en Papa, con el nombre de Clemente VII (1523), Maquiavelo pasó a ocupar el cargo de
superintendente de fortificaciones (1526). En 1527, las tropas de Carlos I de
Españatomaron y saquearon Roma, lo que trajo consigo la caída de los Médicis en
Florencia y la marginación política de Maquiavelo, quien murió poco después de ser
apartado de todos sus cargos.
La obra de Nicolás Maquiavelo se adentra por igual en los terrenos de la política y la
literatura. Sus textos políticos e históricos son deudores de su experiencia diplomática
al servicio de Florencia, caso de Descripción de las cosas de Alemania (Ritrato delle
cose della Alemagna, 1532). En Discursos sobre la primera década de Tito
Livio (Discorsi sopra la prima deca di Tito Livio, 1512-1519) esbozó, anticipándose
a Giambattista Vico, la teoría cíclica de la historia: la monarquía tiende a la tiranía, la
aristocracia se transforma en oligarquía y la democracia en anarquía, lo que lleva de
nuevo a la monarquía.
En El príncipe, obra inspirada en César Borgia (destacada figura de la casa de los
Borgia), Maquiavelo describe distintos modelos de Estado según cuál sea su origen (la
fuerza, la perversión, el azar) y deduce las políticas más adecuadas para su
pervivencia. Desde esa perspectiva se analiza el perfil psicológico que debe tener el
príncipe y se dilucida cuáles son las virtudes humanas que deben primar en su tarea de
gobierno. Maquiavelo concluye que el príncipe debe aparentar poseer ciertas
cualidades, ser capaz de fingir y disimular bien y subordinar todos los valores morales
a la razón de Estado, encarnada en su persona.
El pensamiento histórico de Nicolás Maquiavelo quedó plasmado fundamentalmente en
dos obras: La vida de Castruccio Castracani de Luca (1520) e Historia de
Florencia(Istorie fiorentine, 1520-1525). Entre sus trabajos literarios se cuentan
variadas composiciones líricas, como Las decenales (Decennali, 1506-1509) o El asno
de oro(L'asino d'oro, 1517), pero sobre todas ellas destaca su comedia La
mandrágora(Mandragola, 1520), sátira mordaz de las costumbres florentinas de la
época. Clizia(1525) es una comedia en cinco actos, de forma aparentemente clásica,
que se sitúa en la realidad contemporánea que Maquiavelo tanto deseaba criticar.

Nicolás Copérnico
(Torun, actual Polonia, 1473 - Frauenburg, id., 1543)

Hacia 1507, Copérnico elaboró su primera exposición de un sistema astronómico


heliocéntrico en el cual la Tierra orbitaba en torno al Sol, en oposición con el tradicional
sistema tolemaico, en el que los movimientos de todos los cuerpos celestes tenían
como centro nuestro planeta. Una serie limitada de copias manuscritas del esquema
circuló entre los estudiosos de la astronomía, y a raíz de ello Copérnico empezó a ser
considerado como un astrónomo notable; con todo, sus investigaciones se basaron
principalmente en el estudio de los textos y de los datos establecidos por sus
predecesores, ya que apenas superan el medio centenar las observaciones de que se
tiene constancia que realizó a lo largo de su vida.

En 1513 Copérnico fue invitado a participar en la reforma del calendario juliano, y en


1533 sus enseñanzas fueron expuestas al papa Clemente VII por su secretario; en
1536, el cardenal Schönberg escribió a Copérnico desde Roma urgiéndole a que hiciera
públicos sus descubrimientos. Por entonces Copérnico había ya completado la
redacción de su gran obra, Sobre las revoluciones de los orbes celestes, un tratado
astronómico que defendía la hipótesis heliocéntrica.
El texto se articulaba de acuerdo con el modelo formal del Almagesto de Tolomeo, del
que conservó la idea tradicional de un universo finito y esférico, así como el principio de
que los movimientos circulares eran los únicos adecuados a la naturaleza de los
cuerpos celestes; pero contenía una serie de tesis que entraban en contradicción con
la antigua concepción del universo, cuyo centro, para Copérnico, dejaba de ser
coincidente con el de la Tierra, así como tampoco existía, en su sistema, un único centro
común a todos los movimientos celestes.
Consciente de la novedad de sus ideas y temeroso de las críticas que podían suscitar
al hacerse públicas, Copérnico no llegó a dar la obra a la imprenta. Su publicación se
produjo gracias a la intervención de un astrónomo protestante, Georg Joachim von
Lauchen, conocido como Rheticus, quien visitó a Copérnico de 1539 a 1541 y lo
convenció de la necesidad de imprimir el tratado, de lo cual se ocupó él mismo. La obra
apareció pocas semanas antes del fallecimiento de su autor; iba precedida de un
prefacio anónimo, obra del editor Andreas Osiander, en el que el sistema copernicano
se presentaba como una hipótesis, a título de medida precautoria y en contra de lo que
fue el convencimiento de Copérnico.
La teoría heliocéntrica
El modelo heliocéntrico de Nicolás Copérnico fue una aportación decisiva a la ciencia
del Renacimiento. La concepción geocéntrica del universo, teorizada por Tolomeo,
había imperado durante catorce siglos: el Almagesto de Tolomeo era un desarrollo
detallado y sistemático de los métodos de la astronomía griega, que establecía un
cosmos geocéntrico con la Luna, el Sol y los planetas fijos en esferas girando alrededor
de la Tierra. Con Copérnico, el Sol se convertía en el centro inmóvil del universo, y la
Tierra quedaba sometida a dos movimientos: el de rotación sobre sí misma y el de
traslación alrededor del Sol. No obstante, el universo copernicano seguía siendo finito
y limitado por la esfera de las estrellas fijas de la astronomía tradicional.

Aristarco de Samos(Samos, actual Grecia, 310 a.C. -

Alejandría, actual Egipto, 230 a.C.)


El método usado por Aristarco era correcto, pero no así las mediciones que estableció,
pues el Sol se encuentra unas 400 veces más lejos. Un cálculo bastante preciso fue
realizado algunos decenios más tarde por Eratóstenes.
Aristarco de Samos formuló, también por primera vez, una teoría heliocéntrica
completa: mientras el Sol y las demás estrellas permanecen fijas en el espacio, la Tierra
y los restantes planetas giran en órbitas circulares alrededor del Sol. Su modelo
heliocéntrico (que no tuvo seguidores en su época, dominada por la concepción
geocéntrica) encontraría mayor precisión y detalle en el sistema de Copérnico, ya en el
siglo XVI.

Aristarco perfeccionó además la teoría de la rotación de la Tierra sobre su propio eje,


explicó el ciclo de las estaciones y realizó nuevas y más precisas mediciones del año
trópico.

Masaccio
Masaccio se trasladó a Florencia cuando aún era muy joven, y en 1422 figuraba inscrito
en el gremio de pintores de esta ciudad. Nada se sabe de lo que hizo hasta entonces y
con quién se formó. Se le vinculaba tradicionalmente con el taller de Masolino, pero en
la actualidad se cree que no fue en él donde se formó, sino que se incorporó como
colaborador ya formado.
Su primera obra documentada, el tríptico de San Juvenal (1422), es una creación que
supera plenamente el gótico. En el posterior políptico para el Carmine de Pisa (1426),
la composición a base de pocas figuras esenciales y la plasmación natural de la luz
definen su estilo característico, que se despliega plenamente en su obra maestra: el
ciclo de frescos sobre la vida de San Pedro y la expulsión del Paraíso, que pintó para
la capilla Brancacci de Santa Maria del Carmine, en Florencia, en colaboración con
Masolino.

Las figuras de Adán y Eva expulsados del Paraíso son prototípicas de la concepción
que Masaccio tenía de la pintura, basada en la masa y el volumen de las figuras, en
una única fuente de luz y en la representación científica de la perspectiva. La
importancia de estos frescos fue tal que todos los grandes pintores posteriores,
incluidos Leonardo de Vinci, Rafael y Miguel Ángel, los estudiaron.

Probablemente, en 1428, Masaccio realizó su última obra: un fresco de la Trinidad en


Santa Maria Novella, que ha pasado a la posteridad como un ejemplo emblemático de
perspectiva y composición. Poco después de acabar esta pintura, Masaccio se trasladó
a Roma, donde murió de repente, se ha llegado a decir que por envenenamiento. Era
una figura prácticamente desconocida, pero su obra no tardó en proyectarlo al primer
plano de la actualidad y ejerció una gran influencia durante el Renacimiento.

Piero della Francesca


(Borgo San Sepolcro, c. 1420 - id., 1492)

Hacia 1452 emprendió en Arezzo la decoración del coro de la basílica de San Francisco,
con los frescos de La leyenda de la cruz, donde se percibe ya claramente su
personalidad artística y cuyas escenas le sirven de pretexto para experiencias
espaciales en una dimensión monumental, confiriendo a esta obra, de fuerte acento
épico, una gran importancia para el futuro de la pintura. A esta época de plena madurez
del artista pertenecen también diversas representaciones de la vida de Jesucristo,
como La flagelación de Cristo y la Resurrección.
Entre 1470 y 1480 sostuvo una activa relación con los duques de Urbino, pintando
durante ese período el díptico con los retratos heráldicos del duque Federico de
Montefeltro y Battista Sforza, la Madona de Senigallia y la Madona con santos y
Federico de Montefeltro. La obra pictórica de Piero della Francesca ejerció gran
influencia entre los artistas de su época. Escribió dos tratados de perspectiva: De
prospectiva pingendi y Libellus de quinque corporibus, casi exclusivamente
matemáticos, dedicados a Federico de Montefeltro, duque de Urbino.

A principios del siglo XX, los pintores cubistas y los seguidores del arte abstracto
redescubrieron la obra de este artista, cuyas leyes sobre la perspectiva y la proporción
le llevan a ser considerado como una de las personalidades cumbres del arte de todos
los tiempos.

Sandro Botticelli
(Alessandro di Mariano Filipepi; Florencia, 1445 - id., 1510)

La trayectoria artística de Sandro Botticelli se inició con obras de temática religiosa, en


particular con vírgenes que, como la Virgen del Rosal, denotan un gran vigor
compositivo. En 1470, cuando contaba ya con un taller propio, se introdujo en el círculo
de los Médicis, para los que realizó sus obras más famosas. Un primo de Lorenzo el
Magnífico, Pier Francesco de Médicis, le encargó la alegoría de La primavera y
también, al parecer, El nacimiento de Venus y Palas y el centauro.

Realizar obras de gran formato ajenas a la temática religiosa fue toda una novedad en
aquella época, y se debió seguramente a la vinculación de su mecenas con la filosofía
neoplatónica, cuyo carácter simbólico debían reproducir las obras encargadas. De ellas
se han realizado interpretaciones de enorme complejidad, que van mucho más allá de
su gracia evocadora.

A la misma época corresponden también La adoración de los Reyes Magos y el Díptico


de Judit, obras igualmente emblemáticas. El hecho de que, en 1481, fuera llamado a
Roma para decorar al fresco la Capilla Sixtina (junto con otros tres grandes maestros)
hace suponer que ya gozaba de un gran prestigio. A su regreso a Florencia realizó
obras más solemnes y redundantes, como la Natividad mística, probablemente influido
por la predicación tremendista de Girolamo Savonarola. Se le deben también bellísimos
dibujos para un manuscrito de la Divina Comedia de Dante.
Eclipsado por las grandes figuras del siglo XVI italiano (Leonardo, Miguel
Ángel y Rafael), Botticelli permaneció ignorado durante siglos, hasta la recuperación de
su figura y su obra a mediados del siglo XIX. Su estilo se perpetuó en cierto modo a
través de los artistas formados en su taller, entre ellos el hijo de Filippo Lippi, Filippino
Lippi.

Johannes Gutenberg
El proceso de Estrasburgo

En Estrasburgo, Gutenberg se asoció con tres acaudalados ciudadanos, Hans Riffe,


Andreas Dritzehn y Andreas Heilmann, en actividades relacionadas con el tallado de
gemas y el pulimiento de espejos, oficios que Gutenberg se comprometía a enseñar y
ejercer a cambio de dinero. Sin embargo, la mayor parte del tiempo lo invertía en un
proyecto que procuraba mantener totalmente en secreto; pretendía de ese modo
protegerse contra eventuales imitadores capaces de apropiarse del fruto de sus
esfuerzos. Descubierto, no obstante, por sus socios, éstos insistieron en participar en
aquel misterioso asunto que el inventor llevaba entre manos.

Gutenberg accedió de buena gana, ya que precisaba dinero, y en 1438 se firmó un


contrato en el cual se estipulaba, entre otras cosas, que los tres recién incorporados
deberían abonar la cantidad de 125 florines. La muerte repentina de uno de ellos,
Andreas Dritzehn, en la Navidad de aquel mismo año, llevó a los hermanos del fallecido
a exigir entrar en la sociedad o bien recibir una compensación económica. Sin embargo,
en los términos del contrato no se contemplaba dicha eventualidad, y Gutenberg se
negó a tal pretensión. El caso fue llevado ante los tribunales en 1439, y éstos fallaron
en contra de los herederos.

Gutenberg en su taller

El proceso de Estrasburgo sirvió al menos para arrojar algo de luz sobre la naturaleza
del proyecto. Oficialmente, Gutenberg sólo tenía que ocuparse de las labores propias
de los orfebres; pero las declaraciones de los testigos hacían alusión, en no pocas
ocasiones, a la extraña actividad febril que reinaba en el taller del demandado. Se
trabajaba allí a todas horas, de noche y de día. ¿En qué? Los testimonios hablan de
adquisiciones de plomo, de una prensa, de moldes de fundición, etc., en términos muy
vagos e imprecisos, pero todos los objetos citados resultan familiares para los
impresores.

Cuanto más se profundiza en el nacimiento de la imprenta tipográfica, mejor se


comprende la importancia de los trabajos de Gutenberg en Estrasburgo, que debieron
de venir marcados por arduas investigaciones, no sólo sobre los principios del invento,
que ya estaban establecidos, sino también, y sobre todo, por una larga serie de posibles
soluciones técnicas, obtenidas sin duda después de efectuar gran número de pruebas
con éxitos y fracasos alternados, pero acompañadas de la obstinación de un hombre
totalmente convencido de alcanzar el resultado esperado.

Los testimonios de numerosas personas llamadas a declarar durante el proceso de


Gutenberg, en efecto, dan fe de su tenacidad. Tal convencimiento procedía
probablemente de la formación recibida por Gutenberg en la infancia, durante la cual
se había familiarizado en las técnicas propias de los orfebres y grabadores de monedas,
desde el grabado con punzones hasta la fundición de metales, pasando por la
confección de matrices. Y es muy probable que allí, en Estrasburgo, Gutenberg
empezara a realizar lo que constituye la originalidad de su obra: la producción de
caracteres móviles metálicos.

De nuevo en su ciudad natal

Johannes Gutenberg permaneció en Estrasburgo al menos hasta 1444; así lo confirma


su inscripción, aquel mismo año, en una lista de hombres útiles para defender la ciudad
contra las tropas del conde de Armagnac. Después de esta fecha se pierde su paradero
para reencontrarlo cuatro años más tarde en Maguncia, adonde había acudido en busca
de dinero entre los prestamistas de la ciudad. Su arte como impresor había alcanzado
el refinamiento suficiente como para seducir a Johann Fust, un acaudalado burgués, y
obtener de él, en 1450, la suma de 800 florines, cantidad que equivalía a diez años de
salario del síndico municipal.

Fust se limitó a aceptar las herramientas y utensilios de Gutenberg como garantía, pero
dos años más tarde, en 1452, se convirtió en su socio a raíz de un nuevo préstamo. El
negocio montado por ambos se llamaba Das Werk der Bücher, y constituyó, de hecho,
la primera imprenta tipográfica en sentido moderno; allí el principal colaborador de
Gutenberg era Peter Schöffer, un calígrafo de gran talento que había estudiado en
París. Pero como los trabajos en el taller se llevaban a cabo a un ritmo parsimonioso, y
Fust contaba con la pronta rentabilización de sus inversiones, comenzó a impacientarse
y a requerir de Gutenberg mayor presteza en la comercialización de las obras. Este
último, como tantos otros creadores, prefería la perfección a la realización precipitada,
y por ello surgieron las primeras desavenencias entre los dos asociados.

Johannes Kepler
(Würtemburg, actual Alemania, 1571 - Ratisbona, id., 1630)

Las leyes de Kepler


La primera etapa en la obra de Kepler, desarrollada durante sus años en Graz, se centró
en los problemas relacionados con las órbitas planetarias, así como en las velocidades
variables con que los planetas las recorren, para lo que partió de la antigua concepción
de la escuela de Pitágoras, según la cual el mundo se rige en base a una armonía
preestablecida. Tras intentar una solución aritmética de la cuestión, creyó encontrar una
respuesta geométrica relacionando los intervalos entre las órbitas de los seis planetas
entonces conocidos con los cinco sólidos regulares. Juzgó haber resuelto así un
«misterio cosmográfico» que expuso en su primera obra, Mysterium
cosmographicum (El misterio cosmográfico, 1596), de la que envió un ejemplar a Brahe
y otro a Galileo, con el cual mantuvo una esporádica relación epistolar y a quien se unió
en la defensa de la causa copernicana.

Durante el tiempo que permaneció en Praga, Kepler realizó una notable labor en el
campo de la óptica: enunció una primera aproximación satisfactoria de la ley de la
refracción, distinguió por vez primera claramente entre los problemas físicos de la visión
y sus aspectos fisiológicos y analizó el aspecto geométrico de diversos sistemas
ópticos.

Galileo Galilei
Los descubrimientos astronómicos

En julio de 1609, de visita en Venecia (para solicitar un aumento de sueldo), Galileo


tuvo noticia de un nuevo instrumento óptico que un holandés había presentado al
príncipe Mauricio de Nassau; se trataba del anteojo, cuya importancia práctica captó
Galileo inmediatamente, dedicando sus esfuerzos a mejorarlo hasta hacer de él un
verdadero telescopio. Aunque declaró haber conseguido perfeccionar el aparato
merced a consideraciones teóricas sobre los principios ópticos que eran su fundamento,
lo más probable es que lo hiciera mediante sucesivas tentativas prácticas que, a lo
sumo, se apoyaron en algunos razonamientos muy sumarios.
Galileo muestra el telescopio al dux de Venecia (fresco de Giuseppe Bertini)

Sea como fuere, su mérito innegable residió en que fue el primero que acertó en extraer
del instrumento un provecho científico decisivo. Entre diciembre de 1609 y enero de
1610, Galileo realizó con su telescopio las primeras observaciones de la Luna,
interpretando lo que veía como prueba de la existencia en nuestro satélite de montañas
y cráteres que demostraban su comunidad de naturaleza con la Tierra; las tesis
aristotélicas tradicionales acerca de la perfección del mundo celeste, que exigían la
completa esfericidad de los astros, quedaban puestas en entredicho.

El descubrimiento de cuatro satélites de Júpiter contradecía, por su parte, el principio


de que la Tierra tuviera que ser el centro de todos los movimientos que se produjeran
en el cielo. A finales de 1610, Galileo observó que Venus presentaba fases semejantes
a las lunares, hecho que interpretó como una confirmación empírica al sistema
heliocéntrico de Copérnico, ya que éste, y no el geocéntrico de Tolomeo, estaba en
condiciones de proporcionar una explicación para el fenómeno.
Ansioso de dar a conocer sus descubrimientos, Galileo redactó a toda prisa un breve
texto que se publicó en marzo de 1610 y que no tardó en hacerle famoso en toda
Europa: El mensajero sideral. Su título original, Sidereus Nuncius, significa 'el nuncio
sideral' o 'el mensajero de los astros', aunque también admite la traducción 'el mensaje
sideral'. Éste último es el sentido que Galileo, años más tarde, dijo haber tenido en
mente cuando se le criticó la arrogancia de atribuirse la condición de embajador
celestial. Elogios en italiano y en dialecto veneciano celebraron la obra. Tommaso
Campanella escribía desde su cárcel de Nápoles: «Después de tu Nuncio, oh Galileo,
debe renovarse toda la ciencia». Kepler, desconfiado al principio, comprendió después
todas las ventajas que se derivaban de usar un buen telescopio, y también se
entusiasmó ante las maravillosas novedades.

El libro estaba dedicado al gran duque de Toscana Cosme II de Médicis y, en su honor,


los satélites de Júpiter recibían allí el nombre de «planetas Mediceos». Con ello se
aseguró Galileo su nombramiento como matemático y filósofo de la corte toscana y la
posibilidad de regresar a Florencia, por la que venía luchando desde hacía ya varios
años. El empleo incluía una cátedra honoraria en Pisa, sin obligaciones docentes, con
lo que se cumplía una esperanza largamente abrigada y que le hizo preferir un monarca
absoluto a una república como la veneciana, ya que, como él mismo escribió, «es
imposible obtener ningún pago de una república, por espléndida y generosa que pueda
ser, que no comporte alguna obligación; ya que, para conseguir algo de lo público, hay
que satisfacer al público».

No obstante, aceptar estas prebendas no era una decisión exenta de riesgos, pues
Galileo sabía bien que el poder de la Inquisición, escaso en la República de Venecia,
era notoriamente superior en su patria toscana. Ya en diversas cartas había dejado
constancia inequívoca de que su revisión de la estructura general del firmamento lo
habían llevado a las mismas conclusiones que a Copérnico y a rechazar frontalmente
el sistema de Tolomeo, o sea a preconizar el heliocentrismo frente al geocentrismo
vigente. Desgraciadamente, por esas mismas fechas tales ideas interesaban
igualmente a los inquisidores, pero éstos abogaban por la solución contraria y
comenzaban a hallar a Copérnico sospechoso de herejía.

Francis Bacon
(Londres, 1561 - 1626)

En 1579, la muerte repentina de su padre lo obligó a regresar precipitadamente y a


reemprender sus estudios, falto de recursos para llevar una vida independiente. En
1582 empezó a ejercer la abogacía, y fue magistrado cuatro años más tarde. En 1584
obtuvo un escaño en la Cámara de los Comunes por mediación de su tío, el barón de
Burghley, a la sazón lord del Tesoro; durante treinta y seis años se mantuvo como
parlamentario y fue miembro de casi todas las comisiones importantes de la cámara
baja. La protección de Robert Devereux, segundo conde de Essex, le permitió acceder
al cargo de abogado de la reina.

Su situación mejoró con la subida al trono de Jacobo I, quien lo nombró procurador


general en 1607, fiscal de la Corona en 1613 y lord canciller en 1618, además de
concederle los títulos de barón Verulam de Verulam y de vizconde de St. Albans. Sin
embargo, en 1621, procesado por cohecho y prevaricación, fue destituido de su cargo
y encarcelado. Aunque fue puesto en libertad al poco tiempo, ya nunca recuperó el
favor real.

Durante toda su carrera persiguió una reforma coherente de las leyes y el


mantenimiento del Parlamento y los tribunales a salvo de las incursiones arbitrarias de
los gobernantes; pero, sobre todo, su objetivo era la reforma del saber. Su propósito
inicial era redactar una inmensa «historia natural», que debía abrir el camino a una
nueva «filosofía inductiva», aunque la acumulación de cargos públicos le impidió el
desarrollo de la tarea que se había impuesto, a la que, de hecho, sólo pudo dedicarse
plenamente los últimos años de su vida.

Francis Bacon sometió todas las ramas del saber humano aceptadas en su tiempo a
revisión, clasificándolas de acuerdo con la facultad de la mente (memoria, razón o
imaginación) a la que pertenecían; llamó a este esquema «la gran instauración», y
muchos de los escritos dispersos que llegó a elaborar, como El avance del
conocimiento(Advancement of Learning, 1605) -superado más tarde por el De
augmentis scientiarum-, estaban pensados como partes de una Instauratio magna final.
Criticando las ideas de Aristóteles, Francis Bacon consideró que la verdad sólo puede
ser alcanzada a través de la experiencia y el razonamiento inductivo, de acuerdo con
un método del que dio una exposición incompleta en su Novum organum
scientiarum(1620). El método inductivo que elaboró pretendía proporcionar un
instrumento para analizar la experiencia, a partir de la recopilación exhaustiva de casos
particulares del fenómeno investigado y la posterior inducción, por analogía, de las
características o propiedades comunes a todos ellos; ese procedimiento había de
conducir, gradualmente, desde las proposiciones más particulares a los enunciados
más generales. Por estos planteamientos, Bacon es considerado el primer
representante del empirismo inglés, corriente filosófica que postula la experiencia como
fuente de todo conocimiento y que tendría un amplio desarrollo en la obra de John
Locke, George Berkeley y David Hume.
Aun cuando el método baconiano ejerció, nominalmente, una gran influencia en los
medios científicos, lo cierto es que el filósofo desarrolló su pensamiento al margen de
las corrientes que dieron lugar al surgimiento de la ciencia moderna, caracterizada
(conforme a las ideas de Galileo) por la formulación matemática de sus resultados, a la
que él mismo no concedió la importancia debida. Bacon concibió la ciencia como una
actividad social ligada a la técnica, elaborando una utopía, Nueva Atlántida (The New
Atlantis, publicada póstumamente en 1627), basada en la organización científica de la
sociedad.

William Shakespeare
Los misterios de Shakespeare
Es cierto que la juventud del poeta ofrece los pasajes más desconocidos para el
biógrafo. Sin embargo, los verdaderos misterios de su vida pertenecen a aquellos años
en que su carrera puede ser reconstruida con bastante fidelidad. El más conocido de
estos enigmas está relacionado con sus Sonetos, publicados en 1609, pero escritos en
su mayor parte unos diez o quince años antes. Uno de los protagonistas de los 154
sonetos es un apuesto joven a quien el poeta admira mucho, y el otro es la famosa dark
lady, "dama morena", que le fue infiel con el anterior.

Muchos intentaron encontrar en estos poemas claves de la vida interior de


Shakespeare, pruebas de su presunta homosexualidad, afirmando que el joven galán
de los sonetos, o tal vez la "dama morena", no era otro que el conde de Southampton,
mecenas del debutante autor, a quien le había dedicado sus dos primeras obras
poéticas. No se sabe con certeza quién era el objeto de la adoración secreta del poeta.
Sus únicas referencias personales comprensibles y claras son menudencias: que sufría
de insomnio, que le gustaba la música, que reprobaba las mejillas pintadas y el uso de
las pelucas.

El conde Henry Wriothesley de Southampton, protector de Shakespeare

Otra de las incógnitas es que sus años de más éxito social, económico y profesional,
entre 1603 y 1612, coinciden con la época de sus grandes tragedias, sus obras más
amargas y desilusionadas, como Otelo, El rey Lear, Macbeth, Antonio y
Cleopatra, Coriolano y Timón de Atenas. Incluso la última comedia de estos
años, Medida por medida, es más sombría que muchos de sus dramas. Además, sus
últimas cuatro obras, Pericles, Cimbelino, El cuento de invierno y La tempestad, su
maravillosa despedida del teatro y del mundo, muestran una curiosa incursión de
elementos novelescos y pastoriles en su teatro, sin duda bajo la influencia de la nueva
generación de dramaturgos como Francis Beaumont o John Fletcher. Hay otras dos
obras, Enrique VIII y Los dos nobles parientes, ambas de 1612-1613, cuya autoría
parcial suelen atribuírsele, ya que según todos los indicios fueron escritas en
colaboración con el joven Fletcher, con las que el número de sus piezas teatrales
llegaría a treinta y ocho. Pero La tempestad es considerada universalmente como su
última obra.

Sea como fuere, lo cierto es que alrededor de 1613, es decir, a los cuarenta y ocho
años de edad, en pleno poder de sus facultades mentales y en el cenit de su carrera,
Shakespeare rompió abruptamente con el teatro y se retiró a su ciudad natal como
podría hacerlo un pequeño burgués que después de una vida de trabajo quisiera gozar
de sus bienes en la quietud campestre. Sus últimos años transcurrieron como los de un
respetado hidalgo rural: participaba en la vida social de Stratford, administraba sus
propiedades y compartía sus días con sus familiares y vecinos.

Sus obras siguieron en cartelera hasta después de su muerte, y debió conservar algún
contacto, aunque sólo amistoso, con el teatro. Incluso se dijo, según una leyenda
registrada casi medio siglo después, que murió a consecuencia de un banquete
celebrado en compañía de su colega Ben Jonson. Contradice a esta historia el hecho
de que un mes antes de su muerte dictara su testamento rubricándolo con una firma
temblorosa que permite imaginar que ya se encontraba enfermo.
Shakespeare con su familia

El testamento, extenso y minucioso, está relacionado con el último misterio de la vida


de Shakespeare, aunque sea sólo menor y de orden anecdótico: después de nombrar
como heredero principal al marido de su hija mayor, Susan, y de legar valiosos objetos
de oro y de plata a su otra hija, Judith, dejó a su mujer su «segunda mejor cama». Nadie
ha podido descifrar el significado verdadero de tan extraño legado, que, a su vez, dice
mucho del cariz del matrimonio del poeta.

La posteridad se ha ocupado de Shakespeare más que de cualquier otro autor, y no


sólo en el sentido positivo. Muchos querían negarle la autoría de su obra
atribuyéndosela a espíritus más elevados, preferiblemente de origen ilustre. A Voltaire y
a Tolstói, por ejemplo, les irritaba no la persona del poeta (o su origen plebeyo), sino su
obra, que es lo contrario a todo orden clásico, regla artística o realismo formal. Es la
misma libertad: verbal, dramática, emocional. Se expresa con veloces imágenes, en
una misma obra salta años, países y mares, cambia azarosamente los hilos de la trama
y alterna el tono cómico con el trágico. Su obra es la perenne inquietud y su perspectiva,
el infinito. Hace caso omiso de los cánones de la composición porque obedece a unas
leyes más importantes y atávicas que las de la unidad de tiempo o de lugar. Nadie logró
inmortalizar a tantos personajes como este dramaturgo que prácticamente no llegó a
inventar ni una sola historia propia.
En una de esas metáforas asombrosamente plásticas que tanto abundan en su obra,
Shakespeare define la gloria como «un círculo en el agua / que nunca cesa de
agrandarse / hasta llegar a ser tan ancho / que se disipa en la nada...». Pero la suya no
fue así. No tendió a desvanecerse, ni siquiera a languidecer: después del relativo
desinterés por su obra en los tiempos de moral puritana y de gusto neoclásico, a partir
del prerromanticismo se le volvió a descubrir de modo universal. Desde entonces todas
las épocas y estilos tienen su propio Shakespeare, corroborando la predicción de su
amigo y rival, Ben Jonson: «Él no era de una época sino para todos los tiempos».

Dante Alighieri
Beatriz y La vida nueva
En 1274, a los nueve años, Dante había encontrado por primera vez a Beatriz,
probablemente hija de Folco Portinari. A los dieciocho tuvo lugar el segundo encuentro;
ambos están consignados en La vida nueva, una obra de juventud de originalísima
forma, consistente en una colección de treinta y un poemas engarzados por una prosa
entre conceptual y autobiográfica. Su argumento recorre los dieciocho años a partir del
primer encuentro con Beatriz; los treinta y un poemas constituyen la cumbre del dulce
stil nouvo(denominación acuñada por el mismo Dante en un verso del Purgatorio),
practicado previamente por los poetas Guido Guinizelli y Guido Cavalcanti bajo la
influencia directa de la poesía provenzal de los trovadores.
Dante y Beatriz (detalle de un óleo de Henry Holiday, 1884)

Según costumbre de la época, con once años de edad el joven poeta vio concertado su
matrimonio con Gemma Donati, con quien se casó probablemente entre 1285 y 1293,
y de la que tuvo al menos cuatro hijos: Giovanni, Pietro, Jacopo y Antonia. Esta última
le sobrevivió, y tras la muerte de su insigne padre ingresó en un convento con el nombre
de Beatriz. Pero muy poco se sabe de la vida familiar y conyugal de Dante; el poeta se
ocupó, en cambio, de consignar para la posteridad los datos fundamentales de su
verdadera vida espiritual y amorosa, ligada a Beatriz.

No menos importante que los encuentros con Beatriz fueron los lazos intelectuales con
el humanista Brunetto Latini, retornado desde el exilio a Florencia en 1266, y el
gran Guido Cavalcanti. Del primero de ellos, Dante aprendió tanto los secretos de la
retórica latina como los placeres de la escritura en lengua romance; fue Latini quien le
proporcionó los modelos para obras de juventud como ll fiore (1295-1300), en las que
Dante adaptó al verso italiano el Roman de la Rose. La poesía en lengua romance
contaba con sólo cincuenta años de vida en Italia cuando Guinizelli y Cavalcanti, bajo
el influjo un poco más lejano del pionero Guittone d'Arezzo, fundaron la escuela de
los fedeli d'amore('fieles del amor'), inventaron la figura de la «mujer angélica» (en la
que se aunaban la belleza física y la pureza celestial) y plasmaron la gran poesía lírica
italiana que culminaría en Dante y Petrarca. De allí surgió la imagen de Beatriz, que
asumiría en la Divina Comedia dimensiones teológicas y filosóficas impensadas.
Se cree que Beatriz Portinari murió tras un parto en 1290; así pues, tanto el casamiento
de Dante como la publicación de La vida nueva son posteriores al hecho. El poeta lo
consignaba en esta obra, anunciando a la vez la transformación poética posterior:
cuando murió Beatriz, Dante se consoló con una visión en la que la amada aparecía
como parte de la corte celestial, y el poeta se propuso volver a hablar de Beatriz sólo
para decir aquello que nunca fue escrito de una mujer. Quince años más tarde, en
la Divina Comedia, se revelaría el alcance poético de esta promesa.
Entre 1302 y 1307 Dante empezó dos obras de madurez: Il convivio (El convite) y De
vulgari eloquentia (Sobre la lengua vulgar). El primero contiene algunos de los temas
fundamentales que desarrollaría luego acerca de los cuatro significados de las
Escrituras, los dos tipos de alegorías y la necesidad de la existencia del imperio. El
segundo es un manifiesto escrito en latín acerca de la legitimidad del uso de la lengua
vernácula, en el que defiende la utilización del romance para todos los estilos, incluido
el elevado o trágico.

Dante Alighieri (retrato de Luca Signorelli)


Se sabe muy poco de sus actividades políticas y domésticas durante este lustro. En
1303 estuvo en Forli como consejero de Scarpetta Ordelafi, comandante de los
«blancos», mientras que al año siguiente, luego de la derrota de sus partidarios en la
batalla de Lastra (20 de julio), decidió separarse de su antigua facción. En 1305
posiblemente viviera en Bolonia, un entorno privilegiado desde el punto de vista
intelectual, donde continuó la escritura de las dos obras antes mencionadas y de donde
fue expulsado el 6 de octubre de 1306, para refugiarse primero en Lunigiana, bajo la
protección de los Malaspina; luego, en 1307, en Casentino con el conde de Batifolle; y
finalmente, en 1308, en Lucca. Se supone que meses antes Dante había empezado a
escribir el Infierno, primera parte de la Divina Comedia.
Durante los primeros años de su exilio Dante meditó largamente sobre la cuestión de
las relaciones entre el poder temporal y el religioso; los primeros resultados de estas
meditaciones son las dos conocidas cartas (de 1308 y 1310), una de ellas dirigida «a
todos los reyes de Italia, a todos los señores de la Urbe Santa, a los duques, condes,
marqueses y pueblos», y la otra a «los malvados florentinos que residen en la ciudad»;
en esta segunda carta abogaba por el acatamiento al poder imperial. Pero el logro final
de estas reflexiones fue el tratado De la monarquía (1318), en donde se afirmaba que
el poder espiritual y el temporal emanaban directamente de Dios, por lo que el imperio
y el papado eran potestades autónomas.
Si se acepta como fecha de terminación de De la monarquía la de 1318, se comprueba
que su gestación fue acompañada del progresivo endurecimiento de las condiciones
del exilio de su autor. En 1302, tras la sentencia del exilio, otra le condenó a ser
quemado vivo en caso de retorno a Florencia; en 1311 no se le aplicó una amnistía
general otorgada a los güelfos «blancos»; finalmente, en 1315, se le condenó a muerte
por decapitación en rebeldía, cuando rechazó el ofrecimiento de un perdón bajo
condiciones que consideraba deshonrosas.
La Divina Comedia
Resignado a no volver a Florencia, en 1318 abandonó Verona y se reunió con sus hijos
en Rávena; allí produjo dos Églogas en latín y un tratado sobre la Cuestión del agua y
la tierra. Los años finales de su vida fueron extraordinariamente fecundos: en la
dedicatoria del Paraíso en la famosa carta a Cangrande della Scala (1316), Dante fijó
grandiosamente los alcances de su incomparable Comedia: «El sentido de esta obra
no es único, sino que puede llamársela polisémica, es decir, de muchos sentidos; en
efecto, el primer sentido es el que proviene de la letra, el otro es el que se obtiene del
significado a través de la letra».
Dividida en tres libros o cantos (Infierno, escrito hacia 1312; Purgatorio, hacia
1315; Paraíso, entre 1316 y 1321), la Comedia está compuesta por 14.233 versos
endecasílabos en terza rima, agrupados en 100 cantos, uno de los cuales es el prólogo,
por lo que cada una de las tres partes o libros contiene 33 cantos. Narra el viaje del
poeta a los reinos de ultratumba, acompañado del poeta latino Virgilio. A los treinta y
cinco años, Dante se encuentra perdido en la selva oscura; de allí lo rescata Virgilio,
enviado por la Virgen María, Santa Lucía y Beatriz. Ambos descienden al Infierno y
recorren sus nueve círculos; luego ascienden la montaña del Purgatorio y allí, en la
entrada del Paraíso, Virgilio da paso a la bienaventurada Beatriz, quien lo conduce
hasta el Empíreo, donde por un momento el poeta goza de la visión de la divinidad.
La Comedia debe su nombre, según el saber medieval, a su movimiento ascensional:
el asunto es horrible en el primer libro, pero esperanzador en el segundo y feliz en el
tercero; el adjetivo Divina con que ha llegado hasta nosotros le fue agregado por la
posteridad. En efecto, por su inconmensurable valor poético, la ambición y alcance de
su perspectiva filosófica, la belleza y precisión de sus imágenes y la perfección de su
lengua, la Comedia ha sido considerada como el mayor poema de la cristiandad.
Al terminar la redacción del Paraíso, Dante tenía ya la certeza de que su destierro era
definitivo: la imposición de la condena de muerte de 1315, tras su rechazo de la
amnistía, se extendía por igual para su descendencia. En 1319, probablemente, el
poeta se encontraba al servicio del señor de Rávena Guido da Polenta, quizá con
funciones de secretario o preceptor de retórica. A principios de 1321, el dogo de
Venecia amenazó con una expedición punitiva contra Rávena, a raíz de un conflicto por
la explotación de unas salinas limítrofes entre las dos jurisdicciones, y Dante marchó a
Venecia en calidad de embajador del señor Da Polenta con el fin de apaciguar a los
regidores venecianos. El largo viaje, hecho en pleno verano, por tierra primero y luego
por las lagunas de la costa del Adriático, le fue fatal: a su retorno a Rávena, Dante
enfermó gravemente de la malaria contraída durante el trayecto. Murió entre el 13 y el
14 de septiembre de 1321 y fue enterrado, en medio de solemnes homenajes, en la
iglesia de San Francisco de Rávena.

Filippo Brunelleschi
Se formó como escultor y orfebre e inició su carrera en el ámbito de la escultura. No es
de extrañar, por tanto, que participara en el concurso para la realización de las puertas
del baptisterio de Florencia en 1401, certamen en el que quedó segundo, después
de Lorenzo Ghiberti. Se dice que su decepción por este relativo fracaso fue tal que en
lo sucesivo decidió dedicarse casi exclusivamente a la arquitectura.
Sus profundos conocimientos matemáticos y su entusiasmo por esta ciencia le
facilitaron el camino, además de llevarle al descubrimiento de la perspectiva, la clave
del arte del Renacimiento. A Brunelleschi se debe, de hecho, la formulación de las leyes
de la perspectiva central, tal como afirma Alberti en su famoso tratado Della pintura.

Pero en su época, su fama estuvo asociada, sobre todo, a la cúpula de la catedral de


su ciudad natal, Florencia, ya que sus conocimientos de ingeniería le permitieron
solventar los problemas, en apariencia insolubles, de la construcción de dicha cúpula,
por lo que sus conciudadanos lo reverenciaron. De hecho, en la actualidad la cúpula
continúa siendo su obra más admirada.
A partir de los monumentos clásicos y de las realizaciones del románico toscano, creó
un estilo arquitectónico muy personal, en el que desempeñan un papel fundamental las
matemáticas, las proporciones y los juegos de perspectiva. En todos los edificios que
llevan su firma, las partes se relacionan entre sí y con el todo mediante fórmulas
matemáticas, de manera que, por ejemplo, una sección es la mitad o la cuarta parte del
todo, etc.

Catedral de Florencia

También entran en juego las combinaciones de diferentes figuras geométricas


(cuadrado, círculo, triángulo), ya que para Brunelleschi, como buen renacentista, la
estética no era un juego de azar sino el resultado de la correcta aplicación de una serie
de leyes preestablecidas. Precisamente por ello, sus edificios no son aptos para suscitar
emociones sino para intentar comprender fría y racionalmente las leyes que el artista
quiso plasmar a través de sus realizaciones.

Su arquitectura elegante y moderadamente ornamental queda compendiada a la


perfección en dos espléndidas creaciones: la capilla Pazzi y la Sacristía Vieja de San
Lorenzo. Son dos obras de planta central, basadas en la armonía visual y en la
alternancia, característica del artista, entre arenisca gris y estuco blanco. Pese a la
importancia de su figura, la influencia de Brunelleschi en las generaciones posteriores
fue muy limitada. Sin embargo, quien sin duda se inspiró de algún modo en él para sus
realizaciones arquitectónicas fue Miguel Ángel.

Miguel de Cervantes
Retorno a la patria
Cinco días más tarde, después de un lustro de cautiverio, Cervantes llegó a Denia y
volvió a Madrid. Tenía treinta y tres años y había pasado los últimos diez entre la guerra
y la prisión; la situación de su familia, empobrecida y endeudada con el Consejo de las
Cruzadas, reflejaba en cierto modo la profunda crisis general del imperio, que se
agravaría luego de la derrota de la Armada Invencible en 1588. Al retornar, Cervantes
renunció a la carrera militar, se entusiasmó con las perspectivas de prosperidad de los
funcionarios de Indias, trató de obtener un puesto en América y fracasó. Mientras tanto,
fruto de sus relaciones clandestinas con una joven casada, Ana de Villafranca (o Ana
de Rojas), nació una hija, Isabel, criada por su madre y por el que aparecía como su
padre putativo, Alonso Rodríguez.

A los treinta y siete años, Cervantes contrajo matrimonio; su novia, Catalina de Salazar
y Palacios, era de una familia de Esquivias, pueblo campesino de La Mancha. Tenía
sólo dieciocho años; no obstante, no parece haber sido una unión signada por el amor.
Meses antes, el escritor había acabado su primera obra importante, La Galatea, una
novela pastoril al estilo puesto en boga por la Arcadia de Jacopo Sannazaro ochenta
años atrás. El editor Blas de Robles le pagó 1.336 reales por el manuscrito.

Miguel de Cervantes (grabado de Fernado Selma, siglo XVIII)

Esta cifra nada despreciable y la buena acogida y el relativo éxito del libro animaron a
Cervantes a dedicarse a escribir comedias, aunque sabía que mal podía competir él,
todavía respetuoso de las normas clásicas, con el nuevo modo de Lope de Vega, dueño
absoluto de la escena española. Las dos primeras (La comedia de la
confusión y Tratado de Constantinopla y muerte de Selim, escritas hacia 1585 y
desaparecidas ambas) obtuvieron relativo éxito en sus representaciones, pero
Cervantes fue vencido por el vendaval lopesco, y a pesar de las veinte o treinta obras
compuesta en esta etapa (de las que sólo conocemos nueve títulos y dos textos, Los
tratos de Argel y Numancia), alrededor de 1600 había dejado de escribir comedias,
actividad que retomaría al final de sus días.

Entre 1585 y 1600 Cervantes fijó su residencia en Esquivias, pero solía visitar Madrid
solo; allí alternaba con los escritores de su tiempo, leía sus obras y mantenía una
permanente querella con Lope de Vega. En 1587 ingresó en la Academia Imitatoria,
primer círculo literario madrileño, y ese mismo año fue designado comisario real de
abastos (recaudador de especies) para la Armada Invencible. También este destino le
fue adverso: en Écija se enfrentó con la Iglesia por su excesivo celo recaudatorio y fue
excomulgado; en Castro del Río fue encarcelado (1592), acusado de vender parte del
trigo requisado. Al morir su madre en 1594, abandonó Andalucía y volvió a Madrid.

Pero las penurias económicas siguieron acompañándole. Nombrado recaudador de


impuestos, quebró el banquero a quien había entregado importantes sumas y
Cervantes dio con sus huesos en prisión, esta vez en la de Sevilla, donde permaneció
cinco meses. En esta época de extrema carencia comenzó probablemente la redacción
de Don Quijote de la Mancha. Entre 1604 y 1606, la familia de Cervantes, su esposa,
sus hermanas y su aguerrida hija natural, así como sus sobrinas, siguieron a la corte a
Valladolid, hasta que el rey Felipe III ordenó el retorno a Madrid.

Leonardo da Vinci
El regreso a Florencia
A finales de 1499 los franceses entraron en Milán; Ludovico el Moro perdió el poder.
Leonardo abandonó la ciudad acompañado de Pacioli y, tras una breve estancia en
Mantua, en casa de su admiradora la marquesa Isabel de Este, llegó a Venecia.
Acosada por los turcos, que ya dominaban la costa dálmata y amenazaban con tomar
el Friuli, la Signoria de Venecia contrató a Leonardo como ingeniero militar.

En pocas semanas proyectó una cantidad de artefactos cuya realización concreta no


se haría sino, en muchos casos, hasta los siglos XIX o XX: desde una suerte de
submarino individual, con un tubo de cuero para tomar aire destinado a unos soldados
que, armados con taladro, atacarían a las embarcaciones por debajo, hasta grandes
piezas de artillería con proyectiles de acción retardada y barcos con doble pared para
resistir las embestidas. Los costes desorbitados, la falta de tiempo y, quizá, las
pretensiones de Leonardo en el reparto del botín, excesivas para los venecianos,
hicieron que las geniales ideas no pasaran de bocetos. En abril de 1500, tras casi veinte
años de ausencia, Leonardo da Vinci regresó a Florencia.

Dominaba entonces la ciudad César Borgia, hijo del papa Alejandro VI. Descrito por el
propio Maquiavelo como «modelo insuperable» de intrigador político y déspota, este
hombre ambicioso y temido se estaba preparando para lanzarse a la conquista de
nuevos territorios. Leonardo, nuevamente como ingeniero militar, recorrió los territorios
del norte, trazando mapas, calculando distancias precisas y proyectando puentes y
nuevas armas de artillería. Pero poco después el condottiero cayó en desgracia: sus
capitanes se sublevaron, su padre fue envenenado y él mismo cayó gravemente
enfermo. En 1503 Leonardo volvió a Florencia, que por entonces se encontraba en
guerra con Pisa, y concibió allí su genial proyecto de desviar el río Arno por detrás de
la ciudad enemiga para cercarla, contemplando además la construcción de un canal
como vía navegable que comunicase Florencia con el mar. El proyecto sólo se concretó
en los extraordinarios mapas de su autor.
Santa Ana, la Virgen y el Niño (c. 1510)
Pero Leonardo ya era reconocido como uno de los mayores maestros de Italia. En 1501
había trazado un boceto de su Santa Ana, la Virgen y el Niño, que trasladaría al lienzo
a finales de la década. En 1503 recibió el encargo de pintar un gran mural (el doble del
tamaño de La Última Cena) en el palacio Viejo: la nobleza florentina quería inmortalizar
algunas escenas históricas de su gloria. Leonardo trabajó tres años en La batalla de
Anghiari, que quedaría inconclusa y sería luego desprendida por su deterioro. Pese a
la pérdida, circularon bocetos y copias que admirarían a Rafael e inspirarían, un siglo
más tarde, una célebre reproducción de Peter Paul Rubens.
También sólo en copias sobrevivió otra gran obra de este periodo: Leda y el cisne. Sin
embargo, la cumbre de esta etapa florentina (y una de las pocas obras acabadas por
Leonardo) fue el retrato de Mona (abreviatura de Madonna) Lisa Gherardini, esposa de
Francesco del Giocondo, razón por la que el cuadro es conocido como La Mona
Lisa o La Gioconda. Obra famosa desde el momento de su creación, se convirtió en
modelo de retrato y casi nadie escaparía a su influjo en el mundo de la pintura. Como
cuadro y como personaje, la mítica Gioconda ha inspirado infinidad de libros y leyendas,
y hasta una ópera; pero es poco lo que se conoce a ciencia cierta. Ni siquiera se sabe
quién encargó el cuadro, que Leonardo llevaría consigo en su continua peregrinación
vital hasta sus últimos años en Francia, donde lo vendió al rey Francisco I por cuatro
mil piezas de oro.

Giordano Bruno
A los catorce años fue enviado a Nápoles a estudiar, y en 1565 ingresó como novicio
en el convento de Santo Domingo; ordenado sacerdote en 1572, se doctoró en teología
en 1575. En los cenobios, donde permaneció hasta los veintiocho años, se interesó con
pasión en problemas de exégesis bíblica, y sobre todo en la posibilidad de concordar la
teología cristiana con el emanatismo neoplatónico. En este aspecto consideró a las tres
"personas" de la Trinidad como otros tantos atributos (poder, sabiduría y amor) del único
Dios. Dios, en calidad de Mente, se halla sobre la naturaleza; en cuanto intelecto, Dios
es sembrador en la naturaleza; y, en cuanto Espíritu, Dios es la misma alma universal.

Huido de Nápoles a causa de un proceso de herejía incoado contra él, y de Roma por
temor a verse acusado de un asesinato en el que ninguna culpabilidad tenía, llegó
primeramente a Liguria; luego estuvo en Turín, después en Venecia (donde publicó su
primer libro, actualmente perdido) y, sucesivamente, en Bérgamo, Saboya y Ginebra.
Acogido en esta ciudad por un adepto napolitano del calvinismo e inscrito en la
universidad y la iglesia de esta secta, se rebeló muy pronto contra sus maestros, y fue
privado de la Santa Cena.

Al cabo de poco tiempo se dirigió a Francia; aquí desempeñó una cátedra en Toulouse
durante dos años, y luego se trasladó a París, donde ofreció al rey Enrique III de
FranciaDe las sombras de las ideas, uno de los textos de mnemotécnica que Giordano
Bruno hizo imprimir en la capital francesa durante su primera estancia en la ciudad.
Profesor extraordinario en París, la indocilidad de los estudiantes le indujo a trasladarse
a la corte de Isabel I de Inglaterra, siguiendo al embajador de Francia.
Los dos años y medio pasados entre Oxford y Londres se cuentan entre los más
importantes de su vida, por cuanto entonces compuso y publicó las dos trilogías de
los Diálogos italianos. Lo mismo que había sido también El Candelero, obra aparecida
anteriormente en París, La Cena del Miércoles de Ceniza resulta aún casi una comedia,
y describe una cena celebrada en la casa de un gentilhombre londinense la noche del
Miércoles de Ceniza. De la causa, principio y uno, hoy la obra más leída de Giordano
Bruno, trata de fundar la nueva "filosofía nolana" proponiendo el concepto de una
materia viviente que se da ella misma infinitas formas abandonadas luego
paulatinamente. Del infinito universo y mundos critica la física y la cosmología
aristotélicas, que sustituye por una idea del universo infinito en su extensión y el número
de mundos (los astros) que lo integran.
La segunda trilogía, la Expulsión de la bestia triunfante, es una comedia mitológica en
la que los dioses resuelven hacer penitencia, ahuyentan del cielo a osas y escorpiones
y los reemplazan por los signos de las virtudes. En La cábala del caballo Pegaseo y del
asno Cilémico se da una sátira de la "santa asnalidad", o sea de la humildad y la
sencillez recomendadas por el cristianismo. Los Heroicos furores exaltan, en verso y
prosa, el amor de la inteligencia para el objeto divino, que es la verdad.
Al regresar a Francia, Giordano Bruno empezó a exponer y a criticar las obras
de Aristóteles. Nuevos "tumultos" de estudiantes le llevaron a Alemania, donde publicó
los tres poemas latinos compuestos mientras tanto y que integran el segundo grupo de
sus textos más ilustres. Del mínimo propone el concepto del mínimo físico, el átomo, y
de mínimo matemático, el punto, entendido cual la esfera más pequeña posible. De la
mónada, que resulta hasta cierto punto similar a los escritos mágicos del autor, muestra
la conversión de la unidad en dualidad y sus posteriores complicaciones que dan lugar
a la tríada, la tétrada, etc., hasta llegar a la década. De lo inmenso y de los
innumerables reanuda el tema que se halla en Del infinito con una nueva conciencia de
los progresos contemporáneos de la astronomía, campo en el cual destacaba Tycho
Brahe.

Invitado por Juan Mocenigo, quien quería aprender de él la mnemotécnica y quizá


también la magia, Giordano Bruno marchó a Venecia; pero Mocenigo, no satisfecho de
la enseñanza y molestado por los discursos heréticos de su huésped, le denunció al
Santo Oficio. Conseguida por la Inquisición romana la extradición, Giordano Bruno fue
encarcelado, interrogado por los inquisidores y, finalmente, condenado a una muerte
cruel.

Se ha considerado a Giordano Bruno símbolo del pensamiento libre rebelado frente al


dogma religioso: vuelve alegremente al naturalismo antiguo "renacido" en los nuevos
tiempos, sostiene sus opiniones en todos los países de Europa y ante los poderosos y
doctos y, finalmente, después de ocho años de cárcel, prefiere la muerte a la
retractación. Bajo este aspecto, aparece como héroe sublime de una humanidad
resuelta a reivindicar y defender a costa de la vida el derecho a pensar de acuerdo con
una razón autónoma y meramente filosófica.

En honor a la verdad, sin embargo, debe tenerse en cuenta que Giordano Bruno se
ordenó, según él mismo dijo a la Inquisición véneta, cuando ya su mente estaba
invadida por muchas dudas acerca de los máximos dogmas (Trinidad y Encarnación) y
se veía inclinado a una interpretación racionalista y naturalista de ellos; que nunca fue
perseguido en los países católicos transalpinos por haber huido de un convento ni por
sus ideas; y que al regresar a Italia proclamaba abiertamente no haber de temer nada
de la Inquisición y estar resuelto a volver al "gremio de la Iglesia católica". Los debates
acerca de esta figura se hallan muy lejos de tocar a su fin; de todas formas, nadie puede
discutir el valor del entusiasmo mental con que Giordano Bruno cantó como divina la
infinita fecundidad de formas de la naturaleza.

Juan Luis Vives


El pensamiento de Vives es uno de los máximos exponentes del humanismo
renacentista: trató de rescatar el pensamiento de Aristóteles, descargándolo de las
interpretaciones escolásticas medievales, y sustentó una ética inspirada en Platón y en
los estoicos. Pero, más que plantear teorías de altos vuelos, Luis Vives fue un hombre
ecléctico y universalista, que avanzó ideas innovadoras en múltiples materias
filosóficas, teológicas, pedagógicas y políticas, y propuso acciones en favor de la paz
internacional, la unidad de los europeos y la atención a los pobres. Entre sus
abundantes obras cabe destacar los tratados Sobre el alma y la vida (1538) y Sobre la
verdadera fe cristiana (1543).
Sus escritos, todos en latín, son aproximadamente unos sesenta. La variedad de esta
obra y su valor de innovación revela la honda calidad humana de Luis Vives, que insiste
en problemas de métodos, por lo que ante todo es un pedagogo y un psicólogo. En su
tratado De anima et vita (Sobre el alma y la vida), aun siguiendo a Aristóteles y
defendiendo la inmortalidad del alma en base al argumento "res omnis sic se habet ad
esse, quemadmodum ad operari", atribuye a la psicología el estudio empírico de los
procesos espirituales y estudia la teoría de los afectos, de la memoria y de la asociación
de las ideas, por lo que se le considera como precursor de la antropología del siglo XVII
y de la moderna psicología.
De su obra pedagógica destacan la Institutione de feminae christianae (1529, La
educación de la mujer cristiana), especie de manual ético-religioso para la joven, la
mujer casada y la viuda; De ratione studii puerilis (1523), sobre los métodos y
programas de una educación humanística; De ingenuarum adolescentium ac puellarum
institutione(1545) y De officio mariti, similares a las anteriores. De disciplinis (De las
disciplinas, 1531), por último, se divide en tres partes: De causis corruptarum artium, De
tradendis disciplinis y De artibus.
En ellas Vives propone una renovación y un planteamiento más científico de la
enseñanza frente a la artificiosidad y vacuidad escolástica y retórica del tiempo. La
enseñanza habrá de realizarse además de acuerdo con la naturaleza y personalidad
del alumno, es decir, la psicología ha de ser la base de la pedagogía, y en este sentido
había dirigido desde Lovaina (1519) contra los escolásticos de la Sorbona su texto In
pseudo dialecticos. En realidad, Vives supera ya el humanismo y marca el tránsito de
la pedagogía a la edad moderna y la instauración de la psicología como ciencia
experimental, precediendo a Descartes y a Bacon.
En otro grupo de obras que pudiéramos llamar sociales, encontramos los conocidos
tratados De subventione pauperum (El socorro de los pobres, 1526) y De communione
rerum (1535) en oposición a los principios extremos individualista y comunista;
preocupado en general por los problemas de su tiempo, escribe Vives una serie de
obras, siempre de temas concretos y con propuestas de soluciones, como De
conditione vitae christianorum sub Turca (1526) o Dissidiis Europae et bello
Turcico (1526), sobre los problemas del cristianismo en relación con los turcos y la
Reforma protestante.
Su Rethoricae sive de recte ratione dicendi libri III (1532) es un interesante tratado de
retórica, con importantes innovaciones, que hacen de ella un precedente directo de las
modernas preceptivas. Vinculado a su fama de filólogo y humanista tenemos
sus Linguae latinae exercitatio (1538, Ejercicios de lengua latina), diálogos llenos de
una encantadora sencillez que dictó para la ejercitación escolar.
Otras obras suyas son De veritate fidei christianae (Sobre la verdadera fe cristiana,
1543), apología católica dedicada por su discípulo Craneveldt al pontífice Paulo III en
1543; De causis corruptarum, De tradendis disciplinis y De ratione dicendi, con temas
de sus explicaciones universitarias sobre el problema de la enseñanza; el comentario
del De civitate Dei, de San Agustín de Hipona; De initiis sectis et laudibus
philosophia (1521); De pacificatione (1529), dirigida al arzobispo de Sevilla Alfonso
Manrique, con exposición de las ideas sobre la paz; y De concordia et discordia in
humano genere, dedicada al emperador Carlos V (1529).
Ad sapientiam introductio y Satellicia son dos colecciones de sentencias morales, con
un total de 805 máximas, dedicadas a la princesa María, y de las que es famosa Veritas,
tempora filia (la verdad es hija del tiempo). La primera colección de sus obras se publicó
en Basilea en 1555; la más completa fue la publicada en Valencia por Mayans (1782-
90, en ocho volúmenes). Fueron muy traducidas al español y al francés.

Lo importante en Vives es su preocupación por aquellos aspectos más inmediatos de


la realidad humana; con un profundo conocimiento del hombre y de su historia, Luis
Vives pudo intuir las decadencias de su época, al tiempo que su concepción
prudentemente optimista de la vida le impulsaba a renovar esta realidad. Católico,
comprensivo y tolerante, dotado de un gran sentido de la realidad, Vives va aplicando
estos módulos invariables de su conocimiento a los problemas que estudia.

Su vida y su obra se han hecho modelo de universalidad y profundidad, de pasmosa


seguridad; su actitud fue la del mejor humanismo, pero ensalzado por virtudes más
universales de sobriedad y mesura, de una profunda soledad y comprensión del
fenómeno humano, a través de la cual este humanismo cobró características más
trascendentales que las brillantes y entusiastas de la época.
Paracelso
Tras una ausencia de diez años de tierras de lengua alemana, y protegido por su
compatriota Juan Ecolampadio, Paracelso ganó una cátedra en la Facultad de Medicina
de Basilea en 1526, y se estableció en esta ciudad. Inició sus cursos combatiendo la
medicina clásica representada por los venerados Galeno, Avicena, Averroes o Al-Razi,
como símbolo de lo cual, y de que su enseñanza iba a diferenciarse de la hasta
entonces reconocida, quemó públicamente libros de todos ellos. En cambio, no se sabe
si salvó o no de la quema a Hipócrates, pues poco tiempo después publicó unos
comentarios a los Aforismos del tenido por padre de la medicina en los que, no
obstante, se ponen de manifiesto las discrepancias entre la forma de entender la
medicina de Paracelso y la medicina hipocrática.

Paracelso decidió además dar sus clases en lengua vulgar, en este caso, en alemán,
con el fin de que sus lecciones fueran comprendidas por el mayor número posible de
oyentes. En 1528, en vista de los frecuentes enfrentamientos que tenía con sus colegas
médicos y con farmacéuticos, y de una atmósfera crecientemente adversa, Paracelso
decidió abandonar Basilea y se retiró a Esslingen, en las cercanías de Stuttgart
(Alemania). Inmerso de nuevo en una vida de médico nómada, ejerció en Alsacia,
Baviera, Suiza, Moravia, el Tirol, Carintia y otros puntos de Austria. Se tiene constancia
de que residió y trabajó de forma estable en San Gall (Suiza) entre 1531 y 1533, en
Villach entre 1538 y 1539, y en Salzburgo entre 1540 y 1541.

Durante toda esta época la labor de Paracelso estuvo rodeada, por un lado, del prestigio
que sus éxitos en la práctica médica y su elocuencia le proporcionaron, y por otro, de
la mala fama a la que daban alas tanto sus enemigos médicos y farmacéuticos como
su defensa de las teorías mágicas, astronómicas y de alquimia. Aparte del oscurantismo
de uno u otro signo, las doctrinas médicas de Paracelso, concretamente en el campo
de la terapéutica, son especialmente importantes en dos aspectos: inició el camino del
moderno uso de los específicos, pues, defensor de la teoría de que cada enfermedad
debía tener su remedio, luchó contra la idea de que existiera un remedio para curar
todas las enfermedades, esto es, la panacea universal buscada por los alquimistas; por
otra parte, fue el primero en considerar y defender que ciertos venenos, administrados
en pequeñas dosis, podían funcionar óptimamente como medicamentos.

A ello se debe sumar, también en terapéutica, su afán por desterrar del uso médico los
polifármacos y por simplificar las elaboraciones más complicadas de otros
medicamentos, así como su esfuerzo por divulgar preparados nuevos (descubiertos por
él mismo gracias a sus experimentos) a base de antimonio, hierro, azufre, mercurio o
sales, o a base de vegetales. Hay que contar en cambio entre sus faltas la poca
importancia que concedía a la cirugía y su desprecio por el conocimiento de la anatomía
humana, a su modo de ver innecesaria para la práctica de la medicina.

Paracelso consideraba que existían cinco posibles causas de enfermedad: la acción de


los astros, la acción tóxica de los alimentos, la herencia y la constitución, ciertos factores
anímicos y la voluntad divina. Así mismo, sostenía que el hombre (”microcosmo”) se
inscribía en una entidad mayor (el universo o “macrocosmo”), cuyos elementos
constitutivos (azufre, mercurio y sal) estaban ordenados dinámicamente por un principio
vital denominado arqueus.

Juzgaba Paracelso que la medicina era la ciencia fundamental, por la completa unión
que se da en ella del conocimiento de la Naturaleza y del arte de manipularla, y porque
su estudio podía alumbrar la correspondencia entre el mundo exterior (”macrocosmo”)
y el mundo interior (”microcosmo”). Creía, por otra parte, en relación con el progreso en
tal disciplina, que el único modo de avanzar era la experimentación, siempre apoyada
en una teoría, pues sin el experimento y la práctica no se conoce la realidad, pero sin
la especulación y la teoría el conocimiento no es sino un conjunto de reglas estériles.
Para Paracelso, sin embargo, la práctica de la especulación no era contraria a la
revelación, pues las consideraba dos modos de conocimiento coincidentes.

Representante característico del Renacimiento en su mezcla de un naturalismo


panteísta y de la mística especulativa, Teofrasto Paracelso entendía que el verdadero
médico es también el verdadero filósofo, el verdadero astrónomo y el verdadero teólogo.
Hay que ligar al concepto paracelsiano de la medicina y a su concepción del hombre
(entendido como resultado de la coincidencia de una realidad terrestre, una astral y una
divina) su visión de la finalidad de la ciencia fundamental: la de conocer el
funcionamiento del alma para dominarla y ampararla de elementos extraños que
puedan causarle algún daño.

Entre sus numerosas obras, algunas de ellas sobre enfermedades concretas (la sífilis)
o profesionales (de los mineros), destacan las que describen su sistema humano y
cosmológico: el Liber Paragranum (1530, impreso en 1565) y la Opus
Paramirum (1532, impresa en 1591). Fueron, sobre todo, las teorías biológicas y
alquímicas de Paracelso las que contaron con mayor número de seguidores inmediatos.
Tras la muerte del médico, sus partidarios fueron aumentando esencialmente en
Alemania y Francia, pero también en la España de los siglos XVI y XVII, e incluso XVIII,
a pesar de la fuerza de sus detractores.

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