Énfasis Doctrinales
Énfasis Doctrinales
Énfasis Doctrinales
Las Doctrinas que sustentamos, las formulamos y cobran vida por medio
de lo que llamamos "Fuentes Teológicas".
Las sociedades se convirtieron en la suma total de las clases y los grupos. Para asistir a la
reunión de la sociedad, una persona tenía que tener un boleto que mostrara que él o ella era
un miembro fiel de una reunión de la clase. Estos boletos eran los permisos de entrada a las
reuniones de la sociedad. Eran renovables trimestralmente y la falta de asistencia a las
reuniones de la clase, excluía a la persona de entrar a las reuniones de la sociedad del
próximo trimestre. El objetivo era que la persona que fallaba en la asistencia se arrepintiera
y se volviera más plenamente a Cristo (nota 17).
Las sociedades no se reunían semanalmente, como las reuniones de la clase. Más bien, se
reunían cada trimestre, y el enfoque principal era enseñar la Palabra de Dios y adorar
juntos. Las personas que seguían comprometidos con Jesús y asistían a la clase cada
semana eran admitidas automáticamente como parte de la sociedad después de tres meses
(nota 18). Hunter hace una comparación importante:
Una sociedad metodista se componía de la suma total de clases que se le atribuían. Como la
membresía de una persona en el cristianismo primitivo se centraba principalmente en una
iglesia en la casa y en segundo lugar en toda la iglesia dentro de la ciudad, igualmente en el
metodismo la membresía principal se centraba en la clase y en segundo lugar en la sociedad
(nota 19).
Wesley no tuvo que lidiar con los principales problemas políticos de la iglesia, ya que estos
ya estaban establecidos en la Iglesia de Inglaterra. Él estaba más preocupado por la
transformación de los miembros que formaban parte de la Iglesia Anglicana, y por alcanzar
a aquellos que no tenían una relación con Jesús. Algunos han comparado el movimiento de
Wesley con una orden religiosa, o con un movimiento dentro de un movimiento.
Wesley deseaba basar todo lo que hacía en la Biblia. A pesar que las clases comenzaron
como una forma de recaudar dinero, Wesley no quería continuar con ellas a menos que
pudiera ver su base en las Escrituras. Él escribió: “No podía dejar de observar, esto se trata
de la misma cosa que era desde el principio del cristianismo. . . Los primeros predicadores
se reunieron con estos catecúmenos, como se les llamaba, aparte de la gran congregación,
para instruirlos, reprenderlos, exhortarlos y orar con ellos, según sus diversas necesidades”
(nota 22).
Wesley era un estudiante de la iglesia primitiva y creía que la Iglesia de Inglaterra era una
iglesia caída que necesitaba avivamiento. Él quería ayudarla a volver al ideal primitivo
(nota 23). Sentía que la transformación a largo plazo requería de una estructura organizativa
eficaz, y trabajó arduamente para construir una amplia red de grupos pequeños. Hunter
señala:
Wesley se dio cuenta que a medida que acercaba a la gente a las clases para que se
desafiaran y animaran los unos a los otros, el contagio y el poder de la iglesia apostólica se
movería una vez más en la historia humana (nota 25). Él escribió:
Nunca omitas reunirte con tu Clase o Banda; Nunca te ausentes de ninguna reunión pública.
Estas son los mismos tendones de nuestra sociedad; y lo que debilite, o tienda a debilitar
nuestro interés por éstas, o nuestra fidelidad para asistir a ellas, golpeará la raíz misma de
nuestra comunidad (nota 26).
2. La escritura
Juan Wesley apeló principalmente a las Sagradas Escrituras para toda autoridad doctrinal.
Creía que “la palabra escrita de Dios es la única y suficiente regla tanto de la fe como de la
práctica cristiana”.[1] Tanto la Reforma como la herencia anglicana enseñaban la sola
Scriptura, que sin duda influyó en el amor de Wesley por la Biblia. Su pasión por las
Escrituras se puede describir mejor con sus propias palabras: “¡Dame ese libro! ¡A
cualquier precio, dame el libro de Dios! Lo tengo: Aquí hay suficiente conocimiento para
mí. Déjame ser homo unius libri “.[2] Wesley no quiso decir que otros libros no tenían
ningún valor para la vida cristiana, porque era un ávido lector que a menudo leía a caballo e
incluso compilaba una biblioteca cristiana para que la leyera su gente. Wesley creía
firmemente que el Espíritu Santo inspiró todas las Escrituras. Dio un paso más allá al decir:
“El Espíritu de Dios no solo inspiró una vez a quienes lo escribieron, sino que
continuamente inspira, asiste sobrenaturalmente, a quienes lo leen con una oración
ferviente”[3]. Esta es una doble inspiración, en la cual el Espíritu Santo inspiró a los
antiguos escritores de las Escrituras e inspira al lector contemporáneo para que pueda
comprender la palabra de Dios. Hoy en día existe la necesidad de la presencia continua del
Espíritu Santo en nuestra teología y método teológico. Sin la ayuda del Espíritu Santo,
nuestra hermenéutica será en vano.
3. Razón
Wesley pasó una cantidad considerable de tiempo tratando de explicar la relación entre la
razón y la religión. A la pregunta “¿Qué puede hacer la razón en la religión?” Wesley
respondió: “Puede hacer mucho, tanto en lo que respecta a la fundación como a la
superestructura”. Wesley ofreció tres beneficios de la razón: Reflexiones físicas, religiosas
y morales. Al considerar lo que la razón no puede hacer, Wesley nuevamente ofrece tres
ideas: “Primero, la razón no puede producir fe. En segundo lugar, la razón por sí sola no
puede producir esperanza en ningún hijo del hombre: me refiero a la esperanza bíblica. En
tercer lugar, la razón, aunque sea cultivada y mejorada, no puede producir el amor de Dios
”.[4]Solamente cuando el Espíritu Santo está presente y trabaja activamente en el cristiano,
el razonamiento deductivo puede llevarle a la revelación de Dios. Wesley pregunta: “¿No
es la razón (asistida por el Espíritu Santo) lo que nos permite entender lo que las Santas
Escrituras declaran con respecto al ser y los atributos de Dios?” Y luego dice: es por esto
que entendemos (su Espíritu abre e ilumina los ojos de nuestro entendimiento). ”[5]Wesley
declara explícitamente que el Espíritu Santo debe ayudar a nuestro razonamiento si
queremos entender las cosas de Dios.
4. Experiencia
Para su mejor comprensión se explicará lo que, según Runyon, ha sido llamado “la cuerda
de tres hilos”,[9] como la teología de la fe que presenta un equilibrio entre tres elementos
esenciales: la creencia correcta (doctrina), la práctica o conducta correcta (disciplina
devocional) y la pasión correcta (celo por Dios), también conocidos como ortodoxia,
ortopraxis y ortopatía[10].
En el discipulado como un nexo entre ortodoxia, ortopraxis y ortopatía, sin favorecer a uno
más que a los otros, se encuentra una apreciación de Dios. Si el principal interés de una
iglesia está en la ortodoxia, se producen muchos “fariseos arrogantes” quienes adoran su
propia doctrina y sus formulaciones teológicas por encima de un auténtico encuentro con el
Cristo revelado en las Escrituras. Si la iglesia adopta un compromiso con la ortopraxis
solamente, sus miembros se convertirán en activistas incansables (y cansados), confiando
solo en sus propios esfuerzos para agradar a Dios. El evangelio social se convierte entonces
en activismo social. Por otra parte, si la iglesia adopta la ortopatía, excluyendo los otros dos
elementos, sus miembros terminarán siendo unos emocioinalistas superficiales, centrados
en su satisfacción personal, sin tener en cuenta una sana doctrina y en la práctica causan
muchos daños a la iglesia.
Toda experiencia en la vida cristiana necesita ser equilibrada con la doctrina correcta, la
práctica correcta y la pasión correcta. La búsqueda de la experiencia personal constituye
entonces todo un sistema en el que se conjugan estos elementos para desarrollar un
fundamento sólido, que Wesley insiste en llamar “religión del corazón”, o sea, “la fe que
obra en el amor, produciendo una santidad tanto interior como exterior”, o santidad de
corazón y vida poniendo énfasis en la acción renovadora del Espíritu Santo.
[14]
Jesús explica en Mt 5:14-16 que somos la luz del mundo. Esa luz no es para que esté
escondida, sino que sólo cumple su propósito cuando es proyectada y beneficia a otros. Así
es la experiencia cristiana, no es para ser experimentada por un momento y sentirse bien,
sino para llevar frutos que beneficien a la iglesia y que esta a su vez, sea proyectada en el
mundo para la salvación de las almas.
Wesley ponía especial atención al testimonio del Espíritu como parte inherente de la
experiencia cristiana. Afirma que todo cristiano debe experimentar un nuevo nacimiento
como un cambio que precede al testimonio de que somos hijos de Dios, “como un cambio
grande y poderoso, un cambio de las tinieblas a la luz y del poder de Satanás a Dios; como
pasar de muerte a vida.”[15] “El resultado inmediato de este testimonio son los frutos del
Espíritu, es decir: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe (Gálatas
5:22).”[16] Este es el testimonio que conduce a la persona a crecer en integridad, así como
en el grado de relación con Dios y sus semejantes. Los que tienen estas señales, dice
Wesley, saben que son hijos de Dios y actúan en consecuencia directa a la relación
intrínseca y vívida con el Espíritu Santo.
El énfasis en su enseñanza recae sobre la obra del Espíritu que produce frutos tanto internos
como externos en los cristianos. Como respuesta a una de las acusaciones de entusiasmo,
Wesley expresa:
Toda persona, para poder creer para salvación, tiene que recibir el Espíritu Santo. Esto es
esencialmente necesario para todo cristiano. No tanto para ser objeto de sus milagros, como
para recibir los frutos ordinarios del Espíritu: la fe, la paz, el gozo y el amor.[19] …Y en
cuanto a su última averiguación, sobre «¿cuál es la mejor prueba que tenemos de ser
guiados por el Espíritu Santo?» No tengo nada que objetar a la respuesta correcta y bíblica
que usted da: «un cambio completo y una renovación de mente y corazón, y el llevar una
vida nueva y santa».[20]
Un segundo grupo de entusiastas lo forman las personas que imaginan haber recibido
determinados dones de Dios, cuando en realidad esto nunca ocurrió. Es así que algunos
imaginaron poseer el don de realizar milagros… Otros se han dedicado a profetizar, a
anticipar lo que ha de suceder, y todo esto con mayor certeza y precisión. Pero, por lo
general, un breve tiempo basta para disuadir a estos entusiastas. Cuando los hechos
desmienten sus predicciones, la experiencia les demuestra lo que la razón no pudo, y los
vuelve a su sano juicio… A este mismo grupo pertenecen quienes imaginan que cuando
oran o predican lo hacen bajo la influencia del Espíritu de Dios, cuando en realidad no es
así… Si bien es cierto que existe una influencia real del Espíritu de Dios, también existe
una imaginaria, y son muchos los que confunden una por otra. Muchas personas creen estar
bajo esa influencia cuando en verdad no lo están, cuando están muy lejos de ello.[22]
Wesley advierte que estos tipos de entusiasmo se encontraban a la orden del día en las
iglesias de Inglaterra y que los considera como un fenómeno anti-bíblico, irracional,
puramente sentimental, que produce graves resultados, y le llama “monstruo de varias
cabezas”.[23] Por eso afirma que “la religión es el espíritu de una mente lúcida.”[24]
Fue, por lo tanto, para un fin más excelente que todos fueron llenos del Espíritu
Santo (Hch. 4:31). Fue para darles (lo que nadie puede negar que es esencial a los cristianos
de todas las épocas) el sentir que hubo también en Cristo Jesús, esos santos frutos del
Espíritu sin los cuales nadie puede llamarse parte de su pueblo; capacitándolos para
crucificar la carne con sus pasiones y deseos; y como consecuencia de este cambio interior,
cumplir toda santidad exterior, para andar como Cristo anduvo en la obra de la fe, el
trabajo del amor y la constancia en la esperanza.
[3] Justo González, ed., Obras de Wesley, Tomo 10, 320. Notas al Nuevo Testamento II, 2
Timoteo 3:16.
[4] Thomas Jackson, ed., Works of John Wesley, Sermon 70, Vol. 6, 355-58.
[9] Runyon, La nueva creación, 167-191; Runyon, “Orthopathy: Wesleyan Criteria for
Religious Experience”, en Richard B. Steele, ed., “Heart Religion” in the Methodist
Tradition and Relates Movements, vol. 12 (Lanham, Maryland: Scarecrow Press, 2001),
292.
[12] Sermón 7 “El camino del reino”, Vol. I, 133; Sermón 33 “Sobre el sermón de nuestro
Señor en la montaña: Decimotercer discurso”. Vol. II, 287; Sermón 62 “El porqué de la
venida de Cristo”. Vol. III, 383, en Justo González, ed., Obras de Wesley; Sermón 120 “On
the Wedding Garment”, en Thomas Jackson, ed., The Works of John Wesley, Vol. VII, 311.
[17] Una persona entusiasta era entonces alguien que se creía poseída por Dios a tal punto
de poder hablar en nombre de Dios, aun aparte de la comunidad, la Biblia, la tradición
cristiana, o la razón. Tanto la iglesia como la sociedad temían ese tipo de supuesta
inspiración privada, que no aceptaba freno de parte alguna, y que a fin de cuentas lo que
hacía era darle al individuo rienda suelta para sus propias opiniones y en ocasiones para sus
propias acciones en contra de la moral común.
[25] Thomas Jackson, ed., Works of John Wesley, Vol. 13, 258.