Énfasis Doctrinales

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Énfasis Doctrinales

La Iglesia Metodista hace énfasis y ha aportado a la Iglesia Cristiana los


siguientes postulados doctrinales:

1. La Universalidad de la Gracia. Todos somos bienvenidos para gozar


del favor de Dios y de la vida eterna.

2. La Justificación sólo por la Fe. El perdón de Dios se obtiene por la fe


en la obra expiatoria de Cristo en la cruz.

3. El Testimonio del Espíritu. El Espíritu Santo nos da la certidumbre del


perdón de nuestros pecados, de que hemos nacido de nuevo y bajo su
dirección vamos en el camino de la santidad.

4. La Santidad o Perfección Cristiana. "Es el amor gobernando al corazón


y la vida destilándose en nuestro carácter, palabras y acciones." (*)

* Afirmaciones del Pastor Juan Wesley

Las Doctrinas que sustentamos, las formulamos y cobran vida por medio
de lo que llamamos "Fuentes Teológicas".

1. Las Sagradas Escrituras. Afirmamos: "No tenemos otros principios que


los revelados en la Palabra de Dios". (*)

2. La Razón. La fe y la razón van de la mano, la razón es un don de Dios


que debemos usar tanto como podamos. De no usarla nos conduciría al
fanatismo, la superstición y el error.

3. La Experiencia Personal. Somos una Iglesia vivencial, afirmamos y


elaboramos nuestra doctrina sobre aquello que nos consta.

4. La Tradición. La Historia de la Iglesia. Creemos en un Dios, que se ha


relacionado con su Iglesia a través de la Historia, ésta, nos confirma la
dirección del Espíritu Santo en la dimensión universal y personal.
Juan Wesley y los fundadores del metodismo, siempre se sintieron herederos de la fe
universal de la Iglesia y a la vez, continuadores de los postulados de la Reforma
Protestante. Así, la Iglesia Metodista de Chile, como Iglesia Cristiana Evangélica que es,
posee un cuerpo de doctrinas o fundamentos teológicos que se refieren a aspectos que
son comunes para todas las Iglesias cristianas, sean evangélicas (protestantes), católicas u
ortodoxas. Estas doctrinas contienen los principios acerca de Dios (Padre – Hijo – Espíritu
Santo), el Hombre, la Salvación y la Iglesia, y la exposición de ellas es la afirmación de
nuestra fe, la explicación de aquello en lo cual creemos.
Los fundamentos de estas doctrinas se encuentran en cuatro elementos principales: La
Biblia, La Tradición, La Razón y la Experiencia.
Estas cuatro fuentes del pensamiento teológico metodista son las que dan el soporte a las
doctrinas señaladas anteriormente.
1. LA BIBLIA: Para la Iglesia Metodista la Biblia es la primera y más importante fuente de
doctrina, ya sea acerca de Dios, el hombre y la mujer, la salvación o la Iglesia. Para los
metodistas, la Biblia es el fiel registro de la revelación de Dios y de su plan de salvación y
toda doctrina se fundamenta en su claro testimonio. Uno de los Artículos de Fe de la
Iglesia Metodista respecto de la Biblia, contenido en el Reglamento de la Iglesia, señala
que “…las Sagradas Escrituras contienen todas las cosas necesarias para la salvación”. De
igual modo el metodista, al hacerse miembro de la Iglesia confiesa que “recibe y profesa la
fe cristiana como está contenida en el Nuevo Testamento de nuestro Señor Jesucristo”.
Además, siendo la Biblia Palabra revelada por Dios al hombre, para que a través de esta
revelación encuentre el camino de la salvación, la Biblia expresa también como el hombre
debe vivir o moldear su vida. En resumen, para el cristiano metodista la Biblia es la única
norma de fe (doctrina) y conducta (ética).
2. LA TRADICIÓN CRISTIANA. La segunda fuente de autoridad para el pueblo metodista se
encuentra en la tradición cristiana. En los siglos de experiencia de la Iglesia Cristiana la
obra del Espíritu Santo siempre estuvo presente en ella, sobre todo cuando al pasar de los
años, la Iglesia de los primeros siglos entendió que era necesario definir en la forma más
precisa posible en qué consistía su fe, cuál era la “sana doctrina”, según el decir del
apóstol Pablo. Por ejemplo, el “Credo de los Apóstoles”- el más antiguo resumen de
afirmación de fe- es producto del consenso a que llegan los primeros cristianos;
posteriormente, a través de sucesivos concilios se logra afirmar con toda claridad la
naturaleza humana y la naturaleza divina de Jesucristo. Por otra parte, uno de los
primeros problemas que tuvo que decidir la Iglesia primitiva fue definir cuáles eran los
escritos que deberían formar el total de las Sagradas Escrituras y esto se fue decidiendo
también por el acuerdo a que llegaron las antiguas Iglesias. Todo lo anterior conforma la
expresión más auténtica de la tradición de la Iglesia, a la cual se agregan también los
escritos de los primeros padres, como San Agustín, y la obra de los Reformadores como
Lutero, Calvino y otros.
3. LA RAZÓN. Un tercer elemento presente en el pensamiento teológico metodista es la
razón. Los metodistas insisten en que el contenido de la fe cristiana sólo se deriva de la
revelación de Dios contenida en la Biblia, pero están muy conscientes de que la Biblia se
puede interpretar en forma caprichosa y errónea, como históricamente ha sucedido y
sucede, especialmente cuando estas interpretaciones se vuelven contra el ser humano.
Para evitar esto, la Iglesia metodista apela a la tradición de la Iglesia y al consenso que
existe en la doctrina históricamente formada en los primeros siglos, así como también
apela a la razón como correctivo de las interpretaciones antojadizas. Juan Wesley-
fundador humano de nuestra Iglesia- decía que “toda religión irracional es falsa religión”.
Una actitud de misticismo puro, por ejemplo, que sólo valoriza el sentimiento y desprecia
la razón, es contraria a las Escrituras. No obstante, hay que señalar que la razón no nos
provee de otras fuentes de revelación, sino que es una facultad lógica que nos capacita
para ordenar y comprender la evidencia de la revelación y, junto con la tradición, nos
provee de las armas necesarias para evitar interpretaciones equivocadas de las Escrituras.
La razón ayuda a moderar los estados emotivos irracionales en los cuales pueden caer los
creyentes. Por esto consideramos que una de las características del metodismo es “un
entusiasmo racional”.
4. LA EXPERIENCIA PERSONAL. Por último, los metodistas consideran que todo lo anterior,
es decir, el testimonio de la Biblia, la Tradición Cristiana, y el respaldo de la Razón, debe conducir a
que el mensaje de salvación y la comunión con Dios lleguen a ser una experiencia personal. El
cristiano metodista es aquel que se da cuenta, no sólo intelectualmente, sino con todas las
facultades de su persona, que sus pecados han sido perdonados y que es salvo en Cristo.
Esta es la Doctrina de la Justificación por la Fe que expuso el apóstol Pablo, que enfatizó
Lutero y de la cual dan testimonio miles y miles a través de la historia. Como ocurre con
los elementos expuestos anteriormente, la experiencia no es una fuente de verdad
separada de la Biblia, sino que esta experiencia personal, movida por el Espíritu Santo,
hace realidad toda verdad doctrinal, transforma la fe en algo personal y único. Sólo en el
encuentro personal con Dios a través de Jesucristo las doctrinas se convierten en
convicciones y son base de seguridad. Para los metodistas, mucho más importante que la
precisión de la terminología con la cual expresamos nuestra fe, es que vivamos en amor.
John Wesley lo afirmaba así: “Un metodista es una persona en cuyo corazón el amor de
Dios ha sido derramado por el Espíritu Santo que nos fue dado”.
Sociedades

Las sociedades se convirtieron en la suma total de las clases y los grupos. Para asistir a la
reunión de la sociedad, una persona tenía que tener un boleto que mostrara que él o ella era
un miembro fiel de una reunión de la clase. Estos boletos eran los permisos de entrada a las
reuniones de la sociedad. Eran renovables trimestralmente y la falta de asistencia a las
reuniones de la clase, excluía a la persona de entrar a las reuniones de la sociedad del
próximo trimestre. El objetivo era que la persona que fallaba en la asistencia se arrepintiera
y se volviera más plenamente a Cristo (nota 17).

Las sociedades no se reunían semanalmente, como las reuniones de la clase. Más bien, se
reunían cada trimestre, y el enfoque principal era enseñar la Palabra de Dios y adorar
juntos. Las personas que seguían comprometidos con Jesús y asistían a la clase cada
semana eran admitidas automáticamente como parte de la sociedad después de tres meses
(nota 18). Hunter hace una comparación importante:

Una sociedad metodista se componía de la suma total de clases que se le atribuían. Como la
membresía de una persona en el cristianismo primitivo se centraba principalmente en una
iglesia en la casa y en segundo lugar en toda la iglesia dentro de la ciudad, igualmente en el
metodismo la membresía principal se centraba en la clase y en segundo lugar en la sociedad
(nota 19).

Las reuniones de la sociedad se programaban cuidadosamente para no entrar en conflicto


con cualquiera de los servicios de la Iglesia de Inglaterra (nota 20). Wesley quería que su
movimiento fuera sumiso a la Iglesia Anglicana y transmitiera el mensaje, “somos fieles
anglicanos y no en competencia o en contra de la Iglesia de Inglaterra” (nota 21). A lo largo
de su vida, Wesley se mantuvo dentro de la Iglesia anglicana establecida de Inglaterra, e
insistió en que su movimiento se mantuviera dentro del anglicanismo.

Wesley no tuvo que lidiar con los principales problemas políticos de la iglesia, ya que estos
ya estaban establecidos en la Iglesia de Inglaterra. Él estaba más preocupado por la
transformación de los miembros que formaban parte de la Iglesia Anglicana, y por alcanzar
a aquellos que no tenían una relación con Jesús. Algunos han comparado el movimiento de
Wesley con una orden religiosa, o con un movimiento dentro de un movimiento.

De Regreso al Cristianismo Primitivo

Wesley deseaba basar todo lo que hacía en la Biblia. A pesar que las clases comenzaron
como una forma de recaudar dinero, Wesley no quería continuar con ellas a menos que
pudiera ver su base en las Escrituras. Él escribió: “No podía dejar de observar, esto se trata
de la misma cosa que era desde el principio del cristianismo. . . Los primeros predicadores
se reunieron con estos catecúmenos, como se les llamaba, aparte de la gran congregación,
para instruirlos, reprenderlos, exhortarlos y orar con ellos, según sus diversas necesidades”
(nota 22).
Wesley era un estudiante de la iglesia primitiva y creía que la Iglesia de Inglaterra era una
iglesia caída que necesitaba avivamiento. Él quería ayudarla a volver al ideal primitivo
(nota 23). Sentía que la transformación a largo plazo requería de una estructura organizativa
eficaz, y trabajó arduamente para construir una amplia red de grupos pequeños. Hunter
señala:

Wesley también observó que ciertos comportamientos normativos fueron característicos de


la vida en la iglesia primitiva. Se reunían “a fin de estimularse en el amor y en las buenas
obras. . . animándose los unos a los otros” (Heb. 10: 24-25). Parecía que se habían
enseñado, amonestado, exhortado, y orado los unos por los otros. Se regocijaban con los
que se regocijaban, y lloraban con los que lloraban (Rom 12:15). Sus comportamientos
hacia los demás iban de contarse los pecados del uno al otro (Mateo 18: 15-18.) hasta
edificarse los unos a los otros (1 Tesalonicenses 5:11.) Y Wesley creía que las primeras
iglesias siguieron el pasaje de Santiago (5:16): “confiésense unos a otros sus pecados, y
oren unos por otros, para que sean sanados”. Con pesar, Wesley no vio tal comportamiento
en su Iglesia Anglicana. Una de las causas de esto, a su juicio, era la falta de grupos
pequeños, una deficiencia que no estaba presente en las iglesias en las casas de la iglesia
primitiva (nota 24).

Wesley se dio cuenta que a medida que acercaba a la gente a las clases para que se
desafiaran y animaran los unos a los otros, el contagio y el poder de la iglesia apostólica se
movería una vez más en la historia humana (nota 25). Él escribió:

Nunca omitas reunirte con tu Clase o Banda; Nunca te ausentes de ninguna reunión pública.
Estas son los mismos tendones de nuestra sociedad; y lo que debilite, o tienda a debilitar
nuestro interés por éstas, o nuestra fidelidad para asistir a ellas, golpeará la raíz misma de
nuestra comunidad (nota 26).

El debilitamiento de la estructura de la clase, de acuerdo con Wesley, golpearía la raíz del


metodismo. Al igual que la iglesia primitiva, los grupos metodistas se reunieron
principalmente en los hogares, pero también se reunían en tiendas, aulas, áticos, e incluso
en depósitos de carbón—donde quiera hubiera espacio para que diez o doce personas se
reunieran. Algunos seguidores piadosos caminaban largas distancias, soportaban
aflicciones, y situaciones incómodas con el fin de asistir a su clase (nota 27).

Un breve estudio del cuadrilátero wesleyano con


énfasis en la experiencia
1. Introducción
Con respecto al origen de lo que hoy conocemos como el Cuadrilátero Wesleyano,
debemos remontarnos a la Gran Bretaña del año 1595, en un tiempo en el que existían
grandes tensiones eclesiales-monárquicas. La respuesta se convirtió en el modelo
tradicional en la iglesia de Inglaterra y está estructurada en tres puntos: 1) La Escritura
como la mayor fuente de verdad y la prueba básica de la veracidad cristiana. 2) La tradición
como una visión de la vida y el pensamiento de los cristianos de los primeros siglos. 3) La
razón como el medio por el cual la Escritura y la tradición pueden ser escudriñadas y
entendidas por la meditación personal. A estos tres pilares, Wesley consideró necesario
añadir uno más: la experiencia como vivencia personal respaldada por el testimonio del
Espíritu de ser hijos de Dios (Romanos 8:16) y de que nadie puede llamar a Jesús Señor
sino por el Espíritu Santo, (1Corintios 12:3). El término “cuadrilátero” no aparece en los
escritos de Wesley. Es un término que Albert C. Outler eligió para describir el método
teológico de Wesley. Algunos han sugerido que en la forma de un cuadrilátero no se
aprecia la supremacía de las escrituras por encima de los demás elementos. No creo que
haya ningún problema con el cuadrilátero, siempre que se tenga en cuenta la relación que
existe entre sus elementos. Al leer la obra de Wesley, se puede apreciar que la escritura
tiene un carácter relevante, por encima de todo lo demás. La razón, la tradición y la
experiencia deben confirmar la veracidad de la escritura. No son elementos rígidos,
estáticos, ni aislados uno del otro, sino que se mantienen en una relación dinámica unos con
otros. Esta relación está dada por la acción del Espíritu Santo, que viene a ser las aristas que
los une en el cuadrilátero.

2. La escritura

Juan Wesley apeló principalmente a las Sagradas Escrituras para toda autoridad doctrinal.
Creía que “la palabra escrita de Dios es la única y suficiente regla tanto de la fe como de la
práctica cristiana”.[1] Tanto la Reforma como la herencia anglicana enseñaban la sola
Scriptura, que sin duda influyó en el amor de Wesley por la Biblia. Su pasión por las
Escrituras se puede describir mejor con sus propias palabras: “¡Dame ese libro! ¡A
cualquier precio, dame el libro de Dios! Lo tengo: Aquí hay suficiente conocimiento para
mí. Déjame ser homo unius libri “.[2] Wesley no quiso decir que otros libros no tenían
ningún valor para la vida cristiana, porque era un ávido lector que a menudo leía a caballo e
incluso compilaba una biblioteca cristiana para que la leyera su gente. Wesley creía
firmemente que el Espíritu Santo inspiró todas las Escrituras. Dio un paso más allá al decir:
“El Espíritu de Dios no solo inspiró una vez a quienes lo escribieron, sino que
continuamente inspira, asiste sobrenaturalmente, a quienes lo leen con una oración
ferviente”[3]. Esta es una doble inspiración, en la cual el Espíritu Santo inspiró a los
antiguos escritores de las Escrituras e inspira al lector contemporáneo para que pueda
comprender la palabra de Dios. Hoy en día existe la necesidad de la presencia continua del
Espíritu Santo en nuestra teología y método teológico. Sin la ayuda del Espíritu Santo,
nuestra hermenéutica será en vano.

3. Razón

Wesley pasó una cantidad considerable de tiempo tratando de explicar la relación entre la
razón y la religión. A la pregunta “¿Qué puede hacer la razón en la religión?” Wesley
respondió: “Puede hacer mucho, tanto en lo que respecta a la fundación como a la
superestructura”. Wesley ofreció tres beneficios de la razón: Reflexiones físicas, religiosas
y morales. Al considerar lo que la razón no puede hacer, Wesley nuevamente ofrece tres
ideas: “Primero, la razón no puede producir fe. En segundo lugar, la razón por sí sola no
puede producir esperanza en ningún hijo del hombre: me refiero a la esperanza bíblica. En
tercer lugar, la razón, aunque sea cultivada y mejorada, no puede producir el amor de Dios
”.[4]Solamente cuando el Espíritu Santo está presente y trabaja activamente en el cristiano,
el razonamiento deductivo puede llevarle a la revelación de Dios. Wesley pregunta: “¿No
es la razón (asistida por el Espíritu Santo) lo que nos permite entender lo que las Santas
Escrituras declaran con respecto al ser y los atributos de Dios?” Y luego dice: es por esto
que entendemos (su Espíritu abre e ilumina los ojos de nuestro entendimiento). ”[5]Wesley
declara explícitamente que el Espíritu Santo debe ayudar a nuestro razonamiento si
queremos entender las cosas de Dios.

4. Experiencia

La restauración de la experiencia religiosa a la fe cristiana es quizás la contribución


teológica más significativa de Juan Wesley. Una vez que se recuperó, pronto se convirtió en
una de las marcas distintivas del metodismo. Dijo acerca de la experiencia, que “se ha
recuperado una gran verdad evangélica, que durante muchos años estuvo casi perdida y
olvidada”.[6] La experiencia fue una joya que Wesley colocó de nuevo en la corona del
cristianismo.
Treinta años después de su experiencia en la calle Aldersgate, publica en uno de sus
sermones titulado El testimonio del Espíritu: “La experiencia es suficiente para confirmar
una doctrina que se basa en las Escrituras” Él creía que las verdades bíblicas se debían
[7]

aplicar en la vida, y no simplemente meditar en ellas o creerlas. De esta forma, la prueba


mejor y más factible de nuestra teología es la manera en que se experimenta en la vida una
interpretación dada de la Escritura.[8]

4.1 La experiencia y el equilibrio entre ortodoxia, ortopraxis y ortopatía.

Para su mejor comprensión se explicará lo que, según Runyon, ha sido llamado “la cuerda
de tres hilos”,[9] como la teología de la fe que presenta un equilibrio entre tres elementos
esenciales: la creencia correcta (doctrina), la práctica o conducta correcta (disciplina
devocional) y la pasión correcta (celo por Dios), también conocidos como ortodoxia,
ortopraxis y ortopatía[10].

En el discipulado como un nexo entre ortodoxia, ortopraxis y ortopatía, sin favorecer a uno
más que a los otros, se encuentra una apreciación de Dios. Si el principal interés de una
iglesia está en la ortodoxia, se producen muchos “fariseos arrogantes” quienes adoran su
propia doctrina y sus formulaciones teológicas por encima de un auténtico encuentro con el
Cristo revelado en las Escrituras. Si la iglesia adopta un compromiso con la ortopraxis
solamente, sus miembros se convertirán en activistas incansables (y cansados), confiando
solo en sus propios esfuerzos para agradar a Dios. El evangelio social se convierte entonces
en activismo social. Por otra parte, si la iglesia adopta la ortopatía, excluyendo los otros dos
elementos, sus miembros terminarán siendo unos emocioinalistas superficiales, centrados
en su satisfacción personal, sin tener en cuenta una sana doctrina y en la práctica causan
muchos daños a la iglesia.

Por tanto, para no caer en el intelectualismo, el legalismo o el emocionalismo, sería útil


promover un discipulado balanceado, donde las personas encuentran el camino a Jesús y le
siguen, de acuerdo a la enseñanza evidente en las escrituras, donde se instruye a los
cristianos a amar a Dios con todo su corazón, su mente y sus fuerzas. [11]

Wesley critica en varias ocasiones lo que él denomina la “ortodoxia muerta”[12]. En uno de


sus sermones comenta:
Se puede ser ortodoxo en cada punto, se puede apoyar no solo las opiniones correctas sino
también defenderlas celosamente de sus opositores; se puede tener creencias correctas
acerca de la encarnación de nuestro Señor, acerca de la bendita Trinidad, y acerca de cada
doctrina contenida en los oráculos de Dios … y aun así se puede no tener más religión que
la de una persona judía, turca o pagana.[13]

Toda experiencia en la vida cristiana necesita ser equilibrada con la doctrina correcta, la
práctica correcta y la pasión correcta. La búsqueda de la experiencia personal constituye
entonces todo un sistema en el que se conjugan estos elementos para desarrollar un
fundamento sólido, que Wesley insiste en llamar “religión del corazón”, o sea, “la fe que
obra en el amor, produciendo una santidad tanto interior como exterior”, o santidad de
corazón y vida poniendo énfasis en la acción renovadora del Espíritu Santo.
[14]

Jesús explica en Mt 5:14-16 que somos la luz del mundo. Esa luz no es para que esté
escondida, sino que sólo cumple su propósito cuando es proyectada y beneficia a otros. Así
es la experiencia cristiana, no es para ser experimentada por un momento y sentirse bien,
sino para llevar frutos que beneficien a la iglesia y que esta a su vez, sea proyectada en el
mundo para la salvación de las almas.

4.2 El testimonio del Espíritu

Wesley ponía especial atención al testimonio del Espíritu como parte inherente de la
experiencia cristiana. Afirma que todo cristiano debe experimentar un nuevo nacimiento
como un cambio que precede al testimonio de que somos hijos de Dios, “como un cambio
grande y poderoso, un cambio de las tinieblas a la luz y del poder de Satanás a Dios; como
pasar de muerte a vida.”[15] “El resultado inmediato de este testimonio son los frutos del
Espíritu, es decir: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe (Gálatas
5:22).”[16] Este es el testimonio que conduce a la persona a crecer en integridad, así como
en el grado de relación con Dios y sus semejantes. Los que tienen estas señales, dice
Wesley, saben que son hijos de Dios y actúan en consecuencia directa a la relación
intrínseca y vívida con el Espíritu Santo.

4.3 El “entusiasmo” y la obra del Espíritu Santo en el avivamiento metodista.


Por su énfasis en la experiencia vivencial del cristianismo, el movimiento metodista ganó
muchos seguidores, pero también algunos detractores. Una de las acusaciones más comunes
que estos últimos lanzaban al movimiento, y en especial a su líder, era la de
“entusiastas”.[17] Algunas de estas críticas iban dirigidas hacia las expresiones de emoción
que tenían lugar con frecuencia en los servicios en que Wesley predicaba: las personas
gritaban, se estremecían, lloraban, caían por tierra, entre otras manifestaciones. Wesley
hablaba de los milagros de conversión, pero también milagros de sanidad física o de
protección frente a algún peligro. Además, insistía en que el movimiento metodista era una
“gran obra” que Dios estaba realizando en su tiempo. Para las autoridades eclesiales, el
único modo en que alguien podía atreverse a decir que se trataba de una obra de Dios, era
ser “entusiasta”, dejándose llevar por su propia opinión.[18]

El énfasis en su enseñanza recae sobre la obra del Espíritu que produce frutos tanto internos
como externos en los cristianos. Como respuesta a una de las acusaciones de entusiasmo,
Wesley expresa:

Toda persona, para poder creer para salvación, tiene que recibir el Espíritu Santo. Esto es
esencialmente necesario para todo cristiano. No tanto para ser objeto de sus milagros, como
para recibir los frutos ordinarios del Espíritu: la fe, la paz, el gozo y el amor.[19] …Y en
cuanto a su última averiguación, sobre «¿cuál es la mejor prueba que tenemos de ser
guiados por el Espíritu Santo?» No tengo nada que objetar a la respuesta correcta y bíblica
que usted da: «un cambio completo y una renovación de mente y corazón, y el llevar una
vida nueva y santa».[20]

4.3.1 El verdadero entusiasmo

En su sermón La naturaleza del entusiasmo,[21] no se detiene a hablar de los entusiastas


que practican la religión del corazón, inspirados por el Espíritu Santo, sino a devolver la
acusación a quienes practican un entusiasmo negativo, en el sentido de locura o demencia,
suponiendo equivocadamente que actúan bajo inspiración divina. Al pasar la prueba de la
experiencia, resulta evidente que no es una verdadera experiencia con el Espíritu Santo.

Un segundo grupo de entusiastas lo forman las personas que imaginan haber recibido
determinados dones de Dios, cuando en realidad esto nunca ocurrió. Es así que algunos
imaginaron poseer el don de realizar milagros… Otros se han dedicado a profetizar, a
anticipar lo que ha de suceder, y todo esto con mayor certeza y precisión. Pero, por lo
general, un breve tiempo basta para disuadir a estos entusiastas. Cuando los hechos
desmienten sus predicciones, la experiencia les demuestra lo que la razón no pudo, y los
vuelve a su sano juicio… A este mismo grupo pertenecen quienes imaginan que cuando
oran o predican lo hacen bajo la influencia del Espíritu de Dios, cuando en realidad no es
así… Si bien es cierto que existe una influencia real del Espíritu de Dios, también existe
una imaginaria, y son muchos los que confunden una por otra. Muchas personas creen estar
bajo esa influencia cuando en verdad no lo están, cuando están muy lejos de ello.[22]

Wesley advierte que estos tipos de entusiasmo se encontraban a la orden del día en las
iglesias de Inglaterra y que los considera como un fenómeno anti-bíblico, irracional,
puramente sentimental, que produce graves resultados, y le llama “monstruo de varias
cabezas”.[23] Por eso afirma que “la religión es el espíritu de una mente lúcida.”[24]

La experiencia cristiana en la obra de Wesley puede resumirse en un fragmento del sermón


4: “Cristianismo bíblico”:

Fue, por lo tanto, para un fin más excelente que todos fueron llenos del Espíritu
Santo (Hch. 4:31). Fue para darles (lo que nadie puede negar que es esencial a los cristianos
de todas las épocas) el sentir que hubo también en Cristo Jesús, esos santos frutos del
Espíritu sin los cuales nadie puede llamarse parte de su pueblo; capacitándolos para
crucificar la carne con sus pasiones y deseos; y como consecuencia de este cambio interior,
cumplir toda santidad exterior, para andar como Cristo anduvo en la obra de la fe, el
trabajo del amor y la constancia en la esperanza.

Es necesario transmitir la fe y la experiencia a la siguiente generación. Wesley da una


advertencia para todos los que se consideran wesleyanos:No temo que las personas
llamadas metodistas dejen de existir en Europa o en Estados Unidos. Pero temo que solo
existan como una secta muerta, teniendo la forma de religión sin su poder. Y este será, sin
duda, el caso, a no ser que se mantengan firmes, tanto en la doctrina, el espíritu y la
disciplina con los que se establecieron desde el principio.[25]

[1] Justo González, ed., Obras de Wesley, Tomo V, 54.


[2] Thomas Jackson, ed., Works of John Wesley, Vol. 5, 3. “Preface.”

[3] Justo González, ed., Obras de Wesley, Tomo 10, 320. Notas al Nuevo Testamento II, 2
Timoteo 3:16.

[4] Thomas Jackson, ed., Works of John Wesley, Sermon 70, Vol. 6, 355-58.

[5] Ibíd., 354.

[6] Justo González, ed., Obras de Wesley, Tomo I, 210.

[7] Justo González, ed., Obras de Wesley, Tomo I, 189-208.

[8] Wikipedia (2011)

[9] Runyon, La nueva creación, 167-191; Runyon, “Orthopathy: Wesleyan Criteria for
Religious Experience”, en Richard B. Steele, ed., “Heart Religion” in the Methodist
Tradition and Relates Movements, vol. 12 (Lanham, Maryland: Scarecrow Press, 2001),
292.

[10] El término “ortopatía” es un neologismo acuñado por el doctor Runyon en una


conferencia durante la Semana de Ministros en la Universidad de Emory: “Conversion-
Yesterday, Today, and Tomorrow”, que impartió en 1984. Más adelante, el término fue
desarrollado en su artículo: “A New Look at Experience”, que apareció en Drew
Gateway (Otoño 1987): 44-45. Runyon, Nueva Creación, 288.

[11] Deuteronomio 6:5; Marcos 12:30.

[12] Sermón 7 “El camino del reino”, Vol. I, 133; Sermón 33 “Sobre el sermón de nuestro
Señor en la montaña: Decimotercer discurso”. Vol. II, 287; Sermón 62 “El porqué de la
venida de Cristo”. Vol. III, 383, en Justo González, ed., Obras de Wesley; Sermón 120 “On
the Wedding Garment”, en Thomas Jackson, ed., The Works of John Wesley, Vol. VII, 311.

[13] Justo González, ed., Obras de Wesley. Vol. I, 135.

[14] Justo González, ed., Obras de Wesley, Tomo V, 287-288.


[15] Justo González, ed., Obras de Wesley, Vol. I, 201.

[16] Ibid., 210.

[17] Una persona entusiasta era entonces alguien que se creía poseída por Dios a tal punto
de poder hablar en nombre de Dios, aun aparte de la comunidad, la Biblia, la tradición
cristiana, o la razón. Tanto la iglesia como la sociedad temían ese tipo de supuesta
inspiración privada, que no aceptaba freno de parte alguna, y que a fin de cuentas lo que
hacía era darle al individuo rienda suelta para sus propias opiniones y en ocasiones para sus
propias acciones en contra de la moral común.

[18] Justo González, ed., Obras de Wesley, Vol. VI, 6-7.

[19] Justo González, ed., Obras de Wesley, Vol. VI, 80.

[20] Justo González, ed., Obras de Wesley, Vol. VI, 124.

[21] Justo González, ed., Obras de Wesley, Tomo II, 363.

[22] Justo Gonzáles, ed., Obras de Wesley, Vol. II, 365-366.

[23] Ibíd., 373.

[24] Ibíd., 365.

[25] Thomas Jackson, ed., Works of John Wesley, Vol. 13, 258.

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