La Magna Triada Del Trecento Italiano

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LITERATURA FRANCESA E ITALIANA – Prof. Adriana Crolla.

1983
La magna tríada del trescientos italiano

Se ha dicho de quien ve a la edad Media de rodilla y confesándose, no ha logrado captar la multiplicidad de aspectos
de este largo período que por desconocimiento, durante mucho tiempo fue considerado siglos de oscuridad o
tinieblas. Junto a una cultura vastísima, la Edad Media cristiana, mística, compactamente religiosa y teocéntrica,
convivió con apologistas de la duda y el pecado, herejes e incrédulos; el poeta cortesano, epítome de la gentileza, se
codeó con villanos que sabían reír con las bromas bufas de juglares y saltimbanquis; la dama compartió su sitial con
las burdas pero humanas campesinas de los fabliaux franceses.
Por eso, no se puede hablar de oposición entre lo medieval y lo renacentista, porque la Edad Media se prolongó en
el renacimiento, en una evolución continua y fructífera, donde se afianzó una renovación de la concepción cristiana
del mundo. La espiritualidad medieval se prolonga en un proceso de integración más profundo de los humano y lo
trascendente, revalorizándose al hombre como una dualidad en la unidad cuerpo – alma. La espiritualidad y la
carnalidad, lo divino y lo pagano, no son aspectos privativos de ninguna época en particular. Sí es posible afirmar,
que los excesos hacia una u otra postura, significan la decadencia: el exceso de espiritualidad en el rechazo carnal
medieval y el tremendo paganismo en el Renacimiento.
Este proceso evolutivo se produce primero en Italia durante el siglo XVI a través de las tres figuras más
representativas de las letras italianas, tanto Dante, como Petrarca y Bocaccio tienen en sí ambas épocas aunque
manifestadas a través de distintos matices.
Dante es medieval en esa firme concepción religiosa, en la fe inquebrantable y su Divina Comedia es la síntesis de
aquella Edad Media mística y moralizante y el punto culminante del Medioevo. Es el fin de una literatura porque su
obra se comentará y leerá por toda Italia, influenciando junto con el Dolce Stil Novo en el centro de Italia pero se lo
valorará más como escritor filosófico que como poeta. Sus versos serán comentados y recitados por el pueblo pero,
a pesar de su éxito, seguirá la teoría generalizada de que los mismos son instrumentos adecuados sólo para la
materia amorosa. El resto de la península seguirá venerando e imitando al latín eclesiástico de la filosofía
escolástica.
Petrarca pertenecerá a una generación distinta, más culta con una atracción profunda hacia los clásicos latinos y
despreciando los latinistas medievales por lo que Dante, que tanto los había amado, mientras se lo valora en sus
magníficas cualidades poéticas no es considerado un ejemplo válido siendo considerado su latín rígido, artificioso y
bárbaro.
La difusión de la cultura generó una generación más culta y una mayor conciencia artística. El amor por la forma
perfecta y la búsqueda de la belleza, ya no como representación de una idea trascendente, sino con todo su valor
potencial y particular.
Si con Dante se alcanza la máxima expresión de la medievalidad mística, pero preanunciando temas más
característicamente renacentistas y con Petrarca se experimentará el paso de una a otra época, con Bocaccio se
ingresa al mundo de lo humano y los sentidos, sin que por ello se produzca el corte con lo anterior.
La crítica a lo clerical, la apología del amor libre, las inventivas contra el matrimonio y la duplicidad de lo femenino,
los negadores de la inmortalidad del alma no comienzan con Bocaccio. No es posible olvidar que ya en el siglo XIII
una secta propagada en toda Europa proponía la libertad sexual y el adulterio con un fundamento netamente
panteísta; y tampoco el amor a los goces terrenales, la buena mesa y el vino fragante ensalzados en la poesía de los
Clérici vaganti y en los Carmina Burana; como así también el placer sencillo y burdo, la comicidad llana y franca de
los fabliaux y los Roman de Renard, las historias groseras, algunas veces, del Novellino florentino del S. XIII
Ello no debe extrañar, pues muchas de las fuentes de Decamerón son medievales y su predilección por ciertas
formas del amor cortés provienen de la cultura florecida en las cortes provenzales en el S XII.
Como muy bien lo señalara Gerardo Marone: “los gérmenes del Renacimiento fermentaban en los tres reinos de la
Commedia, a través de las fracturas de sus felices contradicciones y de sus temerarias libertades. Mas, para que
estos gérmenes se abrieran y crearan la nueva perspectiva ideal de las almas, era necesario secundarlos,
profundizarlos. Esta obra grandiosa la cumplía ahora Francesco Petrarca, quien, pese a sus formales negaciones de
Dante, era su necesario continuador.
La mujer símbolo, concepto, abstracción, inalcanzable sueño de los trovadores y de los sicilianos, ya que se había
humanizado a través de los poetas de la escuela bolognesa y toscana y de los del Dolce Stil Novo, de los plebeyos y
los religiosos y se había transformado en el mismo Dante juvenil en la mujer concreta y sensual, que se posee con
todos los sentidos y si se resiste, se ataca y se sacude como con la “Pietra” del Canzoniere hasta llegar a ser el
nuevo espejo de la fragilidad y de la pasión en la insuperable Francesa de Rimini de la Commedia. Sin embargo, el
platonismo de los provenzales y los escolásticos aún no habían sido totalmente vencidos. En efecto, al lado de
Francesca, sobrevive en Dante todavía Beatriz. Era necesario superar estas antítesis. Petrarca intenta conciliarlas y
crea la dúplice Laura, la de antes y la de después de la muerte, mitad Francesca, mitad Beatriz.
Bocaccio se desvinculará de todas las abstracciones y dará vida a Fiammetta, hermana despreocupada, sensual y
jubilosa de la tiránica Francesca. El pasaje de la Edad Media a la Moderna, del cielo a la tierra, de la autoridad a la
experiencia, está así completamente cumplido...”
Durante la Edad Media y el Renacimiento, la mujer es el barómetro exacto para marcar las gradaciones o matices de
la evolución, ya sea por la presencia rotunda de la espiritualizada mujer cortesana de la lírica provenzal legada a la
Escuela Poética Siciliana o la mujer angélica del Dolce Stil Novo, ya por la ausencia en la literatura mítico – religiosa
o su permanencia bajo el símbolo amoroso de la mujer en su rol de madre del Salvador.
En el caso de la tríada toscana, y como anticipó Marona en el párrafo transcripto, en la posición de la mujer surgen
cambios que responden a ese proceso evolutivo. Para Dante, y por influencia de la poesía stilnovista de la que
participó en sus obras juveniles, Beatriz es la mujer absolutamente idealizada, sin imagen física y connotada por un
sentido mesiánico. Símbolo de la belleza que permite la superación espiritual a partir de un concepto neoplatónico
que se prolongará en el Renacimiento.
Petrarca, hombre de transición, recibe la figura angelical dantesca y la transporta a su Laura, pero no puede olvidar
lo terreno de la mujer. Laura es la mujer que apoyando los pies en la tierra extiende sus alas a las alturas, real pero a
la vez idealizada.
Bocaccio ya es renacentista, sin olvidar lo medieval. Predomina lo humano, lo concreto y real como lo demuestra su
Fiammetta: la mujer concreta de carne y hueso, voluptuosa, esquiva, complaciente, pecadora, vital aunque en
algunos poemas de su vejez, eleve a su amada al Paraíso donde se encuentran las otras dos bellas adoradas por
sus maestros.
En el Decamerón están descriptas todas las facetas femeninas, desde la más tímida y espiritual hasta la más
sensual y carnal, la abnegada y sumisa Griselda junto a la casquivana Fiammetta y a la burda y caricaturesca Nuta.
Mujeres castas, bellas, ridículas o feas pero sobretodo humanas, representaciones poéticas de seres que conoció,
amó o despreció.

Cuadro comparativo de algunos aspectos caracterizadores de los tres poetas.

DANTE PETRARCA BOCCACCIO

Poeta épico – lírico Poeta lírico Narrador – retratista

Espíritu: religioso –dogmático - Espíritu: religioso –conflictivo Espíritu: religioso –


mesiánico –combatiente - (acción – ascetismo) metafísico supersticioso – social
social - contemplativo
ascético

Naturaleza melancólica – Naturaleza melancólica – Naturaleza irónica, mordaz,


moralidad severa elegíaca humorística

Arte: medio para expresar una Arte: fin en sí mismo. Mayor Arte: fin en sí mismo. Mayor
idea. Mayor conocimiento conocimiento artístico conocimiento humano
teológico
Finalidad teológica- moral Finalidad metafísica Finalidad lúdico – didáctica

Objeto poético: lo celestial Objeto poético: lo subjetivo, Objeto poético: lo humano,


interior exterior

Centro de interés poético: la Centro de interés poético: su Centro de interés poético: la


redención amor y su dolor materia narrada

Intereses celestiales Intereses espirituales y Intereses terrenales


terrenales

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