Del Espíritu de Las Leyes PDF
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* ¿EL ESPÍRITU
DÉ LAS LEYES.
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EN LA I
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frtpEL ESPÍRITU^ 'M
DE LAS LEYES,
ESCRITO EN FRANCÉS
Por M. MONTESQUIEU,
N
DE LA ACADEMIA FRANCESA.
TRADUCIDO
LIBREMENTE AL ESPAÑOL
Por Dos M. V. M. , Licenciado.
TOMO PRIMERO.
MADRID.
SE HALLARA EN PARIS, CASA DE ROSA, LIBRERO,
GRAN PATIO DEL PALACIO REAL.
LONDRES,
Por ROSA, hiío, n° 108 strakd.
i81i.
DEL ESPIRITU
DE LAS LEYES.
LIBRO PRIMERO.
LIBRO II.
-
» LIBRO II. CAPITULO
> - III. I 1§
nero se ha corrompido al pueblo , que se vuelve
sereno > y se apega á la moneda ; pero no se ape
ga ya á los negocios públicos; y sin hacer caso del
gobierno, ni de quanlo en él se propone, espera
sosegadamente su salario.
Es amas una ley fundamental de la democra
cia , que el pueblo solo haga las leyes. Sin em
bargo, hay mil ocasiones en que es necesario que
.el senado pueda determinar , y aun á menudo A
conveniente probar una ley ántes de establecerla.
La constitucion de Roma y la de Atdnas eran
muy sabias. Los decretos del senado tenian fuer
za dt0ey durante un año , y no se hacian per
petuos mas que por la voluntad del pueblo.
m
*
libro ni. capItüio • ÍT
virtud del príncipe , esperanza de sus flaquezas,
y mas que todo esto > la perpetua ridiculez lan
zada contra la virtud , forman , discurro , el ca
racter del mayor número de los palaciegos, seña
lado en todos los lugares y tiempos. Es así que es
cosa muy difícil que ¡a mayorparte de los magna
tes de un estado sean genles ruines , y honrado»
los inferiores , y que aquellos sean tramposos,
y consientan estos en ser la víctima de sus en
gaños.
Que si en el pueblo , insinúa el cardinal de Riche*-
lieu en su testamento político, se halla algun infeliz
hombre honrado , un monarca habrá de guardarse
bien de valerse de él. En tanto grado es verdad
que la virtud no es. el móvil de este gobierno !
Ciertamente que no se le cierra la entrada del
todo , pero no sirve de móvil. (
LIBRO IV.
LIBRO V.
>
LIBRO V. CAPÍTULO VIII. 77
una larga minoridad. Quizas no hemos tenido
razon en abrazar este uso; pues no hay necesidad
de tanta sujecion en Una monarquia.
Esta misma * subordinacion en la república
podria exigir que 'el padre, durante su -vida,
permaneciese dueño de los bienes de sus hijos,
como se arregló en Boma ; lo qual no es con
forme con el espíritu de las monarquias.
Capítulo VIH. Como las leyes han de referirse
al principio del gobierno en ta democracia.
Si el pueblo es virtuoso en la aristocracia, se
gozará allí con corta diferencia la felicidad del
gobierno popular, y sehará poderoso el estado.
Pero como es una cosa rara , que en donde son
desiguales las fortunas humanas, haya muchos
virtuosos, es necesario que en lo posible las leyes
se dirijan á infundir un espíritu de moderacion ,
y traten de restablecer aquella igualdad que la
constitucion del estado quita necesariamente.
£1 espíritu de moderaciones lo que se llama la
virtud en la aristocracia^ donde hace las veces
del de igualdad en el estado popular.
Si el fausto y esplendor que rodean á los reyes,
constituyen una parle de su potestad; la mo
destia y sencillez de los mpdales forman la
fuerza de los nobles aristocráticos. Quando no
afectan ninguna distincion ; quando se con
"S BIL ESPÍRITU DE \iS LETES.
funden con el pueblo : quando van vestidqs como
él, y procuran quesean comunes los gustos, ol
vida el pueblo su debilidad.
Cada, gobierno tiene su naturaleza y principio.
Luego es menester que la atistocacia no tome
«no ni otro de la monarquia; lo que acon
teceria, si los nobles tuviesen algunas prero-
gativas personales, y particulares, distintas de
las de su cuerpo ; ha de haber privilegios, para el
senado, y un simple respeto para conlos senadores.
Dos son las principales raices de los desórdenes
en los estados aristocráticos] ,* la desigualdad
suma entre los que gobiernan y los que son
gobernarlos, y la misma entre los diferentes
miembros del cuerpo gubernativo. De ambas
desigualdades resultan odios y envidias , que las
leyes han impedir ó contener.
La primera desigualdad se halla principal
mente, quando los privilegios de los magnates
no son honrosos mas que porque son humillantes
para el pueblo. Tal fu$ en Roma la ley que pro- «
hibia á los patricios contraer enlaces matrimo
niales con los plebeyos; lo que no tenia otro
efecto que el deliacerpor una partemas soberbios
á aquellos primeros, y mas odiosos por otra. Es-
preciso ver las ventajas que de ella sacáron los
tribunos en sus arengas.
Se bailará amas esta desigualdad, si la con-
LIBRO V. CAPÍTULO VII!. 79
«licion de los ciudadanos es diferente en materia
de subsidios; lo que acontece de quatro modos--
quando los nobles se arrogan á sí privilegios para
no pagarlos ; quando hacen fraudes para eximir
se de ellos ; quando se los aplican á si propios so
pretexto de remuneraciones, 6 situado por los em-
pleosque exercen; quando hacen finalmente tribu
tario al pueblo, y reparten entre sí los tributos
que recogen de ellos mismos. Es raro este úl
timo caso; y «na aristocracia es en semejante coyun
tura el mas duro de todos los gobiernos.
Mientras queRoma se inclinó haciala aristocra
cia, evitó muy bien todos estos inconvenientes.
Los magistrados no tenian sueldo ninguno por
sus magistraturas ; los magnates de la república
pagaban las imposiciones como todos los otros ;
aunmas, y ellos solos algunas veces. Finalmente ,
bien lejos de que los principales romanos se dis
tribuyesen cnlre sí las rentas del estado , derra
maron en el pueblo para legitimar sus honores ,
quanto pudieron extraer del fisco , y quantas
riquezas les presentó la fortuna.
Es una máxima fundamental ,• que quanto!
mas perniciosos efectos tienen en la democracia
las distribuciones hechas al pueblo , otros tantos
mas buenos los tienen en ol gobierno aristocrático.
Las primeras pierden el espíritu de ciudadano ,
y las otras le restablecen.
8o . DEL ESPÍRITU DE LAS LEYES.
Si no se esparcen las rentas en el pueblo , es
menester hacerleverqueestan bien administradas;
el mostrárselas, es hacérselas disfrutar en cierto
modo. Aquella cadena de oro que se tendia en
Venecia, las riquejes que Roma ostentaba en los
triunfos , y los tesoros que se guardaban en el
templo de Saturno, eran verdaderamente el tesoro
del pueblo.
Es cosa muy particularmente esencial en la
aristocracia , que los nobles no impongan tributos.
No los imponia en Roma el primer orden del
estado , sino que estaban á cargo del segundo ; y
aun esto tuvo sus inconvenientes en lo sucesivo.
En una aristocracia , en que los nobles echasen los
tributos, estarían todos los particulares á la dis«
crecion de los empleados , y no habria tribunal
superior que los reprimiese. Aquellos que estu
viesen encargados de suprimirlos abusos, quer
rian mas gozar de ellos ; y los nobles serian
como los príncipes delos ostados despóticos, que
confiscan los bienes de quien se les antoja.
Bien presto se mirarian allí como un patri
monio las utilidades que de ello resultasen, á las
quales darla nuevo aumento el antojo de la co
dicia; se haria caer el ramo de hacienda, y se re
ducirian á nada lastrenlas públicas. Varios esta
dos por este medio, sin haber experimentado
reves ninguno digno de notarse, caen en una
Libro v. capítulo vm. 81
debilidad que sorprende á los vecinos , y asom
bra á sus propios ciudadanos.
Es preciso que las leyes les prohiban tambien
el comercio ; pues unos comerciantes tan acre
ditados harian todo género de monopolios. El
comercio es la profesion" de las gentes iguales ;
y los mas miserables estados despóticos, son
aquellos 'en que trafica el príncipe.
Las leyes de Venecia vedan á los nobles el co
mercio, que podria proporcionarles, aun inocente
mente, riquezas inmensas.
Las leyes han de emplear los mas eficaces me
dios, paraquelos nobles hagan justicia al pueblo;
y si no han creado un tribuno, es necesario que
lo sean ellas mismas.
Toda especie de refugio contra la execucion de
las leyes pierde la aristocracia , de la que no está
distante la tirania.
Las leyes han de abatir en todo tiempo el
orgullo de la dominacion. Es preciso que haya un
magistrado, temporal ó vitalicio, que haga tem
blar á la nobleza , como los Eforos en Lacedemo-
nia , y los inquisidores de estado en Venecia ; ma
gistraturas que no estan sujetas á ninguna forma
lidad. Este gobierno necesita de móviles vio
lentos. En Venecia se le abre una boca de piedra
á todo delator : diria uno que es la dela tirania.
Estas magistraturas tiránicas de la aristocracia
4»»
82 DJEX ESPÍRITU Dí LAS LEYES.
tienen relacion con la censura de la democracia,
que no es menos independiente por su natura
leza. En efecto, no ha de residenciarse á los cen
sores por lo que hayan hecho durante su cen
sura; es menester darles confianza, y no desalen
tarlos. Eran admirables los romanos; á todos los
magistrados se les podia tomar cuenta de sus
procedimientos , excepto los censores.
Dos cosas son perniciosas en la aristocracia ;
la suma pobreza de los nobles, y. sus exorbi
tantes riquezas. Para remover la primera , es
necesario muy particularmente obligarlos con
tiempo á que paguen sus deudas. Para moderar
sus riquezas , son precisas sabias é insensibles
providencias , pero no confiscaciones, leyes agra
rias , ni supresiones de deudas, que acarrean
males infinitos.
Las leyes han de suprimir el derecho de priroo-
genitura entre los nobles, á fin de que se man
tengan iguales siempre las fortunas con el repar
timiento continuo de las sucesiones.
No son necesarias substituciones, retractos de
familia, mayorazgos, ni adopciones. Quantos me
dios estan inventados para perpetuar la gran
deza de los linages en las monarquias , no son de
ningun uso en la aristocracia. .
Quando las leyes han igualado las familias , les
que"da que mantener la union entre ellas. Deben
LIBRO Y. CAPÍTULO IX. Q0
decidirse con prontitud las contiendas de los
nobles; sin lo que los altercados de las personas
pasan á serlo de las familias. Varios arbitros
pueden terminar los procesos , ó impedir que los
Laya.
Finalmente, es preciso que las leyes no pro
tejan las distinciones que la vanidad hace entre
las familias, Laxo el pretexto de que son mas
nobles ó antiguas ; lo que lta de colocarse en la
clase de las nimiedades de los particulares.
No hay mas que tenderla vista sobre- Lacede-
monia; y se verá que los Eforos supieron ajar
las flaquezas de los reyes , las de los grandes , y
las del pueblo.
i
LIBRO- T. CAPÍTULO XIT. ¡)5
en su familia, ya fuera de ella. Semejante arre
glo de sucesion causa mil revoluciones, y hace
tan vacilante el trono como arbitraria la herencia
de él. Siendo el orden de sucesion una de la»
cosas que mas importan saber al pueblo , el mejor
es aquel que nos da mayor golpe ala vista, corno el
nacimiento, y un cierto orden en ¿1. Semejante
disposicion refrena todas las cabalas , y ahoga la
ambicion; no se traía tampoco de captivar el áni
mo de un príncipe débil, ni de hacer hablar á
los moribundos.
Quando una ley fundamental establece la su
cesion , un principe solo es el sucesor ; sus her
manos no tienen ningun derecho real ni aparente
para disputarle la corona ; y no puede suponerse
ni hacerse válida una voluntad particular del
padre. Luego no se tiata ya de encarcelar ó ase
sinar mas al hermano del rey, que á ningun otro
súbdito.
Pero en los estados despóticos, en que los her
manos del príncipe son sus propios esclavos y
rivales á un mismo tiempo , exige la prudencia
que se aseguren sus personas, con especialidad
-en los dominios mahometanos, en los que la reli
gion considera como juicios de Dios la victoria
ó buen éxito ; de modo que nadie es en ellos so
berano de derecho , sino de hecho.
La ambicion tiene mayores estímulos en aquel
t)S DEL ESPÍRITU DE LAS LEYES.
los estados en que los príncipes de la sangre ven ,
que si no suben al trono serán encerrados ó
muertos, que entre nosotros en donde aquellos
príncipes gozan de una situacion que si no es
tan satisfactoria para la ambicion , lo es quizas
mas para los deseos moderados.
Los príncipes de las naciones despóticas han
abusado siempre del matrimonio ; y toman por
lo comun muchas mugeres , especialemente en
aquella parte del mundo donde está como con
naturalizado el despotismo, que es el Asia, Tie
nen tantos hijos , que apenas pueden tenerles ca
riño , ni ellos á sus padres. La familia reynanle
se asemeja al estado ; es debilísima , pero fortísi-
mo el padre de familia ; y parece dilatada , pero
se reduce á nada. Arta.rer.res mandó matar á
todos sus hijos , porque habian conspirado
contra él. No es Terisímil que tantos hijos se
conjuren contra su padre ; y ménos que lo ha
gan,- porque el padre no haya querido ceder
su concubina al primogénito : es cosa mas natural
creer que hay en ello algun manejo de aquellos
serrallos orientales ; de aquellos lugares en que
reynan á la sombra de las tinieblas el artificio ,
astucia, y maldad; y en que un caduco príncipe,
que cada dia se vuelve mas chocho, es el primer
freso del palacio.
En vista de quanto acabamos de decir , pare-
LIBRO V. CAPÍTULO XY. 97
ceria que la naturaleza humana se rebelarla sin
cesar contra el gobierno despótico. Pero á pesar
del amor de los hombres por la libertad , y de
su odio contra la violencia , la mayor parte de los
pueblos rinde su cerviz al despotismo ; lo que es
fácil de comprender. Para formar un gobierno
moderado, es preciso cotejar las potestades , ar
reglarlas , templarlas , ponerlas en movimiento ,
y dar un lastre, por decirlo así, á la una, para
ponerla en estado de resistir á la otra ; es una obra
maestra de legislacion que el acaso hace rara vez,
y que rara vez se dexa hacer á la prudencia. Un
gobierno despótico al reves salta, por decirlo
así, á la vista; es uniforme en todas partes; y
como para establecerle solo se necesitan pasiones,
todas las gentes son propias para ello.
LIBRO VI. ,
<
ia8 DEL ESPÍRITU DE LAS LITES.
Qnando leemos en las historias los exemplares
de la atroz justicia de los sultanes , sentimos con
una especie de dolor los males de la naturaleza
humana.
Todo en los gobiernos moderados puede ser- .
vir de instrumento á un buen legislador para
formar con ello penas ¿ No es bien extraordi
nario, que una de las principales fuese en Sparta
la de no poder prestar su muger á otro , recibir
la agena, ni estar jamas en su casa mas que
con las vírgenes ?- En una palabra quanto una ley
llama pena , lo es en efectúa.
i
(46 DEL ISfÚlTII M. tkS LBTRS.
MBRO VII.
*■ ■ i . *
Conse'qüeacías de hos, diferentes prin
cipios de los tres gobiernos , con
respecto á las leyes suntuarias , al
luxo , X condicion de las mugeres,
;
liceo tu. capítulo rfc i5i
brísimas que no pueden recibir , y otras riquísi
mas que nO pueden .expender. ;
En Fenecia les imponen las leyes á los nobles
la moderacion. Estan en tal modo habituados á
Ira economia , que la* cortesanas únicamente son
capaces de hacerles dar dinero. Se ha echado
mano de este medio para conservar la industria ;
y las mas despreciables mugeres gastan sin pe
ligro , mientras que sus contribuyentes hacen la
mas obscura vida del murrdo.
Lis buenas repúblicas Griegas tenian admira
bles legislaciones sobre -este punto. Empleaban
los ricos su dinero eri funciones, coros de mú
sica, carros, caballos para la carrera, y onero
sas magistraturas. Asi eran allí las riquezas tan
gravosas como la pobreza.
-
MERO VII. CAPÍTULO VII. 15^
raza , á quien traxéron unas piedras preciosas
halladas en una mina , la mandó cerrar , porque
no quería cansar á sus subditos en trabajar para
una cosa que no podria alimentarlos ni ves
tirlos. .' '.
» Es tan grande nuestro laxo, dice Kiayventi,
» que el pueblo adorna con zapatos bordados á
» aquellos mozos y doncellas, qué está obligado
» á 'vender. » Estando ocupados tantos hombres
en hacer vestidos para uno solo, qué medio
hay para que no vayan desnudas muchas gen
tes ? Hay para cada labrador diez hombres que
comen el producto de las tierras ; qué medio ha
brá para que no falte el sustento á muchas
gentes ?
L-iBRO VIII.
LIBRO IX.
y
LIBRO IX. CAFÍTÜLO VI. 2o5
tiempo, como sucede durante solos quince dias.
Si es derrotado el exércitoque se halla en la fron
tera, se dispersa seguramente, porque no tiene
inmediato parage ninguno á que poder retirarse.
El exército victorioso que no encuentra resistencia,
va avanzando á grandes marchas, se presenta á
las puertas de la capital, y comienza su asedio,
quando apenas los gobernadores de las provincias
han recibido orden para destacar socorros. Los
que consideran como próxima la revolucion del
estado, la aceleran con no obedecer; pues la
gente que solo es leal, porque está cercano el
castigo , no lo es ya desde que está remoto; y no
cuida mas que de sus propios intereses. Disu
élvese el imperio entónces, es tomada la capital,
y disputa á los gobernadores las provincias el
conquistador.
No* tanto consiste el verdadero poder de un
príncipe en la facilidad que tiene para conquis
tar , quanto en la dificultad que hay de atacarle
y si me atrevo á decirlo, en la inmutabilidad de
su estado. Pero la extension de los imperios les
da á conocer nuevos lados por los que pueden ser
cogidos.
Así como han de usar de sabiduria los mo
narcas para aumentar su poder, no han de usar
de menor prudencia á fin de contenerle dentro
de sus límites; y conviene que al evitar los incon
506 DEL ESPÍRITU DE LAS LEYES.
venientes de la pequenez, no aparten jamas la
vista de ios del engrandecimiento.
LIBRO X. -
LIBRO XI.
(i) En Fenecía,
V
LIBRO XI. CAPÍTULO VI. 2^1
amas el poder judicial , puede arruinar por el de
las particulares á cada uno de los ciudadanos.
Todo el poder es uno allí ; y aunque no hay-
pompa exterior que indique un soberano despó
tico, se le percibe á cada momento. Por lo mis
mo, quantos príncipes quisieron hacerse despó
ticos, empezaron siempre reuniendo todas las ma
gistraturas en sus personas , como muchos reyes
de Europa todos los cargos públicos de sus esta
dos.
Concedo que la pura aristocracia hereditaria
de las repúblicas Italianas no ¿corresponde pun
tualmente con el despotismo asiático ; la multitud
de magistrados suaviza á veces la magistratura ;
no siempre concurren todos los nobles á unos
mismos designios ; y se crean allí diversos tribu
nales que mutuamente se templan. Así el Gran
Consejo tiene la legislacion en Venecia; el Prcga-
dv , la execucion; y los Quaranties , el poder ju
dicial. Pero está el mal en que estos diferentes tri
bunales se forman de los magistrados de un mismo
cuerpo ; lo que viene á reducirse á una potestad
única.
No ha darse el poder judicial á un senado per
manente, sino exercerse por sugetos lomados de la
clase popular (i) en ciertas temporadas del año, .
Ai
268 DEL ESPÍRITU DE LAS LEYES. ,
Capítulo XIV. — Como la distribucion de los
trespoderes comenzó á mudarse despues de ex
pulsos los reyes.
Quatro cosas chocaban principalmente con la
libertad de Roma. Los patricios obtenian ellos so
los todos los empleos sagrados, políticc¿s, civiles,
y militares ; se habia conferido un poder exor
bitante á los cónsules; se hacia» ultrages al pu
eblo; y no se le dexaba finalmente casi ninguna
influencia en los votos. Estos son los quatro abu
sos que el pueblo reformó.. • >
i° Mandó [establecer, que habria magistraturas
á que los plebeyos podrian aspirar; y obtuvo con
corta diferencia tener parte en todas, excepto la
del interregno.
a° Se deshizo el consulado, y formaron mu
chas magistraturas de él ; crearon pretores , á los
que confiríéron la potestad de juzgar las causas
privadas ; nombráron qüestores , para que juzga
sen los delitos públicos; se establecieron ediles ,
á quienes encargaron la policia ; se nombráron
tesoreros, - Ips quales corrieron . con la adminis
tracion de los caudales públicos; y -finalmente ,
con la creacion de los censores despojáron £
los cónsules de aquella parte del poder legisla»
tivo que arregla los costumbres de los ciudadanos,
y de la policiamomentánea de los diversos cuerpos
del estado. Las principales prerogativas que les
LIBRO XI. CAPÍTULO Xt|f . 369
quedáron á los cónsules ,. consistieron en presidir
las grandes juntas del pueblo , reunir el senado,
y mandar los exércitps. . x
3o Las leyes sagradas establecieron tribunos ,
que á cada instante podian contener los atenta
dos de los patricios; y: no , solamente impedian las
injurias particulares, sino tambien las generales.
Los plebeyos en fin aumentaron su influxo en
las decisiones públicas. El pueblo romano fué di
vidido de tres modos , en centurias , curias , y
tribus ; y quando votaba , se reunia y formaba de
uno de estos tres modbs.
Por el primero , los patricios , los sugetos prin
cipales, ricos ^ y senado , que todo con cort a»
ferencia era una misma cosa, tenian casi toda la
autoridad ; por el segundo menos ; y por el ter
cero menos aun.
La division por centurias era mas bien una di
vision de censo y facultades, que de personas.
Todo el pueblo estaba dividido en ciento noventa
y tres centurias, cada una delasquales tenia un
voto. Los patricios y los principales formabanlas
noventa y ocho primeras centurias , derramán
dose los restantes ciudadanos en lasotras noventa
y cinco. Eran pues dueños de los votos en esta
division'los patricios.
No tenian . los patricios en la division por cu
rias las mismas ventaj as. Tenian algunas sin ew
l-Ü DEL ESPÍRITU DE LAS LEYES.
bargo ; pues'éra necesario consulta"? con los aus
picios, qúe estaban b'axcf él cfónTi'n'io de" los patri
cios; no podia hacerse próputefa rfiirjjtnia- al
pueblo , sin que áñies" fuese pfeseríTaltá" «i él se
nado, y aprobada por un" !fenafTóe6nSÍiíto. Pero
en lá division por tribus, nb sé tratatía' de'atrs-
picibs, ni s"énTdoScóíisultos , rií fériia*ii; parre en
ellas los patricios.
Además* él pueblo' trató slémpré (Te cclébrür
por cut'Tas a'qnélfas" juntas, qué de ébsrihTib.V#s¥
celebraban por cenliirias"; y por tribus, aquellas
otras que se celebraban pin* ciSrfas"; y con esto
Jos negocios* pasaróñ dé*s"a*fe Ifs ifiatíos'' de' los pa
tricios á las" de' tos* pTé'1>ey"ósK.
Así quáñaó' és'fós MíEie/on" logfáTÍb el derecho"
de juzgar á los patríelos", US qíie tffvo' principio
en el negocio de Coriolano, quisléforí juzgarlos
reunidos por tribus' , y no' -p'ot Cernarias j y quan-
do las ridevás qi'ígisTratúras' de tribuiros y ediles
fueron crVdcTáS en fa'v'Ó"í del pueblo", obtuvo esté
que. se JüntáserT los" plebeyos pof curias1 psfra
iiombrá'flos ; y qHfari'do a"fJrmo" str poder , logró
que sériáñ norhB'fádos íri jtSfAtSs pe* tribuís".
Capítulo XV. —<- Cismaperdió Roma la libertad
repentinamente en el estado floreciente de la
república: •
"En el fuego de las disputas entre patricios y
tttkó xi. dAíítük-cr xV. 271
pl*^Vp*!^^s^s*^^s* q6S se'establi-
ricran leyérfíxiíV, de* qtá:fl los1 juicios' no
fuesen en* I» ¿tft!«*v8r «f éfetfírf-áfe-capnEnosaí
V8T*nltííft«r, ó'd^aflnlíaTidt prMSr^ Ú^Suesde
miicnaVcsWñdíT, vifid*árclltt' ef 'seffado'; y fué-
roíi' nWfltWsdbs Ibt* dec&nVirdr pafá** firmar la'
ntteV¡f- l^Hfláefán.* Cfe^fe' que" náíSa'dt' acoP-
dSrstfes uW-^tfp^!lé<Tp*qú^t2n'^n qt* esta-
blrtéi'le'yés pafa' üííSs'' pá¥ti3ó¥ que" casi' eran in
compatibles.' Sús^éiídPosV eT nbmrjTáihieíít'6' de"
magistrados y*én los comicios fueran detlSraUbl'
lds' deWmVi?ó$ pbr aa%iffistíadi6?rís' tínicos dé la
republica. Dé este rtiodó sehallárWré'vésridos con
el poder coirstilar y tribunicio'; téniendbvptir' él*
primero la facultad de cdnVotíaf él seriaaó, y 1*"
de juntar él püénlo por el' segundo ; pérb nb'reú-
riieron á'unt) ni á otro. Diéz hbmbres'solbs tuvi'é-
ron «1 la república todb ef pode"? legislativo",
e&íutivo, y judicial; y Rbmrse'ViÓ sujeta á una'
tiranía' tari"cruel cóTfaolade'ífrqtiirío.Qtíahdbéírte
príncipe exercia suWe^a^ion'es',-seind1g<naDa'rtóriía
del poder que su rey Labia usurpado ; y quando
los" decemviros ex"e«iérbn JaV suyas , efetalíá' asom
brada del poder qué éHa" mlSnrá habia dado.
Pero ¿ qual era aquel plan de tirania , formado
por unas gentes que hahian debido el poder po
lítico y militar á su ciencia én las materias civiles,
y que en las circunstancias de aquellos tiempos
aya uix espíritu de las leyes.
necesitaban en lo interior de la baxeza de los ciu
dadanos , para que se. dexasen gobernar, y de su
\aIor en lo exterior, para defenderlos ?
El espectáculo de la muerte de Virginia , que
su padre inmoló al pudor y libertad , hizo nulo
el poder decemviral. Cada uno de los romanos se
halló libre , porque cada uno de ellos recibió una
ofensa ; y , todos se volvieron ciudadanos , porque
todos se consideraron como padres : y asi el pue
blo como el senado recobraron una libertad que
se habia confiado á unos tiranos ridiculos.
Los espetáculos conmovian al pueblo romano
mas que.á ningun otro. El del cadáver sangriento
de Lucrecia puso fin á la dignidad regia ; el deu
dor que en la plaza se dexó ver cubierto de llagas,
fué causa de mudarse la forma de la república ;
el aspecto de Virginia obligó á renunciar de los
decemviros; fué necesario quitar á Manlio. de la
vista del pueblo , para mandar condenarle; y la
toga ensangrentada de. César reduxo de nuevo á
los Romanos al yugo de la esclavitud. •
1
276 DEL ESPÍRi'rti DE LAS LEVES.
Los cónsules corrian con el alistamiento de hrs
tropas que ellos* habian de conducir á la guerra ;
mandaban los exércitos de mar y tierra ; dispo
nian, de los aliados; exercian todo el poder de la'
república en las provincias ; acordaban la paz á
las naciones vencidas , les imponian las condi
ciones de ella , ó se remidan al senado. \
Quando en los primitivos tiempos tomaba el
pueblo alguna part^ . en los negocios de paz y '
guerra, exercia ms^s bien su poder legislativo que
el executivo ; ni apenas hacia mas que confirmar
lo que los reyes,' y expulsos estos, los cónsules
y senado habian obrado. Tan lejos estaba el pue
blo de ser el arbitro de la guerra, que vemos que
con freqüencia la hacian á pesar de la oposicion
de sus tribunos los cónsules ó el senado. Así nom
bró el pueblo á los tribunos de las legiones , que
. habian sido nombrados anteriormente por los
generales; y un poco antes dela primera guerra
púnica dispuso , que al pueblo solo perteneceria
el derecho de declarar la guerra.
Capítulo XYIII.— Delpoder judicial en el go
bierno romano.
Dióse el poder judicial al pueblo , al sei.ado,
i los magistrados, y á ciertos jueces. Es necesa
rio ver como fué distribuido ; y daré principio
por las causas civiles.
lino XI. CAPÍTULO XVIII. 277
Los cónsules juzgáron despues de los reyes ,
como los pretores juzgáron despues de los cón-
sules. Servio Tulio se habia desprendido del juicio
de las causas civiles ; ni tampoco las juzgaron los
cónsules mas que en rarísimos casos , por cuyo
motivo se llamaron extraordinarias. Se conten
taron con nombrar á los jueces , y formar los tri
bunales que habian de juzgar. Por el discurso
de Apio Claudio en Dionisio de Halicarnaso pa
rece , que desde el año 259 de Roma se miraba
esto ya como una costumbre establecida entre los
romanos ; y no es hacerla subir muy arriba, el
atribuirla á Servio Tulio.
Anualmente formaba el pretor una lista , ó ta
bla de los que escogia para el desempeño de la
judicatura durante el año de su magistratura. Se
tomaba en «sta lista el suficiente número de
sugetos para cada negocio ; lo que se usa tam
bien en Inglaferra con corta diferencia. Y lo que
era muy favorable á la libertad, es que el pretor
tomaba los jueces de acuerdo con las parlss; y
el sinnúmero de recusaciones que pueden hacerce
hoy dia en Inglaterra, tiene mucha semejanza
con aquel uso romano. Estos jueces no decidan
mas que sobre las qüestiones de hecho ; por exem-
plo , si sehabia, ó no pagado una suma; come
tido, ó no cierta accion. Pero en quanto á las
qüestiones ¿le derecho , como exigian una cierta
578 DEL ESPÍRITU DE LAS LEYES.
capacidad, se remitian al tribunal delos centum-
viros.
Los reyes se reservaron los juicios de las cau
sas criminales, en lo que les sucedieron los cón
sules. En consecuencia de esta autoritad hizo
morir el cónsul Bruto á sus hijos , y*á quantos se
habian conjurado en favor de los Tarquinos.
Este poder era exórbitante ; porque teniendo ya
los cónsules el militar, le exercian aun en lo*'
asuntos de la ciudad; y despojados sus procedi
mientos de toda forma legal , eran nías bien vio-'
lenelas que juicios. Obligó esto á ^iacer la ley
Valeriana , que permitió apelar al pueblo de to
das las providencias consulares que ponian en
peligro la vida de un ciudadano : y desde en
tonces no pudieron los cónsules imponer la pena
capital á un romano , mas que con la previa vo
luntad del pueble
Vemos en la primera conjuracion formada para
restaurar á lo* Tabquinos , que el cónsul Bruto '
juzga á losárteos; y que en la segunda- se juntan'
el senado y los comicios para juzgar. -
Las leyes ¡que se llaman sagradas, dieron á la'
plebe los tribunos-, quienes formaran- un cuerpo'
que tuvo inmensas, pretensiones al principio.
Entre la baxa osadia de los plebeyos para pedir,
y condescendencia y facilidad del senado en con
ceder , no sabe uno en qual de ambas partes se'
tIBRO XI. CAPÍTULO XVIII. 9-7g
halla la mayoria. La ley Valeriana babia per
mitido las apelaciones al pueblo, es decir, al
pueblo compuesto de senadores , patricios , y
plebeyos. Estos establecieron que las apelaciones
se llevarian ante ellos. Se dudó bien pronto si los
plebeyos podrian juzgar á un patricio ; lo que fué
materia de una disputa , originada del suceso de
Coriolano , y fenecida en él. Acusado Coriolano
ante el pueblo por los tribunos , sostenia contra .
la mente de la ley Valeriana , que siendo patricio,
no podia ser juzgado mas que por los cónsules ;
y los plebeyos contra la mente de la misma pre-
tendiéron que no Labia de ser juzgado mas .que
por ellos solos, y le juzgaron.
La ley de las Doce Tablas modificó esto. Mandó
que no se podria decidir sobre la vida de un ciuda
dano , mas que en las grandes cortes del pueblo.
Así el cuerpo delos plebeyos-, ó lo que es la misma
cosa, los comicios por tribus no juzgaron ya
mas que los delitos cuya pena se reducia á una
multa pecuniaria. Era neeesaria una ley para im-
poner la pena capital ; y para condenar á una
pecuniaria , bastaba- un plebiscito.
Fué muy sabia esta disposicion de la ley de las
Doce Tablas. Formó una conciliacion admirable
entre el cuerpo de los plebeyos , y el senado ;
porque como la competencia de ambos dependió
de la gravedad de la pena y de la naturaleza del
28o DEL MPÍRlTü DÉ LAS LEYlíS.
delito, fué menester que caminasen de acuerdo.
Lá ley Valeriana derogó quanto quedaba en Ro
ma relativo al gobierno de los reyes Griegos enJos
tiempos heróycos. Se halláron los cónsules sin
potestad ninguna para castigar los delitos. Aun
que todos estos son públicps , conviene distinguir
sin embargo los que interesan mas á los cruda-»
danos entre sí , de los que interesan al estado en
*su relacion con un ciudadano. Los primeros se
llaman privados, y los segundos son los delitos
públicos : el pueblo juzgó por sí mismo estos
últimos; y tocante á los privados, nombró y comi
sionó particularmente para cada delito á un
qüestor, que le persiguiese judicialmente. Se da
ba freqüentemente esta comision á un magistrado,
y varias veces á un sugeto privado , que el pue
blo elegia. Le llamaban qüestor del parricidio ; de
que hace mencion la ley de las Doce Tablas.
El qüestor nombraba al que se llamaba juez de •
la qüestion, el qual sorteaba los jueces , formaba
el tribunal, y le presidia en el juicio.
Es conducente hacer reparar aquí la parle que
tomaba el senado en el nombramiento de qües
tor , á fin de .que se vea como estaban equilibra
dos los poderes sobre este punto. El senado man
daba unas veces elegir un dictador que exerciese
el ministerio de qüestor , y otras convocar al
pueblo por medio de un tribuno , para que noru-
LIERO SI. CAPÍTULO XVIII. 2$I
brase á un qüestor i y finalmente nombraba el
pueblo en varias ocasiones á un magistrado , para
que hiciese relacion de un cierto delito al senado ,
y le suplicase que diese un qúestor , como se ve
en el juicio de Lucio Scipion, segun Tito Livio.
Algunas comisiones de estas se volvieron per
manentes en el año 604 de Roma. Se dividieron
poco á poco todas las materias criminales en
diversos ramos , á que se dio el titulo de qüestio-
nes perpetuas. Se crearon diversos pretores ; á
cada uno se le destinó alguna de estas qüestiones;
se les dio por un año la facultad de juzgar los
delifbs que abrazaban ellas , y se marchaban en
seguida á gobernar sus provincias.
El senado de los ciento enCartago se componia
de juecés vitalicios.' P^ero en Roma eran anuales
los pretores ; y ni aun anuales eran los jueces ,
supuesto que se tomaban para cada causa. Se ha
visto en el Capítulo VI de este libro , quan favo
rable era esta disposicion á la libertad en ciertos
gobiernos.
Hasta el tiempo de los Gracos se tomáron los
jueces en la clase delos senadores. Tiberio Graco
dispuso que se tomasen en la de los caballeros :
mudanza de tanta consideracion que se jactó el
tribuno de haber cortado las alas con una sola
ngacion á la clase entera de senadores.
Es preciso notar que los tres poderes pueden
aSá »ít espíritu tt txs iüttís.
estar Sien distribuidos con respecto á la libertad
de la constitucion, aunque no lo esten tan bien
con" respecto ala d^rcludadánó. É*u ríoina, comd
el pueblo tenia la mayor párfe del poder1 legis
lativo', y alguiiá1 del exeeútivo y jucuclál , resul-
taba un gran poder que era menester equilibrar
con otro' És verdad qué el senatfb tenia parte"
del poder ¿xecutivo,y álgíin raníó dellégislativo ;
pero" rio tíastaba eito para" ctuítrapesar con el'
puebTo". É"rá preciso quí tuviera parte en el po
der judicial ; y la tenia* eri efecto , quando los"
jueces ie tomarían ehlré los senadores. Quando
ptíváróri los'fíracos al senado del poder jiidSial ,
no pudo aquel cuerpo^ ya resistir" al pueblo. Per
judicaron' pues" á' la libertad de ía constitucion ,
para favorecer á la" del ciudadano'; pero está se
perdió cotí aquélla". Dé ello: procedieron infinitos
males. Sé álter'ó'lá constitucion eri uri tiempo, eri
que había una apenas por efecto del fuego de los
guerras civiles : rió formárori ya los" caballeros
aquella clase intermedia que unia al pueblo corf
él senado ; y sé vio" rota' la cadena de la -consti
tucion. Aún habla íáz'oriés particulares que ha
bían de impedir que se trahsnriéséri Tos" juicios á
los caballeros. Estaba fundada la constitucion de
Roma sobre el principio , de que habian de ser
soldados aquellos que tuviesen bienes suficientes
p ara responder de su conducta á la república.
rtBRO«I. capítulo mu.
Los -caballeros, comb lss ije mayores convenien
cias, formábanla cabaTIérí'a'de' las lég'ioñes'. Quan-
do su dignidad recibió incremento , no qufiTéfóif
servir ya en esta tropa ; fué necesario levantar
otra cabanería', metió" Mano toda" clase 'cte'genfeV
en las' legiones , y sé perdióla' república".
*Ádem"ís , íos caTjalleroí érañ" los a'sehtlsa's' dé
la repúbltiía ; eran" codiciosos", sembraban"" dés-
"gra"eias soSre" desgracias", y Kaciañ que" unas rie""^
cesidádés" piíblficas se" eíígelñdrasen de otras"". Taii-
lejos de" dar' elpoder judicial á s'eméj"án""é"s gentes^
hubiera sido necesaria que el jü"8/ no'lá's perdiese*
nunca de" s"u visía. Conviene decir* ésto" éri ala-
banzá denlas antiguas' leyes Fra'ifc"e"s"as , lá"s qhalés
cVnfrátaron cóií ráV gentes" dé" liegocítSs fa*fi dés"-
cohfiadaníeñfe como con sus propios eñ'e"migos.
Quando los juicios se transfirieron en' Roma" á" los"
publícanos, desapáréciéTrbn la virtuíf, policía',
leyes , magistrados , y mdgiátrarüra. Sé halla" una
pintura bien" natural dé todo" e'sttf eh un frag
mento de DióJóró de STctTia' f éSBion. * Mecio
» Scévoia , dite Diodóro , quiso" íé*stau¥á* la's an-
» tiguas costumbres , y vivir' de su propia hacien-
» da con frugalidad é integridad. PÓrqué habiendo
» hecho sús antecesores uria sociedad con los pu-
» blicanós, que á la sazon eiércian el poder ju-
» dicial en Roma , habian infésiado aquellos
» de delitos la provincia. Pero Scévoia hizo
284 DEL ESPÍRITU DE LAS »LEYE9.
» justicia seca á los pubjicanos, y mandó me-
> ter en la carcel á los que metian en ella á los
» otros. »
Bion nos dice , que Publio Rutilio , teniente
suyo, que no era menos odioso á los caballeros,
fué acusado sucesivamente de haber recibido re
galos, y condenado á una multa. Inmediatamente
hizo cesion de bienes. Su inocencia apareció en
haberle hallado muchos menos bienes que los que l¡¿
le acusaban de haber robado , y mostraba los tí
tulos de su pertenencia ; y no quiso permanecer
mas en la ciudad con tales gentes.
Los Italianos , dice amas Diodoro, compraban
quadrillas de esclavos en Sicilia, para que culti
vasen sus heredades, y cuidasen de sus rebaños;
y los mataban de hambre. Se veian obligados
estos desdichados á irse á robar en los caminos
reales , armados con lanzas y mazas, cubiertos de
pieles de animales , y con perrazos á -su lado.
Quedó asolada toda la provincia; los naturales
del pais no podian llamar suyo propio mas que
aquello que el mero recinto de¡ los pueblos abra
zaba J no habia procónsul, ni pretor que qui
siese oponerse á estos estragos, y osase castigar
á estos esclavos , porque pertenecian á los ca
balleros que exercian los juicios en Boma. íué
esto sin embargo una de las causas para la guer
ra de los esclavos. Solamente diré una palabra ;
LIBRO XX. CAPITULO XIX. 285
una profesion que no' tiene , ni puede tener mas
objeto que el lucro; profesion qne pedia siem
pre , y nunca le pedian nada á ella ; y profesion
sorda.é inexorable, que empobrecia á la riqueza
y miseria mismas, no habia de tener los juicios en
Roma. , *
Capítulo XIX. — Del gobierno de las provincias
romanas.
t
Así estuvieron distribuidos los tres poSeres en
la ciudad; pero falta mucho para que lo estu
viesen igualmente en las provincias ; la libertad
estaba en el centro , y la tirania en los extremos.
Mientras que Boma dominó en Italia sola
mente, fueron gobernados los pueblos como los
de una confederaicioris y se seguian las leyes de
cada república. Pero quando llevó mas adelante
sus conquistas , que el senado no tuvo inmediata»*
á su vista las provincias , y,que los magistrados
no pudieron gobernar ya desde Roma el imperio,
fué necesario enviar pretores y procónsules ; y
cesó entonces aquella armonia de los tres pode
res. Aquellos que eran enviados á las provincias ,
tenian una potestad que encerraba en sí la de
todas las magistraturas romanas ; pero que digo,
aun la del senado , 'y pueblo mismo (i). Eran
(i ) Hacian sus edictos al entrar en las provincias.
*B6 su xsúuxo jOl las jubas.
unos magistrados despóticos , que quadraban
muclio con la distancia de los parages á que los
enviaban ; exercian todos los tres poderes ; y eran,
si me atrevo á emplear esta expresion , los baxáes
de la república romana.
£n otra parte hemos dicho, que unos mismos
ciudadanos tenian por la naturaleza de las cosas
en la república los empleos civiles y militares.
A causa de esto una república que conquista ,
no puede comunicar su gobierno, ni regir segun
la forma ¿e su constitucion á los pueblos con
quistados. En efecto, teniendo el magistrado que
ella envia de gobernador el poder executivo, ci
vil , y militar , es preciso tambien que tenga el
legislativo ; porque ¿ quien haria leyes sin él?
No ménos necesita del podes judicial; ques ¿
quien juzgaria á falta de él ¿ Luego es preciso que
♦el gobernador que se envia, esté revestido de los
tres poderes, como se usó en la república ro
mana.
U,na.njonarquia puede hacer participar de |U
gobierno, con mayor; facilidad ; porque entre los
empleados qu.e envía, ,tienenunos eljjoder exe-
cjitiyo civil, y otros el executivo militar; lo
qual np .acarrea tras sí el despotismo.
Era privilegio de muchísima entidad para un
ciudadano romano, el no poder ser juzgado mas
LifcRO XI. tAPÍTULO XIX. 287
que por el pueblo ; y sin esto en las provincias
se hubiera-visto sujeto á la arbitraria autoridad de
los procónsules y pretores. Así era desconocida
la tirania en la ciudad, y exercida únicamente en
las naciones .sojuzgadas. Por esto los que eran li
bres en el imperio romano , lo eran sumamente
como en Lacedemonia ; y los que esclavos , en
extremo.
-Mientras que los ciudadanos pagaban tributos,
.eran recaudados con grandisima equidad. Se se
guia el establecimiento de-Servio .Tul ¡o, que habia
distribuido en seis clases á todos los ciudadanos
segun el érden de sus riquezas , y fixado la parte
<le -tributo con proporcion á la que cada uno
twja en el gobierno. Resultaba de ello que un
ciudadano toleraba la cantidad del tributo á causa
de la importancia del valimiento , y se consolaba
de la pequenez del último con la del de aquel.
Habia amas una cosa admirable; y es, que
siendo la division de Servio Tulio por clases
como el principio fundamental de la constitu
cion , sucedia que la equidad en la recaudacion
de los .Jribu&s .estaba ¡unida cjjn .el principio
fundamental del gobi§tjjp , y , np ppdja faltar
mas que. . con 4J.
P.ero mientras que la ciudad Bflgtb» sin difi
cultad ninguna Jas imposiciones , ¿ ao las pagaba
288 DEL ESPÍRITU Tft LAS LEYES.
del todo (i), los caballeros que eran los asentis
tas de la república tenian asoladas las provin
cias : ya hemos háblado de sus velaciones , y de
ellas estan llenas las historias.
« Está esperándome toda el Asia como á liber-
» tador suyo, decía Mitridates ; pues tanto es el
» aborrecimiento que las rapiñas de los procón-
» sules (2) , exácciones de los publícanos, y ca-
» lumnias de los jueces (3) han engendrado contra
» los romanos. . Esto fué causa de que la fuerza
de las provincias no aumentase la de la repúbli
ca, y antes bien al reves, sirviese solamente para
disminuirla ; como lo fué tambien de que las pro
vincias consideraron la pérdida de la libertad da
Boma , como una época para establecer la suya.
LIBREO XII.
lí i ) El Padre Bongcrcl.
Í.IBF.0 XII. .CAPÍTULO IV.
náron á sex desollado. Varios caballeros, enmas
carados, con un cuchillo en la mano K subieron
al cadalso, del que echaron al verdugo, para ven
gar por.sí mismos el honor ultrajado de la Virgen
santísima. .-.i. ?ío quiero, adelantarme á las reflexio
nes del lectQr. s. . ; M:„, -- , ,• -,.
.- La segunda clase es de Jos, delitos que ofenden
las buenas costumbres : como la violacion' de la
continencia pública ó, particular ; es decir, de Jo,
policia sobre el modo con que hemos de gozar
de los placeas anexos al uso de los sentidos.,:y á
Ja union de los "cuerpos. lian de tomarse ademas
las penas .de los delilos en la naturaleza de la
cosa misma : quál la' privacion de las ventajas
-que la sociedad ha destinado á la pureza de las
costumbres, las multas, \erguenza, necesidad de
ocultarse, infamia pública, y expulsion del pue
blo y trato de gentes : finalmente todas las penas
que son; de: 'la jurisdiccion correccional bastan
para reprimir. Ja temeridad de ambos sexos. En
efecto , se fundan estas cosas menos en una' de
clarada maldad, que «n el abandono y menospre
cio de si misino. No 'se trata, aquí mas qué de
los delitos que interesan únicamente las buenas
costumbres, peijo no de los! que ofenden la se
guridad pública, como el rapto y estupro, que
pertenecen á la quarta clase. • . ...... . m.¿m
- •' Los delitos de la tercera especie son los que
^gS DEl ESPÍRITU DE LAS LEYES.
turban el sosiego de los ciudadanos ; y sus penas
han de tomarse en la naturaleza de-la cosa misma,
y referirse á la tranquilidad , como la privacion ,
destierro, correcciones, y otras penas que atraen
álos ánimos inquietos, y los hacen volver al orden
establecido. Restrinjo estos delitos contra el so
siego á las cosas que contienen una simple lesion
de policia; porque los que turban la tranquilidad,
.atacando al mismo tiempo la seguridad, han da
colocarce en la quarta clase.
Las penas de estos últimos delitos, son los lla
mados suplicios. Son un género de talion, por
cuy"o medio la sociedad rehusa la seguridad á un
ciudadano, que ha privado, ó querido privar de
ella á otro. Esta pena está tomada de la natura
leza de la cosa misma, de la razon, y fuentes del
bien y del mal. Merece un ciudadano la muerte,
quando ha violado la seguridad hasta el grado de
quitar ó querer quitar la vida ; y esta pena es co
mo el remedio de la sociedad enferma. Quando se
quebranta la seguridad relativamente á la ha
cienda, puede haber razones para que sea capi
tal la pena; pero mas valdria, y seria mas natu
ral , que la pena de los delitos contra la seguridad
de los bienes se castigase con la pérdida de estos :
lo que habria de ser de este modo , si fueran co
munes ó iguales los caudales del hombre. Pero
como los que carecen de hacienda atacan con
LIBRO XII. CAPÍTULO V. 2()7
mas gusto á la de los otros, ha sido menester que
la pena corporal supliese á la pecuniaria.
Quanto llevo dicho, está tomado de la natura
leza , y es muy favorable á la libertad del ciuda .
dano.
LIBRO XIII.
LIBRO XIV.
*
libko xiv. capítulo xiii. 373
en el que gobernando las leyes mas bien que los
hombres , seria necesario destruir á ellas mismas ,
para mudar el estado.
Y si la nacion hubiese recibido amas del clima
un cierto genio impaciente, que no le permitiese
sufrir por mucho tiempo las mismas cosas , se
percibe claramente que el gobierno de que aca- -
hamos de hablar seria todavia el mas adequado.
Este carácter de impaciencia no es grande en sí
mismo; pero puede volverse tal, quando va
unido al valor. Es diferente de la ligereza, que
es causa de que emprendamos sin motivo , y de
sistamos sin él igualmente ; es mas parecido á ia
terquedad, porque nace de lyi conocimiento in
terior de los males ; y tan vivo , que no se dis
minuye ni aun con el hábito de sufrirlos.
' En una nacion libre seria este genio muy pro
pio para desconcertar los planes de la tirania (i),
que siempre es débil y lenta al empezar , como
viva y fuerte al acabar; y que no muestra desde
luego mas que una mano para socorer, y oprime
en seguida á una infinidad de brazos.
1
LIBRO XVI. CAPÍTULO XIV.
dia la enormidad de los ultrages hechos á la per
sona de las mugeres, como se mide una figura
de geometria ; y no castigaba el delito de la ima
ginacion , sino el de* la vista. Pero quando una
nacion Germánica se hubo trasladado á España ,
inspiró el clima muy bien otras leyes. La de los
Visogodos prohibia que los médicos sangrasen á
una muger ingenua , sino era en presencia de sus
padres, hermanos, hijos , ó tios. La imaginacion
de los pueblos se encendió ; se acaloró igualmente
la de los legisladores ; y la ley lo sospechó todo
con respecto á un pueblo que podia sospecharlo
todo.
Estas leyes pues pusieron suma atencion en
ambos sexos. Pero parece que los castigos que
impusieron, pensáron mas en lisongear la ven
ganza particular, que en exercer la vindicta pú
blica. Así en la mayor parie de los casos reduxé-
ron á ambos reos á la esclavitud de los padres ,
ó marido ofendido. Una muger ingenua que se
habia entregado á un hombre casado, era puesta
baxo el poder de la esposa de este ; para que
dispusiese de ella á su voluntad. Las mismas leyes
imponian á los esclavos-la obligacion de atar y
presentar al marido aquella muger suya que sor
prendiesen en adulterio ; permitian que la acu
sasen sus hijos , y que para convencerla se diese
tormento á sus esclavos. Por esto fuéron mas
DEL ESPÍRITU DE LAS LEYES.
propias para perfeccionar con exceso un cierto
pundonor, que para formar una buena policía.
Y no hemos de extrañar que el conde Don Julián
creyese que un ultrage de ésta naturaleza exigía
la ruina de su rey y patria ; como ni tampoco ,
que los Moros , con semejante conformidad de
costumbres, hallasen tanta facilidad para estable
cerse en España , permanecer en ella, y retar
dar la caída del imperio Arabe.
LIBRO PRIMERO.
De las Leyes en general '. Página i
Capítulo prim ero. — De las leyes , segun la
relacion que tienen con los diversos seres. Ib.
Cap. II. — De las leyes de la naturaleza 5
Cap. III. — De las leyes positivas 7
LIBRO II. .
De las Leyes que nacen directamente
de la naturaleza del gobierno. ... 11
Capítulo primero. — De la naturaleza de los
tres diversos gobiernos íb.
Cap. II. — Del gobierno republicano, y de
lasleyes relativas á la democracia ia
Cap. IIL — De las leyes relativas á la natu
raleza de la aristocracia 19
Cap. IV. — De las leyes segun su relación con
la naturaleza del gobierno monárquico 23
Cap. V. — De las leyes relativas á la natura-
lezo del estado despótico 27
TABLA DE IOS LIBBOS Y CAPÍTULOS. 3?9
LIBRO III.
De los Principios de los tres gobiernos. . 29
Capítulo primero. — Diferencia de la natura
leza del gobierno y de su principio Ib.
Cap. II,— Del principio de los diversos gobiernos. Ib.
Cap. III.'— Del principio de la Democracia.. .. 3o
Cap. IV. — Del principio de la Aristocracia. ... 34
Cap. V. — Que la virtud no es el principio del
gobierno monárquico 35
Caf. VI. — Como se suple la virtud en el go
bierno monárquico '. 5?
Cap. VII. — Del principio de la Monarquia. 38
Cap- VIII. — Que el honor no es el principio de
los estados despoticos 3g
Cap. IX. — Del principio del gobierno despotico. 46
Cap. X. — Diferencia de la obediencia en los
gobiernos moderados y despoticos 42
LIBRO IV. ;
Que las Leyes de la educacion han 'de ser
relativas con los principios del gobierno. 44
Cap í'tbxo primero.—De las leyes de la educacion. Ib .
Cap- II. — De la educacion en las monarquias. . 45
CAr. III. — De la educacion en el gobierno des
potico . 5»
Cap. IV. — Diferencia de los efectos de la educa-
' cion entre antiguos y modernos . '. 5i
Cap. V. — De la educacion en el gobierno repu
blicano 53
C'Ar- VI. — De algunas institucit nes de los Grie
gos i... . 54
38o TABLA.
Cap. VII. — En que caso estas singulares institu
ciones pueden ser buenas 5j
Cap. VIII. — Explicacion de una paradoxa de los
antiguos, con .respecto á las buenas costumbres. 56
LIBRO Y.
Que las Leyes que el legislador promulga,
han de ser relativas al principio del go
bierno 61
•
Capítulo primero. — Idea de este libro Ib.
Cap, II. — Lo que es la virtud en el estado polí tico. Ib.
Cap. III. — Lo que es el amor de la república en
la democracia C3
Cap. IV. — Como se inspira el amor de la igual
dad y frugalidad 65
Cap. V. — Como las leyes establecen la igualdad
en una democracia 68
Cap. VI Como las leyes han de mantener la fru-
galdad en una democracia 7i
Cap. VIL — Otros medios de favorecer el princi
pio de la democracia 73
Cap. VIII. — Como las leyes han de referirse al
principio del gobierno en la democracia 77
Cap. IX. — Como las leyes son relativas á su prin
cipio en la monarquia 83
CAr. X. — De la prontitud de la execucion en la
monarquía 85
CAr. XI. — De la excelencia del gobierno mo
nárquico ■ 86
Cap. XII. — Continuación de la misma materia. . 88
CAr. XIII. — Idea del despotismo 89
DELOS LIBROS T CAPÍTULOS. V8 >
Cxr. XIV. — Como las leyes son relativas á los
principios del gobierno despotico 85
Cap. XV. — Continuacion de la misma materia. . . 97
Cap. XVI. — De la comunicación del poder 100
Cap. XVII. — Regalos 10*
Cap. XVIII. — De las recompensas que da el So
berano loS
Cap. XIX, — Nuevas consecuencias de los princi
pios de los tres gobiernos íoi
LIBRO VI.
Conseqücncias délos principios de los di
versos gobiernos , con relacion á la sim
plicidad de las Ley es civiles y criminales ,
la forma de los juicios , y el estableci
miento de las penas no
Capítulo primero. — De la simplicidad de las
leyes civiles en los diversos gobiernos Ib.
Ckv. II. — De la simplicidad de las leyes crimí
nales en los diversos gobiernos Ii4
Cap. III. — En que gobiernos y casos se ha de
juzgar segnn el texto expreso de la ley 116
Cap. IV. —: Del' modo de formar los juicios í 17
Cap. V. — En que gobiernos puede ser juez el so
berano 119
Cap. VI. — Qoe no han de juzgar los ministros en
la monarquía I2S
Cap. VII. — Del magistrado- único ia4
Cap. VIH. — De las acusaciones en los diversos
gobiernos..-. u5
Cap. IX. — De la severidad de las penas en los
diversos gobiernos • > 26
1. «7
38a» " tabla
Cap. X. — De las antiguas leyes francesas 128
Cap. XI. — Que pocas penas son necesarias, (pian
do nn pueblo es virLuoso ,. Ib,
Cap. XII. — Del poder de las penas 129
Cap. XIII. — Insuficiencia de las leyes Japonesas . i3i
Cap. XIV. — Del espíritu del Senado romano. . . . i35
Cap. XV. — De las leyes Romanas con respecto í
las penas ,35
Cap. XVI. — De la cabal proporcion de las penas
con el delito ,3^
Cap. XVII. — De la tortura o qüestion de tor
mento contra los dcliqüentes. ,4t
Cap. XVIII. — De las penas pecuniarias , y de las
corporales , ,42
Cap. XIX De la ley del talion ^3
Cap. XX. — Del castigo que imponen los padres
á los hijos. , ,43
Cap. XXI. — De la clemencia del principe 144
LIBRO VIL
Conseqüencias de los diferentes principios
de los tres gobiernos , con respecto á las
Leyes suntuarias, al luxo, y condicion
de las mugeres
Capítujco primero. — Del luxo xb.
Cap. II. — De las leyes suntuarias en la demo
cracia, ,4^
Cap. III. — De las leyes suntuarias en la aristo
cracia ,5„
Cap. IV. — De las leyes suntuarias en las monar
quias »5i
Cap. V. — En que caso útiles las leyes suntuarias
en aína monarquia ,54
DE tO» LIBROS Y CAPÍTULOS. 385
Cap. VI. — Del luxo en la China i55
Cap. VII. — Fatal conseqüencia del luxo en la
China i57
Cap. VIII. — De la continencia pública i58
Cap. IX. — De la condicion de las mugeres en los
varios gobiernos 1 59
Cap. X. — Del tribunal doméstico entre los Ro
manos i6t
Cap. XI. — Como se mudaron en Boma las insti
tuciones con el gobierno 162
Cap. XII. — De la tutela de las mugeres entre los
Romanos l63
Cap. XIII. — De las penas establecidas por los
emperadores contra la disolucion de las mugeres. 164
Cap. XIV. — Leyes suntuarias de los Romanos. .. . 167
Cap. XV. — De las dotes y mejoras matrimoniales
en las diversas constituciones Ib.
Cap. XVI Excelente costumbre de los SamDÍtes. 1 68
Cap. XVII. — De la administracion pública de las
mugeres.. 169
LIBRO VIII.
LIBRO XIII.
LIBRO XIV.
US DI LA TABLA.
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MAY 1 8 1962
(Ci795si0)476B Berkeley
JC179
VI75
Wontfisquie u, CL.de s. 1821
Del espiri fcu t>.l
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