Sosa Ernest Con Pleno Conocimiento PDF
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Introducción
(Modesto M. Gómez-Alonso)
Prefacio
Agradecimientos 35
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
Agencia epistémica 55
CAPÍTULO TRES
Cuestiones de valor en epistemología
CAPÍTULO CUATRO
Tres concepciones del conocimiento humano
CAPÍTULO CINCO
Contextualismo
CAPÍTULO SEIS
Experiencia proposicional
CAPÍTULO SIETE
Conocimiento: a partir de instrumentos y por testimonio
CAPÍTULO OCHO
Circularidad epistémica
Resumen
Con pleno
conocimiento
MODESTO M. GÓMEZ-ALONSO
Introducción, traducción y notas
pr ensa s d e l a u n i v er si dad d e z ar ag oz a
SOSA, Ernest
Con pleno conocimiento / Ernest Sosa ; introducción, traducción y
notas de Modesto M. Gómez-Alonso. — Zaragoza : Prensas de la
Universidad de Zaragoza, 2014
251 p. ; 19 cm. — (Humanidades ; 109)
ISBN 978-84-16028-75-7
Epistemología
GÓMEZ-ALONSO, Modesto M.
165
Reservados todos los derechos. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmi-
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información, sin el permiso por escrito del editor.
Impreso en España
Imprime: Servicio de Publicaciones. Universidad de Zaragoza
D.L.: Z 752-2014
Hace ya muchas décadas que vengo a España con frecuencia
a dar cursos, charlas, a participar en congresos y reuniones, y
simplemente a reunirme con filósofos con los cuales no hay
diálogo que no se torne eventualmente filosófico, aun en oca-
siones en las que el propósito de la reunión no era precisa-
mente el diálogo filosófico.
Pero no hablo solo del pasado. Sigo en comunicación fre-
cuente con colegas y amigos españoles, siguen las reuniones,
seminarios y talleres. Creo que no queda región de España
que no haya visitado para interactuar filosóficamente. En esto
cuento por supuesto a Barcelona y Madrid, pero también a
Granada, La Laguna, Murcia, Oviedo, Salamanca, San Sebas-
tián, Santiago, Sevilla, Valencia y Zaragoza. En todos estos
lugares he tenido hospitalidad y estímulo, en muchos más de
una vez, y en algunos muchas veces.
Este proyecto de traducción de mis libros recientes se lo
agradezco a David Pérez Chico, con el cual he mantenido dis-
cusión filosófica amena e instructiva desde hace años, con
visitas mías a Zaragoza y suyas a Rutgers.
También le agradezco esta magnífica traducción de Knowing
Full Well a Modesto Gómez Alonso, cuya introducción
arroja luz brillante sobre lo principal de mis interrogantes y
propuestas.
Todo el proyecto es para mí un honor. También les agra-
dezco por anticipado a los traductores de los otros dos volú-
menes, a Manuel Liz y a Juan José Colomina.
Gracias mil a los cuatro colegas por su interés y esfuerzo
por hacer asequibles mis contribuciones a los que compar-
tan mi lengua natal, la cual he tenido el gran placer y honor
de poder usar repetidamente en España y en el mundo his-
pánico.
Ernest Sosa
Rutgers, 2014
Introducción
somos cerebros en una probeta para que sea verdad que nues-
tras creencias ordinarias constituyen conocimiento) o un es-
cepticismo extremo que se sigue de su propia concepción del
conocimiento. La primera respuesta es contra-intuitiva. La
segunda, epistemológicamente inasumible. No es de extrañar,
por tanto, que, con el fin de preservar el principio de cierre sin
desembocar en el escepticismo, para evitar el dilema internis-
ta, se haya recusado la concepción misma que da pie a ese
dilema, y se haya definido el conocimiento en términos de
cláusulas externistas. Si para saber no es necesario saber que
se sabe, si el sujeto puede poseer conocimiento con indepen-
dencia de que pueda defender sus declaraciones cognitivas in
foro interno, no será necesario que «sepa» (reflexivamente)
que no es un cerebro en una probeta para que sea verdad que
sabe que P: del hecho bruto de que se cumplan las condicio-
nes (externas) para saber que P se sigue, de acuerdo con el
principio de cierre, que el sujeto sabe (aunque no lo sepa re-
flexivamente) que no es un cerebro en una probeta. En cual-
quier caso, esta estrategia «neo-mooreana»,4 de la que el pro-
pio Sosa ha hecho uso,5 no conlleva compromiso alguno con
el externismo radical: que los criterios internistas de conoci-
miento no sean suficientes para saber no significa que no sean
necesarios, o, lo que es igual, que los criterios mínimos de po-
sesión de conocimiento sean externos no implica que, una vez
se cumplen, el estatus epistémico de una creencia no mejore
cuanto mayor sea su justificación reflexiva. El procedimiento
anterior, tal como demuestra la producción de Sosa, es asumi-
ble por un externismo moderado.6
afortunado para que sea verdad que S sabe. El sexador de pollos naive,
que desconoce cómo funciona su competencia o que yerra al atribuir
(conscientemente) esa competencia a determinado órgano, posee cono-
cimiento (animal).
9 La expresión facilidad de errar es ambigua. Puede referirse tanto
a la facilidad de errar dadas las situaciones modales próximas, como a la
facilidad de errar en virtud de cuáles sean esas situaciones. En el segundo
supuesto nos referimos al área de relevancia de la posibilidad de error,
área que excluye los escenarios globales (es de esta de la que hablamos en
el texto). En el primero, a lo que sucede dentro de esta área: aquí, los
defensores de la seguridad sugerirían que, más que la facilidad de error
(su probabilidad), es su mera posibilidad la que excluye el conocimiento.
introducción 19
Modesto M. Gómez-Alonso
El problema de la suspensión
¿Cuál es el problema?
Los juicios normativos de que el conocimiento como tal es
mejor que la simple creencia verdadera y de que, siempre que
la evidencia sea insuficiente, la suspensión de la creencia es
mejor que la creencia, son juicios en tándem. Dado que am-
bos juicios son epistémicamente normativos, tendría sentido
esperar que guardasen una relación estrechísima. Sin embar-
go, no es eso con lo que nos encontramos a primera vista.
Parece claro que la verdad es el objetivo de primer orden
de nuestros esfuerzos cognitivos. Sin embargo, no resulta fá-
cil saber cómo hemos de evaluar la suspensión del juicio de
acuerdo con dicho objetivo. En consecuencia, tampoco resul-
ta obvio cómo aplicar a dichas suspensiones la estructura
normativa ADA (acierto, destreza, aptitud) propia de las ac-
tuaciones. Después de todo, las suspensiones de juicio son,
precisamente, casos de no-actuación, negativas a actuar (a
creer). ¿Cómo pueden entonces entrar a formar parte de
nuestra normatividad de la actuación? El problema es serio: si
el modelo que proponemos fuese incapaz de dar cuenta de las
suspensiones, nos veríamos obligados a reconsiderar la tesis
propuesta, y a poner en duda que hayamos identificado la cla-
se más relevante de normatividad epistémica presupuesta en
la intuición de que el conocimiento como tal es mejor que la
mera creencia verdadera.
Supongamos que nuestro arquero, más que un atleta de
competición, es un cazador. La diferencia es importante:
cuando llega su turno, el deportista tiene que disparar, care-
ciendo de alternativa relevante.3 Cierto: podría haberse nega-
do a competir. Pero una vez compite, queda excluida toda
elección relevante de disparo. En contraste, el cazador ha de
seleccionar sus disparos, ejercitando en dicho proceso toda su
habilidad y cuidado. La elección de blancos con el valor ade-
Variedades de aptitud
Una actuación es apta si su éxito manifiesta una compe-
tencia asentada en el agente (en condiciones adecuadas rele-
vantes). No importa lo frágil que sea dicha competencia, o lo
frágiles que sean las condiciones adecuadas, en el momento
en el que el agente realizó su actuación.7 De este modo, una
Agencia epistémica
3 Para ejercer agencia, ¿debe uno hacer algo motivado por alguna
razón (independientemente de si se hace voluntariamente, por elección,
o de forma consciente)? ¿No podríamos actuar arbitrariamente (sin tipo
alguno de motivación racional), y, sin embargo, practicar la agencia? Pero
entonces ¿qué permitiría distinguir ambas clases de acción inmotivada: la
que incluye y la que, tal como sucede cuando reposamos acostados del
lado izquierdo de nuestro cuerpo, sin que lo hayamos elegido así, ni haya-
mos pensado en ello, ni lo hayamos hecho por razón motivante alguna,
no incluye agencia? En el caso anterior, siempre podríamos hacer algo
diferente a voluntad, pero este hecho parece insuficiente para explicar la
agencia. Este problema se presenta para la agencia en general, y no solo
para la agencia epistémica. Aquí dejo sin explicar la agencia, limitándome
a suponer que sea cual fuere la explicación correcta de la agencia, en ge-
neral, también dará debida cuenta de la agencia epistémica, en cuanto
ejemplo particular de aquella. Para nuestros propósitos, es suficiente el
siguiente principio: Hacer algo por una razón motivante es un ejercicio
de agencia.
62 agencia epistémica
cuestión no tiene por qué ser el único fin relevante. Uno po-
dría actuar de cierto modo con el propósito, no solo de que
sus acciones contribuyan, aunque sea parcialmente, a la con-
secución de un fin específico, sino de alcanzar otros objeti-
vos sin relación con el primero.
Supongamos, por tanto, que alcanzar una creencia co-
rrecta respecto a p no es lo único que perseguimos al creer
que p. Imaginemos que nos auto-engañamos: que a lo que as-
piramos es a creencias reconfortantes. Si, en tales circunstan-
cias, alcanzásemos la verdad y, por ello, manifestásemos com-
petencia epistémica, ¿sería nuestra creencia, conocimiento?
La tesis de que la aptitud en pos de la verdad equivale a cono-
cimiento implica una respuesta afirmativa:
Una creencia es conocimiento si y solo si es apta en lo que
respecta a la consecución de la verdad, es decir, si y solo si su
acierto manifiesta la destreza epistémica del sujeto.
Cuestiones de valor
en epistemología*
4 Este tema se relaciona con una de las formas que asume la disputa
entre internismo y externismo. La intuición de la proporcionalidad se co-
rresponde con un tipo de evaluación interna de las creencias del sujeto
(llamémosle Interno) donde lo único que se considera es lo que este hace
epistémicamente con los materiales a su disposición (donde, además, se
presupone que el sujeto evaluado no ha mostrado negligencia alguna en la
adquisición de esos materiales). Es evidente que, desde este punto de vista
desde dentro, el sujeto fracasa epistémicamente en proporción directa a la
distancia entre su conducta actual y su conducta ideal, entre lo que cree y
lo que debe creer. Supongamos ahora que Externo posee mejor evidencia
que Interno sobre una cuestión dada. Lo que hemos señalado arriba es
que, de acuerdo con la noción dominante de justificación epistémica,
Externo (con mejores datos) está más justificado que Interno, y que lo está
por mucho que, desde una perspectiva interna, su posición sea mucho
peor. Externo maneja peor sus materiales, pero (y tengamos siempre en
cuenta que ninguno de ellos ha sido negligente en su adquisición) la mate-
ria prima es mejor. La intuición internista aspira a evaluar al sujeto única-
mente sobre la base de que actúe lo mejor posible dada la situación. Pero
esta intuición no nos proporciona la totalidad de los factores que ha de
recoger una concepción intuitivamente plausible de la justificación episté-
mica. También importa la evidencia con la que cuenta el sujeto, factor que,
por mucho que no haya pecado de negligencia, escapa a su control. Este
elemento es, en un sentido relevante de la expresión, externo.
86 cuestiones de valor en epistemología
te. Resulta, por otra parte, obvio que hay situaciones en las
que, pragmáticamente, podría ser mejor carecer de justifica-
ción y de conocimiento que poseerlos.
Pese a su verosimilitud inicial, RC y RJ son, de acuerdo
con la concepción de la creencia como umbral, problemáti-
cos. Imaginemos que el nivel de confianza que determinada
proposición le merece a Reticente cae ligeramente por debajo
del umbral de creencia, mientras que la confianza de Afirma-
tivo se sitúa un poco por encima de ese umbral. Y suponga-
mos que Afirmativo está justificado, y no solo justificado: su
creencia es conocimiento. ¿Está Afirmativo epistémicamente
mejor situado que Reticente? Más específicamente: ¿Es su
creencia epistémicamente mejor que la deliberada suspen-
sión del juicio con la que Reticente reacciona a la misma pre-
gunta? ¿No es epistémicamente mejor saber que no saber la
respuesta a una pregunta? El criterio de coherencia que se
deriva de la concepción de la creencia como umbral no nos
proporciona una respuesta clara.
Supongamos que, además de estar poco convencido de su
respuesta, la creencia de Afirmativo está apenas justificada,
que no se basa más que en la evidencia justa para garantizar
una mínima justificación. En contraposición, la evidencia de
Reticente es enorme: de forma que el único factor que le im-
pide creer es su desconfianza intelectual innata. En tal su-
puesto, Reticente está justificado, es más, está mucho más
justificado que Afirmativo. Y, sin embargo, el criterio cohe-
rentista nos obligaría a negarlo. Recordemos: la diferencia de
sus grados de confianza es mínima hasta un punto de conver-
gencia, por mucho que la de uno se sitúe por encima y la del
otro por debajo del umbral.
Lo que parece claro es que la distancia entre creer y sus-
pender conscientemente el juicio, entre que una proposición
nos inspire o no confianza, puede ser marginal, y, pese a ello,
que sea el sujeto que rehúsa juzgar el que, gracias a que su in-
clinación a creer es mayor que la que evidencia la creencia re-
ticente del segundo individuo, manifieste una mejor compe-
tencia epistémica. Los dos sujetos tienen un grado casi idéntico
88 cuestiones de valor en epistemología
E. Conclusión
Tres concepciones
del conocimiento humano
«¿Qué es lo que te hace pensar que hay un fuego visible desde aquí?»,
«Veo que uno es visible (viendo que allí está ardiendo)».
«¿Por qué crees que había una cebra en el zoo la semana pasada?»,
«Porque vine aquí, y recuerdo que entonces había una cebra».
Ver que y recordar que son verbos factivos que implican saber que.
Pero ¿se sigue de esa implicación que el conocimiento no puede conllevar
creencia? No hay una respuesta clara. Aunque, tal vez, podamos describir
la situación de otro modo, rehusando ver las respuestas como razones o
bases racionales a las que el sujeto apela para justificar sus creencias. Tal
vez, el sujeto recurra a lo que ve o a lo que recuerda con el fin de explicar
las causas de sus creencias, de explicar, literalmente, cómo llegó a creer
eso: algo muy distinto a tratar de justificarlas. Si esto fuese así, todavía
sería posible la exclusividad de conocimiento y creencia.
una teoría de virtudes 131
16 Objeción: «No veo por qué el caso de las verdades necesarias ame-
naza a la seguridad, al menos, si entendemos dicho requisito de una forma
correcta. Por ejemplo, los datos que una calculadora proporciona pueden
ser seguros o fiables. El hecho de que todas sus respuestas contengan ver-
dades necesarias podría interpretarse en términos de seguridad: es impro-
babilísimo que una calculadora nos dé una respuesta errónea, en un caso
así una equivocación no es fácil. Podríamos asumir una perspectiva idén-
tica en lo que respecta a los seres humanos: el hecho de que no sea fácil
que formemos una creencia falsa sobre “¿Cuál es el resultado de multipli-
car siete por seis?”, equivale a señalar que sabemos que siete por seis es
cuarenta y dos. Parece una forma plausible de conciliar el criterio de segu-
ridad y las verdades necesarias». Respuesta: Esta parece una explicación
plausible de nuestro conocimiento de verdades necesarias. Sin embargo, el
significado de «seguridad» en los debates epistemológicos contemporá-
neos no es el que aquí se presenta. Es más, tampoco creo que la posición,
tal como ha sido formulada, sea correcta: pues el hecho de que sea impro-
babilísimo que podamos creer una proposición que ni siquiera compren-
demos, no implica (tal como la objeción sugiere) que el acierto casual
conlleve por sí solo acierto seguro, o conocimiento (o que, en este área,
todo acierto sea automáticamente conocimiento). Hay soluciones para
este problema. Pero me parece que su desarrollo desemboca en un criterio
de competencia y aptitud, y no tanto de seguridad.
17 Lo que no significa que la aptitud no haya de ser de algún modo
complementada. Dicha complementación sería una necesidad obvia en el
supuesto de que optásemos por una cláusula de meta-aptitud, de forma
que pensásemos que todo conocimiento real es conocimiento reflexivo.
Pero, incluso en este caso, no es necesario que se le añada un requisito
separado de seguridad.
146 tres concepciones del conocimiento humano
Contextualismo
Experiencia proposicional
sobre el papel. Son los signos empleados en ella los que hacen
que una descripción concreta sea la descripción de una isla,
de forma que al decir que es «de una isla» lo que señalamos es
el tipo de descripción que es, y no que los objetos que descri-
be existan (hablamos del método de representación, no del
objeto representado). En consecuencia, podríamos pensar
que al decir que hemos tenido una experiencia visual de un
parche triangular y rojo (que lo hemos visto), lo que hacemos
es clasificar nuestra experiencia como una clase concreta de
experiencia, como una experiencia de la clase experiencia-de-
un-parche-triangular-rojo. Y del mismo modo que la descrip-
ción (en el contexto de una narración) de una isla con deter-
minados rasgos no implica que alguna vez haya existido una
isla real con dichas características, puede que la experiencia
visual de un parche con ciertos rasgos no implique la existen-
cia de parche real alguno con dichas características.
Los más recientes defensores de los sensa han prestado
especial atención a otra objeción, a la que es frecuente deno-
minar «el problema de las propiedades múltiples». De una
forma breve: se trata del problema de cómo analizar la expe-
riencia de alguien cuando esta consiste en la experiencia vi-
sual de un círculo rojo a la izquierda de un cuadrado azul. El
blanco de esta objeción es la forma de monadismo represen-
tada por las teorías adverbiales, teorías que sustituyen «S
siente una sensación (sensum) roja» por «S siente de forma
roja (rojamente)». Sin embargo, esta objeción subestima la
versatilidad de la teoría adverbial, que, al no restringir su apli-
cación a predicados simples, se encuentra conceptualmente
equipada para distinguir adverbialmente la experiencia de
un círculo rojo a la izquierda de un cuadrado azul de la
experiencia de un círculo azul a la izquierda de un cua-
drado rojo: basta con que «traduzca» dichas expresiones
mediante el uso de predicados como siente-círculo-rojo-a-
la-izquierda-de-un-cuadrado-azul y siente-círculo-azul-a-la-
izquierda-de-un-cuadrado-rojo.
Sin embargo, el método de análisis del adverbialismo da
pie a un problema especialmente preocupante. Se trata de
experiencia proposicional 191
Conocimiento:
a partir de instrumentos
y por testimonio
1 Recordemos que lo que hace que una creencia sea apta es que su
corrección manifiesta la competencia cognitiva relevante del sujeto. Lo
anterior parece compatible con la existencia de una explicación más des-
tacada que otras de su corrección. El que un vaso de vino se haga pedazos
muestra su fragilidad, aunque lo que mejor explique ese hecho sea el des-
cuido de un borracho.
202 conocimiento: a partir de instrumentos y por testimonio
Circularidad epistémica
12 Esto presupone una única red, cosa a la que solo recurrimos para
simplificar la explicación. Es mucho más realista pensar en una plurali-
dad de redes.
círculos virtuosos 231
interpretativo: 210-211
perceptivo: 122-131, 142-143, 147, 175, 213
testimonial: véase testimonio
valor del: véase valor del conocimiento, problema del
consciencia: 183-186
contextualismo: 159-174
crédito: véase mérito
creencia:
como actuación: véase aptitud: de la creencia
concepciones de la: 82-91
control de la: 77-79, 85n4, 232
evaluación pragmática de la: 57, 62-64, 74-80, 86-88, 106n12
y evidencia: 83-84, 85n4, 87-89
modelo de la red de: 229-230, 231n13
y nuevas evidencias: 65, 75, 78-79, 115n20, 121, 123-124
objetivo de la: 37, 42, 51, 56-67, 75, 92, 108-114
de primer orden versus de segundo orden: 50-53, 154-157,
238-239
probabilista: 105-106
creencias reconfortantes: 56, 68, 73, 78
cuarta cláusula, concepciones del conocimiento de la: 121-124,
126-130, 133-135; véase también realismo, directo versus in-
directo
curiosidad: 110-111, 170
factivo: 131-133
del verbo saber: 171
falacia contextualista: 160, 171
Fantl, Jeremy: 126n4
fiabilidad: 49-51, 63, 108, 136, 145, 160, 167, 173, 203-239
y evolución: 232-234
Fogelin, Robert: 162n1
Gettier, Edmund: 38
Gettier, el problema de: 38, 92-95, 105, 128, 130, 141
Goldman, Alvin: 162n1
racionalidad: 74-80
razonabilidad: 121-123, 126-127, 134
razonamiento práctico: véase razones: prácticas versus epis-
témicas
razones:
explícitas: 94
de medios a fines: 68, 75-76, 91-97, 105, 115
prácticas versus epistémicas: 74-80
realismo, directo versus indirecto: 122-126, 130
referencia: 178, 181-182, 207-209
refrendo reflexivo: 230
regreso al infinito: 100, 219, 225
riesgo: 37, 45-50, 52n9, 64-65, 144
Russell, Bertrand: 181
seguridad:
de la creencia: 128, 144-145, 153-156, 167, 173, 206-212
de medios: 92, 105
de verdades necesarias: 144-145
silogismo práctico: véase razones: prácticas versus epistémicas
Smith, Nicholas: 133n9
Sosa, David: 100n8
Stine, Gail: 162n1
Stroud, Barry: 133n9
suerte: 47-52, 69, 93-95, 105-107, 112-120, 144-145, 176; véase
también acierto fortuito
suspensión del juicio: 37, 42-48, 51, 52n9, 57, 76-80, 82-89,
99-100, 132, 235-239