Sociedad Del Consumo

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Ferrer Meza José Manuel

Grupo 2651

Taxi Driver y La Sociedad del Consumo

Taxi Driver narra la historia de un excombatiente en Vietnam, un hombre solitario al borde de la


locura. La figura del combatiente que regresa perturbado, a la vez que encuentra vacía su
existencia, ya ha sido muchas veces tratada en cine y literatura, pero tal vez ésta sea una de las
más acertadas.

Travis Bickle (Robert De Niro) es un hombre sumido y encerrado en su soledad, siempre con un
aire taciturno y errante, de quien camina sin rumbo. Cuando acepta un empleo como taxista,
encuentra algo en qué ocuparse, algo que, en cierta forma, da sentido a su vida y le convierte en
alguien.

Pero el contacto con las calles de Nueva York le acaba transmutando en un psicópata, un hombre
violento que no ve más forma de solucionar los males de la sociedad que pasando a la gangsteril
venganza.

La sociedad de consumo es el segundo libro de Baudrillard. Forma junto a El sistema de los


objetos (1968) y Crítica de la economía política del signo (1972) una trilogía dedicada a investigar
el capital y el consumo desde la óptica del estructuralismo. Dando un paso más allá de Marx, el
valor de cambio, el valor del objeto en cuanto signo se impone definitivamente a su valor de uso.

El objeto entra a formar parte de un complejo código cuyo objetivo es mantener intocables las
diferencias sociales. Cuando el sujeto consume no está satisfaciendo una necesidad sino usando
signos o, mejor, siendo usado por ellos: atrapado en un lenguaje o en un código cuyo
funcionamiento desconoce.

Recorriendo Nueva York por las noches, Travis se encuentra con un erebo lleno de traficantes,
rateros, rameras, drogadictos, pandilleros, y la más variopinta fauna nocturna. Su famosa frase
representa el compendio de su particular ideario: “Ojalá una lluvia cayera sobre esta ciudad y
limpiara toda esta escoria”.

Además, el contacto con sus clientes le hará presenciar en directo sus objetos de ojeriza. En su
diario, este perturbado chofer narra sus experiencias y obsesiones valiéndose de voz en off,
recurso que resulta acertadísimo en la estructura del filme. Y es que, en su penosa existencia,
Travis opta por enojarse contra todo aquello que le rodea, llevándole a una situación límite.

Tratando de encontrar ayuda para escapar de su psicosis, pide consejo a Wizard, “El Brujo”
(Peter Boyle), un veterano taxista que hace las veces de oráculo para todos los colegas de
profesión. Encontrando como única respuesta una serie de tópicos, Travis decidirá optar por lo
drástico. Un singular contrabandista y traficante, cómico en su repugnancia, es quien surte a
Travis de todo un arsenal de armas de fuego, con las que empezará a entrenarse para matar.

En un final tan violento como inolvidable, De Niro, con una cresta a lo mohicano, se transformará
en un demente asesino, un orate considerado héroe por quienes sacan provecho de su
carnicería, es decir, los padres de Iris.

Esta película podemos relacionarla con el texto de Baudrillard en el sentido de que el eje del
capitalismo ha pasado de la producción al consumo, se hizo evidente que era fundamental no
sólo producir la mercancía sino también fabricar las necesidades, la demanda. La simulación
colectiva de las necesidades hace que la producción masiva sea sólo el inútil intento de recuperar
lo real.

La sociedad de consumo es, en definitiva, un mito, un modo del “pensamiento mágico”. Creemos
en adquirir libremente objetos que necesitamos y, en el fondo, no hacemos sino perpetuar un
código totalitario productor de diferencias sociales.
Todo lo acontecido en Taxi Driver nos lleva a mencionar por primera vez a uno de los grandes
artífices de la película, Paul Schrader, guionista y director que escribió esta curiosa historia,
Betsy, interpretada por Cybill Shepherd, simboliza la pureza en una sociedad estragada.

También mención muy especial merece la excelente música de Bernard Herrmann, famoso
compositor de algunos de los mejores filmes de Alfred Hitchcock. El melancólico blues que
acompaña toda la película se convirtió en la obra póstuma de este genio, que murió al poco de
finalizar su creación. Este detalle no pasó en balde para Scorsese y los productores, que en los
créditos finales guardaron un lugar especial para tan ínclito colaborador.

Para Baudrillar no existe ninguna salida sobre el paradigma del pensamiento nihilista
postmoderno. Todo lo que podemos hacer es “vivir el consumo como una especie de seductora
enfermedad terminal”. La obra de Baudrillard abandona el ámbito de la sociología concreta y se
vuelve más poética y aforística. Es su modo de investigar el “crimen perfecto”, el complejo
fenómeno de la muerte de lo real.

La práctica de los signos siempre es ambivalente, siempre cumple la función de conjurar el doble
sentido del término: de hacer surgir para capturar mediante signos y de evocar algo para negarlo
y reprimirlo. Sabemos que el pensamiento mágico con sus mitos apunta a conjurar el cambio y
la historia. En cierto modo, el consumo generalizado de imágenes, de datos, de informaciones,
también apunta a conjurar lo real en los signos de lo real, a conjurar la historia en los signos del
cambio, etc.

En la década de 1970, la sociedad norteamericana se encontraba devastada por la guerra de


Vietnam, causante de un horror que reverberaba, aun después de la contienda, en la mente de
aquéllos que participaron en ella. Esta psicosis social se personifica en Travis y justifica la
ansiedad y la obsesión que experimenta. Por ello, a lo largo del largometraje se realizan repetidas
alusiones a Vietnam: la ropa, una bandera en su apartamento, el peinado de estilo mohicano y
algunos comentarios concretos de su participación en el conflicto.

En este contexto histórico, es imposible no mencionar la relación entre el Travis de Taxi Driver y
los dos personajes protagonistas de Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979): Willard y el
coronel Kurtz. Tras comenzar este filme, Willard, al igual que Travis, después de volver de una
misión en Vietnam, se encontraba confinado y desquiciado en el tugurio en que se hospedaba,
siendo incapaz de supervivir aislado de la jungla.

Toda existencia alejada de la guerra le era insoportable. De haber retornado, no es de extrañar


que Willard hubiese degenerado en el mismo ser insomne y ermitaño que Travis. El otro
personaje, Kurtz, es la inexorable continuación de Willard y este Travis primigenio; es un
individuo que, a raíz de los horrores de la guerra, o del contacto con una sociedad insensata y
una política absurda, ha culminado en el paroxismo de la misantropía, convirtiéndose en un
espécimen que, como el Travis final, abomina de todo racionalismo y se deleita en la violencia y
el exterminio. La búsqueda/evolución de Willard para encontrar a Kurtz es la misma que Travis
realiza a bordo de su navío, ese taxi amarillo que se adentra en una oscura ciudad humeante y
tenebrosa, en un corazón de las tinieblas.

La sociedad de consumo no se caracteriza sólo por la proliferación y acumulación de objetos


sino también por su destrucción sistemática. Esta es la lectura cínica que Baudrillard hace de
uno de los rituales más sangrientos de nuestra civilización, los accidentes de tráfico.

Cuando empieza a hablarse del “derecho” a la igualdad, a la salud, al espacio, al tiempo libre…
es cuando podemos estar seguros de que ya no hay de eso para todos. La sociedad de consumo
alardea de ser la sociedad más libre de las que han existido, pero en realidad el consumo es sólo
un simulacro de libertad.

El problema de la economía es que teoriza pensando en una sociedad y un individuo racionales.


Sin embargo, no es el consumo el que está sometido a la producción como sería de esperar,
sino que es el ansia de diferenciación, de distinción, el que somete a todas las demás variables,
incluida la producción.
La mejor metáfora de la sociedad de consumo es la histeria, como la que padece Travis. ¿Quién
puede asumir el papel del sujeto del cambio histórico, de protagonista del cambio social, dentro
de la sociedad de consumo? Fue la gran interrogante de Baudrillard, esa misma pregunta
podemos verla reflejada en De Niro con su espectacular actuación en Taxi Driver.

La liberación sexual no es un problema de libertad sino de control y rentabilidad. Así lo hace


saber Baudrillar, el cuerpo hace vender. La belleza hace vender. El erotismo hace vender. Y esta
no es la menor de las razones que, en última instancia, orientan todo el proceso histórico de
“liberación del cuerpo”. Aquí hay cuerpos, como en la fuerza laboral, cuerpos que deben ser
“liberados, emancipados” para poder ser explotados racionalmente con fines productivos.

Tal es el caso de Iris, la pequeña de 12 años que perdió su humanidad para convertirse en un
objeto, víctima de la trata y la prostitución, esclava de un sistema que no veía en su cuerpo mas
que una forma de generar capital, dejando de lado la sexualidad como un tema de valores éticos,
convirtiéndola en una sexualidad deconstruida, con un proceso económico de rentabilidad.

El tiempo de ocio, el tiempo libre, opuesto al tiempo de trabajo, es una distinción meramente
formal. Hoy día ya es imposible perder el tiempo, matar el tiempo. La sociedad de consumo
esconde su naturaleza totalitaria bajo el disfraz del todo está a tu servicio. La función del Estado
del Bienestar es conjurar el cambio histórico.

Estas características de la sociedad del consumo se reflejan claramente en la película Taxi


Driver, Travis de alguna forma estaba asqueado de todos y cada uno de estos adjetivos sociales,
en este contexto es donde se desarrolla la historia.

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