Monicagae PDF

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Deshaces todo lo malo que tocas.

Hoy me ha hablado de París.


Podría sonar típico,
si no hubiese sido ella yo también lo hubiese pensado.

Pero hoy me ha hablado de París


y París era nuestro, sólo nuestro.
Nadie se había enamorado antes allí,
nadie había prometido el resto de su vida
subidos a la Torre Eiffel.

Nadie había caminado por sus calles


ni le había tapado los ojos a los ojos que quiere ver cada mañana.

Nadie había hecho tanto el amor allí,


nadie había follado tan salvajemente allí,
nadie.

Hoy me ha hablado de París,


y he mirado mi correo esperando encontrar los billetes
y he mirado mi armario pensando en qué meter en la maleta
y he pensado en el trabajo y en cómo pedir días libres
y he pensado cómo voy a decirles a mis padres
que me he vuelto a enamorar
y que mi corazón vuelve a estar
jodidamente lejos
de mi pecho.

Hoy me ha hablado de París.


De nosotras en París.

Y "De nosotras en París"


París me ha dado igual.
Nueve pitidos y un contestador.

Sé que no es fin de año, pero he acabado con el último de los propósitos de éste y me parece una
excusa cojonuda para fingir ante todos que sé de lo que hablo. La vida. Apenas tengo un año de
vida. Pero he aprendido más de lo que ninguna herida es capaz de enseñar a la piel. He
sobrevivido a dos huracanes, me mudé porque la casa quedó destrozada después del último y en
marzo ya contaba con seis cicatrices nuevas. No hablo de metáforas, es tan sencillo como ser
torpe y querer andar y besar al mismo tiempo. A día de hoy suman catorce, ayer me las contó el
cuchillo con el que hoy me gustaría dormir. Hace un año que nací y hace cuarenta y siete noches
que no dormía sola. Te echo de menos.

Me agujereé la piel más delicada en enero y unas manos extrañas me escribieron algo que llevaré
el resto de mi huida en abril. Supongo que un tatuaje es la manera absurda del ser humano de
decirle a su pasado que ya nunca más podrá decir que conoce el cuerpo que tanto le diste a
conocer. Apenas he cambiado y sin embargo ha cambiado todo. Es como caminar por la misma
calle de siempre pero de repente, te atreves a hacerlo con los ojos abiertos.

Hace seis meses me rompieron el corazón y me gusta poder hablar de ti sabiendo que a ojos del
mundo mi dolor siempre pertenecerá a otra persona porque el mundo está ciego y a ti pude verte
sólo yo. Esa es mi suerte. Ese fue mi privilegio. No gritarte al mundo, hacernos en silencio para no
dejar de hacernos nunca.

A veces te escribo, te escribo siempre que quiero saber quién soy. La mayor parte del tiempo te
niego pero hace dos semanas y tres días lloré sin motivo y las lágrimas sabían a lo que siempre
dije que nunca haría.

Olvidarte.

No lo he hecho, pero al parecer y según cuentan los que poco saben, se me da de puta madre
hacer pensar lo contrario a quien alardea de saberlo todo.

No digo que te quiera porque no quiero mentirte, pero te quiero y te juro que es verdad.

Echo de menos la chica en que me convertía cuando te cogía de la mano. Echo de menos
respirarte y oírte cantar.
He agotado mis propósitos de año nuevo y ni siquiera estamos en octubre. Quiero que llegue el
invierno y que vuelvas a decirme que me parezco a todas las cosas bonitas de tu vida. También
quiero que me perdones porque sobra la poesía para decir que a veces una es simplemente
gilipollas y es sencillamente tan fácil como eso. Como admitirlo y agachar la certeza.

Te escribo cada vez que me acuerdo de ti, y ese es el total de la suma de todas las veces en que
sé quién soy. No es que dejara de ser después de ti, es que contigo era más yo y tú eras siempre
preciosamente tú.

Parece absurdo el resultado final.

Hace un año nací por segunda vez, hace seis meses lloré, hace siete te fuiste y supongo que todo
lo que acabas de leer es sólo una excusa para decirte que ojalá hace veintisiete minutos me
hubieses cogido el teléfono.

Justo hoy, de camino al trabajo, he vuelto a encontrarme conmigo.

En realidad no tenía nada que decir.


Sólo quería poder decirte toda esta nada a ti.
El día que no te escribí.
"A mí nunca me escribes, eso no es justo."

No, no lo es, pero entiéndeme.

He escrito tanto a lo largo de mi vida que cuando te miro siento que al hacerlo serías como el resto.
Y créeme, tú sólo sumas. Créeme, si no grito tu nombre es porque el mundo no está preparado
para saber de la existencia de alguien como tú.

He aprendido a valorar el silencio, te aseguro que te he dicho sin palabras más de lo que a
cualquiera le he gritado a voces.

Es mi manera ahora, déjame sentirte mía un poco más.

(En realidad siento miedo y te juro que no son celos, es la innegable verdad de saber que si yo no
fuera yo también me enamoraría de ti y nadie tendría la culpa de eso. Por eso no te grito. Así,
bajito, entre paréntesis. Como el día que.)

Te verbo.

Porque los siento todos contigo.

Porque me sobra el resto.

Porque me bastas tú.

Aquí tienes tu entrada.


Yo me perdoné hace tiempo.

Voy a sincerarme conmigo misma, ojalá nunca leas esto.

Te mentí. Muchas veces, la mayoría mirándote a la cara. Te mentí al conocerte pensando que era
la única manera de quererte, quizás de que me quisieras tú. Te creíste mis mentiras porque una
sonrisa es un disfraz y los ojos un espejo en donde hay una claqueta anunciando el fin.

3, 2, 1....

No te quise nunca, pondría la mano en el fuego y sé que sentiría frío. Jamás me quisiste tú a mí,
me metería en un bosque en llamas y saldría ilesa al jurar esto. Voy a empezar la siguiente frase
con lo que nunca fuiste: Mi amor, nadie ha ocupado aún tu lugar porque nunca tuviste uno. Ojalá te
sirva de algo saber que el dolor de tu muerte no llegó al quinto día. Ojalá te sirva de algo saber que
el sexto alguien hizo de mi estómago un circuito de alta velocidad y apenas tardé dos segundos en
dejar de sonreír: a ella nunca he querido mentirle. Empecé esta vez por el final porque la última
página de un buen libro siempre te deja la boca abierta y era justo por ahí por donde quería que
entrara.

“No voy a quererte nunca, pero deberías probar a qué sabe una chica que ha nacido por segunda
vez y aún no le tiene miedo a la muerte.”

Al parecer cuando dices esa frase, luego te besan.

Lo bueno de que te aplasten el corazón es darte cuenta de que tienes uno. Qué pena diría que me
das cada vez que recuerdo el eco de tu pecho. Los dos primeros días los pasé en el suelo, las
náuseas se pasaron el tercero, el peor fue el cuarto y aún veo gusanos en tu cara cuando miro por
error una fotografía nuestra. Todo eso diría en un juicio y el polígrafo apenas temblaría. Qué
mentira más mentira fuimos. Qué guapa te diría que sigues siendo si me quisiera seguir mintiendo.

Me gustaría que supieras que tú también tienes derecho a odiarme: nunca hubo ninguna mudanza.
Sólo quería ver que me estaba equivocando contigo. Sí, por supuesto que trescientos kilómetros
merecían la pena. Tenerla enfrente fue algo más que no tenerte a ti enfrente, fue saber lo que
quería a mi lado. Me cegó su azul y te mentí mirando el tuyo. Un año después de aquello sus
labios siguen teniendo el mismo sabor de la miel en donde ahora veo crecer nuestro árbol. Esa
frase nunca fue para ti y ya es hora de que lo sepas.

Mi amor, nunca lo fuiste.


Nunca te quise.
Apenas doliste.

No recuerdo las facciones de tu cara, de tu voz sólo sé que me gusta más la suya, pero tu nuca sí
la recuerdo, siempre me gustó. Ahí no hay mentiras, es la zona cero. Ojalá seas feliz, ojalá
consigas ser algo para alguien.

Anoche soñé contigo y estabas muerta y esto no es una metáfora ni un juego de palabras, es sólo
que anoche soñé contigo y han vuelto las náuseas de los tres primeros días al pensar que a día de
hoy puedas siquiera seguir pensando que todo lo que te dije el segundo último día fuera causa del
dolor. No lo fue. Ya no dolías por aquel entonces. Ya no doliste más y sin dolor reitero las últimas
verdades:

Fuimos un error. Nos cometimos. Deliberadamente nos hicimos. Caímos en nosotras mismas,
nunca te quise. No te engañes, nunca fuimos. Con el corazón que ahora tengo te pido perdón.

Te hubiese escrito antes, pero lo triste y cierto es que la vida sigue y siguió para ambas y no he
tenido tiempo ni ganas de hacerlo, que es la forma más suave que se me ocurre de decirte que no
me he acordado de ti hasta hoy.

Y por si aún los ves, dile a mis fantasmas que no te persigan, que no se engañen, ellos tampoco
querrán nunca saber nada de ti.
Maldita seas.

Maldita seas.
Sí, maldita seas tú y tus ojos.
Yo y mi incapacidad
para dejar de mirarte.

Maldita sea la noche


en que olvidé hablar
por tenerte delante, pero joder,

¿qué se supone que se le dice


a la chica con la que todos quieren bailar?

“Hola,
llevo buscándote toda mi vida,
¿..si te invito a una copa, me invitas a un café..?”

Pero qué forma de moverte.


Pero qué forma de no mirarme.

Pero qué formas tan absurdas


de perder las mías.

No sé si te lo han dicho antes


pero parece que tengas en la piel cuchillos
y me encantaría morir desangrada
desde que sólo pienso en rozarte.

Que ojalá seas de ese tipo de chicas


que se enamora de una sonrisa.

Que tengo un ejército preparado


y una amenaza de vida:
O dejas de callar así
o voy a tener que enamorarme.
El día que supe que tenía mariposas fue el día en que murieron todas.

Nunca he visto una herida sangrar sin que alguien antes haya intentado abrirla ni he visto nunca a
nadie pedir auxilio cuando realmente quiere morir.

Tengo en el corazón una brecha preciosa que divide lo que soy en un caos entre lo que tengo y
siempre quise, y lo que temo perder por tenerlo aquí.

Una mitad me repite que me coja, que me agarre fuerte. La otra, me explica el porqué;

No te sueltes –repite, la hostia va a ser fuerte.

Volver al precipicio desde donde una vez salté no fue buena idea, pero venció la curiosidad de
verme ahí tirada y ver cómo te alejabas fue el empujón perfecto. El vértigo sólo se cura una vez
llegas al suelo y créeme, hecho añicos, poco importan ya las alturas que no lleven tu nombre.

Me lo he pasado genial esta noche, yo también hubiese muerto por ti.

No creo en las segundas oportunidades así como no creo en la vida después de la muerte, una vez
hecho el corte, es imposible disimular la cicatriz. Lo escribe alguien que lleva ocultando la suya
demasiado tiempo.

Si me dejas sola en esto, ya habremos sido dos. Yo lo hice hace mucho tiempo y lo volvería a
hacer si me cruzase por la calle.

El monstruo que vive debajo de mi pecho me está consumiendo, a falta de galletas se está
comiendo el corazón.

Sálvate tú, a mí ya no me queda tiempo y me faltan ganas.

Fue precioso morir


por morir a tu lado.
Al final va(s) a ser verdad.

A veces la única solución es abrazar el problema.


A veces, cuando quemas, incendio mi casa para acercarme a ti.
A veces quiero que seas eterna, otras te quiero en formato real, te hago de carne y verso y hueso y
beso
y nos follamos como quien sabe que nos queda un día menos de vida en este planeta.

A ratos creo verte sin mí, a ratos me gusta imaginarme en tu pasado y pensar que nos cruzamos
algún charco sin darnos importancia. Que pasamos desapercibidas pero que pasados unos metros
miramos hacia atrás, como quien intuye que acaba de oler por primera vez el perfume del amor de
su vida.

A ratos creo saber por qué te pintas los labios de rojo y la cara de mí, a ratos te comería todos los
ratos del día, el resto, lo hago muda de sonido, porque una vez me enseñaste a hacerte el amor en
silencio y desde entonces no recuerdo a qué se debe que el ser humano tenga cuerdas vocales.

Perdóname por mirarte así, es que yo también me suicidaría si fuese lágrima tuya y estuviese
condenada a recorrer esa cara de nubes para después saltar sin alas a ningún vacío.

Esta mañana te hubiese pedido que te casaras conmigo antes del desayuno, cuando te has
despertado y me has abrazado pensando que seguía dormida, por eso no te lo he pedido,

porque entonces he sabido,


con total seguridad, que tendré toda la vida para hacerlo.
El niño con corbata.

Os podría decir quién es, pero me quedaría corta.


Os podría decir que él apostó por mí antes de que nadie lo hiciera,
que me miró cómplice y me dio la mano cuando estaba en el suelo,
que gracias a él me subí a un escenario y perdí el miedo.

Os podría decir que gracias a él conocí Barcelona como nunca antes,


que le bastó una tarde en el Retiro para que volviera a tener esperanza en la raza humana,
que tiene un alma totalmente indescriptible, que su corazón no parece de este mundo y que su
niñez adulta podría conquistar a cualquiera que osase colarse en ella, y aún así, aún así me
quedaría corta.

Podría pediros ayuda, pero creo que no es la palabra adecuada.

Escuchadlo, sentidlo, dejaos llevar por su voz y sus manos sobre seis cuerdas.

Su nombre es Vico y le debo más de lo que nadie se imagina,


de lo que él se imagina.
En estos momentos está intentando sacar a la luz su próximo disco y para ello necesita
vuestra colaboración, esa sí es la palabra, pues toda colaboración lleva consigo una recompensa,
aunque él os lo sabe explicar mejor:

Da igual de dónde seas o qué edad tengas, vuestra recompensa llegará a su destino.

Por mi parte sólo puedo dároslo a conocer aprovechando las tantísimas personas que
increíblemente leen este blog, ya sabéis que jamás he subido una entrada parecida a esta, y
precisamente por eso, espero que entendáis lo importante que es para mí que Vico consiga este
maravilloso sueño.

Y sí, perdón por el “spam” que esto supone, pero creo que es necesario para el alma de uno
mismo ayudar a las personas en las que creemos, y yo creo en él. Ojalá vosotros también.

Si uno sólo de los que estáis leyendo esto se ve atravesado por su talento y queda impregnado de
él, habrá merecido la pena.
Mil gracias por leer, por estar ahí, por ser así.
Escribo por obligación, mi vocación eres tú.

Basta cerrar los ojos para verte,


basta no tenerte una sola noche para escribirte como antes, como siempre.

La perfección está llena de errores,


el amor está plagado de defectos
y tú estás siempre preciosa, joder.

Te juro que tengo los ojos abiertos.

Lo sé porque he visto tus ojeras,


tus días en cualquier otro lugar,
tu manía de hablar sin pronunciar palabra,
y mirarme sobre todo cuando no te miro.

Lo sé porque te he visto dudar de ti misma


y contradecirte al mismo tiempo,
lo sé porque te he visto frente al espejo no gustarte
y gustarte cuando les dejas a mis ojos ser tu espejo.

He dejado de temblar sólo para que me creas.

Aquí no hay niebla, sólo estamos tú y yo.

Me he enamorado de tus defectos, mi amor,


creo que me gustan más que tú.

Claro que tengo miedo de perderte,


lo tenía antes de tenerte.

Encadena tú las frases,


yo sólo sé ponerles lazos.

Si cierras los ojos te llevo a París,


pero te prefiero en cualquier cama de cualquier ciudad.
No te vayas, vente conmigo.
Tengo tantas cosas que decirte
que sólo me sale mirarte.

He dejado de quererte
para empezar a amarte.
Pero te sigo queriendo.

Antes he mentido,
también sigo temblando,
pero créeme, te quiero.

Dame la mano,
que tengo una vida entera que enseñarte.

Eres mi dialecto preferido


desde que compartimos silencios.

El amor empieza cuando bajas de la nube,


tenías razón, me gustas más tras tu toma de tierra.

Sé que eres el amor de mi vida


porque he querido matarte
y hemos acabado haciendo el amor.

Hoy he visto a un ciego maldecir su suerte


al no poder mirarte.

Ahora mismo estoy celosa,


ojalá me llamara Leía.

Explícate peor,
no quiero terminar de entenderte nunca.

No sé,
cásate conmigo.

Todo esto estoy pensando.


EL VERSO PERFECTO DE MÓNICA GAE (AL VUELO DE LAS PALABRAS, 6)

Un día de , creo que de Junio de 2013, recibo un correo escueto pero inequívocamente
alentador de mi prima Irene Alcedo...”Primo...mira este enlace...NO te pierdas la poeta que acabo
de descubrir en la red...Te va a encantar”....y mi prima, que ya comienza a conocerme un poco, no
se equívoca...
Entro en el enlace...un vídeo de you tube...y una joven que se enfrenta a la cámara con una
mezcla entre desenfado valiente y delicadeza sutil (una mezcla perfecta...como el beso
perfecto...como “El Verso Perfecto”) y entonces...no pasa el tiempo...Oigo (y leo a la vez) uno tras
otro cada vídeo, cada verso, de esta joven pero madura y magnífica poeta...y caigo en las redes de
su verso libre y audaz...
Así que hago lo que hago siempre en estos casos...Tomo mi guitarra y canto el poema tal como me
viene...y el resultado (sin artificios, sin sustracciones ni adicciones) es el que podéis oír en la
canción.
Y sobre todo adquirir su libro de reciente aparición titulado “Corazón desastre”...
Nunca me gusta hablar de hornadas de poetas, músicos, etc...pero esta claro que Mónica es la
punta del iceberg de una magnífica generación de jóvenes creadores que no se amilana ante
nada...
Yo por mi parte estoy deseando tener entre mis manos ese prometido libro...Y sin duda seguiré sus
pasos...porque merece la pena...
EL VERSO PERFECTO de Mónica Gae

He visto a una estrella nacer de tu ombligo


para luego convertirse en el centro de mi Universo.

He visto a gigantes hacerse diminutos


por poder besar tus pies y no la Luna.

He creído en sueños imposibles, en cuentos de hadas


y en el amor,
-esto último, además, lo convertí en mi religión-

He mirado el cielo contigo y después,


al cielo sin ti,
solo para ver cómo sería tener tus ojos.

He imaginado en segundos una vida entera a tu lado


para luego darme cuenta
de que no existe mejor futuro
que conjugarte en mi presente
y no hay mejor manera de vivirte
que la de temblar cada día
por saber que puedo perder
pero también tenerte.

He tenido miedo contigo


y miedo de ti.
He leído cientos de poesías
observándote dormir
y hoy puedo decir
que no existe mejor antología
que la de ser tu amiga
además de tu chica.

Y es que llevo 22 años


buscando el verso perfecto
y por fin lo he encontrado,
solo lo componen tres palabras
y me lo escriben tus manos cada mañana:
"Buenos días, pequeña."
Buenos días, mi amor.
El título es tu nombre.

Si me muero, Y entonces todo tiente sentido.


que esparzan mis cenizas
en el punto más alto de tu cama Como cuando te explico
-que viene a ser algo parecido que todo aquello del dolor
al vértigo de observar tu cuello era un juego peligroso y adictivo
cuando me cuelgo del lóbulo de tu oreja al que acabé suplicando de rodillas
y miro ese lunar y esa clavícula para que no se fuera
y siento la insoportable necesidad de saltar aunque nunca llegase a existir.
como avión suicida
a tus Torres Gemelas- Como cuando te digo
que desde que tú,
Alquílame tu pecho por fin soy yo,
para quedarme a vivir siempre ahí sin máscaras ni aditivos,
y que a la vez, y que por eso ya no necesito matarme
nunca sea del todo mío sino vivirte
y siempre tenga que convencerte para saber qué es la vida
para que sea yo, y qué la muerte.
y nadie más,
tu única inquilina. Como cuando estamos en la cama
hablando sin aliento
Porque contigo he aprendido sobre aquel primer beso
que la palabra Libertad y acabamos teniendo el mejor polvo de
tiene su auge más alto palabras
cuando me coges de la mano que nunca nadie antes ha leído.
y soy yo quien no quiere soltarte.
-Perdona:
Poesía no sé, tú me conociste como la chica triste
pero Amor, eres tú, que escribía triste sobre cosas tristes,
y parece mentira que no lo sepas. y nunca te la he presentado:

Te quiero –te digo. La mataste


con la primera sonrisa.
Te creo –contestas.
Ataque al corazón a mano armada.

Y ya van ocho meses.

Y me duele como nunca la cara


de tanto reírte,
de tanto sentirte,
de tanto besarte.

Y cómo querer entonces


volver a ser triste,
volver a estarlo-

Así que si muero,


hazme caso,
esparce mis cenizas
desde el punto más alto de tu cama,
y encárgate de que todo el mundo
se lleve un poco de lo que soy ahora
para que al menos dejen de preguntarse
qué es el Amor

y empiecen a vivirlo
de una maldita vez.

Amor es querer enamorarte cada día

como un alquiler de latidos

en el que siempre acabo siendo yo

la ocupa de tus sentimientos.

El resto,
que se lo pregunten a tu pecho.
El Retorno del 2,6. La Poesía Contraataca.

Recuerdo la primera vez que suspendí una asignatura


por querer volver a repetirla,
y porque todas las demás eran tortuosamente aburridas.

Solo en ésa encontré tu nombre


-aunque por aquel entonces yo tuviera seis años menos
y ningún sueño en propiedad.

El primer recuerdo que tengo sobre Poesía


fue en clase de Lengua y Literatura
y trata sobre un orgasmo
camuflado entre versos y metáforas
que hablaban de valles y cataratas;
en el examen teníamos que analizar su significado
y sinceramente,
no me extraña aquel 2,6 como nota final
después releer mi comentario de texto:

“Yo creo que Aleixandre era un poco cobarde


fíjese bien,
para qué tanto paripé si el sexo es sucio
se escriba por donde se escriba
y él solo intenta ponerle palabras bonitas
al hecho de que se corría en sueños
y en lugar de limpiarse con clínex
lo hiciera en forma de rima asonante.

Por cierto,
8- 8a (7+1)- 8a, creo.”

El profesor me citó en su despacho


y me obligó a llevarles una copia del examen a mis padres.

Menudo cabrón,
como si él tuviese la más mínima idea de qué trataba aquel poema.
Como si cualquier poema tuviera un solo significado.

Después de aquello
odié la poesía durante años,
y ni siquiera cuando conocí a Pablo,
-aquel chico tímido de ojos rasgados-,
se me pasó por la cabeza la idea de escribir.

Con Pablo, de hecho, ni siquiera llegué a entender


aquel 2,6 de mi nota final;
aquello lo entendí cuando llegaste tú
y en lugar de limpiar el sexo con clínex
lo limpié con un papel
en el que escribí tu nombre.

Y lo entendí porque si aquellos versos


los hubiesen tenido que analizar
alumnos de 1º de Bachiller,
un 2,6 sería una nota de putísima madre
teniendo en cuenta
que dudo mucho,
que alguien se acerque al 1 sobre diez
si pretendiese entender lo que escribo
cuando escribo sobre ti.

Eso solo lo entendemos


Tú y yo.
Lo demás, son aproximaciones.
PD: ojalá caigas en este blog algún día,
-querido Don Miguel Ángel B. Hernández-
mires mi contador de visitas
y recuerdes aquel 2,6 de mi nota final
y aquella frase con la que acabaste nuestra cita en tu despacho:
“No todos han nacido para entender la poesía,
está claro, al menos, que tú no.”
Cómete ésta, cabrón.
La culpa la tiene Bon Iver.

Tengo mis paredes llenas si fueras el medio para llegar al amor


de frases que no son tuyas y no el fin en sí mismo
pero todas hablan de ti. de amarte sin finales.

Tengo en la boca un bostezo Eres quien le quita el miedo al monstruo de


para que te cueles debajo de mi alma,
y sigas las indicaciones eres el punto que le sigue a la cama,
a mi corazón el guión de mi película favorita
-que es tu corazón- en la que te duermes antes de los veinte
y te quedes a dormir minutos,
y te invites a soñar. la exclamación que hubieses visto en mis
ojos cuando me viste por primera vez
Tengo a Bon Iver de fondo si por aquel entonces me hubiese desdudado
hablando de alguien, como ahora lo hago.
y aunque no lo admita
yo sé que habla de ti; ...aunque al final lo hiciera.
de cómo se mueven tus tobillos
Eres de todo
al salir de la ducha
menos nada.
de cómo baila tu pelo
con el falso viento del verano,
Eres mi mejor sueño
de cómo te quiero por encima
cuando duermes sobre mi almohada.
de cualquier cama, animal o cosa.

Y es que contigo
Por eso sé,
no he conseguido terminar un solo poema
que aunque te quiera
porque desde que llegaste
y te encante leer
no has hecho más que llevarte todos los
y tú me quieras
finales,
y a mí me encante escribir,
como si temieses que uno tiene tu nombre
jamás podré escribirte
cuando lo que no sabes
y terminar
es que podría terminar cualquier poema
Quien lo descubra, gana.

Estoy a dos llamadas perdidas de encontrar el teléfono y tirarlo por la ventana. O quizás llamarme
y dejarlo conmigo, no sé. Siempre me han gustado las películas en blanco y negro cuando carezco
de motivos para enfadarme con el mundo. A mi mesita de noche le hace falta tomar el sol y tengo
una baraja de cartas marcadas con la única que decidí no hechar en el buzón por faltas de
ortografía. Últimamente solo llega propaganda y me parece la excusa perfecta para cometer un
atentado contra los carteros: la próxima vez que se te ocurra colar un papel bajo mi puerta, que
sea para fumar, por favor.

Las chicas nos pintamos los ojos por no pintarnos monos en la cara, créeme, el propósito es el
mismo. La única diferencia es que lo primero lo venden en tiendas de cosmética y para lo segundo
necesitas una orden que certifique tu cuerdalidad. O me atas o te mato, gritó la cuerda a la horca, a
fin de cuentas estás en números rojos y a ti el único color que te sienta bien es el azul.
Reconócelo, el cielo estaría acojonado de ser consciente de su propia altura. Imagínate la hostia.

Hoy el día pinta verde y mis pulmones echan de menos ahogarse con el humo de su propia fábrica
de chocolate. Oye, Jack, pásame otra tableta, que tengo mono de subirme a un árbol y espiar a las
parejas que pasean por el parque. El Retiro hace estragos en mi garganta cuando quiero gritar tu
nombre y se atraganta mi voz. Cuánto abarcas para tan poco puerto. Yo también sé escribir sin
sentir tenido y no me parece una mala idea para esta tarde de domingo con calcetines de sábado.
Estudiar me pone cariñosa y la única compañía que ha querido estar conmigo esta mañana ha sido
Vodafone. Menudos cabrones esos también. Yo les he dado conversación y resulta que la única
oferta de la que carecen es la de dar compañía, precisamente.

Qué más da todo, ¿no? Ponerle nombre a los días es la táctica más patética creada por el ser
humano para esperar con ansias un día que nunca es hoy. Y así nos va. Queriendo siempre lo que
no podemos y teniendo siempre ganas de tener más. A veces me gustaría ser uno de esos gatos
de interior que los humanos acarician con cara de idiotas por el absurdo hecho de pesar cinco kilos
más de lo que su salud le permite. Qué vida la de esos malditos cabrones –pienso yo, todo el día
comiendo, jugando y escupiendo los pelos que le faltan a mi lengua cuando se trata de esculpir
verdades. Como templos, el de Debod.

Otras veces, simplemente, me gustaría ser cualquier otra persona para leer cosas como ésta e
imaginar la vida de quien hay detrás del teclado después de descubrir que llevas cuatro párrafos y
medio leyendo y aún no le has encontrado sentido a este texto.

Y no me extraña.
Quien lo descubra, gana.
No me das pena, Dolor.
Lo dicho, la pareja perfecta.

Hoy me he encontrado con el Dolor en el metro


Recuerdo tu cara aquel 28 de Enero,
y sinceramente,
tus ojos, tu olor, aquella nueva forma de mirarme.
tenía mejor aspecto cuando estaba conmigo.
Yo no lo sabía, claro, pero aquel día puse fin a
nuestra relación
No quiero que pienses que te he olvidado,
y tú te diste cuenta a primera sonrisa.
que aún recuerdo las noches a tu lado,
las largas madrugadas de insomnio y
El día que te fuiste de mi casa
la estrecha relación que me hiciste tener
nunca sabré señalarlo en el calendario:
con la poesía.
de repente, tus cosas ya no estaban,
faltaban dos maletas en el armario
Contigo todos los poemas tenían sentido,
y te habías llevado mi recopilatorio de Rafa Pons.
las canciones tristes, los días grises,
las tardes de domingo a solas en mi habitación.
Siempre supuse que para ti,
que te fue tan fácil colarte en mi vida,
Recuerdo la primera vez que te miré a los ojos
te hubiese sido igual de sencillo irte sin hacer
-porque fue la misma en que me dijiste que te
ruido,
quedarías en mi vida para siempre,
y por eso mismo suponía
porque por aquel entonces tenía en la cara la
que si te volvía a ver,
palabra cobarde
sería como recién salido de la imprenta,
y porque a ti siempre te han gustado las chicas
duchado y con las páginas perfectamente
tristes con miedo a seguir de frente-
encuadradas,
y no hecho polvo, arrugado y sin carátula,
Recuerdo perfectamente cómo te arreglabas para
pidiendo en el metro para poder vivir un día más.
mí cada noche,
siempre vestido de lágrimas sin razones y nudos
No me das pena, Dolor,
por corbata,
más pena (me) daba yo.
siempre dispuesto a llevarme a cenar a ese
restaurante
Por eso he seguido en mi asiento dirección
en donde la especialidad era ver pasar la vida
Moncloa;
no es que te guarde rencor, es que aunque te
sin posibilidad de vivirla.
cueste creerlo
aprendí la lección:
Cuando pienso en nuestra historia,
me atrevería a decir, que como suicidio,
Caminar por la vida con miedo a sufrir
fuiste el mejor amante:
es la mejor manera de sufrir por el camino y
olvidarnos de la vida.
-yo inventaba nuevas formas de sufrir
y tú aplaudías cuando lo conseguía.
En el cielo no hay cobertura.

Llevo un rato mirando la hoja en blanco


y definitivamente,
no sé si escribirte en verso, en prosa,
o plantarme en la puerta de tu casa y darte un beso.

¿Vosotros bien? ¿El verano bien?


Yo me paso el día bañándome en su playa,
embobándome con su mirada hasta el punto de parecer idiota,
quedándome dormida a las cuatro de la madrugada
con tal de observar cómo sueñan mis sueños
cuando se duermen sobre mi pecho.

Os sorprendería la de veces que le pregunto al día


de dónde coño ha salido una piel tan suave,
de dónde saca la fuerza para no hacerse el amor a todas horas
que en qué demonios piensa cuando se mira al espejo,
¿acaso sería extraño que la Belleza se viese bella?

Yo creo que si la Belleza le viese cuando se arregla en el espejo


se le caería la baba, las bragas, y el sujetador al sueño.

Y luego me vendréis diciendo que dónde me meto,


que estoy desaparecida,
y ya os lo dije un día:
en el cielo no hay cobertura.

Y yo este verano
me he venido de camping
al mar de sus ojos,
a primera línea de su boca.

Disculpad las molestias, cerrada hasta nuevo abismo


por poemas personales que algún día verán la luz.
Mi suerte se llama Tú.
Podría empezar esta carta
describiendo tu forma de dormir
pero entonces, me faltarían versos, metáforas y adjetivos.

Podría describir la cicatriz de tu mejilla,


decirte que me pierdo en ella cada vez que la recorro con mis dedos,
confesarte que fue en lo primero que me fijé cuando te tuve enfrente,
pero entonces, tus ojos, que viven un poco más arriba,
me pedirían explicaciones del por qué no les nombro a ellos.

-No creo que exista nada capaz de hacerle justicia a tus ojos,
y ese es el único motivo por el que no soy capaz de describir el océano que escondes en ellos-

Tus manos.
Tus manos guardan el mapa,
pero qué coño, también el tesoro, la isla, la bandera y el barco.

Tus formas me arrebatan la razón cuando creo tenerla,


me hacen perder la cabeza, la orientación y los modales
-cómo no voy a perderme por el metro de Madrid
cuando sé que estoy yendo en dirección tu cuerpo-

A veces imagino cómo sería ser cualquier otra persona


y poder hablar contigo sin pensar en besarte a cada segundo,
-es una putada, créeme,
sobre todo cuando me niegas tus labios
solo para hacerme rabiar-

Por robar me has robado hasta la última palabra que no hablaba de ti


y ahora todo gira alrededor de tu ombligo, como un planeta enamorado buscando el Sol,
arriba el cielo, abajo el paraíso.

Ojalá fuera capaz de transmitir el tacto de tu pelo


cuando me dejas enredarlo entre mis dedos
y de repente han pasado dos horas
y de repente llevo dos horas a ras de sueño.

Si pudiese tan siquiera describir la sensación de acariciarte


-lento, con cuidado y sin parar de erizarme-
entenderías por qué quise que te pusieras esa camiseta
con la que podía rozar tu espalda de Norte a Sur en plena calle
sin necesidad de quitártela,
-eso sí que fue andar y volar al mismo tiempo.

Si tuviese valor para hablar de tus dudas,


te diría que me encantan
porque siempre acaban ganando tus ganas,
te diría,
que cuando me miras con tono serio
yo te miro con tono yo
que viene a ser jodidamente enamorada
de todos tus tonos.

No voy a hablar de tu nuca,


de tu toma de tierra,
de mi camino hacia las nubes,
de cómo te muerdes los labios cuando te hago el amor,
de cuánto me gusta que muerdas los míos, me hagas daño, y me pidas perdón,
de las veces que te has callado y he escuchado a tu silencio,
de la envidia que me dan tus uñas cuando te las muerdes
o del verso más bonito que jamás me había dedicado nadie
hasta que llegaste tú, te armaste en forma de poca luz y besos,
y me dijiste las dos palabras que no han dejado de sonar en mis latidos.

Yo también te quiero, mi amor,


pero jamás seré capaz de escribirte cuánto, de qué modo ni hasta qué punto,
porque para eso necesito tenerte enfrente,
dejar la poesía a un lado
y decirte con todo, menos con palabras,
que desde que estás en mi vida
la vida envidia mi suerte
y la suerte se ha instalado por completo en mi vida.
La mejor razón para no terminar una poesía.

Recuerdo perfectamente de repente,


el primer día del resto de mi vida: era la primera vez que pisaba Madrid,
no hizo falta llorar para coger oxígeno, la primera vez que mis pies saltaban sobre
todo lo contrario, charcos
bastó mirarle para empezar a respirar. y la primera vez que hacía el amor.

A caminar aprendí yo sola Desde entonces,


entre las 22:45 y las 23:50 de la noche, he nacido más veces
aunque he de admitir, de las que cualquier mortal podría vivir,
que a veces perdía el equilibrio y y he muerto en sus manos, en sus ojos y en
mis manos buscaban la farola más cercana su boca,
para seguir en pie. un número aproximado
a la inversa de una toma de tierra,
Lo más extraño de todo fue mi capacidad
para hablar: -la cifra exacta de tal valor
absolutamente nula, absurda, incoherente. es un calculo continuo-
Ni siquiera estoy segura
de si saludé al amor de mi vida Algo así como mezclar un corazón
cuando por fin le tuve enfrente que no aprende de errores
o me limité a tartamudear, sonreír con otro que vive en el recuerdo
y bajar la mirada. de lo que duele cometerlos,
como mezclar un sueño continuo
Desaprendí todo lo que había aprendido y una realidad paralela,
a lo largo de mi huida, ganas de volar
y cuando digo todo, con vértigo,
es todo: o la A con la M,
para obtener la prim(...................)

[Lo siento.
Justo aqui salió de la ducha,
y lo último que pensaban en hacer mis manos
era en terminar esta poesía.]
La asignatura de mi vida: las doce en tu espalda.

Queridos mamá y papá, tengo que confesaros algo:


Ya sé que tengo veintidós años y que pensáis que estoy en cuarto de carrera, y no os asustéis,
sigo teniendo veintidós años y sigo estando en cuarto de carrera, pero tengo que deciros que me
he vuelto a matricular en el colegio.

Sí, en el colegio, estáis leyendo bien. Si no recuerdo mal, es ahí donde te enseñan los conceptos
básicos de la vida y, ahora que siento estar viviendo por primera vez, veo justo aprender desde
cero todas esas asignaturas que en su día aprobé por el simple hecho de poder ir a la playa en
verano.

Llevo tres meses asistiendo a clases nocturnas en el colegio de sus versos y creédme: ahora
suspiro de ganas cada vez que me ponen un examen de Literatura. Ahora estudio a Neruda y a
Quevedo y los entiendo, ya lo creo que los entiendo. Las mates ya no son un problema desde que
cuento con sus dedos para sumar vidas y el inglés es solo otra excusa para decir que estudio una
lengua que no es la mía.

Veréis, ahora, en Conocimiento del Medio estudio sus relieves (y qué relieves, mamá, ya no me
verás llorar por no aprenderme lo que es una meseta o una montaña rocosa). Ahora en Geografía
estudio las provincias de todos sus lunares, y me los sé todos de memoria, empezando por el
Norte y acabando por perderlo. En Educación Física... bueno, digamos que recorro la pista sin
necesitar mi Ventolín, y aguanto más que nadie, papá. El profe dice que debería practicar deporte
más a menudo, que podría llegar a donde yo quisiera. Y yo le digo que no se preocupe, que he
encontrado un cuerpo donde practicar cada noche eso que algunos llaman... amor, que de hecho,
sobre eso empecé a saber el primer día de clase.

En religión me enseñan los valores que en antaño no sabía de qué hablaban: dicen algo del cielo,
de una vida más allá de la muerte, algo de rezar y no mentir. Y por fin lo entiendo, papá, aunque
sigo siendo atea: en el cielo puedo ver el color de sus ojos y quedarme a vivir en la nube que yo
elija cada vez que miro el móvil y veo que me habla; sé, desde hace tres meses, que voy a vivir
doce vidas y quizás no haya aprendido a rezar aún, pero le recito a corazón abierto cada noche lo
que siento. Y esa me parece la oración más sincera.

El año que viene me matriculo de Biología, Física y Química, solo de esas tres, pero es que quiero
sacar sobresaliente -ya sabéis cómo soy cuando algo me gusta-. He oído que estudiaremos el
cuerpo humano y conozco dos clavículas que me han robado las pupilas, que sin ser azules, las
suyas lo son por las mías. Estudiaremos lo que es la gravedad, que aunque dicen que tiene un
valor de 9,8, yo no me lo creo. Yo creo que tiene las medidas de sus labios y aunque a veces
tenga que ponerme de puntillas para besarlos, intentaré medirlos para decirles que corrijan esa
cifra. Por último, en Química, vamos a estudiar las mezclas, y no veáis las ganas que tengo de
empezar: cuando me acuno en sus brazos, saltan chispas, mamá, y esa es la mejor reacción que
aunque aún tengo esperanza, dudo que aparezca en ningún libro.

Pero no os preocupéis, acabaré la carrera. Esto solo os lo escribo para que entendáis por qué me
acuesto tan tarde cada noche, es que son clases nocturnas.

Atte:

Vuestra hija.
No te lo vas a creer.
-¿Si? peque qué susto... No te lo vas a creer, pero acabo de tener una pesadilla horrible...

Parecía eterna, de las que parecen verdad. De repente desaparecías y todo se tornaba gris.
Decías no se qué de la distancia, que necesitabas dosis de dolor para calmar tu sed de versos,
que preferías tener razones por las que escribir.. antes que tenerme a mi y no poder hacerlo.

Yo te escuchaba sin poder decir palabra y me quedaba ahí, con el corazón latiendo en una mano y
las ganas de no soltar las tuyas en la otra, pero sentía amarte tanto.. tanto.. que no podía ni
siquiera negarte eso: que te marcharas. Debía ser Abril, quizás verano, hacía muchísimo calor y yo
no podía dejar de temblar. Escuchaba tus palabras sin ser consciente de que serían las últimas,
palabras de adiós, de huida. Yo intentaba hacerte razonar, te decía algo de tu piel desnuda, algo
de que quería tenerla toda mi vida junto a la mía. Te decía algo de tus ojos tristes, que qué haría
yo sin ellos.

Pero tu decisión ya estaba tomada.

Y sabiéndolo, solo podía decirte que te cuidaras, que te cuidaras tanto como hubiese querido
cuidarte yo. Que te esperaría eternamente, que pararía como fuese el tiempo y volveríamos a darle
al play cuando tú quisieses volver a amarme. No te imaginas qué doloroso era todo. Yo tenía un
puño en la garganta y el estómago en los dedos, no podía escribirte, ni hablarte sin sonar sin
rasgarme el pecho. Te juro que la vida se me fue por las manos, todo parecía moverse tan a
cámara lenta.

Mis ojos fueron entonces cataratas de nostalgia después del último mensaje.

Pero tú Poesía y yo estaba hecha de poemas, y como tales, tuvimos que sucumbir al drama
haciéndonos una promesa, la promesa de esperarnos. Fue entonces cuando por primera
vez utilizaste un tono diferente... yo no sabía por qué vena me estaba desangrando, pero estaba
dejando escapar mi sangre..

Luego te dije que te escribiría eternamente tu presencia en mi hasta el punto incluso de intentar
hacerte daño.. y lo intentaba. De veras y lo siento que lo intentaba. Pero eran mis huesos los que
se dolían y no los tuyos: los tuyos leían entre lineas que aun te quería.
Luego colgaste, y yo no pude moverme durante lo que me parecieron siglos. Lloré tu primera
ausencia como se lloran las últimas y una lágrima inundo mi habitación, y fue el mayor de los
diluvios.

Pasaron los días, te escribía, te quería. Pero el drama que pedías necesitaba silencio y entonces,
comencé a grabar las cartas que no podía enviarte. Profilaxis sentimental, impaciente brillo de
media Luna, delirios de tu boca justo antes de dormir... Quizás así, aunque fuera por error,
conseguían habitar tu oído haciéndolo mío por unos minutos. Pero el monte se hizo lava y nos
quemamos, ardimos como hogueras en la playa, mis palabras se volvieron espectáculo para otros,
que aplaudían cada vez que por hablarte, tenía que volver a recitarte.

A veces ni siquiera amanecía en mi, otras en cambio me veía entre tus dedos y el sol brillaba como
estrella única. Una sola frase tuya hacía de mi infierno un paraíso en donde esperarte en calma.

Todo parecía tan poético, tan patéticamente trágico. Estaba naciendo tanta poesía de nuestro
dolor... qué estupidez, no crees? Pero la pesadilla no acababa ahi..

Pero seguían pasando los días, llegó el Otoño y con él el frío de mi sin ti. Entonces me repetía una
y otra vez nuestra promesa, y te amaba, te amaba tanto que era incapaz de no cumplirla. Pero tu
ya la habías destrozado en mil pedazos, habías desparramado mi corazón por otras sábanas y te
habías camuflado en la vulgaridad del no sentir (ni tan siquiera lástima.) Parecías otra persona, mi
amor, te miraba y no lograba verte, solo conseguía atravesarme más y más en el puñal donde
acunaba mis noches.

Dios... que pesadilla más horrible.

El aire se volvía denso y suspirarte requería bocanadas de humo. Y de repente, un día, todo se
había desvanecido. No sé exactamente cuándo, solo sé que estaba en Madrid y tú no estabas
conmigo. Te escribí una carta, (....), qué idiota puedo llegar a ser enamorada. Te escribí una carta y
fui al lugar donde te conocí: nuestro propio fin del mundo. Te esperé durante horas, no sé
exactamente por qué o con qué esperanza, pero te esperaba.

Y tú jamás apareciste.

Así que la dejé ahí, pensando que te pasarías en cualquier momento y la verías, y.. yo que sé,
volverías.
Aquella noche fue un desastre, te borré y te sangré y te volví a borrar por miedo a salpicarte con
mis miedos, y era irónico, pues estabas ya demasiado lejos para darte cuenta de que seguías
siendo parte de las líneas que te escribía. Y aquello se quedó sin título... fue algo así como un
adiós, una despedida prematura, un final equivocado de lo que sería el principio de una vida sin ti.

Mi amor, qué pesadilla tan indescriptible.

Supongo que en aquel momento, cuando se me apagó el corazón por completo, creo que sigue en
tu cama desde aquella noche. Fue él quien dijo que lo dejase allí, en tu espalda, me dijo algo de tu
pelo, de tu piel, me dijo algo de que quería besarte en la nuca cada vez que te viera temblar, y allí
debí dejarlo... y allí debió seguir.

Era como si estuviese vacía por dentro: me faltaban tus ojos para ver, me faltaban tus labios para
hablar, tus pulmones para respirar.

Me faltabas tú para vivir.

Qué real lo presentía todo, qué dolor tan visceral, sigo temblando... dime tú algo,

¿sigues ahí?

(@JazzmePlease):

[Aquí sigo, pequeña... pero pronto sonará el despertador.. y es ya hora de abrir los ojos. Mañana,
prometo volver a colarme en tus sueños..

...para que me sigas contando.]


Te busqué como se buscan los objetos perdidos: sin demasiada esperanza.
ni se fingen los orgasmos
ni los susurros de después.
Te busqué como se buscan
los objetos perdidos: Aquí puedo describirte con tan sumo cuidado
-sin demasiada esperanza. como si de volver a crearte se tratara.
Puedo hacer que digas
Hicimos el amor
exactamente, lo que quiero escuchar,
como si no fuera aquella
puedo hacer que quieras quedarte,
nuestra primera ni nuestra última intención,
y soltarte cuando yo decida echarme atrás.
como queriéndonos dejar algo
para después, Te escribo,
para luego, ahora que no te tengo
para nunca. porque es la única manera que sé de tenerte.

Te escribo ahora, Aquí, sobre el papel,


tarde como siempre, eres tal y como imaginé,
porque ya no tienes defectos,
sabes que no sé escribir -y las virtudes las invento,
en según qué tiempos verbales. Aquí te creo yo
basándome en tu molde
Te escribo ahora porque te he perdido,
pero partiendo desde cero.
tal y como estaba calculado
-el minuto antes de encontrarte. esculpiendo tu silueta
como se esculpen las figuras más perfectas:
Perdona, por tanto, si ahora sí me permito con la lengua y los dedos
enamorarme de ti. y las manos y los ojos
y tu pelo y el mío
Ya sabes que
y tu piel y mis gemidos.
nunca me han gustado las personas,
hasta que las hago personajes. Te he conseguido hacer tan real
que casi te creo con los ojos abiertos
Ahí, entonces,
-que casi te quiero,
-aquí, sí sé amar y besar
y es perfecto.
y follar y tratarte como te mereces:
Tú no hace falta que vuelvas, ni para irte
-bien y mal.
ni para quedarte, y no es que no te eche de
menos es que desde que te has ido,
Sobre el papel no hay caricia que se me
por fin te tengo.
resista
Neruda, tenemos que hablar…

"Digamos con cautela, en contra de Baudelaire, que en poesía no todo es previsible y al componer
se eligen, a veces, formas no por razones claras, sino por instinto; y se crea, sin saber con definida
claridad cómo."

Me pregunto hasta qué punto son mis dedos los que escriben al silencio y no las innegables ganas
de escribirte a ti. A voces. Me pregunto dónde esta el límite en que mi inconsciencia deja de
calcular cada palabra y torna en sangre la sinrazón que me lleva a plasmar lo que siento. Hablo de
musicalidad, de utilizar como bengalas, y en otras ocasiones como escudo, ciertas expresiones.
Hablo de escribir tu nombre y borrarlo y volverlo a escribir. Y ver que todo lo que no sean esas seis
letras que construyen tu escondida identidad no son más que una absurda combinación de
sustantivos, pronombres y adjetivos para que tú, y sólo tú, me desleas entrelíneas.

Me desentreleas.

Hablo de inventarme palabras porque ninguna esta a la altura de esto que llaman tu nuca. De
haber hibernado ahí para luego morir de frío cuando ni siquiera ha llegado el Invierno.

Juego, extorsiono, amenazo a ciertas partes de mí misma si no logran escupir todo lo que quieres
oír, me desboco el alma y rezo a cuantos libros caen en mis manos para encontrar en ellos la clave
única para recuperarte a ti.

Me refiero con todo esto, a la línea que separa lo que meticulosamente escojo escribir y lo que,
quizás sin darme cuenta, acabo escribiendo. Me refiero a la idea principal con la que miras un folio
en blanco y la cara de -disculpen la expresión- gilipollas que debo poner al releer a veces según
qué sangrados.

Todo se reduce a un antes y un después.


Todos los relatos, todo lo que doy a conocer.

Un antes de conocerte y un después de haberte regalado cada gota de tinta que corría por mis
venas. Te leo, te releo e intento alimentarme con la forma en que tus ojos conjugan ciertos verbos.

La esperanza es, entonces, sumergirme en una de tus metáforas y creerme viva en ella.
(en ti)
Pero tú lees a Salinas y a Quevedo. Tú lees a Kafka y a Bukowski. A Lope, a Miguel Hernández y a
Walt Whitman. Escuchas a Sabina y te retuerces con John Mayer. Yo no puedo competir con eso,
claro que no. Yo no llego ni a la suela de sus contraportadas.

pero yo te quiero más.

(pero yo te quiero)

Y ellos ni siquiera te conocen.

(aunque todos hablen de ti)

Quizás Neruda utilizó la Primavera en los poemas más bonitos que jamás se han escrito. Y yo a ti
te llamo Primavera, entiende que tenga un serio conflicto con su persona. ¿Qué he de hacer para
que pienses en mi, y no en él, al ocultar tu nombre con tan sagrado pseudónimo? Quizás los
versos más bonitos estén ya todos escritos y ése sea el verdadero problema.

Pero yo quiero hacerte a ti lo que Neruda quiso que la Primavera hiciera con los cerezos.

No sé si me explico.
Asuntos pendientes.

Te arranqué la vida y me salpicaste los huesos con palabras fabricadas de vísceras y lluvia; me
inhundaste el alma de las cartas que no me atrevo a enviarte; te llevaste la razón contigo cuando
nos follamos en aquella habitación de hotel; habitación trescientos tres; me guardé tu miedo en los
bolsillos del Invierno y no me queda espacio para un silencio más.

Te eché de menos y me sangraste por los ojos; te lloré canciones tristes por si Nostalgia volvía y
nos acariciaba; por si amanecías con las ganas del ayer pero sin mañana. Me vacié la piel de otros
cuerpos y bostezaste mi nombre entre tus dedos y los míos.

Me abrazaste los nervios del dolor y no fue abrazo sino vida; apretaste contra mí tu pecho y noté
entonces cómo se clavaban aún más las puñaladas. No pude controlar mis instintos voluntarios y
tu pelo se encargó de envenenar el resto del oxígeno. Mi cuello se intentó enredar al tuyo y el
tiempo dejó de ser eterno para ser recuerdo.

(Casi lo consigues en ese instante, casi.)

Los músculos de mis pestañas ansiaban tus labios y los pulsos de mis latidos temblaban al
pensarte en otras bocas. Mis manos fueron barcos repletos de agujeros en medio de ningún
océano. Mi cuerpo tornó sus carnes en blanco y ocre y confundí tu sexo con el frío del Otoño.

Te colaste en mis entrañas, entrañable Primavera gris. Me robaste los cigarros y mis pulmones
dejaron de respirarte versos; me devolviste como a un producto caducado al baúl de los olvidos y
aún sigo imaginando que vuelves para terminar lo que empezaste.

Te quedaste a medias de matarme.


Como un puzzle de dos piezas.

tengo. una Caja de Pandora con tu nombre descosido en el reverso. una cicatriz con los restos de
un naufragio que me mira cuando tengo sueño. un lápiz que necesita tinta y no saliva. una pluma
adicta al sabor de mi sangre. dos besos en la frente y uno en la nariz. una caja de acuarelas sin el
color de tus ojos. un Otoño que llega en forma de nostalgia. un balcón hacia tus piernas. un olor en
mi almohada que asemeja ser el tuyo.

tengo miedo al tiempo. al blanco de tus dientes. a los fantasmas que se acuestan a mi lado. a
dedos que juegan a enredar mi pelo. a espaldas frías con costillas mal contadas. a no saber abrir
los ojos cualquier día. a no poder cerrarlos cada noche.

tengo un millón de palabras que necesitan de tus ojos para ser escritas. caricias que no son sin tu
piel. miradas ciegas por verte amanecer. un mechero que me quema los pulmones. un mensaje en
borrador pidiéndote un café.

tengo lluvia, besos con tu nombre, una guerra para darte, una tregua que firmar. tengo una maleta
que no cierra. una reserva de tres noches y un billete con destino hacia Madrid.
tengo un puzzle de dos piezas.

(y ni puta idea)
Mi Otoño en tus manos.

a ver cómo le explico yo a mi corazón que no se tenía que enamorar. y menos tan así. y menos tan
de ti. a ver cómo le digo ahora a mi espalda que basta de esperar. que estaba equivocada. que a lo
mejor, solo a lo mejor, todo el mundo llevaba razón al decir que le diera tiempo al olvido. a ver
cómo le explico yo a mi razón que ha perdido por completo el juicio y la cabeza y el norte y el sur.
que ha perdido la maldita brújula. a ver cómo te explico yo a ti que lo que quiero, lo que quiero
contigo es perder los pantalones.
en mi cama o en la playa o en un parque o en la mismísima Gran Vía. pero no volverlos a
encontrar.

a ver, a ver cómo me explico a mi esta noche. a ver cómo te digo que te quiero conocer. más. más
aún. más tú. más. dame un poco más.

Sobredosifícame de ti, que de algo tendré que morir, y si es en tu piel me parecerá una muerte
deliciosa. me pareces-. una-. maldita-. delicia-.

pero tampoco me hagas mucho caso, que apenas te conozco. (o hazme caso precisamente por
eso)
tú eliges.

y mientras eliges, intenta decirle tú a mis dedos que paren. que paren de escribir. que aún te
tienen que buscar un nombre y Diciembre y Primavera ya están cogidos y tú te mereces uno igual
de bonito.
o más.

a ver quién tiene valor para llamar primero. a ver quién escribe antes a quién y saluda con lo que
será uno de tantos saludos. a ver, a ver cómo consigo dormir ahora. cómo le digo a mis ojos que
paren de recordar los tuyos. que la noche estaba tan preciosa porque la miraba a través de tu piel.
y qué piel.
y qué boca.

¿o fue un sueño?

me pregunto cuándo me atreveré a tocarte. cuándo te escribiré la primera carta, a mano,


perfumada, bajo la almohada. cuándo me invitarás tú a cenar y cuándo a cambio yo te prepararé el
desayuno.
el café.
me pregunto si te gustará el café. si preferirás una o dos cucharadas de azúcar. yo prefiero cinco.
quizás tú lo prefieras solo. me pregunto cuándo te lo preguntaré. con qué cara me mirarás. si
sonreirás o no. si me besarás después. si moriré en ese mismo instante o querré vivir en tus labios
eternamente. me pregunto, maldita sea, por qué estoy escribiendo con esta cara de idiota. por qué
no puedo parar de escupir semejantes tonterías. por qué si apenas te conozco. quizás, quizás no
pueda parar precisamente por eso.
quizá-. (no)-. deba (mos)-. querer-. parar-.
¡pero qué día tan bonito! ¿no crees? ya se nos ha hecho de día y el sol sin avisar. yo juraría que
aún es media noche y míranos, las siete de la mañana. las siete y media. y tú de vuelta a tu
realidad. y yo tumbada en la cama escribiendo esto. quizá mañana me conozcas con ojeras, pero
qué más da. algún día te pediré ojeras. noches enteras. noches en vela. ojeras. dulces y bonitas
ojeras.

creo que ya sé como voy a llamarte. te mereces una estación entera y la que llega quiero que
tenga el sabor de tu voz.

dulces sueños, Otoño.


La gente no tiene ni idea del dolor.

William Faulkner, en su novela “Las Palmeras Salvajes” hizo decir a uno de sus personajes: “Si
tuviera que elegir entre el dolor y la nada, elegiría el dolor”.

la gente no tiene ni idea del dolor, no te han besado un día de lluvia para luego ver llover sin ti. no
te han desnudado minuciosamente para luego verte despertar al tiempo en que te subes los
pantalones con las prisas de la huida. la gente no tiene ni idea del dolor. ¿por qué ha de ser un
sentimiento negativo? ¿por qué buscar únicamente la felicidad? ¿por qué coño quedarse a mitad
del vivir? la gente no tiene ni idea del dolor. ni puta idea. no te han visto frente al espejo intentando
arreglar la tristeza de tus ojos. ellos no te han visto dormir, qué sabrán entonces de la paz. de la
calma. qué sabrán, qué sabrán los mortales de morir. cómo contarlo bajo tierra.

me pregunto, entre el humo de algo más que un cigarrillo, si no serás tú eso que la gente llama
miedo. me pregunto cuánto de ti habrá en las tinieblas de la noche. cuando apagan las farolas.
cuando quemas. cuando dueles. me pregunto qué sabrá la gente del dolor. ellos no tienen ni idea,
ni puta idea.

dice la RAE algo así: "sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o
exterior."

qué coño sabrá la RAE.

dolor es verte sonreír en una fotografía y no tener la posibilidad de decirte que es ahí donde quiero
vivir el resto de mi vida.

y sólo quien entiende la segunda definición, sabe lo que es el dolor.


Telegrama urgente a quien quiera recibirlo.

(algún día)
algún día te diré la verdad sobre estos días. te diré que estaba destrozada, que me destrozaste,
que me dejaste en la maldita cuneta aún con tu sabor en los labios. te diré que hiciste de mi un
puto mosaico de mil piezas, que no tenías derecho a ello. te diré, te diré que hice autostop. te diré
que alguien paró su coche y me ayudó a recoger los pedazos de tu huida. que sus labios también
supieron besar. que sus brazos también me abrazaron. que me hice ovillo en su cuerpo y me
arropó la espalda. te diré, maldita sea, te diré que no me bajes la mirada. que tú lo rompiste todo.
que jamás, jamás tendrás derecho a replicarme nada. que nunca podrás culparme por haberme
agarrado a un tronco de madera cuando fuiste tú quien decidió naufragarnos. que, antes de odiarle
u odiarme u odiarte deberías mirarme a los ojos y explicarme por qué creíste que tanto dolor era
necesario. deberías, joder, deberías darle las gracias por dejarme huir de ti consigo y deberías
mirarte a un puto espejo cuando pretendas saber quién tuvo la culpa de todo esto.

Colisión interestelar.

'he conocido a alguien, mi amor, y se ha colado por la herida que tanto te empeñaste en mantener
abierta.'

me engaño y me repito que no me has olvidado, que me esperas. me pregunto mirándote a los
ojos de una fotografía sin dolor, si tan bien te has creído tu papel o nada de esto forma ya parte del
guión. te miro y desgasto la tinta de esto que llaman sangre en relamerte por dentro. en sonsacar
de ti aunque sólo sea una mueca de mí. me mutilo, me mutilas y yo mantengo la herida abierta sin
saber por qué. mi amor, no lograba entender por qué. sentía la necesidad de sufrirte gritando en
silencio tu prohibido nombre. llorándole al mar para que nadie pudiese notar esta tristeza mía. me
preguntaba, mi amor, por qué esta cicatriz me hacía tanta compañía en días de lluvia y entonces
bajó una estrella y empezó a orbitar sobre mis dudas y lo entendí. apareció de la nada y cayeron
de mis ojos tantas vendas como espinas en carne viva. los clavos ardiendo que dejaste los sujetó
con sus dedos y los acercó a mis ojos y me obligó a mirarlos. se empeñó en que viese lo que tanto
me había estado consumiendo. me explicó que no debía temerle a tu recuerdo, que debía
aprender a sonreír de nuevo. me preguntó, mi amor, me preguntó qué hacía un invierno como yo
en un verano como éste y me besó muy despacio. sus labios eran asteroides y colisionamos. nos
fusionamos. me miró entonces y me susurró bajito si podía colarse por el hueco de una de tus
tantas puñaladas que con tanto cuidado intenté mantener intactas. se quedó allí a dormir, en mi
cuerpo, donde habitaban las pesadillas que olían a ti. sólo así dejé de recordar tu olor y fue muy
triste y a la vez hermoso. casi melancólico. entonces entendí el por qué de mantenerte tan
presente. por qué incitaba a mi cama a que te soñase cada noche. por qué abrazaba tu recuerdo y
por qué me sabía tan dulce la espera de algo que ya no iba a llegar. yo pensaba que tú también
me estarías esperando, qué ciega estaba. qué tonta he sido. pero bajó una estrella, mi amor,
colisionamos y se coló por mis heridas, por las heridas de ti. me levantó la piel muy despacio y con
cuidado y me acarició los nervios de los huesos. me desinfectó de tus labios con su saliva y ahora
entiendo por qué quise mantener mi corazón expuesto a la intemperie. sólo desde dentro podría
cicatrizarte y ahora lo entiendo. y duele, pero es un dolor suave, es una lectura en braille sobre mi
piel, es una explosión de sinestesia que te está borrando por completo, poco a poco pero por
completo. así que gracias, mi amor, gracias por tus ojalás con destino a ella, por tantos disparos
cargados con balas de lluvia, por jugar con la palabra huida como si no fuese a dolerme sabiendo
que era de mí de quien huías. cuesta abajo, mi amor,

esta estrella me dice que te olvide, cuesta abajo.


A veces, sólo a veces.

a veces.

sólo a veces. te siento a mi lado y hasta alcanzo a oler tu pelo pero. siempre huyes. siempre
dueles. y siempre es sólo a veces y nunca es sólo un rato donde volver a perderte. a veces. intento
imaginar qué estarán haciendo tus dedos ahora, qué piel andarán besando. pero sólo a veces. y
enciendo el portátil y tecleo tu nombre en esa pestaña donde absurdamente dice “buscar personas,
lugares y cosas”. qué irónico. “personas, lugares y cosas”. si Facebook supiera.

y entonces, aparece tu cara ahí, siempre en primer plano de mi mirada. y me inundo en tus ojos y
en tu boca y en tus labios y en tu todo. me sumerjo. me mutilo. acaricio el vacío de lo que ya no es
mío. reniego mi suerte y suspiro y pasan tus fotografías. una tras otra. y yo voy perdiendo el
oxígeno y mi habitación se infecta del sabor de no tenerte. de aire tóxico. de niebla y lluvia y una
ciudad sin ti. es mi cama entonces la que te echa de menos. pero sólo a veces.

anoche, por ejemplo. que escuché tu nombre en voz ajena. voz en off. yo estaba en la playa y
pregunté
a quien estaba conmigo si sabía algo de Astronomía. ya sabes. por si acaso había oído hablar de ti
y lograba ubicarte entre tanta estrella. entonces, y pese a toda probabilidad de que eso
sucediera, sucediste. ahí estabas tú, con tu piel desnuda y el nombre de Rayo Verde.

un fenómeno estelar que aparece cada amanecer, ¿sabes?. justo cuando el Sol y el mar están en
un único y fugaz punto exacto del horizonte. cuando ni uno ni otro se atreven a ser protagonistas
del momento. en ese instante, y sólo en ese, comparten papel y.

durante unas milésimas de segundos, el Sol y el mar se mercen sobre un falso infinito y se deja
entrever, -allá donde los sueños se pueden alcanzar, tu nombre y mi nombre tras el pseudónimo
de Rayo Verde. una luz directa y efímera, un haz de color repleto de un millón de matices y
reflejado y resumido en un solo tono entre azul y ocre.

solo unos pocos han conseguido verlo. y aún son menos los que han logrado inmortalizarlo a
través de un ingenuo objetivo de cámara.

¿entiendes ahora por qué me acordé de ti?


sangré tu nombre camuflado en otro. repetía intoxicada una y otra vez la descripción de aquello
que tanto se parecía a ti. a mí. ansié en ese momento que fueras tú quien estuviese a mi
lado. ansié en ese momento hacerte el amor en el mar y susurrarte muy bajito y al oído que has
sido lo más bello y más doloroso que ha besado mis pestañas. te tengo. aún te tengo en mi piel.
tus dientes siguen aquí, por si los estabas buscando. tus ojos tus manos tu pelo tus maneras,
siguen aquí.

tu olor en cambio siempre desaparece. se va. supongo que a los brazos de ella. y no la culpo. qué
envidia y qué suerte y qué triste si no sabe que tiene.

pero qué más da. supongo.

(estas cosas sólo me las permito pensar a veces.

sólo a veces)

Tiene cuatro llamadas perdidas.

Nota: para los que aún no lo sepáis, cuando escribo sobre Eme o Michelle o Hache es PURA
FICCIÓN. todos los veranos me da por intentar escribir alguna novela -la cual acaba en la papelera
de reciclaje apenas empezar Septiembre- y ésta entrada como algunas otras es sólo parte del
intento de este Julio y Agosto tan calurosamente fríos. espero que os riáis un poco con esta
entrada. basta de ñoñerías (por esta noche) ;)

(...)

a veces tengo la sensación de que la tecnología intenta darme por culo con esas malditas frases
hechas. manda cojones. como cuando se peta el wifi robado del vecino y aparece, en medio de la
pantalla de tu ordenador, sin avisar y en un cuadrado rojo lleno de exclamaciones “la ventana se
ha cerrado inesperadamente. ¿desea intentar abrirla de nuevo o prefiere reiniciar el sistema? y tú,
puesta hasta las cejas de buscarle últimamente el doble sentido a todo, te quedas con cara de
gilipollas.
como cuando el contestador de casa te recuerda que nadie te ha llamado. “tiene – cero –
mensajes” exclama esa voz robótica con aire de superioridad y así. haciendo una pausa en cada
palabra por si acaso no te ha quedado claro la soledad de tu vida. que por otra parte, -disculpen el
lenguaje-, yo no he visto en mi puta vida un contestador de esos. debe ser cosas de pelis
americanas.

a lo que íbamos. que me voy por las ramas y luego no hay quién me baje.

anoche me llamó Paul. cuatro veces. supongo que iría hasta el culo de esa mierda que le ha dado
por pillarse ahora y le apetecía follar un rato. hay que ver cómo cambian los tíos cuando van
colocados. conocí a Paul la Navidad pasada y me pareció un chaval de lo más encantador. de
hecho, desgraciadamente, lo es. no sé qué hace detrás de una tía como yo. pero eso ya se lo he
advertido.

quien avisa, no es traidor.

el caso es que me encanta la forma que tiene de mirarme, como si no hubiese roto un plato en mi
vida o fuera de esas tías diferentes que sólo encuentras una vez en tu vida. desde que le conté mi
historia con Hache piensa que lo que soy, es sólo una mera fachada. puro teatro. pasen y vean. él
qué coño sabrá,
al menos folla bien.

él es de aquí, de Madrid, y como yo, natural de Barcelona. eso suele bastar como conversación de
después hasta que se ducha y yo me invento cualquier escusa y acaba por desistir y marcharse
con el rabo entre las piernas, nunca mejor dicho.

-¿has ido últimamente a la Barceloneta? han puesto unas farolas tipo after de discoteca que
rehúyen la intimidad como quien acaba de meterse una cabeza entera de ajos en la cena para
luego salir de cacería.
-no será para tanto, la Barceloneta me parece un paseo precioso.
-por favor, sabes tan bien como yo que por la noche se peta de jóvenes imberbes intentando echar
un desesperado polvo con su novia de quince años.
-eres una exagerada, Michelle.

Paul nunca me llama Eme. creo que quiere parecer diferente aunque. quién sabe. quizás lo sea.
normalmente nadie me llama Michelle a no ser que me acaben de conocer, se trate de una
conversación seria o le de morbo el nombrecito en mitad de un polvo. que oye. raros hay por todas
partes y créeme-.

la verdad es que, esto de tener piso propio es una gozada. pagamos un ojo y medio de la cara y un
cuarto de pulmón cada mes pero. estar en el centro de la capital merece la pena. a 12 minutos de
Sol, qué placer. eso si, tienes que tener cuidado de a quién metes en tu cama. a mi personalmente
no me mola eso de que tíos a los que solo me voy a tirar una noche sepan dónde vivo. qué mal
rollo. luego se ponen cachondos a las cuatro de la madrugada o discuten con su novia y aparecen
en tu puerta. y a ti se te queda esa cara de cuando estas haciendo una mamada y no te avisan.
serán cabrones. qué asco. luego no te quitas esa sensación pegajosa ni pegándote la ducha de tu
vida.

en fin. por las ramas otra vez.

será mejor que llame de una vez a Paul. espero que esta vez haya comprado los condones él.

Qué coño importa ya.

¿Cómo se abre un corazón sin cirugía?

solo tú lo conseguiste y yo apenas fallecí treinta y dos veces. una por cada noche recordando
aquellas otras cuatro. Una muerte dulce que solo pueden entender tus labios. vuélveme a matar -te
suplica esta idiota hecha pedazos- que hoy echo de menos resucitar entre tus manos.

[y tú tan lejos
y yo tan nada-.]

y vuelta a empezar.

Hache.

tú allí y yo aquí. las tres y cuarenta y tres de la madrugada. al menos la hora es la misma en todos
los relojes –piensa. ¿será eso todo lo que ahora tengamos en común? quizás si. quién sabe.
Nunca llegué a conocerte ni dejé que tú me conocieras a mí. bueno. miento. dejé que conocieras lo
que me interesaba darte a conocer. Y aún con esas, esto. tinieblas. abismos. ausencia. carretera
y miedo y todas esas palabras que tanto nos gustan.

lo de siempre.

Aytor. dos años y medio (-con y-) sin ti. Dos veranos, dos inviernos. cómo me mataste cuando
decidiste huir, cuánto me doliste y cuántas veces quise llamarte para dejar de morir así. y ahora
apareces. así. de la nada. -Vuelves. así. de la nada-. quizás sea cierto eso de que el tiempo lo cura
todo, o al menos, suaviza el dolor de manera considerable. No voy a decirte que te sigo queriendo,
tranquilo. ya no. pero ya sabes, cierta playa siempre llevará tu nombre y hoy te escribo desde la
misma arena en donde te conocí aquel veintiséis. qué guapo estabas. qué perfecto te creía.
semidios bajado del cielo, cuánto te llegué a soñar y cuántas noches me quitaste el sueño.

qué pena.

ahora sólo recuerdo tus ojos azules. ¿dónde fueron a parar los cuentos que me repetía y te repetía
cada noche? ¿te acordarás tú de mi alguna vez? ¿seguirás con aquella… cómo se llamaba, Silvia,
Sandra? quién sabe.

demasiadas preguntas que ya no me interesa responder.

y ése, ése es precisamente el motivo de que esté esta noche en esta playa. en nuestraplaya.
contándote esto por si tú me entiendes. qué acojonada estoy. lo admito. de hecho, lo grito. pido
ayuda y lanzo bengalas y quiero e imagino un bote salvavidas. lo necesito. preveo el desastre y la
catástrofe. la siento. la noto. la huelo.

y va a doler.

tanto o más que contigo, A. cómo escuece el alma de si quiera imaginarlo. ¿dónde iré a parar
cuando haya olvidado por completo lo que tanto siento estar dejando escapar ahora? dime
¿dónde? ¿cómo podré sobrevivir entonces? cuando ya ni siquiera sienta curiosidad por saber cuál
ha sido el último cantautor que ha descubierto o quién duerme en su cama al caer la noche, ¿qué
me quedará? ¿a quién le escribiré estas tonterías esperando un mensaje al móvil o un simple
comentario en el tablón? ¿buscaré en la agenda viejos números para avivar ciertas llamas o me
autocompadeceré de mi misma hasta dejar de sangrar su ausencia? ¿me desangraré antes de
dejar de sangrar su ausencia? ¿seré la única imbécil de este puto adiós que se está preguntando
esto?

de nuevo, demasiadas preguntas.


(esta vez, que sí me interesa responder)
o no.
qué coño importa ya.

Michelle. Hache. X.

descuartiza este corazón con tus uñas, pequeña. tómame como a un juguete, utilízame y destroza
todo cuanto se te antoje.

(…) la playa estaba desierta y Eme tirada en la arena azul. a las cuatro y treinta y cinco minutos su
piel tiritaba de frío. de miedo. de ausencia. a las cuatro y cuarenta y dos minutos comenzaba a
transpirar sudor, la carne ardiendo. los recuerdos, congelados. la ropa, innecesaria. a lo lejos, una
canción triste como banda sonora de la inminente batalla.

hold on. Tom Waits.

sus manos le arrancaron la parte superior del bikini sin caricias ni dulzura. sin cuidado. entre sus
pechos, aún abierta la cicatriz sangrando un nombre de seis cifras. “ todo el mundo necesita follar,
no todo va a ser beber y fumar –decía”. llamemos a la víctima X. un anonimato justo y una buena
letra.

la luna se esconde tímida tras un telón denso de nubes con olor a lluvia. “ Lluvia. tú no pintas nada
aquí –susurra en silencio” -La lluvia le recuerda a -. llamémosle Hache.

aún así, la guerra había comenzado. la ropa yacía ya en el suelo y la retirada nunca estuvo entre
sus planes. “alguien debe morir antes de alzar bandera blanca –piensa”. X sube y baja y se detiene
y juega sobre el cuerpo tendido de Eme. se esfuerza en dejar marca, desea contra todo pronóstico
que así sea. se convence. la intenta convencer a ella. Eme cierra los ojos y desea, sin estrellas,
que no caiga sobre ella ninguna gota de esa lluvia que callada les espía desde arriba. X recorre
con la lengua su fino vientre y mete la mano por debajo de la parte inferior del bikini. Eme tiembla.
escalofríos. gemidos. amor fingido, orgasmos reales. X sonríe. se engaña. se convence.
le toca atacar a Eme.

duda de si debiera saborear aquello. suspira. primera gota de lluvia sobre un cuerpo que no
corresponde a sus dedos. X es un puzle que merece la pena descomponer, pero. no es su puzle.
vuelve a suspirar. le gusta. extrañamente se siente atraída por esos ojos grises. siente a X como
una justa venganza y comienza su propia masacre. follar por despecho también es follar.

y quién se atreve a hablar. y quién se atreve ser sincera.

ella, no.

ésta es su tristeza y de nadie más. si prefiere orgasmos a lágrimas es sólo cosa suya. y arañazos.
y dientes afilados. y finos ríos de sangre sobre su espalda en forma de lo que espera, se borre con
el último polvo mar adentro. el agua, fría. ella, ardiendo. X con un extintor y Eme con cerillas.

un incendio solo puede camuflarse con otro incendio aún más grande.

seis y dieciséis de la mañana. tormenta como amanecer. Eme acurruca su frágil cuerpo sobre la
arena y cierra los ojos lentamente. desea. Hache. no esta aquí. no va a volver. no llorará ni
lamentará lo que ha perdido. lo que esta perdiendo. Hache. no esta aquí. no va a volver.

y a quién le importa –se repite, se repite,

se autoengaña.

se vuelve a repetir.

Mitad drama, mitad humana.

Pálida de corazón. encerrada en su propio cuerpo.

“yo no sé sentir a medias” –se repetía. pero sí. sí que sabía. desde que cumplió los dieciocho años
supo que ciertos dolores, muy a su pesar, se le darían bien sin haberlo pedido. sangraba, sangraba
cada noche al ver morir el sol, aullaba entre colinas de edificios y soñaba con hacerle el amor a
Madrid. sí, Michelle sabía sentir a medias. ya lo creo que sabía.

le gustaban los ojos claros y el pelo largo, las uñas afiladas preparadas para disparar erizos en
cualquier espalda y provocar escalofríos sin previo aviso. amaba a sus amantes, cafés y cigarrillos.
se sentía triste y le gustaba, le gustaba sentirse triste. las canciones, lentas. los latidos, ectópicos.
el sexo, con fresas.

odiaba los perfumes dulzones y sentía una debilidad enfermiza por el olor a gasolina, la pintura y el
pegamento antes de derramarlo sobre sus dedos para luego retirar una fina capa inmortalizando
momentáneamente sus huellas dactilares para acabar haciendo un pequeño ovillo pegajoso y
tirarlo a la papelera.

pequeños placeres de niña grande sin pies ni tierra. delicias para saborear aparte. amante de esa
soledad de sentirse ajenamente acompañada. Michelle miraba al mundo con los ojos abiertos y
con los ojos cerrados. “así puedo mirar el sol hasta que duelan las pupilas y sangren los vasos y
las venículas de la córnea y luego cerrar los párpados y seguir imaginando su brillo con incluso
más intensidad, pudiendo hasta elegir el color de sus destellos.” Michelle empezaba a tener alguna
que otra dioptría, sí. ciertas costumbres suyas dejaban a su salud mucho que desear
consumiéndose por los suelos de cualquier habitación.

fumaba y bebía y le gustaban los puñales capaces de alcanzar su aorta izquierda sin meterse en
otras cavidades ni crear un daño vital irreversible. le asustaba la sensación de estar muriendo
lentamente, y de vivir más lentamente aún. saboreaba lo dulce en lo salado y era capaz de
vislumbrar colores en una fotografía en blanco y negro. solía decir, a veces, que en eso tenía
ciertos poderes y que la niebla era la mejor amiga de la lluvia.

Michelle escribe un diario y utiliza una pluma que recarga todas las tardes a las siete y doce
minutos exactamente, ¿te suenan esos números? –Quizás más adelante. a Eme le atrae y aburre
la rutina a partes iguales, según la luz de las farolas que hayan encendidas en la calle. tiene un
padre con el que apenas habla por haber heredado demasiados de sus genes y una madre
victimista que llora a escondidas por sentir que su nido siempre estuvo vacío. tiene dos hermanos,
Carlos y Daniel, y un perro que obedece hasta la más extraña de sus órdenes sin apenas haber
compartido nunca demasiado tiempo juntos.

pero eso no es de extrañar.


nunca le ha costado demasiado conseguir lo que se propone. casi nada imposible. casi nadie
inalcanzable. y si así lo era, sólo tenía que mirar con los ojos cerrados y viajar a su realidad
paralela aún mejor representada en horas de sueño. siempre ha tenido una envidiable imaginación
y un más envidiable físico. dicen. los hombres empezaron a caer a sus pies el día en que ella
decidió caminar descalza, el día en que ella empezó a caminar. siempre con un as en la manga y
dos tallas más de orgullo por si el invierno la sorprendía desnuda. Michelle, o como sus amigos le
llaman, Eme, es fría y calculadora e incapaz de perdonar sin la esperanza de devolver, quizás,
algún día, una doble ración del dolor que ha ella le hayan provocado.

pese a lo que podáis estar imaginando, tenía un corazón enorme. así. en pasado.

pero no os asustéis.

-aún.

detrás de ese infranqueable muro, había una pequeña pálida semiadulta acojonada de sentir
que alguien, en un momento de transparente debilidad y sin saber cuándo exactamente, le arrancó
la capacidad de amar y le cambió el mismísimo miocardio por un gotero de hospital lleno de clavos
y veneno y drogas y tóxicos y le dejó un inmenso vacío que sólo podía
sentir semicompleto arrancando y relamiendo la esencia de otros corazones.

hace dos meses tres noches y cuarenta y tres minutos a Michelle le arrancaron la capacidad de
amar. su miocardio. su juguete rojo. su amordazada caja de Pandora. su bomba de relojería de
carne pulsátil.

ella es Michelle, podéis llamarla Eme, y esto no es sino la crónica de cómo un ángel aparente se
disfraza y alimenta y saborea el dolor ajeno, convirtiéndolo en suyo para imaginarse viva. de cómo
una piel caucásica puede esconder la peor de las tinieblas. la más oscura de las suposiciones. de
cómo siendo ella el monstruo de debajo de la cama, desconfía y hiere y destroza todo aquello que
ose tocarla con el fin de proteger lo que, vacía de todo, siente su único tesoro,

un gotero de hospital lleno de clavos y veneno y drogas y tóxicos sustituyendo a lo que un día pudo
llamar corazón.
Mis labios, tus labios.

Mis labios palidecen en tu ausencia.

Se vuelven fríos, azules, inertes sin tus besos. ¿De qué me sirve –dime, cuidarlos, si no pueden
saborear tu piel? Son como el cristal de cualquier ventana mirando la calma, esperando la
inminente tormenta. La lluvia, bálsamo de mis heridas, no termina nunca de caer en este cielo.

(-quizás siga volando demasiado alto. –quizás no quiera llover sin ti.)

tu ausencia, mis tinieblas. tu boca, causa principal de mis mejores pesadillas. no me despiertes, te
suplico, si tus labios siguen tan intactos de dolor. no lo hagas, te suplico, si no han conocido en
este tiempo la sal de una sóla lágrima.

tus labios. ay, tus labios.

escribo y sigo inmersa en ellos. no se merecen ser tan dulces. tan néctar. tan tuyos.

tan imposibles.

[tan nada míos]


(tres puntos y un punto y final)

Tomaré aire para escribir lo siguiente, pero.

Si alguien te saborea espero sinceramente sepa degustar tu piel como se debiera degustar un
mismísimo Cabernet Sauvignon. Que su saliva aterciopele las heridas que con tanto placer y
tiempo amansaría yo. Que no se disculpe por desgastarte en gemidos ni tampoco se moleste en
intentar silenciarlos. Que aún no se ha inventado cojín para tal hazaña. Que encuentre ese punto
sobre el cuál no puedes evitar retorcerte y estallar y morder todo aquello que alcancen tus dientes
y destrozar la cama y destrozarme a mi. Quiero decir. A ella.

Que no deje de mirarte una sola milésima de segundo ni de besarte ni de lamerte ni de tocarte de
arriba a abajo porque si algún día te pierde [te aseguro yo que] la almohada deja mucho que
desear en mitad de la noche. Que coja un frasco vacío de cualquier olor y guarde ahí el de tu pelo
despeinado tras la más placentera de las batallas. Que como un astronauta en mitad de cualquier
planeta llegará un momento en que sus pulmones sólo admitan tu fragancia para respirar.

Que jamás y por encima de todas las cosas deje en ningún momento de decirte que eres el amor
de su vida porque -disculpa mi lenguaje- qué estúpida sería de no querer serlo tras mirarte a los
ojos.

[volveré a tomar aire para terminar esta carta pero.]

Si alguien te saborea espero que lo haga con cuidado, con dulzura, con esmero, saboreándote en
vertical y horizontal y en 180 grados. Y vuelta a empezar.

Y que no diga que nadie le advirtió. Que esta carta no es sino lo que sentirá algún día de no hacer
todas y cada una de las cosas que aquí dejo escritas. Que las haga. Díselo. Que las haga todas.
En todos los idiomas y dialectos. Con todos los acentos y sin faltas de ortografía. Que cuide bien la
letra y te cuide mejor a ti.

Que de lo contrario-.
se arrepentirá y se odiará y se castigará y morirá muy lentamente cuando una vez sin ti. (punto).
Sienta que ha dejado escapar al amor de su vida.
Hazle llegar esta carta porque. (punto). Cómo no compadecer a otro ser humano que quizás.
(punto). Pueda sentir esto que siento yo. (punto y final).
Y así murió en la madrugada.

Me han cortado las manos. Me han clavado el puñal tan hondo que la circulación apenas me
alcanza para respirar el veneno de sentir semejante dolor. Es una bala que ha perdido el rumbo y
me alcanza en el puto centro de la herida [cada vez que creo saber qué siento. O qué no siento. O
lo qué temo sentir.] Me han cortado las manos. Y la boca y los labios y la lengua y maldita sea.
Esta ausencia de cualquier sentimiento me hace padecer afasia y una niebla interna que sólo el
frío sería capaz de apaciguar. Me han cortado las manos. Los dedos, la garganta. La capacidad de
expresar que lo único que quiero en este infierno de nostalgia es meterme una sobredosis con su
saliva hasta quedarme atónita en el suelo suplicando un día más de esta vida perra para poder
publicar mi rendición ante sus ojos. Ante cualquiera. Y que se mofen. Que se rían y aplaudan mi
derrota como quien sonríe al ver morir la noche. Me han ahorcado durmiendo mientras yo soñaba
con inspirar el olor de su pelo enredado entre mis dedos. Me han esposado en una cama y rezo
por no conocer jamás la identidad de las manos que recorren mi cuerpo. Me arrastro, me amanso y
pido clemencia por engañarme mientras mis labios besen otros y mi piel sea evaporada por otro
cuerpo. Pido guerra y destrucción y odio y deseo ceguera pues de observar que el sudor que creo
pasadas las dos de la madrugada no es el suyo ni son sus ojos los que me desnudan ni son sus
piernas las que me abrazan ni su lengua la que me eriza moriría de la forma más violenta entre las
muchas tantas en que el tan patético y frágil ser humano puede morir.

Moriría sin ti y en tu nombre. Pero siendo tú cualquiera y siendo tu nombre todos menos el tuyo.

Después de la tormenta.

Después de la tormenta, de la jodida tormenta,

tú.

La tempestad disfrazada de calma. Mi último salvavidas en medio de esta nada infinita de arena
que no hace sino infectar la herida.

Tú.

Tú que conoces cómo hacerme sonreír y perder los papeles y hacerme soñar y dejarme sola en
cualquier calle para que vuelva por mis propios medios a ti. O en su caso, a cualquiera. Porque
sabes ciertas cosas y por ello sabes que me gusta perderme en mi misma y en ti y en otras pieles
quizás, pero sobre todo, sobre todo sabes que me gusta sentir que soy capaz de encontrarme en
un momento de caos y drama que consiga causar estropicios reales en mi sien.

Tú que conoces ese punto en mi espalda y ese otro en el cuello. Tú que sabes qué decirme para
que me quede sin palabras y qué hacer para conseguir que se me amontonen en los
dedos. Tú, que siempre huyes y vuelves y te vas y no regresas pero siempre estas. Tú que
conoces tan bien que me muero de celos cuando le escribes a ella y que odio los celos y me odio
por ello pero sobre todo, en ese momento, te odio a ti. Y a ella. Maldita sea. Cómo la odio a ella en
ese momento.

Porque conoces lo malo y lo bueno de esta historia a la que podría titular Mi vida y aceptaste y
aceptas que a veces no quiera escribir tu nombre en ella. Que aceptas lo mejor y lo peor de que en
ocasiones prefiera una hoja en blanco a contarte a ti lo que siento. O lo que no siento. O lo que
temo sentir. Porque como tú dices,

“eso que escribas lo podré leer aún cuando te hayas ido y, muy a mi pesar, sé que algún día te
irás.”

Y te quedas tan a gusto después de pensar soltar eso.

Y en ese momento te estamparía el mismísimo portátil y la estantería y el libro que me regalaste y


mi mano abierta en la cabeza pero luego te miro y me miras y yo recuerdo por qué piensas dices
eso y me amanso.

Me amansas.

(Cómomegustaesapalabra).

Te miro y me miras y me tengo que callar y tengo que tragarme las ganas de odiarte, el orgullo y
esta bipolaridad enfermiza. Te miro y me miras y tengo que tragarme que quizás sea la maldita
verdad.

Porque tú, joder, tú también escribes y lees poesía y dominas tanto vocabulario que temo a veces
necesitar un diccionario cuando hablamos. Y me haces muy pequeña, diminuta, me conviertes en
una triste inseguridad andante y yo temo serte sincera y que descubras que tras este personaje
existe también una persona, un ser humano normal y corriente que a veces olvida escribir y utiliza
la Wikipedia para saciar la incertidumbre de no saber si ciertas provincias se escriben con B o con
V.

Y tú no te inmutas ante tal revelación de ignorancia, como si te concentraras en engañarte y el más


mínimo pestañeo fuese a destrozar nuestra idílica mentira de amor y odio y veneno y huídas y
venidas.

Tú, en contra de cualquier previsión, mantienes esa forma de mirarme y tocarme y decirme sin
palabras que el silencio es la mejor conversación. Y me matas y me destrozas y duele y sangro y
tú lames -sólo en contadas veces- las heridas que nos causamos. Y no sabes, porque no te lo digo
ni te lo dije ni te lo diré que esta ausencia de ti me despierta a veces en mitad de noche y no puedo
despertarte ni llamarte ni escribirte porque claro, no podemos hablar.

"Eso no sería poético."

Sería romper el drama.

Y tú, tú necesitas el drama tanto como yo. Y puede, solo puede, que esta catarsis que nos une y
nos separa a tantísimos kilómetros no nos corte nunca las alas y nos mantenga en este cielo o
infierno o purgatorio. O puede que sí lo haga y nos estampemos con la mismísima realidad
paralela que tú vives en sueños y yo intento soñar despierta.

Porque somos parte de una novela, de una maldita tragicomedia, del humor negro de Hemingway
o el sarcasmo resentido de Bukowski.

Y sería muy triste pensar en voz alta para dos yonkis del drama,

Que tú y yo nunca tuvimos ni tenemos ni tendremos nuestro tan amado final.

(o sí y lo que acabas de leer


no es sino
la última página de esa historia.)
Absurdo combate cuerpo a espada.
‘Te sigues yendo y ya solo quedan
Recuerdos cada vez más difusos de lo que un día pude llamar
realidad”
Te sigues yendo,
y temo que esta vez no haya vuelta atrás.
¿Cómo memorizar un nombre
que nunca me atreví a escribir?
¿Cómo cicatrizar, si la herida
Ya no sangra
y el alcohol no desinfecta?

Acaba de una vez conmigo y


Llora tus tan cínicas lágrimas
sobre este corazón deshecho.

Apenas te imagino ya
sobre mi cama segundos antes de cerrar los ojos.
Apenas creo saborear
Tu olor entre las sábanas de seda
que tanto imaginé sobre tu cuerpo.

“Desnuda eres tan frágil.


Tan volátil.”
-repetías.
O quizás lo imaginé también.

¿En qué momento fue declarada esta


absurda guerra?
¿Quién disparó a quién tan profundo y
cómo pudo atreverse el tiempo a
no detenerse ante tal masacre?

Me clavas tus palabras.


Me destrozas y me amansas.
Y yo cargo mi fusil y
Disparo versos directos a tu yugular desnuda.

Debí haberte robado


la espalda cuando me la diste por primera vez.

Debí haber conservado la factura de todas tus


Caricias para poderlas devolver.
Medios besos y medias tintas.

Déjame quererte a medias, odiarte un poco. Que a mí me encanta tu sonrisa pero no me vuelve
loca. Y oye, así es perfecto. Tú y yo no necesitamos coartada. Bien sabes que mi corazón pierde
sangre con cada latido y bien sabes que no es por ti. También yo sé en quién piensan tus labios, o
al menos sé que no es en mí. Y qué más podemos pedir si somos cicatrices sin puntos de sutura.

Vamos, levántate que se nos hace tarde. Dúchate tú que ahora te alcanzo yo. Prepara café que yo
lio un par de cigarros. Ay, qué suerte dar contigo, qué bien saben mis heridas en tu lengua. Tu
saliva me anestesia, me retuerce y me calienta. Dime, ¿cómo se llama ella? ¿cómo te dejó
escapar? No, espera. Mejor no me lo digas. Bésame primero y luego, si eso, te lo vuelvo a
preguntar.

Mientras, seamos la mitad de un cuarto de nuestras vidas, seamos un poquito de lo tanto que nos
queda en el desván. Finjamos un par de minutos al día que nos queremos a medias, o al menos,
que no queremos a otros labios. Solos tú y yo, ¿te imaginas?

Cuánto amor sin utilizar, qué pena, qué lástima. Cuántos besos y caricias y piel de gallina sin
probar. Yo te cedo mis lunares, tú procura no perderlos. Cédeme tú a mi tus ojos, o al menos esa
forma que tienen de mirarme a veces, cuando el pelo se me alborota y te recuerdo a ella. Es muy
dulce y trágico y casi ácido todo esto, pero no sabes lo adictivo que también resulta. Qué mezcla
de sabores, qué éxtasis gustativo.

Si te fijas, somos la historia de amor perfecta. Pero sin amor. A mí me vuelven loca tus manías y a
ti te pierde ese punto triste que dices que tienen mis manos. A mi me encanta acurrucarme sobre
tu pecho y a ti te hacen gracia esos pequeños gemidos que no puedo evitar si me tocas cierta
parte de la espalda. Y qué bien te conoces esa parte, oye.

Anoche le estuve dando vueltas, ya sabes, a esto que parece que somos sin serlo. Es curioso,
inquietante incluso. No todo mundo sería capaz de comprenderlo, qué pensarían si lo supieran.
Dirían que nos conformamos mutuamente, que somos pura simbiosis, que alguno puede salir
herido, que no es sano. Dirían que somos las migajas de dos historias, como esas películas que se
cortan a mitad y luego te toca a ti imaginarte el resto.
No tienen ni idea, pobres. Tampoco les culpo, no es fácil de explicar. Tú y yo somos en realidad
pura poesía, puro drama me atrevería a decir. Somos parte de un naufragio, tú me salvas a mí y yo
a ti. Nos damos bocanadas de aire y resucitamos cada noche entre orgasmos y formas de placer
desconocidas. Somos todo lo que podríamos ser, nos damos sin pedir a cambio todo cuanto
podemos darnos. Yo te regalo el silencio justo para pensar en ella y tú me das a mí mis ratos para
soñar también. Pero solo ratos, el tiempo justo.

Luego tú me preguntas en qué estaba pensando y yo te miro y te digo que deberías haber dicho
“en quién”. Tú te acercas y me regalas tu sonrisa más tierna y me miras como se mira a una niña
que se acaba de caer y no quiere llorar delante de los otros niños. Me das un beso y me acaricias
la cara y me preguntas si ya se me ha pasado. Yo te digo que si pero que necesito otro. Tú me lo
das y yo te sigo pidiendo más. En realidad sabes que por muchos que me des nunca se me pasa
del todo, pero me pides que te mienta y yo te engaño sin pensarlo.

Luego eres tú quien se ausenta en mi misma cama y yo te escribo en la espalda el camino de


vuelta hasta mi pecho. Y tú lo encuentras, aunque a veces tardes en mirarme a mí sin pensar en
ella. Pero siempre acabas mirándome. Siempre acabamos encontrándonos.

Nos curamos, nos desinfectamos de esta vida perra. Nos besamos en la frente cuando algo va
mal, y en el resto del cuerpo cuando todo va mejor. Y qué labios. Qué ojos. Qué forma de mover la
lengua. Qué manera de cicatrizar más dulce. Sin mentiras, con las cartas en la mesa.

Porque la mitad de dos besos acaba formando un beso entero y yo sé que nos medio besamos,
nos medio sentimos, a veces nos medio queremos y a veces, incluso,

...un poco más.


Te esperaré. Nos esperaré.

Cierra los ojos, y déjame contarte algo..

Anoche soñé contigo y soñé con el siguiente capítulo de nuestra historia, el que ni tú ni yo nos
atrevimos a leer por miedo a que fuera el último, el que decidimos marcar doblando la esquina
superior derecha de la página, con la esperanza de que quizás, algún día, quisiésemos volver a
leernos.

Tú estabas esperándome en el andén y yo llevaba cinco horas de trayecto pensando en si esta


vez, deberíamos darnos uno o dos besos. Tus labios me dieron dos, pero tus ojos me miraban con
un tono ocre que decían todo lo contrario. Y yo, acojonada, apenas tenía valor para mirarlos.

Un escalofrío me recordaba a la par que llegaba el metro en la posibilidad de que nunca volvieras a
ser tú quien me esperase en la estación. Tú notaste algo en mi y me besaste con cuidado.

Entonces comprendí, que nos habíamos convertido en dos trozos de cristal frágiles temiendo el
golpe definitivo que consiguiera lo que tan imposible parecía tan sólo unos días antes… rompernos
en mil pedazos sin posibilidad de reconstrucción.

Dime, ¿en qué caricia nunca dada llegamos a este punto? ¿en qué kilómetro empezó realmente la
distancia entre tú y yo?

Te dije que por ti hubiese podido mover continentes, hubiese podido secar océanos si nuestro
barco fuese a la deriva pero..

..no puedo salvarte si ni siquiera tú sabes si merece la pena subirte al bote salvavidas.

Ponte al menos un chaleco, deja al menos un resquicio de esperanza que mantenga a las cenizas
encendidas de lo que un día fue fuego.. y engañémonos pensando que llegado el momento,
seremos capaces de avivar la chispa avivando el incendio de todo lo que hoy estamos
incendiando.
Porque el no tenerte cerca me hace soñar contigo y sé que esta noche es la última que soñaré
abrazada a tu camiseta, y lo último que aún quiero es colgarla en el rincón de los recuerdos, pues
de ahí no me permito hacer ningún rescate.

Y porque hoy, daría lo que fuera por darte el valor suficiente como para poder hacerte querer
seguir queriendo dormir conmigo.

Y levantarnos, y desayunar pizza en la cama mientras abro la ventana y te digo que esta lloviendo.
Y apurar hasta el último segundo mientras, como si quisieras retener el tiempo, me abrazas por la
espalda.

Y pasear de la mano por Madrid, y pararnos al unísono frente a cada tienda de libros viejos… el
tuyo, sigue siendo para mí mi postre cada anochecer,

(algo que supongo, también debería dejar de hacer)

Anoche soñé contigo, tienes que saberlo. Y en algún momento de ese sueño, eras tú quien
encontraba las fuerzas para decirme que todo irá bien, para besarme como el primer día, para
acariciarnos durante horas hasta que yo sacara las fuerzas para mirarte…

…y así rozar los labios más suaves que jamás he probado.

Pero supongo, que todo sigue siendo parte de un sueño, y el despertador también tiene su papel
en esta obra. Y cuando suene, no serán tuyos los buenos días que tenga en el móvil, ni serán mías
tus buenas noches nunca más,

o al menos..

…eso deberíamos empezar a asimilar…


Declaración de amor y drama.

Escribir sobre ti me resulta tan complicado… ¿cómo podría describir a la mismísima perfección sin
insultar con corrientes adjetivos el sabor que tiene besarte en mitad de la noche?

¿Cómo podría explicarte, que la realidad en tus ojos me refleja, y me asusta, y me acojonas cada
vez que creo ver que realmente es a mí a quien miras y no a una imagen estereotipada de un
personaje ficticio?

Déjame esta noche ser algo más allá de toda fantasía.. déjate tocar por mis manos con la
delicadeza de estar rozando mi más ansiado sueño. Tú no eres ningún personaje, tú eres
simplemente…. todo lo que mi corazón ha buscado desde el mismo instante en que bombeó la
primera ráfaga de sangre a todo mi cuerpo.

Porque cada uno de mis textos te los he escrito a ti sin haberte conocido, y sin embargo, hoy tiene
nombre y apellidos. Tiene los ojos más intensos que jamás he mirado, tiene la piel más suave que
han tocado mis dedos. Tiene el cuerpo y las medidas perfectas para hacerme perder el Norte, el
Sur, y cualquiera de mis puntos cardinales. Tiene las manos culpables de que me retuerza cada
anochecer, tiene la boca con el nombre del pecado que cometería cada segundo de mi vida.

Yo no te he idealizado, te he encontrado. Y créeme cuando te digo que te veo tal y como eres, tú
no eres parte de mi imaginación ni de mis miedos, tú no eres parte de un libro romántico que leer
antes de caer rendida ante el silencio de la noche.

Tú no eres veneno.. eres una droga deliciosa por la que morir de sobredosis. Eres la conjunción
que une el Invierno y la Primavera. Eres la oración subordinada que subordina cada frase de este
texto.

Porque escribir mirándote no tiene precio y sin embargo, pagaría lo que fuera por retenerte en este
instante. Y es que la cama aun huele a ti y has dejado la habitación llena del sabor de tu piel. Y yo,
que pronto tendré que marcharme y alejarme de ti cientos de kilómetros no puedo parar de pensar
en lo extraño de no estar asustada por esto. Quiero gritarle al mundo entero que te tengo, que te
he encontrado y que haré hasta lo imposible para conseguir que tú no quieras marcharte nunca.
Puedo mover la Luna si me lo pides, puedo juntar continentes si me lo ordenan tus manos.. Puedo
ser lo que quieras que sea pero sobre todo, quiero ser el amor de tu vida el resto de nuestras
vidas.

Quiero susurrarte en la cama que nunca me rendiré ni me cansaré cuando todo vaya mal. Quiero
casarme contigo un millón de veces en la playa y quiero que los anillos sean arañazos en la
espalda. Quiero enamorarme en todos los rincones del mundo, empezando por el tópico Paris
haciéndote el amor frente a la Torre Eiffel. Quiero perderme contigo en Nueva Zelanda, recorrer
Australia, visitar Canadá, Croacia, Atenas y Luxemburgo. Quiero llevarte hasta Marte y allí
enseñarte todas y cada una de las constelaciones que yo veo sobre tu espalda.

Quiero empaparme de tu cuerpo en cada lago con tu piel desnuda.

Seré todo lo que me pidas que sea, soy tuya y puedes hacer conmigo lo que quieras.

Morir tendría tanto sentido ahora que he alcanzado el cielo.. Suena irónico pensar esto y sentir al
mismo tiempo la impotencia de no poder compartir contigo más de una vida.

Por eso, de momento, déjame regalarte la mía.

Desde hoy y para siempre,

Tuya eternamente.
Caricias fuera de la carta.

Estoy perdida. Perdida y sin saber a dónde ir.

Supongo que por eso te busco, Diciembre, ya ni siquiera sé si te conozco. Deberías verme ahora
mismo, estoy tirada en la playa y son casi las cinco y media de la madrugada, tengo un nombre
entre mis manos que no me atrevo a pronunciar y el corazón envuelto en lo que parece un trapo de
astillas.

Es como una bala que ha perdido el rumbo, y me alcanza cada vez que creo saber quien soy.
Saber quien eres. Son casi las cinco y media de la madrugada de lo que parece ser la noche más
larga de mi vida,

y esto empieza a superarme.

La canción que tocabas al levantarte mientras yo preparaba el café no suena igual sin tus dedos.
Sin la forma que tenían de acariciar la guitarra mientras yo intentaba hacerte reír. Esto parece ser
la noche más larga de mi vida pero…

mañana fingiré tener valor.

Y mientras el humo de la última calada se cuela por mis pulmones, han consumido como este
cigarrillo, las ganas de encontrarte. Necesito gritar, gritar a todo, a nada. A todos y a nadie. A mi
misma. El frío del invierno ha conseguido estancarse en todos sus sueños, por mucho que digan
que ya es primavera.

Ya no pienso, ni siento, ni lloro. Las últimas migajas de fuerza las necesito para sobrevivir, sin
saber si quiera quién eres.

No te imaginas cuánto cuesta engañarse a veces.

Y cómo avanzar, si cada paso es un nuevo obstáculo que no quiero vencer. Si pensar en esto es
sumergirme en infinitas preguntas que no puedo responder. Ojalá no te hubieses ido, ojlaá tan sólo
hubiésemos terminado, todo hubiese sido mucho más fácil. Pero el despertador siguió despierto
mientras yo estaba soñando e hizo su trabajo a la perfección. Supo cómo hacerte desaparecer sin
dejar una sola prueba, una sola pista.

Pero supongo que ya es hora de despertarse, y aceptarlo debería ser el primer paso. Olvidarte sin
haberte conocido nunca estuvo entre mis planes, pero ahora, paralizada ante el inminente regreso
del verano, mentiría si dijera que no te echo de menos. Recordar tus consejos nunca fue tan
complicado, nunca, como cuando no quiero escucharlos.

Respóndeme a esto, seas quien seas, ¿qué se supone que me queda si he olvidado por completo
a la persona que solía ser? Un mar repleto de dudas entre castillos de arena en donde guardo mis
miedos. Y es que tumbada bajo mis sábanas todo ha sido siempre menos complicado, junto a ti,
sería demasiado fácil. Por eso quizás, he inventado la necesidad de necesitarte, contigo como
objeto de todas mis noches dejo a un lado todo lo demás. Todo lo importante. Lo que realmente
debería apreciar.

Si te doy un beso y tú apartas la mirada, y con sólo una caricia fuera de la carta, pides la cuenta y
te vas. Es la más dolorosa de todas las jugadas: saber que apuestas mi sonrisa a una mano
robada.

Si.. Pensar que tú eres el mayor de mis problemas o la mejor adicción que acabará conmigo es el
camino fácil que desde hace ya demasiadas noches, recorro sola. Una travesía cuesta abajo, el
reto de llegar con vida al otro lado, sin volante, ni frenos. Sin tus manos.

Porque buscarte a ti, tengas el nombre que tengas, es la mejor escusa para no encontrarme a
mi. Y verme, con los ojos cerrados y frente al espejo, en lo que nunca hubiese deseado
convertirme. Alguien sin voz y con el único deseo de gritar a todo, a nada.

A todos, y a nadie.

A ti, y a mi.

(Dondequieraqueestés)
Mi amuleto contra el miedo, tus ojos contra mi.

Anoche casi muero de miedo, y de ganas. Sobre todo de ganas, tienes que saberlo.

Debían de ser las cuatro de la madrugada y yo estaba en el salón leyendo mi último capricho de
páginas desgastadas. Empezó a soplar el viento y a él, se unieron unos cuantos sonidos de
portazos y ventanas. También un apagón de luz. De repente, en el piso de arriba, comenzó a sonar
un despertador. Yo, que normalmente me escondo bajo las sábanas hasta que pasa la tormenta,
caí en la cuenta de que nadie vendría a ayudarme, a calmarme y decirme lo idiotamente cobardica
que puedo llegar a ser. Así que cogí aire, valor, y busqué una linterna.

Mientras subía las escaleras agarrada a mi propio pecho pensaba en la inmensa cantidad de
criaturas que podrían haber en aquella habitación oscura, y entonces, lo comprendí. Comprendí
que ya no me asustan tanto los ruidos extraños que hace la noche, que el frío puede quemar una
piel desnuda y que tu nombre es la solución a todos mis miedos.

Subía las escaleras, temblaba, y pensaba en ti. En cómo sería tocar tus manos, en qué me
convertiría si pudiese alcanzar tus labios y en cómo sería decirte que me tienes completamente
loca y que no sé qué has hecho para conseguir eso. Y mientras pensaba esto, dejaban de existir
los monstruos, las películas de miedo y las muchas otras que mi cabeza había creado. Porque
estabas tú, aunque no estuvieras, y eso me bastaba para dar un paso más. Y otro. Y otro. Y llegar
a esa habitación sin luz y buscar con la pequeña linterna el maldito despertador que minutos antes
había alzado mi imaginación a la altura de la próxima de Saw.

Pero ahí estaba yo. Y tú, en mi cabeza. Y en mi pecho y en mis manos y en cada una de estas
palabras que dudo mucho que leas, pero ahí estabas tú. Y eso me basta. Me basta porque me
hiciste pensar que ahora que te conozco no podría pasarme nada, no hasta alcanzarte, y aún no te
he alcanzado.

Pero lo haré. Y entonces tendré que buscarme otro antídoto contra el miedo, los fantasmas y los
muy diversos seres que alimentan mi masoquista imaginación, pero hasta entonces y de momento,
amansas mis pesadillas, te has instalado en mi corazón y puedo subir las escaleras a oscuras, en
mitad de la noche, y contigo en mi cabeza.
Y eso, me basta,
ya lo creo que me basta.
Provocando un clic.

Dime tú, y sólo tú,

Si esto que siento es miedo a enamorarme o amor al miedo.

Dime si mis palabras son reales o producto de mi imaginación

-o incluso, en último instante, de la tuya-

Dime si la necesidad de huir de esta pequeña ciudad es fruto de una serie de desastres, o de
haberme inventado yo misma, todos y cada uno de ellos.

Dime si realmente quiero encontrarte,

O las ganas de retenerte en un espacio inalcanzable, harán de mis sueños los únicos amantes
capaces de abrazarme al caer la noche.

Dime si lo efímero de pensar que estas en cualquier lugar ganaría la partida a la cruda realidad que
acompaña estas palabras,

realidad asfixiante cuanto menos siento,

teniendo en cuenta mi autodestructiva dependencia de intensificar cualquier detalle insignificante a


la mayor calamidad carnal que nunca he saboreado.

-Tus manos, las mías.

Dime si algún día podrán conocerse-

Dime de dónde viene el miedo a cruzar una ridícula palabra contigo, y dime de dónde viene el valor
para esta necesidad que me oprime el pecho si cae la noche y aún no te he recordado que sigo
existiendo.

Que sigo respirando, y que tú te has convertido en el objeto de mis ingenuas, -como poco-
fantasías sin ningún sentido.
Sin pies ni cabeza. Y sin manos, ni piernas, ni ojos, ni labios.

Dime, -porque se esta consumiendo el piti y pronto volveré a encerrarme entre cuatro paredes-, si
debería pedirte las llaves de ese laberinto que son tus manos y me muero por cruzar.

Porque estoy inmersa en la oscuridad de un folio en blanco que se niega aún a escuchar cómo
sonaría tu nombre escrito. Porque no sé si son mis manos las que están acojonadas o soy yo la
que teme darles valor.

Porque si escribo, en un jodido descanso de biblioteca, es porque sé que quizás, sólo quizás, veas
esta absurda actualización, sientas curiosidad, y la leas.

Y sonrías al pensar que la mínima probabilidad existente de que te este escribiendo a ti, sea para
mí la única probabilidad que existe.

Y hagas un clic que mueva una pestaña en mis “Interacciones” y me saques la sonrisa más tonta
que pueda sacar

por recordarme,

con algo tan insignificante como eso,

que sigues respirando,

aunque yo no sea el objeto de tus noches, ni de tus palabras, ni de tu poesía.

Ni sea tu musa,

ni nunca llegue a serlo.


Sin finales tristes ni finales felices. Sin finales.

Pasarán los días y dirán que ya es verano, que la primavera le ha vuelto a ceder el turno como
cada año. Pasarán los días, y mis manos se volverán de hielo, la playa se congelará y yo volveré a
vivir en los pequeños momentos, en los puede ser y en los quizás que no llegaron. (En los muchos
otros que debimos evitar.)

Pasarán las horas, y tú te encargarás de sabotear de nuevo mi corazón, avivando la llama siempre
el segundo antes de apagarse, de volverse ceniza. Llegarán tus ojos deslumbrando lo que nunca
supieron valorar, y yo, presa de algo más que ellos, volveré a engañarme con tus promesas.

Dime, ¿cómo podría evitar volver a entrar en ese laberinto de sábanas? No necesito más caricias
de una noche, no necesito despertarme y hacerme la dormida mientras veo cómo muy despacio,
intentas escapar de la camasin hacer casi ningún ruido, parándote siempre un segundo antes de
salir por la puerta, como queriendo inmortalizar algo que consciente, dejas escapar.

No te imaginas cuándo duele verte sabiendo que tú crees que sigo soñando. Cómo duele sentir tu
respiración un par de veces al año siendo consciente de que quizás, sea la última vez que pueda
sentirla.

Se acerca el verano, mientras escribo se acerca el verano.

A veces me gusta pensar que esta vez sí tendré valor para ser indiferente, para no caer en la
tentación de tus lunares, para no ensimismarme con los millones de diminutas pecas que
acompañan tu nariz, para no volverme de nuevo adicta al movimiento de tu pelo.

Sin embargo, una vez te dije que algún día, sería yo quien se volvería de piedra y sería yo quien
escapase a las cuatro de la mañana por la puerta de la habitación.

Y este año ha pasado algo que me ayuda a pensar que ésa vez, es ésta vez. Este verano. Este
Julio, Agosto y Septiembre.

-Que ya no quiero ni tengo fuerzas para seguir siendo tu marioneta; que ya he aprendido
desnudarme de tus cuerdas.-
Y es que he conocido a alguien y, aunque apenas sabe de mi existencia, sabe que existo. Y eso es
suficiente para alimentarme del ritmo de su corazón así como un día me alimenté del tuyo.

“Apenas sabe de mi existencia”, quédate con esa frase.

Porque bien sabes que mientras siga así puedo sobrevivir eternamente a base de sueños. Esta
vez no cometeré los mismos errores que cometí contigo, esta vez, mantendré tanta distancia como
sea necesaria con tal de que nunca pueda conocer cómo realmente soy.

Como he dicho, no volveré a cometer los mismos errores que cometí contigo.

Esta vez, voy a enamorarme de alguien que nunca intentaré tocar, que nunca podría probar. Voy a
enamorarme como debería haberme enamorado de ti, en silencio, muy lejos,

..sin finales felices ni tristes,

Sin finales.
Entre sábanas, clavículas, y otras esdrújulas.

Esta noche, quiero que te cueles en mi cama y seas cada palabra que susurre la almohada, quiero
que seas poesía, un libro antiguo con una dedicatoria mágica.

Quiero que seas mi invierno todo el año, quiero poder bañarme en tu playa con bandera roja.

Esta noche, serás mi palabra aguda, empezando por la tentación y acabando por la atracción fatal
de tu piel, cuando la eriza una canción. Serás mi sed, mi sol, serás mi primera vez un día de
Octubre.

Serás mi prohibida constelación.*

Esta noche, serás mi palabra llana, serás mi aire, mi agua y mi fuego, serás el morbo que caliente
mis ganas, cuando no nos quede nada. Serás mi delirio de una noche sin Luna, serás cada lunar
de mi espalda formando el mapa que te lleve a mi cuerpo.

Serás mi palabra esdrújula, mi éxtasis, mi clavícula. Mi mayor pecado sin despertador que lo
interrumpa. Soñaré toda noche bajo las sábanas de tu pelo, bailaremos al son de una canción que
nadie, jamás, podrá tocar.

Esta noche, quiero que seas mi libro preferido, el que abandoné en aquella Feria como símbolo del
mayor crimen pasional que jamás he cometido. El dolor que nos provocamos debería estar
castigado con la peor condena, una en la que ni tu ni yo pudiésemos volver a tocar el cielo.

Pero esta noche, no habrá distinción entre el cielo y el infierno, quédate conmigo y te lo demuestro.

Porque voy a convertirte en una fotografía desgastada con los besos que nunca me dejaste dar.
Voy a congelar tu frialdad haciendo de tus manos la mejor pluma con la que escribir en mi
espalda.

Déjame soñarte cinco minutos más, esta noche prometo alcanzar tu piel.*

Déjame pensar que tu nombre es la mezcla de todas mis letras preferidas. Mi delirio de media
noche, mis ganas dejar a un lado las palabras bonitas para llevarte a mi cama y.. dejar de ser
romántica.
Hacerte pecar una y otra vez en las ideas más ocultas que pueda imaginarse tu razón. Hacer el
(des)amor y fingir que nos querremos para toda la vida.

Mañana saldremos por la ventana, tu y yo, pero separado. Sin mentiras, ni despedidas, sabes que
siempre las he odiado. Huiremos del campo de batalla como responsables de haber provocado la
guerra.

Mañana volveremos a nuestro estado original. A soñar con las palabras y a jugar con los papeles.
A inventarnos acordes que describan con todo detalle el devastador estado en que nos dejamos.

Mañana, serás tú, y nadie más, mis palabras favoritas entre tantas otras, serás mi aguda, mi llana,
mi esdrújula.

Pero esta noche, tus manos no escribirán ninguna, esta noche, tus manos tendrán que hacer
exactamente...

...lo que las mías les digan.

Mi patético escondite.
Últimamente tengo un presentimiento extraño, como si estuvieras cerca pero no te quisieras acercar.
¿Y sabes? No te culpo. Soy algo parecido a una bomba de relojería que destruye todo cuanto me
rodea, aléjate ahora que puedes. Aléjate porque ya he rozado tu piel y desde ese mismo instante no he
parado de temblar.

Aléjate, porque estoy apunto de escribir en voz alta que ya te conozco, que te he conocido. Y lo peor, es que
fui yo quien no tuvo valor para darse a conocer. Para quitarme este absurdo miedo que me impide hablar,
para mirarte a los ojos sin esquivar la mirada.

Tu mirada..

Juraría que son los ojos que quiero mirar el resto de mi vida. Juraría que si no lo son, no quiero volver a mirar
otros.

Hoy he jugado al escondite con mi inseguridad, intentando engañarla para no volver a verla. Quería imaginar
lo que se siente al poder caminar desnuda mientras las olas juegan a acariciar mis pies. Quería imaginar
cómo sería estar en frente tuya. Tus ojos me quitaban una prenda por cada pestañeo, por eso huí después
del último cigarro.

¿Te volverías a fumar uno conmigo? La nicotina será el único invitado.

Qué ironía mas ingenua.. siempre acabo asociándote con alguna droga cuando la única droga que lleva tu
nombre la esconden tus labios y jamás los he probado. Qué metáfora tan pobre pensar que el fuego derretiría
un corazón que no es de hielo. No ahora, no esta noche. No mientras escribo con tu piel entre mis manos.

Tu piel. Mis manos.

Suena bien. Deberíamos dejarles solos, ver cómo se llevan y recogerlos después de un café largo. ¿Te
atreverías? A mí me gusta frío, con hielo y mucho azúcar.

Muchísimo.

(Espera, ya esta aquí.)

La inseguridad siempre acaba encontrándome,

….. y yo nunca he sabido esconderme bien.


Mi éxtasis auditivo, (tu) voz de terciopelo.

A ti, mi música, mi acorde imposible. Mi canción perfecta en una noche de lluvia, la voz de un ángel
camuflado en mis oídos. Dime que nunca sellarás tus labios y yo siempre escucharé tu voz, hace
tiempo que venciste a mi despertador.

Déjame soñar cinco minutos más, anoche casi pude tocar tu piel, (mañana lo intentaré otra vez.)
Mientras tanto, sigues siendo mis buenos días, mis buenas noches y mis medias tintas. El punto
exacto de una debilidad dormida.

Eres la nota afinada que desafina con cuidado un corazón sin melodía. -Mi corazón- libre de
cualquier ritmo que puedan provocar tus manos.

Cántame despacio que te quedas, cántame que me buscas y prometo alcanzar tu piel. Pecado de
terciopelo que sueño con poseer. Lo único capaz de trastocar el mobiliario de mi cuerpo, cada nota
de mi inexistente entonación. Yo te escucharé en silencio, a salvo, bajo unos cascos blancos en
mitad de cualquier parte. Muy quieta, sin llamar demasiado la atención, buscando sólo encontrar la
tuya. Captando hasta el más ínfimo de los detalles de tus ojos.

Nunca vistos..

Porque sé que cualquiera podría enamorarse de una canción, pero yo me he enamorado de lo que
no cantas. Del principio y del final de cada historia, de cada sorbo de agua que bebes después de
un estribillo agudo. Alguien debería inventar un sentido más para poder contemplarte, de arriba
abajo, de lado a lado. Todos y cada uno de los lunares de tu espalda. Préstamelos, los uniré
cuidadosamente hasta dibujar nuestra propia constelación. La llamaremos Puntos Suspensivos,
acercando a Zero la velocidad de cualquier planeta.

Porque cuando tus manos acarician la guitarra, una parte de mi, en un momento de debilidad,
sueño que soy yo una de tus cuerdas. Quizás la que menos utilizas, la que menos rozas, la menos
importante.. y sin embargo, tan necesaria como cualquier otra.

Porque entraste a mi vida por mi oído haciéndolo objeto de envidia de mis ojos... por llegar
primero. Y mientras, los otros tres sentidos sueñan con conocerte un día.
Dime, ¿podrán conocerte un día?

Supongo que lo mágico de soñar con los ojos abiertos es poder ser más irracional incluso que en
los propios sueños.

Y es que algunos te llaman música y yo te llamo dosis durante cuatro minutos, mi chupito diario del
aire justo para poder vivir. Yo te llamo éxtasis, tentación prohibida en la que quisiera caer. Ese
pecado dulce justo antes de volverse amargo.

Y dime cómo interpretar que los escalofríos que me provocan todos tus movimientos fueran hasta
ahora una droga completamente desconocida para mí. Porque empiezan muy abajo, lentos,
tímidos a subir con prisa. Porque recorren cada una de las vértebras de mi espalda, llegando a mi
cuello y haciendo de él un pequeño mirador donde jugar un rato.

Ese es el mejor momento, ¿sabes? Justo antes de llegar a la nuca. Ahí se desvanecen en el aire
esperando la llegada del próximo. Y el próximo, y el próximo.

A veces me causas tantas incógnitas que me asusta pensar en las consecuencias que habría de
conocer las respuestas.

De momento, me conformo con lo idílico de idealizarte. Con lo absurdo de soñar con algo que
nunca podré probar. De momento, me conformo con permanecer muy callada esperando, que
algún día, Youtube patrocine las casualidades más absurdas y esto, caiga en tus manos,

(y por soñar)

...tú en las mías.


Delirios de tu boca justo antes de dormir.

Hoy, como cada noche, he mirado el móvil justo antes de meterme a la cama. Me he quedado en
pause por un momento y he tenido que encender otra vez el portátil. Tenía que escribir esto.

Echo de menos tener un whatsapp tuyo diciéndome lo mucho que te encantaría abrazarme hasta
que sonara el despertador. Echo de menos hacerme la dura y que me ablandaras con sólo un
beso. Echo de menos reírme de ti cuando hacías el tonto, que te rieras tu de mi cuando lo hiciera
yo y llamarte patoso.

Últimamente me olvido de todo menos de pensarte.

Creo que quiero aislarme de momentos como este, de pensar en ti teniendo una hoja en blanco
cerca. Escribir todo lo que llevo dentro y no poder borrarlo. Escupir como si fuera fuego que te
quiero, que aun te quiero. ¿Sabes? Creo que lo que más echo de menos, ante todo y con infinita
diferencia, es despertarme en mitad de la noche y darte un beso con cuidado. Poner mi mano
sobre tu pecho y sentir que sigues respirando. Acariciarte lentamente captando cada detalle de tu
cuerpo y volver quedarme dormida escuchando los latidos de tu corazón.

Esta noche me haría falta un mensaje tuyo diciéndome que me quieres, que aun me quieres. Que
me echas de menos o, simplemente, que estas pensando en mi. Aunque solo sea un poco, a lo
lejos. Muy, muy poco.

...me bastaría.

(Aunque supongo que sólo es la falta de sueño, no me hagas demasiado caso. Buenas noches...)

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