Estrategia
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Estrategia
Toda empresa diseña su misión, visión y valores, pero estos hay que traducirlos a
comportamientos observables. Y esto es lo que estamos haciendo actualmente en nuestra
empresa.
Los valores, son principios éticos sobre los que se asienta la cultura de nuestra empresa y
nos permiten crear nuestras pautas de comportamiento, son los principios básicos que se
deben observar en el actuar diario, para el logro de la misión.
Las empresas cada vez más, le otorgan mayor importancia a la gestión de sus valores, por
el impacto que éstos generan en el cumplimiento de sus objetivos estratégicos.
El desafío de nuestras organizaciones, es poder darle sentido a los valores y para ello es
necesario, que sus integrantes compartan el significado explícito de los valores propuestos,
comprendan los comportamientos que implican y estén dispuestos a ponerlos en práctica.
En un equipo, todos los componentes son iguales de necesarios y todos deben caminar en
dirección al proyecto, identificándose con la cultura corporativa, conociendo los valores de
la organización, participando de la estrategia corporativa y conociendo los aspectos más
relevantes del plan estratégico.
El éxito de una estrategia es el establecimiento de mecanismos para dar voz y voto a las
personas, cuando las personas somos más conscientes, es más fácil identificarse con lo
que hace la empresa. Tenemos que trabajar una mayor visión de apertura.
Esta simple anécdota nos demuestra lo difícil que puede resultar llevar la teoría a la
práctica, la cual se refleja en el mundo académico de hoy.
Recuerda el orden:
ESTRATEGIA – ESTRUCTURA – CULTURA
Una estrategia mal ejecutada, sin importar lo inteligente que sea, es una estrategia
inútil. El mayor reto de una empresa no es el pensamiento estratégico, sino la acción
estratégica.
La mayoría de las compañías confía en planes de comunicación para llevar a cabo ese
cambio. Desafortunadamente, no es lo mismo que impulsar la ejecución estratégica. La
brecha entre lo que se sabe y lo que se hace suele ser enorme.
La razón por la que la ejecución estratégica suele pasarse por alto es que, más que un
reto estratégico, es un reto del comportamiento humano. Según Peter Bregman de
Harvard Business Review, para conseguir resultados excelentes, las personas necesitan
estar coordinadas con una precisión milimétrica en las acciones de mayor impacto y
susceptibles de generar los mayores beneficios para la compañía.
La clave para ello está en definir la “gran directriz”, es decir, identificar el resultado más
importante a lograr en los próximos 12 meses. Tiene que ver con elaborar una hoja de
ruta que cuente con el apoyo de todo el equipo directivo. La parte más dura es delimitar
esa única cosa más importante, la cual debe servir como catalizador para impulsar el
resto de la estrategia.
La gran directriz tiene que cumplir estos requisitos para saber si es la adecuada:
Una vez seleccionadas las personas, hay que determinar en qué deben centrarse y
cuáles serán sus aportaciones. Para ello hay que identificar sus fortalezas
fundamentales y el punto de inflexión en que si cada persona mejora puede
incrementarse el potencial de su contribución. Lo que hace que este proceso sea tan
exitoso es su sencillez.
Mejorar la ejecución ¿es algo que se puede enseñar? “Creo que al menos se puede
conseguir que la gente sea consciente de algunas variables clave”, dice Hrebiniak. “Se
puede desarrollar un modelo… Si la gente sabe cuáles son las variables clave, entonces
sabrán qué es lo que hay que buscar y qué preguntas plantearse”.
Los obstáculos de la mala sincronización
La ejecución puede realizarse mal por varios motivos, y uno de los más básicos es permitir
que con el paso del tiempo vaya cambiando el carácter fundamental de la estrategia. El
ejemplo clásico de cambio de estrategia y objetivos es el intento por parte de Hewlett-
Packard, después de haber adquirido Compaq, de competir con Dell en el mercado de
ordenadores personales basándose en principio en su escala, compitiendo vía precios una
semana más tarde y después vía servicios, mientras asimismo intentaba vender a través de
costosos y conflictivos canales de distribución. Resultado: la consejera delegada Carly
Fiorina perdía su trabajo y HP aún tiene por resolver algunos asuntos estratégicos clave.
El primer paso para una buena ejecución es definir el reto. Al final, sostiene Richard Steele,
socio de la oficina de Marakon en Nueva York, ejecutar bien es básicamente un tema de
sincronización: conseguir que el producto adecuado llegue a manos del cliente adecuado en
el momento adecuado. La sincronización es complicada por varios motivos, incluyendo el
hecho de que “en la actualidad cualquier gran empresa tiene múltiples productos,
múltiples clientes, múltiples mercados geográficos. Para poder alcanzar los beneficios de
escala –a través de la consolidación- ahora hay muchísima más complejidad”. Por ejemplo,
dice Steele, una iniciativa de comercio al por menor en Europa puede suponer la
reconfiguración de 15 cadenas de suministros diferentes y comprender los mercados de 15
países diferentes. “Sería realmente complicado” Otro ejemplo clásico de falta de
sincronización: United Air Lines, que intentó crear una subsidiaria competitiva para
competir contra aerolíneas de reciente creación como Southwest. En principio se trataba
de una buena idea, pero United decidió competir utilizando la misma estructura de costes
anticuada que tenía, la cual era precisamente el motivo por el que estaba perdiendo
mercado ante las compañías aéreas de bajo coste.
En otras ocasiones los planes simplemente fallan porque no son comunicados a todas las
personas involucradas. “Realicé tareas de consultoría en empresas que diseñan y ponen en
marcha un importante plan estratégico; un mes o dos más tarde pregunté a los
trabajadores de niveles inferiores cómo les iban las cosas con el programa y cual es mi
sorpresa que manifiestan que no tienen noticia alguna del programa”, dice Hrebiniak.
Las estrategias también fracasan porque las personas se resisten a los cambios. Por
ejemplo, las oficinas centrales quieren más estandarización de un producto pero el
ejecutivo comercial de una zona no está de acuerdo con la idea. “Podría decir Necesito que
mi tableta de chocolate tenga más cacahueteso Necesito un tamaño mayor”, dice Steele.
“Únicamente se podrán captar los beneficios totales y lograr la consolidación si todo el
mundo está de acuerdo en ejecutar la estrategia”.
En numerosas ocasiones puede haber motivos de peso para resistirse a los cambios. A
veces determinada estrategia podría tener sentido observada desde lo alto, pero en opinión
de Steel no se ha tenido en cuenta del todo el impacto sobre la organización. Por ejemplo,
imaginemos que la estrategia general consiste en promocionar una marca de la empresa;
esto se conseguirá a costa de retirar recursos a otra marca. Esta estrategia podría tener
sentido en un mercado, pero podría ser completamente contraproductiva en otro. Si el
gerente de una zona ha de enfrentarse a la tesitura de decidir entre promocionar un
producto que en un mercado se considera marca aventajada pero que precisamente en su
mercado no lo es, el manager de esa zona posiblemente intentará luchar contra dicha
estrategia o eludirla. “La naturaleza humana le dictará No voy a sincronizarme contigo.
No voy a gastar el dinero en lo que tú quieras. Voy a luchar y resistir”, sostiene Steele. “Y
eso es precisamente lo que hace”.
Algunos factores culturales también pueden obstaculizar la ejecución. A veces las empresas
intentan aplicar una estrategia previamente probada y comprobada sin darse cuenta que
va a aplicarse en mercados en los que es necesario adoptar un enfoque diferente. Por
ejemplo, incluso la cadena Wal-Mart, difícil de batir en ejecución a nivel mundial, ha dado
algunos pasos en falso relacionados con temas culturales. Un ejemplo: cuando Wal-Mart
decidió instalarse en Brasil, intentó llegar a acuerdos con los proveedores del mismo modo
en que estaba acostumbrada a hacerlo en Estados Unidos, donde tiene un enorme peso en
el mercado. Los proveedores simplemente se negaron a aceptar sus reglas de juego y la
empresa no tuvo más remedio que repensar su estrategia.
Los factores culturales internos también pueden presentar ciertos problemas. Steele señala
que los responsables de la comercialización de los productos normalmente trabajan para
una marca con ciclos de dos años para una marca, periodo tras el cual se pasan a otra. Sin
embargo, el ritmo de los directores ejecutivos de operaciones es mucho más lento; sus
ciclos son de cinco años. Esto provoca que ambos tengan perspectivas muy diferentes tanto
sobre el pasado como sobre el futuro de la organización. Los incentivos concedidos a los
empleados también crean fricciones. “Esperamos conseguir A pero al final recompensamos
por hacer B. Decimos Haz esto de acuerdo con la estrategia, pero los incentivos ya llevan
con nosotros desde hace más de 25 años y se recompensa es algo completamente
diferente”, dice Hrebiniak.
No obstante, tal vez el mayor factor posiblemente sea la falta de atención que se presta a la
ejecución. Una vez se decide el plan, es muy frecuente –y sorprendente-, que no haya
apenas seguimiento para garantizar su ejecución, señalan los expertos.
Un culpable: “menos del 15% de las empresas hacen un seguimiento rutinario de los
resultados obtenidos en relación con los resultados que tenían pensado alcanzar”, dice
Mankins. En su lugar, tan sólo evalúan los objetivos del primer año, y es habitual que los
ejecutivos fijen para ese primer año objetivos deliberadamente modestos para así
superarlos y lograr una prima. Mankins sostiene que esta falta de introspección hace que
para las empresas sea verdaderamente fácil ignorar los planes que han fracasado. E ignorar
lo qué es lo que ha fallado hace que sea mucho más fácil ignorar el siguiente plan
estratégico.
¿Qué se debería hacer? Mankins explica que, a la hora de abordar la cuestión sobre cuál es
el mejor modo de mejorar la ejecución, existen dos escuelas de pensamiento.
Expertos de Marakon sugieren que las empresas que han logrado los mejores resultados
para los accionistas combinan ambos enfoques. Si echamos un vistazo a la cotización de las
acciones desde 1990, encontramos que la mayoría de las empresas del cuartil superior de
resultados combinan atención a los procesos y atención a la ejecución. Tanto Cisco como
3M y General Electric son empresas que han prestado atención a ambos. Sin embargo,
Honeywell ha concedido principalmente importancia a los procesos, y logrado por tanto -
en en opinión de Mankins-, resultados medios.
Hrebiniak, que en su libro ofrece algunas directrices, señala que es importante que los
gestores tengan “un modelo que identifique las variables críticas que definan –al menos
para el gestor-, las cosas de las que se tienen que preocupar cuando se pone en marcha un
plan de implementación. Sin dichas variables los gestores dirán Simplemente hemos
pasado la pelota a otros para que corriesen, y ese es el plan de ejecución. Así no van a ir a
ninguna parte”.
Las ventas y la cuota de mercado siempre van a ser uno de los principales indicadores para
las empresas, pero Mankins afirma que cada vez es más frecuente que las mejoras
empresas elijan indicadores que les ayuden a evaluar no sólo sus resultados financieros,
sino también si un plan está teniendo éxito. Por ejemplo, cuando una gran empresa de
cable se dio cuenta de que la velocidad a la que penetraba en nuevos mercados estaba
correlacionada con el número de representantes en dichos mercados, los ejecutivos
empezaron a hacer un seguimiento de la velocidad con que se contrataban nuevos
representantes en determinado territorio.
Pero Hrebiniak advierte que es importante elegir indicadores en conjunto de forma que
puedan variar si las condiciones del mercado cambian. Por ejemplo, las ventas de coches
podrían ser un buen indicador para un fabricante automovilístico, pero si el tipo de interés
aumenta, las ventas posiblemente disminuyan. Un buen conjunto de indicadores recogería
dicha relación.
¿Qué indicadores deberían utilizar aquellas empresas que no tienen contacto con los
consumidores? Hrebiniak explica que frecuentemente los abogados, expertos en recursos
humanos o información afirman que es imposible cuantificar en números el éxito de lo que
hacen. Su consejo: preguntar a los clientes internos cuáles serían las consecuencias para
ellos de que tu departamento fuese bueno, malo o simplemente no existiera. A veces
preguntas como esa pueden proporcionar buenas ideas para elegir los indicadores de
resultados.
Comunicación
Hrebiniak dice que las empresas a menudo se equivocan creando una distinción cultural
entre los ejecutivos que diseñan la estrategia y los empleados de los escalafones inferiores
en la jerarquía corporativa. Preguntar constantemente sobre el estado de un plan es una
buena forma de asegurarse de que continuará siendo una prioridad.
Las reuniones entre el equipo ejecutivo y los gestores de las diferentes unidades deberían
ser regulares y constantes, sostiene Perigo. Es precisamente ese “liderazgo directo y
demostrado” el que convence a una organización de que el compromiso con un plan es real
y que habrá consecuencias si el plan no se sigue. “Es una señal de compromiso desde las
altas jerarquías que se espere compromiso desde las inferiores”.