Cobas Carral, Andrea - Una Poética de La Fuga. La Narrativa de Félix Bruzzone

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Andrea Cobas Carral.

“Una poética de la fuga: la narrativa de Félix Bruzzone” en


Celina Manzoni (comp.) Poéticas y políticas de la representación en la literatura
latinoamericana. Buenos Aires: Corregidor, 2015. (ISBN 978-950-05-3092-7).

UNA POÉTICA DE LA FUGA:

LA NARRATIVA DE FÉLIX BRUZZONE

Andrea Cobas Carral

Universidad de Buenos Aires

Estas cosas nunca terminan, siempre siguen,


hay que esperar y están ahí, como las verrugas,
que siempre vuelven. Y si no vuelven,
desconfiar, aparecerán de una forma u otra.

Félix Bruzzone “Sueño con medusas”.

Novelas, crónicas, testimonios, poesías, obras dramáticas, cuentos y también

escrituras que resisten toda clasificación genérica. Textos que vuelven al realismo y

otros que se apartan, textos que se fundan en la interdiscursividad, textos que adoptan la

matriz poética del policial o la del fantástico o la del maravilloso. Las combinaciones

son múltiples y se explican en parte porque, entre las obsesiones que deja entrever el

campo literario argentino de las últimas décadas, la tematización de la violencia de

Estado ocupa un lugar central: palabras para decir -y volver a decir de todas las formas

posibles- aquello que parece no clausurarse nunca porque su huella aún traumática

persiste en el presente.

En el marco de esas narrativas que representan el pasado reciente, en los últimos

años destacan los textos escritos por la llamada “segunda generación”, la de los hijos de

víctimas de la violencia de Estado. Entre las nuevas voces que surgen en los últimos

años, la de Félix Bruzzone es significativa por los procedimientos que pone en juego en

1
su escritura para referir el pasado reciente, procedimientos con los que se aparta de los

lineamientos más o menos canónicos para narrar la violencia. 1

De 76 (2008) a Las chanchas (2014), la escritura de Félix Bruzzone encarna una

búsqueda que parece definirse tanto por su imposibilidad de quietud como por el modo
2
en que rehúye cualquier clausura de sus sentidos. En los textos de Bruzzone, la clave

que permite entender el presente -porque cifra en ella el pasado- parece estar siempre en

otra parte: más allá del relato, más allá de lo dicho, siempre implícita en

desplazamientos que adoptan la apariencia de un sueño, de una pesadilla, de una

travesía con motivaciones difusas. En suma, su escritura propone una poética de la fuga

que expande las posibilidades para representar la desaparición, la sustracción de

menores, la búsqueda de la propia historia y de la propia identidad.

I- PALABRAS DE HIJOS

En H.I.J.O.S. aprendí a no sentirme sola frente


al show de la impunidad de nuestro país.
Aprendí a expresar la indignación y la
impotencia.

Andrea Suárez Córica Atravesando la noche.

En 1995, emerge en el plano público la agrupación “Hijos por la identidad y la

justicia contra el olvido y el silencio” (H.I.J.O.S.), colectivo de hijos de víctimas del

1
Félix Bruzzone nace en agosto de 1976. Su padre, Félix Giménez -militante del Ejército
Revolucionario del Pueblo (ERP)- ingresa en 1972 como conscripto en el Comando de
Comunicaciones 141 de Córdoba. Durante una guardia en febrero del ‘73, Gimenez “entrega” el
Batallón a la célula del ERP denominada los “Decididos de Córdoba” que logra sustraer del
Comando una importante cantidad de armamento. En 1975, Giménez pasa a la clandestinidad y
es desaparecido en Córdoba en marzo del ‘76. Marcela Bruzzone, la madre de Félix y también
militante del ERP, es desaparecida en noviembre del mismo año.
2
Bruzzone publica el libro de cuentos 76 (2008) y las novelas Los topos (2008), Barrefondo
(2010) y Las chanchas (2014). En 2014 sale una segunda edición de 76 que suma dos nuevos
cuentos a la original de Editorial Tamarisco.

2
terrorismo de Estado ejercido por la última dictadura militar argentina (1976-1983). 3 En

el contexto del menemismo, el surgimiento de H.I.J.O.S. visibiliza el entramado de

impunidad sobre el que reposa buena parte del orden social. 4 Como espacio simbólico

que permite un reconocimiento fundado en la experiencia común de orfandad y pérdida,

pero también como colectivo capaz de encarar prácticas novedosas de arte/política,

H.I.J.O.S. propone una nueva dirección para el reclamo de “verdad y justicia” en

relación con otros organismos de derechos humanos que, ya desde la dictadura y los

primeros años de la recuperación democrática, tienen presencia pública.

La “Carta abierta a la sociedad argentina” (1995) con que H.I.J.O.S. se da a

conocer por primera vez muestra el doble movimiento que la agrupación instituye como

su centro: por un lado, recorta su lugar de enunciación en tanto hijos de desaparecidos,

torturados, exiliados; y por otro, enmarca esa especificidad en el contexto de una

sociedad que es cómplice porque alterna entre el silencio y el olvido respecto del

terrorismo estatal:

Durante años estos niños crecieron sin sus padres. Huyendo de un lugar a otro.
Sin hogar, sin hablar. Arreglándose de alguna manera para construir su vida,
preguntando y recibiendo respuestas a medias; con muchas lágrimas,
dolor...como un rompecabezas al que le faltan muchas piezas. ESA HISTORIA

3
El 3 de noviembre de 1994 se hace en la Universidad Nacional de La Plata un homenaje a los
detenidos-desaparecidos durante la dictadura que pertenecían a la Facultad de Arquitectura. El
homenaje, en el que convergen varios “hijos”, opera como un espacio de reconocimiento y
encuentro que es el punto de partida de lo que será, unos meses después, la agrupación
H.I.J.O.S.. Cfr. Bonaldi y Cueto Rúa para una historia detallada del inicio de la agrupación y de
las discusiones que se dieron en su interior.
4
El gobierno de Carlos Menem (1989-1999) construye un discurso en el que se impone la
consigna de “pacificar” para lograr la “reconciliación” y se impulsa el “borramiento” del
pasado: la década del 90, marcada por una política económica neoliberal que continúa la
iniciada durante la dictadura, puede ser considerada la “década del olvido”. Ejemplos del
accionar del Estado en esa dirección son, por un lado, el proyecto de demolición de la Escuela
de Mecánica de la Armada (ESMA) para crear allí un “Monumento a la Unión Nacional” y, por
otro, los indultos con los que Menem deja en libertad, entre otros, a los Jefes de las Juntas
-condenados en el histórico Juicio llevado adelante durante el gobierno de Raúl Alfonsín-,
indultos que legitiman la impunidad y que se suman a las leyes de “Punto final” y de
“Obediencia debida” que seguirán vigentes hasta 2003. Cfr. Ageitos para un análisis detallado
de esas leyes.

3
ES NUESTRA. NOSOTROS SOMOS ESOS HIJOS. Hemos crecido. Hoy
estamos juntos, no sólo para preguntar sino también para hablar y exigir. Esta
sociedad es hija del silencio y del terror, y se pretende tender un manto de olvido
sobre la historia de nuestro país. Nosotros no somos partícipes de este muro de
silencio: queremos derrumbarlo. 5

El fragmento permite ver en su materialidad el quiebre que H.I.J.O.S. implica en

la subjetividad de sus integrantes: el grito con el que los hijos asumen, en primera

persona, su voz, su historia y su lugar en la sociedad, es el inicio de un camino en el que

buscan apropiarse también de su identidad e intervenir activamente en el entramado

social.

En 1996, Andrea Suárez Córica -parte del núcleo fundante de H.I.J.O.S.- publica

Atravesando la noche. 79 sueños y testimonio acerca del genocidio, primer trabajo en el


6
que una hija de víctimas de la violencia de Estado cuenta su historia. El breve libro de

Suárez Córica se filia, desde su título, con el género testimonial, pero su organización

en cuatro apartados permite pensar otros modos de articulación del sentido hacia dentro

del texto. En primer lugar, el libro se abre con la presentación seriada y cronológica de

los 79 sueños que dejan entrever su lógica diferencial, su modo específico de tramar la

violencia, su inquietante manera de referir “lo real”. En segundo lugar, aparece una

“cronología” de la vida de Suárez Córica que, parcialmente, superpone su temporalidad

con la de los episodios que representan los sueños y que es una equívoca clave de
5
Destacado en el original. Los comunicados de H.I.J.O.S. pueden consultarse en
http://www.hijos-capital.org.ar
6
Luisa Marta Córica, la mamá de Andrea Suárez, nace en La Plata en 1944. Separada y con tres
hijos, decide finalizar sus estudios secundarios. Luego inicia la carrera de Filosofía en la UNLP
donde milita en la Juventud Universitaria Peronista (JUP) al tiempo que es delegada del
Sindicato de Empleados del Hipódromo. El 6 de abril de 1975 es secuestrada en la estación de
trenes de La Plata y asesinada el 7 por integrantes de la Concentración Nacional Universitaria
(CNU), parte de la Triple A, en la playa de Los Talas donde su cuerpo es encontrado con signos
de tortura y las manos atadas con alambre. En 1994, su hija recupera cuarenta y ocho poemas
escritos por su madre que se publican bajo el título La niña que sueña con nieves (2015) en la
colección “Los detectives salvajes” que dirige Julián Axat y que recoge producciones de poetas
desaparecidos y también de sus hijos. NO INCORPORADO A LA TESIS EN Introducción,
poner en capítulo donde retome este texto.

4
lectura que desestabiliza el sentido de los fragmentos de la primera parte. Sumando una

tercera capa textual, se presenta el “testimonio” con la forma de un relato en el que

Suárez Córica vuelve a contar, por tercera vez, su historia y la de su madre. El libro se

cierra con una serie de fotografías de Luisa Córica y con la reproducción de la página

del periódico platense en el que se informa el hallazgo del cuerpo de la madre. Como

señala Miguel Dalmaroni, el relato de Suárez Córica -de gran significación colectiva por

la pertenencia a H.I.J.O.S. de su autora- muestra un patrón de mezcla genérica que

establece una diferenciación respecto de las principales configuraciones discursivas del

testimonial. 7 Esa mezcla de tipos textuales que advierte Dalmaroni parece responder a

una voluntad narrativa que encuentra en la repetición, en la superposición de

temporalidades y en la diversidad de discursos, procedimientos eficaces para indagar la

propia identidad. El sueño, la cronología, el relato, la representación fotográfica y la

nota periodística aparecen como facetas que permiten arman las caras de una biografía

que por adición cobra espesor página tras página en un ejercicio de escritura que, como

el gerundio de su título parece indicar, se recupera en la durabilidad de un acto que no

cesa. De algún modo, Atravesando la noche manifiesta ostensiblemente la necesidad de

contar, una y otra vez, esa historia de pérdida que no encuentra su clausura en un

contexto social y político marcado por la impunidad.

El libro de Andrea Suárez Córica inaugura una zona relevante de la literatura

argentina a la que pertenece también la narrativa de Félix Bruzzone: la de los textos

escritos por hijos de víctimas de la violencia de Estado, textos que forman un arco que

va desde aquellos marcadamente autobiográficos y que se reconocen en su filiación con

lo testimonial como Mi nombre es Victoria, de Victoria Donda Pérez (2009) hasta los
7
Cfr. “Memorias” en La palabra justa para una lectura pormenorizada de Atravesando la noche
en el marco de la propuesta de H.I.J.O.S. Agradezco la generosidad del profesor Dalmaroni
quien me facilitó una copia del inhallable libro de Suárez Córica.

5
que, como Diario de una Princesa Montonera. 110% verdad de Mariana Eva Perez

(2012), se apoyan, en mayor o menor grado, en el pacto de lectura que supone la

“autoficción” en tanto tipo de relato en el que la experiencia vital y su ficcionalización

establecen límites porosos. 8

Entonces el libro de Suárez Córica interesa ya que su escritura condensa y

representa las problemáticas comunes a los hijos de desaparecidos e inaugura un corpus

narrativo que, sobre todo en los últimos años, propuso articulaciones novedosas

respecto de los modos de referir el pasado reciente. Pero también, porque en

Atravesando la noche aparecen algunas marcas estéticas que recorren los textos

posteriores de los hijos. Resulta evidente, por ejemplo, la consonancia que podemos

encontrar entre la forma en que Suárez Córica narra sus sueños y la manera en que

Bruzzone presenta sus historias. Los 79 sueños que Suárez Córica transcribe llaman la

atención porque excluyen cualquier atisbo de sorpresa o cuestionamiento ante la

irracionalidad de lo narrado. Más bien, el núcleo significativo de los sueños se recupera

a través de una escritura que se sucede en frases cortas cuya voluntad es mostrarlos en

su estabilidad lógica, procedimiento que resulta en una narración sintética, contenida y,

casi siempre, muy perturbadora capaz de hacer que el lector, poco a poco, olvide que

esos pequeños fragmentos que lee son sueños y proyecte entonces sus sentidos hacia el

plano de lo testimonial: “Estoy con mi vecino en el lago Titicaca, en Bolivia. En el lago

se forma una gran tormenta. Las olas se llevan su Falcon verde. Lo veo flotar

bruscamente en el agua pero no podemos hacer nada. Veo la masa de agua viniendo”

(13). Hay algo en el tono de esos fragmentos que podemos encontrar como un elemento

8
También son numerosas las novelas que tienen como personajes a hijos de desaparecidos
aunque sus autores no lo sean. La primera es A veinte años, Luz, de Elsa Osorio (1998). Dentro
de ese corpus más bien desparejo se destacan El secreto y las voces, de Carlos Gamerro (2002),
Taper ware, de Blanca Lema (2009) y Una muchacha muy bella, de Julián López (2013).

6
constitutivo de la escritura de Bruzzone. No solo la referencia a la dimensión onírica

-presente en la totalidad de los textos de hijos- sino el modo en que la lógica de los

sueños -que en Suárez Córica aparece dislocada, pero claramente encuadrada en la

sección que los contiene- interviene directamente como articuladora de lo que los textos

de Bruzzone presentan como una “realidad” que solo puede ser comprendida

renunciando explícitamente a cualquier criterio lógico.

De la referencialidad evidente de 76 hasta la inquietante ficción marciana de Las

chanchas, este rasgo de la escritura de Félix Bruzzone que hace encarnar la lógica

onírica en el plano de “lo real” para proponer un desplazamiento del sentido opera como

uno de los ejes principales de la poética de la fuga que sus textos materializan.

II- 76: ENTRE LA HISTORIA Y LA IMAGINACIÓN

En el conjunto de la narrativa de hijos, la de Félix Bruzzone se funda sobre una

serie de procedimientos que se repiten en sus textos hasta componer un sistema. El más

preciso consiste en la reescritura de argumentos que se presentan, primero, apelando a la

retórica del realismo en su versión más clásica y, en segundo término, proponiendo casi

la misma historia de base, pero con recursos cercanos al fantástico, lo maravilloso o la

ciencia ficción. En ese juego se construye la versión del pasado reciente que los textos

de Bruzzone proponen al lector. Casi en una síntesis de las tradiciones que la literatura

argentina históricamente construye para referir el terrorismo de Estado, los textos de

Bruzzone exhiben dos fuerzas en contraste que hacen surgir el sentido: por un lado, la

que tiende a construir una referencialidad claramente reconocible -episodios, nombres,

itinerarios, modos de decir-, y por otro, la que desestabiliza esa representación realista

7
trayendo al texto recursos que la tensionan, la pervierten, la anulan hasta poner también

en cuestión los alcances de aquello que el texto narra.

Desde su título, 76 recorta una temporalidad inequívoca para cualquier lector

argentino. La fecha envía doblemente fuera de la representación: por un lado, remite al

año del último golpe de Estado y, por otro, indica el año de nacimiento del autor y el de

la desaparición de sus padres imbricando así la historia colectiva sobre la biografía del

autor. De este modo, la dimensión paratextual y la referencialidad que el título expresa

son proyectadas sobre los cuentos de 76 que pueden ser leídos en su continuidad: cada

uno recorta una temporalidad y se fija cronológicamente en un momento histórico entre

mediados de la década del ‘80 y el futuro imaginado del año 2073. Desde las vivencias

iniciáticas de un nene criado por su abuela durante la transición democrática hasta la

presentación de una ficción futurista en la que un hijo logra -casi cien años después-

encontrar a su padre en un mundo regido por la realidad virtual, los cuentos trazan un

recorrido a partir de la focalización en diversas experiencias vitales que atraviesan a los

niños, a los jóvenes, a los adultos con padres desaparecidos.

Los cuentos “Unimog” y “2073” tienen como eje la búsqueda del padre

desaparecido. Con sus variaciones genéricas, ambos cuentos trazan una circularidad

temática con resoluciones disímiles, pero que analizados en conjunto permiten pensar

ciertos rasgos constitutivos de la poética de Bruzzone.

En “Unimog”, un hombre decide comprar, con los bonos que le otorga el Estado

por la desaparición de su padre, un camión Unimog del Ejército. La acumulación de

referencias que remiten al pasado reciente es explícita: el ERP, los desaparecidos,

Malvinas, las leyes reparatorias. El encuentro del narrador con el camión aparece teñido

8
por un aura que se liga con la densa historia que la sola percepción del Unimog dispara

en quien lo ve:

El vendedor hablaba y Mota pensaba en su padre, quien cuando era conscripto -y


miembro de “Los Decididos de Córdoba”, un grupo del ERP- había participado
en la toma del Comando 141 de Comunicaciones del Ejército. En esa ocasión él
y algunos otros habían robado varias ametralladoras, un cañón antiaéreo,
municiones y algunos fusiles; y un Unimog, que fue lo que usaron para cargar
las cosas y huir. 9

Único cuento del libro narrado en tercera persona, “Unimog” cuenta una

búsqueda que fracasa: su protagonista decide viajar con su camión a Córdoba para

conocer los lugares en que su padre estuvo antes de ser desaparecido. El encantamiento

no tarda en romperse: el camión falla, se queda, se descompone casi como en una

metáfora de la búsqueda que también naufraga: “¡No tenés nada para decir!, ¿eh? [...]

¿Nada?” (43) repite el narrador mientras se desquita a martillazos contra el camión

varado en una ruta provincial. Travesía e intemperie se conjugan en el cuento para poner

en escena la decepción de este hijo: atravesado por los interrogantes que vienen del

pasado, solo, bajo la lluvia, a medio camino entre la nada y la nada, toda su búsqueda

parece condensarse en los restos de ese Unimog que no funciona, pero que tampoco se

deja destruir.

Casi como reverso de “Unimog”, en “2073” -cuento que cierra el libro-

Bruzzone vuelve a tematizar la búsqueda y lo hace ficcionalizando el tema del anhelado


10
encuentro con el padre desaparecido. Sin explicitar las causas del cambio, “2073”

9
Página 35. Todas las citas de 76 corresponden a la segunda edición. En adelante se consigna
número de página entre paréntesis en el cuerpo del texto.
10
Casi todos los textos de hijos articulan de algún modo el encuentro con los padres
desaparecidos. En los sueños que permiten el consuelo de un contacto fugaz e ilusorio; en los
múltiples reflejos del hijo que devuelven una imagen parecida a la de los padres; en las cartas,
en los textos recobrados, en los pequeños objetos que se atesoran porque en ellos hay algo de
esos que no están; incluso, en el sanador hallazgo de los huesos de esos cuerpos que vuelven a
aparecer para clausurar el duelo.

9
presenta una Argentina del futuro en la que han variado las fronteras nacionales y una

persistente lluvia acompaña el escenario de la distopía. Allí, el Estado aparece

difusamente representado como aquel que “se queda” y “redistribuye” a los hijos de los

habitantes, “ficción” que suena descabellada hasta que el lector cae en la cuenta de que

el futuro es bastante parecido al pasado de la última dictadura. En ese escenario, un hijo

atraviesa el nuevo mapa nacional hasta llegar a Córdoba donde va a revivir la hazaña

protagonizada por su padre 100 años antes: la toma del Batallón 141. A diferencia de

“Unimog”, esta vez el encuentro es posible porque ocurre en una “realidad virtual” que

es una especie de limbo en el que cada usuario puede acceder a una experiencia vital

diseñada a la medida de sus deseos. En el cuento, el hijo ve en la “realidad virtual” un

campo de maíz, allí destaca una mazorca en la que resalta un grano en el que -parodia

borgeana- se perciben superpuestos todos los espacios y todos los tiempos. Es allí,

dentro del grano, dentro de la mazorca, dentro de la banda virtual, donde el hijo puede,

al fin, encontrarse con el padre desaparecido y ser junto a él uno de los “Decididos de

Córdoba”.

Entre “Unimog” y “2073” media la distancia que va de la representación realista

a la construcción de una ficcionalidad fundada en otros recursos poéticos. La primera

búsqueda, la de “Unimog”, se estanca en el asedio a los lugares marcados con el aura de

la experiencia paterna. “Unimog” propone un itinerario guiado por la literalidad de “lo

real” y que la lógica del texto condena al fracaso. En cambio, “2073” -segunda versión

de esa búsqueda que el libro presenta componiendo una cita interna que remite a

“Unimog”- enuncia una pesquisa que apuesta a una imaginación que se vincula no ya

con la experiencia del padre sino con las vivencias del hijo: la propuesta poética que

muestra “2073” se vincula con una invención que permite encontrar al padre más allá de

10
la materialidad de “lo real” al hacer estallar el puro deseo del hijo que procura un “final

feliz” para su pesquisa por más dudoso que este sea. “2073” expresa la creencia en que

la única posibilidad de hallar a ese padre siempre se da más allá de lo evidente, siempre

se trama en un desplazamiento que se resuelve como fuga. Ante la precisión cronológica

y política implícita en el “76” que engloba estos cuentos, la paradójica apertura que

significa “2073” aparece como una definición poética que se proyecta a la obra

posterior de Félix Bruzzone. De algún modo, el juego de sentidos que se establece entre

“Unimog” y “2073” no dista demasiado del que podemos advertir en el pasaje entre el

cuento “Sueño con medusas” y su reescritura en Los topos. 11

La fuga entonces aparece articulada en la escritura de Félix Bruzzone como un

desplazamiento que cobra forma a través de la lógica del sueño, que adquiere su sentido

en el ejercicio de la imaginación y, además, que toma espesor en el hiato que muchos de

sus textos muestran entre lo dicho y lo no dicho, zona de quiebre y a la vez ausencia, en

la que reside la clave de lo narrado.

Uno de los cuentos que mejor condensa esos aspectos de la narrativa de

Bruzzone es “Otras fotos de mamá”, texto cuyo centro es, esta vez, la búsqueda de

huellas que permitan al hijo ajustar la imagen de su madre desaparecida. En el cuento, el

narrador se encuentra con un exnovio de su mamá que promete contarle acerca de sus

últimos días y prestarle unas fotos nunca vistas. Pero más allá de este inicio que

funciona casi como una excusa, el texto no se detiene en el relato del testigo, por el

contrario, prontamente su relato es puesto en segundo plano y de él solo se resaltan sus

blancos: lo que se quiere decir y no se dice, lo que se quiere preguntar y se calla, lo que

se quiere escribir en el “cuaderno de cosas de mamá” (52) y nunca se escribe. De algún


11
Para un análisis de los modos en que la imaginación opera en Los topos cfr. Cobas Carral
“Narrar la ausencia. Una lectura de Los topos de Félix Bruzzone y Diario de una Princesa
Montonera de Mariana Perez”.

11
modo, el encuentro entre el sobreviviente y el hijo de su novia desaparecida no se

resuelve en términos de una relación en la que una generación lega a otra un testimonio

que entraña una versión de la propia historia, por el contrario, lo importante no está en

el relato, parece residir siempre más allá de las palabras, como si lo esencial fuera,

después de todo, incomunicable, intransferible. El cuento se desplaza entonces de lo que

esas nuevas fotos de la madre podrían significar sobre el pasado, a la recuperación en el

texto de las pesadillas del hijo para quien el sueño se tiñe con lo perturbadoramente

cotidiano al tiempo que la lógica de la pesadilla se proyecta sobre la vigilia en la que el

hijo se sabe -en el breve recorrido que separa su cama de niño de la de su abuela-madre-

ya para siempre solo. El cierre del cuento -en el que el narrador se emborracha hasta

perder la conciencia en compañía del dueño chino del supermercado que apenas

balbucea en castellano- quizá sea el mejor recordatorio de la imposibilidad de clausura

para una historia que solo parece definirse por su inconclusión. Como en “Unimog”, la

búsqueda es puro fracaso.

De algún modo, “Otras fotos de mamá” se complementa con “El orden de todas

las cosas” en tanto nueva articulación de la misma búsqueda. Aquí también el narrador

intenta obtener datos sobre su madre desaparecida, indagación que se organiza en tres

dimensiones. En primer lugar, aparece la referencia al contacto del narrador con el

Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), intercambio que no conduce a

ninguna parte en tanto el narrador obtiene como respuesta que de los militantes del ERP

“siempre es difícil encontrar algo” (112). En segundo lugar, el narrador recuerda

difusamente un diálogo telefónico con una sobreviviente compañera de detención de su

madre con quien nunca logra encontrarse. Como en “Otras fotos de mamá”, lo que la

testigo tiene para decirle al hijo aparece atravesado por el olvido y por la imposibilidad

12
de un contacto eficaz y es, finalmente, por eso descartado. Por último, la que funciona

para el narrador como el nexo más nítido entre el pasado y el presente es su tía Rita,

pero no lo es tan solo porque es portadora de vivencias del pasado ligadas con la vida de

sus padres, sino más bien, la tía Rita es relevante porque es representada como una

suerte de medium y vidente que lo acompaña en su travesía persiguiendo por las calles

de Moreno “el rastro de la tinta” (123) de un viejo ticket en el que se condensa el

destino de la madre muerta. Las dudosas visiones que guían a la mujer contrastan con la

“verdad” científica del EAAF y con la “verdad” de la experiencia que entraña la versión

de la testigo. La tía, que no es, al fin, demasiado exitosa en sus pesquisas, posee en

cambio un atributo que es determinante: “el pasado, el presente y el futuro, para Rita,

forman parte de un espacio que algunos individuos pueden comprender en un mismo

momento, como visto desde arriba” (133). La habilidad de Rita -que prefigura la

resolución propuesta en “2073” para abordar el pasado reciente- consiste en su

capacidad para condensar las temporalidades y descentrar su mirada. Si al final del

relato poco más es lo que el hijo sabe sobre su madre desaparecida, en cambio, queda

claro que sabe un poco más sobre sí mismo: ante la pérdida de su agenda con los datos

del EAAF y de la sobreviviente solo es posible ir hacia adelante: “Después pensé que la

agenda tenía que aparecer, y que si no aparecía esa tenía que aparecer otra, una con más

información, muchos más datos en muchas otras agendas” (136). Como en “2073”, la

única posibilidad de hallar a esa madre se da siempre más allá de lo concreto, se trama

siempre en un desplazamiento que no puede más que construirse como fuga.

III- PALABRAS FINALES

13
La narrativa de Félix Bruzzone se caracteriza por presentar una escritura que se

precipita, que prolifera y avanza huyendo siempre hacia otra parte. Una escritura que

hace encarnar una búsqueda frenética que no se detiene en la presentación de una

mirada reflexiva o reconcentrada sobre el pasado sino que, más bien, erosiona los

bordes que circundan el silencio en torno de la desaparición, de la violencia de Estado,

de la vida de los hijos de desaparecidos.

La narrativa de Bruzzone renuncia a establecer una relación crítica con un

pasado que se reproduce en relatos obturados: por el contrario, en sus textos los sentidos

que la narración muestra, los sentidos que la imaginación supone, se fundan en un

presente en constante transformación. Así, si alguna memoria es finalmente posible, si

alguna lectura sobre el pasado reciente emerge en sus ficciones, surge siempre de la

tensión irresuelta entre lo dicho y lo no dicho, entre lo que se sabe y lo que se imagina,

entre lo que se esconde y lo que lucha por salir a la superficie, entre una “realidad”

opaca y los sueños-pesadillas que operan como su revés y su hermética clave.

De 76 a Las chanchas, los textos de Félix Bruzzone componen un sistema

preciso que -casi como en los sueños de Andrea Suárez Córica- se sostiene en el

progresivo borramiento de los nexos causales que ligan las acciones presentadas: si el

narrador se mueve en el contexto de una sociedad en la que se naturalizan la violencia,

la desaparición y la sustracción de las identidades entonces parece innecesario fundar

las razones de una errancia que no puede más que buscar siempre su destino en otra

parte.

BIBLIOGRAFÍA

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