La Oratoria Clásica

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 12

La oratoria clásica vs. la oratoria actual. El arte de la declamación.

Historia del arte de la exclamación. Grandes oradores y grandes

discursos de la historia. La oratoria antigua.

 Añanca Trinidad, Edy

 Moreno Oscco, Sebastián

 Casavilca Quichca, Anthony

 Vargas Velasque, Joel

MONOGRAFIA PARA LA ASIGNATURA DE ACTIVIDAD

ANDAHUAYLAS - APURIMAC – PERÚ

-2019-
A nuestro profesor:

Quien con paciencia y dedicación

nos guio por el buen camino brindándonos

así sabiduría para el presente trabajo


INDICE
INTRODUCCION
CAPITULO I

LA ORATORIA CLASICA VS. LA ORATORIA ANTIGUA

Dentro de este capítulo se abarcará la importancia de la oratoria en tiempos antiguos en los

cuales era de suma importancia y de igual forma en tiempos actuales y modernos es muy

necesaria para ser aplicada dentro del ámbito jurídico.

1.- LA ORATORIA CLÁSICA:

Se entiende por oratoria el arte de hablar en público con la finalidad de convencerlo, o sea,

de crear bellos discursos persuasivos; para ello se deben seguir unas reglas cuyo estudio es

el objeto de la retórica; oratoria y retórica son, pues, disciplinas complementarias. La

retórica es la base teórica sobre la que se construye el discurso: cómo construir el discurso,

cómo argumentar, cómo emocionar y resultar creíble y persuasivo. En la sociedad

democrática griega de los siglos V y IV a.C., el dominio de la palabra en público fue muy

importante, tanto en política como en los juzgados. Es entonces cuando la oratoria se

convierte en un género literario gracias al auge de la democracia (la democracia ofrecía la

posibilidad de hablar en la asamblea a cualquier ciudadano y también de defenderse ante

los tribunales) y a la labor de los sofistas, quienes hicieron de la enseñanza de la oratoria y

de la retórica la parte fundamental de su trabajo. En efecto, en los juicios era el propio

acusado el que se veía en la obligación de defenderse ante el tribunal, y a menudo acudían a

escritores profesionales de discursos -los llamados “logógrafos”- o a los propios sofistas,

quienes les componían el discurso, que luego ellos, tras memorizarlo, pronunciaban ante el

jurado.
La fuerza de sus discursos (de los que se conservan unos setenta) y la precisión de sus

argumentos, con pocas figuras retóricas, le otorgan una originalidad excepcional. Como

otros maestros de la prosa, Demóstenes pone especial cuidado en la estructura rítmica; ya

en los comentarios de la Antigüedad se destacaba que la eficacia de su oratoria reside, en

gran parte, en el ritmo.

2.- ORATORIA MODERNA O ACTUAL. –

Es el tipo de oratoria, que tiene por objeto específico hacer triunfar la justicia. Tiene como

fin persuadir a los jueces y exige el decoro la prudencia y saber acorde con la gravedad de

la instancia.

Se recomienda usar con prudencia los vocablos. El discurso jurídico pide argumentos

lógicos y persuasivos, verdaderos y verosímiles y exige brevedad. El buen discurso jurídico

lo será por la unidad de su contenido, la sencillez, el decoro, la cortesía del orador de

palabra parsimoniosa y breve.

Atendiendo a la temática o a la ocasión en la que se pronunciaba el discurso, se distinguían

tres tipos de oratoria:

a) la oratoria forense o judicial: Discursos sobre hechos pasados pronunciados ante un

tribunal por los propios implicados, generalmente, y compuestos por escritores

profesionales o logógrafos; (representada por Lisias).

b) la oratoria deliberativa o política: Discursos pronunciados ante la asamblea u otros

órganos políticos sobre las ventajas e inconvenientes de una opción política; (representada

por Demóstenes).
c) la oratoria epidíctica: Era la constituida por discursos de “exhibición”, generalmente

los expuestos en ocasiones solemnes, como alabanza o censura de algunos personajes, o

discursos fúnebres; (representada por Isócrates).

El estilo jurídico, definido como el modo de expresión del derecho conforme a la ley, sus

fuentes históricas, el medio que se ejerce, el sentimiento de equidad y las reglas de la

gramática. Lo que resulta contraria a la verborrea y la improvisación.


CAPITULO II

EL ARTE Y LA HISTORIA DE LA DECLAMACION

1.- EL ARTE DE LA DECLAMACION:

La declamación es un arte escénico que se desarrolla frente a un público que observa y

escucha, que puede participar siendo testigo ocular y auditivo de la misma.

Consiste en la interpretación de un poema, buscando profundizar su mensaje con el uso

armonioso de la voz, la sutileza del gesto y la mímica. Se intenta cautivar al espectador para

que vibre con el sonido y significado de las palabras, acentuando con el gesto, la mímica y

el movimiento aquellos versos o palabras que destaquen el sentimiento y la emoción

contenida en el poema.

La recitación excluye el uso del gesto y mímica, concentrando todo su arte en la voz y su

fluidez, muy parecido a la lectura de poemas, con la diferencia de que en la recitación se

memoriza el poema y se carece de atril. En el siglo XIX y principios del XX esta diferencia

era muy notoria, ya que la interpretación corporal dentro de la declamación era muy

expresiva, con mucha mímica, desplazamientos en escena, uso de elementos visuales y en

algunos casos el uso de varios disfraces en el curso de una misma declamación. Todo esto

ha ido desapareciendo en la declamación moderna y en la actualidad la declamación clásica

es considerada excesiva y teatral.


2.- HISTORIA DE LA DECLAMACIÓN. –

La declamación de los antiguos estaba compuesta con otras notas sin que por ello se

pudiese considerar como un canto musical y en este sentido, deben tomarse bien las

palabras de los autores latinos Canere, Cantus y también Carmen, que no siempre significan

un canto propiamente dicho, sino cierto modo de representar o de leer.

La declamación se compuso con los acentos y por consiguiente para escribirla debían

emplearse los mismos caracteres que servían para señalar estos acentos. En un principio no

hubo más que tres, a saber: el agudo, el grave y el circunflejo pero luego se fueron

sucesivamente aumentando y llegaron hasta el número de diez, cada uno de los cuales se

indicaba con su carácter diferente y cuyos nombres y figuras se ven en los gramáticos

antiguos. El acento enseñaba el cómo, cuándo y de qué manera se había de levantar o bajar

la voz en la pronunciación de cada sílaba. Se aprendía la entonación de estos acentos al

mismo tiempo que se aprendía a leer, por lo que no había casi nadie que ignorara o no

entendiese esta especie de notas y no se hallara en estado de juzgar de la habilidad del que

leía o declamaba.

Muchos son los pasajes que podríamos citar probando que la declamación de los actores en

el teatro antiguo era compuesta y escrita con notas, que determinaban el tono que se debía

tomar. Esta especie de recitado se hallaba sostenido por un bajo continuo, cuyo ruido sería

proporcionado, según todas las apariencias al ruido que hace un hombre que declama.

Dicha práctica nos parece en el día de hoy absurda y casi increíble pero no por esto es

menos cierta. No se puede tampoco hablar sino por conjeturas acerca la composición que

podía tocar el bajo continuo que acompañaba a los actores cuando declamaban. Quizá no

haría más, como indica Bollin que tocar de tiempo en tiempo algunas notas largas que se
harían sentir en los pasajes en que debía el actor tomar el tono, en los cuales le hubiese sido

difícil entrar con exactitud sin este auxilio, haciendo el bajo el mismo servicio al actor que

hacía a Graco el tocador de flauta, quien situado cerca de sí le daba de tiempo en tiempo

cuando arengaba, los tonos con que había de proseguir.

El bajo no solamente servía para la entonación y canto, digámoslo así, de la declamación,

sino que arreglaba también el accionado. Este arte, llamado por los griegos Orgesis y

Saltatio por los latinos, consistía, según dice PLATON, en la imitación de todas las

acciones y movimientos que pueden hacer los hombres. Así pues, el sentido de la palabra

Saltatio no debe limitarse al que damos nosotros en nuestra lengua a la palabra danza pues

tenía mucha más extensión. Su objeto no solo era enseñar las actitudes y movimientos que

sirven para adquirir buena gracia o para ejecutar ciertos bailes, sino también para arreglar el

gesto, tanto de los autores como de los oradores e igualmente para enseñar a gesticular o la

pantomima, es decir, el arte de darse a entender o expresarse con acciones sin el socorro de

la palabra.

Los antiguos ponían en general un cuidado extraordinario en perfeccionarse en el gesto,

cuyo esmero era mayor en los oradores por la necesidad que tenían de poseer este arte. Es

bien sabido lo mucho que Demóstenes se aplicó en él y que Roscio, aquel célebre actor

romano, disputaba algunas veces con Cicerón sobre quien explicaría mejor un mismo

pensamiento de muchas maneras diferentes cada uno según su arte, a saber, Roscio con

acciones y Cicerón con la voz o con la palabra; y parece que Roscio daba con la sola acción

tanta fuerza y sentido a la frase, como Cicerón con la palabra. Cambiaba luego Cicerón las

palabras o la combinación del período o de la frase sin quitar el vigor del sentido del
discurso y Roscio le daba enseguida todo el sentido con otras acciones diferentes, sin que

este cambio disminuyese la expresión y fuerza de su representación muda.

También podría gustarte