Asparkia No33. Cuerpos en Venta PDF
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Cuerpos en venta
Imágenes
Asociación Internacional de Mujeres Artistas EMPODERARTE
Directora
Juncal Caballero Guiral (Universitat Jaume I)
Secretaria
Maria Medina-Vicent (Universitat Jaume I)
Comité de Redacción
Mercedes Alcañiz Moscardó (Universitat Jaume I); Rosa María Cid López (Universidad de Oviedo); María José
Gámez Fuentes (Universitat Jaume I); Pascuala García Martínez (Universitat de València); Pilar Godayol i Nogué
(Universitat de Vic); Begoña García Pastor (UNED); Jordi Luengo López (Universidad Pablo Olavide de Sevilla);
Alicia H. Puleo García (Universidad de Valladolid); Sonia Reverter Bañón (Universitat Jaume I); Carmen Senabre
Llabata (Universitat de València); Patrícia Soley Beltrán (Universitat Ramon Llull de Barcelona); Alba Varela
Laceras (Librería de Mujeres. Madrid); Lydia Vázquez Jiménez (Euskal Herriko Unibertsitatea); Asunción Ventura
Franch (Universitat Jaume I).
Consejo Asesor
Judith Astelarra Bonomí (Universitat Autònoma de Barcelona); Neus Campillo Iborra (Universitat de València);
Mª Ángeles Durán Heras (CSIC); Liliana Herrera Alzate (Universidad Tecnológica de Pereira, Colombia); Mª Jesús
Izquierdo Benito (Universitat Autònoma de Barcelona); Fátima Lámbert (Escola Superior de Educaçao, Porto); Rosa
Luna García (Universidad Ricardo Palma, Lima, Perú); Shirley Mangini (California State University –Long Beach–
Estados Unidos); Giuseppe Patella (Università di Roma Tor Vergata, Roma); Gloria Young (Centro de Estudios y
Competencias en Género, Panamá).
Redacción
Asparkía. Investigació Feminista. Institut Universitari d’Estudis Feministes i de Gènere Purificación Escribano.
Universitat Jaume I de Castelló. Facultat de Ciències Humanes i Socials. Despatx: HC2S29DL. Avgda. Sos Baynat,
s/n. 12071 – Castelló de la Plana. Telèfon: +34 964 729 971. E-mail: [email protected]. Pàgina Web: www.if.uji.es.
Asparkía
Investigació Feminista Nº 33 (2018)
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IL·LUSTRACIONS
Asociación Internacional de Mujeres Artistas EMPODERARTE........... 9
ARTICLES
Maria Medina-Vicent
Cuerpos y mercado en la era de la precariedad
Bodies and Market in the Era of Precariousness.............................................. 13
MISCEL·LÀNIA
Marina García-Granero
Injusticias de género en tiempos de neoliberalismo.
El planteamiento de Nancy Fraser
Gender Injustices in Neoliberal Times. On Nancy Fraser’s Proposal............... 207
RETRAT
Teresa Sorolla-Romero
Imágenes agrietadas, alaridos silenciosos: Jane Campion
Cracked Images, Silent Screams: Jane Campion............................................... 329
CREACIÓ LITERÀRIA
LLIBRES
Resumen
La relación actual entre los cuerpos y el mercado se vuelve un tema de central importancia
en el marco neoliberal, ya que atañe de forma directa a los derechos y las oportunidades
vitales de los individuos. En este contexto de acuciada precariedad estamos asistiendo
a una progresiva mercantilización de los cuerpos, especialmente los de las mujeres, que
pasan a estar sujetos a las leyes de la oferta y la demanda. Además, dicho proceso no se
produce solamente en una dimensión corporal, sino también referida a la conformación de
las subjetividades contemporáneas. Así pues, es en el seno de un sistema como el neoliberal
donde adquieren sentido ciertas prácticas como la gestación subrogada o las técnicas de
reproducción asistida, sobre todo, porque es la propia lógica neoliberal la que alimenta su
funcionamiento. En el presente artículo tratamos de reflexionar alrededor de una cuestión
que consideramos central para dicha mercantilización de los cuerpos de las mujeres: su
sentido en un contexto neoliberal de precariedad y individualismo.
Palabras clave: cuerpos, mujeres, mercantilización, neoliberalismo, precariedad.
Abstract
The current relationship between bodies and market becomes a central issue in the
neoliberal framework, since it directly concerns the rights and vital opportunities of
individuals. In this context of acute precariousness we are witnessing a progressive
commodification of bodies, especially those of women, who become subject to the laws of
supply and demand. In addition, this process does not occur only in a corporeal dimension,
but also refers to the conformation of contemporary subjectivities. Thus, it is within a system
such as the neo-liberal where certain practices such as surrogate pregnancy or assisted
reproduction techniques acquire meaning, especially because it is the neoliberal logic
itself that feeds its functioning. In this article we try to reflect on an issue that we consider
central to the commodification of women’s bodies: their meaning in a neoliberal context of
precariousness and individualism.
Keywords: Bodies, women, commodification, neoliberalism, precariousness.
Sumario
- Introducción. 1.- La era de la precariedad. 2.- El sentido de la elección individual en los
tiempos postfeministas. 3.- Cuerpos y dominación en el marco neoliberal. 4.- La cuestión de
género desde una perspectiva multidisciplinar. – Conclusión. – Referencias bibliográficas.
Introducción
1. La era de la precariedad
y sociales que el fracaso tiene para estas personas. Cabe señalar que todas estas
cuestiones tienen su traslación a la experiencia concreta del sujeto heterogéneo
«mujeres», un ejemplo pueden ser el aumento de ciertas prácticas como la gestación
subrogada o la congelación de óvulos, que permiten a las mujeres amoldarse de
una forma más clara a las contradictorias exigencias del neoliberalismo mediante
el control mercantil de sus cuerpos (Rottenberg, 2014).
En resumen, resulta importante establecer esta primera reflexión sobre el
contexto neoliberal y la lógica que subyace a los nuevos modelos de sujetos y
subjetividades, ya que es este contexto el que en cierto modo incentiva y promueve
la mercantilización de los cuerpos, una cuestión en gran medida centrada en la
lógica de la elección individual. Si focalizamos nuestra reflexión en el caso de las
mujeres, esta realidad adquiere ciertos tintes distintivos, que suponen nuevos retos
para la lucha feminista actual (Fraser, 1989, 1997, 2008, 2015; Reverter-Bañón, 2001,
2017). A continuación, trataremos de trazar algunas reflexiones alrededor de la
intersección entre sociedad neoliberal y la posición de las mujeres en su seno; así
como de la ambivalente relación que se da entre feminismos y neoliberalismo.
aceptables, sean las que sean (Thwaites, 2017) Sin embargo, teniendo en cuenta
las dimensiones tratadas en el apartado anterior, cabe poner entre interrogantes
el discurso de la elección tan prolífico en estos tiempos, ya que puede contener
una lógica neoliberal subyacente que reproduce las desigualdades de género y las
injusticias a nivel global. Y es que, en gran medida, la posición desde la que se
elabora y lanza el discurso de la elección, a pesar de parecer aglutinar al grueso
de mujeres entendidas como un conjunto de individuales, nos remite a una visión
privilegiada de los problemas sociales. Es decir, aquellas personas que tienen la
capacidad de escoger con «verdadera» libertad cómo organizar su vida, pertenecen
a un grupo privilegiado con unos condicionantes concretos que les permiten poder
escoger si tener familia o no, si estudiar o no, o incluso poder votar o no. Sin
embargo, debemos tener en cuenta que las experiencias de las mujeres cambian
según se ven atravesadas por componentes de raza, clase social e incluso país de
residencia. Por tanto, resulta contraproducente y poco realista considerar que el
constructo «mujeres» está claramente definido y tiene un sentido unívoco, realizar
esta operación supone perder de vista la heterogeneidad y complejidad de dicho
movimiento. Además, cabe recordar que las posibilidades de cada cual de establecer
un programa de decisiones totalmente libres y consciente se ven influenciadas por
la influencia de la lógica de mercado sobre su vida. Una lógica que unos grupos
humanos padecen de formas más violenta que otros.
A través de este tipo de feminismo, que se presenta como un feminismo tole-
rante con todas las decisiones que las mujeres tomen desde su aparente libertad,
la discusión política se encuentra fuera de la ecuación (Ferguson, 2010). Y es que,
en el objetivo por crear una sociedad más justa, no todas las decisiones pueden
ser aceptadas si éstas reproducen las estructuras desiguales (Swirsky y Angelone,
2016), el compromiso de transformación social y política debe ser siempre la base
de toda actuación que se considere feminista.
De este modo, esta nueva formulación del feminismo sirve al neoliberalismo en
la medida en que sustituye la consecución de la justicia social por la consecución
de la felicidad personal. Se despolitiza al movimiento, desarticulando la lucha con-
tra el sistema y las estructuras institucionales. Así pues, es en gran medida dicha
desarticulación de la visión y misión política del feminismo la que permite la emer-
gencia de un conjunto desagregado de individuales frente a la existencia de un
sujeto político. De este modo, si bien históricamente el feminismo se ha encargado
de poner en evidencia las desigualdades de género y las contradicciones inherentes
al neoliberalismo, al capitalismo y al sistema en sí mismo; con el nuevo feminismo
neoliberal (Rottenberg, 2013, 2018) nos estamos enfrentando a un nuevo estadio de
dicha corriente –que convive con muchas otras– que parece mostrar ciertas simpa-
tías con la lógica neoliberal.
Nos encontramos en una fase donde las contradicciones inherentes a dichos
sistemas se superan mediante la autogestión, la superación personal de las barreras
y la consecución de la felicidad individual. Con lo que apelando a la dimensión
individual se pretende transformar lo colectivo. Consecuentemente, la lucha por la
igualdad se desarrolla de un modo totalmente apolítico y conteniendo un discurso
Abriendo paso a un campo más literario, Gloria Luque Molla nos presenta su
investigación titulada «“Sobre mi cadáver”. Un análisis sobre el papel del cuerpo
en la obra de Mona Hatoum», donde se centra en la obra de dicha artista, quien
supuso un punto de inflexión en el desarrollo del arte contemporáneo (Ballester,
2012). Según la autora, Mona Hatoum, artista que ha explorado temas como el
género o la propia concepción del hogar desde marcos expresivos muy diversos,
utiliza el cuerpo para desafiar al público a atender a problemas acuciantes. Así
pues, Luque se centra en el empleo que Hatoum hace del cuerpo como vía de ex-
presión para más tarde atender a las tres dimensiones del cuerpo humano que la
artista cuestiona, evidenciando las restricciones sociales y culturales que condicio-
nan nuestro uso del mismo.
La aportación de Lydia de Tienda Palop titulada «Cultura y cuerpo femenino.
Aplicación de las categorías orientalistas a la obra Viento del Este, Viento del Oeste
de Pearl S. Buck», se centra en el análisis de la novela del mismo título. De Tienda
identifica en dicha obra los principios de las tesis expuestas por Edward Said en
su obra Orientalismo (2003). Así, la autora sostiene que es posible reconocer estas
mismas categorías epistemológicas orientalistas en la configuración de los relatos
constitutivos de la esencia femenina. El artículo se centra en tres paralelismos en-
tre las tesis orientalistas y la construcción de la esencia femenina: a) La dicotomía
Oriente-Occidente; b) la bipolaridad femenino-masculino; y c) la dialéctica cuer-
po-alma, que muestran la perspicaz manera en que la narrativa corporal subyace
a la configuración de la autocomprensión existencial femenina.
Vicente Ordoñez Roig reflexiona en torno a «El cuerpo del delirio: Antígona,
Zambrano, Femen». En su trabajo, aborda desde una perspectiva filosófica el nexo
causal que existe entre el cuerpo entendido como espacio de resistencia política
feminista y la asimilación de ese cuerpo a través de un entramado normativo y
clínico que acusa de ‘locas’, ‘perturbadas’ o ‘delirantes’ a quienes se posicionan
contra los distintos dispositivos del poder. A la hora de trazar dicho nexo, Ordo-
ñez estudia la reacción simbólica de Antígona y el veredicto de locura que recae
sobre ella, el intento por reintegrar la locura y el delirio a la vida consciente del
ser humano en la obra de María Zambrano, y la lucha cuerpo a cuerpo de Femen
(Reverter-Bañón, 2016). Una de las principales conclusiones de esta reflexión es
que la locura actúa como un dispositivo disciplinario que se apropia de la corpo-
reidad femenina en su intento por acabar con los estereotipos de género vigentes.
Seguimos con Amalia Rosado Orquín, quien abre paso a la reflexión más
histórica con su trabajo «La cosificación de las mujeres como instrumento de
una ideología perversa: los cuerpos del fascismo», donde explora algunas de
las prácticas que el Estado nazi reservó a las mujeres españolas. La deportación,
la prostitución, la esterilización, la experimentación, el trabajo esclavo o el
exterminio fueron algunas de las prácticas que estas mujeres sufrieron a manos
de la dominación nazi. Rosado explica las consecuencias del fascismo en las
mujeres y la importancia de su cuerpo como una herramienta utilizada al servicio
del régimen nazi mediante el análisis de los discursos nacionalsocialistas sobre el
modelo de género.
Conclusión
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Resumen
Desde diversos paradigmas teóricos, el feminismo examina las distintas discriminacio-
nes entrelazadas (sexismo, racismo, clasismo, capacitismo, homofobia o especismo). Entre
éstas, voy a fijarme en este artículo en los vínculos teóricos y prácticos entre la dominación
de las mujeres y la de los animales no humanos. Para ello propongo una distinción biopolí-
tica, cuerpo/carne, frente a las oposiciones zoé/bíos (Agamben) o persona/no persona (Esposito).
A partir de aquí articularé el esquema de lo que llamaré una biopolítica feminista de la carne
para, por una parte, analizar la categoría de carne en su aspecto más negativo y cosificador,
examinando la gestación subrogada como ejemplo de una biopolítica de la carne que mues-
tra las semejanzas entre la opresión de las mujeres y la de los animales no humanos. Por otra
parte, y a modo de conclusión, plantearé un sentido positivo del concepto de encarnación.
Palabras clave: biopolítica feminista, carne, cuerpo, ética animal, gestación subrogada.
Abstract
From different theoretical paradigms, feminism examines the different interconnected
discriminations (sexism, racism, classism, capacitism, homophobia or speciesism). Among
these, in this paper I will focus on the theoretical and practical links between the domination
of women and that of nonhuman animals. For this I propose a biopolitical distinction, body/
flesh, in opposition to zoé/bíos (Agamben) or person/non-person (Esposito) distinctions. From
here on I will articulate the outline of what I will call a feminist biopolitics of flesh to, on the
one hand, analyze the category of flesh in its most negative and reifying aspect, examining
surrogate pregnancy as an example of a biopolitics of flesh that shows the similarities
between the oppression of women and that of nonhuman animals. On the other hand, and
as a conclusion, I will pose a positive sense of the concept of incarnation.
Keywords: Feminist biopolitics, flesh, body, animal ethics, surrogate pregnancy.
Sumario
1.- Introducción: entre mujeres y animales no humanos. 2.- Cuerpo/Carne. 3.- Ser un tro-
zo de carne. 4.- De El cuento de la criada a Un mundo feliz. 5.- Hacia una biopolítica feminista
de la carne (viva). - Referencias bibliográficas.
2 Frances Power Cobbe fue fundadora en 1875 de la Sociedad para la Protección de Animales Sujetos
a la Vivisección. Caroline Earle White fue cofundadora en 1867 de la Sociedad de Pensilvania para la
Prevención de la Crueldad hacia los Animales (PSPCA); fundadora en 1869 de la Sociedad Femenina
de Pensilvania para la Prevención de la Crueldad hacia los Animales (WPSPCA); y fundadora en
1883 de la Sociedad Americana contra la Vivisección (AAVS).
Lucas, 2005; Rodríguez Carreño, 2016). Ya las primeras animalistas sufragistas en-
tendían que su compromiso ético-político incluía adoptar una dieta vegetariana
(Leneman, 1997). Y los nexos teóricos y prácticos entre una ontología y ética animal
y la teoría crítica feminista implican necesariamente para Carol Adams, una de las
primeras teóricas que trabajan en este sentido, la defensa del vegetarianismo. Des-
de su célebre primer trabajo de 1990 La política sexual de la carne. Una teoría crítica
feminista vegetariana, hasta sus últimos artículos (Adams, 2017a; Adams, 2017b), los
planteamientos de Adams mantienen esta posición epistemológica y esta obliga-
ción moral y política.
De modo que a la hora de explorar las formas comunes de dominación y
opresión de las mujeres y de los animales no humanos, la mercantilización de las
mujeres y la de los animales va a ser un elemento priorizado en la investigación de
la explotación compartida. Siendo así que el síntoma más destacado de la violencia
patriarcal contra mujeres y animales es su conversión en meros objetos. En el
caso de los animales no humanos, el análisis se centra en la transformación que
se hace de los animales en objetos en sus diversas formas y para distintos fines:
alimentación humana, vestido, bestias de trabajo u objetos de experimentación.
En el caso de las mujeres, además del cariz siempre patriarcal que presenta toda
utilización mercantil de las mujeres, se apunta aquí el fenómeno de la prostitución
o el de la gestación subrogada, como ejemplos extremos de cosificación.
Pues bien, para examinar el vínculo específico entre la opresión de las mujeres
y la de los animales no humanos propongo una distinción biopolítica, cuerpo/carne,
frente a las oposiciones biopolíticas zoé/bíos propuesta por Giorgio Agamben o la
de persona/no persona de Roberto Esposito. A partir de aquí articularé el esquema de
lo que llamaré una biopolítica feminista de la carne para, por una parte, analizar la ca-
tegoría de carne en su aspecto más negativo y cosificador, examinando la gestación
subrogada como ejemplo de una biopolítica de la carne que muestra las semejanzas
entre la opresión de las mujeres y la de los animales no humanos. Por otra parte, y
a modo de conclusión, plantearé un sentido positivo del concepto de encarnación.
2. Cuerpo/Carne
cepto de carne en tanto que materia inerte y, por lo tanto, objeto intercambiable y
mercantilizable. Una vez articulado el concepto de carne en tanto que cosa inani-
mada y pasiva, nos enfrentamos al segundo momento de la biopolítica negativa de
la carne: aquél en el que se reduce a un ser vivo a ser mera carne muerta, lo cual
significará arrojarlo al estado de naturaleza anterior a la ley y, por lo tanto, apar-
tarlo del terreno de lo político, donde carece de derechos, de consideración moral
o de justicia.
Históricamente tenemos muchos ejemplos de este proceso propio de la biopo-
lítica negativa de la carne. Podemos rastrear distintos momentos en los que los
animales humanos y no humanos hemos sido reducidos a nuestra corporalidad
encarnada, convertidos en meros objetos de consumo, despojados de nuestro ca-
rácter subjetivo y animado. Muchos de ellos son síntoma además de la intersección
de las opresiones: los circos, los zoos –tanto de animales no humanos como de hu-
manos–, las prisiones, los campos de concentración y de refugiados, las granjas o
los mataderos. Así, desde el proceso de domesticación de los animales no humanos
hasta los mataderos industriales. O desde el régimen de esclavitud hasta las cáma-
ras de gas. No debemos olvidar que los métodos de domesticación de los animales
no humanos, como las técnicas de reproducción, son parejas a las que dominan y
explotan sexualmente a las mujeres (Patterson, 2002: 34-35). Porque ser reducido
a pura carnalidad significará haber sido equiparado con mera carne que trabaja,
que provoca placer, de la que se obtiene alimento, piel y lana para la fabricación de
calzado y vestido, e incluso crías para la propagación del linaje. Y estos modos de
explotación afectan tanto a animales no humanos como a animales humanos.
No obstante, entiendo que carne puede significar aspectos de la experiencia
opuestos; negativamente: lo objetual, el mero desecho; positivamente: lo vivo, lo
múltiple, lo impersonal. La carne hermana a los humanos con los animales no hu-
manos en sus dos aspectos: las mujeres son convertidas en carne muerta y con-
sumible, al igual que los animales; pero son también carne viva: potencia de la
vida. Por eso, frente al concepto de cuerpo, propongo utilizar el de carne. La carne
expresa esos dos aspectos que nos emparentan y vinculan con lo animal: en su lado
negativo, objeto y carne mercantilizable, la cara de la dominación patriarcal; pero,
en su lado positivo, la carne es potencia subjetivadora y viva.
Pues bien, mi propuesta es que una biopolítica feminista de la carne se distingue
porque explora estos dos momentos de producción de carne y reducción del ser
vivo a la misma, atendiendo a las distintas opresiones entrelazadas que encuentra.
Pero, al mismo tiempo, tras ese trabajo de análisis y deconstrucción del aspecto
negativo de la carne, la biopolítica feminista de la carne se define por pensar un
modo positivo de la encarnación que, desde un feminismo material, rompa con la
dualidad cuerpo/carne. Porque mantener esa dualidad es otro modo de aceptar una
ontología patriarcal y especista, donde se interpreta la carne como elemento inerte
y pasivo, frente al cuerpo activo. En el último apartado esbozaré cómo puede arti-
cularse una biopolítica feminista de la carne.
binarismo patriarcal: «sentirse como un trozo de carne es ser tratado como un ob-
jeto inerte cuando uno es (o fue), de hecho, un ser vivo, sintiente» (Adams, 1990:
149). Como consecuencia, Adams defenderá un vegetarianismo fundamentado en
razones ético-políticas. Pero sin olvidar que la crítica al carnismo y su asociación
con la violencia que implica la virilidad patriarcal van más allá de la renuncia a una
dieta carnívora5.
La asociación entre carnismo y violencia viril viene de lejos. Ya Plutarco compa-
ra la gula y el afán de cosas superfluas con la voluptuosidad y la lujuria, en tanto
que ambas, gula y lujuria, acaban en crueldad e injusticia6. Y Derrida también aso-
cia la virilidad patriarcal con la dieta carnívora: «No se trataría solamente de evocar
la estructura falogocéntrica del concepto de sujeto, por lo menos su esquema domi-
nante. Yo querría un día demostrar que este esquema implica la virilidad carnívora.
Yo hablaría de un carnofalogocentrismo» (Derrida, 2005: 19). El carnofalogocentrismo
alude a una estructura patriarcal de dominación especista que abre una brecha
abisal entre los humanos y todos los otros animales no humanos. Esta cuestión la
examina en su libro El animal que luego estoy si(gui)endo (Derrida, 2006) proponien-
do para ello el término carnologocentrismo, pero en la conversación con Jean-Luc
Nancy añade a su crítica un matiz patriarcal. Lo cual significa que la autoridad y
autonomía que define la subjetividad en nuestra cultura les es reconocida más bien
a los varones, en un esquema vertical de dominación en que los hombres dominan
a las mujeres, éstas a los animales, y los adultos a los niños; de modo que el sujeto
se correspondería con el concepto de virilidad. Y Derrida nos da una idea: cuando
hablamos de comer o de devorar nos referimos a algo más que a la dieta. Porque
ese algo más que se come no es ya el alimento: dado que es dueño y señor de toda
la naturaleza, el sujeto-varón lo devora todo porque puede, porque es signo de su
hombría. Plutarco y Derrida aluden a la insaciabilidad como a una cara inherente a
la naturaleza de la virilidad. Precisamente, el sujeto identificado con la masculini-
dad se configura como la imagen del sujeto neoliberal, que todo lo engulle, en una
espiral de consumo sin fin, asolando y aniquilando los recursos naturales, lo que va
a ser uno de los puntos centrales de la crítica ecofeminista.
La política sexual de la carne analiza y muestra la común estructura biopolí-
tica que comparten, entre otros, animales no humanos y mujeres: ambos, afirma
Adams, encuentran un punto de intersección en el referente ausente, cuando aten-
demos a la violencia sexual y el consumo cárnico (Adams, 1990: 127). Estos dos
conceptos: referente ausente y política sexual de la carne son útiles para elaborar una
crítica feminista de la biopolítica negativa de la carne, ya que nos permiten vincular
las opresiones especistas a las sexistas y entender cómo se construye el concepto
de carne muerta. Pero, como dice Jennifer McWeeny –en su propuesta de elaborar
5 Lo que se compendia en su propuesta de una ética vegana del cuidado (Adams, 2007a).
6 «Y así, como el que es insaciable en la voluptuosidad con las mujeres, y tras haber probado con
varias, vagando por aquí y por allá y sin haber saciado todavía su lujuria, al final se deja caer en
villanías, que ni siquiera se deben nombrar, así la intemperancia en materia de condumio, desde
el momento que va más allá de lo natural y supera el objetivo de la necesidad, se transforma en
crueldad y en injusticia, buscando sólo saciar sus apetitos desordenados» (Plutarco, 2008: 31-32).
una topografía de la carne–, todas somos carne, los animales también, pero no de
la misma manera: hay diferencias en la dominación y éstas deben ser analizadas
(McWeeny, 2014: 278). Y propone distinguir tres modos de relaciones intercorpo-
rales que sirvan para su topografía, como son: el intercambio, la sustitución y la
asimetría (McWeeny, 2014: 279).
La opresión patriarcal que es especista y sexista convierte en carne a los anima-
les, pero también produce carne con las mujeres, convirtiendo sus cuerpos vivos
en carne inerte para su explotación. Esta violencia viril la encontramos en distintos
lugares: violaciones, abuso de pareja, tráfico de mujeres. Veamos ahora un ejemplo:
propongo examinar la gestación subrogada desde los conceptos de Adams –referen-
te ausente y política sexual de la carne–, matizándolos con los tres modos de relaciones
intercorporales propuestos por McWeeny.
7 De ahí el título de la campaña contra los vientres de alquiler «No somos vasijas», que se llevó a
cabo en España en 2015. Una de sus acciones fue la elaboración del Manifiesto «No somos vasijas.
Las mujeres no se pueden alquilar o comprar de manera total o parcial». Alicia Puleo, una de sus
firmantes, dice: «El título de este manifiesto hacía referencia a una antigua conceptualización de la
madre. Se reivindicaba, así, el estatuto de persona de las mujeres frente a prácticas que implican una
nueva reificación» (Puleo, 2017: 167). Esta es la dirección web de la campaña, donde se puede leer el
manifiesto: http://nosomosvasijas.eu.
rente ausente, en tanto que las madres gestantes, tanto su nombre como su cuerpo,
son convertidas en ausentes como mujeres para existir como carne. Este proceso de
abstracción y cosificación es una operación propia del proceso que hemos llamado
«producción de carne»: por lo que las mujeres reducidas a ser carne en su aspecto
negativo se convierten en meras productoras de bebés. La identificación de las mu-
jeres con su carne-material y su equiparación con una fábrica de crías humanas es
un paso más en el desarrollo del concepto de enajenación por parte del capitalismo
en su estadio neoliberal. Como bien señala Ekman, ahora la enajenación es directa,
no indirecta, en tanto que las mujeres se extrañan no sólo de la naturaleza y del pro-
ducto de su trabajo –como en el concepto de enajenación de Marx–, sino también de
su propio cuerpo (Ekman, 2014: 193).
Son las mujeres quienes están afectadas por el problema de la subrogación, con
lo que el componente genérico de la investigación será fundamental y prioritario.
En este sentido, la mayoría de los análisis señalan el fenómeno del alquiler de úte-
ros como una nueva cara del patriarcado: aquélla en la que enseña su lado más
radical y cruel8. Ya Pateman anunciaba que el contrato de subrogación constituía la
transformación del patriarcado moderno, como una «nueva forma de acceso y de
uso de los cuerpos de las mujeres por parte de los varones» (Pateman, 1988: 288), en
tanto que ahora los varones se apropiarían incluso de la génesis física de las crías,
algo hasta ahora reservado sólo a las mujeres (Pateman, 1988: 295). Para Pateman
y Ekman la gestación subrogada es, junto con la prostitución, el caso en que el
ocultamiento de la subordinación estructural de las mujeres en el sistema patriar-
cal es más claro. Ahora bien, esta dependencia patriarcal se había distinguido por
su carácter coactivo, lo que parece no servir para analizar fenómenos de sumisión
como el de la subrogación.
Para entender las nuevas formas de sometimiento que produce el patriarcado
moderno, Alicia Puleo propone el concepto de «patriarcado de consentimiento»
(Puleo, 2017: 176), aquél en el que la subordinación se oculta bajo formas aparentes
de libertad y autonomía. La libertad a la hora de establecer un contrato implica que
los contratantes conocen y están informados de las consecuencias que supone la fir-
ma del mismo, lo que en el caso de los contratos de subrogación no se respeta. Los
documentos extensos y muchas veces escritos en inglés, idioma no conocido por
muchas mujeres donde este negocio es más frecuente, como es el caso de Oriente
Próximo y La India (Armanian, 2017; Rojas, 2008; Domínguez, 2018), imposibilitan
que la aceptación del contrato se haga en términos de libertad real. Pero además,
los contratos de subrogación estipulan la renuncia al derecho a interrumpir el em-
barazo o a poder quedarse con el bebé; asumir todos los tratamientos y restriccio-
nes del cuerpo las 24 horas del día; la dejación de la libertad de movimiento al estar
las mujeres recluidas en centros que controlan todo el proceso de gestación; así
como la pérdida de la libertad sexual. No hay ejercicio de la autonomía cuando se
firma un contrato sin información real y conocimiento adecuado del mismo; como
señala Nuño, «los pactos que anulan la libertad no pueden considerarse válidos»
8 No entramos a debatir aquí los argumentos a favor de la gestación subrogada. Para un resumen y
discusión de los mismos: Ekman, 2014.
(Nuño, 2016: 691). Frente a este patriarcado de consentimiento que algunos entien-
den que es ejercicio de la libertad individual, Balaguer defiende la asunción de un
paternalismo estatal, justificado en tanto en cuanto no debemos «considerar consti-
tucionalmente adecuada la posibilidad de legalizar un sometimiento del cuerpo de
la mujer a la mercantilización» (Balaguer, 2017: 177).
La gestación subrogada es, sin duda, una de las manifestaciones más claras y
paradigmáticas de lo que constituye una política sexual de la carne. Adams afir-
maba que una de las peculiaridades de la construcción de la virilidad en nuestra
cultura es el control de otros cuerpos; en este caso, la gestación subrogada, se trata
de controlar los cuerpos de las mujeres en tanto que reproductoras de la especie.
Pero, además de las mujeres, el patriarcado se distingue por apropiarse de otros
cuerpos y de la naturaleza. No son por ello casuales las asociaciones y comparacio-
nes que aparecen entre la gestación subrogada y las técnicas de reproducción de los
animales no humanos. Se asimilan los centros donde se confinan a estas mujeres en
La India con «granjas de mujeres» (Armanian, 2017; Rojas, 2008; Domínguez, 2018),
en una clara reminiscencia de las granjas de cría de animales no humanos; o se en-
tiende que las mujeres son vehículos para la reproducción, tal y como sucede con
los animales de granja (Ekman, 2014: 171-172); o se compara a las madres gestantes
con «una yegua de cría» (Ekman, 2014: 207). Todo ello es síntoma de que las opre-
siones están entrelazadas, de que los cuerpos de las mujeres y los de los animales
son convertidos en carne muerta, materia inerte para su explotación y consumo.
Así, el vínculo y la cercanía entre una madre subrogada y un animal explotado
para la cría ganadera es más real que la conexión entre esa madre subrogada y la
mujer que contrata su cuerpo para obtener un bebé. Para atender a estas diferencias
entre mujeres –y entre animales no humanos también– utilizaré los tres modos de
relaciones intercorporales propuestos por McWeeny.
Para articular su topografía de la carne McWeeny desarrolla tres modos de re-
laciones intercorporales: el intercambio, la sustitución y la asimetría. El intercambio
supone que los cuerpos son canjeables cuando son alternativamente usados para
la misma función; ejemplo de ello son los cuerpos de los trabajadores o los cuerpos
de los animales para el consumo de alimentos: lo mismo es una vaca u otra para
elaborar la comida. Se pierde aquí el elemento diferenciador o individualizante de
los sujetos. La sustitución constituye una clase especial de intercambio: cuando un
cuerpo es utilizado de un modo que normalmente es reservado para otro; ejemplo
de ello es cuando los niños y niñas o los animales domésticos son víctimas susti-
tutas de las mujeres en la violencia de género. Ambos, intercambio y sustitución,
trascienden un orden simbólico, en tanto que, puntualiza la autora, son intercam-
bios materiales y reales. Ahora bien, cuando los intercambios o sustituciones no
son operativos en un contexto dado, aparece la asimetría: ello supone que una línea
de intercambio entre dos cuerpos es imposible y es inimaginable. Con la asimetría,
los cuerpos son definidos por su distancia, y nos enseña mucho sobre el tipo de
sociedad en la que se manifiesta. Ejemplo de ello son la vinculación establecida
entre algunos tipos de trabajo y algunos tipos de cuerpos, como la que se da con
los trabajadores de los mataderos o en la distribución geográfica de las fábricas de
9 En el campo de los xenotrasplantes, se está investigando ahora la posibilidad hacer crecer órganos del
cuerpo humano en el interior de cerdos, vacas y otros animales no humanos, mediante el implante
de células madre humanas, dando lugar a quimeras, que son animales híbridos que poseen hígados
o páncreas humanos, que podrían trasplantarse al cuerpo humano. No se discuten en el artículo las
implicaciones éticas derivadas de la explotación extrema de estos animales no humanos para el uso
y bienestar humano, en tanto que estas cerdas y vacas son concebidas como mera carne-materia
inerte. El planteamiento de cuestiones éticas aparece, no obstante, muy vinculadas con argumentos
especistas, donde la posibilidad de cruzar especies animales humanas con las no humanas repugna
moralmente al investigador: «Otro escenario que los investigadores desean evitar por razones
que pronto quedarán claras es el cruce de animales quiméricos entre sí. Aunque remota, existe la
posibilidad de que algunas de las células madre humanas que hemos implantado migren al nicho
que da lugar al sistema reproductor, en vez de permanecer en el que genera el órgano deseado.
Como resultado obtendríamos animales que producen espermatozoides u óvulos casi idénticos a los
de las personas. Si, a continuación, permitimos que estos animales se crucen entre sí, nos podríamos
encontrar con la éticamente desastrosa situación en la que dentro de un animal de granja empezara
a gestarse un feto humano (resultante de la fecundación de un óvulo porcino humanizado por parte
de un espermatozoide humanizado de otro cerdo)» (Izpisúa Belmonte, 2017: 31-32).
entre las mujeres que compran los servicios y las que se subrogan. Las primeras
nunca se pondrían en el lugar de las segundas, y por ello tampoco pueden ser com-
paradas con los animales.
Esta asimetría que se da entre mujeres de distintos estamentos sociales está
muy bien reflejada en El cuento de la criada de Margaret Atwood (1985). La sociedad
distópica que retrata coloca en lugares no intercambiables ni sustituibles a las mujeres
que engendran los bebés y a las mujeres que pertenecen a la clase dominante. Las
primeras son esclavas de las segundas, en tanto que sus cuerpos les pertenecen. Y
aunque la opresión de género también afecta a las mujeres mejor situadas en esta
sociedad estamental, su situación es más cómoda y menos opresiva. Está claro que
las mujeres madres subrogadas se conciben como cuerpos intercambiables, que
han perdido toda subjetividad e individualidad. Hasta el punto de que el sueño
patriarcal del capitalismo neoliberal sería el de poder sustituirlas por máquinas
productoras de niños. Esta fantasía del patriarcado es la que ya imaginó Huxley en
Un mundo feliz (Huxley, 1932), donde los bebés son producidos en serie en una fábrica
de seres humanos. Aquí los cuerpos-carne de las mujeres ya no son necesarios para la
reproducción de la especie. Pero ello no les libra de la dominación patriarcal.
10 Para una análisis del feminismo material: Balza, 2014 y Balza, 2020.
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Resumen
En España diversas empresas promocionan la congelación de los óvulos entre sus
trabajadoras para que la maternidad no sea una dificultad a la hora de desarrollar la carrera
profesional de las mujeres. Esto no es sino la enésima estrategia que el sector económico
ofrece del control del cuerpo femenino para favorecer los intereses de las organizaciones,
bajo la excusa de ser una herramienta que favorece la libertad de sus empleadas a la hora
de trazar su itinerario personal y laboral. Una iniciativa más que muestra la maternidad
como un freno –ya que los cuidados se asocian directamente a las mujeres– y que se traduce
en el envejecimiento sin relevo de la población española, en vez de buscar alternativas
que favorezcan la conciliación y que sin duda beneficiarían a la sociedad en su conjunto y
fomentarían una corresponsabilidad más real y comprometida.
Palabras clave: maternidad, conciliación, economía, cuerpo, mercantilización.
Abstract
In Spain several companies promoted the freezing of eggs among their workers so
that motherhood is not a difficulty in developing women´s professional career. This is the
thousandth strategy that the economic sector provides in order to control women’s body for
the interests of the organizations, under the excuse of being a tool that promotes freedom of
their employees, when they have to draw up their personal itinerary and labour. Another
initiative that show motherhood as a brake –as care are directly associated with women–
and that translates into aging without relief of the Spanish population, instead of look for
alternatives that would favour the conciliation and benefit the society as a whole and foster
a more real and committed stewardship.
Keywords: Motherhood, conciliation, economy, body, commercialization.
Sumario
1.- Introducción. 2.- Efectos de la maternidad para las mujeres en el ámbito empresarial.
3.- Dificultades y soluciones para favorecer la conciliación. - Conclusiones. - Bibliografía.
1. Introducción
2 La entonces directora de operaciones de Facebook, Sheryl Sandberg, explicó que esta decisión fue
provocada por la petición de una empleada con cáncer que no podía pagarse un tratamiento, que
tiene un coste medio de 10000 dólares. A partir de entonces, otras grandes empresas del sector
tecnológico copiaron esta iniciativa.
3 En estos momentos el Club de las Primeras Marcas de la Comunidad Valenciana tiene 22 empresas
reconocidas, que supone un volumen de facturación total de unos 4000 millones de euros anuales
y cuentan con 25000 empleados. Información disponible en: http://clubdeprimerasmarcas.com/
(Fecha de consulta: 15/03/18).
José Remohí –fundador del IVI– considera en dicha pieza informativa que «den-
tro de 20 años todas las mujeres lo harán, todas» porque la edad media para tener
hijos avanza, algo que puede llegar a ser «un problema grave reproductivamente».
Además, el profesor apunta que congelar óvulos «se convertirá en una necesidad
social y la Seguridad Social lo cubrirá» (Europa Press, 2017).
En nuestro país, el retraso de la maternidad se hace mayor con el paso de las
décadas y, simultáneamente, se reducen el número de hijos e hijas, lo que se refleja
en un desarrollo negativo de la curva demográfica. Así, en julio de 2017 ya se re-
gistraban de manera provisional –según datos del INE- 32.000 muertes más que
nacimientos. Concretamente, frente a las 218.688 personas fallecidas, solo habían
nacido 186.783 bebés, lo que se traduce en una sociedad envejecida.
Junto con esto, se observa según datos del INE (2017)4 en cuanto a indicadores
de fecundidad, como desde hace casi 40 años, el nacimiento del primer hijo o hija
se ha ido retrasando progresivamente. Concretamente, en 1980 la media de edad
de las mujeres para convertirse en madres era de 25,0562 años; en 1990 pasa a ser
de 26,805862; en 2000 es de 29,090763 años; 2010 se establece en 29,824204 y 2017
alcanza los 30,896107. Así, se observa como con la recta final del siglo XX se con-
solida una tendencia al alza en el retraso del nacimiento de hijos e hijas que no ha
sufrido cambios hasta la fecha.
Con este contexto, medidas como la anteriormente citada, contribuyen a favore-
cer más si cabe esa diferencia notable en ambas partes de la campana demográfica
de nuestro país, en vez de apostar por políticas realmente conciliadoras y de corres-
ponsabilidad con un espectro general y en todos los ámbitos.
Esta iniciativa de congelación de óvulos se ha lanzado como una nueva manera
de empoderar a las mujeres y se ha comparado con la libertad sexual que lograron
cuando se democratizó el uso de anticonceptivos y como otro elemento más que
ayude a la conciliación, cuando esta iniciativa –promocionada por el sector empre-
sarial– beneficia a las empresas mediante el control de los cuerpos de las mujeres,
no a las trabajadoras.
Asimismo, desde el ámbito jurídico se podría plantear si esta medida es in-
constitucional, ya que si bien en una entrevista laboral no se le puede preguntar a
una mujer o a un hombre sobre su estado civil ni los planes de formar una familia
–porque supone vulnerar el artículo 14 de la Constitución Española–, indagar e
invadir la privacidad de las trabajadoras viola dicha norma, además de perpetuar
los estereotipos sobre las mujeres.
Y es que fomentar la maternidad sin renunciar a la vida profesional no pasa
por retrasar la primera con la congelación de embriones. Este modo de maternidad
extendida se interpreta más que como un empujón para la natalidad, como una in-
vitación para dar un mayor rendimiento en el trabajo, cuando a lo que realmente
se procede es a la mercantilización de la reproducción humana. Al respecto, Nuño
recuerda como:
4 Se ha seleccionado toda la muestra de mujeres del territorio nacional entre los años 1980 y 2017, y
solo se ha escogido la edad que tenían de media en el nacimiento del primer hijo o hija.
Los cuerpos de las mujeres han sido, históricamente, objeto del ejercicio del
poder patriarcal. Todas las culturas, en mayor o menor medida, promueven
las condiciones materiales y simbólicas necesarias para reforzar su sumisión y
dependencia social, y, con ello, garantizar que estén «a mano para el uso sexual
o reproductivo». Cada sociedad, en función de sus necesidades o intereses, no
ahorra esfuerzos en inocular o reprimir el deseo reproductor (Nuño, 2016: 685).
En esta misma línea, Nuño (2016: 688) resalta que «a lo que nos enfrentamos no
es solo a una nueva forma de mercantilizar el cuerpo de las mujeres sino, a su vez,
a un nuevo modo de producción que pone a disposición del libre mercado seres
humanos gracias a la “fuerza productiva” de miles de úteros: el modo de produc-
ción reproductivo», un modo no alejado del sistema esclavista, al cambiar dinero
por personas. Junto con esto, critica como la cultura neoliberal y la economía de
mercado imponen un proyecto de vida y forma de éxito basada en tener deseos y
satisfacerlos, como el retrasar la maternidad con la congelación de óvulos o hacer
uso de la gestación subrogada. Esto produce:
médicas ni enfermedades– por medio de diversas técnicas para una futura repro-
ducción asistida. Concretamente, Prelude Fertility5 es una compañía fundada para
crear un banco de óvulos y esperma para profesionales que están en la veintena y
que se plantean aplazar la maternidad y la paternidad, pero no quieren sentirse
condicionados por la calidad de su material reproductor en función de la edad en
la que decidan tener hijos e hijas6.
Por su parte, según datos del IVI (2017) la preservación de óvulos en España por
motivos sociales ha aumentado un 256% en los últimos cinco años, frente al 125%
que obedece a motivos médicos. Además, señalan que el 84% de las mujeres que
realizan tratamientos en esta institución no lo hacen por razones de enfermedad
que les pueda impedir una futura maternidad, rondan los 37 años de media cuan-
do optan por la vitrificación de ovocitos y sobre el 80% tiene estudios universitarios
y principalmente se concentran en las áreas de la docencia, abogacía, medicina,
economía y administración.
Así, Remohí afirma que la congelación de óvulos se concibe como «un seguro de
vida. Si en los años 50 la píldora anticonceptiva fue una revolución sexual para la
mujer, darle libertad de maternidad es una revolución social» (Europa Press, 2017).
Volviendo a la maternidad como freno para el desarrollo laboral, el estudio Ma-
ternidad y trayectoria profesional –realizado por el IESE Business School de la Univer-
sidad de Navarra– recoge que el 56% de las mujeres españolas considera que tener
hijos e hijas limita su trayectoria profesional, el 48,17% reconoce haber esperado
tener una posición laboral más segura y consolidada para tenerlos y a más del 50%
de las futuras empleadas se les ha preguntado en las entrevistas de trabajo si tienen
o quieren tener hijos e hijas (Chinchilla, Jiménez y Grau, 2017: 42-45).
Esther Jiménez (2018) –decana de la Facultad de Educación de la Universidad
de Cataluña y una de las autoras del anteriormente citado estudio Maternidad y
trayectoria profesional– considera que con este tipo de medidas «vamos a un suicidio
demográfico e iniciativas de este tipo se venden como un beneficio social, cuando
en realidad es un beneficio para la empresa, que no ve interrumpida la productivi-
dad de sus trabajadores».
Y es que, las mujeres que también son madres –en comparación a otras que no
lo son y a los hombres– son percibidas en las empresas como menos competentes,
menos comprometidas con el trabajo remunerado, menos adecuadas para la pro-
moción y, por tanto, merecedoras de salarios más bajos, ya que se las juzga de una
manera más severa (Correll, 2007).
Desde la óptica de los feminismos, han sido diversas las visiones de la materni-
dad. De Beauvoir (1987) la consideraba un obstáculo para que la mujer lograra la
igualdad, Firestone (1970) con el feminismo radical abogaba por que la función re-
productiva se haga mediante técnicas donde no será necesaria la intervención de la
mujer. Mitchell (1982) desde el feminismo del psicoanálisis defendía que el Estado
asumiera la crianza y la educación de los hijos e hijas, ya que percibían que era un
freno para la liberación de la mujer. Con el feminismo de la diferencia se reivindica
la maternidad como fuente e identidad, señalando que el problema no es la mater-
nidad en sí misma sino los efectos de desigualdad y opresión que genera asignar la
responsabilidad exclusiva a las mujeres del cuidado de los hijos e hijas y del hogar,
separa la dimensión biológica de la maternidad de lo social y trata de deconstruir
la imagen creada y mantenida por el patriarcado.
El que la maternidad sea fruto de la división sexual de la función reproductiva
–que corresponde biológicamente a la mujer– ha favorecido su construcción esen-
cialista, universal, natural e inmutable, un patrimonio exclusivo de las mujeres, por
lo que Solé y Parella (2004: 73) resaltan que «nos encontramos ante una compleja
ideología funcional para los grupos dominantes, orientada a mantener la domina-
ción masculina (patriarcado) y el sistema económico de explotación (capitalista)».
Así, se asegura el cuidado de la futura fuerza de trabajo por parte de la mujer a un
coste mínimo y, al mismo tiempo, hace posible contar con una reserva de fuerza de
trabajo permanente. El capitalismo, pues, concentra la producción fuera del hogar
y las mujeres pasan no sólo a producir sino a reproducir.
De esta manera se contribuye en el ámbito empresarial a la construcción de una
segregación vertical o techo de cristal7 –obstáculos a los que se enfrentan las mujeres
que aspiran a ejercer altos cargos en las organizaciones en igualdad de condiciones
y salarios– y otra horizontal con la pared de cristal, que se evidencia a través de la ca-
lificación de masculino y femenino como características atribuidas a determinados
trabajos (Barberá et al., 2002: 134).
Además, se completa con la asunción de las tareas de cuidado y vida familiar a
la que tradicionalmente se relega a las mujeres como espacio supuestamente natu-
ral, por lo que el desarrollo profesional de las mujeres es alterado por las dobles jor-
nadas y la falta de conciliación y corresponsabilidad por parte de las instituciones
y de los varones –el llamado suelo pegajoso– lo que según Conde (2016: 20) dificulta
el mantenimiento del equilibro entre trabajo dentro y fuera de casa y supone una
sobrecarga de las vidas de éstas a través de los lazos afectivos y de responsabilidad
adquirida y atribuida. Como consecuencia, comporta numerosos conflictos a nivel
personal, familiar, social y también laboral. Concretamente, en el ámbito del trabajo
se ven disminuidas las posibilidades de ascenso para las mujeres dentro de una
empresa u organización «por tener que dedicar más tiempo a las tareas familiares
y domésticas, ya sean una obligación social y familiar, o autoimpuesta desde los
estereotipos y expectativas que tienen sobre ellas mismas en el ámbito privado».
Todo esto conlleva que muchas prefieran asumir puestos con escasas responsa-
bilidades para no sobrecargarse, con escasas posibilidades de promoción, a media
jornada o incluso que acaben abandonando sus puestos de trabajo y, por otro lado,
que las propias empresas acaben seleccionando hombres en vez de mujeres, al tener
más disponibilidad para el desarrollo de las responsabilidades. En España, la pre-
7 Acuñado en 1986 en un informe sobre mujeres ejecutivas: The Glass Ceiling- Special Report on the
Corporate Woman (Hymowitz y Schellhardt, 1986).
En este sentido, Tobío resalta que –pese a una aceptación amplia del empleo
femenino como positivo e incluso necesario– no hay conciencia de que las tareas
de cuidado que han recaído siempre en las mujeres, tales como el cuidado de ma-
yores, del hogar e hijos e hijas, deban organizarse de otra manera (Tobío, 2006: 25)
porque «las mujeres están asumiendo nuevos roles laborales, pero siguen siendo
las principales responsables del mundo doméstico. Tal superposición de funcio-
nes se percibe frecuentemente por parte de quienes la experimentan de forma
más aguda, las madres que trabajan, como estar viviendo algo imposible» (Tobío,
2006: 25).
Por tanto, el rápido incremento del empleo femenino que se produjo en la dé-
cada de los noventa en toda Europa «no vino impulsado por la extensión de las
políticas de cuidado, sino más bien por la creciente demanda de fuerza de trabajo»
(Tobío, 2006: 29). Esto ha creado tensiones y contradicciones entre la familia y el
empleo, ya que las viejas responsabilidades domésticas se han superpuesto a las
nuevas en el plano laboral «sin que la familia y la organización social hayan ex-
perimentado grandes cambios. Ello se traduce en un aumento del tiempo que las
mujeres dedican a ambos tipos de trabajo, al doméstico y al remunerado o extra-
doméstico» (Tobío, 2006: 26).
En este contexto de escasas políticas sociales, poca implicación de los hombres
en las tareas del hogar y de cuidados y la generalización del empleo a tiempo com-
pleto, Tobío (2006: 27-28) resalta como las madres españolas están desarrollando
estrategias privadas e informales. Estas iniciativas se basan principalmente en pro-
cesos de sustitución y delegación de unas mujeres por otras como las abuelas o a
través del mercado –que suelen ser mujeres inmigrantes cuyos hijos son cuidados
en la distancia a su vez por otros familiares–, estableciéndose una cadena global de
cuidados. Ante esto, Tobío considera que la práctica de estas acciones «quizá estén
retrasando la toma de conciencia por parte del conjunto de la sociedad acerca de un
problema social importante que a todos concierne» (2006: 27).
De acuerdo al estudio Mind the gap: Spain: Employee perspective (Grau-Grau,
2010) –realizado por Grau-Grau para conocer el punto de vista de las personas
trabajadoras en España sobre la calidad laboral en sus puestos de trabajo–, la prin-
cipal dificultad para favorecer la conciliación es la rigidez horaria, ya que el 70%
de los empleados tienen un horario fijo de entrada y salida (Grau-Grau, 2010: 10)
pero, en el caso de tener las empresas políticas de flexibilidad, parecen no ser bien
vistas. Así, el informe Maternidad y trayectoria profesional señala que pese a que el
62,49% de las mujeres de su muestra trabaja en empresas que tienen políticas de
flexibilidad, el 64,5% percibe que «acceder a ellas conlleva consecuencias negativas
para sus carreras».
En esta línea, Pasamar y Valle (2011: 21) señalaban en otro informe sobre las em-
presas analizadas del sector de alimentación y bebida que, casi dos terceras partes
de los y las encuestados, consideraban que los directivos de su empresa no eran
ejemplo de conciliación, lo que podía transmitir el mensaje de que el disfrute de
estas medidas es incompatible con ascensos o promociones y podría aportar con-
secuencias negativas la carrera profesional de los trabajadores. Así, era llamativo
el bajo porcentaje de uso de la mayoría de medidas de conciliación con las que
contaban las organizaciones empresariales estudiadas.
A pesar de ser la familia la institución más valorada por los españoles, existe
una percepción mayoritaria del escaso reconocimiento que se presta en España
a las familias. Y esto tiene mucho que ver con la escasez de ayudas y una visión
distorsionada del papel que desempeña.
El reconocimiento es distinción y, es a la vez, gratitud. Una manera de agradecer
y distinguir el papel social de la maternidad, de la paternidad y de la familia es
otorgarle el valor que realmente tiene en la sociedad con medidas que lo avalen.
Una de las muchas maneras que tienen los gobiernos de demostrar fácilmente
la prioridad que conceden a esta institución social, es dotarla de los necesarios
recursos, ampararla mediante leyes oportunas, e institucionalizar un tema que,
más que nunca, se ha vuelto prioritario (Chinchilla, Jiménez y Grau, 2017: 50).
También hay que resaltar las barreras familiares (2017: 51-52), dentro del espacio
privado, que se traducen en una falta de apoyo o desigualdad. En este sentido, los
porcentajes entre mujeres y hombres son similares y el orden de factores también,
aunque con matices. Y es que si bien ambos destacan la falta de flexibilidad del
cónyuge como el primer obstáculo familiar para favorecer la conciliación y corres-
ponsabilidad en porcentaje similar –algo más del 70% para ambos sexos–, la dife-
rencia se acentúa cuando se habla de las siguientes causas: como son la sobrecarga
de roles –el 60,4% de las mujeres y 47,6% de los hombres–, o el poco apoyo de la
pareja en casa, con el 68,6% de las mujeres y el 53% de los hombres.
No hay que olvidar las barreras personales (2017: 52-53), ya que los roles y es-
tereotipos vienen fijados por patrones construidos y naturalizados, muchas veces
aprehendidos de manera inconsciente, fruto de los diferentes agentes –familiares,
sociales, educativos, sanitarios, legislativos– que conforman e influyen en las per-
sonas. La falta de formación en áreas tradicionalmente masculinas –como la inge-
niería, ciencia, tecnología y matemática– en un 54%, seguidas de la infravaloración,
el miedo al fracaso y la falta de confianza en sí misma –con el 34,8%, 34,5% y 28,4%,
respectivamente– son las principales razones que las mujeres esgrimen como obs-
táculos en su posibilidad de acceso y promoción en el mundo laboral.
La falta de confianza retroalimenta la metáfora de la profecía autocumplida, con
la que se explican las formas en las que la cultura organizacional de las empresas
frena el desarrollo psíquico y social de las mujeres. Frente a esto, Barberá y otros
abogan por difundir lo positivo y valioso que aportan las mujeres para el valor y
entorno empresarial, por lo que:
Hay que contribuir a transformar la creencia popular que sostiene que las
mujeres no tienen motivación de poder por nuevas representaciones que realcen
el valor social de algunos atributos femeninos en los que históricamente se ha
socializado a las mujeres (Barberá et al., 2002: 12).
Las mujeres que prevén un alto conflicto entre la esfera laboral y la vida
familiar, o bien es menos probable que trabajen, o bien acaban «resolviendo»
el conflicto renunciando a tener hijos. Así, lo que Hobson y Oláh (2006) han
llamado «la huelga de la fecundidad», es más probable que se produzca en
países con débiles políticas de conciliación, incluyendo el cuidado infantil […].
De esta manera, la perspectiva de Inversión Social argumenta que facilitar que
las mujeres puedan conciliar su vida familiar con su participación en el mercado
laboral tiene resultados positivos en la fertilidad y la productividad económica
en general (León, 2015: 33).
Conclusiones
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Resumen
En la actualidad, uno de los grandes retos del feminismo es enfrentarse a las diversas
formas de mercantilización de los cuerpos de las mujeres que estamos contemplando en
nuestra sociedad. Una de estas formas la encontramos en la prostitución y la trata: fenómenos
en que los varones pagan, entre otras cosas, por acceder sexualmente a los cuerpos de las
mujeres. En este artículo pretendemos analizar una de las causas últimas de esta forma
de mercantilización: la construcción del deseo sexual masculino prostituyente. Para ello
estudiaremos cómo se construye la masculinidad hegemónica y qué función cumple en
ella la sexualidad; posteriormente, analizaremos en qué medida la pornografía hegemónica
contribuye a cosificar a las mujeres, colaborando en la construcción de un deseo sexual
masculino que puede llevar a los varones al consumo de prostitución.
Palabras clave: masculinidad hegemónica, deseo sexual masculino prostituyente, pornogra-
fía hegemónica, prostitución.
Abstract
Currently, one of the great challenges for feminism is confronting the different ways in
which women’s bodies are commercialized in our society. One of these ways is prostitution
and sexual slavery: phenomena where men pay to have sexual access to women’s bodies,
among other things. This article pretends to analyse one of the causes of this form of
commercialization: the construction of a buyer’s masculine sexual desire. To this end, we
are going to study how hegemonic masculinity is constructed and the function of sexuality
in it. After, we will analyse to what extent hegemonic pornography contributes to the
objectification of women, collaborating in the construction of a masculine sexual desire that
can lead men to consume prostitution.
Keywords: Hegemonic masculinity, buyers’ masculine sexual desire, hegemonic pornography,
prostitution.
Sumario
1.- Prostitución y trata de mujeres con fines de explotación sexual. 2.- Masculinidad he-
gemónica. 3.- Pornografía hegemónica. 4.- Conclusiones. ¿Por qué tantos varones consumen
prostitución? – Referencias bibliográficas. – Recursos electrónicos.
Si bien, hasta hace unos años, los análisis de la prostitución tendían a centrarse en
las mujeres en situación de prostitución, en este artículo seguimos la línea propuesta
por De Miguel (2012): pretendemos centrarnos en los varones demandantes. La
recopilación Elementos para una teoría crítica del sistema prostitucional (Nuño y De
Miguel, 2017) es una de las más actuales en esta línea. Según afirma el Protocolo de
Palermo, ratificado por España, «la oferta de los servicios sexuales existe y el tráfico
de mujeres con fines de explotación sexual no cesa de desarrollarse, porque existe a
su vez una creciente demanda por parte de los clientes. Es la ley del mercado: existe
oferta porque hay demanda» (Comisión para la Investigación de Malos Tratos a
Mujeres, 2006). En este artículo partimos de la constatación, revelada en diversos
estudios, de que «el cliente es central en el estudio de la prostitución pues sin él no
existe esta actividad» (Meneses, 2010: 394).
Los últimos datos sobre consumo de prostitución muestran que el 90% de per-
sonas en situación de prostitución son mujeres, mientras que el 99,7% de personas
que demandan prostitución son hombres (Ayuntamiento de Sevilla, 2011), por lo
que podemos hablar de un fenómeno claramente relacionado con la construcción
del género. Según estos datos, la demanda de ese 10% de personas en situación de
prostitución que no son mujeres, es también principalmente masculina. Además,
España es el primer país consumidor de prostitución de Europa (APRAMP, 2011) y
el primer destino de víctimas de trata (Meneses, 2016).
Según Naciones Unidas (2010), un 39% de los varones del Estado Español ha
consumido prostitución: casi 4 de cada 10 varones. Por ello, no podemos analizar el
consumo masculino de prostitución como si fueran casos puntuales, sino como un
fenómeno que responde a causas sociales o estructurales.
¿Qué es lo que encontramos en el consumo de prostitución? Varones que pagan
una cantidad variable de dinero por acceder sexualmente al cuerpo de una mujer,
independientemente de lo que ella sienta o desee. Ese «acceder sexualmente», ade-
más de la función de satisfacer un deseo sexual, tiene otras funciones de las que
hablaremos más adelante.
La pregunta que pretendemos iluminar en este artículo es la siguiente: ¿cómo
es posible que tantos varones2, en el marco de una sociedad legalmente igualitaria,
deseen, como afirma Amelia Tiganus3, pagar por penetrar a mujeres que no les
desean (Escalada, 2016)? ¿Cómo es posible que tantos varones puedan disfrutar de
acceder a cuerpos de mujeres para tener una experiencia sexual sin reciprocidad,
en una situación de desigualdad tan clara?
Si bien el 99,7% de personas que consumen prostitución son varones, no todos
los varones, pese a haber sido socializados en el género masculino, consumen pros-
2 Tantos como para que, como afirma Sambade (2017: 169), «la prostitución y la trata de mujeres sean
junto con el tráfico de armas y de drogas los negocios criminales que ponen en circulación más
dinero en el planeta».
3 Amelia Tiganus, superviviente y activista en Feminicidio.net, estuvo (como afirmó en Salvados: Las
Invisibles) «atrapada durante cinco años en el sistema prostitucional».
titución. Para aproximarnos a las causas de que tantos varones hayan consumido
o consuman prostitución, lo primero que debemos preguntarnos es: ¿qué tienen en
común esos casi 4 de cada 10 varones? ¿Qué les ha llevado a consumir prostitución?
Diversas investigaciones realizadas en España (Gómez, Pérez y Verdugo, 2015;
Barahona y García, 2003; Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mu-
jeres, 2006; López y Baringo, 2006; Askabide, 2008; Meneses y Rua, 2011; Ranea,
2017; Gómez, 2017), muestran que los consumidores de prostitución son un grupo
con características sociodemográficas heterogéneas. No existe un perfil sociológico
concreto: ni la edad, ni la clase social, ni la etnia, ni el nivel de formación, ni el há-
bitat, ni la ideología política ni la ocupación sirven para crear un perfil estadístico.
Lo único que tienen en común todos ellos es haber sido socializados en el género
masculino. Más concretamente, «el consumo de sexo de pago por parte de los varo-
nes se deriva de una forma concreta de entender el “ser hombre”» (Gómez, Pérez y
Verdugo, 2015: 26), de un tipo concreto de masculinidad. A esta masculinidad nos
referiremos como «masculinidad hegemónica»: de ella hablaremos detenidamente
a continuación. La pregunta, por tanto, es: ¿cómo es esa socialización masculina
que hace que los varones consuman prostitución? ¿Cómo se construye el deseo
sexual masculino prostituyente?
2. Masculinidad hegemónica
Los géneros, como sabemos, son construcciones sociales. Por tanto, son distintos
según en qué sociedad los analicemos y también cambian en función del tiempo.
Ahora bien: si los géneros no son naturales, si no nacemos con ellos incorporados a
nuestra manera de vivir, ¿cuándo y cómo los aprendemos?
La socialización de género es el proceso por el que cada persona interioriza los
modelos de masculinidad y feminidad de su cultura e incorpora a su manera de
vivir y a su personalidad el género que le corresponde. Es, por tanto, el proceso por
el cual una niña aprende en qué consiste ser una niña, y un niño aprende en qué
consiste ser un niño. Ya en 1987, en el libro Elementos para una educación no sexista:
guía didáctica de la coeducación del Feminario de Alicante, o en 1988, en Rosa y azul.
La transmisión de los géneros en la escuela mixta de Subirats y Brullet, se estudiaba en
profundidad la transmisión de los géneros en la escuela mixta, uno de los agentes
de socialización principales, aunque no el único. Posteriormente, expertas en el
tema como Simón (2010), Herranz (2006), Subirats (1999, 2013) o esta última autora
junto con Tomé (1992), han seguido analizando la socialización de género.
En este artículo pretendemos analizar la masculinidad hegemónica, una mane-
ra concreta de entender qué significa «ser hombre» y de vivir la masculinidad. Con-
nell (1995) conceptualizó la masculinidad hegemónica como la práctica de género
que garantiza la posición dominante de los hombres y la subordinación de las mu-
jeres. Según Beasley (2008), la masculinidad hegemónica es un mecanismo político
que genera un modelo normativo de lo que es ser un hombre «de verdad», preci-
samente el que reproduce el patriarcado y la desigualdad de poder entre hombres
y mujeres. Así, sería «una encarnación del poder en sí misma, que se representa en
3. Pornografía hegemónica
Los vínculos entre pornografía y prostitución son muy diversos. Por un lado, am-
bas forman parte de la industria del sexo: como muestra López (2017), tras ellas están
los mismos lobbys. Por otro, «la pornografía es el marketing de la prostitución» (Szil,
2006: 2). Finalmente, en lo que vamos a centrarnos a continuación, el deseo sexual
masculino que construye la pornografía hegemónica encuentra en la prostitución el
terreno ideal para satisfacerse. Y es que, como afirma Walker (2010), el sexo de la por-
nografía es el sexo de la prostitución: sin elección, sin reciprocidad y sin emotividad.
4 Los vientres de alquiler son un ejemplo de esto, como muestran Nuño (2016) o Ekman (2017).
tualizado, sin tener en cuenta el contexto social ni las diversas desigualdades que
lo atraviesan (De Miguel, 2015).
De la mano de esta cosificación, llega también la sexualización, proceso por el cual
se connota eróticamente algo que no tendría por qué tener esta connotación. Esto
ocurre con los cuerpos de las mujeres. Así, tras reducirlas a cuerpos, se les añade la
categoría «sexuales». Estos dos procesos convierten a las mujeres en objetos sexuales,
en cuerpos para el placer sexual del varón (que se mantiene en posición de sujeto).
Ahora bien: ¿cómo es y dónde se da este doble proceso de cosificación y sexuali-
zación de las mujeres? Este proceso es un continuo. Podemos observar niveles más
sutiles de cosificación y sexualización en la publicidad, en el arte, en la música, en
el cine… Si avanzamos un poco más en ese continuo, encontramos una cosificación
y sexualización bastante fuertes en la pornografía hegemónica; finalmente, el pun-
to más extremo del proceso lo encontramos en la violencia sexual y el consumo de
prostitución (Salazar, 2017: 165).
¿Cómo se transmiten en la pornografía la cosificación y la sexualización de las
mujeres? Si analizamos las categorías de la página Pornhub para varones hetero-
sexuales, vemos que hacen referencia o bien a qué tipo de prácticas podemos ver
en los vídeos o bien a cómo son los cuerpos de las mujeres que aparecen. De las
categorías del primer tipo hablaremos más adelante. Entre las categorías del segun-
do tipo encontramos Adolescente, Jovencitas/Viejos (vídeos en que aparecen chicas
adolescentes con hombres adultos o ancianos), Maduras, Madre a la que me follaría
(del inglés MILF, acrónimo de Mom I’d Like to Fuck), Alemanas, Asiáticas, Brasileñas,
Coreanas, Francesas, Indias, Japonesas, Negras, Rusas, Castañas, Pelirrojas, Rubias, Gor-
das, Tetas pequeñas, Tetonas, Lesbianas, Niñeras, Zorras, Famosas… Como vemos, un
amplio catálogo en que la conversión de las mujeres en cuerpos y la sexualización
de trozos o características de los mismos se hacen absolutamente presentes.
La pornografía hegemónica, que colabora en la construcción del deseo sexual
masculino hegemónico, enseña a los varones a convertir a las mujeres en objetos
sexuales. La cosificación y la sexualización son relevantes en el consumo de prosti-
tución porque para que un varón pueda consumir prostitución tiene que poder no
empatizar con las emociones reales de la mujer que tiene en frente. Estas emociones
pueden ir desde la indiferencia al miedo, dolor, asco o rechazo. El varón tiene que
poder excitarse a pesar de ellas (o incluso precisamente con ellas, como veremos
más adelante): tiene que poder considerar que esa mujer es sólo un cuerpo dispo-
nible para uso sexual. Así, si la socialización de los varones ya castigaba la empatía,
la pornografía les enseña a convertir a las mujeres en objetos sexuales disponibles
para su satisfacción, eliminando de manera absoluta cualquier reconocimiento de
las mismas como personas con emociones, deseos y autonomía.
dolor, ser dominado por ella, someterla, humillarla… Desee lo que desee, en la por-
nografía lo va a obtener. Y lo va a obtener independientemente de lo que sienta la
mujer: da igual que sienta placer, dolor, miedo, angustia, indiferencia, desagrado…
En la pornografía el placer de las mujeres es irrelevante. Encontramos que
incluso en los vídeos en que ellas parecen alcanzar el orgasmo no suele haber
estimulación clitoriana. Además, según muestra Favaro (2015), el modelo propuesto
por la pornografía está colaborando en la creación de una sexualidad femenina
pornificada, dedicada a satisfacer los deseos del varón.
Así, en la pornografía hegemónica, como afirma Cobo (2017), el reparto de
papeles es claro: él es el sujeto y ella el objeto, y él tiene un deseo (no exento de
violencia) que va a satisfacer usando el cuerpo de ella. Aquí, las mujeres no son
personas con las que vincularse desde el respeto y la reciprocidad: son medios
para el fin de que los varones afirmen su masculinidad y obtengan placer sexual.
Esto refuerza el mencionado discurso que afirma que los varones tienen derecho a
satisfacer sus deseos sexuales empleando para ello el cuerpo de una mujer; discurso
que, de manera muy clara, legitima el consumo de prostitución.
Además, la pornografía hegemónica enseña a los varones a unir las dos funcio-
nes que cumple la sexualidad en la masculinidad hegemónica. En esta pornografía
van a encontrar un modelo de sexualidad en que se aúnan la satisfacción de sus
deseos sexuales y su afirmación como capaces de dominar a las mujeres.
¿Cómo se realiza esta unión? Según es presentado en la pornografía, «el
deseo masculino ha erotizado la devaluación de lo femenino. Esta devaluación es
necesaria psicológicamente no sólo para cumplir con el deseo, sino también para
construir su subjetividad, su identidad, su masculinidad, y se retroalimenta en ella»
(Gimeno, 2012: 234). Las funciones de satisfacer sus deseos sexuales y de confirmar
la masculinidad se unen en la erotización de la devaluación de lo femenino. Así, «las
mujeres son objetualizadas y deshumanizadas […] en aras tanto de la satisfacción
sexual de los varones, como de la confirmación de su masculinidad» (Sambade,
2017: 171). El deseo sexual masculino prostituyente parte de una connotación
erótica del poder de los varones sobre las mujeres y de la devaluación de éstas.
Entre las categorías que hacen referencia a las prácticas que podemos ver en
los vídeos encontramos Doble penetración (práctica en que dos hombres penetran
a una mujer, ya sea ambos vaginalmente, ambos analmente, o uno vaginal y otro
analmente) y Fisting (práctica consistente en la introducción del puño o parte del
brazo por la vagina o el ano, en esta página, de una mujer). Otra práctica muy
habitual (también en la pornografía amateur) es el face fucking (follarse la cara de
alguien), throat fucking (follarse la garganta de alguien) o gagging (del inglés gag, tener
arcadas). Esta práctica es parecida a una felación solamente que en lugar de ser la
mujer quien mueve la cabeza, es él quien agarra su cabeza y hace los movimientos
con la pelvis, controlando el ritmo, la profundidad y la fuerza. En esta práctica ellos
hacen movimientos cada vez más rápidos y profundos y ellas se atragantan, tosen,
tienen arcadas y podemos llegar a ver (aunque es menos habitual) cómo vomitan.
Azotar a las mujeres en la cara, los pechos, los muslos, el culo o la vulva, escupirlas,
tirarles del pelo, agarrarles del cuello… son complementos absolutamente
normalizados que pueden acompañar a cualquier otra práctica.
Estos vídeos tienen una consecuencia importante: enseñan a los varones a
connotar eróticamente el producirles dolor físico a las mujeres durante las relaciones
sexuales. La connotación sexual del dolor físico de las mujeres es relevante para
nuestro estudio por dos motivos: por un lado, porque los varones que no quieran
producírselo a sus parejas y tengan este deseo, podrán satisfacerlo con las mujeres en
situación de prostitución, con quienes no tienen que empatizar; por otro lado, porque
cuando encuentren situaciones en que estén produciendo dolor físico a una mujer en
las relaciones sexuales, en lugar de sentir rechazo, podrán excitarse con ello.
ducirles dolor, les pisan la cabeza contra el suelo mientras las penetran, les llenan
la boca de semen y les tapan la nariz hasta que se atragantan, etc.
En muchos casos, como afirma Núñez (2016), parece que la pornografía se hace
«una sola pregunta, obsesiva, definitiva: ¿qué más se le puede hacer a una tía? O,
lo que es lo mismo: ¿Cómo se puede degradar y humillar más a una puta?» Efecti-
vamente, «la pornografía actual constituye un extenso, misógino y pedagógico re-
gistro de violencia contra las mujeres en sus más diversas y crueles formas. Es, por
tanto, un cauce hacia la violencia sexual y la prostitución» (Sambade, 2017: 178). La
pornografía, entre otras cosas, ofrece un amplio catálogo de prácticas humillantes y
degradantes para las mujeres; prácticas que, en muchos casos, los varones sólo van
a poder llevar a cabo acudiendo a un prostíbulo.
Los vídeos en que se erotiza el consumo de prostitución también están muy pre-
sentes en las páginas de pornografía hegemónica. Algunos títulos son Úsalas hasta
Ir de putas se convierte en una estrategia más para dejar bien claro que se es un
hombre de verdad. Lo cual implica, desde la concepción hegemónica que estamos
analizando, la capacidad de dominar al ‘otro’, o sea, a la mujer. Un dominio que
es el que vemos sexualizado y erotizado de manera permanente en la pornografía
(Salazar, 2017: 165).
Así, no sería exacto decir que los varones que consumen prostitución están
pagando únicamente por mantener relaciones sexuales. Los puteros «no sólo
encuentran placer en la satisfacción de sus deseos, sino también y fundamentalmente
en la confirmación de la masculinidad hegemónica a través de una experiencia de
poder sin reciprocidad» (Sambade, 2017: 176). Parece más exacto decir que están
pagando por poder poner en práctica un tipo de sexualidad que les permite sentirse
superiores a las mujeres por medio de la deshumanización de estas. Consideramos
que esta sexualidad masculina no tiene cabida en una sociedad verdaderamente
igualitaria.
En este artículo se ha tratado de mostrar cómo la mercantilización de los cuer-
pos de las mujeres en la prostitución responde a una demanda generada por una
construcción concreta de la masculinidad. Lo que creemos que, como sociedad,
debemos preguntarnos, es: ¿qué podemos hacer con esta masculinidad que per-
petúa una de las situaciones más trágicas e injustas del mundo actual, a saber, la
mercantilización y la explotación sexual de tantas mujeres y niñas?
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RECURSOS ELECTRÓNICOS
Resumen
La pornografía es uno de los temas que más debate ha suscitado en el feminismo en sus
distintas etapas. En la creación pornográfica es explícita la mercantilización de los cuerpos
de las mujeres, sujetos a los cánones de belleza de cada momento y cultura. Aunque gene-
ralmente no se suele asociar la pornografía a la religión, ambas esferas, en el cristianismo
occidental, han estado íntimamente vinculadas desde hace siglos. En esta convergencia cris-
tianismo-pornografía, las representaciones de mujeres bíblicas han jugado un papel esencial
y, entre ellas, una de las figuras más destacadas ha sido María Magdalena. En el presente ar-
tículo se analiza el uso del cuerpo de María Magdalena como objeto pornográfico, trazando
un breve recorrido diacrónico desde el siglo XVI hasta la cultura audiovisual del siglo XXI,
centrando la atención en la película Sacred Flesh (Nigel Wingrove, 2000) en donde se da un
giro a la utilización de esta figura.
Palabras clave: María Magdalena, pornografía, cristianismo, feminismo, cultura visual.
Abstract
Pornography is one of the focal debates within feminist thinking throughout its different
stages. Pornographic creation is one of the main areas in which it is more evident the
commercialization of women’s bodies. Although pornography is not generally associated
with religion, in Western Christianity both spheres have been intimately linked for centuries.
In this Christianity-pornography convergence, the representations of biblical women have
played an essential role and, among them, one of the most outstanding figures has been
Mary Magdalene. This paper presents a diachronic analysis of the uses of Magdalene’s body
as a pornographic object from the XVIth century to nowadays, paying special attention to the
film Sacred Flesh (Nigel Wingrove, 2000), where there is a turn in the use of this figure.
Keywords: Mary Magdalene, pornography, Christianity, feminism, visual culture.
Sumario
1.- Introducción: pornografía, feminismo, representación. 2.- Breve historia de un cuer-
po: del siglo XVI al XIX. 3.- El cuerpo de María Magdalena y sus funciones en el audiovisual.
4.- María Magdalena como detonante sexual en Sacred Flesh. 5.- Conclusiones. – Referencias
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texto Misguided, Dangerous, and Wrong. An Analysis of Antipornography Politics (1993),
explica los planteamientos de la postura anti-pornografía para ir revelando no sólo
la fragilidad y arbitrariedad de los mismos sino también el peligro que suponen para
las mujeres, sus sexualidades y, en definitiva, para su propia libertad. Esta autora
cuestiona el punto de partida de la postura anti-pornografía, es decir, la asunción de
que la pornografía es, por sí misma, violenta con las mujeres, planteando la posibili-
dad de hacer otras pornografías en las que dicha violencia desaparezca para así rea-
propiarse, desde posturas feministas, de un ámbito que, al igual que otros muchos,
ha estado dominado por posiciones patriarcales generadoras de desigualdad.
Las posturas feministas pro-sex se han materializado en un posporno en el que
se busca la reapropiación del género para romper las implicaciones sexistas, hetero-
normativas y patriarcales que venían dominando este tipo de representaciones. El
posporno, tal y como lo define Laura Milano, se constituye como un instrumento de
intervención política «para crear otros imaginarios porno», es decir, para generar:
Son diversos los medios que habita la pornografía y, sin embargo, es el audiovi-
sual el terreno que más estudios ha acaparado, tanto por su inmediatez respecto a
lo representado como por su difusión, saliendo de los reducidos circuitos de salas
de cine dedicadas a esta temática para entrar en los hogares, a partir del vídeo en
los años ochenta y de internet en tiempos más recientes. Es, precisamente, a finales
de la década de 1980, aún en el intenso debate respecto al tema de la pornografía,
cuando surge un texto fundamental para los estudios que abarcan pornografía y
audiovisual. Se trata del trabajo de Linda Williams Hard Core (1989), quien anali-
za el desarrollo de la pornografía en este medio. Desde entonces la pornografía
comenzó a tener un espacio propio en los Film Studies, iniciándose la línea de los
Porn Studies, que amplían la perspectiva no sólo a la pornografía estrictamente sino
también a la pornificiación de la cultura, entendiendo como tal, y de forma general,
la sexualización de la cultura con la presencia del sexo en las esferas públicas co-
tidianas.2 Son numerosos los trabajos que desde entonces han sido publicados en
relación a estos temas (Russell, 1993; Williams, 2004; Lehman, 2006; Boyle, 2010;
Dines, 2010; Tankard, 2011).
Todas estas cuestiones resultan fundamentales para enmarcar teóricamente el
presente trabajo, donde la representación del cuerpo pornográfico se convierte en
objeto de estudio a partir de la figura de María Magdalena. En las próximas lí-
neas, y a modo de introducción, se presenta un breve recorrido diacrónico por las
imágenes en las que el cuerpo de este personaje se torna en objeto sexual para el
placer de la mirada de los varones heterosexuales. Tras ello, se centra la atención
en estos mismos aspectos en el terreno del audiovisual para abordar dos cuestiones
principales: en primer lugar, la continuidad del uso de la Magdalena mítica creada
por la exégesis patrística (Monzón, 2011) y su utilidad para introducir cuestiones
sexuales en temáticas religiosas y, en segundo lugar y en relación a ello, explicar
el papel que juega su personaje en la construcción del relato del film Sacred Flesh
(Nigel Wingrove, 2000).
La película de Wingrove se inserta en el subgénero de las nunsploitation films, un
tipo de películas con unas características concretas que serán tratadas más adelante
con el objetivo de apreciar cuáles se detectan en el film objeto de análisis, su re-
lación con las distintas vertientes de la pornografía y cómo encaja el mito de la
Magdalena en todo ello. Con el análisis de esta producción se demostrará cómo es
posible trazar un nuevo relato sobre el cuerpo de María Magdalena, con la parado-
ja de que, a pesar de emitirse a través de este personaje una crítica a la estructura
patriarcal de la Iglesia, este mismo discurso se convierte en el dispositivo empleado
para generar imágenes en las que los cuerpos de las mujeres no dejan de ser meros
objetos para la satisfacción de los varones heterosexuales a partir de escenas lésbi-
cas y de una violación.
Como se indicaba, Susan Haskins ha sido una de las principales autoras en cen-
trar la atención en el cuerpo de María Magdalena como excusa para llevar a cabo
una pornografía devota. En este sentido, Haskins (1996: 264-272) explica cómo en
el Renacimiento, en concreto en el humanismo cristiano del círculo de Marsilio Fic-
cino, María Magdalena pasaba a ser entendida como Venus del amor divino. Así,
su imagen encarnaba las teorías propias del contexto, por las que el paso de la be-
lleza física a la espiritual permitía el acceso a Dios por medio del circuitus spiritualis
(Panofsky, 1972: 200-202). De este modo, el cuerpo de la penitente abandonaba los
rasgos asexuados de sus representaciones medievales para convertirse en una fi-
gura de gran belleza acorde a los cánones del momento, teorizados en los textos y
encarnados en las pinturas.
Con la llegada de la Contrarreforma, a pesar de las prescripciones tridentinas
para el correcto uso de las imágenes, así como de los numerosos tratados que insta-
ban a la representación adecuada de este personaje alejándolo de toda exuberancia
y «hermosura escandalosa» (López de Ayala, 1853: 361-366), Haskins (1996: 280-
292) demuestra cómo, a partir de encargos privados de pequeñas dimensiones, la
El relato [de Susana] es una compleja narración de deseo sexual y tentación visual,
castidad femenina y ley masculina. Durante el Renacimiento, el enfoque dramático en
el momento de la desnudez de la mujer al bañarse expuesta a una lasciva conspiración
resaltaba los aspectos sexuales, voyeurísticos y visuales del tema, ofreciendo al mismo
tiempo una justificación bíblica e incluso teológica para pintar un desnudo femenino erótico, un
género que estaba emergiendo en este periodo (Pollock, 2007: 171).3
3 La cursiva se ha introducido para remarcar el aspecto más relevante y ampliable a otras figuras más
allá del caso de Susana.
Las comentadas son tan sólo algunas de las principales producciones en las
que la figura de la Magdalena cumple la función sexual que hunde sus raíces en la
patrística occidental. Entre las múltiples películas del siglo XXI, el film Sacred Flesh
es especialmente propicio para tratar cuestiones relacionadas con temas pornográ-
ficos y de mercantilización de los cuerpos de las mujeres. En este apartado, se co-
mentará la trama de la película, los dispositivos utilizados para la misma así como
las cuestiones de contenido y forma que más afectan al tema objeto de estudio. La
obra de Wingrove se inserta en el subgénero de las nunsploitation films, tendencia
en auge en la Italia de los años setenta. Dicho subgénero pertenece al campo más
amplio de las exploitation films, un tipo de cine que tiene como temáticas generales
las marginadas en otros géneros, como por ejemplo la violencia desmedida, la se-
xualidad extrema o las perversiones en general. En el caso de las nunsplotation films,
estas cuestiones se desarrollan principalmente tras los muros de los conventos,
donde las religiosas se ven inmersas en tramas sexuales y/o de terror y violencia.
Por lo tanto, se trata de un «subgénero de horror que se interesa fetichistamente por
las religiosas católicas» (Cowan,
2012: 63). Más adelante se volverá
a esta cuestión, poniendo en rela-
ción aspectos propios del género
de terror con los de la pornogra-
fía, especialmente a través del
papel que juega la tensión entre
deseo y represión.
La acción de la película, roda-
da digitalmente, se desarrolla en
un convento de monjas donde sus
celdas son los principales escena-
rios, cumpliendo así una de las
características propias de este tipo
de cine. Contextualizada en una
época indeterminada, aunque
con claros rasgos de la Edad Mo-
derna, el film se inicia con la carta
que la abadesa redacta para pedir
ayuda ante los hechos que se es-
tán sucediendo. Con voz en off, la
abadesa, que describe la situación
como «de la más alta prioridad»,
explica que la Hermana Elisabeth,
Madre Superiora del convento,
Imagen 4. Portada de Sacred Flesh (Nigel Wingrove, 2000)
4.2. Pornografía(s)
En Sacred Flesh están presentes esas mujeres de grandes pechos a las que refiere
Milano, pero no el estereotipo masculino al que hace mención ni tampoco, y quizás
más importante, el coitocentrismo, dado que las escenas sexuales son protagoniza-
das por mujeres con la única excepción de la violación en donde, sin embargo, ni
penes erectos ni penetraciones ni eyaculaciones se muestran en la pantalla debido a
la elipsis que se produce. ¿Significa, entonces, que la película de Wingrove se aleja de
la heteronormatividad? Si bien en el caso de la violación está claro que la respuesta
es negativa, en el caso de las escenas homosexuales se podría dudar. No obstante, es
la tradición cultural de las imágenes la que hace desaparecer la incógnita.
Las relaciones lésbicas mostradas, alejadas de intenciones rupturistas y de rea-
propiación características del posporno y de las posturas pro-sex, forman parte de
la tradición literaria y visual de occidente. De forma destacada, dichas relaciones
homosexuales se presentaron en relación al vampirismo en el terreno literario, es-
pecialmente a partir de la obra de Sheridan Le Fanu Carmilla, de 1872. En el au-
diovisual, desde los años treinta, se presenta también esta temática sutilmente en
películas como La hija de Drácula (Lamber Hillyer, Dracula’s Daughter, 1936) que, con
la actividad de la Hammer –Amores vampiros (Roy Ward Baker, The Vampire Lovers,
1971), Lujuria para un vampiro (Jimmy Sangster, Lust for a vampire, 1971) y Drácula
y las mellizas (John Hough, Twins of Evil, 1970)– y de directores como Jesús Franco
–Vampiros Lesbos, 1971– se irán haciendo cada vez más explícitas.
Mientras que en estas películas el lesbianismo es construido «de acuerdo con el
imaginario masculino que refuerza actitudes negativas» hacia el mismo, y tenien-
do como objetivo ofrecer placer al espectador varón heterosexual, las escenas no
dejan de estar protagonizadas por mujeres vampiro que, aunque muy atractivas,
suponen una amenaza para la cultura patriarcal y por ello deben ser extermina-
das (Weinstock, 2012: 35-36).4 En este sentido, Pilar Pedraza señala que la Hammer
4 Aunque ésta es la opinión mayoritaria (Benshoff, 1997; Zimmerman, 1996; Weiss, 1993), Ellis
Hanson considera que películas como La hija de Drácula (Dracula’s Daughter, Lambert Hillyer, 1936),
Las Hijas de Drácula (Vampyres, José Ramón Larraz, 1974) o El ansia (The Hunger, Tony Scott, 1983)
contienen elementos en los que dilucidar «entretenidas e intrigantes posibilidades para la fantasía
lésbica y feminista» (Hanson, 1999: 184).
«desnudó a las actrices para alegrar la vista a los espectadores, pero no les quitó
el corsé mental con el que las diseñó como criaturas descerebradas, asustadizas o
malvadas, más cercanas a las muñecas eróticas que a las mujeres» (Pedraza, 2004:
308).
Así, lo lésbico en la obra de Wingrove, con ausencia del elemento vampírico
pero con la presencia de la posesión demoníaca y/o de la histeria, funciona del
mismo modo que en las producciones mencionadas, cumpliéndose la afirmación
de Román Gubern (2005: 20) en tanto que «[…] el cine porno está gobernado por
un punto de vista predominantemente masculino, que exhibe con profusión fantas-
mas viriles característicos, incluso cuando pone en escena actuaciones lesbianas».
No son mujeres vampiro sino mujeres poseídas en opinión de la abadesa e histéri-
cas según el abad pero, en todo caso, dominadas por un poder sobrenatural que les
hace trasladar sus comportamientos más allá de lo socialmente establecido por el
heteropatriarcado. Además, al igual que las mujeres vampiro en su actividad lésbi-
ca, las monjas de Sacred Flesh, como verbaliza el abad, se convierten en un peligro.
Por lo tanto, Sacred Flesh no pertenece al mainstream en términos comerciales pero sí
en cuestiones de representación de los cuerpos de las mujeres, sus significaciones,
su sexualidad y la orientación del público al que pretende excitar sexualmente.
5. Conclusiones
Aun no siendo necesario estar de acuerdo con los planteamientos más radicales
del feminismo contrario a la creación pornográfica, se hace evidente que la viola-
ción, aunque sea en la representación audiovisual, continúa siendo un elemento de
goce sexual para determinado público masculino heterosexual. En consecuencia,
es en ese aspecto en donde la relación establecida por las feministas anti-porno-
grafía entre la representación y la realidad se hace más que necesaria: una película
como la de Wingrove, en donde se articula un discurso con críticas al patriarcado
eclesiástico, continúa remitiendo a cuestiones de la realidad social, ideológica y
cultural en donde la misma violación puede llegar a producir placer. Es por ello
que resulta necesario seguir analizando, actualizando y profundizando en las re-
laciones de desigualdad y de violencia sexual que se representan en determinadas
creaciones audiovisuales con fines pornográficos.
En el caso que aquí ocupa, todo ello hay que relacionarlo con aspectos religio-
sos, ya que tanto María Magdalena como las lujuriosas monjas de las nunsploitation
films son personajes en los que convergen todas estas cuestiones. En las palabras
que María Magdalena emite en la película de Wingrove, se hace explícito el vínculo
entre castidad y lujuria, cuestión propia de este subgénero cinematográfico. Así,
son las monjas, en teoría aisladas de las relaciones sexuales, las que sirven de ali-
mento para la imaginación pornográfica de los directores de estas películas y que,
a su vez, satisfacen los deseos los espectadores que buscan este tipo de produc-
ciones. En el seno de todo ello se encuentra María Magdalena, quien, como se ha
remarcado desde las primeras páginas, ha funcionado a lo largo del tiempo como
dispositivo para desarrollar estas cuestiones en épocas en las que no era posible
hacerlas tan manifiestas sin contar con el velo de la santidad. Aunque el periodo de
auge de las nunsploitation films se concentró en la década de los setenta –con obras
como Escándalo en el convento (Domenico Paolella, 1973) o La monja homicida (Giulio
Berruti, 1979)–, en fechas posteriores se continúa el subgénero con films como el
de Bruno Mattei Terror en el convento (L’altro inferno, 1981), Demonia de Lucio Fulci
(1990) o, ya posterior a Sacred Flesh, la película dirigida por Joseph Guzman Nude
Nuns with Big Guns (2010).
Sacred Flesh no es la primera producción de Wingrove protagonizada por reli-
giosas en actos eróticos o sexuales. En 1989 ya se había adentrado en esta temática
con un cortometraje en el que Santa Teresa de Ávila mantenía relaciones con el
cuerpo del crucificado (Visions of Ecstasy, 1989)5. Las dos mujeres elegidas por Win-
grove para estas producciones comparten no sólo las referencias de Santa Teresa
de Ávila a la penitencia de la Magdalena (Teresa de Ávila, 1588: 385, 453, 470, 475),
sino también la tradición de ser representadas en su momento de éxtasis. A este
respecto, véase por ejemplo El Éxtasis de Santa Teresa de Bernini (1645-1652) y la
obra de Caravaggio de 1606 María Magdalena en éxtasis. Es el éxtasis, precisamen-
te, la cuestión que más conexiones presenta entre misticismo y sexualidad, tema
objeto de estudio en distintos trabajos (Gubern, 2005: 80-87, Williams, 1991). Las
temáticas controvertidas y los asuntos generalmente no aceptados forman parte de
la trayectoria filmográfica este director. Desde su propia compañía, Salvation Films,
fundada en 1992, Wingrove distribuye películas de éste y otros subgéneros dentro
de las explotations films.
En definitiva, las tensiones entre deseo y represión encuentran en el ámbito
pornográfico un espacio propicio para desarrollar dichas tiranteces, siendo las cel-
das de los conventos escenarios perfectos para ello. En este sentido, las monjas,
en represión de su sexualidad y deseo, viven una suerte de penitencia. Esa misma
penitencia que se achacó a María Magdalena en sus legendarios años de vida, en-
tregada a cuestiones espirituales para expiar así sus previos goces terrenales. Este
personaje, central en cuanto a referentes sexuales dentro del imaginario religioso,
ejerce en el film una escurridiza función, sirviendo de espejo a las jóvenes que apa-
recen en las escenas sexuales.
Escurridiza debido al contraste entre discurso verbal y dispositivo audiovisual:
encargada de propinar duras críticas a la jerarquía eclesiástica, no deja de ser la
herramienta por medio de la cual se ofrece el espectáculo pornográfico, volviendo
de esta manera al vínculo fundacional de la cultura judeocristiana entre la mujer y
la tentación, la mujer y la carne, la mujer y la caída. Pero además es espejo debido
a que en la construcción patrística de la mítica Magdalena, su posesión por los
siete demonios, como se indica en Lucas (8-2) y Marcos (16,9), fue crucial para su
construcción como pecadora sexual. Y es en ese aspecto de poseída en el que se
convierte en espejo de estas monjas, que tal y como se indica en el principio de la
5 Debido a esta producción, Wingrove tuvo que ir a los tribunales ya que su film fue rechazado por las
juntas cinematográficas británicas aludiendo a las leyes de blasfemia del país. Un análisis del caso en
relación a la libertad de expresión se encuentra en Paraschos (2000: 17-33).
película pueden estar sometidas también a una posesión diabólica. Con ello, las
mujeres vuelven a quedar sometidas, ya sea a su naturaleza tentadora e incapaci-
dad de controlar su curiosidad, derivada de su debilidad propia de su ancestra del
Edén, o a una diabólica presencia como le sucedió a la mítica pecadora de Magdala.
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FILMOGRAFÍA
Resumen
Nuestro artículo pretende poner de manifiesto la estrategia de resignificación lingüística
puesta en marcha por los patriarcados neoliberales para disimular, dulcificar e invisibili-
zar todos aquellos significantes que puedan poner en evidencia lo que de facto opera en la
prostitución de mujeres y en la gestación subrogada: la reificación de las mujeres. No será
la primera vez que nos encontramos ante este ardid. Si la historia ha sido escrita por los
vencedores, las palabras con que se escriben no están exentas de violencia epistémica. Para
mostrar cómo opera esta estrategia, acudiremos a la reacción antifeminista que se produce
en Estados Unidos en la década de los ochenta. Las inversiones lingüísticas puestas en mar-
cha por la nueva derecha contra el movimiento feminista guardan cierto aire de familia con
las que operan en el momento actual.
Palabras clave: reacciones patriarcales, gestación subrogada, prostitución, postfeminismo,
lenguaje.
Abstract
Our article aims to highlight the strategy of linguistic resignification implemented by the
neo-liberal patriarchates to disguise, sweeten and make invisible all those signifiers that can
highlight what de facto operates in the prostitution of women and in surrogacy: reification
women’s. It will not be the first time that we are faced with this trickery. If the story has
been written by the victors, the words with which they are written are not exempt from
epistemic violence. To show how this strategy operates, we will turn to the antifeminist
resignifications that operate at the present time.
Keywords: Backlash, surrogate pregnancy, prostitution, postfeminism, language.
Sumario
1.- Reacción e inversiones semánticas. 2.- La importancia del lenguaje en el proceso de
reificación de las mujeres. 3.- Conclusiones. - Referencias bibliográficas.
La nueva derecha disimuló su ira contra los derechos adquiridos por las mu-
jeres y presentó su batalla como una defensa de los valores tradicionales y de la
familia. Así, rebautizaron como «actitud a favor de la vida» su rechazo a los dere-
chos reproductivos logrados por las mujeres en la última década. Su oposición a la
libertad sexual se camufla en una «actitud a favor de la castidad». Su condena a la
presencia masiva de las mujeres en el mundo laboral en adelante pasaría a denomi-
narse «actitud a favor de la maternidad».
Las inversiones semánticas llevadas a cabo por la nueva derecha fueron llevadas
hasta sus últimas consecuencias. El feminismo se catalogó como un «movimiento
contra la familia». Rebautizar al movimiento feminista como «movimiento contra
la familia» puede resultar, incluso, galante viendo las derivas que la estrategia aca-
baría tomando. Las feministas fueron tachadas por los antiabortistas como asesi-
nas de niños, demonios, bárbaras o asesinas. Como ha puesto de manifiesto Susan
Faludi, lo que evidencia mejor la naturaleza de esta reacción, son los insultos que
proferían a las feministas en voz baja: esos «puta» o «tortillera». Lo que realmente
evidencian estos epítetos es que el «mayor pecado de las feministas podría ser muy
bien la independencia sexual, más que el asesinato» (Faludi, 1991: 567).
Pues bien, mientras que a las feministas las designan como enemigas de la fami-
lia, la nueva derecha definirá su postura regresiva y negativa contra la ampliación
de los derechos de la mujer como actitud a favor de la familia (Faludi, 1991: 355).
Como vemos, la reacción de la nueva derecha se enmarca sin fisuras dentro de la
«Gran Mentira»2: no sólo aspiraba a frenar la lucha de las mujeres por la igualdad,
pretendía más. En tanto estrategia reactiva perseguía revocar todos sus logros.
George Gilder publica en 1986 Men and marriage; según advierte la portada de
la obra, se trata de una versión extendida y revisada de Suicidio sexual (1973). En
Men and marriage arremete contra todas las demandas del movimiento feminista
alegando a una suerte de reparto natural de las tareas. La inversión de este reparto
rompería el equilibrio natural que se encuentra en la base de nuestro desarrollo
civilizatorio. Según el autor:
2 «Gran Mentira»: cuando más grande es una mentira, más posibilidades hay de que sea creída.
mujeres extraordinarias que a menudo llegarán a sus propios puestos por sus
propios méritos. Pero significa que el esfuerzo de feminizar por la fuerza nuestra
aventura viola las profundas propensiones humanas (Gilder, 2008: 109).
Sin duda alguna, la mayor amenaza para los hombres era la libertad reproduc-
tiva de las mujeres. Gilder expresó sin contemplación el temor ancestral que los
hombres sienten ante este tipo de libertad:
3 Según Jon A. Shields (2015) en la década de los noventa, la pérdida de fuerza del «movimiento
rescate», frustró a los radicales propensos a la violencia. Inscritos en la organización «ejército de
Dios», declararon la guerra: «Nosotros, los remanentes de Dios temerosos de hombres y mujeres de
los Estados Unidos de América, declaramos oficialmente la guerra a toda la industria matadora de
niños» (Shields, 2015). En 1994, el ministro presbiteriano Paul Jennings Hill, cabecilla del «ejército
de Dios», acudió a una clínica de Florida donde asesinó al doctor y sus guardaespaldas. Lejos de ser
una anécdota, la lista de atentados perpetrados por estos grupos autodenominados a favor de la vida
no ha dejado de crecer desde entonces.
Una oleada de proyectos de ley sobre «el abandono fetal» inundó las
legislaturas estatales. Su propósito era definir como delito las actuaciones de una
mujer durante el embarazo que pudieran causar daño al feto por negligencia, entre
las cuales figuraban desde no seguir las recomendaciones de su médico hasta
ingerir alimentos inadecuados o dar a luz en su casa. Otras iniciativas legislativas
pretendían paralizar el consumo de alcohol entre mujeres embarazadas, con
condenas de hasta veinticinco años de cárcel para las reincidentes […] los tribunales
llegaron a retirar rutinariamente la «custodia» de sus fetos a las embarazadas con
ingresos bajos cuyas prácticas prenatales podrían resultar perjudiciales; luego,
después de dar a luz, les quitaban las criaturas, que quedaban bajo la tutela del
Estado (Faludi, 1991: 594).
En las sociedades igualitarias y en las que aún no lo son, gracias a un giro in-
completo y enrevesado de eso que denominamos globalización –incompleto en
tanto que no ha sido capaz de extender la igualdad y enrevesado precisamente
en tanto que ha sido capaz de exportar las ideas reaccionarias a lugares en donde
queda aún mucho por conseguir– la invitación a caer en el discurso postfeminista
se vuelve demasiado tentadora.
4 Siguiendo a Rosalind Gill (2007) podemos identificar cuatro posibles significados del término
«postfeminismo»: (1) como posición teórica y epistemológica, (2) como ruptura histórica con el
feminismo de la segunda ola (en este sentido estaría vinculado a la tercera ola), (3) como reacción
al feminismo; (4) como «sensibilidad» o «régimen de género» –en palabras de McRobbie (2009). En
nuestra propuesta de desambiguación (Ávila, 2017) simplificamos la polisemia del término en dos:
postfeminismo en su versión popular y postfeminismo filosófico. El postfeminismo, en su dimensión
filosófica, surge de la crítica a la noción «rígida» de identidad que se le atribuye al feminismo de la
segunda ola. Autoras como Ann Brooks (1997) lo inscriben en un marco de referencia que abarca
la intersección del feminismo con otra serie de movimientos anti-fundacionalitas, incluyendo el
postmodernismo, el postestructuralismo y el postcolonialismo. El feminismo en su versión popular
surge como un término ideológicamente marcado: es una herramienta ideada por y al servicio de los
movimientos neoconservadores. Una de las primeras autoras en utilizar el término «postfeminismo»
fue la editora del New York Times, Susan Bolotin. En su artículo «Voices from the post-feminist
generation» (1982) da cuenta del cambio generacional y del descrédito que había adquirido el
término feminista.
Escapa a las pretensiones de este artículo realizar una genealogía de los dis-
cursos legitimadores del sistema prostitucional5, si bien, nos resulta fundamental
incidir en el aire de familia que mantienen todos ellos. La nota común a todos
estos discursos es omitir la violencia y opresión implícita en todo el sistema pros-
titucional. Los discursos legitimadores nos ofrecen una imagen mixtificada de la
prostitución: una imagen unidimensional en la que sólo podemos ver a las mujeres
en situación de prostitución, únicas protagonistas y responsables de todo el entra-
mado. Mediante esta estrategia, se puede trasladar a cada mujer individual el peso
de todo el sistema y obviar que la prostitución forzada fue el único destino posible
para muchas mujeres. Gracias a este ardid, podemos incidir en la elección indivi-
dual, obviando que para poder elegir, no basta sólo con estar informadas sobre las
desigualdades de poder. Para que un ser humano pueda ejercer su autonomía, para
poder elegir, tiene que disponer de opciones.
Otro aspecto a destacar, es la lógica expansiva de los discursos legitimadores.
Weininger, último bastión de la misoginia romántica, declaraba su simpatía por la
figura de la prostituta a la que comparaba con el conquistador:
5 Utilizamos el término acuñado por Laura Nuño y Ana de Miguel (2017) por la capacidad de
reconocer su dimensión calidoscópica y sistémica.
coinciden en propalar que estamos ante una actividad enormemente ventajosa para
las mujeres: el nuevo sector del ocio –nótese el desplazamiento– nos reserva grandes
oportunidades.
En esta imagen unidimensional y absolutamente mixtificada, sacamos de plano
a los destinatarios y a todo el conjunto de relaciones y pactos que alimentan, sos-
tienen y benefician al sistema. Los hombres quedan exonerados de todo tipo de
responsabilidad; la responsabilidad, en última instancia, parece sólo nuestra6.
Veamos cómo operan las resignificaciones llevadas a cabo por el lobby de la
prostitución para cambiar su imagen y que no recuerde en nada a lo que realmente
es, una forma de violencia y opresión. En El ser y la mercancía (2013), Kajsa Ekis
Ekman estudia este proceso.
El primer engaño sobre el que nos advierte Ekman es hablar de trabajadora
sexual. Pues bien, en estos relatos la trabajadora sexual aparece como una heroína
feminista que, por un lado, vendría a resquebrajar «las expectativas anticuadas
del comportamiento femenino» (Ekman, 2013: 114); por otro, la trabajadora sexual
estaría plenamente informada de las relaciones de poder –transitamos el sendero
del postfeminismo.
En el relato de la trabajadora sexual, un relato que se transforma en una suerte de
wéstern entre buenos y malos, el lado positivo lo encarnarán las trabajadoras sexua-
les y tendrán como correlato conceptos como «liberación sexual, el libre albedrío, el
derecho al trabajo y el derecho a tomar decisiones sobre el propio cuerpo, así como
los derechos de los grupos oprimidos, la homosexualidad, la economía de mercado,
el progreso y el comportamiento transgresor» (Ekman, 2013: 113). En el lado negativo
de la balanza se situarían feministas y políticos (abolicionistas) a los que se asociarían
«características densas y opresivas de la moralidad, la duplicidad, la estigmatización,
la hostilidad sexual, el esencialismo, el control estatal, la victimización» (Ekman, 2013:
113-114). En estos relatos no aparece nunca el hombre, su papel, en tanto que repre-
sentante del patriarcado, es trasladado a las feministas, que serán, en última instancia,
las que castigan, censuran y estigmatizan.
Este nuevo relato tiene, al menos, dos consecuencias inmediatas: por un lado,
idealizar la prostitución, por otro, demonizar al feminismo y presentarlo como con-
tradictorio. En última instancia, la idealización de la prostitución, o si se quiere,
la versión edulcorada planteada por los grupos de presión, acabará planteando
serios debates entre las feministas. Ante un relato tal, muchas llegarán a plantearse
la posibilidad de la prostitución como actividad emancipatoria. Estamos ante un
argumento en el que convergen, de manera inquietante, autores y autoras antife-
ministas (pensamos en Catherine Hakim), la industria de la explotación sexual,
autoras feministas pro-sexo y los discursos misóginos.
El relato sobre la trabajadora sexual omite que la prostitución es «la situación
más destructiva en que pueda encontrarse una mujer» (Ekman, 2013: 115). Escapa
7 El 99,7% de las personas que demandan prostitución son hombres (Gómez Suárez, Pérez Freire y
Verdugo, 2017).
sexo, de tal manera que tampoco es el cuerpo lo que se vende, lo que se vende es
«sexo». En el tercer nivel de abstracción, el sexo acaba reducido a un servicio. Y en
tanto que servicio «puede convertirse en divisas, intercambiables en el mercado y,
por tanto, socialmente aceptado» (Ekman, 2013: 133).
3. Conclusiones
La mercantilización de los cuerpos de las mujeres10 –ya sea con fines reproducti-
vos o con fines sexuales– dinamita cualquier pretensión de construir una sociedad
igualitaria. ¿Qué sociedad están construyendo los hombres que demandan dichos
servicios? Por decirlo con Ana de Miguel:
8 El programa televisivo «Héroes, más allá del deber» (Cuatro, 19 de octubre de 2010), expone la rutina
diaria de cuatro «héroes» y una «heroína»: un policía, un médico de urgencias, un médico del 061,
un bombero y una guardia civil. Desde un enfoque humano, acompañamos a los protagonistas en
su vida profesional y en su vida privada. Julio Armas, un entregado médico de urgencias, dedicado,
cariñoso, hijo y hermano ideal, consigue que espectadoras y espectadores establezcan un vínculo
emocional con él. La visita de su madre, que habita junto a toda su familia a 6.000 kilómetros de
distancia, nos permite trascender a una dimensión íntima. Julio, separado de su mujer tras asumir su
homosexualidad, ha decidido «tener» un bebé por gestación subrogada. Pues bien, ¿quién va a poner
en duda los «legítimos» deseos de este héroe? ¿Quién enseña la parte oculta de todo este entramado
de mercantilización de seres humanos?
9 Las mujeres también. El mercado de los vientres de alquiler está destinado tanto a parejas
(homosexuales y heterosexuales) como a personas solas que deseen tener hijos e hijas. Como ha
puesto de manifiesto Lina Gálvez (2016): «Los videos promocionales se centran en las parejas
demandantes, normalmente blancas y heterosexuales, aunque las estadísticas nos digan que a esta
práctica acceden principalmente parejas de hombres homosexuales».
10 Es importante no olvidar que no hay cuerpo sin sujeta.
11 ¿La etiqueta comercial afecta al resultado de la acción? ¿Subvierte quien quiere o quién puede?
¿Hasta dónde pueden ser los feminismos resignificados sin incurrir en contradicción? Goldman,
Heath y Smith (1991: 336) consideran que «las revistas femeninas intentan redefinir el feminismo a
través de las mercancías, interpretando las relaciones cotidianas de las mujeres y negociando una
serie de “actitudes” que luego pueden “usar”». En este contexto, el feminismo sería reducido a un
mero significado que podría ser recodificado por los publicistas como una secuencia de significantes
cosificados. De este modo, el «feminismo comercial» elimina uno de los ejes vertebradores de los
feminismos: la dimensión de denuncia social. El feminismo comercial se despolitiza y se transforma
en una forma de vida individual. Una vez que se ha eliminado su dimensión social y política, lo que
queda es un discurso individual en el que el mito de la libre elección opera como un paliativo de
todos los condicionantes sociales, económicos y políticos. Bajo esta deriva popular del feminismo,
el término queda rebajado a una suerte de etiqueta comercial, un adjetivo con una suerte de halo
redentor que puede ser anexado a determinadas mercancías o prácticas para eximir de cualquier
acusación de sexismo. En este sentido nos parece especialmente ilustrador el uso del concepto
pornografía feminista. «¿Es acaso el feminismo un adjetivo o una etiqueta para ocupar un segmento
del mercado?», preguntaban Ana de Miguel y Laura Favaro (2016). Su respuesta es contundente:
«El feminismo no es un adjetivo para hacerse hueco en el mercado ni para tergiversar y vaciar una
tradición teórica y política, sino un movimiento social que ha emprendido una lucha tenaz contra un
mundo injusto. El feminismo es una teoría crítica del poder y de sus consecuencias para todos los
seres humanos; para el propio concepto de lo que es una persona y lo que se puede hacer con ella.
Analiza las formas de producción de subjetividades y presenta proyectos alternativos al «esto es así
y así lo tienes que aceptar». Presenta proyectos colectivos más allá del «a mí me gusta» o «a mí me
pone» o «hay tantos feminismos como mujeres, millones» (De Miguel y Favaro, 2016).
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12 Manejar algo y usarlo materialmente. Proceder con una persona de determinada manera, de obra o
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Resumen
El presente artículo traza un recorrido por algunas de las performances realizadas por
mujeres artistas en los últimos 50 años en el ámbito artístico norteamericano, europeo y
latinoamericano, cuyo significado gira en torno a la construcción patriarcal del cuerpo fe-
menino. Obras que nos permiten reflexionar sobre la constante agresión y devastación a la
que son sometidas las mujeres a través de la conquista y dominación de su cuerpo y que
articulamos en dos epígrafes: cuerpos propios y cuerpos violentados. Con ello pretendemos
aproximarnos al papel que ha desempeñado la performance, en la construcción o negación
de los imaginarios culturales femeninos, en el seno del proceso de giro performativo que
ha acometido la cultura desde los años sesenta, así como las lecturas historiográficas y los
debates que en el seno del feminismo han generado dichas obras.
Palabras clave: historia del arte, género, arte contemporáneo, mujeres artistas, performance,
giro performativo.
Abstract
This article traces an approach of some of the performances made by women artists in
the last 50 years in North America, Europe and Latin America whose meaning involves the
patriarchal construction of the female body. Artworks that allow us to reflect on the constant
aggression and devastation to which women are subjected through the conquest and do-
mination of their bodies and which we articulate in two sections: own bodies and violated
bodies. With this we intend to approach the role played by performance, in the construction
or denial of female cultural imaginaries, within the process of performative turn that cul-
ture has undertaken since the 1960s, as well as historiographical readings and debates that
within the feminism have generated such works.
Keywords: Art history, gender, contemporary art, women artists, performance, performative turn.
Sumario
1.- Introducción. 2.- Cuerpos propios. 3.- Cuerpos violentados. - Conclusión. – Referen-
cias bibliográficas.
1. Introducción
El mundo no es solo un escenario, tampoco el teatro lo es del todo (Goffman, 2006: 9).
Esa compleja imbricación entre realidad y ficción constituye, así mismo, un ele-
mento que sitúa la performance en un marco de producción de realidad en el que
el cuerpo del artista y la proyección de sus significados tiene una compleja manera
de incidir en la sociedad. Esa dificultad estriba en el hecho que el público, que de-
viene parte integrante del acontecimiento, debe adoptar dos impulsos o actitudes:
mantenerse en el marco de la teatralidad o en el de la interacción social.
Proveniente de la filosofía del lenguaje el término «performativo» fue reinven-
tado por la teórica alemana Erika Fischer-Lichte (2011), quien concibió el concepto
de giro performativo2, para referirse a un modelo que reemplazó al texto en su
capacidad de aprehensión y comprensión del mundo, giro lingüístico, por el de
las acciones y los acontecimientos, giro performativo, del que surgiría así mismo
toda un teoría sobre la estética performática. Este cambio, puede ser observable en
algunas propuestas teóricas de los años 60.
2 El término empleado en alemán Aufführung tiene una buena correspondencia en el término inglés
performance, sin embargo «representación» en castellano no logra abarcar toda la complejidad que
expresa en las otras dos lenguas, de manera que en castellano se ha hablado de «giro teatral», «giro
performativo» o «realización escénica» indistintamente.
El «giro teatral» en las ciencias sociales fue clave para comprender la configu-
ración de la identidad como práctica de corporización. […] Goffman y la vida
cotidiana como escenificación; Baudrillard y la noción de simulacro; Debord y la
sociedad del espectáculo; Turner y los ritos de paso (Vidiella, 2015: 112).
El propio Victor Turner junto a Richard Schechner fundarán en los años ochenta
en la Universidad de Nueva York la línea de Estudios de Performance con la vocación
de abordar el análisis de las prácticas performativas desde distintos ámbitos: ri-
tuales, culturales y artísticos. La performance tal y como opinaban estos autores se
constituye como un modo de práctica que permite entender cómo y cuáles son los
mecanismos de configuración de las subjetividades en la sociedad: «Representar no
sólo implica indicar una realidad, sino recrearla, falsearla, resignificarla y recontex-
tualizarla» (Vidiella, 2015: 112).
Si en el ámbito de las ciencias sociales el giro performativo tuvo una notable
incidencia, no lo fue menos en el ámbito estético. Tal y como opina Victoria Pérez
Royo (2010: 2-3), «el giro performativo implica sobre todo un cambio fundamental
en la experiencia estética desde lo semiótico hacia lo performativo. El sentido de la
obra no surge en la dialéctica hermenéutica entre significante y significado, sino en
la creación de una vivencia para el espectador». Es así, como el proceso de lectura e
interpretación de la obra artística se torna en experiencia compartida por parte del
creador y el receptor. A ello se suma el indudable cambio que supuso la desmate-
rialiazción del objeto artístico como entidad física revisitable, en la que un receptor
podía volver al encuentro de la obra artística ad infinitum para reencontrarse con los
mismos o nuevos significados, contrariamente el giro performativo se fundamen-
ta en su carácter efímero. Así mismo, otro de los elementos que ha contribuido a
transformar la experiencia estética tras el giro performativo lo constituye el hecho
que en la aprehensión estética entran en juego otras percepciones «no sólo intelec-
tuales, sino también fisiológicas, afectivas, volitivas, energéticas e incluso motoras»
(Pérez Royo, 2010: 2-3).
De todo ello se deduce la importancia que en las últimas décadas ha tenido la
noción de performatividad en el seno, por ejemplo, de las teorías posestructuralis-
tas. Nos referimos a las supuestas performatividades que autores como Foucault con
sus tecnologías identitarias o Butler, entre otros, han desarrollado. Si las vanguardias
contribuyeron a la fusión vida y arte, la performatividad posmoderna ha invertido
el camino, haciendo que nuestro modus viviendi se infunda de la categoría represen-
tacional, el arte ha conquistado la esfera óntica. Ello, sin duda, genera toda una serie
de problemáticas pues la autonomía del arte, esa condición que deniega la capacidad
lógica y que fundamenta su mera existencia en su capacidad estética, ars gratia artis,
sitúa también a nuestros actos en un peligroso lugar carente de juicio.
La segunda cuestión sobre la excelente aceptación que tuvo el arte de perfor-
mance entre las mujeres artistas se refiere al carácter novel de la práctica artísti-
ca. Al tratarse de una disciplina nueva no lastrada con los condicionantes del arte
masculino que había definido a la pintura o la escultura, vetados durante siglos a
la práctica femenina, el acceso de las mujeres contó con menos obstáculos y pudo
hacerse desde presupuestos no aprendidos.
2. Cuerpos propios
3 En la actualidad la artista Milo Moiré ha reinterpretado la pieza de Export rebautizada como Mirror
box. Mientras desarrollaba la acción en Londres en 2016 fue detenida.
4 Un látigo, un libro, pan, un cuchillo, unos zapatos, un hacha, vino, unas tijeras, un peine, uvas, un
martillo, clavos, un trozo de madera, azúcar, agua, un espejo, una pistola, una pluma, un periódico,
pintura roja, una manzana, sal, una bala, pintura blanca, un lápiz de labios, un frasco de perfume,
una medalla, una cuchara, una flauta, un abrigo, una campana, un sombrero, un bastón, agujas, un
pastel, una boa de plumas, una bufanda, una vela, un pañuelo, cadenas, un broche para el pelo,
un hueso de cordero, unas flores, un tenedor, un cuchillo de bolso, una rama de romero, pintura
azul, algodón, alcohol, cerillas, una banda adhesiva, una caja de cuchillas de afeitar, una silla, un
escalpelo, una rosa, jabón, hilo, cuerdas de cuero, una pipa, un broche de seguridad, una pluma de
ave, vendas, una lanza de metal, una sierra, un folio, un plato, azufre, aceite de oliva, alambre, un
vaso, miel y una cámara Polaroid.
5 O’dell habla de «trabajos masoquistas» para referirse a los ejemplos de Chris Burden, Vito Aconcci,
Gina Pane, Ulay y Abramovic.
Prácticas corporales que mantenían, también, una estrecha relación con el teatro
de la crueldad de Antonin Artaud y lo ritual-catárquico. Explorar los límites de lo
irracional que aportaba lo natural, lo mágico, lo onírico, el trance y el inconscien-
te, fue también una respuesta crítica en los años 70 frente a la racionalidad de la
modernidad. Los límites del cuerpo y con este todas las fronteras epistemológicas
que de él derivan fueron puestos en cuestionamiento y es en esa frontera entre el
cuerpo como vehículo discursivo y el cuerpo como campo de batalla (Kruger), en
el que se insertaron las difíciles líneas ontológicas de la práctica performativa. Evi-
dentemente, la performance y el body art como arte encarnado ofrecen una nueva
manera de dominación hacia el objeto artístico y encuerpan la relación entre artista,
obra y público, como hemos observado en los ejemplos que hemos planteado en
los que el cuerpo de la mujer aparece profanado de manera directa, en la mayoría
de los casos, por el espectador hombre.
A partir de los años 80 observamos un viraje en la utilización del cuerpo como
plasmación de la sexualidad femenina. Hemos de situar estas prácticas en el seno
de los discursos que en torno a la sexualidad se desarrollaron en el pensamiento
feminista en esa misma década.
En el año 1976 en Londres al calor de las propuestas que el punk desarrollaba
en la ciudad, el colectivo COUM formado por la artista Cosey Fanni Tutti y Genesis
P-Orridge escandalizaban con la exposición Prostitution desarrollada en el Institute
of Contemporary Art de Londres. En ella se mostraban fotografías y documentos re-
lativos a las actividades performativas como modelo pornográfica de Cosey Fanni
Tutti, aspecto que motivó la prohibición para el colectivo de exponer en Inglaterra
en ningún otro espacio o galería (Goldberg, 2002: 182).
La libertad sexual, la sexualidad femenina y la pornografía se constituyeron
como uno de los caballos de batalla desde finales de los años 70 y particularmente
en los 80. Una cuestión que según Raquel Osborne (1993) dividió al movimiento
feminista y al que algunas autoras intentaron dar resolución, explorando la difícil
relación entre sexualidad y peligro. Para Osborne era necesario superar la monoidea
crítica a la pornografía y plantearse otras variables que no determinaran la sexuali-
dad como la causante de todos los males que afligían a las mujeres. La constatación
que en el binomio sexo-mujer se halla el origen de la construcción patriarcal, no
implicaba una condena hacia la sexualidad como exclusiva causa de la opresión
femenina. La cuestión debía girar en torno a planteamientos que permitieran aunar
ambos criterios: «¿cómo combinar la lucha contra los abusos sexuales masculinos
con la libertad sexual de las mujeres? ¿Cómo podemos apoyar la libertad sexual sin
legitimar por ello los aspectos más opresivos de la conducta sexual masculina?»
(Osborne, 1993: 26).
La artista Hannah Wilke se hacía eco de las disidencias en el seno del feminismo
con su cartel Beware of facist feminism para referirse a un grupo que osciló a posturas
coincidentes con políticas conservadoras en lo referente a la sexualidad femenina.
Como eco de todos estos discursos en los años 90 la stripper y actriz porno
Annie Sprinkle desarrolla el término «posporno» para referirse a nueva manera de
entender la pornografía, por parte de algunas mujeres. Una corriente que recogía la
6 Actas del simposio celebrado en torno a cuestiones sobre la sexualidad femenina en 1984 en el
Barnad College, Nueva York.
7 Se refiere a Emilie Jouvert, directora de películas porno lesbiano y queer.
privilegia sus órganos sexuales a los que siempre pone en primer plano (Alcazar,
2014: 3340).
En su afán por deconstruir los modelos sobre los que se ha asentado la sexualidad
femenina desde la cultura patriarcal, Boliver emprende procesos de apropiación y
resignficación de términos como el de «puta», al que confiere un valor diferente
como ejercicio subversivo, práctica no exenta de antagonismo. Mediante acciones
en las que aparece con objetos introducidos en su vagina y su ano, contribuye según
la artista a des-erotizar estos órganos y con ello a derribar las férreas construcciones
que condicionan el cuerpo de la mujer.
Estas acciones nos sitúan nuevamente en las movedizas arenas del arte per-
formativo. La performance es un arte autorreferencial, significa lo que se hace y
constituye realidad porque crea la realidad social que expresa.
Otra artista que ha explorado los límites de la mirada y la sexualidad femenina
es Elke Krystufek. En 1996 realizaba la performance Satisfacción en la Kuntshalle de
Viena. En ella la artista desarrollaba una serie de actos íntimos: tomaba un baño, se
aseaba y luego se tendía en una toalla donde se masturbaba con un vibrador. Todo
ello sucedía ante la atenta mirada de un público que se disponía tras un cristal ob-
servando la acción como si de un experimento se tratara. Mediante esta tecnología
Krystufek activaba el mecanismo de la mirada escoptofílica (Mulvey) que objeti-
viza y sexualiza al cuerpo observado, normalmente el de una mujer. El ambiente
clínico y aséptico de la sala donde acontecía la acción tenía como propósito decons-
truir la naturalidad del cuerpo. Un acto placentero que deviene clínico, reforzado
por las direccionales miradas que construyen también el cuerpo de la artista: «By
enacting her private rituals in a public space, she opened up issues of intimacy,
authenticity and sensationalism, forcing the viewer to confront his/her own posi-
tion as voyeur» (Warr, 2012: 111).
Siete años más tarde en 2003 la performer norteamericana Andrea Fraser iba un
paso más allá. En la pieza Untitled, la artista ponía a la venta su cuerpo por 20.000$
para mantener una relación sexual con un coleccionista que actuaba como compra-
dor de la obra, en este caso la propia Fraser.
Lo acontecido en la habitación del hotel donde se desarrollaba la acción era re-
gistrado por un video de 60 minutos del que tan solo cinco copias fueron puestas a
la venta, una de ellas fue adquirida por el coleccionista que protagonizaba la cinta
junto a Fraser, el resto se hallan en la actualidad en colecciones privadas, si bien
la artista se reservó el derecho de exigir una serie de condiciones legales para que
la obra no fuera sobreexplotada. Untitled fue comisariada por la galería Friedrich
Petzel y reproducida por primera vez en la retrospectiva consagrada a la artista en
el Museo Ludwig de Colonia en 2013.
Al desprenderse del público para realizar su acción Fraser se escondía y parape-
taba en el espacio de lo privado y devolvía al público a la categoría de observador
pasivo, rasgo que la diferencia de las performances referidas con anterioridad en
las que el público contempla la acción en vivo y se convierte en cosujeto del aconte-
cimiento (Fischer-Lichte, 2011).
Según Fraser, el acto tenía una finalidad específica: «not for sex […] but to make an
art work» (Fraser en Saltz, 2009). Con ello la artista pretendía evidenciar la relación y el
estatus de sumisión de las mujeres artistas con el mercado del arte, un estado de pros-
titución efectivo que reproducía las relaciones de dominio asimétricas hombre-mujer.
Del mismo modo que el arte no puede existir fuera del campo del arte,
tampoco nosotros podemos existir fuera de él, por lo menos no como artistas,
críticos, comisarios, etc. Y lo que hagamos fuera de ese campo, en la medida
que permanece afuera, no puede tener efectos dentro. Es decir, que si no hay un
afuera para nosotros, no es porque la institución está perfectamente cerrada […]
Es porque la institución está dentro de nosotros. Y nosotros no podemos salir de
nosotros mismos (Fraser, 2016: 20-21).
El marco referencial ejercía el poder de resignificar los actos que allí tenían lugar,
el significado operaba más allá de su mera referencialidad, para erigirse en alegoría
o metáfora de algo más. Sin embargo, la difícil relación entre objeto y sujeto que
plantea la performance como disciplina suscitaba reflexiones que iban más allá de
la mera condición artística.
Sea como fuere, la propuesta de Fraser, como era de esperar, desató las más
airadas críticas, aunque por motivos distintos, desde frentes tan radicalmente
opuestos, como el feminismo y el establishment del mercado del arte.
Otra cuestión bien distinta es el posicionamiento feminista que podría despren-
derse de su obra. La artista se refería a esta cuestión de la siguiente manera:
Esta afirmación de la artista merece una reflexión más detenida. En primer lu-
gar, cabría destacar que no deja de ser una cuestión harto asombrosa que la propia
autora manifieste no haber reflexionado sobre si su obra era una pieza feminista
cuando su intencionalidad es denunciar el estado de prostitución simbólica de las
mujeres artistas con respecto a los hombres en el mercado del arte:
sería como apelar al pospatriarcado y éste, lejos de manifestar algún tipo de evolu-
ción, se mantiene anclado en su misma idiosincrasia.
En segundo lugar, la fatua pieza de Fraser trasluce algunas cuestiones de calado
mayor: ¿Es la libertad de elección el fundamento angular de la práctica feminista?
¿Es el arte patente de corso para que cualquier tipo de práctica pueda ser desarro-
llada, ars gratia artis, acaso el propósito de la acción enmascara que el hecho que
se pone en práctica finalmente es una transacción económica en la que se vende
un cuerpo femenino? ¿Existe una ética para la estética que difiere de la ética en el
mundo social o nulla aesthetica sine etica?:
Si las realizaciones escénicas se aproximan a la vida […] entonces […] hay una
cierta probabilidad de que los parámetros que no pueden aplicarse a ellas tampoco
puedan aspirar a tener validez para el conocimiento y la descripción de la vida
(Fischer-Lichte, 2011: 347).
Con todo cabría plantearse si las respuestas que provocaron las obras de
Boliver, Sprinkle, Kristufek o Fraser fueron semejantes a las que suscitaron las
performances en las que Vito Acconci o Chris Burden, entre otros, realizaban
actos sexuales públicamente como manifestación artística. Creemos a todas luces
que no. Ello nuevamente nos hace reflexionar sobre el valor discursivo que se
3. Cuerpos violentados
Las mujeres son asesinadas o violadas por el simple hecho de ser mujeres […] la
violencia contra las mujeres tiene importantes consecuencias en su sociabilización
(De Miguel, 2015: 47).
8 La idea de conquista territorial y conquista corporal está en la base de los principios del
ecofeminismo. Tal y como planteaba Françoise d’Eaubonne, el patriarcado se caracteriza por un
régimen de explotación y conquista; explota la fertilidad de la mujer, de la tierra y de los animales.
Así lo considera también Puleo (2011: 16): «El ecofeminismo pretendía transformar y sustituir el
modelo androcéntrico de desarrollo, conquista y explotación destructivos».
«Encerrada en un cubículo, sin que nadie pueda verme, me doy un golpe por cada
mujer asesinada en Guatemala del 1 de enero al 9 de junio del 2005. Amplifico el
sonido, para que sea escuchado desde afuera del cubículo» (Galindo, 2005).
4. Conclusión
Fig. 1. Dolor en un pañuelo (Regina José Galindo, 1999). © Regina José Galindo (cortesía de la artista).
Fig. 2. Dolor en un pañuelo (Regina José Galindo, 1999). © Regina José Galindo (cortesía de la artista).
Fig. 3. 279 golpes (Regina José Galindo, 2005). © Regina José Galindo (cortesía de la artista).
Performance-instalación.
Fig. 4. 279 golpes (Regina José Galindo, 2005). © Regina José Galindo (cortesía de la artista).
Performance-instalación.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Resumen
Hoy en día es generalmente reconocido cómo las obras de numerosas artistas femeninas
han supuesto un punto de inflexión en el desarrollo del arte contemporáneo. Una de las ar-
tistas que ha contribuido a este cambio es Mona Hatoum, quien ha explorado temas como el
género o la propia concepción del hogar desde marcos expresivos muy diversos. Este artícu-
lo considera desde una perspectiva de género sus obras iniciales, en las que a través del uso
del cuerpo, la artista desafía al público a atender problemas acuciantes. Para ello, en primer
lugar se analizará el empleo que hace del cuerpo como vía de expresión. En segundo lugar,
se atenderá a las tres dimensiones del cuerpo humano que la artista cuestiona, evidenciando
las restricciones sociales y culturales que condicionan nuestra imagen y uso del mismo.
Palabras clave: género, performance, vídeoarte, butler, público.
Abstract
Nowadays it is generally acknowledged how the works of contemporary female artists
have marked a turning point in the development of contemporary art. One of the female
artists has contributed to this change is Mona Hatoum, who has explored different topics
ranging from gender issues to the conception of home from diverse expressive frames. This
article considers from a gender view her initial works, in which the artist, through a use of
the body, challenges audience to reflect about urgent problems. Firstly, the text analyzes the
use which Mona Hatoum makes of the body as a way of expression. Secondly, it addresses
the three dimensions of human body which artist questions, showing the social and cultural
restrictions which determine our image and use of the body.
Keywords: Gender, Performance, Vídeoart, Butler, Audience.
Sumario
1.- Introducción. 2.- El cuerpo como vía de expresión. 3.- Los tres cuerpos de Mona Ha-
toum. 4.- Conclusión. –Referencias bibliográficas.
1. Introducción
Sentía que no tenía nada que perder. Estaba descargando mi ira, sin importarme
lo que la gente pensaba. Estaba muy preocupada. No podía quedarme sentada con
algo durante mucho tiempo, por lo que la performance me dio la posibilidad de una
obra que era inmediata, espontánea. Era improvisada. No ensayaba; simplemente
aparecía con mi atrezo (Cooke, 2016).
De este modo, la artista desarrolla un trabajo efímero y sin apenas coste, cuya
técnica principal era su propio cuerpo. Una de las primeras obras donde podemos
apreciar esta exploración es Under Siege (1982), donde la artista hacía referencia a la
patria de sus padres, Palestina. De manera profética, la artista realizó esta instala-
ción en la Aspex Gallery, en Portsmouth, una semana antes de la invasión israelí en
el Líbano. Hatoum se cubrió el cuerpo de arcilla y se situó dentro de una especie
de pecera de vidrio, quedando atrapada. Durante la performance la artista intentaba
permanecer de pie, pero debido a la arcilla se caía e iba dejando huellas con su
cuerpo y sus manos en el cristal. En la sala se escuchaban canciones revolucionarias
en árabe, francés e inglés, noticias y declaraciones que estaban directamente rela-
cionadas con la situación política en el Oriente Medio.
Como el propio título indica la obra hace referencia a esa situación de asedio,
de aislamiento, pero también alude a esas barreras de comunicación a través de esa
juego polar entre el espacio en el que se encierra y los movimientos expresivos de
su propio cuerpo. La artista no sabía el impacto que generaba la obra entre sus asis-
tentes, pues la arcilla impedía que pudiera ver lo que ocurría en el exterior. Sobre
ella dice la artista:
Como mujer palestina, esta obra fue mi primer intento en ofrecer una
declaración sobre una lucha persistente por la supervivencia en un estado en
continuo asedio. Los miembros del público, según sus propios orígenes, hablaban
de varias imágenes poderosas de opresión: las huelgas de hambre irlandesas, los
prisioneros en aislamiento penitenciario, Bantustans…
Pensando sobre esta obra desde una mirada retrospectiva, siento que marcó
una fase de transición y actuó como rito de paso…
Como una persona del Tercer Mundo, vivir en occidente, existiendo al margen
de la sociedad europea y aislada de la mía propia… esta acción representaba
un acto de separación…abandonando el marco de referencia adquirido por un
espacio que actuaba como un punto de reconexión y reconciliación con mi propio
origen y la sangrante historia de mi gente… Una semana después vino la invasión
del Líbano, el asedio de Beirut y los espantosos sucesos que lo siguieron, haciendo
el alcance de su sufrimiento claramente visible (Archer et al., 1997: 122).
[…] Yo estaba tumbada sobre una mesa cubierta con vísceras, vendas y
sangre y envuelta en una bolsa para cadáveres. Había sillas alrededor de la mesa
y las cintas de sonido de voces de líderes occidentales hablando sobre paz. Era
básicamente una yuxtaposición de dos elementos, uno refiriéndose a la realidad
física y la brutalidad de la situación y la otra al modo en que es representado y
tratado en occidente (Archer et al., 1997: 127).
Tuve la libertad de trabajar fuera de los confines del medio aislado de la galería,
y la diferente naturaleza del público fue muy satisfactoria. Básicamente, el público
era la gente de la calle, un público no especializado y fortuito que casualmente
experimentaba las acciones de la artista mientras sucedían. Yo descubrí que estaba
trabajando ‘para’ la gente de las calles de Brixton más que ‘contra’ la indiferencia,
a menudo hostil con el público que normalmente me encuentro en el mundo del
arte (Archer et al., 1997: 131).
Las interpretaciones que surgían a su paso eran múltiples y fértiles. Sus pies
aparecían desnudos e indefensos frente a las poderosas botas. Asimismo, la artista
se presentaba a sí misma como una persona marginal que cuestionaba el sistema,
intentando hacer evidente su violento funcionamiento estructural, en una acción
en la que el mismo gesto de andar se volvía dificultoso.
En una entrevista de Philippe Dagen de 2015, Hatoum explicaba «cada persona
es libre de comprender lo que hago a la luz de lo que ellos son y de donde proceden»
(Dagen, 2015). De este modo, sus pies desnudos y el movimiento de los mismos,
no pueden reducirse a una argumentación precisa, sino que el poder expresivo de
su cuerpo era capaz de sugerir múltiples interpretaciones en ese encuentro con los
viandantes, con personas ajenas al mundo del arte. La artista cuenta cómo algunos
se reían de ella (y en cierto modo ella también buscaba ese toque de cierto humor
surrealista). De hecho, no tenía ninguna intención de dar una explicación teórica
sobre lo que estaba sucediendo. En esa misma entrevista, comenta una anécdota de
esta performance que ilustra esta experiencia:
El interés por el estudio del cuerpo desde las teorías feministas se enmarca
dentro de la tendencia generalizada en diversas áreas de conocimiento, como la
filosofía, la sociología, la política o la antropología; las cuales han tratado de colmar
el vacío que había propiciado la negación y subordinación del cuerpo en occidente
con respecto a la mente o al alma. En este sentido, la reflexión que ha caracterizado
los estudios de género ha venido marcada por un enfoque centrado en la concepción
social y cultural del mismo. Esto es, se han centrado en la relación sociocultural que
se establece con el cuerpo, en la asignación del sexo y del género y en cómo todo
ello se refleja en la organización y funcionamiento de las estructuras sociales.
Sin embargo, esta propuesta considera el cuerpo desde un enfoque plural. Esto
es, analiza el cuerpo desde la concepción plural que ha reivindicado la antropolo-
gía desde los años setenta. El primer estudio que se ocupa de esta idea es la obra
de la antropóloga británica Mary Douglas Símbolos naturales (1978), en la que intro-
duce la idea de dos cuerpos, el físico y su metáfora social. Ambos cuerpos están en
correspondencia en ambas direcciones; esto es, cómo se percibe la sociedad deriva
de cómo se percibe el cuerpo y el cuerpo social condiciona el modo de percibir el
cuerpo físico (Douglas, 1978: 89).
Ya entrados los ochenta, este enfoque es ampliado a tres cuerpos por Nancy
Scheper-Hughes y Margaret Lock en su artículo «The mindful body: A prolegome-
non to future work in medical anthropology» (1987). Distinguen tres concepciones
con características distintivas: el cuerpo individual (en el sentido fenomenológico
de experiencia vivida del cuerpo); el cuerpo social (se refiere a los usos represen-
Esta concepción alude a la imagen que nos hemos creado de nuestro cuerpo y
que viene siendo construida por el individuo y la cultura en la que se encuentra.
Todos los seres humanos tienen esta imagen de sí mismos y admite múltiples va-
riaciones no sólo entre diferentes culturas, sino también dentro de un mismo marco
sociocultural:
De este modo, pese a que todos los seres humanos tenemos un cuerpo biológico
común que nos define como especie, el cuerpo individual acoge el sentido de ser de
uno mismo, de nuestra propia experiencia personal. Por ello, el empleo del cuerpo
y la reflexión sobre el mismo en la obra de Mona Hatoum, no puede escindirse de
su propia concepción individual. Este aspecto se justifica si tenemos en cuenta,
como se destacó en la sección anterior, el asombro que la artista sufrió al percibir
las diferencias en el tratamiento del cuerpo entre Oriente y Occidente desde su lle-
gada a Londres. En diferentes entrevistas la artista expresa la extrañeza que sufre
al contemplar la dualidad entre mente y cuerpo en que vivía la sociedad occidental
(Archer et al., 1997: 8, 140-141). En este sentido, trata de explorar nuevas vías de
expresión y reflexión a través de su propia concepción individual que cuestiona y
rechaza la escisión alma-cuerpo o mente-cuerpo. Como explica Merleau-Ponty, se
trata de una imagen del cuerpo basada en un decreto arbitrario de dos términos
introducidos a posteriori: el objeto (el cuerpo) y el sujeto (el alma). Sin embargo,
la unión entre ambas es incuestionable y «se consuma a cada instante en el movi-
miento de la existencia» (Merleau-Ponty, 1945: 107)
La obra que mejor ilustra esta interpretación del cuerpo es Measures of Distance
expuesta en el Tate Modern en 1988. En ella la artista plantea una invitación a la
reflexión sobre temas políticos generales, a través de un vídeo que muestra el cuerpo
desnudo de su madre. La motivación que llevó a la autora a realizar esta obra resulta
esclarecedora, si tenemos en cuenta estudios recientes como el de Irene Ballesteros
(2012: 25-26), el cual ha profundizado en la relación entre la feminidad y la histeria.
Hatoum confiesa que una de las razones por la que hizo esta obra fue porque cada
vez que veía noticias sobre el Líbano, se conmocionaba por cómo se mostraba a
los árabes con la mayoría de sus mujeres llorando histéricas sobre sus cadáveres:
«Nosotros rara vez oíamos algo sobre los sentimientos personales de aquellos que
perdían a sus parientes. Es como si la gente del Tercer Mundo fuera vista como una
masa o una manada, no como individuos» (Archer et al. 1997: 139-140).
Influenciada por el eslogan feminista «lo personal es político», la artista recurre
a su propia biografía y a su relación más íntima con su madre, para hacer visible,
para reivindicar la singularidad de estas personas y, en particular, de las mujeres
árabes como seres individuales con sus propios sentimientos y biografías. Esto lo
realiza desde un vaivén de proximidad y distancia que nos muestra una narración
cuyo hilo conductor será el vínculo madre e hija. Dicha relación, como ha puesto de
relieve Guy Brett, se presenta como una unión transformativa y creativa, en cuanto
que se muestra a través del proyecto de la hija, que hace el vídeo, y la madre, que
tiene la libertad de presentarse a sí misma en plenitud; consolidando un vínculo de
identidad que se ha transmitido de generación en generación con independencia
de todos los dictados coloniales y patriarcales (Archer et al., 1997: 56). Se trataría de
un enfoque más asociado con las teorías feministas que, como ha destacado Balles-
teros, han decidido apropiarse del arquetipo de la gran diosa madre para exaltar el
poder del cuerpo femenino (Ballesteros, 2012: 73).
La obra se componía de varios elementos estratificados: por un lado, las letras
escritas por la madre de Hatoum en Beirut a su hija en Londres, que aparecen mo-
viéndose en la pantalla y son leídas en voz alta en inglés por la propia artista; por
otro lado, se proyectan diapositivas de fondo del cuerpo desnudo de la madre de
Hatoum en la ducha, tomadas por la artista durante una visita al Líbano. Las con-
versaciones en árabe entre madre e hija, en las que su madre habla abiertamente so-
bre sus sentimientos, su sexualidad y las objeciones de su marido a la observación
íntima de Hatoum del cuerpo desnudo de su madre, se intercalan con la voz de la
Esta concepción, pues, hace referencia a la imagen del cuerpo que nos aporta
la sociedad de la que formamos parte y que se extrapola hasta los aspectos más
insospechados, como las cualidades que atribuimos a nuestros propios orificios
corporales. Esta dimensión del cuerpo será un tema ampliamente analizado por la
artista Mona Hatoum a lo largo de su obra y, particularmente, en una de sus insta-
laciones de mayor impacto, Corps étranger (1994).
Esta instalación de vídeo concebida en su etapa inicial, cuando aún era estudiante
en el Slade School of Fine Art, fue llevada a cabo en 1994. La artista explica cómo
esta pieza formaba parte de una serie de obras que estaba haciendo al mismo tiempo
y que tenían que ver con el problema de la vigilancia: «Cámaras de vigilancia, ser
observado, el ojo del Gran Hermano… Esto era en 1980» (Archer et al., 1997: 137).
Asimismo, en ella encontramos otra de las cuestiones principales que la artista
también estaba trabajando en las performances de esta época inicial, cómo convertir
a los asistentes en sujetos de la obra. Esta vía de exploración que, en palabras de
Hatoum, llegaba a ser «bastante invasiva», eliminaba cualquier distancia entre la
artista y el público, haciendo participar a la audiencia de una manera que parecía
penetrar hasta su propio ser. De este modo, dirá la artista, fue durante la época en
que estaba haciendo estas performances donde yo fingía tener una «mirada pene-
trante», cuando concebí la idea de Corps étranger. (Archer et al, 1997: 137).
Hatoum realizó una propuesta formal a su universidad en 1980 para su realiza-
ción e incluso consiguió alguna financiación para su comienzo. Lo que le permitió
grabar algunas de las imágenes de la parte exterior del cuerpo y realizar algunas
grabaciones de sonido con equipos médicos especializados (que trece años des-
pués incluiría en su obra). Sin embargo, como explica la artista, no encontró ningún
doctor que estuviera de acuerdo en hacerle un examen endoscópico (Archer et al.,
1997: 138). Será en 1992 cuando encuentre el apoyo necesario en el Centre Georges
Pompidou de París para realizar esta instalación que se expondría en 1994 (Archer
et al., 1997: 71).
La instalación constaba de una cabina cilíndrica de reducido espacio donde
el visitante accedía. Una vez dentro de ese lugar casi claustrofóbico, el asistente
comenzaba a oír una serie de ruidos (producidos por la respiración, el latido del
corazón y el borboteo de los órganos internos de la propia artista) y a ver imáge-
nes procedentes del interior de su cuerpo: membranas, mucosas, pelos, dientes. La
minúscula cámara va accediendo por los diferentes orificios del cuerpo (estómago,
intestinos, vagina), mostrando todo aquello que va encontrando a su paso. Como
ha destacado Guy Brett, una de las decisiones cruciales que toma la artista en la
composición de esta obra fue orientar las proyecciones al suelo, ofreciendo una
fuerte analogía entre los conductos interiores y la tierra, como los orificios de los
pozos que se sumergen en las profundidades (Archer et al., 1997: 71).
De este modo, la exploración del interior del cuerpo de la artista, como ha seña-
lado Elena Tzelepis (2013: 180), creaba nuevos espacios de intimidad e interacción.
La artista Janine Antoni ha llegado a afirmar, en este sentido, cómo sentía «haber
conocido a la artista» tras pasar un día escuchando el pulso de su cuerpo que se
reproducía en su obra Corps étranger, durante la exposición Crudo y Cocido que las
reunió en el Reina Sofía en 1994 (Antoni, 1998: 54). Como el propio título indica,
la cámara era como un cuerpo extraño que invadía las fronteras del cuerpo tanto
internamente como externamente.
Esta obra ofrece un retrato de la artista singular, penetrante e invasivo. La insta-
lación nos sumerge en el interior de su cuerpo a través de un juego de fascinación y
repulsión, de seducción y aversión. El vaivén que nos lleva del exterior al interior,
que hace visible lo invisible, muestra lo que está oculto, adentrándose por espacios
que parecen penetrar en el interior de su propio ser. En este respecto, la artista afir-
ma: «es una pieza que te lleva en diferentes direcciones. Por un lado es fascinante
sentir como estas dentro del cuerpo, pero al mismo tiempo es desagradable. Es
seductor y desagradable al mismo tiempo» (Brown, 2016).
De este modo, a través de este juego polar, esta obra culminaba esa vía de ex-
ploración que Hatoum había desarrollado desde sus comienzos, presentando de
una manera más narrativa, más compleja, cuestiones acerca de las relaciones entre
lo interior y lo exterior, el traspaso de límites y la cosificación del cuerpo de nuestra
sociedad. El propio título de la obra, cuerpo extraño, sugiere diferentes metáforas
interpretativas a partir de esa imagen social que hemos creado. La artista introduce
ese cuerpo extraño dentro del suyo como muestra de violación máxima del ser
humano.
Hatoum debate así la aceptación sin cuestionamientos de prácticas como la des-
personalización del paciente en medicina, la cosificación del cuerpo como objeto
de conocimiento y la exploración eminentemente masculina del cuerpo femenino.
Frente a esta manera de proceder, su instalación, como la propia artista explica,
se trata de «una maravillosa paradoja entre el retrato de la mujer como víctima y
como vagina devoradora» (Archer et al., 1997: 71).
cimiento, en el que todo queda vigilado, unos seres humanos por otros. Lo más
desquiciante de este «dispositivo panóptico» de control es que con estas estrategias
se induce al prisionero a «un estado consciente y permanente de visibilidad que
garantiza el funcionamiento automático del poder» (Foucault, 1975: 204). Esto es,
hace que los efectos de la vigilancia sean permanentes, pese a que en ella haya
discontinuidades.
Las implicaciones de los mecanismos de control y la vigilancia serán una preo-
cupación constante en la obra de Mona Hatoum y un tema ampliamente desarro-
llado en obras en las que emplea su cuerpo o el cuerpo del público. Un buen ejem-
plo de ello es el vídeo Don’t Smile, You’re on Camera, presentado en el Battersea Arts
Centre de Londres en 1980. En el, la poética de la propia obra no sólo interacciona-
ba físicamente con el espectador, sino que ésta será la estrategia inicial para lograr
su participación a nivel interpretativo (Aguilar 2012: 23). La artista involucraba
corpórea e interactivamente al público, invadiendo las fronteras de lo privado y
confrontándolos directamente con la propia concepción del cuerpo.
Para ello, los asistentes eran dispuestos en varias filas frente a un monitor. La
artista se situaba frente a los asistentes e iba grabándolos con una cámara. Mientras
tanto, el monitor de vídeo iba mostrando «aparentemente lo que la cámara graba-
ba». En otra sala, un asistente iba mezclando las escenas que grababa Hatoum con
otras imágenes de dos cuerpos desnudos escaneados, de hombre y de mujer, de
manera que parecía poderse ver a través de sus ropas. De este modo, trataba de
hacer consciente al público de que eran constantemente sujetos de vigilancia, de
una mirada penetrante. Para conseguirlo, procedió de manera invasiva y agresiva,
traspasando, como la propia artista reconoce, los «límites personales» (Archer et
al., 1997: 12). Esta obra no dejó indiferente a los asistentes, provocando el enfado de
algunos de ellos durante la proyección.
El vídeo también incluía otro tipo de mezclas que buscaban, como indica Guy
Brett, el entretenimiento en lo perturbador (Archer et al., 1997: 71), haciendo un
cuestionamiento claro no sólo sobre la vigilancia, sino también sobre la cuestión del
género y las estructuras de poder inscritas en los cuerpos masculino y femenino.
Para ello, la artista combinó imágenes del cuerpo de hombres y mujeres, realizan-
do montajes superpuestos de los cuerpos de ambos sexos en posiciones cargadas
de un alto componente sexual. Hatoum, de este modo, convertía a los asistentes
en intérpretes y en actores, a través de sus propios cuerpos, mediante esa extraña
sensación por la que parecía que la cámara realmente estaba materializando su
interior, estaba penetrando en su más profunda intimidad.
De este modo, la artista trata de explorar el cuerpo como espacio simbólico,
como esa bisagra entre lo social y lo psíquico. Como explica Irene Ballesteros en
la introducción a su estudio el cuerpo es algo primordial: es el emisor, el receptor
y el mensaje y no deja indiferente a ningún espectador (Ballesteros, 2012: 23).
Hatoum comparte ese punto de partida fenomenológico que han desarrollado las
teorías feministas; las cuales tratan de comprender la forma en que las estructu-
ras políticas y culturales se promulgan y reproducen a través de actos y prácticas
individuales (Butler, 1986: 522). Ésta situará la base en el contexto cultural desde
4. Conclusión
Para finalizar, me gustaría cerrar estas páginas con una reflexión sobre el pós-
ter fotográfico gigante que la artista realizó en 1988 como proyecto para una valla
publicitaria urbana, Sobre mi cadáver. Esta pieza expone de una manera humorística
y mordaz el tratamiento del género que la artista Mona Hatoum presentará en sus
obras a través del cuerpo, de su cuerpo, de nuestros cuerpos. En ella aparece la cara
de la artista con semblante serio, haciendo frente, con una mirada crítica, la figurita
de un soldado de juguete. Obviamente, la pieza de juego hace referencia directa
a las estructuras de poder que se imprimen en nuestros cuerpos y actúan de una
manera restrictiva, en la construcción de nuestra propia identidad.
No es casual que ésta fuera la obra escogida para la exposición del Museo
Thyssen-Bornemisza Heroínas, donde se trataba de abordar la representación de
la mujer en los roles activos y la crisis de identidad de género en el arte occi-
dental. Lejos de esa imagen construida sobre la mujer que la define a partir de
dos modelos dominantes y complementarios (el de la maternidad y el del objeto
sexual), Hatoum invade el espacio artístico como sujeto activo, creador, que hace
frente y cuestiona la figura femenina pasiva y sumisa que se afianzaba en el ám-
bito cotidiano. Lo más interesante de esta propuesta es que la artista lo hace recu-
rriendo a los principales recursos por los que la sociedad ha sometido a la mujer.
En estas páginas he analizado el tratamiento del cuerpo, pero otro tema igual de
penetrante es la reflexión sobre el hogar y lo cotidiano que la artista realiza en sus
obras posteriores.
De hecho, el recurso del cuerpo como vía de expresión no se restringe exclusi-
vamente a su etapa inicial sino que será un tema recurrente que aparecerá en obras
posteriores a través de configuraciones diferentes al vídeo y a la performance. Un
ejemplo claro de ello es Public Garden (1993). Esta obra fue realizada con vello pú-
bico que la artista recogió durante sus años iniciales cuando estaba explorando los
desperdicios del cuerpo: recortes de uñas, vello púbico, pedazos de piel. La obra
expuesta años después estaba conformada por una silla de jardín de hierro forjado
que en su asiento tenía un triángulo con dicho vello púbico.
Si nos quedamos en la propia composición de la obra descubrimos que des-
de esa apariencia humorística y despreocupada la obra nos está confrontando con
el problema del género y los espacios prescritos a la mujer. No es casual que el
triángulo se sitúe sobre un objeto cotidiano, que se suele disponer en ese ámbito
del hogar asignado a la mujer. Por otro lado, el propio título de la obra, hace una
referencia directa a los ideales públicos y privados que la sociedad inscribe en la
feminidad. La propia artista reconoce que el título de la obra deriva del descubri-
miento que las palabras «público» y «púbico» venían de la misma raíz etimológica.
A modo de conclusión, cabe traer a escena las palabras de Judith Butler sobre
cómo deberían desarrollarse los estudios de género, porque resumen de manera
impecable el tratamiento del cuerpo femenino que hace Hatoum:
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Resumen
Este artículo tiene por objetivo analizar la novela Viento del este, Viento del oeste de
Pearl S. Buck en la que se manifiestan de forma única las tesis sostenidas por Edward Said
en su obra Orientalismo. Si bien Said se ha dedicado al estudio de las narrativas de los
siglos XIX y primera mitad del XX que tienen por objeto el análisis del choque cultural, no
ha extendido sus teorías a la dialéctica masculinidad-feminidad. Sin embargo, es posible
reconocer estas mismas categorías epistemológicas orientalistas en la configuración de los
relatos constitutivos de la esencia femenina. En este sentido, la novela pone de manifiesto
cómo esta configuración de la esencia femenina se realiza a través de un proceso violento
y cultural ejercido sobre el cuerpo. En particular, el artículo se centra en tres paralelismos
entre las tesis orientalistas y la construcción de la esencia femenina: a) La dicotomía Oriente-
Occidente; b) la bipolaridad femenino-masculino; y c) la dialéctica cuerpo-alma, que
muestran la perspicaz manera en que la narrativa corporal subyace a la configuración de la
autocomprensión existencial femenina.
Palabras clave: cuerpo, cultura, violencia, alteridad, femenino, dicotomía, orientalismo.
Abstract
This article analyzes the novel East Wind: West Wind of Pearl S. Buck, in which the theses
held by Edward Said in his work Orientalism are manifested in a unique way. Although Said
has devoted himself to the study of the narratives of the Nineteenth and the first half of the
Twentieth centuries that are aimed at the analysis of the cultural clash, he has not extended
his theories to the dialectic masculinity-femininity. However, it is possible to recognize these
same epistemological orientalist categories in the configuration of the constitutive accounts
of the feminine essence. In this sense, the novel shows how this configuration of the feminine
essence is realized through a violent and cultural process exercised on the body. In particular,
the article focuses on three parallels between the orientalist thesis and the construction of the
feminine essence: a) The East-West dichotomy; b) feminine-masculine bipolarity; and c) the
dialectic body-soul, which show the insightful way in which the body narrative underlies
the configuration of female existential self-understanding.
Keywords: Body, culture, violence, alterity, feminine, dichotomy, orientalism.
Sumario
1.- Introducción. 2.- Las categorías epistemológicas de Orientalismo en la novela Viento del
este, Viento del oeste. 3.- Noción primera de orientalismo: cuando la producción de la cultura
es violenta. 4.- Noción segunda de orientalismo: el silencio, la música y la concubina. 5.- No-
ción tercera de orientalismo: la medicina. 6.- Una alternativa al orientalismo: la conciencia de
la gestación. – Referencias bibliográficas.
1. Introducción
2 La cuestión acerca de si la mujer carecía de alma fue recurrente entre los Padres de la Iglesia. Tomás
de Aquino dedicó a esta materia en la Suma Teológica un análisis detallado (I, 93, 4 ad 1), en el que
es evidente la influencia de las concepciones aristotélicas: «Y es que la hembra es como un macho
mutilado, y las menstruaciones son esperma, aunque no puro, pues no les falta más que una cosa, el
principio del alma» (737ª, 27-30).
Vigilar y Castigar (2012), Foucault saca a la luz la influencia decisiva que tiene para la
configuración de la mente la violencia ejercida sobre el cuerpo. Agudeza clarividente,
precursora de las tesis de la plasticidad cerebral, mediante la cual el filósofo llega a
conclusiones que permiten sin vacilación encontrar la vinculación efectiva entre el
cuerpo y el espíritu, configurando toda una ontología material sustanciada en los
procesos físicos de dominio corporal. Y es esta idea la que también se encuentra en
el núcleo de las tesis orientalistas que ha ido desarrollando Edward Said (2003) para
analizar el fenómeno que se desencadena con la división cultural entre Oriente y
Occidente surgida a raíz del imperialismo y colonialismo del siglo XIX y del periodo
de entreguerras del siglo XX.
Said, mediante el estudio de las narrativas que han elaborado los escritores,
filósofos y demás autores durante este tiempo estudiado, saca a la luz las
categorías epistemológicas que subyacen al imaginario colectivo. Al método de
contar la historia sesgada por prejuicios configuradores de esencias lo denomina
orientalismo. La actitud orientalista es aquella, que consciente o inconscientemente,
reproduce determinados estereotipos dotándoles de estatuto de verdad universal.
La relevancia de este modo de proceder no es únicamente que se pueda cometer
una injusticia al tergiversar torticeramente la realidad, sino que el alcance del
orientalismo es más siniestro: aquello que considera verdad universal, despreciando
cualquier tipo de divergencia particular, es envuelto en una metodología capaz de
generar esencias reales y aceptadas de facto. Said sostiene que la imagen que Oriente
tiene de si mismo es reproductiva de dicha imagen y cala en la estructura cultural
para producir esencias construidas pero reales empíricamente. Este mecanismo
que despliega todo su arsenal en las relaciones entre Oriente y Occidente, como
muestra Said, opera de igual modo en otros ámbitos como en el de la configuración
de la esencia femenina. La mujer construida por las narrativas es la mujer que se
cree real y ajustada a lo que considera su esencia constitutiva. Pero además, la forma
de imponer ese modelo esencial, admirado y perseguido por la propia mujer, no es
únicamente mediante la estimulación de su imaginación, sino mediante la fuerza
ejercida sobre su cuerpo.
En las páginas que siguen me propongo analizar una novela (Viento del este,
Viento del oeste de Pearl S. Buck) en la que se manifiestan de forma única las tesis
sostenidas por Said en su obra Orientalismo. La dimensión original del planteamiento
que me propongo estriba en el hecho de que si bien Said se ha dedicado al estudio
en torno al choque cultural o de civilizaciones y a las narrativas de los siglos XIX
y primera mitad del XX que tienen por objeto esta cuestión, no ha extendido de
igual manera sus teorías a la dialéctica masculinidad-feminidad. Sin embargo, a
mi modo de ver, es posible reconocer las mismas categorías epistemológicas en
la configuración de los relatos constitutivos de la esencia femenina. La novela que
nos ocupa resulta particularmente ilustrativa porque ofrece tres paralelismos que
de las categorías y estructuras descritas por Said en Orientalismo a lo largo del relato
ofrecen un detallado análisis de la génesis de los preconceptos que constriñen la
comprensión de lo genuinamente femenino a través de la violencia ejercida sobre
el cuerpo de la mujer en todo tiempo y lugar.
Esta labor de identificación de las categorías orientalistas debe observar ciertas
salvedades que pueden imposibilitar la aplicación de las tesis de Orientalismo a la
novela debido a las aparentes diferencias entre el libro propuesto y el resto de obras
que analiza Said. En primer lugar, la localización geográfica en la que se desarrolla
la acción en la novela de Buck, China, apenas es mencionada por Said, ya que sus
tesis básicamente se circunscriben al llamado Oriente Próximo; por otra parte, la
novela está narrada por un personaje de origen nativo, a diferencia de las obras
analizadas por Said en las que el narrador es un observador independiente de la
cultura que describe. De hecho, la autora vivió parte de su vida en China, tuvo una
experiencia directa del país y la cultura, y, por tanto, representa una China real, ama-
ble, encantadora y con determinados elementos que podrían dar a entender que la
narración ha surgido de una mente china. Además, la novela está narrada en pri-
mera persona -es una mujer china la que cuenta sus vivencias- lo cual contribuye a
generar una atmósfera de realidad no mediada por un espectador ajeno.
Sin embargo, un análisis pormenorizado permite encontrar en la obra la lectu-
ra orientalista en todas las vertientes que Said presenta; pero además evidencia
una lectura biopolítica de la comprensión femenina sustanciada en la dominación
y modificación corporal que cala en el alma. A mi entender, esta circunstancia se
patentiza de forma evidente en la novela. Si bien cada uno es hijo de su tiempo, lo
cual cabe traducirse como condicionado por el contexto social, cultural y familiar,
también tiene una singularidad humana que se manifiesta en la escritura y la lectu-
ra. En la expresión artística salen a la luz dimensiones conscientes e inconscientes
de la persona: por una parte se plasman prejuicios, cosmovisiones de la época,
costumbres o educación recibida, pero también los sueños, deseos, miedos, el al-
truismo o la perversidad. Esta segunda dimensión no se haya profundizada en la
obra de Said, sino que si se puede encontrar algún viso de este nivel de análisis es
bastante velado. Por el contrario, esta segunda esfera, propiamente afectiva, apare-
ce en la obra de Buck con fuerza constituyente3 y, por tanto, no puede ser soslayada
en un discurso explicativo de las fuerzas configuradoras de la alteridad como Said
pretende describir.
3 Peter Conn (1996) ha estudiado bajo su particular concepto de «occidentalización» cierto fenómeno
que puede responder a la dimensión señalada y que complementaría la visión orientalista.
del este, Viento del oeste predispone de manera coyuntural a una actitud previa no
neutral que va a asumir el lector en su aproximación inicial a la obra: va a asumir la
idea de una realidad polarizada. El lector sabe que el título no refiere a la existencia
efectiva de dos vientos distintos, sino que se trata de una metáfora que divide la
realidad en dos secciones encontradas y antagónicas. El pensamiento humano,
capaz de interpretar poéticamente las palabras más allá de su referencia semántica
inmediata, produce una asociación y tiende a sospechar con acierto que lo que se
va a suceder en la acción es la representación de dos identidades contrapuestas,
enfrentadas por una coma y esencialmente opuestas. Esta apreciación se sitúa en
un nivel formal de análisis, puesto que por el momento solo se ha discernido la
estructura propia sobre la que se construye la novela; cuales sean los contenidos
que rellenarán el esqueleto presentado es otra cuestión. Sin embargo, hay una
pregunta previa que es relevante dilucidar: la posición que ocupa el propio lector
en la narración.
La novela cuenta un relato en primera persona, pero va dirigido a alguien con-
creto y localizado geográficamente. Nada más abrir el libro nos encontramos ante
una frase lapidaria: «Habla una mujer china». En medio de la primera página y de
forma desnuda se ha lanzado tal expresión, más bien parece una advertencia, el
mensaje se capta como una exhortación que nos avisa: «cuidado, esto es verdad,
porque habla de China una mujer china». El lector queda totalmente indefenso,
no puede restar autoridad a cualquier afirmación que bajo tal premisa pueda de-
cirse. Empero, el juego literario es más sutil. La voz que habla es la de Kwei-lan.
El personaje de Kwei-Lan representa a una mujer china pero es producido por
Pearl S. Buck, autora de la novela y de nacionalidad americana, por tanto, fruto de
la imaginación de una mujer occidental que vive y experimenta la realidad china.
Tal circunstancia lejos de quitarle toda legitimidad al argumento, lo fortalece, la
autora tiene autoridad en la materia porque conoce la realidad china, porque vive
en China. Seguidamente el capítulo prosigue: «A ti puedo hablarte, hermana, como
a ninguna de mis verdaderas hermanas de raza. ¿Qué saben ellas de esos países
lejanos donde vivió mi marido durante doce años? [...]Es cierto que tú perteneces
a esas tierras donde mi marido estudió sus libros occidentales» (Buck, 2002: 11).
El texto ya ha situado al lector y este a su vez ha tomado una posición subjetiva
que no es neutral, no puede serlo, porque el texto le ha interpelado directamente, lo
ha clasificado, y le ha obligado a realizar una primera valoración del modo en que
se va a aproximar a la novela. El lector, con apenas dos párrafos, ha realizado un re-
paso mental a todas sus imágenes y preconcepciones de China, que entiende como
la alteridad, lo no-yo, porque el lector inexorablemente es occidental y va a dialogar
con una mujer china. La tesis orientalista apuntada por Said se manifiesta en todo
su esplendor. No hay duda a partir de estas afirmaciones proferidas por Kwei-lan
que se va a trazar una diferencia ontológica entre Oriente y Occidente que da lugar
a la configuración de identidades contrapuestas. Y esta separación en modo alguno
es inocente, está ya cargada axiológicamente de prejuicios valorativos. Si bien la
contraposición es consustancial al concepto de diferencia –algo es diferente porque
no es lo mismo, es lo no-yo– la configuración de alteridades conlleva la creación
Los tópicos e imágenes que una cultura tiene de otra se repiten a lo largo de
los tiempos, van calando en una conciencia que no se configura únicamente como
conocimiento social neutro de la alteridad, no es tan cándida, sino que estas afirma-
ciones más bien enmascaran toda una conciencia geopolítica, que perfila y dirige
los procesos de actuación en las distintas esferas públicas y privadas. No es en
absoluto trivial el hecho de que Buck fuese una mujer occidental, americana, hija
de misioneros también americanos, ubicados en China a los pocos meses de nacer
la autora. Los padres de Buck no acudieron a este país en cariz de inmigrantes, sino
de misioneros, por tanto, con un objetivo previo y unas preconcepciones de aquello
que iban a encontrar y, sobre todo, corregir. Buck fue educada en colegios america-
nos y británicos y se licenció en una universidad americana en Filología Inglesa. Si
bien es cierto que hablaba chino y bebió de la novela china, los textos a los que tuvo
acceso durante sus estudios y su formación universitaria, además de la educación
recibida en casa, de ninguna manera fueron los propios de una mujer china, sino
de lo que ella era: americana.
El hecho de que la novela presente en todo momento esta estructura dual, orien-
te-occidente, no es accidental. La técnica narrativa que configura esta separación
incuestionada es perfectamente sutil. No se debe olvidar que aquello que el lector
va a observar será mediante los ojos de Kwei-lan, una mujer china. Sin embargo
la novela es una representación y no un testimonio y Kwei-lan es un personaje en-
carnado por la propia autora y por su particular visión fruto de su experiencia de
China. En determinados pasajes sale a la luz la cosmovisión occidental disfrazada
de mentalidad asiática, al observar que todas aquellas cosas que a Kwei-lan le pare-
cen exóticas o extrañas de la cultura occidental, con la que se ve obligada a convivir,
en realidad no son sino el tipo de objetos y prácticas que llamarían la atención a un
occidental de la cultura china4. A nivel formal, lo extravagante de los acontecimien-
tos o costumbres seleccionadas en la novela lo es para un occidental, pero Buck ha
utilizado un recurso perspicaz, que es presentar el contenido de forma inversa: lo
singular de las costumbres occidentales que chocan a una asiática. De este modo
4 Esta cuestión ha sido trabajada por F. Wallner mediante su concepción del Realismo Crítico y su
método de «strangification». Wallner sostiene que aquello que evidencia unas características
metafísicas constructivas de la cultura se patentiza en el extrañamiento y alienación que se produce
en el momento de la confluencia cultural.
cierta lógica mercantil: no es fruto del amor, sino de un contrato. En ese convenio
se evidencia una falta de acuerdo, hay consentimiento pero es tácito. El problema
principal del arreglo contractual estriba en la falta de entendimiento fruto de cierto
choque cultural. El marido de Kwei-lan ha estudiado medicina en Occidente y está
fuertemente occidentalizado. Los problemas de comprensión entre los cónyuges
radican en esta circunstancia: Kwei-lan piensa y se desenvuelve según la ortodoxia
china y su marido hace lo propio desde un punto de vista occidental. Se plasma así
la dialéctica entre las civilizaciones del Este y del Oeste. Pero en todo este proceso
de sumisión a la transacción impuesta, la novela rescata un ente subversivo:
el enamoramiento del hermano de Kwei-lan, heredero de la familia, de una
extranjera, norteamericana, rubia de ojos azules, con la cual contrae matrimonio,
contraviniendo de este modo toda la tradición china y sumiendo en la desesperación
a toda la familia. Si bien es cierto que el matrimonio entre el hermano de Kwei-
lan y la mujer norteamericana podría leerse como un acercamiento de Oriente
a Occidente, lo cierto es que aquel que sufre las consecuencias, contradicciones
y cambia su estatus es el hermano heredero, pero no existe una reciprocidad en
la influencia sobre Occidente. Oriente queda modulado, manipulado, creado,
transformado en cada uno de los personajes que aparecen en la novela, puesto
que todos y cada uno quedan mutilados en su identidad. Sin embargo, no ocurre
de igual manera en el polo occidental en el que nadie se ve afectado por su
relación con Oriente, ni siquiera la mujer norteamericana. Aunque el hermano de
Kwei-lan es desheredado, la novela destaca el «triunfo del amor»: encarnado por
la dominación de Occidente sobre Oriente en todas las facetas. Esta victoria de
Occidente sobre Oriente no se produce de manera amable, sino que cuesta sangre y
esta es femenina. Esta conquista, lejos de ser moral o espiritual, es eminentemente
física: el instrumento que vehiculiza el poder de Occidente es el cuerpo femenino
cosificado para su posterior re-animación carente ya de identidad propia.
que representan a una y a otra cultura están divididos por sexo: los masculinos
recrean Occidente y un paradigma androcéntrico y los femeninos hacen lo propio
con Oriente y su cosmovisión ginocéntrica. Me he tomado la licencia de realizar
esta metáfora porque no creo que con ello violente las ideas de Said, aún más,
considero que las corroboran. Said en sus escritos a menudo realiza este tropo para
presentar de una manera muy gráfica la relación singular de dominación de Occi-
dente sobre Oriente que se ve reflejada en cierta tensión sexual.
Las características que he escogido no son arbitrarias, sino que además de ser
centrales en la obra, clasifican y califican como distintivos de suyo la imagen que
Occidente tiene de China, y, por tanto, responden a sus sueños y expectativas. Lo
exótico, lo delicado y la sensualidad silenciosa conviven en un país cuyo encanto
reside para Occidente en el detalle, el símbolo cuidado y los movimientos reposados
y sutiles. Todo lo cual dota a la idea de China de una impenetrable y melancólica
belleza. ¿No son acaso éstas las virtudes que Kwei-lan debe poseer y aprender para
ser del gusto de su amo y señor?
La madre de Kwei-lan, mujer a la que se describe como ejemplo de honorabi-
lidad y fidelidad a las tradiciones, se nos representa «con su rostro tranquilo y su
acostumbrada expresión de infinita tristeza», aparece como una mujer misteriosa,
impenetrable, encerrada en la amargura de su mundo interior. Instruye a nuestra
heroína en los deberes, obligaciones y virtudes que debe tener una mujer china
aristócrata y digna. De este modo le dirá:
...te enseñé a preparar y servir el té a una señora de edad [...] cómo se escucha
en silencio cuando habla una anciana [...] Siempre y en todo te he instruido en la
necesidad de someterte como una flor se somete a la lluvia y al sol. Pensando en tu
marido te enseñé cómo debes ataviarte, cómo se le habla con los ojos y la expresión
pero sin palabras (...) lisonjearle con la ingeniosa preparación de comidas […] el
matiz de la sonrisa […] en las mujeres la instrucción ha sido siempre un detrimento
de la belleza (...) conoces el arte del arpa [...] instrumento utilizado por las mujeres
para deleitar a sus señores (Buck, 2002: 20).
Todo el catálogo de enseñanzas mencionadas nos acerca cada vez más a la at-
mósfera china, cargada de matices, gráciles movimientos y una belleza fría como
el témpano. No hay atisbo de pasión y ninguna emoción aflora, este mismo tono
dirige toda la novela. No hay sobresaltos ni acciones espontáneas, todo se encuen-
tra debidamente medido. Incluso cuando aparecen exclamaciones que desean ser
gritos de miedo o pánico, la voz de la mujer china es una voz ahogada, a menudo
sofocada por la importancia de la narración, que se apodera del propio sentimiento
o forma de pensar de la mujer. Se nos presenta a una mujer cerrada, instruidamen-
te reservada, impenetrable, tanto que a menudo parece incapaz de dar opiniones
fundadas. El silencio marca la esencia de China, de Oriente, de la mujer. Occidente
será aquél que tome la iniciativa y dará voz a aquel que no puede hablar. Ese si-
lencio no es una ausencia de sonido sino de la palabra. China se oye, suena tierna y
apacible. China no ofrece resistencia, se somete y desea deleitar a su amo. Kwei-lan,
mujer, actúa del mismo modo. Sin embargo, en los oídos, no habituados a escuchar
los matices sutiles del sonido vital de China, los rumores quedan perdidos, como
acordes mutilados en medio de cierta algarabía, curiosa por esas notas exóticas y
extrañas que pueden servir un rato de pasatiempo:
Los dos rasgos que caracterizan la quimera china poseen un denominador co-
mún: la búsqueda del deleite y el beneplácito del Señor. El sexo exótico despide una
sensualidad única que fascina al imaginario occidental y la figura de la concubina
encarna esta imagen a la perfección. La concubina no es una esclava; el dominio
sobre ella es aún más profundo: a través de su cuerpo, se penetra en su alma.
La figura de la concubina se erige en todo un ideal concupiscente. Es un medio
para el desahogo de secretos placeres y para que afloren los deseos más profundos
por una razón simple: sobre la concubina pesa un contrato tácito de propiedad que
le impide revelar la intimidad más siniestra de su dueño. La concubina no tiene
voz ni capacidad de acción, pero es un objeto animado, no es una muñeca inerte
sino una bailarina nacida exclusivamente para deleite de su amo. Esta relación es
una relación aceptada, sumisa y obediente e incluso se manifiesta como anhelada.
La función última de la concubina es engendrar los vástagos del amo5 y ofrecer el
máximo placer que un cuerpo pueda proporcionar sin reclamo alguno de recipro-
cidad: la experimentación del placer está restringida al sujeto, la concubina en tan-
to cuerpo objetivado se caracteriza exclusivamente por su funcionalidad. Pero al
violar el cuerpo a través de la relación sexual consentida porque no hay alternativa
vital, se penetra también en el alma mediante la ilusión de un amor ciego y devoto
de la mujer hacia su señor.
5 En la idea de la mujer china se proyectan los deseos de Occidente sobre Oriente, así como sus anhelos,
ansias y miedos, todo ello imbuido de cierto sentimiento y necesidad de dominación.
6 Las tesis de Stanley Cavell (2002) explican este deseo de penetración en lo no-yo como una posibilidad
de escapar de la cruda realidad de no ser metafísicamente perfectos, de tener conciencia de esa
finitud cuyo recordatorio e imagen continua es la existencia de la alteridad, impenetrable, oculta a
mi conciencia.
ban para formar esa estructura sólida de la mentalidad europea. Hoy por hoy la
misma función la llevan a cabo los estudios científicos cuya verdad queda legiti-
mada por los avances en la precisión tecnológica. Las fronteras se hallan trazadas
y la realidad dicotomizada en un Nosotros y en un Ellos por ese ente mediato que
impide una apertura mental no hacia la alteridad, puesto que esto precisamente es
lo que cuestiono, sino hacia la aceptación de lo que en definitiva somos: diversidad
individual y preocupación colectiva, caída obligada en la conciencia de nuestra
finitud insalvable.
Esta idea de la ciencia como estructura totalitaria que no solo explica, sino que
amputa y reconstruye, se encuentra ejemplificada en la novela mediante la figura
de la medicina. La medicina, de hecho, es un recurso constante de toda la obra
puesto que será sobre su base sobre la que se proferirán las dualidades entre oc-
cidentales y orientales pero con un matiz sutil y perverso. Precisamente, en estas
distinciones binarias entran en juego de forma expresa los juicios valorativos. La
medicina occidental, que ejerce el marido de Kwei-lan, es un conocimiento fiable,
racional, seguro, cierto y el único que puede ser efectivamente curativo. Sabiduría
y ciencia son una y la misma cosa en este modelo de racionalidad.
Los conocimientos curativos de la China tradicional son de carácter mágico, su-
persticioso y fundado en creencias irracionales y ridículas. El marido de Kwei-lan
está investido de la autoridad propia del científico y ejerce una disciplina: la cura-
ción occidental es dolorosa, violenta y única y exclusivamente física.
El precioso y sobrecogedor pasaje del desvendado de pies reproduce de ma-
nera excepcional la violencia física que rompe el alma. La plasticidad de la escena
sirve a la perfección para extraer una conclusión última:
Kwei-lan nació mujer, con voz y entidad propia, y tenía que redimir su pecado. La
cultura a la que pertenece le dice cómo sobrevivir en su mundo; hay una posibilidad
de redención ejerciendo la violencia sobre su cuerpo para encajar en los estereotipos
de belleza culturalmente sancionados. Silenciosa. Sutil. Invisible. Pero entonces el
Viento del Oeste trae consigo una nueva transvaloración que no va a dejarla inmune.
Su marido, una vez ha gustado su cuerpo, la ha horadado y ya no la considera una
virgen, ha de reconstruirla como él desea. No es atraído por su belleza, que tanto
esfuerzo, lágrimas y sangre le ha costado. Kwei-lan debe someterse a un imperativo
nuevo, que no entiende, y lo hace sin oponer resistencia, como siempre, no por los ar-
gumentos racionales que le da su marido sino por un sentido del deber que le obliga
a obedecerlo en todo. El marido actúa con la legitimidad y la autoridad que le aporta
la disciplina de la que es experto y sigue el método que le impone el discurso propio
de tal saber. Toda una anatomía del poder se despliega ante nuestros ojos: el ejercicio
de la disciplina sobre el cuerpo llega hasta el alma. Kwei-lan no tiene consuelo, no
puede tenerlo: su mayor virtud, su belleza, está despreciada y se le impone un canon
nuevo para el que ella no tiene sensibilidad, y, por ello, simplemente, no pude com-
prenderlo. Se ha visto mutilada: espiritual y físicamente mutilada.
Le quedarán por siempre los estigmas marcados en su cuerpo violentamente:
los estigmas de su propia cultura, los estigmas de la cultura que la posee y los es-
tigmas de su sexo, mujer.
Así que este es el principal tema intelectual suscitado por el orientalismo: ¿se
puede dividir la realidad humana, como de hecho la realidad humana parece
estar auténticamente dividida, en culturas, historias, tradiciones, sociedades e
incluso razas claramente diferentes entre sí y continuar viviendo asumiendo
humanamente las consecuencias? (Said, 2003: 75).
Y yo añadiría la ubicua división esencial entre sexos que atraviesa todas las otras
divisiones mencionadas. La situación descrita, a mi juicio, no es antihumana, sino
desmedida. Es un hecho incuestionado que la visión que ha gobernado el mundo
es androcéntrica. No me estoy irguiendo en la nueva Lisístrata y posicionando en
el nivel pueril de anunciar una batalla de sexos fáctica, ni estoy hablando de hom-
bres y mujeres reales, sino de algo mucho más profundo que atañe a la estructura
mental de toda la humanidad en la que por supuesto se incluyen ambos sexos. En
definitiva, si se eliminan características humanas de lo humano, nos encontramos
ante un ser deshumanizado, incapaz de dar cuenta de sí mismo, ni del otro. El ex-
ceso y la carencia en un mismo sujeto no pueden sino dar lugar a seres deficientes,
monstruosos. La humanidad que debe ser rescatada es la visión ginocéntrica que
está condicionada por la experiencia corporal vinculante. El acto de fusión amo-
rosa y la maternidad suponen diferencias básicas con respecto a la violación y a la
fecundidad antes aludida. El hecho de la maternidad, en el que participan ambos
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Resumen
Investigar el nexo causal que existe entre el cuerpo entendido como espacio de resisten-
cia política feminista y la paralización y asimilación de ese cuerpo a través de un entramado
normativo y clínico que acusa de «locas», «perturbadas» o «delirantes» a quienes se posi-
cionan contra los distintos dispositivos de poder es el objetivo principal de este artículo.
En primer lugar se estudia la reacción simbólica de Antígona y el veredicto de locura que
recae sobre ella, antesala de su posterior sentencia a muerte. A continuación, el intento por
reintegrar la locura y el delirio a la vida consciente del ser humano tal y como aparece en la
obra de María Zambrano. Por último, la lucha cuerpo a cuerpo de Femen, la reacción tanto
de las instituciones como del poder político y la categorización de su actitud como delirante.
Palabras clave: locura, normatividad, feminismo, género, poder.
Abstract
The aim of this paper is to analyze the causality between the body, understood as a space
of feminist political resistance, and the suspension and assimilation of that body through a
normative and clinical framework that accuses of «mad», «disturbed» or «delirious» those
who take a stand against the different devices of power. First of all, I study the symbolic
reaction of Antigone, the verdict of madness and her subsequent death sentence. Next, the
attempt to reintegrate madness and delirium into the conscious life of the human being as
formulated by María Zambrano. Finally, Femen’s bodily struggle, the reaction of institutions
and political power and the denouncement of madness that falls on them.
Keywords: Insanity, normativity, feminism, gender, power.
Sumario
1.- Introducción. 2.- Entrañas. 3.- Piedad. 4.- Corpus delirii. 5.- Locura. 6.- Les Antigones.
–Conclusiones. –Referencias bibliográficas.
1. Introducción
reflexiones sobre el cuerpo como sujeto político y sobre una de las estrategias de
las que se ha servido el statu quo para producir, desubjetivizar e instrumentalizar
ese mismo cuerpo: la que pone a su servicio la legalidad jurídico-política y la
psiquiatrización disciplinaria. Esta doble vía normativa hace posible la construcción
de la categoría de lo corporal como algo uniforme y estable, incomunicado,
cerrado sobre sí y circular, suprimiendo las superficies laminares que lo conforman
y desplazando toda esa amalgama de flujos, relaciones y compuestos, fibras
conjuntivas, caudales y ramificaciones que forman parte de su estructura interna.
Una vez prefijado, una vez situado y construido un esquema corporal determinado,
resulta sencillo patologizar al cuerpo o a los cuerpos que no se ajustan a ese modelo
objetivo. Estas consideraciones me llevan a pensar en un arquetipo como primer
polo de resistencia contra las aspiraciones totalitarias y los reflejos condicionados
arbitrarios que imponen sobre el cuerpo una categorización tan restrictiva: el cuerpo
de Antígona, la joven que levanta su voz contra Creonte, tirano de Tebas en el que
se concentran los rasgos fenotípicos y psicológicos que encontramos en personajes
históricos como Hierón, Calvino o Franco –megalomanía, exigencia de obediencia
y subordinación, violencia descarnada y sumisión a la norma, cualquiera que esta
sea. Utilizaré los torsos desnudos de Femen y sus tácticas de acción directa como
segundo polo de mi argumentación para estudiar cómo la Realpolitik desvirtúa a
sus activistas acusándolas, entre otras cosas, de desplegar acciones desordenadas
y punibles que pertenecen al ámbito de la demencia y la locura2. Entre esos dos
polos situaré, como un cable subterráneo que se extiende entre las costas de dos
continentes lejanos, el pensamiento de María Zambrano, sobre todo en lo que este
tiene de corporal, a saber: la materialidad de las entrañas, el concepto de piedad
y su misma experiencia delirante. Por último, me aproximaré críticamente a la
figura de Antígona analizando la reapropiación que ha hecho de ella el movimiento
francés Les Antigones.
2. Entrañas
Tras la ruina y hundimiento de las dos naves en las que trascurre su vida, la
política y la genética, Antígona, sola en la inmensidad de un océano desconocido,
decide quitarse la vida ante la perspectiva de ahogarse lentamente como el náufra-
go que perece tras el resquebrajamiento de su barco. ¿O no fue exactamente así?
¿Puede reducirse un personaje tan complejo y rico en matices psicológicos a la
muerte voluntaria? ¿No hay algo en Antígona que se resiste a ser conceptualizado
de esa forma? Posiblemente. La joven virgen se encuentra en un espacio de pura
3 El primer hexámetro de la tragedia, o koinon autádelphon Isménes kára (¡oh Ismene, hermana entre
hermanas, de mi misma sangre!), se pliega en una multitud de planos hermenéuticos. Steiner
lo ha examinado con rigor filológico (Steiner, 1987: 163 y ss.). La traducción de Hölderlin –
Gemeinsamschwesterliches ! o Ismenes Haupt !– quizá sea uno de los intentos más precisos por verter a
una lengua moderna la palabra de Sófocles (Hölderlin, 1959: 223).
4 La traducción de los fragmentos de la obra de Sófocles, así como las traducciones de los manifiestos,
artículos y ensayos no publicados en castellano o catalán son mías.
de Zambrano, como los senderos del jardín de Borges, se bifurcan. Para Zambrano,
Antígona no puede cometer un acto tan desesperado y violento como el suicidio
porque no ha tenido tiempo de explorar esa posibilidad vital. La joven tebana es
una sombra, una ensoñación o, más bien, una crisálida inmovilizada en el lapso
que va de su estado larvario a la mariposa que es en potencia:
3. Piedad
4. Corpus delirii
11 En la obra de Irigaray (1993), pero también en la de Honnig (2013) y Taxidou (2107) pueden
encontrarse los cimientos de una interpretación agonística en clave feminista de la sororidad o
hermandad de mujeres que hace posible Antígona.
12 Hay que señalar, no obstante, que el radical indoeuropeo del campo semántico «manía» es mnyo-,
forma sufijo de la raíz men-, pensar. El lingüista francés Pierre Chantraiine argumenta que el verbo
griego «enloquecer» (mainomai) se ha disociado de la noción general de «pensar» para aplicarse a la
noción de «ardor loco» y «furioso» (Chantraiine, 1968, 658). Aun así, ¿no es ya la locura una variante
y, sobre todo, una posibilidad lógica del pensamiento, y viceversa?
13 Conocido es el análisis de Heidegger de estos versos de Antígona (Heidegger, 1987: 136 y ss.). No
obstante, su exégesis está influenciada decisivamente por lo que, según Zambrano, palpita en el
proyecto metafísico occidental: «la metafísica europea es hija de la desconfianza, del recelo y en
lugar de mirar hacia las cosas, en torno de preguntar por el ser de las cosas, se vuelve sobre sí en un
momento distanciador que es la duda […]. La razón se afirmaba cerrándose y después, naturalmente
ya no podía encontrar otra cosa que a sí misma. De ahí la angustia» (Zambrano, 2015: 747-748). La
angustia parece ser la raíz originaria de la metafísica, pero solo parece ser: en la metafísica griega –y
Antígona supone, entre otras cosas, una síntesis del pensamiento metafísico griego– la transparencia,
la luz y la esperanza conviven con las tinieblas que se acumulan en las galerías de la razón. Sófocles,
no hay duda, anticipa en el primer canto del coro que nada hay tan terrible como el ser humano. Sin
embargo, añade que poseído como está de una destreza sinigual para inventar nuevas posibilidades
de vida, el sapiens se deja llevar unas veces por el mal, otras por lo esthlós, i.e., por lo que es noble
y moralmente bueno (v. 366). La palabra de Sófocles nombra por tanto la alienación y la violencia
y alerta sobre los peligros inherentes a toda acción humana. No obstante, enumera también las
posibilidades de una vida diferente. Esa dualidad moral está inscrita en el proyecto existencial
del hombre griego como las palabras fuck y morals están pintadas en los torsos desnudos de las
activistas de Femen. Privilegiar uno sobre otro como hace Heidegger es erróneo: se trata de trayectos
contrapuestos que no son sino sendas de un mismo camino.
(v. 334). En Zambrano también se produce una metabolización del delirio o, más
bien, de los delirios, a los que integra en su propia vida y plasma en sus escritos. Los
delirios representan para la pensadora malagueña la contrapartida o lado opuesto
de una subjetividad múltiple que se cuestiona a sí misma y se reinventa, y nada
tienen que ver, por tanto, con los trastornos cerebrales transitorios y los cuadros
descriptivos de la psicología clínica: «es el propio ser el que se manifiesta en el
delirio, el ser no vivido, no vivido, la posibilidad. Eso es el delirio, una posibilidad»
(Zambrano, 2014: 287).
La locura de Antígona, sin embargo, no se representa en escena como una
posibilidad del coraje sino como una desviación física de la razón. Ya Ismene
le advierte en el proemio de lo insensato de su conducta y el corifeo canta en la
segunda antistrofa que Antígona ha cometido una aphrosyne, un disparate (v. 383).
Efectivamente, los programas clínicos se han desarrollado a menudo gracias a
que el cuerpo de la mujer es analizado e integrado en el campo de las prácticas
médicas en virtud de una patología que le es intrínseca: su sexualidad desbordante
(Foucault, 1998: 127). El renombrado alienista Jean Étienne Dominique Esquirol,
tras realizar en 1817 la autopsia a la revolucionaria Théroigne de Méricourt, fija los
parámetros de patologización de las activistas feministas a partir de un esquema
triple: desacredita sus acciones (son peligrosas, irresponsables y deplorables),
híper-sexualiza a las militantes (las llama ninfómanas, prostitutas, locas por su
cuerpo y por su útero) y especializa su locura (las hay histéricas, como también
monomaníacas ambiciosas o locas lúcidas14) (Ripa, 2017). La idea que articula
Esquirol tiene, como mínimo, dos estratos o sedimentos: en un primer nivel, leemos
que las mujeres que cuestionan el poder constitutivo están privadas del juicio o del
uso de la razón. Sin embargo, al profundizar en su argumento, puede percibirse
nítidamente la sentencia que afirma que, ontológicamente, la categoría ‘mujer’ es
una desviación del estado de equilibrio15.
Hoy no es difícil comprobar cómo se trata de aplazar las demandas y aplacar a
las activistas feministas que se enfrentan al statu quo a través de unos programas
preceptivos que tienen en la histerización del cuerpo a su pièce de résistance. Esta
es, no por casualidad, una de las estrategias que se ha seguido contra Femen. Pero,
¿qué o quiénes son Femen? En 2008 tres jóvenes ucranianas –Anna Hutsol, Inna
Shevchenko y Oksana Sashko– forman en Khmelnytskyi una célula feminista
organizada al modo de los grupos de afinidad libertarios para protestar contra el
turismo sexual de Ucrania en particular y contra el trasfondo de la siniestra industria
del porno en general (Venner, 2017). Desde entonces, Femen ha ganado notoriedad
debido, en parte, a que sus acciones han desbordado el ámbito nacional para
Las activistas de Femen consideran que las instituciones religiosas, los Estados
autoritarios y la industria sexual han ido tejiendo sobre el cuerpo de la mujer una
camisa de fuerza vaporosa que la envuelve y paraliza: «el cuerpo se le ha arrebata-
do a la mujer y ha sido objeto de una explotación patriarcal monstruosa. El control
absoluto del cuerpo de la mujer es el principal instrumento con que se la oprime
[…]. Que la mujer proclame que es dueña de su propio cuerpo es el primer paso y el
más importante para que consiga la libertad» (Femen, 2014: 6). El que expresen con
sus pechos desnudos el conflicto que opera entre corporeidad, de un lado, y estruc-
turas políticas falogocéntricas de otro, constituye la forma visible de su rechazo a la
sumisión, accesibilidad y disponibilidad de sus cuerpos. Sus acciones en la cumbre
de Davos, en iglesias, prostíbulos y mezquitas, en la feria comercial de Hannover
o en el Gran Premio de Automovilismo de Montreal son la consecuencia lógica de
ese odio no disimulado contra el orden establecido con las que, a su vez, amplían
el campo hermenéutico de los estudios de género.
5. Locura
En este punto parece pertinente preguntarse cómo han reaccionado las insti-
tuciones a las que Femen se enfrenta en un conflicto permanente desde hace diez
años. Portales católicos, movimientos musulmanes y medios de comunicación de
distinto signo han mostrado su consternación y repulsa frente a las acciones di-
rectas de Femen. En 2014 unas activistas españolas lanzaron bragas pintadas de
rojo a Rouco Varela, arzobispo de Madrid. En el blog de Infovaticana se denuncia
el hecho con un editorial titulado «FEMEN: el timo de la juventud superficial y el
control mental». En el artículo se tilda a las activistas de marionetas y se afirma
que están endemoniadas: «creo que detrás de ellas está el demonio, pero se trata
de un demonio de carne y hueso, encarnado en hombres que quieren arrancar a las
mujeres su condición más auténtica y sagrada: la de ser madres»16. Asimismo, New
English Review, una revista norteamericana conservadora que ha estado estrecha-
El día de Navidad es la época del año favorita de los musulmanes para llevar a
cabo ataques contra los cristianos en Oriente Medio, y sus imitadores occidentales
parecen tener la misma predisposición. Una activista del grupo feminista Femen,
Josephine Witt, interrumpió la misa navideña de la Catedral Mayor de San Pedro,
en Colonia […]. Desnuda, subió al altar gritando ‘yo soy Dios’, palabras que
tenía pintadas en su cuerpo. La belleza de la Misa de Navidad alterada –siquiera
por unos momentos– by the beast of deluded madness, por la bestia de la locura
alucinada17.
Entre los sectores más conservadores del sur de Alemania la acción directa de
Femen causó estupor. El diario de Colonia Express publicó en portada el siguiente
artículo: «Después del ataque en topless [el cardenal] Meisner dice de la activis-
ta de Femen: ‘es una pobre mujer enferma’». Y prosigue con unas declaraciones
del entonces cardenal: «todos merecen la bendición, incluso la mujer perturbada
(verwirrte) de antes»18. Es posible que el Express se sintiera también atacado, directa
o indirectamente: su edición digital dedica toda una sección a la pornografía, uno
de los objetivos de Femen. En otro artículo del Hufftington Post titulado «Femen:
Please Slow your Roll», Vlad Chituc informa del International Topless Jihad Day
organizado por Femen en abril de 2013. Amina Tyler, activista tunecina del grupo,
pintó la palabra Femen junto al muro de un cementerio de la ciudad de Kairouan
donde el grupo salafista Ansar Sharía había convocado un acto (Chiappelli, 2016).
Fue detenida por ello: «los informes revelan que Amina fue internada en un hospi-
tal psiquiátrico, y muchas figuras islámicas de alto rango han pedido una respuesta
de extrema violencia a sus fotos»19.
El establishment político también se ha visto contrariado por las acciones de Fe-
men. En muchos casos la respuesta ha sido puramente judicial y se ha denunciado
a sus activistas por conducta indecente, actos dolosos o exhibicionismo. En otras
ocasiones, sin embargo, se las ha atacado, bien en primera persona, bien a través
de medios de comunicación afines, aludiendo a su comportamiento delirante. En
Francia, que Inna Shevchenko inspirara la imagen de Marianne en los sellos oficia-
les del país, símbolo y encarnación de la República, provocó airadas reacciones. La
revista digital 24heuresactu.com relata con indignación: «mientras Kiev espera más
6. Les Antigones
o una modalidad de acción directa que utiliza una gramática desafiante para lla-
mar la atención sobre técnicas político-sociales de subordinación de los cuerpos. En
todo caso, su puesta en escena parece no dejar indiferente a nadie. En 2013 se da a
conocer en Francia un grupo de mujeres autodenominadas Les Antigones después
de que una de sus activistas se infiltre y sea entrenada por Femen24. Les Antigones
lo forman unas cincuenta mujeres que no se adhieren a confesión o partido político
alguno ni tampoco se reconocen en lo que para ellas es la ideología minoritaria
pero dominante de las teorías de género y el sextremismo:
Si la primera acción de Les Antigones fue una rebelión contra Femen, oponerse
a ellas no es nuestra meta […]. Abogamos por la feminidad de las mujeres: ésta
es nuestra naturaleza coherente y profunda. La afirmación es el primer paso
para enriquecer a la sociedad con lo mejor de nosotras mismas. Cada una de
nosotras lleva en sí la promesa de ser una mujer consumada y comprometida. […].
Nosotras, Les Antigones, privilegiamos la legitimidad sobre la legalidad. Si las
leyes escritas por los hombres anulan las leyes naturales –es decir, las normas no
escritas que son la base de la experiencia humana– tenemos el deber de rebelarnos.
No permitiremos que la common decency, la sensatez y la dignidad que deben regir
las leyes y los acontecimientos de nuestra sociedad queden sepultados 25.
24 La literatura ha sido más precisa a la hora de proyectar los personajes de la tragedia sobre el papel
de calco de la historia, y más plausible es identificar a Antígona con Ulrike Meinhof (Böll, 1992) y a
Creonte con George Bush (Heany, 2004), que escuchar la voz magmática de la joven en el proyecto
de Les Antigones.
25 «Manifeste des Antigones», en Les Antigones. Disponible en http://lesantigones.fr/manifeste-
antigones/ (Fecha de consulta 19/04/2018).
Conclusiones
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Resumen
El presente artículo explica las consecuencias del fascismo en las mujeres y la importan-
cia de su cuerpo como una herramienta utilizada al servicio del régimen nazi. Mediante el
análisis de los discursos nacionalsocialistas sobre el modelo de género y el tratamiento de-
gradante que supuso la práctica de esta ideología sobre sus cuerpos, el artículo mostrará que
la Alemania nazi fue un claro exponente de la sociedad patriarcal llevada al límite. Con el
régimen fascista el rol reproductivo de la mujer llega a las más altas cotas, pero eso no fue lo
más perjudicial. La deportación, prostitución, esterilización, experimentación, trabajo escla-
vo o exterminio fueron algunas de las prácticas que el Estado nazi reservó a aquellas mujeres
que no se adecuaban al modelo de mujer impuesto, entre las que se contaron también las
españolas. En nuestro estudio pondremos el acento precisamente en las mujeres españolas
que sufrieron este régimen, aún y cuando esta circunstancia es apenas conocida.
Palabras clave: mujeres, cuerpo, fascismo, nazismo, nacionalsocialismo.
Abstract
This article explains the consequences of fascism in women and the importance of their
body as a tool used in the service of the Nazi regime. Through the analysis of the National
Socialist discourses on the gender model and the degrading treatment that the practice of
this ideology entailed on their bodies, the article will show that Nazi Germany was a clear
exponent of the patriarchal society taken to the limit. With the fascist regime the reproductive
role of women reaches the highest levels, but that was not the most harmful. Deportation,
prostitution, sterilization, experimentation, slave labour or extermination were some of the
practices that the Nazi state reserved for those women, among whom were also Spanish
women, who did not conform to the model of women imposed. In our study we will focus
precisely on the spanish women who suffered this regimen, even when this circumstance is
barely known.
Keywords: Women, body, fascism, Nazism, National Socialism.
Sumario
- Introducción. 1.- La mujer alemana, madre del «nuevo hombre». 2.- Del antinatalismo
al genocidio: el tránsito nacionalsocialista en materia de género. - Conclusiones. - Referen-
cias bibliográficas.
Introducción
El presente artículo trata de abordar la cosificación de las mujeres por parte del
régimen nacionalsocialista alemán y cómo esta ideología las afectó profundamente,
tomando como ejemplo extremo la experiencia vital de las deportadas españolas.
A través del adoctrinamiento y de la represión, se condicionó el día a día de
las mujeres que quedaron concernidas al sistema sin poder quedar al margen
de él. Los fascismos compartían un trasfondo de modelo femenino basado casi
exclusivamente en la reproducción y, obviamente la supeditación completa al
varón, y en ese sentido encaminaron sus políticas hacia la instrumentalización de
la figura femenina para ponerla al servicio de una ideología perversa. El cuerpo
de la mujer fue concebido por el Reich como un espacio más de conquista, bajo su
dominación, para obtener rendimientos. En nuestro estudio pondremos el acento
precisamente en las mujeres españolas que sufrieron el aspecto más perverso de
este régimen, aún y cuando esta circunstancia es apenas conocida. La peculiaridad
del Estado español así lo ha demostrado durante los últimos cincuenta años,
pretendiendo silenciar unos hechos hasta el punto de conseguirlo. Y ello explica esa
falta de trabajos en este sentido. Mientras las víctimas judías sí que han sido objeto
de abundantes investigaciones al respecto, el caso español ha venido a representar
todo lo contrario. Y no es excusa la relación numérica entre unas y otras.
Apreciemos la gran utilidad que ha tenido para este artículo las fuentes docu-
mentales proporcionadas por los procesos de Nuremberg, que hemos podido con-
sultar a través de los archivos históricos del Center for Advanced Holocaust Studies,
pudiendo acceder a ellos desde el States Holocaust Memorial Museum (USHMM).
Igualmente han resultado vitales para nuestra investigación las entrevistas orales
de mujeres españolas tales como las efectuadas a Virtudes Cuevas o Neus Catalá2,
que sufrieron la deportación y la barbarie del régimen nazi. Los testimonios conte-
nidos en estas entrevistas constituyen una fuente fundamental en este estudio. Al
no disponer apenas de bibliografía referida a la deportación femenina española, el
libro de Neus Catalá (2015), testigo que vivió la deportación en el campo de con-
centración de mujeres de Ravensbrück, nos ha resultado especialmente útil, siendo
fundamental, también, para la elaboración del presente trabajo.
2 Dos entrevistas orales de Virtudes Cuevas realizadas en 2005. Y una conversación mantenida en 2015
con Neus Catalá.
3 A modo de ejemplo ilustrativo, adjuntamos el siguiente anuncio aparecido en el rotativo germano
Der Stürmer en 1933: Médico de 52 años, ario puro, desea progenie masculina mediante matrimonio
civil con aria sana, virgen, modesta, ahorradora, trabajadora, ancha de caderas…
Con el régimen fascista el rol reproductivo de la mujer llegó a las más altas
cotas. Su máximo dirigente, Adolf Hitler, comenzó a inocular ese veneno a la socie-
dad alemana ya desde su Mein Kampf, en el que ya se atisbaba (pese a no mencionar
apenas a las mujeres) la defensa a ultranza de un papel tradicional, que las relegaba
a la esfera privada sin posibilidades de injerencias en la esfera pública, en plano
de igualdad con el varón, y la justificación de lo poco aconsejable y dañino de la
participación de la mujer en el sistema político.
La división sexista del trabajo durante el gobierno del Tercer Reich llega hasta el
paroxismo. La apelación al naturalismo de Hitler no era nada nuevo. Era la heren-
cia de las ideas ilustradas llevadas al extremo, desde el régimen se actuó instando
a que cada género reconociera el trabajo que solo cada cual podía desempeñar. Y
todo lo que no fuera eso significaba contravenir a las leyes naturales4:
El gobierno alemán implementó en 1936 una nueva ley que prohibía ejercer a las
mujeres que disfrutaban de cierta posición profesional, propiciando que muchas
científicas abandonaran el país para poder desarrollar sus carreras, mientras que
para las alemanas de a pie significó el recogimiento del hogar. Todas estas políticas
auspiciadas por el régimen nacionalsocialista tuvieron sus resultados de manera
casi inmediata. Prueba de ello es que en 1942 la presencia de mujeres fue inexistente
en la primera línea política. La supresión de todas ellas en el Reichtag, parlamentos
municipales o cualquier entidad de la esfera pública con cierta relevancia actuó
de catalizador para el siguiente paso: confinarlas en exclusiva al ámbito privado,
llevándose por delante con esta medida, todos los avances conseguidos en materia
feminista que la República de Weimar había introducido en los años anteriores,
negándoles derechos fundamentales como el de no discriminación o el de votar:
4 Una magnífica explicación de los sistemas fascistas se puede encontrar en Mann (2006).
Para tal fin el régimen se dotó de leyes como la de la protección del matrimonio,
la familia y la maternidad. Un armazón jurídico que había que complementar con
otras medidas como el adoctrinamiento de la mujer para conseguir los objetivos
de procreación y cuidado de la raza aria. Este adoctrinamiento comenzaba desde
su infancia a través del Bund Deutscher Mädel conocido como «Hermandad de las
juventudes hitlerianas». Dentro de este programa, destacaba la sección de belleza
y fe. Desde estas instituciones, conseguían aleccionar a las mujeres desde niñas en
las tres K «Kinder, Kirche, Küche» (Niños, Iglesia, Cocina).
En ese sentido, Joseph Goebbels, ministro de Propaganda del Führer, creó la ver-
tiente femenina del partido nazi, el Deutsches Frauenwerk, y la NS-Frauenschaft, la liga
de las mujeres del nacionalsocialismo, cuyo argumentario explicaba pormenorizada-
mente cómo ser la perfecta ama de casa y la madre modélica, convirtiendo la repro-
ducción y el cuidado de la descendencia en el único horizonte vital para la mujer. En
el imaginario nazi el prototipo ideal de mujer lo personificaba precisamente su espo-
sa Magda Goebbels, alemana, de raza pura, madre y fiel a las tres K. Su rol encajaba
a la perfección en el utópico de sociedad alemana creado por Hitler. El sistema de la
desigualdad de género se fundamentaba en roles socioculturales atribuidos y en ese
sentido los nazis fueron unos virtuosos. El nacionalsocialismo consideraba que la
igualdad de derechos de la mujer era incompatible con su naturaleza reproductiva,
siendo ésta la única manera en la que la mujer podía servir a los intereses de la na-
ción. El nazismo promulgaba por encima de todo, la pureza de la sangre consabida-
mente sobredimensionada, por resultar amables, por Hitler en el Main Kampf:
La mujer alemana estaba llamada a ser la madre del «nuevo hombre», la pu-
rificación racial a través del rol reproductivo, el de ser madre y esposa. La mujer
germana albergaba ni más ni menos la semilla de la raza aria y eso era imperativo
reconocerlo, por ello el discurso nazi denigraba a las mujeres hasta el punto de
afirmar que la verdadera emancipación femenina se consiguiese tan solo a través
de la maternidad puesto que ella es la encargada de mantener la pureza de la raza,
esa era la misión más sagrada que podía llevar a cabo la «auténtica mujer». El ejem-
plo palmario de esta apoteosis misógina fue la creación del programa Lebensborn
(Fuente de Vida) (Clay y Leapman, 1995) cuyo propósito era proveer incentivos
para fomentar en los alemanes, especialmente los miembros de las Schutzstaffel SS5,
tener más hijos. De hecho, la organización fundada en 1935 fue en parte una oficina
dentro de las propias SS. Los Lebensborn tenían como fin expandir la raza aria, era
un programa de reproducción auspiciado por el líder de las SS Heinrich Himmler
para el desarrollo de una raza superior.
Los postulados pseudocientíficos dotaron de contenido al programa Lebensborn
que, amparándose en la eugenesia, llegaron a ser una parte fundamental de la ideo-
logía nazi. La pretendida objetividad científica sirvió como instrumento de domi-
nación para perpetuar el androcentrismo, la heteronormatividad y la cosificación
de la mujer por encima de todo.
El programa seleccionaba a las mujeres (solo se admitía a mujeres rubias, de
ojos azules y con ciertas medidas) para que albergaran en su seno a los hijos de los
oficiales de las SS y de este modo depurar la raza. Por ello, se elegía a las mujeres
más aptas física e intelectualmente para ser las procreadoras, lo que conllevaría a
la mejora en sus descendientes. El doctor Gregor Ebner (Henry y Hillel, 1976), SS-
Oberfuehrer, amigo cercano de Himmler y miembro destacado de las SS era Jefe
del Departamento Principal de Salud de Lebensborn, fue considerado un experto
en asuntos de higiene racial y problemas de selección racial. Por tal motivo Ebner pudo
asegurar un puesto en la RuSHA, la Oficina de Raza y Reasentamiento en el pro-
grama Lebensborn.
El programa creó un sistema de casas de maternidad para mujeres solteras de
ascendencia aria y hombres de las SS para «criar» niños.
5 Las Schutzstaffel fue una organización paramilitar. Dirigidas por el Reichsführer-SS Heinrich
Himmler, al servicio de Adolf Hitler y del Partido Nazi en la Alemania nazi, y después por todos los
territorios ocupados por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.
Fig. 1. Reproducción de una carta escrita por Heinrich Himmler el 21 de junio de 1943 a Max
Sollmann, director del programa Lebensborn. La carta discutía las opciones sobre el destino de
los hijos de los combatientes de la resistencia checos que fueron ejecutados. Este documento fue
presentado por la fiscalía en el Juicio RuSHA, como evidencia durante los juicios de Nuremberg.
Fuente: United States Holocaust Memorial Museum, cortesía del National Archives and Records
Administration, College Park [Imagen de Dominio público].
Los nazis necesitaban una población de arios que ocuparan ese Levensraund (Espa-
cio vital). Con este término acuñado por los nazis se describió la necesidad del Tercer
Reich de encontrar nuevos territorios para expandir su imperio, principalmente a costa
de anexionar otros países o invadirlos. Esta deriva enloquecida fue el germen que des-
encadenó en septiembre de 1939 la Segunda Guerra Mundial en el continente europeo.
Pero el Reich no tuvo suficiente con ocupar territorios, había que reproducirse y
poblarlos convirtiendo el cuerpo de la mujer en una mera herramienta al servicio
de tal propósito, se necesitaba habitar ese espacio con individuos afines a su ideo-
logía. Las leyes que emanaron del régimen nazi orbitaban alrededor de esos dos
conceptos: espacio vital y depuración de la raza, y en ambos el aparato reproductor
de la mujer era una pieza imprescindible y crucial, ya que en ausencia de ella el
engranaje del aparato nazi no podía funcionar.
La cosificación de la mujer tenía un papel preponderante, toda una paradoja
atendiendo a que el discurso nazi que manaba de sus estructuras de poder estaba
basado en interpretaciones hechas desde los estereotipos de género que esenciali-
zaban una supuesta inferioridad femenina.
Como ya se ha avanzado, desde las escuelas se inculcaba a las muchachas ale-
manas a ser futuras madres y a tener tantos hijos como les fuera posible para la
preservación de la raza aria. El nazismo tenía reservado a la mujer el rol de madre
y educadora de los futuros alemanes, por ello la mujer se convertía así en la Madre
de Alemania, y a ello el régimen dedicó todas sus fuerzas.
El estado alemán era el avalista encargado de proteger a hijos y madres, garan-
tizando de este modo el futuro de su germanidad. Un ejemplo que ilustra bien esto
último fue la ilegalización de los anticonceptivos para las mujeres arias. O incenti-
var la maternidad con la concesión de la Cruz de Honor de la Madre Alemana a las
mujeres que tenían más de cuatro hijos, y la declaración del Día de la Madre como
fiesta nacional en Alemania.
En 1930, seis años después de que Hitler lanzara sus diatribas contra las
mujeres Judías en el Main Kampf y defendiera la esterilización de «millones» de
seres «inferiores», uno de los ideólogos de la «sangre y el suelo» subdividió al
sexo femenino en cuatro categorías: mujeres a las que había que estimular a que
tuvieran hijos, mujeres cuyos hijos no eran objetables, aquellas que era mejor
que no tuvieran hijos y, por último, aquellas a las que había que impedir que los
tuvieran, sobre todo mediante la esterilización (Bock, 1993: 172).
Entre los planes que los nazis destinaron para estas mujeres se incluían la eu-
genesia de sus hijos, la esterilización, la experimentación médica y la reclusión en
campos para su eliminación. En suma y resumen, el exterminio o como ellos mis-
mos denominaron ya entrada la Segunda Guerra Mundial, la «solución final»:
nadie (Foucault, 2012: 92). Sólo después de la Segunda Guerra Mundial la práctica
estuvo considerada como inhumana.
El judío era la abstracción impersonal para la cultura occidental desde
la segunda mitad del siglo XIX frente a la modernidad urbana e industrial, el
responsable de la pérdida de valores tradicionales que hacía peligrar los puntos
de referencia obstruyendo la construcción nacional. Por tanto, la violencia nazi
fue el instrumento empleado para la destrucción del espíritu mercantil anglosajón
y el universalismo francés, mientras los judíos representaban el cosmopolitismo
ajeno a la noción de patria. La guerra se consideró como un instrumento de
reencuentro entre la tradición alemana y el mundo técnico moderno donde no
cabían el liberalismo, el socialismo, el comunismo, el derecho, la democracia, etc.
(Lukcas, 1975: 53).
Y de este panorama un buen número de mujeres españolas tampoco escapa-
ron, un desconocido episodio que a continuación se expondrá más detalladamente
a través de algunos testimonios y otras fuentes. Los estudios sobre deportación
femenina mayoritariamente hacen referencia a mujeres judías, pero debemos de
significar que existió también una deportación de mujeres no judías y precisamen-
te queremos poner el acento en las mujeres españolas deportadas que sufrieron el
holocausto. Existió una deportación que hirió profundamente a mujeres españolas
y así queremos hacerlo constar en el presente artículo.
Tal como hemos mencionado anteriormente, por parte del Estado existía una
clara política antinatalista con respecto a las denominadas «razas inferiores» que a
la larga derivó en su exterminio, y en ese sentido los cuerpos de las mujeres fueron
objeto de la experimentación médica para fines que impidieran su reproducción.
Fig. 2. Fotografía de los resultados de un experimento médico relacionado con el fósforo que llevaron
a cabo los médicos en Ravensbrück. Esta fotografía, tomada por un médico de este campo de mujeres,
se utilizó como evidencia durante los juicios de Nuremberg. Fuente: United States Holocaust Memorial
Museum, cortesía del National Archives and Records Administration, College Park [Imagen de Dominio
público].
Otra de las aterradoras prácticas que los nazis perpetraron sobre los cuerpos de las
deportadas fue la prostitución forzosa, que fue instaurada en los campos de concen-
tración. A tal efecto fueron creados los Sonderbauten, burdeles ubicados en los campos
para atender las demandas sexuales de los prisioneros que ostentaban cierto rango:
[...] como todas tuve que pasar la visita al revier10, pero hacíamos la cola en
la calle, todas desnudas, la ropa en un montón, la de una encima de la de las
otras, para intercambio de piojos [...] En la enfermería no me escapé del prélevèment
vaginal hecho con una espátula que pasaban de una a la otra, sin desinfectar. Todo
esto para ver si teníamos sífilis. Me hicieron mucho daño. ¡Nos trataban con la
máxima brutalidad! (Catalá, 2015: 210).
Las razones de las alemanas eran tanto prácticas como ideológicas, ambas cues-
tiones las alejaron de desarrollar fuera del hogar un trabajo que contribuyera a
paliar la necesidad de mano de obra que demandaba el Reich12:
Las mujeres alemanas ignoraron las llamadas del régimen para que realizaran
trabajo voluntario mucho más que los hombres: entre 1935 y 1938, diez veces más
hombres que mujeres se alistaron en el servicio de trabajo del Reich. […]
Además, a un régimen que había predicado la santidad de la vida de las mujeres
en el hogar le resultaba difícil ideológicamente insistir ahora en su obligación de
trabajar fuera de él. […] A pesar de la tremenda escasez de mano de obra, nunca
se movilizó a las mujeres de forma obligatoria, y las alemanas que se negaban a
registrarse para trabajar nunca fueron perseguidas legalmente (Bonnie y Zinsser,
1991: 350).
Esta carencia debía de ser suplida. La solución fue la incorporación de las muje-
res deportadas al trabajo forzado:
En vez de eso, el régimen echo mano del trabajo esclavo y contratado de los
extranjeros y de los prisioneros de guerra (algunos de ellos mujeres) para cubrir
la demanda: poco menos de 8 millones de personas trabajaban como esclavos
en Alemania en 1944. Al resistir las peticiones que los nazis les hacían para que
trabajasen, algunas mujeres alemanas pudieron así ofrecer una resistencia pasiva
al régimen (Bonnie y Zinsser, 1991: 350).
La fuerza de trabajo de sus cuerpos fue utilizada para beneficio de empresas ale-
manas, muchas de ellas del sector bélico. Se tiene constancia documental de que las
españolas deportadas fueron utilizadas a tal efecto. Como ejemplo de esto último
citaré el caso de la valenciana Virtudes Cuevas, que fue utilizada como mano de
obra esclava para la empresa Siemens (Rosado, 2018: 133).
12 De forma más aparente que real. Cierto que las alemanas ayudaron a reemplazar a los varones en los
esfuerzos bélicos de la retaguardia, aunque en menor medida en que lo hicieron las mujeres inglesas
o estadounidenses. FRITZSCHE, Peter, De alemanes a nazis, Madrid, Siglo XXI, 2009, pp. 189 y ss.
Fig. 3. Fotografía de los talleres del campo de concentración de Ravensbrück en el que las reclusas eran
utilizadas como mano de obra esclava. Fuente: Amalia Rosado Orquín, 2015.
Según consta en los archivos nacionales de defensa del ejército de EEUU, cus-
todiados por la Agencia Nara13, Virtudes permaneció en Ravensbrück hasta que
fue trasladada al campo satélite de Zwodau, un anexo reservado a las mujeres del
campo de Flossenbürg, donde trabajaron varias españolas: la aragonesa Soledad
Cortés Cubeles y la valenciana Amalia Perramón. Este campo se creó para la em-
presa Siemens en el año 1944. Su propósito era explotar la mano de obra esclava de
las mujeres deportadas, obligándolas a la fabricación de armamento, componentes
y equipamiento de los aviones militares de la fuerza aérea alemana la Luftwaffe.
2.4. La explotación del cuerpo más allá de la «aniquilación de la vida sin valor»
13 Los Archivos Nacionales y Administración de Documentos de los Estados Unidos (National Archives
and Records Administration, también conocida por su acrónimo NARA en inglés) es una agencia
independiente adscrita al Gobierno federal de Estados Unidos, que protege y documenta los registros
gubernamentales e históricos.
Muchas mujeres españolas cuyo destino era la «aniquilación de la vida sin va-
lor» fueron enviadas a Ravensbrück, algunas de ellas con sus hijos. La deportada
aragonesa Alfonsina Bueno cuenta la historia de una madre española y su niña allí.
Los pequeños junto a sus madres compartían su misma suerte:
Pude hablar con una española maña, al pasar junto a ella, pero cruzándonos
rápido ¿Eres española? sí de Aragón, y estoy con mi hija de trece años. El día
que me pusieron la inyección en la revier vi desde una ventana, mientras esperaba
el turno, cómo esta maña y su hijita entraban por el corredor que conducía a la
cámara de gas y de allí ya directamente pasarían, como todas, al horno crematorio
(Catalá, 2015).
Con el fin de acelerar las matanzas masivas, se comenzaron a emplear las cáma-
ras de gas en 1941. Otra de las razones de su utilización fue evitar a los hombres
de las SS sus tan extendidos escrúpulos en torno al género. El gas se utilizó con el
cínico propósito de proporcionar a los verdugos de las SS una alternativa «huma-
na», un método que sustituyera al literal derramamiento de sangre de mujeres y
niños inocentes:
Conclusiones
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Resum
El artículo se propone elaborar una crítica al neoliberalismo desde una perspectiva de
género, empleando la teoría de la justicia de Fraser como marco analítico. Tras recoger la na-
rrativa histórica que Fraser elabora en torno al feminismo de la segunda ola y sus relaciones
con el capitalismo, se realiza un análisis pormenorizado de las características del modelo
neoliberal según los criterios de redistribución, reconocimiento y representación de la teoría
de la justicia de Fraser. Finalmente, se analizan las críticas que diversas teóricas, entre las que
destaca Fraser, han realizado a un supuesto feminismo neoliberal, el cual deja intactas las
estructuras de dominación económicas y promueve únicamente el empoderamiento de una
minoría privilegiada de mujeres.
Palabras clave: Nancy Fraser, justicia, género, neoliberalismo, redistribución, capitalismo,
feminismo.
Abstract
This article aims to elaborate a critique of neoliberalism from a gender perspective,
using Nancy Fraser’s theory of justice as an analytical framework. I first present Fraser’s
historical narrative of second-wave feminism and its relations with capitalism. Then I
develop a detailed assessment of the current neoliberal model, according to the criteria
of redistribution, recognition and representation from Fraser’s theory of justice. Lastly, I
examine the critiques that some feminist authors, Fraser among them, have leveled against a
so-called neoliberal feminism, which safeguards the economic structures of domination and
only promotes the empowerment of a privileged minority of women.
Keywords: Nancy Fraser, justice, gender, neoliberalism, redistribution, capitalism, feminism.
Sumari
- Introducción. 1.- La astucia de la historia: del Estado de Bienestar a la crisis neoliberal.
2.- Neoliberalismo e injusticias de género. 3.- ¿Un feminismo neoliberal? - Conclusiones. –
Referencias bibliográficas.
Introducción
libro, Fortunas del feminismo (Fraser, 2015a). Al contextualizar los cambios en las ener-
gías feministas, Fraser pretende elucidar cómo podríamos revitalizar la teoría y la
práctica de la igualdad entre los sexos en las condiciones socioeconómicas actuales.
El primer acto es el del «feminismo insurgente», el de los comienzos del feminismo
de la segunda ola en la época de posguerra. Según Fraser, este es el feminismo que
realizó la crítica radical de la socialdemocracia. El contexto o paradigma económico era
el capitalismo gestionado por los Estados del Bienestar, que empleaban herramientas
keynesianas para suavizar los ciclos de auge y caída endémicos del capitalismo, entre
ellas la inversión en infraestructuras, la tributación redistributiva, las prestaciones
sociales, la reglamentación empresarial, la nacionalización de los sectores industriales
clave y la desmercantilización de los bienes públicos. Estas herramientas de
gestión económica garantizaban el pleno empleo de los varones, al mismo tiempo
que los movimientos sindicales, satisfechos con el sistema de redistribución,
institucionalizaban la solidaridad nacional entre las clases (Fraser, 2015a: 19).
Según Fraser, el movimiento por la liberación de las mujeres empezó como
cuestionamiento de este acuerdo entre clases, que descansaba en una serie
de exclusiones tanto de género como etnorraciales, sin olvidar la explotación
neocolonial externa. Dicho feminismo insurgente, surgido del fermento que
rodeaba a la Nueva Izquierda3, cuestionó las exclusiones de la socialdemocracia
y desveló el androcentrismo subyacente a los modos en que se habían articulado
los Estados de Bienestar. Además, exigió que las luchas por la distribución
socioeconómica integraran la igualdad entre los sexos, y su variante más radical se
centró en politizar lo personal para incluir el trabajo doméstico, la sexualidad y la
reproducción, y así poder transformar la sociedad desde la raíz.
El segundo acto es el del «feminismo domesticado», el feminismo que en la
década de los 80 realiza el tránsito del paradigma de la redistribución al paradigma
del reconocimiento en la era de la identidad. Una década de dominio conservador
en buena parte de Europa Occidental y Norteamérica, culminada por la caída del
comunismo, insufló nueva vida a las ideologías del libre mercado. En este contexto
se discutió la legitimidad del uso del poder público para controlar las fuerzas del
mercado. Fraser emplea la expresión «la astucia de la historia» para designar la
coincidencia de las luchas por el reconocimiento, que pusieron el acento en la
política cultural de la diferencia, con el auge del neoliberalismo, que acrecentó las
desigualdades sociales en materia económica (Fraser, 2015a: 245). Si la anterior
generación había intentado rehacer la economía política, ésta se centraba en la
cultura, en los cuidados, la violencia sexual y las disparidades entre sexos en la
representación política. Sin duda, Fraser reconoce la importancia de estas luchas,
3 Nueva Izquierda o New Left fue un movimiento estadounidense de la década de los sesenta. Herbert
Marcuse es considerado el padre ideológico del movimiento. Se denomina Nueva Izquierda
en oposición a la «vieja izquierda» marxista centrada en cuestiones de clase y de trabajo, y nace
como respuesta y oposición al autoritarismo soviético. En su lugar, la Nueva Izquierda se centró
especialmente en la contracultura de los derechos civiles, homosexuales, la crítica de los roles de
género y en problemas bioéticos como el aborto. Abordó una perspectiva internacional, que resonó
en países como Japón, Brasil y Australia y dejó una huella que hasta el día de hoy se siente en varios
sectores de la sociedad norteamericana y en personalidades como Noam Chomsky (Gosse, 2005).
parámetros de igualdad serían, según esta corriente, alcanzables dentro del capita-
lismo. Podemos conceder que, efectivamente, Fraser proyecta una idea exagerada
de la magnitud del feminismo radical o socialista, representándolo como mayo-
ritario, cuando en realidad, el feminismo liberal siempre ha sido hegemónico en
Norteamérica. Con todo, el sentido de la narrativa histórica de Fraser permanece
el mismo, y es que sea cual fuere el peso del feminismo socialista o «insurgente»
del que ella nos habla, éste menguó progresivamente en los años 80 y 90, en el
mismo momento en que Occidente transitaba a la era post-socialista y neoliberal.
El objetivo de esta cartografía del imaginario feminista es ayudarnos a determinar
qué debemos descartar y qué preservar para las luchas futuras, y entre aquello
que debemos recuperar se encuentra la crítica explícita de la economía política y el
discernimiento de las pretensiones de validez de los distintos modelos económicos.
No hemos de olvidar que las estructuras de dominación económicas contribuyen a
la dominación de género.
Ahora que el sistema financiero se tambalea y las promesas de los modos de go-
bierno neoliberales se están demostrando falsas, el contexto de crisis actual ofrece
un escenario óptimo para un feminismo resurgente, un feminismo que, a mi juicio,
se percate de que la igualdad de oportunidades que promete el feminismo liberal
no es suficiente4, y que hace falta recuperar la ambición transformadora de la socie-
dad, para asegurar unas mejores condiciones de vida para todas las mujeres, y el
deseo de transición hacia un mundo mejor y más justo.
A continuación, realizaremos una evaluación del neoliberalismo según la teoría
de la justicia de Fraser. Entendiendo que la igualdad sólo puede ser entendida en
un sentido multidimensional, el feminismo ha de emplear un marco conceptual
que tematice todas las esferas y ámbitos de la sociedad, y es por ello que Fraser de-
fiende una teoría tripartita de la justicia que atiende al mismo tiempo la redistribu-
ción, el reconocimiento y la representación. En la siguiente sección, me propongo
mostrar que el neoliberalismo es un modelo económico que no satisface ninguno
de los criterios de justicia que marca Fraser, sino que propicia la falta de distribu-
ción, el reconocimiento fallido y la ausencia de representación.
4 Como muy agudamente expresó Bonnie Kreps en 1968, no creemos que la opresión de las mujeres se
termine dándoles un trozo más grande del pastel, porque el pastel en sí mismo está podrido.
feminismo socialista. Ahora bien, esta teoría devino tridimensional a partir del
2005, cuando Fraser decide abordar la cuestión de la representación en un mundo
globalizado (Fraser, 2005).
Esta teoría tiene como objetivo servir como teorización crítica capaz de clarificar
desde una perspectiva sistémica las virtualidades y las carencias de los distintos
modelos de organización social. Para Fraser, el feminismo es un movimiento social
en la más estricta tradición democrática, una «contraesfera pública» empeñada en
abrir un nuevo espacio discursivo y colectivo en el que las mujeres tomen la pa-
labra para expresar sus propias necesidades (Guerra, 2011: 318). De este modo, y
frente a la desafección política propia del neoliberalismo, Fraser aboga ferviente-
mente por la recuperación de la vocación política, la intensificación de los debates
y la preocupación por la justicia social.
El horizonte de igualdad que ha de ser conquistado será la paridad participativa:
que los distintos grupos puedan interactuar como iguales en la vida social. Por ello,
tanto las medidas de política de clase (redistribución) como las medidas de política
de identidad/estatus (reconocimiento) y política representativa (representación) han
de estar orientadas a garantizar la paridad de participación en la interacción social.
Se trata de desmantelar los obstáculos institucionales que impiden a algunas perso-
nas participar a la par que otros como interlocutores plenos (Fraser, 2015a: 225).
La igualdad puede verse amenazada en un sentido multidimensional, esto es,
una persona puede sufrir opresión por parte de las tres esferas: la economía, la cul-
tura o la política. Pero lo que Fraser nos quiere mostrar es que no podemos tratar
de erradicar una injusticia sin elucidar el ámbito en que nace y se perpetúa. Hemos
de ser capaces de distinguir si se trata específicamente de una injusticia por mala
distribución, reconocimiento fallido, o ausencia de representación. A continuación,
analizaremos si el neoliberalismo cumple o no los criterios de justicia de la teoría
de la justicia de Fraser.
entre las clases, dirigieron la economía política en los tiempos de posguerra para
asegurar una distribución equitativa de bienes, especialmente la renta y los puestos
de trabajo. Y para atender a la extenuación a causa del trabajo doméstico, también
sería necesaria la redistribución de este tipo de trabajo y del tiempo libre por parte
de todos los miembros de la familia.
No obstante, desde los años ochenta, la hegemonía neoliberal construye un dis-
curso que intersecta las políticas familiares y del bienestar con la oposición a los im-
puestos, basándose en asunciones erróneas y en prejuicios sobre las necesidades y
los derechos de las personas (Fraser, 1989a). Fraser fue una de las primeras teóricas
en destacar que los ataques contra el Estado de Bienestar serían, principalmente y,
antes que nada, ataques contra las mujeres (Fraser, 1989b: 144), ya que los recortes
en la asistencia pública en nombre de la austeridad perpetúan el orden de género
en nuestras sociedades.
Bajo los mandatos de Ronald Reagan (1981-1989) y George H. W. Bush (1989-1993)
se inauguró un imaginario político que la filósofa denomina el «salario antisocial» (the
antisocial wage) (Fraser, 1993: 10). Tanto Reagan como Bush criticaron los impuestos
y el gasto gubernamental, exaltando, en su lugar, una visión reduccionista del nivel
de vida como dependiente únicamente de los ingresos personales o familiares.
Esta visión omitía todos aquellos bienes públicos y servicios que anteriormente
convergían en la idea de «prestaciones» (the social wage) y otros elementos claves
que repercuten en la calidad de vida de las personas, como la educación, la sanidad,
la seguridad de las ciudades, la sostenibilidad medioambiental y la cultura pública.
La privatización de servicios de primera necesidad, como el agua y la electricidad,
y el deterioro o privatización de los servicios públicos, va en contra de los intereses
de las familias con recursos limitados, y especialmente de las mujeres, dado el
contexto de feminización de la pobreza.
Nos enfrentamos a una ideología de la privatización que en apariencia es neu-
tra con respecto al género. Dicha ideología divide la población en dos clases: por
un lado, aquellos que son responsables, proactivos y capaces de gestionar su vida
por sí solos, y por otro, aquellos que son pasivos o incompetentes, y que necesitan
tutelaje público. Mientras que los miembros del primer grupo invierten sus ahorros
y gestionan autónomamente sus planes de pensiones, los segundos reniegan de su
responsabilidad, dependen del sistema de pensiones público y ceden el control de
sus vidas al gobierno.
Esta demonización de la dependencia respecto al Estado social constituyó un
ataque a las labores del cuidado y la provisión pública, y supuso al mismo tiempo
una revalorización el trabajo remunerado y la mercantilización. A la larga, se criticó
el derecho (entitlement) a subsidios para familias de bajos ingresos. Visto desde una
perspectiva material, la situación económica de mujeres y niños/as en situación
de pobreza empeoró, destruyéndose, además, los mecanismos que posibilitaban
que una mujer abandonase a un marido violento o un empleo explotador. Desde
la perspectiva simbólica, el ataque a los subsidios familiares lanzó el mensaje de
que las beneficiarias de dichos programas eran «gorronas» (scroungers) que recibían
dinero a cambio de nada, ya que, en una sociedad mercantilizada, las labores del
de justicia, es decir, qué derechos posee la ciudadanía, sino también quién cuenta
cómo ciudadanía y cuál es la comunidad pertinente: «no sólo está en disputa el
fondo de la justicia sino también el marco» (Fraser, 2015a: 31). La representación
es una cuestión de pertenencia social. Está en juego la inclusión o la exclusión de
aquellos que podrían verse llevados a presentar reivindicaciones de justicia, quién
está incluido o excluido del círculo de las personas con derecho a una distribución
justa y al reconocimiento recíproco.
La falta de representación se da cuando los procedimientos de toma de decisión
niegan, tanto a personas como colectivos, la posibilidad de participar a la par que
otras en interacción social y en las reclamaciones de justicia. Como ejemplo, destaca
el caso de los migrantes indocumentados que, al verse privados de la posibilidad
de presentar reivindicaciones de justicia, se convierten en no-persona. Similar a lo
que Hannah Arendt denominó «el derecho a tener derechos», la carencia de marco
conlleva una muerte política.
La cuestión del marco es pertinente durante el análisis de los procedimientos y to-
mas de decisión realizadas que surgen dentro de una comunidad política, para evitar
que decisiones sesgadas neutralicen las disparidades de voz de la ciudadanía y las
necesidades de grupos desatendidos (Blanco Brotons, 2017). En este sentido, el esta-
blecimiento de cuotas de mujeres en las listas electorales es una respuesta a este tipo
de falta de representación. Pero el objetivo principal de Fraser a la hora de plantear la
cuestión de la representación es aclarar los enfrentamientos causados por la globali-
zación y denunciar los «marcos injustos». La globalización en su vertiente neoliberal
ha tenido como consecuencia que el escenario donde se desarrollan las luchas por la
distribución y el reconocimiento haya cambiado: «Dada la creciente relevancia de los
procesos transnacionales y subnacionales, el Estado soberano westfaliano ya no sirve
como la única unidad o ámbito de justicia» (Fraser, 2006: 84).
Los procesos que condicionan la calidad de vida de la ciudadanía de un Estado
concreto sobrepasan con frecuencia las fronteras territoriales, especialmente en el
contexto de la globalización neoliberal. Si bien las políticas internas de Estados
Unidos, en tanto que potencia mundial, tendrán repercusiones inestimables en el
resto de países del mundo, el resto de la ciudadanía global carece de marco de
acción e interacción. Las empresas multinacionales, los especuladores en divisas y
los grandes inversores gozan de un poder cada vez mayor en la economía finan-
ciarizada, al mismo tiempo que se les exime del control democrático. Por ello, un
marco westfaliano que atienda únicamente a las políticas internas protegerá a los
Estados depredadores y a los poderes privados más poderosos, y mantendrá in-
cuestionadas e inalteradas las estructuras de gobernanza de la economía mundial
y sus condiciones de interacción explotadoras (Fraser, 2015a: 231).
La lucha por la representación es la lucha contra el sometimiento político, o más
concretamente, en el contexto neoliberal, la lucha contra el sometimiento de las per-
sonas y de los gobiernos al poder de los mercados. Una política de representación
adecuada no sólo debe asegurar la participación ordinaria (nacional), sino también
establecer un marco poswestfaliano que cuestione y revise la división del poder y la au-
toridad entre los diferentes agentes estatales y también los económicos. Esta política
7 Desde mi punto de vista, un supuesto feminismo neoliberal no merece ser llamado feminismo, pero
emplearé la expresión en la medida en que es significativa y nos sirve para designar la integración de
premisas feministas dentro del neoliberalismo, que resulta en una idea de igualdad individualista y
despolitizada.
8 Sheryl Sandberg es la actual directora ejecutiva de Facebook y autora del célebre libro Lean In:
Women, Work and the Will to Lead (2013), y que ha sido traducido al castellano como Vayamos adelante:
las mujeres, el trabajo y la voluntad de liderar.
par y tomar la palabra en los consejos de dirección de las grandes empresas, como
si el techo de cristal fuese el resultado de una falta de ambición por parte de las
mujeres. Ahora bien, hemos de cuestionar qué mujeres son invitadas a participar,
hasta qué punto las oportunidades que nos son dadas no dependen a su vez de las
desigualdades sociales y de los distintos puntos de partida, y si acaso la meritocra-
cia y la competitividad han sustituido a la justicia social (Littler, 2013).
El discurso de este «feminismo neoliberal» defiende una planificación cuidado-
sa de la carrera profesional y la maternidad para asegurar una mayor rentabilidad
en el futuro (Rottenberg, 2013, 2017). Esta razón produce sujetos de los que se es-
pera que se comporten de tal modo que maximicen su valor capital en el presente
y mejoren su valor futuro a través de prácticas de emprendimiento, autoinversión,
atracción de inversores, autosuficiencia y asunción de riesgos (Brown, 2015).
Se coloca el acento en la conciliación (balance) como ideal feminista, lo cual es
paradójico si tenemos en cuenta la destrucción de las estructuras del Estado del
Bienestar que facilitaban la conciliación. De modo que dicha conciliación es inal-
canzable para quien no tiene los recursos económicos que la costeen (guardería,
servicio doméstico, etc.). Además, no se presenta como alternativa un modelo de
organización laboral y de colaboración familiar que posibilitase que no fuera nece-
sario recurrir a la cadena de los cuidados. Parece que las mujeres, y sólo las mujeres,
son responsables de confeccionar su propio equilibrio entre carrera profesional y
familia9. Las profesionales suelen recurrir a migrantes pobres con contratos preca-
rios que cuidan los hijos/as y limpian el hogar mientras ellas trabajan fuera de casa
(Martí Gual y Poveda Rosa, 2009). Este sería un feminismo para el cual triunfar en
el ámbito empresarial requiere necesariamente apoyarse en la explotación de otras
personas. Cuando algunas mujeres son capaces de congelar sus óvulos, alquilar
una gestante y contratar varias cuidadoras, ocurren nuevas formas de explotación
de clase y de género. Se crea una «infraestructura invisible para todo el capital hu-
mano en desarrollo, maduro o agotado, niños, adultos, discapacitados y mayores»
(Brown, 2015: 105). De este modo, el feminismo neoliberal contribuye a producir
una pequeña clase de mujeres ambiciosas que invierten en sí mismas, gracias a otra
gran clase de mujeres explotadas.
Esta visión no busca alcanzar la igualdad entre los sexos a través del movi-
miento colectivo en la política o la cultura, sino que se convierte en una cuestión
de responsabilización, de desarrollo de capacidades, de promoción del acceso de
las mujeres a todos los niveles de la jerarquía empresarial, y de fomento de las
aspiraciones individuales y de las identidades emprendedoras. Sin duda, todos
estos objetivos son valiosos –y esto es algo que Prügl (2014) insiste mucho en ma-
tizar–, pero el problema clave y la gran deficiencia de este giro neoliberal radica en
la ausencia de cuestionamiento de las estructuras de poder, la erosión del ímpetu
emancipatorio y la despolitización del feminismo. La cooptación del feminismo
por parte de la retórica neoliberal conlleva un abandono de su naturaleza políti-
ca (Medina-Vicent, 2018). El neoliberalismo promueve las respuestas individuales
9 Destaca la falta de interpelación a los hombres, incluso en temas tan clave como la conciliación.
10 Me adscribo a una concepción abolicionista del género, según la cual el género es la marca de la
opresión y el estatus. A mi juicio, en una sociedad igualitaria habría sexos, pero no género o clases
sexuales. He expuesto el abolicionismo de género en García-Granero (2017) y actualmente continúo
trabajando la propuesta.
11 Sobre la influencia del neoliberalismo en las identidades gay y lesbiana, cf. López Clavel (2015).
Conclusiones
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Diversidad afectiva:
visibilizar la homosexualidad femenina3
Resumen
El desconocimiento acerca de muchos de los colectivos que conforman el LGBT+
es patente, por lo que con este estudio pretendemos poner en evidencia la necesidad de
visibilizar la diversidad afectiva y sexual, en general, y la realidad de las mujeres lesbianas,
en particular, doblemente discriminadas por ser mujeres y por su deseo en discrepancia
con el sistema heteronormativo. Desde la convicción de que son las propias protagonistas
quienes mejor van a conceptualizar sus vivencias, se plantea escuchar y analizar sus
discursos. Nuestro enfoque apunta de forma implícita a la educación de la ciudadanía y la
formación del profesorado.
Palabras clave: diversidad afectiva, lesbianas, homosexualidad, formación.
Abstract
Given the overt lack of knowledge about the groups that make up the LBGT+ community,
this study intends to show the need to make gender and sexual diversity visible while also
shedding light on the reality of lesbians, in particular those discriminated against both for their
female gender status and for their sexual orientation, which falls outside the heteronormativity
scope. Strongly believing that it is the protagonists themselves who can better speak about their
experiences, we planned to listen to and analyze their discourse. Our approach is implicitly
aimed at educating the population and training teachers and educators.
Keywords: Gender and sexual diversity, lesbians, homosexuality, training.
Sumario
1.- Por qué investigamos en género y diversidad. 2.- Para qué investigar. 3.- Cómo in-
vestigar. 4.- Análisis: La arena y las voces. 5.- Resultados e interpretación. – Conclusiones.
– Referencias bibliográficas.
Nuestro interés por las cuestiones de género y LGBT+4 está ligado al ámbito
de la educación en el que desempeñamos nuestra profesión. Es evidente la nece-
sidad de las y los docentes por definir cómo tratar y desarrollar estas cuestiones
en clase, cómo referirnos a nuevas realidades que, aun silenciadas, forman parte
de nuestra cotidianidad dentro y fuera de las aulas. La novedad reside en la pre-
mura con la que se están explicitando orientaciones afectivas distintas a la hete-
ronormativa, que, además, cuestionan la heterosexualidad. Al respecto Adrianne
Rich (1985) cuestiona la heterosexualidad obligatoria, y Judith Butler (2004) criti-
ca el patriarcado que limita las formas de entender el sexo y la orientación sexual
de las personas.
Las cuestiones de género y diversidad no son tratadas de forma sistemática
como temas de formación en las aulas de países tan diversos como Argentina,
España o México. En Argentina existen proyectos recientes por los que se han
establecido contenidos relativos a la Educación Sexual Integral para los distintos
niveles educativos en las escuelas públicas y en distintas áreas: ciencias sociales,
literatura, biología, etc. Sin embargo, la sanción de leyes (Ley Nacional 26.150)
y la elaboración de materiales para su implementación no es suficiente. En los
centros educativos españoles se abordan de forma desigual, dependiendo de las
Comunidades Autónomas y de cada colegio, y su tratamiento más bien tangencial
y puntual, es fruto de la sensibilidad de una parte del profesorado y de la labor que
realizan las asociaciones LGBT+ (Generelo et al., n.d.). En México, cabe destacar
tanto las acciones gubernamentales para la visibilización del colectivo homosexual
(CONAPRED, 2010, 2015) como las acciones del profesorado universitario que
realiza investigaciones en esta línea (Larios y de la Mota, 2013; Larios, 2014). Sin
embargo, las reformas recientes a la Ley General de Educación aluden de forma
transversal a la orientación sexual y al género, por lo que entendemos que la
educación formal todavía no ha integrado esta temática en el currículo.
En España, las temáticas mencionadas, si bien están siendo desarrolladas por
entidades como la FELGTB5, no terminan de afianzar su presencia en el currículo
escolar, por lo que consideramos pendiente la sensibilización del profesorado, del
alumnado y de la sociedad, en general. Por ello el fin último de nuestro trabajo de
investigación es sensibilizar a la ciudadanía con el propósito de que pueda com-
prender la realidad de aquellas personas que no coinciden con la herteronormativi-
dad. La educación formal, sin duda, puede contribuir a esta transformación.
El desconocimiento acerca de muchos de los colectivos que conforman el
movimiento LGBT+ es patente, por lo que con esta contribución se pretende
visibilizar la realidad de las mujeres lesbianas. Y lo planteamos desde la convicción
4 Se ha optado por esta denominación, porque alude a la diversidad afectiva y sexual, incluyendo
la orientación e identidad de género. Como las siglas solo refieren a algunas de ellas (Lesbianas,
Gais, Bisexuales y personas Transgénero), el signo + incluye otras posibles (Intersexuales, Queer,
Transexuales, Asexuales, Pansexuales, Travestis, etc.).
5 Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales.
de que son las propias protagonistas quienes mejor van a conceptualizar sus
vivencias. Por ello el trabajo que presentamos apela a las mujeres, con el fin de
evidenciar las interpretaciones que ellas mismas hacen de sus prácticas sociales. En
nuestros proyectos de investigación buscamos escuchar y analizar sus voces, porque
las reconocemos constructoras de sus propias vivencias y no meras reproductoras
pasivas de estructuras patriarcales ya establecidas (Abu Lughod, 2012).
Sabemos del conflicto personal que supone para las mujeres lesbianas hablar
de su afectividad («salir del armario»). A la luz del marco teórico al que adhe-
rimos, afirmamos que la lucha que sus palabras reflejan se debe a la presencia
de dos voces diferentes y a menudo contrapuestas, y que el predominio de una
sobre la otra, va a depender del contexto en el que la mujer interactúe: el público
(familiar etc.) o el privado (propio). El primero constituye una construcción social
e histórica, impuesta desde el momento del nacimiento. El segundo, en algunos
casos elegido, habría sido construido por cada mujer a través de su formación, su
desempeño profesional y/o su matrimonio. Por ello, sostenemos la hipótesis de
que la dificultad mencionada se agudiza en función del ámbito en el que la mujer
se desenvuelve.
Esta investigación continúa la línea iniciada en 2014 por el grupo de investiga-
ción Igualdad y género de la Universidad de La Rioja (Logroño-España) con mujeres
lesbianas de esa región, que dio lugar a la publicación titulada Chicas que entienden.
In-visibilidad lesbiana (2015). La necesidad de contrastar datos regionales, en cierto
modo restringidos, condujo a una de las investigadoras a extrapolar el estudio y la
metodología implementada al contexto de una ciudad de características similares
(centro universitario y cultura del interior del país) como fue Colima en México.
Según los parámetros mexicanos, Colima es una ciudad pequeña, bastante tradi-
cional y conservadora. En el momento que tuvo lugar la investigación, se vivía en
aparente calma y tranquilidad, es decir, sin demasiados actos violentos.
El material de este artículo surge a partir de una estancia de investigación rea-
lizada durante los meses de junio, julio y agosto de 2015 en la citada población
mexicana. En ella se recopilan datos sobre la homosexualidad femenina, a través
de entrevistas abiertas a 11 mujeres que se sienten atraídas por otras mujeres. Las
entrevistadas se refieren a temas y problemáticas de género aún sin legislar en los
países de nuestro entorno. Al hablar sobre su preocupación por avanzar en esos
temas, las entrevistadas contribuyen y aportan al modo en que podrían ser regla-
mentados.
En síntesis, este trabajo forma parte de un proyecto de investigación más am-
plio, por lo que se toma la experiencia desarrollada previamente como base para
el análisis que a continuación se presenta. Se trata de un estudio en coautoría de
especialistas en distintas disciplinas: la pedagogía y la lengua. Desde el área de la
Didáctica de la Lengua de la Universidad Nacional del Comahue, se analizan las
entrevistas. La investigadora de la Universidad de La Rioja, ha realizado íntegra-
mente el trabajo de campo, ha producido las entrevistas y aporta la perspectiva de
género al análisis.
3. Cómo investigar
3.1 Muestra
6 En México se utiliza la expresión «salir del clóset»; allí es más popular que «salir del armario»,
utilizada en España.
Cabe señalar que entre los dos argumentos mencionados, se encuentra un ar-
gumento de otra naturaleza, de carácter retórico (Perelman & Olbrechts-Tyteca,
1989/2006): «Entonces para qué decir, si todos saben y no me rechazan, para qué
quieren mi confirmación». La propia mujer se responde: «Si quieren mi confirma-
ción, yo creo que es un poquito por morbo». Con estas palabras, hace referencia a lo
probable, lo supuesto, lo que no puede ser demostrado. Al finalizar la argumenta-
ción con el argumento cuasi lógico, ya mencionado, pone fin a cualquier discusión
sobre su decisión, ya que si todos los ciudadanos tenemos los mismos derechos,
¿por qué unos tienen que dar explicaciones y otros no? o ¿es que solo quienes se
apartan de la norma tienen que dar explicaciones?
No obstante, la presencia de las palabras y construcciones sintácticas como «re-
chazan», «equivocada», «yo creo que» y «yo prefiero que» reflejan la arena y lucha
de dos puntos de vista entrecruzados.
5. Resultados e interpretación
El mandato social (voz social subrayada) es claro; la voz propia (en negrita)
refleja el debate interno.
fácil hacerse visible, porque la visibilidad tiene un gran significado social y porque
se realiza en contextos sexistas y tendentes al prejuicio» (2013: 22).
La serie de citas que a continuación se presentan, dan cuenta de las consecuen-
cias que implica asumirse, reconocerse públicamente, tal como lo percibe la mujer:
Sí, sí. Yo, yo creo que voy a terminar haciéndolo, porque me conozco. Sí. Y este
y además ‘soy muy transparente’. Creo que tú te has dado cuenta en este ratito,
soy muy transparente. Entonces yo creo que voy a terminar haciéndolo, aunque
me la pienso un poco por mis papás. Creo que es difícil para ellos manejarlo y mi
papá cada [vez] que yo toco el tema, porque yo soy una ‘gran defensora de los
derechos humanos y de los derechos de los homosexuales’.
Entonces decía: «Yo para ser feliz necesito... no voy a poder ser yo, porque
ser yo es malo». Eso fue empezar... yo creo que me ayudó en cierta forma, porque
para poder sentirme válida, me hizo prepararme y me hizo estudiar y me hizo
encontrar mil habilidades, porque yo quería demostrar que yo valía. […] ahí
aprendí a tener éxito en las cosas, y aprendí, también, a confrontar, y aprendí a
defenderme y aprendí a aceptarme. Y parte de la aceptación fue dejar ir aquello,
aquello que no me permitía esa parte, como fue por ejemplo, la religión, o sea,
como fue, por ejemplo, la sociedad, y como fueron también las etiquetas. […]
Entonces, fue parte de ese proceso hasta llegar al momento de decir: «No tiene
nada de malo ser yo. O sea, y tengo el mismo derecho que cualquier persona de
este mundo» […] al principio sentía que el mundo me era ajeno y que yo había
sido un error, porque así te hacen sentir, que eres un error. O sea, fue decir nada
más: «No fui un error. O sea, fui... soy lo que tengo que ser y está bien. Soy lo que
soy y está bien. Y, este... y tengo un lugar en el mundo. O sea, me lo gané desde
que nací. 'Tengo el mismo derecho que cualquier persona a estar aquí'».
La mayor parte de la cita ha sido enunciada desde la voz propia (negrita) por lo
que se refiere a cuestiones sociales desde su propia voz. Únicamente se documenta
una voz social muy breve: «así te hacen sentir». La cita contiene, además, modaliza-
ciones (en cursiva) que refieren al deber ser (mundo social, externo, impuesto) y mo-
dalizaciones apreciativas que remiten a su mundo subjetivo con valoraciones de gran
carga negativa: «malo», «ajeno», «error», «esa parte» que reflejan la forma en la que
se refiere a su orientación afectiva, a su atracción por otras mujeres. Carga tomada de
su entorno (ámbito público) e internalizada, pero que, poco a poco, fue desechando.
Hay una… es diferente cómo se nos ve. Por ejemplo, el hombre gay es
rechazado. Empieza a ser aceptado. Sobre todo yo lo he visto en mi generación,
[…] él se abrió a sus amigos que son heterosexuales y lo acogieron muy bien […]
pero, sin embargo, la sociedad, en general, rechaza a la homosexualidad masculina
[…]
Entonces creo que dentro del homosexualismo masculino hay un rechazo
y dentro del homosexualismo femenino hay una invisibilización y una
incomprensión. No se entiende. No es algo que esté muy… ¿naturalizado? No sé
cómo decirlo.
Ellos son rechazados, lo que implica que son vistos. Ellos son y se presentan
como sienten en la esfera pública, mientras que las mujeres lesbianas siguen rele-
gadas al espacio de lo privado. Ni comprendidas ni rechazadas, simplemente no
existen, no se las ve, no están. Mientras permanezcan en la habitación, en la casa, no
molestan. Mientras no se muestren abiertamente en público, no existirán.
Conclusiones
situación las lleva a replegarse en una doble vida, con dos facetas que discurren en
paralelo y casi nunca se encuentran: la privada y la pública.
La Entrevista 10 muestra a la mujer en su cotidiano transcurrir de un contexto
privado: propio, personal, afectivo e íntimo de libre elección, a un contexto público:
familiar, laboral e impuesto. El análisis muestra el proceso dinámico y dialógico de
la mujer. Es decir, las construcciones conceptuales que elabora en su ámbito priva-
do, de libre elección, conformado por sus relaciones de pareja, el anonimato de la
entrevista y la seguridad y confianza en el rigor científico que la investigadora le
proporcionan. Únicamente en ese marco, se asume como lesbiana (voz propia), no
sin la carga de sus dudas y contradicciones que expresa mediante voces sociales.
Mientras que en el ámbito público se expresa desde lo que se espera de ella, la nor-
ma heterosexual, es decir, el deber ser marcado por las modalizaciones deónticas y
las voces sociales.
El análisis constata que aunque la formación y la ideología de las mujeres, como
es el caso de la protagonista de la Entrevista 10, generan mayores posibilidades
y cierta libertad para ser como una realmente se siente, no siempre alcanza para
decirse públicamente, para «salir del armario». Todavía se observa que el reconoci-
miento se limita a un reducido grupo de personas: una parte de la familia y algunos
amigos, es decir al ámbito privado construido por la mujer.
Nuestra intención ha sido tratar de descubrir los aportes de una mujer respecto
de las problemáticas que le conciernen, porque mediante sus palabras piensa y
reconfigura su realidad, y produce nuevos significados. El marco teórico al que
adherimos nos ha permitido analizar cómo una mujer se define, habla de sí mis-
ma y deja ver sus logros y dificultades. Los enunciados de la mujer entrevistada
ahondan en la complejidad de sus vivencias que, en un intento constante de buscar
respuestas genuinas a sus propios interrogantes, a veces se muestran contradicto-
rios. La vivencia de la mujer confirma que se trata de una construcción lenta y que,
pese a no haber logrado «salir del armario», trabaja para contribuir a la reglamen-
tación de aspectos desatendidos que allanarían el camino al reconocimiento y la
comprensión. La visibilidad lesbiana de mayor cantidad de mujeres y de profesio-
nales reconocidas socialmente, sin duda constituirá un referente positivo para las
más jóvenes; demanda permanentemente constatada en nuestras investigaciones.
El conocimiento y la apertura hacia otras orientaciones permitirá a algunas jóvenes
identificar la suya sin verse obligadas a asumir la heterosexual como única opción.
El proceso hacia la visibilización se inicia en una misma y solo en ese momento
se puede demandar el reconocimiento de las demás personas (especialmente de
la familia). Siempre será más fácil si sectores amplios de la sociedad comprenden
y acompañan el proceso. El avance como sociedad requiere asegurar espacios de
investigación en las universidades y de formación en las aulas que contribuyan a
legitimar la presencia y las voces de quienes piensan y siente de un modo diferente
al establecido hegemónicamente.
El compromiso que nuestra profesión docente implica y el fin con el que se ha
realizado este estudio nos han llevado a formular algunas cuestiones que han dado
lugar a este artículo que deseamos contribuya a erradicar la homofobia y lesbofo-
bia. Consideramos que la escuela en los distintos niveles que la conforman, puede
y debe contribuir al conocimiento y al respeto de la diversidad afectivo-sexual.
Tarea sencilla si las leyes reglamentadas en muchos países se cumplieran y si los
gobiernos se comprometieran, sinceramente, en la observancia de los derechos de
las minorías.
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Abstract
As a result of an investigative process which articulates historization and feminist analysis
with the observing of two works in performing arts, this article allows to recognize and legitimize
the enormous capacity that art has as a hypertext that transcends the stage and mobilizes from
the mere presence as a spectator. With the intention of contributing in the reconstruction of a
historical fact of feminist relevance, such as the expropriation of our bodies, hereby is shared
an extract of the history of prostitution in Costa Rica, or rather of the patriarchal construction/
invention of history, through which women were labelled as «public women», which is
complemented with the representations of the play Vacío3. It is really the watching of these plays
the primary source through which the investigation springs, and the deepening of this analysis.
Keywords: Inequality, art, women, feminism, deconstruction, corporalities, critical analysis,
patriarchy and prostitution.
Sumario
1.- Introducción. 2.- Las llamadas «Mujeres Públicas». 3.- Enfermas mentales. 4.- Inter-
pretación de escena/momento. 5.- Un burdel tomado por ellas. 6.- Cierre. –Referencias bi-
bliográficas.
1. Introducción
4 El primer artículo (Oliva 2017), el cual invito a revisar, es un resumen de las reflexiones finales. Su lectura
puede esclarecer los objetivos y alcances de la investigación principal. Disponible en: http://investiga.
uned.ac.cr/revistas/index.php/rupturas/article/view/1837. La investigación completa se puede
descargar en: http://investiga.uned.ac.cr/cicde/index.php/informes-de-investigacion/209-profundo
5 «Augustine» fue creada y dirigida por Selma Solórzano, se ambienta en un pabellón destinado para
el estudio de la histeria entre los siglos XIX y XX dentro del Hospital Le Salpêtrière, ubicado en
Francia. Inspirada principalmente en el texto de Didi-Huberman: La invención de la histeria: Charcot
y la icononografía fotográfica de la Salpêtrière (2007). Es un espectáculo multidisciplinario de danza y
teatro que integra música, fotografía, videoarte y proyección multimedia. La coreografía cuenta con
un cuerpo de cinco bailarinas, dos bailarines y un actor.
Durante el siglo XIX, que aún nos impone su presencia, las mujeres sólo tenían
dos posibilidades: «ser ángeles o perdidas». El ideal era la mujer asexuada y se
consideraban pecadoras a las que no cumplían con ese precepto (Lowndes, 1988: 11).
Dicha fragmentación sería la base del discurso que tanto el Estado y sus in-
tereses socio-económicos en alianza total con la iglesia como principal opresora,
acompañaría durante siglos la labor de persecución y expropiación del cuerpo de
las mujeres. La autora Laura Chacón indica que el paradigma de lo puro/impuro
ha estado presente desde la antigüedad y hasta hoy parece estar dictando normas
sobre las relaciones humanas:
6 La «clientela» hoy se redefine como «hombres que consumen prostitución», de lo contrario se sitúa
cierta responsabilidad histórica en las mujeres (el término cliente se puede comprender como el
término utilizado en la época, pero no en el momento en el que fue desarrollada la investigación).
Se pudo haber reflexionado y recomendado por ejemplo, la necesidad urgente de complementar
el estudio, incorporando el comportamiento de los hombres que consumían y aún hoy consumen
prostitución y sobre la masculinidad hegemónica presente en la época.
Al igual que las parteras, las mujeres solas, concubinas, jefas de hogar,
viudas, jóvenes y madres solteras comenzaron a ser supervisadas por los criterios
sanitarios. Las leyes de prostitución comenzaron a sancionar a estas mujeres como
meretrices (Marín, 2007: 37).
Otra de las figuras que participaron del nuevo orden fue el sistema policial como
uno de los principales denunciantes de las supuestas «mujeres públicas», parte de su
labor era sostener y reproducir el ideal de mujer honesta, según Marín:
[…] es decir mujeres gobernadas por un varón, que tuvieran trabajo, que no
escandalizaran en su comunidad y que si tenían concubino este fuera estable. A
estas directrices unían su propia visión de lo que debería ser una mujer honrada;
interpretación creada por sus propias experiencias como lo considerado normal,
lectura que muchas veces era dada por su acervo cultural, comunal y familiar
(Marín, 2007: 199).
3. Enfermas mentales
Más que las regulaciones e implicaciones que esta nueva concepción de pureza
femenina tuvo para las mujeres, es relevante evidenciar que las mujeres transgre-
dieron esas manifestaciones de violencia a la que tantas veces estuvieron expuestas,
estas reacciones provocaron otras consecuencias, por ejemplo que fueran etiqueta-
das de enfermas mentales. Se inicia entonces una nueva persecución por trastornos
mentales, es decir, además del control de sus cuerpo, sin derecho a transgredir, sin
derecho a la protesta frente a la violencia sufrida eran diagnosticadas de «locas e
histéricas». Estos actos de agresión son representados de múltiples formas en la
obra «Vacío», que más adelante se expondrá. Como se ha venido mencionando,
las reformas sociales que las clases dominantes configuraron entre 1860 y 1949 se
basaron en disciplinar las costumbres de las clases populares, según Marín (2007:
66) «con el fin de adecuarlos a los nuevos sistemas de producción que exigía el
capitalismo agrario».
Así pues, controlar las costumbres fue un aspecto importante dentro de esta
reforma social. No podemos entender las finalidades de dichas reformas si no tene-
mos claro que controlar las costumbres, pero sobre todo determinar la peligrosidad
era el propósito principal, todo esto con la finalidad de ir justificando las medidas e
instituciones que posteriormente fueron las encargadas de dar seguimiento. Dicho
lo anterior, las políticas reguladoras del cuerpo y la vida de las mujeres, hicieron
que fácilmente todas las mujeres fueran calificadas como prostitutas. Así por ejem-
plo, según la actividad reguladora sanitaria y policial a cualquier mujer era consi-
derada como «caída y peligrosa y entraría a figurar en los registros antivenéreos
como meretriz» (Marín, 2007: 67).
Para la Ley de higiene de 1875 lo que procedía era enlistar a todas aquellas mu-
jeres que rompieran con el prototipo de moralidad definida por ley, supuestamente
la labor de los funcionarios sería controlar a las mujeres que ejercieran la prostitu-
ción. Sin embargo, estos conceptos estuvieron bastante confusos, es fácil deducir
cierta arbitrariedad, como el propio Marín señala: «esto se tradujo en la realidad en
una mayor persecución de cualquier mujer que quebrantara la amplia imagen de
decencia que poseían las autoridades medias y sus subalternos» (Marín, 2007: 95).
Lo anterior permite comprender cómo la sexualidad femenina fue construida
a partir del temor, del señalamiento de un supuesto descontrol pasional femenino
que desterró a las mujeres a una pureza corporal y mental, pues de lo contrario,
todas eran consideradas «prostitutas». Para las mujeres provenientes de sectores
populares, estas prácticas sexuales se asociaban con comportamientos ilícitos:
ebriedad, conductas sexuales indebidas y nunca con la miseria, la pobreza o la vio-
lencia vivida. De acuerdo con la investigación de Marín, el Código Penal de 1880
fue implacable en cuanto a su tipificación de delitos que a partir de ese momento
debía vigilar la policía prioritariamente, Marín detalla:
Esta tendencia jurídica se acercó mucho a la planteada por Marc Berliere para
Francia del siglo XVIII; según él: la institución policial dedicada a la vigilancia de las
costumbres tendió a inspeccionar a todos los sectores populares considerándolos
como potencialmente peligrosos (Marín, 2007: 73).
Foucault (1993) ya lo había señalado en sus ensayos sobre la locura, esa relación
entre las regulaciones sobre sexualidad, consideradas pecados y hechos satánicos, y
cómo esto se llegó a vincular con la definición de mujeres públicas y posteriormen-
te insanas. Desde luego, de allí viene la influencia en la medicina y psiquiatría en
nuestro país, que en el párrafo anterior refiere Marín. Según Foucault, en la época
se predicaba (1993a: 63): «[…] hay que pagar su deuda a la moral pública, y hay que
prepararse, por los caminos del castigo y de la penitencia, a volver a la comunión
de la que han sido excluidos por el pecado[…]». Dentro de este contexto las mujeres
fueron las más inspeccionadas y las más sospechosas de ser posibles extraviadas y
de gran peligrosidad.
Tanto para los hombres como para las mujeres la soltería y la juventud
representaban un riesgo que les conduciría hacia la insanidad mental, según el enfoque
positivista, los y las jóvenes desarrollaban o podrían despertar «predisposiciones
patógenas». Flores (2007: 72) señala cómo la juventud era concebida como un riesgo:
«La evolución del sujeto adulto, enfrentándose a los riesgos de la vida, implicaba
una lucha constante entre los impulsos generadores de insanidad y la contención de
descontroles internos».
Si bien es cierto, según la anterior cita, para ambos, hombres y mujeres, la única
salida era la unión matrimonial, para las mujeres se convertía en una carga mucho
mayor, además de que significaba su «cura inmediata» la mujer representaba ese
complemento de la «individualidad masculina». Flores (2007: 73) relata que para
la época «la mujer garantizaba la mediación de las relaciones de pareja y de las
sexualidades a través del lazo matrimonial. Su presencia dulce y discreta evitaba el
tentador retorno a los deseos no regulados».
Por otra parte, con el matrimonio se establecía el control de las pasiones feme-
ninas, en otras palabras: una mujer sola era ya un factor de riesgo en sí mismo y
como lo hemos mencionado, los criterios de persecución de las mujeres por sus
conductas sexuales no se hicieron esperar. A lo anterior se suma la fundación de las
cárceles, en el marco de una política penitenciaria y la corrección moral de los reos
que constituirían los sectores populares considerados más peligrosos. Según Marín
(2007: 80): «uno de esos grupos era el de las mujeres solas, concubinas, madres
solteras y prostitutas josefinas, las cuales fueron equiparadas muchas veces como
rameras profesionales».
Así, la estructura carcelaria impactó en las reformas y «roles aleccionadores»
para las mujeres. En este contexto estuvieron muy presentes las instituciones cle-
ricales que fueron centrales en la labor de disciplinamiento. Para Marín (2007: 81):
«[…] las supuestas mujeres deshonestas o rameras fueron a expiar sus conductas
a un reclusorio […] a las que no seguían el nuevo camino guiado por los religiosas
[…] eran amenazadas con penas mayores».
¿Serían estos criterios una forma de garantizar que las mujeres siguieran el ca-
mino hacia el matrimonio y la familia? El criterio de la mujer casada fue uno de
los principales para la definición de honestidad, el estado civil en las mujeres era
tan relevante que incluso una mujer que trabajara en el espacio público como una
mujer obrera implicaba que al ser parte del mundo urbano e independiente y por
lo tanto, «ajena al hogar» era una «mujer pública». Según Marín (2007: 276): «Esa
característica las convertía, según los ojos inquisitoriales de las autoridades, en da-
mas potencialmente peligrosas, máxime si eran concubinas o solteras».
Por otra parte, en ese escenario de persecución, como ya hemos mencionado, no
podía faltar la figura de la medicina, pero sobre todo, los diagnósticos de insanidad
mental y los sanatorios u hospitales mentales. Interesantísimo como Flores (2007)
señala que en el proceso del diagnóstico médico entre los años 1892 y 1910 se ini-
cian terminologías como «nociones científico-morales» (Flores, 2007: 75). En esos
diagnósticos se hacía una referencia para describir el proceso por el cual el deno-
En los cuados denominados «locuras congénitas» era frecuente que los estados
de excitación como –descontrol, desnudez, risa, furia o inquietud– se asociaran
con la apariencia corporal de las mujeres internadas, fueran percibidos como
«atontamiento o idiosía» (Flores, 2007: 98).
Con lo anterior se evidencian las referencias que se hacían a partir del cuerpo
femenino, y cómo se construían signos clínicos para juzgar el comportamiento de
las mujeres. En otro de los relatos, llamados también: «idiotismo» aparecen des-
cripciones médicas como la siguiente: «se excita más de lo natural» (Flores, 2007:
98-99). Esto hace que surjan las siguientes preguntas: ¿Qué tan natural era la exci-
tación femenina? ¿Cómo era considerada la excitación femenina? Si es que alguna
vez pensaron que existiera. Flores subraya:
Probablemente por eso, las descripciones médicas exponían con bastante laxitud
lo incorrecto de las emociones expresadas por estas mujeres: sus miedos eran
infundados, su llanto sin razón, su excitación más allá de los natural (Flores, 2007: 99).
4. Interpretación de escena/momento
femenino, según Carro (2010): «en su análisis decide no centrarse en elementos for-
males del arte sino en los discursos y las formas en las que se evidencia en las obras».
Por otra parte, para la pregunta: ¿Existe una única forma de hacer un análisis femi-
nista? Hidalgo (2007: 190) nos aclara: «La obra de arte es un hipertexto con posibilidad
de un sinfín de lecturas, según el espectador y el momento histórico en el que se da, por
un lado, y en el que se lee o se realiza una aproximación reflexiva, por el otro». Como
un gran aporte, Gaínza (1994: 11) nos recuerda que: «Los textos artísticos son, ante todo,
articulaciones de sentido, como cualquier otro texto». Finalmente se concluye que es
a partir de los elementos significativos que se identifican en las obras; con la lectura
de diversas autoras y autores y sobre todo al dialogar con las artistas, como se va arti-
culando la interpretación, todo permeado por el ojo crítico de la investigadora. De lo
anterior subrayo la importancia del proceso personal y creativo de las creadoras, como
un aspecto vital para un análisis feminista. Vale destacar que ésta es una de las princi-
pales diferencias, que según la lectura del crítico teatral francés Pavis (2011) encuentro
entre un análisis feminista y una crítica de arte. Pavis inicia cuestionando el tipo de
análisis «de reconstrucción» según el obsoleto, pues tiende a analizar declaraciones e
intenciones de los y las artistas, lo que considera innecesario. El proceso histórico de
la artista (creativo y personal) toma un enorme significado para un análisis feminista,
es precisamente este tipo de indagación la más significativa en una lectura feminista.
Antes de describir algunas escenas de la obra «Vacío», es importante recordar
que esta obra entremezcla relatos reales sobre los historiales clínicos de las mujeres
que estuvieron hospitalizadas en el psiquiátrico por diversas razones, casi todas
producto de conductas «rebeldes» que transgredían la norma de la «mujer-madre y
esposa perfecta» o simplemente como respuesta a situaciones de violencia extrema. Lo
significativo de esta obra es que las realidades de estas mujeres no se representan en
salas de hospitales, sino que se reconstruyen y resignifican a través de la creación de
un espacio y un ambiente escénico que a manera de burdel (lo cual se ampliará más
adelante) reubica todas las formas en las cuales la feminidad fue construida por el
patriarcado, que en aquel momento histórico estaba fuertemente dirigido por el poder
de la medicina, el Estado y la iglesia católica. A continuación se muestran algunas
escenas y parte del análisis.
Fig. 1. Vacío (Roxana Ávila, 2013). Teatro de la Aduana. Actriz: Grettel Méndez.
Fig. 2. Vacío (Roxana Ávila, 2013). Teatro de la Aduana. Actriz: Grettel Méndez.
Fig. 3. Vacío (Roxana Ávila, 2013). Teatro de la Aduana. Actriz y bailarina: Erika Mata.
Fig. 4. Vacío (Roxana Ávila, 2013). Teatro de la Aduana. Actriz y cantante: Maria Luisa Garita.
Fig. 5. Vacío (Roxana Ávila, 2013). Teatro de la Aduana. Actriz y bailarina: Erika Mata.
[…] La madre es una moral insanity y lleva mala vida […] abandonó el hogar
conyugal y se fue a vivir con su hermano, dice que detesta la casa del esposo.
Excitación sexual marcada, Apetito caprichoso. Historial clínico 9587 (Ávila y
Morera, 2012: 189).
7 «Camarera» de Antonio Machín. Canción bolero- popular de los años 70, se refiere a un hombre,
cliente de un bar que tiene una relación de confianza con una camarera, quien se convierte en su
compañera y le acompaña en sus «supuestos» momentos de tristeza y desamor.
8 La canción «Cucurrucucú Paloma» es autoría del compositor mexicano Tomás Méndez. Es una
canción romántica y dramática que relata el sufrimiento de un hombre por una mujer.
«Tú debes en forma siempre estar. Mantente bien arreglada, eso debes procurar. Te
miran, te mira, no puedes olvidar. Recuerda tu apariencia, mo-der-na Si te miran
que te vean perfecta» (Ávila y Morera, 2012: 192). Es importante reiterar que la obra
recrea la idea de un burdel, es una obra que no se realiza en un teatro con escena-
rios convencionales, el espacio simboliza un espacio público que bien puede ser un
burdel o un bar, para este extracto del análisis sobre mujeres públicas este elemento
artístico resulta relevante, razón por la cual a continuación se detalla.
anterior explica por qué las llamadas «mujeres públicas o prostitutas» terminaron
siendo internadas y hospitalizadas, finalmente se les consideró también sujetas de
una especie de locura e insanidad mental como parte de la invención y la patologi-
zación que sufrieron.
6. Cierre
Como reflexión final, aunque en otro contexto geográfico e histórico del que he-
mos venido describiendo en este artículo, Didi-Hubberman realiza un exhaustivo
estudio sobre la invención de la locura de las mujeres en la Francia de los siglos
XVIII y XIX, en el que señala la existencia de hombres histéricos, sin embargo no
hubo indicios fotográficos al respecto, únicamente hay referencia de fotografías de
mujeres diagnosticadas histéricas. ¿Por qué? ¿Será porque el cuerpo de las muje-
res fue siempre menos propio que el de los hombres, menos perteneciente a ellas
mismas, más público, más observable, más disponible para todos lo que quisieran
observarlo?
Siguiendo a Didi-Hubberman (2007: 111-112): «Se trata sin duda de una tácti-
ca de diferencia entre sexos. Que sea elevada al nivel de un “temperamento” no
cambia nada…». Tomaremos la extraordinaria metáfora de «la medicalización del
burdel» que permite analizar la vinculación que finalmente existe entre un cuerpo
femenino supuestamente «público» desterrado para siempre a la cosificación y uti-
lización de otros, y una feminidad «insana» que será representada por una mujer
trastornada y hospitalizada como castigo por su «moral insanity» que no fue capaz
de seguir las normas de santidad que como madre esposa le fueron asignadas. El
hospital es a la mujer «insana» lo que el burdel es a la mujer «pública». El autor ex-
presamente hace referencia a una similitud interesante entre la figura de la interna,
«supuesta histérica de la prostituta», relación o comparación que sustenta desde
la utilización y exposición extrema del cuerpo femenino. Ubicando el cuerpo y la
sexualidad femenina en el lugar de la sexualización malsana, desde la corporalidad
extraña, enferma e incomprendida, se refiere al concepto de «medicalización del
burdel» con el que finalmente comprendemos el vínculo que históricamente existió
entre el burdel y el hospital, en ambos espacios se hizo uso del cuerpo femenino
para disfrute «también» de las autoridades médicas, en una época conformada por
hombres:
El asilo se redefine, por ejemplo, como lugar invertido, medicalizado, del burdel
[…] porque entre la histérica y la prostituta tan sólo hay un paso, el de franquear
los muros de la Salpêtrière y encontrarse en la calle […] En resumen, todos los
procedimientos de la invención generalizada de una sexualidad de la época entienden
aún la histeria como un haber de la feminidad (Didi-Huberman, 2007: 112).
Las etiquetas de locas y putas nos han perseguido por siglos a las mujeres y
existe una estrecha relación entre la construcción de la locura femenina, la pato-
logización y la intención socio-política y religiosa de etiquetar a las mujeres entre
«públicas», es decir insanas, y las mujeres «madres y esposas». Partiendo de esta
reflexión, es relevante reiterar que se trata de hechos históricos durante los cuales
las mujeres fueron controladas, tomadas, abusadas y observadas por los médicos,
además en un espacio no sólo con el permiso para, si no como lugar construido
con el respaldo de la medicina «oficial» que tenía como principal función y razón
de ser justamente: el escrutinio de los cuerpos, casi de la misma forma el Estado y
la religión persiguieron, condenaron y controlaron las vidas y el cuerpo de las mu-
jeres bajo la etiqueta de «mujeres insanas» pero también como «mujeres públicas».
Los hechos históricos recorridos en este artículo se remiten a casi dos siglos
atrás, hechos que parecen muy lejanos y sin embargo hoy en América Latina y en
Costa Rica estamos viviendo una nueva «criminalización y represión de nuestra
sexualidad». Estamos frente a un enorme retroceso, siendo amenazadas por las
intenciones de partidos políticos evangélicos cargados de fundamentalismos.
Resulta increíble que autoras como Carole Vance y Gayle Rubín en el año de 1989
ya lo habían advertido. Por ejemplo Vance utiliza el concepto de «cruzada moral»
para referirse al ataque conservador de la derecha hacia los logros feministas:
En su campaña contra los males del aborto, los derechos de los gays y las lesbianas,
la educación sexual y los centros de anticoncepción y la independencia económica
de las mujeres, está intentando implantar los acuerdos sexuales tradicionales y el
vínculo antes inexorable, entre reproducción y sexualidad (Vance, 1989: 12).
Rubín por su parte ese mismo año señala que: «los actuales conflictos sobre
valores sexuales y la conducta erótica tienen mucho en común con las disputas
religiosas de siglos pasados» (Rubín, 1989: 114), y enfatiza sobre la importancia y el
valor simbólico de las disputas sobre la conducta sexual, y se refiere a las secuelas
de esa represión que hasta hoy nos acompaña:
Las consecuencias de este gran paroxismo moral del siglo XIX perviven
todavía. Han dejado una profunda huella en las actitudes sobre el sexo, en la
práctica médica, en la educación infantil, en las preocupaciones de los padres, en
la conducta de la policía y en las leyes sobre el sexo (Rubín, 1989: 115).
Para finalizar me resulta muy sugerente recordar lo que Vance señaló como el
objetivo principal de esa conferencia dictada en el Barnard College en 1982 titulada
Investigación y Feminismo: «Deseábamos ampliar el análisis del placer y recurrir a la
energía de las mujeres para crear un movimiento que hablara tan poderosamente
en favor del placer sexual como lo hacía contra el peligro sexual» (Vance, 1989: 12).
Por el momento contamos con la existencia del arte como un movimiento aliado
para resignificar el cuerpo y sus placeres.
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Resumen
En este artículo repasamos la vida de Priscilla Horton (1818-1895), actriz y gerente de
teatro del siglo xix más conocida como Mrs. German Reed. A menudo olvidada en los vo-
lúmenes dedicados al estudio del teatro victoriano, su trayectoria nos permite descubrir la
situación social de las actrices de la época y las dificultades a las que debían hacer frente.
Sin embargo, a diferencia de muchas otras, Horton disfrutó del favor de sus contemporá-
neos gracias a su talento sobre los escenarios. Además, su matrimonio con Thomas German
Reed (1817-1888) y la posterior creación del Gallery of Illustration en Regent Street, Londres,
le otorgó un nuevo estatus de patrona de las artes y de mujer refinada. Junto a su marido,
Horton impulsó un nuevo género a mediados del siglo xix, el «entretenimiento de salón»
o drawing-room entertainment, atrayendo incluso a la élite que consideraba el teatro como
vulgar e inmoral.
Palabras clave: Priscilla Horton, Mrs. German Reed, actriz victoriana, teatro inglés victoria-
no, entretenimiento de salón.
Abstract
In this article, I scrutinize the life of Priscilla Horton (1818-1895), a nineteenth-century
actress and theatre manageress, better known as Mrs. German Reed. Oftentimes forgotten
in the volumes dedicated to the study of Victorian theatre, her career in the theatre scene
exemplifies the social situation of the actresses of the time and the difficulties they faced.
However, unlike many others, Horton enjoyed the favor of her contemporaries thanks to
her talent on stage. Moreover, her marriage to Thomas German Reed (1817-1888) and the
establishment of the Gallery of Illustration in Regent Street, London, endowed her with
a newfound status of patroness of arts and refined woman. Next to her husband, Horton
promoted a new dramatic genre in the mid-nineteenth century: the drawing-room entertain-
ment. In the end, the Reeds’ establishment made theatre popular amongst the elite circles
who claimed that theatergoing was sinful and immoral.
Keywords: Priscilla Horton, Mrs. German Reed, Victorian actress, Victorian English theatre,
drawing-room entertainment.
Sumario
1.- Introducción. 2.- La reputación de la actriz como objeto erótico y sobrenatural. 3.- La
transformación de la actriz: de Priscilla Horton a Mrs. German Reed. 4.- Conclusión. –Refe-
rencias bibliográficas.
1. Introducción
3 El término wo-manager es utilizado por primera vez por Tracy C. Davis (2000: 284). Según Davis, esta
palabra crea un híbrido de dos conceptos previamente incompatibles, ya que el mundo profesional
de la Inglaterra del siglo xix solía estar reservado a hombres. En su capítulo en el volumen de Davis
y Donkin (1999: 99-124), Jane Moody explica la idoneidad de las mujeres para tomar las riendas de
los recintos teatrales de la época y equipara a la gerente teatral a una ama de casa «cuidando» del
«hogar» teatral.
ción del público, llegando a codearse con la élite intelectual y social de su tiempo4. Las
vidas de estas mujeres eran muy públicas y muy comentadas entre los círculos ajenos
al teatro, provocando así que se convirtieran en modelos a seguir de muchas chicas de
clase baja que soñaban con dejar atrás vidas de reclusión en el hogar paternal, matrimo-
nios no deseados o incluso trabajos mal pagados para poder mantener a sus familias5.
Posteriormente, a lo largo del siglo xix, la figura de la actriz se convirtió en una
contradicción de atracción y repulsión a la vez. Quizá, y entre otras razones, los
emergentes movimientos feministas victorianos fueran parte de la causa. Siguiendo
el puritanismo religioso de la época, las mujeres fueron colocadas en un «pedestal»
metafórico, desde el cual debían servir como ejemplo de superioridad moral y
de candidez. Al principio, el movimiento feminista decimonónico hizo alarde de
esta superioridad con tal de impulsar los derechos de las mujeres en el ámbito
doméstico. Poco a poco, estos grupos se convirtieron en activismo político y se
pidieron mejoras en los ámbitos de la educación, la política, el trabajo, la industria
y el matrimonio. Entre los primeros círculos feministas de Inglaterra se encuentra
el Langham Place, fundado en Londres alrededor de 1850 y el cual contaba con
el trabajo de importantes mujeres como Barbara Bodichon, Bessie Parkes, Octavia
Hill, y Elizabeth Garrett, entre otras6. Mediante la creación de revistas como el
English Woman’s Journal (1858-1864), lo que muchos consideraban un movimiento
feminista desestructurado empezó a convertirse en grupos activos y organizados
que reivindicaban los derechos de las mujeres. Cuando más tarde, a finales del
siglo xix y principios del xx, el movimiento sufragista llega a su punto álgido, se
crearon grupos de apoyo en el ámbito teatral. Este es el caso del Theatrical Ladies
Guild, fundado en 1891 por unas sesenta actrices, cuyo objetivo era ayudar a actrices
desamparadas y a sus hijos; unos años después, en 1908, actrices afamadas como
Ellen Terry, Cicely Hamilton y Lillie Langtry fundaron la Actresses’ Franchise League,
mediante la cual se promovió el movimiento sufragista e incluso se realizaron obras
de teatro sobre los derechos de las mujeres7.
Sin embargo, a pesar de que la emancipación de la mujer pasó a ser uno de los temas
candentes de la segunda mitad del siglo xix, los medios seguían intentado restar credi-
4 Dora Jordan (1761-1816) fue famosa por su relación con el rey Guillermo IV en el siglo xviii, con
quien tuvo diez hijos ilegítimos. Sarah Siddons (1755-1831), procedente de una familia de actores, fue
conocida por sus papeles trágicos de principios del siglo xix. Otras, como la francesa Sarah Bernhardt
–quien fue alabada por Oscar Wilde– y la italiana Eleonora Duse, gozaron de fama mundial. En
Inglaterra, Ellen Terry (1847-1928), descendiente de una familia de actores, se convirtió en musa de
poetas y pintores –como su primer marido George Frederic Watts–, y se la relacionó con el primer
ministro W. E. Gladstone.
5 Mary Lyndon Shanley (1989: 10) identifica seis trabajos –mal pagados– que las mujeres de clase
media podían desempeñar durante el siglo xix: institutriz, profesora, dependienta, enfermera,
administrativa y funcionaria pública.
6 Phillipa Levine (1987) examina con detalle el movimiento feminista del siglo xix y establece al
Langham Place como uno de los primeros en iniciar comités de campaña y en ofrecer bibliotecas
y salas de estudio para mujeres. En definitiva, el Langham Place otorgó a las mujeres un entorno
propio en el West End londinense en el que poder debatir su situación social y política.
7 Estas obras eran escritas por las mismas mujeres que formaban parte de la Actresses’ Franchise League.
Algunos ejemplos son Votes for Women (1907) de Elizabeth Robins, Pageant of Great Women (1909) y
The First Actress (1911) de Cicely Hamilton (Clark, 2008: 120).
8 Clúa Ginés (2007: 157-172) explica cómo las performers femeninas que surgieron a finales del siglo
xix aprovecharon su exposición pública para reconfigurarse y construir sus identidades de forma
subversiva, tanto dentro como fuera de los escenarios.
solo no apartarse de los escenarios, sino que además persuadió a un público se-
lecto de que sus gustos e imagen se habían elevado. Junto con su marido, Horton
impulsó un nuevo género teatral en el panorama londinense: el «entretenimiento
de salón» o drawing-room entertainment. Sus «entretenimientos», como los mismos
Reed calificaban a sus actuaciones, engañan al espectador y crean un falso entorno
de privacidad en su teatro. Esto se conseguía a través de una escena muy cuidada,
en la que los Reed contaban historias en lo que parecía su propio salón familiar.
Finalmente, resumiremos los puntos más relevantes de esta investigación y rea-
firmaremos la figura de Priscilla Horton como ejemplo destacable de la capacidad
de muchas actrices decimonónicas para transformarse bajo el escrutinio de toda
una ciudad. Ella, al igual que muchas otras, recuperó la agencia sobre su cuerpo y
logró pasar de ser un simple par de piernas a dirigir uno de los recintos teatrales
más importantes del West End londinense.
9 En la revista The Dark Blue, Thomas Hood (1871: 114-118) escribe sobre los gustos del público en
cuanto a comedia, escenas con actrices vistiendo medias ajustadas y la sobreactuación típica de la
pantomima y el teatro burlesco de la época.
10 Las traducciones de citas son propias: «Creo que es injusto y erróneo / etiquetarnos a todas de
depravadas; / ¡nosotras, las bailarinas, y nuestros trajes / somos lo que el público desea! / ¿Por qué
bailar en leotardos para poder comer / escandaliza tanto a los espectadores, / quienes compiten, por
elección propia, en exhibir / mucho más que los hombros?»
11 Especialmente a principios del siglo xix, la prostitución era asociada al teatro ya que era habitual
encontrar a prostitutas en los pasillos oscuros de los auditorios de los principales teatros –entre
ellos, el Covent Garden y el Drury Lane. Además, Michael Booth (1991: 64) añade que también se
congregaban a las puertas de los teatros –tanto en el East como en el West End. Por esta razón,
además de por muchas otras, las mujeres «respetables» no solían ir a ver las representaciones solas.
12 Entre las obras más aclamadas por el público londinense se encuentra Life of an Actress (1862) de Dion
Boucicault. En ella, se muestran dos tipos claros de mujeres dedicadas al teatro: la actriz veterana,
de moral laxa y acostumbrada a ser adulada por hombres de altos rangos y la actriz novel, quien
se da cuenta en su primera actuación ante un público de los vicios y perfidias que el mundo del
espectáculo conlleva. Posteriormente y con el movimiento de la New Woman a finales de siglo xix y
principios del xx, los dramaturgos cuentan historias de actrices que abandonan a sus maridos para
no convertirse en «animales domesticados» –como en el caso de Connie, the Actress (1902) de John
Strange Winter.
13 La obra en cuestión se titulaba igual que la original, y fue interpretada el 13 de Octubre de 1838.
Dirigida por el famoso William Macready (1793-1873) durante su gerencia en el Covent Garden, la
obra incluía un espectacular panorama representando el naufragio de la primera escena (Summers,
1966: lviii).
14 Marjorie Garber (2008: 18-20) examina las adaptaciones de Shakespeare a lo largo del siglo xix y ofrece
una visión del personaje de Ariel, equiparándolo a los personajes de hadas o seres sobrenaturales
femeninos de los escenarios victorianos.
15 Una de las imágenes que perduran de Priscilla Horton es su retrato como Ariel realizado por Daniel
Maclise (1806-1870) en 1838. En este, destaca su piel pálida y su sonrisa traviesa. Ataviada de un
revelador vestido amarillo, sus hombros, brazos y piernas quedan al descubierto. Más conservadora
es la ilustración de H. Johnston realizada el mismo año y publicada por McLean & Haes. En este caso,
su traje blanco es más discreto y sus brazos y piernas se muestran más cubiertas.
16 El impacto de los breeches roles se reflejaba en la crítica impresa incluso desde principios de siglo. Las
revistas incluían notas biográficas de actrices con asiduidad, las cuales no siempre gustaban a sus
lectores. Por ejemplo, The Lady’s Monthly Museum se vio cuestionado en su decisión de incluir una
reseña biográfica de la actriz Dora Jordan en 1805, cuando un lector les escribió una carta de querella
por considerar que dicha actriz no era digna de servir de ejemplo para sus lectoras. Esto, según él, se
debía a su propensión a actuar en papeles «indecentes» en los que debía ir travestida (W. J., 1805: 191).
Quizá, como afirma Ellen Donkin, los autores creaban estos papeles para sa-
tisfacer su propio deseo de observar a mujeres en posición reveladora sobre los
escenarios (Davis y Donkin, 1999: 63). A pesar de ello, estas actrices a menudo eran
consideradas sexless (Powell, 1997: 30) o asexuadas, censuradas de irracionales y
poco femeninas17. Sin embargo, no se puede negar que el intercambio de roles –y
de identidad–, le permitía a las mujeres reafirmar su autoridad y, en definitiva, ser
tomadas en consideración por sus contemporáneos18. Así, una mujer desempeñan-
do un breeches role, era capaz de formar parte activa de la narrativa, siendo ella la
viajera, guerrera o exterminadora de dragones.
Hasta ahora, hemos visto cómo la reputación de una actriz podía ayudarle en su
carrera y en el desarrollo de su vida privada. Gozar de la aprobación de la crítica,
tanto por sus talentos como por su moralidad, le daba una credibilidad sobre los
escenarios que influía irremediablemente en su popularidad entre el público. Para
ello, se insistía en humanizar a la actriz, hacerla accesible a la gente corriente.
Esto se realizaba casi siempre mediante retratos en los que se la presentaba fuera
del ámbito teatral –es decir, sin vestuario ni maquillaje19. En su estudio, Janice
Norwood (2017) observa las diferentes versiones que existían de las actrices: en
ocasiones, capturadas en plena representación, con actitudes activas y vestidas
como su personaje; en otras, en posturas pasivas que apenas denotan expresión
ni voluntad personal, con trajes modestos en el entorno familiar. Esta dualidad
siempre presente al referirse a las actrices tenía que ver con la naturaleza de su
trabajo. Ellas se dedicaban a expresar emociones y mostrarse pasionales cuando
sus contemporáneas fuera de los escenarios eran instadas a disimularlas20. Una
de las herramientas para humanizar a la actriz y quizá rebajar su amenaza era el
matrimonio. Estas uniones, casi siempre, se realizaban con miembros del entorno
teatral, ya fuera músicos, directores, gerentes, o incluso escritores. Mediante el
matrimonio, culminaba la contradicción personal de la actriz: era personaje público
sobre el escenario, donde se mostraba independiente y fuerte, pero también era un
personaje privado en el entorno del hogar, donde actuaba como esposa y madre.
17 Esta censura se repite incluso a finales del siglo xix, cuando el surgimiento de la New Woman y
del dandy subvirtieron los roles de género en Inglaterra. Notablemente, el libro Degeneration escrito
por Max Nordau y publicado en Inglaterra en 1895, hace hincapié en la pérdida del género en
hombres –quienes, en su opinión, empezaron a feminizarse– y en mujeres –que cada vez eran más
«masculinas».
18 Anna Clark (1995: 64) explica cómo los periódicos satíricos de la era victoriana adoptaron el término
breeches y lo convirtieron en «the struggle for the breeches». Este «forcejeo por los pantalones»
simbolizó la lucha de las mujeres de la época por conseguir los mismos derechos que sus maridos en
el matrimonio y su protesta por los continuos casos de violencia doméstica en los que el hombre no
era culpabilizado.
19 Especialmente desde el siglo xviii, se buscaba «domesticar la sexualidad de las actrices» (Straub,
1992: 94).
20 Kerry Powell (1999: 35) habla de la actriz como madwoman o loca, debido a su capacidad para
expresar sentimientos que, fuera de los escenarios, eran considerados histeria femenina.
Fue mediante el matrimonio que Priscilla Horton se reafirmó como actriz y pio-
nera del siglo xix por excelencia. En 1844, se casó con Thomas German Reed, el
aclamado director de orquesta del teatro Haymarket. Unos años después, en 1855,
juntos crearon sus propias obras siguiendo el estilo del drawing-room entertainment
o entretenimiento de salón. En sus primeras interpretaciones, los Reed llamaron a
su entertainment «Illustrative Gatherings»; es decir, reuniones ilustrativas. Durante
estas reuniones iniciales, Mr. German Reed se sentaba al piano y acompañaba mu-
sicalmente la interpretación de su esposa. Así, Horton –ahora Mrs. German Reed–
era la encargada de narrar historias y ejemplificar pequeños sketches describiendo
eventos y personas que bien podían ser reales. En realidad, era ella la principal
atracción para el público, ya que incluso el título empleado para publicitar sus ac-
tuaciones era «Miss P Horton’s Illustrative Gatherings» (Gänzl, 2018: 314).
Después de sus primeros pasos juntos realizando estos entretenimientos en
otros locales como el St. Martin’s Hall de Londres, Horton siguió actuando por su
cuenta en conciertos de E. W. Thomas en el Philharmonic Hall de Liverpool y rea-
lizando lecturas con canciones de varias obras de Shakespeare. Como matrimonio,
los Reed se aseguraron el éxito entre las clases media-altas de Londres cuando,
en 1856, inauguraron sus entretenimientos en un recinto en el corazón de Regent
Street llamado Gallery of Illustration. Esta galería fue construida por John Nash en
1824 para uso privado, pero hasta mitad del siglo xix se convirtió en un lugar en
el que se exhibían ilustraciones panorámicas y dioramas21. A menudo, un orador
acompañaba a los panoramas y se encargaba de explicar la historia detrás de la
ilustración. Sin embargo, no fue hasta 1850 aproximadamente que se permitieron
las representaciones musicales y de danza en la Gallery of Illustration, que nunca
fue considerado un teatro. Este detalle fue lo que les permitió a los Reed atraer a un
público que tachaba a los teatros tradicionales de inmorales. Mediante la meticulo-
sa elección de sus palabras, los Reed se ganaron el patrocinio de un sector selecto
de la población londinense.
En gran parte, el éxito de los Reed se debió a la misma Horton, que ya se había
labrado una reputación entre el público. Así, los carteles publicitarios de los entre-
tenimientos de Mr. y Mrs. German Reed, seguían incluyendo el nombre de soltera
de Horton, además de su famoso apodo «the nymph with the golden locks», según
la revista Bow Bells (1866: 41). Esto, además del elevado protagonismo que Horton
tenía en sus actuaciones con su marido, nos lleva a creer que ella había recupera-
do el control de su imagen y su identidad. Como Mrs. German Reed, Horton se
estableció como una señora de gustos refinados y talento para el espectáculo y la
música. Mediante sus entretenimientos en la Gallery of Illustration, había dejado
de ser una marioneta y se había transformado en marionetista. En su nota biográ-
21 Entre los muchos panoramas que se exhibieron en el Gallery of Illustration se encuentran Diorama
of our Native Land, Illustrative of England and its Seasons de Grieve, Telbin, Jones, Absolon y Herring y
Events of the War de Grieve y Telbin. A este último panorama le acompañaba el orador J. H. Stocqueler,
quien utilizó diagramas para explicar los detalles de la zona de combate exhibida. En general, los
panoramas y dioramas solían fomentar el patriotismo y enseñaban los nuevos avances del Imperio
Británico (Huhtamo, 2013: 197).
fica realizada por Bow Bells, se remarcaban sus habilidades: «Mrs. Reed is a good
linguist (self-taught), writes charming verses, composes songs, and takes very stri-
king likeness; and, above all, her memory is most extraordinary22» (Bow Bells, 1866:
41). El mensaje queda claro: ella es el verdadero prodigio en la alianza entre Mr. y
Mrs. German Reed.
Como hemos comentado con anterioridad, en muchos sentidos el ejemplo de
Priscilla Horton reconvertida en Mrs. German Reed se asemeja al de su predeceso-
ra Eliza Vestris. Madame Vestris, afamada por sus piernas y por un erotismo que
supo explotar, llegó a ser la gerente de teatros tan importantes como el Olympic
–desde 1830 a 1839–, el Covent Garden –desde 1839 a 1842– y el Lyceum –de 1847 a
1855. Vestris, en sus años como gerente, sacó ventaja de su reputación y patrocinó
el teatro burlesco, un género famoso por su erotismo, fantasía, diálogos ingeniosos
y dobles sentidos. En el caso de Priscilla Horton, con sus entretenimientos supo
transformarse en lo que el público esperaba de ella: ahora era una señora casada
cuyo dominio era el ámbito privado. La principal herramienta de la que se hizo
servir era los decorados en sus entretenimientos. En la Gallery of Illustration –que
podía dar cabida hasta a quinientas personas–, el público tenía la sensación de estar
en la misma sala de estar o salón privado de los Reed. En otras ocasiones, la escena
reproducía su alcoba privada o la zona común de un hotel. Así, los espectadores
sentían que eran parte de la historia, o mejor dicho, que formaban parte de la vida
privada del matrimonio Reed (Bratton, 2011: 76). En definitiva, la percepción del
público había cambiado al verla junto a su marido –que la acompañaba al piano
mientras ambos relataban historias.
Durante sus entretenimientos e ilustraciones, Horton solía interpretar los pape-
les más complejos. Mientras contaban anécdotas a su público –o, según les hacían
creer, a sus invitados–, Horton iba cambiando de vestuario para ilustrar así de ma-
nera fiel a los personajes de los que iban hablando. Por ejemplo, en su actuación
titulada Popular Illustrations from Real Life realizada el 24 de diciembre de 1860, Mr.
Reed se encuentra a un pobre chico italiano que le relata de forma amena su viaje
a pie desde Génova a Inglaterra. Este muchacho es interpretado por Horton, quien
está acostumbrada ya y ha sido aclamada anteriormente por sus papeles traves-
tidos. Llama la atención la facilidad y naturalidad con la que Horton es capaz de
interpretar personajes masculinos sobre el escenario con su marido –lo cual hace a
menudo en sus ilustraciones–, esta vez ante un público que quizá se escandalizaría
al presenciar lo mismo en otro establecimiento de la ciudad. Sin embargo, la faci-
lidad de travestismo en sus papeles se presenta como arma de doble filo, ya que
muestra una vez más, la capacidad de las mujeres para ser versátiles y, a su vez,
falsas (Bratton, 2011: 77).
En cuanto a los diálogos que los Reed interpretaban, no está del todo claro quién
los escribía en sus inicios –aunque, tal y como sugieren las críticas y reseñas biográ-
ficas, lo más probable es que fuera Horton la encargada de hacerlo debido a su ex-
22 Las traducciones de citas son propias: «La señora Reed es una buena lingüista (auto-didacta), escribe
versos maravillosos, compone canciones y se caracteriza de manera impresionante; y sobre todo, su
memoria es extraordinaria».
MRS. REED: […] like all the rest of the men they fancy that we poor women are
mere shuttlecocks to be knocked about just as their fancy suits them. […] Oh, I am the
quietest little woman in the world, but I cannot bear such treatment, I can’t indeed, and I
don’t believe that any woman of spirit ever could.
(Song) Men tell us ‘tis fit that wives should submit
To their husbands submissively meekly
That whatever they say, their wives should obey
Unquestioning, stupidly, weakly
Our husbands would make us their own dictum take
Without ever a wherefore or why for it
But I don’t, and I can’t, and I won’t, and I shan’t
No, I will speak my mind if I die for it (Mr. & Mrs. Reed, 1860: 49) 23.
[…] in private life, [Horton] has so unassuming and quiet a manner, that a stranger
would not for a moment suspect she was a member of a profession to which fame has
attributed a quantum suff of natural assurance as a requisite; far less that she was the gay,
off-hand actress […] or the wild, spirit-like, sweet singer (Bow Bells, 1866: 41)24.
Esta descripción encaja con las fotografías que se realizaron de Horton una vez
casada: entre otras, una la muestra sentada junto a un escritorio, con el cuerpo com-
23 Las traducciones de citas son propias: «[...] como el resto de hombres, se creen que nosotras, pobres
mujeres, no somos más que volantes que golpear a su antojo [...] Ah, yo soy la mujer más reservada
del mundo, pero no puedo soportar tal trato, no puedo, y no creo que ninguna mujer de carácter
pueda hacerlo. / (Canción) / Los hombres nos dicen que las esposas deben someterse / a sus
maridos dócil y mansamente. / Que cualquier cosa que digan, las esposas han de obedecer / ciega,
estúpida y débilmente. / Nuestros maridos querrían que siguiéramos sus dictámenes / sin un «¿por
qué?» / Pero no, no puedo, no lo haré, / no, yo diré mi opinión aunque muera por ello».
24 Las traducciones de citas son propias: «[…] en su vida privada, [Horton] tiene un carácter tan
modesto y reservado que un extraño no sospecharía ni por un momento que es miembro de una
profesión afamada de tener como prerrequisito el descaro; y mucho menos sospecharía que es la
actriz alegre y casual […] o la cantante dulce, salvaje y sobrenatural».
pletamente cubierto por un vestido oscuro con crinolina y el pelo recogido25. Esa
era ella fuera de los escenarios; la domesticación de la actriz había sido completada
o, al menos, eso parecía. Según Linda M. Shires, algunas mujeres que participaban
en el entorno público del siglo xix adoptaron una rigurosa rectitud moral para evi-
tar así la censura social (Fraser, Green y Johnston, 2003: 149). Además de esto, y tal
y como Michael Goron (2016) propone, el cambio de identidad de Priscilla Horton
a Mrs. German Reed fue motivado por la necesidad de los Reed de seguir contando
con el apoyo del público incluso cuando la belleza característica de ella –que tantos
éxitos le había otorgado– empezó a esfumarse en su mediana edad.
En definitiva, la transformación de Priscilla Horton al final de su carrera le per-
mitió convertirse en un modelo de modestia y moralidad, abandonando en cierta
medida el mundo del espectáculo de moral dudosa –no más leg scenes–, y dándole
la oportunidad de verbalizar las inquietudes de todo un grupo de mujeres ante la
élite londinense. Así, y bajo el lema de «entretenimiento», Priscilla Horton divulgó,
junto a su marido, los temas sociales más relevantes y polémicos de su tiempo.
4. Conclusiones
25 La fotografía en cuestión se trata de una carte-de-visite y fue realizada alrededor de 1860 por Henry Squire & Co.
26 Este es el caso del Illustrated Sporting and Dramatic News (23 marzo 1895: 10).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Anón (1866). «Mrs. German Reed» en Bow Bells, a magazine of General Literature and
Art, for family reading, agosto 1866, p. 41.
Anón (1869). «The humble apology of Grace Tarleton, a poor ballet girl» en Judy, or
the London Serio-Comic Journal, 10 febrero 1869, p. 167.
Anón (1895). «The German Reed Entertainment» en Illustrated Sporting and
Dramatic News, 23 de marzo de 1895, p. 10.
27 Marshall (1998: 95) explica cómo, con la inmersión de la mujer en la esfera pública gracias a plataformas
como el teatro y el activismo político, los críticos de mediados y finales de siglo advirtieron sobre la
«muerte» de la belleza y la feminidad. Esta decadencia la atribuyeron a las nuevas ocupaciones de las
mujeres fuera del ámbito doméstico. Además, a finales de siglo, Richard von Kraft-Ebing diagnosticó
de «instinto homosexual» el travestismo de las actrices sobre los escenarios (Powell, 1997: 35).
Summers, Montague (1966). Shakespeare Adaptations. The Tempest, the Mock Tempest,
and King Lear, New York: Scholarly Books.
W. J. (1805). «To the editor of the Lady’s Museum» en The Lady’s Monthly Museum,
March 1st, p. 191.
Resumen
Este artículo se propone analizar el comportamiento de uno de los arquetipos clave de la
narrativa colonial española: la femme fatale marroquí, una odalisca envuelta en velos que se
halla puertas hacia dentro de los harenes imaginados por las autoras. El propio Edward W.
Said aseguró que no existía ninguna posibilidad de representar a Oriente sin prejuicios, por-
que Oriente ni siquiera existía y todo conocimiento sobre él era una quimera políticamente
interesada, un tropo (2003). Sin embargo, también insistió en que lo único que le quedaba al
intelectual era la denuncia y el intento de representar al objeto con mayor fidelidad (1996).
Justo es lo que estas páginas se proponen, colaborar en la representación más fiel del objeto,
mediante el análisis de la construcción de la femme fatale marroquí. La metodología em-
pleada está fundamentada sobre los principios rectores del análisis desde la perspectiva de
género, los estudios culturales y las teorías postcoloniales.
Palabras clave: femme fatale, mujeres escritoras, arquetipos femeninos, literatura española,
narrativa colonial, alteridad.
Abstract
This paper focuses on the behavior’s analysis of one of the capital archetypes of the
Spanish colonial narrative: the femme fatale. An odalisque wrapped in veils which, indoors
the harems, have been imagined by her writers. Edward W. Said assured that there was no
possibility of representing East without prejudices, because East did not even exist and all
knowledge about it was a politically interested chimera, a trope (2003). However, he also
insisted that the only thing remained to the intellectual was the denounce and the attempt
to represent the object with bigger fidelity (1996). It is just what these pages propose, to
collaborate in the most faithful representation of the object, by analyzing the construction
of the Moroccan femme fatale. The applied methodology is based on the guiding principles
of the analysis from the perspective of Gender, Cultural Studies and Postcolonial Theories.
Keywords: Femme Fatale, Women Writers, Female Archetypes, Spanish Literature, Colonial
Narrative, Otherness.
Sumario
1.- Introducción. 2.- Poderes de perversión: música, baile, sexo y cuentos al amor de la
lumbre. 3.- La profesionalización de la mujer fatal: el tópico desgastado como contradiscurso.
- A modo de conclusión: el deber de asesinar criaturas literarias. - Referencias bibliográficas.
1. Introducción
4 Carmen Martel, Concha López Sarasúa, Encarna Cabello, Marisa Villardefrancos, Regina Flavio,
Concha Linares-Becerra, Mari Paz Estévez de Castro, Cristina Fernández Cubas, Carmen de Burgos,
María Charles, Carmen Martín de la Escalera, María Teresa de Jadraque, María Viñuelas, Blanca
Ibáñez Blanco, Josefina María Rívas, Rosa de Aramburu, María Adela Durango, Margarita Astray
Reguera, Rosa María Aranda, Julia María Abellanosa, Carmen Nonell y Dora Bacaicoa.
5 En la bibliografía final pueden consultarse todas estas obras y las ediciones usadas para este trabajo.
Y sabe que le gustará, porque utilizará distintos ardides entre los que se encuen-
tra el cante, la música de los instrumentos que tañe, el baile, su oratoria e incluso
sus artes amatorias.
6 Y es aquí donde cae en la trampa de su propio discurso: si el objeto puede ser representado con
mayor fidelidad es que existe realmente un Oriente implícito, al menos, en la obra de Said, algo que
a muchos críticos les ha parecido paradójico y contradictorio (Clifford, 1988)
Así, estas seductoras marroquíes «tocaban derbucas y tañían los tamboriles que
convierten cada hogar musulmán en un lugar de fiesta» (Martín de la Escalera, 1945:
29). En la estampa de ese pintoresquismo exótico se las describe cantando con «voz
timbrada y rica de matices […] una canción dulce y sugerente» (Charles, 1993: 101) o
«a media voz una canción somnolienta y nostálgica» (Martín de la Escalera, 1945: 69)
mientras el resto de odaliscas imaginadas –no olvidemos que en los harenes no hay
sólo una– «la corean repitiendo un estribillo que debe de ser malicioso a juzgar por los
gestos y sonrisas con que lo acompañan» (Charles, 1993: 101).
También esta mujer fatal tañe instrumentos como derbukas7, laudes, panderetas,
tamboriles e, incluso, pianos y violines. Alrededor de ella siempre hay muchos instru-
mentos musicales, también lo evidenció así la pintura orientalista. Algunos son impro-
visados y poseen una extraña atracción, como los cojines que se golpean con los dedos
«como si fuera un derbuca» (Martín de la Escalera, 1945: 69) o las bandejas empleadas
a modo de pandero o tam-tam (Flavio, 1938: 66) y es que se asegura que «el sentimien-
to melódico era innato en aquella raza de acusadísima personalidad» (Flavio, 1938:
67), incluso cuando hacen sus quehaceres domésticos acompañan «su tarea con una
estridente canción de ritmo salvaje» (Martín de la Escalera, 1945: 94). Este personaje
marroquí cantando y sacando sonidos armónicos de cualquier instrumento recuerda el
papel esencial que desempeña la música en el imaginario orientalista donde es popu-
lar su poder para encantar y, también, evoca el mito de Ulises de manera irremediable
y el canto de las sirenas. Esta femme fatal representa el espejismo, el hechizo que aparta
al marino de su ruta y que lo hace estrellarse contra las rocas. Hermosa, joven, morena,
seductora y dominadora del hombre debido a la debilidad sexual que siente hacia ella,
logra empujarlo a hacer cosas que pueden perjudicarle. Por ejemplo, llevarlo a la ruina
económica: «Vete, mala mujer, engendro del diablo, perro que me arruinas malgastan-
do» (Martín de la Escalera, 1945: 157) o, sin más, a su propia aniquilación: «Sabía que
existía el peligro. Eres demasiado bonita; pero ya no volveré más. No quiero verte. No
quiero bordear el precipicio de tus miradas» (Aranda, 1945: 202).
Pero aún hay más. En este ambiente de seducción esta cautivadora mujer imaginada
no sólo toca instrumentos sino que baila de forma «cadenciosa y lúbricamente,
llevando en sus caderas vaivenes de lujuria» (Ibáñez Blanco, 1956: 60) o, presas del
atávico atractivo de lo oriental, «como si la mitad de su cuerpo, de cintura para abajo,
estuviese poseído por algún duende obsceno» (López Sarasúa, 2002: 173). Todo forma
parte de la magia de la ensoñación arabizante que busca complacer al espectador y
que no difiere de las danzas supuestamente orientales que ha difundido la industria
hollywoodiense: «un baile hecho ex profeso para turbar a quienes lo contemplaban»
(Estévez de Castro, 1954: 12), es decir, excitando a los hombres pero sin intención de
satisfacerlos dado que deben permanecer inactivos8:
Estos bailes reciben múltiples denominaciones, entre ellas «la danza del amor»
(Ibáñez Blanco, 1956: 60), «danza ritual del desierto» (Estévez de Castro, 1954: 12) o
«danzas morunas» (Durango, 1943: 23). En lo que respecta a la técnica, la mayoría
de las veces, aunque no se especifique así, se describe la popular danza del vientre.
La mujer fatal ha estado asociada de modo habitual al baile, recordemos la danza
de Salomé que terminó con la decapitación de Juan Bautista. Sin embargo, a pesar de
esta característica habitual asociada al personaje-tipo (Dijkstra, 1986: 243 y ss.), los
bailes y danzas han sido descritos siempre como alegorías de todo oriente, no sólo de
Marruecos, como ha demostrado con abundancia la pintura orientalista del siglo XIX.
Muy interesante entre los poderes de atracción y perversión de esta representación
literaria se halla, también, la facultad de cuentacuentos, igual que la original Sherezade:
«¿Quieres que te cuente la historia prometida?» (Martín de la Escalera, 1945: 75).
Iasmina es una de estas relatoras de la que se dice que embellece con maravillosas
historias la vida (1945: 83). También Fettom que «según sus amigas, podría estar
hablando durante cuatro lunas sin repetir una misma narración» porque posee un
arsenal de historias amplísimo que «había heredado de su madre», un verdadero
«stock de cuentos que hacía agradable la reunión de las azoteas» (Aramburu, 1937: 80).
La destreza innata en el arte de contar historias «más o menos verídicas» (López
Sarasúa, 2000: 194) no es algo exclusivamente propio de la primera mitad del siglo
XX, sino que también de las novelas que cierran el conjunto literario analizado. Así
opina la narradora de ¿Qué buscabais en Marrakech? (2000) de sus compañeras de
viaje, ambas marroquíes:
Es la primera vez que Hadush me hace reír con tantas ganas. Su forma de
narrarlo me lleva al convencimiento de que Aida no lo habría hecho mejor ni en
sus disertaciones más logradas (López Sarasúa, 2002: 215).
9 Nos refiere Fátima Mernissi que en el Bagdad medieval se identificaba a los cuentacuentos callejeros
con instigadores de revueltas y que, por ello, se les prohibió hablar en público (2006: 66). Hay
constancia de algo similar en las plazas públicas de las colonias francesas, donde la recitación de
historias y cuentos populares estaba prohibida en aras de romper la cadena transmisora de valores
tradicionales que, como advierte, por ejemplo, Marta Segarra, sus eslabones principales son las
mujeres (1998: 21).
ellas las que transmiten con sus canciones, con sus cuentos, aquella herencia hurtada
por la crónica oficial impuesta y, además, de forma inofensiva. Esto es, como la ma-
dre «jugando a jugar, [que] le contaba historias» (López Sarasúa, 2000: 189).
En último lugar, la mujer fatal marroquí es experta en artes amatorias. «Ajenas al
trabajo […] no lo serían al amor, que ya les sonríe en la cuna, pues la musulmana nace
exclusivamente para el placer del varón» (Linares Becerra, 1971: 304) y siempre han
«sido amantes de los placeres de la carne» (López Sarasúa, 2002: 130). Se acentúa en
la otredad femenina marroquí que, reducida a objeto sexual, no sólo acopia los este-
reotipos de género sino también los de etnia-raza, es la lascivia inherente a la visión
occidental sobre el islam: paraíso de huríes y deleites carnales10: «Porque yo te gusto
más que todos las huríes que el Profeta te haya prometido para cuando mueras…»
(Linares Becerra, 1962: 23). Además, se la representa como una amenaza demográfi-
ca, está claro que es ella con su fertilidad feraz la que pare a los moros, denominación
habitual dada por las autoras a la población autóctona. Así, se la suele describir acti-
va incluso después de años de matrimonio, siendo sus maridos incapaces de dejarla
dado que «ella se lo hacía como se lo hacía» (Cabello, 2000: 116).
Durante aproximadamente la primera mitad del siglo XX esta narrativa colonial
es proclive sólo a insinuar los encuentros sexuales entre sus protagonistas. En las des-
cripciones, las autoras optan por reprimir cualquier escena carnal que fuera más allá
de un beso o de una suposición nada explícita de lo que acontecería después puertas
adentro de la habitación. A causa de ello, sólo cinco de los sesenta y dos relatos y
novelas analizados relatan encuentros sexuales a las claras, el resto utiliza la técnica
de la elipsis para sortear la cuestión. Por ejemplo, se dan a entender las relaciones se-
xuales de sus protagonistas con: «… Lo siguiente, suponerlo…» (Ibáñez Blanco, 1956:
289). Sin embargo, en las novelas que cierran el siglo la mujer marroquí, desinhibida,
no tiene ningún reparo en «gemir sin rubor alguno» (Cabello, 2000: 12), ni en realizar
felaciones (Cabello, 2000: 14), por lo que los detalles sexuales se superponen:
10 La alusión tan calumniosa como frecuente a la sexualidad y carnalidad del paraíso islámico ha
servido para alabar –por contraste dicotómico– el cielo cristiano; éste supuestamente provisto de
una moralidad más íntegra no concibe gratificación en el cuerpo sino en el alma.
y, por otro lado, la felinidad del gato que, habitualmente, ha estado relacionada
con el erotismo del cuerpo femenino, sobre todo desde el siglo XIX (Dijkstra, 1986:
288-ss). Tanto es así que en algunas sociedades –como la japonesa– el rótulo de
los burdeles es un gato incitador (Durand, 1993: 106). No es digno de sorpresa,
ya desde el siglo XV se llamaba a las prostitutas gatas11, algo que en el ámbito de
esta narrativa colonial preocupada por no consumar las relaciones de intergamia
hispano-marroquí, ayudaba a subrayar la prolija fecundidad de la mujer local.
Pero, además, como vemos también se las vincula a las panteras. La mitología
lo explica por la belleza de estos animales que ha permitido «cazar a las ovejas
por medio de la estrategia de fascinación petrificante: su esplendor suspende a las
víctimas en un éxtasis que les conduce a la muerte» (Pedraza, 1983: 152). En efecto,
hay muchos precedentes literarios12 y cinematográficos13 que recalan en el tándem
mujer-pantera como una forma de insistir en la animalidad femenina. Pero, lo más
interesante es un dato sobre las panteras que aporta Pilar Pedraza: éstas atraen «a
sus víctimas con la belleza de su pelaje y sobre todo con su buen olor» (2009: 87).
El aroma es fundamental en este oriente inventado y, por supuesto, perfumada se
encuentra esta mujer fatal que huele a jazmín (Fernández Cubas, 2009: 20), a flores
(Fernández Cubas, 2009: 20) y a «sahar» (Aramburu, 1937: 102).
Por último, se vincula a la femme fatale marroquí con las serpientes al decir de
ellas que se yerguen como reptiles (Martín de la Escalera, 1945: 66), que son reptan-
tes (Ibáñez Blanco, 1956: 146, 251), sibilinas (Ibáñez Blanco, 1956: 193), se deslizan
(Nonell, 1956: 47) o se compara su voz con el «reptar de un ofidio» (Ibáñez Blanco,
1956: 231). También la asociación de las mujeres con las serpientes es habitual en la
literatura y en los distintos imaginarios, recordemos a Eva o a la Salambó de Flau-
bert. Su simbolismo, indefectiblemente, supeditado al mal.
Pues bien, este modelo de mujer de sexualidad activa –al margen de la moral social
española del protectorado o el franquismo– sólo tuvo aceptación fronteras afuera de
España durante la mayor parte del siglo XX, ya que chocaba de frente con el canon
moral imperante que consideraba las pulsiones femeninas antinaturales y sólo entendía
la sexualidad bajo esquemas reproductores14. Los modelos tradicionales establecidos
–divulgados e impuestos por la ideología franquista– optaban por la exaltación de una
mujer tradicional, virtuosa, humilde, sencilla, esposa y madre, más cercana al patrón de
la virgen María, un ángel, que al de la rebelde Eva, un demonio. En este sentido, esta
mujer fatal, sexual y pecadora, era todo lo contrario a lo que se quería promover entre
las féminas españolas, asexuadas, santas y asimiladas al canon androcéntrico:
11 Con sus variante gatita o minina. Se dice que reciben esta denominación porque «la gata urbana atrae
a muchos gatos cuando está en celo y se aparea con ellos uno tras otro» (Morris, 1998: 114).
12 Pilar Pedraza señala algunas obras como Las diabólicas (1874) de Jules Barbeyd’Aurevilly, Los ojos de
la pantera (1897) de Ambrose Bierce u Olalla (1885) de Robert Louis Stevenson.
13 No puedo dejar de señalar la película La mujer pantera de Jacques Tourneur (Estados Unidos, 1942).
14 Después de 1975 este arquetipo literario, y su sexualidad activa, escandaliza cada vez menos
en España que va abriendo su mentalidad en consonancia con las democracias europeas más
consolidadas. Con todo, es un personaje-tipo que se va desgastando paulatinamente como veremos
más adelante y que pervive, sobre todo y de modo subsidiario, en la profesionalización de la femme
fatal marroquí.
En otras palabras, si la mujer debía ser una santa, cualquier mujer no santa,
representante de la verdadera feminidad, que tentara a los hombres y los alejaba de
lo sagrado y de la pureza era considerada un demonio (Dunn Mascetti, 2008: 160).
15 De ahí que algunas autoras, como Marcela Lagarde denominen al Ángel del Hogar como madresposa (1999).
Visto así, la narrativa española de tema marroquí describe el norte de África exento
de esas reglas sociales y morales vigentes en España durante gran parte del siglo XX,
porque allí, cruzando el Estrecho, se podía tener cualquier tipo de aventura, también
sexual. Se le pedía a la mujer marroquí que fuera artífice de las pulsiones sexuales que
la esposa española se negaba a tener. Una apropiación instrumental del cuerpo de la
«otra» para desplegar sobre ella todo lo que excede y desestabiliza al «yo». De esta
manera, se respetaba el cuerpo de las españolas como el de la madre, esposa –la santa–
frente al de la mujer marroquí, dispuesta para el esparcimiento de los hombres espa-
ñoles y válvula de escape para sus mujeres. Por ello, dice un donjuán en las ficciones
analizadas que las muchachas marroquíes, todas ellas, incluso las hebreas, son para un
ratito. De una en concreto, irónico, asegura que la adoraría «por lo menos durante tres
meses» (Rivas, 1949: 37).
Por consiguiente, las autoras del conjunto sometido a estudio han creado –desde
una perspectiva tan patriarcal como orientalista– a una vampiresa oriental que despier-
ta la lívido de los «débiles» e «impotentes» hombres a los que domina a través de la ins-
trumentalización de su cuerpo. Los personajes masculinos españoles se sienten atraídos
por esta mujer marroquí, suele decirse que han caído en sus redes y que son presas de
su seducción, como vaticinando la idea de un fatum. Incluso a veces personificado en
Aixa Candixa (López Sarasúa, 2000: 152), un personaje fabuloso al que se le atribuyen
poderes sobrenaturales.16
De esta forma, es como este personaje literario, atrayente y cautivador, logra arras-
trarlos hacia un acantilado, casi como una mantis religiosa, en un eterno femenino cruel
de aquellos que históricamente tanto han asustado a los hombres: «Martin y Hernando
habían quedado dentro, ya encadenados a la atracción sensual de las danzas» (Villarde-
francos, 1953: 93) porque la mujer marroquí «liberaba al caminar una sensualidad salva-
je que alertaba a las miradas y las embarullaban» (López Sarasúa, 2002: 130) porque sólo
la «luz de sus pupilas traspasaba los corazones como puñales» (Martín de la Escalera,
1945: 76). Las reminiscencias aquí de la Medusa y el papel que ha desempeñado la mira-
da femenina en la historia cultural occidental es evidente. Así que ante eso el hombre no
puede hacer nada, por lo que se conmina en algunos textos al uso de una hamsa –mano
de Fátima– para que, a modo de talismán o amuleto, logre que su portador no caiga en
las malas tentaciones derivadas de los placeres de la carne (López Sarasúa, 2002: 130). El
cuerpo de las mujeres acarrea así un «implacable maleficio» (López Sarasúa, 2002: 130)
que, además de demonizar nuevamente a este arquetipo de supuesto origen marroquí,
funciona como mecanismo de liberación masculina, al responsabilizarla y culpabilizar-
la a ella misma de la tentación que despierta en los hombres17.
16 También lo he encontrado escrito en la variante Aisha Qandisha y Aicha Kandicha. Según los mitos
populares norteafricanos, Aixa Candixa es un demonio femenino inquietante, una hermosa mujer de
lascivia salvaje que seduce a los hombres en lugares aislados para después volverlos locos. Para el
estudio de Aixa Candixa, véase Cola Alberich, Julio (2005). «Mitos marroquíes: Aicha Kandicha»
en Mujeres de marruecos, Editorial El Clan, Madrid, pp.147-151 o Chimenti, Elisa (2005). «Aixa
Candixa» en Mujeres de marruecos. Editorial El Clan, Madrid, pp.153-158.
17 Misma ideología patriarcal que ha respaldado diversas sentencias, pongamos por caso España,
desde aquella de la Audiencia de Lérida en 1989 –conocida hoy como la «sentencia de la minifalda»–
donde se consideró que la vestimenta de la joven violada fue la que pudo provocar al acusado.
Se revela la doble función de la sociedad occidental, que más que decirnos cómo
son las mujeres descritas, «nos revela los constructos psicológicos de la psiqué mas-
culina» (Zavala, 1993: 56) que las engendra. En consecuencia, todos estos ardides
de la femme fatale marroquí desenmascaran la estrategia de desplazamiento inverso
de responsabilidades: es ella la agente de la seducción y malogramiento moral del
varón occidental. Por eso, se repite con insistencia que en la mujer marroquí es
inherentemente lasciva, que es ella misma la que se ofrece, «¿No me quieres hoy,
Sidi?» (Nonell, 1956: 48). Después de todo, si la propia mujer brinda su cuerpo se la
puede explotar sin ofensa alguna hacia ella y sin ningún tipo de escrúpulo por par-
te de él. El hombre queda así liberado y se le dispensa de toda responsabilidad. La
depositaria de esta estrategia de apropiación colonial del cuerpo femenino se con-
vierte en estas ficciones, por tanto, en culpable y acusada de su potencial agresión.
Son muy pocos los contradiscursos que se encuentran en torno a esta mujer
fatal pero los pocos que se hallan son producto del mismo imaginario eurocéntrico.
El imaginario orientalista compartido por las autoras las hacía imaginar una
«otra» marroquí extremadamente joven, bella, sexual, repleta de joyas, bañada
en ricos aromas, embellecida en cosméticos y que cantaba, bailaba y se regalaba
a las artes eróticas como única función vital. Un objeto de deseo para la mirada
occidental que eleva a la mujer marroquí imaginada desde las expectativas forjadas
por el orientalismo romántico. Sin embargo, estas estrategias representacionales
colisionan con el orientalismo político interesado en una axiomática menos idílica
que mira a Marruecos con ojos más empíricos que embelesados.
En este sentido, expondré las tres prácticas representacionales que me han pa-
recido más significativas, la primera de ellas aparece sobre todo en la novela que
inicia la nómina de fuentes primarias, En la guerra (1909) de Carmen de Burgos.
La autora no guarda reparos en vapulear la idealizada imagen de la mujer fatal
marroquí y, sosteniendo que es debido a la inactividad del harén, la describe como
obesa (Burgos, 1989: 211). Nos hallamos en la primera década del siglo XX, cuando
el prototipo femenino de belleza en Europa era el de la «Belle Époque», esto es,
marcado por la silueta en S a causa del corsé, para conseguir una cintura pequeña
y un abdomen plano: lo que unido a la propia corpulencia de Burgos, confirma que
esta se hacía eco de un discurso más androcéntrico que personal. Declara, además,
que sus «cabelleras tan lindas de lejos, consistían en madejas de algodón negro,
dispuestas en largas trenzas, que ocultaban la tiña de sus pelados cascos» (Burgos,
1989: 211). De Burgos lo tiene claro, «[l]as leyendas de su apasionamiento eran tan
falsas como la de su belleza» (1989: 210) porque «las moras eran todas feas, de-
formadas, negras» (1989: 211). El adjetivo «deformada» no es casual, las cree así
porque no se atienen a la norma prescrita.
Como vemos, la autora las describe casi escatológicamente, las desmonta del
apasionamiento orientalista más romántico y las retrata como portadoras de im-
purezas y enfermedades, una aproximación política al mismo orientalismo pero
que mantiene un discurso reduccionista e uniforme del mundo árabe y del islam,
caracterizado por polarizaciones entre lo bueno y los buenos, y lo malo y los ma-
los, con generalizaciones excesivas y sin atender, como vemos, a ningún tipo de
avance cultural, político o social. Se busca, por tanto, respaldar un único enfoque
del mundo que, en definitiva, es el que va a justificar la relación de dominio. Y para
ello, no le importa valerse de las distintas aproximaciones orientalistas según con-
veniencia, dado que debido a las expectativas de corte más romántico y colmadas
de imaginación, cuentos y misterio, la caída de la «otra» marroquí como femme
fatale es más brutal. No estamos, por tanto, ante una princesa salida de Las mil y una
noches sino frente a verdaderas muñecas rotas, incluso calvas, ajenas a toda la esté-
tica exótica del harén romántico. Otras novelas posteriores se hacen eco del mismo
discurso discriminador como la de Etxezarra (1993), donde se narra una fiesta mora
de 1925 en la que la marroquí protagonista no era ni atractiva ni joven, sino «vieja
y fea». Los sonidos que deja escapar no son agradables al oído sino «inarticulados,
monótonos y sordos y que son de muchísima más resistencia que los oídos de los
espectadores» (Charles, 1993: 43). Al final, terminan asegurando que «un rato po-
dría parecer agradable por lo exótica, pero que acaba aturdiendo» (Charles, 1993:
43). O, también, la descripción execrable que se hace de una mujer marroquí de
mediana edad en un hammam en La llamada del almuédano (1990):
La imagen de la mujer fatal marroquí se aleja esta vez del canon romántico
idealizado, casi hasta un límite caricaturesco, porque la aludida ya no es joven, sus
senos fláccidos no son atractivos ni desnuda ni vestida (Flavio, 1938: 39) y sus vie-
jos rostros recuerdan a un «higo seco» (Martín de la Escalera, 1945: 169).
De la condena por no ajustarse al molde de lo exótico pasamos en la segun-
da estrategia seleccionada a la condena de la femme fatale marroquí por intento de
emancipación. Lo vemos, por ejemplo, en ¿Qué buscabais en Marrakech? (2000). Esta
novela, que cierra la selección de textos analizados, describe la danza de esta figura
literaria como un striptease en el que no sólo se quita la ropa como parte del espec-
táculo, sino que también permite que se la manosee (López Sarasúa, 2002: 174).
El baile idealizado de los mitos románticos ya no sólo se realiza por el interés de
capturar al hombre que la observa extasiado, sino como fórmula de rentabilización
económica del cuerpo de la mujer marroquí al servicio de un sistema de consumo
patriarcal.
El personaje de Kensa se sale de esta manera del guion orientalista que la asu-
mía moviendo su vientre y caderas con intenciones únicamente seductoras para
situarla en el plano de la realidad más prosaica de la joven que necesita dinero para
su propio sustento. Ahora la mujer marroquí quiere una recompensa económica
por dejarse mirar, quiere que se la indemnice por siglos de contemplación vou-
yeurística. Pero por esta causa, por su empoderamiento, por su agencia y por su
participación activa en la que podríamos considerar la institución patriarcal más
- ¿Le gusta?
El pintor volvió a él sus ojos claros, su mirada aburrida e ingenua de niño:
No es lo que yo buscaría… Es lo vulgar. El gesto profesional de estas mujeres
es el mismo en todas partes.
- Pues entonces…, si no le divierte, vámonos. (1953: 93)
Noches» (López Sarasúa, 2002: 84-5). El retrato que se hace ahora de este arquetipo,
a pesar del estudiado juego de luces del escenario, es mucho más crítico, se olvida
el exotismo y aparece la simple pantomima:
La tan esperada danza del vientre la interpreta ahora una fornida bailarina, ya
entrada en años, cuyas exageradas contorsiones no acaban de adaptarse al ritmo
de los músicos (López Sarasúa, 2002: 85).
Basten estos ejemplos para demostrar cómo el imaginario simbólico puede ago-
tarse y, a pesar que estas páginas buscan destruir el estereotipo consolidado de la
femme fatale a favor de cualquier posibilidad factual de femineidad marroquí, que
se desgaste no contribuye al objetivo perseguido. La metanarrativa de alteridad
condena a la «otra» marroquí y sus intentos de emancipación y agencia, por lo que,
finalmente, decide ni siquiera mirarla, su cliché literario se ha agotado. Ahora bien,
el orientalismo fatigado no es un paso hacia la visibilidad, no facilita que emerjan
representaciones literarias más fieles de mujeres reales de contextos árabe-islámi-
cos sino que, al contrario, favorece la invisibilización definitiva. O son espectáculo,
mito destruido o no son nada.
Con este breve fragmento de una de las novelas analizadas, una de las autoras
revela la actitud interesada e instrumental del occidente eurocéntrico y patriarcal.
La misma figura literaria marroquí que desde las fuentes españolas desean ver
desnudarse es condenada como víctima sexual de su propia cultura imaginada.
No se repara en la contradicción de representarla tentadora y seductora pero, al
mismo tiempo, también con «pupilas llenas de un terror salvaje que recordaban
los de un animal acorralado» (Villardefrancos, 1953: 8). Las ficciones analizadas
están llenas de estos contrasentidos propios de un género ambivalente, así como
de símbolos que nunca reflejan un único valor. De ahí que los textos desprendan
en todo momento emociones pendulares, sentimientos que oscilan entre el deseo
y la compasión, entre el desprecio y la indignación. La femme fatale marroquí, al
igual que la mujer completamente cubierta, debía ser redimida por occidente. Una
porque los hombres la obligan a ir cubierta de pies a cabeza; otra porque es una
víctima sexual de los mismos hombres. Sea como fuere, con uno u otro arquetipo
–mayoritarios en las tramas– se condena al conjunto de las mujeres marroquíes
a una representación literaria subordinada y reduccionista que no coincide con
la realidad de ninguna de las mujeres que habitaron y habitan al otro lado del
Estrecho.
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Resumen
Este artículo estudia bajo los marcos discursivos de la antropología audiovisual, el neo-
liberalismo y el postfeminismo, algunas formas (fenotipos, dinámicas, contextos y roles) en
que los personajes femeninos fueron encarnados en el spot Bonafont, fluye en ti (García, 2016)
de la marca de agua embotellada de Grupo Danone. Mediante un análisis denotativo y conno-
tativo se configura una aproximación, de muchas posibles, que permite entrever contradic-
ciones discursivas: representativas y redistributivas entrelazadas en un relato audiovisual
que celebra la diversidad de formas de ser mujer, el empoderamiento y la libre elección de
las mujeres. Con ello se desvela cómo este texto audiovisual abona la construcción y difusión
de productos culturales que pueden asociarse con expresiones de violencia simbólica contra
las mujeres en México.
Palabras clave: neoliberalismo, postfeminismo, publicidad, violencia simbólica.
Abstract
This article studies under the discursive frames of audiovisual anthropology,
neoliberalism and postfeminism, some forms (phenotypes, dynamics, context and roles) in
which female characters were embodied in the spot Bonafont, fluye en ti (García, 2016) of
the Danone Group bottled water brand. Through a denotative and connotative analysis this
audiovisual text configures an approach, of many possible ones, that allows us to glimpse
some representative and redistributive contradictions intertwined in an audiovisual story
that celebrates the diversity of ways of being a woman, the empowerment and free choice of
women. This reveals how this audiovisual text contributes to the construction and diffusion
of cultural products that can be associated with expressions of symbolic violence against
women.
Keywords: Neoliberalism, postfeminism, advertising, symbolic violence.
Sumario
1.- Introducción. 2.- Situarse desde la antropología audiovisual. 3.- Una mirada que cons-
truye representaciones de las mujeres: Neoliberalismo y sociedad de consumo. 4.- ¿Cómo
mira el neoliberalismo a las mujeres? Cultura mediática postfeminista. 5.- La encarnación:
Análisis del spot Bonafont, fluye en ti. 6.- Resultados. 7.- Algunos esbozos finales. –Referencias
bibliográficas.
1. Introducción
2 Término utilizado para sustituir a otros con semántica peyorativa como «discapacidad»,
«minusvalía», etc. Intenta dirigir la mirada hacia que una persona funciona de manera diferente
o diversa de la mayoría de la sociedad y considera la diferencia de la persona y la falta de respeto
de las mayorías, que en sus procesos constructivos sociales y de entorno, no tiene en cuenta esa
diversidad funcional (Romañanch y Lobato, 2005: 4).
la agresión, por ejemplo, a causa de la vestimenta o las prácticas que puedan llevar
a cabo en un determinado contexto —la atención post mortem dada a la víctima de
feminicidio Lesvy Berlín3 (UNAM, 3 de mayo de 2017) y a su familia, es un caso
que evidencia lo anterior. Dicha revictimización institucional sucede después de
animar a las mujeres por todos los medios posibles a denunciar los hechos para
convertir esas denuncias en números que justifiquen la permanencia de aparatos
de «igualdad» y «justicia» para las mujeres.
Esa astucia de la historia que culpa a la ciudadanía por la desigualdad social,
que se apropia de los deseos utópicos y reconfigura las relaciones humanas y la
democracia a través de la competencia que hace parecer a las personas como gana-
doras o perdedoras según su poder adquisitivo da forma a la sociedad de consumo
(Baudrillard, 1997), una organización de significados y aspiraciones alrededor de
los objetos y del propio acto de consumirlos que va de la mano con la configuración
del mercado mundial a partir de los años 80 y 90, cuando los paradigmas sobre
ventas y producción publicitaria dan un giro y las grandes empresas multinaciona-
les llegan al consenso de que los productos que tendrían éxito no serían los que se
presentaran únicamente como artículos de consumo, sino como conceptos, inician-
do con ello, la construcción de las marcas como experiencia, como estilos de vida,
propagando una multiplicidad de símbolos y significados a través de uno de los
brazos fundamentales del neoliberalismo:
Dentro de este contexto y de acuerdo con Klein (2011), las estrategias de mar-
keting y la publicidad televisiva, otros dos brazos cardinales del neoliberalismo,
constituyen industrias específicas y formales que alimentan el imaginario de la
sociedad de consumo, absorbiendo muchas de las exigencias de representación re-
clamadas a partir de los años 60 (feminismos, diversidades culturales y sexuales),
con el objetivo de proveer de significados a las marcas para que el producto no sea
considerado sólo como un producto más, sino como un aliado de la causa. Siguien-
do a Klein (2011) las protestas y teorías supuestamente progresistas han servido
para alegrar las industrias de la cultura, en el caso específico de los feminismos,
para proporcionar una amplia imaginería feminista a las campañas publicitarias.
Un ejemplo de ello opera desde 2012, a través del femvertising una categoría
publicitaria, impulsada por marcas multinacionales como Dove, Nike, Pantene y
Always, que intenta dar un giro a las representaciones estereotipadas de las muje-
res, mediante la construcción de mensajes centrados en la elección individual y el
3 Una nota informativa que puede ampliar información sobre el caso puede consultarse en https://
gatopardo.com/opinion/actualidad/si-me-matan-el-asesinato-de-lesvy-feminicidio-mujeres-
mexicanas/ (Fecha de consulta 29/07/18).
Uno de los logros de los feminismos, ha sido exponer las desigualdades que las
mujeres experimentan en el mundo. Esto ha generado la ampliación de concep-
ciones relativas con las identidades de las mujeres y la desestabilización de ideas
hegemónicas de feminidad construidas desde el pensamiento androcéntrico, sos-
tenidas en confluencia con diversas ideologías, Brooks define el postfeminismo:
Imagen 1. Secuencia 1.
el cabello recogido al estilo de Audrey Hepburn. Ello, anima una reflexión sobre
la posibilidad de que una mujer con una apariencia física diferente, no cercana a
la «juventud moldeable», ni a la imitación del privilegio, a través de la tonalidad
clara de la piel, reforzada con el estatus de la prenda de vestir y el peinado chic me-
ritocrático, no concuerda con la idea de ser legitimada por un grupo de ejecutivos.
Dicha situación se convierte en algo más patente, al cruzar la imagen con cifras
de empleo juvenil en Latinoamérica. En 2016, la CEPAL estimó que de los 6 millones
755 mil jóvenes que en América Latina forman parte de los denominados «ninis»,
79% son mujeres. Bajo este contexto, la imagen de una ejecutiva joven, invita a
pensar que es posible romper el techo de cristal, mientras que las cifras anteriores
pueden indicar que son las jóvenes privilegiadas quienes probablemente consigan
pasar a través de alguna fisura de los muros que sostienen a ese techo. A partir de
lo anterior, en esta secuencia se detecta una intersección entre los ejes «la feminidad
es una propiedad corporal» y «el predominio de un paradigma de renovación
relacionado con la autorregulación, vigilancia, autodisciplina y autocontrol» (Gill,
2007: 150, 160).
2. En la siguiente toma abierta, se muestra también de espaldas, a una mujer que
enseña a caminar a un niño pequeño (Imagen 2). Mientras la voz en off menciona:
«TE MUEVE LA VIDA», la mujer y el niño caminan por un pasillo debajo de una
escalera, ambos tienen la piel en tono claro y el cabello castaño, la mujer tiene una
complexión delgada.
Imagen 2. Secuencia 2.
A través del análisis de los códigos sonoro, gestual y postural de esta secuen-
cia, es posible notar, por ejemplo, que la voz en off contribuye a reforzar que
para esta representación la maternidad es una libre elección. No obstante, ¿por
qué este mensaje que busca empoderar a las mujeres localiza como única salida
para la materialización de la idea «TE MUEVE LA VIDA» a la maternidad? Es
aquí donde emerge el eje correspondiente con «el resurgimiento de las ideas de
las diferencias sexuales naturales» (Gill, 2007: 163) inmovilizadas a través de la
feminidad maternal.
3. Una toma abierta muestra un estudio de diseño de modas. En él hay tres me-
sas de restirador y tres mujeres delgadas y con la piel en tonos claros. La mujer con
el rol principal en esta secuencia (Imagen 3), es presentada de espaldas, recibiendo
de otra mujer sonriente una prenda de color rosa, al mismo tiempo que la voz en off
menciona: «DEJARTE LA PIEL».
Imagen 3. Secuencia 3.
a una niña que sonríe y abre los bazos para recibir el pastel. Al mismo tiempo, la
voz en off dice: «TE MUEVE TU GENTE».
Imagen 4. Secuencia 4.
A partir del análisis de los códigos sonoro, figurativo, relacional, gestual y postural,
es posible advertir que para Grupo Danone «TU GENTE» previsiblemente responda a
una ecuación de familia tradicional: hombre + mujer = padre y madre. El hombre, en
una suerte de mostrar una idea de corresponsabilidad lleva en brazos a la festejada. Sin
embargo, es la mujer quien despliega la preparación del ritual y entrega la ofrenda sim-
bolizada en un pastel de cumpleaños. A partir de ello, es posible relacionar esta secuencia
con: «el resurgimiento de las ideas de las diferencias sexuales naturales» (Gill, 2007: 163).
5. Las siguientes seis secuencias, inician con el primer plano de unos pies que
calzan un par de zapatillas deportivas negras de la marca Reebok. Mientras se
muestran dando un paso atrás, la voz en off expresa: «SI DAS UN PASO ATRÁS».
En ese instante, la toma se abre y expone un salón de baile y a la bailarina que porta
las zapatillas deportivas dando una pirueta (Imagen 5). En este punto, la voz en off
apunta: «SERÁ SÓLO PARA TOMAR IMPULSO».
Imagen 5. Secuencia 5.
6. Resultados
6 Una de las lógicas que la autora plantea es que el mestizaje permite que la blancura sea experimentada
como un lugar de legitimidad y privilegio.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Resumen
Tomando como marco de referencia el agua, y su problemática social y ambiental, el
siguiente artículo analiza la relación entre agua y género, destacando la vulnerabilidad de
las mujeres y las razones de su exclusión en los órganos de decisión. El objetivo es señalar
la importancia de implementar el enfoque de género en las políticas públicas de cara a una
mayor sostenibilidad y bienestar social.
El resultado de esta investigación muestra que el reconocimiento y corrección de las
desigualdades redunda en modelos más democráticos, y en un mayor bienestar para toda
la comunidad. La metodología empleada ha sido el análisis de material bibliográfico de
distintas fuentes.
Palabras clave: género, sostenibilidad, agua, políticas públicas.
Abstract
Taking as a reference the water, and its social and environmental issues, the following
article analyzes the relationship between water and gender, emphasizing the vulnerability
of women and the reasons for their exclusion in decision making bodies. The aim is to point
the importance of implementing gender mainstreaming in public policies to ensure greater
sustainability and social welfare.
The result of this research proves that acknowledgement and correction of inequalities
produces more democratic models and a greater well-being for the entire community. The
methodology which has been used is the analysis of bibliographic material from different
sources.
Keywords: Gender, Sustainability, Water, Public Policy.
Sumario
1.- Introducción. 2.- Agua y género. 3.- La escasez de agua afecta a las mujeres. 4.- Restric-
ciones/limitaciones de las mujeres en la toma de decisiones. 5.- Los beneficios del enfoque
de género. 6.- Conclusiones. – Bibliografía.
1. Introducción
El agua constituye uno de los problemas ambientales y sociales a los que de-
bemos enfrentarnos, máxime si tenemos en cuenta las predicciones de futuro que
2. Agua y género
3 El modelo teórico en el que se encuadra este trabajo es el ecofeminismo crítico no esencialista (Puleo, 2011).
4 Observación general 15, Aplicación del Pacto Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y
Culturales, El derecho al agua (artículos 11 y 12 del Pacto), (29º período de sesiones 2002), U.N. Doc.
HRI/GEN/1/Rev.7 at 117 (2002).
Dos son los principales retos globales a los que hay que hacer frente en matera de
agua, el problema de acceso y la mala calidad del recurso, ambos englobados en
un problema de escasez, si bien no es tanto un problema de escasez física, como de
escasez social y ambiental, que se traduce en una serie de inconvenientes sobre la
población femenina Dificultades de acceso y mala calidad suponen un lastre para
las mujeres de las zonas rurales y/o espacios con insuficiencia de infraestructuras.
Entre las posibles cargas que las mujeres soportan en situación de escasez señalar:
- Tiempo empleado en los desplazamientos a las fuentes de suministros.
- Reducción de la producción de alimentos.
- Horas suplementarias empleadas en hacer salubre el agua (hervir, echar cloro...).
- Tiempo dedicado a atender el cuidado de familiares que puedan padecer pro-
blemas de salud relacionados con la mala calidad del recurso.
- Reducción del trabajo productivo que debe utilizarse para hacerse cargo de las
externalidades que ocasiona la falta de agua y de calidad.
- Pérdida de horas de clase para las niñas, cuando no cese de su actividad edu-
cativa para hacerse cargo de su recolección.
- Exposición a sufrir acoso sexual o violación en el proceso del recorrido y trans-
porte del recurso.
- Riesgos para la salud por exceso de peso, malas condiciones exteriores (clima,
orografía...), accidentes o mordeduras/picaduras de distintas criaturas que habitan
el entorno (perros, serpientes, arañas...).
- Riesgos para la salud como consecuencia de la menor higiene propia y de in-
fraestructuras comunes (aseos, letrinas).
En definitiva, una carga laboral extra, empeoramiento de la dieta por la presión
sobre los recursos alimenticios familiares y riesgos para su salud e integridad.
Asimismo, podemos citar las dificultades que tienen las mujeres, en contextos
de conflictos o degradación ambiental, para trasladarse, para migrar a lugares más
favorables, debido a que ellas son, frecuentemente, quienes se hacen cargo del cui-
5 Un 70% de las personas que sufren hambre en el mundo son mujeres. http://www.unmultimedia.
org/radio/spanish/2016/03/el-70-de-los-afectados-por-hambre-a-nivel-mundial-son-mujeres/#.
WJQxin8nKHc.
6 En Cochabamba la falta de agua es un problema para la mayoría de sus comunidades, por lo que
se organizan en cooperativas, comités y asociaciones para acceder al recurso. Las posibilidades de
participación de las mujeres se limitan en el caso de que sea una empresa.
Más allá de las repercusiones sobre los precios y las condiciones sobre la dieta y
la salud, las privatizaciones van de la mano de regulaciones que tienen el propósito
de proteger las inversiones realizadas, pasando por encima de los derechos de las
comunidades, insensibles con los problemas de la ciudadanía más vulnerable y de
la sostenibilidad ambiental. Afectan a la cotidianidad y desestructuran los meca-
nismos democráticos usados durante años por las comunidades para resolver los
problemas de agua (Peredo 2003), y en su lógica mercantilista ignoran los enfoques
de género.
Efectivamente, las empresas privadas, cuyo interés está supeditado a la obtención
de ganancias, no tienen entre sus prioridades la preocupación por los hogares con ba-
jos ingresos, para quienes la función principal del agua es satisfacer necesidades bási-
cas vitales, donde las mujeres se encuentran fuertemente representadas. Tampoco les
preocupa el grado de participación de los distintos miembros de las comunidades en
los procesos de participación y decisión, o en programas de mejoras.
Los procesos de privatización se realizan al margen de las poblaciones afecta-
das, no se justifican salvo como una forma de protección de la inversión de gran-
des empresas, por delante de los derechos ambientales y sociales, del bien común
(Kucharz, 2007).
En consecuencia, debe ser responsabilidad de los gobiernos, responsables de
salvaguardar los derechos de su ciudadanía7, garantizar un suministro justo y de
calidad, y formar e informar a las comunidades en asuntos ambientales y de salud,
alentando la participación. Las tarifas deben garantizar que la población vulnera-
ble no vea afectadas sus necesidades humanas básicas, o se vean en la necesidad de
reducir el suministro para preparar alimentos o con fines de salud e higiene.
Pese a la evidencia de los perniciosos efectos sobre las mujeres que tiene una
gestión que no toma en cuenta la perspectiva global, existen ciertas dificultades
que limitan la participación de éstas en la toma de decisiones.
En algunas ocasiones se trata de actos de exclusión explícitos por parte de los
hombres, pero otras veces se trata de una autoexclusión como consecuencia de una
cultura y de una socialización diferenciada, que afecta incluso a aquellos países
donde la desigualdad entre hombres y mujeres ha quedado atenuada.
En el siguiente cuadro se destacan algunas de las razones por las cuales las
mujeres muestran un menor interés en participar en las instituciones de decisión:
7 El 28 de julio de 2010 la Asamblea General de las Naciones Unidas, a través de la Resolución 64/292,
reconoció explícitamente el derecho humano al agua y al saneamiento.
Origen Descripción
En ocasiones las propias normas que regulan la condición para ser miem-
bro de una entidad pueden tener un sesgo hacia el derecho a participar de
Discriminación las mujeres, consideradas menos capacitadas.
Los hombres, más habituados al ámbito público, pueden tener más expe-
Psico-sociales riencia y sentirse más seguros a la hora de expresar sus ideas.
8 Un estudio del Centro Internacional de Agua Potable y Saneamiento (IRC) sobre proyectos de
suministro comunitario de agua y saneamiento que se llevó a cabo en 88 comunidades de15 países
distintos, reveló que los proyectos planificados y ejecutados con la participación de las mujeres son
más sostenibles y equitativos que aquellos que no involucran a las mujeres de forma integral, y
contribuyen a mejorar la calidad de vida de los pobres.
9 La asociación género-medio ambiente no está exenta de críticas pues muchas veces sirve para
reforzar su papel de cuidadoras domésticas y medioambientales por extensión.
6. Conclusiones
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que emergen del mismo reflote ofreciendo, esta vez sí, un cadáver femenino que,
no obstante, dará lugar a la investigación que apacigua el traumático pasado de
su protagonista. Todo ello no son sino pequeños fragmentos a modo de muestra
de los paralelismos, las conexiones internas y el funcionamiento connotativo del
universo de Jane Campion, cuya voluntad de hacer cine parece latir en cada una
de sus protagonistas, tal y como reconocía desde el silencio la romántica pianista
escocesa nacida de su capacidad de representar con sutileza heterogéneos cosmos
femeninos desde la potencia de la inagotable imagen cinematográfica.
Vientres de alquiler
Surrogacy
intervenimos en ello, en una transacción comercial más, en otra mercancía dentro del
sistema capitalista de la oferta y la demanda.
Aceptar los vientres de alquiler supone estar de acuerdo con otorgar la categoría
de derecho a lo que en realidad son deseos personales y construirlos como un gesto
de libertad radical de la persona. Para satisfacer este deseo de progenitura, aquellas
personas que no pueden conseguirlo de manera natural optan, no por otras posi-
bilidades como la adopción, sino por el alquiler del cuerpo de una tercera persona
(una mujer), de forma temporal para la gestación de una nueva vida.
La adopción no implica remuneración económica a las madres biológicas, sino
que se fundamenta en la acogida gratuita de un/a menor en situación de abandono
para que tenga una vida digna, por lo que el derecho es del menor y no de la perso-
na o la pareja que decide adoptar. En el caso de los vientres de alquiler el derecho se
le atribuye a la persona o pareja que decide establecer un contrato con una tercera
persona. Se trata, por tanto, de una perspectiva «voluntaria» de la subrogación del
demandante y la ofertante, amparándose en la «libertad» de la persona y en sus de-
rechos como ciudadana. Sin embargo, entendemos que cuando se vulnera la vida y
los derechos de las mujeres, para uso y disfrute de otros, estamos ante una práctica
inmoral que atenta contra la dignidad de las mujeres.
Alicia Miyares (2017) expresa este conflicto como una lucha de algunas
personas contra la realidad. La persona quiere imponer sus deseos personales
sobre la realidad posible, es decir, quiere imponer el deseo de la maternidad o
paternidad sobre la imposibilidad biológica. Cuando se aprovechan estos deseos
como estrategia para sacar beneficio comercial, se hace a costa de la vida de otras
mujeres, usando su cuerpo. En este sentido, consideramos que es una perversión
del mercado que cosifica cualquier elemento social, incluidos los derechos de la
persona, susceptible de ser vendida y comprada. Los cuerpos, y en especial los de
las mujeres, convertidos en objeto de transacción para el beneficio de la persona
demandante, son violentados por un sistema económico perverso, centrado en el
beneficio y no en el respeto y el intercambio.
La práctica de los vientres de alquiler se está extendiendo cada vez más en distintos
países, especialmente en aquellos que tienen legislaciones más laxas en donde se
protege menos al individuo. Este negocio mueve grandes cantidades de dinero
entre clínicas especializadas (sólo en la India, hasta el año 2015 había doscientas
mil), agentes, y otros suculentos negocios alrededor de esta actividad. No obstante,
la nueva legislación, «… tras la aprobación de la nueva ley en noviembre de 2016,
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Cobo, Rosa (2011). Hacia una nueva política sexual, Madrid: Catarata.
Gimeno, Beatriz (2017). Mercado de vientres. Disponible en: https://elpais.com/
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04/07/18).
Harcort, Wendy (2011). Desarrollo y políticas corporales, Barcelona: Edicions
Bellaterra.
Miyares, Alicia (2017). Secretos y mentiras de la gestación subrogada. Disponible en: https://
www.youtube.com/watch?v=ArvZb75Rm34 (Fecha de consulta: 04/07/18).
LUCERO SALDAÑA
El silencio habla. Democracia, paridad y género
México, Miguel Ángel Porrúa-Senado de la República, 2015
295 páginas
Uno de los temas más relevantes desde 1953, año del reconocimiento del de-
recho femenino a votar y ser votadas en procesos electorales federales en México,
es el de la igualdad sustantiva en los espacios de toma de decisiones de carácter
público. Así, se han implementado las cuotas de género como medidas afirmativas,
para impulsar la presencia de las mujeres en los órganos legislativos, hasta llegar
a la constitucionalización de la paridad electoral en 2014. No obstante, las mujeres
en los otros poderes públicos, Ejecutivo y Judicial, se encuentran subrepresentadas,
lo que significa que aún existen obstáculos formales e informales que afectan su
desempeño profesional.
Lucero Saldaña realiza un examen enterado sobre estos problemas (techos de
cristal, piso pegajoso, dobles jornadas, etcétera) que han prevalecido a lo largo del
tiempo y que, en ciertos momentos se han agudizado, particularmente en el caso
mexicano.
El primer capítulo se titula «Conceptualización del género en los espacios de
gobernanza», en donde se explora el ambiente de dominación masculina que se
encuentra fundado en una representación binaria de lo masculino y lo femenino,
en donde la función gubernamental, como integrante del espacio público, es un
escenario exclusivo de los hombres, amén de que las dinámicas, roles, códigos,
lenguajes y normas reflejan la primacía de un solo género.
Este capítulo incorpora y analiza cinco aportes de la teoría de género para la
comprensión de las dinámicas sociales y de los temas específicos de participación
política, identidad y poder: 1. La teoría de género ha mostrado y logrado que se
reconozca la subordinación social, cultural, política y económica de las mujeres; 2.
Ha propiciado la transformación epistemológica de las ciencias sociales impulsando
una nueva mirada sobre los fenómenos sociales, históricos o contemporáneos,
favoreciendo encuentros interdisciplinarios; 3. Ha replanteado las nociones
tradicionales sobre el poder, la organización social y las identidades; 4. El género
se ha repensado de forma dialéctica y holística, y 5. Esta teoría ha contribuido a la
generación de perspectivas emancipatorias identificadas con valores democráticos
(respeto a los derechos humanos, autonomía y libertad personal; diversidad, no
discriminación e igualdad) (Saldaña, 2015: 51-52).
El segundo capítulo es «Legislación y participación política» en el cual la autora
ofrece un análisis en torno al largo trecho que han transitado las mujeres para ser
incorporadas a la democracia, lo que le lleva a señalar que:
La construcción de las mujeres como sujetos políticos [necesita] acciones más
Para expresar una opinión fundada sobre las acciones que deben emprenderse,
Saldaña pasa revista al amplio catálogo legislativo mexicano vinculado al género
y a los derechos de las mujeres, a saber: Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos (1917); Ley de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos
(1992); Ley del Instituto Nacional de las Mujeres (2001); Ley Federal para Prevenir
y Eliminar la Discriminación (2003); Ley General para la Igualdad entre Mujeres
y Hombres (2006); Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de
Violencia (2007); Ley General para Prevenir, Sancionar y Erradicar los Delitos en
Materia de Trata de Personas y para la Protección y Asistencia a las Víctimas de
estos Delitos (2012); Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales
(2014); Ley General de Partidos Políticos (2014), y Ley General de los Derechos de
Niñas, Niños y Adolescentes (2014).
No obstante, a pesar de la existencia de las leyes enunciadas, hay que considerar
que las sociedades actuales no son neutrales al género. Persisten, y según la región
geográfica del país y el nivel de instrucción, se fortalecen estructuras simbólicas,
prácticas culturales y valores que no reconocen a la igualdad entre los géneros como
una condición de la vida democrática. Persiste, entonces, el discurso hegemónico
sobre el papel de las mujeres: cuidado del hogar, de los hijos y de los ancianos.
«La cara de la ciudadanía» es el capítulo que sigue, el tercero, en donde se pre-
senta un examen sobre la condición ciudadana y el género. El argumento central
del capítulo es que las mujeres han tenido una ciudadanía incompleta en razón de
la exclusión del espacio público que han sufrido y de la estructura social basada en
las relaciones de desigualdad entre los géneros. Esto ha llevado a que los hombres
se apropien del espacio público –el espacio del poder– y las mujeres se encuentren
recluidas en el espacio privado –el ámbito del hogar y la familia–, reflejando una
oposición, precisamente, entre lo público y lo privado. Tal oposición se vincula, con
claridad, al discurso de la diferencia sexual que ha influido en el discurso jurídico
para legitimar la exclusión femenina, dando primacía a características biológicas y
naturalizando roles sociales.
Para incorporarse a la toma de decisiones colectivas, las mujeres, de forma
gradual y no sin obstáculos, emprendieron la lucha por el reconocimiento de
sus derechos ciudadanos, particularmente el de votar y ser votadas. Si bien el
sufragismo se originó en el siglo XIX y sus resultados son alentadores, ya que
en casi la totalidad de los países del mundo a las mujeres se le permite sufragar
y ser electas, en algunos de ellos este grupo social no puede ejercer ese derecho
fundamental o, bien, hay condiciones para ejercerlo: Arabia Saudí, Líbano y Bután,
por ejemplo. En México las mujeres pudieron votar en elecciones municipales en
1947 y en procesos electorales federales en 1953. Esto es reflejo de un proceso de
larga duración.
En el cuarto capítulo, «La gobernanza a través del género», se señala que la
gobernanza debe de considerar los desequilibrios de género en la adopción de de-
cisiones; las instituciones que no toman en cuenta la doble carga laboral de las
mujeres; la diferenciación en el trato entre hombres y mujeres; la invisibilidad de
las desigualdad de género en las políticas públicas, y la ausencia de evaluación y
rendición de cuentas respecto a la igualdad de género y los derechos de las mujeres.
Con todo, una vez obtenido el reconocimiento al sufragio, las mujeres
emprendieron la lucha por la igualdad sustantiva en los órganos de poder,
principalmente, en la esfera legislativa. En ese sentido, se aprobaron reformas
constitucionales y se modificaron leyes secundarias para concretar las cuotas de
género hasta lograr la paridad, que en el caso de México se concretó en 2014. Este
tipo de cuotas, que forman parte de los mecanismos de gobernanza democrática
sensible al género, existen en más de un centenar de países, tienen como objetivo
la defensa del derecho ciudadano a convertirse en representante sin exclusiones
de género, volviéndose una forma de acción positiva y de carácter compulsivo, al
obligar a los partidos políticos a integrar sus listas con candidatos de ambos sexos,
y es una medida transitoria, ya que es vigente hasta que se superan los obstáculos
que limitan la presencia de las mujeres en los espacios de poder.
Finalmente, el capítulo que cierra el libro denominado «Las alternativas posi-
bles», explora los medios alternativos de los cuales las mujeres pueden asirse para
superar los obstáculos e ingresar a los espacios de poder. Conviene señalar que
los factores que frenan la participación femenina en el espacio público, de forma
subrayada en las tareas políticas y administrativas, son de dos tipos: institucionales
y subjetivos. Entre los primeros se encuentran los medios de comunicación que
difunden imágenes femeninas sin poder (estereotipos); la educación formal que
no promueve la igualdad y refuerza el papel de esposa-madre; en fin, sindicatos
y partidos políticos que se oponen y bloquean la participación de las mujeres en
los cuadros de dirección, y el mantenimiento de la división sexual del trabajo. Por
su parte, entre los factores subjetivos se ubican la educación familiar; la falta de
capacitación política femenina, y la autolimitación para aceptar responsabilidades
públicas para no desatender su hogar.
A estos factores convendría agregar los siguientes: existencia de una cultura dis-
criminatoria en el aparato público que se resiste al acceso y a la participación de
mujeres; desvalorización de las capacidades y aportaciones femeninas en el ejercicio
del poder político y de tareas administrativas de alto nivel, en la dirección empresa-
rial y en las diferentes organizaciones sociales; así como la ausencia de mecanismos
permanentes de promoción de la participación de las mujeres y del desarrollo de una
cultura cívica y política que tome en cuenta las realidades diferenciadas y específicas
de cada género. No se trata sólo de querer estar, sino de poder estar.
Para ello, resulta fundamental el empoderamiento, proceso por el cual mujeres
y hombres asumen el control de sus vidas; establecen agendas propias, adquieren
habilidades o se les reconoce las que poseen, aumentan su autoestima, solucionan
problemas y desarrollan la autogestión. Es un proceso y un resultado que da liber-
tad de elección, acción y control.
En suma, el libro es una invitación a la reflexión sobre las condiciones de las mu-
jeres, los procesos de reconocimiento de sus derechos y los mecanismos para lograr
¿Por qué hace una tesis doctoral, si lleva hiyab? Esta pregunta, formulada por
uno de los profesores que le impartieron clase en el programa de doctorado Teoría
política y teoría democrática en la Universidad Autónoma de Madrid, fue el punto de
inicio de la investigación desarrollada por la autora de este texto, Sirin Adlbi. Este
cuestionamiento sirve también como marco, pues desvela la existencia de un sujeto
localizado que habla y escribe desde un lugar concreto a la vez que muestra cómo
el sujeto que formula la pregunta lo hace desde un lugar invisibilizado. De este
modo, uno de los objetivos de este texto es localizar al sujeto que habla y escribe, y
definir los modos en los que lo hace.
Esta pregunta de partida se complementa con el provocador título formulado a
partir del oxímoron feminismo/Islam, oxímoron que la autora resuelve a partir del
concepto de «cárcel epistemológico-existencial», esto es, un concepto que impone
el «sistema/mundo moderno/colonial que decide quién, cómo y desde dónde se
puede hablar, ser, estar y saber en el mundo» (Adlbi, 2017: 19). Partiendo de este
marco conceptual, uno de los objetivos de la autora consiste en descolonizar los
discursos sobre feminismo e Islam.
Adlbi parte de tres preguntas básicas: ¿quién puede hablar?, ¿cómo se puede
hablar?, y ¿sobre qué se puede hablar? En primer lugar, plantea que la colonialidad
del saber se ha basado en los últimos 500 años en los instrumentos que trasladan la
epistemología y cosmovisión local occidental a una posición universal, abstracta,
neutral y objetiva. Es precisamente a partir de este planteamiento desde el que
algunos pensadores decoloniales como Ramón Grosfoguel o Enrique Dussel han
dirigido su crítica a los autores poscoloniales, poniendo en evidencia cómo la cons-
trucción de toda la crítica poscolonial se sostiene en cuatro autores eurocéntricos:
Foucault, Derrida, Lacan y Gramsci.
Esta crítica de la universalidad de la cosmovisión occidental encaja en los de-
bates que autoras como Seyla Benhabib (2006) plantean en torno a la tensión entre
lo universal y lo particular. Además, la crítica anticapitalista de Adlbi es similar a
la de pensadoras como Nancy Fraser (2012), que advierten de la deriva neoliberal
que ciertas corrientes feministas están tomando, y defienden un feminismo antica-
pitalista o del 99%.
En segundo lugar, el cuestionamiento de cómo se puede hablar implica una
toma de conciencia de cuáles son los conceptos y significantes que, desde la pers-
pectiva occidentalocéntrica y cristianocentrada, se pueden utilizar. Como señala
Adlbi, estas lógicas se desarrollaron hacia dentro y hacia fuera de las fronteras
imaginarias de Occidente. Hacia dentro, dichos mecanismos fueron empleados en
diversos momentos de la historia como en los siglos XV y XVI contra los musulma-
nes y judíos. Mientras que, hacia fuera, se desplegaron a través de la construcción
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Adlbi, Sirin (2017). La cárcel del feminismo. Hacia un pensamiento islámico decolonial,
México D.F.: Akal.
Benhabib, Seyla (2006). El ser y el otro en la ética contemporánea. Feminismo, comunita-
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entre la visión descolonial de Frantz Fanon y la sociología descolonial de Boa-
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Mernissi, Fátima (2001). El harén en Occidente, Barcelona: Espasa.
Sousa Santos, Boaventura (2006). Renovar la teoría crítica y reinventar la emancipa-
ción social (encuentros en Buenos Aires), Buenos Aires: CLACSO.
bell hooks
Feminism is for everybody: passionate politics
Madrid: Traficantes de sueños, 2017
154 páginas
Han pasado casi dos décadas desde la primera edición de Feminism is for every-
body: passionate politics de bell hooks, un libro que transmitía, justo en la llegada del
nuevo milenio, grandes esperanzas de cambio social. Hoy se recupera con su traduc-
ción al castellano y –pese al notable paso de los años– en todo momento la lectura
mantiene una visión amplia, una crítica realista e incluso profética del movimiento
feminista. Por este motivo, podríamos pensar que estas hojas se han escrito hoy mis-
mo; su vigencia, así, se consolida como una de las mayores virtudes de esta obra.
Como pequeña presentación a Gloria Jean Watkins, más conocida como bell
hooks, sirva decir que es una de las figuras del feminismo más importantes de
las últimas décadas. Nacida en Hopkinsville (Kentucky). Doctora en literatura y
autora prolífica y activista, cuenta con su propio instituto – bell hooks Institute –,
aportando al feminismo clásico su particular revisión crítica. Su sobrenombre, ins-
pirado en su abuela y escrito de forma llamativa en minúscula, denota no solo
mucha humildad sino una gran personalidad. Como ella misma defiende, es una
forma de no alimentar su ego y dar valor a sus palabras por sí mismas y no por el
nombre que las respalda.
Gracias a un estilo cercano y personal, bell hooks consigue construir un libro so-
bre feminismo ameno y sugerente. Como ensayo es muy sólido, sirviendo tanto para
introducirnos en el tema de debate como para profundizar en él. La lectura fluye,
combinando constantes reflexiones académicas junto a vivencias personales. Sin de-
jarse llevar por la nostalgia, nos sumerge en las aspiraciones, problemas y retos de
la tercera ola del feminismo. En este punto de inflexión, aparecerán nuevas prota-
gonistas: mujeres negras, trabajadoras, lesbianas, solteras... Su «feminismo negro»,
que conoce de primera mano, jamás renuncia a una triple perspectiva: a) mujeres, b)
negras y c) de clase trabajadora, para así alcanzar un «para todo el mundo».
Según la autora, una de las principales dificultades a las que se enfrenta hoy
el feminismo, más que un rechazo en sí mismo de sus principales ideas, es que
se desconocen sus objetivos reales. Deben, entonces, replantearse estas ideas,
recuperarlas y explicarlas, liberándolas así de confusiones extendidas e incluso
malinterpretaciones deliberadas –como que es un movimiento antihombres o
exclusivo de las lesbianas. Sus sueños de mejora deben ser comunicados de una
forma directa, buscando conectar de forma eficaz con la sociedad. De modo muy
claro, nos dice bell hooks:
Romper con la jerarquía dominante de los roles sexuales clásicos se vuelve una
condición necesaria para alcanzar nuevas relaciones más completas, respetuosas y
horizontales. Así se crea un estilo de vida, tanto a nivel individual como colectivo,
que permite una verdadera emancipación, permitiéndonos consolidar una socie-
dad que avanza y explora en esperanzadoras vías. A su vez, la autora da voz al
«feminismo negro», incorporando a la agenda temas pendientes de clase y raza,
porque mientras estos matices discriminatorios pervivan, la libertad, la igualdad
y el respeto a la diferencia, como aspectos esenciales, quedarán completamente
anulados. Retoma los asuntos no resueltos de la revuelta negra de las décadas an-
teriores.
Pese a los logros innegables de conquista social, hooks aboga por la necesidad
de una regeneración, ya que el movimiento habría perdido progresivamente su
impacto y fuerza reivindicativa transformadora. Se habría relajado, tras conseguir
cambios mínimos y no haber conseguido dejar de supeditarse al sexismo clásico.
Por tanto, la autora es partidaria de un cambio en el enfoque, recuperando con
fuerza una voz lúcida, un tono incluso soñador y el esfuerzo conjunto. Desea –y así
lo transmite en el libro– un movimiento que busque superar la injusticia social, el
silencio y la censura.
Ante las exigencias de una sociedad cada vez más cambiante, el feminismo se
transforma en un reto de convivencia que simplemente no podemos desatender.
El libro nos sitúa en un contexto donde por primera vez no importan ni el género
ni el color ni la clase social para opinar y compartir la misma bandera de cambio
social. En esta perspectiva reside uno de los principales intereses de este libro, que
lo convierten en distinto y necesario. En ese sentido, de forma valiente y crítica, va
más allá del feminismo «tradicional», volviéndose una ampliación imprescindible
y una revisión actualizada.
Así, se va desgranando tema a tema la complejidad de los grandes hitos, errores,
debates y retos pendientes del feminismo. El sexismo y el machismo están mucho
más presentes en las distintas esferas de la vida y lo cotidiano de lo que podamos
pensar en un principio. La gran variedad temática del libro hace que se entretejan
historias interconectadas que mantienen el interés constante en la lectura y nos
permiten alcanzar una visión global, abriéndonos así a una nueva comprensión de
la realidad social que nos envuelve.
Se analizan distintas cuestiones clave: identidad, sexualidad, amor, cuerpo,
aborto, matrimonio, familia… se indaga en su aparición, cómo se traducen y vin-
culan entre sí. Centrándose en las mujeres, pero acercándose a contextos globales,
sabe reflejar el valor conjunto de las revoluciones, desde las más visibles y estruc-
turales hasta las cotidianas y silenciosas. Precisamente esta dualidad destaca como
uno los aspectos más potentes del libro, convirtiéndole en una lectura imprescin-
dible y distinta.
Constantemente, se comparten reflexiones aparentemente «obvias», donde se
esconden ideas de una gran lucidez. Poco a poco, conocemos mejor los entresijos
ocultos del sistema en potentes aclaraciones. La siguiente cita de la autora lo ejem-
plificará:
Uno de los procesos descritos más llamativos es su experiencia con los gru-
pos de concienciación y los primeros seminarios en la universidad donde colaboró
como una protagonista anónima más. Cuenta cómo estos encuentros evoluciona-
ron hacia una nueva disciplina académica: los estudios de género, rememorado
momentos de libertad y espacios de diálogo horizontal en los que participaban
mujeres de distintas procedencias. Esta oleada mixta enfrentaba muchas visiones y
perfiles, lo que permitía plasmar muchos detalles sobre la mesa y dotarle de forma
precisa y profunda. Por fin, se alcanzó un logro: estas preocupaciones sociales se
articulaban con rigor teórico y científico reconocidos por la comunidad. No fue un
proceso fácil, por las trabas de una universidad que reflejaba una institución sexis-
ta, que veía ilegitima la llegada de estos estudios. Más tarde, de forma paradójica,
como una trampa, este academicismo renegaría de sus orígenes iniciales para dis-
tanciarse en la mera teoría y congelar las expectativas de cambio del movimiento.
En relación con esto último, el libro no solo habla de la fuerte alianza y confra-
ternidad. No olvida que hubo enemigos, y se habla de dolorosas traiciones en la
conquista de igualdades. También hubo espacios donde se camuflaron otros intere-
ses, ocultos bajo falsos feminismo y líderes interesados.
Y hubo, por supuesto, intentos de exclusión. En este sentido, la autora critica y
decide ir más allá del «feminismo blanco burgués», al que acusa de excluir el resto
de perfiles y autoproclamarse líder de un movimiento que en ningún momento
debería ser exclusivo, pues así nace sesgado y se aleja del fin original: la igualdad,
la mejora social y respeto a la diferencia. Las mismas traidoras aprovechan la dis-
criminación positiva como ascenso social, y una vez alcanzando se desentenderían
del cambio e incluso replicarían los modelos de sumisión y dominación sexistas.
Esta subordinación va en contra de la sororidad, impidiendo cualquier construc-
ción con una base firme.
bell hooks muestra un gran conocimiento de la causa cuando se atreve a recapa-
citar sobre los errores del proceso: la poca coordinación, el no incluir más colectivos
que no solo perderían la conciencia, sino que se confundirían y enemistarían; o las
posibilidades de los medios de comunicación –en una doble naturaleza que al mis-
mo tiempo les vuelve aliados y manipuladores– dentro de la sociedad del consu-
mo. Una de sus principales preocupaciones es que la cultura dominante expropie,
maquille o mercantilice las mejoras del bienestar de otras corrientes; en especial si
esta confusión llega a la educación y la transmisión de valores.
Podemos concluir que nos encontramos ante un escrito de una gran
personalidad y coraje. La autora nos invita a analizar nuestras coordenadas
personales dentro del imperante «capitalismo blanco heteropatriarcal» y sus
tramposos pseudofeminismos, para así llegar a conocer el lugar del que partimos.
Reflexión necesaria para poder marcar un «más allá» real en una nueva ruta de
empoderamiento. Como reflexión final citaré una frase que reflexiona sobre porqué
el feminismo está vivo, es inexcusable y es para todo el mundo, sin negar que este
proyecto común necesita de una sincera y constante revisión:
Los contraataques antifeministas existen porque el movimiento logró mostrar
con éxito a todo el mundo la amenaza que constituye el patriarcado para el bienes-
tar de mujeres y hombres. Si no el feminismo habría fracasado por sí solo (hooks,
2017: 148).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS