La Falsa Sutileza de Las Cuatro Figuras Del Silogismo 1762 Por Emmanuel Kant PDF
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TEXTOS
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LA FALSA SUTILEZA
DE LAS CUATRO FIGURAS
DEL SILOGISMO (r762 •
...,
VERSION ESPANOLA DE ROBERTO TORRETTI
II
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'
r~presenta esta característica como estando en conflicto con la
•
cosa misma.
Una caracte!Ística de una característica de una cosa se
llama una característica media! a de ésta última. Así, necesario
es una característica inmediata de Dios, inmutable empero una
característica de lo necesario v una característica mediata de '
Dios. Se ve fácilmente que la característica inmediata hace
las veces de una característica intermedia (nota intermedia)
entre la característica remota y la cosa misma, ya que sólo a
través de aquélla se hace la comparación entre la característica
remota y la cosa. Pero también se puede comparar negativamen-
te una característica con una cosa a través de una característica
48 intermedia, al tomar conocimiento de que algo se opone a la ca-
racterística mediata de una cosa. Contingente, como caracte-
rística, se opone a lo necesario; pero necesario es una carac-
terística 'd e Dios; y se conoce así, a través de una característica
intermedia, que ser contingente contradice a Dios.
Ahora establezco mi definición real de un silogismo. Todo
juicio por una característica mediata es un silogismo, o, con
otras palabras: un silogismo es la comparación de una caracte-
rística con una cosa a través de una característica intermedia.
Esta característica intermedia (nota intermedia) en un silo-
gismo se llama también el término medio ( terminus medius) ;
es bien sabido cuáles son los otros términos.
Para conocer con nitidez la relación de la característica
con la cosa en el juicio el alma humana es un espíritu me sirvo
de la característica intermedia racional, 'de modo que a tra-
vés de ella considero ser un espíritu como una característica
mediata del alma humana. Aquí tienen que concurrir necesa·
riamente tres juicios, a saber:
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\
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•
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•
e tiene la característica B
A tiene la característica e
Luego, A tiene la característica B
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e B •
Lo que es racional es un espíritu
A e
El alma humana es racional
A B
Luego, el alma humana es un espíritu.
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concluyo correctamente, pero la fuerza concluyente reside en
que de la primera proposición, ningún espíritu es divisible, se
sigue como una consecuencia inmediata, por lor tanto nada
divisible es un espíritu, y de esto se sigue correctamente todo
lo demás según la regla universal de todos los silogismos. Pero
como el argumento es capaz de concluir sólo en virtud de esta
inferencia inmediata, ésta forma- parte de él, que consta enton-
ces de cuatro juicios,
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En la cuarta fignra no son posibles sino silogismos mixtos.
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Sea un silogismo de la otra clase,
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las figuras, a saber, el término mayor en la premisa mayor
y el menor en la menor.* Y aun cuando, si modifico entera-
mente las posiciones de los términos, de suerte que el que era
mayor pase a ser menor y viceversa, se puede inferir una con-
clusión de la cual se sigue la conclusión dada, en tal caso es
necesaria también una trasposición total de las premisas, de
modo que el llamado silogismo según la cuarta figura contie-
55 ne, sí, los materiales, pero no la forma con arreglo a la cual
debe efeotuarse la inferencia, y simplemente no es un silogismo
según el orden lógico en el cual únicamente es posible la cla-
sificación de las cuatro figuras, situación que es totalmente
diferente de la del silogismo negativo de la misma figura. Ha-
bría que decir, en efecto:
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mejorar una cosa inútil. Sólo cabe realizar algo útil destru-
yéndola.
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rrado mucha apar~nle erudición, es éste. Los llamados modos,
que son posibles en cada figura, designados con extrañas pala-
bras, que a la vez con mucho arte secreto incluyen letras que
facilitan el paso a la primera figura, albergarán en el futuro
una preciosa curiosidad del modo de pensar del entendimiento
humano, cuando algún día el moho venerable de la antigüedad
enseñe a una posteridad mejor instruida a admirar y deplorar,
en estas reliquias, los diligentes y estériles esfuerzos de sus
antepasados . .
También es fácil descubrir la ocasión que dio lugar a esta
sutileza. El primero que escribió un silogismo en tres líneas
consecutivas, lo consideró como un tablero de ajedrez y trató
de ver qué podía salir de la permutación de las posiciones del
57 término medio, cuando se dio cuenta de que salía un sentido ·
razonable, estuvo tan sorprendido como quien descubre un
anagrama en un nombre. Era igualmente pueril alegrarse por
lo uno o lo otro, especialmente si se olvidaba que no se había
aportado nada nuevo en materia de claridad, sino sólo un
incremento de la confusión. Pero tal es el destino del enten·
dimiento humano: o bien es caviloso y cae en lo grotesco, o
corre osado tras objetos demasiado grandes y construye casti·
llos en el aire. De la gran masa de los pensadores escoge el
uno el número 666, el otro, el origen de los animales y las
plantas o los misterios de la providencia. El error en que caen
ambos es de muy distinto gusto, como son distintas las cabezas.
En nuestros tiempos se acumulan las cosas dignas de saberse.
Pronto nuestra capacidad será demasiado débil y nuestra vida
demasiado corta para captar aunque sea sólo la parte más
útil de ellas. Se ofrecen riquezas en exceso, para cosechar las
cuales habrá que rtirar de nuevo mucho botín inútil. Mejor
hubiera sido no cargarse con ello nunca.
Me sobreestimaría si creyera que la labor de algunas horas
será capaz de derribar el coloso que esconde su cabeza en las
nubes de la antigüedad y tiene pies de barro. Mi único pro·
pósito es justificar por qué seré breve en estas materias en el
curso de lógica, aunque no puedo ajustar todo en él a mi
comprensión de las cosas, sino que tengo que hacer algunas
concesiones al gusto dominante; el tiempo que así gane se
aplicará a la ampliación efectiva de conocimientos útiles.
La silogística puede todavía en;tplearse 'd e cierta otra ma·
nera, a saber, para aventajar al desprevenido en una discusión
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académica. Pero como esto pertenece a la atlética de los doc-
tos, un arte que seguramente es muy útil, pero que no aporta
gran cosa en beneficio de la verdad, lo pasaré aquí por alto.
6. Consideraciones finales.
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observar a este reslJecto que este juicio no es el concepto nítido
mismo, sino el acto que lo realiza; pues la representación de
la cosa misma que surge tras este acto es nítida. Es fácil
mostrar que un concepto completo sólo es posible mediante
un silogismo; basta consultar el parágrafo 1 del presente escri-
to. Por esto, podríamos llamar concepto nítido a aquél que
es claro merced a un juicio; completo, en cambio, al que es
59 nítido merced a un silogismo. Si la completitud es de primer
grado, el silogismo es simple; si de segundo o tercero, sólo
es posible merced a una serie de silogismos en cadena, que el
entendimiento abrevia en la forma de un sorites. Se comprueba
así también un error esencial de la lógica, según se la expone
comúnmente, pues se trata a los conceptos nítidos y completos
antes que a los juicios y silogismos, aunque aquéllos sólo son
posibles en virtud de éstos.
Segundo, así como es obvio que para el concepto completo
no se requiere otra facultad básica del alma que para el nítido
(por cuanto la misma capacidad que conoce algo inmediata-
mente como una caraoterística en una cosa, se emplea para
representar otra característica en aquella primera, y pensar así
la cosa a través de una característica remota), con la misma
facilidad salta también a la vista que entendimiento y razón,
esto es, la facultad de conocer nítidamente y la facultad de
hacer silogismos no son capacidades básicas diferentes. Ambas
consisten en la facultad de juzgar; cuando se juzga mediata-
mente, se infiere.
Tercero, de aquí se desprende que la facultad cognoscitiva
superior estriba exclusivamente en la facultad de juzgar. En
consecuencia, si un ser puede juzgar posee la capacidad cognos-
citiva superior. Si hay razones para negarle esta capacidad,
tampoco es capaz de juzgar. El olvido de estas consideraciones
ha dado lugar a que un sabio célebre le atribuya conceptos
nítidos a los animales. Un buey, se dice, tiene en su represen-
tación del establo •también una representación clara de su
característica, la puerta, y así, tiene un concepto nítido del es-
tablo. Es fácil evitar la confusión en este caso. La nitidez de
un concepto no consiste en que se represente claramente aquello
que es una característica de la cosa, sino en que se lo conozca
como característica de la cosa. La puerta es sin duda algo que
pertenece al establo y puede servir como característica suya;
pero sólo quien concibe el juicio esta puerta pertenece a este
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derna lógica matemática ( cf. Lukasiewicz, A ristotle' s Syllogistic from the
standpoint of Modern Formal Logic, Second edition, Oxford 1957).
Según K. Lasswitz, quien tuvo a su cuidado la edición acaa'émica de este
texto, el "sabio célebre" que atribuye conceptos nítidos al ganado vacuno
(parág. 6) es Georg Friedrich Meier, en su obra Versuch eines neuen
Lehrgebaudes von den Seelen der Thiere, Halle 1749, págs. 29 y ss. La
Lógica de Crusius citada en la nota -:~ es la obra de este autor W eg zur
Gewissheit und Zuverliissigkeit der menschlichen Erkenntnis, Leipzig 1747.
Siguiendo a Lasswitz, escribo, en la última línea del segundo párrafo del
parág. 1, "que ser contingente contradice a Dios"; la edición original decía
notwendig (necesario), en vez de zufiillig ( cantingente}. En el parag. 4,
inmediatamente después del primer ejemplo, agrego entre corchetes la pa-
labra silogismos. Es indispensable suplir aquí un sustantivo, omitido en la
edición original. Lasswitz escribe Satze (proposiciones) ; pero si aceptamos
esta corrección, Kant aparece hablando de "proposiciones de la primera
figura" ("sie [ d.i. die Satze] jederzeit in der ersten Figur stehen"), lo
que es absurdo.
En cuanto a la terminología, creo oportuno señalar que, donde escribo
silogismo, Kant <i'ice Vernzmftschluss, literalmente inferencia de la razón;
como los lógicos de la época no conocen otra forma de inferencia mediata
que el silogismo, los autores alemanes parecen haber estimado que esta
expresión era un buen equh·alente teutónico del término griego que seguimos
empleando en español (véase, por ejemplo, G. F. Meier, Auzug aus der
V ernunftlehre, JIalle 1752, parágs. 353 y ~s.; este es el manual de lógica
que Kant usaba en sus cursos). 'La facultad de juzgar de que se habla en el
parág. 6 se llama en alemán, literalmente, Verm))gen zu urteilen; como
es sabido, en la obra crítica de Kant cobra gran relieve una facultad deno-
minada Urteilskraft, que solemos llamar en español facultad de juzgar.
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