3.2 Rama, Ángel - Transculturación Narrativa en América Latina (Apuntes Profesora)

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TRANSCULTURACION NARRATIVA EN AMERICA LATINA

(Angel Rama)

Angel Rama asumió la idea de la “transculturación” y la empezó a desarrollar en su artículo de 1971 “Los
procesos de transculturación en la narrativa latinoamericana”. Aquí entendía la transculturación narrativa
como una alternativa al regionalismo que se acantona en los productos ya alcanzados de la propia cultura
rechazando todo aporte nuevo foráneo, y el vanguardismo, caracterizado por la vulnerabilidad cultural.
Frente a estas opciones, la transculturación narrativa opera según Rama gracias a una “plasticidad cultural”
que permite integrar las tradiciones y las novedades: incorporar los nuevos elementos de procedencia externa
a partir de la rearticulación total de la estructura cultural propia, “apelando a nuevas focalizaciones dentro de
su herencia” (208). Los ejemplos que ponía el autor de narradores de la transculturación eran: José María
Arguedas, Juan Rulfo, J. Guimaraes Rosa [David Sobrevilla (Lima)]

I. Literatura y cultura

1.- Independencia, originalidad, representatividad.


Las letras latinoamericanas nunca se resignaron a sus orígenes y nunca se
reconciliaron con su pasado ibérico: siempre las movió el deseo de independizarse de las fuentes
primarias. En la originalidad de la literatura latinoamericana opera como guía su movedizo y
novelero afán internacionalista. Pero esa originalidad sólo podría alcanzarse (según postularon
los románticos) mediante la representatividad de la región en la cual surgía, percibida como
distinta de las sociedades progenitoras (la literatura se entenderá como instrumento para fraguar
la nacionalidad
Estos impulsos modeladores se mantienen en las épocas siguientes: El
internacionalismo del período modernizador (1870-1910) llevó a cabo un proyecto de
aglutinación regional, restableciendo el mito de la patria común: la representatividad se trasladó
a la visión supranacional. La originalidad quedo confinada al talento individual. En el período
nacionalista y social (1910-1040), criollismo, nativismo, regionalismo, indigenismo, negrismo,
vanguardismo urbano, modernización experimentalista y futurismo, restauran el principio de
representatividad como condición de originalidad e independencia. Implícitamente quedó
establecido que las clases medias eran los auténticos intérpretes de la nacionalidad y la
literatura legitimada en su capacidad de representación.
Hacia 1040 se abre un vasto cuestionamiento del continente, en el que participaron activamente
sus escritores y pensadores.

Rama critica la visión contenidista que revisó las obras literarias como simples
documentos sociológicos, así como también rechaza la postura crítica que separa las obras
literarias de su contexto cultural, ignorando la búsqueda de representatividad que signa nuestro
desarrollo histórico. Propone restablecer las obras literarias dentro de las operaciones culturales
que cumplen las sociedades americanas (reconocer construcciones significativas, desarrollo de
lenguajes simbólicos). LAS OBRAS LITERARIAS NO ESTAN FUERA DE LAS CULTURAS
SINO QUE LAS CORONAN.

2.-Respuesta al conflicto vanguardismo-regionalismo


En la década del treinta se formularon en los conglomerados urbanos de A.L. una
orientación narrativa cosmopolita y una realista –crítica. Ambas conllevaban la cancelación del
movimiento regionalista.
El regionalismo acentuaba las particularidades culturales de áreas internas,
conservaba los elementos del pasado que habían contribuido al proceso de singularización para
resistir las innovaciones foráneas. De allí la fragilidad de sus valores y mecanismos literarios
expresivos.
Tras la Primera Guerra Mundial y el Crack económico del 29 se intensifica el proceso
de transculturación en todos los órdenes de la vida americana. A este conflicto los regionalistas
responden procurando que no se produzca la ruptura de la sociedad nacional, que vive una
dispareja transformación. La solución intermedia: echar mano de las aportaciones de la
modernidad, revisar a la luz de ellas los contenidos culturales regionales y componer un híbrido
que siga transmitiendo la herencia recibida (Carpentier, Miguel Angel Asturias, Macunaíma…).
Rama toma el esquema de Lanternari para distinguir tres momentos en la relación entre el
impacto modernizador y la narrativa regionalista: 1= repliegue defensivo; 2= examen crítico de
sus valores y selección de sus componentes; 3= el impacto modernizador es absorbido por la
cultura regional.

3.- Transculturación y género narrativo


El concepto de aculturación arrastra inferencias ideológicas, particularmente en su
aplicación a las artes y a la literatura.
En 1940 Fernando Ortiz propuso el cambio por el término “transculturación” que enfatiza no
sólo la adquisición de una “otra” cultura, sino que marca las pérdidas de la cultura precedente
y señala la novedad de los fenómenos culturales creados. Esta concepción traduce una
perspectiva latinoamericana: resistencia a considerar la cultura propia como una entidad
pasiva o inferior, sin respuestas creadoras.
Aplicado a las obras literarias el concepto de Ortiz, hay que hacer algunas correcciones: la
visión geométrica de los tres momentos (parcial desculturación, incorporaciones de la cultura
externa y recomposición) no atiende suficientemente a los criterios de selectividad e invención.
La “plasticidad cultural” certifica la energía y creatividad de una comunidad cultural (la
tendencia independentista que señala como rectora del proceso cultural latinoamericano siempre
habría seleccionado y descontextualizado los elementos que se apropia). Y la capacidad selectiva
no se aplica solo a la cultura extranjera, sino principalmente a la propia (tarea selectiva sobre la
tradición).
Habría pues 4 operaciones: pérdidas, selecciones, redescubrimientos e incorporaciones en el
proceso transculturante. Y sería observable en varios niveles:
*Lengua: tal como demostró el Modernismo, el idioma opera como reducto defensivo y prueba
de independencia.
* Estructura literaria.
*Cosmovisión : que engendra los significados (valores, ideología)
Crítica

Alberto Moreiras sostiene que, para Rama, “la transculturacion es necesariamente sólo transculturación
exitosa, esto es, transculturación en la que la cultura dominada es capaz de registrarse o inscribirse en la
dominante”. Esta noción, sigue Moreiras, ya implica una toma de partido ideológica en que se favorece una
visión de una totalidad sintética y armoniosa que se proyecta teleológicamente de manera apriorística y que,
en última instancia, la teoría ramiana de transculturación no hace más que relegitimar sin fisura la razón
hegemónica y el dominio metropolitano
Pero esta condena de la transculturación tal vez sea excesivamente dura. Román de la Campa, por
su parte, emite otro juicio. Para de la Campa, la teoría transculturadora de Angel Rama no sólo anticipa la
noción de hibridez de García Canclini sino que “quizá sugiera uno de los caminos para la crítica poscolonial
o anticolonial en la época posmoderna del capitalismo global ”.

Antonio Cornejo Polar criticó centralmente el concepto de transculturación en su breve nota de


1994 “Mestizaje,transculturación, heterogeneidad”. En ella manifestaba que eln concepto de
“mestizaje” había perdido su fuerza explicativa, y se preguntaba si el de “transculturación” era el
dispositivo teórico con una base epistemológica razonable llamado a sustituir a aquél. Se
pronunciaba en contra considerando que en el concepto de transculturación se supone una síntesis
que él encontraba que no
se cumplía en muchos casos; además porque se elegía como espacio de esta síntesis el de la cultura
hegemónica; y porque, por ello mismo, se dejaba al margen los discursos que no han incidido en el
sistema de la literatura ilustrada. Por todo ello pensaba que era preferible su propio concepto de la
“heterogeneidad literaria”.

En su artículo de 1997, “De la transculturación (a/en) lo transnacional”, Abril Trigo sostiene que la
validez del concepto de transculturación ha caducado por la falta de
“legitimidad de sus asunciones: autenticidad de las culturas vernáculas que adquieren así una
“primacía ontológica”, reduccionismo de la fórmula de Fernando Ortiz al estatus fetichizado de la
literaturiedad, insuficiente relevamiento y teorización de “lo popular” etc.”. Luego examinaba si
dicho concepto ha sido sustituído por otras dos categorías más idóneas a la instancia transnacional:
las de hibridación y de heterogeneidad.

Juan Poblete en “Trayectoria crítica de Angel Rama: La dialéctica de la producción cultural entre
autores y públicos” plantea:

Transculturación Narrativa en AméricaLatina puede ser descrito, en efecto, como la


continuación y profundización de la dialéctica entre autor y lectores que vimos operando tanto en
sus análisis de Rubén Darío y la cultura del modernismo, como en La Ciudad letrada. Dialéctica
entre productores directos (el creador) y productores indirectos (el público), allí donde la obra
aparece simultáneamente como un ejercicio creativo individual y una labor social y colectiva que
constituye sus condiciones de posibilidad y sus fuentes de alimentación. Ahora bien, el público en el
caso del análisis ramiano de la obra de José María Arguedas, a la cual se dedica buena parte de
Transculturación, aparece simultáneamente como aquel productor colectivo (el pueblo) cuya labor
cultural hace posible y fundamenta la propuesta del escritor transculturador y como aquello (el
lector masivo, es decir, el público propiamente tal) que debe ser postulado y construido a priori por
el transculturador (con la ayuda indirecta del pueblo). Es decir, el público existe, en potencia al
menos, en el pueblo, y, sin embargo, debe ser en un cierto sentido producido por el creador.
Podemos aquí interrogarnos, ¿Qué tensión hay entre la relativamente clara conciencia de Rama
respecto a la importancia determinante que la existencia de un público (lector de periódicos) tiene
como condición de posibilidad de una literatura y su renovación en el período modernista, con su
también relativa falta de interés en el público en Transculturación narrativa o más bien con el
carácter futuro del público en Transculturación, carácter que reposiciona al creador en el complicado
lugar político y cultural de la vanguardia iluminada frente al pueblo? O también, ¿Qué
conexión/desconexión hay entre el concepto de letrado, de raíz político-sociológica, que tan
fuertemente insiste en la posicionalidad del poder/saber discursivo en La Ciudad Letrada y el
concepto todavía heroico del bardo nacional que, con bases culturalistas, opera en Transculturación
Narrativa?
El conflicto cultural central de la historia que este último libro reconstruye es aquel que enfrenta a
regionalismo con modernización y que según Rama ha tenido ya diferentes manifestaciones en el
continente.Sobre su objetivo declara:
[…] nuestro propósito es registrar los exitosos esfuerzos de componer un discurso literario a partir
de fuertes tradiciones propias mediante plásticas transculturaciones que no se rinden a la
modernización sino que la utilizan para fines propios.
Si la transculturación es la norma de todo el continente, tanto en la que llamamos línea cosmopolita
como en la que específicamente designamos como transculturada, es en esta última donde
entendemos que se ha cumplido una hazaña aun superior a la de los cosmopolitas, que ha consistido
en la continuidad histórica de formas culturales profundamente elaboradas por la masa social,
ajustándola con la menor pérdida de identidad, a las nuevas condiciones fijadas por el marco
internacional de la hora (Rama,1982:75).
La categoría de transculturación tiene así al menos dos aristas tensionadas en tanto concepto. Ellas
realizan labores analíticas opuestas pero tal vez complementarias. En el plano axiológico, en tanto
conceptualización valorativa, obliga a una difícil (y tal vez, innecesaria) evaluación de las bondades
o maldades de las formas de transculturación, intentando imponer una distinción entre las formas
buenas, deseadas o mejores y las malas, indeseables o peores. Allí es donde se coloca el distingo
entre los cosmopolitas y los transculturadores que oscurece el hecho de que ambos son en rigor
formas de la transculturación. En cuanto concepto descriptivo en cambio, la transculturación, una
vez que se la purifica de cierto vanguardismo intelectual sobre el que volveremos
en breve, aparece como un concepto mucho más certero para describir el funcionamiento histórico
efectivo de (una parte importante de) la cultura del continente. En tanto descripción analítica, es
obviamente posible y aun necesario discutir la capacidad de la dinámica bipolar, central a la
transculturación, de centro y periferia o metrópolis y culturas internas, de dar cuenta cabal de aquel
funcionamiento.
Entre otras cosas porque, como insistiremos luego, es esa polarización la que coloca a las burguesías
nacionales en un lugar privilegiado de intermediación cuasi-necesaria. Debe reconocerse, sin
embargo, que la carga axiológica del concepto, su privilegio de las formas supuestamente más
verdaderas y populares de transculturación por sobre las de los cosmopolitas, funciona aquí también
como correctivo de esa tendencia a la sobrevaloración del trabajo de la burguesía.
(…)
En este sentido, el libro de Rama debe ser comprendido como una intervención estratégica, como un
esfuerzo de corrección que cumplió con creces sus objetivos de reforma. Cuando Rama se refiere a
los años sesenta y setenta como “una época de cosmopolitismo algo pueril”, está pensando
especialmente en el efecto amnésico y excluyente, aunque no duradero, que la explosión editorial
conocida como el Boom tuvo sobre el resto de la producción cultural latinoamericana anterior y
contemporánea al grupo que promovió, entre otros, Carmen Balcells.
Hay aquí una paradoja: en su libro sobre Darío, como ya vimos, Rama había estudiado la
profesionalización del escritor latinoamericano en su relación de mutua dependencia con las
demandas del mercado editorial de la prensa del cambio de siglo. El Boom de la narrativa de los
años sesenta, era, claramente, otra fase en una separación de esferas, en ese mismo proceso de
profesionalización del escritor,
ahora dependiente de una industria editorial especializada en la comercialización masiva de prosa de
autores convertidos en superestrellas y en marcas registradas. Lo que esta segunda
profesionalización traía aparejado y que Rama buscó corregir, fue el privilegio casi exclusivo de
ciertas formas de escritura y la imposición de una legibilidad que, aunque basada en las complejas
técnicas modernistas metropolitanas, resultaba en una reducción de la complejidad real del espectro
de la escritura latinoamericana. Este sentido reactivo y de corrección de una injusticia histórica que
podía tener incalculables consecuencias culturales de largo plazo, fue, al menos parcialmente, lo que
motivó el foco preferente que Rama otorga a uno de los dos tipos básicos de transculturadores que
describe. Esos que a veces describe como los ‘transculturadores’ sin más: Roa Bastos, Guimaraes
Rosa, Rulfo y Arguedas.
(…)
En Transculturación, Rama realizó un movimiento parcialmente contradictorio que su obra toda
había explorado insistentemente. Por un lado, entronizó a la literatura como la más alta creación de
que son capaces
los pueblos, imaginando un escenario ideal de desarrollo en que por fin pueblo y público coinciden
en tanto
público nacional en su participación y goce de la obra estética del transculturador; por otro lado,
concibió a la novela como un espacio discursivo de producción cultural colectiva que resulta tanto
del genio creador del artista (el transculturador) como de su capacidad para procesar las formas
culturales que el pueblo elabora y propone.
El escritor surge en Rama entonces, simultáneamente como un creador original y como un
compilador; mientras la cultura aparecía, por su parte, a veces como un proceso ascendente con
formas y actores privilegiados y otras como una realidad de suyo heterogénea y múltiple en donde
los cruces entre pueblos y públicos (ahora en plural) siguen caminos multiformes. Si al macronivel
el carácter literaturicéntrico de la visión de Rama confirmaba el privilegio de las formas cultas y del
letrado capaz de operarlas, al micronivel de su análisis se esforzaba por mostrar cómo las formas
originales no son nunca el resultado aislado de un acto genial sino la labor cultural de un imaginario
secular potenciado por elementos que lo activan o reactivan en un momento determinado.

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