De Los Siglos XX Y Xxi: Virginia Bonmatí Sánchez

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MI MAESTRO DON ANTONIO

FONTÁN PÉREZ. UN HUMANISTA


DE LOS SIGLOS XX Y XXI

Virginia Bonmatí Sánchez


PROFESORA TITULAR DE FILOLOGÍA LATINA.
UNIVERSIDAD COMPLUTENSE

Las primeras clases que recuerdo de don Antonio fueron


las del curso 1972-1973 en la Universidad Autónoma de Ma-
drid, a donde se había incorporado como catedrático de Fi-
lología Latina. El autor que impartía ese año era Tácito y
su metodología como profesor consistía en una edición
abierta, constatando diversas versiones de los Anales (libro
XIII), para tras diversas interpretaciones y traducciones de
los alumnos y la suya propia llegáramos a comprender y en-
tender mejor el texto y la obra de Tácito. Del mismo modo,
su sentido de la libertad de expresión nos la transmitiría en
el curso dedicado a la crítica textual de Terencio en la Bi-
blioteca Nacional de Madrid, que fue el trabajo de fin de
curso del año siguiente. Un año antes, aproximadamente,
de la muerte de Franco, don Antonio acababa de publicar
su libro Humanismo Romano y nos ofreció generosamente
la dirección de las tesinas o memorias de licenciaturas. En
mi caso concreto, mi elección fue Antonio de Nebrija, que
sin yo saberlo, claro está, en aquellos momentos, no sólo
iba a marcar mi relación con una de las facetas investiga-
doras de don Antonio, la del Humanismo, sino también mi

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investigación personal sobre este insigne humanista anda-
luz, del que en ocasiones en las lecturas de su obra que
efectuamos en común decía don Antonio: «además de ser
un magnífico latinista es humano, con sus virtudes y sus
defectos » . Tres años después, en 1978, yo recorría el
«salón de los pasos perdidos» del palacio del Senado, en
el que don Antonio por aquel entonces, siguiendo la senda
de su querido y admirado Cicerón, como Pater patria pre-
sidía la Cámara del Senado que aprobaría de forma con-
sensuada nuestra Constitución de 1978. Mi visita y acep-
tación posteriormente por parte de don Antonio era con la
finalidad de continuar mi tesis doctoral.
Bajo su magistral dirección, aportaciones propias y los
libros de su biblioteca personal, y sobre todo una humani-
dad sin límites con sus sabios consejos, efectúe luego la
preparación de mi tesis doctoral sobre Antonio de Nebri-
ja. Todavía recuerdo la alegría que como maestro y director
de mi tesis sintió cuando le presenté los tres volúmenes de
la misma, y guardo aún las notas preceptivas que me acon-
sejó para la defensa de la misma, que fue leída en el curso
1983-1984.
En el año 1984 don Antonio Fontán había obtenido la
cátedra de Filología Latina de la Universidad Compluten-
se y tuve entonces el gran honor de ser colaboradora suya.
Incluso he de añadir que de manera poco usual, para el
contexto general de la universidad, me permitió asistir y
preparar sus clases de Sintaxis latina, y de textos, en esta
ocasión Tito Livio, y el curso de doctorado sobre el Hu-
manismo Español; le gustaba a don Antonio, como buen
profesor que era, estar presente en mis exposiciones ante

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VIRGINIA BONMATI SÁNCHEZ

los alumnos y después comentarme sus opiniones sobre las


mismas. Del mismo modo lo hacía en mi labor continuada
como investigadora del Humanismo.
Después de su jubilación y hasta la fecha de su falleci-
miento, a nuestra relación como maestro-discípula se ha
añadido la de la amistad fiel de Séneca: don Antonio siem-
pre mantuvo vivo ese interés porque le comentara tanto mi
labor docente como mis trabajos de investigación, semi-
narios, exposiciones o conferencias etc., ofreciéndome a la
vez su sabiduría y sus opiniones a través de largas conver-
saciones, en las que también íbamos hablando de sus obras
en curso: su último libro, Príncipes y humanistas, cuya pre-
sentación fue hace unos meses, o bien me leía y comenta-
ba su Cicerón. Nuestra última conversación tuvo lugar el
15 de octubre del 2009, día de su cumpleaños, en la que
todavía me deseó suerte en mi próximo viaje a Italia, donde
debía impartir un seminario en el Doctorado Europeo.
Mi maestro y amigo don Antonio Fontán es por su cali-
dad humana y su sabiduría un humanista del siglo xx y un
ejemplo a seguir para todos sus alumnos en el siglo xxi,
que gracias a su maestría podremos transmitir sus ense-
ñanzas y sus saberes a las siguientes generaciones. A don
Antonio Fontán siempre le gustó una frase (que según me
confesó había tomado del Catolicón de Johannes Ianua,
del siglo my) que la hizo grabar en su ex libris y que define
su gran amor que siempre tuvo por la enseñanza y por los
libros: Haurit aquam cribro, qui discere vult sine libro
(Quien quiere aprender sin el libro cuela el agua por un
colador A. ex libris. F.) ■

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